01 liahona enero 1976

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Liahona Enero 1976

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  • LA IGLESIA DE JESUCRISTO DLOS SANTOS DE LOS LTIMOS DAS 50 East North Temple St. Salt LakeGty, Utah 84150

    LA PRIMERA PRESIDENCIA Spencer W. Kimball N. Eldon Tanner Marin G. Romney

    CONSEJO DE LOS DOCE APOSTLES Ezra Taft Benson Mark E. Petersen Delbert L. Stapley LeGrand Richards Hugh B. Brown Howard W. Hunter Gordon B. Hinckley Thomas S. Monson Boyd K. Packer Marvin ). Ashton Bruce R. McConke L Tom Perry

    COMIT ASESOR Robert D. Hales O. Leslie Stone Neal A. Maxwell |ohn E. Carr Doyle L. Green Dean L. Larsen Daniel H. Ludlow Veri F. Scott

    REVISTAS INTERNACIONALES Larry Hiller, Editor Gerente Caro! Larsen, Ayudante Roger Gyll ing, Diseador

    ASESOR DE LIAHONA Lineu Z. de Paula

    EDITORA RESPONSABLE Raquel R. V. Tokarz

    COMPAGINADOR Goff Dowding

    ''1976 by the Corporation of the President of the Church of jess Chrisl o Latler-day Saints. All rights reserved.

    ndice

    ARTCULOS DE INTERS GENERAL Nmero 1 Ao 22 Enero de 1976

    I Lo har hoy, presidente N. Eldon Tanner 21 Cuan hermosos los pies de los que traen las buenas nuevas!, Derek Dixon 24 Los obreros fieles, Loren C. Dunn 27 Preguntas y respuestas

    SECCIN PARA LOS JVENES 3 David Manos giles, Etta Lynch 7 El primer mircoles de cada mes II El valor de esperar, J.M. Heslop

    SECCIN PARA LOS NIOS 13 Los comerciantes 14 Corre hacia el sol, Colleen Helquist 16 Para tu diversin 18 De amigo a amigo 20 Qu sabes de nuestros templos?

    NOTICIAS DE LA IGLESIA

    30 Conferencias de rea 31 Gran suceso histrico de la Iglesia en la Ciudad de Mxico 32 Una experiencia maravillosa, Roco Gmez 33 La organizacin del Primer Quorum de los Setenta

    Pret IO di> la subscripcin anual, por adelantado

    LIAHONA

  • tambin podremos influir en nuestros seres queridos, aquellos con quienes deseamos compartir la felicidad y las bendiciones.

    Recordemos siempre que el evange-lio ha sido preparado para ensearnos a conducirnos correctamente, en benefi-cio de nuestros asuntos espirituales y temporales. No es suficiente con asistir a las reuniones de la Iglesia, participar del sacramento, tomar parte en discu-siones religiosas etc., si despus nos ha-cemos los distrados ante las necesida-des de nuestra familia, los vecinos o la comunidad, o somos deshonestos o inescrupulosos en nuestros negocios.

    Tampoco es suficiente con ser buenos ciudadanos, contribuir a causas caritativas, tomar parte en los asuntos de la comunidad y llevar en general una vida cristiana. Aunque esto es loable, no basta para darnos el derecho a gozar de la plenitud de gozo y la vida eterna que nuestro Padre Celestial ha prometi-do a todos los que lo amen y guarden sus mandamientos.

    Es bueno recordar el relato de las es-crituras sobre aquel que fue adonde es-taba el Seor y le dijo:

    "Maestro bueno, qu bien har para tener a vida eterna?

    El le dijo:. . . si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos." (Mat. 19:16-17.)

    Las escrituras repiten una y otra vez cules son los mandamientos y especifi-can que uno de los requisitos para al-canzar la vida eterna, o sea la vida junto a Dios, es recibir el bautismo en su Igle-sia y reino, de manos de un siervo con la debida autoridad. Al bautizarnos, nos hacemos miembros de la Iglesia verdadera y tomamos sobre nuestros hombros las responsabilidades inheren-tes a este estado; Se nos aconseja que aprendamos cules son nuestros debe-res y que actuemos dentro del cargo que se nos haya dado, y se nos advierte que si no lo hacemos, no seremos dig-nos de permanecer. (Vase D. & C. 107:99-100.)

    Si hemos recibido un llamamiento a un oficio o cargo en la Iglesia, la autori-dad que nos haya llamado, tiene que habernos hecho un resumen de nues-tros deberes. Si no tenemos un cargo,

    igual somos importantes como miem-bros de la Iglesia y tenemos que cum-plir con nuestro deber de asistir a las reuniones y fortalecernos los unos a los otros por medio de la fe y el testimonio.

    Cmo podemos mantenernos en el camino recto a fin de alcanzar nuestras metas y lograr, finalmente, la vida eterna? Slo mediante Sa autodisciplina y el arrepentimiento diario de los hbi-tos arraigados y las debilidades que puedan impedirnos desarrollar el po-tencial que hemos recibido de Dios y alcanzar nuestro destino eterno. Sabe-mos que tenemos que trabajar constan-temente a fin de conseguir cualquier co-sa de valor. Los msicos, los cientficos, los artistas, tienen que desarrollar su ta-lento y hacerse expertos en su campo de accin. Cunto ms importante es para nosotros entonces, prepararnos para realizar la obra de nuestro Padre Celes-tial!

    Al tomar la decisin de esforzarnos por ser mejores, propongmonos disci-plinarnos a fin de seleccionar las resolu-ciones que hacemos, de considerar el propsito que nos ha llevado a hacerlas y asegurarnos de que nos mantendre-mos firmes, no permitiendo que ningn obstculo se interponga. Al comenzar cada da, recordemos que es posible man-tenernos fieles a un propsito por el tr-mino de un da; al hacerlo, ser cada vez ms fcil hasta convertirse en un hbito.

    Conoc a una joven a quien le haban enseado el evangelio y que deseaba ser miembro de la Iglesia, pero tena gran dificultad para guardar la Palabra de Sabidura; fumaba y beba caf, y la sola idea de no volver a probar otro ci-garrillo u otra taza de caf en su vida, la sobrecoga. Uno de los misioneros le sugiri que probara a abstenerse un da, y despus de ese, otro ms, y que a em-pezar cada da se dijera, "Lo har hoy". Esta joven pronto se dio cuenta de que renovando su decisin da a da, le re-sultaba ms fcil mantenerla; al poco tiempo fue bautizada. Lo mismo podra aplicarse a cualquier otro mal hbito que se desee cambiar por uno bueno,

    La bendicin ms grande que pode-mos gozar en la vida es irnos cada no-che a dormir con la conciencia limpia y sabiendo que hemos vivido ese da en

    armona con las enseanzas del Salva-dor y hemos cumplido con la tarea que nos haba sido asignada.

    Hemos llegado ahora a principio de otro ao y al primer da de lo que nos resta de vida. Aplicando disciplina y de-terminacin, hagamos de ste un buen ao para nosotros, nuestra familia y nuestros conocidos. Sera conveniente que empezramos cada da con resolu-ciones por el estilo de stas: Lo har hoy

    Hoy buscar a mi Padre Celestial en . oracin ferviente.

    Hoy permitir que la inspiracin del Espritu me gue.

    Hoy les expresar mi amor a Dios y a su Hijo Jesucristo por medio de la ora-cin y les demostrar ese amor sirviendo a mi prjimo.

    Hoy estudiar y procurar lograr una mayor comprensin del evangelio.

    Hoy buscar primero el reino de Dios y su justicia.

    Hoy escuchar al Profeta de Dios y seguir su consejo.

    Hoy guardar los mandamientos y los convenios que he hecho.

    Hoy ensear a alguien el evangelio, con palabras o con el ejemplo.

    Hoy obedecer Sas normas de la Igle-sia.

    Hoy expresar con palabras y con hechos mi amor por mi familia.

    Hoy ser honesto en todos mis asun-tos.

    Hoy me preparar para desempear las tareas que me han asignado.

    Hoy realizar una buena accin en bien de mi prjimo.

    Hoy expresar mi gratitud por todas las bendiciones que recibo.

    Hoy ser Seal. Finalmente, no podramos hacer na-

    da mejor que mantener los principios expresados en nuestro dcimotercer Artculo de Fe: "Creemos en ser honra-dos, verdicos, castos, benevolentes, vir-tuosos y en hacer bien a todos los hom-bres; en verdad, podemos decir que seguimos la admonicin de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos po-der sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, bello, de buena reputacin o digno de alabanza, a esto aspiramos".

    2

  • por Etta Lynch

    David Manos giles, joven indio co-manche de diecinueve aos, estaba tra-tando de arreglar el motor de su viejo automvil, cundo el portoncillo que daba al huerto se abri dando paso a su abuelo. Osear Manos giles haba vivi-do muchos aos en el mundo del hom-bre blanco; sin embargo, todava habla-ba en comanche, llevaba Sarga la platea-da cabellera y usaba los clsicos moca-sines indios; en ocasiones especiales sus hijos conseguan que se pusiera un tra-je, pero los zapatos negros que le ha-ban comprado, permanecan sin uso.

    En ese momento, un auto entr en el camino que conduca a la casa.

    Liahona, enero de 19/6

    Mmm. . . tenemos problemas, abuelo dijo David. Es el to Federi-co.

    Ya lo veo. Pero, cul es el proble-ma? Ya sabamos que vendra a bus-carnos para llevarnos a la graduacin.

    David ie ech una mirada a su reloj y respondi.

    S. Pero llega con dos horas de an-ticipacin; y ya sabes cmo reacciona cuando ve que has estado trabajando en la tierra y me ve a m lleno de grasa de auto. Voy adentro a lavarme antes de que me vea.

    Pero los dedos de su abuelo le apri-sionaron el brazo con una fuerza que desmenta su edad.

    No, qudate. No permitas que el hermano mayor de tu padre te haga co-rrer a esconderte. / T tambin te escondes, abuelo respondi David. Cuando to Federi-co viene t te quedas en el huerto, tra-bajando, en lugar de estar con l. Eso, a pesar de que es tu hijo.

    Dices la verdad, jovencito. Pero yo soy viejo. T, en cambio, eres joven y de algn modo tienes que encontrar tu lugar en su mundo. Quizs no lo hagas como tu hermano Juan; pero a tu mane-ra, tienes que hacerlo. Para m, ya es muy tarde.

    -Vamos, abuelo! Si slo tienes setenta y un aos. .. Tienes que man-

    David Manos Agiles

    3

  • tenerte bien hasta que Rosa y yo poda-mos casarnos y darte un bisnieto.

    El anciano hizo un gesto. Por Rosa, quizs les pida a los

    espritus que esperen un poco antes de venir en mi busca.

    Ambos sonrieron y despus la cara del abuelo volvi a retomar su expre-sin seria.

    Qu piensa tu novia sobre tu vo-cacin de mecnico?

    Ella quiere que yo haga aquello que me hace feliz.

    Entonces tienes que encontrar un lugar para ambos en la vida, una forma en que los dos puedan ser felices y que tambin tus padres puedan compren-der.

    Eso es un imposible, abuelo. Ya los has odo insistiendo para que haga una carrera. T sabes lo difcil que me fue terminar la enseanza secundaria; estoy seguro de que jams podra ter-minar ni siquiera el primer ao univer-sitario. Pero los padres de Rosa quieren que ella se case con alguien que tenga un ttulo!

    El viejo se dirigi con paso lento hasta la silla que haba debajo del rbol y all se sent.

    El apellido que tomamos de nues-tra tribu era "Los de las manos giles" dijo. Tus antepasados mataban b-falos y hacan flechas ms rpida y cer-teramente que todos los dems guerre-ros. Tus manos son todava ms giles y firmes que las de ellos. Con ellas te has de abrir camino en la vida.

