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HANNERSZ, ULF Conexiones Transnacionales Cultura, gente, lug Cap.3, "Cuando la cultura esta en todas partes" Ediciones Catedra, Madrid, 1998 3. Cuando la cultura esti en todas partes: reflexiones sobre un concept0 favorito Parece que de pronto la gente esd de acuerdo con nosotros, con 10s antropologos; la cultura esti en todas partes. La tienen 10s inrni- grantes, la tienen las empresas, la tienen 10s jbvenes, la tienen las mu- jeres, hasta pueden tenerla 10s hombres comentes de mediana edad, cada uno con su propia versi6n. Cuando esas versiones se encuentran, se habla de ((colisi6n cultural. (0, recordando el capitulo anterior, <<cheque cultural.). Hay anuncios que ensalzan productos para la (<cul- tura de la cama* y para la <(cultura del helado., y actualrnente la juris- pmdencia debate lo que llarnan (<la argumentaci6n de la defensa cul- tural.'. Y lo que no es menos curioso para nosotros, existe la idea bastan- te extendida de que 10s antrop6logos podemos hablar con cierta auto- ridad acerca de la <(culturan2. Desde hace algin tiempo, y para tomar un ejemplo, puesto que la cultura se ha convertido en una parte del proyecto del Estado del bienestar, 10s que elaboran 10s planes en Sue- ' No podr.! abordar todas las nociones de cultura que subyacen en estos usos. *La cultura de la camam y la ~cultura del helado. pueden tener algunas connotaciones de dis- tinci6n a1 estilo Bourdieu, supuestamente en reladbn con la t1adici6n y con la artesania; la sugerencia implicita es que tarnbiCn hay camas y helados no culturales. Vease Rosen (1991, phgs. 603 y ss.) para una discusibn sobre .la argumentation de la defensa cultural. en el context0 de la teoxia cultural desarrollada por un antrop6logo del derecho. En este sentido, quizi 10s antrop6logos suecos tenernos una rnejor situaci6n que 10s americanos, a juzgar por las peticiones, pocas segin parece, de informes emitidos por expertos en antropologia en relacibn con 10s debates sobre ..multiculturalisrno~ HANNERZ, ULF

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HANNERSZ, ULF Conexiones Transnacionales Cultura, gente, lug Cap.3, "Cuando la cultura esta en todas partes" Ediciones Catedra, Madrid, 1998

3. Cuando la cultura esti en todas partes: reflexiones sobre un concept0 favorito

Parece que de pronto la gente esd de acuerdo con nosotros, con 10s antropologos; la cultura esti en todas partes. La tienen 10s inrni- grantes, la tienen las empresas, la tienen 10s jbvenes, la tienen las mu- jeres, hasta pueden tenerla 10s hombres comentes de mediana edad, cada uno con su propia versi6n. Cuando esas versiones se encuentran, se habla de ((colisi6n cultural. (0, recordando el capitulo anterior, <<cheque cultural.). Hay anuncios que ensalzan productos para la (<cul- tura de la cama* y para la <(cultura del helado., y actualrnente la juris- pmdencia debate lo que llarnan (<la argumentaci6n de la defensa cul- tural.'.

Y lo que no es menos curioso para nosotros, existe la idea bastan- te extendida de que 10s antrop6logos podemos hablar con cierta auto- ridad acerca de la <(culturan2. Desde hace algin tiempo, y para tomar un ejemplo, puesto que la cultura se ha convertido en una parte del proyecto del Estado del bienestar, 10s que elaboran 10s planes en Sue-

' No podr.! abordar todas las nociones de cultura que subyacen en estos usos. *La cultura de la camam y la ~cultura del helado. pueden tener algunas connotaciones de dis- tinci6n a1 estilo Bourdieu, supuestamente en reladbn con la t1adici6n y con la artesania; la sugerencia implicita es que tarnbiCn hay camas y helados no culturales. Vease Rosen (1991, phgs. 603 y ss.) para una discusibn sobre .la argumentation de la defensa cultural. en el context0 de la teoxia cultural desarrollada por un antrop6logo del derecho.

En este sentido, quizi 10s antrop6logos suecos tenernos una rnejor situaci6n que 10s americanos, a juzgar por las peticiones, pocas segin parece, de informes emitidos por expertos en antropologia en relacibn con 10s debates sobre ..multiculturalisrno~

HANNERZ, ULF

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cia suelen establecer la diferencia, al menos a rnodo de preimbulo, en- tre <<el concepto de antropologia cultural. y el concepto de cultura re- ferido principalmente al arte, pues en realidad este 6ltimo es el que manejan con mis fiecuencia. Pero ahora parece que esto les preocupa un poco.

Cabria pensar que 10s antrop610gos tendriamos que estar muy contentos a la vista del prolongado &to que ha tenido nuestro con- cepto preferido. De hecho, rnis bien nos pone bastante nerviosos, y por diversas razones. A pesar de la racha positiva, y hasta cierto pun- to debido a ella, se diia que el concepto de cultura es motivo de con- troversia o es rnis discutible, mucho rnis de lo que ha sido hasta aho- ra. Me gustaria identificar aqui el origen de esta inquietud, y esbozar 10s debates actuales y posibles acerca de la cultura. Finalmente, hacer algunas sugerencias en cuanto a lo que tal vez queramos hacer con el concepto de cultura a partir de ahora.

Como ya he dicho, parece que en parte somos victimas de este &- to, y ista es una de las razones que nos llevan a pensarnos las cosas dos veces y a echamos atris. No deja de ser un poco embarazoso que lo que supuestamente es nuestro concepto de cultura se vea como opuesto al concepto que denota excelencia estitica; y esto ocurre de tal modo, que al final parecemos unos incultos y populistas, incapa- ces o reacios a distinguir cualquier diferencia cualitativa entre la expe- riencia de conternplar una gran obra de arte y, como creo dijo un ca- ricaturista (con una buena percepci6n de la vida de 10s n6rdicos), to- mar un bocadillo en el bosque para disfiutar de la Naturaleza. Lo que resulta de hecho rnis preocupante es que el estado dP importancia, aunque sea con buenas intenciones, a la cultura como si fuera una ca- tegoria administrativa, utilizindola, de mod0 bastante desatinado, para identificar a grupos minoritarios de poblaci6n con el fin aplicar deteiminadas medidas3.

Por otra parte, tampoco estamos muy seguros de la resistencia de nuestras propias defensas cuando nuestras mas preciadas creencias sufien un ataque. Estamos acostumbrados a plantear fiertes exigen- cias ante 10s efectos que la cultura provoca en el comportamiento hu-

Vkase, por ejemplo, &und y Schierup (1991, pigs. 15 y ss.).

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mano, en la casi infinita maleabilidad de la naturaleza humana. Dado que las biociencias cada vez plantean nuevas y mayores ireas de competencia, istas podrian entenderse - tat0 por nosotros 10s antrop6logos corno por otras personas- como ataques a la integri- dad intelectual de la antropologia. Tomemos el caso de la controver- sia Mead-Freeman acerca de la cultura de Samoa. En un escrito pu- blicado en un irnportante peribdico de opinibn, un investigador, fi- 16sofo convertido en mkdico, opina que Derek Freeman puso de manifiesto que <<casi todo lo que Margaret Mead afirrn6 acerca de Sa- moa era falso~; y, obviarnente, considera este caso como un ejemplo tipico de las exigencias exageradas de un imbito del determinism0 medioambiental y cultural durante gran parte del siglo xx (Hess- low, 1992, pig. 50).

