acerca del concepto de verdad estética en gadamer · idea de verdad en lo artístico, que resista...

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Estética I B1 Ramón Cruz, Francisco 1 Acerca del concepto de verdad estética en Gadamer 1-Introducción La problemática contemporánea no sólo nos obliga a replantear la pregunta por el sentido mismo de la filosofía en un mundo altamente tecnificado y sofisticado en sus formas de conocimiento, sino que nos exige una justificación lo suficientemente potente para poder seguir legitimando la especulación filosófica al margen de lo científico y de una versión censurada del pensamiento como análisis del lenguaje. La intención del presente trabajo será argumentar a favor de la validez del saber extra-analítico y extra-científico de la experiencia estética, rescatando del relativismo del gusto y del subjetivismo más absoluto el papel de lo artístico, como posibilitador de un valor de verdad perenne al paso del tiempo, más allá de la mera teoría social, que pueda explicar el corte entre el universal y el particular. Para llegar a esto, antes recorreremos sintéticamente en este esbozo de investigación algunos aspectos de la teoría hermenéutica de Gadamer, como representante de peso de la mal llamada Filosofía continental, por tal de servirnos de sus planteamientos como puente para aproximarnos a una viva idea de verdad en lo artístico, que resista a las arenas movedizas de lo incomprensible e inconmensurable, de lo incognoscible en apariencia de lo concretísimo de la experiencia estética, para que del caos de lo real, de sus

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Estética I B1 Ramón Cruz, Francisco

1

Acerca del concepto de verdad estética en Gadamer

1-Introducción

La problemática contemporánea no sólo nos obliga a replantear la pregunta por

el sentido mismo de la filosofía en un mundo altamente tecnificado y sofisticado

en sus formas de conocimiento, sino que nos exige una justificación lo

suficientemente potente para poder seguir legitimando la especulación

filosófica al margen de lo científico y de una versión censurada del

pensamiento como análisis del lenguaje. La intención del presente trabajo será

argumentar a favor de la validez del saber extra-analítico y extra-científico de la

experiencia estética, rescatando del relativismo del gusto y del subjetivismo

más absoluto el papel de lo artístico, como posibilitador de un valor de verdad

perenne al paso del tiempo, más allá de la mera teoría social, que pueda

explicar el corte entre el universal y el particular.

Para llegar a esto, antes recorreremos sintéticamente en este esbozo de

investigación algunos aspectos de la teoría hermenéutica de Gadamer, como

representante de peso de la mal llamada Filosofía continental, por tal de

servirnos de sus planteamientos como puente para aproximarnos a una viva

idea de verdad en lo artístico, que resista a las arenas movedizas de lo

incomprensible e inconmensurable, de lo incognoscible en apariencia de lo

concretísimo de la experiencia estética, para que del caos de lo real, de sus

Estética I B1 Ramón Cruz, Francisco

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maldades y fatales embrollos, podamos atisbar algún rayo de luz y ver que la

verdad no está en una lejanía inalcanzable, sino que nos sale al encuentro.

2- Gadamer y la Hermenéutica

Ante la hegemonía de lo científico y lo técnico, como agente social dominante y

paradigma de conocimiento, el planteamiento de Gadamer encuentra su

justificación en un movimiento de resistencia a lo imperante, mediante una

revaloración radical de la verdad extra-científica del genio de arte. La filosofía

que él lleva a cabo, de ningún modo debería ser vista como un nuevo

planteamiento sistemático que trate de negar radicalmente la validez de la

metodología científica y su indiscutible funcionalidad instrumental , más bien se

justifica en una crítica a los excesos del cientifismo y el neopositivismo en su

confianza ciega en la exactitud de las predicciones o las descripciones de los

hechos, al ser asumidos como verdades absolutas en vez de como resultados

provisionales y pendientes de revisión, por lo que aclarará que la investigación

que propongo, no será en ningún caso nada parecido a un compromiso

acientífico, sino que tendrá más bien la honestidad científica de admitir el

compromiso que de hecho opera en toda comprensión1.

