1. aportes de la pedagogía de santo tomas a los procesos
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Aportes de la pedagogía de Santo Tomás a los procesos educativos actuales
Wilfrey Arenas Trigos
1. Aportes de la pedagogía de Santo Tomas a los procesos educativos actuales.
Resumen
Este artículo es el resultado de un proyecto investigativo construido desde un enfoque
cualitativo y método de revisión bibliográfica, donde a partir de un análisis documental se busca
analizar los aportes de la pedagogía de Santo Tomás de Aquino a los procesos educativos actuales.
Sin duda, la educación actual debe responder a grandes retos, entre algunos significativos formar
desde la integralidad dado que el ser humano es un individuo de carácter integral y formar desde
la realidad, pues se busca desde los procesos de enseñanza – aprendizaje propiciar la
transformación social y dar pautas para un proceso liberador que permita superar las diversas
estructuras opresoras que hacen presencia en las comunidades actuales. La educación es en sí
emancipadora, desde este ámbito, la pedagogía de Santo Tomás de Aquino ofrece orientaciones
para el desarrollo de un proceso educativo centrado en la persona, de carácter humanista,
encaminado hacia la virtud y en búsqueda permanente de la verdad. Por su parte, el doctor angélico
desde la teología cristiana ilumina el fin último de la educación que debe ser conocer a Dios y
caminar hacia Él.
Palabras clave
Educación, enseñanza, aprendizaje, pedagogía, didáctica, filosofía, tomismo, humanismo,
cristianismo, Iglesia, teología, fe,
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2. Contributions of the pedagogy of Santo Tomas to current educational processes.
Abstract
This article is the result of a research project built from a qualitative approach and a
bibliographic review method, where, based on a documentary analysis, it is sought to analyze the
contributions of the pedagogy of Santo Tomás de Aquino to current educational processes.
Undoubtedly, current education must respond to great challenges, among some significant ones to
train from the integrality since the human being is an individual of an integral character and to
train from reality, since it is sought from the teaching-learning processes to promote social
transformation and provide guidelines for a liberating process that allows overcoming the various
oppressive structures that are present in today's communities. Education is in itself emancipatory,
from this scope, the pedagogy of Saint Thomas Aquinas offers guidelines for the development of
an educational process centered on the person, of a humanistic nature, directed towards virtue and
in a permanent search for truth. For his part, the angelic doctor from Christian theology illuminates
the ultimate goal of education, which must be to know God and walk towards Him.
Keywords
Education, teaching, learning, pedagogy, didactics, philosophy, Thomism, humanism,
Christianity, Church, theology, faith,
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3. Contribuições da pedagogia de Santo Tomas aos processos educacionais atuais.
Resumo
Este artigo é resultado de um projeto de pesquisa construído a partir de uma abordagem
qualitativa e do método de revisão bibliográfica, onde, a partir de uma análise documental, se busca
analisar as contribuições da pedagogia de Santo Tomás de Aquino aos processos educacionais
atuais. Sem dúvida, a educação atual deve responder a grandes desafios, dentre alguns
significativos, formar a partir da integralidade já que o ser humano é um indivíduo de caráter
integral e formar a partir da realidade, visto que se busca nos processos de ensino-aprendizagem
para promover a transformação social. e orientar um processo libertador que permita superar as
diversas estruturas opressoras que estão presentes nas comunidades atuais. A educação é em si
emancipatória, a partir desse âmbito a pedagogia de Santo Tomás de Aquino oferece diretrizes
para o desenvolvimento de um processo educativo centrado na pessoa, de caráter humanístico,
voltado para a virtude e na busca permanente da verdade. Por sua vez, o angélico médico da
teologia cristã ilumina o objetivo último da educação, que deve ser conhecer a Deus e caminhar
para ele.
Palavras chave
Educação, ensino, aprendizagem, pedagogia, didática, filosofia, tomismo, humanismo,
cristianismo, Igreja, teologia, fé,
Aportes de la pedagogía de Santo Tomás a los procesos educativos actuales
Wilfrey Arenas Trigos
Descripción del problema
La clase de filosofía es un área
fundamental en la consolidación de procesos
formativos que le apuestan a la integralidad
del ser humano y su desarrollo. En la
actualidad dicha área se ha convertido en un
espacio de fundamentación teórica en donde
se transmite de forma magistral los diversos
autores y escuelas propias de la historia de
este campo. A causa de esto, no se propicia
una formación de carácter crítico basada en la
realidad educativa, ni tampoco se desarrollan
competencias básicas en argumentación,
indagación e investigación. Sin duda, el
educando debe ser el protagonista del proceso
formativo y es por esto, que debe fomentarse
a partir de los ejes temáticos del área
elementos que susciten la curiosidad como
fundamento del área de filosofía. Otro
aspecto esencial que se ha descuidado a partir
de la clase de filosofía es la formación
humanística de los educandos, sin duda desde
épocas pretéritas un interés de la filosofía ha
sido la educación del ciudadano en función
del bienestar social.
Vivimos en una época de confusión
intelectual, donde cada sujeto cree poseer la
verdad la asume como suya y la trasmite sin
tener en cuenta de ¿dónde venimos? ¿quiénes
somos? ¿a qué cultura pertenecemos?,
creándose así un caos intelectual y un
sinsentido, es ahí donde el aporte de la
pedagogía de Santo Tomas de Aquino se alza
para propiciar valores que se trasmiten desde
la filosofía en pro de la educación actual.
Algunos de estos valores son: la verdad, el
dialogo, la disciplina, la caridad, la
solidaridad, el bien común, la libertad, el
respeto, la integralidad en las diferentes
disciplinas, el saber dar razón de lo que se
hace y hacia donde se quiere llegar.
Los aportes de la pedagogía de Santo
Tomas a la educación filosófica actual son
muy valiosos para nuestra sociedad que
requiere de profesionales íntegros capaces de
responder a los desafíos de la educación que
necesita una identidad con el ser de la
persona. en primer lugar, ser profesionales
con un conocimiento integro. Santo Tomás
fue una figura muy importante en su época,
admirado por muchos, por su capacidad
intelectual, por su humanismo, por su
conocimiento de la cultura que lo rodeaba,
porque fue capaz de unir la razón con la fe,
un hombre que amaba profundamente lo que
hacía y puso al servicio de muchos su
conocimiento. el profesional actual debe ser
capaz de amar lo que hace, y trasmitirlo en
plena libertad y sin obligación para que su
conocimiento sea asimilado con mayor
facilidad.
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En segundo lugar, debemos saber
comunicar a través de la ciencia el
conocimiento científico por medio de los
procesos de enseñanza y aprendizaje
quedando estos claros en la mente y en el
corazón de quien los recibe, con una certeza
que no da pie a la divagación y así transferir
con autoridad la plena verdad tan anhelada en
la época actual. En tercer lugar, con la
enseñanza de Santo Tomás debemos darle
sentido y un rumbo a lo que hacemos, a lo que
queremos ser, a lo queremos ver, a lo que
queremos visualizar en el mundo actual, que
nos indaga ¿porque estamos aquí? ¿para qué
nos preparamos? ¿cómo superar las
injusticias? ¿cómo derrotar la corrupción?
¿cómo mejorar nuestra condición de vida?
¿cómo construir un mundo mejor? ¿cómo
vivir y ser capaces de convivir en paz? y
todas estas preguntas que fundamentan la
propuesta de una pedagogía que nos lleve a
construir una idea ética en diferentes
condiciones y es ahí donde vemos al tomista
con la moral del amor vivido consigo mismo
y con los demás y esta ética nos recuerda que
lo que hagamos va a impactar positiva o
negativamente en nosotros y es ahí el gran
desafío de descoger lo bueno y lo malo,
tratando de buscar siempre la opción hacia el
bien común, que ese es el ideal de la persona
humana y cristiana. Estos conocimientos
especializados adquiridos desde la pedagogía
Tomista nos llevan a tomar decisiones claras
a favor del ser integral y su incidencia en el
ámbito educativo actual, es por ello, que en
las cátedras se debe vislumbrar en el campo
de la razón, de humanismo, de lo científico,
de lo espiritual, de lo cultural, de lo social, de
lo antropológico, del conocimiento del
cosmos que nos rodea y así lograremos
asimilar la pedagogía de Santo Tomas de
Aquino y su incidencia en el mundo
educativo actual.
A manera de conclusión, se establece que
estos aportes propios de la pedagogía del
Aquinate, son de suma importancia para la
formación del hombre del mañana, que,
desde esta, se hace capaz de orientar a la
sociedad a la cual pertenece hacia los
caminos de la plena felicidad, la consecución
del bien supremo y de la reconciliación con
la transcendencia consigo mismo, con los
demás y el medio que nos rodea.
Ruta metodológica
El presente informe investigativo fue
realizado en el segundo semestre del año
2020 a partir de la revisión bibliográfica de
algunos libros que abordan esencialmente las
categorías teóricas señaladas de acuerdo a los
objetivos propuestos. Estas categorías son:
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Educación actual, pedagogía y modelos
pedagógicos y pedagogía tomista.
El enfoque de investigación de este
ejercicio fue el cualitativo, en cuanto que se
pretende describir rasgos significativos
presentes en la bibliografía y a partir del
análisis de estos dar respuestas a los diversos
estipulados en función de los aportes de la
pedagogía tomista a los procesos educativos
y filosóficos actuales.
La investigación cualitativa se
fundamenta en una perspectiva
interpretativa centrada en el
entendimiento del significado de las
acciones de seres vivos, sobre todo de
los humanos y sus instituciones
(busca interpretar lo que va captando
activamente), postula que la
“realidad” se define a través de las
interpretaciones de los participantes
en la investigación respecto de sus
propias realidades. De este modo
convergen varias “realidades”, por lo
menos la de los participantes, la del
investigador y la que se produce
mediante la interacción de todos los
actores. Además, son realidades que
van modificándose conforme
transcurre el estudio y son las fuentes
de datos. (Hernández, 2010, p 364).
De acuerdo a Hernández, (2010) el
paradigma cualitativo busca: “Tratar de
describir en un hecho que se presenta, tantas
cualidades como sea posible a través de la
toma de muestras y de la observación de un
grupo de población reducido” (p. 7). En el
contexto de dicho artículo investigativo la
observación será desarrollado a partir de una
revisión bibliográfica y su respectivo análisis.
Para dar cumplimiento a este horizonte se
propuso como perspectiva epistemológica la
hermenéutica. La perspectiva epistemológica
permite identificar desde que óptica se va a
intervenir la realidad estudiada en el ejercicio
investigativo.
La estrategia hermenéutica puede ser
vista como un nuevo estilo de
investigación cualitativa, el cual
puede ofrecer una convergencia que
complementa los aportes de otras
investigaciones que abordan las
problemáticas emergentes del sistema
educacional. Esta modalidad permite
entrar en un área que se identifica con
la formación de la persona, lo que
actualmente reviste una importancia
de carácter primordial a causa de los
cambios culturales y sociales que han
debido afrontar las sociedades en
general, y que están afectando a la
7
escuela en forma particular. (Ríos,
2005, p. 52).
