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Edición PDF del libro publicado por la Asociación Cultural El coloquio de los perros con los relatos y fotografías más destacados de la 10ª edición de nuestro concurso.

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10 CONCURSO10 CONCURSO10 CONCURSO10 CONCURSO10 CONCURSOEL COLOQUIO DE LOS PERROSEL COLOQUIO DE LOS PERROSEL COLOQUIO DE LOS PERROSEL COLOQUIO DE LOS PERROSEL COLOQUIO DE LOS PERROS

DE RELATO CORTO Y FOTOGRAFÍADE RELATO CORTO Y FOTOGRAFÍADE RELATO CORTO Y FOTOGRAFÍADE RELATO CORTO Y FOTOGRAFÍADE RELATO CORTO Y FOTOGRAFÍA

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Tema del concurso: Cuentos infantiles

Edita: Asociación Cultural "El coloquio de los perros" www.elcoloquiodelosperros.es

Diseño y maquetación: José Alfonso Rueda Jiménez

D.L.: CO-623-2003I.S.S.N.: 1887-9934

Imprime: Imprenta Gráfica MCAvda. de Málaga, 4414550 Montilla (Córdoba)Teléfono: 957 65 01 [email protected]

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cuentos infantiles

10 C O N C U R S OEL COLOQUIO DE LOS PERROSDE RELATO CORTO Y FOTOGRAFÍA

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ÍNDICE

PRÓLOGO. Francisca Bascón Ruz ...................... 9

RELATO CORTO

PRIMER PREMIO. Raúl Clavero BlázquezExcursión ................................................. 15

ACCESIT. Ana Rodríguez PanaderoLa gallina del pescuezo pelado .................. 27

MENCIÓN. Alicia Jiménez MantsiouLa ciudad de Toc-toc ................................. 39

MENCIÓN. Antonio Alcaide GarcíaSiempre que lo desees ................................ 51

MENCIÓN. Mª Dolores Hinojosa MedinaPiedra ........................................................... 65

FOTOGRAFÍA

PRIMER PREMIO. Víctor Casillas Romo ................13

MENCIÓN. Juan Antonio Pérez Gama ..................25

MENCIÓN. José Antonio Gutiérrez Lacambra .......37

MENCIÓN. Daniel Osuna González ......................49

MENCIÓN. Pedro Toledano Montes ..................... 63

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PRÓLOGO

Si en algún momento tropiezan con una historia

o con alguna de las criaturas que transmiten mis

libros, por favor, creánselas. Creánselas porque me

las he inventado.

Ana Mª Matute

Hace unos años el novelista Nick Hornbydecidió publicar un volumen de cuentos con finesaltruistas, para lo cual pidió la colaboración de losescritores más reconocidos del momento. Entre ellosestaba J. K. Rowling, quien paradójicamentereconoció su incapacidad para hacerlo. Pareceincreíble, pero su negativa y sus razones demuestranque puede ser más difícil escribir un cuento queuna novela. Tal vez sea cierto porque provocar laexpectación en el lector, mantener la tensión hastael momento justo y no atropellar el final, todo estoen un reducido espacio no resulta nada fácil.

En esta ocasión además, la tarea es arduaporque se trata de encajar todos esos elementos conun tema tan complejo como la literatura infantil.Sus destinatarios son lectores aún no formados yde la mano del escritor darán sus primeros pasoshacia la lectura y la fantasía, dos elementos-alimentos imprescindibles para el desarrollo delalma humana. Por ello el primer acercamiento esdecisivo. Las palabras mágicas •gÉrase una vez...•hdeben ser el despertar a ese placer que se llamaleer y, aunque recientemente les han salido unosduros competidores, ellas mismas disponen de

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armas suficientes para no amedrentarse. Algo atrásquedan los tiempos en que estas palabrasconstituían la única forma de adentrarse en lugareslejanos y conocer a personajes oscuros que al finalrecibían su merecido. Nuestro mundo ha cambiado,pero las inquietudes infantiles y la necesidad deconocer un universo de fantasía antes de entrar enel de los adultos siguen siendo las mismas. A lamagia se accede por diferentes caminos, peroninguno es tan inquietante, inesperado, ni tiene elpoder de hacer brillar los ojos de un niño como loscuentos infantiles. Inquietante es el País de lasMaravillas. Nadie espera que una tortuga corra másque una liebre. A nadie le sientan tan bien unoszapatos de cristal como a Cenicienta; tampoco hayun rojo más intenso que el de la capa de Caperucita;ni existe una bruja tan malvada cuyos hechizos nosean rotos por un apuesto y guapo príncipe. Y loque es más, también los adultos han sucumbido aestos encantos. Si no me creéis, hablad conSherezade.

La literatura ha sido una de las muestras másfieles de los cambios producidos en el devenir de lahistoria. Tan pronto manifestaba un deseo de lospueblos de plasmar la realidad, como de evadirsede ella y siempre con el mismo deseo de reivindicarun mundo mejor y de dar testimonio de la épocaque a los escritores les ha tocado vivir. Sin embargo,la literatura infantil ha permanecido siempre fiel asu papel iniciático. Primero de forma oral y sujeta ala invención de los mayores, y más modernamentede forma escrita.

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Francisca Bascón Ruz

Profesora de Lengua Castellana y Literatura

Todos los participantes en este certamen, quehan sido muchos y muy buenos, han bebido en suinfancia del mágico elixir de los cuentos infantiles,lo cual les ha permitido desarrollar la capacidad deviajar a su niñez para recordar la emoción con laque los mayores les leían cuentos antes de irse adormir. ¿Por qué será que siempre van unidos lafantasía y los sueños? Será tal vez porque la mentehumana está menos preparada para aceptar larealidad que para comprender y creer en la fantasía;y porque es sano dormir con esta. En estos tiemposque corren, tan difíciles y tan vertiginosamentecambiantes, aparecen de las más diversas partes delmundo personas cuyo universo interior está plagadode recuerdos fantásticos. Han decidido detenerseen ellos. Desde Australia hasta Hispanoamérica,pasando por diversos puntos de nuestra geografía,para acabar en nuestra ciudad, nos llegan sus voces.Nos hablan de inocentes sirenas, formaninquietantes círculos de lectura y recuerdan a susabuelas. En definitiva intentan traspasar esa puertaque les conducirá hasta un mundo mágico donde lareina de corazones vive permanentemente. Esemundo lejano es el que les permite la libertad defantasear o, como diría Borges, de falsificar inclusosin que nadie se dé cuenta. Porque no se trata deque el lector investigue, sino de que se crea loo quelee. Y para ello nadie mejor de un niño.

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Primer premio Fotografía

El círculo de lectura

Víctor Casillas RomoZapopan, Jalisco, México

Niña contando un cuento a muñecas en formacircular.

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Primer premio Relato corto

Excursión

Raúl Clavero BlázquezMadrid

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16 Ahora me siento un poco culpable, la verdad.Mucho no, sólo un poco. Porque, al fin y al cabo,mamá no tenía razón. No sé por qué se habíaemperrado en no dejarme venir a la excursión. Ellasabía las ganas que tenía yo de bañarme en elpantano, sabía que se habían apuntado todos losde clase y que nos iban a acompañar dos profesores,pero cada vez que se lo pedía se ponía como loca, yno había manera de sacarla del «no, no, no, ni hablar,ni hablar, ni hablar». Ni aunque le prometiera porla memoria de papá que iba a tener muchísimocuidado, ni aunque le dijera que fregaría los platosdurante un mes si me firmaba el permiso: «no, no,no, ni hablar, ni hablar, ni hablar».

