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NUEVO PENSAMIENTO. Revista de Filosofía del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Facultad de Filosofía de la Universidad del Salvador, área San Miguel, Buenos Aires. Editor responsable Juan Pablo E. Esperón, ISSN 1853-7596. Volumen III, Año 2, 2013. Sitio web: http://www.facultades-smiguel.org.ar
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ENTRE EL ARTE Y LA FILOSOFÍA: DISCUSIONES Y
APROXIMACIONES A LA OBRA DE THEODOR ADORNO:
¿HACIA UNA ESTÉTICA DEL SILENCIO?1
Between art and philosophy: discussions and approaches to the work of
Theodor Adorno: towards an aesthetic of silence?
Romina Emilce Rodríguez2 (UNGS-CONICET-UBA)
Resumen.
El presente trabajo se propone discutir la idea de una promesa de
felicidad quebrada y la imagen de una posible humanidad liberada, en dos
obras de Theodor Adorno referidas a su proyección sobre el arte pero no
menos a su relación con la praxis política y al papel de la filosofía, a saber:
Teoría de la nueva música (1949) y Teoría estética (1970).
Trabajaremos las obras del autor desde los conceptos de arte, filosofía y
praxis política, a fin de exponer los límites de la estética negativa de Adorno,
que oscilan entre la inmediatez, que la filosofía no puede restituir, ligada a su
lenguaje conceptual, sustrayéndosele la verdad que aparece en la experiencia
estética, y lo absolutamente inexpresable y velado que expresan las obras de
arte auténticas. Éstas últimas (la música particularmente) carecen de una
función social explícita, y ahí radica la función de su negatividad crítica. La
experiencia de felicidad que el arte promete no se correspondería con la praxis
política, y sólo de manera aporética y destellante, solitaria y aislada de la
humanidad, podría sobrevivir su potencial emancipatorio, en la renuncia y
alejamiento de todo lo humano. Las obras de arte se sustraen del mundo
1 Artículo recibido el 05/2013, aprobado el 06/2013.
2 Profesora Universitaria en Filosofía y en Historia por la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Especialista en Filosofía Política (en curso) por la misma universidad. Becaria doctoral del CONICET, doctoranda en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente de enseñanza de nivel secundaria en Instituto Privado. Ha publicado varios artículos y disertado en congresos sobre los integrantes de la denominada Escuela de Frankfurt.
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identificado, de la extrema violencia en la incomunicación, por ello constituyen
una promesa de felicidad quebrada.
El trabajo se estructurará de la siguiente manera: en primer lugar,
analizaremos la música dodecafónica, de Arnold Schönberg, con el objeto de
determinar en qué medida conserva un grado de autonomía y potencial
revolucionario; en segundo lugar, demostraremos en qué sentido la práctica
composicional es modelo para la práctica filosófica, y cuál es el papel de la
música y la filosofía desde este punto de vista y, finalmente, problematizaremos
la cuestión de la praxis política en el autor tan debatida y controversial, en
relación con lo anteriormente desarrollado.
Palabras Claves: arte, filosofía, música dodecafónica, política, praxis.
Abstract.
This paper intends to discuss the idea of a broken promise of happiness
and the image of a liberated humanity possible in two works of Theodor Adorno
referred to its projection on the art but not least its relationship to political
practice and the role of philosophy, namely: "Theory of New Music" (1949) and
"aesthetic Theory" (1970).
Work the author's works from the concepts of art, philosophy and political
practice, in order to expose the limits of Adorno's negative aesthetics, ranging
from the immediacy that philosophy can not return linked to its conceptual
language, the truth sustrayéndosele appears in the aesthetic experience, and
the absolutely unspeakable and veiled expressing authentic art works. The
latter (particularly music) lack an explicit social function, and therein lies the
basis of their critical negativity. The experience of happiness that art promises
not correspond to political praxis, and only so aporetic and flashing, lonely and
isolated from humanity could survive its emancipatory potential in the
resignation and departure of all things human. The art world is subtracted
identified, of extreme violence in isolation, therefore constitute a broken promise
of happiness.
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The paper is structured as follows: firstly analyze tone music of Arnold
Schoenberg in order to determine to what extent retains a degree of autonomy
and revolutionary potential, secondly, we show in what sense is compositional
practice model for philosophical practice, and what is the role of music and
philosophy from this point of view and finally problematizaremos the issue of
political praxis in the much debated and controversial author in connection with
the previously developed.
