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    Lima imaginada / Imaginarios de la tradicin y la modernidadPor Javier Protzel

    Durante siglos los limeos le prestaron tan poca atencin a su vecino marcomo a la cordillera de los Andes, confines occidental y oriental de la ciudad

    puestos por la naturaleza. El desierto costeo la apretaba por el norte y elsur. Infunda en los habitantes de lo que hoy es el Centro Histrico un climade cierto aislamiento y particularidad cultural, pese a la convivencia tempranade indgenas, espaoles y esclavos africanos, y a su condicin de haber sidosucesivamente y por muchas generaciones de sus habitantes de entonces,sede de un virreinato y de una republica independiente de gran extensin yvariados acervos. Todo ello cambi a lo largo del siglo XX en que Limadevino, gracias a una intensa inmigracin provincial, en ciudad nacional,confluyendo en ella todas las sangres del pas, por utilizar el ttulo de lanovela de Jos Mara Arguedas. La diversidad de miradas, recorridos yexperiencias de la capital del Per es irreductible a un todo unitario y

    ordenado. Tanto ms justificado el rtulo en plural de imaginarios urbanosque nombra a este proyecto.

    A falta de hacer grandes generalizaciones, me propongo exponer aqu tresconsideraciones principales, que pese a estar lejos de abarcar todo el tema,singularizan a Lima y me sirven para empezar. Primero, la sucesin dedestrucciones, renovaciones y ampliaciones de la ciudad que ha idoenterrando la memoria colectiva como en capas geolgicas y configurandouna particular relacin entre lo que fue y lo que realmente es, vale decir entrela realidad y el mito, por ejemplo el desarrollo del imaginario tradicional criollocomo una reaccin frente a la experiencia de la modernidad. Segundo, elmarcado contraste econmico entre la capital y aquello que los peruanosllamamos el interior de la repblica, vale decir el extremado centralismo queha propiciado un interminable proceso de inmigracin y urbanizacin.Tercero, la separacin contempornea entre la esfera privada y una esferapblica bastante diversa, jerarquizada y a menudo inhspita. Mientras laexperiencia compartida del espacio urbano se ha empobrecido, limitndose aocasiones puntuales que convocan a la colectividad en lugares y barrios quepueden servir de gora, dentro de la calidez del hogar los medios decomunicacin y otros recursos de informacin han ido generando sentidos,percepciones y aspiraciones comunes, as como proveyendo a la gente de

    redes sociales.

    De la Colonia a la Repblica: orgenes del criollismo limeo

    Refirmonos a la primera consideracin con una reflexin historiogrfica.Desde mucho antes de la llegada de los espaoles, las etnias que habitabanlos valles del Rmac, el Lurn y el Chilln le teman a la furia del diosPachacmac al sentir el suelo temblar. No obstante, por su clima benigno, suentonces boscosa vegetacin y su proximidad al mar, Francisco Pizarroescogi el pequeo curacazgo del Rmac gobernado por Taulischusco, para

    fundar la Ciudad de los Reyes. El conquistador le dio ese primer nombre a laactual capital del Per, en homenaje a la llegada de los Reyes Magos un

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    lejano mes de enero de 1535 en el que quiz se dej baar por la misma luzcruda de la maana veraniega de hoy. En 1655, ciento veinte aos despus,un terremoto sembr el pnico, y en 1687 otro mucho ms fuerte virtualmentedestruy la pequea villa de menos de 30.000 habitantes. Un tercero, en1746, termin con las obras de restauracin del anterior y devast el puerto,

    llamado posteriormente El Callao. Por ello, los vestigios arquitectnicos deLima remontan a lo sumo a mediados del siglo XVIII, habiendo prcticamentedesaparecido o quedado en ruinas todo lo anterior. No obstante, de acuerdocon el historiador Juan Gnther[1], en Lima naci el barrocohispanoamericano, pues en ella se formaban los alarifes que trabajarandespus en otras zonas de Amrica del Sur. Antes del terremoto de 1746haba 43 iglesias y ms de 200 adoratorios y capillas particulares, dada lagravitacin de la Iglesia y del poder virreinal. Contraste por lo tanto entre lavisin devocional del mundo infundida con ese estilo barroco triunfante y lamagnificencia de la corte del extenso virreinato, y la precariedad de lasedificaciones, dado lo inacabado de las reconstrucciones y las psimas

    condiciones de vivienda y sanitarias. Una brecha dira yo fundacional separala nostalgia limea de un pasado esplendoroso que sin conocerse a cienciacierta se deja adivinar, y un presente ms banal y problemtico. Este desfaseentre la mistificacin y la realidad ser de una manera u otra arrastrado a lolargo de ms de tres siglos. Ni las obras pblicas borbnicas y afrancesadaspromovidas por el Virrey de Amat y Junyent desde la sptima dcada delXVIII ni aqullas republicanas, ubicables dentro de la herencia colonial delsiglo XIX, que desemboca en el XX lo cierran. Podra decirse que la historiade Lima est marcada por momentos de auge urbanstico y euforia festivaseguidos de periodos ms largos de cada, pobreza y lento restablecimiento.

    Adems de los altibajos de cada ciclo econmico, esto se ha debido aterremotos, guerras, revoluciones, y en el siglo XX, a las transformacionesculturales provocadas con la voluminosa inmigracin andina, la consiguienteexpansin de la urbe y valgan verdades, la gestin de algunos alcaldes quealentaron la demolicin de un patrimonio irrecuperable en el casco viejo, ennombre de una visin miope de la modernidad. Nada de esto es sin embargoajeno a un factor sencillo e insoslayable, los materiales de construccin y elespacio habitable. Recordemos que en la regin de Lima como en la mayorparte del litoral peruano escasea la piedra. Hasta entrado el siglo XX habaslo dos materiales predominantes: el adobe y la quincha, una mezcla de

    madera y caa de carrizo cubierta de barro, empleado en la mayor parte delos cascos de palacios, iglesias y viviendas modestas. Con ciertasexcepciones (como la Iglesia y el convento de San Francisco, verdaderaciudadela religiosa en el siglo XVII), las construcciones de quincha noresisten los embates del tiempo (aunque contrariamente al sentido comnpueden sobrevivir a los sismos segn su altura y la calidad del suelo). Poco apoco los temblores y los aos trajeron abajo sinnmero de monumentos quele dieron fama y orgullo a Lima. La mayor parte de aquellos que quedaronbalcones, miradores, iglesias, fachadashan sido fortalecidos o apuntalados,y generalmente conservados, deviniendo en emblemas e islotes del pasado.De ah que el criollismo, forma cultural limea por excelencia desarrollada

    desde la penltima dcada del siglo XIX y cuyos restos reciclados lleganhasta los inicios de ste, contenga un imaginario que aora y esencializa

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    cierto espritu virreinal y republicano que se destruye, y en su cara negativa,recusa la modernidad.

    A medida que el tiempo transcurre, la memoria va guardando selectivamentealgunos elementos y olvidando otros, aqullos cuyo recuerdo no es

    pertinente. La conciencia ilumina ciertas escenas pretritas dejando otras enla penumbra, como los reflectores de un teatro, y los hechos se rearticulancomo una narrativa casi inevitablemente ideolgica. Cada momento delpresente explica entonces el pasado segn su circunstancia histrica y no alrevs. Esa narrativa consta de versiones eclcticas, distorsionadas ycontradictorias. La supervivencia posterior a 1920 de rasgos de mentalidadantigua articulados a nuevos problemas inherentes fue acompaada de unareelaboracin del criollismo tradicional que lo convirti en una utoparetrospectiva, un discurso sobre una sociedad convivial que dcadas y hastacenturias atrs habra compartido un repertorio simblico urbano decreencias, alegras y gustos originales, que en el presente se iban borrando.

    Empero, esta esttica de la desaparicin elaborada por una parte de la liteliteraria vino de mucho ms atrs. La obra del escritor Jos Glvez es unejemplo ms cercano de esa actitud. En sus colecciones de crnicas (1921,1935) hace referencia a tres momentos distintos. El primero es el presente, elde la conciencia y la escritura, impregnado por la nostalgia de la Lima que seva; el segundo es el evocado, situado en una infancia transcurrida en lapobreza generalizada con su () dejo romntico y dolorido en medio de lacalidez familiar posterior a la derrota en la guerra con Chile (1879-1883). Y eltercero es un tiempo anterior, mtico, de grandes bailes, de suntuosastertulias, de elegantes paseos del ciclo guanero (1840-1875), que permiti ala naciente oligarqua gozar de un inslito lujo y expandir los confinesantiguos de la ciudad derribando las murallas edificadas por disposicin delDuque de la Palata. Desde el desnimo de la postguerra del Pacfico aora loque no vivi, fabulando () las jaranas [fiestas con canto y alcohol]deantao [que] s eran jaranas ()en huertas arregladas con el genuino gustonacional. Ah las cadenetas, las banderas, los quitasueos alteraban con lossauces y las flores del pas () y durante aqulla se coma, se cenaba y sedorma prolongndose la parranda varios das. Segn antiqusima costumbre,el pisco, que era del bueno y legtimo, se guardaba en botijo de barro, y seechaba la llave de la huerta al botijo[pero] la pobreza de un lado, el aumentocada vez ms creciente de la clase media y la falta de espritu fueron

    haciendo decaer gradualmente estas costumbres[2]. Y ese recuerdoremite a pocas doradas an anteriores de calesas, esclavos y santos,imaginadas y relatadas, es cierto, en las leidsimas Tradiciones Peruanas[3]de Ricardo Palma, el escritor ms notable del siglo XIX y apstol de lamitologa criolla limea.

