Enero 22 Soy Yo, no temáis: Barcelona 2003-2013

La ciudad ha ido cambiando, mejorando, y se nota en particular en la zona donde se ubica el Colegio; cuando llegué a Barcelona la calle Santa Amelia no era calle; una buena parte de ella estaba sin asfaltar; lo mismo pasaba con algunas calles laterales que dan a Marqués de Mulhacén. Nuestra calle Eduardo Conde era estrecha, el tráfico era más bien escaso, no había semáforos ni cosa parecida; la ampliaron y la convirtieron en vía rápida; es decir que es una de las entradas a la ciudad desde la Ronda de Dalt (ronda de circunvalación que se hizo con motivo de los Juegos Olímpicos del 92) y la circulación está regulada con los semáforos correspondientes. He podido ver cómo crecían construcciones nuevas en la misma calle Eduardo Conde, dos autobuses urbanos tienen su parada a escasos metros del Colegio y facilita las comunicaciones con el centro de la ciudad. He asistido al funcionamiento del tranvía en la Diagonal aprovechando un carril que usaban los automóviles; desde hace cinco o seis años recorre unos kilómetros hacia la salida norte. Por supuesto que durante estos años ha habido muchos más cambios, algunos muy espectaculares, pero me he querido referir a los que he vivido en la zona que linda con el Colegio.

En la calle Eduardo Conde no había tráfico

Durante muchos años me encargaron de mantener y tener a punto la piscina; hasta entonces no me había ocupado de nada parecido. Me fui habituando al ph, al cloro, a los productos antialgas, a los filtros de arena, a la temperatura del agua, a las bombas de entrada y salida del agua, a la temperatura ambiental, al orden y limpieza de los vestuarios, de llevar todas las constantes escritas cada día en el libro de Registros y un sinfín de detalles que sobre todo al principio eran motivo de preocupación. Estuve ocupándome y preocupándome del buen funcionamiento de la piscina hasta que llegó el relevo hace unos diez años.

Cada dos meses más o menos, y por supuesto sin avisar, venía una señora, Inspectora de Sanidad del Ayuntamiento, (era un detalle que no conocía) y al principio no me cayó nada bien; y no me cayó bien porque en la primera visita me pidió el libro de Registros y me dijo sin rodeos que casi todo estaba mal, que el encargado anterior lo tenía todo mucho mejor, que lo hacía muy bien, que no tenían por qué haberle cambiado y que tenía que corregir unas cuantas cosas; dejó constancia escrita de todos los fallos advirtiéndome que volvería al cabo de una semana más o menos. Durante bastantes visitas y por mucho interés que ponía en atender sus observaciones, siempre encontraba algo que debía mejorar; con los años,

y con mucho tacto por mi parte, fuimos haciendo buenas migas y terminó comentándome que esta piscina funcionaba en todos los aspectos mucho mejor que otras que también visitaba.

Ya conocía por supuesto el salón de Actos pero cuando llegué a Barcelona para formar parte como miembro activo de la comunidad me llamó la atención que el escenario no respondía a las expectativas de la categoría del Colegio; se ubica en la última planta, ocupa una superficie diáfana donde caben unas 500 butacas de buena calidad, fabricadas en Ezcaray, color rojo; el tipo de cortinas y la manera de su colocación dejaban mucho que desear especialmente la que abría y cerraba el escenario. Los grandes

Salón de Actos renovado

ventanales no tenían ningún tipo de cortinas. Se utilizaba, y se sigue utilizando, mucho, desde las Eucaristías de los primeros viernes hasta acontecimientos de todo tipo: culturales, recreativos, religiosos. Expuse en el Consejo comunitario mis ideas para modificar la constitución del escenario y mi plan de adecentamiento. Se eligió el color y la calidad de las cortinas para que hicieran juego con el color de las butacas; en un mes cambió totalmente el aspecto del salón. Ese año pudimos celebrar en el nuevo escenario las primeras Comuniones y la Confirmación.

