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343 REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 64 (2005), 343-385 ESTUDIOS Hermann Cohen, judío convertido por la Eucaristía LUIS J. F. FRONTELA Valladolid Al estudiar a Hermann Cohen, el P. Agustín María del Santísi- mo Sacramento, conocido popularmente como P. Hermann, nos en- contramos con un personaje típico del siglo XIX, judío, que vive en la indiferencia de la fe y la práctica en un momento de crisis de la conciencia judía, joven músico que conoce la fama, empedernido jugador lleno de deudas y de acreedores, convertido a la fe católica y pronto religioso y sacerdote carmelita y, como tal, uno de los puntales del proceso de restauración católica que se da en Francia a mediados del siglo XIX. Él es uno de los impulsores, más que orga- nizador, de formas de piedad y de devoción propias de aquel siglo, pero que han perdurado hasta nuestros días como es el caso de la Adoración Nocturna. En buena parte, precisamente, el que la memoria del P. Hermann se mantenga viva y no sea uno de tantos olvidados del pasado, se lo debemos al movimiento de la Adoración Nocturna, que le tiene como uno de sus fundadores. El P. Hermann no era un hombre de gran cultura teológica. A raíz de su conversión leyó algunos manuales de doctrina cristiana y algunos autores espirituales. Ya en el Carmelo, después del año de noviciado y un año más de formación filosófico-teológica, fue des- tinado al apostolado, fundamentalmente el de la predicación. No tenemos ningún escrito suyo, no fue un escritor, sólo algunos sermo-

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 64 (2005), 343-385

ESTUDIOS

Hermann Cohen,judío convertido por la Eucaristía

LUIS J. F. FRONTELA

Valladolid

Al estudiar a Hermann Cohen, el P. Agustín María del Santísi-mo Sacramento, conocido popularmente como P. Hermann, nos en-contramos con un personaje típico del siglo XIX, judío, que vive enla indiferencia de la fe y la práctica en un momento de crisis de laconciencia judía, joven músico que conoce la fama, empedernidojugador lleno de deudas y de acreedores, convertido a la fe católicay pronto religioso y sacerdote carmelita y, como tal, uno de lospuntales del proceso de restauración católica que se da en Francia amediados del siglo XIX. Él es uno de los impulsores, más que orga-nizador, de formas de piedad y de devoción propias de aquel siglo,pero que han perdurado hasta nuestros días como es el caso de laAdoración Nocturna.

En buena parte, precisamente, el que la memoria del P. Hermannse mantenga viva y no sea uno de tantos olvidados del pasado, se lodebemos al movimiento de la Adoración Nocturna, que le tiene comouno de sus fundadores.

El P. Hermann no era un hombre de gran cultura teológica. Araíz de su conversión leyó algunos manuales de doctrina cristiana yalgunos autores espirituales. Ya en el Carmelo, después del año denoviciado y un año más de formación filosófico-teológica, fue des-tinado al apostolado, fundamentalmente el de la predicación. Notenemos ningún escrito suyo, no fue un escritor, sólo algunos sermo-

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nes recogidos por su primer biógrafo 1, que también recoge una seriede textos de lo que fue su confesión escrita al entrar en el Carmelo,así como de su diario, y la carta que al día siguiente de su bautismodirige al padre Alfonso María de Ratisbona.

A la hora de tratar a Hermann Cohen lo hacemos como él mis-mo, hasta los últimos días de su vida lo hizo, es decir, como unconvertido: «Fray Agustín, miserable pecador, que quiere convertir-se el año que empieza. Amén». En la época y en los círculos cató-licos se consideraba como convertido no sólo al pecador que searrepiente de sus culpas, las expía y se corrige, sino «el hombre queabandona el error para profesar la verdad» 2. Como converso dedicasu vida a atraer a la verdad a los que viven en el error, al margende la influencia de la fe católica, que para él es la Verdad. Él a símismo se consideraba, y así lo expresó públicamente en el primersermón que predicó en San Sulpicio de París, como alguien que sehabía arrastrado en «el barro de una inmoralidad sin pudor», quehabía sido «arrebatado por el viento de cualquier doctrina, haciendoprofesión abierta de todos los errores».

1 CHARLES SYLVAIN, Vie du R. P. Hermann, en religion Augustin-Marie duTrès-Saint-Sacrement, Oudin, Poitiers 1881. Esta biografía ha sido la que haayudado a mantener viva la memoria del P. Hermann con las numerosas edi-ciones francesas y su traducción a otros idiomas, en España la primera traduc-ción fue la Vida del R. P. Hermann, publicada por la editorial Monte Carmelode Burgos en 1905, en la que no se hace referencia a su autor. Años más tarde,en 1935, la Editorial Litúrgica Española de Barcelona edita la traducción de laquinta edición de la Obra de Charles Sylvain, realizada por el Carmelita Des-calzo P. Jaime de la Virgen de la Misericordia, con el título El apóstol de laEucaristía. Vida del P. Hermann, Carmelita Descalzo, reeditada en 1944 porel Centro de Propaganda de Santa Teresita del Niño Jesús de los CarmelitasDescalzos de Barcelona. En 1998, la Adoración Nocturna Española y la Fun-dación GRATIS DATE publican una versión abreviada de la vida de CarlosSylvain.

En 1981, un sobrino nieto del P. Hermann, nieto de su sobrino Jorge Raun-heim, Jean Marie Beaurin, escribe una nueva biografía que lleva por título,Flèche de feu; le Père Augustin-Marie du Très Saint Sacrement, HermannCohen (1821-1871), Éditions France-Empire, Paris, 1981. En 1988 será reedi-tada por la Éditions du Parvis, Hauteville (Suiza).

2 Abate BERGIER, «Conversión», en Diccionario de Teología por el AbateBergier, segunda versión en castellano, imprenta de D. Primitivo Fuentes,Madrid, 1945, p. 517.

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Por tanto, sólo se llega a comprender al P. Hermann desde elsiglo XIX y sus complejidades, como judío, converso, religioso, sa-cerdote y apóstol de este siglo.

UN JUDÍO SIN IDENTIDAD

Nos cuenta Hermann Cohen que nació en el seno de una familiade comerciantes y banqueros judíos de Hamburgo 3. Sus padres fue-ron David Abraham Cohen y Rosalía Benjamín. Él mismo, en su con-fesión, cuenta que el nombre Cohen significa sacerdote en hebreo yque los que llevan ese nombre descienden de Aarón y de la tribu deLeví, de aquí que cuando en la sinagoga está presente algún coheninnes el encargado de bendecir al pueblo. Hermann, entre los recuerdosde su infancia, tiene el de haber visto, en numerosas ocasiones, tantoa su padre como a sus hermanos, dar esta bendición.

La comunidad judía de Hamburgo a comienzos del siglo XIX

estaba dividida, como en general sucedía en las comunidades judíasdel occidente europeo, en dos sectores: los reformadores, entre losque se encontraban los Cohen, que, habiendo aceptado la predica-ción en alemán, el canto coral y la música de órgano, ponían elacento de la experiencia religiosa, más que en el culto público, enla interiorización de la propia y en el cumplimiento de los preceptoséticos. Por otra parte estaba la corriente tradicionalista que seguíaapegada a los usos y costumbres provenientes de la época medieval.Hermann, en sus recuerdos de la infancia, nos dice que sentía ciertarepugnancia por las novedades introducidas, y que, por el contrario,le atraían las ceremonias que se habían abandonado.

En muchos judíos la llamada caída del ghetto produjo una crisisde identidad en donde unos optaron por un judaísmo secular que lesllevó a la aversión por todo tipo de religión y al abandono de las prác-

3 Hamburgo, en el momento del nacimiento de Hermann Cohen, tenía unapoblación judía de 25.000 habitantes, frente a un total de 1.075.000 habitantes.Desde comienzos del siglo XVIII, y debido a las migraciones de judíos desde eleste europeo, como consecuencia de las matanzas cosacas del siglo XVII —1648y 1649—, las comunidades judías del occidente europeo habían sido restable-cidas.

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ticas judías por la modernidad. Otros dieron el paso hacia el cristia-nismo, bien convencidos de encontrar en él la verdad, o bien como unmedio para integrarse en la sociedad y gozar de los derechos que te-nían el resto de los ciudadanos. Este es el caso del poeta HeinrichHeine, para quien el bautismo se convierte en el billete de entrada enla cultura europea. Heine pasó al protestantismo en 1825, ya que dehaber seguido siendo judío no hubiera podido ejercer ningún cargodel Estado, incluidos los cargos académicos 4. Durante la primeramitad del siglo XIX en los estados alemanes, el bautismo se considera-ba una garantía para adquirir la nacionalidad alemana. Esta tendenciaa asimilar a los judíos por medio del bautismo, favorecida por la ley,será vista como peligrosa al establecer las conversiones aparentes.

Hermann fue educado, junto con Alberto, su hermano mayor, enun colegio protestante, en donde sufrió ciertos menosprecios porparte de sus condiscípulos protestantes debido a su religión judía,aunque no recibió formación religiosa alguna. Al finalizar el cole-gio, las influencias religiosas de la sinagoga habían desaparecido enél. Reconoce que en su familia, como banqueros y comerciantes queeran, sólo se preocupaban por las cuestiones materiales: «Nuestracasa era como un hormiguero en que se iba y venía: mercancía portodas las partes, por todas las partes gente que contaba dinero, y lasola diferencia que yo veía entre estas gentes atareadas no estabaindicada más que por la cuantía de la fortuna, a la cual se rendíantodos los honores».

El judaísmo europeo desde el siglo XVIII vivía el conflicto entrela modernidad y la tradición. En plena Ilustración, como forma desuperar viejos esquemas de origen medieval, se defiende que lodecisivo en la sociedad no es la condición de cristiano o judío,lo decisivo es la condición humana, los valores comunes de un hu-manismo en los que ambos, judíos o cristianos, puedan reconocer-se 5. En este sentido Moses Mendelssohn 6, que buscaba ser judío y

4 Sobre los judíos convertidos puede verse: HEINE WERNER SELLER, Historiadel pueblo judío, II, SARPE, Madrid, 1985, pp. 283-285.

5 GOTTHOLD EFRAÍN LESSING, Natán el Sabio, Espasa Calpe, Madrid, 1985.6 Mendelssohn (1729-1786), nacido en Dessau, era hijo de un copista de la

Torá. De niño cursó estudios judíos tradicionales con el rabino David benNaftalí Hirsch Fraenkel (1707-1762), quien le introdujo en el estudio de las

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moderno a la vez, queriendo sacar al judaísmo del ghetto medieval,en su obra Jerusalén o acerca del poder religioso y judaísmo(1783) 7, defendía una fe racional dogmática abierta a la modernidadque hay que compaginar con una observancia fiel de las obligacio-nes y ritos judíos tradicionales: «Adopta las costumbres y la cons-titución del país en el que vivas, pero sé también constante en laobservancia de la religión de tus mayores. Lleva ambas cargas tanbien como puedas». Mendelssohn pedía una renovación de la litera-tura hebrea y una educación que, orientándose al presente, incluyesecontenidos de la cultura profana, «abrir la mente al conocimiento nojudío». Mendelssonh, que tradujo en 1783 la Biblia del hebreo alalemán, es el iniciador de la llamada Ilustración Judía, la Hascalá 8,que ve en la educación occidental el camino hacia una equiparaciónplena con los cristianos de Europa.

obras de Maimónides. Cuando Fraenkel fue designado rabino principal deBerlín, en 1743, Mendelssohn, que contaba con catorce años de edad, lo acom-pañó. En Berlín, se ganaba el sustento trabajando como tutor, copista y tenedorde libros, y debido al apoyo recibido por los miembros más pudientes de lacomunidad judía pudo adquirir libros en alemán y aprender lenguas modernas:alemán, inglés, francés y latín, y estudiar filosofía. Con el apoyo del dramatur-go Gotthold Efraín Lessing publica en 1755 sus Discursos filosóficos. En 1767fue premiado por la Academia de Prusia por su obra Phaedon, en la que tratael tema de la inmortalidad del alma.

7 Mendelssohn defiende la separación entre Iglesia y Estado. El Estadogobierna las relaciones entre los hombres y cuenta con el poder para controlarlas acciones de los ciudadanos y obligar a acatar las leyes, castigando a aque-llos que las transgreden. No puede controlar las ideas y creencias de sus ciu-dadanos y no debe exigir que nadie profese una determinada fe para tener losderechos de ciudadanía. La Iglesia, que tiene por obligación preocuparse de lasrelaciones del ser humano con Dios, debe contar con la libertad de pensamientoy el derecho a desafiar cualquier intento por controlar sus convicciones. MOSES

MENDELSSOHN, Jerusalén o acerca del poder religioso y judaísmo, Anthropos,Barcelona, 1991.

8 La Hascalá es un movimiento de la clase media judía que, al buscar elreconocimiento para los judíos de los mismos derechos que el resto de losciudadanos, abandona la vieja autonomía y autosegregación. Por el contrario,la masa popular fue hostil a este movimiento de asimilación cultural y preferíaseguir apegada a la ley y a las formas de expresar la fe y la vida acuñadas apartir de la Edad Media. Debemos tener en cuenta que la segregación judíaquerida, en principio, como una forma de defender su propia identidad, mástarde fue una realidad impuesta.

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La Hascalá, como movimiento propio del siglo XVIII, aceptandola razón frente a la tradición como fuente de la verdad, abandona laeducación tradicional judía, basada en el estudio de la Torá y del he-breo, por una formación que, sin dejar el hebreo y el estudio de latradición judía, se abriese a las ciencias y a los idiomas modernos.Todo ello llevó a que ideas tradicionales del judaísmo, como la pro-videncia en favor de los judíos, la creencia en el pueblo elegido, o lasrazones que se daban para explicar el exilio judío, se debilitasen.