Y es que mamá no me deja hacer casi nada.No deja que me apunte a ningún equipo del colegio.No me deja beber refrescos en la calle cuando hacecalor. No me deja invitar a mis amigos a merendara casa. Ni siquiera a Marta. Y eso que la conoce desobra, y que a veces le sube cosas de la tienda desu padre cuando a mamá se le olvida bajar acomprarlas. Pero mamá nunca la deja pasar de lapuerta, la entreabre un poco, paga y cierra. Mamáno se fía de nadie, y a menudo me dice: «hija, no tefíes de nadie, pero de nadie, nadie». Mamá siempreparece tener miedo.

Los árboles pasan tan rápido por la ventanilladel autobús que da la sensación de que están unidospor las ramas. Viajo sentada al lado de Marta, queya va medio sopa. Se acerca Ramírez y me ofrece

Excursión

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de su bolsa de picotas, y no cojo ninguna porquemamá dice que los favores no existen y que sialguien me da algo, acabará pidiéndome otra cosaa cambio.

Ramírez me mira y me entran ganas dellamarle cachalote, porque me recuerda a uncachalote, pero no lo hago, y entonces se va, ytropieza con un brazo de Marta y la despierta, yMarta se pilla un rebote y le pone la zancadilla, ytodos nos reímos, porque a Ramírez se le doblanlas gafas en la caída y se echa a llorar.

Conozco a Marta desde párvulos. Es mi mejoramiga, por eso a ella sí que le digo lo que he hecho.Pero cuando se lo digo, Marta me suelta: «te van apillar. Ya verás la que te cae encima», y yo le digoque no, que he imitado un montón de veces la firmade mi madre hasta que me ha salido perfecta, y quees imposible que se den cuenta. Además, he dejadoen la cama de mamá una nota en la que se lo explicotodo. Y seguro que me castiga cuando llegue por lanoche, pero me da igual porque no quiero ser otravez el único bicho raro que se queda en casamientras los demás se divierten.

Nada más bajar del autobús la señoritaRemedios empieza a contarnos la historia delembalse, y nos dice no es como los lagos de verdad,que los hace la naturaleza, que este es un poco dementira porque fue construido por el hombre enno sé qué año y que antes había un molino aquí, yluego sigue hablando un rato pero casi nadie lehace caso, porque los otros niños quieren bañarseya, así que don Félix coge a la señorita Remedios

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por el hombro, y la señorita Remedios deja decontarnos la historia del embalse y dice que nospodemos ir, y todos gritamos y silbamos yaplaudimos.

Marta y Ramírez y los demás empiezan aquitarse la ropa y veo que llevan el bañador puesto.No tenía ni la menor idea de que tuviéramos quevenir ya cambiados de casa, porque está es laprimera vez que salgo de excursión. Yo tengo elbañador en la mochila, así que lo cojo, me voy detrásde un árbol y me lo pongo. Por un momento dudosi dejarme puesta la falda, porque a mamá no legusta que me la saque delante de la gente, pero alfinal me la quito. Si no lo hago tendré que ir conella mojada en el viaje de vuelta. Y me resfriaré, ymamá se enfadará conmigo por haber subido en elautobús con la falda mojada, y seguro que mamáya estará muy cabreada con mi fuga y prefiero nocabrearla aún más.

Cuando salgo están todos chapoteando comopatos. Me acerco despacio a la orilla y me meto concuidado en el agua. No quiero que se den cuentade que me estoy bañando, no quiero que me vean ycaigan en que esta es la primera vez que vengo conellos, porque seguro que se echarían sobre mi yempezarían a hacerme aguadillas.

Me separo del grupo. Nado hasta unapequeña isleta. Está un poco lejos pero llego sinproblemas porque nado realmente bien. Y aquí nose me pega la sal a los brazos como en el mar. Lasensación es diferente a la del mar. No sé si megusta más o menos porque hasta ahora no había

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estado en ningún embalse. Sin embargo el mar loconozco bien. Y es que, a veces, durante el verano,mamá me lleva a alguna playa del Mediterráneo.Vamos a calas desiertas, donde no hay otros niños,ni perros, ni ancianos, ni nadie. Cuando puedealquila un barco pequeño, y navegamos mar adentroy allí deja que me bañe todo el tiempo que quiera,y a mi me gusta pero me aburro pronto, y empiezoa nadar porque nado realmente bien, aunque loque de verdad, de verdad me gusta es bucear.

Como lo que de verdad, de verdad me gustaes bucear, me pregunto cómo serán Marta yRamírez y la señorita Remedios y don Félix vistosdesde abajo. Desde aquí son sólo unos puntitos,pero, buceando, no tardaré en alcanzarlos. Mesumerjo hasta tocar el fondo. Bucearé hacia dondeellos están y cuando llegue a su altura les cogerépor los tobillos y les daré un susto de muerte.

Después de un buen rato me rindo. Es muydifícil orientarse aquí abajo, hay un montón depiedras y plantas, y los barbos no hacen más quecruzarse en tu camino y son capaces de despistar acualquiera. Además los rayos de sol se cuelan porencima de la cabeza y estallan en la superficie delagua creando formas rarísimas, un poco como siestuviera todo lleno de diamantes. Y me quedopensando en qué haría yo si tuviera tantísimosdiamantes a mi alcance y cuando quiero darmecuenta ya ha pasado casi media hora, y yo sigosumergida, moviéndome en círculos, sin haberencontrado ni a mis compañeros ni a los profesores.

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Entonces, de pronto, escucho la voz de laseñorita Remedios gritando mi nombre. Y me pareceque lo grita con una mezcla de preocupación yenfado, con el mismo tono que aquella vez que meechó la bronca por quemar una papelera. Y me doyla vuelta y los veo a mi espalda.

Buceo hacia ellos, y cuanto más me acerco,escucho más voces que repiten como me llamo.Como si fuera una letra extraña del coro de laiglesia.

Los veo desde el fondo del pantano, y separecen a las imágenes deformadas de la casa delos espejos de la feria. Y se me hace divertido queme busquen cuando yo, en realidad, estoy tan cerca.Y me río y salen algunas burbujas de mi boca. Ypienso en la alegría que se llevarán cuando me veansalir a flote. Pero no puedo resistirme a alargar labroma un poco más, y espero. Espero. Hasta quemiro a la señorita Remedios y me doy cuenta deque está llorando. Don Félix la abraza un momentoy de pronto le arrebata a Ramírez sus gafas de buceoy se lanza al agua. Y enseguida me ve. Y le saludo.Y don Félix se asusta como se asustan los actoresen las películas al ver a un fantasma o a unmonstruo. Y quiere gritar pero traga de golpe unabocanada de agua. Intenta salir, pero se hunde. Sehunde. Se hunde despacio, hasta caer en misbrazos. Yo lo aprieto fuerte contra mi pecho ycomienzo a bucear hacia la superficie. Y pesamucho, pero si no lo saco se ahogará del todo, y yono quiero que eso suceda.

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Cuando asomamos la cabeza, primero escuchosusurros de sorpresa, después algún chillido.Intento nadar hacia la orilla pero no puedo, y laseñorita Remedios tiene que tirarse al agua paraayudarme.

Apoyamos la cabeza de don Félix en la arena.No respira, pero le hago la reanimación como nosenseñaron en aquella clase de primeros auxilios, yaunque me pareció una tontería cuando lo aprendí,el caso es que funciona. Don Félix comienza a escupiragua, y cuando rompe a toser sé que sobrevivirá.

Entonces la señorita Remedios me mira, y sepone de pie y empieza a caminar de espaldas,alejándose de mi a cámara lenta, sin dejar nuncade mirarme, y ella no es la única que me mira, todosclavan sus ojos en mi, me miran, y yo los miro y depronto me doy cuenta de que ellos, aunque estánmojados, siguen teniendo piernas, y que yo soy laúnica que tiene cola de pez.

