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  • Ha pasado un ao desde que Ben Holiday compr el reino mgico al mago Meeks,

    por mediacin de los almacenes Rosen s. A su llegada al mismo, comprob que ste haba

    establecido una serie de trampas contra l. Ben las super, y sobrevivi a ellas por la ayuda

    que le prestaron tres amigos leales: Questor Thews, un mago bastante incompetente;

    Abernathy, un perro con la facultad de hablar que desempeaba el cargo de amanuense de

    la Corte; y la adorable Sauce que, a veces, tena que convertirse en rbol. Pero Meeks no se

    dio por vencido y.

  • Terry Brooks

    El unicornio negro

    Reino mgico de Landover #2

    ePub r1.0

    whatsername 19.01.14

  • Ttulo original: The black unicorn

    Terry Brooks, 1987

    Traduccin: Pilar Alba & A. Herrera

    Diseo de portada: Ramon Parada

    Editor digital: whatsername

    ePub base r1.0

  • Para Amanda,

    que ve unicornios que yo no puedo ver

  • Cmo sabes que l es un unicornio? pregunt Molly. Y por qu te asusta que te toque? Te he visto. Tienes miedo.

    No creo que me apetezca continuar esta conversacin contest el gato sin resentimiento. Yo no perdera el tiempo en tonteras semejantes si fuese t. Considera, en primer lugar, que a ningn gato que haya mudado de pelaje al menos una vez se le puede

    engaar con apariencias. En eso difieren de los seres humanos, que se dejan arrastrar por

    ellas. En cuanto a tu segunda pregunta Aqu vacil, y de repente su inters se concentr en su propio aseo; no volvera a

    hablar hasta haberse lamido a contrapelo y despus en sentido contrario. Cuando al fin lo

    hizo no mir a Molly, sino a sus zarpas.

    Si me hubiese tocado dijo en voz baja. Le pertenecera a l y no a m mismo. Peter S. Beagle, EL LTIMO UNICORNIO

  • PRLOGO

    El unicornio negro surgi de la niebla matutina, casi como si hubiera nacido de ella,

    y contempl el reino de Landover.

    La aurora asomaba por el horizonte oriental, igual que una intrusa que sacara la

    cabeza de su escondite para ver la rpida partida de la noche. El silencio pareci hacerse

    ms profundo con la aparicin del unicornio, como si ese insignificante suceso acaecido en

    un rincn hubiera repercutido de algn modo en el valle. En todas partes el descanso dio

    paso a la actividad, los sueos a la vida, y en ese momento de transicin pareci que el

    tiempo se detena.

    El unicornio se encontraba cerca de la cima del borde norte del valle, sobre las

    montaas del Melchor, prximo a la frontera con el mundo de las hadas. Landover se

    extenda ante l, con sus montes arbolados y riscos desnudos que descendan hacia las

    colinas y las praderas, los ros y los lagos, los bosques y la maleza. El color rielaba en

    manchas brumosas a travs de la declinante oscuridad donde los rayos del sol se reflejaban

    en el roco. Los castillos, pueblos y casas eran formas vagas e irregulares, y parecan

    criaturas durmiendo acurrucadas que exhalaban humo al respirar.

    Haba lgrimas en los ojos de fuego verde que recorran el valle de extremo a

    extremo y brillaban con una reencontrada vida. Cunto tiempo! Un arroyo bajaba para acumular sus aguas en un cuenco formado de roca a una

    decena de metros del unicornio. Un pequeo grupo de criaturas del bosque estaba junto al

    borde de ese estanque contemplando con admirado temor la maravilla que acababa de

    materializarse ante ellas. El grupo estaba compuesto por un conejo, un tejn, varias ardillas

    y ratones campestres, un opossum y un joven y solitario sapo. Al fondo, una criatura

    caverncola se funda con las sombras. Dentro de su agujero se aplastaba un wump de

    pantano. Los pjaros estaban inmviles en las ramas de los rboles. La calma lo llenaba

    todo. El nico sonido era el susurro que produca el arroyo al correr sobre la roca.

    El unicornio asinti con la cabeza en reconocimiento del homenaje que le rendan.

    Su cuerpo de bano brillaba en la media luz, la crin y las cernejas destellaban como seda

    agitada por el viento. Los pies de cabra se movan inquietos y la cola de len restallaba

    como un ltigo, en contraste con la quietud circundante. El cuerno cort la oscuridad

    emitiendo un leve brillo mgico. Nunca haba existido una criatura de tanta gracia y

    belleza, y nunca volvera a existir.

    El amanecer irrumpi bruscamente en el valle de Landover, y un nuevo da

    comenz. El unicornio negro sinti el calor del sol en la cara y levant la cabeza

    agradecido. Pero an lo sujetaban cadenas invisibles, y la frialdad de su presencia disip

    casi al instante la calidez del momento.

    El unicornio tembl. Era inmortal y los seres mortales nunca podran matarlo. Pero,

    a pesar de ello, la vida poda serle arrebatada. El tiempo era el aliado del enemigo que lo

    haba aprisionado. Y el tiempo empezaba a avanzar de nuevo.

    El unicornio negro se desliz entre las sombras y la luz, como si fuera mercurio, en

    busca de su libertad.

  • SUEOS

    Esta noche he tenido un sueo dijo Ben Holiday, dirigindose a sus amigos durante el desayuno.

    Fue como si les hubiese dado el parte meteorolgico. El mago Questor Thews no

    pareci orle. Su delgada cara de bho tena una expresin pensativa y su mirada estaba fija

    en un objeto invisible situado a unos seis metros sobre la mesa. Los kobolds Juanete y

    Chiriva apenas levantaron la vista de la comida. El amanuense Abernathy logr mirarlo

    con curiosidad corts, pero para un perro de rostro peludo que miraba habitualmente con

    curiosidad corts, eso no era demasiado difcil.

    Slo la slfide Sauce, que en ese momento entraba en el comedor del castillo de

    Plata Fina, mostr autntico inters con un repentino e inquieto cambio de expresin.

    He soado con mi casa continu l, decidido a no abandonar el tema. He soado con el viejo mundo.

    Perdn? Questor lo miraba ahora, ya de regreso de cualquier planeta que hubiese estado visitando. Perdonadme, he odo algo sobre? Qu sosteis exactamente sobre el viejo mundo, gran seor? lo interrumpi Abernathy con impaciencia, transformando la curiosidad corts en leve desaprobacin.

    Dirigi a Ben una mirada reprobatoria por encima de las gafas. Siempre lo miraba

    de ese modo cuando mencionaba el viejo mundo.

    Ben se inclin hacia delante.

    He soado con Miles Bennett. Recuerdan lo que les cont sobre Miles, verdad? Mi antiguo compaero de bufete. Bueno, pues he soado con l. He soado que tenia

    problemas. No fue un sueo completo. No tena un verdadero comienzo ni un final. Fue

    como si yo llegase a mitad de la historia. Miles estaba en su oficina, trabajando, ordenando

    papeles. Llamaban por telfono, entregaban mensajes, haba personas sentadas en las

    sombras que no poda ver con claridad. Pero pude apreciar que Miles estaba prcticamente

    frentico. Su aspecto era terrible. Preguntaba por m. Preguntaba que dnde me haba

    metido y por qu no estaba all. Yo le llam, pero no me oy. Entonces se produjo una

    especie de distorsin, una oscuridad, un retorcimiento de lo que vea. Miles sigui

    llamando, preguntando por m. En aquel momento, algo se interpuso entre nosotros, y me

    despert.

    Pase la mirada por los rostros que lo rodeaban. Ahora todos estaban pendientes de

    l.

    Pero eso no es todo aadi al instante. Haba una atmsfera de de desastre inminente que acechaba detrs de toda la serie de imgenes. Haba una tensin que daba

    miedo. Era tan real. Algunos sueos son as, gran seor observ Abernathy, encogindose de hombros. Empuj sus gafas hacia arriba y cruz las patas delanteras ante el pecho. Era un

    perro remilgado. Con frecuencia, los sueos son manifestaciones de los temores de nuestro subconsciente, segn he ledo.

    Este sueo no insisti Ben. Fue algo ms que un sueo normal. Fue como una premonicin.

    Abernathy hizo un gesto de desdn.

    Supongo que ahora diris que por la fuerza de estos sueos emocionalmente

  • perturbadores, aunque racionalmente infundados, sents la necesidad de volver a vuestro

    mundo, verdad?

    El amanuense no haca el menor esfuerzo por disimular su preocupacin. Sus

    temores estaban a punto de realizarse.

    Ben vacil. Haba pasado ms de un ao desde que atraves las nieblas del mundo

    de las hadas en algn lugar escondido del bosque de las montaas del Blue Ridge, unos

    treinta kilmetros al suroeste de Waynesboro, en Virginia, y penetr en el reino de

    Landover. Con anterioridad, haba pagado un milln de dlares por ese privilegio,

    respondiendo a un anuncio del catlogo de unos almacenes, actuando ms por la

    desesperacin que por la razn. Lleg a Landover como rey, pero que le reconocieran como

    tal los habitantes del pas no haba sido tarea fcil. Los ataques a su derecho al trono

    llegaron de todas partes. Criaturas cuya existencia ni siquiera hubiera credo posible

    estuvieron a punto de destruirlo. La magia, el poder que gobernaba todo en este extrao

    mundo, era una espada de dos filos que haba tenido que dominar para sobrevivir. Desde

    que tom la decisin de entrar en las nieblas, se vio obligado a aceptar otro concepto de la

    realidad, y la vida que conoci cuando ejerca su profesin en Chicago se convirti en un

    recuerdo alejado de su existencia presente. Sin embargo, esa antigua vida no estaba

    desechada por completo y, de vez en cuando, pensaba en volver a ella.

    Sus ojos se encontraron con los del amanuense. No saba qu respuesta darle.

    Admito que estoy preocupado por Miles dijo al fin. El comedor se qued muy silencioso. Los kobolds dejaron de comer, sus caras de

    mono se inmovilizaron con esas aterradoras semisonrisas que mostraban sus numerosos

    dientes. Abernathy estaba rgido en su asiento. Sauce palideci, dando la impresin de que

    iba a decir algo que no dijo.

    Pero fue Questor Thews quien habl primero.

    Un momento, gran seor solicit con gesto pensativo y uno de sus huesudos dedos sobre los labios.

    Se levant de la mesa, hizo salir de la habitacin a los dos sirvientes que se hallaban

    de pie a ambos lados de las puertas y las cerr. Los seis amigos se quedaron solos en el

    enorme comedor. Pero no fue suficiente para Questor. La gran arcada de la pared opuesta

    comunicaba a travs de un vestbulo con el resto del castillo, y Questor se dirigi a ella con

    sigilo para ver si haba alguien en las proximidades.

    Ben lo observ, lleno de curiosidad, preguntndose por qu tomara tantas

    precauciones. Haba que reconocer que las cosas no eran como en los tiempos en que slo

    ellos ocupaban Plata Fina. Ahora haba criados de todas las edades y categoras, soldados y

    guardianes, emisarios y representantes diplomticos, mensajeros y muchos otros, que

    desempeaban diversos cometidos en la corte; todos tropezando entre s e interfiriendo en

    su vida privada cuando era menos conveniente. Pero la posibilidad de su regreso al viejo

    mundo se haba comentado abiertamente por la mayora de los residentes en el castillo y

    Questor actuaba como si el pueblo de Landover no supiese que Ben no era un landoveriano.

