actores y dinámicas de la inseguridad en la república

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ANÁLISIS 2/2017 Actores y dinámicas de la inseguridad en la República Argentina María Eugenia Carrasco / Tobías J. Schleider n La concentración poblacional en las grandes ciudades, las altas tasas de pre- carización, informalidad laboral y desempleo, el deterioro de los lazos so- ciales y el aumento de la sensación de inseguridad, son solo algunos de los factores que favorecen que desde hace más de una década la seguridad sea el principal asunto en la agenda pública. Aun así, las medidas que se adoptan están enfocadas, mayoritariamente, en la disuasión y en la represión, rele- gando el trabajo sobre las condiciones de fondo. n La separación histórica entre la seguridad interior y la defensa nacional está comenzando a ser cuestionada en gran medida, con el argumento de la situación agravante del país en materia de narcotráfico. La apelación a esta problemática, sin suficientes datos oficiales que la sustenten, es común a otras medidas que dejan en las sombras problemáticas relevantes. n La falta de información desagregada y el empleo casi exclusivo de categorías jurídicas para medir la conflictividad violenta impiden identificar regularida- des y estudiar dinámicas. Si bien se observan algunas iniciativas tendentes a mejorar los sistemas de recolección de datos, aún queda mucho trabajo por hacer para favorecer la producción de análisis cuantitativo y cualitativo útil para el diseño de políticas públicas.

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Page 1: Actores y dinámicas de la inseguridad en la República

aNÁLISIS2/2017

Actores y dinámicas de la inseguridad

en la República ArgentinaMaría Eugenia Carrasco / Tobías J. Schleider

n La concentración poblacional en las grandes ciudades, las altas tasas de pre-

carización, informalidad laboral y desempleo, el deterioro de los lazos so-

ciales y el aumento de la sensación de inseguridad, son solo algunos de los

factores que favorecen que desde hace más de una década la seguridad sea

el principal asunto en la agenda pública. Aun así, las medidas que se adoptan

están enfocadas, mayoritariamente, en la disuasión y en la represión, rele-

gando el trabajo sobre las condiciones de fondo.

n La separación histórica entre la seguridad interior y la defensa nacional está

comenzando a ser cuestionada en gran medida, con el argumento de la

situación agravante del país en materia de narcotráfico. La apelación a esta

problemática, sin suficientes datos oficiales que la sustenten, es común a

otras medidas que dejan en las sombras problemáticas relevantes.

n La falta de información desagregada y el empleo casi exclusivo de categorías

jurídicas para medir la conflictividad violenta impiden identificar regularida-

des y estudiar dinámicas. Si bien se observan algunas iniciativas tendentes a

mejorar los sistemas de recolección de datos, aún queda mucho trabajo por

hacer para favorecer la producción de análisis cuantitativo y cualitativo útil

para el diseño de políticas públicas.

Page 2: Actores y dinámicas de la inseguridad en la República

Contenido

Introducción ................................................................................................................ 3

Factores políticos, institucionales y sociales ............................................................ 4

Breve aproximación al escenario argentino ..................................................................... 4

El legado de la última dictadura militar y el rol de las fuerzas armadas ............................ 5

Conducción política de la seguridad ............................................................................... 9

La policía, un recurso tan protagónico como letal ......................................................... 12

Interceptación de comunicaciones e inteligencia .......................................................... 17

El sistema de justicia .................................................................................................... 18

Cárceles para inseguridad y castigo de los “reos” ........................................................ 20

Miedo al delito............................................................................................................. 22

Lo que indican los datos (disponibles) .................................................................... 24

Indicadores básicos ...................................................................................................... 24

Seguridad objetiva: datos insuficientes ante la complejidad de la violencia urbana........ 25

Violencia de género ..................................................................................................... 28

Narcocriminalidad ........................................................................................................ 30

Armas: el medio como fin ............................................................................................ 33

Conflictos relegados .................................................................................................... 33

Paliativos y propuestas ............................................................................................ 36

La frontera como enemigo ........................................................................................... 36

Reforma migratoria ...................................................................................................... 36

Barrios seguros o asegurados ....................................................................................... 37

Mejoras del sistema de recolección de datos ................................................................ 38

Creación del Instituto Conjunto de Conducción Estratégica (ICCE) ............................... 38

Violencia de género ..................................................................................................... 39

Cámaras y otras tecnologías ......................................................................................... 39

Policías locales y programas de policía de proximidad ................................................... 39

Observatorios y centros de análisis ............................................................................... 39

Conclusiones .............................................................................................................. 39

Bibliografía ................................................................................................................ 41

Page 3: Actores y dinámicas de la inseguridad en la República

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

Introducción

Este documento delinea los principales conflictos,

especialmente aquellos de índole violenta o delicti-

va, que atraviesan a la República Argentina. Como

todo modelo de la realidad, la imagen que se re-

produce aquí aspira solo a ser un boceto. Esto debe

enfatizarse por cuanto en las páginas que siguen

se describirá el estado en la materia de un país que

alberga a más de cuarenta millones de habitantes,

conformado por regiones heterogéneas y cuya or-

ganización política y administrativa enriquece y

complejiza las relaciones entre los actores involucra-

dos. Si el trabajo cumple la función de guía para

quien quiera adentrarse en el entendimiento local

de las problemáticas vinculadas con la inseguridad,

habrá cumplido su cometido.

Los conflictos, entendidos como relaciones sociales

en las cuales dos o más actores persiguen objetivos

que son incompatibles o que aparentan serlo para

alguno de ellos, son constitutivos de la sociedad.

Teniendo en cuenta que no todos los conflictos se

manifiestan de manera violenta, que no siempre la

confrontación recae sobre una acción prohibida o

regulada por el sistema jurídico y que solo algunos

son absorbidos por él, el mapeo se hizo apelando a

fuentes diversas.

En este sentido, siguiendo una reflexión ya clásica

que Alberto Binder aplica al análisis de la política

criminal en general y al de la seguridad ciudadana

en particular, evitamos caer en el error de limitarnos

a la categoría de “delito”. Buscamos, en cambio,

presentar ciertas regularidades que dan sentido a

las problemáticas analizadas. Rechazamos también

la pretensión de cierta criminología de concentrarse

en “tipos de personas” o “tipologías de criminales”.

No se trata de rechazar la idea de que factores per-

sonales influyen en la criminalidad. Pero si esa crimi-

nalidad se entiende como una forma de conflictivi-

dad, lo más importante es el tipo de conflicto y no la

personalidad de los involucrados en él (Binder, 2011:

250-253).

Como se dijo, el trabajo pone el foco en los con-

flictos relacionados con la seguridad ciudadana.

Esto es, con la protección de las personas ante actos

violentos o delictivos, considerada desde una pers-

pectiva amplia y democrática. No obstante, no hay

que olvidar que la seguridad ciudadana es una de

las dimensiones de la seguridad humana. Este último

concepto, acuñado por el Programa de las Naciones

Unidas para el Desarrollo (PNUD) y desarrollado por la

Asamblea General de las Naciones Unidas, subraya,

entre otros aspectos, “el derecho de las personas a

vivir en libertad y con dignidad, libres de la pobreza

y la desesperación”1. Es por eso que no se pueden

obviar las problemáticas sociales que generan las

condiciones para el aumento de la violencia, de la

criminalidad y, como se desarrollará luego, del temor

al crimen.

En la primera parte (“Factores políticos, institucio-

nales y sociales”) se describen los principales facto-

res políticos, institucionales y sociales que permiten

comprender cómo se entienden y gestionan los

conflictos violentos y delictivos en la Argentina. Se

expone sintéticamente la división tripartita en defen-

sa, seguridad interior e inteligencia, que únicamente

puede comprenderse teniendo en consideración los

hechos ocurridos durante la última dictadura militar

(1976-1983), y se señalan aspectos que hacen a la

conducción política de esos tres sistemas. También,

se hace referencia a la administración de justicia, al

estado preocupante del sistema carcelario y a la in-

seguridad subjetiva.

La segunda parte (“Lo que indican los datos (dispo-

nibles))” muestra la evolución de algunos indicado-

res básicos, que dejan al descubierto que la mejora

nacional en determinadas áreas no implica, necesa-

riamente, que los sectores más vulnerables se hayan

visto beneficiados. La insuficiencia y baja calidad de

la información sobre problemáticas delictivas redun-

da en dificultades para analizar la dinámica de los

conflictos. A su vez, mientras algunas problemáticas

como la violencia de género y la narcocriminalidad

1 ONU, A/RES/69/1.

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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ganan repercusión, otras, como la circulación de ar-

mas, la siniestralidad vial, los conflictos ambientales

y las violaciones sistemáticas de derechos que sufren

los pueblos originarios quedan relegadas en la agen-

da pública.

Las distintas propuestas e iniciativas que se descri-

ben en la tercera parte (“Paliativos y propuestas”)

corroboran que la formulación de políticas integrales

y la coordinación interjurisdiccional son aún deudas

pendientes. Además, la concentración de esfuerzos

en determinadas problemáticas y en algunos secto-

res de la sociedad, así como el intento de flexibilizar

el límite entre defensa y seguridad, abonan la impor-

tancia de reflexionar sobre lo que significa gobernar

la seguridad desde el paradigma de la seguridad ciu-

dadana democrática.

El trabajo concluye con consideraciones generales,

a modo de conclusiones breves, sobre los asuntos

tratados.

Factores políticos, institucionales y sociales

Breve aproximación al escenario argentino

Antes de adentrarnos en los factores que inciden

directamente sobre la gestión del conflicto de índole

delictual o violento, son necesarios algunos pasos

previos. Por eso, haremos algunas consideracio-

nes generales sobre el marco en el que se gestan y

transforman los conflictos sociales en la República

Argentina.

Las más de cuarenta millones de personas que ha-

bitan el país se concentran mayoritariamente (91%)

en zonas urbanas (Indec, 2010). Las disputas por los

usos de la ciudad involucran a una gran cantidad de

actores y tratan sobre temáticas diversas. Algunas de

ellas son las problemáticas vinculadas con la seguri-

dad, los conflictos ambientales, el acceso a la vivien-

da, los servicios públicos, el transporte y los usos del

espacio público. Dentro del repertorio de acciones

para la visibilización de los conflictos, encontramos

las manifestaciones, las tomas de tierra2 y los cortes

de rutas, puentes o accesos vehiculares a las ciuda-

des. Si bien se tomaron medidas para controlar la

forma en que los conflictos se expresan en las ciu-

dades3, los avances sobre cuestiones de fondo han

tenido un menor impacto.

El lugar que otrora tenían el desempleo y la pobreza

en la centralidad de la agenda pública, desde hace

más de una década lo ocupa la seguridad. No por-

que los primeros hayan sido gestionados de manera

efectiva: el porcentaje de población en situación de

pobreza registra un aumento a partir de 20134; para

el segundo semestre de 2016, el organismo oficial

estimaba que 30,3% de la población vivía en con-

diciones de pobreza y 6,1% de indigencia (Indec,

2017a), mientras que los altos niveles de informali-

dad y la precariedad laboral coexisten con una tasa

de desocupación del 9,2% (Indec, 2017b). Sin em-

bargo, como resalta Mariano Ciafardini,

El deterioro económico social no deriva, directa e

inmediatamente, en violencia delictiva sino a través

de complejos procesos de degradación de las for-

mas de organización económica y social que inclu-

yen aspectos individuales y familiares, y también ins-

titucionales y políticos. Es la resultante de la nefasta

combinación de la destrucción de los individuos con

la destrucción de la organización social y política.

Tanto una como otra tienen en su base la destruc-

ción económica y social (Ciafardini, 2006: 46).

2 Considérense, entre otros, el desalojo del parque Indoame-ricano, en diciembre de 2010, y el desalojo del barrio Papa Francisco, en 2014. Ver, por todos, Ferme, Vera Belli y Zapa-ta, 2014.

3 Ver, entre otros, el “Protocolo de actuación de las fuerzas de seguridad del estado en manifestaciones públicas”, conoci-do como “protocolo antipiquetes”, aprobado por el Consejo de Seguridad Interior a principios de 2016, y que mereció críticas de diversos organismos.

4 Conforme registros de Cifra-CTA y Odsa-UCA. El Indec dejó de publicar los datos de pobreza en el primer semestre de 2013 y retomó su publicación recientemente.

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

Las formas tradicionales de organización social hoy

se encuentran en tela de juicio. Actores que históri-

camente fueron centrales para la política argentina

se hallan debilitados y ganan espacio movimientos

sociales nuevos, que promueven consignas como las

de “Ni una menos” (contra los femicidios y otras for-

mas de violencia machista)5, pero que aún se enfren-

tan al desafío de lograr un impacto sin pacto políti-

co. Las grandes ciudades crecen sin que la cohesión

social sea un eje de su planificación, mientras que

las ciudades pequeñas y medianas aguardan políti-

cas de descentralización que tomen en cuenta los

requisitos necesarios para convertirlas en alternativas

sostenibles.

La última dictadura militar marcó un punto de quie-

bre en la historia argentina, con repercusiones cen-

trales a la hora de pensar la seguridad, la defensa y

la inteligencia. Por este motivo, la descripción de los

cambios que se sucedieron a partir del regreso a la

democracia es un punto de partida ineludible para

recorrer un panorama de los factores institucionales

que favorecen el incremento de los conflictos.

El legado de la última dictadura militar y el rol de las fuerzas armadas

El 10 de diciembre de 1983 asumió la presidencia de

la nación el abogado Raúl Alfonsín (1983-1989). Lo

precedían siete años de una dictadura cívico-militar

que dejó como saldo 30.000 desaparecidos, cen-

tenares de niños secuestrados, miles de personas

desplazadas forzadamente, un país en estado deplo-

rable y una herida social que aún hoy permanece

abierta. En su primer discurso dijo:

La democracia aspira a la coexistencia de las diver-

sas clases y actores sociales, de las diversas ideo-

logías y de diferentes concepciones de la vida […]

La seguridad, sin libertad, pierde todo su conteni-

do. Los argentinos no se sentían seguros y sabían

que podían ser detenidos, o aun sufrir peor suerte,

5 Véase “Lo que indican los datos (disponibles)”, infra.

sin posibilidad alguna de defenderse. Los órganos

supremos del Estado dividiéndose entre sus com-

ponentes, agrupándose, disolviéndose o reapare-

ciendo sucesivamente; los argentinos expuestos a la

muerte o muriendo efectivamente sin participar de

ninguna de las decisiones; todo eso era lo contrario

de la verdadera seguridad, que se nutre de la liber-

tad y de la responsabilidad.

La instauración democrática marcó el inicio de un

debate complejo sobre el rol de las fuerzas armadas,

el modelo de seguridad pública y el sistema de inteli-

gencia, que aún hoy continúa. El juzgamiento de los

responsables de los actos ilícitos cometidos durante la

dictadura y la reforma del sistema de defensa fueron

los desafíos que demandaron una mayor atención

al gobierno responsable de gestionar pacíficamente

la transición. El juicio a las juntas militares instruido

por decreto6, la creación de la Comisión Nacional de

Desaparición de Personas (Conadep)7, la reforma del

Código de justicia militar8 y la derogación de la ley de

autoamnistía9 fueron hitos que marcaron el rumbo

de los primeros años de gobierno.

En diciembre de 1986 fue sancionada la ley de punto

final10 y en junio de 1987, la ley de obediencia debi-

da11. El análisis de las consideraciones y del contexto

histórico de la sanción de esas leyes excede amplia-

mente el objetivo de este trabajo. No obstante, es

indispensable tener en cuenta la evolución del con-

6 Decreto 158/83. Los decretos, leyes y resoluciones citados en este trabajo pueden recuperarse de www.infoleg.gob.ar

7 Decreto 187/83.

8 Ley 23.049.

9 Ley 23.040.

10 La ley 23.492 fijó un plazo de sesenta días para la extinción de la acción penal en aquellos casos en que no se hubiera ordenado la citación a declaración indagatoria

11 La ley 23.521 estableció la aplicación de oficio de la presun-ción de haber obrado en virtud de obediencia debida apli-cable a los oficiales jefes, oficiales subalternos, suboficiales y personal de tropa de las Fuerzas Armadas, de seguridad, policiales y penitenciarias. En virtud de esa presunción, los beneficiarios de la medida fueron declarados no punibles por los delitos cometidos, con excepción de los delitos de viola-ción, sustracción y ocultación de menores de edad o sustitu-ción de estado civil y apropiación extensiva de inmuebles.

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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flicto por la persecución penal de los autores de los

hechos cometidos durante la dictadura. En los años

1989 y 1990, el entonces presidente Carlos Menem

(1989-1995; 1995-1999) indultó por decreto a mili-

tares y civiles, entre ellos a jefes militares procesados

y a los condenados en el juicio a las juntas. En marzo

de 1998, en un acto meramente simbólico, ya que

no modificó la situación legal de los beneficiarios,

el Congreso derogó las leyes de punto final y de

obediencia debida12. Unos años más tarde, en mar-

zo de 2001, el juez federal Gabriel Cavallo declaró

la inconstitucionalidad de esas leyes, decisión con-

firmada por la Cámara Federal ese mismo año. En

agosto de 2003 fue sancionada la ley 25.779, que

declaró insanablemente nulas las denominadas “le-

yes del perdón” y posibilitó la reapertura de causas

por violaciones de derechos humanos. Finalmente,

en junio de 2005, la Corte Suprema de Justicia de

la Nación (CSJN) declaró la inconstitucionalidad de la

ley de punto final y de la ley de obediencia debida

y, en julio de 2007, de los indultos a favor de varios

jefes militares.

Tras catorce años desde la reapertura de las causas

instruidas por delitos de lesa humanidad, en marzo

de 2017 aún casi la mitad de las 593 se encontraban

en etapa de instrucción, solo 175 causas contaban

con sentencia, menos de un tercio de los 2.780 impu-

tados fueron condenados, y son más los imputados

con arresto domiciliario que los alojados en unida-

des penitenciarias (Procuraduría de Crímenes contra

la Humanidad, 2017). Recientemente, la CSJN, por

mayoría, declaró aplicable el beneficio previsto en la

ya derogada ley 24.390 a un caso de condena por

delitos de lesa humanidad13. De esta manera, allanó

el camino para que otros condenados por este tipo

de delitos soliciten que, luego de los dos primeros

años de prisión preventiva, se le computen dos días

de prisión por cada día de encarcelamiento caute-

lar cumplido. Esta decisión encontró, al margen del

debate sobre su acierto o error desde el punto de

12 Ley 24.952.

13 CSJN, 1574/2014/RH1 “Bignone, Reynaldo Benito Antonio y otros/recurso extraordinario”, rta. 3/5/2017.

vista estrictamente procesal, un fuerte rechazo en

distintos sectores de la sociedad y provocó marchas

multitudinarias en distintas partes del país.

Ahora bien, como señalamos antes, el retorno a la

democracia marcó el comienzo de una redefinición

sobre los límites de actuación de las fuerzas arma-

das, de las fuerzas de seguridad y del personal de

inteligencia. La ley de defensa nacional 23.554, san-

cionada en 1988 y reglamentada recién en el año

200614, confinó la incumbencia del sistema de de-

fensa nacional a los conflictos originados en agresio-

nes de origen externo, fortaleció el rol del Ministerio

de Defensa como órgano de conducción y adminis-

tración y aumentó las competencias del Estado Ma-

yor Conjunto (Emco) de las Fuerzas Armadas.

La ley de seguridad interior15, promulgada en 1992,

y la ley de reestructuración de las Fuerzas Armadas16,

de 1998, clarifican la distinción entre seguridad y de-

fensa. Sin embargo, al regular el uso excepcional de

las fuerzas armadas en el restablecimiento de la se-

guridad interior habilitan el debate sobre cuáles son

las situaciones que ameritan ese uso extraordinario.

La necesidad de una declaración previa de estado de

sitio aparece como un requisito indispensable para

el empleo que exceda el apoyo ante situaciones pro-

pias de la defensa civil. Por otro lado, la prohibición

es tajante en lo que hace a la no incidencia de esa

excepcionalidad en la doctrina, organización, equi-

pamiento y capacitación de las fuerzas armadas17.

