a blatalla de solferino y la creación de la cruz roja

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La batalla de Solferino y la creación de la Cruz Roja

La batalla de Solferino tuvo lugar el 24 de junio de 1859, en el norte de Italia. El ejército austríaco, al mando de Francisco José I fue derrotado por los ejércitos de Napoleón III de Francia, y de Víctor Manuel II del Reino de

Cerdeña. La batalla, que estuvo en el marco de la Unificación Italiana, duró nueve horas. Henri Dunant, testigo de la agonía y sufrimiento de los heridos,

se sintió motivado para crear la Cruz Roja Internacional. Obtuvo el primer Premio Nobel de la Paz en 1901.

La batalla de Solferino tuvo lugar el 24 de junio de 1859, en el norte de Italia. El ejército austríaco, al mando de Francisco José I fue derrotado por los ejércitos de Napoleón III de Francia, y de Víctor Manuel II del Reino de Cerdeña. La batalla, que estuvo en el marco de la Unificación Italiana, duró nueve horas. Henri Dunant, testigo de la agonía y sufrimiento de los heridos, se sintió motivado para crear la Cruz Roja Internacional. Obtuvo el primer Premio Nobel de la Paz en 1901.

El 24 de junio de 1859, el apacible paisaje de colinas situado al sur del Lago de Garda, con los pueblos San Martino y Solferino, fueron la escena de una violenta batalla en la que el ejercito austríaco se enfrentó con las tropas sardo-piamontesas y francesas. Los tres ejércitos eran mandados por sus soberanos: el emperador Francisco José I (Figura 1), el rey Víctor Manuel II (Figura 2) y el emperador Napoleón III (Figura 3). La lucha, que tuvo importantes repercusiones

Prof. Dr. Alfredo E. BuzziProfesor Titular de Diagnóstico por Imágenes

Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires

histórico-culturales, estuvo en el marco de la Unificación Italiana.

La Unificación de Italia fue un proceso

N O T A D E T A P A

ALMA Cultura y Medicina - Vol 2. N 4 - Diciembre 2016 -

Figura 1: Retrato ecuestre del Emperador austríaco Francisco José, por el artista Lilly König (1855)


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histórico que, a lo largo del siglo XIX, llevó a la unión de los diversos estados en los que la península itálica estaba dividida, en su mayor parte vinculados a dinastías de origen extra-italiano, como los Habsburgo o los Borbones.

Ese proceso, basado en la aplicación de la ideología nacionalista, es conocido en Italia como el Resurgimiento (Risorgimento), y puede resumirse en dos fases.

A comienzos del siglo XIX la península itálica estaba compuesta por varios estados, lo que respondía más a una concepción feudal del territorio que a un proyecto de estado liberal burgués. Después de varios

Figura 2: Retrato del Rey Vittorio Emanuelle II, el último rey del Reino de Cerdeña y el primer Rey de Italia, por el artista Antonio Dugoni (1866). Al fondo se observa la ciudad de Údine. Galleria d’Arte Moderna, Palazzo Pitti, Florencia.

Figura 3: Retrato del Emperador Napoleón III, por el artista Adolphe Yvon (1868). Walters Art Museum, Baltimore, EEUU.

Figura 4: Retrato del político y estadista italiano Camillo Benso, conde de Cavour (1810-1861), obra del artista Francesco Hayez.

intentos de unificación entre 1821 y 1849, que fueron aplastados principalmente por el gobierno austríaco (que dominaba Lombardía) y sus aliados, la hábil política del Conde de Cavour (Figura 4), ministro del Reino de Cerdeña, logró interesar al


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emperador francés Napoleón III en la unificación territorial de la península, que consistía en expulsar a los austríacos del norte y crear una confederación italiana. A pesar de la derrota del imperio austríaco por el ejército francés y sardo-piamontés, el acuerdo no se cumplió integralmente por temor de Napoleón III a la desaprobación de los católicos franceses. Solo la Lombardía, conquistada por los franceses y sardo-piamonteses, fue anexada al Reino de Cerdeña. Además, durante la guerra estallaron insurrecciones en los ducados del norte, que pidieron y obtuvieron la anexión a Piamonte-Cerdeña, con lo cual se cumplió la primera fase de la unificación.