Marta, con la boca abierta, me señala, «Erescomo la sirenita del cuento» dice, y don Félix seincorpora muy despacio, con los labios cubiertos deespuma, y también me observa sin decir nada, yentonces suena el chirrido de los frenos de un cocheque llega, y es mamá que baja por el camino a todapastilla, y llega hasta mi, y me envuelve en unatoalla, y me coge en brazos, y me aleja de los niños,de Marta y de Ramírez, de la señorita Remedios yde don Félix, y me parece que mamá está muynerviosa, y no me gusta, porque cada vez que mimadre se pone nerviosa se da duchas muy muylargas para sentirse mejor, y luego deja la bañerallena de escamas.

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Mientras corre hacia el coche conmigo acuestas, yo miro alrededor y pienso en lo bonitoque es todo esto, y le aprieto la mano a mamá y seme hace un nudo en la garganta porque ahora síque estoy segura de que por más que insista, nunca,nunca jamás me dejará apuntarme a ningunaexcursión.

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Mención del jurado Fotografía

Alicia

Juan Antonio Pérez GamaAguilar de la Frontera (Córdoba)

Una adorable niña que gracias a su pomposovestido y a su actuación parece que en vez deuna puerta, atraviese un espejo hacia otromundo....el de las maravillas.

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Accésit Relato corto

La gallina del pescuezo pelado

Ana Rodríguez PanaderoMontilla (Córdoba)

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Había una vez un campo, donde la tierra eraamarilla, sembrada de olivos y viñas. En ese campohabía una casita pintada con cal, que a la luz delsol era tan blanca que dolían los ojos de verla.

Era una casita vieja, pero limpia y arreglada.Sólo el tejado estaba un poco descuidado; por aquíy por allá crecían los jaramagos entre las tejas, y alos gorriones les encantaba comer sus semillas.Para estar más cerca de tan rica comida se habíanconstruido un nido en una de las ventanas. Allí,protegidos por la persiana de madera, había unoshuevitos azules que pronto se romperían…¡Y quépequeños serían estos pajaritos, con sus ojitosnegros, el pico con boqueras y el pescuezo pelado!...

Así, con el pescuezo pelado, era también lagallinita de nuestra historia, que vivía en ese mismocampo, pero abajo, en el gallinero.

No vivía sola, sino con sus compañerasgallinas. En total serían unas siete u ocho. Las habíacastañas, negras y blancas, todas orondas… y todasmovían su culito al caminar, picoteaban y sepasaban el día cotilleando, contando secretos debelleza y riéndose ¡cocorocooooooo, coooo! con granestruendo y batir de alas.

Eran muy asustonas, y si por casualidad unperro pasaba por allí, aunque fuera un chihuahua,salían corriendo y gritando como locas, levantandouna gran polvareda de tierra y plumas.

La gallina del pescuezo pelado(cuento dedicado a mi abuela Sole)

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La gallina del pescuezo pelado era diferente.Era alta y flacuchenta, con escasas plumas colorblanco, un poco deslucidas. Su pescuezo estabaenteramente pelado, con ese aspecto de piel congranitos que se nos pone cuando tenemos frío, yque se llama, precisamente, carne de gallina. Teníalos ojillos muy atentos, como si siempre estuvieravigilando, y en su frente, una cresta despeinada.

Ella no se reía ni charlaba con las otras; sepasaba el día detrás de ellas diciendo:

«¡Venga, que hay que limpiar el corral,holgazanas!» y «A ver, que se creen ¿Qué los huevosse ponen solos? Si la dueña no encuentra huevosvamos a parar a la olla, ¿me estáis escuchando? ¡Ala olla, al cocido!!!!»

Y se desgañitaba mientras las otras seguíanriéndose y cacareando.

¿Y qué hacía entonces nuestra gallinita?Desesperada, con el pescuezo palpitando por elesfuerzo de gritar, iba ella misma y tomaba la escoba.Se ponía a barrer los excrementos y la tierra, ydejaba el corral como los chorros del oro. Luego sesentaba y trataba de poner un huevo, pero no lesalía porque estaba muy nerviosa.

Y ahí llegaban las compañeras, felices yorondas, se sentaban y empezaban:

«Cocorocooo ¡un huevo!»

«Cocooo, y fulana se puso una pluma postiza,cocooo, ¡uy, otro huevo!»

«¿En serio? Cocorocooo, ¡otro huevo!»

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Pobre gallinita del pescuezo pelado…paradisimular acercaba el huevo de yeso, ése quesiempre hay en los gallineros, a su lugar. Y mirabaa la pared, ansiosa.

A veces ponía algún que otro huevo, y ese díaestaba tan contenta que el pescuezo se le salía delcuerpo, y quería enterarse de lo que hablaban suscompañeras, dar su opinión y reírse con ellas.

Cierto día de primavera, en que el sol brillabay las flores se balanceaban con el viento suave, lasgallinas paseaban como de costumbre, y charlaban:

«¡Siento como un no sé qué, una agitación enel pecho!»-decía una.

«Cocoo…será la primavera»-dijo otra- «Yo enesta época todo el tiempo tengo ganas de poner unhuevo…¡vamos, que estoy que se me sale!....»

«Cocooooooococorocooooo…» –Todas lasgallinas rieron estrepitosamente de la ocurrencia.

En eso una llamó la atención de las demás:«Schssss, mirad allí, con disimulo»

Todas volvieron la cabeza. Había unos hombresen el gallinero, y no era la hora de recoger loshuevos. ¿Qué estarían haciendo?

No se acercaron, porque, como ya sabemos,las gallinas son muy asustonas.

Luego los hombres se alejaron, y las gallinas,curiosas, decidieron ir a ver.

«Asómate tú»- dijeron.

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La gallina del pescuezo pelado, entonces, seasomó, nerviosa y eufórica a la vez por la aventura.

Casi se desmaya. Se puso a temblar y a sudar,y las otras le preguntaban:

«¿Pero qué, qué hay, cocorocooo?»

Entonces apareció la figura altiva de un gallode brillante plumaje, pecho pujado y miradaarrogante. Los hombres lo habían soltado en elgallinero hacía un momento.

Las gallinas se quedaron mudas, y tuvieronque sostenerse unas a otras para no caerse redondasal suelo.

«Bueno, bueno, preciosas. Abran paso, quevoy a conocer mis nuevos dominios…»- dijo con suvoz varonil.

Las gallinas se apartaron, y cuando el orgullosomacho se alejó unos pasos, comenzaron a cacarearcomo locas, a agitar las plumas….y ya os podéisimaginar que quedaron todas enamoradas del gallo.

Lo miraban de lejos y suspiraban. «Qué guapoes…¡y qué plumas, qué porte!»

Todos los días el gallo se paseaba entre lasgallinas y miraba de manera especial a alguna deellas, que le devolvía la mirada haciendo pestañitasy bajando la cabeza, colorada como un tomate.

La gallina del pescuezo pelado ya no tuvo querecordar a sus compañeras que había que limpiarel corral, pues estas se desvivían por sacarle brillo.Querían tener contento al gallo a toda costa, y a

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veces hasta se peleaban por agarrar el trapo. Enrealidad, se peleaban por todo…y sólo callabancuando veían aparecer a su macho. Entonces seponían a poner huevos, o a sacarse los bichitos yarreglarse las plumas como si nada.

El tiempo pasó, y la gallina del pescuezopelado, que también estaba enamorada del gallo,observó un cambio en sus compañeras. Estaban casitodo el tiempo echadas, como si pusieran huevos,pero en realidad no los ponían. Se quedaban sobrelos que ya habían puesto, dándoles calor.