Gadamer no rivaliza contra el valor de verdad de la ciencia, sino más bien

contra el cientifismo, que no se justifica por el método hipotético-deductivo de la

ciencia empírica, ni por ningún artificio experimental, sino que más bien es una

forma de ideología o nueva metafísica que, bajo la ceguera del ídolo, cree en la

posibilidad de una explicación del todo a partir de la intuición sensible y la

infalibilidad de lo matemático, que condena al sinsentido todo aquello no

susceptible de ser sistematizado por sus redes, como es el caso de una idea

1 Gadamer, Verdad y Método, Salamanca, Ed. Sígueme, 1977, pág. 11

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de verdad válida para obra de arte. Pese a ello, a Gadamer no le interesa

reabrir el debate de la paia diafora entre filosofía y arte, ni tampoco la vieja

disputa entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, no haciendo

énfasis en una diferencia de métodos, sino en una diferencia de objetivos

La posición de Gadamer será la de la vuelta a la φρόνησις aristotélica,

entendida como virtud social o forma de saber orientada a la situación

concreta práctica, abriendo la posibilidad de reivindicación del sentido común y

lo ético, que no es un saber por causas pero permite hallar lo evidente 2,

volviendo al mundo de la vida, reconociendo que en nuestra finitud operan

fuerzas de la vida humana que intervienen en la vida práctica, destacando la

vinculación de la conciencia a la realidad, con la que forma una unidad y

reconoce su pertenencia mutua.

La hermenéutica de Gadamer planteará el problema de la comprensión, que de

la noción heideggeriana de dasein, porque la comprensión no es uno de los

modos de comportamiento del sujeto, sino el modo de ser propio del estar ahí.

3 Lo que tratará de designar con hermenéutica, no es propiamente su sentido

etimológico de interpretación de textos, sino que será precisamente el carácter

de movilidad y especificidad del dasein en su actividad comprensiva, debido a

esto, la noción de hermenéutica abarcará el conjunto de su experiencia del

mundo.

En primer lugar, se buscará propiamente lo común a todo modo de

comprensión, que no es nunca un comportamiento exclusivamente individual y

subjetivo respecto a un objeto ya dado, sino que siempre pertenece a un

2 Op. Cit pág 50-51 3 Op. Cit. pág 12

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contexto, espacio-tiempo, sociedad y lengua, es decir, que se da siempre

dentro de una historia efectual, que constituiría el ser de lo que se comprende.

Esta se refiere a la imposibilidad que tenemos de salir de nuestra propia

categorización del mundo, haciendo hincapié en lo ingenuo de la pretensión de

lograr una objetividad absoluta fruto de un intuir puro de la nada, sin llevar a

cabo una reflexión previa sobre nuestra existencia temporal-histórica y sobre

una tradición que nos mina de prejuicios, los cuales no deben ser vistos

necesariamente como negativos4, sino al contrario, pues muchos de nuestros

prejuicios, como componentes de la realidad histórica del ser de un individuo,

nos otorgan categorías a priori para la comprensión que nos permiten

reintegrar el pasado con el presente, determinando con anterioridad el modo

con el que nos vamos a acercar al texto.

En segundo lugar, se tendrá en consideración el papel del lenguaje como

mediador universal entre nuestra experiencia del mundo y aquello que puede

ser comprendido e incorporado. En este sentido, el lenguaje tendrá un papel

vital en nuestro conocimiento, como medio común y condición de posibilidad de

que lo vital se configure como concepto. Inevitablemente habitamos en el

lenguaje, que no podría existir sin la conciencia individual, pero que

enigmáticamente es siempre colectivo y nunca privado5. Este lenguaje, no

obstante, tiene una dimensión más allá de la simple instrumentalidad, porque

manifiesta un mundo o suelo común, reconocido por todos, más allá de la

especificidad cultural, por eso todas las formas de comunidad de vida humana

son formas de comunidad lingüística, más aún hacen lenguaje. Pues el

4 Entiéndase que quedan excluidos de esta acepción aquellos prejuicios que imposibilitan la comprensión, los cuales sí son de naturaleza negativa, que por su esterilidad Gadamer cree que son desechados de inmediato. 5 Tal y como defendió el Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas, no existen lenguajes privados.