    Sonri con resignacin. Bueno, las precauciones no perjudican a nadie.

    Se estir, relajando los msculos an tensados por el sueo. Era un hombre de

    apariencia normal, de altura y corpulencia media, con el peso distribuido

    proporcionalmente. Sus movimientos eran rpidos y precisos. En su juventud haba sido

    boxeador y an conservaba gran parte de su antigua habilidad. Tena la cara curtida por el

    sol y el viento, la frente alta y los pmulos prominentes, nariz aguilea e inicio de calvicie

    en las entradas. En los extremos de sus ojos comenzaban a notarse finas arrugas, pero stos

  • eran de un azul brillante y fro.

    Desvi la vista hacia arriba. El sol de la maana atravesaba con sus rayos los

    cristales de las altas ventanas y stos danzaban sobre la piedra y la madera pulida. La

    calidez del castillo penetr en l, y pudo sentir su inquietud creciente. El castillo siempre

    estaba escuchando. Saba que lo haba odo hablar del sueo y ahora le responda con una

    manifestacin de descontento. Era como una madre preocupada por un hijo alocado e

    incauto. Era una madre que trataba de mantener a su hijo seguro junto a ella. No le gustaba

    que hablase de dejarla.

    Ben mir disimuladamente a sus amigos: Questor Thews, el mago cuya magia

    fallaba con frecuencia, un espantapjaros con ropas llenas de parches de color y gestos

    complicados; Abernathy, el amanuense de la corte transformado en terrier de pelo liso por

    la magia de Questor, que continuaba as porque ste no consigui hallar la invocacin

    mgica que lo devolviera a su estado original, un perro vestido como un caballero; Sauce,

    la bella slfide que era medio mujer y medio rbol, una criatura del mundo de las hadas

    provista de magia; Juanete y Chiriva, los kobolds que parecan monos orejudos y vestan

    calzones, mensajero y cocinero respectivamente. Al principio, le haban parecido muy

    extraos. Un ao despus, los consideraba amables y fieles, y se senta protegido en su

    presencia.

    Sacudi la cabeza. Viva en un mundo de dragones y brujas, de gnomos, trolls y

    otras criaturas peculiares, de castillos vivientes y magia de hadas. Viva en un mundo de

    fantasa del cual era rey. Lo que haba soado ser, por lo que haba dejado atrs su vida

    pasada. En consecuencia, pareca contradictorio que todava pensara tan frecuentemente en

    ese mundo y esa vida, en Miles Bennett y en Chicago, en las responsabilidades y

    obligaciones que abandon. Los hilos del tapiz del sueo de la noche anterior se

    entrelazaban con sus recuerdos y tiraban de l de modo inexorable. No era fcil de olvidar

    aquello a que haba dedicado muchos aos y esfuerzos.

    Questor Thews se aclar la garganta.

    Yo tambin he tenido un sueo esta noche, gran seor dijo, ya de vuelta de su reconocimiento. Ben fij la vista en l. La alta y estrafalaria figura se inclin sobre su silla

    de respaldo alto, con sus ojos verdes perdidos en la distancia. Se rasc la barba con dedos

    huesudos y habl empleando un susurro cauteloso. He soado con los libros de magia desaparecidos!

    Entonces comprendi Ben las precauciones tomadas. Pocos en Landover conocan

    la existencia de esos libros. Haban pertenecido al hermanastro de Questor, el anterior mago

    de la corte de Landover, un tipo que Ben haba conocido como Meeks en el viejo mundo.

    Fue Meeks, asociado con el insatisfecho heredero del trono, quien haba vendido a Ben el

    reino por un milln de dlares; seguro de que caera en alguna de las numerosas trampas

    dispuestas para destruirlo, seguro de que, cuando al fin fuese eliminado, el reino volvera a

    l y podra venderlo de nuevo. Meeks haba intentado ganarse la colaboracin de Questor,

    prometindole los conocimientos impresos en los libros de magia escondidos. Pero

    Questor, a pesar de eso, se ali con Ben, eludiendo todas las trampas que Meeks haba

    tendido, cortando los lazos que lo unan al anterior mago con Landover.

    Los ojos de Ben permanecan fijos en los de Questor. S, Meeks se haba ido, pero

    los libros de magia seguan en algn lugar del valle Habis odo lo que he dicho, gran seor? Los ojos de Questor chispeaban de excitacin. Los libros desaparecidos, la magia compilada por los magos de Landover desde el amanecer de la creacin del reino! Creo que s dnde estn! Lo vi en mi sueo!

  • Sus ojos bailaban y su voz baj an ms de tono. Estn escondidos en las catacumbas de la fortaleza ruinosa de Mirwouk, prxima a la cumbre del Melchor. En mi sueo, yo

    segua a una antorcha que ninguna mano sustentaba, la segua a travs de la oscuridad, a

    travs de tneles y escaleras, hasta una puerta adornada con volutas y runas. La puerta se

    abri. Tras ella, el suelo estaba pavimentado con bloques de piedra; uno de ellos marcado

    con un signo extrao. Cedi a mi toque, descubriendo los libros! Lo recuerdo todo como s hubiera ocurrido en realidad.

    La mirada de Ben mostraba sus dudas. Empez a decir algo y luego se detuvo, sin

    saber cmo continuar. Sinti que Sauce se estremeca a su lado, inquieta.

    No estaba seguro de la conveniencia de hablar de mi sueo, para ser sincero confes el mago, con palabras precipitadas. Cre que lo mejor sera descubrir primero si era verdadero o falso. Pero cuando os referisteis al vuestro y titube. El mo era como el vuestro, gran seor. Ms una premonicin que un sueo. Fue intenssimo, de

    asombrosa claridad. No asustaba como el vuestro; era estimulante! Abernathy, al menos, no se impresion por el relato.

    Todo eso pudo ser consecuencia de algo que cenaste, mago sugiri sin demasiada amabilidad.

    Questor pareci no orle.

    Os dais cuenta de lo que puede significar la posesin de los libros de magia? pregunt con ansiedad y una tensa expresin en su rostro de bho. Tenis idea de la magia que podra dominar?

    A m me parece que utilizas ya ms de la necesaria! exclam Abernathy. Permite que te recuerde que fue tu dominio de la magia, o tu carencia de l, lo que me

    redujo a mi presente estado hace aos. No quiero ni pensar en los daos que causaras si

    tus poderes aumentaran!

    Daos? Y qu me dices del bien que podra hacer? Questor se gir haca l, acercndose. Y si lograra encontrar un medio para devolverte a tu estado anterior? Abernathy se qued callado. Una cosa era ser escptico, y otra empecinarse en ello.

    Lo que ms deseaba en el mundo era volver a ser humano.

    Questor, ests seguro de eso? pregunt Ben. Tan seguro como vos, gran seor contest el mago y, tras una indecisin momentnea, exclam: Qu curioso que en una misma noche se hayan producido dos sueos! Tres dijo Sauce de repente. Todos la miraron. Questor dej sin terminar la frase. Ben, que an estaba tratando

    de comprender el significado de la revelacin de Questor, interrumpi su meditacin. Las

    expresiones de Abernathy y los kobolds revelaron sorpresa. Haba dicho? Tres repiti. Yo tambin he tenido un sueo. Fue extrao e inquietante y quizs ms vivido que los vuestros.

    Ben capt de nuevo la intranquilidad de la slfide, ms aguda, ms intensa. Hasta

    aquel momento, apenas le haba prestado atencin, sumido en sus propios problemas. Sauce

    no era dada a las exageraciones. Estaba impresionada por algo. Vio una preocupacin en

    sus ojos que bordeaba el miedo.

    Qu has soado t? le pregunt. Ella no respondi de inmediato. Dio la impresin de que se esforzaba en recordar.

    Estaba viajando por unas tierras que me resultaban familiares y al mismo tiempo desconocidas. Me hallaba en Landover y a la vez en otro lugar. Yo buscaba algo. Mi gente

  • estaba all, como vagas sombras que me susurraban de un modo apremiante. Era necesario

    apresurarse, pero no comprenda por qu. Me limit a continuar buscando.

    Hizo una pausa.

    Entonces la luz del da se convirti en oscuridad, y la luz lunar inund el bosque que se alzaba a mi alrededor como un muro. Me encontr sola. Estaba asustada y no poda

    pedir ayuda aunque tena la sensacin de que deba hacerlo. La niebla, recin aparecida, se

    agitaba. Las sombras se hicieron tan intensas que amenazaban con ahogarme. Su mano busc la de Ben y la apret. Te necesitaba, Ben. Te necesitaba tanto que no poda soportar la idea de no tenerte all. Una voz pareca susurrar en mi interior que si no

    terminaba el viaje en poco tiempo, te perdera. Para siempre.

    Algo del tono con que Sauce pronunci esas palabras hizo que Ben Holiday se

    helase hasta los huesos.

    De repente apareci una criatura ante m, un espectro salido de las nieblas que preceden al amanecer. Los ojos verdes de la slfide centellearon. Era un unicornio, Ben, tan oscuro que pareca absorber la luz lunar como una esponja absorbe el agua. Era un

    unicornio, pero algo ms. No era blanco como los unicornios de la antigedad, sino negro

    como el carbn. Se interpuso en mi camino, con su cuerno bajado, escarbando la tierra con

    las pezuas. Su cuerpo esbelto pareci retorcerse y cambiar de forma, y vi que era ms

    diablo que unicornio, ms demonaco que mgico. Estaba ciego como los grandes toros de

    los pantanos, y tena su misma fiereza. Se dirigi hacia m, y yo corr. Saba, de algn

    modo, que no deba permitir que me tocase, que si llegaba a hacerlo estara perdida. Y fui

    rpida, pero el unicornio negro me segua de cerca. Quera alcanzarme. Quera atraparme.

    Su respiracin se haba acelerado, y su cuerpo menudo estaba tenso por las

    emociones que soportaba. La habitacin se sumi en un silencio total.

    Y entonces vi que mi mano sostena una brida de cordn de oro, hecha con autnticos hilos de oro trenzados por las hadas de antao. No supe cmo haba llegado a mi

    mano, slo que no deba soltarla. Saba que era la nica cosa en el mundo que poda

    controlar al unicornio negro.

    La mano presion con ms fuerza.

    Corr en busca de Ben. Tena que entregarle la brida. Si tardaba en encontrarlo, el unicornio negro me alcanzara y me Su voz se apag y sus ojos se fijaron en los de Ben. Durante un momento, l olvid

    todo lo que acababa de contar, perdido en esos ojos, en el contacto de su mano. Durante un

    momento, slo vio a la mujer indescriptiblemente bella que haba encontrado mientras se

    baaba en las aguas del Irrylyn haca casi un ao, tentadora e infantil. La visin nunca lo

    abandonaba. Siempre que ella estaba presente el recuerdo renaca.

    Se produjo un silencio tenso. Abernathy se aclar la garganta.

