10 palabras clave sobre la iglesia

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LA IGLESIA Juan A. Estrada Díaz Director Comunión Democracia Iglesia Laicos Ministerios Misión Pobres Pueblo Sacramento Sinodalidad

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LA IGLESIA

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Juan A. Estrada DíazDirector Comunión

Democracia

Iglesia

Laicos

Ministerios

Misión

Pobres

Pueblo

Sacramento

Sinodalidad

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El concepto de misión1 referente al envío dealguien por parte de Dios a la humanidad tieneraíces milenarias. Aunque el término comienzautilizarse en el siglo XVI con respecto a la evange-lización, la idea de un Dios que envía y se preo-cupa por la humanidad aparece presente en todala historia de la salvación.

Recorrido bíblicoLos relatos bíblicos de vocación profética nos

muestran esta preocupación de Dios. Dios envíaa Moisés para liberar a su pueblo (Éx 3,10). Diosse hace presente a través de la diversidad de pro-fetas que acogen su Palabra y la anuncian en di-ferentes momentos y en distintas épocas, siempreacercando la preocupación y la defensa de Diospor los más vulnerables, los más débiles, lospobres, los enfermos, los forasteros, los huérfa-nos, las viudas (Dt 27,19; Is 58,6-12). Y desdeahí sus palabras proféticas de exhortación a laconversión al Dios clemente y misericordioso, dedenuncia radical del pecado y la injusticia come-tida (Am 5,14-15; 8,4-6; Os 6; Is 1,10-20; Jr 7;Ez 34), pero sin dejar de ofrecer también una

MisiónChrista Godínez Mungía

1 Del latín missio, “acción de enviar”, del verbo mittere,que significa “enviar”.

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palabra de esperanza y de consuelo (Os 11,7-9,Jr 30-33; Jr 31,31; Ez 36; Is 40-55). La carta alos Hebreos nos recuerda que muchas veces y dediversos modos habló Dios en el pasado a nues-tros padres por medio de los profetas, pero queen estos últimos tiempos nos ha hablado pormedio del Hijo (Heb 1,1-2).

En este sentido, los evangelios ven en Jesúsal Hijo, al Enviado por excelencia de Dios a lahumanidad, en quien se cumplen todas las pro-mesas anunciadas por los profetas. La misión deJesús es proclamar con su presencia, con sus pala-bras y obras el Reino de Dios ya presente yactuante entre nosotros. Un Reino prometidopor los profetas que comienza a tener realidad enJesús. Él encarna la preocupación, misericordia yternura de Dios por los más vulnerables y margi-nados. Jesús se dirige a Israel (Mt 15,24), pero sumisión alcanza una dimensión universal y sinacepción de personas. Así se percibe en sus diver-sos encuentros con personas marginadas, pecado-ras y personas de otros pueblos, como la samari-tana, el centurión romano. El diálogo provocadopor la mujer siro-fenicia (Mt 15,21-28) es clavepara él para reconocer que su misión y la miseri-cordia de Dios se extienden más allá de los lími-tes de Israel, tarea que continuarán sus discípu-los. Todos los evangelios relatan el envío queellos reciben al encuentro con el Resucitado.Envío a continuar la proclamación del Reino, aanunciar el Evangelio a todas las gentes, bauti-zar a toda criatura, ofrecer el perdón de los peca-dos (Mt 28,18-20; Mc 16,15-18; Lc 24,46-49).Envío en el Espíritu Santo, nos dice Juan (Jn20,21-22). Y, según Lucas, el Espíritu capaci-tará a los apóstoles para llevar a cabo el testi-monio del Resucitado y realizar el encargo re-cibido (Hch 1,8). Realidad que comienza enPentecostés (Hch 2): “Todos les oímos ha-blar en nuestra lengua las maravillas de Dios”(Hch 2,11).

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Juan en su evangelio relaciona directamentela misión que el Resucitado confía a sus discípu-los con la que él mismo ha recibido del Padre.“Como el Padre me envió, también yo los envío.Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibanel Espíritu Santo” (Jn 20,21-22). Este envío con-firma las palabras de la “oración sacerdotal” deJesús en la última cena (Jn 17). “Como tú me hasenviado al mundo, yo también los he enviado almundo” (Jn 17,18). Esta oración refleja que elobjetivo de la misión es hacer partícipe a lahumanidad de la comunión que existe entre elPadre y el Hijo. En este sentido, los discípulosdeben vivir la unidad entre sí, permaneciendo enel Padre y en el Hijo, para que el mundo crea (cf.Jn 17,21-23). Para Juan, la misión se testimonia,se encarna en la complejidad de la historia. Se esmisionero ante todo cuando se vive profunda-mente la unidad en el amor efectivo, antes decalificarse como misionero, sólo por las enseñan-zas que se pronuncian. Con un mensaje universalde comunión de vida que es necesario comunicaral mundo entero, el cristianismo nace fundamen-talmente misionero. Guiados por las palabras deJesús Resucitado, los discípulos expresan en susactitudes esta exigencia misionera. El Evangelioes para ellos realmente la Buena Noticia delReino de Dios que no puede quedarse escondida,sino que hay que anunciar y testimoniar portodas partes.

Los Hechos de los Apóstoles nos presentanuna comunidad donde se comparten y se ponenen común todos los bienes espirituales y mate-riales (Hch 2,42-47; 4,32-34; 5,12-16), dondese vive la preocupación de unos por otros.Asimismo, aparece una gran cantidad de hom-bres y mujeres implicados en el anuncio delEvangelio tanto hacia los judíos como hacia lospaganos. El encuentro de Pedro con el centuriónCornelio (Hch 10) es clave para la apertura a losgentiles. El bautismo que ellos reciben muestra el

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designio de Dios, es decir, que no deben some-terse a la ley y a las prescripciones rituales judí-as los cristianos venidos de pueblos ajenos aljudaísmo. Se prepara así el Concilio de Jerusalén(Hch 15,7-29; Gál 2). A partir del capítulo 16 delos Hechos, se trata sólo de las misiones de Pablo,conocidas también por sus cartas. Se dirige a lassinagogas, pero no pocas veces encuentra rechazoal Evangelio. Esto le motiva a predicar a los grie-gos y helenistas, sobre todo a aquellos adoradoresde Dios en quienes encuentra acogida el mensajeevangélico. Pablo es consciente de su vocación deenvío a los gentiles. Busca no tanto bautizarloscomo fundar comunidades donde deja la adminis-tración a otros y donde surge una diversidad deministerios y carismas. El anuncio del Evangeliocobra urgencia por la idea de la proximidad de lasegunda venida de Cristo.

Para Pablo, el hecho de evangelizar a losgentiles no lo desvincula de la Iglesia de Jeru-salén. Se siente preocupado por la pobreza quepadece esta Iglesia y organiza una colecta en sufavor entre todas las comunidades por él funda-das (Hch 24,17; 1 Cor 6; 2 Cor 8,9; Gál 2,10).En el fondo, también le interesa conservar unalazo de unidad con la Iglesia madre surgida deljudaísmo, y que ella, al recibir la colecta, muestresu aceptación y reconocimiento de las comunida-des en territorio gentil. Este objetivo estará pre-sente en toda la misión paulina. Pablo permane-ce en contacto con las comunidades a través devisitas y noticias que le llegan de sus colaborado-res. Además, busca la unidad y la ayuda a travésde la correspondencia que envía y circula entreellas. Esta manera de trabajar la unidad es loque actualmente se ha tratado de motivar en lasiglesias a través de los intercambios (AG 36.37;RM 85). Pablo no trabaja solo, cuenta con unadiversidad de colaboradores y colaboradoras, Ber-nabé, Timoteo, Tito, Sóstenes, Prisca y Aquila,Febe, María, Epéneto, Andrónico y Junia, Am-

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pliato, Trifena, Trifosa, Rufo, Filólogo y Julia, yotros muchos que aparecen en sus cartas envian-do o recibiendo saludos y recomendaciones y queanimados por el Espíritu, son importantes en laevangelización y maduración de las iglesias. LosHechos terminan su relato con la llegada dePablo a Roma. Es entonces cuando se abre unanueva etapa de la historia misionera.

En los siglos III-IV, Eusebio de Cesarea evo-cará una tradición según la cual los apóstoles sehabrían repartido el mundo para evangelizarlo.Tradición que se recordará en la evangelizacióndel Nuevo Mundo cuando algunos misioneros, alreconocer los profundos valores humanos de lospueblos de América, atribuyan el hecho al pasodel apóstol santo Tomás o alguno de los apósto-les por estas tierras. Con el Apocalipsis de Juan,se dispone del otro gran polo misionero de losinicios de la Iglesia. Se presenta como un mensa-je a las siete Iglesias de Asia: Éfeso, Esmirna,Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea(Ap 1,11). Esto refleja el campo de acción delapóstol. A diferencia de Pablo, Juan, más que rea-lizar viajes y fundar comunidades, invita al testi-monio, al martirio, a vivir el Evangelio como unamanera de ser en el mundo, particularmente entiempos difíciles, de persecución. El testimoniose comprende como otra forma de realizar elanuncio.

Recorrido histórico

Los primeros siglos de evangelización Los primeros siglos, el cristianismo se extien-

de a pesar y por las persecuciones en diversosterritorios desde Persia al norte de África y hastaInglaterra. No se trata tanto de estrategias misio-neras como del testimonio de los cristianos. Todaslas comunidades cristianas que nacen mantienenentre ellas, sobre todo por sus obispos, relaciones

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constantes por cartas y viajes y posteriormenteserá por los concilios. Estas relaciones se facilitanhasta cierto punto por la red de caminos delImperio romano y por el empleo común de lalengua griega. Antioquía, tercera ciudad delImperio, constituye un crucero de comunica-ciones y culturas mayor que Jerusalén. De ahíque en esta ciudad el cristianismo cobre dimen-sión universal. Es aquí donde por primera vez losdiscípulos recibieron el nombre de “cristianos”.(Hch 11,26). Estas iglesias son conscientes de for-mar un solo cuerpo y de procurar la comunicaciónentre ellas. El obispo Ignacio de Antioquía decamino hacia Roma, donde sufrirá el martirio bajoel emperador Trajano, escribe a las cinco iglesiasde Asia, a su amigo Policarpo, obispo de Esmir-na, y a los cristianos de Roma. Clemente, obispode Roma, escribe a los corintios. Las persecucionescontinúan y los cristianos se desplazan.

Ireneo de Asia Menor, discípulo de Policar-po, llega como obispo a Lyon en el siglo II des-pués de la persecución del año 177. Desde aquíemprende una gran labor de evangelización hastaGermania, además de profundizar en la teologíaal verse implicado en el debate contra la gnosisque se había infiltrado en las comunidades cris-tianas. Su teología valora el lugar del hombre. Deahí su célebre afirmación: “La gloria de Dios esque el hombre viva”. Por otro lado, haciendohonor a su nombre como hombre de paz, inter-cede ante el papa para evitar la excomunión de lascomunidades cristianas que festejaban la Pascuaen otra fecha distinta a la de la Iglesia de Roma.El permitir no celebrar la Pascua en la fecha de laIglesia de Roma pudo ser lo que hizo pensar aFrancisco Xavier en el siglo XVI, cuando estabaen misión por la India, en querer escribir, aunquefinalmente no lo llevó a cabo, para solicitar uncambio de fecha para la celebración de la Pascua,ya que coincidía con la época en que más trabajotenían los pueblos pobres de la costa.

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La Iglesia se extiende. Para el Concilio deArlés, en el año 314, ya está presente en Inglaterradesde donde se envían tres obispos a este conci-lio. Después de la “conversión” de Constantino(313) y la protección de la Iglesia bajo sus suce-sores, se inicia un cambio de panorama. Por unlado, se terminan las persecuciones y la Iglesia seve favorecida por el Imperio, pero, por otro, sepierde la autenticidad de las conversiones al cris-tianismo: algunas de ellas serán forzadas y ambi-guas.

