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Los caprichos del poder: Enrique VIII Por: Patricia Díaz Terés “No acometas obra alguna con la furia de la pasión: equivale a hacerse a la mar en plena borrasca”. Thomas Fuller Famoso por su afición a las damas, por haber realizado una reforma religiosa sin precedentes y por su tiránica manera de conducir su reino, Enrique VIII aparece en los anales de la historia como una figura controversial cuya característica fue su afición por tomar decisiones de Estado –en muchas ocasiones- a base de simples caprichos. Nacido en Greenwich en 1491 con el nombre de Enrique Tudor, siendo el tercer hijo del rey Enrique VII, en sus primeros años no podía imaginarse siquiera que algún día su destino fuese portar el cetro y la corona, ya que el derecho de sucesión marcaba estrictamente que el trono lo obtendría su hermano mayor, Arturo. Pero como las cosas nunca resultan como al principio se imagina, la condición permanente de enfermedad y debilidad que sufría Arturo Tudor lo llevó a su tumba a la corta edad de 16 años, tan sólo cinco meses después de haber contraído matrimonio con Catalina de Aragón. Como todo buen príncipe renacentista, Enrique había sido educado en las ciencias y las artes, de manera que leía griego y latín, dominaba varios idiomas, componía música, escribía poesía y era un bailarín bastante aceptable; de igual manera, siguiendo la máxima de Platón “mente sana en cuerpo sano”, el joven gustaba de los deportes principalmente el esgrima, la cacería y la equitación. De carácter enérgico, belicoso por naturaleza y gran personalidad, Enrique fue visto como una buena opción para gobernar después del fallecimiento de su hermano. Así, con tan sólo 18 años y tras haber decidido casarse con la viuda Catalina de 23 años –cuyo matrimonio anterior no fue consumado- para afianzar las relaciones entre España e Inglaterra, fueron coronados reyes en 1509. Y fue en ese momento cuando inició una de las etapas más caóticas y prósperas de la Gran Bretaña. Rodeado por numerosos consejeros, algunos sabios y prudentes como Thomas More (Santo Tomás Moro), y otros astutos e intrigantes como Thomas Cranmer, Enrique llevaba su gobierno de forma inconstante. Decidiendo en ocasiones acertadamente, creciendo así la economía o la seguridad del reino, en otras su impulsivo temperamento lo llevó a dictar leyes con las que incluso él mismo –experimentando un estado de ánimo menos turbulento-, no estaba de acuerdo. Por otra parte, Enrique VIII mostró siempre una fuerte tendencia a conservar a su lado –salvo por excepción de Thomas More- únicamente a aquellas personas que coincidían con su forma de pensar; esto lo llevó a desplazar a ciertos cortesanos que dejaban de resultarle convenientes, como fue el caso del cardenal Thompson Wolsey quien después de haber sido artífice de la política exterior británica y mano derecha del Rey a partir de 1511, tras la aparición de Ana Bolena, fue destituido y despojado de sus bienes, muriendo en soledad y humillación en 1530. Y aquí llegamos al talón de Aquiles del soberano, las damas. Con un porte extraordinario y una atractiva personalidad, Enrique se veía constantemente rodeado de bellas damas, de quienes él gustaba en exceso; este rasgo lo llevó a tener numerosas amantes, siendo la primera Bessie Blunt a quien después casó con un miembro de la corte. Le siguieron varias damiselas que visitaron las alcobas reales estando entre ellas Mary Bolena, mujer casada con un hombre de cierta posición, y fue durante esta aventura como conoció a la hermana menor, la voluble Ana. Pero como deber, pasión y amor no son la misma cosa, y Enrique confundía con frecuencia las últimas dos situaciones, en la corte británica se comenzaron a suscitar sucesos nunca antes vistos, como el hecho de que una reina legítima –en este caso Catalina de Aragón- tuviera que defender su trono ante el acecho de ambiciosas jovencitas. Nublada la razón por la abrasadora pasión que sentía por Ana Bolena, Enrique VIII tuvo el desatino de solicitar al Papa Clemente VII la anulación de su primer matrimonio, alegando que Catalina había mentido sobre la consumación del matrimonio –una flagrante mentira sostenida por el Rey-, misma que le fue negada tanto jurídica como eclesiásticamente. Tras varios años de batallas legales y amenazas por parte del Emperador Carlos V de España –sobrino de Catalina-, Enrique tuvo a bien enemistarse completamente con Roma, dictando el Acta de Supremacía en 1534, con la cual el rey era aceptado como autoridad máxima de la Iglesia en Inglaterra –aún Católica en ese entonces-, al tiempo que se suspendía el pago de diezmos al

