actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

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Este documento está disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, el repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, que procura la reunión, el registro, la difusión y la preservación de la producción científico-académica édita e inédita de los miembros de su comunidad académica. Para más información, visite el sitio www.memoria.fahce.unlp.edu.ar Esta iniciativa está a cargo de BIBHUMA, la Biblioteca de la Facultad, que lleva adelante las tareas de gestión y coordinación para la concre- ción de los objetivos planteados. Para más información, visite el sitio www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar Licenciamiento Esta obra está bajo una licencia Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Argentina de Creative Commons. Para ver una copia breve de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/. Para ver la licencia completa en código legal, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/legalcode. O envíe una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA. Director: Lenci, María Laura Lastra, María Soledad Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciada en Sociología Cita sugerida Lastra, M. S. (2007) Actitudes sociales frente a la última dictadura militar en Argentina: Reflexiones y debates [en línea]. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.474/te.474.pdf Actitudes sociales frente a la última dictadura militar en Argentina: Reflexiones y debates

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Page 1: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Este documento está disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, el repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, que procura la reunión, el registro, la difusión y la preservación de la producción científico-académica édita e inédita de los miembros de su comunidad académica. Para más información, visite el sitio www.memoria.fahce.unlp.edu.ar

Esta iniciativa está a cargo de BIBHUMA, la Biblioteca de la Facultad, que lleva adelante las tareas de gestión y coordinación para la concre-ción de los objetivos planteados. Para más información, visite el sitiowww.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar

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O envíe una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 94305, USA.

Director: Lenci, María Laura

Lastra, María Soledad

Tesis presentada para la obtención del grado de Licenciada en Sociología

Cita sugerida Lastra, M. S. (2007) Actitudes sociales frente a la última dictadura militar en Argentina: Reflexiones y debates [en línea]. Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.474/te.474.pdf

Actitudes sociales frente a la última dictadura militar en Argentina: Reflexiones y debates

Page 2: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATAFACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA

TRABAJO FINAL

Actitudes sociales frente a la última dictadura militar en Argentina.

Reflexiones y debates.

Alumna. M. Soledad LastraLegajo 71069/8 Correo electrónico: [email protected]

Director: Prof. Laura LenciFecha 15 de marzo de 2007

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Page 3: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Abstract

La mayoría de los trabajos académicos sobre el estudio de las actitudes sociales frente a

la última dictadura militar en Argentina tienen su eje en el consenso o la resistencia que

acompañaron a todo el proceso dictatorial. Desde el apoyo explícito o implícito hasta la

oposición abierta, las investigaciones toman como objeto de estudio a los sectores dirigentes

de variados sectores de la sociedad.

Los debates acerca de las actitudes que se tomaron en los microcontextos de lo social

oscilan entre la “teoría de los dos demonios” y las que recaen en culpabilizaciones totales de

la sociedad. Para superar estas visiones maniqueas se vuelve relevante analizar las formas en

que otras sociedades que pasaron por experiencias similares tramitaron estas cuestiones. Por

ello, el presente análisis se inicia con un recorrido por los diferentes debates que en las

distintas épocas se desarrollaron en torno a la comprensión de los casos del fascismo italiano,

el franquismo español y el nazismo alemán con el fin de abordar nuevas perspectivas de

interpretación que sean útiles al momento de pensar sobre la relación entre sociedad y

dictadura en la bibliografía referida al caso argentino. Finalmente indagaremos las distintas

actitudes sociales en esos microcontextos con el abordaje de las producciones audiovisuales

desarrolladas por los alumnos bonaerenses de nivel Polimodal bajo el programa “Jóvenes y

Memoria. Recordamos para el futuro”, propuesta desarrollada por la Comisión Provincial por

la Memoria desde el año 2002. La elección de los videos desarrollados en el marco de este

Programa apunta a su carácter testimonial y permite problematizar los vínculos entre memoria

e historia para comprender cuáles son los caminos y obstáculos a los que se enfrentan este

tipo de investigaciones, donde la memoria aparece fuertemente ligada a la reconstrucción

histórica del período.

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Page 4: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Términos Claves

Dictadura militar - sociedad - vida cotidiana - complicidad - resistencia - silencio -

microcontextos sociales - historia local - memoria

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Page 5: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Indice

Introducción .........................................................................................................Pág. 4

Los casos europeos ................................................................................................Pág. 9

El caso argentino ...................................................................................................Pág. 34

Vida cotidiana y Dictadura. Abordaje desde el cine ............................................Pág. 75

Palabras finales .....................................................................................................Pág. 98

Bibliografía ...........................................................................................................Pág. 103

4

Page 6: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Introducción

Los trabajos académicos sobre el estudio del pasado reciente en Argentina abordan una

amplia gama de problemas referidos a la última dictadura militar y a sus relaciones con

diversos sectores de la sociedad. La mayoría de estos trabajos tienen su eje en el consenso o la

resistencia que acompañaron a todo el proceso, centrándose en las actitudes de las cúpulas

dirigentes que representan a variados sectores sociales. Desde el apoyo explícito o implícito

hasta la oposición abierta, las investigaciones académicas toman como objeto de estudio a la

gran prensa, las cúpulas de los partidos políticos, las asociaciones empresariales,

profesionales, sindicales, los Organismos de Derechos Humanos y la Iglesia católica, entre

otros.

La indagación sobre la vida cotidiana de aquellos sectores que no estaban directamente

relacionados con esos grupos o corporaciones y que frecuentemente aparecen catalogados

como “pasivos” o “ajenos” bajo el último Régimen dictatorial en Argentina, no han sido

objeto de estudios reflexivos y críticos. Los debates acerca de las actitudes que se tomaron en

los microcontextos de lo social oscilan entre la “teoría de los dos demonios” y las que recaen

en culpabilizaciones totales de la sociedad.

En este sentido, este trabajo parte de dos ideas centrales y básicas que confluyen en una

misma toma de posición. La primera, es que la “teoría de los dos demonios”, tradicionalmente

invocada para explicar el origen de la última dictadura militar no es suficiente para entenderla,

no sólo porque iguala las fuerzas represivas del Estado con las actividades clandestinas de la

militancia guerrillera sino porque deja al “resto de la sociedad” bajo un manto de silencio,

como testigo ajeno del enfrentamiento. Por otro lado, y en íntima conexión con lo

anteriormente dicho, tampoco la idea de devolverle a ese sector “silenciado” de la sociedad el

sentido a las actitudes que realizaron frente a la dictadura significa culparla por ella.

Principalmente, este trabajo se orienta a comprender sin exculpar ni inculpar a ese sector

5

Page 7: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

social del desarrollo y consecuencias del proceso militar. El intento es el de superar estas dos

visiones reduccionistas de interpretación, para indagar cuáles fueron las distintas actitudes

sociales que se tomaron frente a la dictadura y cómo es posible abordarlas desde un estudio

histórico y social.

Por otro lado, si tomamos la conceptualización que realiza Ágnes Heller sobre la vida

cotidiana, entendiéndola como “el conjunto de actividades que caracterizan la reproducción

de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la reproducción

social1”, incluyendo en estas actividades rutinas y hábitos que persisten durante un período

prolongado de tiempo y que forman parte del “quehacer diario” de la vida de las personas que

constituyeron estos sectores, es menester aclarar que no es la intención de este trabajo

sobrevaluar esa dimensión reproductora del orden social. El riesgo de tomar esta definición

“al pie de la letra” es caer en interpretaciones lineales, donde las actividades realizadas por los

sujetos bajo un Régimen de terror pudieran interpretarse como simples sostenedoras de ese

orden sin poder rescatar que otras actitudes pudieron ser posibles aún con un margen de

elección y libertad oficialmente suprimido.

Estudiar la vida cotidiana implicará indagar sobre la gama de prácticas que en los

microcontextos los sujetos pudieron desarrollar aún bajo el terror y la persuasión de la prensa,

actitudes que se situarán entre los grandes polos de complicidad y resistencia delineando una

escala de matices posibles, importantes de rescatar, aunque nunca hayan tomado estado

público. Esas actitudes han quedado ocultas en la trama cotidiana de esa época pero son

indispensables para aprhender la complejidad de lo social.

El trabajo es exploratorio y apunta, en primer lugar, a conocer cuáles fueron los debates

académicos que se desarrollaron en torno a los casos europeos. Rescatar los aportes de los

estudios sobre el fascismo italiano, el franquismo español y el nazismo alemán tiene como

objetivo comparar no sólo los procesos propiamente históricos de cada Régimen, sino

contrastar los distintos momentos y temas por los cuales transitaron estas investigaciones y 1 Heller, Ágnes, 1998. Sociología de la vida cotidiana. Ediciones Península, Barcelona, España. Pág. 19

6

Page 8: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

conocer qué se está debatiendo en el presente. Teniendo esto como referente, buscaremos en

la extensa bibliografía sobre la última dictadura militar argentina cuáles fueron las formas de

abordaje de este tema y qué líneas de interpretación fueron más o menos debatidas, así como

también rescatar con qué tipos de trabajos epistemológicos y metodológicos contamos para

repensar acerca de la relación entre dictadura y sociedad.

Una vez recorridos los diferentes debates en Europa y en Argentina, nos orientaremos a

indagar sobre la vida cotidiana en un plano local, a partir de los soportes audiovisuales que

fueron producidos por alumnos bonaerenses de nivel Polimodal en el marco del Programa

Jóvenes y Memoria. Recordamos para el futuro impulsado por la Comisión Provincial por la

Memoria desde el año 2002 y que hasta el momento ha cumplido con cinco convocatorias.

Abordar esta problemática desde los videos no tiene por fin analizarlos desde su especificidad

audiovisual, sino en el valor de los testimonios y relatos que recopilan sobre la vida diaria

bajo la dictadura, es decir que nuestro trabajo focalizará su atención sobre ellos como fuente

de historia oral. En este sentido es importante destacar que la elección se toma a partir de la

dificultad que implica acceder a otras fuentes que permitan el abordaje de este objeto de

investigación ya que lamentablemente no contamos con suficientes documentos escritos,

como por ejemplo archivos periodísticos, cartas o revistas que pongan de manifiesto las

actitudes que a nivel micro se desarrollaron en la época.

En nuestro país, el uso de relatos y testimonios de aquellos que vivieron bajo el Proceso,

de aquellos que sobrevivieron a la represión y de los que sólo lo presenciaron tuvo sus inicios

a partir de la transición democrática con el Juicio a las Juntas y la elaboración del Informe

Nunca Más de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). La

memoria se convierte así en canal privilegiado de transmisión de la verdad para que las

nuevas generaciones sepan lo que pasó pero sobre todo, para la lucha por la justicia. En

Argentina aparece la memoria como un estadio anterior a la historia, es decir, se convierte en

fuente para la reconstrucción de los hechos, en un puente necesario para llegar a la verdad “tal

7

Page 9: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

y como ocurrió”, entendiendo en este caso, que esa verdad por su carácter jurídico permitiría

castigar a los culpables.

El análisis de las producciones del Programa Jóvenes y Memoria tiene por objeto

articular la memoria que habita en los relatos recogidos sobre el tema con la historia, el

análisis se realizará bajo la luz de los debates y estudios para los casos europeos y el caso

argentino con el fin de que nuestro trabajo resulte enriquecido por las distintas visiones del

tema y contribuya a dar un paso más allá de las explicaciones maniqueas que cuestionamos

anteriormente.

El objetivo entonces, no es lograr respuestas acabadas ni cerradas, sino comprender cuál

puede ser una línea fructífera de problematización del tema, para delinear la complejidad de

este tipo de análisis y no volver sobre visiones de explicación simplistas. Retomar y

profundizar interpretaciones más críticas, menos abstractas, que no caigan en el oficio de la

generalización y por lo tanto que rescaten las particularidades que son propias del tejido

social.

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Page 10: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Los Casos Europeos

Los sistemas autoritarios o totalitarios impuestos en las sociedades europeas durante el

siglo XX abrieron grandes debates historiográficos en torno a nuevas ideas como la crisis del

Estado moderno liberal, su barbarización, la novedosa industrialización de la muerte o el

llamado genocidio, entre otros temas.

Aquí nos proponemos rescatar de la extensa bibliografía elaborada acerca de esas

experiencias, aquéllos trabajos que reflexionan sobre las actitudes sociales y sobre el papel de

la sociedad frente a estos sistemas. El análisis recorrerá los diferentes debates y las distintas

épocas en que estos se desarrollaron para los casos del fascismo italiano, el franquismo

español y el nazismo alemán con el fin de abordar nuevas perspectivas de interpretación que

sean útiles al momento de pensar sobre la relación entre sociedad y dictadura en el caso

argentino.

Inicios del debate

En el año 1946 Karl Jaspers dictó un curso sobre “La cuestión de la culpa y la

responsabilidad política en Alemania” en la Universidad de Heidelberg que meses después

sería publicado en un ensayo titulado El problema de la culpa. Este trabajo parte de la

premisa de que la responsabilidad por el desastre político - moral alemán no podía ser

imputada tan sólo a decisiones adoptadas por los jerarcas nazis ya que las dictaduras también

necesitan de la complicidad activa o pasiva de buena parte de la ciudadanía. Resaltando la

participación de cada individuo en el proceso histórico, el autor aborda retrospectivamente las

culpas que le competen al pueblo alemán y a los individuos en particular, mientras estuvo

bajo la dominación nazi.

Así, distingue cuatro conceptos de culpa:

9

Page 11: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

− la culpa criminal, que consiste en acciones demostrables objetivamente y que

infringen leyes inequívocas,

− la culpa política, recae sobre cada persona del pueblo alemán, desde los altos

mandos hasta aquellos sujetos que por encontrarse su vida diaria bajo la regulación

de un mismo Estado, es “corresponsable” de cómo aquél lo gobierna,

− la culpa moral, se refiere a las acciones que se realizan en tanto individuo de una

colectividad, incluyendo las acciones políticas y militares y quedando inválido el

principio de la “obediencia debida”. Este tipo de culpa la encontramos en aquellos

individuos que vivieron durante la dictadura bajo una mentirosa lealtad, en el

disimulo y actuando de manera tal que diera la apariencia de que se tomaba parte

en el gobierno o más específicamente en los individuos activos, (actores y

ejecutores políticos) como en los pasivos (que son culpables por no haber hecho

nada).

− la culpa metafísica, se plasma en la premisa de que debe haber una solidaridad

entre los hombres como tales que convierte a cada uno en responsable de todo el

agravio y de toda la injusticia del mundo, especialmente de aquellos crímenes que

se cometen en su presencia o con su conocimiento. El razonamiento del autor en lo

que refiere a esta culpa es: si suceden crímenes y yo estoy presente y sobrevivo

mientras que el otro es asesinado entonces tengo la culpa de seguir viviendo.

Jaspers se pregunta en qué sentido puede ser enjuiciada una colectividad y en cuál sólo el

individuo. Para él tiene sentido que la responsabilidad recaiga sobre todos los ciudadanos por

las acciones de ese Estado, pero esa responsabilidad no es de carácter moral o metafísico sino

político. Si es absurdo inculpar por un crimen a un pueblo entero, porque sólo el individuo

que infringe la ley es el criminal, también lo es acusarlo moralmente. No hay ningún carácter

de un pueblo que tuviera que tener cada individuo por pertenecer a él, por lo tanto el

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Page 12: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

enjuiciamiento de un pueblo entero supone una sustancialización equivocada del mismo que

tiene como consecuencia la degradación de las personas en tanto individuos.

El autor concluye que cada alemán es responsable de los actos del Régimen que han

consentido (culpa política), que son culpables de haber apoyado al Régimen y de haber

colaborado con él (culpa moral) y también de quedarse sin hacer nada cuando se cometieron

los crímenes (culpa metafísica)2.

Después de esta publicación, la sociedad alemana se esforzó por olvidar los crímenes

nazis, pero a partir de 1958 con la reedición del libro de Primo Levi Si esto es un hombre se

vuelve a poner en escena el problema del genocidio judío y los niveles de responsabilidad del

pueblo alemán.

Primo Levi parte de su condición de testigo para relatar su experiencia en Auschwitz al

que fue deportado en 1944. La riqueza testimonial sobre todo de su trilogía3 excede los fines

de este trabajo, por lo cual nos limitaremos a presentar aquellos elementos que ofrece el autor

para reflexionar sobre las actitudes tomadas en el interior del campo de concentración frente

al terror y que pueden funcionar como guías heurísticas para comprender las de la sociedad

alemana, ya que como explica en Los hundidos y los salvados, los Lager constituían un

sistema complejo y extenso profundamente compenetrado en la vida cotidiana del país.

Según Levi si la estructura del campo se rige por la ley que determina que los

privilegiados oprimen a los no privilegiados podemos sin embargo encontrar, en el límite que

divide a estos sectores zonas de comportamientos borrosos. Estas zonas grises se constituyen

por un entramado de contactos humanos que no es sencillo de definir ya que no puede

reducirse en dos bloques polares de víctimas y verdugos. El enemigo estaba alrededor pero

dentro también, el “nosotros” perdía sus límites, no se distinguía una frontera sino muchas y

difusas. Los que se confundían en la zona gris, eran los que terminaban comprometidos con el

2 Jaspers, Karl, 1998. El problema de la culpa. Ediciones Paidós, I.C.E de la Universidad Autónoma de Barcelona, España, Pág. 69.3 Levi, Primo, 2005. Trilogía de Auschwitz. Si esto es un hombre. La tregua. Los hundidos y los salvados. Ed.El Aleph, Barcelona.

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Page 13: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Régimen por actos que los cargaban de culpa y que los convertía en cómplices. Esta

complicidad debe analizarse a la luz de que cuanto más dura era la opresión más difundida

estaba entre los oprimidos la buena disposición a colaborar con el poder, y esta disposición se

teñía de infinitos matices y motivaciones donde se ponían en juego el terror, la seducción

ideológica, la imitación servil del vencedor, el deseo de poder, la vileza, etc. Combinadas o

no, estas motivaciones han sido el origen de esa franja gris que se encuentra unida, según

Levi, por la voluntad de conservar y consolidar sus privilegios. Entonces, para el autor, en el

Lager y fuera de él hay gente gris, ambigua, dispuesta al compromiso. A éstos les corresponde

una parte de culpa (más importante cuanto mayor fue su libertad de elección) y por encima de

ella están los vectores y los instrumentos de la culpa del sistema mismo.

En el epílogo de 1976 a Si esto es un hombre encontramos su explicación de las actitudes

tomadas por la sociedad alemana bajo el Régimen nazi. Para Levi, esconder del pueblo

alemán el enorme aparato de los campos de concentración no era posible ni deseable por los

nazis ya que, como veremos en el trabajo de Robert Gellately, el conocimiento de los campos

les servía para difundir el terror y disciplinar a la sociedad alemana. El país entero sabía de su

existencia y de que allí la gente se moría, pero desconocían los detalles, los métodos y la

industrialización de la muerte. Refiriéndose a la función de la propaganda nazi, la utilización

de eufemismos permitía que en la recepción del mensaje los alemanes determinaran su acción

por el conocimiento (aunque parcial) que tenían. Para Levi, pese a las varias posibilidades de

información, la mayoría de los alemanes no sabía porque no quería saber o porque quería no

saber, vivían cada día con la ilusión de que “no ver” fuese igual a “no saber” y que “no saber”

les aliviase de su cuota de complicidad o de conveniencia4.

Como en los campos, la sociedad ni siquiera intentó resistir y se dio una singular forma

de urbanidad, donde quien sabía no hablaba, quien no sabía no preguntaba y quien preguntaba

no obtenía respuesta. El ciudadano alemán típico conquistaba y defendía su ignorancia,

construyendo de este modo la ilusión de no estar al corriente de nada y así, de no ser cómplice 4 Ibid. Pág. 543

12

Page 14: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

de lo que ocurría. Para el autor, esta omisión del pueblo alemán lo convierte en culpable

aunque reconoce también actitudes de solidaridad de civiles alemanes que permitieron la

supervivencia de millares de judíos. Pensar la resistencia en los campos representa un error de

perspectiva histórica, significa pretender de los deportados una consciencia política que

entonces pertenecía solamente a una elite e implica desconocer las condiciones en las que se

desenvolvía la vida diaria en el campo.

Pensando en la complicidad, el hecho de que el universo concentracionario no fuese

cerrado, permitió que muchos civiles participaran de intercambios comerciales, que se

utilizara la mano de obra de los prisioneros y muchas empresas colaboraran en el

levantamiento de los grandes hornos crematorios. La complicidad de las grandes

corporaciones empresarias era evidente, aunque las dudas que podían tener los que desde

afuera se relacionaban con el campo fueron sofocadas por el miedo, el afán de lucro, la

voluntaria ceguera o la fanática obediencia.

Los trabajos testimoniales de Primo Levi incorporan a las investigaciones no sólo la idea

de estas zonas grises, que serán retomadas en las próximas décadas como una forma de

explicación más cercana a la compleja realidad de estas sociedades, sino también el debate

sobre la memoria y los usos de los relatos como fuentes inagotables para estudiar las

experiencias del horror.

Debates sobre el consenso

A mediados de la década del ´70 Renzo De Felice inauguró los debates acerca del uso de

la categoría consenso para comprender al Régimen fascista italiano, explicando que éste

alcanzó su momento de mayor solidez entre los años ´29 y ´345. A partir del ´26 el Régimen

fue radicalizando su influencia sobre la sociedad, sin recibir críticas ni tampoco discusiones

sobre su modelo moral. Para De Felice, el consenso no derivaba tanto de la consciencia de las 5 De Felice, Renzo, 1974. Mussolinni Il Duce I. Gli anni del consenso, 1929-1936, Torino, Einaudi.

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Page 15: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

ventajas que el fascismo aportaba a los italianos cuanto de la seguridad que el Régimen

inspiraba en la población debido a los males que había evitado en un momento de crisis

internacional. Si la crisis aparece en las percepciones del pueblo italiano como una crisis

mundial, producto del sistema capitalista, el Régimen emerge como esforzándose por

superarla. En este sentido, para De Felice, las manifestaciones de descontento no eran

antifascistas sino de carácter económico.

En torno a esta aplicación del término consenso, durante la década de los ´90 varios

autores elaboraron trabajos críticos negando que la postura teórica de De Felice sea la

indicada para pensar sobre la naturaleza del fascismo. En este sentido, Nicola Tranfaglia6

considera que esta categoría define la relación existente entre los gobernados y los

gobernantes en un Régimen que permita la libre expresión de la voluntad individual y social,

y no en un sistema caracterizado por la preeminencia del aparato represivo, por el monopolio

político y la imposibilidad de expresar y ejercer la propia opinión. Para el autor, De Felice no

da cuenta del terror y de la coerción que imperaban en la relación de la sociedad italiana con

el aparato estatal fascista a la vez que interpreta las protestas como resultado de inquietudes

económicas y no con un carácter político. Para el caso alemán, Tim Mason prioriza la faz

política sobre la económica explicando que ante la imposibilidad de desarrollar otras prácticas

de resistencia, las huelgas y las luchas de los trabajadores estaban dirigidas contra el Estado

más que contra los empleadores7.

Retomando la crítica de Tranfaglia sólo se puede hablar de consenso cuando existe un

apoyo de masas hacia el sistema político, es decir, un apoyo entusiasta y una participación

activa de la población, mientras que para De Felice el consenso no equivale a unanimidad de

apoyos ni a adhesiones entusiastas.

6 En Calvo Vicente, Cándida, 1995. “El concepto de consenso y su aplicación al estudio del régimen franquista” en Spagna Contemporánea, N° 7. Pág.144 7 Mason, Tim, 1995. Containment of the working class en Nazism, fascism and the working class, Cambridge, Cambridge University Press, p.