“La perspectiva hermenéutica como
interpretación no es ninguna descripción por
parte de un observador neutral, sino un
evento dialógico en el cual los interlocutores
se ponen en juego por igual y del cual salen
modificados” (Vátimo, 1999 en Cárcamo,
2005, p. 8). Desde este ámbito se pretende el
desarrollo de un ejercicio interpretativo en
relación con los aportes establecidos en los
contenidos bibliográficos con el objeto de
analizar los diversos aportes de la pedagogía
tomista a la educación filosófica actual.
De manera general y en relación con su
raíz en la fenomenología de Husserl, “la
hermenéutica intenta establecer un proceso
por medio del cual se haga, inicialmente, una
interpretación en torno al sentido de cualquier
fenómeno, y en una segunda instancia, se
realice la comprensión del mismo”. (Pérez, et
al, 2019, p. 26).
El tipo de investigación asumido fue el
documental, desde esta entrada
metodológica, se propone un artículo de
revisión bibliográfica. La investigación
documental es una variación de la
Investigación Científica, cuyo objeto es
analizar los diferentes fenómenos que se
presentan en la realidad utilizando como
recurso principal los diferentes tipos de
documentos que produce la sociedad y a los
cual tiene acceso el investigador.
(Hernández, 2010, p 370).
La investigación documental o
bibliográfica es aquella que procura
obtener, seleccionar, compilar,
organizar, interpretar y analizar
información sobre un objeto de
estudio a partir de fuentes
documentales, tales como libros,
documentos de archivo,
hemerografía, artículos investigativos
registros audiovisuales, entre otros.
Este tipo de investigación es muy
usada en las ciencias sociales y es
característica del modelo de
investigación cualitativa, donde
constituye un objetivo en sí mismo.
Sin embargo, está presente en todo
tipo de investigación, pues solo a
partir de la investigación documental
se conocen los antecedentes del
problema o el estado de la cuestión.
(Sánchez, 2003, p.51).
Vickery, (1970) señaló que los métodos de
recuperación, entre los que se cuenta el
análisis documental, responden a tres
necesidades informativas de los usuarios, en
8
primer lugar, conocer lo que otros pares
científicos han hecho o están realizando en un
campo específico; en segundo lugar, conocer
segmentos específicos de información de
algún documento en particular; y por último,
conocer la totalidad de información relevante
que exista sobre un tema específico. Para el
autor la búsqueda de respuesta a estas
interrogantes fue propiciando el desarrollo de
métodos de recuperación cada vez más
elaborados que han involucrado el uso de
tecnologías y estrategias orientadas a ofrecer
resultados depurados de datos e
informaciones no deseables. Con el
transcurrir del tiempo, el proceso de análisis
documental ha evolucionado partiendo del
uso de esquemas de trabajo básicos y
rudimentarios hasta el perfeccionamiento de
técnicas y la incorporación de una visión más
interdisciplinaria. (Peña y Pirela, 2007, p.
60).
En cuanto a la técnica de recolección de
datos, fue necesario el desarrollo de una
matriz de análisis documental, donde a partir
de los diversos hallazgos bibliográficos se
desarrolló un ejercicio analítico en donde se
dialogó con los autores y sus aportes en
relación con las categorías teóricas expuestas.
Dicha matriz se orienta básicamente hacia la
representación, organización y localización
de la información; su resultado es para buscar
y recuperar aspectos relevantes; no
intervienen necesariamente especialistas en
el tema que aborda el documento y crea una
información nueva por su forma (secundaria),
basándose en el estudio de las fuentes de
información primaria; mantiene sin cambios
la información, y la secundaria se crea con
adición de la primaria (Sánchez, 2003, p.53).
La matriz de análisis documental es
un instrumento asociado al diseño
documental, en el cuál se registra de
forma sistemática los datos
bibliográficos relevantes que
responden al objetivo planteado en la
propuesta investigativa. Dicha matriz
responde a las categorías teóricas que
son el referente epistemológico del
proceso investigativo. (Sánchez,
2003, p.54).
Discusión de resultados
Los hallazgos expuestos a continuación
son el producto de la lectura y análisis de diez
libros que involucran de forma directa las
diversas categorías y subcategorías
propuestas para el desarrollo epistemológico
de la presente investigación. De esta forma,
cada autor aporta teóricamente a los diversos
tópicos que en su unidad forman el cuerpo
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epistémico del presente informe. A su vez, se
evidencia un diálogo que a manera de análisis
busca consentir o disentir los hallazgos
bibliográficos.
Tabla 1: Documentos bibliográficos y subcategorías teóricas
Bibliografía marco teórico Subcategorías que se involucran
Degante Castañeda, Candelario - Humberto
Maldonado Gómez - María Antonieta Julián
Pérez (2012) Educación y filosofía.
Proceso de enseñanza – aprendizaje, educación
actual.
Ramírez Orozco, Sandra Ligia - William
Fernando Puentes González - Francy Liliana
Garnica Ríos (2013) Persona, educación y
cultura.
La persona como centro del proceso educativo.
Nervi Haltenhoff, María Loreto - Hugo Nervi
Haltenhoff. (2007) ¿Existe la pedagogía?
Función de la pedagogía, pedagogía y
filosofía.
Ortiz Ocaña, Alexander (2013) Modelos
pedagógicos y teorías del aprendizaje.
Modelos pedagógicos en la actualidad.
Santos Gómez, Marcos (2008). La educación
como búsqueda: filosofía y pedagogía.
Función de la pedagogía, pedagogía y
filosofía.
Sellés, Juan Fernando (2008) Los hábitos
intelectuales según Tomás de Aquino.
Pedagogía tomista, educación integral y
cátedra magistral.
Copleston, Frederick C (2001) El
pensamiento de Santo Tomás.
Pedagogía Tomista, formación humanística en
Tomás de Aquino
Edwards, Aníbal (1976) Tomás de Aquino y
la pedagogía.
Pedagogía Tomista, formación humanística en
Tomás de Aquino
Reyes, Jaimes (2011) Educación integral en
Santo Tomás de Aquino.
Educación integral y cátedra magistral.
Martinez, Enrique (2014) La pedagogía de
Santo Tomás ante una educación sin
maestros.
Pedagogía Tomista, educación integral y
cátedra magistral.
Fuente: Elaboración propia con base en el análisis documental.
4. El hombre y la educación
Ante los procesos educativos actuales, se
pone en evidencia la necesidad de una labor
pedagógica que responda a la realidad de las
comunidades, que se interese por abarcar al
ser humano en su integralidad y formar desde
una perspectiva axiológica en bases
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humanistas a partir de las cuáles el hombre
como supuesto racional pueda ser más
virtuoso y avanzar hacia el fin último, que
desde una perspectiva tomista es Dios que es
causa eficiente y final de todo lo creado. Para
comprender el aporte de la pedagogía del
doctor angélico, es necesario abordar al ser
humano desde un enfoque antropológico, en
cuanto que el proceso de enseñanza –
aprendizaje está en función de la persona
como supuesto integral.
La persona como centro del proceso
educativo
El ser humano no solo posee una
dimensión espiritual, sino también una
dimensión racional. En esta perspectiva, se
vislumbra que es un ser de carácter integral,
capaz de tomar decisiones a partir de la
experiencia y la razón y ante todo un ser
dotado de libertad y autonomía en la toma de
decisiones fundamentales. Es propio de la
dimensión espiritual o trascendente que el ser
humano se cuestione por el sentido a partir de
preguntas existenciales. Dichos
cuestionamientos permiten aún más potenciar
la razón y la inteligencia espiritual, en la
medida que el ser humano va encontrando
respuestas a los interrogantes existenciales.
Con base en lo anterior es pertinente citar
el pensamiento de Jean Grondin con respecto
a estas dimensiones propias de la persona
humana que son esenciales para el desarrollo
de los procesos formativos en la actualidad:
La persona es un supuesto racional de
naturaleza espiritual, es decir, es un
ser dotado de integralidad y de
libertad, que le permite tomar
decisiones en relación con su
búsqueda de sentido. Dicha búsqueda,
hace referencia a preguntas de
carácter existencia tales como: ¿De
dónde venimos? ¿cuál es el propósito
en la vida? ¿Por qué debemos morir?
¿Qué hay después de la muerte?
Dichos cuestionamientos, son una
categoría esencial que diferencia a la
persona en relación con cualquier otro
ser vivo. (Grondin, 2015, p. 7).
Ambas dimensiones a pesar del dualismo
que se ha marcado a través de la historia se
pueden potenciar de forma complementaria.
La dimensión espiritual puede ser abordada
desde una perspectiva laica vivida a partir de
un humanismo centrado en hacer el bien a la
comunidad y desde una perspectiva religiosa
específicamente en la vivencia del fenómeno
religioso y la relación establecida entre la
persona y lo Sagrado que es posibilidad de
encuentro con Dios.
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La persona es un supuesto
multidimensional, la dimensión cognitiva y
conductual del ser humano es modificada por
el ámbito social y la cultura en la cual el
hombre interactúa. Desde esta perspectiva, el
medio condiciona las diversas estructuras
comportamentales que caracterizan a cada
sujeto como ser social.
El hombre está integrado por distintas
dimensiones, engranadas entre sí
como un todo complejo; cada parte
está interconectada con las demás,
formando un sistema sociocultural.
La perspectiva holista nos
proporciona una concepción global e
integral de la realidad social en vez de
la visión fragmentada y parcial de
otras disciplinas científicas. Este
planteamiento confiere unidad y
coherencia al estudio de campo
realizado. No se puede separar el
comportamiento humano del contexto
cultural en el que tiene lugar.
(Ramírez, et al, 2013, p. 19).
En función de lo anterior, se establece que
en función de la compresión del término
cultura, es posible abordar la expresión
identidad cultural. Desde un enfoque
antropológico, hablar de identidad lleva a
pensar en individualidad, en algo que
diferencia a un sujeto o grupo de otro; es
decir, a aquello que la persona o grupo en su
individualidad aporta al colectivo y a la
construcción de comunidad.
Por otro lado, el comportamiento está
condicionado por el entorno cultural en
donde la persona interactúa. De esta forma, el
ser humano como ente social toma para su
vida aspectos propios de la tradición cultural
y de las diversas formas de vida que se
transmiten de una generación a otra. A partir
de esto, es de entender que, en cada sujeto, se
encierra una serie de tradiciones y
costumbres heredadas que configuran la
identidad cultural de cada persona.
Por su parte, desde una perspectiva
teológica el hombre, nos dicen los
Padres, es “imagen de Dios” no sólo
por su inteligencia, por su libertad,
por su inmortalidad, o también por el
poder que ha recibido de dominar
sobre la naturaleza: él lo es además
sobre todo por lo que posee de
incomprensible en su mismo fondo.
Al afirmar que el hombre es
incomprensible en su mismo fondo,
no le trata como un misterio en sí
mismo, un enigma que hay que
descifrar mediante la introspección o
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el análisis psicológico. (Persidok,
2017, p. 82).
