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De Certeau - “La belleza de lo muerto”, en La cultura en plural. La cultura popular supone una operación que no se confiesa. Ha sido necesario censurarla para poder estudiarla. El nacimiento de los estudios consagrados a la literatura de cordel (el libro iniciador de Nisard) esta ligado a la censura social de su objeto. Una represión política se halla en el origen de la curiosidad científica: la eliminación de los libros considerados “subversivos” e “inmorales”. En el comienzo hay un muerto En su búsqueda de una cultura popular, la curiosidad científica ya no sabe que ella reitera sus orígenes y que lo que busca de este modo no es encontrar al pueblo. En Francia, Nisard es convocado para examinar los libros que influenciaban al pueblo. De lo que se había sometido, se podía hacer un objeto de estudio científico. El saber esta ligado a un poder que lo autoriza. Lo que se encuentra en la causa, son las relaciones que un objeto y sus métodos científicos mantienen con la sociedad que los permite. Y si los objetivos científicos dependen de una organización política, el discurso mismo de la ciencia debe revelar una acción que le es encomendada por la sociedad: ocultar lo que pretende mostrar. Esto significa que un mejoramiento en los métodos no cambiará lo que la operación científica ha hecho de la cultura popular. Es necesaria una acción política. Un poco de historia nos esclarecerá sobre sus reiteraciones actuales. Nacimiento de un exotismo (S. XVIII) ¿Cómo nace este exotismo de lo interior? Dos momentos son reveladores de esta óptica: - Los finales del siglo XVIII - Los años 1850 – 1890 Una suerte de entusiasmo por lo “popular” agitaba a la aristocracia liberal e ilustrada del siglo XVIII. Pero este entusiasmo es a la vez un temor: el de la ciudad amenazada porque las jerarquías tradicionales se van a pique. De allí, este retorno a la pureza original de las campiñas, símbolo de las virtudes conservadas desde los tiempos más remotos (belleza del muerto, por ejemplo el gaucho). Este salvaje del interior, que es el campesino francés, presenta las ventajas de ser civilizado en sus costumbres cristianas: la proximidad de la naturaleza ligada a siglos de moral cristiana produce sujetos fieles, dóciles y laboriosos. Las investigaciones que el abad Gregorie inicia en agosto de 1790 sobre los patois [dialectos] de Francia y que concluye con su famosa relación de Pradial del Año II: “Sobre la necesidad de destruir el patois y de universalizar el uso de la legua francesa”. La razón más alegada para la universalización de la lengua francesa es la destrucción de la feudalidad, que se seguía manteniendo gracias a la supervivencia de los particularismos. Pero los citados ilustrados no tienen en cuenta la antorcha de la campaña escolar conducida por la Iglesia de la Reforma católica: la unidad nacional (del mismo modo que el retorno del hereje) se hará por medio de la instrucción, es decir, por la eliminación de

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De Certeau - “La belleza de lo muerto”, en La cultura en plural.

La cultura popular supone una operación que no se confiesa. Ha sido necesario censurarla para poder estudiarla. El nacimiento de los estudios consagrados a la literatura de cordel (el libro iniciador de Nisard) esta ligado a la censura social de su objeto. Una represión política se halla en el origen de la curiosidad científica: la eliminación de los libros considerados “subversivos” e “inmorales”.

En el comienzo hay un muerto

En su búsqueda de una cultura popular, la curiosidad científica ya no sabe que ella reitera sus orígenes y que lo que busca de este modo no es encontrar al pueblo. En Francia, Nisard es convocado para examinar los libros que influenciaban al pueblo. De lo que se había sometido, se podía hacer un objeto de estudio científico.

El saber esta ligado a un poder que lo autoriza. Lo que se encuentra en la causa, son las relaciones que un objeto y sus métodos científicos mantienen con la sociedad que los permite. Y si los objetivos científicos dependen de una organización política, el discurso mismo de la ciencia debe revelar una acción que le es encomendada por la sociedad: ocultar lo que pretende mostrar. Esto significa que un mejoramiento en los métodos no cambiará lo que la operación científica ha hecho de la cultura popular. Es necesaria una acción política.

Un poco de historia nos esclarecerá sobre sus reiteraciones actuales.

Nacimiento de un exotismo (S. XVIII)

¿Cómo nace este exotismo de lo interior? Dos momentos son reveladores de esta óptica:

- Los finales del siglo XVIII

- Los años 1850 – 1890

Una suerte de entusiasmo por lo “popular” agitaba a la aristocracia liberal e ilustrada del siglo XVIII. Pero este entusiasmo es a la vez un temor: el de la ciudad amenazada porque las jerarquías tradicionales se van a pique. De allí, este retorno a la pureza original de las campiñas, símbolo de las virtudes conservadas desde los tiempos más remotos (belleza del muerto, por ejemplo el gaucho). Este salvaje del interior, que es el campesino francés, presenta las ventajas de ser civilizado en sus costumbres cristianas: la proximidad de la naturaleza ligada a siglos de moral cristiana produce sujetos fieles, dóciles y laboriosos.

Las investigaciones que el abad Gregorie inicia en agosto de 1790 sobre los patois [dialectos] de Francia y que concluye con su famosa relación de Pradial del Año II: “Sobre la necesidad de destruir el patois y de universalizar el uso de la legua francesa”. La razón más alegada para la universalización de la lengua francesa es la destrucción de la feudalidad, que se seguía manteniendo gracias a la supervivencia de los particularismos. Pero los citados ilustrados no tienen en cuenta la antorcha de la campaña escolar conducida por la Iglesia de la Reforma católica: la unidad nacional (del mismo modo que el retorno del hereje) se hará por medio de la instrucción, es decir, por la eliminación de una resistencia debida a la ignorancia. Es una cultura que ya no tiene los medios para defenderse cuando aparecen el etnólogo o el arqueólogo.

Charles Nisard (1854)

En el periodo 1850 – 1890 definió una segunda etapa de ese culto castrador (ejercer esa violencia cuando se lo estudia) librado a un pueblo que queda constituido como objeto de ciencia.

Es en el mismo momento en que la literatura de cordel es perseguida. El ministro del Interior escribía: “el carácter mas común de los escritos y a los cuales se da la forma más popular es que divide a la sociedad en dos clases, ricos y pobres, excitando a la envidia de unos contra otros y preparando a nuestra sociedad para una guerra civil”. De allí la creación de una “comisión de examen de los libros de cordel”, que tenia como objetivo controlar el contenido de las obras que se difundían para no fueran contrarias a la moral y al orden. Así pues, el pueblo es un niño, al cual conviene mantener en su pureza original, preservándolo de las malas lecturas. Pero los aficionados pueden preservar en sus bibliotecas las colecciones folkloristas como curiosidades.

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La belle époque del folklore (la Tercera Republica)

Veinticinco años más tarde, la primera oleada folklórica es contemporánea a los comienzos de la Tercera Republica. La primera oleada folklórica se nutrió en un mundo rural que aun no habían puesto en contacto con la ciudad. La preocupación folklórica no esta exenta de dobles pensamientos: quiere situar, integrar, garantizar. Su interés es como la contracara de la censura, una integración razonada. La cultura popular se define como un patrimonio.

Este interés es, por otra parte ambiguo en otro sentido. Las connotaciones del término popular que se encuentra en las revistas son: lo popular esta asociado a lo natural, a lo verdadero, a lo ingenuo, a la infancia. No es por azar que lo popular sea siempre identificado con lo campesino (de vuelta lo bello del muerto como por ejemplo el campesino).

La cultura de las elites son amenazadas desde otro frente: las clases trabajadoras de las ciudades, ante todo Paris, se muestran desde ahora como una amenaza presente. La reivindicación de una restauración de la vida provinciana, la exigencia de una renovación social que debía rencontrar al campesino en el obrero y conocer las virtudes primitivas de la tierra. Son estos los temas que anuncian la Revolución nacional y que manifiestan la existencia de un populismo de los poderosos. El pueblo es el niño una vez más. El pueblo es el buen salvaje: en la reafirmación cultural puede acontecerle la reserva o el museo. La perspectiva de los eruditos puede quererse neutra y, por qué no, simpática. Es la más secreta violencia del primer folklorismo lo que debió camuflar su violencia.

El mito del origen perdido

¿Qué es lo popular? ¿Dónde ubicar lo popular? Unos lo buscaran en el tesoro oculto de una tradición oral que desemboca en la literatura escrita. Otros postularan una unidad de la cultura extendida a lo largo de un movimiento que hará de la literatura de elite anunciadora de las evoluciones globales. Hay muchos sistemas de explicación.

Para Bollème, la literatura de elite del Antiguo Régimen se degradó en una cultura “popular” elaborada por literatos especialistas, que tienen la función de hacer brotar en el pueblo una necesidad de saber. Todo esto funciona por que existe en el pueblo un gusto de saber o de ser instruido.

Para Soriano el esquema es inverso. Esta literatura popular es muy antigua, arraigada en los orígenes de la historia y transmitida por una tradición oral que emerge en la literatura clásica. Soriano ve al movimiento remontarse desde las profundidades de la tradición hasta las obras clásicas, y no descender desde una literatura de elite para dar lugar a una vulgarización simuladora. Esta construcción supone que la popularidad es el comienzo de la literatura y la infancia de la cultura.

Una hipótesis se impone: estos estudios sobre la cultura popular se dan por objeto su propio origen. Persiguen en la superficie de los textos, delante de sí, lo que en realidad es su condición de posibilidad: la eliminación de una amenaza popular. No es sino suprimiendo este objeto de interés que toma la figura de un origen perdido: la ficción de una realidad que debe encontrarse guarda el trazo de la acción política que la organizó.

Lecturas ilustradas de temas populares

Se encuentra la ambigüedad del objeto “cultura popular” que ya deja de surgir formulaciones contrarias respecto del problema del origen. El primer momento es el del inventario. Bollème y Mandrou ha constituido repertorios de temas esenciales que se encuentran en los almanaques o en los libritos de la Biblioteca azul. Según Mandrou, “explorar los temas en el interior del repertorio de la Biblioteca azul es llegar a abarcar los temas mismos de la cultura popular francesa bajo el Antiguo Régimen”. Pero estos inventarios son realmente populares.

He aquí que estos temas se dan a sí mismos como pertinentes, y que las “unidades significativas” así inventariadas lo son realmente. Aquí se encuentra una vez más el problema que plantea a los historiadores, investigadores de las ciencias humanas: sólidamente retraídos a un positivismo proclamado, en el rechazo de toda interpretación o conclusión, ¿estos inventarios no son una especie de desquite de la interpretación? Se sabe que ninguno está libre de las opiniones de su autor.

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Nace una doble interrogante: ¿desde dónde hablan los historiadores de la cultura popular? ¿Y qué objeto constituyen en consecuencia? No es indiferente destacar que todas las nociones que han servido para constituir su grilla de inventario están tomadas de las categorías del saber (en Bollème) o, más genéricamente de la cultura ilustrada (Mandrou).

La incertidumbre reconocida sobre las fronteras del dominio popular, sobre su homogeneidad ante la unidad profunda y siempre vigorosa de la cultura de elite, podría signifiar que el dominio popular no existe nada más que porque somos incapaces de hablar sin hacer que siga existiendo.

Lo popular en la historia social

Los problemas de inventario remiten a los problemas de la interpretación de los temas. La temática de la cultura popular se presenta en nuestras obras como la manifestación de otra cosa que soportaría lo popular. ¿Será verdad que lo que denominamos cultura popular ha penetrado todos los aspectos de la vida campesina? La cultura popular es mantenida aquí como un supuesto a lo largo de la marcha que procura observar.

Mandrou y Bollème notan que, en la representación impuesta desde lo alto que brindan de la sociedad, libros y almanaques dejan aparecer una rendija: la función del pastos, marginal social por profesión, sujeto y objeto de una naturaleza en la cual la simplicidad se regula sobre la evidencia evangélica, donde la inocencia, a la vez que garantiza la fiesta, conlleva la violencia, podría revelar la mirada lanzada por el otro sobre una sociedad que construye sobre el silencio y la exclusión del otro.

Una geografía de lo eliminado

Para procurar un esbozo de esta geografía, tres regiones parecen ausentes de estos estudios: el niño, la sexualidad y la violencia.

El niño

Es una figura que sirve de alegoría a lo que se piensa del pueblo. La literatura infantil seria una forma de sustitución de la presencia de los padres. Nace una generación privada de sus padres, librada a su propia suerte. Lo que se dice del niño sirve de alegoría a lo que se piensa del pueblo.

La sexualidad

La comisión de censura será el “ángel guardián” que protege al inocente pueblo contra las fotografías impuras. Los conocimientos o las relaciones amorosas caen dentro del campo del sueño mágico.

La violencia

De las “clases peligrosas”, de las reivindicaciones amenazantes, no hay ninguna aparición en esta literatura. Para que se hagan presentes hay que pasar al terreno de la historia. La historia demuestra que la violencia ha sido erradicada de la literatura porque esta ha sido antes objeto de una forma de violencia. Una violencia política explica la eliminación de la violencia en el estudio de los particularismos o de la “cultura” popular. Lo que ha permitido ofrecer este paraíso perdido al campo de los letrado es una victoria del poder.

Ciencia y política: un interrogante

Una primera función es definir una mirada y a través de ella, inventar un objeto. Para el historiador como para el etnólogo, la meta es hacer funcionar un conjunto cultural, hacer aparecer leyes, estructurar un paisaje que no debería ser un simple reflejo. Pero sería equivocado creer que estos útiles son neutros y su mirada inerte. Nada esta dado e incluso la violencia de la interpretación puede crear o suprimir.

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Esto nos remite a una pregunta que se encuentra en todas partes y a la cual es necesario intentar responder ¿desde dónde se habla y qué se puede decir? Pero también ¿Desde dónde hablamos nosotros? El problema se convierte en inmediatamente político, ya que pone en cuestión la función social de la cultura letrada.

Es nuestro propio lugar el que se nos impone definir. ¿En dónde estamos nosotros sino en la cultura ilustrada? O, si se prefiere de este modo ¿Existe la cultura popular más que el acto que la suprime?

Ginzburg, Carlo - “Prefacio” a El queso y los Gusanos.

