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  • STEPHEN BAXTER

    LAS NAVES DEL TIEMPO

    NOVA

  • x i t o

  • Ttulo original: The Time ShipsTraduccin: Pedro Jorge Romero1 edicin: noviembre 1996 Stephen Baxter, 1995 Ediciones B, S.A., 1996 Bailn 84 - 08009 Barcelona (Espaa)El autor y la editorial agradecen el consentimiento de los albaceas literarios de la herencia de H. G. Wells, para poder usar los personajes y la trama de La mquina del tiempo y otras obras de H. G. Wells. La mquina del tiempo,El relato de Plattner y otras obras de H. G. Wells tienen copyright de los albaceas literarios de la herencia de H. G. Wells.

    Printed in Spain ISBN:84-406-6788-4 Depsito legal: BI. 1.923-1996Impreso por GRAFO, S.A. - Bilbao

    Digitalizacin y primera correccin de ch0kl0 - Agosto 2003

  • PRESENTACIN

    En 1888 Herbert G., Wells public una primera narracin sobre el viaje en el tiempo. Lo hizo en el Science School Journal y su ttulo era THE CHRONIC ARGONAUTS (Los argonautas del tiempo). Trataba sobre una mquina del tiempo concebida por un cientfico llamado Moses Nebogipfel, quien utilizaba su invento para viajar al pasado y cometer un asesinato. Algo de esa historia no deba de gustarle al mismo Wells, y la narracin fue reescrita varias veces hasta que en 1895 se public la novela que hoy conocemos con el ttulo de LA MQUINA DEL TIEMPO. En ella un ahora innominado Viajero se traslada al futuro (en lugar de al pasado) para constatar personalmente la escisin de la humanidad en dos grandes grupos (o tal vez dos especies derivadas de la humana...): los intiles y ociosos Elois y los trabajadores y peligrosos Morlocks.LA MQUINA DEL TIEMPO es hoy un clsico indiscutible y una de las muestras de la ms aeja ciencia ficcin. En realidad, Wells utiliz muchos de los temas, novedosos entonces, que la ciencia faccin ha desarrollado despus: el viaje por el tiempo, la invisibilidad, la investigacin y manipulacin biolgicas, la invasin extraterrestre, etc.Cuando en 1995 se cumplan cien aos de la aparicin de la clsica novela de Wells, un nuevo y brillante escritor britnico, Stephen Baxter, publicaba LAS NAVES DEL TIEMPO, la continuacin autorizada de LA MQUINA DEL TIEMPO. En 1996, en el cincuentenario de la muerte de H. G. Wells, nos sentimos orgullosos de rendir un merecidsimo homenaje a uno de los indiscutibles padres fundadores del gnero, con la publicacin de la edicin espaola de LAS NAVES DEL TIEMPO (NOVA xito, nmero 11).Stephen Baxter, la nueva y gran estrella de la ciencia ficcin britnica, ha recibido una clida acogida de la mayora de la crtica y los lectores. Revistas de gran difusin, como New Scientist, no tienen reparos en considerarle el sucesor de Arthur C. Clarke y un igual de Isaac Asimov y Robert A. Heinlein:Arthur C. Clarke, Isaac Asimov, Robert Heinlein y unos pocos ms tuvieron xito en su empresa. Ahora Stephen Baxter se une a ese reducido grupo capaz de escribir una ciencia ficcin en la cual la ciencia no tiene errores y leer las extrapolaciones proporciona un delicado placer, admiracin y entretenimiento. La reaccin que se obtiene es esa a la que se refera C. S. Lewis cuando calificaba la ciencia ficcin de nica droga genuina capaz de expandir la conciencia.Baxter se form como matemtico en Cambridge, obtuvo el doctorado en Southampton, y hoy trabaja en las tecnologas de la informacin. Su obra se inscribe en esa ciencia ficcin llamada dura como derivado del trmino ingls hard que se asigna a ciencias como la fsica, la biologa, la qumica y, tambin, a sus aplicaciones ingenieriles. Baxter cuenta ya con media docena de novelas entre las que destaca una compleja serie en torno a una curiosa especie, los xeelee. La saga, concebida como una interesante historia del futuro, se inicia en RAFT (1991), primera novela de Baxter, para seguir en TIMELIKE ETERNITY (1992), FLUX (1993) y RING (1994). Hay tambin otras obras de menor extensin como CITY OF GOLD y diversos relatos sobre los xeelee que muy pronto se recogern en una antologa prevista para 1997.En 1993 Baxter public su primera aproximacin y homenaje a los clsicos de la eiencia ficcin con la novela ANTI-ICE (1993). Se trata de una epopeya steam-punk (algo as como cyber-punk, pero con la tecnologa correspondiente a la mquina de vapor), situada en una Tierra alternativa. Homenaje explcito a Julio Verne, incluye aventuras, romance y mucha diversin, con descripciones de naves espaciales propulsadas por vapor que recuerdan directamente el Nautilus de 20.000 LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO.Tras el homenaje a Verne, no poda faltar un trabajo parecido de Baxter sobre la obra de Wells, al fin y al cabo britnico como l. LAS NAVES DEL TIEMPO es una novela brillante, continuacin de LA MQUINA DEL TIEMPO de Wells a la que no desmerece en absoluto. La opinin de un experto tan cualificado como Arthur C. Clarke resulta, como l mismo advierte, casi blasfema:

  • Casi me siento tentado a decir (y s que es una blasfemia) que la continuacin es mejor que el original.Pero es lgico que as sea. Baxter ha escrito el relato de las nuevas aventuras del Viajero del tiempo de Wells a la luz de la ciencia y la ciencia ficcin defines del siglo XX. Un siglo en el cual los conocimientos cientficos y las realizaciones tecnolgicas han superado en mucho las mejores expectativas del siglo XIX desde la teora de la relatividad hasta el descubrimiento de la estructura en doble hlice del ADN, pasando por la mecnica cuntica; y desde la energa nuclear hasta las tecnologas de la informacin, pasando por la conquista del espacio, nuestro punto de vista sobre el universo y sobre nosotros mismos ha cambiado. Eso es lo que refleja, con gran habilidad y brillantez, Stephen Baxter en esta interesante y sugerente novela.

    LA MQUINA DEL TIEMPO de Wells finalizaba con el retorno del Viajero al futuro y precisamente as empieza Baxter su narracin. En LAS NAVES DEL TIEMPO, tras despertar en su casa de Richmond la maana posterior al retorno de su primer viaje al futuro, el Viajero de Wells, apesadumbrado por haber dejado a Weena en manos de los Morlocks, decide embarcarse en un segundo viaje al ao 802.701 para rescatar a su amiga Eloi.Al avanzar hacia el futuro y llegar al ao 600.000, descubre que las cosas no son como en su anterior viaje. Al encontrarse con la esfera Dysson construida en torno al Sol por los Morlocks, altamente evolucionados a inteligentes, el Viajero constata que su mquina y su anterior viaje han alterado el futuro al crear nuevas realidades. El futuro es distinto, y el Viajero resulta irremediablemente atado a las paradjicas complejidades del viaje a travs del tiempo. En su intento desesperado por restablecer el primer futuro conocido decide viajar al pasado (acompaado accidentalmente por un Morlock) para encontrarse consigo mismo y ser detenido despus por un grupo de viajeros temporales procedentes de un 1938 en el cual Inglaterra lleva 24 aos en guerra con Alemania...Y se es slo el inicio de una novela sorprendente, repleta de aventuras y especulaciones que ha pretendido, con xito, homenajear y reexaminar LA MQUINA DEL TIEMPO de H. G. Wells a la luz de la ciencia y la ciencia ficcin de hoy, cien aos despus de la publicacin de la novela con la cual se iniciara la obra de uno de los padres de la moderna eiencia ficcin.Como era de esperar, LAS NAVES DEL TIEMPO ha obtenido ya diversos premios. Entre ellos destaca el John W. Campbell Memorial de 1996. Se trata de un premio con gran reputacin intelectual (tal vez en contraposicin a la popularidad de los premios Hugo y Locus), otorgado por un grupo de expertos y estudiosos que se renen cada ao en la Universidad de Kansas desde que, en 1979, el comit evaluador fuera presidido por James Gunn. Clarke, Dick, Pohl, Dish, Benford, Aldiss, Wolfe, Brin y Willis, por ejemplo, han sido algunos de sus ganadores en ediciones anteriores. Baxter est bien acompaado.Adems, por el momento, LAS NAVES DEL TIEMPO ha obtenido el premio Kurd Lasswitz a la mejor novela de ciencia ficcin publicada en Alemania. Tambin es finalista del premio Hugo 1996 y del premio Arthur. C. Clarke 1996. Y otros deben estar al caer... LAS NAVES DEL TIEMPO los merece.Para traducir una obra como LAS NAVES DEL TIEMPO haca falta no slo profesionalidad, sino tambin mucho cario y dedicacin. Como los que ha puesto en la empresa Pedro Jorge Romero, quien se ha molestado en releer LA MQUINA DEL TIEMPO en sus versiones inglesa y castellana. Era necesario para mantener parte del estilo de la vieja y conocida traduccin castellana, al igual que Baxter se haba preocupado por mantener el adecuado respeto por la forma literaria y las expresiones utilizadas por Wells.Pedro, adems de estudiar detenidamente LA MQUINA DEL TIEMPO, se ha dedicado a incordiar bastantes veces a Baxter gracias a ese correveidile de la actualidad que es la red Internet. Espero que Stephen Baxter no me odie por haber optado por alguien tan concienzudo como Pedro para esta traduccin...Sus conocimientos de experto y ese amoroso estudio de la obra de Wells (y tambin de la de Baxter) le han valido a Pedro Jorge Romero el ser conferenciante invitado a los 1os encontros de fico

  • cientfica e fantstica que, con el ttulo genrico Na periferia do Imprio, se han celebrado en Cascais (Portugal) del 25 al 29 de septiembre de 1996. A la espera de que su traduccin al castellano aparezca en BEM, no me resisto a transcribir algunos prrafos de la conferencia que Pedro Jorge Romero dict en Cascais con el ttulo The Time Traveler as a Slow Learner: From The Time Machine to The Time Ships (El viajero del tiempo como alguien que aprende lentamente: De La Mquina Del Tiempo a Las Naves Del Tiempo). En realidad, creo que, con excepcin (quizs!) del mismo Baxter, pocas personas han reflexionado tanto sobre LAS NAVES DEL TIEMPO.

