a Â5 >i.h^ç (i-m) - dadun: home
TRANSCRIPT
■ri'--
‘i* .• -
.• • . -f
.'il
^ *' • ^’ ' \ r ¿f
....
ï:i-' ••i*.'■ λ'"
-’íy - i'>í . .i ííá&ijri; •
■ ■■ (' ■ 4 V ' . '■' ■ . ■ ■ K-:.'
* 1 .
; .. . ' .'" " ‘
■* •> ■
A■ •V /'
r-
sS E R M O N
AL ACUERDO DE LA REAL AUDIENCIA
Q U E E L M IE R C O L E S
DE LA SEGUNDA SEMANA DE QUARESMA
DIA 2 5 DE FEBRERO DE 1 8 0 7
PREDICÓ EN LA CAPILLA
D E L R E A L PALACIO D E V A L E N C IA
EL S r . D r . D . PA SQ U A L FITA,Inquisidor honorario de Cordoba.
SACALO Á LUZ
UN AMANTE DE LA JUSTICIA.
V A L E N C I A :
EN LA IMPRENTA DE SALVADOR FAULI, ANO MDCCCVII.
■irLlJ . / /z. t i . ' ' , . .ill âfe^4ü3A_-iJA
y ■ . ■ ■ ^ v'r. 'r : \ x s a
■ . -'v* 3"' r : :îx: ‘
r .V.U!I Ar> A ’• H Æ lif:''" ' ■ ' I
. ; ,■.V J}v«- . f V ' î i
. " I - -V ■ ’■ '■ • *■'■W -.
s r jd A •..:
ï . ■ * e w * . t r i t ï V î i u Í
-
J-V -'
/í-? i : i A 7♦rr/T-A“ ■
, n v á - j 5 ^ i4 0,-iA •,
ECCE ASCENDIMUS JEROSOLYMAMyér filius hominis tradetur Principibus Sa^ cerdotum, ^ Scribis, í y condemnabunt eum morte. M atthjkz Ca p , X X . v, i 8 .
VED QUE VAMOS Á J E R U S A L E N , y el hijo del hombre será entregado á los Principes de los Sacerdotes y á los Escribas , y lo condenarán á muerte. San Mateo &c.
EXCELENTISIM O SEÑ O R :
Viiendo Jesuchristo que se acercaba la hora de los Judíos y del poder de las tin ieb las, queriendo prevenir á los A posteles contra el escandalo de su pasión , y animarlos al oir la tempestad horrenda que iba á descargar sobre su inocente cabeza ; sabed , les dice , amados discipulos m io s ,, que vam os á Jeru sa len , en donde el hijo del hom bre será entregado á los Principes de los Sacerdotes , y en seguida á la muerte. Ecce ascendimus Jerosolymam ] Pero qué ha hecho este hom bre, Señor , para que asi le quiten el honor y la vida en un infam e patibulo l ¿Su poder no ha servido á la salud de los enferm os, y á la resurrección de ios cada veres fétidos ? ¿Su sabiduria no la ha comunicado francamente á quantos deseaban instruirse en la L ey y en los Profetas? ¿ E l mar que quebranta su orgullo contra un grano de arena j los
A
vientos que callan en el furor de sus bramidos al imperio de su v o 2 ; la, fam a de sus m aravillas, que asombra hasta las naciones idolatras y cismáticas: todos estos prodigios superiores á quantos vieron las edades pasadas antes y después del diluvio , no prueban su divinidad y el m ágestuoso caracter con que viene á la tierra?
Asi es , que ni la R elig ión , n i el E stad o , ni la L ey de M oysés, ni el C odigo de Tiberio podían argüirle de haber faltado en un ápice al cum plim iento de su obligación , com o buen ciudadano, com o hijo de Abrahan com o tributario del Cesar. Asi es , que unos testigos sobornados , unas imposturas ridiculas, una violacion declarada de todas las formalidades de un proceso ; su modestia , dulzura , hum ildad , hasta su m ism o silencio delante del Tetrarca de Galilea y del Intendente R om an o , eran otros tantos argumentos de su inocencia y m ilagros, y de la falsedad del crimen de Estado de que le acusaban sus enem igos. ¿En qué ha pecado pues Jesús para ser el objeto de la execración y del anatema ? E n nada , Señor; las pasiones son las que injustamente lo condenan. Sentábanse á la sazón en el Sanhedrin de Judea unos hombres no solo incapaces, de resistir al torrente de la m alic ia , sino poseidos ellos m ism os de los mas criminales excesos.’ L a envidia , el orgullo, la avaricia , la rabia , el respeto hum ano ; tales eran los áspides del abismo que abrigaban en su seno Anás , P ila to s , C ayfás, y demas Escribas y Fariseos, i O pueblos , vosotros' sereis sacrificados sobre el m arm ol negro de la persecución y del odio , y ni aun la autoridad de las mismas leyes podrá serviros de asilo , • siempre que esté corrompido el corazon de los ancianos de Israel! Por mas que vuestra conducta sea irreprehensible , vuestros
bienes legítim am ente adquiridos, y vuestras pretensiones arregladas al m érito ; por mas que la insolencia y atrocidad de los delitos pidan una satisfacción pronta y exemplar ; si las pasiones hablan , s.erá desatendida la justicia,, .