Si lo que se afirma es que no sabemos realmente hasta d6nde al- canza la cultura, hay ademis una base solida para afirmar que tamp0 co hemos entendido bien su funcionamiento. Estas sugerencias tarn- bikn se plantean dentro de la comunidad antropologica. En 10s cursos de introducci6n y en 10s libros de texto, continuamos explicando mo- n6tonamente c6mo la cultura ase transmite de generacibn en genera- ci6nm, casi sin reflexionar rnis sobre ello. Entonces aparece Maurice Blo& (1985, pig. 33) y sostiene que 4endremos que contar con el tra- bajo de 10s psic6logos y 10s psicolingiistas para nuestras principales teorias sobre el aprendizaje, y no podemos continuar formulando t ee rias de la cultura que impliquen un proceso de aprendizaje que no puede ser genuine*. Y en otro momento llega a decir que el trabajo de 10s antropologos se ha basado mayoritariamente en una <(teoria falsa de la cognici6n>>, y que 10s ultimos trabajos dentro de las ciencias de la cognition --del tip0 llamado ~coneccionista- tendrian que <<pe nemos en guardia frente a conceptualizaciones con exceso de expre- si6n lingiiistica y de frases 16gicas)>, una clase de expresi6n a la que es- tamos habituados (Bloch, 1992, pigs. 127-130).

Volveri a esto mas adelante. Entretanto, hay que seiialar otra co- mente en la critica antropol6gica al pensamiento cultural recibido. Una de sus representantes es Lila Abu-Lughod (1991). Describe la cul- tura como <<la herrarnienta esencial para hacer otran. En su opinibn, como la antropologia informa de y explica las diferencias culturales, a1 mismo tiernpo ayuda a construirlas, producirlas y mantenerlas. Y la diferencia, con independencia de lo que pudiera gustarles a 10s antro- p6logos, a menudo se da la mano con la distancia y la desigualdad. Muchas concepciones de la cultura le parecen estiticas y homogenei- zantes, y, por lo tanto, deshumanizadoras; ademis, predispuestas a

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exagerar la coherencia; y tambikn excesivamente proclives a describir las culturas como lirnitadas e individualmente distintas4.

Abu-Lughod sugiere tres lineas para contrarrestar esta tendencia. La primera, partir de un vocabulario de la prictica y el discurso, que subraye las contradicciones y 10s malentendidos, las estrategias, 10s in- tereses y las improvisaciones, y el juego de enunciados carnbiantes y cornpetitivos con implicaciones prlcticas. La segunda, subrayar las conexiones, tanto las que en timinos mis generales convierten las culturas --en plural- en cosas que no Sean unidades aisladas @st& ricarnente, per0 tambiin en la actualidad), como las circunstancias particulares que hacen que un etnbgrafo estk en un campo. La terce- ra, negarse a generaliar, y hablar en cambio de historias relativas a in- dividuos concretes en el tiempo y en el espacio. Con todo esto se tras- tocan de nuevo las connotaciones de homgeneidad, coherencia e in- temporalidad, y se sacan a escena las similitudes que hay en las vidas. Si describimos a las personas con sus angustias a la hora de tomar una decisibn, soportando tragedias y perdidas, intentando presentar un buen aspecto, sufriendo humillaciones o dishtando mornentos de alegria, entonces la sensacibn de familiaridad y de reconocerse en esas situaciones puede sustituir la sensaci6n de distancia.

Unni Wikan (1992) sigue una linea de pensamiento bastante pare- cida. Contrasts la cultura con lo que ella denomina <<resonancia.. Dice que la resonancia es una cuesti6n de xsensibilidad de pensarnien- to., algo que Wkan aprendi6 de su anfitri6n en Bali; una cuesti6n de empatia y compasibn, una llamada a la experiencia compartida, una interpretacibn caritativa y un esfuerzo para lograr el entendimiento, un ir em6s alli de las palabras. para comprender las dificultades con- cretas de las personas. Para Wikan, el concepto de cultura apunta pre- cisamente hacia el polo opuesto. Convierte a 10s <<otros* en ((especies exbticas, impulsadas por una fuerzam.

Otro ejemplo es Tim Ingold (1993), que escarba en la nocibn de ~traduccibn)> entre culturas. Parte de dos definiciones de cultura, la de Edward Tylor y la de Robert Lowie, muy parecidas a primera vista per0 en las que Ingold encuentra una diferencia. Para Tylor, la cultura es progreso, cultivar la razon y la inteligencia, un <~cumculum central para la humanidad., Para Lowie, las culturas son <aria diversidad casi fortuita de formas habitudes de vivir y de pensar, cada una con sus

propios cnterios intemos de opini6n>>. Y resulta que asi es como Oc- cidente establece la diferencia entre ellos y el resto. Nosotros estarnos con Tylor, somos racionales y modemos; e h s estin con Lowie, inmer- sos en tradciones Aitrarias. Bajo estas circunstancias no puede pro- ducirse una verdadera traduccibn en condiciones de igualdad y reci- procidad. Occidente puede rnirar a 10s otros, per0 10s otros no pueden rnirar hacia fiera.

La altemativa de Ingold es <&nagmar el mundo en el que la gente vive, como un paisaje continuo y sin fionteras, con una variedad in- terminable de caractensticas y perfiles, pero, no obstante, sin grietas ni fiaaurasn. En este mundo hay lugares diferentes y horizontes diferen- tes; se ven cosas diferentes cuando uno se mueve por ese paisaje; per0 cuando las personas llegan a un rnismo lugar procedentes de puntos dderentes, todos ven lo mismo. Cuando este academic0 de Cambrid- ge estuvo en el norte de Finlandia inrnerso en la vida de 10s pastores de renos, aprendib a prestar atenci6n al entomo en la misma forma que lo hacian ellos y, de este modo, a ver el mundo igual que ellos5. De mod0 que no era necesaria la traduccibn, pues la idea de antropo- logia corno una traduccibn entre culturas es una consecuencia artifi- cial de una teona de la cultura que fiagmenta el mundo.

Abu-Lughod, W h n e Ingold sacan conclusiones parecidas. Abu- Lughod aescribe contra la cultura)>. Wkan opone cultura a resonancia y es evidente que sus simpatias estin con esta 6ltima. Ingold nos dice que s610 si aceptarnos esta idea del mundo continuo, podremos corn- prometemos con 10s dem6s y alcanzar la comprensibn mutua; y si esto es lo que queremos, entonces <<el concepto de cultura., como pa- labra clave de un discurso alienante, .tendri que desaparece~>.

CAMBIOS DEL IFA AS IS: DIFERENCIA CULTURAL Y NATURALEZA HUMANA

Asi las cosas, parece que actualmente hay un buen n6mero de an- trop6logos dispuestos a levantar el hacha de guerra cuando oyen la pa- labra *cultura)>. Quizi alguien como Ingold, educado en la linea de la antropologia social britinica con su larga tradici6n de asestar golpes a otras culturas, no vaya a tener grandes escnlpulos para enterrarla (aun-

He tratado anteriormente algunas de estas dificultades desde el ingulo de 10s gra- dos de uculturalidad~ (Hannerz, 1983 a).

j Me refiero a1 primer Ingold, el estudiante de postgrado que hacia trabajo de cam po; no al Ingold mb tardio, a1 te6nco de Manchester.