Desde este ámbito, a partir de la dimensión
religiosa se establece que esta es una forma
de respuesta al carácter espiritual propio de
cada sujeto que asume una experiencia del ser
humano que destaca por encima de las otras
existencias presentes en este planeta. El ser
humano posee una naturaleza superior a la de
las otras creaturas y, por ende, como ser
racional es llamado a ser un administrador
responsable de los recursos que Dios le ha
encomendado.
A diferencia de las otras creaturas
existentes en el planeta, el ser humano es un
ser psicológico; el comprender parcialmente
la estructura psicológica de un individuo,
permite el fortalecimiento de las relaciones
sociales, la construcción de comunidad y la
transformación social. Ante esto, el estudio
especializado en psicología resulta muy útil y
significativo para comprender los grandes
misterios del hombre.
Parte de esta estructura psicológica, lleva
a descubrir que el hombre a pesar de su
individualidad es un ente de carácter social,
que necesita pautas éticas para el pleno
desarrollo comunitario y la búsqueda del bien
común por encima del particular. En relación
con el bienestar comunitario y el fin propio
de cada individuo, todos los seres humanos
posen diversidad de derechos y deberes que
responden a la construcción y transformación
de la comunidad. Es importante que cada
individuo conozca sus derechos y con base a
dicha experiencia cognitiva, respete los
derechos de los demás miembros de la
comunidad. A su vez, las instituciones
gubernamentales, deben garantizar el
cumplimiento de los mismos, buscándose
siempre salvaguardar la integridad de la
persona y su dignidad. Al respecto se ilumina
desde la constitución Gaudium et spes:
El hombre de hoy está en camino
hacia el pleno desarrollo de su
personalidad y hacia un progresivo
descubrimiento y afirmación de sus
derechos. Pero como a la Iglesia se le
ha confiado la manifestación del
misterio de Dios, que es el último fin
del hombre, con esto mismo descubre
al hombre el sentido de su propia
existencia, es decir, la íntima verdad
sobre el hombre. (GS 41). (Ramírez,
et al, 2013, p. 18).
La causa final de todo individuo es su
causa inicial, es decir, Dios. Desde esta
perspectiva, el ser humano como supuesto
espiritual está llamado a descubrir su
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existencia a partir, de la búsqueda de Dios.
Este caminar espiritual, permite a su vez un
autodescubrimiento de sí mismo, y
comprensión de la realidad social y las
dinámicas comunitarias, en cuanto que, en las
demás personas también se pone de
manifiesto el rostro de Dios.
Desde una antropología tomista pertinente
con el desarrollo de este escrito, se pone de
manifiesto que todo ser humano posee una
conciencia, que, desde la perspectiva de la
teología cristiana, responde a la voz de Dios
que habla al corazón de cada hombre. Dicha
conciencia es esencial en la toma de
decisiones (aunque nunca se coacciona la
libertad humana) y es clave en configuración
al fin último de cada persona que es Dios y la
trascendencia humana hacia Él. Acá se
desarrolla como idea un tópico central
relacionado con la persona y la educación: La
libertad.
Santo Tomás mantenía que el hombre
es libre de elegir este o aquel bien
particular. La elección de algunos
bienes particulares puede ser
necesaria como medio de adquirir el
último fin, la felicidad; pero aun
cuando sepamos que teóricamente tal
es el caso, no es algo tan evidente que
seamos incapaces de verlos desde otro
punto de vista o bajo otro aspecto. Sin
embargo, puede objetarse que nuestra
elección de este o aquel fin particular,
el placer de los sentidos, por ejemplo,
el poder o el conocimiento, está
determinada por nuestro carácter que,
a su vez, está determinado por
factores físicos y psicológicos, por el
ambiente y la educación.
(Copleston,1960, p. 183).
Con base en lo anterior se afirma que la
libertad del hombre, le debe ayudar a buscar
su felicidad. Dicha felicidad debe poseer una
perspectiva humanista, es decir, no debe ser
egoísta ni hedonista y debe buscar también la
felicidad comunitaria como fundamento del
carácter social que es propio de cada
individuo. Desde este ámbito, las elecciones
tomadas por cada persona deben ser
edificantes y constructoras de comunidad.
Otro supuesto fundamental en la
antropología del Aquinate es el relacionado
con la voluntad. La voluntad del ser humano
como supuesto de índole espiritual, está
enfocada a Dios. De El venimos y hacia El
vamos. De acuerdo a esto, la conciencia
orienta la voluntad y la direcciona hacia el
perfeccionamiento humano en acciones
concretas de caridad y misericordia que son
propias y consecuentes con el fin último, en
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cuanto que son necesarias para alcanzar el
Reino de Dios.
Santo Tomás sostiene que en todo
acto humano la voluntad se dirige a un
fin, hacia algo aprehendido como
bueno o que se piensa que lo es, es
decir, hacia algo que se conoce como
perfeccionante, o se piensa que lo es,
del sujeto que desea y elige. Y de
acuerdo con esta concepción finalista
de la naturaleza, santo Tomás pasa a
explicar que la voluntad humana está
necesariamente dirigida hacia el fin
último del hombre como tal, y que
hacemos nuestras elecciones
particulares bajo el impulso de esta
orientación dinámica e innata de la
voluntad. (Copleston, 1960, p. 188).
A partir de lo expresado por el Aquinate,
se pone de manifiesto que toda persona posee
una orientación innata de la voluntad hacia el
bien y el perfeccionamiento de este estado en
una progresión que se fortalece desde la fe.
Sin embargo, el ser humano posee una
naturaleza que ha sido herida por el pecado.
En este ámbito, el hombre que está llamado a
la excelencia de vida puede elegir libremente
el mal y alejarse del fin último para el cual
fue llamado en la vida. En este ámbito, la
libertad juega un papel esencial, pues se
encuentra actualmente atacada por un
relativismo moral que busca tomar lo malo
como si fuese bueno y lo bueno como si fuese
malo.
El exponer algunos puntos de la
antropología humana y sus características y la
postura tomista con respecto al hombre,
permite comprender con mayor
significatividad algunos rasgos que son
propios del proceso de enseñanza –
aprendizaje en los seres humanos con
supuestos integrales.
El proceso de enseñanza – aprendizaje
en los hombres
Enseñar es propio e innato al ser humano.
Desde su nacimiento, la persona está
aprendiendo, esto es algo fundamental para el
desarrollo mismo de la vida y de la
racionalidad que debe ejercitarse desde una
perspectiva crítica, para que los aprendizajes
estén en función de la transformación social
y del crecimiento comunitario.
El acto de enseñar es un proyecto vital
donde se compromete el quehacer
humano, este es antecedido por la
evidencia de la racionalidad, que
replantea constantemente cuál es el
objeto de nuestra presencia en la
historia. Educar es la denominación
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que recibe ese comportamiento que
influye de unos seres vivos a otros, el
cual se transfiere por, y a través de, las
vías de comunicación que la especie
humana establece. (Orozco, et al,
2013, p. 42).
Desde lo expresado por el autor se infiere
que las estructuras cognitivas y conductuales
propias del ser humano como sujeto de
carácter racional, están condicionadas por el
aprendizaje y son definidas en la medida que
este se desarrolla en la historia humana. De
esta forma, el comportamiento es definido a
partir de las pautas morales que se transmiten
a partir del aprendizaje y de la experiencia
sensible que se basa en los sentidos.
El acto de educar tiene como fin sacar lo
mejor del ser humano desde una perspectiva
integral, es decir una búsqueda del
perfeccionamiento en todas las dimensiones
que conforman a la persona. En este ámbito
el hombre puede alcanzar la plenitud en su
proyecto de vida y desde este contribuir a la
construcción y transformación social. En este
contexto se expone con respecto a dicho acto
propio de todo ser humano:
El concepto educación ha estado
inmerso en uno de importancia mayor
y es, sin duda, una expresión sublime
que genera todo el respeto de quien la
interprete. Existe una acepción
universal que afirma que educar es
lograr la plenitud, después de un
proceso donde se comprometen las
más altruistas capacidades del ser.
Los diccionarios, comúnmente,
asimilan esta acción a desarrollar o
perfeccionar las facultades
intelectuales o morales de un ser
humano, también la asimilan como la
acción de enseñar los buenos usos de
urbanidad y cortesía. (Orozco, et al,
2013, p. 43).
A partir de lo anterior se entrevé que los
procesos formativos, no solo desarrollan la
dimensión académica de los educandos, pues
lo intelectual no es lo único que caracteriza al
ser humano; también, se propician bases
morales que buscan que el individuo desde
una perspectiva axiológica desarrolle valores
que le permitan una relación comunitaria más
fraterna y edificante en pro del mejoramiento
de la sociedad.
La educación es un proceso que busca
perfeccionar la razón y propiciar desde una
perspectiva integral la criticidad en el
pensamiento humano. Dicho proceso al igual
que el ser humano debe ser dirigido desde un
carácter comunitario, pues el diálogo, el
16
debate y la interacción académica con iguales
es fundamental para que el aprendizaje sea
significativo y contextualizado en relación
con las problemáticas sociales que se
presentan en la zona de influencia educativa.
Educar es arriesgarse a aceptar el reto
de indagar sobre la verdad, Veritas
Liberabit, (Juan Pablo II 180), una
verdad que influye en toda la
integridad del ser. Es aceptar que es
un proceso de constante dinamicidad
de la razón y de todas sus
posibilidades y capacidades, es
permitir un debate reciclante de las
ideas, es la apertura mental a escuchar
con actitud inquietante la réplica y es
actuar en consonancia con las
características de la inteligencia, que
posibilita todo un abanico de
ejercicios, provenientes de nuestro
espíritu. (Orozco, et al, 2013, p. 43).
Desde la perspectiva anterior, la
educación propicia la apertura mental y
brinda el desarrollo de inteligencias múltiples
a los educandos. Cada individuo posee
inteligencias que han sido desarrolladas a lo
largo de su vida; pero a través de los procesos
formativos dichas inteligencias son
potenciadas y enfocadas al desarrollo integral
del sujeto y sus capacidades que son puestas
en orden al proyecto de vida y su ejecución.
Por su parte, es importante exponer que la
educación es un proceso que busca
perfeccionar las diversas competencias e
inteligencias del educando. Cada individuo es
único y, por ende, el proceso es personal y
debe ajustarse a las capacidades cognitivas
del educando. En este ámbito, el educador
debe propiciar elementos que desde la
pedagogía y la didáctica permitan el
desarrollo integral en el estudiante.
En esta perspectiva se infiere de acuerdo a
Orozco, et al que: Educar es buscar llegar a la
perfección en el educando, que, a su vez,
generaría en el educador la seguridad de que
este es un individuo mejor, es decir, que el
discípulo será mejor que su maestro. (p. 44).
Desde el aporte anterior, se establece que
el educador es también formado, pues este se
encuentra en constante aprendizaje y va
perfeccionando sus técnicas de enseñanza en
la medida que desarrolla su quehacer. En la
medida en que se ejecutan procesos de
enseñanza - aprendizaje efectivos, el docente
crea seguridad en su campo y desde esta
perspectiva su labor se vuelve más efectiva.