Qué bella ocasion esta ., Señor para sacar al publico cubiertos de infamia ciertos defectos, que no respetan ni aun á la mas alta gerarquia: tanto mas odiosos , quanto son mas funestas sus con- seqüencias. Qué ocasion para manifestar uno por uno los artificios de aquellas pasiones, ya tranquilas y agradables , ya violentas y crueles , que á nada m enos aspiran que á sentarse tam bién baxo el dosel. ¡A h! entonces conocería el hom bre mas confiado y presum ido, quan débil le ha dexado el veneno de la culpa original ; pues que á pesar de las nobles facultades de su a lm a , de los generosos esfuerzos de su corazon , y de la altura en que se halla colocado , inaccesible al parecer á los tiros de la concupiscencia, se ve m il veces obligado á humillar su cabeza baxo el yugo de la vergonzosa ley de sus miembros. Pero la brevedad del tiem po no permite dividir el discurso en tantas partes. Hablaré de una pasión sola , que fue la que mas influyó en la muerte de Jesuchristo , y de la que quizá no están libres los m ism os que resisten generosam ente á las otras. Esta es el respeto hum ano , fiera cruel, nunca mas sospechosa que quan- do aparenta piedad y caricias : tentación su til, que sin inchnar al hom bre á pecado alguno en particular , poco á poco le hace capaz de todos los pecados en g en era l: maldad hipócrita , que presenta á la vista com o legítim os m otivos de sus operaciones lo& que están m uy distantes de ser sus verdaderos resortes: pasión obstinada , que sobreviviendo á.las otras que tiranizan al hombre , solo
A 2
dexa de existir quando ya no existe el hombre. Y á la fren te , Señor , de una m ultitud de gentes prevenidas con las cavilaciones de la sofistería, con las redes del en gañ o , con los dardos de la m aledicencia 5 con el azote de la ind ignación , con to do genero dé armas para vengarse de sus supuestos agravios, de sus infundados resentim ientos, siempre que un talento perspicaz trastorna sus consejos , que una retirada oportuna m alogra sus em boscadas , ó que una m ano hábil desconcierta sus m edidas, ¿ no es de rezelar, que aun los mas fuertes se rindan á la persuasión por no ser groseros? ¿ Que aun los mas sabios sufoquen sus bellos pensam ientos por evitar la nota de presumidos? ¿Y que aun los mas íntegros inclinen la balanza donde se pesan los intereses del Estado y de la Iglesia , á merced de la afición y del partido por no parecer escrupulosos? jA h! la historia de todos los siglos, y el triste recuerdo de los inminentes riesgos que por todas partes cercan á la justicia , sin permitirle dar un paso que no esté sembrado de espinas, que le arranquen dolorosos ayes , nos hacen sospechar con fundam ento estos temores. Y si bien supongo en V. Ex.® un discernimiento fin o , un talento superior, una alma grande , capaces de rem over todos los obstáculos, embotar todas las puntas , y eludir todos los proyectos de la seducción y lisonja 5 sin embargo para evitar qualquier sorpresa , y dexar burlados qualesquier ardides del respeto hum ano, que sabe disfrazarse tam b ién , si es preciso , con la mascara de la sencillez y candor , y aun encubrirse baxo la sombra de las mism as leyes , haré ver esta ma-ñana : que el que se dexa lle v a r , arrastrado por una lastim osa debilidad , de un tirano tan poco digno de ser obedecido i el que se resuelve á no conform ar su empleo
con sus obligaciones , tem iendo mas- las mofas y dicterios del m undo , que las reconvenciones de la conciencia y de la virtud j es un traydor á la justicia que administra , y el escandalo de los pueb los que gobierna : dos reflexiones que formarán el asunto de la Oración.
Espiritu de fortaleza , que la comunicáis aun á los mas debiles para anunciar la divina palabra con dignidad y con fr u to , apartad de m i lengua este m ism o respeto hum ano que h oy com batim os : no permitáis que y o envilezca m i Ministerio con una indigna cobardia , sino que antes b ien , guardando un profundo respeto á los que juzgan la tierra, nada disim ule del severo lenguage del Evangelio.
P R I M E R A P A R T E .
E js am arga, Exm o. Señor, pero constante la verdad , de que el que vende el inestimable tesoro de las leyes por los viles intereses del respeto humano , es un traydor á la justicia que administra; porque ¿qué es ju stic ia , y qué son sus ministros? ;A h! la justicia es aquella antorcha encendida á soplos del divino Espiritu para disipar las densas tinieblas en que vivirian confundidos los hijos de Adán prevaricador , sin acertar jamas la senda de lo justo y de lo injusto , de lo bueno y de lo malo: es aquella inteligencia bienhechora enviada desde lo alto para hacer menos sensible al hom bre el m isero lugar de su destierro , por m edio de unas maxim as y preceptos , que si bien acom odados u- nos á la costum bre, genio y caracter de los pueblos en particu lar, y generales o tro s , que se im primen en toda la naturaleza á pesar de los m on
tes y los mares , que dividen los reynos y fam ilias ; siempre tienen por objeto la amable paz, y la dulce tranquilidad: e s , en f in , aquella virtud á quien el m ism o Señor manda se le erijan altares , se le ofrezcan sacrificios, y se la respete com o una im agen la mas hermosa de la D ivinidad, I Y sus Ministros qué son ? ¡ A h ! unos hombres que llevan estampado en la frente el m agestuoso sello de la integridad y pureza : que prometieron á la faz del cielo y de la tierra guardar á prueba de los m ayores trabajos y dificultades el sagrado deposito que se les ha confiado : que indiferentes á los aplausos ó contradicciones , caminan siempre con. una serenidad envidiable por el intrincado laberinto de los negocios, sin perder de vista el gran objeto de su vocacion y de sus tareas: unos hom bres , en fin , á quienes n i el rezelo de la desgracia , n i la esperanza de mejor fortuna deben im pedir jam as el que sus labios pronuncien los oráculos de la ley , ya indulgente con el p ob re , ya severa con el rico ; ya compasiva con el frág il, ya indignada con el pertinaz : de m o d o , S eñ or, que preferir el dictam en de la razón al del amor propio , hablar com o la verdad , obrar com o la prudencia , discurrir com o la sabiduría, castigar com o la l e y , y perdonar com o el m ism o D ios ; tal es la alta idea que los litigantes deben concebir de los que están sentados al rededor del trono de la justicia. ¿Y habrá m ayor tray c io n , que los que nacieron para dar la le y , se hum illen hasta recibirla de m ano agen a , comprando con verdaderos disgustos una satisfacción aparente? ¿Que los que deben ser muros de bronce y colum nas de porfido, se bambaneen y doblen com o una débil caña agitada de los vientos? ¿Que los que deben velar día y n och e, extentiendo sus cuidados por toda la Pro
vincia hasta lo interior de las se lvas, grutas y calabozos , se entreguen á un pesado sueño , por no chocar con el m undo , sus astucias y asechanzas ? ¿Habrá política mas detestab le, que los interpretes de los tiernos sentim ientos y constante voluntad de la justicia , los Sacerdotes , digám oslo asi, elegidos y consagrados por ella misma para mantener en vigor sus decisiones , y hacer temibles sus decretos , opongan á las quejas del pobre , á las opresiones del desvalido , al clamor que levanta la sociedad contra tantas m anos infieles y homicidas que la perturban y entristecen , un espiritu avasallado á las ideas y sugestiones del m undo, un anim o prevaricador contra la fe de los mas solemnes juram entos, una razón pervertida, que solo sabe negar su voto á la sencillez , al rubor, á la virtud m ism a , quando no se presentan con o - tros atavíos que los de su abatim iento , desgracia ó m odestia ?