    Parece que ha sido una noche dedicada a los sueos coment en tono de broma. Todos los que estn en esta habitacin, excepto yo, han tenido uno. Y t, Juanete? Has soado con amigos en apuros, libros de magia o unicornios negros?

    Chiriva?

    Los kobolds sisearon suavemente y negaron con la cabeza a la vez. Pero haba una

    mirada cautelosa en sus agudos ojos sugiriendo que no deseaban tratar el asunto de los

    sueos con tanta frivolidad como Abernathy.

    Hay algo ms dijo Sauce, an con la mirada fija en Ben. Me despert mientras hua del ser, unicornio negro o diablo. Me despert con la seguridad de que el

    sueo no haba terminado, de que an tena que suceder algo.

  • Ben asinti lentamente, con su arrobamiento roto.

    A veces soamos lo mismo ms de una vez No, Ben susurr ella con voz segura, mientras su mano aflojaba la presin que ejerca sobre la de l. Este sueo era como el tuyo, ms una premonicin que un sueo. Fue un aviso, mi gran seor. Una criatura del mundo de las hadas est ms cerca de la

    verdad de los sueos que los dems seres. Se me estaba mostrando algo que deba conocer,

    y todava no se me ha revelado todo.

    Hay menciones de un unicornio negro en las historias de Landover inform Questor Thews de repente. Recuerdo haberlas ledo dos o tres veces. Ocurri hace mucho tiempo, y las referencias son vagas y no confirmadas. Se deca que el unicornio era

    un engendro del demonio, algo tan maligno que slo mirarlo una vez significaba la

    perdicin La comida y la bebida del desayuno se enfriaban sobre las tazas y platos olvidados

    en la mesa. El comedor estaba tranquilo y vaco, pero Ben tena una sensacin de presencia

    de ojos y odos en todas partes. Era una sensacin inquietante. Dirigi una breve mirada al

    rostro sombro de Questor y despus al de Sauce. Si alguien le hubiera hablado de sus

    sueos antes de su propia experiencia, posiblemente se hubiera sentido inclinado a negarles

    valor. Pero el recuerdo de Miles Bennett en la oscura oficina, preocupado y casi frentico

    porque no estaba all cuando lo necesitaba, penda sobre l como una nube. Era tan real

    como su vida. Reconoci un apremio similar en la narracin de los sueos de sus amigos, y

    su insistencia reforzaba la conviccin de que sueos tan vividos como aqullos no podan

    ser atribuidos a una cena indigesta ni a un subconsciente superactivo.

    Por qu hemos tenido esos sueos? pregunt en voz alta. Esta es una tierra construida sobre sueos, gran seor contest Questor Thews. Esta es una tierra donde los sueos del mundo de las hadas y del mundo de los mortales se unen y se encauzan. La realidad en uno es fantasa en el otro, excepto aqu,

    donde se encuentran. Se levant, espectral en su ropa de colores. Se han dado casos de sueos semejantes. Reyes, magos y hombres de poder tuvieron tales sueos a lo largo de la

    historia de Landover.

    Sueos que son revelaciones, o incluso avisos? Sueos que ofrecen una gua, gran seor. Ben se mordi el labio inferior.

    Piensa dejarse guiar por los suyos, Questor? Pretende ir en busca de los libros de magia desaparecidos, tal como su sueo muestra?

    Questor vacil, frunciendo el entrecejo con gesto meditativo.

    Y Sauce, debe ir a buscar la brida de oro de su sueo? Y yo, debo volver a Chicago para ver en qu situacin se encuentra Miles Bennett?

    Gran seor, por favor, esperad un momento! Abernathy se levant, con una expresin francamente preocupada. Lo inteligente sera pensar en este asunto con ms detenimiento. Sera un grave error salir corriendo en busca de de lo que muy bien podra ser un montn de falsedades producidas por una mala digestin. Mir de frente a Ben. Gran seor, debis recordar que el mago Meeks sigue siendo vuestro peor enemigo.

    Mientras os hallis en Landover no podr alcanzaros, pero estoy seguro de que vive

    esperando el da en que cometis la estupidez de aventuraros a regresar al mundo en donde

    lo dejasteis atrapado. Y si descubre que habis vuelto? Y si el peligro que amenaza a

    vuestro amigo es el propio Meeks?

    Existe esa posibilidad reconoci Ben.

  • S, es casi seguro! aadi Abernathy mientras se colocaba las gafas en su sitio. Luego se volvi hacia Questor. Y t deberas ser lo bastante sensato para apreciar los peligros inherentes a cualquier intento de utilizar el poder de los libros de magia perdidos.

    Un poder que fue la herramienta de magos como Meeks! Hay rumores de que mucho antes

    de que t y yo existisemos los demonios se apoderaron de libros de magia y los

    sometieron a un conjuro para que slo pudieran usarse para el mal. Cmo vas a asegurarte

    de que tal poder no te consumir con tanta rapidez como el fuego consume un trozo de

    pergamino seco? Esa magia es peligrosa, Questor Thews!

    Y en cuanto a ti aadi, dirigindose a Sauce, cortando los intentos de protesta de Questor, tu sueo es el que ms me asusta. La leyenda del unicornio negro es una leyenda de maldad. Incluso tu sueo te lo indic. Questor Thews olvid mencionar en su

    narracin de las historias de Landover que todos aquellos que afirmaron haber visto a esa

    criatura tuvieron una muerte sbita y terrible. Si existe tal unicornio negro, lo ms probable

    es que sea un demonio escapado de Abaddon, y es mejor no relacionarse con l.

    Concluy cerrando de golpe las mandbulas, rgidas por el esfuerzo de su discurso.

    Sus amigos lo observaban.

    Slo estamos haciendo conjeturas dijo Ben, intentando serenar al excitado amanuense. Slo estamos considerando posibles alternativas Sinti la mano de Sauce otra vez junto a la suya.

    No, Ben. El instinto de Abernathy es certero. Las alternativas ya estn consideradas.

    Ben se qued en silencio. Ella tena razn, lo saba. Ninguno de los tres lo

    expresaron antes, pero ya haba tomado su decisin. Iban a partir en viajes separados hacia

    sus diferentes objetivos. Estaban dispuestos a comprobar la veracidad de sus sueos.

    Al menos uno es sincero! resopl Abernathy. Sincero respecto a la marcha aunque no respecto a los peligros que de ella se derivan!

    Siempre hay peligros empez a decir Questor. S, s, mago! lo cort Abernathy, y centr su atencin en Ben. Habis olvidado los proyectos que se estn llevando a cabo, gran seor? pregunt. Qu ocurrir con el trabajo que requiere vuestra presencia para su finalizacin? El consejo de

    judicatura se rene dentro de una semana para considerar el mtodo que habis propuesto

    para el proceso de agravios. Los trabajos de canales de regado y trazados de caminos en el

    extremo oriental del Prado estn dispuestos para su inicio, pendientes de vuestra

    supervisin del mareaje. La recaudacin de impuestos requiere una contabilidad inmediata.

    Y los seores del Prado realizarn su visita oficial dentro de tres das! No podis

    marcharos precisamente ahora!

    Ben miraba a lo lejos asintiendo con aire abstrado. Pensaba en lo que le deca, pero

    tambin en algo ms. En qu momento haba decidido que se ira? No poda recordarlo.

    En cierto modo, era como si alguien hubiese decidido por l. Sacudi la cabeza. Eso no era

    posible.

    Sus ojos se volvieron de nuevo a Abernathy.

    No te preocupes. No estar fuera mucho tiempo le prometi. Pero no podis hacer eso! insisti el amanuense. Ben esper un momento. Luego, una inesperada sonrisa ilumin su rostro.

    Abernathy, algunas cosas tienen prioridad sobre otras. Los asuntos de Landover pueden esperar los pocos das que me harn falta para llegar al viejo mundo y volver. Se levant y camin para acercarse ms a sus amigos. No puedo dejarlo de lado. No puedo

  • simular que el sueo no se ha producido y que no estoy preocupado por Miles. En cualquier

    caso, tarde o temprano tendra que volver. He dejado durante demasiado tiempo muchos

    asuntos no resueltos.

    Tales asuntos pueden aguardar con menor perjuicio que los de vuestro reino. Qu ocurrira aqu si no regresarais, gran seor? murmur el amanuense, preocupado. La sonrisa de Ben se ensanch.

    Prometo que tendr cuidado. Deseo el bien de Landover y de su gente tanto como t.

    Adems, yo puedo encargarme de los asuntos de estado en vuestra ausencia, gran seor aadi Questor. Abernathy gru.

    Por qu no siento ningn alivio ante esa perspectiva? Ben cort la respuesta de Questor con un gesto de advertencia.

    Por favor, no discutan. Necesitamos el apoyo de todos. Se gir hacia Sauce. Ests tambin decidida?

    Sauce se ech hacia atrs su largo cabello y le dirigi una mirada significativa y casi

    triste.

    Ya sabes la respuesta a esa pregunta. El asinti.

    Supongo que s. Dnde empezars la bsqueda? En la regin de los lagos. All hay algunos qu me ayudarn. Podras esperarme hasta que vuelva para que te acompae? Los ojos verdemar permanecieron fijos.

    Me esperaras t, Ben? l presion suavemente su mano en respuesta.

    No, creo que no. Pero, sin embargo, t ests bajo mi proteccin y no deseo que vayas sola. De hecho, no deseo que t ni Questor vayis solos. Necesitis cierta proteccin.

    Juanete ir con uno y Chiriva con el otro. No, las protestas son intiles continu, viendo que las palabras de oposicin comenzaban a articularse en los labios de la slfide y del

    mago. Vuestros viajes pueden ser peligrosos. Y el vuestro tambin, gran seor seal Questor. Ben asinti.

    S, ya me doy cuenta. Pero nuestras circunstancias son distintas. Yo no puedo llevarme a nadie de este mundo, al menos no puedo hacerlo sin llamar demasiado la

    atencin, y es en el otro mundo donde aguarda el peligro que puede amenazarme. Tendr

    que ser mi propio protector en esta expedicin.

    Adems, el medalln que llevo colgado al cuello ya es suficiente proteccin, pens.

    Desliz sus dedos sobre la tnica hasta palpar la dura superficie. Resultaba irnico que

    Meeks le hubiera proporcionado al venderle el reino la llave de la magia que ahora era

    suya. Slo su portador poda ser reconocido como rey. Slo su portador poda atravesar las

    nieblas del mundo de las hadas desde Landover a otros mundos y volver de nuevo. Y slo

    su portador poda contar con los servicios del invencible campen conocido como el

    Paladn.

    Evoc la imagen del caballero errante saliendo por las puertas de Plata Fina al

    amanecer. l era el nico conocedor del secreto del Paladn. Ni siquiera Meeks haba

    llegado a comprender por completo el alcance del poder del medalln o su conexin con el

    Paladn.

  • Esboz una sonrisa tensa. Meeks se haba considerado demasiado inteligente. Haba

    usado el medalln para entrar en el mundo de Ben y despus se haba quedado all,

    atrapado. Qu no dara el viejo mago por recuperar el medalln!

    La sonrisa se desvaneci. Pero eso nunca ocurrira, desde luego. Nadie, excepto el

    portador, poda quitarse el medalln una vez colocado, y l nunca se lo quitara. Meeks ya

    no era una amenaza.

