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  • Abdellah Aatar (2015): LA POESA DE ALFONSO REYES (A TRAVS DE SU EXPERIENCIA EN MADRID)

    LA POESA DE ALFONSO REYES (A TRAVS DE SU

    EXPERIENCIA EN MADRID)

    ABDELLAH AATAR Doctor por la Universidad de Mlaga

    Es considerable la invencin literaria en verso que produjo Alfonso

    Reyes durante su experiencia en Madrid, desde 1914 hasta 1924, perodo

    que vio nacer su mayor y fructfera produccin literaria1. Se trata de un

    periodo posterior a la Revolucin mexicana, de 1910, y anterior a la Guerra

    Civil (1936-1939), es decir, un periodo de entreguerras o Entre la guerra y

    la revolucin, segn la terminologa de Luis Araquistin2. De acuerdo con

    ello, los poemas escritos en este periodo revelaban la atencin que prestaba

    el poeta al mundo contextual de la ciudad de Madrid contempornea al

    primer cuarto del siglo XX, una fuente de vida y fuerza que brotaban no

    slo de los momentos vividos en Madrid, sino tambin del pasado histrico

    fruto de la acumulacin de pocas ancestrales, hazaas emblemticas y

    acontecimientos honorficos que han iluminado el camino de la evolucin

    de Madrid y sobrepasan los obstculos que impedan la incorporacin de la

    capital espaola a la esfera de la civilizacin universal. De tal manera que

    1 Alfonso Reyes, Ejercicios de Historia Literaria Espaola, en: Trazos de historia literaria, 1 ed.,

    Buenos Aires, Espasa Calpe, 1951, pgs., 137-147. Por otra parte, Jos Emilio Pacheco define la dcada

    madrilea de Alfonso Reyes de la siguiente manera: La dcada que va de 1914 a 1924, o de sus 25 a 35

    aos, ser la de su mejor perodo de creacin y en la que se convertir al mismo tiempo en gran escritor y

    en maestro de la investigacin literaria., Vase: Jos Emilio Pacheco, Alfonso Reyes en Madrid (1914-

    1924), en: Alfonso Rangel Guerra, Alfonso Reyes en Madrid: Testimonios y homenaje, Monterrey,

    Fondo Editorial Nuevo Len, 1991, pg., 19, (19-26); en otro lugar Alfonso Reyes dice: Tratar de

    Espaa: es lo que se espera de m. Y, puesto a escribir sobre la Espaa que me ha tocado contemplar, me

    asalta, desde que comienzo, un escrpulo: he de volver sobre los eternos tpicos del viajero? He de

    procurar, al contrario, slo decir lo que me parezca nuevo y personal?, vase: Alfonso Reyes:

    Correspondencia de Enrique Gonzlez Martnez y Alfonso Reyes, (La carta de Alfonso Reyes fechada el

    23 de abril de 1917), bside, Mxico, XVIII, 3. Julio-septiembre de 1953., pg., 291. 2 Citado en: Alfonso Reyes, Prlogo a Las vsperas de Espaa, (Buenos Aires, Sur, 1 ed., 1937),

    Obras Completas de Alfonso Reyes, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, tomo: II, 1 ed. 1956, 3

    reimp. 1995, pg. 41, (35-268). En adelante se utilizar la abreviatura OC para citar los distintos libros y

    ensayos contenidos en Obras completas de Alfonso Reyes.

  • Abdellah Aatar (2015): LA POESA DE ALFONSO REYES (A TRAVS DE SU EXPERIENCIA EN MADRID)

    Alfonso Reyes, uno ms entre los espaoles, siente la necesidad de

    participar en la formulacin de la imagen potica de Madrid explorando

    legtimamente su pasado configurado en obras literarias, grabados e

    historias guardadas en instituciones culturales como el Centro de Estudios

    Histricos, la Residencia de Estudiantes y el Museo del Prado; pero

    tambin a travs del contacto directo con sus coetneos espaoles, las

    vivencias y las amistades que va adquiriendo da a da gracias a sus

    relaciones frecuentes con el mundo social y popular en que se encuentra

    inmerso:

    Madrid que cambias luces con las horas:

    Madrid, nerviosa exhalacin de vidas:

    con mpetu de lgrimas golosas

    interrogo la cara de tus das.