Prefacio

Antes era valido acusar a quienes historiaban el pasado de consignar únicamente las gestas de los reyes. Hoy día ya no lo es, pues cada vez se investiga más sobre lo que ellos callaron o simplemente ignoraron.

2.

La escasez de testimonios sobre los comportamientos y actitudes de las clases subalternas del pasado es el primer obstáculo, con que tropiezan las investigaciones históricas. No obstante, es una regla con excepciones. Este libro narra la historia de un molinero friulano conocido como Menocchio, muerto en la hoguera por orden del Santo Oficio tras una vida transcurrida en el más completo anonimato. Los expedientes de los dos procesos en que se vio involucrado a quince años de diferencia nos facilitan una panorámica de sus ideas, sentimientos y aspiraciones.

Otros documentos nos aportan información sobre sus actividades económicas y la vida de sus hijos. Incluso disponemos de páginas autobiográficas y de una lista parcial de sus lecturas (sabía leer y escribir). Con los datos disponibles ya podemos reconstruir un fragmento de lo que se ha dado en llamar “cultura de las clases subalternas” o “cultura popular”.

3.

La existencia de diferencias culturales dentro de las sociedades civilizadas constituye la base de la disciplina que se ha autodefinido como folclore, demología, historia de las tradiciones populares y etnología europea. Pero el empleo del término “cultura” como definición de un conjunto de actitudes, creencias, patrones de comportamiento, etc., propios de las clases subalternas en un determinado período histórico es relativamente tardío y préstamos de la antropología cultural.

A través del concepto de “cultura primitiva” hemos llegado a reconocer la entidad de una cultura entre aquellos que antaño definíamos de forma paternalista como “el vulgo de los pueblos civilizados”. Se plantea la discusión sobre qué relación existe entre la cultura de las clases subalternas y la de las clases dominantes. ¿Podemos hablar de circularidad en ambos niveles de cultura?

El retraso se debe en parte a la persistencia difusa de una concepción aristocrática de la cultura. Muchas veces, ideas o creencias originales se consideran por definición producto de las clases superiores, y su difusión entre las clases subalternas como un hecho mecánico de escaso o nulo interés; a lo sumo se pone de relieve la “decadencia”, la “deformación” sufrida por tales ideas o creencias en el curso de su transmisión. Aun hoy en día la cultura de las clases subalternas es una cultura oral en su mayor parte. Pero está claro que los historiadores no pueden entablar dialogo con los campesinos del siglo XVI. Por lo tanto, tienen que echar mano de fuentes escritas doblemente indirectas. Escritas por individuos vinculados más o menos a la cultura dominante. Esto significa que las ideas, creencias y esperanzas de los campesinos y artesanos del pasado nos llegan a través de filtros intermedios.

Los términos del problema cambian si nos proponemos a estudiar, no la cultura producida por las clases populares, sino la cultura impuesta a las clases populares. Objetivo que se macró Mandrou, basándose en la fuente de la literatura de colportage, libritos de cuatro cuartos que vendían en ferias y poblaciones rurales los comerciantes ambulantes. Mandrou llega a una conclusión: esta literatura, que denomina “de evasión”, habría alimentado una visión del mundo imbuida de fatalismo y determinismo, de ocultismo, que habría impedido a sus lectores la toma de conciencia de su propia condición social y política, con lo que habría desempeñado una función reaccionaria.

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Los ha definido como instrumentos de aculturación triunfante, como “reflejo de la visión del mundo” de las clases populares del Antiguo Régimen, atribuyendo tácitamente a éstas una absoluta pasividad cultural, y a la literatura de colportage una influencia desproporcionada. Dilucidar la fisonomía de la cultura popular exclusivamente a través de los proverbios, los preceptos y las novelitas de la Biblioteca azul es absurdo. El atajo elegido por Mandrou para soslayar la dificultad que implica la reconstrucción de una cultura oral le devuelve de hecho al punto de partida.

Bollème, investigadora, ve en la literatura de colportage, más que el instrumento de una aculturación triunfante, la expresión espontánea (improbable) de una cultura popular original y autónoma, influida por los valores religiosos. En esta religión popular, basada en la humanidad y pobreza de Cristo, se habría fundido armoniosamente la naturaleza de lo sobrenatural, el miedo a la muerte, la aceptación de la injusticia con la rebeldía de la opresión. Está claro que así se sustituye “literatura destinada al pueblo” por “literatura popular” dejándola al margen de la cultura producida por las clases dominantes.

4.

La imagen edulcorada de cultura popular que constituye el punto de llegada de estas investigaciones contrasta con la conclusión esbozada por M. Bajtin, en un libro sobre Rabelais y la cultura popular de su época. Según parece, Gargantua y Pantagruel, no leídos probablemente por ningún campesino, son de mayor utilidad para nuestra compresión de la cultura rural. En el centro de la cultura reconstruida por Bajtin hay que situar al carnaval: mito y rito en el que confluyen la exaltación de la fertilidad y la abundancia.

Según Bajtin, esta visión de mundo, elaborada a lo largo de los siglos por la cultura popular, se contrapone al dogmatismo y a la seriedad de la cultura de las clases dominantes. Solo teniendo en cuenta esta contraposición resulta comprensible la obra de Rabelais. Su comicidad procede directamente de los temas carnavalescos de la cultura popular. Por lo tanto, dicotomía cultural, pero también circularidad, influencia recíproca entre cultura subalterna y cultura hegemónica.

El alcance apasionante del libro de Bajtin es que los protagonistas de la cultura popular, que él trata de describir, hablan por boca de Rabelais.

5.

El hecho de que una fuente no sea objetiva no significa que sea inutilizable. Una crónica hostil puede aportarnos valiosos testimonios sobre comportamientos de una comunidad rural en rebeldía.

El temor a incurrir en un desprestigiado positivismo ingenuo, induce actualmente a muchos historiadores a arrojar el agua con el niño adentro, a descartar la cultura popular con la documentación que nos facilita de aquella imagen más o menos deformada por falta de fuentes directas. Después de criticar los estudios mencionados sobre la literatura de colportage (biblioteca azul), un grupo de investigadores ha llegado a preguntarse si “la cultura popular existe fuera del gesto que la suprime”. La pregunta es pura retórica y la respuesta es negativa.

La figura del asesino, Pierre Riviere, se publica un memorial escrito a petición de los jueces, en el que aquel explica como llegó a cometer el triple asesinato. Se excluye la posibilidad de interpretación de este texto, porque ello equivaldría a forzarlo, reduciéndolo a una razón ajena. Vemos que el irracionalismo estetizante es la única meta de esta serie de investigaciones. Apenas se acentúa la relación oscura y contradictoria de Pierre Riviere con la cultura dominante. Se prefiere describírnoslo como un hombre inculto. Se cae en un populismo negro, se aleja tanto el objeto que no se lo analiza.

6.

Lo que hemos dicho hasta ahora demuestra con amplitud la ambigüedad del concepto de cultura popular. Se atribuye a las clases subalternas de la sociedad preindustrial una adaptación pasiva de los subproductos culturales excedentes de las clases dominantes (Mandrou); o una táctica propuesta de valores, si acaso parcialmente autónomos respecto a la cultura de aquellas (Bollème); o ajenidad absoluta que se sitúa sin rebozo más allá de la cultura (Foucault).

Es mucho más valiosa la hipótesis formulada por Bajtin de una influencia reciproca (circularidad) entre la cultura de las clases subalternas y la cultura dominante. Aunque precisar el modo y el momento de tal influencia significa afrontar el problema con una documentación que, en el caso de la cultura popular, como hemos señalado, es casi siempre indirecta.

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Hace años quería saber qué había representado en realidad la brujería para sus propios protagonistas, los brujos. Pero la documentación con que contaba constituía una barrera que ocultaba el estudio de la brujería popular. A cada paso tropezaba con los esquemas de origen culto de la brujería inquisitorial. La única brecha en el obstáculo fue el descubrimiento de un conjunto de creencias hasta entonces ignoradas cuya existencia pude verificar en el Friuli entre los siglos 16 y 17. La discrepancia entre las preguntas de los jueces y las respuestas de los acusados traslucía un profundo núcleo de creencias populares autónomas. Las confesiones de Menocchio constituyen este caso. También aquí la irreductibilidad a esquemas conocidos de parte de los razonamientos de Menocchio nos hace entrever un caudal no explorado de creencias populares, de oscuras mitologías campesinas. La convergencia entre la postura de Menocchio y las de los grupos intelectuales de la época vuelve a plantear el problema de la circulación cultural por Bajtin.

7.

Antes de examinar las confesiones de Menocchio, es justo preguntarse qué relevancia pueden tener las ideas y creencias de un individuo de su nivel social considerado aisladamente. Proponer una indagación lineal sobre un molinero puede parecer paradójico y absurdo. Es sintomático que la viabilidad de una investigación de este tipo haya sido descartada de antemano por los que sostienen que la reintegración de las clases inferiores en la historia sólo es posible bajo el epígrafe “del número y del anonimato”, a través de la demografía y la sociología, “del estudio cuantitativo de la sociedad del pasado”. Con semejante aserto por parte de los historiadores, las clases inferiores quedarían condenadas al “silencio”.

Pero si la documentación nos ofrece la posibilidad de reconstruir no sólo masas diversas, sino personalidades individuales, sería absurdo rechazarla. Existe el riesgo de caer en la anécdota. Pero no es un riesgo insalvable. En algunos estudio bibliográficos se ha demostrado que en un individuo mediocre, carente de sí de relieve y por ello representativo, puede escrutarse, como en un microcosmos, las características de todo un estrato social en un determinado período histórico.

A Menocchio no se lo puede considerar un campesino típico. Pero esta singularidad tiene límites precisos. De la cultura de su época y de su propia clase no escapaba nadie sino para entrar en el delirio y la falta de comunicación. Como la lengua, la cultura ofrece al individuo un horizonte de posibilidades latentes, una jaula flexible e invisible para ejercer dentro de ella la propia libertad condicionada. Con claridad y lucidez Menocchio articuló el lenguaje que históricamente disponía. Por ello en sus confesiones podemos rastrear, con facilidad, una serie de elementos convergentes. Ciertos sondeos confirman la existencia de indicios que nos llevan a una cultura rural común. En conclusión: también un caso límite puede ser representativo. Con ello no deseamos confrontar las indagaciones cualitativas con las cuantitativas. Simplemente queremos hacer hincapié en lo que respecta a la historia de las clases subalternas.

¿Cómo leía el pueblo de entonces los almanaques, coplas, librios piadosos? ¿En qué medida la cultura primordialmente oral de aquellos lectores interfería con el disfrute del texto, modificándolo, remodelándolo hasta casi desnaturalizarlo? Las referencias de Menocchio a sus lecturas nos dan un ejemplo de esta relación con el texto. Esto nos permite medir el desfase entre los textos de la literatura “popular” y el modo en que los campesinos leían.

8.

El desfase entre los textos leídos por Menocchio y la manera en que los asimiló y refirió a sus inquisidores, indica que sus actitudes no son imputables o reducibles a algún libro. Por una parte, nos remiten a una tradición oral. Por otra, reclaman una serie de temas elaborados por los grupos heréticos de formación humanistas; tolerancia, tendencia a reducir la religión a un concepto moral.

Podríamos preguntarnos si lo que emerge de los razonamientos de Menocchio más que una cultura es una “mentalidad”. Lo que ha caracterizado los estudios históricos sobre la mentalidad es la recurrencia de elementos inertes, oscuros, inconscientes de una determinada visión del mundo. Las supervivencias, los arcaísmos, la afectividad, lo irracional, todo ello delimita de modo específico la historia de la mentalidad, diferenciándola de las disciplinas paralelas ya consilidadas como la historia de las ideas o la historia de la cultura.

Reducir el caso de Menocchio al ámbito de la historia de la mentalidad, significaría situar en segundo plano el acentuado componente racional de su visión de mundo. Pero el arguemtno concluyente es otro: la connotación decididamente interclasista de la historia de la mentalidad. Febvre ha caído en la trampa en que a partir de una investigación sobre un individuo, intentó recrear las coordenadas mentales de toda una época.

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9.

Dos grandes acontecimientos históricos hacen posible un caso como el de Menocchio:

- La invención de la imprenta; la imprenta le otorga la posibilidad de confrontar los libros con la tradición oral en la que se había criado y le provee palabras par resolver los conglomerados de ideas y fantasías que sentía en su fuero interno.

- La Reforma; le otorga audacia para comunicar sus sentimientos al cura del pueblo, a su paisanos, a los inquisidores.

La gigantesca ruptura que supone el fin del monopolio de la cultura escrita por parte de los doctos y del monopolio de los clérigos sobre temas religiosos había creado una situación nueva. Pero la convergencia entre las aspiraciones de un sector de la alta cultura y las de la clase popular había quedado eliminada definitivamente medio siglo antes del proceso de Menocchio, con la condena de Lutero a los campesinos sublevados y sus reivindicaciones.

Con la Contrarreforma (y consilidación de iglesias protestantes) se inicia una época altamente caracterizada por la rigidez jerárquica, el adoctrinamiento paternalista de las masas, la erradicación de la cultura popular, la marginación más o menos violenta de las minorías y los grupos disidentes.

Anderson, Benedict - “El origen de la conciencia nacional”, en Comunidades imaginadas.

El origen de la conciencia nacional

Si el desarrollo de la imprenta como mercancía es la clave para la generación de ideas del todo nuevas de simultaneidad, nos encontramos simplemente en el punto en que se vuelven posibles las comunidades del tipo “horizontal-secular, de tiempo transverso”.

Como hemos visto, en el 1500 se habían impreso ya por lo menos 20 millones de libros, lo que señala el inicio de la “época de la reproducción mecánica”. Si el conocimiento manuscrito era algo escaso y arcano, el conocimiento impreso sobrevivía por su capacidad de reproducción y diseminación.

Como una de las primeras formas de la empresa capitalista, la actividad editorial experimentó la busca incesante de mercados. El mercado inicial fue la Europa alfabetizada, un estrato amplio pero delgado de lectores de latín. La característica determinante del latín era que se trataba de un idioma de bilingües. Relativamente pocos nacían hablándolo y hemos de imaginar que menos aún soñaban con él. En el siglo XVI era muy pequeña la proporción de bilingües dentro de la población total de Europa. La lógica del capitalismo significaba que, una vez saturado el mercado elitista del latín (bilingüe), llegaría el momento de los mercados potencialmente enormes representados por las masas monolingües.