    Ojal tengas razn! respondi el muchacho.

    Mientras hablaba, sonri y salud con la mano a su to, que en ese m o -mento bajaba del auto; pero su sonrisa era forzada.

    David se senta indignado hacia aquellos que tendan a juzgarlo. Se vol-vi y continu trabajando con una pieza que haba sacado de un montn que tena junto al auto. Sus padres se queja-ban a menudo de que aquel montn de piezas de repuesto le daba al patio un aspecto desordenado. De pronto, su pa-dre lo llam desde la puerta de atrs de la casa.

    David se apresur a acercarse a su padre y le pregunt:

    Qu quieres, pap? Entra y lvate las manos . El to

    Federico quiere hablar contigo. El joven vacil.

    Podra lavarme despus que ter-mine de trabajar en el auto?

    Su padre le mir las manos sucias de

    grasa y frunci el ceo con disgusto. Creo que deberas hacerlo ahora e

    ir en seguida a hablar con tu to. Despus de cepillarse las manos cui-

    dadosamente David entr en la sala, donde sus padres y su hermano conver-saban con el visitante; en el momento en que l entr, todos se callaron.

    Con un forzado tono de amabilidad, el muchacho salud a su to; ste era de elevada estatura, bastante ms alto que David, y llevaba puesto un traje impe-cable.

    Cmo ests, muchacho? le dijo ya me advirti tu padre que te cos-tara un poco sacarte la grasa de las manos .

    S, por supuesto respondi l framente, Me dijo pap que quieres hablarme.

    S, quiero hablarte sobre tu futuro. Como he tenido bastante xito en la vi-da, tu padre pens que quizs pueda in-fluir en tu decisin. T sabes que si yo no hubiera hecho una carrera, no ocu-para la posicin importante que tengo.

    David se puso a la defensiva. Pero, es que. . . no todas las per-

    sonas tienen vocacin para una carrera universitaria.

    Es cierto. Pero no olvides que t eres un indio y necesitas la ventaja de una buena educacin. Mira a tu abuelo, que se ha pasado la vida cavando la tie-rra. Si hubiera recibido educacin, an con la edad que tiene podra prestar uti-lidad.

    Pero si presta utilidad! El planta todos los vegetales que comemos.

    S, pero con eso no gana dinero. Si ganar dinero es la regla para

    medir la utilidad de una persona, enton-ces creo que ninguno de nosotros dos es til respondi David con terquedad.

    El problema es el siguiente: quie-res t ser como tu padre, que dar un importante discurso en la ceremonia de graduacin de la universidad? o como tu abuelo, que trabaja en la tierra?

    Por un momento , el joven se esforz por controlar la ira que lo dominaba; despus dijo serenamente:

    Podra nombrar te muchas cosas bastante ms bajas que trabajar en la tierra, to Federico.

    David, Federico tiene razn in-tervino su padre.Quieres pasarte to-da la vida l impindote la grasa de las manos? Mratelas. Pronto tenemos que salir para la ceremonia de graduacin, y mira cmo las tienes; no creo que te las puedas limpiar para que queden pre-sentables.

    Instintivamente, el muchacho cerr los dedos, escondiendo las uas.

    Esa es una forma amable de decir que te avergenzas de mdi jo .

    Yo no he dicho eso! protest su padre.

    No tienes que expresarlo con pala-bras, pap La mirada de David pas de su padre a su madre y luego a su hermano, que en ese momento se con-templaba pensativamente las inmacula-das uas. Lo que pasa es que tienes miedo de que yo no sea como Juan; de l puedes jactarte por su carrera univer-sitaria y el brillante futuro que le espe-ra. Pero tienes miedo de que yo no sea mas que un obrero; y te avergenzas de m.

    Apenas pronunci esas palabras se mordi los labios deseando no haberlas dicho nunca; en cierto modo, esperaba que alguien negara su acusacin. Pero todos desviaron la mirada y l se qued solo con el peso de su afirmacin.

    En ese momento , su madre se puso de pie con una sonrisa forzada y dijo:

    Vamos a comer; as podr lavar los platos antes de irnos.

    Yo no voy a la graduacin de-clar David, framente.

    Que no vas! exclam su padre . No puedes hablar en serio!

    Lo dije en serio. Si mis manos manchadas los avergenzan, es mejor que no vaya y les evite la humillacin.

    Su madre le dirigi una mirada de reproche.

    No hables as, hijo. No tuvimos la intencin. . .

    Pero l la interrumpi bruscamente. S, la tuvieron, mam! Y sali en direccin al huerto sin

    agregar una palabra ms. Jams haba sentido tanta desolacin. Se puso a tra-bajar en el auto inmediatamente, tratan-do de alejar de su mente los pensamien-tos que lo afligan. Unos momentos despus, su madre lo llam desde la co-cina:

    David! Lleg Rosa! A pesar de su humor taciturno, el jo-

    ven no pudo menos que sonrer ante la perspectiva de ver a su novia; dejando todo, camin rpidamente hacia la casa.

    Rosa est con el abuelo le dijo su madre. Est m u y bonita. Olvidas-te que le habas prometido acompaarla esta noche?

    No te preocupes, mam. Rosa comprender las razones que tengo para no ir.

    En la sala encontr al abuelo sentado en su silln preferido y a Rosa, sentada

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  • en el sof; estaba en verdad muy bonita con su vestido amarillo plido. Echando una mirada al reloj, apresur a los hom-bres:

    A p r e n s e , por favor. Todav a tienen que vestirse y no querrn que empiece la ceremonia sin que est toda la familia reunida.

    David respir hondo y le respondi: Yo no ir. Qu dices? No lo puedo creer!

    Tu padre es el orador principal. No te preocupes, Rosa. Le hago un

    favor quedndome en casa. Por primera vez desde que David ha-

    ba entrado en la sala, su abuelo habl: Cul es el problema, muchacho? Que mi familia se avergenza de

    m, igual que la familia de Rosa, porque prefiero trabajar de mecnico en lugar de. ir a la universidad Mientras ha-blaba se dej caer en una silla con ex-presin de desconsuelo y la mirada per-dida en el vaco. Rosa, abuelo, vayan ustedes. De todos modos, he odo mil veces el discurso de pap cuando lo en-sayaba en casa.

    Eso no tiene importancia! Lo que importa es que todos tus familiares se sentarn juntos y la gente hablar de ti porque no ests en tu lugar, s iendo sta una ocasin tan importante para tu pa-dre.

    Yo no tengo un lugar entre ellos. En ese momento , su abuelo su puso

    de pie enderezando los hombros , que se haban encorvado ms por las penurias que por la edad. Por un instante se pudo vislumbrar en la majestuosa figura del anciano lo que haba sido en el pasado, un joven guerrero comanche de indo-mable voluntad.

    Liahona, enero de 1976

    Si mi nieto no tiene un lugar entre ellos, tampoco yo.

    Dicho esto se fue en direccin al huerto.

    Rosa exhal un profundo suspiro nervioso.

    - - Mira lo que has hecho! Bien sabes lo orgulloso que est porque su hijo va a pronunciar el discurso de graduacin y cunto deseaba poder orlo.

    Pero David no estaba dispuesto a ce-der.

    No estoy tan seguro de eso. Todos los de la familia lo estn ridiculizando siempre porque le gusta trabajar en el huerto; lo mismo que hacen conmigo porque tengo las manos sucias de traba-jar como mecnico.

    Pero t eres igual que ellos, David. No vas porque no quieres que te vean en pblico con tu abuelo vestido con su traje de indio y usando mocasines.

    No, no es as. Ellos no lo quieren. Yo s.

    Ya veo! le replic Rosa con irona. Cuando quieres a alguien te avergenzas de que te vean con l. . .

    No es justo que digas eso! Pero a ti te avergenza que a l le

    guste vivir como un comanche. Vamos! Si eso es peor que la vergenza que sienten nuestras familias porque t tra-bajas como mecnico! Si esa es la mane-ra en que tratas a aquellos a quienes quieres. . . entonces. . . me pregunto si no ser mejor que no nos casemos.

    David respondi acaloradamente: Tal vez sea lo mejor, si esa es la

    forma en que t me comprendes! Mira, David, s i despus que me

    case tengo que ir sola a todos lados por-que mi esposo permite que la gente lo

    desprecie, pienso que es bueno que me haya dado cuenta a t iempo, antes de co-meter el error de casarme.

    Termin de hablar y sali de la casa apresuradamente dejando al muchacho petrificado; de entre todas las personas, Rosa era la lt ima de quien hubiera es-perado incomprensin. Despus de un momento , se fue lentamente hasta el huerto donde encontr al abuelo apoya-do en la azada bajo la sombra de los r-boles.

    Abuelo, t tienes que ir. No tienes porqu quedarte en casa slo porque yo tuve una desavenencia con mis padres.

    El viejo suspir, Me quedar. En eso, el sonido de unos pasos inte-

    r rumpi la conversacin; era el padre de David que se aproximaba.

    David dijo vacilante, el auto de tu to no arranca.

    Qu pas? Pareca funcionar bien cuando to lleg.

    No sabemos, Pero no arranca y se nos hace tarde, nos haras el favor de ver si puedes arreglarlo?

    El pr imer impulso del joven fue sol-tar la risa; el segundo, fue negarse a lo que le pedan y verlos sufrir. Pero se sobrepuso a ambos sentimientos, dejan-do slo que una ligera mueca de satis-faccin se dibujara en su rostro.

    Voy a buscar las herramientas. Con la caja de las herramientas en la

    mano, se dirigi con paso lento hacia el auto; su padre y su abuelo lo siguieron. Abri la tapa del motor, estuvo un rato inclinado revisando todo y cuando se i n c o r p o r n u e v a m e n t e , ten a en la mano una pieza rota.

    Es el rotor; est quebrado. Se puede reparar? David contuvo una sonrisa ante la

    ignorancia de su padre. Un rotor no se repara; se reempla-

    za.

    Qu hacemos, entonces? Mien-tras vamos a comprar uno, se nos har tarde.

    Quizs tenga uno en el montn de los repuestos.

    El muchacho busc por un momento entre las docenas de piezas que guarda-ba; encontr lo que buscaba, volvi al auto de su to y en un instante lo coloc. El auto arranc inmediatamente.

    Gracias, hijo le dijo su padre con una sonrisa de gratitud, Podras tratar de olvidar la ignorancia y la ter-quedad de tu padre y asistir a la gradua-cin? S que a tu abuelo le gustara ir.

    El hubiera querido decir que s, pero

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  • el resentimiento que todavi'a tena le impidi pronunciar las palabras que ha-bran provocado el alivio de su padre.

    No s dijo en cambio, desvian-do la mirada para no encontrarse con los ojos suplicantes que esperaban una respuesta afirmativa.

    Bueno, espero que te decidas. Tenemos que irnos. Gracias otra vez, hijo.

    Abuelo y nieto se quedaron parados mirando al auto que se alejaba. Con un gesto de amargura, el joven dijo:

    Me desprecian porque siempre tengo las manos manchadas de trabajar como mecnico. Pero cuando se les rompe un auto, esperan que se lo arre-gle.

    Tienes razn para sentirte as, mu-chacho. Si no fuera por ti, mis letrados hijos todava estaran sentados en su inutilizado auto moderno. Est muy bien que uno se sienta orgulloso de po-der dirigir la palabra a una cantidad de gente, en un elegante saln; pero uno tiene tambin que contar con los me-dios para poder trasladarse hasta ese saln.

    Un tono indefinible de ansiedad en la voz del anciano, hizo que David vol-viera a la realidad.