Keywords: art, philosophy, twelve-tone music, politics, praxis.
I. Una posibilidad de lo imposible: la composición musical, de
Arnold Shönberg.
La apertura al consumo de la música, entendida ahora como mercancía
disponible, y la falta de exigencias en el proceso compositivo, dado que la
forma de cada obra es pauta suficiente para dicho proceso, convirtieron a la
música en “[…] algo neutralizado, privado de su propia sustancia crítica, un
espectáculo indiferente”3. La armonía y la repetición de lo incansablemente
igual son el sustento de la actualidad musical. La estructura musical y el
contenido de las obras actuales dejan poco lugar para la reflexión y la crítica, y
su punto culmine “[…] es el vaciamiento mismo de la música en virtud del
desmoronamiento objetivo de la idea de expresión”4, ya que el artista se ha
convertido en un mero ejecutor y el hacer música está al servicio de intereses
capitalistas.
Sobre la base de estos supuestos es que Theodor Adorno encuentra en
la música de Shönberg una posibilidad de autonomía y un potencial
revolucionario. La reacción que se desarrolló desde el plano de la música frente
a la industria cultural y frente al paulatino desmoronamiento de todos los
criterios de buena o mala música fue la atonalidad. Si la música intentaba
agradar o empatizar con el nuevo público, que ahora accedía a la misma, a
partir de su masificación, producto del mercado capitalista, se convertía en su
cómplice encubriendo sus propósitos. Por ello la ‘nueva música’ debía
3 ADORNO, Theodor, (1975) Filosofía de la nueva música, Trad. Alfredo Brotons Muñoz, Madrid, Akal, 2003, p. 18. 4 ADORNO, Th., Filosofía de la nueva música, p. 25.
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presentar las antinomias sociales al interior de su propia estructura pagando el
precio de su aislamiento social, pero preservando su autonomía. Si la teoría
había mostrado ya insuficiencias para poder cambiar las condiciones sociales,
si como menciona Adorno, en Dialéctica Negativa, había pasado ya el
momento de la filosofía5, el arte en general y la música en particular, podían
mostrarnos un haz de libertad asumiendo el peso de su incomunicabilidad. En
ese sentido, la música se cristalizaba en un modelo para la filosofía, por su
carácter de negatividad crítica, en la medida que era un producto social surgido
de la sociedad, pero se alejaba de ella desde su propia constitución,
elaborando así, una suerte de resistencia y crítica frente a las desigualdades
que la sociedad presentaba. Al mismo tiempo, como la relación que se
establecía entre la música y las fuerzas sociales no se evidenciaba de manera
inmediata, el papel de la filosofía crítica, sería precisamente interpretar dicha
relación.
La rigidez de la nueva música, su hermetismo y radicalidad, gracias a lo
cual conserva su contenido de verdad, hacen que “hoy día las únicas obras que
cuentan son las que ya no son obras”6. El propio material, sustrato de la obra,
es espíritu sedimentado socialmente por la conciencia de los hombres, éste
penetra en la obra e impone sus propias leyes de movimiento en una relación
inmanente con el artista.
Frente al carácter de apariencia de la obra de arte burguesa, producto
de la incansable reconciliación que presenta, se encuentra la ‘nueva música’ de
Shönberg que desmiente la pretensión de reconciliar lo universal con lo
particular. En sus piezas “nada queda […] de las convenciones que garantizaba
la libertad del juego”7. El conocimiento que despliega a partir de la negación de
la apariencia y del juego, se revela en el contenido de la música misma. En
este contenido es que se expresa el dolor no transfigurado del hombre, su
impotencia, en donde se destruyen las mediaciones y su lenguaje se
5 ADORNO, Th., (1970) Dialéctica Negativa- La jerga de la autenticidad, Trad. Ed. Alfredo Brotons Muñoz, Madrid, Akal, 2011, p. 15. 6 ADORNO, Th., Filosofía de la nueva música, p. 36. 7 ADORNO, Th., Filosofía de la nueva música, p. 45.
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transforma en gestos de shock, registrando la historia de la humanidad mejor
que ninguna otra forma.