La Contrarreforma alentó un surgimiento temporal de las publicaciones en latín, pero ese movimiento estaba en decadencia a mediados del siglo XVII. Había una escasez de dinero que afectaba a toda Europa y hacía que los impresores pensaras más y más en la venta de ediciones baratas en las lenguas vernáculas.

El impulso revolucionario de las lenguas vernáculas por el capitalismo se vio reforzado por tres factores externos, dos de los cuales contribuyeron directamente al surgimiento de la conciencia nacional:

- El primero, fue un cambio en el latín mismo, éste adquirió un carácter esotérico muy diferente del que tenía el latín eclesiástico de la época medieval. El latín antiguo no era arcano por su tema o por su estilo, sino simplemente porque estaba escrito, es decir por su carácter de texto. Ahora se volvía arcano a causa de lo que estaba escrito, a causa de la lengua misma.

- El segundo factor fue la repercusión de la Reforma, que al mismo tiempo debía parte de su éxito al capitalismo impreso

(antes el catolicísimo tenía mejores comunicaciones internas que sus enemigos). Lutero se convirtió en el primer autor de éxitos de librería hasta entonces conocido. Muchos siguieron la senda trazada por Lutero, dando comienzo a la guerra de propaganda religiosa que azotó a Europa durante el siglo siguiente. En esta batalla por la conciencia de los hombres, el protestantismo estaba siempre a la ofensiva, justo por que sabía usar el mercado en expansión de impresiones en lenguas

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vernáculas, creado por el capitalismo, mientras que la Contrarreforma defendía la ciudadela del latín. La coalición creada entre el protestantismo y el capitalismo impreso, creó grandes grupos de lectores nuevos y al mismo tiempo los movilizó para fines político-religiosos.

- El tercer factor fue la difusión lenta de lenguas vernáculas particulares como instrumentos de centralización administrativas, realizada por los aspirantes a monarcas absolutistas.

En todos los casos la “elección” de la lengua es gradual, inconsciente, pragmática, por no decir aleatoria. En consecuencia, fue algo totalmente diferente de las políticas idiomáticas conscientes aplicadas por las dinastías del siglo XIX que afrontaron el surgimiento de hostiles nacionalismos lingüísticos populares. Un signo claro de la diferencia es que las antiguas lenguas administrativas eran justamente eso: lenguas usadas por los funcionarios para su propia convenciencia interna.

No había ninguna idea de la imposición sistemática de la lengua a las diversas poblaciones sometidas de las dinastías. Sin embargo, la elevación de las lenguas vernáculas a la posición de lenguas de poder, cuando eran en cierto sentido competidoras del latín, hizo su propia contribución a la decadencia de la comunidad imaginada de la cristianidad.

En el fondo, es probable que el carácter esotérico del latín, la Reforma y el desarrollo de las lenguas vernáculas administrativas sean importantes en su sentido negativo: el destronamiento del latín. Lo que, en un sentido positivo, hizo imaginables a las comunidades nuevas era una interacción entre:

- Un sistema de producción y de relaciones productivas (el capitalismo)

- Una tecnología de comunicaciones (la imprenta) y

- La fatalidad de la diversidad lingüística humana

El elemento de la fatalidad es esencial. El capitalismo encontraba en la muerte y en las lenguas dos adversarios tenaces. Las lenguas particulares pueden morir o ser eliminadas, pero no había ninguna posibilidad de la unificación lingüística general entre los hombres. Esta mutua incapacidad de comprensión tenía apenas una importancia histórica ligera antes de que el capitalismo y la imprenta crearan grandes públicos lectores monolingües. Es el sentido de una condición general de diversidad lingüística irremediable.

Lo esencial es la interacción entre la fatalidad, la tecnología y el capitalismo. En la Europa anterior a la imprenta, la diversidad de lenguas habladas era tan inmensa que si el capitalismo impreso hubiese tratado de explotar cada mercado de lengua vernácula habría conservado minúsculas proporciones. Pero estos variados idiolectos era capaces de reunirse, dentro límites definidos, en lenguas impresas de número mucho menor. Nada servía para “conjuntar” las leguas vernáculas relacionadas más que el capitalismo, que dentro de los límites impuestos por las gramáticas, creaba lenguas impresas mecánicamente reproducidas, capaces de diseminarse a través del mercado.

Estas lenguas impresas echaron las bases de la conciencia nacional en tres formas distintas:

- En primer lugar, crearon campos unificados de intercambio y comunicación por debajo del latín y por encima de las leguas vernáculas habladas. Los hablantes de la enorme diversidad de franceses o ingleses pudieron comprenderse por la vía imprenta y el papel. Estos lectores, semejantes, a quienes se relacionaba a través de la imprenta, formaron, en su invisibilidad visible, secular, particular, el embrión de la comunidad nacional imaginada.

- En segundo lugar, el capitalismo impreso dio una nueva firmeza al lenguaje, lo que a largo plazo ayudó a forjar esa imagen de antigüedad fundamental para la idea subjetiva de nación. El libro impreso conservó una forma permanente, capaz de reproducción infinita en lo temporal y lo espacial. Para el siglo XVII las lenguas de Europa habían adquirido sus formas modernas. El francés no cambiaba con el paso del tiempo, que era lo que pasaba con la escritura a mano de los monjes.

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- Tercero, el capitalismo impreso creó lenguajes de poder de una clase diferente a la de las antiguas lenguas vernáculas administrativas. Ciertos dialectos estaban “más cerca” de cada lengua impresa y dominaban sus formas finales. Sus primos fracasaban en el esfuerzo por imponer su propia forma impresa. El alto alemán o el ingles del rey, fueron elevados a una nueva eminencia político-cultural.

Sólo falta destacar que, en su origen, la fijación de las lenguas impresas y la diferenciación de sus posiciones relativas eran procesos en gran parte inconscientes, resultantes de la interacción entre el capitalismo, la tecnología y la diversidad lingüística humana. Una vez llegadas a “ese punto”, podrían convertirse en modelos formales por imitar y, cuando fuese posible, por explotarse conscientemente.

La convergencia del capitalismo y la tecnología impresa en la fatal diversidad del lenguaje humano hizo posible una nueva forma de comunidad imaginada, que preparó el escenario para la nación moderna. La extensión potencial de esas comunidades estaba limitada y, al mismo tiempo, sólo tenía relación más fortuita con las fronteras políticas existentes. La formación concreta de los Estados nacionales contemporáneos no es en modo alguno isomorfa con el alcance determinado de las lenguas impresas particulares. Para explicar la discontinuidad en la conexión entre lenguas impresas, las conciencias nacionales y los Estados nacionales, es necesario examinar el gran conjunto de nuevas entidades políticas que surgieron en occidente entre 1776 y 1838, que se definieron a sí mismas como naciones.

http://periodeportivoexesma.files.wordpress.com/2013/05/alabarces-archetti-homenaje-a-un-fundador.pdf

Martín Barbero, Jesús - “De las masas a la masa” y “Los procesos: de los nacionalismos a las trasnacionales”, en De los medios a las mediaciones.

De las masas a la masa

1. Inversión de sentido y sentidos de la inversión

El largo proceso de enculturación de las clases populares al capitalismo sufre desde mediados del silgo XIX una ruptura mediante la cual logra su continuidad: el desplazamiento de la legitimidad burguesa “desde arriba hacia adentro”, esto es, el paso de los dispositivos de sumisión a los del consenso. Ese “salto” contiene un pluralidad de movimientos entre los que los de más largo alcance serán la disolución del sistema tradicional de diferencias sociales; la constitución de las masas en clase y surgimiento de una nueva cultura de masa (surge la cultura de masas con los dispositivos de consenso).

Cambio cuyo sentido sólo es abordable desde los diferentes sentidos de que se carga históricamente “la aparición de las masas en la escena social”, desde la concentración industrial de mano de obra, hace visible la fuerza de las masas a lo masivo constituyéndose en modo de existencia de lo popular.

La visibilidad, la presencia social de las masas, remite a un hecho político. Es la revolución haciendo del estado un asunto general, liberando lo político y constituyéndolo “en esfera de la comunidad” de asuntos generales del pueblo. Se hace posible la entrada de capas sociales no burguesas en la esfera pública. Entre y en Estado y sociedad surge una esfera social repolitizada que borra la diferencia entre lo público y lo privado. Y sin embargo, la crisis que la disolución de lo público produce en la legitimidad burguesa no condice a la revolución social, sino a una recomposición de la hegemonía.

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La cultura es cambiada y redefinida. El vacío abierto por la desintegración de lo público será ocupado por la integración que produce lo masivo, la cultura de masa. Una cultura que en vez de ser lugar donde se marcan las diferencias sociales pasa a ser el lugar donde esas diferencias se encubren. Las diferencias son negadas como elemento constitutivo del nuevo modo de funcionamiento de la hegemonía burguesa.

Masa designa el modo como las clases populares viven las nuevas condiciones de existencia, tanto en lo que ellas tienen de opresión como en lo que las nuevas relaciones contienen de demanda de democratización social. Y de masa será la cultura que llaman popular. Pues en ese momento, en que la cultura popular tendía a convertirse en cultura de clase, será esa misma cultura la minada desde dentro y transformada en cultura de masa.

Al transformarse las masas en clase, la cultura cambiará de oficio y se convirtiera en espacio estratégico de la hegemonía pasando a mediar, o sea, cubrir diferencias y reconciliar gustos. Los dispositivos de massmediación se hallan así ligados estructuralmente a los movimientos en la legitimidad que articula la cultura. Es una mediación que cubre el conflicto entre las clases produciendo su solución en el imaginario, asegurando así el consentimiento activo de los dominados. Pero esa mediación y ese consentimiento solo fueron posibles históricamente en la medida que la cultura de masa se constituya activando y deformando al mismo tiempo señas de identidad de la vieja cultura popular, e integrando al mercado nuevas demandas de masa.

La cultura de masa no aparece de golpe, como un corte que permita enfrentarla a la popular. Lo masivo se ha gestado lentamente desde lo popular.

2. Memoria narrativa e industria cultural

La incorporación de las clases populares a la cultura hegemónica tiene una larga historia en la que la industria de relatos ocupa un lugar primordial. A mediados del siglo XIX la demanda popular y el desarrollo de tecnologías de impresión van a hacer de los relatos el espacio de despegue de la producción masiva. El movimiento nace en la prensa; nace ahí el folletín, primer texto escrito en el formato popular de masa. El folletín conforma un espacio privilegiado para estudiar la emergencia de un medio de comunicación dirigido a las masas y de un nuevo modo de comunicación entre las clases.

Hay dos miradas sobre el folletín. Una, que mirándolo desde la literatura y la ideología lo ve como un fracaso literario y un poderoso éxito de la ideología reaccionaria. Otra que, siguiendo la propuesta de Gramsci, se lo plantea como “un estudio de la historia de la cultura y no de la historia literaria”.

Plantearse el folletín como hecho cultural significa desplazar la lectura del campo ideológico para leer no solo lo dominante, sino las diferentes lógicas en conflicto, tanto en producción como en consumo.

El folletín nos descubre una relación otra al lenguaje en y desde el campo de la literatura . La hegemonía exigía eso: la inversión que implica una literatura “sin escritura” o una “novela no literaria”. Las clases populares acceden a la literatura sólo mediante una operación comercial que escinde el acto mismo de escribir y desplaza la figura del escritor hacia la del periodista.

La aparición del medio

El folletín señaló un lugar en el periódico: el “sótano” de la primera página. Lo que no se permitía en el cuerpo del diario podía sin embargo encontrarse en el folletín. La mezcolanza de literatura con política, dejarán buena huella en el formato. Fue en 1836, cuando la conversión del periódico en empresa comercial, llevó a dos periódicos a introducir importante modificantes como los anuncios por palabras y la publicación de relatos escritos por novelistas de moda. Con ello se busca reorientar los periódicos hacia el “gran publico”, abaratando los costos y aprovechando las posibilidades abiertas por la “revolución tecnológica”. La competencia entre los periódicos va a jugar fuertemente en la configuración de la novela-folletín. El tiraje de los diarios sufre transformaciones enormes como la de Le Constitutionel, que con la publicación de “El judío errante” pasa de tirar 5.000 a 80.000 ejemplares.

En el folletín se hace necesario diferenciar en su desarrollo tres periodos:

- Primero, en el que predomina el romanticismo social, un dualismo de fuerzas sociales que se resuelve siempre en forma mágico-reformista, que llega hasta 1848.

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- Un segundo periodo, en el que la aventura y la intriga reemplazan las preocupaciones sociales, a la vez que el folletín ajusta sus mecanismos narrativos a los requerimientos industriales, etapa que dura hasta 1870.

- Por último, en los años que siguen a la Comuna de París, el folletín entra en clara decadencia e ideológicamente asume una franca posición reaccionaria.

Dispositivos de enunciación

Metodológicamente la posibilidad de situar lo literario en el espacio de la cultura pasa por su inclusión en el espacio de los procesos y las prácticas de comunicación

Se busca analizar el proceso de escritura en cuanto proceso de enunciación en un medio, que tiene la estructura abierta del periódico, que a su vez implica un modo de escribir marcado por la doble exterioridad de la periodicidad y la presión salarial y que remite a un modo de lectura que rompe el aislamiento de escritor, y lo sitúa en el espacio de una interpelación por parte de los lectores. El estatuto de la comunicación literaria sufre con el folletín un doble desplazamiento: del ámbito del libro a la prensa y del escritor-autor que ahora solo pone “la materia prima”, y que en ocasiones más que escribir reescribe, al de un editor-productor que es quien muchas veces tiene el proyecto y quien dirige la realización.

La reacción de los estudiosos literarios a este tipo de propuesta metodológica es que, estamos en presencia de la destrucción de lo literario a manos de la organización industrial y del comercio. Y sin embargo, es toda la literatura la que quedó afectada por las transformaciones en la comunicación literaria, de las que el folletín no es más que un exponente. De ahí que lo relevante sea la aparición de un nuevo tipo de escritura a medio camino entre la información y la ficción; y la emergencia de un nuevo estatuto social para el escritor, ahora profesional asalariado.