    Abuelo, t querras ir, verdad? No tiene importancia respondi

    l. Pero su voz careca de conviccin. S, la tiene. S que te gustara es-

    cuchar el discurso de pap. Verdad que s?

    El viejo vacil, pero replic:

    .Igual puedo imaginrmelo. Apurmonos, abuelo. Vamos a

    cambiarnos d ropa inmediatamente. Llegaremos tarde, pero no importa; po-demos entrar y sentarnos atrs, sin que nadie lo note.

    Tengo que ponerme el traje? Ponte lo que quieras, abuelo. El

    hombre de las manos giles acaba de en-contrar su lugar en el mundo.

    Cuarenta minutos ms tarde, ambos entraban silenciosamente al auditorio de la universidad, en momentos en que el rector presentaba al padre de David. El joven y el anciano caminaron sin ha-cerse notar hasta una fila de asientos vacos que haba contra la pared; slo unas pocas personas se quedaron mi-rando la chaqueta de comanche que lle-vaba el viejo indio. David no pudo evi-tar sonrojarse un poco.

    Sin prestar atencin al discurso que ya haba odo ensayar a su padre, busc a Rosa con la mirada; all estaba, senta-da con los dems miembros de su fami-lia. En la seccin central, en primera fi-la, vio a su madre, sentada entre Juan y el to Federico; junto a ellos haba dos asientos vacos.. . los que deberan ha-ber ocupado David y su abuelo. De pronto, ste le dio un codazo a su nieto para llamarle la atencin a lo que su pa-dre estaba diciendo en ese momento.

    . . . la persona verdaderamente culta, se da cuenta de que hay diferen-tes tipos de educacin, algunos de ellos no se encuentran en los libros. Para los que ansian obtener conocimientos aca-dmicos, por supuesto, su futuro se ha-lla en una carrera universitaria. Todos apreciamos os servicios de un profe-sional.

    David era todo odos. Lo que su pa-dre estaba diciendo no se encontraba en

    el discurso original. Sus palabras salan pausadas, pero claras.

    Pero tambin necesitamos otras clases de conocimientos y servicios. Nuestra civilizacin es tcnica y me-cnica por excelencia. Los profesionales universitarios necesitan que otras per-sonas les arreglen sus equipos de traba-jo, la instalacin elctrica de su casa y los motores de sus autos.

    David mir, a su abuelo, que escu-chaba atento. Apenas poda dar crdito a sus cdos.

    En el trabajo manual hay belleza y dignidad. Porque los indios de este con-tinente trabajaron con las manos y la-braron la tierra, podemos actualmente disfrutar de alimentos como las papas, los tomates, el maz y muchos otros que todos conocemos. Y sin embargo, si un hombre tiene las manos manchadas por el trabajo que realiza, tendemos a menospreciarlo, cuando deberamos es-tarle agradecidos por sus conocimientos y hacer que ocupe en el mundo el lugar que le corresponde como persona de bien. Tenemos que comprender que sin su entrenamiento y sus servicios, nues-tra civilizacin no sobrevivira.

    David se inclin hacia su abuelo y le susurr al odo:

    Vamos al frente, abuelo. Nuestro lugar est junto a nuestra familia.

    El viejo se par, erguido en el orgu-llo de su raza, con su nieto junto a l. El joven contuvo el impulso de tomar del brazo a su abuelo para ayudarlo a ca-minar; para l tambin era un gran da y era importante dejar que se valiera por s mismo. Con la cabeza muy alta, ca-minaron juntos hasta la primera fila, donde ocuparon los dos asientos que les haban sido reservados. Muchas cabe-zas se volvieron para verlos pasar y el orador se detuvo, esperando a que se sentaran. El momento de silencio no fue embarazoso, sino reverente.

    Al sentarse, David mir a su madre y le sonri; los negros ojos de sta esta-ban cuajados de lgrimas. Desde el es-cenario, su padre le sonrea con una ex-presin de amor y orgullo en el rostro.

    Al terminar la ceremonia de gradua-cin, Rosa se abri paso entre el pblico y acercndose a l, se tom de su brazo mirndolo con amor. Tambin los pa-dres de ella se acercaron y saludaron a David; le estrecharon la mano y su futu-ro suegro se dirigi a l dicindole, "hi-jo mo".

    Nada podra haber tenido para el jo-ven ms significado que aquellas pala-bras.

  • A pesar de que Bart es el compaero menor, se cerciora de que su compaero mayor est listo a la hora de salir y de que no haya ningn problema. A menudo los compaeros mayores son hombres sumamente ocupados y al compartir el trabajo con los jvenes, aprecian la ayuda que stos les brinden al recordarles las visitas. Al compaero de Bart slo una vez se le ha olvidado que teman que salir y en esa ocasin, cuando el joven se lo record, dej todo para reunirse con l; como resultado, esa noche solamente llegaron unos cuantos minutos ms arde.

    El llamamiento de maestro orientador es de suma im-portancia para Bart Hales; al esforzarse en cumplirlo tra-ta de seguir el consejo del presidente Romney:

    "El deber de llevar a cabo el servicio de maestro orientador es inherente a la aceptacin del Sacerdocio de Melquisedec y al oficio de presbtero y maestro en el Sacerdocio Aarn ico . . . La orientacin familiar es uno de los servicios por medio de los cuales los portadores del sacerdocio magnifican su llamamiento y se hacen merecedores de la gran promesa de que 'los que son fie-les. .. y magnifican sus llamamientos, son santificados por el Espritu para la renovacin de sus cuerpos', y los portadores que magnifiquen su l lamamiento. . . sern merecedores de la gran promesa de llegar a ser miem-bros de 'la iglesia y el reino, y los elegidos de Dios' ." (Church News, 19 de abril de 1969, pg. 16.) Liahona, enero de 1976 7

    Bart y su compaero se turnan mensualmente para dar la leccin. Aqul se prepara con estudio y oracin para la res-ponsabilidad de impartir un mensaje.

    cada mes mircoles de

    El primer

  • Bart dice que la orientacin familiar cumple con dos propsitos principales: primero, el de ver cmo est la familia en lo que se refiere a salud y necesidades de la vida; segundo, impartir un mensaje del evangelio, tal como el Profeta y Presidente de la Iglesia desea que se haga.

    Bart Hales ha magnificado su llamamiento y como resultado ha progresado grandemente. Cmo se es un buen maestro orientador? Qu cualidades se necesitan? Vayamos a visitar las familias con Bart y su compaero para obtener la respuesta.

    El compaero mayor de Bart vive cerca y lo recoge frente a la puerta de su casa. Actualmente visitan a dos familias que

    viven un poco lejos, y tienen que usar el automvil como medio de transporte para las visitas. Las familias esperan

    que Bart y su compaero vayan el primer mircoles de cada mes, a menos que ellos les indiquen lo contrario. Esta fecha

    fija resulta conveniente, tanto para las familias como para los maestros orientadores.

    Para hacer sus visitas de orientacin familiar, Bart cuida mucho de su apariencia personal. Sabe que para lograr,espiritualidad no es imprescindible ponerse corbata y saco, pero sabe tambin que si se pone lo mejor que tiene, cada familia comprender que para l la orientacin familiar ocupa un lugar muy especial entre sus responsabilidades.

  • Bart le da una cordial bienvenida a su compaero mayor; sabe que es un hombre sumamente ocupado y agradece el tiempo que pasan juntos.

    Liahona, enero de 1976 9

  • Posiblemente reconozcis al compaero de Bart: es el presidente N. Eldon Tanner, de la Primera Presidencia de la Iglesia.

    A menudo, el presidente, Tanner les pregunta a los jvenes de su barrio si saben que el evangelio es verdadero.

    En su leccin Bar hace mencin del fallecimiento inesperado de un joven que era miembro del barrio. Comenta que durante el servicio fnebre el obispo dijo que aquel era un joven que en verdad estaba preparado para encontrarse con la muerte, En su mensaje, Bart sugiere que todos debemos prepararnos para ese momento, pues jams sabemos cundo llegar.

    Bart piensa que si el presidente Tanner puede disponer del tiempo necesario para hace visitas de orientacin familiar, no hay nadie, en ninguna parte del mundo, que no tenga tiem para ser un buen maestro orientador.

    La orientacin familiar ha sido una experiencia de desarrollo espiritual para Bart, y el joven reconoce la gran impor-tancia de visitar a los miembros, pues sabe que si se prepara, en cada ocasin les estar llevando el Espritu de nuestro Padre Celestial. "Porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mi; y el que me recibe a mi, recibe a mi Padre; y el que recibe a mi Padre, recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene fe ser dado." (D. y C. 84:36-38.) 10

  • por J. M. Heslop

    A pesar de que Sidsel amaba ai joven- y apuesto Espen Amundsen, estaba dispuesta a no casar-se con l hasta saber que podran ir al templo.

    La joven haba sido miembro de la Iglesia desde los ocho aos; su madre le haba enseado siempre los principios del evangelio y especialmente la impor-tancia del matrimonio en el templo.

    Pero no es fcil que las jvenes no-ruegas conozcan muchos muchachos

    que sean miembros de la Iglesia. "Conoc a Espen mientras asista a la

    universidad", explica Sidsel. "Primero me sac a bailar y despus me pidi que saliera con l. No era miembro de la Iglesia, pero me agradaba mucho y

    te un ao seguimos vindonos. ; el principio le habl de la Iglesia; saba que era bueno que yo me in-ra por tener una religin; e inclu-2 acompa algunas veces a las mes, mas no senta ningn inters

    El valor de esperar

  • especia l . " "Me dijo que slo se casara con al-

    guien que tuviera el sacerdocio" aadi Espen, "Pero no pens que hablara tan en serio; yo la amaba y estaba seguro de que podra convencerla para casarnos y luego solucionar lo de la religin. Cuan-do haca apenas un ao que nos conocamos me fui a Inglaterra para es-tudiar. Nos veamos en vacaciones y durante el resto del tiempo, nos es-cribamos. Nunca acept casarse conmi-go, a menos que le ofreciera la seguri-dad de un matrimonio en el templo. Francamente, yo no poda comprender-la."

    Por cuatro aos, siguieron vindose durante las vacaciones.

    "Pareca que nunca llegaramos a na-da ms. Yo haba orado al respecto pues amaba mucho a Espen, pero saba el va-lor del matrimonio en el templo y no poda aceptar otra cosa. Despus de cuatro aos, le dije que era mejor no seguir con el noviazgo. Empec, pues, a salir con otros jvenes y no nos vimos durante varios meses. Ese mismo ve-rano acompa a mi madre a! Templo de Londres y particip en bautismos por los muertos. Mientras estuve all puse el

    nombre de Espen en la lista para la ora-cin."

    El, a su vez, tambin sala con otras chicas durante las vacaciones, mas nin-guna le atraa como futura esposa.

    "Extraaba mucho a Sidsel," comen-ta al recordar esa poca. "Tuve la im-presin de que deba llamarla y result que ella acababa de llegar de Inglaterra; le ped' que volviramos a vernos y ac-ced empezar a estudiar acerca de la Iglesia. Nos vimos slo tres veces antes que yo tuviera que regresar a Inglaterra para cursar mi ltimo ao universitario. Fue en Leicester, Inglaterra, donde me entrevist con los misioneros y averig dnde haba un local de la Iglesia Mor-mona para ir a ver qu aspecto tena. Haba a la entrada de la capilla un joven que tendra ms o menos mi edad y le pregunt a qu hora empezaba la reunin; me contest sonriendo que fal-taban unos minutos y me invit a pasar. A partir de ese momento, empec a re-cibir las lecciones de los misioneros, pe-ro no quise contrselo a Sidsel todava. Durante esas lecciones fui obediente a todo lo que me pidieron; ayunaba y oraba sin recibir ninguna contestacin, hasta que un da le promet al Seor ac-

    tuar de acuerdo con su respuesta y fue entonces cuando la recib, supe que la Iglesia es verdadera!