Calle Eduardo Conde renovada

El año 2003 revistió una característica muy especial: se celebraba el Centenario de la llegada de los Hermanos del Sagrado Corazón a España expulsados de Francia por la llamada ley Combes. Al Colegio de Madrid le correspondió la celebración de los diferentes actos de la apertura del Centenario y al

Colegio de Barcelona la organización de la Clausura. A nivel “provincial” se nos invitó a varios actos: reunión de profesores, en Vitoria; reunión de padres y antiguos en Madrid, “excursión” a los “orígenes” del Instituto: lugar de nacimiento del H. Policarpo, Fourvière, Lyon, Jaca…Tenían lugar los viernes por la tarde, sábados y domingos. Durante el curso 2002–2003 era tutor de 3º de ESO, daba también asignaturas en 4º de ESO, estaba ocupado en el Colegio a tiempo completo y aprovechaba los sábados y domingos para llevar las correcciones al día y preparar las lecciones de la semana; me hubiera gustado asistir a varias reuniones, especialmente la de los “orígenes del Instituto”, pero opté por aprovechar los sábados y domingos para corregir, ponerme al día y empezar con serenidad y tranquilidad la semana.

Pintura encargada por el hno. José Antonio de Juana a doña Pilar Magallón de Segura, madre de los hermanos Segura, alumnos del Colegio, en 2003. Es una reproducción muy fidedigna de la carretilla con los utensilios de cocina de Chirac que transportaron, por las pendientes del Pirineo en junio de 1903, los Hermanos y novicios que, expulsados de Francia, iban camino de Jaca. (Se encuentra en el pasillo de Dirección)

La Clausura del Centenario organizada por el Colegio de Barcelona que se realizó en los días 30, 31 de mayo y 1 de junio del 2003. Formé parte de la Comisión organizadora, integrada por padres, colaboradores, alumnos y Hermanos, que se nombró para llevar a feliz término los actos programados para la Clausura. Con anterioridad celebramos a nivel Colegial el centenario con una Eucaristía en el templo del Tibidabo a la que asistieron todos los alumnos excepto los más pequeños; la ida y la vuelta la realizamos en varios autobuses contratados para ese día; para que guardaran un bonito recuerdo del Centenario se consiguió, con la inestimable colaboración de la comunidad salesiana del Tibidabo que en esa época participaban de alguna manera en la gestión y explotación del Parque de Atracciones, la entrada gratuita para todos los alumnos. Y pudimos disfrutar todos del Parque hasta que mediada la tarde nos vinieron a recoger los autobuses.

Para que la Clausura saliera al gusto de lo que se esperaba y merecía el acontecimiento hubo que realizar varias entrevistas, visitas y concretar muchos detalles. Comenzó la celebración el sábado 31 de mayo con un Te Deum de acción de gracias en la Catedral, en la cripta de santa Eulalia, patrona de la ciudad y ejemplo con su martirio para todos los niños y jóvenes que asisten a nuestros Colegios. A continuación el Superior General, H. Bernard Couvillon, hizo entrega de una placa conmemorativa en recuerdo de los 100 años de los Hermanos en España al Canónigo encargado del templo catedralicio, del museo diocesano y de la biblioteca a mosén Josep Baucells; terminó el acto con una recepción en el Saló de la Mercé de la Catedral y un lunch para todos los asistentes invitados.

El domingo, día 1 de junio, Eucaristía en la parroquia de san Odón presidida por el sr. Cardenal Ricard María Carles, arzobispo de Barcelona y concelebrada por varios sacerdotes; acto académico en el salón de Actos seguido de un aperitivo en el patio; mientras tanto se soltaron cientos de globos blancos y rojos, y cincuenta palomas; diez "trabucaires", pusieron la nota de color, -más que de color de ruido-, y de tradición catalana. Terminó la fiesta con una comida de hermandad en el restaurante Paradís, cercano al Colegio.

Habíamos previsto que el uso del salón de Actos resultaba un poco penoso a partir del mes de mayo cuando empieza a subir la temperatura. Se necesitaba instalar aire acondicionado para que fueran un poco más llevaderos los actos organizados con motivo de la Clausura del Centenario que se iban a celebrar. Con el salón ocupado en su totalidad, y el día 1º de junio, gracias a que el aire acondicionado funcionó a la perfección, pudieron “sobrevivir” todos los asistentes.