Por su parte, la búsqueda fundamental del
docente, debe ser que el educando desarrolle
17
sus capacidades desde una perspectiva
integral. El educador no debe guardarse nada,
debe compartir su experiencia en la
formación sin egoísmo, pues el estudiante
debe superar a su maestro en una sociedad
que presenta cada día problemáticas que son
más difíciles de abordar y solucionar.
Con respecto al docente, es esencial que
este sea un profesional idóneo desde una
perspectiva integral, pues solo así se podrá
asegurar que el proceso de enseñanza -
aprendizaje responda a lo que es bueno, bello
y verdadero y también a las necesidades del
contexto social y cultural. Dichos
conocimientos solo podrán ser impartidos por
un profesional que vea su ejercicio formativo
desde una óptica de vocación y que sea
comprometido con la formación integral de
sus educandos.
En este ámbito, el educador tiene que
tener la seguridad y confianza de que
lo que enseña es justo y que se
aproxima a valores intangibles como
la verdad, la belleza, el bien, la
bondad, la vida. Asimismo, que lo que
explica es útil a la perfección y
conveniente a la persona. Esta
seguridad y confianza no lo hace
autoritario, más bien, invita a la
amabilidad, a la persuasión, a la
discusión, a aceptar preguntas, a
hablar para sí mismo y permitirse
interiormente, cuando explique, el
beneficio de la duda, lo que impediría
una imposición manipuladora. Más
aún, lo llevaría a considerar aquel
principio de verdad sabida y buena fe
guardada. (Orozco, et al, 2011, p. 45).
De acuerdo a lo anterior, la enseñanza no
puede ser desarrollada a partir de una actitud
autoritaria por parte del educador, lo anterior,
solo produciría en el educando un desencanto
en relación con la aventura de aprender. Es
importante que los directivos docentes y
educadores sean sociables, fraternos y
ofrezcan tal apertura que el educando se
sienta el protagonista del proceso formativo
en todo su esplendor.
Con respecto al ambiente donde se suscita el
acto de aprender es importante que el aula de
clases sea un espacio que propicie la
indagación, la investigación y la curiosidad,
en este ámbito, el educador debe posibilitar
las condiciones de apertura que permitan el
diálogo y el compartir de experiencias
significativas de aprendizaje relacionadas
con la temática propuesta y en virtud del
desarrollo de las competencias establecidas
en la planeación de la clase.
Contexto educativo actual
18
En un deseo por comprender la educación
actual, debe establecerse que los procesos
formativos en la actualidad no son fáciles de
manejar. A nivel gubernamental no se
despachan recursos financieros suficientes
para ofrecer una educación de calidad que
responda a las necesidades de los educandos
y las comunidades, a nivel social las
condiciones no son las mejores, muchos
educandos no tienen acceso a la educación y
se evidencia que un buen número de
estudiantes no encuentran útil la formación
académica. Ante tan complejas realidades,
las instituciones educativas, los directivos
docentes y los educadores tienen la misión de
propiciar modelos pedagógicos y ofertas
educativas que sean acordes a la realidad de
los jóvenes y que sean accesibles para
aquellos que por las circunstancias
económicas no tienen con que acceder a los
procesos educativos.
La educación, como escenario de
formación social, es un espacio de
constante tensión, dada su labor de
formar a los nuevos sujetos que
pertenecerán a la comunidad. En el
caso latinoamericano, dicha tensión
ha estado deliberadamente
influenciada por los grupos
dominantes, quienes han buscado en
modelos externos la construcción de
la nación deseada. Lo cual, en pocas
palabras, ha limitado la producción
propia de reflexiones acerca de la
práctica educativa. (Ramírez, et al,
2013, p. 77).
En relación con la educación actual se
establece que de acuerdo a las necesidades
sociales es que debe pensarse la educación y
los diversos procesos formativos
desarrollados a partir de las diversas áreas del
aprendizaje, Ante esto es esencial que los
docentes conozcan las realidades de sus
instituciones escolares. El educador debe
hacerse uno con su zona de influencia e
interesarse también por la liberación de la
misma, solo de esta forma la educación
transmitida será significativa y
emancipadora.
Con respecto a los procesos propios del
acto de educar, es importante cambiar
algunos paradigmas que no favorecen a los
retos educativos actuales. En relación con la
reflexión pedagógica, es importante superar
la educación vertical propia del modelo
pedagógico tradicional. Tanto el educador
como educando son importantes en el
proceso educativo, entre ambos debe existir
una relación de fraternidad y de trabajo en
equipo. Desde esta óptica, el aula de clases es
19
un espacio de diálogo, indagación e
investigación en donde ambas partes
retroalimentan en función del conocimiento y
construyen aprendizajes significativos.
En relación con la problemática anterior,
afirma Santos, (2014): “La educación debe
comenzar por la superación de la
contradicción educador-educando. Debe
fundarse en la conciliación de sus polos, de
tal manera que ambos se hagan,
simultáneamente, educadores y educandos”.
(p. 173).
En este ámbito, la verticalidad como
manera de pensar y percibir la
realidad es, desde luego, una
ideología, en tanto pensamiento
legitimador de una sociedad
caracterizada por la escisión y
separación entre sus miembros.
Implica la ordenación, a menudo
inconsciente, que el sujeto hace de las
demás personas, una ordenación
vertical en la que se le sitúa a él y a
los demás en una escala de arribas y
abajos. Por eso, el sujeto se torna
competitivo, rivalizando con el otro y
cosificándolo, en la medida en que lo
considera sólo según su situación
respecto a los grados de la escala
jerárquica interiorizada. (Santos,
2014, p. 176).
La ordenación vertical en los procesos
educativos suscita educandos también con
una conciencia de verticalidad. Las personas
que egresan de este tipo de formación no se
fortalecen en su dimensión humanística, son
individuos con buenos conocimientos
teóricos, pero incapaces de crear buenas
relaciones comunitarias.
El ambiente que se forma por la educación de
carácter vertical propicia la competencia, la
persona es medida por la capacidad
productiva y de obedecer órdenes, no se tiene
en cuenta la creatividad y las habilidades
visionarias en el sujeto, el individuo actúa
para cumplir su deber, esta es una ética desde
la perspectiva Kantiana del deber por el
deber.
El ideal formativo, busca la igualdad de
los participantes en el proceso, es decir, una
estructura horizontal. Lo anterior, permite
una interacción en las aulas de clase que
propicia aprendizajes significativos, en
cuanto que el saber se construye desde la
participación el diálogo y el compartir de
experiencias significativas.
La interacción horizontal es ya una
realización de la utopía de una sociedad sin
20
oprimidos, es decir, una sociedad
estructurada de forma que no cohíba la
expresión de las personas y su desarrollo. La
utopía freiriana, pues, está ya presente en el
medio para lograrla. No es un fin ajeno al
momento actual, sino que se encuentra
necesariamente en el proceso educativo.
(Santos, 2014, pp. 181 - 182).
Esta utopía puede hacerse realidad a partir
de un modelo pedagógico que sea capaz de
convertir el proceso de enseñanza -
aprendizaje en compartir de saberes, en un
diálogo crítico y es un espacio formativo en
donde el estudiante sea el centro del proceso
y el educador un tutor que acompaña y da
pautas para que el aprendizaje se desarrolle
de acuerdo a los objetivos planteados en la
planeación académica.
Otro paradigma que debe superarse en
campo educativo es el de una educación
basada en el condicionamiento a través de
premios o castigos. El conductismo es un
modelo pedagógico en el cuál se busca
someter al educando y propiciar un
aprendizaje que es reforzado a partir de tareas
arduas y castigos. Es posible que se evidencie
un rendimiento académico aceptable en el
estudiante, pero el aprendizaje no es para la
vida, es momentáneo y el sujeto que aprende
no desarrolla un gusto por los procesos
formativos, todo lo contrario, toma la
educación como algo impuesto y sin sentido.
Sobre la crítica al conductismo y al
positivismo en la educación, se
plantea que es totalmente justificada,
puesto que la tecnología en la
educación debe avanzar conforme a la
misma dinámica científica. A su vez,
afirma que, para el momento, la
práctica educativa debe tener presente
tanto el saber de la psicología
cognitivista, como los nuevos
abordajes sociales. (Ramírez, et al,
2013, p. 84).
En relación con lo anterior, se pone de
manifiesto que la corriente conductista no
propicia la formación humanística, en el aula
de clase no se suscita una educación en
valores y el sujeto es educado por encima de
todo desde una perspectiva intelectual. Lo
anterior propicia egresados que se preocupan
por rendir tan solo en sus labores, que no
fomentan el trabajo en equipo y que se
centran en sí mismos y su bienestar
financiero. Es importante apropiar modelos
pedagógicos afines al cognitivismo, pues
estos se centran más en la formación integral
de la persona y en su relación con el medio y
la comunidad. Desde este enfoque las
instituciones escolares deben responder a la
21
realidad presente a través de esquemas de
formación más humanistas fundados desde
un horizonte axiológico.
Dejando atrás estos modelos o
paradigmas, es importante fomentar el
desarrollo de un proceso formativo que se
centre en la persona y sus múltiples
inteligencias. En el ser humano coexisten
inteligencias múltiples, es decir, cada persona
posee capacidades únicas, ningún estudiante
es igual y por eso el aula de clases es un
espacio propicio para el compartir de
experiencias de conocimiento entre los
mismos educandos y en relación también con
el educador. Lo anterior, es una de las bases
que genera una educación de carácter
integral.
Una educación integral no puede
descuidar el desarrollo de cinco
formas de inteligencia: racional,
emocional, moral, social y
trascendente. Esto gracias a que las
habilidades del pensamiento, las
habilidades emocionales, las
valorativas, las cuestiones espirituales
y las socia- les son necesarias para
saber estar consigo mismo y, a su vez,
comprometerse con los demás. Lo
anterior, a través de la vivencia de
valores y del cumplimiento
consciente y asumido de
determinadas normas o pautas de
comportamiento. (Ramírez, et al,
2013, pp. 87 - 88).
En la consecución de este fin académico,
el ambiente donde se desarrolla la clase juega
un papel fundamental. El aula de clases debe
ser el espacio en donde los educandos
potencien sus propias inteligencias y a partir
de la interacción con los otros, desarrollen
otras inteligencias. Lo anterior, suscita una
formación integral, que trasciende lo
intelectual y se centra más en la persona
como supuesto multidimensional.
5. Pedagogía y modelos
pedagógicos actuales.
La educación es un proceso que debe ser
reflexivo y dinámico. Cada época presenta
desafíos que deben ser asumidos desde
diversas perspectivas que se asocian a la
psicología humana y a la sociología (realidad
social). Desde este enfoque, es necesario
desarrollar en el campo educativo diversos
modelos pedagógicos que respondan de
forma significativa a procesos académicos
integrales en cuanto a la persona y de calidad.
En esta perspectiva afirma Ortiz, (2013):
“Los modelos pedagógicos son
representaciones ideales del mundo real de lo
22
educativo, para explicar teóricamente su
hacer. Se construye a partir de un ideal de
hombre y de mujer que la sociedad concibe”.
(p. 43).