i A h ! no Señor: lejos de V. Ex.^ para siempre, com o lo están ahora , esa inacción y te m o r , que si no se com placen en la miseria y en las injurias del prox im o, á lo menos las fom entan y perpetúan : lejos esa perspectiva risueña, pero seducto ra , que ocultando las verdaderas delicias de la virtud y del honor en el exácto cum plim iento de los deberes aun los mas secretos y h um ildes, no dexa ver otra cosa que al mundo y los hom bres con toda la pompa de su vanidad y atractivos: lejos esa pa:z funesta, que únicam ente atenta á las negociaciones y manejos del Ínteres propio, descuida de los bienes y males ágenos que pudiera hacer y remediar casi sin perder nada de su sosieg o : lejos , en fin , esa detestable filosofía, que tan enem iga de D ios á quien in su lta , com o de los horn- bres á quienes halaga ; del espíritu á quien envi-
lece , corno del corazoti á quien seduce ; »se precia de conciliar los vicios y errores con el a fecto , carácter y m iram ientos de las personas que los sugieren ó abonan. N o está en m i m ano daros lo que p ed ís, respondió el Soberano de todos los Jueces Jesuchristo en el E vangelio m ism o de este día á una madre y unos h ijo s , cuyas suplicas, sobre impertinentes y prem aturas, eran poco conformes á la equidad , y á aquel tem peram ento imparcial que exige la distribución de los premios y honores : non est meum dare vobis. Si el am bicioso pues intenta levantar el soberbio edificio de su codicia sobre las ruinas del rustico albergue de la viuda y del huérfano , ó beberse la sangre del labrador y del artesano , victim as degolladas á manos de la necesidad y del m onopolio ; respóndale V. Ex.^ : D ios no m e ha dado poder para arrancar del seno de una fam ilia bienes que le pertenecen por el trabajo , ó la sucesión de sus padres , n i para detener el curso de los preciosos ríos de la abundancia y de la industria : non est meum dare vobis. Si el poderoso se empeña en perseguir al inocente porque resistió contribuir á sus criminales deseos , ó porque lleva el nombre de unos abuelos , cuyos supuestos agravios no se . creen todavía bastante satisfechos ; respóndale V. Ex.^ : D ios no m e dió autoridad para perpetuar los rencores, haciéndom e sordo á los gem idos y defensas del p ob re , y del que nunca heredó el crimen de sus padres: non est m tum dare vobis. Si el Eclesiástico ó Religioso alegan la infam ia del castigo publico de alguno de sus deudos , ladrón ó asesin o , com o ultim a ancora para salvarlo del naufragio que le e s p e r a r e s póndale V. Ex.^ : Q ue la ignom inia solo está afecta al delito y al agresor ; que la razón , la naturaleza y la ley no miran con horror y desprecio si
no á la culpa y al delínqüente ; y que asi no está en su arbitrio conmutar la pena , dexandola en todo su rigor únicam ente para el infeliz que no logra contar en su fam ilia algún pariente dedicado al tem plo ó al claustro : non est meum daré vo- bis.
i O maxima digna de tal M aestro, quién pudiera llevarte en triunfo por todos los Estrados I ¡ Quién pudiera salvarte de las injurias del tiem po y del olvido 1 Porque, S eñ or, el mundo Christia- no ya no es aquella sociedad de hombres que vio la Iglesia en sus primeros y alegres d ias, en la que un solo lazo , el de la caridad , unia muchas voluntades ; un solo esp ír itu , el de D ios , animaba m uchos cuerpos ; una sola virtud , la de la Religión , era sem illa fecunda que producía m il virtudes : en la que sin juram entos, escrituras , testigos , cárceles n i verdugos brillaba la buena fe en los tra to s , la fidelidad en los m atrim onios, la educación en los hijos , la paz en las fam ilias , la lealtad en las amistades , el perdón de las injurias, el amor á los enem igos ; sino una sociedad en donde las trayciones, antipatías , crueldades , discordias, el odio en el p ech o , y el puñal en la m ano; la urbanidad en los lab ios, y la venganza en el corazon i la m en tira , el fraude , todas las pasiones se disputan el funesto im perio, la triste gloria de hacernos olvidar el siglo de oro de nuestros mayores. Por lo m ism o debemos suponer su propensión al m a l, y su destreza en ocultarlo ; su desprecio aun de la ley natural , que el dedo de D ios grabó en sus almas , autorizado con la interpretación , opiniones , ó ignorancia de las leyes de los hombres ; su audacia en escalar el santuario de la justicia al abrigo del disimulo y del favor ; su atrevim iento 5 en fin , en creer á V. Ex.^ tan dispues-
B
lOto á proteger con su voto la iniquidad , 6 i desentenderse del castigo , com o lo están ellos para com eter aquella con sus obras , ó evadirse de este con importunaciones y empeños.