    Madrid que cambias3

    La coleccin de los poemas escritos durante la poca madrilea de

    Alfonso Reyes consta de cuarenta y cuatro poemas destinados, tanto a la

    sociedad espaola y al contexto histrico vivido en Madrid, como al

    recuerdo de su pasado inmediato marcado por el estallido de la Revolucin

    de 1910 en Mxico. En este contexto histrico de inestabilidad fue escrito,

    por ejemplo, en recuerdo de las propias races, el poema La tonada de la

    sierva enemiga (1913)4, para describir un perodo de transicin que se est

    llevando a cabo en Mxico: /Entre dientes, mal se oyen/ palabras de

    rebelin:/ Guerra a la ventura ajena,/ guerra al ajeno dolor!/; frente a

    otro mundo contextual que corresponde al entorno fraterno y solidario que

    caracteriza las relaciones entre el poeta y sus amigos espaoles de las

    llamadas Generacin del 98 y Generacin del 27. Entre el mundo

    3 Alfonso Reyes, Madrid que cambias, 1922, en: Constancia potica, OC, op. cit., pg. 101.

    4 Alfonso Reyes, La tonada de la sierva enemiga, 1913, en: Ibid., pgs. 67-68.

  • Abdellah Aatar (2015): LA POESA DE ALFONSO REYES (A TRAVS DE SU EXPERIENCIA EN MADRID)

    donde predomina el lenguaje duro de la guerra y la opresin en ultramar y

    el mundo anhelado que abre nuevos horizontes en la creacin, la libertad y

    el mejoramiento del ser y la ficcin, tanto en Espaa como en Europa, el

    poeta se siente situado en el cruce de dos fuerzas opuestas: una, la que lo

    mantiene en permanente relacin con los orgenes y el seguimiento de la

    evolucin de los hechos polticos, sociales y culturales de su pas en el

    extranjero; otra, la relativa a la cotidianidad y al mbito social y cultural en

    que se encuentra nuevamente inmerso en el seno del Centro de Estudios

    Histricos, la Residencia de Estudiantes y el Ateneo de Madrid, bajo la

    tutela y relacin con Ramn Menndez Pidal, Amrico Castro, Toms

    Navarro Toms, Solalinde, Dmaso Alonso, Enrique Dez-Canedo, Amado

    Alonso, Federico de Ons, entre otros intelectuales que pusieron las bases

    de un nuevo pensamiento sobre la cultura y la tradicin literaria y filolgica

    en Espaa5. De este modo, la influencia de los espaoles, principalmente

    Ramn Menndez Pidal, en el pensamiento de Alfonso Reyes es indudable

    como bien resalta Manuel Alvar en estas palabras: Sera Menndez Pidal

    quien viniera a descubrir lo que la tradicin es en la historia literaria y no

    podramos separar el saber posterior de Alfonso Reyes de la doctrina de

    aquel hombre al que gust llamar maestro o maestro de todos6.

    5 Son numerosas las obras y los artculos escritos sobre el decenio espaol de Alfonso Reyes, como por

    ejemplo: Manuel Alvar, Alfonso Reyes y Espaa, Nueva Revista de Filologa Hispnica, Tomo: XL,

    N 2, El Colegio de Mxico, 1992, pgs. 959-987; M. Andueza, Presencia de Alfonso Reyes en Madrid,

    Cuadernos americanos, Ser. III y IV, N 22, IV, Julio Agosto, 1990, pgs. 25-33; Jos Carner, Alfonso

    Reyes y Espaa, en: Espaa peregrina, (Jos Bergamn: Director, Juan Larrea: Coord. Mensual), N 1,

    Febrero de 1940, pgs. 37-38; Alfonso Rangel Guerra, Alfonso Reyes en Madrid: Testimonios y

    homenaje, Fondo Editorial Nuevo Len, 1 ed., Monterrey, 1991; Rafael Gutirrez Girardot, Alfonso

    Reyes y la Espaa del 27, en: Guadalupe Fernndez Ariza, (Coord.), Literatura Hispanoamericana del

    Siglo XX: Mimesis e iconografa, Universidad de Mlaga, 2003, pgs. 23-39; Jernimo Mallo, Espaa en

    la obra literaria de Alfonso Reyes, Hispaa, Tomo: 43, N 2, Mayo 1960, pgs. 153-157; Hctor Perea,

    Espaa en la obra de Alfonso Reyes, (Compilacin de Hctor Perea), Fondo de Cultura Econmica, 2

    ed., Mxico, 1997; Hctor Perea, Aguafuertes y tapices de Espaa, Vuelta, Revista mensual, Mxico,

    N 154, Ao: XIII, Septiembre de 1989, pgs. 17-20; Jos Rodrguez Padrn, Alfonso Reyes y el Madrid

    posible, Anales de literatura hispanoamericana, N 22, Editorial Complutense, Madrid, 1993, pgs. 202-

    218; Concha Melndez, Ondas espaolas de Alfonso Reyes, Revista Hispnica Moderna, N 35, tomo:

    1, 1934-1935, pgs. 110-111; etc. 6 Manuel Alvar, art. cit., Ibid., pg., 962.

