aa.vv. - sobre la mentira

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7/21/2019 AA.vv. - Sobre La Mentira http://slidepdf.com/reader/full/aavv-sobre-la-mentira 1/164 Sobre la mentira Gerolamo Cardano Michel de Montaigne Mateo Alemán Robert Burton  Franeis Bacon  La Mothe le Yayer  Pió Rossi  Vauvenargues Denis Diderot  Jean-J arques Rousseau  Fedor Dostoyevski  Robert Louis Stevenson cuatro

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Sobre la mentira

Gerolamo Cardano 

Michel de Montaigne 

Mateo Alemán 

Robert Burton 

Franeis Bacon 

La Mothe le Yayer 

Pió Rossi 

Vauvenargues 

Denis Diderot 

Jean-J arques Rousseau  

Fedor Dostoyevski 

Robert Louis Stevenson

cuatro

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¿Mentir es ir contra la mente? ¿O, por el

contrario, la mentira y la duplicidad son con-sustanciales al hecho mismo de pensar? ¿Esel disimulo el rasgo diferenciador del animal

humano? ¿En el fondo, como se afirma,

resulta más fácil decir una verdad que una

mentira? ¿No cabe sospechar, con Rousseau,

que el hombre embustero es, paradójicamen-

te, una expresión de la generosidad humana?¿Es la literatura la verdad de la mentira?

¿Tienen los rusos, una propensión natural al

engaño, según lamenta Dostoyevski? Estas y

otras cuestiones han sido motivo de preocu- pación, inquietando hondamente a los euro-

 peos modernos desde que el humanismo

renacentista descubrió ese inmenso conti-nente del Yo, del individuo moderno y sus

complejas relaciones con los otros.Grandes figuras de las letras europeas

desde los primeros exploradores de la

mente moderna, como Cardano y Montaignehasta grandes fabuladores como Stevenson y

Dostoyevski, pasando por filósofos de la

talla de Bacon, interesantes pensadores des-conocidos en España, como el escéptico La

Mothe o el autor del  Léxico de la mentira, Pió Rossi, desengañados barrocos como

nuestro Mateo Alemán, estudiosos de la

melancolía como Burlón, lúcidos ilustradoscomo Diderot, aforistas como el inéditoVauvenargues o sinceros prerrománticos

como Rousseau componen un paisaje que

recoge lo más inteligente de cuatrocientos

años de reflexiones sobre una práctica

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cuatro, ediciones

1. Jacques Derrida, Cosmopolitas de todos los países, ¡un esfuerzo más!

2. M. Jalón, F. Colina, Pasado y presente. DiálogosCon H.-G. Gadamer, E. Lledó, J.-P. Vemant, G. Duby, A. Tenenti, F. Savuten J. I- Peset, 

 J. M. López Pinero, J. Pitt-Rivers, G. Vattimo,  A. Bessa-Luís, E Pino

3. John Donne, Paradojas y devociones4. Juan Benet, Cartografía personal

5. Remo Bodei, Ordo amoris. Conflictos terrenos y felicidad celeste

6. Hugo von Hofmannsthal,  Instantes 

griegos y otros sueños1.  Jacques Derrida,  No escribo sin luz 

artificial

8. Jean Starobinski,  Razones del cuerpo

9. José Luis Peset, Genio y desorden

10. Carlos Barral,  Almanaque

11. M. Jalón, F. Colina, Los tiempos del  presente. Diálogos Con R. Bodei,  ./. Goody, J. Le Goff, A. 

 Domínguez. Ortiz, G. Levi, R. Chartier, M.  Perrot, S. de los Mozos, T. Todorov, J. 

 Morichal, H. R. Jauss, S. Sontag

12. Juan García Hortelano,  Invenciones urbanas

13. Sobre la mentira Por Cardano, Montaigne, Alemán, Burton, 

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 V y .

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Sobre la mentira

Cardano, Simulación  y disimulación 

Montaigne,  Los m e11 ti ros os 

Alemán,  El arte del engaño 

Burton,  La risa de De mée rito 

Bacon, ¿Qué es la verdad?

La Mothe,  La verdad es verde 

Rossi,  Léxico de la mentira 

Vauvenargues, Una idea del mundo 

Diderot,  Duplicidad y tiranía 

Rousseau,  El daño  y ¡a ficción 

Dostoyevski, Una escena rusa 

Stevenson,  La verdad en el trato

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Traducciones: Rosario Ibañes, Miguel Ángel González Manjarres, María Bolaños

(O cuatro, ediciones, 2001Derechos: cuatro, ediciones, 2001Valladolid, leí.: 983 350 695. Fax 983 392 229Edición: Mauricio JalónDibujos interiores: Miguel Angel, Mujer cubierta  (c.

(Joya, Mozo de cuerda

1500)

Distribución en Castilla y León (excepto Soria):LIDIZA, Avda. de Soria, 15. 47193 La CistcTniga (Valladolid)

Distribución en el resto de España:SIGLO XXI. Camino Boca Alta, 8-9. Polígono El Malvar28500 Arganda del Rey (Madrid)

Imprime: Gráficas Andrés Martín, S. L.

Paraíso, 8. 47003 Valladolid

ISBN: 84-931403-2-5Depósito Legal: VA. 373.-2001

Impreso en España. Unión Europea

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INTRODUCCIÓN

«Es casi imposible llevar la antorcha de la verdad a través

de una multitud sin chamuscarle la barba a alguien».

L i c i i i i -n b k r i;1

Sobre la mentira

La literatura sobre la veracidad, el engaño o la reserva

mental es amplísima. Y no sólo porque la mentira remite a

 problemas de la mente y del conocimiento o a cuestiones óti-cas, jurídicas y políticas, es que todo trato con cosas, hechos

e ideas o todo el trato humano tienen que ver con la falsedad

y la veracidad. Incluso la antorcha  viejo símbolo de la ver-

dad poco tiene de recta ni de armónica; es un tanto informe

y retorcida, bien sea un trozo de madera resinosa, bien un blo-

que de tres o cuatro velas enroscadas. ¿Por dónde empezar,

 pues? ¿Qué terreno elegir y cómo presentarlo?En Sobre la mentira se opta por ver los modos en que el

individuo moderno se enfrenta a ella  moralmente,  y sólo a

 partir de su expresión más creadoramente directa: el ensayo y

el pasaje subjetivo o aforístico. Lo cual supone una perspec-

tiva muy parcial. Para hablar de la mentira habría que hablar

de todo: por ejemplo, de la difícil verdad de los hechos per-

cibidos o reconstruidos o de la verdad incierta del poder o

incluso de nuestra esencial duplicidad.

La modernidad se ve retratada, aquí, en juicios y relatos

muy variados sobre el comportamiento falaz. El núcleo de

esta selección de escritos se localiza entre los siglos XVI y

XVIII, una etapa progresivamente escéptica. A dos impor-

tantes sabios de esa primera centuria Cardano y Mon-taigne, les siguen autores que mueren ya en el Seiscientos,

Mateo Alemán, Bacon, y Burton. A continuación, aparecen

La Mothe y Pió Rossi (Léxico de la mentira), escrito-

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8 SOBRE LA MENTIRA

res desconocidos en castellano, que se sitúan en pleno siglo

XVII.Luego, el siglo de las Luces, claramente francés, está

representado por unos aforismos de Vauvenargues, tan valio-

so como poco frecuentado, por dos ensayos recuperados de

Diderot y un texto del más célebre escritor sobre la mentira,

Rousseau. Estas figuras, complementarias entre sí, hacen de

umbral de la centuria donde agonizará el antiguo Régimen,

tiempo en que se disolverán ciertas formas de la civilizaciónabriendo paso, tras la Revolución, a otro mundo de valores,

expresivos e intelectuales.

Por último se han recuperado al menos las palabras de

dos autores del siglo XIX; pues sucede que la libertad de

exposición y, sobre todo, la densidad expresiva decimonóni-

cas significaron un retrato a la vez social e individual; y

Dostoyevski y Stevenson son excelentes diapasones del

nuevo trato que va estableciéndose con la palabra, la familia

y la nación. Y su escenificación literaria afectó a los senti-

mientos y a las ideas contemporáneos.

De esta forma, el libro se cierra hacia 1900, si bien es ver-

dad que cien nuevos años de práctica del engaño y de equili-

 brios de la verdad se han deslizado desde entonces. Pero todose complicó más en un siglo XX al que nos referiremos de

 paso al final, y en que la pretensión de certeza o la imposición

de la mentira alcanzaron unas altas cotas de crueldad.

 La representación moderna

¿Por qué elegir aquí a los modernos? Por ese complejo

«individualismo cultural» que los define y hace más atractiva

la determinación de la mentira; por la aparición de una forma

nueva de representar el mundo, más compleja y retorcida; por

el poderoso auge del escepticismo, apoyo de las modernas

ciencias y fuente de nuevas ideas morales.

Como contraste con el deseo de precisión y fidelidad en

reproducir lo real, en esa etapa se va complicando la noción

de verdad: lo claro parece mezclarse más confusamente con

la falsedad, la incertidumbre, la infidelidad o la impotencia.

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INTRODUCCIÓN   9

Incluso nuestra amalgama moderna de espontaneidad,

receptividad y relativismo, de presunta libertad individual yde sumisión abstracta a ideales ignotos tiene que ver conuna idea conflictiva de verdad, tal y como se empezó a reco-nocer en el Renacimiento. Como decía León BattistaAlberti, hacia 1430, los nuevos saberes y artes no suponenun conocimiento libre y sin obstáculo2. Antes al contrario,las oscuridades y cortapisas a las que se enfrentan remiten a

la «imposibilidad de la verdad», si bien precisamente seme- jante dificultad es la que espolea el cultivo del pensamien-to, la propia creación, el terreno tan incierto y crudo de la<

Y es que por entonces se resaltó de un modo singular el cultivo ele la mente, y el tipo de saber que se le asocia, el cul-tural, ha de centrarse en los equilibrios de la verdad, y por

ende en las falacias, en los rodeos, incluso en la indiferencia.Hs esta curiosa actividad humana la que pone todo en entre-dicho, y por ello los fundadores o recreadores modernos de lacultura pueden hablarnos mejor de la  ambivalencia  de todonuestro comportamiento civilizado.

Sin embargo, sería una ceguera olvidar a los antiguos. Yaal iniciar el cuarto capítulo de  El patrañuelo, impreso en1567, escribe Ti moneda: «hay en Roma, dentro de los murosde ella, al pie del monte Aventino, una piedra a modo de moli-no grande, que en medio tiene una cara, casi la media de leóny la media de hombre, con una boca abierta, la cual hoy endía se llama la Piedra de la Verdad... Tenía tal propiedad, quelos que iban a jurar para hacer alguna salva o satisfacción de

lo que le inculpaban, metían la mano en la boca, y si no de-cían verdad de lo que les era interrogado, el ídolo o piedracerraba la boca y les apretaba la mano, de tal manera que eraimposible poderla sacar hasta que confesaban el delito en elque habían caído; y si no tenían la culpa, ninguna fuerza leshacía la piedra, y así eran salvos y sueltos del crimen que lesera impuesto, y con gran triunfo les volvía su fama y liber-

tad... Si eran culpados, les castigaban según el caso, y lasleyes romanas con todo rigor lo permitían»3.Su  patraña  habla de la justicia inveterada, de la

Antigüedad clásica, tan presente ahora en las letras europeas.

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10 SOBRE LA MENTIRA

En estas líneas tan llanas, verdad y mentira aparecen separa-

das netamente y remiten a la costumbre, así como a la liber-tad o a la fama, a la ley y al castigo. Timoneda se inspiró en

los italianos que revitalizaron el pasado Boccaccio,

B andel lo, Ariosto, así como en las Gesta romanorum,  en

Apuleyo y hasta en Heródoto, el influyente narrador de his-

torias, tradiciones y curiosidades antiguas. Sin olvidar en el

fondo, como todo narrador, cierto empuje homérico.

 Mínima historia de la mentira antigua

Por supuesto que los engaños, estratagemas y disimulos

tienen un papel determinante en la fundación del mundo,

según los mitos griegos4 o los de cualquier zona del globo.

Toda la ficción, todo arte de tabular, arranca de paradojas y de

ardides. A menudo se le motejó a Homero de ‘mentiroso5, de

fabulador, pero como poeta no tenía que calcar una realidad

histórica, sus relatos sólo remitían a sí mismos (a la eficacia y

la seducción narrativa), en contraposición con otra fuente ima-

ginativa de nuestra cultura,  \a Biblia*. El mundo homérico, las

 palabras de la ¡liada y quizá especialmente la Odisea, preten-de contarnos un universo que no oculta más señas que las

complejidades y las ambiciones de los humanos.

Aunque de modo distinto, en otro viejo maestro, Heró-

doto, se combinaron inextricablemente la mentira y su rival,

la veracidad, al narrar la vida de los hombres. Por un lado,

Heródoto ponía la verdad por encima de los otros valores

cívicos rechazando de plano la falsedad6; por otro, como padre de las humanidades, era sin duda el legitimador de las

verdades imperfectas y de esa ambivalencia valorativa que

será maestra de los modernos. De hecho, si Lorenzo Valla tra

dujo a este testigo y enjuiciador de humanos, en 1474, y fue

defendido en el siglo XVI, también se rechazaron muchos de

sus relatos fabulosos (según Vives, Heródoto sería el «padrede la mentira»). Pero toda la cultura europea y, antes, grie-

ga se verá marcada por sus relatos.

En general, las discusiones relativas a la vida en sociedad,

al peso del ejemplo histórico, a la representación verbal de los

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INTRODUCCIÓN   11

conocimientos arrancan de una reflexión griega sobre la vero-

similitud, la justicia o el saber certeros. El cuestionamiento dela autenticidad nutre un diálogo temprano sobre la mentira, Hipias menor, donde Platón se pregunta entre vaivenes: «¿Losveraces y los mentirosos son individuos distintos, incluso muycontrarios unos a otros?»; «cuando dices que los mentirososson capaces y hábiles, ¿acaso dices son capaces, si quieren, deengañar en aquello en lo que engañan, o bien que no son capa-

ces?». Y oscila aún Platón de un lado a otro valorando la pala- bra en su uso público: «Los que causan daño a los hombres, losque hacen injusticia, los que mienten, los que engañan, los quecometen faltas, y lo hacen intencionadamente y no contra suvoluntad, son mejores que los que lo hacen involuntariamente».Sin embargo, añade Sócrates, «algunas veces me parece lo con-trario y vacilo sobre estas cosas, envidentemente porque no sé».

Esta discusión semisofista sobre la veracidad se veráreconducida, paso a paso, en el Crátilo o en la República o las

 Leyes1 donde se elogia ya, abierta y radicalmente, la verdad.De esta defensa platónica, y de su propia actividad académi-ca y científica, saldrá la reflexión de Aristóteles sobre la cer-teza en todos los planos, histórico, ético y lógico*. Con ambosy con sus sucesores emerge quizá por encima de lo demásel gigantesco terreno de la política, y por tanto el mundo dela ‘dificultad de la acción’ y de sus trampas asociadas. Sucodificación práctica fue diseñada, de hecho, en las «repúbli-cas» de Platón, Aristóteles y también Cicerón.

Pero no es este el terreno, tan ceñido, en el que nos deten-dremos; ni tampoco en la construcción de la racionalidad

lógica, sino en su herencia moral  y literaria. Ya el influyenteCicerón hablando de los dones de la amistad, señalaba que«la verdad es molesta», pues el odio nace de ella. Y es que el

 problema de la certeza se repite y enriquece con la difusiónde tantas enseñanzas y narraciones por el Mediterráneo, mar-cadas por el individualismo grecorromano: prolifera el reinode la palabra privada, donde no hay ningún límite para la fal-

sedad, según reconocía otro autor con autoridad para losmodernos, Séneca9.Poco después, en el siglo II de nuestra era, el más rico inte-

lectualmente de la tardía Antigüedad, se hará un balance plural

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12 SOBRE LA MENTIRA

de este problema. Por muy diversos caminos, Plutarco,

Luciano, Sexto Empírico u otros escritores de gran talla, en esacenturia dominada por la lengua griega, expresan un modo de

contemplar la realidad que marcará nuestro futuro. Así

Plutarco escribe sobre el charlatanismo falaz, sobre cómo dis-

tinguir a un amigo de ese adulador «que tiene como útil base

de operaciones contra nosotros nuestro amor por nosotros mis-

mos», o también sobre cómo obtener provecho del enemigo,

que influirá en Montaigne o en Rousseau, entre tantos otros10.El mejor irónico del pasado, Luciano de Samosata, retra-

ta literariamente al mentiroso: «no sabes qué clase de cosas

dijo, cómo se las creía, cómo las confirmó la mayoría de ellas

con juramento, poniendo por testigos a sus hijos; hasta el

 punto de que, mientras dirigía mi vista hacia él, mi mente se

llenaba de ideas pintorescas: bien que estaba loco y no esta- ba en sus cabales, bien que se trataba de un impostor y que,

durante mucho tiempo, no me había dado cuenta de que un

mono ridículo se escondía bajo una piel de león. Hasta ese

 punto eran absurdas las historias que contaba» {El aficionado 

 a la mentira).  A cambio, en la  Historia verdadera, defiende

la libertad de inventar historias y el necesario ‘descrédito’ de

la ficción «sarta de embustes expuestos de modo convin-cente y verosímil»; afirmando que «una sola verdad diré:

que digo mentiras; así creo poder escapar al reproche de mis

lectores al reconocer yo mismo que no digo la verdad»11.

Finalmente, y desde una perspectiva más teórica, la pre-

sencia del escepticismo de Sexto Empírico importante en la

moderna conciencia, junto con el desarrollo, por entonces, de

una segunda sofística es crucial a la hora de quebrar muchascertezas no filtradas por la razón12. Pero faltaban muchos

siglos para que se multiplicaran esas voces, morales, litera-

rias, críticas, en los tiempos turbulentos del Quinientos.

 Ecos del mundo bíblico

En ese mismo siglo II, tras el empuje de las nuevas reli-

giones, el cristianismo había logrado una notable expansión.

La idea de ‘verdad’ se hacía más complicada todavía, al

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INTRODUCCIÓN 13

adquirir nuevas capas y vetas; de rechazo, aparecía como

enseña en el título de un conflictivo escrito debido al filóso-fo platónico Celso,  Discurso verdadero contra los cristianos.El «Libro» por antonomasia, poco a poco dominante, y losnuevos textos y versículos la nueva cultura que se difundequerrían expresar un único mundo verdadero, desearíanimperar con una doctrina sencilla pero inalcanzable y con una

 promesa segura aunque medio velada.

La beligerancia entre la piedad antigua y la nueva va acobrar un papel decisivo en un par de siglos más, aunque surjatambién una amalgama formada tanto por certidumbres y visio-nes neoplatónicas como por normas y decisiones agustinianas,nutridas de la Biblia. Ya en Las confesiones de Agustín, a la veztan brillantemente personales y tan monológieas, el problema dela verdad cobraba un aire muy distinto al anterior (no en vano,

además, dice él «odiar la gramática griega»); y de la obra de eseautor arranca la obsesión medieval por la traición y los mentiro-sos, cuya fuerza radical no se ha disuelto en la modernidad.

%

El tratado más leído de Agustín de Hipona fue, durantesiglos,  De mandado, un escrito valioso que clasifica esas fal-tas a la verdad con vistas sin duda a la contrieción14. Pues, enel Medievo, los malos serían esencialmente los mendaces; iral Paraíso exigiría haber respetado la verdad, ese valor supre-mo que sería asimilable en parte a la fidelidad   en el sistemafeudal, según Le GoíT14. En todos los planos de las relacioneshumanas, pues, la mentira significaría una  gran ruptura  conel modelo idealmente deseado por la colectividad.

Mentira y felonía, se opondrían al orden terreno y celes-

te. Y por ello el vocabulario medieval dispone de innumera- bles términos y giros para designar la falacia, en todos susgrados, y los distintos tipos de mentirosos. El vocerío de lafalsedad vital y las reconvenciones de los portavoces de laverdad seguirán oyéndose mucho tiempo después: el contras-te entre el poder divino de la certidumbre y el fraude de lamendacidad late fuertemente en todos los textos recogidos

aquí, desde los  Ensayos  de Montaigne hasta el  Diario  deDostoyevski, si bien con muy distintos matices.En realidad, el nuevo humanismo el trasfondo intelec-

tual de la modernidad nunca quiso olvidar esas referencias

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14 SOBRE LA MENTIRA

medievales. Petrarca, en su diálogo Secreto mío  de 1347,

habla con Agustín de Hipona («a la zaga de la Verdad», segúndice)15, y relee sus Confesiones  más o menos sinceras.

Tampoco desdeña otras valoraciones de la experiencia vital

de los antiguos “las Tusculanas de Cicerón, o la Consolación 

de Boecio, que tienen que ver con las certidumbres, las fal-

sificaciones, las convicciones o la identidad. Pero el modo

 petrarquista de escapar de su ignorancia sobre sí mismo, de

analizar su actuación cotidiana, de reconocer, por ejemplo,que «no me aprecio demasiado a mí ni tampoco a los otros»,

tiene que ver con los labios de la verdad, con el secreto inter-

no, con el examen de las palabras, con las tretas y engaños

 propios: con unas artes de la mentira que anuncian la, a veces

 poco definida, conciencia moderna.

 Mentiras modernas y apariencia de la verdad 

Puede decirse que, por sus actitudes, formas y lenguajes,

toda sociedad es un teatro de la apariencia. La medieval lo fue

en sus gestos y en sus fuertes contraposiciones; en cambio, el

tiempo en que se produjo una honda crisis religiosa y unafianzamiento de la individualidad el siglo XVI parece más

enmascarado y matizadamente conflictivo. Por ello, la idea

de veracidad espoleó a quienes buscaron una reforma moder-

na en el entendimiento y en todas las costumbres.

Por supuesto que buena parte de las páginas de Erasmo

están alentadas por esa obsesión, ya que, como recordaba en

 El epicúreo, hacia 1536, poco antes de morir, «nada más des-graciado que un hombre con mala conciencia». Su amigo

Vives escribía vertiginosamente, en 1524, sobre el problema

de esa verdad que no naufraga aunque sufra  tormentas, que a

la postre será la opción más grata si bien se hace a veces odio-

sa. Para el humanista, no sólo el tiempo «debilita lo falso y

corrobora lo verdadero», es que el mentiroso, estragado por

la mentira, sería lo más vil y despreciable. Por ello, concluye:

«si no quieres decir cosas que se contradigan, si deseas que

en tus palabras haya constancia, huelga la buena memoria y

cualquier otra habilidad, basta con que digas siempre lo que

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INTRODUCCIÓN 15

crees ser verdadero», pues lo falso es una disonancia, no con-

cuerda ni siquiera con lo falso16.La mentira ha iniciado su despegue moderno, y diversosescritos la abordan con nuevo estilo. Desde Italia se elaborauna vasta discusión sobre el halago y los matices verbales -El  

 cortesano de Castiglione data de 1528;  La conversación civil  de Guazzo es de 1574, así como sobre la risa burlona, laafectación, la imprudencia, el atrevimiento, la falsedad o el

silencio. Las relaciones entre individuos tratadas porMaquiavelo o Guicciardini incluían además la guerra y lasformas poder, la hostilidad y el pillaje. Cuando empieza adeclinar el Renacimiento, Cardano está escribiendo el  Libro 

 de la prudencia civil  sus palabras se eligen como pórtico,en donde adelanta un severo y coherente saber acerca delcomportamiento humano y trata abiertamente el disimulo o la

 precaución ante las decisivas luchas civiles y religiosas17.Es también ahora cuando se prodiga la miscelánea, prece-

dente del ensayo moderno. Y, en una difundida obra de estela Silva de varia lección, Pedro Mexía rastrea la falgenero

sedad, al analizar «cómo puede haber diferencia entre mentiry decir mentiras, y cómo puede uno no mentir, siendo menti-ra lo que dice, y, por el contrario, diciendo verdad»18. Algúneco de sus palabras se oye en  Los mentirosos  de Montaigne,que escribe de forma inaugural sobre nuestra estancia en elmundo. Montaigne va a hablar del ropaje ridículo de la men-tira y la apariencia, planteando la necesidad de arrancarse cadamáscara sobreañadida hasta vislumbrar el aspecto verdaderode las cosas. Sin embargo, detrás de los aspectos ilusorios no

dejará de encontrar otras capas de lo ilusorio. La verdad se noshurta, e intenta adivinarla en cada instante, sabiendo de nues-tra imperfección. De hecho, él escribe «no para establecer unaverdad sino para buscarla» denodadamente19.

Por el lado de la nueva literatura que ahora prolifera, esamoderna prosa del mundo, varios discípulos de Luciano deSamosata habían fecundado la escena de las letras20. Y la iro-

nía de Luciano empapó la gran literatura castellana, desdeAlfonso de Valdés, alcanzando a Cervantes, Mateo Alemán,Vélez de Guevara su  Diablo cojudo hilvana calles y levan-ta tejados, o a Quevedo, ese continuo descubridor de abusos,

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I<> SOBRE LA MENTIRA

hipocresías y embustes, de «desnudas verdades, que buscan

no quien las vista sino quien las consienta» (Juicio final). Elfragmento aquí elegido del Guzmán de Alfar ache es una ver-

sión del engaño aparato del fraude, paralelo al de la menti-

ra sostenida por un vigoroso lenguaje. La inteligencia y el

ácido análisis de Mateo Alemán hacen ver cómo la picaresca,

en fin, puede ser una anatomía del mundo. Además la figura

del mendaz se convertirá en un patrón dramático, y no sólo en

 La verdad sospechosa, de Ruiz de Alarcón21.Pese a tanta decepción, parece como si la propia vida

i uese cada vez más el verdadero espeeíácido  que nos está

concedido. Robert Burton, ensayista heredero de Cardano o

Montaigne y, en realidad, el mayor compendiador de todos

los escritos antiguos y modernos, ofrecerá con su  Anato

 mía de la melancolía de 1621 uno de los más vastos frescos

del mundo humano, del que extraemos unas páginas sobre larisa de Demóerilo ante el mercado social.

El escepticismo ha ganado posiciones, y se relativizan

íntimamente los juicios sobre las cosas, pese a que la teología

dominante quiera ser la intérprete  de toda mentira. Muchos

autores del siglo XVII nos lo recuerdan de un modo más o

menos teórico, profanamente. Francis Bacon, más lacónico (ehipócrita acaso), prefiere hablar «De la verdad», en la versión

final de sus  Ensayos, de 1625, un año antes de su muerte. Con

un lenguaje seco, eco de su poderío efectivo, reconoce Bacon

los prestigios que otorga, en la práctica, cierta mentira, sobre

todo si se apela a la vez, y bíblicamente, al poder de las cer-

tidumbres.  En esta época, ‘maquiavélica’, no podía faltar ese

texto suyo de varios filos, agudo, tajante, y con una aparentesumisión al poder superada por la forma. Bacon aclimata el

género de Montaigne a la lengua inglesa, y será cultivado por

Hume o Swift, hasta llegar a Hazlitt o Stevenson: el ensayo

remueve la autenticidad así como todo tipo de infundio.

De entre los escépticos humanistas, el longevo Frangois

de La Mothe Le Vayer (15881672) fue el de mayor forma-

ción filosófica. El llamado ‘cristiano escéptico’ o ‘incréduloepicúreo’, sigue a Sexto Empírico, e intenta aclimatarle en

París. Al mismo tiempo, pretende alinearse con Montaigne,

de modo que su culto escrito sobre la mentira, sin ser genial,

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INTRODUCCIÓN   17

es buena síntesis del librepensamiento y del pirronismo delSeiscientos23. Por supuesto que otra filosofía más excelsapero menos ‘impurificada’ se genera con las Meditaciones de Descartes. Ahí, entre sus líneas sobre los errores, al medi-tar sobre «Lo verdadero y lo falso», de pronto reconoce el poder del embuste por lo que tiene de sutileza o potencia, dic-taminando a continuación que «pretender engañar es indiciocierto de debilidad o malicia»24. Un inmenso magma teórico

crece en la estela del cartesianismo, en el que la certeza, y su posible envés, tienen un papel determinante en las ideas:Spinoza dirá que la verdad  no contradice  la verdad.

Pero hay otro vasto campo moral. El mundo del Barroco,obsesionado por la mentira, corresponde a un espacio socialmasivo y anónimo, urbanoburócrata, conservador y dirigido

 por la fuerza. A mediados del siglo XVII, Graeián, ahormado

 por el centralismo teológico, escribirá páginas críticas sobrela dislocación de los valores de la verdad y de la apariencia:en  El discreto  (ese telón del disimulo), o en su obsesivo  El   criticón, donde la peregrinación de sus protagonistas se pro-duce entre los vaivenes del desengaño.  El criticón  es dema-siado caudaloso como para poder aislar aquí una muestrasuficientemente larga y cerrada; pero una ráfaga puede resu-

mir sus habilidades y sus fobias: «la Mentira, pues, con elEngaño embistan la incauta candidez del hombre cuandomozo y cuando niño valiéndose de sus invenciones, ardides,estratagemas, acechanzas, trazas, ficciones, embustes, enre

t

dos, embelecos, dolos, marañas, ilusiones, trampas, fraudes,falacias y todo género de italiano proceder»25. Las querellas

con otras naciones definen nuestra falsificada identidad.Recogemos, en cambio, el muy notable y casi secreto Léxico de la mentira de Pió Rossi26; su vigor itálico se expre-sa en el lenguaje internacional, al inscribirse en una culturaeuropea de fuertes contraluces y de abstractos moralismos.Este es un texto capital de Sobre la mentira, y no sólo por suconsiderable tamaño y su valor clásico: Pió Rossi, que se

hace eco del tardío humanismo, representa bien el Barrococon su Banquete moral : fue el piacentino un monje que buscósu libertad interna en este libro clasificador: el orden teológi-co del siglo, y el claustral suyo, condicionaban su libertad

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IS SOBRE LA MENTIRA

externa. Su vocabulario circular de conceptos acusar, dupli-

cidad, amistad fingida, artificio, calumnia, maledicencia,

secreto, simulación es un gran panel de voces mentirosas

que nacen de un único Mal de fondo.

 En los márgenes de la razón

ídia centuria después, la poco poética pero ricaIlustración va a ir en pos de la tema saber, bien y verdad, apar-

tándose del absolutismo teológico y luchando ahora con diver-

sos males insalvables, humanos y concretos. Si todo el proble-

ma del mal se reformula (ya no se busca su origen singular), el

de la mentira asimismo se descentraliza, se multiplica, se

diversifica. La matriz simbólica divina se atenúa o se diluye, y

la cuestión de la verdad se hace más relativa, pero sigue sien-do acuciante: se buscan las causas de la mentira social y sus

 posibles terapéuticas27. Un Voltaire, por ejemplo, se bate con-

tra las trampas del nuevo hervidero civil; por ejemplo, en su

contribución ciudadana a UAffaire Calas, donde forcejea con

denuncias y juicios calumniosos. También el problema de la

falsa acusación brilla en la entrada «Verdad» de su Diccionario 

 filosófico; pero esas dos antorchas de las Luces, en lucha con-

tra la opacidad supersticiosa, la intolerancia y la falsificación,

no pueden reflejarse en pocas páginas.

Por el contrario, escogemos unos aforismos de Vauve

nargues, autor no traducido, que destilan las preocupaciones

felicidad, razón y sociabilidad del siglo luminoso. Ciertas

‘moralidades’ de la Ilustración, como esas fórmulas suyas, prolongan ideas de algunos moralistas precedentes, que pre-

ludiaban el proceso de la civilización. Así el sociable La

Rochefoucauld, entre 1665 y 1678, anotaba que «aunque des-

confiemos de la sinceridad de quienes nos hablan, siempre

creemos que con nosotros son más veraces que con los

demás»; o bien, tras mostrar cómo nos gusta adivinar la ver-

dad de los demás sin ser adivinados por nadie, indicaba que«a menudo nuestras virtudes son sólo vicios disfrazados»2*.

Sus reflexiones serán acrecidas y realmente desbordadas por

la sociedad de las Luces, así en Vauvenargues (17151747),

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INTRODUCCIÓN   19

ejemplo de una sabia literatura aforística que gana terreno la

de Diderot, Ligne, Chamfort, Goethe, Joubert, Lichtenberg,y que no cejará con la Revolución francesa.Sucede que la verdad objetiva, meta de toda ciencia o eru-

dición, no excluía el buen gusto, según vio el ilustradoMuratori. Además, grandes figuras como Diderot y Rousseauhabían dado ya otro giro al pensamiento, haciendo cada vezmás difíciles sus simplificaciones. El primero logra con  El  

 sobrino de Rameau  un diálogo que, sólo en su integridad, permitiría ver al extraño que gesticula ante Diderot como un personaje desajustado a fuerza de ser brutalmente sincero:«nunca soy embustero, por poco interés que tenga en serveraz; y nunca soy veraz, por poco que me interese ser men-tiroso; digo las cosas como se me ocurren». Recogemos deDiderot, en cambio, su temprana y curiosa entrada«Duplicidad» de la  Encyclopédie, así como su panfleto con-tra los engaños del despotismo, personalizado en Federicode Prusia: ambos textos muestran ya el gran porvenir diderotiano20.

También se recoge una muestra decisiva de Rousseau, pues él relativiza los intereses y criterios de la ciencia, se

vuelca en la subjetividad y la escritura para acercarse elmundo más velado, donde ciertas trampas se solapan y redo- blan o donde las mentiras parecen recomponerse: nunca sedisuelven. Todo Rousseau giró en torno a las veladuras, yresultan insoslayables sus tardías ensoñaciones sobre la trans- parencia en el trato humano30. Pues este desenmascaradorquería, según afirmó, ser el «testigo de la verdad».

 La literatura como verdad de la mentira

La secuencia de textos que preludia la sensibilidad con-temporánea, y que entre la ficción y el pensamiento llegahasta Rousseau, resulta todavía insuficiente. El gran desarro-

llo de la literatura, en el siglo XIX, dio paso a una represen-tación indirecta y muy escalonada del mundo de las certi-dumbres, así como de los excesos, engaños o estrategias de lamendacidad. Disueltas entre tantos diarios, diálogos, perso

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Soum-'. I AM HN TI RA■u

najes y tramas novelescas, ahora las trampas o las mentiras

cobran variados coloridos en las redes sociales, familiares eindividuales: la mentira amorosa era un hilo clave del múlti-

 ple trato social. El fraude conyugal puede ocuparlo todo,como en  El coronel Chabert, de Balzac, que narra una su- plantación matrimonial que destruye al protagonista.

Leopardi reconocerá que «todas las cosas todas las ver-dades tienen dos caras, diferentes u opuestas, mejor dicho

infinitas»31. Y es que los narradores del siglo XIX recorren lastrampas del lenguaje veraz, escriben a menudo sobre las fala-cias y los cálculos de la vida diaria, lo hagan en francés, ale-mán, portugués, español o ruso, sean Stendhal32, Eichendorfo Heine, Gástelo Braneo, Flaubert, Clarín o Turguéniev. Elteatro de la verdad es ahora el del relato, y el prestigio que lanovela decimonónica sigue manteniendo hoy puede provenir

de ese escenario tan vivo e irreductible, donde los cientos deargumentos y formas de narrar son otras tantas variacionessobre el comportamiento humano, de pronto reformulado

ante la sociabilidad que se instaura, dominada por el entornofamiliar y la figura paterna. No obstante, según diagnosticaVirginia Woolf, todos esos escritores que se definían comoveraces, al ofrecer un «mundo en el que nuestra atenciónqueda siempre centrada en cosas que pueden verse, tocarse ycatarse» tras suscitar la sensación de realidad física o existencial, «se dedican inmediatamente a arreglárselas para quela acción quiebre la solidez de nuestra creencia, a fin de queno llegue a ser opresiva»33.

Por su fuerza, elegimos aquí dos ensayos de timbre muyliterario

, un artículo de Dostoyevski34 sobre la mentira de1873, que mezcla la falacia con una inseguridad de su nación,conflicto propio de su centuria; y otro como remate, del lumi-

noso Stevenson, un lector temprano y asiduo de Montaigne.Hombre de letras absoluto, preocupado como pocos por laamistad y por la franqueza así en  El señor de Ballantrae,logró fundir ese contraste con refinada violencia hasta en sus

relatos más neutros.  La verdad en el trato, 1879, anima todaslas cuestiones abordadas, incluyendo el papel de la ficción enla vida y todas las formas del engaño, de la duplicación des-garradora («el odio a mi otro yo») y del disfraz.

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INTRODUCCIÓN 21

Por supuesto, hubo otras reflexiones capitales, aunque

con un tono ya algo distinto. Henry James escribía en 1888sobre el arte del relato, su malignidad, su  mentira necesariay también su poderío, tan denostado por diversos poderes, positivos o religiosos. Por esos años finiseculares se plantea- ban interrogantes sobre el inmoralismo o sobre la posibilidadde una nueva moral. Otros dos textos, hoy en día difundidos,coincidían con él en la perspectiva estética: Oscar Wilde, en

 La decadencia de la mentira, de 1889, diagnostica que elocaso del mundo ficticio de todo arte ilusorio o 'deforma-dor’ suponía el fin de toda literatura. Unos años antes, el joven Nietzsche, en Sobre verdad  y mentira, reivindicaba yael ímpetu del hombre en la construcción de metáforas(«impulso fundamental del que no puede prescindir ni un solo

instante»), describiendo la verdad como «una hueste enmovimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos»35.Son también piezas maestras de nuestra conciencia desgarra-da, y pueden hacer de espejo para estas otras aquí escogidas.En Stevenson, en todos los textos que le han antecedido, hayuna gran expresividad personal aunque también se apreciauna sobresaliente invención de argumentos.

 Fragmentación, hostilidad y verdad de la justicia

Analizar textos a partir de 1900, aproximadamente, exi-giría un libro de naturaleza muy distinta a éste: por un lado,habría de ser más teórico y, por otro, estaría más unido a la

historia material de los hombres, a sus conflictos civiles máslacerantes, a las manifestaciones más decisivas del poder.Además, el choque entre ideas, vidas, organismos sociales yfacciones se acentuó tanto en el siglo XX que Sobre la men

 tira  centrado en el ensayo moderno de sesgo moralista,debe limitarse a recordarlo, aceptando que su perspectiva

quizá sea dolorosamente incompleta.La idea de falacia ha cobrado otra dimensión ante losfenómenos de masa propios de esa centuria. Los embustesmasivos, las hipnosis de las colectividades, las homogenizaciones forzosas han oscurecido todo dilema simple entre ver

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SOBRE LA MENTIRA

i

¿Acaso no sabes que la verdadera mentira por llamarla así es odia-

da tanto por todos los dioses como por los hombres?¿Qué quieres decir?

Que nadie está dispuesto a ser engañado voluntariamente en lo que

más le importa. Teme ser engañado con relación a sí mismo y con respec-

to a las cosas.

No te entiendo aún.

Lo que ocurre es que piensas que hablo de algo excepcional. Pero lo

que quiero decir es que lo que menos admitiría cualquier hombre es ser

engañado por alguien y estar engañado en su alma con respecto a la reali-dad. Sin darse cuenta, aloja ahí la mentira y la retiene, y esto es lo que más

r * lv * y í *

Sin duda.

Y lo más correcto es llamar a esto, como dije, una «verdadera menti-

ra», la ignorancia en el alma de quien está engañado. Poique la mentira

expresada con palabras es sólo una imitación de la que afecta al alma, es una

imagen que surge posteriormente, y no una mentira del todo pura. ¿No es

cierto?Totalmente de acuerdo.

Por tanto, una mentira real es odiosa también para los hombres y no

sólo para los dioses.

Así parece.

En cuanto a la mentira expresada en palabras, ¿cuándo y a quién no

será útil como para no merecer ser odiosa? ¿No se tornará útil, como un

remedio preventivo, frente a los enemigos; o cuando los llamados amigos

intentan hacer algo malo, a causa de un arrebato de locura o por insensatez;o también al tabular, cuando asimilamos lo más posible hechos pasados no

 bien conocidos a la verdad?

Platón,  República, 382a

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¿Que es la mentira? No todo el que dice una cosa falsa miente, si es

que eree u opina que lo que afirma es verdad. La diferencia entre el creer yel opinar es que, quien cree que algo es cierto, siente a veces que ignora lo

que cree, aunque no dude en absoluto de ello si es que lo eree rotunda-

mente; pero el que lo opina, piensa saber lo cinc efectivamente ignora.

Quien expresa lo que cree u opina interiormente aunque sea un

error, no miente. Supone que es así lo que enuncia, y, arrastrado por dicha

creencia, lo expresa tal como lo siente. Sin embargo, no estará exento de

'alta quien, aunque no mienta, eree lo que no debía creer o juzga que cono-

ce lo que efectivamente ignora, aunque ello sea verdad, pues tiene porconocido lo que desconoce.

Por tanto, dirá mentira quien, teniendo una cosa en la mente, mani-

fieste otra distinta con palabras u otro signo cualquiera. Y así se dice que el

mentiroso tiene el corazón doble, es decir, tiene un doble pensamiento:

uno, el que sabe u opina que es verdad y se calla; otro, el que dice algo pen-

sando o sabiendo que es falso.

Se puede decir un error sin mentir, si quien lo expone piensa que es

como lo dice; y se puede decir una verdad mintiendo, si quien lo expresa

 piensa que dice una falsedad y la quiere hacer pasar por verdad, aunque

efectivamente lo sea. Al fiel y al mentiroso hay que juzgarles no por la ver-

dad o la falsedad de las cosas sino por la intención de su mente.

Agustín de II i pona, Sobre la mentira, $ III

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SIMULACIÓN Y DISIMULACIÓN

Ge r o l a mo  Ca r d a n o

 De la simulación

En el engaño hay una parte que deslaea especialmente: lasimulación. De ella es de la que más nos beneficiamos y conla que más disfrutamos. Es un grave error no hacer uso de la

simulación con quienes, a su vez, suelen hacer uso de ella, y practicarla en cambio con gente inocente y con quienes, porsu ingenuidad, confían en nosotros. Tal era el precepto del poeta: «A quien simule con palabras ser tu amigo sin serlo decorazón, / haz tu también lo mismo con él: el arte se burla asícon el arte»1.

La simulación es doble, de obra y de palabra. La de obra

se da cuando fingimos amar lo que odiamos, albergar espe-ranzas en lo que tememos, querer lo que no queremos, o alrevés. La simulación de palabra se produce cuando fingimossaber lo que ignoramos o ignorar lo que sabemos2.

La simulación es absolutamente necesaria, sobre lodocuando tratamos con personas muy poderosas; de ahí queresulte tan habitual en las cortes, y desde luego en el trato con

gobernantes y príncipes. He decidido hablar de ella con tododetalle por constituir casi el capítulo más importante de miobra1. En cualquier tratado sobre el hombre, la simulaciónviene a ser su argumento genuino y básico, lo mismo que lafuerza lo es en uno sobre animales y la sabiduría en uno sobredioses.

La simulación, como venimos diciendo, es de dos tipos:una lleva mezcla de embuste, es vergonzosa e infame, yresulta indigna de todo hombre, particularmente del hombrede bien; la otra no trae aparejada mentira alguna. No obstante, ese primer tipo de simulación se distingue de la mentira en

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SOHRli LA MENTIRA

que se efectúa con gestos, obras y palabras que no revelan un

conocimiento perfecto de la situación, en tanto que el puroembuste sólo consta de palabras que, además, encierran

manifiestamente una opinión falsa.

La perversa naturaleza de los hombres les hace creer que

es lícito practicar la simulación con todos sus semejantes,

excepto con los amigos; la mentira, en cambio, la emplean

con quienes les han causado algún daño de manera injusta.

Las personas deshonestas consideran que, de algún modo,resulta también lícito practicar la mentira con los enemigos.

Y sólo los que son de una malevolencia extrema piensan lo

mismo respecto a la práctica del engaño con los amigos. Por

mi parte, únicamente permito de buen grado el empleo de la

simulación con quienes nos han causado un daño injusto; la

mentira, en cambio, con nadie, por mas pérfidos que sean4.

En este punto se nos plantea una duda digna de conside-

ración: ¿le sería lícito mentir a quien vive bajo potestad ajena,

cuando se lo manda su patrón y aun siendo para un fin justo?

