17479547 yourcener marguerite el negro cerebro de piranesi

7/21/2019 17479547 Yourcener Marguerite El Negro Cerebro de Piranesi

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El negro cerebro de Piranesi

El negro cerebro de Piranesi..., dice en alguna parte Victor Hugo. El hombre a quien

perteneca ese cerebro naci en 17! de una de esas "amilias #enecianas en las que

con#i#an armoniosamente la #ida artesana, las pro"esiones liberales $ la %glesia. &u padre

'cantero', su to (atteo )ucchesi 'ingeniero $ arquitecto', *unto al cual adquiri el *o#en+io#anni attista los rudimentos de saberes t-cnicos que, ms tarde, sustentaron su obra, $

su hermano /ngelo 'cartu*o', que le ense0 la historia de oma, contribu$eron a "ormar

los di#ersos aspectos de su por' #enir de artista. El to (atteo, sobre todo, "ue 'si nos

atre#emos a llamarlo as', una suerte de primer $ bastante mediocre antecedente de

Piranesi2 su sobrino hered de -l, no slo una teora errnea sobre los orgenes etruscos de

la arquitectura griega, que de"endi con obstinacin durante toda su #ida, sino tambi-n su

respeto por el arte arquitectnico considerado como una "orma de creacin di#ina. El gran

grabador, que "ue el int-rprete $ casi el in#entor de la trgica belle3a de oma, ostent

hasta el "inal con orgullo, $ acaso algo arbitrariamente, el ttulo de arquitecto #eneciano2architectus venitianus. 4ue igualmente en Venecia donde aprendi la pintura con los

hermanos Valeriani $, ms signi"icati#amente a5n, con los ibbiena, #irtuosos $ poetas de

arquitecturas de teatro. 4inalmente, tras regresar por unos meses a Venecia en 1766,

cuando $a empe3aba a echar sus races en oma, parece ser que "recuent bre#emente el

taller de i-polo8 en cualquier caso, este 5ltimo maestro del gran estilo #eneciano e*erci

sobre -l su in"luencia.

4ue en 176! $ a la edad de #einte a0os cuando Piranesi, como dibu*ante agregado al

s-quito del emba*ador #eneciano 4oscarini, cru3 por primera #e3 la Puerta del Pueblo.

9ing5n hombre 'si en aquel momento se hubiera podido pronosticar su por#enir' mereca

tanto como -l una entrada triun"al en la :iudad Eterna. ;e hecho, el *o#en artista empe3

por estudiar el grabado *unto a un tal +iuseppe Vasi, minucioso "abricante de #istas de

oma, a quien su alumno pareca demasiado buen pintor para que llegara a ser nunca un

buen grabador. :on ra3n pues el grabado, en manos de Vasi $ de otros muchos honrados

"abricantes de estampas, no era ms que un procedimiento econmico $ rpido de

reproduccin mecnica, para el cual un e


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/parte la bre#e ausencia de 1766, en que regresa a Venecia por la ra3n que suele obligar

a los poetas $ artistas a #ol#er a casa2 la "alta de dinero, Piranesi no abandon oma ms

que para embra

en 17?6, a la b5squeda de antig@edades etruscas de :orneto $ de :hiusi8 la otra en 1776 al

reino de 9poles, en donde Pompe$a $ Herculano, recientemente descubiertas, $ Pesto,hallada no haca mucho, eran por entonces unas atracciones no#simas. Piranesi nos ha

de*ado unos croquis alucinados de las calles muertas de Pompe$a8 de Pesto se traer unos

dibu*os admirables que prueban una #e3 ms que los o*os $ las manos de un pintor son

ms sabios que su cerebro, dado que -l continu considerando hasta el "inal la arquitectura

griega como un simple sucedneo de la etrusca $ mu$ in"erior al arte del alba0il romano.