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que Ingold tenga sin duda su propia agenda intelectual). Pero hay una gran mayoria, tanto antropologos como no antropologos, que piensa que hay una uni6n casi indisoluble entre antropologia y el concepto de cultura. iQuC credibilidad vamos a tener si ahora nos volvemos .en contra de la cultura* o si hgirnos que nada tenemos que ver con ese concepto? La altemativa, probablemente, seria ver qui podemos rescatar.

A1 sopesar opiniones criticas como las de Abu-Lughod, Wkan e Ingold, me pareci6 que podria haber alguna relaci6n entre este proble- ma y un texto que Robert Redfield escribi6 hace tiempo. De mod0 que revis6 una conferencia suya de 1957 --el aiio de su fallecimien- to- acerca de .Lo universalmente hurnano y lo culturalmente varia- ble., publicada posteriormente en una recopilacion de sus escritos (Redfield, 1962, pigs. 439 y ss.).

Lo que encontrt, en primer lugar, heron unos comentarios acer- ca de 10s cambios de tendencia en el pensamiento antropolbgico a lo largo de su vida y de su carrera. Redfield recordaba que en las ipocas de instituto, cuando llegaba el mediodia, solia irse con sus bocadillos a la biblioteca y se sentaba con uno cualquiera de 10s doce volGmenes de la obra de Frazer n e G o h Bough: ~ q u t desfile de costumbres ma- ravillosas y exoticas)>. Sin embargo, lo que Frazer trataba de mostrar no era que 10s pueblos del mundo son infinitamente diferentes, sino que en muchos sentidos son iguales. Luego, cuando Redfield empez6 a estudiar antropologia, durante 10s aiios veinte, no se hablaba m b que de culturas especificas, y al mismo tiempo sus profesores ignora- ban o negaban casi totalmente cualquier semejanza entre ellas. Mas tarde, cuando sus escritos de 10s afios cincuenta, la balanza volvi6 a in- clinarse hacia 10s aspectos que 10s hombres tenian en comun6. La his- toria del pensamiento antropol6gico le llev6 a preguntarse si <(no seria probable que lo que una generacion de antrop6logos rechaza total- mente, reapareciera luego en la generaci6n siguiente..

Dejando aparte estas reflexiones, la conferencia presentaba un dia- grams que creo todavia puede semos litil para esbozar de qui forma se piensa acerca de la cultura y tambitn para el tip0 de debates sobre la cultura que pueden preocuparnos hoy dia. Lo he cambiado muy poco. Redfield llamaba ((grupo cultural. a la categoria intermedia en- tre ((individualm y auniversal)). A mi me parece mejor llamarla ((colecti-

Erik Wolf (1964, pig. 20) es de la misma opini6n: ~mientras 10s antropologos de 10s afios treinta insistian en el juego libre del caricter hurnano, 10s antrop6logos de la postguerra han vuelto a la cuesti6n de 10s universales culturales~.

vidades permanentes. (lo que comprende (<comunidadesm, aocieda- des., grupos itnicos, etc.) porque puede evitar conhsiones. Ademis he aiiadido seis numeros para identificar 10s espacios resultantes:

Inherentes Desarrolladas

Individuo (idiosincrasia) Colectividades permanentes Universal (panhumano)

Fuentc: R Redfield, Human Nature and the Stdy ofSocie9, Chicago, University of Chicago Press, 1962, pdg. 444.

En uno de 10s ejes tenemos el contraste entre 10s modos de pensa- rniento y de acci6n que se heredan biolhgicamente y 10s que de una manera u otra se adquieren despuis de nacer. En el otro eje tenemos tres tipos de distribucibn. iQuP podemos hacer con este diagrama? Veamos c6mo desarolla Redfield su razonamiento acerca de la natura- leza humana.

Dice Redfield que podemos considerar la nanualeza hurnana de varias maneras. Puede hacer referencia a aquello que todos 10s seres hurnanos tenemos en comun porque es parte de la biologia del Homo sqims; la naturaleza humana estaria entonces en la casilla 5. De una manera mas paradojica, se puede subrayar que 10s seres humanos de- penden en gran medida del aprendizaje de las formas de vida que dis- tinguen a un grupo concreto; entonces la naturaleza humana acabaria por situarse en cierto mod0 en la casilla 4. La diferencia cultural es na- turaleza humana. Pero lo que a Redfield le interesa especialmente es la idea de maturaleza hurnana desanollada*, las cualidades que 10s se- res humanos adquieren en todas partes, en cualquier momento, a me- dida que viven unas vidas que universalmente pasan por experiencias parecidas y se enfrentan a problemas parecidos7. Esta conception de la naturaleza humana se ubica en la casilla 6.

Entonces, id6nde esti el concepto de cultura que Abu-Lughod, Wikan e Ingold critican, y ad6nde quieren llegar? Es cierto que este diagrama no puede reflejar todas las variantes de matiz, per0 creo que se puede decir razonablemente que el concepto de cultura opuesto

' E a s e tambiCn Singer (1961, pigs. 21 y ss.) acerca de *la naturaleza humana desa- rrollada~.

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que ellos plantean esti plenamente incluido en la casilla 4. Aqui es donde se ha centrado de manera constante el nhcleo fundamental de la etnogrda. En palabras de Redfield .la antropologia ha tenido un gran &to en la exploracibn de las diferencias que hay entre 10s grupos humanos**. Existen, sin embargo, esos cambios hist6ricos, desde Fra- zer en adelante, y actualmente podemos identificarlos como carnbios al menos relativarnente destacados entre las casillas 4 y 6. Cuando Lila Abu-Lughod (1991, pig. 158) defiende que sus detalles etnogrificos ((sugieren que 10s otros viven del mismo mod0 que nosotros percibi- mos nuestro propio vivi~), o cuando Wikan (1992, pig. 476) habla de (<la expenencia hurnana compartida, lo que las personas tienen en co- m h a travis del tiempo y del espacio*, o cuando Ingold concluye que el concepto de cultura al que se opone ((fragments la continuidad de la experiencia de estar en el mundo~, tambiin ellos parece que se aproximen al concepto de Redfield de enaturaleza humana desarrolla- d a ~ , en la casilla 6. Con todo, la estrategia de Abu-Lughod cuando es- cribe contra la cultura es mas complicada, porque su insistencia en de- talles emogrificos conlleva sirnultineamente una aproximaci6n hacia la casiila 2. Y no hay que entender esto como una contradicci6n: para ella cada una de estas dos aproximaciones implica la otra.

Por tanto, y para nuestro objetivo, podriamos decir que el vaiven entre las casillas 4 y 6 se inici6 en la casilla 6, con Frazer, se&n opi- ni6n de Redfield, y con Tylor, se&n Ingold. Redfield, ademis, pide que se tenga en cuenta a Adolf Bastian. De ahi pasarnos a la casilla 4, en la que Ingold s i ~ a a Robert Lowie, y Redfield, sin especificar in- dividuos concretos, a sus maestros (pero sabemos que la mayoria eran discipulos de Franz Boas, igual que Lowie). Redfield explica que, cuando escribia, lo que le interesaba era lo que 10s seres humanos comparten, la casilla 6. A continuaci6n es evidente que hay otro vai- vtn hacia la casilla 4; y despuis, una vez mhs, nuestros contemporh- neos -Abu-Lughod y otros- parece que se encaminan hacia la ca- silla 6.

