adela cortina dilemas del tren

Upload: norwellcr3848

Post on 14-Apr-2018

220 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    1/20

    Neurotica: Las bases cerebrales de una tica

    universal con relevancia poltica?Neuroethics: the brains foundations for politicallyrelevant ethics?

    ADELA CORTINAUniversidad de Valencia

    RESUMEN. En el siglo XXI nace la neurocienciade la tica con la pretensin de ser un nuevosaber (la neurotica), capaz de descubrir las

    bases cerebrales de la conducta moral. Desdeellas algunos neurocientficos se proponenfundamentar una tica universal. El artculo1) analiza crticamente ese proceso de funda-mentacin, 2) recurre para profundizar en l ala paradoja de la cooperacin humana, y3) hace un balance de las aportaciones de laneurociencia a la tica y de sus posibilidadesde fundamentar una tica universal.

    Palabras clave: Neurotica, fundamentacinde la tica, tica universal, justicia, contrac-tualismo, neurociencias, poltica, biotica.

    ABSTRACT. At the beginning of the XXI cen-tury neuroethics was born as a part of

    bioethics and also as a new kind of knowl-edge, capable of discovering the neural basisof the human behaviour. From that basissome neuroscientists intend to outline thefoundations for a universal ethics. The article1) analyses critically the process of founda-tion of such universal ethics, 2) takes into ac-count the human cooperation paradox in or-der to complete the process, 3) tries toevaluate the contributions of neuroethics toethics and its suitability to outline the founda-tions of a universal ethics.

    Key words: Neuroethics, foundations of eth-ics, universal ethics, justice, contractualism,neurosciences, politics, bioethics.

    ISEGORA. Revista de Filosofa Moral y PolticaN. 42, enero-junio, 2010, 129-148

    ISSN: 1130-2097

    [Recibido: Ene. 10 / Aceptado: Feb. 10] 129

    1. El nacimiento de la neurotica

    En mayo de 2002 se celebra en San Francisco un congreso bajo el rtuloNeuroethics: Mapping The Field, auspiciado por la Dana Foundation,preocupada por la investigacin en neurociencia 1. Asisten a l ms de ciento

    1 Este trabajo tiene su origen en una conferencia pronunciada en la Fundacin JuanMarch el da 10 de diciembre de 2009. Agradezco a la Fundacin, y muy especialmente a sudirector, Javier Gom, la oportunidad que me brind no slo de pronunciar dicha conferencia,sino tambin de mantener sobre ella una apasionante discusin en un seminario de expertos, enel que pude contar, por orden alfabtico, con especialistas de la talla de Victoria Camps, Helio

    Carpintero, Jess Conill, M. Victoria del Barrio, Domingo Garca-Marz, Lydia Feito, EmilioGarca, Diego Gracia, Javier Muguerza, Enric Munar y el propio Javier Gom. He tenido muy

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    2/20

    cincuenta neurocientficos, bioeticistas, psiquiatras, psiclogos, filsofos, ju-ristas, diseadores de polticas pblicas y periodistas. El objetivo del congre-

    so es doble: esbozar el mapa de la neurotica, su presente y futuro, e intentarun lanzamiento pblico de lo que los participantes consideran una nueva for-ma de saber.

    Es verdad que el trmino neurotica vena usndose en la bibliografacientfica al menos desde 1989, pero la presentacin en sociedad se produceen 2002 con un artculo de William Safire en The New York Times y con elcongreso de San Francisco 2. La nueva rama del saber, si es que es nueva, no

    puede ser ms reciente.Siete aos ms tarde se han multiplicado las publicaciones sobre neuro-

    tica, nacen institutos y ctedras universitarias sobre el tema, incluso una re-vista Neuroethics ve la luz en 2008 de la mano de la editorial SpringerNetherlands. Y este crecimiento se produce en progresin geomtrica, porqueel 25% de cuanto se ha producido sobre el tema aparece en 2009. Podra de-cirse que el gran reto que el nacimiento del siglo XXI plantea a la tica es el dela neurociencia, como el de la nueva gentica lo fue en las ltimas dcadasdel siglo XX? Gentica y neurotica lanzan los grandes desafos de los des-cubrimientos cientficos en el cambio de siglo?

    As parecen entenderlo quienes han comparado el congreso de San Francis-co con la reunin de Asilomar, en 1975, sobre la tecnologa del ADN recombi-nante. Y, sin embargo, las diferencias entre los dos acontecimientos son nota-bles. Mientras que el encuentro de Asilomar result admirable por la capacidadde autorrestriccin que mostraron los cientficos al imponerse una moratoria,en el congreso de 2002 la variedad de participantes a la que nos hemos referidono hizo sino pisar a fondo el acelerador. Y, sobre todo, mientras que la nuevagentica planteaba a la tica problemas inditos, poda decirse lo mismo delos descubrimientos neurocientficos, o ms bien sus problemas no se sustan-cian sino en vino viejo en odres nuevos (Moreno, 2003, 153)?

    Como es sabido, las neurociencias son ciencias experimentales que inten-tan explicar cmo funciona el cerebro, sobre todo el humano, y dieron un

    paso prodigioso al descubrir que las distintas reas del cerebro se han espe-cializado en diversas funciones y que a la vez existe entre ellas un vnculo.Las tcnicas de neuroimagen, tanto la resonancia magntica estructural comola funcional, permiten descubrir no slo la localizacin de distintas activida-des del cerebro, sino tambin las actividades mismas, el cerebro en accin,y son justamente estas tcnicas las que han promovido un extraordinarioavance de las neurociencias. Pero precisamente porque el objeto de estudio esel cerebro humano, un buen nmero de neurocientficos plantea su saber

    130 ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097

    Adela Cortina

    en cuenta en la redaccin definitiva de este trabajo las cuestiones y sugerencias que surgieron

    al hilo del debate.2 Illes, 2003, trabajo en el que se recogen usos del trmino desde 1989 a 1991.

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    3/20

    como una nueva filosofa que da razn del funcionamiento de la economa, lareligin, el arte o la moral. Se acuan trminos como neuroeconoma,

    neuroteologa, neuroesttica, neurofilosofa o neurotica con la pre-tensin de tratar con ellos sobre las bases cerebrales de cada una de estas for-mas de saber y obrar.

    Ciertamente, los organizadores del Congreso de San Francisco caracteri-zan la neurotica como el estudio de las cuestiones ticas, legales y socialesque surgen cuando los descubrimientos cientficos acerca del cerebro se lle-van a la prctica mdica, las interpretaciones legales y las polticas sanitariasy sociales (Dana, 2002, III). Estos descubrimientos se producen en los cam-pos de la gentica, la imagen cerebral y el diagnstico y la prediccin de en-fermedades. La neurotica ha de examinar cmo han de tratar estos descubri-

    mientos los mdicos, jueces, abogados, aseguradoras y los encargados dedisear polticas pblicas.Y realmente, a lo largo de las actas no se entiende la neurotica sino como

    el estudio de las cuestiones ticas, legales y sociales que surgen a raz de losdescubrimientos de la neurociencia. El mismo Safire la caracteriza como elexamen de lo correcto e incorrecto, bueno y malo, en el tratamiento del cere-bro humano, en su perfeccionamiento, o en la indeseable invasin en el cere-bro o en su preocupante manipulacin (Dana, 2002, 5). Sin embargo, en lasdiferentes intervenciones van surgiendo cuestiones y propuestas que avalarnel nacimiento de una segunda acepcin de la neurotica, de suerte que en el

    campo de este nuevo saber se van a perfilar dos ramas, entreveradas entre s,pero que modulan de diferente forma la relacin entre neurociencia y tica(Roskies, 2002; Cortina, 2007b).