    Pero en algn lugar de las profundidades de su mente, casi enterrado en el muro de

    determinacin que soportaba todo aquello a lo que se haba comprometido, un diminuto

    fragmento de duda lanzaba su aviso.

    Bueno, parece que nada de lo que yo pueda decir sobre este asunto os har cambiar de parecer declar Abernathy sin dirigirse a nadie en particular, pero logrando atraer la atencin de Ben. El perro le observ por encima de sus gafas, empuj stas hacia

    arriba sobre la nariz, y adopt la postura de un profeta rechazado. Que as sea. Cundo partiris, gran seor?

    Se produjo un silencio incmodo. Ben se aclar la garganta.

    Cuanto antes me vaya, antes volver. Sauce se levant y se situ ante l. Sus brazos le rodearon la cintura, estrechndola.

    Estuvieron un momento abrazados bajo las miradas de los otros. Ben pudo sentir algo que

    se agitaba en el menudo cuerpo de la slfide, una especie de vibracin que indicaba temores

    no expresados.

    Creo que ser mejor que todos volvamos a nuestras ocupaciones dijo Questor en voz baja.

    Nadie contest. El silencio fue suficiente. El desayuno se haba prolongado hasta la

    media maana y haba una necesidad compartida de aprovechar el da que tenan ante s.

    Vuelve a m sano y salvo, Ben Holiday le dijo Sauce. Abernathy oy el ruego y apart la mirada.

    Vuelva a todos nosotros sano y salvo dijo. Ben no perdi el tiempo en preparativos.

    Despus de la cena se retir a su dormitorio y guard en la bolsa que haba llevado

    consigo cuando abandon su mundo las pocas pertenencias que crey necesarias. Se puso el

    chndal azul marino y las Nike. Se sinti extrao dentro de aquellas ropas y zapatos

    despus de haber vestido tanto tiempo al estilo de Landover pero eran cmodos y, a pesar

    de todo, le resultaban familiares. Al fin iba a volver, pens mientras se preparaba. Al fin iba

    a hacerlo.

    Sali de la habitacin, baj una serie de escaleras y atraves varios salones hasta

    llegar a un pequeo patio situado ante la entrada principal donde aguardaban los otros. El

    sol de la maana brillaba en un cielo azul sin nubes reflejndose en la piedra blanca del

    castillo, produciendo destellos deslumbrantes al incidir en los adornos plateados. El calor se

    desprenda de la tierra de la isla en la que se asentaba Plata Fina y le proporcionaba al da

    una especie de atmsfera indolente.

    Estrech con fuerza las manos de los kobolds Juanete y Chiriva, devolvi a

    Abernathy su rgida reverencia protocolaria, abraz a Questor y bes a Sauce con una

    pasin generalmente reservada para las noches. No haba mucho que decir. Casi todo se

    haba hablado ya. Abernathy le previno de nuevo contra Meeks, y esta vez Questor le hizo

    caso.

    Tened cuidado, gran seor le aconsej el mago, apretando con una mano el hombro de Ben como para retenerlo. Aunque se encuentre en un mundo extrao, mi

  • hermanastro no est del todo privado de su magia. An es un enemigo peligroso. Cuidado

    con l.

    Ben prometi que lo tendra. Atraves con ellos las puertas, pas junto a los

    centinelas de la guardia diurna y baj a la orilla. Su caballo le esperaba en la opuesta, un

    bayo castrado al que haba dado por nombre Jurisdiccin. Era su chiste privado, puesto que

    cualquier sitio al que viajase a lomos del caballo siempre estaba bajo su jurisdiccin. Nadie

    ms que l comprendi a qu se refera.

    Un grupo de soldados montados esperaba all tambin. Abernathy haba insistido en

    que, al menos dentro del reino, el rey de Landover viajara con la proteccin adecuada.

    Ben. Sauce se acerc a l una vez ms, para estrechar sus manos. Llvate esto.

    l baj la vista disimuladamente. Le haba dado una piedra lisa y de color lechoso,

    con runas grabadas.

    Sauce le cerr la mano sobre la piedra.

    Mantena oculta. Es un talismn que suele llevar mi gente. Si amenaza algn peligro, la piedra se calienta y se vuelve escarlata. De esa forma te avisar. Levant una mano para acariciarle la mejilla. Recuerda que te quiero. Siempre te querr. l le sonri para tranquilizarla, pero aquellas palabras le incomodaron como

    siempre. Prefera que no le amase; al menos, que su amor no fuera tan intenso ni tan

    incondicional. Le asustaban las implicaciones. Annie tambin le haba querido as. Su

    esposa Annie, una parte de su antigua vida, de su antiguo mundo, muerta en un accidente

    de coche que a veces pareca haber sucedido haca ms de mil aos y otras el da anterior.

    No deseaba arriesgarse a un amor semejante y perderlo por segunda vez. No poda. La

    perspectiva lo aterrorizaba.

    Una repentina punzada de dolor le atraves. Era extrao, pero hasta que encontr a

    Sauce nunca haba soado con la posibilidad de experimentar de nuevo aquellos

    sentimientos compartidos con Annie Bes a Sauce y guard la piedra en su bolsillo. El toque de su mano permaneci en

    su mejilla cuando le dio la espalda.

    Questor lo condujo en el deslizador del lago a la otra orilla y esper hasta que

    estuvo montado.

    Cuidaos, gran seor le rog el mago. Ben se despidi con la mano, dirigi una ltima mirada a las torres de Plata Fina,

    oblig a Jurisdiccin a dar media vuelta y se alej galopando seguido por la patrulla de

    soldados.

    La maana cedi paso al medioda y ste a la tarde mientras Ben cabalgaba en

    direccin oeste hacia el borde del valle y las nieblas que marcaban los lmites del mundo de

    las hadas. Los colores de final del ao cubran los campos que atravesaba de tonos

    brillantes. Los prados estaban alfombrados por hierbas de verdes suaves, azules y rosas, y

    trboles blancos moteados de rojo. Los lindoazules, los rboles que eran elemento

    fundamental en el valle por la bebida y comida que proporcionaban, crecan en grupos por

    todas partes, contrastando su color azul intenso con las distintas tonalidades de verde del

    bosque. En el horizonte norte estaban suspendidas dos de las ocho lunas de Landover,

    visibles incluso a la luz del da, una anaranjada y la otra malva plido. La cosecha se estaba

    recogiendo en los campos de las pequeas granjas esparcidas por todo el paisaje. An

    faltaba un mes para la semana de descanso del invierno.

    Ben absorbi el olor, el sabor y la vista, y sabore el valle como si fuese un vino

  • exquisito. Ya haba desaparecido la neblina y el gris invernal que caracterizaban al pas a su

    llegada, cuando la magia estaba agonizando. Ahora se haba recuperado la magia y con ella

    la tierra. El valle y su gente estaban en paz.

    l no lo estaba. Mantena una marcha estable en su viaje, pero sin apresuramiento.

    La urgencia que haba sentido al principio haba sido sustituida por una extraa ansiedad

    ante la conciencia de lo que dejaba. Era la primera vez que sala de Landover desde su

    llegada y, aunque la idea de marcharse no le haba incomodado antes, ahora comenzaba a

    hacerlo. Una preocupacin insistente rondaba por los lmites de su determinacin. Cuando

    dejase Landover sera incapaz de regresar.

    Era ridcula, desde luego, y trat de superarla, intentando convencerse de que estaba

    experimentando los mismos temores que cualquiera al comienzo de un viaje que lo alejara

    de su hogar. Trat de persuadirse de que era vctima de las repetidas advertencias de sus

    amigos y tarare una cancin para levantar el nimo.

    No obstante, nada de eso le ayud y, por ltimo, dej que la preocupacin actuara.

    Ciertas cosas tenan que ser toleradas hasta que perdan su fuerza.

    Era media tarde cuando lleg a las laderas inferiores del borde occidental del valle.

    All dej a los soldados y los caballos y les dio instrucciones para que estableciesen un

    campamento y esperaran su vuelta. Poda tardar una semana como mximo, les dijo. Si para

    entonces no haba regresado, se dirigiran a Plata Fina y avisaran a Questor. El capitn de

    la patrulla le dirigi una mirada divertida, pero acept las rdenes sin discutir. Estaba

    acostumbrado a que su rey saliese en extraas misiones sin proteccin, aunque por lo

    general iba acompaado de alguno de los kobolds o del mago.

    Ben aguard a que el capitn hiciera su saludo, luego se colg la bolsa al hombro y

    comenz a ascender la pendiente del valle.

    Casi se haba puesto el sol cuando lleg a la cima y atraves la lnea neblinosa de

    bosque que marcaba el lmite del mundo de las hadas. La calidez del da se transformaba

    rpidamente en el fresco del anochecer, y su sombra alargada le segua como una silueta

    grotesca. En el aire haba una quietud intensa y penetrante, y tuvo la sensacin de algo que

    se ocultaba.

    Busc con la mano el medalln colgado de su cuello, y lo apret con firmeza.

    Questor le haba anticipado lo que encontrara. El mundo de las hadas estaba en todas

    partes y en ninguna al mismo tiempo, y todos sus numerosos accesos a otros mundos se

    encontraban en su interior. El camino de regreso sera el mismo que hubiese escogido para

    la ida y poda encontrarlo en cualquier punto que eligiese para entrar. Lo nico que

    necesitaba era fijar el destino en su mente y el medalln lo conducira por el pasadizo

    adecuado.

    sa era la teora, al menos. Questor no haba tenido nunca la oportunidad de

    comprobarla.

    La niebla se agit y se arremolin entre los grandes rboles del bosque, retorciendo

    sus jirones como si fueran serpientes. Pareca estar viva. Ben procur convencerse de que

    no haba motivo para asustarse. Se detuvo ante la niebla, la contempl con recelo, tom una

    gran bocanada de aire para tranquilizarse y se introdujo en ella.

    Al instante, se cerr a su alrededor y el camino de regreso se torn tan impreciso

    como el que tena que recorrer. Sigui avanzando. Un momento despus se encontr ante

    un tnel, el mismo agujero negro y enorme que haba atravesado a la inversa el ao anterior

    desde su mundo. Se adentraba en la niebla y los rboles y desapareca en la nada. Haba

    sonidos en el tnel, distantes e inciertos, y sombras danzando sobre sus paredes.

  • Ben enlenteci el paso, recordando lo que haba ocurrido la primera vez que viaj

    por l. En aquella ocasin, el demonio conocido como la Marca y su negro y alado portador

    surgieron de la nada y l slo comprendi que eran reales cuando estaban a punto de

    matarlo. Despus, casi tropez con el dragn que dorma En los lmites de la oscuridad, entre los rboles y la niebla se movan leves formas.

    Las hadas.

    Ben desech los recuerdos y se oblig a caminar con ms rapidez. Las hadas le

    ayudaron una vez y hubiera debido sentirse cmodo entre ellas. Pero no era as. Se senta

    extrao y solo.

    Los rostros se materializaban y se desvanecan en las nieblas, facciones angulares,

    ojos penetrantes y cabellos musgosos. Las voces susurraban, pero no se captaban las

    palabras. Ben estaba sudando. Le repela estar dentro del tnel y ansiaba salir de all. Al

    frente, la oscuridad avanzaba.