Peregrinos por Europa

En el siglo V, Patricio evangeliza Irlanda.Patricio, originario de una familia cristiana roma-na del País de Gales, es robado por piratas irlan-deses a los 16 años y vendido como esclavo enIrlanda, donde es retenido durante seis años, hastaque logra escaparse. Nace en él la vocación sacer-dotal y misionera para regresar después comoobispo en 432 a predicar en la tierra de su cauti-vidad. Tiene la ventaja de conocer la lengua y lascostumbres. Las figuras de tríadas son muy fami-liares en la religión celta. De ahí que utilice el tré-bol para predicar sobre la Trinidad. A su muerteen el 461, Irlanda es cristiana y cuenta connumerosos monasterios. A partir del siglo VI, laIglesia celta evangeliza Europa. Los monjes sedefinen como peregrinos y son clave paraemprender la evangelización. La peregrinación esuna ascesis típicamente de origen celta que pro-mueve la expatriación voluntaria para anunciar laPalabra de Dios en otros pueblos. De ahí queColumbano y Gall dejen Irlanda para ir a predi-car al país de los francos y germanos. Fundanmonasterios donde acogen a los pobres, a losenfermos, a los pecadores, a toda clase de necesi-tados. Los monjes irlandeses y británicos se diri-gen a Europa central y septentrional. Asimismo,en la Europa meridional, los hijos de san Benito,ligados al trabajo de la tierra y la vida de oración,

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se dirigen a los campesinos, profundizando en supiedad y revalorizando el trabajo cotidiano.

En la Iglesia celta, el lugar de las mujeres esimportante. Las comunidades de monjas y mon-jes se reúnen con frecuencia para la oración; algu-nas son mixtas, y en algunas se cuenta con ma-trimonios. Este tipo de vida religiosa se llevahasta Suiza. En ocasiones, hay una abadesa que seencuentra al frente de una comunidad tanto mas-culina como femenina, como es el caso de Hildade Whitby. Por su parte, el papa Gregorio elGrande, que había sido patricio romano y despuésmonje, envía a Inglaterra en el año 596 un grupode monjes conducidos por Agustín, que crea lasede de Cantorbery. La estrategia de evangeliza-ción del papa Gregorio será recordada en el sigloXVI por José de Acosta, quien lo considera comouna autoridad para oponerse a la estrategia de latabula rasa en la misión con respecto a los indiosen América2. A finales del siglo VII, Willibrord,con otros monjes anglosajones, se dirige a Frisia ydespués va a Roma a pedir al papa Sergio I unmandato oficial para predicar el Evangelio.Consagrado obispo, desde Utrecht envía misione-

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2 José de Acosta escribe refiriéndose a los indios: “En lospuntos en que sus costumbres no se oponen a la religión y ala justicia, no creo conveniente cambiarlas; antes al contra-rio, retener todo lo paterno y gentilicio, con tal de que nosea contrario a la razón... Por lo cual, muchas cosas hay quedisimularlas, otras alabarlas, y las que están más arraigadas yhacen más daño, con maña y destreza hay que sustituirlaspor otras buenas semejantes. De lo cual tenemos la autori-dad del ilustre Gregorio, papa que, preguntado por Agustín,obispo de los ingleses, escribe a Melito; ‘Di a Agustín que hepensado mucho dentro de mí del caso de los ingleses, ypienso que no conviene de ninguna manera destruir lostemplos que tienen de sus ídolos, sino sólo los mismos ído-los, para que, viendo estas gentes que se respetan sus tem-plos, depongan de su corazón el error y, conociendo al Diosverdadero y adorándolo, concurran a los lugares que les sonfamiliares...”. Citado por M. Marzal, El rostro indio de Dios,UIA-CRT, México 1994, 5.

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ros a Dinamarca y funda monasterios. En el sigloVII, en el otro lado del mundo, en Oriente, laIglesia nestoriana aparece como la Iglesia misio-nera por excelencia. Alopen, monje nestoriano dePersia, llega en el año 635 a China, donde es bienrecibido por el emperador. Alopen funda monas-terios en varias provincias, traduce la Biblia y laIglesia que surge sin apoyo político, sin condicio-nes para una estructura eclesial sólida, coexistien-do con otras religiones, se desarrolla sin embargoconsiderablemente y subsistirá durante más dedoscientos años. El conjunto de Asia central quedasembrado de cristianos nestorianos.

Misiones de Bizancio

En el siglo VI, también desde Bizancio surgenmisioneros calcedonios, que son enviados porJustiniano hasta Arabia. Y misioneros monofi-sitas enviados por su esposa Teodora, que son losque pudo haber encontrado y conocido Ma-homa. En el siglo IX, en el año 862, el emperadorMiguel III responde a la petición de Rastislav,príncipe de la Gran Moravia, enviando dos her-manos, Metodio, que era obispo, y su hermanomenor, llamado Constantino el Filósofo y denombre religioso Cirilo. Nacidos en Salónica, delengua griega y de cultura bizantina, dejan supatria para evangelizar a los pueblos eslavos. Sedirigen a Moravia y después a Bulgaria. Los doshermanos, con sus colaboradores, realizan un tra-bajo remarcable de evangelización. La Biblia y laliturgia son traducidas al eslavo una vez que sehan familiarizado con la mentalidad, las tradicio-nes y esperanzas de estos pueblos, lo que contri-buye al conocimiento del Evangelio en los terri-torios del sur y del este de Europa. La obra deevangelización de Cirilo y Metodio es un mode-lo histórico de inculturación, es decir, de “laencarnación del Evangelio en las culturas autóc-tonas y, al mismo tiempo, la introducción de estasculturas en la vida de la Iglesia” (SA 21), abarcan-

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do diversos aspectos: la proclamación del Evan-gelio en una lengua nueva, el desarrollo de la teo-logía y una liturgia propia, la traducción de laBiblia, la creación literaria y humanista, el dere-cho, la promoción del diálogo intereclesial e inter-cultural, la integración de los pueblos europeos.Esto lo valora Juan Pablo II en su importante en-cíclica Slavorum Apostoli (1985): “La lógica de laencarnación les empujaba a un método de evan-gelización y de catequesis y tradiciones propias delos pueblos eslavos”, a “conocer bien el mundo in-terior de aquellos a los que tenían intención deanunciar la Palabra de Dios” (SA 10-11).

Además, Cirilo y Metodio se comprometen,por un lado, a defender la identidad de los pue-blos eslavos que estaban en vías de organización(SA 10) pero sometidos a fuertes presiones mili-tares y culturales ante el nuevo Imperio romano-germánico e intentaban rechazar las formas devida que consideraban extranjeras. Y, por otro, adefender un cristianismo propiamente eslavo conuna liturgia propia, ante las presiones de una cul-tura eclesiástica a veces estrecha, limitándose a treslenguas. En Venecia, Cirilo defendió con valentíasu posición remarcando que muchos pueblos enel pasado habían introducido y poseían una litur-gia escrita y celebrada en su lengua. “Como losarmenios, los persas, los abasgos, los georgianos,los sugdos, los godos, los avares, los tirsos, losjázaros, los árabes, los coptos, los sirios y muchosotros... ¡Y ustedes no tienen escrúpulos para limi-tarse a tres lenguas (hebreo, griego y latín) sola-mente para decidir que todos los demás pueblosy razas permanezcan ciegos y sordos! Decidme:¿defendéis esto porque consideráis a Dios tandébil que no pueda concederlo o tan envidiosoque no lo quiera?” (SA 17). Cirilo, que habíacompuesto el alfabeto para los pueblos eslavos,hombre erudito, nos muestra todo un panoramaen el que se han dado procesos de inculturacióny de comprensión. Quizá hoy todavía hagan falta

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“Cirilos y Metodios” que defiendan las particula-ridades de las iglesias. La actitud de éstos endefender y respetar la especificidad de los puebloseslavos les lleva a recibir amenazas, difamaciones,incomprensiones, persecuciones y cadenas en elcaso de Metodio. Sin embargo, se mantienen fir-mes en su decisión y, además, procuran la unidady la paz entre los pueblos y las iglesias. Siendobizantinos, se mantienen en unidad y comunióncon la sede romana en un momento de tensionesentre Oriente y Occidente.

Cristiandad y cruzadas

En el siglo IX, con el renacimiento del Im-perio de Occidente, carolingio primero y despuésgermánico, se confunde a menudo la expansióndel cristianismo con la expansión del Imperio. Lascampañas de Carlomagno contra los sajones, obli-gándolos a convertirse al cristianismo, y la con-quista de los países bálticos por los caballeros teu-tones son ejemplos del avance de la llamada cris-tiandad forzosa. Los pueblos autóctonos se ven enla disyuntiva de bautizarse o morir. Sin embargo,existe una intención sincera de evangelización demonjes y de obispos que se dirigen al norte deEuropa, a la península de Escandinavia, a Groen-landia, así como a Polonia, Hungría, Lituania, etc.,y que se encuentran expuestos continuamente almartirio. Por otra parte, desde Bizancio lleganmisioneros a Kiev y Moscú.

En el siglo XIII, las cruzadas son más bien unobstáculo para la evangelización, al representarante todo una obra de conquista y de domina-ción. Los caballeros y peregrinos cristianos deOccidente se enfrontan a los Estados musulma-nes y a veces a los cristianos de Oriente. En estecontexto, sin embargo, aparecen las órdenesmendicantes, que buscan vincularse con los orí-genes del cristianismo y el anuncio del Evangelio.Francisco de Asís, hombre de paz, sueña con la

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misión en el mundo musulmán; lo intenta pri-mero en Siria y luego en Marruecos, hasta que seentrevista con el sultán de Hama en el año 1219.Grupos de franciscanos son enviados a tierras delislam. Raimundo Lulio, también franciscano, abo-ga en las universidades por el estudio del árabe ydel islam y viaja al norte de África. Franciscanosy dominicos se dirigen hacia Asia central y alExtremo Oriente y se encuentran con los turcosy mongoles, en Serbia, Rusia, China... En laIndia, en el siglo XVI, Francisco Xavier conti-nuará el trabajo que habían comenzado los fran-ciscanos, catequizando a muchos pueblos.

Cuando se empezó hablar de misión...

Se atribuye a los primeros jesuitas Ignacio deLoyola, Francisco Xavier, Pedro Fabro y demáscompañeros el comienzo del empleo del término“misión”. Anteriormente su uso se limitaba a las“misiones” de la Trinidad. Sin embargo, en elsiglo XVI, los jesuitas pedían al papa Pablo IIIenviar “en misión” a los turcos o a cualquier otropueblo los sacerdotes que se pusieran a su dispo-sición. Así comienza a utilizarse el término “mi-sión” como envío a un lugar o territorio concre-to con el fin de realizar un encargo o mandatoapostólico. Pedro Fabro escribe a propósito de suprofesión solemne: “Y también guardar una obe-diencia perpetua hacia el soberano pontífice enlas misiones...” (Memorial n. 23). Y FranciscoXavier, con el fin de atraer y convertir nuevospueblos a la fe cristiana, partirá entusiasmado enmisión a la India y a Oriente. Al emprender suviaje a la India, el 7 de abril de 1541, cumplía 35años. Su aventura misionera durará poco más dediez años; fallece a las puertas de China el 3 dediciembre de 1552 con el deseo de evangelizarla.Le interesa la salvación del mayor número dealmas posible. Para él, bautizar es fundamental,pues solo así se consigue la salvación.

