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Felipe G. Hernández Muñoz - Veinticinco años de crítica textual griega.

VEINTICINCO AÑOS DE

CRÍTICA TEXTUAL GRIEGA

ISBN - 84-9822-471-3

Felipe G. Hernández Muñoz

[email protected]

Universidad Complutense de Madrid

© 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

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Felipe G. Hernández Muñoz - Veinticinco años de crítica textual griega.

ÍNDDIICCEE

II.. PPRREESSEENNTTAACCIIÓÓNN:: Planteamiento y objetivos de nuestra actualización.

IIII.. IINNTTRROODDUUCCCCIIÓÓNN: El crítico y la crítica textual. "Patología" y "arqueología"

del texto. "Metódicos" y "eclécticos". Las nuevas corrientes de reflexión en crítica

textual griega.

IIIIII.. LLAA CCUUEESSTTIIÓÓNN DDEELL ""MMÉÉTTOODDOO"" EENN CCRRÍÍTTIICCAA TTEEXXTTUUAALL GGRRIIEEGGAA ((II)): La

"crisis" del "método stemmático": Maas (Lachmann) vs. Pasquali (y sus epígonos):

"Recentiores, non deteriores" vs. "comburendi, non conferendi". El "método" en las

operaciones de la crítica textual: recensio-collatio-emendatio-constitutio textus.

IIVV.. LLAA CCUUEESSTTIIÓÓNN DDEELL MMÉÉTTOODDOO EENN CCRRÍÍTTIICCAA TTEEXXTTUUAALL ((IIII)).. Cuestiones

"abiertas":

1. La noción de "arquetipo": ¿"puro" (perfecto) o "impuro" (defectuoso)?. Su

reconstrucción a través de los errores comunes. Errores "conjuntivos" y "separativos".

La identificación y subsanación del error: ¿"cruz" o conjetura? Posturas ante la

conjetura.

2. "Stémmata" bífidos y "plurífidos". Probabilidad estadística y "escepticismo

stemmático". La (im)posibilidad de la selección automática de variantes. Nociones de

"error" y "coincidencia". El "error significativo conjuntivo" y el "reducto de

incertidumbre": "paradojas" de un ejemplo maasiano. ¿La coincidencia en el acierto no

es significativa?

3. Nociones de "error" y "variante". "Variantes de autor" vs. "variantes de

transmisión". "Recensión" y "contaminación". Recensión "abierta" y "cerrada".

Cronología del supuesto arquetipo y su transliteración(es). "Eclecticismo" de los

papiros (o de la transmisión manuscrita). "Arquetipo parcial", "móvil", con variantes y

ediciones antiguas.

4. Recentiores non semper deteriores. Coincidencias con papiros y citas

antiguas. Tradición directa e indirecta. Anticipación de conjeturas. ¿Tradición o

conjetura? "Elogio de la variante" y "elogio de los recentiores": "in dubio pro variante".

Los recentiores y las fuentes de las ediciones aldinas.

5. Algunos ejemplos de autores de transmisión discutida: Demóstenes y el rétor

Menandro.

6. Tradición y crítica de textos: "la crítica textual debe ser histórica". La historia

de la transmisión y los factores materiales.

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Felipe G. Hernández Muñoz - Veinticinco años de crítica textual griega.

VV.. BBAALLAANNCCEE YY PPEERRSSPPEECCTTIIVVAASS: nuevas tecnologías y ediciones de textos.

Hacia una gran ciencia del texto y su soporte manuscrito.

VVII.. BBIIBBLLIIOOGGRRAAFFÍÍAA CCIITTAADDAA:

1. Alfabética

2. Temática

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Felipe G. Hernández Muñoz - Veinticinco años de crítica textual griega.

I. PRESENTACIÓN:

Planteamiento y objetivos de la presente actualización.

Nos proponemos dar cuenta de los principales caminos por los que ha

discurrido la crítica textual griega (y en buena parte también la latina1) en los últimos

veinticinco años2, labor ardua si se repasa la ingente bibliografía publicada, "in

crescendo", además, en los últimos años3. El espacio disponible nos ha impuesto una

selección: la de la bibliografía de alcance más general, dejando de lado las

discusiones textuales sobre pasajes concretos4 y las contribuciones relacionadas

directamente con otras materias conexas, como la paleografía, la codicología y la

papirología. No obstante, habrá inevitables solapamientos con ellas5.

Han sido éstos años de fecunda producción, tanto desde el punto de vista

teórico como práctico, en el ámbito del que nos ocupamos, con una destacable

participación de colegas de nuestro país. A ellos, como sincero homenaje, van

dirigidas, en primer lugar, las presentes páginas: recuerdo aquí los nombres de J.

Lasso de la Vega, autor, en 1984, de la magistral Actualización sobre la materia; de G.

Morocho Gayo, quien entre los años 1981 y 1982 publicó en cuatro entregas una

1 Para este ámbito más específico remitimos al trabajo de Deltz 1997.

2 Nuestro punto de partida lo hemos situado en el entorno de los años ochenta. El trabajo se inserta dentro del proyecto de investigación (MEC) con ref. HUM2005-02415/FILO. Una versión preliminar y más reducida del mismo fue leída como ponencia en el curso de actualización en Filología Griega celebrado en el C.S.I.C. (Madrid, 2004). Se agradecerá el envío de cualquier sugerencia o comentario a [email protected]

3 Hasta el punto de que un habitual en los foros de crítica textual durante estos años como M. Reeve (2000, p.206) ha podido concluir, con su punta de ironía, un estudio reciente sobre los resultados y la perspectivas de la crítica textual, especialmente en el ámbito latino, con la afirmación de que será necesario en el futuro más de un "navegador" en internet para acceder a toda la información disponible. En nuestro caso, queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a P. Pablo Fuentes González por su ayuda en este aspecto, así como a Carmen González Vázquez.

4 En el caso español pueden localizarse con cierta comodidad en los trabajos de A. Bernabé (1994) y H. Rodríguez Somolinos (2003, capítulo 7, "Historia de los textos"). Sólo la mención y breve comentario de toda la bibliografía española publicada en estos años sobre pasajes concretos superaría el espacio del que podemos disponer.

5 Como sin texto no hay verdadera filología (Ballester 1987, p.319), la crítica textual se relaciona, de uno u otro modo, con todas las disciplinas filológicas, como la codicología (Díaz y Díaz 1986), la métrica (Gentili en Ferrari, 1998, pp.139-150), semántica, sintaxis (Adrados 1998 y D'Ippolito 1997) y paleografía (Irigoin 2000), por citar algunas. Incluso también con la teología (Gil 2002, p.17) porque es una "ascesis continuada", "un camino de perfección" que exige tres virtudes principales: fe en el buen criterio de los filólogos, esperanza en las facultades humanas para restaurar un texto, y caridad frente a los errores del prójimo.

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verdadera historia de la crítica textual y la transmisión de los textos griegos (recogidos

en el año 2003 -junto a otros trabajos- en un volumen de homenaje); de J. Lens, autor

en 1983 de un excelente trabajo sobre el "arquetipo" y la transmisión de los textos; de

A. Bernabé, que publicó en 1992 un Manual imprescindible (y actualmente agotado,

siendo urgente su reedición) y, en 1994, un estado de la cuestión sobre la crítica

textual griega y latina en España; de A. Bravo, con sus múltiples trabajos paleográficos

y codicológicos; de A. Revilla y G. de Andrés con sus magníficos catálogos de

manuscritos, y una larga nómina de colegas que tanto han hecho por el progreso de

una materia tan difícil como apasionante, y que por falta de espacio no podemos citar

aquí. A todos ellos, pues, el más sincero reconocimiento.

La misma limitación de espacio nos obliga a hilar nuestra exposición sobre las

cuestiones todavía más abiertas y debatidas. En texto y notas se citará de manera

abreviada (y completa en la selección final) una bibliografía que, si no exhaustiva, sí la

consideramos lo suficientemente nutrida como para que el lector interesado pueda

ampliar la información que aquí ofrecemos (las siglas de revistas son las del Année

Philologique). No obstante, habrá inevitables omisiones por las que ya de antemano

pedimos disculpas. También nos excusamos por las reflexiones personales que al hilo

de la discusión vayamos introduciendo, nacidas, sobre todo, de nuestra experiencia

con textos de autores de transmisión actualmente muy debatida: Demóstenes y el

rétor Menandro.

II. INTRODUCCIÓN:

El crítico y la crítica textual. "Patología" y "arqueología" del texto. "Metódicos" y

"eclécticos". Las nuevas corrientes de reflexión en crítica textual griega.

Entremos ya en materia. M. West (1973, p.57) decía que el crítico de textos es,

sobre todo, un "patólogo" a la búsqueda de los errores deslizados en la transmisión de

los textos, aunque nosotros preferimos verlo en forma más positiva como un

"arqueólogo" de los textos, alguien que "excava" en ellos para intentar dar con la forma

más cercana a la que pergeñó su autor. La crítica textual, entendida no como juicio

estético sobre los textos literarios (van Groningen 1963, p.79), sino como el conjunto

de operaciones que el editor realiza sobre las variadas formas en que se nos ha

transmitido un texto para restituir lo que fue su forma original, cuando salió de manos

de su autor, o remontarse todo lo posible a él6, ha pasado de ser mero auxiliar,

6 "Objetivo de la crítica textual es la restitución de un texto que se acerca lo más posible al original (autógrafo)" (Maas 1950, parág. 1, p.5)

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"ancilla" de los estudios filológicos a "alma mater" de los mismos, como ya enfatizara

Schleiermacher, una de las formas más puras de ejercicio de la filología7, aunque

todavía ocupa un lugar fluctuante entre la ciencia8 y el arte (Gentili 1981, Lasso de la

Vega 1984)9. Y en esta dicotomía reside aún la cuestión que todavía divide las dos

principales actitudes que han adoptado -y siguen adoptando- los críticos textuales: la

de aquellos que insisten en su carácter científico, heredero todavía de las

formulaciones de Lachmann y Maas, empeñados en la búsqueda de un método que se

dice objetivo, casi mecánico, que pretende reducir al mínimo la intervención subjetiva

del crítico en la elección de las variantes transmitidas y apelan, sobre todo, a criterios

de antigüedad genealógica, frente a la de aquellos otros, más eclécticos, que siguen

reivindicando la soberanía del iudicium crítico, irreductible a unas reglas fijas, para

ponderar calidades y antigüedades de las lecturas, mirando más a Pasquali que a

Lachmann y Maas, porque, como decía Housman, la verdadera línea de división se

encuentra entre las propias variantes y no entre los manuscritos.

Es cierto, y volveremos luego sobre ello, que las posiciones extremas se han

acercado considerablemente en los últimos años, y que tanto unos como otros han

reconocido la necesidad, como ya recomendara Irigoin10, de anclar la crítica en la

7 "Filología por excelencia" la denomina Morocho (2003, p.6). "El primer cometido de un filólogo debe ser identificar, organizar y expurgar, separando lo auténtico de lo falso, ese material deteriorado, a fin de reconstruir un texto tan cercano al original como sea posible" (Ballester 1987, p.319).

8 El mismo Morocho (2003, p.105) habla más bien de una "actitud científica": "No parece que haya una ciencia de la crítica de los textos, sino más bien una actitud científica".

9 A mediados del s. XVI ya F. Robortello titulaba su obra De arte sive ratione corrigendi antiquos libros disputatio.

10 "La critique des textes doit être historique" titulaba ya en un célebre trabajo publicado en 1981 por E. Flores (Actas del Congreso Internacional de Nápoles, 1979), recopilado recientemente por el propio Irigoin en el volumen de conjunto La tradition des textes grecs, París 2003, pp.19-36. En otro volumen de recopilación editado con anterioridad (Tradition et critique des textes grecs. Pour une critique historique, París 1997), el propio Irigoin glosaba así el alcance de su trabajo (p.276): "la crítica de textos debe ser histórica, es decir, debe tener en cuenta no solamente los hábitos que se presumen en tal o cual autor, sino también la historia del texto concernido, las condiciones y etapas de su transmisión, la manera en que ha sido leído y comprendido". El volumen de 1997 incluye, además de las conferencias pronunciadas en l'École Pratique des Hautes Études entre 1965 y 1979 (Hipócrates, Menandro y Baquílides, historiadores griegos, Plutarco, Diógenes de Enoanda y los escolios homéricos, Platón, la Antología griega y los trágicos), las lecciones dictadas en el Collège de France entre 1986 y 1992 (Platón y Aristóteles, Hipócrates y Galeno, y los trágicos griegos) una introducción y una conclusión general. El volumen de 2003 es todavía más amplio: un total de cuarenta y siete trabajos, de los que aproximadamente la mitad (más cuatro inéditos) entran dentro del ámbito cronológico de nuestra actualización: en ellos se pasa revista a los accidentes materiales del libro manuscrito, al quehacer filológico de los alejandrinos, a las tradiciones manuscritas de Aristóteles, Plutarco y Pausanias, a las tradiciones impresas de Homero, Hipócrates y Galeno, a las traducciones árabes de los tratados médicos griegos, además de detenerse en el

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precisa historia de los textos, sin descuidar los factores materiales, que tanto afectan a

la transmisión11.

La crítica textual tampoco ha sido ajena, como ha ocurrido en otras parcelas, a

la reflexión epistemológica, casi ontológica, sobre la existencia del objeto propio sobre

el que versa, el texto, no sólo con la especulación de si existe verdaderamente un

texto de autor, sino la más funcional acerca de lo que pretende reconstruir el editor: en

los últimos años el acento se ha ido desplazando desde el desideratum del texto

original del autor ("Urtext") -si es que realmente lo hubo- hacia el texto transmitido y

reconocido como tal por cada época. En este sentido, resultan sugerentes las

distinciones procedentes del campo de la lingüística, entre "sistemas" y "diasistemas"

textuales, o la más generativa entre "estructura profunda" y "superficial" del texto.

