wilde la expulsion

28
RELIGIÓN Y PODER EN LAS MISIONES DE GUARANÍES Guillermo Wilde

Upload: fernandofernando

Post on 25-Dec-2015

50 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

Wilde La Expulsion

TRANSCRIPT

Page 1: Wilde La Expulsion

RELIGIÓN Y PODER EN LAS MISIONES DE GUARANÍES

Guillermo Wilde

Page 2: Wilde La Expulsion

5

LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

[...] es mi voluntad imponer (como impongo por la presente mi Real Cédula) perpetuo silencio sobre el asunto a todos mis vasallos.

El Rey

Pragmática sanción de su Majestad en fuerza de ley para el extra-

ñamiento de estos reinos a los regulares de la Compañía, ocupación de sus

temporalidades y prohibición de su restablecimiento en tiempo alguno,

con las demás precauciones que se expresan. El p o m p o s o título del decre-to estaba a la altura de las circunstancias. En abril de 1767 el rey Car lo s III expulsaba a los jesuitas de todos sus dominios ( [RP] 2-4-1767). La s ra-zones de una decis ión de esta envergadura quedaban estrictamente reser-vadas. Pero es pos ib le inferir que había inf luido una comple ja trama de factores . Entonces los jesuitas intervenían de manera decisiva en la for-mac ión de las elites y la política misional en toda América y por ende también en la conf iguración de los territorios y culturas locales, que ten-dían a p ro fund iza r sus autonomías frente al dominio de la metrópoli . El decreto contaba con el antecedente inmediato de la expuls ión en Portu-gal y Francia , ocurrida respectivamente en 1759 y 1762. En Portugal , po-co t i empo después del trágico terremoto de 1755, había ascendido c o m o minis tro el marqués de Pomba l con grandes poderes o torgados por el rey J o s é I . E s t e funcionar io p romov ió una modernizac ión doctrinal y p u g n ó p o r aumentar los derechos del poder real declarando una guerra abierta contra los jesuitas. La tensión llegó a su grado máx imo con la ejecución del jesuita Malagr ida , acusado de d i famador de la corona e instigador de un atentado contra el rey en 1758. Es te acontecimiento precipitó la expul-s ión de los jesuitas de ese país. También es pos ib le que la expulsión en

183

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 3: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

Portugal tuviera que ver con los rumores d i fundidos sobre las reduccio-nes del Paraguay y el confl icto desencadenado con la f irma del Tratado de Madr id . Pero los móviles de una decisión c o m o ésta seguramente haya que buscar los más allá de los límites de la provincia paraguaya . C o m o su-giere M ó r n e r "es inteligente tener en cuenta las cambiantes combinac io-nes políticas del poder polít ico europeo cuando se analizan las causas de la caída de los jesuitas en Portugal y E s p a ñ a " (1965a: 22).

En la Península Ibérica las corrientes antijesuitas venían en ascenso. U n a hipótesis plausible es que la expulsión recibió el influjo de las corrien-tes regalistas españolas, que a su vez fueron inspiradas por el galicanismo francés y las obras antipapales. Éstas sostenían que el monarca debía tener injerencia directa en los asuntos religiosos, pudiendo designar su prop io clero sin consulta previa. En 1755, el jurisconsulto Joaqu ín Antonio de Ri-badeneyra llegó a escribir un Manual en el que sostenía que el Reg io Pa-tronato era una atribución de la soberanía temporal y no dependía de la concesión del Papa (Mórner 1992: 251). Este últ imo, desde el C o n c o r d a t o de 1753 había ido cediendo derechos en favor de la corona española. Pero los asesores de Car los III seguían considerando a los jesuitas una verdade-ra amenaza, un riesgo para el poder del monarca. El l lamado "cuarto vo-t o " imponía a los religiosos de la orden una lealtad incuestionable frente al Papa, just i f icando su intervención en los asuntos temporales. L o s jesui-tas, también eran identificados con una "mora l l axa" o, c o m o la definían otros funcionar ios de la época, " d e justif icación de la mentira en determi-nadas s i tuaciones" . Tanto el monarca c o m o su entorno temían al ascenso de la C o m p a ñ í a de Jesús , máx ime considerando la di fus ión de doctrinas c o m o la " soberanía p o p u l a r " y el " reg ic id io" , atribuidas a a lgunos jesui-tas. E s o s temores no eran completamente fundados considerando que va-rios miembros de la orden habían contribuido también a la formulación de teorías contrarias. De cualquier manera, el control que había alcanzado la orden en todos los dominios de la vida social, en especial en la educación, sembraba resquemores por doquier y promovía un clima crecientemente adverso (Andres-Gal lego 2001; Mórner 1965a, 1992).55

En el R í o de la Plata, la orden de expuls ión fue ejecutada por un

funcionar io especialmente dEsignado: el gobernador de Buenos Aires

Franci sco de Paula Bucareli y U r s u a . És te c o m e n z ó p o r los colegios y re-

sidencias en las c iudades y de jó para el final a los treinta pueblos guara-

níes de mis iones , suponiendo que la operación le exigiría especial traba-

jo. Exist ía la so specha de que los indígenas se sublevaran c o m o lo habían

184

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 4: Wilde La Expulsion

LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

hecho años antes durante el conflicto por el Tratado de Madrid. También generaba aprensiones la presencia de varios jesuítas no españoles entre los misioneros, que podían intrigar contra el plan de expulsión.5 6

La operación afectaba a muchas localizaciones urbanas donde resi-dían más de 400 jesuítas distribuidos en colegios, casas de residencia, estan-cias, obrajes y reducciones indígenas entre los guaraníes, lules, abipones, mocobíes y otras naciones desde la región del Gran Chaco hasta Chiqui-tos. Solo en los pueblos guaraníes residían más de 70 sacerdotes de diferen-tes nacionalidades, los cuales debían ser tomádos prisioneros y enviados in-mediatamente a Buenos Aires primero y a Europa después. La "pragmáti-ca sanción" recién llegó a la región guaraní en abril de 1768. Para aplicarla, Bucareli se dirigió personalmente a los pueblos con un grupo de comisio-nados, e instaló a las nuevas autoridades civiles y eclesiásticas. En el breve lapso de dos meses tomó prisioneros a los jesuítas, inventarió la totalidad de los bienes y designó administradores seculares y curas franciscanos, mercedarios y dominicos para hacerse cargo del gobierno de los pueblos.5 7

Atrae la atención la eficacia con que el gobernador llevó a cabo su cometido y más aún las manifestaciones positivas y la buena disposición de parte de los guaraníes a medida que se enteraban del cambio de gobier-no, lo que demostraban abiertamente con muestras de agasajo a las nue-vas autoridades. Este capítulo se ocupa de indagar sobre la naturaleza de esas actitudes y el significado que la cadena de acontecimientos de la ex-pulsión p u d o tener para los guaraníes.

C o m o veremos, los líderes indígenas tuvieron un rol fundamental en la transición al nuevo gobierno, construyendo con el gobernador una relación sostenida de intercambios simbólicos. La expulsión de los jesuí-tas marcó, por un lado, un intento por parte de los líderes guaraníes de reconstituir una relación degradada con el monarca español después de los sucesos de la "guerra guaranítica" y, por otro lado, un esfuerzo de las autoridades indígenas rezagadas por reordenar el mapa político de sus pueblos ascendiendo posiciones y obteniendo réditos derivados de la nueva situación. La argumentación se basa en tres elementos de análisis. El primero, el vínculo de reciprocidad que construyeron el gobernador de Buenos Aires y los líderes guaraníes durante el proceso de expulsión. El segundo, la actualización de la figura simbólica del rey en el contexto misional, por medio del restablecimiento de los s ímbolos que lo. repre-sentaban. El tercero, las características de la relación entre jesuítas y líde-res indígenas vigente en el momento en que se produjeron los hechos.

