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Actitudes sociales, económicas y culturales ante el envejecimiento Definición cultural de la vejez y del comienzo de la senectud Desde el punto de vista psicosocial, debe entenderse el envejecimiento como un proceso individual que da lugar al envejecimiento diferencial que ha sido confirmado en estudios longitudinales realizados por Thomae (1976-1978). En ellos se observa que no solamente la edad cronológica determina el comporta- miento del viejo, sino que en él influyen factores sociales, económicos y cultu- rales que inciden sobre la diferenciación individual, Las ideas sobre la vejez que tiene una sociedad se transmiten desde el hogar y las instituciones educativas, sociales y políticas y pueden tener bases científicas (acordes con el proceso biopsicológico) o ser estereotipadas positiva o negati- vamente. Lo cierto es que no hay una definición exacta y universal sobre la vejez. Lo que hay son aproximaciones desde diversos puntos de vista: cronoló- gico, anatómico, bioquímico, psicológico, emocional-afectívo, moral o legal. Y es a partir de estos criterios que se evalúa, se juzga, se gradúa y se define la vejez en una sociedad y en una época dadas. En este capítulo haremos énfasis en la aproximación social, económica y cul- tural, es decir en la visión de la vejez y del envejecimiento que tienen los indivi- duos, de acuerdo con su contexto regional (véase mapa) y socioeconómico y según la percepción por género. Criterio cultural de la vejez en Colombia Para entender cómo la sociedad-cultura define la vejez y cómo los viejos se adaptan o no a tales criterios, veamos la evaluación cultural-regional según el orden asignado por los entrevistados a cada uno de los siguientes criterios; criterio cronológico (edad); criterio bio-psicológico (condiciones de salud); cri- terio laboral (actividades productivas); aspecto externo (arrugas, calvicie, etc.); actitudes. 67

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Actitudes sociales, económicas y culturales ante el envejecimiento

Definición cultural de la vejez y del comienzo de la senectud

Desde el punto de vista psicosocial, debe entenderse el envejecimiento como un proceso individual que da lugar al envejecimiento diferencial que ha sido confirmado en estudios longitudinales realizados por Thomae (1976-1978). En ellos se observa que no solamente la edad cronológica determina el comporta­miento del viejo, sino que en él influyen factores sociales, económicos y cultu­rales que inciden sobre la diferenciación individual,

Las ideas sobre la vejez que tiene una sociedad se transmiten desde el hogar y las instituciones educativas, sociales y políticas y pueden tener bases científicas (acordes con el proceso biopsicológico) o ser estereotipadas positiva o negati­vamente. Lo cierto es que no hay una definición exacta y universal sobre la vejez. Lo que hay son aproximaciones desde diversos puntos de vista: cronoló­gico, anatómico, bioquímico, psicológico, emocional-afectívo, moral o legal. Y es a partir de estos criterios que se evalúa, se juzga, se gradúa y se define la vejez en una sociedad y en una época dadas.

En este capítulo haremos énfasis en la aproximación social, económica y cul­tural, es decir en la visión de la vejez y del envejecimiento que tienen los indivi­duos, de acuerdo con su contexto regional (véase mapa) y socioeconómico y según la percepción por género.

Criterio cultural de la vejez en Colombia

Para entender cómo la sociedad-cultura define la vejez y cómo los viejos se adaptan o no a tales criterios, veamos la evaluación cultural-regional según el orden asignado por los entrevistados a cada uno de los siguientes criterios; criterio cronológico (edad); criterio bio-psicológico (condiciones de salud); cri­terio laboral (actividades productivas); aspecto externo (arrugas, calvicie, etc.); actitudes.

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CUADRO 8

CRITERIOS PARA DEFINIR LA VEJEZ

REGIÓN CARIBE

TOTAL DE POBLACIÓN

CRITERIOS

a. Cronológico b. Cond.de Salud c. Activ. Laboral d. Aspec to exterior e. Actitudes

TOTAL

CRITERIOS

a. Cronológico b. Cond. de Salud c. Activ, Laboral d. Aspec to exterior e. Actitudes

TOTAL

CRITERIOS

a. Cronológico b. Condic. de Salud c. Activ. Laboral d. Aspec to exterior e. Actitudes

TOTAL

CRITERIOS

a. Cronológico b. Condic. de Salud c. Activ. Laboral d. Aspec to exterior e. Actitudes

3 3 %

ÁREA RURAL

5 1 3 4 2

6 7 %

ÁREA URBANA

5 3 1 4 2

REGIÓN PAISA

3 1 %

ÁREA RURAL

3 4 1 5 2

6 9 %

ÁREA URBANA

5 4 1 2 3

5 0 %

HOMBRES

4 1 3 5 2

4 9 %

HOMBRES

4 2 1 5 3

REGIÓN DE L O S SANTANDERES

3 7 %

ÁREA RURAL

4 1 3 5 2

6 3 %

ÁREA URBANA

4 1 2 5 3

REGIÓN CUNDIBOYACENSE

2 9 %

ÁREA RURAL

4 1 2 5 3

7 1 %

ÁREA URBANA

4 2 1 3 5

4 9 %

HOMBRES

3 1 2 5 4

4 7 %

HOMBRES

4 2 1 5 3

50%

MUJERES

3 4 5 2 I

5 2 %

M U J E R E S

2 5 1 3 4

5 1 %

MUJERES

2 3 5 1

4

5 3 %

MUJERES

4 1 5 2 3

6S

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REGIÓN DEL TOLIMA GRANDE

TOTAL

CRITERIOS

4 4 % 5 6 % 5 2 % 4 8 %

ÁREA RURAL ÁREA URBANA HOMBRES MUJERES

Cronológico Condic. de salud Activid, Laborales Aspecto exterior Actitudes

REGIÓN VALLE DEL CAUCA-RISARALDA

TOTAL

CRITERIOS

19% 8 1 % 4 9 % 5 1 %

ÁREA RURAL ÁREA URBANA HOMBRES MUJERES

a.

b. c.

d. e.

Cronológico Condic. de salud Activid. laborales Aspecto externo Actitudes

3 2

1

5

4

3 4 2 2 1 I 4 5 5 3

REGIÓN CAUCANO-NARINENSE

TOTAL

CRITERIOS

6 3 % 3 7 % 4 9 % 5 1 %

ÁREA RURAL ÁREA URBANA HOMBRES M U J E R E S

a. Cronológico b. Condic. de salud c. Activ. laborales d. Aspecto exterior e. Actitudes

Como se observa, los criterios para definir la vejez varían regionalmente. En

síntesis, en ninguna región el c r i te r io c rono lóg ico es el primero ni en el área

rural, ni en la urbana, para hombres o para mujeres. Las c o n d i c i o n e s d e s a l u d

ocupan el primer lugar en las regiones Caribe, Santanderes, Cundiboyacá, To­

lima Grande y Caucano Nariñense, en su orden así: en la Caribe zona rural y

entre los hombres; en los Santanderes y el Tolima Grande en las dos áreas y

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entre los hombres; en Cundiboyacá en el área rural y entre las mujeres; y en Cauca Nariño en áreas urbanas y entre las mujeres. Por contraste sólo en las regiones Paisa y Valle del Cauca-Risaralda, el principal criterio es el referido al mantenimiento de actividades laborales, con la única diferencia de que en la región Paisa este es también el principal criterio para hombres y para mujeres, mientras en Valle del Cauca-Rísaralda, sólo lo es para los hombres. La región Caucano-Nariñense comparte este criterio en el área rural y entre los varones.El aspecto exterior ocupa en todas las regiones un lugar secundario en las dis­tintas áreas y especialmente para los varones, pero ocupa el primero o segundo lugar para las mujeres de las regiones Caribe, Santanderes, Cundiboyacá, To­lima Grande, Valle del Cauca-Risaralda y Caucano-Nariñense. La mayor dis­persión regional y por género, se encuentra respecto a las act i tudes ya que ocupan desde los primeros hasta los últimos lugares. Se destaca el segundo lugar generalizado que se les da en la región Caribe, frente al penúltimo lugar generalizado en la región del Tolima Grande.

Al tratar de examinar globalmente los criterios culturales para definir la vejez, encontramos que la actividad laboral aparece en un primer lugar en las re­giones y en el área urbana; las condiciones de salud son las más importantes en el área rural y entre los varones. Al analizar este dato y compararlo con los diarios de campo, se encuentra una asociación entre las condiciones de salud que invocan los hombres campesinos con la posibilidad real de mantenerse laboralmente activos. Para las mujeres, el aspecto exterior figura como el principal criterio para definir la vejez en la mayoría de las regiones.

El análisis anterior se completa con la información acerca de la calificación de la vejez, según el género vistas por los viejos de hoy y los jóvenes.

CUADRO 9

VEJEZ Y GENERO

MAYORES DE 50 ANOS MENORES DE 50 ANOS

Igual para ambos 25 2.5 Peor para mujeres 35 45.6 Peor para hombres 40 51.9 Total 100 100.0

Ambos grupos generacionales consideran que la vejez es más difícil para los hombres, pero los grupos jóvenes son más radicales en definir que no hay igualdad. Las razones aludidas por uno y otro grupo sobre el por qué es más difícil la vejez masculina son:

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CUADRO 10

LA VEJEZ MASCULINA ES PEOR POR

RAZONES Pérdida de salud Pérdida de ocupación Pérdida de funciones familiares Problemas sexuales Otros Total

MAYORES DE 50 20 40 25 10 5

100

MENORES DE 50 20 50 30 — —

100

De nuevo, el criterio laboral y la pérdida del rol productivo son los factores determinantes en la visión pesimista sobre la vejez masculina, seguidos de una idea de pérdida en las funciones familiares, que se refiere al papel de proveedo­res del grupo doméstico.