    Ahora bien, el auge de estos escritores se debi precisamente a la nostalgiaprovocada por la naciente experiencia de la modernidad burguesa. Lamagnitud de la modernizacin de fines del siglo XIX fue siendo percibidacomo el ocaso del criollismo. De las 456 hectreas que ocupaba la ciudad afines del siglo XVIII sta se extendi a 1.292 en 1908, tambin con una mayor

    miscigenacin biolgica, muestra del cruce ms frecuente de fronterastnicas y culturales, dndole a la ciudad un panorama ms variopinto y

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    seguramente conflictivo por el persistente racismo. La poblacin de origenafricano haba disminuido a 5% (fue de 42% en el siglo XVII), mientras lascolonias china y japonesa alcanzaban el 8% del total. El 10% de la poblacinera de origen europeo, la mitad proveniente de Italia. Ms all de la retraccinde la raigambre hispnica[4] lo ms notable de este periodo fue el cambio de

    costumbres, relacionado con la ampliacin de la urbe, habilitado ya conservicios de transporte que no podan hacerse a pie[5]. A las longevas ysedentarias redes sociales de barrio (chinganas, corralones, pulperas) consus fuertes identidades criollas se les yuxtapusieron las redes ms extensasde la ciudad ampliada, con formas culturales nuevas, cosmopolitas, quepermitan al citadino perderse en el anonimato mezclndose con lamuchedumbre e ir construyndose como un sujeto ms libre que caminaentre iguales. La tensin entre unas y otras cre mayor conciencia acerca deldeclive de las ms antiguas despus de su larga supervivencia. Puededecirse entonces que la autoconciencia del criollismo surgi de losescombros de la guerra, como forma cultural urbana mediadora

    materializndose en la calle () como agente histrico del cambio: el puebloocupa ahora el espacio abandonado de la tradicin y desde sus ruinasreconstruye la precaria salud social[6].

    Visibilizar las particularidades del criollismo provocaba luchas simblicas, yasea exacerbando su representacin pblica, ya sea criticndolo, pues lo msautntico se converta entonces en lo opuesto a lo moderno, pues comoseala Ortega el espacio de lo nacional est identificado con la tradicinvenida a menos, con el mercado de la pobreza, y () la calle no es unespacio vaco ni uno pasivo, es un nuevo agente social que produce yreproduce una forma cultural en proceso (1986: 100-101). El xito de la obraliteraria de Ricardo Palma en su poca sera indicador de lainstitucionalizacin de un imaginario urbano criollo que ()era un espejolimeo en que distintos pblicos tenan la ilusin de ser uno solo () (Ortega1986: 71

    La experiencia burguesa y la nostalgia del criollismo

    Por el contrario, del lado de la lite modernizante se haca preciso combatiresa encarnacin del anacronismo, erradicar la inmoralidad de suscostumbres, entre ellas el trasnoche y el alcohol jaranistas, acompasado por

    el naciente vals criollo de zonas populares como Barrios Altos y Abajo elPuente. Se criticaba adems la pereza, el rentismo y el deseo de ostentacinde las clases altas mismas, seales de su atraso. Se aboli la circulacinpblica de tapadas(luego de antiguos intentos)[7] y los balcones barrocos(decisin de Federico Elguera, Alcalde de 1901 a 1908), favorecindose encambio el carcter formativo y disciplinario atribuido a los espectculospblicos y al deporte. El teatro, la pera, y otras formas de entretenimientoeuropeas deban presuntamente llevar a comportamientos respetuosos haciael prjimo, a anhelar el progreso y a imitar las costumbres y modalessofisticados de la metrpolis, en suma a ser ms civilizados, del mismomodo en que la introduccin de las prcticas deportivas (el sport, por cierto

    de origen ingls) como el ftbol, la natacin y el ciclismo, destinados avigorizar el organismo e impartir disciplina, abolindose aqullas

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    consideradas brbaras como jugar con agua en carnavales. Esta postulacindel progreso por las minoritarias lites limeas de adoptar los estilos de vidaavanzados de Occidente vena inevitablemente acompaada deconnotaciones clasistas y racistas, como lo podan atestiguar las incipientesluchas obreras, la satanizacin de la presunta sensualidad desatada de los

    negros y el mayoritario rechazo a la inmigracin china, acusada de fomentarla extendida cultura del opio.

    A fin de cuentas el empeo civilizador de inicios del siglo XX no eraverdaderamente una novedad, si se recuerda las orientacionesmodernizantes introducidas desde fines del siglo XVIII. S se modificabasubstancialmente era el marco localista de la visa social, y el accesocreciente al consumo llegado de ultramar, tanto en materia de espectculoscomo en materia de prctica deportiva, en particular la futbolstica, muyacogida por la poblacin negra, () que funcionaba como un canal por elcual lo negroide se insertaba en lo nacional[8]. Si la heterogeneidad tnica

    sigui siendo caracterstica del espacio, hacia 1910 la inmigracin indgena aLima ya estaba andando, por el magnetismo de las mejoras econmicas,aunque autoidentificndose como mestiza en la ciudad. Hubo un fluidomestizaje socio-cultural, ms que biolgico, que dio visibilidad a los andinos,lo mismo que a gente europea arribada al Callao cuya iniciacin en el Perera generalmente de labores modestas, por lo que () se hizo cada vez msdifcil saber a primera vista quin era quin() segn ha planteado DavidParker.[9] Se impusieron por lo tanto nuevas necesidades de diferenciacinsimblica entre gente decente y gente del pueblo siendo la adopcin de unhabitus moderno estadounidense la estrategia de distincin destinada amantener el elemento seorial del criollismo. Los caserones de la AvenidaArequipa seran los emblemas del mantenimiento de esa mentalidad, y loschalets surgidos desde los aos veinte, que seis o siete dcadas despusseran imitados en lospueblos jvenes, seran una prueba de la complejidadde la construccin simblica de la ciudad. En un plano ms profundo lasmedidas civilizatorias para cambiar las costumbres no calaron mucho en lasmentalidades de una poblacin la mayor parte de la cual adems era pobre ycarente de motivacin

    Despus de 1920 la expansin urbana se prosigui. De las 1.292 hectreasde 1908 la superficie aument a 2.037 en 1931 (sin considerar los nuevos

    balnearios) y la poblacin de 140.000 a 273.000. Con las amplias avenidasque a manera de ejes conectaron el centro antiguo con los balnearios delSur gracias a la bonanza del onceniode Augusto Legua (1919-1930) mutla pequea villa que durante siglos se haba recorrido a pie. Pobladas conjardines por cuyas calles anchas corra el automvil, devenido en monedacorriente, y a las que llegaba la marcha silenciosa del tranva, San Isidro,Miraflores, Brea y Jess Mara, eran las nuevas localidades de las clasesmedias y altas[10] en las que se impona la influencia norteamericana enmateria de vivienda, educacin y vestido. El acceso de las clases superioresa la msica y al cine forneo, y en general a relaciones interpersonales mspermisivas y menos pautadas por la tradicin ampliaban el horizonte de vida,

    trayendo el deseo individual a un primer plano, y haciendo de la vida algoms imprevisible y riesgoso. Esta experiencia de la modernidad burguesa era

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    equivalente a escala mucho ms reducida a lo que estaba ocurriendo desdeantes en los pases metropolitanos. No caba duda por consiguiente acercadel declive de la Lima criolla seorial con remanentes de esclavitud. Elaspecto cuantitativo del cambio espacial traa consecuencias cualitativas.Tras haber vivido en contigidad espacial desde la Colonia, las clases

    sociales pasaban a ocupar lugares separados, con lo cual se ahondaban anms las diferencias y las apariencias. Algunos cifras ms. En el censo de1940, la superficie capitalina superaba las 5.600 hectreas, gracias a laexpansin mesocrtica hacia sus chalets del sur, mientras por el contrario laplebe quedaba en el centro. Lo que era de un lado ampliacin de la superficiepor habitante y de reas verdes, por el otro result lo inverso. El viejoCercado de Lima padeci una terrible densificacin, inducida ya por lasprimeras inmigraciones serranas, dando lugar a innumerables tugurios.[11].La Alameda de los Descalzos paseo afrancesado del siglo XVIII, lucadescuidada, rodeada por basura y por unos 30 callejones, la mitad de cuyasfamilias viva en una sola habitacin[12]. Lejos de detenerse ah, el

    hacinamiento en tugurios sigui su progresin, pues hasta las oleadas deinmigrantes serranos de los aos cincuenta ocuparon casonas, fincas ycallejones del centro. En 1950 haba 300.000 personas viviendo en tugurios yen 1961 572.000, respectivamente el 24,5 y el 31% del total de lametrpolis.[13]