    1) La tica de la neurociencia trata de desarrollar un marco tico pararegular la conducta en la investigacin neurocientfica y en la aplicacin delconocimiento neurocientfico a los seres humanos. Se ocupa de los protoco-los de investigacin, los descubrimientos incidentales, la aplicacin de nues-tro conocimiento de la mente y el cerebro a los individuos, porque podemosalterar los trazos de la personalidad, reforzar las capacidades cognitivas, lamemoria, e incluso algn da se dice podremos insertar creencias.

    Se referira entonces a la valoracin tica de la aplicacin de las nuevastcnicas, que plantea cuestiones muy similares a las tradicionales en biotica,por ejemplo, si el uso de psicofrmacos amenaza nuestra concepcin del yo,si en los procesos criminales pueden admitirse evidencias tomadas de imge-nes cerebrales, o si los psicpatas son responsables de sus actos (Levy, 2008,p. 1). La pregunta es entonces: son ticamente correctas estas aplicaciones?

    2) La neurociencia de la tica, por su parte, se refiere al impacto del co-nocimiento neurocientfico en nuestra comprensin de la tica misma, se ocu-pa de las bases neuronales de la agencia moral. Segn sus defensores, la neu-

    rociencia de la tica promete iluminar elementos centrales de esa agencia,tales como la libertad de la voluntad o la sustancia de la moralidad misma.

    ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097 131

    Neurotica: Las bases cerebrales de una tica universal con relevancia poltica?

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    4/20

    Descubrimientos que interesan, como es lgico, a los gobiernos y a las comu-nidades porque permiten canalizar nuestra conducta. De ah que en el congre-

    so de San Francisco participaran tambin diseadores de polticas pblicas.Obviamente, si la neurociencia de la tica afecta a nuestra comprensinde la agencia humana, no es una rama ms de la tica aplicada, sino su pivote,porque arroja luz sobre temas tan intrincados como la agencia misma, la li-bertad, la eleccin y la racionalidad. Es central para nuestras aspiraciones po-lticas, morales y sociales.

    Ciertamente, resulta imposible separar como con un bistur estas dos ra-mas de la relacin entre neurociencia y tica. Por poner un ejemplo, una delas cuestiones centrales, la del posible perfeccionamiento del cerebro, planteapreguntas sobre la legitimidad de hacerlo, pero tambin afecta a la identidad

    de los sujetos. Sin embargo, mientras que la tica de la neurociencia se pre-gunta por la correccin tica de determinadas actuaciones, la neurocienciade la tica no habla de intervenir, en principio, sino de desentraar las basescerebrales de la conducta humana con la pretensin de explicarla. Aun-que para ello tambin deba preguntarse por la legitimidad de los procedi-mientos para leer el cerebro.

    Ahora bien, con las debidas cautelas podemos decir que si entendemospor neurotica la tica de la neurociencia, entonces es una dimensin de labiotica, una tica aplicada ms, que da por buenas las teoras ticas existen-tes y trata de encontrar respuestas desde ellas a problemas concretos 3. Pero si

    tomamos el vocablo en la segunda acepcin, como neurociencia de la tica,entonces parecemos estar anunciando una autntica revolucin, porque laneurociencia nos proporcionara el fundamento cerebral para una tica nor-mativa, el conocimiento de los mecanismos cerebrales nos permitira por finaclarar cientficamente qu debemos hacer moralmente. Con lo cual, como seha dicho en alguna ocasin, los filsofos quedaramos condenados al paro.

    Y, por si faltara poco, un paro indefinido porque, no contenta con funda-mentar la moral, sera la neurociencia la que resolvera problemas secularesde la filosofa, que se situaran en lo que Albert R. Jonsen denomina el niveltectnico y el nivel geogrfico de la neurotica, que se ocupan de las ideas y

    de la dimensin epistemolgica de los problemas, respectivamente, a diferen-cia del nivel local, referido a los casos concretos (Jonsen, 2002). Los pro-blemas a los que nos referimos seran los de la apora libertad/determinismo(Libet, 1991; Gracia, 2009), la relacin mente/cerebro, la explicacin reduc-cionista o pluralista de la realidad humana, la posibilidad de hablar de una na-turaleza humana, y la existencia de un tipo de conducta a la que desde hacetantos siglos venimos denominando moral 4.

    132 ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097

    Adela Cortina

    3 Para el estatuto de las ticas aplicadas ver Adela Cortina y Domingo Garca-Marz(eds.), 2003.

    4

    Reservo el nombre tica para la filosofa moral, es decir, para ese nivel filosfico dereflexin y lenguaje que se ocupa de dilucidar en qu consiste ese fenmeno de la vida cotidia-

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    5/20

    Ante amenaza de tal calibre no queda sino reaccionar, siquiera sea porhonra gremial, por no perder el sueldo y por no favorecer la tendencia del Mi-

    nisterio del ramo a recortar los presupuestos para la investigacin en Huma-nidades. Pero como es imposible acometer tal cantidad de tareas en un solotrabajo, nos ocuparemos en lo que sigue tan slo de uno de los retos mencio-nados y de una forma que no pretende ser en modo alguna exhaustiva: si esverdad, como defiende un buen nmero de neurocientficos, que la neuro-ciencia permite fundamentar una tica universal. De hecho, algunos comoGazzaniga afirman explcitamente que la neurotica es o debera ser un in-tento de proponer una filosofa de la vida con un fundamento cerebral(2006, 15). Quedaran entonces arrumbadas, por obsoletas, las viejas ticasfilosficas y las morales religiosas y podran sustituirse por una tica basada

    en la neurociencia, que sera por eso mismo universal.Es verdad queremos preguntarnos en este trabajo que las exigenciasque plantea el mundo moral pueden fundamentarse en los mecanismos ce-rebrales? Es verdad que puede darse el paso del es cerebral al debemoral?

    2. La promesa de una tica universal

    Para abordar el tema en tan breve espacio bueno es empezar por un punto so-

    bre el que existe un amplio consenso entre los neurocientficos, y es el de en-tender que nuestros juicios morales estn ampliamente basados en la intui-cin de lo que es correcto o incorrecto en los casos particulares (Haidt, 2001).Punto, no slo discutible, sino sobre todo bien endeble.

    Resulta muy desconcertante que en la bibliografa neurocientfica se ha-ble en ocasiones de intuiciones, que es lo que sucede en el caso de Levy,quien se reclama de Rawls, en otras ocasiones se hable de instintos, como esel caso de Gazzaniga, mientras que en otras resulte ser clave el sentido moral(Wilson, 1993). Pero todava resulta ms desconcertante que un mismo autorhable indistintamente de instinto, sentido, intuicin o competencia,para referirse a la capacidad humana para distinguir entre el bien y el mal, ge-nerada por la evolucin, como ocurre en la obra de Hauser, tan valiosa porotra parte y que tambin se reclama de Rawls 5. Como buenos rawlsianos,Hauser y Levy se encuentran con que su mentor habla de juicios medita-dos, de los clebres considered judgements que tantos quebraderos de ca-beza vienen provocando desde la publicacin de Teora de la Justicia, en

    ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097 133

    Neurotica: Las bases cerebrales de una tica universal con relevancia poltica?

    na al que llamamos moral, si tiene algn fundamento racional y cmo se aplican en esa vidacotidiana los principios descubiertos en el nivel de la fundamentacin.

    5 Hauser entiende por instinto moral lo siguiente: una capacidad, producto de la evo-

    lucin, que posee toda mente humana y que de manera inconsciente y automtica genera jui-cios sobre lo que est bien y lo que est mal (2008, 26).

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    6/20

    1971, y ms bien estos autores acaban aplazando la solucin del problema adcalendas graecas. Como es obvio, es urgente aclarar este punto, porque es el

    de partida y, por lo tanto, toda la construccin posterior depende de l. Perocomo no parece conveniente cortar tan pronto la reflexin, daremos provisio-nalmente por bueno un punto de partida que forma parte de las debilidades,no de las fortalezas de estas propuestas.