En efecto, ya desde mediados del siglo pasado se han dejado sentir con fuerza

en la crítica textual griega las reflexiones procedentes de la lingüística, con las ideas,

por ejemplo, de C. Segre, surgidas de la dialectología de O. Weinreich, sobre el

compromiso que supone el "diasistema" del texto que ofrece el manuscrito entre dos

sistemas culturales en contacto: el del texto modelo y el del propio copista. O las de

orientación más generativa, con la distinción entre una estructura profunda del texto

que se concreta en diferentes realizaciones o estructuras superficiales en cada

copista. En este sentido, es sugestiva la tesis de la "difracción" del texto (o dispersión

de sus variantes) de G. Contini: el texto primario se "refracta", se espeja, en sucesivas

imágenes o copias que omiten la lectio difficilior ("difracción en ausencia") o la

preservan (“en presencia”), provocando la "difracción" en los otros manuscritos

(Orduna 2000, p.61)12.

importante papel que en la transmisión desempeñó el sur de Italia y de estudiar importantes figuras antiguas (Marcos Mousouros) y modernas (G. Pasquali y P. Chantraine) de la crítica textual griega. Razones de comodidad nos aconsejan citar los trabajos incluidos con referencia a dichos volúmenes, que, además, cuentan con la ventaja de incluir útiles índices. Como puede verse en los títulos de ambos volúmenes, para Irigoin los conceptos de "crítica textual y "tradición" no pueden disociarse. Con esta idea entronca otro de los grandes críticos actuales, G. Cavallo, quien también acaba de publicar reunidos (Dalla parte del libro. Storie di trasmissione dei classici, Urbino 2002) ocho trabajos publicados entre 1986 y 1999 sobre los factores sociales, culturales y, sobre todo, materiales, que intervienen en la transmisión de los textos griegos, más uno ya aparecido en 1975 acerca de la importancia en esta transmisión del sur de Italia. También en este caso preferimos citar los trabajos incluidos de Cavallo con la referencia a este volumen. 11 Éste es precisamente el contenido del "añadido" de Cavallo (2002, p.28) al "decálogo de doce principios" de G. Pasquali: "I caratteri materiali connotanti vettorii del testo possono in determinati casi indicare fatti, modi, fasi della sua storia (e talora della sua stessa scrittura)".

12 Entre la lectio facilior y la difficilior se situaría el principio de la lectio media, enunciado por Bengel (cf. Flores 1998, pp.23-24). En realidad, el nombre de Orduna en algunas referencias aparece como Orduña: mantenemos la primera forma para uniformar las citas.

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Estas reflexiones han conducido casi de una manera natural, como

afirmábamos antes, a un cuestionamiento epistemológico sobre el objetivo último de la

crítica textual, esto es, el texto, hasta proponerse, incluso, una disciplina autónoma, la

"textología", término, sin embargo, equívoco (Bernabé 1992, p.103), que ya fuera

propuesto ("Textologie") con otro sentido por Tomachevski en 1928. En efecto, uno de

los problemas que actualmente más se debate en crítica textual afecta a la existencia

en sí del texto editado o, mejor dicho, a la cuestión de qué es lo que realmente se

edita o quiere editar, qué es lo que recuperamos o intentamos recuperar: ¿el texto

original de un autor?, ¿el texto de un "arquetipo", fuente de una tradición posterior?,

¿un texto reconstruido en abstracto pero originalmente inexistente como tal?, ¿un

híbrido de otros textos transmitidos bajo el nombre del mismo autor?, ¿lo que el autor

quiso escribir pero no nos ha sido transmitido? (Dover 1997, p.45), ¿el texto divulgado

-y aceptado como genuino- en una determinada época o tradición, pero distinto al de

otra? (Cavallo 2002, p.13). Todas estas cuestiones nos llevan a otra ontológicamente

más inquietante: ¿existe realmente el texto editado antes de serlo? En este debate

sobre la hipótesis del texto la moderna crítica textual se aproximaría a algunas

disciplinas de la ciencia moderna, como la física y ciertas partículas elusivas (por

ejemplo, los llamados "monopolos"), al cuestionar la existencia misma de la materia

sobre la que versan. Desde el ámbito científico la teoría de la relatividad y el principio

de indeterminación se han trasladado también al filológico, haciendo del texto algo

fundamentalmente relativo e indeterminado.

La cuestión se complica aún más si en algunos casos debemos contar con las

"variantes de autor", es decir, con la hipótesis de que un mismo autor ha reelaborado

su obra a lo largo del tiempo, como ocurre, por ejemplo, con Demóstenes y

Aristófanes. Si se quiere editar -pongamos por caso- la Tercera Filípica de

Demóstenes, ¿qué debemos editar: la primera versión corta o la posterior más larga?;

¿ambas a la vez, distinguiéndolas tipográficamente13, como hacen los editores

oxonienses Butcher y Dilts? No tiene, pues, nada de extraño que frente a un concepto estático del texto

("parmenídeo" lo llama Orduna) cada vez cobren más fuerza, especialmente en

Francia y Alemania, corrientes como la "crítica genética" (Hay 2002) que insisten en la

faceta esencialmente dinámica del texto ("heraclítea", según Orduna), tanto en su

génesis por el autor como en la transmisión a través del tiempo14. Es cierto que el

13 Cf. Petitmengin en Most (1998, p.224)

14 Frente a la "genética" de la creación por parte del autor, la de la transmisión insiste en los sucesivos cambios que los copistas introducen en el texto. Entrarían aquí en juego consideraciones que hacen de él algo casi "virtual" (Cerquiglini 1989) o, al menos, en estado

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primer aspecto, como ocurre, por ejemplo, con las diferentes etapas de la génesis del

Ulises de Joyce o de las Poesías de Fray Luis de León, encuentra difícil extrapolación

en la literatura clásica y, aunque hay constancia de diferentes redacciones de sus

obras por parte de Aristófanes, Demóstenes o Cicerón, no obstante podemos seguir

considerando con Pasquali (p.419) las "variantes de autor" como la última ratio en

crítica textual griega15. Diferente es el caso de las "variantes de transmisión" (Mariotti

1985): aquí la literatura griega nos ofrece un campo verdaderamente propicio donde

se despliega un texto "polimorfo" (Gentili 2000, p. 325) difícil de reducir a una sola

forma modélica.

Una primera conclusión se desprende de lo manifestado hasta ahora: la crítica

textual griega en los últimos años se ha caracterizado por una amplísima bibliografía,

fruto de un interés renovado por ella, como lo prueban los numerosos volúmenes

colectivos y monografías dedicadas a la reflexión sobre el fenómeno de la edición y la

transmisión de los textos, en general y con especial atención a los clásicos16, así como

"fluido", en permanente "devenir". Desde esta perspectiva, la edición crítica es una ficción frente a la "scribal version" que reproduce un texto real del que el copista es verdadero editor (el "escriba-editor" de A. Vàrvaro, en Ferrari 1998). Orlandi (1995, pp.29-30) ve esta "scribal version" "como una redacción del texto que se debe reproducir y respetar, en cuanto documento de un modo de leer la obra que respondía a exigencias reales en determinados ambientes (escuelas monásticas, episcopales, etc.)". Traspasaríamos así los confines de la crítica textual para adentrarnos en la literaria, porque la legitimidad de estas "versiones" dependería, en definitiva, de la coherencia interna de un texto "recreado" más que transmitido.

15 Parece que fue C. Rittershusius (1560-1613) el primero que sostuvo que las diferentes lecciones pueden deberse a varias ediciones de una misma obra o a variantes añadidas por el autor, cf. Giarratano 1973, p. 724.

16 Resulta difícil condensar esta bibliografía general. En orden alfabético, para facilitar su localización, podemos citar, por ejemplo, los volúmenes editados por Cavallo (1987), Dummer (1987), Ferrari (1998), Flores (1981), Grant (1989), Hamesse (1992 a), Landon (1988), Most (1998), Reitz (1997) y Stusi (1985). Mención especial hay que hacer -como ya antes apuntábamos- de tres volúmenes con recopilación de trabajos sobre crítica y tradición de los textos griegos: los de Irigoin (1997 y 2003) y Cavallo (2002). Hasta la época que nos ocupa (los años ochenta) pueden encontrarse actualizaciones y estudios de conjunto, con distintas orientaciones, en Alberti (1979), Campanale (1984), Cesarini (1984), Contini (1986), Cerquiglini (1989), Dover (1997), Eigler (2000), Elliott (1991), Fuhrmann (1992), Gastaldelli (1979), Gentili (1999), Gronemeyer (2002), Hay (2002), Jacob (1999), Longo (1981), Luck (1981 y 1984), Maehler (1998), Nichols (1990), Reeve (2000), Salvatore (1983), Segre (1991), Sinkewicz (1990) y Wilson (1987). Toda esta bibliografía acredita un interés renovado por la crítica textual y la transmisión de los textos, del que también dan prueba las reediciones y traducciones (especialmente al italiano) de clásicos como van Groningen (1980), Fränkel (1983), Kenney (1995, cf. Morani 1997 y Zurli 1996), Pasquali (1988), Reynolds-Wilson (1986) o West (1991). No ha faltado tampoco la bibliografía en español: además del espléndido volumen colectivo publicado en Murcia en 1986, podemos citar, entre otros, los nombres de Ballester (1987), Bernabé (1992 y 1994), Bravo (1978), Caballero (1999), Gil (2002), Guzmán (1980), Lens (1983), Lasso de la Vega (1984), Martín (1999), Martínez Hernández (2001), Morocho (2003), Orduna (2000), Pérez Priego (1997) y Rodríguez Somolinos (2003), sin contar -como ya advertimos antes- con las observaciones textuales a pasajes concretos. La bibliografía más específica se irá detallando en cada apartado.

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por la irrupción de nuevas corrientes procedentes fundamentalmente de la lingüística

(estructuralismo, funcionalismo, generativismo) y de la filosofía (fenomenología)17, con

más reflexiones teóricas que aplicaciones prácticas en nuestro campo.

III. LA CUESTIÓN DEL "MÉTODO" EN CRÍTICA TEXTUAL GRIEGA (I):

La "crisis" del "método stemmático": Maas (Lachmann) vs. Pasquali (y sus

epígonos): "Recentiores, non deteriores" vs. "comburendi, non conferendi". El

"método" en las operaciones de la crítica textual: recensio-collatio-emendatio-

constitutio textus.

Descendiendo de las reflexiones generales al campo más específico de las

"cuestiones de método" (Canfora 2000) en crítica textual griega, todavía somos

deudores de la fecunda polémica abierta en el siglo pasado entre P. Maas y G.

Pasquali18, y sus respectivos epígonos. Es sabido que Maas es la culminación de una

orientación profundamente racionalista, casi idealista, que se inició en la crítica textual

neotestamentaria19 y culminó con las figuras de Lachmann20 y Maas21. Su pretensión 17 Cf. Contini (1986), Segre (1991 y 1998), Flores (1998), Cozzolino (1998), Petitmengin (1998) y Hay (2002). Para Avalle y su "fenomenología del original", el concepto mismo de original supone una concepción estática de la obra literaria, cf. Orduna 2000, p.63.

18 Para el contexto de la polémica, cf. Garzya 2002.

19 Cf. Vaganay (1986 y 1991), Epp y Fee (1993) o Metzger (1996), por citar algunos títulos recientes para una iniciación en la crítica textual del Nuevo Testamento. Ramírez Olid (1989) ha estudiado la relación entre el texto de S. Mateo y los códices de la vetus latina.

20 "La crítica textual contemporánea se ha escrito siguiendo los postulados teóricos de Lachmann o atacándolos" (Morocho 2003, pp.98-99). Los precedentes de Lachmann ya fueron bien estudiados por Timpanaro (1985 a: edición revisada y ampliada) y, más recientemente, por Fiesoli (2000). Schmidt (1988) destacó las incompresiones a que dio lugar el método, mientras que Kristeller (1984) subrayó los "méritos" y "limitaciones" del mismo, y Orlandi (1995, p.25) ha subrayado que "una conducta pragmática como la de Lachmann (...) puede aún rendir buenos servicios". Cecchini (1982), por su parte, modificó, junto a otros filólogos como La Penna, Grassi y Bormann, algunas de las llamadas "reglas de Lachmann" formuladas en 1817. Sobre el carácter relativo de las "reglas" en crítica textual, cf. Guzmán (1980) y Tov (1982). La formulación de estas "reglas" se asocia a las ediciones del Nuevo Testamento con nombres como Bengel (el primero, al parecer, en formular el principio de lectio difficilior, potior, que también falla cuando el copista o intérprete, en lugar de trivializar -que es lo más frecuente-, complica el texto recibido), Wettstein y, sobre todo, Griesbach, cuyas "reglas", según Pasquali, deberíamos aprender los filólogos de memoria, pero la única que resiste toda crítica es la casi tautológica de lectio melior, potior, "y la elección será tanto más juiciosa cuantos más sólidos sean los conocimientos del crítico y más fina su sensibilidad literaria. La crítica no deja de ser un arte" (van Groningen 1963, p.115). 21 Al parecer, extrañamente Maas no cita ni una sola vez a Lachmann en su Textkritik, de la misma manera que West, cuyo libro fue planeado en gran medida para sustituir al de Maas, no cita tampoco a éste entre los que él mismo recomienda (cf. van Groningen 1963, p.268, y Pieraccioni en Pasquali, reed. 1988, p.VI) o Irigoin no cita a Maas en su introducción general a su volumen de 1997, pp.3-30. Flores (1998, pp.64-65) ve en Maas la culminación de una

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Felipe G. Hernández Muñoz - Veinticinco años de crítica textual griega.

de objetividad se centraba en la reconstrucción casi mecánica de una forma

"arquetípica" del texto (luego volveremos sobre el polémico concepto de "arquetipo")

con la menor intervención posible de la subjetividad del crítico (una recensio sine

iudicio et sine interpretatione22) y tendencia a sobrevalorar la antigüedad del codex

optimus y a desacreditar las variaciones de los manuscritos más tardíos: recentiores,

deteriores. Frente a ella, G. Pasquali quiso imprimir un sesgo menos teórico y

abstracto ("critica textualis more geometrico demonstrata" definió Pasquali la Textkritik

de Maas), más anclado en la historia, incluso material, de los textos, y atento a la

singularidad de cada testimonio, aun tardío, que hay que valorar sin prejuicios23:

recentiores, non deteriores24. El "fuego cruzado" perduró durante años25: en la edición

de 1957 de su Textkritik Maas incluyó un Apéndice (Rückblick 1956) titulado

precisamente Recentiores, non deteriores –no incluido en la traducción italiana de cadena cuyos eslabones principales son Escalígero, Hemsterhuis y Lachmann, con un peso muy importante del componente matemático, que en el caso de Maas se acentuaría con la influencia de Frege y el llamado "Círculo de Viena".

22 "Recensere sine interpretatione et possumus et debemus", como afirma categóricamente Lachmann en su Prefacio a la edición del Nuevo Testamento.

23 Pieraccioni (en la presentación de la reedición de 1988 de la Storia de Pasquali, p.VI) lo encuadra dentro de la "nueva filología" que definiera M. Barbi (cf. Orlandi 1995, pp.38 ss.). Para las relaciones de Pasquali con la "New Philology", cf. tambien Wenzel 1990 y Falqué 2001.

24 Así, con coma, el cap. IV de su Storia, no sin ella, como tituló Browning un artículo de 1960, aparece en Maas en su breve reseña de Belfagor (23, 1968, pp.359-360) y todavía perdura en algunos trabajos (Bernabé 1992, p.69). Sintáctica y conceptualmente pueden existir matices diferentes: sin coma, habría que entender una frase en que el sujeto es recentiores: "los códices más recientes no son los peores". Con coma, sin embargo, la afirmación se atenúa porque tendríamos una frase con sujeto elidido: "los códices (objeto de la discusión) son más recientes, (pero) no peores". Al parecer, la célebre frase de Pasquali tiene sus precedentes en P.E. Huschke (1914).