En Alemania, después de 1815, y con el movimiento de la Res-tauración que postula el congreso de Viena, al intentar restaurar lasociedad del Antiguo Régimen, se recortaron los logros de la Ilus-tración y se enarboló la idea del estado cristiano 9, en el cual no seconcebía que los judíos pudiesen tener derechos que les confiriesenautoridad sobre los cristianos 10.

Debemos tener en cuenta que a la vez que se desarrolla el mo-vimiento tendente a lograr la equiparación en derechos de los judíoscon el resto de la población, según el cual, los judíos no deberían serconsiderados apátridas errantes, sino miembros del Estado, se daráen el mundo alemán un movimiento antijudío, que negaba a unpueblo extranjero, como era el judío, los mismos derechos que losalemanes, considerados el pueblo por excelencia 11. Ello se traduce,fundamentalmente en 1819, en revueltas populares, destacando entreellas la llamada Semana trágica contra los judíos en Hamburgo,los días 21 al 24 de agosto, en la que se expulsó a los judíos de losedificios públicos.

9 Ésta seguirá siendo, a mediados del siglo XIX, la postura de Bismarck,quien en la Dieta prusiana (1847) afirmaba: «Yo no soy enemigo de los judíos,incluso a veces los quiero. Yo también quiero concederles todos los derechos,pero no el que en un estado cristiano ocupen cargo oficial».

10 La emancipación de los judíos en Europa sigue la huella del reconoci-miento de los plenos derechos a los judíos en Francia con Napoleón en 1807,cuando el gran Sanedrín, reunido por Napoleón, renunció a ser una nacióndentro de otra nación y reconoció que «Francia es nuestro país». El Estadonacido de la Revolución de 1789 se funda en la soberanía nacional, lo queconlleva que ningún individuo o grupo social detecta autoridad al margen dela soberanía nacional. A Francia le siguen Holanda, Westfalia y Bélgica (1830);Italia a partir de 1848; Austria-Hungría en 1867; Alemania (1873) e Inglaterra(1890), aunque desde 1858 tenían derecho a ser elegidos al Parlamento. WER-NER SELLER, «Historia del pueblo judío», o.c., pp. 249-259.

11 Cf. JOHANN GOTTLIED FICHTE, Discurso a la nación alemana.

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A partir de la revolución de 1848, la Asamblea Nacional Alema-na, reunida en Francfort, proclama los derechos del pueblo alemán,incluyendo en él a la población judía. Finalmente en 1869, la Ligadel Norte de Alemania, reunida en Francfort, aprueba una ley por laque se «eliminaban todas las limitaciones a los derechos civiles y deciudadanía derivados de la diversidad de las confesiones religio-sas» 12, esta ley, a partir de 1870, conocida como ley de Tolerancia,entró en vigor en todos los estados alemanes que formaban parte delImperio alemán.

Este es el ambiente en que vivió Hermann Cohen en los pocosaños que pasó en Hamburgo, pues a los catorce años marcha a Parísa formarse como músico, y allí en Francia pasará prácticamente elresto de su vida.

En Francia el problema judío no era el mismo que en Alemania.Desde la época de la Revolución, 1789-1791, tenían reconocidos susderechos como ciudadanos franceses 13 y sólo en el último tercio delsiglo XIX, a partir de la instauración de la III República, se asiste alnacimiento de una corriente antisemita.

También en Francia nos encontramos con el problema de laidentidad judía, lo que lleva a que muchos caigan en una especie dejudaísmo secularizado. Una de las figuras más significativas de estacrisis, que terminará convirtiéndose al catolicismo, es Teodoro deRatisbona, perteneciente a una familia de banqueros de la ciudadde Estrasburgo. En el Relato de su conversión, nos confiesa que fueeducado, si no en la religión, sí en la tradición y en las costumbresjudías, como eran la fe en un Dios único al que hay que temer yadorar, en la espera del Mesías, aunque aclara que no dio a «estosdogmas la mayor importancia», ya que, a medida que se fortificaba

12 Esta ley implicaba para los judíos la plena integración en la sociedadcivil, ya que, salvo en lo militar, podían ejercer todo tipo de profesiones y fijarlibremente el lugar de residencia.

13 El 26 de agosto de 1789, la Asamblea Nacional aprueba la declaraciónde los derechos humanos y cívicos en la que se declara que «nadie debe verreducidos sus derechos a causa de sus convicciones, ni aún a causa de sureligión», aunque habrá que esperar dos años más, a septiembre de 1791, parala aprobación del decreto por el que se concede a todos los ciudadanos deFrancia, también para los judíos, como individuos, no como comunidad religio-sa, el derecho de ciudadanos activos.

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en él la razón, «se sacudía el yugo de la observancia religiosa».A los diecinueve años, trabajando en la banca en París, y sin sentir-se atraído por los placeres del mundo —personalmente confiesaque se sentía más a gusto en el campo y en la soledad que en laciudad—, le hubiera gustado ser piadoso, aunque «ignoraba lo queera la piedad y no sabía orar». Igualmente confiesa que pronto seavergonzó del nombre de judío y dejó de participar en la asamblea.Sigue narrando, que a la altura de los veinte años vivía sin religión,«no buscando ni el bien ni el mal», pero, eso sí, preocupado por lasgrandes cuestiones, lo que le lleva, en medio de sus estudios deDerecho, a leer a los grandes filósofos: Locke, Voltaire, Volmey,Rousseau, a los que más tarde considerará «todo lo más seductor ymonstruoso que ha producido el siglo XVIII».

El contacto con la filosofía hizo nacer en él la pasión porla verdad: «¡Oh Dios mío! Si realmente existes dame a conocer laverdad, y de antemano juro consagrarte mi vida». Vuelto a Estras-burgo, entre 1823 y 1824, invitado por su amigo Julio Lewel, mástarde converso y sacerdote jesuita, sigue un curso de filosofía deMr. Bautin, al fin del cual llega a afirmar que «había encontradoel camino que conduce a esa verdad tantas veces ignorada, y la veíaaccesible a todos los que se dirigían a ella». Finalmente en un viajeque hace a Suiza en 1824, estando enfermo en una fonda, identificala verdad con Dios, aunque el mismo reconoce que «ignoraba elDios al que debía invocar... No me atrevía a rezar, temía ofenderal Dios de Abraham invocando al Dios de los cristianos... El nombrede Jesús salió de mi boca como un grito de dolor, era por la tarde,y a la mañana siguiente había desaparecido mi fiebre».

Abandonando los estudios de Derecho se decide a estudiar Me-dicina en la Facultad de Estrasburgo, a la vez que cuida de lasescuelas judías de la misma ciudad. Mientras tanto, va profundizan-do en el conocimiento del cristianismo hasta que pide y recibe elbautismo el Sábado Santo de 1827 14.

14 El relato de la historia de la conversión de Teodoro de Ratisbona lopublicó en la introducción a su Historia de la filosofía cristiana. Biografíaeclesiástica completa dirigida por don Basilio Sebastián Castellano Losada,Tomo XX, Madrid, 1864. Imprenta de don Alejandro Gómez Fuentenebro,colegiata 6, bajo, pp. 848-865.

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UN ADOLESCENTE Y JOVEN CAPRICHOSO

Hermann Cohen, que vivió en una época de crisis de valores, decambios profundos, en una sociedad fuertemente dividida entre losque se aferran al mundo antiguo y los que postulan la apertura alllamado «mundo moderno», tuvo una adolescencia marcada por laausencia de una formación moral y religiosa, el mismo Hermannafirma que estuvo «desprovisto de toda práctica religiosa».

A la edad de once años, al salir del colegio protestante en el queestudió en sus primeros años, se produce un hecho que le marcaráde por vida: por iniciativa materna más que paterna 15, comenzó atomar clase con un profesor de música, dadas las dotes que manifes-taba en este campo 16.

A la altura de 1850, cuando escribe su confesión siendo noviciocarmelita descalzo, nos revela cuáles eran sus aspiraciones de aque-llos años (contaba once o doce): «Éxitos, honores, la celebridad, losplaceres en que los artistas pasan parte de su tiempo, los viajes, lasaventuras, todo ello se pintaba con colores rosados en mi imagina-ción, extraordinariamente desarrollada para mi edad». Con su maes-tro de música frecuentaba los teatros, con el pretexto de oír buenamúsica. Él nos dice que estas visitas le excitaban, queriendo hacerrealidad el papel de los héroes de teatro: «Ardía en deseos de llegara la edad en la cual podía realizar todos estos sueños» 17.

Junto a Teodoro de Ratisbona, fundador de las Hermanas de Sión, con lafinalidad de lograr la conversión de los judíos, debemos citar a otros de losgrandes conversos judíos, su hermano Alfonso María de Ratisbona, el que searrodillo judío y se levanto cristiano. OSCAR HAVARD, «El Reverendo P. AlfonsoMaría de Ratisbona», La ilustración católica, 5 de junio de 1884.

15 Fue la madre, influenciada por el maestro de Hermann, quien apoyo lacarrera artística de su hijo, a la que en principio se oponía su padre, en partedebido a las dificultades por las que en aquellos primeros años de la década de1830 pasaban sus negocios de banca (cf. CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 8-11).

16 A los cuatro años, viendo a su hermano estudiante de piano, quiso tam-bién él aprender a tocar dicho instrumento. A los seis años tocaba al piano lasóperas en boga (cf. CARLOS SYLVAIN, El apóstol de la Eucaristía. Vida delP. Agustín María del Santísimo Sacramento, 2.ª ed., Apostolado de la Prensa,Barcelona, 1944, pp. 4-5).

17 A los doce años acompañó a su maestro en un viaje de varias semanasa Francfort, tras el cual vuelve convencido de querer ser un gran artista. Igual-mente acompaña a su maestro en un concierto en la ciudad de Alton. Más tarde

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Una vez convertido, y cuando su vida había dado un giro radi-cal, llega a afirmar que a los doce años «aprendí muchas otras cosascuyo conocimiento fue funesto a mi alma».

A los doce años, con su madre, su hermano Alberto y su her-mana, se instala en París, donde recibe clases de piano de FranzLiszt 18 que, a sus veintidós años, tenía fama de piadoso y humil-de. Liszt, a la vez que le ayuda a perfeccionar sus dotes comopianista, le introduce en los círculos de moda de París. Hermannllega a afirmar que no había fiesta o cena en donde no se sintiesehalagado y querido 19. La forma de vida que lleva le convierte en unniño caprichoso, donde su orgullo, pues se dejaba halagar por todotipo de seducciones, «se me mimaba en los salones», hace de él «eltirano de la familia», ya que, como él mismo describe: «Si estudiabael piano, se debía andar de puntillas, porque Hermann estudiaba,cuando componía música, el cuidado había de ser aún mayor: Her-mann componía... Se trataba de vestirme para ir en sociedad; mi

dará su primer concierto en Hamburgo, lo que le convierte en una celebridaden la ciudad.

18 Franz Liszt había nacido el 22 de octubre de 1911 en la ciudad húngarade Raiding. Estudió piano y composición en Viena y París, donde llega en1823. Su estancia en París dura doce años. Liszt es un autodidacta que, a partirde 1830, y debido a su incompleta educación, pues salvo la formación musicalno tuvo una gran formación escolar, va a saciar su afán por el saber a travésde la lectura y de la amistad con numerosas personalidades culturales, tanto dela música, Héctor Berliot, Federico Chopin, como de la literatura, Víctor Hugo,Honorato Balzac, Alfonso Musset, Alejandro Dumas, Sainte Bauvais, AlfonsoLamartine, Félicité Lamennais y George Sand, en cuya casa conoce en 1833 ala condesa María d’Agoult, que escribirá bajo el seudónimo de Daniel Stern.Con ella mantendrá Liszt una relación afectiva que durará hasta 1844, de la quenacen tres hijas. En 1847 inicia una relación con la princesa rusa Carolina SaynWittgenstein. Liszt, que vivió con una gran intensidad, supo disfrutar de losplaceres de la vida. A partir de 1848 sufrió una profunda crisis provocada porel fracaso de la revolución húngara de 1848 y la muerte de Federico Chopin(1849), por quien, a pesar de cierto distanciamiento, sentía una profunda admi-ración, de tal modo que escribió una pequeña biografía sobre él. Todo esto, conel tiempo, le lleva en 1861, habiendo roto con Carlina Sayn Wittgenstein, aestablecerse en Roma, donde estudiará teología y recibirá las órdenes menoresen julio de 1865. Muere en 1886. WOLFGANG DÖMLING, Franz Liszt y su tiempo,Alianza Editorial, Madrid, 1993, pp. 13-27.

19 A Hermann, entre los doce y catorce años, se le describe con cabelleralarga cayéndole sobre los hombros, cara abierta y cándida y ojos brillantes yvivarachos.

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tiranía entonces llegaba al colmo. Mi madre y mi hermanita estabanocupadas a mi alrededor, y mi hermano menor debía, con frecuen-cia bajo la lluvia, atravesar la calle para ir a buscarme un coche.Una sola de mis salidas costaba más que la comida de toda la fami-lia para el día entero. Mi madre desde su infancia había vividoen la opulencia, y si bien en esta época aun tenía rentas bastantespara ella, se veía sin embargo obligada a imponerse duros sacrifi-cios para criarnos y educarnos; lo hacía con gusto, pero yo parecíano comprenderlo ni quererlo comprender. Los halagos de que merodeaba la buena sociedad me persuadieron de que yo era un serexcepcional, y que el talento, el genio que poseía, la situación queocupaba exigían vida brillante. Los míos también se hallaban unpoco en tal ilusión; y nadie se extrañaba cuando mi madre me servíalos mejores bocados, y que en todo hacía grande diferencia entre mihermana, mis hermanos y yo» 20.

A través de Liszt, simpatizante del sant-simonismo, amigo ínti-mo de Lamennais, en el invierno de 1834 reúne en su casa unatertulia de las principales figuras de la literatura del momento, co-noce a la escritora George Sand, quien le invita a visitarla en sucasa.

