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224 CUADERNOS DE LITERATURA VOL. XVII Nº33 ENERO-JUNIO 2013 ISSN 0122-8102 PÁGS. 224-252 El etnógrafo como contrabandista. Tráfico de imágenes, propagación de conceptos y usos de la cultura material en la obra de Alfred Métraux The Ethnographer as Smuggler. Image Traffic, Propagation of Concepts and Uses of Material Culture in the Works of Alfred Métraux O etnógrafo como contrabandista. Tráfego de imagens, propagação de conceitos e usos da cultura material na obra de Alfred Métraux Álvaro Fernández Bravo NEW YORK UNIVERSITY BUENOS AIRES / CONICET Director de New York University Buenos Aires e investigador del Conicet, Argentina. Doctor por la Universidad de Princeton, Estados Unidos, en Lenguas y Literaturas Romances; cursó el posdoctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidade Federal de Minas Gerais, Brasil. Publicó Literatura y frontera (Sudamericana, 1999), La invención de la nación (Manantial, 2000), Sujetos en tránsito (Alianza, 2003), El valor de la cultura (B. Viterbo, 2007), Episodios en la formación de las redes culturales en América Latina (Prometeo, 2010), y La escena y la pantalla. Cine contemporáneo y el retorno de lo real (Colihue, 2013). Correo electrónico: [email protected] Artículo de Reflexión SICI: 0122-8102(201301)17:33<224:ECTIPC>2.0.TX;2-N

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    cuadernos de literatura Vol. XVi i n33 enero-Junio 2013issn 0122-8102 pgs. 224-252

    El etngrafo como contrabandista. Trfico de imgenes, propagacin de conceptos y usos de la cultura material en la obra de Alfred Mtraux

    The Ethnographer as Smuggler. Image Traffic, Propagation of Concepts

    and Uses of Material Culture in the Works of Alfred Mtraux

    O etngrafo como contrabandista. Trfego de imagens, propagao

    de conceitos e usos da cultura material na obra de Alfred Mtraux

    lvaro Fernndez BravoN E w Y o r k U N i v E r s i T Y B U E N o s A i r E s / C o N i C E T

    Director de New York University Buenos Aires e investigador del Conicet,

    Argentina. Doctor por la Universidad de Princeton, Estados Unidos,

    en Lenguas y Literaturas Romances; curs el posdoctorado en

    Literatura Latinoamericana en la Universidade Federal de Minas

    Gerais, Brasil. Public Literatura y frontera (Sudamericana, 1999),

    La invencin de la nacin (Manantial, 2000), Sujetos en trnsito

    (Alianza, 2003), El valor de la cultura (B. Viterbo, 2007), Episodios

    en la formacin de las redes culturales en Amrica Latina (Prometeo,

    2010), y La escena y la pantalla. Cine contemporneo y el retorno

    de lo real (Colihue, 2013). Correo electrnico: [email protected]

    Artculo de Reflexin

    sici: 0122-8102(201301)17:332.0.tX;2-n

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    resumenEste artculo desarrolla algunas hiptesis en torno al trfico de cultura material en Amrica Latina y a su impacto, tanto en el campo del conocimiento antropolgico como en las vanguardias artsticas de la primera mitad del siglo XX. Las redes de circulacin que implicaron intercambio de imgenes y objetos entre etngrafos y las instituciones que apoyaron su investigacin permiten reconstruir los itinerarios recorridos por las cosas y las huellas de esas trayectorias en la construccin del conocimiento, la delimitacin de campos disciplinarios y la transgresin de fronteras epistemolgicas, asociada con la emergencia de nuevos objetos estticos y ciencias como la antropologa.

    Palabras clave: trfico de cultura material, conocimiento antropolgico, vanguardias latinoamericanas, redes culturales, fronteras epistemolgicas. Palabras descriptor: Etnologa, antropologa, Patrimonio cultural y urbanstico, epistemologa social, Cultura material, Amrica Latina.

    AbstractThe present paper develops a few hypotheses regarding the traffic of material culture in Latin America and its impact, both in the field con anthropologic knowledge and in the artistic vanguards of the first half of the twentieth century. The circulation networks that supported the exchange of images and objects between ethnographers and institutions that supported their research allow for the reconstruction of the itineraries followed by those objects, the footprints of those trajectories in the construction of knowledge, the demarcation of disciplinary fields and the transgression of epistemological frontiers, associated to the emergence of new aesthetic objects and sciences such as anthropology.

    Keywords: Material Culture Traffic, Anthropologic Knowledge, Latin American Vanguards, Cultural Networks, Epistemological Frontiers.Keywords plus: Ethnology, anthropology, urban cultural heritage, social epistemology, material culture.

    resumoEste artigo desenvolve algumas hipteses em torno do trfego de cultura material na Amrica Latina e o seu impacto, tanto no campo do conhecimento antropolgico quanto nas vanguardas artsticas da primeira metade do sculo XX. As redes de circulao que implicaram troca de imagens e objetos entre etngrafos e as instituies que apoiaram sua pesquisa permitem reconstruir os itinerrios percorridos pelas coisas e as pegadas dessas trajetrias na construo do conhecimento, a delimitao de campos disciplinares e a transgresso de fronteiras epistemolgicas, associada com a emergncia de novos objetos estticos e de cincias como a antropologia.

    Palavras-chave: trfego de cultura material, conhecimento antropolgico, vanguardas latino-americanas, redes culturais, fronteiras epistemolgicas.Palavras-chave descritores: Etnologia, Antropologia, Patrimnio cultural e urbanstico, Epistemologia social, Cultura material, Amrica Latina.

    Recibido: 17 de maRzo de 2012. evaluado: 7 de junio de 2012. aceptado: 19 de junio de 2012.

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    redes transatlnticas: las cosas entre la mirada etnogrfica y las vanguardias

    La antropologa procur establecer su permetro durante la primera mitad del siglo XX y en ese proceso acudi a diferentes cuerpos (cosas, cuerpos biol-gicos, restos y reliquias) que tuvieron impacto en la construccin y variaciones de su mbito y metodologa. Me interesa en particular el trfico de imgenes y la propagacin de nuevos conceptos asociados con la movilidad de objetos y su impacto en la definicin cambiante de territorios conceptuales1.

    Asimismo, me interesa inscribir este trfico de cosas no solo en su resultado sobre el conocimiento antropolgico de las culturas indgenas americanas, sino tambin por su efecto en el campo de los estudios latinoamericanos, ya que la obra de Mtraux reflexiona y alude al mundo intelectual argentino, que conoci durante su permanencia en el pas, y por las relaciones que estableci y mantuvo con escritores y artistas del continente. As, la categora de red cultural ser im-portante para desarrollar mi anlisis de la obra de Mtraux y su vnculo con otros cientficos y escritores en la formacin de una comunidad epistmica articulada por la circulacin de objetos, conceptos y la emergencia de formaciones discursi-vas como el latinoamericanismo, que se consolid en esos mismos aos.

    En rigor, me gustara llevar mi indagacin al terreno especfico del trfico de imgenes a travs de la fotografa, a la formacin de un archivo fotogrfico de indgenas y al problema de la imagen como cosa, adems de las cosas en s mis-mas que fueron contrabandeadas masivamente por etngrafos europeos (pero tambin americanos; no olvidemos la figura de Hiram Bingham, descubridor de Machu Picchu, responsable del saqueo y el envo de restos arqueolgicos al Museo Fogg de la Universidad de Yale y figura inspiradora del personaje de Indiana Jones en las pelculas de Steven Spielberg).