    La mquina del tiempo se public diez aos antes de que el joven Einstein asombrara al mundo con la Teora Especial de la Relatividad. Una teora que al final llev a la idea del tiempo como una cuarta dimensin de lo que a partir de entonces se conoci como espacio-tiempo (el hecho de que el Viajero del tiempo siempre hable de Espacio y Tiempo como dos entidades diferentes, es la pista que nos cuenta que no conoce la Relatividad).

    sa es la explicacin de que el Viajero utilice una terminologa pre-relativista, y un ejemplo concreto de ese cuidado con el que Baxter (y su traductor!) ha contemplado la gradual revelacin y descubrimiento que el Viajero experimenta respecto a algunos de los conocimientos cientficos que la humanidad ha adquirido en los ltimos cien aos.Los ltimos prrafos de esa conferencia de Pedro Jorge Romero son muy ilustrativos a ese respecto:

    [...] El Viajero del Tiempo de Baxter permite analizar y diagnosticar las causas que conformaron las caractersticas del Viajero del Tiempo de Wells como personaje. Ha comprendido cmo sus prejuicios determinaban sus reacciones. Ha cambiado, por supuesto, ya que la poca en la cual el libro se escribe es otra, una cien aos ms vieja. En nuestro tiempo sera imposible decir que los Morlocks son los malos; sabemos que los otros, los que son diferentes, existen. Al evolucionar las especies, cambian de forma y de caractersticas. El Viajero aprende que si los Morlocks son inhumanos, tambin ocurre lo mismo con los Elois, que en el ao 802.701 no hay un slo ser humano a excepcin de l mismo. Comprende que en pocas diferentes se aplican normas diferentes. Le ha costado cien aos aprender todo esto, porque a nosotros mismos nos ha tomado cien aos descubrirlo. La forma en que evoluciona la manera de pensar del Viajero es precisamente la evolucin mental que hemos seguido nosotros.Hagamos algo de viaje por el tiempo nosotros mismos. Por desgracia no disponemos de una mquina del tiempo y por eso deberemos acudir al viejo experimento mental einsteniano (Gedankenexperiment). Imaginen conmigo un mundo futuro ms o menos cien aos a partir de ahora, en 2095: Entonces alguien escribir una continuacin de LA MQUINA DEL TIEMPO y de LAS NAVES DEL TIEMPO. En ese libro (o en lo que haya sustituido al libro dentro de cien aos), el Viajero del Tiempo, ese hombre cualquiera que no merece tener nombre porque nos representa a todos nosotros, viajar de nuevo en el tiempo para descubrir y encontrar algo totalmente nuevo. Dentro de cien aos sabremos muchas ms cosas sobre el universo y sobre cmo funciona, por eso ese libro ser un salto an mayor a travs del universo, utilizando teoras cientficas que ahora no podemos ni siquiera imaginar, de la misma forma que el mismo Wells desconoca la mecnica cuntica, la interpretacin de Everett o la relatividad de Einstein. En ese libro se discutirn, descartarn, reinterpretarn y redefinirn todos los prejuicios de nuestro tiempo, y eso se har a la luz de los descubrimientos en torno a la condicin humana obtenidos dentro de cien aos, de la misma manera como LAS NAVES DEL TIEMPO se enfrenta y discute los prejuicios de Wells. En ese libro de dentro de cien aos, las relaciones entre el Viajero del Tiempo, los Morlocks y los Elois sern completamente diferentes ya que el Viajero aprender algo nuevo, algo que no podemos ni siquiera ver por estar inmersos en nuestro tiempo, de la misma forma en que Wells, por ms que fuera un hombre excepcional, estaba inmerso en su propia poca. Cada poca piensa en s misma como la ltima de las pocas. Pero

  • nunca lo es, siempre hay otra justo tras la esquina esperando para atraparnos. De cualquier forma, el Viajero del Tiempo tardar 200 aos en aprender lo que sea que descubrir en ese libro del ao 2095. Evidentemente el Viajero es alguien que aprende lentamente pero, no lo somos todos nosotros? La expedicin del Viajero a travs del tiempo en realmente nuestra propia expedicin.

    Para finalizar, slo recordar que Les Edwards es el autor de las ilustraciones que tomamos del original ingls de LAS NAVES DEL TIEMPO.Y, djenme aadir una nota personal. Aunque ni siquiera Pedro Jorge Romero parece haberse dado cuenta (no me lo ha comentado, todava...), yo estoy convencido de que Stephen Baxter ha utilizado en la ltima parte de LAS NAVES DEL TIEMPO ideas de La fsica de la inmortalidad, de Frank J. Tipler. Se trata de la versin moderna de la teora del Punto Omega, una idea cientfico especulativa que casi parece de ciencia ficcin y que, en palabras del mismo Tipler, propone la existencia de un Dios omnipotente, omnisciente y omnipresente, el cual en un futuro lejano nos resucitar a todos para que vivamos eternamente en un lugar que, bsicamente, coincide en lo fundamental con el Cielo judeocristiano. Ah es nada. Los interesados encontrarn ms detalles en el libro de Tipler, una lectura curiosa y recomendable aun cuando deba hacerse crticamente.De momento pasen y disfruten con LAS NAVES DEL TIEMPO, imaginando tal vez como podra ser esa hipottica continuacin escrita en el ao 2095 de que nos habla Pedro Jorge Romero.

    MIQUEL BARCEL

  • A mi esposa Sandra y a la memoria de H. G.

  • PRLOGO

    El viernes despus de mi regreso del futuro despert a primeras horas de la maana. Haba dormido profundamente sin soar.Sal de la cama y descorr las cortinas. El sol realizaba su habitual caminata lenta por el cielo y record que, desde el punto de vista acelerado de un viajero del tiempo, el sol pareca moverse a saltos en lo alto. Ahora apareca insertado en un tiempo denso, como un insecto atrapado en mbar.Los ruidos de una maana de Richmond se arremolinaron alrededor de la ventana: el trote de los caballos, el ruido de la ruedas en el empedrado, los golpes en las puertas. Un tranva de vapor, expulsando humo y chispas, cruz torpemente Petersham Road, y los gritos de gaviota de los vendedores ambulantes flotaban en el aire. Sent que mi mente se alejaba de mis extraordinarias aventuras en el tiempo y se asentaba de nuevo en el mundo comn: repas los artculos del ltimo nmero de Pall Mall Gazette, el mercado de valores, y consider con anticipacin que el correo de la maana me traera el ltimo nmero del American Journal of Science, que incluira algunas de mis especulaciones sobre los descubrimientos de A. Michelson y E. Morley, sobre ciertas caractersticas de la luz, que haban aparecido en esa misma revista cuatro aos antes, en 1887...Y as todo! Los detalles de la vida diaria se agolpaban en mi cabeza, y en contraste los recuerdos de mi aventura en el futuro parecan casi fantsticos, incluso absurdos. Ahora que pienso en ello, me pareca que toda la experiencia tena algo de alucinacin, como un sueo: hubo una sensacin de cada, la desorientacin de todo lo relacionado con el viaje en el tiempo, y mi ltima incursin en el mundo dantesco de 802.701. El control de lo ordinario sobre nuestra imaginacin es sorprendente. De pie, en pijama, algo de la incertidumbre que finalmente me haba asaltado la noche anterior regres, y comenc a dudar de la misma existencia de la Mquina del Tiempo!, a pesar de tener recuerdos perfectos de los dos aos que haba pasado inmerso en los detalles de su construccin, sin mencionar las dos dcadas anteriores, en las que desarroll la teora del viaje en el tiempo a partir de las anomalas que haba observado en mis estudios de ptica.Repas mentalmente la conversacin que haba mantenido con mis acompaantes en la cena de la noche anterior -de alguna forma esas escasas horas me resultaban ms claras que todos mis das en el mundo del futuro- y record sus variadas respuestas a mi relato: todos disfrutaron de una buena narracin, y la acompaaron con toques de simpata o semiburla, segn el temperamento de cada individuo. Recordaba un escepticismo casi generalizado. Slo un buen amigo, al que llamar en estas pginas el Escritor, pareca escuchar mis divagaciones con cierto grado de comprensin y confianza.Me estir frente a la ventana, y mis dudas sobre mis recuerdos se derrumbaron. El dolor de la espalda era muy real, agudo a insistente, as como la sensacin de quemadura en los msculos de piernas y brazos: las protestas de los msculos de un hombre ya no joven que haban sido obligados desacostumbradamente a superarse a s mismos.Bien -me dije-, si lo viaje al futuro fue slo un sueo (todo l, incluyendo aquella terrible noche en que luchaste con los Morlocks en el bosque), de dnde han salido estos dolores y achaques? Has correteado por el jardn, quizs, en un rapto de locura inspirado por la Luna?Y all, amontonadas sin cuidado en una esquina de la habitacin, vi las ropas: las que haba destrozado en mi viaje al futuro, y que ahora slo servan como trapos. Poda ver las manchas de hierba y las quemaduras; los bolsillos estaban rotos, y record que Weena haba usado las carteritas como vasos improvisados para cargar con las descoloridas flores del futuro, antes de que la abandonase para sufrir una suerte inimaginable. Sobre la alfombra estaban los restos sucios y manchados de sangre de mis calcetines.En cierta forma fueron esos calcetines -esos cmicos calcetines!- los que con su ruda existencia me convencieron, ms que nada, de que no haba enloquecido: que mi viaje al futuro no haba sido un sueo.Vi con claridad que deba viajar de nuevo en el tiempo; deba reunir pruebas de que el futuro era tan real como el Richmond de 1891, para convencer a mi crculo de amigos y a mis colegas de empresas

  • cientficas, y para eliminar hasta la ltima de mis dudas.Y mientras adoptaba esa decisin, vi de pronto el dulce y vaco rostro de Weena, con tanta claridad como si ella misma estuviese frente a m. La tristeza y una punzada de culpa por mi impetuosidad me rompieron el corazn. Weena, la mujer nia Eloi, me haba seguido hasta el Palacio de Porcelana Verde a travs de lo ms profundo del bosque del distante valle del Tmesis del futuro, y la haba perdido en la confusin del incendio siguiente y el ataque de los Morlocks. Siempre he sido un hombre que ha actuado primero y luego ha dejado que su mente racional evaluase la situacin. Durante mi vida de soltera, esa tendencia nunca haba puesto a nadie en una situacin realmente peligrosa ms que a m mismo, pero ahora, en mi insensata huida, haba abandonado a la pobre y confiada Weena a una muerte terrible en las sombras de la Noche Negra de los Morlocks.Tena las manos manchadas de sangre, y no slo de los fluidos de aquellos sucios y degradados subhombres: los Morlocks. Decid compensar, como pudiese, el abominable trato que haba dispensado a la pobre y confiada Weena.Hice que Mrs. Watchets me preparase el bao, y me sumerg en l. A pesar de mis prisas, me tome tiempo para mimar mis pobres y maltratados huesos; observ con inters las ampollas y rasguos de los pies y las pequeas quemaduras que haba sufrido en las manos.Me vest con rapidez. Mrs. Watchets me prepar el desayuno. Disfrut con entusiasmo de los huevos, los championes y los tomates, pero el beicon y las salchichas no me agradaron; cuando mord la carne, el jugo, salado y aceitoso, me asque.No poda evitar recordar a los Morlocks, y la carne que les haba visto consumir en sus repugnantes comidas! Mis experiencias no haban reducido el placer del cordero en la cena de la noche anterior, record, pero en aquella ocasin mi hambre haba sido mucho mayor. Podra ser que ciertos traumas a inquietudes, producto de mis desventuras, estuviesen haciendo su efecto en mi mente?Aun as, mi costumbre es tomar un desayuno completo; creo que una buena dosis de peptona en las arterias en las primeras horas del da es vital para el correcto funcionamiento de la vigorosa mquina humana. Y hoy podra ser el da ms duro de toda mi vida. Por tanto, dej de lado mis preocupaciones y acab mi plato, masticando el beicon con determinacin.Una vez terminado el desayuno, me vest con un prctico traje de verano. Creo haber dicho a mis acompaantes de la noche anterior que era evidente en el viaje en el tiempo que el invierno haba desaparecido del mundo. de 802.701-ya fuese por evolucin natural, planificacin geognica o por un cambio en el propio Sol, no lo saba-, por lo que no necesitaba de abrigos o bufandas en el futuro. Me cubr con un sombrero, para evitar que el sol del futuro alcanzase mi frente plida inglesa, y calc mi par de botas ms resistentes.Cog una mochila y recorr la casa revolviendo armarios y cajones en busca del equipo que pudiera serme til en mi segundo viaje al futuro, para alarma de la pobre y paciente Mrs. Watchets, que sin duda haca ya tiempo que haba relegado mi cordura al reino de lo mitolgico! Como suele pasar, me mora por partir, pero tambin estaba decidido a no ser tan impetuoso como la primera vez, cuando haba recorrido ocho mil siglos sin ms proteccin que un par de zapatos y una caja de cerillas.Llen la mochila con todas las cerillas que pude encontrar en la casa, y de hecho envi a Hillyer al estanco a comprar ms cajas. Empaquet alcanfor, velas y, por instinto, un trozo de guita, en caso de que tuviese que fabricarme mis propias velas (no tena ni idea de cmo hacer tal cosa, pero bajo la luz brillante de aquella maana optimista no dudaba de mi capacidad para improvisar).Cog alcohol, blsamo, pastillas de quinina y vendas. No tena pistola; y dudo que la hubiese cogido de haberla tenido porque de qu sirve una pistola cuando se te acaba la municin?, pero me met la navaja en el bolsillo. Tom tambin varias herramientas: un destornillador, llaves de varios tamaos y una pequea sierra con hojas de repuesto,'as como tornillos, trozos de nquel y cobre y barras de cuarzo. Estaba decidido a que ningn accidente tonto de la Mquina del Tiempo me dejase varado en un futuro inconexo por falta de un poco de cobre o una barra de cuarzo: a pesar de mis breves planes de construir una nueva Mquina del Tiempo cuando los Morlocks robaron la original en 802.701, no haba visto en el mundo superior ninguna prueba de que pudiese encontrar materiales ni para reparar un tornillo. Por