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lenguaje es por su esencia el lenguaje de la conversación6. Será en este

sentido en el que todos los lenguajes serán traducibles entre ellos, pues todos

comparten la misma esencia comunicativa y posibilitadora del conocer.

En tercer lugar, Gadamer entiende conocimiento como formación (Bildung) no

como construcción (teórica, mental…), sino como un proceso ontológico

continuo de corrección, precisión y ajuste. Para dar cuenta de este significado

de formación como experiencia histórica, en la que todo se guarda y nada

desaparece en una ontología procesual continua, no incluirá el aspecto cultura,

sino que entenderá que cuando en nuestra lengua decimos “formación” nos

referimos a algo más elevado y más interior, al modo de percibir que procede

del conocimiento y del sentimiento de toda la vida espiritual y ética y se

derrama armoniosamente sobre la sensibilidad y el carácter.7

En este sentido, Gadamer renunciará a un concepto de experiencia como

experimentación o simple percepción, no porque desprecie su importancia en

las ciencias de la naturaleza, sino porque necesita un concepto de experiencia

más amplio que presente mayor operatividad para la justificación de otras

formas de conocimiento, tan válidas y verdaderas como las propuestas por la

ciencia. Debido a esto hablará de la experiencia (Erfahrung) como algo que

sufrimos y nos pasa, como el vivir un suceso que asimilamos y nos cambia,

habiendo desbaratado nuestras expectativas previas, que al asumirlo llega a

configurarnos. A consecuencia de esto, la experiencia resulta imprevisible,

pese a que puede ampliar nuestro horizonte, siendo además personal e

individual, aunque siempre suscitada por algo objetivo que genera en nosotros

6 Op. Cit. pág. 535

7 Gadamer, Verdad y Método, Salamanca, Ed. Sígueme, 1977, pág 39, Cfr. W.v. Humbolt, Gesemmelte Schriften VII, 1, 30.

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algo también objetivo, pero que no podemos programar, ni anticipar de manera

metódica, por la cual cosa, no pueden hacerse, de ninguna manera, manuales

sobre la experiencia de lo particular, ya que se trata de algo no conceptual ni

lingüístico, que no por ello está carente de validez objetiva.

En cierta manera, Gadamer reconoce cierto carácter hegeliano en su idea de

vida y formación, donde el “todo” o la sociedad tiene un papel determinante,

pero no cae en un concepto de experiencia absoluta, puesto que no podemos

escapar de nuestra finitud y conciencia histórica, que, en palabras de Gadamer,

no es una postura metodológica especial condicionada por una concepción del

mundo, sino una especie de instrumentación de la espiritualidad de nuestros

sentidos que determina nuestra visión8.

3- La experiencia de verdad en la obra de arte

Habiendo repasado aspectos muy generales de la hermenéutica como teoría

del conocimiento, nos centraremos ahora en detallar cómo se da esa

comprensión en la obra de arte, entendida como la manifestación de una

verdad, cuyo valor deba justificarse en el juego de la obra de arte.

Primeramente, la experiencia de lo artístico debe ser entendido como una

vivencia en sentido diltheyano, en el que experiencia se refiere a algo

inolvidable e irremplazable, inagotable por la comprensión de su significado

determinativamente o bien como la entiende Schleiermacher cuando defiende

que cada vivencia es un momento de la vida infinita9, es decir, la vivencia

estética contiene siempre una experiencia particular y personal que se vincula

8 Gadamer, Actualidad de lo Bello, Barcelona, Paidós, 1991, pág.44

9 Gadamer, Verdad y Método, Salamanca, Ed. Sígueme, 1977, pág 106 Cfr. F.Scheiermacher. Uber die Religion II, Abschnitt

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al todo, que es lo simbólico en el juego de arte, donde su significado no se

integra con otras cosas en una unidad cerrada de significación, sino que es un

proceso abierto de experiencia en el que se manifiesta un todo, donde de lo

particular y concreto captamos el aspecto unitivo.