    Los envos de cultura material, a la que llamaremos genricamente guara-n (toba, chiriguana, mocov y de diversos grupos tnicos andinos y guaranes sudamericanos habitantes del actual territorio argentino, boliviano, paraguayo, brasileo y sus inmediaciones), se realizaron hacia Pars, Gotemburgo, Buenos Aires, La Plata y otros centros urbanos interesados por la cultura material ame-ricana, a partir de la cual establecieron regmenes de conocimiento apoyados en colecciones de objetos alojados en museos europeos y americanos. Mi propsito es estudiar, por un lado, las redes de cientficos europeos y americanos que

    1 Para los lmites y travesas entre disciplinas me apoyo en los textos de Bal y Didi-Huberman. Un anlisis del trfico de cultura material en Amrica Latina, aunque ms enfocado en la im-portacin, se encuentra en Bauer; y sobre el problema del trfico y la relacin entre arte y antropologa pueden consultarse Marcus y Myers, y Clifford. Por ltimo, Grafton plantea una lectura estimulante del giro material acontecido en la historia de las ideas.

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    recorrieron Sudamrica en la primera mitad del siglo XX, todos ellos vinculados a museos e instituciones de investigacin, pero tambin reconstruir el itinerario de las cosas y su impacto en las formaciones disciplinarias.

    Por otro lado, quiero examinar el trfico de bienes simblicos y la emergen-cia de un saber recuperado en el trabajo de campo realizado en la regin. Se trata de lo que Ral Antelo (59) denomina una paideia de la alteridad en la que el arte, la literatura, el folclore, las lenguas y el patrimonio cultural indgenas recuperan un espesor propio y adquieren un valor relacional que intentar poner en dilogo con el problema del trfico de objetos y conceptos. Mi trabajo se concentrar en la trayectoria del antroplogo suizo Alfred Mtraux y el trfico de conocimiento que l estableci a partir de su trabajo etnogrfico en Sudamrica. La figura de Alfred Mtraux me interesa por varias razones.

    Mtraux es autor de una destacada obra etnogrfica que incluye docenas de artculos sobre indgenas americanos y varios libros en los que se intersectan el saber etnogrfico con preguntas e hiptesis acerca del universo cultural ame-ricano2. Mtraux cultiv vnculos con numerosos cientficos y escritores de todo el mundo, aunque podramos situar su labor en un eje transatlntico que articul un dilogo entre investigadores europeos y americanos. Entre los primeros, cabe mencionar a los profesores Erland Nordenskild y Eric Boman, ambos investi-gadores suecos que recorrieron Sudamrica como parte de la expedicin sueca de 1901-1903 y dejaron un legado sobre los estudios arqueolgicos y las teoras etnogrficas que se debatan en la Argentina3.

    Nordenskild, director del Museo Etnogrfico de Gotemburgo (hoy Casa de la Cultura, Vrldskultur Museerna Gteborg), asesor a Mtraux en su tesis doctoral defendida en la Sorbona y Boman, quien se haba establecido en la Ar-gentina en 1889, lo impuls a estudiar la etnografa y la arqueologa de la provincia de Mendoza. El libro La civilisation matrielle des tribus Tupi-Guarani se basa enteramente en el estudio de objetos recolectados por Nordenskild durante su expedicin al noroeste de la Argentina, Brasil y Bolivia, que Mtraux consult en

    2 Es autor, en el Handbook of South American Indians (1946-1947) editado por Julian Steward, de una extensa monografa titulada Ethnography of Chaco. Entre otros libros, cabe mencio-nar La religion des Tupinamb y La civilisation matrielle des tribus Tupi-Guarani, as como sus libros sobre los incas y el vud haitiano.

    3 Sobre Boman y Mtraux vanse Podgorny; Arenas; Perilli de Colombres Garmendia; y Hirsch. Sobre Nordenskiold y Mtraux, vase Krebs; y Boman. Boman haba emigrado a la Argentina en 1889 y se dedic a la investigacin etnolgica y arqueolgica, e intervino en polmicas sobre la antigedad del hombre en Amrica. Su libro ms importante es Antiquits de la rgion andine de la Republique Argentine et du dsert dAtacama, de 1908. Sobre Mtraux, Lehmann-Nitsche y la antropologa del Chaco, vase Gordillo (En el Gran Chaco).

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    el Museo de Gotemburgo durante su estada. Eventualmente Mtraux sigui la re-comendacin de Boman sobre la etnografa y la arqueologa mendocinas y la volc en su primer artculo publicado en el pas, en la Revista del Instituto de Etnologa de la Universidad de Tucumn, que l mismo fundara en 1929 (Contribution letnographie).

    A travs de Mtraux queda establecido un eje transatlntico argentino-sueco que permite avizorar una lnea de estudios latinoamericanos escandinavos que prosper en esos aos: el latinoamericanismo sueco al cual Mtraux qued parcialmente integrado4. Cabe aadir la posicin de vanguardia de los museos suecos que ya entonces proponan una relacin ms amena con los objetos fue-ron creadores de los museos al aire libre y el inters precursor en ese pas por la cultura popular y rural, que sin duda influyeron en la formacin de estas co-lecciones de cultura material sin parangn en el mundo europeo, segn lo seala Mtraux en su libro. El inters de los etngrafos europeos permite reconstruir redes de intercambio de conocimiento y cultura material en las que museos y cientficos construyeron comunidades epistmicas y el mundo indgena adquiri un valor creciente. Los objetos reunidos en las expediciones quedan como tes-timonio de la tarea de investigacin y descripcin que asign un nuevo valor al mundo indgena sudamericano.

    4 Krebs (39) aade el nombre del etngrafo Henry Wassn, autor de varios libros sobre mitolo-gas indgenas sudamericanas.

    Ilustracin 1Erland Nordenskild con un grupo de indios toba. Ro Pilcomayo, 1901. Fuente: Nordenskild.

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    Mtraux tambin trabaj con Marcel Mauss cuyos cursos recomend a Georges Bataille, con quien compartira espacios y trabajos. En la ilustracin 2 podemos ver una publicacin de arte precolombino organizada por Mtraux y Bataille en la que el arte, la ciencia y la repblica de las letras quedan interco-nectados. Un ao antes, en 1928, Georges-Henri Rivire y Mtraux curaron en el Museo del Louvre la primera exposicin de arte americano realizada en el Viejo Mundo, Les Arts Ancienes de lAmerique, donde reunieron ms de 1.200 objetos americanos. La exhibicin tuvo un impacto significativo y fue visitada por nume-rosos escritores y artistas latinoamericanos, como Oliverio Girondo y Joaqun Torres Garca. Para su realizacin contribuyeron gobiernos como el de Mxico y coleccionistas privados, como Andr Breton. Esa exposicin no solo dej una huella indeleble en las vanguardias europeas, sino que marc tambin un hito en el trfico de objetos y la concentracin de elementos de la cultura material ame-ricana en depsitos del Viejo Mundo. As mismo, permite reconocer la posicin fronteriza de Mtraux como etngrafo y curador de una exposicin de arte.

    Ilustracin 2Jean Babelon, Georges Bataille y Alfred Mtraux. LArt Precolombien, 1929. Fuente: Krebs (34).