El 60.3% de los mayores de 50 años no pensaron en la vejez cuando eran jóvenes, porcentaje que se reduce entre quienes hoy tienen menos de 50 años (46.2%). Sin embargo de las respuestas se infiere una visión negativa y estereo­tipada de la vejez. Veamos tales respuestas:

CUADRO 11

IDEAS ACERCA DE LA VEJEZ

Miedo al deterioro (físico o mental) Temor a las enfermedades Temor a la soledad y abandono Alegría por el descanso No quiere ni pensar en eso Total

MAYORES DE 50 40

20.6 9.4

— 100.0

MENORES DE 50 25 20 30 — 10 45

100

Como se observa, sólo un 9.4% de las personas mayores de 50 años veía la vejez como algo positivo, una época de descanso de las tareas de la adultez, de recompensas por el deber cumplido. Más del 90% de estas personas esperaba la vejez con una serie de temores y aprehensiones originados, en parte, por la ausencia de seguridad social que garantice la mínima satisfacción de las nece­sidades, y en parte porque a ellas les tocó vivir el cambio en los valores fami­liares y sociales que han ocurrido en el país desde 1951, los cuales influyen en el temor al abandono y a la soledad. Esta visión se complementa con la de las personas menores de 50 años, quienes en un 45% no quiere pensar en el futuro, ni se quiere preparar para la vejez, lo cual confirma la existencia de un estereo­tipo cultural negativo sobre esta etapa del ciclo vital.

El 86% de las personas mayores de 50 años y el 76.6% de los menores de 50 años entrevistados, carecen de algún tipo de seguridad social. De los primeros

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un 64.9% carece de rentas propias o de alguna fuente de ingresos, por lo cual consideran que la familia tiene la obligación de "velar por ellos". Sin embargo un 50% de las personas menores de 50 años piensa que no puede cumplir esta obligación debido a los bajos ingresos familiares que apenas si alcanzan para satisfacer las necesidades del grupo nuclear. Ellos creen que es deber del Estado colaborar con las personas mayores. El 50% que considera una obli­gación moral el cuidado de sus mayores, informa que dicha atención es pre­caria también por razones económicas. Para ellos, la acción del Estado debe dirigirse al grupo familiar como un todo y no a personas (niños, mujeres, vie­jos), con el fin de incentivar el mantenimiento de la integración del grupo.

En ambos grupos menores de 50 años se presenta la inestabilidad familiar aludida en el capítulo anterior y por ello aceptan la necesidad de proteger al grupo de mayores, ya que son el "refugio" de las parejas separadas. Son cons­cientes de que, en determinadas épocas, los abuelos deben asumir el papel de padres sust i tutos de los nietos, papel que los viejos no siempre aceptan de buena gana por las diferencias generacionales, por dificultades económicas o por carencia de recursos para atender nuevas obligaciones. Esa realidad ha puesto a los jóvenes a pensar en la necesidad de prever su propia vejez. Sin embargo, afirman que aunque son conscientes de la necesidad de ahorrar, te­ner un negocio propio y adquirir una vivienda a donde puedan acudir hijos y nietos en casos de necesidad, estas previsiones se quedan la mayoría de las veces en "buenos deseos", porque los ingresos del grupo familiar apenas si alcanzan para satisfacer las necesidades presentes. Quienes trabajan en la economía formal y cuentan con seguridad social consideran que si bien ellos tienen individualmente asegurada la vejez, las pensiones no alcanzan para man­tener otros miembros de la familia extensa (padres y hermanos).

Actitudes ante el envejecimiento

Para comprender mejor las actitudes ante el envejecimiento, veamos las res­puestas por grupos de edad y por género frente a una serie de preguntas.

CUADRO 12

¿SE SIENTE VIEJO?

GRUPOS DE EDAD

50-55 años 56-60 61-65 66-70 más de 70

SI 20 30 36 70 70

HOMBRES

NO 80 70 64 30 30

SI 60 70 80 90

100

MUJERES

NO 40 30 20 10 -

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Del cuadro anterior se deduce que la mayoría de los hombres aceptan la vejez a partir de los 66 años, edad que coincide con el retiro laboral forzoso, mientras que las mujeres se sienten viejas a partir de los 50 años, edad que coincide con la menopausia. Llama la atención que un 30% de hombres no acepta ser viejo después de los 70 años, y declaran que es la sociedad quien los margina y los hace sentir inútiles. De nuevo aparece la diferencia por género que asigna a la actividad laboral la definición y la actitud ante la vejez y el envejecimiento mas­culino, mientras las características externas son importantes para la definición cultural del envejecimiento femenino.

Veamos las razones que dan los entrevistados para sentirse viejos.

CUADRO 13

¿POR QUE LA GENTE SE SIENTE VIEJA?

Edad Enfermedad Falta trabajo Actitudes Soledad Falta de hijos Deterioro To ta l

M E N O R E S DE 5 0 A N O S

H

10.0% 27.3% 26.1%

9.6% 5.0% 2.0%

20.0% 1 0 0 . 0 %

M

33% 10%

2% 10% 15% 20% 10%

1 0 0 %

MAYORES DE 5 0 A N O S

H

5% 35% 30% 20%

7% 3%

— 1 0 0 %

M

30% 13%

5% 10%

13% 29%

— 1 0 0 %

Aquí se ratifica la diferencia generacional y de género en cuanto a las razones para sentirse viejos. Se destaca la importancia que las mujeres jóvenes o viejas le dan a la presencia de los hijos y la visión de deterioro que tienen los jóvenes en relación con la vejez. Esta pregunta no mostró diferencias significativas a nivel regional, pero sí por estratos. En los estratos bajos las gentes muestran un mayor sentimiento de impotencia ante el deterioro, la falta de salud y la carencia de trabajo, complementado con una actitud de resignación y de conformismo ante esta realidad y un acrecentamiento de la religiosidad para aceptar "lo que Dios quiera". En los estratos medios urbanos se observa una diferencia genera­cional más profunda. Las gentes entrevistadas buscan distintos mecanismos y organizaciones para proteger la salud, especialmente en la vejez, y acuden a diversos tratamientos preventivos del deterioro físico y mental (vitaminas, prácticas deportivas, tratamientos de belleza, dietas). Aparte de la salud y la apariencia física, este grupo busca ahorrar para tener una vivienda propia, como una de las garantías mejores en la vejez. En el estrato alto las mayores preocu­paciones son la salud, la apariencia física y las actitudes. Para este grupo social estar activos no implica necesariamente tener el mismo trabajo. Por el contra-

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rio, se busca cambiar de actividad y dedicar más tiempo a actividades sociales, políticas, recreativas y familiares.

(Jn 80.4% de las personas mayores de 50 años dijo no hacer nada para evitar el envejecimiento. El 19.6% que aceptó hacerlo se refirió a las siguientes activi­dades: cuidado en la dieta, tratamientos médicos y estéticos(incluyendo ciru­gías plásticas), ejercicio físico, mantenerse actualizados para poder participar en la vida social, religiosa, política o intelectual, evitar la soledad y el margina-miento y aumentar el cuidado del arreglo personal.

Entre las personas menores de 50 años sólo un 13.3% dijo hacer algo para evitar el envejecimiento, haciendo referencia a la prevención del deterioro físico y mental. Son personas que consideran que el envejecimiento se evita llevando una "vida sana" que implica no tener vicios (beber, fumar, mujerear), tener una alimentación sana y balanceada y evitar los excesos de trabajo o de stress. Quienes más se preocupan por hacer algo que evite el envejecimiento son las mujeres de los estratos medios y altos para quienes la apariencia física es im­portante aun en el campo laboral. Sin embargo muchos hombres aceptaron que siguen tratamientos para evitar la calvicie, hacen dieta para mantenerse en forma y toman medicamentos para conservar la potencia sexual. La mayoría de ellos iniciaron estas actividades a partir de los 40 años y muchos confesaron la rela­ción entre estas prácticas y una "conquista femenina" fuera de la relación de pareja.

En los últimos 10 años han proliferado los centros de estética y gimnasia en casi todas las ciudades colombianas. En entrevista a la dueña de uno de los centros más prestigiosos de Bogotá, encontramos que si bien en un principio a estos centros acudían más mujeres que hombres, hoy el 60% de la clientela es masculina con horarios entre 7 y 9 a.m. 1 a 2 p.m. y 6 a 9 p.m.

De todas maneras, hay una diferencia de actitudes ante la vejez y el envejeci­miento entre las áreas rurales y urbanas y entre los géneros. Mayor aceptación del proceso y de las características externas en las áreas rurales y entre los varones y una mayor preocupación por evitar el envejecimiento y sus manifes­taciones externas entre la población urbana y entre las mujeres. La mayor preo­cupación se observa en las grandes ciudades y entre personas de estratos altos que disponen de información y recursos para dedicar a la salud y a la estética. Las gentes de menores recursos y quienes viven en el campo o en pequeñas poblaciones dicen no tener tiempo ni recursos para estos actividades o regíme­nes. Su prioridad es el presente y su actitud ante la vejez y el envejecimiento es de aceptación y resignación.

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En el punto siguiente veremos algunos perfiles de viejos que nos permitirán entender mejor ias diferencias de actitudes a nivel regional, de área y por género.

Características ideales de la vejez en Colombia

Desde una perspectiva regional se pueden hacer algunas generalizaciones so­bre tendencias, aunque las diferencias entre lo rural y lo urbano y entre éste y las grandes ciudades presenta especificidades que deben tenerse en cuenta.

1) En las regiones Caribe y Paisa y en menor escala en las regiones del Valle del Cauca-Risaralda y Tolima Grande, se idealiza más la figura femenina. La abuela paterna tiene un status más importante para los grupos domésticos familiares que el abuelo, aunque en las regiones Paisa y Valle del Cauca-Risaralda, el abuelo paterno debe cumplir unas funciones económicas im­portantes dentro de la familia extensa tanto en el área rural como en la urbana. En la región del Tolima Grande estos roles son más importantes en el área rural, mientras en la región Caribe lo son en el área urbana.

2) En las regiones de los Santanderes, Cundiboyacá y Caucano- Nariñense, se idealiza más la figura del abuelo paterno y a falta de éste la del abuelo materno. Sin embargo en las ciudades de más de 500.000 habitantes de estas tres regiones, los abuelos (hombres y mujeres) cumplen funciones económicas, laborales, de socialización y afectivas equiparadamente.