¡Estaban incubando! Sí, pronto tendríanpollitos, bebés chiquitos para cuidar. Y el galloestaría orgulloso de ellas…

La gallina del pescuezo pelado, que a duraspenas ponía un huevo a la semana, y a la que elgallo nunca dijo ni hola, se sintió muy desdichada.

Corrió por el campo, sin rumbo, y se escondiódetrás de un dompedro a llorar.

No lloró mucho, apenas unos sollozos, puesaunque era muy grande la pena que oprimía supecho, nuestra gallinita no tenía facilidad para llorar.

Así pues, siguió como siempre, sin quejarse,pues siempre había tenido el pescuezo pelado y lamisma mala suerte.

Al cabo de un tiempo los pollitos ya habíannacido y piaban por todos lados. Eran preciosos ycubiertos de pelusita. Todo el tiempo querían comer,y ensuciaban el corral…las gallinas no daban abastocon el trabajo. La del pescuezo pelado ayudaba en

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lo que podía, que era sobre todo limpiar, ya que lasgallinas mamás apenas la dejaban acercarse a losbebés o darles de comer.

Por la noche, cada orgullosa madre dormíaarropando a sus polluelos y solamente la delpescuezo pelado dormía sola.

Un día iba paseando y picando algunosinsectos cuando escuchó un «pio, pio» muy débil.Pensando que sería uno de los pollitos, corrió allugar de donde provenía el sonido.

No era un pollito, uno de esos gordezuelos ylindos pollitos de gallina, sino otra cosa: era unminúsculo polluelo de gorrión, pelado, apenas condos o tres plumas grises, y una carucha tan feítaque daba lástima.

Estaba medio despachurrado en el suelo; sehabía caído de la ventana, donde estaba su nido.

La gallina lo recogió del suelo con muchocuidado y lo arropó en su ala. El gorrioncito sintióel calor de su pecho y se acurrucó. Entonces ellaempezó a picotear semillas e insectos, y después deablandarlos con su saliva, acercó su pico al piquitodel polluelo.

Éste comió con avidez.

«Yo te cuidaré»-murmuró la gallina.

Aquella noche durmió con su gorrioncito bajoel ala, y fue feliz. En realidad ni durmió; estuvo todoel rato mirando dormir al bebé y cuidando que nose cayera.

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Al día siguiente, cuando las otras gallinasvieron al nuevo pollo, se rieron un poco, pero lesdio mucha pena.

-»Pobrecito…se hubiera muerto si no lehubieras encontrado…»

-»Sí»- contestó la gallina del pescuezo pelado,mirando con ternura a su polluelo.

-»Se parece un poco a ti»-dijo otra gallina, ytodas rieron «cocorocooo». La del pescuezo peladorió también, orgullosa del que ya consideraba suhijito.

Y así fue como el gorrioncito, con los cuidadosde su mamá adoptiva, creció feliz entre los pollitos.La gallina del pescuezo pelado compartió con lasdemás las tareas del corral, y participó en lastertulias en las que cada mamá contaba los progresosde sus hijos…

Fue una época dulce y alegre para todos.

Llegó el verano y los pollos ya eran unosmozalbetes. El gorrioncito, inquieto, hacía esfuerzospara volar.

-»Se quiere ir…»-pensó la gallinita.

Cada día el gorrión llegaba más alto. Con lacarita triunfante le mostraba a su mamá gallina:

-»Mira, mami, ¡qué alto vuelo ya!»

Y la gallina aplaudía:

-»Muy bien, hijito, muy bien»

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Estaba contenta por sus progresos, pero a lavez triste de pensar que no le vería más.

Pero eso no sucedió.

El gorrioncito, sí, consiguió volar por fin, ypronto se lo vio cantando en los árboles con suscompañeros.

Volaba de un lado a otro, feliz, pero siemprebajaba a visitar a la gallina.

Y ella, que nunca lo esperaba, siemprepensaba que era la última vez.

Y ésta es la historia de la gallina del pescuezopelado, que vivió muchos años en el corral, y no fuea parar al cocido pues era tan flacucha que poco sepodía aprovechar.

Después de criar al pajarito siguió haciendosu vida de siempre, limpiando y cumpliendo consus deberes de gallina…y cuando con la escobaestaba barre que te barre, a veces el corazón se lesaltaba al escuchar: «hola mamá»…y su gorrioncillorevoloteaba picoteándola a besos.

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Mención del jurado Fotografía

El reino de las nubes

José Antonio Gutiérrez LacambraValencia

Cuando Darío despertó, el aroma a canela eratan fuerte, que enseguida recordó las palabrasdel Hada del Sur ; y supo que se encontrabaen el «Reino de las Nubes».

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Mención del jurado Relato corto

La ciudad de Toc-toc

Alicia Jiménez MantsiouGranada

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40 La ciudad de Toc-toc, así era como todo elmundo la llamaba. Nadie, en realidad, se acordabade cuál era su verdadero nombre, pero tampocoimportaba. Estaba en un sitio precioso, rodeado debosques y prados verdes llenos de flores. En elmismo centro había una colina también verde y entodo lo alto una casa maravillosa, de enormesventanales en los que se reflejaban en cielo, lasflores y los tejados. Brillaban tanto los colores y eratan grande y bonita que parecía el palacio del arcoiris.

Pues bien, esta ciudad perdió casi suverdadero nombre un día en el que alguien,tampoco me preguntes quién fue, oyó un ligero toc-

toc. Era un toc-toc constante y seguido. No era muyfuerte, pero lo suficiente como para darse unocuenta de su existencia si prestaba un poquito deatención. Una vez que se escuchaba, ya no habíamanera de sacárselo de la cabeza. Ibas a pasear yallí estaba el toc-toc, jugabas en el parque con eltoc-toc a tu lado, te ibas a dormir y el toc-toc te dabalas buenas noches.

Los habitantes de la ciudad de Toc-tocacabaron acostumbrándose a su nuevoacompañante aunque a alguno que otro ese toc-toc

le pusiera nervioso. De hecho, más de uno tuvoque irse a vivir a otra ciudad porque el toc-toc se lemetía en la cabeza por las noches y no conseguíadormir. Pero pronto llegó gente nueva. Aquellos quese iban contaron lo del toc-toc y los más curiosos

La ciudad de Toc-toc

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empezaron a ir allí para comprobar si era cierto. Alprincipio iban los de las ciudades más cercanas, peroconforme fue propagándose la noticia de que existíauna ciudad en la que, estuvieras donde estuvieras,se oía un toc-toc, gente de todo el mundo se dirigióhacia allí para comprobarlo. En cuanto alguienllegaba, se quedaba muy quieto, en silencio y, encuanto lo oía, emitía un «¡Ooooh!» de sorpresa yadmiración. Incluso, muchos se quedaron a vivir allíporque hacía sus vidas más fáciles. Como loscarpinteros, que golpeaban la madera con cada toc

o los músicos, que llevaban el compás de la melodía.

La ciudad de Toc-toc se hizo tan famosa quehasta fueron científicos de distintos rincones de latierra para comprobar, con sus propios oídos, siaquello era cierto e intentaron averiguar de dóndeprovenía. Surgieron muchísimas teorías sobre suprocedencia.

Un día, llegó uno diciendo: «¡Son lo relojesque suenan al unísono!» Así que todos los habitantesde la ciudad de Toc-toc se pusieron a parar relojes:el del Ayuntamiento, los de los salones de las casas,los de los colegios y hasta los de pulsera. Y, cuandoya no quedó ninguno funcionando, se produjo unprofundo silencio. Nadie hablaba, nadie andaba, casini se respiraba… ¿Y?... El tic-tac dejó de oírse, perolo que era el toc-toc ahí seguía, a lo lejos, constante,no demasiado fuerte, pero lo suficiente como paraque se pudiera oír en cada rincón de la ciudad.