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 5: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

L A V I S I T A A L G O B E R N A D O R

No era fácil la tarea asignada al gobernador Bucareli . La expuls ión debía cumplirse en una amplia región. C o m o afirma en sus cartas, debía recorrer más de 700 leguas ejecutando el decreto y cuidándose de que la noticia no corriera c o m o reguero de pó lvora entre los vecinos favorables a los jesuítas, lo que pod ía despertar inquietud o incluso desencadenar motines . En el caso específ ico de los pueblos guaraníes, debía prevenirse una sublevación c o m o la que había sacudido a la región p o c o s años antes. D e s d e su asunción al cargo en 1766, el gobernador había debido manejar-se con m u c h o sigilo cons iderando las numerosas sospechas que inspiraba su conocida pos ic ión antijesuita. Por ese entonces, los jesuitas contaban con gran cantidad de adeptos entre los vecinos p o d e r o s o s de las principa-les c iudades y habían logrado montar toda una trama de pré s tamos y fa-vores , que l legaban a involucrar a personajes importantes del gobierno, c o m o era el caso de los dos antecesores de Bucareli , los gobernadores J o -sé de Andonaegu i y Pedro de Ceval los . Estas redes hacían sospechar a Bucareli la pos ib i l idad de inconvenientes en la ejecución del decreto y que debía actuar rápido, t o m a n d o las prevenciones necesarias.

U n a vez sacados los jesuitas de los pueblos , Bucareli debía instau-rar un s istema económico y polít ico que separara claramente las func io-nes espirituales de las temporales y luego lograr que los indígenas comen-zaran a participar en el trato comercial con los españoles. Es tas medidas se insertaban en una polít ica reformista más amplia que contemplaba , en-tre sus objet ivos , la d i so lución definitiva de la división de repúblicas tra-zada p o r la legislación indiana igualando a la poblac ión indígena y espa-ñola. De hecho tal separación ya era considerada ficticia en muchas regio-nes de América . La movil idad y el mestizaje crecientes habían creado una sociedad que se a justaba p o c o a las clasificaciones impuestas por el Es ta -do, lo que tenía consecuencias m u y negativas en el f isco. También había un antecedente por tugués para estas medidas . Concretamente , las refor-mas que el M a r q u é s de P o m b a l había implementado años antes en las al-

deias jesuíticas de M a r a n h a o y Pará con el objeto de integrarlas a los cir-cuitos económicos más ampl ios e imponer el control directo de la coro-na (Mórner 1999; J a c k s o n 1999; Wilde 1999a) . 5 8

L o s jesuitas habían s ido defensores acérrimos de la segregación re-

sidencial indígena con el ob jeto de sacar a los indígenas de la férula de los

encomenderos y tratar directamente con los representantes de la corona.

186

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 6: Wilde La Expulsion

LA EXPULSION DE LOS JESUITAS

Por m u c h o t iempo las misiones habían s ido el e jemplo más acabado de esa

política. Pero ciertamente los españoles de la provincia del Paraguay no

eran part idarios de la indistinción poblacional que comenzaba a promover

la corona, pues sus encomiendas obtenían indios de pueblos sujetos. La

nueva situación abría a los funcionarios monárquicos la posibil idad de ac-

ceder de manera directa a esa población, sin la intervención de los jesuitas,

a quienes consideraban sediciosos y redefinir toda la política que hasta en-

tonces había desplegado con las poblaciones reducidas.

Bucareli había tenido dificultades para encontrar sacerdotes idó-neos en la región, que estuvieran dispuestos a reemplazar inmediatamente a los jesuitas. H a b í a ped ido a los obispados reiteradas veces el envío de sa-cerdotes seculares, pero los pocos disponibles alegaban que no podían ha-cerse cargo de los lugares vacantes por no conocer la lengua. Es probable que detrás de este argumento ocultaran su espanto a instalarse entre los in-dios en condiciones que consideraban p o c o dignas. Finalmente, Bucareli determinó exhortar a los provinciales dominico, mercedario y franciscano el envío de religiosos, los cuales accedieron tras sucesivas negociaciones.

En el año 1767, el gobernador Bucareli solicitó al padre superior de las mis iones , L o r e n z o de Balda que se presentaran ante él un cacique y un corregidor de cada u n o de los treinta pueblos guaraníes en la ciudad de B u e n o s Aires . Su plan era hacer que los líderes conozcan la buena volun-tad del rey, y disipar así todo resquemor con respecto a los españoles. U n a vez convencidos , los líderes indígenas marcharían con él rumbo a los pueb los para ejecutar el decreto de expulsión y establecer el nuevo go-bierno ( B r a b o 1872a: 31 y 187).

El 14 de sept iembre llegaron a la ciudad de Buenos Aires 57 líde-res guaraníes (27 caciques y 30 corregidores) provenientes de todos los pueb los . All í fueron recibidos con p o m p a y agasa jados por el goberna-dor. El viajero francés L o u i s Bougainvil le se encontraba desde el mes de agos to en la c iudad y presenció el m o m e n t o en que arribaron los caci-ques. En su Diario relata que ni bien l legaron los líderes fueron enviados a una recepción que ofrecía el gobernador. Anota que entraron a caballo en n ú m e r o de 120 y f o r m a r o n una media luna en dos líneas. El goberna-dor apareció en un balcón dándoles la bienvenida y mientras un español hacía de intérprete de la lengua guaraní, les di jo que él había venido para l iberarlos de la esclavitud y para poner los en poses ión de sus propiedades de las que no habían p o d i d o disfrutar hasta entonces. L u e g o les pidió que fuesen a descansar, advirtiéndoles que les haría conocer las intenciones

187

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 7: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

del rey. D e s p u é s de esto, relata Bougainvil le, los líderes respondieron con un "gr i to general elevando la m a n o derecha al cielo, y deseando todo ti-po de prosper idad al rey y al gobernador " . Señala que observó sorpresa en los ros tros indígenas ante las palabras del gobernador . A continuación fueron conduc idos a una de las casas de los jesuitas, donde fueron aloja-dos , a l imentados y mantenidos a expensas del rey (Bougainvil le 1772: 134-135; L e o n a r d 1992).

Durante esos días, la estrategia de Bucareli fue brindar a los líderes la mayor comodidad posible para que dejaran de desconfiar de los españo-les, mal predispuestos por los jesuitas (Brabo 1872a: 81). Conoc iendo la ad-hesión de los corregidores a los jesuitas Bucareli trató, entonces, de poner de su lado a los caciques. H i z o vestirse a todos los líderes a la española. L o s corregidores debían llevar "casaca y calzón de paño azul, chupa y vuelta de paño encarnado" y los caciques "casaca y calzón encarnado con chupa y vuelta de paño a z u l " (Susnik y Chase-Sardi 1992). Bucareli logró conven-cerlos de que eran ellos y no los jesuitas los dueños de los bienes de sus pueblos . Rea f i rmó su derecho de titularse " D o n " , y les promet ió que de allí en más sus hijos podrían acceder al estado sacerdotal si así lo deseaban.

L o s caciques y corregidores permanecieron en Buenos Aires duran-te más de seis meses mientras se preparaba la expedición a las misiones. No es pos ible conocer en detalle lo que ocurrió durante ese per íodo, pero apa-rentemente los líderes se encontraron c ó m o d o s en la ciudad y solicitaron a sus pueblos el envío de obsequios al gobernador en retribución por su gentileza. Más tarde escribieron una carta en guaraní al rey agradeciéndo-le el buen trato recibido. C o m e n z a b a de la siguiente manera:

"Muchas y repetidas gracias damos a Vuestra Majestad por haber mandado su mesma persona, al Señor Excelentísimo y Capitán general, D. Francisco de Paula Bucareli, quien ha cumplido bien con nosotros, por amor de Dios y por su amor a V. M., todos los justos (sic) órdenes que le dio V. M., ayudándonos con lástima por nuestra pobreza, manifestándonos al público, vistiéndonos con vestidos, y tratándonos y llamándonos como a Señores Caballeros, con-tentándonos en todo" (Brabo 1872a: 103)

En la mi sma carta decían que en noviembre, día de San Car los , el ob i spo de la catedral celebró una misa y que el gobernador los llevó co-mo sus compañeros . L legada la hora de comer los sentó a la mesa, donde estuvieron presentes el ob i spo , los clérigos canónigos y señores caballe-ros. " [ T J o d o s anduvieron cumpl iendo con la voluntad del señor goberna-

188

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 8: Wilde La Expulsion

LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

dor, que hacia la propia persona de Vuestra Majestad. Él propio , por su p rop ia mano, nos dió de comer, contentándonos en t o d o " (Idem: 104).