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Page 16: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Para el caso del franquismo, Cándida Calvo Vicente coincide en la explicación del

consenso como adhesión y apoyo dado por los ciudadanos al sistema político que se traduce

en la obediencia y disposición de los individuos a aceptar las decisiones adoptadas por la

clase política. Sin embargo, para la autora, la formación de consenso efectivo no es un

fenómeno espontáneo sino que es inducido desde el poder a través de una serie de

mecanismos que se despliegan desde el Régimen para conseguirlo, entre ellos figuran: la

manipulación ideológica orientada hacia la producción y difusión de imágenes y juicios

positivos referentes al sistema político y negativos respecto a los comportamientos disidentes;

la interiorización de una serie de modelos culturales, pautas ideológicas y comportamientos

acordes con las necesidades del sistema y la creación de unas condiciones de existencia que

favorezcan el surgimiento en la sociedad de juicios positivos en relación al poder político así

como la reducción de comportamientos y actitudes críticas8.

Según Calvo Vicente en los años ´40 de la dictadura franquista, las actitudes que se

podían distinguir entre los vencidos, la mayoría de clases populares, eran de aceptación

resignada y pasiva pero también de rechazo y hostilidad. Sin embargo, es difícil diferenciar la

aceptación pasiva del rechazo silencioso. Muchas veces la hostilidad también tuvo forma de

silencio, de indiferencia y frialdad (esto lo observa sobre todo en las actitudes de los sectores

vencidos frente a los actos públicos que organizaba el Régimen). Las actitudes de rechazo no

se tradujeron en un apoyo activo a los grupos clandestinos de oposición. La pasividad que

caracteriza a estos sectores se explica por la atomización social, por la desorientación y

desmoralización de los obreros, por una minoría resistente pero desorganizada con sus líderes

diezmados y por el resto de la población que bajo condiciones paupérrimas concentraba sus

energías en sobrevivir y en no ser blanco del aparato represivo del Estado.

Los análisis que realiza le permiten a la autora plantear que existen distintos niveles de

consenso, ya que no hay ninguna sociedad en la que el consenso sea universal ni es la

universalidad una condición necesaria para su efectividad. En este sentido la gama de 8 Ibid, Pág.16

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Page 17: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

comportamientos sociales de los diferentes sectores se pueden entender como respuesta a los

requerimientos que se hacían desde el Estado. El Régimen franquista implementó medidas

represivas y persuasivas para conseguir de los distintos sectores respuestas diferentes. La

indiferencia se aceptaba de la masa de la población pero no de los grupos sociales y políticos

que habían constituido la base de apoyo inicial al franquismo, y del cual se exigía la adhesión

activa y la identificación ideológica evitando que surgieran en su interior disensos o apoyos

limitados.

Carmen Molinero y Pere Ysás discuten con las conclusiones del trabajo anterior. Los

autores inician su estudio poniendo en duda la afirmación de que el franquismo no buscó la

aceptación y el consentimiento de los gobernados sino sencillamente la obediencia,

alcanzándole con la desmovilización, la despolitización y la indiferencia política para

mantenerse9. Al contrario, para ellos, el Régimen desarrolló acciones y proyectos que aunque

no tuvieron éxito estuvieron orientados a ampliar sus originarios apoyos incluso a los sectores

hostiles. El estudio aborda los comportamientos de distintos sectores sociales en el período

franquista, recorriendo las actitudes de los sectores burgueses y de clase media que

inicialmente apoyaron al franquismo y donde también existieron actitudes de rechazo y

hostilidad que se manifestaron en los ámbitos privados (hasta los años ´50) en forma de

silencio y pasividad. En los ´60 por los cambios económicos, sociales y culturales aumentará

el disenso en este sector y surgirán conflictos que el Régimen no podrá canalizar y que

desembocarán en actitudes políticas contrarias sobre todo en Cataluña y en el País Vasco. Al

interior de las clases medias se distinguirán, entonces, un sector que por haber vivido la

guerra civil mantendrá su apoyo inicial al franquismo y otro que manifestará actitudes

deslegitimadoras del mismo.

Observando a las clases trabajadoras, los autores destacan su actitud de rechazo y

hostilidad durante los ´40 y ´50, actitud que tiene su explicación en las durísimas condiciones

9 Molinero, Carmen e Ysás, Pere, 1998. “La historia social en la época franquista. Una aproximación” en Historia Social, n° 30, Valencia. Pág. 135

16

Page 18: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

de vida por las que transitaban, en los recuerdos que tenían de la guerra civil y en la represión

estatal. Sin embargo, el rechazo no se tradujo en acciones masivas de protesta sino que,

coincidiendo con Calvo Vicente, fue esencialmente pasivo a la vez que existieron franjas

obreras de indiferencia política, sobre todo de aquellos sujetos que estuvieron al margen en

los años ´30. A partir de los ´60 la conflictividad en el sector obrero fue creciente y la

politización de los conflictos se produjo de forma inevitable ya que el marco legal existente

les impedía limitar los reclamos a meras reivindicaciones de carácter salarial. Se elabora en el

imaginario de los obreros una identificación entre “patronos” y “franquistas” por las

respuestas represivas que se daban desde las empresas ante los conflictos laborales y esta

identificación contribuye al desprestigio de la clase empresaria, a la radicalización de las

actitudes obreras. Junto a ello se desenvolvió también la conflictividad en los ámbitos

estudiantil y vecinal que resultó ser un espacio propicio para la difusión de los valores

democráticos de sus integrantes. Las movilizaciones de estos sectores tenían en su base a los

militantes antifranquistas que aunque no provocaron el derrumbe de la dictadura, ayudaron a

erosionarla.

En estos últimos trabajos del franquismo, no sólo se pone en juego el papel del Estado

como creador de consenso sino que aparece una categoría problemática en torno al tipo de

recepción que tuvieron los sectores a los que se dirigía el mensaje de adhesión, la pasividad.

Para Carmen Molinero y Pere Ysás la pasividad de los españoles en los ´40 y ´50 se puede

interpretar como producto del miedo y no como resultado de la despolitización y de la apatía

politica. Sin embargo, no encontramos en estos trabajos una definición tangible de qué se

entiende por pasividad.

Estudiando la ocupación alemana el historiador francés Philippe Burrin propone otra

forma de abordar la naturaleza social de este tipo de regímenes dejando de lado la categoría

de consenso por su carácter simplificador de las actitudes hacia el poder. Estas actitudes,

según Burrin, habría que analizarlas en una escala que se construye en torno a dos nociones:

17

Page 19: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

la aceptación y el distanciamiento. La primera, incluye comportamientos como la resignación,

el apoyo y la adhesión. La segunda, comprende actitudes como la desviación, la disidencia y

la oposición. Para el autor, lo más frecuente es encontrar en un mismo individuo distintas de

estas actitudes en distintos tiempos10.

Volviendo al franquismo, el trabajo de Javier Moreno Luzón parte de la hipótesis de que

el Régimen logró su persistencia gracias al mantenimiento de instrumentos eficaces de

coerción que se combinaron con un nivel suficiente de apoyo social. Esta franja de apoyo al

Régimen, contó con diferentes actitudes que se pueden distinguir en: inmovilidad social

(conseguida por medios coactivos y violentos que fueron usados de forma masiva en una

primera etapa y luego de forma más selectiva); apoyo difuso (obtenido por el Régimen a

través de la satisfacción de demandas de tipo simbólico y por el diseño de planes de desarrollo

económico); apoyo específico (tomando como indicador la participación del pueblo en las

manifestaciones sociales organizadas por el Régimen y en las instituciones vinculadas a él)11.

El autor utiliza el concepto de “apoyo social” para definir aquellos comportamientos de

conformidad o de no oposición que el Régimen buscó obtener en diferentes ámbitos a través

de aparatos creados y manipulados por tal fin.

La mayoría de los trabajos sobre el franquismo inician sus debates en torno al concepto

consenso de forma tardía en comparación a la bibliografía italiana y alemana. En sus debates,

entienden al consenso como el resultado de la combinación entre los mecanismos ideológicos

y represivos desplegados desde el Régimen para conseguirlo y de los factores externos

coyunturales que afectan directa o indirectamente la vida de los sectores sociales bajo el

Régimen. Estos factores en general se limitan a la marcha de las condiciones objetivas de vida

de la población y al peso de otros polos alternativos de hegemonía guiados por las fuerzas de

oposición.

10 Burrin, Philippe, 1996. France under the germans. Collaboration and compromise, New York, The New Press. Pág. 625. 11 Moreno Luzón, Javier, 1991. “El estudio de los apoyos sociales del franquismo. Una propuesta metodológica” en S. Castillo (coord) La Historia Social en España. Actitudes y perspectivas, Madrid, Siglo XXI. Pág. 542

18

Page 20: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Debates sobre resistencia

Los primeros trabajos sobre la resistencia al nazismo fueron presentados como una

respuesta a las crudas ideas de los Aliados sobre la “culpa colectiva” de la sociedad alemana.

Estas ideas son las que componen las críticas elaboradas por Karl Jaspers presentadas

anteriormente. En esta fase de la historiografía, entonces, la resistencia se explica como una

elección ético moral del individuo por sostener los valores de la libertad y de la democracia y

donde la oposición tuvo características burguesas, cristianas e individuales y que se tradujo en

una heroización y monumentalización de estas acciones. El punto focal de estas explicaciones

giraban en torno a los comportamientos disidentes de las elites y a la conspiración contra

Hitler de 1944, donde la resistencia aparece como “resistencia sin el pueblo”.

A partir de los ´60, comienza a cambiar la perspectiva y la historiografía alemana se

ocupa de las instituciones y organizaciones de las actividades clandestinas de la clase obrera.

Se aparta el estudio de la resistencia de las elites para centrase en las acciones, actitudes y

conductas de la masa de alemanes corrientes. Así se desarrollan estudios locales de resistencia

obrera y del alcance de sus actividades clandestinas.

Un nuevo giro se da en los ´70 con el desplazamiento de estudios de la resistencia como

organización de la actividad clandestina hacia la de las personas corrientes, donde los

historiadores se preguntan en los trabajos cómo se las arreglaba este sector en sus vidas

cotidianas para desarrollatr formas de oposición más parciales pero también “normales”,

abordando incluso aquéllos aspectos del Régimen nazi que los afectaban directamente. Esto

se enmarca en una tendencia general de la historiografía orientada al estudio de la

Altagsgeschichte o “Historia de la vida cotidiana”.

Ian Kershaw analiza la relación entre el Régimen nazi y la sociedad alemana a través del

concepto de “resistencia”. El autor aborda el problema de los límites entre el consenso y el

conflicto como fronteras fluidas y fluctuantes. El aporte más significativo que rescata el

19

Page 21: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

trabajo de Kershaw, es la incorporación en el año 1973 del concepto Resistenz que se

desarrolla en el marco del Proyecto Baviera en Munich. En este proyecto se aborda el impacto

del Régimen en todas las áreas de la vida cotidiana y aparece una imagen del conflicto con

muchas facetas. Martin Brozat incorporará el concepto Resistenz para incluir las oposiciones

parciales y una profunda comprensión de la base social del conflicto junto a una sutil

explicación de las esferas de consenso con el gobierno. En lugar de concentrarse en un

motivo, una intención o un objetivo de la acción, se ocupó de la resistencia poniendo el acento

en lo metodológico de las acciones mismas y sus efectos en bloquear o restringir parcialmente

la penetración social del nazismo. Es decir, se ocupó de la capacidad en ciertos medios

sociales de ofrecer un nivel de relativa inmunidad al intento de dominio “total” del Régimen y

su ideología. En este sentido Resistenz permite analizar las conductas que provocaron una

diferencia en la capacidad del Régimen para manipular a la sociedad a su gusto12.

“Resistencia”, en cambio, será criticado por ser un concepto que oscurece el impacto social y

político real, el efecto y las consecuencias de las acciones y por ser un término que se

concentra excesivamente en la motivación subjetiva, en la organización y en el marco ético

moral de la acción.

Así, se bifurcan dos líneas interpretativas de las acciones de oposición, por un lado, la del

Proyecto Baviera que se centralizará en un enfoque más social y funcionalista. y por el otro, la

de sus críticos que destacarán la voluntad que guía la acción más que sus consecuencias13.

Recorriendo los análisis de varios autores que descargan críticas contra el concepto de

“Resistenz” (entre ellos: Peter Steinbach, Hans Mommsen, Walter Hofer, Marlis Steinert,

Klaus-Jürgen Müller, Heins Boberach y Manferd Messerschmidt) el trabajo de Kershaw

señalará cuáles son a su criterio las mayores debilidades y los aportes de este término. En este

sentido, señala que en la práctica existe una gran dificultad para separar totalmente la

12 Kershaw, Ian, 2004. La dictadura nazi. Problemas y perspectivas de investigación. Bs As, Siglo XXI. Pág. 258.13 En este sentido se puede interpretar que resistenz es un concepto similar al de James Scott y que ha sido profusamente retomado por la historiografía anglosajona de los últimos 20 años. Ver Scott, J. C. (1985). Weapons of the Weaks: Everyday forms of peasant resistance. New Haven,Yale University Press.

20

Page 22: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

intención y la motivación de la acción; para él no es posible considerar una acción y su efecto

separados de cualquier valor o implicación moral que pudiera haber tenido. También advierte

sobre el riesgo de “comprar” las definiciones que se daban desde el aparato estatal acerca del

concepto ya que si la resistencia puede ser entendida como la voluntad de vencer al Régimen,

también es cierto que la naturaleza del Régimen moldea la naturaleza de la resistencia.

Ampliando esta idea, en un gobierno “asimétrico” el Régimen mismo convierte en resistencia

a conductas que no lo serían en un gobierno “simétrico” (entendiéndolo como un sistema

pluralista y democrático). Así, conductas que no hubieran llamado la atención en una

democracia liberal por considerarse inofensivas, fueron politizadas y criminalizadas por el

Régimen.

Según Kershaw, el Proyecto Baviera abre nuevas interpretaciones, donde es posible

comprender cómo la gente se comportaba durante la dictadura nazi, cómo se comprometía

con el Régimen y también dónde se trazaba la línea que limitaba los intentos del Estado de

interferir, penetrar y controlar a la sociedad alemana. Resistenz destaca la verdadera situación

de la gente común donde la confusión, los dilemas de elección y los incómodos compromisos

eran cosa de todos los días. De esta manera sería útil imaginar, en lugar de escalas

ascendentes de actitudes sociales que vayan de la disidencia pasiva a la resistencia, círculos

concéntricos que permitan visualizar la superposición de actitudes frente al nazismo. Estos

círculos concéntricos se unirían borrosamente unos con otros y en ellos encontraríamos, una

primera gama de disenso, una más estrecha aunque amplia banda de oposición y en el núcleo

un pequeño círculo de resistencia en sentido tradicional.

Retomando su propio análisis y la pregunta acerca de si hubo “resistencia sin el pueblo”

en la dictadura nazi, el autor destacará la importante complicidad de las elites en el gobierno

nazi y la falta de una base popular para la resistencia que se encuentran entre los principales

elementos de una explicación. Ambos elementos se relacionan con la eliminación desde el

Estado de sus opositores, con la represión y con el éxito de la propaganda en el

21

Page 23: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

establecimiento de un poderoso apoyo plesbicitario centrado en Hitler. En condiciones de

dictadura terrorista, dirá el autor, basta con la atomización y el miedo, la fragmentación de la

oposición y el difundido temor entre los ciudadanos comunes para descartar levantamientos

masivos. Actitudes como mantener la propia cabeza oculta era natural y constituía una

reacción normal frente al terror14.

Uno de los trabajos sobre el fascismo italiano que brinda mayores aportes al momento de

pensar en las posiciones que el sector obrero tomó frente al Régimen dictatorial es el de Luisa

Passerini, quien a fines de los ´80 investiga las prácticas culturales y de la vida cotidiana de

los trabajadores de Turín durante el período fascista. La autora se pregunta por las relaciones

que mantuvieron los obreros en su imaginario con el fascismo y también en cómo se

incorporaba el Régimen a las experiencias que tenían estos obreros. Para responder a estas

preguntas, toma dos tipos de fuentes de trabajo: las entrevistas personales (de estructura

abierta) con los obreros que llegaron a Turín después de 1930 y que nacieron antes de 1922 y

el Archivo de la Policía Italiana. Ella parte de diferenciar al consenso de la aceptación al

orden establecido, siendo esta última una aceptación pragmática que no debe confundirse con

la aprobación del Régimen, y que estaría dada por una cuestión de practicidad, no por una

valoración positiva del mismo. La aceptación entonces, no es consenso y no es apoyo, es una

adaptación cotidiana a las demandas del Régimen pero manteniendo un margen de maniobra.

Estos márgenes de acción se realizan “desde abajo” y permiten hacer un uso estratégico en

una situación tan inflexible como una dictadura.

La autora detecta en sus entrevistas formas de resistencia en lo cotidiano, formas de

oposición al Régimen que se manifiestan en la burla o en blasfemias que los entrevistados

realizaban durante la época, por ejemplo, subvirtiendo los slogans del gobierno y las

oraciones o loas que se emitían desde el mismo. Algo similar sucede con las canciones

populares y con los chistes. La risa surge como mecanismo para llevar adelante una situación

de impotencia, las bromas aparecen irrumpiendo una situación que se les impone y 14 Ibid. Pág. 282

22

Page 24: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

otorgándole un nuevo sentido que también puede ser entendido como resignación. De

cualquier forma, estas estrategias serán interpretadas por la autora como la evidencia que

demuestra la penetración del Régimen en la vida cotidiana de los trabajadores. Los espacios

donde se dan este tipo de prácticas serán llamados para el análisis “ámbitos de resistencia

simbólica”15 donde los comportamientos que se orientan a ridiculizar al Régimen parecen

emerger de forma espontánea e individual, pero que están relacionadas con una fuerte

herencia cultural.

Otro aporte de este trabajo es la noción de “mediación” que le permite a la autora

establecer una gama de grises en las conductas que se pueden hallar en la sociedad italiana.

Las mediaciones funcionaron uniendo la esfera pública con la privada, donde un trabajador

puede estar vinculado al aparato gubernamental o bien fingir adhesión en lo público mientras

en lo privado realizó acciones o mantuvo discursos totalmente opuestos al Régimen. Es decir,

en lo privado el sujeto se manifestó en oposición y en lo público desarrolló prácticas que se

integraron en redes que objetivamente favorecieron al Régimen a pesar de que el sujeto se

reconozca disidente. Un ejemplo de mediación es el “fascista bueno”, o los corruptos que

optan por vincularse con el Régimen, la mayoría de la veces en vistas a un aprovechamiento

personal mientras que en su ámbito privado se manifestaron disconformes.

Los trabajos sobre el franquismo en torno a este tema se caracterizan por su atraso con

respecto a los debates que vimos de los casos anteriores, ya sea por una cuestión temporal,

dado que el Régimen de Franco finalizó treinta años después que los Regímenes en Alemania

e Italia, como por las escasas discusiones que los atraviesan. Sin embargo es importante

rescatarlos.

En la compilación de artículos realizada por Isidro Sánchez, Manuel Ortiz y David Ruiz16

se rescatan distintos escenarios de la España franquista en las que bajo la apariencia de

15 Passerini, Luisa, 1987. Fascism in Popular Memory. The Cultural experience of the Turin Working Class. Londres y Paris, Cambridge University Press y Editions de la Maison des Sciences del´Homme. 16 Sánchez, Isidro; Ortiz, Manuel y Ruiz, David (coords), 1993. España franquista. Causa general y actitudes sociales ante la dictadura. Ediciones de la Universidad de Castilla la Mancha.

23

Page 25: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

uniformidades, homogeneidades y consensos se encontrarán una variada gama de reacciones

individuales, de grupos y fracciones de clase, que oscilarán entre la inquebrantable adhesión

al sistema hasta la desafección manifiesta, pasando por la masiva aceptación resignada y la

minoritaria disconformidad que se desenvuelven en distintos tiempos del Régimen.

El artículo de Antonio Miguel Bernal, se referirá a la resistencia pasiva de los

campesinos andaluces que aparece como respuesta a la derrota en la lucha contra el

franquismo. El trabajo recorre las distintas actitudes que este sector desarrolla a lo largo del

Régimen franquista, desde la resignación, pasando por el apoyo pasivo a los “hombres de las

sierras” (exiliados que representaban el símbolo de la rebeldía) hasta el cambio de los años

´54-´57 donde se produce una consolidación progresiva de las nuevas organizaciones

sindicales en oposición al sindicalismo oficial y corporativo del Régimen. Este cambio

culminará en 1975 con el relanzamiento del sindicalismo agrario originalmente iniciado bajo

una forma clandestina.

Carmen Molinero y Pere Ysás, en la misma compilación, abordarán la contradictoria

adhesión de los industriales catalanes al franquismo y José María Garmendia y Manuel

González Portilla estudian las actitudes políticas de la burguesía vasca en relación al

desarrollo de la conflictividad en el sector obrero que residió en las deplorables condiciones

de vida de los trabajadores. Centrándose en el sector obrero, José Babiano analiza tres

respuestas temporales que este sector manifiesta ante la dictadura en Madrid: los años ´50

caracterizados por la ausencia de huelgas generales debido a los efectos de la represión; la

segunda etapa, durante los años ´63 y ´67 donde las demandas coyunturales se politizaron y el

movimiento obrero sustituyó sus tácticas de paros prolongados por acciones de menor riesgo

como la disminución del rendimiento o la negativa a realizar horas extraordinarias;

finalmente, el trieño comprendido entre 1975 y 1977 que fue el de mayor conflictividad

obrera donde se verifica un giro radical en las pautas de comportamiento que se dan en el

momento de declive del gobierno franquista por el brusco bloqueo de las expectativas de los

24

Page 26: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

trabajadores y por la acumulación de recursos organizativos y políticos que venían

desarrollando en los años ´60.

Como advertimos, es notoria la distancia en los debates que se desarrollan en la

bibliografía sobre los casos alemán e italiano y la del franquismo. Mientras en los primeros

se están discutiendo nuevas categorías de análisis para interpretar las actitudes de resistencia u

oposición, en el caso español se mantienen estudios que señalan que la mayor parte de la clase

obrera rechazó la dictadura y destaca sobre todo su posición pasiva frente al Régimen debido

a la política de terror como a la concentración de este sector en la preocupación por superar

los problemas de su subsistencia diaria. De esta bibliografía rescatamos sus miradas más

locales (también presentes en Passerini) que permiten desagregar a la sociedad como un ente

abstracto en sectores más complejos a la vez que tiene en cuenta cuestiones de periodización y

contextualización de los comportamientos. Sin embargo, no se incluyen elementos simbólicos

o culturales que puedan ser factores determinantes y constitutivos de cualquier actitud frente

al Régimen.

Últimos debates

Volviendo sobre la Alemania nazi, a fines de los ´90 el “debate Goldhagen” ha reiniciado

las reflexiones acerca del consenso otorgado por los alemanes hacia el Tercer Reich.

Daniel Goldhagen17 explica que hubo en la sociedad alemana un antisemitismo

demonológico latente (persistente y reprimido, dirá) que formaba parte de la estructura común

de las ideas que tenían los perpetradores del holocausto y los alemanes en general. Estas ideas

fueron liberadas por la dictadura nazi, permitiendo que el genocidio se realizara y que

alemanes comunes se convirtieran en asesinos y en “verdugos voluntarios” del Régimen. El

autor ve la crueldad del Régimen como original y específica de la sociedad alemana y

17 Goldhagen, Daniel, 1997. Los verdugos voluntarios de Hitler, Madrid, Ed. Aguilar.

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Page 27: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

presenta como incuestionable la extensiva participación de numerosos alemanes en el

asesinato en masa de judíos y el alto grado de voluntarismo que exhibieron.