De manera que los habitantes tuvieron quevolver a poner todos los relojes en marcha. Y claro,se enfadaron muchísimo, porque con la emoción del

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momento, nadie sabía exactamente cuánto tiempohabía transcurrido desde que se habían parado losrelojes y tuvieron que acercarse con varios a la ciudadde al lado para que los pusieran en hora. Tardaroncasi un día en ponerlos todos en marcha.

Otro día, llegó alguien diciendo: «¡Son lospájaros carpinteros! He estado investigando durantemucho tiempo el comportamiento de estos pájarosy puedo confirmar que ese toc-toc es de cuandohacen agujeros en los troncos de los árboles.»Porque, al parecer, como la cuidad estaba rodeadade bosques, el toc-toc rebotaba en la colina y seextendía por toda la ciudad.

Así que cada uno de los habitantes de laciudad de Toc-toc se puso debajo de un árbol ycronometró, con sus relojes haciendo tic-tac, en quésegundo concreto se oía el toc el pájaro carpinteroen el momento en el que picoteaba el tronco. Fueun trabajo agotador porque había que ir apuntandoel momento exacto de cada toc. ¡Había tantos!Después de unas horas, se reunieron todos en laplaza de la ciudad y el especialista en pájaroscarpinteros comprobó cuándo picoteaba cada pájaroel tronco, pero, aunque había muchísimos toc,ninguno coincidía con el toc-toc de la ciudad de Toc-toc.

Esta situación enfadó muchísimo a loshabitantes porque, si no había ya suficiente con eltoc-toc que tenían metido en sus cabezas, ahoratambién estaba el toc-toc de los pájaros carpinteros.Y ahí seguía sonando el toc-toc, sin prisa, pero sin

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pausa, a lo lejos, pero lo suficientemente alto comopara que se pudiera meter dentro de las casas.

Otra vez vino alguien y dijo: «¡El problema esque en esta ciudad no hay timbres!» -Y era ciertoque no había.- «Con tanto llamar a las puertas, eltoc-toc rebota y con el eco se repite sin parar.» Asíque todos los habitantes de la ciudad de Toc-toc sefueron a comprar timbres. Los pusieron y esperarona ver el resultado….Y el toc-toc seguía sonando, suavee intermitentemente, unido ahora, además, a losrin-rin y los din-don de los timbres de las casas.

Después de muchas investigaciones, loscientíficos y especialistas del mundo entero llegarona la conclusión de que el famoso toc-toc de la ciudadde Toc-toc provenía del mismísimo centro de la Tierray nada podía hacerse para quitarlo, por lo que no levolvieron a dar más importancia. Y así se quedó laciudad, con sus bosques y sus prados, con su colinay su palacio del arco iris, con su toc-toc

ininterrumpido que, una vez que se oía ya no habíamodo de sacárselo de la cabeza.

Pero sucedió un día que apareció una nubeen el cielo. Era una nube diminuta, casi un puntitoblanco en medio de un mar de cielo azul. Como eratan pequeña, nadie le dio mayor importancia. Sinembargo, cada vez que la mirabas, aunque seguíasiendo pequeña, era un poco más grande.

Al día siguiente, la nube había duplicado sutamaño y, al siguiente, era todavía más grande. Lanube iba creciendo por momentos y, conforme másgrande se hacía, más oscura se volvía la ciudad de

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Toc-toc. «Es la época de lluvias»- decían sushabitantes- «Pronto caerá una buena tormenta.»Pero lo cierto era que no llovía, no caía ni una solagota y la nube seguía creciendo más y más y más.

Al cabo de un tiempo, la nube se convirtió enun nubarrón gris. Cubría por completo la ciudad yya no se veía el cielo azul. Y sucedió que los pradosempezaron a secarse: las flores se marchitaron ydonde había habido hierba verde ahora sólo quedabaun llano de tierra seca.

Y la nube seguía creciendo.

Los habitantes de la ciudad de Toc-toccomenzaron a preocuparse. No llovía, pero tampocobrillaba el sol. No sabían qué pasaba. Y, mientras laalarma se extendía por todos los rincones, alguien,y no me preguntes quién fue porque no lo sé, se diocuenta de que, cada vez que sonaba un toc, la nubecrecía un poquito. De manera que todos se pusierona mirar al cielo mientras que, con las orejas bienabiertas, prestaban atención al toc-toc al que estabantan acostumbrados y que algunos ya casi ni oían. Eltoc-toc sonaba seguido y constante, sin prisa, perosin pausa y con cada toc, la nube crecía un poco.Como el toc-toc se oía durante todo el día y toda lanoche, la nube se hacía más y más grande pormomentos.

Entonces, los bosques empezaron a secarse.Los árboles perdieron sus hojas y la hierba quecrecía a sus pies desapareció por completo. De losbosques sólo quedaros troncos desnudos conagujeros vacíos en los un día habían vivido pájaroscarpinteros. Los habitantes de la ciudad de Toc-toc

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estaban desesperados, pero lo único que podíanhacer era ver cómo la nube aumentaba de tamaño.Ahora escuchaban el toc-toc más que nunca, estabantan pendientes del sonido, que ni dormían ni comíanni hacían nada de nada. Y, cada vez que escuchabanun toc-toc, su cuerpo se estremecía porque sabíanque eso significaba que la nube había crecido unpoco más.

Llegó un momento en que la nube fue tangrande, que empezó a cubrir otras ciudades ymientras esto sucedía la hierba de la colina tambiénse secó. De manera que quedó un monte pelado y,en todo lo alto, una casa enorme de grandesventanales en los que ya no se reflejaba nada, ni elverde del campo ni el azul del cielo ni las flores demiles de colores. Tan solo era una casa gris en loalto de una colina.

Y ahí estaban todos los habitantes de la ciudadde Toc-toc, mirando la casa en lo alto de su colina,que ya no parecía el palacio del arco iris sino unasimple casa, cuando alguien, que no sé muy bienquién fue, se dio cuenta de algo que nunca nadiehabía notado hasta entonces. Ahora que estaba todosin nada y la nube tapaba el cielo, el toc-toc se oíaigual de seguido, sí, pero más fuerte. Y no sólo eso,sino que además, no parecía provenir de mismísimocentro de la Tierra, como habían dicho los científicos,sino de la casa de la colina. Nadie vivía en ella ycomo era tan bonita vista desde abajo, pues nuncahabían pensado subir a verla de cerca. Por eso, todoslos habitantes de la ciudad de Toc-toc pusieron lasmanos detrás de las orejas para poder escuchar

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mejor y comprobaron que, efectivamente, el toc-toc

venía de todo lo alto de la colina.

De manera que juntos, todos juntos,comenzaron a subir y a subir hasta la casa gris enlo alto de la colina para ver qué es lo que allí pasaba.Conforme más se acercaban, más cerca tenían lanube y más fuerte sonaba el toc-toc. Algunos seasustaron tanto, que decidieron dar media vuelta yesperar abajo. Pero la mayoría siguió adelante hastaque se encontraron frente a la casa. Era la primeravez que la veían de cerca y, la verdad, es que eramuchísimo más grande de lo que habían imaginadodesde abajo. Como tenía tantos ventanales y era laprimera vez que subían, los habitantes de la ciudadde Toc-toc se asomaron a ellos para ver la casa pordentro. Fue entonces cuando uno de ellos, quenunca quiso decir quién fue, vio en el interior ungrifo. De ese grifo salía una gota de agua y a esagota, le seguía otra gota. Y, cada vez que caía unagota de agua, se oía un toc muy, pero que muyfamiliar.