25 La 1ª ed. de la Textkritik de Maas es de 1927 (publicada por Teubner como parte VII de la Einleitung in die Altertumswissenschaft de Gercke-Norden, vol. I). De 1929 es la reseña crítica que de ella hace Pasquali en Gnomon (5, 417 ss.), a raíz de la cual, según propia confesión, concibió la idea de publicar su Storia, que aparecería en 1934. Un ejemplar de ella con anotaciones manuscritas de Maas, probablemente con vistas a una reseña, se encontraba en posesión de M. Reeve (cf. Pieraccioni en la presentación de la reedición en 1988 de la Storia, p.V, n.10). Tres años antes, en una comunicación a la Academia del Lincei (1931) Pasquali ya había anunciado la preparación de su Storia y sus objetivos: principalmente encontrar alguna cura contra la "irremediable" contaminación que constataba Maas. Es sabido que el capítulo IV de la Storia es el célebre titulado Recentiores, non deteriores. En 1950 se publica la reedición de la Textkritik de Maas, con la inclusión del Anhang I "Leitfehler und Stemmatischen Typen", que provoca la recensión de Irigoin en AC de 1953, en la que le reprocha su escaso interés por la crítica histórica. Sobre la 2ª edición de 1950 se realiza la traducción italiana de N. Martinelli, con presentación de G. Pasquali (1966, 2ª ed.). La 3ª (1957) y 4ª edición (1960) de la Textkritik de Maas incluye un Apéndice (Rückblick 1956), cuyo 2º capítulo se inicia con el título Recentiores, non deteriores, y termina con "comburendi, non conferendi", en alusión al famoso capítulo de Pasquali. La publicación en 1986 de los Scritti filologici de Pasquali nos permiten ahora conocer mejor el desarrollo de sus ideas, la "génesis del pasqualismo", para parafrasear lo ocurrido también con Lachmann (Timpanaro 1985 a y Fiesoli 2000) y Maas (Canfora 1982).

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1966-, que concluye, en clara réplica a Pasquali, con un comburendi, non conferendi,

frase que, al parecer, es un dudoso eco de Cobet (Carlini 1997, p.7), y que ha sido

agriamente respondida desde Italia: Montanari (1999, p.258) la califica de "estocada

ingeniosa e injustificada" con "el sabor de un desahogo" (p.262), y Canfora (1982,

p.379) como "duro y falaz ataque"26.

Tal vez de manera un tanto simplista, en los nombres de Maas y Pasquali

quedan simbolizadas, más que dos corrientes opuestas, dos sensibilidades diferentes

a la hora de abordar la crítica textual: la de los llamados "metódicos" y la de los

"eclécticos". Y, frente a ellos, los que buscan un punto de equilibrio entre ambos, entre

el sano apego a un método riguroso y objetivo (la Textkritik es un método de indudable

valor, no el único método), y la apertura, sin descalificaciones apriorísticas27, al rico

filón que nos puede llegar de los códices recentiores, tan numerosos como

tradicionalmente descuidados28 en nuestras bibliotecas. Sin llegar a la exageraciones

de Dawe (que le valieron la crítica de Irigoin29), mediaríamos en la polémica con un

recentiores non semper deteriores30. Un método, pues, "flexible" (West 1973, p.102) y

eminentemente pragmático y "funcional", como ya reclamaba Kenney, que valore en sí

misma cada lectura hallada, sin pretender responder a la cuestión, tal vez insoluble, de

la procedencia de dicha lectura (Reynolds-Wilson 1986, p.209), tratando de distinguir

entre tradición y conjetura.

Si a Maas hay que reconocerle el mérito indudable de elaborar un riguroso 26 Ecos de la polémica también en Browning (1960), Timpanaro (1985 b) y Campanile (1992), Montanari (2003), sin interpretarla necesariamente en términos "geopolíticos" como un enfrentamiento entre un humanismo del norte y otro del sur.

27 En este punto, un crítico tan pragmático como West (1973, p.50) es taxativo: "la cualidad de un manuscrito sólo puede establecerse leyéndolo". Lo contrario sería "una falta de respeto hacia los propios manuscritos" (van Groningen 1963, p.72). El mismo West recomendaba siempre en caso de duda tomar el manuscrito en las manos y examinarlo. Para él, la crítica textual es cosa, sobre todo, "de observación y práctica" (p.5), que se puede conseguir mediante el procedimiento de la "edición corregida": dar por buenos los aparatos de otra ediciones, eligiendo las variantes y enmendándolas cuando proceda. Más útil, si cabe, es el de la "edición ampliada", especialmente para la práctica escolar y el progreso de la propia crítica textual: partir de la edición más completa que haya de un autor u obra, completarla con el testimonio de otras ediciones, pero, sobre todo, con el de las variantes de otros manuscritos que hasta ese momento no se hayan colacionado.

28 Puede verse nuestra queja en Tempus 30, 2002, pp.59-66 ("El olvido de un género y de unos manuscritos"), a propósito de los manuscritos de Esquines y otros oradores.

29 "El eclecticismo al estilo de R.D. Dawe exigiría colacionar todos los manuscritos de un autor, incluso los más recientes" (Irigoin 2003, p.46). Para Irigoin, el reino del eclecticismo es el reino de la arbitrariedad (Id., p.123) y la posición de Dawe le parece "insostenible" (Id., p.31). Otro "ecléctico", D.L. Page, en su Prefacio a la edición de Esquilo (Oxford 1972, p.VIII) considera que una lectio debe ser juzgada "non stemmate igitur sed virtute".

30 O, con Bernabé (1992, p.70), recentiores aliquando non deteriores.

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método de clasificación genealógica de los manuscritos, el llamado método

"stemmático", ya prefigurado en Lachmann y sus precedentes, la obra de Pasquali ha

supuesto de facto la crisis31 de ese método o, para decirlo de manera más suave, la

puesta en evidencia de las "limitaciones del método stemmático" (Reynolds-Wilson

1986, p.205)32. Si Maas concluía precisamente su Textkritik (1950, p.31) con la

afirmación de que "contra la contaminación todavía no se ha encontrado ningún

remedio"33, la Storia de Pasquali demostró que dicho fenómeno -el acceso a varios

modelos o un modelo con variantes- era muy frecuente dentro de la literatura griega.

Ahora bien, Pasquali sí encontraba un "remedio" para la contaminación, que "todavía" 31 Cf. Reeve 2000, p.198. Para no verse paralizados por ella, los editores se han refugiado en el "eclecticismo", que valora individualmente cada lectura, independientemente de su antigüedad.

32 Reeve ya se cuestionaba en 1986 las disfunciones de dicho método, concretadas en 1989 en el problema de la eliminatio codicum descriptorum: en principio, el manuscrito copia deberá contener los errores de su modelo más los suyos propios, pero si el copista corrige algunos errores de su modelo, el proceso podría interpretarse -erróneamente- al revés. El claro rechazo del "método stemmático" en Victor (1996), sobre el ejemplo del texto de Terencio, se compensa con las defensas de Flight, quien lo considera válido tanto para tradiciones "complicadas (abiertas)" (1992) como "no complicadas (cerradas)" (1994). Pero, paradójicamente, otro trabajo del mismo Flight (1990), en el que intenta responder a la pregunta de Maas sobre el número de posibles "stémmata" según los manuscritos existentes, arroja la sombra de la improbabilidad estadística: con diez manuscritos -concluye Flight su complejo razonamiento algorítmico- "there are more than 100 billion possible stemmata" (p.122): de lo que se deduce la improbabilidad de que entre tantos (100.000 millones si optamos por el sentido americano -más limitado- de "billion") uno solo sea el correcto para diez manuscritos supervivientes de un autor, cuando en la mayoría de autores griegos se rebasa con creces ese número de manuscritos. No obstante, no se trataría de "jubilar" la noción de "stémma" en crítica textual griega, sino de reducirla a términos más relativos. La contribución de la estadística, con "índices de variaciones" y "distancias" a la manera de Amphoux (1988) o con clasificaciones "filogenéticas" a la manera de Macé et alii (2001), han supuesto un enriquecimiento del método, en el que también ha colaborado -y mucho, como se verá luego- el desarrollo de los sistemas informáticos. Para Eklund (1987-8), sin embargo, la controversia entre el "método tradicional" (reproducción de un manuscrito con auxilio de otros) y el "stemmático" (o genealógico) es, en buena medida, artificiosa, por conducir -según él- a los mismos resultados, por lo menos en el caso de algunos autores latinos.

33 "Gegen die Kontamination ist noch kein Kraut gewachsen". Sin embargo, sólo unas líneas antes la afirmación era más matizada: "im Bereich einer Kontamination versagt die strenge Stemmatik". La primera -y más conocida frase- parece una adaptación que hizo el propio Maas de un refrán alemán, sustituyendo "muerte" por "contaminación". Parece, pues, claro que para Maas la "contaminación" era como la "muerte" del "método stemmático". Demostrar que eso no era así fue -según confesión del propio Pasquali en la presentación de la traducción italiana del libro de Maas, p. IX- una de las miras fundamentales de su libro. Más recientemente, también Smulders (1982) ha rectificado a Maas: la mejor "medicina" contra la contaminación radica en la identificación de haplografías compartidas que muestren afinidad entre los códices, siempre que -como ya señalara L. Castagna- sea una omisión que no haya surgido por homeoteleuton, es decir, no poligenésica. La contaminación se muestra así como un fenómeno crecientemente constatado en la transmisión de los clásicos: un caso reciente es el analizado por Hecquet-Devienne (1997) en algunos manuscritos de Sófocles, en los que se advierten colaciones realizadas por los propios copistas.

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no había encontrado Maas, pese a sus excelentes dotes de enmendador que le

reconoce el propio Pasquali: el buen iudicium del crítico que valora cada lectura en su

contexto, conforme al usus scribendi del autor.

En el marco de esta "crisis" hay una serie de "cuestiones abiertas" que se

comprometen mutuamente y han centrado la atención de los críticos, como las

nociones de "arquetipo"; "error", "falta" y "variante"; valor de los recentiores;

transliteración única o múltiple; "stémmata" bífidos, trífidos o "multífidos"; el

"eclecticismo" de los papiros (o de la tradición manuscrita); recensión "abierta" y

"cerrada", y tradición "directa" e "indirecta". En conexión con ellas se relacionan otras

no menos importantes: el valor de la conjetura, la constitución del aparato crítico, las

fuentes de las ediciones aldinas y, sobre todo, el papel que las nuevas tecnologías,

informática e internet, desempeñan en las ediciones presentes y futuras. Todas estas

cuestiones se enmarcan dentro de las operaciones ya tradicionales -y mutuamente

implicadas- de la crítica textual: recensio-collatio-emendatio-constitutio textus.

IV. LA CUESTIÓN DEL MÉTODO EN CRÍTICA TEXTUAL (II).

Cuestiones "abiertas":

1. La noción de "arquetipo": ¿"puro" (perfecto) o "impuro" (defectuoso)? Su

reconstrucción a través de los errores comunes. Errores "conjuntivos" y "separativos".

La identificación y subsanación del error: ¿"cruz" o conjetura? Posturas ante la

conjetura.

Probablemente es la noción de "arquetipo", un término que ya van Groningen

(1963, p.110) quería "jubilar" en crítica textual griega34, el "talón de Aquiles" y

34 Para él sería preferible hablar sólo de "antepasado común de un grupo de manuscritos". Dain había añadido otra nota importante: que ese antepasado común fuera el "más próximo" en el tiempo ("le-plus-proche-commun-ancêtre-de-la-tradition"), pero en este caso no se refiere al "arquetipo" (manuscrito depositado en una "biblioteca oficial"), sino a "una copia, directa o indirecta, del arquetipo", "fruto del azar", del que depende nuestra tradición (cf. Bravo 1978, p.27 y Reeve 1986, p.196, a propósito de las definiciones de Dain en pp. 96 y 109 de Les manuscrits, Paris 1949). No obstante, para Lens, en un magnífico estudio (1983), esta noción de "antecesor común más próximo de la tradición" de Dain es "innecesaria" "y no convence" (p.155), con el único deseo, por parte de Dain y su escuela, de "establecer entre el arquetipo y el antecesor común una distancia suficiente que permita explicar los numerosísimos errores comunes a nuestra tradición medieval", y preservar así de errores al arquetipo. Para el mismo Lens (p.157), el único ejemplar con carácter oficial ha sido el de las ediciones alejandrinas. Admite, eso sí, que un único códice -entre los conservados por azar- sea el transliterado luego en época bizantina, pero con un "texto parcialmente deficiente", (p.176) de "carácter compuesto (...), resultado de una multiplicidad de colaciones" (p.177), lo que explica la "fundamental homogeneidad", dentro de "una relativa heterogeneidad", del arquetipo griego (p.136). Esta "tensión homogeneización-diversidad explica el que a lo largo de la Antigüedad, como lo muestran el testimonio de los papiros y la tradición indirecta, el texto de los autores clásicos se

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verdadero "rompecabezas" (Flores 1998, p.92) de las teorizaciones de Lachmann y

Maas35. Desde Pasquali, quien lo consideraba "un concepto ilegítimo en la tradición

antigua"36, hasta Flores (1998), probablemente la más penetrante y sistemática crítica

de los postulados maasianos que se haya publicado recientemente, se han sucedido

las observaciones, reparos e, incluso, malas interpretaciones sobre un concepto que

parece nacer con Escalígero en 1582 (con respecto a Catulo) y continuó con Madvig

ya en el s. XIX37. Si la propia etimología del término "arquetipo" tiene resonancias

neoplatónicas, en los desarrollos de Lachmann y Maas no aparece claro si se trata de ha encontrado en un estado relativamente notable de flotación" (p.141). También Cavallo (2002,) ha insistido en esa impresión contradictoria que a menudo ofrece la tradición manuscrita de cualquier autor griego, que en algunos aspectos parece remontar a un ejemplar común, y en otros diferir. Las distinciones de Dain también se prestan a los ojos de Flores (1998, p.61), a cierto grado de confusión, fruto, en parte, de la contradicción entre los términos franceses "ancêtre"("antepasado") y "témoin" ("testimonio"): la noción de "antepasado" parece implicar la dependencia genética de los descendientes con su progenitor, excluyendo la mera reconstrucción abstracta de un pariente-tipo a partir de lo que los familiares más recientes comparten en común (noción cercana a la del "intermediario" de Quentin), de ahí que algunos críticos prefieran hablar mejor de "constelaciones" de manuscritos que de "familias", para evitar entrar en consideraciones filiales que impliquen descendencia (Lens 1983, pp.179-180).