En el entorno de Liszt y de George Sand el adolescente Her-mann, con catorce años, conoce las distintas corrientes filosófico-espirituales del momento, algunas de las cuales se organizan eniglesias y se presenta como alternativa al cristianismo 21. Ya conver-tido, y novicio en el Carmelo, habla de que era mimado en lossalones de París, y que «las sociedades impías» pretendían hacer deél correa de transmisión de todas las «espantosas doctrinas: panteís-mo, ateísmo, fourierismo, saintsimonismo, socialismo, siendo undefensor del motín y el alboroto, la abolición del matrimonio, elterror, el reparto de los bienes y del disfrute común de todos losplaceres».

20 CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 16-17.21 En las tertulias que organizaba George Sand se daban cita los discípulos

de Saint Simon, con el triángulo del amor, Fourier, con la importancia que daa los instintos y al placer, el catolicismo Liberal y el republicanismo de Lamen-nais en su última etapa, y Pedro Lerroux con el socialismo. ROGER PYCARD, Elromanticismo social. Fondo de cultura económica, México, 1947, pp. 177-190.

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En casa de George Sand conoce a Lamennais 22, uno de los líde-res del movimiento republicano en Francia 23. Hermann confiesa queLamennais «me sentó sobre sus rodillas y me puso la mano sobre lacabeza para bendecirme. Sacó luego un pequeño volumen de sumesa, lo abrió y en la primera página trazó estas palabras: “Recuer-do ofrecido a mi pequeño y querido Puzzi, por F. de Lamennais”».El libro que le dedicó Lamenais eran Las palabras de un creyente 24,escrito en un estilo apocalíptico y mesiánico. En esta obra se llamaal pueblo a la revolución para lograr una sociedad libre e igualita-ria, donde «no habrá pobres ni ricos, sino que todos tendrán enabundancia las cosas necesarias para la vida, porque todos se ama-rán y se ayudarán como hermanos». La Revolución era para Lamen-nais el camino a través del cual conseguir la redención prometidapor Cristo.

Hermann Cohen leyó con pasión la obra de Lamennais, y comoa muchos de sus lectores le llenó de fervor revolucionario. Se decía

22 George Sand, que sentía una gran admiración por Lamennais al queconoció en 1835 a través de Franz Liszt, había encontrado en la lectura de susobras una especie de «religión natural de la bondad», que le ayudó a descubrirel entusiasmo por la justicia y la caridad. Esta admiración la mantendrá a pesarde que diferían en el papel de la mujer. George Sand es partidaria de la totalemancipación de la mujer, mientras Lamennais defiende la subordinación de lamujer al hombre, no siendo partidario del divorcio. HENRIC DE LUBAC, «Laposteridad espiritual de Joaquín de Fiore, II. De Saint-Simon a nuestros días»,en Encuentro, pp. 155-158. ROGER PICARD, o.c., pp. 182-183. Sobre la visiónque tiene George Sand de Lamennais, puede verse GEORGE SAND, Historia demi vida, Pasifae Ediciones, Barcelona, 1990, pp. 149-153.

23 Lheminier, líder del partido revolucionario francés, califica a Lamen-nais, uno de los predicadores sociales, como «animoso, nuevo, grande, sublime,único sacerdote de Europa». El editor de su obra en España le presenta como«hombre de meditación y de soledad que, cuando salió a luz, se entregó a unavida de agitación y combate, exhaló gritos de indignación y de guerra; nuevoPedro el Ermitaño, fue por el mundo predicando en todas partes la cruzada delos pueblos contra los reyes». El testimonio en: Obras políticas de Lamennais,Biblioteca del hombre libre, Madrid, 1854, p. XIII.

24 Las palabras de un creyente, publicada en mayo de 1833, fue la respues-ta de Lamennais a la condena que sufrió su persona y su periódico L’Avernipor parte de Gregorio XVI en la encíclica Mirari Vos, 15 de agosto de 1832.La reacción de Gregorio XVI al aparecer Las palabras de un creyente, a las quecalificó de «pequeño por su volumen, pero grande por su perversidad», fuecondenar la obra en la encíclica Singulares Nos. Cf. Obras políticas de Lamen-nais, Biblioteca del hombre libre, o.c., p. XIII.

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que los mismos tipógrafos, que componían Las palabras de un cre-yente, iban a los cafés a leer el texto a los obreros, quienes exal-tados por la lectura, sentían ganas de coger el fusil y echarse a lacalle a hacer la Revolución. Hermann, que llegó a confesar haberseconvertido en «el benjamín de más de uno de los profetas moder-nos de la pretendida civilización», nos cuenta la impresión queprodujo en él la lectura de Palabras de un creyente: «No soñabamás que con batallas, prisiones, libertad, igualdad». George Sandy Lamennais, que habían fundado el periódico El mundo, eran paraHermann, un adolescente de catorce años, como dijimos, dos hé-roes llamados a ser el origen de una nueva era para la humanidaddoliente y a traer un siglo de oro sin fin, una felicidad sin nubes,«la felicidad que yo estaba buscando incesantemente con tantoahínco» 25.

Hermann, un adolescente caprichoso, un cabeza rota, intentó serfeliz, para lo cual no dudaba en servir a quien fuese con tal de llevaruna vida cómoda, aunque al fin, como él mismo revela, terminallevando una vida cerrada en el círculo social que le esclaviza. Ne-cesitaba hacerse ver para no disgustar a la anfitriona del salón, élmismo recuerda que era «el juguete de todos los salones», y que,frente al comportamiento tiránico que tenía con su familia, en socie-dad sabía adaptarse al ambiente y mostrarse irresistible, demasiadointeligente y sensible. La gente que le rodeaba era simpática, inte-ligente, ingeniosa, las mujeres eran hermosas. Años más tarde, en lasoledad del Carmelo, reconocerá que en los años de su adolescenciay juventud «las amistades femeninas absorbían lo mejor de su cora-zón», aunque todo el amor quedaba reducido al placer físico, a aven-turas pasajeras 26.

25 CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 20-24.26 El caso más cercano a Hermann es el de Aurora Dupin. George Sand

quien, al margen de su marido, Casimir Daudevant, de quien se separa en 1830,tuvo una serie de amantes. Entre otros muchos se enamoró de un novelista,Julio Sandau; un músico, Chopin; un poeta, Alfredo de Musset, y un comedió-grafo, Sandeau, ella misma afirmaba que «No puedo, ni quiero vivir sin amor».«Amo y moriré de amor». GEORGE SAND, Diario íntimo, 28 de noviembre de1834, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Madrid, 2004, p. 271. A laaltura de sus sesenta y tres años, mientras mantenía una relación afectiva conel joven artista de teatro Charles Marchal, su Grandullón, afirmaba: «para mí

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Cuando Liszt decide abandonar París, enamorado como estabade María D’Angoult 27, «una bella condesa de pelo rubio», para ins-talarse en Ginebra, Hermann sigue a su maestro, con el que continúaprofundizando en su formación musical. Liszt le proporciona unaplaza de profesor en el conservatorio de Ginebra, lo que unido a losprimeros conciertos que da en la Sociedad Filarmónica de Ginebra,le da la oportunidad de ganar dinero, con lo cual se permite llevaruna vida de despilfarro a través del juego.

En Ginebra lee a Rousseau, más concretamente su obra LasConfesiones, así como a Voltaire, el cual seguía siendo venerado porlos círculos burgueses que frecuenta el joven Hermann. Años mástarde, recuerda que «constantemente oía elogiar a Voltaire, veíainstaladas sobre las mesas de los salones de las casas que frecuen-taba sus obras magníficamente encuadernadas». En los salones bur-gueses que visita era frecuente la defensa de la conquista de lalibertad por parte del hombre, al que se considera con el derecho adisponer libremente de su destino, y la defensa de la igualdad dederechos entre hombre y mujer en todos los campos. En el Carmelo,cuando escriba su Confesión y recuerde su estancia en Ginebra y loscírculos que frecuenta, llega a afirmar que «es imposible decir cuán-to se depravaron entonces mis opiniones». Mientras tanto su amistadcon George Sand «era como un pasaporte que me daba derecho deentrada en todos los salones de Europa» 28. Siente una gran admira-ción por María D’Angoult, la amante de su maestro Liszt, en cuya

la vida siempre es la hora presente», y al cumplir los sesenta y cuatro años, el5 de junio de 1858: «Hoy cumplo mis sesenta y cuatro primaveras. Todavía nohe sentido el paso de los años…, nos asusta el paso de los años como si fueraseguro que vamos a llegar a viejos. Lo mejor es estar preparados y disfrutar delos últimos años más que lo hicimos en los primeros… Los días de nuestroinvierno cuentan el doble, esa es nuestra compensación». JEAN CHALÁN, GeorgeSand, una biografía, EDHASA, Barcelona, 1992, p. 367.

27 La había conocido a finales de 1833, conocida como dijimos, en elmundo literario, como Daniel Stern. Ella abandona a su marido para vivir conLiszt, con quien en mayo de 1835 se establece en Ginebra, más tarde, de 1837a 1839, fijaron su residencia en Milán. En 1839 rompe la relación con su maes-tro. En principio George Sand, con quien consultó el tema Liszt, le desaconsejódicha relación. Cf. ERNA GRAUTOFF, Aurora. La vida azarosa de George Sand,Iberia, Barcelona, pp. 71-80.

28 Él mismo confiesa que todo el mundo al verle le preguntaba «si no erael Puzzi del que hablaba George Sand». CARLOS SYLVAIN, o.c., p. 23.

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relación llegó a ver lo que «hasta entonces no había visto más queen las novelas». Dicha relación, aceptada, aunque a su vez criticadapor la sociedad, Hermann la veía «llena de poesía», encontraba «su-blime el ánimo de esta mujer que todo lo había dejado: casa, madre,hijo, por seguir su loca pasión».

De vuelta a París, en 1836, traba amistad con la princesa Belgio-joso 29, lo que le abre las puertas de los mejores salones del barrioSaint-Germain y le convierte en asiduo a las tertulias celebradas ensu casa, y más tarde en el organizador de las fiestas y conciertos quepreparaba la princesa. Las tertulias reunían a lo más selecto de laaristocracia, la política y la diplomacia, un círculo de pensamientorealista muy distinto al que había conocido en casa de Liszt y deGeorge Sand, de corte republicano, y en donde se daban cita losprofetas del mundo moderno y los predicadores sociales.

Hermann hizo todo lo posible por adaptarse a este nuevo am-biente, llevando a cabo grandes gastos para vestir con lujo, comopedía la ocasión, llegando, incluso, a dejar sin pagar al sastre que lecortaba los trajes. Todo esto le lleva a una crisis, al sentirse sólo porno haber cultivado sus antiguas amistades. La princesa de Belgiojo-so hizo todo lo que pudo por encarrilar la vida de Hermann, inter-cediendo ante el propio Liszt para que ayudase al adolescente des-carriado. Liszt se quejaba a la princesa de escribir al muchacho sinque éste se molestase en responder a sus cartas, y reconoce que loque necesita Hermann es protección moral y severidad, y pide a la

29 Cristina Trivulzio, princesa de Belgiojoso (1808-1871) nacida y muertaen Milán, casada a los dieciséis años con el príncipe Emiliano Barbiano Bel-giojoso. Patriota que lucha por el fin de la dominación austriaca en Italia, loque la lleva tras la Revolución de 1831 a exiliarse en París, convirtiendo sudomicilio en refugio de los refugiados italianos. En 1843 funda La GacetaItaliana y Ausonia. En 1848, al levantarse los milaneses contra los austriacos,vuelve a Italia y organiza un batallón de voluntarios, al ser aplastado el le-vantamiento, vuelve a exiliarse en París, donde hace propaganda a favor dela libertad de Italia, por lo cual sus bienes son secuestrados hasta despuésde la amnistía de 1857. Cuando el Piamonte se anexiona a Lombardia vuelvea Italia donde pasa el resto de sus días. Como escritora en el exilio de Paríscolaboró con la prensa progresista, Le Constitutionel, La Démocratie Pacifique,La Liberté de Penser, La Revue des Deux Mondes. Entre otras obras escribió:Essai sur la formation du dogme catholique, Souvenirs d’exilie, Scebes de lavie turque, Histoire de la maison du Savoia, Reflexions sur l’état actuel del’Italie et sur son avenir.

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princesa, ya que Hermann la respeta, que se encargue de ello, conlo cual le haría un buen servicio 30.

En un viaje que hace a Hamburgo para visitar a su familia,dando unos conciertos en la corte del príncipe de Mecklemburgo, seenamora de una pianista de París mucho mayor que él. De vuelta aParís traba amistad con un cantante de opera y patriota italianoexiliado, Mario, a quien da formación musical y a quien acompañaráal piano en sus actuaciones y con quien recorrerá algunas de lascapitales europeas.

A partir de este momento, 1837, con diecisiete años, y separadode sus amigos Liszt y George Sand, Hermann cae en el relativismomoral, viviendo en cada momento aquello que más le apetecía, yaque se había acostumbrado a ver que la moral se hacía coincidir conla propia opinión. A partir de este momento y hasta la conversiónva a estar dominado por dos pasiones que le llevan a la perdición,los viajes y el juego, al que se había aficionado en Ginebra, endonde invitado a dar un concierto en beneficio de los pobres, alacabar el mismo participó en un juego de azar: «Creo que fue laprimera vez que veía esta clase de juego. Seguí con avidez todas lasfases de la fortuna de los jugadores: Fuertes sumas en plata y orofueron perdidas y ganadas. Pedí permiso de que se me dejara arries-gar, a mi vez, algún dinerillo. Fue el principio de una pasión que hahundido los años más hermosos de mi juventud en un abismo detorturas y de faltas, sin dejarme un momento de reposo» 31.