Concepciones de pedagogía
Para comprender de forma significativa de
dichos modelos pedagógicos, es necesario
conceptualizar la expresión pedagogía, que
en el campo educativo posee un valor
polisémico, pero que apunta a la reflexión y
estructuración del quehacer académico. La
pedagogía como ciencia humana, busca por
encima de todo suscitar una reflexión sobre
como el conocimiento que se enseña en la
actualidad, debe servir para fortalecer la
integralidad de la persona. Desde su raíz
etimológica, busca precisamente el
acompañamiento a la persona, esta es el
fundamento de la ciencia pedagógica como
tal. En este ámbito es preciso aclarar con
respecto a su fundamento epistémico:
Si bien a la pedagogía no se le puede
adscribir al concepto más tradicional
de ciencia naturalista y
matematizadora, “dura” en el
lenguaje de hoy, sí se la puede
integrar a la concepción científico-
espiritual propia de las ciencias
humanas que Dilthey intentó
fundamentar en la búsqueda de una
comprensión profunda del sentido de
la experiencia humana. (Nervi, 2007,
p. 38).
En este mismo ámbito, es preciso aclarar
que desde la acción pedagógica no solo se
pretende fortalecer la dimensión intelectual
del sujeto; se parte de que todo individuo es
un supuesto racional de naturaleza espiritual,
por ende, se busca también fortalecer dicha
inteligencia a partir de una formación
humanista de carácter integral.
Con respecto a la relación entre esta
ciencia propia del mundo del conocimiento y
la persona, es preciso establecer que la
pedagogía condiciona los fines de la
formación humana, a partir de esta ciencia se
reflexiona con respecto al conocimiento y a
las diversas metodologías que se utilizan
durante el proceso de enseñanza -
aprendizaje. Con base a lo anterior se
establece desde una perspectiva
antropológica que:
La pedagogía es una experiencia
antropológica, un hecho de facto, una
condición de la existencia de los
hombres que determina sus fines a la
formación humana, contextuados
23
socio-históricamente y, de esos fines
dependen ahora las argumentaciones
que se discuten en estos días y que son
espejo de una mayor complejización
del pensamiento pedagógico. Así es
como se va determinando la legítima
aspiración de comprender integral y,
científicamente, el fenómeno
educativo, a objeto de sustraerlo de
concepciones intuitivas, ambiguas y
reductivas en tiempos de
universalización de la educación
institucionalizada y de incremento de
las necesidades de calidad de los
procesos y resultados de la formación.
(Nervi, 2007, p. 46).
Con base a esto, se debe desde las
instituciones educativas propiciar una
pedagogía contextualizada que responda a la
realidad propia de cada época, esto permite
mayor calidad en los procesos formativos en
cuanto que la meta pedagógica es más clara y
se evita cualquier tipo de ambigüedad o
contrariedad en el desarrollo de la labor
docente.
El campo educativo no es inmóvil o
estático, por el contrario, es dinámico, es
decir, siempre está en constante movimiento,
de allí que la pedagogía busque abordar la
realidad y la acción propia que se desarrolla
en las instituciones escolares. El acto
pedagógico de esta forma debe ser ajustado
por cada docente de acuerdo a cada grupo
humano, pues cada sujeto es un ser único con
necesidades distintas y con diversas
inteligencias. De acuerdo a esto, el objeto de
dicha ciencia se relaciona de forma directa
con la realidad educativa y su
transformación. En este ámbito pone de
manifiesto Nervi, (2007): “La pedagogía
como ciencia tiene como objeto estudiar el
campo de la educación como realidad y
acción y, sobre todo la búsqueda de la
configuración eficaz y racional de la praxis
educativa y de su transformación”. (p. 49).
En relación con los procesos de
transformación que deben suscitarse desde el
quehacer docente ha de entenderse que la
pedagogía al igual que la educación debe ser
liberadora y desarrollada desde un enfoque
crítico, de esta forma, la praxis educativa
tendrá un énfasis racional y se darán pautas
para que el educando propicie desde sus
aprendizajes y su proyecto de vida, pautas
para la transformación social y la liberación
de las comunidades en relación con las
estructuras opresoras que las aquejan.
Concepción y fundamentos de los
modelos pedagógicos
24
Tras un abordaje de la categoría
epistemológica del término pedagogía, es de
vital importancia centrar la mirada en la
concepción de modelo pedagógico y del
aporte de estos en el campo educativo. En
primer lugar, no puede desligarse la
pedagogía de la psicología, en cuanto que, los
modelos pedagógicos están fundamentados
sobre el análisis y la reflexión de la conducta
humana. El hombre posee características
cognitivas y conductuales que pueden ser
abordadas desde el quehacer psicológico.
Dichas características permiten la
conformación de un modelo pedagógico, en
cuanto que, estos se diseñan a partir de las
experiencias humanas y múltiples formas a
través de las cuales las personas elaboran un
aprendizaje significativo.
Con respecto a lo anterior se precisa
que todo modelo pedagógico tiene su
fundamento en los modelos
psicológicos del proceso de
aprendizaje, en los modelos
sociológicos, comunicativos,
ecológicos o gnoseológicos. De ahí lo
necesario del análisis de esta relación
para orientar adecuadamente la
búsqueda y renovación de modelos
pedagógicos. (Ortiz, 2013, p. 60).
De esta forma, se infiere que los modelos
pedagógicos son dinámicos y alterables, estos
se actualizan y se contextualizan a la realidad
académica. Cada modelo es una construcción
que parte de la base de otro modelo que no es
superado sino adaptado al medio y a las
circunstancias que se ponen de manifiesto en
la zona de influencia educativa.
A partir de lo anterior, se pone de
manifiesto que los modelos pedagógicos
poseen un fundamento teórico significativo,
son aportes basados en la ciencia y por ende,
sus aportes son realmente edificantes en el
campo educativo. Un modelo pedagógico no
surge de la improvisación o la divagación; la
opinión es un obstáculo epistemológico que
no permite el desarrollo de una reflexión
pedagógica que sea significativa en los
procesos formativos y su incidencia en la
propiciación de una educación integral y
crítica.
En relación con lo anterior, se expone que
el modelo pedagógico es una construcción
teórico formal que fundamentada científica e
ideológicamente interpreta, diseña y ajusta la
realidad pedagógica que responde a una
necesidad histórico concreta. Implica el
contenido de la enseñanza, el desarrollo del
estudiante y las características de la práctica
docente. (Ortiz, 2013, p. 71).
25
Por su parte es significativo advertir que
un modelo pedagógico interpreta la realidad,
se ajusta a la misma y se pone en práctica de
acuerdo a las necesidades educativas. De allí
que los educadores deben ser investigadores
innatos capaces de desarrollar instrumentos
de recolección de datos y emprender trabajos
de campo en las diversas zonas de influencia.
Desde este ámbito investigativo se
establece que el modelo pedagógico pretende
lograr aprendizajes y se concreta en el aula.
Es un instrumento de la investigación de
carácter teórico creado para reproducir
idealmente el proceso enseñanza -
aprendizaje. No es más que un paradigma que
sirve para analizar, interpretar, comprender,
orientar, dirigir y transformar la educación.
(Ortiz, 2013, p. 71).
Así pues, desde el currículo escolar no se
debe proponer tan solo una carga de carácter
intelectual o académica. La formación debe
ser planteada también desde una perspectiva
investiga y crítica que cause transformación
social y desde un sentido humanista, de tal
forma, que se eduquen ciudadanos con
valores capaces de vivir la solidaridad y la
caridad especialmente en favor de aquellos
que en la actualidad se encuentran oprimidos
por las diversas problemáticas que se
evidencian en la sociedad.
Es precisamente por lo anterior, que desde
la pedagogía puede desarrollarse un ejercicio
prospectivo que permita ajustar los procesos
formativos de manera dinámica y en relación
con la actualidad educativa. En este ámbito,
expresa Ortíz, (2013): “Cada tipo de modelo
pedagógico revela su esencia a través de
rasgos como: objetividad, anticipación,
pronóstico, carácter corroborable, sistémico,
concretable a diferentes niveles y en
correspondencia con los procesos que
modela”. (p. 73).
En pro de alcanzar el anterior propósito es
de sumo valor el desarrollo de cátedras
estructuradas y planeadas de acuerdo al
contexto formativo. La planeación
pedagógica que es impulsada en un modelo
como tal tiene sus bases en la psicología
como ciencia que busca comprender el
comportamiento humano y el desarrollo de
las capacidades cognitivas de la persona. En
este ámbito se vislumbra un proceso
sistémico y que puede ser corroborable en
cuanto a experiencia sensible y verificable.
Los modelos pedagógicos desarrollados
en el campo educativo, poseen un carácter
integral, es decir, parten y se fundamentan
desde una perspectiva filosófica, psicológica,
ética, entre otras disciplinas de carácter
humanista. Esto permite que se pueda
26
abordar al ser humano en su integralidad con
más objetividad y contundencia, lo que
posibilita que la reflexión pedagógica sea
más significativa en su propósito.
Con base a lo anterior se expone que:
En cualquiera de los modelos
pedagógicos pueden encontrarse con
mayor o menor claridad los
fundamentos filosóficos, psicológicos
y pedagógicos en que se asientan,
como también pueden realizarse
generalizaciones donde se hace
abstracción de las diferencias no
esenciales entre unos y otros para
agruparlos según sus aspectos más
generales. (Ortiz, 2013, p. 76).
La pedagogía fundamentada en otras
ciencias sociales aporta una reflexión más
significativa del quehacer educativo. El
bagaje epistemológico alcanzado por otras
áreas del saber retroalimenta por los procesos
formativos y suscita bases más sólidas en el
ejercicio de enseñanza - aprendizaje.
Una formación con bases humanísticas es la
clave para que en la nación se susciten las
bases que permitan superar las graves
consecuencias producidas por el conflicto
armado y la construcción de una paz
verdadera y duradera. En este ámbito, es
conveniente una pedagogía que se
retroalimente desde otras ciencias
humanísticas.
El aporte de la filosofía a la pedagogía
La filosofía desde antiguo busca la verdad
a partir del logos o razón. De esta forma, los
procesos educativos poseen afinidad con el
quehacer filosófico en cuanto que, persiguen
la sabiduría y buscan dejar a tras la opinión al
representar un obstáculo epistemológico en
relación con el conocimiento basado en la
razón y la experiencia. A partir de lo anterior,
es propicio establecer la relación de algunos
pensadores y corrientes filosóficas y su
relación con la pedagogía.
En la filosofía antigua se sentaron las
bases que en la actualidad aún son de gran
aporte para el campo educativo. De acuerdo a
Santos, (2014): “Para Sócrates la educación
no es un quehacer incidental operado por el
que sabe en aquel que no sabe, sino el ámbito
donde los hombres a través del mutuo
contacto llegan a sí mismos al revelárseles lo
verdadero. Al pretender ayudar a los jóvenes,
ellos, por su parte, lo ayudaban a él”. (pp. 58
- 59).
Desde la filosofía socrática se ha buscado
eliminar el carácter de instrucción y
verticalidad de los procesos formativos, en
cuanto que, el educador no posee un
27
conocimiento pleno y el educando no es una
vasija vacía sin conocimiento. En este
ámbito, debe desarrollarse un ejercicio
educativo basado en la retroalimentación de
experiencias significativas de aprendizaje.
