2008 lacus ligustinus [ferrer]

Upload: juan-pablo-morilla-cala

Post on 20-Feb-2018

218 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    1/30

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    INTER AESTUARIA BAETIS.ESPACIOS NATURALES YTERRITORIOS CIUDADANOS PRERROMANOS EN EL BAJO

    GUADALUIVIR1

    Eduardo Ferrer AlbeldaEnrique Garca Vargas

    Francisco J. Garca FernndezUniversidad de Sevilla

    RESUMEN: Presentamos una sntesis del estudio de la explotacin de los recursos y del poblamiento prerromano delas orillas del lacus Ligustinus. Hemos distinguido cinco mbitos geogrficos utilizando como criterios las caractersticasgeomorfolgicas del suelo y los patrones de asentamiento: el litoral occidental, el curso del ro Menuba, la desemboca-dura delBaetis, la orilla nororiental y los esteros. Las diferentes estrategias documentadas permiten alejar la idea de la ho-mogeneidad en los comportamientos poblacionales y percibir la individualizacin como el fenmeno ms caracterstico.Por ltimo, valoramos la incidencia de la colonizacin fenicia en cada rea y los procesos de urbanizacin consecutivos.

    PALABRAS CLAVE:Lacus Ligustinus.Poblamiento. Recursos econmicos. Perodo prerromano. Colonizacinfenicia. Urbanizacin.

    INTER AESTUARIA BAETIS. PREROMAN LANDSCAPES AND POLITICAL TERRITORIES ON

    THE LOWER GUADALUIVIR BASINABSRAC: We present a synthesis of the study of Pre-Roman resource exploitation and settlement on the shoresof the Lacus Ligustinus. We have distinguished between five geographical units on the basis of the geomorpholo-gical characteristics of the terrain and the settlement patterns: the western shore, the banks of the river Menuba,the mouth of the Baetis, the north-eastern shore and the wetlands. Te different strategies documented allow usto reject the idea of the homogeneity of the settlement behaviours and to identify individualisation as the mostcharacteristic phenomenon. Finally, we assess the repercussion of the Phoenician colonisation in each area and theconsecutive processes of urbanisation.

    KEY WORDS: Lacus Ligustinus. Settlement. Economic resources. Pre-Roman period. Phoenician colonisation.Urbanisation.

    IEl valle del Guadalquivir es, en rasgos generales, el resultado de la paulatina colmatacin de una

    cuenca sedimentaria formada durante la orogenia alpina entre la elevacin de las cordilleras Bticasy los rebordes meridionales del antiguo Macizo Hesprico (Sierra Morena)2. Los procesos erosivo-

    1 rabajo adscrito a los proyectos Sociedad y paisaje. Economa rural y consumo urbano en el sur de la Pennsula Ibrica (si-glos VIII a. C.-III d. C.)(HAR 2008-05635/HIS) yLa construccin y evolucin de las entidades tnicas en Andalucaen la Antigedad (siglos VII a. C.-II d. C.)(HUM-3482).

    2 GOY, J. L., ZAZO, C. y RODRGUEZ-VIDAL, J. (1994): 131.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    2/30

    218 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    acumulativos que han dado forma al paisaje ac-tual de la artside pueden organizarse en tres

    grandes etapas, atendiendo al origen marino ocontinental de los materiales, a lo que habraque unir los movimientos neotectnicos, espe-cialmente intensos en el trnsito al Cuaternario(periodo Villafranquiense), momento en que seeleva la meseta del Alcor3.

    La primera etapa, la ms prolongada, corres-ponde al Negeno. En ella se produjo un primerrelleno de materiales marinos sobre los rebordesmontaosos y el fondo de la depresin4. Estos

    sedimentos marinos (calcarenitas, margas y are-nas, principalmente) conforman el sustrato dela mayor parte del valle medio y bajo del Gua-dalquivir, dando origen, por un lado, a las cam-pias que se extienden a lo largo de su margenizquierda, mientras que por el otro a la mesetadel Aljarafe y la comarca del Campo, ya en laprovincia de Huelva.

    La transicin al Cuaternario trajo consigola continentalizacin de los procesos geomor-

    folgicos como consecuencia del descenso delnivel del mar y el desarrollo de una red fluvialbsica que ir dibujando con el tiempo el cursodel Guadalquivir y de sus principales afluentes5.La intensa dinmica erosivo-acumulativa prota-gonizada por el Guadalquivir durante el Pleisto-ceno gener un complejo y potente sistema deterrazas, sobre todo en su curso bajo, que des-ciende casi sin solucin de continuidad desdeel escarpe de los Alcores hasta el cauce actual6,

    extendindose incluso por debajo de los terre-nos ocupados posteriormente por las marismas7.

    Asimismo, se observa una fuerte asimetra entrelas dos mrgenes del valle, sobre todo a partirde Crdoba, a medida que el tringulo forma-do por la cuenca sedimentaria se ensancha. Elloresponde a la distinta caracterizacin del sustra-to en el contacto entre el borde meridional delzcalo Hesprico y los materiales negenos dela Depresin8, as como a los cambios de orien-tacin del propio ro, cuyo curso va a ir aban-donando los escarpes meseteos que bordeaba

    por su lado derecho para tomar una direccinsur9. De este modo, mientras que en la margenizquierda pueden reconocerse hasta 14 nivelescompletos de terraza, alcanzando los 20 km deanchura en las proximidades de Sevilla, en lamargen derecha slo encontramos pequeosretazos aislados dispuestos escalonadamente so-bre los depsitos negenos que sobremontan lasprimeras estribaciones de Sierra Morena.

    La tercera etapa corresponde al Holoceno y

    llega hasta la actualidad. El deshielo de la lti-ma glaciacin provoc una subida del nivel delmar (ransgresin Flandriense) llegando a los2 m por encima de la cota actual (c.6000 BP).Como resultado, la lnea de costa ascendi has-ta los alrededores de Sevilla y las cotas ms ba-jas de la Depresin quedaron sepultadas bajolas aguas10. Se form, de este modo, una ampliaensenada litoral conocida histricamente comolacus Ligustinus, al tiempo que el estuario del

    3 RODRGUEZ VIDAL, J. (1989a): 24-25.4 No obstante, desde el punto de vista geolgico pueden diferenciarse dos grandes unidades: los materiales preoro-

    gnicos, representados por las series de albarizas o margas blancas que encontramos a lo largo del contacto entre elSubbtico y la Depresin, entre las actuales provincias de Sevilla y Cdiz; y los materiales postorognicos, constituidospor una diversificada serie transgresivo-regresiva de depsitos de calcarenitas, margas y arenas que se extienden prin-cipalmente por la provincia de Huelva y los sectores central y occidental de las de Sevilla y Cdiz respectivamente:VALLESP, E. et al.(1988): 60.

    5 RODRGUEZ VIDAL, J. (1989b): 27-31.6 DAZ DEL OLMO, F. y VALLESP, E. 1988: 3735; DAZ DEL OLMO, F. et al.(1989): 33-42; DAZ DEL

    OLMO, F., VALLESP, E. y BAENA, R. (1992): 193-210, entre otros.7 AREAGA, O. y ROOS, A. M. (2007): 59.8 DAZ DEL OLMO, F. y VALLESP, E. 1988: 60; DAZ DEL OLMO, F. y otros (1989): 34-35.9 DRAIN, M., LHNAFF, R. y VANNEY, J. R. (1971): 16.10 AREAGA, O., SCHULZ, H. D. y ROOS, A. M. (1995): 99-134.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    3/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 219

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    en la margen derecha; y una amplia campia alsur, entre las estribaciones Subbticas y la costa

    oriental del lacus Ligustinus.Sin embargo, el paisaje resultante no pue-de considerarse en ningn caso una imagen fija,sino un sistema dinmico determinado por lapresencia del hombre sobre un medio en cons-tante cambio. En efecto, la intensificacin de laslabores agrcolas desde la Edad del Cobre ace-ler los procesos sedimentolgicos de origencontinental que contribuyeron a la paulatinacolmatacin de la antigua ensenada costera has-

    ta dar lugar a las actuales marismas. Asimismo,los cambios en el curso del Guadalquivir, espe-

    Guadalquivir retrocedi hacia el interior hastasituarse entre las actuales localidades de Coria y

    Alcal del Ro. Qued definida en este momen-to la red fluvial que con pocos cambios ha llega-do hasta el presente, con una amplia llanura deinundacin, delimitada por las terrazas bajas, yun complejo sistema de meandros, especialmen-te dinmico en su curso inferior, aguas abajo desu confluencia con el Genil. En torno a este ejese disponen las principales unidades ecolgicasque conforman el Bajo Guadalquivir: la comar-ca de El Campo, el escarpe del Aljarafe y las for-

    maciones de piedemonte en la margen izquier-da; las terrazas del Guadalquivir y Los Alcores

    Fig. 1. El golfo tartsico en poca protohistrica, segn Arteaga, Schulz y Roos (1995)

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    4/30

    220 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    2. Alrededor del 2000 a. C. la situacin de lasorillas del golfo apenas haba variado, aun-

    que ya se haba formado un delta en la zonade la desembocadura del ro que avanzabaprogresivamente hacia el mar. Al mismotiempo, las profundidades en el centro delgolfo se vieron reducidas considerablemen-te debido tambin a la sedimentacin.

    3. Durante el Bronce Final y el periodo orien-talizante el avance en el proceso de colmata-cin se manifest en la progresin del deltaformado en el denominado estrecho de Co-

    ria, aunque elgolo martimoera todava ensu mayor parte navegable.

    4. Entre el siglo V a. C. y la conquista romanala lnea costera del delta habra penetradomucho ms hacia el golfo, cuyas orillas la-terales fueron avanzando igualmente varioscientos de metros. Estas reducciones latera-les pudieron dar lugar a la formacin de losesteros, as como a la emergencia de nuevosterrenos secos, aunque inundables, aguas

    abajo del estrecho de Coria.5. En torno al cambio de Era la desemboca-

    dura se habra trasladado ms hacia el sur,hasta las cercanas del estero de Lebrija,conformando una enorme llanura de inun-dacin desde donde la navegacin comien-za a ser fluvial. Paralelamente, las orillasdel golfo se iban reduciendo, lo que incidean ms en la formacin y propagacin delos esteros mencionados por Estrabn (III,

    2.3-5).6. A partir de la Antigedad arda, y sobretodo durante el Medievo, se fueron colma-tando tambin las zonas cercanas a la actualdesembocadura, dando lugar al entorno pa-lustre que conocemos para la historia msreciente de las Marismas.

    cialmente el desplazamiento de su desemboca-dura hacia el sur y la conformacin de un siste-

    ma multicanal en su tramo bajo, condicionaronlas posibilidades de asentamiento y aprovecha-miento econmico (navegabilidad, explotacinagrcola, etc.) desde inicios de la Edad del Hie-rro hasta finales de la Antigedad.

    a) El lacusLigustinus

    El lacus Ligustinus constitua desde finalesde la Prehistoria y durante la Antigedad un mar

    interior de lmites ms o menos precisos, aun-que cambiantes, bajo el influjo de las mareas y deuna intensa dinmica fluvial. As aparece descri-to en los testimonios literarios grecolatinos, quese refieren indistintamente a este espacio comoun gran lago (Mela, III 5), un estuario(Plinio, nat. 3.11) o un golfo (Avieno, ora,284). No en vano, si algo caracteriza a la antiguaensenada tartsica es su constante transforma-cin, acelerada en buena medida bajo la presin

    ejercida por el hombre en los ltimos 4000 aosy que se prolonga hasta el presente11.