Si observamos la relación de los gobiernos democrá-

ticos posteriores a la última dictadura con las fuer-

zas armadas, podemos distinguir una primera etapa

durante la presidencia de Raúl Alfonsín en la cual la

política de derechos humanos fue rechazada abier-

tamente por algunos grupos militares. El desconten-

to se manifestó por medio de una serie de levanta-

14 Decreto 727/06.

15 Ley 24.059.

16 Ley 24.948.

17 Artículo 32, ley 24.059.

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

mientos armados que se extendieron a la presidencia

de Carlos Menem18. La reforma organizacional se-

ñalada antes, la reducción de los salarios militares,

del personal y del presupuesto en defensa, tuvieron

como telón de fondo los avances y retrocesos desa-

rrollados en materia de juzgamiento de los autores

de los delitos cometidos durante la dictadura.

Los indultos otorgados por Carlos Menem fueron

acompañados por una inclusión de las fuerzas arma-

das en operaciones de mantenimiento de paz, recibi-

da favorablemente desde el ámbito militar, y por una

profundización de la reforma organizacional, fuente

de una serie de conflictos por la redefinición del ins-

trumento militar. El asesinato del soldado Omar Ca-

rrasco, quien se encontraba cumpliendo con el ser-

vicio militar obligatorio, en 1994, legitimó el avance

sobre él y dio pie para cambios, en principio, algo

más profundos. El servicio militar obligatorio fue

derogado por un decreto de Menem meses antes

de las elecciones presidenciales mediante las cuales

renovó su mandato. Aún hoy, algunos sectores polí-

ticos enarbolan la vuelta al servicio militar obligatorio

como una herramienta necesaria para la contención

de jóvenes, más por el simbolismo de esta medida

que por un debate serio en torno al asunto.

De acuerdo con Paula Canelo (2013), durante la

corta presidencia (10 de diciembre de 1999-21 de

diciembre de 2001) de Fernando de la Rúa cobraron

impulso iniciativas para la visibilización de los hechos

ocurridos durante la última dictadura y la confor-

mación de centros documentales. También se pre-

sentaron algunos proyectos con el fin de repensar la

división entre defensa y seguridad, y dar un mayor

poder a las fuerzas armadas. Todas esas iniciativas

fracasaron19. La crisis social, económica y política del

2001 brindó a las fuerzas armadas la oportunidad

de revalidar sus recursos logísticos, puesto que in-

tentaron posicionarse como un actor relevante en la

cooperación con la comunidad, principalmente por

18 El último alzamiento tuvo lugar en diciembre de 1990.

19 Para más información sobre estas iniciativas, véase Ugarte, 2003.

medio de la distribución de alimentos y la prestación

de servicios de salud. Los avances fueron disímiles

en las distintas regiones del país y encontraron serias

resistencias políticas. Aun así, como refiere José Ma-

nuel Ugarte (2003), el trabajo social solidario apare-

ció como una actividad útil a los fines de recuperar el

reconocimiento social perdido.

Durante la presidencia de Néstor Kirchner (2003-

2007) y, luego, las de Cristina Fernández de Kirchner

(2007-2011; 2007-2015), un discurso que puso en

su centro a la política de derechos humanos, la pers-

pectiva de género y la transparencia fue central en lo

que a transformación organizacional de las fuerzas

se refiere. Ese rol se vio acentuado a partir de diciem-

bre de 2005, con la asunción de Nilda Garré como

titular de la cartera de Defensa. Asimismo, hubo al-

gunos avances en materia de equipamiento, reade-

cuación salarial y planeamiento militar. Resta ver en

qué medida las acciones implementadas tuvieron un

impacto perdurable.

Pocos meses después de la asunción del presidente

Kirchner el Congreso sancionó la ley que posibilitó la

reapertura de las causas judiciales por delitos de lesa

humanidad. La imagen del jefe del Ejército, general

Bendini, descolgando a instancias del presidente los

cuadros de los dictadores Videla y Bignone del Cole-

gio Militar, provocó un vínculo emotivo y simbólico

entre la gestión kirchnerista y las políticas de respeto

a los derechos humanos, que fue cuestionado como

oportunista por diversos sectores, pero tuvo algunas

consecuencias positivas en este ámbito.

Un avance importante que se cristalizó en esa época,

y fue producto del proceso de discusión iniciado a

fines de los años 90, fue la reforma integral del siste-

ma de justicia militar, con la sanción de la ley 26.394.

Ella se caracterizó por la eliminación de la jurisdicción

militar en materia de delitos, la previsión de figuras

penales especiales en el código de fondo, la creación

de la Auditoría General de las Fuerzas Armadas, una

definición más clara de las faltas acorde a la grave-

dad de cada una, la erradicación de la pena de muer-

te y un procedimiento que posibilita garantizar los

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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derechos procesales mínimos. A este respecto, Ileana

Arduino (2015) entiende que la reforma tuvo como

valor agregado el haber sido producto de un proceso

multisectorial, del cual participaron representantes

de las fuerzas, de distintas áreas estatales, universi-

dades y organizaciones no gubernamentales.

Otra medida para destacar, ya que facilitó el acceso

a documentación útil para el avance de las causas

judiciales por delitos de lesa humanidad, fue el re-

levo, en 2010, de la clasificación de secreta “a toda

información y documentación vinculada con el ac-

cionar de las Fuerzas Armadas durante el periodo

comprendido entre los años 1976 y 1983, así como

a toda otra información o documentación, produci-

da en otro periodo, relacionada con el anterior”20.

En 2012 esta medida fue profundizada al dejarse sin

efecto el carácter secreto o reservado de los decre-

tos y decisiones administrativas dictadas por el poder

ejecutivo nacional y por el jefe de gabinete de mi-

nistros y ordenándose su publicación, previo releva-

miento y análisis21. También, en consonancia con la

política de memoria, verdad y justicia, fueron hechos

públicos archivos secretos hallados el 31 de octubre

de 2013 en el edificio Cóndor, sede de la Fuerza Aé-

rea Argentina22.

El Libro blanco de la defensa, publicado en 2015,

da cuenta del posicionamiento del país, sintetiza las

bases normativas de la defensa, permite apreciar el

estado del área de conducción civil y de las fuerzas

armadas y, mediante la selección de los ejes trata-

dos, facilita identificar los lineamientos políticos que

marcaron los años previos al cambio de gobierno

que tuvo lugar a fines de ese año. De la información

20 Decreto 4/10.

21 Decreto 2103/12. Como paso previo a la desclasificación es necesario un análisis de estos documentos a la luz de la excepción de publicidad prevista en la norma: que las deci-siones ameriten la clasificación de seguridad por razones de defensa nacional, seguridad interior o política exterior, o bien estén vinculadas a algún conflicto de carácter interestatal.

22 Para más información, ver http://www.mindef.gov.a r / a rch i vosAb ie r tos / cen t roDeDocumentos .php?documentos=edificioCondor

brindada surge que, a 2014, el instrumento militar

argentino contaba con aproximadamente 79.060

integrantes (tabla 1) (Ministerio de Defensa, 2015)23.

En lo que se presentó como un giro copernicano

en la política nacional, el 10 de diciembre de 2015

asumió la presidencia el ingeniero Mauricio Macri.

A cargo de la cartera de defensa designó, en primer

lugar, al radical Julio Martínez y en julio de 2017, a

Óscar Aguad. La designación del nuevo ministro fue

reprochada por organismos de derechos humanos

por sus vínculos con represores24.

Entre las medidas a tener en cuenta en lo que va del

periodo se encuentran la delegación presidencial de

las designaciones de la conducción superior de las

Fuerzas Armadas al ministro de Defensa y, median-

te la derogación del decreto 436/8425, el recorte de

competencias al área de conducción civil. Entre las

últimas se encuentran la de intervenir en los cambios

de destino del personal militar, participar del control

de antecedentes para las designaciones e intervenir

en la designación de personal militar retirado en car-

gos docentes. La delegación de competencias en los

jefes de los estados mayores generales de las Fuerzas

Armadas es otro aspecto a considerar teniendo en

cuenta el posible debilitamiento del Emco.

Por otra parte, el ministro Martínez, en el mes de

junio de 2016, modificó la decisión tomada en su

momento por el titular anterior de la cartera, Agus-

tín Rossi, de limitar la atención médica en hospitales

militares a condenados o procesados por delitos de

lesa humanidad26. Esa medida había sido tomada

luego de la fuga de dos procesados del Hospital Mi-

litar Central.

23 Ese documento no incluye la cantidad de personal civil de las tres fuerzas.

24 Ver, por todos, https://www.pagina12.com.ar/49474-un-fiel-servidor

25 Decreto 721/16.

26 La resolución que prohibió la atención médica es la MD 85/2013, derogada por resolución MD 65/2016.

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

Tabla 1. Integrantes del instrumento militar argentino

Estado Mayor Conjunto Ejército Argentino Armada Argentina Fuerza Aérea Argentina

Militar superior 398 6.188 2.492 2.542

Militar subalterno 642 22.768 14.433 10.365

Soldados voluntarios 63 17.319 1.630 -

Civil 220 s/d s/d s/d

Total 1.323 46.275 18.555 12.907

Pensar en la actualidad el rol de las fuerzas armadas

en la Argentina no es posible sin tener en cuenta

el que tuvieron en la última dictadura. A su vez, la

herida aún no zanjada siquiera desde la perspectiva

judicial nos permite analizar las diversas aristas del

conflicto por la definición del lugar que ocupan y

que sería deseable que ocuparan las fuerzas arma-

das en democracia. Unos meses después de asumir

el cargo, el presidente Macri señaló que el siglo vein-

tiuno le requería a las Fuerzas Armadas un compro-

miso con las misiones de paz, el cuidado del medio

ambiente y la amenaza del terrorismo27. Poco tiem-

po más tarde, al declarar la emergencia de seguri-

dad pública fundada, principalmente, en la proble-

mática del narcotráfico, señaló que esta última “no

solo afecta a la salud y la seguridad ciudadana, sino

que importa una violación a la soberanía nacional en

tanto se trata de un crimen cuya naturaleza es clara-

mente transnacional”28. El mismo decreto aprobó las

reglas de protección que regulan, entre otros aspec-

tos, el uso de la fuerza por medio del sistema de de-

fensa aeroespacial para el derribo o destrucción de

“vectores incursores declarados hostiles”, como se

comentará más abajo. En consonancia con ello, en

la última Cena de Camaradería el presidente Macri

destacó el trabajo de las fuerzas armadas para luchar

contra el narcotráfico.

A más de treinta años de la recuperación de la de-

mocracia, aún faltan políticas claras en materia de

defensa que consoliden el camino recorrido y pon-

27 Discurso en el marco de los festejos por el día del Ejército, 30 de mayo de 2016.

28 Decreto 228/16.

gan fin al debate sobre el empleo de las fuerzas ar-

madas en actividades de seguridad interior (Canelo,

2015). Este debate, como se verá un poco más aba-

jo, se encuentra en un punto álgido de su desarrollo.

Conducción política de la seguridad

La ley que fija los principios básicos de funcionamien-

to del sistema de seguridad y lo diferencia del siste-

ma de defensa fue sancionada en 199129 y regla-

mentada al año siguiente30. Esta norma de adhesión

a la cual sumaron su apoyo las veintitrés provincias

y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), le

asigna la dirección superior de los cuerpos policiales

y las fuerzas de seguridad del estado nacional a la

máxima autoridad civil en la materia, crea el Conse-

jo de Seguridad Interior y, en el seno parlamentario,

una comisión bicameral de fiscalización de los órga-

nos y actividades de seguridad interior.

Argentina es un estado federal en el cual las pro-

vincias conservan su autonomía política y jurídica

y, a su vez, se encuentran organizadas según pará-

metros disímiles en gobiernos locales que también

gozan (o deberían gozar) de esas autonomías31. No

29 Ley de seguridad interior 24.059.

30 Decreto 1273/92.

31 La reforma de la Constitución nacional de 1994 introdujo la autonomía municipal en el artículo 123, interpretada por algunos autores como un régimen de descentralización ad-ministrativa. No obstante, no todas las constituciones pro-vinciales fueron modificadas con posterioridad ni todas las provincias han sancionado normas internas que permitan clarificar el alcance del principio constitucional, en especial en lo relativo a seguridad.

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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obstante, el panorama en materia de coordinación

de los esfuerzos para brindar un servicio adecuado

de seguridad es aún bastante desolador. A nivel na-

cional, el órgano encargado de la seguridad origi-

nariamente tuvo rango de Secretaría y, tras algunas

idas y vueltas entre las carteras de Interior y Justicia,

fue recién a fines de 2010 que ascendió a rango mi-

nisterial32. Hasta diciembre de 2015 tuvo tres minis-

tros a cargo y varias oscilaciones en su orientación. A

nivel provincial, nueve jurisdicciones cuentan con un

ministerio dedicado exclusivamente al gobierno de

la seguridad33. En las restantes, las funciones están

asignadas a una secretaría o subsecretaría depen-

diente de una cartera con competencia compartida

con justicia, gobierno, derechos humanos o, incluso,

trabajo y ambiente (tabla 2).

Hasta aquí, señalamos a veinticinco estructuras or-

gánicas de conducción de la seguridad: una nacional

y veinticuatro subnacionales. De cada una de ellas

depende, al menos, un cuerpo policial. En el caso

del Ministerio de Seguridad de la Nación, él conduce

las cuatro fuerzas de seguridad federales: la Policía

Federal Argentina, la Prefectura Naval, la Gendarme-

ría Nacional y la Policía de Seguridad Aeroportuaria,

con funciones diferenciadas en la teoría pero, en

ocasiones, desdibujadas en la práctica. En las provin-

cias la situación no es pareja: mientras que algunas

cuentan con una única policía, otras, como Santa Fe,

suman hasta once cuerpos policiales.

Como resultado del incremento de la demanda de

seguridad, que suele ser canalizada principalmente

por medio del responsable político local, y suma-

do al nuevo escenario en materia de competencias

municipales al que dio lugar la última reforma cons-

titucional, a los actores ya señalados se les deben

sumar los intendentes, los responsables de las áreas

locales de gobierno de la seguridad y, en algunos

casos, los jefes de las policías locales. A este respec-

to, es importante tener presente que la organización

32 Decreto DNU 1993/10.

33 Buenos Aires, Chaco, Corrientes, Jujuy, La Pampa, Mendoza, Salta, San Luis y Santa Fe.

subprovincial difiere en cada caso, así como las facul-

tades asignadas a los municipios en materia de segu-

ridad y, especialmente, del uso de la fuerza pública.

Para poner en contexto lo que implica en cantidad

de nuevos actores, el total de gobiernos locales re-

levados en 2010 fue de 2.28134. De los resultados

provisorios de la investigación que está realizando el

grupo de estudio de gobiernos locales y seguridad

del Instituto Latinoamericano de Seguridad y Demo-

cracia (Ilsed) surge que en la provincia de Buenos Ai-

res cerca del 60% de los ciento treinta y cuatro mu-

nicipios cuentan hoy con una dependencia dentro

de la estructura municipal a cargo de la seguridad35.

Para asegurar la distribución equitativa del bien pú-

blico, es necesario fortalecer el gobierno democrá-

tico del sistema de seguridad. La dificultad inicial

para afrontar ese desafío en Argentina es la falta

de estructuras estatales adecuadas. Como se seña-

ló, tanto nacional como provincial y localmente (en

general, en ese orden cronológico), la creación o re-

forma de ministerios o secretarías de seguridad es

muy reciente (Binder, 2010). A diferencia de lo que

sucedía pocos años atrás, hoy el ministro o secre-

tario de Seguridad de cada jurisdicción es un actor

político, social y mediático relevante, con un nivel de

conocimiento muchas veces mayor que el de cual-

quiera de los integrantes de los demás gabinetes. Sin

embargo, los equipos políticos y técnicos han tenido

dificultades para mostrarse a la altura de los desafíos

temáticos y particulares que debieron afrontar.

Gobernar un sistema como el de seguridad involucra

dos aptitudes. La primera, establecer prioridades. La

segunda, orientar los recursos de acuerdo con ellas.

Esto es, tomar decisiones. La escasa capacidad de

anticipación de la política de seguridad que, en ge-

neral, se despliega en los últimos años (aun después

de la creación de órganos específicos en todos los

34 Indec, Censo 2010. No obstante, no todos ellos son gobier-nos locales con jerarquía municipal. Para más información sobre las categorías y niveles de gobierno local, véase Iturbu-ru, 2001.

35 Informe de uso interno, inédito.

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

Tabla 2. Funciones de seguridad en Argentina

Buenos Aires Ministerio de Seguridad

Ciudad Autónoma de Buenos AiresMinisterio de Justicia y Seguridad Secretaría de Seguridad

CatamarcaMinisterio de Gobierno y Justicia Secretaría de Seguridad Democrática

Chaco Ministerio de Seguridad Pública

ChubutMinisterio de Gobierno Subsecretaría de Protección Ciudadana

CórdobaMinisterio de Gobierno Secretaría de Seguridad

Corrientes Ministerio de Seguridad

Entre RíosMinisterio de Gobierno y Justicia Secretaría de Seguridad

FormosaMinisterio de Gobierno, Justicia, Seguridad y Trabajo Subsecretaría de Seguridad

Jujuy Ministerio de Seguridad

La Pampa Ministerio de Seguridad

La RiojaMinisterio de Gobierno, Justicia, Seguridad y Derechos Humanos Secretaría de Seguridad

Mendoza Ministerio de Seguridad

MisionesMinisterio de GobiernoSubsecretaría de Seguridad y Justicia

NeuquénMinisterio de Seguridad, Trabajo y AmbienteSubsecretaría de Seguridad

Río Negro Ministerio de Seguridad y Justicia

Salta Ministerio de Seguridad

San JuanMinisterio de Gobierno Secretaría de Seguridad y Orden Público

San Luis Ministerio de Seguridad

Santa CruzMinisterio de GobiernoSecretaría de Estado de Seguridad

Santa Fe Ministerio de Seguridad

Santiago del Estero Secretaría de Seguridad

Tierra del Fuego Secretaría de Seguridad

TucumánMinisterio de Gobierno, Justicia y SeguridadSecretaría de Estado de Seguridad Ciudadana

niveles de gobierno) implica un despliegue de ac-

ciones más o menos inconexas que responden a la

repercusión pública de los hechos aislados, y sin nin-

guna clase de evaluación (salvo con categorías muy

generales, como “delincuencia”, o impropias, como

“arrestos” sin indagar en sus causas o efectos). Se

corre detrás de las urgencias, que tampoco son es-

tablecidas con algún grado de estrategia. El riesgo

de que el rumbo de la cartera quede atrapado en la

lógica de las empresas de comunicación es muy alto.

Termina, así, por establecerse una dinámica conser-

vadora, en el sentido de que se plantea como objeti-

vo primario (y, en ocasiones, único) que el statu quo

se altere (o se note alterado) lo menos posible. Estas

gestiones temerosas y con énfasis en lo coyuntural

nunca encuentran el tiempo para escapar de su ló-

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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gica perversa con anticipación, aprendizaje previo y

preparación de equipos (Binder, 2010).

A su vez, es importante tener en cuenta que una

de las manifestaciones más claras del denominado

desgobierno político sobre los asuntos de seguridad

es la lógica identificada por Marcelo Saín como el

“doble pacto”: por un lado, una delegación táci-

ta o manifiesta a favor de la institución policial del

manejo de la seguridad, incluyendo la protección y

promoción de cierto personal policial, así como la

protección de modalidades de regulación de activi-

dades delictivas; y, por el otro, el compromiso de las

altas autoridades policiales de mantener en un nivel

socialmente aceptable la conflictividad delictiva y de

poner a disposición de la clase política ciertos servi-

cios de seguridad informales (Saín, 2008a). El peligro

de esta estrategia yace en que, a pesar de haber fra-

casado y de ser incompatible con los principios que

sostienen un modelo democrático de la seguridad,

“todavía hay sectores políticos y policiales que año-

ran volver a ella” (Binder, 2010).

Estamos ante un escenario complejo debido al au-

mento de los conflictos, a un incremento de los

reclamos ciudadanos, a la multiplicidad de acto-

res intervinientes y a las competencias exclusivas,

compartidas y, en algunos casos, pendientes de ser

definidas, que se distribuyen en los tres niveles de

gobierno. En él, la policía continúa reafirmando su

autonomía y consolidando sus prácticas.

