23231607 voillaume rene oracion en el desierto

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LA M I E S / N U E V A SERIE RENE VOILLAUME Oracin en el desierto Tercera edicin EDICIONES PAULINAS

Titulo original: Entretiens sur le vie religieuse j Traduccin del francs por Joaqun Sagastiberri / Les Editions du Cerf y Ediciones Paulinas 1973 (Carretera de La Corua, Km. 16,800, Las Rozas, Madrid) / Printed in Spain. Impreso en Espaa por Mus igraf Arabi, Hermanos del Hoyo, s/n., Torrejn de Ardoz (Madrid) / Depsito legal: M 6993-1973 / ISBN: 84-285-0355-9. PREFACIO

Todos los aos, los novicios de los Hermanitos y las Hermanitas de Foucauld van a vivir las ltimas semanas de su noviciado al desierto, a BeniAbbs, junto a la ermit a del Padre Foucauld, su padre y fundador. All, en la misma capilla del Hermano C arlos de Jess, emiten sus primeros votos. Un retiro precede esta profesin. Son las charlas dirigidas en marzo de 1971 a los Hermanitos y Hermanitas, para preparar los a este primer compromiso de su vida religiosa, las que hoy publico pensando que puedan ser tiles a otros jvenes que se preparan para la vida religiosa. Estas charlas, corregidas a partir de las cintas grabadas, conservan muchas imperfecci ones e incorrecciones propias del estilo hablado, por lo que pido excusas al lec tor. Por otra parte, estas pginas no pueden reproducir el clima especial en que s e desarroll este retiro, en la pobreza y el silencio de esta capilla del desierto sen la que es ms fcil que en otras partes reencontrar el alma de aquel que sigue s iendo para todos nosotros el inspirador de nuestra vocacin. En una poca en la que tantos valores tradicionales y probablemente fundamentales de la vida religiosa son puestos en entredicho, puedo constatar que estos mismos valores, vividos en su autenticidad, con un corazn sencillo y sin discusiones vanas, permanecen profu ndamente actuales. El 9

don de uno misino en el amor de castidad, la imitacin de la pobreza de Cristo, la caridad fraterna, una ntima unin en la oracin con el Hijo de Dios, una fe viva y a ctual en el misterio de su Eucarista, una entrega total a la evangelizacin de los pobres, constituyen un ideal que no cesa de aportar, a quienes aceptan vivirlo, una plenitud de paz, en la certeza llena de alegra de hacer florecer su vida de a cuerdo con su verdad. Los jvenes de todos los pases, que se comprometen aqu, siguie ndo al Hermano Carlos, no son distintos de los dems jvenes de nuestro tiempo, slo q ue ellos han odo la llamada de Jess y se esfuerzan en responder a la misma. Ms all d e los cambios del mundo, esta llamada del Hijo del Hombre crucificado y resucita do encierra el mismo contenido que en el tiempo en que se dej or en tierras de Gal ilea por los primeros discpulos. La llamada de Jess se dirige al hombre de todos l os tiempos y le afecta, tal cual es, en lo ms profundo de s mismo y segn un destino que no puede modificar el poder de ninguna civilizacin o cultura. Cuando acabo d e escribir estas lneas, mis ojos se dirigen hacia un texto de Peter Berger (1): Es perfectamente razonable predecir la continuacin de la corriente mundial de la se cularizacin. Un redescubrimiento espectacular de lo sobrenatural, con dimensin de fenmeno de masas, es extremadamente improbable. En el seno de esta civilizacin sec ularizada no dejarn de subsistir importantes islotes de sobrenaturalismo. Algunos de ellos podrn corresponder a unos vestigios de tradicionalismo, respondiendo de ese modo a lo que los socilogos califican de buena gana como desfases culturales . Otros (1) PETER BERGER, La rumeaur de Dieu, Pars, Ed. du Centurin, p. 48.