  • supuesto, los Morlocks haban conservado algunas habilidades mecnicas, pero no me apeteca la perspectiva de verme obligado a negociar con aquellos plidos gusanos por un par de pernos.Encontr la Kodak, y desenterr el flash. La cmara estaba cargada con un rollo de cien negativos. Record lo cara que me haba parecido cuando la compr (no menos de veinticinco dlares, adquirida en un viaje a Nueva York), pero si volva con imgenes del futuro cada uno de los negativos, de cinco centmetros, valdra ms que la ms hermosa de las pinturas.Finalmente, me pregunt: estoy preparado? Ped consejo a la pobre Mrs. Watchets, aunque no le revel, por supuesto, adnde pretenda viajar. La buena mujer (impasible, honrada, normal, y sin embargo de corazn fiel a imperturbable) ech un vistazo al interior de la mochila, llena a reventar, y alz una formidable ceja. Luego fue a mi laboratorio y volvi con ropa interior y calcetines limpios, y -la hubiese besado!- mi pipa, limpiadores y un bote de tabaco.De esta forma, con mi combinacin normal de febril impaciencia e inteligencia superficial -y con infinita confianza en la buena voluntad y sentido comn de los dems- me prepar para viajar en el tiempo.Con la mochila bajo un brazo y la Kodak bajo el otro, me dirig al laboratorio, donde me esperaba la Mquina del Tiempo. Cuando llegu al saln, me sorprend al encontrarme con un visitante: uno de mis invitados de la noche anterior, y quiz mi amigo ms ntimo; se trataba del Escritor del que ya he hablado. Estaba de pie en el centro de la habitacin, embutido en un traje que le sentaba mal, con el nudo de la corbata tan mal hecho como era posible y con las manos colgando torpemente. De nuevo record que, del crculo de amigos y conocidos a quienes haba reunido para que fuesen los primeros testigos de mis descubrimientos, ese honrado joven fue el que escuch con mayor inters, con un silencio lleno de simpata y fascinacin.Me sent extraamente feliz al verlo, y agradecido de que hubiese venido; de que no me hubiese considerado un excntrico, como otros, despus de mi actuacin la noche anterior. Me re y, cargado como estaba con la mochila y la cmara, le tend un codo; cogi la articulacin y la agit solemnemente.-Estoy muy ocupado con eso de ah -seal.Me mir con atencin; en sus ojos azules me pareci descubrir una decidida voluntad de creerme.-No es un engao? Realmente puede viajar en el tiempo?-As es -dije, sosteniendo su mirada todo lo que pude, porque quera que confiara en m.Era un hombre bajo y rechoncho, le temblaba el labio inferior, su frente era ancha, tena patillas finas y orejas feas. Era joven, de unos veinticinco aos, creo, dos dcadas menor que yo. Aun as, su pelo desmadejado ya raleaba: Caminaba a saltos y demostraba energa, pero pareca siempre enfermo: saba que sufra de hemorragias; de vez en cuando, debido a un golpe en los riones que recibi en un partido de ftbol cuando trabajaba como profesor en una escuela galesa olvidada de Dios. Aquel da, sus ojos azules, aunque cansados, estaban llenos de su habitual inteligencia y preocupacin por m.Mi amigo trabajaba como profesor (en aquella poca, para alumnos por correspondencia); pero era un soador. En nuestras agradables cenas de los jueves por la noche en Richmond, nos ilustraba con sus especulaciones sobre el pasado y el futuro, y comparta con nosotros sus ultimas reflexiones sobre el anlisis terrible y ateo de Darwin. Soaba con el perfeccionamiento de la especie humana. Era justo la persona que deseara de todo corazn que mis relatos de viajes en el tiempo fuesen ciertos.Lo llamo Escritor por cortesa, supongo, ya que por lo que saba slo haba publicado extraas especulaciones en revistas universitarias y similares; pero no tena dudas de que su cerebro vivaz se abrira algn hueco en el mundo de las letras y, mejor an, l tampoco lo dudaba.Aunque deseaba partir, me detuve un momento. Quizs el Escritor pudiese ser testigo de mi nuevo viaje. De hecho, podra ser que ya estuviese planeando relatar mi primera aventura para publicarla de alguna forma.Bien, tena mi bendicin.-Slo necesito media hora -dije, calculando que podra volver a ese preciso tiempo y lugar simplemente accionando las palancas de mi mquina, sin que importase el tiempo que decidiese pasar en el futuro o en el pasado-. S por qu ha venido y es muy amable por su parte. Aqu tiene algunas revistas. Si espera al almuerzo, le dar pruebas del viaje en el tiempo, con especimenes y todo. Pero ahora debo dejarle.

  • Asinti. Le salud y, sin ms prembulos, recorr el pasillo hasta mi laboratorio.As me desped del mundo de 1891. Nunca he sido hombre de profundas ataduras, y no me gustan las despedidas exageradas; pero si hubiese sabido que nunca volvera a ver al Escritor (al menos, no en carne y hueso) creo que hubiese sido ms ceremonioso.Entr en el laboratorio. Tena el aspecto de un taller. Haba un torno de vapor colgado del techo, con l se accionaban varias maquinas por medio de cinturones de cuero; y fijados a bancos por el suelo haba tornos ms pequeos, una trituradora, prensas, equipos de soldadura de acetileno, tornillos y dems. Piezas de metal y pianos dorman en los bancos, y los frutos abandonados de mi trabajo yacan en el polvo del suelo, ya que por naturaleza no soy un hombre ordenado; por ejemplo, en el suelo encontr la barra de nquel que me haba retrasado en mi primer viaje al futuro: una barra que haba resultado ser una pulgada demasiado corta y que tuve que rehacer.Reflexion que haba pasado casi dos dcadas de mi vida en esa habitacin. El lugar era un invernadero rehabilitado que daba al jardn. Haba sido construido sobre una estructura de hierro pintado de blanco, y una vez tuvo una vista decente al ro; pero haca ya tiempo que haba cubierto las ventanas, para asegurarme una luz constante y para protegerme de la curiosidad de mis vecinos. Los diversos aparatos y herramientas se entrevean en la oscuridad, y ahora me recordaban las enormes mquinas que haba vislumbrado en las cavernas de los Morlocks. Me pregunt si yo mismo no tendra algo de Morlock! Cuando volviese, decid, quitara los paneles y volvera a poner vidrios, para convertirlo as en un lugar de luz Eloi en lugar de tinieblas Morlock.Entonces me dirig a la Mquina del Tiempo.La forma inmensa y torcida se encontraba en la parte noroeste del taller, donde, ochocientos milenios en el futuro, los Morlocks la haban arrastrado, en su empeo por atraparme en el interior del pedestal de la Esfinge Blanca. Arrastr la mquina de nuevo a la esquina sudoeste del laboratorio, donde la haba construido. Cuando lo hube logrado, me inclin y en la oscuridad localic los cuatro indicadores cronomtricos que median el paso de la mquina a travs del conjunto fijo de das de la historia; por supuesto, las agujas marcaban todas cero, ya que la mquina haba regresado a su propio tiempo. Adems de la fila de indicadores, haba dos palancas que guiaban a la bestia: una para el futuro y otra para el pasado.Me adelant y empuj impulsivamente la palanca del futuro. La rechoncha masa de metal y marfil tembl como si estuviese viva. Sonre. La mquina me recordaba que ya no perteneca a este mundo, a este Espacio y Tiempo! nica entre todos los objetos del universo, exceptuando aquellos que haba llevado conmigo, esa mquina era ocho das ms vieja que su mundo: haba pasado una semana en la era de los Morlocks, pero haba vuelto el mismo da de la partida.Dej la mochila y la cmara en el suelo del laboratorio, y colgu el sombrero en la puerta. Como recordaba que los Morlocks haban jugueteado con la mquina, me dediqu a repasarla. No me preocup en limpiar las manchas marrones y los trozos de hierba y moho que todava se adheran a los carriles de la mquina; nunca me ha preocupado el aspecto exterior. Pero uno de los carriles estaba doblado; lo enderec, comprob los tornillos y engras las barras de cuarzo.Mientras trabajaba, record el pnico vergonzoso que experiment al descubrir que haba perdido la mquina a manos de los Morlocks, y sent un sbito afecto por la cosa. La mquina era una caja abierta de nquel, cobre y cuarzo, bano y marfil, bastante elaborada (quiz como los mecanismos internos de un reloj de iglesia) y con un asiento de bicicleta incongruentemente colocado en medio. Cuarzo y cristal de roca, baados en plattnerita, brillaban en la estructura, dando al conjunto un cierto aspecto irreal y raro.Por supuesto, nada de eso hubiese sido posible sin las propiedades de la extraa sustancia denominada plattnerita. Recuerdo la noche en que lleg por casualidad a mis manos una muestra de ese material: dos dcadas atrs, un desconocido haba llamado a mi puerta y me la haba dado. Plattner, la llam. Era un tipo corpulento, varios aos mayor que yo, con una extraa y amplia cabeza gris, a iba vestido con colores de selva. Me dio instrucciones para estudiar la potente sustancia que me haba entregado en un frasco de medicamento. Bien, aquello haba permanecido sin investigar en un estante durante ms de un