Esta teora, menos insostenible entonces que en nuestros das debido a la ignorancia casi

total en que se estaba de la +recia propiamente dicha, lo comprometi en una larga

querella con algunos anticuarios de su tiempo, entre otros el ardiente AincBlemann,

amante $ terico de la estatuaria griega. El incomparable abate situaba a +recia en el lugar

que le corresponda, en el primero, pero al carecer casi por completo de originales

hel-nicos de la -poca grande, llegaba a e


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encomend menudas tareas de decorador $ se dirigi a -l como arquitecto para hacer unos

traba*os en &an uan de )etrn que, por lo dems, *ams se reali3aron, ni siquiera se

emprendieron. En 17?6, un sobrino del papa, el cardenal e33onico, encarg a su #e3 a

Piranesi que reconstru$era parcialmente $ redecorase la %glesia de &anta (ara del

/#entino, propiedad de la Frden de (alta, de la que -l era +ran Prior. Este encargo

modesto se prestaba menos a la ma*estad que a la gracia2 Piranesi trans"orm la peque0a"achada de la iglesia $ los grandes muros de la pla3a de los :aballeros de (alta, en un

amable con*unto ornado de blasones $ tro"eos en donde, al igual que en sus Grutescos, se

combinaban elementos arquitectnicos de la antig@edad con "antasas #enecianas. Esta "ue

la 5nica ocasin en que aquel hombre, loco por la arquitectura, pudo e


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que otros lo hicieron para descubrir tesoros o para #er salir a los "antasmas. Este gran

artesano sobrecargado de traba*o muri en oma en 177J, de una en"ermedad del ri0n

mal curada8 "ue enterrado a en retrato situado en el "rontispicio de las

Prisionesnos lo muestra cuando tendra unos treinta a0os, con el pelo corto, los o*os #i#os,

las "acciones algo blandas, mu$ italiano $ mu$ hombre del siglo =V%%%, a pesar de sushombros $ sus pectorales desnudos de busto romano. ;estaquemos, desde el punto de #ista

de la cronologa 5nicamente, que Piranesi era, con unos pocos a0os de di"erencia, el

contemporneo de ousseau, de ;iderot $ de :asano#a, $ que perteneca a una generacin

anterior al inquietante +o$a de los Caprichos, al +oethe de lasElegas romanas, al obseso

&ade, $ a ese gran re"ormador de las prisiones que "ue eccaria. odos los ngulos de

re"le


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moda2 un pintor como Pannini, unos grabadores como los ibbiena, edi"icaron, antes que

Piranesi o al mismo tiempo que -l, esas audaces maquetas de pera o de tragedia

imaginarias, esas construcciones hechas de elementos reales hbilmente imbricados en el

plano del sue0o. Por otra parte, sus dibu*os de artesano dan testimonio, no slo del mismo

temperamento, sino de las mismas obsesiones que sus ms audaces o poderosas obras

maestras. )a chimenea ornada con smbolos $ animales "abulosos delrte d#adornare icammini, digna de encuadrar el "uego en el gabinete de un osa :ru3, es de la misma

mano que tra3 los gigantescos leones en la plancha V de lasPrisiones8 el dibu*o de un

pro$ecto para una carro3a atestigua la misma en equilibrio de #asos comunicantes se

establece en Piranesi entre lo que toda#a es para -l lo moderno $ lo que $a es, para -l $

para nosotros, lo antiguo8 entre el monumento slidamente anclado en un tiempo que sigue

siendo el su$o, $ el momumento que llega $a al "inal de su tra$ectoria de siglos. >na #e3

derrumbado, ese San Pablo e$tramurosapenas di"erira del templo clsico al que anta0o

pertenecieron sus columnas8 deteriorada, esa Columnata de San Pedrose aseme*ara a los

prticos del :irco de 9ern a los que sustitu$e. ;e estar intactos, ese Templo de Venuso

esas Termas de Caracalla, por el lu*o de los mrmoles, por la abundancia de los estucos $

lo e


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los monumentos de la antig@edad son ten siglo antes que -l, Poussin $ :laude +el-e

tambi-n haban descubierto oma, con o*os nue#os de e


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parte, ciertos pintores que han intentado ser al mismo tiempo arquelogos, como el %ngres

de Stratonice, por e*emplo, no han conseguido ms que un resultado posti3o $

decepcionante. Por el contrario, sus estudios de arquitecto ense0aron a Piranesi a

re"le


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es 9aturale3a2 sus "ustes son lo equi#alente a un bosque sagrado8 sus llenos $ sus #acos

son una meloda al modo drico8 su ruina sigue siendo un precepto, una admonicin, un

orden de las cosas. )a obra de este poeta trgico de la arquitectura #a llegando a su "in con

este -


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al autor de las Vistaslas mismas intenciones de contrapunto burln, pero esos persona*illos

de comedia costumbrista o de no#ela picaresca son demasiado corrientes de aspecto $ de

