aceptar o no aceptar el dilema de la obediencia. autor. cristian camilo cárdenas aguirre
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Cristian Camilo Cárdenas Aguirre. 2014
ACEPTAR O NO ACEPTAR;
EL DILEMA DE LA OBEDIENCIA
Al niño desde muy pequeño se le inculca obedecer por encima de todo y sin decir
nada e incluso se tienen frases de cajón como “el que obedece no se equivoca”.
Frase que desde párvulo se pregona cada vez que hay un gesto de rebeldía o de
orden a recibir. De esta manera es como se va gestando esta cualidad en la
persona.
La obediencia es importante para ser grandes; detrás de la obediencia debe haber
humildad y disciplina que permiten a las personas ser magnas y virtuosas. Es así
donde se permite crear un ambiente propicio para tener unas relaciones sanas
moralmente constituidas y éticamente estables; sin esta, la persona sería como una
bestia que haría de su ser y sus actos un lugar donde no habría ni freno ni brida.
La obediencia genera la humildad de aceptar no con la sumisión de un domado ni
irrumpiendo en las decisiones propias (voluntad) sino el reconocer noblemente las
decisiones del que lo pide; esto para un bien de la misma persona y de los otros a
quienes se encomiendan. De igual manera la obediencia genera disciplina, pues así
como la bestia es conducida por el jinete, esta a su vez debe tener disciplina a las
órdenes que el jinete le envía, una bestia que no obedezca a las órdenes iría
directamente al abismo precipitándose a la muerte del ser; por lo tanto, la disciplina
se implanta en el obedecer y esta a su vez genera una virtud. Hay una consigna
que plantea la fraternidad sacerdotal San Juan de Ávila en su libro “Sólo para
valientes” que ilustra diciendo “obediencia pronta y alegre”: frase muy valiosa que
permite vislumbrar humildad (pronta) y disciplina (alegre); lo pronto significa el
reconocer la tarea que se le pide a realizar y la alegría sería la capacidad activa que
se debe tener para ejercer dicha tarea. Es por eso que obedecer tiene elementos
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valiosísimos que ayudan a la persona a crecer y a generar demás virtudes que
permiten una sana convivencia y fraterna relación con la sociedad.
LAS DOS VÍAS DE LA OBEDIENCIA.
Existe un dilema al momento de aceptar lo que se obedece, que a su vez se
convierten en alternativas y son: obedecer por la vía de la simple sumisión o por la
vía de la esperanza.
Hay veces el hombre obedece órdenes que no son de su gusto, simplemente las
acepta en razón de su trabajo, puesto o dignidad. Hay una frase común que se oye
decir para ingresar a los oficios laborales “para ascender toca empezar por lo bajo”;
frase que considero superficial, ya que si el hombre es hecho para grandes cosas
no necesariamente se necesita pasar por lo bajo; lo bajo en este caso, significa
untarse de la mediocridad y lo efímero de la sociedad; con esto no me refiero a
labores difíciles y mal pagas (de injusticia), sino al obstruir el sueño del que piensa
en grande, rebajándolo a lo superfluo. Otra posición que se encuentra frente a esta
frase común, anteriormente citada, se refiere ahora a personas que sin ser nada
quieren ser de todo; es decir, aquella persona que sin mérito alguno quiere ir a la
cima con la ley del menor esfuerzo: un ejemplo claro es el que anhela ser gerente
de una gran empresa teniendo tan solo un bachillerato básico. El mundo no puede
estar anclado en la ley del menor esfuerzo pretendiendo ascender a niveles que
solo competen a aquellos que pensaron en grande y con esfuerzo, frente a los que
no quisieron ni mover un dedo. Es cierto que el grande atravesó por duras pruebas,
luchó, se esforzó, lloró; pero esto no significa iniciar por lo bajo sino que es un
entrenamiento que se tuvo como preparatoria para posicionarse en lo alto.