Obviamente esta posición generó un ríspido debate entre los historiadores. Para

Chistopher Browning esta es una visión simplista que no toma en consideración factores

situacionales ya que no se contextualiza la acción de esos hombres, al punto de que en la

explicación pareciera olvidarse que esos alemanes estaban viviendo bajo una dictadura y que,

por lo tanto, que una situación de silencio en ese contexto no siempre significó apoyo18. El

ritual manipulativo y la propaganda nazi apuntaban a crear una imagen de actitudes alemanas

uniformes pero, según Browing, no deberían ser tomadas como evidencia de una expresión

espontánea de antisemitismo generalizado.

Las críticas a Goldhagen apuntan a estudiar el antisemistimo alemán pensando en

distintos grados de colaboración con el Régimen. La mayoría de los hombres pudo haber

accedido a matar por la presión estatal que se ejercía desde el sistema político y por la presión

social que los podría catalogar de traidores si no actuaban de esa manera. Browning rescata,

en esta discusión, la idea de que esos hombres no eran sádicos, sino hombres corrientes y la

explicación entonces no debería centrarse en la ideología como único y suficiente factor del

exterminio producido en la Alemania nazi. El foco de las interpretaciones debería desplazarse

del modelo cognitivo singular de Goldhagen a la combinación de factores ideológicos y

situacionales que permitieron a un Régimen dictatorial, “popular” y conducido

ideológicamente, movilizar y utilizar al resto de la sociedad para sus propósitos. En este

sentido se acusa a Goldhagen de realizar su trabajo en base a un determinismo metodológico

dejando afuera mucho de lo que podría dar alguna textura y diferenciación a la descripción de

los asesinos alemanes, quedándose sólo con aquellos datos que confirman su hipótesis. Dada

su metodología, explica Browning, difícilmente podría haber llegado a otra conclusión.

18 Browning, Christopher, 1999. “Los verdugos voluntarios de Daniel Goldhagen” en Federico Finchelstein (comp.) Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva. El Debate Goldhagen, Buenos Aires, Eudeba. Pág.118.

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Esta crítica, similar a la que le hicieron a De Felice para el caso italiano, devuelve a los

estudios la necesidad de recordar que la represión era real. Partiendo de este conocimiento

habría que analizar, como Primo Levi, las zonas grises de las sociedades frente a los sistemas

dictatoriales. Según Browning, estas zonas borrosas permiten observar lo propiamente

humano, es decir una característica troncal de cualquier acción y cuya observación está

ausente en el trabajo de Goldhagen.

Los análisis del consenso en la Alemania nazi parecen florecer en este período. En este

caso, tomaremos el trabajo de Robert Gellately. En su libro19 analiza a la sociedad alemana

partiendo de la idea de que el Régimen intentó en todo momento atraerse el consentimiento y

el apoyo del pueblo. Consentimiento y coerción fueron dos elementos inextricablemente

unidos durante toda la historia del Tercer Reich. La hipótesis que guía su trabajo es que el

consenso asumió diversas formas, fue más fluctuante que firme, más activo que pasivo,

determinado por distintos factores según el contexto y el tema, y estuvo todo el tiempo en

proceso de formación20. Centrándose en las facetas sociales y públicas de la dictadura (no en

lo que sucedía a puerta cerrada y en secreto) y utilizando los Archivos de la Policía Alemana

y la prensa de la época, el autor observará cómo los medios de comunicación y las delaciones

de los ciudadanos civiles se combinaron en una matriz de consenso hacia el Régimen.

La prensa -que publicó gran cantidad de materiales relacionados con la policía, elogió los

campos de concentración y se hizo eco de diversas campañas discriminatorias- era

manipulada por el Régimen para impresionar las mentes y esto constituyó una faceta

fundamental de la vida cotidiana. Los alemanes fueron informados de aquel nuevo modo de

afrontar la delincuencia y los campos se presentaron como los sostenedores del “la ley y el

orden”, destacándose su faceta educativa. Según Gellately apenas hay indicios de que los

alemanes estuvieran en contra de los campos ni de que tuvieran dudas de que los presos

19 Gellately, Robert, 2002. No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso, Barcelona, Ed. Crítica. 20 En este sentido los trabajos de Gellately se vinculan a la concepción de hegemonía como proceso en constante conformación que desarrolla Florencia Mallon en Peasant and Nation: The Making of Postcolonial Mexico and Peru. Berkeley: University of California Press.

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estaban en el campo porque se mostraban en desacuerdo con los nazis. Las imágenes de los

campos tuvieron efectos terroríficos o disuasivos sobre los potenciales adversarios del

nazismo y sobre las personas que estaban estigmatizadas socialmente. Esas mismas imágenes

se ganaron el apoyo de muchos alemanes y contribuyeron a facilitar la aceptación.

El autor rescata la faceta represiva del Régimen que se convirtió en un concepto social

formado a través de lo que los ciudadanos se contaban unos a otros y de las noticias que

publicaba la prensa o que se escuchaban por radio. La nueva policía invadió cada vez más

aspectos de la vida social y privada y el nuevo sistema se dedicó a erradicar a una serie de

colectivos de la población que “no podían adaptarse”. En este sentido, las prácticas represivas,

la coerción y la persecución hicieron que la dictadura ganase muchos más adeptos. Junto con

la represión, el aparato disuasivo de los medios de comunicación iba acompañado de éxitos

políticos, como el programa de creación de empleo, la construcción de autopistas, la promesa

de un automóvil para cada familia, vacaciones baratas y las Olimpiadas; de manera tal que se

fueron ganando las actitudes conformistas.

Pero la colaboración de la sociedad se ve de forma evidente en los estudios que realiza

Gellately sobre los expedientes policiales. Aunque no todos los alemanes estuvieron de

acuerdo con todas las medidas adoptadas por la dictadura, con ciertos aspectos vinculados a la

eutanasia, a la persecución de los judíos y de los trabajadores extranjeros, el Régimen no tuvo

la menor dificultad para conseguir que la población denunciara las supuestas infracciones de

la normativa racista. La participación de los ciudadanos como delatores ante las autoridades

era un medio fundamental para salvaguardar el frente interno en medio de la guerra. Desde

1933 la gente había hecho con frecuencia un uso egoísta de la delación. El suministro de

información a la policía o al partido fue una de las contribuciones más importantes de la

participación ciudadana en el Tercer Reich. La población cooperó en la puesta en práctica del

antisemitismo y en la aplicación de las medidas raciales pareciendo dispuesta a aceptar la idea

de vivir en una sociedad vigilada y a prescindir del ejercicio de sus libertades individuales. De

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este modo, cuando cualquiera denunciaba una infracción de las leyes raciales a la policía o

escribía una carta al partido notificando comportamientos sociales políticamente

“indeseables”, sin importar si sus motivos eran sinceros o egoístas, contribuía a la realización

de la ideología nazi y sostenía a la dictadura21. Esta disposición a la delación, tuvo efectos

devastadores para la resistencia que se mantuvo sin organización, bajo formas individuales y

cuyos actos tenían importancia para quienes los realizaban, pero no implicaban una amenaza

real para el gobierno.

Retomemos el debate sobre el concepto Resistenz que introdujo el Proyecto Baviera en

los ´70 para abrir el panorama de explicaciones referentes a las actitudes frente al nazismo

bajo la lectura de Gellately. Como vimos, para este autor, el Régimen nazi contó con un

amplio apoyo de los sectores civiles evidenciado en la proliferación de delaciones que se

realizaban frente a las autoridades. De estas denuncias no rescata su aspecto subjetivo, es

decir, si estaban orientadas por la voluntad de colaborar con el gobierno, sino su función

subyacente. Aunque las denuncias pudieron ser motivadas por cuestiones egoístas o como un

instrumento para resolver problemas personales entre los civiles, indirecta o directamente

contribuyeron a sostener la dictadura nazi. En este sentido, la definición del término Resistenz

parece apropiada para interpretar estas conductas pero en sentido inverso, pensando no en la

oposición sino en el apoyo.

Por otro lado, el papel de la propaganda, de los mecanismos objetivos del Estado que

buscaba adhesión a través de beneficios simbólicos y materiales que le otorgaba al pueblo

alemán se combinan con el miedo diario que se difundía. Las informaciones que se podían

tener se convirtieron en un arma de doble filo, no sólo porque ellas podían garantizarle al

Régimen un clima de “no resistencia” de la sociedad sino porque también la comprometía día

a día con el silencio. Pero pensar que la sociedad es cómplice por saber (cuando como dice

Levi, era imposible no saber) es tomar como legítima la imagen que el Régimen le devolvía a

la sociedad acerca de sí misma. 21 Ibid. Pág. 350.

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Sin dudas hubo cómplices, colaboradores, gente que apoyaba, gente que callaba, muchos

que no estaban de acuerdo y otros que resistían. Pero estas actitudes frente a la dictadura no

pueden ser analizadas en sí mismas sino en conjunto con los factores que hacían que, por

ejemplo, fueran pocos los que resistieran en lo público y muchos en lo privado. Y en este

sentido, habría que definir qué entendemos por cada una de las actitudes sociales posibles de

encontrar o si nos vamos a centrar en los motivos de la acción o en los efectos de la misma.

Siguiendo esta línea, uno tampoco puede dejar de lado el papel de la memoria y de los

testimonios que se elaboran en un momento completamente distinto al vivido, donde el

individuo que transmite su experiencia lo hace en un proceso de reelaboración de la misma y

con mayores posibilidades de otorgarle un sentido diferente al que tuvo cuando actuó.

La idea de comprender las actitudes frente al Régimen en una gama de círculos

concéntricos, como propone Kershaw, me parece acertada. En primer lugar porque

esquemáticamente nos permite comprender que las acciones no pueden encasillarse en

categorías rígidas y en segundo lugar, porque los límites entre una acción y otra son difusos

pudiendo un individuo tomar distintas posiciones en diferentes tiempos.

Finalmente, analizar los silencios como pasividad consensual u opositora debe ir

acompañada de una descripción espacio - temporal de la acción, donde se pongan en juego los

lugares públicos o privados en los que se observan estos silencios así como los distintos

momentos por los que pasa un Régimen y en los que también se manifiestan. En este sentido,

la noción de mediación que ofrece Passerini contribuye a desmistificar las acciones por lo que

expresaron en el ámbito público para comprenderlas también en aquéllos espacios a los que

no llegaba el Régimen o (pensando en la idea de Resistenz) en los que podía evitarse su

penetración.

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Page 32: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

El caso argentino

La mayoría de los trabajos sobre el consenso o la resistencia en la última dictadura

militar argentina se centran en las actitudes de las cúpulas dirigentes que representan a

variados sectores sociales. Las investigaciones académicas toman como objeto de estudio los

posicionamientos que tuvieron la gran prensa, las cúpulas de los partidos políticos, las

asociaciones empresariales, profesionales, sindicales y la Iglesia católica, entre otros.

Para iniciar este análisis, partiremos de una breve presentación de esta bibliografía para

luego abordar aquella que se refiere a los microcontextos de lo social, específicamente a los

trabajos que indagaron sobre la vida cotidiana en la dictadura.

Iniciando el recorrido. A veinte años del golpe.

A partir de la apertura democrática y a lo largo de las dos primeras décadas, encontramos

una gama de trabajos que abordan el problema de los apoyos y la oposición hacia la dictadura

militar focalizando sus investigaciones en sectores acotados que tuvieron papeles

protagónicos en la configuración del escenario político y social. Las actitudes frente al

Régimen serán inicialmente catalogadas de cómplices o resistentes para llegar durante los

primeros años del 2000 a tomarse en cuenta otras dimensiones que problematizan esta

polaridad.

Para iniciar este trayecto, tomaremos en primer lugar el texto de Ignacio Klich22 quien

indagó sobre las actitudes de silencio que se tomaron al interior de la DAIA (Delegación de

Asociaciones Israelitas Argentinas) durante la última dictadura militar. El autor encuentra que

la preocupación por las víctimas que formaban parte de la comunidad no fue prioridad para la

institución, por el contrario, desalentó la notificación de desapariciones y detenciones de las

22 Klich, Ignacio, 1989. “Políticas comunitarias durante las Juntas Militares argentinas: la DAIA durante el Proceso de Reorganización Nacional” en Leonardo Senkman, El antisemitismo en la Argentina, Buenos Aires, CEAL.

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víctimas judías, obstaculizó y se alejó de las actividades en las que podía colaborar con el

Movimiento de Derechos Humanos y favoreció la imagen que del exterior se tenía del

gobierno militar. Ese silencio original es interpretado en su trabajo como una actitud cómplice

de la DAIA con la Junta para garantizar la continuidad de la vida institucional negándose a

reconocer el antisemitismo de la misma.

Pablo Pozzi23 y Francisco Delich24 profundizarán los estudios sobre el movimento obrero

durante la dictadura militar pero llegarán a conclusiones diferentes. Para el primero, los

planes de lucha y la resistencia del movimiento obrero fue capaz de herir al proceso aún bajo

el terror y la represión. Delich, en cambio, ve al sector en un estado de inmovilidad, donde la

represión, la crisis salarial y los planes de diálogo entre la cúpula sindical y el gobierno fueron

factores suficientes para frenar las reivindicaciones y su capacidad de organización.

Un análisis de las actitudes de los partidos políticos durante todo el período dictatorial lo

encontramos en el trabajo de César Tcach25. El autor destaca el papel del peronismo, que

definido como verticalista y pretoriano, optó por compartir el poder con los militares antes

que con otros partidos. Por el contrario, el Partido Radical se destacó por sus actitudes de

reparos frente al Régimen, mostrándose más duro en algunos momentos y menos en otros.

En la Revista Puentes26 dedicada al tema de la responsabilidad colectiva y a las

elecciones morales ante la dictadura, encontramos una serie de artículos que evidencian tanto

la complicidad como la oposición frente al Proceso. Para dar algunos ejemplos, el artículo de

Horacio Verbitsky sobre el papel de la Iglesia desnuda la trama de conocimiento que tenía por

ejemplo el Nuncio Apostólico Pio Laghi sobre lo que pasaba en la Escuela de Mecánica de la

Armada, su contacto con los detenidos en los campos de concentración y su estrecha relación

con Massera. Actitudes de apoyo del fuero eclesiástico también son trabajadas por Emilio 23 Pozzi, Pablo, 1988. Oposición obrera a la dictadura, Buenos Aires, Contrapunto24 Delich, Francisco, 1982. “Desmovilización social, reestructuración obrera y cambio sindical” en Peter Waldman y Nestor Grazón Valdés (comp) El poder militar en Argentina 1976-1981, Buenos Aires, Ed Galena. 25 Tcach, César, 1996. “Partidos políticos y dictadura militar en Argentina (1976-1983)”, en Dutrénit, Silvia (comp) Diversidad partidaria y dictaduras: Argentina, Brasil y Uruguay, México D.F, Instituto de Investigaciones Dr José María Luis Mora26 Revista Puentes, julio 2001. Año 1, número 4, La Plata, Centro de Estudios por la Memoria, Comisión Provincial por la Memoria.

32

Page 34: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Mignone27 quien pone en evidencia las relaciones de complicidad entre el clero y el Régimen

que se sustentaban en una afinidad ideológica de larga data entre estos sectores, una tradición

de sometimiento de la Iglesia a la corporación militar que consistía en un acto delegativo

donde se le confió al Estado la capacidad de reformar al pueblo cristiano.

Actitudes corporativas de complicidad también se ejemplifican, en esta revista, con la

existencia de un plan concertado entre los grupos económicos y el Estado que se aborda en

una selección del informe presentado por la CTA ante el Juez Baltasar Garzón. En esas

páginas se resume el apoyo que empresas como Ford, Ingenio Ledesma, Astilleros, Acindar,

entre otras, manifestaron por los métodos de detención y represión aplicados por el gobierno

militar hacia los trabajadores de las fábricas. La colaboración de los directivos de las

empresas se observa no sólo en la nóminas de trabajadores “sospechosos” que entregaban al

gobierno, sino también en la ayuda operativa para llevar adelante los secuestros y

detenciones, así como en la creación de centros de tortura en el interior de las mismas.

Actitudes solidarias y de oposición al Régimen se demuestran con la entrevista realizada

a Enrico Calamai, ex cónsul italiano que logró durante la dictadura refugiar y otorgar asilo a

todos aquellos que se acercaban al consulado buscando ayuda. Su tarea central fue organizar

la salida de los perseguidos hacia el exterior. Para Calamai todo el barrio sabía lo que él

estaba haciendo pero nunca hubo alguien que lo delatase.

En la misma línea de comportamientos, la revista publica una conferencia dictada por

Elizabeth Jelin28 que luego será profundizada en su artículo Los derechos humanos entre el

estado y la sociedad en uno de los tomos de Nueva Historia Argentina. La autora rescata las

actitudes de los Organismos de Derechos Humanos desde los primeros años de la dictadura y

de las comunidades barriales y las redes sociales (sindicales, políticas, religiosas) que se

creaban en la vida comunitaria durante ese período convirtiéndose en espacios de contención

27 Mignone, Emilio, 1986. Iglesia y dictadura. El papel de la iglesia a la luz de sus relaciones con el Régimen militar, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional. 28 Jelin, Elizabeth, 2005. “Los derechos humanos entre el estado y la sociedad” en Suriano, Juan (Comp), Dictadura y Democracia 1976-2002, Nueva Historia Argentina, Tomo X, Buenos Aires, Sudamericana.

33

Page 35: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

de los familiares de las víctimas bajo diferentes formas de solidaridad: las manifestaciones

callejeras, protestas barriales y en las fábricas, marchas, asesoramiento y orientación a los

afectados. Para la autora, este tipo de protestas más informales y a menudo localizadas en

barrios populares ha quedado en el silencio o en el recuerdo de aquellos que la vivieron sin

haber entrado a formar parte de la “historia oficial” de la resistencia contra la dictadura29.

Los últimos artículos mencionados, la entrevista al Cónsul Calamai y la conferencia de

Jelin, nos parecen apropiados para iniciar un proceso de reflexión en torno a aquellos estudios

cerrados que insisten en explicar la relación entre la sociedad argentina y el Régimen

dictatorial a través de un vínculo simple y unilateral donde todos fueron cómplices o

inocentes ( me refiero a la teoría de los dos demonios y a los trabajos que culpabilizan

absolutamente a la sociedad). A través de Calamai y Jelin podemos ver que la complicidad no

era una regla de acción ineludible y que en los ámbitos locales se configuraron espacios

heterogéneos de acción que al no tomar un carácter público contribuyó a alimentar aquellas

visiones simplistas que aquí criticamos.

Continuando con el recorrido bibliográfico, veremos otras investigaciones más generales

que abarcan todo el proceso dictatorial desde sus distintas dimensiones, lo económico, lo

político, lo social, lo cultural y lo represivo. Aquí presentaremos sólo aquellas reflexiones que

desde estos trabajos dan cuenta del problema de las actitudes que se tomaron frente al

Régimen.

En primer lugar, Hugo Quiroga30 estudia el proceso militar en la dinámica de la relación

que se articula entre el Estado y la sociedad civil al interior del sistema político. Trabaja sobre

los medios de comunicación y las declaraciones que han realizado en el período distintos

actores sociales pertenecientes a partidos políticos, al gobierno, a la Iglesia y a los sectores

empresarios. La hipótesis que guía su trabajo es que el sistema político argentino funcionó

combinando en su estructura los gobiernos militares con los gobiernos civiles, siendo el golpe

29 Ibid. Pág.522. 30 Quiroga, Hugo, 1994. El tiempo del proceso. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares, 1976-1983, Rosario, Ross.

34

Page 36: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

del ´30 no una ruptura sino una apertura del sistema que incluye a las Fuerzas Armadas como

un componente necesario y complementario en el funcionamiento del mismo. De esta manera,

para el autor, siempre hubo dos polos antagónicos coexistiendo: el democrático y el

autoritario.

Para Quiroga el apoyo y el reconocimiento de la participación de lo militares en política

fue aceptada por la sociedad argentina entre 1930 y 1983. Sin embargo, dirá, la dictadura se

sostuvo por ese funcionamiento particular del sistema político, no por el carisma, por la

ideología o por la fuerza pura. Fue una dictadura soberana, que recibió el poder por sí misma,

se instituyó por encima de la Constitución Nacional pero que también necesitó de estrategias

discursivas, comentarios editoriales de la gran prensa del país, del apoyo de los dirigentes

políticos, de la cúpula eclesiástica y de las organizaciones empresariales para moldear su

legitimación.

Quiroga distingue cuatro subperíodos dentro del Proceso: el primero de Legitimación

(1976-1977), el segundo de Deslegitimación (1978-1979), el tercero de Agotamiento

(1980-81-82) y finalmente el de Descomposición (1982-1983). El autor analiza las

estrategias y los conflictos internos en las Fuerzas Armadas que dificultó para el gobierno la

tarea de conformación de un consenso creado “desde arriba” a través de todo el período. El

nuevo consenso intentó crearse a través de la centralización de los discursos en torno a la

“lucha antisubversiva” fuente elemental de legitimidad permanente que, según el autor,

encontró el Régimen para sostenerse. Concentrándose en las repercusiones que tuvo en la

sociedad las distintas políticas e intentos de diálogo que desde el Estado se implementaron

para no perder legitimidad, el autor concluirá que la adhesión original con la que contó el

golpe fue erosionándose por la falta de eficacia de la administración de facto ya que no

encontraba las soluciones a aquellos problemas básicos que requerían de respuestas

inmediatas. La pérdida de legitimidad que lleva a una situación de agotamiento y que

culminará en un estado de descomposición es el resultado de diferentes momentos críticos en

35

Page 37: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

los que se manifestó la incapacidad de respuesta del Estado autoritario a las demandas

sociales de distinta naturaleza.

A diferencia de Quiroga, Palermo y Novaro31 parten de la idea de que en las etapas

iniciales del golpe, los militares no necesitaban del acompañamiento civil, por el contrario

tomaron distancia de una sociedad a la que consideraron totalmente enferma. Sin embargo,

rescatan varios frentes de colaboración con los que contó el Estado para llevar a cabo su

“lucha antisubversiva”: en el frente sindical, empresarios y directivos respondían

positivamente al Régimen brindando información para que los grupos de tareas secuestraran a

sus empleados considerados “sospechosos”; en lo educativo, contó con el respaldo de actores

civiles del mismo y de otros ámbitos que fomentaron la delación de docentes, alumnos y

autoridades consideradas “subversivas”; complicidades de otros sectores se encuentran en

aquellos profesionales, empresarios, escribanos, abogados y jueces que fueron muy necesarios

para el personal de las fuerzas de seguridad al momento de falsificar escrituras y títulos de

propiedad obtenidos por la apropiación de los bienes de las víctimas y sacerdotes católicos

afectos al enriquecimiento ilícito. Para los autores existió un núcleo social procesista que se

encontraba fuera del gobierno pero dentro del Régimen, formado por el conjunto de civiles y

militares, laicos, sacerdotes, hombres y mujeres de todas las condiciones y profesiones que

dieron su consentimiento a la operación de represión ilegal.

