11 - sabines, jaime - seleccion

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    NDICE

    Nota introductoria, Jos Joaqun Blanco 3

    Algo sobre la muerte del Mayor Sabines 6

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    JAIME SABINES

    Seleccin y nota introductoria deJos Joaqun Blanco

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMADE MXICOCOORDINACIN DE DIFUSIN CULTURAL

    DIRECCIN DE LITERATURA

    MXICO, 2007

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    NOTA INTRODUCTORIA

    El lector se encuentra frente a un extraordinario ylogradsimo caso de poesa brutal.Al leerlo, si es ho-

    nesto consigo mismo, no podr decir que legusta(o el espectculo de un semejante que se desgarraes cosa para disfrutar?), ni que lo ha comprendido,pues slo temperamentos excepcionales, y aun ellosslo en momentos excepcionales, son capaces deuna desesperacin tan recia y de una ternura tan

    profunda.Tampoco podr decir que lo ha ledo literaria-mente, pues esto no es Literatura, en el sentido ci-vilizado que nos lleva a escribir (reflexionando,borroneando, calculando las expresiones para mejorcomunicarnos) en un deseo de conversar con el lec-

    tor. El propio Jaime Sabines acepta, en dos versosque fincan la credibilidad del poema, lo excepcionalde su intento:Me avergenzo de m hasta los pelospor tratar de escribir estas cosas. La grandeza hu-mana de este poema nos exige diferenciarlo de algu-nas irresponsables escuelas literarias modernas que,

    para escaparse del deber de la razn, han hecho unaretrica de la rabia y de la carnicera; con poetas ca-paces de pasarse el da escribiendo de ganglios, lla-gas y escupitajos, como si escribieran de cualquiercosa. En Nuevo recuento de poemas, que rene la obracompleta de Sabines hasta la fecha, el lector desgra-

    ciadamente encontrar varios malos poemas que sesometen a tal retrica; pero tambin muchos, comoeste que tiene entre sus manos, o Doa Luz, Julito, eincluso algunos fragmentos nobles de Tarumba, quedicen exactamente lo que lee, aunque tal intensidadno sea muy frecuente ni en la vida ni en la poesa.

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    Algo sobre la muerte del Mayor Sabines es una lec-tura desagradable y dura: la brutal descarga con queun hombre doliente arremete con todas sus fuerzascontra alguien (el lector) despus de resistir hasta elfondo la muerte de su padre. No slo ver morir, sino

    comprometerse tanto en la muerte ajena que tam-bin se pudren muchas cosas en la vida propia. Noes, pues, un texto literario que nos invite a conversarcon l; por el contrario, se nos impone, nos golpea,y el lector debe ponerse en guardia: endurecerse, noconmoverse, resistir el poema como el golpe de un

    amigo desesperado. Es una experiencia extrema decrudeza radical, unalimento de los fuertesy paramomentos de gran fortaleza. Las consecuencias dela lectura sern posteriores y acaso perdurables, ynada tienen que ver con una momentnea compli-cidad sentimental que le permita al lector falso con-

    sumir a salvo la intensidad ajena.Escribo lo anterior porque me parece extrao queeste poema sea uno de los ms populares de la lite-ratura mexicana contempornea; lo justo, en mi opi-nin, sera que fuese uno de los ms impopulares,de los menos ledos y sobre todo: de los menos

    reledos. Sospecho que muchos lectores no leen elpoema sinometforas, que en lugar de arriesgarsea su dura experiencia extraen de l lo que no tiene:retrica, sentimentalismo, surrealismo; como en losgrandes almacenes usan aVivaldi para que el clienteescuche y sienta ganas de comprar ms, o como los

    acadmicos extraen tesis doctorales de los libros deNietzsche. Slo los atrevidos y los desesperadospueden estar bajando con Dante al infierno a cadarato o leyendo y releyendo cosas desgarradas; losfalsos lectores leenmetforaso cualquier otra cosa,y slo las sociedades mentirosas pueden hacer po-

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    pularsimos los textos que precisamente las exponencrudamente. No en todos sus poemas, pero s en va-rios, y sobre todo en ste, las palabras de Sabinesson de a deveras.Y es necesario leerlas de a deveras.Si uno corrompe o falsifica sus lecturas se est co-

    rrompiendo y falsificando a s mismo.Ante un textotan radical como ste, el lector puede tirarlo, asu-mirlo o posponerlo, pero no pretender que se tratade otra cosa. El lector tiene entre sus manos un libroen que un hombre profundsimo se desgarra sin me-tforas. Si le gusta ver desgarrarse a la gente, all l.