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    Las transformaciones en lo imaginario y en lo real condicionan la

    vida del poeta, portador de los valores de la humanidad, no slo en el

    Mxico en los umbrales de la Revolucin de 1910, sino tambin en la

    Espaa recin separada de sus ltimas colonias en Amrica y en parte de

    frica; dando lugar a un viajero cuyo estado de nimo est dominado, de

    un lado, por la pena de haber dejado atrs todas sus pertenencias: /Yo de la

    tierra hu de mis mayores/ (ay casa ma grande, casa nica!)/, el deseo de

    recuperarlas: /Yo ir por mis natales caseros/ como una fatalidad/; y de

    otro lado, por la incertidumbre y el futuro incierto que le caus la imagen

    del mar al ser obligado a exiliarse en Europa: /He visto el mar. Qu

    asombro de los barcos!/ Qu pasmo de las caras tan cobrizas!/ Los ojos,

    viendo el mar, se tornan zarcos/ y la luz misma se desgarra en trizas/7. Se

    trata de una visin extraterritorial que invade la espiritualidad del poeta,

    aislado de sus propias races y alejado de sus seres queridos, que recurre a

    la divagacin en torno a la figura de la creencia ms cercana, que se

    encuentra en el mundo real de Madrid, en busca de consuelo y amparo:

    San Isidro, Patrn de Madrid, protector de la holgazanera;

    San Isidro labrador: qutame el agua y ponme el sol.

    ..

    San Isidro, Patrn de Madrid: deja que los ngeles vengan a

    labrar,

    y hgase en todo nuestra voluntad.

    El descastado8

    La condicin errtica del poeta en Espaa se asocia, sobre todo, a los

    primeros momentos de su estancia en Madrid, donde las circunstancias de

    penuria y de recorridos vagos y errantes por las calles de Madrid en busca

    7 Alfonso Reyes, Fantasa del viaje, 1915, en: Constancia potica, op. cit., pgs. 68-69.

    8 Alfonso Reyes, El descastado, Guadarrama, 1916, en: Ibid., pgs. 70-72.

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    de alojamiento, por decirlo con Mara Andueza,9 adems de la voluntad de

    superarlas ganndose la vida (como antes Daro, se gana la vida en un

    humilde oficio de la pluma, en terminologa de Rosario Rexach),10

    desempean la funcin de unos factores principales que posibilitan su

    vinculacin con los escritores y los poetas espaoles de ms relieve;

    permitindole acceder a los archivos de la historia literaria, la tradicin

    clsica y la literatura popular y medieval de Espaa, porque, como deca

    Manuel Alvar: Hasta 1919 no se formul de manera coherente, y

    definitiva, la doctrina de nuestro fillogo, (). Alfonso Reyes saba cuanto

    poda saberse; luego, coincidi en Madrid con las grandes formulaciones de

    la escuela espaola y nada le result ajeno11

    . Esta familiaridad prematura

    de Reyes con el panorama literario espaol de entonces, no hubiera podido

    ser posible, sino por el carcter de este mexicano de suave sonrisa, de

    ademn pausado y voz en tono menor, (),12

    con que se gana pronto la

    simpata de sus colegas espaoles; adems de una actitud espiritual y una

    tendencia literaria, que muestra desde el principio, en tanto que uno ms

    entre los partidarios del panorama social y literario que se est gestando a

    partir de la dcada de los veinte en Espaa, como manifiestan estos versos

    del poema Voto:

    Te quiero para reacia,

    alma temblorosa y nueva;

    para sed que no se sacia;

    mula en locura y gracia

    de la onda que se subleva:

    Voto13

    9 Mara Andueza, Presencia de Alfonso Reyes en Madrid, l. c. pg., 32.

    10 Rosario Rexach, Vivencia y experiencia literarias en Alfonso Reyes, Cuadernos Hispanoamericanos,

    Tomo: LXXXIII, N 247-249, (Agosto-Septiembre), 1970, pg., 522. 11

    Manuel Alvar, Alfonso Reyes y Espaa, l. c., pg., 962. 12

    Rosario Rexach, Vivencia y experiencia literarias en Alfonso Reyes, l. c., pg., 522. 13

    Alfonso Reyes, Voto, Madrid, mayo, 1917, en: Constancia potica, op. cit., pgs. 72-73.