Es a través del diálogo y el compartir
significativo de experiencias que se
construye el conocimiento, el maestro no
posee un conocimiento acabado y el
estudiante posee también elementos que
puede aportar al educador. En este ámbito se
habla de un proceso formativo dialogante y
constructivo. El quehacer pedagógico se
perfecciona en la medida que se comparten
experiencias y se dialoga en el aula de clases
sobre algún conocimiento en particular. De
esta forma, el aporte socrático es viable y
aplicable a los procesos educativos actuales.
Por su parte, desde la filosofía antigua se
estableció que la academia no solo debía
potenciar el intelecto, el conocimiento
también debe ser aporte a las vicisitudes
humanas y calma para el sufrimiento. Desde
una filosofía estoica se busca dar respuesta al
problema del sufrimiento humano. En esta
perspectiva la pedagogía posee una función
sanadora a través de la cual el ser humano
puede dejar atrás sus sufrimientos y
superarlos desde el conocimiento racional
que adquiere un valor edificante.
En relación con lo anterior, expresa
Santos, (2014): “Desde una perspectiva
filosófica el pensamiento de Camus y la
escuela estoica, implican una pedagogía cuya
primera tarea es dar respuesta práctica a
circunstancias universales propias de la
condición humana, como son el sufrimiento,
la injusticia y el mal. Se plantean como una
reacción a un mal que, más allá de la
injusticia social, parece desbordarnos. (p.
56).
Con base a lo anterior, puede afirmarse
que la pedagogía posee una esencia
liberadora en relación con el sufrimiento
humano. La pedagogía por su parte
representa también una posibilidad de
liberación en cuanto posibilidad para
desarrollar un conocimiento significativo,
elaborado y capaz de conducir a una verdad
de carácter objetivo. En este ámbito se
expone que:
Desde una perspectiva de la filosofía
de la liberación una tarea esencial de
todo proceso educativo es la inclusión
radical del punto de vista de los
oprimidos y las víctimas olvidadas,
como punto de partida para la
pedagogía. Es decir, se destaca la
necesidad, para la pedagogía y la
educación, de conectar con las
28
víctimas de la avalancha sufriente de
la historia, recuperando el recuerdo de
quienes fueron sepultados por ella,
situándonos bien lejos de una
olvidadiza pasividad. (Santos, 2014,
p. 91).
En este sentido, la realidad desde una
perspectiva crítica es comprendida
como el conjunto de condiciones
sociales, políticas, económicas,
educativas, entre otras, dentro de las
cuales se encuentra inmerso el sujeto
social alienado u oprimido y de la cual
no es consciente o lo es muy
vagamente. Este elemento es el punto
de partida para la pedagogía crítica,
debido a que es allí de donde parte la
necesidad de liberación. (Pérez, et al,
2017, p. 55).
El desarrollo de un proceso de filosofía de
la historia es viable y significativo en el
quehacer pedagógico, en cuanto que, se
desarrolla una reflexión sistemática basada
en aquellas experiencias que son transmitidas
desde la tradición y estas se convierten en
posibilidad de superación y proyección hacia
un futuro mejor y más edificante.
La pedagogía a partir del aporte filosófico
de la edad media recibió diversos aportes
significativos, centrados especialmente en la
formación integral y en la potenciación de la
inteligencia espiritual del individuo. En este
periodo también surgieron las escuelas y las
universidades de la mano de la Iglesia
católica y con el aporte de grandes santos
como San Agustín de Hipona y Santo Tomás
de Aquino de quién se expondrá su aporte a
la pedagogía en el siguiente capítulo.
En la filosofía moderna también se
encuentran grandes aportes a la pedagógica
actual, entre muchos el propuesto por Jean
Jacques Rousseau en su obra educativa: El
Emilio:
Desde Rousseau en el Emilio. En el
niño habitaría una suerte de sabiduría
innata que no consistiría en
contenidos específicos o recuerdos
adquiridos. Antes bien, el niño
representaría, sobre todo, la
capacidad de ver las cosas desde fuera
y, desde ahí, toparse con los
elementos de nuestra civilización
como objetos extraños, para,
obviamente, poder juzgarlos desde
una óptica diferente a la del sentido
común. (Santos, 2014, p. 116).
Desde una perspectiva Rousseauniana el
conocimiento debe conducir al estado natural
29
y primitivo del hombre como supuesto de
naturaleza racional. En esta perspectiva en
los procesos educativos se buscar formar para
la niñez, es decir, para retornar a la capacidad
de ver las cosas en perspectiva y en su
totalidad, con admiración y curiosidad. Es
decir, la óptica desde la cual debe juzgarse el
conocimiento es desde la curiosidad que
genera indagación e investigación. Desde
este enfoque se desarrolla una aproximación
al fenómeno en su autenticidad y totalidad y
se abandonan perspectivas de análisis
fundadas en la opinión y la divagación.
Un niño busca aprender por curiosidad y
por diversión. Dichas motivaciones
representan en esencial el principio por el
cuál todo individuo debería aprender en
cuanto que, el conocimiento es posibilidad de
realización y de liberación en relación con las
diversas estructuras opresoras que se ponen
de manifiesto en las comunidades. De
acuerdo a lo anterior afirma Santos, (2014):
“El ámbito espontáneo de aprender que todo
niño normal posee […] debiera ser la fuerza
directriz educativa. Quizás, como dice este
filósofo, podríamos aprovechar esta inercia
natural que todos tenemos y simplemente
permitir el desenvolvimiento de ese amor
innato por la acción indagadora y creativa”.
(p. 147).
A partir de la lógica anterior, es esencial
que en la práctica pedagógica desarrollada en
las instituciones educativas los educandos a
partir de la dirección del aprendizaje o
didáctica desarrollen actividades de
aprendizaje que permitan el desarrollo de la
curiosidad, la creatividad y la indagación.
Estas actitudes propias del infante son
esenciales en el deseo de aprender y de
elaborar construcciones de conocimiento
basadas en la razón y en la ciencia.
Por su parte, la pedagogía fundada en la
filosofía contemporánea, ha puesto su interés
en la realidad, en procesos formativos
contextualizados que respondan a las
necesidades comunitarias. La realidad es
constante, dinámica, en permanente
movimiento, ante esto, los procesos
formativos no pueden ser estáticos, sino que
deben responder a las dinámicas históricas
que se desarrollan en la sociedad. De lo
actualizado que sea el proceso formativo,
depende que el aprendizaje sea realmente
edificante y significativo. En esta óptica se
vislumbra que:
Desde una perspectiva fundada por la
filosofía contemporánea la educación,
en efecto, si pretende ser útil debería
situar al educando en su sitio: en la
realidad. Primero, comprender el
30
mundo, para, acto seguido,
transformarlo. La educación debería,
pues, contribuir al desvelamiento
(comprensión) de los mecanismos
que he detallado, para después
intervenir (acción). Y este proyecto
educativo- emancipador se logra, en
palabras del propio Freire, con «un
método activo, dialogal y
participante». (Santos, 2014, p. 151).
En este ámbito se pone de manifiesto que:
Los procesos académicos deben ser
contextualizados, no se entiende un educador
que no interactúa con la zona de influencia
escolar y que no diseña las estrategias de
aprendizaje a partir de las diversas
problemáticas presentes en la comunidad. El
fin primordial del proceso educativo es que
sea liberador y para esto debe ser crítico y no
podrá ser así si no se parte de la realidad y de
las estructuras que oprimen a la sociedad.
Desde la perspectiva de Piaget se busca un
aprendizaje que sea colaborativo, dialógico y
pluralista, es decir, que parta del respeto y la
tolerancia para propiciar la unidad a partir de
la diversidad. Este enfoque permite el
desarrollo de aprendizajes mejor edificados
en cuanto que, son refutados y corroborados
permanentemente, a su vez retroalimentados
desde la experiencia construida por los
estudiantes en su individualidad.
La filosofía Piagetana defiende el
aprendizaje cooperativo, este puede
ser una forma de manejo de la clase
muy efectiva para contribuir al
desarrollo de destrezas sociales,
adquirir un mejor conocimiento de los
conceptos, mejorar la capacidad de re-
solución de problemas, y perfeccionar
las destrezas comunicativas y
lingüísticas. En actividades en
pequeños grupos se promueve la
atmósfera positiva necesaria para una
interacción en el aula satisfactoria.
(Santos, 2014, p. 155).
El hombre es un ser social por naturaleza
y a pesar de su individualidad, está invitado a
vivir en comunidad. Desde la perspectiva de
Piaget, los procesos educativos deben estar
enfocados en desarrollar dicha dimensión y
fortalecer las competencias comunicativas
que son esenciales en el compartir de
conocimientos. El trabajo en equipo es una
herramienta útil en la resolución de
problemas en cuanto que, desde el compartir
se conoce con más precisión las diversas
problemáticas y realidades presentes en la
zona de influencia educativa y desde esta
31
óptica pueden ser intervenidas de forma más
significativa.
El ideal educativo es la transformación de
la sociedad, desde la perspectiva de Freire; la
liberación. Es en este ámbito donde el
educando a partir de los diversos
conocimientos desarrolla bases dentro de su
proyecto de vida, para hacer posible dicha
transformación en pro al bienestar
comunitario y el desarrollo integral de las
comunidades.
Transformar la sociedad, que
comienza con la crítica y la
impugnación de una realidad que se
nos vende como la única e invariable.
Educar en el espíritu crítico y el
diálogo (y recuperar un talante
utópico en la enseñanza), como
razona Giroux, parece mejor
alternativa a una educación que
normalmente se reduce, entre otros
fines lamentables, a perpetuar un
conocimiento castrado que se acaba
ubicando en los cementerios de las
academias. (Santos, 2014, p. 161).
De esta forma, se concibe como la muerte
de la educación actual a un volver al
tradicionalismo, a un retornar a la instrucción
como fundamento de los procesos
formativos. Es clave que tanto directivos
docentes como educadores piensen en
diversos modelos pedagógicos que desde el
direccionamiento psicológico sean afines a
las necesidades de los estudiantes y de la
comunidad próxima a las instituciones
educativas.
6. Pedagogía Tomista y educación
La educación actual requiere de un cambio
de paradigma, es importante que las
instituciones educativas propongan modelos
pedagógicos que sean contextualizados con
la realidad académica y social de los
educandos, también, no debe perderse de
vista que el ser humano es un supuesto
integral y por ende, los procesos formativos
deben abarcar las diversas dimensiones del
ser humano y potenciarlas. En este ámbito, la
pedagogía de Santo Tomás de Aquino es
relevante en cuanto que, propicia una
educación de carácter integral, fundada en el
humanismo cristiano y en el desarrollo de la
virtud y la sabiduría como vías para alcanzar
la plenitud y la auténtica felicidad. Es
importante constar que para el Aquinate los
procesos formativos deben tender hacia Dios,
pues Él es la causa eficiente y final de toda
sabiduría humana.