Esa idealización ratifica las imágenes masculinas y femeninas descritas por Gutiérrez de Pineda (1963) en los complejos culturales analizados por ella. No obstante, si cruzamos los datos según áreas encontramos una serie de matices a saber:

- En las áreas rurales del país hay una mayor tendencia a idealizar la figura senescente varonil, mientras en las ciudades hay una tendencia a equiparar las figuras femenina y masculina.

En las áreas rurales hay modalidades de idealización según el tipo de ex­plotación y la tenencia de la tierra. En las áreas de minifundio o mediana propiedad, el abuelo varón tiene un status alto aún en las regiones de ten­dencia matriarcal, status que disminuye en las explotaciones tecnificadas o entre campesinos sin tierra, arrendatarios y aparceros, donde la abuela tiene un status más alto que el abuelo.

En las áreas urbanas entre 20.000 y 500.000 habitantes se conserva la tendencia regional expuesta, pero en las cuatro grandes ciudades, Bogotá, Medellín, Calí y Barranquilla, se observa un alejamiento de la imagen regio­nal y de las otras áreas urbanas, presentando una imagen más homogénea

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entre sí. Es decir, que el status-rol y la imagen de hombres y mujeres viejos se parecen más entre sí en estas ciudades que a las respectivas regiones de las que son epicentro.

- Mirando esta variable según estratos sociales, se observa una tendencia general para todas las regiones y áreas a idealizar más la figura varonil en los estratos altos y a idealizar más la figura femenina en los estratos bajos. Tal vez debido a que la regionalización empleada es más de carácter demo­gráfico que cultural, y a que las estructuras socio-económicas locales no permiten una comparación nacional, no se pueden precisar las caracterís­ticas de las diferencias. Sin embargo de los diarios de campo se desprende que, debido al mayor número de jefaturas femeninas de hogar en los estra­tos bajos, originadas en el madresolterismo y en la unión libre sucesiva, el papel de la madre es más reconocido en ellos.

Respecto al género se observa una tendencia diferencial así:

Hombres y mujeres idealizan más la figura del abuelo que la de la abuela en las regiones de los Santanderes, Caucano-Nariñense y Cundiboyacá, especialmen­te en el área rural;

Hombres y mujeres idealizan más la figura de la abuela que la del abuelo en las regiones Caribe, Paisa, Valle del Cauca-Risaralda y Tolima Grande, vistas glo-balmente;

Hombres y mujeres idealizan más a la abuela en el área rural de la región Caribe, pero hay uñ equiparamiento de la idealización con la figura del abuelo en los estratos altos de las ciudades de más de 500.000 habitantes de esta región;

Hombres y mujeres idealizan por igual las figuras del abuelo y de la abuela en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla;

Las mujeres de las áreas urbanas de más de 500.000 habitantes idealizan más al abuelo paterno, mientras que los hombres de estas poblaciones idealizan más al abuelo paterno en los estratos altos. En los estratos medios hay un equiparamiento de las dos figuras y en los estratos bajos se idealiza más la figura de la abuela materna.

Con esta diferenciación de matices, podemos abordar las visiones de las perso­nas de distinta generación acerca de la vejez y del "viejo ideal".

Un 58% de las personas menores de 50 años creen que ¡os viejos poseen expe­riencia y sabiduría; un 3.2%, poder; un 5.1% tranquilidad; para el 9.5% es la época del descanso y para el 15.2% es la época más difícil de la vida, caracte­rizada por la soledad y las enfermedades.

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De los mayores de 50 años sólo un 37.4% valora la experiencia un 10.4% acepta que la edad da sabiduría, mientras el 52.2% no ha encontrado en su vida coti­diana alguna ventaja por ser personas mayores. De éstos últimos, sólo el 28.7% acepta la vejez con resignación ante las pérdidas en lo económico, lo afectivo, la salud y la independencia. Entre ellos se observa un mayor sentido religioso y espiritual relacionado con la aceptación de la muerte c o m o una realidad cada vez m á s próxima. El 23.5% restante sólo encuentra desventajas en la vejez. Para tener una mejor ¡dea sobre la visión idealizada y la vivencia actual de los viejos, veamos algunos perfiles tomados de las biografías de algunos viejos represen­tativos de cada categoría.

PEDRO, campesino nariñense de 75 años dice: "...cuando yo era joven trabajé para criar 10 hijos que tuve. Me levantaba a las 4 a.m. para ira la finca del patrón a ordeñar y sacar a la vera la leche, luego me iba a revisar la empalizada y la huerta hasta las 10 de la mañana cuando mi mujer o una de mis hijas me llevaba el avío. Más después iba a desmontar los sembrados de papa y haba y a darle alimento y limpiar las jaulas de los cuyes. Después de almorzar desen-gusanaba las reses y encerraba. A las 6 de la tarde iba a la casa y a las 7 ya me dormía del cansancio.. . Sólo vivieron 4 hijos. Siempre pensaba que cuando ya no pudiera trabajar los hijos me apoyarían. Pero ellos se casaron o se fueron uno a uno. Sólo se quedó mi hija que quedó con un crío sin taita... Cuando mi mujer se puso grave y aunque se hizo lo que se pudo, se murió a los 62 años y yo no tenía ni con qué hacerle su entierro y novenario. Dos hijos que viven en Cali pagaron las deudas y un hijo que vivía en Ipiales me llevó a vivir con él porque yo ya no tenia ni cómo trabajar. Entonces mi hija se fue a Pasto y trabajó en una casa. Pero yo estaba enfermo y me aburría y entonces busqué a otro hijo que tenía una tierrita porque eso era lo que a mí m e daba la salud. Allí estuve 5 meses pero tuve malentendidos con la mujer de mi hijo que era muy dominadora y entonces me volví donde mi otro hijo. Pero él ya se había disgus­tado con su señora y habían muchos problemas.... Fui a donde otros parientes míos y encontré a un sobrino que también tiene una tierrita y me recibió a condición de administrarla porque él tiene su tienda en el pueblo. Y aquí estoy. Sigo trabajando aunque ya casi no veo y estoy medio sordo. Yo nunca he tenido ayuda del gobierno, y poca de mis hijos, Hace un año que no volví a saber de ellos.

"Ah. A mi padre nosotros que éramos 7 hijos, 3 del primer matrimonio y 4 del segundo, le ayudamos hasta que se murió. El murió en su propia tierra y siendo el dueño y con la compañía de todos. Murió de 72 años y fue muy obedecido. Todo lo que dijera era la ley. No como ahora que buscan miles de cosas para decir que no pueden ayudar a uno. Que esto que aquello...

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"Yo lo único que pienso es haber dado todo y no dejar nada para esta edad. Sí, porque si no trabajo no como. ¿Al médico? No he ido sino 2 veces, pero es que soy fuerte y la alimentación es sana y sin vicios. Aquí hay señores que saben más que los médicos y son baratos y se cura con alimentos y yerbas y rezos.

"¿El futuro? Ja. Ja. Pues lo que Dios disponga. A El me entrego y que sea lo que quiera. Ya ni quiero conocer a los nietos que tengo porque si uno no tiene para darles algo, ni se los presentan".

JUAN, 72 años, profesional pensionado, residente en Bogotá desde hace 50 años, dice: "Me vine de Pereira hace 50 años, después de haber acabado la carrera de Derecho en la Universidad de Antioquia. Mi familia era muy unida, los padres y 6 hijos. Con los abuelos maternos y todos los tíos éramos una sola familia. Es más, mi abuelo fue quien me costeó el estudio en Medellín. Y cuando regresé a Pereira no encontré un buen trabajo acepté un ofrecimiento en Bogo­tá. Yo enviaba parte de mi sueldo a los viejos para ayudar a la educación de mis hermanos menores (yo soy el mayor), porque éramos de la clase media.

"A los 4 años de estar aquí me casé con una caleña. Tuve que suspender la ayuda en mi casa. Pero entonces otro hermano ya era profesional y soltero y él siguió ayudando.

"Tuve 4 hijos todos hombres y con el trabajo de mi esposa y mío los hicimos profesionales. Mi esposa puso primero un taller de modistería en la casa y des­pués fue ya un negocio de confecciones muy próspero. A los 60 años saqué una pensión que es ínfima, pero afortunadamente teníamos el apartamento propio. De mis hijos 3 son casados, pero 2 se han separado y se han vuelto a casar. El menor vive con una compañera. Tengo 7 nietos. Mi esposa murió hace 6 años de un cáncer y en su enfermedad gasté casi todos los ahorros, porque esa atención no la cubre el Seguro Social.

"Desde hace 1 año tengo en mi casa a un hijo y al nieto, porque se separó y tuvo que dejarle la casa y el carro a su señora. El se deprimió mucho y empezó a tomar mucho trago hasta que lo echaron del puesto. Yo tuve que acogerlo y correr con todos los gastos del niño. Ahora me conseguí una ocupación: vendo libros técnicos entre mis colegas para poder asumir esta responsabilidad... Cla­ro que mi hijo ha estado buscando empleo, pero es que ya no hay puesto para los profesionales,..

"Yo sí creía que mí vejez iba a ser como la de mi viejo o la de mi abuelo. Con los hijos pendientes y sin penurias económicas, aunque fíjese que ninguno de ellos era jubilado. Hoy no. Uno de viejo tiene que mantenerse y ayudarle a los demás. Claro que los otros se acuerdan en navidad y van con uno que otro

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regalíto o me ayudan con mercado. Pero no es suficiente. Gracias a Dios yo soy muy sano y al menos tengo seguro lo de mi entierro...".