En la segunda fase se logró la unión del sur cuando Giuseppe Garibaldi (Figura 5), descontento con el tratado entre Cavour y Napoleón III, se dirigió a Sicilia con sus “camisas rojas”, conquistándola y negándose a entregarla a los piamonteses. Desde allí ocupó Calabria y conquistó Nápoles. En 1860 las tropas piamontesas llegaron a la frontera napolitana. Garibaldi, que buscaba la unidad italiana, entregó los territorios conquistados a Víctor Manuel II. Nápoles, Sicilia y la mayor parte de los Estados Pontificios se unieron mediante plebiscitos al Reino de Cerdeña, gobernado por Víctor Manuel II, que se convirtió en el 1861, con la proclamación del Reino de Italia, en soberano del nuevo estado.

El proceso de unificación fue producto de ideales y de motivaciones políticas y económicas que han sido interpretados de distinta manera por las distintas corrientes historiográficas. En cualquier caso, el proceso fue encausado por la casa de Saboya, reinante en Piamonte-Cerdeña (destacándose el rol del primer ministro conde de Cavour), en perjuicio de otras intervenciones “republicanas”

Figura 5: Fotografía del militar y político italiano Giuseppe Garibaldi (1807-1882) en 1870. Junto con el rey Víctor Manuel II, fue uno de los principales líderes y artífices de la Unificación de Italia.

Figura 6: Giuseppe Mazzini (1805-1872), apodado “el alma de Italia”, fue un político, periodista y activista italiano que bregó por la Unificación de Italia.


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de personajes notables, como Giuseppe Mazzini (Figura 6) y Giuseppe Garibaldi, a

lo largo de complicadas vicisitudes ligadas al equilibrio europeo (intervenciones de

Figura 7: “Los grandes hombres que hicieron Italia”, que a menudo tuvieron conflictos entre sí. De derecha a izquierda: Cavour , Vittorio Emanuele II, Mazzini y, más lejos, Garibaldi.

Figura 8: La carga del regimiento de zuavos en la batalla de Solferino. Los zuavos, originarios de Argelia, formaban parte de regimientos de infantería en el ejército francés a partir de la década de 1830.


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Francia y el Imperio Austro-Húngaro), que culminaron con la incorporación de Roma

Figura 9: Batalla de Solferino. Napoleón III ordena el futuro mariscal Regnaud entrar en combate con la Guardia Imperial. Obra del artista Adolphe Yvon.

Figura 10: En el cuadro “La Batalla de Solferino”, del artista Carlo Bossoli (1859), se representa el final de la batalla, cuando las divisiones “Forey” y “De Ladmirault” toman posesión del Castillo y la Fortaleza de Solferino. A la izquierda se observa la iglesia parriquial de la ciudad (ver Figura 11)

y del Lacio, últimos reductos de los Estados Pontificios en 1870 (Figura 7).


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El nuevo Reino de Italia continuó la reivindicación de territorios fronterizos, especialmente con el Imperio Austro-húngaro (Trieste, Istria, Dalmacia y el

Figura 11: La Piazza Castello, de la ciudad de Solferino, con la iglesia parroquial representada en el óleo de la Figura 10.

Figura 12: Napoleón III visita a los heridos en el campo de batalla. Litografía de la época. Civica Raccolta delle Stampe, Milán.

Trentino), que se resolvieron parcialmente en 1919 tras la Primera Guerra Mundial.