C o m o observa el historiador González , la versión castellana de la carta parece genuinamente redactada por los indígenas o algún español in-teriorizado de sus expresiones características, aunque no puede saberse el grado de influencia que ejerció el gobernador (Gonzá lez 1942). C o n todo, cabe supqner que durante los meses que permanecieron en Buenos Aires, los líderes valoraron los privilegios y concesiones otorgados por el gober-nador, no solo por el reconocimiento que trasmitían sino también por la novedad que representaban, ya que hasta entonces las autoridades indíge-nas no habían tenido acceso a esos s ímbolos de prestigio peninsular. La idea de diferenciar rangos de esta manera debe haberles resultado atractiva, con-siderando lo afectos que eran a adquirir lugares socialmente resonantes. Es-to parece plausible si se considera que algunos de los caciques enviados no contaban con gran legitimidad en sus reducciones originarias. Las conce-siones pueden haberles hecho vislumbrar posibilidades de ascenso social.

En las reducciones se sabía que el gobernador haría una visita por cartas que los corregidores y caciques habían escrito a sus pueblos . Tam-bién es m u y probab le que ya se supiera en los pueblos de la orden de ex-pul s ión antes de la l legada de la comitiva de funcionarios . E s t o se infiere de una carta que llegó al gobernador desde el pueblo de San Luis , en la que las autoridades indígenas le solicitaban que dejara permanecer a los sacerdotes en los pueblos . En ella se leía:

"Después de esto, te decimos con plena confianza: ¡ Ah señor gobernador! no-sotros, que verdaderamente somos tus hijos, humillándonos ante tí, te roga-mos con las lágrimas en los ojos, que permitas que permanezcan siempre con nosotros los padres sacerdotes de la Compañía de Jesús, y que para lograr es-to, lo representes y lo pidas a nuestro buen rey, en nombre de Dios y por amor suyo. Esto te piden con sus semblantes bañados en lágrimas el pueblo entero: indios y mujeres, mozos y muchachas: y particularmente los pobres: y en fin, todos. Padres frailes o padres clérigos, no gustamos de ellos. El apóstol Santo Tomás, santo ministro de Dios predicó en estas tierras a nuestros antepasados: y estos padres frailes o padres clérigos no se tomaron interés por nosotros: Los hijos de San Ignacio vinieron y cuidaron con solicitud de nuestros ante-pasados: y los instruyeron, criándolos obedientes a Dios y al rey de España: por lo cual no gustamos de padre fraile o padre clérigo. Los padres de la Com-pañía de Jesús saben soportar nuestro pobre natural, conllevándonos: y así vi-vimos una vida feliz para Dios y para el rey. Y nos ofrecemos a pagar mayor tributo en yerba caaminí., si así lo quieres. Ea, pues, buen señor Gobernador,

189

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 9: Wilde La Expulsion

UU1LLEIUV1U W 11.Ur,

oye nuestras pobres súplicas, y haz que las veamos cumplidas" (Hernández, P. 1913: 693; versión en guaraní e inglés en Parish [1852] 1958)

Bucareli ordenó inmediatamente investigar a sus comis ionados el origen de esa carta pero ningún indígena reconoció su existencia. Bucare-li entonces conc luyó que había s ido f raguada p o r los jesuitas, quienes ha-bían hecho f irmar a todo el cabi ldo " s in manifestarles lo que contenía" (Brabo 1872a: 186). A u n q u e sobre este punto persista un interrogante abierto es claro que el rumor de que los jesuitas serían sacados de los pue-blos ya circulaba con f luidez.

E L I T I N E R A R I O D E B U C A R E L I

Bucareli embarcó f inalmente r u m b o a las reducciones a c o m p a ñ a d o de sus comis ionados y de los líderes guaraníes el 24 de m a y o de 1768, es-to es, seis meses después del arribo de los mencionados líderes a B u e n o s Aires. L u e g o de veinte días de trayecto llegó a Salto Chico , pues to que se convirtió en su base de operaciones. D e s d e allí Bucareli envió comis iona-dos a los pueblos para ejecutar el decreto. Tenían orden de hacer la p r o -clama y luego tomar presos a los jesuitas anticipando la entrada que el go-bernador hacía poster iormente a cada pueblo , después de que los jesuitas habían s ido deportados .

El 18 de jul io hizo su entrada en el pueblo de Yapeyú. El cabi ldo y los caciques habían s ido prevenidos sobre el m o d o c o m o el gobernador debía ser recibido. L o s comis ionados A l d a o y E l o r d u y fueron enviados a La C r u z el 26 de julio, y San Bor ja , el 31 de julio, pueblos que previamen-te había vis i tado otro comis ionado , Francisco B r u n o de Zavala, en su ca-mino hacia el oriente del R í o Uruguay . El 25 de julio, este funcionar io se había encontrado con el cabi ldo y caciques del pueblo de San Lu i s y les h izo conocer el d i sgusto que había causado la carta que escribieron al go- J

bernador p id iendo que no se mudaran los curas de sus pueblos , pero es-tos le di jeron no saber nada de dicha carta. Escr ibe que les h izo " c o n o c e r lo mal que hicieron en escribir a Vuestra Excelencia que no querían se les mudase cura, y que Vuestra Excelencia p o r su bondad, y conocer que son unos pobres que no saben lo que hacen no había hecho caso. E l los han d a d o a entender que no saben de tal carta y yo he manifestado que daba ascenso a e l lo" (Zavala [26-7-1768]).

190

Page 10: Wilde La Expulsion

LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

8. Itinerario de la expulsión de los jesuitas en los pueblos guaraníes a cargo del gobernador Francisco de Paula Bucareli y sus comisionados, 1768. Mapa con-feccionado en la Sección Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antropológi-cas, FFyL-UBA.

191

Page 11: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

En los primeros días de agosto, se agregaron dos comisiones más con el objeto de acelerar las operaciones, al mando de los funcionarios Pé-rez ele Saravia y Berlanga. El primero ocupó los pueblos de Concepción, Santa Ana, Loreto, San Ignacio Miní y Corpus . El segundo se hizo cargo de Apóstoles , San José, San Carlos , Candelaria e Itapua. Hacia fines de agosto, Bucareli y sus comisionados volvieron a reunirse en el pueblo de Candelaria con los jesuitas que aún no habían sido enviados para Buenos Aires. El único pueblo en el que aparentemente se suscitaron problemas fue el de San Ignacio Guazu, donde el comisionado Riva Herrera debió demorarse, según explica, porque los " indios" , inducidos por el cura Ta-deo Henis le pedían que "mostrase la bula del Pontífice para la remoción de ellos [los curás]" (Brabo 1872a: 191). Candelaria había sido en tiempos jesuitas la cabecera de los treinta pueblos y lugar de residencia del cura su-perior de las Misiones, ahora sería la sede del nuevo gobierno civil.