El criterio cultural sobre la vejez femenina, se observa en un relato de una mujer costeña de 70 años de un caserío de Ciénaga de Oro. "Me llamo ELOÍSA y vivo con una hija separada y mis dos nietecitas. En vida del difunto con quien tuve 2 hijos, yo cuidaba esta casa que él me dejó. El se iba a trabajar uno o dos meses y volvía para estarse 8 o 10 días. Así vivimos siempre. Yo siempre trabajé y ganaba dinero porque él a veces no mandaba a tiempo o se demoraba. Yo vivía con mi mamá y teníamos una tienda. Mi esposo tuvo otras mujeres y otros hijos, pero a mí lo que me importaba era que fuera cariñoso. Cuando se murió nos dejó esta casa donde vivía con mis dos hijas y mi mamá q.e.p.d.(murió hace 15 años). Con mi mamá nos entendíamos muy bien y siempre vivimos juntas, y después que mi hija mayor dejó al marido se vino aquí y ahí seguímos con el mismo negocio. Claro que ella que es mejor para eso puso un almacén y viaja a la Guajira a traer mercancía fina con mi nieta. Yo no me quejo de la vida. He tenido todo lo necesario y nunca pelié con mi mamá, ni peleo con mis hijas...

"¿Mi papá? Eso él era ganadero y rico, casado con otra señora, pero que nos ayudó y nos dio vacas. Yo lo veía a veces y era muy cariñoso, pero después se fue para Bogotá y hasta el sol de hoy no volvimos a saber noticias. Mi mamá tuvo después otro marido y otros hijos con quienes siempre nos entendemos muy bien.

"¿Mis nietas? Son como mis hijas. Yo las cuido igual y todo lo que tengo se los doy porque ellas son muy cariñosas y me respetan.".

Una abuela urbana, doña CELINA, de 78 años, residente en Cali y nacida en Tuluá, cuenta: "Viví 50 años con mi marido y 7 hijos (1 se murió a los 5 años), primero en Tuluá y después aquí en Cali. Mi esposo era comerciante, murió hace 20 años y el hijo menor quedó de 12 años. Yo nunca trabajé. Hay 4 hijos casados, 1 separado y 1 hija soltera que tiene 42 años y trabaja. A mí me quedó en la sucesión esta casa, pero mi hija y los demás hijos me sostienen los otros gastos.

"Mi familia era gente muy bien y de dinero y por eso yo tuve todo. Mi papá murió de úlcera a los 48 años y mi mamá vivía con una hermana de ella viuda (le mataron al marido en la violencia). Mi mamá se murió a los 60 años. Fuimos 8 hermanos y muy unidos velando por ella hasta que murió. Yo sí tengo algunos pesitos ahorrados que guardo por si una enfermedad para que no les toque tan duro a los hijos... El hijo separado vive ahora solo y sus hijos están con la mamá de ellos que vive con sus padres. Yo le he dicho a mi hijo que se venga para acá que hay espacio, pero él quiere ser independiente. A mí me da mucho pesar

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porque él es muy inútil y a veces voy a su apartamento a arreglarle la ropita y le llevo una empleada para que le organice sus cosas... Mi hija soltera es muy buena, pero es muy brava. A ella no le gusta que yo traiga gente o que salga sola y me regaña. Pobrecita. Ella cree que sí algo me pasa los hermanos le echan la culpa.

"Yo ya estoy muy vieja y muy enferma. Tengo cistitis y me dan muchos males, pero le cuento poco a mí hija porque ella dice que son chocheras y que tengo hipocondría. Pero no. Hace poco fui a un médico y si tengo muchos males.

"Los hijos casados mandan a los nietos para que me visiten y de vez en cuando vienen todos a comer. Mire, los nietos son muy lindos, pero son muy necios y hacen mucho bochinche y yo ya no estoy para esos trotes. Pero en fin es la propia sangre. Mire, yo no viviría en la casa de los hijos casados. Quiero mucho a sus mujeres, pero tenemos otra manera de ver las cosas. Ellas trabajan y no tienen tiempo para educar a esos niños, ni para atender bien a sus maridos. Yo le digo a mí hija que cuando vea que me estoy volviendo una carga me lleve a un ancianato, pero que no me lleve a la casa de los hijos.

"Mi hija no sé por qué se quedó soltera, ella vive bien pero es muy malgeniada. Le doy gracias a Dios que se haya quedado soltera porque así yo tengo com­pañía. La vejez es muy dura y uno vive muy solo. A mí no me dejan hacer nada y tampoco tengo salud para buscar alguna ocupación. Rezo mucho, voy a misa cuando puedo, veo T.V y camino por la manzana, pero nada más.

"La vida en este país ha cambiado mucho. Ya no es como antes el respeto por los padres y los abuelos como en mi época. Delante de ellos uno no podía ni siquiera estar mal vestido, nunca discutía sus órdenes y era muy obediente. Hoy cualquier muchachito de 8 años le dice a uno que así no son las cosas, la comida no les gusta y no tienen orden y sí uno les cuenta historias, se duermen o se ríen por anticuadas. Claro que hoy los jóvenes saben más que uno, pero al menos deberían respetar a los mayores y hacerles caso. ¿Cierto?".

De las anteriores historias de vida se pueden deducir las diferencias entre el estilo de vida rural y urbano, entre el papel de hombres y mujeres según área y estrato socio-económico, así como la percepción idealizada que tienen los viejos de hoy sobre la familia y los viejos de ayer, comparada con la visión de su propia realidad. La gente que hoy tiene más de 50 años no se preparó para la vejez. Ellos esperaban naturalmente que la familia se encargara de ellos. Muchos no ahorraron por carencia de recursos y otros porque pensaban que no iban a vivir tanto. Los hombres del campo que migraron hacia las ciudades no se adaptaron y siempre piensan acabar sus días en su tierra. Las mujeres dejan a sus familias de origen por seguir al esposo y cuando enviudan quedan

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dependientes de los hijos en el mejor de los casos. La mayoría debe continuar atendiendo a su familia, especialmente cuando hay hijos solteros, viudos o se­parados. Muy pocas personas (10% de los entrevistados) tienen alguna pensión que no alcanza para cubrir las nuevas obligaciones familiares, lo cual las obliga a buscar una ocupación remunerada para mantener el status de padres susti­tutos (de los nietos ).

De los 4 casos, 3 viejos: 2 hombres y una mujer siguen trabajando para sobre­vivir y una mujer cuenta con el apoyo de su familia. El único pensionado, debe mantenerse él y mantener al hijo y al nieto, para lo cual tuvo que buscarse una nueva ocupación remunerada. Tres viejos, un hombre y dos mujeres viven con su familia, dos como jefes de hogar y uno como dependiente. El viejo campe­sino tuvo que acudir a un pariente de la familia extensa (el sobrino), para que le proporcionara vivienda y trabajo, ya que la inestabilidad afectiva de sus hijos, no le permite compartir con ellos la vejez. La diferencia en la escala de valores lleva a este viejo campesino a la marginación de los nietos, algunos de los cuales no conoce, ni quiere conocer,

Solamente una mujer vieja afirma que prefiere vivir en un ancianato que en casa de sus hijos varones. La razón que da es la diferencia de actitudes y comporta­mientos de las nuevas generaciones (nietos) y de la nueras.

La mujer costeña, quien siempre ha vivido con miembros femeninos de su fa­milia extensa, se siente satisfecha con la actitud de las hijas y nietas y no resiente las diferencias generacionales . Todos los d e m á s viejos resal tan la existencia de conflictos generacionales y las diferencias de valores

A c t i v i d a d e s d e los viejos en Co lombia

En este punto veremos el régimen de vida de los viejos del país en cuanto a dieta, ejercicio y descanso, así como las labores económicas realizadas por hombres y mujeres mayores, de acuerdo con el estrato social y las regiones; las actividades en el tiempo de descanso y la ocupación del t iempo libre y otras actividades realizadas por grupos minoritarios de viejos en el c ampo intelectual, profesional, político, religioso y ceremonial. Con esta descripción se pueden conocer los intereses y necesidades de este grupo etario y en consecuencia, buscar la adecuación de los planes y programas gubernamentales, privados y comunitarios a las realidades sentidas y reales de la población involucrada.

CJn 72.4% de la población mayor de 50 años del país, no sigue una dieta espe­cial, dando como razones sentirse bien (2.4%) y carecer de recursos económi­cos para determinar cuál es la dieta apropiada y seguirla (70%). Paralelamente un 24.7% de las personas menores de 50 años consideran necesario que los

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viejos tengan un régimen alimentario adecuado a sus condiciones biológicas y médicas y preventivo de enfermedades relacionadas con la alimentación. Este grupo de personas menores considera que hay dos factores que inciden en la indiferencia de la población vieja hacia los cuidados dietéticos, a saber: a) la ignorancia acerca de la importancia de la prevención de enfermedades origina­das en la alimentación inadecuada; y b) la carencia de recursos económicos para acceder a una evaluación de expertos (dietistas, nutricionistas, médicos) y para pagar una dieta balanceada.

Las diferencias regionales de la dieta en personas mayores, muestran similitud con las diferencias que se dan en la población general, ya que los componentes de la alimentación son los mismos para todos los miembros de la familia (véase anexo de modelos de alimentación en algunas las regiones, por estratos socia­les). Sin embargo sí se observan mayores diferencias entre el área rural y las ciudades y en éstas según estratos sociales, ya que en las poblaciones urbanas, pero especialmente en las ciudades de más de 500.000 habitantes se amplían los componentes de la alimentación cotidiana, se disminuye el t iempo de pre­paración de los alimentos (comidas caseras) , se aumenta el consumo de las l lamadas comidas rápidas y de condimentos, especies y alimentos enlatados o precocídos con preservativos químicos, cambiando no solamente las costum­bres y hábitos alimentarios, sino también el ritual y ceremonial de la "comida en casa". Las razones de estos cambios están determinadas por las mayores distancias entre el trabajo, el estudio y la vivienda, los horarios de trabajo, el trabajo femenino y las dificultades del transporte.

Como consecuencia de estos cambios urbanos, de la estructura de poder en la familia y del costo creciente de la canasta familiar, en las familias urbanas se da prioridad en cantidad y calidad de alimentos a los adultos varones que están trabajando y a los jóvenes adolescentes de ambos sexos, dejando en última instancia a las mujeres, los niños menores de 7 años y los viejos.