  • Abdellah Aatar (2015): LA POESA DE ALFONSO REYES (A TRAVS DE SU EXPERIENCIA EN MADRID)

    Sin embargo, ante la situacin de la inestabilidad poltica, el

    desorden social y cierto caos ideolgico y artstico, Reyes sabe que la nica

    manera de enfrentarse a todo ello, sin llamar la atencin de los detractores,

    radica en la denuncia del mundo contextual a travs de la crtica, pero en el

    mundo textual, partiendo de los orgenes, de la figuracin que hace la

    historicidad de lo real, y de la adquisicin de instrumentos con la palabra

    para el cuestionamiento de lo actual, como bien aprendi el poeta durante

    la poca de su formacin acadmica, anterior a su llegada a Espaa, cuando

    escribi la conferencia Sobre la esttica de Gngora y el ensayo la

    Crcel de amor de Diego de San Pedro en 1908, recogidos junto con

    otros estudios en el libro Cuestiones estticas de 1911; y posterior a su

    entrada a Espaa por el Pas Vasco y su traslado inmediato a Madrid,

    donde coincidi con las grandes teoras de la citada Escuela Espaola, y

    asimismo con planteamientos de la Generacin del 98, tambin de la

    Generacin del 27, y flujos del Modernismo, las Vanguardias, el

    Krausismo, el Simbolismo y el Parnasianismo, que le ayudaron a construir

    las bases de su universo imaginario.

    De este modo, Espaa permiti a Alfonso Reyes formular no slo los

    horizontes de la actividad literaria, sino tambin la base de lo que podran

    ser los temas y los mbitos en los que despus se interesara en su crtica

    literaria, quien () supo ver ms all de los juicios contemporneos y

    plantear cuestiones capitales que slo aos despus han sido estudiadas14

    .

    De tal manera que, como seal el mismo Manuel Alvar, Alfonso Reyes

    saba mucho de la literatura sabia de su tiempo y de otros tiempos antes

    de llegar a Espaa,15

    y en esa onda el poeta decidi viajar a Espaa para

    fundar las bases de su obra literaria en la pennsula, en el origen del mundo

    hispnico, para dar trascendencia a su potica no slo en el mundo cultural

    14

    Sofa Carrizo Rueda, Reyes y la literatura espaola entre el Cid y Nebrija, Cuadernos

    Hispanoamericanos, complementario 4, Octubre, 1989, pg., 77. 15

    Cfr. Manuel Alvar, Alfonso Reyes y Espaa, l. c., pg., 963.

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    al que perteneca, sino tambin en el Hispanismo como orbe universal

    gracias a la presencia del imperio espaol en los distintos continentes del

    mundo.

    Este inters por lo hispnico, que otorg la dimensin general por

    universal a las ideas estticas y a la potica de Alfonso Reyes durante su

    estancia en Espaa, hay que entenderlo, tambin, en el marco de su amistad

    que ser de por vida con sus compaeros en las tareas filolgicas del

    Centro de Estudios Histricos: y as los citados arriba y otros autores como

    Ramn Menndez Pidal, Amrico Castro, Federico de Ons, Toms

    Navarro Toms, Antonio Garca Solalinde, Justo Gmez Ocern, Enrique

    Daz Canedo; de su colaboracin junto con Velasco y Acebal en la

    coleccin clsica de La Lectura16

    ; y de su unin con Jos Ortega y Gasset

    que lo asoci primero al semanario Espaa, despus a El Imparcial y,

    finalmente, a El Sol17

    . Adems de los Centros de Investigacin y

    Literarios ya mencionados, sobresale el valor de su vecindad y

    compaerismo con Don Ramn del Valle-Incln en el barrio de Salamanca

    y precisamente en el caf Regina donde organizaban sus frecuentes

    tertulias18

    , nombres entre tantas personalidades e instituciones espaolas

    que, por decirlo con Rosario Rexach: () no slo pretenden ilustrar las

    finas calidades espirituales de Alfonso Reyes, sino sealar los contactos

    intelectuales que hizo en Madrid y que le dieron un saber de primera mano

    sobre el oficio al que dedicara su vida19

    .

    Y, efectivamente, la dcada de Reyes en Madrid supone un momento

    clave en su vocacin literaria debido a los nuevos horizontes que le

    abrieron los intelectuales espaoles, en medio de numerosas penas,

    principalmente, la Revolucin de 1910 en Mxico y la muerte trgica de su

    16

    Cfr. Alfonso Reyes, Las vsperas de Espaa, en: Obras Completas, Tomo: II, op. cit., pg., 42. 17

    Ibidem. 18

    Ibid., pg., 43. 19

    Rosario Rexach, Vivencia y experiencia literarias en Alfonso Reyes, l. c., pg., 523.