Es muy tentador describir lo anterior como un movimiento pen- dular, per0 probablemente no sea del todo asi. Los puntos de debate no se repiten totalmente. La definici6n para las casillas 4 y 6 puede ha- ber carnbiado un poco a lo largo del tiempo, y es de esperar que las generaciones siguientes hayan aprendido alguna cosa a partir de lo que sus predecesores rechazaron; de mod0 que la imagen mQ adecua-

da seria una espiral ascendente. Ingold no es Tylor; Wikan no es Bas- tian. A pesar de ello, no podemos estar seguros de que lo que ocurre a veces es que, sencillamente, se prescinde de la historia.

iQu6 ha pasado entre la epoca de Redfield y la nuestra? Es proba- ble que el dtirno vaivin todavia no se haya podido describir del todo. No estoy seguro de que cada movimiento pueda circunscribirse a nombres concretos; per0 Clifford Geertz en uno de sus prirneros en- sayos +<El irnpacto del concepto de cultura en el concepto de hom- b r e ~ (1965 )-- parece que cubre esta laguna de manera especialmente efectiva9. Redfield habla de Clyde Kluckhohn -un destacado teorico de la cultura de mediados del siglo xx, aunque casi nadie lo lee actual- mente- como un protagonista contemporheo del sentido de la na- turaleza humana compartida; y Geertz describe a Kluckhohn como ((el m6s persuasive* entre 10s que el denomina .te6ricos del consensus gentium*. Pero Geertz prescinde de estos 6ltimos. Considera que sus argumentos son imprecisos, o que con demasiada frecuencii se apo- yan en una especie de juegos malabares, tales como una construcci6n de patrones culturales universales que a1 final no son mhs que catego- rias analiticas vaciaslO. Cuando Kluckhohn describe a 10s indios zuni y dice que valoran las restricciones, o cuando dice de 10s kwakiutl que fomentan el exhibicionismo, y aiiadevque ambos ~muestran su fideli- dad a un valor universal; el valor mls preciado de las normas distinti- vas de su propia cultura~, Geertz (1965, pig. 102) comenta con ironia que eesto es pura evasibn, s610 que mis patente, no mis evasivo, que las discusiones acerca 10s universales culturales en general..

Este ensayo se ha vuelto a publicar en la edicion de Geertz (1973), por lo que aho- ra se puede encontrar mas facilmente.

lo Redfield (1962) parece estar de acuerdo en que las formulaciones de la casi- Ila 6 son imprecisas, pero aun asi las encuentra vdidas. Uno puede tener la impresi6n de que la visi6n de Redfield muestra algunas afinidades con posturas mis recientes que abogan por el humanisrno, la empatia o la interpretation caritativa: clHablarde la natu- raleza humana desarrollada de manera universal o fiecuente, es hablar de una realidad. Esta realidad n o se somete ficilrnente a una investigacibn realizada con mitodos preci- sos ni tarnpoco a pmebas fiables ... Por lo que respecta a la naturaleza humana univer- salrnente desarrollada, nuestra aprehensibn de la realidad es irnperfecta y se sin5a por d e tris de la ciencia en el sentido de que esta aprehensibn es imprecisa y sin duda incorrec- ta en cuanto a 10s detalles; per0 se sinia por delante de la ciencia en cuanto que, si la cornparamos con las pocas ~roposiciones~forrnales que la ciencia nos puede ofiecer con respecto a esa realidad, esas aprehensiones en bmto parece que legan a la verdadera na- turaleza de las cosas; por medio de esas aprehensiones, mAs que por medio de las pro- puestas de matrirnonio entre primos por linea patema, sentimos que nos hemos encon- trado cara a cara con nuestra propia especie humana. Es una irnagen velada, pero nos parece convincente* (1968, pig. 448).

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En cambio, las propuestas de Geertz forman parte de la historia re- ciente de la antropologia. .La naturaleza humana independente de la cultura no existep. Entre lo que nos dicen 10s genes y lo que tenemos que saber para poder vivir, hay un vacio de informacibn; y este vacio lo llenamos con cultura. .A menudo se ha comentado la gran capaci- dad del hombre para el aprendizaje, su flexibilidad; per0 lo que es a h rnis decisivo es la necesidad extrema de cierto tip0 de aprenduaje: al- canzar 10s conceptos, aprehender y aplicar sistemas especificos de sig- nificado simbolico)>. Pero aunque .nos completamos por medio de la cultura., uno lo hacemos por medio de la cultura en general, sino por medio de fonnas surnamente concretas: la de Dobuan o la de Java, la Hopi o la itahana, de clase alta o de clase baja, acadimica o comercial~ (Geertz 1965, pigs. 112-1 13).

De mod0 que Geertz se mueve rapido de la casilla 5 a la 4, acep tando tal vez dos de 10s supuestos de Redfield para la ~naturaleza hu- mans*, per0 no el tercero. Quizi de pasada tenga una ligera deferen- cia con la casilla 2; per0 deja la 6 poco mis o menos vacia. El vaivin inmediatamente siguiente desde la casilla 6 a la 4 queda brevemente definido.

Pero a pesar de esto <tenemos que aceptar que el concepto de cul- tura quede confinado en la casilla 4, como un concepto que s610 pone el acento en las diferencias entre culturas determinadas que per- tenecen a colectividades permanentes y concretas? Redfield, a1 menos, no lo creia asi. En cuanto a su diagrama, comentaba que <<todo lo que esti a la derecha es cultural*; y .lo que es cultural no siempre es lo di- ferente* (Redfield, 1962, pig. 446).

Personalmente, me inclino por esta linea, aunque aiiado un subra- yado. Me interesa la manera en que este animal humano, inacabado y que aprende, cubre el vacio de inforrnacion por medio de la participa- ci6n en la vida social, y, por lo tanto, la manera en que estos modos adquiridos de pensamiento y de acci6n se vuelven socialmente orga- nizados; y esto, prescindiendo de que 10s comparta con personas de su grupo, con cualquier otro ser humano o bien con nadie mis.

Con esta visi6n de la cultura, ampliarnente inclusiva en cuanto a la dimension distributiva, se puede aceptar bien Acllrnente la idea del mundo continuo; y el que una persona hable de cultura en singular o de culturas en plural puede entenderse como una cuestibn de conve- niencia. Y a6n podemos aligerar mas el bagaje excesivo que se ha ido acumulando a lo largo de 10s aiios: el de 10s supuestos no s610 de cier- tas diferencias, sino tambiPn de la homogeneidad interna, la coheren- cia y la intemporalidad de las culturas. Para ser capaces de reconocer

la contradicci6n y 10s malentendidos, no debiiramos tener que aescri- bir contra la cultura., porque ademis podriamos tener resonancia y cultura. No parece que haga falta pensar que las culturas son lo que dellas. tienen, mientras que nosotros no lo tenemos. (Con todo, tam- poco hay que dar pibulo a exclamaciones relativistas y pasmosas como 6sta: ~iTodas las culturas son maravillosas!~, el nuevo lema de un museo etnogrifico. Todavia tenemos derecho a pensar que algunas culturas son menos maravillosas que otras.)