"ormato para suponer necesariamente un "ondo de irona en Piranesi, o de oculto desd-n2

esa "r#ola chusma $ ese pimpante mundillo le sir#ieron simplemente, como a tantos otros

grabadores de su tiempo, para destacar la altura de las b#edas $ la longitud de las

perspecti#as. odo lo ms "ueron para -l unscher*ocontrastante con el solemne largodelas arquitecturas. K sin embargo, esos hom5nculos que nos encontramos absurdamente

encaramados en los #ertiginosos pisos de las Prisiones, responden demasiado a cierto

sentido de lo irrisorio $ lo "5til de la #ida humana para no adquirir, al menos

implcitamente, un #alor de peque0simos smbolos, para no recordarnos a un *ugueteo

medio matemtico, medio satrico, que obsesion a muchas de las me*ores cabe3as del

siglo =V%%%2(icromegas, Gulliver en Lilliput.

El primer lbum de las Prisioneso, para traducir ms e


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incluso un poco posterior a las primeras pruebas de las Prisiones. Prolongad esas

perspecti#as8 ele#ad esa b#eda artesonada de $a desproporcionada altura8 en#ol#ed a esas

arquitecturas a5n secas $ a esos peque0os "igurantes de pera en una atms"era de

ensue0o8 haced que suba de modo ms inquietante el humo de esas urnas clsicas8 agra#ad

$ simpli"icad cada lnea $ lo que obtendr-is di"erir poco de esas Prisionesalucinadas. )o

que signi"ica, en suma, que, en las Prisiones, el genio de Piranesi entra en *uego porprimera #e3.

Esta sucesin inaudita de catorce planchas $ la serie, ms ligera, de cuatro composiciones

decorati#as2 los Grutescosde 1766, son las 5nicas obras en donde Piranesi se abandona a

lo que -l mismo llama sus caprichos o, para e


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con"usamente la idea de suplicios8 en la plancha %V de las segundas #ersiones, una

inmensa $ oscura rueda de &anta :atalina ha ocupado el lugar de la noble columna sobre la

que se centraba la perspecti#a8 los racimos de cadenas que cuelgan de las murallas han

proli"erado como los de una detestable #i0a. /dems, Piranesi ha a0adido a la coleccin

dos nue#as planchas G%% $ V, ms #ehementes $ ms sobrecargadas que las dems de

reminiscencias arqueolgicas. Para terminar, ha suprimido la decimocuarta $ 5ltima ho*adel primer lbum, en donde se #eia, sobre un "ondo casi claro, a dos persona*es ba*ando los

pelda0os de una escalera central, mientras que una "igura peque0a $ tapada, especie de

misterioso contrapeso, apareca a la derecha en una escalera e


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"uncionalismo de sus crceles modelos, la banalidad siniestra de los barracones en campos

de concentracin, tras la cual se esconden la tortura $ la muerte modernas, la irrisoria

higiene de las duchas de elsen, la imagen de una humanidad almacenada en masa dentro

de los mataderos de la primera mitad del siglo ==. 9os hallamos mu$ le*os de ese in"ecto

horror $ de esa srdida hipocresa con las Prisiones megalmanas de Piranesi. )a

contemplacin de los lugares de reclusin de la antigua oma no pudo inspirarle esasCarcerisublimes2 la espantosa :rcel (amertina, en donde agoni3aron las #ctimas de la

ep5blica $ las de :-sar, slo consiste en dos agu*eros negros superpuestos de los cuales

el ms ba*o apenas alcan3a la estatura humana8 Kugurta $ Vercingetori< so"ocaron dentro

de esa "osa sin ms salida que el desag@e de la :loaca (


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reconciliado o superado, un terror ms cercano al -