Durante la batalla de Solferino el ejército


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austríaco, al mando de su emperador Francisco José I, de unos 100.000 hombres, fue derrotado por los ejércitos de Napoleón

Figura 13: Esta Capilla-Osario, ubicada en la parte baja de Solferino, contiene los restos de cientos de víctimas de la tremenda batalla del 24 de junio de 1859. Sus cuerpos fueron enterrados en fosas comunes. Las leyes sanitarias en vigor en ese momento no permitían exhumar los cuerpos antes de diez años después la muerte. En 1870, once años más tarde, la “Sociedad de San Martino y Solferino” consiguió el permiso para exhumar los cadáveres y guardar los huesos en dos osarios ubicados las ciudades de San Martino y Solferino. En el frente de la capilla, a la derecha de la puerta, hay una lápida que recuerda que en ese campo de batalla Henri Dunant concibió la idea de la Cruz Roja Internacional. Foto de Lodovico Pasquali Coluzzi (enero 2013).

III de Francia y del Reino de Cerdeña, comandado por Víctor Manuel II, con una fuerza aproximada de 118.600 hombres.


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Figura 14: Interior de la Capilla-Osario de Solferino. Foto de Lodovico Pasquali Coluzzi (enero 2013)

Después de nueve horas de batalla, las tropas austríacas fueron forzadas a rendirse (Figuras 8 a 12).

Las pérdidas fueron importantes: 40.000

hombres quedaron fuera de acción y

abandonados en el campo de batalla. Los

cadáveres fueron enterrados en fosas

comunes (Figuras 13 a 17).


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Estas altas pérdidas se explican por los nuevos conocimientos tácticos y balísticos que fueron utilizados en el combate.

Francesco Cortese, Jefe Médico representante del Ejercito Sardo-Piamontés, ha consagrado especial interés a la clase de las heridas en la campaña de 1859. De sus investigaciones se deduce que los ataques tenían lugar preferentemente a corta distancia y que era mayor el numero de heridas por proyectiles de fusil que el de las producidas por armas blancas o por balas de piezas de artillería pesada. Los nuevos proyectiles cilíndrico-esféricos y cilíndrico-cónicos, que sustituían en gran parte a las antiguas balas, causaban heridas de especial gravedad, debido a su penetración mas rápida y profunda en el cuerpo, no siendo desviadas por las partes más duras (como los huesos), sino que perforaban en línea recta los tejidos.

Las heridas causadas por los nuevos proyectiles aportaron nuevas experiencias a los médicos que hicieron la campaña de 1859. No hay que olvidar que en aquel tiempo la anestesia se hallaba en sus comienzos y que todavía no se conocía la antisepsia.

Los problemas principales que ocuparon a los médicos después de la batalla de Solferino fueron los siguientes: decidir un procedimiento quirúrgico conservador o radical, ejercer una intervención primaria o secundaria, y efectuar una amputación o una desarticulación.

Además, había que dilucidar cuestiones relacionadas con la organización de las ambulancias, del transporte de los heridos, de la conveniencia de los hospitales de etapa, etc.

El Médico Jefe del Ejercito Austriaco,

Felix Ritter von Kraus (Figura 18), diseñó el “sistema de evacuación de enfermos”, el cual logró evitar la “gangrena de hospital” distribuyendo los heridos en enfermerías situadas en los diversos territorios de la monarquía. En cambio, entre los heridos de los ejércitos francés y sardo-piamontés la temida gangrena se presentaba frecuentemente, a pesar de que los franceses ensayaron desinfectar las heridas con un preparado de alquitrán de hulla mezclado con polvo de yeso, que había sido recomendado por el médico francés Alfred Velpeau.

Se ensayó también la administración de curare en el tétanos. Este método de tratamiento se debe al fisiólogo de Turin, L. Vella, discípulo de Claude Bernard. Poco tiempo antes, Vella había utilizado en humanos las observaciones hechas por su maestro en los animales. Claude Bernard avaló los resultados obtenidos por Vella

Figura 18: El General Médico Felix Ritter von Kraus (1805-1875). Litografía de Josef Kriehuber. Museo Albertina, Viena.