podrn ser representados por nuevos grupos, lugares de un eventual descubrimiento de lo sobrenatural. Pero tanto unos como otros se sentirn conducidos a dotarse de formas de organizacin social ms o menos sectarias. Los grandes organismos religio sos continuarn sin duda buscando una va media, sutil, entre el tradicionalismo y e l aggiornamento: al escoger esta opcin, sern ms y ms rodos lo mismo por la tendencia s ctaria que por la tendencia disolvente de la secularizacin. No pretendo dramatiza r deliberadamente, pero un porvenir as me parece infinitamente ms probable que el que imaginan nuestros profetas visionarios que nos anuncian o la muerte de la re ligin o, por el contrario, la resurreccin de los dioses . Posiblemente es razonable esta prediccin, pero la irrupcin del Verbo de Dios en la historia del mundo y las andaduras de su Reino no son precisamente razonables y desorientan siempre nues tros proyectos humanos, como desviaron el proyecto nacionalista de Israel, el de l a sabidura griega y el del poder de Roma. Lo sobrenatural, dgase lo que se quiera, est ligado intrnsecamente al ser de Cristo y a lo que nos comunica de su vida en su Cuerpo, que es la Iglesia. Lo sobrenatural existe y no dejar de existir en el corazn del mundo y en la conciencia de los hombres. Los problemas que plantea la vida religiosa terminaran por aclararse si se conviniera claramente en que esta v ida no es concebible ni realizable fuera de su fundamento, que es enteramente so brenatural. No se puede negar lo sobrenatural, o discutirlof y querer al mismo t iempo mantener una vida religiosa secularizada: esto no pasa de ser ms que un edi ficio sin cimientos y una fachada artificial. Ninguna respuesta ms decisiva en es te dominio que la aportada por la gozosa certeza de quienes 11 10

experimentan en su ser la plenitud de vida y de verdad que cada da descubren en s u Bienamado hermano y Seor Jess, al que han entregado todo. Beni-Abbs, 25 de marzo de 1972 RENE VOILLAUME EN RESPUESTA A UNA LLAMADA 12

En la vida de cada uno de nosotros hay momentos que, pese a ser muy cortos, cont ienen en cierto modo nuestra vida entera. Son momentos en los que uno siente que compromete definitivamente su vida. Ciertamente esto es, Hermanaos y Hennanitas , lo que habis venido a hacer aqu, en esta capilla, en la que el hermano Carlos de Jess realiz una vida de intimidad con Jess muy profunda. Esta realidad muy persona l, extremadamente privada, osara decir, que fue la vida del Padre Foucauld aqu, ha tenido sin embargo una repercusin considerable sobre cada uno de nosotros e incl uso sobre toda la Iglesia. Cada uno de nosotros venimos a nuestra vez a esta erm ita de Beni-Abbes para intentar responder mejor a una llamada. Sin embargo, nos sentimos obligados a constatar que el mundo y los hombres eran, en la poca en que el hermano Carlos viva aqu, muy distintos de lo que son en nuestros das. Estamos co mprometidos en un mundo totalmente distinto del que l conoci! Y nos sentimos incli nados, por este hecho, a preguntarnos si unas realidades tan ntimas para el corazn del hombre como son una vida entregada a Cristo y una vida de relaciones person ales con l, deben sentirse tambin afectadas por estos cambios del mundo (1). Lo qu e una santa Teresa de Avila (1) Ya se sabe qu problema tan delicado se plantea aqu: en qu medida los valores ese nciales de 15