Todos sabemos que se permiten muchas cosas que no mere-

cen alabanza alguna, y que ni siquiera son lícitas: ésta es una

de ellas. En principio, pues, hay que considerar quiénes son

las personas con las que resulta lícito simular, en qué cir-cunstancias y de qué modo podemos llevarlo a electo. Por

todo ello, para convencer a uno de algo, debes dar comienzo

a esa persuasión recurriendo a ciertas apariencias de tu carác-

ter y dando verosimilitud a tus palabras, a la vez que convie-

ne apoyarse en las acciones de otros y en las costumbres de

la persona en cuestión.

En lo que atañe a la apariencia del carácter, debes parecersiempre un hombre veraz, grave y prudente, y has de procu-

rar que el otro no piense que lo has convencido para tu pro-

 pio interés. Lo lograrás, por ejemplo, si eres amigo suyo

cuando estás con él, pero aparentas que no lo eres cuando

estás con sus enemigos y que tus tratos con ellos no redundan

en su beneficio. Por el contrario, si tienes fama de hombre

mentiroso, podrá decirse aquello de «tuya es la ganancia», y

entonces ni siquiera te creerán cuando digas la verdad\ Pero

si la situación se reduce a tus actos, pensarán de muy buen

grado que tú, dada tu prudencia, puedes llevarla a cabo; que,

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SIMULACIÓN Y DISIMULACIÓN 27

a tenor de tu lealtad, quieres efectuarla; y que, teniendo en

cuenta la gravedad de tu carácter, tienes capacidad paraambas cosas. De la situación concreta captarás lo que te con-viene hacer, dependiendo de si un pobre quiere vender o unrico comprar, un hombre distinguido construir una casa, uno

 piadoso prefiere ahorrar (y otros casos semejantes); en cuan-to a las palabras que debes emplear, nada resulta más infinitoo profundo que este asunto, por lo cual es éste el único caso

en que, a mi entender, hay que echar mano de ejemplos prác-ticos.

En definitiva, para conseguir el favor de los demás, hasde procurar hacerlo todo con la mayor modestia: a menudo elerror más nimio, la jactancia, el ímpetu, la prisa o cualquierotra cosa de este tipo terminan por descubrir tu fábula y echarabajo tu edificio que tanto tiempo te había costado cons-

truir así como tu laboriosa inventiva.Así pues, la simulación ha de encaminarse especialmente

a las costumbres de los demás, para lo que debes ayudarte detus criados, tus íntimos y tus amigos. A este respecto, se nos plantea una nueva duda: si desvelas tu intención a esa gente,de ningún modo podrás llevar a término tus propósitos conéxito, pues ellos bien por un afecto excesivo, por descuido,o por cualquier otra circunstancia darán a conocer esa ocul-ta intención con sus palabras o con sus gestos; por el contra-rio, si no te sinceras con ellos, quizá se malquisten contigo./Esta es la mayor dificultad a que debemos enfrentarnos eneste tipo de situaciones.

Por esta razón, debes procurar, siempre que puedas, no

necesitar de nadie al realizar tus simulacros; y, si necesitas deterceros, les darás a conocer tus intenciones sólo mediantegestos y actos. En el caso de que te resulte absolutamenteindispensable contárselo de palabra, tan sólo se lo confiarás a

 personas leales a ti. A los demás, si son amigos tuyos, lestraerá sin cuidado que no se lo desveles; y si les parece mal,conviene obviar a quienes no toleran tu silencio con sosiego

ni son capaces de guardar los secretos que les confías.Lo primero que debes hacer en este negocio es lograr que

los demás crean que ignoras lo que sabes y que sabes lo queignoras. Así, en relación a lo que sabes o deseas saber, has de

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28 SOBRE LA MENTIRA

hacer tales componendas con el rostro, la voz, las gesticula-

ciones y los cambios de ánimo, que los demás entiendan todoal contrario de como es. En efecto, cuando hayan comprendi-

do que sabes lo que pareces ignorar, ¿por qué no quieres que

 piensen también que sabes lo que pareces saber (pues te con-

sideran un hombre sincero)? Una cosa es aparentar saber

algo, y otra distinta confesarlo abiertamente o, lo que es más

grave, dar testimonio de ello (esto último, de hecho, no difie-

re nada del pecado de mentir).

Por lo demás, debes procurar, por medio de un amigo

auténtico o falso, revelar los asuntos capitales a quienes te

acechan, aunque de un modo completamente distinto a como

son. No obstante, al amigo falso le contarás tu situación tor-

cidamente, en tanto que al auténtico le deberás hacer una

serie de advertencias, para que finja también sus oeultamientos de un modo tal que el insidiador acabe por enterarse de

ellos.

Sólo debes echar mano de la simulación en asuntos

importantes o peligrosos, precisamente por dos motivos: por-

que resulta indigna de un hombre noble, y porque, si la

empleas para cosas nimias, te reportará escaso beneficio y, en

la mayor parte de las veces, te impedirá el acceso a la ocasiónnecesaria.

Por otro lado, nunca confesarás abiertamente ignorar lo

que sabes ni saber.lo que ignoras, para evitar así que se des-

cubra el engaño. Y si te interrogan con insistencia o te exigen

algún juramento, les sortearás con respuestas ambiguas,

siempre que esa gente no sea amiga tuya y no tengas tú nece-

sidad alguna de su protección. No obstante, parece raro que

exijan juramento de algo que nadie haya revelado previa-

mente en voz alta y clara. A este respecto, quizá te hagas la

siguiente reflexión: «se requiere mucha ciencia en estos

casos». Sin embargo, ten en cuenta que sería demasiado fácil

conservar con tan escasos recursos la vida, la reputación, la

familiaridad con gente poderosa, la amistad y, muy a menu-do, los amigos mismos, la fama de hombre honrado, la segu-

ridad y, en definitiva, todas las cualidades humanas, si ello no

se hubiera conseguido a costa de algunos dispendios y de

determinados medios ilícitos.

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SIMULACIÓN Y DISIMULACIÓN   29

Un tipo de simulación que nunca conviene despreciar es

el de ofrecer a alguien lo que sabes que no va a aceptar, y, sinembargo, persuadirle para que lo haga siempre sin demasiadainsistencia, no sea que al final le obligues a aceptarlo o lleguea comprender por qué se lo ofreces.

Es una simulación cruel fingirte amigo de un enemigo deun amigo tuyo, y primero incitarlo contra éste y ayudarlo aello, pero después abandonarlo de repente, como vencido y

temeroso, tras advertirle antes que ha acometido accionesdeshonestas, detestables y peligrosas. De modo similar, aun-que por métodos opuestos, hay dos actitudes muy importan-tes en este asunto: cuando pases por un hombre paciente,debes reivindicar tu reputación y no hacer nada mas; cuandoeches mano de amenazas, has de recurrir al menosprecio, conel Fin de oprimir a los incautos. De esta forma, de no tener

ninguno pasarás a contar con dos amigos, a modo de juecesde actos delictivos: te ganarás la amistad de uno a Fuerza defingir, la del otro gracias a la rivalidad; y, por esa misma riva-lidad, lograrás la amistad verdadera del primero.

Para revelar ya todo este asunto en su integridad y aque-llo que viene a ser de uso diario, sólo me falta sugerir lo pro-vechoso que resulta en cualquier trato obrar siempre tácita-mente o, al menos, emplear un lenguaje conciso. Ambas acti-tudes pueden adscribirse a un tercer género de simulación,que, sin duda, viene a ser el más divulgado de todos.

 De la disimulación

La disimulación, cuyo célebre descubridor fue Sócrates,se diferencia de la simulación especialmente en que aquéllase fundamenta en cosas reales y se efectúa de forma pasiva,mientras que la simulación, en lo que no existe y en que esactiva. Por eso, la simulación está más cerca de la pura men-tira, siendo en cambio la disimulación más elegante siempre.

En cualquier caso, el fin de una y otra es el mismo: engañar.Y casi idéntico viene a ser también el uso de ambas: las dosse emplean con los embaucadores domésticos y con los prín-cipes. Ahora bien, el disimulo con estos últimos resulta

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30 SOBRE LA MENTIRA

mucho más peligroso, ya que esos hombres pretenden que,

como instrumento básico de toda mala acción y todo engaño,sea de su exclusiva potestad y licencia.

Disimulamos principalmente lo que sabemos. Las malas

acciones para cuyo cometido has dado tu permiso, las acha-

carás a tu ignorancia como si no supieras nada de ello, o

 bien a tu mala suerte. En tales circunstancias, no debes pro-

ferir ninguna palabra dura o desagradable, ni tampoco bro-

mear, sino que todo lo que digas ha de ser severo, mesuradoy puro. Esto, no obstante, lo aprenderás más de la experien-

cia misma que de lo que pueda enseñarte cualquier argumen-

tación teórica.

Un tipo de disimulación consiste en contar a alguien un

determinado chisme que él mismo te haya dicho en otro

momento, como si te hubieras olvidado del autor de la noti-

cia. Al disimular que él te la ha contado, estás mostrando al

mismo tiempo que tú has sido objeto de una acusación calum-

niosa y él, a su vez, de una engañosa persuasión. A este res-

 pecto, es también mucho mejor disimular cualquier afrenta de

la que esperas poder tomar venganza en algún momento, por

 pequeña que sea; en los demás supuestos, no resulta lícito.

Otro tipo de disimulación es el siguiente: cuando unamigo te pida que hagas lo que tú tenías ya pensado llevar a

cabo por un motivo distinto, prométeselo sin falta, y después

dale a entender que otra persona te ha solicitado ya lo mismo:

te ganarás las simpatías de ambos.

La ocultación es una especie de disimulación; o mejor,

vendría a ser su finalidad. En cualquier caso, la ocultación es

doble: una común a todo el mundo y que se manifiesta callan-do, manteniendo silencio y mostrando siempre cierta indife-

rencia; y otra que usan quienes no pueden aparentar calma ni

estar callados como es el caso de Belloti de Florencia7 y de

mí mismo, y que se efectúa haciendo o diciendo algo distin-

to a lo que se pretende ocultar. El primer modo resulta más

fácil y decoroso, pero se descubre con mayor facilidad si

alguien intuye el engaño; el otro es más seguro, aunque tam-

 bién más turbulento.

Por último, hay un nuevo tipo de disimulación que se usa

al escribir cartas y que no es nada despreciable yo mismo lo

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SIMULACIÓN Y DISIMULACIÓN   31

utilizo de vez en cuando. Consiste en que, cuando alguien te pide consejo sobre algún asunto privado, que le parece indig-no, le respondas como si te preguntase por algo diferente.Además de otros efectos, resulta un modo honesto de adver-tir a tu amigo que tal consejo no te parece propio de su dig-nidad.

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LOS MENTIROSOS

M  o n t a i g n e

II

 No hay hombre a quien menos convenga meterse a hablar

de memoria que a mí, pues apenas conservo traza de ella, y

 pienso que no hay en el mundo otra memoria tan monstruo-

samente débil como la mía. Todas mis otras facultades son

viles y comunes. Pero en ésta creo ser singular y muy raro, y

digno de ganarme por ahí nombre y reputación.Además del inconveniente natural que sufro por ello

Platón, vista su necesidad, ciertamente tiene razón al lla-

marla grande y potente diosa1, como en mi país, si se quie-

re afirmar que un hombre carece de sentido, se dice que no

tiene memoria, cuando me quejo de la falta de la mía, me

reprenden y se niegan a creerme, como si estuviese acusán-

dome de ser un insensato. No captan la diferencia entrememoria y entendimiento. Y eso es rebajarme. Pero se equi-

vocan porque se ve por experiencia más bien lo contrario, que

memorias excelentes se juntan fácilmente con entendimien-

tos débiles.

Quienes no saben hacer nada mejor que ser amigos se

equivocan también en esto: en que las mismas palabras que

revelan mi enfermedad representan la ingratitud. Ligan mi

afecto a mi memoria, y de un defecto natural hacen un defec-

to de conciencia. «Ha olvidado, dicen, este ruego o esta pro-

mesa. Ya no se acuerda de sus amigos. No se ha acordado de

decir o hacer o callar tal cosa por amor hacia mí». Desde

luego que he podido fácilmente olvidarme; pero descuidar el

encargo que mi amigo me ha hecho, eso no lo hago yo. Quese conformen con mi miseria, sin hacer de ella una especie de

malicia; y de una malicia tan ajena a mi talante.

Sin embargo, encuentro algún consuelo. Primero, porque

es un mal del que, sobre todo, he sacado un argumento para

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34 SOBRE LA MENTIRA

corregir un mal peor: el que hubiera podido producirse fácil-

mente en mí, a saber, la ambición, pues la falta de memoriaes una debilidad insoportable para quien se empeña en los

negocios del mundo. Además, como demuestran varios ejem-

 plos del progreso de la naturaleza, ha fortalecido otras facul-

tades en mí, a medida que esa otra se iba debilitando. Y mi

espíritu y mi juicio se habrían debilitado y languidecido,

siguiendo las huellas de los demás como hace la gente, sin

desarrollar las fuerzas propias, si hubiese tenido presentes por gracia de la memoria los inventos y las opiniones ajenas.

Asimismo mi hablar es más breve debido a que el alma-

cén de la memoria está siempre mejor abastecido que el de la

invención. Si la memoria se hubiera mantenido en mí, habría

ensordecido a mis compañeros de charla, recordando asuntos

y animando mis discursos. Sería una lástima. La prueba la

tengo en algunos de mis íntimos amigos: a medida que lamemoria les proporciona algo completo y presente, se remon-

tan tan atrás en su narración y la cargan tanto de vanas cir-

cunstancias que si el cuento es bueno acaban ahogándolo; si

no lo es, maldices la dicha de su memoria o la desdicha de su

 juicio. Y es difícil elaborar un discurso y cortarlo una vez

empezado. No hay nada mejor, para conocer la fuerza de uncaballo, como hacerle parar en seco. Incluso entre los no

impertinentes los hay que quieren y no pueden librarse de su

carrera. Cuando buscan el modo de concluir acaban tamba-

leándose y arrastrándose como hombres que desfallecen de

debilidad. Los más peligrosos son los viejos, en quienes per-

manece el recuerdo de las cosas pasadas y se pierde el de las

cosas repetidas. He visto cómo relatos muy divertidos llega- ban a resultar muy enojosos en boca de un mismo señor, cuan-

do cada oyente había sido obsequiado con él ya cien veces.

En segundo lugar, porque recuerdo poco las ofensas reci-

 bidas, como decía aquel antiguo2. Y me haría falta un apunta-

dor, como a Darío, quien, para no olvidar la ofensa recibida

de los atenienses, hacía que un paje, cada vez que se sentaba

a la mesa, viniese a repetirle tres veces al oído: «Señor, acuér-

date de los atenienses»3; y, además, los lugares y los libros

que vuelvo a ver me sorprenden siempre con alguna noticia

fresca.

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LOS MENTIROSOS 35

 No sin razón se dice que quien no se siente firme en su

memoria no debe meterse a mentiroso. Sé bien que los gra-máticos hacen la diferencia entre  decir mentira  y  mentir4, y

sostienen que decir mentira es decir una cosa falsa, pero que

se ha tomado por verdadera; y que la definición de la palabra

'mentir’ en latín, de la que parte nuestro francés, comporta ir

contra la propia conciencia5 y, por consiguiente, eso sólo

afecta a quienes hablan contra lo que saben, de los cuales

hablo yo.Ahora bien, éstos, o inventan del todo, hasta el mareo, o

disfrazan y alteran un fondo verdadero. En cuanto a los que

enmascaran y modifican algo, resulta difícil que no se

denuncien a sí mismos al restablecerlo con frecuencia en el

mismo cuento, porque como los hechos reales, que se hayan

alojado primero en la memoria y se hayan grabado en ella

 por vía del conocimiento y de la ciencia, es difícil que no serepresenten en la imaginación desalojando a la falsedad,

que no puede permanecer allí tan firme y tan segura, y por

que las circunstancias del primer aprendizaje (introducién-

dose continuamente en el espíritu) no hacen perder el

recuerdo de las cosas añadidas, falsas o bastardas. En cuan-

to a quienes inventan absolutamente todo, como no hay nin-

guna impresión contraria que choque con su falsedad, pare-ce que deben tener menos temor a ser desmentidos. ¡Sin

embargo, incluso en este caso, ya que se trata de un cuerpo

vano y sin arraigo, se escapa fácilmente de la memoria cuan-

do no está bien asegurada. De esto he tenido a menudo expe-

riencia, y divertida experiencia, a costa de los que hacen pro-

fesión de no hablar sino para lo que sirve a sus negocios y

 para agradar a esos poderosos a quienes se dirigen. Como

estas circunstancias a las que quieren someter su fe y su

conciencia están sujetas a diversos cambios, es necesario que

su palabra se diversifique cada vez, por lo que ocurre que de

una misma cosa ora dicen gris ora amarillo. A unos, una

cosa; a otros, otra. Y si por azar estos hombres recogen como

 botín unas declaraciones tan contrarias, ¿en qué se convierteeste artificio? Además, imprudentemente se desdicen ellos

mismos a menudo; porque ¿qué memoria requerirían para

acordarse de tan diversas formas como las forjadas para un

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36 SOBRE LA MENTIRA

mismo asunto? He visto a muchos contemporáneos envidiar

la reputación de esta clase de prudencia, y no ven que si lareputación existe, su efecto no puede persistir.

En verdad, el mentir es un maldito vicio. No somos más

que hombres y sólo nos tratamos mediante la palabra. Si

conociésemos el horror y el lastre de la mentira, la persegui-

ríamos hasta la hoguera más justamente que a otros crímenes.

Creo que por lo general se castiga equivocadamente a los

niños por errores inocentes y se les atormenta por accionestemerarias suyas que no dejan huella ni tienen consecuencia

alguna. La mentira en sí misma y un poco por debajo la ter-

quedad me parecen ser los vicios que deberían combatirse en

su raí/ y en su desarrollo. Porque crecen. Y una ve/ que se ha

dado rienda suelta a la lengua, maravilla ver lo imposible que

es retenerla. Por eso vemos hombres, honestos por lo demás,

sometidos y dominados por ese vicio. Se de un buen aprendiz

de sastre a quien jamás he oído decir una verdad, ni siquiera

cuando hubiera podido resultarle útil.

Si, como la verdad, la mentira no tuviera más que una

cara, estaríamos en mejor situación. Porque tomaríamos

como cierto lo opuesto a lo que dijese el mentiroso. Pero el

reverso de la mentira tiene cien mil figuras y un campo ili-mitado.

Los pitagóricos presentan al bien cierto y finito, al mal

infinito e incierto0. Mil rutas se desvían del blanco, sólo una

se dirige a él. Desde luego no estoy seguro de no protegerme,

en caso extremo, de un peligro evidente con una descarada y

solemne mentira. Un antiguo Padre dice que estamos mejor

en compañía de un perro conocido que en la de un hombrecuyo lenguaje desconocemos: «De suerte que un extranjero

no es para nosotros un hombre»7. ¡Y cuánto menos sociable

es el lenguaje falso que el silencio \H.

Francisco 1se vanagloriaba de haber puesto en evidencia

 por este sistema a Francisco Taverna, embajador de Francisco

Sforza, duque de Milán, hombre muy famoso en la ciencia de

la charlatanería. Taverna fue enviado para excusar a su señor

ante su majestad por un hecho de grandes consecuencias que

es el siguiente: el rey Francisco I, para seguir manteniendo

cierto poder sobre Italia, de donde había sido expulsado

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LOS MENTIROSOS   37

recientemente, incluso del ducado de Milán, decidió mante-

ner allí, junto al duque, un gentilhombre de su confianza,embajador de hecho aunque hombre privado en apariencia,

que fingiese estar allí por asuntos particulares. Tampoco el

duque, que dependía mucho más del emperador Carlos V

(sobre todo entonces, que estaba en tratos de boda con su

sobrina, hija del rey de Dinamarca, hoy señora viuda de

Lorena) podía, sin perjuicio suyo descubrir que tenía relación

con nosotros los franceses. Se consideró adecuado para estamisión a un gentilhombre milancs, escudero del rey, llamado

Merveille. Este hombre, enviado, para disimular, con creden-

ciales secretas e instrucciones de embajador y con otras car-

tas de recomendación para el duque en favor de sus asuntos

 particulares, permaneció tanto tiempo junto al duque que pro-

vocó cierto resentimiento en el emperador y ello fue la causa,

 pensamos, de lo siguiente: con el pretexto de cierto homici-dio, el duque le hizo decapitar por la noche, tras un proceso

resuelto en dos días. Llegado Francisco Tavema, dispuesto a

contar un largo relato falsificado de esta historia, porque el

rey se había dirigido a todos los príncipes de la cristiandad y

al propio duque para pedir razón del hecho, fue oído en

audiencia por la mañana y estableció como fundamento de su

causa buenas apariencias aderezadas para este fin: que su

señor nunca había tomado a este hombre sino por un gentil-

hombre privado y subdito suyo venido a Milán por asuntos

 privados, y que nunca había vivido allí con otra apariencia;

que su señor ignoraba incluso que tuviese relación con la casa

del rey ni fuese siquiera conocido suyo, al menos tanto como

 para nombrarle embajador. El rey a su vez le acució condiversas objeciones y preguntas cercándole por todas partes

hasta que al fin le acorraló en el punto de la ejecución lleva-

da a cabo por la noche y como a escondidas. El pobre hom-

 bre, confuso, respondió, haciéndose el inocente, que por res-

 peto a su majestad, el duque se hubiera sentido muy pesaro-

so de que se realizase esa ejecución de día. Puede cada uno

imaginarse cómo se levantaría habiendo caído tan torpemen-te ante las narices de Francisco I.

El papa Julio II envió9 un embajador al rey de Inglaterra

 para incitarle contra el rey Francisco10. Oído el embajador, el

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38 SOBRE LA MENTIRA

rey de Inglaterra dio una respuesta detallada sobre las difi-

cultades que encontraba en hacer los preparativos necesarios para combatir a un rey tan poderoso; y, alegando ciertas

razones, el embajador respondió inoportunamente que él

también por su parte había considerado esas dificultades y se

las había comunicado claramente al papa. De unas palabras

tan alejadas de su proposición, que era empujarle directa-

mente a la guerra, el rey sacó el primer argumento de lo que

luego comprobó como cierto: que ese embajador, de modo particular, estaba del lado de Francia. Advertido de esto su

señor, le fueron confiscados sus bienes y a punto estuvo de

 perder la vida.

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EL ARTE DEL ENGAÑO

Ma t e o  A l e má n

III

Son tan parecidos el engaño y la mentira, que no sé quiénsepa o pueda diferenciarlos. Porque, aunque diferentes en elnombre, son de una identidad, conformes en el hecho,supuesto que no hay mentira sin engaño ni engaño sin men-tira.

Quien quiere mentir engaña y el que quiere engañar

miente. Mas, como ya están recibidos en diferentes propósi-tos, iré con el uso y digo, conforme a él, que tal es el engañorespecto de la verdad, como lo cierto en orden a la mentira ocomo la sombra del espejo y lo natural que la representa. Estátan dispuesto y es tan fácil para efectuar cualquier gravedaño, cuanto es difícil de ser a los principios conocido, porser tan semejante al bien, que, representando su misma figu-ra, movimientos y talle, destruye con gran facilidad.

Es una red sutilísima, en cuya comparación fue hecha demaromas la que fingen los poetas que fabricó Vulcano contrael adúltero1. Es tan imperceptible y delgada, que no hay tanclara vista, juicio tan sutil ni discreción tan limada, que puedadescubrirla. Y tan artificiosa que, tendida en lo más llano,

menos podemos escaparnos de ella, por la seguridad con quevamos. Y con esto es tan fuerte, que pocos o ninguno larompe sin dejarse dentro alguna prenda.

Por lo cual se llama, con justa razón, el mayor daño de lavida, pues debajo de lengua de cera trae corazón de diaman-te, viste cilicio sin que le toque, chúpase los carrillos yrevienta de gordo y, teniendo salud para vender, habla dolien-

te por parecer enfermo. Hace rostro compasivo, da lágrimas,ofrécenos el pecho, los brazos abiertos, para despedazarnosen ellos. Y como las aves dan el imperio al águila, los anima-les al león, los peces a la ballena y las serpientes al basilisco2,

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40 SOBRE LA MENTIRA

así entre los daños, es el mayor de ellos el engaño y más

 poderoso.Como áspide, mata con un sabroso sueño3. Es voz de sire-

na, que prende agradando al oído. Con seguridad ofrece

 paces, con halago amistades y, faltando a sus divinas leyes,

las quebranta, dejándolas agraviadas con menosprecio.

Promete alegres contentos y ciertas esperanzas, que nunca

cumple ni llegan, porque las va cambiando de feria en feria4.

Y como se fabrica la casa de muchas piedras, así un engañode otros muchos3: todos a sólo aquel fin.

Es verdugo del bien, porque con aparente santidad asegu-

ra y ninguno se guarda de el ni le teme. Viene cubierto en

figura de romero, para ejecutar su mal deseo0. Es tan general

esta contagiosa enfermedad, que no solamente los hombres la

 padecen, mas las aves y animales. También los peces tratan

allá de sus engaños, para conservarse mejor cada uno.

Engañan los árboles y plantas, prometiéndonos alegre flor y

fruto, que al tiempo falla y lo pasan con lozanía. Las piedras,

aun siendo piedras y sin sentido, turban el nuestro con su fin-

gido resplandor y mienten, que no son lo que parecen. Id

tiempo, las ocasiones, los sentidos nos engañan. Y sobre todo,

aun los más bien trazados pensamientos. Toda cosa engaña ytodos engañamos en una de cuatro maneras.

La una de ellas es, cuando quien trata el engaño, sale con

él, dejando engañado al otro. Como le aconteció a cierto estu-

diante de Alcalá de Henares, el cual, como se llegasen las

 pascuas y no tuviese con qué poderlas pasar alegremente,

acordóse de un vecino suyo que tenía un muy gentil corral de

gallinas, y no para hacerle algún bien. Era pobre mendicantey juntamente con esto gran avariento. Criábalas con el pan

que le daban de limosna y de noche las encerraba dentro del

aposento mismo en que dormía. Pues, como anduviese dando

trazas para hurtárselas y ninguna fuese buena, porque de día

era imposible y de noche asistía y las guardaba, vínole a la

memoria fingir un pliego de cartas y púsole de porte dos

ducados, dirigiéndolo a Madrid a cierto caballero principal

muy nombrado. Y antes que amaneciese, con mucho secreto

se lo puso al umbral de la puerta, para que luego en abrién-

dola lo hallase. Levantóse por la mañana y, como lo vio, sin

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EL ARTE DEL ENGANO   41

saber qué fuese, lo alzó del suelo. Pasó el estudiante por allí

como acaso, y viéndole el pobre le rogó que leyese qué pape-les eran aquellos. El estudiante le dijo: «¡Cuales me hallara

yo ahora otros! Estas cartas van a Madrid, con dos ducados

de porte, a un caballero rico que allí reside, y no será llegado

cuando estén pagados». Al pobre le creció el ojo. Parecióle

que un día de camino era poco trabajo, en especial que a

mediodía lo habría andado y a la noche se volvería en un

carro. Dio de comer a sus aves, dejólas encerradas y proveí-das y fuese a llevar su pliego. El estudiante a la noche saltó

 por unos trascorrales y, desquiciando el aposentillo, no le

tocó en alguna otra cosa que las gallinas, no dejándole más de

sólo el gallo, con un capuz y caperuza de bayeta muy bien

cosido, de manera que no se le cayese, y así se fue a su casa.

Cuando el pobre vino a la suya de madrugada y vio su mal

recaudo y que había trabajado en balde, porque tal caballero

no había en Madrid, lloraban él y el gallo su soledad y viudez

amargamente.

Otros engaños hay, en que junto con el engañado lo queda

también el engañador. Así le aconteció a este mismo estu-

diante y en este mismo caso. Porque, como para efectuarlo no

 pudiese solo él, siéndole necesario compañía, juntóse con/

otro camarada suyo, dándole cuenta y parte del hurto. Este lo

descubrió a un amigo suyo, de manera que pasó la palabra

hasta venirlo a saber unos bellaconazos andaluces. Y como

esos otros fuesen castellanos viejos y por el mismo caso sus

contrarios, acordaron de desvalijarlos con otra graciosa burla.

Sabían la casa donde fueron y calles por donde habían de

venir. Fingiéronse justicia y aguardaron hasta que volviesen ala traspuesta de una calle, de donde, luego que los devisaron,

salieron en forma de ronda con sus linternas, espadas y rode-

las. Adelantóse uno a preguntar: «¿Qué gente?». Pensaron

ellos que aquél era corchete y, por no ser conocidos y presos

con aquel mal indicio, soltaron las gallinas y dieron a huir

como unos potros. De manera que no faltó quien también a

ellos los engañase.La tercera manera de engaños es cuando son sin perjuicio,

que ni engañan a otro con ello ni lo quedan los que quieren o

tratan de engañar. Lo cual es en dos maneras: o con obras o

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42 SOBRE LA MENTIRA

con palabras. Palabras, contando cuentos, refiriendo novelas,

fábulas y otras cosas de entretenimiento. Y obras, como sonlas del juego de manos y otros primores o tropelías7 que se

hacen y son sin algún daño ni perjuicio de tercero.

La cuarta manera es cuando el que piensa engañar queda

engañado, trocándose la suerte. Acontecióle esto a un gran

 príncipe de Italia aunque también se dice de César, el cual,

 por favorecer a un famosísimo poeta de su tiempo, lo llevó a

su casa, donde le hizo a los principios muchas lisonjas y cari-cias, acompañadas de mercedes, cuanto dio lugar aquel

gusto. Mas fuésele pasando poco a poco, hasta quedar el

 pobre poeta con solo un aposento y limitada ración, de

manera que padecía mucha desnudez y trabajo, tanto que ya

no salía de casa por no tener con que cubrirse. Y conside-

rándose allí enjaulado, que aun como a papagayo no tratabande oírle, acordó de recordar al príncipe dormido en su favor,

tomando traza para ello. Y en sabiendo que salía de casa,

esperábalo a la vuelta y, saliéndole al encuentro con alguna

obra que le tenía compuesta, se la ponía en las manos, cre-

yendo con aquello refrescarle la memoria. Tanto continuó en

hacer esta diligencia, que ya cansado el príncipe de tanta

importunación lo quiso burlar, y habiendo él mismo com- puesto un soneto y viniendo de pasearse una tarde, cuando

vio que le salía el poeta al encuentro, sin darle lugar a que le

 pudiese dar la obra que le había compuesto, sacó del pecho

el soneto y púsoselo en las manos al poeta. El cual, enten-

diendo la treta, como discreto, fingiendo haberlo ya leído,

celebrándolo mucho, echó mano a su faltriquera y sacó de

ella un solo real de a ocho que tenía y dióselo al príncipe,

diciendo: «Digno es de premio un buen ingenio. Cuanto

tengo doy; que si más tuviera, mejor lo pagara». Con esto

quedó atajado el príncipe, hallándose preso en su mismo

lazo, con la misma burla que pensó hacer, y trató de allí ade-

lante de favorecer a el hombre, como solía primero8.

Hay otros muchos géneros de estos engaños, y en espe-cial es uno y dañosísimo el de aquellos que quieren que

como por fe creamos lo que contra los ojos vemos. El mal

nacido y por tal conocido quiere con hinchazón y soberbia

ganar nombre de poderoso, porque bien mal tiene cuatro

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EL ARTE DEL ENGANO   43

maravedís, dando con su mal proceder causa que hagan

 burla de ellos, diciendo quién son, qué principio tuvo sulinaje, de dónde comenzó su caballería, cuánto le costó la

nobleza y el oficio en que trataron su padres y quiénes fue-

ron sus madres. Piensan éstos engañar y engáñanse, porque

con humildad, afabilidad y buen trato fueran echando tierra

hasta henchir con el tiempo los hoyos y quedar parejos con

los buenos.

Otros engañan con fieros, para hacerse valientes, como sino supiésemos que sólo aquellos lo son que callan. Otros con

el mucho hablar y mucha librería quieren ser estimados por

sabios y no consideran cuánta mayor la tienen los libreros y

no por eso lo son. Que ni la loba larga ni el sombrero de falda

ni la muía con tocas y engualdrapadas será poderosa para que

a cuatro lances no descubran la hilaza'f Otros hay necios de

solar conocido, que como tales o que caducan de viejos, inhá- biles ya para todo género de uso y ejercicio, notorios en edad

y flaqueza, quieren desmentir las espías10, contra toda verdad

y razón, liñéndose las barbas, cual si alguno ignorase que no

las hay tornasoladas, que a cada viso hacen su color diferen-

te y ninguna perfecta, como los cuellos de las palomas; y en

cada pelo se hallan tres diferencias, blanco al nacimiento,

flavo11en el medio y negro a la punta, como pluma de papa-gayo. Y en mujeres, cuando lo tal acontece, ningún cabello

hay que no tenga su color diferente.

Puedo afirmar de una señora que se teñía las canas, a la

cual estuve con atención mirando y se las vi verdes, azules,

amarillas, coloradas y de otras varias colores, y en algunas

todas, de manera que por engañar el tiempo descubría su

locura, siendo risa de cuantos la veían. Que usen esto algunos

mozos, a quien por herencia como fruta temprana de la Vera

de Plaseneia12le nacieron cuatro pelos blancos, no es mara-

villa. Y aun éstos dan ocasión que se diga libremente de ellos

aquello de que van huyendo, perdiendo el crédito en edad y

seso.

¡Desventurada vejez, templo sagrado, paradero de loscarros de la vida! ¿Cómo eres tan aborrecida en ella, siendo

el puerto de todos más deseado? ¿Cómo los que de lejos te

respetan, en llegando a ti, te profanan?13. ¿Cómo, si eres

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44 SOBRE LA MENTIRA

vaso de prudencia, eres vituperada como loca? ¿Y si la

misma honra, respeto y reverencia, por qué de tus mayoresamigos estás tenida por infame? ¿Y si archivo de la cien-

cia14, cómo te desprecian? O en ti debe de haber mucho mal

o la maldad está en ellos. Y esto es lo cierto. Llegan a ti sin

lastre de consejo y da vaivenes la gaviaL\ porque al seso le

falta el peso.

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LA RISA DE DEMÓCR1TOR o bk r t   Bu r t o n

IV

¿Qué es la plaza del mercado? De acuerdo con Anacarsis1, un lugar donde se engañan los unos a los otros, unatrampa.

¿Qué es el propio mundo? Un vasto caos, una confusiónde tipos diversos, tan inasibles como el aire; un manicomio;un tropel turbulento lleno de corrupciones; un mercado de

espectros y duendes; el teatro de la hipocresía; una tienda de picaros y aduladores; un aposento de villanías; una escenadonde se murmura; la escuela del desvarío; la academia delvicio; un campo de batalla  donde, lo quieras o no, debes luchar y vencer pues si no serás derrotado, en donde o mataso te matan, en el que cada cual lucha por su propia cuenta,defiende sus fines privados y está siempre en guardia.

 Nada detiene a los humanos, ni la caridad, ni el amor, nila amistad, ni el temor de Dios, ni la alianza, ni la afinidad, nila consanguinidad, ni el cristianismo; y si se les ofende dealguna manera o se toca la cuerda del propio interés, se ponena injuriar2. Los viejos amigos se convierten en crueles enemi-gos en un instante por tonterías y pequeñas ofensas, y los queantes estaban deseosos de manifestar todo tipo de muestrasmutuas de amor y amabilidad, ahora se ultrajan y persiguenentre sí a muerte, con un odio mayor que el de Vatinio, yrechazan toda reconciliación. Mientras les sea provechoso seaman y se benefician mutuamente, pero cuando no se puedenesperar más ventajas, le cuelgan o le disparan como a un

 perro viejo. Catón de Utica3 considera una gran indecencia

utilizar a los hombres como zapatos viejos o como cristalesrotos que se arrojan al estercolero; Catón no tenía el coraje devender un viejo buey, y mucho menos para echar a un antiguosirviente; pero otros hombres en vez de recompensarle, le

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46 SOBRE LA MENTIRA

ultrajan, y cuando le han convertido en instrumento de su

villanía, como hizo el emperador de los turcos Bayaceto IIcon Acomethes Basa4, se libran de él, o le odian a muerte

como hizo Tiberio con Silio, en vez de recompensarle5.

En una palabra, cada hombre sólo se preocupa de sí

mismo. Nuestro  summum bonum  es el interés, y la diosa a la

que adoramos es la Reina Moneda. A ella ofrecemos a diario

sacrificios, y ella gobierna nuestros corazones, manos, afec-

ciones, todoh; es la diosa más poderosa, por la que se nosensalza, humilla, eleva, estima7; es la única guía de nuestras

acciones8, por la que rogamos, corremos, galopamos, vamos,

volvemos, trabajamos y disputamos como lo hacen los peces

 por una miga que cae en el agua. Carecen de importancia el

valor y las virtudes (serían un fingimiento teatral); no somos

respetados por nuestra sabiduría, nuestro valor, nuestro cono-

cimiento, nuestra honestidad, nuestra religión o por nuestra

competencia, sólo lo somos por el dinero*', la grandeza, el

cargo, el rango, la autoridad. La honestidad es considerada

como una locura; la picardía, como una norma; se admira a

los hombres por su reputación10, no por lo que son, sino por

lo que parecen ser; hay tantas astucias, dados lastrados, cons-

 piraciones, contraconspiraciones, contemporizaciones, jac-tancias, adulaciones, imposturas, disimulos que necesaria-

mente uno ofenderá enormente a Dios para actuar conforme

al mundo», actuando como hacen los cretenses, o si no, vivi-

rá «en el desprecio, la desgracia y la miseria»11. Uno aparen-

ta la temperancia, la santidad; otro, la austeridad; un tercero,

una especie de sencillez afectada, cuando de hecho en reali-

dad éste y ése y aquél, y todos los demás son hipócritas12, pre-varicadores ambidextros, máscaras similares a pinturas gira-

torias; por un lado son un león, por el otro, un cordero".

¿Qué hubiera pensado Demócrito al ver todo eso?14.

Al ver a un hombre convertirse en cualquier cosa, como

un camaleón, o como Proteo, que se transforma en toda suer-

te de objeto extraordinario15; al verle representar veinte esce-nas y personajes a la vez en su propio provecho, al adaptarse

a las circunstancias y variar tanto como el planeta Mercurio;

al ser bueno con el bueno, malo con el malo; al presentar un

aspecto, una faz y un carácter diferentes para cada uno con la

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LA RISA DE DEMÓCRITO   47

 persona que se encuentra; a! ser capaz de adoptar todas las

religiones, todos los humores, todas las inclinaciones; almover la cola, como un gozquejo, con una obsequiosidad fin-gida y lisonjera, al enfurecerse como un león, ladrar como un perro malo, luchar como un dragón, morder como una ser- piente; al ser tan manso como un cordero y, sin embargo,enseñar los dientes como un tigre; al llorar como un cocodri-lo, insultar a la gente, aunque sea de mayor rango; en un sitio

manda, en otro se rebaja, aquí tiraniza, allí se le declara endesgracia; es un sabio en casa y fuera, un necio que hace reíra la gente.

Al ver tanta diferencia entre las palabras y los hechos, al percibir las parasangas16que existen entre la lengua y el cora-zón, al ver a los hombres que, como actores, representan unagran variedad de papeles y dan buenos preceptos a otros, a fin

de elevarse, si bien ellos mismos se arrastran por el suelo17.Al ver a un hombre declarar amistad, besarle la mano a

quien querría ver decapitado18, al verle sonreír con la inten-ción de perjudicar, o engañar al que saluda10; al verle alabar asu amigo indigno con elogios hiperbólicos; y a su enemigo,aunque sea buen hombre, envilecerle y deshonrarle, así comoa todas sus acciones, con el mayor rencor y malicia que se

 puedan inventar20.

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V

¿QUE ES LA VERDAD?

F r a n g ís   Ba c o n

«¿Qué es la verdad?», preguntaba burlonamente Pilatos,

sin esperar respuesta alguna1. Ciertamente, hay quienes se

deleitan en el vértigo, y consideran una servidumbre atenerse

a creencias fijas, deseando gozar del libre albedrío tanto en el

 pensamiento como en sus acciones. Y, si bien esta secta de

filósofos se extinguió hace mucho tiempo, todavía seencuentran muchas mentes ingeniosas que tienen las mismas

venas, aunque no pase por ellas tanta sangre como la que cir-

culaba por las de los antiguos3. Sin embargo, no es sólo la

dificultad y el trabajo que afrontan los hombres para descu-

 brir la verdad lo que favorece las mentiras, ni tampoco el que,

cuando la hayan encontrado, deban imponerla como pensa-

miento a la humanidad, sino que lo favorece una natural aun-que corrupta afición a la propia mentira.

Un miembro de la última escuela griega se ha ocupado de

esta cuestión, deteniéndose en reflexionar sobre por qué los

hombres aman las mentiras, siendo así que no les proporcio-

nan placer, como a los poetas, ni provecho, como a los mer-

caderes, sino que las aman sólo por amarlas4. Pero no cabríadecir: la misma verdad es tan desnuda y clara como la luz del

día que no pueden mostrarla las máscaras, mistificaciones y

 pompas del mundo, su majestad y delicadeza se atenúa a la

luz de las candilejas. Acaso la verdad sólo puede alcanzar el

valor de una perla, que brilla mejor a la luz del día, y no es

tan preciosa como el diamante o el carbunclo que resplande-

ce bajo distintas luces. Mezclada con algo de mentira siempre proporciona placer.

¿No resulta indudable que si se suprimen del entendi-

miento humano las opiniones vanas, las esperanzas lisonje-

ras, las falsas apreciaciones, y todas las ilusiones que uno

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50 SOBRE LA MENTIRA

tenga o desee, se les dejaría a muchos hombres disminuidos

y disgustados consigo mismos, llenos de melancolía y desa-liento? Uno de los padres de la Iglesia5llama a la poesía, con

gran severidad, vinum dcemonum, porque inflama la imagina-

ción, embriagándola; y, sin embargo, la poesía no es más que

la sombra de la mentira. No es la mentira que empapa el

entendimiento, pues la mentira que cala profundamente en la

mente, que se fija en ella y la daña es aquella de la que antes

hablamos. Sea cual fuere lo que consigue el extravío de los juicios y afectos de los hombres, la verdad, que no tiene más

 juez que ella misma, nos enseña que la investigación de la

certeza, que es similar al deseo de ella, el conocimiento de la

certeza, que es parejo a su propia presencia, y la creencia en

la certeza, que resulta ser su mismo goce, son el don sobera-

no de la naturaleza humana.

La primera criatura de Dios, en los trabajos de sus días,

fue la luz de los sentidos, y la ultima, la luz de la razón; pero

su obra sabática y eterna fue la iluminación de su espíritu.

Desde un principio insufló la luz sobre la superficie de la

materia o sobre el caos, después la derramó sobre la faz del

hombre, y aún dio hálito luminoso, e inspiró luz, en el inte-

rior de las rostros de sus escogidos. H1 poeta que supo embe-llecer a una secta por lo demás inferior a las restantes, dijo

excelentemente^: «resulta deleitable contemplar desde la

costa cómo los vientos en el mar azotan los navios; resulta

igualmente deleitoso mirar desde una torre una batalla y las

vicisitudes de dos ejércitos enfrentados en la llanura maríti-

ma; pero no hay placer comparable al que experimenta un

sabio desde la altura de la verdad una colina donde nadiemanda y donde el aire siempre es claro y sereno al dirigir

sus tranquilas miradas sobre las opiniones engañosas y sobre

las tempestades de las pasiones humanas»; y semejante pers-

 pectiva no suscita en nosotros más que conmiseración, y

nunca desprecio ni orgullo. Ciertamente, tiene el cielo sobre

la tierra todo entendimiento humano que, animado por la

caridad, se apoya en la Providencia y gira en torno al eje de

la verdad.