    Los trabajos llevados a cabo a principiosde los aos noventa en el marco del ProyectoGeoarqueolgico de las Marismas del Guadal-quivir han permitido definir los ritmos en elproceso de colmatacin, as como los cambiosoperados en el trazado de la antigua lnea de cos-ta, especialmente en relacin con la actividadantrpica y su incidencia en las posibilidades de

    navegacin12. Basndonos en sus conclusiones,este proceso se puede resumir a grandes rasgosen las siguientes fases13:

    1. Durante el mximo transgresivo flandriense(c.6000 BP) el golo martimo del Guadal-quiviralcanza su mxima extensin.

    11 CRUZ VILLALN, J. (1988): 109-123.12 AREAGA, O. y ROOS, A. M. (1995): 329-339; SCHULZ, H. D. et al.(1995): 323-327.13 AREAGA, O., SCHULZ, H. D. y ROOS, A. M., (1995): 99-134.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    5/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 221

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    llano, Gibalbn, San Cristbal) hasta la antiguaensenada litoral, donde se aproxima a la superfi-

    cie15. A pesar de ello, los cursos de agua se redu-cen en este sector a pequeos riachuelos y arro-yos con un rgimen muy inconstante, aunquesuficiente en el pasado para abastecer a cultivosestacionales16. Existen tambin bastantes lagu-nas, en su mayor parte salobres (Val del Ojo, Losollos, El araje, etc.), lo que las convierten enlugares idneos para la cra del ganado vacuno.ienen su origen en las depresiones existentesentre los cerros y lomas, por lo general espacios

    inundables con un drenaje deficiente.Por su parte, los depsitos negenos que

    conforman la Campia Sur presentan una am-plia variedad de tipos de suelos y situacionesedficas que generan, a su vez, un conjunto hete-rogneo de tierras tanto en lo que se refiere a suscaractersticas litolgicas como a su capacidadagrcola potencial17. Se trata principalmente demargas blancas y silceas (albarizas), margas ca-lizas de color claro, as como, en menor medida,

    margas arenosas y areniscas18, sobre los que sedesarrollan inceptisoles y alfisoles de alto ren-dimiento econmico19, especialmente para loscultivos de secano (olivo y vid).

    La orilla occidental del lacus Ligustinusvie-ne a corresponderse geolgicamente con los re-bordes de un enorme glacis procedente del des-monte del Zcalo Hesprico. Desde el puntode vista litolgico es el dominio de las arenas ygravas, con suelos pobres y cidos (entisoles ma-

    yoritariamente), poco aptos para la agricultura.El relieve no supera los 30 metros sobre el niveldel mar, por lo que tampoco ofrece lugares favo-

    Si atendemos a las posibilidades para elasentamiento (topografa, fuentes de agua, etc.)

    y a la localizacin de los recursos potenciales, seaprecia una notable diferencia entre las orillasoriental y occidental del lacus Ligustinus quetiene su reflejo, como no poda ser de otra ma-nera, en la distribucin del poblamiento y en lasestrategias de explotacin econmica. La orillaoriental est formada principalmente por dep-sitos de origen terciario, salvo en la zona norte,donde la campia ha sido modelada y sobre-montada parcialmente por las terrazas medias

    del Guadalquivir, que se extienden por los tr-minos municipales de Dos Hermanas, Utrera yLos Palacios y Villafranca. En estos lugares la to-pografa es ms llana, mientras que los suelos semuestran poco aptos para la agricultura, al me-nos hasta la generalizacin del arado de hierroen poca romana. El poblamiento se concentrdurante siglos en los rebordes de las terrazas, enpequeas elevaciones o puntales, al resguar-do de las inundaciones y cerca de los cursos de

    agua, que ofrecan una vega frtil y abundantesrecursos hdricos.

    Al sur de Las Cabezas de San Juan la situa-cin cambia sensiblemente. La campia ofrecalmites ms netos en relacin con la lnea de cos-ta, con grandes promontorios amesetados y am-plias ensenadas, muchas de ellas navegables, quepermitan la comunicacin con las tierras del in-terior. A las posibilidades estratgico-defensivashay que unir el abastecimiento de agua14, garan-

    tizado por la presencia de un potente acuferoque desciende desde las estribaciones surocci-dentales del Sistema Btico (sierras de Monte-

    14 GARCA FERNNDEZ, F. J. (2006): 916-921.15 En las zonas ms bajas el nivel fretico se sita a menos de 10 metros de profundidad, lo que facilita su aprovecha-

    miento mediante la realizacin de sencillos pozos. Por otra parte, no es infrecuente la aparicin de fuentes naturales,especialmente en los puntos donde se produce una variacin en el sustrato (entre dos formaciones de distinto origen)y, por tanto, un cambio en el nivel de base del acufero.

    16 En algunos casos pueden desarrollar un sistema fluvial completo, llegando incluso a conformar pequeos niveles deterraza, lo que es indicativo de una dinmica erosivo-acumulativa relativamente intensa durante el Cuaternario.

    17 GARCA FERNNDEZ, F. J. (2006): 925-928.18 CARO BELLIDO, A. (1991): 16-17.19 ROSA, D. de la y MOREIRA, J. M. (1987).

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    6/30

    222 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    son precarias debido a la impermeabilidad y laescasa profundidad del substrato. Ello dificulta

    no slo la puesta en explotacin de determina-dos cultivos, sino tambin la propia ocupacinhumana. El aprovechamiento econmico de es-tas tierras se ha limitado esencialmente al culti-vo de especies herbceas de secano, tales comoel trigo, si bien desconocemos en gran medidael paisaje agrario de esta comarca durante la An-tigedad.

    b) El paleoestuario del Guadalquivir

    Al igual que ocurre con el antiguo golfotartsico, la desembocadura del Guadalquivirconstituye un sistema sumamente activo, frutodel contacto entre los procesos continentales yla dinmica ocenica. Estas circunstancias handeterminado su compleja morfologa, as comoel paulatino desplazamiento del estuario desdela cabecera de la ensenada, en los alrededores deSevilla, hasta su actual ubicacin en Sanlcar de

    Barrameda. Aunque efectivamente los cambiosmorfogenticos se han acelerado fundamental-mente en los ltimos 2000 aos, gracias sobretodo a la intensa actividad antrpica desarro-llada en las mrgenes del Guadalquivir y de susprincipales afluentes, tambin es cierto que elpaleoestuario no permaneci estable en los si-glos que median entre el inicio de la presenciafenicia y el final de la ocupacin romana; muyal contrario, los datos geoarqueolgicos dibujan

    un paisaje en constante transformacin defini-do por el paso de un medio eminentemente ma-rtimo a una amplia llanura aluvial, con brazoscambiantes y un intrincado sistema de mean-dros. Es posible definir las fases de este procesogracias, una vez ms, a los resultados del Pro-yecto Geoarqueolgico de las Marismas del

    rables para el asentamiento humano. Las pobla-ciones asentadas en este lugar se han dedicado

    tradicionalmente a la explotacin de las mrge-nes de la marisma, ya sea con fines agrcolas oganaderos, mientras que la mayor parte de lastierras del interior han permanecido hasta la ac-tualidad como dehesas o zonas de bosque bajo,destinadas al pastoreo o al aprovechamiento delos recursos cinegticos20.

    Estas circunstancias deben, no obstante, sermatizadas en el entorno del Guadiamar, un cur-so navegable en la Antigedad que penetraba

    directamente en la comarca de El Campo y quecomunicaba la cuenca minera de Aznalcllarcon la desembocadura del Guadalquivir. A suindiscutible potencial estratgico hay que unirla capacidad agrcola de sus mrgenes, que con-vierten a este ro desde finales de la Prehistoriaen un foco de atraccin para el poblamiento.

    Por lo que respecta a la comarca de El Cam-po, se trata de una depresin erosiva de unos 30km de largo por 5 o 6 km de ancho que se ex-

    tiende entre Sierra Morena al norte, el escarpedel Aljarafe y la ribera del Guadalquivir al sur.Est formada por colinas alargadas de superfi-cie aplanada y valles marcados a intervalos re-gulares, resultado del modelado ejercido por losafluentes del Guadiamar y del Huelva sobre lasmargas miocenas21. La superficie de la depresindesciende en sentido oesteeste (entre 60 y 40m.s.n.m.) para enlazar con la terraza media de lamargen derecha del Guadalquivir, aunque en este

    punto queda suspendida a ms de veinte metrospor encima de la vega, al abrigo de las inunda-ciones22. El substrato est compuesto principal-mente por margas arcillosas muy impermeables,lo que da lugar a suelos duros, con un acusadocarcter vrtico, aunque relativamente frtiles23.No obstante, las reservas de agua subterrnea

    20 De hecho, todo el reborde suroccidental de la marisma constituye desde la Edad Media una reserva de caza, pertene-ciente durante siglos al Seoro de Sanlcar y convertido hoy en el Parque Nacional de Doana.

    21 DRAIN, M., LHNAFF, R. y VANNEY, J. R. (1971): 18.22Ibid.: 42.23Ibid.: 43.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    7/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 223

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    netr profundamente en el golfo, aunque lalnea de costa y el estuario permanecieronms o menos estables.

    3. A finales del II milenio (c.1280 a. C.) el del-ta haba crecido hacia el sur, dando lugar adominio interior fluvio-lacustre, netamente

    diferenciado de la antigua ensenada litoralpor el estrecho de Coria. Este espacio, que co-nocieron los primeros fenicios a su llegada,se caracterizaba por la alternancia de reasinundables y un ro poco definido con ml-tiples canales entrelazados, separados porbarras de gravas y arenas.

    4. Durante la Edad del Hierro se produce lapaulatina transformacin de este modelo

    Guadalquivir, as como a los estudios llevadosa cabo por F. Borja y M. ngeles Barral en dis-tintos puntos de la llanura aluvial24:

    1. Durante el mximo transgresivo flandrien-se (c. 6000 BP) la desembocadura del Gua-

    dalquivir se situaba a la altura de Coria delRo (estrecho de Coria), dejando tras de s unamplio estuario fluvio-lacustre que ocupabatoda la actual llanura aluvial entre Alcal delRo y Dos Hermanas.

    2. El aporte sedimentario del Guadalquivirdurante la Edad del Cobre (c. 2200 a. C.)dio como resultado la formacin de un del-ta frente a su desembocadura. Este delta pe-

    Fig. 2. Principales ncleos urbanos del paleoestuario del Guadalquivir y el golfo tartsico

    24 AREAGA, O., SCHULZ, H. D. y ROOS, A. M., (1995): 99-134; ID. 43-111; BORJA BARRERA, F. (1995): 24-37; BORJA, F. y BARRAL, M. A. (2005): 5-36.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    8/30

    224 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    les ncleos que, como Itlica u Orippo, que-dan ahora alejados del trfico fluvial.