Las condiciones de producción-edición

Que la fórmula del folletín la pensaron los empresarios, de ello no cabe duda. Pero eso no significa que la sacaran de la nada. El editor no fue sólo comerciante. Se trata de las condiciones de producción cultural que ahí se inauguran. Esas condiciones establecen una nueva forma de relación entre editor y autor, que a su vez marcará la relación del escritor con la escritura.

Lo realmente nuevo es que la relación asalariada penetra el ritmo y el modo de escribir, exponiendo al escritor a colocar entre él y el texto una mediación institucional de mercado, que reorienta la intencionalidad artística del escritor. Dumas y otros tuvieron ayudantes para escribir algunos folletines; que le encargaba su redacción, lo que le permitía escribir más folletines a la vez. En muchos casos el autor dicta a su ayudante, y ese dispositivo de dictado adquiere una significación precisa: más allá de los intereses del autor, ese dictado revela todo lo que tiene de oral el folletín, su cercanía a una literatura donde “el autor habla más que escribe y el lector escucha más que lee”.

Algo parecido sucede con los dispositivos que organizan la relación con el público. En los modos de adquisición y en el tipo de publicidad que se implementa encontramos la incorporación a la modernidad de prácticas y experiencias que sólo ahí reciben legitimación social. La forma en que se difunde el folletín en España, esto es, la novela por entregas, ponen de manifiesto su relación con la publicidad y modos de distribución de la literatura de cordel. Que junto con la introducción de rifas y regalos para motivar la suscripción hace explicita la continuidad cultural entre esa literatura y la vida de las clases populares. Publicando en el periódico de entrega semanal, el folletín no tendrá nunca estatuto cultural de libro. Con su venta en la calle, el folletín se inscribe en ese otro modo de circulación que pasa de lo popular a lo masivo sin pasar por lo “culto” o por los “lugares de culto”.

Dialéctica escritura/lectura

“Los misterios de París”, de Sue, aunque fueron escritos desde la perspectiva de un dandy para contar al público las experiencias de una miseria pintoresca, el proletariado los leyó como una descripción clara y honesta de su opresión. Al advertirlo, el autor le siguió escribiendo para ese proletariado. El caso de Sue ilustra la trama de encuentros y desencuentros de que está hecha la dialéctica entre escritura y lectura. La fusión de realidad y fantasía efectuada en el folletín escapa de él, confundiendo la realidad de los lectores con las fantasías del folletín. Las gentes del pueblo tienen la sensación de estar leyendo el relato de su propia vida. Sue es entonces presionado por esa lectura y decide cambiar su propio código de escritura. Y de un discurso exterior, que miraba a la gente de los barrios obreros como barbaros pasa a otro discurso en el que busca tomar a los obreros como sujeto. A partir de entonces el

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relato de “Los misterios” se poblara de reflexiones morales, políticas y propuestas de reformas. Pero en el clima en que precedió a 1848, esas reformas fueron leídas por la clase popular como una invitación al cambio y una justificación del levantamiento.

La trampa a la que no ha podido escapar ni la critica literaria, ni el análisis ideológico, es el ir de las estructuras del texto a las de la sociedad, sin pasar por la mediación constituyente de la lectura. Y esa ausencia de la lectura en el análisis del folletín expresa la no valoración del lector popular como sujeto de la lectura.

La dialéctica entre escritura y lectura es un dispositivo clave del funcionamiento de cualquier folletín. Nos muestra como el mundo del lector se incorpora al proceso de escritura y penetra dejando sus huellas en el texto. Y cuando el público lector que se incorpora es la masa del pueblo, resulta más importante descifrar esa huella.

El primer nivel en el que es posible encontrar marcar que remiten al universo cultural de lo popular es la de la organización material del texto: los dispositivos de composición tipográfica. Lo primero que a ese respecto encontramos es un tipo de letra grande y espaciada. La elección de estos tipos de letra hablan más que del comerciante, del público al que se dirigen: un lector inmerso todavía en un universo de cultura oral.

Un segundo nivel se halla el sistema de los dispositivos de fragmentación de la lectura. La primera y primordial es la fragmentación del relato en episodios. Los encabezados y los subcapítulos son las verdaderas unidades de lectura. Esas unidades posibilitan dividir la lectura del episodio en una serie de lecturas sucesivas sin perder el sentido global del relato. Y esto nos remite otra vez a un modo peculiar de lectura, a la cantidad de lectura continua que es capaz un público cuyos hábitos lectores son mínimos. Buena parte del éxito “masivo” del folletín residió en una fragmentación del texto.

En un tercer nivel, se sitúan los dispositivos de seducción: la organización por episodios y la estructura abierta. La organización del relato por episodios trabaja sobre los registro de la duración y del suspenso. Fue el sentimiento de duración el que permitió al lector popular pasar del cuento a la forma novela, esto es, tener tiempo para identificarse con el nuevo tipo de personajes y variedad de peripecias de la acción sin perderse. Pues es por la duración como el folletín logra confundirse con la vida disponiendo al lector meterse con la narración. La estructura abierta, el hecho de escribir día a día, sobre un plan permeable a las reacciones de los lectores, se inscribe también en la confusión del relato con la vida. La otra cara de la organización por episodios es el suspenso, cada episodio contiene suficiente información para constituir una unidad capaz de satisfacer mínimamente el interés y la curiosidad del lector. El suspenso es un efecto de no escritura sino de narración. Hace de narración popular que vive tanto de la sorpresa como de la repetición. Estamos frente un nuevo modo de comunicación que es el relato de género. Hablo de género como ese lugar exterior a la obra, desde el que se produce y se consume, se lee y se comprende el sentido del relato.

Un cuarto nivel en el que se sitúan los dispositivos del reconocimiento. Producen la identificación del mundo narrado con el mundo del lector popular. Y que se hallan en el lugar del paso al contenido, pero cuyos efectos remiten al proceso de enunciación; de identificación del lector con los personajes. El folletín habla al pueblo del que habla. Y lo hace ante todo mediante la invención de un nuevo tipo de héroe que se mueve en el espacio de lo real posible y no en lo sobrenatural.

Un doble relato trabaja en el folletín:

- Uno progresivo que nos cuenta el avance de la obra del justiciero

- Otro regresivo que va reconstruyendo la historia de los personajes que aparecen en el relato

Doble movimiento que tiene sin embargo una sola dirección: los malos gozan de la buena vida y los buenos sufren y pasan por malos a la inversión de la situación.

El otro mecanismo de identificación, le viene al folletín de la novela negra. La ida hacia atrás del relato es en verdad una ida hacia abajo, hacia los fondos de la sociedad, en lo que se encuentra cara a cara pobres y ricos. Y allí el lector popular se rencuentra con un sentimiento fundamental: el miedo, a la vez que la experiencia de violencia.

Dimensiones del enunciado

Nuestra indagación sobre lo dicho en el folletín se dirige en primer termino a comprender aquello de lo que habla.

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El testimonio

Todo lo que esta ausente en los discursos oficiales de la cultura y la política, hallo su voz en el folletín. El folletín habla de lo popular urbano, lo que se extiende del suburbio a la cárcel pasando por los internados para locos y las casas de prostitución.

La compensación

La mayoría de los estudiosos del folletín coincide en la denuncia de la “trampa populista”. Lo que haría más reaccionario el folletín es la imagen que construye del pueblo: “todo lo que tiene aun no teniendo nada”. Con la consiguiente moraleja: hay cosas más importantes en la vida que el dinero, así que cada cual permanezca en el sitio que esta.

Gramsci en lugar de ir del texto al autor, rehace el camino de la situación del pueblo al texto. Y por ese camino lo que llega a reconocer en el folletín es una forma de encuentro intelectual con el pueblo, un embrión de lo “nacional popular”.

Eco se centra en averiguar los mecanismos que articulan ideología e intriga. Ya que es el ajuste entre escritura y lectura donde los hechos terminan por arreglarse al gusto de los lectores. El papel ejercido por la verosimilitud del relato en cuanto acuerdo con el sistema de expectativas del público lector. Hay un acuerdo que enmascara la distancia entre lo verídoco de las situaciones, la realidad de los problemas y lo fantástico de las soluciones dadas a los conflictos.

En esa juntura interior entre intriga y moral convencional y no en las posiciones reaccionarias es donde trabaja la ideología, donde se produce la consolación. En esas soluciones que son en última instrancia tranquilizadoras para el lector. Ahí convergen la originalidad narrativa del folletín y el efecto más secreto de la ideología: en la dinámica de la provocación-pacificación. El folletín denuncia contradicciones en la sociedad, pero en el mismo movimiento trata de resolverlas sin mover al lector.

Formato y símbolo

¿En qué sentido es popular es folletín si ya es de masa?

En negativo: lo es al menos en la medida en que configura una experiencia literaria accesible a la gente con el mínimo de experiencia verbal previa en cuanto lector (mirada elitista, identifica lo bueno con lo serio y lo literariamente valioso con lo emocionalmente frio).

En positivo: Popular podría significar la presencia de una matriz cultural a través de la “narración primitiva”. Aquella narración en que las formas primitivas aparecen fuertemente codificadas produciéndose una ritualización de la acción. La narración de perspectiva vertical, que separa a los héroes de los villanos aboliendo la ambigüedad y exigiendo del lector tomar partido.

3. Continuidad y rupturas en la era de los medios

Lo que sucede en la cultura cuando emergen las masas, es pensable en su articulación a las readecuaciones de la hegemonía, que desde el siglo XIX, hacen de la cultura un espacio para la reconciliación de las clases y reabsorción de las diferencias sociales.

Estamos afirmando que las modalidades de comunicación fueron posibles sólo en la medida en que la tecnología materializó cambios que desde la vida social daban sentido a nuevos usos y relaciones. Estamos situando a los medios en el ámbito de las mediaciones. Esto es, en un proceso de transformación cultural que no arranca con los medios pero que van a tener un papel importante. Y es evidente que esa importancia se halla determinada históricamente por el poder que en la escena mundial adquiere Estados Unidos en esos años, justo el país en que los medios logran su mayor desarrollo.

De manera que se puede hablar de cultura de masa cuando su producción toma la forma del mercado mundial. Ello se hace posible cuando la economía norteamericana se dio a sí misma vocación imperial, articulando la libertad de información a la libertad de empresa. Sólo entonces el estilo de vida norteamericano pudo erigirse en paradigma de una cultura que aparecía como sinónimo de modernidad y progreso.

La sociedad de EEUU es una sociedad en la que la ausencia de aristocracia proporciono la primacía de la actividad industrial y la ausencia de la tradición generó el empeño por el experimento y las innovaciones. La norteamericana es la formación social que logra al mismo tiempo unas condiciones de vida más igualitarias y el sistema político más descentralizado.

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Al final de la primera guerra, EEUU entra en una era de prosperidad económica. La combinación del progreso tecnológico con la abundancia en créditos hace posible la producción masiva de una buena cantidad de utensilios, abriendo las puertas al consumo de masa. Pero el consumo requerido por la nueva estructura de la producción no era un hábito social, se enfrentaba con la mentalidad de unas masas en gran parte recientemente urbanizadas y que tendían al ahorro. El “sistema” requirió educar a las masas en el consumo. Solo hasta los 50’ el consumo llegaría a ser una práctica generalizada.

La mejor expresión de la manera en que el consumo se hizo elemento de cultura se halla en el cambio radical que sufre la publicidad en esos años, su invadirlo todo transformando la comunicación entera en persuasión. La publicidad se dedica a informar los objetos dando forma a la demanda, cuya materia prima van dejando de ser las necesidades y pasan a ser los deseos.

La relación entre cultura de medios de comunicación en Norteamérica debe ser abordada articulando dos planos: el de lo que los medios reproducen (un peculiar modo de vida) y el de lo que producen (la gramática de producción con que los medios universalizan un modo de vivir). La cultura de la massmediación se forja en la tensión entre dos dinámicas: la de los intereses económicos del capitalismo monopólico que se aprovecha de la débil y funcional presencia del Estado, y la de una poderosa sociedad civil que defiende y amplía los límites de la libertad.

La prensa alcanzó en Estados Unidos audiencia masiva. Convertida en producto, la noticia asquiere el derecho a penetrar cualquier esfera ampliando la definición de lo público, absorbiendo y atenuando en ella las diferencias y contradicciones de clase.

En el cine es donde se hace la universalidad de la gramática de producción de cultura masiva de los norteamericanos. El público mayoritario provenía de las clases populares, de los inmigrantes. La pasión de las masas por el cine tuvo su anclaje más profundo en la secreta irrigación de identidad que allí se producía. La indistinción entre actor y personaje producía un nuevo tipo de mediación entre el espectador y el mito.

La ideología se trocaba en economía: era la identificación sentida y el deseo movilizado por la “estrella” lo que hacía la rentabilidad de los films. El aburguesamiento del imaginario cinematográfico corresponde a un aburguesamiento de la psicología popular. La hegemonía se afianzaba en el acceso de las masas al funcionamiento afectivo de la subjetividad burguesa.

Otro punto de anclaje de la industria cinematográfica en el “aparato” perceptivo de las masas fueron los géneros. Se inventan y recrean. El género va a ser un registro de competencia fílmica y hasta una ocasión de especialización para las casas productoras. Dos géneros: western y melodrama.

Los procesos: de los nacionalismos a las trasnacionales

1. Una diferencia que no se agota en el atraso

De las luchas por la independencia hasta la reorganización del imperialismo a comienzos del siglo XX, la dinámica básica fue la de la fragmentación y dispersión: un estallido permanente de las precarias formaciones nacionales a partir de conflictos internos o de las divisiones promovidas desde las nuevas metrópolis. Y si es verdad que las diferentes formaciones nacionales toman rumbos diferentes, también es la diversidad que va a sufrir desde los años treinta una readecuación. La posibilidad de “hacerse naciones” en el sentido moderno pasará por el establecimiento de mercados nacionales. Pero ese modo dependiente de acceso a la modernidad va a hacer visible en el desarrollo desigual y en la discontinuidad simultanea desde la que América Latina vive y lleva a cabo su modernización. Discontinuidad sobre tres planos:

- En el destiempo entre Estado y Nación

- En el modo desviado en que las clases populares se incorporan al sistema político

- En el papel político que los medios de comunicación desempeñan en la nacionalización de las masas populares

El atraso ha sido históricamente producido.