  • Abdellah Aatar (2015): LA POESA DE ALFONSO REYES (A TRAVS DE SU EXPERIENCIA EN MADRID)

    padre, que vena arrastrando su pasado inmediato vinculado a su vida en la

    capital mexicana. Esta transformacin en el entorno social introduce en la

    espiritualidad del yo potico un nuevo dinamismo que nace de la soledad

    del poeta actuando como elemento positivo y liberador, frente a las barreras

    y la negatividad que interpone el mundo de lo pblico y social:

    Lucero que dilatas la pupila

    en el abrigo de la sombra pura:

    eres quietud y soledad segura,

    y en olvidado mar nave tranquila.

    Oh, cmo solitario resplandeces?

    Cmo tan solo, cmo tan severo,

    si tan radioso y flgido pareces?

    Lucero20

    A partir de entonces, la estancia de Alfonso Reyes en Espaa, para

    muchos estudiosos de su obra literaria, como Rosario Rexach, vendra a ser

    sinnimo de un trayecto () en va de alcanzar su plena madurez y

    brillantez21

    . Asimismo, la vocacin literaria de Alfonso Reyes lleg a su

    punto lgido en Madrid gracias a sus compaeros y maestros espaoles de

    la escuela filolgica de Ramn Menndez Pidal, lugar que le depar nuevos

    contactos y amistades con otros maestros de disciplinas afines como Asn

    Palacios, Garca Villada o Snchez Cantn, entre otros; adems de su

    reconocimiento de los extranjeros que, en el Madrid de aqul entonces, se

    encontraban22

    .

    La lucidez del poeta empieza a cobrar cuerpo en obras que ya

    definen el carcter y el pensamiento del poeta como Visin de Anhuac, de

    20

    Alfonso Reyes, Lucero, Madrid, junio, 1917, en: Constancia potica, op. cit., pg. 74. 21

    Rosario Rexach, Vivencia y experiencia literarias en Alfonso Reyes, l. c., pg., 523. 22

    En los primeros momentos posteriores a la inauguracin de la Escuela de Filologa de Ramn

    Menndez Pidal se encontraban entre los colaboradores: Pedro Henrquez Urea, Francisco Antonio de

    Icaza. Federico de Ons fue el introductor; el joven Alfonso Reyes se incorpor a las tareas y trabaj con

    ahnco. Cfr. Manuel Alvar, Alfonso Reyes y Espaa, l. c., pg., 966.

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    1915, el primer libro que le dara fama ms all de las fronteras patrias,

    como subraya Rosario Rexach, sin duda estimulado por el aire fino de la

    meseta castellana23

    ; la edicin del Libro de buen amor y el

    redescubrimiento, junto con Menndez Pidal, de la ruta del Arcipreste de

    Hita en la Sierra de Guadarrama24

    ; la publicacin del libro Cuestiones

    gongorinas, de 1927; entre otros ensayos y reseas relativas a la tradicin

    clsica y la literatura popular espaola. Ello le depar un continuo

    aprendizaje y una reiterada leccin de humanidad, en trminos de

    Manuel Alvar25

    ; pero tambin se trataba de un mbito de inspiracin

    intelectual que produca en el poeta un compromiso, arraigado en la

    tradicin popular, que denunciaba cualquier mirada deshumanizada o que

    dividiera, segn el criterio de Amancio Sabugo Abril: la intuicin feliz de

    las races populares humaniza al erudito Alfonso Reyes, y le aparta del

    intelectualismo donde vienen a dar aquellos humanistas sin sensibilidad.

    Reyes beba en los libros; pero tambin en las fontanas donde mana y

    germina la transparente cultura popular26

    .

    Asimismo, la exaltacin de la cultura popular y la tradicin clsica

    de Espaa en la obra de Alfonso Reyes, se complementa con los estudios y

    las investigaciones sobre la sociedad, la literatura y la lengua que iban

    publicando sus maestros ya citados, como Ramn Menndez Pidal,

    Amrico Castro, Toms Navarro Toms, entre tantos que hemos nombrado,

    con quienes conviva en las diferentes Instituciones culturales y de

    investigacin de Madrid. De tal manera que algn estudio de Amrico

    Castro sobre los arcasmos de El habla andaluz27

    , no slo lo acerc a la

    23

    Rosario Rexach, Vivencia y experiencia literarias en Alfonso Reyes, l. c., pg., 523. 24