Profundizando en los microcontextos, Palermo y Novaro entienden que la aplicación del

proyecto de reorganización de la sociedad “de arriba hacia abajo” se realizó a través del

terror de Estado, utilizado como un instrumento fundamental aunque no exclusivo y que

consiguió escindir la vida cotidiana en dos esferas: el mundo de la seguridad y el mundo del

temor.

El mundo de la seguridad lo distinguen por aquellos valores y pautas de familia o

autoridad que fueron “restaurados” por el Régimen en el sentido de que si éste fue

31 Novaro, Marcos y Palermo, Vicente, 2003. La dictadura militar (1976-1983). Del golpe de Estado a la restauración democrática, Buenos Aires, Paidós.

36

Page 38: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

conservador, las políticas activas y su retórica propiciaron un clima reconfortante para

aquellas familias de clase privilegiada que coincidían ideológicamente con ellos. Esta

satisfacción de los altos sectores no se limitaba a la esfera familiar sino también a los cambios

sufridos en las instituciones directamente relacionadas a ese entorno: los ámbitos educativos,

religiosos y el mundo del trabajo. El golpe fue vivido por este sector como una reivindicación

simbólica acompañada de una especie de odio social que respaldaba los actos del gobierno

(por ejemplo, la erradicación de las villas de emergencia) para volver a sentirse seguros. La

vida cotidiana recupera para estos sectores una sensación de certidumbre perdida en los años

previos. Con respecto a la represión, retomando a Hannah Arendt, los autores explican que en

un difundido anestesiamiento de las consciencias morales, muchos querían que se terminase

la violencia previa y estaban dispuestos a aceptar un grado importante de violencia ilegal para

que eso se lograra. Pero como la represión no ofrecía hechos transparentes sino un difuso

rompecabezas, la confusión debió ser interpretada por cada persona para definir su situación y

elegir qué hacer. Las personas encontraron un amplio margen para construir su interpretación

y para “decidir” ver o no ver, saber o no saber, entender o no entender32. Para los autores, la

frase “por algo será” establece un corte en la selectividad de la represión y les permite a los

sujetos sentirse por fuera del problema. La ecuación “no soy un subversivo, ergo, a mí no me

va a pasar nada” se conjugaba con los vagos requisitos que alcanzaban a los militares para

llevarse a alguien. En este “mundo”, existió una fuerte tendencia a culpabilizar a las víctimas

lo que les permitió justificar su “no acción” y tener razones para sentirse seguros. Este

anestesiamiento moral se conjugó con el secreto y la elección de las personas por no saber. La

modalidad ambigua de la represión aumentó notablemente la capacidad de usar mecanismos

de negación y evasión para elaborar todo lo que se percibía y hacer la vida más llevadera.

El mundo del temor, se configuró mucho antes de 1976 en torno a la desmoralización y

la derrota que sufrieron los sectores populares. La súbita concentración de la violencia en

manos del Estado significó la intensificación de la ola represiva que ya experimentaban los 32 Ibid. Pág.133.

37

Page 39: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

lugares de trabajo, los barrios y las instituciones educativas desde la emergencia de la Triple

A. En el trabajo, tres factores se conjugaron para redefinir la dirección de la vida laboral: un

abrupto retroceso en las formas de protección estatales, legales y corporativas, una drástica

irrupción de la represión estatal y la ofensiva de los patrones de las empresas que recuperarían

su autoridad frente a los trabajadores. El modo en que el terror del Estado impactó en la

cotidianeidad del trabajo varió según las características de cada actividad. Por ejemplo, en el

ámbito educativo, el control del “curriculum oculto” se orientó a vigilar y castigar a todas

aquellas relaciones que afectasen el principio de autoridad y fueran consideradas sospechosas

de subversión. La retórica sobre la juventud, las familias, y las acciones moralizantes fueron

útiles para infundir comportamientos autorrepresivos en los hogares presididos por el silencio,

convirtiendo a la incertidumbre en una cuestión cotidiana. Esas pautas represivas se

internalizaban al interior del hogar aún sin estar de acuerdo con ellas, pero se percibían como

la forma más prudente de actuar para protegerse y proteger a los hijos.

A su vez, para los autores, el método de las desapariciones persiguió varios objetivos

simultáneos: permitió extender un manto de sospecha sobre un sector amplio de la sociedad

forzándolo a la inacción por el terror y aislándolo del resto del cuerpo social, dificultó la tarea

de denuncia de las organizaciones guerrilleras y de izquierda, desalentó la solidaridad y el

reclamo de familiares y amigos porque ocultaba a los responsables ante quienes reclamar y

evitó toda comunicación con los detenidos por temor a generar represalias sobre ellos. El

carácter “doble” de las desapariciones, amplitud y prontitud de la matanza con mínima

repercusión pública, permitía resolver el dilema de tener que mantener fuera de la vista de la

opinión pública la dimensión de los crímenes que se habían perpetrado a la vez que les

evitaba a quienes daban un apoyo al Régimen el verse obligados a emitir un juicio público

favorable ya que no tenían que justificar lo que podían decir no conocer. Pero el miedo no

tuvo los mismos efectos en toda la sociedad, algunos sectores no se paralizaron y desafiaron

al gobierno en el terreno de los derechos humanos.

38

Page 40: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Palermo y Novaro parecen sobredimensionar el margen de elección que la sociedad

tenía frente al terrorismo estatal. Más adelante veremos que la opción entre saber y no saber

lo que sucedía será criticada por Pilar Calveiro en tanto ese saber constituía una estrategia

estatal para disciplinar a la sociedad en el silencio y comprometerla así con las prácticas del

Régimen. En este sentido, Gabriela Águila rescatará la esfera pública del terror militar que,

puesto en evidencia frente a amplios sectores, pudo haber contribuido a ese anestesiamiento

mencionado por los autores, pero esto lo retomaremos después. Mientras tanto, vale la pena

subrayar la idea del núcleo social procesista en tanto permite volver más flexible la matriz de

complicidades y apoyos desde todos los ámbitos y pensar también en un sentido inverso,

donde pudo haber existido un núcleo social resistente que actuó con formas de oposición que

no sólo se manifestó en una lucha abierta de un pequeño grupo organizado en torno a ello.

Continuamos entonces con Juan Corradi33, quien realiza un abordaje sobre el tema del

terror permitiendo analizar los posicionamientos sociales ante la dictadura desde su dimensión

coercitiva. El autor inicia su artículo destacando que la fragmentación y anomia absoluta que

dominaba en los ´70 generó una demanda primitiva de orden desde los sectores subordinados,

en particular los sectores medios, y una disposición generalizada de suscribir a un pacto

hobbesiano que le otorgó al Régimen una autonomía temporaria.

Luego distingue dos funciones del terror: la función de comportamiento y la ideológica,

entendiendo que el terror estará orientado a adaptar el comportamiento político a la

obediencia absoluta hacia las directivas que bajan desde el poder político a la vez que

moldeará las actitudes a fin de obtener obediencia voluntaria. Es decir, el terror será creador

de nuevos sujetos en tanto los prive de la oportunidad de calcular y prever las consecuencias

de sus acciones, como “una forma de poder en la cual, la conformidad no garantiza la

seguridad y cuyo efecto principal es la emergencia de una cultura del miedo34”.

33 Corradi, Juan, 1996. El método de destrucción. El terror en la Argentina en Hugo Quiroga y César Tcach (comps), A veinte años del golpe. Con memoria democrática, Rosario, Homo Sapiens34 Ibid. Pág. 89

39

Page 41: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Si después del ´76 lo que prima es una práctica y discurso que gira en torno a la

dicotomía amigo-enemigo, esta dualidad se trasladará a lo ideológico al establecer una

oposición espúrea entre violencia y orden. Para el autor, la sociedad civil funciona

“normalmente” cuando no está vigorosamente integrada, cuando provee un espacio público

para el debate y la negociación, cuando los mensajes sociales no son completamente claros.

Es decir, una sociedad “normal” es una sociedad conflictiva, donde prima la acción

comunicativa. Al contrario, en una sociedad autoritaria, integrada por la fuerza, se desarrollan

mecanismos unitarios que reducen la esfera pública, desintegran distintos problemas y

distorsionan cuando no reprimen la acción comunicativa. En este sentido, la violencia, no el

conflicto, es un atributo sistémico de la sociedad dictatorial y por lo tanto, orden y violencia

pertenecen a la misma ecuación autoritaria. Estos pares ideológicos reposicionan a los sujetos

en un campo peligroso porque ninguno de ellos puede definir con certeza quién es

identificado como amigo y quién como enemigo. Así, los sujetos tienen que lograr resolver

por sí mismos cuáles son las reglas, los signos que distinguen a un “buen” de un “mal”

ciudadano y en semejante contexto, el sujeto no sólo se vuelve obediente sino también

potencialmente punitivo para sí mismo y para los otros.

Una de las conclusiones más interesante a las que llega Corradi es que la población fue

utilizada como cómplice de los mismos actos perpetrados por ella y este “involucramiento” se

procuró a través de la elaboración de un “discurso de justicia sumaria” en los medios de

comunicación que tiende a identificar por un lado, al pueblo con las fuerzas de seguridad y

con las personas que no se oponían activamente al Régimen y por otro lado, a los que

permanecían indiferentes junto a los enemigos. La privatización de la vida, el silencio, la

desmentida, la justificación, la mera preocupación por uno mismo se transformaron en pautas

sociales gracias a la combinación de un Estado policial con un mercado salvaje, logrando

transformar a las personas en consumidores preocupados por la maximización de sus

beneficios personales y sofocando la oposición social y política organizada. Sin embargo,

40

Page 42: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

parece coincidir con Quiroga en que el Régimen fracasó en producir estructuras sustitutas de

participación y su aislamiento de la sociedad le jugó en contra.

Finalmente, incluiré en este primer recorrido el trabajo de Ariel Armony35 para luego

concentrarme en las investigaciones más recientes sobre la relación entre la dictadura y la

vida cotidiana.

Armony inicia su trabajo con la siguiente pregunta : ¿Por qué la Argentina engendró el

monstruo del terrorismo estatal? El autor busca evidenciar el papel que jugaron algunos

sectores de la sociedad argentina en los primeros años de la dictadura, apoyando el proyecto

represivo y permitiendo una convivencia amistosa con el Régimen. Manifestándose en

desacuerdo con las lecturas que le otorgan a la sociedad una esencia autoritaria, profundizará

en las acciones de consenso y conformismo hacia las fuerzas armadas de los sectores medios

y altos, basando su análisis en documentos provenientes del Departamento de Estado

norteamericano desclasificados en agosto de 2002 y focalizando su mirada en el

comportamiento de una parte del liderazgo político, religioso y empresarial durante los

primeros años del Régimen. Desde estas fuentes, el autor observa que la mayoría de los

líderes que estaban en contacto con la embajada de Estados Unidos permanecían dispuestos a

confiar en Videla y esperaban que actuara para moderar los excesos ya que existía consenso

en que si el presidente de la Junta y el grupo moderado fracasaban, vendrían entonces los

sectores “duros” del Ejército que eran menos aceptables. También encuentra en el Episcopado

Argentino comportamientos de oposición frente al Régimen en lo privado mientras en lo

público las manifestaciones de este sector aparecían con tintes de complicidad. Para el autor,

la Iglesia se caracterizó por su “vía de la diplomacia silenciosa” ya que se encontró durante el

Régimen frente a la necesidad de responder a los conflictos internos dentro del cuerpo

episcopal y a los vínculos ideológicos que la unían a las Fuerzas Armadas, y por otro lado, se

35 Armony, Ariel, 2004. “Mejor no hablar de ciertas cosas. Responsabilidad social y terrorismo de Estado en Argentina” en Revista Textos para pensar la realidad, año3, número 6.

41

Page 43: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

encontraban bajo la presión de tener que dar respuesta a los familiares de las víctimas y de

condenar moralmente las aberraciones cometidas por el Estado.

Para Armony, mientras algunos sectores de la sociedad civil pudieron haber cometido

errores de apreciación con respecto a los métodos represivos del General Videla, otros

convalidaron el Régimen por intereses particulares, por ejemplo los empresarios tucumanos

que niegan la violación a los derechos humanos en el país para vender una imagen de paz a

los norteamericanos y así lograr un aumento en la cuota de azúcar que ellos exportaban.

En este sentido, Armony parece confundirse tras la idea de representación. Si los

dirigentes políticos apoyaron al Régimen entonces tiende a generalizar sus observaciones

como si toda la sociedad también lo hubiera hecho. Por ejemplo, tomando los comentarios de

Bittel y de Balbín a los funcionarios norteamericanos donde expresaban claramente que

Videla y la violencia ilegal de su gobierno eran aceptables porque representaban un mal

menor, parece no tener en cuenta que esta aceptación podía venir sólo de un sector específico,

con intereses específicos sin necesidad entonces de formular la siguiente pregunta “¿cuánta

represión en el nombre de la seguridad y el orden está dispuesto a aceptar un público

atemorizado?”. Si, como bien dice, el razonamiento del mal menor fue utilizado por los

sectores militares para justificar su estrategia represiva, esto no quiere decir necesariamente

que la sociedad argentina toda estuviera negociando un poco de su paz por tanta o menos

represión. Cito a Armony: “una parte importante de la sociedad argentina había aceptado la

represión como una forma de orden que ofrecía alivio, tranquilidad y certidumbre,

legitimando la ilegalidad de la violencia. Dirigentes políticos, religiosos y empresarios,

medios de comunicación y formadores de opinión que aprobaron o mantuvieron silencio

frente a la campaña represiva constituyen una expresión ineludible de la sociedad36” Los

sectores que menciona como cómplices de la dictadura no necesariamente son “expresión

ineludible de la sociedad”, primero porque los canales tradicionales de representación ya

habían sido anulados no sólo en el nivel de los partidos políticos sino incluso en otras 36 Ibid. Pág. 21

42

Page 44: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

dimensiones como la universidad y la actividad laboral. En sí misma, bajo un sistema

“democrático” la representación no constituye un espejo de la voluntad social, sino que

implica un proceso de recepción de las demandas y de construcción de lo que luego se

transmitirá por los dirigentes.

Su artículo finaliza subrayando la poca atención que se le ha brindado en las

investigaciones a la responsabilidad de los mismos ciudadanos en incubar el huevo de la

serpiente ya que han desviado la mirada hacia responsabilidades de grupos específicos sin

reconocer que esos grupos también formaron o aún forman parte de ella. Sin dudas, los

sectores que menciona (y muchos más) son parte de la sociedad argentina, pero justamente

por ser parte, no son todo. Por ello, si la sociedad está constituída por partes y, rescatando la

idea de Corradi, lo social es conflictivo en tanto es heterogéneo, necesariamente una

descripción de las actitudes tomadas frente a la dictadura deberá reconocer una matriz

compuesta por distintas gamas de acción. Tomar a las cúpulas políticas, económicas y

eclesiásticas para diseñar esta matriz es necesario pero no suficiente.

A treinta años del golpe. Aproximaciones al estudio de la vida cotidiana.

Para iniciar el abordaje sobre la relación entre la dictadura y la sociedad desde la vida

cotidiana y no desde las grandes figuras, grupos o corporaciones del escenario político y

social del período uno está casi obligado a volver sobre sus pasos hasta el año 1984, donde el

politólogo Guillermo O´Donnell publica el artículo “Democracia en la Argentina: Micro y

Macro”37, analizando el cotidiano de Buenos Aires durante los años represivos de la dictadura

militar. Por eso, este autor se convertirá en la excepción de esta sección del capítulo, ya que el

resto de los trabajos que tomaré para el análisis de este tema, han sido producidos y

publicados en el marco del trigésimo aniversario de la instauración del golpe militar.

37 O´Donnell, Guillermo, 1982. “Democracia en la Argentina: Micro y Macro” en Oszlak, Oscar (Comp.), Proceso, Crisis y Transición democrática, Centro Editor de América Latina.

43

Page 45: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Partimos entonces del trabajo de Guillermo O´Donnell. La idea que recorre el ensayo es

analizar la violencia y las condiciones de posibilidad de la situación golpista, desde el

universo más pequeño y molecular que constituye a una sociedad, es decir, desde las prácticas

y tendencias del núcleo familiar, la escuela, el trabajo, la calle, entre otros. Según el autor,

hubo una tendencia “psicológica” en la sociedad de aspirar a la emergencia de un poder

supremo que garantizara algún orden. Su propuesta es entonces, no limitarnos a proyectar

toda la explicación hacia las Fuerzas Armadas porque implicaría desplazar toda la

responsabilidad a uno de los “dos demonios”.

O´Donnell parte de los microcontextos de la sociedad argentina durante la dictadura para

explicar porqué el poder militar tuvo éxito en su proyecto de penetrar en el tejido profundo de

lo cotidiano. Para el autor no hubo sólo un gobierno brutalmente despótico sino también una

sociedad que por esos años fue mucho más autoritaria y represiva que nunca. Es decir, “hubo

una sociedad que se patrulló a sí misma: hubo numerosas personas que, sin necesidad

“oficial” alguna, simplemente porque querían, porque les parecía bien o porque aceptaban la

propuesta de orden que el Régimen les proponía como única alternativa, se ocuparon

activamente de ejercer su propio pathos autoritario”38. La sociedad argentina estaba entonces

infantilizada, dividida entre lo que tenían derecho a mandar y los que estaban obligados a

obedecer. Lo importante de este análisis es que lo que sucedió a nivel macro (los militares

dando órdenes y la sociedad obedeciendo), también se reprojo en los microcontextos donde

quienes tomaron el “lugar de mando” en estas pequeñas esferas, son denominados por O

´Donnell como kapos39, personas que contaban con el “permiso” que el gobierno autoritario

les otorgaba para ejercer sus minidespotismos frente a trabajadores, estudiantes y todo aquél

subordinado.

38 Ibid. Pág. 17.39 El autor utiliza el mismo nombre que se les daba a aquellos prisioneros de los campos de concentración nazis, que se identificaban con el agresor y terminaban aplicando ellos también los métodos de disciplinamiento

44

Page 46: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Otro de los elementos de análisis que aporta el autor se relaciona con lo que él llama un

“proceso de privatización de las vidas”40 que se desencadenado durante la dictadura. Esta

privatización se sustentó en prácticas a nivel micro y si bien los sujetos tuvieron como

objetivo reducir la incertidumbre en la vida diaria generó, en última instancia, una

despolitización y alejamiento de los temas centrales que se estaban debatiendo violentamente

en lo social durante los setenta.

Para O´Donnell, la sociedad argentina está tradicionalmente impregnada de tendencias

escasamente democráticas que perfilan este tipo de desenlaces golpistas. Si bien destaca el

papel que el miedo y el terror cumplieron en la difusión de conductas disciplinadas y

obedientes no deja de subrayar el riesgo que implica que en el nivel micro persistan aquellas

actitudes autoritarias.

Muchos son los trabajos recientes que rescatan este anclaje en lo microsocial para

explicar cómo fue posible la última dictadura militar. Al respecto, mencionaremos el trabajo

de Hugo Vezzetti41 quien originalmente se dedicó a la investigación sobre problemas de

historia de las ideas y nos ofrece un abordaje desde el campo de la psicología. El autor realiza

un análisis de la memoria social indagando el universo de representaciones que la sostienen,

tomando las imágenes, ideas y discursos que confluyeron en nuestra sociedad a la hora de

explicar porqué pasó lo que pasó y quiénes fueron los responsables.

Generalmente cuando pensamos en cómo fue posible la instauración de la última

dictadura en nuestro país, la explicación primera remite a lo que se conoció como “teoría de

los dos demonios”. Las condiciones de surgimiento de la idea de “dos demonios “ (que se

enfrentaban ya antes del ´76) se encuentran en la arraigada fe militarista en la que coincidían

guerrilleros y represores. Sin embargo, para Vezzetti, no hubo tal guerra en lo real, pero sí

existió como representación. Esta imagen de guerra arraigaba sobre todo en los sectores de la

40 O´Donnell, Guillermo, 1982. “Democracia en la Argentina: Micro y Macro” en Oszlak, Oscar (Comp.), Proceso, Crisis y Transición democrática, Centro Editor de América Latina, Pág. 20.41 Vezzetti, Hugo, 2002. Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Buenos Aires, Ed. Siglo XXI.

45

Page 47: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

“gente común” que estaba harta de la violencia y que se veía ajena a ese conflicto que se

estaba viviendo.

Vezzetti dirá que si la guerra fue posible como imagen y no como realidad, también lo

fue esta idea de “ajenidad” que defendían grandes sectores de la sociedad, convencidos de que

este conflicto involucraba sólo a dos grandes focos de violencia armada. Desde los años

sesenta, y durante los setenta, la guerrilla contaba con una gran adhesión por parte de la

sociedad, lo cual no implicaba participación directa. A partir del despliegue de la violencia

estatal, las organizaciones guerrilleras sufrieron un proceso de aislamiento de su propia base

social, proceso que cooperó en las características de una memoria que se construiría mucho

tiempo después En este acto delegativo la sociedad proyectó la responsabilidad de la violencia

hacia estas organizaciones armadas que, mientras les permitía sentirse partícipes de la causa

revolucionaria también conservaban la imagen de ajenidad e inocencia que necesitaban

mantener.

A los fines de un análisis histórico social, es claro que ningún ejercicio de memoria

puede dejar de considerar el papel que tuvieron los grupos radicalizados, cuáles fueron los

“aportes” que estos grupos hicieron para crear las condiciones de represión del aparato estatal

y por lo tanto, cuál es la responsabilidad que realmente les concierne en cuanto a los costos de

este proceso. Pero Vezzetti también aborda la responsabilidad que les cupo a los encargados

directos de torturar y exterminar (por orden del Estado) y de aquellos que cooperaron con la

corporación militar brindando información. Él destaca que estas participaciones fueron

principales para que la dictadura fuera posible y este tipo de comportamientos pueden

explicarse desde lo que él llama “inhibición moral”, es decir, un mecanismo que impidió que

estos grupos analizaran críticamente las consecuencias de sus acciones. Tres condiciones

confluyeron para que esta inhibición frente a la violencia resultara efectiva: que dicha

violencia fue autorizada por órdenes reconocidas, que esas prácticas se convirtieron en

46

Page 48: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

rutinarias (respondiendo a indicaciones precisas) y finalmente, que las víctimas eran

previamente deshumanizadas por el adoctrinamiento ideológico.

Hasta aquí, el autor parece concentrar toda la explicación en la teoría de los dos

demonios. Avanzando en su trabajo, Vezzetti destaca la existencia de un sistema de creencias

eficaz en la construcción del enemigo, la figura de un Otro subversivo que fue construida

previamente a la maquinaria de terror, la cual no podría haber funcionado sin una adhesión

moral (en el sentido de una moral de combate). Esta imagen de un Otro sospechoso y

peligroso no sólo funcionó como fundamento para legitimar la intervención armada, sino que

también actuó para el resto de la sociedad como canal donde concentrar la explicación y la

responsabilidad de lo que estaba sucediendo, como un elemento anestesiante de culpa,

convirtiéndose en algo ajeno, extraño, a donde el Estado dirigió su atención. Sin embargo,

para nosotros esta idea también está alejada de la realidad, ya que muchas de las personas

secuestradas y asesinadas por la máquina estatal no tenían ningún vínculo con agrupaciones

guerrilleras o con proyectos revolucionarios. Más importante es destacar que, a lo largo de su

trabajo, el autor parece querer descifrar cuáles son los mecanismos sociales exculpatorios y,

por lo tanto, nos da a entender que si tales mecanismos existen se debe a que la

responsabilidad por lo sucedido recae directamente sobre la sociedad.