vivi en los Carmelos de Espaa, lo que santa Teresa del Nio Jess vivi en Lisieux vario s siglos ms tarde, lo que san Francisco de Ass vivi en la Umbra del siglo x m y lo q ue el hera vida religiosa, tales como el voto de castidad, la obediencia a una re gla y a unos superiores, el hecho de comprometerse mediante unos votos, la fidel idad a unos largos ratos de oracin y sobre todo el hecho de consagrar a ello toda una vida y, en fin, la consagracin de la persona del religioso a Dios segn un tip o de vida profundamente marcado por su relacin con el otro mundo y con un destino inmortal transterrestre, son valores permanentes, son an vlidos hoy? La evidente necesidad de una renovacin y de una adaptacin de los diversos modos religiosos de vi da se detiene difcilmente en el nivel de los medios, es muy difcil distinguir en l a existencia humana lo esencial, que permanece, de su expresin en unas observanci as o modos de hacer relativos. Raras veces ha sido tan profundamente sentida la unidad del hombre como hoy, en que no cesa de hablarse de encarnacin y de valores existenciales. Actuando as, no se arriesga el falsear de nuevo la vida religiosa del hombre hacindola pasar de un espiritualismo o un sobrenaturalismo desencarnad o, que olvidaba ciertos valores humanos, al nivel de una vida psicolgicamente som etida a las exigencias de las relaciones sociales y a las de una idea sobre el h ombre centrada sobre la accin y el desarrollo de su sexualidad? No encaja en esto s captulos el abordar este complejo problema tan delicado, que a nadie se le ocul ta. Yo querra, sin embargo, sealar que, segn la fe en Jess Hijo de Dios, la vida rel igiosa del hombre lleva consigo unas relaciones con unas realidades invisibles, reveladas por el Verbo encarnado y que no podran ser afectadas por el cambio, pue s se sitan fuera del tiempo; Cristo vivo resucitado, el don de la vida eterna, la existencia de seres puramente espirituales y la esperanza del Reino que ha de v enir: todo esto no podra cambiar, y los valores constitutivos de toda vida religi osa extraen su solidez de este fundamento sobre el cual reposan. Pero estos valo res no existen en s mismos, los vive el hombre. Pero, qu es el hombre en su natural eza profunda? Es siempre fundamentalmente el mismo, o bien le alcanzaran las mutac iones de una evolucin hasta el punto de que no pudiera hablarse de exigencias fun damenta^ les de su naturaleza? Tengan o no conciencia de i-"n los religiosos, la concepcin misma de su vida i>..' giosa depende de una antropologa. mano Carlos de Jess vivi aqu a comienzos del siglo xx, en cuanto experiencias de un in con Dios, no son una sola y misma realidad, en la que a vuestra vez habis sido v osotros llamados a entrar? A este nivel de la vida con Cristo, habra cambiado algo ? En qu medida la evolucin humana puede alcanzar a una realidad de este tipo? No es una pregunta que sents nacer en vosotros cuando, en la sencillez de vuestra fe y vuestro abandono en el Seor, vais a ser arrojados como semilla en el mundo, como levadura en la masa? Lo que llevis en lo ms ntimo de vosotros mismos, aquello de qu e vivs hondamente, os parecer entonces posiblemente como una realidad extraa al mun do, contradecida muy a menudo por ste y sin ningn inters para la mayora de los hombr es, que a veces no comprendern ni de qu se trata. Entonces os sentiris inclinados a plantearos cuestiones sobre la significacin y la autenticidad de vuestra vocacin. Querra en primer trmino hablaros de la vocacin en tanto que parece implicar una ll amada por parte de Cristo. El mero hecho de hablar de una llamada as nos obliga a interrogarnos en primer lugar sobre su realidad. Desde este punto de vista, la idea de vocacin supone ya una cierta concepcin de las relaciones entre Dios y el h ombre, entre Cristo y cada uno o cada una de nosotros. Porque si verdaderamente existe llamada, hay un comienzo de algo vital, de algo nuevo entre l y nosotros y que por tanto importa grandemente a nuestra vida personal. Que Dios nos dirija una llamada cuestiona nuestras relaciones con Jess, el fin mismo de nuestra vida, nuestra participacin en la obra de evangelizacin y lo que tenemos que hacer entre los hombres. Procedis de pases, medios sociales y familias muy distintos. Vuestro s caminos se cruzan aqu, mientras que vens de todas las direcciones. La 17 16