    Si bien la obra de Palma es relativamente conocida del gran pblico, le toc alos medios masivos popularizar y cristalizar desde los aos treinta eseimaginario criollo en las clases medias costeas y parte de las populares deorigen andino hasta muy avanzada la segunda mitad del siglo pasado. Estoocurra como si el auge del criollismo fuese una mirada retrospectiva desde elpresente burgus moderno hacia un pasado idealizado, que como tal noexisti. La radio, la industria del disco y el uso de un nuevo espacio pblicopermiti la difusin del vals criollo de tercera generacin, admitido ya portodos los crculos sociales peruanos. En los valses de conocidascompositoras de los aos cincuenta a los ochenta como Chabuca Granda yAlicia Maguia hubo una relectura de la tradicin criolla que le imprima unacento aristocrtico del en realidad haba carecido. Se estableci as unaconfusa narrativa de un tiempo pasado mejor en el que se mezclaba pocas,personajes y gustos distintos, quiz algunos enteramente ficticios. Laizquierda intelectual cuyo gran mentor fue Sebastin Salazar Bondy

    respondi a ese mito desde los aos sesenta llamndolo la Arcadiacolonial[14] por enmascarar el racismo y la supervivencia de valoresseoriales enmascarados por las imgenes de una sociedad bonachona,alegre y reconciliada, nada de lo cual impidi que esas prcticas simblicasde lo criollo hayan conservado cierto carcter identitario, pese a que la mayorparte de los limeos actuales est poco familiarizada con ese imaginario. Losimaginarios urbanos son entidades porosas, entremezcladas, mutantes en eltiempo, y siempre de contornos inciertos. Con esa salvedad debo distinguir, yde modo nicamente didctico, cuatro imaginarios limeos contemporneos,dos en declive y dos emergentes.

    Primero, el criollismo, ligado a la herencia colonial, que llega tan lejos como areivindicar a la afamada villa hispanizante de virreyes, palacios y calesas. Lo

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    caracterstico de ella sera su permanente mirada a un pasado mitificado. Susemblemas seran la msica (el vals, la marinera), la cocina tpica conservaday cierta mentalidad local laxa, transgresiva y decimonnica, pero libre yorgullosa de s hasta la omnipotencia. Cumpli un rol de matriz culturalactualmente en declive.

    Segundo, y frente al criollismo, est el imaginario progresista pero subalternoaparecido hace poco ms de medio siglo con una desbordante inmigracinde origen campesino que refuncionaliz en la ciudad una parte de su acervode origen, y gracias a su laboriosidad, prcticamente construy una ciudadnueva, que marc de otro modo marcndole sus propios escenarios yusndola con otras temporalidades

    Tercero, el imaginario de la modernidad burguesa en las acepciones quereciben en los textos de Peter Gay y Marshall Berman[15]. Fue un proceso decambio de unas ocho dcadas empezado a fines del siglo XIX en el cual las

    clases medias adoptaron un habitus cultural post-hispnico imitativo de loanglosajn y lo francs (o cuando menos aspirante a serlo). El criollismolimeo se convirti en objeto de evocacin a la vez que encarnacin de unrasgo oprobioso de la peruanidad, del cual se esper que una modernidadpoco vislumbrada nos liberase. Desde los aos cincuenta consigui ciertacentralidad cultural, diferencindose polticamente de la mentalidadoligrquica, consolidando a las clases medias como las principalesproductoras de discurso sobre la identidad nacional.[16] Esta transformacinlimea estaba asociada con la movilidad social y espacial aparecida alcambiar la urbe de escala y disminuir el arraigo barrial. Las posicionessociales, ms mediadas por el dinero, generaban estratificaciones oscilantes,aumentando el peso de las apariencias. De ah que las visiones orientadashacia el futuro se impusiesen sobre las conservadoras.

    Y en cuarto lugar, los imaginarios de la cultura popular emergente desde losaos ochenta, llamada tambin cultura chicha o combi. Asimila elementos dela modernidad criolla mesocrtica, frente a los cuales mantiene una actitudambivalente e imitativa, adoptando comportamientos transgresivos que handado lugar al estereotipo del achorado, aunque tambin sea heredera delethos andino de la laboriosidad y de la vida comunitaria.

    La andinizacin. Construccin de la ciudad popular

    Precisamente el declive de la mitologa criolla me lleva a la segundaconsideracin, que es la urbanizacin inducida por las ocenicasinmigraciones de la sierra andina a la costa desde la quinta dcada del siglopasado. Este proceso modific substancialmente sus parmetrosdemogrficos, arquitectnicos y geogrficos, y peor an que el centralismo -de los ms extremos del continente-, acentu la lamentableprimacade Limasobre el resto del pas, vale decir su diferencia poblacional con respecto a lasegunda ciudad (casi 10 veces ms poblada que Arequipa), macrocefalia que

    la ubica en un lugar especial a escala del continente. Desde el censo de1908, casi un siglo exacto, se estima que la poblacin de la capital peruana

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    se multiplic 47 veces; y slo un 12% aproximadamente de su hectareajeactual estaba ya urbanizado en 1960. Prcticamente se fund una nuevaciudad popular extramuros, en los conos norte, este y sur de la capital enbase a la poblacin inmigrante venida de la cordillera. Casi hasta laactualidad, la mayor parte de la urbanizacin resultante de esa migracin

    interna invadi y ocup terrenos eriazos, prctica predominante que ladistingue de otras ciudades, salvo de Caracas.[17] Es una secuencia deinvasin y ocupacin de tierras pblicas y privadas seguida de regularizacinante el Estado la que ha originado la singularidad urbanstica de la Limacontempornea. Fsica y culturalmente es una ciudad nueva. Contrariamentea lo acontecido en otras ciudades latinoamericanas, en este caso lasinvasiones fueron toleradas y no contenidas, a falta de polticas de viviendaconsistentes, pues stas eran motivadas por el clientelismo electoral[18]. Almismo tiempo que la poblacin creci explosivamente con la barriada, lasuperficie limea aument. De las aproximadamente 9.000 hectreasurbanizadas de la Lima de 1960 se ha pasado a casi 80.000 en 2007, de las

    que cerca del 40% son barriada, calculndose que si en 1961 ya el 17% delos limeos moraba en barriadas, esto lleg a fin de siglo a ms de 38%,aunque bajo mejores condiciones de infraestructura.

    Todo ello resulta un elemento indispensable para el estudio de losimaginarios urbanos, pues la ausencia de inversin estatal y privada la ciudadpopular le puso su impronta peculiar. Las decisiones de deslinde de espaciospblicos y de vas de acceso y su ejecucin han estado a menudo a cargo deasociaciones de pobladores, as como la autoconstruccin de viviendasconducida por maestros de obras y realizadas a menudo mediante pactos dereciprocidad vecinal originados en la costumbre ancestral andina.Proveyeron, por cierto, de un hbitat de bajo costo a cientos de miles defamilias, cumplindose un sueo de ciudadana y ascenso social, pero alcosto de un trazo urbanstico cercano al ortogonal de la ciudad colonialserrana, disonante con respecto al contemporneo limeo, vale decir que elencuentro intercultural le ha dado connotaciones ideolgicas y racistas a laspercepciones del urbanismo. Despus de las primeras etapas deasentamiento, se pas de la choza de esteras a viviendas edificadas en el asllamado material noble (ladrillo y cemento) iniciando una era de durabilidadde lo popular, y caracterizndose progresivamente por sus imitacionesestilsticas de las viviendas de clase media criolla de la ciudad consolidada,

    aunque con rasgos vernculos, como la profusin de algunos detallesdecorativos (rejas multiformes, tejados, relieves romboides en los murosexteriores, ventanas redondeadas, balaustradas de connotaciones colonialesy el empleo inusual de ciertos materiales (maylica de colores intensos en lasparedes exteriores), as como mezclas del chalet suizo y francs (introducidoen Lima desde los aos veinte) con la ortogonalidad funcionalista vigentepara clases altas y medias desde los cincuenta, ms reminiscenciascoloniales aparecidas en los aos setenta, de origen aristocrtico yprovinciano. Esta hibridacin peruana de lo tradicional de inspiracin barrocay lo moderno no constituira propiamente una arquitectura nacional[19], encontraste con la vivienda popular criolla tradicional ya sea multifamiliar

    (callejn, solar, quinta) o unifamiliar de un solo piso (casa americana deprincipios de siglo). Pese a la adecuacin de sta ltima al medio ambiente

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    costeo, es una forma dejada de lado, cedindole el paso a la colocacin delo que el arquitecto Jorge Burga Bartra llama el artefacto, es decir elornamento exterior imitativo, indicador pblico de ascenso social y afirmacinde identidad[20].

    Empero, no es ste slo un asunto de fachadas, pues denota nuevasmentalidades populares, recordando que alrededor del tercio de lassuperficies habitadas de Lima fueron autoconstruidas o edificadasprecariamente. A menudo los nuevos barrios han adolecido de un deficienteplaneamiento, con escasas reas de uso pblico (parques, plazas). O bien looriginalmente previsto lo coparon o invadieron las residencias particulares.Concebidas como unifamiliares, stas son ya sea sub-divididas en dos ms,desde el frontis hasta el traspatio, ya sea ampliadas en altura, lo cual provocaun irnico hacinamiento en reas semi-desrticas de escasa densidad. Seconstruye dos o tres pisos ms para los hijos que se casan, o bien, el espaciodestinado al aparcamiento es habilitado para un negocio familiar[21]. Los

    inmuebles resultan sobrepoblados y abigarrados entre s, marcndose laheterogeneidad de sus estructuras debido al incierto proceso de edificacin,alargado en el tiempo. Recorriendo zonas pobres es frecuente ver inmueblescon un segundo piso de materiales y estilo diferentes a los del primero,notndose las huellas de momentos distintos de la historia urbana reciente.Quiz haya un tercer piso apenas enladrillado del que sobresalgan las varillasmetlicas que sostendrn la estructura de una futura habitacin. El trabajo dealbailera marca tambin derroteros de historias familiares y mutacionesculturales. La desigualdad es ostentada: los inmuebles levantados en alturacon profusin de vidrio y aluminio, pintados con colores llamativos comotorres erguidas frente a la chatura del resto de la manzana pueden serseales de xito econmico. Por un contrasentido urbanstico coexisten unhbitat densificado con lugares baldos e inhabilitados por escasezpresupuestal. Por la distribucin irracional del espacio contrasta el intensotrfico humano de los estrechos inmuebles apretujados uno al lado del otrocon la tierra de nadie del frente, sin trnsito y de pisos afirmados ypolvorientos.