  • ao, mientras me dedicaba a hacer progresos en trabajos ms importantes. Pero finalmente, una tarde aburrida de domingo, cog el frasco...Y lo que descubr, finalmente, me haba llevado a eso!Era la plattnerita, sumergida en barras de cuarzo, lo que impulsaba la Mquina del Tiempo, y haca posible sus hazaas. Pero me halaga pensar que fue necesaria mi particular combinacin de anlisis e imaginacin para descubrir y explotar las propiedades de esa sustancia sorprendente, en una situacin en la que hombres menos capacitados hubiesen fracasado.Haba vacilado a la hora de publicar mis trabajos, ya que se trataba de un campo extravagante, sin verificacin experimental. Me promet a m mismo que en cuanto volviese, con especimenes y fotografas, redactara mis estudios para Philosophical Transactions; sera un famoso complemento a los diecisiete artculos sobre la fsica de la luz que ya haba publicado all. Sera divertido, se me ocurri, ponerle un ttulo anodino como Algunas especulaciones sobre las anmalas propiedades cronolgicas del mineral plattnerita, y enterrar en medio la revelacin impactante de la existencia del viaje en el tiempo.Finalmente acab. Me volv a poner el sombrero sobre los ojos, recog la mochila y la cmara y las coloqu bajo el asiento. Luego, sin pensarlo, fui a la chimenea del laboratorio y cog el atizador. Sopes su masa (pensaba que podra serme til!) y lo coloqu en la estructura de la mquina.Me sent en el asiento, y apoy la mano en la palanca blanca. La mquina tembl como el animal del tiempo en el que se haba convertido.Mir el laboratorio, su realidad terrena, y me sorprendi hasta qu punto estbamos ambos fuera de lugar, yo con mi ropa de explorador aficionado y la mquina por su aspecto extraterreno y por las manchas y rasguos del futuro, aunque los dos ramos, en cierta forma, hijos de ese lugar. Sent la tentacin de quedarme un poco ms rezagado. Qu dao poda hacer el pasar otro da, semana o ao all, inmerso en mi cmodo siglo? Podra recuperar fuerzas -y curar mis heridas. Estaba precipitndome una vez ms en aquella nueva aventura?O pasos en el corredor de la casa y vi que accionaban el picaporte. Deba de ser el Escritor que entraba en el laboratorio.De pronto, tom la decisin. Mi valor no crecera con el paso del tiempo aburrido y moroso del siglo XIX; y adems, ya haba dicho todos los adioses que me preocupaban.Empuj la palanca hasta el fondo. Tuve la extraa sensacin de girar que se produce en los primeros instantes del viaje en el tiempo, y luego vino la sensacin de caer de cabeza. Creo que solt una exclamacin al experimentar de nuevo esa incmoda sensacin. Me pareci or un golpe de vidrio: quizs una ventana del techo que haba estallado por el desplazamiento del aire. Y, durante un breve fragmento de segundo, le vi en el quicio de la puerta: el Escritor, una figura fantasmal a indefinida, con una mano alzada hacia m: atrapado en el tiempo!Pero desapareci, barrido a la invisibilidad por mi viaje. Las paredes del laboratorio se volvieron nebulosas a mi alrededor, y una vez ms las inmensas alas de la noche y el da se agitaron alrededor de mi cabeza.

  • LIBRO UNOLa Noche Negra

  • 1EL VIAJE EN EL TIEMPO

    Hay tres dimensiones espaciales por las que el hombre puede vagar libremente. El Tiempo no es sino una cuarta dimensin: idntica a las otras en sus principales caractersticas, excepto por el hecho de que nuestra conciencia se ve obligada a viajar por ella a un paso fijo, como la punta de mi pluma sobre esta pgina.Si -sas eran mis especulaciones en el curso de mis estudios sobre las peculiares propiedades de la luz- uno pudiese girar las cuatro dimensiones de Espacio y Tiempo -convirtiendo la longitud en duracin, por as decirlo- entonces podramos recorrer los pasillos del tiempo con la misma facilidad con la que cogemos un taxi a West End!La plattnerita introducida en la sustancia de la Mquina del Tiempo era la clave de esa operacin; la plattnerita permita a la mquina girar, de forma poco usual, a una nueva configuracin de la estructura del Espacio y el Tiempo. De esta forma, los espectadores que observasen la partida de la Mquina del Tiempo -como el Escritor- veran que la mquina giraba vertiginosamente antes de desvanecerse en la historia; asimismo, el conductor -yo- inevitablemente sufra mareos, producidos por la fuerza centrfuga y de Coriolis, que te hacan sentir como si te salieses de la mquina.Por todas esas razones, el giro inducido por la plattnerita era de un tipo diferente al de una peonza, o al de la lenta revolucin de la Tierra. La sensacin de girar se contradeca por completo, desde el punto de vista del conductor, con la impresin de estar quieto sobre el asiento, a medida que el tiempo dejaba atrs la mquina, porque se trataba de una rotacin del Espacio y el Tiempo en s mismos.A medida que las noches sucedan a los das, la forma nebulosa del laboratorio desapareci y me encontr en espacio abierto. Una vez ms recorra el periodo del futuro en el que, supona, el laboratorio haba sido derribado. El Sol volaba por el cielo como una bala de can, mltiples das condensados en un minuto, iluminando un plido y esqueltico andamio a mi alrededor. El andamio desapareci pronto, dejndome al descubierto al lado de la colina.Mi velocidad en el tiempo se increment. El parpadeo de noches y das se combin en un azul profundo, y pude ver la Luna, girando en sus fases como la peonza de un nio. Y a medida que viajaba ms rpido, la bola de can del Sol se transform en un arco de luz, un arco que se elevaba y cruzaba todo el cielo. A mi alrededor, el clima oscilaba, y las rfagas de nieve invernal y verde primaveral marcaban las estaciones. Finalmente, ya acelerado, penetr en una nueva quietud tranquila en la que los ritmos anuales de la Tierra misma -el Paso del anillo solar por sus solsticios- latan como un corazn sobre el paisaje.No estoy seguro de si dej claro, en mi primer relato, el silencio en que uno se ve envuelto cuando viaja en el tiempo. El canto de los pjaros, el traqueteo del trfico en el pavimento, el tictac de los relojes -incluso el respirar suave de la propia casa- forman todos juntos un tapiz invisible en nuestras vidas. Pero, apartado del tiempo, slo me acompaaban el sonido de mi propia respiracin y el suave ruido, como el de una bicicleta, de la Mquina del Tiempo bajo mi peso. Tena una increble sensacin de aislamiento, pareca como si hubiese penetrado en un nuevo universo mudo a travs de cuyas paredes fuese visible nuestro mundo como por una ventana, pero en este nuevo universo yo era la nica cosa viva. Una gran confusin se apoder de m, y se ali con la sensacin vertiginosa de cada que acompaa el viaje al futuro, para provocarme nuseas y depresin.Sin embargo, el silencio qued roto: un murmullo pesado, sin fuente aparente, pareca llenar mis odos como el ruido de un ro inmenso. Ya lo haba notado en mi primer viaje: no estaba seguro de la causa, pero pareca ser el resultado de mi paso indecoroso a travs del majestuoso devenir del tiempo.Cun equivocado estaba, como suceda a menudo con mis hiptesis apresuradas.Estudi los cuatro indicadores cronomtricos; golpe con la ua cada uno de ellos para asegurarme de que funcionaban. La manecilla del segundo indicador, que meda miles de das, haba comenzado a

  • desplazarse de la posicin de reposo.Esos indicadores -sirvientes mudos y fieles- haban sido adaptados de medidores de presin de vapor. Funcionaban midiendo la presin en la barras de cuarzo tratadas con plattnerita, una tensin que era producida por el efecto de rotacin del viaje en el tiempo. Los indicadores contaban das -no aos, o meses, o aos bisiestos, o fiestas de guardar!- por decisin de diseo.Tan pronto como comenc a investigar en los aspectos prcticos del viaje en el tiempo, y en particular en la necesidad de medir la posicin de la mquina en l, emple bastante esfuerzo en intentar producir un medidor cronomtrico capaz de mostrar una medida normal: siglos, aos, meses y das. Pronto me di cuenta de que probablemente invertira ms tiempo en ese proyecto que en el resto de la Mquina del Tiempo!Me volv bastante intolerante con las peculiaridades de nuestro ya viejo calendario, que haba sido el resultado de una historia de ajustes inadecuados: intentos de fijar la recoleccin y el invierno que se remontaban a los comienzos de la sociedad organizada. Nuestro calendario es un absurdo histrico, sin ser siquiera preciso, al menos no en la escala cosmolgica que pretenda desafiar.Escrib cartas furibundas a The Times proponiendo reformas que nos permitiesen funcionar con precisin y sin ambigedades en una escala de tiempo que fuese til en algo a un cientfico moderno. Para empezar, dije, desechemos esos absurdos aos bisiestos. El ao tiene cerca de trescientos sesenta y cinco das y cuarto; y ese cuarto accidental es el que produce esa estupidez de ajuste con aos bisiestos. Propuse dos esquemas alternativos, ambos capaces de eliminar ese absurdo. Podramos tomar el da como unidad bsica, y crear meses y aos regulares con mltiplos de das: imaginen un ao de trescientos das compuesto de diez meses de treinta das cada uno. Por supuesto, el ciclo de la estaciones se desplazara a lo largo del ao, pero -en una civilizacin tan avanzada como la nuestra- eso no producira demasiados problemas. El Observatorio de Greenwich, por ejemplo, poda publicar diarios cada ao con las diversas posiciones solares -los equinoccios y dems- de la misma forma que, en 1891, todos los peridicos imprimen las fiestas de la Iglesia Cristiana.Por otra parte, si el ciclo de las estaciones se considera unidad fundamental, entonces deberamos inventar un Nuevo Da que fuese una fraccin exacta -digamos una centsima- de un ao. Eso significara que nuestro periodo de oscuridad y luz, de sueo y vigilia, caera en momentos diferentes cada Nuevo Da. Pero y qu? Argumentaba que ya muchas ciudades modernas operan las veinticuatro horas. Y por lo que se refiere al lado humano, bastara con llevar un diario; con la ayuda de registros adecuados uno podra planear sus momentos de sueo y vigilia con unos Nuevos Das de antelacin.Finalmente propuse que deberamos mirar hacia delante, cuando la conciencia del hombre se liberase de su foco decimonnico en el aqu-y-ahora, y considersemos cmo podran ser las cosas cuando nuestro pensamiento se ocupara de decenas de milenios. Imaginaba un nuevo Calendario Cosmolgico, basado en la precesin de los equinoccios -la inclinacin lenta del eje de nuestro planeta bajo la influencia gravitatoria del Sol y la Luna-, un ciclo que tarda veinte milenios en completarse. Con un Gran Ao de ese tipo podramos medir nuestro destino en trminos precisos y sin ambigedades, por ahora y para siempre.Rectificaciones de ese tipo, deca, tendran un valor simblico ms importante que el prctico: sera la forma perfecta de celebrar la llegada del nuevo siglo, ya que servira para anunciar a todos los hombres que una nueva Era de Pensamiento Cientfico haba comenzado.No tengo que decir que mis contribuciones fueron ignoradas, si exceptuamos una respuesta obscena, que decid ignorar, en una seccin de la prensa popular.De cualquier forma, despus de eso abandon todo intento de construir medidores cronomtricos sujetos al calendario, y opt por contar simplemente los das. Siempre he sido bueno con los nmeros, y no me era difcil convertir mentalmente el recuento de das a aos. En mi primera expedicin, haba viajado al da 292.495.934, que -ajustando los aos bisiestos- resultaba ser el ao 802.701 despus de Cristo. Nuevamente deba viajar por tanto hasta que los indicadores sealasen el da 292.495.940: el da exacto en que haba perdido a Weena, y gran parte de mi autoestima, entre la llamas del bosque!Mi casa haba estado situada en una hilera de terrazas situada en Petersham Road, la parte bajo Hill