La confusión también afecta a otros términos relacionados con "arquetipo": los "arquetipos" (100-450 d.C.) y "subarquetipos" (350-620 d.C.) de Dain vienen a coincidir con el "arquetipo" de Lachmann, el "prearquetipo" de Pasquali o el "protarquetipo" de C. Müller (Flores 1998, pp.58 y 81); los "ejemplares transliterados" (843-1000 d.C.) y "prototipos" (hasta 1200) de Dain parecen corresponderse con los "arquetipos" y "prototipos" de Maas, respectivamente. No compartimos la designación de "deteriores" (Bravo 1978, p.28) para los manuscritos copiados después de 1453, por la connotación negativa que tiene el término, sino que preferimos designar como "recentiores", en bloque, todos los manuscritos copiados desde ca. 1250, comprendiendo los "recentiores" propiamente dichos más los "novelli" (a partir de las "ediciones príncipes") de van Groningen. 35 Según Cini (1981), los errores propios de los manuscritos pueden valer para el establecimiento de su genealogía, pero no para reconstruir su arquetipo (parág. 6 b de la Textkritik). Montanari (2001) ha notado un cierto desequilibrio entre la teoría y la ejemplificación práctica que hace el propio Maas.

36 1962 (la 1ª edición es de 1934), p.278; en p.288 se refiere a él como "hipótesis históricamente imposible". Más moderado se muestra Gentili (1999, p.24): "La reconstrucción del arquetipo es una operación siempre problemática y no siempre legítima". Es conocida la afirmación de Dawe de que el arquetipo de Esquilo es semejante a la nada o, al menos, algo sobre lo que apenas nada podemos conocer (Morocho 2003, p.139). Este "nihilismo" o, al menos, actitud escéptica, agnóstica incluso, sobre el "arquetipo" ha sido, sin embargo, contestada por Kleinlogel (1979), quien ha defendido la validez del concepto, como lo prueban las reconstrucciones de arquetipos perdidos, luego hallados. Para Canfora (1999, p.58), frente a la "abstracción geométrica de P. Maas" (quizá habría que decir mejor "aritmética"), las distinciones de Irigoin han supuesto un verdadero progreso, luego continuado por su escuela.

37 Reeve (1984-5, pp.193 ss.) cita a Timpanaro para considerar a Madvig como el primer filólogo que utilizó la expresión "codex archetypus" con un significado cercano al actual. Reeve ofrece (p.200) hasta seis sentidos diferentes que ha tenido el término a lo largo de la historia, según se insista en su carácter de realidad o reconstrucción, que lo convierten en noción harto problemática. En general, se constata una apreciable confusión en el uso de muchos términos que se emplean habitualmente en crítica textual. Rosato (1999) se ha detenido en los que contienen la raíz "orth-".

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una entidad real (un manuscrito que realmente existió38, cuya existencia, casi

platónica39, se presupone) o lógica (una abstracción que se reconstruye, "aristotelico

modo", por la analogía existente entre una serie de manuscritos relacionados entre sí).

En ocasiones, pues, el arquetipo parece ser una idea platónica previamente existente

"intonsa y pura" (Cozzolino 2001, p.151), cercana al original mismo del autor, de la que

han emanado recta via la imperfecta realidad de los manuscritos realmente existentes

y, aún más imperfectamente -y por eso habría que prescindir de ellos-, las pálidas

sombras que suponen, como en el mito platónico de la caverna, los manuscritos

recentiores. Pero otras veces el arquetipo parece más bien un concepto abstracto,

más aritmético que geométrico, que reconstruye mentalmente el crítico por

comparación entre los manuscritos realmente existentes, configurando una suerte de

"máximo común divisor" entre ellos, sin una relación clara causa-efecto. Y esta

reconstrucción analógica del arquetipo se realiza, sobre todo, mediante los errores

compartidos por dichos manuscritos: unos errores que deben ser coincidentes y

significativos, es decir no poligenéticos o producidos independientemente en varios

manuscritos: de manera que si algunos de ellos comparten estos errores significativos,

se supone (o mejor "presupone") que tales errores estaban en su arquetipo. Todos los

manuscritos que coincidan en dichos errores están así emparentados

genealógicamente con su progenitor común, que los habría engendrado por una

especie de "parthenogénesis" o "modelo de reproducción asexuado" (Irigoin 1997,

p.12), distinta de la contaminación que supone la intervención de varios modelos. De

esta manera, el defectuoso o "impuro" arquetipo así entendido tendría poco de

platónico, pues sería portador de unos errores o vitia que se han perpetuado en sus

descendientes, añadiendo cada generación errores propios a los hereditariamente

recibidos (codices descripti). Por eso Dain, distinguiendo entre "arquetipo" y

"antepasado común más próximo", quería seguir preservando la pureza del arquetipo,

confiriendo los errores al "antepasado común" no depurado de ellos, que los

transmitiría a la tradición conservada.

Pero no todos los manuscritos descendientes tienen los mismos errores: los

hay que unen (los "Bindefehler" o coniunctivi) y los hay que separan ("Trennfehler" o

separativi). Surge así en Maas un "árbol genealógico" o "stemma monoparental", a

cuya cabeza está un defectuoso arquetipo cuyos errores hay que corregir mediante la 38 Un arquetipo concreto es, en la tradición de Pausanias, el manuscrito que perteneció a N. Niccoli (ca. 1437) y que luego desapareció. La tarea del editor resulta clara: reconstruir este manuscrito del que deriva la tradición, aportando las correcciones necesarias (Irigoin 2003, p.375).

39 "El arquetipo maasiano es, ontológicamente, un pura idea platónica" (Flores 1998, p.47).

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divinatio-emendatio40 o limitarse a anotarlos con la "crux" filológica, transfiriendo el

editor al lector la responsabilidad de encontrar el sentido que pudiera esta detrás de la

corrupción textual.

Este debate entre conjetura y "cruz" filológica sigue dividiendo a "metódicos" y

"eclécticos" (Salvatore 1981), aunque, quizá un tanto paradójicamente, son los

metódicos como el propio Maas los más proclives a la enmienda (juzgada también

"legítima y necesaria" por Pasquali)41, mientras que los "eclécticos" profesan en este

punto una epoché para nada maasiana, prefiriendo, conservadoramente, "crucificar"

los textos sin sentido antes que asumir el riesgo de corregirlos. En su favor cuentan

ellos que los papiros no parecen haber confirmado muchas conjeturas modernas, pero

habida cuenta del texto francamente deficiente que muchas veces transmiten los

papiros tampoco es éste un argumento definitivo. Respecto al valor de la conjetura,

Lasso de la Vega (1984)42 veía que los tiempos actuales más pecaban por defecto

("hipocriticismo") que por exceso ("hipercriticismo"), y ya Housman43 y Wilamowitz

(Erinnerungen, Leipzig 1928,100) se refirieron con ironía al desprecio hacia la

conjetura de críticos demasiado conservadores.

En muchos casos la conjetura es el único "trampolín" que nos puede hacer

saltar desde el texto corrupto conservado hasta lo que pudo ser el texto original del

autor44, pero para ello debe ser realmente necesaria y responder tanto a una

probabilidad intrínseca (de sentido, contexto y adaptación al usus scribendi del autor)

como extrínseca (de verosimilitud paleográfica)45. Hay críticos como Bentley y Haupt 40 Las fronteras entre ellas son poco claras: acaso el apego de la corrección al texto transmitido y su capacidad persuasiva en el lector, quien la ve como algo que se impone por sí mismo. En ese caso, la divinatio se convierte en emendatio, verdadera "corona del arte crítica" (Lasso de la Vega 1984, p.160): "para un filólogo de verdad pocas emociones son comparables al hallazgo de una buena conjetura" (Id., p.158).

41 1962, 2ª ed., p. XII.

42 "Al hipercriticismo vituperable ha sucedido un hipocriticismo no menos censurable (...) pero la crítica textual hodierna me parece más amenazada por un fideísmo del texto recibido que por una manía conjetural" (p.157). "Crítico malo se puede ser por exceso de conservadurismo o por libertinaje en la emendatio" (pp.151-2).

43 "La más molesta de todas las conjeturas es la conjetura verdadera" (Prefacio a su edición de Lucano, p.XXIX).

44 Sin embargo, para Irigoin (1997, p.19) la "recensión alejandrina" es "el último estado de texto que podríamos alcanzar."

45 Cf. van Groningen 1953, p.116, West 1973, p.48 y Lasso de la Vega 1984, p.155. Según la "probabilidad intrínseca" y "extrínseca" también deben sopesarse las lecturas de la tradición manuscrita. Se trata de "una modificación flexible del método genealógico. El editor escoge sus lecturas de un modo ecléctico persuadido más por su valor intrínseco que por consideraciones de afiliación y autoridad" (Reynolds-Wilson 1986, p.228). Morocho (2003, p.125), siguiendo en ello a Vàrvaro, postula un equilibrio entre "competencia" y "plausibilidad", es decir, entre la

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que privilegiaban el sentido46 y otros como Havet que valoraban la verosimilitud

paleográfica. En realidad, se requiere en el corrector una constelación de cualidades,

sin olvidar el trabajo: "mens divina plurimumque doctrinae, studium et percognita

scriptoris indoles ac natura" (Gronovio)47. Son aquellos a los que la nueva musa de la

conjetura, "Eustochía", los encuentra siempre trabajando, especialmente en época de

vacaciones48. Frente a ellos están los que más que "correctores" son "corruptores"

("correctores imo corruptores") que desfiguran innecesariamente el texto49.

2. "Stémmata" bífidos y "plurífidos". Probabilidad estadística y "escepticismo

stemmático". La (im)posibilidad de la selección automática de variantes. Nociones de

"error" y "coincidencia". El "error significativo conjuntivo" y el "reducto de

incertidumbre": "paradojas" de un ejemplo maasiano. ¿La coincidencia en el acierto no

es significativa?

Pero hacer del "error" la clave de la clasificación genealógica compromete

gravemente todo el sistema. Porque la noción de "error" presupone su contraria, el

"acierto", y esta dicotomía condiciona el resultado o "paradoja de Bédier"50: que la

mayoría de estos "árboles genealógicos" o stémmata tengan sólo dos ramas, es decir,

sean bífidos (otros piensan que se debe a que el modelo era un arquetipo con

posición en el "stémma" del manuscrito y el valor intrínseco de cada lección en su contexto.

46 Célebre es la frase de Bentley "nobis et ratio et res ipsa centum codicibus potiores sunt" (en sus notas a Horacio, Carm. 3.27.15, Cambridge 1711), matizada, sin embargo, por la que sigue a continuación, mucho menos citada: "praesertim accedente Vaticani veteris suffragio", o la de Haupt (New Jahrb. für das klass. Alt. 27, 1911, pp.529 ss.) dispuesto a leer "Constantinopolitanus", si lo requiriese el sentido, donde los manuscritos transmiten sólo "o". En el Prefacio de la edición de Horacio, ya citada, Bentley aconsejaba al crítico que tuviera un juicio propio sin dejarse llevar por un temor reverencial al texto manuscrito: "noli itaque Librarios solos venerari, sed per te sapere aude".

47 Irigoin (1997, p.13) pide al corrector "una gran familiaridad con el autor que pretende editar, un excelente conocimiento de su vocabulario y de su lengua, de sus hábitos al escribir, de su manera de pensar y de expresarse, pero le hace falta también imaginación y, por encima de todo, buen sentido". Para Chantraine, el editor debe identificarse con el propio autor: es esa "congenialidad entre el espíritu del editor y del artista" de la que también habla Lasso de la Vega (1984, p.152).

48 Nisbet 1991, p.91, quien comparte el retrato que Housman hacía del buen corrector.

49 Lasso de la Vega (1984, p.151), cf. también Grafton en Most (1998, pp.54 ss.)

50 De 110 casos examinados por Bédier, 105 conducen a un stémma con 2 ramas. Sin embargo, según Turyn, el de Esquilo es trífido (bífido para Bryson), aunque derivado de un solo arquetipo en minúsculas.

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variantes o a que se solían hacer dos copias en los scriptoria medievales)51. En cuanto

al número de stémmata posibles, ya el propio Maas estableció que con dos

manuscritos hay tres posibilidades, y, con tres manuscritos, veintidós (1950, p.29).

Con cinco testimonios el número ya rondaría los cuatro mil (p.30). En el caso de diez

manuscritos, más recientemente C. Flight (1994), valiéndose de complicados

procedimientos algorítmicos, ha llegado a la conclusión de que serían "more than a

billion". Como para la inmensa mayoría de los autores griegos disponemos, incluso, de

un número mayor de manuscritos, se concluiría la escasa probabilidad estadística de

que uno solo sea el correcto: no es de extrañar, por tanto, que continuamente los

editores corrijan los stémmata ofrecidos por colegas precedentes y que en la

actualidad se muestren en general renuentes a hacerlo, haciendo gala de un cierto

"escepticismo stemmático"52, al constatar que el fenómeno de la contaminación es

más frecuente de lo que antes se suponía y que, también desde el punto de vista

estadístico, resulta poco probable que toda la tradición de un autor remonte a un único

ejemplar -el arquetipo- salvado casi milagrosamente y una sola vez transliterado53.

Aparece también en este punto otra de las aporías maasianas: porque

precisamente es en el caso -tan frecuente- de dos testimonios cuando menos

mecánicamente se puede hacer la selectio54. Cuando hay tres (o más de tres que se

51 Mientras que para Grier (1988) la existencia de "stémmata" bipartitos es una consecuencia de la aplicación del "método de las faltas comunes", para Hall (1992) la explicación hay que buscarla más bien en lo que era la práctica habitual de los scriptoria: una para la biblioteca que recibiría la copia y la segunda para otra biblioteca. La creciente necesidad de copias provocaría los stémmata tripartitos o multipartitos. Arkhipoff (1980) ha insistido en la subjetividad que entraña el "método de las faltas comunes". En Hernández Muñoz (1989) puede encontrarse una tipología general de las faltas de copia en los manuscritos de Estobeo, mientras que Brambilla (1986-8) y Siegert (1998) se han ocupado específicamente de los errores auditivos (este último, en los manuscritos de Dante).

52 Así, por ejemplo, en D. MacDowell, en su edición del discurso demosténico 19 (Oxford 2000) en comparación con la del discurso 21 (Oxford 1990) .