Al pasar de la verdad teológica y filosófica a la verdad de

los negocios resulta evidente incluso para quienes no lo

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¿QUÉ ES LA VERDAD?   51

 practican, que un comercio claro y recto dignifica a la natu-

raleza humana, y que la mezcla con la falsedad es como unaaleación de oro y plata en una moneda, que, aunque facilitetrabajar con el metal, rebaja su valor. Todos estos caminostortuosos y torcidos son los de una serpiente, que se arrastraal no poder andar con los pies. No hay vicio que cubra más alhombre de vergüenza que el de la falsedad y la perfidia. Poreso, al ser preguntado por qué la voz de la mentira era una

verdadera desgracia y una carga odiosa, respondió Montaigneelegantemente: «Bien considerado, decir que un hombremiente es lo mismo que afirmar que es valiente con Dios ycobarde con los hombres»7. Por una mentira se encara conDios y se encoge ante los hombres. Sin duda, no podríaexpresarse más elevadamente la perversión de la falsedad y laviolación de la fe, y así se verá en la llamada última al juicio

de Dios por encima ya de todas las generaciones humanas; pues está escrito que cuando Cristo retome «no encontrará fealguna sobre la Tierra».

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VI

LA VERDAD ES VERDE

L a  M o t h h   l e  Va y h r  

 No comparto la opinión de Polibio, para quien la verdad

ha de ser considerada como una gran diosa que sabe hacerse

reconocer siempre, y que si bien una infinidad de personas

disfrutan persiguiéndola, es capaz de triunfar naturalmente

sobre la mentira. A este respecto, la teología de los antiguos

no es de mi agrado; y cuando ellos, destocados, hacían sacri-ficios a Saturno como el dios tutelar de esa misma verdad

afirmando que, más tarde o más pronto, el tiempo la pondría

en evidencia, pienso que se les puede acusar, además de ido-

latría, de que filosofaban sobre un mal fundamento. Pues

 participo del sentir de Demócrito; y estoy convencido de que

si existe alguna verdad aquí abajo, hay que buscarla en lo

más profundo del pozo de este filósofo más que entre noso-tros, que conocemos apenas el nombre de aquella, pese al

esfuerzo que la Escuela ha desplegado para penetrar en su

esencia1.

Sin embargo, nuestros estudios más serios no tienen otra

meta que llegar a su conocimiento, y cada cual cree premiar-

se con una digna recompensa por sus desvelos. Pero pregun-to a quienes más han sufrido en esta bella investigación, y con

el mayor éxito, si han podido alcanzar el fin que pretendían o

si, por el contrario, no se han dado cuenta siempre de que,

cuanto más camino seguían en esa línea, menos avanzaban

hacia una meta que carece de proporción con las fuerzas de

nuestro espíritu. Declarémoslo francamente, la Naturaleza

nos ha proporcionado un instinto para conocer la verdad delas cosas e, incluso, los instrumentos que parecen adecuados

 para esta búsqueda, si bien ciertamente no poseemos los que

serían exigibles para su posesión o para alcanzar las nociones

 perfectas. Es lo que hizo idear a Platón ese mundo inteligible,

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54 SOBRE LA MENTIRA

que oponía al mundo sensible en el que habitamos, como una

morada que nuestra humanidad no alcanza; en el primerohabitaría la verdad , dejando en cambio a la  opinión en nues-

tra estancia, donde reina entre dudas e incertidumbres; y éstas

son las que nos impiden de ordinario discernir lo verdadero

de lo falso, así como el vicio de la virtud.

Ahora bien, puesto que Dios y la misma Naturaleza nada

hacen en vano ni nos otorgan tales apetitos ilusorios para

engañarnos, ¿no podemos extraer de ello un poderoso argu-mento acerca de nuestra inmortalidad, de la existencia de una

mejor vida mucho más esclarecida que esta nuestra, donde

satisfaremos todos esos deseos naturales de conocer y de

saber, contemplando cara a cara a quien ha afirmado que es la

luz, la vida y la verdad misma? No obstante, aunque estemos

constreñidos a tomar siempre lo verosímil por lo verdadero y

a contentarnos con lo aparente dado que lo seguro e infali-

 ble no son de este mundo, nada impide al menos que detes-

temos, por encima de lo demás, la mentira, como enemiga

mortal de esa suprema verdad. Y no creo que podamos hacer

nada mejor que habituar nuestra mente a reflexiones capaces

de suministrarnos la mayor aversión que ha de sentirse hacia

un vicio, el mentir, tanto más temible por cuanto es el máscomún de todos. He aquí las reflexiones que, a menudo, me

han servido para mantenerme en mi soledad.

Puesto que la palabra de los hombres, cuando hace de fiel

intérprete del espíritu, es el único lazo de toda sociedad civil,

 parecería innegable que, si falla en su cometido y s

la verdad por algo falso se convierte en el instrumento de

destrucción y de ruina indudable de las costumbres. Lo cualevidencia que, entre todos los defectos de nuestra humanidad,

nada hay que sea de tan peores consecuencias como la men-

tira. Debe, pues, evitarse con celo toda falacia. Por ello, siem-

 pre se ha valorado mucho la instrucción que los persas pro-

 porcionaban a sus hijos, desde los cinco hasta los veinte años,

y que consistía, según lo narraba Heródoto, en estos tres

aspectos: usar el arco con precisión, en primer lugar; montar

a caballo diestramente, en segundo término; y al fin lo más

importante de todo, no mentir jamás. El mismo autor añade

que, de las dos cosas que considera las más vergonzosas de la

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LA VERDAD ES VERDE   55

vida, la principal era la mentira; siendo la otra estar endeuda-

do, sobre todo a causa de que quien se endeuda se encuentraa menudo reducido a la infame necesidad de mentir2.

Leemos análogamente en Filóstrato que las leyes de la

India declaran incapacitado para ostentar una Magistratura a

quien sea convicto de mentir3, pues habiendo herido de este

modo al público ya no sabría subsistir siendo fiel a palabra. Y

Diodoro Sículo4 asegura que los egipcios fueron aún más

rigurosos en este punto, ya que condenaban a la pena demuerte a los perjuros, como impíos con Dios y apestados

entre los hombres por arruinar su confianza, siendo ésta la

que nos permite vivir en sociedad. Incluso hay personas que

se atreven a sostener que la mentira es, en cierto sentido, más

execrable que el ateísmo, ya que el ateo nada hace al des-

creer en un Dios, mientras que quien viola su palabra y su fe

atestigua que le desprecia por temor de ofender a alguien: semuestra altivo ante el Cielo y cobarde ante los hombres3.

Sea como fuere, ese gran emperador filósofo [Marco

Aurelio] que nos dio su vida por escrito, sentencia netamente

al inicio del libro nono que no sería posible mentir sin impie-

dad o sin ofender a la Naturaleza y a esta primera verdad, que

es el alma del universo, cuyo orden perturba el impostor, con-

fundiendo sus leyes, en tanto sea capaz de hacerlo6. Lo que

me recuerda el reproche que los bonzos, o padres idólatras de

levante, hicieron al beato Francisco Javier, cuando nombran-

do a Dios afirmaba que él es el creador del cielo y de la tie-

rra. Pues sucede que en su lengua, que era la de los japone-

ses, la mentira se llama  cliusa,  e imputaron a ese hombre

santo que, al aludir a esa palabra, acusaba al rey de los Cielosde ser un mentiroso, y hacía autor de la falsedad a quien es

fuente de toda certidumbre7.

Y aunque todos los hombres están obligados a detestar la

mentira, ninguno ha de odiarla tanto como quienes sienten

cierto amor por la filosofía. Pues si ésta no es sino una ardien-

te busca de la verdad y un deseo extremo de conocerla, se

requiere necesariamente que sea lo opuesto de la falsedad, yque haga de ella su enemigo capital. Se ha afirmado8 que si

Dios tuviese que asumir las dos partes que nos constituyen, la

luz sería indudablemente su cuerpo y la verdad, su alma. Lo

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56 SOBRE LA MENTIRA

que nos recuerda que Pitágoras se vanagloriaba de haber

aprendido de ciertos magos que el gran Oromasde (nombredel todopoderoso) se asemejaba en el cuerpo a la perfección

a la luz y en el alma a la verdad9. Por ello, ese filósofo reco-

mendaba de la manera más precisa a sus discípulos ser siem-

 pre veraces, pues a su juicio era el único medio de asemejar-

se a la divinidad.

Ahora bien, si eso está bien discurrido, entonces, por la

teoría de los contrarios, las tinieblas indudablemente deberánservir de cuerpo a quien reconocemos como autor de toda

malicia, de modo que la mentira será como una forma que

anima a ese cuerpo tenebroso: de ahí se sigue aún que, tantas

veces como mintamos, pondremos en práctica lo que más nos

asemeje al diablo. Cuando Platón asegura en el quinto libro

de la  República que sólo reconoce como verdaderos filósofosa los que desean apasionadamente conocer la verdad, pone en

evidencia que nada debe disgustarles más que la falsedad o la

impostura10. Y cuando dice en su  Banquete  que esa misma

verdad es el más dulce alimento que podemos dar a nuestras

almas, expresa con creces que tenía a la mentira por el más

mortífero veneno que podrían inocularse. Es lo mismo que

 proclaman los peripatéticos, que lo verdadero es la perfecciónde nuestro entendimiento, proposición que no puede subsistir

sin esta otra, que la falsedad es la imperfección de nuestro

espíritu y que, por ello, está obligado a manifestarle una aver-

sión extrema.

A este respecto, mucho debe extrañar que Aristóteles, tras

haber situado a los filósofos en estrecho vínculo con la ver-

dad, no deje de llamarlos philomythes, o amantes de las fábu-las, al no poder pasar éstas más que por cuentos ingeniosos o

 por mentiras atractivas. Al menos da una razón en el segundo

capítulo del inicio de la  Metafísica, que puede servir de solu-

ción para tal dificultad; pues no afirma que un filósofo ame

las fábulas por oponerse éstas a la verdad sino tan sólo por-

que son admirables y porque fueron inventadas para recrearel espíritu gracias a la novedad, y le dé motivo para ejercitar-

se agradablemente en la busca de su meta11. Algunos añaden

que la narración de una fábula carece de límites, y que por

ello nuestra alma se ve atraída gustosamente por ella, al ser 

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LA VERDAD ES VERDE   57

de una naturaleza infinita, gracias a esa simpatía que une

naturalmente las cosas conformes entre sí. Es lo que le hizosostener a Sexto Empírico que la mentira tiene mayor poder

en nuestro espíritu, dado su atractivo, que la verdad, que es

casi siempre severa y que no se ocupa nunca de complacer12.

El emperador Juliano propone aún, en una de sus oracio-

nes, que las fábulas se hacen tan absurdas e increíbles a nues-

tros ojos sólo a fin de conducir a los hombres sensatos a bus-

car las verdades que se hallan envueltas por esa corteza13. Eindudablemente los discursos enigmáticos u oscuros detienen

de antemano las mentes, al contrario de los que son más fáci-

les de entender. Una sola letra jeroglifica atrae nuestra total

atención. Y uno se siente más curioso ante el Sol cuando hay

un eclipse que cuando nos ofrece su luz de ordinario. Si

 puede decirse que este velo, con el cual las fábulas cubren

verdades tan importantes, sólo nos las esconde por un lado,

haciéndolas más evidentes por el otro, lo mismo ocurre con

las sombras de un cuadro, que a menudo sirven menos para

oscurecer lo que el pintor no quiere hacernos ver nudamente,

que para dar claridad al resto de esa obra. Así pues, sólo en

 pro de la verdad el filósofo pone los ojos en una fábula, y no

es ya esa mentira, ni esa máscara negra y ridicula lo que le

 place sino más bien esa bella amante que se ha situado ante

su rostro y a la que le gusta disfrazarse para hacerse buscar

con mayor ardor y cuidado.

Por tanto, no procede creer que toda suerte de mentiras

tengan la misma huella del vicio. Hay tres tipos de falseda-

des, según santo Tomás14, las oficiosas, alegres y perniciosas;

y él sitúa las últimas en el rango de los crímenes que seráncastigados con la pena eterna. La moral de los gentiles era

incluso mucho más indulgente en este punto que la nuestra.

Pues hacían virtud de ciertas mentiras caritativas, como ocu-

rría con las de Sócrates en sus disimulos cotidianos15.

Jenofonte muestra que el deber de los reyes les obliga a

menudo a mentir para la salvación del pueblo que está some-

tido a él16. Darío proclamó según Heródoto, que paradominar al falso Smerdis mentirá intrépidamente, puesto que

hay ocasiones que así lo exigen. Y aunque el autor de la nove-

la Las etiópicas fuese cristiano, no deja de decir en labios de

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58 SOBRE LA MENTIRA

la pagana Cariclea que una mentira es siempre muy reco-

mendable cuando, sin dañar a nadie, es útil a quienes la pro-fieren17. Nuestra teología no está de acuerdo con estas máxi-

mas, de modo que si bien ambos Testamentos suministran

ejemplos que parecen autorizar algunas mentiras, la interpre-

tación que se hace de ellos inclina a afirmar que todas deben

considerarse como un mal, aunque las que se dicen para un

noble fin o para jugar inocentemente no sean mortales, como

esas otras que hemos llamado perniciosas.«La verdad es verde», afirma el español18. Es a veces tan

verde y tiene un gusto tan agrio que resulta imposible acep-

tarla. Y por ello se supone que existen tres Madres, de la más

excelente belleza, que han engendrado a los tres Hijos más

deformes que imaginarse pueda (como tres bellas ninfas y

otros tantos sátiros): la  familiaridad,  que hace nacer el des-

 precio; la paz, que da lugar a la negligencia; y la verdad , que

es la causa del odio. No debe concebirse jamás, sin embargo,

que algo dicho falsamente pueda ser disfrazado de tal guisa

que lo haga agradable a Dios. Cuando él recompensó a las

sabias judías que habían rechazado dar muerte a sus propios

hijos, engañando al rey de Egipto con una respuesta contraria

a la verdad, el texto del  Exodo  indica que las premió porquetemían ofender a quien ha prohibido todo tipo de homicidio.

Y san Agustín dice de ellas al igual que de esa pecadora

Rahab que salvó a los espías de Josué en Jericó que todas

recibieron el salario de su bondad, y no el de su mentira.

Tampoco Judith fue alabada por engañar a Holofernes con

sus palabras, dice santo Tomás19; las Escrituras sólo dan

como ejemplo su celo por el pueblo de Dios y su audacia enexponerse al peligro para salvar a su país.

Mucho peor sería que cayésemos en el error de los pris

cilianos, que pensaron que Dios mentía a veces con gusto. Si

él hizo anunciar al rey Ezequías, mediante el profeta Isaías,

que pusiese orden en sus asuntos domésticos, porque estaba

cerca de su fin (aunque murió quince años después), es que,como el profeta decía, no dejó de ser veraz en el curso ordi-

nario de las causas naturales, pues plació a Dios todopodero-

so hacer ese cambio tras la oración y el llanto del príncipe. Y

cuando Jonás hizo saber a los habitantes de Nínive que sólo

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LA VERDAD ES VERDE   59

les quedaban cuarenta días, pues, transcurridos, la ciudad

debía perecer, hay que considerarlo como una amenaza de loque, sin duda, hubiese sucedido si no hubieran hecho peni-

tencia. Diversos pasajes del texto sagrado, llenos de símbolos

y de profecías, requieren comentarios similares que hicieron

siempre los Padres de la Iglesia. En el resto hay que atenerse

a la regla general, que toda mentira es criminal por su oposi-

ción a la suprema verdad. Todos los que la profieren serán

castigados por Dios, dice David. La boca mentirosa provocala muerte del alma, según Salomón. Y el  Eclesiástico  nos

asegura que vale más conversar con ladrones que con quienes

sólo saben mentir; o que un salteador nocturno no es tan

detestable como quien miente sin cesar, si bien uno y otro no

 podrán evitar su condena20.

Se muy bien que la discusión sobre los equívocos tiene

muchas dificultades, a causa de su similitud con la mentira.Por un lado, el mal uso de ellos, que es casi el acostumbra-

do, los hace condenables; por otro, la autoridad de grandes

hombres que emplearon los equívocos con buenos fines,

 parecería excusarlos. Cuando el propio Dios dice descono-

cer cuál será el día del Juicio final, no habría que tomarlo al

 pie de la letra, puesto que él nada ignora; y se interpreta

ordinariamente como lo que no sabría para revelarlo. Peroexiste una gran desproporción entre él y nosotros, para que

 podamos extraer consecuencias de su modo de explicarse

 para aplicarlas al nuestro. El conocimiento certero e inme-

diato que tenía del corazón de los humanos le hizo dar

muchas respuestas que atañen más al curso de sus ideas que

a lo exterior de sus preguntas. Por lo demás, no respondía

sólo a quienes le interrogaban: sus palabras se dirigían tan a

menudo a nosotros, que hemos nacido muchos siglos des-

 pués, como a ellos; y hay que considerarlas como aquellas

que avizoran el bien del género humano. No seamos tan

osados como para atribuirnos lo que posiblemente esté

reservado para él sólo, quien vuelve las cosas verdaderas

 por la conveniencia que tienen con su entendimiento, delmismo modo que sólo son buenas las que guardan una

correspondencia perfecta con su voluntad. Lo más seguro es

hablar sin rodeos, huir de las sutilidades que pueden decep

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60 SOBRE LA MENTÍRA

donar, y jamás emplear esas evasiones mentales que escan-

dalizan a la mayor parte del mundo. No pretendo negar, sin embargo, que se puedan tenerciertas reservas mentales, que eximen al discurso de la men-tira. La Escuela lo enseña todos los días cuando afirma: «abs-traerse no es mentir»21. Y el único ejemplo de Samuel, queaseguró que por orden del altísimo había venido a Belén parahacer sacrificios, aunque el principal motivo que le llevó allí

fue el de ungir al más joven de los ocho hijos de Isaías basta para probar que hay suspensiones o reservas al hablar que nosiempre son condenables. Hay que cuidarse, no obstante, deque no sean fraudulentas ni estén practicadas con mala inten-ción. Una de las agudezas del emperador Carlos V fue decirque no había que desconfiar de lo que decía el cardenal de

Tournon sino, más bien, de lo que no decía. Era sin duda atri- buir a éste una finura mental doblada de tramposerías, quedebe vituperarse, pues daba la impresión así de estar despro-vista de mentira. Recordemos en lodo este terreno la máximade san Agustín”: que no se deben nunca tomar al pie de laletra ciertas palabras o acciones que podrían considerarsemalvadas si no hubiesen sido enviadas por el cielo y si el

espíritu divino no hubiese mediado con una particular insi-nuación.Así como los amantes de la verdad son muy directos, los

que se complacen en la mentira emplean ordinariamentemuchos artificios: «la zorra tiene donde guarecerse, mientrasque el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza», para aplicar aquí este pasaje del Evangelio según Clemente

de Alejandría23, y más pruebas podríamos extraer de la histo-ria antigua y moderna, en la que los equívocos han hecho decobertura a un buen número de perfidias.

* ' !•*

 No sólo ocurre que a veces decimos falsedades sin men-tir, porque creemos decir la verdad; puede suceder tambiénque mintamos diciendo la verdad, como señaló san Agustín,siendo nuestro designio imponernos sobre nuestros interlocu-tores alimentándolos de patrañas. Quien diga lo contrario de

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LA VERDAD ES VERDE   61

lo que piensa es un mentiroso, «mentir es ir contra la mente»,

dijo santo Tomás24, y su falta es manifiesta, por hacer algoinjusto y antinatural, al afirmar que hay en su mente lo que no

existe ahí, traicionando a la sociedad de los hombres y usan-

do la palabra de un modo perverso, pues debería ser fiel intér-

 prete de su alma.

Por ello san Juan Damasceno considera a la voz humana

'el ángel de la inteligencia’ o da mensajera del espíritu’; y san

Agustín la denomina ‘el vehículo del verbo interno o del dis-curso mental’. Filón [de Alejandría], llamado el judío, la

compara con el pontífice Aarón, que es el portavoz de

Moisés, y establece un vínculo tan natural y un consenti-

miento tan indispensable entre el alma y la palabra como el

existente entre dos hermanos. Sea como fuere, hay que juzgar

la mentira como la enemiga capital de la prudencia, y hacer

que sea una verdad oracular esa frase común de la Escuela:«lo falso no es efecto de la prudencia».

A veces parece que existe cierto placer, e incluso cierta

ventaja, en disfrazar la verdad. Pero siempre nos encontramos

al final muy lejos de nuestros cálculos, y una falsedad nunca

deja de cubrir a su autor de vergüenza y de daño. Ese es, a mi

 juicio, el significado de la sentencia de Salomón, «dulce es

 para el hombre el pan de la mentira pero luego se le cuajará

de piedras la boca». Aun cuando no ocasionase ninguna otra

desgracia, sería aún inseparable de la mentira este mal: que ya

no se cree a quienes se entregaron a ella, incluso ni cuando

están diciendo la verdad. Se burlaron del pastor de Esopo que

se había aficionado a gritar ique viene el lobo! sin venir a

cuento, y le negaron socorro cuando tuvo verdadera necesi-

dad por haberlo solicitado antes falsamente25.

Sé muy bien que hemos hablado de un tipo de mentira

 perniciosa por el mal que hace a los demás cuando la deci-

mos; pero sostengo que nos perjudica a nosotros mismos lo

 bastante como para recibir ese nombre aunque no lo hubiese

merecido. Sobre todo hemos de convencernos de que todas

las mentiras desagradan al Cielo, según indicamos, y hemosde tener por blasfemas las palabras de esa dama de la que

habla nuestra Historia, que decía del tiempo de la Liga bajo

Enrique III en París, que un celoso caballero católico agrada-

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62 SOBRE LA MENTIRA

 ba más a Dios cuando mentía que un político cuando hablaba

diciendo la verdad.¿Qué podemos hacer mejor que alimentamos de una

aversión extrema hacia un vicio que es tan característico de

los esclavos, puesto que sin duda sólo el temor hace que la

verdad entre en bancarrota? Si sucede que todos hemos naci-

do con una predisposición a esa forma de servilismo, según

nos lo indica el apóstol en un aforismo moral indiscutible

que no se halla hombre alguno que no sea mentiroso, ycomo ya lo había adelantado David26. Dada la opinión de

Demócrito de Abdera, Jeníades de Corinto y Anaxágoras de

Clazomene, y de otros filósofos27, a poco que tenga funda-

mento, sólo podemos decir falsedades, no habiendo nada

cierto en este mundo, al menos en aquello que nos atañe y

según somos capaces de captarlo.

Si recorréis con vuestros ojos toda la extensión terrestre

veréis triunfar la mentira por doquier. «Piensa, dice Cardano,

que todas las cosas humanas se asientan en falsedades, y tam-

 bién los reinos y todo poder»28. Apenas podemos decir que

nuestros altares estén exentos de tal Elcorrupción.

Todopoderoso nos oye a menudo hablar en contra de nuestra

conciencia. Y añadiré gustosamente, si se me permite hablarcomo se hacía en tiempos de Séneca, que «diré gustosamen-

te que ni siquiera decimos la verdad a los dioses, pero los dio-

ses o no se dan cuenta o se apiadan de nosotros»26. Sin embar-

go, se sostiene una falsedad con tanta porfía como una ver-

dad. La impostura tiene sus mártires, lo mismo que la since-

ridad. Y sabemos bien que los turcos llaman a su Corán  el

código de la verdad.En realidad, sólo la luz suprema puede hacernos conocer

el camino que hay que seguir para no errar. Nuestras verda-

des humanas, en la más exacta metafísica, sólo representan la

conformidad entre las cosas y nuestro entendimiento. Ahora

 bien, hay que situar tales conformidades en el rango de las

relaciones, ya que no existe otra categoría que mejor les con-venga. Y puesto que toda relación es un puro accidente, nos

vemos, en consecuencia, forzados a aceptar que, cuando

hablamos humanamente, no disponemos de verdades con

más realidad que la que pueda otorgarse a los accidentes.

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LA VERDAD ES VERDE   63

De ello procede, pues, la afirmación de que en tanto las

cosas tienen esencia son verdaderas, porque la primera pro- piedad del ser es la de ser verdad: ello hace que Dios, que es

el supremo ser, sea asimismo soberanamente verdadero.

¿Cómo interpretaríamos esa bella sentencia de Zorobabel, tan

agradable a Darío, de que el vino, los reyes, las mujeres, que

tienen un poder extremo, no son, sin embargo, tan poderosas

como la verdad? Es fácil inferir que todo ello debe arrancar

de esta suprema y eterna verdad, de la cual no participamossino en la medida en que le place iluminarnos para hacerse

conocer.

En cuanto a las verdades naturales a las que deseamos lle-

gar humanamente, nos veremos siempre limitados a confesar

que los más clarividentes son a menudo quienes más se enga-

ñan, al tomar sombras por cuerpos o al confundir simples

 parecidos con certidumbres indudables. Anacarsis se burló delos atenienses porque ordenaban en una de sus leyes que, en

 pleno mercado, luciera la verdad, en vista de que no hay lugar

en el mundo en donde fuese más miserablemente tratada ni

donde se mintiera más ordinaria y más impunemente.

Señalemos aún dos aspectos antes de concluir; uno atañe

a la verdad, tal como se nos presenta; el otro es tocante a la

mentira. El primero es que como se puede mentir con buenaintención, según las observaciones precedentes, a veces se

 persigue la verdad con malos fines, como lo atestigua un

ladrón que desea saber qué hay verdaderamente en el fondo

de la bolsa. Al menos es cierto que no conviene ser demasia-

do exacto a la hora de descubrir todo tipo de certezas.

Quintiliano recuerda lo que se reprochó al escultor Demetrio,

que hacía unas estatuas demasiado verdaderas o en exceso

cercanas al natural, al prestar más atención al parecido que al

agrado30. Y ello puede aplicarse a nuestra discusión, pues en

la vida civil a menudo resulta impertinente insistir en la ver-

dad de las cosas con tal obstinación que, en vez de sernos úti-

les o instruirnos, sólo provocamos un escándalo que a nadie

aprovecha.Mi segunda observación interpreta el pasaje de san Pablo,

ya evocado, para mostrar que nadie está exento de mentir.

Pues parece evidente en el texto del apóstol que su intención

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64 SOBRE LA MENTIRA

no ha sido la de enunciar esa sentencia de un modo absoluto,

sino más bien de enseñarnos que sólo Dios es en sí esencial-mente verdad y que, en comparación con él, los hombres son

unos mentirosos. Tan bella doctrina, sin embargo, no impide

que existan hombres que por nada del mundo se permitirían

decir una mentira perniciosa,

Pitágoras recibió su nombre, según se afirma, de la repu-

tación que tenía de ser tan verídico en todas sus palabras

como esc oráculo denominado pítieo31, que tenía la reputa-ción en su tiempo de infalible. El autor de la vida de Atico

nos le representa de una naturaleza tal que no podía ni decir

ni oír emplear a los demás falsedad alguna**2. Mariana asegu-

ra que cierto príncipe, Fernando de Portugal, que murió pri-

sionero en Fez, no mintió jamás en toda su vida1’. Y Cardano

escribe de sí mismo que considera no haber mentido nunca

desde su más tierna juventud, tras haberse extrañado ya, al

examinar el problema de su nacimiento, de que no se le

 pudiese acusar de mentir ni una sola vez después de su deci-

mocuarto año*4. No es que quiera hacerme garante de la ver-

dad con todos estos ejemplos. Pero al menos ellos son mues-

tra, junto con muchos otros que podrían añadirse, de que la

mentira no puede considerarse inseparable por completo denuestra naturaleza. ¿Y de qué nos serviría sentir amor por la

verdad si necesariamente tuviésemos que caer en la infamia

de la mentira?

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VII

LÉXICO DE LA MENTIRA

Pío Rossi

 A c u s a r . Si la autoridad del que acusa pudiera hacer sos- pechosa de culpa a la inocencia, vanas serían las esperanzasy miserable la condición de los hombres. Desdichado elmundo, si los grandes pudieran autentificar sus calumniascon el único pretexto de haberlas proferido. No habría bon-dad que no fuese relegada a la sombra y presentada como rea

ante el tribunal de la muerte.Quien desee acusar al prójimo, ha de ser puro e inocente.

 No hay razón que permita a uno exigir cuentas de la vida delotro, si él mismo no puede rendirlas de la suya propia. Quiense ha apartado de la rectitud de conciencia no esta habilitado para rebajar al prójimo. El escaso fundamento de una acusa-ción estriba en el escaso mérito de la persona que acusa.

Acusar al prójimo cuando éste es desgraciado es propiode hombres groseros e ignorantes. Acusarse a sí mismo es propio del que comienza a hacerse sabio. No acusar ni al pró- jimo ni a sí mismo, es propio del hombre sabio y perfecto.

 A d u l a r , A d u l a c i ó n . No  es adulador el que dice la ver-

dad, del mismo modo que no es adular al Sol declarar que elSol resplandece o que calienta.Es connatural a los hombres desear cierta alabanza: si no

 pueden alcanzar la verdadera, obtienen disfrute de la falsa.La apariencia halagüeña del que adula es el hechizo más

 poderoso del que se vale el fraude para volvernos locos. Laadulación es ese suave monstruo que sólo trama robar al

mundo la verdad.Aunque sea una peste atroz, la adulación no ofende, sin

embargo, más que a los que la reciben y se deleitan en ella.Es en sí misma la vestidura de todos los vicios.

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66 SOBRE LA MENTIRA

Cuanto mejor es el hombre menos necesidad tiene de ser

adulado.La adulación se ha convertido en un mal que es dulce,en un vicio civil. Se enmascara el interior con el exterior. Secubre el corazón con el rostro. Se empañan el aspecto y elespejo de la verdad con el soplo de una palabra. Así el hom- bre, que el sagrado David representa con la alegoría de lacítara1, no ofrece más sonido que el de cuerdas falsas: hace

resonar una voz sin corazón o que traiciona al propio cora-zón. Artífice de este engaño es el falsete del interés, quehace de gran maestro de capilla en el gran concierto del uni-verso.

El verdadero ¡apis philosophoruni2, que durante tantossiglos la avaricia humana no ha sabido fabricar, finalmente loha fabricado la adulación y ha provisto de esa piedra con

abundancia a los hombres de toda condición. Gracias a ella,en contacto con el plomo y con el estaño de los vicios produ-ce extrañas metamorfosis: les da el color dorado de la virtud;y Ies hace objeto de encomios y de alabanzas.

La adulación, dice san Jerónimo, tiene por objeto laganancia. A fin de conseguir algo, el adulador, por medio de

armoniosas palabras, enloquece al imprudente para privarlede su vida y de sus bienes. El propio Mercurio, para robar lavaca confiada a Argos, aproximándose a él, se puso a pun-tear su instrumento con tal suavidad que, aunque este últimotenía cien ojos, los cerró todos a la vez, vencido por un pro-fundo sueño. Una vez que le hubo dormido (puesto que delsueño a la muerte sólo hay un paso), le privó de su vaca y de

■su vida.

A d u l a d o r . Más vale encontrarse con cuervos que conaduladores: los unos comen la carne de los muertos, los otrosla de los vivos.

Los poderosos mantienen gustosos cerca de sus oídosalmas complacientes que tienen palabras para todas las oca-siones. Y saben hacer máscaras para todos los rostros y zapa-tos para todos los pies.

La lombriz no abandona el grano mientras allí encuentrealguna sustancia con la que alimentarse.

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LÉXICO DE LA MENTIRA   67

El cinocéfalo3tiene por costumbre cambiar de pelaje, así

como de sentimientos, con los cambios de Luna. La excelen-cia de los aduladores astutos consiste en saber con su canto ysus voces adaptarse a nuestros apetitos: en saber, digo, tocarun instrumento y encontrar aquella armonía que correspondea la mordedura de nuestra tarántula4.

A í 'HCTACIONHS. La afectación ha sido siempre menospre-

ciada en todas las acciones morales y políticas, y más todavíaen los usos y en los comportamientos. La afectación suprimesiempre la verosimilitud.

Las afectaciones son el lote de los que no saben declararsu amistad, si no es mostrándose lisonjeros. La amistad debeser cultivada con demostraciones de amor viril.

Las visitas a destiempo, los cumplidos inoportunos, las

expresiones de afecto que resultan singulares, los rasgos deconsideración exquisitos: son cosas todas que testimonianvenalidad. La amistad ama el corazón, no la lengua. No sonlas vanidades cortesanas las que atestiguan el amor, sino lasobras que pertenecen a las cosas sustanciales. Quien ha naci-do verdaderamente libre, huyendo todo lo posible del servi-lismo de la adulación, no se aleja ya ni un instante del núcleo

de una noble y digna amistad.

A m i g o s   d e   e o r t i j n a . Los amigos de fortuna corren alládonde ésta se encuentre. Odian a quien la posee porque que-rrían poseerla ellos.

Los amigos de fortuna giran la espalda según el soplo delos vientos y de las venturas5. Son verdaderamente de fortu-na porque siempre son secuaces de la fortuna; y son en sucorazón semejantes a la fortuna: inestables, vacilantes. Si eres

 pobre en riqueza, serás pobre en seguidores. Si eres rico y poderoso, verás tu poderío respetado y cortejado. Se miran yse admiran los esplendores pero de las sombras se huye; todaslas sombras cualesquiera que sean, se arrojan al suelo y se

entierran.Los amigos se cuentan entre los bienes de fortuna. Perohuyen los amigos cuando de nosotros huyen los bienes de for-tuna. En el oriente de la miseria nace el poniente de la amis

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68 SOBRE LA MENTIRA

tad. No amamos a los amigos sino a las fortunas. Sólo si

haces amistosa, es decir, afortunada, a la fortuna haces amis-tosos a los amigos. Si falta la una, faltan los otros. La amis-

tad, como el hel i otropo, sigue siempre los rayos del Sol. El

ocaso de la amistad sigue al ocaso de la suerte. De ahí Ovidio:

«Cuando el tiempo esté nuboso, estarás solo»6.

A m i g o s   f i n g i d o s. La soledad se apodera de las viviendas

de las que huyen los amigos temerosos de la mala fortuna, parano ser perjudicados. Muchos piensan que es culpa de la propia

fortuna la costumbre de alejarse de los amigos de quienes se ha

apartado la buena fortuna; y hablan de su rigor, ya que después

de haber sustraído todo bien, roba además al amigo. Pero cuán

loco aquel que no reconoce que se trata de un defecto nuestro

y que no se debe ni al destino ni a las estrellas. El hombre teme

tratarse con aquellos que, sufriendo una fortuna adversa, sólo

 pueden comunicarle su mal o pretender su bien.

Se dice que es en la necesidad donde se conoce a los ami-

gos. Mas yo digo: ¿cómo podemos conocerlos si ellos no nos

conocen? Se compadecen de nosotros pero no nos ayudan. Se

excusan por su debilidad y no se esfuerzan en nada. Y ¡cómo

se acusan excusándose! Desean ocasiones, dicen, de servir-nos y de sernos útiles, pero no es la ocasión lo que falta, son

ellos los que faltan a la ocasión. Manifiestan con generosidad

una voluntad estéril, tanto más infructuosa cuanto que tiene

más facundia y fecundidad; e incluso tanto menos buena

cuanto que, según sus decires, se proclama excelente. La

mayoría de las veces, esta buena voluntad no es ni bondad ni

voluntad, sino cortesía y ceremonia. No es deseo, sino tal vezdeseo de deseo: puesto que es el deseo lo que les falta.

Acuden con grandes pasos ceremoniosos, pero no ofrecen

ningún socorro. Proponen pero no disponen. Prometen pero

deniegan. Quieren (dicen) pero no quieren (y digo que no

quieren). Alimentémonos de su voluntad en todo lo que tiene

de bueno; y veremos si podemos permanecer entre los vivos.

Para conservar los amigos es necesario que no sean nece-

sarios. Para tener muchos, hay que buscarlos poco.

Ayudémonos nosotros mismos, y no tengamos por amigos

sino a nuestro ingenio y nuestro esfuerzo. No confiemos en

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LEXICO DE LA MENTIRA   69

ninguno de nuestros amigos ya que la nada es siempre hija de

la esperanza. Quien vive de esperanza, vive soñando: pues lasesperanzas son los sueños del despierto. Para probar a un ver-

dadero amigo, no busquemos la piedra de toque: porque no

encontraremos ni al amigo ni esa piedra. Si somos felices,

contentémonos con nosotros mismos. Si somos miserables no

tengamos por amiga sino a nuestra paciencia. Cuando el árbol

va a caer nadie se acerca para sujetarlo: todos temen los efec-

tos de su caída. Pero cuando ha caído, todos acuden parahacer leña de él.

Quien se pretende íntimo y sin embargo os traiciona es un

fanal engañoso que, con una antorcha engatusadora, señala el

 puerto y os conduce a Caribdis. Es una serpiente adorable

criada en vuestro propio seno. Pero ¿qué harán los bárbaros,

si nosotros mismos nos traicionamos? ¿Con quién viviremos

sin peligro, si somos traicionados por nuestros amigos másíntimos?

Esta amistad está envenenada, por lo que no hay que

extrañarse de que muera casi antes de haber nacido: pues su

leche es un veneno. Un céfiro seductor de fingido ceremonial

le da soplo, por lo que con razón se desvanece pues un céfiro

es un vano soporte. El rey Antígono, tal como lo cuenta

Plutí ireo, rogaba a los dioses diariamente en voz alta para que

le defendiera de sus amigos. Pobre humanidad, que, por estar

desprovista de todo bien, no encuentra ningún bien entre los

que profesan que se lo desean. Les es imposible a los hom-

 bres tener trato con su prójimo, ya que quien más trata más

rápidamente cae.

La amistad de aquellos no traspasa las fronteras de loslabios puesto que su jurisdicción no se extiende más que a sus

 palabras. El corazón o no entiende o no atiende a la lengua:

 pues el corazón no está donde está la lengua. Cuanto mejor

saben hablar mejor aprenderán a obrar mal. Entonces, decli-

na la amistad cuando declina la fortuna. ¡Oh Proteos! Aunque

Proteos más monstruosos, pues transforman no sólo su apa-

riencia sino también la naturaleza. Ellos se transforman, porla magia del interés, en perros; pero perros que, renunciando

a la fidelidad, sólo conservan la rabia: instigados por ella,

muerden sin haber sido atizados por nadie.

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70 SOBRE LA MENTIRA

Es el cambio de fortuna lo que cambia a los hombres, e

igualmente sus palabras, sus pensamientos, sus costumbres.Como las plantas que, a la puesta del Sol, vuelven sus hojas.

Esta costumbre es tan habitual en el mundo que lo contrario

no se puede contar más que como milagro. ¿Puede imaginar-

se amistad más estrecha que la que se da entre el cuerpo y el

alma? A pesar de todo, cuando la carne es vencida por las

enfermedades de modo que ya no puede servir al alma, y esta

última ya no puede esperar de ella ninguna ayuda, la abando-na. Y deja a la pobre carne como presa al enemigo y como

 pasto a los gusanos.

 A mist ad   f i n g i d a . Quien contrata amistad, cautivado por

el interés, anula el contrato cuando ese interés cesa. Una ve/

suprimida la causa de la amistad, no queda nada que la man-

tenga. Ya no es amistad: es mercancía. Los prados, los cam-

 pos, los rebaños se aman de este modo porque producen

fruto. El amor entre los hombres carece de recompensa, es

gratuito. El amor no tiene mas fuente que él mismo.

Esa amistad que no deleita en absoluto y que no corres-

 ponde a ninguna disposición natural, vale más dejarla morir

al nacer que matarla de golpe. No es nada ventajoso, porhaber renunciado a un amigo, encontrar un enemigo. Es un

CT1 7  O

error demasiado grande combatir contra aquellos con quienes

se ha vivido con familiaridad.

Las amistades fingidas terminan con la muerte, pero las

verdaderas duran siempre.

La opinión de los que nos exhortan a amar a nuestros

amigos como a mortales susceptibles de convertirse en nues-tros enemigos, se revela por sí misma extraordinariamente

sospechosa de falsedad: en efecto, ¿cómo llamar amor verda-

dero a lo que no es perpetuo? Está ya acabada esa amistad a

la que atormenta el pensamiento de perderla. ¿Cómo se puede

entregar a alguien y para siempre un corazón que se piensa

muerto poco después? Atarse a lo que corre el riesgo de per-

derse fácilmente es imprudencia y locura. Es imposible amar

aquello que sin tardar va a pertenecer a otro. Por tanto, si es

verdad que no perdemos a los amigos que mueren, porque

ellos nos preceden para esperar nuestra llegada, ¿no es ésta

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LÉXICO DE LA MENTIRA   71

una razón para amarlos y quejarnos de su alejamiento cuando

éste dura tanto como nuestra vida?El nombre de la amistad fue siempre muy dulce, y elhombre ha nacido para gozar de esta dulzura; pero la hacorrompido. Y el corruptor de esa miel fue el veneno del in-terés.

La amistad, que Cicerón comparaba ya con el Sol7, es hoyun Sol cubierto de nubes o de manchas; ensangrentado o

eclipsado: el interés, que se ata siempre a las cosas terrestres,es esa Tierra que la eclipsa.Cada uno es amigo de sí mismo, y no del amigo. Es un

hallazgo sofista decir que el amigo es otro yomismo. No es posible encontrar un alma que esté alojada en dos cuerpos, yaque cada uno vive solo: es decir solo en sí mismo. Ningúnamigo puede mirar en lugar de su amigo, porque el interés

empaña y usurpa igualmente toda mirada. Y no hay más mira-da que la del interés.

Pero si el hombre ha sido creado por Dios para vivir encompañía, ¿cómo podrá estar acompañado si no encuentra un buen compañero? ¿Quién le amará pues, si el hombre no amaal hombre? En cuanto a mí, sólo sé responder que el hombreva destruyendo la humanidad, es decir, a sí mismo. Las amis-tades comienzan pero no se mantienen: porque no se sostie-nen las cosas gracias a las cuales se mantienen. La indiscre-ción, la impaciencia, las pretcnsiones, el orgullo, la incons-tancia, el interés se unen para separar la unión de los corazo-nes. Para concluir, el amor por sí mismo destruye amor yamistad. La íntima maldad de la naturaleza, para ser íntima,

destruye toda intimidad. Desapareció hace mucho tiempo ellinaje de los Damon y de los Pitias, de los Teseos y de losPiritoos; de los Patroclos y de los Aquiles; de los Euriales ylos Nisos; de los Pílades y de los Orestes; aunque imaginoque amistades de esta clase son fábulas más que amistades.Los Barvarighi, los Trevisans fueron milagros de Venecia:ciudad siempre milagrosa8. Y hasta tal punto es ello cierto que

la amistad en el mundo no es natural sino milagro.

 A par ie n c ia . La apariencia engaña casi siempre; y es difí-

cil aconsejar en su contra.

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72 SOBRE LA MENTIRA

Muchas cosas en apariencia se presentan horribles: pues

siempre los sentidos ofrecen visiones, y si el vidrio de larazón se interpone, cambian entonces en gran parte de apa-

riencia.

 No hay argumento que, a los ojos de los ignorantes, pueda

arruinar Ja apariencia. Pues juzgan con los ojos y no con el

intelecto.

Muy peligrosa será siempre la luz del teatro, muy parti-

cularmente en la corte. Quien gesticula privadamente estámás scuuro.

Las pirámides de Lgipto presentan un espectáculo de

 belleza ostentosa pero no tienen utilidad alguna.

Las pompas hechas con agua jabonosa son bellas a la

vista pero desaparecen fácilmente.

Hl sabio respeta la virtud y no las vanas apariencias.

Todas las apariencias son en sí mismas cosas nimias.

Cuanto más engañosa es la apariencia, más débil es la vir-

tud interior; y los frutos son imperfectos. Allá donde los ojos

humanos se contentan con lo que aparece en la superficie, los

de Dios por el contrario no aprecian más que la bondad.