LO UNIVERSAL, LO COLECTIVO Y LO SINGULAR

De todos modos, a1 introducir el diagrama de Redfield no pre- tendia dedicar un amplio espacio solamente a tres de las seis casillas -la 4, la 5 y la 6. Como apuntaba mas aniba, este diagrama puede ayudarnos a situar un mayor numero de controversias sobre la cul- tura y un mayor nlimero de problemas que tengarnos que afiontar.

Desde el punto de vista hist61ic0, la oposici6n mis nefasta es la que se produce entre las casillas 3 y 4. Tratar de mantener la casilla 3 tan vacia como sea posible es luchar contra el racismo. Cuando hay que tener en cuenta las diferencias entre colectividades, la primera ca- silla hacia la que hay que dirigirse es la 4; y a veces, el hecho de man- tenerla bien dotada puede haber resultado una tarea heroica. Sin em- bargo, la casilla 3 tiende a mantener relaciones tempestuosas con las otras casillas, tanto con las de la derecha como con las de la izquierda.

Parece que 10s debates tienen su manera de extenderse y transfor- marse, probablemente y sobre todo cuando inicialmente se refieren a la linea divisoria izquierda-derecha, maturaleza-educacih, de este diagrama. Volvamos a1 estudio de Margaret Mead sobre Samoa. Tal como yo lo entiendo, lo que Mead trato de hacer concieme bisica- mente a las casillas 5 y 4. Si pudiiramos enriquecer la casilla 4, si pu- didramos ver que unas culturas concretas modelan a 10s seres huma- nos de formas muy diferentes, de manera que 10s samoanos fueran muy diferentes de 10s americanos, entonces el contenido de la casi- lla 5 seria muy pobre. La naturaleza humana seria intrinsecarnente y en gran medida una tabula rasa. Por otra parte, si pudieramos descri- bir a 10s samoanos diciendo que pricticamente son todos muy pare- cidos, construidos culturalmente en la casilla 4, entonces tampoco habria gran cosa en la casilla 1. Se podria decir que las diferencias in- dividuales heredadas son insignificantes. De mod0 que un estudio como el de Mead atrae las criticas rninuciosas de aquellos que, por

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otra parte, se muestran bisicamente preocupados con las microse- mejanzas y las microdiferencias (comparaciones entre gemelos idin- ticos y cosas por el estilo) ".

No tengo mucho m b que decii acerca de esta divisoria izquierda- derecha. En general, es probablemente cierto que por mucho que nos preocupe la cultura (y, por tanto, las casillas 2 ,4 y 6), no estamos aho- ra tan dispuestos a provocar broncas en la divisoria de las casillas 1 y 5. Pero la 3 es otra cuestion. Puede que tengarnos una renovada curiosi- dad por saber c6mo la naturaleza humana inherente establece de he- cho 10s limites de la variabilidad cultural, y es mis probable que acep- temos, incluso con nuestro orguilo de antropologos a cuestas, que la individualidad tienen algo que ver con 10s genes. Y lo que es m b im- portante, adrnitirnos 10s limites confusos y las complicadas interaccio- nes entre lo biol6gico y lo que aprendemos12.

Esto es decir rnuy poco acerca de unas cuestiones rnuy fascinan- tes, y desde luego deja al margen un montbn de cosas. A pesar de ello, me gustaria dedicar m6s atencion a las relaciones que se establecen en la columna de la derecha, entre las casillas 2,4 y 6.

#or que hay tantos actos y significados de 10s humanos que pare- cen encuadrarse en la casilla 4; o por que 10s antropologos, al menos, se han sentido rnuy dispuestos a ubicarlos alli?13. Mi opini6n es que, en parte, esto tiene que ver con las caracteristicas de 10s lugares clisi- cos para trabajo de carnpo, pues gran parte del pensamiento antropo- 16gico acerca de la cultura ha fijado en ellos sus raices: pequeiias co- rnunidades donde las relaciones se rnantienen cara a cara y con una di- vision de trabajo rnuy limitada. Es natural que en estos lugares se comparta extensivamente --es decir, de una manera uniforrnemente distribuida- gran parte del saber y de la experiencia. El curso de la vida es tan redundante que la c~1tUra se reproduce sin un esfuerzo rnuy premeditado, mis o menos como si &era un derivado de la acti- vidad y 10s comentarios cotidianos. Los que hacen trabajo de carnpo, puede que, una vez acabada su tarea, se marchen de alli con muchos

I' Los comentarios de Hesslow (1992) que he citado m k aniba podrian ser un ejemplo.

I* Las relaciones entre las casillas del lado izquierdo se cornplican cuando, a travCs de las tkcnicas de manipulacion genitica, las casillas de la derecha ejercen una mayor in- fluencia sobre las de la izquierda. Podemos imaginar una sene de situaciones donde el control sobre estas ticnicas estaria en las casillas 2 ,4 y 6, y las tkcnicas que se ponen en pdctica en las casillas 1 ,3 y 5.

l3 Los pinafos siguientes estan desarrollados en otros libros de Hannen (1992 b, pigs. 10-12, 41 y ss.).

dates etnogrificos, per0 tal vez con rnuy poco interis especifico por la naturaleza del proceso cultural.

Sin embargo, tarnbiCn hay razones que explican por qui 10s antro- p610gos a veces no han apreciado debidamente la diversidad real que existe en casi todas las comunidades. Los periodos de trabajo hmita- dos y la falta de competencia en materia linguistics y cultural son un obsticulo para poder establecer y fijar estas diferencias. Los supuestos teoricos o protote6ricos pueden llevar la atenci6n a otras cuestiones; y tal como seiialan las ultimas criticas sobre textos de antropologia, te- nemos una forma fija para expresar las cosas: 10s de Nuer creen en esto, 10s de Bali hacen lo otro, y se pasan por alto las variaciones in- temas.

Y asi se cubre la casilla 4. El animal humano inacabado puede s e w varios carninos a travis

de la vida social; de mod0 que puede constnurse y reconstruirse, tal vez completarse finalmente, de maneras diferentes a medida que va andando el carnino. Hagamos una lista, no totalrnente sistemitica, de algunas cosas que le pueden ocunir en el mundo que habitarnos hoy dia. Entrara en un reparto del trabajo que le llevari a especializarse en algrin irea concreta del saber, a un tip0 conaeto de vida y a un tip0 de experiencia. El estado tiene medios y maneras de convertirlo en ciudadano, lo que comporta saber y hacer determinadas cosas; el mer- cad0 tiene un montbn de agentes, grandes y pequeiios, que no solo alimentarb las elecciones que haga, sin0 que. por supuesto, intenta- rln desarrollar y encauzar sus gustos para que se adecuen a deterrnina- dos productos. En cada momento estari fisicarnente en un lugar y en ese entomo puede que aprenda cosas a travis de las observaciones y 10s contactos cara a cara, igual que lo hace el habitante de ese lugar an- tropol6gico clisico, es deci~, la pequeiia comunidad. Pero puede ocu- rrir que, con el tiempo, se mueva de un lugar a otro; de mod0 que puede aprender cosas nuevas y puede que incluso tenga que desapren- der algunas cosas que habia aprendido anteriormente -hasta cierto punto, al menos. Dando un paso mis, este animal conternporineo inacabado no siempre necesitari la presencia fisica de otros para aprender de ellos algunas cosas. Puede leer un libro o rnirar una pin- tura o escuchar un disco o ver la television.

