¿cómo besar a una princesa?

C U E N T O S S I N C O R O N A

A U T O R A : M I R E Y A T A B U A SI L U S T R A D O R A :   R O S E L Y S B A R R I O S

¿Cómo besar a una princesa?  

    Los sapos tenemos altas probabilidades deconvertirnos en príncipes si nos besa una princesa. Hoy descubrí ese gran secreto que por años loshombres habían ocultado a nuestros ojos de sapos. Te preguntarás cómo me enteré, si esainformación tan confidencial sólo aparece en loslibros de los humanos.  Y es del conocimientopúblico que los sapos no sabemos leer.  Pero paraalgo existen las arañas.    Las arañas son realmente sabias y siempre estánmetidas entre los estantes de libros.  Por esoaprenden muchas cosas que uno como sapodesconoce.   

Así fue, gracias a unavulgar araña supe laverdad.  Claro, despuésque confesó me la comíenterita.  Es que,además de sabias, esascondenadas bichas sondeliciosas. ***

Ahora que puedo convertirme en príncipe ningunasapa me detendrá.  Y menos aún cierta batraciatonta que prefiero no mencionar. Ella se lo buscó. Quién la manda a abandonarme para irse a uncharco mayor y lleno de pájaros y flores. Yo sé que este charco donde habito se muere, seseca rápidamente en medio de todos estos edificiosy tantos autos.  Ya sé que pronto vendrá la máquinaruidosa y lo aplastará todo. Pero yo queríapermanecer aquí con esa sapa ingrata, protegiendonuestro hogar.  Juntos sí evitaríamos que nosdesalojaran de este sitio. Sin embargo, ahora que ella me dejó no tengootro remedio: seré príncipe. Solo así olvidaré su caraverde y húmeda de sapa. El problema es que para transformarme enpríncipe tengo que encontrar a la dichosa princesaque me bese. Parece que están escasas. Loshumanos deben tenerlas bien escondidas para quenosotros los sapos no podamos convertirnos nuncaen príncipes. A lo mejor las princesas habitan akilómetros de este charco.  Yo ya estoy viejo parasaltar tanto.  Además, no sé cómo reconocer a unaprincesa.  Mi estómago no tuvo la paciencia paraaguardar a que la araña me describiera una.

Solo sé que las princesas son seres humanosdel género femenino.  Es decir, mujeres. Mujeres sí conozco bastantes. Viven en casascercanas a este charco.  Las he observado cuandollegan del trabajo muy cansadas, o cuandoregresan de la universidad llenas de libros, ocuando van al mercado y regresan cargadas depaquetes y mal humor, o cuando llevan a pasear aun perro atado que mira mi libertad con envidia. Pero no creo gustarle a las mujeres. Las pobrestienen muy mal gusto: prefieren a los hombres.Más de una ha salido corriendo al verme. No séqué les pasa, tan apuesto que soy, a pesar de queestoy entrado en añitos.  Mi color verde oscuro hahecho delirar a más de una batracia.  Cierta sapitatonta (a quien prefiero ni nombrar) casi desmayabaante los reflejos de la luna llena en mi cuerpobrillante.  Pero a las mujeres no parece hacerlesmucha gracia el color verde.  Es difícil adivinar cuál de esas mujeres puedetener algo de princesa.  Tampoco es que voy aestar besando por aquí y por allá hasta encontraruna que pertenezca a la realeza.  No es para tanto. Además, las mujeres no son muy besables quedigamos.

Creo que no me gustaría besar a cierta señorarefunfuñona que todos los días lanza la basuradesde la ventana de su apartamento hasta elcharco donde vivo, sin respetar para nada misalud.  Claro, ella no es la única mujer.     Aquella que siembra flores en su balcón y no leecha insecticida ni a las moscas ni a las cucarachases una buena candidata. Sería sumamenteagradable almorzar hormigas entre sus plantas.Está también la chica de los ojos expresivos, casitan saltones como los de mi batracia, que seacerca a mí sin temor ni gritos.  Pero tampoco aellas dos me atrevo a besarlas. No sé a qué sabenlos besos de una princesa, yo que sólo he besadola boca de cierta sapa ridícula que no mencionaré.Su boca sabe a hierbas, a avispas recién digeridas. No había nada tan exquisito como besar a aquellasapa malísima que huyó de mí.        La verdad es que tampoco estoy muy segurode que me guste aquello de ser príncipe.  Primeroestá el asunto de tener que vestirme de azul.  Esecolor no le favorece en nada a un sapo.  Andaríauno siempre confundiéndose con el agua de loscharcos limpios. Pero lo peor de ser príncipe es tener que usarzapatos. Eso sí que es incómodo. He visto a los 