Todas esas carrozas que Roma ve en deleitosos espectá-

culos al pasar las cabalgatas de los embajadores principescos,sólo tienen valor por su cubierta, ya que las cajas están va-

cías y son de imitación. Quien no tiene la solidez del mérito

 pretende la apariencia del honor creyendo neciamente com-

 pensar la falta de virtud con la superabundancia de ornamen-

tos. Pero jamás Helena fue alabada por la riqueza o por la

suntuosidad de sus vestidos. Ni un Cillaro ni un Scjano lle-

garon a ser feroces por la pompa de su vestimenta^.Quienes se entusiasman con las apariencias preparan su

ruina como las lámparas de este mundo que, para ofrecer la

luz a los demás se consumen ellas mismas. La Luna ofrece

tanta más luz a la Tierra cuanto más alejada del Sol esté,

menos iluminada en su parte superior que mira al cielo. Así

los que buscan el esplendor a los ojos de los hombres, se ale-

 jan de Dios y se oscurecen en su parte superior. El Salvador

llamó a esta vana apariencia toque de trompeta pues de esa

manera se pone la salvación a subasta para venderla a vil pre-

cio y por un pequeño favor.

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LEXICO DE LA MENTIRA   73

Juzgar a partir de las apariencias exteriores es falaz. Con

frecuencia el mar cubre con sus olas tranquilas una tormento-sa tempestad. Bajo las montañas de nieve se quema y llamea

el Etna. Bajo un rostro benigno se disimulan desdén y cólera.

¿Y quién hubiera jamás pensado que entre espinas saldrían

las rosas, de una cebolla apestosa la azucena cándida y deli-

cada?

Con frecuencia, el fruto más rojo, el más bello, el más

maduro es menos sano que los otros. Y cuando se abre seencuentra el gusano que lo roe y lo hace madurar antes de

tiempo. Los hombres que no tienen, como dice el sabio, los

ojos del espíritu, cuando ven una bella apariencia, no van más

allá y no buscan el fondo de las cosas. Pero los más sagaces

fabrican su pasto más bien del meollo que de la corteza y

 penetran con sus ojos de lince hasta en las cavidades más

secretas.

A r t i f i c i o , a r t e . Quien teniendo confianza en sus propios

artificios los emplea demasiado abiertamente, esperará vana-

mente algo bueno.

La guerra, la paz, todas las tribulaciones no están regidas

sino mediante artificios.

El hablar sin arte hace parecer libre de toda sospecha de

adulación.

Con una hoja se enriquece una gema. Incluso el oro, que

sirve para engastar piedras infinitamente más preciosas,

añade si no precio, sí al menos ornamento.

El hombre prudente conoce el tiempo: según sea éste,

cambia de táctica. Junta delicadamente y con diligencia las pieles del zorro y las del león. Con artificios de ese tipo mejo-

ra sus negocios.

Lo falsificado no puede durar mucho tiempo. A la prime-

ra sudada el emplasto se arranca del rostro al que cubría.

El arte debe permanecer escondido; y no se puede disimu-

lar si se emplea con frecuencia. Cuando se quiere parecer lo que

no se es, si se quiere triunfar, hay que hacerlo como de paso.La juventud no sabe vivir con artificio.

Los artificios lícitos son actos de prudencia con los demás

que emplean modos y disposiciones tan hábiles que permiten

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74 SOBRE LA MENTIRA

llevar a buen término los propios designios. Se llaman actos

de prudencia para distinguirlos de los malos artificios que sonactos de astucia maliciosa.

Los artificios adquieren excelencia y perfección cuando

el que los emplea hace creer que está lejos de todo artificio.

 A s t u c i a . La astucia que es lo propio del zorro no le salva

en modo alguno de las trampas.

Se teme con frecuencia la astucia más que la fuerza. Elgallo, animal generoso y acostumbrado a combatir en terreno

descubierto, si ve al milano, más mezquino que combativo,

tiembla; no tanto por su fuerza como por su astucia.

 A s t u t o . La piel de las panteras es tenida en gran estima

entre los hombres por la variedad de sus colores.

Se puede decir lo mismo de aquellos que en latín se lla-

man versipeücs  Tque cambian de forma11: hombres cautelo-

sos, dobles, versátiles; pues la simple apariencia del hombre

de bien se llama desde ahora necedad.

Bo c a . Todo hombre debería conocer la medida de su pro-

 pia boca.¿Qué es sino un mar de perlas entre dos riberas de rosas?

Puerta engastada del palacio de la risa. Seto de rosas que

difunde los perfumes de Arabia, arco de perlas de donde

fluye toda alegría; antro oloroso; camarilla purpúrea; copa

de rubíes en la que beber es beber una nueva muerte. La boca

es la sede principal del amor; estuche compuesto de rubíes,

que manifiesta cuantos tesoros preciosos encierra; arco delque parten principalmente las flechas hacia un corazón ulce-

rado por las risas o herido por las palabras. En último lugar,

morada de la aurora que precisamente enrojeciendo en el

cielo de un rostro hace nacer el día de la felicidad de los

amantes.

Boca, madre de las palabras, engendradora de besos; tea-

tro con cercos de rubíes, con puertas de coral resplandecien-

te, collares de perlas cándidas, cortinas de púrpura natural,

 pasillos de rosas animadas: por donde, divertidas, pasan las

Gracias, la risa tiene allí su residencia.

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LÉXICO DE LA MENTIRA   75

Es cosa difícil conservar puros los labios. Isaías por otra

 parte la pureza misma confiesa que su boca no está despro-vista de manchas. «Quien no haya faltado con palabras seráhonesto también en sus acciones» dice el apóstol Santiago10.

C a l u mn ia . Quien toma la defensa de la calumnia pone un bozal a un perro herido para impedirle que se cure con la len-gua.

Conserva la esperanza y la confianza y reza tú, leal ycalumniado seguro de que Dios no carece de algún Danielhábil para apartarte de tu desgracia.

 No hay espíritu tan excelente que esté a salvo de lacalumnia.

La calumnia es testigo, por falso que sea, de la falta de méri-to; contraseña del desprecio, bruma de la reputación, escala de

la deshonra, espada que sesga las reputaciones, rayo que redu-ce a las cenizas la gloria. Los sabios egipcios le dieron la ima-gen de un basilisco que, sin morder y con la sola mirada, esdañino para el hombre: pues la calumnia, incluso secretamentecuchicheada, antes de salir públicamente a la luz, es fuente decalamidades. Se ve el relámpago antes de oír el sonido; se sien-te la herida antes de la amenaza; la muerte antes de la adverten-cia. No hay corazón tan fuerte que no sea abatido, alma tanconstante que no vacile, coraje tan intrépido que ante el silbidode una lengua calumniadora no se debilite: «la calumnia pertur- ba al sabio y compromete la firmeza de su coraje»11.

La mayor parte de los hijos de Adán es demasiado procli-ve a dar crédito a la falsedad.

La calumnia es tan audaz que no respeta a nadie, porgrande y eminente que sea. Eseipión, que domó la belicosaÁfrica, fue hasta tal punto agobiado por la calumnia que,cediéndole su puesto, él mismo se confinó en una vida rústi-ca y selvática. En cuanto a Temístoeles, la calumnia, priván-dole de su patria le hizo soportar el ostracismo y empañó devergüenza su esplendor. La lengua calumniadora de Tulio

Ausidio le costó la vida a Coriolano12.La calumnia es una espantosa bombarda cuyo bramidohace palpitar el corazón más firme. Pero si no va cargado conla bala de la culpa, todo acaba en estruendo y humo.

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76 SOBRE LA MENTIRA

Sócrates será ilustre por todos los siglos y su nombre

siempre famoso, transportado por la pluma de los escritorescomo por las alas de la gloria: así la calumnia, que hizo con-

denarle a una muerte indigna, fue la hoguera de la que, Fénix

afortunado, renació, más famoso y respetado que nunca. Lo

mismo que las sombras sirven a la luz, las calumnias sirven a

la virtud para hacer que resalte. Incluso la oscuridad de la

noche descubre los rubíes eternos, que adornan el firmamen-

to con su inmenso esplendor. Las cincuenta acusaciones con-tra el severo Catón hacen resplandecer su virtud más que los

mil resplandores de sus obras gloriosas.

¿Quién hubiera conocido jamás la existencia de Susana si

la calumnia no hubiera hecho gloriosa su inocencia? Si todasO

las lenguas de Palestina hubiesen intervenido a su favor, si

hubiesen rivalizado para tejer alabanzas y elogios no habrían

 podido hacerla resplandecer tanto como lo consiguieron las

sólo dos calumnias que la hicieron ¡lustre. Y, en fin, el ino-

cente José lúe elevado al trono de Egipto sólo por la calum-

nia.

Si la perfidia humana ha querido ennegrecer incluso el

cielo y encargar a las estrellas claras y brillantes de recom-

 pensar el estupro (llamándolas con nombres malvados comoJúpiter, Saturno, Marte y otros), ¿quién podrá pues conside-

rarse limpio o libre de cualquier calumnia? La extrema santi-

dad o justicia de los hombres no les protegen de ella: «El

 justo permanecerá eternamente en la memoria, no temerá nin-

guna mala reputación»13.

La calumnia es la piedra de afilar de la virtud. La calum-

nia no perjudica más que a sí misma. Sus acusaciones másmaliciosas son las más honorables justificaciones. Si no

hubiese pretendido matar a la bella, casta y santa Susana,

quizá los siglos futuros la habrían ignorado; pero como se

apoderó pérfidamente de la joven, ésta debe estarle agradeci-

da, si no por la intención, al menos sí por el resultado que la

hace vivir por los siglos de los siglos.

Todos los tiranos han cultivado siempre, a veces de forma

disimulada, la calumnia; quizá sea porque sin ella no hubie-

ran podido ser tiranos. Es el único medio de hacer todo a su

manera. Los calumniadores han sido innumerables porque

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LÉXICO DE LA MENTIRA   77

calumniar suponía adquirir mérito. Y como el juicio era un

imán cuyo único polo era el genio del tirano, libre era el tira-no para matar la justicia con la espada de la justicia.Desdichados los Estados donde era necesario morir si se erainocente o que la gloria del inocente muriese. Que Dios guar-de la repúblicas cristianas de tan execrable tiranía.

C a l u mn i a d o r . Lo  propio de los calumniadores es censu-

rar todo; nunca verificar nada: «las gentes honestas son cali-ficadas como pésimas por los propios perversos».

Según Demóstenes se trata de algo curioso: pues si unavíbora sale de alguna grieta o antro, unos y otros, a cual másse precipitan y tratan de matarla, por temor a que muerda aalguien; y si se presenta ante ellos un calumniador, monstruomás cruel y mortífero que la víbora, que no se alimenta más

que de sangre inocente y cuya mordedura es incurable, es bienvenido y acariciado como un familiar.

Este fue el consejo de Isócrates a Nicocles: incluir entrelas leyes del reino el que fuesen condenados a la misma penacriminales y calumniadores'4.

C o r a z ó n . ¿Quién penetró jamás en el abismo del corazónhumano? ¿Quién, sino Dios, conoce a distancia los pensa-mientos? ¿Quién juzga nuestros pasos y nuestros movimien-tos sino ese Dios para quien todo es patente?

El mar, en su vasto imperio, no tiene tantos habitantesescamados como el corazón humano vanidades de pensa-miento.

Es un abismo sin fondo, un océano inmundo al que sanBernardo aplicó estas palabras: «allí donde el mar se presen-ta grande y espacioso, hay infinitos reptiles».

Los pueblos sibaritas tenían la costumbre de colocar a los pies de su rey una tortuga, animal sin corazón, según escribenlos naturalistas: para simbolizar que los que gobiernan debenestar libi 'es de intereses privados. Un santo rey confesó tam-

 bién que estaba sin corazón cuando dijo: «mi corazón meabandonó».El corazón es fuente de vida, fragua de calor humano,

manantial de la sangre, origen de las venas, de las arterias, de

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78 SOBRE LA MENTIRA

los nervios. Y es al cuerpo lo que el Sol es al cielo. Si éste se

encuentra en el centro de los planetas, como repartiendo lastareas entre los ministros, aquél distribuye entre todos los

miembros sus cargos. Si éste proporciona a las otras estrellas

su luz y no la recibe de ellos, aquél da el ser que extrae de sí

mismo y no de ellos. Si el uno mediante su movimiento y su

luz es origen de los cuerpos compuestos y de la corrupción

cuando desaparece, el otro mediante su palpitación da vida a

todo el cuerpo y, si se para, da muerte. Si el uno fue, antes quecualquier otro cuerpo celeste, creado por Dios, el otro, antes

que cualquier otro miembro, fue fabricado por la naturaleza.

El corazón está en el cuerpo como el príncipe en su

Estado; el uno en medio del reino, el otro en medio del pecho;

el uno ya compasivo, ya severo, o duro o complaciente según

las diversas costumbres de los individuos de los pueblos que

domina, el otro es igualmente diverso según la diversidad que

encuentre: flexible en los sutiles, pequeño en los audaces,

grande en los tímidos, tierno en todos, tosco y áspero rara-

mente en algunos. El corazón de los justos es como una lám-

 para perpetuamente encendida ante el rostro de Dios: no

 puede sino hacer resplandecer en el interior de las tinieblas

los días más bellos del mundo.Corazón amante, se abre por fuerza. La granada, cuando

está llena de granos encendidos desgarra su envoltura para

mostrarlos.

Del corazón proviene la iniquidad que invade los sentidos

y los miembros del hombre: el propio corazón los mueve y

los dirige. Es él quien hace moverse a los pies, quien inspira

a la lengua, quien hace girar a las manos, quien da forma a losotros sentidos y comparte con ellos su malicia o su bondad.

/

El, sin embargo, no saca su iniquidad sino del ojo. Puesto que

ése es el primer origen: «si tu ojo está sano, todo tu cuerpo

estará iluminado»13.

Las conchas que contienen perlas no deben abrirse más

que para recibir el rocío del cielo. Quien introduce ladrones

en su casa se queja sin razón de ser robado por ellos.

El corazón humano es un laberinto tortuoso, oblicuo,

falaz. No hay nadie que pueda penetrar en sus pensamientos,

ni siquiera los ángeles. Es el abismo que está descrito al ini-

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LÉXICO DE LA MENTIRA   79

ció del Génesis: «y las tinieblas cubrían el abismo». Y eso, a

causa de su vasta redondez y oscuridad: «profundo es el cora-zón del hombre, e impenetrable»16.El centro del corazón humano no es el mundo, ya que en

él no hay más que opresión y tormento. No es el cielo que esel lugar de los ángeles. Es Dios, y Dios evidentemente, pues

/

sólo El es infinitamente amable, bueno, deleitable: «inquietoestará mi corazón mientras no repose en ti». Así lo escribe san

Agustín hablando de su persona17.

D is c r e c ió n . La discreción es la maestra del disimulo,  ysirve a este último de velo que lo recubre.

En la antigua ley, nuestro Señor ordenaba que volviesende la batalla a su casa aquellos que habiendo plantado unaviña no hubieran probado todavía el vino, como si esa amar-

ga preocupación por la viña debiese ser un impedimento paracombatir.

La vara con la que san Juan en el  Apocalipsis  midió eltemplo, el altar y a cualquiera que debiese a Dios un tributode adoración, está en la imagen de la prudente discreción quedebe fijar, incluso en las obras santas, término y medidamoderados.

La discreción es una prudencia perfecta. Y la prudenciano puede ser perfecta sin discreción. Cualesquiera que seansus nombres, basta con saber que esta cualidad interior tiene

 por esencia el guiar los pasos por el sendero de la virtud: desuerte que quien sobrepasa la marca está fuera de carrera;

 pues una virtud indiscreta es vicio. Igual que la arena de un

reloj, se desliza el curso continuo de las acciones virtuosas,que nos permite distinguir las horas de nuestra vida. Cuandoen ella la discreción no asegura su curso regular el almaqueda desconcertada. Pues si el paso se ha vuelto demasiadoestrecho a causa del rigor de las mortificaciones, entonces se

 bloquea por impotencia; si se ha dilatado en exceso, la virtudrealiza demasiado deprisa su acción, lo cual produce en el

alma un reposo ocioso que tiende al vicio.

D is imu l o . El disimulo no es más que una especie de pru-dencia o sabiduría débil. Hace falta un gran discernimiento,

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80 SOBRE LA MENTIRA

un gran espíritu y un gran corazón para saber cuándo hay que

decir la verdad o cuándo debe ponerse en práctica: por eso losdisimuladores representan la categoría más débil de los polí-

ticos.

Los hombres más hábiles han tenido todos un comporta-

miento abierto y franco. Y se les ha llamado sinceros y verí-

dicos incluso cuando a veces han creído en la necesidad del

disimulo; y cuando lo han empleado, su reputación preceden-

te, derivada de su buena fe y de su sinceridad de comporta-miento, les ha protegido.

Es tan incorrecto dejar al desnudo la cabeza como la

mente; y las costumbres y las acciones de los hombres son

tanto más respetables cuanto menos transparentes sean. El

disimulo es casi siempre un borde o una punta del secreto.

Las ventajas del disimulo son tres. La primera es la de

adormecer a los que se opondrían a nuestras intenciones, desde

que éstas se hacen publicas. La segunda, la de reservamos, en

cada circunstancia, una buena retirada: la cual nos estaría

 prohibida si nos hubiésemos comprometido por alguna decla-

ración manifiesta. En ese caso, nos convendría o bien seguir

adelante o bien tropezar y caer. La tercera ventaja es la de des-

cubrimos el espíritu del prójimo; de donde el proverbio espa-ñol: «di una mentira y encontrarás una verdad»; como si no

hubiese otra vía para descubrir al prójimo que la del disimulo.

Hay sin embargo tres desventajas que equilibran las suso-

dichas ventajas. La primera: el disimulo conlleva una aparien-

cia de timidez que corta las alas a cualquier asunto que estu-

viese encaminado hacia la victoria. La segunda: irrita y deja

 perpleja la opinión de muchos de los que cooperarían, y tienecomo consecuencia el que el hombre se quede solo para diri

*

girse a su meta. La tercera: priva al hombre de los principales

instrumentos de su acción, que son el crédito y la reputación.

Las reglas de la prudencia deben incluir las siguientes

medidas: que el hombre tenga un traje de camuflaje; un cré-

dito de buena fe y un hábito para disimular y enmascararse

cuando la necesidad no admite ningún otro remedio.

Do b l e , F i n g i d o . Es  ser doble para un marino mirar a la

 popa y hacer avanzar la proa. Pero ¿quién se encuentra en

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LÉXICO DE LA MENTIRA   81

esta duplicidad sin sentir envidia o maldad? En nuestra pre-

sencia los hombres dobles aplauden nuestros actos: para des-trozar, en cuanto se alejan, nuestra reputación. Tienen doscaras para engañarnos, y mil invenciones para traicionamos.Son camaleones que, salvo la modestia y la verdad, puedenrepresentar cualquier cosa. Cambian los decorados en cuantosalen los personajes. Saben adular los espíritus presentándo-les la acción más simpática con su humor.

La duplicidad y la simulación son detestables en los hom- bres, porque está escrito que el Espíritu Santo se alejará de losque fingen: pues El es Espíritu de Verdad.

Filipo, rey de Macedonia y padre de Alejandro Magno, proponía más palabras que hechos. Medía la amistad con lavara de la utilidad y no de la fe. Amaba igualmente, y comogemelas, la piedad y la perfidia. Simulaba amor en el odio.

De dos hombres enemigos, deseaba igualmente la amistad, ytenía dos estribos para un solo pie, deseando aparecer en pru-dencia como el mejor caballero de Grecia.

Los hombres dobles, para que no se descubra la verdad desus pensamientos, hacen como las perdices: cuando ven alcazador acercarse a su nido salen a su encuentro revolotean-do de aquí para allá, y fingiendo cojera o alas rotas, le alejanhacia lugares apartados. Aunque no se sepa todo lo que suce-de en ese caso, es sin embargo verdad que para disimular losdefectos, es necesario que el ojo de la mente esté como el delos egipcios: colocado en lo alto de un palo. Que no se duer-ma para no caer. El pintor que en su dibujo sabe utilizar elclaroscuro se sirve con facilidad de cualquier color.

Do bl e z .  La doblez se sirve de la lengua como de un pin-

cel multicolor.

Los hombres dobles viven en la mentira como en un quin-to elemento.

Todos los hombres, dice Aristóteles, tienen el corazónsituado a la izquierda; lo que quiere decir que no hay que

extrañarse si, por lo común, son llevados al engaño y a lamentira.

Quien tiene dos corazones no tiene constancia. La unidadtiene siempre más firmeza. Los dos corazones tiran en senti-

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82 SOBRE LA MENTIRA

dos diferentes. El uno molesta al otro, es así como nace la

inconstancia.La duplicidad es tanto más doble cuanto más apariencia

de simple muestra. La época de Jano retorna, puesto que una

 buena parte de los hombres se revelan así: por duplicidad y

no por prudencia. O más bien por prudencia, puesto que es así

como se disfraza hoy la doblez.

Los bribones fingen alejarse del lugar a la moda hacia el

que se encaminan. Así el demonio jamás tiende al vicio defrente sino que lo disimula y lo recubre de hojas. Dicho de

otro modo, si obrase con demasiada evidencia, sería una

trampa al descubierto y un metal falso cuya moneda nadie

querría utilizar.

La doblez transforma el resplandor de la virtud en espan-

toso lodazal, y quien se refleja en él se espanta.

Las trayectorias oblicuas y cruzadas son como el caminarde la serpiente, que se desplaza falsamente sobre el vientre y

no sobre los pies.

Sin duda la villanía de la falsedad, de la ausencia de fe no

se puede expresar mejor que diciendo de ella que anunciará

la última trompeta que llamará al juicio de Dios sobre la

generación de los hombres: puesto que se ha predicho quecuando el Cristo venga, ya no encontrará fe en la Tierra.

 No hay vicio que haga a un hombre más infame que el de

haberse mostrado falso y pérfido. Y sin embargo un escritor

moralista18, buscando la razón por la que la palabra mentira

debe permanecer tan en desgracia y con tanto peso, observa

excelsamente que, bien considerado, decir que un hombre

miente es decir que es valiente frente a Dios y cobarde fren-te a los hombres: porque la mentira se hace evidente ante

Dios, mientras que el hombre no la descubre.

Memón de Tesalia, por lo que cuenta Jenofonte, fue tan

doble y mentiroso que, para llegar al poder consideró que no

encontraría camino más corto que el de mentir, engañar y per-

 jurar. Otro rey, del que habla Tácito, siguió una conducta de

menor impiedad aunque de mayor sutileza, para dirigir susnegocios: «se engalanaba aparentemente con la amistad de

uno y por caminos ocultos y seguros se inclinaba a otra per-sona»19.

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LÉXICO DE LA MENTIRA   83

Se llega más fácilmente a conocer la naturaleza de los ani-

males que la de los hombres. Los zorros tienen fama de ser másastutos, engañadores y falsos que ningún otro animal. Sinembargo, si se cazasen treinta mil, dice Estobeo20, y se les exa-minase uno a uno, se descubriría en todos la misma naturaleza.

Entre nosotros, añade, hay tantas especies como indivi-duos: tantas naturalezas como cuerpos. Los lógicos puedendecir lo que quieran, la experiencia muestra lo contrario.

Todo el mundo detesta la doblez, y sin embargo si se tienealgo de espíritu no se puede prescindir del fingimiento. Aúnmás, se tiene por prudente a aquel que se sabe que actúa conhabilidad; el que obtiene algo por su propio arte más que porla fortuna parece mucho más sabio. Si los hombres fuesentodos leales, la deslealtad y el engaño no propondrían su mer-cancía; si todos fuesen buenos, los malos no reinarían. Y si

todos fuesen como deberían ser, habría que ser con elloscomo conviene ser. Pero las almas corrompidas no piden jus-ticia. El mundo es tan malo que, si las formas legales y lasconductas ingenuas condujesen al bien, sería malo igualmen-te; y se merecería el mismo mal si correspondiesen con enga-ños. Pero si el zorro persuade a la cabra para entrar en el pozoy la deja allí, si el pajarero dice al mirlo que va a construir unagranja y le tiende la red, ¿qué hay que hacer para no quedar-se en el pozo, para no ser atrapado por la red?

La doblez es un mal cuyo remedio es fácil, pero es difícilde encontrar. Fingir creer es ser incrédulo; mostrarse conten-to es no estar satisfecho: es el contraataque lo que se propo-ne en este caso. Mostrar que se es crédulo, y dudar siempre,

es la mejor máxima que se puede enseñar para vivir protegi-do de las trampas. Los hombres libres estarán siempreexpuestos a los golpes de quienes les tienden celadas.

Do l o r  o c u l t o . Quien muestra un rostro alegre y tiene elcorazón dolorido, no hace sino enterrarse vivo, a falta desepultura.

Eco. «La cosa más admirable de la naturaleza», dicePlinio asombrado por el eco, «es haber dado voz a la piedra,que responde a los hombres o más bien se les opone».

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84 SOBRE LA MENTIRA

El eco, mudo imitador de la voz, aunque se oye, no se ve.

 Nace de la lengua y del aire, dice Ausonio; voz sin espíritu,acosa los oídos de los hombres; esperándole a su paso, robala últimas palabras de quien discute. Y se ríe, entendiéndolomal, del discurso ajeno.

El eco es una imagen sin rostro, un charlatán sin lengua;un ser sin cuerpo; un amante sin corazón que vive allí dondeno está; responde a quien no le llama; termina de hablar sin

haber comenzado; muere al nacer; nace lejos de quien le hahecho nacer. No se puede en conclusión ni definirlo, niencontrarlo; porque no es de este mundo. Del mismo modo elser supremo que es Dios, y cuyo término opuesto es el  no-ser,o si se prefiere la  nada, no se puede definir: se puede descri- bir solamente en términos negativos. A través de la personade Eco así habla Sannazaro21: «he visto, he ardido, he llora-do; y triste ha aguantado (suerte cruel) / el desprecio; ahorasoy voz, sonido, céfiro, ausencia».

Polieno cuenta en la primera de sus  Estratagemas22a pro- pósito de Pan, capitán de Baco en la expedición de las Indias(que fue el inventor las falanges militares y al que se repre-senta con dos cuernos por haber dirigido en la armada tanto el

extremo derecho como el izquierdo), que habiendo sabido porsus espías que el enemigo se había situado en la parte opuestadel bosque lleno de muchas concavidades ordenó que todasu armada se pusiese a aullar al mismo tiempo. Ese tumultofue recibido en el seno de las cavernas vecinas, y como semi-lla fecunda creció de tal manera que de ella nació un ruidomultiplicado hasta el infinito. Y como los soldados creían que

el universo entero no daría cabida a ese ejército, pusieron suesperanza de vida en la rapidez de sus pies, desde el momen-to en que su mano valerosa ya no les proporcionaba la gloriadel triunfo. Así, aquella frágil muchacha [Eco|, que no pudovencer la voluntad obstinada del joven Narciso, convertida enguerrera por su propia muerte, hizo darse a la fuga al mandode la armada: sirviendo a Pan de trompeta, le transmitió el pre-sagio de la victoria y anunció el triunfo con sus aplausos.

En g a ñ a d o r e s . Lo s engañadores más seguros son los que

se revisten del manto de la piedad y de la inocencia.

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LÉXICO DE LA MENTIRA 85

Es difícil atrapar a un viejo zorro, pero al fin se le captu-

ra; y quien lo empuja a la trampa es más sutil y ladino que él.Un pez fosfórico tiene una boca luminosa, pero devora alos peces imprudentes que se ven atraídos por ella. Quien noquiere ser engañado no debe creer a los astrólogos; menossaun a sus enemigos y en absoluto al demonio y a sus minis-tros.

En g a ñ a r . ¡Tantas sombras para engañar tantas miradas!En las ciencias, que tienen por objeto la verdad, uno so

equivoca hábilmente, pero ya en las discusiones que se deri-van de ellas se manifiestan la falsedad de los argumentos y lassutilezas sofistas: ¿cómo serán entonces las engañifas de loshombres entre ellos? Si uno se equivoca en el razonamiento ,¿qué pasará en el comercio? Si el filósofo nos confunde con

sus sofismas, ¿qué hará el traficante por interés? Si el engañodomina la teoría, ¿qué sucederá en la práctica? La conversa-ción del hombre, que debería ser su ocupación y su sostén es

 por desgracia su ruina. Estamos más seguros relacionándonoscon animales irracionales que con los hombres. Daño y con-fianza se suceden. «Entre tantos errores humanos, es peligro-so vivir con la sola inocencia de uno», escribe Tito Livio23. Esnecesario desconfiar de la vida para confiar en la vida, esdecir para vivir en los tiempos modernos. La vida es tantomás segura cuanto más nos apartamos de ella.

Hoy día la fe del mundo es fe griega, por no decir quimé-rica.

Un cura malicioso tenía un libro para anotar los errores, y

entre ellos, señalaba la confianza en el prójimo. Y citaba a 1rey de Ñapóles que se fiaba de su fiel servidor; más aun, seña-laba también la fidelidad de ese excelente servidor, para mos-trar que hoy el engaño se ha hecho virtud. Los enemigos son perjudiciales, y todavía más los amigos, respondió Augusto l a Livia, según cuenta Dión24, persuadido de que no debía fiar-se de cualquiera, por muy amigo que fuese.

Se dice que el aire está lleno de demonios, para confundidlas opiniones de los hombres; y para llenarlas de sueños y f etonterías, bajo falsas apariencias. Pues no es muy difícil hace:rcaer en el error a un ser lleno de amor.

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86 SOBRE LA MENTIRA

En g a ñ o . Quien desea engañar al mundo, frecuentemente

se engana a si mismo.El engaño forja muchas veces su propia ruina. Pero quien

tiene la sinceridad por madre, el honor por consejero, la fe

 por arma mortal de la inconstancia, no puede engañar. Y sin

embargo la prudencia enseña a veces a engañar, para no ser

engañado.

Todos los hombres, dice Aristóteles, tienen el corazón

situado a la izquierda245: lo que es signo manifiesto de engañoy de fraude. Se tiene por bajeza de corazón adaptar las pala

 bras al propio provecho más que a la justicia y a la verdad.

Pero la verdadera bajeza de corazón consiste en hacer el pen-

samiento mentiroso por medio de la palabra.

Un cebo y una caña son los instrumentos que sirven para

atrapar al pez, sin embargo ciertas especies se escapan de

ellos.

La bondad del carácter, la cortesía y la sinceridad de la

 persona repelen toda sospecha de engaño.

El milano roba más que combate; no es extraño que el

gallo, animal generoso que tiene la costumbre de luchar al

descubierto, sea presa del pavor cuando lo ve2í1: no por su

fuerza sino por su astucia.

Fa l s o , Fa l s e d a d . No   hay ninguna cosa sobre la que las

opiniones no sean variadas y a menudo mentirosas y falsas.

Lo falso es infinito: «no hay ningún límite para la falsedad;

sólo la verdad lo tiene» (Séneca)27. La falsedad tiene tal fuer-

za que, una vez admitida, pone inmediatamente en peligro

mil verdades.

Fi n g i m i e n t o . Fi n g i r .  El sexo femenino, cuando se ve en

la necesidad de fingir, posee un gran dominio sobre sí mismo.

«Logra tener el arte del pulpo», es lo que se dice de aque-

llos que saben fingir y acomodarse al humor de los demás y

a las necesidades del momento. El pulpo, escribe Plinio, cam-

 bia su color propio por el de las cosas a las que se aproxima28.

El fingimiento no procede sino del miedo: «porque el

camaleón es un animal extremadamente temeroso es por lo

que cambia de color: así los que no pueden confiar en sus

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LÉXICO DE LA MENTIRA   87

fuerzas se refugian necesariamente en las astucias de huida»

(Plutarco)29.Simular las pasiones no puede ser sino perjudicial, comolo demostró Salmoneo con el rayo: uno queda a menudo sor-

 prendido por él. Es fácil escapar del encantador, cuando se leve mordido por una serpiente. Quien toca la pez, queda man-chado por ella. Quien ama el peligro, perecerá por su causa;así hablan las escrituras. Vibius (cuentan las historias) se vol-

vió loco de verdad al querer imitar al insensato30. Otro se vol-vió gotoso realmente cuando fingía serlo.

Que el campesino trate, con todas sus fuerzas, de embe-llecerse y refinarse: no puede finalmente sino oler a arado.Que el gentilhombre se empeñe en renunciar a la cortesía yque se envilezca: conservará siempre un rayo de nobleza enla frente (como esa estrella que distingue a los buenos caba-

llos), que le diferencia del populacho.Sólo el ambicioso se transforma según su deseo.El malvado nunca es peor que cuando finge ser hombre

de bien.La verdad está enmascarada por tantas ficciones que el

ojo y el juicio, engañados por las apariencias, son sus prisio-neros y esclavos.

Seguramente tenemos que estar muy agradecidos a los poetas: porque al representar en sus personajes ciertos defec-tos y faltas particulares, nos han dado ocasión de ver en ellosnuestras propias costumbres y de contemplar en su vida laque llevamos nosotros mismos cada día.

Fingir, en las acciones guerreras, es cosa muy útil. Es una

trampa por la que se capturan los acontecimientos felices.En el arte poético la ficción se ha introducido a condiciónde quedar siempre escondida y secreta. Que aparezca y serevele, y toda la disciplina del arte se habrá trastornado. La

 poesía debe persuadir por su seducción: porque si es conoci-da como mentira, ¿cómo podrá persuadir? y si el artificio esrevelado, ¿cómo podrá deleitar?

A menudo la poesía es muy poco o nada apreciada, y sinembargo todo el mundo vive de poesía porque a todo elmundo le gusta fingir. Los que digan que la poesía perjudicaa la política, según el juicio de los conocedores, no entienden

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88 SOBRE LA MENTIRA

nada de ello: porque la política no es otra cosa, en su uso

actual, que poesía, es decir, fingimiento, simulación, engañoy traición. Pero esta poesía, son los hábiles los que nos la

enseñan, no los poetas, porque los poetas tienen la poesía en

la pluma y no en la mano; en el estilo, no en el espíritu; en el

canto, no en la acción. Son cisnes; es decir, cándidos, since-

ros. Pero si viven entre los políticos, dejan de ser buenos poe-

tas; quien no sabe fingir, no sabe vivir. Es verdad que a menu-

do se obtienen grandes perjuicios del fingimiento, pero hayque equivocarse para no errar. Adquiere más crédito quien

menos confía. Aquel que tiene a sus amigos por amigos, los

descubre al fin como enemigos secretos o manifiestos; por-

que no tienen de amigos más que el nombre.

Fr a u d e :, Fr a u d u l e n t o . Hi fraude es leche de bruja. Hs

una leche envenenada que después de producir mareo da un

sueño letárgico y mortal.

Si se sufre el asalto de hombres fraudulentos por vías

retorcidas e inesperadas, no hay remedio.

Que sea conveniente a un príncipe emplear el fraude, el

 propio Jenofonte no lo afirmó, pero lo creyó necesario. HI

 principado no puede ser glorioso si no es seguro; y no puedeser seguro si el fraude no le sirve de escudo o de estatua de

Palas, porque es la máquina más capa/ de destruir al enemigo.

Si sirve para defender los reinos, los reyes estarán muy segu-

ros, y por consiguiente serán gloriosos. Cuando el bien publi-

co lo requiere (dice Plinio el joven) el fraude se convierte en

 prudencia. Ulises, continuamente fraudulento, se ganó el

nombre de prudente. Y los partos empleaban el fraude cuandoconsideraban incómodo mantener su palabra. El tracio está

 persuadido de que mantener la palabra es el deber del comer-

ciante y no del príncipe. En cambio los más sabios, que pien-

san de modo diferente, quieren que la práctica del fraude sea

tanto más rara cuanto más cerca esté el príncipe de Dios, quien

es tan pura verdad que no admite el engaño ni el fraude. Y fal-

tar a la palabra o perjurar, ¿no es matar la piedad, subvertir la

religión, destruir las leyes de la naturaleza y privar de vida a

la sociedad humana? Agesilao tenía la costumbre de decir que

la dignidad real debe brillar con una excelencia particular y no

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LÉXICO DE LA MENTIRA   89

con una astucia fraudulenta. El muy sabio Salomón afirmaba

que una boca mentirosa era la manifestación de un alma villa-na y no de un príncipe justo. ¿Cómo del fraude puede naceralgún bien público cuando él en sí mismo es malo? Actuar mal

 para obtener de ello el bien es una política que se enseña enlos infiernos. Los egipcios querían que se colgase del cuellode su príncipe la Verdad esculpida en un zafiro, a fin de quesupiese que ser verídico es la gema mas noble y mas preciosa

que puede adornar el alma de un rey.

Ha b l a r , C a l l a r s e . El misterio de la inocencia se arrui-nó porque Eva habló demasiado. El de la redención se reali-zó perfectamente porque comenzó con un silencio universal.Los perros en la India, que no atacan más que a los leones,cuando descubren a la bestia, no ladran como los otros, para

no hacer huir a su presa. Incluso el loco que calla es conside-rado sabio. La rana que se dirigía a las estrellas, con la bocacerrada, en cuanto la abrió sin venir a cuento, volvió a caer ensu charca original. Si Alejandro selló los labios de Parmenión para preservar su secreto, si Dios purifica los nuestros con elcarbón del entendimiento, ¡qué disparate abrir ese horno cuya boca deja escapar no sólo palabras sino llamas perniciosas!

Sócrates decía que los hombres deben aprender dos cosasen este mundo: a callarse y a hablar poco. A propósito de estohay que alabar sin reservas a quien acostumbraba a decir quever los problemas de otro le daba ganas de ser ciego; oírlos,sordo; describirlos, mudo. Por el contrario, censuraba a quie-nes para verlos, oírlos o describirlos, deseaban tener cien

ojos, cien orejas o cien lenguas.

H ipo c r e s ía . La hipocresía es la más fea máscara que puede llevar un alma villana. Es tanto más detestable cuantomas cr sa y circunspecta.

A veces la hipocresía sirve de bálsamo para impedir quese huela la peste del pecado escondido.

La verdadera hipocresía está siempre grávida de villanía.Es un fuego que la prisión del alma no puede contener. Porlo que es necesario que aparezca el relámpago y estalle eltrueno.

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90 SOBRE LA MENTIRA

Se ha dicho que la hipocresía era una especie de milagro

del demonio: milagros efímeros ya que son falsos. Ese cadá-ver, gracias al pleno poder de Satán, pone de manifiesto las

apariencias de la vida: pero como ha nacido bien de un error

de la vista, bien de un ilusión del imaginario o de cualquier

otro artificio fraudulento, incapaz de sustituir a los efectos del

alma informadora, es necesario que se derrumbe y desapa-

rezca cuanto antes.

Hipó c r it a . No  hay peste más perniciosa en el mundo que

aquellos que, mientras engañan, quieren ser tenidos por hom-

 bres de bien.

El viento de la gloria humana, entre otras cosas, hace des-

cubrir a los hipócritas. La desean y fingen a propósito des-

 preciarla; la buscan a través de su desprecio.

Los hipócritas se regulan como los relojes: con un arte

que no se ve, por la tensión de sus resortes.

El hipócrita puede ser llamado lobo que se finge oveja,

 porque deseoso de mostrarse bajo apariencias ¡nocentes,

devora su propia sustancia. Y es muy natural que al servicio

de los placeres del mundo se sienta satisfecho con la recom-

 pensa del favor que recibe de él y abandone los bienes de laeternidad. Mientras se complace con las alabanzas de los

hombres, lleva su cruz; pero en contra de Simón, para quien

el sepulcro de la muerte se convertía en carroza de gloria.

Quien se hace ilustre al margen de la virtud es como el

durmiente que se cree rico: maneja oro en sueños, pero al des-

 pertar no abraza más que aire.

Todos los hipócritas tienen escrúpulos del demonio.Judas va a restituir el dinero adquirido al traicionar a Cristo,

su maestro; la asamblea de los escribas y de los fariseos le

dice muy escrupulosamente: «no es justo depositar este dine-

ro en el tesoro sagrado, porque es el precio de la sangre»31.

Tienen escrúpulos de recibir y cobrar dinero y no los tienen

de suscitar falsos testimonios y de hacer condenar a un ino-

cente.

 No hay nada que tenga más autoridad sobre todos los

dominios e imperios del mundo que la hipocresía y el disi-

mulo. Nemrod, que fue el primer tirano del mundo, llegó a ser 

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LÉXICO DE LA MENTIRA 91

el maestro, no por ser gran cazador de animales salvajes sino

cazador de hombres ante el Eterno

, es decir que se valía del disimulo32, fingiendo piedad y religión. Del mismo modo lohizo Cayetano contra Testo. Por la misma vía se encaminóMahoma, falso profeta y primer tirano de los árabes. Léanse

Ho mbr e   p r u d e n t e . Ejemplo de prudencia es Ulises

haciendo prisioneros a los vientos. Los accidentes fortuitosno le atormentan sino que le rinden homenaje.

Le n g u a . Puesto que no tenemos más que una lengua, hayque pedirle a la fama que nos provea de mil. Una lenguagenerosa es una espada preparada para la eternidad.

La lengua del cielo, de la tierra o de las piedras ha susti-

tuido con frecuencia a nuestro silencio obstinado, y ha reve-lado el secreto de nuestra impiedad. La lengua, de aparienciatan pequeña, es por naturaleza un sorprendente milagro.Golpeando el aire con movimientos rápidos y regulares,transforma la voz en palabras. Fiel intérprete del alma, expre-sa de maravilla sus conceptos o sus sentimientos. Habla decosas muy lejanas como si estuviesen presentes, y del cielotambién e incluso de Dios: sólo ella es capaz de dar la palmay el cetro al hombre, asegurando su dominio sobre los ani-males y la naturaleza.

En las penas y en las alegrías, la lengua es de gran ayuda.Exhala espíritus que, si no pueden escaparse, agitan y pertur-

 ban el alma con sus pasiones infinitas. Es intérprete del cora-

zón, que no tiene más que la voz para manifestarse como es.Los gobernantes deben escucharlo todo y no despreciarnunca las opiniones, incluso las vanas. Ningún sacrificio esmás apreciado por Mercurio que el de la lengua.

Las palabras no derriban a los enemigos. El coraje que noutiliza más que la lengua como escaparate de sus proezas es bien débil. Los metales que más resuenan son de más bajo

 precio que los otros. San Pedro, avisado por Magdalena de laresurrección de Cristo no creyó su palabra sino que corrió personalmente al sepulcro para verlo con sus propios ojos. Amenudo la lengua puede engañar; los ojos son más seguros.

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92 SOBRE LA MENTIRA

Aristóteles dice que la naturaleza dio a los hombres una

lengua pequeña en comparación con otros miembros; y que lasituó en un lugar escondido y cerrado a fin de que hable poco

y no se translimite fácilmente34.

Es difícil poner freno a la lengua. Ningún hombre, dice

Santiago, ha podido jamás domarla. La industria humana ha

domado toda clase de animales, por salvajes y feroces que

fuesen; pero para suavizar la lengua, ha perdido su tiempo y

su trabajo. Marco Antonio, según Plinio, disciplinó a los leo-nes. Hamon, en Cartago, según lo que cuenta Eliano, los

habituó incluso a llevar pesadas cargas. En Egipto se domes-

ticó a los áspides, en la India a los tigres: uno fue presentado

al emperador Anastasio. Eos elefantes, los lobos, los osos y

muchos otros animales han merecido el respeto del hombre.

Sólo la lengua ha sido siempre indisciplinada y contumaz, a

menos que Dios (cuyo poder, como dicen los Santos

Oráculos, es suficiente) la haya sometido: «Corresponde a

Di os domar la Iengua»3\

A propósito de la lengua, diversos escritores cuentan muy

curiosos efectos, extrañas mutaciones y bellas metáforas.

Alejandro de Trallcs escribe que comer frecuentemente len-

gua hace a los hombres atrevidos y valientes. Cuando, en elorigen de los tiempos, la infidelidad de los hombres entró en

guerra con Dios, antes de que la "forre de Babel fuese termi-

nada, las lenguas se separaron. El caballo, cuenta Plinio, nace

con la piel cubierta de un veneno; y su madre se lo quita

lamiéndole. Con su lengua la osa da forma al osezno. Entre

los egipcios, la lengua cortada era, según Pierios de

Alejandría, signo de silencio. Píndaro, para cantar las alaban-zas de un hombre de bien, rogó a Júpiter que le enviase del

cielo una lengua celeste. La lengua (según Apolonio de

Tiana) colocada en el fuego, anunciaba un sueño afortunado.

Los antiguos representaban a Mercurio, dios de la sabiduría,

con su lengua en la mano. Riccardo Brisciano cuenta que si,

durante el sacrificio, el fuego tomaba forma de lengua, los

auspicios lo interpretaban como el anuncio de una guerra

futura.