53 Según Flores (1998, p.89), filológicamente se debe excluir como principio metodológico la existencia "de un único manuscrito, salvado casualmente en una cierta época, de la que deriva en línea rigurosamente vertical una serie de otros manuscritos". Aunque parezca paradójico, este unicum transliterado no es la "hipótesis más económica"(Id., p.24, n.58), en su aparente sencillez, desde la lógica de los hechos. Recordando el principio metodológico de Bacon (entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem), casi nos vemos en la "necesidad" de "multiplicar" arquetipos y transliteraciones, porque una sola transliteración obligaría a "admitir algún tipo de organización, mediante la cual, una vez transliterado un autor en un centro, los otros fuesen advertidos de no repetir una operación ya llevada a término" (Lens 1983, p.168), hipótesis considerada “inverosímil”. 54 El propio Pasquali lo declaraba en la presentación de la traducción italiana de la Textkritik de Maas (Firenze 1966, p.VII: "Il Maas mostra che, dove la recensione riconduce a due portatori di varianti, l'archetipo non può essere riconstruito se non con un atto di scelta". Si dos manuscritos difieren entre sí significativamente, puede ocurrir que una de las lecturas sea la correcta, que las dos sean incorrectas, pero también que ambas sean correctas si partimos de la hipótesis de un "arquetipo con variantes", hipótesis "científicamente incorrecta", según Cavallo (2002,

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pueden reducir a grupos de tres), con la aplicación del principio de "dos contra uno"55,

verdadera "regla de hierro" del sistema maasiano (Lasso de la Vega 1984, p.256), sí se

puede llegar a la reconstrucción del antepasado común casi mecánicamente, pero con

dos solamente, si ninguno es descartable a priori, es decir, si las lecturas de ambos

pueden ser posibles o "equipolentes", según la expresión de H. Fränkel, entonces hay

que decidirse con subjetividad por uno, precisamente lo contrario que se proponía el

sistema maasiano. Este concepto de "error" también abre sus puertas a la subjetividad

porque de unas ediciones a otras podemos ver que lo que para un editor es "error",

para otro es "acierto", es decir, la lectura que se cree genuina y, por tanto, se edita:

por ejemplo, más de un centenar de casos, sólo en las arengas de Demóstenes, al

pasar de la edición oxoniense de Butcher (1903) a la recentísima de Dilts (vol.I 2002;

vol.II 2006).

Por todo ello, quizá sea más práctico, si se trata de clasificar manuscritos, ir

sustituyendo el concepto de "error" y operar sólo con el de "coincidencia", sin suponer

a priori la lección correcta que se tiene en mente57: las coincidencias entre

manuscritos, si no parecen casuales (es decir, si son significativas como, por ejemplo,

las omisiones o adiciones importantes), sí que nos permiten relacionar manuscritos:

dichas coincidencias serían conjuntivas para los manuscritos que las compartan y

separativas frente al resto, sin subordinar, pace Maas58, unas respecto a otras, cuando

en realidad su consideración depende, sobre todo, del punto de vista que adopte el

editor59. p.173), porque hay pocos manuscritos con lecturas alternativas que no sean trivializaciones.

55 "Toda lección particular de un testimonio viene eliminada por el acuerdo de otros dos" (Maas 1950, p.30).

56 "La concordancia de dos tradiciones contra una tercera debe dar automáticamente la lección del antepasado común".

57 "Todo sucede como si el editor dispusiese de un manuscrito perdido anterior a los que se han conservado" (Irigoin 1997, p.12). Morocho (2003, p.138) se ha podido referir así "al apriorismo del ejemplar único de la Biblioteca de Constantinopla, cuya existencia se da siempre por supuesta": este arquetipo lachmanniano en unciales (o prearquetipo pasqualiano) sería luego transliterado en minúsculas, ca. s. VIII-IX, en el arquetipo maasiano. Sin embargo, si estoy en condiciones de poder afirmar que de un manuscrito perdido derivan otros dos y que las lecciones de aquél "pueden reconstruirse de las coincidencias entre ambos o de las coincidencias de uno de ellos con los testimonios ajenos" (Bernabé 1992, p.59), en realidad no necesitaría reconstruir nada, porque para hacer esa afirmación previa ya debería contar de antemano con ese manuscrito supuestamente perdido: en la petitio principii está quod erat demonstrandum.

58 "La mayor parte de los errores conjuntivos no tienen ningún valor separativo, mientras que la mayor parte de los errores separativos se pueden utilizar al mismo tiempo como errores conjuntivos" (1950, p.29).

59 Van Groningen (1963, p.104) hace reversibles ambas nociones a propósito de ejemplos

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Incluso la coincidencia en un "error significativo" a la hora de la clasificación

genealógica de los manuscritos está sujeta a un cierto "reducto de incertidumbre",

porque, como ya advertía el propio Maas, nunca se puede excluir del todo la

posibilidad teórica de que dos copistas hayan podido producir independientemente y

por casualidad un mismo error que parecía significativo. Así las cosas, y valiéndonos

del mismo ejemplo que ofrecía Maas en su Textkritik (1950, p.27)60, podría argüirse

que no se puede descartar completamente que el verso 800 del Edipo Rey de

Sófocles que aparece en los manuscritos bizantinos del s. XIII, pero que omite el más

antiguo Laurenciano (L), del s. X-XI, sea un añadido de esos filólogos bizantinos y que

lo que se tiene por un "error separativo" (la omisión del verso) del manuscrito más

antiguo lo sea en realidad de los más recientes (que lo habrían añadido). Hoy día, sin

embargo, se admite que el verso es auténtico, considerándose -paradójicamente para

los postulados de Maas- que la tradición más reciente (los manuscritos bizantinos) es

mejor que la más antigua (el manuscrito L), de manera que un ejemplo presentado por

el propio Maas en su Textkritik puede aducirse como desmentido de su recentiores,

deteriores. Además, el ejemplo también nos sirve par cuestionar otros de sus

postulados: que la coincidencia en el acierto no es relevante, sólo la coincidencia en el

error. Pues bien, si estimamos que el verso es tradición genuina, todos los

manuscritos que lo contengan (coincidencia en el acierto) acreditarían su parentesco,

y no sólo los que lo omitan (coincidencia en el error). En conclusión, puede afirmarse

como Heródoto 1.1. Según Canfora (1982, p.365), en 1935 Maas hablaba sólo de "errores-guía" ("Leitfehler"), sin distinguir todavía entre "separativos" y "conjuntivos". La publicación de los Kleine Schriften de P. Maas en 1973 por W. Buchwald nos han permitido conocer mejor la evolución de la "stemmática maasiana", como, por ejemplo, en la argumentación de la denominada "evidencia latente", ya desarrollada en trabajos publicados en 1935 y 1937: de la ausencia de un error "separativo" en un manuscrito respecto a otro más reciente se concluye, por ausencia de prueba contraria (argumentum ex silentio o "evidencia latente"), una dependencia de éste respecto a aquél, lo que justificaría una discutible eliminatio (Canfora 1982, p.369).

60 Dentro del Apéndice de 1937, titulado Leitfehler und stemmatische Typen. La omisión del v.800 del Edipo Rey en el manuscrito Laur. 32,9, del s. X-XI, sería un "error separativo" ("Trennfehler") de dicho manuscrito frente a los más recientes, que lo incluyen correctamente, mostrando su "independencia" frente a aquél ("Unabhängigkeit", y no "dipendenza", como erróneamente se vierte en la trad. italiana de 1966, 2ª ed., p.54, por probable "salto de vista" del traductor hasta la palabra "Abhängigkeit" con la que comienza el párrafo anterior). Los manuscritos que también lo omitiesen compartirían ese "error conjuntivo" ("Bindefehler"), mostrando su "conexión" ("Zusammengehörigkeit"), a no ser que hubiesen caído en la misma omisión casualmente. Ahora bien, puede haber manuscritos que, aun dependiendo del antiguo Laurenciano, tengan ese verso por "contaminación" ("Kontamination") o acceso secundario a la otra rama. Sin embargo, toda la argumentación quedaría invalidada si el verso no fuese auténtico, sino una invención fruto de la "Konjeturalkritik" de los filólogos bizantinos: en ese caso, lo que se estima la lección correcta de los manuscritos bizantinos también sería "error" de ellos. Por lo demás, el verso ("A ti te lo diré, mujer. De un triple...") no parece fundamental para la comprensión del pasaje y podría encajar dentro de la tipología de la interpolación.

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que los fenómenos de la contaminación y la conjetura comprometen gravemente la

noción de "error separativo", lo mismo que el de la poligenesia el de "conjuntivo", y que

la probabilidad estadística nos hace desconfiar de que haya un solo "stemma" válido.

3. Nociones de "error" y "variante". "Variantes de autor" vs. "variantes de

transmisión". "Recensión" y "contaminación". Recensión "abierta" y "cerrada".

Cronología del supuesto arquetipo y su transliteración(es). "Eclecticismo" de los

papiros (o de la transmisión manuscrita). "Arquetipo parcial", móvil", con variantes y

ediciones antiguas.

El concepto mismo de "error" también se presta a equívocos61, porque si el

"error" o "falta" es el desvío, voluntario o no, de un copista con respecto a su modelo, y

este ejemplar no es el supuesto original del autor, sino un arquetipo imperfecto, con

errores, paradójicamente ese "error" puede restituir la lección correcta del original, es

decir, ser un "acierto" (cf. Wilson 1987, p.4). También causa problemas el término

"variante", según el punto de referencia de la "variación": así se puede hablar de

variantes frente a un texto editado y presupuesto como correcto por el editor, y

entonces "variante" vale como "error" (de ahí la eliminatio lectionum singularium que

realizan algunos críticos), pero otras veces "variante" no tiene esa connotación

negativa, sino la más neutral de "lectura" ("reading" en inglés) alternativa de otros

manuscritos ("variantes de transmisión"), distintas de las "variantes de autor" (que

pueden valer como texto original cuando, por ejemplo, hay varias redacciones de una

obra)62. En el fondo de todas estas cuestiones subyace la pregunta inicial acerca de lo

que pretendemos recuperar cuando editamos un texto. Su respuesta condiciona en

gran medida el valor de unos términos y conceptos que se han vuelto de interpretación

harto problemática.

Así también el de "recensión": es tanto la operación de búsqueda (collectio) del

material, con su evaluación mediante la comparación (collatio) de sus lecturas y

61 De hecho, West prefiere hablar de "lecciones de origen secundario", en las que se incluirían tanto las corruptelas como las enmiendas, cf. Flores, 1998, p.59, n.18.

62 Para las "variantes de transmisión", cf. Wilson (1987); para la distinción de Mariotti (1985) entre éstas y las "variantes de autor", cf. Canfora 2000. Dentro de las "variantes de transmisión", Schartau (1987) y Molinos (1991) se han ocupado de pequeños cambios fonéticos. La referencia obligada en este apartado de la "variante" es el libro de Cerquiglini (1989), traducido al inglés en 1999. Con las "variantes de autor" también se relaciona la cuestión de la autenticidad de los textos y de los posibles errores y falsificaciones: Gastgeber 2001 a, b; Horak 2001, Macía Aparicio 2003.

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examen (examinatio) de su genuinidad63, como una de las formas en que el texto de

un autor ha sido transmitido desde la Antigüedad (y de ahí que pueda hablarse de la

recensión pisistrátida del texto de Homero o de la de Licurgo de los trágicos). En este

segundo sentido algunos autores prefieren hablar de "sistema" (van Groningen 1963,

p.107) y con él entra también en juego el concepto de "contaminación", cuando se

configura una transmisión horizontal o "recensión abierta"64 con intervención, directa o

indirectamente, de varios modelos en la copia (o de un modelo con variantes)65,

distinta de la "vertical" o "cerrada", mera transmisión mecánica desde un solo modelo

(Carlini 1981, Galigani 1981).

Tampoco aparece clara la supuesta cronología de ese "arquetipo": si

Lachmann lo situaba temporalmente más cerca del autor, entre los s. II-V d. C., en la

época en que se produce el trasvase de los textos desde los rollos (volumina) de

papiros a los códices de pergamino66, Maas se inclinaba por una fecha más tardía, la

de la transliteración de los textos de mayúsculas a minúscula hacia el s. IX d. C. Sin

63 En este sentido, recensión y selección de variantes se relacionan también con la constitución del aparato crítico (Orlandi 1997), pues en ella subyace una ideología que condiciona las variantes -como también las conjeturas- que se aceptan en el texto editado o se relegan al aparato crítico. Formalmente, éste puede ser redactado de forma "positiva", es decir, con mención de la procedencia de todas las lecturas, o "negativa", sólo de las que no se adoptan en el texto, existiendo siempre un cierto riesgo para el lector de obtener conclusiones ex silentio, es decir, de deducir, por omisión del editor, los manuscritos que transmiten la lectura editada. Hay discusión sobre la estructura y función del aparato crítico, sobre su extensión y la lengua en que debe ir redactado (la latina, según Orlandi 1997, p.41), pero, sobre todo, sobre su destinatario: si deben ser editorum in usum, o si, por el contrario, el editor debe pensar en un público más amplio, dejando la discusión más pormenorizada de algunas cuestiones al Prefacio o a un Comentario (Wellesley, 1987). En cuanto al nacimiento como tal del aparato crítico, distintos estudiosos lo han atribuido a Hoeschel (Canfora), Hearne (Kenney), Wettstein (Timpanaro), pero Flores y Tomasco (2000) ven su nacimiento en unas notas de Heinsius, a mediados del s. XVI, sobre una edición de Lucrecio, luego copiadas por Burman. Según Irigoin (1997, p.9), la expresión "apparatus criticus" se debe a Bengel.

64 Término introducido por Pasquali (1962, p.126) para referirse a la "recensión" "determinada únicamente por el iudicium, escogiendo con base en criterios preferentemente internos".

65 "Dos posibilidades casi imposibles de distinguir con nitidez" (van Groningen 1963, p.107). Maas (1950, parág.10, p.8) se inclinaba por la segunda: "no hay que imaginarse que la contaminación se produce cuando un copista tiene delante dos ejemplares y unas veces reproduce el texto de uno y otras el de otro, porque éste es un procedimiento muy fatigoso".

66 En el caso de Eurípides, por ejemplo, ca. 450 d.C. se copiaron sobre un códice varios volumina, según Tuillier, y se hicieron selecciones de cada trágico, fecha que Barthold y Wilamowitz adelantan al s.II d.C. El discurso IV de Temistio (ca. 357) es buena prueba del esfuerzo institucional (bajo Constancio II) y también privado para la conservación, en torno a la biblioteca de Constantinopla, de los "monumentos literarios" de la Antigüedad (Cavallo 2002, pp. 57 y 76). Para Lens (1983, p.151), empero, las afirmaciones de Tuillier sobre la existencia de una edición oficial de Eurípides en la Universidad de Constantinopla son "más que dudosas", y el texto de Temistio puede referirse sólo a la formación de una importante biblioteca en ella. En el ámbito romano, tenemos ya constancia de ediciones en códices de pergamino en el s. I d.C. (Marcial).