    Sucede y sobre esto tambin hay acuerdo entre los neurocientficosque esas intuiciones pueden entrar en conflicto en el seno de cada individuo yentre los individuos, y lo ms grave del caso es que rara vez las personas sa-ben ofrecer las razones que deberan sustentar sus juicios. Cuando se les pre-gunta por qu han formulado un determinado juicio, quedan desconcertadas.Es que, a fin de cuentas, no disponemos de una concepcin moral a cuya luz

    juzgamos los casos concretos, sino que formulamos intuitivamente juiciospara los que despus buscamos argumentos si alguien nos pone en el brete detener que ofrecerlos? Incluso quienes dicen defender una determinada teorafilosfica, como es el caso de los aristotlicos, los kantianos, los utilitaristas olos relativistas, formulan en realidad los mismos juicios y despus tratan deajustar los posibles argumentos de su teora al juicio formulado? Es ste elmodo de proceder del equilibrio reflexivo rawlsiano?

    ste es uno de los puntos clave en el discurso neurotico, porque cabepensar que la perplejidad de los encuestados no depende de que tengan mejo-res o peores razones, sino del modo como est construido nuestro cerebro. Unhilo para llegar a ese ovillo lo compondrn estudios basados en dilemas mo-rales, cuatro de los cuales han resultado especialmente fecundos 6.

    Imagine que va usted por una carretera conduciendo un coche nuevo y veen la cuneta un hombre herido, con las piernas cubiertas de sangre. Probable-mente se desangrar si no le lleva a un hospital, pero, si le recoge, mancharel tapizado, que le ha costado 200 euros. Qu debera usted hacer moralmen-te? La mayor parte de los encuestados considera incorrecto (wrong) preferirel tapizado y dejar al hombre que le necesita abandonado a su suerte.

    Imagine ahora que recibe una carta de una muy acreditada organizacin

    internacional, en la que se le invita a dar 200 euros para salvar a un nio quevive en un pas muy lejano y que morir si no le llegan las provisiones quepodrn comprarse con ese dinero. Curiosamente, mucha gente opina que noest mal no dar dinero en este caso. Sin duda se pueden dar razones, comoque el dinero nunca llega a los desfavorecidos, porque se lo queda la organi-zacin o se lo apropian los gobernantes del pas en cuestin, pero ya hemosdicho que la organizacin goza de toda garanta, al menos de tanta como elhospital al que podramos llevar al herido del dilema anterior. Por qu nues-tro juicio vara cuando la persona est junto a nosotros y cuando est lejos?

    134 ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097

    Adela Cortina

    6

    Los dos primeros estn tomados de Unger, 1996, y son ya usuales en la bibliografa neu-rotica. Hemos introducido adaptaciones, como es obvio.

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    7/20

    Desde el punto de vista de cualquier teora filosfica el dilema es el mis-mo, o eso dicen los neurocientficos: desprenderse o no de un dinero para

    ayudar a una persona que lo necesita. Un kantiano tendra por inmoral prefe-rir el dinero a la vida o la integridad fsica de una persona que, por el hechode serlo, es absolutamente valiosa, es un fin en s misma. Por su parte, un uti-litarista considerara igualmente inmoral anteponer ese dinero al inters msbsico de un ser capaz de sufrir, como es la vida o la integridad fsica. Pero silas teoras filosficas entienden que los dos casos son moralmente iguales,por qu los encuestados responden de forma diferente?

    Realmente, las cosas no son tan simples desde un punto de vista tico yrequeriran una reflexin mucho ms profunda, pero vamos a dar por buenouna segunda vez que son as de simples para poder continuar con nuestro dis-curso, acudiendo a otros dos dilemas.

    Un tercero fue planteado originariamente por Philippa Foot con el objeti-vo de distinguir entre matar y dejar morir, un problema relacionado con mu-chas decisiones biomdicas. En la versin de Marc D. Hauser el dilema seformulara del siguiente modo (Foot, 1967; Hauser, 2008, 148 y 149). Dianaviaja en un tranva que circula sin control. El conductor ha perdido el conoci-miento y el tranva se dirige hacia cinco excursionistas que caminan por la vasin percatarse de que el tren les va a atropellar sin remedio. No podran salirde la va en cualquier caso, porque los mrgenes son muy empinados. Diana

    puede conseguir que el tranva se desve hacia la izquierda accionando unapalanca que obra en su poder, pero en la va de la izquierda hay un operariotrabajando, que morir si ella presiona la palanca.

    En un segundo escenario y ste es el cuarto dilema Paco est en unviaducto situado sobre la va del tranva. Se acerca un tranva descontrolado,tal vez porque el conductor se ha desvanecido. En la va hay cinco personasque no podrn salir a tiempo. Junto a Paco hay una persona muy obesa, a laque puede empujar y arrojar a la va, que quedar obturada en ese caso, evi-tando as que mueran las cinco personas, pero no la obesa, que ser sacrifica-da para salvar a las otras cinco.

    Evidentemente, estos dilemas han sido refinados por diversos autorespara seleccionar el menor nmero de variables posible, facilitando as la in-terpretacin, que es siempre el gran caballo de batalla, porque cualquiera delas variables puede dar pie a una interpretacin completamente distinta. Lospsiclogos cognitivistas insisten en que, gracias al estudio de los dilemas,el avance de su ciencia ha sido muy apreciable y, sin embargo, tomarlos comopunto de partida es muy problemtico. Pero aunque este nuevo paso sea tam-bin problemtico, por seguir avanzando, relataremos cmo Hauser aseguraque, tras someter a la prueba a varios miles de sujetos, aproximadamente el

    90% dijo que era lcito que Diana accionara la palanca para salvar a los cincoexcursionistas, sacrificando al operario, mientras que slo un 10% de los en-

    ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097 135

    Neurotica: Las bases cerebrales de una tica universal con relevancia poltica?

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    8/20

    cuestados tuvo por lcito que Paco empujara a la persona obesa, aunque conello murieran las otras cinco (Hauser, 2008, 163).

    La pregunta es entonces: por qu los sujetos reaccionan de una formadistinta ante los dilemas personales y los impersonales? Para intentar respon-der a esta cuestin dicen estos autores pueden resultar de ayuda algunastcnicas de la neurociencia, como el estudio de la formacin de imgenes,que nos permitirn sealar qu zonas del cerebro parecen intervenir directa-mente cuando formulamos juicios morales. La pregunta que siempre quedaabierta en estos casos es por qu les llamamos morales, pero es sta unacuestin que siempre queda abierta para investigaciones ulteriores que nuncallegan. Continuando con el hilo interrumpido, es clebre el trabajo de Greene,que consiste en escanear la actividad cerebral de los sujetos mientras leen di-

    lemas como los mencionados y llega a conclusiones valiosas (Greene et alii,2001; Greene et alii, 2004) 7.En principio, ante los dilemas personales los sujetos emplean bastan-

    te tiempo en pensar si creen que es lcito perjudicar directamente a una per-sona, aunque sea para salvar a otras cinco. Si llegan a la conclusin deque no se debe hacer, lo ms frecuente es que respondan rpidamente, aun-que algunas veces tomen tiempo. Esto muestra que entender que es lcitodaar a alguien personalmente es pensar contra corriente y por eso se ne-cesita tiempo para adquirir la confianza de que el juicio es correcto. Antelos dilemas morales personales los sujetos invertan casi 7 segundos en pre-

    parar la respuesta, y entre 4 y 5 en los casos impersonales o no morales.Qu ocurre en el cerebro de cada sujeto mientras valora una situacin yresponde?