    El antiguo estuario del Guadalquivir se en-cuentra flanqueado, a su vez, por dos unidadesecolgicas de diferentes caractersticas fsicas yhumanas: los niveles aluviales de terraza, quese disponen principalmente a lo largo de sumargen izquierda, y la plataforma del Aljarafe,que recorre la mayor parte de la orilla derecha.Por lo que respecta a esta ltima, aparece des-crita como una formacin tabular resultado de

    la elevacin de depsitos marinos del MiocenoSuperior, principalmente arenas y arcillas areno-sas relativamente estables, aunque menos resis-tentes que las calcarenitas y calizas arenosas queconforman la mesa de Los Alcores26. Limita aleste con el valle del Guadalquivir, al oeste conel ro Guadiamar y al norte con la llanura deEl Campo, mientras que hacia el sur desciendesuavemente hasta solaparse con las colinas quebordean la margen derecha de la marisma. Las

    tierras del Aljarafe son en su mayor parte alfi-soles sobre arenas calcreas y margas27. Se tratade suelos rojos desprovistos de grava, de texturaarenosa o areno-limosa, con buena permeabili-dad y penetrabilidad de races, aunque escasosen materia orgnica y nitrgeno28. Estas caren-cias vienen compensadas, no obstante, por pre-sencia de un potente manto fretico, cuya pro-fundidad se sita en torno a los 10 m y se inclinade forma regular de norte a sur29. Estos suelos

    ligeros y secos han convertido al Aljarafe duran-te siglos en una regin atractiva para la agricul-tura, especialmente para el cultivo del olivo, queconstituye el elemento paisajstico caracterstico

    fluvial de tipo braided (mltiples canales)en un modelo meandriforme de uno o va-

    rios canales principales. Este proceso, que seintensifica al final del periodo, culmina conla aparicin de una llanura aluvial de carc-ter arcilloso plenamente desarrollada y laconsolidacin de cauces navegables ms omenos definidos25.

    5. En torno al cambio de Era nos encontramoscon la tpica dinmica de un sistema mean-driforme, con desplazamientos laterales decanales, abandono de cauces y una llanura

    de inundacin ms o menos consolidada.Las nuevas condiciones morfo-hidrolgicasde estabilidad que se inician en este momen-to tienen su principal reflejo en la ubicacinde infraestructuras urbanas (instalacionesportuarias, espacios productivos, necrpo-lis) directamente sobre el techo de la vegaaluvial, entre 2 y 4 m.s.n.m.

    6. A finales de la Antigedad y durante los pri-meros siglos Edad Media se producen los

    cambios ms radicales en el paisaje fluvialdel Bajo Guadalquivir, dando lugar, por unlado, a la emergencia de las marismas y, porel otro, a la conformacin de la llanura alu-vial actual. Las condiciones de estabilidadsedimentaria que haban caracterizado a lossiglos del Alto Imperio desaparecieron, dan-do paso a episodios de inundacin que col-mataron, en muchos casos, las construccio-nes que se haban instalado aos atrs sobre

    la llanura de inundacin. Asimismo, los des-plazamientos del canal o canales principalesse acentan en este momento, contribuyen-do al abandono de algunos de los principa-

    25 En este contexto (en torno al siglo I a. C.) es donde debe insertarse la conocida referencia de Estrabn a la navegacinpor el Guadalquivir: As pues, hastaHispalisla navegacin se efecta en embarcaciones de tamao considerable, alo largo de un trecho no muy inferior a quinientos estadios; hasta las ciudades de ms arriba hastaIlipaen barcos mspequeos, y hasta Cordubaen lanchas fluviales hechas hoy da con maderos ensamblados, pero que antiguamente seconfeccionaban a partir de un solo tronco. El tramo superior hasta Castaln no es ya navegable (Str., III 2.3).

    26 DRAIN, M., LHNAFF, R. y VANNEY, J. R. (1971): 39.27 ROSA, D. DE LA y MOREIRA, J. M. (1987).28 CEBAC (1962): 64-65, 158-159.29 DRAIN, M., LHNAFF, R. y VANNEY, J. R. (1971): 39.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    9/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 225

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    oscilando entre ambas mrgenes del valle.Sus aluvionamientos se muestran solapados,

    con gran potencia (entre 6 y ms de 15 m) yfrecuentemente sobremontados por forma-ciones lacustres.

    d. errazas Bajas y Complejo de errazas MuyBajas (-13-14): por debajo de +13-14 m.Corresponden a niveles embutidos de evo-lucin ardiglaciar-Holoceno.

    A nivel edafolgico nos encontramos con uncomplejo de entisoles, inceptisoles y alfisoles so-

    bre arcillas arenosas, arenas, gravas y conglomera-dos de terraza con costras calcreas32. Por lo querespecta a su distribucin, las terrazas superioresson el dominio de los suelos rojos fersialticos,mientras que en las terrazas medias y bajas pre-dominan los suelos pardos y pardos fersialticos,dando paso a los suelos aluviales a partir de losrebordes de la llanura de inundacin33. Estos sue-los pueden ser calificados, en general, como sue-los pobres en elementos nutritivos, en materia or-

    gnica y carbonato clcico, que suele acumularsea profundidades variables en forma de ndulos yencostramientos calcreos34. Este nivel carbona-tado condiciona asimismo la captacin y acumu-lacin de agua fretica, especialmente en las terra-zas altas, donde se sita a poco menos de 5 m deprofundidad, dando lugar localmente a la forma-cin de lagunas cuando el drenaje es deficitario.Por el contrario, el acufero de las terrazas medias,donde los depsitos aluviales son ms arenosos y

    las concreciones calizas ms dbiles, puede alcan-zar los 10 m de espesor35.

    de esta comarca al menos desde poca romana30.Del mismo modo, la proximidad del escarpe del

    Aljarafe a la vega del Guadalquivir y su alturarelativa con respecto a la llanura aluvial lo con-vierten en un lugar idneo para el asentamientohumano, al resguardo de las inundaciones y enconexin con las principales vas de comuni-cacin que se dirigen tanto a la comarca de ElCampo como a los distritos mineros de Aznal-cllar y Sierra Morena.

    Las terrazas del Guadalquivir constituyen,por su parte, un sistema de depsitos aluviales

    escalonados y embutidos que se extienden casisin solucin de continuidad desde el escarpe delos Alcores y los rebordes de la campia, dondesuperan los 150 m.s.n.m. hasta el cauce actual.Los trabajos dirigidos en los aos ochenta por F.Daz del Olmo, E. Vallesp y, en especial, la esisDoctoral de R. Baena, han permitido identificarhasta 14 niveles de terraza, que fueron agrupa-das en cuatro conjuntos morfogenticos31:

    a. Altas opografas aluviales y Complejos deerrazas Muy Altas (1-4): entre +200-215 m y +142-145 m. nicamente se lo-calizan en el valle medio a modo de retazosaislados.

    b. Complejo de errazas Altas (5-9): entre+142-145 m. y +50 m. Estn presentes entoda la margen izquierda del valle y consti-tuyen el cierre de la cuenca hidrogrfica delCorbones por el norte.

    c. Complejo de errazas Medias (10-12):entre +45-55 m y +35-40 m. Se presentan

    30 CARABAZA BRAVO, J. M. (1999): 226.31 DAZ DEL OLMO, F. y VALLESP, E. 1988: 3735; VALLESP, E. et al.1988: 5969; DAZ DEL OLMO, F.

    et al.(1989): 33-42; DAZ DEL OLMO, F., VALLESP, E. y BAENA, R. (1992): 193-210; BAENA ESCUDERO,R. (1993).

    32 ROSA, D. DE LA y MOREIRA, J. M. (1987).33 DAZ DEL OLMO, F. et al.(1989): 40.34 CEBAC (1962): 156. Los horizontes carbonatados son frecuentes en las terrazas altas, dando lugar a la formacin de

    costras calcreas cuya potencia puede llegar al metro de espesor, mientras que en las terrazas medias la concentracinde carbonatos no supera la formacin nodular o laminar, menos densa y ms pulverulenta: DRAIN, M., LHNAFF,

    R. y VANNEY, J. R. (1971): 56-57; DAZ DEL OLMO, F. et al.(1989): 39.35 DRAIN, M., LHNAFF, R. y VANNEY, J. R. (1971): 57-58.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    10/30

    226 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    anteriores38. El pudor cientfico y el rigor en elanlisis del registro arqueolgico exigen analizar

    todos y cada uno de los recursos documentalesque, como veremos infa, permiten alejar la ideade un entorno homogneo en sus estrategias ydesarrollos histricos, y percibir la individuali-zacin de stos como el fenmeno ms caracte-rstico.

    Dicho de otra manera, no se pueden estable-cer patrones de comportamiento poblacional nimodelos generales de explotacin de recursospues, como hemos visto en las pginas introduc-

    torias, el paisaje de esta extensa regin es muydiverso, por lo que la adaptacin de las comuni-dades a stos y su implantacin en el territoriotuvieron lgicamente respuestas variadas. Dehecho, grosso modo, podemos distinguir hastacinco reas que pueden ser individualizadas poruna u otra razn: 1) el litoral occidental de la en-senada tartsica, 2) la antigua desembocadura yel curso del ro Guadiamar, 3) la paleodesembo-cadura del Guadalquivir, 4) la orilla nororiental

    de la ensenada (aproximadamente los trminosmunicipales de Dos Hermanas y Los Palacios yVillafranca), y 5) los esteros de la orilla surorien-tal, desde Las Cabezas de San Juan hasta Sanl-car de Barrameda.

    Lo cierto es que la base documental litera-ria y arqueolgica sobre la que se debera basarnuestro estudio es, en cuanto a la exgesis litera-ria, extremadamente lbil, y en lo que respecta alregistro arqueolgico, desigual y de interpreta-

    cin compleja. Por este motivo nos limitaremosa exponer la documentacin y el estado actualde los conocimientos, no sin aprovechar la oca-sin de proponer algunas hiptesis sobre las que

    Estas terrazas, sobre todo las superiores,han constituido tradicionalmente medios poco

    productivos para la agricultura debido a las di-ficultades que presentan sus suelos rojos, conabundantes cantos y gravas en superficie, y pro-vistos de una costra caliza a escasa profundidadque impide no slo su roturacin, sino inclusoen ocasiones la penetrabilidad de las races36.Como veremos a continuacin, la margen iz-quierda del antiguo estuario no sostuvo unaocupacin permanente durante la Protohisto-ria, salvo en los rebordes de las terrazas medias y

    bajas, orientados hacia la vega del Guadalquivir,inicindose una tmida explotacin agrcola conasentamientos estables slo a partir de la colo-nizacin llevada a cabo por Roma en torno alcambio de Era. Desde entonces estas tierras sehan destinado casi con exclusividad al cultivodel olivo37, que perdura hasta nuestros das enmunicipios como el de Dos Hermanas, La Rin-conada, Los Rosales, Fuentes de Andaluca, LaCampana o cija.

    II

    Consideramos prematura, y por ende arries-gada, la pretensin de exponer una visin com-pleta y sinttica del poblamiento y de la explo-tacin de los recursos en las comarcas ribereasde la ensenada btica en poca prerromana sinrecurrir a generalidades y a tpicos como la fera-cidad de las campias y las posibilidades econ-

    micas brindadas por el carcter martimo-fluvialdel entorno, o el recurso a la extrapolacin delos datos transmitidos por los autores grecola-tinos, Estrabn fundamentalmente, a perodos

    36 GRANADO, C. y SANCHO, F. (1985): 113 y 115.37Ibid.: 115.38 Los antecedentes ms reseables, aunque insertos en estudios generales, en PELLICER, M. (1983): 825-836;

    ESCACENA CARRASCO, J. L. (1987): 273-298; ESCACENA CARRASCO, J. L. y BELN DEAMOS, M.(1997): 137-159; BELN DEAMOS y ESCACENA, J. L. (1997): 137-160; BELN DEAMOS, M. (2000): 79-115; ESCACENA CARRASCO, J. L. (2000a): 116-136; IZQUIERDO, R. y FERNNDEZ, G. (2005): 709-730;FERRER, E. y BANDERA, M. L. de la (2005): 565-574; FERRER, E. et al.(2007): 195-224. El estudio ms com-pleto y pormenorizado en GARCA FERNNDEZ, F. J. (2003): 1008 ss.; ID.(2005): 891-900.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    11/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 227

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    temente44, de las concomitancias que desde elpunto de vista sociopoltico y de la morfologa

    urbana de los asentamientos exista entrelas poleis griegas y las extremo-occidentales alfinal de la poca arcaica. Con ello queremos de-cir que estos perigetas griegos, que tenan unaimagen del Extremo Occidente basada en par-te en la visin autptica de aquellos navegantesjonios45frecuentadores de los emporios feniciosde arteso (Gadir, Onuba), no conceban estosparajes como lugares ajenos a la civilizacin eindisolublemente unidos al mito, sino como es-

    pacios integrados en la ecmene, en los que eraposible el desarrollo de poleis. Como seala O.Murray46, laspoleis mencionadas por Hecateo yotros autores de poca arcaica responden a unprototipo de ciudad-estado no exclusivamen-te griego, caracterizado por su situacin en lasprincipales rutas comerciales y por disponer dereas de mercado, por mantener un alto gradode autonoma poltica y generar fenmenos deaculturacin en las reas tribales circundantes.