    Si es irremediablemente ciego o no le importa,asunto suyo. En cambio, si se atreve a leerlo con larabia, la ternura, el rencor y la extraordinaria pasincon que est escrito, sabr que es una experiencianica, que muy bien no quiera agotar y con hones-tidad perfecta deje apenas comenzada, o que no

    quiera repetir; o bien, si es lo suficientemente fuerte,que le revelar profundidades propias de las quetendr que hacerse responsable. Este poema notiene la cortesa ni el pudor de la literatura civilizada;es un golpe brbaro.Y desciviliza el interior del lec-tor, agrindolo, desencantndolo, y mostrndole un

    modo excesivo, acaso suicida, de sentir las cosas ylos seres que, por cotidianos, creamos inofensivos.Pero este modo excesivo que aqu alcanza su abismolgubre, tambin tiene sus recompensas: en otrospoemas de Nuevo recuento el lector podr gozar, conla profundidad adquirida, de los aspectos amables

    de la vida familiar, amorosa, amistosa, del convivircon uno mismo, de la nobleza y la limpidez, tambinen grados muy superiores a la emotividad conven-cional a la que nuestra sociedad mercantil nos tieneacostumbrados.

    JOS JOAQUN BLANCO

    (1982)5

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    ALGO SOBRE LA MUERTE DEL MAYOR SABINES(PRIMERA PARTE)

    I

    Djame reposar,aflojar los msculos del corazny poner a dormitar el almapara poder hablar,para poder recordar estos das,los ms largos del tiempo.

    Convalecemos de la angustia apenasy estamos dbiles, asustadizos,despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueopara verte en la noche y saber que respiras.Necesitamos despertar para estar ms despiertos

    en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos.

    T eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,por eso es que este hachazo nos sacude.Nunca frente a tu muerte nos paramosa pensar en la muerte,

    ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegra.No lo sabemos bien, pero de pronto llegaun incesante aviso,una escapada espada de la boca de Diosque cae y cae y cae lentamente.Y he aqu que temblamos de miedo,

    que nos ahoga el llanto contenido,que nos aprieta la garganta el miedo.Nos echamos a andar y no paramosde andar jams, despus de medianoche,en ese pasillo del sanatorio silencioso

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    donde hay una enfermera despierta de ngel.Esperar que murieras era morir despacio,estar goteando del tubo de la muerte,morir poco, a pedazos.

    No ha habido hora ms larga que cuando no dormas,ni tnel ms espeso de horror y de miseriaque el que llenaban tus lamentos,tu pobre cuerpo herido.

    II

    Del mar, tambin del mar,de la tela del mar que nos envuelve,de los golpes del mar y de su boca,de su vagina obscura,de su vmito,

    de su pureza ttrica y profunda,vienen la muerte, Dios, el aguacerogolpeando las persianas,la noche, el viento.

    De la tierra tambin,

    de las races agudas de las casas,del pie desnudo y sangrante de los rboles,de algunas rocas viejas que no pueden moverse,de lamentables charcos, atades del agua,de troncos derribados en que ahora duerme el rayo,y de la yerba, que es la sombra de las ramas del cielo,

    viene Dios, el manco de cien manos,ciego de tantos ojos,dulcsimo, impotente.(Omniausente, lleno de amor,el viejo sordo, sin hijos,derrama su corazn en la copa de su vientre.)

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    De los huesos tambin,de la sal ms entera de la sangre,del cido ms fiel,del alma ms profunda y verdadera,del alimento ms entusiasmado,

    del hgado y del llanto,viene el oleaje tenso de la muerte,el fro sudor de la esperanza,y viene Dios riendo.

    Caminan los libros a la hoguera.

    Se levanta el teln: aparece el mar.

    (Yo no soy el autor del mar.)

    III

    Siete cadas sufri el elote de mi manoantes de que mi hambre lo encontrara,siete veces mil veces he muertoy estoy risueo como en el primer da.Nadie dir: no supo de la vidams que los bueyes, ni menos que las golondrinas.

    Yo siempre he sido el hombre, amigo fiel del perro,hijo de Dios desmemoriado,hermano del viento.A la chingada las lgrimas!, dije,y me puse a llorarcomo se ponen a parir.