Respecto al carácter individualista de Shönberg, Adorno sostiene que la
soledad que manifiesta su composición musical no hace más que mostrarnos
cómo lo social ha penetrado en su música, ya que en la sociedad los individuos
se encuentran aislados, atomizados, y en la adopción de ese estilo aparece la
sociedad desgarrada. En su aislamiento e incomunicabilidad la obra resguarda
su autonomía, ya no como puro dato concreto sino yendo mucho más allá de
él, en su negación y renuncia de toda relación de subsunción de lo particular
por lo universal. Así la obra de arte “representa a la verdad de la sociedad
frente al individuo que reconoce su no verdad e incluso es esta no verdad. Sólo
en las obras está presente lo que supera la limitación de sujeto y objeto por
igual”8. Por un lado, la obra se le revela al sujeto alienado como un engaño de
la reconciliación, pero al mismo tiempo señala los límites de su individualidad.
La música tradicional estaba sujeta a un conjunto limitado de
combinaciones sonoras, que reproducían la racionalidad a través de la
organización, en donde la libertad subjetiva pagaba el precio de la tonalidad, es
el caso de Beethoven. Pero desde que nos hemos podido liberar de estas
limitaciones, a partir del dodecafonismo de Shönberg, el artista se ha
emancipado, habiendo aumentado la posibilidad de dominar técnicamente el
material, y también habiendo conseguido la propia independencia del mismo.
La melodía, la armonía, el contrapunto, forma e instrumentación han
evolucionado hacia su liberación. Mientras que en la homofonía la organización
musical estaba supeditada a convenios, y en la aspiración por la totalidad se
eliminaba la espontaneidad de momento; en la polifonía se descubre la esencia
de la armonía misma emancipada, cada acorde individual es reconocido en su
propia polifonía, y la organización deriva del mismo material. Cuanto más
polifónico suene un acorde, más disonante sea, más se logra la destrucción de
las relaciones racionales lógicas impartidas por la tonalidad. Y es en la pura
disonancia en donde se manifiesta el verdadero carácter racional de la
8 ADORNO, Th., Filosofía de la nueva música, p. 52.
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consonancia. De esta manera, se evidencia una subjetividad no apariencial que
se convierte en el centro de la objetividad de la obra.
Shönberg logra hacer converger todas las dimensiones de la música por
igual inclusive en una relación con el tiempo completamente nueva, en donde
la conservación del material se convierte en transformación. “La música domina
al tiempo: pero no ya porque pueda reemplazarlo llenándolo, sino porque lo
niega mediante una suspensión de todos los momentos musicales mediante la
construcción omnipresente”9. De esta manera la imagen que nos arroja la obra
del mundo es ahistórica. Asimismo, en el dodecafonismo la composición se ve
supeditada a los materiales, así como el artista que también se ve sujeto al
material, se convierte en una determinación de éste que se le contrapone a él
mismo, de esta manera lo libera objetivándolo.
Las figuras musicales en el dodecafonismo son doce, sin exclusión y
repetición de ningún sonido, para no dar mayor preponderancia a unos sobre
otros. A quien experimenta escucharlos, se le exige una percepción que por
principio tiene tonos que no aparecen. Se hace patente la promesa de felicidad
quebrada a través de la disonancia porque, precisamente, el dodecafonismo se
realiza en la fatalidad de su cumplimiento. “Las disonancias nacieron como
expresión de la tensión, la contradicción y el dolor. Se sedimentaron y se
convirtieron en material. Ya no son medios de la expresión subjetiva”10. Están
en tensión con la consonancia, y constituyen una unidad en donde los tonos
individuales se unen al mismo tiempo que se distinguen como tales, de manera
que sigan ‘disonando’ en sí mismos, se han convertido en una crítica objetiva.
Expresan la negación al estado del cual han surgido, las obras de arte
desmienten, con el arte liberado, la sociedad sujetada11 y plasman, en lenguaje
musical, las irreconciliables contradicciones de la sociedad.
El sujeto histórico no concuerda con las determinaciones históricas del
material de la obra. La precisión y exactitud de la música dodecafónica no se
pueden escuchar, lo que impera es el sistema en su conjunto. Este alejamiento
de lo social por parte de la obra de arte hace que ésta se aproxime al
9 ADORNO, Th., Filosofía de la nueva música, 59. 10 ADORNO, Th., Filosofía de la nueva música, pp. 80-81. 11 ADORNO, Th. Filosofía de la nueva música, p. 97.