Es evidente que por mi condición de “capellán” del Colegio cada año he presidido dos o tres ceremonias de la Primera Comunión y he acompañado al sr. Obispo en la administración del sacramento de la Confirmación. Los grupos de Primera Comunión suelen ser numerosos, entre 40 y 50; como en el escenario del salón, que hace de Capilla, caben unos quince primeros comulgantes hay que repartirlos en tres tandas: una el sábado por la tarde y dos el domingo. Hasta que se pudo usar el aire acondicionado con los calores de mayo, la vestimenta propia de la ceremonia y el salón completo con los padres y familiares, se me hacían un poco penosas, o mejor dicho calurosas, las ceremonias. La administración de la Confirmación ha tenido lugar en varios sitios según el deseo del sr. obispo que la presidía. A alguno le gustaba el salón, se sentía cómodo y se consideraba como más integrado en el Colegio. Otros sres. Obispos prefieren la iglesia de los Padres Capuchinos o la Parroquia de san Odón.

Sacramento de la Confirmación

Comenzamos la preparación en la primera catequesis de octubre; entonces ya se comprometen los alumnos para recibir el sacramento, y se conoce el número de los que se van a confirmar; hay que ponerse en contacto con el Obispado para solicitar el servicio del sr. Obispo. He podido conseguir en una ocasión los servicios del Cardenal D. Juan José Omella, que además aceptó la invitación de compartir nuestra cena con la comunidad; en otras ocasiones hemos contado con la presencia de algún obispo auxiliar. De todos modos, cualquiera que fuera, me he arreglado muy bien con todos, han sido muy amables y los alumnos han sabido estar a la altura.

El sr.Cardenal en el comedor de la Comunidad

El año 2007 lo recuerdo con mucha tristeza; se había organizado la Olimpiada en el mes de mayo y todo parecía que transcurría con normalidad; al final del día, cuando había quedado todo recogido y todas las personas y alumnos se habían retirado, estaba disfrutando junto al director el H. José Antonio de Juana y los organizadores, de un descanso y un pequeño refrigerio; no puedo olvidar que me comentó que al día siguiente debía ir al médico para una revisión general, casi rutinaria, que le habían recomendado.

Cuando volvió le pregunté por el resultado y me dijo que le habían detectado un cáncer en el hígado de grado “4”; le tranquilicé como pude, le dije que en la actualidad la medicina estaba avanzada, que le habían reconocido a tiempo y que con la operación que le había recomendado el médico se quedaría bien y con “cuerda” para muchos años porque era joven y lleno de vida. Parece que una parte del

hígado, aunque pequeña, aún la tenía sana y la operación consistía en quitarle la parte dañada y la zona buena se iría regenerando con cierta facilidad.

Consultó con su familia; coincidía que su madre estaba pasando unos días en la comunidad. Algunos padres muy adictos al Colegio que habían participado mucho y bien en la organización de la Olimpiada y con los que tenía cierta amistad ganada con los años que llevaba de director y anteriormente de profesor, con la mejor voluntad del mundo, y con el máximo cariño, le convencieron para que siguiera un tratamiento nuevo en un departamento especializado en el desarrollo y curación del cáncer que funcionaba con mucho éxito en el hospital Valle de Hebrón de Barcelona. Pensé desde el primer momento que había elegido el camino equivocado; pero con mucha esperanza comenzó en el Valle de Hebrón el protocolo debido en los primeros días de julio.

Es de señalar la entrega de este grupo de padres que estaban a su disposición para acompañarle al hospital siempre que hiciera falta, para quedarse con él mientras le hacían las pruebas, haciéndole compañía, cuando en setiembre comenzó el curso y los hermanos teníamos que atender a las clases del Colegio. Puedo decir que en ningún momento le dejaron solo. Parecía que las primeras semanas el tratamiento iba teniendo efectos positivos; José Antonio recobró la esperanza, la alegría y hasta jugaba al parchís como un auténtico maestro; era difícil ganarle. Cuando en septiembre ya no apareció por el Colegio, y no pudo tratar con los alumnos a los que había impartido sus asignaturas hasta el último día de junio, le entró una tristeza comprensible; se le notó un bajón pero parecía también que esos altibajos eran consecuencias del tratamiento.