    Sidsel tambin estaba orando. "Tenia el presentimiento de que Es-

    pen se hara miembro de la Iglesia," di-ce. "Yo era azafata de las Lneas Areas Suecas y me tom unas vacaciones en Inglaterra, donde fui a visitar a Espen. Cualquiera puede imaginar el gozo que sent cuando me dijo que se iba a bauti-zar al da siguiente."

    En verdad, era un sueo convertido en realidad.

    Sidsel y Espen se casaron despus de casi cinco aos de noviazgo y espera. La joven haba sido firme en su conviccin de que slo podra casarse con alguien que pudiera llevarla ai templo algn da.

    Poco despus de su casamiento, el hermano Amundsen fue reclutado para hacer el servicio militar. Apenas se cumpli el ao de ser miembro de la Iglesia, pidi permiso para ir al templo a sellarse con su esposa.

    "Nos sentamos tan felices! Y tan cerca del Seor, que nos pareca perci-bir su voz dicindonos: 'Yo os conoz-co.' "

    La pareja se estableci en la ciudad de Oslo, donde el hermano Amundsen trabaj como agente textil; y pasado un ao ya haba fundado su propio nego-cio. Actualmente la familia cuenta con tres hijos y pasa largo tiempo en distin-tas actividades que los hacen ms uni-dos.

    Hace poco, cuando el presidente Gosta Berling de la Misin de Noruega-Oslo llam al hermano Amundsen para que fuera el presidente de la Rama II de Oslo, ste no vacil en aceptar la res-ponsabilidad.

    "En verdad no poda hacer otra cosa; mi bendicin patriarcal dice que llegara a ser un dirigente. Saba cuan grande es la responsabilidad y me preguntaba c-mo podra cumplirla. Cuando habl con mi esposa, nos acordamos de los con-venios que hicimos con el Seor en el templo, y aceptamos. La Iglesia es el centro de mi pensamiento. Cada vez que regresamos al templo, aprendemos algo y comprendemos mejor la natura-leza eterna de nuestra vida.

    "S", agrega la hermana Amundsen. "La Iglesia nos ensea a encontrar la mejor manera de ayudarnos e! uno al Otro. Es maravilloso estar juntos; somos una familia muy ocupada y muy feliz."

    12

  • AI entrar en el fuerte su padre los estaba esperando, y lleno de asombro y sin pronunciar palabra, se dispuso a bajar las pesadas cargas de los caballos y comenz a desenvolver las cobijas. Al mismo tiempo que revisaba cuidadosamente la mercanca, la iba dividiendo en dos montones; a su lado sus hijos esperaban que dijera algo, pero l segua trabajando en silencio, Una vez que hubo terminado, enroll las mantas que haba colocado en uno de los montones y les dijo a los mu-chachos que de lo que haban recibido a cambio del caballo, deban devolver una parte.

    Mientras se dirigan de nuevo al campamento indio, les pareci a Jacob y Walter que el da se haba obscurecido y se preguntaban cmo iban a explicar el motivo por el cual regre-saban all; pero el jefe Frank sali a recibirlos con una clida sonrisa y antes de que pudieran darle cualquier explicacin, con los brazos, cansados por los aos tom las cobijas, dicien-do: "Saba que regresaran. Su padre es un hombre honrado y yo estaba seguro de que no se quedara con todas las cobijas. El nos proteje, porque para todos nosotros tambin es un pa-dre."

    De nuevo se dej sentir el resplandor de ese bello da de primavera para los nios que haban comenzado a apreciar lo sabio y amado que realmente era su padre, Jacob Hamblin.

    NOTA: En 1854 Jacob Hamblin (1819-1886) recibi la asignacin de establecer una misin para los indios en el sur de Utah. Fue ordenado Apstol para los lamanitas el 15 de diciem-^ bre de 1876 en Si. George, Utah, por Brigham Young, y ayud a localizar y establecer colonias en el sur de Utah, en Atizona y en Nuevo Mxico.

    E ra primavera y cerca de Kanab, Utah, las rojas mon-taas arenosas brillaban al calor del sol. Los muchachos se sentan felices de que su padre los hubiera enviado con un cometido especial al campamento de ios indios que se hallaba a varios kilmetros del fuerte donde residi'an. Resultaba mu-cho ms divertido cruzar los campos montados a caballo que limpiar de hierbas el huerto familiar. Llevaban un caballo pa-ra hacer un trueque con los indios. Iban casi en silencio, dis-frutando de la belleza que les rodeaba en esa apacible maana de primavera. Vala la pena vivir!

    En cuanto llegaron al campamento, sali a recibirlos un anciano jefe navajo* llamado Frank, que el da anterior haba comentado con el padre de los jovencitos su deseo de adqui-rir un buen caballo, y estaba esperando que alguien le llevara uno. El les ayud a descender de sus monturas y, mirando brevemente el caballo que le traan para el cambio, les seal unas cobijas que se encontraban a corta distancia, cuyos colo-res y diseos eran extraordinariamente bellos; pero Jacob, que tena diez aos, le haba advertido a su pequeo hermano Walter que deban actuar como personas grandes y asegurar-se de hacer un buen negocio, as que menearon negativamen-te la cabeza y Jacob le dijo al jefe que deseaban recibir ms por el caballo que le haban trado.

    El anciano indio vacil slo un instante, pero en seguida sac dos pieles de bfalo y ms mantas; los chicos se queda-ron asombrados al ver su gran generosidad, mas no dijeron nada; enrollaron las pieles y las mantas, las colocaron sobre sus caballos y se dirigieron de nuevo a su casa, orgullosos y seguros de haber hecho un buen negocio.

    *Tribu de indios de Norteamrica

    Liahona, enero de 1976 13

  • n estaba oscuro en el hogan 1 donde el joven nava-jo2 se encontraba dormido sobre una cama de mulli-

    das zaleas3 . Permaneci asi 'hasta que una m a n o firme lo m o -vi suavemente y escuch la voz de su abuelo.

    El nio pasaba todos los veranos en el lugar aislado donde viva su viejo abuelo, con el fin de ayudarle con las ovejas y aprender las tradiciones de su pueblo. No siempre com-prenda las cosas que el anciano le deca, pero senta mucho amor y respeto por l.

    Despierta, Kee! Tienes que apurarte antes de que saiga el sol.

    Abri los ojos lentamente y vio el rostro marchito que lo miraba; no quera levantarse tan temprano, pero sera impro-pio desobedecerle. Sin decir palabra se sent, se puso una chaqueta de lana sobre la camisa a cuadros y un pantaln de mezclilla. AI abrir la pesada puerta de madera para salir, su abuelo le entreg el palo que l conoca tan bien.

    Kee mir hacia la oscuridad de la madrugada, interrumpi-da solamente por un fino rayo de luz que haca resaltar a lo lejos el.borde de la meseta.

    Es tan, pero tan lejos! pens. De pronto, el chiquillo sali corriendo del hogan; pas

    frente al corral de las ovejas y sigui su camino a travs de la tierra estril. Apenas poda distinguir los arbustillos de arte-misa sobre los que saltaba. Corri ms aprisa; el corazn le lata fuertemente y el viento fresco de la maana le alborota-ba el negro pelo mientras corra, sosteniendo firmemente en la mano el palo que el abuelo le haba dado.

    La meseta empezaba a verse con ms claridad pues el sol ya comenzaba a levantarse. Kee se senta maravillado cada maana al contemplar la hermosura del amanecer. Haciendo acopio de todas sus fuerzas, aument la velocidad;.no poda detenerse, an estaba lejos de su meta.

    1. Choza de los indios 2. Tribu de los Estados Unidos 3. Cuero de oveja o carnero, curtido Senta que los msculos de las piernas se estiraban y enco-

    gan mientras trataba de correr ms aprisa. Sus ojos per-manecan fijos en el dorado horizonte, mientras la luz iba baando poco a poco la cima de los rojos peascos. De sbi-to, apareci el sol; haba comenzado un nuevo da.

    Jadeando, Kee se detuvo y con todas las fuerzas que le quedaban, clav profundamente el palo en la tierra. Slo en-tonces se dej caer al suelo para descansar.

    Mirando hacia los peascos que bril laban con la pr imera luz del sol, pens en las palabras que su abuelo le haba repe-t ido con tanta frecuencia:

    Cada maana tienes que correr hacia el sol. Debes es-forzarte al mximo, hasta no poder ms, y luego enterrar un palo en la Madre Tierra. Tus piernas se harn cada vez ms fuertes y llegar el da en que plantars el palo al pie de la meseta. Entonces sers un hombre , hijo mo.

    Era por ello que todas las maanas Kee corra para encon-trarse con el nuevo da y cada vez se acercaba un poquito ms a su meta.

    Llegar algn da a ser un hombre? se pregunt, mientras ob-servaba las formaciones rocosas. Estoy seguro de que nunca llega-r a la meseta, y ya me siento cansado de correr. Lo que dice el viejo es una tontera.

    Maana, correr y me esconder detrs del corral de los borregos,

    14

    se dijo, mientras caminaba lentamente de regreso. Al acercarse al hogan de su abuelo, Kee presinti que

    haba occurrido algo fuera de lo comn. Hasta entonces siem-pre haba encontrado a su regreso al abuelo esperndolo en la puerta, desde lejos poda ver el h u m o de la chimenea elevn-dose por sobre la vivienda. Sin embargo, esa maana no haba nadie en la puerta, ni se vea h u m o en la chimenea, lo que significaba que no se haba prendido lumbre alguna. En-tr rpidamente y mir a su alrededor dentro del cuarto octa-gonal; pero estaba vaco. De pronto, se sinti asustado.

    Dnde puede estar-el abuelo? pens el muchacho, sin poder moverse por el temor que lo sobrecoga. Sbitamente, oy un sonido apagado afuera; sali corriendo y dio la vuelta al ho-gan. All, cado junto a un montn de lea encontr a su

  • abuelo, con una expresin de dolor en su rostro. Vine a buscar lea murmur cuando me ca, los

    troncos grandes rodaron y me apretaron las piernas. El nio se dio cuenta de que tendra que levantar los tron-

    cos para poder librar a su abuelo. Los empuj con todas sus fuerzas, mas no pudo moverlos.

    A mis brazos les falta fuerza solloz. Qu puedo hacer?

    El viejo mir al asustado nio en los ojos. Quizs no tengas fuerza en los brazos, pero en las piernas s,,hijo mo. Corre a toda prisa a la casa del to Loren-zo. El vendr a ayudarme.

    Kee corri con ms velocidad que nunca; al sentir cmo los msculos se distendan y encogan con la carrera, supo

    que jams haba tenido tanta fuerza en las piernas. Aterrori-zado por el accidente de su abueio, hizo un esfuerzo supremo, saltando sobre las matas y arbustillos y esquivando rpida-mente los rboles a su paso. El corazn le lata apresurada-mente, pero no se senta cansado como en otras ocasiones.

    Ms rpido de o que haba calculado, el joven lleg al le-jano hogan del to Lorenzo, y muy pronto, varios hombres acudieron en auxilio del abuelo.

    El muchacho mir hacia la meseta rojiza y record los mu-chos palos que haba plantado en su esfuerzo por llegar hasta el borde.

    -Despus de todo, no es tontera lo que dice el abuelo se dijo. Con mucho gusto correr maana otra vez hacia el sol!