El obedecer no implica dejarse empalagar por lo más sucio de las realidades
sociales. La persona que obedece, es cierto, no se equivoca; pero por ello no debe
dejarse seducir por las simples apetencias del superior es decir por los caprichos
del jefe que quiere imponer sus propios criterios, ya que el profesional para esto se
ha preparado: ejercer únicamente lo que le compete. Esto se explica mejor con el
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siguiente ejemplo: una persona que se dispone para ser docente sabe que con su
trabajo puede ser enviado a la escuela más reconocida de la ciudad o también a la
escuela más humilde de un municipio lejano; para esto se está formando, es la
razón de su profesión y si en su formación preparatoria el obedecer no se educa
desde la convicción, se convertirá entonces en una tragedia constante y en un
miedo a sabiendas que en cualquier momento puede ser removido del cargo o peor
aún, agonizando de envidia al ver sus colegas en el trabajo que el ansía tener. Otro
ejemplo ilustrativo sería el de los pastores de la Iglesia, quienes desde su libertad
por el celibato y la pobreza son formados cada día a despojarse de todo y a
prepararse para ser enviados a donde el superior los necesite. Un pastor que no
esté en disposición de ello, no podrá jamás comprender la obediencia pronta y
alegre, y vivirá siempre en tensión de convenios y escalafón de ascensos. El filósofo
Nietzsche tiene una célebre frase que reza “Cuántos hombres se precipitan hacia la
luz, no para ver mejor sino para brillar.” Parafraseando al pensador, busca este
expresar que la obediencia no consiste en aceptar un trabajo, cargo o dignidad
únicamente como viaducto para brillar más, ser ilustrados y exaltados en sus hojas
de vida por sus oficios realizados, sino todo lo contrario para poder ver mejor y ser
luz frente al que solo ve sombras, ayudándolo a salir de la tiniebla (Ver Mito de la
caverna del filósofo Platón).
Toda profesión debe estar en tensión de obedecer a cualquier trabajo que se le
pida, pues este, aunque no guste muchas veces, forma parte de su profesión. Es
lógico que a un médico no lo pueden enviar a litigar a un juzgado, puesto que no
entra en su competencia, debe sujetarse a su profesión y desde ella ser obediente
a lo que se comprometió a laborar, ya que toda vocación trae implícitamente la
obediencia que se debe tener para realizarse pronta y alegremente.
La consecuencia de aceptar un cargo solo por obediencia y no por convicción ni
amor es el aniquilamiento total o parcial de lo que se le encomienda. La obediencia
no es la sumisión total yendo contra la voluntad, ni tampoco son convenios que se
hacen con ocasión de saltar de un puesto a otro sin pensar en el deterioro que
ocasiona el puente que se buscó para ascender; pues como dice un dicho popular
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en sentido negativo: “donde no hay amor ni cenizas quedan”. La obediencia es el
aceptamiento convincente y confiado que hace de un cargo, el entusiasmo alegre y
esperanzado sin buscar intereses personales; sino ayudando a crecer y fortalecer
el puesto encomendado.
No hay que desconocer que muchas veces para llegar a una posición laboral alta,
hay que ir paso a paso ascendiendo; esto no es un problema para el que aspira a
lo alto; no. El problema es no valorar ni respetar cada posición que se tiene, un
ejemplo de ello, es un docente que se ha convertido en coordinador de una
institución; él sabe que es un candidato a ser rector, pero debe pasar por una
coordinación; éste, como coordinador debe respetar, valorar y agradecer el puesto
que se la ha encomendado, no sobrepasar su autoridad ni abusando de ella, ni
mucho menos subestimar a quien se tiene a su cargo. Él, debe saber que esa tarea
forma parte de su profesión y su obediencia no debe ser con una sumisión en la que
coarte su libertad y voluntad sino con la esperanza que el puesto encomendado
hace parte del quehacer profesional y debe por ende, realizarlo con humildad y
disciplina y no simplemente por convenios de ascensos.
Un ascenso se obtiene por mérito y reconocimiento, no por intereses personales o
por engaño. El humilde y disciplinado llega lejos, porque toda su vida fue obediente
a lo que se le pidió y esta valor le permite ir más lejos (ejemplo: un oficio de mayor
responsabilidad) ya que es capaz de luchar, mejorar y hacer crecer el oficio que se
le ha pedido administrar, este es el contraste de la persona que, teniendo en mente
sobresalir a costa de su propio interés personal; no respeta los puentes que tuvo
para ascender, hasta tal punto que es capaz de destruir el mismo puente después
de haber pasado por él, ya que su único interés fue aprovecharse de los puentes
para ascender y de manera egoísta no permite que quienes vienen atrás puedan
atravesar por el mismo.
La obediencia solo se logra cuando se tiene la entera convicción que al obedecer
hay una esperanza fundada de saber que lo realizable forma parte del quehacer
profesional que se ha elegido, y aunque sea difícil realizarlo, siempre debe haber
alguien que lo haga, y aunque no quiera, debe reconocer que si se formó para ello
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debe amarlo; pues sabe que esta actividad está dentro de la gama de posibilidades
a realizar y su esperanza fundada será todo el reconocimiento de haber alcanzado
lo que se creía inalcanzado, en palabras del salmista sería “al ir, iban llorando,
llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas” (Salmo 125).