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embargo, hoy día parece cada vez más improbable la existencia de este unicum67,

producto de una única transliteración, cabeza y modelo de la tradición posterior.

También parece probable que errores en mayúscula se produjeron no sólo en este

concreto momento de la transliteración, sino durante el amplísimo abanico cronológico

en que se utilizó la escritura en unciales, de manera que un error así identificado

puede datarse mucho antes del s. IX d. C.68, lo mismo que un error en minúscula

también puede remontar a la fase anterior en cursiva.

Tampoco se comprende bien que, si ya existía hacia el s. IX d.C. un arquetipo

con texto homogéneo para las mayoría de los autores griegos, apenas un siglo

después la tradición manuscrita medieval discrepe tanto entre sí69 y que las distintas

familias coincidan "eclécticamente" (el llamado "eclecticismo de los papiros" puede

también pensarse al revés70) con el texto de diferentes papiros, de cronología bastante

anterior. El resultado de esta discusión es un cuestionamiento creciente de la noción

de arquetipo. Cavallo la intenta salvar, en primera instancia, hablando de un "arquetipo

parcial" o "móvil" (que ha podido cambiar a lo largo del tiempo), mejor que de

"arquetipo con variantes", pero finalmente desiste de ella porque son las ediciones

antiguas las que mejor explican, a su juicio, la contaminación presente en la mayoría

de los autores griegos (Cavallo 2002, p.173)71.

4. "Recentiores non semper deteriores". Coincidencias con papiros y citas

antiguas. Tradición directa e indirecta. Anticipación de conjeturas. ¿Tradición o

67 Ya F. Blass en 1892 consideraba la derivación de todos los códices a partir de un solo arquetipo como uno de los casos posibles, no el único caso, y N. Terzaghi, en 1935, veía "dificilísimo" que de la Antigüedad se salvase una sola copia, fuente de las demás, cf. Flores 1998, p.52.

68 Cavallo (2002, pp.174-5): "Los errores en uncial pueden deberse a una transliteración pero también a la colación de otros testimonios en mayúscula" (cf. también Flores 1998, pp.78-9). Irigoin admite esa posibilidad (2003, p.15), aunque parece decantarse más por la época de la transliteración (2003, p.283). Dudas sobre la cronología de las faltas en mayúscula y minúscula encontramos también en van Groningen 1963, p.88.

69 "¿Cómo en un siglo tantas variantes y tan complicadas?" -se pregunta Pasquali (1962, 2ª ed., p.271).

70 Si se toman como referencia los papiros, "algunos manuscritos medievales prueban, en la elección de variantes que atestiguan, un eclecticismo manifiesto" (Irigoin 2003, p.27, cf. Flores, p.55, n.11), indicio del carácter eminentemente fluido de la tradición. Cambiando el punto de vista, en un autor como Demóstenes los distintos papiros coinciden "eclécticamente" con las diferentes "familias" medievales, indicio de que dicha separación -si es real- acontecería después de la época de los papiros: antes tendríamos algo así como un "magma" textual luego consolidado en unas "vetas" predominantes (SAFY).

71 En su opinión (pp.106-107), las coincidencias en el orden de algunos discursos de Demóstenes entre papiros (por ejemplo, el Berol. 13274) y manuscritos (SA, pero no en FY), sería una prueba de la pervivencia de estas ediciones antiguas.

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conjetura? "Elogio de la variante" y "elogio de los recentiores": "in dubio pro variante".

Los recentiores y las fuentes de las ediciones aldinas.

Por consiguiente, no parece que la tradición fuera homogénea antes de ese

supuesto arquetipo ni tampoco después. La tradición siempre ha sido muy fluida72,

como lo atestiguan papiros antiguos y códices medievales, y las coincidencias que

cada vez se encuentran en mayor número entre lecturas antiguas y de manuscritos

recentiores pueden deberse no tanto a la casualidad como a la pervivencia de una

tradición antigua, luego mal atestiguada. Las sucesivas recensiones realizadas sobre

los textos griegos en Alejandría, Constantinopla y Bizancio no consiguieron uniformar

del todo una tradición que en buena medida nació ya plural y se mantuvo también

plural hasta la implantación de la imprenta. El "eclecticismo" o mescolanza de

"familias" medievales que muestran muchos de nuestros manuscritos, especialmente

los tardíos, puede entroncar con esta forma plural del texto antiguo o ser de fecha más

reciente. También desde esta perspectiva, que ya subrayara Pasquali73, hay que

considerar los abundantes casos de anticipaciones de correcciones de filólogos

modernos que ya están en estos manuscritos tardíos, además de las coincidencias

con la tradición indirecta más antigua (citas y traducciones, especialmente)74.

72 Gentili 2000, p.324) habla de una "tradición fluida", documentada en las variantes de papiros, frente a la canónica alejandrina. Según F.W. Hall, los textos circularon ya en época clásica en un estado de "flujo" incesante, cf Giarratano 1973, p.677, Bravo 1978, p.15 y Lens 1983, pp.122 y 179-180.

73 En el caso de la coincidencia (Demóstenes 19.280) de una conjetura de Dobree y la lectura de un papiro se pregunta -y responde- Pasquali (1962, 2ª ed., p.283): "¿Ha tenido Dobree un precursor antiguo? No, ésta es tradición, tradición más pura".

74 Sobre la tradición indirecta en su conjunto, el libro de Tossi (1988) sigue siendo la referencia obligada, al que habría que añadir en nuestro país, por ejemplo, los diferentes trabajos de García Romero sobre la tradición paremiográfica, como el publicado en 2000. El conflicto entre tradición directa e indirecta ha sido tratado, entre otros, por van der Valk en Homero y Hesíodo (1984) y, con ejemplos griegos (Arquíloco) y latinos (Terencio), por Morenilla y Bañuls (1996): la discrepancia entre ambas suele saldarse a favor de la directa, aunque ésta sea problemática. Problemas específicos de tradición indirecta en Homero, los filósofos griegos y Sófocles han ocupado la atención de Pascucci (1981), Whittaker (1989) y de Lanza y Fort (1991), respectivamente. Para los escolios bizantinos podemos remitir a Smith (1996); en el caso de las anotaciones de Tzetzes contamos con aportaciones de Leone (1985) y Luzzato (1998). También las diferentes traducciones latinas, siriacas, árabes y armenias del griego pueden mostrar vestigios de un texto diferente al transmitido por la tradición manuscrita medieval y coincidente con el de los recentiores. Dejando a un lado el trabajo más general de Salanitro (1991), Accame (1986) y Morani (1989) han estudiado traducciones antiguas del griego al latín, como la de Demóstenes de L. Bruni. El camino inverso, de los textos latinos a sus traducciones griegas, ha sido recorrido por Horsfall (1993), Rochette (1997) y, más recientemente, por J. Torres Guerra en un proyecto oficial de investigación en la Universidad de Navarra. Angeletti (1990) ha preferido centrarse en las traducciones árabes, desde el siriaco, de Galeno, especialmente del trabajo de Hunayn y su escuela en el Bagdad del s. IX, tema sobre el que también nos ha dejado páginas magistrales Irigoin (2003, pp.405-416). El estudio de las traducciones armenias ha ido suscitando un interés creciente en los últimos

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Hay, pues, que tener sumo cuidado para no descartar ningún testimonio a

priori, sino después de su colación, aunque sólo sea parcial y en los pasajes más

discutidos75. Dilucidar si estas "variantes" de los recentiores son conjeturas o tradición

parece a muchos un tema de difícil compromiso, casi -y nunca mejor dicho- una

"cuestión bizantina". Parafraseando a E. Flores (1998, pp. 10 y 17-18), tal vez podría

afirmarse que todo texto transmitido por un manuscrito es tradición mientras no se

demuestre lo contrario. El onus probandi, el "peso de la prueba" para decirlo en

términos judiciales (que, por cierto, abundan en crítica textual), debería, pues, pasar

de los que creen que es tradición a los que piensan que son conjeturas: in dubio pro

variante. Hasta ahora los intentos por demostrar que son conjeturas no parecen del

todo convincentes, porque -como afirman Reynolds y Wilson (1986, p.206)- aquí

estamos ante algo tan subjetivo como una cuestión de "criterio". Precisamente el

propio Wilson, quien suele inclinarse por considerarlas conjeturas76, también ha

años, como lo prueban los trabajos de Bolognesi (1981), Uluhogian (2000: su importancia para el establecimiento del texto de Elio Teón de Alejandría) y Shirinian (2001), a los que habría que sumar el Repertorio de Zuckerman (1995).

Los textos atestiguados a la vez por tradición directa o indirecta exigen un doble proceso de recensión: por ejemplo, si queremos estudiar las citas de Eurípides en Estobeo, primero debemos constituir el texto según los manuscritos de Eurípides y después el que citaba Estobeo según sus propios manuscritos, para poder realizar así la comparación entre ambos (Hernández Muñoz 1989). Distinta es la situación cuando el texto sólo se nos transmite por vía indirecta, porque hay problemas de delimitación de cita y contexto (Velaza 1998, Schepens 2000), posibles adaptaciones (como los "errores de florilegio" o pequeñas intervenciones del citador para hacer de su cita un texto de apariencia autónomo, por ejemplo por medio de partículas aseverativas y enfáticas) y normalizaciones, especialmente de carácter ortográfico. 75 "La exclusión de los recentiores (...) debe probarse siempre caso por caso y con la máxima documentación, y no darse apriorísticamente" (Flores 1998, p.45). "Sus lecturas individuales no pueden ser asumidas a priori como conjeturas (...) un editor debe estar siempre alerta ante la posibilidad de acceso a un tradición antigua" (Browning, pp.18-19). Por eso en otro lugar (Tempus 30, 2002, p.62) hemos manifestado que todo descarte a priori de tales recentiores nos parece un error metodológico a priori.

76 Así, en los varios casos de lecturas con escaso apoyo en la tradición que contempla en un importante trabajo de 1987: conjetura plausible de un filólogo moderno frente al testimonio de toda la tradición, lectura de un manuscrito o pequeño grupo de ellos que ofrece una lectura atractiva frente a los manuscritos considerados importantes (que es el caso que centra la discusión de Wilson), lectura de un manuscrito o pequeño grupo de ellos confirmada por un papiro, y conjetura moderna confirmada por un papiro y/o manuscritos poco importantes. Aparte de descalificar a priori dichos manuscritos como "poco importantes" y de concluir casi siempre que la variante en cuestión se debe a una intervención erudita para "embellecer el texto" (pp.4 y 12) o a "un afortunado desliz de un descuidado copista" (p.4) que, paradójicamente, podría restituir el texto correcto, Wilson no parece contemplar algunos casos también igualmente frecuentes: el de conjeturas modernas confirmadas por un grupo amplio de manuscritos previamente no colacionados (mayoritariamente recentiores), y el de lecturas también de un grupo amplio de recentiores halladas en papiros (y, a veces, también coincidentes con conjeturas de filólogos modernos que no habían reparado en esos manuscritos ni conocido todavía el testimonio de los papiros). Son dos casos que cada vez se están dando con mayor frecuencia, a medida que se avanza en la colación de los recentiores, como han demostrado recientemente P. Leganés y E. Ares en sendas tesis doctorales sobre el texto de Demóstenes y del rétor Menandro, respectivamente. Gigante (1992) ha destacado

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reconocido -con Reynolds (1986, p.210)- que la capacidad conjetural de los filólogos

bizantinos parece más limitada de lo que se suponía y que en algunos casos podemos

estar ante una "rama diferente", luego perdida, pero en su momento consultada (p.

206). Cada vez, pues, son más las voces que están valorando la posibilidad de

encontrar antiguas tradiciones en estos manuscritos tardíos77, de los que en las

bibliotecas españolas tenemos todavía un rico "filón" por explotar, y resulta, incluso,

perceptible una evolución en algunos críticos hacia posturas más abiertas78. Aquí

quizá resulte algo exagerada la postura del ya citado Flores, quien considera que

cualquier lectura encontrada en un manuscrito, sea o no recentior, es, en principio

indiferente en este aspecto ("in-significante" dice él o "en grado cero respecto al

binomio verdad/error")79, afirmación que está en la línea de lo que mucho antes

expresara H. Quentin (1926, p.37): "No conozco ni errores ni faltas comunes ni buenas

ni malas lecciones, sino solamente formas diversas del texto". En este punto tiene toda

la razón Lens (1983, p.181) cuando escribió: "El camino más razonable para mejorar también el caso de un papiro que confirma la conjetura de un filólogo. Por lo demás, los papiros siguen teniendo gran importancia en la constitutio textus: Ponzio (1996), Maehler (1998), Grusková (2000), Kramer (2000) o Janko (2002), por citar sólo algunos títulos recientes, ya que la papirología cuenta en el presente volumen con una actualización propia.

77 "Por eso existe la duda razonable de si debemos la buena lección al ingenio de un escriba o del corrector o si dicha lección se debe a la excelencia del modelo utilizado" (Morocho 2003, p.141). "El problema que se impone al editor es, pues, determinar si las innovaciones (...) son simples conjeturas o si tienen probabilidad de representar lecciones antiguas procedentes de una rama de la tradición hoy perdida" (Irigoin 2003, p.29). Por ejemplo, Powell (CQ 32, 1938, pp.107-108) detectó una "recensión cretense" en el texto de Tucídides. Turyn, entre 1943 y 1957, intentó distinguir, en el texto de los trágicos, entre tradición antigua y recensiones bizantinas, cuyos resultados fueron contestados por Dawe, con la protesta de Irigoin.

78 Los mismos Reynolds y Wilson (1986, p.210), refiriéndose a manuscritos como el Vindobonense 37 de Jenofonte escriben: "sus "lecturas (son) tan exactas que no pueden ser inventadas por un estudioso de la Edad Media o del Renacimiento". Sobre el Vindobonense 39 de Platón, Carlini (1997, p.6, n.17) considera que "tiene raíces textuales antiquísimas". En dos trabajos editados en un mismo volumen por López Férez se pueden encontrar ejemplos de ambas posturas: Jouanna (1995) concluye, a propósito del Parisino 2047 y el texto de un tratado hipocrático, que "preserva una tradición independiente que remonta muy alto en la historia del texto (...) es innegable que este recentior no es un deterior", mientras que Bravo García (1995), al discutir el valor del texto platónico transmitido por el Matritense BN 4636, copiado por Constantino Láscaris y Juan Eugénico, admite primero (p.261) la posibilidad de "la consulta de una fuente desconocida", pero finalmente (p.271) se decide por la actividad conjetural. El mismo A. Bravo en un trabajo más reciente (1998, p.337) sobre los manuscritos escorialenses de Aristófanes admite, también con dudas, la posibilidad de que copistas como Juan Eugénico "gozaran de extraordinaria fortuna al ser capaces de encontrar manuscritos aislados de incalculable valor". P. Leganés (2003) y E. Ares (2002) han insistido en sus respectivas tesis en el valor de ciertos recentiores, algunos conservados en nuestro país, para el establecimiento del texto de Demóstenes y el rétor Menandro, respectivamente, y S. Martinelli (2003) acaba de elevar a la categoría de potior un recentior de Salamanca (M 279) que transmite el Panegírico de Isócrates, descartando, de paso, la existencia de un único arquetipo antiguo o medieval (p.132).