Esto último es posible debido a la mencionada ca-

rencia de cuadros técnicos especializados, a estruc-

turas que no llegan a consolidarse, a la preeminen-

cia de la política partidaria sobre las necesidades de

articulación intra e interjurisdiccional, a la falta de

institucionalización de los procesos de toma de de-

cisión, a deficiencias en la gestión de la información,

a la ausencia reiterada de diagnósticos y de evalua-

ciones, a la alta rotación del funcionariado incluso en

niveles directivos, a debates pendientes que impac-

tan sobre los modos en que la dirigencia se vincula

con las fuerzas de seguridad y, en lo fundamental,

a un escaso liderazgo civil, técnico y político. A juz-

gar por las reiteradas declaraciones de emergencia

en seguridad decretadas nacional y provincialmente,

cuyo único efecto parece ser el de habilitar la adqui-

sición de bienes con mayor celeridad y pocos o nulos

controles, nos encontramos ante una materia que

cuestiona a la conducción política.

La policía, un recurso tan protagónico como letal

Las distintas policías en Argentina fueron desarro-

llándose como estamentos al servicio de los gobier-

nos de turno y no de las comunidades, porque el

paradigma imperante era el de la seguridad para la

protección del estado y no de la ciudadanía. En los

periodos democráticos se solapó la militarización

manifiesta de la policía que se impuso durante los

gobiernos de facto. Pero fue recurrente la delegación

sistemática y exclusiva del manejo de la problemática

de la seguridad ciudadana en las fuerzas. Y el per-

fil militarista se mantuvo, tanto hacia adentro como

hacia afuera de las instituciones. De esa manera, las

agencias policiales se conformaron como guardianes

militarizados y estatalistas del orden político, y no

como policías ciudadanas y civiles (Saín, 2003).

El subsistema policial argentino continúa siendo,

según Bayley (2010), múltiple (diferentes organiza-

ciones policiales coexisten en el mismo territorio) y

coordinado (las jurisdicciones entre delitos federa-

les y no federales se encuentran divididas). Sin em-

bargo, las relaciones entre las fuerzas de seguridad

federales, por una parte, y las de las veintitrés pro-

vincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por

la otra, se modificaron de manera contundente en

los últimos años, sobre todo en tres grandes aspec-

tos. Primero, el rol y la presencia de la Gendarmería

Nacional (que dependió, hasta 1983, del Ejército)

desplazó en sectores del territorio a las otras fuerzas

policiales (en especial, a la Policía Federal). Segundo,

los cambios en las modalidades de las operaciones

policiales, que paulatinamente restaron importancia

al patrullaje ostensivo con base en precintos y comi-

sarías para dar cada vez más lugar a la vigilancia en

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13

Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

sectores territoriales extensos, controles de circula-

ción y operativos de saturación u ocupación episó-

dica de sectores urbanos (Hathazy, 2016). Tercero,

el traspaso, en enero de 2017, de la mitad de los

efectivos de la Policía Federal a la nueva Policía de la

Ciudad de Buenos Aires, con la consiguiente recon-

figuración de competencias y distribución territorial

de la primera de estas fuerzas.

Durante 2016, conflictos numerosos, potenciales y

actuales tuvieron lugar en el ámbito de las reformas

policiales que los nuevos gobiernos llevaron a cabo,

con diferente impronta y alcance, en la mayoría de

las jurisdicciones del país. Los dos más importantes,

por magnitud y relevancia, son los que aún se desa-

rrollan en la provincia de Buenos Aires y en la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires.

La provincia de Buenos Aires atravesó, entre 2014 y

2015, un proceso de crecimiento cuantitativo de sus

cuerpos policiales. La Policía de la provincia de Buenos

Aires, conocida como “la Bonaerense”, prácticamen-

te duplicó en ese periodo sus efectivos, que alcanza-

ron casi los 100.000 agentes. La principal fuente de

este crecimiento fue la creación, por un decreto del

entonces gobernador y una resolución de su ministro

de seguridad36, de una nueva división denominada

“Unidad de Policía de Prevención Local”, que pre-

tendió paliar los reclamos de los intendentes (de las

ciudades de más de 70.000 habitantes) de refuerzos

policiales, con un cuerpo de supuesta orientación mu-

nicipal, de proximidad y prevención, y con formación

específica para desenvolverse en los territorios. En ri-

gor, lo que significó esta creación del ejecutivo fue la

clausura de la discusión que venía dándose sobre la

descentralización de las policías y la creación de nue-

vas policías municipales con incumbencias propias y

recursos genuinos, sin esperar a que se consiguiera

un consenso mínimo sobre la cuestión. Esta realidad

fue criticada de manera prácticamente ubicua, lo que

puede ilustrar como ejemplo este pasaje del Informe

anual 2015 de la Comisión Provincial por la Memoria:

36 Decreto 373/14, resolución 835/14 y disposiciones comple-mentarias.

En el análisis de las políticas de seguridad preocu-

pa la consolidación de la policialización como eje y

bastión de la política pública. La incorporación de

nuevos contingentes de policías ha sido la respuesta

predominante a la demanda de seguridad. La mera

sumatoria de nuevos efectivos no puede conside-

rarse sin más un dato positivo sino todo lo contra-

rio: los nuevos agentes y recursos se suman a una

policía que sigue guardando, como rasgos centra-

les, el dominio territorial en base a prácticas ilegales

o arbitrarias, su vínculo con el delito y la gestión de

mercados ilegales […] la promocionada ‘descentra-

lización’ de las policías locales quedó limitada a una

desconcentración de recursos que no cuenta con

un diseño organizacional capaz de afrontar las exi-

gencias de una policía de prevención democrática

(CPM, 2015: 25-28)37.

En 2016 este proceso de inflación policial se detuvo

de manera gradual. Los cuerpos de Prevención Local

dejaron de incorporar aspirantes y el número total

de efectivos disminuyó levemente por una reorgani-

zación (a la sazón, cosmética) de la estructura poli-

cial, el pase a retiro de gran parte de la cúpula de la

fuerza, la separación de agentes involucrados en ca-

sos judiciales y otros reacomodamientos funcionales.

El primer jefe policial de la nueva gestión dejó el car-

go a mediados de 2017, en medio de un escándalo

judicial y mediático38, y asumió uno nuevo con cues-

tionamientos de organismos de derechos humanos,

sectores del poder judicial y de la propia policía39.

La situación general de la fuerza es de inestabilidad

expectante, aunque todavía parecen demasiado le-

janas situaciones como la virtual huelga policial que

tuvo lugar en diciembre de 2013.

37 La Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires es un organismo público autónomo y autárquico, que tiene por objetivo desarrollar actividades de investigación y trans-misión sobre las violaciones a los derechos humanos para incidir en las políticas públicas de memoria, verdad y justicia.

38 Ver, por todos, https://www.clarin.com/policiales/maria-eugenia-vidal-echo-jefe-policia-bonaerense-pablo-bressi_0_ryusf6klb.html

39 Ver, por todos, http://www.infobae.com/politica/2017/05/12/fabian-perroni-de-poli-de-la-calle-a-la-jefatura-de-la-bonae-rense/

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Respecto a esto último, un conflicto que fue provi-

soriamente desescalado pero que merece especial

atención es el reclamo por el derecho a la sindicali-

zación policial. En el mes de abril de 2017, la CSJN,

por mayoría, resolvió que el personal de la Policía de

la Provincia de Buenos Aires no tiene un derecho co-

lectivo a sindicalizarse40. Sin embargo, señaló que “el

derecho a sindicalizarse de los miembros de la poli-

cía está sujeto a las restricciones o a la prohibición

que surjan de la normativa interna” y que son las

provincias las que “pueden establecer restricciones

o prohibir la actividad sindical para los miembros de

las fuerzas de policía locales”. Este debate, foco de

opiniones encontradas, suele ser lamentablemente

ignorado. El acuartelamiento policial en Córdoba de

fines de 2013 por una mejora salarial, que resultó en

víctimas fatales, saqueos, destrozos y un efecto ré-

plica en veinte distritos del país, dio lugar a “la huel-

ga policial más extendida de la historia argentina”

(CENM, 2013). No obstante ello, la discusión sobre

quién debería discutir con la conducción política las

condiciones laborales del personal policial y cuáles

son las medidas de protesta a su alcance es una asig-

natura pendiente. No puede desconocerse que en la

gran mayoría de las provincias, con prescindencia del

reconocimiento jurídico, hoy funcionan asociaciones

y agrupaciones policiales, muchas de ellas nucleadas

en la Federación Argentina de Sindicatos Policiales y

Penitenciarios.

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por su

parte, la nota saliente en el ámbito policial es la ya

mencionada creación de la nueva Policía de la Ciu-

dad. Esta fuerza es producto de la fusión de la Policía

Metropolitana con casi la mitad del personal de la

Policía Federal Argentina traspasado a la jurisdicción

de la CABA, para que la ciudad capital de la Repúbli-

ca pudiera contar con una fuerza de seguridad pro-

pia y autónoma, un reclamo que el actual presidente

de la República reiteró durante sus últimos años al

frente del gobierno de la Ciudad. Este planteo dio

40 CSJN, “Sindicato Policial Buenos Aires c/ Ministerio de Trabajo s/ley de asociaciones sindicales”, 909/2010 (46-S)/CS1, 11 de abril de 2017.

lugar a conflictos con respecto no solo a los recursos

para sostener a la nueva fuerza, sino también por la

conducción política del cuerpo policial de la ciudad.

Hasta finales de 2016 el servicio de policía en la

CABA era brindado mayoritariamente por la Policía

Federal, bajo la conducción del Ministerio de Segu-

ridad de la Nación41. En octubre de 2016 comenzó

el proceso efectivo de traspaso, que culminó oficial-

mente el 2 de enero de 2017. La Policía de la Ciudad

cuenta con unos 25.000 efectivos: 19.000 transfe-

ridos desde la Policía Federal y 6.000 provenientes

de la Policía Metropolitana. Continúan actualmente

los debates acerca de las incumbencias de la fuer-

za y de su coordinación con fuerzas federales que

permanecen trabajando en territorio en el marco de

operativos específicos.

El traspaso de parte de la Policía Federal a la CABA

aparejó un reacomodamiento tanto funcional como

físico de las fuerzas federales que quedaron a cargo

del Ministerio de Seguridad de la Nación. La Policía

Federal Argentina se encuentra en un proceso de re-

definición de sus objetivos. Se pretende reorientar su

trabajo a la investigación de delitos complejos y el

crimen organizado, y sus agentes están siendo des-

tinados a alguna de las nuevas veintinueve agencias

regionales distribuidas por todo el país. Las conse-

cuencias de esta refuncionalización se verán en el

mediano plazo.

Por otra parte, uno de los puntos más lábiles del de-

sarrollo de las fuerzas de seguridad en el país tiene

que ver con su formación. El Ministerio de Seguridad

de la Nación, con apoyo del Banco Interamericano

de Desarrollo (BID), realizó un diagnóstico y análisis

de los diseños curriculares de los institutos provincia-

les de formación de agentes de calle42. La conclusión

más inmediata que se extrae de la investigación es

41 En 2010 se creó la Policía Metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires, que tenía competencia para intervenir en al-gunos delitos y en zonas determinadas de la ciudad.

42 “Informe diagnóstico de diseños curriculares de institutos de formación de agentes de calle”, Ministerio de Seguridad, 2017.

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

que existe un nivel muy disparejo en cuanto a canti-

dad y calidad de la formación policial. Por ejemplo,

la carga horaria total de formación varía en un rango

que va de las 600 a las 2.100 horas, con un pro-

medio de 1.117. Solo 10% de los institutos brinda

una formación de más de dos mil horas reloj a los

aspirantes a policía. Hay 42% de los institutos que

otorga menos de mil. Todo esto, en un promedio de

once meses de formación, pero con menos de meses

en más de 40% de los casos. Por otra parte, 62%

de las instituciones no posee un plan de formación

continua entre sus previsiones curriculares.

En cuanto a los contenidos, se encontraron deficien-

cias en grandes temas tan cruciales, para la visión

actual del policiamiento que cunde en Argentina,

como la conducción vehicular, el manejo de armas y

el acondicionamiento físico. El grueso de los policías

de calle desempeña sus tareas a pie o en vehículos

automotores, y casi todos portan un arma las vein-

ticuatro horas.

La formación de los altos mandos de las fuerzas de

seguridad, sobre todo en gestión y conducción es-

tratégica, ha sido deficiente, cuando no inexisten-

te, durante toda la vida de las instituciones. Si bien

en el caso de las fuerzas federales sí se cuenta con

una formación y capacitación relativamente im-

portante y reconocible de sus respectivas especiali-

dades, con una fuerte impronta de sus misiones y

funciones específicas, adolecen de instrucción para

la coordinación. Las fuerzas necesariamente deben

complementarse entre ellas, y aun con las policías

provinciales, en actividades tan sensibles como la in-

vestigación de delitos complejos. Pero no existen ins-

tancias de capacitación, gestión, toma de decisiones

ni actuación integradas o articuladas. En 2017, con

la creación, en el seno del Ministerio de Seguridad,

del Instituto Conjunto de Conducción Estratégica

(Icce)43, esto comienza a paliarse, al menos desde lo

programático.

43 Ver, por todos, http://www.minseg.gob.ar/inauguramos-el-ins-tituto-conjunto-de-conducci%C3%B3n-estrat%C3%A9gica

Por otro lado, la violencia institucional continúa sien-

do un eje problemático, tanto por la asimilación y

falta de escrutinio público de determinadas prácti-

cas, como por la persistencia del uso letal de la fuer-

za. En Argentina, asociado de manera indisoluble a

la policía se encuentra el llamado “estado policial”.

Para las leyes del país44, quien elige integrar las fuer-

zas de seguridad es policía, no trabaja de tal. Esto

significa que tiene la obligación de “Defender contra

las vías de hecho, la vida, la libertad y la propiedad

de las personas aun a riesgo de su vida o integridad

personal” (artículo 8°, inc. d, ley 21.965)45. En los he-

chos, esto implica que los agentes policiales portan

el arma no solo durante sus horas de servicio, sino

que la llevan consigo todo el día, todos los días. El re-

sultado de esta situación no puede sino ser catastró-

fico. La mayor parte de las muertes provocadas por y

a policías lo son de agentes fuera de servicio activo.

En el último informe sobre homicidios que publicó el

Ministerio de Seguridad46, si bien no se distingue si

los miembros de fuerzas de seguridad se encontra-

ban o no en prestación de servicios al momento en

que protagonizaron, como perpetradores o víctimas,

los hechos luctuosos, sí arroja datos contundentes.

Durante 2015, setenta policías (sesenta y cuatro

hombres y seis mujeres) fueron víctimas de homi-

cidios y ciento sesenta, victimarios (ciento treinta y

cuatro hombres, siete mujeres y diecinueve sin deter-

minar). En un 5,4% (nueve casos) de los homicidios

cometidos por policías, la víctima era su cónyuge o

pareja actual o anterior. A ellas deben sumarse tres

víctimas (1,8%) que tenían otra clase de vínculo fa-

miliar con el perpetrador, y cuatro (2,4%) que man-

tenían una relación no familiar. Más del 90% de los

homicidios perpetrados por policías lo fueron con el

arma reglamentaria.

44 Salvo el caso de la Policía de Seguridad Aeroportuaria.

45 Disposiciones semejantes se pueden encontrar, por ejemplo, en la ley provincial 13.982, que rige la actividad de la Policía de la provincia de Buenos Aires.

46 “Informe sobre homicidios en el año 2015. Sistema de Aler-ta Temprana (SAT)”, Ministerio de Seguridad, 2016.

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En el ámbito de la provincia de Buenos Aires, es im-

portante en este sentido destacar el rol de los inte-

grantes de las Unidades de Policía de Prevención Lo-

cal. El número estimado de muertos por efectivos de

fuerzas de seguridad (sin distinción de pertenencia

de fuerza) registra un aumento escalonado a partir

del año 2006, con un pico en el año 2014 de cien-

to cincuenta y cuatro muertos y un descenso leve

para el 201547. Ahora bien, si observamos el nivel

de participación de las unidades locales en el año

2016, ellas representan 22%, porcentaje significati-

vo teniendo en cuenta la cantidad de personal que

las integran. Estos hechos, sumados a otros tantos

de corrupción, ponen en evidencia que la creación

de nuevos cuerpos no garantiza por sí sola la erradi-

cación de prácticas policiales ilegales.

En efecto, un tema al que se le presta escasa aten-

ción pero que resulta central para abordar las prác-

ticas espurias que aún subsisten en las instituciones

policiales es el de los sistemas de control disciplina-

rio. En Argentina, tanto a nivel federal como pro-

vincial, coexisten diferentes sistemas que se carac-

terizan por ser reactivos y sancionatorios, en lugar

de preventivos y ordenadores. Si bien prevalecen los

sistemas de control interno, esto es, ubicados dentro

de la estructura orgánica de las propias fuerzas, las

reformas de las últimas décadas y la creación de nue-

vas fuerzas policiales (como la Policía de Seguridad

Aeroportuaria y la Policía de la Ciudad de Buenos

Aires) tienden a instaurar sistemas externos (Carba-

jo, 2009). Ahora bien, por más que exista un disposi-

tivo externo de control o supervisión, las potestades

disciplinarias internas subsisten en la mayoría de las

fuerzas policiales. En general, las faltas graves están

47 Presentación realizada por Manuel Tufró, coordinador del equipo Seguridad Democrática y Violencia Institucional del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) en el IV Encuen-tro de la Red de Observatorios Locales sobre Violencias y Delitos (Rolvyd), cuyo eje fueron los homicidios dolosos, las muertes a mano de integrantes de las fuerzas de seguridad, los femicidios y los crímenes de odio (presentación disponi-ble en http://www.rolvyd.org/download/547/). Este encuen-tro tuvo lugar en el mes de noviembre de 2016. Para más información, ver http://www.rolvyd.org.

a cargo de los auditores externos y las leves, de los

internos (Carbajo, loc. cit.).

No deja de ser habitual, por otra parte, que se dé

una internalización de hecho de los sistemas exter-

nos, por estar conformados en su mayoría por poli-

cías en actividad o retirados, o por la dependencia

administrativa de la institución que tienen que con-

trolar. Estas situaciones generan problemas comunes

con los sistemas internos puros, como la camarade-

ría o complicidad entre pares, o incluso situaciones

de extorsión, y el “respeto” de las jerarquías, lo que

de hecho implica la impunidad de los altos mandos

de las fuerzas. Por otra parte, el personal asignado

a estas áreas suele ser temporario, con baja o nula

capacitación específica y posibilidad de regresar al

cuerpo que, en un momento de su carrera, debió

controlar (Armas et al., 2011; Neustadt, 2016). In-

cluso, se ha concluido en que la estructura de los

sistemas disciplinarios genera, deliberadamente,

obediencia al personal superior, más allá de que no

existen garantías procesales para el investigado y la

discrecionalidad de los juzgadores, en cuanto al ini-

cio, la consecución y la resolución de los sumarios,

es prácticamente absoluta (CELS, 1998; Palmieri et

al., 2007).

Es necesario instaurar un real control político de las

fuerzas de seguridad, que incluya la participación

ciudadana por medio de órganos colegiados de su-

pervisión, y que propicie la transparencia, el respeto

por los derechos de los investigados y su protección

procesal para que puedan declarar y defenderse li-

bres de presiones. Asimismo, es crucial separar las

actuaciones administrativas o disciplinarias de las

judiciales o penales, para que corran por carriles

separados y con órganos especializados e indepen-

dientes. De lo contrario, el autogobierno policial

continuará haciendo estragos y no podrán paliarse

ni la corrupción ni el uso ilegal de la fuerza con que

el estado dota a los cuerpos policiales. Sin duda, este

proceso debe ir de la mano del debate por la sindica-

lización de los policías, que hoy se encuentra prohi-

bida y es, en sus estamentos más o menos de hecho,

castigada de manera expresa o subterránea.