    Las tcnicas de neuroimagen permiten apreciar que en las situacionesmorales personales las imgenes cerebrales revelan una gran actividad en zo-nas que desempean un papel crucial en el procesamiento de las emociones,un circuito que va aproximadamente desde el lbulo frontal hasta el sistemalmbico 8. Cuando haba conflicto entre salvar a cinco personas y no daar auna, la tensin afectaba a la circunvolucin cingulada anterior. TambinGreene lleg a la conclusin de que cuando los sujetos formulaban su juiciocontra corriente, se mostraba una activacin mucho mayor del crtex prefron-tal dorsolateral, zona que interviene en la planificacin y el razonamiento.Por tanto, los juicios sobre dilemas morales personales implican una mayoractividad en las reas cerebrales asociadas con la emocin y la cognicin so-cial. Cul es la razn de que suceda as?

    136 ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097

    Adela Cortina

    7 La lectura cerebral consiste en la capacidad tcnica y los conocimientos cientficospara llegar a conocer lo que piensa una persona sin que lo manifieste a partir de los registros dela actividad cerebral (Mora, 2007, 99).

    8 Hoy podemos leer las mentes con nuevas tecnologas, como la resonancia magntica

    funcional (fMRI), el registro de la actividad elctrica del cerebro, los sensores de calor y otrosmtodos. Ver Gazzaniga, 2006, 114 y 115.

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    9/20

    Segn un buen nmero de autores, parte de la respuesta al menos podraencontrarse en los cdigos de funcionamiento ms primitivos de nuestro cere-

    bro, adquiridos a lo largo de la evolucin 9. Segn Wilson, la gente obedece acdigos de conducta muy slidamente anclados en lo ms profundo de nues-tro cerebro paleoltico (Wilson, 1993). Estos cdigos, que son fundamental-mente emocionales, se establecieron en poblaciones muy pequeas, en lasque eran necesarios para la supervivencia, en el sentido de la ayuda mutua.En el origen evolutivo de las relaciones sociales y durante la construccin delcerebro humano los hombres vivan juntos en pequeos grupos homogneosde raza y costumbres, que nunca sobrepasaron los 130 individuos. En los mi-llones de aos que dura la hominizacin la homogeneidad y cohesin socialhan tenido un gran valor de supervivencia. De ah que cuando hay cercana f-

    sica se activen los cdigos morales emocionales de supervivencia profundos,mientras que, si no la hay, se activan otros cdigos cognitivos ms fros, msalejados del sentido inmediato de supervivencia. Por eso nos afecta emocio-nalmente la situacin de la gente necesitada y cercana, cosa que no ocurrecon las gentes necesitadas que no conocemos.

    Al parecer, pues, hemos adquirido cdigos y mecanismos para montar,sobre una primera impronta emocional, los razonamientos y juicios moralesrpidos y con ellos una respuesta social inmediata. Esto se dice ha sidoclaramente seleccionado durante la evolucin.

    ste parece ser uno de los mensajes de la neurotica: que el cerebro tomadecisiones influido por algn tipo de comps de moral universal que todosposeemos; las decisiones ante dilemas personales suponen ms actividad ce-rebral en las zonas asociadas con la emocin y la cognicin moral, porque,desde una perspectiva evolutiva, las estructuras neuronales que asocian losinstintos con la emocin se seleccionaron, ya que resulta beneficioso ayudar ala gente de modo inmediato. Hay una capacidad, universalmente extendida,de distinguir entre el bien y el mal, que tiene una funcin adaptativa. La capa-cidad de reconocer normas de conducta en la sociedad y aplicarlas a los de-ms y a s mismos se dice ayuda a sobrevivir y prosperar.

    Podemos decir, entonces, que el contractualismo poltico tiene una baseadaptativa, es decir, que nos interesa contratar para vivir mejor? La justiciade las normas depende del inters por sobrevivir que induce a seguir las di-rectrices de la cooperacin interesada? La conducta moral entonces sera unmecanismo de adaptacin que nos permite sobrevivir. La vieja falacia natura-lista de un es descriptivo no puede seguirse un debe moral queda-ra de algn modo obsoleta 10, porque el debe moral se convierte en algocapaz de hacer posible, evolutivamente viable, una determinada forma de

    ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097 137

    Neurotica: Las bases cerebrales de una tica universal con relevancia poltica?

    9 Ver, por ejemplo, Greene, 2007; Gazzaniga, 2006, 172 y 173; Mora, 2007, 79 y ss.10

    Para un anlisis de la falacia naturalista ver Javier Muguerza, 1977, sobre todo caps. IIy VI.

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    10/20

    es. Entre el mundo del ser natural y el del deber ser (los cdigos morales)existira un lazo adaptativo que prescribira establecer como normas ticas

    aquellas conductas capaces de favorecer la supervivencia. Las normas mora-les no seran sino normas adaptativas. sta sera la consecuencia lgica de lapretensin de una tica universal basada en el cerebro, pero un buen nmerode neurocientficos no se atreve a dar tal paso. Es el caso de Greene, entreotros, que mantiene la diferencia entre ser y deber ser, y se limita a sugerirque conocer ms en neurotica podra llevarnos a reevaluar nuestros valoresmorales y nuestras concepciones de la moralidad (Greene, 2007). Pero enotros casos, por mucho que verbalmente se reconozca la diferencia entre eles y el debe, lo bien cierto es que se comete la falacia ampliamente alasegurar que por fin vamos a disear una filosofa de la vida basada en el ce-

    rebro, una tica universal que sustituya a las anteriores.As parece en casos como el de Gazzaniga, que se propone descubrir sihay una tica universal subyacente desde el comienzo y quiere defender laidea de que podra existir un conjunto universal de respuestas biolgicas a losdilemas morales, una suerte de tica integrada en el cerebro (2006, 17). Latica universal dir nace del hecho de ser humano, que es claramentecontextual, sensible a la emocin y orientada al refuerzo de la supervivencia.(...) se es el imperativo de la neurotica: partir de una constatacin cientficala observacin de que el cerebro reacciona ante las cosas segn su configu-racin para contextualizar y discutir los instintos viscerales que aportan los

    mayores beneficios o las soluciones ms lgicas en determinados con-textos (2006, 179).

    Por su parte, Mora confa en que podremos encontrar una tica ms uni-versal, que depender en gran medida de cmo leamos e interpretemos esoscdigos del cerebro, una tica universal, a travs de la cual se puedan alcan-zar valores y normas morales asumidos y respetados por todos los seres hu-manos. (...) Los valores ticos tan diferentes, para grupos tnicos tan diferen-tes, pueden converger en reglas y normas establecidas por la neurotica,basadas en el funcionamiento del cerebro humano, base comn de todos loshombres (2007, 159).

    Suponiendo que esto fuera cierto, qu normas con contenido deberamosextraer de estos conocimientos de las bases cerebrales de nuestra conductamoral?

    A mi juicio, la interpretacin adaptacionista a la que nos hemos referidopuede ser de utilidad para entender por qu nos afectan de diferente forma losproblemas personales y los impersonales, y sta sera una enseanza bien in-teresante para la educacin. Los nios y los adultos no deberan culparse porsentirse ms afectados por los problemas de los cercanos que por los de loslejanos, ms seguros con los que les son familiares que con los extraos y di-

    ferentes. La cuestin no sera sentirse culpables, sino pensar si se es el cami-no que quieren seguir o prefieren tratar de cultivar razn y emociones en un

    138 ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097

    Adela Cortina

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    11/20

    sentido diferente, por ejemplo, el del aprecio tambin a los lejanos. Para plan-tearse una educacin de este tipo sera muy fecundo conocer estos cdigos

    evolutivos, si es que existen. Pero si las interpretaciones adaptacionistas a lasque nos hemos referido pretenden servir de fundamento para una tica uni-versal, las dificultades son insuperables.