En coyunturas tan criticas y frequentes ¿qué recurso le queda á V. E x / ? N o otro que el de cerrar las puertas del corazon á la falsa piedad , y á la v io le n c ia de las intrigas y parcialidades^: negar los oidos al ronco sonido del terror, ó a la voz lisonjera de las promesas y halagos: considerar que si los hombres , aun los mas m alos , nos pueden libertar del oso y del tigre , solo V. Ex.® puede libertarnos de los hombres m alos , peores que el tigre y el oso : corresponder , por ultim o , á los sublimes designios de la justicia , que por eso escogió á V. Ex."- entre m uchos que la servirían fielm ente , para executor de sus derechos y organo de sus decisiones; porque previo , que con tan acertada elección , no solo nada tendría que tem er de sus enem igos , sino que recibiría los mas puros holocaustos y hom enages, que pudieran tributarle la gratitud y el amor. D esentenderse , Señor , de estas m axim as, y de otras m as exquisitas que la experiencia y sabiduría han depositado en sus m anos para herir con ellas , com o con otros tantos dardos , al respeto hum ano siempre que intente profanar el sagrado de la ju stic ia , es olvidarse los Ministros del beneficio de su vocacion , y de las gracias vinculadas á su cabal desempeño ; es ofrecer con m ano sacrilega á los D ioses de la tierra el incienso que solo se debe al D ios del c íe lo ; es gran- gearse la aversión , y las amargas reconvenciones de la misma ju stic ia , que ya desde el vientre de su m adre los señaló con la gloriosa divisa de protectores y centinelas incorruptibles algún día de su h on or, pureza y veneración : reconvenciones, que
al paso que justifican su do lor , y le merecen el sentim iento y compasion de los extraños , agravan la traycion de sus hijos predilectos , y descubren todo el horror de su perfidia.
E n efecto , Señor , quando y o m e figuro unos Ministros fluctuando entre la veleidad y constancia ; levantando sus ojos á D ios para el acierto, y fixandolos luego en las criaturas para su obsequio y cariño ; olvidados de sí mismos por atender á un extraño ; resueltos á declararse contra la providencia que los conduxo á la cumbre de su elevación , por esperar otras mayores de la lisonja y del favor; infieles, por u lt im o , á las sublimes funciones de su vasto destino ; m e parece ver á la justic ia , que bañada en lagrim as, y con m ayor sentim iento que allá Cesar en la traycion de su hijo, exclam a penetrada de dolor : Tu quoque fili mihì. ¡Rebeldes 1 ¿no bastaba que los libertinos m e declarasen la guerra quando y o les procuro la paz , y que los insensatos despreciasen mis desvelos quando y o trabajo en su alivio : no. bastaba ser el juguete y la burla de un procurador desidioso , que bien avenido con los apremios , hace eternos los litigios ; de un Jurista caviloso , que por lucir el fausto de su fa m ilia , apaga la luz de mis verdades ; de un Relator astu to , que espia los m om entos cr íticos, los días mas ocupados , para que yo no oyga ni m e entere del principio , progresos y conclusión de los expedientes ; de un Agente doloso , que com prom etido á dos partes, m antiene á la una con esperanzas , mientras aplica á la otra todo su influxo : no bastaba , rep ito , verm e insultada y perseguida de los extraños , sino que tam bién vosotros mis hijos queridos, á quienes distinguí con mis finezas sobre el resto de los demas hom bres , á quienes entregué sin reserva las llaves
B 2
de rais tesoros , á quienes constituí en cierto m odo los arbitros de la estim ación y de las costum bres publicas ; tam bién vosotros os atreveis á rasgar mis vestiduras , á despedazar e l seno que os a lim en tó , y á clavar el puñal en un corazon que os amaba , y esperaba igual recompensa del vuestro : tu quoque fili tnihí ?
Espíritus pusilánimes , si no teneis valor para romper las barreras que entre vosotros y los pretendientes levanta el respeto hum ano ; si no teneis pecho para hacer frente á los injustos opresores de la v ir tu d , ó á los patronos todavía mas injustos del crimen ; levantaos de las sillas que inutilm ente ocupáis : id al tem plo donde reside la justicia , y allí á los pies de sus augustas aras , llenos de confusion y vergüenza , dexad la espada, el bastón y la toga , esas insignias de autoridad y de honor que os había en tregad o , persuadida á que jamas seríais traydores á su confianza. ¿Pero y o . S eñ o r , contra quienes hablo? ¡Quán en vano he declamado 1 La fe protectora de la justicia , cuyas poderosas inspiraciones y santos recursos conserva V. Ex.^ intim am ente grabados en el alm a : la fe separa con mano misericordiosa á este respetable Senado del numero de unos hom bres, oprobrio de la judicatura y escandalo del mundo.
S E G U N D A P A R T E .
