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All names, characters and related indicia contained in this book, copyright of Atlantyca Dreamfarm s.r.l., are exclusively licensed to Atlantyca S.p.A. in their original version. Their translated and/or adapted versions are property of Atlantyca S.p.A. All rights reserved.

© 2015 Atlantyca Dreamfarm s.r.l., Italy© 2018 for this book in Castilian: EdebéPaseo de San Juan Bosco 6208017 Barcelonawww.edebe.com

Atención al cliente 902 44 44 [email protected]

Editorial project by Atlantyca Dreamfarm s.r.l., Italy

Text by Lucia Vaccarino Illustrations by Paola Antista

Original edition published by De Agostini Editore S.p.A.Original title: Notte gialla al museoN.B. Copyright Shutterstock for photos as indicated in the original Italian edition.International Rights © Atlantyca S.p.A., via Leopardi 8 - 20123 Milano - Italia - [email protected] - www.atlantyca.com

No part of this book may be stored, reproduced or transmitted in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, recording, or by any information storage and retrieval system, without written permission from the co-pyright holder. For information address Atlantyca S.p.A.

© Traducción: Marinella TerziDirectora de Publicaciones: Reina DuarteEditora de Literatura Infantil: Elena Valencia

Primera edición: mayo 2018

ISBN 978-84-683-3507-0Depósito Legal. B. 5419-2018Impreso en EspañaPrinted in Spain

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45)

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Lucia Vaccarino

Noche de intrigaen el museo

Ilustraciones de Paola Antista

Traducción de Marinella Terzi

edebé

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Hay pocos sitios tan inquietantes como un museo egipcio desierto, sobre todo cuando empieza a oscurecer y la de-sazón de la noche se abre camino más allá de los pensa-mientos del día a día. Lo que a la luz del sol resulta nor-mal, cotidiano, incluso fascinante, de pronto, por la noche, se vuelve amenazador.

«Será cosa de la penumbra», se dijo el hombre reco-rriendo las salas desiertas. Pero sabía que se mentía a sí mismo, porque no había ventanas en aquel lugar y la luz era siempre la misma, azulada y lívida, no muy intensa para no estropear las valiosas piezas egipcias custodiadas allí dentro.

Prólogo

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«La oscuridad te comprime contra la pared», pensó, fe-licitándose por una frase tan sugestiva. Pero habría aban-donado con gusto la vena poética, por una pizca de tran-quilidad de ánimo.

En la mano llevaba un e-mail impreso que la secretaria del director del museo le había entregado mientras salía de su despacho. El correo confirmaba la inscripción de dos clases de secundaria para una visita guiada.

«¡Solo nos faltaba la celebración de una noche blanca en el museo, con un montón de chiquillos a los que vigi-lar! ¡Como si no fuera ya todo bastante complicado de por sí!», dijo resoplando mientras doblaba la hoja y se la me-tía en el bolsillo.

Y eso que no era uno de esos tipos que se dejan impre-sionar por una nadería, al contrario: entre momias y sar-cófagos se sentía como en su casa.

Desde pequeño había profesado gran pasión por el An-tiguo Egipto y soñaba con poder trabajar, algún día, en un prestigioso museo. Y ahora que lo había conseguido… ha-bía un objeto que lo aterrorizaba, que le helaba la sangre en las venas y le hacía castañetear los dientes. Era una pieza pequeña, de apariencia graciosa, la preferida de los niños y las familias. Pero él no podía evitar ir a examinar-

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la todas las noches para constatar con sus propios ojos la mayor de sus pesadillas.

Ya casi había llegado. Le dio la impresión de que le estaba aguardando. Hacía tres días que se comportaba de manera extraña…

Esperó hasta el último momento para volverse hacia ella, y cuando vio que le estaba dando la espalda, como había ocurrido la noche anterior, y la precedente y la pri-mera, no le quedó otra que pegar un grito.

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¡Y añadirunos muffinsde Roxi!

Comidapara Emily:comprar pan

integral

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Estas no me las llevo…

A disfrutarde la noche blanca

¿Me habré

olvidado algo?

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1. De excursión

—¡¿Pero dónde está?! —exclamó Emily, rebuscando en el cajón de la cómoda—. Mamáááá…, ¿has visto mi pijama de rayas azules?