    Ahondando en este concepto, hasta bien entra-do el siglo VI a. C. el trminopolisera sinnimode hbitat protegido por una acrpolis47.

    Por ello, y porque la visin que proporcio-naron estos perigetas era exclusivamente lito-ral, podemos atribuir a estas poleis de Tartesouna localizacin en la ensenada btica o, conmenor probabilidad, en el golfo de Cdiz48. Y

    las investigaciones futuras debern ejercer su la-bor crtica.

    Primeramente, pocas, por no decir ningu-na, son las referencias literarias griegas directasanteriores a la conquista romana atribuibles cla-ramente a esta regin, si exceptuamos lgica-mente todas aquellas que hablan de Tarteso ytartesios, ya lo consideremos hidrnimo, cor-nimo o etnnimo, pues toda esta rea se integrindiscutiblemente en lo que geogrficamente sepretenda referenciar con ellos: los habitantes ylas tierras situadas ms all de las Columnas de

    Heracles baadas por el ro homnimo39.Citas aisladas, probablemente originarias de

    Hecateo de Mileto, refieren los nombres de dospoleis de Tartessos-Tartesia, Elibirge40 e Ibila41,dos hapaxque impiden hacer una valoracin m-nimamente verosmil no slo de su localizacinaproximada, sino tambin de cualquier otro as-pecto referencial. an slo en el caso de Ibilalafuente especifica que tena minas de oro y plata,lo que, como seala E. Ganguntia42, concuerda

    bien con otros topnimos y etnnimos arcai-cos de Iberia relacionados con metales, como lamastienaMolibdina, la del plomo.

    Sin embargo, aunque indirecto, el uso deltrminopolisy la existencia de poleis entre tar-tesios y mastienos, independientemente delproblema de su filiacin tnica43, pueden serindicativos, segn hemos interpretado recien-

    39 Plantear en esta nota el problema de la localizacin geogrfica deTarteso

    entre griegos y latinos sera poco menos queingenuo, porque la bibliografa es abundante y divergente; no obstante recomendamos la lectura de los siguientesautores: G. WAGNER, C. (1986): 201-228; DE HOZ, J. (1989): 25-43; PLCIDO SUREZ, D. (1993): 81-90;ALVAR EZQUERRA, J. (2000): 37-67; LVAREZ MAR-AGUILAR, M. (2005):passim; ID. (2007): 477-492;DOMNGUEZ MONEDERO, A. (2008): 227-315.

    40FGrHist 38; THA IIA 23h.41FGrHist 45 Nenci; THA IIA 23i. Por homofona, algunos autores la han identificado conIlipa, la actual Alcal del

    Ro.42 THAII A 23, p. 152.43 LVAREZ MAR-AGUILAR, M. y FERRER ALBELDA, E. (e. p.); FERRER ALBELDA, E. y LVAREZ

    MAR-AGUILAR, M. (e. p.).44 FERRER ALBELDA, E. y GARCA FERNNDEZ, F. J. (2007a): 663-664.45 DE HOZ, J. (1989): 25-43.46 MURRAY, O. (2000): 238. Vid. FERRER ALBELDA, E. y GARCA FERNNDEZ, F. J. (2007a): 659.47 SAKELLARIOU, M. (1989): 375-379.48 La identificacin deElibirgaconIliturgi, la actual Granada, se debe a una lejana homofona pero contradice la segura

    ubicacin atlntica de arteso: uideTHA II A 23, p. 152, nota 304.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    12/30

    228 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    conforme prospectamos tierra adentro52. Si delBronce Final y del perodo orientalizante dispo-

    nemos de evidencias poblacionales como las deSan Bartolom de Almonte53, Pealosa54, y anms al interior, ejada la Vieja55y ejada la Nue-va, en los siglos posteriores la nmina se reducedrsticamente a estos dos ltimos yacimientos,el primero de los cuales cesa en su habitacindurante el siglo IV o en el III a. C., mientras queejada la Nueva, antiguaItuci, contina su habi-tacin hasta poca moderna56.

    Los dos primeros sitios son poblados de

    cabaas con una cronologa antigua (fines delsiglo IX-comienzos del VIII a. C. en datacinrelativa) y de vida corta, relacionados con lasexplotaciones mineras de Aznalcllar y la trans-formacin metalrgica. Las dataciones arcaicasrecientes de la presencia fenicia en el rea tartsi-ca, concretamente en Onubay en Gadir, permi-ten explicar la funcionalidad de estos pobladoscomo puntos intermedios de transformacin delmineral entre el rea de extraccin y los puertos

    fenicios. Su corta vida ha sido justificada por lafundacin a fines del siglo VIII a . C. de ejada laVieja, que debi absorber mediante un procesode sinecismo a todos los poblados diseminadosen el entorno.

    Esta iniciativa debi provenir sin duda deuna decisin que difcilmente pudieron tomarunas comunidades aldeanas poco articuladas,sin experiencia en la construccin planificada

    aunque las referencias literarias no hayan reco-gido o no se hayan conservado ms datos so-

    bre la emergencia de poleisen este mbito geo-grfico49, es posible argumentar en favor de estahiptesis a travs del anlisis del registro arqueo-lgico. Esta documentacin es paradjicamentecuantiosa, aunque escasamente sistematizada ydeficientemente publicada. Un ejemplo: toda laorilla oriental de la ensenada btica ha sido pros-pectada de forma sistemtica, desde el trminomunicipal de Dos Hermanas (Sevilla) hasta elde Sanlcar de Barrameda (Cdiz), e incluso

    disponemos de algunas excavaciones arqueo-lgicas; sin embargo gran parte de estos datospermanecen inditos o se limitan a sucintos in-formes50.

    Realizaremos seguidamente un recorridopor las orillas del lacus Ligustinus, exponiendoel estado de los conocimientos y algunas hip-tesis de trabajo.

    1) La ribera occidental de la ensenada es

    quizs la que tiene un mayor nivel de desconoci-miento por la escasez de actividades arqueolgi-cas en estas comarcas. Ecosistemas poco adecua-dos para el asentamiento humano, pero sobretodo, la ausencia de actividades de prospeccinsuperficial sistemtica51, proporcionan una ima-gen quizs distorsionada de un gran vaco po-blacional que aumenta a medida que la crono-loga se acerca a la poca romana y disminuye

    49 Otro testimonio de unapolisen la artside es el referente a Gadira, nombre con el que Pseudo-Escilax nombra a dosislas, en una de las cuales se sita la ciudad (Per. 1 y 111; THA IIB 61a y d). Otraspoleissituadas en las inmediacionesde las Columnas de Heracles, aunque no necesariamente en el rea atlntica, son la Calatede Hecateo (FGrHist 39Jacoby; THA IIA 23a) -la Calatusa de foro(FGrHist 70; THA IIB 63i)-, yJera (FGrHist 115; THA IIB 64a), ciu-da referida por eopompo a mediados del siglo IV a. C.: FERRER ALBELDA, E. y GARCA FERNNDEZ, F. J.(2007a): 655.

    50 Uno de los primeros trabajos que llamaron la atencin del inters del mbito marismeo para el estudio del dobla-miento prerromano en EJERA GASPAR, A. (1977): 207-215.

    51 A principios de los 90 se acometi la catalogacin del patrimonio arqueolgico del Parque Nacional de Doana y suentorno, aunque los trminos prospectado se limitaron a Puebla del Ro, Pilas y Villamanrique de la Condesa, todosen la provincia de Sevilla: SALAS, J. y MESA, M. (1997a): 786.

    52 Una imagen sumamente descriptiva es la de GMEZ OSCANO, F. (1997): 228, Fig. 34.53 RUIZ MAA, D. y FERNNDEZ JURADO, J. (1986):passim.54 GARCA SANZ, C. y FERNNDEZ JURADO, J. (2000): 5-87.55 FERNNDEZ JURADO, J. (1987):passim.56 JIMNEZ, A. (1977): 223-238; BLANCO, A. y ROHENBERG, B. (1981); VIDAL ERUEL, N. (2004): 218.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    13/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 229

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    torio que enlaza con la ierra Llana onubense engran parte deshabitado por las escasas condicio-nes agrolgicas del suelo. Algo ms al interior, elterritorio estara articulado desde fines del sigloVIII a. C. por un asentamiento urbano, ejadala Vieja, que con Onuba eIlipla, tambin prota-

    gonistas de precoces procesos de urbanizacin,conformaban una red de drenaje de recursosmineros de sus respectivas reas de captacin.En el caso de ejada la Vieja, parece claro que el

    de un asentamiento, ni de defensas de tal en-vergadura y determinadas caractersticas cons-

    tructivas57. Si la fundacin de la ciudad, de unas6,5 ha unas dimensiones intramuros similaresa la de ciudades coloniales fenicias coetneas,se debi al inters por centralizar y proteger laproduccin metalrgica, tal iniciativa debi es-tar al menos pactada con las comunidades feni-cias que ya llevaban asentadas algunos deceniosen Onuba, Gadir o en la desembocadura del roTarteso(Caura, El Carambolo58).

    Otras experiencias, como la del Castillo de

    Doa Blanca59, Malaka60, o La Fonteta61, ava-lan la puesta en marcha de estrategias en lasque la poblacin local deshabit sus pobladosy se integr en los asentamientos fenicios, enunas condiciones difciles de evaluar pero queapriorino deben ser consideradas exclusivamen-te como resultado de relaciones pacficas. Losfenmenos de convivencia como consecuenciade matrimonios mixtos y de pactos entre las co-munidades locales y los grupos forneos, dieron

    lugar a mltiples y complejas manifestacionesde hibridacin tnica y cultural62, pero sin dudacoexistieron con otras estrategias coercitivas enlas que la poblacin local fue diezmada o escla-vizada63, o bien sta opuso una tenaz resistenciaa la implantacin, y suscitara, entre otras reac-ciones, el amurallamiento de las nuevas funda-ciones, como Castillo de Doa Blanca y ejadala Vieja.

    En sntesis, en el estado actual de nuestros

    conocimientos no se pueden definir unas pau-tas claras en los patrones de asentamiento y deaprovechamiento de recursos por falta de datos,an cuando pesa la imagen de un extenso terri-

    Fig. 3. Trmino Municipal de Dos Hermanas. Muestra de po-

    blamiento de poca protohistrica y romano republicana se-

    gn Garca Fernndez (2006)

    57 FERNNDEZ JURADO, J. y GARCA SANZ, C. (2001): 165-166; ESCACENA CARRASCO, J. L. (2002b):69-106; ESCACENA, J. L. y FERNNDEZ, G. (2002): 111-112.