    En primer lugar porque, como asegura Mora, entre otros autores, en estassociedades primitivas los que quedan fuera del grupo, los diferentes, generandesconfianza, agresin y violencia por la razn evolutiva de que producen in-seguridad y desafan la supervivencia. stos son cdigos sociales afirmaque posiblemente se encuentran grabados a fuego en el cerebro (Mora, 2007,92). Se sigue entonces que debemos obedecer esos cdigos ms que milena-rios y favorecer slo a los cercanos y semejantes, como tambin repeler a los

    diferentes y extraos, que no haran sino introducir violencia? Los princi-pios sustantivos de esa tica universal, firmemente arraigada en el cerebro,diran a fin de cuentas: obra de tal modo que asegures tu supervivencia nodaando a los cercanos, porque tu suerte est ligada a la suya, y rechaza a losdiferentes?

    Estas conclusiones, que son las que se siguen lgicamente del descubri-miento de los cdigos ticos acuados en el cerebro de los que han venidohablando los autores mencionados, nunca se extraen expresamente. Deles de la supervivencia, tal como se ha planteado, no se extrae el debemoral que le corresponde, sino que, despus de haber asegurado que por finvamos a descubrir la tica universal que permitir arrumbar las anteriores,el neurotico cae en la cuenta de que ese cdigo es totalmente contrario acontenidos como los de la Declaracin Universal de Derechos Humanos de1948. Ante tal disonancia, en vez de reconocerla abiertamente y plantearlacomo problema, o bien contina defendiendo la tica universal basada en elcerebro sin decir en qu consisten sus normas (Gazzaniga); o bien adoptaesta posicin y adems da consejos, inslitos dada la magnitud del proble-ma, sobre que se debe reducir el tamao de las ciudades y promocionar lavida en el campo (Mora); o bien asegura que, habiendo cambiado el entornodesde las sociedades de cazadores-recolectores, es necesario extender uni-versalmente la benevolencia que nos suscitan los cercanos a toda la humani-dad, porque se es el mecanismo adaptativo que hoy funciona (Levy), locual es falso porque no hace falta preocuparse por todos los seres humanospara sobrevivir; o bien acabamos diciendo que hemos descubierto en reali-dad una estructura, la estructura de la moralidad, que se expresa en distintasculturas, a lo cual se suman algunos autores, pero muy especialmente Hau-ser, porque se esfuerza por desarrollar esa estructura. Por averiguar hastadnde podemos llegar entraremos en el camino que se ha mostrado ms fe-cundo para desvelar esa estructura, camino que pasa por abordar lo que se

    ha llamado la paradoja del altruismo, y recogeremos al final del artculolos resultados obtenidos.

    ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097 139

    Neurotica: Las bases cerebrales de una tica universal con relevancia poltica?

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    12/20

    3. Las razones del altruismo

    Uno de los grandes desafos a que se vio enfrentada la teora darwinista de laseleccin natural fue el de la paradoja del altruismo biolgico, evidente enla conducta de determinados animales y en la de los seres humanos. Un indi-viduo se comporta de modo altruista desde el punto de vista biolgico cuandoinvierte recursos propios para favorecer la adaptacin de otro. La seleccinnatural no explica esta conducta altruista que parece beneficiar a quien la re-cibe y perjudicar a quien la lleva a cabo, porque el sujeto altruista disminuyesu inversin en adaptacin. Desde el punto de vista adaptacionista el altruis-mo es un enigma, uno de los grandes caballos de batalla, que pudo llevar aDarwin a retrasar la aparicin de El origen de las especies (Cela y Ayala,

    2001, 517-538). Los intentos de explicacin se han sucedido pero, por razo-nes de espacio, dejaremos en la penumbra las discusiones que se produjeronsobre cmo explicar ese tipo de conducta hasta llegar a la solucin genticade William D. Hamilton.

    Segn el bilogo evolutivo Hamilton, el individuo altruista no trata de pro-teger al grupo, sino a sus genes. Hamilton sostiene, en esencia, que la eficaciabiolgica debe medirse en trminos de la presencia de un alelo en el pozo degenes que rene a todos los de una poblacin, dispersos por las clulas de losindividuos que la componen (Cela y Ayala, 2001, 522). Esta interpretacin per-mite, a su juicio, una reformulacin de la Regla de Oro, presente en todas las

    ticas religiosas y seculares, que la limita a los parientes genticos. Recorde-mos que la Regla de Oro se formula del siguiente modo haz a los dems loque quieras que te hagan a ti, o bien no hagas a los dems lo que no quierasque te hagan a ti, de donde se sigue que esta regla de conducta trasciende larelacin biolgica entre individuos. La Regla de Hamilton, por su parte, seenuncia del siguiente modo: obra con los dems segn la medida en que com-partan tus genes (Hamilton, 1964a y 1964b). Parece, pues, a tenor de los tra-bajos de Hamilton y de divulgaciones como las de Dawkins, que el altruismobiolgico se explica por el afn de proteger los genes.

    Sin embargo, hay acciones costosas para un individuo que trascienden labarrera del parentesco, cmo dar razn de ellas? La respuesta ms plausibleparece llevarnos a una capacidad, presente en los seres humanos y tal vez enalgunos animales, que es la capacidad de reciprocar: hay acciones altruistasque no se explican por el parentesco, sino por la expectativa de reciprocidad.Leda esta afirmacin desde una perspectiva adaptacionista, los individuos secomportan de modo altruista en el seno del grupo, de modo que funciona laseleccin de grupos. sta sera una interpretacin complementaria con la se-leccin del parentesco y muy ligada a las teoras de juegos, tan apreciadas porlos economistas.

    En efecto, a menudo los economistas han intentado explicar los juegoseconmicos de cooperacin desde la figura de la mente de un homo oecono-

    140 ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097

    Adela Cortina

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    13/20

    micus que trata de maximizar las ganancias. Pero autores, como los bilogosmatemticos Martin Nowak y Karl Sigmund, consideran que ese homo oeco-

    nomicus debe ser sustituido por el homo reciprocans, que es un sujeto de ra-cionalidad constreida, gobernado por instintos y emociones (Nowak y Sig-mund, 2000).

    Por su parte, Robert Trivers formula los primeros argumentos tericos so-bre la reciprocidad, tomando la Regla de Hamilton y transformando la Reglade Oro en una estrategia egosta, que recibe el nombre de altruismo recpro-co. Sin embargo, para que se desarrolle el altruismo recproco los individuoshan de satisfacer tres condiciones: 1) bajos costes por dar y grandes benefi-cios por recibir; 2) desfase temporal entre el acto inicial de dar y el acto rec-proco; 3) mltiples oportunidades de interactuar, siendo dar dependiente de

    recibir (Trivers, 1972 y 1974). La segunda fase permite distinguir entre dostipos de conducta, que son la reciprocidad y el mutualismo, porque la recipro-cidad exige la capacidad de superar un perodo en que los receptores puedendecidir no pagar las deudas. Como apunta Hauser, el mutualismo por deriva-cin surge cuando el acto beneficia a los dos participantes, mientras que la re-ciprocidadrequiere una maquinaria psicolgica con capacidad de cuantificarcostes y beneficios, recordar interacciones anteriores, calcular cunto tardanen llegar los beneficios, detectar y castigar a los defraudadores, reconocer ladependencia entre dar y recibir.

    Con todo ello traspasamos ampliamente, a mi juicio, los lindes de los es-tudios neurocientficos e irrumpimos en los dominios de la sociobiologa, dela psicologa cognitiva y de la evolutiva. Ciertamente, estos saberes estn li-gados entre s, pero la sociobiologa y las variantes de la psicologa a las quenos hemos referido llevan un largo tiempo de desarrollo. Es que el neuro-cientfico asegura que va a bosquejar los trazos de una tica universal contan-do con las bases cerebrales de la conducta y poco a poco las abandona y adu-ce conocimientos tomados de otras ramas del saber? ste es sin duda unprocedimiento legtimo, pero siempre que se avise de que, hoy por hoy, lanica forma de disear tal tica exige trascender los lmites de lo neuronal.