U n a de las descripciones más pormenorizadas sobre la entrada a un pueblo con la que contamos fue escrita por el comisionado Zavala en el mes de julio, cuando llegó al pueblo de San Miguel. El funcionario infor-maba que había llegado a las inmediaciones del pueblo y que el cabildo y sus moradores habían salido a recibirlo con muestras de regocijo y fiesta. Habían preparado abundante comida para él, sus oficiales y los religiosos que traía, y, mientras comían, tocaron música y cantaron alabanzas al rey. Después de esto, Zavala acampó con su comitiva en las inmediaciones del pueblo. Estaba prevenido que cuando entrara se enarbolara en el pórtico de la iglesia el estandarte real y un retrato del rey. Al día siguiente se can-tó misa solemne a la que asistieron los religiosos, el cabildo y la pobla-ción. Después de esto Zavala y su tropa hicieron su entrada a la plaza del pueblo. El cabildo ingresó al colegio junto con la infantería y el regimien-to de dragones, a donde también fueron llamados los jesuitas. En presen-cia de los oficiales y el cabildo les leyó el decreto real de expulsión y se les solicitó que entregaran las llaves de los almacenes del pueblo. Luego se retiró con los miembros del cabildo y les explicó el decreto en su len-gua, les presentó al nuevo cura y compañero, y de allí fueron todos a la iglesia "a dar a Dios gracias". Por último, el comisionado controló los in-ventarios de bienes, y nombró al administrador (Zavala [31-7-1768]).

El comisionado Zavala, en varias otras de sus cartas a Bucareli, ex-presa el buen modo y los festejos con los que iba siendo recibido por los guaraníes en su paso por los pueblos. En Yapeyú, el primero visitado, di-ce haber tenido "concurso grande". El teniente corregidor indígena de

192

FernandoMC87
Resaltado
Page 12: Wilde La Expulsion

LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

ese p u e b l o le había escrito que quería salir a recibir a Bucareli , con el "ca-bi ldo vest ido y los caciques y la música, y que se repicaran las campanas y cantara el Te Deum". Zavala agrega que "el los tienen prevenidas otras fiestas, su genio les lleva a la música y gustan se les vean sus habi l idades" (Zavala [12-7-1768]). A l g u n o s días antes, mientras se encontraba en las afueras de ese pueblo , Zavala escribe que ha estado rodeado de familias el campo , " t o d a s placenteras" , y asistieron a la comida que dio el teniente, "y cantó la mús ica a lgunos versos de los que se hicieron para la aclama-ción de nuestro rey" . L legada la noche las familias se volvieron a la reduc-ción (Zavala [10-7-1768]). C u a n d o llegó a La C r u z , el cabi ldo "y algunos otros de los pr inc ipa les " salieron a encontrarlo de fiesta y con música, " t o d o el p u e b l o estaba a la puerta de la iglesia y hice aclamasen: ¡Viva el rey D o n C a r l o s Tercero ! " . Un mes después, e l m i s m o funcionario descri-biría su entrada a San J u a n en una tónica m u y parecida. En la frontera de su territorio, el cabi ldo y caciques lo fueron a recibir vest idos de fiesta y con música. En un ar royo habían preparado una comida que Zavala no admit ió p o r estar apurado, pero la cedió a los mi smos indios, a los niños del p u e b l o y a los jesuitas, a quienes tenía encerrados en una capilla de la p laza (Zavala [4-8-1768]).

¿ C u á l era el s ignif icado de estas actitudes tan complacientes? ¿ E s -taban estos episodios más allá del alcance de la comprens ión de los gua-raníes? S u p o n e m o s que tanto la eficacia de la operación de Bucareli c o m o la co laborac ión y receptividad de los indígenas se fundaba en el vínculo de rec iprocidad que el gobernador había sabido definir con los líderes in-dígenas en las dos etapas que comprendió el proceso de expulsión: la in-vitación de los líderes a Buenos Aires y la llegada del gobernador a los pueb los . En a m b o s casos se produjeron intercambios s imból icos destina-d o s tanto a af ianzar derechos y obligaciones c o m o a redefinir las desgas-tadas relaciones entre españoles y guaraníes después de las trágicas cir-cunstancias experimentadas en la década de 1750.

R E C I P R O C I D A D Y A S I M I L A C I Ó N

D u r a n t e su itinerario, Bucareli se p r e o c u p ó p o r consol idar un vín-

culo perdurable con los líderes que habían co laborado con la expulsión.

En una carta dirigida al conde de Aranda relata que a medida que llega-

193

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 13: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

ban a su encuentro los guaraníes " lo s hacía regalar y agregaba a los corre-gidores y caciques, quienes les comunicaban el buen trato, mostrándoles sus vest idos y los que llevaban para sus mujeres " (Brabo 1872a: 189). De esta manera se ganaba hábilmente la conf ianza de los líderes y de la p o -blación que los seguía, desechando sus temores .

En su itinerario, Bucareli tuvo un encuentro con el conoc ido caci-que Nico l á s Ñeengui rú , or iundo del pueblo de Concepc ión , que se le acercó con el objeto de mantener una entrevista. Bucareli ya sabía del ca-cique p o r las "gacetas extranjeras" que lo asociaban con el mítico N i c o -lás Pr imero del Paraguay. Bucareli le preguntó qué empleo desempeñaba antes de su depos ic ión a lo que el cacique respondió que había s ido " P r o -curador general" . Es probab le que esta confusa respuesta haya s ido p r o -ducto de un p r o b l e m a de traducción ya que este era un cargo desempe-ñado por los jesuitas, según el m i s m o Bucareli lo aclara. En ocas ión del encuentro, Bucareli lo h izo vestir al igual que a los demás caciques y lo invitó a sumarse a su comitiva. L u e g o observó la actitud de reverencia que observaban frente a él los demás caciques: " [TJra ía criado que le to-m a b a el caballo, dist inción que ninguno usaba, y lo que más noté que, cuando se desmontaba , hasta los mi smos caciques le tenían el estribo y le trataban con atenta venerac ión" ( ídem: 177). Ñeengu i rú aceptó fo rmar parte de la comitiva y luego se m u d ó a vivir a Buenos Aires con su fami-lia, donde sería mantenido por la corona.

A u n varios meses después de llevada a cabo la operación de expul-s ión en los pueblos , a lgunos líderes mantenían correspondencia con el gobernador en agradecimiento a su generosidad. Al regresar a Buenos Ai-res, Bucareli recibió una carta del corregidor D o n Miguel Yeguacá desde el pueblo de la C r u z que decía:

"Salud y paz en Nuestro Señor Jesucristo: Por tanto habiéndonos convocado Vuestra Excelencia (VE) que caminásemos al pueblo de la Candelaria, inme-diatamente obedecí, llevando conmigo a mi teniente y al llegar al pueblo de Santo Tomé, nos dijeron, como VE ya había caminado de la Candelaria, no obstante, con el deseo que íbamos de ver, y hablar con VE siempre caminamos hasta llegar, y cumplir con el orden de VE como verdaderos vasallos de Nues-tro Católico Monarca (que Dios guarde) a quien rendimos, y damos infinitas gracias con todo mi cabildo, caciques y toda mi familia, agregándose también, la elección tan bella, de habernos tocado unos sujetos, así los religiosos que te-nemos, como el señor administrador Don Joseph Benites, quien nos mira co-mo a hijos de sus entrañas, con tanto amor, caridad, y lástima. En este no ten-go más que decir que lo dicho, y que Vuestra Excelencia hubiese tenido feliz

194

FernandoMC87
Resaltado
Page 14: Wilde La Expulsion

viaje nos alegraremos infinito, y damos a VE repetidas gracias. Por tantos be-neficios, Dios guarde a VE más años" (Yeguacá [22-9-1768])

Un año más tarde, le escribía a Bucareli el corregidor D o n Chrisan-to Tayuaré desde el pueblo de Yapeyú agradeciéndole por haberlo nom-brado teniente corregidor de ese pueblo (Tayuaré [28-11-1769]). En ese m i s m o año, Bucareli también había recibido una carta del funcionario J o -sé de Añasco , quien estaba a cargo de 20 de los pueblos guaraníes, la cual señalaba que las autoridades de los pueblos le agradecían los beneficios o torgados y le adjuntaba los originales de varios documentos con sus tra-ducciones. Escribía: " Q u e d a n Excelentís imo Señor estos pobres con inde-cible gozo . A porf ía vienen unos después de otros a hacerme sus largas re-laciones, que concluyen dando infinitas gracias a Dios , al rey, y a Vuestra Excelencia, de cuya piedad y amor los dejo m u y satisfechos y asegura-d o s " . A ñ a s c o continuaba informando que, conforme a las órdenes del go-bernador, había pues to en libertad y poses ión de su empleo al corregidor del pueblo D o n J u a n Paracatú (encarcelado por el funcionario Riva H e -rrera) y que eso había s ido de enorme regocijo para la población guaraní, que le dio las gracias "en una frase, que enternecía a todos c o m o si con Vuestra Excelencia m i s m o estuvieran hab lando" (Añasco [6-5-1769]).