    58 FERNNDEZ A. y RODRGUEZ AZOGUE, A. (2007a).59 RUIZ MAA, D. (1993): 55.60 FERNNDEZ, L. E., SUREZ, J. y MAYORGA, A. (1997): 246.61 VIVES-FERRNDIZ SNCHEZ, J. (2005): 183 ss.62 ID. (2005):passim.63 MORENO ARRASIO, F. (1999): 149-177; ID.(2000): 153-174.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    14/30

    230 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    cvica, con magistraturas ciudadanas capaces deponer en funcionamiento una ceca, elegir los ti-

    pos monetales que la definen, la metrologa y elalfabeto, lo que indica no slo un inters por au-todefinirse como ciudadanos de yptgrsino tam-bin como pnico-parlantes y como miembrosde una comunidad ms amplia integrada por lasprincipales ciudades fenicias de la artside ydel Crculo del Estrecho.

    2) Un segundo mbito geogrfico claramentediferenciado es el definido por el ro Guadiamar,

    hoy tributario del Guadalquivir, aunque en la An-tigedad desaguaba directamente en la ensenadabtica70. Se ha identificado sin discusin con el roMaenubamencionado por Plinio (nat.3.11-12),una arteria navegable como refiere este mismoautor, organizadora del poblamiento prerromanoy romano, que conocera prematuros fenmenosde urbanizacin semejantes a los que se estabandesarrollando en la ierra Llana y los mbitos li-torales cercanos. En poca romana el territorio se

    articul, de sur a norte, mediante tres oppidaconnombres claramente prerromanos: Olontigi(pro-bablemente Aznalczar, Sevilla),Laelia (Cerro dela Cabeza, Olivares, Sevilla) yLastigi, no localiza-da, o identificada dudosamente con Aznalcllar(Sevilla)71. De las tres, slo se han llevado a caboexcavaciones arqueolgicas en el Cerro de la Ca-beza72, centradas en la ciudad romana, pero hayevidencias superficiales de habitacin atribuibles,al menos, al perodo orientalizante73.

    mineral provena de las minas de Aznalcllar, yque estaba destinado a una nueva manipulacin

    en el Castillo de Doa Blanca despus de un pri-mer procesamiento64.

    Por los datos publicados, no queda claro siel abandono de ejada la Vieja se produjo a finesdel siglo IV o como consecuencia de la llegadade Amlcar Barca65, pero parece fuera de todaduda que ejada la Nueva, a tan solo 5 km al surdel yacimiento homnimo, estaba ya habitadacon anterioridad, si bien se desconoce su enti-dad66. ampoco hay dudas de su identificacin

    con la Ituci de la literatura grecolatina y con laceca pnica (yptgr) y latina que emite con estemismo nombre67. De esta ciudad se ha destacadosu vocacin agrcola y ganadera, como dejaranver sus tipos monetales y las condiciones agro-lgicas de su entorno, as como un aprovecha-miento, ciertamente en regresin con respectoa momentos ms antiguos, de los recursos mine-ros, sobre todo plata y hierro68.

    Sin embargo ha pasado casi desapercibido

    el problema que, desde el punto de vista tnico,supone la existencia de una ciudad que en el si-glo II a. C. emite monedas con leyendas en al-fabeto pnico normalizado. La explicacin quehemos propuesto para este fenmeno adviertesobre los sustratos fenicios y los adstratos pni-cos que inciden en la conformacin, en esta co-munidad, de una identidad de marcado carctersemita69. Los principales rasgos que la definiranseran el carcter urbano, es decir su identidad

    64 HUN ORIZ, M. (1995): 455.65 VIDAL ERUEL, N. (2004): 218.66 CAMPOS, J. y VIDAL, N. (1999): 234.67 VIDAL ERUEL, N. (1997):passim; EAD.(2004):passim.68 EAD. (1997): 45.69 FERRER ALBELDA, E. (2004):passim.70 En la parte de la marisma correspondiente al trmino municipal de Puebla del Ro slo se ha registrado sintomtica-

    mente un yacimiento del perodo orientalizante (Puebla del Ro III), documentado por PONSICH, M. (1991):138-141. De poca turdetana M. Ponsich document dos, Estacada de Alfaro y Al Galope, de los cuales ya noquedaban evidencias superficiales cuando se prospect a principios de los 90: SALAS, J. y MESA, M. (1997b): 792.En el trmino de Pilas, algo ms al interior, no se ha hallado ningn yacimiento prerromano: SALAS, J. y MESA, M.(1997c): 800; y en el Villamanrique de la Condesa, slo Chillar I: SALAS, J. y MESA, M. (1997d): 808.

    71 SEZ, P. et al.(2003): 506-507.72 CABALLOS, A. ESCACENA, J. L. y CHAVES, F. (2005):passim.73 CABALLOS, A. (2005): 25.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    15/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 231

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    cundante tambin debi constituir un factorcoadyuvante77. La gran cantidad de escorias ha-

    lladas en superficie y el muelle fluvial del Cerrode la Cabeza abonan esta idea. Asimismo, la es-coria de slice libre hallada en superficie enel Cerro del Castillo de Aznalcllar, relacionadacon la fundicin de la plata y con el litargirio ha-llado en el Castillo de Doa Blanca78, as comola construccin de dos recintos amurallados, eldel Cerro del Castillo y el de Los Castrejones,ambos de discutida cronologa (Bronce Final/perodo orientalizante)79, dan cuenta de la pre-

    cocidad y del esfuerzo invertido en la proteccinde este distrito minero, as como de la estrechavinculacin entre explotacin de las minas ymetalurgia de la plata fenicia. La continuidadde este ltimo hbitat y probablemente de sufuncin en poca postorientalizante est ase-gurada por el hallazgo de nforas tipo PellicerB-C80y D81en su superficie.

    Por ltimo, de Olontigislo se conoce conseguridad su localizacin a orillas del ro Meno-

    ba, al sur de Laelia, probablemente cerca de sudesembocadura82, y tambin la actividad de suceca83. Su identificacin con la actual Aznalc-zar es verosmil84. Llama poderosamente la aten-cin, como en el caso de Ituci, que el alfabetoutilizado en las acuaciones de la ceca sea el p-

    Una ambigua referencia de Estrabn (III2.5), en la que se destaca la importancia de los

    ros y de los esteros de urdetania como vas decomunicacin, y, por esta misma razn, como es-pacios idneos para la ubicacin de ciudades74,ha propiciado que algunos autores especulen so-bre la posibilidad de localizar una cuarta ciudadllamada Menoba en la desembocadura del rohomnimo, ya que todas las ciudades enumera-das por el de Amasa se localizaran en el litoralatlntico y en la ensenada btica. Siguiendo estaelucubracin, esta ciudad fantasma se ha

    querido localizar en Chllar (Villamanrique dela Condesa, Sevilla)75. Sin embargo, la cronolo-ga de este yacimiento, limitada a los siglos VII-VI a. C.76, y la ubicacin unnime en el restode los autores antiguos de este topnimo en lacosta mediterrnea, concretamente en la desem-bocadura del ro Vlez (orre del Mar, Mlaga),invita, por un lado, a desestimar su localizacinen Chllar, y por otro a interpretar la referenciaestraboniana literalmente, pues Menobaes una

    ciudadaestuariay se incluye en los lmites admi-nistrativos de laBaetica.

    Empero, nos interesa destacar que son el roy las explotaciones mineras de la cabecera de lacuenca los principales factores articuladores delterritorio, aunque la feracidad de la campia cir-

    74 As, los habitantes del pas, como han observado la naturaleza de estas regiones y que los esteros podan presentar los mis-mos servicios que los ros, fundaron ciudades poderosas en sus orillas y otros establecimientos, al igual que junto a los ros: en-tre stas figuranAsta,Nabrissa, Onoba, Osonoba,Menobay muchas otras, trad. GMEZ ESPELOSN, J. (1997): 174.

    75 SEZ, P.et al.(2003): 507; CABALLOS, A. (2005): 48. Otra posibilidad es la expuesta por B. Kramer, que identifica hi-potticamente el nombre incompleto de una ciudad denominada Ma- citada en el papiro de Artemidoro con la Mainobade otros autores, si bien esta restitucin es problemtica porque dicha ciudad fue localizada por Estrabn y otros autoresantiguos ms cerca de la desembocadura del Guadalquivir, mientras el sitio del que hablamos es mencionado despus deOnoba. Lamentablemente aqu tambin se perdi la mencin sobre la distancia (Kramer 2006: nota 19).

    76 PELLICER, M. (1983): 833.77 SEZ, P. et al.(2003): 507-508.78 En cuanto a las relaciones internas de la cultura tartsica, los anlisis de istopos de plomo muestran la relacin entre

    Aznalcllar y Castillo de Doa Blanca desde el siglo VIII a. C. En este ltimo lugar se trataran concentrados pro-cedentes de Aznalcllar sin adicin de plomo forneo: HUN ORIZ, M. (1995): 455.

    79 HUN, M. (1999):passim; ESCACENA (2002b): 76-77; ESCACENA, J. L. y FERNNDEZ, G. (2002): 112-113.80 PREZ MACIAS, J. A. (1995): 446, fig. 6: 1 y 2.81 HUN ORIZ, M. (1995): 461, lm I: 21 y 22.82 Plinio (nat 3.12)la sita cerca del roMenubaconLaelia yLastigi. No obstante, la lectura de P. Mela (Chor. 3.5) ofre-

    ce la posibilidad de ubicarla en la costa atlntica, aunque es problemtica.83 ALFARO ASINS, C. (1991): 124-125; EAD .(1997): 104-105.84 SEZ, P. et al.(2003): 506-507.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    16/30

    232 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    mos realizar en estas pginas, que compagine elfactor tiempo con la funcin asignada hipotti-

    camente a los mismos. No obstante expondre-mos las investigaciones ms recientes y propon-dremos algunas hiptesis.

    En la actualidad parece fuera de toda dudaque la gnesis del poblamiento en la paleode-sembocadura del Guadalquivir, al menos taly como estaba conformado en poca romana,tuvo su gnesis en el perodo orientalizante, yque, por lo tanto, era una consecuencia directao indirecta de la colonizacin fenicia. Estos n-

    cleos urbanos, salvo los casos de Cauray Orippo,no tuvieron un origen precolonial, o al menosno hay constancia de ello en el estado actual dela investigacin89. El caso de El Carambolo esparadigmtico: considerado durante dcadascomo un ejemplo prototpico de poblado decabaas tartsico precolonial, en la excavacinen extensin del yacimiento se ha documenta-do en efecto un estrato, sin apenas potencia, concermicas caractersticas del Bronce Final, data-

    do por C14 en 1400-1100 AC90. No obstante,la fosa excavada por J. de M. Carriazo no se co-rresponda con este horizonte, sino con una faseavanzada de la vida de un gran santuario fenicio,construido segn las dataciones radiocarbni-cas hacia 2770 BP 50 (cal. 1020-810 AC, con95,4% de posibilidades)91, por lo que la cons-truccin del santuario se llev a cabo sobre unasuperficie deshabitada.

    El resto de los asentamientos excavados son

    posteriores en el tiempo exceptoCauray Orippo,

    nico normalizado85, lo que parece indicar la vin-culacin de la ciudad a un sustrato fenicio muy

    antiguo, probablemente en relacin con el trfi-co de metales y la navegabilidad del roMenoba,y en poca posterior, la integracin de Olontigien un circuito econmico liderado por Gadir86.