En esta situacibn, la relacion entre las casillas 2, 4 y 6 -la distri- bucion de las distribuciones, como si dijiramos- puede carnbiar. Por un lado, el contenido de la casilla 6, que representa lo que se adquie- re culturalmente per0 que es universal, puede volverse mis diverso. Redfield, corno ya hemos visto, tenia presentes las experiencias pricti-

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camente inevitables con las que se enhentan las personas en todas par- tes, a travCs de la repeticion de ciertas circunstancias, incluso aunque estas no tuvieran una conexi6n directa con otra. Ahora podemos ver, incluso con mayor claridad que en las dicadas anteriores, c6mo le afectan a la casilla 6 las interacciones de larga distancia y la difusion cultural a gran escala. En el supuesto, muy improbable, de una com- pleta homogeneizaci6n de la cultura por medio de tales mecanismos, seria la casilla 4 la que se vaciaria y en cambio la casilla 6 tendria un gran contenido. Entonces tendriamos cultura sin diferencias cultura- les. (Con todo, el potencial y las circunstancias para un retomo a la di- ferencia o para unos carnbios en lo que es universal, sedan sin duda otros si la casilla 5 tuviera una carga similar.) La difusion global, no obstante, es casi seguro que acda sobre una base mis fragmentaria A1 menos tal como estin las cosas actualmente, se puede defender que lo prirnero que entrari en la casilla 6 no es una preferencia por Michael Jackson o por la Coca-Cola, como quisieran algunos retbricos, sin0 mis bien ciertas habilidades como la noci6n bisica de 10s niuneros y las letras, y el hibito de usar el Iipk, las cerillas y el jabon.

Los debates acerca de la globalizaci6n, con todas sus variedades y matices, se centran en gran parte en la relacion entre las casillas 4 y 6. Estos debates son a todas luces diferentes de 10s que se desarrollaban dentro del marco de 10s vaivenes historicos del pensamiento antropo- 16gico. Aun asi, es muy posible que el cambio actual hacia una mayor importancia de la casilla 6 --corn0 podemos ver en 10s escritos de Abu-Lughod, Wkan e Ingold- venga propiciado, en una parte nada desdeiiable, por la intensificacibn de la interaccion global, incluso cuando 10s argumentos se formulan principalmente como un deseo de identificar al pueblo llano y las posibilidades de empatia. Este de- seo puede surgir de una forma mis natural en nuestros dias.

En cuanto a la relaci6n entre las casillas 2 y 4, se di ia que no estd menos afectada por las circunstancias actuales de la cultura. Por ejem- plo, es obvio que la division de trabajo tiene algo que aiiadir a 10s gru- pos culturales permanentes de la casilla 4. Retomando las palabras de Geertz, no son solamente 10s de Dobuan y 10s de Java, sino tambikn elas clases altas y las clases bajas, 10s acadtmicos y 10s comerciantes~. Uno se percata que dentro de la sociedad actual hay una sene de gru- pos que, a su vez, tienen conjuntos de significados, pricticas y simbo- los, y esto ha contribuido indudablemente a que el concept0 de cul- tura goce de popularidad.

No obstante, las complicadas interpenetraciones de las conientes culturales actuales no s610 implican una mayor variedad de confluen-

cias en el plano de las colectividades. A1 mismo tiempo, ahora es po- sible, tal vez mucho mis que nunca, que 10s individuos se constru- yan de una manera bastante singular, a travts de un conjunto de ex- periencias y de situaciones en las que se involucran. Un ser humano, a medida que cambia de trabajo, se desplaza de un lugar a otro y eli- ge sus objetos de consumo cultural, puede que construya un reperto- rio cultural que no se parezca en nada a1 de otro ser humano. Puede que comparta cada uno de 10s diversos componentes de su reperto- rio con diferentes grupos de personas; per0 en tanto que repertorio integrado --en la medida en que se convierte en una perspectiva, en una identidad propia- pasa a ser una cuestion individual, una cosa de la casilla 2.

Por estas razones podemos considerar la individualidad no como una cosa residual, como algo que queda fuera de 10s dominios de la cultura, sino como un product0 de la organizacion cultural, al menos en parte; y que tiene alguna relacion con lo que surge de la casilla 1. Recordemos que para Abu-Lughod ((escribir contra la culturam es des- cribir la individualidad, pues Psta se resiste obstinadamente a cual- quier anilisis generalizado. Me hago cargo de, y en cierto mod0 sirn- patizo con, 10s motivos humanistas que respaldan esta posici6n. A pe- sar de ello, sostengo oye tiene que ser una arnbicion razonable el intentar comprender de al&n mod0 cientifico como se genera esta in- dividualidad dentro del proceso cultural y qut papel juega esta indivi- dualidad en la organizaci6n cultural. Y no estoy convencido de que este anilisis tenga que ir acompaiiado necesariarnente de una cierta falta de respeto.

A6n hay otro tip0 de relaci6n entre las caslllas 2 y 4 que es espe- cialmente significativa para las discusiones contemporineas sobre la cultura. Si la casilla 4 es el temtorio tradicional del ((concepto de cul- tura de la antropologia*, entonces podriamos situar ese otro concep to de cultura que he mencionado a1 principio, el de las artes, blica- mente en la casilla 2. Estamos hablando ahora de 10s produaos cul- turales manifiestos de individuos concretos. Y si no vamos a seguir hablando de estos dos conceptos como si fueran diferentes -unos conceptos que, sirnplemente y de una forma un tanto conhsa, resul- ta que comparten la misma etiqueta-, parece que entonces podemos considerarlos, y con ventajas, por un lado como la combination de influencias culturales en la individualidad relativa, y por otro como la resonancia estPtica e intelectual (tal vez no con el sentido completo que Wikan da a la palabra resonancia) de esa individualidad en la cul- tura colectiva.

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LA DIVERSIDAD EN LA ADQUISICI~N CULTURAL

Hay una famosa frase de Clyde Kluckhohn (Kluckhohn y Murray, 1948, pag. 15) que viene a resumir lo que se ha dicho hasta ahora (ol- videmos por un momento el androcentrismo; aunque actualmente es- temos sensibilizados, no ocurria lo mismo con la mayoria de la gente hace unos cincuenta aiios): .En ciertos aspectos, cada hombre es como 10s demis hombres; como algunos; como ninguno.~ En mi opi- ni6n, es preferible -sobre todo en consideracibn a las tendencias contemporheas con respecto a la organizacion social del significa- do- intentar tratar estos tres casos dentro del rnismo marco intelec- tual, en vez de establecer un marco para cada uno con las consiguien- tes relaciones conhsas entre 10s tres.