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    Del grupo de cientficos europeos con los que Mtraux se relacion du-rante este periodo nos queda por mencionar a Robert Lehmann-Nitsche, con quien el antroplogo tuvo un intercambio epistolar que recorrer brevemente en este artculo5. Lehmann-Nitsche cumpli probablemente un rol decisivo en la instalacin de Mtraux en la Argentina, segn veremos ms adelante. Otros antroplogos e intelectuales franceses como Paul Rivet, Michel Leiris y Georges-Henri Rivire tambin deben ser mencionados, ya que compartieron la posicin interdisciplinaria entre la etnografa y los estudios de arte y literatura (folclore) que ocup Mtraux en su investigacin y fueron sus maestros (Antelo, Apos-tilla 59). Pero a diferencia de estos, Lehmann-Nitsche estaba instalado en la Argentina, haba desarrollado una carrera en el pas, publicaba en Europa y haba construido una reputacin como cientfico.

    Me interesa destacar aqu no solo las redes personales sino los cruces interdisciplinarios que estas relaciones permiten vislumbrar y sus efectos en la produccin de conocimiento. La antropologa, tanto en la obra de Mtraux como en la de otros investigadores interesados en la cultura amerindia, como Aby Warburg, ocup en la primera mitad del siglo XX un lugar desestabilizador de las fronteras disciplinarias y nos permite reconocer los efectos de las redes culturales sobre la organizacin del conocimiento y la movilidad de conceptos, objetos y campos del saber (Didi-Huberman; Gombrich).

    Este inters por el mundo amerindio aliment tambin un importante trfi-co de cultura material en el que participaron los mismos actores. En un momento en el que nuevas ciencias comenzaban a establecerse, a definir sus paradigmas y campos de investigacin, los contactos personales fueron decisivos para recortar e inscribir las fronteras disciplinarias, as como para abastecer colecciones como la del entonces Muse du Trocadro, luego Muse de lHomme y hoy Muse du Quai Branly de Pars, que alberga un heterogneo patrimonio de objetos saqueados en todo el mundo y reunidos en acervos de museos metropolitanos predominan-temente europeos y tambin americanos. Mtraux, como podemos verlo en la ilustracin 3, contribuy no solo con libros e hiptesis sino con objetos enviados a sus interlocutores en Europa, segn consta en su correspondencia con Paul Rivet, entonces director del Muse du Trocadro6. Vemos a continuacin un poncho toba en el Muse du Quai Branly donado por Mtraux.

    5 Sobre Roberto Lehmann-Nitsche pueden consultarse Antelo; Bilbao; Podgorni; y Gordilllo (En el Gran Chaco).

    6 Vase Garca Canclini (cap. 3), para una lectura demoledora del Muse du Quai Branly y los trofeos exhibidos, obtenidos y enviados por participantes activos de las vanguardias parisinas de los aos treinta, como Michel Leiris y el mismo Mtraux, a las colecciones del museo.

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    Adems de sus relaciones con el mundo cientfico propiamente dicho, Mtraux tuvo un activo intercambio epistolar y desarroll una extensa red de interlocutores, que incluye a escritores y artistas como Mara Rosa Oliver, Vic-toria Ocampo y los miembros de la revista Sur (ilustracin 4) Edgardo Krebs ha sealado que Mtraux fue no solo un etngrafo prximo al grupo, sino el etngrafo residente en Sur (44). Georges Bataille y los miembros del Collge de Sociologie, con quienes comparti intereses, posiciones polticas y estticas, forman otro colectivo con el que el antroplogo dialog y mantuvo intercambio intelectual; existen incluso imgenes de Mtraux junto a Michel Foucault poco antes de su muerte en los aos sesenta. Poetas como Oliverio Girondo, escrito-res como Jos Mara Arguedas o los miembros de la vanguardia surrealista con los que tuvo contacto durante su residencia en Pars en los aos veinte integran su extendida red de interlocutores. Los etnlogos y musegrafos Paul Rivet y Georges-Henri Rivire mantuvieron una frondosa correspondencia con Mtraux que nos permite reconstruir los itinerarios de las redes culturales.

    Andre Breton lo llam el hombre antipotico del siglo XX (Krebs 44), probablemente debido a la lealtad de Mtraux con los principios de la investi-

    Ilustracin 3Poncho toba donado por Mtraux al Muse du Quai Branly. Fuente: Sitio web del Muse du Quai Brainly.

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    Ilustracin 4Redes culturales transatlnticas en su rivera argentina (1939). Alfred Mtraux en Villa Ocampo, San Isidro, Argentina. Junto a l, Alfredo Gonzlez Garao, Mara Rosa Oliver y Roger Caillois. Fuente: Krebs (38).

    gacin etnogrfica en los que haba sido entrenado, aunque pudiera convivir y aceptar el inters de los surrealistas en el arte primitivo americano, impulsado por motivos menos cientficos que los de la etnografa. Nada ms lejos de M-traux que una visin positivista de la culturas indgenas, a las que trat con respeto y de las cuales procur aprender y diseminar su visin del mundo, e incluso emplearlas como un espejo capaz de iluminar los marcos sociales locales

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    latinoamericanos en los que estaban insertas y valerse de ellas para elaborar un anlisis de las lites criollas. Sin embargo, quizs convendra matizar algunas de las consideraciones de Ral Antelo sobre la concepcin temporal del antrop-logo suizo. Guillermo Wilde observa, por ejemplo, ciertas afirmaciones sobre el mundo guaran presentes en Mtraux que parecen tender a desdibujar diferencias entre diversos grupos tnicos, a homologar periodos para construir una imagen transhistrica de las comunidades que estudiaba, bastante lejos de la celebracin del anacronismo que Antelo atribuye a Mtraux.

    Como siempre en los estudios sobre la alteridad cultural, el objeto de an-lisis est inserto en una relacin especular con la perspectiva del observador, y por lo tanto involucra un marco comparativo en el que la propia cultura resulta observada de modo indirecto y simultneo al anlisis de la cultura otra. Tanto Sur como el Collge de Sociologie funcionaron como redes de apoyo y estructuras que permitieron canalizar el intercambio intelectual hoy recuperable a travs de un soporte que ya est en vas de desaparicin: los epistolarios, que sirven para rastrear, adems de las obras y los artculos escritos por el antroplogo suizo, las dificultades, las frustraciones, los proyectos y los anhelos que atraviesan su vida y su produccin intelectual. En la ilustracin 5 lo vemos con su cmara fotogrfica en Sombrero Negro, Chaco formoseo, en 1939.

    Ilustracin 5Mtraux en Sombrero Negro. Chaco formoseo (1939). Fuente: Krebs (44).

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    Adems de haber vivido durante varios aos en la Argentina, Mtraux re-corri y vivi en diversos puntos de Amrica, incluyendo los Estados Unidos y Hawi, donde fue director del Museo Berenice Bishop. Cumpli tambin fun-ciones como profesor en las universidades de Yale y Berkeley; fue funcionario en la Oficina Coordinadora de Asuntos Interamericanos en Washington durante la Segunda Guerra Mundial; vivi en Mxico, donde ense en la Universidad Nacional Autnoma de Mxico (UNAM) y en el Colegio de Mxico; y en Santia-go, Chile, donde ense en Flacso. En la Argentina estuvo primero durante su infancia en Mendoza, donde su padre ejerca la profesin de mdico cirujano, y desde all parti a Suiza para asistir al Liceo. Regres a Mendoza en 1920, cuando tena dieciocho aos, y por consejo de su maestro Paul Rivet, director del Mu-seo de Etnografa de Trocadro, con el que continuara colaborando, y de los antroplogos Eric Boman y Flix Outes, afiliado al Museo de Etnografa de la Universidad de Buenos Aires, realiz, como ya vimos, investigaciones y trabajo de campo que volc en sus primeros artculos publicados. Por ltimo residi en Tucumn, entre 1928 y 1934.