Page 17: Actores y dinámicas de la inseguridad en la República

17

Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

Interceptación de comunicaciones e inteligencia

El sistema de inteligencia, en comparación con los de

seguridad y defensa, quedó un tanto relegado en el

proceso de democratización. Recién en el año 2001

fue sancionada la ley 25.520, que sentó sus bases

jurídicas, orgánicas y funcionales, y asignó a la Secre-

taría de Inteligencia del Estado (Side), luego Secre-

taría de Inteligencia (SI) y ahora Agencia Federal de

Inteligencia (AFI)48, el rol de organismo superior del

sistema. Lo integran, también, la Dirección Nacional

de Inteligencia Criminal (del Ministerio de Seguri-

dad) y la Dirección Nacional de Inteligencia Estraté-

gica Militar (del Ministerio de Defensa). El órgano de

contralor es la Comisión Bicameral de Fiscalización

de los Organismos y Actividades de Inteligencia que

funciona –o, al menos, existe– en el ámbito del Con-

greso de la Nación49 y está compuesta por catorce

legisladores.

Si bien fueron varios los escándalos y causas judicia-

les que pusieron el foco en el funcionamiento del

sistema de inteligencia, solo en los últimos años pu-

dieron observarse algunos intentos de reforma. En

enero de 2015, una semana después de la aparición

sin vida del fiscal Alberto Nisman –quien estaba a

cargo de la investigación del atentado contra el edi-

ficio de la Asociación Mutual Israelita Argentina50–

fue anunciado por la presidente Cristina Kirchner

la elevación del proyecto de creación de la AFI. Uno

de los principales puntos a destacar, porque modi-

ficó parcialmente la distribución de poder entre los

distintos actores, fue la decisión de transferir las in-

terceptaciones telefónicas a la órbita del Ministerio

Público Fiscal51. Históricamente, fueron los servicios

48 Ley 27.126.

49 Esta comisión fue creada por la ley 25.520. Con anteriori-dad, el rol de fiscalización estaba a cargo de la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Órganos y Actividades de Seguridad Interior e Inteligencia (ley 24.059).

50 Para información sobre el atentado y sobre la Unidad Fiscal AMIA, ver https://www.mpf.gob.ar/ufiamia/

51 Ley 27.126, artículo 17.

de inteligencia quienes monopolizaron las escuchas

legales. La nueva doctrina de inteligencia nacional52,

hoy parcialmente vigente, declamaba que:

La inteligencia nacional debe velar por la protección

y el cuidado de los argentinos, y no ‘espiarlos’. Por

ello, el sistema de inteligencia nacional se configu-

ra como un ‘observatorio’ abocado exclusivamente

a la producción y gestión de conocimientos acerca

del conjunto de problemáticas relevantes en mate-

ria de defensa nacional y seguridad interior (decreto

1311/05, Anexo I).

El accionar del personal de inteligencia fue limitado

en modalidad y temática al trabajo sobre problemá-

ticas de defensa nacional y a algunas específicas de

seguridad interior (terrorismo, atentados contra el

orden constitucional y la vida democrática, criminali-

dad organizada y acciones que atenten contra la ci-

berseguridad). Por parte del Ministerio Público Fiscal,

fue la Dirección de Apoyo Técnico a las Investigacio-

nes Fiscales (Datif)53, ahora Dirección General de In-

vestigaciones y Apoyo Tecnológico a la Investigación

Penal (Datip)54, la dependencia que quedó a cargo

de las escuchas, a través del Departamento de Inter-

ceptación y Captación de las Comunicaciones (Di-

com). Por primera vez en la historia, organismos de

la sociedad civil fueron convocados a la mítica base

de avenida de los Incas para conocer más sobre el

funcionamiento de la Dirección. Además, se publica-

ron datos oficiales sobre la cantidad de escuchas en

trámite, el tipo de causas en el marco de las cuales se

solicitaban y otros aspectos relevantes para conocer

cómo se empleaba una de las medidas de investiga-

ción más intrusivas que admite la legislación del país:

la mayoría de los requerimientos, un 40%, corres-

ponden a investigaciones por infracción a la ley N°

23.737 […] las intervenciones son solicitadas, infor-

mando únicamente el número de causa sin detalle

52 Decreto 1311/15.

53 Resolución PGN 2308/14.

54 A su cargo se encuentran los laboratorios forenses, el cuerpo de investigadores y la realización de medidas técnicas que requieran el empleo de medios tecnológicos.

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

18

de la carátula o del hecho que se investiga (22%). Se

encuentran incluidos también en esa categoría aque-

llos requerimientos donde la carátula informada por

la autoridad requirente es vaga y hace menciones del

tipo: ‘Averiguación de hecho’ (Dicom, 2015).

El cambio de gobierno de fines de 2015 fue un nue-

vo punto de inflexión en el proceso de reforma del

sistema de inteligencia. Pocos días después de asumir

el presidente Macri, en vísperas de Navidad, la deci-

sión política plasmada en la ley 27.126 de otorgarle

al Ministerio Público Fiscal las escuchas fue revertida

mediante un decreto55. La Dicom fue transferida a

la Corte Suprema de Justicia de la Nación, y quedó

a cargo de la Dirección de Asistencia Judicial en De-

litos Complejos y Crimen Organizado. Esta decisión

de debilitar al Ministerio Público Fiscal fue una de las

tantas señales del descontento del titular del poder

ejecutivo con la procuradora General de la Nación,

relación tensa que aún persiste.

Un paso más que reafirmó el cambio de rumbo fue

la aprobación del estatuto para el personal de la AFI,

aprobado mediante el decreto 656/16. Esta misma

norma fue la que derogó la mayoría de los anexos

que conformaban la nueva doctrina de inteligencia

referida56. También recibieron críticas desde diversos

sectores los nombramientos del director y la subdi-

rectora de la Agencia57. La Iniciativa Ciudadana para

el Control del Sistema de Inteligencia (ICCSI)58, uno

de los pocos espacios de la sociedad civil desde el

cual se está realizando un seguimiento del tema e

impulsando acciones en pos de la transparencia y

democratización del sistema de inteligencia, presen-

55 Decreto 256/15.

56 Para más información sobre los cambios, ver http://www.iccsi.com.ar/agencia-federal-de-inteligencia-vuelta-al-oscu-rantismo/

57 Se trata del notario Gustavo Arribas y la exlegisladora y em-presaria Silvia Majdalani.

58 La iniciativa está integrada por la Asociación por los Dere-chos Civiles, el Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia, la Fundación Vía Libre, el Núcleo de Estudios Gobierno y Seguridad de la UMET y el Centro de Estudios Legales y Sociales. Para más información, ver http://www.iccsi.com.ar/

tó junto a otras organizaciones una impugnación a

los nombramientos de las nuevas autoridades59. A la

fecha, aún continúan en sus cargos.

Por otro lado, aun cuando sus competencias y fa-

cultades de supervisión son sumamente amplias e

incluyen el monitoreo de gastos reservados60 y el

control de las interceptaciones de comunicaciones

realizadas por la AFI, es poco lo que puede decirse

sobre el trabajo de la Comisión Bicameral Permanen-

te de Fiscalización de los Organismos y Actividades

de Inteligencia. No obstante las facultades otorga-

das por la ley y a pesar de contar la comisión con

un presupuesto al 2016 de más de 14 millones de

pesos61, el conocimiento público sobre su trabajo es

prácticamente nulo: no se informan reuniones y solo

un proyecto de los cuatro que ingresaron desde el

1 de enero de 2015 cuenta con dictamen. Es des-

tacable que la propia Comisión, al reglamentar su

labor, haya optado por interpretar restrictivamente

sus facultades y extensivamente las actividades sobre

las cuales debe recaer el secreto.

El sistema de justicia

Argentina, como se mencionó, es un país federal.

Por lo tanto, si bien existen códigos de fondo (civil

y comercial, penal, etcétera) que rigen en todo el

territorio nacional, cada provincia y la Ciudad Au-

tónoma de Buenos Aires cuentan con su propio

sistema procesal. En cuanto al fuero penal en par-

59 http://www.iccsi.com.ar/agencia-federal-de-inteligencia-im-pugnacion-a-arribas-y-majdalani-por-falta-de-idoneidad/

60 En 2006, el Congreso Nacional sancionó la ley 26.134, que deja sin efecto el carácter secreto o reservado de toda ley y ordena la publicación de las leyes secretas o reservadas. La única excepción al principio de publicidad recayó sobre los créditos de carácter reservado o secreto destinados a actividades de inteligencia, cuyas rendiciones de gastos son controladas por la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Organismos y Actividades de Inteligencia (artículo 5°, ley 26.134).

61 DP 378/16. Para los años 2014 y 2015, el presupuesto fue de poco más de diez millones de pesos (cfr. DP 188/14 y DP 1547/15). Al cambio promedio de agosto de 2017, 14 millo-nes de pesos equivalen a unos 800.000 dólares.

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

ticular, la organización de la justicia es engorrosa.

Existe una jurisdicción federal, cuya competencia se

define principalmente por el territorio, pero también

por las materias que comprende (delitos considera-

dos complejos, como los vinculados con la narcocri-

minalidad, la trata de personas, los delitos de lesa

humanidad, el secuestro extorsivo, etcétera, o afec-

tadores del poder estatal central, como los delitos

cometidos contra el fisco nacional en particular o

la administración pública nacional en general, et-

cétera) o los sujetos involucrados (por ejemplo, re-

presentantes de potencias extranjeras, causas entre

habitantes de provincias diferentes, o en las que sea

parte la nación). La competencia federal se conside-

ra excepcional, por cuanto son las provincias (y la

CABA) las que administran ordinariamente los con-

flictos penales.

La coexistencia en el país de distintos regímenes pro-

cesales genera discordancias y atemporalidades que

repercuten en el servicio de justicia y en el respeto

de los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Así, mientras hay provincias en las cuales el juicio

por jurados es cada vez más habitual, en otras con-

tinúa existiendo la figura del juez de instrucción, un

órgano en el que conviven, esquizofrénicamente, el

investigador y el decisor de la situación penal de los

imputados. Poco a poco, el sistema acusatorio (que

propone una igualdad procesal entre las partes y la

separación personal y funcional entre investigación

y juicio, entre sus características principales) comien-

za a prevalecer, en un proceso reformatorio que co-

menzó hace más de dos décadas en la Provincia de

Buenos Aires y aún hoy continúa.

Pero además de los tribunales penales, federales y

ordinarios, existen en las provincias regímenes con-

travencionales y de faltas, que se ocupan de conduc-

tas consideradas de menor cuantía y de afectación

local. Por eso, tienen una regulación provincial y

hasta municipal. En ellas se comprenden cuestiones

como la infracción a normas municipales, a ciertas

reglas de tránsito, al ejercicio irregular del comercio

y a cuestiones convivenciales en general, que no

tienen entidad suficiente para considerarse delitos,

aunque es común que se superpongan descripcio-

nes de acciones y se susciten controversias sobre el

órgano que debe decidir sobre las problemáticas que

las involucran.

Este sistema múltiple también multiplica problemas.

Por ejemplo, con respecto a la llegada a cada uno

de los canales para el tratamiento de los conflictos.

Ellos pueden ingresar por distintas dependencias, del

sistema judicial o de otros. Y convierte al acceso a la

justicia en un problema de difícil resolución desde

su inicio.

Es habitual que los órganos dedicados a la resolu-

ción de los conflictos, tanto judiciales como admi-

nistrativos, se encuentren saturados. El estado, en

consecuencia, no tiene capacidad para dar respuesta

oportuna a los ciudadanos, que finalmente resuel-

ven sus conflictos de manera autónoma, muchas

veces catastrófica.

En Argentina, en los distintos niveles del estado (na-

cional, subnacional, hasta municipal) se emplean

métodos de resolución de conflictos, como instan-

cia prejudicial obligatoria o voluntaria. Se rige por

una red compleja de normativas, algunas aplicadas

y otras no. En el ámbito federal, aunque con inser-

ción territorial, se destacan los Centros de Acceso a

la Justicia (CAJ) del Ministerio de Justicia y Derechos

Humanos de la Nación. Son dispositivos de alcance

federal, “preventivos y tempranos”, que tienen el

objeto de brindar respuestas a problemas sociolega-

les de la comunidad. Atienden consultas, concien-

tizan a la población beneficiaria y efectúan media-

ciones comunitarias sobre asuntos relacionados con

sus derechos. En cada CAJ trabaja un equipo multi-

disciplinario con profesionales del derecho, la psico-

logía y el trabajo social, con capacitación específica.

Los CAJ se distribuyen en todas las provincias. Por

ejemplo, existen veintisiete en la provincia de Bue-

nos Aires, quince en la CABA, y dos en algunas de

las principales jurisdicciones, como Córdoba y San-

ta Fe62. En el último año y medio, algunos de estos

62 http://www.jus.gob.ar/accesoalajusticia/caj/centros.aspx#

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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centros cerraron sus puertas, provocando reclamos

por parte de los vecinos63.

También es importante mencionar al Programa de

acceso comunitario a la justicia de la Procuración Ge-

neral de la Nación, cuyo objetivo es facilitar el acceso

a la justicia de las personas en condición de vulnera-

bilidad y su participación en el sistema de adminis-

tración judicial. Si bien existen algunas experiencias

piloto en ciudades del interior del país, las principales

Agencias se encuentran en la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires, específicamente en Villa 21/24 (Barra-

cas), Villa 31 (Retiro), Villa 1-11-14 (Flores), barrio

Mitre (Saavedra) y Villa 20 (Lugano). Actualmente, el

Programa se encuentra atravesando un proceso de

reestructuración.

Por su parte, la Corte Suprema de Justicia de la Na-

ción creó en septiembre de 2007 la Comisión Nacio-

nal de Acceso a la Justicia, a través de la acordada

37/07, como un modo de operativizar los objetivos

contenidos en el Plan de políticas de estado del poder

judicial64. Sus motivaciones prácticas se centraron en

la litigiosidad creciente de las últimas décadas, que

generó el congestionamiento de los tribunales, la

consiguiente demora en obtener pronunciamientos

judiciales, la ausencia de políticas comunes en ma-

teria de resolución de conflictos y la dificultad que

algunos sectores de la sociedad tenían en el acceso

a justicia, sobre todo aquellos de bajos recursos o re-

sidentes en zonas alejadas de los tribunales. En una

primera etapa de su desarrollo, la CNAJ elaboró un

Mapa judicial que contiene un relevamiento exhaus-

tivo (actualizado periódicamente y disponible a través

de la web) de los diversos métodos de acceso a justi-

cia existentes en todas las jurisdicciones del país y los

resultados obtenidos en su aplicación. En una segun-

da etapa, se realizó la difusión de todas las prácticas,

con sus características y resultados. Finalmente, se

63 Entre otros, fueron cerrados en la provincia de Buenos Aires, el CAJ de Avellaneda y en Santa Fe, el de Villa Moreno.

64 http://www.cnaj.gob.ar/cnaj/

avanzó en el diseño e implementación de las expe-

riencias más exitosas65.

Cárceles para inseguridad y castigo de los “reos”

La población carcelaria en la Argentina experimenta

un crecimiento cada vez más marcado, que no pare-

ce detenerse. Aumentó casi un 190% en los últimos

veinte años: de 25.163 en 1996 a 72.693 a finales

de 201566, tendencia que sigue en alza hasta el pri-

mer trimestre de 201767. En el país hay doscientas

ochenta y cinco unidades de detención, entre las fe-

derales (treinta y tres) y provinciales (la provincia de

Buenos Aires se destaca con cincuenta y cuatro). Los

presos son, en su mayoría, provenientes de los sec-

tores menos preparados para defenderse del sistema

penal: hombres jóvenes (62% menores de 34 años,

85% menores de 44), con bajo nivel de instrucción

y residentes en ámbitos urbanos pobres. Más de la

mitad espera su condena en prisión68. Los delitos

más habituales por los cuales se encuentran deteni-

dos son robos y sus tentativas, homicidios dolosos,

hechos vinculados con la narcocriminalidad y viola-

ciones. Esto no es proporcional a la distribución de

la estadística general sobre delitos registrados, sino

que responde a las características de funcionamiento

del sistema penal del país.

La tasa de encarcelamiento por cada 100.000 ha-

bitantes fue, para 2015, cercana a 170 (el décimo

quinto lugar mundial)69. Si se consideran, además,

65 Los servicios diversos que ofrecen todas las jurisdicciones del país pueden consultarse en http://www.cnaj.gob.ar/cnaj/docs/cuadro.jsp

66 Informes del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecu-ción de la Pena (SNEEP) 2015 y de la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN) 2016.

67 Informe de la PPN, primer trimestre de 2017.

68 Ibídem.

69 International Centre for Prison Studies (King’s College, Uni-versidad de Londres, http://www.prisonstudies.org/info/worldbrief/), sobre datos oficiales más recientes disponibles en cada país.

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

los detenidos en comisarías, la tasa roza los 180. La

detención en comisarías –lugares aun menos aptos

que las unidades carcelarias para el alojamiento de

personas privadas de su libertad– es otro problema

que se ha reeditado en los últimos años. Si las con-

diciones de detención en las cárceles supuestamente

preparadas para ello son inaceptables desde un es-

tándar mínimo de dignidad, en las comisarías esto se

agrava por las limitaciones edilicias y su variablidad,

y las mayores dificultades para el control descentrali-

zado de las condiciones de alojamiento70.

Como nota destacada que conecta el fenómeno de

la inflación carcelaria con las políticas de seguridad

ciudadana en general y penitenciarias en particular,

alrededor del 90% de las personas encarceladas en

la provincia de Buenos Aires ingresó al sistema a par-

70 Un ejemplo nefasto de este agravamiento es el dado por el incendio que, en marzo de 2017, tuvo lugar en la Comi-saría 1ª de Pergamino, provincia de Buenos Aires. El origen del fuego no terminó de aclararse, pero las consecuencias sí fueron ciertas: siete muertos, que podrían haber sido más de veinte, ya que se comprobó una situación de hacinamiento marcado en el lugar. Además, todos los fallecidos eran pro-cesados que esperaban la definición de su situación procesal privados de su libertad. Solo en la provincia de Buenos Aires se conocieron cuatro casos más de incendios en comisarías (en seccionales de La Plata, Hudson, Quilmes y Lomas del Mirador), con el saldo luctuoso de catorce muertos en to-tal (ver, por todos, los trabajos del periodista especializado Horacio Cecchi, en particular https://www.pagina12.com.ar/23509-las-siete-muertes-del-hacinamiento). También se produjeron incendios, fundamentalmente motivados por la violencia habitual en los lugares de detención y una de sus formas particulares, el hacinamiento, en unidades peniten-ciarias. El más atroz fue el que tuvo lugar en 2005 en el penal de Magdalena, en el que treinta y tres personas de las cin-cuenta y ocho alojadas en el pabellón copado por el fuego murieron por asfixia o quemaduras. Se trataba, en su mayo-ría, de jóvenes menores de 26 años, encarcelados por delitos de poca monta, con conducta ejemplar durante su vida en la prisión. Solo dos estaban condenados. Familiares de los fallecidos y organismos de derechos humanos denunciaron que los miembros del servicio penitenciario encargados de la custodia omitieron deliberadamente asistir a los detenidos, impidieron su evacuación y trabaron la salida de emergencia. Además, las bombas de agua carecían de conexión eléctrica y los extinguidores no funcionaban en su mayoría. El juicio oral a diecisiete agentes penitenciarios comenzó a mediados de agosto de 2017 (ver, por todos, “Masacre de Magdale-na: 12 años después del fuego”, http://www.andaragencia.org/12-anos-despues-del-fuego-17-penitenciarios-seran-enjuiciados-por-la-masacre-de-magdalena/).

tir de intervenciones policiales y no de investigacio-

nes judiciales71. Ese es un fuerte indicio de que con-

tinúa siendo un lugar común la delegación de tareas

de investigación en la policía por parte de fiscales y

jueces, sin una conducción clara y con cierta toleran-

cia de la debilidad probatoria de las imputaciones.

Por otra parte, entre 2006 y 2015 los delitos denun-

ciados aumentaron 28%72, pero la población peni-

tenciaria más de 35%. Además, la sobrepoblación

subió casi nueve puntos porcentuales en promedio

(en 2015 alcanzaba a un 6,3%, mientras que en

2006 era negativa en un 2,3%)73. Existen casos pun-

tuales en los que la sobrepoblación es inexplicable,

como unidades de las provincias de San Luis (supe-

rior al 75%), Neuquén o La Rioja (100%), La Pampa

y Chubut (150%) o Chaco (260%)74.