79 1998, p.17.

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hoy nuestras ediciones de textos griegos estriba en intentar recuperar las lecciones

antiguas que puedan conservar estos códices más recientes que reflejan la actividad

de los estudiosos bizantinos de los ss. XIII y XIV"80. Y el propio West (1973, p.50) ya

señaló que no debemos hacer de tradición y conjetura conceptos completamente

antitéticos, porque la propensión en un manuscrito hacia la conjetura puede ser

también sintomática de un interés por el texto, manifestado en la consulta de copias

difíciles de encontrar.

Sintomático también de esta nueva (aunque quizá no tanto) sensibilidad hacia

la variante es el título, Elogio de la variante, del libro de Cerquiglini, publicado en 1989

y traducido en 1999 al inglés. No vamos a hacer ahora nosotros el "elogio de los

recentiores", pero es sabido que ellos constituyen quizá el terreno más propicio para

encontrarlas81. Su testimonio está siendo, además, de precioso valor para completar

un importante eslabón de la tradición de los griegos en Occidente: las fuentes de las

ediciones aldinas, tema al que con tanto provecho se ha dedicado M. Sicherl y,

recientemente, también A. Cataldi82. No obstante, quedan aún muchos modelos por

encontrar y la clave puede estar en tantos recentiores que todavía permanecen sin

examinar.

5. Algunos ejemplos de autores de transmisión discutida: Demóstenes y el rétor

Menandro.

80 "Hoy no cabe duda -son palabras también de Lens (pp.179-180)- de que, dada la frecuencia, intensidad y profundidad del proceso de contaminación resultante de la colación, prácticamente cualquier manuscrito (salvo, obviamente, los apógrafos) nos puede presentar una auténtica variante antigua".

81 "Un aspecto importante de la aportación española a la crítica textual es la descripción y valoración de los manuscritos de nuestras bibliotecas, a menudo desconocidos o infrautilizados, cuando no simplemente desconocidos por editores extranjeros, por una larga tradición de abandono en la descripción y utilización de nuestros códices" (Bernabé 1994, p.49). Nuestras bibliotecas se convierten así, por su riqueza en manuscritos griegos, sobre todo recentiores, en un rico filón que debería ser mejor aprovechado. En esa dirección apunta la creación en la Universidad Complutense de Madrid, como proyecto abierto, del Seminario para el estudio de los manuscritos griegos en España (S.E.M.G.E.), que acaba de editar (para su consulta en internet) un Álbum de copistas de dichos manuscritos.

82 Los estudios de Sicherl publicados entre 1975 y 1992 también han sido recopilados en fecha reciente por él en un volumen (1997), con el añadido de un trabajo nuevo sobre los epistológrafos griegos. Guiado por criterios internos (valoración del texto) y externos (marcas de impresión, fundamentalmente), Sicherl identifica, entre modelos directos e indirectos, treinta y seis manuscritos, a los que Cataldi (1998) ha añadido otros dieciocho manuscritos e incunables pertenecientes a G. Francesco d'Asola, pariente de Aldo. La colación de nuevos recentiores deparará, sin duda, avances en este terreno, como ya ha ocurrido en España, por ejemplo, con Demóstenes y el rétor Menandro. Sobre las ediciones impresas de los s. XV-XVI puede encontrarse también información en Osler (1995) y Staikos (1998). En cuanto a las primeras traducciones impresas, las de Aristóteles fueron objeto de estudio por Schäfer (2000).

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Todas estas cuestiones pueden encontrar ejemplificación -como es habitual en

crítica textual- en algunos casos concretos. Nosotros hemos elegido dos de

transmisión actualmente muy debatida: Demóstenes y el rétor Menandro.

En el caso del gran orador de Peania puede constatarse un progresivo

"pesimismo textual", como lo acreditan las dos ediciones oxonienses separadas por

casi un siglo: si en la de Butcher (1903) se establecían claramente las cuatro "familias"

(SAYF) establecidas por Drerup en 1899, en la de Dilts (2002) ya no se hace mención

de "familias", ni tan siquiera de "grupos", conformándose con hablar de "manuscritos

primarios". Entre ambas ediciones media -ya lo sabemos- la Storia de Pasquali, quien

subrayaba la "complejidad" (pp.270-1) del texto demosténico, afectado -como tantos

otros- por el fenómeno de la contaminación. Con Hausmann, que en 1929 ya se había

manifestado en ese sentido, Pasquali descartaba (p.274) la existencia de un arquetipo

lachmanniano, incluso provisto de variantes (tesis recuperada por Radicke en 1995),

incompatible con una tradición textual tan heterogénea y "ecléctica", tanto desde el

punto de vista de los manuscritos medievales como de los papiros anteriores. El valor

de los recentiores, enfatizado por Pasquali por sus coincidencias con los papiros y

citas antiguas, encontró su reflejo en las ediciones parciales de MacDowell (1990 y

2000), al dar cabida en ellas a un número considerable de recentiores, ninguno, por

cierto, español. Como muestra de su "pesismismo stemmático", MacDowell desiste de

ofrecer en 2000 un stemma, como sí lo había hecho en 1990. Entre el alto número de

recentiores utilizados por MacDowell, extrañaba la ausencia de los españoles (cf.

nuestra reseña en CFC (EGI) 13, 2003, pp.335-339), corregida, en parte, por Dilts en

su edición de 2002 con la incorporación del Matritense 4647, un importante manuscrito

con variantes propias, copiado por Constantino Láscaris en 1486, al que dedicamos un

trabajo en 2000.

Todas las cuestiones que antes hemos debatido pueden, pues, ilustrarse con

un autor como Demóstenes, incluso la tan discutida de las "variantes de autor", a

propósito de las dos posibles redacciones de la Tercera Filípica. Así las cosas, P.

Leganés Moya elaboró en 2003 una monografía sobre los manuscritos españoles, tan

descuidados, que transmiten los dos discursos (Contra Midias y Sobre la falsa

embajada) editados por MacDowell en 1990 y 2000, respectivamente. Son nueve los

manuscritos españoles que transmiten ambos discursos, todos recentiores, que se

distribuyen -a través del análisis de sus "coincidencia significativas" a pesar de la

contaminación existente- en tres grupos relativamente homogéneos, que han

confirmado -total o parcialmente- casi una decena de conjeturas modernas, además

de presentar -individualmente o en grupo- otras tantas coincidencias con papiros y

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citas antiguas, sin contar con un número nada desdeñable de variantes propias con

cierta plausibilidad: un posible nuevo caso de recentiores non semper deteriores.

Metodológicamente, el trabajo de Leganés Moya es una "edición ampliada",

pues toma como punto de partida las ediciones de MacDowell, que completa con el

testimonio de otras ediciones y, sobre todo, con el de manuscritos no colacionados por

él, adoptando, como quería West, un método "flexible y funcional" en la valoración de

las lecturas. Un cálculo aproximado sobre las unidades críticas y el texto editado por

Dilts sitúa en el entorno del 90% el porcentaje en el que los cuatro veteres principales

coinciden en su texto, aunque el dato, obtenido por el análisis de un aparato

"negativo", puede ser discutible. Pues bien, puede darse por bueno el texto de los

veteres en estos casos, siempre -claro está- que no transmitan un texto

manifiestamente deficiente, que entonces habría que contrastar con el de otros

testimonios directos e indirectos o subsanar mediante conjetura. El verdadero "campo

de batalla textual" se sitúa en ese aproximadamente 10% de los casos en que los

veteres discrepan entre sí: esa "tensión entre homogeneidad y diversidad" que

mencionaba Lens (1983, p.141) a propósito de la mayoría de los autores griegos.

¿Qué hacer entonces? Los editores no suelen aplicar rígidamente el principio de "dos

contra uno" para establecer el texto fuente, sino, muchas veces, el de uno solo

(normalmente S), pero también el de dos o tres, si coinciden entre sí, e incluso

ninguno, admitiendo entonces conjeturas u otros testimonios. Y aquí precisamente

deben intervenir, además de los papiros y citas antiguas, los recentiores que todavía

no se hayan colacionado, porque pueden ser testimonio -como el estudio de Leganés

demuestra- de un estadio anterior al texto transmitido por los cuatro veteres, que, si se

nos permite la "metáfora geológica" -tan del gusto, por otra parte, del propio Maas

("Leitfossilien"-"Leitfehler": 1950, p.27)-, representan ya la consolidación de unas

"vetas textuales" que en la época de los papiros se encontraban, en buena parte, aún

fundidas en una especie de "magma textual" que perduraría en estos recentiores.

Finalmente, el estudio de los recentiores también ha servido para esclarecer mejor los

modelos de la edición (o ediciones: Venecia 1504, con una 2ª edición corregida ca.

1513) aldina(s) de Demóstenes, descartando –o completando- algunas hipótesis hasta

ahora manejadas.

En el caso del rétor Menandro, Russell y Wilson, en la mejor edición (con

traducción y comentario) que existe de este autor (Menander Rhetor, Oxford 1981,

p.XL), establecían, de manera un tanto apriorística, que no habían tenido en cuenta los

manuscritos de los s.XV-XVI "porque es probable que todos deriven directa o

indirectamente de P y contribuirán, a lo sumo, con triviales correcciones al texto",

premisa que debería haberse establecido -en nuestra opinión- tras la colación, siquiera

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parcial, de estos recentiores así descartados, pero no antes. En un trabajo publicado

en 2001 (RhM 144,2, pp.186-187) mostrábamos ya, con algunos datos, esas reservas,

confirmadas en 2002 por la Tesis de E. Ares, quien incorpora, además, un nuevo

programa informático para facilitar la collatio: en efecto, ni todos los recentiores

derivan de P (Paris. 1741) ni aportan tan triviales correcciones, pues son casi sesenta

las conjeturas confirmadas totalmente por ellos, además de otras diecisiete de manera

parcial, sin contar con el número, también muy alto, de variantes propias que deberían

tomarse en consideración de cara a futuras ediciones de Menandro. Estos recentiores,

entre los que hay dos conservados en nuestras bibliotecas, se articulan, a pesar de la

contaminación, en dos grupos relativamente compactos, de los que uno de ellos

podría constituir una nueva "familia" que añadir a las tres hasta ahora establecidas.

Como en el caso de Demóstenes, también Ares ha visto en alguno de estos

recentiores -el manuscrito siglado como D- un modelo más próximo a la edición aldina

(Venecia 1508-9) que otros hasta ahora propuestos.

6. Tradición y crítica de textos: "la crítica textual debe ser histórica". La historia

de la transmisión y los factores materiales.

Con la constitutio textus no termina el trabajo del crítico textual. Aunque ya

Lachmann en su Prefacio a la edición del Nuevo Testamento (1842) hablaba del

"originem detegere", de investigar el origen del ejemplar examinado, como una de sus

operaciones fundamentales83, puede decirse que hasta el siglo pasado no ha

alcanzado verdadero desarrollo. Muchas veces se le ha criticado a Maas la

elaboración de una crítica textual demasiado teórica y abstracta, poco atenta al

devenir material de sus principales vehículos: los manuscritos, título precisamente del

conocido libro de A.Dain, y precursor de una escuela en Francia que cuenta con J.

Irigoin como principal representante. En Italia, otro eminente cultivador de nuestros

estudios, G. Cavallo (2002, p.23), reivindica una filología "material" -que nos remite a

la "kodikologische Stemmatik" de O. Kresten, M. Sicherl y D. Harlfinger- que sea al

mismo tiempo una "filología total" en el estudio del códice. Y es que si la crítica textual

propiamente dicha remonta el camino hacia atrás, intentando aproximarse lo más

posible al original del autor desde los últimos testimonios, la tradición emprende el

camino al revés, estudiando cómo, desde su autor, el texto se ha transmitido y ha ido

influyendo, con fecunda pervivencia, en autores posteriores.

El devenir del manuscrito a través del tiempo ha pasado por una serie de

83 Iudicandi tres gradus sunt: recensere, emendare, originem detegere.

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etapas cada vez mejor conocidas84: sus azarosos pasos en las primeras copias que

circularon en la Antigüedad; los problemas suscitados por el primer

"metagrammatismo" o transliteración (del alfabeto ático al jónico de Mileto) a finales

del s. V a. C.; el "filtro" intelectual que supusieron las ediciones alejandrinas85 y el

material del dilatado -y a veces precario- trasvase de rollos de papiro a códices de

pergamino86; el papel en su supervivencia de la Universidad de Constantinopla y de

los dos llamados "renacimientos bizantinos"87; el "filtro" del segundo

"metagrammatismós" (transliteración de mayúsculas a minúsculas: cf. recientemente

Ronconi 2003)); la importancia de los scriptoria del sur de Italia88; la "crisis" de 1204 y

la de 1453; la diáspora griega hacia Occidente; los humanistas del Renacimiento y las

primeras ediciones impresas89. Y es que, en efecto, con las primeras ediciones

84 En este apartado son de referencia obligada, como ya hemos señalado, los volúmenes recientes de Irigoin (1997 y 2003) y Cavallo (2002). También son muy útiles, dentro de nuestro país, los trabajos publicados por Bravo (1978), Caballero (1999, con bibliografía específica en pp.49 ss. y 55 ss.), y Martínez Hernández (2001), entre otros.

85 Cf. Canfora (1992), Thiel (1992), Irigoin (1999), Jacob (1999) y Martín Hernández (1999). En este aspecto, según Irigoin (1997, pp.149-190), Platón y Aristóteles se muestran como dos "tradiciones disimétricas", porque el estagirita no pasó por el "filtro" de la recensión alejandrina. 86 Sin hacer, no obstante, una equivalencia exacta entre formas y materiales. No todos los rollos fueron de papiro ni los códices de pergamino: en la dilatada etapa de transición coexistieron formas mixtas. Cavallo (Librii, editori e publico nel mondo antico, Bari 1975, p.146) consideraba este tránsito del rollo al códice como la revolución más grande en la historia del libro antes del advenimiento de la imprenta. Son muchos los que piensan que actualmente estamos asistiendo a otra revolución no menos importante con la sustitución del libro de papel por el disquete (o CD) informático.