Además del papel de un “Otro sospechoso”, para Vezzetti el miedo aparece como

instrumento disciplinador que lleva a la obediencia y que produce en la sociedad la demanda

de un poder que les devuelva la seguridad. Entonces, si el poder autoritario fue posible no lo

fue por el miedo que él mismo generó y lo llevó a tomar la dirección de la sociedad sino

porque encontró “su condición necesaria en un miedo menos visible, que se prolongó en la

demanda de orden frente a la amenaza de caos y derrumbe”42. Es decir que, para Vezzetti, lo

que operó en los sectores que no participaron activamente en ninguno de los “dos bandos” fue

la representación y la creencia de que el orden y la seguridad sólo podía alcanzarse de esta

manera y no de otra, creencia sostenida por el escenario de violencia que se desarrollaba 42 Ibid. Pág. 52.

47

Page 49: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

desde décadas atrás y por las constantes intervenciones que las Fuerzas Armadas habían

protagonizado en más de una oportunidad durante nuestra historia.

Volviendo a los mecanismos de exculpación, el autor explica que en el proceso de

transición democrática, con la presentación del informe Nunca Más de la Conadep y el Juicio

a las Juntas, la máxima responsabilidad se descarga sobre las cúpulas militares, desplazándose

el tema central de debate: deja de ser la guerra contra la subversión para ser la violación a los

derechos humanos y la categoría desaparecido implicará un proceso de victimización y

despolitización sobre todo de los que fueron militantes de las organizaciones guerrilleras. La

sociedad toda queda así, en palabras de Vezzetti, infantilizada, despojada de la

responsabilidad y libre de culpas ocupando el papel de víctima, reclamando justicia y verdad.

Para Vezzetti la dictadura fue posible porque existió consenso y conformidad en una

sociedad que se caracterizó por un componente muy fuerte de oportunismo. Esta actitud

oportunista, respondía a un estado de miseria moral tal que permitía a esos grupos adoptar un

comportamiento de acomodación que los beneficiara. Por ello subraya que la sociedad no

obedecía sumisamente sino que se subordinaba pero sin resignarse al logro de sus intereses;

desde los grandes empresarios, la cúpula eclesiástica hasta eso que llama “gente corriente” (y

que, por cierto, no la define) encontró en el proceso dictatorial alguna forma de preservarse.

Por eso, explica, la imagen de una sociedad aterrorizada es una construcción retrospectiva que

se vincula con la imposibilidad de amplios sectores de reconocer su adhesión a un Régimen

dictatorial de estas características. Si bien para el autor, en el caso de “la gente corriente” que

estuvo en situaciones extremas es necesario preguntarse “quiénes las pusieron en esa

situación”43 esto no niega pera él que tuvieron un papel importante, aún por omisión, ya que

formaron parte de las condiciones que hicieron posible el terrorismo dictatorial, “una

violación masiva a los derechos humanos no puede cumplirse sin la participación activa de

muchos y sin la conformidad de muchos más”44.

43 Ibid, Pág. 49.44 Ibid, Pág. 25.

48

Page 50: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

El libro de Vezzetti pondrá de manifiesto, una de las visiones simplistas que aquí

deseamos superar. Su trabajo parece extrapolarse entre la explicación de los dos demonios en

guerra hasta una sociedad culpable, sino por acomodamiento oportunista o por miseria moral,

por omisión. Su trabajo será retomado por Mariana Caviglia, a quién veremos más adelante,

reforzando sobre todo esta última idea de una sociedad responsable por ser generadora de las

condiciones dictatoriales, culpable no directa pero sí moralmente por apoyar la violencia de

aquellos años en pos del orden y, sobre todo, expiando sus culpas desde la apertura

democrática, convirtiendo su conformismo original (según estos autores) en victimización o

ajenidad. Intentamos en este trabajo trascender este tipo de explicaciones a través de un

abordaje más complejo y menos determinista, que ponga en juego las distintas gamas de

comportamientos que hubo en lo social dejando de lado conclusiones morales o éticas.

Un trabajo mucho más analítico es el de Pilar Calveiro45. Anclada en la dimensión

política e histórica de la última dictadura militar, se aleja de los abordajes desde la memoria y

las representaciones como vimos en el caso de Vezzetti y llega a conclusiones que comienzan

a dar cuenta de la complejidad de lo social.

En primer lugar, para la autora, las Fuerzas Armadas se convirtieron en el núcleo duro y

homogéneo del sistema con capacidad para representar a los distintos sectores de la sociedad,

partidos políticos y grupos económicos que no lograban elaborar una propuesta hegemónica

ante la crisis institucional por la que transitaba la sociedad argentina. En este sentido, para

Calveiro, los golpes militares que vivió nuestro país no fueron producto de una decisión

unilateral proveniente del Ejército, “nunca un general se levantó una mañana y dijo: vamos a

descabezar a un gobierno”. El último golpe fue diferente a los anteriores, no sólo por la

escalada violenta que se desató sobre la sociedad (una represión sin precedentes), sino porque

las Fuerzas Armadas se lanzaron para desarrollar una propuesta propia, un proyecto de

“salvataje” del país, concebida desde dentro mismo de la institución y contando con el

45 Calveiro, Pilar, 1998. Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Buenos Aires, Ed. Colihue

49

Page 51: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

acuerdo activo y unánime de las tres armas. Esto es una parte de la explicación de lo

sucedido. Para Calveiro, los golpes de Estado vienen de la sociedad y van hacia ella. “La

sociedad no es el genio maligno que los gesta, ni tampoco su víctima indefensa46”. La trama

del golpe se entreteje entre civiles y militares que no es homogénea ya que tiene a la vez,

núcleos duros y fisuras, sostiene un poder golpista, autoritario y desaparecedor.

Coincidiendo con Vezzetti, este poder que ella llama desaparecedor arraigaba desde el

siglo XIX en nuestra sociedad, favoreciendo la desaparición de lo disfuncional, de lo

incómodo, de lo conflictivo. El Proceso representó, entonces, una nueva configuración de las

prácticas antes vigentes. En este cambio de forma de las prácticas que, en realidad,

representan un poder ya existente, el campo de concentración aparece como la herramienta

que permitirá llevar adelante una “cirugía mayor” para alcanzar un nuevo país.

Los análisis que la autora realiza sobre la lógica de los campos de concentración le

permiten pensar también en esa sociedad que aunque estaba fuera del campo no era ajena. Los

campos de concentración se convirtieron en el dispositivo represor del Estado, llegando a

cobrar vida propia por su carácter burocrático en donde la fragmentación de las tareas

desvanecía las responsabilidades. El dispositivo necesitó que cada hombre (“desde el cabo de

guardia hasta Videla”) se comporte como un engranaje en el ritual diario de la tortura y la

muerte, así no sólo los reprimidos perdieron su condición humana por el maltrato sufrido, sino

que los mismos represores fueron deshumanizados por la maquinaria. Los desaparecedores se

despersonalizaron a sí mismos en el ejercicio de la deshumanización ajena, siendo victimarios

y víctimas de un dispositivo que los atrapó; de esta manera, la burocracia obediente que

combinaba los atributos de un empleado de oficina con la subordinación militar, llevaba a la

pérdida del sujeto incluso al interior de la corporación militar. Para estos “engranajes” no

había interrogación moral posible acerca de lo que se estaba haciendo, sólo correspondía

obedecer a ultranza las demandas que la maquinaria parecía dar por sí misma, de forma

independiente (esto sería lo que en Vezzetti encontramos como “inhibición moral”). 46 Ibid. Pág. 10.

50

Page 52: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

La disciplina como herramienta de control funcionó de la misma manera en el campo

como en el resto de la sociedad. Cinco mecanismos permitieron que la máquina de exterminio

funcionara: la autorización que marca el deber de obedecer; el miedo; la burocratización o

naturalización y fragmentación de las acciones; la impotencia sobre el propio movimiento de

la máquina y la diseminación de la disciplina en toda la sociedad. Estos mecanismos

permitieron que los fines últimos y las intenciones de cada acción del engranaje se

desdibujaran y se favoreciera una sensación de exculpación en los encargados de ejecutar las

órdenes.

Pero más allá de las responsabilidades que les cupo a las Fuerzas Armadas como primer

ejecutora de la dictadura y de sus consecuencias, la autora realiza una reflexión muy crítica

acerca del papel de las organizaciones guerrilleras, sobre todo de Montoneros, en el proceso

de violencia y en su posterior fracaso. Para ella, las organizaciones guerrilleras reproducían la

misma lógica de disciplinamiento y de obediencia “natural” (desde las cúpulas de las

organizaciones) que estructuraban a la corporación militar imitando su organización interna y

reforzando así la imagen de una guerra entre dos “ejércitos” (aunque haya quedado

demostrado que en métodos, técnicas y tamaños, las Fuerzas Armadas superaban

ampliamente a la guerrilla). Para Calveiro, es necesario “recuperar quiénes fueron los

militantes de los ´70, qué hicieron y qué no hicieron para potenciar el estallido de la violencia

que terminó por destruirlos”47 sin perder de vista que lo militar y lo organizativo terminaron

por asfixiar la comprensión y la práctica política de las agrupaciones armadas dejando sin

valor el proyecto político sobre el que previamente habían trabajado. En este sentido, el

fenómeno de los desaparecidos no es el de la masacre de víctimas inocentes, sino el del

asesinato de una forma de resistencia y oposición.

Pero volvamos sobre aquella sociedad “ajena”. Así como Vezzetti reconoce en el miedo

un instrumento de disciplinamiento de la sociedad (aunque lo resalte como un componente

47 Calveiro, Pilar, 2005. Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años ´70, Argentina, Grupo editorial Norma, Pág. 18.

51

Page 53: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

demandante de una salida golpista), el terror también es mencionado por Calveiro como un

elemento que funcionó dentro del campo de concentración y fuera de él, en el resto de la

sociedad. La autora dirá que así como los cuerpos de los secuestrados permanecían en la

oscuridad, el silencio, la inmovilidad, así la corporación militar pretendía a la sociedad:

fraccionada, inmóvil, silenciosa y obediente, pasiva e inerte. Como la sociedad fue la

principal destinataria del mensaje represivo y sobre ella se grabó la aceptación del poder

disciplinario y asesino, se entiende entonces que “la sociedad sabía”48. Este saber de la

sociedad es usado por el poder militar para comprometer a todos, imponiendo una

complicidad y diluyendo aún más las responsabilidades. El dispositivo, entonces, actúa fuera

y dentro del campo y las reacciones frente a éste fueron por lo tanto análogas ya que la

obediencia y la resistencia se daban en distintas tonalidades en los dos espacios. Si Todos

fueron alcanzados de alguna manera por el poder desaparecedor, según Calveiro, entonces el

campo y la sociedad estuvieron estrechamente unidos, se pertenecieron y son inexplicables el

uno sin el otro, es decir, se reflejan y se reproducen. Esta forma de interpretar la dictadura

argentina mirada a través del campo, le permite concluir que toda la sociedad ha sido víctima

y victimaria, toda la sociedad padeció y a la vez tiene alguna responsabilidad.

Una interpretación diferente a la de Calveiro la encontramos en la publicación de la

Revista Caras y Caretas a 30 años del golpe. En uno de los artículos, María Seoane49 entiende

la relación entre la sociedad y el Régimen partiendo desde su historia personal. La autora

cuenta que siempre que caminaba hacia la casa de una compañera de militancia, paraba en

una verdulería a comprar unas bananas. Una tarde de septiembre de 1976, ella decidió no

detenerse a comprarlas pero el verdulero al verla pasar le insistió para que lo hiciera;

convenciéndola, cuando ella ingresa al lugar, le advierte que no siguiera hasta la casa de su

amiga porque allí se encontraban los militares. Sintiendo temor por la noticia, compró unas

bananas y se fue.

48 Ibid, Pág. 8249 Seone, María, 2006. “Bananas maduras y el último mito dictatorial” en Revista Caras y Caretas, marzo de 2006, Bs As.

52

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Sobre este hecho sostiene su interpretación del golpe, entendiendo que a partir del ´76

emergió el silencio y las pautas de lo cotidiano consistieron en no hablar, no preguntar, no

pensar. Para ella no había ni siquiera complacencia por parte de la sociedad, ya que

predominó el miedo y luego el terror que, negado, permitió el alivio en la creencia de que la

vida estaba ordenada. Por eso ante la pregunta: “la mayoría de los argentinos que querían que

se acabara la violencia que instaló el gobierno de Isabel ¿ podían saber que se estaban

instalando 590 campos de concentración en el país?”50 responde que la gente sólo sabía

retazos de realidad, escuchaban los tiros en la noche, veían los secuestros en la madrugada y

conocían a los amigos que se exiliaban.

Para Seoane la estrategia del Régimen fue convertir el silencio inicial en culpa,

culpabilizar a los argentinos de haber permitido algo que no podían permitir porque estaban

despojados de ciudadanía y de libre albedrío. Por lo tanto, para ella, no hubo consenso ni

complicidad ni delación, sólo terror y silencio. En ese contexto fue posible que se gestara el

mayor movimiento de derechos humanos durante el Proceso, porque para la autora todos

fueron víctimas, no victimarios.

La idea de que sólo se sabían “retazos de la realidad” será analizada con mayor

profundidad por Gabriela Águila, poniendo en discusión el tema del conocimiento de lo que

sucedía como elemento comprometedor y gestor de responsabilidad. Si para Calveiro el saber

de la sociedad era una estrategia del gobierno para involucrarlos como cómplices, para

Seoane ese saber sólo será parcial y no constituirá un motivo suficiente para culparlos.

En la misma publicación, el artículo de Cristina Zuker51 retoma los análisis de Vezzetti,

O´Donnell y Pilar Calveiro, para preguntarse si el huevo de la serpiente no anidaba ya entre

los pliegues del ser nacional y pensando en que tras las frases recurrentes del imaginario

colectivo “por algo será” o “algo habrán hecho” la indiferencia se convertía en complicidad

del terror. La autora expone un pequeño debate entre Eduardo Pavlovsky y Fernando Devoto.

50 Ibid. Pág. 1251 Zucker, Cristina, 2006. “El terror y la vida” en Revista Caras y Caretas, marzo de 2006, Bs As.

53

Page 55: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Si para el primero no hay terrorismo de Estado sin una sociedad civil cómplice, para el

segundo también existían pequeños gestos de rebeldía en el orden social, porque si en todo

Régimen autoritario la persona siempre tiende a buscar espacios para construir algún tipo de

rutina esta puede ser incluso de indiferencia o de impasibilidad, la resistencia debería

entenderse en la medida de cada uno. Para este autor, es muy difícil medir los consensos de la

época, ya que el miedo o la indiferencia no siempre son sentimientos opuestos y podían

combinarse en distintas dosis, no así en el caso de las dirigencias políticas, económicas e

intelectuales que sí fueron evidentemente más complacientes con el Régimen. Zucker

concluye que la discusión sobre la responsabilidad no debe cesar pero no debe expandirse la

culpa a toda la sociedad porque eso la haría abstracta e indeterminada.

Un trabajo de reciente publicación que problematiza la esfera de lo cotidiano durante la

dictadura es el libro de Paula Guitelman52. Esta investigación aborda la vida diaria de la

población desde la incorporación cotidiana al hogar de la revista Billiken para los niños.

Indaga sobre el tipo de subjetividad infantil que la dictadura conformó en el plano discursivo

a través de la revista y analiza la relación entre el ideal de niñez construido desde Billiken y

los valores y objetivos que se buscaba promover en el período. Para ello parte de la

complicidad que hubo entre la Opinión Pública y en los medios de comunicación con el

Régimen. En este sentido, explora la represión simbólica que se ejercía desde el plano cultural

para hegemonizar discursos que sostuvieran a la dictadura. Si bien su objeto de estudio son

los medios de comunicación y en especial, Billiken, el libro intenta abordar los valores y

discursos que circulaban en la vida cotidiana y que eran producto de un gobierno autoritario

que pretendía penetrar capilarmente en la sociedad. No define qué entiende por la vida

cotidiana, ni alude a actitudes de consenso por parte de los receptores de la revista, ni llega a

indagar sobre las interpretaciones que desde el hogar se hacían en torno a la información que

desde allí emanaba. El trabajo presenta a la revista como un instrumento disciplinador de la

52 Guitelman, Paula, 2006. La infancia en dictadura. Modernidad y conservadurismo en el mundo de Billiken. Buenos Aires, Ed. Prometeo.

54

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sociedad y formador de consenso sin medir sus efectos, sin embargo, constituye un paso más

en el camino que nos interroga sobre la vida cotidiana en dictadura y cómo abordarla.

Sin dudas, el trabajo más provocador acerca de la vida cotidiana en la dictadura es el que

publicó recientemente Mariana Caviglia53. Su libro se inserta en lo que seguramente

constituirá uno de los ejes más importantes de un incipiente debate acerca del desarrollo de la

vida cotidiana bajo la última dictadura militar. El objetivo de la autora es explorar cuáles

fueron y cómo se construyeron las diversas condiciones y continuidades socio culturales que,

de múltiples maneras, hicieron posible el surgimiento, la implantación y las consecuencias de

la última dictadura en Argentina54. Guiada por la pregunta del “¿cómo fue posible?” se

concentrará en buscar la respuesta no en las grandes estructuras de la historia, sino en las

experiencias micro que constituyeron la vida cotidiana de la “gente corriente”.

En su búsqueda, Caviglia trabaja sobre la memoria de hombres y mujeres pertenecientes

a los sectores medios de la ciudad de La Plata que en 1970 tenían entre 15 y 40 años de edad

y cuyos relatos fueron seleccionados por cumplir una doble condición, por no haber

participado en ninguna organización armada en los ´70 y por no haber formado parte de las

actividades del terrorismo estatal. La memoria rescatada en sus entrevistas, a través de los

discursos, recuerdos y representaciones de los testigos permiten la construcción simbólica y la

elaboración de sentidos sobre el pasado e implica también para la autora, otorgarles a aquellos

que aún no han hablado es decir, a la gente común, un espacio de elaboración del trauma

marcado por el horror de esa experiencia. Aunque no se define exhaustivamente cuáles son

los indicadores que ha utilizado para definir e identificar a este sector de “clase media”, la

investigación destaca la pertinencia y el valor analítico que tiene focalizar las investigaciones

en un sector acotado, en una experiencia local.

53 Mariana Caviglia es licenciada en Comunicación Social, docente e investigadora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. 54 Caviglia, Mariana, 2006. Dictadura, vida cotidiana y clases medias. Una sociedad fracturada. Ed. Prometeo, Bs As, Pág.27

55

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En líneas generales, el trabajo parte de la idea de que hubo una fractura en la sociedad

argentina por la cual se precipitó el terrorismo estatal y esta fractura alude a condiciones ya

existentes en el cuerpo social que hicieron posible el nacimiento, la implantación y las

consecuencias de la dictadura. Partiendo de esta hipótesis, la autora aborda las distintas

memorias de los testigos sin forzar un recorrido cronológico sino atendiendo a aquéllos

recuerdos y olvidos de los momentos de esa época que ellos resignifican a lo largo de las

entrevistas. Los interrogantes principales que intentará responder en este trabajo son: ¿cómo

fue posible que la experiencia del horror se convirtiera en cotidiana?, ¿qué prácticas e

imaginarios la sostuvieron?, ¿qué criterios de normalidad constituían esa cotidianeidad y

cómo se construyeron?.

Para indagar sobre lo que denomina “fractura” combina el campo de las mentalidades,

con la sociología de la vida cotidiana (tomando a Ágnes Heller y a Norbert Lechner) y la

teoría de la estructuración social de Anthony Giddens. La primera línea de análisis, las

mentalidades, la utiliza para reflexionar sobre aquéllas ideas que motorizaron determinadas

actitudes en nuestra sociedad y que posibilitaron la dictadura. La vida cotidiana, se orienta al

abordaje de la historia de la “gente común” durante el último período dictatorial, destacando

la importancia de este sector social por constituir la trama no visible que sostuvo la trama

visible de la dictadura, es decir, ese conjunto de ideas corrientes y cotidianas jamás

explicitadas ni sistematizadas pero que son operativas, funcionan y constituyen el sistema de

pensamiento y los fundamentos de las acciones de cada grupo social. Partir de una historia de

la vida cotidiana supone, para la autora, tener en cuenta los criterios de normalidad que

manejaban estos sectores en su actuar diario y medir las rupturas en tanto estos criterios que

guiaban las acciones ya no fueron útiles y necesitaron ser reformulados. Finalmente,

siguiendo a Giddens, reflexiona acerca de aquellas actividades que realizan los sujetos y que

contribuyen a reproducir las condiciones sociales en las que viven mientras que, a su vez, las

hacen posibles. La autora sostendrá a lo largo de su investigación que la estructura no es

56

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externa a los individuos, sino a la vez, constrictiva y habilitante. En este sentido, entenderá

que las transformaciones se produjeron en lo microsocial para luego institucionalizarse.

Partiendo de que aquella fractura social desestructuró lo que hasta entonces esos testigos

reconocían como “normal” o “natural” se dedica a analizar cuáles fueron entonces las

prácticas, los imaginarios y los sentimientos que debieron incorporar o reformular en sus

vidas cotidianas. Aquí inicia la sistematización de las entrevistas en tres grandes grupos, que

se corresponden a tres formaciones distintas de la memoria: los testigos del pánico, del “todo

es posible” y del desorden institucional. Estas categorías las construye con las explicaciones

que le dieron los testigos acerca de cómo fue que el pánico, la práctica del todo es posible y la

representación del desorden institucional se fueron instalando hasta llegar a convertirse en

cuestiones cotidianas. El hecho de que esas prácticas, imaginarios y sentimientos se

incorporaran a la cotidianeidad de sus entrevistados implica para Caviglia que también se

constituyeron por eso en condiciones de posibilidad del horror. “Esas ideas, pasiones y

acciones, son las que hicieron posible al consenso del Régimen aunque los testigos no tengan

una consciencia clara de ello ya que tenían una consciencia práctica que las hizo funcionar

durante el terror como reglas sociales”55. Aquí es notoriamente visible, cómo Caviglia utiliza

su marco teórico no cómo herramientas de análisis de las entrevistas sino como un molde

rígido en donde debe encasillar los testimonios, forzando la interpretación del discurso por el

camino de su hipótesis. A lo largo de este capítulo e incluso en sus conclusiones no es posible

encontrar una grieta que trastoque la premisa de que la sociedad argentina hizo posible el

horror y colaboró en su sostenimiento. Pero continuemos un poco más.

Avanzando sobre esa cotidianeidad bajo el horror, muestra cómo algunas de esas

condiciones que lo hicieron posible comienzan a desmembrarse en los últimos años del

Régimen, época en la que otras cuestiones pudieron ser imaginadas y pensadas por los

testigos como un despertar a la nueva consciencia. La autora resalta el inicio de una nueva

etapa en las prácticas cotidianas de este sector y en la memoria del mismo; en los años ´80 55 Ibid. Pág.31

57

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empieza a vislumbrarse para los entrevistados la recuperación institucional que va

acompañada del problema de los desaparecidos, de la verdad de los campos de concentración

y de la toma de conocimiento de las atrocidades cometidas desde el Estado.