niños venir a mi charco y quitarse ese horribleinvento destinado a encerrar los dedos y lasuñas.  Y luego felices remojan sus pies en el agua. Pero si alguna mamá los ve, entonces tienen queapurarse y amarrarse rápido los zapatos.  Lasmamás gritan mucho y halan las orejas de losniños. No me gustaría tener una mamá ¿Lospríncipes estarán obligados a tenerlas?      Hay otro detalle terrible: mis pies son planos.Tendría un martirio mayor, debería usar botasortopédicas.  Como Alejandro, ese niño que rabiaal caminar con esas cosas tan pesadas y feasentre sus paticas pequeñas y rosadas.       Definitivamente no me gustaría ser príncipe nihumano.  He visto a los hombres marchar en lasmañanas con cara de sueño y fastidio, y regresaren las noches con cara de fatiga y odio.    Nuncahe observado a ningún adulto detenerse, mirarmás allá de sus narices y descubrir la hermosurade este charco sucio donde me revuelco.  Solo alos niños les gusta. Pero estoy tentado a creerque los niños tienen más de sapos que dehumanos.

Si en vez de un charco, hubiese aquí un castillo,todos esos hombres de corbata lo envidiarían. Pero no sé si un príncipe sería tan feliz en unpalacio de oro y cristal como lo soy yo en mi charcogastado.  O por lo menos era dichoso cuando vivíacon cierta sapa odiosa.  Pero prefiero obviar de mi vida a las batracias.Son seres repugnantes y mínimos.  Son miedosas. No se atreven a permanecer en un charco que estáa punto de secarse, aunque sea para acompañar aun sapo terco como yo.  Las puertas de mi casaestán cerradas para esa rana.  Aunque yo no tengocasa ni puertas.    Tal vez otros animales sean más nobles y si medejo besar por uno de ellos tendría una nuevaoportunidad. Si me besauna paloma meconvertiría enave. Podría volarhasta las nubesmás lejanas. Claro, yo nuncahe saltado muyalto.  

    Creo que ver el cielo tan cerquita me daríavértigo o ganas de vomitar.  No soy aficionado alas alturas.  Debo admitir que soy un serabsolutamente terrestre.

Si me besa unagata, sería un gato. El problema es queno me gustaríatener pelo.  Esteclima es muycaluroso y sufro detensión alta. 

Y lo peor es que a los gatos no les agradabañarse.  Y yo sin un charco no puedo vivir. Soy unser acuático.

Si me besa unasardina sería pez. Peroestando bajo el aguatodo el tiempo meahogaría  Me fascinaremojarme, es cierto,pero también echarme

Estoy indeciso.  Este charco se seca y debo partir,como hizo mi rana. Y no quiero ser príncipe, nipájaro, ni gato, ni pez y mucho menos araña.          Quiero ser sapo.  No hay nada mejor que serverde, feliz, rugoso y comer avispas y mosquitosvivos.  Pero sobre todo, lo mejor de ser sapo esdescubrir que uno ama con locura a una sapa quese fue porque en este charco ya no queda aguasuficiente.  Y lo mejor de amar a esa bendita sapa yno a una princesa pretenciosa, es que un sapo nonecesita caballos ni coronas ni espadas para llegarhasta ella. 

sobre la hierba a tomar el sol y lucir mi piel verde alas sapas más bonitas.  Soy un ser del aire libre.

Si me besa una arañapodría comérmela. Y sino me la como y metransformo yo tambiénen arácnido puedevenir cualquier sapo ytragarme sinmiramientos. Y quieroseguir siendo un serviviente

Solo debo irme de una vez de este sitio, sinmirar para atrás, y saltar y saltar, saltar y saltar,hasta hallar la laguna que ella fijó como residencia.     Entonces comprobaré que los sapos somos losseres más afortunados del mundo.  Siempre habráuna sapa (maravillosa) con besos disponibles paraun viejo como yo, sin vocación de príncipe. 

Cuento inédito de Mireya TabuasIlustración en tejido de Roselys Barrios

Actividades propuestas

El sapo ha pensado convertirse en otros animalesy personas. Dibújalo en cada una de esas formas.  El sapo se molesta porque una mujer lanzabasura a su charco. ¿Tú sabes algo sobrereciclaje? Si no sabes nada, investiga. Explícale alsapo algunos productos que se pueden reciclar.      ¡El sapo no tiene nombre! ¿Qué te parece que túle inventes uno? Además, él necesitará unpasaporte para moverse hasta la laguna de lasapa ¿Te gustaría hacerle uno? Si no sabes cómoes un pasaporte pregúntale a tu familia.

    

CUENTOS SIN CORONA

Este es un proyecto sin fines de lucro que sepropone la difusión online de literatura infantil yjuvenil, para acompañar a los niños y adolescentes,y también a sus familias y escuelas, en tiempos decoronavirus. Cada historia estará apoyada de propuestas deactividades complementarias a la lectura. Textos e imágenes han sido donados por losautores para este proyecto exclusivamente.

Abril 2019

Contactos:Autora: mtabuas@gmail.com

Ilustradora: rosib12@gmail.com

Todos los cuentos del proyecto puede leerlos enhttp://www.mireyatabuas.com/cuentos-sin-corona/