historia de cada uno no se parece en nada a la de los otros. Incluso puede ser q ue hayis sentido dificultades para comprenderos mutuamente, comenzando por las di ferencias lingsticas. Qu significa por tanto vuestra presencia aqu y para qu os habis eunido? Es preciso que descubramos la razn profunda de todo ello, pues, si hemos venido respondiendo a una llamada de Dios, sta debe contener algo comn a todos y a todas. Sin duda continuaris siendo siempre diferentes unos de otros, pero lo que Dios os da, lo que va a daros y vais a recibir de l debe reuniros, es ms, debe un iros. Todo lo que viene de Dios tiende hacia la unidad. En una de las celdillas de esta ermita, que dedic al apstol Pedro, el hermano Carlos de Jess para las inscr ipciones que puso en las paredes escogi estas palabras de Gristo: Y" habr un solo r ebao y un solo pastor (Jn 10,16). Ciertamente, esta reunin en la unidad no signific a que todos los hombres deban parecerse ni, en lo que os afecta, que debis fundir os todos en un mismo molde. Posiblemente hubo un tiempo en el que una cierta con cepcin de la vida religiosa no supo evitar siempre el abuso que supona conceder un a importancia exagerada, e incluso un valor de perfeccin, a una cierta uniformida d externa en el comportamiento. Sin embargo, si Jess os llama para daros algo comn , es preciso que sepis de qu se trata porque este don debe recibirse activamente: le pertenece a cada uno, est personalizado, pero al mismo tiempo es compartido, d ado que es un bien comn para todos. Habis venido, pues, aqu de diversos pases y habis venido porque Dios quera que os encontrarais en una misma vocacin. Os preguntis qu tenis que hacer de ahora en adelante con vuestra vida, en qu se va a distinguir sta de la de los dems cristianos. Una nueva llamada os distingue 18 . i j j i I ' ! . i : y tenis que responder a ella. Esta actitud de escucha y de respuesta es capital, pues, a partir del momento en que no se conciba ya la vida religiosa, la vida co nsagrada o la vida apostlica como una respuesta a una llamada, no podr entendrsela en su profunda realidad. Tales vas sern siempre una respuesta a una llamada. Pero, para responder, es preciso primero saber escuchar. Si se contesta sin or la pregu nta, se arriesga fcilmente a contestar de lado! No se trata de dar no importa qu n i cmo, incluso aunque se haga con generosidad: se trata de responder a una llamad a precisa de Dios. La generosidad, incluso una entrega heroica, no bastaran. Por lo que importa mucho que nos preguntemos qu espera el Seor de nosotros. Por otra p arte, esta nocin de vocacin se halla presente por todas partes en la historia del pueblo de Dios. La historia de la salvacin, tal como nos la refieren los Libros s agrados, nos muestra constantemente que, en sus intervenciones, Dios dirige llam adas a los hombres. El mismo nacimiento del pueblo de Dios es fruto de una respu esta a una de estas llamadas o ms exactamente de una multitud de respuestas a otr as tantas llamadas. Dios llama a todos los hombres. Pero una llamada est siempre dirigida a la libertad de un hombre: esto es lo que hace de ella un asunto perso nal. No podrais hacer nada mejor estos das que buscar a travs de todo el Antiguo y el Nuevo Testamento los pasajes que conciernen a las llamadas de Dios, para medi tarlos, desde la que Dios dirigi a Abraham hasta las dirigidas por Jess a los homb res y mujeres que lo rodeaban. Son las llamadas de Dios las que fundamentaron la vocacin de Abraham, la de Moiss, las de los profetas, de las que algunas nos son ms conocidas. Pero, me diris; stos son seres excepcionales se trata de algunas gran des figuras de las que Dios 19 ; j