En torno a este “despertar” distingue en sus entrevistas los elementos que le permiten

pensar acerca de qué hay de continuidad y de ruptura entre el pasado y el presente. Tomando

a las rupturas como un síntoma de la nueva consciencia, de la nueva forma de actuar y pensar

de los individuos sobre su vida cotidiana, la continuidad existirá para ella cuando los testigos

no puedan diferenciar entre sus acciones del pasado y las del presente ya que la cotidianeidad

será la misma. En este sentido advierte que aún habrá condiciones para el terror toda vez que

las prácticas, sentimientos y discursos que constituyeron la trama sobre la que se sostuvo la

dictadura durante el pasado continúe vigente, implícita o explícitamente incluso con otros

ropajes. Por eso subraya la importancia de que la “gente común” pueda narrar lo vivido, no

sólo para elaborar el trauma sino para no continuar alimentando interpretaciones en las que el

terror se entienda como un juego entre dos bandos quedando la sociedad en un lugar ajeno e

inerme. Pero principalmente, Caviglia rescata la memoria de este sector para indagar si hay

en ellos un reconocimiento de sí mismos como autores de la historia. He ahí el núcleo duro de

toda su interpretación: las conclusiones apuntan a destacar el papel fundamental que tuvieron

aquellas personas que, por miedo, omisión y silencio, creyeron no intervenir en una realidad

que parecía imponérseles pero que contribuyeron a sostener y a recrear a través de esas

acciones. Abriendo un abanico de interrogantes en torno al problema de la responsabilidad, la

investigación se cierra con la idea de que los testigos no se saben actores de la historia porque

aún no perciben ningún grado de vinculación entre sus prácticas cotidianas y las condiciones

de posibilidad que tuvo la dictadura. Que este sector no pueda o no quiera apropiarse de ese

saber significa, para Caviglia, que los cauces de explicación de la última dictadura se irán

volviendo más estrechos dejando a la pregunta del “¿cómo fue posible?” sin respuesta; sin

embargo, el mayor peligro residirá en la posibilidad de que, al no reflexionar acerca de sus

58

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propias prácticas cotidianas durante el terror, los testigos continúen contribuyendo “sin

saberlo” a la reproducción de muchos horrores propios de ese período pero que hoy aparecen

con otras formas.

Sin dudas, el libro de Caviglia propone una nueva forma de mirar la última dictadura

militar, centrándose inicialmente en una perspectiva local de la sociedad. Retoma las

especificidades de los discursos pero volviendo insistentemente sobre explicaciones generales

que, aunque parten de un análisis micro parecen finalmente extrapolarse desde la

cotidianeidad hasta las estructuras, sin tener en cuenta la posibilidad de una dimensión

autónoma de lo político. Las elecciones teóricas que realiza, sostienen este tipo de mirada.

Caviglia concentra su investigación en todos aquellos elementos que le permiten decir

que la sociedad prestó su apoyo al proyecto represivo “aunque no lo supieran”. La idea de que

sus entrevistados sostuvieron el terror gracias a una consciencia práctica que no les daba

espacio para replantearse las consecuencias de sus acciones la llevan a afirmar la idea original

que se lee en sus primeras páginas aunque no sea explícito: la sociedad argentina actuó de

forma complaciente con la dictadura. Pero eso es mínimo comparado con sus siguientes

aseveraciones donde estas personas que no tuvieron un papel protagónico no se reconocen

como autores de la historia. Uno podría preguntarle ¿qué significa ser autor? A lo que ella

respondería “reconocerse como creador de las estructuras que nos rigen”, sin embargo, el

término autor, parece implicar cuestiones de índole moral en el análisis, aunque lo niegue en

sus conclusiones, su investigación parece forzosamente dirigida a culpabilizar a la sociedad

porque el origen y las consecuencias de la dictadura son responsabilidad de aquellos que no

“se supieron autores”. Es decir, que en una ecuación simple, pareciera que sólo aquellos que

resistieron de forma consciente, es decir, voluntaria y abiertamente, se reconocen autores de la

historia. El resto, los que internalizaron el terror en sus vidas y trataron de convivir con el

miedo, sólo contribuyeron a mantener el Régimen y para Caviglia este “resto” es la mayoría

de la sociedad.

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Como podemos ver, los trabajos de O´Donnell y Caviglia parecen asemejarse. Mientras

los dos son subjetivos y testimoniales para el primero lo es porque los modos habituales de

investigar habían sido suprimidos y reprimidos, para la segunda sólo responde a una elección

personal. En este sentido, la opción de la autora de tomar únicamente los testimonios para

responder a una pregunta tan compleja como la que se formula, subraya el potencial de los

relatos en primera persona para reconstruir la experiencia. El uso del testimonio sin reconocer

sus propios límites no permite, siguiendo a Beatriz Sarlo, desmistificarlo como ícono de la

Verdad56. El testimonio se ha convertido en un elemento privilegiado e ineludible al momento

de iniciar las investigaciones sobre el pasado reciente sobre todo si lo que se intenta es

conocer cómo fue vivir bajo la dictadura militar. La inmediatez de la voz y del cuerpo

favorecen la confianza en el discurso del testigo, sobrevalorando su experiencia y

convirtiendo el sujeto en portador de la verdad. Los relatos son núcleos de un saber sobre la

represión que tienen la textura de lo vivido en condiciones extremas pero que no reúnen en sí

mismos todos los elementos necesarios para realizar un estudio histórico aunque sí memorial.

Por ello, explicar un Régimen represivo como el que afectó a nuestra sociedad no puede

reducirse a análisis simplificadores, unilaterales o sustancialistas ya que, citando a Alessandro

Portelli “es una consecuencia de la relación entre la política, el poder y la vida cotidiana”57 y

por lo tanto, necesita de abordajes complejos y de reflexiones que promuevan las críticas y las

polémicas.

Teniendo en cuenta los fines de nuestro trabajo, el libro de Caviglia y como veremos, el

artículo de Gabriela Águila, nos habilitan a pensar sobre la complejidad de este tema, sobre

las dificultades inherentes a cualquier proceso de investigación social pero sobre todo a

aquellos que se dirigen al entendimiento de nuestro pasado reciente.

56 Sarlo, Beatriz. 2006. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Siglo veintiuno editores, Bs As, Pág. 23.57 Portelli, Alessandro. 2005. “Historia y relato oral”. Entrevista por Ingrid Jaschek y Sandra Raggio, en Revista Puentes, Comisión Provincial por la Memoria, Bs As, Pág.39.

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En un artículo publicado en la Revista Puentes en diciembre de 2006, Gabriela Águila58,

presenta una aproximación distinta al estudio de la vida cotidiana bajo la dictadura. Su

análisis se centra en los relatos de personas que presenciaron fusilamientos, allanamientos y

secuestros o fueron vecinos de los centros clandestinos de detención de la ciudad de Rosario.

La autora parte de la idea de que, aunque la mayoría de los procedimientos eran realizados en

la noche por las Fuerzas Armadas, otros fueron expuestos durante el día con un despliegue de

efectivos armados, cercando calles y alertando a los vecinos para que se ocultaran en sus

casas, convirtiendo a los allí presentes en testigos de los hechos.

La autora rescata que esta faceta pública del terror estatal también debe ser tenida en

cuenta al momento de estudiar los comportamientos sociales en la dictadura, articulando para

ello las estrategias del Régimen y la sociedad o los modos en los cuales, los objetivos, las

políticas y las convocatorias implementadas por la dictadura fueron recibidos y

experimentados por los ciudadanos que presenciaron procedimientos represivos. Sin lugar a

dudas, esta es una de las dimensiones más difíciles de captar de la vida cotidiana durante el

Régimen, no sólo porque no contamos con las fuentes documentales y testimoniales propias

de esa época, sino porque aunque uno podría apelar hoy a fuentes orales, la memoria, como

veremos, tiene las características propias de la subjetividad, condicionada por el presente, por

su constante transformación y muchos de los hechos relatados pueden adquirir matices

diferentes según quien lo cuenta y el momento en que lo hace.

El artículo utiliza los distintos testimonios intentando reconstruir esta faceta pública del

terror, para llegar a comprender la vida cotidiana en Rosario y reflexionar acerca de las

diferentes actitudes sociales que se tomaron en estos contextos micro bajo el Régimen. De

esta manera, explica cómo se vio afectada la vida de los vecinos por la presencia de estos

centros clandestinos de detención ubicados en localidades periféricas, sobre todo en los casos

en que se alquilaban casa particulares para ello. Algunos recuerdos recurrentes se centran en

58 Águila, Gabriela, 2006. “La dictadura en el Gran Rosario. Testigos y Vecinos”. En Revista Puentes, año 6, n° 19, Buenos Aires, Argentina

61

Page 63: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

los movimientos de coches particulares, de tiros que se escuchaban de noche y algunas

vinculaciones de los habitantes con personal uniformado por cuestiones comerciales.

Las entrevistas son utilizadas en primer lugar para reconstruir los enfrentamientos o

hechos vinculados con el accionar represivo. Pero llegando a las actitudes que tomaron en su

cotidianeidad, la autora sostiene que no es errado suponer que para los testigos, estos hechos

se les representaban como acontecimientos abstractos, lejanos, aislados. Para ella, la mayor

parte de los ciudadanos no padecieron o fueron afectados directamente por el ejercicio de la

represión estatal ya que ésta era selectiva y estaba orientada hacia los “subversivos”, y esto le

permite pensar en que si existió condena o crítica de estas acciones represivas, su forma

silenciada e individual dio por resultado comportamientos que expresaban la apatía o la

imposibilidad de articularse con acciones de resistencia abierta. En este sentido, establece una

fuerte articulación entre las imágenes y los discursos hegemónicos difundidos a través de la

prensa que enfatizaban en las prácticas de las FFAA como una drástica respuesta a las

amenazas que representaban los “enemigos” y el papel del silencio de la sociedad rosarina. La

autora se pregunta entonces, “¿cómo una percepción fragmentaria, o en todo caso, no integral

o global, del plan represivo consolidó estas perspectivas y concurrió a la aceptación de las

explicaciones que se difundían desde el Estado, contribuyendo a generalizar, por lo menos,

durante los primeros años, estos comportamientos sociales? ¿Se debió a la imposibilidad de

resistir, producto de la magnitud del terror? O bien, las actitudes tomadas aisladamente de

oposición ¿son suficientes para opacar esta imagen de un consenso social amplio visible

durante los primeros años?”59.

Finalmente, en su artículo encontramos un intento de explicación respecto de lo que

Águila considera, fue una preeminencia de actitudes que expresaban conformidad o por lo

menos, la ausencia de respuestas sociales amplias y acciones articuladas de resistencia. Para

ella, el postulado de la restauración del orden y el terror fue un elemento fundamental en el

discurso de la dictadura como generador de consenso y adhesión voluntaria sobre todo por 59 Ibid. Pág.46

62

Page 64: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

parte de aquellos que apoyaron abierta o tácitamente el objetivo de las FFAA; el análisis de

este tipo de testimonios que provienen de ciudadanos comunes, le permiten caracterizar de la

siguiente manera los comportamientos de la mayor parte de la sociedad: conocimiento,

fragmentado o no de la violencia, aceptación de las explicaciones provistas, conformidad

pasiva o el silencio producido por el miedo. La autora concluye que ya sea por un consenso

explícito o por temor, el clima social y político dominante se adecuó a los objetivos de la

dictadura, generando una sociedad que otorgaba silencio y que por ello aparentó

despolitización y aceptación, resignada o no, del Régimen.

La propuesta de Gabriela Águila de estudiar la vida cotidiana en la ciudad de Rosario,

teniendo como eje disparador en las entrevistas aquellos hechos que los vecinos o transeúntes

pudieron presenciar, aquello que observaron, que escucharon o de lo que, como bien dice la

autora, tenían un conocimiento fragmentario, es un buen punto de inicio. No sólo por la

dimensión local en la que se desenvuelve el estudio, sino por la delimitación de la

problemática para desarrollar la entrevista. Tomar esos hechos públicos como disparadores

del relato y del recuerdo, permite organizar el discurso e incluso confrontarlo con fuentes

documentales, como diarios y revistas de la época que pudieron hacer alusión o no a esos

hechos.

Sin embargo, a lo largo de su análisis, al igual que Caviglia, Gabriela Águila parece dar

un salto desde lo local hasta lo general y abstracto de la sociedad toda. Las conclusiones a las

que llega para el caso de Rosario sufren una extrapolación que le permiten decir que la

sociedad argentina, bajo el silencio, por temor o por resignación, construyó el escenario de

consenso que el gobierno militar necesitaba. Por ello, no sería errado interpretar las

conclusiones a las que llega bajo la misma lectura que realizó Robert Gellately para el caso

alemán. Como vimos, este autor analizó las disposiciones frecuentes que había en la sociedad

alemana a delatar (no sólo a los judíos ya sea por complicidad con el Régimen como para

saldar deudas de índole personal, casi como actos de venganza) destacando cuáles fueron las

63

Page 65: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

consecuencias de estas acciones. Las delaciones de la sociedad alemana, sin importar sus

motivos, contribuyeron a reforzar el sostenimiento del Régimen nazi, creando un clima de

consenso a pesar de no estar constituido por actos voluntarios de adhesión directa con los

objetivos del gobierno. En este sentido, Águila parece seguir esta misma línea de

interpretación, donde el silencio de la sociedad argentina no sólo aparenta una disposición al

consenso sino que aunque así no lo fuera (según ella por el conocimiento fragmentario que

tenían de los hechos o por temor a ser blancos de la represión) colabora en el mantenimiento

del poder militar.

Uno de los problemas de este tipo de análisis se da cuando las distintas dimensiones de la

acción se confunden, es decir, cuando las consecuencias del silencio se identifican con sus

motivos. Esta y otras actitudes, como la oposición individual y expresada en los ámbitos

privados, habilita a las últimas autoras mencionadas a explicar que toda la sociedad argentina,

aún por omisión, fue complaciente u otorgó consenso a la dictadura, dejando a un lado el

sentido de sus acciones para privilegiar sus consecuencias directas incluso cuando no fueron

pensadas por los actores. En este sentido, como vimos, Vezzetti coincide con este tipo de

conclusiones.

Estos trabajos, los más cercanos a la problemática que nos ocupa y a la vez, los más

recientes, no toman en cuenta algunas cuestiones importantes que vimos para los casos

europeos y que vale la pena mencionarlos nuevamente aquí.

En primer lugar, la propuesta de Passerini de utilizar el concepto de “mediaciones” para

comprender las actitudes sociales según el ámbito en el que se manifiestan, parece acertada.

En el caso del fascismo italiano, lo privado aparece como un espacio donde se expresa la

oposición y el descontento mientras que en lo público, la misma persona puede tomar otra

actitud más complaciente con el Régimen. Esta idea de “mediación” se convierte en una

herramienta útil para relativizar aquellas conclusiones lineales a las que llegan algunos

trabajos sobre el caso argentino, conclusiones a las que se arriban a través de una traducción

64

Page 66: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

automática donde lo que la sociedad manifestó en lo público aparece como una única actitud

que por suposición también se da en lo privado. Tener en cuenta lo público y lo privado como

espacios diferentes que atraviesan la vida de las personas, permite abordar la matriz de

actitudes sociales de una manera más compleja y enriquecedora.

En segundo lugar, como vimos para el caso alemán, el concepto de Resistenz del

Proyecto Baviera problematiza el análisis desplazando el eje de los motivos de la acción a sus

consecuencias. Resistenz será, a diferencia de Resistencia, toda acción que impida la

penetración del Régimen en la vida de las personas, aún cuando esas acciones no tengan la

voluntad explícita de enfrentarlo. Será entendida, entonces, como una actitud de oposición al

gobierno de facto pero que no se manifiesta como una lucha abierta y declarada, sino con

pequeñas actitudes que en lo público o en lo privado, expresan disconformidad y limitan el

avance del Régimen sobre la cotidianeidad de las personas.

Trabajos como el de Hugo Vezzetti, Mariana Caviglia y Gabriela Águila parecen

entender el consenso en el sentido de Resistenz, es decir, como todas aquellas actitudes

(incluyendo la omisión) que sin la voluntad de prestar conformidad a los objetivos y prácticas

de la dictadura permitieron que aquella se siguiera sosteniendo. El consenso no será para estos

autores una manifestación explícita de apoyo, sino una gama de actitudes que van desde el

oportunismo hasta la indiferencia y que contribuyen a generar un escenario favorable para que

el Régimen continúe.

En el caso argentino, esta forma de entender el consenso no nos parece adecuada. La

razón más importante es que, en el clima de terror y de ejercicio ilegítimo de la violencia del

gobierno dictatorial, las actitudes de apoyo obviamente no serían condenadas como sí las de

oposición. Por ello, pretender que toda acción que contribuyó al mantenimiento del Régimen

tuvo, en última instancia, un sentido de apoyo es un error, porque no había dificultades para

manifestarlo mientras que el descontento contaba sin dudas con respuestas represivas y de

censura que sólo se podían evitar creando espacios propios de Resistenz.

65

Page 67: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

A continuación, realizaremos un análisis de la vida cotidiana en la dictadura a partir de

los soportes audiovisuales creados en el Programa Jóvenes y Memoria. Recordamos para el

Futuro, teniendo en cuenta estas reflexiones y con vistas a superar aquellas explicaciones

maniqueas.

66

Page 68: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Vida cotidiana y Dictadura. Abordaje desde el cine.

El estudio del pasado reciente en Argentina ha atravesado diversos momentos desde la

transición democrática. Los cambios en la forma de abordar el tema responden al carácter

indeterminado de lo que entendemos por “pasado reciente” ya que la especificidad de esta

historia parece no residir únicamente en reglas o consideraciones temporales, epistemológicas

o metodológicas, sino también en cuestiones subjetivas y cambiantes que tienen su eje en el

problema de la memoria. En este sentido, encontramos que los estudios sobre memoria tienen

una larga trayectoria dentro de la historiografía occidental que se remontan a las experiencias

traumáticas de las guerras, sobre todo de las marcas que ha dejado el Holocausto.

En Argentina, el auge de los estudios sobre ese pasado reciente está marcado por las

huellas de las desapariciones y por un sector muy importante de la sociedad, con los

Organismos de Derechos Humanos a la cabeza, que se encuentra en constante lucha por la

verdad y la justicia. La necesidad de recordar lo que pasó para que no vuelva a repetirse y las

demandas de castigo a los culpables por la violación sistemática a los derechos humanos que

sufrió el país a lo largo de esos años, aumentan los estudios académicos sobre el tema

impulsados por nuevos interrogantes y nuevas formas de indagación. A partir del Juicio a la

Junta y del Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) se

diseñó un ciclo favorable para que estos trabajos pudieran desarrollarse. Principalmente lo

que nos interesa, es destacar el auge en las investigaciones memoriales que se sostienen por lo

que Beatriz Sarlo60 llama un giro subjetivo en los estudios de historia reciente basado en la

resignificación de los testimonios que otorga un nuevo lugar a la experiencia de los actores y

a los discursos de carácter subjetivo que pueden dar. Este florecimiento en Argentina de la

historia oral se dirige fundamentalmente al rescate de experiencias locales, a la reconstrucción

60 Sarlo, Beatriz, 2005. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Siglo XXI editores, Bs As

67

Page 69: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

de vivencias y procesos “micro sociales” que se alejan de las estructuras y los análisis sobre la

“larga duración”.

Siguiendo a Bruno Groppo61 podemos entender a la memoria en estrecha relación con la

identidad y en un constante proceso de reacomodamiento que actualmente se ve afectado

sobre todo por la impunidad con la que todavía cuentan algunos de los responsables por los

crímenes perpetrados durante la dictadura. La memoria, anclada y construida desde el

presente, se caracteriza por ser selectiva, retiene algunos elementos del pasado y condena

otros al olvido. Las diferentes memorias colectivas coexisten y compiten en el seno de una

sociedad, cada sector recuerda el pasado y lo resignifica de acuerdo a su experiencia o a lo

que le fue trasmitido. Hay entonces, verdaderas batallas de memorias cuya apuesta es la

conquista de la memoria pública.

Para Elizabeth Jelin62 también existe una explosión de la memoria que vive el mundo

occidental contemporáneo, en el sentido de que empieza a tomar forma una cultura de la

memoria que tiene un nivel altamente significativo como mecanismo cultural para fortalecer

el sentido de pertenencia y construir mayor confianza en los sujetos, sobre todo en los grupos

que han sido oprimidos y silenciados. La conmemoración, el recuerdo y el olvido (que es

indiscutiblemente la otra cara de la misma moneda) adquieren significación en términos del

ser parte de una misma comunidad política.

Jelin y Groppo entienden las luchas en torno a la construcción de la memoria como

batallas en las que se disputa el sentido del pasado y que configuran una lucha política ya que

las rememoraciones colectivas se convierten en instrumentos para legitimar discursos,

establecer comunidades de pertenencia, identidades colectivas y como justificación para el

accionar de movimientos sociales que promueven distintos modelos de futuro. En el mismo

61 Groppo, Bruno, 2002. “Las políticas de la memoria” en Sociohistórica n° 11/12. Cuadernos del CISH. Ediciones Al Margen, La Plata62 Jelin, Elizabeth, 2005. “Los derechos humanos entre el estado y la sociedad” en Suriano, Juan (Comp), Dictadura y Democracia 1976-2002, Nueva Historia Argentina, Tomo X, Buenos Aires, Sudamericana

68

Page 70: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

espacio de lucha, también están los que no están dispuestos a reabrir experiencias dolorosas y

que frecuentemente promueven políticas de olvido o de reconciliación.

El riesgo que existe para Jelin de una memoria hegemónica consiste en la ritualización de

las explicaciones de lo que pasó, convirtiendo el contenido de la memoria en algo repetitivo

que trivializa el horror del pasado y que obstruye la posibilidad de creación de nuevos

sentidos y la incorporación de nuevos sujetos (de nuevas generaciones) al debate. Para ella,

hay que seguir de cerca cómo el Estado y sus instituciones incorporan las interpretaciones del

pasado en los ámbitos de democratización, en el sistema educativo, en el ámbito cultural, en

el aparato judicial, entre otros; ya que esta inclusión de los temas del pasado reciente siempre

es parte de la lucha social y política a la que antes hacía referencia.

En nuestro país, el uso de relatos y testimonios de aquellos que vivieron bajo el Proceso,

de aquellos que sobrevivieron a la represión y de los que sólo lo presenciaron tuvo sus inicios

a partir de la transición democrática con el Juicio a las Juntas y la elaboración del Informe

Nunca Más de la Conadep. La memoria se convirtió así en canal privilegiado de transmisión

de la verdad para que las nuevas generaciones sepan lo que pasó pero sobre todo, para la

lucha por la justicia. En Argentina aparece la memoria como un estadio anterior a la historia,

es decir, se convierte en fuente para la reconstrucción de los hechos, en un puente necesario

para llegar a la verdad “tal y como ocurrió”, entendiendo en este caso, que esa verdad por su

carácter jurídico permitiría castigar a los culpables.

Historia y Memoria transitan en Argentina por momentos diferentes, la primera aparece

relegada al desarrollo de la segunda, especialmente en aquellos trabajos que necesitan de los

testimonios orales para reconstruir el pasado por las dificultades de acceder a otras fuentes.

Teniendo en cuenta estas breves líneas acerca del tema de la memoria y con el fin de

propiciar un clima favorable para la formulación de preguntas más que para la concreción de

respuestas acabadas es que indagaremos a continuación el entramado de la vida diaria bajo la

dictadura en nuestra sociedad a partir de las producciones fílmicas que se han desarrollado en

69

Page 71: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

torno a este tema. Si bien el cine cuenta con la generosidad de brindarnos más información

que el relato en sí, comparte con nosotros gestos y emociones que los entrevistados no pueden

poner en palabras, aquí sólo tomaremos su carácter testimonial. Inauguramos este abordaje

entonces con dos producciones pioneras del tema, Shoah para el caso del Régimen nazi y

Vecinos del Horror. Los otros testigos sobre la última dictadura militar argentina para luego

profundizar sobre ésta con una selección de películas resultante del Programa Jóvenes y

Memoria. Recordamos para el futuro realizadas entre los años 2002 y 2005.