La relación definida entre el gobernador y los líderes introducía la novedad del intercambio directo, sin la mediación y control de los jesui-tas. Si bien los guaraníes reglamentariamente viajaban a Buenos Aires , pa-ra ser reconoc idos p o r el gobernador o realizar servicios de diferente ti-p o , el intercambio descripto era una novedad pues no estaba somet ido a la vigilancia de los sacerdotes. C o m o se sabe, los jesuitas eran defensores activos de la separación residencial de la poblac ión indígena, evitando contactos p r o l o n g a d o s entre los guaraníes y los españoles , para Jo cual se apoyaban jurídicamente en las leyes de separación residencial. La idea del " enc ie r ro " o "exc lus iv i smo" , c o m o la ha l lamado Susnik, había consoli-d a d o determinados valores culturales mis ioneros diferenciados (Susnik y Chase-Sard i 1992: 154). De m o d o que la reciprocidad con el gobernador y la serie de episodios ocurr idos en la ciudad de Buenos Aires y los pue-blos constituía una agregación s imból ica del m u n d o indígena al español y viceversa. E s t o s episodios disolvían al menos temporar iamente la divi-s ión de las dos repúblicas creando un espacio de " l iminar idad" en donde los intercambios eran posibles .

195

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 15: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

Al poco tiempo esta política se profundizaría con las reformas que implemento Bucareli, a través de las cuales extendía la adopción de hábi-tos y estilos de vida españoles a toda la población guaraní. En un visiona-rio espíritu asimilacionista, el gobernador afirmaba que los "naturales" eran "dóciles y humildes, y su comprensión como la de otras naciones de E u r o p a " (Brabo 1872a: 197), lo que hacía posible extirpar la "odiosa se-paración" que los distinguía de los españoles. Q u é mejor herramienta de asimilación que la vestimenta y la lengua entre otros hábitos sociocultu-rales. La orientación de estas disposiciones formaba parte de una corrien-te general que se pretendía aplicar en toda América por esa misma época. U n a Cédula Real de septiembre de 1766 firmada por Carlos III mandaba a todas sus autoridades (virreyes, audiencias y gobernadores, arzobispos y obispos) se permitiera a los " ind ios " y mestizos ser ordenados sacerdo-tes y se admitiera a las mestizas en monasterios. También se consideraba que todos aquellos que fueran caciques, o descendientes de caciques te-nían todas las preeminencias de los nobles "Hi josda lgos de Casti l la" y podían participar de las comunidades que requirieran nobleza. En un Im-preso limeño de la cédula aparecido en el año 1767 se lee: "en su gentilis-mo eran nobles a quienes sus inferiores reconocían vasallaje, y esa noble-za se conserva" . Los indios que tuvieran limpieza de sangre, gozaban de las mismas prerrogativas que en España los limpios de sangre, o estado general. También se ordena que se pongan escuelas de lengua castellana, siendo los indios iguales a los demás vasallos ( [RC] 11-9-1767).

De suerte que este mandato general era apropiado para las circuns-tancias que Bucareli debía enfrentar. Además, la necesidad de ascenso de determinados líderes guaraníes en sus comunidades también se veía satis-fecha. Este contexto hacía posible un circuito de intercambios simbólicos, en el que podían redefinirse las relaciones hispano-indígenas en términos de prestigio.

Ahora bien, la noción peninsular de prestigio no era completamen-te equiparable con el sistema de autoridades guaraníes. Si bien es cierto que las ideas de nobleza hereditaria cimentadas en la sangre y el honor habían sido adoptadas por la población guaraní en el momento de incor-porarse al sistema colonial, como hemos visto en capítulos anteriores, to-davía pervivía en la organización y dinámica interna de las reducciones el ejercicio de mecanismos carismáticos de construcción de autoridad. Más precisamente puede decirse que existían en las reducciones dos mecanis-mos superpuestos de legitimación de la autoridad. U n o definido por un

196

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 16: Wilde La Expulsion

LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

lugar en la estructura, una posición delegada, y otro basado en el carisma y las redes de reciprocidad. Estos mecanismos podían confluir o no en la legitimación de una misma persona, como el corregidor-cacique o, en es-te caso, el gobernador de Buenos Aires, concebido como líder generoso en los términos vigentes en la reducción.

Debe aclararse que los códigos de la sociedad de Antiguo Régimen no eran ajenos a las prácticas nativas, en particular en lo que refiere al des-pliegue de la generosidad como fundamento de la autoridad de un cargo. Precisamente, en la sociedad española como en la jesuítico-guaraní, la au-toridad (el honor y la gracia) estaba basada en la capacidad para producir redes sociales a través de favores, de dones, que frecuentemente se defi-nían en el ámbito del ritual. Por otra parte, tanto en una como en otra so-ciedad, las ceremonias constituían la ocasión para actualizar las relaciones de la población con las figuras y s ímbolos de la autoridad. En este senti-do, la expulsión definía un contexto de transición y transacción en el que nociones en apariencia disímiles de prestigio, la peninsular y la nativa, se unificaban sobre una base común: la generación de vínculos de reciproci-dad (Pitt-Rivers y Peristiany 1993).

Cabe conjeturar que los intercambios simbólicos con el goberna-dor en el marco de ceremonias y fiestas, creaban la idea de una continui-dad con las prácticas ya conocidas por la población guaraní, al tiempo que producían una transición al nuevo orden. El esquema de las entradas a los pueblos por parte de los funcionarios puede entenderse en esos términos. C o m o se infiere de las cartas de los comisionados, se repetía la misma su-cesión de pasos prácticamente en todos los pueblos: primero, el recibi-miento festivo fuera del pueblo, con música y comida, luego, la entrada a la reducción con la aclamación del rey, y por último, la entrada a la igle-sia y la ceremonia religiosa, debiendo quedar los jesuitas en el pórtico. Este despliegue se veía favorecido por la organización urbana: la calle de entrada que desembocaba directamente en la plaza y la iglesia, que a su vez formaba un mismo lado con el cementerio, la residencia de los curas, los talleres y el cementerio. Solo después de la ocupación de estos espa-cios venía la lectura del decreto, completándose así un "rito de pasaje" .

De acuerdo a la descripción de Zavala pueden identificarse al me-nos tres fases. La primera era la llegada a las inmediaciones del pueblo y está delineada por actos preliminares que "preparaban" la entrada al pue-blo. La segunda estaba marcada por la entrada propiamente dicha a tra-vés de un conjunto de acciones y discursos relacionados con la ejecución

197

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 17: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

del decreto de expulsión. Finalmente, la tercera etapa cerraba con la con-fección de inventarios y la designación del administrador. Cada una de es-tas fases estaba marcada por "acciones de gracia" representadas por cere-monias en la iglesia que, al m o d o de actos simbólicos, buscaban instituir la separación del régimen jesuítico con el nuevo orden secular (Van Gen-nep 1986; Bourdieu 1993).