necesit porque estaba en sus designios conducir a los hombres por hombres. Cierto , y sin embargo yo no pienso que haya una diferencia esencial, en lo que se refi ere al hecho de ser llamado, entre estas vocaciones, evidentemente excepcionales por lo amplio de su misin, y las nuestras. Existe con todo una diferencia entre las vocaciones de la Antigua Alianza y las nuestras, pues en la Nueva Alianza, d esde la Encarnacin del Verbo y la fundacin de la Iglesia, es Jess quien llama, de t al suerte que toda vocacin nos lleva siempre a colaborar con l. Son llamadas formu ladas por Jesucristo, en Jesucristo y para Jesucristo. Esta es una diferencia fu ndamental. El mismo san Juan Bautista pertenece an a la Antigua Alianza y fue lla mado por el Seor al desierto con el fin de prepararle los caminos a aqul por el au e en adelante pasaran todas las llamadas. A partir de san Juan Bautista es Jess qu ien llama nominalmente: llam a sus apstoles, a sus discpulos, llam y no cesar de llam ar a cantidad de hombres y mujeres para todo tipo de misiones, siguindolo, junto a l y con l y ms tarde en la Iglesia. Todas las vocaciones pasan pues ahora por Cri sto y por su Iglesia y todas ellas tienen como fin la edificacin del Cuerpo de Cr isto. Os es fcil reflexionar sobre algunas de estas vocaciones que nos son ms cono cidas, porque revistieron mayor importancia en la historia de la Iglesia (2). To memos, por ejemplo, la vocacin de (2) Algunas de estas vocaciones son particularm ente imperativas, hasta el punto de que no es posible su realizacin sin unos prof undos desgarramientos y unos dolorosos sacrificios que hacen resaltar la verdad de estas palabras de san Pablo: mas Dios eligi lo dbil del mundo para confundir a l os fuertes (I Cor 13). "Y me present entre vosotros dbil, con miedo y mucho temblo r (ibid 2,3). Mas por la gracia de Dios soy lo que soy y la gracia de Dios no fue estril en mU (ibid 15,10). La vocacin del profeta Jeremas, la de Catalina de Siena y la de Juana de Arco son tambin especialmente significativas. 20 Saulo de Tarso, convertido en Pablo, cuya vida fue trastornada por la llamada de aqul a quien oersegua. Tomad a Francisco de Ass, Catalina de Siena, Teresa de Avil a, Juana de Arco, Domingo, Teresa del Nio Jess, el hermano Carlos de Jess, o no imp orta qu otro santo o apstol, y veris que sus vidas, sus vocaciones estn marcadas con los mismos caracteres. No es posible que unos hombres y unas mujeres comprometa n su vida de una manera tan absoluta al servicio de Dios, si no es en respuesta a una llamada y a una llamada por la que se siente un enorme respeto, hasta el p unto de no modificar en nada su contenido. Desde el momento en que es Cristo qui en llama, lo hace con vistas a una misin que nos confa: se trata de no vivir ya co nforme a nuestras propias voluntades. No olvidemos que, desde que el Verbo se hi zo carne y se fund la Iglesia, toda vocacin debe pasar por Jesucristo. Se podra dec ir que en adelante toda vocacin lleva consigo una llamada a seguir a Jess ms de cer ca, a colaborar ms con l, conforme a sus intenciones y segn sus berspectivas. Ahora estamos definitivamente atrapados, y sin que podamos escapar de ella, por la gr an aventura de la Encarnacin. Frecuentemente hablaremos de esas oposiciones o ten siones que marcan continuamente la vida cristiana y religiosa: la accin y la cont emplacin, el servicio a Dios y a los hombres, la accin apostlica y la oracin prolong ada, la soledad y la participacin en la vida en relacin entre los hombres. Por qu es tas dos direcciones, estos descuartizamientos entre actividades en apariencia co ntradictorias? Por qu esta realidad de dos caras, que parece oponerse a cualquier unificacin de nuestra vida? Sin embargo, no podemos cambiar nada de esta situacin, ya que refleja dos elementos esenciales del mensaje evanglico, que nos introduce en un doble misterio de comunin y de una comunin extrema. El hombre no puede efec tivamente desarrollarse ms que en comunin con los otros. 21