    Estoy descalzo, me gusta pisar el agua y las piedras,las mujeres, el tiempo,me gusta pisar la yerba que crecer sobre mi tumba(si es que tengo una tumba algn da).Me gusta mi rosal de cera

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    en el jardn que la noche visita.Me gustan mis abuelos de totomostey me gustan mis zapatos vacosesperndome como el da de maana.A la chingada la muerte!, dije,

    sombra de mi sueo,perversin de los ngeles,y me entregu a morircomo una piedra al ro,como un disparo al vuelo de los pjaros.

    IV

    Vamos a hablar del Prncipe Cncer,Seor de los Pulmones,Varn de la Prstata,que se divierte arrojando dardosa los ovarios tersos, a las vaginas mustias,

    a las ingles multitudinarias.

    Mi padre tiene el ganglio ms hermoso del cnceren la raz del cuello, sobre la subclavia,tubrculo del bueno de Dios,ampolleta de la buena muerte,

    y yo mando a la chingada a todos los soles del mundo.El Seor Cncer, El Seor Pendejo,es slo un instrumento en las manos obscurasde los dulces personajes que hacen la vida.

    En las cuatro gavetas del archivero de madera

    guardo los nombres queridos,la ropa de los fantasmas familiares,las palabras que rondany mis pieles sucesivas.

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    Tambin estn los rostros de algunas mujeres,los ojos amados y solosy el beso casto del coito.Y de las gavetas salen mis hijos.Bien haya la sombra del rbol

    llegando a la tierra,porque es la luz que llega!

    V

    De las nueve de la noche en adelante

    viendo la televisin y conversandoestoy esperando la muerte de mi padre.Desde hace tres meses, esperando.En el trabajo y en la borrachera,en la cama sin nadie y en el cuarto de nios,en su dolor tan lleno y derramado,

    su no dormir, su queja y su protesta,en el tanque de oxgeno y las muelasdel da que amanece, buscando la esperanza.

    Mirando su cadver en los huesosque es ahora mi padre,

    e introduciendo agujas en las escasas venas,tratando de meterle la vida, de soplarleen la boca el aire...

    (Me avergenzo de m hasta los pelospor tratar de escribir estas cosas.

    Maldito el que crea que esto es un poema!)

    Quiero decir que no soy enfermero,padrote de la muerte,orador de panteones, alcahuete,

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    pinche de Dios, sacerdote de las penas.Quiero decir que a m me sobra el aire...

    VI

    Te enterramos ayer.Ayer te enterramos.Te echamos tierra ayer.Quedaste en la tierra ayer.Ests rodeado de tierradesde ayer.

    Arriba y abajo y a los ladospor tus pies y por tu cabezaest la tierra desde ayer.Te metimos en la tierra,te tapamos con tierra ayer.Perteneces a la tierra

    desde ayer.Ayer te enterramosen la tierra, ayer.

    VII

    Madre generosade todos los muertos,madre tierra, madre,vagina del fro,brazos de intemperie,regazo del viento,

    nido de la noche,madre de la muerte,recgelo, abrgalo,desndalo, tmalo,gurdalo, acbalo.

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    VIII

    No podrs morir.Debajo de la tierrano podrs morir.

    Sin agua y sin aireno podrs morir.Sin azcar, sin leche,sin frijoles, sin carne,sin harina, sin higos,no podrs morir.

    Sin mujer y sin hijosno podrs morir.Debajo de la vidano podrs morir.En tu tanque de tierrano podrs morir.

    En tu caja de muertono podrs morir.En tus venas sin sangreno podrs morir.En tu pecho vacono podrs morir.

    En tu boca sin fuegono podrs morir.En tus ojos sin nadieno podrs morir.En tu carne sin llantono podrs morir.

    No podrs morir.No podrs morir.No podrs morir.

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    Enterramos tu traje,tus zapatos, el cncer;no podrs morir.Tu silencio enterramos.Tu cuerpo con candados.

    Tus canas finas,tu dolor clausurado.No podrs morir.

    IX

    Te fuiste no s a dnde.Te espera tu cuarto.Mi mam, Juan y Jorgete estamos esperando.Nos han dado abrazosde condolencia, y recibimos

    cartas, telegramas, noticiasde que te enterramos,pero tu nieta ms pequeate busca en el cuarto,y todos, sin decirlo,te estamos esperando.

    X

    Es un mal sueo largo,una tonta pelcula de espanto,un tnel que no acaba

    lleno de piedras y de charcos.Qu tiempo este, maldito,que revuelve las horas y los aos,el sueo y la conciencia,el ojo abierto y el morir despacio!