    Los dedos de Ben se mantenan aferrados al medalln y, de repente, pens en el

    Paladn.

    En aquel instante, la oscuridad se aclar hasta convertirse en una penumbra

    griscea, y la longitud del tnel qued reducida a menos de cincuenta metros. Sombras

    indefinidas ondeaban en la media luz, formando un entrelazado de telas de araa y varas

    curvadas. Las voces y el movimiento de las paredes del tnel cedieron su puesto a un agudo

    siseo. Se levant un viento repentino que aull.

    Ben aguz la vista a travs de la penumbra. El viento se lanzaba contra l desde los

    bordes del final del tnel, llevando el sonido siseante hasta su cara en una embestida

    hmeda y punzante.

    Y haba algo ms Sali de la proteccin del tnel una lluvia cegadora y se encontr cara a cara con

    Meeks.

  • Y RECUERDOS

    Ben Holiday se qued paralizado. Los rayos atravesaban el cielo plomizo cargado

    de nubes bajas que vertan la lluvia en torrentes. Los truenos retumbaban y reverberaban en

    el vaco, sacudiendo la tierra con la fuerza de su paso. Enormes robles se elevaban

    alrededor como muros de una gigantesca fortaleza, con sus troncos y ramas sin hojas

    oscuros y brillantes. Pinos y abetos de menor altura se apretaban en grupos entre los huecos

    dejados por sus hermanos ms corpulentos, y las laderas escarpadas de las montaas de

    Blue Ridge se destacaban en el horizonte casi invisible.

    La figura espectral de Meeks pareca adecuada para aquel entorno. Estaba de pie,

    inmvil, alto, encorvado y viejo, con su cabello canoso y su rostro arrugado tan duro como

    el hierro. No se pareca casi nada al que recordaba Ben. Aquel hombre era humano; ste

    tena el aspecto de un animal enfurecido. Ya no llevaba pantalones de franela, ni chaqueta

    de pana, ni mocasines; los atavos de la civilizacin que caracterizaban al tpico ejecutivo

    de ventas de unos importantes almacenes. Esa ropa de trabajo tan tranquilizadoramente

    familiar haba sido sustituida por una tnica de color azul metalizado que se hinchaba como

    la vela de una embarcacin y pareca absorber la luz. Un cuello alto sobresala de sus

    hombros para enmarcar un rostro fantasmal contorsionado por una furia que bordeaba la

    locura. La manga vaca de su brazo derecho an colgaba laxa. El guante de piel que cubra

    su mano izquierda an pareca una garra. Pero, por alguna extraa razn, todo eso resultaba

    ms patente, como si fuesen cicatrices descubiertas para que se las viera.

    La garganta de Ben se obstruy. En aquel anciano haba una tensin inconfundible,

    la tensin de alguien preparado para atacar.

    Dios mo, me estaba esperando, pens Ben, consternado. Saba que iba a venir!

    Entonces Meeks comenz a acercarse. Ben retrocedi un paso, apretando el

    medalln con la mano derecha. Meeks estaba casi junto a l. El viento cambi de direccin

    y los ruidos de la tormenta resonaron en las montaas con renovado bro. La lluvia arreci

    contra su cara, obligndole a cerrar los ojos un momento.

    Cuando los volvi a abrir, Meeks haba desaparecido.

    Se qued atnito. Haba desaparecido como si fuese un fantasma. La lluvia y la

    oscuridad envolvieron todo el entorno boscoso con un sudario de humedad gris. Mir a su

    alrededor apresuradamente, con un gesto de incredulidad en el rostro. No haba ninguna

    seal de Meeks.

    Slo emple un momento en ordenar sus pensamientos dispersos. Capt las vagas

    lneas de un camino y se dirigi hacia l. Avanz entre los rboles sin detenerse, bajando

    por sus curvas serpenteantes a lo largo de la ladera de la montaa, alejndose del tnel del

    tiempo que lo comunicaba con Landover. Ahora se encontraba en su mundo, de eso estaba

    seguro. Se hallaba de nuevo en las montaas de Blue Ridge, en el Parque Nacional de

    George Washington, en Virginia. Segua a la inversa el camino que haba recorrido para ir a

    Landover un ao antes. Si continuaba en l, saldra de las montaas y llegara a la autopista

    Skyline, en un desvo de cambio de sentido marcado con el nmero 13 sobre una seal

    verde, a un lugar cubierto y, lo ms importante, a un telfono de informacin.

    En poco tiempo estara empapado por completo, pero sigui avanzando sin

    detenerse, con la bolsa de viaje apretada bajo el brazo. Su mente funcionaba con rapidez. El

    que haba visto no era Meeks, ni siquiera se pareca mucho al viejo Meeks, apenas tena una

  • ligera semejanza. Adems, Meeks no hubiera desaparecido de esa forma.

    Una duda punzaba su mente. Deba aceptar que lo haba imaginado todo? Que

    slo fue una especie de espejismo?

    Entonces record la piedra que le haba entregado Sauce. Busc sin precipitarse en

    el bolsillo de su cazadora hasta encontrarla y la sac a la luz. An mantena su color

    blanquecino y no desprenda calor. Eso significaba que no estaba amenazado por ninguna

    magia. Pero qu haba provocado la visin fantasma de Meeks?

    Sigui adelante, deslizndose por la tierra mojada, entre las ramas de pinos que

    abofeteaban su cara y sus manos al pasar. De repente se dio cuenta de que haca fro, una

    heladez que lo traspasaba. Haba olvidado que el final del otoo poda ser desagradable,

    incluso al oeste de Virginia. En Illinois deba de hacer mucho fro, en Chicago incluso estar

    nevando Sinti que algo oprima su garganta. Entre la niebla y la lluvia se movan sombras,

    atravesndolas fugazmente y desapareciendo. Cada vez que suceda, tena la impresin de

    ver a Meeks. Cada vez que suceda, notaba la presin de la mano enguantada en su

    garganta.

    Sigue avanzando, se dijo. Sigue hasta llegar al telfono.

    El trayecto le pareci largusimo, pero alcanz su meta media hora despus. Sali

    de entre los rboles y cruz la carretera hasta la zona cubierta donde se encontraba el

    telfono. Estaba empapado hasta los huesos y helado, pero no era consciente de ello. Toda

    su atencin estaba concentrada en la cabina de metal plateado y plexigls.

    Por favor, que funcione, implor.

    Funcion. La lluvia golpeaba el tejado con un repiqueteo constante, y la niebla y la

    penumbra se cean alrededor. Le pareci or pisadas. Busc en la bolsa unas monedas y la

    tarjeta de crdito que an llevaba en su cartera, pidi a informacin el nmero de una

    compaa de taxis de Waynesboro, y llam para solicitar que fuera a buscarlo un coche.

    Slo tard escasos minutos en todo eso.

    Se sent a esperar en el banco de madera adosado a la pared del refugio. Se

    sorprendi al descubrir que le temblaban las manos.

    Cuando lleg el taxi y se acomod en su interior, recobr la suficiente serenidad

    para razonar sobre lo ocurrido.

    Ya no crea haber imaginado la aparicin de Meeks. Lo que vio era real. Pero no

    haba visto al propio Meeks, sino una imagen de Meeks. La imagen haba sido impulsada

    por su cruce en sentido contrario del tnel del tiempo. l haba estado predispuesto a ver la

    imagen, y sta haba sido colocada al final del tnel para que la viera.

    La cuestin era el porqu.

    Se recost en el asiento posterior del taxi mientras ste circulaba por la carretera

    hacia Waynesboro y consider las posibilidades. Haba que partir de que Meeks era el

    responsable. Ninguna otra explicacin tena sentido. Pero qu intentaba conseguir?

    Trataba de intimidarlo para que retrocediera a su punto de partida? Eso no tena sentido.

    Bueno, que captara su presencia s lo tena. Meeks era lo bastante arrogante para desear que

    Ben supiese que estaba enterado de su vuelta. Pero tena que haber algo ms. La imagen

    tena que haber sido colocada all por algn otro motivo.

    Encontr la respuesta casi de inmediato. La imagen estaba all no slo para

    informarle de la presencia de Meeks, sino tambin para informar a Meeks de su regreso.

    La imagen era un artilugio que le indicaba al mago el momento de su vuelta de Landover!

    Eso tena lgica. Era razonable esperar que Meeks empleara algn artefacto,

  • mgico o no, para tener conocimiento de que los fracasados reyes de Landover regresaban

    con el medalln. Sabindolo, podra encontrarlos O, en este caso, encontrarlo Era ms de media tarde cuando el taxista lo dej ante la escalera principal de un

    hotel Holiday Inn del centro de Waynesboro. La lluvia segua cayendo, la luz diurna se

    haba extinguido por completo. Ben le dijo al taxista que estaba de vacaciones y haba

    iniciado una excursin por el paseo del norte desde Sataunton hasta que el mal tiempo le

    oblig a abandonar su plan y pedir ayuda. El hombre lo mir como si estuviese chiflado. El

    tiempo no haba cambiado en toda la semana, le contest. Ben se encogi de hombros, pag

    en efectivo y se apresur a dejar el taxi.

    En su camino al mostrador de recepcin se detuvo un momento para averiguar la

    fecha del da en un peridico que alguien haba dejado en una mesa del vestbulo. Era

    viernes, 9 de diciembre. Haba pasado un ao y diez das desde que entr por primera vez

    en el tnel del tiempo para ir a Landover desde las montaas de Blue Ridge. El tiempo de

    ambos mundos estaba sincronizado.

    Solicit una habitacin para la noche, envi sus ropas a limpiar, tom una ducha

    para entrar en calor y pidi que le enviasen la cena. Mientras esperaba la comida y la ropa,

    llam al aeropuerto para reservar un billete a Chicago. Para el da siguiente no haba nada.

    Tendra que volar a Washington y all hacer transbordo. Hizo la reserva, carg el importe a

    su tarjeta de crdito y colg.

    Mientras tomaba la cena, se dio cuenta de que usar la tarjeta de crdito para pagar

    su pasaje de avin no era lo ms inteligente que poda haber hecho. Estaba sentado al borde

    de la cama, ante el televisor, con la bandeja en equilibrio sobre las piernas, envuelto en una

    toalla del Holiday Inn, y a una temperatura de unos dieciocho grados. An no le haban

    devuelto su ropa. Tom Brokaw estaba dando las noticias y, de repente, Ben comprendi que

    en un mundo de sofisticadas comunicaciones la pista de una tarjeta de crdito

    computadorizada era algo relativamente fcil de seguir. Si Meeks haba logrado colocar esa

    imagen en la salida del tnel del tiempo para enterarse del regreso de Ben, era casi seguro

    que no se limitaba slo a eso. Sabra que Ben tena intencin de ir a Chicago. Sabra que lo

    ms probable sera que decidiera utilizar el avin. El seguimiento de la tarjeta de crdito le

    informara de las lneas areas, la fecha del viaje y el destino.

    Caba la posibilidad de que lo estuviera esperando cuando bajase del avin.