    No obstante la prosperidad de muchos, las condiciones de vida del habitantemedio de los conos han sido difciles, sobre todo en las primeras etapas. Unacapacidad de supervivencia endurecida por jornadas de trabajo prolongadas

    en ambientes a menudo hostiles y arriesgados, sin energa elctrica nicondiciones mnimas de salubridad, castigada adems por las inclemenciasde un medio ambiente semi-desrtico. A diferencia de la tradicional moliciecriolla destaca la voluntad andina de progreso. La economa informal de laciudad popular debe ser entonces apreciada por su capacidad deorganizacin colectiva para resistir frente a la urbe moderna mediante formasproductivas en involucin que han mantenido tareas semi-artesanales, osimplemente bajo auto-explotacin. Son frecuentes los casos decomerciantes y talleristas que valindose de sus lazos de paisanaje,compadrazgo y parentesco se insertan en la economa limea, como lodocumentaron los trabajos de Golte y Adams[22] en los que se aprecia las

    huellas de la vida dura en el campo transmutada en alta capacidad de trabajoresidiendo en Lima[23]. Pese al notable rendimiento de los sectores

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    inmigrantes la discriminacin tnica y racial no ha cesado, incentivando lazoscomunitarios y afanes de superacin, que en buena parte han desembocadoen una mejora econmica, sobre todo en la primera generacin con respectoa la predecesora. Junto con el espacio, la estructura social se ha modificadoy anchado, pues los individuos emergentes adquirieron una visin diferente

    de su ubicacin, aflojando la antigua estructura estamental. Lima es por lotanto indisociable de lo que Rafael Tapia identifica como la culturaempresarial chola cuya siguiente generacin, ms francamente emergente,volcada al racionalismo individualista y al consumo tendera no obstante acierto etnocentrismo social, pues se perfila () la imagen de un armazn oun ncleo valorativo comunitario y una envoltura individualista porosa yabierta hacia el exterior[24].

    Iniciado ya el siglo XXI, la dinmica econmica de la barriada ha conducido ala consolidacin urbana de la mayora de las barriadas establecidas hasta losochenta, sin que por ello dejen de predominar la pobreza y el deterioro,

    tugurizndose algunas de las primeras zonas invadidas. Pese a la ausenciade espacios pblicos y a la aparicin de nuevos asentamientos marginales,los centros comerciales a la americana se hacen presentes en los conosnorte y sur. Lima vista hoy es un espectculo continuo de gente viajando deun lado a otro, con no menos de cinco millones de desplazamientos diariosen medio de un caos vehicular casi generalizado en que cientos de miles deconductores apurados transgreden sistemticamente las reglas. Entonces mepregunto, sigue existiendo esa ciudad popular de raigambre andina tanestudiada por las ciencias sociales durante los aos ochenta? Hasta qupunto la cultura empresarial chola ms bien se ha capilarizado en otraszonas del tejido urbano? No es sta ms bien una naciente modernidadurbana tercermundista cuya proyeccin debe ser apreciada en el largo plazo?De lo contrario ponerle etiquetas a un sector social determinado puede llevara confundir lo transitorio con lo permanente, expresando ms bien un rechazoetnfobo a los descendientes de quienes fueron inmigrantes[25].

    Definitivamente hay desfases entre las visiones sobre la ciudad y su realidad.Por el tamao y la rapidez de los cambios, se sesga la visin del conjuntoajustndose al ngulo del observador. Y es que el punto de vista podra sertambin una metonimia reduccionista que reduce la ciudad a sus volmenesy espacios visibles, en detrimento de la vida de los habitantes, de sus

    desplazamientos y recorridos, de sus predilecciones y aversiones[26]. Lapeticin epistemolgica de deslocalizar los estudios urbanos, se debe a losusos contemporneos del espacio y del tiempo merced a las tecnologas dela informacin como al desplazamiento permanente de la gente, cuyo tiempogastado diariamente en el transporte aumenta proporcionalmente al espacioocupado en la urbe por los medios de transporte.

    Las valoraciones que sus habitantes le den son parte de la permanenteconstruccin social de la realidad objetiva, incontrolable proceso decooperacin y conflicto en el cual la memoria colectiva va filtrando loheredado y reciclndolo, lo cual no ocurre sin el concurso de los medios de

    comunicacin. Lima la hispana y criolla, se convirti en ciudad de todas lassangres, sin que para el sentido comn de sus ciudadanos sea precisamente

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    un encuentro intercultural armonioso o nivelador, sino uno vigoroso e inclusobelicoso contacto entre distintas zonas geogrficas y orgenes tnicos, todosellos nacionales. Por su centralismo y a diferencia de otros pases, Lima es elpunto geogrfico y cultural de convergencia de lo nacional, pues slo en ellaconvive gente proveniente de todas las regiones, ya sea manteniendo su

    diversidad, o bien ensayando modos distintos de apropirselasimblicamente.

    Si los limeos eran en 1940 el 10,4% de los peruanos, la proporcin pas al18,7% en 1961, al 24,7% en 1972 y a 28,6 en 1993. En 2005 era de28,5%.[27] Al andinizarse, Lima se convirti en la primera ciudadquechuahablante del pas. Pese a que el torrente inmigratorio ha amainado,sigue siendo una inmensa localidad parte de cuya poblacin no se sientepertenecer a ella. La proporcin de quienes nacieron fuera de la capital siguesiendo elevada: de 44,6% de inmigrantes sobre el total de la ciudad en 1961,se pas a un pico de 45,8% en 1972, y a 36,2% en 1993. En 2004 haba

    descendido a 31,0%[28], y segn nuestra sondeo el 34% de los entrevistadosseal ser haber nacido fuera de la ciudad. Por ello me parece muyaventurado pensar en Lima como un todo dentro del cual los ciudadanos seintegran. Es normal en consecuencia que haya sentimientos encontradoshacia una ciudad que puede ser percibida tanto como acogedora y cmoda,como hostil e impracticable.

    Hibridaciones e imaginarios de una nueva ciudad

    Esto nos ubica en nuestra tercera consideracin en la cual emplearemosalgunos cuadros de nuestra encuesta. Tal como mencion al principio, elcorte relativamente abrupto entre la esfera pblica y la privada nos da ms deuna clave. Lo ilustran los barrotes de metal que protegen a la mayor parte delas viviendas limeas - ricas y pobres, centrales y perifricas - adems de laprofusin de policas particulares y dems sistemas de vigilancia. Laextensin de estas marcas ciudadanas denota una temor generalizado a losrobos y asaltos y la peor calificacin a la ciudad en todas sus zonas (25,2%).Sin embargo contrasta la percepcin de ciudad peligrosa entre los msadinerados (55%) con respecto a los ms pobres (30%). Tericamente laseguridad personal estara ms expuesta en los niveles inferiores (viven,

    transitan ah) que en los ms altos (estn protegidos por sonoras alarmas,gruesas rejas, perros, guachimanes y circulan en auto). Ser entonces que lainseguridad es funcin del mayor o menor atractivo que cada sujeto exhibapara ser presa de delincuentes, como si los ms pobres estuviesentotalmente exonerados de ser vctimas de asalto y robo. No debe sorprenderpor lo tanto que la inseguridad sea un asunto de percepciones y ubicacinsocial como de hechos.

    Opiniones cuyo curso en aumento lo veramos en un rpido paseo,advirtiendo cmo la arquitectura de chalet o de la denominada casaamericana de hace medio siglo no tena rejas metlicas o muros protectores,

    a diferencia de las construcciones posteriores a los aos setenta en que laforma arquitectnica cambi para adecuarse a la idea del refugio domstico.

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    Se les ha ido adosando elementos a los cuales se aadieron alarmas,reflectores con sensores especiales, y por supuesto mayor cantidad devigilantes privados[29]. La lgica misma de las invasiones, guiada porintereses particulares, y la insolvencia econmica del Estado facilitaron laescasez de lugares pblicos de encuentro, fortaleciendo as la bsqueda de

    una casa propia y una vida tranquila, alejada del ruido y el desorden. Lamarcada tendencia popular a endeudarse adquiriendo bieneselectrodomsticos forma parte de esa aspiracin al confort de las clasesmedias antiguas, que no debe ser confundido con el deseo de pertenecer aellas. Equipndose con radios, posteriormente con televisores, despus contelfonos fijos y mviles[30] y ms adelante con computadoras conectadas aInternet han convertido al espacio privado en un bnker familiar.Paralelamente, la proporcin de espacio pblico de interaccin y convivenciatiende a reducirse con respecto al de simple trnsito y contigidadimpersonal, y por supuesto a fragmentarse. Toma dentro del tejido urbano laforma de un archipilago disperso de lugares relativamente jerarquizados

    entre s dentro de los cuales la poblacin se distribuye segn origen, estratosocio-econmico y tambin edad.