    15

  • Mientras hablaba con algunos de los nietos del lder Brown, descubr' que ca-da uno recordaba diferentes cosas de su abuelo. Estos son algunos de los comen-tarios que hicieron:

    Tendn'a yo unos nueve aos; re-cuerdo que el abuelo se sentaba en un silln y me permita pararme detrs de l y peinarle el cabello tan hermoso; se lo parta por el medio y se lo peinaba hacia atrs de diversas formas; a veces se So parta a un lado, buscando un esti-lo nuevo y a hacerlo se lo dejaba caer sobre el rostro. El era muy paciente conmigo y me dejaba peinarlo hasta que se me cansaban los brazos.

    Lo que yo recuerdo del abuelo son los cuentos que inventaba y nos relata-ba a mi hermana y a m, mientras est-bamos sentados a sus pies. Eran largos cuentos de aventuras, casi como de ciencia-ficcin, y mi hermana y yo siempre formbamos parte del relato. Por ejemplo, en uno de ellos, todos via-jbamos en un automvil por el desier-to y descubrimos una gigantesca cueva; al fondo encontramos muchas joyas y tesoros valiosos y haba tambin deli-ciosos manjares. El ro que corra en el fondo de la cueva era de aguas hirvien-tes, pero por suerte descubrimos una lancha que nos protega del calor, en la cual pudimos viajar por el ro. En los cuentos como ste siempre haba uno o dos gigantes y alguna otra cosa emo-cionante; a menudo nos pelebamos con los gigantes y siempre ganbamos, el abuelo, mi hermana y yo, Podamos permanecer horas sentados, escuchn-dolo. Donde vivamos no haba televi-sin, pero tampoco nos haca falta.

    -ES abuelo siempre estaba sentado

    Este artculo est basado en una en-trevista personal de Jolleen Mere-dith con el lder Hugh B. Brown (miembro del Consejo de los Doce Apstoles) y algunos de sus nietos.

    en su sln favorito, aprendiendo por medio de la lectura a la luz de una lm-para. Nefi era su profeta preferido y siempre nos deca que quera vivir y ser como l.

    Cuando me entrevist personalmen-te con este gran hombre, le ped que me relatara recuerdos de su niez; algunas de Eas experiencias que me cont eran muy graciosas.

    Mi hermano Bud y yo nos di-vertamos mucho cuando ramos nios; a l le gustaba hacerme bromas. Un da correteamos a una comadreja hasta que se meti por un agujero; tratamos de sacarla con una pala, pero no pudimos. Bud me dijo que si meta la mano en el agujero quizs pudiera atrapar al animal y sacarlo; yo de ingenuo, la met todo lo que pude, pero me mordi con tal fuer-za que estuvo a punto de arrancarme un pedazo. Despus de eso, decid tener un poco ms de cuidado cada vez que Bud me deca que hiciera algo. Mi hermano siempre estaba fastidindome, pero una vez me vengu de l: por esos das dormamos en el granero, y Bud haba estado leyendo un libro de fantasmas. Un da se me ocurri decirle a un primo que se pusiera una sbana por encima y se escondiera en el granero para asustar a mi hermano; yo me escond afuera pa-ra aguardar su llegada. Por fin lleg, abri la puerta y entr tranquilamente, sin desconfianza alguna. Cuando mi primo le sali al paso cubierto con la sbana, l se puso a gritar y sali co-rriendo como un loco. A partir de ese da, pas mucho tiempo antes de que Bud quisiera dormir de nuevo all.

    El lder Brown me relat una expe-riencia que tuvo con uno de sus caballos

    18

  • predilectos. En ese tiempo era oficial de la Caballera Canadiense y por lo mis-mo era muy importante para ! poseer un buen caballo:

    Anduve en busca del mejor caba-llo que pudiera haber por aquellos luga-res. Siempre me han gustado mucho y al fin encontr el indicado. Pagu mu-cho por l; luego, le escog un entrena-dor excelente. El se dedic a ensearle y pronto Steamboat lleg a ser no slo el caballo de mejor apariencia en la Caba-llera Canadiense sino tambin el mejor entrenado. Yo le poda dar cualquier or-den y siempre me obedeca: que se

    acostara que rodara, que viniera hacia m. Su obediencia me produca bastante satisfaccin.

    En aquel entonces vivamos en Car-dston y haba gozado de la compaa de Steamboat por unos dos aos cuando un da, por circunstancias ajenas a mi voluntad, me vi obligado a vendrselo a un coronel del ejrcito.

    Durante mucho tiempo me sent tris-te y deprimido por la prdida de mi amigo y compaero, Steamboat. Apro-ximadamente un ao despus, me en-contraba nuevamente en el lugar y me invitaron a inspeccionar las caballerizas.

    De pronto vi all a mi gran amigo y con una exclamacin de alegra, lo llam; al or su nombre, el caballo brinc como si le hubieran pegado y con un suave re-lincho me hizo saber que me haba re-conocido. Me acerqu a l, lo abrac y derram muchas lgrimas. No me era fcil olvidar a mi viejo amigo.

    Este Apstol del Seor me dijo cuan importantes han sido siempre para l la oracin y su testimonio. Un ltimo rela-to aclara sus sentimientos al respecto:

    Cuando muy joven sola tener pe-sadillas, y despertaba llamando a mi madre: "Mam, ests ah?" Su cuarto quedaba contiguo a! mo y al or mi llanto y mi llamado, ella responda rpi-damente: "S, hijo, aqu estoy." Muchos aos despus, cuando me alejaba de mi hogar para cumplir una misin en In-glaterra, mi madre me record que de entonces en adelante ella ya no estara para responderme cuando yo la nece-sitara, pero que nuestro Padre Celestial siempre estara al alcance de mi voz. Muchas veces durante mi misin y mi vida posterior he preguntado, "Padre, ests ah?"

    El apuesto hombre de hermosa cabe-llera blanca, medit unos segundos, y luego con voz apacible me dijo:

    Y siempre he recibido una res-puesta.

    Liahona, enero de 1976 1 9

  • por Vicki H. Budge

    La palabra templo se deriva del latn templum y significa la Casa del Seor. Los santos de los ltimos Das siempre han puesto nfasis en la edificacin de templos para hacer la obra del Seor. En los siguientes prrafos encontrars claves para los nombres de algunos de stos. Es-crbelos sobre los espacios que estn en blanco. (Las respuestas las hallars en la pgina 29.)

    1. Este te mplo fue construido por los pioneros y sus descendientes. Se terminaron otros tres antes de la dedicacin del Templo de _ _ . . en 1893.

    2. El presidente Joseph F. Smith fue a es-tas islas como misionero cuando tema slo quince aos de edad. Regres a ellas en 1915, siendo ya Presidente de la Iglesia, a fin de dedicar un sitio para la edificacin del Templo de _ . __.

    3. En 1887 un grupo de pioneros de Salt Lake City viaj hacia el pai's del norte para establecer una nueva poblacin, a la cual dieron el nombre de Cardston en honor al director del grupo, Charles Ora Card. En 1913 fue dedicado el sitio para un templo y, en 1923, e! presidente Heber J. Grant dedic el Templo de .

    4. Los pioneros de la Iglesia se estable-cieron en la parte sudoeste de los Estados Unidos y muchos miembros lamanitas y de habla hispana fueron a residir en la zona donde se encuentra este templo. En 1927, el presidente Heber J. Grant dedic el Templo de . _ . , a fin de que sirviera a las necesidades de aquellos santos.

    5. Este templo fue el primero en cons-truirse en el continente europeo. Fueron tan-tos los miembros de la Iglesia europeos que asistieron a su dedicacin, que desde el 11 hasta el 15 de septiembre de 1955, se efec-tuaban dos sesiones diarias. El presidente David O. McKay ofreci la oracin dedica-

    toria del Templo de en cada una de dichas sesiones.

    6. Los miembros polinesios de muchas islas viajaban distancias muy largas a travs del Ocano Pacfico para ir al Templo de Hawai. En 1954 se anunci que se cons-truira otro templo en el Pacfico Sur. En 1958, el presidente McKay dedic el Templo de

    7. Despus de asistir a la dedicacin del Templo de Suiza en 1955, el presidente Mc-Kay fue a Newchapel para oficiar en la cere-monia de la palada inicial para otro templo. Tres aos despus, se dedic el Templo de

    8. Hace poco se dedicaron dos templos en ciudades cercanas a Salt Lake City. El que est al norte es el Templo de _ _ _ y el del sur, es el Templo de

    9. El templo ms nuevo es el Templo de _ _ __ en la parte oriental de los Estados Unidos.

    10. Existen a disposicin de los miem-bros de la Iglesia, otros seis templos que an no se han mencionado. Puedes mombrar-los?

    Templo de M_ Templo de Templo de S_ . _ Templo de I . _ __ Templo de l. _ Templo d e 0 _

  • por Derek Dixon

    "Cuan hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica sa lvac in . . . ! "

    Isaas 52:7

    P or io tanto me dijo el presidente de mi rama lo he-mos llamado para que sea el coordinador misional de la rama. Su tarea ser no slo coordinar entre los miembros y los misioneros, sino promover y encauzar el entusiasmo por la obra para la salvacin de las almas. Esperamos que encabe-ce esta gran tarea.

    No puede estar hablndome en serio le respond. Soy de los que no se atreven a preguntar la hora a un des-conocido. No he logrado mi salvacin todava, cmo podr lograr la de mi prjimo?

    No creo que tenga dificultad me contest el presiden-te con su amabilidad acostumbrada. Lo nico que le falta es la experiencia necesaria, y el tiempo se encargar de drsela. Para comenzar, quisiramos que preparara una presentacin especial de la obra misional para la reunin del sacerdocio que se realizar el prximo domingo por la maana; algo que entusiasme a los hermanos y les proporcione algunas ideas para interesar a sus vecinos en el evangelio.

    Aunque trat de sonrerle slo escuch el palpitar acelera-do de mi corazn y todos mis temores me obscurecieron la mente; sin embargo, inexplicablemente, me o responderle:

    Bueno, presidente, si usted cree que puedo hacerlo, por lo menos lo intentar.

    . Esa semana, cuando los dems dorman, yo empapaba la almohada con mis lgrimas mientras le imploraba a mi Padre Celestial que me librara de alguna manera milagrosa de la te-mida asignacin. Pero el techo era tan impenetrable como si fuera de bronce, y un malestar indefinible comenz a exten-derse por todo mi ser. Por lo tanto, opt por pedir ayuda.

    Recib la respuesta a mi splica tan pronto, que no puede haber sido otra cosa que una revelacin. Las ideas se sucedan tan rpidamente que apenas tuve tiempo de tomar un lpiz y anotar algunas. Y cuando lleg el domingo por lo menos me encontraba preparado para decirles a los dems cmo podan interesar a sus vecinos y conocidos en el evangelio.

    En la reunin de sacerdocio present seis principios a los hermanos:

    Es necesario: 1) hacer amistad. 2) introducir el tema. 3) brindar ayuda. 4) ser valiente. 5) ver e! xito. 6) estar inspirado.

    Liahona, enero de 1976 21

  • Y para m, establec en silencio un sptimo principio: Es necesario que des el ejemplo.

    Al principio, no tuve mucho xito al tratar de interesar a los dems en el evangelio, principalmente porque no lograba vencer mi timidez. Pero la primera oportunidad buena se me present un da en la oficina. Acababan de emplear a un jo-ven soltero y se me dio la asignacin de mostrarle ei edificio. Mientras caminbamos, reun todo el valor que tena y le pre-gunt;

    A propsito, conoci a algunos miembros de la Iglesia Mormona cuando estuvo en Canad?