Pasaban las semanas; recuerdo que a principios de noviembre, en un “puente” colegial que teníamos, le apeteció que le llevara al Montseny y el día transcurrió con cierta alegría y relativo buen humor. Al cabo de unos días, la familia que le acompañaba casi siempre al hospital, me comentó que el tratamiento no iba dando los frutos esperados y que el mismo doctor que le trataba les había comentado en ausencia del paciente que no llegaría a Navidad; la noticia me impactó por inesperada, pero así fue.

El 8 de diciembre, después de permanecer internado en el hospital un par de días, fallecía a primeras horas de la tarde. Pude comprobar cómo lo querían al h. José Antonio los alumnos, antiguos alumnos y familias. Fue un continuo peregrinar en el tanatorio para darle el último adiós y manifestar su amistad y sus condolencias al Colegio por la pérdida de una persona tan válida y en plena juventud. La manifestación de duelo en la Eucaristía, que tuvo lugar en la parroquia de san Odón, fue impresionante; nunca he visto tantas personas en esa iglesia, incluso algunas no pudieron entrar y permanecieron en el exterior. Qué cierto es que “cuando un amigo se va, algo se muere en el alma”.

En alguna ocasión había ido de “ayudante” a la salida que hacían los alumnos de 8º EGB a Lyon y sus alrededores; conocía a los alumnos porque daba Ciencias Naturales en ese curso; me gustó mucho aunque no me enteré muy bien de los detalles de la organización porque simplemente ayudaba y me prestaba sin más a lo que me decían los tutores de EGB. Pasaron algunos años, y con el cambio de la EGB a ESO las salidas que hice con los alumnos de 3º de ESO no me terminaban de convencer; pensé en la salida de Lyon y me atreví a organizarla hacia el año 2001; desde entonces he organizado esta salida a Lyon, junto con los tutores, hasta el año 2019, que por motivo del COVID, se tuvo que suspender en marzo, un mes antes de la salida que iba a ser en abril, cuando ya estaba todo programado.

Han sido dieciocho las veces que he organizado y acompañado, junto con las tutoras, a los alumnos de 3º de ESO en la salida de cinco días a Lyon. Son muchos los puntos que hay que tener en cuenta, los cabos que hay que atar, concretar y seguir, en especial para que los todos los alumnos tengan la documentación requerida; siempre hay algunos muy remolones que les cuesta tener todo preparado y en regla para poder viajar; empiezo con los trámites a principios de octubre y ha habido años que he terminado de recoger los documentos en el momento de la salida, en la puerta del autobús. Seguro que los alumnos han guardado un buen recuerdo de las vivencias de esos días.

Foto del grupo en las escaleras de Fourvière

Siempre he intentado pensar en todos los detalles aunque algunos no dependían de mi voluntad; ha habido años que ha lucido un sol fantástico, otras veces no hemos podido ver el Mont Blanc tapado por las nubes; en alguna ocasión tuvimos que resguardarnos de la lluvia debajo de un puente para poder comer y otra vez hubo que emplear como restaurante-comedor el quiosco de la música de un parque de Ginebra después de desalojar a unos “drogatas” que andaban por allí.

Se les ve felices

En todos estos viajes habré recorrido miles de kms sin apenas contratiempos y es para dar gracias a Dios. Puedo contar alguno de los más “serios”: una mañana, a la salida de Fourvière, el autobús pinchó una rueda y perdimos un par de horas hasta encontrar un lugar para reparar la avería; recuerdo también que un buen día haciendo maniobras en el Colegio de Lyon, -el conductor las había realizado muchas

veces-, olvidó que detrás había un árbol y lo tocó con tan mala fortuna que estalló la luna trasera; no tuvimos mayor inconveniente que poder sustituirla con unos cartones y retrasar un par de horas la salida de ese día.

Con la experiencia de cada año he intentado mejorar todos los imprevistos que podían surgir; sobre todo y de mutuo acuerdo con los tutores, se ha mejorado la organización de las comidas y las cenas: han quedado dejándolas al gusto de los alumnos; el tiempo, -el sol o la lluvia, frío o calor-, ya no estaban en mis manos y había que hacer frente a lo que viniera.

Parece que con los años me salió también alguna “admiradora” (Maison carrée-Nimes)

Hno. Luis María García