    James Willis Robb, Alfonso Reyes, Toms Navarro Toms y El Centro de Estudios Histricos,

    Nueva Revista de Filologa Hispnica, Tomo: XXXVII, N 2, Mxico, El Colegio de Mxico, 1989, pg.,

    604. 25

    Manuel Alvar, Alfonso Reyes y Espaa, l. c., pg., 967. 26

    Amancio Sabugo Abril, La vocacin literaria de Alfonso Reyes, Cuadernos Hispanoamericanos,

    Complementario: N 4, Octubre, 1989, pg., 27. 27

    En 1924, Amrico Castro public su libro Lengua, enseanza y literatura donde se entiende la postura

    de muchos de los cientficos y los investigadores acerca de su antiandalucismo. Manuel Alvar recoge

  • Abdellah Aatar (2015): LA POESA DE ALFONSO REYES (A TRAVS DE SU EXPERIENCIA EN MADRID)

    tierra de la mayor parte de los jvenes espaoles del Grupo del 27, con

    quienes se identific y consum el proyecto que hizo posible la formacin

    de dicho grupo, sino que tambin hizo posible el viaje del poeta a

    Andaluca, donde no dej pasar la oportunidad sin escribir sobre los

    paisajes naturales de Sevilla, que le evocan y recuerdan hasta su propia

    casa de Monterrey, segn aparece en sus Rumbos cruzados de 192528

    , o

    tambin segn recuerda a su propia tierra desde el exilio en estos versos del

    poema Glosa de mi tierra:

    Amapolita morada

    del valle donde nac:

    si no ests enamorada,

    enamrate de m.

    Aduerma el rojo clavel

    o el blanco jazmn las sienes;

    que el cardo es slo desdenes,

    y slo furia el laurel.

    D el bonacillo su miel,

    y la naranja rugada

    y la sedienta granada

    zumo y sangre oro y rub;

    que yo te prefiero a ti,

    amapolita morada.

    Glosa de mi tierra29

    Sin embargo, esta vinculacin entre lo espaol y lo mexicano (lo

    americano), produca tambin contradicciones entre sus partidarios; as

    Pedro Henrquez Urea y su visin de que ante tanta diversidad de clima,

    de poblacin, de lenguas indgenas, de grados de cultura, de

    esta idea y agrega que a Amrica podran haber pasado los arcasmos, no por castellanos de Castilla,

    sino por castellanos de Andaluca Vase: Manuel Alvar, Alfonso Reyes y Espaa, l. c., pg., 968. 28

    Alfonso Reyes, Rumbos cruzados, en: Obras Completas, Tomo: II, op. cit., pg., 206. Tambin,

    Manuel Alvar cita la fascinacin de Alfonso Reyes por Sevilla y Andaluca en su artculo Alfonso Reyes

    y Espaa. Vase: Manuel Alvar, Alfonso Reyes y Espaa, l. c., pgs., 968. 29

    Alfonso Reyes, Glosa de mi tierra, Madrid, agosto, 1917, en: Constancia potica, op. cit., pgs. 74-

    76.

  • Abdellah Aatar (2015): LA POESA DE ALFONSO REYES (A TRAVS DE SU EXPERIENCIA EN MADRID)

    fontica y morfologa que se da en la fisonoma y la geografa

    americana, se fracasa ante la similitud puramente emocional o la

    generalizacin ms frecuente: el andalucismo de Amrica30

    . Por eso,

    como corroborando la opinin de su maestro del Ateneo de la Juventud,

    Reyes por mucho que admira Espaa y la forma de ser de los jvenes

    espaoles, no puede disimular los rasgos distintivos de lo mexicano y las

    caractersticas de su propia tierra, lamentndose satricamente sobre Espaa

    por su condicin de expatriado:

    Qujome, Espaa, de ti.

    De m, Coridn, por qu?

    Tiempo ha que desembarqu,

    Y nunca he cobrado aqu

    Lo que en mis playas dej.

    Ay Coridn, Coridn,

    que en el lejano Catay

    buscas lo que slo hay

    adentro del corazn!