Los casos de tortura y de muertes ocurridas en de-

tención también son un dato a tener en cuenta. En

2015 tuvieron lugar doscientos sesenta y siete falle-

cimientos, ciento treinta de ellos en establecimientos

de la provincia de Buenos Aires. En 2014 habían sido

doscientos veintiséis y no se cuenta con datos oficia-

les completos para años anteriores75.

71 Según datos del Registro Único de Detenidos (RUD) de la Pro-curación General de Justicia de la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires.

72 Informes del Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC).

73 SNEEP, 2015.

74 A esto debe sumarse que los criterios para establecer el cupo de cada unidad carcelaria son muy poco claros, y que se presentan no pocos casos de ampliación nominal de la capacidad de los establecimientos, como la utilización de lugares de esparcimiento como dormitorios o la colocación de camas dobles en habitaciones colectivas o aun en celdas individuales. Ver Informe de la PPN, citado.

75 En el ámbito del Servicio Penitenciario Federal, se aprecian oscilaciones notorias en la cantidad de presos fallecidos tan-to año a año como en el análisis intertrimestral. Entre el 1 de enero de 2009 y el 31 de junio de 2017, tuvieron lugar tres-cientas sesenta y tres muertes en ese ámbito. Desde 2011, se aprecia una incidencia mayor de las muertes violentas por sobre las no violentas. Ver Informe estadístico sobre muertes en prisión, PPN, junio 2017.

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

22

En síntesis, en la Argentina se evidencia una inflación

penitenciaria que conduce a la superpoblación y el

hacinamiento, el agravamiento de las condiciones de

detención y un sesgo sociodemográfico muy marca-

do en cuanto a la población privada de su libertad. A

pesar de estas características, la política penitenciaria

es casi inexistente. Y las pocas modificaciones que

se realizaron en los últimos tiempos tienden a agra-

var la situación. Para muestra, sobra el caso de la

reciente ley 27.375, que en julio de 2017 modificó el

sistema de ejecución de penas privativas de libertad.

La ley elimina la progresividad de la ejecución penal

para la mayoría de los condenados, impidiendo así la

reinserción social. Se canceló la posibilidad de acce-

der a salidas transitorias, a un régimen de semiliber-

tad, a la libertad condicional y asistida a un enorme

porcentaje de la población penitenciaria. Eso atenta

contra la reincorporación progresiva del condena-

do a la sociedad. Además, otorga más facultades a

los servicios penitenciarios, en lugar de promover la

mejora técnica de los juzgados de ejecución penal,

lo que transforma a un sistema opaco en uno com-

pletamente oscuro. Con esto, la situación de sobre-

población se agrava, con todas sus consecuencias a

cuestas.

Es predecible el surgimiento de conflictos de he-

cho dentro de las unidades penales y el aumento

de planteos ante organismos internacionales, que

podrían aparejar responsabilidad del estado ante el

agravamiento inusitado de las condiciones de pri-

vación de libertad. A esta realidad debe sumarse la

inminente habilitación para construir nuevas cárceles

a partir del sistema de participación público-privada,

con gestión particular y supervisión –en algún gra-

do– estatal76.

Miedo al delito

En términos más generales, no suele repararse en que

la política de seguridad es sofisticada. Tanto como la

76 En el marco de la ley 27.328, promulgada en noviembre de 2016.

económica. En ambas existen variables entremezcla-

das, culturalmente arraigadas, que incluso pueden

ser comunes. Un control completo es imposible,

principalmente porque existen límites (legales y fácti-

cos) a las acciones del estado. Además, la dimensión

subjetiva del problema condiciona la implementa-

ción de las políticas y puede distorsionar sus efectos

(Binder, 2010). La complejidad interna condice con

la externa. El contexto objetivo (desigualdad, inequi-

dad, deseos insatisfechos frente al favorecimiento

del consumo ostentoso) sienta las condiciones para

un ambiente violento. El subjetivo (debilitamiento

de aspiraciones y vínculos tradicionales, mutaciones

culturales veloces) provoca un desconcierto general

en muchos sectores de la sociedad, que incide en la

sensación de inseguridad o el temor al crimen.

Es que junto a la violencia y el delito en términos

subjetivos, coexiste ese factor subjetivo ineludible: el

temor a ser víctima de ellos, que también es parte

del objeto de la seguridad ciudadana (PNUD, 2015;

BID, 2014; CAF, 2014). De esa clase de resquemor

son víctima tanto los afectados de manera directa

(por ser sujetos pasivos de delitos o violencias) como

quienes toman contacto con esos sucesos de un

modo oblicuo, a través de los medios de comunica-

ción y aun por comentarios de familiares o vecinos.

Los factores principales que deben ser tenidos en

cuenta con relación a la dimensión subjetiva de la

seguridad son tres. El primero es que, aun cuando

sí hay un vínculo entre la suba de delitos y el mie-

do a ser víctima de ellos, esta relación no es direc-

ta: distintos condicionantes tienen la potencialidad

de influir, de modos diversos, en esas variables. Así,

tendrá más relevancia el impacto mediático de los

delitos y su divulgación (aun su microdifusión) que

la cantidad o, incluso, la calidad o gravedad de ellos.

Por ejemplo, pocos delitos infrecuentes o extraordi-

nariamente violentos pueden conllevar a mayores

índices de miedo, a modificación de conductas o

modos de vida, a migraciones internas o a medidas

de autoprotección (efectivas o no) que una elevación

real de los índices delictuales (CAF, 2014; Graham y

Chaparro, 2011).

Page 23: Actores y dinámicas de la inseguridad en la República

23

Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

El segundo factor a considerar, estrechamente ata-

do al primero, es que, aun cuando es bastante claro

que la dinámica del aspecto subjetivo de la seguri-

dad tiene sus propias reglas, es infrecuente que se

desarrollen políticas específicas para ocuparse de él.

En general, se asume que las (numerosas o nume-

radas, efectistas o efectivas) políticas de seguridad

empleadas para ocuparse de los delitos y las violen-

cias repercutirán en el temor al crimen. Y eso, como

se indicó, no es necesariamente así. Por lo tanto,

se requieren políticas específicas, diferenciadas,

para disminuir la sensación de inseguridad, evitar

los cambios en los planes de vida, las costumbres

convivenciales y la vida en sociedad que se motivan

en esta causa.

El tercero –que, tal vez, explique al anterior–, es que

se conoce bastante poco sobre la percepción del fe-

nómeno de la seguridad por parte del ciudadano

de a pie. No solo porque los datos sobre registros

administrativos tienen –cuando la tienen– una di-

vulgación limitada, sesgada y, por lo común, es-

pectacular, sino también porque no existe tradición

política de medir esta parte de la problemática. Fue

recién en 2017 cuando el Ministerio de Seguridad

de la Nación llevó a cabo, junto al Indec y con apo-

yo de Unodc y el BID, la primera encuesta nacional

de victimización y percepción de la inseguridad. Los

resultados de esta investigación serán publicados

cerca de fin de año. Los únicos datos preliminares

que se han dado a conocer fueron la “Tasa de no

denuncia para el total de los delitos”, de 67,7% en

2016, y la “Tasa de prevalencia delictiva para el total

de los delitos (en porcentaje del total de hogares)”,

de 27,5%.

Con anterioridad se hicieron encuestas con distintos

grados de profundidad y desagregación. A partir

de 1996, la Dirección Nacional de Política Criminal

(del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de

la Nación) realizó estudios en algunos de los gran-

des centros urbanos del país. El último, a nivel país

(Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Gran Buenos

Aires y principales aglomerados del interior del país:

ciudad de Rosario, Córdoba y Gran Mendoza), fue

en 201077. En ese momento, un poco más de un

tercio de la población declaró haber sido víctima de

un delito, principalmente delitos contra la propiedad

no violentos y fuera de su vivienda. Entre los delitos

con violencia, el principal fue el robo. La tasa de de-

nuncia también era baja, similar a la de 2016, funda-

mentalmente por escasa confianza en las fuerzas de

seguridad, percibidas además como las principales

responsables de la inseguridad. Es significativo que

la sensación de seguridad –esto es, aquellos entrevis-

tados que declararon no sentirse seguros al caminar

solos, por la noche, en sus barrios– prácticamente

duplicó a la tasa de victimización, un dato que re-

fuerza la hipótesis comentada antes sobre las diná-

micas diferentes de la condición real de víctima y el

miedo a convertirse en una.

Por otra parte, organismos internacionales validan la

afirmación de que la inseguridad se ha transformado

en la principal preocupación de los argentinos, por

encima de las tradicionales, como la economía en

general y el empleo en particular. Más de un tercio

de los encuestados por LAPOP en 2014 consideraron

que la (in)seguridad era el problema más importante

de la Argentina, con uno de los más altos niveles

de preocupación de América Latina78. Las estadísti-

cas sobre la incidencia y las tendencias del delito dan

indicios de los motivos de esta preocupación: para

esta fuente, algo menos de un tercio de los argenti-

nos fue víctima de un delito en ese año. Se trató de

la tercera tasa más alta de toda la región, luego de

Perú y Ecuador, y estuvo por encima del promedio de

América Latina79.

77 Disponible en http://www.jus.gob.ar/media/3128414/vic-ti2010Argentina.pdf.

78 Latin American Public Opinion Project (LAPOP), 2014. Dispo-nible en http://www.vanderbilt.edu/lapop

79 Ibídem.

Page 24: Actores y dinámicas de la inseguridad en la República

María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

24

Lo que indican los datos (disponibles)

Indicadores básicos

Del último censo realizado en el país en 2010 sur-

ge que, como se indicó en el capítulo anterior, 91%

de la población reside en áreas urbanas. Esto es, en

áreas con 2.000 habitantes o más. Este incremen-

to poblacional vino de la mano de una disminución

de la población rural que residía en campo abierto

(población rural dispersa). Por su parte, porcentual-

mente la población rural que habita en localidades

menores a los 2.000 habitantes se mantuvo bastante

estable (tabla 3).

En cuanto a la migración interna, Tierra del Fuego,

Santa Cruz y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

son las únicas jurisdicciones que superan el 30% de

población nacida en otra provincia. Por otro lado, el

porcentaje de población extranjera residente en el

país es de 4,5%80, levemente mayor a la registrada

en 2001: 4,2%, porcentaje más bajo conforme a lo

registrado a partir de 1869. La mayoría de estas per-

sonas proviene de países limítrofes, especialmente

Paraguay, Bolivia y Chile. El mayor receptor es la Ciu-

dad Autónoma de Buenos Aires (13,2%). Por cerca-

nía geográfica y aspectos económicos, se observan

ciertas distribuciones generales en la región patagó-

nica y el nuevo Cuyo, principalmente con población

proveniente de Chile; el Noroeste, de Bolivia; y el No-

reste, de Paraguay. Aún así, la cantidad de inmigran-

tes es insignificante mirada a la luz de ciertas críticas

y resquemores por parte de sectores de la sociedad.

80 Ibídem.

La esperanza de vida nacional supera los 75 años. La

tasa de desocupación abierta en los principales aglo-

merados urbanos es de 9,2, la de empleo de 41,3, y

la de subocupación de 9,9 (Indec, 2017b). El porcen-

taje de alfabetismo es de 98,1 y la tasa de mortali-

dad infantil registra un descenso continuo, habiendo

sido en 2014 de 10,6 por 1.000 (Ministerio de Salud,

2016). Estos indicadores nacionales normalizan dife-

rencias significativas no solo entre regiones y provin-

cias, sino principalmente entre distintos sectores de

una misma ciudad. Tan solo en la Ciudad Autónoma

de Buenos Aires, el censo de 2010 dio cuenta de

un crecimiento de más de 50% de la población que

reside en villas, asentamientos o núcleos habitacio-

nales transitorios durante los últimos diez años: de

veintiún asentamientos y villas pasaron a cuarenta

y dos, alojando 170.054 personas en 36.003 vivien-

das:

Comparado con el resto de la Ciudad, el porcentaje

de jefes desocupados en asentamientos precarios

es más del doble; la proporción de jefes con secun-

dario incompleto se multiplica por 2,6; el peso de

los hogares con NBI es más de 5,4 veces mayor y el

de los hogares sin computadora casi 3 veces más

(DGEyC, 2015).

Como se señaló en el capítulo anterior, el desempleo

y la precariedad laboral son problemas tan instala-

dos en la Argentina como la pobreza y la indigencia.

La migración hacia los grandes centros urbanos dio

lugar a nuevas formas y expresión de estas últimas,

acompañando un proceso creciente de segregación

y de marginalidad. Las principales víctimas de situa-

ciones de violencia se encuentran en estas poblacio-

Tabla 3. Argentina: población por áreas

1991 2001 2010

Población urbana 87% 89% 91%

Población rural agrupada 3% 3% 3%

Población rural dispersa 9% 7% 6%

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

nes marginadas que, a falta de una respuesta estatal

integral, naturalizan su estigmatización.

Seguridad objetiva: datos insuficientes ante la complejidad de la violencia urbana

En la Argentina, el aspecto objetivo de la seguridad,

como en la mayor parte de los países de la región,

se conoce de una manera limitada, al menos en

tres sentidos. Primero, en la cantidad de los datos

disponibles. Segundo, en su calidad. Tercero, en su

accesibilidad. La mayor parte de los registros con los

que se cuenta son los administrativos tradicionales:

policiales y, en menor medida, judiciales y de salud.

La fuente principal de información oficial nacional

es el informe anual del Sistema Nacional de Infor-

mación Criminal (SNIC). Si bien se encuentra en

un proceso de rediseño y reformulación81, y volvió

a publicarse en 2015 después de ocho años (con

datos desde 2014), lo cierto es que la información

que ofrece no está lo suficientemente desagregada

como para dar fundamento a políticas de seguridad

precisas y oportunas. Para privilegiar el objetivo de la

uniformidad, ya que recoge información de las vein-

titrés provincias argentinas y la Ciudad Autónoma

de Buenos Aires, las categorías con las que se mide

la realidad delictual son extremadamente amplias, su

máximo nivel de desagregado era el provincial (aun-

que desde 2016 llega a nivel departamental) y con

un fuerte sesgo jurídico-penal.

En efecto, el sistema cuenta con treinta y una cate-

gorías, que se detallan en la tabla 4.

Como se aprecia, aun luego de una lectura superfi-

cial, la tipología adoptada –que sigue en gran parte

a los títulos que organizan, de un modo peculiar, el

Código penal– mezcla clases de conductas de distin-

ta relevancia estadística y social, agregadas en cúmu-

los desde poco específicos hasta inexplicables, con el

81 Ver debajo, “Paliativos y propuestas”.

Tabla 4. Categorías para medir la realidad delictual

1 Homicidios dolosos.

2 Homicidios dolosos en grado de tentativa.

3 Muertes en accidentes viales.

4 Homicidios culposos por otros hechos.

5 Lesiones dolosas.

6 Lesiones culposas en siniestros viales.

7 Lesiones culposas por otros hechos.

8 Otros delitos contra las personas.

9 Delitos contra el honor.

10 Violaciones.

11 Otros delitos contra la integridad sexual.

12 Delitos contra el estado civil.

13 Amenazas.

14 Otros delitos contra la libertad.

15Robos (excluye los agravados por el resultado de le-siones y/o muertes).

16 Tentativas de robo (ídem anterior).

17Robos agravados por el resultado de lesiones y/o muertes.

18Tentativas de robo agravado por el resultado de lesio-nes y/o muertes.

19 Hurtos.

20 Tentativas de hurto.

21 Otros delitos contra la propiedad.

22 Delitos contra la seguridad pública.

23 Delitos contra el orden público.

24 Delitos contra la seguridad de la nación.

25Delitos contra los poderes públicos y el orden cons-titucional.

26 Delitos contra la administración pública.

27 Delitos contra la fe pública.

28 Ley 23.737 (estupefacientes).

29 Otros delitos previstos en leyes especiales.

30 Figuras contravencionales.

31 Suicidios (consumados).

resultado de una utilidad práctica muy relativa. Las

categorías del sistema que son consideradas princi-

pales –una vez más, con criterios no explicitados y,

en ciertos casos, poco adivinables– son las de homi-

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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cidios dolosos, lesiones dolosas, violaciones, amena-

zas, robo y muertes en accidentes viales82.

Ateniéndonos a los totales delictuales, es indiscutible

el aumento de la violencia y del delito en el país,

especialmente a partir de comienzos de la década

del 90 (Saín, 2008b) y reflejado, especialmente, en

los delitos contra la propiedad. En cuanto a los ho-

micidios dolosos, indicador comúnmente empleado

para analizar y comparar los niveles de violencia, la

República Argentina no ocupa ni ha ocupado históri-

camente un lugar relevante en la región: luego de un

pico en 2002 con 9,32 homicidios cada 100.000 ha-

bitantes, se registró un descenso gradual. En 2015,

la tasa fue de 6,6 cada 100.000 habitantes, con

una alta concentración (73,15%) en las provincias

de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en especial en

algunos de sus territorios con mayor vulnerabilidad

socioeconómica (tabla 5).

Dos aspectos centrales que quedan ocultos por las

tasas nacionales y provinciales son la zona de con-

centración de los hechos y la dinámica de escalada

de violencia que deriva en los sucesos que ellas

engloban. En esta crítica radica uno de los ejes cen-

trales del problema de pensar a la seguridad solo

desde categorías propias del sistema penal. Si las

relaciones de conflicto se definen por la incompa-

tibilidad de los objetivos que persiguen los involu-

crados en ellas, deberíamos ser capaces de estudiar

sus características sin un sesgo jurídico. Una o varias

causas por desobediencia a la autoridad por incum-

plimiento de una prohibición de acercamiento, una

causa por lesiones y un femicidio, por ejemplo, bien

podrían representar diferentes instancias de un mis-

mo conflicto.

82 Existe un anexo al SNIC, el Sistema de Alerta Temprana (SAT), que recoge información más desagregada para algunos delitos específicos, aunque de peor calidad y con mayores dificultades de control y validación. Este sistema comple-mentario no escapa al paradigma jurídico-penal en sus cate-gorizaciones, aunque también se encuentra en una etapa de reformulación. Ver debajo, “Paliativos y propuestas”.

Con relación a la distribución desigual y heterogénea

de los delitos y la violencia, estudios focalizados la

corroboran. Un informe realizado por la CSJN para el

año 2015 señala que la tasa de homicidios (víctimas)

en los barrios de emergencia y asentamientos de la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires asciende a 49,45

cada 100.000 habitantes, lo cual representa 46,85%

de la totalidad de los homicidios dolosos cometidos

en la ciudad (Codino, 2016). Teniendo en cuenta

que la tasa calculada en ese mismo estudio para la

ciudad era de 6,05 por 100.000 habitantes, la dife-

rencia es más que notoria. Situaciones semejantes se

evidencian en el conurbano bonaerense y en otras

áreas metropolitanas o de urbes en expansión, como

las de Córdoba, Mendoza, Rosario, Comodoro Riva-

davia, Neuquén y Mar del Plata.

Respecto a la dinámica de escalada de violencia, tanto

el informe nacional (Ministerio de Seguridad, 2016b)

como otros estudios83, corroboran que el principal

motivo que da lugar a los homicidios dolosos son

las discusiones, “ajustes de cuentas” o venganzas. A

este le siguen los homicidios en ocasión de robo y la

violencia intrafamiliar (la alta incidencia de las armas

de fuego en la gestión violenta de los delitos será

tratada más adelante). Sin embargo, estas categorías

no nos permiten conocer el objeto de las discusiones

ni las causas de los “ajustes de cuentas”, así como

tampoco si hubo alguna intervención estatal previa,

en especial en los casos de violencia intrafamiliar. Es-

tos datos posibilitarían pensar políticas públicas que

trabajen sobre las problemáticas de fondo.

La información limitada a nivel nacional, proveniente

principalmente de fuentes policiales, sí nos permite

observar un crecimiento gradual y sostenido, desde

2001 a 201584, del uso de la violencia verbal por me-

dio de amenazas y del empleo deliberado de fuerza

física en el marco de un conflicto (lesiones dolosas)

(gráfico 1).

83 Entre ellos, Codino, 2016.

84 Tal como se mencionó, no se cuenta con información para los años 2009 a 2013 por falta de publicidad de los informes del SNIC.