    Fue en esta ltima etapa cuando Mtraux estableci un contacto ms fluido con el campo intelectual argentino, comenz su colaboracin con la revista Sur, que se prolongara desde los primeros nmeros hasta el final de la revista, y desarroll una destacada actividad al frente del Instituto de Etnologa de la Universidad de Tucumn.

    El poder de las imgenes

    Resulta interesante sealar, en cuanto a su periodo mendocino, las excur-siones arqueolgicas realizadas por Mtraux en compaa de su padre y del arquelogo aficionado Adn Quiroga, en las que ya puede reconocerse su inters por la etnografa y su atraccin por las culturas aborgenes de la Argentina7.

    Las redes culturales en las cuales Mtraux particip y de las que se vali a lo largo de una vida itinerante resultan claves para entender su trayectoria y el desarrollo de su pensamiento. La correspondencia con Robert Lehmann-Nitsche puede contribuir a explicar parte de la empresa de Mtraux y su por lo menos inesperada presencia en Tucumn en los aos treinta. El archivo del Ibero Amerikanisches Institut de Berln conserva la correspondencia de Robert Lehmann-Nitsche con numerosos corresponsales en el rea de los estudios de folclore y etnografa. Es esta una extensa red que incluye a Franz Boas, Luis da

    7 Adn Quiroga es autor de Calchaqu (1928), una obra precursora de los estudios arqueolgi-cos del noroeste argentino, as como coleccionista y benefactor de museos de Buenos Aires.

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    Cmara Cascudo, Manuel Gamio y muchos otros prominentes etngrafos ameri-canistas, entre ellos Mtraux.

    En una carta fechada en Mendoza el 26 de agosto de 1922, Mtraux se dirigi a Lehmann-Nitsche, entonces profesor en las universidades de La Plata y Buenos Aires, para consultarle sobre un estudio de la provincia de Mendo-za que, segn deca, confiaba en publicar en el Journal dAmericanistes y que, segn vimos, sera el primero publicado sobre la provincia en el campo de la etnografa. Mtraux le peda aprobacin para su empresa y tambin cit a Paul Rivet, quien le habra sugerido contactarlo. Una parte de la red queda as ex-puesta, en la que Rivet, Lehmann-Nitsche y Mtraux se ubican en extremos y sostienen los hilos que conectan los diferentes nudos que articulan la asociacin. Tanto Rivet como Lehmann-Nitsche estaban afiliados a museos entre los cuales se produca un intercambio de objetos y una acumulacin de cultura material: el Muse dEthnographie du Trocadro que Rivet mismo convirti en Muse de lHomme en 1937 y el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Rivet fund en 1942 el Instituto y Museo de Antropologa de Colombia. Junto a los objetos acumulados y traficados se despliegan relaciones personales entre discpulos y maestros, aliados y socios, en la empresa del conocimiento cientfico.

    El vnculo entre Mtraux y Lehmann-Nitsche permite entender mejor la aventura de un prominente joven antroplogo discpulo de Marcel Mauss y Erland Nordenskild, que se estableci en 1928 en Tucumn y desarroll una tarea significativa durante su permanencia de seis aos en la Argentina (Bilbao). La correspondencia entre Mtraux y Lehmann-Nitsche se prolong durante casi una dcada durante la cual el antroplogo suizo habl de sus dificultades y logros en Tucumn, le remita libros y consultaba sobre objetos arqueolgicos hallados en sus viajes. Uno de los temas que regresa en sus cartas es la lentitud e ineficiencia del correo postal que, entonces como ahora, funcionaba psima-mente y que resultaba un mecanismo necesario para canalizar la circulacin de informacin por la red.

    Cuando Mtraux lleg a la Argentina la figura de Lehmann-Nitsche funcio-n como un caso testigo: un cientfico europeo establecido en Sudamrica que trabajaba en un museo de cierta reputacin el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y haba sido capaz de desarrollar una carrera profesional importante desde su base americana.

    La ilustracin 6 muestra a Lehmann-Nitsche junto a indgenas chiriguanos hoy responderan a la denominacin ms genrica de guaranes en el inge-nio Ledesma, localidad de Libertador General San Martn, Jujuy, adonde el cientfico alemn lleg presumiblemente mediante la ayuda de contactos con la

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    lite azucarera. Tom all numerosas fotografas de indgenas que comenzaban a desplazarse hacia centros urbanos, y por lo tanto resultaban ms accesibles para los observadores, merced a su empleo como mano de obra no calificada en la explotacin de las plantaciones de caa de azcar.

    Jean-Luc Nancy ha dedicado pginas sugestivas al poder de las imgenes, su condicin distintiva y sagrada, y al efecto anacrnico de toda imagen sobre el observador. Aqu el contraste entre los etngrafos europeos y su objeto de es-tudio, los cuerpos indgenas, permite distinguir las temporalidades heterogneas inscritas en la fotografa. La vestimenta y la posicin de Lehmann-Nitsche con-trastan con las de los indgenas que mide y observa y con los que se compara. La violencia sugerida en la medicin de los cuerpos anuncia proximidad y distancia, la condicin distintiva de toda imagen por su capacidad de evocar el sacrificio. La imagen sacri-fica porque hace sacro aquello mismo que profana y transgrede, como podemos verificar en las fotografas.

    A pesar del respeto de Mtraux por su mentor alemn, su mtodo y aproxi-macin al mundo indgena fueron diferentes. Evit la distancia hiertica de su maestro y procur un acercamiento no siempre exitoso, pero sin embargo visible en su posicin que revela paridad con los indgenas.

    Ilustracin 6Robert Lehmann-Nitsche con indgenas chiriguanos en el ingenio Ledesma. Jujuy, ca. 1905. Fuente: Coleccin Lehmann-Nitsche, Ibero-Amerikanisches Institut, Berln.

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    El etngrafo como contrabandista. Trfico de imgenes, propagacin de conceptosy usos de la cultura material en la obra de alfred Mtraux

    Mtraux aspiraba a seguir los pasos del cientfico alemn y su modelo era el Bureau of American Ethnology (BAE), una institucin de creciente prestigio en la que desarroll su labor Franz Boas y que a finales del siglo XIX colabor en la visita de Aby Warburg a los indios pueblo en Nuevo Mxico, Estados Unidos. El antroplogo suizo haba aspirado a emular al BAE con la creacin del Instituto de Etnologa de la Universidad de Tucumn, pero sus anhelos no prosperaron. Even-tualmente Mtraux se incorporara al Smithsonian Institution de Washington, al cual el Bureau of American Ethnology haba sido integrado algunos aos antes.

    La figura de Warburg resulta interesante por varias razones. No solo com-parti con Lehmann-Nitsche una formacin acadmica semejante en Alemania, en las ltimas dcadas del siglo XIX (queda por determinar si compartieron al-gunos de los mismos profesores, como Usener, aunque el inters de ambos por la filologa permite especular al respecto), sino tambin una marcada afinidad por el mundo indgena americano como fuente de conocimientos. Ubicado en una frontera disciplinaria que lo impuls a cruzar las rgidas aduanas del mundo acadmico, Warburg, como Mtraux a su modo, persigui la construccin de una ciencia nueva, que quiso llamar Kulturwissenschaft, capaz de ir ms all a la vez

    Ilustracin 7Alfred Mtraux con un grupo de indios uro. Bolivia, ca. 1930.