Entonces se acercó sigilosamente hasta lapuerta, entró en la casa, fue hasta el grifo y lo cerróbien.

De pronto, todos los habitantes de la ciudadde Toc-toc se quedaron parados. No sabían quépasaba exactamente, pero notaban que algo lesfaltaba. Era el toc-toc que ya no sonaba: ya no estabaen sus cabezas ni entraba en sus casas ni lesacompañaba en sus paseos. El toc-toc no era un relojni un pájaro carpintero ni procedía del mismísimocentro de la Tierra, sino que era una gota de agua.

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Ahora que el grifo estaba bien cerrado el toc-

toc se había acabado para siempre. Y, en esemomento, de la enorme nube que había cubierto laciudad de Toc-toc empezó a caer una fina lluvia.Estuvo lloviendo durante semanas y con el paso delos días, la colina empezó a ponerse verde, luego elbosque y después el prado. Las flores comenzarona salir y todo se llenó de vivos colores. Cuando salióde nuevo el sol, la ciudad de Toc-toc volvía a ser lade antes, sin el toc-toc, claro, y la casa gris eranuevamente como el palacio del arco iris. Eso sí, apartir de entonces, un habitante de la ciudad, ynunca os diré quién, subía cada mañana a todo loalto de la colina y entraba en la casa para comprobarque el grifo estaba bien cerrado.

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Mención del jurado Fotografía

La casita del bosque

Daniel Osuna GonzálezCórdoba

Enigmática casita en medio de un solitario bosquedonde todo buen cuento puede dar comienzo...

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Mención del jurado Relato corto

Siempre que lo desees

Antonio Alcaide GarcíaMontilla (Córdoba)

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52Amanecía otra fría mañana sobre Nueva York.

A lo largo de la Quinta Avenida se despertaba la

ciudad que nunca duerme. Frente a sus altos

rascacielos, los inconfundibles taxis amarillos y los

hombres de negocios, se imponía el extenso y

enigmático Central Park. El canto de los pájaros,

gente practicando footing, personas inmóviles

creando estatuas vivientes, familias jugando en el

césped, caricaturistas pintando en sus caballetes y

algunos indigentes se encontraban en el

heterogéneo Central Park con la llegada de los

primeros rayos de sol y del calor de la mañana.

Bajo uno de los montículos de cartón y cosas

variadas se encontraban George y Mike. Abuelo y

nieto que habían convertido, por necesidad, Central

Park en su hogar. Ambos de aspecto desaliñado,

rodeados de objetos y alguna que otra manta para

sobrevivir del frío, pasaban su vida.

Mike se encontraba despierto y miraba de un

lado hacia otro sin saber qué hacer. Para él todas

las mañanas eran iguales. Veía a grupos de niños

divertirse jugando con el balón, con sus padres

estrenando juguetes nuevos cada día y rompiendo

cosas sin valorarlas.

Siempre que lo desees

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-Abuelo, no se qué hacer -comentaba Mike-.

Cómo me gustaría tener algo de lo que ellos tienen

-decía mientras observaba a los niños.

-Hijo, no todo en esta vida se puede tener -se

resignaba a decir George a su nieto-. Esos niños se

cansarán al día siguiente de sus juguetes y volverán

a querer otra cosa. Nunca están contentos con nada

-Mike no estaba muy conforme-. No hay mejor

juguete y distracción que esto -dijo George

señalándose la frente con su dedo índice.

-¿Y qué quieres que haga con la cabeza?

¿Pegarle cabezazos a los árboles? -preguntaba Mike

irónicamente mientras se reía.

-No hijo -acariciaba George la cabeza de su

nieto-. Tienes que mirar en el interior, todo lo que

necesitas está ahí, en tu imaginación. Sólo tienes

que hacer que despierte y descubrirás que puedes

conseguir embarcarte en infinitas aventuras -se

agachó con dificultad para ponerse a la altura de

los ojos de su nieto.

-¿Cómo puedo hacer para despertarla? -

preguntaba inocentemente Mike.

-Cierra los ojos y deséalo con todas tus fuerzas

-Mike cerró sus ojos con mucha fuerza y los abrió-.

¿Ha cambiado algo a tu alrededor?

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-No, sigo viendo lo mismo que cuando los cerré

-contestaba Mike.

-Eso es que no lo has hecho bien. Cierra los

ojos, concéntrate, guíate por mi voz y ábrelos cuando

yo te diga -Mike cerró los ojos y George se puso de

pie-. ¿No sientes la brisa del mar? -preguntó George

mientras soplaba a Mike a la oreja provocándole una

sonrisa-. La arena de esta isla me hace imposible

andar con la pata de palo -George cogió su bastón,

se puso una chaqueta con la que se tapaba de noche

y se metió una cajita en un bolsillo-. ¡Grumete! ¿No

va siendo hora de buscar ese tesoro? ¡Despierta y

abre los ojos ante tu capitán!

Mike abrió los ojos dejando libre su

imaginación. Frente a él un curtido capitán pirata

se encontraba. El bastón de George se había

convertido en su pata de palo, la chaqueta le daba

un aspecto aventurero propio de un pirata y el poco

pelo de punta del abuelo en un indiscutible

sombrero pirata. Central Park se había transformado

en una auténtica isla desierta, los árboles en altas

palmeras, el lago en una inmensa playa y la

vegetación en una frondosa selva.

-¡Grumete! ¿No va siendo hora de buscar ese

tesoro? –volvió a preguntar el capitán George.

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-A la orden mi capitán -Mike se miró de arriba

a abajo, su ropa desgarbada parecía la del polizón

de un barco-. ¿Dónde se encuentra el mapa mi

capitán? ¿Por dónde hay que empezar a buscar? -

preguntaba emocionado.

George se dio la vuelta y cogió una de las

botellas que tenían al lado de donde dormían. Metió

un papel dentro y se giró hacia su nieto.

-¡Aquí está pequeño grumete! -dijo el capitán

George cuando sacó el papel arrugado de la botella-

. Sólo el capitán puede saber cómo descifrar este

difícil mapa -contaba mientras sostenía en la mano

el mapa.

Mike miró al capitán George esperando a que

le diera las órdenes precisas, mientras este

descifraba lo que aquel misterioso mapa escondía

en su grabado. Partieron sin cesar a la aventura

desde el lugar donde habían dormido esa noche,

que se había convertido en un viejo bote de madera.

Mike caminaba bajo la atenta mirada de su capitán,

cruzaron una densa selva en la que se había

convertido una explanada de césped y escaparon

de otros piratas que había a lo largo de aquella

misteriosa isla perdida. Mientras Mike se alejaba

tras una orden, George se sacó la cajita del bolsillo

y la escondió al pie de una señal. Mike volvió

corriendo.

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-¡Capitán! Mire ahí, a lo lejos -comentó Mike

señalando a una pareja de policías que cabalgaban

a caballo por Central Park-. Es la Guardia Real.

-¡Oh, no! Será mejor que no nos vean,

pequeño grumete. Si nos descubren nos quitarán

el tesoro y será para la Reina -susurró el capitán

George-. Bordearemos aquella cascada –dirigió su

mirada hacia una fuente que había a unos metros

de ellos.

Cuidadosamente, para no ser descubiertos,

se deslizaron con cautela bordeando la maravillosa

cascada, pasando desapercibidos por los Guardias

Reales que continuaron su camino vigilando la

presencia de piratas. La pareja continuó guiados

por el mapa y la imaginación de Mike y George,

hasta que llegaron al final.