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conocimiento. La obra de arte tradicional anulaba toda posibilidad de
conocimiento, hacía de sí un objeto de mera intuición. En cambio, la obra de
arte que renuncia a la intuición y a la apariencia, se convierte en objeto del
pensamiento. Mientras que la obra de arte tradicional se subsumía en la
identificación sujeto-objeto, la nueva música plasma en su mayor expresión las
contradicciones de la cual surge y, precisamente, esta actitud la lleva al camino
del conocimiento. El arte tradicional también conocía, pero dentro del marco de
la forma estética. El umbral de su conocimiento se basaba en la crítica de la
contradicción implicando, de alguna manera, una suerte de reconciliación en lo
absoluto. El nuevo arte no se contenta con esto, e intenta ir más allá, no busca
la reconciliación con la realidad, porque “sólo en la obra fragmentaria que
renuncia a sí misma, se libera el contenido crítico”12. Por eso la falta de sentido
de ésta constituye precisamente la protesta contra el sentido, la coherencia
radica en la negación de la coherencia, su emancipación se funda en el
alejamiento del lenguaje verbal y de la expresión13.
En la música tradicional, el sustrato último de la obra era la subjetividad,
vehiculo de la expresión, sin embargo, la radicalidad de la nueva música se
concibe en la experiencia (Erfahrung) de un hombre que no se reconoce ya en
el flujo de lo que escucha, por eso dicha experiencia produce estremecimiento,
llanto. Ya no se trata de ser expresión de la realidad, imagen de la misma (obra
de arte burguesa) que buscaba cierta empatía con el espectador, o lograr cierta
autonomización alejándose de lo social (obra de arte fascista, ideológica)
afirmándose como un ser-en-sí ontológico, por cuanto que a ambas le falta el
contenido objetual. La nueva música renuncia al engaño de la armonía, su
radicalidad deriva del contenido social que presenta, ya que éste señala las
contradicciones de la sociedad, en este sentido, en tanto sedimento de la
sociedad de la que brota, constituye la cosa misma, oculta, implícita, tácita en
ella misma.
II. El contenido de verdad de la obra: una tensión latente entre arte
y filosofía. 12 ADORNO, Th., Filosofía de la nueva música, p. 113. 13 ADORNO, Th., Filosofía de la nueva música, p. 115.
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El contenido de lo qué es arte habría que extraerlo de algo que no es
arte, no de lo que es, sino de lo que ha llegado a ser. La expresión hegeliana
de la muerte del arte, no tiene en cuenta un aspecto, que la obra no se agota
en la vida o muerte del arte, sino en su transitoriedad y movimiento, efusividad
y fugacidad. La obra de arte es por sí misma devenir, acumula un tiempo
inmanente que le es propio14.
Las tensiones de la obra se cristalizan y constituyen su forma pura
porque las contradicciones sociales, irresolubles, figuran como problemas
inmanentes a su forma. Por eso el arte no es algo para aprehender
estéticamente, sino de modo no estético. “Pierde su autonomía si pierde lo que
le es heterogéneo”15, lo que no es arte. Debe mantenerse como crítica
permanente de la praxis, en la medida que ésta no hace más que mostrarnos el
estado violento y fetichizante de la sociedad, debe negarla, oponérsele, si no
quiere convertirse en mercancía.
La constitución de la obra de arte, como mera mercancía a ser
consumida, ha acercado la obra a las masas, al mismo tiempo que ha extirpado
su esencia artística. Así como la función que tuviera que ocupar el arte en la
sociedad, ha sido objeto de planificación del mundo administrado. La obra lejos
de realizar su propósito, en la medida que busca empatizar, agradar al público,
o simplemente disminuir la distancia con la realidad, se ha convertido en un
factum, en un blanco de las proyecciones subjetivas de los hombres, en algo
maleable, manipulable, merced a la industria cultural. Resultado de una
sociedad violenta arroja el contenido autoritario que ha interiorizado al recinto
del que procede, extendiendo su irracionalidad.