    Estos escenarios dispersos son reconocidos por la mayora, y entre ellosprima el viejo Centro Histrico. La Plaza de Armas y sus dos notablesedificaciones, el Palacio de Gobierno y la Catedral son los dos sitios que msidentifican a la ciudad. Pero esa percepcin est, a no dudarlo, estratificada:en el nivel socio-econmico ms alto de nuestra muestra (el 5% superior dela poblacin) hay el doble de menciones especficas a la Plaza de Armas queen el nivel ms bajo (un 17% de la poblacin), constituido no slo por la gentems pobre y menos educada sino la menos integrada al movimiento de laciudad como conjunto. Adems, es un contraste entre estratos de origencriollo y gente de origen inmigrante. Esto queda corroborado comparando lasmenciones segn el origen. Quienes declararon ser hijos de padres limeosidentifican ms a la ciudad con la Plaza de Armas, la Catedral y Palacio deGobierno que los provincianos. Diferencias menores significativas porasociarse con la memoria histrica. Algo similar ocurre al buscarse unaidentificacin de emblemas ms precisa preguntando por dos lugaresrepresentativos de la arquitectura limea. No todos logran mencionar los doslugares, aunque la frecuencia sea bruscamente menor en el nivel ms bajo,adems de un bajo coeficiente de (39%) de no sabe y no contesta. ste

    ltimo realza al contrario el inmenso volumen de concreto armado del actuallocal del Museo de la Nacin, tpico ejemplo de arquitectura monumentalmilitarista[31].Hay una correlacin entre educacin, conocimiento ordinario ypercepciones de la ciudad. El Centro Histrico es identificado como valorarquitectnico en su conjunto por los niveles de mayor ndice educativo, locual es ms ntido con las menciones al Palacio de Torre Tagle. No obstante,las clases altas se muestran deslumbradas frente a la arquitectura moderna ya sus smbolos, en ese sentido ms desdeosas hacia el pasado: el centrocomercial Jockey Plaza, el Hotel Marriott, el complejo de entretenimientoLarco Mar y el Centro Empresarial de San Isidro son para ellos lo msrepresentativo de la arquitectura limea (que adems frecuentan ms que el

    centro). Pero a la inversa, son los niveles bajos y muy bajos (D,E) quienesms van a lugares en donde se aprende algo (menciones significativas al

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    Gran Parque de Lima y al Museo de la Nacin), lo cual no impide lasapreciaciones inslitas. Lo arquitectnicamente caracterstico no guardararelacin con el patrimonio histrico-monumental de la ciudad sino con loreciente y funcional, aquello que connota progreso y la asemeja al primermundo, merced a lo cual las vas expresas y los nuevos centros comerciales

    son muy mencionados. El hecho de que se mencione una por encima deotras - en los cinco niveles socio-econmicos e in crescendoa medida que sedesciende socialmente - inaugurada poco antes de aplicarse el cuestionario(la Avenida Grau) es muestra de una memoria corta basada en la experienciainmediata o en las agendas periodsticas.

    Estas diferencias son an ms claras en las marcas y calificaciones de loslimeos. Los sitios preferidos por la mayora estadsticamente popular(aproximadamente el 69% inferior de la muestra) son los parques y las reasverdes. Explicable por la sequedad de los conos perifricos y la exigidad delas viviendas ms modestas. Pero notemos que esto no data de hoy; se trata

    de la tradicin de cierto deseo de apropiacin popular de la ciudad capital, undeseo de marca simblica. En los aos cincuenta el paisaje dominical de unaLima ms hispnica era el del da de asueto de la primera generacin deinmigrantes: obreros fabriles los varones, empleadas domsticas las mujeres.El Campo de Marte y el sevillano Parque de la Reserva eran visitados porfamilias enteras, las mujeres vestidas an con los faldones serranos y lasllicllas en la espalda para cargar a los bebes. Haba en ese empeo unabsqueda de contacto con la naturaleza y recuperacin de la quietud. Esahuida del asfalto era tambin una voluntad de afirmacin ciudadanaemulando a las clases superiores u ocupando espacios antes monopolio deaqullas. Esto se ha reproducido en reas populares cuyo ornato estmejorando, y el actual alcalde provincial y los distritales cosechan puntos depopularidad en las encuestas habilitando y manteniendo parques y jardines.El otro polo social que no sola frecuentar los jardines pblicos hasta iniciosde este siglo acude a los rehabilitados malecones de Miraflores paracontemplar el ocano desde los acantilados y arrecifes como en los aoscincuenta. El bao de mar a la usanza europea y las imponentes vistas delOcano Pacfico que nos regala la baha del Callao constituyen una antiguaexperiencia limea que remonta al siglo XIX. Las sucesivas hornadas deinmigrantes serranos nunca haban visto el mar, accediendo al bao de marapenas hacia la sexta dcada del siglo pasado. Desde entonces los sectores

    populares iniciaron sus incursiones, ocupando dominicalmente arenasconsideradas propias por las clases altas y medias, emprendindose luchassimblicas que enfrentaban costumbres sumamente distintas[32]. Estasdiferencias aparecen en la encuesta, pues para el nivel socio-econmico altoque dispone de mucho ms facilidades la playa es lo que ms le gusta deLima.

    Inmediatamente despus de la inseguridad, junto a violencia y laspandillas el peor aspecto de la capital por mayora (30,4%), le sigue el caosvehicular y despus la suciedad de las calles. El Estado dimiti a inicios delos aos noventa de su funcin de proveer un sistema de transporte

    adecuado a su creciente poblacin. Las lneas de mnibus contabanentonces con un nmero insuficiente de unidades, la mayor parte obsoletas,

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    algunas con ms de 30 aos de edad. Contaminantes adems, por elmaligno humo negro de sus antiguos motores diesel que han ido cubriendo elcentro de Lima de una capa gris de suciedad que provoca en el habitante querecorre sus calles abigarradas y ruidosas el deseo de salir de ellas. Aparte deprovocar daos al aparato respiratorio dos veces superiores a los del centro

    de Santiago de Chile y un nmero de enfermedades mayor que la yaabultada cantidad de vctimas de accidentes de trnsito, los embotellamientosson perennes y van mucho ms all del centro, pues se descuid la provisinde un espacio pblico moderno y literalmente viable, pues el trazo de calles yavenidas es antiguo y lo nuevo ha seguido con frecuencia el trazo de losaos cuarenta. A inicios de los noventa cuando el entonces presidenteFujimori emprendi su reforma ultraliberal Lima contaba con seis millones ymedio de habitantes. Para reducir los gastos del Estado, el rgimenfujimorista despidi a decenas de miles de empleados pblicos, al mismotiempo que abri la importacinpor supuesto desde el Japndecamionetas usadas de tipo rural para que cualquier interesadoa la sazn

    muchos empleados pblicos que quedaron sin trabajoprestase serviciospblicos de transporte urbano con muy poco trmite afilindose a una lnea.Igual fue con los taxis. Cualquier persona hasta el da de hoy puedefcilmente poner un rtulo de plstico que diga taxi en la ventana delanteray lanzarse a buscar clientes en su coche, evitando el trmite de ley. En Limahay aproximadamente medio milln de automviles, de los cuales no menosde 210.000 son taxis, y ms de 100.000 camionetas rurales, a lo que seaaden los mnibus. Justo es reconocer que el alcalde Castaeda (elpersonaje con que ms se identifica a Lima en todas las categorasestadsticas, por encima de Chabuca Granda y Francisco Pizarro) intentamejorar esta situacin, pero la impresin que queda, a juzgar por nuestroestudio, es de una gran insatisfaccin. Mientras la molestia por lacontaminacin se expresa dos veces ms en los sectores bajos, el fastidiocon el trfico es superior en los altos.