Plutarco relata en su Banquete de los siete sabios cómo el

faraón Amos II ofreció como presente a Bías, el filósofo, una

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LEXICO DE LA MENTIRA   93

víctima entera: a condición de que le enviase, de ella, la

mejor parte y la peor. El sabio vaciló algún tiempo. Unasveces consideraba el ojo como el peor de los sentidos, pero

sin embargo no le parecía que lo hubiese mejor. Otras veces

elegía la mano, otras el corazón. Pero rechazaba cada elec-

ción. Finalmente se decidió a cortar la lengua y dársela al

mensajero ordenándole que la llevase a su rey: ese miembro

se adaptaba exactamente a sus deseos™.

Que la lengua sea pues bendita, oráculo de los pensa-mientos, partera del alma, sello de la palabra, llave de la

memoria, mano de la razón, freno de la prudeneia y timón de

la voluntad.

La lengua es igual que el cuchillo deifico que servía a la

vez para sacrificar las víctimas a los dioses y para ejecutar a

los hombres: «con ella bendecimos al Señor y con ella mal-

decimos a los hombres»’'7.Lo que tenemos impreso en lo más profundo de nuestra

alma es lo que, en los accidentes graves, nos viene primero a

la boca: lo que se produce por dilatación del corazón.

 Ningún sentimiento desata más la lengua que la ira. El

amor y el temor la atan. La ira la desata, y vibra como una

espada.

Los paganos dieron tanta importancia a la lengua quehicieron de ella la llave del infierno: también imaginaron que

Mercurio es decir, la elocuencia para ellos, sacaba las

almas del infierno gracias a su caduceo, o bien volvía a

sumergirlas allí. Así Virgilio: «Después coge su vara, y con

ella hace surgir las pálidas almas del reino de Plutón; luego

envía allí otras al triste Tártaro; concede el sueño y lo quita;

 pone sobre los ojos el sello de la muerte»™.

La lengua, desplegando las velas de su discurso cambian-

te, con la cadena preciosa de su elocuencia afortunada, con los

torrentes rápidos de sus palabras sonoras, priva a las serpien-

tes de su veneno; da nombre a las plantas salvajes; aplaca el

orgullo de las tempestades; y de los corazones más endureci-

dos, da vueltas y revueltas a la llave según su voluntad.El hijo de Creso, condenado por la naturaleza a un silen-

cio perpetuo, aunque vencido por el temor, se sobrepuso a él

y desató el nudo de su lengua.

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94 SOBRE LA MENTIRA

Ma l d ic i e n t e . Lo  son todos los que no quieren oír la ver-

dad.Algunos tienen la maledicencia como quinto elemento.

Los maldicientes no ven en el prójimo más que defectos.

Empeñan todo su honor en deshonrar. Su alabanza es la cen-

sura. Su grandeza, la bajeza. No avanzan sino destruyendo.

Pero digan el bien o el mal, sus palabras no podrán jamás

hacer de nosotros sino lo que somos.

Los hombres ordinarios y de baja extracción, destrozados por los maldicientes, no se ocupan de otra cosa que de ven-

garse. No sucede lo mismo con los grandes príncipes, de

Teodosio a Gratiano y otros. A veces maltratados por la boca

de sus subditos, y advertidos de sus propios defectos, refle-

xionaron sobre el modo de ser mejores y no de castigar a los

que les advirtieron.

Son moscones inoportunos que agobian con sus invecti-

vas los oídos de los hombres; avispas molestas que no pre-

tenden sino picar y hacer daño.

Los que pertenecen a una clase despreciada tienen la len-

gua mucho más maldiciente y ultrajante.

Adriano VI amenaza con tirar la estatua de Pasquín al

Tíber, y ésta le respondió que las ranas también croan debajodel agua.

Ma l e d ic e n c i a . Cuando los maldicientes no producen

 perjuicio no hay que preocuparse. El ladrido de los perros no

ofende a la luna.

Quien posee un alma generosa y alimenta grandes capa-

cidades, si es ecuánime y domina cualquier obstáculo no se preocupa de los maldicientes de su entorno, seguro de la ino-

cencia de sus acciones. Incluso el aliento puede empañar el

más puro y límpido cristal.

 No se puede parar el curso de los maldicientes ni impe-

dirles vomitar su veneno sobre las flores más bellas. Nada

atrae a los espíritus más que la maledicencia, por una malig-

nidad natural que inclina al mal.

Quien se da cuenta de que están cavando alrededor del

edificio de su reputación y de su fortuna no puede dudar de

algún futuro desastre.

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LÉXICO DE LA MENTIRA   95

La maledicencia tiene continuamente el veneno en la len-

gua y llena las orejas de mala sangre. Nada hay más escan-daloso que hacer daño y calumniar a una mujer, poseyendoella sus lágrimas por toda arma.

 No hay poder situado tan alto que no esté expuesto a lasmiradas de la injusticia y la maledicencia. La altura delOlimpo no escapa de esas nubes portadoras de invencionesmentirosas. Algunos incluso han encontrado artificiosamente

manchas en el sol, pero no han conseguido oscurecer suesplendor.Es injusto procurarse alabanzas criticando a otro. No

alcanza el mérito quien, por una crítica continua, pretende elmérito.

Merece ser borrado del libro de la memoria quien hierecruelmente la reputación de otro, simulando que quiere ex-

traer de sus llagas —como si fuesen plantas aromáticas, un bálsamo que haría incorruptibles su nombre y su sangre, ycuyas palmas y laureles regaría.

Permitir la maledicencia no es oprimir a los buenos yreforzar a los malos, porque hablar mal de quien hace el bienes hacerle más honor que hablar bien de él. Hablar mal del

 bien es el más bello ornamento que se ofrece en alabanza del bien; las bellezas de un rostro parecen siempre más perfectassi se confrontan con las imperfecciones; veámoslo ante noso-tros adornado con alabanzas y no con críticas: es como unrostro ingrato que se esconde bajo una amable apariencia.

Wallenstein39, al saber que un soldado le calificaba de bestia, le mandó llamar y le premió con estas palabras: eres

un buen filósofo porque sabes que los hombres son bestias; ytambién mereces, como virtuoso y excelente ser recompen-sado.

 Nada tiene más fuerza que lo que parece tener más crédi-to; pero al mismo tiempo nada tiene menos vigor.

La lengua tiene por naturaleza algo en común con elfuego: arde de maledicencia tanto tiempo como dura la mate-

ria que la hace arder. Quien en lugar de echarle el agua delarrepentimiento le añade la leña de nuevos errores, está com- pletamente loco si cree apagarla y escaparse del calor de susllamas.

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96 SOBRE LA MENTIRA

 No hay peor infamia que hablar mal del propio señor. Las

injurias de los súbditos contra sus príncipes son insoporta- bles. Por esta razón Júpiter fulminó a los Gigantes.

 No todas las maledicencias son hijas del odio; algunas son

incluso hijas del amor. Es habitual entre los amantes hablar a

menudo mal del objeto amado. Tales maledicencias provienen

de la lengua, no del corazón. Si no los amantes terminarían por

renunciar al objeto al que critican sin tregua. No renuncian a él

 porque lo aman. Aún más, es por amor por lo que lo denigran.Los lidios se burlaban de Hércules mientras le ofrecían sacrifi-

cios. Sus palabras eran abusivas, sus actos verídicos.

M á s c  a r a s . Cuando la comedia ha terminado, cada uno se

quila su máscara.

Las cosas de este mundo tienen diferentes caras, y es difí-

cil saber cuál es la verdadera: hasta tal punto sabe el artificioimitar a la naturaleza.

Es un abuso tolerado por la gente ponerse una máscara

sobre el rostro, porque cuando tienen dos rostros los hombres

no tienen ninguno. Al cubrirse, descaradamente, con el rostro

de otro, pierden el suyo.

Los efectos notables de la máscara son cuatro: hace audaz

a la persona, para no ser reconocida; disimula la pobreza de

los que van mal vestidos; da voz a los que tienen timidez,

ofrece libertad a las personas graves y de respeto.

Suetonio se burla de la locura de Octavio Augusto quien,

en un banquete preparado en su honor por los senadores,

adoptó la apariencia de Apolo: tomando su ejemplo y para

adularle, todos sus comensales representaron a otras divini-dades. Poco después se extendió por Roma una hambruna, y

el pueblo, por naturaleza charlatán y audaz, burlándose de la

vanidad de Octavio y de los senadores, dijo que los dioses

magníficamente tratados en su banquete habían devorado

todos los víveres de Roma40.

M e n t i r a . La verdad no es más que una. Las mentiras soninfinitas. Los antiguos representaban la verdad con un punto,

las mentiras con una línea41; y es porque desde un punto se

traza un número infinito de líneas.

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LÉXICO DE LA MENTIRA   97

Las mentiras, que son constantemente presentadas como

verdades, si no engañan a los que las conocen, les dejan porlo menos perplejos. No hay falsedad más poderosa en suexpresión, según los hombres, que la semejante a la verdad.Mil cosas verosímiles parecen argumentar una verdad indu-dable; y pocas cosas verdaderas, dispersas, una conclusiónfalsa. Quien aspira a la ficción y a la mentira, que escoja la poesía. Los poetas no dicen jamás la verdad si no es cuando

confiesan que son pobres.La mentira es defecto común a todas las mujeres. ¿Hay

que extrañarse entonces de que la mujer sea una mentira de lanaturaleza cuyo aspecto, en el momento mismo en que pro-mete al hombre la paz, le atormenta? Sara, esposa deAbraham, aunque al servicio de la santidad, viéndose descu- bierta en el umbral de la puerta, por miedo a los reproches,negó haberse reído; y así se precipitó en la mentira, preten-diendo que el mentiroso era aquel que, por ser ángel, podíatodo, salvo mentir.

Después del pecado, Dios interrogó a Adán; y no a lamujer, para no conducir a la mujer a otros errores ya que lamentira era inherente a la naturaleza de su sexo.

La mentira no está jamás exenta de la gabela del repro* h ¿y

Las mentiras, casi cual moscas, aparecen en todas partes.Y allí donde sienten más la dulzura y la curiosidad, allí se posan.

M e n t i r o s o . El hombre antes debería preferir ser vencido

en la verdad que vencedor en la mentira pues la prosperidaddel mentiroso tiene una vida corta.

Los mentirosos ponen patas arriba gran parte del mundoy turban continuamente la vida de los hombres.

Bajo la denominación de mentiroso se incluyen los adu-ladores, los traidores, los calumniadores, los consejeros des-leales, los educadores perversos: de ellos, como de un manan-

tial brotan todos los desórdenes.Cuando Dios quiere castigar a los pueblos permite que la

mentira ocupe el lugar de la verdad en la boca de los doctosy en los oídos de los oyentes.

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98 SOBRE LA MENTIRA

Del intelecto que abandona la verdad, que es su verdade-

ra esposa, para unirse con la falsedad, hay que decir que hacontraído matrimonio bajo los efectos de la brujería. Es el

mismo juicio que emitió sobre los gálatas el predicador de los

 pueblos cuando les dijo: «¡oh gálatas insensatos!, ¿qué sorti-

legio os ha empujado a desertar de la verdad?»

Una de las últimas escuelas de los griegos examinó esta

 particularidad, y es todavía materia de reflexión saber de

dónde viene el que los hombres amen las mentiras, inclusocuando no sacan de ellas placer, como hacen los poetas; ni

ganancia, como saben los comerciantes; de dónde viene el

que la amen por sí misma42.

Un aliño de mentiras añade siempre placer a los juicios

artificiosos y depravados de los hombres. Quién puede dudar

de que si se privase a los espíritus humanos de las opiniones

cambiantes, las esperanzas halagüeñas, las falsas estimacio-nes, las imaginaciones caprichosas y otros caprichos, los

espíritus de la mayoría de los hombres se sentirían mezqui-

nos, limitados, llenos de melancolía, indispuestos y disgusta-

dos consigo mismos.

Bstrabón cuenta a propósito de los indios14que a uno de

ellos que había mentido tres veces le impusieron un silencio

 perpetuo en todos los asuntos públicos estimando que era

indigno de hablar aquel cuya lengua había perdido la razón.

O r e j a s   y   l e n g u a . El hombre debe servirse con más fre-

cuencia de las orejas que de la lengua: consejo de Séneca.

Con este fin, dice Bías, la naturaleza la ha encerrado dos

veces, para disimularla mejor: primero detrás de los dientes,después de los labios, proporcionándole al mismo tiempo

muros y murallas, para guardarla segura, como en una forta-

leza, donde nada asoma al exterior. Y Jenócrates, mucho

antes que él, enseñó que había que escuchar mucho y hablar

 poco: en conformidad con la naturaleza que ha dado a los

hombres dos orejas y una lengua. Hay que añadir que todos

los sentidos van por duplicado: dos ojos para la vista, dos ore- jas para el oído, dos orificios nasales para el olfato: una sola

lengua para la palabra, y ésa bien cerrada y encerrada para

que no actúe demasiado. Pitágoras compartía este mismo sen-

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LÉXICO DE LA MENTIRA   99

timiento, y quiso que sus discípulos permaneciesen cinco

años seguidos en silencio escuchándole: a fin de que en losucesivo pudiesen enseñar a otros con un discurso justo44.

R e l i g i ó n   s im u l a d a . Los tiranos, para mantener en alto sudominio fraudulento, lo disfrazan bajo la apariencia de unareligión simulada; porque el pueblo es mal juez de las cosasy si ve a un tirano mirando al cielo, se imagina que teme a

Dios y, por consiguiente, ama la justicia. Adornas, que quiereapoderarse del reino de su padre en vida de éste, sacrificacontinuamente bueyes y machos cabríos; a su derecha, está elsacerdote, a su izquierda, el general de los ejércitos; el uno lesirve para disimular su ambición bajo el velo del celo; el otro

 para hacer ostensible la fuerza de sus acciones.

Se c r e t o . Ese líquido precioso (hablo del secreto) necesi-ta un vaso profundo, oscuro, impenetrable, íntegro; si fuese

 pequeño y estrecho, se desbordaría el líquido y caería fuerade los labios. Todo lo que se dice llega a ser fatalmente mani-fiesto, por secreto que sea. Si se quiere que nada se sepa, nadase diga: aunque se diga a un solo hombre, y muy en secreto,

en poco tiempo se sabrá todo.El barbero del rey Midas, que había podido ver sus orejasde asno y al que le había sido prohibido hablar de ello, bajo pena de graves castigos, como se sentía morir de deseo decontarlo, salió de la ciudad y cavó una fosa para desahogarallí su corazón: en alta voz reveló el secreto de las largas ore-

 jas velludas y grises del rey. Pero, extraño milagro, la tierra

se vio fecundada por sus palabras; y poco después, vio crecercañas que, golpeadas por el viento, reproducían el sonido quelas había engendrado. Unos pastores las cortaron para hacercaramillos con ellas y cuando los acercaban a sus labios paratocarlos, sonaban las mismas palabras. Es así como sedifundió por todas partes el rumor de que el rey de Frigiatenía orejas de asno.

El libro sagrado del Génesis presenta un caso sorpren-dente. «Esaú dijo en su corazón: pronto será el tiempo de luto por mi padre, y entonces mataré a mi hermano Jacob». Einmediatamente después «esas palabras le llegaron a Rebe

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100 SOBRE LA MENTIRA

ca»45. Esaú confía su secreto sólo a su corazón, y sin embar-

go sus palabras se divulgan enseguida. ¿No puede uno portanto fiarse de su propio corazón? Así es efectivamente: pues

tu corazón, si le comunicas un secreto, se verá casi forzado a

revelarlo con palabras, o con cualquier otro signo o especie

de indicio. ¡Ve a fiarte de otro hombre, si no puedes fiarte de

ti mismo!

S imu l a c ió n . Hay que temer más a los hombres que simu-lan que a los hombres sinceros. Estos últimos se exponen des-

nudos a los golpes de quienes les hieren; los primeros buscan

refugio frente a los asaltantes en una trinchera y no salen

hasta que llega el momento de lanzarse al asalto.

Los que reúnen un rica herencia fingen descontento con

un contento indecible. El alma de los hombres tiene muchos

rincones y escondrijos. Abrid bien los ojos, vosotros que los

tratáis. La frente, los ojos, el rostro a menudo mienten.

Tr a ic ió n .  Generalmente, son nuestros mejores amigos• V

quienes nos traicionan.

Judas, al que Cristo había incluido entre sus doce amados

discípulos, guardián del tesoro de los apóstoles, cometió dosenormes traiciones. Una contra su cuerpo natural, vendiéndo-

lo a los escribas y a los fariseos por treinta denanos. La otra

contra su cuerpo sacramental, apartando de su boca el pan

consagrado durante la última cena y entregándoselo a ellos,

 por burla, como lo que el mismo Cristo había llamado su

cuerpo. Teofilacto escribió: «En efecto, Judas tomó el pan

 pero no lo comió; lo escondió para mostrar a los judíos queJesús llamaba pan a su cuerpo»46.

¡Cuántas fortalezas, desde siempre invencibles, han debi-

do su caída a la traición de una inteligencia secreta! ¡Cuántos

nuevos Sansón y Dalila, por haber confiado su sueño a un

seno acogedor, han sufrido una trampa! ¡Cuántos, saborean-

do los encantos de las Gracias, fueron asaltados por el furor

de las Furias! A la miseria de nuestra condición de mortales

le faltaba todavía que una sonrisa nos proporcionase la muer-

te; nuestros amigos, la infidelidad; nuestros familiares, la trai-

ción. A menudo cómo imaginarlo, la copa engastada de

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LÉXICO DE LA MENTIRA 101

 joyas contiene el veneno; las flores amables cómo creerlo,

albergan el áspid cruel. Pero que el amado, elegido de tu cora-zón, que comparte tus asuntos más secretos y mejor guarda-dos, te falte, te traicione y, aliándose incluso con tus enemi-gos, participe en tu ruina, es completamente detestable.Desdichados nosotros que damos calor imprudentemente ennuestro corazón a una serpiente; que desvelamos con ligere-za un secreto que revelado nos derrumba. Pero ¿qué se

 puede hacer? La compañía humana busca la confianza:dichoso el que la encuentra. Un amigo es un tesoro incompa-rable. Sin embargo, jamás hay que llamarlo así mientras unalarga práctica y experiencias repetidas no lo hayan certifica-do. El tiempo portará ese conocimiento.

De la traición que acordaron los hermanos de José ven-diéndolo a los ismaelitas, este último extrajo su rango y sugrandeza, con los más altos honores de Egipto.

T r a id o r  . Es propio de los traidores disimular sus rostros bajo una aparente aflicción y con juramentos, a fin de dar cré

dito a sus engaños.

Quienes, por ambición de dominar, traicionan a los 

demás, se traicionan con su misma traición.

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VIII

UNA IDEA DEL MUNDO

V  a u v e n a r g u h s

Somos demasiados inatentos, o estamos demasiado ocu-

 pados en nosotros mismos, como para profundizar los unos

en los otros. Quien haya visto máscaras en un baile danzar

amistosamente en grupos y entrelazarse las manos sin cono-

cerse, para, un momento después, separarse y nunca ya ver ni

añorar a los demás, se hace una idea del mundo.

 Mentirosos

Todos los hombres nacen sinceros y mueren mendaces.

Los mentirosos son ruines y engreídos.

Quien requiere un motivo para verse obligado a mentir,

no es un mentiroso nato.

Un mentiroso es un hombre que no sabe engañar. Un

halagador es quien no engaña de ordinario sino a los necios.

Sólo puede vanagloriarse de ser hábil quien sabe servirse con

soltura de la verdad y domina bien la elocuencia.

Es un error de los poderosos el creer que pueden prodi-gar sus palabras y sus promesas al margen de las conse-

cuencias. Los hombres sufren con disgusto que se les robe

aquello de lo cual, en cierto modo, se han apropiado con la

esperanza. No se les engaña mucho tiempo sobre sus intere-

ses, y nada odian tanto como que alguien se mofe de ellos.

Por tanto es muy raro que esa picardía tenga éxito. Se

requiere sinceridad y derechura, incluso para seducir.Quienes han abusado de los pueblos en algún interés gene-

ral eran muy fieles a los intereses particulares. Su habilidad

consistía en cautivar espíritus ofreciendo ventajas reales.

Quien conoce bien a los hombres, y quiere utilizarlos para

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104 SOBRH LA MENTIRA

sus designios, no cuenta con un cebo tan frívolo como el de

la palabrería y las promesas. Así, los grandes oradores, si seme permite reunir esos dos argumentos, no se esfuerzan por

imponerse con un tejido de halagos y de imposturas, con un

disimulo continuo y un lenguaje puramente ingenioso. Si

desean ilusionar en algún aspecto importante, han de prodi-

gar sinceridad y verdades de detalle, pues la mentira es débil

 por sí misma: hay que esconderla cuidadosamente. Y si lle-

gan a persuadir mediante argumentos especiosos, sólo lologran con gran dificultad. No nos equivocaríamos mucho

señalando que la elocuencia consiste precisamente en esto.

Por el contrario, juzguemos por ese poder de la apariencia

simple de la verdad cómo la misma verdad es elocuente y

superior a nuestro arte.

 Disimulo

Los hombres disimulan por debilidad y por temor de ser

despreciados en sus mas caras, mas constantes y, a veces, mas

virtuosas inclinaciones.

Hay injurias que conviene disimular para no comprome-ter el propio honor.

Quien no quiera desperdiciar ni ocultar nada de su mente,

de ordinario verá menguada su reputación.

 Ningún hombre es lo suficientemente tímido ni glorioso

ni interesado como para esconder todas las verdades que

 podrían dañarle.

El disimulo, lejos de ser un vicio de la naturaleza, es unesfuerzo de la razón.

Las cualidades dominantes de los hombres no son las que

dejan percibir sino, antes bien, las que ocultan voluntaria-

mente. Pues son sus pasiones las que en verdad forman su

carácter, y uno no declara sus pasiones, a menos que sean tan

frívolas que la moda pueda justificarlas, o tan moderadas que

la razón no se ruborice frente a ellas. Suele sobre todo escon-derse la ambición, porque es una especie de humillante reco-

nocimiento de la superioridad de los grandes y una declara-

ción de la pequeñez de nuestra fortuna o de la presunción de

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UNA IDEA DEL MUNDO   105

nuestra alma. Sólo los que desean pocas cosas o quienes pue-

den lograr sus pretensiones pueden dejarlas ver con decoro.Las pretensiones en apariencia mal fundamentadas o desme-

suradas se vuelven ridiculas a los ojos del mundo: como la

gloria y la fortuna son los bienes más difíciles de adquirir,

suponen asimismo la fuente de los más espantosos ridículos

 para quienes carecen de ellas.

Secreto, engaño y desconfianza

Un excesivo o un escaso secreto sobre los propios asun-

tos delatan por igual un alma débil.

Descubrimos en nosotros mismos lo que los otros nos

esconden, y reconocemos en los otros lo que nosotros mis-mos nos ocultamos.

Quienes no saben sacar partido de los demás son, en

general, poco accesibles.

Es fácil engañar a los más hábiles proponiéndoles cosas

que pasan por su mente y que atraen a su corazón.

A veces nos convencemos de nuestras propias mentiras

 para no ser desmentidos, y nos engañamos a nosotros mismos para engañar a los otros.

La aversión hacia los engañadores proviene normalmen-

te de un temor a ser engañados. Por ello, quienes carecen de

sagacidad se irritan no sólo contra los artificios de la seduc-

ción sino incluso contra la discreción y la prudencia de los

hábiles.

La desconfianza extrema no es menos dañina que su

opuesta. La mayoría de los hombres se tornan inútiles para

quien no se arriesga a ser engañado.

 Decir la verdad 

La verdad es el sol de las inteligencias.

Lo que llamamos un pensamiento brillante normalmente

no es sino una expresión capciosa, que, con ayuda de una

 pizca de verdad, nos impone por sorpresa un error.

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106 SOBRE LA MENTIRA

La diferencia entre la franqueza y la grosería es la misma

que existe entre la habilidad y la mentira: sólo se es groseroo mentiroso por cierta deficiencia anímica. La mentira no

es sino la grosería de los hombres falsos; es el desecho de la

falsedad.

Se requieren grandes recursos del intelecto y del corazón

 para probar la sinceridad cuando es hiriente o para practicar-

la sin que ofenda a nadie. Pocos tienen suficiente fuste para

 padecer la verdad y para decirla.Quizá no exista verdad alguna que no sea materia de error

 para un falsario.

 Nuestra indiferencia hacia la verdad moral proviene de

que estamos decididos a seguir nuestras pasiones, suceda lo

que suceda. Y por ello no dudamos a la hora de actuar, pese a

que nuestras opiniones sean inciertas. Poco importa, dicen los

hombres, saber dónde está la verdad sabiendo dónde se hallael placer.

Hay que esperarlo todo y temerlo lodo asimismo del

tiempo y de los hombres.

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DUPLICIDAD Y TIRANÍA

D id e r o t

IX

I.  Duplicidad 

La duplicidad es el vicio propio del hombre doble, y elhombre doble es un malvado que tiene todo el aspecto delhombre de bien, es decir, buena apariencia y malas artes. Laduplicidad de carácter supone, me parece, un decidido despre-cio hacia la virtud. El hombre doble se ha dicho a sí mismo quesiempre ha de ser suficientemente hábil y mostrarse como unhombre honrado sin cometer jamás la tontería de serlo.

Creería de buen grado que hay dos tipos de duplicidad:una es sistemática y razonada; la otra es natural y, por asídecirlo animal: pocas veces se recupera uno de la primera,

nunca se recupera uno de la segunda.Dudo que haya un hombre tan doble que al estar dotadode una duplicidad tan consumada nunca pueda ser descu

Hay circunstancias en que la finura mental se halla muy próxima de la duplicidad. El hombre doble os engaña; elhombre fino, por el contrario, logra que os engañéis vosotros

mismos. A veces, se requeriría atender al tono, al gesto, alsemblante, a la expresión, para saber si un hombre, al actuar,ha hecho uso de duplicidad o de finura. Pese lo que puedadecirse en favor de la finura mental, siempre será uno de losmatices de la duplicidad.

II.  Mentiras de un tirano

El autor del  Ensayo sobre los prejuicios  [d’Holbach] seha representado el mundo tal y como es, plagado de mentiro

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108 SOBRE LA MENTIRA

sos, de bribones y de toda suerte de opresores1. Hay en este

mundo reyes déspotas y malvados, ¿ha dicho él que no loshaya? Hay en este mundo ministros violentos, despilfarrado-

res, ávidos, ¿ha dicho él que no los haya? Hay en este mundo

magistrados corruptos, ¿ha dicho él que no los haya? Hay en

este mundo curas trapaceros, insensatos, fanáticos, ¿ha dicho

él que no los haya? Hay en este mundo hombres cegados por

todo tipo de pasiones, padres insensibles y negligentes, hijos

ingratos, esposos pérfidos, ¿ha dicho él que no los haya? Así pues, d’Holbach no ha fabricado un mundo ideal. Pero ha

 pretendido, y pretende aún, que el hombre ame la verdad2.

El hombre ama la verdad en cualquier ámbito, porque la

verdad es una virtud; el hombre busca sin cesar la verdad; es

la meta de todos sus estudios, de todos sus desvelos, de todas

sus industrias; detesta el error porque sabe bien que si, del

modo que sea, llega a engañarse se perjudicará a sí mismo: su

verdadera felicidad tiene por fundamento la verdad. Desde la

más elevada condición social hasta la más modesta, todos se

ocupan de buscar la verdad absoluta o la verdad hipotética.

Los errores pasan; en cambio, lo verdadero permanece. El

hombre, pues, está hecho para la verdad; la verdad, pues, está

hecha para el hombre, dado que la persigue sin cesar, la adop-ta cuando la encuentra, y no quiere ni puede separarse de ella

cuando la ha hallado. No es conveniente juzgar a los hombres

 por sus actos. Todos pueden decir como Medea: «veo el bien

y lo apruebo, aunque es el mal lo que me arrastra»2.

Si el mundo está plagado de errores se debe a que está

lleno de facinerosos predicadores de la mentira; pero éstos,

 predicando la mentira, hacen a sus víctimas el elogio de laverdad, y sus víctimas no abrazan la mentira sino cuando se

 predica como verdad. ¡Hay tantos enemigos de lo verdadero,

de lo bueno y del bien, tantas leyes falsas, tantos malos

gobiernos, tantas perversas costumbres, tantos hombres que

sacan partido del mal!

Toda mentira una vez vilipendiada se ve destruida y des-

truida sin remedio: toda verdad probada lo es ya para siem- pre.

Si la Tierra se halla cubierta de errores se debe menos al

hombre que a las cosas. Es que la verdad es una en toda cir-

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DUPLICIDAD Y TIRANÍA 109

cunstancia, mientras que los errores son infinitos; es que hay

diez mil modos de equivocarse, y sólo uno de estar en locierto.Si la verdad no estuviera hecha para el hombre, ¿para qué

hacer esta crítica del  Essai sur les préjugésl,  ¿por qué seextraña [Federico II | al encontrar tantos errores en el autordel  Essai?, ¿por qué le trata con tamaño desprecio y rabia?,¿por qué un hombre que tiene tanto apego a su tiempo lo pier-

de garabateando si de nada le servirá?El más inconsecuente de los hombres es quien afirma quela verdad no está hecha para el hombre y toma la pluma en

 pro de la verdad. El más absurdo de los hombres es quienescribe verdades y, a la vez, escribe que el hombre está hecho para el error.

La verdad se hurta sin cesar a las más arduas indagacio-

nes del hombre. Pero si exceptuamos el cálculo de longitudesy de cuadraturas4, ¿qué verdad se resiste a ser descubierta poresas indagaciones incesantes?

La fuerza de la verdad arranca esta confesión al autor|Federico III; se halla pues bajo el imperio tiránico de la ver-dad; es uno de sus esclavos.

Si considera la fatiga y el esfuerzo con que logramos lascosas como prueba de que en realidad no están hechas paranosotros, la virtud no estaría hecha para nosotros, la felicidadno estaría hecha para nosotros, la probidad no estaría hecha para nosotros. Pues alcanzar felicidad no se realiza sin esfuer-zo; la virtud es de por sí, casi siempre, un penoso sacrificio;la probidad requiere fuerza, valor, una perspectiva clara y

neta de sus propios intereses bien comprendidos, el olvido delo inmediato, pues su incierta recompensa estaría en el por-venir.

Cuando este hombre dice que la verdad no está hecha para el hombre, que el error es su dote, va más lejos de lo quecree. Es un niño balbuciente.

Se agota [Federico II] en lugares comunes sobre la multi-

tud de errores que animan al mundo; y no ve el panel de ver-dades que cabría contraponerle.Si un predicador subiera al pulpito y comenzara con estas

 palabras: «¡Hombres!, no estáis hechos para la verdad; la ver-

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110 SOBRE LA MENTIRA

;

dad no está hecha para vosotros», ¿no habría que darle la

espalda y dejarle predicar en solitario? Acaso entonces

alguien de su auditorio se levantaría para argumentarle:

«¿Qué haces tú ahí, charlatán desentrenado? Lo que vas a

decir es verdadero o falso; si es falso, cállate, hay ya sufi-

cientes falsedades; si es verdadero, no está hecho ni para ti ni

 para nosotros».

Si la verdad nos es antipática, inaccesible, inútil, ¿por qué

no somos tan bárbaros como nuestros primeros antepasados?¿Por qué los sucesivos esfuerzos del espíritu humano han

logrado algún éxito? ¿Por qué se ha esforzado el espíritu

humano? ¿Algún día no se descubrirá alguna verdad útil para

el hombre?

Si esa verdad se encuentra alguna vez en la cabeza de un

rey sabio, ¿qué no será capaz de producir1:

Y bien, sublime razonador, ¿puede acaso subsistir lasociedad sin la virtud? Y la virtud, que no es sino lo verdade-

ro de las costumbres, ¿puede existir sin la verdad? La socie-

dad, pues, no puede existir sin la verdad. Sin duda, son éstas

verdades ya sabidas. ¿Pero qué especie de hombre es el que

las trata como tales y las ignora?

Quien se pone a rebatir algo ha de tener, en primer lugar,

 buena fe. Desde luego el autor ha considerado inútil comu-

nicar a un hombre que se ha encontrado a su mujer, a la que

cree fiel, en los brazos de su amigo, al que cree honesto.

¿Qué significa esta verdad para la felicidad de la especie

humana? Ahora bien, resulta evidente que el autor habla

sólo de ese tipo de verdades, y está convencido de que es

 propio de un filósofo, de un hombre de bien, de un amigo desus semejantes, anunciarlas sin precaución. Y los razona-

mientos que da, o que puede dar, son que de la mentira sólo

 pueden derivar consecuencias deplorables al corromper el

 juicio y la conducta, que la mentira es la fuente de todas

nuestras calamidades, que el bien que consigue es pasajero

y débil, siendo sus efectos duraderos y siempre funestos,

que no existe ejemplo alguno de verdad que haya resultadodañina ni en el presente ni en el futuro. Sus progresos son

demasiado lentos, y el bien está siempre en el final de todas

sus consecuencias.

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DUPLICIDAD Y TIRANÍA III

Y es que semejante hombre [Federico II] no conoce sufi-cientemente aún nuestra lengua; quizá componga versosmediocres, si bien la filosofía exige mayor precisión. Una

 paradoja no es en absoluto la opinión contraria a una verdadde la experiencia, puesto que entonces la paradoja sería siem-

 pre falsa: por el contrario, sucede a menudo que es una ver-dad. La paradoja, pues, no es más que una proposición con-traria a la opinión común; y dado que la opinión común

 podría ser falsa, la paradoja puede ser cierta. Cuando se es puntilloso es necesario por lo menos mostrarse exacto; es unconsejo que el autor nos permitirá dar a quienes tienen lahumildad de rebajarse a ejercer el oficio de crítico.

 No sé si el autor ha afirmado muy positivamente que su proyecto era el de acabar con la superstición dominante en su país; pero hay un hecho muy positivo, y es que gracias a sus

esfuerzos y a los esfuerzos de quienes se le asemejan, elimperio del fanatismo se ha debilitado profundamente, demodo que el fogoso Aubri apenas amotinaría hoy a cuatro

 pobres mujeres contra el soberano5. Y es que un rey deFrancia puede hoy ceder a su clero la prerrogativa real dearengar al pueblo,  concia acl populnmÍJ; pues puede él decirsesin temblar, el domingo por la mañana, entre las diez y lasonce: «A esta hora, cincuenta mil granujas están diciendo loque apetece a dieciocho millones de necios; pero, gracias a mi puñado de filósofos, la gran mayoría de esos necios no cree-rán lo que se les diga, o, en caso de creerlo, será sin que yocorra ningún peligro»7.

El intolerante es un individuo odioso. Pero se trata de

lograr que los hombres tengan un modo uniforme de pensaren materia de religión; se trata de separar la idea de probidadde la idea de la existencia de Dios; se trata de persuadir deque sea cual fuere el culto que se le rinda a Dios resulta sercompatible con la virtud moral y que, al igual que hay un buen número de granujas que van a misa, hay otro buennúmero de personas honradas que no asisten a ella. Y que los

hombres piensen de Dios lo que quieran, siempre que dejenen paz a quienes piensan de un modo distinto.Dada la aversión del crítico hacia quien se toma la liber-

tad de dar algunas lecciones al ministerio sacerdotal, me

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SOBRE LA MENTIRA112

 parece que él no se cuenta entre quienes padecen los abusos

de autoridad. Si pusiese en ello un poco de atención condi-ción exigióle a cualquiera que aspire al oficio de pensadorse daría cuenta de que se ilustra casi estérilmente a las capassubalternas si se deja la venda en los ojos en los diez o doceindividuos privilegiados que disponen del beneficio de la tie-rra. Se requiere convertir fundamentalmente a éstos. Mientrastales individuos sean ciegos o malvados no habrá virtudes fir-

mes ni principios morales. Los principios buenos o malosestriban en el cumplimiento de las leyes; los buenos princi- pios en el cumplimiento de buenas leyes; los malos principiosen el cumplimiento de malas leyes. Existen tres clases deleyes por doquier*: la ley natural, la ley civil y la ley religio-sa. Si existe contradicción entre ellas, los hombres las irán

 pisoteando a tenor de las circunstancias; y no siendo de modo

constante ni hombre ni ciudadano ni piadoso, no será nada.Ahora bien, ¿a quién le corresponde conciliar las tres normasde nuestra conducta?, ¿a quién, pues, habrá de dirigirse elfilósofo con fuerza si no es al soberano?

Indudablemente hay aspectos que el crítico |Federico II]conoce mejor que el autor al que refuta |d’Holbach|; porejemplo, sabe mejor que él...; preferimos detenernos aquí pormiedo a empeñarnos en una enumeración embarazosa para lamodestia del crítico: sería algo similar a las ocurrencias de unescolar atolondrado. Pero podemos asegurarle, por elevadaque sea la opinión que nos merezcan sus conocimientos, quetodavía podría asistir durante mucho tiempo a la escuela delautor del  Essay, y que quizá lo requiera, sobre todo si un día

tuviese la fantasía de hacer el bien y merecer una gloria queampare el crisol del avenir. ¿Pero cuál es ese lugar salvaje dela Tierra en el que habita el crítico para aconsejarnos todavíaesa machaconería de las indulgencias, las absoluciones y losmonjes? Rebosamos ya de libros al respecto. La única con-versión que resta por hacer es la del ministerio sacerdotal. Lamayoría de nuestros eclesiásticos ilustrados carecen de pre-

 juicios, Nuestros monjes se ruborizan ante sus hábitos; y ten-dríamos tan pocos benedictinos9como jesuítas de haber acep-tado la petición de los primeros, que consideraban deshonra-do su hábito y pedían a manos juntas perderlo de vista; y eso

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DUPLICIDAD Y TIRANÍA   113

que tales cenobitas son los más estimados por obra de sus

luces y sus principios. Mi querido crítico, vivís en Ulubris10, procurad vivir en Ulubris y no interfiráis en las tareas que lafilosofía ha de realizar entre nosotros; o si no, daos una vuel-ta por la calle SaintHonoré.

¿Qué entendéis por respetar la forma de gobierno bajo lacual uno vive? ¿Creéis que es necesario someterse a las leyesde la sociedad de la que uno es miembro? No hay problema

alguno en ello. ¿Acaso pretendéis que hay que guardar silen-cio si tales leyes son malas? Esa será quizá vuestra opinión;¿pero cómo podrá el legislador conocer los vicios de su admi-nistración, los defectos de sus leyes, si nadie osa alzar la voz?Y acaso si una de las leyes execrables de esa sociedad decre-tase la pena de muerte para quien osara atacar las leyes, ¿seránecesario doblarse bajo el yugo de esa ley? En fin, dejadnos

al menos garabatear en un papel; garabatead también voso-tros todo lo que queráis; y estad seguro de que nuestras lí-neas únicamente cobran importancia cuando el amo interfie-re en ellas. Si vislumbramos cierta verdad, tanto mejor paranosotros y para la sociedad; si nuestra obra no es sino unasarta de errores, caerán sobre ella el desprecio y el olvido.Sólo ese violento resentimiento, al que con humanidad invi-táis al soberano, es lo que permite subsistir a un autor.

Acusáis al autor del  Essai de tener animadversión contrasu señor. ¿Conocéis, pues, a dicho autor |d’Holbach|? ¿Lesuponéis, pues, francés?, ¿y si no hubiese nada verdadero envuestras conjeturas?11. Cuando se trata de solicitar unarecompensa para un hombre del que se considera que su país

lo adeuda, no se puede escudriñar tanto. ¿Pero ha de proce-derse así cuando se le ofrece a la venganza pública? Since-ramente, ¿creéis que el rey de Francia haría bien en descubriral autor del  Essai, sacarlo de su hura y estrangularlo? ¿A quéton? Pues porque, a vuestro juicio, ha escrito un libro imper-tinente y sin eco o que pronto dejará de tenerlo; porque ha propalado bien errores que están hechos para el hombre o

 bien verdades que no están hechas para nadie. Hacéis muy bien en no ser un soberano, porque seríais entonces un malsoberano; emplearíais vuestra autoridad en dar resalte a talesnimiedades. Creedme, el rey de Prusia sabía manejarle mejor 

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114 SOBRE LA MENTIRA

cuando decía de un autor de su país que lo laceraba sin con-

sideración: «A ese hombre le gustaría que hiciese de él unmártir, mas no ocurrirá así»12.

El autor de la crítica es un gran señor o, al menos, él

defiende la causa de sus antepasados como si los tuviera. Sea

como fuere, seguiremos creyendo que hay menos inconve-

nientes en la ilustración creciente que en la ilustración men-

guante; y yo no soportaría en absoluto con paciencia a un bri-

 bón con títulos que me insultara por ser el último de su raza,siendo yo acaso el primero de la mía. Veo a tantos ilustrados

holgazanes deshonrarse con los laureles de sus ancestros, que

me resulta más interesante el burgués o el plebeyo ignoto que

nunca se jacta del mérito ajeno.

Creo conocer al autor del  Essai, y puedo decir a su crítico

que él no ambiciona nada, que no solicita gracia alguna, que

nunca se ha acercado a los grandes a no ser por la considera-ción que ha obtenido de ellos sin mendigarla; que a veces se

le han ofrecido honores que ha rechazado; que su fortuna está

 por encima ele sus aspiraciones; y que cuando ha hecho peti-

ciones ante un mérito desestimado ha sido porque tenía varios

ejemplos ante los ojos que le hacían sufrir. Posee toda la feli-

cidad que ambiciona, la estima de la gente de bien y, a veces,

el odio de los malvados. Por lo demás, resulta acertado decir

al crítico que él aprecia infinitamente más a la indigencia en

su desván, cuando va asociada a la virtud y a las luces, que a

la tiranía, a la avaricia, a la ambición, a la mentira en el trono.

El pueblo supersticioso es el que encadena al monarca al

trono; el cura es quien alimenta la superstición del pueblo;

 por ello hay que respetar, sostener al cura. Semejante razona-dor, con total seguridad, ni es un soberano ni es un filósofo.

En calidad de soberano no hubiera predicado el respeto a sus

cadenas; en calidad de filósofo habría afirmado: «La supers-

tición afila el cuchillo que golpea al soberano; el cura ha sido,

y lo será siempre, promotor de la superstición; por tanto, es

de sumo interés para mi seguridad, para la tranquilidad de mis

Estados, para mí, para mis súbditos, que cura y supersticiónsean destruidos».

¿Y quién sostiene que el monarca deba extender por la

mañana umedicto que ordene la demolición de las iglesias, en

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DUPLICIDAD Y TIRANÍA   115

ese mismo día? Debe abandonar tan peligrosos argumentos y

todos sus absurdos sistemas en manos de los filósofos, y poner manos a la obra cuando llegue el momento. Pese a laviolencia que haya en el  Essai sur les préjugés, el soberanodeberá alegrarse, si no abiertamente, al menos sí en su fuerointerno. Que los teólogos arrojen sobre él fuego y llamas, estáen el orden de las cosas; que el soberano finja unir su voz ala de ellos, sigue estando en el orden de las cosas; sin embar-

go, sólo podría molestarse seriamente, digámoslo sin faltar alrespeto a ninguno de ellos, un necio.