Fundamentos de la pedagogía Tomista
32
Santo Tomás de Aquino en muchos de sus
planteamientos filosóficos y teológicos
retoma el pensamiento del Estagirita
Aristóteles. Desde el pensamiento del
filósofo griego, debe propiciarse el
conocimiento, pues es la forma más elevada
a través de la cual el ser humano puede
desarrollar sus diversas dimensiones y desde
una perspectiva integral fortalecer su
proyecto de vida humano en función de la
sociedad y su bienestar.
Para el Aquinate el estagirita es un
referente significativo. Para
Aristóteles conocer es la forma más
elevada de vida. Si los hábitos
adquiridos permiten el crecimiento
cognoscitivo de la inteligencia
humana, la forma de Vida más alta de
esta facultad consistirá en su
perfeccionamiento según ellos.
Estamos, pues, ante el estu- dio de
unas perfecciones inmateriales que
capacitan para conocer inteligente-
mente de modo irrestricto. (Selléz
2008, p. 33).
En este ámbito, la repetición de actos
buenos y edificantes para el ser humano,
genera buenos hábitos, que son esenciales en
el desarrollo y fortalecimiento de cognición
humana. Aprender no es algo inmediato, el
acto de aprender requiere de un proceso, en el
cuál la persona interactúa con diversos
conocimientos que desde la pedagogía y la
didáctica son puestos a consideración de la
persona en pro de su crecimiento integral. Si
bien hay personas con cierta inteligencia más
desarrollada que otra, a partir del hábito y de
la formación integral, puede fortalecerse
otras inteligencias lográndose de esta forma,
que la persona desarrolle sus dimensiones y
se fortalezca en función de las necesidades
humanas que se presentan en la actualidad.
Para adquirir un hábito positivo que
propicie en crecimiento intelectual, es
necesario que la persona operacionalice una
serie de acciones planificadas y estructuradas
de tal manera, que, al ser repetidas, susciten
aprendizajes significativos. En este ámbito es
preciso afirmar que:
Si consideramos ahora la
correspondencia entre un hábito de la
inteligencia y sus actos, la tesis que
Tomas de Aquino defiende dice así:
“los hábitos se adquieren por la
operación que surge del que obra’“.
Parece apuntar a que hay dos tipos de
actos: los que provienen del intelecto
agente y generan hábitos, y los que
provienen de los hábitos ya
generados. Los primeros son
33
superiores a los hábitos. (Selléz 2008,
p. 43).
De acuerdo a Selléz, la persona genera
normalmente ciertos hábitos con respecto de
acciones que resultan del agrado, la
fascinación y elementos propios del proyecto
de vida que son llamativos para el individuo.
Es importante que, en este mismo ámbito, el
sujeto identifique hábitos que resultan ser
aportes a la vida misma y los cultive desde un
proceso de formación integral. Los hábitos
que provienen del intelecto, permiten el
crecimiento integral del sujeto, en cuanto que
este permanece en constante aprendizaje y,
por ende, puede responder de forma más
significativos a los diversos paradigmas y
retos que desde la sociedad actual se suscitan.
En relación con el valor e importancia de
los hábitos expone Selléz, (2008) retomando
el pensamiento del Aquinate: “En algún
pasaje Tomás de Aquino sostiene que el
conocimiento que proporciona el hábito es
una perfección: “no todo lo que se conoce de
algún modo se conoce en hábito, sino sólo
aquello respecto de lo cual se tiene perfecto
conocimiento”. (p. 44).
Se pone de manifiesto entonces que, la
repetición de actos de acuerdo al
conocimiento de carácter intelectual suscita
que la persona como supuesto de carácter
racional camine hacia la perfección de vida.
Si bien la perfección plena radica solo en
Dios, el ser humano al poseer la esencia
divina que le ha sido compartida, puede
acercarse a la virtud que desde el plano
terrenal es una visión cercana a la perfección
de vida.
Para el Aquinate, los hábitos son
condicionados por la voluntad que es ejercida
desde la autonomía y la libertad, de esta
forma, la persona no solo crece
intelectualmente sino en perspectiva
humanista. Al respecto se expone:
En efecto, se lee en el De veritate que
“toda raíz de la libertad está
constituida en la razón... Toda raíz de
la libertad del modo de conocer
depende “. Respecto de esta tesis el
siguiente comentario es muy
ajustado: “para un pensador moderno,
que ignora los hábitos de la
inteligencia, la libertad de la
inteligencia es un problema que
resuelve de modo forzado. Los
hábitos se suelen reducir a las virtudes
morales... Pero los hábitos más
propiamente tales son los
intelectuales, por ser la inteligencia
34
más susceptible de hábitos que la
voluntad. (Selléz 2008, p. 117).
De esta forma, los hábitos de la
inteligencia deben ser cultivados, en la
medida en que estos permiten que el
individuo se vuelva un ser libre, con
capacidades de autonomía en la toma de
decisiones y con la voluntad para obrar de
acuerdo al bienestar comunitario por encima
del mismo. Por otro lado, todo conocimiento
es liberador, en cuanto que la persona logra
desatarse de las diversas estructuras
opresoras que se ponen de manifiesto en la
sociedad y en cuanto que el desarrollo de la
formación integral es clave para que el
individuo desarrolle una voluntad virtuosa en
la toma de decisiones desde la autonomía y
no desde la heteronomía.
Otra perspectiva desde la cual se
condiciona la pedagogía Tomista, es aquella
que tiene que ver con la forma en que el
individuo aprende. Para el Aquinate el
conocimiento empieza por los sentidos, es
decir, desde la experiencia sensible, sin
embargo, la razón permite moldear y
perfeccionar dicho fenómeno que ha sido
conocido. Al respecto se expone que:
Nuestro conocimiento principia con
la experiencia sensible, y a causa de la
constitución psicofísica del hombre
las cosas materiales son el objeto
natural primario del entendimiento
humano. Cualquier conocimiento
natural que tengamos de un ser o seres
que trasciendan el mundo visible se ha
logrado por la reflexión sobre los
datos proporcionados por la
experiencia. (Copleston, 1960, p.
104).
De acuerdo a lo anterior, el conocimiento
sensible, debe ser retroalimentado por el
conocimiento de tipo racional, en cuanto que,
el ser humano posee también facultades
racionales que le permiten abstraer
información y elaborar un conocimiento más
preciso. De esta forma, la reflexión
pedagógica y la dirección del aprendizaje,
debe estar enfocada en integrar ambas
perspectivas razón y experiencia, con el fin
de propiciar una educación que busque la
verdad y forme en la virtud.
En sintonía con lo expresado afirma
Copleston, (1960): “El entendimiento debe
partir de los datos de la experiencia sensible;
pero santo Tomás estaba convencido de que
la reflexión sobre estos datos descubre la
relación existencial de dependencia de las
realidades empíricas con respecto a un ser
que las trasciende”. (p. 104).
35
De la anterior reflexión se evidencia que,
desde las cosas y los fenómenos sensibles, se
puede formar también una espiritualidad
religiosa, que sea capaz de vislumbrar a un
ser Trascendente en las cosas existentes.
Aquello que ha sido creado, es producto de
un creador y conocer a dicho creador es una
experiencia fundante para el ser humano en
cuanto que, se dan respuestas a preguntas de
carácter existencial que son propias de la
dimensión de sentido que posee cada
individuo.
Didáctica magistral y educación
integral
Para el doctor Angélico, el proceso de
enseñanza – aprendizaje debe ser ejercido
con autoridad por el maestro, quien comparte
sus experiencias cognitivas y conductuales
con sus estudiantes. El valor del maestro es
preciado para el Aquinate y debe ser valorado
por la sociedad. Para esto es esencial que
desde la familia se forme en el respeto a la
autoridad, pues de esta depende que la
enseñanza se efectúe y sea significativa. En
este ámbito es preciso afirmar que:
Tras el rechazo de la autoridad
educativa de los padres comienza una
andadura fuera de la casa paterna, si
no física, al menos espiritual. Sigue
entonces el rechazo a la autoridad de
los maestros, de los gobernantes, de
los pastores de la Iglesia...Hasta que
se llega finalmente a rechazar la
autoridad de Dios, que es el principio
de toda autoridad. Muerte del padre,
muerte del maestro, muerte de Dios.
Lo primero que deben recuperar los
padres y los maestros es la percepción
nítida del fin de la educación. ¿Y cuál
es? Santo Tomás nos lo enseña en un
texto fundamental, que citó
literalmente el Papa Pío XI: “La
naturaleza no pretende solamente la
generación de la prole, sino también
su conducción y promoción hasta el
estado perfecto del hombre en cuanto
hombre, que es el estado de virtud”.
La virtud, ése es el fin de la
educación. (Edwards, 1976, p. 50).
Con base a lo anterior, se pone de
manifiesto que es importante dentro de los
procesos formativos, educar con autoridad.
No se trata de caer en un conductismo en
donde se busca condicionar al sujeto a través
de castigos o estímulos desagradables, sino
formar el carácter de la persona para que el
ejercicio académico sea desarrollado con
responsabilidad y en pro a una formación
integral y de calidad. La autoridad educativa
comienza en casa, es importante que desde el
36
hogar que es la escuela doméstica se formen
bases cognitivas y conductuales para que el
educando llegue al ejercicio académico
desarrollado en las escuelas con actitudes
propias de aquella persona que desea
aprender y cultivar conocimientos para la
razón y en pro del fortalecimiento de la
inteligencia espiritual.
Dicha autoridad debe ser respetada y
reconocida, pues el rol del maestro no puede
ser obviado por la comunidad; en este
contexto, el Aquinate rechaza rotundamente
una educación sin maestros y expone que
nadie puede ser maestro de sí mismo. Así
pues, Santo Tomás de Aquino emprende una
crítica en contra de una didáctica magistral de
carácter individualista. Para el doctor
Angélico la educación es un proceso conjunto
e interactivo, que debe ser edificado en la
relación educador - educandos y educandos -
educandos. No se puede ser maestro de sí
mismo y el maestro no posee un
conocimiento acabado y pleno.
Hay que comenzar preguntándose si
alguien puede llamarse maestro de sí
mismo. Lo responde Santo Tomás en
el artículo segundo de la cuestión De
Magistro: el hombre no puede ser
maestro de sí mismo, pues le falta la
ciencia previa que desea adquirir (De
Veritate q.11, a.2). Por eso, todo
hombre en su indigencia necesita un
maestro a quien oír y que le guíe por
los caminos de la ciencia, la virtud y
la sabiduría: “Para que el hombre se
perfeccione en la sabiduría afirma el
Aquinate en otro lugar- es necesario
que escuche de buena gana, porque la
sabiduría es en esto profunda cuando
el hombre no se basta a sí mismo para
contemplar. (Copleston, 1960, p.
105).
El hombre necesita del otro para aprender
y retroalimentar los aprendizajes obtenidos.
Incluso la persona más versada y erudita ha
necesitado de algún maestro que lo guíe por
ese camino. El buen maestro guía por el
camino de la ciencia, la virtud y la sabiduría,
de manera que el educar se convierte en un
acto de carácter integral en donde se busca
que el individuo potencie su intelecto y su
alma. Dicha potenciación es conseguida a
partir de un ejercicio de escucha y obediencia
al maestro busca un fin trascendente, la causa
eficiente y final de la vida misma que
constituye el comienzo de una nueva vida. El
telos de todo conocimiento adquirido desde la
enseñanza magistral es Dios.