2. El destiempo entre Estado y Nación

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Desde los años veinte la mayoría de los países de América Latina inician un proceso de organización de sus economías y readecuación de estructuras políticas. La industrialización se lleva a cabo en base a la sustitución de importaciones, a la conformación del mercado interno y a un empleo en crecimiento de mano de la intervención del Estado. De manera que aun cuando el despegue de los procesos de industrialización responde a las condiciones del funcionamiento del mercado internacional, hay diferencias de alcance y ritmo, que responden al grado de desarrollo del “proyecto nacional”.

Una explosión producida por la conjunción del crecimiento demográfico junto con la emigración del campo a la ciudad, da la conformación de una sociedad que empieza a ser de “masas” y que entra en colisión con la normalizada sociedad. La aparición de burguesías nuevas que controlan los negocios y la política, promoviendo cambios, y lo que permitieron esos cambios fue la coyuntura económica y la asunción por las burguesías latinoamericanas y su necesidad de incorporar en estos países a los modos de vida de las “naciones modernas”, europeizarlas. Surge así un nacionalismo nuevo, basado en la idea de una cultura nacional. La nación incorpora al pueblo transformando la multiplicidad de deseos de las diversas culturas en un único deseo, el de participar del sentimiento nacional. Se superan las fragmentaciones a través de las uniones de las comunicaciones con el centro.

En el conjunto de América Latina la idea de modernización que orientó los cambios fue un movimiento de adaptación económica y cultural. La dinámica de la política cultural venía a plasmarse sobre la de la economía política, que resultó ser la interiorización del modelo y de las exigencias que venían del exterior. Se quería ser Nación para lograr al fin una identidad, pero la consecución de esa identidad implicaba la traducción del discurso modernizador de los países hegemónicos. La estructura política requerida por el proyecto modernizador se configura a partir del auge del centralismo y del rol protagónico asumido por el Estado. El Estado ocupó el lugar de una clase social, encarnó la Nación e impulsó el acceso político y económico de las masas populares a los beneficios de la industrialización.

3. Masificación, movimientos sociales y populismo (modo en que las clases populares entran al sistema)

En lo años 30’ en América Latina fueron claves por la irrupción de las masas en la ciudad. Las ciudades se llenan de una masa de gente que crea una crisis de hegemonía producida por la ausencia de una clase como tal que asuma la dirección de la sociedad. Lo que llevará a muchos Estados a buscar en las masas populares su legitimación nacional. El populismo será la forma de un Estado que dice fundar su legitimidad en la asunción de aspiraciones populares y que resulta ser una organización del poder que da forma al compromiso entre masas y Estado.

La crisis de los '30 desencaderna una ofensiva del campo sobre la ciudad y una recomposición de los grupos sociales. Modificación cuantitativa y cualitativa de las clases populares por la aparición de una masa que no es definible desde la estructura social tradicional y que “desarticula las formas tradicionales de participación y representación”.

Con la formación de las masas urbanas se produce un acrecentamiento del conjunto de las clases populares y la aparición de un nuevo modo de existencia de lo popular.

La masa fue durante un tiempo marginal y su deseo era acceder a los bienes que representaba la ciudad. Pero no podían reivindicar su derecho sin masificarlo todo. La masificación afecto a todos; las clases altas aprendieron a separar la demanda de las masas con la oferta masiva en bienes materiales sin estilo. Para las clases medias, pequeño burguesas, la masifiación fue dolorosa. Atacaba ese anhelo de interioridad que caracterizaba a sus miembros, individualismo, y su condición de personas diferenciadas. Para las clases populares entrañó ganancias, posibilidad de acceso y ascenso cultural.

Desde 1930 a 1960, el populismo es la estrategia política que marca la lucha en casi todas las sociedades latinoamericanas. Se trata de un Estado erigido en árbitro de los intereses antagónicos de las clases, y que en nombre de las clases populares ejercerá la dictadura, una manipulación directa sobre las masas y sobre los asuntos económicos.

La peculiaridad del modo como las masas latinoamericanas se hacen presentes en la escena social tiene que ver con la doble interpelación que las moviliza desde el momento de la explosión urbana: una interpelación de clase, que sólo es percibida por una minoría, y una interpelación popular-nacional, que alcanza a las mayorías.

4. Los medios masivos en la formación de las culturas nacionales

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Fue un discurso de masa donde lo nacional popular se hizo reconocible en las mayorías. Hay dos etapas en la implantación de los medios y la constitución de lo masivo en América Latina:

- Una primera (del 30’ a los 50’) en la eficacia de los medios hay que buscarlos en el modo de apropiación y reconocimiento que hicieron las masas populares. En la capacidad de que los medios se hicieron voceros de la interpelación que desde el populismo convertía a las masas en pueblo y al pueblo en nación. Interpelación que venía del Estado pero que sólo fue eficaz en la medida que las masas reconocieron en ella algunas demandas básicas. El cine y la radio proporcionaron a las gentes una primera vivencia cotidiana de nación.

- A partir de los sesenta de inicia otra etapa de la constitución de lo masivo en Latinoamérica. Cuando el modelo de sustitución de importaciones llega a su límite y el populismo no puede sostenerse; el mito y las estrategias del desarrollo vendrán a sustituir la agotada política por soluciones tecnocráticas y la incitación al consumo. Es entonces cuando los medios son desplazados de su función política al dispositivo económico que se apodera de ellos. La ideología se torna vertebradora de un discurso de masa, que tiene por función hacer soñar a los pobres el mismo sueño de los ricos.

Un cine a la imagen de un pueblo

Ejemplos; el cine mexicano

Comencemos con la expresión más identificada como nacionalista y popular masiva de lo latinoamericano: el cine mexicano, el cine fue hasta 1950 el medio que vertebra la cultura de masas. La razón del éxito fue que en el cine este público vio la posibilidad de experimentar, adoptar nuevos hábitos y ver reiterados códigos de costumbres. No se accedió a soñar sino a aprender a ser mexicanos. El cine conecta el hambre de las masas por hacerse visibles socialmente. Y se va a inscribir ese movimiento poniendo imagen y voz a la identidad nacional. Las claves de la seducción estarán en el melodrama y en las estrellas. El melodrama como vertebración de cualquier tema conjugado en una impotencia social y las aspiraciones heroicas. Las estrellas proveen rostros y cuerpos al hambre de hacerse ver.

Al cine la gente va a verse y al permitir al pueblo verse lo nacionaliza. Operan en ese re-sentimiento nacionalistas que procura el cine con tres dispositivos. Los de la teatralización: el cine como puesta en escena y legitimación de gestos, peculiaridades lingüísticas y paradigmas sentimentales propios. Los de degradación: para que el pueblo pueda verse hay que poner la nacionalidad al alcance, o sea, bien abajo. Y los de modernización: pues si no siempre, al menos con frecuencia las imágenes contradicen los mensajes, y se actualizan en los mitos, se introducen costumbres y moralidades nuevas, se da acceso a nuevas rebeliones y nuevos lenguajes.

Del criollo al radioteatro

Argentina fue pionera en el desarrollo de la radio. La radio será desde el principio música popular, recitadores, partidos de fútbol, y desde 1931 radiotearo. Este último hizo un espacio de continuidad entre tradiciones culturales de ese pueblo y la cultura de masas. Se desborda el medio y trabaja en el campo de las experiencias del receptor y las estrategias de recepción: público en las salas de las emisoras, giras de los conjuntos teatrales, correo de audiencia, etc.

Circo criollo: es donde se forja un teatro popular que recoje la memoria de los payadores y la mitología gaucha. La novela-folletín que se hace teatro criollo continúa en la radio su relación con teatro. El éxito del radioteatro debe menos al medio radio que a la mediación establecida con una tradición cultural.

Diferencia épocas en el radioteatro argentino:

La inicial en que la parte argumental es mínima y el radioteatro se articula en torno a la presentación de canciones, payadas, bailes y fiestas.

A partir del '35 se abre la segunda, en la que el radioteatro encuentra su forma, se vincula con compañías de teatro, se hace el uso dramático y funcional de la música y los argumentos tematizan la corriente gauchesca o la histórica.

Luego se diversifica y se agregan la policial y la infantil. Aparecen con éxito las historias de amor, en la que aparecen los estereotipos manejados por la industria cultural del melodrama.

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La legitimación urbana de la música negra

El camino que lleva la música, en Brasil, del corral de samba a la radio y el disco, atravieza distintos avatares que se pueden organizar en dos momentos: el de la incorporación social del gesto productivo negro y el de la legitimación cultural del ritmo que contenía aquel gesto.

El populismo nacionalista acompañará y posibilitará el tránsito de un momento al otro. La “apertura del mercado” trae la ruptura del encerramiento en que vivían las facendas, y hace posible, torna social en el plano nacional, la productividad del negro.

Pero el gesto del negro no era solo experior. De la manera que la incorporación social (primer momento) de ese gesto pueso en marcha un proceso: en la medida en que el negro logra la superviviencia única y exclusivamente por su trabajo físico, en ese gesto, en la manifestación física de su humanidad, como él impone la cultura. Entre el gesto del trabajo y el ritmo de la danza se anuda una articulación desconocida para los blancos.

Brasil tuvo una crisis nacional de hegemonía interna que colocó a las masas urbanas frente al Estado. El Estado se autonombra defensor de los derechos de las clases populares y gestor de la modernización. Son contradicciones que desgarran la populismo -se busca independencia de la Nación tratando de llegar a ser como las naciones de las que ahora se depende, se recurre a formas autoritarias para realizar demandas democráticas- las que encuentran su punto de expresión en lo cultural. De lo que es revelador lo que pasa en la música.

Lo nacional no va a ser capaz de cubrir las tensiones y los desgarramientos que se sucitan, pero el nacionalismo populista será una etapa fundamental, ya que si el Estado busca legitimación en la imagen de lo popular, lo popular buscará ciudadanía en el reconocimiento oficial. Y es de esa búsqueda recíproca como resultará posible la emergencia cultural de lo popular urbano. No de la mano del Estado, sino a impulsos del mercado del disco, de la radio y de la extranjerizante vanguardia.

El nacimiento de una prensa popular de masas

La prensa también participó en el otorgamiento de ciudadanía a las masas populares. Lo hizo al producirse el estallido de lo que hacía su unidad, que era la del círculo letrado, y la ruptura con la matriz cultural dominante.

En Chile en los años '30 tienen lugar cambios que van a modificar la prensa: la transformación de la prensa obrera en diarios de izquierda y la aparición del periódicos sensacionalistas. Respecto a la prensa obrera se sitúa en la ruptura del cículo de lo local en que se había movido antes. Ahora se trata de abordar temáticas nacionales. Asume un nuevo público destinatario para el discurso de izquierda: el público masivo. Hay una visión heroica de la política que deja fuera el mundo de la cotidianidad, de la subjetividad y la sexualidad. La transformación de la prensa de izquierda se sitúa en la adopción de temáticas y de un lenguaje nacional, y en la concentración.

La aparición de diarios sensacionalistas se “explica” por el desarrollo de tecnologías de impresión y de la competencia entre grandes empresas periodísticas. Y en América Latina por la penetración de los modelos norteamericanos. En estas publicaciones se mezclan lo noticioso con lo poético y a la narrativa popular. En Chile se llamaron “liras populares”, en ello se hayan las claves del diario sensacionalista.

El sensacionalismo plantea la cuestión de las huellas, de las marcas en el discurso de la prensa de otra martriz cultural, simbólico-dramática, sobre la que se modelan prácticas y formas de cultura popular. Una matriz que no opera por conceptos y generalizaciones, sino por imágenes y situaciones y que, rechazando el mundo de la educación oficial y la política seria, sobrevive en el mundo de la industria cultural.

5. Desarrollismo y transnacionalización

Si la primera versión latinoamericana de la modernidad tuvo como eje la idea de Nación. La segunda, al iniciarse los 60’, estará asociada a la idea de desarrollo. Versión renovada de la idea de progreso, el desarrollo es concebido como un avance objetivo; si aumenta el desarrollo económico aumentara la democracia. Por lo tanto la democracia depende de la economía.

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En los sesenta hubo un aumento y diversificación de la industria y crecimiento del mercado interno, pero también contradicciones, que hacían visible la incompatibilidad entre acumulación capitalista y cambio social (para la izquierda) o de la incompatibilidad en estos países del crecimiento económico y la democracia (para la derecha).

También se da el endeudamiento brutal, y sobre todo el nuevo sentido que adquieren los procesos de transnacionalización, esto es el “salto” de la imposición de un modelo económico a la internacionalización de un modelo político con el que hacer frente a una crisis de hegemonía.

El nuevo sentido de la masificación

A diferencia del populismo, en el que lo masivo designaba la presencia de masas en la ciudad con su carga de ambigüedad política, pero con su explosiva carga de realidad social, en “los años del desarrollo” lo masivo pasa a designar únicamente los medios de homogeneización y control de las masas. Los medios tenderán cada día más a constituirse en el lugar de la simulación y de la desactivación de las realaciones (entre Estado y masas, rural y urbano, entre tradiciones y modernidad).

A la difusión de innovaciones como motor del desarrollo corresponderán al campo de la comunicación dos hechos claves:

- Hegemonía de la televisión

- Pluralización de la radio

La televisión recibe un aumento de inversión económica, y un refinamiento cualitativo de los dispositivos ideológicos. La televisión se realiza en la unificación de la demanda, que es la única manera de lograr la expansión del mercado hegemónico sin que los subalternos resientan la agresión. Si somos capaces de consumir lo mismo que los desarrolladores es por que nos desarrollamos. La televisión desarrolla al máximo la absorción de las diferencias.

La radio sufre un proceso de transformación que responde a la tendencia que impone el desarrollismo y la crisis que en ese medio desencadena el auge de la televisión. La radio responde explotando su popularidad, esto es, modos de “captar” lo popular. La radio responde a la hegemonía de la televisión pluralizandose, diversificándose con los públicos.