Razón por la cual, el arte tiene que ir más allá de sus propias
limitaciones para ser fiel a sí mismo, para encumbrar su pretensión de
verdad16, aunque la misma implique su aniquilación. Sólo en la más absoluta
negatividad, en el desmoronamiento y desintegración absoluta, en su brutal
renuncia de toda posible reconciliación, puede el arte expresar lo inexpresable:
14 ADORNO, Th., (1970) Teoría estética, Trad. Fernando Riaza, Bs. As, Orbis Hyspamerica, 1984.p. 13. 15 ADORNO, Th., Teoría estética, p. 16. 16 ADORNO, Th., Teoría estética, p. 47.
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la negación de lo existente, la presentida e incumplida utopía que en su
posibilidad se enlaza con todo lo que acaece bajo la forma de ruina. El
momento mimético, en el arte, se encuentra en el instante en que es idéntico a
lo no idéntico, alcanza la reconciliación en la renuncia a la conciliación.
Por eso, el lenguaje del arte es incomunicable, pues allí radica su
autonomía, en su alejamiento de todo lo humano, en el carácter cifrado,
enigmático de la obra y por ello, la música dodecafónica es su mejor expresión.
El carácter disonante de obra, el desajuste, la antinomia forman parte de su
interior, en la medida que no sólo se opone a aquello de lo cual proviene: la
realidad, en tanto que es apariencia; sino también a sí misma, puesto que lo
disonante es lo antitético a lo apariencial. “Disonancia es lo mismo que
expresión […] La expresión es el rostro doliente de las obras”17, la no
expresión. La obra integra sin violencia los antagonismos de la sociedad, no
construyendo la farsa de que ya no existen, sino yendo más allá de éstos hacia
lo no existente. Es menester destacar que el arte no deja de ser un fait social,
por el contrario, emerge de la sociedad como reacción contra ella en la medida
que niega su cosificación.
Asimismo, en la oscilación entre la pretensión de autonomía del arte y su
condición de posibilidad, el carácter incomunicable de obra, el dejar de ser
obra, penetra la crítica y el contenido de verdad de la obra, que se vehiculiza
en el lenguaje filosófico. Pues la obra de arte nos lleva a reflexionar sobre
cómo partiendo de lo existente e incapaz de generar condiciones para lo no-
existente (pues en sí misma no contiene nada no-existente), radica en ella la
potencialidad de algo no-existente18. Esto es posible porque en ella late el
sedimento de la historia externa que ha penetrado y se ha objetivado, y que se
manifiesta como su historia interna, historia cuyo sustrato es colectivo, que
emana de él pero se distancia al mismo tiempo en su transitoriedad
desrrealizándose19 (aunque la obra nunca pueda desligarse del todo del lugar
de donde proviene), esto formaría parte de las cosas o situaciones
17ADORNO, Th., Teoría estética, p. 150. 18 ADORNO, Th., Teoría estética, p. 115. 19 ADORNO, Th., Teoría estética, p. 119.
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extraestéticas de la obra, y se expresarían en el lenguaje que les es
constitutivo.
La reflexión y exigencia de comprensión a la que nos lleva la obra no
resuelve su carácter enigmático, sino solo descifra su configuración, en el
distanciamiento, en lo encarnizadamente insoluble. “El contenido de verdad de
las obras de arte es la solución objetiva del enigma de cada una ellas. […] Pero
ésta solo puede lograrse mediante la reflexión filosófica”20. El contenido de
verdad es un contenido mediado, no se presenta en los datos sensibles, por
eso la convergencia entre arte y filosofía se convierte en una exigencia que
legitima toda experiencia estética que quiera arrogarse genuina. La experiencia
estética finaliza en un juicio sobre la misma, que la obra no es capaz de llevar a
cabo, por eso exige la crítica.
Según Adorno, en la obra de arte auténtica, persiste lo no idéntico,
gracias al ‘carácter enigmático’ que reviste la autonomía de la obra. Por ello,
solo en el arte, y pese a su desintegración, todavía persiste la esperanza de
rescatar lo no idéntico, lo olvidado, lo marginado. El arte es el lugar en donde
se cumple una función crítica que revela el estado de ‘dominio ciego y nueva
barbarie’. No obstante, el arte necesita de la filosofía de intérprete para decir lo
que él no puede, y esta posibilidad de hablar sobre el arte se debe
precisamente a que él no habla. La convergencia entre arte y filosofía tiene
lugar en la crítica de las obras, en aras de buscar su verdad, y no en una
filosofía prescriptiva de su espíritu. La verdad de esa oposición, de esa
negación, de esa desintegración es plausible en lo fragmentario, en lo efímero,
en lo transitorio, en la medida en que son parte de la totalidad de la obra que se
le opone. La verdad sólo es verdadera en la medida que niega al mundo
identificado.