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    Ilustracin 8Aby Warburg con los indios pueblo en Oraibi, Nuevo Mxico, Estados Unidos, 1896. Fuente: Warburg (ii).

    de la Kunstgeschichte (la historia del arte) y que superara al mismo tiempo el his-toricismo teleolgico hegeliano, al que busc oponer el concepto de Nachleben, la supervivencia, asociada con la supersticin y por lo tanto con el mundo primi-tivo, como el visitado por los etngrafos de Sudamrica. Arte, religin, folclore y etnografa quedaban articulados para edificar esta nueva formacin disciplinaria (Didi-Huberman 43; Gombrich cap. IX).

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    El Chaco resultaba una plataforma adecuada para Mtraux, inmerso en esta atmsfera de ebullicin intelectual, para desplegar su potencial como archivo en estado incontaminado y todava escasamente estudiado a la luz de las nuevas dis-ciplinas, con excepcin de los trabajos precursores de los etnlogos escandinavos.

    Lamentablemente hacia los aos treinta la promesa de la Argentina como un polo para el conocimiento cientfico comenzaba a deteriorarse. Juan B. Tern, quien visit la exposicin de arte precolombino curada por Mtraux en el Louvre y que por recomendacin de Paul Rivet lo contrat y financi su establecimiento en Tucumn, perdi su posicin como rector de la universidad poco despus de la llegada del antroplogo y la situacin de Mtraux se vio seriamente debilitada. El deterioro generalizado de la situacin mundial aparece en los artculos y cartas que el antroplogo escribi durante esos aos y la efervescencia nacionalista que lo perjudicara y eventualmente lo alejara de la universidad en la Argentina es materia de la correspondencia de Mtraux8.

    Edgardo Krebs se detiene en este periodo difcil durante el cual Mtraux escribi, investig y logr sobreponerse a las innumerables dificultades del cli-ma hostil de la Argentina en los aos treinta. A pesar de las condiciones poco hospitalarias para la investigacin en la universidad, fund una revista, invit a destacados especialistas europeos a Tucumn, entre otros a Walter Lehmann, director del Ethnologisches Museum de Berln y cuyos cursos atraan a alumnos como Walter Benjamin y Reiner Mara Rilke (Krebs 36). Mtraux desarroll tam-bin relaciones con intelectuales argentinos y franceses, muchos de los cuales lo visitaron en Tucumn e incluso viajaron con l a realizar trabajos de campo en comunidades indgenas. El viaje que realiz con Drieu La Rochelle y Oliverio Girondo al ingenio San Martn del Tabacal, no lejos del ingenio Ledesma donde Lehmann-Nitsche haba fotografiado indgenas casi treinta aos antes, es un captulo valioso del encuentro entre etnografa, vanguardia, arte y antropologa.

    La imagen que vimos de Lehmann-Nitsche con instrumentos de medicin junto a un indgena no debe pasar desapercibida. Debo hacer un breve desvo aqu para referirme a la presencia de indgenas en ingenios azucareros donde fueron fotografiados y se establecieron los primeros contactos con cientficos europeos. Como observa Gastn Gordillo, hacia finales del siglo XIX la explotacin azucarera de los ingenios del norte de Salta y el este de Jujuy comenz a atraer trabajadores temporarios que migraban desde el Chaco salteo, formoseo y tambin desde Bo-livia para ser empleados en la industria azucarera. Mtraux fue alojado con Drieu

    8 Carta de Mtraux a Lehmann-Nitsche, 29 de diciembre de 1928, coleccin del Ibero-Amerika-nisches Institut, Berln.

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    La Rochelle y Girondo por Robustiano Patrn Costas, un magnate del azcar to-dava hoy presente en la memoria oral de los indgenas tobas (Gordillo, Lugares de diablos). Se trat de un viaje donde nuevamente convergieron vanguardias literarias y etnografa, en un contexto polticamente delicado.

    La relacin de los antroplogos con el mundo indgena aparece as mediada por el rgimen econmico del ingenio, que los indgenas recuerdan como una poca de riqueza y bienestar, pero que en rigor constituy el suplemento dis-ciplinador laboral de la conquista militar del Chaco, que comenz en los aos ochenta del siglo XIX y se extendi durante varias dcadas en las que los ind-genas resistieron el avance brutal del Estado. Como seala Gordillo, Mtraux, a diferencia de su maestro Lehmann-Nitsche, reconoci los efectos brutales del avance militar sobre el territorio indgena y los denunci en artculos publicados en el diario La Nacin (En el Gran Chaco 236). Las fotografas de los indgenas pueden ser ledas tambin como huellas de un trfico humano inserto en un siste-ma de control y administracin de la poblacin y un registro de cualidades fsicas de una fuerza laboral culturalmente heterognea, en proceso de ser asimilada al rgimen estatal biopoltico integrado a polticas de gubernamentalizacin de las cuales el archivo museo forma parte. Las medidas corporales que Lehmann-Nist-che toma abastecen tanto un archivo racial universal, como el que la antropologa aspiraba a completar de acuerdo con las teoras difusionistas todava activas en la poca, como a los archivos estatales de control social que haban aniquilado los ltimos focos de resistencia indgena pocos aos antes. Convertidos en obreros y nutridos de bienes de consumo que desconocan (ropa, herramientas, alimentos) los indgenas, segn lo ha rescatado Gastn Gordillo en su investigacin, todava conservan hoy la memoria oral de ese periodo de prosperidad.

    Las redes de amistad y afinidades estticas funcionaron en el encuentro de Mtraux con Oliverio Girondo y Drieu La Rochelle en Salta para potenciar una tarea que no careca de rasgos polticamente delicados. Las imgenes de indgenas incluidas aqu fueron tomadas a veces contra la voluntad de los sujetos fotografiados e ingresaron en un trfico de imgenes que, como el de los objetos etnogrficos enviados a las colecciones de museos en Europa, se realiz sin el aval explcito de los fotografiados, lo que puede ser pensado como un contrabando humano paralelo al que ocurra con la fuerza laboral indgena. Este comercio iconogrfico ocurri al precio de una expropiacin del patrimonio cultural y una cosificacin de seres humanos. La complicidad de los ingenios donde muchos indgenas trabajaban como mano de obra estacional con los et-ngrafos fue un apoyo decisivo para los visitantes. Esto se ve con mayor claridad en la coleccin de imgenes de Lehmann-Nitsche, menos afecto que Mtraux a

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    aventurarse en territorios remotos para realizar trabajo de campo. La mayora de las imgenes de su coleccin pertenecen a indgenas en contextos urbanos o desplazados de sus lugares de vida tradicionales (ingenios, la ciudad de La Plata, etc.), lo que permite comprobar no solo el trfico de imgenes sino la movilidad de grupos humanos, con efectos importantes en las tasas de mortalidad infantil y consecuencias en fenmenos de aculturacin sobre sus comunidades9.

    Tales imgenes permiten acceder a una movilidad doble: por un lado, sustraen a un grupo humano de su contexto, lo capturan y representan para un contexto distinto del propio. Como seala Gordillo, la idea de pobreza asociada con la condicin de aborigen queda fuertemente establecida en esta representacin.

    9 Gastn Gordillo seala que la poblacin indgena del Chaco en los ingenios lleg a ms de cin-co mil trabajadores de diversos grupos tnicos, como los wich, tobas, chorote, pilag, nivacl y chiriguanos (guaranes) (En el Gran Chaco 85).

    Ilustracin 9Indgenas mocoves en el ingenio de Ledesma, Jujuy, ca. 1905. Fuente: Coleccin Lehmann-Nitsche, Ibero Amerikanisches Institut, Berln.