Dictadura y sociedad en Shoah y Vecinos del Horror . Algunas comparaciones.

Shoah, dirigida por Claude Lanzmann ha sido producida durante cinco años, concluida

en 1985, proyectada en Buenos Aires en 1989 bajo el auspicio de la AMIA y la Sociedad

Hebraica Argentina y también presentada por capítulos en el canal oficial, ATC. El director

busca reconstruir el holocausto judío bajo el Régimen nazi centrándose en sus restos y

dejando hablar a los testigos, es un trabajo arqueológico en el sentido de que su opción para

explicar el genocidio alemán no es la presentación de fotografías y documentos que

evidencien los cadáveres, la muerte, los deportados y las caras del horror. Él elige poner a la

luz aquellos elementos que por ser nimios aún no fueron abordados pero que son

significativos en tanto constituyeron una gama de detalles que permitió que el exterminio se

llevara a cabo.

Lanzmann indaga desde preguntas simples que parecen pecar de triviales: cómo era el

clima en Treblinka la noche en que llegó el primer convoye de judíos, cuáles son los

recorridos de los trenes que llevan a los deportados a los campos, en qué horarios recorren

esas distancias, quiénes pagaban los pasajes de los judíos hacia el exterminio, quién le cortaba

el pelo a las mujeres antes de ser gaseadas y cómo lo hacían, cuál era la distancia entre las

estaciones de trenes y los correspondientes campos de exterminio (como el campo de

70

Page 72: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Chelmno y Treblinka), cuánto tardaban las mujeres y cuánto los hombres en desnudarse,

cómo era la vida en el guetto de Varsovia, qué veían los vecinos polacos de la estación, qué

escuchaban. El film repite insistentemente estas preguntas a distintos testigos, sobrevivientes,

ex miembros del partido nazi, kapos, personal de los campos de concentración, vecinos

“ajenos”, familiares de víctimas. En la repetición, el director logra un abanico de respuestas

que lindan entre lo asombroso y lo banal.

De las diez horas de film, tomaré sólo algunos ejemplos reveladores. El primer caso, es el

de un judío checo deportado que pasó a formar parte del Comando Especial de Auschwitz,

Filip Müller. Este prisionero fue obligado por los oficiales alemanes a realizar tareas para

guiar a la gente hacia el crematorio, para limpiar los hornos y deshacerse de los cadáveres que

podían obstruir su funcionamiento. Él recuerda que estaba “shockeado, hipnotizado, sólo lo

hacía” y en ese continuar con la tarea, logró sobrevivir. En un nivel de conducta similar, el

siguiente ejemplo es el de un peluquero entrevistado por Lanzmann que en la entrevista relata

cómo era su tarea en la sala que antecede a la cámara de gas de Treblinka donde debía cortarle

el pelo a las mujeres con la mayor rapidez posible para alimentar a la máquina con futuras

muertes. Él declara “yo sólo obedecía órdenes, mi deber era cortar el pelo sacándole el

máximo posible pero haciéndoles creer (a las víctimas) que era un corte normal” pero su

discurso se quiebra en un profundo silencio cuando recuerda con dolor la llegada de la mujer

y la hermana de su compañero de tarea, ante la insistencia del director para que continúe su

relato, sólo agrega “no prolongue esto...va a ser muy duro”. En este sentido, Michael Pollak

explica que la obra de Lanzmann busca impedir el olvido por el testimonio de lo

insostenible63.

Alejado del campo de concentración, el encargado de coordinar los “trenes especiales”

durante la segunda guerra mundial, un ex miembro del Partido Nazi, explica “yo era un

simple burócrata pegado a mi escritorio, ¿cómo iba a saber? (...) Treblinka era un campo de

63 Pollak, Michael, 2006. Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite. Ed. Al Margen, La Plata, Pág. 28.

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Page 73: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

concentración, un alojamiento (...) si uno no estaba cansado de la vida más valía callarse la

boca”. Pilar Calveiro explica esta característica del sistema de exterminio como la

constitución de un “servicio público criminal” que se encuentra montado por burócratas

perseverantes que actúan cumpliendo con una función específica, es decir, como un engranaje

dentro de la gran maquinaria y que son capaces de obedecer por sobre todas las cosas, sin

interrogarse por cuestiones morales. Finalmente, también rescatamos de Shoah los

testimonios de los integrantes de comandos especiales que a fines de la guerra se organizaron

para la resistencia, buscando primero mejorar las condiciones de vida en el campo en el que

estaban para luego conscientizarse de que sólo con organización y atacando a las SS en su

interior podían lograr el objetivo central: parar a la máquina de exterminio.

El trasfondo de estos ejemplos, son los testimonios de aquellos alemanes y polacos que

viviendo cerca de las estaciones de trenes a donde llegaban los deportados o permaneciendo

en el centro de la ciudad veían los traslados y aunque algunos conocían que el destino final

era la muerte no sabían los detalles del proceso. Como vimos en el trabajo de Robert

Gellately, la sociedad alemana no ignoraba la existencia de los campos y las políticas

tendientes a arianizar la nación, al contrario, este tipo de medidas, según el autor, fueron

aceptadas por la población. Es probable que los alemanes ignorasen los detalles que

constituían el proceso de exterminio pero para muchos de los entrevistados “la vida

continuaba”. En este punto, lo que Lanzmann rescata es que continuaba en el horror o como

dice Beatriz Sarlo “la constancia del horror puede no destruir materialmente todo, pero al

mismo tiempo nadie se salva de esa presencia permanente”64.

Vecinos del horror. Los otros testigos fue grabada en 1996 por un grupo de

investigadores argentinos65. Este film se diferencia del anterior por su cortísima duración

aunque trabaja sobre la compilación de testimonios de vecinos y testigos que habitaban cerca

de los campos de concentración y centros de detención de la Provincia de Buenos Aires. Las

64 Sarlo, Beatriz, 1989. “La historia contra el olvido” en Revista Punto de Vista, Año XII, número 36, Bs As. 65 Idea: María S. Cantino, Graciela Guilis. Entrevistas: Sebastián Clemente, Enrique Porterie, Genaro Press, Damián Roth, Santiago Zari. Cámara y edición: Zebra Producciones. Coordinación y guión: Genaro Press.

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Page 74: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

entrevistas presentadas en este documental tienen su eje en preguntas mucho más abiertas,

poco anecdóticas y si se quiere, más directas acerca de lo que significó la convivencia cerca

del terror.

El video recoge diez testimonios de vecinos cercanos al Pozo de Banfield, el Pozo de

Quilmes, el COTI Martínez y el Olimpo y también presenta el testimonio de una mujer que

sufrió una operación comando en su edificio en Capital Federal. Para el primer centro

clandestino de detención, se ofrece una pequeña entrevista con un matrimonio de edad

avanzada que definen la vida en esa época como “horrible, era la angustia de ver lo que se

hacía y no se podía hacer nada”. Miguel, otro entrevistado que vivió desde 1971 en las

proximidades del Pozo de Banfield, cuenta: “a mí nunca me pasó nada, a mí no me molestaba

que los militares nos pidieran los DNI y esas cosas”. Sin embargo, aunque el miedo estaba

presente, ya que “si queríamos acercarnos a ver lo que pasaba no nos dejaban (...) se

escuchaban gritos y observábamos a las tres o cuatro de la madrugada cómo bajaban gente de

los camiones”, termina definiendo así su vida diaria en esa época: “para mí era bueno, porque

ahora con los chorros y los drogadictos dando vueltas...si mataron gente por algo lo mataron,

a mí nunca me hicieron nada”.

Una mujer presta su testimonio sobre su vida diaria cerca del Pozo de Quilmes pero sin

que su imagen quede registrada en el video. Ella vive allí desde hace cuarenta años y dice

nunca haber visto nada. “Nosotros nos habíamos acostumbrado a ver todo cercado, a prender

las luces internas y apagar los faros si venías en auto (...), a lo mejor vecinos que viven más

cerca vieron y oyeron algo...yo no...trabajarían de noche...no sé”. Cuando los entrevistadores

le preguntan si a pesar de no haber visto nada, sabía algo de lo que pasaba en su barrio,

contesta: “en el barrio todos sabíamos pero no hablábamos” y agrega “me enteré (de lo que

pasaba) con el tiempo, después que pasó todo”.

Un vecino que vivió cerca de El Olimpo, desde 1967, cuenta “no hubo nada anormal

además de la vigilancia extrema. Ronda de autos y de policía. Nunca me imaginé eso, sino me

73

Page 75: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

hubiera agarrado un pánico terrible (...) yo no escuché ni gritos, ni voces, nada raro, sólo que

no podías pasar por la puerta, ni estacionar el auto quince segundos (por allí) porque venían

los policías armados a sacarte”. A diferencia de este testimonio, un hombre más joven que

vivió cerca de este campo hasta los ´80 cuenta que “los fines de semana ponían música al

mango y el comentario, un poco ingenuo, de los vecinos era: mirá cómo se divierten los

milicos, la deben estar pasando bomba”. Tiempo después, ellos descubren que la música era

una pantalla para cubrir los gritos y voces de los secuestrados mientras eran torturados.

Pero las “pantallas” funcionaban dentro y fuera del campo, como lo cuenta una mujer

joven que sólo conserva recuerdos del ambiente familiar de la época: “en mi familia no se

decía nada, no se hablaba del tema. Cuando cayó la dictadura se empezó a hablar de la

movida nocturna, durante el día no se veía nada, era todo muy prolijo”. Esta combinación

entre el silencio del hogar y las estrategias del gobierno para mantener oculto el núcleo de

esos “fragmentos de realidad” que los vecinos conocían funcionó durante muchos años en

favor de que los crímenes continuaran. Pero ¿podemos decir por ello que la sociedad lo

apoyaba?.

Para el caso de Coti Martínez, los entrevistadores eligen a un canillita del lugar que

trabaja allí desde hace treinta años. Este hombre, recibía comentarios de los vecinos acerca de

los gritos que escuchaban desde la Comisaría y define la vida de aquella época como un clima

de tensión: “los militares estaban siempre por la calle y si no les gustabas te llevaban (...) El

barrio vivía tensionado”. Viviendo al lado de la Comisaría, un hombre que decide no quedar

registrado frente a las cámaras, cuenta cuando su mujer se dirige ante los oficiales para

quejarse por los gritos que se escuchaban, “fue muy bien atendida” y este hecho para él “no

tuvo mayor trascendencia”.

Finalmente, una mujer mayor de edad, testigo de una operación comando en su edificio

ubicado en Arenales y Pueyrredón, Capital Federal, cuenta que los militares la trataron muy

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Page 76: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

bien durante el operativo, que actuaron con mucha cautela y silencio y que al retirarse le

pidieron “discreción”: “me quedó la certeza de lo que estaba pasando, una certeza absoluta”.

En líneas generales, en los relatos se sostiene que el miedo y el desconocimiento de lo

que estaba pasando eran moneda corriente, si bien ellos notaban la presencia militar en el

barrio y algunos veían cómo los camiones llegaban a la madrugada cargados de secuestrados

y escuchaban gritos y música en tono elevado que provenían de los centros, dicen jamás

haber imaginado lo que en verdad sucedía. La sospecha que recaía sobre la gente que era

detenida en esos lugares, el “por algo será” se repite hoy como en aquella época, trazando un

límite en algunas entrevistas entre la inocencia de los que “trabajaban” y que “nunca les pasó

nada” y los “otros”. Los comentarios sobre el tema en el ámbito vecinal eran frecuentes

aunque también reconocen que en la familia no se hablaba demasiado.

Si bien las torturas, los crímenes, las desapariciones llegan a ellos mucho tiempo después

con la transición democrática han quedado en sus recuerdos aquellos “movimientos extraños”

que mencionábamos antes. Esto es utilizado por Florencia Levin como evidencia de que las

representaciones de una sociedad ajena pueden ser falsas, si algo de los centros clandestinos

se desbordaba hasta penetrar en el barrio, dejando rastros visuales o auditivos entonces la

ignorancia, la pasividad y la victimización de los vecinos puede cuestionarse. Como vimos en

el capítulo anterior, estos “retazos de saber” fueron abordados también por Gabriela Águila y

María Seoane en perspectivas diferentes.

Continuando con Florencia Levin, esta imagen de inocencia arraigada en la sociedad es

un producto de la eficacia de la memoria performativa del Nunca Más66, sin embargo uno

podría alegar que, la otra mirada sobre una sociedad que por “saber” es cómplice, también es

producto de la eficacia del discurso militar. Para Calveiro la sociedad fue la principal

destinataria del mensaje represivo y el conocimiento que esta tenía de lo que ocurría fue

66 Levin, Florencia, 2005. “Arqueología de la memoria. Algunas reflexiones a propósito de Los Vecinos del Horror. Los otros testigos” en Revista Entrepasados, número 28, Buenos Aires, p. 57

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Page 77: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

también un instrumento utilizado desde el poder militar para comprometer a todos,

construyendo retrospectivamente en ellos una actitud cómplice.

Programa Jóvenes y Memoria. Recordamos para el futuro

El Programa Jóvenes y Memoria. Recordamos para el futuro forma parte de una

propuesta fuerte desarrollada por la Comisión Provincial por la Memoria desde el año 2002

que hasta la actualidad ha cumplido con cinco convocatorias anuales67. La propuesta de este

programa es que los alumnos de colegios bonaerenses de nivel polimodal investiguen durante

todo el año escolar acerca del pasado reciente, inscribiendo su trabajo en una mirada local

para que una vez concluido, pueda ser transmitido a su comunidad bajo distintos soportes:

libros, producciones gráficas (folletos, cartillas, diarios, revistas), ediciones multimedia

(páginas web, cds), murales, obras de teatro o puesta escénica, muestra fotográfica,

documental en soporte audiovisual o en soporte sonoro. Estas producciones constituyen la

fase final del Programa, donde los alumnos elaboran sus conclusiones. Como explica Sandra

Raggio, Directora del proyecto, el programa promueve el desarrollo de una “experiencia” que

se orienta a transformar la propia subjetividad de los jóvenes para cambiar la forma de

percibir el presente, las maneras de comprender a la sociedad y de valorar los hechos.

Siendo el eje central del proyecto “Autoritarismo y Democracia” los alumnos estudian el

pasado reciente en la escuela, con un anclaje en lo local ya que la mirada micro histórica de

las investigaciones les permite un análisis sobre la dinámica de la historia menos opaca,

menos abstracta y a la vez, menos esquemática y estereotipada de la que ofrece la historia

escolar. El protagonista, el testigo la víctima, el victimario, el cómplice están al alcance de su

mano y pueden ser reconocidos como vecinos, maestros y padres de los alumnos68. Estos 67 La Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires es un organismo público extrapoderes, con funcionamiento autónomo y autárquico, creado por una ley provincial en el año 2000. Sus diferentes áreas de trabajo son: Archivo y Centro de Documentación, Comunicación y Cultura, Investigación y Enseñanza y el Comité contra la Tortura. La sede de la Comisión, se encuentra en el edificio donde funcionó la Dirección de Inteligencia de la Policía bonaerense cumpliendo tareas de espionaje político en toda la provincia entre 1956 y 1998. Para más información ver: www.comisionporlamemoria.org 68 Raggio, Sandra, 2004. “La enseñanza del pasado reciente. Hacer memoria y escribir la historia en el aula”, Revista Clio y Asociados, volumen 5, Universidad Nacional del Litoral.

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Page 78: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

elementos les permiten integrar sus historias a la gran Historia o ponerla en cuestión. A pesar

de la variedad de los proyectos, algunos temas permanecen y se repiten en cada convocatoria:

reconstrucción de episodios locales de represión o resistencia, biografías de desaparecidos,

exploración que desde el presente se tiene sobre la dictadura, centralmente la idea de que “acá

no pasó nada”, las transformaciones sociales y económicas del período en la comunidad, la

guerra de Malvinas y la vida cotidiana bajo la dictadura.

En torno a este último eje, los alumnos parten de las siguientes preguntas ¿cómo era la

vida cotidiana en su comunidad?, ¿cómo impactaba la presencia militar?, ¿cómo convivían la

normalidad con el horror? ¿ era real que “no pasaba nada”?. Intentando responder a estos

interrogantes en las entrevistas encuentran frecuentemente que miedo y silencio parecían ser

costumbre en esa época. Pero también podemos encontrar una gama de actitudes que oscilan

entre el apoyo y la resistencia.

Para comenzar, tomemos el video Recordar sin temor, elaborado por los alumnos de la

E.E.T.N°1 de Coronel Pringles en el año 2002. Coronel Pringles es una pequeña ciudad de

aproximadamente 20 mil habitantes, cuya principal actividad es la agrícola ganadera. Los

alumnos la definen como un pueblo de mentalidad tradicionalista, renuente a los cambios

fácticos o actitudinales y en donde la desconfianza sobre los testimonios de los secuestrados

proviene de la gente de clase media y alta.

El video retoma un tema del que ya no se hablaba en el pueblo pero que fue significativo

durante la dictadura: el cese en la actividad de dos maestras del colegio Sagrado Corazón y el

traslado de dos monjas como resultado de la delación ante las fuerzas de seguridad de sus

compañeras de trabajo que habían calificado la actividad de estas personas como “subversiva

y sospechosa”. Los alumnos rescatan los relatos de las denunciantes y de las maestras

cesantes poniendo en juego un conflicto de memorias que hasta el momento parecía

desconocerse en la comunidad. En las entrevistas aparecen relatos orgullosos de docentes que

confeccionaban las listas de sus compañeras que estaban a favor y en contra de las dos

77

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hermanas incriminadas, listas que fueron entregadas al Padre Pedro Grande quien debía pasar

los nombres al V Cuerpo del Ejército de Bahía Blanca. Cuenta una de las docentes “le dije,

'mire Padre, yo le voy a dar el nombre de las seis que estamos definitivamente en contra de las

hermanas. Es decir, a menos no tenemos más confianza en ellas. No sabemos si son zurdas

pero ya no queremos estar, no nos sentimos ni cómodas, ni bien, ni seguras, ni tranquilas.

Nosotras para prevención queremos que se vayan'”. El testimonio del ex Secretario del

Gobierno Municipal en la dictadura, afirma que “muchos de los que ahora se dicen

democráticos, fueron entregadores (...) y otros que estaban dentro del Proceso, procedieron

con mucha más justicia y menos discriminación que muchos de los que se dicen

democráticos”. Para ejemplificar esto, toma el caso del Intendente del pueblo en el período

dictatorial, quien intercedió ante el V Cuerpo del Ejército para que no detuvieran a las

hermanas: “cuando el V Cuerpo se lleva a las monjas, el Intendente va al Ejército y les dice

'por favor, no me baje el Ejército en Pringles, déjeme manejar esta situación a mí' (...) y

también habla con el Obispo de Bahía Blanca y le pide que traslade a las monjas a un lugar

pequeño donde no estuvieran bajo la lupa, para salvarlas”. Ante estos episodios de cesantías y

expulsiones, el funcionario concluye que “no se manejó como un hecho público. Un buen día

las monjas se fueron y un buen día las maestras se quedaron sin el sueldo”.

Gellately interpretaría esta conducta delatora de las docentes como parte de un entramado

de complicidad con el Régimen que propicia su sostén. Es difícil en este caso definir si las

intenciones en la elaboración de la lista responden a un compromiso con el gobierno militar o

una cuestión de interés personal donde se ponen en juego motivos privados para la delación.

Sin embargo, parece una actitud aproximada al conformismo con los objetivos militares ya

que las monjas molestaban, generándoles desconfianza por que podían ser “zurdas”.

Siguiendo con este tipo de casos, el video Huellas de la Historia Presente de los alumnos

del I.S.F.D N°36 de José C. Paz presenta en los testimonios de profesores y alumnos de la

Escuela Media de General Sarmiento el compromiso de los docentes con las políticas contra

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la “subversión en el ámbito educativo” permitiendo que la dictadura contara con un nivel de

consenso importante durante algunos años en la implementación de medidas autoritarias

concernientes a rituales, vestimenta y contenido de las clases en el colegio.

Como veremos, la mayoría de los alumnos69 que indagaron sobre los silencios y la

pasividad de sus pueblos bajo el período dictatorial se encontraron con frases que depositan

la sospecha en los “otros” y también con la idea de que sus comunidades, por ser “pueblos” y

estar alejados de la gran ciudad, no podría haber sucedido nada raro.

En Vida cotidiana en Abasto, realizado por los alumnos de la E.E.T.N° 4 se indagó sobre

los roces y las memorias del pasado reciente en Abasto, una pequeña localidad de 10 mil

habitantes, ubicada a 15 km de La Plata. Los protagonistas de este video están cruzados por su

pertenencia a la escuela, los testimonios que recoge son de una maestra que hoy está jubilada,

tres ex alumnos dos de los cuales hoy son empleados y la tercera está desaparecida.

Haide, la maestra, se define como apolítica, estuvo vinculada durante un tiempo a la

Iglesia hasta que le propusieron ir a enseñar a las villas y no aceptó. Junto a su marido,

vendieron su estación de servicio a un “grupo guerrillero” sin saber de sus actividades hasta

que “los agarran a todos”. Cuando le preguntan sobre su vida diaria en Abasto responde: “no

teníamos docentes con problemas, éramos todos matrimonios de pueblo, las chicas que venían

con 'ideas' no se volcaban a nosotras porque éramos grandes”. A pesar de que sus hijos le

reprochan que nunca les haya contando lo que pasó en esa época, Haide mantiene una

posición definida durante todo su testimonio “era una disputa entre los militares y los...

(silencio), ambos tenían razón...pero no se puede vivir con ideales, hay que ser un poquito

más frío. Siempre hay uno más fuerte que los corta a los ideales por más que sean re justos.

Pero ¿vas a agarrar un arma y vas a salir a luchar?...¿contra quién?”.

69 Tomo las siguientes películas: “Vida cotidiana en Abasto” (E.E.T.N° 4. Abasto), “Recuerdos Latentes” (E.E.M.N°1.Los Cardales), “Huellas de la Historia Presente” (I.S.F.D N° 36. José C. Paz), “Vida y Ausencia” (E.E.M. N°1. Smith), “Miramar, si estoy en tu memoria soy parte de tu historia”(E.E.M.N°1. Miramar), “Los vecinos del Pozo de Banfield” (Instituto Dr Emilio Lamarca. Lomas de Zamora).

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Page 81: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

El testimonio de uno de los ex alumnos, Enrique, nos acerca a los cambios que se

sufrieron en la vida cotidiana donde la participación con los vecinos en el Club, en la

Cooperadora de la Escuela y en la Iglesia, dejaron lugar al aislamiento desde el momento en

que fue secuestrado y liberado. A partir de su secuestro, Enrique siente que convivió con una

marca, los vecinos y la gente en general empezaron a tener un trato distinto hacia él y

comenzó a escuchar frases como “¿este en qué anda?”, “por algo le pasó”. “Tuve un retroceso

muy grande en la parte social (...) me centré en mi casa, en mi trabajo, en mi novia y no me

ocupé más en afuera de mi casa”. Para él, el clima que se vivía en esa época era de miedo “ la

familia te decía: no te metas, que te secuestran, no digas nada. Y la Iglesia no tuvo una

participación muy profunda porque al cura lo silenciaron (...) vos no hacías algo por miedo, el

hecho de no participar es que te daba terror”.