    El me lanz una mirada aguda y me respondi con otra pregunta:

    Por qu? Es usted mormn? S, soy mormn. Ah, qu bien. No he tratado personalmente a ningn

    mormn, pero en una oportunidad vi por televisin cierto ti-po de conferencia que haba en Salt Lake City un fin de semana, Era bastante aburrida, pero recuerdo una cosa: uno de los oradores, un anciano de pelo canoso, es una de las per-sonas ms dulces que yo he visto. Estuvo grandioso.

    En ese momento supe que el espritu de un Profeta de Dios haba abierto la puerta al corazn de un hombre y a al-gunas conversaciones interesantes sobre el evangelio para las semanas subsiguientes.

    La segunda experiencia misional que tuve fue muy amarga para m, pero recib una leccin que recordar toda mi vida:

    Una noche, de regreso a mi casa, me encontraba sentado en un mnibus lleno de gente, leyendo Enseanzas del Profeta Jos Smih. Sentada junto a m, con una canasta de mercanca sobre las rodillas, iba una seora de mediana edad. Tan ab-sorto estaba yo en la lectura, que durante el viaje no me haba dado vuelta ni una sola vez para ver quin era el pasajero que iba sentado a mi lado. Cuando ya estaba por llegar a casa, ce-rr el libro al mismo tiempo que esa persona me preguntaba:

    Fu un gran hombre?

    Sorprendido por la pregunta, contest extraado: Quin? El hombre sobre quien ha estado leyendo, Jos Smith. Fue un gran hombre verdaderamente. . . un Profeta de

    Dios. Tan grande como Jesucristo? No. Pero fue uno de sus siervos ms admirables. Momentos despus el mnibus se detena en mi parada y

    tuve que bajarme y alejarme de ella, ignorando qu rumbo llevaba. Al continuar el vehculo su camino nuestros ojos se cruzaron a travs de la ventanilla y capt una ansiedad en su mirada que me ha hecho lamentar no haber seguido el viaje con ella hasta su destino. Desde entonces la he buscado mu-chas veces en los mnibus pero sin ningn xito.

    Lentamente, por medio de la experiencia, fui progresando. Algunas veces iba cuesta arriba, otras cuesta abajo, pero nun-ca dud de que fuese la obra del Seor. Un da de agosto de 1969 aprend sobre la ayuda que da El a aquel que desea cola-borar en su obra. La mayora de las veces pasaba la hora de la comida en mi oficina, comiendo algn bocadillo y leyendo algn libro; pero ese da, experimentaba una vaga inquietud, me encontraba deprimido y muy lejos de sentir paz. En ese estado de nimo engull mis emparedados mucho ms rpido de lo aconsejable para una buena digestin y despus busqu alivio a mi opresin saliendo a la calle.

    Deambul por la cale por un rato, mirando los escapara-tes; hasta entr en una librera y estuve hojeando algunos li-bros. Pero el sentimiento persista y decid caminar un poco ms. Poco despus me detuve frente a uno de mis lugares predilectos, una librera de segunda mano, que vende saldos en el stano y que desde haca varios meses no visitaba, por-que mi atraccin por las gangas me dejaba frecuentemente sin dinero.

    Entr en la tienda y descend por las escaleras al stano, que estaba desierto. Empec a curiosear por entre los estantes buscando tesoros que estuvieran a mi aicance, pero apenas

    22

  • haba comenzado mi bsqueda escuch ruido de pasos por las escaleras y vi que dos ministros religiosos, con trajes ne-gros y cuellos clericales, entraban y se ponan a buscar en los estantes. Apenas me haba fijado en ellos y ellos en m, pero de pronto o que uno dirigindose al otro comentaba:

    Claro que lo que realmente ando buscando es una copia del Libro de Mormn .

    Aguc el odo y el corazn comenz a latirme acelerada-mente .

    De veras? contest el otro con indiferencia. Son una gente muy interesante, realmente. Una de sus capillas nuevas se encuentra cerca de la nuestra en Southampton, pe-ro nunca he asistido a sus reuniones. Bueno, tengo que irme ya. Le p romet a Betty que me reunira con ella a la una, Tal vez pronto podamos vernos nuevamente .

    Ojal contest el otro minis tro. Hasta la vista. Su compaero parti mientras l continuaba buscando. Sent el Espritu del Seor casi tan tangible como el fuego. Perdone dije, dir igindome al ministro pero, qu

    clase de Libro de M o r m n anda buscando? una de Sas pr ime-ras ediciones?

    Oh, no, s implemente una copia. Bueno, si desea darme su tarjeta, tendr mucho gusto en

    enviarle uno . Es usted mormn? S. Qu interesante!

    Por qu est usted interesado en el Libro de Mormn? le pregunt.

    Pues, ver: soy ministro de una iglesia en Essex y con mi congregacin hemos estado estudiando varias denomina-ciones religiosas. El sbado pasado, algunos vimos por televi-sin una pelcula intitulada "Brigham Young", y nos impre-sion tanto que decidimos que nuestro prximo estudio sera sobre el mormonismo. Esta es la razn por la que ando bus-cando un Libro de Mormn .

    Pues lo tendr -le asegur. Me dio su tarjeta y nos despedimos, ambos considerable-

    mente asombrados por la naturaleza de lo que pareca una coincidencia yo saba que no lo era que haba significado para l un recorrido de ciento sesenta kilmetros y para m una caminata al medioda, slo para que pudiramos cono-cernos y hablar sobre el Libro de Mormn en aquella librera.

    En seguida envi su tarjeta con una breve explicacin a las oficinas de la misin. Ignoro cul fue el final de todo esto, pe -ro no tengo la menor duda de la inspiracin del Seor en aquel momento .

    Mas en todos mis esfuerzos misionales siempre se desta-caba un detalle: hasta entonces el Seor haba hecho todo el trabajo; yo no haba hecho nada para estimular el inters de nadie en el evangelio y esa, era una situacin que tena que enfrentar y vencer. La sola idea de acercarme a personas des-conocidas para hablar del evangelio continuaba provocndo-me terrible nerviosismo. Pero, al mismo t iempo, tena la de-terminacin de triunfar sobre mi debilidad y mis temores .

    En la "noche de brujas"* hicimos una fiesta en el centro de reuniones; nuestra hija, Susana, se disfraz de "bru ja" y llevaba una gran marmita negra de cartn, que de cuando en cuando depositaba en el suelo, haciendo como que revolva un brebaje.

    A la maana siguiente me dirig como siempre a la parada del mnibus al pie de la colina para ir al trabajo. Haba all varias personas que esperaban, incluyendo un hombre robus-to de mediana edad, parcialmente calvo y con una expresin poco amigable.

    Al mirarlo, comenz en mi interior una lucha en la que es-tableca las diferentes razones por las cuales un hombre as jams aceptara el evangelio y por las que jams tendra yo el valor de hablarle. Adems , qu poda decirle? Pero una voz interior me alent: "Tienes que ser valiente." Por lo tanto, reuniendo todas mis fuerzas le pregunt:

    Perdneme, pero. . . conoce a alguien que pudiera estar interesado en comprar una marmita de brujas?

    E hizo un gesto de incredulidad y me ech una larga mira-da de sospecha, con toda razn!

    Qu dice? me pregunt. Le pregunt si conoce a alguien que quisiera comprar

    una marmita de brujas. Le explicar: anoche tuvimos una "fiesta de las brujas" en el centro de reuniones de nuestra Iglesia y vestimos de bruja a una de nuestras hijas. La marmi-ta de cartn, que formaba parte del disfraz, es grande y nos molesta en la casa. Y agregu r iendo: Ahora no sabemos qu hacer con ella.

    Dicho esto, esperaba que l me preguntara:" y qu Iglesia es la suya?" Pero no lo hizo, sino que coment:

    Tiene usted un sentido del humor un poco raro, ver-dad, amigo?

    Sbitamente soltamos los dos la risa, despus de lo cual l sugiri que en lugar de esperar el mnibus , nos furamos ca-minando juntos hasta el centro. Mientras bajbamos la co-lina, se puso a mirarme con expresin pensativa y me dijo:

    Mire, cualquiera que hace un comentario tan extrao como el suyo a un absoluto desconocido en la calle, o est to-talmente loco o se ha propuesto algo. Dgame, qu clase de iglesia es la suya?. . .

    *Festividad que se celebra en algunos pases, en la noche del 31 de octubre, y que tiene su origen en antiguas costumbres paganas. Los nios se disfrazan de brujos, fantasmas y otras caracterizaciones simi-lares y van de puerta en puerta, pidiendo golosinas.

    Derek Dxon sirve como Presidente de a Rama de Brighton en la Misin de nglaerra-Londres Sur.

    Liahona, enero de 1976 23

  • por el lder Loren C. Dunn del Primer Consejo de los Setenta

    M is queridos hermanos, en los ltimos meses el presidente Spencer W. Kimball nos ha vuelto a re-comendar que, como cuerpo de la Igle-sia nos alleguemos al resto de los hijos de nuestro Padre Celestial.

    Se nos ha pedido que hagamos un esfuerzo mayor en dos aspectos genera-les. Primero, es necesario que cada miembro de la Iglesia haga que su luz brille de tal manera que los dems vean el evangelio de Jesucristo por medio de

    Un tributo para aquellos que se han sacrificado por com-partir el evangelio... Y no-sotros, cundo haremos nuestra parte?

    su ejemplo. En Doctrinas y Convenios el Seor nos dice:

    "Y adems, os digo que os doy el mandamiento de que todos los h o m -bres, tanto los lderes, presbteros y maestros, asi' como tambin los miem-bros se dediquen con su fuerza, con el trabajo de sus manos , a preparar y aca-bar las cosas que he mandado .

    Y sea vuestra predicacin la voz de amonestacin, cada hombre a su vecino, con mansedumbre y humildad." (D. y C. 38:40-41.)

    24

  • Cada familia en la Iglesia ha recibido el encargo de relacionarse en un plan amigable con otra familia de personas que no sean miembros.

    Segundo, a todo joven apto se le ha pedido que se prepare para servir en una misin regular. Y nuevamente lee-mos:

    "Por lo tanto, trabaja con tu fuerza y llama obreros fieles a mi via para que la poden por la ltima vez.

    Y si se arrepienten y reciben la plenitud de mi evangelio, y se santifi-can, detendr mi juicio.

    Sal, por lo tanto, diciendo en alta voz: El reino de los cielos se ha acerca-do. Hosanna! Bendito sea el nombre del Dios Altsimo!

    Ve, bautizando con agua, preparan-do la va delante de mi faz para la hora de mi venida.

    Porque el tiempo est cerca; ningn hombre sabe ni el da ni la hora; mas de cierto llegar." (D. y C. 39:17-21.)

    Es sobre este ltimo punto que qui-siera hablar. Recientemente tuve el honor de recibir la asignacin de visitar la Misin de Samoa-Apia y asistir a al-gunas conferencias de estaca en ese pas. Encontr bien a todos los misione-ros y la obra progresando. Una tarde, despus de nuestra reunin el Presiden-te de la Misin, Patrick Peters, que es nativo de Samoa, me dijo: "lder Dunn, hay algo que quisiera mostrarle". Reco-rrimos unos cuantos kilmetros desde la casa de la misin y subimos a la cima de una pequea colina, a un lugar que estaba separado por palmeras y otras plantas, tpicas de la vegetacin tropical; de pronto comprend que nos encontr-bamos en un cementerio muy viejo. En el centro de aquel lugar haba un lote rodeado por una pared de cemento lo suficientemente baja como para pasar por arriba. El presidente Peters y su es-posa me explicaron que en aquel lugar es donde se encuentran sepultados al-gunos de los primeros misioneros.