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Su teología correspondía a la de la época. ElConcilio de Florencia (1442), un siglo antes, habíaasumido una propuesta eclesiocéntrica exclusivistay la comprensión más rígida del adagio “fuera dela Iglesia no hay salvación”. Posteriormente, elConcilio de Trento (1547), con su doctrina del“bautismo de deseo”, afirma solemnemente laposibilidad de salvación para las personas que seencontraban fuera de la Iglesia. Lo que Franciscoquería era que las personas se salvaran y vivierancristianamente. Para eso, con la ayuda de colabo-radores autóctonos e intérpretes, adapta un cate-cismo portugués y forma catequistas que continú-an repasando la doctrina. Se une al proyecto delColegio de San Pablo en India para la formaciónde un clero autóctono. Por su parte, él pareceincansable: recorre constantemente los pueblos,vive entre los más pobres pueblos pesqueros de laIndia, atiende a los enfermos, entierra a los muer-tos, ora constantemente, escribe cartas, se enfren-ta no pocas veces a los soldados portugueses queabusan de la gente, sobre todo de las mujeres...Su testimonio atrae y despierta un gran aprecio.Desde la India continúa hasta los pueblos ma-layos y llega a Japón. Se entrevista con OuchiYoushitaka, duque de Yamaguchi, que le permitepredicar el Evangelio en sus dominios. Los japo-neses le hablan de China como de un pueblosabio y rico en conocimientos. De ahí su interéspor continuar allí la misión: seguramente encon-traría quien quisiera aceptar el cristianismo.

Su deseo y su labor misionera los continua-rán otros jesuitas. En China, Mateo Ricci (1552-1610), que aprende perfectamente la lenguachina, logra llegar a la corte imperial y traduce ypublica varias obras, los seis libros de las mate-máticas euclidianas, la “verdadera idea del Señordel cielo”, entre otras. En India, Roberto Nobilise dirige a los brahmanes. Lo que Ricci y Nobiliproponían era una adaptación del cristianismo ala cultura y los valores de esos pueblos. Su pro-

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puesta será continuada por otros jesuitas, pero noserá bien recibida por otras órdenes religiosas yestallará el conflicto de los llamados “ritos chinosy malabares”, que se debate en la Sorbona, lejosdel lugar de los hechos. Por otra parte, los diplo-máticos de Corea habían establecido contactocon la corte de China y desde 1603 conocían elplanisferio de Ricci. En 1644, el príncipe So-hyeon introduce obras científicas y literarias tra-ducidas al chino por los jesuitas. Éste será el ini-cio para que, a finales del siglo XVIII, los laicosintroduzcan el cristianismo en Corea. Se despier-ta el interés por el cristianismo entre jóvenes in-telectuales (1779), que lo estudian en los libroschinos y lo difunden sin sacerdotes misioneros ysin haber sido bautizados. En 1783 acude el pri-mer coreano a la corte de Pekín a pedir expli-caciones sobre la doctrina y encuentra a los jesui-tas –aunque para esa fecha ya se había suprimidola Compañía–, y es bautizado por uno de elloscon el nombre de Pedro. Él será quien bautice asu regreso al grupo de amigos que formaban unacomunidad y que continuarán la misión enCorea. Este grupo traduce al coreano la doctrinacristiana.

En el otro lado del mundo, América es evan-gelizada por franciscanos, dominicos y agustinos,y más tarde se unirán los jesuitas. En México, losfranciscanos Bernardino de Sahagún, Andrés deOlmos y otros fundan el 6 de enero de 1536 elcolegio de Tlatelolco de la Santa Cruz, con elobjetivo de formar un clero indígena. En estecolegio se habla castellano, latín y náhuatl. Diezaños después de su fundación, se cuenta con ungrupo de indígenas de una alta calidad académica,pero con ningún clérigo. Ellos corrigen los escri-tos en las tres lenguas, son los profesores y dirigenel colegio posteriormente. Lo interesante de estegrupo es que a ellos se les atribuye la redacción delNican Mopohua (“Aquí se narra, aquí se cuenta”),donde se pone por escrito el encuentro de Juan

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Diego con Nuestra Señora de Guadalupe, unacontecimiento clave en la evangelización. El rela-to muestra un proceso de inculturación y los ini-cios de una teología indígena cristiana en la que seexpresa la experiencia de Dios con los más altosvalores de la cultura náhuatl. Por otra parte, entre1610 y 1767, los jesuitas organizan en Paraguaylas comunidades indígenas en las llamadas “reduc-ciones”, donde se preserva la lengua y se sigue unavida comunitaria. La hostilidad de los colonos seensañará hasta suprimirlas violentamente.

Con el descubrimiento de nuevas tierras po-bladas tanto en América como en Asia, la preo-cupación misionera crece; se busca la “salvaciónde los infieles”, pues se teme por su condenacióneterna al morir sin ser bautizados. Se busca tam-bién la expansión del cristianismo con el objetivode implantar la Iglesia, la europea occidental.Desde el siglo XVI hasta mediados del XX, tienelugar un gran auge de esta empresa misionera,que aparece junto al poder colonial de Europahacia América, Asia y África. Surgen una diversi-dad de órdenes y congregaciones religiosas mas-culinas y femeninas, con gran celo misionero yvalor, que se arriesgan a cruzar los mares y mon-tañas en busca de nuevos convertidos al cristia-nismo. Sin embargo, la diversidad de estrategiasy métodos misioneros será cuestionada en algu-nos lugares; además, no siempre coincidirán, yterminarán en algunas partes en conflicto: a vecesentre las mismas órdenes, a veces entre las órdenescontra el poder colonial. Asimismo, a los pueblosa los que llegan los misioneros no les resultará fácil,pero tampoco imposible, por un lado, separar laintención misionera de la intención colonial y,por otro, el mensaje teológico-cultural de losmisioneros de los datos de la fe, pues el mensajemisionero se transmite digerido y vehiculado porsu cultura europea. Toda esta problemática vaafinando poco a poco la reflexión de la Iglesiasobre la cuestión de la misión.

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Las diversas encíclicas y documentos papalesanteriores al Vaticano II, a veces poco conocidos,reflejan una preocupación que quiere tomar encuenta la mejora de las misiones contemplando laactitud de los misioneros y el respeto y la madu-rez en la fe de los destinatarios. Maximun Illud(1919), de Benito XV, considera la separaciónentre la política colonial y la misión. RerumEcclesiae (1926) insiste en la formación de unclero local, en el nacimiento del laicado cristianoy en el desarrollo de la vida religiosa en los lla-mados “países de misión”. Se quiere con estoterminar con una etapa de dependencia de lasiglesias nacientes con respecto a las iglesias misio-neras. Evangelii Praeconens (1951), de Pío XII,propone los principios y las reglas de la acciónmisionera. Y en Fidei Donum (1957), Pío XIIllama al compromiso de las iglesias locales en laobra misionera, en particular con el envío desacerdotes que quedan incardinados en sus pro-pias diócesis, pues cada obispo, en su calidad depastor, “lo hace solidariamente responsable de lamisión apostólica de la Iglesia”. Con esta afir-mación se va contemplando el cambio de unamisión con sentido territorial a una misión conun sentido más eclesial. Se van formando elcamino y los diversos desarrollos teológicos quellevarán al Concilio Vaticano II a asumir, en sudecreto Ad Gentes (1965), afirmaciones que refle-jarán una preocupación por ofrecer una base teo-lógica y eclesial a la misión.

De las misiones a la misión de la Iglesia

El Concilio Vaticano II pondrá el acento en lamisión de la Iglesia. Esta orientación será clave yrelevante, e inaugura un nuevo paradigma. LaIglesia es toda ella misionera, no solamente algu-nas actividades de la Iglesia: “La Iglesia peregri-nante es, por su naturaleza, misionera, puesto quetoma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu

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Santo, según el propósito de Dios Padre” (AG 2).Esta afirmación pone el fundamento teológico yeclesiológico de la misión al unir dos acepcionesdel término “misión”: una que se refiere a lamisión del Hijo y del Espíritu Santo, y otra que serefiere a la misión de la Iglesia. La misión de laIglesia hunde sus raíces en la Trinidad, y su fuentees el amor trinitario. La Iglesia irá tomando cadavez más conciencia de esta realidad.

La Iglesia, con toda su estructura y ministe-rios, está llamada a ser misionera en el mundo y,bajo la guía del Espíritu, a continuar la misión delHijo que ha sido enviado al mundo y dar testimo-nio de la verdad, del amor y de la vida, pues, a suvez, el Hijo ha enviado a sus discípulos (Jn 20,21).Así, cada una y cada uno de los miembros de laIglesia, consciente de su condición bautismal, escorresponsable de esta misión. Además, la Iglesiase concibe en Cristo como un sacramento, “o sea,signo e instrumento de la unión íntima con Diosy de la unidad de todo el género humano” (LG 1).Aquí se encontrará la tarea y la misión de laIglesia en la realización de esta unión de todos loshombres y mujeres del mundo, unión que elConcilio reconocía que se daba a través de múl-tiples vínculos sociales, técnicos, culturales. Sinembargo, la misión de la Iglesia tendrá queesforzarse para realizar una unidad más profun-da, una verdadera fraternidad y sororidad de lafamilia humana a través de todos los mediosposibles, de manera que se vayan visibilizandolos signos de esta unidad que son signos de lapresencia del Reino, pues la misión de Jesús fueprecisamente el anuncio del Reino de Dios, quese hace ya presente en su persona misma, en suspalabras y obras. Esta tarea no es fácil en unmundo globalizado, y se toma cada vez másconciencia de la interdependencia de toda lahumanidad y de que lo que pasa en un lugartiene consecuencias en otro, aunque no siempreson buenas para todos.

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Por eso, también se toma conciencia de queexisten diversos intereses económicos, políticos yde diferente índole tras las uniones o fusiones, yasea de partidos políticos, de empresas transnacio-nales, de acuerdos económicos entre países, etc.,a los que se les da más importancia muchas vecesa costa del respeto a la vida humana, sea de indi-viduos, sea de comunidades, de pueblos o inclusode todo un continente, como África. Sin embar-go, es esta humanidad concreta, con todos suscontrastes, la que Dios quiere salvar y a la que laIglesia pertenece y ha sido enviada.

La Iglesia peregrinante, según el Concilio,también se sitúa caminando “a través de los sigloshacia la plenitud de la verdad, hasta que se cum-plan en ella plenamente las palabras de Dios”(DV 8). Lo que se nota es una nueva relación yuna distancia entre la Iglesia y la plenitud de laverdad. La Iglesia, por tanto, puede pensarse co-mo no poseedora de la verdad plena, sino cami-nando hacia ella. La Iglesia se sitúa entonces enrelación a una realidad que la supera, la plenitudde la verdad, la salvación, el Reino. Esta realidadya se encuentra en ella como un germen que latrabaja, pero la Iglesia no monopoliza la salvación,no se identifica con la totalidad del Reino; está asu servicio ahora y lo espera en plenitud. La Iglesiacomprende así su misión como signo y servidorade la verdad, de la salvación, del Reino.

Énfasis o modalidades fundamentales en la misión

Siendo una la misión de la Iglesia, ha toma-do distintos énfasis o modalidades según los con-textos socioculturales donde se lleva a cabo por lasdiferentes iglesias particulares. Este dinamismoplural del cristianismo se encuentra plasmado enlos escritos bíblicos. Los evangelios, los Hechos,las cartas de Pablo, muestran la diversidad decomunidades, de culturas, de preocupaciones y

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problemáticas, de eclesiologías y teologías que lamisión asume. En las iglesias particulares se hacepresente el misterio de la Iglesia universal y se varealizando la catolicidad. La Iglesia es una comu-nidad de comunidades en la diversidad. Los lo-gros de las iglesias son logros de la Iglesia univer-sal, de ahí que se soliciten los intercambios y laayuda mutua entre ellas y que poco a poco se asu-man estos logros en la vida y en el lenguaje de laIglesia universal como un patrimonio común. Eneste sentido, podemos hablar del énfasis en lainculturación como un aporte de la Iglesia deÁfrica, de la liberación como un aporte de laIglesia de América Latina, del diálogo interreli-gioso como un aporte de la Iglesia de Asia, deldiálogo ecuménico como un aporte de las iglesiasde Europa, Estados Unidos y Canadá.