    Pese a ello, este predicamento es vivido por todos, imprimindole un tamiznegativo al conjunto de la experiencia urbana, que ayuda a explicar mejor esecorte tan claro entre espacio pblico y espacio privado. Yo dira que el humodel centro histrico, y el polvo y la arena de las periferias funcionan comotamices contemporneos que filtran las idealizaciones urbanas. Retrotrae a lavivienda modesta con jardn a su natural condicin semi-desrtica, y

    degradan lo que queda de la vieja utopa retrospectiva criolla. Y por otro lado,en medio de la lucha por la supervivencia esa separacin de lo privado y lopblico se manifiesta en el comportamiento anmico. Lo que es racional parael inters privado de un individuo, digamos, apurado conduciendo su taxi o sucamioneta rural, resulta inconveniente para la racionalidad de la convivenciapblica. El apuro del conductorhastiado, es verdad, por losembotellamientoslo convierte en un transgresor sistemtico de las reglas detrfico, llevando al caos vehicular a una espiral. se es el marco de lallamada cultura combi, as llamada por inspirarse en la irresponsabilidad y eldesprecio de las camionetas rurales o combi, y tambin de los taxis hacia lasnormas de trnsito. Este discurso, comn entre las clases medias y altas,

    critica esa sistemtica laxitud respecto al orden cvico y la virtual dimisin delEstado de hacerlo respetar. Sin embargo, esta actitud es a fin de cuentas

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    tambin compartida por esos mismos sectores en otras dimensiones de lavida social, pues siendo herederos de la antigua mentalidad criolla seorial,se sienten eximidos de aceptar la universalidad de la ley. En suma, si los mspobres suelen hacer agresivamente caso omiso de las normas urbanas ennombre de necesidades de supervivencia (concientes adems de la

    indiferencia o la ineficacia de la autoridad) o bien por ignorancia, en muchosafortunados todava habita un fantasma colonial del racismo. Interpreto unaidea de Gonzalo Portocarrero: a diferencia del siglo XIX en que el idealreligioso y el qu dirn de la pequea localidad constrean a interiorizarpreceptos morales, tiendo a las infracciones de culpa, la intensasecularizacin en el siglo XX marc una diferencia, sin que ello significasesuprimir los rasgos centrales del carcter criollo. La fragilidad institucionalrepublicana condujo a la inestabilidad poltica y al desgobierno, pues lanorma pblica fue tomada por optativa y no obligatoria. Disipado el haloreligioso colonial qued sin embargo presente en una sociedad siemprejerrquica, pobre y desigual, el atractivo de lo vedado, y el goce consiguiente

    de la trasgresin, de sacar la vuelta, de obtener aunque sea una mnimaganancia en el comportamiento cotidiano a costa de burlar las reglasestablecidas. No importa cun importante haya sido la modernizacin urbana,los comportamientos que van de lo prohibido a lo aduln guardan algo de suncleo localista tradicional bajo otras formas culturales.[33]

    La expresin cultura combi est emparentada con una nocin ms generalque es la de una cultura chicha, un modo a mi parecer peyorativo denombrar a las culturas populares emergentes. Adems de ser una bebidaalcohlica serrana, la chicha (o cumbia andina)es un gnero musical de granpopularidad desde fines de los setenta que fusiona variedades de msicaverncula serrana con ritmos tropicales como la cumbia colombiana. Losandinos inmigrantes tomaron poco de los significantes del viejo imaginariocriollo, o en todo caso los resignificaron mezclndolos con sus acervosandinos y lo que toman prestado de la modernidad burguesa. Por lo tanto esacultura chicha, a menudo tan despreciada por gente de origen criollo, es unproducto nuevo, netamente representativo de la Lima de hoy. SebastinSalazar Bondy no lleg a verla en Lima la horrible(1964) pero s atisb unkitschnacional genrico, caracterizndolo por ser esencialmente falso ymentiroso que, ms all de la retrica criolla, desemboca en un repertoriosimblico seudo-vernculo. Empero este kitschse proyecta en formas

    culturales emergentes valiosas y autnticas. Su encanto de fusinintercultural radica precisamente en el desborde de la apropiacin popularsobre el objeto original que se pretende imitar. Esto va desde el panel decolores fosforescentes sobre fondo negro que anuncia conciertos populareshasta los materiales de connotacin funcional y contempornea (aluminio,vidrio tensado) de las fachadas, mezclados con puertas y balaustresneobarrocos. Esta esttica que llamaramos post-criolla en el plano de lossignificantes, mas no en el de las mentalidades, es importante en el aspectocontemporneo de la capital. Pero tambin hay una dosis de criollismo en elestilo chicha, ya no en el imaginario andino sobre Lima de la primerageneracin inmigrante, sino en sus herederos. Siguiendo a Portocarrero,

    cmo no admitir que la tolerancia frente a la trasgresin, o lo inverso, laprepotencia, no se trasvasen a los nuevos limeos subalternos () al

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    migrante andino que en el nuevo medio urbano se acriolla o se aviva yentonces ya es capaz de aprovecharse de los que son ahora lo que l antesfue"?[34] El achoramiento (gesto amenazante, violencia verbal),caracterstico de cierto sujeto limeo hijo de inmigrantes es tambin unaafirmacin de libertad que corre paralelo al ethos andino de la laboriosidad

    comunitaria y de familia extensa que tanto se ha destacado al estudiarse laeconoma informal.

    Regresando al cuestionario, el 43% de los limeos autodefine su carcteragresivo, 31% alegre, y algo ms del 20% sereno y melanclico. Muypocos no contestan. Adems de aparejarse con las observaciones sobre lainseguridad, la agresividad de la gente lleva a que los limeos perciban a suciudad uniformemente peligrosa (74,6%), cansada y triste. Slo un 4% lacalifica de vital.

    El centro antiguo de Lima ocupa un lugar controversial en la imaginacin de

    los limeos. Entre sus cualidades est su condicin de ser la zona ms limpiade la ciudad (sobre todo en los niveles socio-limeos bajos de limeos), peroal mismo tiempo la de ser la segunda ms sucia, despus del distritooriginalmente obrero de La Victoria. Se le considera el lugar ms alegre (juntocon Barranco, conocido por su intensa vida nocturna) pero tambin el mstriste, aunque esto ltimo se distribuya, tambin con La Victoria y los tresconos perifricos. Llama a la atencin esa dispersin en las respuestascuando se trata de sealar atributos negativos. Podran explicarla el prejuicioo la ignorancia que origina opiniones que reproducen referencias vagas uocurrencias reseadas en la televisin, en la medida en que resulta muydifcil al habitante conocer de primera mano espacios tan extensos. Por otrolado, no me cabe duda acerca de que los procesos de elaboracin de estosimaginarios urbanos ocurren dentro del hogar y con informacin de segundamano, en particular desde los aos ochenta en que se consolid la granaudiencia popular de una televisin que por ser nacional no dejaba de sercapitalina. Ganados por la lgica de los flujos de informacin yentretenimiento, pocos son los lugares pblicos que brinden una experienciaefectiva: una fiesta religiosa, un estadio, un centro comercial, algunosparques y playas de paseo dominical, eventualmente un restaurant o unconcierto. Pero sobre todo los interminables recorridostopogrficos ovirtualesque conectan los nodos de la red de lo cotidiano. Ser por ello que

    hay un desfase entre la identificacin de lo que propiamente se denominalimeo y lo realmente vivido. Llama a la atencin que el gnero musical msidentificado con Lima sea el vals criollo (59%) contra 8% para la msicaandina, 8,2% para la chicha o cumbia andina, 7,8% para la salsa, sumando13,8% los gneros llamados internacionales, incluyendo desde el rock hastael bolero pasando por el jazz y la msica clsica, mientras los gneros msescuchados son la salsa y las distintas variedades de chicha y tecnocumbia.

    Aprecio esta disociacin entre la apreciacin cognitiva y la preferenciasubjetiva (se sabe que la msica criolla caracteriza a Lima, pero se escucha ybaila chicha, tecnocumbiay salsa). Al encontrarla de otro modo en la escasa

    asociacin de lugares pblicos con aquellas personas que hubiesen devenidoen sus emblemas. Mencion ms arriba que Luis Castaeda, actual alcalde

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    de Lima es siete veces ms mencionado como el personaje que msidentifica a Lima que la compositora Chabuca Granda y diecisis veces msque la cantante Eva Aylln. Veinticuatro veces ms que el Seor de losMilagros y Santa Rosa de Lima. Para el espacio pblico se designa lugarescon carga simblica que remiten a un origen remoto pero que se relaciona a

    menudo con experiencias poco intensas. Y a la inversa, en el espacio de losmedios s hay identificaciones y proyecciones encarnadas en divas y divos:futbolistas, actores, cantantes, polticos, periodistas y dems personajesentrevistados o comentados en los talk y gossip shows.

    A propsito de la prctica religiosa, el catolicismo estara perdiendo terrenofrente al alza de las diversas iglesias evanglicas, aunque es imposiblegeneralizar. La prctica religiosa ocupa siempre un lugar importante dentrodel habitus cultural por ser colectiva, comunal y anclarse fuertemente en lamemoria histrica. Despus de dos generaciones inmigrantes todava sesigue celebrando a los santos patrones de los lugares de origen, medianteperformances pblicas (procesiones, ferias, misas), evocndose aquellolejano en el espacio y en el tiempo. Como seala Gisela Cnepa, elreencantamiento del espacio pblico por esta gente an enraizada en suprovincia que teatraliza su identidad tiene adems una connotacin poltica.Los autodenominados residentes en Lima (y no limeos) presionan parallevar sobre los hombros las figuras de culto a la Plaza de Armas y a laCatedral, afirmando un deseo de centralidad[35]. Apreciamos no obstante undeclive del culto, pues prcticamente el 73% declara asistir poco o nunca a laiglesia, tendencia ms pronunciada en el nivel muy bajo. Son unas cincoveces ms los practicantes ancianos que los jvenes de 18 a 24, y casi eldoble que los adultos de 25 a 40 aos. No aparecen diferencias notables alcontrastarse los lugares de origen. Del 34,1% que manifiesta una afiliacinreligiosa activa hay una mayor frecuencia de gente de los niveles ms bajos,cuyas necesidades de afirmar su fe en la trascendencia son probablementems intensas. La encuesta ha corroborado el predominio del catolicismoentre los limeos (63,7 de las afiliaciones religiosas activas), pero que vadescendiendo a medida que se llega a los estratos ms bajos.