El juego le conduce a la más pura ociosidad, olvidándose de sudedicación a la música, a la cual vuelve sólo cuando tenía necesidadde dinero para proseguir con su pasión por los juegos de azar: «Vedal jugador: ¡vende el alma por algunas piezas de metal! Ávido deemociones, prefiriendo ganarse la vida por medio de un afortunadobuen lance, mejor que por medio de trabajo honrado, deja lleno deortigas su campo y cubierta de zarzas la viña y lo que la viña y elcampo no pueden darle, quiere que se lo proporcione el azar de unacarta. Conjura los destinos, se entrega a mil supersticiones para

30 Sobre la relación de Hermann con la princesa de Belgiojoso, JEAN MARIE

BEAURIN, o.c., pp. 41-46.31 CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 29-33.

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atraerse la suerte; y si se le agotan los recursos, si ha perdido ya elpatrimonio de la familia, toma prestado, y luego, cuando no se lepuede prestar más, empeña su palabra, empeña su honor, empeña elporvenir» 32.

Después de un tiempo, esclavo del juego, hastiado y disgustadopor este tipo de vida y por las amistades que en él había hecho, rotala relación con su maestro y amigo Liszt, cae en una etapa de pro-funda soledad: «Empecé a sufrir de la enfermedad que roe la turbade los ociosos y penetra hasta en los mismos sitios en que se van abuscar las distracciones, se enseñorea de casi todos los corazones».

EL GOLPE DE LA GRACIA

A la altura de 1837, ante la invitación que le hizo Liszt deilustrarse un poco con la lectura de algunas obras filosóficas y elregalo que le hizo de una Biblia, donde le puso la siguiente dedica-toria: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verána Dios», Hermann tuvo deseos de convertirse, pero él mismo con-fiesa que no sabía a qué, si al catolicismo o al protestantismo. Estosdeseos se le pasaron pronto. A la altura de 1847, lleno de deudascontraídas con el juego, 30.000 francos, para satisfacer la cual ne-cesitaría dos años, sucede un hecho que cambia radicalmente la vidade Hermann, el golpe de la gracia.

Relata la conversión el mismo Hermann en carta al sacerdote,judío converso, Alfonso María de Ratisbona. Fue un viernes del mesde mayo de 1847, cuando el príncipe de Moscú pide a Hermann quele reemplace en la dirección de un coro que dirigía en la iglesia deSanta Valeria. Hermann, que vive en la vecindad, va allí con gusto:«Acepté, inspirado únicamente por amor al arte musical y por lasatisfacción de hacer un favor». Y en el acto final de la bendicióncon el Santísimo, experimenta: «una extraña emoción, como remor-dimiento por tomar parte en la bendición, en la cual carecía abso-lutamente de derechos para estar comprendido». Él mismo nos diceque la emoción era grata y fuerte, y que sintió «un alivio descono-

32 «El Jugador», en CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 371-372.

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cido», y termina diciendo que: «Me vi obligado a inclinarme haciael suelo, sin que mediara mi voluntad».

Hermann volvió a la misma iglesia los siguientes viernes y,siempre en el acto en que el sacerdote bendecía con la custodia a losfieles arrodillados, experimenta la misma conmoción espiritual, ca-racterizada por la emoción, el remordimiento y el alivio. Pasado elmes de mayo, y con los actos en honor de María, Hermann continúayendo cada domingo a Santa Valeria para asistir a misa, y siente lanecesidad de conocer la piedad y la doctrina cristiana. Él mismo noscuenta que en casa de su amigo Adalberto de Beaumont, dondevivía, tomó un viejo devocionario de la biblioteca, y que entró encontacto con el padre Legrand, de la curia arzobispal de París, aquien califica de «hombre instruido, modesto, bueno, franco, espe-rándolo todo de Dios y nada de sí mismo». El contacto con esteeclesiástico produce en él un efecto positivo: deja a un lado losprejuicios que tenía contra los sacerdotes, fruto de sus lecturas y delos comentarios sobre los mismos en los círculos en los que se habíamovido. Para él, y hasta ese momento, los sacerdotes, de los quetenía miedo, eran unos intolerantes, que siempre «tienen en los la-bios la amenaza de la excomunión y la condena a las llamas delinfierno». Les consideraba «seres antisociales, y a los monjes lesveía como monstruos, iguales a antropófagos».

A comienzos de agosto, debido a sus compromisos, abandonaParís para ir a dar un concierto a Ems, Alemania. Lo primero quehace al llegar a Ems, el 7 de agosto, es visitar al párroco de la iglesiacatólica. Hermann confiesa que «el segundo día después de mi lle-gada, era un domingo, el 8 de agosto, y, sin respeto humano, a pesarde la presencia de mis amigos, fui a oír misa. Allí, poco a poco, loscánticos, las oraciones, la presencia invisible, y sin embargo sentidapor mí, de un poder sobrehumano, empezaron a agitarme, a turbar-me, a hacerme temblar. En una palabra, la gracia divina se compla-cía en derramarse sobre mí con toda su fuerza. En el acto de laelevación, a través de mis párpados, sentí de pronto brotar un dilu-vio de lágrimas que no cesaban de correr a lo largo de mis mejillas...¡Oh momento por siempre jamás memorable para la salud de mialma! Te tengo ahí, presente en la mente, con todas las sensacionescelestiales que me trajiste de lo Alto... Invoco con ardor al Dios

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todopoderoso y misericordioso, a fin de que el dulce recuerdo de tubelleza quede eternamente grabado en mi corazón, con los estigmasimborrables de una fe a toda prueba y de un agradecimiento a lamedida del inmenso favor de que se ha dignado colmarme».

En Ems experimentó un fuerte remordimiento por su vida pasa-da, por la cual se cree merecedor de «toda la cólera del Juez sobe-rano», lo que le lleva a hacer una confesión interior y rápida detodas las enormes faltas cometidas desde su infancia: «las veía allímismo, desparramadas ante mí, a millares, horrendas, repulsivas...»Pero a la vez siente «el bálsamo consolador, que el Dios de mise-ricordia me las perdonaría, que desviaría de mis crímenes la mirada,que tendría piedad de mi sincera contrición y de mi amargo dolor...Sí, sentí que me concedía su gracia y que al perdonarme aceptabaen expiación la firme resolución que hacía de amarlo sobre todas lascosas y desde entonces convertirme a Él».

Afirma Hermann que, al salir de la iglesia de Ems, era ya cris-tiano, «tan cristiano como es posible serlo cuando no se ha recibidoaún el santo bautismo» 33.

A partir de este momento, y hasta su bautismo, va a vivir unintenso mes de agosto. De la mano del abate Legrand, todas lasnoches profundiza en el conocimiento de la doctrina y moral cató-lica, para lo cual sigue el Compendio de la doctrina cristiana deLhomond 34.

33 Sobre el relato de conversión de Hermann Cohen, JEAN MARIE BEAURIN,o.c., pp. 56-62.

34 Carlos Francisco Lhomond (1727-1794) dedicó su vida a la enseñanzade la juventud. Tenía fama de ser una persona modesta, piadosa, recta y culta,era aficionado a la botánica y estaba convencido de que el ejercicio físico, alque dedicaba un tiempo todos los días, era el principal remedio higiénico.Durante la Revolución, en 1792, fue preso en la iglesia de San Fermín de Paríspor negarse a jurar la Constitución civil del clero, uno de sus discípulos, Ta-llien, logró ponerle en libertad. Entre sus obras destacan: De viris ilustribusurbis Romae, doctrina cristiana en forma de lecturas piadosas en que se exponelas pruebas de la religión, los dogmas de la fe, las reglas de la moral y cuantoconcierne a los sacramentos y a la oración (este es el Compendio de la doctrinacristiana utilizado por Hermann Cohen para conocer la doctrina y la moralcristiana y que más tarde, desde su retiro del Carmelo, 1849, él recomendaráa su cuñado), Compendio de historia de la Iglesia, con sus combates y susvictorias en los tiempos de persecución, de herejía y de escándalo, y en la quese demuestra que su conservación, así como su establecimiento, es obra de la

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Personalmente se impone la obligación de asistir a misa diaria-mente. Él mismo dice que cuando asistía a misa, al ver que los fielesse acercaban a la mesa eucarística experimentaba un gran dolorporque «no me es dado asistir a este instante supremo sin llorar porla privación que me hace morir»; es lo que el llama «milagro delsabor de la Eucaristía» que se traducía en lágrimas y enternecimien-to. Igualmente asiste al rezo de vísperas y a cualquier otra funciónque se realizase en la iglesia; tiene momentos de oración, tanto porla mañana, como por la noche, y guarda la castidad y la abstinencia.

Su bautismo tendrá lugar el día 28, festividad de San Agustín.Se preparó para el mismo encerrándose en su casa y realizando unanovena de oración, escogiendo para ella el oficio de Nuestra Señoray el de los difuntos.

La noche antes del bautismo vuelve a tener una experiencia queél define como trágica: sufre a causa de un sueño en el que se lerepresenta de un modo seductor toda su vida anterior. Cuenta Her-mann que ante estas visiones, «jadeante, me tiro fuera de la cama,me arrojo a los pies del crucifijo, y allí, los ojos arrasados en lá-grimas, imploro el socorro misericordioso del Todopoderoso, la asis-tencia de la santísima y purísima Virgen María. En seguida, la ten-tación huye».

Por fin, el sábado 28 de agosto, fiesta de San Agustín, a las tresde la tarde, en la capilla de Nuestra Señora de Sión de París, recibeel bautismo de manos del P. Teodoro de Ratisbona, cambiando sunombre, Hermann, por el de Agustín María y Enrique 35. Hermann

divinidad. Biografía eclesiástica completa, Historia compendiada de la religiónantes de la Venida de Jesucristo, en ella se exponen las promesas de un Reden-tor, las figuras que le representan, las profecías que le anunciaron (cf. BASILIO

SEBASTIÁN CASTELLANO LOSADA, Biografía eclesiástica completa, Tomo 12,Madrid, 1864, Imprenta de Don Alejandro Gómez Fuentenebro, pp. 206-207).

35 La ceremonia comenzó con el canto de las letanías por la conversión delos judíos, compuestas por el P. Teodoro de Ratisbona y recitadas todos losdías en la capilla de Nuestra Señora de Sión: ¡Jesús de Nazaret, rey de los ju-díos, ten piedad de los hijos de Israel! / ¡Jesús, divino Mesías, esperado porlos judíos¡ ¡ten piedad de los hijos de Israel! / ¡Jesús, el deseado de las na-ciones, Jesús de la tribu de Judá, Jesús que curaste a los sordos, a los mudosy a los ciegos, ¡ten piedad de los hijos de Israel! / ¡Cordero de Dios, queborras los pecados del mundo, perdónalos, porque no saben lo que hacen!CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 50-52.

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describe el momento de la siguiente manera: «de pronto, mi cuerpose estremeció, y sentí una conmoción tan viva, tan fuerte, que nosabría compararla mejor que al choque de una máquina eléctrica.Los ojos de mi cuerpo se cerraron al mismo tiempo que los del almase abrían a una luz sobrenatural y divina. Me encontré como sumidoen un éxtasis de amor, y, como a mi santo patrón, me pareció par-ticipar en un impulso de corazón, de los goces del paraíso, y beberel torrente de delicias con las que el Señor inunda sus elegidos enla tierra de los vivos...» 36.

El 8 de septiembre recibe la primera comunión, y, a partir deeste momento comienza a comulgar frecuentemente, ya que poraquel entonces no era normal la comunión diaria.

A partir de su bautismo empieza una vida nueva para HermannCohen. Al margen de tomarse en serio su vida cristiana, marcadapor la piedad, la sencillez de vida, la búsqueda del retiro, y la par-ticipación en las Conferencias de San Vicente de Paul, donde «duran-te los dos años en que me vi obligado a esperar en el mundo la horade mi partida para la soledad hallé el antídoto al desabrimiento queel contacto cotidiano con el mundo produce en el alma del cristia-no». El cambio radical de vida que experimentó le lleva a ser in-comprendido por sus propias amistades, él mismo afirma que «lasdamas sentían que me hallaba perdido para el mundo a causa de midevoción». Actúa como un verdadero converso, convencido de ha-ber encontrado la verdad y la felicidad en el seno del catolicismo,y tratando de convertir o hacer volver a la práctica a sus amigos máscercanos que, cansados «de mi devoción», le echan en cara, comosucede con la Baronesa de Saint-Vigor, ser un egoísta «porque noquiero más a mis amigos que mi salvación».

Uno de los propósitos que se hizo una vez católico fue el deconvertir a todo el mundo y llevar al seno de la Iglesia a todos losextraviados, de una manera especial a los judíos: «He hecho voto,de hacer todo lo humanamente posible para la conversión de losjudíos». El P. Alfonso María de Ratisbona incluso le llega a prohibirque debata cuestiones religiosas, por la vehemencia que pone en la

36 Fueron sus padrinos el doctor Gouraud, al que define como más insig-ne por sus virtudes que por su ciencia, y la Duquesa de Rauzán, más ilustre sicabe por su piedad que por su nacimiento.

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discusión, y sobre todo «porque soy demasiado ignorante». No es deextrañar que algunos de sus amigos, en concreto Adalberto de Beau-mont, un bohemio y artista, con quien realizó diversos viajes porEuropa y con quien vivía en su casa, considere su conversión como«una calaverada», y le reproche que de seguir por ese camino dequerer convertir a todo el mundo terminará por volverse loco.

Si por los amigos no fue bien comprendido por su conversión,menos lo fue, al principio por su familia. Para un judío, por secu-larizado que estuviera, pasarse al catolicismo era una traición.