Esta transición se veía facilitada por el mantenimiento de algunas instituciones y funciones centrales para la organización de los pueblos que formaban parte del sistema anterior. La más importante era el cabildo in-dígena, que se conservaba tal y como había venido funcionando durante la época jesuítica. En cuanto a los jesuitas, eran reemplazados por otros sa-cerdotes regulares que cumplirían la misma función simbólica. El único cambio importante fue la designación de administradores seculares que deberían vivir en los pueblos para hacerse cargo de su economía. Este camhio, que más tarde traería confusiones y conflictos, en principio debe haber resultado atractivo para los indígenas. La incorporación de actores ajenos creaba un nuevo mapa social que verían como una oportunidad pa-ra generar interacciones provechosas y también posibilitar vías de ascenso social y político que anteriormente les estaban cerradas. Acostumbrados a la estricta vigilancia de los curas en todos los asuntos cotidianos, los líde-res seguramente recibieron con beneplácito el apresurado anuncio de Bu-careli de que podrían usar libremente los bienes de los pueblos.

Pero el proceso de la expulsión no sólo generaba un ámbito de in-tercambio comunitario entre guaraníes y españoles sino que también ins-tituía los alcances de la autoridad real, ofreciendo a los indígenas la posi-bilidad de actualizar el vínculo con el monarca de ultramar.

L A F I G U R A D E L R E Y

Para comprender la percepción nativa de la transición al nuevo régi-men y la eficacia y rapidez con que se llevó a cabo la expulsión, conviene tener en cuenta dos aspectos. U n o es la relación que en este proceso defi-nieron los guaraníes con la figura del rey, y otro, las características del vín-culo que por entonces mantenían con los jesuitas. A m b o s aspectos se cru-zan en un punto que puede resultar crucial para una interpretación gene-ral de los episodios. Aunque a los jesuitas les pesara, la "Provincia Jesuíti-

198

FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
FernandoMC87
Resaltado
Page 18: Wilde La Expulsion

LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

ca del P a r a g u a y " había llegado a constituir un s ímbolo del poder de la or-den en los dominios sudamericanos del rey español, divulgándose sobre ella una serie de leyendas sobre riquezas escondidas y movimientos sedi-ciosos contra el E s t ado monárquico y absolutista. En la concepción de la época, el rey era la cabeza máxima de la sociedad. En la versión hispana, la relación entre el rey y sus subditos estaba definida por un pactó que esta-blecía una relación bilateral de derechos y deberes. El poder del rey, en es-te sentido, estaba limitado por las obligaciones que contraía con los cuer-p o s de los reinos, que reproducían la misma estructura (Guerra 1992). La época borbónica estuvo signada por un movimiento de expansión de las funciones anteriormente ejercidas por el Es tado, con el fin de recuperar el control sobre los territorios frente a los gobiernos locales, que habían au-mentado considerablemente su autonomía, y frente a las ordenes regulares, particularmente la C o m p a ñ í a de Jesús , cuyas aspiraciones internacionalis-tas y ultramontanas, no convenían a los objetivos que perseguía la ilustra-ción católica (Hera 1992; Anes s/a, 1969; Di Stefano y Zanatta 2000).

D e s d e el punto de vista de las autoridades seculares, la recupera-ción del control sobre los dominios paraguayos no pod ía estar reducida a una operac ión militar, sino que debía dejar sus marcas en el espacio y los afectos nat ivos p o r medio del despliegue de los s ímbolos dé la autori-dad real. A su vez, la ausencia de esa representación debía ser tons idera-da sediciosa. En su recorrido por los pueblos , e l comis ionado Zavala po-nía bastante atención a este hecho y no dejaba de manifestar aversión ha-cia los jesuitas "ext ran jeros " , que olvidaban q'uién era su verdadero rey. C u a n d o llega al pueb lo de San Bor ja , informa que lo han recibido de fies-ta, s acando el Real Estandarte "y algunas banderas con la cruz de B o r g o -ña, y a la entrada de la p laza estaba en un arco una bandera con las Rea-les A r m a s " y añade, "parece que el cura se ha acordado que es español y sevi l lano" . L u e g o in forma que el cura del pueblo de Santo Tomé, " q u e no es e s p a ñ o l " le escribió una carta m u y cumplida invitándolo a comer, la que no re spondió (Zavala [21-7-1768).

En la m a y o r parte del proceso de expuls ión adquiere notoriedad la f igura del rey por medio de la exposición de dos s ímbolos qué represen-tan su autor idad: el retrato y el estandarte real. D ice Bucareli :

"Considerando conveniente colocar en cada pueblo un retrato del rey que les recordase su obligación y llevaba la prevención para ello, se ejecutó este acto con el decoro debido, al ruido de las descargas de artillería y fusilería, lo que

199

Page 19: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

también les infundió conocimiento y respeto, oyéndoseles continuamente de-cir: «Viva el Señor Don Carlos III, nuestro legítimo rey y señor natural, que tanto bien nos ha enviado»" (Brabo 1872a: 190).

A l g u n o s trabajos han destacado en particular la centralidad del re-trato del rey en la tradición ceremonial del A n t i g u o Régimen. C o m o sa-bemos , era reproduc ido por millares " c o m o signo de adhesión personal al monarca , c o m o si se intentara compensar su ausencia física por la mul-tiplicación de su i m a g e n " (Guerra 1992: 155). A través de la escenifica-ción de los s ignos que lo representaban (el retrato y también el estandar-te real) el monarca se hacía presente aun ante sus súbdi tos más distantes. E s o s s ignos, más que una s imple metáfora , eran una material ización del cuerpo pol í t ico del rey. Es ta concepción de la representación en tanto re-presentación o puesta en escena teatral pose ía sólidas bases en la tratadís-tica del A n t i g u o Rég imen c o m o lo han mos t rado varios autores (Kanto-rowicz 1985; L i s ó n Tolosana 1992; Mar in 1981). E l los llevaban intrínse-ca una cuál idad de "presenc ia " , de material ización del orden sagrado, al m o d o de "h iero fanta s " , para utilizar la terminología de El iade (1991). P o r medio de la adopc ión de fo rmas ceremoniales - seña la Geer t z - , la autori-dad se apropia de su dominio , impr ime sobre el territorio, las marcas de su dominio , define el "centro c o m o centro" (Geer tz 1994). En nuestro caso p o d r í a m o s decir que eran los m i s m o s s ignos de la autoridad los que consumaban la apropiac ión del territorio por medio de su exhibición pú-blica. La p laza se instituía c o m o un escenario donde el p r o p i o rey y no meramente sus representaciones, se legitimaban.

L o s funcionarios antijesuitas que llevaron a cabo la expulsión señalan que los s ímbolos del rey no eran tratados con el debido respeto en las re-ducciones, posición que en buena medida descansaba en la animadversión hacia la presencia de "extranjeros" entre los curas de las doctrinas. C o n es-te ánimo, los funcionarios muchas veces buscaban pruebas que permitieran constatar que el desprecio o burla con el que miraban las directivas de las autoridades civiles y eclesiásticas subordinadas al rey. De hecho, el carácter sorpresivo de la expulsión en buena medida respondía a la intención de evi-tar que los jesuitas destruyeran papeles que pudieran comprometerlos en ese sentido. Por eso en todos los colegios, residencias y misiones se confis-caron papeles, archivos y libros. Bucareli denuncia que se encontraron en los pueblos de misiones notas satíricas en contra de los obispos.