S í Señor: el escandalo, este es el segundo eslabón de la pesada cadena que arrastran los miserables esclavos del respeto humano. En e fe c to , quando un Ministro debe parecer extrangero en el rey- no de la fortu n a , y no presentarse jamas sino acom pañado de aquella gravedad y circunspección, que
son com o los guardas fieles de su dignidad , ¿qué dirán los pueblos , si le ven confundido con la m u ltitu d , tributando importunos homenages al valim iento del poderoso , y arrimándose á una vana sombra de grandeza , cuya m ovilidad le és imposible fixar? Quando un Ministro debe levantar la voz con v ig o r , acreditando el poder de que está revestido , y la justicia del voto que pronuncia, ¿qué dirán los pueblos si le ven pálido , azorado, indeciso en resolver y firm ar, y contando mas con las ideas y deseos ágenos, que con la luz y la rectitud de sus intenciones propias? Quando un Ministro debe vivir en la feliz situación de una dichosa independencia, respetado com o una deidad siempre necesaria á los hombres , sin que ella necesite de sus socorros, ¿qué dirán los pueblos si le ven tem blar al eco de una palabra , y quebrar el bastón en obsequio del idolo que lo domina ? Desengañémonos , Señor , todas las V illas, todas las Ciudades , todos los O rdenes, todos los Estados tienen puestos los ojos en los interpretes y executores del derecho: á su poder confian la extinción de la llam a voraz de la discordia ; con su vigilancia se prom eten el fin de los litigios é impertinentes recursos ; de su zelo esperan que ni los niños de día, n i los mozos de noche , ni los padres en las horas consagradas al culto turben el sosiego y tranquilidad de la república con juegos , armas y borracheras , que exponen á perderse á los mas pacíficos , y á insultar la dignidad de los mas condecorados. Si el respeto humano , esto es , si el tem or de no complacer á u n o s , ó de malquistarse c o n o t r o s , se tr a g a , com o un m onstruo devora- d o r , estas lisonjeras esperanzas ; claman los ofendidos : sus tristes quejas se com unican con la velocidad de un rayo de uno á otro pueb lo , de uno
á otro barrio : saben los m ontes y los valles lo que pasa en las Audiencias , lo que se tolera en las Ciudades : todo él m undo se asombra , y todo el m undo se escandaliza viendo convertida la luz en tinieblas-, la ’fuente de aguas puras y saludables en un m anantial de corrupción y de muerte , y en enem igos crueles á los A ngeles tutelares.
E n efecto , Señor, qué escandalo para las tribus de Israel, quando S:üom on, despues de edificar al D ios de sus padres un T em plo el mas suntuoso que jamas vieron los siglos , consiente en levantar, levanta él m ism o aras á M oloch y Cam os por complacer á sus concubinas de Idumea y Sidon. Qué escandalo para Babilonia , quando D ario convencido de la santidad y sabiduria de D a n ie l, lo arroja á las garras de los leones por tem or á las infam es delaciones de los Satrapas de Persia. Qué escandalo para G a lile a , quando Herodes , en vez de respetar los consejos del B au tista , m ancha sus manos con la sangre del justo por no contristar á una adultera. ¡Tem blad M inistros: instruios ahora los que juzgáis la tierra! porque si n o , los,subditos sabrán restituiros los exemplos de vuestra flo- xedad , tim idez ó m alicia ; ofrecerán en sus cam pos y hogares el m ism o espectáculo que han visto representarse en el alcazar de la justicia ; sus m urm uraciones, sus satiras , sus desprecios, con- seqüencia forzpsa de vuestra conducta y operaciones , subirán com o un hum o pestilente hasta el trono del A ltísim o ; y el D ios Santo , que ha jurado perder al que escandalizare al menor de sus herm anos 5 derramará todo el cáliz de su indignación sobre voso tro s , vuestros protectores y am igos, cóm plices también, en el delito que os condena.
¡Terrible predicción, Señor! pero inevitable y justa. E l hom bre es naturalm ente propenso á im i
tar á sus semejantes , sirviéndole las operaciones agenas de norma y pauta para las suyas ; de aquí los-progresos de la maldad y de la v ir tu d , con sola la d iferencia , que una acción mala, puede pervertir á m u ch os, -quando para santificar á uno apenas bastan m il buenas. Una acción m ala cunde y se propaga, excediendo las mas veces los .discípulos al m aestro , las copias al or ig in a l, quando una buena se debilita con el transcurso de los añ os, igualando rara vez sus seqüaces é imitadores el m odelo que se propusieron. Á esto se añade, que si el contagio viene de donde se esperaba la sa lu d , y el delito de la m ano m ism a que debia reprimirlo, entonces el trastorno es g en era l, y la impresión casi im posible de borrar. Supuestos estos elem entos , aun de la moral pagana , ¿qué estragos no causará en las conciencias el escandalo de un Tribun a l, quando semejante á un rio que rompe las margenes , inunda toda la P rovincia , y aun mas allá de sus térm inos? ¿Quando su m em oria se perpetua m anteniéndose mas viva ál paso que mas debia a- cercarse al sepulcro del olvido ? i Quando no solam ente injuria á D ios , sino que enseña á otros el cam ino de injuriarle tam bién? ¿Quando el m ism o contraste entre la fealdad de este pecado, y el esplendor del padre que lo engendra; entre el mortal tosigo que se b e b e , y la m ano noble que lo prepara , inspiran m ayor libertad y relaxacion en los que ven ú oyen esta tragica escena ? ] A h ! preciso es , rep ito , que cayga entonces todo el peso de la m aldición eterna sobre los autores y apologistas del cscandalo : peso tanto mas sensib le, segú n el pian y econom ia de los. castigos eternos, quanto fueren m as y mas amargos los frutos de su iniquidad , mas y mas aventajados los discípulos de su prevaricación.