    Y continuando con el hilo interrumpido, todava cabra distinguir entre elaltruismo recproco, propuesto por Trivers, que se basa en el egosmo, y otraforma de conducta que tiene tambin por clave la reciprocidad, pero a la queHauser denomina reciprocidad fuerte. La reciprocidad fuerte consiste en lapredisposicin a cooperar con otros y castigar a quienes violan las normasde cooperacin, con coste personal, aunque sea poco plausible esperar que di-chos costes vayan a ser reembolsados por otros ms adelante (Hauser, 2008,112). La reciprocidad fuerte surge cuando los miembros de un grupo sacanprovecho de su adhesin a las normas locales y estn dispuestos a castigar alos infractores, aunque el castigo resulte costoso y no haya oportunidad de

    volver a ver a la persona implicada. No es una actitud egosta, pero s estrat-gica: consiste en cooperar con aquellos en quienes podemos confiar y castigar

    ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097 141

    Neurotica: Las bases cerebrales de una tica universal con relevancia poltica?

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    14/20

    a los que defraudan. stas seran las bases de un sentido de la justicia, que in-dicara de algn modo la superioridad del contractualismo frente a cualquier

    otra forma de organizacin poltica; la evolucin nos habra equipado tal vezcon una capacidad especial para hacer el anlisis coste-beneficio de un con-trato social (Hauser, 2008, 324) 11.

    Si as son las cosas, entonces a mi juicio tenemos que admitir quellevaba razn Kant al afirmar que hasta un pueblo de demonios preferira elEstado de Derecho al estado de naturaleza, con tal de que tengan inteligencia.Cualquier ser dotado de la inteligencia suficiente como para comprender losbeneficios de la reciprocidad fuerte apostara por sellar un contrato social yformar parte de un Estado de Derecho, pondra en accin su astucia (Klug-heit) y se esforzara por crear y mantener una comunidad poltica basada en el

    contrato. Igualmente, podramos decir en el mundo econmico que las em-presas inteligentes deberan optar por un modelo constitucional, basado enpactos en los distintos niveles, en vez de contentarse con un estado de natura-leza suicida (Conill, 2004, 275 y ss.; Garca Marz, 2004, 145 y ss.). Ahorabien, como contina diciendo Kant, con ello todava no habramos llegado alas fronteras de la moralidad, porque no se trata del perfeccionamiento mo-ral del hombre, sino del mecanismo de la naturaleza (Kant, 1985, 38 y 39;Cortina, 1998).

    Dilucidar si la economa del don de la que hablaba Marcel Mauss refle-ja el tipo de conducta propio del altruismo recproco o de la reciprocidadfuerte sera sin duda interesante (Mauss, 1950), pero por nuestra parte conti-nuaremos preguntndonos si las bases a las que hemos aludido son las de unsentido de la justicia, que indicara de algn modo la superioridad del con-tractualismo frente a cualquier otra forma de organizacin poltica. As pare-cen confirmarlo estudios como los de los bilogos Boyd y Richerson con mo-delos matemticos, datos experimentales y observaciones interculturales, querefuerzan una de las primeras intuiciones de Darwin sobre la evolucin de lamoral, la de la seleccin de grupos: un grupo adquiere un conjunto mayor yms estable de normas morales que sus vecinos y vence en la competencia, deah la evolucin selectiva (Boyd y Richerson, 1992). Como entre los gruposhumanos hay ms diferencias que en los animales, es posible la seleccin degrupos; pero adems en cada grupo tienen fuerza la imitacin y la tendenciaal conformismo, que dejan en la disidencia a los grupos marginales, nuestrasmentes son inconscientemente camalenicas (Gom, 2003; Rizzolatti y Sini-gaglia, 2006; Hauser, 2008, 481-482).

    142 ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097

    Adela Cortina

    11 Los estudios de imgenes cerebrales muestran que, cuando falla la reciprocidad o laoferta no es equitativa, hay importantes niveles de activacin de la nsula anterior, que desem-

    pea un papel en las emociones negativas, mientras que al castigar se experimenta alivio, evi-denciado por la actividad del ncleo caudado, clave en el procesamiento de experiencias grati-

    ficantes. Somos una especie hbrida, la frtil progenie del homo oeconomicus y del homoreciprocans (Hauser, 340).

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    15/20

    Una interpretacin matizada es la de Carruthers, segn el cual, el princi-pio bsico del contractualismo es hacer posible la convivencia pacfica entre

    los seres humanos en condiciones de modernidad, este principio se considerainnato y ha sido seleccionado en el proceso de evolucin para promover la su-pervivencia de la especie. Pero, a su juicio, los juicios morales no son afirma-ciones disfrazadas acerca de las condiciones necesarias para la supervivenciade la especie, sino que, si tenemos un concepto innato de la moral y un deseoinnato de justificar nuestras acciones en trminos que otros puedan aceptar li-bremente, es porque esto ha promovido la supervivencia de la especie a lolargo de la historia. La aceptabilidad racional, base de la legitimidad, queexigen autores como Habermas o Scanlon, tendra su base biolgica en la ne-cesidad de supervivencia. Por lo tanto, la condicin de agentes racionales de

    las partes es fundamental para asegurar la condicin rectora del contractualis-mo sobre la fuente de las emociones morales y la motivacin moral (Carru-thers, 1995, 120 y 121; Cortina, 2009, 100 y ss.).

    Todo esto, como vemos, tal vez resuelva la paradoja de la cooperacinhumana y avale las ventajas de un contractualismo de la conveniencia mutuafrente a otras formas de organizacin poltica. Pero lo que es insostenible esque con ello hayamos logrado disear los trazos de una tica universal basadaen el cerebro.

    4. Una promesa incumplida: no hay tica universal basada en el cerebro

    Haciendo un balance de los resultados obtenidos en este trabajo, podramosdecir, en principio, que el progreso de las neurociencias es una excelente no-ticia para la filosofa moral y poltica. Por una parte, porque poder prevenirenfermedades y mejorar la vida humana es siempre deseable. Con todas lascautelas que exija el respeto a la confidencialidad de los datos y al consenti-miento y la intimidad de los sujetos, incrementar las posibilidades de benefi-ciar a las personas es un progreso. Y, por otra parte, porque el secular consejosocrtico concete a ti mismo mantiene su vigencia en nuestra poca, y noslo porque conocer mejor en este caso el funcionamiento de nuestro cerebropueda ayudarnos a prevenir males y a promover bienes, sino tambin porquedescubrir algunos de los elementos de nuestra conducta es de gran ayuda enmbitos como el educativo, el moral o el poltico, y no slo el sanitario.

    Si es verdad que la tendencia de ciertos cdigos inscritos en el cerebro noslleva a interesarnos en mayor medida por los problemas personales que por losimpersonales, a reaccionar positivamente ante los cercanos y semejantes y ne-gativamente ante los extraos, entonces en vez de generar sentimientos de cul-pabilidad ante tales reacciones ms vale preguntar si queremos fomentar esas

    tendencias o, por el contrario, debilitarlas, si es se el proyecto moral que que-remos impulsar o si nos importa respetar el derecho de todos y cada uno de los

    ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097 143

    Neurotica: Las bases cerebrales de una tica universal con relevancia poltica?