Adicionalmente muchos viejos de los estratos medios y bajos de todas las re­giones y áreas, carecen de dentadura o tienen "cajas de dientes" deterioradas o mal elaboradas, lo cual les impide una masticación y degustación correcta de muchos al imentos y esa es la razón para preferir el consumo de líquidos y especies de compotas (agua de panela y sopas) . A lo anterior se suma la existencia de una serie de ¡deas y creencias acerca de los alimentos nutritivos o perjudiciales para las personas de edad, que no siempre coinciden con los requerimientos médicos (véase anexo sobre ¡deas y creencias respecto a los alimentos).

Otro problema respecto al régimen alimentario de la población en general, pero especialmente para los niños y los viejos de ias ciudades del estrato bajo es la

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carencia de agua potable y las dificultades para la preparación y cocción de los alimentos, por la falta de luz y el costo de los combustibles m á s empleados (cocinol, gasolina y gas) . Por esta razón, las mujeres prefieren hacer un solo plato, generalmente unas sopas cuyo contenido varía, pero con alto contenido de carbohidratos, grasas y "sustancia de hueso".

El 26.4% de los viejos que informaron tener una dieta especial, lo hacen por prescripción médica o por razones estéticas. De este porcentaje, el 18.6% co­rresponde a personas de los estratos altos y medios. En estos casos las dietas consisten en la supresión de algunos alimentos (carnes, conservas, enlatados, grasas y lácteos), en la disminución de condimentos (pimienta, cominos, ají y otras especies), en la disminución o supresión de bebidas (alcohol, café, té) o en la ingestión de suplementos vitamínicos (complejos vitamínicos) o minera­les (calcio), reconstituyentes del sistema nervioso o revitalizadores sexuales en el caso masculino (fármacos o tradicionales como: sangre de toro, criadillas, miel de abejas, sesos de res, hígado de res, etc.).

Quienes afirman seguir una dieta especial son personas que iniciaron esta cos­tumbre desde los 45 años aproximadamente y un 5% afirmó haberlo hecho para mantenerse atractivos. Después de los 60 años, las razones para mantener una dieta aparecen como estrictamente médicas.

Los viejos que viven en ancíanatos oficiales se quejan de la alimentación, a pesar de ser personas sin recursos o abandonadas por su familia, quienes antes de ingresar a la institución carecían de las posibilidades de tener las 3 comidas diarias. Al indagar más al respecto, se encontró que aunque los alimentos ser­vidos en estas entidades no son técnicamente balanceados, son mejores que los de la mayoría de familias urbanas del estrato bajo en cantidad y calidad. Sin embargo, las quejas se refieren más a la preparación, a la manera de presen­tarlos (duros y fríos, según ellos) y servirlos (en comedores comunales , con horarios fijos) y a la ausencia de ciertos alimentos preferidos individualmente. Es decir que la insatisfacción es por la ruptura con las costumbres , rituales y servicio, más que por la dieta en si misma. Por el contrario en varios ancianatos privados para personas de recursos económicos, se incluye la posibilidad de suministrar menús particulares en la propia habitación o en los comedores en horarios escogidos por cada persona. Aunque muy pocas personas hacen uso de estos servicios -que tienen costo adicional- en los ancianatos privados hay un alto grado de satisfacción con la alimentación.

En síntesis podemos decir que lo fundamental en cuanto a la dieta de las per­sonas viejas del país es buscar mecanismos para a u m e n t a r los i n g r e s o s fa­mi l ia res para que los miembros de toda la familia tengan acceso a los alimentos necesarios y adecuados para cada edad, ya que el 95% de los viejos vive con

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algún pariente, como proveedores o como dependientes. Ciña vez solucionado ese que es el verdadero impedimento para una buena dieta, son posibles, ne­cesarios y operativos los programas educativos sobre nutrición, según edad y género. Reducir el problema a las campañas educativas exclusivamente, pro­duce mayor insatisfacción entre los miembros de las familias pobres que saben la necesidad de una buena alimentación, pero sólo pueden comprar lo mínimo para la supervivencia.

En el caso de los viejos de hoy, se requiere adicionalmente una acción odonto­lógica masiva, ya que el 80% de ellos tiene problemas dentales. En el caso de los jóvenes de hoy -viejos de m a ñ a n a - es importante a nivel escolar y radial hacer conocer las propiedades de los alimentos, los requerimientos nutriciona-les por edad y género y el cuidado de la salud oral como acciones preventivas.

En cuanto al ejercicio físico, tampoco se encontraron diferencias significativas a nivel regional, pero sí entre el campo y la ciudad, los estratos sociales y el género. La población vieja rural del país se mantiene laboralmente activa hasta edades muy avanzadas y como estas actividades implican el uso de la fuerza física, desplazamientos a grandes distancias y al aire libre, se puede afirmar que allí hay exceso de ejercicio en muchos casos. En el país en general, los traba­jadores del agro sólo suspenden el ejercicio cuando hay un real impedimento físico.

Por el contrario, especialmente en las grandes ciudades, la mayoría de los viejos varones son sedentarios y las mujeres sólo desarrollan una actividad física re­lacionada con los oficios domésticos o trabajos artesanales.

Cuando los hombres viejos urbanos se jubilan o pierden la ocupación o el em­pleo, se deprimen y reducen su actividad física anterior. En los estratos bajos, la carencia de recursos y las dificultades de movilización, los aleja de su grupo de amigos, colegas y parientes. Algunos t i e n e n que buscar un nuevo oficio que provea ingresos porque deben asumir responsabilidades familiares debido a las nuevas exigencias de la dinámica familiar urbana. Si lo logran es generalmente en el sector informal y en trabajos de tipo sedentario. Otros deben ayudar en arreglos caseros o en hacer las diligencias de la familia (teniendo en cuenta que ellos tienen tiempo). Pero más del 60% de los hombres mayores de 60 años se quedan en "casa" quietos.

Solamente un 3% de los viejos mayores de 60 años y un 8% de los varones entre 50 y 60 años , todos correspondientes a los estratos altos y medios de las áreas urbanas, tienen una rutina de ejercicios físicos diferente a la actividad laboral. Este pequeño grupo adquirió esta disciplina por recomendación médica o por

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razones estéticas (mantenerse bien). Estas actividades se refieren a un deporte, la asistencia a un gimnasio o centro de rehabilitación o a la "caminada diaria".

Paralelamente, las mujeres viejas de las áreas rurales realizan hasta muy avan­zada edad las mismas actividades físicas que realizaron en la edad adulta, vin­culadas con labores domésticas, ayuda en las tareas agropecuarias (especies menores , horticultura) o actividades artesanales (diferentes según regiones). No se encontró algún caso de ejercicio físico femenino diferente a la actividad laboral o doméstica, pero sí la actividad permanente,

En las áreas urbanas y especialmente en las grandes ciudades, la actividad física femenina varía según estratos sociales. Las mujeres viejas de los estratos bajos trabajan siempre pero dentro de la casa, aunque encontramos un 10% de mujeres mayores de 60 años que trabaja "por días" en casas de familia o se encargan de trabajo en la casa (lavado y planchado de ropas, modistería, etc.). Un 8% tiene un "negocio" en casa (tienda, panadería) o una venta callejera (puestos fijos en la vía pública). Todas ellas -quienes reciben remuneración o quienes carecen de ella- atienden simultáneamente los oficios domésticos o cuidan la vivienda cuando el negocio está en ella. Solamente se encontró un 1% de mujeres viejas de estratos bajos urbanos, físicamente impedidas e inac­tivas. Sin embargo, ninguna de ellas desarrolla una actividad física diferente a su rol laboral y doméstico.

En los estratos medios urbanos, un 6% de mujeres mayores de 50 años que se pensionaron o se quedaron sin empleo, buscan una ocupación -genera lmente en la c a s a - que les produzca algún ingreso, y un 2% afirmó hacer deporte o asistir a un gimnasio. Un 5% se dedica a los oficios domésticos en su propia vivienda o en la de algún pariente, con ayudas familiares o de una empleada doméstica y dedican parte de su tiempo a actividades recreativas o sociales de tipo sedentario. Quienes nunca trabajaron fuera de la casa (amas de casa) no cambian sus hábitos cotidianos excepto cuando están enfermas. Son más se­dentarias que las mujeres del estrato bajo y tampoco hacen algún deporte. Por el contrario, en los estratos altos urbanos un 8% afirmó dedicar su t iempo libre a actividades sociales, religiosas o benéficas que las mantiene activas y ocupa­das . Un 10% afirmó acompañar a sus maridos en la práctica de algún deporte, pero sin participar activamente en ellos y un 6% de mujeres entre 50 y 60 años afirmó hacer una rutina semanal de ejercicios físicos recomendados por el mé­dico o para mantenerse en forma.

Las personas institucionalizadas en un ancianato público o privado informaron que la entidad cuenta con varios programas recreativos y de actividad física, pero señalaron una mínima participación (el 10% en las entidades públicas y el 20% en

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las privadas), por desinterés, cansancio y falta de motivación por parte de las recreacionistas o por problemas médicos.

De lo anterior se desprende que el ejercicio físico y el deporte son actividades escasamente practicadas por la población vieja del país y que en las áreas rurales y en los estratos bajos y medios de las áreas urbanas el ejercicio físico está asociado con la actividad laboral productiva en el caso de los varones o con la actividad laboral doméstica y excepcíonalmente remunerada en el caso de las mujeres. También en este caso, las razones fundamentales son; a) eco­nómicas (necesidad de producir ingresos para subsistir); y b) culturales, es decir, baja valoración social del deporte y el ejercicio físico no competitivo sino preventivo y recreativo. No se encontró en la mayoría de personas viejas una asociación entre el ejercicio físico y la salud física y mental. Por el contrario, hacer deporte y ejercicio físico se ve como "una pérdida de tiempo" y de recur­sos. Se piensa que estas actividades le roban tiempo a la actividad productiva o desgastan el organismo viejo que requiere reposo y descanso.