Actitudes como las de Haide y Enrique están atravesadas por el miedo y la decisión de no

mantener compromisos que pudieran generar sospechas en las fuerzas de seguridad y entre los

vecinos del pueblo. Como explican Corradi y Calveiro, el terror aparece implantando una

cultura del miedo y convirtiéndose en elemento disciplinador que busca, incluso, la

obediencia voluntaria.

Omar, el otro ex alumno, era delegado sindical de la fábrica Kaiser y llegó a ocupar un

puesto alto dentro de la planta de 450 obreros. Para él, no había presencia militar, “lo anormal

podía ser que revisaran el micro y te pidieran documentos. En esa época se respetaba mucho a

la policía porque nos daba ejemplos a nosotros”. Coincidiendo con la maestra, “fue una guerra

sin declarar de ambas partes (...) el enfrentamiento fue producto de la ambición de poder, fue

inútil no se logró nada positivo, sólo muerte”.

Con respecto a la desaparición de Mirta en 1977, los alumnos reconstruyen parte de su

historia pero no con testimonios de los vecinos de Abasto sino gracias a la colaboración de las

Madres de Plaza de Mayo. Ellos explican que “Abasto no pudo hablar de ella. A las

preguntas, respondieron con olvidos y silencio”.

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Page 82: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

Vida y Ausencia de los alumnos de la E.E.M.N° 1 de la localidad de Smith ubicada a 38

km de Carlos Casares, también centra los relatos en torno a la desaparición. En este caso, será

Horacio Raúl Campione secuestrado en julio de 1978. La historia que se rescata aquí, tiene

como objetivo devolverle al pueblo parte de su historia silenciada, destacando la participación

de la madre de Campione, quien se acerca a los Organismos de Derechos Humanos y a otros

familiares de desaparecidos donde encuentra contención y un espacio de recuerdo de las

víctimas “que son la historia real”. En la misma línea de investigación se halla Miramar, si

estoy en tu memoria soy parte de tu historia, producida por alumnos de la E.E.M.N° 1 de

Miramar, donde un familiar de desaparecido cuenta que “había aceptación de la sociedad al

Golpe (...) no se hablaba del tema de los desaparecidos”.

En las entrevistas recogidas por Ludmila da Silva Catela70 para el desarrollo de su

investigación sobre la reconstrucción del mundo de los familiares de desaparecidos en La

Plata, la autora distingue que el proceso dictatorial y el momento del golpe no pueden

escindirse en los relatos de los entrevistados, aparecen como una misma cosa que no permite

diferenciar intensidades, etapas, responsabilidades ni tipos de “apoyos”. En este sentido, en la

vida cotidiana de los familiares de desaparecidos, el golpe aparece fuertemente asociado al

secuestro de un hijo o pariente cercano, diseñando un sistema de acusaciones que marca y

condena a quienes prestaron conformidad a la violencia estatal y que se representa como

ruptura de la vida diaria en ese momento.

En este sentido, los relatos sobre las desapariciones en Abasto, Smith y Miramar parecen

combinar por un lado el silencio frente a los secuestros y la oposición a través de la

participación en organismos de derechos humanos. Pero, como dice Da Silva Catela, la

desaparición se presentaba como una situación traumática frente a la que no había

establecidas previamente pautas de acción. Algunos familiares reaccionaron con actitudes de

búsqueda y reclamos y otros sólo pudieron esperar noticias mientras convivían con el miedo y

70 Da Silva Catela, Ludmila, 2001. No habrá flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de los familiares desaparecidos, Ed Al Margen, la Plata, Bs As, Argentina.

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en este sentido es certera la definición de Fernando Devoto71 acerca de que la resistencia debe

entenderse en la medida de cada uno.

En Recuerdos Latentes, producida por los alumnos de la E.E.M.N°1 de Los Cardales,

partido de Exaltación de la Cruz, algunos testimonios coinciden en que la vida cotidiana no

fue profundamente trastocada excepto en cuestiones mínimas, como la presencia militar, pero

se repite el hecho de que “los que normalmente vivíamos trabajando, no teníamos

inconveniente”. Sin embargo, encontramos en este video un testimonio que rompe con la idea

de que en el pueblo “no pasaba nada”. Un hombre que trabajaba como bombero en aquélla

época, cuenta que se encargaba de levantar a las víctimas en un callejón y llevarlos al hospital

acompañado por personal de las Fuerzas Armadas. Ante estos hechos, él recuerda que “ era

normal encontrarse a las personas dentro de gomas y prendidas fuego (...) cuando el médico

anunciaba los decesos no sé de qué forma sabían, pero ellos (los militares) les comunicaban a

los familiares y los trasladaban al cementerio”.

Este relato se asemeja a muchas de las entrevistas realizadas por Lanzmann en Shoáh

donde aquéllos que participaron en pequeñas tareas vinculadas a la máquina de exterminio

incitan a más de un autor a pensar en términos de complicidad. La fragmentación de los

hombres como engranajes de una cadena que conduce a la muerte era parte de la estrategia del

Régimen argentino para difuminar las responsabilidades. Pero a la vez habría que preguntarse

qué motivos llevaron a este bombero a aceptar la terrible tarea de trasladar los cuerpos

quemados por las fuerzas represivas. ¿Fue por temor?, ¿fue porque compartía los valores del

gobierno?. Caviglia nos diría que no importan los motivos, sino que con esa actitud colaboró

a que la dictadura fuera posible y que, en última instancia, esto se debió a que ese bombero no

se reconocía como autor de la historia, en tanto una actitud de oposición hubiera alcanzado

para generar una ruptura en su esquema normalizado y así, cambiar la estructura de su

cotidianeidad. La pregunta queda abierta.

71 Ver el artículo de Cristina Zuker, “El terror y la vida” en Revista Caras y Caretas, marzo de 2006, Bs As.

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Los vecinos del Pozo de Banfield, video del Instituto Dr Emilio Lamarca de Lomas de

Zamora, profundiza en los testimonios sobre qué veían, qué escuchaban y qué sentían los

habitantes del lugar en esa época. Originalmente lo que hoy es el Pozo de Banfield empezó a

construirse como un campo deportivo del Club Luz y Fuerza. Los vecinos se percatan de la

construcción carcelaria mucho tiempo después, “viviendo acá no sabíamos lo que pasaba

realmente, venían algunas versiones que no se sabía si eran verdad (...) había gente que se la

llevaba y no se sabía a dónde”. Los vecinos se encuentran juntos en la misma entrevista, se

interrumpen en los testimonios y se ayudan entre todos a recordar. “No se podía preguntar

nada, uno era ajeno a lo que estaba sucediendo, era todo cerrado, no se veía nada, sólo los

camiones blancos de presos cerrados y ver pasar a los patrulleros”. Algunos rememoran

momentos de contacto con los militares del Pozo, prestándoles el teléfono de su domicilio,

vendiéndoles pañales en un kiosco o simplemente hablando “había dos (militares) que eran

muy amables” acota delante del grupo una vecina de edad avanzada.

De esta forma, “no nos enterábamos de nada” “económicamente estábamos muy bien”, “

acá no se notó ninguna diferencia”, “en el interior no se notó tanto”, “ uno era ajeno a lo que

estaba sucediendo” son muchas de las constantes frases que constituyen lo que Michael

Pollak retoma de Henri Rousso y llama el encuadramiento de la memoria, entendiendo a la

memoria como una operación colectiva de los acontecimientos que se busca proteger y que se

integra en tentativas de definir y reforzar sentimientos de pertenencia y fronteras sociales

entre colectividades de distintos tamaños72. En este sentido si una memoria encuadrada da

cohesión y sentido de pertenencia al grupo, también le trae conflictos en tanto puede

enfrentarse con otras memorias o bien, el sujeto puede sentirse obligado a controlar las

tensiones de sus recuerdos personales para poder integrarse a una memoria colectiva que, en

general es la oficial, aunque sus experiencias no coincidan con ella.

72 Pollak, Micael, 2006. Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite, Ed. Al Margen, Bs As, p.25

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Otras cuestiones que aparecen son las marcas en lo urbano, los cortes de calles por las

que los vecinos ya no pueden transitar debido a su cercanía a los centros de detención y

tortura, la presencia militar en los barrios, las requisas, las armas que visten a los policías que

transitan incansablemente por allí, los horarios que inauguran un momento de repliegue de los

vecinos hacia sus hogares. Fundamentalmente las personas ausentes de las que no se habla ni

se indaga pero que pasan a constituir la vida diaria de los hombres y mujeres de esos lugares,

diseñan un prisma de climas cambiantes que se incorporaban a los hogares, a las ideas e

imágenes que diariamente iban configurando y delimitando las diferentes opciones que tenían

ante el terror.

Las actitudes de no apoyo u opositoras al Régimen73 se registran en la reconstrucción de

episodios de solidaridad y ayuda. La organización de los vecinos desarrollada en la localidad

de San Nicolás para superar en el ´78 y el ´79 el conflicto por la erradicación de la villas se

ejemplifica en el video Villa Pulmón de los alumnos de la E.E.M.N° 5 de esa ciudad. Se

rescata aquí las actitudes de vecinos acompañados por sacerdotes y gente joven que se

comprometen en una acción conjunta para acercarse a los sectores pobres afectados y poder

ayudarlos. El Padre Karaman dice al respecto “en la villa encontré los valores humanos, era el

lugar de resistencia”. Lo mismo se muestra en Del Autoritarismo a la Solidaridad de los

alumnos de la E.E.M.N°32 de La Matanza, donde ante decisión tomada por el Intendente

Cacciatore de erradicar la villa, la respuesta del barrio es organizarse en comisiones vecinales

dirigidas por el Padre de la zona para enfrentar el desalojo. En Pastoral Salesiana y

Terrorismo de Estado elaborada por los alumnos del Colegio Don Bosco de San Nicolás,

también encontramos actitudes de oposición al Régimen por sacerdotes que trabajaban en las

villas y que eran catalogados de sospechosos por su acercamiento a los pobres. Uno de los

entrevistados cuenta: “eran muy comprometidos, vivían la misma experiencia de los pobres,

se insertaban en los barrios a través de la Escuela nocturna para Adultos, la Escuela de Arte y

73 Tomo las películas “Villa Pulmón” (E.E.M.N°5. San Nicolás) , “Pastoral Salesiana y Terrorismo de Estado” (Colegio Don Bosco. San Nicolás), “Del autoritarismo a la solidaridad” (E.E.M.N°32. La Matanza)

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Oficios para jóvenes”. Desde 1975 se empezó a cuestionar este tipo de actividades de

promoción social como conductas próximas al marxismo, otro entrevistado opina al respecto

“la peor manera de matarlos era decirles comunistas (...) continuamente en el barrio se hacían

allanamientos buscando a los curas pero ellos no se apichonearon”.

Estos casos de solidaridad no desembocaron en actitudes propias de una resistencia

organizada en pos del objetivo de vencer al Régimen. Fueron, sobre todo, actitudes de

Resistenz.

Si dentro de la Iglesia se podían encontrar actitudes “no conformistas” frente al Régimen

también existían actitudes de apoyo como la del sacerdote Cristian Von Wernich. En este

caso, otra de las producciones realizadas dentro del Programa “Jóvenes y Memoria” que no

tiene un soporte audiovisual sino que tomó la forma de un libro El hombre de las dos caras es

la de los alumnos de 25 de Mayo que indagando sobre la percepción local que se tiene en su

pueblo de este personaje cómplice de la dictadura, encontraron que en los relatos esto se ponía

en duda. La imagen negativa que circula en los medios basada en su participación y vínculos

directos con el Régimen son desmentidos y negados en 25 de Mayo sacando a la luz un

conflicto de memorias difícil de resolver.

Los resultados de estas producciones son variados y nos permiten ver por su

heterogeneidad, la complejidad de la matriz de lo social en cuanto a las actitudes se refiere.

Desde los apoyos, el consentimiento, las oposiciones, las resistencias y los silencios, la vida

cotidiana bajo la dictadura parece no poder explicarse por una sola de estas dimensiones. Dos

elementos fundamentales habrá que rescatar al momento de intentar un análisis crítico: la

coyuntura y lo local. La primera porque nos permite contextualizar el marco en el que se

desarrollaron las actitudes, el momento por el que pasaba la Junta Militar y la sociedad.

Probablemente no lleguemos a las mismas conclusiones analizando el momento específico del

golpe y por otro lado el resto de su trayectoria. En segundo lugar, lo local como espacio de

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micro historias permitirán alejarnos de los relatos globales y abstractos que no rescatan la fina

trama de actitudes y conflictos a los que los miembros de una comunidad debieron enfrentarse

durante el Proceso.

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Palabras Finales

El abordaje de la vida cotidiana bajo el último Régimen dictatorial en Argentina no ha

tenido demasiados trabajos académicos que sean a la vez reflexivos y críticos. La mayoría de

ellos parten del uso de los testimonios como fuente principal para reconstruir cómo era la vida

bajo el Régimen y muy pocos nos ofrecen un cruce con otros documentos de la época que

enriquezcan las interpretaciones del pasado reciente. A su vez, estos trabajos parecen caer

inevitablemente en uno de los dos polos de interpretación más fuertes sobre la dictadura: los

dos demonios o la complicidad absoluta de la sociedad. Como explicamos, el objetivo de este

trabajo se orientó a superar ambas visiones para enriquecer el debate y construir nuevas vías

de acceso a la complejidad de lo social.

No podemos iniciar un análisis de este tipo sin tener en cuenta que durante todo el

período el terror existió, no sólo en los campos de detención y concentración sino también en

los ámbitos cotidianos de lo social. Las investigaciones de las películas presentadas

demuestran que, en aquellos lugares donde “no pasó nada” se vivieron muchas experiencias

que no necesariamente tuvieron a la represión física como eje central pero sí a la represión

simbólica. En la gestación de una cultura del miedo, el Régimen jugó con los silencios de

aquellos sectores que aparecen como “no involucrados” pero que algo sabían. Pero también

existieron actitudes de apoyo y oposición en estos microcontextos, desde las docentes

elaborando listas para la delación de compañeras de trabajo, hasta los vecinos congregados

bajo la dirección de un sacerdote con el fin de buscar una solución ante la erradicación de las

villas. En este sentido, no todas las complicidades fueron de los grupos corporativos

poderosos (como la Iglesia y las grandes empresas) y tampoco toda la resistencia al Régimen

puede explicarse con la organización de la clase obrera o del movimiento de Derechos

Humanos. Quizás uno de los elementos más interesantes en este punto, sea rescatar los

análisis que realizan para el caso europeo Kershaw y Passerini. El primero por aportar el

debate en torno al concepto Resistenz del Proyecto Baviera y la segunda por su nueva mirada

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sobre las mediaciones que pueden existir entre lo público y lo privado dejando al sujeto actuar

en uno de esos espacios de manera totalmente diferente a como lo hace en el otro.

Como explica Vezzetti, hay que analizar esta gama de actitudes teniendo en cuenta quién

puso a las personas en esa situación porque si hubo apoyos también hubo prácticas que por

pecar hoy de pasivas no dejaron de ser una respuesta al estado de terror y miedo que

imperaba. A pesar de ello, hubo mucha gente capaz de evitar que el Régimen penetrara en sus

vidas de diferentes maneras, algunos organizándose y denunciando (por ejemplo, las Madres

de Plaza de Mayo) y otras resguardando sus ideas y creencias bajo llave. No todo silencio

significó conformidad como tampoco oposición, a veces pudo ser una estrategia eficaz para

convivir en una cultura del miedo.

Lo mismo sucede con el problema del tiempo histórico. Y digo problema porque es

frecuente encontrar frases que aluden al consenso de la sociedad argentina toda vez que, por

ejemplo, multitudes vitoreaban en Plaza de Mayo por el Mundial del ´78 o por la guerra de

Malvinas. De la misma manera, la idea de que se esperaba la llegada de los militares para

poner orden al caos institucional del gobierno de María Estela Martínez de Perón da por

sentado que los sectores que apoyaron el golpe conocían el plan represivo y la ola de

desapariciones que le seguirían. Esto no tenía necesariamente que ser así. Si, como explica

Quiroga, los golpes se legitimaban por la tradición de alternancia entre civiles y militares del

sistema político argentino, también es importante analizar los mecanismos que desde el

gobierno militar se implementaron para generar consenso o silencio y evitar la oposición. La

censura en los medios de comunicación, las medidas de control sobre los ámbitos educativos

y laborales, las propagandas dirigidas a la nación y al extranjero limpiando la imagen del

Régimen, la promesa de una política dialoguista entre el Estado y los Partidos Políticos, son

varios de los elementos que constituyen un contexto complejo en el cual se insertaban las

diferentes opciones que podían tener estos sectores ante la dictadura. Por eso, es importante

situar las actitudes que se van a indagar ya que las personas que acompañaron positivamente

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Page 90: Actitudes sociales frente a la ultima dictadura militar en

al golpe en 1976, no necesariamente tuvieron que mantener la misma actitud a lo largo del

todo el período, sobre todo cuando el Régimen hubo atravesado por fases críticas para su

sostén, aún al interior de la corporación militar. El énfasis en la necesidad de periodificar la

dictadura no sólo permite ver las fluctuaciones de las actitudes sociales, sino que también nos

puede acercar a una conceptualización de esas actitudes más dinámica y precisa. Para poner

un ejemplo, nos parece necesario dejar de lado una idea de consenso estable, y pensarlo más

como algo en permanente formación y transformación –en palabras de Florencia Mallon, no

como un punto de llegada, sino como un proceso.

Como vimos para el caso de Shoah, la vida cotidiana parecía seguir su rumbo diario pero

bajo el horror. No sólo el miedo configuró el “quehacer diario” de las sujetos, también hubo

medidas económicas y culturales tomadas desde el gobierno que afectaron distintas

dimensiones de la cotidianeidad. En el plano local, por ejemplo, el cierre de una fábrica, los

despidos, la censura pudieron condicionar gravemente una faceta de la vida cotidiana de la

sociedad. El Régimen se propuso penetrar en los espacios micro de la sociedad y de alguna

manera todos fueron alcanzados por él, aún aquellas personas que hoy recuerdan no haber

vivido “cosas raras” durante ese pasado, reconocen en alguna experiencia de familiares o

vecinos que su ajenidad no era tal y que muchos hábitos o prácticas mínimas fueron

modificadas por la presencia militar (por ejemplo, saberse obligado a llevar consigo el

documento de identidad incluso para caminar hasta el almacén, conocer que después de

determinado horario era recomendable no transitar por las calles, prevenirse en la forma de

vestirse y en el aspecto físico como el uso de la barba para los hombres para no generar

sospechas, etc).

En una escala que tiene por extremos opuestos a la complicidad y la resistencia, podemos

distinguir actitudes de apoyo, consentimiento, indiferencia, distanciamiento y oposición.

La complicidad podría entenderse como una práctica convencida y sostenida en el tiempo

que beneficia al Régimen. El apoyo como una manifestación explícita de acuerdo con el

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Régimen y algunas actitudes coyunturales que estén orientadas a favorecerlo. El

consentimiento como una manifestación implícita de acuerdo. Mientras que la indiferencia

representaría un punto neutral en la escala, donde los sujetos no manifiestan posiciones a

favor ni en contra, el distanciamiento implicaría manifestaciones implícitas de descontento.

La oposición estaría representada por prácticas y manifestaciones en contra del Régimen.

Finalmente, la resistencia concentraría toda la voluntad explícita y abierta de enfrentar al

Régimen y vencerlo.

Por supuesto que en medio de estas categorías, la escala comprendería zonas grises entre

uno y otros conceptos en los que las personas fluctúan según el momento por el que transite el

gobierno, su propia experiencia y la historia local. No pueden interpretarse como categorías

estancas y excluyentes sino como una gama de alternativas por las que se podía optar

dependiendo de una serie de variables como el miedo, el momento histórico del Régimen y

las dimensiones público - privado.

La pasividad es una forma tramposa de catalogar a la actitud de la sociedad,

principalmente porque los hombres nunca están inertes en su vida diaria, aún desarrollando

una rutina absolutamente monótona y repetitiva. La pasividad es por lo general una forma

retrospectiva de considerar la posición de este sector frente a la dictadura que se convierte en

un arma de doble filo: por un lado, parece darle un tinte de inocencia y ajenidad y por otro

lado, habilita la posibilidad de concentrar las culpas en él por la “no oposición” que demostró,

cayendo en una especie de analogía entre pasividad - conformismo (y por lo tanto, aceptación

del Régimen).

Esta visión errónea es la que atraviesa el trabajo de Mariana Caviglia, donde la ajenidad

de la sociedad se traduce en una ausencia del propio reconocimiento como autores de la

historia concluyendo de esta manera que todos posibilitaron el auge y fueron sostén del

Régimen. Este tipo de análisis desliza una heroización y monumentalización de la resistencia

que cierra la posibilidad de pensarla políticamente. Lateralmente, este tipo de análisis parece

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ignorar la existencia concreta, aunque derrotada de plano, de formas de resistencia armada

durante la dictadura: la contraofensiva montonera. La heroificación de la resistencia en

abstracto, entonces, ocluye también la posibilidad de analizar concretamente la oportunidad

política y las consecuencias de algunas de las formas de la resistencia frontal.

El problema de los vínculos entre esta gama de actitudes y lo moral no nos interesó a los

fines de este trabajo, ya que se buscó evitar caer en las mismas explicaciones maniqueas y

reduccionistas que condenan o exculpan a la sociedad por su actuar cotidiano en el Proceso.

Entendemos que uno de los problemas que han tenido los análisis acerca de la vida cotidiana

bajo autoritarismos ha sido la imposibilidad de distanciarse de dos lenguajes y dos lugares de

autoridad: el lenguaje jurídico y el lenguaje moral –y esto supone ocupar el lugar de jueces de

la sociedad.

Considerar a las actitudes sociales como constitutivas de una matriz de respuestas

alternativas frente a la última dictadura militar que resulta compleja, diversa, heterogénea y

hasta conflictiva permitirá problematizar aquellas conclusiones simplistas y lineales sobre el

tema y abrir nuevas formas de abordaje de la historia reciente más enriquecedoras para el

debate.

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Entrevistas: Sebastián Clemente, Enrique Porterie, Genaro Press, Damián Roth, Santiago

Zari. Cámara y edición: Zebra Producciones. Coordinación y guión: Genaro Press.

Programa Jóvenes y Memoria:

- Recordar sin temor (2002) E.E.T.N°1. Coronel Pringles

- De Memorias (2002) E.E.M.N° 2. Colón

- Del Autoritarismo a la Solidaridad (2002) E.E.M.N°32. La Matanza

- Villa Pulmón (2003) E.E.M.N°5. San Nicolás

- Vida cotidiana en Abasto (2003) E.E.T.N° 4. Abasto

- ¿Democracia o Autoritarismo? (2004) Instituto San Miguel. Las Flores

- Recuerdos Latentes (2004) E.E.M.N°1. Los Cardales

- Un pueblo desarmado (2004) Instituto Juan Anchorena. Urquiza. Pergamino

- Pastoral Salesiana y Terrorismo de Estado (2004) Colegio Don Bosco. San Nicolás.

- Huellas de la Historia Presente (2004) I.S.F.D N° 36. José C. Paz

- Vida y Ausencia (2005) E.E.M.N°1. Smith

- Miramar, si estoy en tu memoria soy parte de tu historia (2005) E.E.M.N°1. Miramar

- Los vecinos del Pozo de Banfield (2005) Instituto Dr Emilio Lamarca. Lomas de

Zamora

Páginas Web:

www.comisionporlamemoria,org

www.fmh.org.ar

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