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Texto: Sonia Quiroga | Arte: Cristina Alvarez J. ©2015 hermanamargarita.com 7 6 8 5 4 3 2 Cuqui vivia en una colmena prendida de un árbol jacaranda. Todas las abejitas tenian trabajos que hacer. Las abejas ob- reras, muy presurosas, corrían a recoger sus canastas para ir en busca del dorado polen. Todo era bullicio. ¡Qué apuradas esta- ban! Todas las abejas se sentían felices de trabajar; todas… menos Cuqui. Cuqui era una abeja gordezuela. A ella no le gustaba trabajar. –¡Es muy aburrido trabajar! –protestaba. –¡Vamos, Cuqui! Recoge tu canasta para traer polen –le decían sus amigas. De mala gana Cuqui tomó su canasta y fue con las abejas obreras para recoger el polen. Como Cuqui no quería trabajar, se dur- mió en los pétalos de una flor. ¡Qué lindo le pareció dormir y no trabajar! Después de horas se despertó. Uff, no quiero ir a la colmena. Allá todos son tontos; trabajan mucho. Luego Cuqui tuvo una idea. Decidió es- caparse de la colmena. Dejó su canastita de polen, y…¡se fue! –¡Al fin estoy libre! –dijo, muy contenta. Cuqui estaba feliz. Volando de flor en flor conocía muchos lugares. Pero llegó la tarde y empezó a tener hambre. ¡Ay, me duele mi barriguita! ¡Qué ham- bre tengo! La abeja haragana fue de colmena en colmena, para ver si le podían invitar un poquito de miel. Pero nadie le quiso dar nada. –Vete a tu colmena, floja –le decían. Muy triste, Cuqui se sentó en una hojita y se puso a llorar. De pronto se escuchó una linda voz. –Cuqui, ¿por qué lloras? Era su amiga, la mariposa Tornasol. Cuqui le contó que no le gustaba trabajar y que se había escapado de su colmena. La linda mariposa le dijo: –Cuqui, ¿sabes por qué estás triste? –¿Por qué? –preguntó Cuqui. Tornasol le dijo que había desobedeci- do a Dios. En la Biblia dice que si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Cuqui miró sorprendido a su amiga. No sabía que en la Biblia habla del trabajo. –Dios quiere que trabajemos. No le gusta que seamos flojos –dijo Tornasol–. Anda, vuelve a tu colmena. Allí podrás trabajar, y comerás toda la miel que quieras. Al escuchar las palabras de su amiga Tornasol, Cuqui se secó las lágrimas. Cuqui no había pensado en eso. Pero ahora quería ser como las demás abejas. Quería ser una abeja trabajadora. Muy contenta se fue a su hogar. Desde ese día trabajó alegre reuniendo polen para la miel.

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Cuqui vivia en una colmena prendida

de un árbol jacaranda. Todas las abejitas tenian trabajos que hacer. Las abejas ob-reras, m

uy presurosas, corrían a recoger sus canastas para ir en busca del dorado polen.

Todo era bullicio. ¡Qué apuradas esta-

ban! Todas las abejas se sentían felices de trabajar; todas…

menos Cuqui.

Cuqui era una abeja gordezuela. A ella no le gustaba trabajar.

–¡Es muy aburrido trabajar! –protestaba.

–¡Vamos, Cuqui! Recoge tu canasta para

traer polen –le decían sus amigas.

De mala gana Cuqui tom

ó su canasta y fue con las abejas obreras para recoger el polen.

Como Cuqui no quería trabajar, se dur-

mió en los pétalos de una flor. ¡Q

ué lindo le pareció dorm

ir y no trabajar!

Después de horas se despertó.

–Uff, no quiero ir a la colmena. Allá

todos son tontos; trabajan mucho.

Luego Cuqui tuvo una idea. Decidió es-caparse de la colm

ena. Dejó su canastita de polen, y…

¡se fue!

–¡Al fin estoy libre! –dijo, muy contenta.

Cuqui estaba feliz. Volando de flor en flor conocía m

uchos lugares. Pero llegó la tarde y em

pezó a tener hambre.

¡Ay, me duele m

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La abeja haragana fue de colmena en

colmena, para ver si le podían invitar un

poquito de miel. Pero nadie le quiso dar

nada.

–Vete a tu colmena, floja –le decían.

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