Pero aparte de esta valoración social que involucra también a la población jo­ven, la falta de recursos económicos de la mayoría de las familias del país, obliga a que todos sus miembros busquen una actividad remunerativa que les permita la subsistencia (niños, jóvenes y mujeres, adultos y viejos), lo cual no deja tiempo para el ejercicio físico preventivo, ni para el deporte recreativo. A esta realidad se suma la inexistencia de instalaciones deportivas, un número insuficiente de parques adecuados a las características locales de clima y cos­tumbres en cada barrio o de las áreas rurales y a la ausencia de políticas gu­bernamentales que incentiven a la juventud para la práctica de los deportes. En los estratos bajos y medios el tiempo libre se emplea en el descanso, ver T.V. y oír radio y el tiempo de ocio en la tertulia y el consumo de licores y cerveza. Esporádicamente las gentes de estratos medios realizan viajes y paseos o em­plean las facilidades de las Cajas de Compensación, que carecen de cupos suficientes y económicos. Y en los estratos altos urbanos el tiempo libre de los viejos se emplea en actividades sociales, familiares, viajes, actividades benéfi­cas y actividades recreativas pasivas (visitas, ver TV, oír radio, asistir a los clubes privados). Las características culturales de la población se han visto reforzadas por la ideologización del deporte en colegios y universidades, ya que solamente se da un apoyo importante al fútbol o al ciclismo, como actividades profesiona­les para un grupo de personas jóvenes. La población en general sólo participa en calidad de "espectador". Los juegos regionales se han perdido y los jóvenes prefieren los juegos mecánicos que aprender los juegos que conocen sus abuelos,

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Al preguntarle a los entrevistados mayores de 50 años, en qué actividades ocu­pan su tiempo libre, respondieron:

No tienen tiempo libre En nada En hacer oficios en casa Ver T.V, oír radio Actividades religiosas En descansar y beber Visitas (con alcohol el 50%) Varios de los anteriores Paseos Deportes

5.7% 4.0%

18.4% 23.6% 10.3% 9.8%

11.5% 10.6%

1.0% 5.0%

100.0%

Para los menores de 50 años, las actividades que deberían desarrollar los viejos son:

Ninguna Visitar parientes y amigos Pasear, viajar Trabajar Ver T.V., oír radio, leer Hacer oficios caseros Practicar deportesO.6% Actividades religiosas

5.1% 11.4%

7.1% 10.0% 43.6% 19.6%

2.5% 100.0%

De las anteriores respuestas se desprende que ni los jóvenes ni los viejos dan valor e importancia al empleo del tiempo libre en recreación activa y que para ambos grupos generacionales, la actividad principal es ver T.V. y oír radio, es decir, recreación pasiva que hoy en día es la más cómoda (en la propia casa) y la más económica. En las entrevistas profundas se detectó que los jóvenes propician esta actividad en los viejos, como una manera de aislarlos del resto de la familia para evitar los conflictos generacionales o para evitarse gastos y dificultades tratando de buscar programas adecuados para la población vieja.

También llama la atención el alto porcentaje de jóvenes que creen que los viejos deben ocupar el tiempo libre en oficios domésticos o productivos. Esta percep­ción se da especialmente en los estratos bajos y/o donde los hijos han efectua­do sucesivas uniones y rupturas conyugales y requieren del apoyo económico de los padres viejos o el cuidado de los hijos por parte de las madres viejas, mientras ellos trabajan.

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Cuando las personas mayores dicen hacer deporte (6%), más de la mitad se refiere a asistir en calidad de espectadores a un espectáculo deportivo y de ellos las tres cuartas partes son varones.

Para completar esta parte se indagó acerca de las actividades realizadas por los viejos en los días de fiesta y la opinión de los jóvenes sobre lo que los mayores deben hacer en estas fechas, con las siguientes respuestas:

CUADRO 14

MAYORES DE 5 0 A N O S

Actividades religiosas 21.3% Oficios, trabajo 12.1% Nada 27.0% Ver T.V., oír radio 15.5% Hacer o recibir visitas 13.2% Descansar 10.9% Hacer deportes ejercicio 0.0% T o t a l 1 0 0 . 0 %

M E N O R E S DE 5 0 A N O S

Actividades religiosas Oficios, trabajo Nada Ver T.V., oír radio Hacer o recibir visitas Descansar Deportes, ejercicio

13.9% 15.8% 4.4%

13.9% 16.4% 12.0% 0.6%

1 0 0 . 0 %

Las personas mayores de 50 años dan prioridad a hacer nada, actividades reli­giosas, ver T.V. y oír radio, hacer o recibir visitas o desempeñar un oficio, mien­tras las personas jóvenes creen que los viejos deberían tener más vida social con sus contemporáneos, trabajar en oficios remunerados, ver T.V. o descansar. Ambos grupos generacionales ven prioritarias las actividades pasivas, muchas de las cuales pueden ser nocivas para la salud de las personas viejas (ver T.V. por ejemplo). Quienes mencionan las actividades religiosas en los días de fiesta son mujeres o se refieren a actividades de las mujeres viejas, ya que sólo un 1% corresponde a actividades masculinas o a respuestas de hombres jóvenes. Se­gún las entrevistas, en la medida en que se avanza en la edad, las mujeres y los hombres sienten más necesidad de un apoyo espiritual, el cual se incrementa ante la presencia de un deterioro en la salud. Para esta población esta actividad reemplaza las carencias en los demás órdenes de la vida cotidiana y llegan a ser en muchos casos la única actividad gratificante. Sin embargo la gran mayo­ría se queja de las dificultades para asistir al culto (misas, trisagios, oraciones y celebraciones en las iglesias), por las dificultades de movilización y las distan­cias de las iglesias o santuarios. Por ello es frecuente encontrar en las habita­ciones de las personas viejas (especialmente de las mujeres) altares caseros, permanentemente alumbrados.

Los jóvenes han percibido esta necesidad de sus parientes viejos y consideran que aunque tales actividades no ayudan a solucionar los problemas, sí dan una tranquilidad y resignación que hace njás fácil la vida familiar.

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Actividades de la vida cotidiana de los viejos

Actividades religiosas

El 86.8% de los viejos dice realizar en su vida diaria alguna actividad religiosa o espiritual, especificada así:

CUADRO 15

ACTIVIDAD

Ir a Misa Rezar el rosario en casa Asistir a grupos de oración Rezar novenas (en casa) Pertenecer a agrupaciones religiosas católicas o evangélicas)

TOTAL

HOMBRES

5% 6% 1% 5%

1%

18%

MUJERES

13% 14% 9%

40%

6%

82%

El alto porcentaje de actividades religiosas o espirituales desarrolladas en la vivienda se debe a las dificultades físicas para el desplazamiento, a la falta de recursos para el transporte, a la carencia de compañía o a la prohibición de la familia.

Las razones para la alta participación en actividades religiosas no muestran diferencias regionales significativas. En todas, las personas viejas encuentran en ellas un consuelo a su soledad y sentido de impotencia y la esperanza de una vida mejor, les ayuda a soportar las enfermedades y dolencias ante la ca­rencia de recursos para tratamientos médicos o de enfermedades crónicas y les da un sentido de resignación ante la cercanía de la muerte. Solamente un 7% de personas viejas pertenece a alguna asociación religiosa católica o protestan­te, en las cuales hay programas de ayuda a la vejez. Varias parroquias y grupos evangélicos han establecido programas de ayuda alimentaria una o más veces por semana y esta colaboración motiva a los viejos más desprotegidos a parti­cipar en ceremonias y reuniones espirituales.

No obstante, hay algunas regiones donde los viejos plantean la puesta en mar­cha de programas religiosos, como una de las acciones necesarias. Ellas son la región Paisa y la del Valle del Cauca-Risaralda. En ellas las personas mayores reclaman más colaboración de la Iglesia, los sacerdotes y las monjas y prefieren los programas dirigidos por ellos a los programas dirigidos por funcionarios particulares oficiales o privados. Donde menos se obtuvo esta respuesta fue en la región Caribe y los Santanderes. En la primera hay una mezcla entre lo espi­ritual y lo pagano (fiestas patronales seguidas de actividades recreativas) y en la segunda el nivel religioso-espiritual es "de puertas para adentro" y femenino.

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En los estratos bajos rurales y urbanos se observa una mayor participación en las "promesas" a santos y a la Virgen (en distintas versiones), para pedir favores o milagros. Y es también donde las peregrinaciones y "mandas" se cumplen de una manera más estricta, con apoyo y compañía de otros miembros de la fa­milia, quienes aprovechan estas ocasiones para organizar paseos, para "pagar las promesas". De los diarios de campo se obtuvo la información de 3 incendios de la vivienda en estratos bajos a causa del alumbrado de los altares de las personas mayores.

Estas actividades van disminuyendo en la medida que se asciende en la escala social, ya que en los estratos medios hay una combinación de actividades reli­giosas, espirituales y mágicas (uso de talismanes, cadenas con la Virgen o el Sagrado Corazón, escapularios) y mayor participación en ceremonias y rituales (misa, comunión, bautizos, matrimonios, entierros, etc.).

En los estratos altos la actividad espiritual se dirige a la participación en orga­nizaciones benéficas y caritativas que simultáneamente tienen un matiz social y de ocupación, se asiste a la misa dominical en familia o se ora a nivel individual.

Actividades comunitarias

El 35.6% de las personas viejas del país participa en actividades comunitarias, sin diferencias significativas a nivel regional y referidas a la veredas rurales o a los barrios urbanos. La participación de los viejos en las actividades de la es­cuela y las juntas veredales de las áreas rurales es más alta que la de los adultos. Los primeros hacen parte de las directivas de las juntas, organizan bazares y colaboran activamente en la organización de obras que redunden en beneficio de la vereda. A este nivel, la participación en cargos directivos corresponde a los hombres en las regiones de los Santanderes, Cundiboyacá y Cauca-Nariño o a hombres o mujeres (sin distinción) en las demás regiones. Sin embargo en todas las áreas rurales de las distintas regiones, las mujeres viejas son las en­cargadas de preparar los alimentos, elaborar las artesanías que se van a expo­ner o a vender y a enseñar a las adultas jóvenes su papel en estas actividades.