A diferencia de lo que ocasionan las obras, producto de la industria
cultural, las obras genuinas provocan conmoción en el espectador que lejos de
originarles un placer o satisfacción que en el fondo los debilita como sujetos, le
producen un estremecimiento mostrándole su limitación y finitud21.
20 ADORNO, Th., Teoría estética, p. 171. 21 ADORNO, Th. Teoría estética, p. 320.
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¿Pero qué representa o a quién el lenguaje del arte que expresa lo
inexpresable? Por ser expresión de algo que todavía no existe, su “nosotros” se
concretiza en el mismo proceso en que logra, aunque sea de manera efímera,
hacer aparecer este mundo como si fuera otro. Eso Otro habla desde el arte y
no desde aquello que intenta representar, aunque tiene valor social. Pero su
costo para sobrevivir es la renuncia a todo lo humano, su intraducibilidad. Por
eso constituye una promesa de felicidad quebrada, que no puede lograrse en
este mundo desde las condiciones en la que se encuentra.
Tanto la obra misma como el proceso de su contemplación se
manifiestan en un transcurso que es devenir, transitoriedad, movimiento. El
momento mimético que se presenta en la obra, en el cual ésta intenta
identificarse con lo no idéntico no es algo estable, sino por el contrario
procesual. El carácter dinámico de la obra radica en la misma forma que busca
aquello no existente, heterogéneo e insoluble. Las obras de arte no idénticas
son pura tensión, pues la reconciliación nunca se logra, nunca se satisface, por
ello también el dinamismo les es propio, su unidad de sentido es un
contrasentido. Esto viene dado, también, por la cifra de todo lo temporal que
portan, al contener contenido histórico sedimentado y objetivado al interior suyo
que se despliega en su propio movimiento. “El carácter procesual inmanente de
las obras es objetivo aún antes de que ellas tomen partido alguno, antes del
proceso que inician contra todo lo exterior, contra lo meramente empírico”22,
porque en su propio desarrollo minan su origen.
Retomando la pregunta, antes señalada, sobre aquello que manifiesta el
lenguaje del arte y teniendo en cuenta lo que venimos sosteniendo, el carácter
dinámico de la obra, su movimiento interno, producto de su oposición a la
sociedad, aunque sin la cual no sería nada (ya que su carácter de cosa, hace
que sea una parte de ella) y que le adjudica su núcleo temporal; eso que
expresa la obra es semejante a un lenguaje en el devenir de la unión de sus
elementos. Dicho en otras palabras, la dinámica que encierra la obra es su
lenguaje23. Y el contenido de verdad que porta es profundamente histórico, se
ha objetivado todo aquello que hasta hoy se encuentra oprimido, la conciencia 22 ADORNO, Th. Teoría estética, p. 233. 23 ADORNO, Th. Teoría estética, p. 242.
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oprimida. En la no correspondencia con el mundo exterior, en la búsqueda de
la posibilidad de lo imposible, estalla la conciencia oprimida. En su
autonomización, este lenguaje tiende a una ‘estética del silencio’24, en su
criticidad se manifiesta la prueba oculta, muda e implícita del dolor de la
humanidad
III. La praxis política.
Si el arte quiere mantenerse autónomo debe no sólo pagar el precio de
la incomunicabilidad, sino también renunciar a toda adherencia o lucha política,
para arrogarse autónoma y no caer en ideología debe neutralizarse:
“Apartándose de la praxis, el arte se convierte en el esquema de la praxis
social: toda auténtica obra de arte es una revolución en sí misma”25. Sin
embargo, la renuncia a la falta de comunicación no es condición suficiente para
dejar atrás todo rasgo ideológico, lo central aquí será entonces la potencia de
su expresión, que lleve al máximo la tensión latente de las fuerzas que se
contraponen inmanentemente en la obra, que expresan de manera más que
elocuente la opresión de la sociedad que se ha objetivado en la obra, el gran
sufrimiento de la humanidad y el estado de falsedad en la que se encuentra.