Esto no significa que la inculturación, la libe-ración, el diálogo interreligioso y ecuménico nohayan estado presentes en la vida y en la historiade la Iglesia. Ya las primeras comunidades cristia-nas helenistas, a propósito de la circuncisión judía,comienzan a cuestionar hasta dónde asumir o noel Evangelio con la ley y las costumbres de la cul-tura judía, cuestión que se discutirá en el primerConcilio de Jerusalén (Hch 15,5-11.28) y que con-cluirá con que para vivir la fe no es necesario asu-mir la ley judía, con todo lo que ésta implica. Deahí que este concilio abra la puerta para podervivir y expresar el Evangelio en la diversidad deculturas y tradiciones; es lo que actualmente seconoce con el nombre de inculturación. Estadinámica, si bien se siguió en la evangelización delos pueblos de Europa, no se continuó o se frus-tró en la evangelización de otros pueblos. Sinembargo, es en las iglesias de América, Asia yÁfrica donde renace, gracias al Espíritu, estanecesidad de vivir un cristianismo con rasgospropios y que asume problemáticas concretas. Porun lado, se habla de la descristianización ysecularización de Europa y, por otro, se constata

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que es en estas iglesias donde se encuentran lamayoría de los pueblos cristianos y desde dondepueden brotar nuevos rostros del cristianismoen el tercer milenio, sobre todo en Asia. JuanPablo II llegó a decir que el tercer milenio era elmilenio de Asia, el tiempo lo confirmará o no...

Ante el conjunto de la humanidad y la diver-sidad de personas y grupos que se presentan parala labor evangelizadora de la Iglesia católica, ésta,según el contacto que hayan tenido o no con elEvangelio, tiende a distinguir si se trata de unaactividad pastoral cuando se refiere a los fieles, sise trata de una nueva evangelización cuando sedirige a los no practicantes o no creyentes de paí-ses con tradición cristiana, y la misión ad gentes,específicamente para los pueblos o grupos quenunca han tenido contacto con el Evangelio. Sinembargo, las fronteras de estas distinciones nosiempre son muy claras, ya que no hay barrerasfijas (RM 34). Pero cualquiera que sea el grupo alque se dirija, la misión debe tener en cuenta lasdiversas modalidades o énfasis que tiene que pro-curar en su labor evangelizadora y los diversoscontextos socioculturales, políticos y religiosos enlos que se encuentran las iglesias locales.

La liberación

El énfasis de la liberación es esencial en lamisión de la Iglesia y va unido a la lucha por lajusticia y a la opción preferencial por los pobres.Surge en América Latina como una forma de mi-sión comprometida en un continente marcado porla pobreza y en el que el anuncio del Evangeliono puede separarse de la lucha por la justicia.Esta orientación la asumen sobre todo lascomunidades eclesiales de base, que conciben lamisión como una lucha por transformar, por unlado, el medio social injusto y opresor donde seencuentran insertas y, por otro, en cuestionar, através de su testimonio, a la Iglesia que se insta-

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la por encima de los pobres en vez de seguir elcamino y las enseñanzas de Jesús. Para las comu-nidades, Jesús estuvo al servicio de los pobres yentregó su vida por ellos, mostrando así el amorefectivo de Dios, el anuncio y el inicio de suReino presente y actuante entre los pobres y paralos pobres. En esa llegada del Reino consiste laliberación y la Buena Noticia. Aunque el Reinono se agota con ninguna mediación histórica, sila Iglesia se deja guiar por el mismo Espíritu deJesús, tiene que ser radicalmente fiel a su segui-miento y hacer presente y construir el Reino enla historia para los pobres, marginados y exclui-dos: una vida digna y justa. Tendría que conver-tirse, liberarse de todo lo que le obstaculiza paracontinuar esa misión, estar presente en la historiacomo un verdadero sacramento de liberación.

Dos bienaventuranzas proclamadas por Jesúsindican explícitamente a quiénes pertenece elReino y el camino que debe seguir la Iglesia siacepta ser su signo y su servidora: 1) “Bienaventu-rados los pobres de espíritu, porque de ellos es elReino de los Cielos” (Mt 5,3) y, según Lucas,“Bienaventurados los pobres, porque suyo es elReino de Dios” (Lc 6,20), y 2) “Bienaventuradoslos perseguidos por causa de la justicia, porque deellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5,10). De ahíque las iglesias locales comprometidas en estamisión por los pobres y por la justicia cuentencon cristianos, hombres y mujeres, que han dadotestimonio de entrega hasta el martirio, comomonseñor Óscar A. Romero, Ignacio Ellacuría ysus compañeros jesuitas y colaboradoras, todosellos asesinados en El Salvador. El martirologiolatinoamericano es bastante amplio y sigue cre-ciendo.

El aporte de la misión como liberación inte-rroga a las demás iglesias. Es un aporte recibidopor las iglesias de África, que se dejan cuestionarante la gravedad de la pobreza de sus gentes y lainjusticia que se oculta, y aceptado por iglesias de

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Asia, como en la India, donde se practica un sis-tema de castas que oprime a los más pobres. Ydesde ahí empiezan a optar por los dalits o losintocables, los sin casta, los más marginados yexcluidos. Tanto en África como en Asia, las per-secuciones no han faltado.

El proyecto liberador de los pobres tambiénalcanzó a los indígenas y afroamericanos de Amé-rica Latina, a quienes el Documento de Puebladel Episcopado Latinoamericano (1979) llama“los más pobres entre los pobres” (Puebla 34).América Latina, compuesta por una poblaciónmayoritariamente mestiza, ha impuesto progra-mas de integración nacional con el fin de asimilara los pueblos indígenas y afroamericanos a su pro-yecto a costa de su cultura, usos y costumbres. Porotra parte, estos pueblos tampoco encontraban unespacio para ellos en la Iglesia. En muchas partes,aunque con buena voluntad, se intentaba asimi-larlos a la Iglesia mestiza de peso occidental. Yaunque se reconocía su pobreza, no se valorabaexplícitamente su valiosa tradición cultural, susabiduría y su religiosidad, que es lo que les hahecho mantenerse con vida hasta nuestros días.No será hasta el Documento de Santo Domingo(1992) y hasta esta década cuando se empiece areconocer su presencia como indígenas y la heren-cia de sus religiones. Asimismo, se reconoce lapresencia de las comunidades afroamericanas y supatrimonio religioso. De ahí que aparezca lainquietud de completar este aspecto de la misióncomo liberación con otro más, la inculturación.

De la adaptación a la inculturación

A partir de las distintas experiencias misione-ras, se va tomando conciencia de que la acciónmisionera que se lleva a cabo debe distinguir entrela fe y las formas culturales. Ya la Congregaciónpara la Propagación de la Fe, en 1659, en unadeclaración que no tuvo el impacto que se hubie-

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ra querido en su tiempo y que terminó perdién-dose posteriormente, reconocía lo absurdo quesería transportar a la misión de China los ritos deFrancia, España, Italia o de cualquier parte deEuropa, en vez de llevar una fe que no rechaza nidesprecia los ritos y las costumbres, y pedía queno se convenciera a esos pueblos para que cam-biaran sus ritos y costumbres, a menos que fueranclaramente contrarios a la religión y a la moral.

Los esfuerzos misioneros llegarán a buscar laadaptación del mensaje evangélico a la culturadel lugar. Se tiene la idea de que hay un núcleode la fe y que debe presentarse con el ropaje dela cultura nativa. Se escogen entonces elementosculturales nativos para envolver el mensaje evan-gélico. Esta actitud representa un acercamientohacia el reconocimiento de la diversidad culturaldel otro, pero todavía se mantiene en una etapasuperficial o como en la antesala de la incultura-ción. Los cristianos africanos comienzan a captarque esta adaptación no es suficiente y quierenexpresarse con todo lo que ellos son, con susdanzas, su música, sus tradiciones ancestrales.De hecho, algunos grupos africanos habían for-mado las llamadas “iglesias independientes”, queincluían los elementos esenciales del alma africa-na, y desde ahí habían cuestionado a las grandesiglesias consideradas de gran tradición cristiana.Además, esta adaptación corre el riesgo de tenerun concepto de la cultura como una suma deelementos aislados y no como un simbólico ydinámico conjunto de elementos que los pue-blos articulan con sus ritos y mitos, sus usos ycostumbres, su sabiduría, para responder a losenigmas de la vida, el nacimiento, la muerte, elamor, el sufrimiento, el mal, etc., y donde cadaelemento encuentra su sentido en el conjunto.

La inculturación es un desafío que se retomaen el Vaticano II. Aunque en sus documentos noaparece el término como tal, sí existe el interés yel espíritu por llevarla a cabo. Ad Gentes habla de

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“una más profunda adaptación” (n. 22), y su in-tención se dirige a ir al encuentro de la fe teniendoen cuenta la sabiduría de los pueblos, sus costum-bres, su sentido de la vida, su orden social. Elpadre Arrupe afirma en su Carta sobre la incul-turación (1978) que la inculturación es la encar-nación de la vida y del mensaje cristianos en unárea cultural concreta. Y Juan Pablo II, en Ca-techesi Tradendae (1979), declara que aunque esun neologismo “expresa muy bien un factor delgran misterio de la encarnación”. Anteriormentecitábamos la encíclica Slavorum Apostoli a propó-sito de la labor de Cirilo y Metodio, que es dondeel papa se extiende profundizando en este tema.Asimismo, expone: “Por medio de la incultura-ción, la Iglesia encarna el Evangelio en las diversasculturas y, al mismo tiempo, introduce a los pue-blos, con sus culturas, en su misma comunidad,transmite a las mismas sus propios valores, asu-miendo lo que hay de bueno en ellas y renován-dolas desde dentro” (Redentoris Missio 52).

Se va tomando cada vez más conciencia porel pueblo de Dios, por los pastores, por los mi-sioneros, por los agentes de pastoral y por loscatequistas de que el Evangelio se debe encarnaren el corazón de la cultura. Para los misioneros ymisioneras que llegan de fuera de la comunidadcon una cultura diferente, el reto es integrarse enla comunidad local con una profunda estima,respetando procesos, tiempos, tradiciones, sinimponer métodos que quizá han dado buenosresultados en otros lugares pero que pertenecena otro contexto. Se trata de colaborar con lacomunidad buscando y discerniendo juntos loscaminos del Espíritu. El misionero o misionerade fuera son como un catalizador. Al sentirlosparte de la comunidad, será esta misma la que lespida implícita o explícitamente dónde y cómonecesita su presencia.

El proceso de inculturación trata de superaruna adaptación externa y de tocar la esencia de la

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cultura; trata de que el Evangelio realmente pene-tre, se asimile y se exprese con las formas cultura-les propias. Esta responsabilidad queda en manosde las iglesias locales, pues es la comunidad localla que incultura y da luz al proceso La incultu-ración permea los diferentes sectores de la vidaeclesial y social, la liturgia, la catequesis, la evan-gelización, los ministerios, la teología, el arte, laliteratura, el derecho, etc. Es un proceso largo, encontinuo discernimiento, que dura toda la vida yen el que participa toda la comunidad con sudiversidad de ministerios, buscando incidir entodo su contexto social. Hay que tener en cuentaque la cultura no es estática, sino dinámica, y quetiene que ver con la vida de los pueblos y hacerfrente a los cambios a los que está expuesta, a larelación con otras culturas y otras religiones, a laindustrialización, las comunicaciones y las nuevastecnologías, al impacto de los medios, a las migra-ciones, la violencia y la pobreza en todas sus for-mas, hasta enfrentarse con el riesgo de su propiadesaparición. De ahí que la inculturación delEvangelio en una iglesia local de un área culturalconcreta no tiene que quedarse cerrada en símisma, sino que debe tender a la interculturali-dad, a compartir sus logros, fracasos y preguntascon otras iglesias y a verse implicada con ellas enproblemáticas comunes a las que tiene que res-ponder en un contexto de pluralismo y de conti-nuos cambios.