    3) La paleodesembocadura del Guadalquivires, de los cinco mbitos distinguidos, el que pre-senta una mayor complejidad a la hora de definirla funcin y la jerarqua de los asentamientos, lavaloracin de los recursos y su explotacin, as

    como la evolucin del poblamiento durante elI milenio a. C. Esta dificultad estriba en que, enun espacio de extensin muy limitada pero conmultiplicidad de paisajes y recursos, se concen-tr un gran nmero de asentamientos que hacende la antigua desembocadura del Baetis un mi-crocosmos de compleja lectura. Pero, a diferen-cia de otras reas, las actividades arqueolgicasde prospeccin87y excavacin son relativamenteabundantes y la nmina de yacimientos sondea-

    dos es amplia: Alcal del Ro, Itlica, Cerro dela Cabeza de Santiponce, Cerro Macareno, ElCarambolo, San Juan de Aznalfarache, Sevilla,Cerro de San Juan de Coria del Ro, orre de losHerberos, etc88.

    Esta concentracin de asentamientos en lasmrgenes del ro, la mayora de los cuales fueronmunicipios y colonias romanas (Ilipa Magna,Italica, Hispalis, Osset, Caura, Orippo), en unaextensin no superior a los 30 km lineales, pre-

    cisa de un anlisis mas profundo del que pode-

    85 Es evidente que lengua y escritura pnicas seguan siendo instrumentos de comunicacin an prestigiosos.DOMNGUEZ MONEDERO, A. (1995). ambin FERRER ALBELDA, E. (2004): 281-298.

    86 CHAVES RISN, F. y GARCA VARGAS, E. (1991): passim; ID. (1994):passim.87 No obstante, en los estudios territoriales la investigaciones se han centrado en el poblamiento romano: ESCACENA,

    J. L. y PADILLA, A. (1992):passim; SALAS LVAREZ, J. y MESA ROMERO, M. (1994): 145-157.88 Una visin general en ESCACENA CARRASCO, J. L. (2007): 13-28.89 La revisin de las estratigrafas del Bajo Guadalquivir: BELN DEAMOS, M. y ESCACENA CARRASCO, J.

    L. (1992): 65-87; ESCACENA CARRASCO, J. L. (1995b): 179-214.; ID. (2000b):51-58; ESCACENA, J. L.,BELN, M. y BOZZINO, M.I. (199):passim.

    90 La cronologa absoluta es de 3026 29, que calibrada ofrece un 90% de posibilidades entre 1401 a. C. y 1190 a. C.,quedando las restantes por debajo de esta cronologa hasta 1131 a. C. como datacin ms reciente: FERNNDEZFLORES, A. (2005): 70.

    91 FERNNDEZ FLORES, A. y RODRGUEZ AZOGUE, A. (2007a): 103.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    17/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 233

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    do turdetano, de manera que la primera pobla-cin de Sevilla se datara en la segunda mitad del

    siglo VIII a. C., como suburbio portuario y co-mercial del ncleo tartsico de El Carambolo97.

    Frente a este parecer, ya Collantes de ern98propuso el carcter emprico del asentamientoy su origen fenicio, teniendo como bases el es-tudio paleotopogrfico del subsuelo de Sevilla yel origen semita del topnimo respectivamente.En efecto, tres estudios sobre el topnimo re-velan que, en su totalidad o en parte, tiene unaclara raz fenicia99, lo que lo convierte en uno de

    los pocos topnimos fenicios de Iberia, al igualque Gadir, Kart-hadast (Cartagena), y quizsCarteia. Como seala J. Sanmart, parece quelos topnimos nuevos se implantan slo en loscasos del comienzo absoluto de la vida polticade un asentamiento100.

    Lo cierto es que es poco lo que se conoce dela Spal de los siglos VIII-V a. C. No obstante,la reciente revisin de excavaciones y nuevas se-cuencias estratigrficas101 estn revelando que

    en los siglos IV al II a. C. desempe un papelemprico, de centro redistribuidor de produc-tos procedentes de Gadiry del rea del Estrecho,fundamentalmente salazones y aceite envasadoen las nforas -8.1.1.2 y -8.2.1.1, originariosde la campia gaditana y de la Baha de Cdizrespectivamente, as como de productos ignotoscontenidos en las nforas Pellicer B-C y D, se-guramente procedentes del entorno inmediato.

    pues en las excavaciones del Cerro de San Juan sehan hallado cermicas neolticas y evidencias de

    un asentamiento estable ininterrumpido desdeel Calcoltico hasta la actualidad92. El Cerro deSan Juan es un caso similar al de El Carambolo,tanto en cuanto en la cima del promontorio fueconstruido un santuario fenicio atribuido al cul-to deBaal Saphon; pero el modelo de ocupacinentre uno y otro se diferencia en que el primerose integr en un poblado indgena en una fechaposterior, quizs en la primera mitad del sigloVIII a. C93. Asimismo, como en El Carambolo,

    el santuario tuvo una larga vida, hasta el siglo VIa. C., y cinco fases constructivas94.

    La Osset romana tena su solar en el actualmunicipio de San Juan de Aznalfarache. Aun-que se han llevado recientemente excavacionesque han documentado sobre todo la fase roma-na y medieval, poco hay publicado y no se tieneconstancia de un hbitat anterior al perodo tur-detano95.

    La datacin de la fundacin de Spal oIspal,

    presumiblemente coetnea a El Carambolo, noes bien conocida. La nica excavacin que po-dra apoyar un origen precolonial del asenta-miento, adems de la Cuesta del Rosario, es laproblemtica estratigrafa de San Isidoro96; peroesta circunstancia no ha sido bice para adap-tar a Sevilla el esquema secuencial cannico quecomprendera un perodo precolonial, seguidode la fase orientalizante y del subsiguiente pero-

    92 ESCACENA CARRASCO, J. L. (2001): 79; ESCACENA CARRASCO, J. L. e IZQUIERDO DE MONES,R. (2001): 126; ESCACENA CARRASCO, J. L. (2004): 17-32.

    93 ESCACENA, J. L. e IZQUIERDO, R. (2001):128.94Ibid.: 128-129.95 ESCACENA CARRASCO, J. L. (1986): 539-547; ID. (2007): 23.96 CAMPOS, J. A., VERA, M. y MORENO, M. . (1988):passim.97 PELLICER CAALN, M. (1996): 92.98 COLLANES DE ERN, F. (1977): 44-49.99 DAZ EJERA, A. (1982: 20); LIPINSKI, E. (1984): 100-101; CORREA, J. A. (2000): 190.100 SANMARN, J. (1994): 227-247. Curiosamente este autor desestima la posibilidad de un origen fenicio del top-

    nimoIspalpor razones del contexto neocultural o ecolgico: un trmino martimo como pennsula, isla, costa nodebera aparecer en un topnimo continental, lo que invalidara de nuevo la supuesta etimologa punicoide de lasevillana Hispalis (p. 230, en nota 9).

    101 GARCA FERNNDEZ, F. J. y GONZLEZ ACUA, D. (2007): 525-566; JIMNEZ, A. et al.(2006):passim;FERRER, E. et al.(e. p.).

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    18/30

    234 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    hasta convertirse en colonia y en la capital delconuentus hispalense, mientras que Cerro Maca-

    reno se fue eclipsando como asentamiento, has-ta desaparecer hacia 100 a. C.

    Como hemos visto, el poblamiento en laorilla izquierda del ro ha estado muy condicio-nado tanto en nmero de asentamientos comosu funcin por la geomorfologa del suelo ypor la intensa incidencia del ro y de las mareasen el entorno. Los ncleos de habitacin son,consecuentemente, menores en nmero, y porsus condiciones portuarias naturales, surgieron

    en funcin de la navegacin y del trfico comer-cial. La alfarera es tambin una actividad prefe-rente en ellos por la abundancia de depsitos dearcillas aluviales. En contraste, el poblamientoen la orilla derecha tiene una articulacin dife-rente, pues los emplazamientos elegidos son loscerros que coronan la cornisa del Aljarafe, en al-tura, con buena visibilidad, aunque no por elloestuvieron de espaldas al ro. Salvo Caura, en elpaleoestuario del ro, el resto de los asentamien-

    tos que han sido excavados tienen una cronolo-ga posterior a las primeras fundaciones feniciascercanas.

    Las excavaciones recientes en Alcal del Ro,antiguaIlipa, han documentado algunas reas dehabitacin no anteriores a los siglos VIII-VII a. C.y su necrpolis, La Angorrilla, algo posterior en eltiempo, de los siglos VII-VI a. C107. La continui-dad del asentamiento a partir del siglo V a. C. estgarantizada por la estratigrafa de la calle Cilla108.

    En poca turdetana, y a juzgar por el registro ce-rmico documentado en esta ltima excavacin,Ilipa no se mantuvo al margen del dinamismo im-preso por Gadir, y, como Cerro Macareno, recibien una proporcin no despreciable los productos

    El predominio de envases anfricos sobre otrasproducciones en todos los contextos revisados

    de los siglos IV al II a. C. es ya un dato signifi-cativo que parece evidenciar la proliferacin deedificios, instalaciones artesanales102y basurerosrelacionados con el almacenamiento y la amor-tizacin de los recipientes comercializados.

    Un papel similar debi desarrollar CerroMacareno, aguas arriba de Spal, al que puede su-marse el de centro alfarero103, al menos entre lasegunda mitad del siglo V y la primera del IV a.C104. La cronologa fundacional del asentamien-

    to es tambin colonial, atribuida a mediados delsiglo VIII a. C.105, y desde los primeros estratoslos contenedores anfricos106son los recipientescermicos ms abundantes, y proporcionan unaidea aproximada de los lugares de procedenciade las mercancas que arribaban a sus instala-ciones portuarias: adems de las nforas salsa-rias procedentes del rea del Estrecho, las msabundantes y con un suministro continuo desdefines del siglo VI a. C. hasta el final de la vida

    del asentamiento, y de las olearias de la campiagaditana, estn representadas las nforas griegasy grecoitlicas, y lgicamente son especialmen-te abundantes los contenedores turdetanos(Pellicer B-C y D).

    Cerro Macareno se puede comparar tipo-lgica y funcionalmente con Spal: es un asen-tamiento ubicado en llano, a orillas del ro, coninstalaciones portuarias e industriales, y por ellodirectamente vinculado con el trfico comercial

    y con la alfarera. La diferencia entre ambos es-triba en que ante una hipottica competencia, ypor causas que desconocemos, quizs relaciona-da con la dinmica fluvial, Spal fue incremen-tando su valor como puerto en poca romana,

    102 En las excavaciones del Palacio Arzobispal se ha documentado actividad alfarera en los siglos III-II a. C.103 FERRER ALBELDA, E. y GARCA FERNANDEZ, F. J. (2008): 204.104 FERNNDEZ, F. et al.(1979): 9-93.105 PELLICER, M. et al.(1983): 156.106 PELLICER CAALN, M. (1978):passim.107 FERNNDEZ FLORES, A. y RODRGUEZ AZOGUE, A. (2007b): 69-92.108 FERRER ALBELDA, E. y GARCA FERNNDEZ, F. J. (2007b): 103-130.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    19/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 235

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    primer asentamiento es un poblado con cabaasde planta circular construidas de barro y ramaje,

    y hasta fines del siglo VIII a. C., en fechas con-vencionales, no se construyen edificios de murosrectos, zcalos de piedra y alzado de adobes, pa-vimentos de guijarros o de arcilla apisonada re-vocados con cal y pintados en color rojo114.

    ampoco se conocen los motivos del ulteriortraslado del hbitat al Cerro de San Antonio. M.Pellicer115propone como causa el alejamiento delcauce fluvial la Madre Vieja del Cerro de la Ca-beza, y su proximidad al Cerro de San Antonio,

    donde la superficie habitable y edificable pre-senta mayor extensin para una poblacin msnumerosa y mejor protegida de la inundacin.Los cortes estratigrficos realizados en diversossectores de Santiponce (calle Moret, calle raja-no, Pajar de Artillo, etc.) permiten afirmar quetodo l fue prcticamente habitado y construi-do, con grandes viviendas de planta rectangular,con zcalos de piedra y muros de adobe, de tradi-cin fenicia, formando una urbanstica, algo irre-

    gular, acomodada a la topografa del terreno116.Del asentamiento prerromano nos intere-

    san particularmente dos sectores: el de LosPalacios, donde se document una edificacintripartita identificada por su excavador como ca-pitolio117, aunque por la planta y los materialesse puede comparar con estructuras de almacena-miento. Esta construccin se data entre fines delsiglo V y el III a. C118. Otro sector interesantees el de Pajar de Artillo, dedicado a la alfarera.