En un primer momento se sectoralizan los públicos en tipos de emisión o programas dentro de una emisora. Pero luego llega la especialización de las emisoras por franjas de públicos que interpelan a sectores cultural y generacionalmente diferenciados. La radio pasa a convertirse en agente impulsador de unas identidades sociales que responden al nuevo modelo económico.

La no-contemporaneidad entre tecnologías y usos

En América Latina la irrupción de nuevas tecnologías (a partir de los '80) se inscribe en todo caso en un proceso de ezquizofrenia entre modernización y posibilidades reales de apropiación social y cultural de aquello que nos moderniza.

En dos cestiones podrían cifrarse las preguntas que desde la cultura de las nuevas tecnologías de la comunicación plantean en Latinoamérica.

De un lado está la puesta en CRISIS que, tanto por la racionalidad que materializan como por el modo en que operan, esas tecnologías producen sobre “la ficción de identidad” en que se apoyan estos países la cultura nacional.

De otro, al llevar la simulación al extreno esas tecnologías hacen visible un RESTO no simulable, no digerible, que desde la alteridad cultural resiste a la homogeneización generalizada. Y lo que ese resto nombra no tiene nada de extraño, es la presencia conflictiva y dinámica en América Latina de las culturas populares.

El cuestionamiento que las nuevas tecnologías producen sobre las identidades culturales opera sobre diferentes registros:

Uno es el reto que plantean a los intentos de fuga hacia el pasado, a la vieja tentación idealista de postular una identidad cuyo sentido se hallaría en el origen o en todo caso por fuera del proceso y la dinámica histórica y de la actualidad.

Pero el otro es el sentido que adquieren las nuevas tecnologías como culminación de la “operación antropológica”, esto es, la reactivación de la lógica evolucionista que redice lo otro a lo atrasado, que convierte lo que queda de identidad en las

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culturas otras a mera identidad refleja y negativa: lo que nos consitituye es lo que nos falta, la carencia. Y lo que carecemos hoy son las tecnologías que producen los países centrales, que nos daría el salto a la modernidad.

A diferencia de la memoria instrumental, la memoria cultural no trabaja con “información pura”, sino que se halla articulada sobre experiencias y acontecimientos, y en lugar de acumular, filtra y carga. Su “función” en la vida de una colectividad no es hablar del pasado, sino de dar continuidad al proceso de construcción permanente de la identidad colectiva. La imagen de las nuevas tecnologías educa a las clases populares latinoamericanas en la actitud que más conviene a sus productores: la fascinación por el nuevo fetiche (las tecnologías se convierten en estrellas).

En América Latina es la tecnología de donde proviene uno de los más poderosos impulsos hacia la homogeneización de la vida, y es desde la diferencia, la pluralidad cultural, desde donde ese proceso está siendo desenmascarado al sacar a flote los destiempos de que está hecha la vida cultural. Las tenologías no son meras herramientas transparentes, y no se dejan usar de cualquier modo, en la materialización de la racionalidad de una cultura y de un modelo global de organización del poder.

El rediseño es posible, si no como estategia al menos como táctica: el modo de lucha de aquel que no puede retirarse a “su” lugar y se ve obligado a luchar en el terreno del adversario. La clave está entonces en tomar el original importado como energía, como potnecial a desarrollar a partir de los requerimientos de la misma cultura. Sin olvidar que a veces la única forma de asumir activamente lo que se nos impone será el antidiseño, el diseño paródico que lo inscribe en un juego que lo niega, como valor en sí.

Anderson, Benedict - “El origen de la conciencia nacional”, en Comunidades imaginadas.

El origen de la conciencia nacional

Si el desarrollo de la imprenta como mercancía es la clave para la generación de ideas del todo nuevas de simultaneidad, nos encontramos simplemente en el punto en que se vuelven posibles las comunidades del tipo “horizontal-secular, de tiempo transverso”.

Como hemos visto, en el 1500 se habían impreso ya por lo menos 20 millones de libros, lo que señala el inicio de la “época de la reproducción mecánica”. Si el conocimiento manuscrito era algo escaso y arcano, el conocimiento impreso sobrevivía por su capacidad de reproducción y diseminación.

Como una de las primeras formas de la empresa capitalista, la actividad editorial experimentó la busca incesante de mercados. El mercado inicial fue la Europa alfabetizada, un estrato amplio pero delgado de lectores de latín. La característica determinante del latín era que se trataba de un idioma de bilingües. Relativamente pocos nacían hablándolo y hemos de imaginar que menos aún soñaban con él. En el siglo XVI era muy pequeña la proporción de bilingües dentro de la población total de Europa. La lógica del capitalismo significaba que, una vez saturado el mercado elitista del latín (bilingüe), llegaría el momento de los mercados potencialmente enormes representados por las masas monolingües.

La Contrarreforma alentó un surgimiento temporal de las publicaciones en latín, pero ese movimiento estaba en decadencia a mediados del siglo XVII. Había una escasez de dinero que afectaba a toda Europa y hacía que los impresores pensaras más y más en la venta de ediciones baratas en las lenguas vernáculas.

El impulso revolucionario de las lenguas vernáculas por el capitalismo se vio reforzado por tres factores externos, dos de los cuales contribuyeron directamente al surgimiento de la conciencia nacional:

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- El primero, fue un cambio en el latín mismo, éste adquirió un carácter esotérico muy diferente del que tenía el latín eclesiástico de la época medieval. El latín antiguo no era arcano por su tema o por su estilo, sino simplemente porque estaba escrito, es decir por su carácter de texto. Ahora se volvía arcano a causa de lo que estaba escrito, a causa de la lengua misma.

- El segundo factor fue la repercusión de la Reforma, que al mismo tiempo debía parte de su éxito al capitalismo impreso

(antes el catolicísimo tenía mejores comunicaciones internas que sus enemigos). Lutero se convirtió en el primer autor de éxitos de librería hasta entonces conocido. Muchos siguieron la senda trazada por Lutero, dando comienzo a la guerra de propaganda religiosa que azotó a Europa durante el siglo siguiente. En esta batalla por la conciencia de los hombres, el protestantismo estaba siempre a la ofensiva, justo por que sabía usar el mercado en expansión de impresiones en lenguas vernáculas, creado por el capitalismo, mientras que la Contrarreforma defendía la ciudadela del latín. La coalición creada entre el protestantismo y el capitalismo impreso, creó grandes grupos de lectores nuevos y al mismo tiempo los movilizó para fines político-religiosos.

- El tercer factor fue la difusión lenta de lenguas vernáculas particulares como instrumentos de centralización administrativas, realizada por los aspirantes a monarcas absolutistas.

En todos los casos la “elección” de la lengua es gradual, inconsciente, pragmática, por no decir aleatoria. En consecuencia, fue algo totalmente diferente de las políticas idiomáticas conscientes aplicadas por las dinastías del siglo XIX que afrontaron el surgimiento de hostiles nacionalismos lingüísticos populares. Un signo claro de la diferencia es que las antiguas lenguas administrativas eran justamente eso: lenguas usadas por los funcionarios para su propia convenciencia interna.

No había ninguna idea de la imposición sistemática de la lengua a las diversas poblaciones sometidas de las dinastías. Sin embargo, la elevación de las lenguas vernáculas a la posición de lenguas de poder, cuando eran en cierto sentido competidoras del latín, hizo su propia contribución a la decadencia de la comunidad imaginada de la cristianidad.

En el fondo, es probable que el carácter esotérico del latín, la Reforma y el desarrollo de las lenguas vernáculas administrativas sean importantes en su sentido negativo: el destronamiento del latín. Lo que, en un sentido positivo, hizo imaginables a las comunidades nuevas era una interacción entre:

- Un sistema de producción y de relaciones productivas (el capitalismo)

- Una tecnología de comunicaciones (la imprenta) y

- La fatalidad de la diversidad lingüística humana

El elemento de la fatalidad es esencial. El capitalismo encontraba en la muerte y en las lenguas dos adversarios tenaces. Las lenguas particulares pueden morir o ser eliminadas, pero no había ninguna posibilidad de la unificación lingüística general entre los hombres. Esta mutua incapacidad de comprensión tenía apenas una importancia histórica ligera antes de que el capitalismo y la imprenta crearan grandes públicos lectores monolingües. Es el sentido de una condición general de diversidad lingüística irremediable.

Lo esencial es la interacción entre la fatalidad, la tecnología y el capitalismo. En la Europa anterior a la imprenta, la diversidad de lenguas habladas era tan inmensa que si el capitalismo impreso hubiese tratado de explotar cada mercado de lengua vernácula habría conservado minúsculas proporciones. Pero estos variados idiolectos era capaces de reunirse, dentro límites definidos, en lenguas impresas de número mucho menor. Nada servía para “conjuntar” las leguas vernáculas relacionadas más que el capitalismo, que dentro de los límites impuestos por las gramáticas, creaba lenguas impresas mecánicamente reproducidas, capaces de diseminarse a través del mercado.

Estas lenguas impresas echaron las bases de la conciencia nacional en tres formas distintas:

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- En primer lugar, crearon campos unificados de intercambio y comunicación por debajo del latín y por encima de las leguas vernáculas habladas. Los hablantes de la enorme diversidad de franceses o ingleses pudieron comprenderse por la vía imprenta y el papel. Estos lectores, semejantes, a quienes se relacionaba a través de la imprenta, formaron, en su invisibilidad visible, secular, particular, el embrión de la comunidad nacional imaginada.

- En segundo lugar, el capitalismo impreso dio una nueva firmeza al lenguaje, lo que a largo plazo ayudó a forjar esa imagen de antigüedad fundamental para la idea subjetiva de nación. El libro impreso conservó una forma permanente, capaz de reproducción infinita en lo temporal y lo espacial. Para el siglo XVII las lenguas de Europa habían adquirido sus formas modernas. El francés no cambiaba con el paso del tiempo, que era lo que pasaba con la escritura a mano de los monjes.

- Tercero, el capitalismo impreso creó lenguajes de poder de una clase diferente a la de las antiguas lenguas vernáculas administrativas. Ciertos dialectos estaban “más cerca” de cada lengua impresa y dominaban sus formas finales. Sus primos fracasaban en el esfuerzo por imponer su propia forma impresa. El alto alemán o el ingles del rey, fueron elevados a una nueva eminencia político-cultural.

Sólo falta destacar que, en su origen, la fijación de las lenguas impresas y la diferenciación de sus posiciones relativas eran procesos en gran parte inconscientes, resultantes de la interacción entre el capitalismo, la tecnología y la diversidad lingüística humana. Una vez llegadas a “ese punto”, podrían convertirse en modelos formales por imitar y, cuando fuese posible, por explotarse conscientemente.

La convergencia del capitalismo y la tecnología impresa en la fatal diversidad del lenguaje humano hizo posible una nueva forma de comunidad imaginada, que preparó el escenario para la nación moderna. La extensión potencial de esas comunidades estaba limitada y, al mismo tiempo, sólo tenía relación más fortuita con las fronteras políticas existentes. La formación concreta de los Estados nacionales contemporáneos no es en modo alguno isomorfa con el alcance determinado de las lenguas impresas particulares. Para explicar la discontinuidad en la conexión entre lenguas impresas, las conciencias nacionales y los Estados nacionales, es necesario examinar el gran conjunto de nuevas entidades políticas que surgieron en occidente entre 1776 y 1838, que se definieron a sí mismas como naciones.

RENATO ORTIZ“CULTURA, MODERNIDAD E IDENTIDADES”

En NUEVA SOCIEDAD

Un primer aspecto que funda la problemática de la identidad en América Latina es la formación del Estado-Nación.

Algunas veces olvidamos que las naciones son frutos recientes de la historia y que recién se consolidan en el siglo XIX. Digo nación no sólo como un espacio administrativo y militar, sino también como una «conciencia colectiva» que liga a sus miembros en el interior de una misma unidad. En este sentido, la formación de la nación francesa es un producto relativamente actual de la historia. El principio de ciudadanía, inaugurado por la Revolución ciertamente resultó importante para eso, pero para que el «pueblo» se identificase con un ideal «francés», fue necesario mucho más. Se inventaron símbolos nacionales y una lengua nacional, el francés, tuvo que imponer su preeminencia y legitimidad frente a la pluralidad de dialectos existentes. Por otro lado, los hombres que vivían marcados por la realidad de sus «países», envueltos en la dimensión del tiempo y del espacio regionales, debieron ser integrados en la totalidad nacional. En el proceso de formación de esta nacionalidad, la escuela, la prensa, los medios de transporte, desempeñaron un papel fundamental.

En América Latina los problemas son análogos. El Estado-Nación se debe construir en una unidad orgánica extensiva y un territorio determinado. El concepto de «nación» se encontraba íntimamente vinculado a las ideas de progreso. Dentro del curso natural de la humanidad, la nación surge así como un valor universal. En América Latina, la mezcla de pueblos originarios de horizontes diferentes traía problemas. Dado que el pensamiento de la época relegaba a los pueblos no

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occidentales a una inequívoca posición subalterna, ¿cómo imaginar una nación moderna en países compuestos por indios y negros? Ej, Baril, cuando termina esclavitud, el Estado-Nación no puede excluir al contingente negro.

También en América Latina la idea de nación se asocia a la de modernidad. Retomar el ideal de la modernidad fue la manera encontrada para ajustar nuestro reloj al tiempo de las exigencias universales. Sin embargo el modernismo, al revelarse nacional, arrastraba una ambigüedad intrínseca, pues la renovación estética se hizo, en América Latina, sin modernización alguna.

Contrariamente a la realidad europea, en la que la cultura popular se encontraba amenazada por la modernización de la sociedad, en América Latina la tradición es algo presente en la historia. El folclorista europeo luchaba por preservar en los museos la belleza muerta de una cultura popular que estaba desapareciendo. Nuestro dilema era otro. La tradición existente, valorizada por la comprensión romántica, era simultáneamente profusa y amenazadora. Su riqueza consistía en apuntar hacia una dimensión distinta de la racionalidad de las sociedades industriales, pero como el sueño latinoamericano se encontraba anclado en la idea de modernización, lo tradicional, la cultura popular es, por lo tanto, fuerza (porque es el elemento definitorio de la identidad) y obstáculo (su presencia nos aparta del ideal imaginado).