  • Rise, por encima del ro. Me encontr, una vez que la casa haba sido derribada, a la intemperie a un lado de la colina. El rellano de Richmond Hill se levantaba a mis espaldas; una masa incrustada en el tiempo geolgico. Los rboles florecan y se convertan en tocones en cuanto sus vidas de siglos transcurran en unos pocos latidos de mi corazn. El Tmesis se haba convertido en un cinturn de luz argentina, suavizado por mi paso a travs del tiempo, y labrbase un nuevo cauce: pareca retorcerse por el paisaje como un gusano inmenso y paciente. Nuevas edificaciones se elevaban impetuosas: algunas incluso estallaban a mi alrededor, all donde se haba levantado mi casa. Aquellos edificios me sorprendieron por sus dimensiones y gracia. El puente de Richmond de mis das haba desaparecido haca tiempo, pero vi un nuevo arco, quiz de una milla de longitud, que formaba un lazo, sin ningn soporte, en el aire y a travs del Tmesis; y haba torres disparadas al cielo inconstante, soportando masas inmensas en sus gargantas esbeltas. Consider la idea de utilizar la Kodak a intentar fotografiar aquellos fantasmas, pero saba que los espectros carecan de luz suficiente, difuminados como estaban por el viaje en el tiempo. Las tecnologas arquitectnicas que all vi me parecan tan alejadas de las posibilidades del siglo diecinueve como remota era una catedral gtica para los romanos o los griegos. Con seguridad, supuse, en ese futuro el hombre habra ganado algo de libertad frente al inexorable tirn de la gravedad; de qu otra forma podran haberse elevado esas formas contra el cielo?Pero no tard el gran arco del Tmesis en mancharse de marrn y verde, los colores de la vida destructiva a irreverente, y -en lo que me pareci un parpadeo- el arco se desplom por su centro, convirtindose en dos troncos a cada orilla. Como toda obra humana, comprend, incluso aquellas estructuras colosales eran quimeras pasajeras, destinadas a la caducidad frente a la paciencia inmemorial de la tierra.Me sent extraamente ajeno al mundo, un distanciamiento producido por el viaje en el tiempo. Record la curiosidad y la emocin que sent al penetrar por primera vez por entre esos sueos de arquitecturas futuras; record mi breve y febril especulacin a propsito de los logros de aquella futura raza de hombres. Esta vez saba la verdad; saba que a pesar de esos logros increbles, la humanidad caera inevitablemente, bajo la presin inexorable de la evolucin, en la decadencia y la degradacin de Elois y Morlocks.Me di cuenta de lo ignorantes que somos, o nos hacemos, las personas con el paso del tiempo. Cun breves son nuestras vidas!, y qu pequeos son los males que nos afligen cuando los vemos con la perspectiva del curso de la historia. Somos menos que moscas, desamparados frente a las fuerzas inmisericordes de la geologa y la evolucin; unas fuerzas que se mueven imparables, pero con tal lentitud que, da a da, no somos conscientes de su existencia.

    2

    UNA NUEVA VISION

    Pronto pas la poca de las grandes edificaciones. Nuevas casas y mansiones, menos ambiciosas pero todava enormes, hicieron acto de presencia a mi alrededor, cubriendo por completo el valle del Tmesis, y adquirieron una cierta opacidad, que es, a ojos de un viajero en el tiempo, el resultado de la longevidad. El arco del Sol, que se inclinaba en el cielo azul oscuro entre los solsticios, pareci hacerse ms brillante, y una afluencia verde cubri Richmond Hill y tom posesin de la tierra, desterrando los marrones y blancos del invierno. Una vez ms, haba penetrado en la era en que el clima de la Tierra haba sido ajustado en favor de la Humanidad.Mir el paisaje reducido a la inmovilidad por mi velocidad; slo los fenmenos de ms larga vida persistan en el tiempo lo suficiente para ser registrados por los ojos. No vi ni gentes, ni animales, ni siquiera el paso de una nube. Qued suspendido en una quietud misteriosa. Si no hubiese sido por la

  • banda oscilante del Sol, y el profundo y sobrenatural azul del cielo, habra tenido la impresin de encontrarme sentado a solas en un parque una tarde de otoo.Segn mis indicadores, haba recorrido algo menos que un tercio del viaje (aunque ya haban transcurrido un cuarto de milln de aos desde mi propia poca), y aun as la era en que el hombre construa sobre la tierra ya haba acabado. El planeta se haba transformado en el jardn en el que las gentes que se convertiran en Elois viviran sus vidas ftiles e insignificantes; y ya, estaba seguro, los proto-Morlocks deban haber sido aprisionados bajo tierra, y deban estar ya construyendo sus inmensas cavernas llenas de mquinas. Pocas cosas cambiaran en el prximo medio milln de aos que me quedaba por atravesar, slo la posterior degradacin de la humanidad, y la identidad de las vctimas en el milln de pequeas tragedias que a partir de ese momento sera la condicin humana...Pero observ, al dejar esas mrbidas elucubraciones, que haba un cambio que lentamente se manifestaba en el paisaje. Me sent trastornado, en el acostumbrado balanceo de la Mquina del Tiempo. Algo haba cambiado, quizs algo en la luz.Desde mi asiento contempl los rboles fantasma, la llanura plana de Petersham y los recodos del paciente Tmesis.Entonces levant la cabeza hacia los cielos difuminados por el tiempo, y finalmente comprend que la banda del Sol estaba quieta. La Tierra todava giraba sobre su eje con la suficiente rapidez como para manchar el movimiento de nuestra estrella sobre los cielos, y para convertir las estrellas en invisibles, pero la banda de luz ya no cabeceaba entre los solsticios: se haba quedado quieta a inmutable, como hecha de cemento. Rpidamente me volvieron la nusea y el vrtigo. Me tuve que agarrar con fuerza a los carriles de la mquina, y tragu, luchando por controlar mi cuerpo.Me es difcil explicar el impacto que aquel nico cambio del paisaje tuvo en m! Primero, me conmocion la audacia de la ingeniera necesaria para eliminar el ciclo de las estaciones. Las estaciones de la Tierra son el producto de la inclinacin del eje del planeta con respecto al plano de su rbita alrededor del Sol. Pareca que ya nunca ms habra estaciones sobre la Tierra. Y eso slo poda significar -me di cuenta instantneamente- que haban corregido la inclinacin del eje del planeta.Intent imaginar cmo podra haberse logrado tal cosa. Qu grandes mquinas se haban instalado en los polos? Qu medidas se haban tomado para garantizar que la Tierra no saliese disparada durante el proceso? Quizs, especul, haban empleado algn dispositivo magntico de gran tamao, con el que haban manipulado el ncleo fundido y magntico del planeta.Pero no fue slo la magnitud de esa ingeniera planetaria lo que me conmocion: ms aterrador era el hecho de que no haba apreciado la regularizacin de las estaciones en mi primer viaje en el tiempo. Cmo era posible que no hubiese visto un cambio tan inmenso y profundo? Despus de todo, soy un cientfico: mi oficio es la observacin.Me frot la cara y mir la banda solar que colgaba del cielo, como desafindome a creer en su falta de movimiento. Su brillo hera mis ojos; y pareca hacerse cada vez ms brillante. Primero supuse que era mi imaginacin o un defecto en mis ojos. Agach la cabeza, deslumbrado, me sequ las lgrimas con la manga y parpade para librarme de las manchas de luz.No soy un hombre primitivo, ni un cobarde, pero sentado all ante la prueba de los logros extraordinarios de los hombres del futuro, me sent como un salvaje que se pintase su desnudez y llevase huesos en el pelo, acobardado ante los dioses del esplendoroso cielo. Tem en lo ms profundo de mi ser por mi cordura; y aun as intent creer que, de alguna forma, no haba notado aquel increble fenmeno astronmico durante mi primer paso por esos aos. Porque la nica hiptesis alternativa me aterraba hasta lo ms profundo de mi alma: no me haba equivocado durante mi primer viaje; aquella vez no haba habido regulacin del eje de la Tierra; el curso de la historia haba cambiado.La forma semieterna de la colina no se haba transformado -la morfologa de la antigua tierra no se vea afectada por la evolucin de la luz en los cielos-, pero pude ver que el manto de verdor que la haba cubierto retroceda, bajo el brillo constante del sol.Not un lejano parpadeo sobre la cabeza, y mir hacia arriba protegindome con una mano. El parpadeo provena de la banda solar, o lo que haba sido la banda solar, porque una vez ms poda distinguir la

  • trayectoria del Sol en forma de bola de can a travs del cielo en su ciclo diurno; ya su velocidad no era tan rpida para que no pudiese seguirlo, y el cambio de la noche al da produca el parpadeo.Al principio pens que la mquina haba desacelerado. Pero cuando mir los indicadores, vi que las manecillas se movan por las esferas con la misma velocidad de antes.La uniformidad perlada de la luz se disolvi, y la alternancia de noche y da qued en evidencia. El Sol se mova por el cielo, reduciendo su velocidad con cada trayectoria, caliente, brillante y amarillo; y pronto me di cuenta de que la estrella empleaba muchos siglos en completar una revolucin por el cielo de la Tierra.Finalmente, el Sol se detuvo por completo; se par en el horizonte occidental, ardiente, inmisericorde a inalterado. La rotacin de la Tierra se haba detenido; y ahora giraba con una cara perpetuamente hacia el Sol!Los cientficos del siglo diecinueve haban predicho que finalmente las fuerzas de marea del Sol y la Luna haran que la rotacin de la Tierra se ajustase al Sol, de la misma forma que la Luna se vea obligada a presentar siempre la misma cara a la Tierra. Ya haba sido testigo de ese fenmeno en mi primer viaje al futuro: pero era algo que no ocurrira hasta pasados muchos millones de aos. Y sin embargo, a poco ms de medio milln de aos en el futuro me encontraba con una Tierra quieta!Comprend que haba visto de nuevo la mano del hombre en accin: dedos que descendan de los de los monos se haban extendido por los siglos con la fuerza de los dioses. El hombre no se haba conformado slo con enderezar su mundo, sino que tambin haba reducido el giro mismo de la Tierra, eliminando as para siempre el viejo ciclo del da y la noche.Mir el nuevo desierto de Inglaterra. La hierba haba desaparecido por completo, y slo quedaba expuesto un barro seco. Aqu y all vi parpadeos de algn arbusto resistente -de forma similar a un olivo que intentaba sobrevivir bajo el sol implacable. El poderoso Tmesis, que se haba desplazado como una mina en su lecho, se encogi entre sus orillas hasta que ya no pude ver el brillo de sus aguas. No senta que esos ltimos cambios hubiesen mejorado el lugar: al menos el mundo de Morlocks y Elois haba mantenido el carcter esencial de la campia inglesa, con mucho verde y mucha agua; el efecto, reflexiono ahora, deba ser similar al de remolcar las Islas Britnicas al trpico.Imaginen al pobre mundo, con una cara vuelta siempre hacia el Sol, y la otra alejada de l. En el ecuador, en el centro del lado diurno, deba de hacer calor suficiente como para hervir las carnes de un hombre sobre los huesos. Y el aire deba de estar huyendo del lado supercalentado, con vientos huracanados, hacia el hemisferio ms fro, para quedar all congelado formando una nieve de oxgeno y nitrgeno sobre los ocanos helados. Si en ese momento hubiese detenido la mquina, quizs esos grandes vientos me hubiesen arrastrado, como el ltimo suspiro de los pulmones del planeta! El proceso slo acabara cuando el lado diurno estuviese seco y al vaco, desprovisto de vida; y el lado oscuro quedase cubierto por una costra de aire congelado.Tambin comprend con creciente terror que no poda volver a mi poca! Para volver deba detener la mquina, y si lo haca me encontrara en un mundo sin aire, ardiente, tan estril como la superficie de la Luna. Pero me atrevera a continuar, hacia un futuro incierto, y esperar encontrar en las profundidades del tiempo un mundo habitable?Ya saba con seguridad que algo haba fallado en mis percepciones, o recuerdos, de mi viaje en el tiempo. Si me era apenas creble que durante el primer viaje pudiese haber pasado por alto la desaparicin de las estaciones -aunque no lo crea-, me resultaba inconcebible que no hubiese notado el cambio en el giro de la Tierra.No haba ninguna duda: viajaba a travs de sucesos que diferan, enormemente, de los que haba presenciado la primera vez.Soy un hombre especulativo por naturaleza, no me faltan nunca una o dos hiptesis; pero en aquel momento estaba tan conmocionado que no poda pensar. Me senta como si mi cuerpo siguiese avanzando por el tiempo; pero con el cerebro todava en el pasado. Creo que el valor que haba sentido al principio era slo apariencia porque complacientemente me saba dirigido hacia un peligro ya conocido. Pero ahora ya no tena ni idea de lo que me esperaba en los corredores del tiempo!