Los más cercanos a Hermann, su hermana y su hermano Luis,intentaron ocultar el hecho de la conversión a su madre, pero ésta,que le había acompañado desde que dejaron Hamburgo, aunque élno siempre había seguido sus consejos, al enterarse de la conversiónde su Hermann, la consideró como una más entre las muchas locurasde su hijo. Más radical fue la reacción del padre, que cortó toda larelación con el hijo al que, maldiciéndole por haberse hecho cató-lico, le desheredó.

Rota la comunicación con su padre, por el contrario llevó siem-pre una buena relación con su madre 37, su hermano Luis y su Her-mana, a los que, antes de profesar como Carmelita, e intentandosuavizar un poco el hecho de haber entrado en el Carmelo Descalzo,les escribe: «Lo que tanto temíais no va a suceder. No, no me veréisen París con sotana de sacerdote; ni me veréis de misionero, aunquesea cosa excelente. He escogido otro destino. Voy a tomar como

37 Durante el mes de julio de 1850, estando Hermann de novicio en Brous-sey, recibió la visita de su madre, que estaba decidida a hacer volver a su hijoal judaísmo y recibió una fuerte impresión al verle vestido de carmelita con elhábito, las sandalias y la cabeza afeitada. Ella consideraba entonces el novicia-do de Broussey como la tumba de su más querido hijo. Hermann tuvo quedecirle que era feliz allí y, tal y como escribe a su amigo Cuers, intentó con-vencerla para convertirla: «Mi madre está aquí. Jesús me la ha enviado y nodebe irse sin ser cristiana, aunque ella no haya venido para esto. Espero talgracia de sus oraciones y de las que usted me proporcionará». Pero no lo logró,aunque ella tampoco consiguió convencer a su hijo para que, abandonado elclaustro, volviese a la casa paterna. Ante su negativa de acceder al bautismo,Hermann escribio: «Mi madre se ha vuelto sin conversión definitiva, pero muyconmovida y con el ánimo vacilante. La familia la retiene. ¡Oh familia! ¡Siem-pre serás la enemiga de los actos heroicos con respecto a Dios!». CARLOS

SYLVAIN, o.c., pp. 100-101.

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patrimonio la soledad, el retiro, el silencio, la vida oculta e ignora-da, una vida de abnegación... En una palabra, me hallo en el novi-ciado de una Orden religiosa famosa en la historia por sus austeri-dades, sus penitencias y su amor a Dios. Esta Orden tuvo su origenentre los judíos, 930 años antes de Jesucristo. El profeta Elías delAntiguo Testamento la fundó en el monte Carmelo, en Palestina. Esuna Orden de verdaderos judíos, de los hijos de los profetas queesperaban al Mesías, que creyeron en Él cuando vino, y que se hanperpetuado hasta nuestros días, viviendo siempre de la misma ma-nera, con las mismas privaciones del cuerpo y los mismos gozos delespíritu, como vivieron en el monte Carmelo en Judea, hace unos2.800 años. Aun hoy día llevan el nombre de Orden del MonteCarmelo...» 38.

Al fin de sus días, y antes de abandonar Francia por causa de laguerra franco-prusiana, Hermann peregrinará al santuario de Nues-tra Señora de Peyragude, para agradecer a la Virgen la gracia dehaber bautizado a diez miembros de su familia. Habiendo hecho,como sabemos, voto de convertir a los judíos «para que aquellos queesperaban la venida del Mesías en el futuro, fueran capaces de re-conocerlo en Jesucristo», puso un empeño máximo por llevar a laIglesia católica a los miembros de su familia.

Esta última peregrinación de su vida, antes de partir al exilio, esrespuesta de agradecimiento a la que llevó a cabo en mayo de 1852,estando de conventual en Agen, cuando viaja con parte de la comu-nidad de carmelitas, clero y seiscientos fieles de Agen, al Santuariode Nuestra Señora de Peyragude, donde oró intensamente ante laVirgen, a quien se dirigió, como hija de Israel, perteneciente a sumisma familia, pidiéndole por la conversión de su madre: «...Madrede los cielos, por tu divino Hijo he abandonado a una madre dela tierra: ¿me la devolverás un día? Como antaño su hijo, ella to-davía está sentada a la sombra de la muerte, y espera para el futu-ro la llegada del Mesías. Ignora que para nosotros ya ha aparecidoesta brillante estrella de Jacob, y que su brillo irradia sin eclipsedesde hace dieciocho siglos en el firmamento de la Iglesia. Ella nosabe que tú fuiste la aurora de la misma y que tu suave luz no cesa

38 El texto de esta carta en JEAN MARIE BEAURIN, o.c., pp. 145-146.

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de guiar los pasos de los más débiles mortales hacia este Sol dejusticia, que Dios envió para iluminar a todas las naciones y paraglorificar a su pueblo» 39.

Su madre morirá el 13 de diciembre de 1855, sin abrazar la fecatólica. Al enterarse de la muerte de su madre, Hermann, a quientanto había preocupado la salvación de los suyos, exclamó: «Diosacaba de descargar un terrible golpe sobre mi corazón. Mi pobremadre ha muerto... ¡y yo quedo en la incertidumbre! Sin embargo,tanto se ha rogado que debemos esperar que entre su alma y Diosalgo habrá ocurrido en esos últimos instantes que nosotros no cono-cemos».

Después de muchas resistencias, y sin que su marido se enterase,Hermann bautiza a su hermana, quien tuvo que vencer el miedo deperder a su hijo si aceptaba la fe católica. El bautismo de formasecreta tuvo lugar en la víspera del Sagrado Corazón, el 19-6-1852,le administra el bautismo y la primera comunión. La conversión desu hermana llevará al catolicismo a su sobrino Jorge, a quien bautizael 10 de noviembre de 1856 en la capilla de las religiosas del San-tísimo Sacramento de la Calle del Infierno de París. El bautismo delsobrino hizo que el padre del niño y la familia del P. Hermannapartasen al pequeño de su madre y lo llevasen a Hamburgo, dondele internan en un colegio protestante, en expresión del Padre Her-mann: «a un pensionado dirigido por herejes», con la intención deque se olvidase de la fe católica y volviese al seno del judaísmo: «suhijo no volverá a verlo hasta que haya jurado ante Dios que loeducará en la religión judía y que no manifestará por ningún signoexterior de la religión católica que ha abrazado» 40.

La perseverancia en el catolicismo de su sobrino Jorge, al queinvita a mantener buenas relaciones con sus tíos, llevará a Alberto,el hermano mayo de Hermann, a abrazar el catolicismo, recibiendoel bautismo en Hamburgo el 19 de mayo de 1862.

Al fin logrará reconciliarse con su padre, quien, en agosto de1859, accedió a entrevistarse con Hermann, eso sí, le pone comocondición que no se presente con el hábito de religioso. Hermann

39 Texto de la oración en JEAN MARIE BEAURIN, o.c., pp. 147-149.40 Sermón predicado en Lyón, donde Hermann cuenta la historia de la con-

versión de su sobrino, en CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 187-196.

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pasó con su padre unos días, y como siempre, aunque no lo logró,no renunció a convertir al padre, quien le manifiestó: «Te perdonolas tres mayores culpas de tu vida, haberte convertido al catolicismo,haber convertido a tu hermana y haber bautizado a tu sobrino». Alfin su padre morirá el 10 de agosto de 1861, sin haber abjurado deljudaísmo.

LA ADORACIÓN NOCTURNA

La ruptura con su amigo Adalberto de Beaumont, en cuya casavivía en el momento de su conversión, supone la ruptura con elmundo y las amistades en que había vivido hasta su conversión. Élmismo señala que la ruptura se produjo porque «tal relación sevuelve peligrosa para la paz de mi alma». Hermann alquila unahabitación en la calle de la Universidad, y adquiere la costumbre dellevar una vida sobria, visitar las iglesias donde se encontraba ex-puesto el Santísimo Sacramento. Es lo que le lleva, una tarde delmes de noviembre, a entrar en la iglesia del monasterio de la Encar-nación de Carmelitas Descalzas 41, donde se le pasaron las horasmuertas adorando al Santísimo hasta que, llegada la noche, una delas religiosas le invitó a abandonar la iglesia ya que iban a cerrar;Hermann, extrañado, le responde que hasta que no salgan las muje-res que están en el fondo de la Iglesia, él no se marchará, a lo quela hermana portera le contesta que no saldrán en toda la noche.

Este acontecimiento dio a Hermann la pista para fundar la Ado-ración Nocturna, adorar al Santísimo con la intención de reparar lasinjurias de que es objeto, y «hacer compañía al divino solitario porla noche». La idea la consulta con su director espiritual, MonseñorBouillerie 42, a quien cuenta lo sucedido y le manifiesta la aspiración

41 En París, el monasterio de la Encarnación fue uno de los lugares donderesurge la devoción eucarística. Ligado a este Carmelo nacen tres institucioneseucarísticas: La Obra Reparadora de la mano de Théodolinde Dubouché enfebrero de 1848, que tenía por finalidad la adoración de Jesucristo presente enla Eucaristía. En el mes de agosto del mismo año nace la Tercera Orden Re-paradora. Y las Siervas de María, con la señorita Babé.

42 Monseñor de la Bouillerie, quien será conocido como el «obispo de laEucaristía», estaba implicado en el apostolado eucarístico. En París, en 1844,

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a pasar la noche en adoración. Monseñor le responde: «encuéntremehombres y le autorizaré a imitar a esas buenas mujeres» 43. El 22 denoviembre tiene lugar el nacimiento de la Adoración Nocturna deParís, estableciendo como fin de la misma, «la exposición y adora-ción nocturna del santísimo sacramento, la reparación de las injuriasde que es objeto, atraer sobre Francia las bendiciones de Dios, apar-tando de ellas las calamidades que la amenazan». La primera ado-ración tuvo lugar en la noche del 6 al 7 de diciembre en la Iglesiade Nuestra Señora de las Victorias, en ella Hermann ejerció el oficiode hostelero, «cuidando del cuarto de descanso y de las mantas yabrigos prestados por la caridad de los cofrades» 44.

Hermann es consciente de tener espíritu de iniciativa para poneren pie distintas obras, pero le falta espíritu de organización: «poseocierto espíritu de iniciativa, cierta fuerza para triunfar de los obstácu-los, lo que se necesita, en fin, con la gracia del Altísimo, para crearobras. Pero apenas están emprendidas cuando Nuestro Señor me alejade ellas. Deja a otros, parece decirme, el cuidado de desarrollarlas, lasatisfacción de recoger los frutos. Sí, deja Lión, Bagnères, Londres...¡A otra tarea! He aquí cómo, a pesar de mi conversión, continúo sien-

había fundado una asociación para la Adoración Nocturna en casa, cuyos miem-bros, hombres o mujeres, se levantaban por turnos durante la noche, una vez almes, a la hora fijada de antemano para adorar al Santísimo. Igualmente habíaparticipado en la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento, asociaciónfemenina establecida por la señorita Debouché, que será el núcleo de dondesalgan las religiosas Reparadoras.

43 El 22 de noviembre de 1847, en el piso que ocupa Hermann en el nú-mero 102 de la calle de la Universidad, tiene lugar el nacimiento de la Ado-ración Nocturna. Preside la reunión Monseñor Bouillerie. Asisten a la mismaHermann Cohen, a quien se tiene por «verdadero fundador e inspirador», y todauna serie de personajes, obreros, comerciantes, militares como: De Cuers, quienmás tarde abrazará el sacerdocio y con el P. Eymard fundará la Sociedad deSacerdotes del Santísimo Sacramento, siendo su segundo superior, Mallet, Fage,Monneron, Letaille, Roussel, Bonnefoi, Deleuze, Youf, De Benque, Beaujean,Duris, Defoly —quien entra en la Trapa de Mortagne—, Capmas, Bocquet,De Plas, Guillier —primer secretario de la asociación y quien, con el tiempo,consiguió que se aceptase en todas las parroquias de París la práctica de laAdoración Nocturna— y Dublanchy.

44 «La primera noche de la Adoración Nocturna de París y las fiestas cin-cuentenarias de la asociación. Memoria leída por Mr. Cazaeaux, segundo pre-sidente de la Junta General de 5 de febrero de 1899, celebrada en San Germánel Auxerois», en CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 420-421.

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do el judío errante». El caso más llamativo que nos explica este espí-ritu de fundador lo tenemos con la Adoración Nocturna, que él ayudóa nacer, y que a lo largo de su vida implantó en distintos puntos de lageografía francesa: Burdeos, Carcasona, Marsella, Lyón, así como enLondres. Se le pasó por la cabeza, aunque nunca la llevó a cabo, laidea de crear una organización central que aglutinase a todas las aso-ciaciones de adoradores: «Tengo motivos para creer que dentro dealgunos años ha de adquirir grande incremento por toda Francia; ytrabajamos ya, desde hace un año, en reunir todos los elementos dise-minados por las diferentes ciudades en una sola red, que forme unaasociación, una e indivisible, dirigida por una junta central en Paríspara ofrecer al amado Jesús, en nombre de toda Francia, una adora-ción nocturna continua» 45.

El problema de cómo entender la reparación por las injusticiashechas al Santísimo Sacramento va a terminar por separar al P. Her-mann de la Madre María Teresa, fundadora de las Religiosas Repa-radoras, que entendía la reparación como un apaciguamiento de laMajestad Divina ofendida, y del P. Julián Eymard, quien critica alP. Hermann su idea de la acción de gracias con la famosa frase deque «una vida puramente contemplativa no puede ser plenamenteeucarística», pues para Eymard lo que debía hacerse es «poner atrabajar al Santísimo Sacramento», lo que suponía combinar el cultoeucarístico con el apostolado, que es lo que está en la base de losPadres Sacramentinos. El P. Hermann entendía la adoración comouna acción de gracias que, traduciéndose en un culto público y so-lemne, debía extenderse al mayor número posible de fieles —aquí seinscribe otra de las obras del P. Hermann, la Cofradía de Acción deGracias—, pues la adoración debía ser totalmente desinteresada. Estole lleva a querer ligar la Adoración reparadora con el Carmelo pormedio de una orden tercera, mientras que Eymard también pensabaen una tercera orden pero no ligada a ninguna de las grandes Órde-nes antiguas 46. También rechazó la oferta de una bienhechora quepretendía correr con los gastos de fundación de un convento deCarmelitas Descalzos en Oulin, donde los religiosos debían consa-

45 CARLOS SYLVAIN, o.c., p. 425.46 JEAN-MARIE BEAURIN, o.c., pp. 84-87.

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grarse a la adoración perpetua del Santísimo Sacramento, en cuantocontraria al ordenamiento constitucional del Carmen Descalzo 47.