-¡Grumete! ¡Al fin hemos llegado! Tenemos que

encontrar la «X» que nos dirá dónde está el tesoro -

dijo el capitán George mientras Mike movía la cabeza

de un lado a otro buscando la marca del tesoro.

Nada de lo que veía se asemejaba a una «X».En su cabeza el exterior se dibujaba como unajungla, rodeado de monos saltando entre cocoterosy palmeras. Se giró a la izquierda y a la derecha, sefijó en el suelo que pisaba y no encontraba nada.Subió su mirada al cielo, la luz le cegaba, interpusosu mano entre él y el sol y allí estaba, una palmera

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se ramificaba formando una «X». Los ojos se leabrieron como platos, ya tenía el lugar, sólo teníaque excavar. Corrió hacia la base de la palmera,hundió sus manos en la tierra y la tapa de unpequeño cofre empezó a asomar. Con delicadeza locogió, le quitó la arena que tenía por encima, miró asu abuelo y la abrió. La cara de Mike se iluminó conel destello que las monedas emitían por el reflejodel sol.

-¡Abuelo! ¡Mira! ¡Un dólar! -enseñaba Mike conentusiasmo a su abuelo dos monedas de cincuentacentavos que había cogido de la caja. Todo habíavuelto a la normalidad.

-Has encontrado el tesoro -sonreía George bajola imaginada cruz, una señal que indicaba lasdirecciones de las calles mediante flechas.

Volvieron al lugar donde habían pasado lanoche y se encontraban sus pocas pertenencias.Mike saltaba sin parar de observar las monedas quehabía encontrado, era un pequeño gran tesoro paraél. Mike se guardó las monedas en el bolsillo y cogióuna rama que había en el suelo. La movía sin cesar,cortando el aire como si empuñara una espada.

-Abuelo, vamos a intentarlo de nuevo -pedíaMike, la experiencia le había parecido poca.

-¿Ahora qué te gustaría ser? -preguntabaGeorge que se apoyaba en su bastón.

-Un intrépido caballero -comunicaba Mikemoviendo la rama sin cesar.

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Mike se puso frente a su abuelo, en su manoderecha agarraba la rama, cerró los ojos sin queGeorge le dijera nada y se preparó a escucharlo.George sonrió y lo miró con entusiasmo.

-Altos torreones se alzan en este castillo,durante largo tiempo lo has buscado, aquí se hallatu destino -recitaba George como un juglar, mientrasse abrochaba la chaqueta-. Valeroso caballero, forjadoen mil y una batallas ¿no rescatarás a tu amada? -Puso un gorro de lana en la cabeza de Mike-.Armadura oro y plata, diestra espada afilada¿conseguirás vencer al brujo que te habla? -Se apartóde Mike-. Venga, despierta y completa tu gesta.

Un fuego intenso ardía en los ojos del caballero

Mike. Ante él su mayor enemigo, el gran brujo

George, que había raptado a su princesa. Tras un

largo camino, sólo el castillo de Central Park y lo

que este escondiera serían su último desafío.

Engalanado con su armadura, su yelmo y su espada,

conseguiría derrotar a todo aquel que se interpusiera

en su camino.

George comenzó a huir escapando de la

espada afilada de Mike y de su desafiante mirada.

Los muros del imaginario castillo hacían de Central

Park un laberinto de murallas de piedra. George

lanzaba conjuros con su bastón, el caballero los

esquivaba con maestría. Una manada de perros

apareció por una de las amplias explanadas de

césped. Ante Mike unos fieros dragones intentaban

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interponerse en su camino, pero con el blandir de

su espada huyeron despavoridos.

Continuaron enfrentándose en una

interminable lucha. Peleaban por la supremacía del

uno sobre el otro. Llegaron hasta un cruce de

senderos, donde montada sobre un pedestal, una

muchacha disfrazada hacía de estatua viviente.

Vestida como una diosa con ropas color oro y un

maquillaje dorado, se mantenía rígida mostrando

su divinidad. Agradecía con una dulce alabanza a

los paseantes que premiaban su interpretación y

su trabajo.

George tropezó y cayó al suelo. Mike desarmó

al brujo y alejó su bastón fuera de su alcance para

que no pudiera agarrarlo.

-¡Clemencia por favor! -pedía el brujo

indefenso-. Ten piedad de un pobre anciano.

-¿Dónde tienes a la princesa? -preguntaba el

aguerrido caballero, manteniendo al brujo entre la

punta de su espada y el suelo.

-Allí está, ahí la tienes -señaló George a la

princesa que se encontraba bajo su embrujo. Mike

la vio petrificada en lo alto de un pedestal y salió

corriendo hacia ella.

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-¡Princesa! -Gritaba Mike frente a ella-.

¡Despierta, ya estás a salvo! -No había respuesta-.

Todo se ha acabado -unas lágrimas empezaron a

brotar de los ojos del caballero ante la impotencia

de poder desencantar a su princesa.

-Tal vez puedas eliminar el conjuro -le susurró

George a Mike. Este se dio la vuelta buscando una

solución-. Mira a tu alrededor y observa en tu interior

-aconsejó.

Mike contemplaba a su princesa, quieta,

inmóvil, queriéndole decir algo sin poder deshacerse

del embrujo que la ataba. A los pies del pedestal un

pequeño cuenco se hallaba. Cerró los ojos y empezó

a explorarse a sí mismo. ¿Qué tenía él? Tenía una

espada, un yelmo, una armadura y, registrando en

su bolsillo, dos monedas de un tesoro. Las cogió y

las metió en el cuenco. Como una diosa cayendo

de los cielos, la princesa se curvó desde su pedestal.

-Muchas gracias mi valiente caballero -le

murmuró y besó la mejilla de Mike, dejándole una

marca dorada y regresando a su postura original.

Mike, sin parar de sonreír, continuaba mirando a

su princesa embelesado por su belleza.

-¿No va siendo hora de volver Mike? -preguntóGeorge.

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-Sí, ¿pero volveremos algún día? -agarró Mikela mano de su abuelo.

-Siempre que lo desees –contestó George y

empezaron a andar hacia su próxima aventura, esta

vez en la vida real.

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Mención del jurado Fotografía

A que te doy miedo...

Pedro Toledano MontesCórdoba

Fotografía de sombras.

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Mención del jurado Relato corto

Piedra

Mª Dolores Hinojosa MedinaAlcalá la Real (Jaén)

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Piedra

Érase que se era una piedra. Sí, sí, has oídobien, una piedra. Una piedra áspera y gris, unapiedra dura y quieta.

Ella vivía muy triste y sola, en un frío lugarde la alta montaña. Su corazoncito de roca llorabadesconsolado al pensar que nunca podría moversede allí, que nunca vería más allá de aquellas cuatrohierbas que la rodeaban durante el día y aqueltrocito de cielo negro durante la noche.

El sol la calentaba algunos días tanto que lallegaba a quemar. El frío de otros días la hacía tiritar,temblar, encogerse y hacerse más pequeña.

Las gotas de lluvia que le caían encima lagastaban, la lijaban y le hacían grietas… Y así undía y otro y otro.

Pero esperad, no todo fueron lágrimas…

Una lluviosa tarde de primavera ocurrió lo másbonito que jamás le había pasado a Piedra. Algoque ni en sueños pudo imaginar.

Llovió y llovió durante muchas horas, se sentíahúmeda y fría y sus lágrimas se confundían con lasgotas de lluvia. Tenía mucho frío y deseó con todosu duro corazón de piedra que volviese a salir elsol. A lo lejos, pudo ver entonces que, de entre lasnubes negras como la noche, salían por fin unos

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débiles rayos de sol. Y ahora una llovizna tan finacomo la niebla cubría a Piedra con un brillo especial.