Pero en Jess el Verbo se hizo carne para arrastrarnos a todos a una extrema comunin con Dios, una comunin tan ntima que ningn ser razonable pudo jams concebirla, ni si quiera desearla! He aqu que cada persona humana es llamada a una comunin con su Di os, comunin de una calidad filial y divina y de una dimensin eterna. Tal es, me at revera a decir, una de las caras de este misterio de comunin. La otra cara es la m isteriosa y extrema comunin ': los hombres entre s, comunin fraterna, de na:uraleza divina tambin sta, y a la que somos Hedidos siguiendo al Hijo de Dios hecho hombre . Je its, en efecto, nos arrastra con l a una com nin con nuestros hermanos ms profu nda y estrecha que todo cuanto hubiramos podido soar. Toda comunidad cristiana, to da comunidad religiosa es una comunidad de Iglesia reunida en terna a Cristo y r ealiza una sociedad que aproxima, uno:; a otros, a los hombres y los sita en unas relaciones nuevas, ms ntimas y ms profundamente exigentes, hasta un punto que noso tros no habramos llegado a realizar nunca. Tales son las dos comuniones extremas a las que nos invita el Evangelio. Por esto toda vocacin, toda llamada que proced e de Cristo est necesariamente sealada por estas dos tendencias extremas: una haci a la intimidad con nuestro Dios y la otra hacia la intimidad con nuestros herman os. No llamaba el P. Foucauld a Jess su Bienamado hermano y Seor y no se daba a s mism o el ttulo de Hermanito universal para significar la naturaleza de las relaciones q ue deban en adelante unirlo con Jess y con los hombres, sus hermanos? Si hablo de este doble misterio de comunin a propsito de la vocacin, es para evitar, como estara uno tentado de hacer a veces, el concebir la vocacin como un puro asunto persona l. Se emplea a menudo la expresin tener vocacin como si se tratara de un bien propio , que no nos 22 concierne ms que a nosotros. En realidad, la habis recibido de Cristo, como una ap remiante invitacin a comprometeros ms totalmente en su gran misterio, que es un mi sterio de comunin con Dios y con vuestros hermanos los hombres. Incluso las vocac iones ms absolutamente contemplativas, y en el hecho mismo de su separacin de los asuntos del mundo, estn orientadas a la realizacin de una comunin ms ntima con los ho mbres; slo ocurre que los medios son diferentes (3). Toda vocacin lleva consigo un a llamada a entrar de un modo ms total en el misterio de Cristo, en ntima comunin c on l y tambin, en l, con su Padre y con los hombres, sus hermanos. Comprenderis ahor a mejor la naturaleza de las cuestiones que debis plantearos, y que tengo que ayu daros a resolver, en lo que se refiere al contenido de la llamada que Jess nos di rige a travs del hermano Carlos de Jess y en la Fraternidad. De otro modo, no serai s capaces de responder perfectamente a vuestra vocacin, a lo largo de toda una vi da, que se abre ante vosotros, y que ser para cada uno distinta e inesperada, segn la diversidad de las Fraternidades, segn ios hombres en medio de los cuales os h aya mandado la Iglesia y segn lo que sois y seris vosotros mismos, segn el imprevis ible uso de vuestra libertad y segn los acontecimientos igualmente (3) El decreto Perfectae caritatis recordaba que la consagracin religiosa, en vir tud de su propia naturaleza, pone al religioso al servicio de la Iglesia. Pero co mo esta donacin de s mismos ha sido aceptada por la Iglesia, sepan que tambin han q uedado entregados a su servicio (Perfectae caritatis, n. 5). Igualmente 'os religi osos, incluso contemplativos, deben estar anin-idbs por el amor apostlico que les i mpulse a aso i. la obra de la redencin y a extender el Reino > (Ibid). La Iglesia no ha cesado de reconocer la contemplativa una suprema y misteriosa efi s, hasta el p unto de considerar su instauracin .> indispensable porque pertenece a la plenitud de ,a presencia de la Iglesia