  • Mientras me entretena con esas elucubraciones morbosas, presenci cambios posteriores en el cielo, como si el orden natural de las cosas no hubiese sido suficientemente alterado! El Sol se volva ms brillante. Y, aunque es difcil estar seguro de por qu el brillo resultaba ms intenso, me pareca que la forma de la estrella cambiaba. Se extenda por el cielo convirtindose en un trozo elptico de luz.Consider la posibilidad de que se le hubiese hecho girar ms deprisa, para que se aplastase debido a la rotacin...Y entonces, repentinamente, el Sol estall.

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    EN LA OSCURIDAD

    Penachos de luz emergieron de los polos de la estrella, como enormes llamaradas. En unos pocos latidos de mi corazn el Sol se cubri de un brillante manto. Calor y luz golpearon de nuevo la castigada Tierra.Grit y escond el rostro entre las manos; pero todava poda ver la luz del multiplicado Sol que se filtraba a travs de la carne de los dedos, y era reflejada por el cobre y el nquel de la Mquina del Tiempo.Entonces, tan rpido como haba llegado, la tormenta de luz ces, y una especie de cscara se cerr alrededor del Sol, como una boca enorme que se tragase la estrella, y ca en la tinieblas.Apart las manos y me encontr en medio de la oscuridad ms absoluta, incapaz de ver, aunque las manchas de luz todava me bailaban en los ojos. Poda sentir el duro asiento de la Mquina del Tiempo debajo de m, y al inclinarme pude encontrar las esferas de los indicadores; y la mquina todava temblaba al proseguir su viaje por el tiempo. Comenc a temer que haba perdido la vista.La desesperacin se adue de m, ms oscura que la oscuridad exterior. Acabara tan pronto mi segundo viaje en el tiempo, con tanta ignominia? Agarr los controles, mientras mi cerebro conceba planes en los que rompa las esferas de los indicadores cronomtricos y, por medio del tacto, tal vez pudiese volver a casa .... Y supe entonces que no estaba ciego: poda ver algo.En muchos aspectos se fue el hecho ms extrao de todo el viaje hasta ese momento; tan extrao que al principio permanec ms all del horror.Primero distingu una luz en la oscuridad. Era un brillo tan tenue y extenso, similar a la aurora, y tan dbil que pens que mis ojos me estaban jugando una mala pasada. Cre ver estrellas a mi alrededor; pero eran dbiles, como si su luz me llegase a travs de una ventana empaada.Y luego, bajo el dbil resplandor, vi que no estaba solo.La criatura estaba a una pocas yardas por delante de la Mquina del Tiempo; o mejor dicho, flotaba en el aire, sin apoyo aparente. Se trataba de una bola de carne: algo as como una cabeza flotante, de unos cuatro pies de dimetro, con dos juegos de tentculos que colgaban hacia el suelo como dedos grotescos. Su boca era un pico de carne, y no pareca tener nariz. Los ojos de la criatura -dos, grandes y oscuros- eran humanos. Pareca emitir un ruido -un murmullo bajo, como el de un ro- y comprend con horror que se era exactamente el ruido que haba odo al principio de la expedicin, a incluso durante mi primera aventura en el tiempo.Me haba acompaado esa criatura -ese Observador, como la llam- de forma invisible en mis dos expediciones por el tiempo?De pronto, corri hacia m. Apareci a no ms de una yarda de mi cara!

  • Me derrumb por fin. Grit y, sin pensar en las consecuencias, tir de la palanca.La Mquina del Tiempo volc -el Observador desapareci- y vol por los aires!

    Qued inconsciente; no s durante cunto tiempo. Despert despacio, con la cara pegada a una superficie dura y arenosa. Sent como un aliento clido en el cuello -un suspiro, un toque de pelos suaves contra mi mejilla-, pero cuando me quej a intent inclinarme, la sensacin desapareci.Extend los brazos y busqu a mi alrededor. Para mi tranquilidad, me vi recompensado con un choque casi inmediato con una masa de marfil y cobre: era la Mquina del Tiempo, arrojada como yo en aquel desierto oscuro. Palp con manos y dedos los carriles y travesaos de la mquina. Estaba volcada, y en la oscuridad no tena forma de saber si haba sufrido algn dao.Necesitaba una luz. Busqu las cerillas en el bolsillo y no las encontr: como un idiota las haba colocado todas en la mochila! El pnico se apoder de m; pero pude controlarme, y temblando me acerqu a la Mquina del Tiempo. La comprob con el tacto, buscando entre los carriles doblados hasta que encontr la mochila, todava segura bajo el asiento. Con impaciencia, la abr y busqu en su interior. Encontr dos cajas de cerillas y me las puse en los bolsillos; luego saqu una cerilla y la encend .... Haba un rostro, justo frente a m, ni a dos pies, brillando en el crculo de luz de la cerilla: vi una piel blanca y sin relieves, el pelo le colgaba del crneo, y tena unos ojos grandes de color rojo grisceo.La criatura emiti un grito extrao y gutural, y se esfum en la oscuridad ms all del brillo de la luz.Era un Morlock!La cerilla me quem los dedos y la solt; busqu otra y con el pnico casi tiro mi preciada caja.

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    LA NOCHE NEGRA

    El fuerte olor a azufre de las cerillas se me meti en la nariz, y retroced sobre la arena hasta que toqu con la espalda las barras de cobre de la Mquina del Tiempo. Despus de unos minutos de desesperacin recuper el sentido comn suficiente para sacar una vela de la mochila. Sostuve la vela frente a la cara y fije la vista en la llama amarilla, ignorando la cera caliente que me corra por los dedos.Comenc a distinguir alguna estructura en el mundo que me rodeaba. Pude ver la masa de cobre y cuarzo que era la Mquina del Tiempo brillando bajo la luz de la vela, y una forma -como una gran estatua o edificio- que se alzaba, plida a inmensa, no lejos de donde me encontraba. La falta de luz no era completa. El Sol poda haber desaparecido, pero las estrellas seguan brillando en grupos sobre m, aunque las constelaciones de mi niez se haban desplazado. No puede encontrar ni rastro de nuestra Luna.Sin embargo, en una zona del cielo no brillaba ninguna estrella: en el oeste, sobresaliendo sobre el horizonte negro, haba una elipse aplastada, sin estrellas, que ocupaba un cuarto del cielo. Era el Sol, rodeado de una increble cscara!Cuando se me pas algo el miedo, decid que mi primera tarea deba ser asegurarme el regreso a casa: deba colocar en posicin la Mquina del Tiempo, pero no lo hara en la oscuridad! Me arrodill y palp en el suelo. La arena era dura y de grano fino. Escarb con el pulgar, y abr un pequeo agujero donde insert la vela, confiando que en unos pocos momentos se fundiese cera suficiente para mantenerla en su lugar. Ahora tena una fuente de luz para realizar la operacin, y las manos libres.Apret los dientes, respir hondo, y luch con el peso de la mquina. Met muecas y rodillas bajo la estructura en un intento de levantarla del suelo -la haba construido para que fuese slida, no fcil de manejar- hasta que finalmente se rindi a mi asalto y volvi a su posicin. Una barra de nquel me golpe dolorosamente en el hombro.Descans las manos en el asiento, y sent que la arena de este nuevo futuro haba estropeado el cuero.

  • En la oscuridad de mi propia sombra encontr los indicadores cronomtricos con un dedo -una esfera se haba hecho pedazos, pero el indicador en s pareca estar bien- y las dos palancas blancas con las que podra volver a casa. Al tocar las palancas, la mquina tembl como un fantasma, recordndome que yo no perteneca a esta poca: que en cualquier momento poda subir al aparato y regresar a la seguridad de 1891, slo herido en mi orgullo.Saqu la vela de su hueco en la arena y la mantuve frente a los indicadores. Era el da 239.354.634: por tanto -estim- el ao era el 657.208 despus de Cristo. Mis especulaciones sobre la mutabilidad del pasado y el futuro deban ser ciertas, porque esa colina oscura estaba situada en el tiempo ciento cincuenta milenios antes del nacimiento de Weena, y no poda concebir cmo aquel mundo jardn iluminado por el sol poda haber salido de esa oscuridad!En mi remota infancia, recuerdo que mi padre me entretena con un juguete primitivo llamado Imgenes cambiantes. Toscas imgenes en color se proyectaban sobre una pantalla por medio de un doble juego de lentes. La lente de la derecha proyectaba una imagen; luego la luz iba cambiando hacia la izquierda, de forma que la imagen proyectada por la derecha se desvaneca a medida que la otra incrementaba su brillo. De nio me impresionaba profundamente por la forma en que una realidad brillante se converta en un fantasma, para ser sustituida por una sucesora que al principio apenas se vea. Haba momentos emocionantes en que las dos imgenes estaban en perfecto equilibrio, y era difcil decir con exactitud qu realidades avanzaban y cules retrocedan, o si alguna parte del conjunto de imgenes era verdaderamente real.De la misma forma, en medio de un paisaje en sombras, senta que la descripcin del mundo que haba construido se volva nebulosa y dbil, y era reemplazada slo por el esquema de su sucesora, con ms confusin que claridad!La divergencia de las historias gemelas que haba presenciado -en la primera, la construccin del mundo jardn de los Elois; en la segunda, la desaparicin del Sol y la aparicin de ese desierto planetario- me era incomprensible. Cmo podan las cosas ser y luego no ser?Record las palabras de Toms de Aquino: Dios no puede hacer que lo ya pasado no haya sido. Es una imposibilidad mayor que resucitar a los muertos... Yo tambin lo haba credo! No soy dado a las especulaciones filosficas, pero siempre haba considerado el futuro como una extensin del pasado: fijo a inmutable, incluso para Dios, y por supuesto para la mano del hombre. El futuro para m era como una enorme habitacin, fija y esttica. Y en el mobiliario del futuro poda yo explorar con mi Mquina del Tiempo.Pero haba descubierto que el futuro poda no ser algo fijo, sino algo mutable! Si as era, pens, qu sentido tenan las vidas de los hombres? Ya era bastante soportar la idea de que todos nuestros logros seran reducidos a la insignificancia por la erosin del tiempo -y yo, de todos los hombres, era el que mejor lo saba!-, pero al menos uno siempre haba tenido la sensacin de que sus monumentos, y las cosas que amaba, haban sido una vez. Pero si la historia era capaz de un borrn tan completo, qu valor tena cualquier actividad humana?Reflexionando as sent como si la solidez de mi pensamiento y la firmeza de mi comprensin del mundo se derritiesen. Mir fijamente la llama de la vela, en busca del esquema de una nueva comprensin.No todo estaba perdido, decid; mis temores se apaciguaban, y mi mente permaneca fuerte y decidida. Explorara ese mundo extrao y tomara todas las fotos posibles con la Kodak, y luego regresara a 1891. All, mejores filsofos que yo podran lidiar con el problema de dos futuros que se excluan el uno al otro.Fui hacia la Mquina del Tiempo, desenrosqu las palancas que me conducan en el tiempo y las guard seguras en el bolsillo. Luego busqu hasta encontrar el atizador, todava fijo en el sitio de la mquina donde lo dej.Prob el mango y lo sopes. Me imagin partiendo los blandos crneos de algunos Morlocks con ese trozo de ingeniera primitiva y mi confianza creci. Met el atizador en una de las presillas del cinturn. Colgaba un poco torpemente pero me tranquilizaba con su peso y solidez, y por sus resonancias a hogar y fuego.