    Esa posibilidad le estrope el resto de la cena. Apart la bandeja, apag el televisor

    y se concentr en el asunto a que se enfrentaba. Abernathy estaba en lo cierto. Aquello iba

    a resultar ms peligroso de lo que haba imaginado. Pero, en realidad, no tena otra opcin.

    Deba volver a Chicago y ver a Miles para descubrir si haba algo de verdad en su sueo.

    Meeks le estara esperando en algn punto del trayecto. Lo importante era evitarlo.

    Se permiti una leve sonrisa. No haba problema.

    A las nueve le llevaron sus ropas y a las diez estaba durmiendo. Se despert

    temprano, tom el desayuno, se colg la bolsa de viaje al hombro y tom un taxi al

    aeropuerto. Vol a Washington en la reserva realizada la noche anterior, cancel el resto

    del billete, se dirigi a otra lnea area, reserv un asiento para Chicago en la lista de espera

    bajo un nombre falso, pag el billete en efectivo y se embarc antes del medioda.

    Veamos si Meeks puede localizarme ahora, pens.

    Cerr los ojos, ech hacia atrs el asiento y reflexion sobre la extraa serie de

    circunstancias que le haban llevado desde su hogar en Chicago al Pas de Nunca Jams.

    Los recuerdos le hicieron sacudir la cabeza de modo reprobatorio. Quizs, como Peter Pan,

  • no haba crecido nunca. Haba sido abogado, un buen abogado, alguien de quien los

    promotores y magnates de los negocios esperaban grandes cosas. Ejerca su profesin con

    su amigo y asociado Miles Bennett, una firma compartida en la que ambos se

    complementaban como los zapatos viejos con los tejanos gastados. Ben, el abogado

    litigante, elocuente y audaz, y Miles, el profesional de bufete, constante y conservador.

    Miles deploraba con frecuencia los criterios que segua Ben para seleccionar los casos, pero

    ste siempre demostraba tener los pies sobre la tierra a pesar de las alturas desde las que se

    empeaba en saltar. Haba ganado muchsimas batallas en los tribunales, batallas en las que

    sus oponentes pretendieron enterrarlo bajo una avalancha de retrica y escritos, de trucos

    legales, retrasos y maniobras de todo tipo. Miles se haba sorprendido tanto por su triunfo

    en el caso de Dodge City Express que, desde entonces, comenz a referirse a l llamndole

    Doc Holiday, el pistolero de los tribunales.

    Sonri. Aquellos haban sido tiempos buenos y satisfactorios.

    Pero los buenos tiempos se esfumaron con la muerte de Annie. La satisfaccin se

    dispers como el mercurio. Estaba embarazada de tres meses. Tras aquello, se convirti en

    un solitario, evitando cualquier compaa excepto la de Miles. Siempre haba tenido

    tendencia al aislamiento, y a veces pensaba que las muertes de su esposa y su futuro hijo no

    haban hecho ms que reforzar lo que ya exista. Dej que su mente divagara sobre los das

    del pasado, y los acontecimientos acaecidos en ellos se mezclaron incomprensiblemente.

    Sinti que se alejaba de s mismo.

    Era difcil saber qu hubiese sucedido en caso de no haber mediado el extrao

    anuncio del catlogo de obsequios navideos de los almacenes Rosens poniendo a la venta el reino de Landover. Al principio, le haba parecido ridculo. Un reino de fantasa con

    magos y brujas, dragones y doncellas, caballeros y bellacos, ofrecido a cambio de un milln

    de dlares. Quin poda estar lo bastante loco para creerlo? Pero la profunda insatisfaccin

    que colmaba su vida lo haba inducido a creer que algo de esa fantasa imposible fuera real.

    Cualquier riesgo vala la pena si le ayudaba a reencontrarse. Haba arrinconado las dudas,

    hecho las maletas y tomado un avin a Nueva York para visitar los almacenes y ver de qu

    se trataba.

    El anuncio exiga una entrevista personal para tratar de los detalles de la compra. El

    entrevistador haba sido Meeks.

    La imagen de Meeks destell durante un momento en su mente. Era un hombre alto

    y anciano que hablaba con voz susurrante y miraba con ojos apagados, un veterano de

    guerras que Ben slo poda imaginar. En aquella entrevista fue la nica vez que estuvieron

    cara a cara. Meeks lo consider un candidato aceptable para rey de Landover; no para

    desempear el cometido con xito, como Ben haba supuesto, sino para fracasar en el

    empeo. Meeks lo convenci de que hiciese la compra. Meeks lo hipnotiz como una

    serpiente a su presa.

    Meeks lo haba subestimado.

    Abri los ojos y susurr:

    Eso es, Ben Holiday, te subestim. Ahora, asegrate de que t no lo subestimas. El avin aterriz en el OHara de Chicago poco despus de las tres, y Ben tom un taxi para ir a la ciudad. El conductor se pas hablando todo el trayecto, principalmente de

    deportes. Los Cubs haban perdido la temporada, los Bulls confiaban en Jordn para el

    partido decisivo, los Blackhawks tenan varios lesionados, los Bears Los Bears de Chicago? Ben escuchaba, interviniendo a veces, mientras una vocecita en el fondo de su

    mente le deca que haba un elemento extrao en la conversacin. Estaba cerca del centro

  • de la ciudad cuando lo descubri: era el idioma. Lo comprenda, a pesar de que no lo haba

    odo ni hablado desde haca ms de un ao. En Landover, escuchaba, hablaba, escriba y

    pensaba en landoveriano. La magia le permita hacerlo. Pero ahora estaba de nuevo en su

    antiguo mundo, en el Chicago de siempre, oyendo hablar a un taxista en su propio idioma,

    o en uno bastante parecido, como si fuese la cosa ms natural del mundo.

    Bueno, quizs era eso lo que le extraaba, pens, sonriendo.

    Pidi al taxista que lo llevase al Drake, porque no deseaba ir a su apartamento ni

    contactar con amigos o conocidos en aquel momento. Deba ser precavido. Tena que

    pensar en Meeks. Se registr con un nombre falso, pag en efectivo una noche por

    adelantado, y dej que el botones lo condujese a su habitacin. Estaba cada vez ms

    satisfecho de haber tenido la precaucin de llevarse varios miles de dlares cuando parti

    hacia Landover el ao anterior. Se debi a una decisin de ltima hora, pero haba resultado

    muy sensata. El dinero en efectivo estaba evitando que usara la tarjeta de crdito.

    Sali de la habitacin con el dinero y la cartera en un bolsillo del chndal, tom el

    ascensor para bajar, abandon el hotel y camin varias manzanas hasta llegar al Water

    Tower Place. Se compr una chaqueta, pantalones, camisas, corbatas, calcetines, ropa

    interior y un par de mocasines, pag en efectivo y volvi al hotel. No era conveniente

    llamar la atencin, y vestido con un chndal y unas Nike en la zona de oficinas de Chicago

    la llamara. A veces las apariencias lo eran todo; en especial, a primera vista. se era

    motivo principal de que no hubiera dejado que lo acompaasen sus amigos. Un perro

    hablador, un par de monos sonrientes, una chica que se converta en rbol y un mago a

    quien la magia se le escapaba de las manos no habran pasado desapercibidos en la avenida

    Michigan.

    Se arrepinti al instante de la forma en que haba descrito a sus amigos. Se estaba

    comportando con una ligereza innecesaria. Por peculiares que pareciesen, eran verdaderos

    amigos. Lo haban apoyado siempre que lo necesit, aunque fuera peligroso y arriesgaran

    sus vidas. Eso era ms de lo que poda esperarse de la mayora de los amigos.

    Inclin la cabeza contra una sbita rfaga de viento, frunciendo el entrecejo.

    Adems, no comparta l sus peculiaridades?

    No era el Paladn?

    Releg con rapidez ese pensamiento a los rincones ms oscuros de su mente y se

    apresur a aprovechar el cambio de luz del semforo.

    Compr varios peridicos y revistas en el vestbulo del hotel y se retir a su

    habitacin. Pidi que le sirvieran la cena all y dedic el tiempo que faltaba revisando el

    material de lectura para ponerse al da de lo que haba ocurrido en el mundo durante su

    ausencia. Dedic una hora a las noticias locales y mundiales, hasta que lleg la cena. Sigui

    leyendo mientras coma. Despus, ya cerca de las siete, decidi llamar a Ed Samuelson.

    Haba dos razones para la vuelta de Ben a Chicago. La primera era visitar a Miles y

    descubrir si el sueo sobre su amigo haba sido veraz. La segunda era poner sus asuntos en

    orden de modo permanente. Haba decidido ya dejar la visita a su amigo para la maana

    siguiente, pero no haba ninguna razn para posponer lo segundo. Eso significaba llamar a

    Ed.

    Ed Samuelson era su administrador, y socio fundador de la firma de asesores

    financieros Haines, Samuelson & Roper. Ben le haba confiado su patrimonio, que era

    bastante considerable antes de marcharse a Landover. Ed perteneca a la clase de personas

    adecuadas para tales cometidos: discreto, fiable y concienzudo. En algunas ocasiones haba

    pensado que Ben adoptaba decisiones financieras completamente absurdas, pero respetaba

  • el hecho de que, siendo su dinero, poda manejarlo a su capricho. Segn l, la culminacin

    de la locura fue comprar el trono de Landover. Ed liquid los bienes suficientes para

    conseguir el milln de dlares necesario y recibi poderes ilimitados para controlar los

    activos de Ben mientras ste estaba ausente. Haba aceptado eso sin tener la menor idea de

    cules eran sus propsitos.

    Ben no se los haba comunicado entonces ni tena intencin de hacerlo ahora. Pero

    estaba seguro de que Ed lo aceptara.

    Telefonearle era un poco arriesgado. Supona a Meeks enterado de que Samuelson

    era su administrador. Previendo que contactaran, el mago poda haber pinchado el

    telfono del asesor financiero. Quizs era una suposicin paranoica, pero Meeks no era

    alguien a quien se pudiera menospreciar. Su nica esperanza se basaba en la posibilidad de

    que se hubiera limitado al telfono de la oficina, dejando libre el de su casa.

    Llam a Ed en el preciso momento en que ste acababa de cenar, y pas los

    primeros diez minutos convencindolo de que era Ben Holiday. Cuando lo consigui, le

    advirti que nadie, absolutamente nadie, deba saber que lo haba llamado. Tena que

    comportarse como si nunca lo hubiese hecho. Ed le pregunt si estaba metido en

    problemas, como siempre haca cuando Ben le haca una de sus extraas peticiones. Le

    asegur que no, pero que era conveniente que nadie supiese de momento que estaba en la

    ciudad. Le asegur que proyectaba visitar a Miles, aunque no contaba con tiempo para ver a

    muchos ms.

    Ed pareci satisfecho y escuch con atencin mientras le explicaba lo que quera

    que hiciese. Ben le prometi que pasara por su despacho al medioda siguiente para firmar

    los documentos necesarios si Ed poda arreglrselas para estar all. Samuelson suspir

    estoicamente y dijo que de acuerdo. Ben le dio las buenas noches y colg el telfono.

    Una ducha de veinte minutos le ayud a aliviar la tensin y el cansancio crecientes.

    Sali del bao y se tendi en la cama con unas cuantas revistas y peridicos apilados cerca

    de l. Comenz a leer, los abandon al poco rato, cerr los ojos y dej vagar pensamientos.