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    XI

    Recin parido en el lecho de la muerte,criatura de la paz, inmvil, tierno,recin nio del sol de rostro negro,

    arrullado en la cuna del silencio,mamando obscuridad, boca vaca,ojo apagado, corazn desierto.

    Pulmn sin aire, nio mo, viejo,cielo enterrado y manantial areo

    voy a volverme un llanto subterrneopara echarte mis ojos en tu pecho.

    XII

    Morir es retirarse, hacerse a un lado,

    ocultarse un momento, estarse quieto,pasar el aire de una orilla a nadoy estar en todas partes en secreto.

    Morir es olvidar, ser olvidado,refugiarse desnudo en el discreto

    calor de Dios, y en su cerradopuo, crecer igual que un feto.

    Morir es encenderse bocabajohacia el humo y el hueso y la calizay hacerse tierra y tierra con trabajo.

    Apagarse es morir, lento y aprisa,tomar la eternidad como a destajoy repartir el alma en la ceniza.

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    XIII

    Padre mo, seor mo, hermano mo,amigo de mi alma, tierno y fuerte,saca tu cuerpo viejo, viejo mo

    saca tu cuerpo de la muerte.

    Saca tu corazn igual que un ro,tu frente limpia en que aprend a quererte,tu brazo como un rbol en el frosaca todo tu cuerpo de la muerte.

    Amo tus canas, tu mentn austero,tu boca firme y tu mirada abierta,tu pecho vasto y slido y certero.

    Estoy llamando, tirndote la puerta.

    Parece que yo soy el que me muero:padre mo, despierta!

    XIV

    No se ha roto ese vaso en que bebiste,

    ni la taza, ni el tubo, ni tu plato.Ni se quem la cama en que moriste,ni sacrificamos un gato.

    Te sobrevive todo.Todo existea pesar de tu muerte y de mi flato.

    Parece que la vida nos embisteigual que el cncer sobre tu omoplato.

    Te enterramos, te lloramos, te morimos,te ests bien muerto y bien jodido y yermomientras pensamos en lo que no hicimos

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    y queremos tenerte aunque sea enfermo.Nada de lo que fuiste, fuiste y fuimosa no ser habitantes de tu infierno.

    XV

    Pap por treinta o por cuarenta aos,amigo de mi vida todo el tiempo,protector de mi miedo, brazo mo,palabra clara, corazn resuelto,

    te has muerto cuando menos falta hacas,cuando ms falta me haces, padre, abuelo,hijo y hermano mo, esponja de mi sangre,pauelo de mis ojos, almohada de mi sueo.

    Te has muerto y me has matado un poco.

    Porque no ests, ya no estaremos nuncacompletos, en un sitio, de algn modo.

    Algo le falta al mundo, y t te has puestoa empobrecerlo ms, y a hacer a solastus gentes tristes y tu Dios contento.

    XVI

    (Noviembre 27)

    Ser posible que abras los ojos y nos veas ahora?

    Podrs ornos?Podrs sacar tus manos un momento?Estamos a tu lado. Es nuestra fiesta,tu cumpleaos, viejo.Tu mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietosvenimos a abrazarte, todos, viejo.

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    Tienes que estar oyendo!No vayas a llorar como nosotrosporque tu muerte no es sino un pretextopara llorar por todos,por los que estn viviendo.

    Una pared cada nos separa,slo el cuerpo de Dios, slo su cuerpo.

    XVII

    Me acostumbr a guardarte, a llevarte lo mismo

    que lleva uno su brazo, su cuerpo, su cabeza.No eras distinto a m, ni eras lo mismo.Eras, cuando estoy triste, mi tristeza.

    Eras, cuando caa, eras mi abismo,cuando me levantaba, mi fortaleza.

    Eras brisa y sudor y cataclismo,y eras el pan caliente sobre la mesa.

    Amputado de ti, a medias hechohombre o sombra de ti, slo tu hijo,desmantelada el alma, abierto el pecho,

    ofrezco a tu dolor un crucifijo:te doy un palo, una piedra, un helecho,mis hijos y mis das, y me aflijo.

    (SEGUNDA PARTE)

    I

    Mientras los nios crecen, t, con todos los muertos,poco a poco te acabas.