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    Las fronteras disciplinarias y el concepto de civilizacin

    Como seal al comienzo, me interesa detenerme en la perspectiva de Mtraux, no solo sobre las culturas indgenas que visit en su trabajo de campo, sino sobre todo en la etnografa urbana y argentina que puede reconocerse en su correspondencia y en algunos de sus trabajos. Como ha sealado Edgardo Krebs, uno de los aspectos ms relevantes de la intervencin de Mtraux en su mirada sobre la Argentina est en su resistencia a una espacializacin del tiempo histrico, es decir, a asignar a los indgenas una temporalidad remota o radicalmente diferente de la de sus contemporneos criollos y argentinos. No obstante, como observa Guillermo Wilde en un libro reciente, Mtraux s apel a elementos de la cultura material, como los recolectados por Nordenskild en sus expediciones y alojados en el museo de Gotemburgo, para especular sobre la sociabilidad guaran y componer el siempre complejo concepto de cultura guaran, por momentos caracterizada como una totalidad cultural homognea y esttica (30). Esa deuda del antroplogo con el difusionismo no le impidi rechazar la analoga de indgenas con seres primitivos o arcaicos. Precisamente una de las mayores alarmas de Mtraux estaba en la negacin del mundo in-dgena como un componente vivo, contemporneo y activo de la sociabilidad argentina, tal como l la conoci durante sus aos en el pas. En 1937 public en el nmero 30 de Sur un artculo en el que me detendr brevemente (El proble-ma de la civilizacin).

    El artculo, escrito ya fuera de la Argentina, en Hawi, parte del libro de Ruth Benedict Patterns of Culture, publicado en 1934, y procura desarrollar una teora cultural que tiene varios puntos de contacto con el problema de las redes y el trfico de bienes simblicos. A diferencia de sus primeros artculos publicados en Sur, que constituan estudios sobre grupos tnicos especficos como los tobas, los uros o los matacos, en este artculo Mtraux desarrolla una aproximacin de aspiraciones ms tericas. El foco de su trabajo es una mirada crtica del concep-to de civilizacin y la relacin de los estudios de las sociedades simples como una herramienta conceptual para examinar el mundo civilizado.

    En un camino que no carece de paralelos con el recorrido por Aby War-burg en su observacin de los indios pueblo, que incluy tambin imgenes y reflexiones sobre la sociedad norteamericana finisecular, en contraste flagrante con el modo de vida indgena, Mtraux examina el mundo americano moderno en relacin con las sociedades simples (Burke 20-27). Su reflexin incluye tambin al mundo europeo y desarrolla una comparacin cultural que opera en la din-mica de la red. Justifica as que para comprender los fundamentos de nuestra civilizacin sea necesario estudiar minuciosamente todas las razas del universo y

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    que en esta vasta encuesta sean precisamente los pueblos ms atrasados los que gozan de la preferencia (Mtraux, El problema de la civilizacin 8). Quiero rescatar de su reflexin dos o tres momentos en los que se refiere a las socieda-des americanas con la Argentina, de donde haba partido amargado dos aos antes, como una de sus alusiones ms evidentes. Refirindose al racismo que invada las relaciones sociales en los aos treinta dice:

    Desprovista de base cientfica, esta aberracin ha sido llevada a tal extremo

    que ciertos medios de los Estados Unidos afectan desdear a los irlandeses,

    sus propios hermanos de sangre, lo mismo que en Amrica del Sur, los indi-

    viduos llevan sobre sus rostros todos los caracteres somatolgicos de las razas

    indgenas, y hablan con odio de los indios, de los que son originarios. (9)

    La nocin de culturas orgullosas de s mismas y desinteresadas por su alteridad constitutiva permite pensar en una configuracin de la comunidad concebida desde un ngulo poco dispuesto a tomar en consideracin su propia formacin hbrida y mestiza. La perspectiva sugerida en esta mirada opera en la negacin de un tejido social interno conformado por componentes diversos que clausura toda posibilidad de sutura por la desatencin de la heterogeneidad identitaria constitutiva de toda comunidad. La fundacin de los estudios antro-polgicos como disciplina, como bien lo recuerda Mtraux, estuvo apoyada por supuestos difusionistas que buscaban reconstruir un origen remoto de la huma-nidad a partir de un estudio atento de la variedad de culturas del mundo, con nfasis en la filologa como ciencia capaz de recuperar un origen compartido.

    El lugar de la filologa, presente en numerosos estudios del mundo ind-gena desde la etnografa pero tambin en la historia del arte, segn lo vimos en el caso de Aby Warburg, es una referencia en la que resulta preciso detenerse. Tanto Mtraux como Lehmann-Nitsche y numerosos investigadores locales, como Samuel Lafone-Quevedo, o incluso historiadores ms lejanos en el tiem-po, como Vicente Fidel Lpez, prestaron atencin a las lenguas y a la disciplina encargada de estudiarlas como un recurso metodolgico para elaborar hiptesis acerca de las relaciones entre distintos grupos tnicos y postular posibles lazos de parentesco, contacto, migracin u orgenes comunes entre los pueblos origi-narios del territorio argentino y de Sudamrica (Lpez).

    Las lenguas ofrecan un sustrato firme y susceptible de ser sometido a un estudio sistemtico, necesario para contribuir a entender el problema de la raza, que ejerca el inters ms poderoso entre los etngrafos del momento. Cons-truir un saber a partir de la plataforma lingstica aportaba a la conformacin de un archivo til para administrar cuerpos y grupos humanos que adquiran

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    una prioridad biopoltica en las estrategias gubernamentales y las polticas de Estado (Esposito).

    No obstante, Mtraux enfrentaba dificultades debido al escaso entusiasmo por su campo de investigacin en el mundo acadmico local y tambin, como Warburg, a las barreras disciplinarias que impedan el trfico y la circulacin de conceptos. Una de las maneras de entender este fenmeno est en la separacin disciplinaria que divide el capital simblico de una comunidad en fragmentos irreconciliables. Fue contra esos obstculos en la circulacin de los conceptos y la emergencia de objetos hbridos la bsqueda agnica de reconciliacin con la alteridad que el antroplogo encamin su empresa.

    La religin, el arte, la cultura oral, las tradiciones y los ritos formaban para Mtraux parte de una misma plasticidad y, sobre todo, del objeto cultural como una materia surcada por relaciones internas y externas que era preciso restaurar para comprenderlo (Antelo, Apostilla 62). En una posicin que nuevamente evoca los estudios de Aby Warburg, Mtraux propuso reubicar la superficie sim-blica en un entramado una red de trfico simblico dentro del cual el mismo antroplogo se encontraba incluido.

    Hay sociedades cuya estructura, aunque compleja, es de una gran banalidad.

    []. Entre las naciones civilizadas hay tambin cierto nmero que, bajo un

    disfraz de civilizacin europea, tratan de disimular una existencia ridcula y

    mezquina. Pienso en diversos Estados de la Amrica Latina que reclaman la

    atencin de Europa, creyendo asimilarse lo mejor de lo que ella ha produci-

    do, y no han logrado otra cosa que empalagar y descolorar todo lo que han

    importado. Su funcin humana es nula justamente porque no han sabido

    integrar las riquezas de toda especie que han recibido. Las han puesto unas al

    lado de otras sin orden, sin elegir entre esas infinitas posibilidades una o dos

    en torno a las cuales se puedan agrupar las otras y darles una escala de valores.