Linda asomó la cabeza en el cuarto de su hija.—¿El que te manchaste con zumo de melocotón? Está

pendiente de lavar.—¡¿Cómo?! —protestó Emily, dando una patada en el

suelo—. ¡Hace una semana! ¡Y sabías que hoy era la noche del museo!

—Sí, pero no sabía que querías justo ese pijama —respon-dió Linda con una sonrisa—. Llévate el de ositos.

Emily la miró de soslayo, cruzándose de brazos.—Ni hablar.—Eh, ¿a qué viene tanto capricho? —preguntó Linda,

apoyándose en el marco de la puerta.

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—No es un capricho. Mis compañeros de clase no me pueden ver con el pijama de ositos. ¡Me tomarían el pelo toda la vida!

Linda se rio.—Está claro que estás creciendo. ¡Jamás te había im-

portado tu look!—No es una cuestión de moda, mamá. Se trata de su-

pervivencia. Es lo que tiene estar en secundaria.Linda se dirigió decidida hacia el armario.—De acuerdo, veamos cómo puedes salir indemne de tu

primera excursión —dijo, hurgando entre la ropa de su hija—. ¿Camiseta de manga larga y leggings de algodón?

Emily examinó la ropa con mirada crítica, luego asintió. —Sí, podría ser —respondió, y la metió en la mochila,

apelotonándola para que entrara.Linda estuvo a punto de decir que podría estropearse,

pero lo dejó estar. Su hija ya parecía bastante nerviosa.—¿Lo tienes todo?—Sí, mamá.—¿Saco de dormir?Emily le echó una mirada de reojo, que significaba «Por

supuesto, ¿por quién me tomas?».—¿Comida?—Sí.

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Capítulo 1

—¿Cepillo de dientes, pasta y toalla?—Sí.—Ropa de recambio.—Sí.—Pañuelos.—Sí.—Zapatillas.—No, las zapatillas no; son feas.—¿Y qué harás?—¡Me pondré estas mismas! —dijo Emily, calzándose

unas botas de cordones, con la suela de goma gruesa, ya abrochadas para tardar menos.

Linda levantó la mirada al cielo, sin comentarios, y preguntó:

—¿Has cargado el móvil?—Sí —bufó Emily, que empezaba a hartarse de tantas

preguntas.—Quita la conexión a Internet, pues así la batería te du-

rará más.—¿Y si tengo que buscar alguna información?—Se la preguntas al profesor. O a tus compañeros de

clase. O a los guías del museo. No estarás sola en medio de la nada, Emily; vas al museo egipcio con el colegio, no partes a explorar el Sáhara en solitario…

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De excursión

Emily se encogió de hombros.—De acuerdo, pues ya está, ¡me puedo ir!—¿No te olvidas de algo? —preguntó Linda con una

sonrisita.—Sí, claro —respondió Emily, alzándose sobre las pun-

tas de los pies para estampar un beso en la mejilla de su madre.

—Sí, eso también, pero antes…Emily se dio con la palma en la frente.—¡El desayuno!Un instante después, estaba sentada en la cocina frente

a un bol de leche, en el que vertió una ración abundante de cereales al chocolate bajo la mirada perpleja del gato Percy, que de vez en cuando se dignaba dejar la librería sobre la que solía dormitar, para darse una vuelta.

—No, Percy, tú no puedes comerte esto —dijo Emily quitando la taza de debajo de la nariz del animal.

Tal vez tuviera razón Linda, Emily estaba demasiado nerviosa por una simple excursión del colegio. Pero es que no era una chica de once años cualquiera, sino ¡la propietaria de la Agencia de Investigación Wright! Desde que el tío Orville, desaparecido misteriosamente, había dejado a Emily y a Linda el cottage sito en el número 1 de Oak Road, en Blossom Creek, madre e hija se encontraban

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Capítulo 1

en la tesitura de dirigir una auténtica agencia de investi-gación. Así, a lo largo de unos pocos meses, Emily había tenido que enfrentarse a misterios, asesinatos, robos in-creíbles…, además de pasar una noche entera en una isla durante una tempestad, ¡y con un peligroso asesino cam-pando a sus anchas por los alrededores!