El populismo traduce bien esta dualidad. Los símbolos elegidos para representarlo, paradójicamente pertenecen al dominio de la tradición. Ej. Brasil gobierno de Vargas, significativamente se inventan los símbolos de la identidad nacional - carnaval, samba y fútbol -. El Estado, cuya meta es promover la industrialización y los cambios estructurales de la sociedad, se ve obligado a echar mano de la cultura popular para resemantizar su propio significado.

El énfasis en la identidad nacional proporciona argumentos sólidos para el combate contra la expoliación extranjera (cultural, económica, militar). La cuestión nacional estimula incluso la creatividad cultural.

En América Latina, el desarrollo, el progreso, siempre es visto como un proyecto futuro. La idea de modernidad se reviste de un valor ontológico; se la ve como esencialmente «buena», «pura». Acríticamente, inventamos un mundo sin contradicciones ni conflictos, escenario en el cual se sepultarían los disgustos que conocíamos del pasado y se prolongarían hasta el presente. La eficacia de la técnica y de la organización racional es vista así como una especie de reino idílico que nos libraría del «atraso» continental.

La modernidad era correlativa a la constitución de las naciones pero no se confundía con ellas. La modernidad se encuentra articulada a la racionalización de la sociedad en lo económico y cultural. Expresa una forma de organización social en tanto «cultura», esto es, un sistema simbólico específico. El universo cotidiano de los hombres está punteado por la racionalidad del industrialismo y de la técnica.

La sociedad es un sistema desterritorializado de relaciones articuladas entre sí; por eso los medios de comunicación desempeñan un papel crucial. Ellos permiten la ligazón de las parte con el todo.

La modernidad encierra pues una vocación mundial (el capitalismo es mundial) y no se reduce a las fronteras nacionales. La conjunción entre modernidad y nación debe por lo tanto ser considerada como coyuntural. El sistema-mundo se expande a través de la formación de naciones. A partir de la Segunda Guerra Mundial ocurre una reconquista del flujo anterior, reforzándose el carácter global del mercado.

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Pienso que el momento actual es el de la vigencia de una modernidad-mundo anclado en la materialidad de un sistema económico mundial. El término «posmoderno», con su ambigüedad, tiene el mérito de subrayar la radicalidad de las transformaciones en curso. El capitalismo flexible, las instancias trasnacionales, el sistema global de comunicaciones, trascienden las realidades locales y nacionales, redefiniéndolas enteramente. ¿Cómo comprender, en este contexto, la discusión que veníamos desarrollando?

1) Una primera conclusión se impone: la conjunción entre modernidad y espacio nacional, inmanente a la historia y al pensamiento latinoamericano, se escindió. Parafraseando a los modernistas, podemos hoy decir: «es posible ser modernos sin ser nacionales». La globalización de las sociedades desterritorializa el espacio de la modernidad-mundo. El principio de identidad nacional difícilmente podrá ahora apoyarse sobre un sustrato movedizo.

Tal vez una de las expresiones más significativas de este fenómeno sea el surgimiento de grupos mundializados de consumo. Formamos parte de una misma «civilización», poseemos un mismo imaginario social (trabajado por el cine, la televisión y la publicidad). El espacio de las sociedades latinoamericanas se torna así segmentado. Una parte pertenece de hecho a este «mundo», otra le escapa.

El «Tercer Mundo» vive hoy un proceso de desintegración en tanto entidad homogénea. Eso hace que capas sociales de ciudades como San Pablo, Buenos Aires, México, se aproximen al tipo de vida que encontramos en Nueva York, París, Tokio, pero simultáneamente se distancien de la dura realidad que prevalece en sus periferias urbanas. Lo que está geográficamente distante, se torna próximo y lo que nos rodea se pierde en nuestra indiferencia socialmente construida. La mundialidad de la cultura penetra así los fragmentos heterogéneos de nuestros lugares, separándolos de sus raíces nacionales.

2) Un segundo aspecto se refiere a la pluralización de las identidades. Es necesario entender que el proceso de mundialización de la cultura no implica necesariamente la homogeneización de los gustos y de los hábitos culturales, como si todo el planeta viviese una realidad unidimensional. Yo diría que la globalización de las sociedades lleva a la constitución de un espacio transglósico en el cual una cultura mundializada debe cohabitar con un conjunto de culturas diferenciadas. Esta diglosia social permite simultáneamente la existencia de una civilización mundializada y las particularidades culturales.

Entre tanto, lo que llama la atención en este nuevo contexto es el relativo adelgazamiento del papel de las identidades nacionales. Las fronteras nacionales ya no consiguen contener los diversos movimientos identitarios existentes en su seno. El debilitamiento del Estado-nación coloca las identidades nacionales en una situación crítica. El sueño de una identidad latinoamericana tiene actualmente mejores condiciones para realizarse que en el pasado.

La globalización rompe con los límites nacionales borrando las fronteras entre lo interno y lo externo. En este sentido, la mundialidad es parte del presente de las sociedades que nos habituamos a llamar «periféricas». Una cultura mundializada echa raíces en «todos» los lugares, cualquiera sea el grado de desarrollo del país en cuestión. Esto significa que una serie de conceptos - difusión cultural, imperialismo cultural, americanización del mundo - ya no consiguen dar cuenta de esta realidad envolvente.

LIBERTAD BORDA

“Fan fiction basada en Yo soy Betty, la fea: entre el desvió y el límite”

En RESISTENCIAS Y MEDIACIONES. LA CULTURA POPULAR EN LA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA

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Fan fiction: escritura no profesional de relatos basados en ficciones audiovisuales o novelas que extrapolan personajes y situaciones para insertarlos en nuevas tramas.

Fanfic: textos acabados antes de su publicación, aunque esta sea en partes. Impermeable de las modificaciones que puede plantear la lectura.

Conclusiones:

Fan fiction como una escritura subordinada, apropiadora de un lugar ajeno.

“la matriz de la novela romántica como invariante que difícilmente parecen poder eludir los textos de las fans”. Las fanfics rompían lo innovador de la telenovela y le daban un giro conservador, romántico. No siempre las tácticas son contrasistémicas.

Aferro al género romántico, más que al cómico, porque es el primero con el que tuvieron más posibilidad de acceso. La comedia habita en la “memoria narrativa” de manera audiovisual y es más improbable que pudieran apropiarse de un modelo de escritura al que no han tenido acceso.

PAULA CALDO

“Saber hacer, saber decir y saber escribir… Historias de mujeres escritoras de recetarios de cocina”

En MUJERES COCINERAS. HACIA UNA HISTORIA SOCIOCULTURAL DE LA COCINA ARGENTINA A FINES DEL SIGLO XIX Y PRIMERA MITAD DEL XX

Recetarios como trasmisión escrita del saber culinario

Emisora y receptoras eran mujeres

Lugar de la mujer como poseedora de un saber se convierte en escritora. Aceptan el dominio pero con desvíos.

Juana Manuela Gorriti, Marta, Doña Petrona de Gandulfo

Discursos cuya intención fue surtir efectos perlocucionarios sobre las mujeres amas de casa.

Dice la autora: “escribir resultó ser una práctica disonante con los principios femeninos estipulados por la época. Sin embargo, las mujeres no se privaron de idear “tácticas” que les permitieran transitar por el mundo de las letras. (…) Tanto las palabras de las autoras como nuestros comentarios permitirán construir las figuras de autoras/lectoras; el lugar del ama de casa; y la cocina como un espacio bifronte que posibilitó a las mujeres, por un lado afirmar la condición que les fijaba la estructura patriarcal, pero, por otro, abrir un intersticio a través del cual asomarse, hacerse oir la vez y leer la letra en el espacio público.”

Juana: pone el texto culinario en el contexto sociopolítico. La cocina, lejos de ser un saber-hacer menor, es pensada como un vehículo de cultura, de identidad y de resistencia.

Petrona: libro híbrido (Archetti) lleva el signo de la mezcla que caracteriza la identidad nacional argentina; propagadora del paladar nacional.

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PRACTICOS TEORICOS OBSERVACIONES

Clase 2: Conformación del orden social contemporáneo. Del feudalismo al capitalismo y de súbditos a ciudadanos. La matriz cómica-popular.

Clase 1: Introducción al seminario. Los conceptos en la historia y/o la historia de los conceptos.

Burke, Peter: “Introducción” y “El triunfo de la cuaresma”, en La cultura popular en la Europa Moderna, Madrid: Alianza, 1978.

Bajtin, Mijail: “Introducción. Planteamiento del problema”, en La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Madrid: Alianza, 1987.

De Certeau, Michel (en colaboración con Dominique Julia y Jacques Revel): “La belleza de lo muerto: Nisard”, en La cultura en plural, Buenos Aires: Nueva Visión, 1999.

Ginzburg, Carlo: “Prefacio” a El queso y los gusanos, Barcelona: Muchnick, 1981.

Bauman, Zygmunt: “Guardabosques convertidos en jardineros”, “Educar al pueblo” y “El descubrimiento de la cultura”, en Legisladores e Intérpretes. Sobre la modernidad, la posmodernidad y los intelectuales, Buenos Aires: UNQ, 1977.

Anderson, Benedict: “El origen de la conciencia nacional”, en Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México: FCE, 1993.

Archetti, Eduardo: “Hibridación, pertenencia y localidad en la construcción de una cocina nacional”, en Trabajo y Sociedad, Nº 2, vol. II, mayo-julio de 2000.

Martín Barbero, Jesús: “De las masas a la masa” y “Los procesos: de los nacionalismos a las transnacionales”, en De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía, Barcelona: Gustavo Gili, 1987.

Ortiz Renato: “Cultura, modernidad e identidades”, Nueva Sociedad, Nro. 137, mayo-junio, 1995.

FALTAN IMPRIMIR.

Anderson, Benedict - “El origen de la conciencia nacional”, en Comunidades imaginadas.

El origen de la conciencia nacional

Si el desarrollo de la imprenta como mercancía es la clave para la generación de ideas del todo nuevas de simultaneidad, nos encontramos simplemente en el punto en que se vuelven posibles las comunidades del tipo “horizontal-secular, de tiempo transverso”.

Como hemos visto, en el 1500 se habían impreso ya por lo menos 20 millones de libros, lo que señala el inicio de la “época de la reproducción mecánica”. Si el conocimiento manuscrito era algo escaso y arcano, el conocimiento impreso sobrevivía por su capacidad de reproducción y diseminación.

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Como una de las primeras formas de la empresa capitalista, la actividad editorial experimentó la busca incesante de mercados. El mercado inicial fue la Europa alfabetizada, un estrato amplio pero delgado de lectores de latín. La característica determinante del latín era que se trataba de un idioma de bilingües. Relativamente pocos nacían hablándolo y hemos de imaginar que menos aún soñaban con él. En el siglo XVI era muy pequeña la proporción de bilingües dentro de la población total de Europa. La lógica del capitalismo significaba que, una vez saturado el mercado elitista del latín (bilingüe), llegaría el momento de los mercados potencialmente enormes representados por las masas monolingües.

La Contrarreforma alentó un surgimiento temporal de las publicaciones en latín, pero ese movimiento estaba en decadencia a mediados del siglo XVII. Había una escasez de dinero que afectaba a toda Europa y hacía que los impresores pensaras más y más en la venta de ediciones baratas en las lenguas vernáculas.

El impulso revolucionario de las lenguas vernáculas por el capitalismo se vio reforzado por tres factores externos, dos de los cuales contribuyeron directamente al surgimiento de la conciencia nacional:

- El primero, fue un cambio en el latín mismo, éste adquirió un carácter esotérico muy diferente del que tenía el latín eclesiástico de la época medieval. El latín antiguo no era arcano por su tema o por su estilo, sino simplemente porque estaba escrito, es decir por su carácter de texto. Ahora se volvía arcano a causa de lo que estaba escrito, a causa de la lengua misma.

- El segundo factor fue la repercusión de la Reforma, que al mismo tiempo debía parte de su éxito al

capitalismo impreso (antes el catolicísimo tenía mejores comunicaciones internas que sus enemigos). Lutero se convirtió en el primer autor de éxitos de librería hasta entonces conocido. Muchos siguieron la senda trazada por Lutero, dando comienzo a la guerra de propaganda religiosa que azotó a Europa durante el siglo siguiente. En esta batalla por la conciencia de los hombres, el protestantismo estaba siempre a la ofensiva, justo por que sabía usar el mercado en expansión de impresiones en lenguas vernáculas, creado por el capitalismo, mientras que la Contrarreforma defendía la ciudadela del latín. La coalición creada entre el protestantismo y el capitalismo impreso, creó grandes grupos de lectores nuevos y al mismo tiempo los movilizó para fines político-religiosos.

- El tercer factor fue la difusión lenta de lenguas vernáculas particulares como instrumentos de centralización administrativas, realizada por los aspirantes a monarcas absolutistas.

En todos los casos la “elección” de la lengua es gradual, inconsciente, pragmática, por no decir aleatoria. En consecuencia, fue algo totalmente diferente de las políticas idiomáticas conscientes aplicadas por las dinastías del siglo XIX que afrontaron el surgimiento de hostiles nacionalismos lingüísticos populares. Un signo claro de la diferencia es que las antiguas lenguas administrativas eran justamente eso: lenguas usadas por los funcionarios para su propia convenciencia interna.

No había ninguna idea de la imposición sistemática de la lengua a las diversas poblaciones sometidas de las dinastías. Sin embargo, la elevación de las lenguas vernáculas a la posición de lenguas de poder, cuando eran en cierto sentido competidoras del latín, hizo su propia contribución a la decadencia de la comunidad imaginada de la cristianidad.

En el fondo, es probable que el carácter esotérico del latín, la Reforma y el desarrollo de las lenguas vernáculas administrativas sean importantes en su sentido negativo: el destronamiento del latín. Lo que, en un sentido positivo, hizo imaginables a las comunidades nuevas era una interacción entre:

- Un sistema de producción y de relaciones productivas (el capitalismo)

- Una tecnología de comunicaciones (la imprenta) y

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- La fatalidad de la diversidad lingüística humana

El elemento de la fatalidad es esencial. El capitalismo encontraba en la muerte y en las lenguas dos adversarios tenaces. Las lenguas particulares pueden morir o ser eliminadas, pero no había ninguna posibilidad de la unificación lingüística general entre los hombres. Esta mutua incapacidad de comprensión tenía apenas una importancia histórica ligera antes de que el capitalismo y la imprenta crearan grandes públicos lectores monolingües. Es el sentido de una condición general de diversidad lingüística irremediable.