EN EL CARMELO

En su primer año de convertido, al margen de dedicarse a dar unaserie de conciertos para conseguir el dinero necesario para pagar ladeuda de 30.000 francos que tiene adquirida por su adición al juego,lleva una intensa vida cristiana. Participa en toda una serie de movi-mientos devocionales propios de la época: las Conferencias de SanVicente de Paúl, entra en la Orden tercera de los dominicos. Se da ala lectura de obras espirituales, entre ellas las obras de Santa Teresa,aunque va a ser la lectura de La Perfección cristiana del jesuita Ro-dríguez, la que le lleve a hacer «voto de consagrase al señor en elsacerdocio y en la vida religiosa». A pesar que Monseñor de la Boui-llerie le promete ayudarle a entrar en contacto con el Carmelo, con-sulta la idea con el dominico P. Lacordaire, que le anima a que aceptela vida monástica, y con los PP. Ravignan, Jesuita y Bertholon, Ma-rista, que le disuaden de escoger el camino del Carmelo.

Durante un retiro de preparación a la fiesta de Pentecostés del año1849, y después de leer la vida de San Juan de la Cruz, decide entraren el Carmelo. El 19 de julio se presenta en el convento carmelitanode Agen para pedir al superior, que por aquel entonces es el P. Do-mingo de San José, restaurador del Carmelo en Francia, hacer un re-tiro de ocho días en la ermita del convento y el hábito del Carmen. ElP. Domingo le hizo ver las dificultades que había para admitir en lacomunidad a un converso del judaísmo. En Roma, en principio, lenegaron la dispensa, lo que provoca que el mismo Hermann viajase aRoma para conseguir de los superiores de la Orden, y si fuese precisode la Congregación de Obispos y Regulares, la dispensa necesaria

47 En esta línea convenció a la princesa polaca María Csartosyska, futuraMadre María Javier en el Carmelo de Cracovia, Polonia, y a su ayudante JoséKalinowski, el futuro P. Rafael de San José, restaurador del Carmelo Descalzoen Polonia, que siguiendo las ideas del cardenal Bérulle, le hablan de la Ado-ración Perpetua del Santísimo como algo propio del Carmelo. Hermann leshace ver que la vida del Carmelo no tiene nada que ver con lo expresado porel Cardenal Bérulle. JEAN-MARIE BEAURIN, o.c., pp. 213-215.

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para entrar en el Carmelo. Fue recibido por el P. José María del Sa-grado Corazón de María, general de la Orden, y el Definitorio gene-ral, en la sesión tercera del 14 de septiembre, concedió el permiso deentrada en el Carmelo. Por fin, el 6 de octubre, recibe el hábito delCarmen en el convento de Broussey en las cercanías de Burdeos, quedesde la restauración del Carmelo venía funcionando como novicia-do. Emite sus votos religiosos el 7 de octubre de 1850, siendo ordena-do sacerdote el Sábado Santo de 1851. A partir de junio de 1852, elpadre Agustín María es enviado a predicar por distintas ciudades, yéste será uno de sus apostolados más famosos 48.

No sólo fue un gran predicador y propulsor de algunos movi-mientos devocionales, muy en boga en la Francia de aquel momen-to, mediados del siglo XIX, sino que junto con el P. Domingo de SanJosé y el grupo de descalzos españoles, que al finalizar la primeraguerra carlista, 1839, se refugiaron en Francia, Hermann Cohen,P. Agustín María del Santísimo Sacramento, fue uno de los puntalesde la Restauración del Carmelo Descalzo en Francia. El P. Domin-go, llevado por la fama que tenía antes de entrar en el convento, susgrandes dotes como predicador y de los contactos que tenía en lasociedad francesa del momento, contó con él para afianzar y exten-der el Carmelo 49. A la altura de 1854 constata la buena acogida que

48 Cf. HENRI BLANCH, Un grand religieux. Le R. P. Dominique de Saint-Joseph, restaurateur des carmes en France en 1830, Carpentra, 1922, pp. 121-126.

49 Hermann había buscado en el Carmelo «la soledad, el retiro, el silencio,la vida oculta e ignorada, una vida de abnegación». Se pasó su vida de carme-lita en continuos viajes apostólicos predicando por toda Francia y en distin-tos lugares de Alemania, Inglaterra, Suiza, Italia. Sólo al fin de sus días podrácumplir con su sueño de retiro y soledad, al retirarse en 1868 al desierto de Ta-rasteix, aunque a los pocos meses debió abandonarlo por haber sido elegidomaestro de novicios.

En cuanto a su vida de abnegación, llama la atención lo feliz que era en loreferente a la comida y al camastro que tenía en su celda: «El plato de colesque nos sirven a la colación de la noche me sabe a gloria, jamás en mi vida hecomido algo tan agradable. Lo hallo tan bueno que me veo obligado a distraer-me para no encontrar demasiado placer en comerlo». Pero, como afirma suprior del Noviciado, fue incapaz de superar la afición que tenía a fumar, tomarcafé y esnifar rapé, de tal modo que por prescripción médica debió continuardicha costumbre, manteniendo hasta el final de su vida la de tomar polvo,esnifar rapé. CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 92-106.

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ha tenido «el hábito de María» en Francia, ya que cuando él llegaal Carmelo, al margen de los españoles, sólo había seis religiososfranceses y cuatro casas de religiosos, cinco años después nos da elestado de la Orden: «...Ahora son ya más de cuarenta, sin contar losreligiosos españoles, lo que suma más de un centenar sólo paraFrancia... No había entonces más que dos grandes conventos y dospequeñas residencias, y después ha habido una fundación importanteen cada una de las ciudades de Carcasona, Montpellier y Pamiers, seconstruye una iglesia en Bigorre, se compra una gran propiedad enTolosa, se levanta el plano de una iglesia y de un convento en París,y además se edifica una importante iglesia en Burdeos».

Personalmente será el protagonista de las fundaciones de Bag-nères de Bigorre, en donde la priora de las Carmelitas, Madre Maríade los Ángeles, quería tener a los descalzos en el lugar. El P. Agus-tín del Santísimo Sacramento, enviado aquí en 1853 para una curaen los baños termales, gana para la causa al obispo de Tarbes, Mon-señor Laurence. La vida carmelitana se inaugura en septiembre de1856. En la fundación fue apoyado por la élite de la sociedad, tantofrancesa como española, entre ellas la de la reina María Cristina deBorbón de España, quien había llamado al P. Agustín como Cape-llán. Igualmente a él le debemos la fundación de Lyón, donde loscarmelitas, en principio, contaron con la oposición del consejo arzo-bispal. Pero los apoyos de la Hermana Marchand, superiora de lasHijas de la Caridad y el Vicario general de la diócesis y capellán delas Carmelitas Descalzas, Monseñor de Serres, que a su vez erasobrino del Cardenal Bonald, arzobispo de Lyón, hicieron posibleque éste diera su autorización para la fundación el 8 de septiembrede 1859. En 1860, el P. Hermann fue nombrado prior. Uno de losapoyos con que va a contar la comunidad será el de las Hermanasde San José y el Santo Cura de Ars, quien, en expresión del mismoP. Hermann, «a menudo enviaba los penitentes que habían ido aconsultarle, a la iglesia del Carmen, de cuyos religiosos hablaba conelogio públicamente» 50.

50 Sobre la fundación de los conventos de Bagnmere de Bigorre, Lyón,Elisée Alford, Abbales, Bréves des Carmes Déchaux de France, 1600-1900,Couvent des Carmes. Avon, pp. 23-24, 35-37. JEAN-MARIE BEAURIN, o.c.,pp. 264-266.

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Al P. Hermann se debe la iniciativa de la restauración de losdesiertos carmelitanos, lo que llevará a cabo con el Desierto deTarasteix. Su idea era que el desierto fuese el lugar donde se con-servase el espíritu primitivo del Carmelo: el retiro, el silencio, elrecogimiento y la oración, así como proporcionar a los religiosos delos otros conventos un lugar donde poderse retirar temporalmentepara renovarse en el espíritu de fervor 51. Debido a que por aquelentonces estaba ocupado en las fundaciones de Lyón y Londres, nopuede participar en la construcción del desierto y en el inicio dela vida carmelitana en el mismo, sólo en 1867, cuando vuelva de lafundación de Londres, podrá integrarse en la vida del desierto.

Suya es la fundación del Carmelo Descalzo de Londres, para locual fue requerido por el cardenal Wiseman, quien le encargó pro-pagar tanto la devoción a la Virgen como al Santísimo Sacramento.Al no permitirlo el General de la Orden, P. Eliseo de la InmaculadaConcepción, quien le considera un puntal fundamental en el procesode restauración en Francia, tuvo que mediar el mismo Pío IX paraque se le dejase partir para Inglaterra. El 15 de octubre de 1862, elP. Agustín María instala provisionalmente a algunos carmelitas pro-cedentes de Francia en una pequeña casa de Londres, en 1863 unnovicio inglés viste el hábito de los carmelitas 52.

AL SERVICIO DE LA CULTURA DE LA FE

Siguiendo a Monseñor Bougaut entendemos por cultura de la fe,la restauración de los valores cristianos postergados como conse-cuencia de la Revolución de 1789 53. Llama la atención que Francia,

51 Hermann au Saint-Désert de Tarasteix, par M. L’ABBÉ M. MOREAU, Paris,Rene Haton, Editeur, 1877, pp. 26-27. Al profesar en la vida religiosa, el 4 deseptiembre de 1850, manda al P. Provincial, por aquel entonces P. Domingode San José, la parte que le correspondiese de la herencia de su padre, quecuando éste muere asciende a 14.000 francos, para la fundación de un santodesierto. Con la ayuda de la priora de las carmelitas descalzas de Bagneres deBigorre, Madre Teresa del Santísimo Sacramento, adquieren un terreno en ladiócesis de Tarbes, en las montañas que rodean Lourdes, en 1856.

52 Sobre el P. Hermann en Londrés, JEAN-MARIE BEAURIN, o.c., pp. 293-319.53 Monseñor Bougaud defendía que sobre la experiencia de la fe se ha

levantado «una especie de higiene y cultura de la fe, demasiado ignorada hoy,

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a mediados del siglo XIX, se encuentra con un mundo rural muypracticante frente a las ciudades que son islas de indiferencia reli-giosa, donde lo más frecuente es la existencia de una minoría dehombres y mujeres que cumplen con pascua. Hablando de París,se decía que el pueblo pertenecía a la iglesia por el bautismo, peroque no frecuenta las iglesias más que de forma accidental. Se afirmaque «El obrero de París es un aprendiz de librepensador», y que sóloa través de las mujeres y de los niños es como el pueblo conservaalguna ligadura con la Iglesia 54. En Lyón, que a finales de la décadade 1840 manifestaba una fuerte efervescencia religiosa, al final delII Imperio el anticlericalismo está muy extendido, esto es debido ala influencia del periódico El Excomulgado entre los obreros y a ladifusión entre ellos de las ideas anarquistas de Bakunín, otro delos conocidos de Hermann en sus años alocados de París 55. Éste nosexplica que el lugar preferido de apostolado del P. Hermann sean lasgrandes ciudades, y es que él tuvo la oportunidad de conocer esteambiente de alejamiento de la Iglesia de los sectores populares cuan-do colaboró con la Asociación de San Vicente de Paul en dondeayudó a algún matrimonio a regularizar su situación canónica. Losprimeros asociados de la Adoración Nocturna, exceptuando un ma-rino y un viejo diplomático español, no eran más que empleados,obreros y criados 56. En Burdeos, donde el sector obrero no manifes-

y, no obstante, hoy en día, más que nunca absolutamente indispensable». De-fendía que con la fe se relaciona toda una serie de virtudes, que al ser poster-gada en la sociedad del momento, ponían en peligro de desaparecer a la mismafe. Cf. MONSEÑOR BOUGAUD, obispo de Gabal, «El cristianismo y los tiempospresentes», Tomo V, La vida cristiana, traducción de la sexta edición francesapor el doctor Emilio A. Villega Rodríguez, catedrático de apologética y elo-cuencia en la Universidad Pontificia Compostelana, Barcelona, Herederos deJuan Gili, 1900.

54 ANTHIME CORBON, El secreto del pueblo de París, 1864.55 Sobre el estado religioso de Francia, puede verse: GUERREAD CHOLVY,

YVES-MARIE HILARIE, Histoire Religieuse de la France Contemporaine, 1800-1880, Bibliothèque Historique Privat, Paris, 1990, pp. 259-307.

56 «El grueso de la tropa se compone de simples empleados y de obrerosignorados de todo el mundo. Éstos son los que Nuestro Señor llama los prime-ros para formar la vanguardia de esta falange privilegiada que Él quiere cons-tituir para que le guarde en el aislamiento y soledad de las noches». La primeranoche de la Adoración Nocturna de París y las fiestas cincuentenarias, enCARLOS SYLVAIN, o.c., p. 423.

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taba ninguna simpatía por el clero, los Carmelitas predicaron en lacuaresma de 1856 una misión, de la que se dice que muchos obrerosacudían para ver y oír al P. Hermann.