Al mismo tiempo, la verdadera obra de arte tiene el carácter de novedad, no de

mímesis o reproducción plena y fiel de naturaleza, ni de lo supuesto como

correcto o canónicamente considerado bello, así nos dice que el arte es la

creación de algo totalmente nuevo, creado según reglas todavía no

concebidas, crear algo ejemplar sin producirlo nuevamente por reglas10, por

eso entonces el carácter único e irremplazable de la obra de arte como

símbolo, es decir, la obra de arte es un algo individual y desligado, que

descansa sobre sí mismo y lleva en sí mismo su propia finalidad11, porque el

genio no recibe ninguna regla de fuera, sino que él mismo constituye sus leyes

y fines internos, se da la regla a sí mismo.

Por otro lado, hay que considerar que para nuestro autor el símbolo es aquello

que puede interpretarse inagotablemente12, esto se diferencia de lo alegórico,

que encuentra en lo alegoría su agotamiento, mientras que gran obra de arte

siempre se encuentra abierta a todo tiempo y lugar que quiera encontrar en ella

una verdad que actualizar, siendo ella misma una finalidad sin fin que nos invite

a detenernos. Piénsese, por ejemplo, en el arte reivindicativo, que tiene en el

contenido moral o mensaje político su finalidad, que utilizando la forma sólo

como instrumento, busca la única transmisión de la ideología. Cuando su

momento ha pasado y aquello a lo que se refería alegóricamente ha dejado de

10

Gadamer, Actualidad de lo Bello, Barcelona, Paidós, 1991, pág. 63 11 Ernst Cassirer, Kant, vida y doctrina. Madrid, Fondo de Cultura Económica 1948, pág. 359 12

Gadamer, Verdad y Método, Salamanca, Ed. Sígueme, 1977, pág. 112

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tener vigencia ¿No nos parece anacrónico y vacío, a penas atractivo por su

valor cósico-histórico? ¿No es precisamente la ausencia de fines extrínsecos lo

que caracteriza a la buena obra de arte? ¿No es su propia autonomía la que la

hace desligarse de la historia?

Es posiblemente aquí donde vemos la supremacía de lo simbólico, como

fragmento de la plenitud con la que se corresponde, que escapa de la mano

del tiempo, que se resiste a ser barrida por la escoba de lo histórico, buscando

la profundidad de lo eterno. Así pues, en la vivencia del arte, se actualiza una

plenitud de significado desde el fragmento particular simbólico, que es parte de

un todo íntegro al que promete completar, que se sobrepone al contenido

particular, por tal de representar el conjunto del sentido de la vida, porque la

obra de arte tiene un rendimiento abstractivo, en cuanto se abstrae de todo

cuanto constituye la raíz de una obra como su contexto original vital, función

religiosa o profana…la obra se hace patente como obra de arte pura 13, de ahí

entonces su vigencia y actualidad atemporal.

Para que pueda manifestarse la verdad de lo bello, se requiere una cierta

actitud aproximativa a la obra de arte, que no tiene tanto que ver con la teoría

estética o las pretensiones objetivistas de cualquier manual de bellas artes, que

trate de imponer criterios desde lo social. Podríamos tratar de valorar el Don

Quijote de la Mancha por el número de ironías, usos inusuales del lenguaje o

calificando sus recursos estilísticos como más o menos afortunados, o quizás

podríamos contar el número de figuras geométricas del Guernica de Picasso o

la cantidad de contrastes cromáticos que se observan en ella, pero haciendo

esto ¿No estaríamos perdiendo entonces lo más valioso? ¿No se estaría

13

Op. Cit. 126

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9

perdiendo lo esencial del sentido? Seguramente sí, por eso Gadamer defiende

que la idea de formación estética consiste en no dejar valer ningún baremo de

contenido 14, precisamente porque ese acercamiento nos oculta la realidad que

la obra trata de mostrarnos como verdadera, que sale a nuestro encuentro, nos

interpela y nos desafía.