Emily sentía que había nacido para resolver casos mis-teriosos, era algo que sabía hacer, que formaba parte de ella como las pecas o su gusto por los dulces. El colegio, sin embargo, le daba ciertos problemas. No es que fuera mala estudiante; al contrario, sus notas eran muy buenas. El problema era la relación con sus compañeros. Su clase era estupenda, y también en la B había chicas y chicos muy simpáticos, pero no se trataba de eso…

—Mamá, ¿tú crees que debería ser más femenina? —pre- guntó Emily, y se metió en la boca una cucharada de leche con cereales.

—… Lo dice la niña a la que no le interesa nada la moda —respondió Linda, riéndose—. Si estás estupenda con va-queros y sudadera, ¡tienes tu propio estilo!

—No es una cuestión de ropa… —dijo Emily resoplando, y se tomó otra cucharada—. Es que… siempre voy con chicos.

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De excursión

—¿Y? Jamie, Riley y Scott son unos amigos maravillo-sos, me parece.

—Sí, pero mis compañeras de clase hablan siempre de actores y cantantes, y…

—Te sientes excluida.—Sí. ¡No sé ni con quién sentarme en el autocar! Las

otras ya están emparejadas, y ¡somos impares!—Bueno, siempre están Jamie, Scott o Riley…—Mamá, si en una excursión te sientas con un chico en

el autocar, ¡significa que es tu novio!Linda se rio. —¿De verdad? No conocía esa regla.—¡Todo el mundo lo sabe! Por eso, Scott se sentará con

Camilla, su novia. Jamie y Riley se sentarán juntos, por-que son amigos desde siempre, y yo me quedaré sola. Bueno, será todavía peor, terminaré sentada con el Calla-do, ese chico de la clase que no abre la boca.

Emily se imaginó la escena, y por su mente rondó la idea de que alguien pudiera pensar que era la novia del aburridísimo Callado. La joven detective se estremeció y se le cayó la cuchara en el bol ya vacío.

—A no ser que Riley prefiera sentarse contigo…—¡Mamá! —protestó Emily, arrepintiéndose por enésima

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Capítulo 1

vez de haberle confiado a su madre que estaba colada por su amigo.

Linda iba a responder, pero alguien llamó a la puerta. —¿Será un cliente de la agencia? —se preguntó Linda,

corriendo a abrir—. Ah, eres tú —dijo mirando a Matthew, que estaba en el umbral con una maceta de menta en la mano.

—Vaya, qué entusiasmo… —comentó él—. ¡Soy yo, que quería darte una sorpresa antes de ir a trabajar!

Linda le dio un beso rápido.—¡Por supuesto que estoy feliz de verte! Y… ¡Oh, men-

ta! Gracias, así esta noche puedo prepararte unas maravi-llosas verduras rellenas.

Emily se unió a ellos en el pasillo, con la mochila a la espalda.

—¡Ajá! ¿Cenita romántica, esta noche?Linda sonrió y Matthew se sonrojó.—Buenos días, Emily, ¿preparada para la excursión de

hoy? —preguntó. —Tenemos drama. Emily no sabe con quién sentarse en

el autocar —se fue de la lengua Linda. —¡Mamá! Deja de tomarme el pelo, ¡es muy importan-

te! —protestó la niña.Matthew asintió.

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De excursión

—Sí. Hay que tener mucho cuidado porque si un chico se sienta con una chica en el autocar, los otros piensan que son novios. ¡Todo el mundo lo sabe!

Emily miró a Linda como diciéndole «¡te lo he dicho!», y luego concluyó:

—Tengo que irme, ya voy retrasada.—Te acerco, si quieres —propuso Matthew—. Voy a arre-

glar los parterres del ayuntamiento y me viene de paso.—¿De verdad? ¡Gracias! —dijo Emily.—No te molestes, Matthew, puedo llevarla yo —se apre-

suró a decir Linda.—¿Voy a permitir que Emily se presente a su primera

excursión de secundaria escoltada por su madre? ¡Eso es de niños pequeños, lo sabe todo el mundo!

Linda se rio, encogiéndose de hombros.—Ah, bueno, si lo sabe todo el mundo… —dijo.Emily se montó en la furgoneta de Matthew sonriendo

agradecida. Si bien al principio se había sentido algo ce-losa ante la idea de que su madre tuviera novio, lo cierto era que su padre había fallecido muchos años atrás, y Matthew siempre le había caído simpático. Además, el jar dinero de Blossom Creek había resultado ser un buen aliado en los pequeños problemas de la vida cotidiana de Emily: siendo tímido por naturaleza, captaba muchas co-

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Capítulo 1

sas que a una persona extrovertida y segura de sí misma, como Linda, ni se le pasaban por la cabeza.