Las obras son menos que la praxis porque no llevan a cabo aquello que
tiene que realizarse, pero son más porque desisten del estado cosificador de la
praxis26. Su eficacia radica en los subterfugios que despliegan en su mismo
contenido de verdad, por su mera existencia, por su objetivación, sugieren una
transformación en la conciencia, aunque latente, oculta en la obra. Su carácter
objetivo y el alejamiento de la sociedad, muestran una relación distinta con la
cosa, y en definitiva, un cambio sugerente en la realidad. Esta formación de la
conciencia no se lograría nunca reproduciendo las formas existentes de la
sociedad.
En la experiencia estética genuina, el sujeto no logra abandonarse a sí
mismo en el instante de la conmoción, aunque lo que despliega la obra es la
24 JUAREZ, Esteban Alejandro, “La praxis política en los escritos musicales de Theodor Adorno” en Boletín de Estética- Nº 7, Buenos Aires, Programa de Estudios en Filosofía del arte/ Centro de investigaciones filosóficas, 2008, p.48. 25 ADORNO, Th., Teoría estética, p. 299. 26 ADORNO, Th. Teoría estética, p. 315.
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percepción de la posibilidad de esa imposibilidad. Pese a lo cual, el arte
continúa siendo, desde su desarrollo interno, el vehículo que muestra al sujeto
la crítica de la opresión de su propio yo: “La experiencia subjetiva en contra del
yo es un momento de la verdad objetiva del arte”27. Cuando la contraposición
con el mundo empírico es irreconciliable por la mera objetividad que implica el
arte y por su reflexión crítica, estamos frente a un grado de reflexión que
involucra compromiso. El compromiso puede ser válido, sólo si se convierte en
una fuerza que mantiene velada, en el contenido de verdad de la obra, la
praxis. Así, de esta manera, aparece objetivamente la participación política de
lo no político28. La función del arte con la praxis es su no función, en el
alejamiento de lo empírico, lo existente, lo real, radica el horizonte de
posibilidad de lo imposible, lo no existente, y en carácter de ello, lo liberado,
emancipado y escindido del mundo administrado. Aún cuando lo sustancial de
la obra de arte sea aporético, ofrece un marco para la praxis, para la
configuración que en su no configuración, fulgura una sociedad liberada del
dominio. Es en esa denuncia de la sociedad petrificada que se manifiesta
mediante la incomunicación de las obras, desligadas del carácter violento del
mundo administrado, cierto sesgo político.
IV. Conclusiones.
Ciertamente, es que Adorno no quiso sacrificar su libertad intelectual por
la solidaridad política con el marxismo partidario. Su posición frente a este
dilema se expresa en lo que llamó “no participación” (nichtmitmachen)29, para él
la actividad auténtica del intelectual en sí misma ya era revolucionaria. Ahora
bien, para Adorno las fuerzas productivas eran los procedimientos de
composición y el material musical, no hacía referencia a la música en el marco
de una organización económica o industria musical; y las relaciones de
producción, constituían la relación del compositor con la propia música, y no la
27 ADORNO, Th. Teoría estética, p. 320. 28 ADORNO, Th. Teoría estética, p. 333. 29 BUCK- MORSS, Susan, (1977) Origen de la dialéctica negativa. Theodor Adorno, Walter Benjamín y el Instituto de Frankfurt, Trad. Nora Rabotnikof Maskivker, Bs. As., Eterna Cadencia, 2011, p. 93.
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de un empleador con su empleado30. Si queremos hablar de praxis, tenemos
que situarnos en este marco, en donde el compositor, sus técnicas y el material
que utiliza entran en constelación dialéctica, yendo mas allá de lo que el arte
mismo tiene por función social, de hecho, rompiendo con la propia función
social del arte.
El objetivo del arte no puede ser su función política aunque la
concordancia en sus materiales (disociada de la sociedad cosificada) llevada a
la objetivación inmanente, escondía interiormente cierta tendencia política. Por
eso, el ejemplo que adopta Adorno es la música de Shönberg, que no tenía
propósitos políticos pero, que por su composición y materiales, constituía una
obra de arte que lograba sustraerse del mundo reificado y era, en cierta
medida, político en su denuncia al todo social.