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y en la sesión del 29 de agosto de 1859, celebrada en la Academia de Ciencias de Paris, dio cuenta de los experimentos hechos por su discípulo con el curare.

Las Cartas médico quirúrgicas de A. Bertherand, Jefe de Ambulancias del Gran Cuartel General, y las Cartas a un colega sobre las heridas de Palestro, Magenta, Marignan y Solferino que Louis Appia (Figura 19) envió a su colega Theodor Maunoir (Figura 20) y que después insertó como apéndice en su libro El cirujano en la ambulancia (Figura 21), son una importante fuente de información médica de esta batalla. En estas cartas se llama la atención sobre la insuficiencia del servicio sanitario. Como había escasez de personal de asistencia y de medios de transporte, muchos heridos eran dejados largo tiempo en el campo de batalla. Este

Figura 19: El cirujano suizo Louis Appia (1818- 1898), que tuvo especial relevancia en el ámbito de la medicina militar. Fue uno de los cinco cofundadores del Comité Internacional para la Ayuda a los Heridos, que dio lugar en 1876 al Comité Internacional de la Cruz Roja.

Figura 20: El cirujano suizo Théodore Maunoir (1806-1869). Fue uno de los cinco cofundadores del Comité Internacional para la Ayuda a los Heridos, que dio lugar en 1876 al Comité Internacional de la Cruz Roja.

Figura 21: Le chirurgien à l’ambulance : ou quelques études pratiques sur les plaies par armes à feu : suivies de lettres à un collègue sur les blessés de Palestro, Magenta, Marignan et Solferino (Louis Appia, 1859)


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Figura 22: Napoleón III visita a los heridos en el campo de batalla. Litografia de la epoca. Civica Raccolta delle Stampe, Milán.

Figura 23: Fotografía de Henri Dunant (1828-1910) obtenida en 1855. (International Committee of the Red Cross)

Figura 24: Primera página del manuscrito de Un recuerdo de Solferino (Un souvenir de Solférino), de 1862.

espectáculo desolador parece ser que movió a Napoleón III al acuerdo de un prematuro armisticio (Figura 22).

El 24 de junio de 1859, el hombre de negocios suizo Henri Dunant (Figura 23) se detuvo como simple turista en Castiglione delle Stiviere, un pueblito al cual se habían traído la mayoría de los heridos de Solferino. Tres años más tarde, escribió el libro Un recuerdo de Solferino (Figuras 24 y 25), donde describe conmovedoramente los tormentos de los heridos en el campo de batalla y en las etapas siguientes, cuya organización también era deficiente. “El sol del 25 de junio iluminó una de las imágenes más espantosas que se pueden presentar a la imaginación”, escribió Dunant.

A pesar de los meritorios esfuerzos de Bertherand y de sus colaboradores, el aflujo de heridos sobrepasó en mucho las posibilidades de las ambulancias del cuartel general francés. Por esta razón, muchos heridos fueron asistidos por la población civil, que espontáneamente hizo por ellos todo lo que pudo (Figura 26). Este auxilio civil fue organizado en parte por Dunant, quien también organizó la compra de lo que se necesitaba y ayudó a levantar hospitales de campaña. Convenció a la población para que atendiese a los heridos sin fijarse en qué bando del conflicto estaban con el lema Tutti fratelli (Todos somos hermanos). Tuvo éxito igualmente para conseguir la liberación de médicos austríacos capturados por los franceses. Cabe resaltar que Dunant fue el inventor del actual botiquín de primeros auxilios.

En la espaciosa catedral de Castiglione (Figura 27), que era utilizada como improvisado hospital, Dunant se dio cuenta, en medio de la desdicha, de la necesidad de formar asociaciones de voluntarios que


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en caso de guerra estuvieran dispuestos en todo momento a prestar ayuda a las victimas. Con la publicación de su libro, quiso conmover al mundo y hacerlo adepto a su idea.