87 Pérez Martín, 1996.

88 Allí trabajaron copistas muy interesantes, aunque poco conocidos, como un tal Ioannikios, estudiado, entre otros, por Wilson, Irigoin y García Novo. En ocasiones, los manuscritos copiados en el S. de Italia pueden suponer una "tradición local" e "independiente" (por ejemplo, en Luciano: Irigoin 2003, p.575), pero otras no (Sófocles y Eurípides: Id., p.547) o persiste la duda (Galeno: Id. p.572): "Los futuros editores de este tratado deberán decidir si se trata de una rama independiente de la tradición, como yo estaría tentado de pensar". También nosotros pensamos en esa posibilidad a la vista del texto de un manuscrito griego de la Universidad Complutense de Madrid, el núm. 30, copiado en Mesina alrededor del año 1000 d. C. y que, entre otras obras, transmite un Léxico demosténico editado por primera vez, sin el auxilio de este manuscrito, por Kazazis en 1986: las nuevas glosas que incluye, frente al resto de la tradición, así como el alto número de correcciones modernas (casi una veintena) que ya se contienen en él, nos sugieren también que se trata de un venerable testimonio de otra rama de la tradición. Antes se discutió por extenso la posibilidad de que algunos recentiores hayan accedido a ramas antiguas, luego perdidas, de la tradición como una de las explicaciones del origen de sus valiosas lecturas. Para los que consideran tal posibilidad harto improbable dejamos en el aire la siguiente hipótesis: ¿qué hubiera ocurrido si este venerable manuscrito de la Complutense se hubiese perdido –como, de hecho, ocurrió con otros del mismo fondo-, pero antes se hubiese sacado una copia que fuese a la postre la única conservada? 89 Cf. Wilson (1996) y Jackson (1998). El recorrido también puede hacerse por géneros y autores concretos: López Férez 1992 y Mondrain 1995 (medicina griega), Hecquet-Devienne 1997 (Sófocles), Rashed 2001 (Aristóteles), Bravo 2001 (Aristófanes), Vancamp 2001 (Platón),

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impresas se detiene en gran medida ese deterioro continuo que ha sufrido el texto

antiguo desde que fuera puesto en circulación por su autor90.

Y junto a las etapas conocemos también mejor a sus protagonistas, el

quehacer filológico tanto de los grandes nombres de la filología alejandrina y bizantina

como del "anónimo profesor" del s. X91, al igual que la labor de editores y críticos más

modernos92.

V. BALANCE Y PERSPECTIVAS:

Nuevas tecnologías y ediciones de textos. Hacia una gran ciencia del texto y su

soporte manuscrito.

Un balance, pues, muy positivo es el que cabe hacer sobre la crítica textual

griega en los últimos decenios. De cara al futuro, tampoco faltan razones para el

optimismo, pero queremos recordar finalmente los tres factores que, sin duda,

condicionarán su progreso: de un lado, una incorporación más efectiva a sus tareas de

las nuevas tecnologías, que permitan, si no realizar la collatio misma93, sí al menos

organizar de manera más segura y polivalente todo el material manejado, permitiendo,

a través de Internet, la colaboración en equipo y "on line" de más personas en el

trabajo crítico, con acceso digital a los ejemplares y el asesoramiento de matemáticos

y técnicos en informática (Morocho 2003, p.154)94; por otra parte, la colación más

por citar algunos representativos. En el trabajo de Caballero (1999, pp.55 ss.) puede encontrarse más bibliografía.

90 Según Hay (2002, p.387), la imprenta es el fin de la "genèse", en tanto "defiende la obra de toda alteración". En efecto, para la "crítica genética" ese proceso de reconstrucción problemática y dinámica de la obra literaria se detiene, en buena medida, con la edición impresa.

91 En su correspondencia podemos ver a un auténtico filólogo del s. X que, además de copiar, por encargo, su texto, realiza sobre él la recensio y la collatio, incluso la emendatio, cf. Markopoulos (1982).

92 H. Estienne (Spoerri 2000), N. Heinsius (Tarrant 1999), J. Wallis (Reeve 1998), I. Bekker (Zadro 1996), J.C. Orelli (Utzinger 2000), L. Gernet (Canfora 1984), Q. Cataudella (Salanitro 1992), G. Pasquali y P. Chantraine (Irigoin 2003, pp.707-722 y 723-734, respectivamente).

93 "Si el ordenador nos hace ganar mucho tiempo en las diferentes etapa materiales del trabajo, no reemplaza de ninguna manera el juicio crítico del editor" (Hamesse 1992, p.XII). La "recensión mecánica" postulada por Lachmann y Maas no pudieron sustituir el iudicium del editor; tampoco la "recensión informática".

94 La bibliografía sobre informática y los "nuevos horizontes" (Hamesse 1992 b, Delany 1993 y AA.VV. 1999) que se han abierto para la crítica textual, especialmente en la tarea de la clasificación de manuscritos y edición de textos con generación y ajustes automáticos de aparatos críticos, es una de las que más ha crecido desde los años ochenta. En 1979 ya se publicó un volumen colectivo sobre este aspecto, al que han seguido los de Uthemannn (1988

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sistemática de los llamados recentiores, que, junto a las aportaciones de los papiros

(como los recientes de Simónides, Arquíloco, Safo y Posidipo) y los palimpsestos

(como el nuevo Menandro de la Vaticana), serán los grandes protagonistas por las

novedades textuales que pueden aportar -y están ya aportando-, tanto en nuevos

textos transmitidos como, sobre todo, en las variantes sobre textos ya conocidos,

fenómeno que está modificando las ideas que se tenían sobre la transmisión de

algunos autores; finalmente, la apertura de la crítica textual a todas las demás

disciplinas que, de una u otra manera, tienen que ver con el texto y el manuscrito: en

un imaginario viaje de dentro hacia fuera, en primer lugar con la paleografía y el

estudio de la escritura, primer vehículo material del texto; también con las disciplinas

que, como la estilística, apuntan a la interpretación y análisis literario del propio texto; y

colaboración estrecha asimismo con aquellas otras que tienen que ver más con el

contexto material e histórico del texto y el manuscrito que lo contiene: nos referimos,

sobre todo, a la codicología y a la historia de la transmisión y pervivencia.

Una gran ciencia, pues, del manuscrito y su texto, que abarque, como ya

quería Mabillon y han reivindicado recientemente Irigoin y Cavallo -en ese camino de

ida y vuelta al que ya nos hemos referido-, disciplinas en la actualidad un tanto

separadas. Con estas sinergias la crítica textual griega podrá proseguir con provecho

la suprema tarea a la que está llamada, la edición, porque "pocas obras humanas hay,

en suma, en que se hayan conjugado mejor el esfuerzo individual y el trabajo colectivo

y 1989: la aplicación del programa de A. Dees, que no tiene en cuenta la distinción entre errores "separativos" y "conjuntivos" para configurar "constelaciones" de manuscritos), Marcos (1986), Viré (1986), Ott (1990: TUSTEP-Programa VERGLEICHE), Bozzi (1993: la "Multimodular Philological Workstation"), Robinson (1993 y 1995: actualización de "Collate" y programas "cladísticos"), Karasch (1996: CET-"Critical Edition Typesetter"), Lange (1996: CATT-manual), Richards (1996: "test de profiles" vs. "test de lecturas"), Reenen y Mulken (1996: los programas "stemmáticos" del grupo de investigación de la Universidad de Amsterdam), Shillingsburg (1996), Pebworth y Stringer (1998), Morrás (1999, pp.189-210, con amplia bibliografía), Woerther y Khonsari (2001: el ordenador y la clasificación "filogenética"). En distintas universidades existen grupos de trabajo en este aspecto, como el dirigido por J.J Caerols en la Complutense. Otros investigadores, como E. Ares (2002), han configurado su propio programa. J. Irigoin (2002) se ha referido también al progreso de las técnicas de laboratorio en la lectura de los manuscritos y D. Harlfinger dirige actualmente un equipo internacional para la recuperación de palimpsestos, algunos de los cuales han recuperado nuevos textos y han confirmado lecturas que se documentaban sólo en recentiores. En cuanto a la edición en sí, internet -como ha señalado J.M. Lucía- permitirá conjugar los diferentes estados de un texto, constituyendo una suerte de "hipertexto" en el que cada lector podrá elaborar su propia edición en pantalla. Gentili (2000, pp.328-329) puede hablar así de "una edición de uso personal" que puede coexistir con una "edición electrónica central" en la que intervengan una pléyade de filólogos. Tanto una como otra tendrán un carácter eminentemente fluido, en continuo devenir, de manera que, paradójicamente, la era de Internet y de la informática nos devolverá, como en "anillo", a lo que fueron las primeras ediciones en la antigua Grecia, unas ediciones "fluidas" por la oralidad predominante en su transmisión y, en géneros como la épica, también en su nacimiento.

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y solidario".95 Probablemente, a menudo en crítica textual -como tantas veces en

Filología- nos tenemos que ocupar de cuestiones relativamente menores, pero a

menudo también, debajo de pequeñas minucias, como las textuales, "se ocultan

apasionantes problemas de la historia del espíritu" (Lasso de la Vega 1984, p.160).

95 Bernabé 1992, p.188. En este sentido, el mismo autor (1992, p.79) habla de la edición como una obra "ucrónica o, quizá mejor, pancrónica, una especie de obra colectiva resultado de la conjunción de esfuerzos del autor y de todos cuantos han contribuido a conservarla y alterarla a lo largo del tiempo".

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Felipe G. Hernández Muñoz - Veinticinco años de crítica textual griega.

2. BIBLIOGRAFÍA TEMÁTICA

Aunque los temas en crítica textual suelen implicarse mutuamente y es difícil

que los trabajos toquen un único aspecto, hemos ordenado la bibliografía seleccionada

según el tema que se considera preferente, y seguido, dentro de cada uno, una

sucesión cronológica.

1. BIBLIOGRAFÍA GENERAL Y ESTUDIOS DE CONJUNTO, GÉNESIS DE LA

EDICIÓN Y EPISTEMOLOGÍA.

Alberti (1979), Gastaldelli (1979), Flores (1981), Longo (1981), Salvatore (1981,

1983), Luck (1981 y 1989), Campanale (1983-4), Cesarini (1984), Lasso de la Vega

(1984), Stussi (1985), AA.VV. (1986), Contini (1986), Ballester (1987), Cavallo (1987),

Dummer (1987), Avalle (1988), Landon (1988), Cerquiglini (1989), Grant (1989),

Nichols (1990), Sinkewicz (1990), Elliott (1991), Segre (1991, 1998), Fuhrmann (1992),

Hamesse (1992), Bernabé (1992, 1994), Reitz (1997), Dover (1997), Irigoin (1997,

2003), Pérez Priego (1997), Ferrari (1998), Flores (1998), Most (1998), Caballero

(1999), Gentili (2000), Orduna (2000), Reeve (2000), Martínez Hernández (2001),

Cavallo (2002), Gronemeyer (2002), Hay (2002), Gil (2002), Irigoin (2003), Morocho

(2003), Rodríguez Somolinos (2003).

2. EL MÉTODO DE LACHMANN:

Cecchini (1982), Kristeller (1984), Timpanaro (1985 a), Schmidt (1988), Orlandi

(1995), Fiesoli (2000), Tov (1982).

3. EL MÉTODO DE MAAS: EL ANÁLISIS "STEMMÁTICO", LA POLÉMICA CON

PASQUALI:

Cini (1981), Smulders (1982), Timpanaro (1985 b), Reeve (1986 y 1989),

Eklund (1987-8), Amphoux (1988), Grier (1988), Pieraccioni (1988), Wenzel (1990),

Flight (1990, 1992, 1994), Campanile (1992), Hall (1992), Canfora (1982 y 2000),

Victor (1996), Carlini (1997), Hecquet-Devienne (1997), Montanari (1999, 2001, 2003),

Falque (2001), Macé-Schmidt-Weiler (2001), Garzya (2002).

4. LAS NOCIONES DE "ARQUETIPO", "VARIANTE" Y "FALTA":

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Felipe G. Hernández Muñoz - Veinticinco años de crítica textual griega.

Kleinlogel (1979), Arkhipoff (1980), Lens (1983), Reeve (1984-5), Mariotti

(1985), Brambilla (1986), Schartau (1987), Wilson (1987), Cerquiglini (1989),

Hernández Muñoz (1989), Molinos (1991), Siegert (1998), Rosato (1999), Canfora

(1999, 2000).

5. "RECENSIÓN" Y "CONJETURA":

Carlini (1981), Galigani (1981), Lasso de la Vega (1984), Nisbet (1991),

Gigante (1992), Grafton (1998).

6. TRADICIÓN INDIRECTA (TRADUCCIONES, CITAS, ESCOLIOS, GLOSAS):

Bolognesi (1981), Pascucci (1981), Van der Valk (1984), Leone (1985),

Accame (1986), Tossi (1988), Morani (1989), Whittaker (1989), Angeletti (1990),

Lanza-Fort (1991), Salanitro (1991), Horsfall (1993), Zuckermann (1995), Morenilla-

Bañuls (1996), Smith (1996), Rochette (1997), Luzzato (1998), García Romero (2000),

Schäffer (2000), Uluhogian (2000), Shirinian (2001).

7. APARATO CRÍTICO, EDICIONES DE FRAGMENTOS Y FALSIFICACIONES:

Wellesley (1982-1984), Orlandi (1997), Velaza (1998), Schepens (2000),

Gastgeber (2001 a-b), Horak (2001), Flores-Tomasco (2002), Macía Aparicio (2003).

8. EDICIONES ALDINAS:

Osler (1995), Sicherl (1997), Cataldi (1998), Staikos (1998), Schäffer (2000),

Spoerri (2000).

9. LA TRANSMISIÓN (ETAPAS Y GÉNEROS):

Markopoulos (1982), Bravo (2001), Canfora (1992), Thiel (1992), Mondrain

(1995), Pérez Martín (1996), Wilson (1996), Hecquet-Devienne (1997), Jackson

(1998), Caballero (1999), Jacob (1999), Martínez Hernández (1999), Rashed (2001),

Vancamp (2001), Cavallo (2002), Irigoin (1999, 2002, 2003), Ronconi (2003).

10. VALORACIÓN DE CRÍTICOS TEXTUALES Y EDITORES CONCRETOS:

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Felipe G. Hernández Muñoz - Veinticinco años de crítica textual griega.

Canfora (1984), López Férez (1992), Salanitro (1992), Zadro (1996), Tarrant

(1999), Reeve (1998), Spoerri (2000), Utzinger (2000), Garzya (2002), Irigoin (2003).

11. CRÍTICA TEXTUAL, INFORMÁTICA Y NUEVAS TECNOLOGÍAS:

AA.VV. (1979), Viré (1986), Uthemann (1988), Ott (1990), Hamesse (1992 b),

Bozzi (1993), Robinson (1995), Karash (1996), Lange (1996), Richards (1996), AA.VV

(1999), Morrás (1999), Gentili (2000), Woerther-Khonsari (2001), Irigoin (2002).

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