    Es obligatoria una referencia breve al lugar del comer entre los limeos, puesparece ser un asunto de mucha autoestima, reforzada an ms por el apreciointernacional que est ganando la cocina peruana. Pero esto no significa que

    se le asuma como una gastronoma muy sofisticada. Casi el 45% declaracomer principalmente comida casera, y el 68% la prefiere, sobre todo en losniveles de menor ingreso. La cocina criolla le sigue de cerca, aunque piensoque bajo el rubro de comida casera hay numerosos platos criollos yregionales que por su sencillez y presentacin, no se les considera dentro delos mens criollos servidos en restaurantes, a diferencia de losantonomsticos tamales, ceviche o anticuchos. Queda claro que aquello quecorresponde al genrico comida internacional es predileccin de unminsculo 1,3%. Si bien es cierto que el 74,4% acostumbra comer en casalos fines de semana, el 19,2% de toda la muestra declara frecuentar algnrestaurante, lo cual marca definitivamente una tendencia, aunque sea cierto

    que los estratos de mayor poder adquisitivo lo hacen casi cuatro veces msque los de menor presupuesto.

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    Pese a no sentirse en el mejor de los mundos, los limeos advierten unamejora constante en la ciudad desde 2004 al 2009, pues ms de la mitad delos entrevistados de otro sondeo la califica de bonita y muy bonita,disminuyendo las de fea y muy fea de 15,2% a 5,7% de 2004 a 2009. Esto

    sera atribuible a la mayor limpieza e iluminacin de la ciudad, as como a lasobras pblicas de vialidad, parques y ornato, sobre todo en las zonaspopulares que van perdiendo su antigua fisonoma de barriada, y al boomcasi general de la construccin de viviendas inducido por el ciclo expansivoque la economa exportadora peruana conoce desde inicios de siglo.Probablemente se trata menos del embellecimiento como tal (pues la ciudadntegra no puede cambiar en el corto plazo) que de la reduccin de aquellosespacios baldos y polvorientos que dan una impresin de abandono ysuciedad, as como de la culminacin de muchas viviendas que por falta dedinero haban permanecido por aos a medio construir con su aspecto decajones color ladrillo. En el sentido comn habra entonces cierta asociacin

    entre modernizacin y belleza. Independientemente de sus estilos y de lospaisajes que los volmenes arquitectnicos y monumentales generen, losespacios que, por un lado, muestran una urbanizacin consolidada, dotadadel equipamiento anteriormente privativo de las clases altas y medias, y porotro, aqullos que propicien una convivialidad cmoda y segura (por ejemplolos nuevos centros comerciales en los conos perifricos) merecen un juiciofavorable, sea o no calificable de kitsch. Preguntados acerca de cmoimaginan Lima dentro de 20 aos, casi la cuarta parte responde msmoderna y un 15% cotica. Sigue, es cierto, ordenada. Y mucho msatrs, con menos del 1% aparece ms bonita. Esto es congruente con elborrado - o en su defecto el disimulo - de las seales de pobreza, fealdad oatraso, que virtualmente se ha convertido en una poltica pblica. En 2008dos acontecimientos con sede en Lima, las citas cumbres de Amrica Latina,el Caribe y la Unin Europea, y posteriormente la de los pases de la Cuencadel Pacfico motivaron un operativo gigante de reparacin y parchado decalzadas, de lavado y pintura de los lugares por donde transitaran los Jefesde Estado, as como la declaracin de das feriados no laborables a lasfechas de las reuniones para que no se viesen los congestionamientosvehiculares que le dan mala fama a la capital peruana.

    Termino sealando que el culto al xito personal y la salida de la pobreza son

    los motores de la cultura limea actual. Los nutre un imaginario popular quecondensa algunas figuras tnicas andinas heredadas y una apropiacin suigeneris de la modernidad burguesa limea de origen europeo, en evolucindesde fines del siglo XIX. Sin embargo, a travs de ella, y mediante el sentidocomn elaborado en la retrica publicitaria y en el periodismosensacionalista, se filtran, invertidos, los vestigios del viejo imaginario criollo,que an pesan. Se trasluce as en la colectividad cierto sentimiento culposopor no terminar de dejar el atraso, pero manteniendo la diferencia cultural. Elmecanismo fcil de compensacin es la autosatisfaccin con el mritoindividual, propio o ajeno. En la ltima pregunta del cuestionario dos de cadatres entrevistados creen ser mal o muy mal percibidos por el resto de los

    latinoamericanos. Sentimiento que los historiadores de las mentalidadesatribuiran a una memoria de larga duracin, que remonta a ms de siglo y

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    medio atrs. Yo dir que actualmente Lima sigue en lo suyo: febrilmentebuscndose a s misma, imaginndose.

    [1]LOHMANN VILLENA, G. y GNTHER DOERING, J.Lima.Madrid,

    MAPFRE, 1992.[2] GLVEZ, Jos. Una Lima que se va.Lima. Editorial Euforin, 1921. pp.71-72, y Estampas limeas. Segunda serie de Una Lima que se va. Lima,E.Bustamante y Ballivin, 1935.[3] PALMA, Ricardo. Tradiciones peruanas. Buenos Aires, Espasa.Calpe,1968.[4] JOFFR, Gabriel Ramn. El guin de la ciruga urbana: Lima 1850-1940.En Ensayos en ciencias sociales. Lima, UNMSM/ Fondo Editorial de laFacultad de Ciencias Sociales, 2004. p. 22.MUOZ CABREJO, Fanni.Diversiones pblicas en Lima 1890-1920. La experiencia de la modernidad.Lima, Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Per. 2001. p.

    168.[5] Hubo transporte urbano tirado por mulas a partir de 1878, con recorridoscircunscritos a los lmites del Cerro San Cristbal, el Parque de la Exposicin(el actual Gran Parque de Lima) y la Alameda de los Descalzos. Losferrocarriles elctricos de Lima al Callao y a Chorrillos fueron inaugurados en1904, dndose fin al anterior sistema a traccin animal. Dos aos despus lamisma Empresa Elctrica Santa Rosa dot de traccin elctrica al FerrocarrilUrbano de Lima, fusionndolo con sus otros servicios con los que constituiralas Empresas Elctricas Asociadas hasta 1934, en que se cre la CompaaNacional de Tranvas.[6] ORTEGA, Julio.Cultura y modernizacin en la Lima del 900. LimaCEDEP, 1986. p. 99.[7] El uso de la saya y el manto para ocultar en pblico la identidad fue tpicode la mujer limea desde fines del siglo XVI y sus ltimos rastros remontan ala primera mitad el siglo XX. De origen probablemente morisco, este atuendo,nico en Amrica Latina, permita juegos pblicos de insinuacin y seduccinque denotaban una incipiente libertad femenina.[8] MUOZ, Fanni, op. cit., pp. 132-145; STOKES, Susan C.Etnicidad yclase social: los afroperuanos de Lima 1900-1930. EnSTEIN, S. (ed.) Limaobrera 1900-1930. T. II Lima, El Virrey, 1987. p. 235). Los afro-peruanos,tnicamente los ms antiguos de la Lima fundada, compartan el hbitat

    popular con poblacin indgena, mestiza y asitica, salvo en el barrio deMalambo cuya poblacin negra llegaba a ser la mitad. STOKES, Susan C.,op. cit., pp. 194-195. Originalmente Malambo fue una zona donde seestablecieron indgenas yungas pescadores de camarones. A loscamaroneros se aadieron los africanos. Malambo fue una crcel de esclavosy refugio de leprosos a fines del XVI y posteriormente refugio de ciegos ytullidos, cuando se fund un hospital. Era un lugar de mala muerte TEJADAR. Luis. Malambo. En PANFICHI, A. yPORTOCARRERO SUREZ, F.(eds.) Mundos interiores. Lima 1950-1950. Lima, CIUP, 1995.pp. 148-151.[9] PARKER, David. Los pobres de la clase media. Estilo de vida, cnsumo eidentidad en una ciudad tradicional. En PANFICHI, A. yPORTOCARRERO

    SUREZ, F. (eds.) Mundos interiores. Lima 1950-1950. Lima, CIUP, 1995. p.167.