Después de haber blasfemado con respecto a la verdad, preconizado el error, calumniado a la naturaleza humana,defendido la arrogancia de la gente de blasón, realizado unaapología de los curas y de la superstición, hete aquí a nuestrocrítico entregado a hacer un panegírico de los hombres de

guerra. Sólo haremos una breve observación a su larga pero-rata: que nadie se bate solo; que a veces hay dos, tres, cuatroamos carniceros implicados en esas matanzas despiadadasque cuestan la vida a millones de hombres; que porque unono pueda ser un hombre de bien no tienen por qué ser losdemás unos desalmados, y que fácilmente podríamos citarle

casos de guerras en los que la justicia no estaba de parte deningún bando. ¡Que la desgracia caiga sobre los hombres degenio que han tenido la desgracia de consagrar sus sublimestalentos a las almas infernales y sanguinarias que les confia-

 ban las riendas del ejército! Si les quedaba una brizna dehumanidad habrán gemido por la obediencia que se les exi-gía; habrán detestado esa causa inicua y frívola, así como a

los monstruos que los armaban; habrán vertido lágrimassobre sus trofeos; habrán sido muy valerosos si creyendo enun juez del más allá murieron sin temblar. No quisiera habersido la feroz bestia que mandó causar estragos en elPalatinado, ni tampoco el esclavo de honor que la ejecutó13.Indigno mortal es quien se atreve a hacer la apología de losdevastadores de la tierra, quien olvida que un guerrero justo

exige al menos un adversario injusto, quien encomia lasalmas rastreras que se han prestado a esas expediciones ini-cuas. ¿Qué cuenta el crítico a continuación? La historia de lavenalidad de los cargos públicos, que todos conocemos tan

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116 SOBRE LA MENTIRA

 bien como él; y lo hace como si esa desgracia que pone en

duda el derecho a conservar la urna que encierra la vida, lafortuna, el honor y la libertad de los ciudadanos justificase

considerar ésta inconveniente; como si tan terrible inconve-

niente no hubiese tenido un remedio después14.

Sólo le faltaba iniciar una apología de los financieros; y

tampoco faltó a la cita.

Pero lo más cómico es que con su tono tan amargo, con

su tuteo indecente, sus más despectivos apostrofes, sus inju-rias más implacables, este hombre predica la dulzura, la

moderación, la modestia. Ello resulta de lo más ridículo.

Por consiguiente, ¿qué he aprendido de este impreso*'

Que no se requiere talento alguno para poner en evidencia los

errores de un autor; que el hombre no está hecho para la ver-

dad ni la verdad para el hombre; que estamos condenados al

error; que la superstición tiene su lado bueno; que las guerrasson bellas, etc., etc. Y que Dios nos preserve de un soberano

que se asemeje a esta especie de filósofo.

 )

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EL DAÑO Y LA FICCIÓN

Jh a n -Ja c q ue s  Ro us s h a u

X

Entre el puñado de libros que aún leo de ve/ en cuando,Plutarco es de quien mas disfruto y aprovecho. Fue mi pri-mera lectura de infancia y será la última de mi veje/; es casiel único autor que nunca he leído sin sacar algún beneficio.Anteayer leía en sus obras morales el tratado Cómo sacar 

 provecho de los enemigos1.  Ese mismo día, al ordenar algu-

nos folletos que me habían remitido sus propios autores, vinea dar con uno de los periódicos del abate Rozier, junto a cuyotítulo él mismo había escrito estas palabras: «Vitam vero impendeníi, Ro/ier»1. Buen conocedor de las expresiones quegastan estos señores como para pasar ésta de largo, compren-dí que bajo este tono exquisito había querido lanzarme una

cruel ironía; pero ¿a cuento de qué?; ¿a qué venía este sar-casmo?; ¿qué motivo podía yo haberle dado? Para aprovecharlas enseñanzas del bueno de Plutarco decidí dedicar el paseodel día siguiente a examinarme sobre la mentira y volví ple-namente reafirmado en la convicción ya antes adquirida deque el Conócete a ti mismo  del templo de Delfos no era unlema tan fácil de seguir como yo había supuesto en mis

ConfesionesTras haberme puesto en camino al día siguiente para cum-

 plir mi resolución, la primera cosa que se me vino a la menteen cuanto me puse a meditar fue la de un aborrecible engañocometido en mi adolescencia, cuyo recuerdo me ha turbadotoda la vida; viniendo, incluso aún en mi vejez, a entristecermi corazón ya herido por tantos otros motivos4. Esa mentira,

que ya en sí misma fue un gran delito, debió resultar aúnmayor por su alcance que, aún ignorándolo, el remordimien-to me ha hecho suponer tan cruel como fuese posible. Sinembargo, de no considerar más que el estado de ánimo en que

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118 SOBRE LA MENTIRA

lo cometí, tal mentira no fue más que el fruto de una penosa

timidez, y lejos de la intención de perjudicar a quien resultóla víctima, puedo jurar ante el cielo que en el preciso instan-

te en que expulsaba fuera de mí esta invencible vergüenza

habría dado con gusto hasta mi última gota de sangre para

volver su efecto sobre mí mismo. Fue un delirio que no puedo

explicar si no es diciendo, como lo siento, que en ese momen-

to mi naturaleza tímida se impuso sobre todos los propósitos

de mi corazón.El recuerdo de este desgraciado hecho y el pesar inextin-

guible que me dejó han inspirado en mí un horror por la men-

tira que ha inmunizado mi corazón contra ese vicio para el

resto de mis días. Cuando adopte mi divisa me sentía con-

vencido de merecerla y no dudaba de ser digno de ella, hasta

que, a causa del mensaje del abate Rozier, decidí examinarme

con más severidad.

Y, entonces, al estudiarme minuciosamente, me vi sor-

 prendido al recordar la cantidad de cosas inventadas que

había dicho como ciertas, al mismo tiempo que, orgulloso en

mi fuero interno de mi amor por la verdad, le sacrificaba mi

seguridad, mi conveniencia, mi persona con un rigor del que

no conozco ningún otro ejemplo entre los humanos.Lo que más me sorprendió al recordar todas esas inven

ciones fue que no sentía el menor arrepentimiento. ¿Por qué 

yo, cuyo odio a la falsedad no conoce en su corazón nada que 

lo iguale; por qué yo, que arrostraría cualquier tortura antes 

de evitarla con mentiras, mentía con esa ligereza, sin necesi

dad, sin provecho alguno?, ¿por qué extraña inconsecuencia, 

por qué inconcebible contradicción no sentía el menor pesar, yo, a quien el remordimiento de una mentira no había cesado 

de afligir durante cincuenta años? Nunca me he habituado a 

mis defectos; me he guiado siempre rectamente por mi ins

tinto moral, mi conciencia ha conservado una integridad 

innata; y por más que se haya deteriorado plegándose a mi 

conveniencia ¿cómo es posible que, conservando su probidad 

en esas ocasiones en que un hombre, arrastrado por sus pasiones, se escuda en su debilidad, la pierda justamente en asun

tos anodinos donde el vicio no sirve de pretexto? Comprendí  

que de la solución de este problema dependía la rectitud del

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EL DAÑO Y LA FICCIÓN 119

 juicio que debía hacer sobre mí mismo y tras haberlo exami-

nado detenidamente llegué a la siguiente explicación.Recuerdo haber leído en un texto filosófico que mentir escallar una verdad que debería declararse. De este principio sededuce que ocultar una verdad que no se está obligado a decirno es mentir; pero, entonces, quien , en ese caso,

 por no decir la verdad dice lo contrario, ¿miente o no mien-te? Según este principio no cabría decir que miente, porque si

da una moneda falsa a un hombre al que no debe nada, desdeluego le engaña, pero no le roba.

Aparecen aquí dos asuntos examinables, ambos de igualimportancia. El primero es cuándo y cómo hay que decir laverdad, puesto que no siempre debe decirse. El segundo es sihay casos en los que se puede mentir de modo inofensivo. Meconsta que esta segunda cuestión está ya resuella: negativamente en los libros, donde al autor no le cuesta nada sostenerla más rígida moral; afirmativamente en la sociedad, donde lamoral de los libros se entiende como una chachara imposiblede llevar a la práctica. Olvidaré, pues, a estas autoridades quese contradicen, y trataré de resolver yo sólo, con mis propios

• i

 principios, estas cuestiones.

La verdad general y abstracta es el más precioso de todoslos bienes. Sin ella el hombre está ciego; es el ojo de la razón.Por ella el hombre aprende a comportarse, a ser lo que debeser, a hacer lo que debe, a tender a su verdadero fin. La ver-dad concreta e individual no siempre hace el bien, a veces esnociva y con frecuencia resulta indiferente. Las cosas que aun hombre le importa saber y cuyo conocimiento es necesa-

rio para su felicidad quizás no son muy numerosas; pero seacual sea su número son un bien que le pertenece, que tienederecho a reclamar dondequiera que se encuentre y que no sele puede hurtar sin cometer el más inicuo de los robos, pues-to que se trata de uno de esos bienes colectivos que no porcompartirlos quedamos desposeído de ellos.

En cuanto a las verdades que de nada sirven ni para la

educación ni en la práctica ¿cómo serían un bien obligatorio,si ni siquiera son un bien? Y, puesto que la propiedad no estáfundada más que sobre la utilidad, donde no cabe la mínimautilidad posible, tampoco cabe la propiedad. Se puede recia

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120 SOBRE LA MENTIRA

mar un terreno aunque sea un baldío porque al menos se

 puede vivir en su suelo; pero que un hecho estéril, indiferen-te a todos los efectos y sin resultado para nadie, sea verdade-

ro o falso, no le importa a nadie, sea quien sea. En el orden

moral no hay nada inútil, ni tampoco en el orden natural; pues

ninguna obligación puede derivarse de lo que no sirve para

nada; y para que algo sea obligatorio es necesario que sea o

 pueda ser útil. De modo que el deber de la verdad es el que

concierne a la justicia y sería una profanación aplicar estesagrado nombre de la verdad a futilidades, cuya existencia

deja indiferente a todo el mundo y cuyo conocimiento es per-

fectamente inútil. La verdad despojada de cualquier tipo de

 provecho, aunque sea remoto, no puede, pues, ser un deber, y

en consecuencia no puede decirse que miente de quien la

calla o la disfraza.

Que haya verdades tan perfectamente estériles que sean

inútiles de todo punto, es un tema de discusión sobre el que

volveré enseguida. Pero, por el momento, pasemos a la

segunda cuestión. Callar lo que es cierto y declarar lo que es

falso son cosas bien distintas, pero de las que puede seguir-

se el mismo efecto: desde luego el resultado será idéntico

siempre que este efecto sea nulo. Allí donde la verdad sea

indiferente el error opuesto lo será también; de lo que se

deduce, en tal caso, que quien engaña diciendo lo contrario

de la verdad no es más injusto que quien engaña no decla-

rándola; pues en materia de verdades inútiles, el error no es

 peor que la ignorancia. Que yo crea que la arena del fondo

del mar es blanca o roja no es más importante que ignorar

cuál es su color. ¿Cómo se puede ser injusto sin lesionar anadie, cuando la injusticia no consiste sino en el daño que

causamos a otro?

Pero estas cuestiones despachadas tan sumariamente no

 bastan para ofrecerme alguna aplicación práctica fiable si no

es añadiendo numerosas aclaraciones previas, necesarias para

tratar con justicia todos los casos que puedan presentarse.

Pues, si el deber de decir la verdad se basa exclusivamente ensu utilidad, ¿cómo puedo yo constituirme en juez de tal utili-

dad? Sin embargo, en muchos casos, lo que para uno supone

ventaja implica atropello para otro; el interés particular es

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EL DAÑO Y LA FICCIÓN   121

casi siempre opuesto al interés colectivo. Entonces, ¿cómo

actuar en tal situación? ¿Hay que sacrificar la convenienciadel ausente a la de la persona a quien nos dirigimos? ¿Hayque callar o proclamar la verdad que aprovechando a uno per- judica a otro? ¿Hay que pesar todo lo que se dehe decir en laúnica balanza del bien público o en la de la justicia distribu-tiva? ¿Me he cerciorado de conocer suficientemente todos losaspectos del asunto para no aplicar la inteligencia que me

asiste más que a las exigencias de la equidad? Por otra parte,si examino mis deberes con los demás, ¿he pensado bien loque me debo a mí mismo, mi deuda con la verdad en sí?Aunque no haga ningún daño engañando a alguien, ¿suponeeso que no me lo hago a mí mismo?, ¿basta no ser nuncainjusto para ser siempre inocente?

¡Cuántas discusiones embarazosas de las que bastaríalibrarse con decir: «seamos siempre sinceros suceda lo quesuceda»! La justicia en cuanto tal reside en la verdad de lascosas; el engaño es siempre una iniquidad, el errores siempreuna impostura, cuando se dice lo que no corresponde a lasobligaciones y las creencias; y sea cual sea el efecto de decirla verdad siempre se es inocente, porque uno no ha añadido

nada de su parte.Pero esto es zanjar la cuestión sin resolverla. Porque nose trataba de establecer si estaría bien decir siempre la verdad,sino si siempre se está obligado a ello y, de acuerdo con el

 principio ya examinado de suponer que no hay tal, distinguirlos casos en los que la verdad es rigurosamente obligatoria deaquellos otros en los que puede silenciarse sin injusticia y dis-

frazarse sin engaño: pues considero que tales casos se produ-cen efectivamente. Se trata, pues, de buscar una regla objeti-va para conocerlos y determinarlos.

Pero ¿dónde encontrar esa regla y la prueba de su infali- bilidad? En todos los asuntos morales difíciles, como éste,siempre he preferido guiarme por el dictado de mi concienciaantes que por las luces de la razón. Mi instinto moral nuncame ha engañado: hasta el presente ha conservado en mi cora-zón suficiente pureza para que pueda confiar en él y aunquea veces se calla ante las pasiones de mi conducta, cuando setrata de mis recuerdos recupera su dominio. Entonces es

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122 SOBRE LA MENTIRA

cuando me juzgo a mí mismo con la misma severidad con la

que seré juzgado por el juez supremo al término de mi vida. No siempre es acertado juzgar las palabras de los hom-

 bres en razón de sus consecuencias; aparte de que tales efec-

tos no siempre son tangibles o fáciles de reconocer, varían

infinitamente como varían las circunstancias en que tales

 palabras se emiten. Pues es únicamente la intención de

quien las pronuncia lo que les da validez y determina su

grado de malicia o de bondad. Engañar no es mentir sino entanto que hay intención de mentir, y esa intención misma,

lejos de estar siempre asociada a un perjuicio, busca a veces

el fin opuesto. Pero para que una mentira resulte inocente no

 basta con no querer lastimar, es necesaria además la certeza

de que el error en el que sumimos a quien hablamos no vaya

a perjudicarle en modo alguno ni a él ni a nadie. Es raro y

difícil alcanzar tal certidumbre; como es difícil y raro queuna mentira sea totalmente inofensiva. Mentir por propia

conveniencia es una impostura, mentir por la conveniencia

ajena es un fraude, mentir para desacreditar es una calum-

nia, la peor especie de mentira. Pero mentir sin provecho ni

detrimento propio o ajeno no es mentir: no es un engaño, es

una invención.

Las invenciones que persiguen un fin moral se llaman

apólogos o fábulas y dado que su finalidad no es o no debe

ser otra que la de presentar verdades útiles bajo formas con-

cretas o agradables, en este caso no se está obligado a escon-

der un engaño que, en el fondo, no es sino el manto de la ver-

dad, pues quien relata una fábula por la fábula misma no

miente en modo alguno.Hay otras ficciones puramente estériles, como la mayoría

de cuentos y novelas que, lejos de encerrar una enseñanza

veraz, no persiguen sino la diversión. Estos, desprovistos de

todo sentido moral, sólo pueden ser juzgados según la inten-

ción de su inventor, y aunque los narre con convencimiento

como si fuesen verdades reales no se puede discutir que son

auténticas mentiras. Sin embargo, ¿quién ha mostrado jamásescrúpulo alguno ante tales engaños?, ¿quién ha pronunciado

nunca ningún reproche serio contra sus autores? Si, por ejem-

 plo,  El templo de Gnido3encierra algún fin moral, éste resul-

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EL DAÑO Y LA FICCIÓN   123

ta oscurecido y desvirtuado por los detalles voluptuosos y las

imágenes lascivas. ¿Y qué ha hecho el autor para cubrirlo conun barniz de decencia?, pues ha fingido que su obra era la tra-ducción de un manuscrito griego y nos ha contado el cuentodel descubrimiento del manuscrito del modo más convenien-te para persuadir a sus lectores de la veracidad de su relato. Siaquí no hay un formidable engaño, que se me diga entoncesqué es mentir. Y, sin embargo, ¿quién se ha ocupado de acu-

sar al autor del crimen de esta impostura y de tratarle por ellode farsante?

Se replicará en vano que no es más que una broma; queel autor, a pesar de sus afirmaciones, no pretende convencera nadie; que efectivamente a nadie ha convencido y que ellector ni por un momento ha dudado de que sea él el autor deltexto pretendidamente griego del que se hace pasar por tra-ductor. Por mi parte, yo respondería que semejante farsa sinmotivo no es más que una tonta puerilidad, que un mentirosono miente menos al hablar porque no convenza a nadie, quehay que distinguir del público instruido a multitud de senci-llos y crédulos lectores a quienes ha engañado la historia delmanuscrito contada por un autor serio que se las da de bien-

intencionado, y que confiados han apurado, en una copa deaspecto antiguo, un veneno del que habrían desconfiado dehabérseles ofrecido en un vaso moderno.

Que tales distingos figuren o no en los libros, no por elloel hombre de buena fe deja de hacérselos en su fuero interno,decidido a no permitirse nada que su conciencia pueda luegoreprocharle. Porque una falsedad dicha en provecho propio

no es menos falsa que si se dice en detrimento ajeno, aunqueel engaño sea menos criminal. Favorecer a quien no lo mere-ce es alterar el orden de la justicia; atribuirse a sí mismo o aotro actos que pueden dar lugar a elogios o reproches, a acu-saciones o excusas, es cometer una injusticia; pues todo loque, contrario a la verdad, lesiona la justicia del modo quesea, es un engaño. Este es el límite justo. Pero en todo aque-llo que, aún siendo contrario a la verdad, no interviene la jus-ticia no hay más que invención; y reconozco que quien renie-ga de una fábula por ser falsa posee una conciencia másescrupulosa que la mía.

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124 SOBRE LA MENTIRA

Lo que se conoce como mentiras piadosas son auténticas

mentiras, porque emplearlas para hacer un favor a otro o a símismo no es menos injusto que si se usan para hacer daño.

Quien elogia o censura faltando a la verdad miente en cual-

quier caso, siempre que se trate de una persona real. Pero si

se trata de un ser imaginario, puede decir todo lo que quiera

sin mentir, a no ser que juzgue la moralidad de los hechos

inventados y que no los juzgue en falso: pues entonces, aun-

que no mienta en el hecho mismo, sí miente contra la verdadmoral, cien veces más sagrada que la de los hechos.

He conocido a ese tipo de gentes a las que todo el mundo

llama sinceras. Toda su sinceridad se agota en las conversa-

ciones vacías, en citar fielmente lugares, momentos y perso-

nas, en no permitirse ninguna invención, en no adornar nin-

guna situación, en no exagerar nada. Hn todo aquello que no

les concierne son, en sus relatos, de la más inviolable de las

fidelidades. Pero ¡ay! como se roce algún asunto que Ies alée-

te, o se cuente algún hecho que les toque de cerca, entonces

emplean todos los colores posibles para presentar las cosas

 bajo la luz que más les favorece, y si la mentira Ies conviene

y se cuidan de decirla ellos mismos, la encauzan con astucia

y consiguen que se introduzca sin que pueda atribuírseles. Asílo requiere la cautela: adiós a la sinceridad.

Para mí, el hombre  sincero  actúa a la inversa. Hn los

asuntos triviales, la verdad que otros respetan tanto le impor-

ta bien poco, y apenas siente remilgos por amenizar una reu-

nión con invenciones de su cosecha que no implican opinio-

nes injustas, ni a favor ni en contra de quienquiera que sea,

esté vivo o muerto. Sin embargo, todo discurso que suponga para alguien provecho o daño, estima o desprecio, elogio o

censura contra la justicia o la verdad es una mentira que

nunca rozará su corazón, ni su boca, ni su pluma. Este sí es

firmemente  sincero, incluso contra su conveniencia, aunque

apenas se moleste en serlo cuando se trata de conversaciones

insustanciales. Es  sincero en que no pretende engañar a nadie,

en que es fiel tanto a la verdad que le acusa como a la que le

honra, en que jamás la impone en descargo propio ni en

menoscabo de su enemigo. La diferencia, pues, que existe

entre mi hombre sincero y el otro es que el mundano es escru-

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EL DAÑO Y LA FICCIÓN 125

 pulosamente fiel a cualquier verdad que no le cueste, pero ni

un punto más, y que el mío no la sirve nunca tan lealmentecomo cuando tiene que sacrificarse por ella.Pero, se me dirá, ¿cómo conciliar tal debilidad con el

ardiente amor a la verdad por el que yo le alabo? ¿No es falsoun amor que puede soportar tal aleación1? Pues no; es inocen-te y verdadero: pues no es más que una emanación del amor

 por la justicia y no quiere ser nunca mendaz aunque a veces

sea imaginativo. En su ánimo, justicia y verdad son sinóni-mos que él intercambia sin hacer distingos. La sagrada ver-dad que su corazón venera no consiste en absoluto en hechosinsignificantes o en nombres inútiles, sino en darle fielmentea cada uno lo que se le adeuda en todo lo que verdaderamen-te le corresponde, en pasarle cuenta para bien o para mal, enretribuirle con honores o reprobaciones, con elogios o conde-

nas. Nunca miente ni contra el prójimo, porque su sentido dela equidad se lo impide y no desea dañar injustamente anadie, ni contra sí mismo, porque su conciencia se lo prohíbey no sería capaz de apropiarse de lo que no le pertenece. Esceloso ante todo de su propia estima, el bien al que menosdispuesto está a renunciar, y sentiría como una verdadera pér-dida conseguir la ajena a expensas de esta posesión. Así quementirá a veces en naderías, sin aprensiones y sin ereer hacer-lo, pero jamás para dañar o beneficiar a otro o a sí mismo. Yen lo que respecta a las verdades históricas, en lo que atañe alcomportamiento humano, a la justicia, a la sociabilidad, a lossaberes patéticos, se precaverá de la falsedad, tanto a símismo como a los demás siempre que dependa de él. Pero, a

su entender, toda mentira fuera de esto no será tal. Si  El tem plo de Guido es una obra útil, la historia del manuscrito grie-go no será más que una fábula inofensiva; sólo si la obra es peligrosa resultará un engaño reprensible.

Tales fueron las reglas de mi eonciencia sobre la mentiray sobre la verdad. Mi corazón se ha guiado por ellas instinti-vamente ya antes de ser adoptadas por mi razón, y la intuición

moral las aplicó por su cuenta. El criminal infundio de quefue víctima la pobre Marión me dejó imborrables remordi-mientos que me curaron para el resto de mis días no sólo deengaños de esta naturaleza, sino de todos aquellos que, de un

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126 SOBRE LA MENTIRA

modo u otro, pudieran afectar a los intereses o el buen nom-

 bre ajenos. Al extender así tal condena, quedé dispensado desopesar puntillosamente las ventajas y los perjuicios y de

establecer los límites precisos entre la mentira dañina y la

mentira piadosa; pues al considerar culpables a una y a otra,

me he prohibido las dos por igual.

En esto como en lo restante mi carácter ha influido

mucho sobre mis principios o, mejor aún, sobre mis hábitos;

 pues apenas he actuado movido por normas, o he seguidootras distintas, en cualquier asunto, que las dictadas por mi

naturaleza. Jamás mentira premeditada rozó mi pensamien-

to, jamás he engañado por conveniencia; pero sí he mentido

en ocasiones por timidez, para librarme de molestias en

asuntos intrascendentes o que no interesaban sino a mí

mismo, o cuando en medio de una charla la lentitud de mis

ideas  y la sequedad de mi conversación me forzaban a recu-rrir a invenciones para tener algo que decir. Cuando hay que

hablar a la fuerza  y no se me vienen a la cabeza verdades

divertidas con suficiente presteza, largo algún cuento para

no permanecer callado; sin embargo, en esa tabulación

inventiva me cuido todo lo que puedo de que no sean men-

tiras, esto es, que no lesionen ni a Injusticia ni al deber de

la verdad,  y de que sean invenciones sin importancia para

los demás  y  para mí mismo. Lo ideal sería cuando menos

sustituir la verdad de los hechos por una verdad moral, es

decir, dar fiel cuenta de los sentimientos innatos del corazón

humano y extraer siempre alguna moraleja; ofrecer, en

suma, alguna fábula moral, algún apólogo; pero sería nece-

saria una capacidad de reacción mayor que la mía y másfacilidad de palabra para saber sacar provecho instructivo

de la chachara de la conversación. Su desarrollo, más rápi-

do que el de mis ideas, obligándome casi siempre a hablar

antes de pensar, me ha inspirado con frecuencia tonterías e

inconveniencias que mi razón desaprobaba y de las que mi

corazón renegaba a medida que salían de mi boca, pero que,

al adelantarse a mi propio discernimiento, no podían ya serreprimidas.

Y es incluso a causa de este innato e irresistible impul-

so temperamental por lo que en situaciones imprevistas y

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EL DAÑO Y LA FICCIÓN 127

repentinas la vergüenza y la timidez me arrancan con fre-

cuencia mentiras en las que mi voluntad no interviene paranada, sino que en cierto modo se la anticipan por la necesi-dad de responder instantáneamente. La impresión profundadejada por el recuerdo de la pobre Marión puede perfecta-mente sofocar las mentiras dañinas para los demás, pero nolas que pueden ayudarme a eludir molestias que sólo a míme afectan; lo cual no contraviene menos mi conciencia y

mis principios que aquéllas que pueden determinar el desti-no ajeno.

Pongo al cielo por testigo de que, si un instante después, pudiera anular la mentira que me salva y decir la verdad queme inculpa sin padecer por ello una nueva afrenta al retrac-tarme, lo haría de buenísima gana; pero la vergüenza de pillarme a mí mismo en falla me contiene, y aunque me arre-

 piento con toda sinceridad de mi delito no por ello me decidoa repararlo. Un ejemplo explicará mejor lo que quiero decir y probará que no miento ni por conveniencia ni por orgullo, nimenos aún por envidia o maldad, sino sólo por apuro y timi-dez, incluso sabiendo a veces perfectamente que esa mentiraes reconocida como tal y que no puede ayudarme absoluta-mente en nada.

Hace tiempo y contra mi costumbre, M. Foulquier mecomprometió a ir acompañado de mi mujer, con él y con suamigo Benoit, a comer al campo, a casa de la señoraVacassin, restauradora, quien, junto a sus dos hijas, comiótambién con nosotros. De repente, en medio de la comida, ala mayor, recién casada y embarazada, se le ocurrió pregun-

tarme, mirándome fijamente, si había tenido hijos. Enroje-ciendo hasta las cejas contesté que no había tenido esa dicha.Ella sonrió con malicia, dirigiéndose a los comensales: lacosa estaba bien clara, incluso para mí.

Es evidente, de antemano, que esta contestación no eraen absoluto la que yo hubiese querido dar, ni al menos laque yo hubiera deseado imponer, ya que, por la actitud que

veía en los comensales, tenía la certeza de que mi respuestano iba a modificar su opinión sobre el asunto. Se esperabaesta negativa mía, se la provocaba incluso para disfrutar del placer de haberme inducido a mentir. No estaba tan aturdi-

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128 SOBRE LA MENTIRA

do como para no darme cuenta. Dos minutos después, la res-

 puesta que habría debido dar vino sola: «He aquí una pre-gunta poco discreta por parte de una joven a un hombre que

ha envejecido soltero». Al decir esto, sin mentir, sin tener

que enrojecer por ninguna confesión, ponía de mi parte a las

risas y le daba a ella una pequeña lección que, de manera

sencilla, la volvería algo menos impertinente en sus pregun-

tas. Pero no hice nada de esto, no dije lo que hubiese debi-

do decir, dije lo que no debía y lo que en nada podía ayu-darme. Ks cierto, pues, que mi respuesta no fue dictada ni

 por mi inteligencia ni por mi voluntad sino por el efecto ins-

tintivo de mi vergüenza. Antaño, no me apuraba tanto y con-

fesaba mis faltas con más franqueza que timidez, porque

eslaba convencido de que era evidente lo que las redimía y

lo que yo sentía en mi fuero interno; pero el ojo de la mali-

cia me descorazona y me confunde; y al volverme más des-graciado me he hecho más tímido y nunca he mentido sino

 por timidez.

 Nunca he sentido lanío mi aversión instintiva por el enga-

ño como cuando escribí las Confesiones, porque entonces la

tentación habría sido frecuente y fuerte, a poco que mi ten-

dencia me hubiera inclinado hacia ello. Pero lejos de haber 

callado nada, de haber ocultado nada que me perjudicase, por

un giro de la conciencia que apenas puedo explicarme y que

quizá procede de mi antipatía por cualquier convencionalis-

mo, me sentía más bien inclinado a mentir en el sentido

opuesto, acusándome con más rigor que disculpándome con

demasiada indulgencia; y mi conciencia me dice que un día

seré juzgado con menos severidad de la que me he juzgado yomismo. Así es; lo proclamo, lo siento, con orgullosa dignidad,

 pues en esas páginas llevé la buena fe, la sinceridad, la fran-

queza, tan lejos, más incluso, o al menos así lo creo, como

 jamás hombre alguno lo hizo; y al darme cuenta de que las

 buenas acciones superaban a las malas, me convenía confe-

sarlo todo, y así lo he hecho.

Jamás he ocultado nada y cuando, en ocasiones, he habla-do de más, no ha sido tanto en los hechos como en las sitúa

ciones, aunque esta especie de engaño ha sido más producto

de la fiebre de la imaginación que de un acto voluntario.

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EL DAÑO Y LA FICCIÓN   129

Hago mal incluso en llamarlo engaño, porque ninguno de

estos añadidos lo fue. Escribí mis Confesiones  ya anciano ydecepcionado de los vanos placeres de la vida6, que había probado en su totalidad y cuyo vacío había experimentado afondo en mi corazón. Como escribía cié memoria y ésta o mefallaba con frecuencia o no me proporcionaba más que vagosrecuerdos, llenaba las lagunas con detalles ficticios suple-mentarios de esos recuerdos, aunque nunca incompatibles

con ellos. Me complacía en extenderme sobre los momentosventurosos de mi vida y, a veces, impulsado por una dulcenostalgia, los embellecía con adornos. Contaba las cosas quehabía olvidado como me parecía que hubiesen debido suce-der, como seguramente habían sucedido en realidad, peronunca al contrario de cómo, en mi recuerdo, habían sucedido.En ocasiones, añadí a la verdad encantos exóticos, pero jamás

 puse la mentira en su lugar para dislra/ar mis vicios o atri- buirme virtudes.

Y si, a veces, inadvertidamente, por un impulso instinti-vo, he ocultado mi lado deforme pintándome de perfil, talesomisiones han sido de sobra compensadas por otras másextravagantes que, con frecuencia, me han hecho silenciar mi

 bondad con mayor celo que mi maldad. Es ésta una particu-laridad de mi carácter, de cuya creencia puedo excusar a loshombres, pero que por muy increíble que parezca no esmenos cierta: muchas veces he confesado lo malo en toda suignominia, raramente he contado lo bueno en su faceta másfavorecedora, y con frecuencia lo he ocultado del todo porqueme ensalzaba en exceso, y porque al tratarse de unas

Confesiones podría parecer que estaba elogiándome. He des-crito mis años de juventud sin vanagloriarme de las favora- bles cualidades de que estaba dotado mi corazón, callando,incluso, los hechos que las evidenciaban demasiado. Re-cuerdo ahora dos de mi primera infancia, que acudieron a mimemoria cuando escribía, pero que, una y otra, descarté porel sencillo motivo que acabo de exponer.

Casi todos los domingos iba a pasar el día a Páquis, a casade M. Fazy, que se había casado con una de mis tías y que poseía allí una fábrica de indianas. Estaba un día mientrastendían en la sala de calandrado observando los rodillos de

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130 SOBRE LA MENTIRA

hierro: su brillo seducía mis ojos, y me sentí tentado de pasar

mis dedos por ellos deslizándolos con placer sobre la alisa-dura del cilindro cuando el joven Fazy7, que se había puesto

en la rueda, le dio medio cuarto de vuelta, hábilmente pues

sólo me pilló la yema de los dos dedos más largos, aunque

 bastó para aplastarme la punta y para que las dos uñas se que-

dasen allí. Di un alarido desgarrador y Fazy dio marcha atrás

al instante, sin que por ello las uñas dejasen de quedarse en el

cilindro mientras la sangre manaba de mis dedos. Fazy, cons-ternado, grita, sale de la máquina, me abraza, y me implora

que sofoque mis gritos añadiendo que está perdido. Pese a lo

agudo de mi dolor, el suyo me conmovió; me callé y fuimos

al estanque donde me ayudó a lavar mis dedos y a restañar mi

sangre con musgo. Me suplicó entre lágrimas que no le dela-

tase; se lo prometí y lo cumplí, al punto de que, más de vein-te años después, nadie sabía por qué aventura dos de mis

dedos conservaban esas cicatrices, que han permanecido

siempre. Quedé retenido en el lecho más de tres semanas y

más de dos meses sin poder servirme de mi mano, contando

siempre que una gran piedra me había aplastado los dedos al

c ae r.

«Magnánima menzógna! or quando c il vero 

Si bello che si possa a te prepone?»*.

Este accidente me hizo sufrir, sin embargo, en aquella cir-

cunstancia, pues coincidió con una temporada de prácticas,

cuando se obligaba a los burgueses a hacer maniobras, y yo

 junto con otros tres niños de mi edad había formado un pelo-tón, que, uniformado, debía hacer ejercicios con la compañía

de mi distrito. Tuve el disgusto de oír el tambor de la compa-

ñía pasar bajo mi ventana con mis tres camaradas, mientras

yo permanecía en cama.

Mi otra historia es muy semejante, pero ocurrió en edad

más avanzada. Estaba jugando al mallo en el PlainPalais

con uno de mis amigos llamado Pleinee9. Reñimos duranteel juego, nos pegamos y en medio de la pelea me descalabró

la cabeza con un golpe de mallo tan certero que de haber

tenido una mano más fuerte me habría hecho saltar los

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EL DAÑO Y LA FICCIÓN   131

sesos. Caí al momento, y en toda mi vida he visto un ner-

viosismo semejante al de aquel pobre chico al ver mi sangremanar entre mis cabellos. Creyó que me había matado. Selanzó hacia mí, me abrazó y me estrechó fuertemente fun-diéndose en lágrimas y lanzando desgarradores gritos. Yo leabrazaba también con todas mis fuerzas llorando como él,en medio de una confusa emoción no exenta de cierta ter-nura. Finalmente se puso a restañar la sangre que seguía

manando, y viendo que nuestros dos pañuelos no bastaban,me condujo a casa de su madre que tenía un pequeño jardínallí cerca. La pobre mujer estuvo a punto de desmayarse alverme en aquel estado. Pero mantuvo la sangre fría paravendarme, y después de haber lavado bien mi herida le apli-có flores de lis maceradas con aguardiente, un lenitivo efi-caz y habitual en nuestra comarca. Sus lágrimas y las de su

hijo conmovieron mi corazón a tal punto que, aun pasadomucho tiempo, seguía viéndola como una madre y al hijocomo un hermano, hasta que, perdidos de vista uno y otra,les fui olvidando lentamente.

Guardé el mismo silencio tanto sobre ese incidente comosobre el anterior; y a lo largo de mi vida me sucedieron otroscien de semejante cariz, acerca de los que no he sentido lamenor tentación de hablar en mis Confesiones, tan escaso erami interés por exhibir la bondad que apreciaba en mi carácter.

 No; cuando he faltado a una verdad que sabía no ha sido másque en menudencias y más por el apuro de hablar o por el pla-cer de escribir que por razón de conveniencia propia, o en provecho o menoscabo de otro. Y quien lea mis Confesiones 

con imparcialidad, si es que esto ocurre algún día, compren-derá que las confidencias que allí expongo son más humi-llantes, más dolorosas de confesar que las de una mala acciónmás grande pero menos vergonzosa de contar, y de la que nohe hablado porque no la he cometido.

De todas estas reflexiones se deduce que el compromisode sinceridad que he contraído se funda más en sentimientos

de rectitud y de equidad que en la realidad de las cosas; y queen la vida me he guiado más por las inclinaciones morales demi conciencia que por las ideas abstractas de lo verdadero yde lo falso. He tabulado con frecuencia, pero rara vez he

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132 SOBRE LA MENTIRA

mentido. Al seguir estos principios he dejado que los demás

me ganasen la partida, pero no he perjudicado absolutamente

a nadie ni me he concedido a mí mismo más prerrogativas delas debidas. Es únicamente esta razón, creo yo, la que hace de

la verdad una virtud; desde cualquier otro enfoque no es, a mi

entender, más que un ente metafíisico del que no se derivan ni

el bien ni el mal.

Sin embargo, no siento mi corazón lo bastante satisfecho

de estas distinciones como para creerme totalmente inocen-

te10. Al sopesar con tanto cuidado mis obligaciones con losdemás, ¿he examinado suficientemente las que tengo conmi-

go mismo? Pue si hay que ser justo con el prójimo, también

hay que ser sincero con uno mismo: es el homenaje que el

hombre honrado debe rendir a su propia dignidad. Estaba

equivocado cuando, obligado por la esterilidad de mi con-

versación, la rellenaba con ficciones inofensivas, porque no

es preciso, para divertir a otro, envilecerse uno mismo; ycuando, animado por el placer de escribir, añadía a las cosas

reales ornamentos imaginarios, estaba aún más equivocado,

 porque adornar la verdad con fábulas es, en el fondo, desfi-

gurarla.

Pero lo que me hace más imperdonable es la divisa que

había adoptado. Este lema me obligaba a un compromiso de

sinceridad más firme que a cualquier otro hombre, y no bas-taba con el sacrificio de mi conveniencia y de mis inclina-

ciones, sino que exigía también el sacrificio de mi debilidad

y de mi timidez innata. Hay que tener el coraje y la energía

de ser sincero siempre y donde quiera que sea, de manera

que ni invenciones ni fábulas salgan jamás de una boca o de

una pluma enteramente consagradas a la verdad. He ahí lo

que hubiera debido decirme al adoptar este noble lema, yrepetírmelo sin cesar mientras osara llevarlo. Nunca fue la

falsedad la que indujo mis mentiras, sino que todas proceden

de la debilidad, aunque esto apenas me excuse. Poseyendo

un alma débil uno puede, todo lo más, resguardarse del vicio,

 pero es de arrogantes y temerarios atreverse a profesar gran-

des virtudes.

De no haberme sido sugeridas por el abate Rozier, estasconsideraciones no me habrían venido a la mente probable

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EL DAÑO Y LA FICCION   133

mente nunca. Ya es tarde sin duda para ponerlas en práctica;

 pero al menos no es demasiado tarde para enmendar mi errory adecuar mi voluntad a esa norma: esto es todo lo que enadelante depende de mí. En esto, pues, y en cosas semejantesla máxima de Solón conserva su validez en cualquier etapa dela vida; pues nunca es demasiado tarde para aprender inclu-so de los propios enemigos a ser juicioso, sincero, modesto

y a no presumir tanto de uno mismo.

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XI

UNA ESCENA RUSA

Fe d o r  Do s t o y h v s k i

¿Por qué mentirá tocio el mundo sin excepción aquí, en

Rusia?

¡Qué disparate!, ¡tocio el mundo, no! protestarán sin

duda, cortándome. Lo que ocurre es que a usted hoy le falla

un argumento, y empieza de modo efectista.

Se me reprocha a menudo que escribo sin tener nada quedecir; y, sin embargo, de hecho estoy del todo convencido

de esa universalidad de nuestro mentir. Lleva uno cincuen-

ta años acunando una idea, viéndola y palpándola, y de

 pronto adquiere tal aspecto que se torna desconocida. Hace

algún tiempo, me asaltó la idea de que en Rusia, entre las

clases sociales cultivadas, era imposible que alguien no

mintiera; porque entre nosotros los rusos pueden mentirhasta las personas más firmemente honradas. Tengo la segu-

ridad de que en otras naciones en la inmensa mayoría de

ellas sólo mienten los truhanes, por lucro, es decir, por

fines abiertamente delictivos; mientras que en Rusia puede

mentir desinteresadamente la gente más íntegra, incluso

quizá con la más recta de las intenciones. Aquí, en la mayo-ría de los casos, mentimos por amabilidad; queremos pro-

ducir una impresión estética en nuestro interlocutor, desea-

mos satisfacerle y entonces mentimos, incluso sacrificándo-

nos, por así decirlo.

Recordémoslo... ¿No les ha sucedido veinte veces, por

ejemplo, aumentar el número de verstas  recorridas en una

hora por los caballos que le trasportaron cierto día, a poco quefuese necesario incrementar el júbilo de vuestro oyente? ¿No

se regocijo este, en efecto, hasta el extremo de asegurar a

continuación que hay  troikas capaces de adelantar a un tren,

etcétera? Y así sucede con los cazadores, cuando se ponen a

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136 SOBRE LA MENTIRA

hablar de sus perros, o con esas otras personas que os cuen-

tan cómo, en París, les pusieron la dentadura postiza o cómo,aquí, las curó Botkin. De hecho, usted mismo menciona tales

milagros acerca de su enfermedad que, si bien sólo a partir de

la mitad del cuento uno se lo cree porque a partir de la mitad

del relato uno mismo acaba creyéndoselo, en cambio, por la

noche, en el momento de acostarse, al recordar la buena

impresión conseguida en su amigo, se detiene un momento y

exclama involuntariamente: «¡Caramba cómo mentí!».Después de todo, no obstante, este ejemplo es inconsistente;

nada hay más agradable que hablar de nuestros achaques, en

el supuesto de que se encuentre a alguien dispuesto a escu-

charnos; y ya sólo con hablar es imposible no mentir, lo cual

hasta puede curar al enfermo...

Y al regresar de un viaje por el extranjero, ¿no habló

usted con sus amigos de mil cosas que vio con sus propios  ojos1?... Pero este ejemplo lo retiro igualmente, pues todo ruso

ha de exagerar algo al volver del extranjero: ¿para qué ir allí

si no?... Ahora bien, ¿qué ocurre con las ciencias naturales?

¿No habló usted de ellas, o bien de la quiebra y de la fuga al

extranjero de varios judíos de ísan Petersburgo y de otros

lugares, sin tener ni idea de tales judíos ni saber una palabra

de ciencias naturales?

Permítanme aún, ¿no han contado alguna vez alguna

anécdota, como si les hubiese sucedido a ustedes mismos,

 precisamente a la persona que antes se la había referido?, ¿y

acaso olvidan ya cómo, en medio del relato, al recordar ese

error captaron que lo confirmaba con nitidez la mirada incó-

moda del oyente, fija obstinadamente en sus ojos? Porque enesos trances, y desconozco el motivo, los dos se miran a los

ojos con duplicada tenacidad... ¿Y no recuerda cómo, pese a

todo, aunque olvidando ya todo humor y acentuando el valor

y la dignidad del mensaje, siguió con la historia, y cómo al

concluirla se despidieron velozmente, con una cortesía ner-

viosa y con rápidos apretones de manos y sonrisas, hasta el

 punto de que, al fin, cuando le vino a las mientes en plena agi-tación preguntarle a su amigo por su tía, no se volvió éste

 para responder, habiendo bajado ya la mitad de la escalera? Y

esto es lo que, más tarde, le resultaba lo más penoso de todo.

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UNA ESCENA RUSA   137

En suma, si alguien respondiera a todo esto que  no, es

decir, que jamás había contado este tipo de anécdotas, nihabía alabado a Botkin, ni mentido con respecto a esos ju-

díos, ni preguntado a voces por la salud de la tía de su amigo,

ni le había ocurrido nada semejante nunca..., yo en absoluto

le creería. Como el ruso es embustero siempre y, por añadi-

dura, miente sin darse cuenta, simplemente podría no haber-

lo advertido y podría ocurrir que no se acordase de ello. Pues

lo que sucede a menudo es, en resumen, que en cuanto unoecha mano de una mentira y tiene éxito incluye la anécdota

en el conjunto de los hechos indudables de su propia vida. wSe

queda tan satisfecho, porque se lo cree ya él mismo, que lo

contrario, en muchos casos, sería hasta opuesto a la natura-

leza.

¡Qué disparate! m e replicarán de nuevo. Esas no son

sino mentiras inocentes, futilidades, y nada tienen de parti-

cular.

De acuerdo. Reconozco que todo ello es bastante i nocen

le y que revela más bien un carácter noble, un sentimiento de

reconocimiento recíproco. Yaque si a usted le han escuchado

mientras mentía, no tiene más remedio que escuchar a su vez

a ese amigo cuando 1c llegue el turno, aunque solo sea porgratitud.