    Las quejas31

    Esta bsqueda eterna de lo ausente implica la construccin de una

    visin totalizadora del hecho literario hispnico, a travs del

    redescubrimiento de los arcasmos de la lengua espaola antigua, como uno

    de los aspectos fundamentales del quehacer literario, segn desarrolla el

    propio Reyes en el captulo Antonio de Nebrija, que integra el libro

    Retratos Reales e imaginarios32

    . De tal manera que el redescubrimiento de

    los orgenes de la lengua espaola para restaurar las bases del concepto de

    la literatura, como un hecho total, se involucr con los medios de la

    produccin y la difusin de la cultura espaola como las editoriales y sus 30

    Cfr. Pedro Henrquez Urea, Observaciones sobre el espaol de Amrica, Revista de Filologa

    Espaola, N VIII, 1921, pgs., 358-359, (357-390). 31

    Alfonso Reyes, Las quejas, Madrid, octubre, 1917, en: Constancia potica, op. cit., pgs. 76-77. 32

    Cfr. Alfonso Reyes, Antonio de Nebrija, en: Retratos reales e imaginarios, op. cit., 1984, pgs., 33-

    41.

  • Abdellah Aatar (2015): LA POESA DE ALFONSO REYES (A TRAVS DE SU EXPERIENCIA EN MADRID)

    colecciones Lectura, Cuadernos literarios, Calleja, Espasa y

    Biblioteca Nueva; los peridicos y los semanarios Espaa, El Imparcial

    y El Sol; y las revistas como Revista de Filologa Espaola y, sobre todo,

    la revista ndice, dirigida por Juan Ramn Jimnez, donde Alfonso Reyes

    consigui colaborar y conocer ms de cerca a los escritores y los poetas

    espaoles jvenes como Federico Garca Lorca, Jos Bergamn, Manuel

    Altolaguirre, Jorge Guilln, Pedro Salinas, Antonio Espina, Rafael Alberti,

    Luis Cernuda, etc.; es decir, toda una gama de escritores con quienes

    comparti el proceso cultural, ideolgico y esttico en 1927 en el homenaje

    a Gngora que dara el nombre a la Generacin del 2733

    .

    Ahondando en este panorama literario, esttico y potico, alcanzado

    durante estos tiempos en Espaa, Reyes percibe signos de plenitud en la

    mayora de los jvenes espaoles, considerndoles maestros de sus altas

    conquistas como el amor y el cuidado de la cultura, el respeto de la

    persona y la libertad de pensamiento. Estas virtudes que asimismo adquiri

    el poeta como un lugar de paideia (o, en trminos de Jos Emilio Pacheco:

    () la educacin que completa al ciudadano fuera de la escuela, en el

    gora, en la frecuentacin de la gente, en la charla que a veces sustituye

    con ventaja al libro)34

    ; fueron las primeras bases de un dilogo fructfero

    entre quienes se entendan y promovan el poema, la literatura y la cultura

    como dilogo. En este sentido, la tendencia a la eliminacin de barreras, a

    unir lo individual y lo colectivo, tanto en Madrid como en Mxico, est

    33

    El motivo de la formacin de la llamada Generacin del 27 es la celebracin del tercer centenario de

    la muerte de Don Luis de Gngora, en que Alfonso Reyes ha tenido que participar gracias a sus trabajos

    gongorinos, como los ensayos Sobre la esttica de Gngora, Sabor de Gngora, la Edicin del

    Polifemo y el libro Cuestiones gongorinas. En una carta del 27 de enero de 1927 que firmaron Jorge

    Guilln, Pedro Salinas, Dmaso Alonso, Gerardo Diego, Federico Garca Lorca y Rafael Alberti,

    invitaron a Alfonso Reyes para asistir al homenaje de Don Luis de Gngora. Cfr. Rafael Gutirrez

    Girardot, Alfonso Reyes y la Espaa del 27, en: Guadalupe Fernndez Ariza (Coord.), Literatura

    Hispanoamericana del Siglo XX: Mimesis e iconografa, Mlaga, Servicio de publicaciones de la

    Universidad de Mlaga, 2003, pg., 24. 34

    Jos Emilio Pacheco, Alfonso Reyes en Madrid (1914-1924), en: RANGEL GUERRA, Alfonso,

    Alfonso Reyes en Madrid: Testimonios y homenaje, op. cit., pg., 19. Este discurso de Jos Emilio

    Pacheco fue pronunciado en una sntesis de la conferencia dicha en el Ateneo de Madrid el 3 de junio de

    1985 a la ocasin de un seminario-homenaje dedicado a Alfonso reyes.

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    asociada, desde el punto de vista de Alfonso Reyes, con lo que Mario

    Valds denominaba la funcin comunal o la comunidad del artista35

    ,

    capaz de introducir cambios en las distintas esferas de la realidad

    circundante, condicionando las conciencias a modos de compromiso o

    tambin de soledad:

    Ya rompes, mandolina de lamentos,

    gotas de trino salpicando al prado,

    y revuelcan las faldas de los vientos

    el oro fatigado.

    En el crepsculo del ao, canta,

    Ceida de violetas la garganta.

    .

