aeropuerto - excodraeditorial.com · cierro la puerta y salgo con una exhalación. arrastro mi...

11

Upload: phungkhanh

Post on 19-Sep-2018

212 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Aeropuertoy otros versos

Belén Almendro

Colección El amorNarrativa breve + Poesía

EXCODRA EDITORIAL2013

Texto: © Belén Almendro.Imagen portada: © Marta Fernández Clemente.Edición: © Excodra Editorial.

1ª Edición, en formatos ePub y PDF, marzo del 2013.

ISBN: 978-84-941149-2-2

http://[email protected]

Aeropuertoy otros versos

Belén Almendro 1 Aeropuerto

“Era una mujer curiosa, cuyos vestidos siempre parecían haber sido diseñadosen un ataque de furia, y alisados en medio de una tempestad. Acostumbraba aestar enamorada de alguien, y como su pasión nunca era correspondida, había

conservado todas sus ilusiones”

Óscar Wilde, El retrato de Dorian Grey.

Aeropuerto 2 Belén Almendro

AEROPUERTO

Maldito taxi. Maldito tráfico y maldita llamada de última hora. No sé cómo lohago pero siempre que me dispongo a hacer una escapada de fin de semana(lo cual hago menos a menudo de lo que me gustaría), coincide con el día demás trabajo y más imprevistos. Nada, que parece que una no puede irse unviernes con la maleta a salir de la ciudad un poco, visitar amigos, despejarse…Ése va a ser justo el día en el que todo parece que va a desmoronarse. Todo vaa salir mal. ¡Imposible! Maldito taxi.

Voy volando para atravesar toda la ciudad hasta el aeropuerto situado en lasafueras, subida a un taxi a toda velocidad, que me va a costar más que elvuelo que he comprado impulsivamente hace un par de meses. El taxista nopara de sonreír y mirarme por el retrovisor, divertido, en cada semáforo quenos paramos. Sabe la prisa que tengo, pero es tan profesional que no se ponenervioso con mi cara de angustia y mis maneras de mono oligofrénico. Se meha abierto la cartera con todo el dinero cuando he ido a pagarle… No para dereírse y me desea un buen viaje. Cierro la puerta y salgo con una exhalación.

Arrastro mi pequeña maleta roja. Según la etiqueta de la tienda, tiene lasmedidas perfectas para hacerla pasar por equipaje de mano, a pesar de susruedas y su chasis y su todo. Esto suele cumplirse hasta que te hacen meter lamaleta en la jaula, claro.

Atravieso la terminal sin respirar, apenas toco el suelo…

Y el vuelo está retrasado tres horas. ¡Tres horas! Creo que en diez minutos decarrera de taxi he perdido tres años de vida. Tres horas… Por favor. Me sientotan estafada que quiero pegarle a alguien, pero entonces me detendrían y envez de pasar un fin de semana en Dublín, como me dispongo a hacer, lopasaría en el calabozo dándome cabezazos contra la pared. Y qué hacer en

Belén Almendro 3 Aeropuerto

estos momentos, qué hacer…

Respiro y me quedo clavada al suelo blanco del aeropuerto, inmóvil de puraresignación. El estrés de salir corriendo del trabajo, de apurarme finalizandotareas todo el día, de repente me abandona y hace que se me doblen lasrodillas. Estoy aterrizando de mi propio subidón de adrenalina. Supongo quelo más sensato es ir a pasar el control y así al menos ir haciendo algo detiempo.

Los aeropuertos supuestamente están diseñados para que en los momentos demáximo estrés, esos momentos de no conocer la lengua ni el país en el que seha ido a parar, se pueda encontrar fácilmente el acceso a las terminales y a losservicios. El puñetero arquitecto de este edificio más bien quería impresionar asus colegas, por supuesto. A ver quién la tiene más larga. Colores y tipografíasexquisitas por todas partes, finos acabados, acero y mármol, todo inútil. Conlo fácil que sería viajar en burro… Qué estoy pensando. Sólo quierodescargarme con cualquiera con tal de que se me pase el cabreo. Empiezo aseguir carteles e indicaciones en busca del control de seguridad, donde metocará aguantar a algún idiota al que le parezca mal que lleve un pintauñas enel equipaje de mano. Como si lo estuviera viendo. Buenas tardes, vengo asecuestrar un avión con mi pintauñas morado. Maldito mundo ridículo.