La restauración se hace contra todo lo que supone el mundoderivado de la Revolución de 1789, las nuevas ideologías y lossistemas políticos por ellas sustentados, así como lo que a mediadosdel siglo XIX, es más un fantasma que una realidad, el jansenismoque suponía una actitud determinista en cuanto a la gracia, elitistaa la hora de hablar de la santidad, purificadora de las expresionesreligiosas y reformadora en la estructura de la Iglesia 57. La culturade la fe, en medio de un mundo en el que muchos cristianos no seencuentran a gusto, trata de reafirmar la identidad católica: el apa-rato sacramental, fundamentalmente la confesión y la comunión fre-cuente, el cumplimiento dominical, el aparato devocional, la devo-ción mariana, las devociones cristológicas, sobre todo las que hacenreferencia a la Eucaristía y al Corazón de Jesús; una visión centra-lista de la Iglesia con el desarrollo de la devoción al Papa.

Esta cultura de la fe, a la que contribuye el P. Hermann, implicala defensa de la superioridad de la fe cristiana sobre las ideologíasy las otras religiones, ya que «la razón, cuando confía en su propiasabiduría, se hace no solamente injusta, sino hasta absurda», y cuan-

57 Ambos movimientos, reparación y restauración, miran al pasado, tienennostalgia de un mundo que se ha ido y miran con recelo el mundo moderno queha nacido de las distintas revoluciones habidas a lo largo de los siglos XVIII-XIX,así como a los sistemas filosóficos que les sustentan. Añora un régimen decristiandad, donde la religión es quien crea los valores que sustentan la socie-dad, quien marca los comportamientos que deben seguir la gente. Lo cierto esque esta visión negativa del mundo, nacido de la Revolución, no sólo la tieneel ultramontanismo. Autores como De Tocqueville, a la altura de 1847, un añoantes de que estalle la revolución de 1848, juzgando todo lo sucedido desde1789, cuyo protagonismo ha sido de la burguesía, afirma: «Se dice que no hayen absoluto ningún peligro, por que no hay motines... Señores, permitidmedeciros que creo que os equivocáis. Sin duda el desorden no está en los hechos,pero ha entrado tanto más hondo en los espíritus. Mirad lo que ocurre en esaclase obrera. ¿No veis que sus pasiones se han convertido de políticas en so-ciales? ¿No advertís que en su seno se van extendiendo, poco a poco, opinionese ideas que de ningún modo quieren derrocar tal o cual ley o ministerio, o hastadeterminado gobierno, sino la sociedad toda, que quieren conmoverla sobre lasbases en que hoy descansa». A. DE TOCQUEVILLE, Souvenirs, p. 32. Tomado deJUAN ROGER, Esquema del pensamiento francés en la postguerra, Consejo Su-perior de Investigaciones científicas, Madrid, 1950, pp. 16-18.

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do se vive lejos de la influencia de la fe uno se ve seducido yarrastrado por las pasiones, a la que Hermann denomina «los anima-les más inmundos» 58.

Para el Hermann convertido, no para el joven con espíritu revo-lucionario, fuera de la influencia de la Iglesia se encuentra la igno-rancia, el error y las contradicciones inexplicables. De aquí su re-chazo a los que el denomina «los filósofos innovadores, los falsoscatólicos, los forjadores de doctrinas, los jefes de escuela, los pro-fetas del siglo XIX, los inventores de religiones nuevas», a los que élha conocido y seguido, y a los que pone nombre: Lamennais, SaintSimon, Luis Blanc, Considérant, Guéroult. Frente al relativismo y laduda de las nuevas doctrinas, que presentan «una moral a su gusto,y sueñan con ciertos bellos ideales que varían según el gusto de laépoca». Frente a estas ideas presenta la moral cristiana como «lasantidad de Dios reflejada en nuestro espíritu por la revelación».

En este sentido se insistirá en la necesidad de practicar la virtud,entendiendo por virtud una vida según la ley eterna de Dios, lospreceptos del decálogo, las leyes de la Iglesia y del Estado. El cris-tiano, ya que la santidad no puede ir separada de la honradez 59, nosólo tiene que ser una persona devota, sino virtuosa y honrada.

Se insiste que el cristiano, al margen de vivir las virtudes teo-logales, debe ser piadoso y orante, honrado y laborioso, casto ysincero, así como cumplir con los deberes del propio estado. Unacosa que llama la atención es que todo movimiento devocional,donde hay rezos, oración y práctica sacramental, exige de sus miem-bros una vida ejemplar y la práctica de una serie de actitudes rela-cionadas todas con el ejercicio de la caridad, rezar por los otros,pero también la preocupación por la gente, dar limosna, asistir a losenfermos, acompañar a los moribundos, velar por la buena conducta

58 AGUSTÍN MARÍA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO, «La razón humana abando-nada a sus propias fuerzas», en CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 374-377.

59 Este concepto de cristiano honrado en el fondo aparece como una reac-ción contra la doble moral que prendía en muchos sectores del catolicismo con-servador: «el más grande de los cristianos será necesariamente el más perfectode los hombres honrados. No reconozco en el católico más que un derecho, elde proceder mejor que los demás. Quiero, sí, que uno sea santo, pero quierotambién desde luego y en grado superior que sea hombre honrado...», MONSE-ÑOR BOUGAUD, o.c., pp. 66-68.

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pública de los miembros de la asociación piadosa de la que se formaparte, y todo ello se recompensa con las indulgencias. A Hermanncuando visitó Roma, 1849, para conseguir la dispensa para entrar enel Carmelo, en los contactos que tuvo con la Archicofradía Romanade la Adoración al Santísimo, le llamó la atención las numerosasindulgencias que tenía concedida esta asociación, lo que llevó aquerer unir la Adoración de París, por él fundada, con la de Roma,para que los hermanos pudiesen gozar de las indulgencias de quegoza la Archicofradía romana. Cuando diez años después, 1859,funde en Lyón la Cofradía de la Acción de Gracias, lo primero quehace es conseguir de Pío IX un gran número de indulgencias paralos miembros de la misma. La indulgencia tenía una doble función:por una parte tranquilizar la conciencia, al creer que por los méritosadquiridos con los ejercicios devocionales conseguía la salvaciónpropia o la de los suyos. Por otra parte era un instrumento positivoen manos de la Iglesia para conseguir una mayor participación delos fieles en la vida sacramental y benéfica de la Iglesia.

La oración en el siglo XIX es una oración utilitaria que gira entorno a las propias preocupaciones, a las preocupaciones familiareso a las sociales, de ahí el deseo de restablecer la oración por lanación, ya que en amplios círculos del catolicismo francés se laconsidera una nación apóstata por haberse apartado de sus raícescristianas. Se ora por la conversión personal o la sociedad, por laconversión de los librepensadores, por la conservación de la fe y porla recuperación de la misma en aquellos que la han perdido.

Hermann tiene conciencia de ser un convertido por la gracia, yasí lo proclama continuamente en sus sermones, que ha sido la gra-cia la que le ha ayudado a salir de su vida de pecado y de degrada-ción, y le ha llevado a conocer a Jesucristo, en quien encuentra lafelicidad. Esta conciencia de ser un converso le lleva a querer ser untestigo de Cristo en su mundo, y más concretamente en «la naciónréproba», que no es otra que Francia: «Sí, amo a Jesucristo y meguardaré de ocultarlo. Al contrario, tengo en honor proclamarle anteel universo. Amo a Jesucristo: he aquí el secreto entero de mi in-mensa felicidad, la cual ha ido aumentando desde que empecé aamarlo». Es consciente de que su misión no es otra que dar a cono-cer a Jesucristo, aquí radica la importancia que tiene la Eucaristía en

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su predicación, hablar de la Eucaristía es para él hablar del «Cristohoy». Cristo presente, aunque olvidado, de ahí la importancia quetiene para él abrir un nuevo lugar de culto y poner la Eucaristía ala veneración de los fieles. En la fundación de Lyón no le preocu-paba tanto terminar las celdas que debían ocupar los religiosos en elconvento, cuanto preparar el lugar donde colocar al Santísimo.

Y como convertido que es, habla continuamente de su conver-sión, y lo hace porque tiene que servir de ejemplo a otros pecadores:«¿Creéis, hermanos míos, que Dios nos ha convertido por nosotrossolos? No, ¡mil veces no!... Lo ha hecho tanto por vosotros comopor nosotros... Lo ha hecho a fin de que evitéis los escollos contralos que nosotros habíamos naufragado. Oídlo bien y no lo olvidéisjamás... Nos ha puesto como señales a las puertas del infierno, paradeciros: «¡No vayáis por allí!».

En el primer sermón que predicó en París en la iglesia de SanSulpicio el 24 de abril de 1854, se presenta como pecador, para darpúblico testimonio y reparar su falta, allí donde tanto, según él,había escandalizado: «Sí, hermanos míos, confieso que he pecadocontra el cielo y contra vosotros, reconozco que he merecido vuestraanimadversión y que no tengo derecho alguno a vuestra benevolen-cia. Por eso, hermanos míos, estoy dispuesto a daros pública y so-lemne reparación; a arrodillarme, con la cuerda al cuello, cirio enmano, a las puertas de esta iglesia, invocando la misericordia y lasoraciones de las gentes que pasen» 60.

Como buen converso rechaza como negativo o malo el mundoanterior en el que ha vivido: «He recorrido el mundo, he visto elmundo, he amado al mundo... y he aprendido una cosa en el mundo,y es que nadie goza en él de felicidad... ¡La felicidad! Yo la hebuscado, y, para hallarla, he recorrido las ciudades, he atravesadolos reinos, he surcado los mares. ¡La felicidad! La he buscado en laspoéticas noches de un clima encantador, sobre las olas límpidas delos lagos de Suiza, en las cimas pintorescas de las más altas mon-tañas, en los espectáculos más grandiosos de la Naturaleza. La hebuscado en la vida elegante de los salones, en los festines suntuosos,

60 El sermón predicado en San Sulpicio de París puede verse en CARLOS

SYLVAIN, o.c., pp. 142-149.

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en el aturdimiento de los saraos y de las fiestas. La he buscado enla posesión del oro, en las emociones del juego, en las ficciones deuna literatura romántica, en los azares de una vida aventurera, en lasatisfacción de una ambición desmedida. La he buscado en las glo-rias del artista, en la intimidad de los hombres célebres, en todos losplaceres de los sentidos y del espíritu. La he buscado, en fin, en lafe de un amigo, sueño de cada día y de todos los corazones... ¡Ah,Dios mío! ¿dónde no la he buscado?»

Sabemos ya que el mundo devocional, que es el que da coloridoy hace visible la presencia de lo católico en la sociedad del momen-to, se va a caracterizar por su fuerte sacramentalismo, toda la devo-ción se centra en la frecuencia, y no ya anual, sino mensual, sema-nal, de los sacramentos, la confesión y la comunión; por el ejerciciode prácticas devocionales, entre ellas la devoción eucarística, muypropia del siglo XIX, tanto en su vertiente de reparación por lospecados propios y los pecados de la sociedad, como de adoración yacción de gracias.

Pues bien, a Hermann Cohenn, Agustín María del SantísimoSacramento se le ha llamado el apóstol de la Eucaristía 61, el ángeldel tabernáculo. La devoción eucarística fue su primera y gran de-voción junto con la de la Virgen María. Es consciente de que suconversión se debe a la Eucaristía, esto es lo que nos explica que así mismo se llame el Convertido de la Eucaristía. Recién bautizado,como sabemos, funda la Adoración Nocturna en la Iglesia de Nues-tra Señora de la Visitación en París, y el tema de la Eucaristía, muyde moda en la piedad del siglo XIX, está presente en todas sus pre-dicaciones. Para él la Eucaristía es la presencia real de Jesucristo:«¡Amo a la Eucaristía! Jesús hoy, es Jesús conmigo... Esta mañana,en el altar, ha venido, se me ha entregado, lo tengo, lo poseo, loadoro, en mi mano se ha encarnado».

A Jesucristo él lo descubre en la gran ciudad, donde, en medio delplacer y esclavizado por el juego, había vivido perdido, y lo descubreen la Eucaristía: «Oculto bajo los velos eucarísticos, fue donde me

61 Este es el nombre que se dio a la primera biografía que se escribió sobreél a los pocos años de morir, en 1881. CHARLES SYLVAIN, Vie du R. P. Hermann,en religion Augustin-Marie du Très-Saint-Sacrement (Oudin, Poitiers, 1881).

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descubriste las verdades eternas; y el primer misterio que me revelas-te al corazón fue tu presencia en el Santísimo Sacramento».

La Eucaristía es también para él banquete. Las semanas anterio-res a su bautismo, y después de éste hasta su primera comunión,cuando asistía a misa sentía un deseo grande de comer el pan euca-rístico. Una vez que haga su primera comunión suele oír variasmisas diarias y comulgar a menudo, ya de novicio en el Carmelologrará de su maestro de novicios permiso para comulgar a diario;visitaba varías veces al día el Santísimo Sacramento y nunca faltabaa ninguna de las solemnidades que en su honor se celebraban.

La devoción eucarística, que adquirió a lo largo del siglo XIX unagran importancia, trataba de afirmar la presencia real de Cristo enla Iglesia, así como fomentar la comunión frecuente de los fielesy la adoración, dándole un sentido reparador, el de aplacar el dolor deJesucristo por los pecados, sobre todo por el de apostasía, que se co-metían en la sociedad del momento. Y si este fue el sentido que Her-mann dio a la Adoración Nocturna, con el paso del tiempo descubriráen la devoción eucarística la oración de acción de gracias 62. Éste es elsentido que da a la Cofradía de la Acción de Gracias fundada en Lyón,que tenía por única finalidad: «dar gracias al Eterno por sus dones y,sobre todo, por aquel que es por excelencia el don de Dios, la Euca-ristía, que enriquece a los hombres con los tesoros de su infinito amory que es el mayor de todos los beneficios. Tributar perpetua acción degracias a la augusta Trinidad por los innumerables e inestimablesbeneficios espirituales y temporales, de los que no cesa, desde la crea-ción del mundo hasta nuestros días, de colmar a los hijos de los hom-bres y sobre todo a los cristianos católicos» 63.