    El horno excavado119es tipolgicamente similar

    elaborados o redistribuidos por la ciudad atlnti-ca, entre ellos cermica tica de barniz negro (co-

    pas Cstulo, kylikes, crtera de campana), n-foras de salazones -12.1.1.1 y -8.2.1.1, nforasolearias -8.1.1.2 y vajilla tipo Kuass109.

    La importancia del asentamiento radicara,por un lado, en su ubicacin, en el tramo fluvialen el que se encajona el cauce, a partir del cual yano afectan las mareas y no pueden navegar losbarcos de mayor calado; y por otro, en la cerca-na de las minas de Sierra Morena y en la fertili-dad de las tierras circundantes. Su importancia

    no decreci con el tiempo, sino al contrario110, yde su vitalidad comercial en el siglo II a. C. que-da constancia por la inscripcin neopnica enpizarra con apuntes de contabilidad111, as comopor las emisiones monetales112.

    Aguas abajo, hacia el siglo VIII a. C. la po-blacin se asent en una elevacin destacada delentorno, como da fe el topnimo, Cerro de laCabeza, aunque ste no sera el emplazamientodefinitivo de la poblacin, pues a principios del

    siglo IV a. C. se abandon y, segn la hiptesisms aceptada, se trasladara al vecino (500 m alsur) Cerro de San Antonio, donde siglos des-pus, se fund Italica. No sabemos las causas alas que pudo deberse este fenmeno de asenta-miento y reasentamiento de la poblacin, perola existencia de poblados monofsicos en lla-no en las inmediaciones, como el de Jardn deAl113, permite suponer que la poblacin prefiriante la incidencia fenicia? sitios mejor defen-

    didos y con buena visibilidad. Lo cierto es que el

    109 Ibid.110 La valoracin del papel deIlipaen poca romana en CHIC, G. (2007): 149-170.111 ZAMORA, J. A. et al.(2004): 77-89; ZAMORA LPEZ, J. A. (2007): 131-147.112 CHAVES RISN, F. (2007): 211-226.113 Yacimiento recientemente excavado, en el que se han excavado cabaas de planta de tendencia circular, silos y un

    enterramiento bajo la cabaa, con una cronologa alta, aunque con materiales de cronologa colonial.114 DOMNGUEZ DE LA CONCHA, C., CABRERA, P. y FERNNDEZ JURADO, J. (1988): 119-186;

    PELLICER CAALN, M. (1998): 160.115 Ibid.(1998): 161.116 Ibid.117 BENDALA, M. (1975): 861-868; ID.(1983): 31-74.118 PELLICER CAALN, M. (1998): 152.119 LUZN NOGUE, J. M. (1973): 17.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    20/30

    236 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    durante el I milenio a. C. se caracteriza por unpoblamiento escaso y concentrado en dos o tresncleos. Razones de ndole econmica, sobretodo la composicin de los suelos, y una extensallanura desprovista de elevaciones y carente dedefensas naturales, propiciaron esta atona po-blacional que contrasta con la densidad del po-

    blamiento en las tierras situadas ms al interiory al sur de Conobaria.En la misma desembocadura del ro, en su

    margen izquierda, en el yacimiento de orre delos Herberos (Dos Hermanas, Sevilla), se ubicOrippo, uno de los oppidamencionados por Pli-nio (nat 3.11), entre los ms destacados de la B-tica. Los datos de las excavaciones arqueolgicasy los hallazgos superficiales permiten intuir una

    a las estructuras fornceas de Gadir(1, 2 y 3 deorre Alta), que, como ha sealado A. M. Sez,responde a rasgos tecnolgicos cartagineses in-troducidos a fines del siglo III a. C., fruto dela presencia brcida y posiblemente del fluidocontacto mercantil y consiguiente trasiego depersonas e ideas120.

    4) En la ribera oriental del lacus Ligustinushemos distinguido dos reas utilizando comocriterio el tipo de poblamiento. Los trminosmunicipales de Dos Hermanas y Los Palacios yVillafranca, ambos en la provincia de Sevilla, secorresponden aproximadamente con el territo-rio comprendido entre la paleodesembocaduradelBaetisy la antigua Conobaria. Su habitacin

    Fig. 4. Trmino municipal de Lebrija. Muestra de poblamiento de poca protohistrica y romano republicana segn Garca

    Fernndez (2006)

    120 SEZ ROMERO, A. M. (2008): vol. 1, 204.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    21/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 237

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    momento slo se han detectado indicios de po-blamiento prerromano en dos yacimientos: Ma-

    ribez y Cortijo de Juan Gmez. Los hallazgossuperficiales en ambos no prueban una antige-dad anterior al perodo turdetano, aunque tam-poco se puede descartar un origen ms antiguo,como es habitual en otros sitios de su entornogeogrfico y cultural. Con esta escasa muestraslo podemos atisbar una articulacin del terri-torio segn un modelo mononuclear, es decir,la existencia de un nico hbitat que absorbe ala poblacin campesina dedicada a las labores

    agrcolas en un radio de accin prximo al asen-tamiento. Este modelo pervivi hasta los siglosI-II d. C., cuando surgen asentamientos ruralestipo villay otros menores127.

    5) Este modelo de poblamiento contrastapatentemente con el que se dibuja al sur del tr-mino palaciego, mucho ms poblado, basado enun modelo polinuclear, lo cual se traduce en unmayor nmero de asentamientos de primer or-

    den u oppida, que a la postre se convertiran enciudades romanas como Conobaria, Nabrissa,AstaoEboura, y tambin en una mayor diversi-ficacin tipolgica de los asentamientos.

    La causa de este cambio no es debida, sinembargo, a una documentacin arqueolgicamejor sistematizada, aunque lo cierto es que staaumenta cualitativa y cuantitativamente, sino alas ptimas condiciones agrolgicas del suelo ytambin a la capacidad de los esteros como vas

    de comunicacin, pues la mayora de estas ciu-dades se situaron a orillas de stos. Las prospec-ciones arqueolgicas superficiales han abarcadotoda la antigua lnea litoral, si bien una buena

    habitacin del sitio desde el Calcoltico, aunquelos sondeos estratigrficos no han profundizado

    por debajo de las fases constructivas del siglo IIa. C., y es probable que su desarrollo urbano nofraguara hasta el siglo IV a. C121. Por otro lado, laprospeccin intensiva del trmino municipal122no ha documentado un poblamiento estable delterritorio hasta los siglos II y I a. C., cronolo-ga en la que se inaugura un reducido nmero deasentamientos de escasa extensin en las terra-zas medias y bajas, cercanos a los arroyos y a lastierras frtiles de la vega aluvial123.

    Al sur de Orippo las prospecciones de M.Ponsich124 y las ms recientes125 han propor-cionado una imagen similar a la del litoral oc-cidental: escasos asentamientos que aumentanen tamao y nmero a medida que penetramoshacia el interior (territorios de Utrera, Los Mo-lares o El Coronil). No extraa, por tanto, quela exigua labor investigadora se haya centradoen la especulacin sobre la ubicacin de la ciu-dad romana de Searo126y el recorrido de la via

    Augusta por el trmino palaciego. La labilidaddel poblamiento prerromano se debi proba-blemente a una conjuncin de factores entre losque hay que contabilizar la existencia de reaspantanosas y fcilmente inundables, la ausenciade tierras altas, cerros y atalayas naturales para ladefensa del territorio, y el predominio de suelosarenosos, poco aptos para la agricultura con tec-nologa prehistrica.

    Esta situacin experimenta un cambio en

    poca romana, cuando se dieron las condicionessocio-polticas y tecnolgicas precisas para po-ner en explotacin estas tierras, pero sobre todocuando se sistematiza la via Augusta. Hasta ese

    121 FERNANDEZ GMEZ, F., GUERRERO, J. L. y VENURA, J. J. (1996): 14; GARCA FERNNDEZ, F. J.(2005): 896.

    122 GARCA FERNNDEZ, F. J. et al.(2002): 334-344.123 ID. (2005): 896; ID. (2008):passim.124 PONSICH, M. (1979): 150-153.125 MOURE, R. y FERRER, E. (e. p.).126 Localizada, no obstante, por la mayora de los autores en la orre del guila, en el trmino de Utrera: CORZO, R.

    y OSCANO, M. (1992); SILLIRES, P. (1977); ID.(1990).127 MOURE, R. y FERRER, E. (e. p.).

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    22/30

    238 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    quea isla frente aEbouraque emerga en plenaembocadura de lacus Ligustinus, un paraje de

    paso obligado para aqullos que navegaban ha-cia los esteros y aguas arriba en direccin alBae-tis. La fase de mayor actividad del santuario sepuede atribuir a los siglos IV-II a. C135.

    En el territorio que circunda aNabrissael mo-delo de poblamiento era mononuclear a comien-zos del Iermilenio a. C., aunque a partir de finesdel siglo VI a. C. se fundaron nuevos asentamien-tos de pequeo y mediano tamao algo alejadosdel litoral, sobre cerros y lomas suaves, cercanos a

    arroyos y lagunas, y, por sus caractersticas, orien-tados hacia la explotacin de los recursos agrope-cuarios. Pudo ser una iniciativa de colonizacinagraria programada desde el oppidum, que tenacomo fin la produccin de excedentes agro-pecuarios destinados en parte al mantenimientode la estructura socio-econmica artesanado,administracin, etc. generada por las elites di-rigentes en la incipiente ciudad, as como al desa-rrollo de los intercambios comerciales136.

    Ms al sur, en lo que debi de ser el territoriodeAsta, y a juzgar por los datos proporcionadospor las prospecciones superficiales, la articula-

    parte de la documentacin permanece an in-dita128, de manera que se puede obtener una vi-

    sin de conjunto con ciertas garantas de vero-similitud.

    Este modelo de poblamiento, al menos ensu estructura bsica, tiene races claramente pre-histricas. La primera habitacin de los actualesmunicipios de Lebrija129y Las Cabezas de SanJuan130 se puede retrotraer al Neoltico y a laEdad del Cobre respectivamente, y la de los des-poblados de Mesas de Asta y Cerro de las Vacas,al Neoltico131y Calcoltico132. De Ebouraslo

    disponemos de los datos publicados por Carria-zo133, de los cuales se puede deducir una segurapoblacin en el perodo orientalizante, proba-blemente anterior, y su continuidad hasta po-ca romana134. Se trata, por tanto, de un modelode ocupacin del territorio con una prolongadaproyeccin en el tiempo y estrechamente vincu-lado al aprovechamiento de los recursos mari-nos y agrcolas, pero, sobre todo, a la navegacinpor los esteros.