En las áreas urbanas, especialmente en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, la participación de los viejos y viejas en actividades comunita­rias, es mayor en los estratos bajos y dentro de éstos en los barrios de invasión o recientemente legalizados. La razón es que muchos de ellos fueron los líderes en la formación del barrio, conocen la historia de los mismos y tienen un gran ascendiente entre la población joven. En otras ocasiones, los jóvenes "usan" a los viejos y a los niños para evitar los lanzamientos y la acción de la ley. En estos barrios la comunidad tiene como meta luchar por la legalización, dotación

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de servicios y mejora de los mismos, basada en las luchas de sus antecesores. En el 90% de las juntas comunales de estos barrios hay personas mayores de 50 años y ellos son quienes más apoyan programas como los de autoconstruc­ción de vivienda y servicios, porque ven en ellos un programa de vida y no simplemente la obtención de un techo. Un viejo decía que así toda la familia se integraba alrededor de una meta: construir una vivienda adecuada a sus nece­sidades y gustos, dedicando las horas libres a esta tarea y no a la bebida, que causa la desintegración del grupo. Son las personas que más se oponen a los programas oficiales de vivienda porque consideran que no sólo los costos son inaccesibles, sino que se dispersa la comunidad y se desintegra la familia, de­bido a la estrechez y al diseño inadecuado de las viviendas.

Por el contrario, la participación de los viejos de los estratos medios y altos en actividades comunitarias es mínima (4%) y cuando ocurre se trata de población masculina que lidera procesos transitorios ante las autoridades locales para obtener la construcción o mejoramiento de vías, servicios públicos (especial­mente líneas telefónicas), reducción de impuestos (prediales o de valorización), reducción de tarifas de servicios públicos, etc.

Otro tipo de participación comunitaria de los viejos en los estratos medios y altos, es la administración o fiscalía en los edificios de propiedad horizontal. En un alto porcentaje la administración de este tipo de vivienda es ejercida por los copropietarios para disminuir costos y como las personas mayores tienen tiem­po disponible y muchos de ellos son profesionales jubilados o empleados pen­sionados, se encontró una participación relativamente importante (2%).

De todas maneras se observa una baja participación de la población vieja en actividades comunitarias, que contrasta con el interés mostrado por los viejos en estas actividades. El 60% estaría dispuesto a participar en acciones para la comunidad si el gobierno local y los jóvenes los respaldan. Sugieren que el 1CBF permita que las mujeres viejas dirijan y atiendan los hogares comunitarios y que los hombres viejos participen en las juntas vecinales y comunales orientadas a definir programas y a ejecutarlos con participación de todos los miembros de la comunidad. Los viejos dicen que su único recurso es el t iempo, el cual pa­rece ser escaso entre la población de jóvenes y de adultos y manifiestan su interés en ser y sentirse útiles.

Actividades políticas

El 74.1% de la población mayor de 50 años del país dijo no participar activa­mente en actividades políticas, diferentes al voto eventual en algunas épocas electorales (el 40%). Las razones para esta indiferencia son: Ya no hay diferencias entre los partidos políticos 50%

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Los políticos no hacen nada por la gente 26% Las votaciones son una farsa, ya se sabe el ganador 13% Los políticos no dan participación a los viejos 11%

Total 100%

El 25.9% de los mayores de 50 años que dice participar activamente en política, corresponde a personas que iniciaron su vinculación a un partido o programa desde la época juvenil o adulta, que estuvieron o están vinculados a un trabajo o empleo formal o que han sido los líderes locales, regionales o nacionales. El 90% de ellos pertenece a los estratos medios y altos y reside en poblaciones urbanas, ciudades intermedias o grandes ciudades. Un 10% de ellos reside tem­poralmente en áreas rurales o tiene propiedades y vínculos familiares o políticos muy arraigados en ellas.

Las personas mayores de 50 años activas políticamente, llevan un promedio de 15 años de vinculación a un partido o grupo político y han ejercido uno o varios cargos político-administrativos de nivel local, departamental, regional o nacio­nal. Este es un punto importante de destacar por cuanto quienes llegaron a la vejez sin una formación y participación política previa, diferente a la del voto, pierden el interés por todo lo que se refiera al tema y sistemáticamente se ex­cluyen de cualquier participación u opinión. Muchos de los mayores de 60 años recuerdan la violencia política partidista de los años 50, los mayores de 60 recuerdan la guerra de los mil días y la de Corea, y casi todos recuerdan las grandes diferencias entre los partidos liberal, conservador y comunista. Por eso ahora no entienden, ni se interesan por entender y participar en estas lides ambiguas.

Sin embargo, hay un 12% de los no participantes que sí quisiera hacerlo, porque tienen tiempo y creen tener experiencias que recordar para evitar luchas infruc­tuosas, por eso critican los programas de la mayoría de los políticos actuales que sólo quieren reclutar gente joven y excluyen de sus planes y programas a los viejos.

Llama la atención conocer el dato siguiente: el promedio de edad de los dirigen­tes políticos nacionales es de 65 años y varios de ellos superan los 70. El pro­medio de edad de los dirigentes regionales es de 62 años y varios de ellos superan los 65 y el promedio de edad de los dirigentes locales (municipio, ba­rrio, comuna o vereda) es de 45 años y varios de ellos superan los 55 años. (El Tiempo, agosto de 1988). Estos datos muestran que el liderazgo político se ejerce desde edades tempranas y sólo se pierde con la muerte. Sin embargo en los últimos 8 años se ha observado la tendencia a nombrar en los cargos públicos personas jóvenes con una alta preparación técnica y universitaria, como una

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reacción a la falta de modernización de las instituciones dirigidas por los políti­cos tradicionales.

Actividades intelectuales y profesionales

En los estratos medios urbanos hay una tendencia a conformar asociaciones de pensionados, con el objetivo de darles capacitación en nuevas actividades lucrativas, atendiendo a la necesidad de: mantener activas a personas capaces y sanas, proporcionarles nuevos ingresos que les permita asumir las nuevas exigencias de la dinámica familiar ya expuesta y ocupar el tiempo libre que no aprendieron a disfrutar, ni a ocupar en la adultez. El porcentaje de personas pensionadas asociadas o no que se dedican a una nueva actividad profesional o empresarial es mínimo (6%), pero todos los pensionados entrevistados están interesados en aprender nuevos oficios y obtener ingresos adicionales. La su­gerencia de todos ellos es la de publicar información sobre actividades necesa­rias, fuentes de financiación posibles y apoyo de la comunidad y de la familia. Todos temen emprender una actividad por los trámites, papeleo, necesidad de fiadores o hipotecas y por la exigencia de las entidades financieras acerca de una edad máxima.

De los profesionales que trabajaron independientemente (médicos, abogados, empresarios, consultores, etc.), un 4% de la población entrevistada continúa haciéndolo hasta edades muy avanzadas (más de 75 años), algunos en el mis­mo status y otros en compañía de personas más jóvenes. Sin embargo la ma­yoría siente que la competencia con los jóvenes es muy fuerte, especialmente por el nivel de actualización en nuevas tecnologías y la mayor credibilidad de la población en las gentes que ostentan títulos avanzados. Pero como sienten la necesidad y la capacidad para mantenerse activos, buscan asociarse con hijos, parientes o amigos que den el "good will" a su negocio. La mayor actividad profesional en edades avanzadas se encontró en poblaciones urbanas menores de 500.000 habitantes, después en poblaciones entre 500 mil y un millón y finalmente en las grandes ciudades. Todos ellos pertenecen a los estratos me­dios y altos, según la definición local de estrato social.

Los comerciantes pequeños y medianos ofrecen otro nivel de participación, según sean dueños, intermediarios o empleados. Si son los dueños en pobla­ciones menores de 500.000 habitantes o en áreas rurales, el 90% trabaja hasta que se enferma o muere, pero contrata ayudantes y auxiliares desde los 55 años para realizar las actividades técnicas o de comercialización. Esta población dio un total de 7% para el país,

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Si son dueños de negocios en grandes ciudades, optan por retirarse en una edad cercana a los 65 años, delegando en un miembro de la familia el manejo, pero manteniendo un cierto control (corresponden al 0.5% de la población en­trevistada de mayores de 50 años). Si son empleados o intermediarios, se en­cuentran en la población pensionada a los 50, 55 o 60 años, edades en las cuales buscan un oficio propio similar al anteriormente ejercido (una pequeña tienda, por ejemplo), y corresponden al 1% de la población entrevistada.

El 30% de la población total vieja del país reside en el campo y trabaja en sus labores agropecuarias o artesanales hasta edades muy avanzadas o hasta que están físicamente impedidos. De ellos, un 12% ha involucrado nuevas tecnolo­gías a su proceso productivo (creación, adopción o adaptación) y de comerciali­zación con ayuda de los gremios respectivos (cafeteros, ganaderos, agricultores, avícolas, floricultores, arroceros,etc.). Para estos empresarios, el trabajo es más de tipo administrativo y programático que físico y en un alto porcentaje después de los 55 años delegan el trabajo en parientes o socios más jóvenes, pero man­tienen el control. Los demás trabajadores del agro no cambian fácilmente su téc­nica, ni el tipo de cultivo y se mantienen laboralmente activos con ayuda de parientes y en pocos casos pagando jornaleros en algunos períodos estacionales.

El 58% restante de la población mayor de 50 años del país, ubicada en pobla­ciones urbanas, corresponde a hombres y mujeres que en su adultez y madurez se dedicaron a los oficios domésticos, trabajos informales, obreros a destajo, con­tratistas, pequeños comerciantes de barrio o a inmigrantes campesinos. De ellos un 40% (mujeres) nunca tuvo un trabajo remunerado y el otro 18% no llena los requisitos para acceder a una pensión o jubilación, ni pudo tener ahorros priva­dos para la vejez.