    Esas naciones han fracasado en todas sus tentativas de crear un tema nuevo o

    de dar un acento a aquellos de los cuales ellas disponan. En una palabra, esas

    naciones no representan todava un tipo de civilizacin. (Mtraux, 17)

    Mtraux aora un inventario de riquezas que consiga ponerlas en orden como condicin para atribuirles valor. Ese inventario de riquezas recibidas es el museo, que entonces no asignaba un espacio significativo al patrimonio cul-tural indgena y prefera abastecer el acervo de la cultura nacional con bienes importados.

    Estas palabras hacen eco de las que Mtraux volcaba en sus cartas a Mara Rosa Oliver, en las que se lamentaba de la indiferencia argentina por el patrimonio

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    cultural indgena que l estudi con pasin (Fernndez Bravo 2008). Las condi-ciones para la emergencia de este relativamente nuevo campo de estudio la antropologa, que figuras como Franz Boas, Ruth Benedict, Marcel Mauss y el mismo Mtraux contribuyeron a establecer, dependan parcialmente de una red a travs de la cual circulaban conocimientos y saberes cosificados.

    Los resultados del trabajo de campo; las descripciones de ritos, prcticas y objetos; y las mismas fotografas de seres humanos, muchas de ellas tomadas contra la voluntad de los sujetos retratados, circularon activamente a travs de la red y pueden ser reconocidos como un insumo necesario para la misma existencia activa de una red de conocimiento compuesta por elementos complejos, que refle-jan tiempos diversos que pueden ser abordados desde una variedad disciplinaria: filologa, religin, mitologa, etnografa, historia y estudios de arte (visuales, litera-rios, folclore) convergen dentro de una misma cosa. Cul es el valor del objeto y su peso en el funcionamiento de la red? Cmo opera la distancia entre el observa-dor y su objeto y entre el circuito de observadores que intercambian saberes sobre la alteridad? Podemos recuperar aqu la nocin del objeto artstico, etnogrfico, material como conglomerado de relaciones (Didi-Huberman 35).

    Ese conglomerado puede hablar tanto de una cultura especfica los uros, los matako, los chiriguanos como de un marco ms amplio: la cultura europea importada por las lites argentinas para abastecer un patrimonio que conside-raban vaco o carente de todo valor en su naturaleza verncula. Puede iluminar tambin la red de relaciones apoyada en cierto distanciamiento con respecto a la cultura estudiada, como el de Mtraux cuando evoca sus aos en Tucumn. Y puede servir tambin para sostener una mirada sobre la misma actividad del observador, observar la observacin que es otra forma de la red recorrida por imgenes, esto es, ser capaz de contemplar simultneamente temporalidades heterogneas, como las que podan atribuirse a los grupos por l estudiados pero sin incurrir en los mecanismos de temporalizacin positivistas que nega-ban toda contemporaneidad a los grupos indgenas y, con la colaboracin del museo, los ubicaban en un pasado remoto. Y es, por ltimo, la posicin carac-terstica de la as llamada antropologa posmoderna, que ha redirigido su foco de atencin a la misma prctica observacional del antroplogo (Clifford; Geertz; Stocking, Jr.). Es as como los uros funcionan para leer la cultura argentina y los tupinamb, para leer la cultura europea contempornea. La red requiere un trfico de imgenes que presupone un rgimen de contemporaneidad que queda as expuesto, en contraste con la espacializacin del tiempo histrico que impeda una visin capaz de reconocer la heterocrona del mundo americano, dentro del cual convivan temporalidades heterogneas.

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    La imagen como cosa

    Los estudios de Mtraux sobre grupos indgenas tupi-guaranes sudameri-canos comenzaron cuando su trabajo de campo an no haba empezado. Segn vimos en algunas imgenes, el antroplogo pudo desarrollar sus estudios etno-lgicos in situ, desde su base de Tucumn primero y luego gracias a una beca Guggenheim que le permiti regresar a Sudamrica en 1939 para terminar lo que haba comenzado con sus estudios doctorales en Europa, entre Pars y Gotemburgo. No obstante, el antroplogo sufri numerosas dificultades en su trabajo de campo, ya que desconoca las lenguas indgenas y tambin apel a fotografas de terceros, como Enrique Palavecino, fotgrafo, etngrafo y director del Museo Etnogrfico de la Universidad de Buenos Aires, para abastecer su propio archivo (Giordano 365-390).

    Sus primeros dos libros, La religion des Tupinamb et ses rapports avec celle des autres tribus Tupi-Guarani y La civilisation materille des tribus Tupi-guarani,este ltimo su tesis doctoral, ambos publicados en 1928, son estudios eruditos basados primordialmente en fuentes secundarias y en descripciones de objetos recolectados por la misin sueca liderada por Erland Nordenskild a comienzos del siglo XX. Valen entonces como monografas desarrolladas en un museo, a partir de obras que hoy podramos considerar como literarias (relatos de viaje, crnicas coloniales, inventarios de mitologa indgena) y que merecen la plena condicin de catlogos razonados de una exhibicin de cultura material, incluyendo dentro de esta categora la bibliografa en la cual se apoyan. Sin em-bargo, se trata de obras de particular inters por el repertorio bibliogrfico que recorren, desde Hans Staden hasta Flix Outes, y autores como Koch-Grnberg, el etngrafo en cuyos trabajos de etnografa y mitologa amaznica se bas Mrio de Andrade cuando escribi Macunama (1928) (Ancona Mrio de Andrade; Macunama: a margem e o texto). Como ha sealado Ral Antelo, la relacin de estas fuentes puede rastrearse no solo en el Collge de Sociologie, liderado por Bataille, la revista Documents, coeditada por l mismo y por Carl Einstein, adems de otras numerosas referencias a las vanguardias histricas europeas de los aos veinte, sino tambin en el movimiento antropfago liderado por Oswald de Andrade en San Pablo en esos mismos aos10.

    Luego de esos dos libros de una enorme riqueza erudita, Mtraux solo public artculos breves, reencauz su inters etnogrfico en otras direcciones: las islas de Pascua, los incas y la prctica del vud haitiano, y se alej del mundo indgena guaran que fue su primera curiosidad. Su tratado de 1946, el Handbook

    10 La bibliografa sobre este ltimo es casi infinita. Vase, entre otros, Aguilar.

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    of South American Indians, rene no obstante un descomunal archivo de cono-cimiento sobre los indgenas americanos, aunque Mtraux ya no regres a su primer objeto de investigacin de modo sistemtico.

    Sin embargo, me gustara volver sobre sus primeros trabajos, en particular sobre La civilisation matrielle des tribus Tup-Guaran, dado el inters en la cultura material como fuente de conocimiento para comprender una comunidad en sus dimensiones ms amplias y complejas. Mtraux trabaja en este libro, como ya dije, a partir de cosas e imgenes recogidas en una bibliografa de viajeros muy amplia, desde Jean de Lry (oportunamente ledo por Michel de Certeau en su extraordinario libro La escritura de la historia), pasando por Spiux y Martins, DOrbigny, Flix Outes, cronistas coloniales y, por supuesto su maestro, respon-sable de la formacin de esta coleccin, Erland Nordenskild.

    De este modo Mtraux compuso, mediante un agregado minucioso y exten-dido, un objeto formado por partes y en particular por cosas e imgenes: divisiones que responden a la estructura del conocimiento occidental, como zona geogrfica donde habitan (o habitaron) estos grupos, habitacin, religin, prcticas corpo-rales, guerra, mobiliario, alimentacin, msica e instrumentos musicales, ritos de iniciacin y deformaciones corporales, medios de transporte (como lo vemos en la ilustracin 10) y otros elementos de la cultura material guaran.