Casi la primera condición de la buena sociedad rusa de

todas las tertulias rusas, de todas las veladas, círculos, acade-

mias de sabios, etc es que haya una refinada reciprocidad en

el mentir. Pues en tales casos sólo algún mentecato veraz

suele salir en defensa de la verdad y poner en duda el núme-

ro de verstas que vuestro caballo ha recorrido o los portentosque Botkin logró con vuestra salud. Sin duda ese tipo de indi-

viduo es despiadado y hemorroidal, y recibe pronto su casti-

go preguntándose de inmediato por qué se los desprecia. Son

 personas desprovistas de talento, sí; aunque pese a su inocen-

cia eso significa mentir, indica un rasgo muy hondo de vues-

tro carácter, y tan básico es que resulta ser ya un caso gene-

ral. Por ejemplo, indica que los rusos le tenemos miedo a laverdad o, cuando menos, que si bien no la tememos sí la con-

sideramos demasiado aburrida y prosaica para nuestro gusto

y concebimos la verdad como algo insuficientemente poético

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138 SOBRE LA MENTIRA

y sobremanera vulgar. Y, de este modo, rehuyéndola siempre,

hemos acabado por convertirla en la cosa más ordinaria ytosca de nuestro mundo ruso (y no me refiero a ese periódi-

co)1. De esta suerte ha venido a cumplirse aquí, en todas sus

 partes, ese principio que afirma que la verdad... es lo más

 poético de cuanto existe en el mundo, sobre todo en su esta-

do de mayor pureza. Más aún, la verdad es lo más fantástico

de cuanto pueda fingir o construir la imaginación humana,

esa esclava de la mentira.En Rusia la verdad asume siempre un carácter totalmen-

te fantástico. En consecuencia, la gente ha acabado por hacer

que todo lo que la mente del hombre falsee y finja resulte

mucho más comprensible que la verdad, y esto sucede casi en

todo el mundo de por aquí. La gente la tiene encima de la

mesa, durante cientos de años, pero persigue los frutos de la

fantasía y no acoge la verdad sino que la rechaza por falsa,

 precisamente por considerarla fantasiosa y utópica.

En segundo lugar, nuestro modo general de mentir indica

que nos avergonzamos de nosotros mismos. En efecto, cada

cual lleva dentro, en Rusia, una casi congénita vergüenza de

sí mismo y de su propia persona; y un ruso, en cuanto se halla

en sociedad, se aluna por afectar de inmediato, y del modoque sea, otro aspecto cualquiera con tal de no parecer él

mismo, sino un sujeto muy diferente.

Por su parte, decía ya Herzen2de los rusos en el extran-

 jero que nunca saben conducirse en público; hablan recia-

mente cuando todos los demás callan, y no aciertan a decir

una sola palabra con naturalidad y decoro cuando se requie-

re hablar. No le faltaba razón: enseguida aparecen los visa- jes, la mentira, un penoso nerviosismo; de inmediato apare-

ce una turbación por todo cuanto se es, y una necesidad de

ocultar o disfrazar la figura que Dios ha dado al ruso y, a

cambio, mostrar otra cara, la más foránea y menos rusa

 posible. Y todo ello es debido a una íntima y plena convic-

ción de que todo ruso tiene un aspecto bochornosamente

insignificante y cómico y de que, afectando en cambio unaire francés o inglés es decir, un aire del todo distinto al

suyo, parecerá más honorable, de modo que nadie le reco-

nocerá con semejante disfraz...

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UNA ESCENA RUSA 139

A propósito de esto observaré, como algo destacable, que

esa miserable vergüenza de sí mismo y ese vil disimulo de su persona son, en la mayoría de los casos, inconscientes, son

respuestas compulsivas e irreprimibles; pero cuando el ruso

reflexiona sobre ello incluso el que más rechaza su identi-

dad resulta difícil que reconozca sentirse insignificante en

tales circunstancias, y proclama, por el contrario, su respeto a

sí mismo. «Soy, sin duda, en todo semejante a un inglés

razona así el ruso, por tanto debéis respetarme, pues respe-táis a todos los ingleses».

En el curso de dos centurias se forjó ese tipo predominan-

te en nuestra sociedad. El influjo de este principio, proclamado

hace dos siglos, fue decisivo: «nunca y por nada del mundo hay

que ser uno mismo, conviene adoptar otro semblante, abando-

nar el propio, avergonzarse de uno mismo, y no parecerse a

quien se es». Los frutos fueron óptimos: no hay en el mundo

un alemán, un francés, un inglés, que al reunirse con otros se

ruborice por sus trazas, pues no le remuerde la conciencia de

haber hecho algo mal. Los rusos saben de sobra que no hay un

inglés que se turbe; y el ruso educado tampoco ignora que, se

esté donde se este, el no azararse es el requisito básico de la

dignidad personal. De ahí que quiera parecer de inmediato unfrancés o un inglés, para que le confundan enseguida con uno

de esos que nunca se avergüenzan de sí mismos.

¡Ingenuidades, ranciedades! replicarán de nuevo. Eso

se ha repetido mil veces.

De acuerdo. Añadamos algo más relevante aún. Hay un

aspecto del que se cuida mucho todo ruso de la capa intelec-

tual. Le resulta imprescindible cuando está en sociedad o en público mostrarse más inteligente de lo que es (nada tiene que

ver con su comportamiento solo, en su casa). Pero lo más

notable es que no desea mostrarse más inteligente que todos

los demás o que alguien muy destacable, sino sólo  menos 

 tonto  que los restantes: «reconoce que no soy más tonto que

los demás parece decir, y yo te concederé por mi parte que

tú no eres más tonto que nadie». Resulta también similar a esavivencia de reconocimiento recíproco.

Por ejemplo, ante una autoridad europea, el ruso se incli-

na reverente y alegre, como es sabido, y no se permite el

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140 SOBRE LA MENTIRA

menor análisis crítico. Es más, prefiere no analizar nada en

tales circunstancias... Aunque muy otra cosa acaece cuandouna figura genial se cae de su pedestal o, simplemente, pasa

de moda. Entonces, nadie más severo con el caído u olvidado

que el intelectual ruso; su desprecio y sus burlas carecen de

límite. Y luego nos asombramos con la mayor ingenuidad al

conocer que en Europa siguen mirando a esas estatuas des-

 plomadas con el mismo respeto que antes, y sin que su apre-

cio haya perdido ni un ápice. Por añadidura, esc mismo rusoque se inclina ante un genio de moda, sin permitirse la menor

crítica, nunca se tendrá por más tonto que el genio ante el que

acaba de inclinarse, por europeísimo que éste sea.

Y, sin embargo, puede excluirse, en general, a la inmensa

mayoría de las mujeres nuestras. Pues cada día la mujer mani

llesta más sinceridad, más consecuencia, más seriedad y

honor, ansia de verdad y de sacrificio, aunque siempre rayo a

más altura, en ese punto, ella que el hombre en Rusia. Y es

indudable, pese a las actuales desviaciones: la mujer miente

menos, y hay muchas que no mienten en absoluto, mientras

que el hombre no hay ninguno que no mienta, hoy. La mujer

es más recia, más tenaz en sus propósitos, es más  seria que elhombre, quiere las cosas por ellas mismas y no por su pare

 cer.  ¿No debemos prometernos de ella gran ayuda para el porvenir?*.

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XII

LA VERDAD EN EL TRATO

Robkr t  Lou i s   St k v bns o n

Entre ios dichos que circulan a pesar de ser falsos por

completo al parecer, por una medio verdad sobre otra cues

tión que se mezcla al azar con un error, uno de los más bur-

dos y extendidos es el que propone esta monstruosa sugeren-

cia: que es fácil decir la verdad y difícil decir una mentira.

Desearía de todo corazón que fuese así. No obstante, la

verdad es una1; ha de ser descubierta de antemano, y luegohemos de expresarla cabal y exactamente. Es difícil ser exac

to incluso empleando instrumentos diseñados a propósito

una cinta métrica, un nivel, un teodolito; resulta más fácil,

¡ay!, ser inexactos. Todos los hombres, desde quienes trazan

las divisiones en una escala hasta los que miden las fronteras

de los imperios o las distancias entre las estrellas celestes,

 pueden alcanzar la exactitud material o un conocimientoindudable de las cosas externas e inmutables sólo con un cui-

dadoso método y una atención minuciosa e incansable. Pero

es más sencillo dibujar el perfil de una montaña que la apa-

riencia cambiante de un rostro; y la verdad en las relaciones

humanas es de ese mismo orden, más inalcanzable y equívo-

co: difícil de medir y más difícil aún de transmitir. Sin duda

es fácil ser veraces sobre los hechos en un sentido vago, colo-

quial no decir que he estado en Malabar cuando lo cierto es

que jamás he salido de Inglaterra, ni decir que he leído a

Cervantes en el original cuando lo cierto es que no sé una

sílaba de español; lo cual, en ese mismo grado, carece en sí

de relieve. Las mentiras de este tipo, según las circunstancias,

 pueden ser o no relevantes; incluso en cierto sentido hasta pueden ser o no falsas. El mentiroso habitual puede ser un

honesto compañero, y convivir fielmente con su mujer y sus

amigos; por el contrario, alguien que jamás haya dicho for-

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142 SOBRE LA MENTIRA

malmente una falsedad en su vida puede ser mentira todo él,

de corazón y de semblante, de pies a cabeza. Esta es la clase

de mentira que nos envenena íntimamente. Y a la inversa, la

sinceridad en los sentimientos, la verdad en el trato, la verdad

 para con el propio corazón y para con los amigos el nunca

fingir ni adulterar una emoción, es esa la verdad que hace

 posible el amor y la felicidad del género humano.

 L'art de bien dire  resulta ser más bien una habilidad de

salón si no se pone al servicio de la verdad. La dificultad de laliteratura no estriba en escribir bien sino en escribir lo que uno

 pretende; no radica en conmover a vuestro lector, sino en con-

moverlo precisamente como uno desea. Fisto es lo que sucede,

de modo general, en el caso de un libro o de un párrafo; inclu-

so la gente reconoce que existe cierta dificultad en lograrlo, o

en escribir una carta específica. Pero hay algo que nunca

entenderá un inculto por naturaleza, algo que si bien está en lasuperficie resulta tan inasible para sus sentidos como el más

alto vuelo de la metafísica: que el negocio de la vida se man-

tiene sobre todo gracias al difícil arte de la literatura2, y que

según sea la pericia del hombre en ese arte así será la libertad

y la plenitud de su trato con los demás hombres.

A cualquiera se le supone capaz de decir lo que preten-

de decir; y, a pesar de su evidente experiencia en contra, la

gente continúa creyéndolo así. Ahora bien, me limito a abrir

el último libro que he leído, el atrayente Gitanos ingleses 

del señor Leland. «Se ha dicho encuentro en la página 7,

que quienes pueden hablar con los campesinos irlandeses en

su propia lengua nativa se forman una opinión de su idea de

la belleza y de los elementos humorísticos y emotivos de sus eoraz.on.es  mucho más elevada que aquellos que conocen

sus pensamientos sólo a través de la lengua inglesa. Sé por

mi propia experiencia que éste es un caso similar al de los

indios norteamericanos, y así sucede sin duda con los gita-

nos»2. En suma, cuando alguien no domina completamente

un idioma, las más importantes al ser las más agradables

cualidades de su carácter permanecen por fuerza enterradasy en barbecho. Pues el gusto por la amistad y la componen-

te intelectual del amor reposan sobre estos «elementos

humorísticos y emotivos». ¡He aquí un hombre rico en

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LA VERDAD EN EL TRATO   143

ambos aspectos que, al carecer de un medio adecuado, no

 puede invertir ninguno de ellos en el mercado del afecto y

obtener sus beneficios!

Pero lo que captamos ya como evidente, cuando se trata

de un idioma extranjero, es parcialmente verdad también con

la lengua que aprendimos en la infancia. En realidad, todos

nosotros hablamos dialectos distintos. Uno sería abundante y

exacto; el otro, impreciso y magro. Pero el discurso del

hablante ideal correspondería y se ajustaría a la verdad de loshechos, no rudamente, oscureciendo sus componentes distin-

tas, como un manto, sino adhiriéndose limpiamente a ellos

como la piel de un atleta. ¿Y que resulta de ello? Que uno

 puede abrirse más claramente a sus amigos y puede disfrutar

mejor de lo que hace en verdad a la vida valiosa: la intimidad

con los que uno ama.

Un orador da un paso en falso; emplea una frase algo tri-vial, algo absurda, algo vulgar. En el curso de una expresión

insulta lateralmente a quienes intenta seducir; al apelar a un

sentimiento, encrespa inconscientemente a otro que se hallaba

en suspenso. Y ello no nos sorprende porque sabemos que su

tarea es delicada y está repleta de peligros. «¡Oh frívola mente

del hombre, oh vacía ignorancia!». ¡Cómo si vosotros mismos,

cuando intentáis deshacer un malentendido o excusar alguna

falta aparente hablando con ligereza y dirigiéndoos a tina

mente todavía indignada no os estuvieseis aparejando para

una aventura aún más peligrosa; como si vosotros mismos no

requirieseis menos tacto y elocuencia; como si un amigo enoja-

do o un enamorado receloso no fueran más fáciles de ofender

que una reunión de políticos curtidos! No, y el orador, además,se mueve sobre un terreno batido; los temas que discute han

sido tratados ya mil veces; el lenguaje está diseñado a su medi-

da; habla eon un vocabulario cortado y seco. Sin embargo, en

vuestro caso, ¿no podría ser que vuestra defensa reposara sobre

cierta sutileza del sentimiento, sin llegar a la que atañe a

Shakespeare, y que para expresarla debierais aventuraros, como

un pionero, por zonas del pensamiento todavía no reconocidasy convertiros vosotros mismos en innovadores de la literatura?

Pues incluso en el amor hay humores que no son amables;

de un sentimiento cariñoso pueden brotar, sin embargo, actos

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144 SOBRE LA MENTIRA

ambiguos, palabras imperdonables. Si el injuriado pudiese

leer vuestro corazón, podéis estar seguros de que os com- prendería y perdonaría. Pero, ¡ay!, el corazón no puede ser

mostrado, tiene que manifestarse con palabras. ¿Pensáis que

es difícil escribir poesía? ¿Por qué, si esto es escribir poesía,

y de un elevado si no del más eminente orden?

Yo admiraría aún más «los heroicos trabajos literarios de

toda la vida» de mis compañeros que pacientemente aclaran

con palabras sus amores y sus querellas, y que cuentan dia-riamente su biografía a sus mujeres, si no fuese por una cir-

cunstancia que rebaja, a partes iguales, sus dificultades y mi

admiración. Pues la vida no está conducida enteramente por

la literatura, aunque lo esté en buena medida. Estamos some-

tidos a pasiones y a contorsiones físicas; la voz se nos quie-

 bra y se altera, hablamos con inconscientes y atractivas infle-

xiones; nuestros semblantes son tan legibles como un libro

abierto; lo que no puede decirse se ve elocuentemente en los

ojos; y el alma, que no está encerrada en el cuerpo como en

un calabozo, mora en su umbral lanzando señales. Quejidos y

lágrimas, miradas y gestos, un enrojecimiento o una palidez,

con frecuencia, son los más claros mensajeros del corazón, y

hablan más directamente a los corazones de los demás. H1mensaje vuela gracias a esos intérpretes en el más breve lapso

temporal, y el malentendido se aclara en el momento mismo

de brotar. Una explicación con palabras requiere su tiempo,

así como un oído justo y paciente; y en las épocas críticas de

una relación estrecha, ni la paciencia ni la justicia son cuali-

dades con las que se pueda contar. Sin embargo, la mirada y

el gesto explican las cosas en un suspiro; manifiestan inequí-vocamente su mensaje; a diferencia de la palabra, no pueden

tropezar por el camino dando con un reproche o una alusión

que predispondría a vuestro amigo contra la verdad. Por con-

siguiente, adquieren la mayor autoridad, ya que son una

expresión directa del corazón todavía no transmitida a través

de vuestro infiel y artificioso cerebro.

Escribí, no hace mucho tiempo, una carta a un amigo queestuvo muy cerca de arrastrarme a una pelea con él. Pero nos

encontramos; y hablando personalmente, le repetí lo peor de

lo que había escrito, y añadí aún cosas peores, aunque, gra

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LA VERDAD EN EL TRATO   145

cias al comentario de mi propio cuerpo no parecía ya tan hos-

til, ni el escucharlo ni el decirlo. Las cartas son ciertamente

inútiles para mantener un trato íntimo; una ausencia es una

ruptura total en la relación; sin embargo, dos personas que se

conozcan por co , y que estén as a amarse siem-

 pre, son capaces de conservar la tonalidad de sus afectos de

modo tal que pueden encontrarse de nuevo en los mismos tér-

minos en que se separaron.

Resulta lastimosa la situación de un ciego, ya que no puede leer un semblante; resulta lastimosa la situación de un

sordo, ya que no puede seguir los cambios en la voz. Y tam-

 bién hay otros a quienes compadecer, pues hay quienes po-

seen una naturaleza inerte, inelocuente, que han rechazado

todos los signos de comunicación, que no disponen del vivo

 juego de las expresiones faciales ni de los gestos de la orato-

ria ni de una voz adecuada; ni siquiera disponen de un don dehabla franco y claro: son personas verdaderamente hechas de

 barro, son personas encerradas para la vida en una bolsa, y

nadie puede abrirla. Son más pobres que los gitanos, pues sus

corazones no pueden hablar lenguaje terrestre alguno. A tales

seres debemos conocerlos muy poco a poco, a tenor de sus

actos, o a través de informaciones dudosas; o bien los inter-

 pretamos fiándonos en la intensidad de su aspecto general y,

de vez en cuando, si vemos abrirse su espíritu con un deste-

llo, corregimos o cambiamos nuestra valoración. Pero este

trato íntimo será muy costoso, carecerá a la postre de encan-

to y de libertad; y la libertad es el ingrediente principal de la

confianza. Algunas mentes, neciamente románticas, despre-

cian los aspectos físicos. Y es tal una doctrina para misántro- pos: carece por completo de sentido para quienes aprecian a

los que le rodean. Por mi parte, poco puedo considerar más

deseable después de la posesión de cualidades tan funda-

mentales como el honor, el humor y la emotividad, que tener

un rostro vivo y no impávido; que disponer de gestos que se

correspondan con cada sentimiento; que ser elegante y encan-

tador personalmente hasta el punto de gustar incluso en las pausas de nuestra seducción, y sin deslucir nunca nuestras

 palabras ni con toscas maneras ni cayendo inconscientemen-

te en una parodia propia.

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146 SOBRE LA MENTIRA

Pero, entre todos los desventurados, hay una criatura

(pues no le llamaremos hombre) que destaca en su infortunio.

Se trata de quien ha perdido su derecho natal a la expresión,

de quien ha cultivado entonaciones artificiosas, de quien ha

aprendido muecas faciales como si fuese un mono domesti-

cado y, por todos los lados, ha pervertido o cortado sus vías

de comunicación con los demás. El cuerpo es una casa con

numerosas ventanas; todos nos sentamos junto a ellas mos-

trándonos y gritando a los viandantes que nos visiten y quenos amen. Pero este prójimo ha cubierto sus ventanas con un

vidrio opaco, elegantemente coloreado. Su casa puede ser

admirada por su diseño, y la multitud puede detenerse ante

sus ventanas teñidas; mientras tanto, el pobre propietario ha

de consumirse dentro, desconsolado, invariablemente solo.

La verdad en el trato exige algo más que abstenerse de

mentir abiertamente. Es posible eludir la falsedad y, sinembargo, no decir la verdad. No basta con responder a las

 preguntas formales. Lograr un verdad mediante síes y noes

requiere por parte del que pregunta un tipo de inspiración

como la que se encuentra a menudo en el amor mutuo. Sí  y

 no no quieren decir nada; el significado ha de estar ya inser-

to en la pregunta. A veces se requieren muchas palabras para

expresar una proposición muy sencilla, pues en esta clase de

ejercicio jamás hacemos diana; lo más que conseguimos es

indicar, mediante múltiples flechas más o menos divergentes

y dejando que el tiempo transcurra, cuál era el blanco al que

estábamos apuntando, o transmitir la idea de un único princi-

 pio o de un único pensamiento después de hablar una hora,

avanzando y retrocediendo. Con todo, mientras un oradorseco y lacónico se extravía por completo, un chcirlatán verbo-

so y prolijo añadirá a menudo tres ofensas nuevas en el inten-

to de reparar una.

Realmente es uno de los más delicados asuntos. El mundo

fue construido antes que la lengua inglesa y, según parece,

con arreglo a un plan diferente. Supongamos que nuestra

conversación no se mantiene con palabras sino con música;los que tengan mal oído se encontrarán eliminados de todo

trato íntimo, y no se hallarán en mejor situación que los

extranjeros en este vasto mundo. Pues no reparamos en cuán-

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LA VERDAD EN EL TRATO 147

tos tienen «mal oído» para las palabras, ni cuán a menudo el

más elocuente no logra dar réplica alguna. Odio a los inqui-sidores así como las preguntas. Muy pocas de entre ellas pue-

den responderse sin mentir. «¿Me has olvidado?». Dulce

dama mía, por más que haya avanzado en la vida, nunca he

sido capaz de descubrir lo que significa olvidar. «¿Todo sigue

igual entre nosotros?». ¿Por qué motivo?, ¿cómo podría ocu-

rrir eso?, todo es diferente siempre; y, no obstante, te tengo

aún como un amigo del alma. «¿Me comprendes?», sólo Dioslo sabe; me parece altamente improbable.

 Numerosas veces, las más crueles mentiras se dicen en

silencio. Un hombre puede haber estado sentado en una habi-

tación durante horas, sin abrir la boca, y, pese a ello, salir del

cuarto como un amigo desleal o como un vil calumniador. Y

¿cuántos amores no han perecido a causa del orgullo o del

rencor o de la inseguridad o de esa cobarde vergüenza queretrae a un hombre del atrevimiento a mostrar una emoción,

que hace que un enamorado, en el punto cumbre de su rela-

ción conserve la cabeza fría y retenga su lengua? Una vez

más, puede decirse una mentira mediante una verdad, o puede

transmitirse una verdad a través de una mentira. La verdad de

los hechos no siempre es la verdad del sentimiento; y parte de

la verdad, como sucede a menudo al responder a una pregun-

ta, puede ser la más baja calumnia. Un hecho puede ser una

excepción, pero el sentimiento es la ley, y eso es lo que nunca

 puede falsearse ni contradecirse.

El tono íntegro de una conversación es parte del signifi-

cado de cada frase aislada; el inicio y el final definen y dis-

frazan la conversación intermedia. Nadie habla nunca conDios; uno se dirige a un prójimo plagado de rasgos tempera-

mentales, y decir la verdad rectamente entendida no supone

establecer la verdad de los hechos sino transmitir una impre-

sión verdadera; la verdad del espíritu y no la verdad de la

letra. Se requiere a menudo una discreción jesuítica para

reconciliar a amigos desavenidos, no tanto para lograr una

amable escucha como para comunicar una sobria verdad. Lasmujeres tienen mala fama en este terreno, si bien viven como

si mantuviesen relaciones verdaderas. La mentira de una

mujer buena es el verdadero índice de su corazón.

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148 SOBRE LA MENTIRA

«Dos seres son indispensables para hacer la verdad: uno

que la diga y otro que la escuche», según escribe Thoreau en

el más noble y provechoso pasaje que recuerde yo haber leído

en un autor moderno4. Tendrá muy escasa experiencia o care-

cerá de un gran celo por la verdad quien no reconozca este

hecho. Una pizca de ira o una pizca de sospecha provocan

extraños efectos acústicos, y logran que el oído esté ávido de

sentirse ofendido. De ahí que quienes una vez riñeron se man-

tengan distantes y estén siempre predispuestos para romper latregua. En el fondo, es necesario que exista una igualdad

moral o una carencia de respeto; por eso la relación entre

 padre e hijo es proclive a degenerar en un asalto de esgrima

verbal, y los errores tienden a arraigar profundamente. Y el

reverso de ello es que el padre parte de una noción imperfec-

ta sobre el carácter de su hijo, formada en los primeros años

de éste o durante las tormentas equinoeeionales de la puber-tad. A ello se aforra, considerando sólo los hechos que se

amoldan a su idea preconcebida. Pero siempre que una per-

sona se siente juzgada injustamente en seguida y para siem-

 pre desiste de su esfuerzo por decir la verdad.

Por lo demás, entre amigos íntimos, y más aún entre ena-

morados (pues la esencia del amor radica en el entendimien-

to mutuo), cada cual señala la verdad al otro, quien a su vez

la percibe adecuadamente. Captar una insinuación o entender

una mirada dan la clave de largas y delicadas explicaciones;

y cuando se conoce un modo de vivir entonces un  sí  o un  no 

 pueden resultar esclarecedores. En lo más íntimo de cualquier

relación como en un amor de buenos cimientos, compartido

a partes iguales se descartan a med ias las verbal ¡/aciones, por considerarlas un procedimiento infantil, lleno de rodeos,

o como una ceremonia de etiqueta formal. Las dos personas

se comunican directamente con su presencia; con escasas

miradas y menos palabras aún logran compartir lo bueno y lo

malo, y alimentan cada uno la alegría cordial del otro. Pues el

amor reposa sobre una base física; significa una familiaridad

con la estructura de la naturaleza que no depende de una elec-ción voluntaria. La comprensión supone, en cierta medida, un

conocimiento por adelantado, pues el efecto comienza acaso

con la familiaridad; y al no constituirse como otras relacio-

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LA VERDAD EN EL TRATO   149

nes, tampoco puede ser perturbada ni ensombrecida como

ellas. Cada uno de ellos sabe más de lo que pueden expresar,cada uno vive al confiar y cree por un impulso natural; y entre

marido y mujer el lenguaje corporal está muy desarrollado y

crece raramente con la elocuencia. Un pensamiento que había

irrumpido, y que se transmitió con una caricia, perdería algo

sólo con materializarse en palabras, aunque fuera el mismo

Shakespeare quien las escribiese.

Todavía en estas dulces intimidades debemos esforzarnos por encima de lo demás, y luchar por la verdad. Si dejamos

que brote una sola duda, toda esa intimidad y confianza se

convierte, ¡ay!, en un cargo más contra la persona de quien se

duda. «¡Qué deshonestidad más monstruosa, pues he sido

engañado durante tanto tiempo y tan por completo por ti!». Si

 permitimos que ese pensamiento prolifere nos encontraremos

abogando ante un sordo tribunal. ¡Apelamos al pasado, como

si éste fuese nuestro crimen! Pongámoslo lodo en claro; per-

suadamos mediante la razón; ¡ay!, un engaño es sólo una

 prueba contra nosotros: «Si puedes engañarme ahora, es muy

 probable que me hayas engañado desde el principio».

Sin embargo, tales momentos cuentan con el apoyo de un

firme alecto, ya que nuestro abogado se halla en el corazónde nuestra amante, y habla su propio lenguaje: no eres tú sino

ella misma quien puede defenderte y absolverte de la acusa-

ción. ¿Mas es válido si la intimidad es menor y la unión

menos estricta? Todos somos incompris, aunque más o menos

afectados por la fatalidad; tratamos todos de actuar con recti-

tud equívocamente; nos arrojamos todos a los pies de los

demás como mudos gozquejos desdeñados. A veces atrapa-mos una mirada lo que supone nuestra oportunidad en el

 presente, y agitamos el rabo con una mísera sonrisa. «¿Eso

es todo?». ¿Todo? ¡Si lo supieran! Sin embargo, ¿cómo pue-

den saberlo? No nos aman; y tanto más locos seremos al

derrochar la vida con los indiferentes.

Pero la moraleja es magnífica, y os agradará oírla: que

sólo podemos lograr que nuestro corazón sea comprendido sitratamos de comprender a los demás, y que en lo que afecta

a los sentimientos humanos, el abogado de mayor renombre

es siempre un juez clemente.

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NOTAS

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 NOTAS

INTRODUCCION

1 Lichlenberg,  Aforismos, Barcelona, Edhasa, 1990, p. 179, ir. J. del

Solar.

• L. B. Al herí i,  De las ventajas y desventajas de las letras, Madrid,

BPU, 1991, p. 39, cd. A. Comleu.

’ Juan de Timoneda,  El patrañuelo,  Madrid, Cátedra, 1978, cd.J. Romera, pp. 104105.

1 .1. P. Vernant, L'univers, les dictes, íes ¡tomines, París, Pe Senil, 1999,

 pp. 3343, 6774 y passiin.

s Pues «la pretensión de verdad de la  Biblia  no sólo es mucho más

 perentoria que la de Hornero, sino que es tiránica: excluye toda otra pie

tensión», según E. Auerbach,  Mimesis, Madrid, FCE, 1983, pp. 1920.

Alrededor del año 100 n. e., Dión de Prusa, Discursos, «Discurso troyano»,

desarrolla ampliamente el lugar común de los embustes de Homero.0 lleródoto,  Historia, Madrid, Credos, 1984, tr. C. Schader, t. 1, § 136 y

ss. El historiador griego fue traducido por Lorenzo Valla en 1474, humanis-

ta muy preocupado por la verdad: «podemos decir que la verdad es tanto el

conocimiento de la mente con respecto a alguna cuestión como el significa-

do del discurso derivado del conocimiento de la mente»; Ch. Trinkaus, «La

cuestión de la verdad en la retórica y antropología renacentistas», en VV.

AA. , [m  elocuencia en el Renacimiento, Madrid, Visor, 1999, pp. 253254.

'   Platón,  Diálogos,  Madrid, Credos, 1982 y ss.,  Hipias menor , 365a376c (t. I). Véase también Crútilo, 429c431b («¿O hablar falsamente no es

acaso decir lo que no es?», t. II;  República, 381e383a (t. IV):  Leyes,  730c

«la verdad gobierna todos los bienes de los dioses y todos los de los hom-

 bres», también 663d664a sobre el gobernante y las mentiras (t. VIII).

s Aristóteles,  Metafísica, V, 1025a: «resulta falaz el razonamiento del

Hipias según el cual el mismo hombre es a la vez verdadero y falso»/

(Madrid, Credos, 1994). Por no insistir en su Etica Nicomácjuea,  1127b: «el

que ama la verdad y la dice cuando da lo mismo decirla o no, la dirá aúnmás cuando no da lo mismo, pues evitará la falsedad como algo vergonzo-

so» (Madrid, Credos, 1985, p. 230).

Cicerón, helio, acerca de la amistad , México, UNAM, 1986, tr.

A. Gaos. § 89, ese odio, dice, sería el veneno de la amistad. Séneca,

 Epístolas morales a Lucillo, U, 16, 9 (Madrid, Credos, 1986, t. I, p. 162, tr.

I. Roca).

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154 SOBRE LA MENTIRA

10 Plutarco,  Moralia,  241F. En Madrid, Gredos, 19841996, I VIII:‘Cómo distinguir a un adulador de un amigo’ y ‘Cómo sacar provecho de

los enemigos’ (t. I); ‘Sobre la charlatanería’ (t. VII).10 Luciano de Samosata, ‘El aficionado a la mentira’, ‘Relatos verídi-

cos’ (o ‘Historia verdadera’), Obras,  Madrid, Gredos, 19811992, tomosII V. Fue recuperado, al igual que Heródoto, por Aldo Manuzio.

12 Especialmente las ideas de Sexto Empírico,  Esbozos pirrónicos, Madrid, Gredos, 1993, II. 4 (‘Si existe realmente algún criterio de verdad’),11. 89 (‘Sobre lo verdadero y 1a verdad’, ‘Si hay algo verdadero por natu-ral e /a ’); y también en Contra los profesores,  Madrid, Gredos, 1997, que

citará La Mothe en el texto que forma parte de este libro.13 Agustín de Hipona, Obras, Madrid, BAC, 1954, t. XII, donde serecogen «Sobre la mentira» y «Contra la mentira», pp. 527607, 609689.

14 J. Le Goff,  La civilización del occidente medieval,  Barcelona,Juventud, 1969; y su entrevista en VV. AA.,  Los tiempos del presente, 

Valladolid, Cuatro, 2000, pp. 6061. Los clérigos, al hablar de la verdad,«no lo hacían tanto como un artículo de fe y de esperanza cuanto como unvalor importante para el funcionamiento social».

15 Petrarca, Obras  /, Madrid, Alfaguara, 1978, p. 43 («Secreto mío»).

Tr. C. Yarza.16 Vives,  Introducción a la sabiduría,  Buenos Aires, Aguí lar, 1972,

§8 156, 415, 498. Cf. Erasmo Coloc/uios,  Madrid, EspasaCalpe, 2001, tr.P. R. Santidrián, p. 292 {Ef epicúreo).  Erasmo sentía aversión por la men-tira, los mentirosos le enfermaban; pero abundan en sus cartas simulación,

malicia y expresiones de desconfianza: J. Huizinga,  Erasmo, Barcelona,Sal val, 1986, pp. 223229.

17 Cardano afirma, por ejemplo, «que el cultivo de la verdad te haceaprender a mentir mejor y posibilita que se te preste credulidad incluso

cuando mientes; por el contrario, la verdad no concede fe alguna al men-tiroso» (Proxeneta. Libro de la prudencia civil, Milán, Mondadori,2001, cap. XXI, tr. M. A. González Manjarrés, ¡ni. M. Jalón). Su argu-

mentación sobre el engaño y la violencia fue puesta a la luz por A.Ingegno, Saggio sulla filosofía di Cardano, Florencia, La Nuova Italia,1980.

IS Pedro Mexía, Silva de varia lección, Madrid, Cátedra, 1989, ed. deA. Castro, parle IV, XVIII, que es un capítulo breve sobre el mentir y decir

mentira, con referencias a Teofrasto, Eurípides, Salomón, Aulo Gelio, Nigidio, Eslobeo. Señala que «con eJ mentiroso ninguna cosa se puede tra-tar ni platicar con seguridad», «la mentira todas las cosas hace sospecho-sas». El libro es de 1540, pero había ya grandes referencias italianas:Castiglione dijo que «el alma ignorante engaña y miente a sí misma alládentro en sus entrañas», si bien señala que conviene «envolver la verdadcruda» con algún artificio de buena cortesanía (El cortesano,  Barcelona,B ni güera, 1972, pp. 373 y 418, tr. Juan Boscán).

19 Cf. J. Starobinski,  Montaigne en mouvement,  París, Gallimard,

1982,1. 6; y H. Friedrich, Montaigne, París, Gallimard, 1984, pp. 221230.20 Ya Erasmo, en el  Elogio de la locura,  y su amigo Rabelais, al elo-

giar la verdad de los más ‘simples’ de espíritu en Pantagruel,  probaronnuestras certidumbres mezclándolas con ráfagas de sombras, de sinrazón ode falsedad, preludiando a otros grandes autores.

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 NOTAS   155

21 Ruiz de Alarcón, La verdad sospechosa, Zaragoza, Ebro, 1972: «es

‘cuerpo de verdades lleno’... pues ninguna sale dél»; y repite, siguiendo a

Esopo, «cuán dañosa es la mentira.../ en la boca del que mentir acostumbra

es la verdad sospechosa»  (pp. 1223, 133). La obra española es la matriz

de El mentiroso de Corneille o, en el siglo XVIII, el homónimo de Goldoni.

 N. K. Kiessling, The Library of Rohert Burlón,  Oxford, Oxford

Bibliographical Society, 1988, con 1.740 referencias de sus libros.

23 R. Popkin,  La historia del escepticismo desde Era sino hasta 

Spinoza, México, FCE, 1983, csp. pp. 148158.

24 Descartes,  Meditaciones metafísicas, Madrid, Taurus, 1977, ed. V.

Peña, Med. IV, pp. 4546.25 Gradan,  El criticón, Madrid, Cátedra, 1990, ed. S. Alonso, p. 150.

2f) Así se ha denominado al texto de Pió Rossi, en VV.AA.,  Elogio

delta menzogna,  Palermo, Sellcrio, 1990, pp. 85154, edición de

vS. Nigro.27 B. Baczko, Job, ¡non a mi. Promesses da bonheur et fatali té du mal,

París, Gallimard, 1997, pp. 88, 113 y 171.

2* La Roche ib u eau Id,  Máximas, Barcelona, Fama, 1956, §§ 388, 266,

280. No equivalen sus aforismos a los del enemigo de Montaigne, Pascal, para quien «la verdad fuera de la caridad no es Dios»: Pensamientos,

Madrid, EspasaCalpe, 1967, p. 99.20 Didcrol,  El sobrino de Ramean, Madrid, C. Nueva, 1968. CT.

J. Proust,  Diderot et P Encyclopédie, París, Albin Miehel, 1995, cap. IX.

30 J. Starobinski, ./. ./.  Rousseau, la transparencia  v el obstáculo,

Madrid, Taurus, 1983, p. 150: para él, el velo, su alegoría continuada, «es la separación y la muerte». CT. R. Mauzi,  L'idée de bonheur dans la litté- 

ra/ure et la pensée franca i ses att X Vllí siecle, París, Albin Miehel, 1994,

II. II. En su estela, y hacia 1789, el debate sobre la licitud de engañar porfilantropía se acentúa. Según Constaní, «decir la verdad sólo es un deber

hacia quienes tienen derecho a ella, pues nadie tiene derecho a la verdad

que daña al otro». Según Kant, la veracidad «es un deber en sí mismo», es

una regla que, en esencia, «no admite excepción alguna». Kant, «Sobre un

 presunto derecho a mentir por filantropía» (1797),  En defensa de la 

 Ilustración, Barcelona, Alba, 1999; respuesta a B. Oonstant, Francia en el 

año ¡797,  6.1 (ef. T. Todorov,  Le jardín imparfait , París, LGF, 2000).

31 Leopardi, '/Abaldone,  Barcelona, Tusquets, 1990, p. 167.32 Los pasajes de Stendhal sobre el uso del engaño son innumerables:

así sobre el marqués de La Mole: «le bullían en la memoria y en la imagi-

nación mil bribonadas y falsedades de todo género que todavía en su juven-

tud eran posibles. Ceder a la necesidad, tener miedo de la ley le parecía

cosa absurda y deshonrosa para un hombre de su rango»,  Rojo  y negro, 

Madrid, Alianza, 1970, p. 494. En  La cartuja de Parma  (Madrid, Cupsa,

1977, p. 196), toda la ‘educación’ de Fabriee está dominada por el apren-

dizaje de la duplicidad: «sé sencillo, apostólico, nada de ingenio, de bri-

llantez, nada de réplicas rápidas», le enseñará su tía.33 Virginia Woolf,  La torre inclinada, Barcelona, Lumen, 1977,

 p. 74.34 En todo Dostoyevski, así en Los demonios, III. 7. 2 ( Madrid, Calpe,

1924, pp. 3 19321, tr. J. Meten dorff), donde Stepan Trofimovitch dice: «no

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156 SOBRE LA MENTIRA

le he dicho más que mentiras por vanagloria, por amor al lujo, por ociosi-

dad... He mentido siempre. Incluso cuando decía cosas verdaderas. No he

hablado nunca para Ja verdad sino para mí... Quiza ahora mismo miento

también; sí, de fijo, miento aun. Lo peor es que yo mismo soy juguete de

mis palabras cuando miento. Bn la vida no hay nada más difícil que vivirsin mentir... y sin creer en la propia mentira». Cf. el ensayo breve de V.

Jankélévitch,  Le mensonge, París, Elammarion, 1998.

35 Henry James,  El futuro de la novela, Madrid, Taurus, 1975,

 p. 17 (hay otras dos ediciones más de su «El arte de la lición»). Oscar

Wilde en Obras, //, Madrid, Biblioteca Nueva, 1942; hoy circula p. ej.

en: intenciones? Madrid, Taurus, 2000 y í j i   decadencia de la mentira, Madrid, Sirucla, 2000. Asimismo para Nielzsehe: Sobre verdad  

v mentira en sentido extramoral,  Valencia, Teorema, 1980, o bien,Madrid, Icenos, 1990. Esa idea serpentea por su obra, así en 1888 es-

cribe: «‘no debes mentir’ se traduce por ‘guárdese, mi señor filósofo,

de decir la verdad’»,  El ocaso de los ídolos, Barcelona, Tusquels, 1972,

 p. 93.u’ Jaeques Derrida, Sur parole,  París, 17 Atibe, 1999, esp. pp. 91114;

uno de los autores que hoy mejor han reflexionado sobre la mentira.

37 Eran/, Kafka,  El castillo,  Buenos Aires, Einecé, 1949, p. 205.

SOBRE EA MENTIRA

Eas citas elegidas provienen de la  República  de Platón ( Diálogos,Madrid, Gredos, 1986, (r. Cf Hggers) y de Sobre la mentira, de Agustín de

El ipona (Obras,  Madrid, BAC, t. XII, pp. 4723, tr. R. E’lórez). l^sas dos

versiones han sido levemente retocadas.

I. (íHROLAMO CARDANO

Se recogen aquí unas páginas de la obra tardía de Carda no ( 150 El 576),

Proxeneta sen de prudentia eivili {Opera omnia, Lyon, HuguetanRavaud,

1663; t. I, pp. 394395). El traductor, M. A. González Manjarrés, ha mane-

 jado la 17 ed. latina (Keiden, Elzevir, 1627), mucho más fiable, y su rcee

dieión, de 1633. Este libro extenso inédito desde el siglo XVII, aparece-

rá pronto: Proxeneta. Libro de la prudencia civil, Milán, Mondadori, 2001,

tr. M. A. González Manjarrés y pref. M. Jalón. El traductor da aquí una ver-

sión previa y distinta, menos literal del texto.1 Pseudocatón,  Dísticos, I, 26.

2 Atenuar los males con las palabras suele proponer Cardano.

3 Esa doblez del hombre sería su motivo moral básico: A. Ingegno,

Saggio sulla filosofía di Cardano, Florencia, La Nuova Italia, 1980,  pas- 

sim. La simulación constituiría el comportamiento fundamental en la prudencia civil. Para Cardano, el hombre es el único animal que engaña,  De 

subtiflíate, XI [Opera,  III, p. 5511. En su obra moral analiza la «condición

humana», su miseria, su necesidad de fortalecimiento, la busca de la amis-

tad y el sosiego ante el paso del tiempo y la previsible muerte:  De sunimo

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 NOTAS   157

bono  [Opera, I, XXII |, Theonoston, y Oe uti lítate ex adver sis capienda, de1561 [estos dos en Opera, II].

4 Garduño señala que nunca ha mentido; lo cual no deja de ser impo-sible, de acuerdo con sus exposiciones (Mi vida, Madrid, Alianza, 1991,cap. 14, p. 135, F. Socas).

5 Así en Esopo, Fábulas, Madrid, Credos 1985, «El pastor bromista»,§ 210, al que se refirirá La Motile.

6 Sócrates, alabado por Hrasmo como un santo en los Colocjuios, seramotivo de muchas discusiones de Cardano, especialmente en su  Dialogas 

 Antigorgias, sen de recia vivendi ratione 1Opera, I, XV |. Maquiavelo, ade-

más de F>asmo, será re formulado ác idamente por Cardano.7 Cardano conoció a Belloti por el joyero Ciuerrini: Mi vida, p. 137. Se

remitía en sus escritos a muchos contemporáneos de su entorno inmediato

II. MIGUEL I)H MONTAIGNE

La traductora, R. Ibañes, ha seguido el texto íntegro de Montaigne(15331592), «Des menleurs», según tíos originales:  Essais,  París, Loisirs/ Le Senil, 1988 (etl. R. Parral), I, IX; y (Euvres completes. París,( ¡allimartlPleiade, 1962, texto establecido por A. Thibaudet y M. Ral.

1 Platón, Cridas,  lOSd: invoca «a Mnemósine porque casi todo loesencial de nuestro discurso se encuentra en el dominio de esta diosa».Montaigne cita la ed. de Fiemo (1491, 12). Montaigne volvió a hablar desu débil memoria en I, XXVI y II, XVII.

Cicerón, en ¡bv Liguria, señala que olvida pronto las ofensas.4 La anécdota de Darío se halla en I leródoto.  Historia, V, 105.