200

Page 20: Wilde La Expulsion

L A E X P U L S I Ó N D E L O S JESUITAS

También circuló la denuncia de que en m o m e n t o s previos a la lle-gada de los funcionar ios españoles a lgunos jesuitas quemaron libros com-prometedores . La denuncia surgió de af irmaciones de los mi smos indíge-nas ( G o n z á l e z 1942-43; G a n s o n 1999). El cacique Chr i santo Táyuaré es-cribe una declaración en jul io de 1768, en la cual indica que en noviem-bre del año anterior, el provincial jesuita Manuel Vergara entró a la coci-na del p u e b l o a c o m p a ñ a d o de un indio l lamado Ignacio Javier Taorí. E s -te ú l t imo llevaba en su p o n c h o cinco libros que, en presencia del ybyrai-

já cocinero C ipr i ano G u a c u y ú , fueron lanzados al fuego p o r Vergara. É s -te incluso los at izó para que se consumieran en las l lamas. Taor í y G u a -cuyú, quienes no sabían leer ni escribir, fueron l lamados a declarar y con-f i rmaron el hecho, aunque no fueron capaces de informar sobre el conte-nido de los l ibros ni si eran manuscr i tos o impresos . Taorí solo alcanzó a decir que su tamaño "era de cuarto m a y o r " y " n o tenían f o r r o " (Tayua-ré [23-7-1768]).

Es cierto que el rey era una f igura distante para los guaraníes, pero no les era desconocida . D e s d e los pr imeros años de la l lamada " C o n q u i s -ta espir i tual" , el " cont ra to vasal lát ico" establecido entre los indios y el rey (a través de sus representantes), era un m o m e n t o crucial en la forma-ción de nuevas doctrinas que solía mantenerse en la memoria de los neó-fitos . Ya se ha visto c ó m o en esas primeras negociaciones el rey era reco-noc ido c o m o persona je legítimo entre los guaraníes, s iendo des ignado en la mi sma lengua indígena c o m o mburubichá. L u e g o del pacto fundante, que impl icaba quedar exentos de la encomienda y los servicios persona-les, el rey debía mantener su autoridad y legitimidad mediante sucesivas conces iones y privilegios que conservaban vivo el acuerdo original y que los guaraníes correspondían p o r medio del p a g o de tributo y diversos ser-vicios a la corona, lo que era minuciosamente registrado p o r las autorida-des de los pueb los (R ípodas A r d a n a z 1980).

A u n así resulta difícil imaginar cuál fue la percepción que los guara-

níes tuvieron de la f igura del monarca. Por un lado, los jesuitas destacan en

sus documentos oficiales la presencia de los s ímbolos reales desde un pri-

mer momento . A n t ó n Sepp, al describir con detalle la fundación de un

pueblo , señala que en la cima de una colina, al rayar el alba, erigió con los

indios "el g lorioso estandarte y trofeo de la santa c r u z " c o m o signo y com-

probac ión de la toma de poses ión de aquella comarca con sus bosques , ríos

y campos (Sepp [1709] 1973: 195). Por esa misma época, otras crónicas re-

fieren con bastante detalle a la f igura del "al férez real" y el rol central que

201

Page 21: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

cumplía durante la celebración del Santo Patrón de cada pueblo. Hacia fi-nes del siglo XVII , el jesuíta Jarque relata que en las vísperas de la fiesta suenan las campanas sobre los clarines, chirimías y salvas de mosquetes. En la casa del alférez real se encuentra colocado el estandarte real "debajo de dosel y de todo adorno" . Por la tarde se hace gala con numerosos caballos y vestidos. El alférez se pasea por algunas calles con el estandarte real, mientras los corregidores invitados o los alcaldes del pueblo llevan sus borlas, batiendo banderas y haciendo aclamaciones hasta la plaza del pue-blo donde bajan todos de sus caballos. El alguacil mayor y un capitán prin-cipal ayudan al alférez a bajar de su caballo. A la puerta de la iglesia, el cu-ra párroco asperja a todos comenzando por el alférez quien avanza a la ca-pilla mayor, y " goza preeminente lugar en la silla, y alfombra este solo día". Después de las vísperas se vuelve a pasear el estandarte por las calles llevándolo de vuelta a la casa del alférez donde se hospedan los principales huéspedes (Jarque/Altamirano [1687] 2008: 100-101). Un siglo después Peramás también señala que en el pueblo había un alférez, quien en el día del Santo Patrón, llevaba el estandarte del rey hasta el templo seguido por un escuadrón "al son de marchas marciales y cantos populares, a cuya en-trada era recibido por el párroco y su coadjutor, acompañados de los otros sacerdotes de los pueblos vecinos, que habían sido previamente invitados". Luego se lo conducía con grandes honores a un asiento de preferencia. " U n a vez terminada la Misa Solemne y pronunciado el panegírico del San-to Patrón, el mismo Alférez conducía el estandarte, con el mismo séquito y entre vítores, hasta la plaza, y allí lo colocaba sobre un tablado primoro-samente levantado para este f in." (Peramás [1790] 1946: 154).

No sabemos con exactitud cuál fue la relevancia que tuvieron las celebraciones reales en los pueblos de misiones. Las fuentes en su conjun-to brindan un panorama bastante confuso. Mientras los jesuitas enfatizan la importancia de la exhibición de los símbolos y las ceremonias públicas, especialmente durante el siglo XVII I , los funcionarios españoles general-mente subrayan que la figura real se encontraba relegada a un segundo plano en las reducciones. Recién en escritos tardíos encontramos referen-cias más detalladas. Ladislao Orosz , jesuíta visitador de las misiones escri-be en 1740 que "en los arsenales, sobre cuyas puertas luce el escudo del rey de España, se guardan diversas especies de armas que se usan en los tiempos de guerra para defenderse de los enemigos y en los de paz para desfiles y torneos" (Matthei y Jeria 1997:135). Por su parte el jesuita Car-diel, en su descripción de la celebración de Corpus , dedica una sección a

202

Page 22: Wilde La Expulsion

L A E X P U L S I Ó N D E L O S JESUITAS

la f igura de los cuatro monarcas que representan las cuatro1 partes del m u n d o , los cuales aparecen en escena vestidos con los trajes dé sus respec-tivas regiones, por t ando coronas y cetros, "y un corazón de palo oculto p intado en el s e n o " (Cardiel [1770] 1913: 567). Para una fecha tardía, Pe-ramás refiere a las ceremonias celebradas en el pueblo de San Borja , en ocas ión de la ascensión del rey Car los III al trono de España . La fiesta, di-ce el jesuíta, duró varios días "y acudieron de otros pueblos muchos can-tores y bailarines guaraníes" (Peramás [1790] 1946). A lgunos textos pre-servaron el recuerdo de las ceremonias celebradas hacia 1760. A ellas acu-dieron cantores y bailarines guaraníes de otros pueblos y se realizaron " o p e r a s " que alternaban con comedias diariamente. Después de tres días de corridas de toros y siete días corridos de festejos se realizaron produc-ciones teatrales, " o p e r a s " y comedias en las que participaron los soldados . La pr imera noche se cantó la opera El Rey Orontes de Egipto, con músi-cos indígenas; la segunda se representó la comedia del Desden con el Des-

den; la tercera s iguió la Opera de Felipe V; la cuarta, la Comedia del Amo

y el criado; la quinta, la opera Pastores del nacimiento del niño Dios"-, la sexta, Cabello de básalo; la séptima y última noche, otra ópera "del Naci-

miento". En su libro sobre la música en las misiones, Piotr N a w r o t (2000) reproduce una "Relac ión en verso, hecha por los militares, de las fiestas reales, que se celebraron en el cuartel general de San Bor ja , bajo el coman-do del Excelent ís imo Sr. Pedro Ceval los desde el día 4 de N o v i e m b r e de 1760 hasta el día 24, cumpleaños de Nues t ra Reina" , en la que se hace mención de esas representaciones "oper í s t icas " desplegadas por los indios (ver también Cardiel ([1770] 1913: 576) y Peramás ([1790] 1946: 87).