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27

Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

Tabla 5. Tasa de homicidios

Población Tasa Cantidad Porcentaje

Buenos Aires 16’659.931 7,4 1.240 43,7

Santa Fe 3’397.532 12,2 413 14,6

CABA 3’054.267 5,4 165 5,8

Mendoza 1’885.551 7,5 141 5,0

Córdoba 3’567.654 3,8 136 4,8

Tucumán 1’592.878 5,4 86 3,0

Salta 1’333.365 6,4 85 3,0

Chaco 1’143.201 5,5 63 2,2

Entre Ríos 1’321.415 4,8 63 2,2

Misiones 1’189.446 4,8 57 2,0

Formosa 579.250 9,5 55 1,9

Río Negro 698.874 7,4 52 1,8

Neuquén 619.745 6,9 43 1,5

Chubut 566.922 6,7 38 1,3

Jujuy 727.780 5,2 38 1,3

Santiago del Estero 928.097 3,8 35 1,2

Corrientes 1’070.283 3,2 34 1,2

San Luis 476.351 5,7 27 1,0

San Juan 738.959 3,1 23 0,8

Santa Cruz 320.469 5,0 16 0,6

La Pampa 343.056 2,9 10 0,4

La Rioja 367.728 1,9 7 0,2

Catamarca 396.895 1,8 7 0,2

Tierra del Fuego 152.317 2,0 3 0,1

Gráfico 1. Tasa de lesiones dolosas y de amenazas por 100.000 habitantes, 2001-2015

2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015

276,4

281,7286,4

315,7 314,7 323,1288,7

325,4

322,6333,9 346,9 372,1 368,2 367,7 348,6 365,4

447,5 449,7

418,6420,4

“Lesiones dolosas” Amenazas

0 0 0 0 0

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En cuanto a los robos, otro de los delitos que preo-

cupan a la ciudadanía y que ocupan un mayor tra-

tamiento mediático, en 2015 Argentina tuvo la tasa

más alta de la región, tres veces mayor que el prome-

dio de América Latina85. En 2016 se produjo una baja

en la tasa y no se cuenta aún con datos comparati-

vos. Aquí también vuelve a aparecer la necesidad de

contar con información sobre su distribución geográ-

fica barrial, bienes sobre los cuales recaen los desapo-

deramientos, medios con los que se cometen y otros

aspectos que favorecerían un análisis sectorizado.

Por otra parte, existe un desarrollo notorio de formas

nuevas de conflictividad penal y violenta relaciona-

das con el crimen organizado. Están comprendidos

en ellas tanto delitos de mercados ilegales como

modos más sofisticados de preparación, comisión y

ocultamiento de los delitos y de sus efectos. Estas

problemáticas se alojan en una zona de penumbra,

en la que conviven sistemas legales y clandestinos,

lo cual complica su tratamiento y comprensión86. Se

encuentran en pleno desarrollo mercados que pue-

den catalogarse como “criminales”, por el origen de

los productos que se intercambian (autopartes pro-

venientes de vehículos robados, por ejemplo), por

las cualidades de esos bienes o “servicios” (drogas

ilícitas, por caso), o por el modo de intercambio pre-

valeciente (desvío de precursores químicos, tráfico

de armas, etcétera)87.

La trata de personas mereció en su oportunidad una

atención especial, que derivó en la sanción, en 2008,

de la ley 26.364 y en la posterior creación de la Pro-

curaduría de Trata y Explotación de Personas (Protex)

en el Ministerio Público Fiscal de la Nación. Entre

2009 y 2014 fueron dictadas ciento seis sentencias

85 Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), 2015; Argentina: Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC), 2016.

86 Ver, por todos, Fernández Steinko, 2008.

87 En realidad, estos aspectos suelen presentarse entrelazados (así, el comercio ilegal de armas suele nutrirse tanto de bienes lícitos que son desviados para ser comerciados ilegalmente como de otros que son sustraídos y, posteriormente, comer-cializados). Ver, por todos, Binder, 2009 y Concaro, 2012.

condenatorias por este delito, por las cuales fueron

penadas doscientas veinte personas por hechos que

tuvieron como víctimas a quinientos sesenta y cinco

hombres, mujeres y niños, principalmente mujeres

mayores de edad. Las jurisdicciones que concentra-

ron una mayor cantidad de sentencias condenatorias

fueron Mar del Plata, Paraná, Comodoro Rivadavia,

Rosario, La Plata, Córdoba y Salta (Protex, 2015). El

análisis por tipo de explotación permite observar una

distribución diferenciada: la trata con fines de explo-

tación sexual se concentraría mayoritariamente en

las jurisdicciones de Comodoro Rivadavia, Mar del

Plata, Córdoba, Paraná, Posadas, Salta y Bahía Blan-

ca88, mientras que la trata con fines de explotación

laboral, en la CABA, La Plata, San Martín y Salta.

Ahora bien, no debe soslayarse que esta visión del

fenómeno de la seguridad desde la perspectiva esta-

dística se traduce, en el mejor de los supuestos, en

el diseño de políticas basadas en información parcial

y de calidad cuestionable. En general, como estos

productos son demasiado inespecíficos, termina re-

curriéndose a otras fuentes. O a ninguna.

Violencia de género

El fenómeno de la violencia de género en la Argen-

tina ha pasado de ser una de las problemáticas de

violencia más ocultas a una de las más visibilizadas,

al menos en sus modalidades más crudas. Veremos

enseguida que esto podría repercutir favorablemen-

te en su abordaje, aunque no de manera necesaria,

ni inmediata.

En 2009 se sancionó la ley 26.485 de “Protección in-

tegral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia

contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen

sus relaciones interpersonales”. Esta ley (reglamen-

tada mediante el decreto 1011/10) recogió las dis-

posiciones de los dos instrumentos internacionales

principales sobre la materia. Por una parte, la Con-

88 Tomando en cuenta la suma de procesamientos y sentencias condenatorias.

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29

Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

vención para la eliminación de todas las formas de

discriminación contra la mujer (CEDAW, sigla en in-

glés), de 1979. Por la otra, la Convención interameri-

cana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia

contra la mujer (“Convención de Belem do Pará”),

de 1994. Además, la ley fue calificada como inte-

gral, ambiciosa e innovadora en materia de políticas

públicas, y superadora del paradigma de la violencia

doméstica para pasar al de la violencia contra la mu-

jer. El organismo rector creado por ley es el Consejo

Nacional de las Mujeres.

Otro avance legislativo importante se produjo en

2012. La ley 26.791 incorporó al Código penal, como

agravante del homicidio simple, la circunstancia de

que la muerte sea provocada por un hombre contra

una mujer si media violencia de género y cuando exis-

ta el propósito de causar sufrimiento a una persona

con la que se mantiene o ha mantenido una relación

de pareja, o exista un vínculo de consanguinidad, sea

ascendente o descendente (incisos 1, 4, 11 y 12 del

artículo 80 del Código penal). La pena que se prevé

es la máxima del ordenamiento penal.

La falta, hasta 2015, de estadísticas oficiales sobre

los femicidios (según la organización La Casa del En-

cuentro, en el país se comete un asesinato de odio

contra una mujer cada dieciocho horas)89, el impac-

to que tuvo en la sociedad una serie de femicidios

en manos de sus parejas90 y la falta de respuestas

estatales, motivaron que un grupo de escritoras, pe-

riodistas, activistas y artistas convocaran a una “ma-

ratón de lectura”, en marzo de 2016, en una plaza

de la Ciudad de Buenos Aires. Su objetivo era con-

cientizar sobre el problema y reclamar al gobierno

medidas concretas.

89 Sobre la base de estadísticas no oficiales. Ver https://www.lacasadelencuentro.org/femicidios.html

90 El 16 de marzo de 2015 se halló el cuerpo de Daiana García, que había desaparecido cinco días antes, en una bolsa de ba-sura. La joven de 19 años había sido asesinada por su expa-reja, quien se suicidó. Este caso, un eslabón de una cadena extensa y cada vez más difundida, produjo un gran impacto en los medios y motivó las primeras reacciones colectivas que se materializaron en la maratón de lectura y luego en las marchas que se refieren en el texto.

Pocos días después, un nuevo caso de femicidio

conmocionó al país. Chiara Díaz, de 14 años, fue

asesinada a golpes por su novio de 16 y enterrada

en el patio de la casa donde vivía el homicida con su

familia. En el momento de su muerte, la joven se en-

contraba embarazada de cuatro meses. Este hecho

fue el detonante para convocar a una movilización

frente al Congreso Nacional, en Buenos Aires, que

poco más tarde se extendió a las principales ciuda-

des de cada provincia. El 30 de junio de 2015, en

cientos de plazas de la Argentina se concentraron

agrupaciones, partidos políticos, movimientos y ciu-

dadanos bajo la consigna “Ni Una Menos”91. Estas

manifestaciones se repitieron en dos oportunidades

durante 2016 y una en 2017 (la más numerosa)92,

con consignas básicas similares y algunas accesorias.

El reclamo fundamental fue que el estado se hiciera

cargo de una política integral contra la violencia de

género, en particular contra los femicidios. No pasó

mucho tiempo para que el movimiento pasara a ser

internacional93.

El Registro de Femicidios que inauguró la Oficina de

la Mujer (OM) de la Corte Suprema de Justicia de la

Nación luego de la primera marcha del colectivo Ni

Una Menos, reveló un aumento de 8% de los casos

(judicializados) de femicidios en 2016 con respecto

al año anterior. Durante 2016, doscientas cincuenta

y cuatro mujeres perdieron la vida por esta causa. La

mayor parte (ciento veintitrés), tenía entre 21 y 40

años al momento de su muerte. El grueso de sus vic-

timarios (ciento cuarenta y nueve) compartían esta

franja etaria. En el 61% de los casos, el autor del

asesinato fue una pareja o expareja, y en un 14%

adicional se trató de familiares. Si bien el fenómeno

se distribuyó por todo el país, es destacable que el

mayor número de femicidios se cometió en la pro-

91 Solo en Buenos Aires se reunieron, en esta primera marcha, más de 300.000 personas (https://www.clarin.com/socie-dad/violencia-genero-femicidios_0_BJEJPdYDQx.html).

92 Ver, por todos, http://www.infobae.com/sociedad/2017/06/03/el-reclamo-por-ni-una-menos-vuelve-a-las-calles-en-un-marco-de-femicidios-en-aumento/

93 Ver, por todos, http://www.laizquierdadiario.com.uy/En-Uru-guay-Chile-y-Mexico-tambien-Ni-una-menos

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

30

vincia de Buenos Aires (noventa, con una tasa de

1,05 cada 100.000 habitantes). La siguieron Córdo-

ba (veintitrés y 1,25) y Mendoza (veintiuno y 2,16).

La provincia con mayor tasa de femicidios fue Jujuy:

sus diez víctimas representaron una tasa de 2,68

cada 100.000 habitantes (OM-CSJN, 2016).

El último informe del Ministerio de Seguridad sobre

homicidios (no específicamente femicidios) se refiere

a 2015. Allí, se registra que fueron asesinadas tres-

cientas setenta y siete mujeres. En ciento veinticinco

casos (el 33,2%), se determinó como motivo del ho-

micidio una situación de violencia de género (pero

en ciento setenta y tres casos, el 46% del total, el

motivo no pudo determinarse, por lo que la probabi-

lidad de un subregistro al respecto es muy alta). Para

el mismo periodo, la Oficina de la Mujer de la CSJN

había identificado doscientas treinta y cinco víctimas

de femicidio en el país (MinSeg, 2015b; OM-CSJN,

2015). La ONG La Casa del Encuentro, por su par-

te, basándose en datos de los principales medios de

prensa nacionales y provinciales, identificó doscien-

tas ochenta y seis víctimas.

En julio de 2016, el Poder Ejecutivo presentó el “Plan

nacional de acción para la prevención, asistencia y

erradicación de la violencia contra las mujeres”, do-

cumento elaborado por el Consejo Nacional de las

Mujeres (CNM, 2016). El documento se encuentra

organizado sobre tres ejes: una descripción del plan

a la luz del marco normativo nacional e internacio-

nal que regula la materia, un diagnóstico del cual

se desprende la justificación para la implementación

del plan y una planificación que contempla sesenta y

nueve medidas y ciento treinta y siete acciones, sis-

tematizadas en un marco lógico. Dos de los puntos

centrales del Plan son la creación de los hogares de

protección integral y la implementación de tobille-

ras electrónicas para el control de las medidas de

restricción de acercamiento de los agresores. La pri-

mera es fundamental y debería fortalecerse cuanto

antes, junto con medidas específicas para el empo-

deramiento económico de las mujeres vulneradas.

En cuanto a las tobilleras, como en toda aplicación

de una política de prevención, no debería confiarse

ciegamente en la tecnología, sino asegurarse que

los organismos encargados de su aprovechamiento

para los fines expuestos funcionen y coordinen de-

bidamente.

Narcocriminalidad

Se mencionó antes la declaración de emergencia en

seguridad por parte del poder ejecutivo nacional a

comienzos de 2016, prorrogada en 2017. El núcleo

de la fundamentación de esa resolución es, en pala-

bras del propio decreto 228/16 ya citado, “la proble-

mática del narcotráfico”. Antes y, en especial, con

posterioridad a esa medida (muy criticada por varios

aspectos, en especial los que tienen que ver con esta

cuestión), el gobierno nacional, pero también repre-

sentantes de fuerzas políticas opositoras, se valieron

de un lenguaje belicista (“la guerra contra las dro-

gas” y sus variantes), tan perimido como las medi-

das que promueve, condenadas aun por la ONU, sin

apoyo en evidencia clara. La presentación del narco-

tráfico como la suma de todos los males y la causa

principal de la seguridad en todas las escalas ha sido

y sigue siendo una herramienta fundamental en la

comunicación de las medidas adoptadas en materia

de seguridad ciudadana (ASD, 2016; Unodc, 2017).

Lo cierto es que la información (pública, al menos)

con respecto a la narcocriminalidad es escasa, de

mala calidad y poco accesible. En cuanto a consu-

mo de estupefacientes, entre 2010 y 2017 no hubo

estudios oficiales exhaustivos. En 2017 se publicó el

primer estudio oficial con representatividad para las

veintitrés provincias argentinas y la CABA94. Sus prin-

cipales conclusiones generales son las siguientes:

w Aumentó el consumo de drogas (principalmente,

tabaco, marihuana, cocaína, éxtasis) y alcohol en

la población de entre 12 y 17 años, y existe un

alto consumo de sustancias en su red social.

94 El Observatorio Argentino de Drogas, dependiente de la Se-dronar, encuestó a 20.658 personas de entre 12 y 65 años, que representan a 18’960.593 personas (Sedronar, 2017).

Page 31: Actores y dinámicas de la inseguridad en la República

31

Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

w El acceso a las drogas por parte de adolescentes

se percibe como sencillo.

w Niños y adolescentes expresaron curiosidad por

consumir drogas.

w Aumentó el consumo de alcohol de manera ries-

gosa para su salud, sobre todo en mujeres.

w Es elevada la prevalencia de consumo de mari-

huana entre la población en general.

w El 18% de los consumidores de marihuana en-

cuestados y el 33% de los de cocaína presenta-

ron indicadores de dependencia.

En síntesis, las sustancias que representan la mayor

prevalencia en el país son las legales: alcohol 70% y

tabaco 47,3%. Muy por detrás están la marihuana

(8,1%), los tranquilizantes usados sin prescripción

médica (3,1%) y la cocaína (2,6%). Con respecto al

consumo reciente, 56,3% de la población declaró

haber consumido alguna bebida alcohólica, 29,3%

manifestó haber fumado tabaco, 3,2% marihuana,

1,3% tranquilizantes sin prescripción médica, 0,8%

cocaína, 0,1% sustancias inhalantes, 0,05% éxtasis

y 0,02% pasta base/paco.

Frente a la situación descrita, la Secretaría de Polí-

ticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argenti-

na (Sedronar) tomó medidas que aún esperan una

evaluación de impacto. Entre ellas se destacan el

relanzamiento del Consejo Federal de Drogas, un

“espacio consultivo, de debate federal y de deci-

sión entre todos los representantes de las áreas de

adicciones del país”; la creación de un “Sistema de

alerta temprana”, para gestionar información sobre

drogas emergentes o nuevos patrones de consumo;

la ampliación de alternativas de tratamiento; la pre-

vención en el ámbito educativo, por medio de ma-

terial didáctico y metodológico, y una campaña de

prevención de abuso de alcohol. Por otra parte, se

diseñó un Plan nacional de reducción de la deman-

da de drogas 2016-2020, que declara priorizar un

abordaje integral e interdisciplinario para favorecer

el desarrollo sostenible de la sociedad, y adoptar una

perspectiva de derechos, desestigmatizante, con

enfoque de género e intercultural, participativa, ar-

ticuladora, con base en evidencia, calidad, transpa-

rencia institucional, proporcionalidad y especificidad

(Sedronar, 2016). Más allá de estas declaraciones de

intención, en la práctica estas iniciativas se encuen-

tran en estado incipiente, por lo que sus efectos se

conocerán, en caso de que sean medidos, en los

próximos años.

La contracara de la situación epidemiológica, esto

es, el abordaje securitario, parece alejarse de esos

principios. A la declaración de emergencia ya co-

mentada se suma, en lo principal, el plan “Argenti-

na sin narcotráfico”, que en agosto de 2016 lanzó

el propio presidente de la nación. En rigor, se trata

de un documento de diez páginas que contiene un

listado de objetivos y compromisos y recrea el len-

guaje belicista –además, exitista y épico– en su máxi-

ma expresión: “nos comprometemos no solo a dar

la pelea sino también a ganarla”; “Comprometerse

es avanzar en una política pública que no distingue

banderas políticas e incluye a todos para combatir

el narcotráfico…”, “Argentina sin narcotráfico es un

compromiso con cada persona, con cada familia y

con el futuro de nuestro país”.

Sobre la base de esos dos pilares, las políticas contra

la fabricación, distribución y comercialización de sus-

tancias prohibidas no son claras en sus fundamentos

u objetivos, más allá de las declaraciones públicas

bien generales de las autoridades del área. Y pare-

cen reproducir historias que mostraron eficacia esca-

sa y afectación de derechos fundamentales.

La ley madre que rige la narcocriminalidad es la

número 23.737, de 1989. Si bien fue reformada y

complementada por más de setenta disposiciones95,

su núcleo sigue siendo el mismo: la persecución y

represión de la tenencia, distribución y comercia-

lización de sustancias estupefacientes, sin mayor

95 La última, la ley 27.350 de uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados, que al momento de redacción de este trabajo aún no ha sido reglamentada por el Poder Ejecu-tivo Nacional (http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/270000-274999/273801/norma.htm).

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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distinción de gravedades o cantidades. En efecto,

y a pesar del último pronunciamiento de la Corte

Suprema de Justicia de la Nación, que tuvo lugar

en 2009 y determinó que el castigo por la tenencia

de marihuana para consumo personal es inconsti-

tucional96, las causas penales por esta razón siguen

multiplicándose97.

En efecto, si bien en la Argentina parte de las causas

menores por delitos vinculados con estupefacien-

tes corresponden a la justicia de las provincias98, la

competencia respecto de los delitos más importan-

tes sobre la temática recae en la justicia federal. El

último informe de la Procuraduría de Narcocrimina-

lidad (Procunar) da cuenta de que casi la mitad de

las causas iniciadas en el fuero federal de todo el

país tienen que ver con la temática de las drogas.

Y de esas causas, 50% son iniciadas por tenencia

de cantidades ínfimas de sustancias, generalmente

marihuana. En los últimos años, los expedientes por

estos motivos –que rara vez prosiguen su trámite y

en su enorme mayoría son, directamente, archiva-

das– revirtieron una tendencia bajista que venía sos-

teniéndose desde el fallo de la Corte mencionado.

A ello debe sumarse que las causas por comerciali-

zación descendieron en número y en calidad entre

2013 (49% del total) y 2015 (39%). La conclusión

del informe de la Procunar es contundente:

una parte importante de los recursos de las fuerzas

de seguridad terminan estando destinados a la cri-

minalización de las personas consumidoras de este

tipo de sustancias, manteniendo así la inercial selec-

tividad del sistema penal (…) Cuando se desglosa el

real significado de la actividad de todos los organis-

mos del Estado involucrados en la persecución pe-

nal, se pone de manifiesto que la respuesta visible a

96 Fallo “Arriola” (A. 891. XLIV).

97 Ver, e.g., Procunar, Informe estadístico sobre narcocriminali-dad 2016, disponible en http://www.mpf.gob.ar/procunar/files/2016/10/Informe-estad%C3%ADstico-sobre-Narcocri-minalidad-2016.pdf.