    El listado meln desaparece

    Entre racimos como de corales,

    Y es una mandolina que florece

    Perezosa entre sueos vegetales.

    La mandolina del otoo36

    La imagen caduca de la realidad, que transmiten los versos de este

    poema, refuerza metafricamente el papel de los intelectuales y los

    universitarios sobre los cuales cae el peso de tomar la iniciativa para salvar

    lo salvable de la herencia acumulada, en funcin de su validez en el

    presente y con la finalidad de configurar otro imaginario posible del

    porvenir. Por eso, todos ellos comparten, junto con el propio Reyes, el

    espritu universitario y asociativo de un grupo que definan Jos Emilio

    Pacheco y Pedro Lan Entralgo como una () generacin espaola e

    hispanoamericana plenamente universitaria. (), la primera que tiene

    35

    Cfr. Mario Valds, Leyendo a Alfonso Reyes: el pasado hecho presente, Nueva Revista de Filologa

    Hispnica, Tomo: XXXVII, N 2, El Colegio de Mxico, 1989, pgs., 649-664. 36

    Alfonso Reyes, La mandolina del otoo, Madrid, 1917, en: Constancia potica, op. cit., pg. 78.

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    como norma la precisin intelectual y se ve a s misma como un conjunto

    de trabajadores universitarios ms que como una serie de hombres de letras

    en el sentido tradicional37

    .

    Sin embargo, ni el propio Reyes, ni los miembros de la llamada

    Generacin del 27, se mostraron completamente dispuestos a seguir con

    las mismas ideas poticas de sus predecesores o los autores del 98. De este

    modo, la crtica empieza a predominar en los dilogos entre los jvenes y

    los maestros, dando lugar tambin a formas de autocrtica que introducen

    en el discurso lrico un tono dialctico enriquecedor de las distintas

    poticas y sus miradas al mundo, como subraya Alfonso Reyes en su libro

    Cartilla moral: Aqu, como en todo, la naturaleza y la educacin se

    completan. Donde falta la materia prima, no puede hacerse la obra. Pero

    tampoco puede hacerse donde hay materia y falta el arte38

    .

    Y la propia autoconciencia que el poeta desarrolla en Espaa, le

    permite confrontarse con las corrientes lricas coexistentes, depurando con

    ello su actividad creadora. En lo fundamental, su poesa se sita dentro de

    los dos grandes polos o tendencias durante la primera parte del siglo XX en

    Espaa: de un lado, la actitud que denuncia el dficit de las poticas

    anteriores y presentes, y que se corresponde con la manera que se sostiene

    en los ms jvenes, donde se encuentra Reyes, dejando constancia de la

    universalidad, la historicidad o el compromiso del hecho literario; y de otro

    lado, el fondo de las generaciones precedentes, cuyas doctrinas estticas, en

    lo principal, con su riqueza de formas y conceptos literarios, se limitaban a

    lo modernista o a los contextos de lo espaol:

    Flor de las adormideras:

    Engame y no me quieras.

    37

    Jos Emilio Pacheco, Alfonso Reyes en Madrid (1914-1924), en: Alfonso Rangel Guerra, Alfonso

    Reyes en Madrid: Testimonios y homenaje, op. cit., pg., 21. 38

    Alfonso Reyes, Cartilla moral, 1 ed., Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2004, pg., 19.

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    Cunto el aroma exageras,

    Cunto extremas tu arrebol,

    Flor que te pintas ojeras

    Y exhalas el alma al sol!

    La amenaza de la flor39

    Este final ya es en vas de la invencin que ha de construir un futuro

    del imaginario; imgenes tambin de irrealidad en medio de unas

    circunstancias donde predominaban la desilusin y las premoniciones sobre

    lo trgico. Se trata, pues, de un itinerario vivencial que, en un principio,

    apareca positivo y vital para la condicin de poeta de Reyes, recin

    exiliado y huido de la persecucin en Mxico; pero que, despus, si se va

    presentando como una convivencia que le enriquece, tambin se le dar con

    altibajos de sintona entre sus visiones y las de sus maestros. Culmina,

    finalmente, en un estado de plenitud e integracin potica y social con los

    jvenes creadores e intelectuales, cuyas orientaciones ideolgicas, sociales

    y culturales tienden a abarcar la realidad espaola en sus diversas facetas,

    como un elemento integrador de lo universal, tal y como el propio Alfonso

    Reyes entenda ya la creatividad y la literatura.

    39

    Alfonso Reyes, La amenaza de la flor, Madrid, 17 de octubre de 1917, en: Constancia potica, op.

    cit., pg. 78.