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    16/20

    seres humanos. Dado que los sentimientos son cultivables, una razn cordialimpulsara, no a estar lamentando continuamente reacciones inmediatas de las

    que despus nos avergonzamos, sino a cultivar emociones y razn en el sentidoque elijamos como moralmente superior (Sherman, 1999; Cortina, 2007).Ahora bien, en el diseo de ese sentido que elijamos como moralmente

    superior, y adems con pretensin universal, me temo que no son las neuro-ciencias las que nos van a dar la respuesta. Y adems, como deca Paul New-man en una simptica pelcula cuando la duea de la casa en que viva le pre-guntaba si quera un t, ni ahora ni nunca.

    Si, como han dicho algunos de los que lanzaron la promesa de una ticauniversal con bases cerebrales, la neurotica es el estudio de los circuitos ce-rebrales y su actividad que dan como resultado al ser tico, y lo que llamamos

    tica depende del funcionamiento del cerebro y, en particular, de ciertossistemas cerebrales trabajando en un contexto social (Mora), entonces tal pro-mesa no se ha cumplido. En primer lugar, porque el neurocientfico recurrenecesariamente a otras ciencias, como la sociobiologa, la psicologa cogniti-va, la psicologa evolutiva o la antropologa biolgica, con lo cual nos encon-tramos hablando, casi sin percatarnos, del bagaje psicolgico que necesita unsujeto para reciprocar, bagaje que es bien complejo y cuyo diseo trasciendecon mucho las posibilidades de las neurociencias. Por otra parte, el neu-rocientfico no suele molestarse en estudiar la dimensin filosfica de losproblemas a los que hace frente, con lo cual acaba diciendo atrocidades sin

    cuento porque ni sabe de qu habla. Pero aun si olvidramos estos aspectos,quedaran una gran cantidad de interrogantes para los que no hay respuesta,ni actual ni previsible, y en esta conclusin recogeremos algunas de las quecreemos que son deficiencias del intento, amn de las mencionadas.

    En primer lugar, resulta imprescindible aclarar si el punto de partida de lareflexin se refiere a intuiciones, instintos, sentido, competencia o juiciosmeditados. Todos estos conceptos se refieren a realidades diferentes y cadauno de ellos ha sido tratado por muy diversas y ricas tradiciones filosficas ypsicolgicas.

    En segundo lugar, es preciso poner en cuarentena la idoneidad de los di-lemas para llevar a cabo una investigacin cientfica. Los dilemas son cons-trucciones artificiales de laboratorio, que seleccionan un nmero reducido devariables, cuando en la vida cotidiana las gentes nos encontramos con proble-mas, no con dilemas, y cualquier variable puede llevar a la persona concreta aadoptar una actitud completamente distinta. Como me coment un amigo alterminar la conferencia, en relacin con el dilema de Diana: no deba accio-nar la palanca, porque no tiene sentido sacrificar a un operario que hace sutrabajo por salvar a unos excursionistas irresponsables que andan por las vasde los trenes. En realidad, la vida moral no consiste en enfrentarse a dilemas,

    sino en proyectar una vida buena, la riqueza experiencialde la vida humanano se deja encorsetar en dilemas (Conill, 2006).

    144 ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097

    Adela Cortina

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    17/20

    En tercer lugar, existe una total disonancia entre las normas que pudieranextraerse de los cdigos ticos insertos en el cerebro a los que nos hemos re-

    ferido y las propuestas ticas vigentes en nuestros das, como es el caso de laDeclaracin Universal de los Derechos Humanos de 1948, y como es tambinel caso de todas las ticas seculares y religiosas con un mnimo de relevancia.Ninguna de ellas puede tener por fundamento unos cdigos que coaccionan apreocuparse slo por aquellos que pueden asegurar tu supervivencia, el esde la supervivencia no es un fundamento para el deber moral de empoderar atodos los seres humanos para que puedan llevar adelante los planes de vidaque tengan razones para valorar. No son, pues, stas bases para nuestro senti-do de la justicia y para la legitimidad del poder poltico. Y no slo porque elentorno haya cambiado radicalmente desde las sociedades de cazadores-reco-

    lectores al siglo XXI y pueda decirse que los cdigos que permitan adaptarseen un tiempo anterior ya no lo permiten, sino porque las propuestas moralesde nuestra poca, polticas y filosficas, no pueden fundamentarse en la bs-queda de la mera supervivencia. El principio utilitarista del mayor bien delmayor nmero exige refrenar la emocin ante los dilemas personales y sacri-ficar al menor nmero de seres sensibles, sean cercanos o lejanos, a favor delmayor nmero. La tica kantiana, que prescribe empoderar a cada ser huma-no porque es valioso en s mismo, nos sita en un nivel distinto del eternopara m del individuo o la especie. Y por mucho que Levy y Hauser se em-peen, Rawls no dice algo diferente.

    Pero regresando a las posturas que se han adoptado en este asunto desde lasneurociencias y ciencias afines, en lo que se me alcanza seran las siguientes:

    1) Las que continan defendiendo la posibilidad de formular una ticauniversal sobre bases cerebrales, aunque sin aclarar qu normas se se-guiran de ella. En realidad deberan someterse a un imperativoadaptativo, formulado en trminos descriptivos, que dira as: Obrade tal modo que asegures tu supervivencia no daando a los cercanos,porque tu suerte est ligada a la suya, y rechaza a los extraos y dife-rentes, porque son un peligro para tu supervivencia; o bien, obra de

    tal modo que asegures tu supervivencia intercambiando favores conlos que pueden devolvrtelos y rechaza a los que no pueden dartenada a cambio. Es lo que algunos hemos llamado el Principio delIntercambio Infinito, que genera exclusin de forma inevitable (Corti-na, 2007, 71-75). Tal vez por temor a formular mandatos de este tipoautores como Gazzaniga o Mora anuncian la buena noticia de una ti-ca universal con bases cerebrales, pero no enuncian sus posibles con-tenidos y adems en ocasiones se suman a la segunda opcin 12.

    ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097 145

    Neurotica: Las bases cerebrales de una tica universal con relevancia poltica?

    12 A pesar de que, para asombro de propios y extraos, Gazzaniga acabe afirmando:

    Nuestra especie necesita creer en algo, en algn orden natural, y uno de los cometidos de laciencia moderna es contribuir a la descripcin de ese orden (2006, 179).

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    18/20

    2) Contentarse con afirmar, como es el caso de Hauser, que es posibledisear la estructura por la cual los seres humanos somos capaces de

    formular un tipo de juicios a los que llamamos morales, a diferenciade los econmicos o los religiosos. Aprendiendo de la gramtica ge-nerativa de Chomsky, podramos decir que de la misma manera quenacemos con una gramtica universal que nos ofrece herramientaspara construir lenguajes concretos, nacemos con una gramtica mo-ral, con una caja de herramientas que nos permite construir sistemasmorales concretos y explicar la diversidad de culturas morales. Ental caso, como dice Camilo Cela, no puede hablarse de un cdigotico universal, sino de una tendencia universal a la aceptacin decdigos ticos (Cela y Ayala, 2001, 533). Tarea muy fecunda por

    cierto, pero que cuenta en la historia de la filosofa moral y polticacon una tradicin ms que milenaria. Como explcitamente decanZubiri y Aranguren, los hombres tienen una estructura moral, que seexpresa en distintos contenidos a lo largo de la historia y en distintasculturas, pero descubrir esa estructura, aunque sea de forma menosexpresa, es lo que se ha venido haciendo desde Platn al menos (Zu-biri, 1986; Aranguren, 1994).