98 Es el caso de Buenos Aires, Córdoba, Salta, Formosa, Chaco, Entre Ríos, La Rioja y Tucumán (y, próximamente, Jujuy).

este problema no opera en verdad sobre sus causas,

sino en gran medida sobre sus consecuencias99.

Más allá de estos esfuerzos aislados por establecer,

sobre la base de conocimiento, la situación de la nar-

cocriminalidad en el país, es difícil contar con datos

que permitan profundizar sobre la problemática. El

SNIC, tal como se señaló previamente, registra has-

ta ahora todas las causas penales por infracción a

alguna de las disposiciones de la ley de drogas de

manera agregada. Esto hace imposible comprender

el fenómeno y diseñar políticas específicas en conse-

cuencia. A partir del próximo relevamiento y con la

revisión del sistema que tuvo lugar a finales de 2016,

se decidió introducir la desagregación de tipologías

como siembra y producción de estupefacientes, co-

mercialización y entrega, tenencia o entrega atenua-

da, desvío de importación de drogas, organización y

financiación, tenencia simple, tenencia simple ate-

nuada para uso personal, confabulación, contraban-

do de estupefacientes y otros delitos previstos en la

ley100. Esto permitirá, en lo futuro, contar con mejor

información oficial y basar sobre ella políticas nue-

vas que, si ese es el objetivo del poder ejecutivo, se

acerquen más a la realidad y menos al impacto me-

diático101.

99 Procunar, Informe estadístico…, cit.

100 El informe está disponible en https://estadisticascriminales.minseg.gob.ar

101 Son constantes los anuncios de incautaciones “récord” de sustancias estupefacientes por parte del gobierno nacional. No obstante, como el mismo Ministerio de Seguridad de la Nación se encarga de aclarar cuando explica cómo interpre-tar las estadísticas criminales, el aumento de las incautacio-nes “puede ser el producto de: un aumento de la magnitud verdadera del narcotráfico (…) y/o un aumento de las de-nuncias de traficantes por parte de la población, porque, por ejemplo, sufre más de sus consecuencias, y/o un aumento del esfuerzo de la policía en la lucha contra el narcotráfico” (Ministerio de Seguridad de la Nación, “Estadísticas crimina-les en la República Argentina – Año 2016”, junio 2017: 33, disponible en https://estadisticascriminales.minseg.gob.ar/reports/Informe%20estadisticas%20criminales%20Republi-ca%20Argentina%202016.pdf)

Page 33: Actores y dinámicas de la inseguridad en la República

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

Armas: el medio como fin

De acuerdo con estadísticas recogidas por la Red Ar-

gentina para el Desarme, en este país las muertes

por armas de fuego superan a otras causas como

el HIV, la tuberculosis, la leucemia y la meningitis102.

Según el Ministerio de Salud de la Nación, casi tres

mil personas murieron en 2014 por el disparo de un

arma de fuego. Aunque las estadísticas por delitos

cometidos con armas de fuego son difíciles de ras-

trear por la falta de desagregación del sistema (que

estaría subsanándose)103, sí se conoce que en 2015

el 57% de los homicidios dolosos ocurridos en Ar-

gentina fue causado por un arma de fuego: 1.581

víctimas murieron por ese motivo104. Y la mayor par-

te de estas muertes tienen como origen un conflicto

social o familiar que desencadena en esta violencia

extrema, combinada con un control muy lábil de la

circulación de armas que las pone, prácticamente, al

alcance de la mano de cualquiera105.

Ante el problema endémico y creciente de la vio-

lencia armada, en 2007 se puso en marcha el Pro-

grama nacional de entrega voluntaria de armas de

fuego, con el fin de reducir el circulante de armas en

la sociedad, su uso y proliferación; la reducción de

accidentes, hechos de violencia y delictuales que las

involucren; sensibilizar acerca de los riesgos de las

armas y “promover una cultura de la no tenencia y

no uso de las armas de fuego” (ley 26.216, artículo

4°). Pueden participar del Programa, que consiste en

la entrega anónima y voluntaria de armas y muni-

ciones a cambio de un incentivo económico, todas

las personas, sean o no legítimos usuarios (autoriza-

dos) de armas. Las armas, que se reciben en sedes

de la Agencia Nacional de Materiales Controlados

(Anmac, ex Renar) o en sitios móviles ubicados es-

tratégicamente, son inutilizadas en forma inmediata

102 www.redparaeldesarme.org

103 Ver Informe del SNIC 2016, ya citado.

104 Ministerio de Seguridad de la Nación, “Informe sobre homi-cidios en el año 2015. Sistema de Alerta Temprana (SAT)”, 2016.

105 Ver, por todos, Fleitas, 2016.

en presencia de la persona que realiza la entrega.

Esta política de desarme ha sobrevivido al cambio de

gobierno, aunque con una pausa de más de un año

luego de la transición, y ha sido prorrogada, al me-

nos, hasta finales de 2017. Desde el comienzo del

Programa se han recibido y destruido casi 300.000

armas.

Según la Anmac, en Argentina hay más de un millón

y medio de armas registradas, con poco menos de

un millón de usuarios autorizados. La propia Agencia

estima que en el mercado negro hay otro millón y

medio de armas. Evaluaciones del sector civil, que

hay más de cuatro millones. A finales de 2016, la

Agencia contaba con veinte inspectores para todo

el país.

Conflictos relegados

Hay ciertos conflictos que persisten pero que, aun

así, no logran adquirir un lugar significativo en la

agenda pública. En algunos casos se debe a que los

actores minimizan sus manifestaciones, salvo cuan-

do tienen consecuencias mayores, como es el caso

de la violencia vial. Pero esto puede suceder por

otros motivos: porque el impacto se prevé a futuro, a

causa del desequilibrio de poder entre los actores y la

invisibilización de ciertos grupos o, también, debido

a la resignación frente a cierta distribución inequita-

tiva de bienes y servicios.

A lo largo de los últimos años, la tasa de homici-

dios culposos por siniestros viales se ha mantenido

estable en un nivel que supera ampliamente a la

tasa de homicidios dolosos: en 2015 era de 10,1,

involucrando un total de 4.340 víctimas106 (cifra que

contrasta con los 7.472 registrados por la asociación

civil Luchemos por la Vida)107. Los últimos informes

106 Desde 2006, por lo menos, la tasa supera los 10 por cada 100.000 habitantes.

107 Téngase presente que el SNIC toma como su fuente principal a los registros policiales cuyas calificaciones se corresponden con el estado de la víctima al momento del hecho. Por su parte, las estadísticas que presenta la asociación civil señala-

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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incluso han dejado de referirse a estos hechos como

homicidios culposos: los registra como “muertes en

accidentes viales”. En el caso de las lesiones culpo-

sas en siniestros viales, la tasa, históricamente, ha

superado las 220 víctimas cada 100.000 habitantes,

también con estabilidad en el tiempo. En 2016, el

total de homicidios culposos y lesiones vinculadas

con accidentes viales representó el 6,5 del total de

delitos registrados (SNIC, 2017). La desaprensión ha-

cia las normas viales y los conflictos de transporte en

las grandes ciudades son un caldo de cultivo para la

violencia vial. No obstante ser una de las principales

causas de muerte en la Argentina, el tema no parece

preocupar en demasía.

Entre los actores que han sido reconocidos tardía-

mente como víctimas de violaciones sistemáticas a

sus derechos se encuentran los pueblos originarios.

Cerca de un millón de personas se declararon des-

cendientes de pueblos originarios (2,83% del total

de la población) en el censo de 2010. El 93,3% de

ellos se encuentran alfabetizados y se nuclean en

un total de 368.893 hogares. De la encuesta com-

plementaria realizada unos años antes por el Indec,

surge que los pueblos más numerosos son los ma-

puches, los kolla, los toba y los wichi, y que cerca de

30% residen en una comunidad indígena.

Difícilmente sea comprensible para alguien ajeno a la

cosmovisión de estos pueblos su relación con la natu-

raleza y, particularmente, con la tierra. Del mapa de

conflictos no exhaustivo que lleva adelante Amnistía

Internacional108, surge que actualmente hay cerca de

doscientos conflictos en desarrollo en la República

Argentina que tienen lugar en territorios indígenas,

más de 60% de ellos por disputas territoriales. En

2006 fue sancionada la ley 26.160, que declara la

emergencia en materia de posesión y propiedad de

da registran los fallecidos en el hecho o como consecuencia de él hasta dentro de los treinta días posteriores. Para más información sobre la metodología aplicada, ver http://www.luchemos.org.ar/es/estadisticas/muertosanuales/muerto-sarg2015

108 http://www.territorioindigena.com.ar. La información fue consultada en el mes de agosto de 2017.

las tierras ocupadas por las comunidades indígenas

originarias, suspendiendo los desalojos y desocupa-

ciones e instando al Instituto Nacional de Asuntos

Indígenas al relevamiento de tierras. Los retrasos en

la aplicación del programa nacional “Relevamiento

territorial de comunidades indígenas – Ejecución de

la ley Nº 26.160” llevaron no solo a la prórroga del

plazo originario previsto109, sino también al recru-

decimiento de algunos de los conflictos. Esta ley, si

bien aspira a frenar temporariamente los desalojos,

no resuelve el conflicto de fondo de titulación y es-

crituración de las tierras110.

El mapa de conflictos señalado nos permite identifi-

car ciertos patrones en el uso de la violencia contra

estos pueblos:

w El hostigamiento, intrusión e intento de expul-

sión de las comunidades por parte de privados,

empleando estrategias como la quema de vivien-

das y el cercado de los terrenos111. En algunos

casos, estos hechos han sido perpetrados por

grupos parapoliciales112.

w Desalojos violentos que, entre otras violaciones,

desoyen lo previsto en la ley 26.160113.

w El empleo y la ostentación de la fuerza, incluso

pública, contra los integrantes de estas comu-

nidades, con extremos como el secuestro y el

homicidio114. En algunos casos, agravado por el

109 Por ley 26.894 se prorrogaron los plazos hasta el 23 de no-viembre de 2017. Una nueva prórroga está siendo puesta en duda por organismos defensores de los derechos de los pueblos originarios y por sus propios representantes.

110 Para más información, véase Kosovsky e Ivanoff, 2015.

111 Véase, entre otros, el caso de la comunidad wichi El Colora-do y la comunidad 503, ambas en Formosa, y el de la comu-nidad Guaycuarú en Santiago del Estero.

112 Ver los casos de las comunidades de Puerta Grande y de Tres Leones en Santiago del Estero.

113 Entre ellos, el caso de la comunidad originaria Cuña Inkavi de Salvador Mazza, Salta, y de la comunidad india Quilmes en Tucumán.

114 Entre otros, el asesinato de Javier Chocobar, miembro de la comunidad indígena Los Chuschagasta, en octubre de 2009, el asesinato de Cristian Ferreyra en noviembre de 2011 y de

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

hecho de que son expolicías quienes trabajan

para los empresarios en conflicto con los pueblos

o, incluso, policías en actividad durante la realiza-

ción de servicios adicionales115.

w Hechos intimidatorios calificados como acciden-

tes, como la muerte de Celestina Jara y de su

nieta de 10 meses, ambas qom, en diciembre de

2012, atropelladas por un gendarme116.

w La atención diferenciada por parte de la justicia

que desoye o demora la tramitación de denun-

cias presentadas por integrantes de la comuni-

dad por los hechos de violencia de los que son

víctimas117.

w El empleo ilegal de los servicios de inteligencia

contra estos pueblos, cuyo entramado recién co-

mienza a investigarse118.

Vinculados con estos actores, pero sin excluirlos, se

encuentran los conflictos socioambientales “ligados

al acceso y control de los bienes naturales y el te-

rritorio, que suponen por parte de los actores en-

frentados, intereses y valores divergentes en torno

de los mismos, en un contexto de gran asimetría de

poder” (Svampa, 2017: 80). Como manifiesta Ma-

ristella Svampa, hacer una investigación exhaustiva

de los conflictos y actores resulta prácticamente im-

posible, pero sí se puede destacar que en nuestro

Miguel Galván el 10 de octubre de 2012, ambos del pueblo Lule-Vilela en Santiago del Estero, y el de Roberto López, de la comunidad qom, en noviembre de 2010.

115 Comunidad Tres Leones y comunidad Guaycuarú en Santia-go del Estero.

116 “Ricardo Coyipé, también atropellado (esposo de Celestina y abuelo de Lila), denunció que “no fue accidente, lo hizo a propósito” y precisó que el gendarme que los chocó –le-jos de auxiliarlo– lo pateó en el piso y amenazó para que no realice la denuncia” (http://www.agenciacta.org/spip.php?article8040).

117 El asesinato de Miguel Galván referido previamente fue pre-cedido de una serie de denuncias por amenazas, desoídas por las autoridades.

118 Ver, entre otros, el caso del espía de la Agencia Federal de Inteligencia procesado por las tareas de espionaje sobre in-tegrantes de la comunidad Leleque. https://www.tiempoar.com.ar/articulo/view/70051/las-fichas-que-prueban-el-es-pionaje-ilegal-de-la-afi-en-zona-mapuche

país el principal foco conflictivo es la megaminería.

Como consecuencia de esta problemática, en 2006

surgió la Unión de Asambleas Ciudadanas como un

espacio que nuclea a asambleas, vecinos autocon-

vocados, organizaciones no partidarias y ciudadanos

de todo el país.

El Observatorio de Conflictos Mineros de Améri-

ca Latina registra actualmente veintisiete conflictos

distribuidos en todo el territorio nacional119. Tras la

elevación a rango ministerial de la cartera ocupada

de la minería en diciembre de 2015, en junio de este

año veinte provincias adhirieron al Nuevo acuerdo

federal minero. El observatorio referido manifestó

recientemente su preocupación por el impulso gu-

bernamental de la minería:

las medidas tomadas por el gobierno desconocen

las luchas ciudadanas que desde hace años prota-

gonizan las comunidades y, ante los intentos por

implantar el modelo minero incluso en aquellas

provincias donde la megaminería está prohibida

por ley, los diferentes actores sociales movilizados

ratifican la necesidad de rechazar la actividad y pro-

fundizar la movilización en defensa de los territorios

(Ocmal, 2017: 13).

Por último, si bien su complejidad excede el alcan-

ce de este documento, es necesario mencionar a los

conflictos derivados de las dificultades de grandes

sectores de la población para acceder a una vivienda

y a un hábitat dignos. Si bien existen numerosos ins-

trumentos normativos internacionales y nacionales

que garantizan el acceso a la vivienda, este proble-

ma estructural aún persiste. En un estudio oficial que

analiza la situación habitacional de manera compa-

rativa entre 2001 y 2010, se destaca al respecto:

la magnitud de la complejidad en los 24 partidos del

Gran Buenos Aires, ya que representan el 24,7%

de la población total del país, con importantes ca-

rencias para que la vivienda garantice condiciones

básicas de habitabilidad a los hogares. En el mismo

sentido, surge que pese a la evolución favorable de

119 http://basedatos.conflictosmineros.net/ocmal_db/

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

36

los indicadores de calidad habitacional y extensión de

redes de servicios en la última década, aún subsisten

situaciones deficitarias de gran relevancia respecto

del conjunto de aspectos analizados, principalmen-

te en las provincias de Chaco, Formosa, Corrientes,

Santiago del Estero, Misiones, Tucumán, Salta y Jujuy,

todas pertenecientes a la región norte (DNPH).

El Consejo Nacional para un Hábitat Digno, creado

por el colectivo multisectorial Habitar Argentina120,

ha identificado una serie de ejes que merecen es-

pecial atención. Entre ellos se encuentran la impor-

tancia de contar con políticas territoriales integrales,

la regulación del suelo y la redistribución de rentas

inmobiliarias, la regulación del mercado de alquile-

res, el fomento de formas de producción social del

hábitat, la regularización de la tierra rural y urbana y

la problemática de los desalojos y realojamientos no

voluntarios.

Paliativos y propuestas

A continuación se describen y analizan brevemente

algunas de las principales iniciativas que fueron pro-

puestas en el último tiempo desde los tres niveles ju-

risdiccionales para gestionar y, en teoría, desescalar

los conflictos estudiados.

La frontera como enemigo

En 2011, el gobierno nacional creó el operativo Es-

cudo Norte como medida pretendidamente dirigi-

da a paliar el narcotráfico, la trata de personas y el

contrabando. El plan sumó recursos de Seguridad

–Gendarmería y Prefectura– y de Defensa –Ejército

y Fuerza Aérea– (decreto 1091/11). Si la ley de se-

guridad interior, que veda la intervención de fuerzas

militares en la prevención o conjuración de delitos

internos, ya se veía tensionada por las disposiciones

de ese operativo, mucho más lo está con la sanción

de la comentada declaración de emergencia nacio-

120 http://www.habitarargentina.org.ar

nal por el nuevo gobierno (decreto 228/16). Allí,

un operativo Fronteras reemplaza al Escudo Norte,

otorgando más facultades (y discrecionalidad) para

las fuerzas armadas y de seguridad involucradas. El

punto más álgido lo marca la aprobación de “reglas

de protección aeroespacial”, bajo la autoridad de las

Fuerzas Armadas, que habilitan, además de la iden-

tificación, advertencia e intimidación a aviones que

incurran en el espacio aéreo argentino, su derribo

(decreto 228/16, Anexo I). A ello debe sumarse que,

a diferencia del operativo Escudo Norte, que tenía

una vigencia determinada (aunque prorrogable), el

operativo Fronteras, a pesar de su indiscutible excep-

cionalidad, tiene “carácter permanente”.

La habilitación a las fuerzas armadas para intervenir

en seguridad interior, además por decreto, llamó la

atención del Comité de Derechos Humanos de las

Naciones Unidas. Varios expertos del Comité trans-

mitieron su “inquietud” al gobierno nacional121, que

se comprometió a presentar un proyecto de ley para

cumplir con los estándares internacionales. Hasta

ahora, este compromiso no ha sido honrado.

Reforma migratoria

A principios de enero de 2017 fue modificada por

decreto de necesidad y urgencia122 la ley 25.871,

que fija la política migratoria argentina. En los consi-

derandos del decreto se apela a los hechos de “cri-

minalidad organizada de público y notorio conoci-

miento”, a las “dificultades para concretar órdenes

de expulsión dictadas contra personas de naciona-

lidad extranjera” y al incremento de los extranjeros

en custodia del Servicio Penitenciario Federal123. En-

121 http://www.cels.org.ar/web/2016/06/el-comite-de-dere-chos-humanos-de-la-onu-analizo-la-situacion-de-los-dere-chos-civiles-y-politicos-en-la-argentina/

122 Decreto 70/17.

123 Los datos citados a nivel federal y para los delitos previstos en la ley 23.737 contrastan con los que surgen del SNEEP, en especial teniendo en cuenta la cantidad total de extranje-ros detenidos en el país, los cuales representan tan solo 6% (SNEEP, 2015).

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

tre las medidas adoptadas se redujo la validez de la

residencia precaria, se ampliaron los impedimentos

de ingreso y permanencia de extranjeros y se fijó un

procedimiento migratorio sumarísimo para su ex-

pulsión. Varias organizaciones manifestaron su pre-

ocupación ante la reforma, particularmente por la

asociación entre delito y la condición de migrante124.

Barrios seguros o asegurados

Apenas asumido el nuevo gobierno federal, las au-

toridades del Ministerio de Seguridad afirmaron

que sus políticas estarían principalmente dirigidas a

la prevención de las causas del delito. Se apoyaron

en las conclusiones de estudios que muestran que,

como se comentó más arriba, existe una concentra-

ción desproporcionada de la violencia en territorios

con menor presencia del estado. Además, en que en

estos territorios ciertos grupos sociales y demográfi-

cos son particularmente vulnerables a ser víctimas o

susceptibles de ser cooptados por redes criminales.