La inculturación es un hecho teológico reco-nocido, pero en la práctica no siempre se lleva acabo en las iglesias locales y encuentra dificulta-des para realizarse. Quizá uno de los sectores mástrabajados en este aspecto en algunas iglesias sonla liturgia y la catequesis. Pero la inculturacióntiene que abarcar todos los sectores de la vidaeclesial y social, y esto incluye también los minis-terios; en el caso de que los ministerios actualesno respondan a las necesidades que se presentan,habría que poner atención a la voz del Espíritu

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para crear aquellos que se necesiten para ofrecerun mejor servicio en una nueva época. Además,el desafío también se le presenta a la reflexiónteológica en la búsqueda de categorías teológicaspropias. Así, por ejemplo, en África se comienzaa hablar de Cristo ancestro, ya que la ancestrali-zación es una práctica fundamental y complejade las culturas africanas. Si Cristo es consideradoancestro, esto indica que se lo han apropiado yque desde ahí se cuestiona y evalúa la ancestrali-zación.

La inculturación se ha pensado desde el mis-terio de la encarnación, pero este misterio no estádesvinculado de otros. Por eso, la inculturacióntambién pasa por el misterio pascual. Algo muerey algo resucita en las culturas. No todo en las cul-turas favorece la vida de los pueblos y de todossus miembros, hombres y mujeres, de todas lasgeneraciones y condiciones. Hay aspectos negati-vos arraigados y cuestionables que deben morir,como el machismo en todas sus variantes contralas mujeres, la falta de respeto y reconocimiento delos indígenas, el olvido y descuido de las personasancianas, el racismo y las diversas discriminacio-nes. Sólo un profundo discernimiento personal,comunitario e intercomunitario y una verdaderaconversión al Evangelio podrán desenmascararlosy buscar los remedios eficaces, pues en ocasionesse presentan como ángeles de luz y se pasean porla misma iglesia. En este sentido, el Evangelio,aunque penetre en una cultura, no se identificacon ella, sino que es contracultural y busca suliberación.

El diálogo interreligioso

Otro de los aspectos para tomar en cuenta enla misión de la Iglesia es el diálogo interreligioso.Esta necesidad surgió de las iglesias de Asia. Enese continente, los cristianos son una minoría encomparación con los creyentes de las grandes reli-

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giones presentes allí desde hace siglos: budismo,hinduismo, taoísmo, confucionismo, islam. De ahíque las comunidades cristianas asiáticas hayantenido que convivir con creyentes de otras reli-giones desde sus inicios y verse movidas a em-prender un diálogo con ellos. En el diálogo secomparten valores culturales, religiosos y espiri-tuales, y los problemas sociales y políticos que lesafectan. Por eso, estas iglesias han reconocidovalores positivos en otras religiones y conciben lamisión como diálogo, aunque éste resulte difícilen algunas partes y las iglesias y los cristianos seanconstantemente perseguidos.

A partir del Vaticano II se comienza a reco-nocer y valorar de una manera positiva elementosde otras religiones. El Vaticano II hizo presenteesta inquietud venida Asia en su declaraciónNostra aetate (1965), “sobre las relaciones de laIglesia con las religiones no cristianas”. Se hablade las religiones de las que se esperan respuestas alos enigmas de la condición humana y se enun-cian valores del budismo, del hinduismo, deljudaísmo y del islam. Se contempla a Dios comoel origen y destino común de todos los pueblos.Se afirma que la Iglesia católica no rechaza lo queen estas religiones hay de verdadero y santo, yque respeta sus modos de obrar y de vivir, suspreceptos y doctrinas, ya que no pocas vecesreflejan un destello de esa Verdad que ilumina atodos los hombres. Retomando la propuesta deJustino, filósofo y mártir del siglo II que captabasemillas del Verbo divino revelado en Jesucristoen la virtud y sabiduría de las doctrinas y filoso-fías precristianas, se deja ver aquí la presencia deaquéllas (AG 11).

Se hace un llamamiento a los cristianos paraconducirse fraternalmente y en paz con todos loshombres. Se rechaza cualquier discriminaciónpor motivos de raza, color, condición o religión.En este sentido, la misión a través del diálogo inte-rreligioso tiene como objetivo la paz y la unidad

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entre los creyentes y también entre los pueblos.Por eso, para la Iglesia católica fue un acto signifi-cativo el encuentro de Asís convocado por JuanPablo II el 27 de octubre de 1986 para orar por lapaz con los representantes de diversas religiones ypara meditar sobre la responsabilidad de trabajarpor ella a la luz del símbolo de san Francisco, reco-nocido como símbolo de paz, de reconciliación yfraternidad. El papa reconoce que “toda oraciónauténtica se encuentra bajo la influencia del Es-píritu”, que intercede con insistencia por nosotros.En este sentido, se da un avance significativo en laapreciación de las religiones, se reconoce que enellas actúa el Espíritu3 y se trata del mismo Espírituque guía a la Iglesia. Lo que podemos notar tam-bién es un cambio en el lenguaje para referirse a lasreligiones. Ya no se habla de “religiones no cristia-nas”; ahora se habla de “diversas religiones” o de“otras religiones”. La primera expresión significabacalificarlas a partir de lo que no son y no recono-cerlas por lo que son y significan. Además, estamirada nueva hacia las religiones se vincula con elrespeto a la libertad religiosa.

El pontificado de Juan Pablo II ha sido el quemás ha promovido el acercamiento a las otras tra-diciones religiosas. Se cuentan más de trescientosmensajes dirigidos a diversos pueblos y represen-tantes religiosos del judaísmo, del islam, del hin-duismo, del budismo, de las religiones tradiciona-les indígenas, etc. Sin embargo, toca a cada uno delos cristianos abrir su corazón y disponer un lugarrespetuoso y venerable en su interior para recibir losagrado que le viene del otro creyente compañerode camino hacia la plenitud del Reino y de laVerdad. El diálogo con miembros de otras religio-nes puede llevarse a cabo a través de diversos tipos

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3 Esto se afirma en Redentoris Missio 28: “La presenciay la actividad del Espíritu no afectan únicamente a los indi-viduos, sino también a la sociedad, a la historia, a los pue-blos, a las culturas y a las religiones”.

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de encuentro, de formas y expresiones, siemprecon una actitud de respeto, atención, acogida einterés por la otra persona. Además, aceptandoque cuando se dialoga es porque ambas personasquieren hacerlo, se acepta libremente y se esperauna igualdad de condiciones.

A partir de diversas experiencias, el ConsejoPontificio para el Diálogo Interreligioso y laCongregación para la Evangelización exponencuatro tipos de diálogo: el diálogo de la vida, eldiálogo de las obras, el diálogo de intercambiosteológicos y el diálogo de la experiencias religiosa,sin que por eso se limite la creatividad y las diver-sas formas que puedan surgir para este motivo4. Eldocumento Diálogo y anuncio contiene afirmacio-nes importantes sin precedentes, que avanzan en lavaloración del rol que juegan las religiones en lasalvación en Jesucristo de sus miembros: “El mis-terio de salvación los toca, sin embargo, por víasque sólo Dios conoce, gracias a la acción invisibledel Espíritu de Cristo. Concretamente, es a travésde la práctica sincera de lo que es bueno en suspropias tradiciones religiosas, y siguiendo los dic-támenes de su conciencia, como los miembros delas otras religiones responden positivamente a lallamada de Dios y reciben la salvación enJesucristo, aun si ellos no lo reconocen ni lo con-fiesan como su salvador (AG 3, 9, 11)”. Con estaspalabras se pasa de la “teoría del cumplimiento”5 ala de la presencia activa del misterio de Jesucristoen las tradiciones religiosas.

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4 Cf. Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligiosoy Congregación para la Evangelización de los Pueblos,“Diálogo y anuncio”, en La Iglesia misionera, BAC, Madrid1994, 555-595.

5 Según esta teoría, las otras religiones sólo representanla búsqueda de Dios por la persona humana, pero no jueganningún rol en el misterio de salvación y se convierten enobsoletas por el hecho mismo de alcanzar su cumplimientoen el cristianismo.

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Con respecto al diálogo entre tradicionesreligiosas, en el discurso oficial del Magisterio dela Iglesia se distingue el diálogo interreligiosoque se lleva a cabo entre el cristianismo y lasotras religiones, y el diálogo ecuménico que selleva a cabo entre los cristianos de distintas con-fesiones: católica, ortodoxa, luterana, anglicana,etc. Sin embargo, la distinción no siempre suelehacerse en el lenguaje religioso común, y sehabla de ecumenismo en un sentido amplio yetimológico, refiriéndose a toda la “ecumene”, latierra habitada, donde pueden encontrarse yconvivir todas las confesiones y tradiciones reli-giosas. De ahí que en algunos foros y encuentrosse llegan a utilizar las dos expresiones como sinó-nimas.

En los siguientes tipos de diálogo tendremospresentes no sólo a los creyentes de otras religiones,sino también a los cristianos de otras confesiones.Asimismo, a quienes se confiesan de ninguna re-ligión, que se encontrarían entre los primeros ti-pos de encuentro dialogal. Ciertamente, el diá-logo no siempre es fácil, y exige sinceridad porambas partes y no ocultar las diferencias, que pue-den ser grandes e incluso llegar a contradiccionesprofundas, pero siempre deben respetarse. Comoen todo diálogo, es importante mantener el prin-cipio a la diferencia y buscar en esa diferencia lacomprensión y la estima sincera de las conviccio-nes de las personas implicadas. El diálogo tiende aun enriquecimiento mutuo en el que cada una delas partes da y a su vez recibe. En un diálogo sin-cero, las críticas siempre serán constructivas y de-berán recibirse con agradecimiento. Las personasaprenden a conocer más de los otros, pero tambiéna conocer más de ellas mismas y, además, evalúany profundizan sus propias creencias, conviccionesy tradiciones.

En el diálogo de la vida, las personas se esfuer-zan por vivir en un espíritu de apertura y debuena vecindad, compartiendo sus alegrías y pe-

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nas, sus problemas y preocupaciones. Este diá-logo invita a los cristianos, hombres, mujeres, jó-venes, niños y niñas, a realizarlo en el medio enque viven, trabajan o se trasladan. Hay que teneren cuenta que la migración –legal o ilegal– pordiferentes motivos, de trabajo, de estudios, debúsqueda de una mejor calidad de vida, de bús-queda de asilo y refugio, hace que el encuentrocon personas de otras religiones o tradicionesespirituales no tenga un lugar único y fijo, ya seaque encontremos personas de otras confesionesreligiosas que llegan a nuestros países o que no-sotros mismos nos desplacemos a otros países,regiones o pueblos. Por eso, es fundamental eltestimonio, sobre todo de laicos y laicas, de unaiglesia local que dialoga con otros creyentes yque anuncia un Evangelio de acogida, compren-sión, respeto y reconocimiento a quienes tam-bién el Espíritu de Dios se les ha hecho presentea través de sus religiones y tradiciones. Además,habría que esforzarse por tener un conocimientode las otras religiones y de sus prácticas y cos-tumbres. De esta forma, se podrá dar un mejorservicio sin herir la sensibilidad religiosa de laspersonas. Por otro lado, se trataría asimismo deofrecer un testimonio que se preocupa, acoge,respeta y dialoga no sólo con los creyentes, sinotambién con los ateos, los no creyentes y losindiferentes.

En el diálogo de las obras, los cristianos ylos otros creyentes y no creyentes colaboran convistas al desarrollo integral y la liberación detoda opresión. Se contemplan obras de carácterhumanitario, social, económico, político. Estediálogo se ejerce sobre todo en organizacioneslocales, nacionales e internacionales, como pue-den ser las distintas asociaciones y organizacio-nes no gubernamentales, por los derechoshumanos, por la abolición de la tortura, por laabolición de la violencia contra las mujeres, poruna mejor calidad de vida para los pueblos indí-

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genas, para las personas discapacitadas, para losemigrantes, para los refugiados, para los droga-dictos; organizaciones que luchan contra el ham-bre, contra el sida, por un comercio justo... En eldiálogo de las obras se contempla trabajar por losvalores del Reino, la justicia, la verdad, la soli-daridad, la vida.