  • Levant la vela en el aire. La estatua o edificio espectral que haba notado cerca de la mquina apareci vagamente iluminada. Era de hecho un monumento de algn tipo: una figura colosal esculpida en piedra blanca, aunque la forma era difcil de distinguir bajo la luz de la vela.Me aproxim al monumento. Cuando lo haca, por el rabillo del ojo me pareci ver un par de ojos de color rojo grisceo que se abran y una espalda blanca que hua por la arena con un ruido de pies descalzos. Coloqu la mano sobre el trozo de cobre que colgaba de mi cinturn y segu.La estatua se eriga sobre un pedestal que pareca ser de bronce y decorado con paneles finamente grabados. El pedestal estaba manchado, como si tiempo atrs hubiese sufrido un ataque de verdn que se haba secado haca mucho. La estatua en s era de mrmol blanco, y de un cuerpo leonino se extendan grandes alas que parecan flotar sobre m. Me pregunt cmo podan sostenerse esas grandes hojas de piedra, ya que no pude ver ningn puntal. Quiz tuviese una estructura metlica, pens, o quizs algo de aquel control de la gravedad, que haba supuesto en mi paso por la Era de las Grandes Edificaciones, haba perdurado hasta esa poca. La cara de la bestia de mrmol era humana y estaba vuelta hacia m; sent que aquellos dos ojos de piedra me miraban, acompaados de una sonrisa sardnica y cruel en los labios golpeados por la intemperie...Y con una sacudida reconoc la construccin; si no hubiese sido por mi temor a los Morlocks hubiese saltado de alegra! Era el monumento que haba denominado La Esfinge Blanca; una estructura con la que me haba familiarizado en ese mismo sitio durante mi primera visita al futuro. Era casi como encontrarse con una vieja amiga!Camin por la colina arenosa, alrededor de la mquina, recordando. El sitio haba sido un prado, rodeado de malvas y rododendros prpura; arbustos que en mi primera visita haban arrojado sus flores sobre m como bienvenida. Y, alzndose sobre todo, inconfundible, haba estado la imponente forma de esa esfinge.Bien, all estaba otra vez, ciento cincuenta mil aos antes de esa fecha. Los arbustos y el prado no estaban all, y sospechaba que nunca lo estaran. El jardn iluminado por el sol haba sido sustituido por un desierto oscuro, y ahora slo exista en los recovecos de mi mente. Pero la esfinge estaba all, slida como la vida y casi indestructible.Palme los paneles de bronce de la estatua casi con afecto. De alguna forma, la existencia de la esfinge, que permaneca desde mi anterior visita, me reafirmaba que no estaba imaginando todo aquello, que no me volva loco en alguna alcoba de mi casa en 1891! Todo era objetivamente real, y -sin duda y como el resto de la creacin- todo encajaba en un esquema lgico. La Esfinge Blanca era parte de ese esquema, y slo mi ignorancia y las limitaciones de mi cerebro me impedan ver el resto. Me sent reforzado, y decidido a continuar con mis exploraciones.En un impulso, camin hasta el lado del pedestal que quedaba ms cerca de la Mquina del Tiempo y, a la luz de la vela, examin el panel de bronce tallado. Fue ah, record, donde los Morlocks -en aquella otra historia- haban abierto la base hueca de la esfinge para encerrar la Mquina del Tiempo dentro del pedestal, con la intencin de aprisionarme. Haba ido a la esfinge con una piedra y haba golpeado en ese panel, justo all; recorr los adornos con las yemas de los dedos. Haba aplastado algunas espirales de ese panel, aunque sin resultado. Bien, ahora las espirales estaban en perfectas condiciones, como si fuesen nuevas. Era extrao pensar que esas espirales no conoceran la furia de mi piedra hasta dentro de muchos milenios o quiz nunca en absoluto.Estaba decidido a alejarme de la mquina para explorar. Pero la presencia de la esfinge me haba recordado el horror de dejar la Mquina del Tiempo en manos de los Morlocks. Me palme el bolsillo -al menos, sin las palancas la mquina no funcionaba- pero no haba nada que impidiese acercarse a aquellas horribles bestias a la mquina tan pronto como me alejase, quiz para desmontarla o robarla nuevamente.Por otra parte, cmo iba a evitar perderme en aquel paisaje oscuro? Cmo podra volver a la mquina una vez que me hubiese alejado aun unas pocas yardas?Medit el problema unos momentos: mi deseo por explorar en lucha con mis temores. Y se me ocurri una idea. Abr la mochila y saqu las velas y los trozos de alcanfor. Con impaciencia coloqu esos

  • elementos en los recovecos de la Mquina del Tiempo. Luego recorr la mquina con cerillas encendidas hasta que cada trozo o vela estaba ardiendo.Me apart de mi obra con algo de orgullo. Las llamas de las velas se reflejaban en el nquel y el cobre, por lo que la Mquina del Tiempo pareca un adorno de Navidad. En esa oscuridad, y con la mquina situada en un lado desnudo de la colina, podra ver mi faro desde una distancia adecuada. Con suerte, las llamas alejaran a los Morlocks y, si no, vera inmediatamente la reduccin de la iluminacin y podra volver de inmediato para unirme a la batalla.Juguete con el mango del atizador. Creo que una parte de m deseaba ese desenlace; senta un hormigueo en manos y brazos al pensar en la rara y suave sensacin de sentir el puo hundirse en la cara de un Morlock!De cualquier forma, ahora estaba preparado para la expedicin. Cog la Kodak, encend una pequea lmpara de aceite y camin por la colina, detenindome cada pocos pasos para asegurarme de que la Mquina del Tiempo permaneca tranquila.

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    EL POZO

    Levant la lmpara, pero su brillo slo alcanzaba unos pocos pies. Todo estaba en silencio; no haba ni un soplo de aire, ni ningn ruido de agua, y me pregunt si el Tmesis segua fluyendo. A falta de un destino definido, decid dirigirme hacia el lugar, donde estaba el gran saln comedor en la poca de Weena. Se encontraba a poca distancia hacia el noroeste, por la colina ms all de la esfinge, y se fue el camino que segu una vez ms, reflejando en el espacio, aunque no en el tiempo, mi primer paseo en el mundo de Weena.Record que cuando realic ese viaje por ltima vez haba hierba bajo mis pies, sin ser atendida, pero que creca exacta, corta y libre de hierbajos. Ahora, mis botas empujaban la arena suave al caminar por la colina.Mi visin se estaba adaptando a aquella noche escasa en estrellas, pero, aunque haba edificios -sus siluetas se recortaban contra el cielo- no vi ninguna seal del saln. Lo recordaba perfectamente: haba sido un edificio gris, deteriorado y vasto, de piedra desgastada, con una entrada tallada y adornada; y al entrar por su arco, los pequeos Elois, delicados y hermosos, haban revoloteado a mi alrededor con sus miembros plidos y sus tnicas suaves.No tard mucho en caminar tanto que supe que haba superado el emplazamiento del saln. Evidentemente -al contrario que la esfinge y los Morlocks- el palacio comedor no haba sobrevivido en esa historia, o quiz nunca haba sido construido, pens con un escalofro; quizs haba caminado, dormido, e incluso comido!, en un edificio inexistente.El camino me llev hasta un pozo, un elemento que haba visto en mi primer viaje. Como recordaba, la estructura estaba rodeada de bronce y protegida por una cpula pequea y extraamente delicada. Haba algo de vegetacin -negra como el humo a la luz de las estrellas- alrededor de la cpula. Lo examin todo con cierto temor, ya que esos enorme conductos haban sido el medio empleado por los Morlocks para subir de su cavernas infernales al mundo soleado de los Elois.La boca del pozo estaba en silencio. Eso me pareci extrao, ya que recordaba haber odo en aquellos otros pozos el tuc-tuc-tuc de las grandes mquinas de los Morlock, en lo ms profundo de las cavernas.Me sent a un lado del pozo. La vegetacin pareca ser un tipo de liquen; era suave y seca al tacto, aunque no la investigu ms profundamente, no intent determinar su estructura. Levant la lmpara, intentado sostenerla sobre el anillo para ver si volva el reflejo en el agua; pero la llama parpade, como en una gran corriente, y en un breve momento de temor ante la idea de enfrentarme a la oscuridad, la