    Vi all ocho sepulturas. Lo que me llam la atencin fue que de ias ocho, cuatro eran de nios menores de dos aos, y una perteneca a una joven es-posa y madre de veintin aos. "Qu funcin pudieron haber desempeado estas personas en la obra misional en Samoa?", me pregunt.

    Liahona, enero de 1976

    Durante los dos das siguientes, siempre que dispuse de tiempo, investi-gu la historia de la misin para obtener la respuesta, Aunque no pude reunir in-formacin sobre los ocho, descubr lo siguiente;

    Durante los primeros das de la Igle-sia era comn enviar a los matrimonios jvenes a la misin y algunos de stos fueron asignados a Samoa. La primera persona sepultada en aquel lugar fue la hermana Katie Eiza Hale Merrill. Los hermanos Merrill haban estado en la misin slo tres meses cuando ella se enferm y dio a luz un beb prematuro, que muri al da siguiente. El relato dice as: "Una hora despus de la muerte del pequeo, la madre llam a su lado a la hermana Lee (esposa del presidente de la misin) y despus de agradecerle por haberla atendido durante su enferme-dad, agreg que 'iba a morir' y que 'no poda quedarse porque haban venido por ella'; en seguida habl con su espo-so, le dio un beso de despedida y todo concluy. La madre y el beb fueron sepultados juntos en un fretro." Des-pus de su misin, el hermano Merrill se llev los restos de su esposa y su hijo a Utah, para sepultarlos all.

    El lder Thomas H. Hilton y su es-posa Sara, se encontraban sirviendo en la Misin de Samoa, donde perdieron a tres de sus hijos entre los aos de 1891 y 1894. La pequea Jeanette vivi menos de un ao, George Emmett slo siete das y Thomas Harold un ao y medio. Sobre a muerte de este ltimo se lee en el registro: "El domingo 11 no se sinti muy bien. .. Durante los dos das siguientes daba la impresin de ha-ber mejorado; pero en la maana del 14 su madre se preocup nuevamente por su estado. Desde ese momento hasta el da de su muerte el 17 de marzo de 1894, hubo manos amorosas que hicie-ron todo lo posible por su recuperacin, pero el nio empeor rpidamente. . . Oh, cuan difcil fue para todos aceptar aquella realidad! Qu pena ver a nues-tra querida hermana acongojada una vez ms y tan lejos de sus queridos padres y amistades de quienes se haba alejado por el evangelio! Thomas Harold Hilton tena aproximadamente un ao y medio y era un hermoso nio, muy querido por todos los misioneros as como por

    los nativos que lo conocan. Sentimos mucho la afliccin de los padres e invo-camos sobre ellos las bendiciones del Seor."

    A los veintinueve aos de edad, Ran-som Stevens serva como Presidente de la Misin de Samoa cuando lo atac la fiebre tifoidea, que se complic con un problema cardaco. Falleci el 23 de abril de 1894. Su viuda, la hermana Annie D. Stevens, inici el viaje de re-greso por barco el 23 de mayo del mis-mo ao. Lleg a Ogden el domingo 10 de junio, donde la recibieron el pre-sidente Joseph F. Smith y el lder Franklin D. Richards. El 11 de junio tu-vo una entrevista con la Primera Pre-sidencia en Salt Lake City y en seguida regres a su hogar en Fairview, Conda-do de Sanpete, adonde lleg a la hora 18.

    La historia relata: "Las manifesta-ciones de bienvenida fueron por nece-sidad breves, ya que la hermana Ste-vens se encontraba enferma y tuvo que retirarse temprano a la cama; a la hora 22, cinco horas despus de su llegada, dio a luz un hermoso nio." Haba atra-vesado todas aquellas pruebas durante los ltimos meses de su embarazo.

    Otra anotacin fue hecha el viernes 2 de marzo de 1900: "El pequeo Loi Roberts fue desahuciado por el Dr. Stuttaford en el Sanatorio de Apia. El pequeo y paciente enfermito reciba diariamente unciones que le propor-cionaban alivio. . . Sus padres (el lder E. T. Roberts y su esposa) se esforzaban incansablemente por mitigarle el dolor y el sufrimiento." El sbado 3 de marzo, "el pequeo Loi muri en el Sanatorio de Apia, sumando otro da triste a la historia de la misin". No es de ex-traar que en la tumba aparecieran es-tas palabras: "Descansa, dulce Loi, des-cansa". Tena solamente un ao y me-dio.

    A continuacin encontramos el rela-to sobre el lder William A. Moody y su esposa AdeSia, de Thatcher, estado de Arizona, llamados a servir una mi-sin en Samoa,, en noviembre de 1894. Indudablemente, ellos alimentaran las mismas esperanzas y aspiraciones de cualquier joven pareja que inicia su vi-da matrimonial, El 3 de mayo de 1895, Adelia dio a luz una pequeita de casi

    25

  • cuatro kilos, a consecuencias de lo cual perdi la vida. Su hijita, Hazel Moody, fue atendida por los santos de aquel lu-gar mientras el padre continuaba con su misin. Finalmente, un ao ms tarde, leemos que en un vapor que parta para los Estados Unidos, entre cuyos pasaje-ros estaban cuatro ex misioneros, se en-contraba tambin "Hazel, la hija del l-der Moody, pequea de un ao, a quien enviaban a vivir bajo el cuidado de pa-rientes amorosos en Sin".

    Se ha pagado un alto precio por el establecimiento del evangelio de Jesu-cristo en la tierra de Samoa, y es intere-sante observar que la mayor parte de ste ha sido pagada por pequeitos. Sospecho que han de existir varios ce-menterios desconocidos en muchas de las naciones del mundo, similares a

    aquel pequeo lugar en Samoa, que surgen como un mudo testigo de las pruebas y sufrimientos que formaron parte de la obra misional en esta dis-pensacin.

    Gracias a los adelantos en el nivel de vida y en la tcnica mdica, esta clase de tribulaciones es casi una cosa del pa-sado. AI visitar Samoa, por ejemplo, vi que los misioneros estn bien. Hay all misioneros de salud, incluyendo una jo-ven pareja y sus dos hijos, que se en-cuentran ayudando a mejorar las nor-mas de salud de los miembros y a cui-dar la salud de los misioneros cuando es necesario. Se cuenta un relato sobre un general aliado, que a fines de la Segunda Guerra Mundial lleg al frente de batalla una noche a inspeccionar las tropas. AI caminar frente a los soldados,

    sealaba hacia la distancia y pregunta-ba: "Podis verlos? Podis verlos?" Finalmente, alguien le dijo: "General, no vemos nada. Qu quiere usted de-cir?" A lo que l contest: "No los veis? Son vuestros colegas; son aquellos que dieron su vida hoy, ayer y anteayer. All estn todos, preguntndose qu vais a hacer vosotros; preguntndose si habrn muerto en vano".

    Queridos hermanos, como miem-bros de esta Iglesia podemos hacernos la misma pregunta: Podemos verlos? Son aquellos que pagaron, algunos con su vida, a fin de que el evangelio del reino pudiera ser establecido en stos, los ltimos Di'as. Son los Hilton, los Roberts, los Stevens, los Moody, y mu-chos otros ms. Personas como noso-tros, que respondieron a un llamado de Dios. Estoy seguro de que de vez en cuando ellos pueden vernos para ente-rarse de cmo va la obra, para ver qu estamos haciendo con nuestra herencia espiritual, para descubrir si han muerto en vano o no.

    Me pregunto, jvenes, cunto xito tendrais tratando de convencer a un pa-dre joven que hubiese sepultado a tres de sus hijos en un cementerio olvidado, en algn lugar alejado del mundo, a causa del evangelio de Jesucristo, de que la misin es demasiado sacrificio para vosotros porque deseis compraros un auto o un aparato estereofnico, por-que no deseis interrumpir vuestros es-tudios, o por cualquier otra razn.

    Como miembros de la Iglesia, me pregunto cuan eficaces seriamos tratan-do de convencer a alguien de que esta-mos demasiado ocupados o tal vez que nos sentimos un tanto avergonzados co-mo para compartir el evangelio con nuestros vecinos; especialmente si ese alguien fuese un hombre que hubiese sepultado a su joven esposa mientras serva en una misin y hubiese tenido que poner a su pequea hija bajo el cui-dado de sus parientes hasta que ter-minara su servicio al Seor.

    No creis que es hora de que escu-chemos la voz de un profeta? que es tiempo de que hagamos un mayor es-fuerzo? No creis que ha llegado el momento de que enseemos el evange-lio del reino al mundo, a nuestro prji-mo?

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  • Estas respuestas se dan para brindar ayuda y orientacin a los miembros, y no como pronunciamiento de doctrina de la Iglesia

    John E. Carr

    Director de Distribucin y Traduccin de la Iglesia Divisin de Comunicaciones Internas

    "An se habla en lenguas en la actualidad?"

    La respuesta sencilla es: S. Pero estoy seguro de que la gente desea alguna evidencia.

    Tal vez haya tantas que no las reconozcan. Por la misma natu-raleza del tema, las personas posiblemente se inclinen a bus -car lo espectacular o algo tan fuera de lo comn que solamen-te as podran creer que han visto la evidencia del don.

    Para poder comprender p lenamente la pregunta, es justo que tratemos pr imero de comprender el propsito de un don,

    segn nos lo ensean las escrituras. Jos Smith, al ensear este principio, dijo: "El don de lenguas se dio con el propsi to de predicar entre aquellos cuyo idioma no se comprende" (History of the Church 2:607). Basndose en las enseanzas de las Escrituras y las revelaciones de los ltimos das, el p re -sidente Joseph Fielding Smith ense que " N o ha cesado el don de lenguas" (Answers io Cospel Questwns 2:26). Tambin expres que "El verdadero don de lenguas se manifiesta en la Iglesia con ms abundancia, tal vez, que cualquier otro don espiritual. Cada misionero que sale a ensear el evangelio en un idioma extranjero, si ora y tiene fe, recibe este d o n " (Ans-wers io Gospel Queslions 2:29).

    Cientos de misioneros han compart ido su testimonio so-bre esto, y algunas experiencias asombrosas se encuentran grabadas en Ja historia de la Iglesia, testificando de este don en la vida de dirigentes tan recientes como son el presidente David O. McKay (Gospel deals, pg. 552), el lder Alonzo A. Hinckley (Answers to Gospel Questions 2:32-33) y otros.

    Como uno de los grandes dirigentes de esta dispensacin y un misionero devoto en su adolescencia, el presidente Jo-seph F. Smith tambin fue bendecido con este don y ense, a los hawaianos en su propio idioma. En una ocasin declar: "En lo que a m concierne, si el Seor me diera la habilidad de ensear al pueblo en mi propio idioma o en su idioma pa-ra que los que me escucharan me pudieran comprender, eso sera suficiente don de lenguas para m " (Gospel Doctrine, pg. 201).

    Pero consideremos otra evidencia que resalta en Ja actuali-dad: La labor de traducir las escrituras y otras publicaciones de la Iglesia se est llevando a cabo en 32 idiomas en todo el mundo . Muchos traductores que escasamente pueden adjudi-carse un conocimiento pleno del ingls, leen y estudian el evangelio en este idioma y lo t raducen a su idioma natal. M e -diante el esfuerzo y la prctica persistente, desarrollan el don que han recibido y llegan a ser expertos en su trabajo. Estas personas fieles son inspiradas y motivadas por la historia de

    Liahona, enero de 1976 27

  • Oliver Cowdery, que trat de traducir pero no tuvo xito, por lo que el Seor le dijo:

    "He aqu, no has entendido: has supuesto que yo te lo concedera cuando no pensaste sino en preguntarme.

    Pero, he a q u te digo que tienes que estudiarlo en tu men-te; entonces has de preguntarme si est bien; y si as fuere, causar que arda tu pecho dentro de ti; por !o tanto, sentirs que est bien.