En el libro, que él mismo financió, describió la batalla, sus costos y las caóticas circunstancias humanitarias. También desarrolló la idea de que debería existir en el futuro una organización neutral para proporcionar cuidados a los soldados heridos. Distribuyó el libro a muchos líderes políticos y figuras militares en Europa. El libro fue traducido a diversas lenguas y encontró una poderosa repercusión internacional.

Entretanto habían surgido proposiciones análogas en otros países. Así, por ejemplo, en junio de 1861 un proveedor del ejercito francés, H. Arrault, propuso que los médicos militares, los enfermeros y las ambulancias fueran declarados inviolables. En abril

Figura 25: Edición en español de Un recuerdo de Solferino (Comité Internacional de la Cruz Roja)

Figura 26: Asistencia a los heridos en el campo de batalla de Solferino. Acuarela de G.B. Galizzi. Civica Raccolta delle Stampe, Milán.


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Figura 27: La Catedral de Castiglione delle Stiviere, que albergaba el improvisado hospital organizado por Dunant.

Figura 28: El cirujano y político italiano Ferdinando Palasciano (1815-1891), considerado uno de los precursores de la creación de la Cruz Roja Internacional.

Figura 29: El jurista suizo Gustave Moynier (1826- 1910). Fue Presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja, que había fundado con Henri Dunant, el general Dufour y los doctores Louis Appia y Théodore Maunoir.

del mismo año el cirujano Ferdinando Palasciano (Figura 28) pronunció un discurso con ocasión de haber instituido nuevamente la Accademia Pontaniana de Nápoles un premio en metálico para un Manual aforístico sobre el tratamiento de las heridas por arma de fuego (la mitad del premio fue adjudicada a Louis Appia). A base de una valoración quirúrgica especial de las experiencias recogidas tanto después de las batallas de 1859 como durante la campana iniciada en 1860 por Garibaldi, Palasciano exigía que los gobiernos de los países ayudaran a la ciencia médica mediante una serie de contratos, incluso el de la “neutralización durante todo el tiempo de tratamiento de los combatientes heridos o gravemente enfermos”. Ya en 1848 había abogado por la misma idea durante el sitio de Mesina. En aquel tiempo fue recluido en prisión por rebeldía, y durante una temporada estuvo en peligro de ser fusilado.

El libro Un recuerdo de Solferino surgió el efecto buscado. El Presidente de la Sociedad Ginebrina para el Bienestar Público, el jurista Gustave Moynier (Figura 29), trató el tema en la reunión de 9 de febrero de 1863. Los miembros de la Sociedad valoraron positivamente las recomendaciones de Dunant. Crearon un comité de cinco


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Figura 30: Henri Dunant en 1860.


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personas para investigar más la posibilidad de llevarlo a cabo e hicieron de Dunant (Figura 30) uno de sus miembros. Los otros fueron Moynier (Figura 29), el general del ejército suizo Henri Dufour (Figura 31) y los médicos Louis Appia (Figura 19) y Théodore Maunoir (Figura 20). Como emblema se escogió la cruz roja. La fecha de su primera reunión, el 17 de febrero de 1863, es considerada la de la fundación del Comité Internacional de la Cruz Roja (Figura 32).

Desde el principio, Moynier (Figura 33) y Dunant (Figura 34) tuvieron desacuerdos (Figura 35). Moynier consideraba la idea de Dunant de establecer protecciones neutrales para los cuidadores imposible de realizar y advertía a Dunant en que no insistiera en este concepto. Sin embargo, Dunant continuó defendiendo su posición

Figura 31: Retrato del militar y humanista suizo Guillaume-Henri Dufour (1787-1875), por el artista Karl Friedrich Irminger. Fue uno de los cinco cofundadores del Comité Internacional para la Ayuda a los Heridos, que dio lugar en 1876 al Comité Internacional de la Cruz Roja.

Figura 32: Los cinco cofundadores del Comité Internacional para la Ayuda a los Heridos, que dio lugar en 1876 al Comité Internacional de la Cruz Roja. Arriba, de izquierda a derecha: Louis Appia, Henri Dunant y Gustave Moynier. Abajo, de izquierda a derecha: Guillaume-Henri Dufour y Théodore Maunoir.