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  • Los caprichos del poder: Enrique VIII Por: Patricia Daz Ters

    No acometas obra alguna con la furia de la pasin: equivale a hacerse a la mar en plena borrasca. Thomas Fuller

    Famoso por su aficin a las damas, por haber realizado una reforma religiosa sin precedentes y por su tirnica manera de conducir su reino, Enrique VIII aparece en los anales de la historia como una figura controversial cuya caracterstica fue su aficin por tomar decisiones de Estado en muchas ocasiones- a base de simples caprichos.

    Nacido en Greenwich en 1491 con el nombre de Enrique Tudor, siendo el tercer hijo del rey Enrique VII, en sus primeros aos no poda imaginarse siquiera que algn da su destino fuese portar el cetro y la corona, ya que el derecho de sucesin marcaba estrictamente que el trono lo obtendra su hermano mayor, Arturo.

    Pero como las cosas nunca resultan como al principio se imagina, la condicin permanente de enfermedad y debilidad que sufra Arturo Tudor lo llev a su tumba a la corta edad de 16 aos, tan slo cinco meses despus de haber contrado matrimonio con Catalina de Aragn.

    Como todo buen prncipe renacentista, Enrique haba sido educado en las ciencias y las artes, de manera que lea griego y latn, dominaba varios idiomas, compona msica, escriba poesa y era un bailarn bastante aceptable; de igual manera, siguiendo la mxima de Platn mente sana en cuerpo sano, el joven gustaba de los deportes principalmente el esgrima, la cacera y la equitacin.

    De carcter enrgico, belicoso por naturaleza y gran personalidad, Enrique fue visto como una buena opcin para gobernar despus del fallecimiento de su hermano. As, con tan slo 18 aos y tras haber decidido casarse con la viuda Catalina de 23 aos cuyo matrimonio anterior no fue consumado- para afianzar las relaciones entre Espaa e Inglaterra, fueron coronados reyes en 1509.

    Y fue en ese momento cuando inici una de las etapas ms caticas y prsperas de la Gran Bretaa. Rodeado por numerosos consejeros, algunos sabios y prudentes como Thomas More (Santo Toms Moro), y otros astutos e intrigantes como Thomas Cranmer, Enrique llevaba su gobierno de forma inconstante. Decidiendo en ocasiones acertadamente, creciendo as la economa o la seguridad del reino, en otras su impulsivo temperamento lo llev a dictar leyes con las que incluso l mismo experimentando un estado de nimo menos turbulento-, no estaba de acuerdo.

    Por otra parte, Enrique VIII mostr siempre una fuerte tendencia a conservar a su lado salvo por excepcin de Thomas More- nicamente a aquellas personas que coincidan con su forma de pensar; esto lo llev a desplazar a ciertos cortesanos que dejaban de resultarle convenientes, como fue el caso del cardenal Thompson Wolsey quien despus de haber sido artfice de la poltica exterior britnica y mano derecha del Rey a partir de 1511, tras la aparicin de Ana Bolena, fue destituido y despojado de sus bienes, muriendo en soledad y humillacin en 1530.

    Y aqu llegamos al taln de Aquiles del soberano, las damas. Con un porte extraordinario y una atractiva personalidad, Enrique se vea constantemente rodeado de bellas damas, de quienes l gustaba en exceso; este rasgo lo llev a tener numerosas amantes, siendo la primera Bessie Blunt a quien despus cas con un miembro de la corte. Le siguieron varias damiselas que visitaron las alcobas reales estando entre ellas Mary Bolena, mujer casada con un hombre de cierta posicin, y fue durante esta aventura como conoci a la hermana menor, la voluble Ana.

    Pero como deber, pasin y amor no son la misma cosa, y Enrique confunda con frecuencia las ltimas dos situaciones, en la corte britnica se comenzaron a suscitar sucesos nunca antes vistos, como el hecho de que una reina legtima en este caso Catalina de Aragn- tuviera que defender su trono ante el acecho de ambiciosas jovencitas.