Llego al control. La cola, una serpentina marcada por cinturones de seguridad,está bastante despejada aunque en el principio se acumula un grupo deindecisos. Le doy gas a mi maletita de ruedas y me apresuro a ver si puedopasar entre ellos. Oigo un rumor de ruedas a mi lado, adelantándome.¿Adelantándome? Por favor, lo que me faltaba. Por el rabillo del ojo distingouna figura masculina apresurándose, con abrigo, que emana un olor acigarrillo recién apurado. De repente me apetece fumar. Pero no, qué digo,tengo que correr antes de que se cuele. Llegamos los dos a la vez y me cede elpaso. Sonrío tímidamente y bajo la cabeza pensando en la idiotez que acabode hacer por no haberme relajado. Además, el chico es bastante atractivo, sinni siquiera ser guapo. Guapo como los chicos de los catálogos, se entiende. Esmoreno, algo desgarbado y lleva gafas, que le caen constantemente narizabajo, y cada vez que esto pasa se las sube automáticamente de un golpe seco,un gesto tan natural y asumido como pestañear. Lleva una gabardina de uncolor indefinido (¿gris? ¿kaki?) que parece quedarle grande, y el flequillodesigual se le mete en los ojos.

Hace calor para ser invierno, pero es que aquí tienen la calefacción a tope.¿Cómo puede hacer tanto calor en un aeropuerto, en un espacio tan grande?

Aeropuerto 4 Belén Almendro

Me quito el abrigo y noto que estoy sudando de la carrera y los nerviosdesatados minutos antes. Respiro hondo mientras enrollo el abrigo y labufanda, e intento recomponerme con la maleta y todo. ¡Mira que escomplicado el invierno! Nunca sé qué hacer con tanta ropa.

Avanzamos hasta el control. Mientras pongo mis bártulos en la cinta mecánica,uno de los guardias me hace un gesto y me comunica que me quite las botas.Resoplo tan fuerte que el chico de las gafas detrás de mí suelta una risainvoluntaria. Vaya con don Gafitas. Me agacho refunfuñando para misadentros y quedo descalza con mis calcetines desparejos al aire. A ver, soy unamujer muy ocupada para ordenarme la colada. Ahora mismo he llegado a talestado de tensiones e indignación que ya no me inmuto. Creo que es un estadomental zen. Seguro. He llegado a mi límite y ahora mismo me da todo igual, ypaso tan campante por un arco con mis calcetines desparejos, en toda migloria. Por supuesto va todo normal, no han saltado las alarmas ni hanaparecido los GEOS ni la policía de la moda a detenerme por llevar calcetinesdesparejos.

Estoy recogiendo mis cosas, ya con los zapatos puestos y algo de dignidadrecuperada, cuando cruzo sin querer una mirada con el chico de las gafas, queme sonríe.

-Me gustan tus calcetines.

¿Es una broma?

-Gracias. -Sonrío sin saber dónde meterme.

-Menos mal que no te ha pitado el arco, odio cuando me pasa. En mi anteriorvuelo me hicieron pasar tres veces hasta que se dieron cuenta de que era micinturón. Llevo 12 horas viajando y la verdad es que no sé ni cómo no pierdola paciencia.

12 horas… Me detengo a mirarle. Tiene un aspecto algo desaliñado y suacento tiene un deje extranjero, aunque habla castellano perfectamente.

-Ay, ya me dirás cómo lo haces. Yo he tenido un día larguísimo y pensaba quellegaba tarde, estaba de los nervios. Todavía estoy nerviosa, creo -sonríosincera y descargo el peso en mi pierna derecha-. Resulta que he corrido paranada porque mi vuelo lleva tres horas de retraso.

Belén Almendro 5 Aeropuerto

-Vaya, tres horas es un montón… Pero qué te voy a contar yo, estoy haciendouna escala de seis horas ahora mismo.

-Vienes del control de seguridad conmigo -algo no me cuadra aquí y se menota en el tono de voz.

-He salido a fumar y he vuelto a pasar el control.

-Claro, cómo no. No te he preguntado, disculpa: ¿Cómo es que estás haciendoun viaje tan largo?

Toma aire antes de contestar y su mirada empieza a vagar por nuestro paisajealrededor: tiendas de duty-free y similares.

Empieza a hablarme de unos familiares en California, una ruta de SanFrancisco a Orange County, una escapada a Las Vegas… Carretera, aviones,visitando a amigos y a amigos de amigos que podían ofrecerle un sitio. NuevoMéxico, el desierto, la frontera, Tijuana, Chihuahua… Nunca había salido deEuropa y está emocionado por todo lo que había visto. A su lado, mi escapadaa Dublín empieza a palidecer, quedándose a la altura de una acampada decolegio. Mientras habla por los codos, se le bajan las gafas por lo menos cincoveces.

-Se me ocurre una cosa. La espera va para largo, ¿te apetece que vayamos atomar un café? Y me sigues contando.