Por otra parte, en algunas iglesias comienzaa sentirse la presencia de otros creyentes en elinterior de sus mismas obras. Obras iniciadaspor la Iglesia en favor de los más pobres yexcluidos atraen la atención de otros creyentesque quieren y piden incorporarse a trabajar enellas. En este sentido, la Iglesia local tendría quecontemplar en su plan pastoral cómo respondera la presencia y relación más íntima con otroscreyentes que no buscan convertirse al cristia-nismo pero desean colaborar en las obras queemprende. Por otro lado, con las continuasmigraciones, también hay creyentes de otrasreligiones que piden ser aceptados en la Iglesia ysolicitan el bautismo. Aunque es cierto que setienen que revisar las intenciones de su petición,es significativo que mientras se da una descris-tianización europea y el ateísmo en una socie-dad secularizada y democrática, acuden precisa-mente a las iglesias europeas personas de otrasreligiones pidiendo el bautismo y su incorpora-ción a la Iglesia. En ocasiones acuden tambiénpor este motivo europeos –adolescentes, jóvenese incluso adultos– que han crecido en familiasateas. De ahí que el testimonio personal de loscristianos en las sociedades secularizadas cada vezsea más importante y no carezca de sentido ni deuna trascendencia que va más allá del momentopuntual del testimonio. Hay que tener siemprepresente que la misión es de Dios y que él tienesus propios caminos.

En el diálogo de los intercambios teológicos,teólogas y teólogos buscan profundizar la com-prensión de sus respectivas herencias religiosas y

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apreciar sus valores espirituales. Este diálogo teo-lógico interreligioso puede ayudar a avanzar a lateología cristiana al escuchar las preguntas, dudasy propuestas de sus interlocutores. La teologíacristiana se encuentra aquí ante el reto de expli-carse en un mundo plural ante quienes no com-parten su misma tradición pero quizá tienen uncierto conocimiento de ella.

Del mismo modo, en este diálogo se puedensolicitar explicaciones o precisiones a los demásparticipantes. Por otra parte, en el diálogo de laexperiencia religiosa, las personas enraizadas ensus propias tradiciones religiosas comparten susriquezas espirituales: la oración, las distintas for-mas de meditación, la contemplación, la lecturade sus libros sagrados, la fe, los caminos de bús-queda de Dios o del Absoluto. Estos dos últimostipos de diálogo serán más significativos si par-ten de una experiencia enriquecida a partir deldiálogo de vida y concluyen en el diálogo de lasobras. Pudimos apreciar cómo ante la tragediadel tsunami del año 2004, la oración interreligio-sa brotó con todo un sentido de solidaridad efec-tiva en muchas partes del planeta. La urgencia deldiálogo interreligioso es cada vez más necesariaen búsqueda de la solidaridad y la paz. Los con-flictos violentos en diversas regiones, entremez-clados con cuestiones religiosas, políticas y eco-nómicas, lo hacen cada vez más urgente, sobretodo en sentido profético, para desenmascarar losverdaderos intereses que se esconden detrás deellos. Y para revelar que la verdad profunda delas religiones es promover la vida y trabajar poruna convivencia justa y pacífica. Las religionesno son iguales, y desde su particularidad cadauna está llamada a aportar lo mejor para lahumanidad.

El interés de la Iglesia católica por avanzar enel diálogo interreligioso ha motivado a muchoscristianos, hombres y mujeres, de las iglesias deAsia, América, África y Oceanía a realizar ese

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diálogo en su propio corazón. Si en algúnmomento fueron obligados a rechazar su tradi-ción religiosa ancestral para ser aceptados comocristianos, ésta nunca desapareció, y permanecióen lo profundo de su corazón. Por eso, ahorabuscan una reconciliación, un diálogo intrarre-ligioso que consideran totalmente posible. Éstees un desafío para la misión en cada Iglesia local,ya que esta reconciliación y convivencia de tra-diciones es una aspiración no sólo individual,sino que se deja sentir en las comunidades. Deahí que este diálogo no puede dejarse al margende la agenda del proceso de inculturación y libe-ración.

La armonía con la naturaleza

Los pueblos indígenas de América y, por logeneral, los indígenas de todo el mundo conser-van un gran respeto y reverencia por la natu-raleza. Hablan de la madre naturaleza y con lamadre naturaleza, con la madre tierra. Le pidenpermiso para sembrar y disculpas porque al abrirlos surcos la van a herir. Cuidan los ríos, las cas-cadas, las cuevas y los montes; para ellos, sonermitas naturales donde elevan su oración y sonmotivo de encuentro y de continuo agradeci-miento a Dios-Padre-Madre. Gozan de una sen-sibilidad para captar la relación entre el serhumano y su entorno natural. La tierra es bendi-ta porque es el lugar donde se reúne la comuni-dad. Por eso, cuestionan el uso explotador eirracional que se hace de ella y de todos susrecursos, así como la privatización egoísta de losmismos. De ahí que en muchas partes hayantenido que emprender una lucha por la tierraque es una lucha por la supervivencia. ¡La tierraes de todos los pueblos!

Las iglesias con mayoría indígena deAmérica comparten su preocupación y aportansu especificidad a la Iglesia universal y al mundo

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desde el cuidado y el respeto a la vida de la na-turaleza, que repercute en la vida de los pueblos.Los indígenas cristianos asumen esta laborcomo una misión querida por Dios y como unservicio a la humanidad. En su proyecto de crea-ción, Dios puso al hombre en el jardín para quelo labrara y cuidara (Gn 2,15).

Estas comunidades se ven como continua-doras de este proyecto. Para ellas, el DiosCreador es el mismo que el Dios Redentor, y enel proyecto de salvación está incluida la natura-leza. Por eso, esta relación vital que tienen conella les invita a su cuidado, respeto y defensa. Esuna tarea y una respuesta de agradecimiento a lapresencia creadora y providente de la divinaSabiduría que se manifiesta en la madre tierra.¿Acaso no sería éste un deber en la misión detoda comunidad cristiana, asumiendo cada unasu responsabilidad y consecuencias desde dondese encuentra situada? Un cuidado y uso racionalcompartido de los recursos naturales; un respe-to por los pueblos indígenas y sus tierras, consus recursos; una conciencia y una actitud res-ponsables ante el ecosistema; una denuncia delas empresas que se apoderan de los recursos ylos privatizan a costa del desplazamiento y eletnocidio de comunidades, etc. Se trataría dehacer justicia a los pueblos del mundo quesufren la negación violenta a su derecho al uso ydisfrute de los bienes naturales; de recordar yaplicar, entre otras, las enseñanzas de la Iglesiasobre el destino universal de los bienes. Hay quetener en cuenta que la naturaleza también formaparte de la historia de la salvación de la huma-nidad. Y se va transformando con ella hacia unanueva tierra. Algunas veces se ha acusado al cris-tianismo de ser el causante de los destrozos delecosistema al basarse en una interpretación erró-nea del mandato referente a “dominar la tierra”del Génesis. Queda abierta la confirmación o elrechazo de estas afirmaciones.

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El testimonio

Jesús da testimonio de lo que ha visto yoído. Testimonia con palabras y obras. Noshabla del Reino del Padre, de la verdad, delamor y de la misericordia de Dios, pues el Hijoconoce bien al Padre y habla de lo que le haenseñado. Nos dice la verdad que oyó de Dios.Lo que busca no es hacer su propia voluntad,sino la voluntad de quien le ha enviado. Lasobras que él realiza las hace en nombre delPadre. El Espíritu da testimonio de Jesús y aso-cia a la Iglesia a su testimonio, la guía y le ayudaa seguir con fidelidad sus enseñanzas y a con-tinuar su misión. Por eso, para dar un testimo-nio fiel de Cristo Jesús, primero se pasa por serdiscípula o discípulo en atento y profundoaprendizaje participativo del Evangelio. Jesús noquería que sus discípulos comenzaran a hablarde él (Mc 8,30) hasta que conocieran realmentequién era y cuál era su misión, pues habla de unReino cuyas características van en contra de lasactitudes normalmente admitidas en la socie-dad. Se pone del lado de los pobres y se iden-tifica con ellos: con el hambriento, el sediento,el desnudo, el extranjero, el enfermo, el preso(Mt 25,37-40). Su conducta muestra la miseri-cordia hacia ésos a los que la sociedad margina;cura a los leprosos, come con prostitutas y peca-dores. Cuestiona una religión que oprime lavida de hombres, mujeres y niños. Se compade-ce del dolor humano y del sufrimiento. Realizael Reino como servicio hasta las últimas conse-cuencias. Se expone a las críticas y a las amena-zas, y su muerte de cruz será una consecuenciade la fidelidad a su misión y la expresión delamor llevado hasta el extremo. Su resurrección yel envío del Espíritu Santo harán comprender asus discípulos, hombres y mujeres, la realidad dela misión y el sentido del testimonio.

El testigo bíblico (martys en griego) no essólo un testigo ocular, sino que es también activo.

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Los testimonios no sólo son orales, ya que lasacciones forman parte del acto de testimoniar(Jn 10,25). A finales del siglo I, se llamará “már-tires” a los hombres y mujeres que han profesa-do su fe en el Evangelio y han muerto corrien-do la misma suerte que el Maestro. De ahí quecada miembro de la Iglesia, para ser un verda-dero testigo, necesita nutrirse continuamente delas enseñanzas del Maestro, pues de lo que setrata es de transmitir y compartir en la misiónno sólo palabras que pueden quedar en fórmu-las sin sentido, sino la Palabra. Se trata de com-partir la fe en un mensaje hecho vida en obras ypalabras. Por eso, el discernimiento continuo, eldiscernimiento personal y comunitario, es im-portante para revisar que las palabras y actitudesque se tienen son realmente conformes con elEvangelio, para revisar que el Dios que se predi-ca es el Dios de Jesús y no un ídolo. De ahí tam-bién la importancia capital de una vida enraiza-da en la oración, en los sacramentos y en unaespiritualidad profunda; la importancia capitalde estudiar y formarse teniendo en cuenta lasnecesidades del contexto.

Para Pablo, que está considerado uno de lostestigos misioneros más significativos en la histo-ria de la Iglesia primitiva, el amor era fundamen-tal en la misión. Se podían tener otros dones espi-rituales: fe, profecía, conocimiento, ciencia... Sinembargo, con todos ellos y “aunque entregara micuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada meaprovecha” (1 Cor 13,3). Este mensaje es cohe-rente con la misión del Hijo, enviado para dartestimonio del amor trinitario. En la misión dela Iglesia, es esencial aprender a vivir el amor encomunidad para poderlo transmitir. En ocasionesse da más importancia a buscar mejores métodospedagógicos de evangelización y estrategiasmisioneras que a las actitudes que pueden mos-trar el amor de Dios ante los gozos y esperanzas,tristezas y angustias de las personas, sobre todo

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de los más pobres. Quizá se pueden cuestionarlos métodos en la evangelización de FranciscoXavier o de los misioneros y misioneras de aque-lla y de otras épocas, pero lo que no se les puedecuestionar a muchos de ellos es su amor, su entre-ga y servicio a los más pobres y necesitados. Estoes lo que, en muchos casos, convenció a la gentede que se trataba de un buen mensaje, de un men-saje por la vida, pues algunos misioneros no siem-pre lograban hablar la lengua del lugar, y su avalera solamente su presencia, su testimonio activosegún el Evangelio de Jesús y la denuncia queemprendían frente al poder colonial. Ese testi-monio también es el que posteriormente ha ins-pirado a otros hombres y mujeres a seguir en laevangelización y en la misión. Recuerdo que unavez encontré a una religiosa africana de Beninque quería practicar su español hablando conmi-go. Me contó que su interés por aprender españolvenía del deseo de agradecer, después de variossiglos, a Pedro Claver el bien que había hechopor sus antepasados cuando fueron arrancadosde África para ser llevados como esclavos a Amé-rica. Ella quería ir a América para poder compar-tir con los latinoamericanos su agradecimiento aese hombre y su fe en Cristo y para ponerse al ser-vicio de las comunidades más pobres de AméricaLatina.