    En este mismo entorno, los marineros feni-cios fundaron un pequeo santuario, probable-mente hacia los siglos VII-VI a. C., en una pe-

    128 Vase los informes en el Anuario Arqueolgico de Andaluca correspondientes a los trminos municipales derebujena (BARRIONUEVO, F. [2001]: 21-29; BARRIO NUEVO, F. et al.[1999]: 33-36), Jerez de la Frontera(GONZLEZ RODRGUEZ, R. [1991]: 85-88; GONZLEZ RODRGUEZ, R. et al. [1993]: 83-92;GONZLEZ RODRGUEZ, R . et al.[1995]: 71-77; RAMOS, J. y GONZLEZ, R. [1992]: 64-75); y Sanlcarde Barrameda (LAVADO, M. L. [1990]: 126-133). La documentacin del trmino de Lebrija puede consultarseen GARCA FERNNDEZ, F. J. (2003): 651-7856, y una sntesis en GARCA FERNNDEZ, F. J. (2005): 897-898. Las prospecciones del trmino municipal de Las Cabezas de San Juan no han sido an publicadas.

    129 Las excavaciones en Huerto Pimentel proporcionaron una secuencia del Bronce Medio y Final (EJERA GASPAR,A. [1979]: 203-210; ID. [1985]: 87-116). En 1986 se realiz un sondeo estratigrfico en el Cerro del Castillo que do-cument una secuencia interrumpida desde el Bronce Final hasta poca moderna, aunque con estratos del Neolticoy del Bronce Medio: CARO, A. et al.(1987): 168-174; CARO, A. et al.(1999): 186-199. Sobre laNabrissa roma-na: OMASSEI, J. M. (1997): 243-262.

    130 Las primeras evidencias son del perodo Calcoltico (ESCACENA, J. L. y GARCA RIVERO, D. [2007]: 57-61),pero la primera evidencia de hbitat continuado es la de la necrpolis de Rabadanes, datada a fines del siglo IX oprincipios del VIII a. C. (ESCACENA, J. L. y PELLICER, M. [2007]: 93-118). La excavacin en Cerro Marianaha documentado un sector del poblado datado a fines del siglo VIII o comienzos del VII a. C. (BELRN, J. et al.[2007]: 73-92).

    131 GONZLEZ, R. et al.(1995): 217.132 CARO, A. (1985): 9-18 la identifica con la ciudad romana de Conobaria; la bibliografa completa puede ser consul-

    tada en GARCA FERNNDEZ, F. J. (2003): 688-689.133 CARRIAZO, J. de (1970):passim.134 ESCACENA CARRASCO, J. L. (1993): 198-199.135 FERRER ALBELDA, E. (2002): 198-202.136 GARCA FERNNDEZ, F. J. (2005): 898.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    23/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 239

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    cialmente a la produccin de aceite, cuyo mode-lo arquitectnico, y probablemente de explota-

    cin, es con seguridad centro-mediterrneo141.Cerro Naranja142 responde plenamente a esteprototipo.

    La imagen que ofrece la margen izquierda dela ensenada btica entre los siglos VI y II a. C. esel de un extenso territorio diviso en cinco o seisoppida, rtmica y suficientemente distanciadosunos de otros143, que podramos considerar ca-bezas de embrionariaspoleiso ciudades-estado:Orippo, Maribez o Cortjo de Juan Gmez?,

    Conobaria, Nabrissa, Asta y Eboura. odos sinexcepcin estn situados a orillas de un estero oen la desembocadura delBaetis, y sus respetivosterritorios se articularon, entre otros factores,segn las condiciones del suelo y la orografa,predominando el modelo mononuclear en losterritorios septentrionales (Orippo, Maribez-Cortijo Juan Gmez) y el polinuclear en losmeridionales, de los cuales el territorio tericodeAstaconstituye un ejemplo caracterstico del

    contraste entre medio rural y urbano.A Asta se le pueden atribuir funciones ple-

    namente urbanas y estatales, como a otros cen-tros de su entorno (Castillo de Doa Blanca,Gadir), si tenemos en cuenta la extensin de suhbitat, la existencia de una extensa necrpolissegregada del casco urbano144, y sobre todo, yaunque se trate de un documento de principiosdel siglo II a. C., del control y sometimiento deun amplio territorio como se deduce del decreto

    de Paulo Emilio145.

    cin del territorio ya estaba consolidada en el si-glo VIII a. C., a la cabeza del cual emerga el hoy

    despoblado de Mesas de Asta. Estn registradosotros veinte asentamientos datados en esta cen-turia, de los cuales Cuervo Grande 2, Compaa2/2A/3, Compaa 1, Painobo y Cestelo Altoparecen ser los de mayor extensin, y los que re-ciben habitualmente productos fenicios, comocermicas de calidad y alimentos contenidos ennforas137. Durante el siglo VII a. C. hay un in-cremento considerable del tamao de los sitiosconsiderados nucleares y del nmero de los asen-

    tamientos, pues casi se dobla el total. Si este lti-mo tipo de asentamiento se asocia a la residenciade las elites y se caracteriza por los cambios intro-ducidos en los modelos urbansticos y arquitect-nicos inspirados en los cercanos centros fenicios,la mayora de los nuevos sitios seran pequeoscentros dedicados a la produccin agropecuaria,como se ha documentado en otras reas del BajoGuadalquivir138. Estos asentamientos rurales, sitomamos como ejemplo El robal, siguen mo-

    delos arquitectnicos tradicionales, con cabaasde planta circular o elptica139.

    A partir del siglo VI a. C., el nmero de po-blados se reduce prcticamente a la mitad (19),mientras que hay otros (3) de nueva fundacin.Se atribuye este fenmeno a la concentracinde la poblacin en los grandes ncleos, comoAsta140. No obstante, a partir del siglo IV, perosobre todo en el III a. C., el poblamiento ruraltoma un nuevo auge y surge un tipo de asenta-

    miento, denominado equvocamente villa, de-dicado a la explotacin agrcola intensiva, espe-

    137 GONZLEZ RODRGUEZ, R. et al.(1995): 219; GONZLEZ, R . y RUIZ MAA, D. (1999): 88.138 FERRER, E. y BANDERA, M. L. DE LA (2005): 565-574; FERRER, E. et al.(2007): 195-224.139 RUIZ MAA, D. y GONZLEZ RODRGUEZ, R. (1994): 220-221; GONZLEZ RODRGUEZ, R. y RUIZ

    MAA, D. (1999): 91-93.140 GONZLEZ RODRGUEZ, R. y RUIZ MAA, D. (1999): 97.141 CARREERO POBREE, P. A. (2007): 197.142 GONZLEZ RODRGUEZ, R. (1987a): 90-96; EAD. (1987b): 27-44.143 La distancia entre unos y otros, en lnea recta es aproximadamente de unos 22 km, excepto entre Mesas de Asta y

    Eboura, que es menor, de unos 11 km.144 GONZLEZ RODRGUEZ, R., BARRIONUEVO, F. y AGUILAR, L. (1995): 217-220.145 La bibliografa es amplia. Nos hemos ocupado recientemente del problema en FERRER ALBELDA, E. (2006):

    276-277.

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    24/30

    240 Eduardo Ferrer Albelda, Enrique Garca Vargas y Francisco J. Garca Fernndez

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    funcional de los mismos, de los que podemosdistinguir al menos dos tipos: los poblados pro-

    piamente dichos, ubicados en la margen dere-cha, en cerros, a salvo de las peridicas inunda-ciones y con mayores cualidades defensivas; ylos emporios, situados en la llanura aluvial de lamargen izquierda, habitados por una poblacinmenos estable, cuyas huellas arqueolgicas son,preferentemente, almacenes, basureros y alfares.Estos asentamientos de tipo artesanal y comer-cial tenan como funcin la centralizacin deproductos, fundamentalmente agropecuarios,

    y su redistribucin, sirviendo de intermediariosentre las ciudades fenicias y las poblaciones ubi-cadas ro arriba o en las pobladas comarcas de lacampia (Los Alcores, vega del Corbones, etc.).

    Sin embargo el curso del ro como factornico no contribuy, o lo hizo tmidamente, ala implantacin urbana y a la proliferacin deasentamientos de menor rango en extensas reaspoco aptas para la agricultura con tecnologasrudimentarias, con suelos arenosos o con gra-

    va. En la margen derecha de la ensenada tart-sica no se documenta ninguna ciudad en pocaromana, ni en momentos anteriores; los nicosejemplos (ejada la Vieja eItuci) estn a decenasde kilmetros tierra adentro y en reas frtiles, obien en la desembocadura del ro Menoba, don-de cambia notablemente el paisaje.

    El anlisis diacrnico de los procesos de ocu-pacin de estos territorios tambin establece di-vergencias entre unas reas y otras: en la margen

    suroriental del lacus Ligustinusel asentamientode la poblacin y la antropizacin de los paisa-jes se remonta a las primeras sociedades produc-toras, y la estructura bsica del poblamiento seperpeta en el tiempo, al menos en sus ocupa-ciones humanas principales. La contraccin oel desarrollo del poblamiento rural, enten-diendo por ste la proliferacin de pequeas al-deas o factoras satlites de los oppida, fue-ron cclicas y se debieron en todo caso a causas

    polticas y econmicas concretas que deben seranalizadas caso por caso.

    III

    Hecho este repaso sucinto a la documenta-cin literaria y arqueolgica del territorio ale-dao a la ensenada btica en poca prerromana,creemos oportuno proponer algunas hiptesisrelativas a la ocupacin y explotacin de este te-rritorio.

    La primera de ellas es ms una evidencia quepor muchas veces repetida no podemos dejarde reiterar: las condiciones geomorfolgicas yagrolgicas del suelo son determinantes en las

    sociedades prehistricas y antiguas e inclusopreindustriales para la ocupacin y explota-cin del territorio. Lo que parece un lugar co-mn tiene una especial significacin en el en-torno geogrfico que analizamos. Hay reas enla que el poblamiento es difuso, prcticamenteinexistente, en algunos casos hasta poca mo-derna (litoral occidental, marisma de Dos Her-manas y Los Palacios), mientras que en otras lafijacin en el territorio se remonta al Neoltico

    (esteros). Por tanto, no se puede hablar de unmodelo nico de poblamiento sino de diversos,dependientes tanto de la capacidad agrcola delsuelo y de la orografa del terreno, como de unaserie de factores especficos como la existenciade facilidades de comunicacin (ros, esteros),de minas o de otros recursos puntuales, o la di-nmica fluvial.

    Ro y minas, adems de la fertilidad de lossuelos, fueron los factores que contribuyeron

    a la precocidad del fenmeno urbano a orillasdel ro Menoba, y que adoptara un modelo li-neal acomodado al curso fluvial. Esteros y recur-sos agropecuarios condicionaron el desarrollode una red de asentamientos de primer orden,prontamente urbanizados, y de los fenmenosde ruralizacin del territorio mediante laimplantacin de pequeos asentamientos liga-dos a la explotacin directa de los recursos. Ro,agricultura y, en menor media, minera favore-

    cieron la concentracin de asentamientos en ladesembocadura del Baetis y la diversificacin

  • 7/24/2019 2008 Lacus Ligustinus [Ferrer]

    25/30

    Inter aestuaria Baetis. Espacios naturales y territorios ciudadanos... 241

    Maina

    ke,XXX/2008/pp.2

    17-246/ISSN:0212-078-X

    continuado, con almacenes, alfares y residenciasde los comerciantes (Cerro Macareno, quizsSpal), y, en tercer lugar, la integracin de una co-munidad fenicia en un poblado indgena, comoel de Caura, donde se construy un santuario enla parte ms elevada del asentamiento.

    No hubo cambios trascendentes hasta el si-glo VI a. C., a partir del cual hay sntomas deque la presencia fenicia pas por momentos cr-ticos: los santuarios de El Carambolo y Caurafueron arruinados, los emporios de Spaly CerroMacareno registran discontinuidades o dismi-

    nucin drstica de las importaciones, desapare-cen las necrpolis orientalizantes (La Ango-rrilla). Los principales centros continuaron