Miró hacia su trocito de cielo y por primeravez vio surgir de entre las nubes algo maravilloso.Muchos colores unidos formando un arco luminoso.A su alrededor oyó a los pájaros gritar: ¡Es el arcoiris!

Ese arco iris creció y creció y llegó hasta latierra como hacen todos los arco iris y allí, se sentójusto encima de Piedra.

Ella se quedó muy, muy quietecita y disfrutóde esos momentos tanto que su pequeño y durocorazón se abrió y llegó a impregnarse de todos ycada uno de los colores de ese arco y se convirtió enun corazón multicolor. Se quedó con el arco irisdentro y se cerró. Piedra se sentía diferente, perotodo a su alrededor seguía igual, la monotonía seguíarodeándola.

Días más tarde un nuevo suceso cambió lavida de nuestra amiga. Era como si la noche hubiesecubierto el cielo en pleno día, el refugio de Piedrase fue poniendo cada vez más oscuro, los árbolesempezaron a llorar en voz muy alta y ella tembló demiedo al escucharlos. Llovió y llovió, el aguaenfurecida y espumosa inundó la tierra y arrastrótodo a su paso: flores, tierra, hierba, ramas, grandesrocas y nuestra amiga incluida fueron arrastradosmontaña abajo.

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- ¡Socorro, glub, glub, glub, que alguien meayude! – gritaba muerta de miedo, sin que nadie laescuchara.

Y rodó, rodó, rodó… se sentía mareada peroseguía dando vueltas. Todo se movía a su alrededory ella no sabía dónde se encontraba. Tenía muchomiedo. Las rocas mucho más grandes que ella lapisaban, las ramas le arañaban el cuerpo, las floresintentaban agarrarse a ella y el mundo no dejabade girar y girar.

De repente un gran silencio lo invadió todo:

- ¿Dónde estoy? – se preguntó asustada…

Abrió sus pequeños ojos y ya no vio ningunade las cosas que tan familiares le eran.

Se sentía muy mojada y sólo pudo ver agua asu alrededor. Había llegado a su nuevo hogar, laprofunda y oscura barriga de un río.

Aunque se sentía mareada, un montón denuevas sensaciones la inundaron y cuando el aguadel río donde había ido a parar se calmó, pudodisfrutar de su nuevo hogar.

¡Qué diferente era este nuevo lugar! Todocambiaba a su alrededor muy, muy deprisa. El ríono paraba de correr y su fondo era un sitio muyinteresante donde nuestra amiga disfrutaba mucho,pasó del aburrimiento y dureza de su casa en lamontaña a la rapidez y cambio constantes de un ríoque no para de correr.

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El agua, los peces, las algas y la tierra fueronsus amigos durante años. Algunos amigos eran muyfugaces, pues nada más conocerlos la fuerza del aguaya los arrastraba a algún lejano lugar. Otros, sinembargo, conseguían agarrarse a Piedra durante untiempo o la utilizaban como refugio y su amistadduraba mucho tiempo más.

El roce con el agua hacía a Piedra cada vezmás pequeña, más suave, fue perdiendo susasperezas y su parte gris. Hasta que con el paso delos años se quedó convertida en una pequeña piedrade río, suave y lisa, como todas las chinas que hanpasado mucho tiempo acariciadas por el agua.

Pero aunque ella no lo sabía tenía algo muyespecial y diferente a esas otras piedras. Ahora quehabía perdido su vestido gris, había quedado aldescubierto su corazón. Un corazón muy especial,pues en él habían quedado grabados todos loscolores del arco iris, aquel día lejano, en su casa enla alta montaña. Roquita tenía un corazónmulticolor.

Se sentía diferente y también notaba distintoal río que la acariciaba cada vez con menos furia,cada vez con menos fuerza.

Un duro y seco verano el nivel del agua del ríodescendió mucho y ella volvió a sentir cada vez máscerca el calor del sol.

Un enorme cosquilleo recorrió cada una desus pequeñas partículas de arena. Era una

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sensación emocionante, mezcla de curiosidad,alegría, miedo… Su hogar de nuevo había cambiado,pues el río al quedarse casi seco la había dejadodepositada en su orilla. Disfrutó de la sensación devolver a sentir en su cuerpo el calorcito del sol y noestar húmeda.

Un árbol a un lado, hormigas que le hacíancosquillas con sus patitas al otro, hierba muy fresca,flores y su amigo el río. Un río que le cantaba atodas horas con una voz muy suave ahora y dondeseguía viendo muchos peces que le salpicaban lacara.

Una mañana de ese caluroso verano, Piedraescuchó un sonido que no le era familiar. No eranlos animales, ni las flores, ni los árboles, ni ningúnotro ruido que ella hubiera oído jamás. Algo tambiéndesconocido la pisó, era cálido y suave pero muypesado.

- ¡Eh, que me pisas! – gritó Piedra.

- ¡Es una niña humana! – oyó murmurar a losárboles a su alrededor, con una mezcla de miedo yrespeto en el tono de sus hojas.

Sintió que alguien la levantaba de su lugaren la tierra, la cogía entre sus manos suaves y cálidasy la acariciaba con dulzura. Cuando Piedra levantósus ojos vio una carita con unos ojos muy brillantes.

- ¡Qué roca más bonita! – escuchó. Y al oírlose sintió tan halagada que sus colores se hicieronmás brillantes.

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Lucía, que así se llamaba la niña, se acaricióla cara con ella para comprobar su suavidad. Y Rocasintió que cada una de sus partículas de arena seconfortaba con este roce.

La niña salió corriendo con ella entre lasmanos, apretándola muy fuerte para no perderla.Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fuebuscar a su papá y le pidió que con esa piedramulticolor tan preciosa le hiciera un collar.

Y ese fue su nuevo y definitivo hogar, junto alcorazón de Lucía, acunada por su sonido y sintiendoel calor de su piel.

Piedra fue a la escuela, a jugar al parque, anadar al mar, volvió a subir a la montaña… siempreagarrada al cuello de Lucía.

La niña la consideraba su amuleto de la suertey nunca se separaba de ella. Cuando algún problemale preocupaba, una caricia a Piedra le ayudaba apensar y a tranquilizarse, mientras murmuraba sunombre:

- ¡Ay, mi Piedrita!

Cuando Lucía fue muy, muy anciana regalóel colgante a su nieta. Y durante generaciones fuela piedra amuleto de una niña de la familia.

Así nuestra amiga llegó hasta lo que ellaconsideró uno de los lugares más hermosos paravivir: junto al corazón de una persona.

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Lucía dejó escrita la historia de su amuleto ylo mucho que para ella había significado. Ycomprendió que todos los seres y cosas de estemundo, por pequeños e insignificantes queparezcan, son importantes para alguien y tienenuna función especial en la vida.

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EL JURADO DE LA 10 EDICIÓN DEL CONCURSO DE RELATO

CORTO "EL COLOQUIO DE LOS PERROS" ESTUVO INTEGRADO

POR:

- Francisca Bascón Ruz.Profesora de Lengua Castellana y Literatura del IES Inca

Garcilaso de Montilla.

- Mª Dolores León Cantillo.Maestra de Infantil del CEIP Beato Juan de Ávila de Montilla.

- Mª Dolores López Barranco.Maestra de Infantil del Colegio La Asunción de Montilla.

- Virginia García Gómez.Socia de la Asociación Cultural El coloquio de los perros.

- Mª Divina Rubio Bardón.Socia de la Asociación Cultural El coloquio de los perros.

EL JURADO DE FOTOGRAFÍA ESTUVO INTEGRADO POR:Miembros de la Asociación Cultural El coloquio de los perros

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