En este ámbito, el hombre no se basta a sí
mismo”: ¡Qué gran verdad! Y pretender lo
37
contrario es lo propio de la soberbia, por la
que alguien aspira a algo que está por encima
de sus posibilidades. Es lo que le sucede al
que se cree maestro de sí mismo. La soberbia,
explica el Aquinate (Summa Theologiae II-II,
q.162, a.7), es el principio de todos los
pecados, y además es el último en
desaparecer. Por eso no extraña que lo último
que se manifiesta en la crisis educativa es lo
que la ha originado: la soberbia del que se
cree maestro de sí mismo. (Copleston, 1960,
p. 106).
A partir de lo anterior, se pone en
evidencia que, de un proceso educativo
egoísta, se suscita una crisis que puede
afectar significativamente a la comunidad, en
cuanto que se trunca el proceso de enseñanza
- aprendizaje al desarrollarse un ejercicio
formativo que no pasa por la crítica, por la
retroalimentación y por el diálogo
académico. Todo conocimiento encaminado
a la virtud es un conocimiento construido
desde la colectividad y en función de esta.
Formación humanista Tomista
Al reconocerse la labor del maestro y su
magistralidad, es importante también
reconocer que el acto académico como tal
está dirigido hacia la virtud. Esta perspectiva
ética en la formación tomista permite
vislumbrar una pedagogía del humanismo
cristiano.
De acuerdo al Aquinate la virtud, ése
es el fin de la educación. Es decir, la
adquisición de hábitos que ayuden a
obrar bien y a caminar con paso firme
hacia la felicidad. ¡Qué necesitada
está la educación actual de volver a
oír hablar de virtudes! Prudencia,
justicia, piedad, religión, fortaleza,
magnanimidad, paciencia, templanza,
castidad, humildad. Y, cómo no, las
virtudes divinas: fe, esperanza y
caridad. ¡Virtudes arraigadas en el
alma como una segunda naturaleza, y
no valores abstractos! (Copleston,
1960, p. 110).
En este contexto, El proceso de enseñanza
- aprendizaje en las instituciones escolares,
no debe buscar tan solo potenciar el intelecto
o dimensión académica, es de vital
importancia insistir en una educación integral
de carácter humanista, que busque la
formación en valores que susciten una vida
en lo bueno, lo bello y lo verdadero. Desde
este ámbito, la escuela debe formar en la toma
de decisiones desde la autonomía, pues la
persona virtuosa no obra ni por excesos ni por
defectos, siempre busca el punto medio. Esta
es la clave para el desarrollo del hábito de la
38
prudencia que, entre otras virtudes propicia al
ser humano sentido, potencia la inteligencia
espiritual y permite un acercamiento a Dios
que es el propósito de toda sabiduría pues es
la sabiduría misma.
Por su parte, la educación no busca
cosificar a la persona, no se forma al
individuo para que sea obra de mano barata o
para responder al deseo egoísta de las clases
privilegiadas, se educa para el bien común,
para una verdad que incide en el bienestar
comunitario y en la edificación de la
sociedad. En esta perspectiva, todo proceso
educativo debe estar fundado sobre valores
que incidan en el colectivo, sobre pautas de
vida que orienten a la transformación social,
al desarrollo de las comunidades y a la
edificación del ser que no solo es integral sino
integrador. Para alcanzar dicha meta, el
educador desde la clase debe promover
actividades de aprendizaje que susciten el
trabajo en equipo, el diálogo, la preocupación
por las necesidades del otro y en esta época
donde se ha marcado diversos paradigmas,
ideologías y pensamientos que parecen
dividir a la persona la unidad a pesar de la
diversidad.
Con base a lo anterior, el Doctor
Angélico insiste en un rasgo esencial
definidor del sentido educativo: el
respeto a la dignidad de la persona.
Más allá de las épocas, las intenciones
morales y religiosas, las mentalidades
políticas y el horizonte cultural; el
quehacer educativo se constituye en la
preocupación por superar los límites
de lo físico, lo material, lo
aparentemente obvio y primario, para
enfatizar una complementariedad en
la que el discurso salvífico no relega
lo humano a simples funciones
concretas y exterioristas. (Reyes,
2015, p. 55).
Desde esta perspectiva un proceso
formativo que no insista en la dignidad
humana, su respeto y defensa no podrá poseer
un carácter integral, en cuanto que, el solo
intelecto sin una guía de índole humanista
puede desviarse fácilmente, caer en el
egoísmo y obrar desde perspectivas que
afecten a la comunidad. En este ámbito, una
educación que centre a la persona y
reconozca su dignidad, está reconociendo
también a Dios como creador y como fin
último de toda sabiduría. Es a partir de ese
instante que se rompe el paradigma educativo
de lo físico y el hombre comienza a poner su
mirada en cuestiones de orden espiritual y
trascendente.
39
Desde la perspectiva Tomista, hablar de
humanismo cristiano en el campo formativo,
lleva a establecer el desarrollo de tres vías
esenciales que en su conjunto caracterizan la
dimensión integral del ser humano:
En Santo Tomás la educación como
formación desplegaría el desarrollo
del ser humano en la dinámica
procreativa (óntica), en la dinámica de
subsistencia (nutricional) y en la
dinámica disciplinar, racional,
cognitiva (instructiva). La educación
del ser humano se contextúa en una
educación de la virtud, en una
educación para la perfección de sus
esencias humanas diferenciadoras.
(Reyes, 2015, p. 60).
En este contexto, desde la perspectiva del
doctor Angélico, se insiste en una educación
de carácter integral que se edifica a partir de
tres instancias: La óntica que se preocupa por
la formación del ser y por potenciar la
inteligencia espiritual del individuo, la
nutricional que busca formar competencias
para enfrentar los diversos retos que se
presentan en la vida misma y la instructiva
que se centra en la razón y en la comprensión
de los fenómenos físicos. Las tres instancias
de la formación integral deben ser abordadas
en conjunto en cuanto que el ser humano es
integral y necesita ir fortaleciendo sus
inteligencias de forma progresiva. Los
procesos formativos en las instituciones
escolares no deben abandonar ninguna de las
tres instancias, lo anterior, representaría una
formación que se aleja de la verdad y de la
virtud.
Dicha educación en la virtud debe ser
desarrollada desde tres perspectivas dado que
una formación con bases humanistas bien
fundadas persigue la virtud y esta a su vez
acerca a la persona a su perfección. Desde la
perspectiva anterior, los procesos formativos
desde el humanismo cristiano deben centrar
su mirada en el hombre como centro del
ejercicio académico, en la sociedad como
lugar en donde la persona va a poner en
práctica sus conocimientos y Dios como
causa del buen obrar y objeto del ser virtuoso.
La educación en la virtud, la
educación que procura la perfección
de la persona, es producto entonces de
tres factores: el hombre (sí mismo), la
sociedad(prójimo) y la gracia (Dios).
Los tres factores, que se distinguen
para reconocer su origen diverso, en
la cotidianidad, en el ejercicio puntual
por el cual se evidencian como
hábitos de actuaciones virtuosas, son
en realidad inseparables: al realizar
40
una decisión, el hombre determinado
por su naturaleza racional, individual
y original, por sus costumbres
sociales y por su caminar como
creyente, como creatura de Dios,
actúa fundiendo todas las operaciones
derivadas de tales fuentes. He aquí los
tres medios indispensables para este
proceso educativo del hombre, que ha
de conducirle hacia la suma
perfección y felicidad. (Reyes, 2015,
p. 63).
Así pues, se pone de manifiesto que desde
el humanismo cristiano se pretende una
educación que de pautas de vida al hombre y
lo ayude a vivenciar diversos valores tales
como la justicia, la honestidad, la prudencia,
entre otros. Dichos valores no sirven de nada
si no se ponen en función de la comunidad y
el bienestar, el hombre estaría actuando de
forma egoísta si se los reserva para sí mismo
y de esta forma, los valores se convertirían en
antivalores. El propósito u objeto de
desarrollar dichos valores y ponerlos en
función de la comunidad, es Dios mismo, una
vida en gracia es la meta que debe poseer todo
ser humano, en cuanto que por esta se alcanza
la trascendencia y el hombre descubre
realmente el auténtico sentido de la felicidad.
7. Conclusiones
Las instituciones educativas en la
actualidad, se han centrado en un proceso
formativo que busca potenciar la dimensión
intelectual o académica. El conocimiento es
medido por la intelectualidad y la misión de
dichos planteles escolares radica en subir de
rango en un escalafón que no se interesa por
una formación humanística que aporte al
bienestar comunitario. Dentro de las diversas
áreas de aprendizaje, se percibe también
dicha realidad, ya que por lo general los
educadores no se centran en el desarrollo
humano de la persona, sino en evaluar
aprendizajes teóricos que si bien son valiosos
a nivel intelectual necesitan ser
complementados desde un enfoque
axiológico para propiciar realmente una
educación integral. Una formación en valores
que pueda ser colocada al servicio de la
comunidad y su bienestar es quizás el logro
más grande y significativo que se pueda
alcanzar dentro de los procesos de enseñanza
– aprendizaje en la actualidad.
El proceso educativo más allá del interés
por la intelectualidad, busca por encima de
todo, que la persona alcance su plenitud en
relación con su proyecto de vida personal y
su relación con la comunidad. Dicha plenitud
41
puede ser entendida desde un orden físico y
desde un orden metafísico. En el primero, el
individuo se desarrolla de forma integral en
función de su proyecto personal y de su
felicidad que debe estar en función de la
comunidad y no en un hedonismo egoísta y
en el segundo en la búsqueda de Dios y en las
virtudes necesarias para alcanzar desde la
gracia la trascendencia y la felicidad eterna.
Desde un auténtico modelo formativo se
educa no solo la inteligencia, sino también la
conciencia, para que desde la libertad el
hombre pueda escoger con autonomía el
proyecto de vida que le conduzca a Dios
como fin último de la sabiduría humana. En
esta perspectiva la pedagogía tomista es
pertinente y de gran valor para la educación
actual, en cuanto que propone una educación
integral, direccionada desde la autoridad
familiar y del maestro y centrada desde el
humanismo cristiano.
A partir de la pedagogía Tomista, pueden
iluminarse los procesos de enseñanza –
aprendizaje de la actualidad desde las
siguientes directrices: En primer lugar,
propiciar una educación contextualizada, que
parta de la realidad social y académica y que
responda de forma crítica a las necesidades
comunitarias; en segundo lugar, un proceso
formativo que comience desde el hogar y que
forme en el respeto de la autoridad, lo
anterior, suscitará una relación de educador –
educando más significativa en relación con el
quehacer académico; en tercer lugar un
proceso educativo que no se centre tanto en
la dimensión intelectual y que intervenga las
diversas inteligencias de los educandos
propiciando así la integralidad y por último
una escuela que forme desde el humanismo,
la potenciación de la inteligencia espiritual y
la virtud.
Aportes de la pedagogía de Santo Tomás a los procesos educativos actuales
Wilfrey Arenas Trigos
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