En este contexto, es que el artista cuanto más se aleja de las presiones
y reacciones de la sociedad, más logra su realización como intelectual, pero
principalmente menos mediatizado está el material con el que trabaja, cuestión
que es imposible que ocurra en el marco de un partido político por más
pretensión de cambio revolucionario que tenga el proletariado.
Es menester destacar que la praxis de la que nos habla Adorno es praxis
teórica, de lo que se trata es de realizar una contribución teórica que dinamite
la justificación ideológica de la falsa sociedad, no de provocar un cambio
radical en las condiciones sociales reales. Pretendía alcanzar con su
negatividad crítica el conocimiento de la verdad. La estética de la música
dodecafónica y sus técnicas de composición servían de modelo para la
filosofía, en la medida que superaban la alienación capitalista y no les eran
funcionales al sistema. Sabida cuenta era que ni la filosofía ni el arte podían
cambiar las condiciones sociales existentes, pero al menos el arte podía
articular las contradicciones de la sociedad en su interior mismo, y no
enmascarar la situación de falsedad del mundo. Pues ahí radicaba la
contribución revolucionaria de la música, en su oposición a la sociedad, y en la
posibilidad que constituía, en su incomunicabilidad, la crítica a la misma.
27 BUCK- MORSS, Susan, Origen de la dialéctica negativa. Theodor Adorno, Walter Benjamín y el Instituto de Frankfurt, p. 97.
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Pero de ser alcanzada la verdad que esta música de alguna manera
desplegaba, ¿a quiénes transformaría?, ¿Peca de intelectualista la teoría
estética de Adorno?, ¿se trata, entonces, de producir un arte estéticamente
válido o de transformar la sociedad?
Si queremos contribuir a la destrucción de la reificación social, no mejor
posibilidad sería la de cercenar las condiciones teóricas de su praxis, y no
enfrentarla directamente, de hecho esta posibilidad ya había fracasado en su
intento. Por eso, la defensa de un arte auténticamente válido. Respecto a
quiénes serían transformados por el contenido de verdad, que encierran las
obras, Adorno se refiere a los intelectuales, pero no menos fidedigno, es que
también señala la actuación de éstos en concordancia con el proletariado31. Si
bien, estas afirmaciones suenan algo insensatas, y de hecho son de las que se
valen sus críticos32, sostenemos que en su posibilidad teórica Adorno fue
prolijamente consistente, y que aún hoy sus obras nos sirven de insumo para
seguir pensando las condiciones de posibilidad del arte y de la filosofía.
Bibliografía.
ADORNO, Theodor, (1970) Teoría estética, Trad. Fernando Riaza, Bs. As,
Orbis Hyspamerica, 1984.
_______________, (1970) Dialéctica negativa- La jerga de la autenticidad,
Alfredo Brotons Muñoz, Madrid, Akal, 2011.
_______________, (1975) Filosofía de la nueva música, Trad. Alfredo
Brotons Muñoz, Madrid, Akal, 2003.
31 BUCK. MORSS, Susan, Origen de la dialéctica negativa. Theodor Adorno, Walter Benjamín y el Instituto de Frankfurt, p. 111. 32 La ausencia de una correspondencia práctica con la realidad y la demasiada abstracción de la posible liberación humana, ha constituido uno de los núcleos de debate de la Estética de la recepción de JAUSS, Hans Robert, (1977) “Crítica a la estética de la negatividad de Adorno” en Experiencia estética y hermeneútica literaria”, Trad. Jaime Siles y Ela María Fernández-Palacios, Taurus, 1992, Madrid. Véase también la crítica realizada por HABERMAS, Jürgen, Teoría y Praxis, Trad. Salvador Más Torres y Carlos Moya Espi, Tecnos, Madrid, 1990.
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BUCK- MORSS, SUSAN, (1977) Origen de la dialéctica negativa. Theodor
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JUAREZ, Esteban Alejandro, “La praxis política en los escritos musicales de
Theodor Adorno”, en Boletín de Estética- Nº 7, Buenos Aires, Programa de
Estudios en Filosofía del arte/ Centro de investigaciones filosóficas, 2008.