62 «La acción de gracias», sermón predicado por el P. Hermann en la igle-sia de Santa Clotilde de París, en CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 383-393.

63 La idea de fundar esta cofradía en Lyón, como él mismo cuenta en elSermón que predicó en Santa Clotilde de París, la consultó con el «admirableCura de Ars», quien ante la pregunta del P. Agustín sobre la conveniencia defundar dicha cofradía, le respondió: «Hágalo usted y Dios le bendecirá. Cons-tituye una omisión entre las asociaciones de piedad, omisión que es necesariosubsanar». El mismo Pío IX, cuando le consulta la idea, le anima a llevarla acabo y le nombra, el 10 de febrero de 1860, director de la Cofradía. Losmiembros de la misma tenían como obligación, al margen de estar inscritos enel registro de la cofradía, la de rezar cada día en acción de gracias tres padre-nuestros, tres avemarías y tres glorias.

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El P. Hermann Cohenn no se sustrae a otra de las devocionestípicas del siglo XIX, la devoción a la persona del Papa. En este siglo,y en buena parte debido a la pérdida del poder temporal de papado,asistimos a un cambio en el sentido de la peregrinación a Roma, nose va tanto a venerar la tumba de Pedro y Pablo cuanto a «ver alPapa», que tras la pérdida de la ciudad de Roma, 1870, convertidaen capital de la Italia unificada, es el «prisionero del Vaticano».

En este sentido, después de la guerra de Italia contra Austria, lle-vada a cabo con la ayuda de Francia en 1859 y de que Cavour orga-nizase un plebiscito para reunir la Italia central con el Piamonte, conel cual se despoja al papado de buena parte de los Estados pontificios,nos encontramos que Hermann, estando en Lyón, fundó el Comité deSan Pedro para la defensa de la Santa Sede, más tarde este comité seestablecerá en París y Burdeos. Como el mismo Hermann afirma, elComité tenía por finalidad propagar los mensajes del Papa, fomentarla oración en favor de la Iglesia, publicar folletos en favor de los de-rechos de la Iglesia, recoger limosnas para la causa del Papa y reclu-tar voluntarios para la defensa de la Santa Sede. El 10 de noviembre,en Aviñón, predica un sermón en acción de gracias por cinco volun-tarios que habían salvado la vida en la batalla de Castelfidardo, el 16de septiembre, contra las tropas piamontesas.

Frente a la política anexionista del Piamonte, que actúa de motoren el proceso de la unificación italiana, el P. Agustín María, comobuen ultramontano que era, consideraba un robo la anexión de losterritorios de la Iglesia y pedía que «se devuelva a Jesucristo lo quees de Jesucristo, lo que pertenece a doscientos millones de católicos,el dominio de la Iglesia, la herencia de Pedro». Incluso vio necesa-rio una cruzada que asegurase «la independencia y el reino al Rey-Pontífice despojado» 64.

64 Tras la proclamación del reino de Italia en 1861, el P. Agustín Maríapredica en la Iglesia de San Luis de los franceses de Roma en desagravio porlo que considera una ofensa al Papa, en quien contempla al mismo Jesucris-to: «Yo también he venido a Roma para unir mi voz a este concierto magnífi-co, inmenso, que proclama los derechos de Jesucristo. También yo he venidoa Roma para ver a Jesucristo, para contemplarlo en las facciones de su Vica-rio y para admirar las hermosas facciones de su Esposa, la santa Iglesia. Tam-bién yo he deseado oír las católicas armonías del Verbo, que salen por la bocade Pedro, porque es a Pedro a quien el Señor dijo: “Quien te escucha, a mí

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De las numerosas visitas que hizo a Roma siendo carmelita, enuna de ellas comulgó de manos del Papa Pío IX: «Viendo la santaHostia en las manos del Vicario de Jesucristo no pude menos decomparar mi comunión a la de los apóstoles, en la última Cena».Para Hermann comulgar de manos del Papa era «tener la seguridadde estar por completo en comunión con la Iglesia de Jesucristo» 65.

El Hermann convertido, con el mismo ardor que se sintió revo-lucionario al leer Palabras de un Creyente de Lamennais, defiendeahora la superioridad de la fe cristiana sobre las ideologías y lasotras religiones. Está convencido de que «la razón cuando confía ensu propia sabiduría, se hace no solamente injusta, sino hasta absur-da», y cuando se vive lejos de la influencia de la fe uno se veseducido y arrastrado por las pasiones, a las que él denomina «losanimales más inmundos».

De esta visión nace la práctica de la oración por la conversiónde los pecadores, entendiendo por pecador a todo aquel que, cons-ciente o inconscientemente, vive fuera de la influencia de la Iglesia,no sólo el blasfemo, el católico no practicante o el lujurioso, sinotambién el librepensador, el socialista, el liberal, el racionalista, entrelos cuales se encontraban algunas de sus antiguas amistades, a lasque denomina «esos pobres extraviados», y «a quien todavía amo decorazón» 66. A todos ellos hay que reconducirles al redil de la Igle-

me escucha”. He escuchado y he oído, y mis rodillas se han hincado bajo ladulce bendición de Jesucristo, hecho visible en la persona de su muy amadoPontífice».

65 Esta devoción al papado le llevó a Hermann Cohen a participar en unade las grandes solemnidades religiosas celebrada en Roma durante el pontifi-cado de Pío IX, la beatificación de los mártires del Japón, el 8 de junio de1862. En esta celebración participaron trescientos veintitrés cardenales, ar-zobispos y obispos, cuatro mil sacerdotes y unos cien mil fieles. Se llegó adecir que jamás un Papa había suscitado una devoción semejante. Pío IX apro-vechó esta manifestación de unión de los fieles en torno a su persona, parapronunciar un discurso en el que anunciaba la condenación próxima de loserrores modernos.

66 Para Hermann fue un motivo de alegría encontrarse con Franz Liszt enRoma cuando éste ya había recibido las órdenes menores. A Liszt no le habíavuelto a ver desde que rompió con él en Ginebra a la altura de 1838. Inten-tó acercarse a George Sand por intermediación de un amigo común, HoracioVernet, pero el encuentro no surtió efecto. Sand, que hasta el fin de sus díasmantendría vivo en ella el aniclericalismo y la oposición al cristianismo oficia-lista, sigue creyendo que «Dios es la bondad infinita y que no le hace daño a

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sia, haciendo que dejen a un lado «las tristes ilusiones que les tienenengañados».

EL FIN DE UN JUDÍO ERRANTE

En abril de 1868 el P. Hermann logra su deseo, retirarse aldesierto de Tarasteix. No obstante poco van a durarle sus deseos deretiro y soledad. Dos años más tarde, en el capítulo celebrado enmayo de 1870, es elegido maestro de novicios y primer definidor,por lo cual se trasladó a Brousey. Por aquel entonces estalló laGuerra Franco-Prusiana con la consiguiente derrota de Napoleón IIen Sedan, el 4 de septiembre, que trae consigo el hundimiento delImperio francés y la proclamación de la República en Francia.

El P. Hermann que, aunque alemán, se sentía francés de cora-zón, había obtenido del Prefecto de Burdeos autorización para resi-dir en Francia después de que el gobierno francés, ante el conflictocon Prusia, hubiera expulsado del territorio a todos los prusianos.Sin embargo, se decidió posteriormente a abandonar Francia 67.

Con la proclamación de la República se desata una política an-ticlerical que provoca revueltas populares contra los religiosos. Anteel saqueo de los conventos de Agen y de Lyón, y que algunosreligiosos fuesen encarcelados, el P. Hermann renunció a sus cargosde gobierno y se dispuso a partir al exilio, dejando Francia, su patriaadoptiva, donde había sido llamado a la fe, recibido el bautismo yse había consagrado en la vida religiosa. Antes de partir al exilio seretiró a Tarasteix, donde, mientras hace sus ejercicios espirituales,se ofrece a Dios como víctima para poner fin a la violencia desataday alcanzar la paz: «Voy a ofrecerme a Jesús, con todo lo que pueda

nadie», y que el mal no existe, ya que «en el universo no hay espíritu del mal,porque Dios no lo permitiría. Solo hay ignorancia, y Dios ordenó al hombrecombatir la ignorancia y las supersticiones del pasado». En sus últimos años sedefine a sí misma como «una buena mujer a la que se ha atribuido ferocida-des de carácter que son totalmente fantásticas. También me han acusado de nohaber sabido amar apasionadamente. Creo que he vivido de ternura».

67 Al fin de sus días va a realizar la afirmación que hizo de sí mismo porotras causas, el evangelio, ser un judío errante. En cierta ocasión le preguntaronal P. Hermann que dónde tenía la residencia, él respondió: en los trenes. Eneste sentido emplea él la expresión judío errante.

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inmolar, para obtener el fin de tantas desdichas. No obstante, ben-digo su mano amorosa por todo lo que sucede, porque es tan amablecuando castiga como cuando acaricia» 68.

Desde Tarasteix comienza su viaje al exilio hacia Suiza, dondese habían refugiado algunos de sus familiares huidos de Francia 69.Pasa por Bagnère, Carcasona, Grenoble, donde estuvo a punto de serasesinado al ser confundido con un espía prusiano, hasta llegar aGinebra, donde será recibido por Monseñor Mermillod, quien leencomienda que en Montreux, junto al lago Leman, atienda a losrefugiados franceses que llegan desde la región de Lyón.

A mediados de noviembre, Monseñor Mermillot pidió al P. Her-mann que se desplazase a Spandau, en las cercanías de Berlín, paraatender a los numerosos prisioneros franceses, misión que el P. Her-mann, previa consulta con sus superiores religiosos, acepta. EnSpandau se dedicó a atender las necesidades materiales y espiritua-les de los prisioneros franceses: «Tienen permiso para venir a larectoría, de modo que cuando no vienen por su alma, vienen paraexponerme las penalidades y padecimientos de sus cuerpos, ateridospor el rigor del frío. En fin, debo decir que me devuelven con crecesel amor que les demuestro... Tenemos aquí, como media, unos cin-cuenta soldados por día, que solicitan la confesión y la comunión» 70.

68 Carta del 15 de agosto de 1870 a su hermana. JEAN MARIE BEAURIN, o.c.,p. 361.

69 El drama de la familia del P. Hermann es que mientras unos por susorígenes alemanes tienen que exiliarse, otros como su sobrino Jorge, al quebautizó siendo niño y al que ayudó a mantener su fe cristiana frente a la presiónde gran parte de su familia, estaba movilizado en el fuerte de Aubervilliers enlos alrededores de París, para la defensa de la ciudad (cf. JEAN MARIE BEAURIN,o.c., pp. 369-372).

70 El P. Enrique de la Billerie, franciscano capuchino, al morir el P. Her-mann escribe a su hermana describiendo el trabajo que realizaba su hermanoen el campo de prisioneros franceses: «Estaba encargado de los cuidados espi-rituales que se debían dar a unos seis mil prisioneros. Como no podían cabertodos en la iglesia, cada día se conducía a una compañía de quinientos. ElPadre les predicaba, y durante el día confesaba de treinta a cincuenta. Talespredicaciones diarias en una iglesia muy fría y las largas permanencias en elconfesonario de la misma iglesia fatigaron considerablemente al Padre. Ade-más, el tiempo de que podía disponer durante el día, lo dedicaba a la visita delos lazaretos, en los que los enfermos eran muy numerosos, principalmente deviruelas. El Padre también estaba encargado de la distribución de socorros a

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A primeros de enero de 1871 se sintió fatigado, con un gran doloren la garganta, incluso manifestó la necesidad de tomarse algunos díasde reposo. El 9 de enero, mientras administraba el sacramento de laextremaunción a dos prisioneros franceses, se contagió de viruela; eldía 13 se vio en la necesidad de guardar cama, el 15, al administrarleel sacramento de la extremaunción, renovó su profesión religiosa ycantó el Te Deum, el Magnificat, la Salve Regina y el De Profundis.Por fin muere en la noche del 20 de enero.

CONCLUSIÓN

De Hermann Cohen, un convertido desorientado por el empachoideológico en que se había alimentado desde su más tierna adolescen-cia y destrozado por su adicción al juego, llama la atención que apartir de los veintiséis años logre rehacer su vida, darle un sentido enel encuentro con la fe católica, que para él es la Verdad, en cuanto leayuda a superar el relativismo moral en que había vivido y la adic-ción al juego, descubriendo la sobriedad y la sencillez de vida.

La lección que nos deja este apóstol del siglo XIX, preocupadopor hacer presente la Iglesia en la sociedad en que vivió, es su amora la Eucaristía, recuperando uno de los valores fundamentales delcatolicismo, la conciencia de la presencia real de Cristo en la Euca-ristía, o lo que es lo mismo, que el Cristo hoy es el Cristo eucarís-tico, el mismo que el Cristo histórico, el Cristo encarnado. Y juntocon esta importancia concedida a la Eucaristía debemos señalar elvalor que concede a la oración, y no sólo a la oración en sentidoreparador, propia del siglo XIX, sino a la oración como acción degracias: «Es menester grabar en el corazón la memoria de las insig-nes misericordias de que el Señor ha usado para con nosotros, y esterecuerdo debe presidir nuestros afectos, inspirarlos, guiarlos, deci-dirlos y expulsar todos los que pudieran exponernos a la ingratitud».Y como oración de Acción de Gracias propone la propia Eucaristíaque para él es «la forma de rendir gracias a Dios, por medio denuestro divino mediador, Jesucristo».

nuestros compatriotas cautivos, lo que desempeñaba con admirable celo. Notenía ni un momento para él». CARLOS SYLVAIN, o.c., pp. 364-367.