La punta de lanza de estas políticas, con inspiración

en experiencias internacionales semejantes125, ha

sido el programa Barrios seguros, que propone, en

el marco del Plan nacional de prevención del deli-

to y la violencia126, “intervenciones integrales” en

barrios identificados como críticos por el gobierno

nacional127. Barrios seguros cuenta con cuatro mó-

124 Algo similar ocurre con la estigmatización de los jóvenes. A pesar de que su participación en delitos graves es ínfima, se suele apelar a algunos casos extremos para promover medi-das en su contra, como la baja de la edad de imputabilidad, que está siendo debatida actualmente.

125 Ver, por todos, Muggah et al., 2016.

126 En el ámbito de este Plan se distinguen tres niveles de in-tervención, de acuerdo con la población a la que se dirigen: primario, enfocado a la población en general, que busca generar y reforzar las interacciones sociales que sirvan de contención y coadyuven al accionar estatal en la prevención de delitos y violencias; secundario, orientado a poblaciones específicas en situación de riesgo de ser perpetradores o víc-timas de delito o violencia; y terciario, que busca la integra-ción al resto de la comunidad de personas que se han encon-trado en conflicto con el sistema penal o contravencional.

127 El Plan clasifica los barrios críticos para la seguridad según sean de complejidad media o alta, en razón de catorce indi-

dulos generales: diagnóstico o mapeo comunitario,

“hitos sociales” (aportes para el mejoramiento de

infraestructura emblemática), intervenciones comu-

nitarias para poblaciones vulnerables y la implemen-

tación de Unidades Policiales de Prevención Barrial o

UPB (un cuerpo de policía de proximidad que busca

aumentar la presencia del estado y “reestablecer la

autoridad”)128.

Es difícil establecer la pertinencia y la eficacia del

programa Barrios seguros, en particular porque –en

sus intervenciones iniciales– no se pudo contar con

una línea de base clara que permita evaluaciones de

impacto ulteriores. Además, el problema que busca

solucionar no se encuentra delimitado –al menos,

públicamente– con precisión: no está claro si se di-

rige solo a las problemáticas que se desarrollan en

“villas de emergencia” o maneja un concepto de

vulnerabilidad más amplio. Tampoco, si se aborda el

aspecto subjetivo de la inseguridad, en un ámbito en

el que la confianza en las instituciones y la cohesión

social se encuentran muy debilitadas.

En cuanto a su dimensión objetiva, el programa

parece concentrarse en dos tipos de violencia: la

asociada con el tráfico de drogas y la vinculada con

conflictos interpersonales. Estos factores parcializan

desde su propio diseño una intervención que se pre-

tende integral. El mayor riesgo que aparejan estas

dificultades es el de que el programa se reduzca a

la intromisión violenta de fuerzas de seguridad pre-

cadores. Estos incluyen, entre otras, variables de característi-cas demográficas y urbanas, presencia de servicios públicos, tasas de delitos violentos contra las personas y la propiedad, presencia policial, gubernamental, y de la sociedad civil, et-cétera.

128 El programa, ambicioso en un inicio, pero más modesto a medida que fue desarrollándose, comenzó a implementarse en la Villa 31 de la CABA y continuó con una de sus instan-cias en el barrio Alto Verde de la ciudad de Santa Fe. Se planea su extensión a otros barrios vulnerables, como la Villa 1-11-14 de la CABA, el Nylon, Marques Anexo, Zona Quinta (Córdoba), Malvinas Argentinas (Río Negro) y Carlos Gardel (Morón, provincia de Buenos Aires). Ver, por ejemplo, http://www.casarosada.gob.ar/informacion/actividad-oficial/9-noticias/35958-el-estado-llega-a-los-barrios-para-combatir-el-narcotrafico

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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paradas, mejor o peor, para actuar de arietes en

territorios que resisten las intervenciones estatales

por vías tradicionales. Y, así, que el programa se con-

vierta en un mero operativo de saturación policial129.

Con todo esto, las declaraciones del poder ejecutivo

acerca de que se han logrado reducir los homicidios

en los barrios vulnerables “gracias a la intervención

del programa Barrios seguros”130 son, por lo menos,

aventuradas.

Mejoras del sistema de recolección de datos

Como se mencionó antes, el Sistema Nacional de In-

formación Criminal (SNIC), fuente oficial principal de

datos sobre seguridad, se encuentra en un proceso

de actualización, mejora y reforma. Con el regreso

de la publicación de datos en 2014, fue realizado

un análisis exhaustivo de las formas y los contenidos

del sistema en todo el país, que arrojó un diagnósti-

co preocupante en cuanto a la calidad, consistencia,

comparabilidad y confiabilidad de los datos aporta-

dos por las jurisdicciones y las fuerzas federales de

seguridad131. Más allá de modificaciones puntuales

por provincias, de metodología y de equipamiento,

se está planteando una mayor desagregación de los

registros en fenómenos claves como la narcocrimina-

lidad, delitos ambientales, delitos vinculados con el

129 Otras experiencias con objetivos declarados similares y estra-tegias de area-based policy, como el plan de Protección inte-gral de barrios, el operativo Centinela, el operativo Cinturón Sur y otros despliegues de fuerzas federales, terminaron con-virtiéndose en controles masivos de accesos y egresos de los barrios, sin resultados positivos constatables, y con muchas consecuencias vinculadas con abusos policiales y restricción ilegítima de derechos de los ciudadanos.

130 http://www.minseg.gob.ar/programa-barrios-seguros-0

131 Un equipo de consultores contratados por el Banco Intera-mericano de Desarrollo estudió y analizó todos los sistemas estadísticos y de las fuerzas federales, y su articulación con el SNIC. Las dificultades más notorias en la cadena de gestión de la información tuvieron relación con la falta de sistemas automatizados e integrados, problemas de infraestructura y conectividad, escaso control sistematizado de los datos, la existencia de ventanillas alternativas de denuncia y poca adaptabilidad entre el SNIC y los sistemas locales. Ver Informe SNIC, 2016.

tráfico y portación de armas, delitos de trata de per-

sonas, delitos de contrabando, migratorios, y contra

el orden económico y financiero132.

No obstante, aun si se satisficieran estas ambiciones

recientes (recién operativas, según los anuncios ofi-

ciales, para las estadísticas de 2017), se estará lejos

de cumplir con las recomendaciones de expertos

que sugieren adoptar una clasificación nacional es-

tandarizada de los delitos, que además de permitir el

análisis con fines estadísticos –y que debería seguir a

la Clasificación Internacional de Delitos con Fines Es-

tadísticos (ICCS, Unodc, versión 1.0)–, incluya desa-

gregados por modalidades delictivas relevantes para

los distintos tipos de análisis delictual, en particular

aquellas con alta incidencia local, para evitar, parti-

cularmente, que las policías intenten cubrir falencias

recurriendo a clasificaciones poco rigurosas desde el

punto de vista metodológico. Una oportunidad para

darle mayor entidad a la definición podría ser su in-

clusión en la aún pendiente reglamentación de la ley

25.266 (modificatoria de la ley 22.117), que regula

el Registro Nacional de Reincidencia y la estadística

criminal y carcelaria en la Argentina.

Creación del Instituto Conjunto de Conducción Estratégica (ICCE)

La creación de este instituto en el marco del Minis-

terio de Seguridad de la Nación busca capacitar en

gestión de la seguridad a las planas superiores de las

fuerzas federales y provinciales y a los funcionarios

políticos de segundo rango. Ellos son los que, even-

tualmente, ocuparán puestos de conducción de su

organización o cartera en los próximos años.

132 Además, para el Sistema de Alerta Temprana (SAT) de homi-cidios dolosos, se solicitó como información adicional datos para la geolocalización de los hechos, datos filiatorios de las víctimas y categorías adicionales a su respecto. Ver Informe SNIC, 2016.

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

Violencia de género

La aprobación del “Plan nacional de acción para la

prevención, asistencia y erradicación de la violencia

contra las mujeres”, la creación de registros de fe-

micidios, la producción de investigaciones, y la crea-

ción de programas de atención dirigidos a mujeres

víctimas de violencia, son algunas de las medidas a

destacar. Sin perjuicio de ello, en lo referente al plan,

preocupa el presupuesto asignado para su imple-

mentación atendiendo a los amplios objetivos que

fueron fijados133. También, que aun contando con

programas de atención y, en el mejor de los casos,

con hogares de tránsito, queda pendiente trabajar

sobre el empoderamiento económico que les permi-

ta a estas mujeres desarrollar un proyecto de vida

sustentable.

Cámaras y otras tecnologías

La incorporación de tecnología, especialmente la

creación o fortalecimiento de centros de monito-

reo, es la principal respuesta en materia de seguri-

dad efectuada desde la órbita provincial y munici-

pal. Esto, a pesar de la inexistencia de estudios en el

país que den cuenta de la eficacia de estos recursos

en función de los usos preventivos para los que se

los promociona. También, y más recientemente, se

multiplica la puesta a disposición de dispositivos de

alerta y de aplicaciones de denuncia134.

133 El presupuesto original, según el Plan, era de 750 millones de pesos para tres años. Pero 600 de esos millones tenían un destino prefijado: la construcción de treinta y seis Hoga-res de Protección Integral (ese monto era solo para erigir los edificios: no contemplaba su equipamiento, mantenimiento, la contratación de personal especializado, los gastos de alo-jamiento, etcétera). 150 millones de pesos (unos ocho millo-nes de dólares al cambio de agosto de 2017) para el resto de los objetivos del Plan no parecen suficientes desde ninguna perspectiva. El presupuesto tuvo cambios durante los meses que siguieron a su lanzamiento.

134 Programa “Vecino avisa” en Jujuy, “Denuncia activa” y “Tri-buna segura” en Tucumán, entre otros.

Policías locales y programas de policía de proximidad

La creación de policías o unidades policiales loca-

les –en un sentido amplio–, y la implementación de

programas de policía de proximidad en algunas ciu-

dades, advierten sobre la necesidad de repensar los

modelos de articulación entre distintos actores.

Observatorios y centros de análisis

A falta de información desagregada subnacional,

algunas provincias y municipios han avanzado en la

conformación de áreas dedicadas a la producción y

análisis de información sobre problemáticas delictivas

y violentas. Su necesidad de fortalecimiento y capaci-

tación por vías extragubernamentales ha subrayado

su necesidad de nuclearse. Es así que en 2014 nació

la Red de Observatorios Locales sobre Violencias y

Delitos (Rolvyd), una iniciativa del Instituto Latinoa-

mericano de Seguridad y Democracia (Ilsed). La Red

está compuesta por observatorios y centros de aná-

lisis de la Argentina que esperan nutrirse a partir de

la colaboración, el aprendizaje y la difusión sobre la

producción de información en materia de seguridad.

Ya fueron realizados cuatro encuentros nacionales. El

quinto tendrá lugar en noviembre de 2017135.

Conclusiones

La Argentina es un país federal, culturalmente hete-

rogéneo y con más de cuarenta millones de personas

distribuidas, de manera muy desigual, en 2,8 millo-

nes de kilómetros cuadrados. Un país con pobla-

ción eminentemente urbana y problemas serios de

vivienda, usos del espacio público y transporte. Con

biodiversidad, climas variados y conflictos ambienta-

les en crecimiento. Con índices elevados de pobreza

y desocupación, pero preocupado, sobre todo, por

la seguridad. Argentina es el estado más austral del

continente y, en muchos sentidos, el más lejano.

135 Para más información, ver http://www.rolvyd.org.

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María E. Carrasco / Tobías J. Schleider | ACTorES y dináMiCAS dE lA inSEguridAd En lA rEpúbliCA ArgEnTinA

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Sin haber superado las heridas profundas que dejó

la última dictadura militar y que condicionan muchos

aspectos de su vida social, cada instancia del uso de

la fuerza por parte del estado es un conflicto poten-

cial. La seguridad, por lo tanto, es una problemática

sensible y compleja por factores que no operan en

otras latitudes. Considerando que el replanteo del

rol de las Fuerzas Armadas con respecto a la segu-

ridad interior es paulatino pero constante desde la

asunción del último gobierno, en 2015, es entendi-

ble que el cuerpo militar vuelva a ser un actor central.

De cualquier modo, no hay protagonista más actual

y contundente que la policía. A pesar de que la con-

ducción política de las fuerzas no deja lugar a dudas

desde el punto de vista normativo, en los hechos las

fuerzas de seguridad continúan ejerciendo un poder

notorio y palpable. Esto se percibe de la manera más

crucial en la selectividad de las conductas y los auto-

res (vulnerables, jóvenes, desclasados) que son per-

seguidos con más asiduidad, y en los casos numero-

sos de abusos por parte de miembros de las fuerzas,

durante sus horas de servicio y fuera de ellas.

Una parte relevante de las decisiones que importan a

la política criminal y la investigación de los delitos y la

violencia se encuentra relegada a la conducción po-

licial, con visión y prioridades muchas veces diversas

a los definidos por métodos más democráticos. En

parte, como se desarrolló más arriba, esto se debe a

la ausencia de funcionarios y técnicos especializados,

tanto en los organismos del poder ejecutivo (donde

también entran a jugar intereses de la política parti-

daria) como en la justicia.

El poder judicial, por su parte, tiene un rol (tal vez,

deliberadamente) secundario, pero no por eso me-

nos importante, en la administración de los recursos

del estado vinculados con la seguridad. El ciudadano

que es parte de un conflicto tiene que enfrentarse

a una paradoja difícil de sortear. Por un lado, la re-

solución (más o menos) pacífica de las disputas está

prácticamente monopolizada por el sistema judicial.

Por el otro, el acceso a la justicia es engorroso, por

burocracia, costos (económicos y simbólicos) y lími-

tes propios de las alternativas ofrecidas. Y aun cuan-

do se logra acceder a ella, la justicia no brinda, en la

mayor parte de los casos, respuestas adecuadas u

oportunas.

Una manera clara de apreciar este problema es po-

sando la mirada sobre la realidad carcelaria nacional.

Cada vez más presos, más jóvenes y vulnerables, por

delitos menos graves y encerrados por más tiempo,

sin políticas que faciliten la reinserción en la socie-

dad y con vulneración constante de derechos (las

probabilidades de padecer hacinamiento son casi

una certeza, y de morir en situación de encierro, in-

aceptablemente altas): nada bueno puede salir de

allí. La respuesta que el gobierno ha publicitado al

respecto en los últimos tiempos ha sido tan simple

como absurda: el endurecimiento de las leyes que

regulan las condiciones de detención (aun durante el

proceso, a la espera de una pena) y la construcción

de nuevas cárceles (especialmente, con aportes de

empresas privadas).

Con todo, y a pesar de que –salvo en territorios,

circunstancias o temáticas puntuales– la seguridad

objetiva no se presenta como un problema tan gra-

voso para el país, el miedo a ser víctima de un delito

es desproporcionadamente elevado. Esto afecta la

calidad de vida de los habitantes y predispone a un

clima de conflictos más álgidos, violentos y difíciles

de resolver. De cualquier manera, la información con

la que se cuenta con respecto a las dos dimensiones

del problema, la registrada y la subjetiva, es escasa

y poco aprovechable. La ausencia de datos de cali-

dad (en varios sentidos), su accesibilidad dificultosa,

la falta de capacitación específica de agentes y fun-

cionarios para comprenderlos y tomar decisiones a

partir de ellos y una agenda que responde a priori-

dades motivadas en intereses y no en evidencia, dan

lugar a políticas que, en su mayor parte, son pobres,

espasmódicas y poco sustentables.

El conocimiento de la situación de la seguridad en

el país es, en efecto, insuficiente. Pero el que exis-

te permite dar cuenta de los grandes rasgos de los

conflictos más violentos, que sirven como punto de

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Actores y dinámicAs de lA inseguridAd en lA repúblicA ArgentinA | maría e. carrasco / tobías J. schleider

partida para conjeturar sobre sus causas. Es claro

que hay una escalada, aunque no vertiginosa, sos-

tenida de disputas que se solucionan de maneras

poco pacíficas, sobre todo en ciertos sectores de las

ciudades. A esto colabora de manera crucial la circu-

lación relativamente sencilla de las armas de fuego,

principal catalizador de las lesiones a la integridad

personal y la muerte causadas con intención. No se

aprecia la existencia de políticas que aborden esta

cuestión con la importancia que merece.

Si la información sobre los delitos más simples y co-

munes es deficiente, poco queda para decir respecto

de la referida a los complejos, en especial los que res-

ponden a una estructura de mercado. La problemáti-

ca de las armas entra en esta clase, como la de cierta

clase de robos, más o menos relevantes (automoto-

res, teléfonos celulares), y las vinculadas con la trata

de personas y la narcocriminalidad. Desde el discur-

so, se endilga a “las drogas” el origen principal de

todas las violencias y los delitos, pero las propuestas

estatales están lejos de reflejar esa importancia de-

clarada. Los esfuerzos por separar el enfoque epide-

miológico del securitario (o, directamente, castrense)

del problema han sido aislados y de corta duración.

Así, los esfuerzos principales del estado terminan

concentrándose en la persecución de consumidores

o vendedores de poca monta, y la investigación de

redes u organizaciones con estructuras complicadas,

incluso encabalgadas entre la delincuencia y la lega-

lidad, es excepcional.

Como se da importancia a cuestiones con alto im-

pacto mediático pero escaso (al menos, en principio)

real, también se da la situación conversa: la sobrein-

visibilización de otros conflictos que tienen una rele-

vancia tan sigilosa como superlativa. Para nombrar a

unos pocos, no ocupan lugar destacado en la agen-

da política los siniestros viales, las violaciones a los

derechos de los pueblos originarios, las dificultades

para acceder a la vivienda y, hasta hace poco tiempo,

la violencia de género. Hoy, este es un tema que ha

cobrado una entidad mediática única en la historia

del país, aunque todavía está pendiente conocer si

los funcionarios dedicados al asunto estarán a la al-

tura de las circunstancias y si las diversas medidas

que se encuentran en ciernes darán los resultados

que se prometen. Un signo poco auspicioso en ese

sentido es que el “Plan nacional de acción para la

prevención, asistencia y erradicación de la violen-

cia contra las mujeres”, ambicioso desde su propio

nombre, que es la principal medida adoptada para

tratar esta problemática, cuenta con un presupuesto

relativamente escaso, que ha sufrido recortes cons-

tantes.

En resumen, a más de treinta años del regreso a la

democracia, aún queda mucha institucionalidad que

construir en materia de gestión participativa y pací-

fica de los conflictos. En este trabajo se han ofreci-

do algunas pautas, ojalá útiles, para iniciarse en la

comprensión de los fenómenos que los motivan, los

alimentan y los persiguen.

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ISSN 2422-0663

Acerca de los autores

María Eugenia Carrasco. Abogada. Mediadora.

Directora ejecutiva del Instituto Latinoamericano de

Seguridad y Democracia. Consultora en seguridad

del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y secto-

rialista en seguridad del Ministerio del Interior, Obras

Públicas y Vivienda. Correo de contacto: eugenia.

[email protected]

Tobías J. Schleider. Abogado y especialista en de-

recho penal por la Universidad Nacional de Mar del

Plata y doctor de la Universidad de Buenos Aires,

área filosofía del derecho. Es docente e investigador

de la UNMdP e investigador de la Universitat de Gi-

rona, España. Durante 2014 y 2015 fue el director

general del Centro Municipal de Análisis Estratégi-

co del Delito (CeMAED) de Mar del Plata. Consultor

nacional e internacional en seguridad ciudadana y,

actualmente, sectorialista en seguridad del Ministe-

rio del Interior, Obras Públicas y Vivienda. Correo de

contacto: [email protected].

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Programa de Cooperación en Seguridad Regional

El Programa de Cooperación en Seguridad Regional de la FES busca contribuir al debate y a la construcción de propuestas de política pública para atender los diversos problemas de seguridad en América Latina, en donde amenazas globales, regionales y locales plantean un panorama complejo, ante todo por el desafío que estos problemas, en particular el crimen organizado, representan a la gobernabilidad democrática en la región.

El programa cuenta con una amplia red de trabajo en América Latina, en la que participan ex pertos, funcio-narios, legisladores y representantes de la sociedad civil de diversas disciplinas. Con apoyo de esta red y mediante diversos eventos y publicaciones, el Programa promueve el debate y la difusión de conocimientos sobre asuntos de seguridad regional.

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Bogotá, diciembre de 2017