En la plaza estaban ya casi todos, impacientes por partir. Emily le dio las gracias a Matthew, se colgó la mochila a la espalda y se apeó de la furgoneta. Los otros se habían reunido en grupos y parecían disfrutar hablando a voces.

Emily titubeó por un instante, preguntándose a qué grupo se dirigía. Normalmente, no habría tenido dudas y habría ido directa hacia Jamie, Riley y Scott. Pero el pro-blema del asiento en el autocar la tenía hecha un lío. Y, además, ese día sus tres amigos no formaban un grupo compacto como de costumbre.

Emily saludó a Scott, que apenas le hizo un gesto, por-que estaba arrobado, mirando a los ojos de Camilla, la chica del pelo a lo paje.

—He traído una tableta de chocolate al caramelo —le estaba diciendo—. Nos la podemos comer juntos durante el viaje.

—¡Es mi preferido! —gorjeó Camilla—. ¡Eres un tesoro!Emily levantó la vista al cielo. A ella también le gusta-

ban las chucherías, pero esos dos se pasaban de empala-gosos.

Jamie, en cambio, hablaba con tres chicas de la otra

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De excursión

clase. Dos de ellas lo miraban embelesadas, sin sentirse capaces de devolverle la palabra. Pero la tercera examina-ba su móvil, sin prestarle atención. Era casi tan alta como Jamie y tenía el pelo rubio, largo y sedoso, que le caía por los hombros en suaves ondas. Era la nueva de la B y pa-recía inmune a la fascinación que Jamie provocaba desde el momento en que fue elegido el más guapo del curso.

—Es la única que no le mira. Y por eso le gusta —co-mentó una voz a su espalda. Emily pegó un bote.

—Hola, Riley —saludó, dándose la vuelta y procurando no ponerse roja—. Sí, Jamie está colado por Gabrielle.

Pero aquella situación podría revertir en su favor, pen-só Emily. Si Jamie conseguía sentarse al lado de Gabrielle, puede que ella terminara cerca de Riley. A lo mejor en filas distintas, para que los demás no se burlaran, pero podría inclinarse hacia él y charlar todo el tiempo…

—Pues será mejor que Jamie la plante ya porque me prometió que nos sentaríamos juntos —dijo Riley reso-plando, y el sueño de Emily se pinchó como un globo.

La chica trató de disimular la desilusión, pero Riley ni siquiera la miraba ya.

—Ojalá no fuera él quien nos llevase de excursión —aña- dió el chico, señalando al profesor Bloom, que se estaba aproximando con una carpeta en la mano.

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Capítulo 1

Las cosas no iban bien entre Riley y el profesor. El chi-co estaba convencido de que Bloom lo odiaba y, en efec-to, el profesor lo tenía en su punto de mira. Pero tal vez fuera solo porque había sorprendido a Riley mientras lo imitaba en el recreo, y no para dejarlo en buen lugar pre-cisamente…

—¡Chicos! ¿Podéis callaros por un instante, que no pue-do ni oír mis propios pensamientos? —exclamó el profesor Bloom y, de inmediato, el griterío de los presentes se re-dujo a un murmullo—. ¡Oh! Muchas gracias. La profesora Sherman, de la B, y yo hemos accedido a acompañaros en vuestra primera excursión y esperamos de vosotros un comportamiento ejemplar, o no haréis ni una más en los próximos cursos. ¿Entendido?

El murmullo se transformó en algunas frases desgana-das de «sí, profesor», que fueron sustituidas enseguida por una explosión de gritos de entusiasmo ante la llegada del autocar.

—Como hablarle a una pared —susurró el profesor con expresión ceñuda—. No corráis, ¡hay sitio para todos!

La oleada de chicos y chicas se dirigió al vehículo, dán-dose codazos para acceder a los mejores asientos, y de pronto Emily se quedó sola en la plaza.

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De excursión

—Venga, Wright, muévete —ordenó el profesor Bloom, sobresaltándola.

Emily tragó saliva y, paso a paso, subió los peldaños.

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