    Me interesa particularmente la funcin de las imgenes, tanto arcaicas como contemporneas, de las que se vali en su empresa heurstica en el acto de construc-cin a partir, no del contacto directo con su objeto, sino de la literal composicin de un mapa de la cultura guaran valindose de cosas alojadas en un museo escan-dinavo. La relacin establecida por el autor con su objeto de estudio permite pensar en varios problemas que procurar desarrollar sucintamente a modo de conclusin.

    En primer lugar, el rgimen iconogrfico de la imagen que puede ser cap-turada, manipulada, transportada e inserta en un (nuevo) contexto sin mayores dificultades. Al quedar inscrita en un conjunto al que aade sentido, la imagen a la vez pierde y adquiere nuevas propiedades. Ha sido extrada de la superficie donde se encontraba, como una reliquia o un objeto arqueolgico, y ha ingresado en otra dimensin, dentro de la cual gana un nuevo significado, incluyendo por supuesto sus rasgos temporales, ya que en el libro de Mtraux la composicin procura trazar un estado contemporneo (aunque se base en fuentes arcaicas, algunas del siglo XVI, como Staden) del mundo tup-guaran. La presencia de ma-pas que sealan la ubicacin de grupos tup-guaranes en el presente confirman esta voluntad. Este mecanismo de trasposicin de imgenes que viajan y llevan adheridos conceptos que atraviesan campos del conocimiento ha sido analizado

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    por Mieke Bal como un rgimen de visualizacin (o visuality) comparable a los mecanismos de textualizacin descritos por James Clifford.

    La idea de cultura queda tambin expuesta no solo en el sintagma civili-zacin material sino en la formacin compuesta de partes que se integran en una totalidad para dotarla de sentido. Aunque, como seala Nancy (12-13), la imagen es lo sagrado y por lo tanto aquello que est separado y distante (como en la imagen religiosa), en la composicin de Mtraux las distintas imgenes quedan integradas en un conjunto nuevo, que las aproxima entre s y potencia su misma distincin al conformar un colectivo de fuentes convergentes a pesar de los estatutos discursivos desiguales que la integran (crnicas de viajeros colo-niales, estudios biopolticos estatales, crnicas y descripciones jesuitas, literatura cientfica contempornea). El trfico altera la naturaleza del objeto. Al mismo tiempo, el esfuerzo de componer esta totalidad revela en su misma artificialidad

    Ilustracin 10Medios de transporte. Fuente: Mtraux (La religion des Tupinamba 205).

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    la contingencia ltima de toda nocin de cultura: un compuesto que procura fijar un conjunto de fuerzas centrfugas, que navegan regmenes de temporalidad divergentes, dentro de un mismo significante. Mtraux construye con materia-les diversos el objeto civilizacin tupi-guaran y vuelve visible la dimensin de su empresa: todo concepto de cultura est sujeto a procesos de variabilidad e historicidad, sumados a la convivencia de temporalidades heterogneas, incluso dentro de conjuntos relativamente pequeos11.

    Como observa el antroplogo en su libro, el impacto del contacto europeo fue sentido muy rpidamente por distintos grupos guaranes, tanto en el comercio de cosas entre diferentes grupos como en la esclavitud a que fueron sometidos, principalmente por los portugueses, y las consiguientes migraciones, los cambios de hbitos y entornos, el surgimiento de nuevos relatos y cosmogonas, y la altera-cin generalizada de modos de vida derivados de esta circunstancia.

    La violencia alojada en la imagen por sus propiedades mgicas (el proclamado temor indgena a la fotografa por su capacidad de robar el alma del retratado, que Boggiani pag con su vida) tambin est presente en el volumen de Mtraux. Las imgenes empleadas en el libro representan cosas (instrumentos de caza o de gue-rra arcos, flechas, instrumentos de uso ritual garrotes para matar al prisionero que luego ser devorado, instrumentos musicales, urnas funerarias, vestimentas, vasijas de cermica y fotografas de indios), pero esas cosas son tambin personas que sin embargo resultan combinadas a pesar de orgenes muy diversos y tempora-lidades anacrnicas para formar una totalidad a la vez cohesionada y heterocrnica, maciza e inoperante por la misma diversidad de los componentes que la integran.

    La civilisation matrielle des tribus Tup-Guaran rene un conglomerado de fuentes desiguales que convergen, mediante la tarea de recoleccin, compara-cin y articulacin, dentro de un mismo objeto que funciona como dispositivo de trfico de conceptos e imgenes que es mtodo y resultado. El saber reunido a partir de esa alteridad desafiante mantiene todava sin embargo su condicin enigmtica, porque la cosa conserva, a pesar de los epgrafes y las taxonomas construidos para clasificarla, un resto opaco, inmune a la mirada hermenutica del observador, resistente a la apropiacin; en ltima instancia, inalienable12. La condicin refractaria de la imagen considerada como cosa aade otra capa de sentido al proceso de trfico de cultura material y a la propagacin de conceptos dentro de la cual puede entenderse la tarea del etngrafo.

    11 Sobre la dificultad para aplicar nociones de derecho y categoras de comunidad occidentales a grupos indgenas, vase Eduardo Viveiros.

    12 Sobre cosas vase Brown. Sobre lo inalienable de las cosas, Weiner.

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    Pensado como traductor y contrabandista, en un momento en que la fotogra-fa produjo un corpus significativo de imgenes de indgenas guaranes (como las tomadas por Guido Boggiani) (Giordano), el etngrafo se vale del dilogo y la red, no solo entre interlocutores que hablaban una lengua semejante, como la comu-nidad de cientficos y escritores vanguardistas dentro de la cual actuaba Mtraux, sino tambin en el intercambio producido con los mismos indgenas, cuando este ocurre13. Ms all de su ocurrencia efectiva, emerge una pregunta de respuesta elu-siva e iterativa: la imagen como aquello que resulta inenchanable, como sugiere Nancy aludiendo al pensamiento de Georges Bataille. La imagen resulta inenca-denable por su vnculo con temporalidades y universos simblicos diversos que le asignan su propia distincin y a partir de los cuales se define (Nancy 15).

    Tal vez la contribucin ms perdurable que podemos rescatar de la empresa tenaz, delicada y tambin problemtica de Mtraux sea la multiplicacin de enig-mas que disparan las imgenes reunidas en su labor, como la foto del etngrafo en Sombrero Negro, rodeado de indios que acusan ambiguamente recibo de una presencia extraa entre ellos: una profanacin de lo sagrado que remite a la extra-eza del observador y a la voluntad por romper la ilusin de autonoma de todo objeto de conocimiento. No existe tal cosa, como tampoco hay evolucin: solo su-pervivencia de temporalidades remotas, impuras y anacrnicas que emergen en la imagen (o en la supersticin, que para Warburg era otra forma del Nachleben la su-pervivencia temporal, para desafiar los supuestos de un tiempo lineal, progresivo, monolgico, frente a la cultura como un conglomerado de relaciones revelado por el reconocimiento de sus vnculos insoslayables con otras voces, otros mbitos.

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    13 Silvia Hirsch, en su ensayo sobre Mtraux, seala la pobreza del contacto que el antroplogo logr establecer con los grupos que conoci. Ignoraba las lenguas, a menudo intercambiaba informacin por regalos y en sus diarios se queja de las dificultades de su trabajo en la regin, en particular por la interaccin con los indgenas.

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