Por tanto, la pretensión historicista de poder reconstruir el todo de la intención

originaria y el sentido a partir de los hechos históricos, restos cósicos y

fragmentarios, resulta de lo más ridícula, porque el todo de la verdadera obra

de arte, no es simple expresión predecible del contexto, sino que escapa al

artista, como escapa de su tradición concreta, por lo que, aunque fuera posible

la reconstrucción completa y absoluta de la Grecia clásica o de la Italia

renacentista, todavía se nos escaparía la intención interior del autor de la obra

de arte, como el diálogo vivo con sus contemporáneos, sus vivencias,

experiencias y sentimientos o todo aquello que pudiera llevarle a la inspiración

artística, pues incluso conociendo el todo, se nos seguiría escapando el sentido

completo.

Terceramente, en toda obra siempre encontramos una serie de elementos que

conforman el juego, que pese a tener sus reglas propias, siempre resulta

imprevisible el movimiento que se va a llevar a cabo, debido a que el juego

carece de sustrato, es pura realización de movimiento15. El arte debe ser visto

como un todo del cual nos falta una parte, la verdadera obra sorprende y

requiere un lenguaje que la haga comprensible. La interpretación nunca se da

igual a la cosa interpretada, como en el arte escénico hay elementos que

deben quedar fuera y otras dentro para que sea posible la representación, que

14 Op. Cit. 125 15

Op. Cit. 152

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en ningún caso es igual a la obra misma, porque el juego está por encima de

los espectadores, como de los actores o intérpretes, de modo que entre

creador y receptor, siempre se da un juego de la imaginación y el

entendimiento, o dicho de otro modo, toda obra de arte deja al que la recibe un

espacio de juego que tiene que rellenar16, debido a lo cual siempre hay que

construirla activamente, desde un acto sintético de desciframiento.

Insistiendo en ello, hay que decir que, a pesar de que la obra de arte pueda

plantear una orientación determinada desde su horizonte, no puede nunca ser

asimilada totalmente, porque eso mismo arruinaría su significado simbólico, sin

embargo, el intérprete que se acerca a ella con la pretensión de comprenderla,

de ver aquello a lo que apunta, aunque siempre se le escape algo desde su

horizonte de comprensión, entra en el juego para realizar el todo, donde el

receptor es siempre activo, debido a que nuestra percepción no es nunca un

simple reflejo de lo que se ofrece a los sentidos17 puesto que el modo de ser de

lo percibido estéticamente no es un estar dado, sino que sólo cuando

reconocemos lo representado estamos en condiciones de leer una imagen, en

realidad y en el fondo sólo entonces hay tal imagen18de manera que lo que se

conforma es una realidad objetiva, que podemos leer gracias a nuestra

capacidad para reconocer en ello algo de la propia vivencia, como el ritmo de la

obra musical se escucha de fuera y se proyecta hacia dentro.

A consecuencia de lo dicho, se debe reconocer en este juego un intercambio

dialéctico o dinamismo que debe ser entendido como un proceso de formación,

donde en la actualización del símbolo, el intérprete encuentra algo que ya

16

Gadamer, Actualidad de lo Bello, Barcelona, Paidós, 1991, pág. 73-74 17 Gadamer, Verdad y Método, Salamanca, Ed. Sígueme, 1977, pág 131 18

Op. Cit 132

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estaba en él, donde se da un autorreconocimiento en la comprensión, un

movimiento automanifestativo o una comprensión de nosotros mismos en la

comprensión de lo otro, ya que la experiencia estética es una manera de

autocomprenderse, pero toda autocomprensión se realiza al comprender algo

distinto 19 que se manifiesta como una verdad percibimos y que incorporamos ,

que resulta integrada en nuestra estructura vital y visión del todo.