Lo esencial es la interacción entre la fatalidad, la tecnología y el capitalismo. En la Europa anterior a la imprenta, la diversidad de lenguas habladas era tan inmensa que si el capitalismo impreso hubiese tratado de explotar cada mercado de lengua vernácula habría conservado minúsculas proporciones. Pero estos variados idiolectos era capaces de reunirse, dentro límites definidos, en lenguas impresas de número mucho menor. Nada servía para “conjuntar” las leguas vernáculas relacionadas más que el capitalismo, que dentro de los límites impuestos por las gramáticas, creaba lenguas impresas mecánicamente reproducidas, capaces de diseminarse a través del mercado.

Estas lenguas impresas echaron las bases de la conciencia nacional en tres formas distintas:

- En primer lugar, crearon campos unificados de intercambio y comunicación por debajo del latín y por encima de las leguas vernáculas habladas. Los hablantes de la enorme diversidad de franceses o ingleses pudieron comprenderse por la vía imprenta y el papel. Estos lectores, semejantes, a quienes se relacionaba a través de la imprenta, formaron, en su invisibilidad visible, secular, particular, el embrión de la comunidad nacional imaginada.

- En segundo lugar, el capitalismo impreso dio una nueva firmeza al lenguaje, lo que a largo plazo ayudó a forjar esa imagen de antigüedad fundamental para la idea subjetiva de nación. El libro impreso conservó una forma permanente, capaz de reproducción infinita en lo temporal y lo espacial. Para el siglo XVII las lenguas de Europa habían adquirido sus formas modernas. El francés no cambiaba con el paso del tiempo, que era lo que pasaba con la escritura a mano de los monjes.

- Tercero, el capitalismo impreso creó lenguajes de poder de una clase diferente a la de las antiguas lenguas vernáculas administrativas. Ciertos dialectos estaban “más cerca” de cada lengua impresa y dominaban sus formas finales. Sus primos fracasaban en el esfuerzo por imponer su propia forma impresa. El alto alemán o el ingles del rey, fueron elevados a una nueva eminencia político-cultural.

Sólo falta destacar que, en su origen, la fijación de las lenguas impresas y la diferenciación de sus posiciones relativas eran procesos en gran parte inconscientes, resultantes de la interacción entre el capitalismo, la tecnología y la diversidad lingüística humana. Una vez llegadas a “ese punto”, podrían convertirse en modelos formales por imitar y, cuando fuese posible, por explotarse conscientemente.

La convergencia del capitalismo y la tecnología impresa en la fatal diversidad del lenguaje humano hizo posible una nueva forma de comunidad imaginada, que preparó el escenario para la nación moderna. La extensión potencial de esas comunidades estaba limitada y, al mismo tiempo, sólo tenía relación más fortuita con las fronteras políticas existentes. La formación concreta de los Estados nacionales contemporáneos no es en modo alguno isomorfa con el alcance determinado de las lenguas impresas particulares. Para explicar la discontinuidad en la conexión entre lenguas impresas, las conciencias nacionales y los Estados nacionales, es necesario examinar el gran conjunto de nuevas entidades políticas que surgieron en occidente entre 1776 y 1838, que se definieron a sí mismas como naciones.

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RENATO ORTIZ

“CULTURA, MODERNIDAD E IDENTIDADES”

En NUEVA SOCIEDAD

Un primer aspecto que funda la problemática de la identidad en América Latina es la formación del Estado-Nación.

Algunas veces olvidamos que las naciones son frutos recientes de la historia y que recién se consolidan en el siglo XIX. Digo nación no sólo como un espacio administrativo y militar, sino también como una «conciencia colectiva» que liga a sus miembros en el interior de una misma unidad. En este sentido, la formación de la nación francesa es un producto relativamente actual de la historia. El principio de ciudadanía, inaugurado por la Revolución ciertamente resultó importante para eso, pero para que el «pueblo» se identificase con un ideal «francés», fue necesario mucho más. Se inventaron símbolos nacionales y una lengua nacional, el francés, tuvo que imponer su preeminencia y legitimidad frente a la pluralidad de dialectos existentes. Por otro lado, los hombres que vivían marcados por la realidad de sus «países», envueltos en la dimensión del tiempo y del espacio regionales, debieron ser integrados en la totalidad nacional. En el proceso de formación de esta nacionalidad, la escuela, la prensa, los medios de transporte, desempeñaron un papel fundamental.

En América Latina los problemas son análogos, similares. El Estado-Nación se debe construir en una unidad orgánica extensiva y un territorio determinado. El concepto de «nación» se encontraba íntimamente vinculado a las ideas de progreso. Dentro del curso natural de la humanidad, la nación surge así como un valor universal. En América Latina, la mezcla de pueblos originarios de horizontes diferentes traía problemas. Dado que el pensamiento de la época relegaba a los pueblos no occidentales a una inequívoca posición subalterna, ¿cómo imaginar una nación moderna en países compuestos por indios y negros? Ej, Baril, cuando termina esclavitud, el Estado-Nación no puede excluir al contingente negro.

También en América Latina la idea de nación se asocia a la de modernidad. Retomar el ideal de la modernidad fue la manera encontrada para ajustar nuestro reloj al tiempo de las exigencias universales. Sin embargo el modernismo, al revelarse nacional, arrastraba una ambigüedad intrínseca, pues la renovación estética se hizo, en América Latina, sin modernización alguna.

Contrariamente a la realidad europea, en la que la cultura popular se encontraba amenazada por la modernización de la sociedad, en América Latina la tradición es algo presente en la historia. El folclorista europeo luchaba por preservar en los museos la belleza muerta de una cultura popular que estaba desapareciendo. Nuestro dilema era otro. La tradición existente, valorizada por la comprensión romántica, era simultáneamente profusa y amenazadora. Su riqueza consistía en apuntar hacia una dimensión distinta de la racionalidad de las sociedades industriales, pero como el sueño latinoamericano se encontraba anclado en la idea de modernización, lo tradicional, la cultura popular es, por lo tanto, fuerza (porque es el elemento definitorio de la identidad) y obstáculo (su presencia nos aparta del ideal imaginado).

El populismo traduce bien esta dualidad. Los símbolos elegidos para representarlo, paradójicamente pertenecen al dominio de la tradición. Ej. Brasil à gobierno de Vargas, significativamente se inventan los símbolos de la identidad nacional - carnaval, samba y fútbol -. El Estado, cuya meta es promover la industrialización y los cambios estructurales de la sociedad, se ve obligado a echar mano de la cultura popular para resemantizar su propio significado.

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El énfasis en la identidad nacional proporciona argumentos sólidos para el combate contra la expoliación, fraude, extranjera (cultural, económica, militar). La cuestión nacional estimula incluso la creatividad cultural.

En América Latina, el desarrollo, el progreso, siempre es visto como un proyecto futuro. La idea de modernidad se reviste de un valor ontológico, real, existente; se la ve como esencialmente «buena», «pura». Acríticamente, inventamos un mundo sin contradicciones ni conflictos, escenario en el cual se sepultarían los disgustos que conocíamos del pasado y se prolongarían hasta el presente. La eficacia de la técnica y de la organización racional es vista así como una especie de reino idílico que nos libraría del «atraso» continental.

La modernidad era correlativa a la constitución de las naciones pero no se confundía con ellas. La modernidad se encuentra articulada a la racionalización de la sociedad en lo económico y cultural. Expresa una forma de organización social en tanto «cultura», esto es, un sistema simbólico específico. El universo cotidiano de los hombres está punteado por la racionalidad del industrialismo y de la técnica.

La sociedad es un sistema desterritorializado de relaciones articuladas entre sí; por eso los medios de comunicación desempeñan un papel crucial. Ellos permiten la ligazón, unión, de las parte con el todo.

La modernidad encierra pues una vocación mundial (el capitalismo es mundial) y no se reduce a las fronteras nacionales. La conjunción entre modernidad y nación debe por lo tanto ser considerada como coyuntural, circunstancial. El sistema-mundo se expande a través de la formación de naciones. A partir de la Segunda Guerra Mundial ocurre una reconquista del flujo anterior, reforzándose el carácter global del mercado.

Pienso que el momento actual es el de la vigencia de una modernidad-mundo anclado en la materialidad de un sistema económico mundial. El término «posmoderno», con su ambigüedad, tiene el mérito de subrayar la radicalidad de las transformaciones en curso. El capitalismo flexible, las instancias trasnacionales, el sistema global de comunicaciones, trascienden las realidades locales y nacionales, redefiniéndolas enteramente. ¿Cómo comprender, en este contexto, la discusión que veníamos desarrollando?

1) Una primera conclusión se impone: la conjunción entre modernidad y espacio nacional, inmanente, inseparable, a la historia y al pensamiento latinoamericano, se escindió. Parafraseando a los modernistas, podemos hoy decir: «es posible ser modernos sin ser nacionales». La globalización de las sociedades desterritorializa el espacio de la modernidad-mundo. El principio de identidad nacional difícilmente podrá ahora apoyarse sobre un sustrato movedizo.

Tal vez una de las expresiones más significativas de este fenómeno sea el surgimiento de grupos mundializados de consumo. Formamos parte de una misma «civilización», poseemos un mismo imaginario social (trabajado por el cine, la televisión y la publicidad). El espacio de las sociedades latinoamericanas se torna así segmentado. Una parte pertenece de hecho a este «mundo», otra le escapa.

El «Tercer Mundo» vive hoy un proceso de desintegración en tanto entidad homogénea. Eso hace que capas sociales de ciudades como San Pablo, Buenos Aires, México, se aproximen al tipo de vida que

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encontramos en Nueva York, París, Tokio, pero simultáneamente se distancien de la dura realidad que prevalece en sus periferias urbanas. Lo que está geográficamente distante, se torna próximo y lo que nos rodea se pierde en nuestra indiferencia socialmente construida. La mundialidad de la cultura penetra así los fragmentos heterogéneos de nuestros lugares, separándolos de sus raíces nacionales.

2) Un segundo aspecto se refiere a la pluralización de las identidades. Es necesario entender que el proceso de mundialización de la cultura no implica necesariamente la homogeneización de los gustos y de los hábitos culturales, como si todo el planeta viviese una realidad unidimensional. Yo diría que la globalización de las sociedades lleva a la constitución de un espacio transglósico en el cual una cultura mundializada debe cohabitar con un conjunto de culturas diferenciadas. Esta diglosia social permite simultáneamente la existencia de una civilización mundializada y las particularidades culturales.

Entre tanto, lo que llama la atención en este nuevo contexto es el relativo adelgazamiento del papel de las identidades nacionales. Las fronteras nacionales ya no consiguen contener los diversos movimientos identitarios existentes en su seno. El debilitamiento del Estado-nación coloca las identidades nacionales en una situación crítica. El sueño de una identidad latinoamericana tiene actualmente mejores condiciones para realizarse que en el pasado.

La globalización rompe con los límites nacionales borrando las fronteras entre lo interno y lo externo. En este sentido, la mundialidad es parte del presente de las sociedades que nos habituamos a llamar «periféricas». Una cultura mundializada echa raíces en «todos» los lugares, cualquiera sea el grado de desarrollo del país en cuestión. Esto significa que una serie de conceptos - difusión cultural, imperialismo cultural, americanización del mundo - ya no consiguen dar cuenta de esta realidad envolvente.

LIBERTAD BORDA

“Fan fiction basada en Yo soy Betty, la fea: entre el desvió y el límite”

En RESISTENCIAS Y MEDIACIONES. LA CULTURA POPULAR EN LA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA

Fan fiction: escritura no profesional de relatos basados en ficciones audiovisuales o novelas que extrapolan personajes y situaciones para insertarlos en nuevas tramas.

Fanfic: textos acabados antes de su publicación, aunque esta sea en partes. Impermeable de las modificaciones que puede plantear la lectura.

Conclusiones:

Fan fiction como una escritura subordinada, apropiadora de un lugar ajeno.

“la matriz de la novela romántica como invariante que difícilmente parecen poder eludir los textos

de las fans”. Las fanfics rompían lo innovador de la telenovela y le daban un giro conservador,

romántico. No siempre las tácticas son contrasistémicas.

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Aferro al género romántico, más que al cómico, porque es el primero con el que tuvieron más

posibilidad de acceso. La comedia habita en la “memoria narrativa” de manera audiovisual y es

más improbable que pudieran apropiarse de un modelo de escritura al que no han tenido acceso.

PAULA CALDO

“Saber hacer, saber decir y saber escribir… Historias de mujeres escritoras de recetarios de cocina”

En MUJERES COCINERAS. HACIA UNA HISTORIA SOCIOCULTURAL DE LA COCINA ARGENTINA A FINES DEL SIGLO XIX Y PRIMERA MITAD DEL XX

Recetarios como trasmisión escrita del saber culinario

Emisora y receptoras eran mujeres

Lugar de la mujer como poseedora de un saber se convierte en escritora. Aceptan el dominio pero

con desvíos.

Juana Manuela Gorriti, Marta, Doña Petrona de Gandulfo

Discursos cuya intención fue surtir efectos perlocucionarios sobre las mujeres amas de casa.

Dice la autora: “escribir resultó ser una práctica disonante con los principios femeninos estipulados

por la época. Sin embargo, las mujeres no se privaron de idear “tácticas” que les permitieran

transitar por el mundo de las letras. (…) Tanto las palabras de las autoras como nuestros

comentarios permitirán construir las figuras de autoras/lectoras; el lugar del ama de casa; y la

cocina como un espacio bifronte que posibilitó a las mujeres, por un lado afirmar la condición que

les fijaba la estructura patriarcal, pero, por otro, abrir un intersticio a través del cual asomarse,

hacerse oir la vez y leer la letra en el espacio público.”

Juana: pone el texto culinario en el contexto sociopolítico. La cocina, lejos de ser un saber-hacer

menor, es pensada como un vehículo de cultura, de identidad y de resistencia.

Petrona: libro híbrido (Archetti) lleva el signo de la mezcla que caracteriza la identidad nacional

argentina; propagadora del paladar nacional.