    3) Reconocer que, aunque seguimos llevando nuestra dotacin mentalde cazadores-recolectores, nuestro entorno ha cambiado radicalmen-te y, por lo tanto, normas que en su da fueron adaptativas ya no lo

    son. De donde se concluye que para adaptarse al nuevo entorno esnecesario extender la benevolencia a los lejanos, alegando la raznms que peregrina de que la comunidad de los que se necesitan parasobrevivir ha pasado de unos 130 individuos a ms de 6.000 millo-nes de personas (Levy). Lo cual es falso, porque una persona parasobrevivir no precisa tener buenas relaciones de reciprocidad conms de 6.000 millones de personas, sino sellar un pacto social enuna comunidad poltica concreta, en el sentido de la reciprocidadfuerte, o incluso del altruismo recproco, e intercambiar con aque-llos que pueden darle algo a cambio.

    Y, por otra parte, justamente las reacciones ante los dilemas personales ylos impersonales parecen mostrar que tal benevolencia universal es rara porescasa, que los extraos son lejanos en la emocin. Que tendramos que irmucho ms all de los mecanismos evolutivos y tomar en nuestras manos lasriendas del progreso. Como bien se ha dicho, los mecanismos del proceso dehominizacin no dan cuenta de la humanizacin; desde un punto de vista mo-ral, la evolucin no marca la lnea del progreso, somos los seres humanos losque tenemos que trazarla. Pero para hacerlo en la direccin de una justiciaglobal, que pretenda dar cuerpo institucional a los derechos humanos, no bas-

    tan el altruismo recproco ni tampoco la reciprocidad fuerte, sino que es pre-ciso ahondar en las estructuras, racionales y sentientes, del reconocimiento

    146 ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097

    Adela Cortina

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    19/20

    recproco. Es preciso ahondar en las estructuras de la razn cordial humana(Cortina, 2001 y 2007).

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

    Jos Luis L. ARANGUREN (1994): tica, en Obras Completas, Trotta, Madrid, II,159-502.

    Peter CARRUTHERS (1995): La cuestin de los animales, Cambridge University Press.Camilo J. CELA (1985): De genes, dioses y tiranos, Alianza, Madrid.Camilo J. CELA y Francisco J. AYALA (2001): Senderos de la evolucin humana,

    Alianza, Madrid.Patricia CHURCHLAND (1986): Neurophilosophy. Toward a Unified Science of the

    Mind-Brain, MIT Press, Cambridge, Ma.Jess CONILL (2004): Horizontes de economa tica, Tecnos, Madrid. (2006): tica hermenutica, Tecnos, Madrid.Adela CORTINA (1998): Hasta un pueblo de demonios, Taurus, Madrid. (2001): Alianza y contrato, Trotta, Madrid. (2007): tica de la razn cordial, Nobel, Oviedo. (2007b): Neurociencia y tica, El Pas, 19 de diciembre de 2007, p. 31. (2009): Las fronteras de la persona, Taurus, Madrid.Adela CORTINA y Domingo GARCA-MARZ (eds.) (2003): Razn pblica y ticas

    aplicadas, Tecnos, Madrid.

    Antonio DAMASIO (2004): El error de Descartes, Crtica, Barcelona.DANA FOUNDATION (2002): Neuroethics: Mapping The Field, The Dana Press, NewYork.

    Richard DAWKINS (1976): The Selfish Gene, Oxford University Press, New York.Phillipa FOOT (1967): The problem of abortion and the doctrine of double effect,

    Oxford Review, n. 5, 5-15.Domingo GARCA-MARZ (2004): tica empresarial, Trotta, Madrid.Michael S. GAZZANIGA (2006): El cerebro tico, Paids, Barcelona.Walter GLANNON (2006): Bioethics and the Brain, Oxford University Press, New

    York.Walter GLANNON (ed.) (2007): Defining Right and Wrong in Brain Science, Dana

    Press, New York.Javier GOM (2003): Imitacin y experiencial, Pre-textos, Valencia.Diego GRACIA (2009): Neurotica: puede predecir la neurociencia la conducta de

    los seres humanos como agentes morales, conferencia pronunciada en la Univer-sidad de Valencia el 2 de noviembre de 2009, en el seno del Programa de Doctora-do y Mster tica y Democracia.

    Joshua D. GREENE et alii (2001): An fMRI investigation of emotional engagementin moral judgment, Science, 293, 2105-2108.

    Joshua D. GREENE (2003): From Neural Is To Moral Ought. What Are The Mo-ral Implications of Neuroscientific Psychology?, en Walter GLANNON (ed.): Defi-

    ning Right and Wrong in Brain Science, New York, Dana Press (original: NatureReviews Neuroscience, vol. 4, (2003), 847-850.

    ISEGORA, N. 42, enero-junio, 2010, 129-148, ISSN: 1130-2097 147

    Neurotica: Las bases cerebrales de una tica universal con relevancia poltica?

  • 7/30/2019 Adela Cortina Dilemas Del Tren

    20/20

    Joshua D. GREENE et alii (2004): The neural bases of cognitive conflict and controlin moral judgment, Neuron, n. 44, 389-400.

    Jonathan HAIDT (2001): The emotional dog and its rational tail: A social intuitionistapproach to moral judgment, Psychological Review, n. 108, 814-834.

    William Donald HAMILTON (1964a): The evolution of altruistic behavior, AmericanNaturalist, n. 97, 354-356.

    (1964b): The genetical evolution of social behavior, Journal of Theoretical Bio-logy, n. 7, 1-52.

    Marc D. HAUSER (2008): La mente moral, Paids, Barcelona.

    Judy ILLES (2003): Neuroethics in a new era of neuroimaging, American Journal ofNeuroradiology, 24, 1739-1741.

    Judy ILLES (ed.) (2006): Neuroethics. Defining the issues in theory, practice and po-

    licy, Oxford University Press, New York.Judith JARVIS THOMSON (1976): Killing, Letting Die and the Trolley Problem, Mo-

    nist, 59: 2, 204.

    Albert R. JONSEN (2002): Mapping The Future of Neuroethics, en Dana Founda-tion, 2002, 274-277.

    Immanuel KANT (1985): La paz perpetua, Tecnos, Madrid.

    Neil LEVY (2007): Neuroethics, Cambridge University Press, New York.

    (2008): Introducing Neuroethics, en Neuroethics, n. 1, 1-8.

    Marcel MAUSS (1950): Essai sur le Don, P.U.F., Pars.

    Francisco MORA (2007): Neurocultura, Alianza, Madrid.

    Francisco MORA (ed.) (2000): El cerebro sentiente, Ariel, Barcelona.

    Jonathan D. MORENO (2003): Neuroethics: an Agenda for Neuroscience and So-ciety, Nature Review/Neuroscience, vol. 4, 149-153.

    Javier MUGUERZA (1977): La razn sin esperanza, Taurus, Madrid, 1977.

    Martin NOWAK y Karl SIGMUND (2000): Enhanced: Shrewd investments, Science,n. 288, p. 819.

    Giacomo RIZZOLATTI y Corrado SINIGAGLIA (2006): Las neuronas espejo, Paids,Barcelona.

    Adina ROSKIES (2002): Neuroethics for the new millenium, Neuron, 35, 21-23.

    Nancy SHERMAN (1999): Taking Responsibility for Our Emotions, en E. F. Paul; F.D. Miller Jr.; J. Paul, Responsibility, Cambridge University Press, 294-324.

    Elliott SOBER y David SLOAN WILSON (1998): Unto Others, Harvard UniversityPress, Cambridge.

    Robert L. TRIVERS (1972): Parental investment and sexual selection, en B. CAMP-BELL (comp.), Sexual Selection and the Descent of Man, Aldine Press, Chicago,136-179.

    (1974): Parent-offspring conflict, en American Zoologist, n. 14, 249-264.

    Peter UNGER (1996): Living high and letting die: Our illusion of innocence, OxfordUniversity Press, New York.

    James Q. WILSON (1993): The Moral Sense, Free Press, New York.

    Xavier ZUBIRI (1986): Sobre el hombre, Alianza, Madrid.

    Adela Cortina