Es en esta formación de uno mismo donde se completa el juego de la obra de

arte como verdad manifiesta, que es susceptible de no coincidir en cada caso

particular de juego, pues los jugadores pueden ser muchos, pese a tratarse de

una misma obra, no debe ser entendida en el sentido de la Verdad unívoca

(científica) que corresponda con un conjunto de hechos objetivos o con un

encaje coherentista con el conjunto de premisas aceptas y compartidas, sino

una manifestación de la verdad como ἀλήθεια, que puede darse parcialmente

(no como absoluto) ampliando nuestro horizonte, dentro de una comprensión

de nuestra finitud, entendida como temporalidad que nos constituye

esencialmente como seres históricos, que no olvidan el ocultamiento y el

encubrimiento que supone la circunstancia de su existencia limitada.

No obstante, esa limitada experiencia de verdad supondrá una transformación,

porque donde la obra de arte tiene su verdadero ser en el hecho de que se

convierte en una experiencia que modifica al que la experimenta20, es decir,

que de algún modo quien comprende se transforma hacia lo verdadero, porque

lo que se representa en el juego de arte, en definitiva, es lo verdadero que nos

asombra, que al dejar ser lo que es, uno conoce y reconoce en ello algo y en

ese algo a nosotros mismos.

19 Op. Cit. 139 20

Op Cit. 145

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4- Conclusiones

Terminando ya este comentario a la teoría gadameriana, advertimos cómo el

peligro del relativismo del gusto y el escepticismo respecto a la verdad no ha

dejado de acecharnos en ningún momento, por lo que no podemos dejar de

responder a ello. ¿Cómo muchas interpretaciones de una misma obra pueden

suscitar todas caminos varios, incluso opuesto y a la vez verdaderos sobre la

misma obra? ¿No sería más lógico que se excluyeran mutuamente? Ante esta

pregunta, sería pertinente responder, que no toda interpretación es válida, ni

resulta verdadera, pues aquellas que no comprenden el contenido en absoluto,

abstrayendo únicamente la forma o tratando de forzar al texto a aquello que se

espera encontrar únicamente, no consiguen percibir en la obra su carácter

problemático, ni les plantean ninguna inquietud que pueda suscitar en ellos una

experiencia de asombro ante lo real que suscite una experiencia de lo

verdadero.

Por tanto, no vale cualquier criterio insustancial e indocto para el juego de la

obra arte, sino que se requiere un determinado acercamiento mediante el juicio

empírico-teórico, en el que la experiencia concreta (particular) que tenemos

presente es contrastada con el sistema de las experiencias reales o posibles

(universal) y a través de esta comparación determinamos su valor de verdad.

La experiencia estética es precisamente esa experiencia de verdad como

desvelamiento que buscábamos en la introducción, la cual se basa en una no

distinción entre el modo particular en que una obra se interpreta y la identidad

misma que hay detrás de la obra, lo cual no puede ser entendido desde una

mentalidad correspondentista aristotélica, pues precisamente la clave está en

que en lo artístico no puede darse el mismo tipo de relación de oposición

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sujeto-objeto, que tan pertinente ha sido para las ciencias de la naturaleza, por

lo que todo esquema de comprensión y acercamiento a la cuestión desde dicho

términos, está condenado al fracaso. Ya que no somos nosotros los que

determinemos hallar o no la verdad, sino la verdad misma deberá venir a

nuestro encuentro.

5- Bibliografía

Hans-Georg Gadamer, Actualidad de lo Bello. Barcelona, Paidós, 1991

Hans-Georg Gadamer, Verdad y Método. Salamanca, Ed. Sígueme, 1977

Ernst Cassirer, Kant, vida y doctrina. Madrid, Fondo de Cultura Económica

1948