Parecerá, Señor , que arrebatado en alas de un fervor demasiado im petuoso, me transporto á las sombrías regiones de la severidad y del rigor , de- xando atras aquella mansedumbre, que debe distinguir á los Ministros de un D ios de paz y de caridad. i Ó! no permita el cielo que y o siga otro rumbo , ni otras huellas que las que nos dexó estampadas el m as amable de todos ¡los hombres Jesu- christo ; pero y o abro las santas Escrituras , consulto los Padres dé la Iglesia , y veo , las horrorosas pinturas y comparaciones que hacen , los anatem as que fulm inan contra los que encargados del destino de las g e n te s , y por lo m ism o asociados al ministerio de piedad y justicia del Legislador supremo , olvidan las reglas de equidad , fortaleza y z e lo , por seguir las de la adulación , negligencia y capricho: tiendo la vista por el inmenso espacio de los s ig lo s , y veo millares de generaciones llorando aun en sus nietos y descendientes las desgracias que les transm itieron unos abuelos , indignos de haber manejado las riendas del gobierno, y de que la posteridad lea sus nombres en los fastos de la Jurisprudencia; y de todo con clu yo : Luego el respeto humano en los superiores es un pecado de escandalo de- los que mas ofenden é insultan á la providencia ; de los que mas alteran y trastornan la república; de los que mas irritan y alar^ man el cielo y la tierra; y de ios q u e , pues es preciso que existan , ¡ ay I de los que los alim entan y mantienen.
Pero ¿y e l m u n d o , dirá V. E x .* , esos hombres entregados al delirio de sus. interminables deseos con que todo lo emprenden ; á la aspereza de sus modales groseras con que todo lo acibaran; á la
. altivez de; su decantada prosapia con que todo lo atropellan; á la baxeza de sus indignos rendiniien-
ros con que todo lo solicitan? ¿Y el m u n d o , esos hom bres, que si bien importunos y fostid iosos, que no distinguen entre el descanso y trabajo , es preciso recibir con agrado ; que si bien tercos y caprichudos , que ni aun á la evidencia ced en , es necesario convencer con blandura ; que si bien indigestos y esquivos, que no sufren la menor repulsa, quieren ser tratados con indulgencia ; que si bien traydores y fem entidos, que encubren sus asechanzas , conviene disimular su m alicia ? ¿ Y el m undo, esos hombres opuestos y encontrados en sus sentim ientos y en el m odo de expresarlos; en sus intereses y en el rumbo para adquirirlos; en sus rencores y en el arte de paliarlos ; en sus partidos j en el ardid para salir triunfantes; y solam ente unidos y acordes para socavar á viva fuerza ó con estratagemas el hermoso palacio de la verdad y de la razón , siendo tal vez los primeros en apresurar su ruina aquellos en quienes estriban la pureza de un in form e, la confianza de una escritura, la exactitud de una declaración, el zelo de una pes- q u iza , la fidelidad de una sumaria , la subsistencia y honor del edificio m ism o? ¡A h í ¡tan fácil es caminar sin tropiezo entre tantos derrumbaderos , salir sin sangre por entre tantos enem igos, permanecer inmutable en m edio del violento torbellino de tantos humores , genios y cavilaciones!
C onfieso , Señor , que es triste la memoria de estas reflexiones , que oxala no tuvieran mas realidad que la que finge un su eñ o: confieso que este lugubre quadro de la miseria humana expuesto continuam ente á su vista , añadirá nuevas am ar- -guras á las que ya lleva consigo la toga: confieso que se chocan unas con otras las olas de este mar embravecido de las pasiones , á cuya violencia ha sufrido m il naufragios la justicia , haciéndose fa-
C
mosos los del respeto hum ano ; ¿pero deberé yo dar reglas de constancia y prudencia, señalar rumbo para huir de los esco llos, é inculcar la precaución y vigilancia á V. Ex.^ tan experimentado , tan instruido en la m ultitud y diversidad de peligros que á todos vientos le esperan , y en el m odo de evitarlos, ó convertirlos en su propia libertad y salud? ¿Y o, que por inclinación y caracter estoy tan distante de sondear los profundos abismos de la m alicia del mundo , de correr el dilatado cam po de sus perversas inclinaciones , y de dictar cánones políticos que concillen la inflexible severidad del Oficio con las atenciones y miramientos debidos particularm ente á cierta clase de personas? Sin embargo diré algo en cum plim iento de m i m inisterio, y para tranquilizar ese corazon digno de mejor suerte , y por desgracia agitado de sinsabores y tristezas.