De esta población, quienes pertenecen a los estratos medios y bajos no pueden cambiar de actividad, pero un alto porcentaje (20%) debe buscar nuevas fuen­tes de ingresos o continuar con su actividad anterior hasta edades muy avan­zadas para atender los requerimientos de las familias rotas y recompuestas a que se aludió en la primera parte del libro. Los cambios que se evidencian para la mitad de esta población son: a) que no consigue una ocupación remunerada, no puede continuar en la anterior o nunca la tuvieron; y b)que para un 30% de ellos el trabajo doméstico femenino lo deben realizar en las viviendas de sus parientes con un alto grado de dependencia y baja participación en la toma de decisiones; situación que reduce su status de autoridad y respetabilidad dentro del grupo doméstico.

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Solamente un porcentaje pequeño (0.5%) de las personas entrevistadas mayo­res de 50 años, correspondió a hombres y a unas pocas mujeres intelectuales, artistas, escritores, parlamentarios, militares, jerarcas de la Iglesia, expresiden­tes y grandes empresarios. Se trata de un grupo de personas mayores que dirigen los destinos del país en diferentes sectores y que piensan mantenerse activos hasta la muerte. Son el único grupo adaptado y participativo en todas y cada una de las actividades del país. Su trabajo no tiene horario, ni sitio de ubicación para desarrollarlo; tienen temporadas de descanso, ayuda médica y muchas motiva­ciones psicológicas y económicas

La existencia de estos datos, nos llevó a indagar en los gremios y organizacio­nes religiosas, intelectuales y políticas acerca de la edad de los dirigentes de los principales sectores del país, con los siguientes resultados, para 1989.

CUADRO 16

EDAD PROMEDIO DE LOS DIRIGENTES DEL PAÍS Y PORCENTAJES DE MAYORES

1 . SECTOR PRODUCTIVO Manufacturero Agropecuario-forestal Energético Minero Recursos marinos

2. SECTOR SERVICIOS Salud Educación Comunicación e informal. Comercio, Trans., Admón.

3. SECTOR RELIGIOSO Jerarquía eclesiástica Comunidades masculinas Comunidades femeninas

4 . SECTOR POLÍTICO Dirigentes nacionales Dirigentes regionales Congreso de la República

5. SECTOR ACADÉMICO Académicos, docentes Escritores y artistas

EDAD PROMEDIO

48 40 42 45 43

44 45

38 48

56 52 56

65 46 48

50 50

%MAYORES DE 50

30% 12%

15% 10% 6%

30% 6%

5% 40%

90% 92% 60%

75% 25% 35%

65% 45%

Nota: Estos datos fueron obtenidos en entrevistas con gremios y asociaciones profesionales, religiosas y políticas y por lo tanto no corresponden a un censo.

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Los datos anteriores -con los sesgos que puedan tener por la dificultad de acceder a los mismos- muestra que en Colombia la mayoría de los líderes y dirigentes de los diversos sectores son personas mayores de 50 años y que sus opiniones son tenidas en cuenta para la definición de políticas, acciones y pro­gramas gubernamentales o de la esfera privada en sus distintos campos. Por eso mismo llama la atención observar el poco interés de estas personas para entender la realidad de sus contemporáneos de estratos medios y bajos y la poca iniciativa para estudiar y resolver las necesidades de la población mayor y proponer planes y programas adecuados a ellas. Cabe aclarar que en los sectores productivo, político y académico el mayor porcentaje de personas dirigentes mayores de 50 años, corresponde a varones, mientras que en el sector servicios y religioso hay mayor participación femenina (30%)

Para comprender mejor las necesidades de la población vieja, se indagó a los mayores y menores de 50 años, con los siguientes resultados:

CUADRO 17

NECESIDADES DE LA POBLACIÓN VIEJA

MAYORES DE 50 AÑOS

Aprender un oficio para hacer en la casa

Aprender a afrontar los problemas (soledad, enf, afecto)

Aprender las nuevas tecnologías

Seguir estudiando o empezar a hacerlo

Mejorar relaciones con la familia

Ninguna

Otras (dinero, afecto)

TOTAL

33.9%

10.3%

16.1%

11.5%

6.9%

10.9%

10.3%

100.0%

MENORES DE 50 AÑOS

Prepararse para la vejez

Aprender a comprender a los jóvenes

Aprender nuevos oficios remunerados

Aprender a afrontar los problemas solos

Mejorar relaciones familiares

38.0%

1 7.7%

17.1 %

15.8%

11.4%

100.0%

Las respuestas anteriores muestran el gran interés por aprender nuevos oficios, tecnologías, así como por actualizarse y mejorar las relaciones con la familia, entre las personas mayores de 50 años, como una necesidad sentida para afrontar las nuevas obligaciones familiares, adaptarse a los cambios de valores y sentir­se "útiles". Solamente un 10.9% de los entrevistados no tiene alguna necesidad o ha perdido las esperanzas en el futuro, se ha resignado y está esperando la muerte liberadora. Paralelamente los jóvenes creen que las mayores necesida-

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des de los viejos están en el terreno de nuevos aprendizajes para aceptar los cambios de vida y las diferencias generacionales o para seguir activos en el terreno económico.

Al preguntar el significado de estas respuestas, se observó que los jóvenes perciben en los viejos una falta de preparación para esta etapa y esa es la razón de la alta dependencia familiar, Pero también perciben una incapacidad de adap­tación de los viejos a la "vida moderna" y a los cambios en los valores familia­res y sexuales. Para ellos, los conflictos generacionales se resuelven mediante un cambio adaptativo de los viejos a las nuevas maneras de vivir y no en una aceptación por parte de los jóvenes de los valores tradicionales de los viejos. Sin embargo, esta percepción se contradice con respuestas anteriores en las que ellos manifiestan no "querer pensar en el futuro", "temer la vejez" y "no prepararse para esta etapa de la vida". Tampoco los jóvenes ahorran para el futuro por incapacidad para hacerlo, la mayoría carece de seguridad social y ven prioritario satisfacer las necesidades presentes antes que pensar en su pro­pia vejez. Por el contrario, los viejos de hoy sí pensaron en el futuro aunque su preparación se limitara a darles lo mejor a los hijos con la esperanza de ser cuidados por ellos en la vejez. Ellos - m e n o s que los jóvenes de hoy- tuvieron acceso a la seguridad social o previeron los rápidos cambios sociales, eco­nómicos y políticos de las últimas décadas . La mayoría son analfabetas y mu­chos -especialmente las mujeres- nunca tuvieron acceso al trabajo remunerado, ni al control natal. Por eso el ahorro privado era privilegio de unos pocos que hoy son personas independientes y autosuficientes.

Para complementar esta percepción se preguntó a viejos y jóvenes su opinión acerca de si los primeros son una carga o un problema para la familia, con las siguientes respuestas:

CUADRO 18

¿EL VIEJO ES UNA CARGA PARA LA FAMILIA?

MAYORES DE 50 AÑOS

No

A veces

No sabe

No tiene familia

Total

17.8%

39.0%

30.5%

5.2%

3.5%

100.0%

Si

No

MENORES DE 50 AÑOS

59.5%

40.5%

100.0

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Del cuadro anterior se desprende que aunque hay una aproximación general entre ambos segmentos generacionales, los menores de 50 años son más radi­cales en afirmar que los viejos sí son un problema, dando como razones:

Problemas económicos (no producen, ni tienen ingresos) 58.9% Son enfermos y es necesario atenderlos 12.1% No hay espacio en la vivienda para acogerlos 6.3% Hay problemas con los más jóvenes 5.7% Tienen actitudes conflictivas (son chochos) 17.0%

Total 100.0%

De estas respuestas se desprende que la causa de los problemas de las nuevas generaciones con los viejos, tiene una raíz económica. Los jóvenes sienten que deben "mantenerlos", proporcionarles vivienda y salud, y como las condiciones de vida de las familias colombianas, especialmente las urbanas de estratos medios y bajos, son relativamente precarias y se agravan con las rupturas de pareja y las múltiples uniones sucesivas, entran en un conflicto "moral". De una parte quieren a sus progenitores y los necesitan afectiva y económicamente y de otra, sienten que no pueden atender a sus necesidades, pero no son capaces de abandonarlos o de llevarlos a un ancianato.

Por su parte, los viejos son menos radicales en sus respuestas. Un 39.0% cree que no son algún problema para la familia y un 30.5% cree que "a veces" sí lo son. Al indagar esta respuesta se encontró que los hijos y parientes se preocu­pan por su salud y por no darles algo mejor o se apenan al "ponerle nuevas obligaciones". Sin embargo ellos creen que no es suficiente motivo para sentir­se mal en familia y sienten que "es una obligación moral" de sus hijos velar por ellos. El 5.2% dice no saber si son o no problema para la familia, respuesta evasiva que en la entrevista aparecía como una manera de no afrontar la reali­dad de su insatisfacción con el trato en la familia; y del 3.5% que dijo no tener familia, solamente el 0.5% desconocía la existencia de algún pariente. Los otros son conscientes de su existencia pero también de su rechazo o abandono. De ellos un 2.5% corresponde a hombres que en su adultez abandonaron el hogar y hoy los hijos les niegan sus derechos. Los mayores de 50 años que dijeron aceptar que son un problema para su familia, dieron las siguientes razones:

Problemas económicos 40.0% Problemas de salud 25.0% No pueden ayudar a la familia 16.0% Mal carácter 8.7% Falta de espacio vivienda 10.3%

Total 100.0%

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En este punto hemos visto las actitudes sociales y culturales ante el envejeci­miento y la vejez, desde una perspectiva comparativa por generaciones en cuanto a la definición de la vejez, las características de viejos y viejas "ideales" y la actitud ante las actividades desarrolladas por las personas mayores de 50 años, para terminar con la visión de las necesidades y problemas sentidos por esta población. En el siguiente punto se profundizará en el tratamiento sociocultural que la familia, la sociedad y el Estado dan a la población mayor de 50 años, para señalar en los vacíos y contradicciones.

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