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    [10] Aparte del ferrocarril ingls que uni Lima con el Callao desde 1851,slo hubo transporte urbano tirado por mulas a partir de 1878, con recorridoscircunscritos a los lmites del Cerro San Cristbal, el Parque de la Exposicin(el actual Gran Parque de Lima) y la Alameda de los Descalzos. Losferrocarriles elctricos de Lima al Callao y a Chorrillos fueron inaugurados en

    1904, dndose fin al anterior sistema a traccin animal. Dos aos despus lamisma Empresa Elctrica Santa Rosa dot de traccin elctrica al FerrocarrilUrbano de Lima, fusionndolo con sus otros servicios con los que constituiralas Empresas Elctricas Asociadas hasta 1934, en que se cre la CompaaNacional de Tranvas.[11] Los tugurios limeos son viejas casas cntricas subdivididas portabiqueras para ser alquiladas. Es una forma de vivienda popular quecoexisti con los antiguos callejones y corralones de origen colonial. CaldernCockburn seala que la tugurizacin no se debi slo al alquiler de lascasonas cntricas. Por el atractivo de la renta inmobiliaria hubo tambinconstruccin de corralones en terrenos que anteriormente haban sido

    huertas en Barrios Altos, el Rmac y La Victoria, entre otros distritos. op. cit.,pp. 79-80.[12] En los 44 callejones de Malambo haba un inodoro por cada 168personas y una ducha por cada 162 ROMERO, scar. Un espacio urbanolibre: La Alameda de los Descalzos. En PAZ SOLDN, C. E.(ed.) Lima y sussuburbios. Lima, UNMSM, 1957. pp. 96-100;CALDERN COCKBURN,Julio. La ciudadilegal.Lima en el siglo XX.Lima, UNMSM, 2005. pp. 81-82.De 1920 a 1940 el centro se sobrepobl, pasando de alrededor de 132.000 aunas 169.000 personas. GNTHER DOERING, J. op. cit. pp. 265-266.[13] CALDERN COCKBURN, Julio. Op. Cit., p. 83.[14] SALAZAR BONDY, Sebastin. Lima la horrible. Lima, PEISA, 1974.[15] BERMAN, Marshall Todolo slido se desvanece en el aire. Laexperiencia de la modernidad. Mxico, Siglo XXI, 1988; y GAY, Peter. TheBourgeois Experience, Victoria to Freud. Education of the Senses. NuevaYork y Oxford, Oxford University Press, 1984.[16] FULLER, Norma. El papel de las clases medias en la formacin de laidentidad nacional. FULLER, N (ed.) Interculturalidad y poltica. Desafos yposibilidades. Lima, Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en elPer, 2002.[17] Me refiero a Ciudad de Mxico, Ro de Janeiro, Sao Paulo y Managua,entre otras. Si bien en stas, hubo inicialmente invasiones de tierras, los

    mercados ilegales las reemplazaron. stos funcionaban mediantemecanismos de cooptacin poltica o de especulacin mafiosa. En Lima fuegente provinciana, pero tambin limea la que, bajo la presin demogrfica,dej el hacinamiento de sus tugurios para ocupar reas baldas ms ampliaspero carentes de equipamiento elemental. CALDERN COCKBURN, Julio.op. cit., pp. 29-42.[18] Estas relaciones clientelistas fueron posibles por la baja concienciapoltica y bajo nivel de organizacin de los recin llegados, en especialdurante la dictadura del General Odra. Adems, la derecha que le sucediestim acertado fomentar la pequea propiedad individual entre estosinmigrantes, pues segn ella constituira un antdoto eficaz contra el

    comunismo, percibido como una amenaza.

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    [19] RODRGUEZ COBOS, Luis . 1983.Arquitectura limea: paisajes de unautopa. Lima, Colegio de Arquitectos del Per. pp. 81-84.[20] BURGA BARTRA, Jorge.Arquitectura popular en Lima. En Quhacer,n. 81. Lima, DESCO, 1993. pp. 33-34.[21] BURGA BARTRA, Jorge. El ocaso de la barriada. Propuestas para la

    vivienda popular. Lima, Ministerio de Vivienda/ UNI, 2006. pp. 38-41.[22] GOLTE, Jrgen & ADAMS, Norma. Los caballos de Troya de losinvasores. Estrategias campesinas en la conquista de la gran Lima. Lima,IEP, 1987, pp. 33-35. Los autores han estudiado en detalle el vnculo entre laciudad y su hinterland en base a historias de vida de comuneros deldepartamento de Lima mismo.[23] La salvaguarda de la unidad familiar en tanto defensa afectiva y materialhace germinar un ethos de laboriosidad y ascetismo (convertir el sufrir enrequisito del logro, postergando el goce) que enfatiza el mandatogeneracional haciendo converger el propsito de xito con la lealtad a lamemoria familiar. NEYRA, EloyCuando no trabajo me da sueo: razandina de la tica del trabajo. En PORTOCARRERO, G. (ed.) Los nuevoslimeos. Sueos, fervores y caminos en el mundo popular. Lima, Sur/TAFOS,1993.[24]TAPIA, Rafael. Individuacin y comunidad en la cultura empresarialchola peruana. En PORTOCARRERO, G. (ed.) Las clases medias. Lima,TEMPO/Sur, Oxfam, 1998. p 341.[25] Seala GiselaCNEPA que los () Discursos hegemnicos han sidoefectivos en configurar y naturalizar un discurso racializado sobre losmigrantes andinos,. Tal constructo es objetivado en la figura del pequeoempresario emergente, reduciendo su agencia a su funcin como fuerza detrabajo. Al mismo tiempo que la migracin hacia las ciudades de provincia yhacia Lima en particular ha sido destacada como un mecanismo para latransformacin cultural y poltica de grupos e individuos, atribuyndosele unsentido democratizador, la configuracin discursiva del fenmeno hacontribuido a reproducir una geografa de identidad centralista. Enhttp://www.guamanpoma.org/cronicas/12/3_geopoetica.pdf (18 de octubre de2008).[26] VEGA-CENTENO, Pablo. 2004. De la barriada a la metropolizacin.Lima y la teora urbana en la escena contempornea. En VVAA. Per Hoy.Lima, DESCO. pp. 59-51.[27] Fuente: INEI. Per en cifras. Indicadores demogrficos. Poblacin.

    [28] Fuente: INEI.Encuesta Nacional de Hogares.Lima, 2004.[29] Al extremo que el guachimn (anglicismo quechua del watchman inglsque vigilaba las minas) se ha convertido en un personaje tpico de todos losdas.[30] Por razones que sera ocioso presentar aqu, la red peruana de telefonafija fue sumamente restringida hasta iniciados los aos noventa. El trmitepara conseguir una lnea nueva poda tomar varios aos. El nudo gordiano dela falta de telfonos fue roto en esa dcada al privatizarse la CompaaPeruana de Telfonos y concederle el servicio a Telefnica de Espaa.[31] Construido en la dcada del setenta para albergar el Ministerio dePesquera del rgimen del general Velasco Alvarado.

    [32] El exclusivo balneario de Ancn, lugar de veraneo desde fines del sigloXIX a 40 kilmetros al norte del centro de la ciudad, fue siendo ocupado los

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    domingos por miles de familias baistas provenientes de las barriadas, queacudan llevando consigo ollas con su almuerzo dominical, mientras lasfamilias huan a otras playas inaccesibles, o bien se hacan a la mar en susyates y veleros.[33] PORTOCARRERO, Gonzalo. La transgresin como forma especfica de

    goce del mundo criollo. En LPEZ M., S., PORTOCARRERO, G., SILVA-S.,R., VICH, V. (eds.) Estudios culturales. Discursos, poderes, pulsiones. Lima,Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Per, 2001. pp. 542-544.[34] Ibidem. p. 542.[35] Ver CNEPA KOCH, Gisela. La ciudadana en escena: fiesta andina,patrimonio y agencia cultural. En CNEPA K., G y ULFE, M.E. (editoras)Mirando la esfera pblica desde la cultura en el Per. Lima, CONCYTEC,2006.

    Bibliografa

    BERMAN, Marshall1988. Todolo slido se desvanece en el aire. La experiencia de lamodernidad. Mxico, Siglo XXI.BURGA BARTRA, Jorge.2006. El ocaso de la barriada. Propuestas para la vivienda popular. Lima,Ministerio de Vivienda/ UNI.1993.Arquitectura popular en Lima. En Quhacer, n. 81. Lima, DESCO.CALDERN COCKBURN, Julio2005. La ciudad ilegal. Lima en el siglo XX. Lima, UNMSM.CNEPA KOCH, Gisela.2006. La ciudadana en escena: fiesta andina, patrimonio y agencia cultural.En CNEPA K., G y ULFE, M.E. (editoras)Mirando la esfera pblica desdela cultura en el Per. Lima, CONCYTEC.FULLER, Norma2002. El papel de las clases medias en la formacin de la identidad nacional.FULLER, N (ed.) Interculturalidad y poltica. Desafos y posibilidades. Lima,Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Per.GLVEZ, Jos1935.Estampas limeas. Segunda serie de Una Lima que se va. Lima, E.

    Bustamante y Ballivin.1921. Una Lima que se va.Lima. Editorial Euforin, 1921., 1935.GAY, Peter.1984. The Bourgeois Experience, Victoria to Freud. Education of the Senses.Nueva York & Oxford, Oxford University Press.GOLTE, Jrgen & ADAMS, Norma.1987. Los caballos de Troya de los invasores. Estrategias campesinas en laconquista de la gran Lima. Lima, IEP.INEI2004. Encuesta Nacional de Hogares.Lima, INEI Instituto Nacional deEstadstica e Informtica).

    JOFFR, Gabriel Ramn

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    2004. El guin de la ciruga urbana: Lima 1850-1940. En Ensayos en cienciassociales. Lima, UNMSM/ Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales.LOHMANN VILLENA, G. y GNTHER DOERING, J.1992. Lima.Madrid, MAPFRE.MUOZ CABREJO, Fanni

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    2004. De la barriada a la metropolizacin. Lima y la teora urbana en laescena contempornea. En VVAA. Per Hoy. Lima, DESCO.

    Textos en lnea

    CNEPA K., Gisela2003. Geoptica de identidad y lo cholo en el Per.http://www.guamanpoma.org/cronicas/12/3_geopoetica.pdf (18 de octubre de2008).INEI. Per en cifras. Indicadores demogrficos. Poblacin.http://www.inei.gob.pe/