    Mas si no estuviere bien, no sentirs tal cosa, sino que vendr sobre ti un estupor de pensamiento que te har olvi-dar la cosa errnea; por !o tanto, no puedes escribir lo que sea sagrado a no ser que te lo diga yo ." (D. y C. 9:7-9).

    Los misioneros se preparan en un centro especial de en-seanza de idiomas para predicar el evangelio en el extranje-ro, esto para que se cumplan las profecas. Leemos en Doc-trinas y Convenios 90:11:

    "Porque acontecer que en aquel da, todo hombre , por conducto de aquellos a. quienes se confiera este poder, oir la plenitud del evangelio en su propia lengua, y en su propio idioma, por a ministracin del Consolador, der ramado sobre ellos para revelar a Jesucristo."

    Y en la seccin 1, versculo 2, tambin dice: "Porque, de cierto, la voz del Seor se dirige a todo hom-

    bre y no hay quien escape; y no hay ojo que no ver, ni odo que no oir, ni corazn que no ser penet rado."

    En una epstola general de la Primera Presidencia de la Iglesia publicada el 9 de julio de 1853, se hizo una declaracin bastante aclaratoria sobre el tema que estamos tratando. En-tre otras cosas, dice lo siguiente:

    "Traducid el Libro de M o r m n a todo idioma y dialecto que exista bajo los cielos, e imprimidlo, segn Dios os d ia oportunidad. Y desde esta hora el don de lenguas, y por lo mismo la traduccin de idioma a idioma, se manifestar cada vez ms a los lderes de Israel, hasta que ninguna nacin, reino, tribu ni familia quede sin que se Se haya ofrecido la pa-labra de Dios en la tierra."

    No podr amos concluir con que solamente por medio de este don maravilloso pueden cumplirse los propsitos de Dios? Pues esta es la dispensacin de la restauracin de todas las cosas.

    "Porque a vosotros, los Doce, y a los de la Primera Pre-sidencia, quienes con vosotros han sido nombrados para que os sean por consejeros y directores, se ha dado el poder de es-te sacerdocio, para los ltimos das y por la lt ima vez, en los cuales se encierra la dispensacin del cumplimiento de los t iempos". (D. y C. 112:30.)

    Consideremos lo difcil que sera comunicar las verdades del evangelio por todo el mundo , a menos que tambin se restaurara este don por el poder de Dios. Jess aclar que to-das las cosas se restauraran cuando dijo: "A la verdad, Elias viene primero, y restaurar todas las cosas" (Mat. 17:11). El don de lenguas es una de las muchas cosas que era necesario restaurar y as lo ha sido como se lee en Doctrinas y Con-venios donde el Seor enumera muchos dones incluyendo s-te. (Vase D. y C. 6:24-26.)

    La manifestacin de dicho don quizs no sea espectacular como lo fueron otras en historias que nos son conocidas. Pero uno de.-los aspectos de esa manifestacin que es evidente para los que estamos cerca de la obra de traduccin de la Iglesia, es que las personas que poseen este don son conducidas por el Seor a los lugares y en las pocas de necesidad.

    Recordemos que hay ms de tres millones de miembros

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    de la Iglesia esparcidos por la tierra y que sta est poblada con ms de tres billones de personas que viven en 228 diferen-tes pases y territorios y hablan ms de 3.000 idiomas y dia-lectos. Cmo sera posible cumplir el propsito de la restau-racin del evangelio para la salvacin eterna de la human i -dad, si el Seor no localizara estratgicamente a los que po-seen el don de lenguas, en los lugares en que pueden llegar a ser instrumentos en sus manos? As que Sos naturales de las diversas naciones y muchos que se han trasladado, ya sea temporal o permanentemente por razones de negocios o de trabajo, a tierras con idiomas diferentes al propio, se encuen-tran profundamente involucrados en la edificacin del reino de Dios sobre la tierra porque han sido bendecidos con el don de lenguas.

    "Se ha encontrado algo entre las evidencias arqueolgicas que apoye o sostenga el Libro de Mormn?"

    Paul R. Cheesman Profesor de Escritura Antigua en la Universidad de Brigham Young

    El Libro de M o r m n no fue escrito con la intencin de proporcionar un relato histrico completo del pueblo ameri-cano. AI contrario, Mormn, Moroni y Nefi, los tres autores principales, han escrito un registro espiritual condensado que contiene suficientes datos histricos s!o como para agregar continuidad al registro, que abarca un perodo de t iempo bas-tante extenso; cualquier evidencia externa sera, por lo tanto,

  • primordialmente importante para la historia del libro y no para su mensaje espiritual. Como el registro contiene lec-ciones espirituales, el lector necesitara tener una experiencia espiritual para llegar a Sa verificacin de su validez. La frmu-la para obtener ese testimonio se encuentra en Moroni 10:4-5 en ese mismo registro. Por lo tanto, el testimonio del Libro de Mormn se obtiene dentro del reino espiritual y no por estudiar ar-queologa.

    Aunque ese testimonio se logra solamente mediante el es-tudio y Sa oracin, todava hay muchas evidencias externas que se han encontrado en apoyo o sostenimiento del Libro de Mormn . Deber recordarse tambin que e Libro de Mor-m n no alega ser un registro de todos los habitantes del con-tinente americano ni se relaciona con los antepasados de todos los indios americanos, sino que dice ser el registro espiritual de tres grupos que vinieron a Amrica.

    Los hallazgos del m u n d o cientfico revelan que antes de la llegada de los espaoles, la civilizacin del continente ameri-cano era extraordinaria. El pueblo disfrutaba de un gran pro-greso arquitectnico, haban inventado excelentes sistemas agrcolas de irrigacin eran hbiles orfebres y formaban parte de una organizacin religiosa, poltica y cvica bien planeada. En casi todo aspecto de la vida, la civilizacin de estos antepa-sados del indio americano se poda comparar con la majestad y grandeza de Roma y Grecia. No sera evidencia entonces leer cmo describe el Libro de M o r m n las grandes ciudades con templos, as como una civilizacin de elevada cultura y rica en oro, plata y textiles finos?

    Este registro se centra en un cuerpo gobernante fuerte-mente religioso, en guerra constante con aquellos que se oponan a sus enseanzas. La investigacin acadmica revela que la religin pareca ser la influencia principal entre mu-chos de los pr imeros grupos americanos. La figura central de influencia del Libro de Mormn es Jesucristo, cuyas visitas a este continente se hallan registradas en l. Entre todas las le-yendas antiguas de Amrica, y hasta ahora en las diversas tri-bus del Continente Americano, una de las ms repetidas es la historia del Dios blanco y barbado que visit a sus antepa-sados, les ense, los bendijo y les prometi regresar. Uno no puede dejar de contemplar estas similitudes. Hubo aqu anti-guamente una cultura avanzada; el Libro de Mormn habla de esta sociedad que floreci y decay en la antigedad.

    Los primeros habitantes de esta tierra, ahora l lamada Amrica, eran educados y cultos en el apogeo de su civiliza-cin, como lo eran otros grupos que existan en esa misma poca. Muchos eruditos creen que el apogeo de la civilizacin precolombina coincidi con el t iempo de Cristo en la tierra. Al estudiar las actuales culturas indgenas, uno se preguntara qu sucedi con esa civilizacin majestuosa que una vez exis-ti sobre este continente. Dnde est el pueblo que produjo aquellas magnficas carreteras que llevaban viajeros a t em-plos y palacios tan maravillosos como los que se pueden en-contrar en e Viejo Mundo? La historia de estos pueblos, re-velada en el Libro de Mormn, proporciona algunos paralelos interesantes con descubrimientos arqueolgicos modernos y tradiciones indgenas.

    Un Dios que no hace acepcin de personas seguramente . visitara, instruira y dejara un registro de su relacin a los millones de personas de este Nuevo M u n d o as como a las del antiguo. Tanto las traducciones de las antiguas historias de los aborgenes como el Libro de Mormn, dan testimonio de esto. Muchas de las tradiciones indgenas revelan un cono-

    cimiento del diluvio, el arca, la divisin de las aguas y otros sucesos bblicos; todos relatados a los espaoles cuando lle-garon al Nuevo Mundo .

    Hay muchos conceptos en el Libro de Mormn que surgen del estudio de la arqueologa y etnologa. Algunos de los que sostienen y apoyan al registro del Libro de Mormn o se rela-cionan con una civilizacin avanzada posterior a los t iempos de este registro, se enumeran a continuacin: Evidencias arqueolgicas Libro de Mormn Edificios que pueden ser vistos por cualquier turista en Centro y Sudamrica 2Nef i5 :15 Mosas 8:8 9:8 11:8 Cemento de resistencia desusada Helamn 3:7, 11 Torres vistas por Corts en su expedicin Alma 48:1 50:4 Carreteras hasta de 14,500 kilmetros de largo que cruzan Amrica del Sur Nefi 25:11 Helamn 14:24 Ruedas: se han encontrado muchos juguetes con ruedas

    2 Nefi 12:7 Alma 18:9 Armas de construccin semejantes a las del Viejo M u n d o

    Alma 23:13 25:14 Jarom 1:8 Metalurgia: incluyendo el oro, la plata y'el cobre Helamn:9

    ter 10:23 Prctica de medicina y ciruga Alma 46:40 Evidencia de un sacerdocio altamente organizado Alma 4:20

    13:6 Tambin se encuentran evidencias de una civilizacin pro-

    gresista, reveladas en el conocimiento de la antigua Amrica sobre matemticas, astronoma y prcticas religiosas tales co-mo el sacrificio, el bautismo, la Santa Cena, la circuncisin y la creencia en la inmortalidad. Todo esto, adems de muchas otras evidencias, ciertamente apoyara y sostendra la veraci-dad del Libro de Mormn.

    Podra agregarse que existen muchos conceptos histricos y culturales mencionados en el libro que todava no han en-contrado apoyo en el estudio de la arqueologa, lo cual es muy natural, ya que esta disciplina es una nueva ciencia que comenz a principios de este siglo y se reciben informes constantemente sobre nuevos descubrimientos. El t iempo sin duda proporcionar la evidencia para las pocas polmicas que surgen del Libro de Mormn, y que an no tienen paralelos arqueolgicos. Uno podra decir con certeza que no se ha com-probado nada del Libro de Mormn que sea falso por medio de los hallazgos arqueolgicos; de hecho, existen muchas evidencias que lo apoyan.

    En mis investigaciones de la Amrica antigua junto con mi estudio del Libro de Mormn, he encontrado cientos de ejem-plos que substanciaran la historia que ste contiene.

    Respuestas a: "Qu sabes de nuestros templos?"

    1. Salt Lake 2. Hawai 3. Alberia 4. A rizo na 5. Suiza 6. Nueva Zelandia 7. Londres 8. Ogden, Provo 9. Washington lO.Manti, Logan, St. George, Idaho Falls, Los Angeles, Oakland

    Liahona, enero de 1976 29

  • La Primera Presidencia de la Iglesia ha anunciado que en los meses de febrero y marzo prximos se llevarn a cabo ocho conferencias generales de rea en Australia, Nueva Zelandia y as Islas Polinesias.

    Estas conferencias se llevan a cabo como parte de lo que el presidente Kimhall calific de "una gran aventura en llevar todo el progra-ma de la Iglesia al mundo entero". En todas ellas habr Autoridades Generales.

    La grfica indica los lugares y las fechas en que estas conferencias se realizarn.

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  • P or vez primera, y tal vez nica, en la historia de La iglesia de Je-sucristo de los Santos de los ltimos Das se organizaron diez nuevas estacas en slo dos