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    Yo te he ido mirando a travs de las nochespor encima del mrmol, en tu pequea casa.Un da ya sin ojos, sin nariz, sin orejas,otro da sin garganta,la piel sobre tu frente agrietndose, hundindose,

    tronchando obscuramente el trigal de tus canas.Todo t sumergido en humedad y gaseshaciendo tus desechos, tu desorden, tu alma,cada vez ms igual tu carne que tu traje,ms madera tus huesos y ms huesos las tablas.Tierra mojada donde haba tu boca,

    aire podrido, luz aniquilada,el silencio tendido a todo tu tamaogerminando burbujas bajo las hojas de agua.(Flores dominicales a dos metros arribate quieren pasar besos y no te pasan nada.)

    II

    Mientras los nios crecen y las horas nos hablant, subterrneamente, lentamente, te apagas.Lumbre enterrada y sola, pabilo de la sombra,veta de horror para el que te escarba.

    Es tan fcil decirtepadre moy es tan difcil encontrarte, larvade Dios, semilla de esperanza!

    Quiero llorar a veces, y no quiero

    llorar porque me pasascomo un derrumbe, porque pasascomo un viento tremendo, como un escalofrodebajo de las sbanas,como un gusano lento a lo largo del alma.

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    Si slo se pudiera decir:pap, cebolla,polvo, cansancio, nada, nada, nada!Si con un trago te tragara!Si con este dolor te apualara!Si con este desvelo de memorias

    herida abierta, vmito de sangrete agarrara la cara!

    Yo s que t ni yo,ni un par de valvas,ni un becerro de cobre, ni unas alas

    sosteniendo la muerte, ni la espumaen que naufraga el mar, ni no las playas,la arena, la sumisa piedra con viento y agua,ni el rbol que es abuelo de su sombra,ni nuestro sol, hijastro de sus ramas,ni la fruta madura, incandescente,

    ni la raz de perlas y de escamas,ni tu to, ni tu chozno, ni tu hipo,ni mi locura, y ni tus espaldas,sabrn del tiempo obscuro que nos corredesde las venas tibias a las canas.

    (Tiempo vaco, ampolla de vinagre,caracol recordando la resaca.)He aqu que todo viene, todo pasa,todo, todo se acaba.Pero t? pero yo? pero nosotros?para qu levantamos la palabra?

    de qu sirvi el amor?cul era la murallaque detena la muerte? dnde estabael nio negro de tu guarda?

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    ngeles degollados puse al pie de tu caja,y te ech encima tierra, piedras, lgrimas,para que ya no salgas, para que no salgas.

    III

    Sigue el mundo su paso, rueda el tiempoy van y vienen mscaras.Amanece el dolor un da tras otro,nos rodeamos de amigos y fantasmas,parece a veces que un alambre estira

    la sangre, que una flor estalla,que el corazn da frutas, y el cansanciocanta.

    Embrocados, bebiendo en la mujer y el trago,apostando a crecer como las plantas,

    fijos, inmviles, girandoen la invisible llama.Y mientras t, el fuerte, el generoso,el limpio de mentiras y de infamias,guerrero de la paz, juez de victoriascedro del Lbano, robledal de Chiapas

    te ocultas en la tierra, te remontasa tu raz obscura y desolada.

    IV

    Un ao o dos o tres,

    te da lo mismo.Cul reloj en la muerte?, qu campanaincesante, silenciosa, llama y llama?qu subterrnea voz no pronunciada?qu grito hundido, hundindose, infinito

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    de los dientes atrs, en la gargantaarea, flotante, pare escamas?

    Para esto vivir? para sentir prestadoslos brazos y las piernas y la cara,

    arrendados al hoyo, entretenidoslos jugos en la cscara?para exprimir los ojos noche a nocheen el temblor obscuro de la cama,remolino de quietas transparencias,descendimiento de la nusea?

    Para esto morir?para inventar el alma,el vestido de Dios, la eternidad, el aguadel aguacero de la muerte, la esperanza?morir para pescar?

    para atrapar con su red a la araa?

    Ests sobre la playa de algodonesy tu marea de sombras sube y baja.

    V

    Mi madre sola, en su vejez hundida,sin dolor y sin lstima,herida de tu muerte y de tu vida.

    Esto dejaste. Su pasin enhiesta,

    su celo firme, su labor sombra.rbol frutal a un paso de la lea,su curvo sueo que te resucita.Esto dejaste. Esto dejaste y no queras.

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    Pas el viento. Quedaron de la casael pozo abierto y la raz en ruinas.Y es en vano llorar.Y si golpeaslas paredes de Dios, y si te arrancasel pelo o la camisa,

    nadie te oye jams, nadie te mira.No vuelve nadie, nada. No retornael polvo de oro de la vida.

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