Por 6ldm0, quiero volver al tema del animal hurnano incomplete y c6mo de hecho llega a completarse, por decirlo de al& mod0 al problema de la adquisicion cultural, que, como ya he dicho, se ha vuel- to a plantear recientemente -por Maurice Bloch, por ejemplo. Bloch tiene poca confianza en 10s supuestos convencionales de la antropolo- gia con respecto a esta cuestion. En contra de la h e a que considera la cultura .a1 estilo de la lenguan (y, por tanto, como heal), la psicologia coptiva ~coneccionista>) que el apoya, propone que el pensamiento cotidiano depende de .sistemas de redes agrupados por sigtllficados~ que integran information por medio de mdtiples vias simultineas y, en consecuencia, la hacen mas ficilmente recuperable. La informaci6n manejada de esta forrna s610 es parcialmente lingiiistica. Incluye, ade- mb, qirnigenes visuales, otras percepciones de 10s sentidos, 10s aspec- tos cognitivos de 10s usos aprendidos, evaluaciones, recuerdos de sen- saciones y recuerdos de ejemplos tipicos,> (Bloch, 1992, pig. 130). La impresib que tenemos es que 10s seres humanos se completan a si mismos mediante la inrnersi6n continua en un entomo donde apren- den a partir de un amplio abanico de experiencias. Pero al rnismo tiem- po, el papel que desempeiia la comunicacion simlxilica directa, y espe- cialrnente la lin@istica, procedente de otros seres hurnanos, parece un poco m b indefinido.

Bloch argumenta las implicaciones que todo esto tiene para la et- nografia. Es un problema, observa, que la etnografia tal como la co- nocemos continua siendo, al fin y al cabo, linguistics, escrita, lineal. A pesar de ello, en las descripciones etnogrificas debiiramos intentar conocer desde mis cerca cbmo las personas adquieren y manejan de

hecho la cultura. Lo que sugiere aqui es que la observaci6n participa- tiva tiene una importancia estratigca para alcanzar este objetivo. Los antropologos que realmente se han sumergido en el ritmo de vida de un grupo de personas y han compartido gran parte de sus experien- cias, tendrian que poder explicarlo en sus diversas versiones, incluso aunque necesiten que alguien se lo traduzca en palabras.

Tal vez nos sorprenda que tan pocas veces lleguemos a encontrar- nos con un argumento te6rico razonado como iste, un argumento que defienda el trabajo de carnpo prolongado y la observaci6n parti- cipativa en sentido estricto; con demasiada fiecuencia, lo 6nico que ha habido es *la mistica del trabajo de campo~. Pero aparre de esto, lo que me llama la atenci6n es la convergencia entre el razonamiento de Bloch y algunas de las propuestas de Wikan e Ingold en 10s textos que ya hemos comentado14. Ninguno de ellos se remite a la psicologia cognitiva de la que parte Bloch. Sin embargo, 10s dos insisten en .es- tar alli., prestando atenci6n con todos 10s sentidos -<rnis alli de las palabras., como dice Wrkan, o a ((10 que se dice sin palabras. (es el ti- tulo de un libro de Bloch).

Valoro el punto de vista que se ha expuesto aqui en relaci6n con la adquisici6n de la cultura; tal vez, y no menos, porque me recuerda mis propios esherzos, hace unos veinticinco aiios, en el context0 del debate sobre la (~cultura de la pobreza. en Estados Unidos, para des- cribir la relaci6n ambigua entre 10s principios normativos y la expe- riencia vivida. Tambien en este caso habia que ir m6s a116 de las pala- bras, aunque no exactamente prescindir de ellas durante el proceso (cfi. Hannen 1969, pags. 178 y ss.). Lo que tambikn me parece intere- sante es la posible afinidad entre esta visiitn de la etnografia y de la ad- quisicion de la cultura, y la que hace hiicapiC en la anaturaleza huma- na. del tipo de la casilla 6 (o incluso de la 5).

Me recuerda la investigaciitn que hizo Robert Horton (1982, pigi- nas 228 y ss.) en torno a la diferencia entre la teoria .primaria* y la Gse- cundaria. como aspectos del conocirniento humano. Sugiere que la teoria primaria no difiere mucho de una cultura a otra y que por ello .proporciona una cabeza de puente intelectual al viajero que explora culturas~. Seghn Horton, las entidades y procesos de la teoria primaria parece que se <(presentan* directarnente al observador humano, rnien- tras que 10s de la teoria secundaria estan en cierto mod0 fiescondidosa.

l4 Bloch tambikn reconoce el paralelismo entre esto y las teorias de la pdctica de Bourdieu.

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En la teoria primaria, tal como 61 la describe, encontramos nociones tales como una concepci6n de la causahdad entendida como un tira y doja, en la que se tiene en cuenta la contiguidad espacial y tempo ral; dicotomias tales como izquierdalderecha, anibdabajo, delan- te/detris, dentro/fiera; el sentido de antes/al mismo tiempo/despuCs; y la diferenciacih entre 10s seres humanos y 10s demis objetos, y en- tre 10s otros seres humanos y uno mismo. Horton sugiere que la teo- ria primaria se remonta a 10s albores de la historia, como parte del equipo necesario para las priicticas de adaptation de la especie hurna- na. En realidad, no esd totahente seguro si tiene que incluirlo en nuestra casilla 5, donde situamos la naturaleza humana innata, o en la casilla 6, donde esti todo lo que 10s seres humanos adquieren (Hor- ton, 1982, pags. 233-234). La teoria secundaria, en cambio, revela una sorprendente variabilidad entre las culturas; en muchos aspectos de- pende de la teoria primaria; per0 lo que irnporta, en gran parte, son otras concepciones de la causalidad -ya Sean ideas sobre lor dioses y lor espiritus, o sobre las particulas, las conientes y las olas.

No diria que las ideas de Horton encajen a la perfection con las de 10s comentaristas de la cultura a 10s que me he referido anterior- mente. En conjunto, parece poco probable que las ideas de estos ten- gan alguna ahnidad cony1 irea de la teoria primaria de Bloch. Este irea esti mds relacionada con el tipo de aprendizaje bisicamente no lingiiistico al que Bloch nos hace prestar atencibn; y al ser menos va- riable de una cultura a otra, 10s antropologos pueden ejercitar la em- patia o .resonancia* y desde alli pasar a1 irea menos accesible de las grandes diferencias culturales, la que se manifiesta princi~almente a travis de la lengua. Esta liltima (y vuelvo a una frase de Geertz que ya he citado anteriormente) es el irea de <<la necesidad exuema de cierto tip0 de aprendizaje: alcanzar 10s conceptos, aprehender y aplicar siste- mas especificos de significado sirnbblico)>.

A lo que apunto es a un alegato en favor del pluralismo y de un sentido de la complejidad en nuestra forma de concebir la adquisicion de la cultura. Tal vez haya en estos momentos al$n riesgo de que, como parte de 10s vaivenes del pensamiento antropol6gic0, el enfo- que mis muscular y sensual de la cultura resulte un poco demasiado atractivo para 10s desheredados que habitan en la tone de marfil. La manera de expresane de Bloch (1992, pigs. 144-145) tiene una fueaa evocadora sorprendente: la vida en una sociedad se aprende *del mis- mo mod0 que uno aprende cuando es un bebe a negociar 10s aspec- tos materiales de la propia casa, del mismo mod0 que uno sigue a 10s otros niiios cuando van a buscar bayas al bosque, del mismo mod0

que uno obsema el caminar ceremonioso del abuelo, del mismo mod0 que uno dishta el placer de trabajar en armonia con su con- yuge, del mismo mod0 que uno cocina con 10s utensilios propios del fog6n ...)). Seguro que reconocemos todo esto y que asentimos con toda nuestra mente. Pero probablemente no es una cuesti6n de me- nor importancia que Bloch nos lleve hasta un grupo de campesinos que cultivan productos diversos en la selva de Madagascar, e Ingold hasta 10s pastores de renos en el norte, para describir 10s escenarios desde donde defienden con persuasion sus puntos de vista sobre el aprendizaje y para explicarnos corn0 aprenden de lo que otros han aprendido.