El testigo, misionero o misionera, es colabo-rador; no va a imponerse al lugar que llega, sinoa incorporarse con respeto y veneración a unacomunidad y a ponerse al servicio de lo que elEspíritu ha hecho y quiere hacer en la comuni-dad cristiana o en comunidades que no hanoído hablar del cristianismo pero, sin embargo,el Espíritu ha estado trabajando en ellas. El mi-sionero es así un doble testigo: por un lado, datestimonio del Evangelio en el que cree y, porotro, es testigo de lo que el Espíritu ha hecho enotros pueblos. Además, narra su experiencia deDios y cómo Dios se le ha hecho presente, y, asi-

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mismo, oye hablar a las comunidades –ya seancristianas o no– de lo que Dios también hahecho en ellas. En este aspecto, hay una evange-lización y edificación en doble sentido, puesambos se cuentan y comparten las maravillas deDios que no conocían. Así se puede comenzar atejer un proyecto de vida juntos.

El testimonio personal y comunitario de losdiscípulos y discípulas de Jesús da cuenta de unamor sin acepción de personas. De ahí que lostestigos, hombres y mujeres, están llamados ahacer visible lo invisible, donde se encuentrensituados. Tienen que ponerse al servicio de losque la sociedad ignora y hacerlos visibles con ladignidad de hijos e hijas de Dios. Ésta es unatarea pendiente que debe comenzar la Iglesiacatólica desde su interior, ya que no todos susmiembros gozan de la visibilidad y el recono-cimiento que les corresponde. Tal es el caso demuchos laicos, de la gran mayoría de las muje-res, de los pueblos autóctonos, de mucha genteque padece exclusión y pobreza en los países delNorte y, sobre todo, del Sur. A las nuevas gene-raciones no les atrae una Iglesia que no respetani escucha la voz y las necesidades de todos susmiembros. Hay voces que son silenciadas en todala humanidad: por el hambre, el desempleo, lasenfermedades, las intolerancias religiosas, políti-cas, étnicas, de género, etc. Y si, en vez de ser crí-tica y ofrecer una alternativa a las opresiones quela sociedad impone, las continúa ella misma sindejarse cuestionar por el Evangelio, la Iglesia sejuega aquí su credibilidad en un mundo plural yglobalizado. Si la Iglesia quiere ser fiel a la misiónde Jesús, tiene que replantearse su propio proce-der en la historia y seguir con docilidad los cami-nos por donde el Espíritu la quiere llevar.

El testimonio ecuménico de los grupos cris-tianos es también cada vez más importante. Setrata de ir viviendo la unidad rogada por Jesúspara que el mundo crea. En la evangelización,

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muchas veces las rivalidades entre cristianos dedistintas confesiones han desgarrado comunida-des y pueblos. Sin embargo, es posible fomentarla unidad de distintas formas a través de la amis-tad, en la oración, en las celebraciones, en la ayudamutua en la vida cotidiana, en la práctica de lajusticia, en el estudio de los textos bíblicos.

Hacia una Iglesia autóctona y misionera

Uno de los objetivos de la misión es el surgi-miento y el trabajo evangelizador de las iglesiaslocales y el enriquecimiento mutuo en bienes ma-teriales y espirituales. En esta parte vamos aacercarnos un poco a la experiencia eclesial quese está llevando a cabo en las comunidades indí-genas tseltales, de las regiones de Chilón, Arenay Bachajón, en el sureste de Chiapas (México), acargo de los misioneros jesuitas y su equipo decolaboradoras y colaboradores. Estas comuni-dades ofrecen a las iglesias el testimonio de laposibilidad de un cristianismo inculturado, li-berador, dialogante y en armonía con la madretierra.

Los pueblos tseltales son descendientes delos antiguos mayas, conocidos mundialmentepor su valiosa civilización, que dio origen agrandes centros ceremoniales, como Palenque,Bonampak y Chichén-Itza, que se encuentranen México; Tikal, en Guatemala, y Copán, enHonduras. Son centros que florecieron en laépoca de apogeo de los mayas, durante los siglosIII-IX d.C. Mientras que los antiguos mayassiguen siendo altamente reconocidos por susprofundos conocimientos en matemáticas,astronomía, arquitectura, escultura, los actualesmayas, tseltales, tsotsiles, ch’oles, tojolabales,etc., permanecen casi invisibles. Las comuni-dades tseltales se encuentran enclavadas en laparte boscosa y selvática del Estado de Chiapas.

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Forman parte de la diócesis de San Cristóbal delas Casas, que ha heredado el espíritu de defen-sa de los indios de su célebre obispo del sigloXVI fray Bartolomé de las Casas. Este espíritues el que continuó el obispo don Samuel RuizGarcía durante 40 años a partir de 1960 y el queha seguido su sucesor, don Felipe Arizmendi.Don Samuel fue sensible a la grave situación deopresión y condiciones infrahumnas que bajonuevas formas de esclavitud y explotación pade-cen estos pueblos. De ahí que no dudara en asu-mir una opción preferencial por los pobres y enplantearse una pastoral indígena. Esta prioridadse vio enriquecida por el interés de llevar a caboen su diócesis la renovación del ConcilioVaticano II, apoyada por las conferencias deMedellín, Puebla y Santo Domingo.

Su proyecto pastoral no era de escritorio,sino que partía de las necesidades de los pueblosindígenas para ir construyendo con ellos los ca-minos por donde tenía que edificarse una Iglesiaautóctona y evangelizadora. Los distintos misio-neros y misioneras de la diócesis se unieron aeste proyecto. Una de las prioridades consistió yconsiste en aprender la lengua y la cultura de lascomunidades en las que colaboran, ya sea tsel-tal, ch’ol, tsotsil, tojolabal. A través de distintoscursos y enseñanzas se ha ido formando y forta-leciendo la diversidad de ministros y servidores,hombres y mujeres autóctonos que colaborancon una profunda generosidad y entrega. Deesta forma, las comunidades indígenas han idomadurando y haciéndose cargo de la evangeliza-ción y atención de ellas mismas. Se forjan así loscimientos de la Iglesia autóctona (Ad Gentes 6).Se trata de una Iglesia que busca ir inculturandocada vez más el Evangelio y, desde ahí, la defen-sa de los derechos humanos y de la tierra, quebrota desde un compromiso que integra la fe yla vida. Además, intenta realizar el diálogo consu sabiduría ancestral, que se encuentra impreg-

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nada de las semillas del Verbo y procura la ar-monía con la naturaleza, con la que mantieneun vínculo vital.

Los pueblos tseltales, como por lo general lospueblos indígenas, tienen un gran sentido comu-nitario. Lo comunitario forma parte de su esen-cia. De ahí que la eclesiología de comunión delVaticano II encuentre sintonía con su culturacomunitaria. Estos pueblos han procurado con-servar esta vida comunitaria apoyándose en trespuntales: el servicio, el respeto a los acuerdos y lahospitalidad. El servicio lo concretizan a travésde diversos ministerios y cargos que se llevan acabo en la comunidad. El respeto a los acuerdosse fundamenta en la importancia que conceden ala palabra: la palabra es sagrada. Ellos dicen“palabra” y no “palabras”. Hay que recordar queestamos refiriéndonos a pueblos con una impor-tante cultura de la oralidad, donde la palabra esesencial en todos los aspectos de la vida y en laformación de sus miembros. La palabra se sostie-ne. Para ellos, la palabra es hacer: lo que se dicese hace. Los indígenas tseltales, como tambiénotros, hacen una distinción radical entre “pala-bra”, que es consistente, sólida y refleja el ser pro-fundo de la persona, lo que tiene en su corazón,y “palabras”, que son superficiales, vacías, traicio-neras, engañosas y sin una raíz profunda en elcorazón de la persona. De ahí que para ellos seaimportante respetar los acuerdos y cumplirloscon fidelidad. Desde ahí captan con profundidadque Dios tiene Palabra y cumple los acuerdos. Ycomo esto lo han visto también en Jesús, esperanlo mismo de sus enviados. Por otra parte, las co-munidades no se cierran en sí mismas –exceptocuando son amenazadas–, sino que viven la hospi-talidad, conservan un corazón acogedor y expre-san preocupación, cuidado y ayuda a quienviene de fuera. Están abiertas a personas ajenasa su cultura y son receptivas con las aportacio-nes de otras iglesias particulares. Llevan a cabo

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un diálogo intercultural e intereclesial hasta don-de les es posible.

La importancia de la traducción

A través de la historia de las misiones y laevangelización se aprecia la necesidad y la rele-vancia de vivir el cristianismo en la lengua y cul-tura propias de cada lugar. Por eso, uno de losministerios más necesarios y de gran responsabi-lidad es el de traductor, ya que lleva a cabo todoun trabajo de interpretación e inculturación. Éstees el caso de la traducción de la Biblia al tseltalpor un equipo de tseltales y misioneros jesuitas alo largo de 35 años. Se utilizó una traduccióndinámica, es decir, una traducción que trata delograr expresiones que respeten el sentido origi-nal del texto y, a su vez, asuman los modos pro-pios de la cultura para nombrar las cosas y losacontecimientos6. En este trabajo colaboraron lostseltales Abelino Guzmán y Gilberto Moreno,quienes se conciben como un “puente” para sushermanos. Abelino comenta: “Yo no soñaba conllegar a traducir las sagradas palabras de Dios,pero, cuando empezamos con los salmos, mesentí algo especial, como un puente para mishermanos. Y cuando ya decidimos entrar a todala Biblia, se puede decir que le dediqué parte demi vida”. Asimismo, Gilberto expresa: “Doy gra-cias al Padre porque me conservó mi pedazo decarne para poder realizar este trabajo, que no fuede un momento a otro y, aún más, que me dio laoportunidad de conocer y entender un poco mássu Palabra. Y, al mismo tiempo, me permitió ser

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6 El 12 de julio de 2005, en una gran ceremonia festivaen la comunidad de Guadalupe Paxiljá, Chis, se presentóformalmente la Biblia tseltal. Para mayor información sobreeste proyecto se puede consultar F. Modad Aguilar, S.J., “Elpueblo tseltal: su lengua y su Biblia”, en Nuestra Comunidad157 (18 abril 2005), revista semanal de la UniversidadIberoamericana.

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como el puente entre los misioneros y mis her-manos de la etnia tseltal, ser como el intermedia-rio entre Dios y su Pueblo, que no entendía supalabra porque se leía en español...”7

La preparación y la formación de los minis-tros y servidores se ofrece en tseltal por los mis-mos tseltales, por los misioneros jesuitas o por lashermanas del Divino Pastor. Pero se enriqueceninvitando a impartir cursos a personas de otrasiglesias particulares, de universidades, de centrosde derechos humanos, de proyectos de promo-ción humana y de la salud, de centros de espiri-tualidad. En esta labor también se cuenta con tra-ductores, hombres y mujeres tseltales, adultos yjóvenes, que conocen la temática y la interpretanen su lengua. Generalmente, las enseñazas oralesse acompañan con un cuaderno escrito, ya seaen tseltal o bilingüe tseltal-español. Con este ins-trumento estudian al terminar sus labores delcampo. Los traductores colaboran en el encuen-tro de las iglesias llamadas hermanas de EstadosUnidos, por ejemplo, que los visitan y compartensu fe y los problemas de estos pueblos. Comoexpresan Abelino y Gilberto, los traductores sonun puente. Y este puente es un puente evangeli-zador tanto de un lado como del otro. Su labor esrelevante, ya que forma parte de la red de rela-ciones y ayuda mutua entre personas de distintasculturas y entre unas comunidades y otras, que eslo que se pretende en la misión de la Iglesia y quecontinúa así la forma de proceder de las comuni-dades del cristianismo primitivo.