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Figura 33: Gustave Moynier en su vejez.

Figura 35: Estampilla suiza de 2010 conmemorando el centenario del fallecimiento de Gustave Moynier y Henri Dunant.

Figura 36: Documento original del “Convenio para mejorar la suerte de los militares heridos en los ejércitos en campaña”, del 22 de agosto 1864.Figura 34: Henri Dunant en su vejez.

en sus viajes y conversaciones con políticos de alto rango y militares. Esto intensificó el conflicto personal entre ambos. Finalmente, Moynier peleó por el liderazgo del Comité y el protagonismo de Dunant quedó reducido a tareas protocolares.

El 22 de agosto de 1864 catorce estados

firmaron la primera Convención de Ginebra con el propósito de “lograr un pequeño ámbito de acuerdo universal sobre ciertos derechos de las personas en tiempo de guerra, específicamente, los derechos del cuadro médico a ser considerado neutral a fin de poder tratar a los heridos” (Figura 36).


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Figura 37: El político y economista francés Frédéric Passy (1822-1912), que consagró su vida al ideal pacifista. Creó la Liga Internacional y Permanente de la Paz para prevenir conflictos en el futuro (que fue disuelta por no poder evitar la Guerra Franco-Prusiana en 1870), La Sociedad Francesa de Amigos de la Paz”, y junto con el británico sir William Randal Cremer reunió un grupo de parlamentarios franceses, británicos, italianos, españoles, daneses, húngaros, belgas y americanos para fundar la Unión Interparlamentaria. Compartió el primer Premio Nobel de la Paz con Henri Dunant.

Figura 38: Estampilla noruega de 1961 que muestra a Frederic Passy y Henry Dunant, los ganadores del Primer Premio Nobel de la Paz.

Después de un período de olvido de más de 20 años, la figura de Dunant volvió a ser reconocida cuando Rudolf Müller, un maestro de la ciudad de Stuttgart, que lo había conocido en 1877, escribió un libro sobre los orígenes de la Cruz Roja, alterando la historia oficial para enfatizar el papel de Dunant.

El médico militar noruego Hans Daae, que había recibido una copia del libro de Rudolf Müller, abogó por el caso Dunant ante el comité Nobel. Finalmente, en 1901, Dunant recibió el primer Premio Nobel de la Paz por su papel al fundar el Movimiento Internacional de la Cruz Roja e iniciar la Convención de Ginebra. Compartió el premio con el pacifista francés Frédéric Passy (Figura 37), fundador de la Liga de la Paz y activo con Dunant en la Alianza por el Orden y la Civilización.

Al dividir el premio entre un pacifista estricto como Passy y el humanitario Dunant (Figura 38), el Comité Nobel sentó un precedente para las condiciones del premio Nobel de la Paz que tendría significativas consecuencias en años posteriores. Una sección del testamento de Nobel había indicado que el premio debería ir a un individuo que hubiese trabajado para reducir o eliminar los ejércitos o directamente promover conferencias de paz, lo que hizo de Passy una elección natural por su trabajo. Por otro lado, distinguir el esfuerzo humanitario en solitario hubiera sido visto por algunos como una interpretación amplia del testamento de Nobel. Sin embargo, otra parte del testamento de Nobel marcaba el premio al individuo que mejor realzara la «hermandad de los pueblos», que podía leerse de manera más general como trabajo humanitario como el de Dunant, conectado a la pacificación también. Muchos


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receptores posteriores del premio Nobel de

la Paz pueden entenderse enmarcados en

una de estas dos categorías establecidas en

líneas generales por la decisión del Comité

Nobel en 1901.

Fue el doctor Guillermo Rawson quien fundó en junio de 1880 la Cruz Roja Argentina.

Figura 39: La tumba de Henri Dunant.

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