Bloch (1985, pAg. 33) expone, adernis, que d o primero que hay que reconocer es la complejidad y variedad de la naturaleza del cone cimiento y lo primero que hay que ad\-ertir es que el proceso de ad- quisicibn no puede reducirse a uno solo.. Estoy totalmente de acuer- do, y aiiadiria que estos diversos tipos de conocirniento y diversos mo- dos de adquisicion pueden estar distribuidos de manera diferente en 10s contextos sociales, dentro de las sociedades y en ese ((mundo con- tinuo~. En la vida cotidiana local y del cara a cara, puede que se nos permita utilizar todos nuestros sentidos, y es bueno que asi lo reco- nozcamos, y cada vez mis, cuando pensamos sobre la cultura. Nos ayuda a comprender parte de las fberzas culturales del dia a dia; en el capitulo 2 he hecho ya algunos comentarios relacionados con las ven- tajas de lo local.

Sin embargo, cuando la cultura esti en todas partes, esti tarnbikn en contextos donde el lenguaje, tanto escrito como hablado, puede ser bastante dominate despuks de todo. Por ejemplo, icuil es la ca- racteristica del flujo cultural en la maquinaria estatal contemporhea, en la administracion, y en la educacion formal? Qiza, cuando nos encontramos con que el estado transfoxma la .cultura)> en una especie de categoria administrativa, nuestra inquietud proceda en parte de la forma en que esto transforma las expenencias y las interacciones, y las convierte en palabras y en normas. Podemos discutir esto entre noso- tros y con el estado, pero tarnbiCn hemos de ser conscientes que (adaptando un famoso teorema de las ciencias sociales) cuando 10s bu- rocratas definen una cosa como real, lo que se vuelve real son sus con- secuencias. TarnbiCn ellos tienen su cultura.

Por otra parte, ic6mo se adquiere la cultura y c6mo se organiza en el mercado de nuestra kpoca? Los productos tal vez se ~ueden ver, oh, tocar o gustar cuando 10s tenemos al alcance de la mano. Si se trata de la publicidad en la radio o en pequeiios anuncios, entonces s610 se

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puede hablar de ellos con palabras. Pero a medida que 10s medios de comunicaci6n se vuelven mis elaborados, la publicidad a1 menos in- tenta provocar o estimular esas experiencias sensoriales y establecer una conexibn, a veces un tanto arbitraria, entre 10s productos y esas sensaciones. Observa el carninar ceremonioso de tu abuelo mienbas saboreas una taza de cafC de la marca que a C1 m k le gusta.

Lo que digo es que donde hay cultura, hay adquisici6n cultural; y esto ocune hoy dia tanto en la vida cotidiana como en 10s estados, 10s mercados, y 10s medios de cornunicaci611, entendidos como tecnolo- gias culturales. Si saltarnos desde la escena entraiiable de 10s niiios que buscan bayas con toda su atencibn, hasta el proceso a gran escala de la difusi6n cultural global, podemos considerar esta 6ltima sencilla- mente como si &era una nueva disposici6n espacial de 10s contextos de la adquisici6n cultural, y por medio de ello darnos cuenta que no son temas totalmente separados. Pero tambi6n percibimos que ni la cultura ni su adquisicion tienen necesariamente la misma forma en to- das pastes; y que para lograr una mayor comprensi6n general de c6mo 10s seres humanos se construyen a si mismos y unos a otros, tenemos que investigar en la gama de variaciones. El desarrollo de un conjun- to de medios de comunicaci6n, que utiliza diferentes combinaciones de 10s sentidos y de 10s modos simb6licos, debiera sex de especial in- ter& si queremos continuar y arnpliar el tip0 de prograrna de investi- gaci6n al que Maurice Bloch parece apuntar. Si Marshall McLuhan vi- viera (v.g. 1964), con su visi6n de la aretribalizacion del mundo* y de 10s medios de comunicaci6n como extensiones de 10s sentidos, tal vez nos habria gustado organizar un encuentro entre Cl y Bloch. Estoy convencido que habrian tenido intereses comunes.

Despuis de haber identiticado parte de las criticas actuales al con- cepto de cultura y de 10s supuestos mis o menos bien establecidos acerca de ella, me preguntaba antes qui es lo que deberiamos hacer ahora. Pienso que ha quedado claro que personalmente no creo que el concepto de cultura ~tenga que desaparece~>. Tendremos que man- tener el espiritu critic0 y continuar reformindolo. Estoy convencido de que continha siendo la palabra clave mis 6til que tenemos para compendia esa capacidad peculiar de 10s seres humanos para crear y mantener sus propias vidas conjuntamente; y para sugerir que es pro-

v e & ~ ~ ~ indagar con libertad y amplitud de qui manera las personas se montan su vida.

Reiterando lo que ya he sugerido, creo que la credibilidad phblica de 10s antropblogos se resentiria si ahora desechhamos el concepto de cultura; per0 no s610 me interesa la respetabilidad intelectual en un mundo fiio y competitivo (aunque tal vez esto no deje de ser irnpor- tante). Creo que el concepto puede continuar siendo genuinamente fitil, per0 tenemos que utilizar entonces la autoridad intelectual, sea cual sea, que se nos concede en este kea para actuar como guardianes, para desenmascarar 10s argumentos dkbiles y 10s supuestos no funda- mentados que su jan entre nosotros, y denunciar clararnente la apro- piaci6n indebida y el ma1 uso por parte de otros. Por otra parte, debe- mos separar el grano de la paja.

Lo que he dicho da a entender al menos que, al proseguir esta ta- rea, quizl podarnos sacar provecho de lo que ya se ha dicho sobre la cultura a lo largo de muchos Gos; y esto nos permitiri discemir con mayor precisi6n qui es lo que hay de nuevo en las criticas actuales y recordar las criticas anteriores para descubrir lo que no es tan nuevo en las actuales.

Ademis, quizi como medida de prudencia, no hay que dar por supuesto que somos grandes expertos en este Area. Hay muchos antro- p6logos que son especialistas en culturas mls que en cultura. Se ocu- pan de una etnografia especifica, m& que de una arnplia comprensi6n de 10s problemas de la capacidad hurnana o del proceso social que se repiten una y otra vez. Puede que durante bastante tiempo hayan su- puesto que sena mis seguro para ellos y sus objetivos, seguir al pie de la letra 10s sermones de 10s libros de texto acerca de la totalidad, la co- herencia, el cornpartir y la continuidad; y si no se sienten habitual- mente c6modos con el concepto de cu1tUra o con el debate sobre el mismo, tal vez sea porque nunca han tenido que enfientarse activa- mente con casos m6s dificiles ni tarnpoco han tenido que reflexionar sobre ello. Si la cultura esti en todas partes, y si nosotros como antro- p6logos decidimos continuar pensando que es un tema que nos in- cumbe de una manera especial, no nos serviri de nada dormirnos en 10s laureles. Y hasta puede ocunir que a veces tengamos que solicitar una pequeiia ayuda a 10s arriigos que trabajan en otras disciplinas, para continuar construyendo algin tipo de comprensi6n ordenada en lo que se refiere a como funciona la cultura, y dbnde, despuPs de todo, empieza y acaba.