Los ministerios al servicio de la misión El ministerio del diaconado que recuperó el

Vaticano II está presente. Estas comunidades han

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7 Cf. E. Maurer, I. Morales, F. Modad., “Un pueblo, sulengua, una Biblia. El fruto de 35 años de labor constantey paciente”, en Jesuitas de México, 32 (2005) 6.

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tenido la fortuna, no sin problemas, de contarcon diáconos casados, que surgen y se presentanpor la misma comunidad. Son personas probadasen el servicio ejercido durante mucho tiempo yya han asumido otros ministerios, como el decatequistas, por ejemplo. La gran mayoría deellos ha pasado por una experiencia de esclavituden las fincas. Además, atienden a la vida y subsis-tencia de sus propias familias, ya que su servicioes gratuito. Y están sujetos a los tiempos y ritmosde la vida del campo, con sus siembras y cosechas.El trabajo de los diáconos es fundamental, ya queen caso de no contar con ellos las comunidadespermanecerían aisladas debido a que en muchasde ellas no se habla español, sobre todo por partede las mujeres. Además, las comunidades estánen lugares muy alejados de la parroquia a la quepertenecen –se encuentra en la selva, a varias horasde camino–, y no hay suficientes sacerdotesmisioneros que hablen tseltal y tampoco se cuen-ta con sacerdotes tseltales que las atiendan. Sinembargo, los diáconos son tseltales, con todas lasimplicaciones culturales que esto supone: la len-gua, la cosmovisión, las costumbres, la mentali-dad, etc. Se trata así de que se tengan ministeriosinculturados. Los diáconos, para ejercer su mi-nisterio, son apoyados por un equipo de laicos ylaicas al que se le llama “la comitiva.”

En la comitiva participa la esposa del diáco-no, que colabora con él y es ministra extraordi-naria de la eucaristía; imparte cursos y apoya a lasmujeres de su comunidad, así como a las mujeresque han asumido otros ministerios. Además, lasmujeres han asumido el trabajo de cuidar la tierracon abonos naturales. En esta comitiva se encuen-tran otros dos matrimonios más, el matrimoniode principales, que vigila para que el diácono rea-lice eficazmente su trabajo y le aconseja cuando love conveniente con respecto a los problemas ynecesidades de la comunidad, y el matrimonio delos secretarios, que levanta las actas, escribe las

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explicaciones de los cursos que reciben para suformación continua y, además, registra por escri-to los diversos acuerdos tomados. La comitivaasiste a cursos relacionados con el ejercicio delministerio diaconal, de evangelización, de teologíay después transmite las enseñanzas a sus comuni-dades y a otros diáconos. De esta manera se pue-den ir formando ministros y ministras dentro delespíritu comunitario indígena, para llevar a cabola misión en sus distintos pueblos.

Asimismo, en las comunidades participan ca-tequistas, acólitos, lectores, religiosas, principales,presidentes de ermita, musiqueros, visitadores yarregladores de conflictos, traductores, promoto-res de derechos humanos, promotores de salud,cuidadores de la tierra, médicos de medicina tra-dicional y no tradicional, maestros, licenciados,etc. Al final de esta lista todavía incompleta apa-recen tres tipos de trabajo profesional, los médi-cos, los maestros y los licenciados (abogados,sobre todo) y en razón de que realizan su trabajopara la edificación de la comunidad también sonapreciados como un servicio con sentido eclesial.No podemos explicar cada uno de los ministeriosy servicios, pero basta nombrarlos para hacerseuna idea de todo el trabajo que los respalda.Detrás de cada uno de ellos hay una historia y unanecesidad a la que se responde por el bien de lascomunidades. Ellas son las que eligen a los miem-bros para solicitarles un ministerio, un servicio,un cargo. Se toma en cuenta la vida de la comu-nidad en su contexto religioso, socio-cultural,político, económico.

Las comunidades son conscientes de que ladiversidad de ministerios con la que cuentan edi-fica al pueblo de Dios y es producto de la labordel Espíritu presente en ellas. Esta toma de con-ciencia la han expresado a través de dibujos. Enun curso de eclesiología en el año 1996 enBachajón, la comunidad de San Pedro de AlanSac hun, región San Francisco Javier, representó

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en su trabajo a treinta y ocho personas, todas ellascon su nombre completo y con el servicio queprestan a la comunidad. Cada una es importantey se le reconoce su servicio específico en la comu-nidad. Ante este aporte, podríamos preguntarnossi nosotros conocemos el nombre completo denuestros compañeros y compañeras o de las per-sonas con las que trabajamos en nuestra comuni-dad social o eclesial, o con las que celebramos laeucaristía; si reconocemos la importancia de loscargos, servicios y ministerios de las personas quesirven en nuestras comunidades, y si las profesio-nes o el trabajo que ejercemos lo asumimos comoun servicio a la comunidad o simplemente con unsentido individualista o sólo lucrativo.

En otro dibujo, el de la comunidad de SantaAna, aparece la comunidad dentro de un corazóny, en el centro, el Espíritu Santo. Esta comunidadatribuye el surgimiento de los ministerios al tra-bajo del Espíritu, que une a todos en un grancorazón. Quizá, alguno pensará que dibujar uncorazón es algo muy “romántico”; sin embargo,en las comunidades tseltales al corazón no sólose le atribuyen sentimientos. El significado de lapalabra “corazón” en tseltal, o’tan, es semejante alsignificado bíblico de corazón: implica todo el serde la persona y tiene un abanico de significados,desde referencias tanto en sentido físico como ensentido sentimental, intelectual, moral, social yespiritual. Así, encontramos expresiones como Yacacux awo’tan, literalmente “descansa tu corazón”,que significa “descansa tú”; Bin schi awo’tan, ¿quédice tu corazón?, que quiere decir “¿qué opinas?,¿qué piensas?”. Cuando utilizan la expresión “elSeñor Dios nos ha dado un corazón”, lo que en elfondo están diciendo es que “el Señor Dios nosha dado sabiduría”, de ahí que cuando dibujan ala comunidad dentro de un gran corazón y alEspíritu en el centro de ella, quieren referirse atodos los dones, al amor y a la sabiduría que elEspíritu ha derramado en ella.

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Por otra parte, la comunidad de Bachajóntitula su diseño “Tzeltaluvenix te sc‘op te Dios”, esdecir, se “tseltaliza” la Palabra de Dios Se indicaasí el interés por inculturar el mensaje evangélico.La comunidad, con sus distintos miembros y mi-nisterios, se autorrepresenta dentro de un círculoque expresa el sentido comunitario. Este dibujotiene escrita una cita bíblica: Rom 16,1-16, untexto que se refiere a Pablo enviando saludos atodos sus colaboradores. Esta comunidad, alinterpretar en su realidad ministerial el sentido dela carta a los Romanos, se asume también comocolaboradora y continuadora en la misma misiónde la Iglesia iniciada hace dos mil años bajo laguía y creatividad del mismo Espíritu.

Con respecto a la imagen que se tiene de laIglesia, se presentó un dibujo del grupo de muje-res y de las religiosas tseltales de Chilón. Estedibujo tenía dos partes. La primera representabaa la Iglesia como un hombre solitario. Ésta es laIglesia, dijeron, pues sólo los hombres podíanparticipar, ya sea en los servicios o en las ense-ñanzas, porque los hombres, obligados a vendersus productos del campo, han aprendido “casti-lla”, pero las mujeres, sobre todo en el siglo pasa-do, se quedaban en sus casas a cuidar sus tierras.Por eso, cuando asistían a los oficios en la Iglesiay el sacerdote sólo hablaba “castilla”, no enten-dían y tampoco realizaban ningún servicio. Porotro lado, algunos diáconos recuerdan que cuan-do eran niños quisieron ayudar como acólitos ytuvieron que aprender “castilla” y “latín”, y lasmujeres se quedaban sin entender y ellos tambiéncuando se hablaba latín. En la otra parte deldibujo, las mujeres dibujaron a la Iglesia comouna pareja. “Ésta es la Iglesia que queremos –afir-maron–. Ahora ya comenzamos a vivirla porquepodemos participar en diversos servicios y minis-terios, y podemos entender y expresar nuestrapalabra en nuestra lengua verdadera, la tseltal,pero queremos que siga creciendo”.

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Con sus dibujos, estas comunidades nosacercan un poco a su realidad y nos comparten sufe, pero además cuentan con su testimonio, que esmisionero y evangelizador. En ocasiones, la fide-lidad de sus ministros y servidores del Evangelioha despertado persecuciones y conflictos, pues nocesan las injusticias de las que son objeto suscomunidades. No olvidan que servir por el Reinode Dios implica una labor profética que compro-mete hasta las últimas consecuencias, como hizoJesús (LG 12). De ahí que fuera muy significati-vo para ellos conocer la historia de los mártires delos primeros siglos de la Iglesia, con quienes veíanuna clara continuación, ya que sus obispos, cate-quistas, diáconos, misioneros y sacerdotes, tantonacionales como extranjeros, de la región o de lasregiones vecinas, han sido algunos amenazados,otros perseguidos, encarcelados, expulsados eincluso asesinados a causa de su testimonio y susdemandas de justicia. Su testimonio se nutre deuna profunda espiritualidad y oración personal ycomunitaria que se expresa en la eucaristía, en losdemás sacramentos, en las fiestas patronales y através de rezos, cantos, danzas y religiosidad po-pular tanto en sus capillas como en los cerros,campos y ríos. Tienen presente que sin la oraciónse llegaría a perder el verdadero sentido por el quese está trabajando. El jtatic Antonio Aguilar,hombre íntegro, de gran estima y respeto por lascomunidades, relata que dentro de las respon-sabilidades que él ha asumido, la “principal” esvelar y orar por todos y cada uno de los miem-bros de la comunidad. Estas comunidades cami-nan confiadas en la esperanza en las manos dejTatic Dios.

El reto de la globalización

Las iglesias autóctonas de los pueblos indí-genas no se encuentran ajenas al proceso de glo-balización, a la interacción e interdependenciacreciente entre las diferentes partes del mundo.

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Por un lado, los pueblos indígenas se enfrentan alos proyectos económicos globalizadores, que noson inocentes y causan estragos de pobreza antelos que la misión de las comunidades cristianasno puede pasar indiferente si pretenden pro-clamar y testimoniar el Reino de Dios. Por otro,se enfrentan a un proceso occidentalizador queintenta borrar fronteras culturales, ante el cualbuscan reafirmar su identidad recuperando susabiduría ancestral. Esta problemática se vienepadeciendo desde el siglo XVI, y durante 500años han estado luchando por su supervivencia.Esta lucha se globaliza al unirse con la de otrospueblos. Se aprovechan las nuevas tecnologías yla movilidad de las personas para comunicarse ydarse a conocer.

Por otra parte, las iglesias autóctonas tanto deAmérica como de Asia, África y Oceanía cuentancon la inculturación como un medio privilegiado–al menos teórico y en algunos casos realizándose–para conservar su cultura e identidad. Con esto sehace frente en la misión a una doble problemáti-ca globalizadora: la imposición de una culturadominante occidental y la imposición de un cris-tianismo uniforme. Así, por un lado, como partede los pueblos indígenas, las iglesias autóctonasafirman su identidad desde su cultura indígena y,por otro, como parte de una iglesia local, ofrecensus tradiciones y valores a la Iglesia universal yproducen un cristianismo autóctono. Asimismo,como una exigencia de la misión para que pue-dan surgir con rostro propio, lo que necesitan ysolicitan es el apoyo, el respeto y la comprensiónde las otras iglesias, sobre todo de la mestiza occi-dental, que es la mayoritaria en América Latina,y de la europea, que es la que tiende a dominar elpanorama eclesiológico. La globalización permiteuna intercomunicación que puede ser aprovecha-da por las iglesias para abrirse al conocimiento delas necesidades y problemas de unas y otras y ayu-darse mutuamente.

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