    Momentos despus, estaba dormido.

    Esa noche so con el Paladn.

    Al principio se hallaba solo, en un promontorio cubierto de pinos, mirando hacia el

    valle neblinoso de Landover. Los azules y verdes se mezclaban donde el cielo y la tierra se

    unan, y parecan estar al alcance de la mano. Respir, y sinti el aire limpio y fro. La

    luminosidad del momento era asombrosa.

    Entonces las sombras empezaron a oscurecerse. Descendieron y lo rodearon,

    sumindolo en la noche. A travs de los pinos le llegaban gritos y susurros. Poda sentir el

    relieve del medalln presionando la palma de su mano mientras lo apretaba en precaucin.

    Senta que iba a necesitarlo de nuevo, y estaba contento. El ser que encerraba en su interior

    quedara libre otra vez!

    A un lado se produjo un movimiento repentino y surgi una figura negra y

    monstruosa. Era un unicornio de ojos y aliento de fuego. Pero al instante cambi. Se

    convirti en un demonio. Luego cambi otra vez.

    Era Meeks.

    El mago lo llam por seas. Su figura, alta y encorvada, mostraba una actitud

    amenazante, y tena la cara cubierta de escamas como un lagarto. Se aproxim a Ben,

    aumentando de tamao a cada paso, transformndose ahora en algo irreconocible. Ben

    percibi el olor del miedo, de la muerte.

    Pero l era el Paladn, el caballero errante cuya alma vagabunda haba encontrado

  • un hogar dentro de su cuerpo, el campen del rey que nunca haba perdido una batalla y a

    quien nada poda vencer. Se fundi con su otro yo con un aterrador arrebato de jbilo.

    Estaba dentro de la armadura y el olor a miedo y muerte fue sustituido por los olores

    speros del hierro, el cuero y el aceite. Ya no era Ben Holiday, sino una criatura de otra

    poca y otro lugar cuyos nicos recuerdos eran de batallas, combates y victorias, de lucha y

    muerte. Las guerras rugan dentro de su cerebro, y haba atisbos de bestias colosales

    acorazadas en hierro, embistiendo a un lado y a otro en una bruma rojiza. El metal

    entrechocaba y las voces resoplaban y gruan con furia. Los cuerpos caan muertos,

    destrozados y rotos.

    Se senta contento!

    Oh Dios, se senta renacido!

    La oscuridad embisti contra l, las sombras lo tocaban y lo agarraban, y se enfrent

    a ellas con rabia. El caballo blanco que montaba avanz como una mquina de vapor

    impulsada por fuegos que l no poda controlar. Los pinos pasaban a sus lados en bandas

    borrosas y continuas, y la tierra desapareci. Meeks se convirti en un espectro que no

    poda tocar. Corri hacia delante, saltando del promontorio al vaco.

    La sensacin de euforia se desvaneci. En algn lugar en la noche se oy un grito

    aterrador. Mientras caa se dio cuenta de que el grito haba salido de su garganta.

    Los sueos cesaron, pero durmi mal el resto de la noche. Se levant poco despus

    de que amaneciera, se duch, pidi que le sirvieran el desayuno en la habitacin, comi, se

    visti con las ropas que haba comprado el da anterior y tom un taxi ante el hotel poco

    despus de las nueve. Llevaba la bolsa de viaje. Pensaba que no volvera.

    El taxi lo condujo al sur de la avenida Michigan. Era sbado, pero las calles

    comenzaban a estar llenas de ansiosos compradores navideos que trataban de adelantarse a

    las aglomeraciones del fin de semana. Ben, en la relativa soledad del asiento trasero del

    taxi, los ignoraba. El jbilo de la proximidad de las vacaciones era algo ajeno a su mente.

    Fragmentos del sueo de la noche anterior se introducan en sus pensamientos.

    Haba sentido miedo por el sueo y por las verdades que contena.

    El Paladn era una realidad que no poda captar por completo. Slo una vez se haba

    convertido en el caballero de la armadura, y ms por casualidad que por su voluntad. Le fue

    necesario convertirse en el Paladn para sobrevivir, y lo hizo impulsado por esa necesidad.

    Pero la transformacin haba sido aterradora; como desprenderse de la propia piel para

    entrar en la de otro, humano o no. Los pensamientos del ser que lo acogi eran duros y

    brutales; los pensamientos de un guerrero, de un gladiador. En ellos haba sangre y muerte,

    toda una historia de supervivencia que Ben slo poda comprender a medias. Lo

    aterrorizaron. No poda controlar al otro, no del todo. Slo poda convertirse en l y

    aceptarlo.

    No estaba seguro de su capacidad para soportar de nuevo semejante experiencia. No

    la haba intentado ni la deseaba.

    Y, sin embargo, una parte de l disenta, como le mostr el sueo. Y una parte de l

    susurraba que algn da debera hacerlo.

    Pas por delante de las oficinas de Holiday & Bennett. Estaban cerradas los

    sbados, pero saba que Miles Bennett estara all a pesar de eso, trabajando hasta el

    medioda en las redacciones de documentos que se le haban retrasado durante la semana,

    aprovechando la ausencia de las molestas interrupciones que parecan acosarles en las horas

    normales de oficina.

    Le dijo al taxista que lo dejase al final de la manzana de la acera de enfrente. Luego

  • se apresur a entrar en otro edificio. Los transentes pasaban a su lado, sin preocuparse de

    lo que haca, concentrados en sus propios asuntos. El trfico transcurra con rapidez. En la

    calle haba coches aparcados, pero no pareca que hubiera nadie en su interior vigilando.

    Nunca est de ms ser precavido se dijo en voz baja. Sali del edificio, cruz la calle por el semforo, se encamin hasta el otro edificio

    y atraves las pesadas puertas de vidrio que conducan al vestbulo. No vio nada anormal,

    nada extrao.

    Se apresur hacia un ascensor abierto, entr, puls el botn de la decimoquinta

    planta y observ el deslizamiento de las puertas al cerrarse. Comenz a subir. Slo faltan

    unos momentos, pens. Y si Miles no estaba all por alguna razn, contactara con su casa.

    Esperaba no tener que hacerlo. Tena la sensacin de que le faltaba tiempo. Quizs

    era el sueo, quizs slo las circunstancias de su visita, pero ese presentimiento no lo

    abandonaba.

    El ascensor se detuvo. Las puertas se abrieron y sali al vestbulo de la planta

    quince.

    La respiracin se detuvo en su garganta. Se encontr de nuevo frente a Meeks.

    Questor Thews apart la cortina de telas de araas que colgaba de la estrecha

    entrada de piedra en las ruinas de la torre del castillo y la atraves. El polvo que se

    introdujo en su nariz le hizo estornudar, y protest en tono bajo contra la humedad y las

    tinieblas. Se dijo que debera haber llevado una antorcha Una chispa de fuego fulgur a su lado, y las llamas coronaron un trozo de rama de

    rbol. Juanete se la pas a Questor.

    Estaba a punto de usar la magia para conseguir una coment el mago en tono irritado, pero el kobold se limit a sonrer.

    Se encontraba entre los decadentes muros de Mirwouk, la antigua fortaleza que

    Questor haba visto cuando so con los libros de magia desaparecidos. Estaban muy al

    norte de Plata Fina, en lo alto del Melchor, el viento golpeaba la piedra y aullaba en los

    corredores vacos, la heladez empapaba el aire rancio como si el invierno se hallara

    prximo. El mago y el kobold haban tardado casi tres das en llegar all, y haban viajado

    con bastante rapidez. El castillo los recibi con las puertas abiertas y las ventanas vacas.

    Sus habitaciones y salones estaban abandonados.

    Questor avanz, buscando algo que le pareciese reconocible. Estaba atardeciendo y

    no deseaba vagar por aquella lgubre tumba cuando anocheciera. Era un mago y poda

    percibir cosas que estaban ocultas para los dems, y aquel lugar estaba impregnado de olor

    a maldad.

    Camin a tientas durante un rato, luego le pareci reconocer el pasadizo que

    atravesaba. Sigui sus vueltas y revueltas, atisbando en la penumbra. El polvo y las

    telaraas dificultaban su avance, y haba araas tan grandes como ratas y ratas tan grandes

    como perros. Corran y reptaban, y deba tenerlas en cuenta antes de dar un paso.

    Decididamente, aquello era muy incmodo. Estuvo tentado a usar la magia para

    convertirlas en polvo y dejar que el viento se las llevase.

    El pasadizo comenz a descender y la forma de sus paredes se alter

    apreciablemente. Questor enlenteci an ms su marcha, estudiando la roca. De repente, se

    enderez.

    Conozco esto! exclam con un susurro excitado. ste es el tnel que vi en el sueo!

    Juanete le quit la antorcha de la mano sin ningn comentario y continu el camino,

  • precedindolo. Questor estaba demasiado nervioso para discutir el asunto y lo sigui. El

    pasadizo se ensanch y se aclar, libre de telaraas, polvo, roedores e insectos. Ahora haba

    un nuevo olor en la piedra, una especie de olor almizcleo e insalubre. Juanete mantena un

    paso rpido y, a veces, Questor slo poda ver ante s el halo de la antorcha.

    Todo era exactamente igual que en el sueo!

    El tnel prosegua, ahondando en la roca de la montaa, en una espiral de pasillos

    cavernosos y curvadas escaleras. Juanete continuaba al frente, con los ojos atentos. Questor

    se mantena tan cerca que su aliento rozaba el cuello del kobold.

    Entonces el tnel finaliz en una puerta tallada con volutas y runas. Questor tembl

    de excitacin. Palp los dibujos y su mano pareci saber exactamente a qu lugar dirigirse.

    Toc algo y la puerta se abri con un dbil chirrido.

    La habitacin a que dio paso era enorme, con el suelo pavimentado con granito

    pulido. Ahora era Questor quien guiaba, siguiendo la visin de su mente, el recuerdo del

    sueo. Se dirigi al centro de la cmara, con Juanete a su lado, rodeados por el eco de sus

    pisadas.

    Se detuvieron ante una de las losas del suelo de granito sobre la que haba grabado

    el signo de un unicornio.

    Questor Thews lo mir con atencin. Un unicornio? Se llev una mano a la

    barbilla, desconcertado. Algo no encajaba. No recordaba ningn unicornio en su sueo.

    Haba un signo grabado en la piedra, pero era el del unicornio? Pareca demasiada

    coincidencia Durante un momento, consider la posibilidad de abandonar todo el proyecto y

    desandar el camino que lo haba llevado all. Una vocecilla en su interior susurraba que

    deba hacerlo. All exista un peligro oculto; lo notaba, lo senta, y le aterrorizaba.

    Pero la atraccin que ejercan sobre l los libros desaparecidos era enorme. Toc el

    suelo y sus dedos, casi por impulso propio, siguieron el contorno del cuerno de la criatura.

    La losa tembl y se corri, deslizndose con suavidad por una ranura en la que encajaba a

    la perfeccin.

    Questor Thews mir el interior del agujero.

    All haba algo.