1 Esa distinción entre ‘decir una mentira’ y ‘mentir’ fue desarrollada por Agustín (Sobre la mentira, cap. 3), pero es también el título del ensayode Pedro Mexía (Silva,  IV, XVIII; cf. supra, Introducción), quien se apoyaen las  Noches Atieas  de Aulo Celio (XI, II). También lo señala Nigidio,según lo cita el gramático latino Nonio, V, 30.

4 Cf. Tomás de Aquino: «mentir es ir contra la mente». Retomado asi-mismo por La Mothe.

6 El pitagorismo, así Filolao, reflexionó sobre el contraste entre lo

limitado y lo ilimitado. Cf. Aristóteles,  Etica Niconuíquea, 1106b: «el mal,como imaginaban los pitagóricos, pertenece a lo indeterminado, mientrasel bien a lo determinado». La idea fue muy desarrollada por Dión de Prusa, Discursos, p. ej., «Sobre la realeza III», íj 27, «los que mienten dicenmuchas cosas y muy diversas, pero los que dicen la verdad no pueden decircosas distintas de la verdad».

7 «Ul externus aliena non sit hominis vico», Plinio,  Historia Natural,Vil, I. Ese pasaje fue citado por Vives en su comentario a la Ciudad de 

 I)io s(X IX, 7).

8 Cf. Plutarco,  Moralia, 502B5I5 («Sobre los charlatanes»). Pero elsilencio fue un motivo renacentista: D. Caraffa,  Del óptimo cortesano,1479; Erasmo,  La lengua,  1525 (Escritos de crítica religiosa y política,Barcelona, Círculo de Lectores, 1996, pp. 259261, 285288); Mexía, Silva de varia lección, 1540 (I, 5); C. Calcagnini,  Descriptio silentii, 1544

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158 SOBRE LA MENTIRA

(VV.AA.,  Elogio delia menzogna, Palcrmo, Sellerio, 1990); Cardano,Proxeneta, 1570 (cap. XXXI, «Elogio del silencio», ed. cit.).

y Lo narra extensamente Erasmo en La lengua, pp. 281283: «esa sola palabra dio luego sospecha a los grandes de Inglaterra que aquel embajadorera untado de franceses, aunque venía en nombre del papa; y así, aguardán-dole, supieron que de noche hablaba con el embajador del rey de Francia».

10 Es Luis XII y no Francisco I el rey al que corresponde la anécdota.

III. MATEO ALEMAN

Las dos partes del Guznum de Alfa radie de Maleo Alemán (15471614)se publicaron respectivamente en Madrid, 1599, y en Lisboa, 1604. El textorecogido se extrae de la 2.:i parte, libro I, cap. III: «Cuenta Guznián lo quele aconteció con un capitán y un letrado en un banquete que hi/.o el emba-

 jador», capítulo crucial para entender su mundo. Entre oirás edicionesmodernas, se han consultado: Guznum de Alfa ruche,  Barcelona, Bruguera,1972, pp. 404409, a cargo de .1. Onrubia; y Guzmón de Alfa ruche* Madrid,Cátedra, 1994, tomo II, pp. 7077, edición de J. M. Mico. El texto ha sidomodernizado.

1 Vulcano (Meíesto), esposo de Venus (Afrodita) y dios de la metalur-gia, fabricó una finísima red metálica para atrapar a su rival, el adúlteroMarte (Ares), que se había introducido en su lecho. Con «fingen los poe-tas», Alemán evoca a los mLógralos: concretamente el pasaje que cita sehalla en la Odisea, VIII, 266 y ss.

■■ El ¡ano,  Historia de los animales, II, 5, «El áspid y el basilisco»: el basilisco no mide más que un palmo, pero en mirándolo una serpiente, por

larga que sea, a la simple emisión de aliento, queda tiesa». El águila, elleón, la ballena o el áspid protagonizan su apartado sobre la enemistadentre los animales, V, 48.

;i  E\   áspid que «mata con un sabroso sueño», en Plinio,  Historia,XXIX, 18.

1 Su «cambiando de feria en feria» remite al astuto que demora inde-finidamente los pagos, de una feria a oirá, o al negociante que se beneficia

 paso a paso en cada trueque, ese codicioso «cambiador de ferias», como

dice Cristóbal de Vi Halón en  El crótalon.s «La mentira se va edificando con palabras, lo mismo que el edificiocon piedras», decía san Gregorio.

6 «En figura de romero», significa estar disfrazado de peregrino (o‘romero’, del latín rotnaeus,  por ser Roma lugar principal de romería o

 peregrinación) para engañar mejor.7 Inicialmente, como aquí sucede, ‘tropelía’ significaba magia o ilu

sionismo, antes ‘eutropelia’ (del gr. eutrapelia). Luego la palabra se cruza-rá con atropello, virando así su significado, que es el actual.

* Narrado en Horas de recreación de Guicciardini, traducido en 1586.y La loba larga era vestidura propia de clérigos y estudiantes; el sombre-

ro de falda tenía ala ancha; la muía con tocas y engualdrapadas era propia deaquéllos, pues su uso restringió Felipe II a los eclesiásticos y doctores.«Descubrir la hilaza» significa captar la verdad, desenmascarar una urdimbre.

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 NOTAS   159

10 «Desmentir las espías» quiere decir sin duda despistar.

11 El flavo es el color pajizo. La relación entre el teñirse y el engaño o

la mentira, que aparece ya en la Silva de varia lección, IV, 18, fue un lugarcomún en el Barroco.

12 Famosa era ya entonces la «fruta temprana» de la Vera extremeña.11 Cicerón, De sene cíate,  II, 4. Era una frase conocida sobre la vejez.14 La voz ‘archivo’ (archeion  era residencia de magistrados), entró

 poco antes en castellano: la primera documentación data de 1560, enBartolomé de las Casas.

15 La gavia, además de una vela, era la cofa o cesto que se hallaba en

lo alto de los veleros; se movía en exceso cuando estaban mal lastrados.Con una traslación de sentido, gavia aquí significa irónicamente cabeza (aligual que se habla hoy de la azotea). Nótese que también las jaulas, espe-cialmente las empleadas para encerrar a los locos, eran asimismo denomi-nadas "gavias’.

IV. ROBERT BURTON

Robert Burton (15771640) nació en la propiedad de Lindley. Recibióuna severa educación clásica en Oxford, donde permanecerá como biblio-tecario del Christ Church College a partir de 1626. Reconocido hombre deletras y bibliófilo, el «Montaigne inglés» sobresale en el siglo XVII tras laaparición en 1621 de la gigantesca Anatomía de la melancolía. E^sta magnaexpresión de la cultura médica y literaria fue reimpresa hasta 1676; sólovolvió a difundirse, en inglés, durante el siglo XIX.

/

Unicamente al cerrarse el siglo XX se ha iniciado su traducción. La

versión española ha sido pionera:  Anatomía de ¡a melancolía:  Madrid,AEN, 19962002, 11II (tr. A. Sáez Hidalgo, R. Esteban Arnáiz, R. Álvarez Peláez, C. Corredor). Kn Francia ha aparecido de un solo golpe la

 Anaiomie de la méiancolie, París, Corti, 2000, II1I (tr. B. Hocpffner).Aquí retocamos unas páginas del tomo I y añadimos a las notas de Burtonalgunas informaciones entre corchetes. Las versiones citadas siguen, ynosotros también, la importante edición de T. C. Faulkner, N. K. Kiesslingy R. L. Blair (The Anatomy of Mehmcholy,  Oxford, Clarendon, 19891994, 3 vols.).

1 [«¿Qué es el agora?, un lugar donde se engañan los unos a los otros»,dice Diógenes Lacreio, Vida de Anacarsis. A  este filósofo escita del sigloVI a.n.e., amigo de Solón, se le considera el símbolo del hombre nocorrompido por la civilización |.

2 «Nadie presta atención ni al cielo ni a la palabra dada ni a Júpiter;sólo abren los ojos para contar sus bienes»: Petronio |Satiricón, 44].

3 Plutarco, Vidas paralelas ( «Catón», 5, 5|.4 Jovio lVida de los hombres ilustres, 14; este viajero europeo (1483

1552), autor también de las  Historias de su tiempo, fue muy utilizado porBurton].3 «Se beneficia de él mientras ve que puede resolverle cosas, pero,

cuando hay muchas que no logra, le devuelve odio por los favores recibi-dos»: Tácito [Anales,  4, 18].

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160 SOBRE LA MENTIRA

6 «Muy pocos desean más la fidelidad que el dinero»: Salustio[Yugurta,  161.

7 «Ei deseo de mayor apetencia» |Juvcnal, Sátiras,  10, 23].K i Horacio, Epístolas, 1,6, 3637: «Don Dinero regala mujer con dote,

influencias y amistades], alcurnia y hasta belleza». L> «Tanto vales cuantas monedas tienes en el cofre» |Juvenal, Sátiras,

3, 143144].10 «No por nuestras capacidades, sino por la apariencia y por la opi-

nión del vulgo se nos repula excelentes»: (ierolamo Cardano,  De consoia- tione,  libro 2 |Opera onmia, Huguetan Ravaud, Eión 1663, I, XXI11;

Burlón glosa unas ciento cincuenta citas de Cardano].11 «El mercader concede más importancia a su dinero que a los bienes por los que ha jurado en falso» [Agrippa, Sobre ía incertidumbre y vanidad  de ¡as cien ('i as |. «Como si fuese necesario bien desagradar a Dios, bien sercondenado, atacado o desdeñado por los hombres».

12 «Los que se hacen pasar por curios y llevan una vida desenfrenada»[Juvenal, Sátiras, 2, 3|.

M «(orno los tragelafos o los centauros, por arriba hombres, por abajocaballos» |Plinio,  Historia natura!, VIII, 30, §120|.

11 [Demdcrilo se ríe por la demencia del mundo (mientras Heráelitollora, deplorando sus calamidades). Id prólogo de Burlón esta planteadocomo una gigantesca risa del primero, que esta dirigida al lector melancó-lico. Véase Erasmo,  Elogio de la locura, HspasaCalpe, Madrid, 1%6, ed.P. Volles, p. 00: ante tantas clases de estulticias «aun no bastarían milDemócritos para reírse de todas ellas y sería necesario otro para que se bur-lara de los demás Demócritos» |.

|S [Virgilio, Geórgicas, 4, 4411.

Ifl pParasanga1= medida de distancia persa, de 5,25 Km.|.17 «Sus preceptos prometen el cielo, mientras están en la tierra en lamás vil esclavitud».

IS líneas Silvio Piccolomini  \Dc curial i uní miscriis, 166].|l> «Sonreír a los hombres para dañarlos, o para traicionarlos»:

Cipriano, Traciatus ad Donatum.  113|.20 El amor y el odio son los dos extremos de un catalejo: el uno

aumenta, el otro disminuye.

V. ERANOS BACON

Este ensayo de Francis Bacon (15611626) aparece sólo tardíamenteencabezando los  Essays or comiséis civil and moral, en 1625: era la terce-ra edición muy ampliada de su libro juvenil de 1597, que sólo conteníadiez textos. Se han seguido dos ediciones de «Of Truth»:  Essavs, Londres,Dent, 1978, intr. M. J. Hawkins; The Works of Francis Bacon, Londres,

Longman y otros, 1861 (ed. J. Spedding et olí .), vol. VI, pp. 377379.1 La pregunta de Pilatos acerca de la verdad, en el Evangelio según sanJuan, XVIII, 38.

2 Los escépticos de la Grecia antigua, encabezados por Pirrón, fueronconocidos gracias a Sexto Empírico (c. 365c. 275). También en el  El a van-

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 NOTAS   161

ce del saber   criticó a los escépticos; pero su medio contemporáneo,

Mersennc consideraba que Bacon era un imitador de los pirrónicos, por su

insistencia en las dificultades para el conocimiento.1 Bsas mentes ingeniosas c inciertas de la misma vena o veta que los

antiguos serían Agrippa de Nellesheim, Sobre la incertidumbre  y vanidad  

de las ciencias  (1527), Francisco Sanche/., Que nada se sabe  (1576), yMontaigne, modelo de Bacon en el género ensayíslico.

1 Lse miembro de la tardía escuela de lengua griega es el escritor satí-

rico Luciano de Samosala ( 125192). Ln su diálogo Id aficionado a la men

tira,  Luciano habla de quienes «sin justificación alguna de tipo práctico

 ponen la mentira muy por delante de la verdad, disfrutando y complacién-dose machaconamente en ello sin justificación explicable alguna», y ter-

mina refiriéndose a la verdad ronu)/í//7//(/(v;  protector .

•s L1 padre de la Iglesia que llama a la poesía «vino del demonio» seríaJerónimo o, mejor acaso, Agustín de Ilipona. Por lo demás, sus Confe

siones  se centran en la verdad personal.u  Hl poeta I Alerceio que supo embellecer a una famosa secta, el epi-

cureismo, escribió esos versos en  De rerum natura, II, 110.'   Montaigne,  Essais, París, LoisirsLe Senil, 1988. ed. R. Banal, II,

18, p. 416: «mentir testimonia desprecio a Dios y temor hacia los hom-

 bres». Fue sugerido ya por Plutarco.

VI. FRANCOIS Dli LA MOTIIL LL VAYLK 

Se ha eliminado sólo una parle erudita, de carácter histórico, de «Du

mensonge», en La Molhe le Vayer (15881072), (Knvres, Dresde, M. Groe!,

1756 (ed. fae.: Ginebra, Slaíkine, 1970, pp. 477487). Id autor da al mar-gen muy sucintas referencias bibliográficas en general, exactas, que aquí

hemos precisado y aumentado. Se ha elegido como título una cita en cas-

tellano que incluye su curioso texto.

Véase el libro de R. Popkin, /// historia del escepticismo desde tdusnu) 

hasta Spinoza (México, LCL, 1983), sobre 1.a Motile, miembro de la LscueJaescéptica. Ln la obra de este autor, no publicado en Lspaiía, late la vieja ense-ñanza de Pirrón (s. III a.n.e.), transmitida por Sexto Lmpírico ’el divino’

según I .a Motile, que había sido muy difundido desde 1562, y que duró unoscien años. Ll tratamiento del problema de la verdad se extiende a las ideas reli-

giosas (valide/ de la doctrina, posibilidad de interpretación). La Molhe sigue

la línea tic Montaigne, Charron y Francisco Sánchez (Que nada se sabe).

1 Demóerito afirmó que «realmente no conocemos nada, ya que la ver-

dad está en lo profundo» (Irag. 117). La  Escuela  a que se refiere es la

escéptica. Por lo que atañe a esa opinión de Polibio, ya en Montaigne (ensa-yo elegido; ef. cap. L nota 1), dice que Platón llama a la verdad «grande y

 potente diosa».

• I leródoto. Historia, Madrid, Gredos, 1984, ir. C. Sehader, l. I, § 136y § 138: «mentir constituye la mayor deshonra»; «es inevitable que el que

tiene deudas diga también mentiras».

1 Hn Filóstrato, Vida de Apofonía de liana , Madrid, Gredos, 1979,ir. A. Bernabé, libro 2, está la descripción del Indo (pero no esa cita en §12,

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162 SOBRE LA MENTIRA

como indica La Mothe), y de la India habla este ascético y legendario autor 

en casi sus ocho libros.

4 Diodoro de Sicilia,  Biblioteca histórica,  Madrid, Clásicas, 1995,libro I.

s La Mothe repite la idea que había desarrollado Montaigne (Es sais, 

II, 18), y que retoman Bacon o Rossi.

6 Marco Aurelio,  Meditaciones, Madrid, Credos, 1986, tr. R. Bach,libro IX: «el que miente es impío con la propia divinidad», lo haga volun-

taria o involuntariamente.

7 Fernao Mendes Pinto, Peregrinaciones, Madrid, Alfaguara, 1982,

cap. 213, p. 834 (el gran relato apareció en 1614, tras la muerte de suautor). Así lo narra: «en la lengua japonense se llama diusa a la mentira;...

[y en su] grosera pronunciación, al decir Dios decían diús\  de ahí vino que

los bonzos, para descomponerle, tomaron ocasión para decir que... venía a

infamar a Dios llamándole mentiroso».K   Maluquios.

 De vita Pvthagoras,  señala sólo La Mothe. Ni en la de Porfirio ni en

la de Diógenes Lacre ¡o aparece esc dato ( infra). Acaso lo anote el tercer bió-

grafo, Jámblico. Cf. sobre las incertidumbres pitagóricas, P. Casini,  L ’antica 

sapienza itálico. Cronistoria di un mito, Bolonia, II Mulino, 1998, cap. I.

10 V. 475e: «a quienes aman el espectáculo de la verdad» (Platón, Diálogos, Madrid, Credos, 1986, t. IV, tr. C. Hggers). La Mothe lo escribe

en griego: «tos tes nlethcias filotheamonas».

11 Aristóteles, Metafísica, 1.1, 982b: «el que se siente perplejo y mara-

villado reconoce que no sabe (de ahí que el amante clcl mito sea, a su modo,

‘amante de la sabiduría’: y es que el mito se compone de maravillas)»(Madrid, Credos, 1994).

12 Sexto Empírico, Contra los profesores, Madrid, Credos, 1997, libro I.Juliano,  Discursos, Madrid, Credos, 1981, tr. J. (Jarcia Blan-

co, VIII, 10: «por medio de lo paradójico e inverosímil, la ficción des-

velada nos invita a la búsqueda de la verdad» (A la madre de los dioses),

 p. 101.

14 Tomás de Aquino, 2,2. qu.  110.

15 Aristóteles,  Etica Nicomáquea, Madrid, Credos, 1985, tr. J. Fallí,IV, 1127b, csp. 2332.

16 Jenofonte, Ciropedia, Madrid, Credos, 1987, tr. A. Vegas.17 I leliodoro, Las etiópicas o Tea genes y Ca riele a, Barcelona, Planeta

Agostini, 1996, libro I; tr. E. Crespo.

IK Esta cita, en castellano, no aparece en el  Diccionario de autorida

des: significa ‘la verdad es cruda’. Cf. Dión de Paisa,  Discursos, «Discurso

troyano», 1: «la verdad es amarga y desagradable para los insensatos; lamentira en cambio, dulce y placentera».

ll)  Véase, respectivamente, Agustín de Hipona, Contra la mentira 

(Obras,  Madrid, BAC, t. XII): «Non est in eis re mu ñera ta fallada, sed

 benevolentia; benignitatis mentís, non iniquitas mentientis»; y Tomás deAquino, 2.2. qu.  110, art. 3. ad 3.

20 Salmos, 5; Sabiduría, c. I; Ecles., cap. 20.

21 I. Reg.  cap. 16. Y la idea puede trasladarse a la suspensión de juicio 

 pirrónica, Sexto Empírico,  Esbozos pirrónicos,  Madrid, Gredos, 1993.

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 NOTAS 163

22 Agustín, Ciudad de Dios,  lib. í, cc. 21 y 26 (Obras,  Madrid, BAC,tt. XVIXVII).

23 Clemente de Alejandría, Siró mata, Madrid, Ciudad Nueva, 199698, libro I; tr. M. Merino. Cf.  Maleo 8;  Lucas 9.

21 Tomás de Aquino, 2,2. qu.  110, art. 3: «mentiré esl contra mentem iré».Y Agustín, Sobre la mentira (Obras, Madrid, BAC, i. XII, tr. R. Flore/), cap.3: «se puede decir un error sin mentir y se puede decir una verdad mintiendo».

25 Fábulas de Esopo, Madrid, Credos, 1985, § 210, «El pastor bro-mista», p. 133.

2(1  Epístola a ios romanos, c. 3, art. 4; Salmos, 115.

27 Cf. Aristóteles,  Metafísica, IV. 5 y 7: «dice Anaxágoras que lodoestá mezclado en lodo, y también Demócrilo... No esta claro cuáles de esassensaciones son verdaderas o falsas, de allí que Demóerito diga que o nadaes verdadero o, desde luego, nos es desconocido» (Madrid, Credos, 1994, pp. 188189). Aristóteles los criticaba por hacer verdadera y falsa cadaaserción, haciendo imposible cualquier certidumbre. La Molhe se refiereahí a Jeníades de Corinto, remitiendo a la Metafísica, pero ese gran escép-tico que decía: «todo es falso» sólo es conocido por unas breves referen-cias de Sexto Empírico (Contra, Vil, 53).

!S Cardano, Proxeneta. labro de la prudencia civil, Milán, Mondadori,2001, cap. XCII, ed. eit.

Cf. Séneca,  Epístolas morales a 1.Medio, Madrid, Círedos, 1986,ep. 95.

30 Quintiliano,  Instituciones, libro 12, cap. 10." El oráculo pílico, es el oráculo de Delfos, cuyo antiguo nombre era

Bylho: de ahí esa ocurrencia sobre el nombre de Pitágoras. Por su parte,Porfirio (Vida de Pitágoras,  Madrid, Credos, 1987, tr. M. Periago, p. 26),

recoge de la biografía perdida de Apolonio de Tiana que su madre se lla-maba Pitaide. Nada dice de eso Diógenes Eaercio, Vidas de los más ilustres  filósofos griegos,  en el libro VIII (Barcelona, Iberia, 1971).

32 Habla de Tito Pomponio Ático (10932), hombre independiente,generoso, e importante corresponsal de Cicerón, cuya biografía escribióCornelio Nepote: Vidas,  Madrid, Círedos, 1985, ed. M. Segura (10, 1; p. 250, «no decía mentira ni la podía tolerar»). De nuevo, hay varias citasliterales de Nepote sobre las virtudes de Ático que aparecen también enCardano, Proxeneta, así, en cap. 23, p. 369.

33 Se refiere al jesuíta Juan de Mariana, Historiar de rebus Hispaniae (Toledo, 1592), 1.2. cap. (. Se tradujo al castellano en 1601, convirtiéndoseen la historia de España más conocida en la Europa del siglo XVII (hubotrad. inglesa en 1699).

34 Cardano,  Mi vida, Madrid, Alianza, 1991, tr. F. Socas, cap. 14, p. 135: «lo que sí entra dentro de mis virtudes es el no haber dicho menti-ra desde mis años mozos».

VIL PIO ROSSI

La traductora, R. Ibañes, ha seguido el texto de Pió Rossi (15811667),«Un vocabolario per la menzogna» del librito  Elogio delta menzogna,

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164 SOBRE LA MENTIRA

Palermo, Sellerio, 1990, ed. de S. Nigro (las notas, en cambio, son nues-

tras). Esta compilación italiana contiene otros tres textos, breves, de Celio

Calcagnini, Celio Malespini y Giuseppe Battista. El léxico de la mentira deRossi es parte de una extensa obra suya,  Banquete moral (16391657).

1 El segundo rey hebreo, David, había sido antes enviado a la corte

como músico; él calmaba la melancolía del rey Saúl tocando un arpa.

Iniciador del género de los salmos, fue objeto de gran iconografía.

2 Piedra filosofal, buscada por los alquimistas para fabricar oro.

2 El cinocéfalo o babuino es un mono con hocico de perro. Era la ima-

gen animal del curso diurno entre los egipcios: se asoció al Ra solar por su

algarabía en el alba; y también seguía al Tot lunar y al fúnebre Apis. Sigueen la memoria grecorromana: es animal citado por Ebano (c. 170235) en la

 Historia de los animales, libro difundido en los siglos XVI y XVII.

4 La tarántula (derivado del it. tarantola), especie de araña que abun-

da en Tárenlo. Su mordedura provoca trastornos nerviosos. Se acepta que

el nombre ‘tarantela', baile popular, tenga la misma raí/ que la agitación

inducida por esa picadura. Cf. el impresionante Ernesto de Martillo,  I a¡ tie

rra del remordimiento, Barcelona, Bel laterí a, 1999 (or. 1961). Hoy se sabe

 bien la amplia recepción de ese problema en Italia desde Alberti,

Pomponazzi, Cardano, Deba Porta o Campanella (hasta los grandes médi-cos italianos del XVII): cf. (Ja bride Mina (ed.), // morso del la differenza. 

 II dibatito sul tarantismo dal XIVal XVI secóla, Bolonia, II Mulino, 2000.

^ Ventura  deriva de venire,  ‘ir, venir1; y viento  procede de ventas.  Se

acercan más en italiano: vento, ventura.

Ovidio, 'Tristes, I, 9.

7 Cicerón,  Lelio, acerca de la amistad , XI11, 47: «parecen eliminar del

mundo el Sol los que eliminan de la vida la amistad».

s Damóii y Einlias son dos pitagóricos que se ofrecen la vida mutua-mente; Teseo y Piritoo fueron amigos legendarios, como Pálmelo y

Aquiles; Eurial y Niso figuran como tales en la  Eneida',  Pilados es el gran

amigo del desventurado Orestes (varios cit. por Valerio Máximo [Hechos y dichos memorables, IV, 7). Los Barvarighi fueron dogos venecianos desde

el siglo XV; los Trcvisans, una familia veneciana conocida desde el sigloXIIL

4 Cillaro, centauro que muere combatiendo contra los lapitas; Scjano,

 político favorito de Tiberio: cf. Suetonio, Vida de los doce cesares, III,

«Tiberio», LXI.10 Síntesis de un pasaje de Santiago, 3, 2.

11  Beles instes,  7, 8.

12 Eseipión el Africano (235183), acusado de malversador a su regre-

so a Roma, en el 189, se retiró a Liternum, donde fallecerá. Temístocles

(525460), calumniado como derrochador, fue condenado al ostracismo,

472471, y se retiró inicialmente a Argos. Coriolano (s. V, a.n.e) fue asesi-

nado por la multitud tras la acusación de traidor por ese enemigo citado:

cf. Plutarco, Vidas, Temístocles,  XXIXXIII;  Marcio Cayo Coriolano,XXXIX.

13 Salmos,  112, 67.14 Isócrates, Discursos, II, «A Nieocles», 29.

15 Adaptación de Mateo, 6, 22.

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 NOTAS 165

i<)20

26

27

2X20

707172

77

lfl Readaptación de Jeremías,  17,9.17 Agustín, Confesiones, 1, 1.

Rossi, sin nombrarle, elige las palabras de Montaigne que ya había

destacado Bacon.Tácito, A nales,  XII, 13, 1.El compilador griego Estobeo (s. V n. e.), cuyo Florilegio  recoge

muchos datos antiguos.21 Sannazaro,  Epigramas, I, 71.22 Polieno, historiador griego de la época de Marco Aurelio (s. II n. e.),

escribió un famoso anecdotario:  Estratagemas.

22 Adaptación de Tito Livio,  Historia , II, 3, 4.24 Dión Casio,  Historia de Roma.~  Aristóteles, Sobre los animales, 496a, 17,15; él no dice que sea

signo de engaño.Así lo indica Hliano,  Historia de los animales, V, 50.

Séneca, Carlas a Lucillo, II, 16, 9.Plinio,  Historia natural,  IX, 4648.Plutarco,  De sollertia aitinudiiun, 97Kb.

Salmoneo, héroe de Tesalia; Vibius, delator del siglo 1n.e. Mateo, 27, 6.Génesis, 1,9. Ncmrod es el fundado) de un imperio en Nínivc.Homero, Odisea, canto X, el rey de Eolia, señor de los vientos,

encierra en «un odre hecho con el cuero de un buey enorme a los mugidores vientos» y se lo entrega a Ulises.

 M  Cf. Aristóteles, Sobre los animales, LIE 492b2835, y Partes de los animales, 2,17: 660a 14 y ss. Aristóteles habla de la lengua, pero nadacomenta sobre el significado de su tamaño, aunque fuese un lugar comúnen la literatura desde Krasmo,  La lengua {Escritos de crítica religiosa y 

 política, Barcelona, Círculo de Lectores, 1996, pp. 238239).Proverbios, 16, 1.

■Ul En Plutarco, «Sobre cómo se debe escuchar», 38B {Obras mora

les, Madrid, Credos, 1, p. 167). La anécdota aparece de otro modo en laVida de Esopo, de la que se hicieron ediciones italianas muy populares enel siglo XVI. Cf. Fábulas de Esopo. Vida, Madrid, Credos, 1978, tr.P. Bádenas, pp. 228, 230231: gracias a la lengua se habría organizado

todo el saber y la cultura, aunque por ella existen los odios, las insidias,los engaños, y todo tipo de discordias, peleas y guerras. Asimismo apare-ce en Erasmo,  La lengua  de 1525 {Escritos de critica religiosa y política , p. 232).

17 Adaptación de la carta de vSantiago, 39.Virgilio,  Eneida,  IV, 242244.

 y> Wallenstein (15831634), protagonista de la guerra de los treintaaños, de trágico destino.

40 En Suetonio, Vida de los doce cesares, II, «Augusta)», LXX: «laescasez y hambre de entonces en Roma acrecentó la fama de la cena, y aldía siguiente se gritaba ‘que los dioses se habían comido todo el trigo y queCésar era ciertamente Apolo, pero Verdugo’».

41 En Montaigne, en el ensayo elegido: «Los pitagóricos presentan al bien cierto y finito, al mal infinito e incierto».

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166 SOBRE LA MENTIRA

42 Rossi de nuevo sigue los pasos de Baeon, al hablar de la tardíaescuela griega preocupada por la mentira, aludiendo asimismo a Luciano

de Samosata.43 Eslrabón, Geografía, XV, 1, 3952, sobre los indios.44 Compárese con el texto idéntico de Tomaso Garzoni, de 1583: «El

filósofo Biante decía que la naturaleza ha cerrado y sellado la lengua condoble puerta, a saber, con los dientes y los labios, para que se mantuviera aseguro, como dentro de una fortaleza, sin mostrarse al exterior (...). Entreotras enseñanzas, el filósofo Jcnócrates impartió ésta: que el hombre debíaescuchar mucho y hablar poco, y que por esta razón la naturaleza le ha

dotado de dos orejas y de una sola lengua (...). Los pitagóricos sometían asus neófitos a la obligación de guardar silencio durante cinco años» {El tea-c 1 '

tro de ios cerebros, Madrid, AEN, 2000, cap. XXV, tr. M. Villanueva).45 Génesis, 27, 41 42.I(’ Teofilacto, exégeta bizantino del s. XII n.e. Escribió, además de  El 

libro de los errores, Cartas y Glosas de los testamentos antiguo y nuevo.

VIH. VAL) VEN ARGÜIAS

Contemporáneo estricto de Didcrot, Vauvenargues murió en cambiomuy joven, a los treinta y un años (17151747). Estos aforismos son un

 pequeño puñado de máximas extraídas de la  Introduction a la cotmnais- sanee de i'esprit hitmain  (París, Elammarión, 1981, ed. J. Dagen). Han sidoreordenadas temáticamente. No hay versión castellana de su libro.

Su manuscrito había sido publicado anónimamente, con éxito, un añoantes de su muerte. Vollaire a quien le había enviado poco antes sus refle-

xiones sobre La Bruyére y Pascal™, anotará ese texto. Vauvenargues podráaún utilizar esas notas para la inmediata segunda edición.

IX. DENIS DIDEROT

De Didcrot (17131784) se traducen aquí dos textos muy diferentes, unoes de juventud y pertenece, por su brevedad y precisión, al orden enciclo- pédico; el otro es un largo alegato de madurez, lleno de digresiones apa-rentemente anecdóticas y de ironías mil. Los dos expresan una defensa dela verdad muy propia del platónico Didcrot: el primero acentúa la idea deque la finura mental (la inteligencia, la posibilidad de hablar) exige ciertaduplicidad. El segundo subraya las trampas del discurso del poder, de laguerra y del halago del poderoso y defiende a ultranza la libertad.

«Duplieité» se ha extraído del tomo V de la edición original de la Encyclopédie, París, 1755. Pese a estar firmado por Diderot y a su interésno aparece ni en recopilaciones extensas de su obra. Asimismo se recoge

en su integridad la «Lettrc sur VExamen de 1’essai sur les préjugés» (1771),de Diderot, un excelente panfleto reencontrado por Franco Ven tur i en 1937,quien lo publicó de inmediato con el título Pages contre un tiran. Se haseguido el tomo V de la reciente edición de L. Versini: Diderot, (Eneres, París, Lalfont, 1995, pp. 165172.

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 NOTAS   167

 Nótese que D’Holbach había escrito  L'es sai sur les préjugés ou de  I 'influence des opinions sur les inoeurs el sur le bonheur des hommes en1770, y el rey Federico II de Prusia lo había refutado en su  Examen de ressai sur les préjugés  (intentaba oponerse al empuje antimonárquicoque los tardoilustrados ejercían con sus opiniones políticas). Hste es eltexto al que contesta, a su vez, Diderot con su  Le tí re  haciendo una apoogía del barón D’Holbaeh. Pues había aconsejado D’Holbach a los prín-

cipes que renunciasen a los  prejuicios  de la nobleza (incluyendo, pues, alos militares) y a abolir los privilegios, reconociendo el verdadero méri-to, que sería apoyado por una educación pública de calidad. Diderot, que

quizá hubiese ayudado a pulir Uessai  de D’Holbach, hace una condenasin rodeos del despotismo (ilustrado o no), y no deja de atacar al rey pru-siano por el que sintió una evidente alergia. Los tres textos,  Essai, 

 Examen y Lettre  se encabalgan, pues, entre sí, aunque es Diderot quientiene la voz final, fingiendo que no sabe que Federico es el autor delsegundo.

O

1 Federico II de Prusia pretendía, en cambio, que D’Holbach había repre-sentado, en su ensayo, un mundo susceptible de todo tipo de perfecciones.

2 Ki núcleo de  L'essai sur les préjuyes  de D’Holbach es «que el hom- bre ama la verdad»; y precisamente es esto lo que intenta rebatir Federicoel (irande en su  Examen.

' Ovidio,  Metamorfosis, VII, 20; «video meliora proboque, deteriorasequor».

4 Preocupación ya del Diderot de 1754, Sobre la interpretación de la naturaleza, § II (Barcelona, Anthropos, 1902, Ir. J. Mateo, p. 7): «la regiónde los matemáticos es un mundo intelectual donde lo que se toma por ver-dades rigurosas pierde completamente este privilegio cuando se le sitúa en

nuestra Tierra».ÍS Auhri fue un cura fanático del siglo XVI; asignado a Sai niAndró

des Arts, proyectó asesinar a Hnrique III en 1595; tuvo que huir a Roma.Fue considerado enemigo público.

fl «Coneio ad populum»; concia  remite a Xoneieo’ (reunir, excitar,amotinar) y a X'ontio’ (asamblea popular, arenga, discurso).

7 D’Holbach reconocía sin embargo, en su  Ensayo, el «poder inmensoque la predicación otorga al clero». Algo que no olvida, en absoluto, Diderot,

especialmente en su contribución a la Historia de las dos Indias de Raynal.* La idea de los tres códigos será recurrente en el maduro Diderot(entre 1772 y 1774): Suplemento al viaje de Bougainville, Historia de las dos Indias, Observaciones sobre el Nakaz.

Esa petición benedictina data de 1765.10 Ulubris, ciudad del Lacio evocada como refugio de la felicidad en

el sosiegt) por Horacio ( Epístolas, I, 11, vv. 2930).*

11 Amigo de Diderot desde 1749, el barón de D’Holbach, filósofomaterialista de origen alemán (17231789), nunca se permitió arremeter

contra Luis XV, en contra de lo que sugiere Federico II en su escrito.12 Nótese la ironía de Diderot al señalar que al menos el autor no es

un soberano, cuando se refiere a un escrito del rey de Prusia. Sobre eseautor alemán innominado, seguramente se trate de Christlob Mylius, tra-ductor de su  Jacques le Fataliste y  editor de la revista  Der Wahrsager ,

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168 SOBRE LA MENTIRA

 poco apreciada por el déspota prusiano por según dice su título «decirverdades».

1? Se refiere respectivamente al marqués de Louvois, ministro de LuisXIV que ordenó esa venganza en febrero de 1689, y al general Monclair,

que la ejecutó en Mannhcim.

14 R. N. de Maupeou hizo una reforma de los parlamentos, en tal sen-

tido, en 1771.

X. JEANJACQUES ROUSSEAU

Se recoge aquí la cuarta parte, íntegra, de  Les Reverles du promeneur  

sólita i re, escrita en 1777. La traductora, M. Bolados ha seguido el texto delas (liuvres completes, París, GallimardLa Pléiade, 1986, establecido y

anotado por M. Raymond. Ese gran libro es el último redactado por

Rousseau (17121778): trabaja en él entre 1776 y 1778; en abril de este año

deja sin cerrar ya el libro décimo, y su muerte se produce en julio.

1 Rousseau se reconoce como un gran lector de Plutarco, también en las

Confesiones, en la Carta a Malesherhes  y en los  Diálogos.  Leyó ese texto

traducido al francés por A inyol: «Commenl on pourra recevoir utililé de ses

ennemis». El breve Cómo sacar provecho de los enemigos  pertenece a los Moralia, 86B92E: «el enemigo está siempre acechando y velando tus cosas,

y buscando la ocasión por todas parles, recorriendo sistemáticamente tu

vida», escribe ahí Plutarco, preludiando lemas rousseaunianos.

2 Rousseau conoció, en 1768, a Eranqois Rozier en Lyon. En los alre-

dedores de esta ciudad pasearon y herborizaron juntos. El abate, botánico

y miembro de la Academia de Lyon, dirigirá una importante revista de físi-

ca e historia natural. La divisa Vifam impenderé vero «consagrar la vida ala verdad» (Juvenal, Sátiras, IV, 91), figuraba en obras del propio

Rousseau, quien decía querer ser el testigo de la verdad .

El Conócele a ti mismo era, para Rousseau, una evidencia personal.

4 Se remite al decisivo episodio que cierra el libro II de sus

Confesiones.  A los dieciséis años, trabajando como sirviente en Turín,

Rousseau sustrajo una pequeña cinta; descubierto, acusó a la joven cocine-

ra Marión del hurto. Su aversión por la mentira, dice en tal pasaje, parte de

ese acontecimiento; y la desazón por el robo y la falsa acusación de su juventud se mantuvo en toda su vida; el deseo de librarse de ella contribu-

yó a escribir sus Confesiones. Nótese que también Agustín de H i pona par-

tía de un hurto absurdo a los dieciséis años -Las confesiones, II, caps. IV

VIII, en este caso de unas peras, y realizado con unos amigos.

s Relato aparecido en 1725,  El templo de Unido  fue atribuido a

Montesquieu, aunque éste rechazó la autoría. Esta falsa novela griega sus-citó escándalo y curiosidad.

fl Escribe Rousseau los libros IVI de sus Confesiones  entre los días

finales de 1764 (tenía 52 años) y 1767. Redactará la otra mitad de su obraentre noviembre de 1769 y 1770.

7 Antoine Fazy (16811731) fue un fabricante de telas estampadas,

que se casará con Clermonde Rousseau en 1719. Habiendo aprendido ese

arte en Holanda, se establece pronto con un tío en Ginebra (de donde es

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 NOTAS   169

ciudadano en 1702), en EauxVives. Se independizará en 1706, trasladán-dose a Páquis, lugar señalado por Rousseau.

K Cita de Tasso,  Jerusaién libertada  (II, 22): «¡Magnánima mentira!¿Qué verdad más hermosa pudiera comparársete?». Rousseau adaptó luego

a historia de Sofronia, quien se acusó del robo de una imagen de la virgen,falsamente, para salvar a los cristianos.

9 El PlainPalais es un barrio de Ginebra situado en el suroeste; aún se

encuentra un vasto lugar allí que bordea la avenida del Mallo.

10 Desde aquí hasta el final es un añadido posterior de Rousseau.

XI. FEDOR DO ST O YE VSKI

El texto recoge toda la parte primera, y los párrafos significativos de la

segunda, de un artículo de Dosloyevski (18211881), «Algo acerca de la

mentira», publicado en  El Ciudadano, 1873. El texto forma hoy parte del

 Diario de un escritor.  Se han seguido tanto la edición de las Obras com

 pletas, III, Madrid, Aguí lar, 1982, pp. 789795 (Ir. R. CansinosAsséns),

como el  Journal d'un écrivaiir   París, GallimardPléiade, 1972 (tr. G.

Aucoulurier), pp. 178190.1 7i7 Mundo Ruso, diario citado otras veces por el escritor en su diario.

“ Se refiere al gran memorialista e intelectual Alexandr Herzen (1812

870), amigo de Turguéniov, y defensor de una europeización que apartase

a Rusia de su proclividad al nacionalismo.

1 El artículo se cierra, como vemos, con una valoración repentina, y

opuesta, acerca del comportamiento femenino ruso, y es muy reveladora.

Asimismo dedicó Dosloyevski, algo más adelante (1877), un apartado a la

mentira salvada por la mentira apoyándose en el Quijote.

XII. ROBERT LOlJhS STB VEN SON

Aparecido en su primera colección de ensayos, de 1881, este texto

 —«Truth of intcrcourse», se ha traducido a partir de la recopilación recien-

te: The Lantern-Bearers and other essays, Nueva York, Cooper Square,

1999, ed. por Jeremy Treglown. En esta selección de ensayos se indica las

dificultades para acceder hoy a este tipo de escritos de Stevenson, quien por

cierto se refiere varias veces a Montaigne. También hemos consultado la

versión: Virginibus puerisque, Madrid, Taurus, 1979, tr. M. S. de Mora.

Con el escritor escocés (18501894), se cierra esta gran literatura.

1 «La verdad es simple, el error es fecundo», dice Erasmo al comien-

zo de El epicúreo, 1533 (Coloquios, Madrid, EspasaCalpe, 2000, tr. P. R.«

Santidrián, p. 291). Y lo mismo se afirma en el ensayo de Montaigne aquí

recogido (cf. nota 6 a ese texto).

2 Este pasaje fue subrayado por Henry James en su ensayo «R. L.Stevenson» (1888). Según Stevensony ello permite comprender sus ideas

sobre la ficción y sobre la mentira, arte y vida son inconmensurables, el

arte no compite con la vida, que es energía en bruto, que sería «monstruo-

sa, infinita, ilógica, abrupta», según escribe en «Una humilde reconven-

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170 SOBRE LA MENTIRA

3

ción» (1884). Ambos artículos se recogen hoy en Crónica de una amistad ,

Madrid, Hiperión, 2000 (en la ed. eit., «AHumble Remonstrance»).

Charles Godfrey Leland,  English Gipsies and their Lcmguage,  librodel humorista americano, publicado en 1873. Leland (18241903), educa-

do en Nueva Jersey y en Alemania, fue una figura importante del periodis-

mo, aunque cultivó asimismo, en libros de esbozos y en poemas, una escri-

tura burlona rememorando el alemán dialectal de su Pensilvania originaria.

4 Stevenson cita, a pie de página, el primer libro de Henry David

Thoreau, A Week on the Concord and Merrimack Rivers (1849). Nacido en

Coneord, Massachussets, Thoreau (18171862), hizo un viaje con sus her-

manos, en 1838, sobre el que gira ese escrito suyo centrado en la simpatíaentre hombre y naturaleza. Su obra maestra, Walden  ( I854), desarrolla una

vez más, a partir de su experiencia, la necesidad de una vida natural, expo-

niendo su individualismo anarquista con una prosa meditativa que tendrá

gran eco en el esplritualismo finisecular. Por esas fechas, el propio

Stevenson había redactado un ensayo sobre Thoreau.

AGRADECIMIENTOS

Hemos de agradecer aquí, una vez más, la colaboración de muchas pery

sonas: por las traducciones, a Miguel Angel González Manjarrés

(Cardano); a Rosario Ibañes (Montaigne, Rossi) y María Bolaños

(Rousseau); a estas tíos últimas, por su revisión de textos y de notas. Por

haber mecanografiado varios textos a María José Pozo. Bien por la locali-

zación de textos, o por sus consejos, a Fernando Colina, Enrique de Teresa,

Manuel Saravia, Juan GonzálezPosada, Catherirte Park, Félix Gómez

Crespo y Annie Lagors. Por la lectura y corrección de pruebas, a CarmenMassa y Rosario Regidor. Por su cuidadosa impresión, a Gráficas Andrés

Martín.

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7/21/2019 AA.vv. - Sobre La Mentira

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ÍNDICE

Introducción..................................................................... 7

1. Simulación y disimulación..................................... 252. Los mentirosos......................................................   333. El arte del engaño..................................................   39

4. La risa de Demócrito............................................. 455. ¿Qué es la verdad?.................................................   496. La verdad es verde.................................................   537. Léxico de la mentira.............................................. 65