-¡Claro! O una cerveza -sonríe como si hubiera tenido la mejor idea delmundo.

Tras la verborrea inicial, caminamos nerviosos buscando en silencio un bar enel que no nos saquen la vida por unas cervezas, tarea harto complicada. Nossentamos en un bar de decoración pretenciosamente cálida.

-Me llamo Pierre, no te lo he dicho. -Arrastra la “r” con ese deje tan particular.-Mi familia es de Bélgica pero he vivido aquí toda la vida. De hecho ahoramismo estoy volviendo a Bruselas para encontrarme con ellos.

Le digo mi nombre y me siento bastante poco exótica.

Pedimos dos cervezas y procede a enseñarme fotos de su viaje en el móvil. Porun momento pienso en lo mucho que ha avanzado la ciencia, de repente tienes

Aeropuerto 6 Belén Almendro

todas tus vacaciones en el espacio que ocupa el bolsillo de unos vaqueros.Ciencia ficción. Mientras pienso esto con una zona racional de la cabeza, misojos vagan ante cactus, atardeceres, felinos ojos negros, cálidos rojos,contundentes azules y vivos amarillos y exuberantes verdes por todas partes,todo en una pantallita que cabe en la palma de la mano.

Al pasar las fotos, de repente aparece una imagen a poca luz de su torsodesnudo, y de lo que no es el torso.

Me da un ataque de risa.

Él me mira con cara de querer que se le trague la tierra ipso facto.

-¿Ése eras tú también? -No doy crédito.

Pierre Don Gafitas está rojo y sus gafas amenazan con resbalar y caerse dentrodel vaso de cerveza, algo que de alguna manera estoy deseando que ocurrapara redondear la tarde. A veces me siento un poco maligna.

Pierre tartamudea.

-Yo, eh… Mira, esto es algo que no deberías haber visto. Se ha escapado. Losiento.

Está realmente avergonzado, rojo como uno de los chiles mexicanos de suviaje, y esconde el móvil en el bolsillo de su gabardina. Para romper el hielointento tranquilizarle aguantándome la risa, a duras penas.

-¡Oye! No pasa nada, en serio. Me podría haber ocurrido a mí también. No nosconocemos y es una situación rara, pero créeme que no me asusto de nada.

Me viene un relámpago mental de lo que acabo de ver, y repentinamente meestremezco, se me encienden las mejillas. Intento que no se me note. Pierreapura la cerveza y yo la mía también. La situación se ha vuelto incómoda deverdad.

Escucha -digo entrelazando las manos sobre la mesa-, ahora es muy raro perodentro de un tiempo cuando pienses en esto te vas a reír también. Apenas hevisto nada, de verdad. No pasa nada. Ha sido muy rápido. -Intentoconvencerle ya sin reírme, quiero que vea que le estoy diciendo la verdad.

Belén Almendro 7 Aeropuerto

-Ya, pero he quedado como un pervertido. -No puede mirarme a los ojos.

-Pierre, todo el mundo con estos móviles se hace este tipo de fotos.

Sonríe incrédulo, subiéndose las gafas.

Pido otras dos cervezas y se me ocurre una idea. Creo que ya voy un pocopedo.

-Mira.

Saco mi móvil y le enseño una foto similar Pierre vuelve a subirse las gafas yrompe en carcajadas.

Estoy en un aeropuerto un viernes por la tarde, después de un día duro detrabajo y con dos horas de espera por delante, intercambiando fotos íntimascon un desconocido.

-¿Ésa eres tú? No me lo creo.

Guardo el móvil y se me suben todos los colores posibles.

Algo en el aire ha cambiado. Ambos miramos a nuestros vasos. Súbitamenteaparece el camarero para dejarnos dos cervezas más y damos un respingo a lavez, con lo que se corta la tensión del ambiente o lo que fuera aquello.

Parece que Pierre sigue intentando desaparecer dentro de su gabardina. Apesar de lo poco que nos conocemos intuyo que es un chico tímido, por muchoque esté tomando cervezas conmigo tras cinco minutos de conversación en elcontrol de seguridad. Normal, cualquiera en su lugar se querría morir alinstante… Su timidez me provoca ternura. Por un lado quiero que deje desentirse de esta manera y que podamos seguir hablando normal, aunque por elotro una parte de mí se está divirtiendo maliciosamente.

-Cuéntame, ¿qué hacía esta foto en medio de tu viaje?

Pierre se revuelve en su asiento y carraspea. Empieza a hablar pero tarda unosdos segundos en mirarme a los ojos mientras lo hace.

-Una noche que echaba de menos a mi novia…

Aeropuerto 8 Belén Almendro