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dibu*ando, como si acabramos de cru3ar su umbral con -l. ;e hecho, ha retrocedido al

menos un centenar de pasos, suprimiendo mentalmente la "achada que se al3a tras -l $ trs

nosotros, lo que le permite incluir en su dibu*o el interior de la iglesia todo entero, pero

reduce las "iguras situadas en primer t-rmino a las dimensiones de transe5ntes

#islumbrados a media distancia, mientras que los persona*es del "ondo se con#ierten en

simples puntos dentro de este uni#erso de lneas. )a receta da por resultado el aumentardesmesuradamente la desproporcin $a e


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En contra de lo que podra esperarse, este inquietante *uego de conscruccin se re#ela, al

estudiarlo, "ormado por componentes mu$ concretos que Piranesi reintroducir en otros

lugares de su obra ba*o unos aspectos en apariencia ms reales pero, de hecho, no menos

#isionarios. Esas salas subterrneas se aseme*an a los antiguos depsitos del Emisario del

lago de lbanoo a la :isterna de Castel Gandol/o8 esos tro"eos, al pie de las nobles gradas

de la plancha V%%%, recuerdan los de (ario sobre la rampa del :apitolio8 esos hitos unidospor cadenas pro#ienen de "achadas $ patios de palacios romanos en donde sir#en

com5nmente para cerrar el paso a los coches8 esas escaleras que en*aulan al abismo con

sus balaustres $ sus tramos son 'aunque a una escala de pesadilla' las mismas que suban $

ba*aban diariamente los prncipes $ prelados de la oma barroca8 ese hemiciclo que se #e

en la plancha %V a tra#-s de un arco ornado con ba*orrelie#es antiguos se parece 'pero a la

manera en que parecen las cosas en sue0os' a la columnata de &an Pedro8 ese complicado

sistema de b#edas $ arcos de medio punto es, en ms atre#ido, como el de las ermas de

:aracalla o de ;iocleciano8 esos anillos de bronce entre los dientes de los mascarones de

granito estn ah menos para retener a unos d-biles cauti#os que para amarrar al muelle las

galeras de :-sar. )a preocupacin por el detalle arqueolgico espec"icamente romano

acaba por imponerse con pesada insistencia en las tres planchas a0adidas en 17?12 con sus

bloques apilados al borde de la e


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una recta magistrales, el abismo rodeado de muros. Fcurre lo mismo con las ruedas

gigantescas que se al3an al "ondo de los calabo3os $ que a #eces encontramos en las

ntig!edades de "omareducidas al modesto papel de ruedas hidrulicas o de cabestrantes2

ning5n ser humano es triturado por sus enormes llantas.

En realidad $ aunque los comentadores ha$an insistido de buen grado sobre los supliciose


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multitud, qui3 sea la inmunidad al #-rtigo. )igeros, mu$ a gusto en esas alturas delirantes,

estos mosquitos no parecen ad#enir que se hallan al borde del abismo.

Pero, por qu- Piranesi dio a lasPrisionesimaginariasesos caracteres a la #e3 "icticios $

sublimes o, lo que #iene a ser lo mismo, por qu- eligi para esos suntuosos "antasmas

arquitectnicos el nombre de CarceriQ )a in"luencia de una ilustracin de no#elacaballeresca producida cerca de cuarenta a0os atrs por un grabador casi desconocido, la

hiptesis de un pro$ecto de decorado para una pera cu$o nombre no ha llegado hasta

nosotros, no e


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el arte brroco ha dado del terrible embudo $ del Lasciate ogni speran*ade ;ante. Elie

4aure, en su 8istoria del rte, haba anotado al pasar que el autor de las Carcerisegua

dentro de la gran tradicin del uicio 4inal de (iguel /ngel, $ esto es cierto incluso

5nicarnente desde el punto de #ista de las perspecti#as inclinadas $ de la ordenacin del

espacio $, ms #erdad toda#a, en cuanto a perspecti#as interiores. )a obra de (iguel

/ngel, impregnada del pensamiento dantesco, parece haber ser#ido de intermediario entrelasPrisioneslaicas de Piranesi $ las #ie*as concepciones sagradas de la usticia %nmanente.