Suplicarán , Señor , los am igos ; pero tenga V. Ex.* presente , que estos mas suelen serlo de la dignidad que de la persona : en num ero m uchos, en la realidad pocos, virtuosos raros; finos y constantes en la proj>peridad, ingratos y desertores en la desgracia. ¡O hermosa am istad, hija del cielo, cóm o te ha desfigurado el Ínteres, que apenas e- res conocida sino por el nombre! Amenazarán los vengativos ; pero acuerdese V. Ex.^ que sus saetas envenenadas se vu e lv en , rechazadas por una mano invisible , contra el m ism o que las dispara , de- xando intacto el objeto de su encono. ¡O rabia, parto del abism o , nunca lograrás que la hiel de tu boca livida anuble la serenidad del rostro contra quien la escupes 1 Ofrecerán los ricos; pero no olvide V. Ex.^ que son inconstantes sus recompensas, P9rque inconstante es el hombre que las promete, i O riquezas, quién pudiera quitaros ese brillo apa
rente con que intentáis deslumbrar la vista mas perspicaz ! Murmurarán los descontentos ; pero qué im* portan á V. Ex.* sus dicterios vagos delante de los hom bres, desmentidos por la admiración y el aplauso que esos mismos tiranos de su fam a se verán precisados á tributarle en secreto y delante de Dios. ¡O fuerza de la verdad , quando triunfarás de la m entira, haciendo que los labios vayan acordes con el corazon l Estrecharán las damas ; pero ya sabe V. Ex.* que es poco persuasiva una retorica , que las mas veces solo consiste en flores y adorno. ¡ O gracias encantadoras del otro se x o , quándo dexa- reis de sorprehender con artificios un corazon que fue criado para unirse al vuestro I Se presentarán por ultim o ( y este sí que es apuro el mas sensible para un hombre publico) ciertos lances críticos , en que la ignorancia de u n o s , la m alicia de otros ; un D ios que parece retira sus gracias ; un m undo que en realidad publica sus sospechas ; ciertos incidentes que se unen tam bién al plan de esta conspiración : todo se declara contra las mejores intenciones de un Juez aun el mas integro y prudente. V ive bien , y lo interpretan m al ; estudia á la luz de la verdad , y el soplo del error la ofusca , quando no la apaga ; trabaja en salvar la fam a y la hacienda del proximo , y suele perder el honor y los intereses propios por el mismo cam ino que procuraba Ubertar los ágenos. Pero no tem a V. Ex.* : dos palabras solas de esa sublime filosofia, que baxó de lo alto con Jesuchristo á la tierra , dilatarán su p ech o , amable objeto siempre de la virtud ; aunque blanco odioso alguna vez del vicio. Las espinas , dice , de la tribulación se convertirán en rosas de consuelo y alegria. Si es afrenta , es afrenta gloriosa verse á los pies del crimen con todas las apariencias de esclavo su y o , por ha-
C 2
ber defendido lás leyes del Soberano, y el Evangelio de Jesuchristo. La verdad vendrá algún dia al través de tantas nubes com o la han eclipsado, á manifestarse en todo su esplendor : ahora es el tiem po de la prueba y del com bate , mañana será el de la corona y del premio. \ O Religión santa, tú enseñas , aunque h um ilde, lo que no pudo enseñar la orgullosa sabiduria del siglo : tú sola das al alma aquella elevación , resortes y soberanos impulsos , que no experimentaron los heroes del Areopago y del Capitolio 1
Fuera de e s to , ¿qué exemplos no nos suministran las santas Escrituras contra el respeto humano , bien se presente formidable ó risueño , bien con el laurel ó la espada ? Halagüeña y hermosa era la muger de Putifar ; atenciones se merecia su casa en la corte de Faraón ; nada menos que un calabozo ó la muerte debían -seguirse al desprecio de sus ternezas, que mas expresivas no las v ió jamas el amor : sin embargo un gallardo joven hebreo resiste generosamente á las ventajas y repetidas caricias de su Señora, que indignada podia perderlo , y correspondida hacerlo feliz. T osco é im placable era Nabucodonosor ; sus ordenes, aun las mas ridiculas , llevaban delante de sí la triste inscripción de obedecer ó morir : sin em bargo tres mancebos ni aun se dignan mirar la estatua que se les manda adorar , y pretìeren las llamas al barbaro edicto del Principe Caldeo , por no manchar co a una indigna apostasia la gloria de la estirpe ilustre de Jacob. Otros varios sucesos, aun de la historia profana , acreditan del m ism o m odo quan poco valen cada una de las, pasiones , ni conjuradas todas , .para abatir ó exáltar un corazon recto con temores y esperanzas que se estrellan contra el sepulcro ; ni para obligarle á que á la viva impresión
de aquellos exemplos de intrepidez christiana que edifican , y que debe d ar, substituya la de los de relaxacion y debilidad mundana que escandalizan, y que siempre se deben omitir.
¿Y será posible , Señor, que quando Josef,A n a- nias , Misael y Azarías , unos infelices marcados con el hierro de la esclavitud , baxo el dom inio de la impiedad y del terror, y con el cuchillo á la garganta , asi arrostran los peligros , desprecian las comodidades , presentan á su siglo y á los venideros exemplos tan ilustres de edificación y alabanza, V. Ex.^ en la cumbre del honor , teniendo en sus manos las llaves de la vida y de la m u erte , en el reynado de la ju sticia , y baxo los auspicios de unos Ministros atentos siempre á mantener su gloria y prerogativas, vacile entre el testim onio fiel de su conciencia y lasiniquas persuasiones de la agena; entre D ios y el hom bre , arrojándose por ultim o en los brazos de este con asombro y escandalo de los que no esperaban semejante preferencia, indigna de la nobleza de un ser inm ortal? Aun mas: ¿será posible , que despues de mirar V. Ex.^ con ceño el oro y la plata que le ofrecerán quizá manos insolentes y atrevidas ; despues de arrojar la copa del deleyte •que le presentará la sensualidad con todos sus atract iv o s ; despues de negarse á las diversiones, al des- ■canso y al sueño por mantener siempre viva la lam - •para del zelo ante la im agen de la justicia ; despues de dar á esta Ciudad y su R eyno los mas bellos exem plos de m oderación, desinteres y pureza , virtudes que tanto v a len , y que tantos sacrificios cuestan al corazon el adquirirlas y poseerlas en el grado eminente en que se hallan en V. Ex.'* , se rinda ese m ism o corazon á un fantasm a, una ilusión , una som bra, un delito que no tiene aliciente ni dulzura, al respeto hum ano ? ¡ A h ! no es posib le, y el dudarlo
so lo seria agraviar la irreprehensible conducta de V. Ex.*; seria ignorar el augusto caracter de un Monarca , que no escoge para partir con él los cuidados del gobierno sino á sus mas fieles vasallos.