  • apart.Met la cabeza bajo la cpula y me inclin sobre el borde del pozo, y un golpe de aire clido y hmedo me recibi -fue como abrir la puerta de un bao turco-, algo inesperado en aquella noche calurosa y rida del futuro. Tena la impresin de que era muy profundo, e imagine que mis ojos, adaptados ya a la oscuridad, podan distinguir un resplandor rojo.A pesar de su aspecto, no se pareca en nada a los pozos de los primeros Morlocks. No poda ver ningn gancho de metal a los lados, los que usaban para trepar, y todava segua sin detectar el ruido de las mquinas que haba odo antes; y adems, tena la impresin extraa a imposible de probar de que ese pozo era mucho ms profundo que las cavernas de aquellos otros Morlocks.Por capricho, saqu la Kodak y prepar el flash. Llen el hueco de la lmpara con blitzlichtpulver, levant la cmara a inund el pozo con luz de magnesio. Su reflejo me deslumbr, y era un brillo tan intenso que posiblemente no se haba visto sobre la Tierra desde el momento en que el Sol haba quedado cubierto, cien mil aos antes o ms. Al menos eso habra asustado a los Morlocks! Y comenc a preparar un esquema defensivo segn el cual conectara el flash a la Mquina del Tiempo, de forma que el polvo se encendiese si alguien la tocaba.Me levant y pas algunos minutos cargando el flash y tomando fotos al azar alrededor del pozo. Pronto me rode una nube de humo blanco y acre. Quiz tuviese suerte, pens, y pudiera capturar para maravilla de la humanidad la huida aterrorizada de un Morlock!... Oa unos araazos, suaves a insistentes, al lado del pozo, ni a tres pies de donde me encontraba.Grit mientras buscaba el atizador. Me haban atacado los Morlocks mientras fantaseaba?Con el atizador en la mano, me adelant con cuidado. Comprend que el sonido chirriante provena de entre los lquenes; haba una forma que se mova segura por entre esas pequeas plantas oscuras. No era un Morlock, as que baj el atizador, y me inclin para examinar los lquenes. Vi un pequea criatura como un cangrejo, no mayor que mi mano; el sonido que oa era el roce de su nica y desmesurada boca contra los lquenes. La concha del cangrejo pareca ser negra yno tena ojos, como si fuese una criatura ciega de las profundidades del ocano.Comprend, al ver aquel simple drama, que la lucha por la supervivencia continuaba, incluso en esa noche cerrada. Me sorprendi que no hubiese visto ningn signo de vida -exceptuando a los Morlocks-, aparte de ese pozo, en toda mi visita. No soy bilogo, pero me pareca evidente que la presencia de una fuente de calor y aire hmedo debera atraer la vida, en aquel mundo convertido en un desierto, de la misma forma que haba atrado a ese cangrejo granjero y a su cosecha de lquenes. Supuse que el calor deba de provenir del interior de la Tierra, cuya actividad volcnica, evidente en nuestros propios das, no se haba reducido significativamente en los pasados seiscientos mil aos. Y quiz la humedad provena de un acufero que todava exista bajo el suelo.Deba de ser, pens, que la superficie del planeta estaba llena de cpulas y pozos como qul. Pero su propsito no era permitir la entrada al mundo interior de los Morlocks -como en aquella otra historia- sino liberar los recursos intrnsecos de la Tierra para calentar y humedecer el planeta sin Sol; y la vida que haba sobrevivido a la monstruosa ingeniera que haba presenciado se congregaba ahora alrededor de aquellas fuentes de calor y humedad.Mi confianza se incrementaba -entender algo de todo aquello era un tnico poderoso para mi valor, y despus de la falsa alarma del cangrejo no tena sensacin de peligro- y me sent nuevamente al borde del pozo. Tena mi pipa y algo de tabaco en un bolsillo; llen la cazoleta y la encend. Comenc a especular sobre la forma en que esa historia difera de la primera que haba visto. Evidentemente haba algunos hechos paralelos -haba habido Morlocks y Elois- pero sus monstruosas diferencias haban sido resueltas en eras pasadas.Me pregunt por qu ambas especies se haban enfrentado finalmente, ya que los Morlocks, a su modo bestial, eran tan dependientes de los Elois como stos de los Morlocks, y el sistema pareca estable.Vi la forma en que podra haber sucedido. Los Morlocks eran humanos degradados despus de todo, y el corazn del hombre no est hecho para la lgica. Los Morlocks deban de saber que dependan de los Elois para su existencia; deban de haber sentido resentimiento por ello y haberlos despreciado: sus

  • primos remotos reducidos a ganado. Y aun as..Y aun as, qu maravillosas eran las breves vidas de los Elois! La pequea gente rea, cantaba y amaba sobre la superficie de un mundo convertido en un jardn, mientras que los Morlocks deban trabajar en las pestilentes profundidades de la Tierra para proporcionar una vida de lujo a los Elois. De acuerdo en que los Morlocks estaban condicionados para su lugar en la creacin, y con seguridad sentiran repugnancia ante la luz del sol, el agua clara y la fruta de los Elois si alguna vez se les ofreciese, pero no envidiaran oscura y taimadamente la vida de lujo de los Elois?Quiz la carne de los Elois se volva rancia en la boca de los Morlocks, cuando la coman en sus srdidas cavernas.Imagin a los Morlocks -o a una faccin de ellos- surgiendo una noche de sus tneles bajo la Tierra para caer sobre los Elois con sus armas y brazos musculosos. Habra una gran criba, pero en esta ocasin no sera la recoleccin disciplinada de carne, sino un asalto a sangre fra con un nico a inconcebible propsito: la extincin definitiva de los Elois.Cmo debi de correr la sangre por los prados y los palacios, y las viejas piedras devolvieron el eco de los gemidos infantiles de los Elois!En esa batalla slo podra haber un vencedor. La frgil gente del futuro, con su belleza atareada y destructiva, jams podra defenderse contra el criminal asalto organizado de los Morlocks.Lo vi todo, o al menos eso cre! Los Morlocks, triunfantes al fin, haban heredado la Tierra. Como el jardn de los Elois ya les era intil, haban permitido que decayese; haban surgido de la Tierra y de alguna forma trajeron con ellos su propia oscuridad estigia para cubrir el Sol! Record que el pueblo de Weena haba temido las noches de Luna nueva -ella las llamaba Noches negras-; ahora me pareca que los Morlocks haban desencadenado una Noche negra definitiva para cubrir la Tierra por siempre. Los Morlocks haban asesinado hasta el ltimo de los hijos verdaderos de la Tierra, a incluso haban asesinado a la propia Tierra.sa fue mi primera hiptesis: salvaje, estrafalaria, y errnea en todos sus detalles!... Y fui consciente, casi con un espasmo fsico, de que en medio de todas aquellas especulaciones histricas haba olvidado por completo inspeccionar regularmente la abandonada Mquina del Tiempo.Me puse en pie y mir hacia la colina. Encontr pronto las luces de la mquina, pero parpadeaban y se movan, como si formas opacas evolucionasen a su alrededor.Slo podan ser Morlocks!

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    MI ENCUENTRO CON LOS MORLOCKS

    Con un arrebato de miedo -y, debo confesarlo, sed de sangre en mi nimo- lanc un rugido, levant el atizador y corr de vuelta. Sin cuidado, dej caer la Kodak; a mi espalda o el suave tintineo del cristal roto. Por lo que s, la cmara todava esta all -si se me permite utilizar la frase-, abandonada en la oscuridad.A medida que me acercaba a la mquina, pude ver que efectivamente eran Morlocks -quizs una docena-, que brincaban alrededor de la mquina. Parecan igualmente atrados y repelidos por la luz, exactamente igual que las polillas alrededor de las velas. Eran las mismas criaturas simiescas que recordaba -quizs un poco ms pequeas-,con el largo pelo rubio en cara y espalda, la piel de un blanco pastel, brazos largos como los de los monos y fantasmagricos ojos rojo grisceo.Se gritaban y hablaban unos a otros en su extraa lengua. Comprob con alivio que todava no haban tocado la Mquina del Tiempo, pero saba que slo era cuestin de segundos que esos dedos grotescos -de monos, pero inteligentes como los de un hombre- se abalanzasen sobre el bronce y el nquel.

  • Pero no habra tiempo para eso, porque me lanc sobre los Morlocks como un ngel vengador.Bland puo y atizador a mi alrededor. Los Morlocks gimieron y gritaron al intentar huir. Agarr a una de las criaturas que pas a mi lado, y sent una vez ms el fro tacto de la carne de Morlock. Su pelo, como tela de araa, me rozaba la mano y el animal me mordi los dedos con sus pequeos dientes, pero no lo solt. Bland el atizador y sent el colapso suave y hmedo de carne y huesos.Los ojos rojo grisceo se abrieron y se cerraron.Me daba la impresin de verlo todo desde una parte pequea y remota del cerebro. Haba olvidado mi propsito de volver con pruebas de la existencia del viaje en el tiempo, o incluso de encontrar a Weena: sospech en ese momento que aqulla era realmente la razn por la que haba vuelto a viajar en el tiempo, por aquel momento de venganza: por Weena, y por el asesinato de la Tierra, y por mi propia indignidad. Dej caer al Morlock-inconsciente o muerto, no era ms que un montn de pelos y huesos- y fui a por sus compaeros, empuando el atizador.Entonces o una voz -claramente de Morlock, pero distinta a las otras en su tono y profundidad- que emiti una sola slaba imperativa. Me volv con los brazos llenos de sangre, y me prepar para seguir luchando.Ante m estaba un Morlock que no hua. A pesar de estar desnudo como el resto, su cubierta de pelo pareca peinada y cuidada, lo que le daba el aspecto de un perro acicalado que se hubiese puesto en pie como un hombre. Me adelant con fuerza, con el atizador firmemente agarrado entre las manos.Con calma, el Morlock levant la mano derecha -algo centelle en ella-, hubo un brillo verde y sent que el mundo se mova bajo mis pies, arrojndome al lado de mi resplandeciente mquina; y ya no fui consciente de nada ms!

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    LA PRISIN DE LUZ

    Despert despacio, como si saliese de un sueo profundo y tranquilo. Estaba de espaldas con los ojos cerrados. Me senta tan a gusto que por un momento cre estar en la cama, en mi casa de Richmond, y que el resplandor rosa que vea a travs de los prpados era el sol de la maana atravesando las cortinas...Luego me di cuenta de que la superficie sobre la que yaca -aunque blanda y clida- no tena la suavidad de un colchn. No haba sbanas debajo, o manta por encima.Luego, de repente, lo record todo: todo mi segundo viaje en el tiempo, el oscurecimiento del Sol y mi encuentro con los Morlocks.El terror me sobrecogi, me endureci los msculos y me atenaz el estmago. Haba sido capturado por los Morlocks! Abr los ojos de golpe.Y al instante me deslumbr una intensa luz. Vena de un disco remoto de poderosa blancura que estaba justo encima de m. Grit y me proteg los ojos con los brazos; me di la vuelta para ponerme cara al suelo.Me puse a cuatro patas. El suelo era clido y agradable, como el cuero. Al principio mi visin estaba llena de imgenes danzantes del disco de luz, pero al final pude distinguir la sombra bajo mi cuerpo. Entonces, todava a cuatro patas, not algo an ms extrao: la superficie que estaba debajo de m era transparente, como si estuviese hecha de un vidrio flexible, y donde se proyectaba mi sombra poda ver las estrellas con claridad a travs del suelo. Me haban colocado en una plataforma transparente con un diorama de estrellas debajo: como si me hubiesen trado a un planetario invertido.Sent un mareo, pero pude levantarme. Tena que cubrirme los ojos con la mano para protegerme del brillo que vena de arriba; dese no haber perdido el sombrero que traje de 1891! Todava llevaba el

  • traje ligero, pero ahora estaba manchado de arena y sangre, especialmente alrededor de las mangas, aunque not con sorpresa que haban intentado limpiarme, ya que en manos y brazos no haba sangre de Morlock, ni mucosidades, ni pus. El atizador haba desaparecido, y no pude encontrar la mochila. Me haban dejado el reloj, pero las cerillas y las velas ya no estaban en los bolsillos. La pipa y el tabaco tambin haban desaparecido y sent una punzada incongruente de pena por ello; en medio de todos aquellos misterios y peligros!Se me ocurri una idea, y las manos me volaron a los bolsillos del chaleco, para encontrar las palancas de la Mquina del Tiempo. Seguan todava all. Suspir aliviado.Mir a mi alrededor. Estaba de pie sobre la sustancia plana y regular que ya he descrito