    El anochecer cubri la regin de los lagos de sombras y niebla, y la luz de las lunas

    de colores y las estrellas plateadas no era ms que un dbil resplandor que se reflejaba en la

    tranquila superficie del Irrylyn. Sauce se hallaba sola en la orilla de una pequea cala

    rodeada de lamos y cedros. Las aguas del lago laman los dedos de sus pies. Estaba

    desnuda, y sus ropas se hallaban cuidadosamente colocadas sobre la hierba, detrs de ella.

    La brisa acariciaba su piel verde plido y agitaba su larga melena de color esmeralda,

    encrespndola y dividindola en mechones, y erizaba el vello de sus pantorrillas y sus

    antebrazos. Ella temblaba. Era una criatura de increble belleza, medio humana, medio

    fantstica, como una descendiente de las mticas sirenas que atraan a los hombres a un

    funesto destino sobre las rocas de los antiguos mares.

    Los pjaros nocturnos lanzaban sus gritos a travs del lago, y sus llamadas

    resonaban en la quietud. Sauce les responda con silbidos.

    Alz la cabeza y olfate el aire como si fuese un animal. Chiriva la esperaba

    pacientemente en el campamento, a unos cincuenta metros detrs. La luz de la hoguera

    encendida para cocinar quedaba oculta tras los rboles. Haba ido sola al Irrylyn para

    baarse y recordar.

    Entr en el agua con precaucin. El lquido tibio provoc en su cuerpo un

  • estimulante hormigueo. Era all donde haba conocido a Ben Holiday, donde se haban visto

    por primera vez mientras se baaban, despojados de formalismos. All haba sabido que l

    era quien le estaba destinado.

    Su sonrisa se acentu al recordar el maravilloso momento. Le habl del futuro que

    deban compartir y, aunque l se mostr incrdulo y an continuaba dudando, su propia

    certeza nunca flaque. Los hados de su nacimiento, expresados al modo de las hadas en las

    enredaderas y flores del lecho donde fue concebida, no podan mentir.

    Oh, ella amaba al extranjero Ben Holiday!

    Su rostro infantil brill y se ensombreci luego. Lo echaba de menos. Estaba

    preocupada por l. Algo en el sueo que haban compartido la inquietaba de un modo que

    no poda explicar. Haba un enigma tras esos sueos que susurraba peligro.

    No se lo haba mencionado a Ben porque haba captado en su voz cuando explicaba

    el sueo que estaba decidido a irse. Supo entonces que no podra alterar su propsito y

    decidi no intentarlo. Comprendi los riesgos y los acept. La urgencia de su preocupacin

    se debilit ante la firme voluntad de l.

    Quizs se era el motivo que haba impedido que le relatara todo su sueo. Exista

    algo en l que lo diferenciaba de los de Ben y Questor Thews. Era algo sutil y difcil de

    expresar, pero indudable.

    Se agach en el agua, y el pelo esmeralda se extendi sobre ella como un manto. Su

    dedo traz dibujos sobre la superficie inmvil, y el recuerdo del sueo volvi. Pens que la

    sensacin angustiosa se hallaba en la estructura del sueo, en el modo de proyectarse en su

    mente. Las visiones haban sido vividas, los hechos claros. Pero su contenido inclua algo

    falso, algo que slo poda ocurrir en un sueo, pero no en la vigilia. Pareca como si el

    recuerdo fuese una mscara que ocultase un rostro debajo.

    Dej de dibujar en el agua y se levant, preguntndose por la identidad del rostro

    que la mscara ocultaba.

    Su expresin preocupada y sombra se acentu y, de repente, dese no haber

    aceptado la decisin de Ben. Dese haberse opuesto a su marcha o insistido en que la

    llevase consigo.

    No, saldr bien del paso susurr una y otra vez. Sus ojos se elevaron al cielo y dej que el resplandor lunar la calentase. Al da

    siguiente pedira consejo a su madre, cuya vida estaba tan prxima a la de las criaturas

    fantsticas de las nieblas. Ella sabra del unicornio negro y de la brida de oro trenzado y le

    dara consejo. Pronto volvera a estar con Ben.

    Se sumergi de nuevo en el lago oscuro, dej que las aguas se cerrasen a su

    alrededor y flot en paz.

  • SOMBRAS

    La segunda aparicin de Meeks no provoc en Ben Holiday el mismo pnico que la

    primera. No se qued paralizado, ni experiment la misma confusin. Estaba sorprendido,

    pero no asustado. Despus de todo, ahora tena cierta idea de lo que sucedera. No era ms

    que otra aparicin del mago desterrado. Alto, envuelto en ropajes de color azul metlico,

    con el cabello canoso, el rostro arrugado y el guante de cuero negro alzado como una garra,

    no era ms que una aparicin.

    O no lo era?

    Meeks empez a acercarse y, de repente, Ben ya no estuvo seguro. Los ojos azul

    acuoso destellaban avivados por el odio, y las duras facciones contorsionadas le conferan

    un aspecto no del todo humano. Meeks se aproximaba cada vez ms, deslizndose sin ruido

    por el corredor vaco e iluminado por fluorescentes. Su figura pareca crecer. Ben se

    mantuvo en su lugar con dificultad, buscando con una mano el bulto tranquilizador del

    medalln bajo su camisa. Pero qu proteccin poda ofrecerle all? Su mente trabajaba sin

    descanso. Se acord de la piedra de runas. La piedra le dira si exista verdadera amenaza!

    Su mano libre rebusc frenticamente en el bolsillo de sus pantalones, tratando de

    encontrarla. La figura se hallaba ya casi a su alcance. A pesar de su resolucin, Ben

    retrocedi un paso. No lograba encontrar la piedra!

    Meeks estaba justo delante, ttrico y amenazador. Ben no pudo evitar encogerse

    cuando el mago se interpuso entre l y la luz Entonces, levant la vista y se encontr solo en el corredor desierto, contemplando

    el espacio vaco, escuchando el silencio.

    Meeks haba desaparecido, era otra aparicin inmaterial.

    Haba encontrado la piedra encajada en un ngulo del bolsillo de su pantaln, y la

    sac. Su color era rojo sangre y quemaba.

    Demonios! gru, irritado y asustado al mismo tiempo. Se tom un momento para recobrar la sensatez, revisando el corredor para

    asegurarse de que no haba nada oculto. Despus, al descubrir que mantena una agazapada

    postura de defensa, se irgui y atraves las puertas del ascensor. Nada se mova a su

    alrededor. Al menos, en apariencia estaba solo por completo.

    Pero por qu esa segunda visin? Sera otro aviso? Sera un aviso de Meeks o

    para Meeks?

    Qu estaba pasando?

    Dud slo un instante antes de girar bruscamente a la izquierda hacia las puertas de

    vidrio de las oficinas de Holiday y Bennett. Ante cualquier cosa que estuviese ocurriendo,

    lo ms sensato era avanzar. Meeks deba de saber que, tarde o temprano, ira a visitar a

    Miles. Eso no significaba que Meeks se hallase all, ni siquiera cerca de all. La aparicin

    poda ser otra contrasea para avisarle de la llegada de Ben. Si consegua ser lo bastante

    rpido, se marchara antes de que Meeks pudiera actuar.

    Las luces del vestbulo de las oficinas estaban apagadas. Tir del picaporte de la

    puerta de entrada y la encontr cerrada. Eso era normal. Miles nunca dejaba abierta la

    puerta principal ni encendidas las luces cuando trabajaba solo. Ben iba preparado para eso.

    Sac la llave de la oficina y la meti en la cerradura. sta gir con facilidad, abriendo la

    puerta. Entr, se guard la llave en el bolsillo y dej que se cerrase tras l.

  • Una radio sonaba suavemente; Willie Nelson, la clase de msica que le gustaba a

    Miles. Dirigi la mirada hacia el pasillo interior y vio que sala luz del despacho de su

    amigo. Esboz una sonrisa. Estaba all.

    Tal vez. Una nueva oleada de dudas y desconfianza lo invadi, haciendo

    desaparecer la sonrisa. Era mejor prevenir que curar, se dijo, pronunciando las palabras del

    viejo refrn como si fuese las de un encantamiento para alejar a los malos espritus. Sacudi

    la cabeza. Dese poder encontrar algn sistema para asegurarse de que Meeks Recorri el pasillo sin hacer ruido hasta llegar a la entrada iluminada. Miles Bennett

    estaba sentado ante su mesa de despacho, absorto en sus libros de derecho; a un lado tena

    un cuaderno amarillo lleno de notas. Haba ido a trabajar con chaqueta y corbata, pero el

    nudo de sta estaba flojo y la chaqueta abandonada sobre un silln. Levant la vista como

    si hubiera sentido la presencia de Ben, y sus ojos se desorbitaron.

    Por todos los santos! Fue a levantarse, pero luego se dej caer. Doc, de veras eres t?

    Ben sonri.

    S, de veras soy yo. Cmo te van las cosas muchacho? Cmo me van? Has preguntado cmo me van? dijo Miles en tono de incredulidad. Qu maldita clase de pregunta es sa? Te largas a Sangri-La o adonde sea, permaneces ausente ms de un ao, nadie oye ni una palabra de ti, luego vuelves un da,

    surgiendo de la nada, y quieres saber cmo me va. Maldito sinvergenza!

    Ben asinti desvalidamente e intent decir algo. Miles le dej balbucear durante un

    momento, luego solt una carcajada y se puso en pie, como un enorme osito de felpa un

    poco ajado vestido de ejecutivo.

    Bueno, ven aqu, Doc. No te quedes en el umbral como el hijo prdigo al volver, aunque eso es lo que eres. Ven aqu, sintate, cuntame! Maldita sea, no puedo creer que

    seas realmente t!

    Se apresur a rodear el escritorio, extendi su manaza, cogi la de Ben y la estrech

    con energa.

    Estaba a punto de darte por perdido, sabes? A punto de darte por perdido. Al no saber nada de ti, daba por seguro que te haba ocurrido algo. Ya sabes que en este trabajo la

    cabeza no deja de funcionar. Empec a imaginar todo tipo de cosas. Incluso pens en

    recurrir a la polica o a alguien semejante, pero no me atreva a contar que mi socio se haba

    ido a cazar duendes y dragones.

    De nuevo ri, esta vez con tanta fuerza que se le saltaron las lgrimas, y Ben lo

    secund.

    Probablemente reciben muchas llamadas como sa. Seguro, eso es lo que hace de Chicago la estupenda pequea ciudad que es! Miles se enjug los ojos. Llevaba una camisa azul arrugada y pantalones de vestir. Pareca un gigante. Oye Doc, no te imaginas lo que me alegro de verte. Yo tambin, Miles. Mir a su alrededor. No se ve que haya habido muchos cambios desde que me fui.

    No, hemos mantenido un santuario vivo en tu recuerdo. Miles pase la mirada por la habitacin y luego se encogi de hombros. De todas formas, no hubiramos sabido por dnde empezar. Este lugar es una obra monumental de art dco. Sonri, esper durante un momento que Ben dijera algo y, como no lo hizo, se aclar la garganta con

    nerviosismo. As que ests aqu, eh? Te importara decirme qu ha ocurrido en fantasilandia, Doc? Si no es demasiado doloroso para ti. Pero si prefieres no hablar de

  • eso Podemos hablar. No, no hay por qu hacerlo. Olvida la pregunta. Olvda