9ing5n ;ios, es #erdad, asigna, dentro de las Carceri, su puesto a los condenados, en los

di"erentes pisos del abismo, pero su misma omisin hace a5n ms trgica la imagen de las

ambiciones desproporcionadas $ del perpetuo "racaso del hombre. Esos lugares de

reclusin de donde se eliminan el tiempo $ las "ormas de la naturale3a #i#a, esas

habitaciones cerradas que tan pronto se trans"orman en cmaras de tortura, pero en donde

sus habitantes, en su ma$ora, parecen encontrarse peligrosa $ obtusamente a gusto, esos

abismos sin "ondo $, no obstante, sin salida, no son una prisin cualquiera2 son nuestros

%n"iernos.

;inamarca es una prisin8 dice Hamlet. Entonces, el mundo tambi-n lo es, replica el

inspido osencra3, ganndole por una #e3 la partida al prncipe #estido de negro. Habr

que suponerle a Piranesi una concepcin del mismo estilo, la #isin clara de un uni#erso de

prisionerosQ 4cil es para nosotros 'ensombrecidos por dos siglos suplementarios de

a#entura humana' reconocer ese mundo limitado $, sin embargo, in"inito8 en donde

hormiguean obsesi#os $ min5sculos "antasmas2 reconocemos el cerebro del hombre. 9o

podemos de*ar de pensar en nuestras teoras, en nuestros sistemas, en nuestras magn"icas

$ #anas construcciones mentales, en cu$os reco#ecos acaba siempre escondi-ndose un

condenado. &i esas Prisionesrelati#amente despreciadas durante mucho tiempo, llamanahora como lo hacen la atencin del p5blico moderno, tal #e3 no sea, como ha dicho

/ldous Hu


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a5n2 como no poseemos, de -pocas anteriores a la de Piranesi, ninguna documentacin que

las iguale en abundancia ni, sobre todo, en belle3a, $ que, en particular, nunca

conoceremos el aspecto "sico de la oma antigua a no ser por "ras e hipot-ticas

reconstrucciones arqueolgicas, la imagen que -l nos de* de las ruinas romanas de su

tiempo se ha ido e


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monumentos de +recia, hasta entonces inaccesibles 'ahora de#ueltos al patrimonio

europeo' $ a Egipto $ Friente (edio, nue#amente e


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"ondo a algunos de sus poemas8 en ellas reconoca su propia inclinacin hacia lo

sobrehumano $ lo misterioso. El #isionario se encontraba con el #isionario.

9o obstante, "ue sobre todo en %nglaterra donde la in"luencia de lasPrisionesparece haber

e*ercido ma$or "uer3a sobre ciertas imaginaciones de poetas $ artistas. Horace Aalpole

#ea en ellas unas escenas caticas e incoherentes en donde la (uerte resarcsticamente, apreciacin en s misma ms melodramtica que en poco ms arriba,

la escalera se acaba de pronto, sin barandilla alguna $ sin o"recer ms salida que la de caer

al abismo. &ea lo que "uere del in"ortunado Piranesi, se supone que de una manera o de

otra, sus "atigas terminan ah. Pero al3ad los o*os $ #er-is una segunda escalera, situada

a5n ms arriba, sobre la que encontramos de nue#o a Piranesi, esta #e3 de pie en el orde

e


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mundo arquitectnico espec"icamente romano. Pero, sobre todo, buscaramos en #ano, en

las dieciocho planchas que constitu$en la serie completa de las Carceri, esa delirante

escalera que prosigue su ascensin, interrumpida en algunos tramos por escalones

ausentes, $ en donde el mismo persona*e 'que sera Piranesi' reaparece un poco ms arriba

cada #e3, sobre unos nue#os pelda0os separados de los anteriores por el abismo. Esta

representacin, tan caracterstica de cierto tipo de sue0os obsesi#os, o bien "ue :oleridgequien la transmiti a ;e Nuince$, o bien el mismo ;e Nuince$ 'que nunca haba #isto con

sus propios o*os el lbum de las Prisiones' la insert despu-s en la descripcin que le

haba hecho :oleridge. >no u otro se #ieron perdonablemente inducidos a error por la

misma naturale3a de tan e

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