L o que sí no dudo es , j con qué dolor lo pronuncio! que si en algún lance se jacta el respeto hum ano de poder abatir, la constancia de un Magistrado; vosotros C hristianos, quantos teneis am igos, negocios , parientes , vosotros sois los que le suministráis las arm as, los que lo conducís por la senda de la victoria , los que ya anticipadamente cantais el triunfo : ¡ ah ! si pudieran contarse los pasos, traslucirse los proyectos , ajustarse las com binaciones desde las primeras lineas de un proceso criminal ó civil: si pudiéramos ver sin horror á la opaca luz de las estrellas lo que pasa en la noche v is- pera de una sen ten cia , quando el vil coh ech o , la atroz calum nia, la insaciable codicia , la solapada astucia , com o otras tantas fieras , cercan la casa de un Ministro , y se introducen hasta su gavinete sin ser conocidas: entonces confesaríais, que el fuego que amenaza alguna vez abrasar los Tribunales, no se enciende en las mismas Audiencias ; sino que viene de afuera, com o un rayo disparado de la densa nube que forman las condescendencias de la política , los vínculos de la carn e, los oficios recíprocos de la sociedad, mal entendidos y peor empleados: entonces confesaríais, quiero d ecir , que vosotros sois los que envenenáis la conciencia de los superiores , los que los arrastrais contra su voluntad al precip icio; los que en Lacedem onia os hubierais gloriado de derribar á los Licurgos , en Atenas á los Aristides , á los Catones en R o m a ; y los que si aquí en Valencia desconfiáis de iguales fuerzas, es porque las que la Religión suministra á este Real Acuerdo para su honor y virtud , exceden á las que pu
diera daros la malicia para vuestra perdición y ruina. j Crueles ! ¿ quándo poseereis un corazon de buen consejo para desengañar á los litigantes temerarios, á los disolutos incorregibles ? ¿ Quándo dexareis de jactaros de la protección de esos D ioses de barro, baxo la qual confiáis la impunidad de vuestras omisiones y delitos? ¿Quándo borrareis del libro de la m entira la perniciosa maxima de que el respeto iiU' m an o , lejos de envilecer el entendim iento y el espíritu , se hermana con la prudencia, la compasion y las flaquezas de la humanidad? ¡A h ! ya es tiem po, y ninguno mas oportuno que el presente, en que la Iglesia se prepara á llorar los estragos del respeto hum ano en la muerte de su amado Esposo.
Sacudamos pues C hristianos, el yugo de esa inveterada costum bre de librar el feliz éxito de nuestras solicitudes mas bien al influxo y patrocinio, que á la verdad y misericordia. Rasguem os la fatal venda que nos ha im pedido iiasta aquí ver el resplandor herm oso de la justicia ; y pues todos som os interesados en el cum plim iento de sus leyes ; de los labios de todos sale un grito universal y uniform e que pide el castigo de los delinqiientes, el amparo de los desvalidos , la salud de la patria, el honor de la Religión : no pongamos obstáculos y asechanzas al cum plim iento de estos sagrados deberes. D exem os correr libres á los Ministros quando van á decidir sobre el honor , el ínteres ó la vida. Im plorem os, si que- reis, el cred ito , la autoridad, los respetos de los Prelados, Xefes y Grandes ; pero sea unicamente para cortar el nudo de esas discordias , que en los pueblos y villas particularmente se perpetúan de una en otra generación ; para descubrir á los pobres el im portante secreto de ser felices en m edio de una numerosa fam ilia ; para arrancar la raíz de tantos males com o afligen á la humanidad j para hacer que
el ocioso sentado baxo el árbol de la libertad , no com a el pan que otro gana con su honesto trabajo; para estorbar que en las calles y cam inos se vean tantas cruces , funestas señales del asesinato y del robo ; para hacer reynar, en fin , la justicia sobre el Ídolo del respeto humano.
¡Ah! si los Judíos lo hubieran hecho a si, valiéndose del nombre y m agestad del Cesar para absolver y no condenar al ju sto , ni Pilatos hubiera dexado impunes los delitos de Barrabás abriéndole las puertas del calabozo; ni Jesuchristo nos diría h oy por su E vangelio , que iba á morir inocente : Ecce ascendimus Jerosolymam ^ c. Y si nosotros lo hacem os a si, dexan- do seguir á los Magistrados los impulsos de su corazon naturalmente propenso al acierto y al orden , ni la justicia tendrá que llorar la menor traycion de su parte, ni sus exemplos servirán de escandalo á los inferiores y subalternos. ;Gran D i o s I . . .Pero basta. La alta penetración de V. Ex.' suplirá lo que om ito por no ser mas m olesto: y pues sobre el m agestuoso solio donde V.Ex.^exerce la autoridad de D ios , y executa las ordenes del M onarca, descansa el espíritu de sabiduría y de forta leza; sepa el m u n d o , que si aun se o- culta en otras partes baxo el m anto real de la justicia alguno de aquellos traydores que se valen de su nom - bre y poder para servir im punem ente á sus pasiones; a'T¡unode aquellos escandalosos que inficionan y matan con el cáncer contagioso de sus exem plos, V. Ex.^ fiel á su vocacion , á la gracia del R ey y á la gloria del E stad o , sabe y sabrá vengar tantos insultos , ofreciendo á la justicia un culto religioso el mas agradable á sus ojos ; y presentando á los pueblos una serie de acciones heroycas, las m as dignas de la im itación y del aplauso. A si sea.
Imprimase : Aicart»