    Nublada la razn por la abrasadora pasin que senta por Ana Bolena, Enrique VIII tuvo el desatino de solicitar al Papa Clemente VII la anulacin de su primer matrimonio, alegando que Catalina haba mentido sobre la consumacin del matrimonio una flagrante mentira sostenida por el Rey-, misma que le fue negada tanto jurdica como eclesisticamente.

    Tras varios aos de batallas legales y amenazas por parte del Emperador Carlos V de Espaa sobrino de Catalina-, Enrique tuvo a bien enemistarse completamente con Roma, dictando el Acta de Supremaca en 1534, con la cual el rey era aceptado como autoridad mxima de la Iglesia en Inglaterra an Catlica en ese entonces-, al tiempo que se suspenda el pago de diezmos al

  • Papa; para posteriormente iniciar con un proceso llevado por el ministro Thomas Cromwell, en el cual los monasterios fueron clausurados y sus bienes confiscados dinero que se utiliz para construir una flota armada que servira para defensa del reino-.

    Pero la transformacin no se detuvo en este punto. Ahora que Enrique era cabeza de la Iglesia, poda hacer que el Arzobispo de Canterbury Thomas Cranmer, anulara su anterior enlace para que fuera reconocido su secreto matrimonio con Ana Bolena realizado en 1533.

    Despojada de sus derechos, Catalina de Aragn quien era a la sazn madre de la nica hija legtima del Rey Mara Tudor-, fue confinada en el Castillo de Kimbolton, donde falleci en 1536. Mientras tanto, Enrique inclua cada vez ms cambios en su nueva religin, que estaba fuertemente influida por las ideas evanglicas sin llegar a ser nunca completamente protestante-; de este modo, se reconocieron por ejemplo nicamente tres sacramentos: el Bautismo, la Penitencia y la Eucarista, haciendo perdidizos al Matrimonio, la Ordenacin, la Confirmacin y la Extremauncin.

    Sin embargo y con el tiempo, la pasin abrasadora cedi y Ana Bolena comenz a perder sus encantos ante los ojos del Rey. Atacada al mismo tiempo por varios y poderosos miembros de la corte, fue finalmente vencida al ser acusada de adulterio y brujera, cargos que llevaron a la madre de la futura Isabel I al patbulo en 1536.

    Poco tiempo pas antes de que otra mujer ocupara el lugar de Ana, y fue la virtuosa Jane Seymour quien tuvo el honor de conquistar tanto la pasin como el amor del monarca. Fue con ella con quien Enrique VIII vio por fin cumplido su sueo de tener un heredero varn Eduardo VI-, pero la fortuna quiso que este enlace que tanta felicidad le report al estadista terminara trgica y abruptamente cuando Jane muri poco despus del nacimiento del beb; esto sumi a Enrique en una profunda depresin que lo llev a dictaminar un luto riguroso de 15 semanas el doble del tiempo que haba durado el de su padre-.

    Despus Enrique en este caso por puro sentido del deber- se despos con la alemana Ana de Clves, a quien el rey repudi al poco tiempo por no cubrir las expectativas fsicas deseadas; y Catalina Howard, una liberal dama previamente desposada con Francis Derenham- a quien se acus de adulterio y comportamiento impropio de una reina, por lo que fue sentenciada a muerte.

    Y as, tras un matrimonio apacible e interesante con una mujer llamada Catalina Parr, Enrique VIII emprendi el viaje al Ms All en enero de 1547, sin ser siquiera una sombra del gallardo caballero que en su juventud haba conquistado el corazn de tantas jovencitas y haba doblegado la voluntad de tantos reyes.

    Recomendaciones: Pelcula La Otra Reina (2008) de Justin Chadwick. Serie: The Tudors (2007) de Michael Hirst.

    FUENTES: Marrying for love. Aut. Eric Ives. History Today No. 50. Diciembre, 2000.

    Un monarca poderoso e implacable. Aut. Juan Carlos Losada. Historia National Geographic. No. 57. Espaa, 2008.

    Biografas Universales. Aut. Bettina Cositorto. Enciclopedia Time Life. Ed. Ecisa. Mxico, 2008. Henry & Religion. Aut. Jeff. Hobbs. Britannia.com