C o m o quiera que sea, las descripciones más detalladas de celebra-ciones reales pertenecen al per íodo poster ior a la expulsión. Entonces se encuentran alusiones a los festejos por el onomást ico del rey con un fas-to equiparable al de las grandes ceremonias del calendario litúrgico. Son bien conoc idos los escritos de D i e g o de Alvear y G o n z a l o de D o b l a s , funcionar ios que permanecieron en las misiones y nos dejaron test imo-nios de pr imera mano . En un f ragmento en el que revaloriza la gestión de los jesuitas, D i e g o de Alvear escribe:

"Otras funciones, en que también ponían los pueblos su particular conato, eran los días del nombre y años de nuestro soberano y demás príncipes, espe-cialmente en los casamientos y juras, y proclamas de los reyes de la nación. En estas ocasiones se hacían galas nuevas y de mucho costo para los cabildantes y oficiales de tropa, fuegos artificiales de rara invención: por ultimo, no se per-

203

Page 23: Wilde La Expulsion

G U I L L E R M O W I L D E

donaba circunstancia ni formalidad de cuantas, para hacer plausibles dichas funciones, practican las grandes ciudades: siendo muy de notar en esta parte la sabia conducta de los misioneros, que infundían en sus neófitos el mayor res-peto del rey, de cuya verdad son hasta hoy estas doctrinas un vivo testimo-nio."(Alvear [ca. 1791] 1836-1837: IV/ 85).

G o n z a l o de D o b l a s , p o r su parte, brinda una detallada descr ipción de la celebración del cumpleaños del rey. El carácter fest ivo de la ocas ión es resaltado en a lgunos párra fos referidos a las diferentes danzas que pract icaban los indios.

"[C]oncurren todos los del pueblo á la puerta de la iglesia, en cuyo pórtico es-tá colocado el real retrato en el lado correspondiente al evangelio, en un cajón, con sus puertas y cortinas interiores, y al lado opuesto están las armas reales pintadlas en la pared ó en lienzo. Juntos todos, con la música completa, se abre el cajón y descubre el real retrato repitiendo varias veces: 'Viva el Rey, Nuestro Señor, Don Carlos III', y se pone una guardia con las banderas, y dos centine-las efectivas delante del real retrato. [...] Al ponerse el sol se reserva el real re-trato con las ceremonias y Víctores con que se descubre, y á la noche se ponen luminarias y se arman fogones en la plaza, y se repiten los bailes como á la tar-de. Al día siguiente, al salir el sol, se vuelve á descubrir el real retrato en la for-ma dicha, el que permanece descubierto todo el día.. A la hora acostumbrada, y dados los repiques de campanas, se junta toda la gente en la iglesia, en la que se canta la misa y el Te Deum con mucha solemnidad, y después se prosiguen en la plaza las carreras de caballos en contorno, en las que, divididos en cuatro cua-drillas; los indios hacen muchas evoluciones ó figuras, á la usanza antigua, todo á toque de muchas cajas y clarines, y con grande algazara y ruido de cascabeles grandes, de que llevan cubiertos los pretales y cabezadas de los caballos, lo que tienen por adorno y grandeza" (Doblas [1785] 1836-1837: III/ 45-46).

El f ragmento precedente destaca la presencia del retrato real c o m o s ímbolo de la autor idad del monarca , al que se destina un conjunto de ac-tos rituales especiales. A u n q u e no resulta m u y explícito, ambos funcio-narios dan a entender que el régimen post jesuít ico pro longaba prácticas ya existentes durante la época anterior. Tal supos ic ión parece válida con-s iderando el g rado de formal izac ión que posee la ceremonia. Sin embar-go, esta evidencia contrasta bastante con la imagen que presentaban m u -chos otros funcionar ios apenas a lgunos años antes.

De hecho, varias informaciones poster iores a la expuls ión buscan demostrar que los t iempos jesuít icos se caracterizaron p o r una ausencia generalizada de s ímbolos reales en los pueblos que sirvieran de disposit i-

Page 24: Wilde La Expulsion

LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

vos aglutinantes de los indígenas c o m o subditos de la corona. L o s funcio-narios coloniales a cargo intentaban subsanar esta deficiencia. Así , por e jemplo, s a b e m o s que en el año de 1770, el gobernador encargó a un pin-tor la confección de treinta retratos del rey para los pueblos guaraníes. El p e d i d o habría s ido sol icitado al administrador general por los mismos co-rregidores y caciques del U r u g u a y y Paraná ( Instrumento [1795]). D o s años antes, Zavala, instalado en uno de los pueblos escribe que el día cua-tro de noviembre , que correspondía a la festividad de San Car los , dio or-den de que se festejara "el augusto nombre del r e y " y "as í se ejecutó, aun-que en u n o u otro pueb lo transfirieron la festividad hasta el d o m i n g o in-mediato y lo m i s m o he m a n d a d o para el día del c u m p l e a ñ o s " (Zavala [28-12-1768].

Apenas unos meses antes, el corregidor del pueblo de San C o s m e ,

Bonaventura Yabacú, había escrito a Bucareli lo siguiente:

"Señor. Doy Razón a Vuestra Excelencia cómo en este día junto con mi cabil-do y pueblo salí-por él con el retrato de nuestro rey (que Dios guarde) hacién-dole presente a todos su voluntad, y la de Vuestra Excelencia y los hallé muy conformes para cuyo fin pidió nuestro cura Fray Francisco Monjelos, de la or-den de predicadores, como hijo de tal padre nos quito la venda de los ojos con explicarnos la voluntad de nuestro gran monarca y el amor que nos tenía como asimismo la de Vuestra Excelencia, de celebrando una misa cantada por la sa-lud de nuestro rey y señor que Dios guarde y la de Vuestra Excelencia. Por lo quedó todo mi pueblo más contentos y conformes. Prometiéndome todos el adelantamiento en los trabajos como a sí mismo" (Yabacu [17-8-1768], [c.p.]).

E s t a carta es inmediatamente poster ior a la instalación del nuevo gobierno en el pueblo y revela cierto estado de inquietud que los indíge-nas c o m e n z a b a n a superar acerca de la suerte que correrían sus pueblos . L a s palabras de Yabacú expresan el deseo de redefinir los lazos de la co-m u n i d a d con los funcionar ios y curas enviados para gobernarlos e indi-rectamente con el p r o p i o rey.

U N A A L I A N Z A R E N O V A D A

H a s t a el m o m e n t o de la expulsión, el vínculo entre el rey y los gua-

raníes había es tado mediado s iempre por los jesuitas. Y puede decirse que

la legit imidad de estos úl t imos ante la población indígena dependía del

205

Page 25: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

éxito en sus gestiones con la corona para obtener beneficios para las re-ducciones. Lo habían hecho durante todo el siglo X V I I y buena parte del X V I I I a través de sus procuradores en Madrid. La última gran conquista antes de la expulsión había sido la llamada "Cédula Grande" , en 1743, a través de la cual el rey concedía importantes privilegios a los pueblos. Ese logro tuvo vida corta pues a los pocos años vino el Tratado de Madrid y la "guerra guaranítica", conflicto que socavó la relación de varios pueblos guaraníes con la corona, pero sobre todo con los jesuitas, sospechados de traición. L o s miembros de la orden habían ido perdiendo gradualmente su influencia en la definición de políticas reales ascendiendo los funcio-narios de la ilustración católica, que se empeñaron en acusarlos de olvi-dar la figura del rey. Hacia la década de 1750, en el contexto de la cono-cida "guerra guaranítica" surge la acusación de que los jesuitas intentaban crear un reino o república independiente entre los guaraníes. Al respecto, recordemos las numerosas ediciones del librito sobre el supuesto rey N i -colás I que circularon en diferentes idiomas por la Europa de la época.

¿Cuál era pues la relación entre los guaraníes y los jesuitas al m mentó de la expulsión? En su recorrido por los pueblos, el comisionado Zavala observaba con cierta satisfacción la actitud de desafección con que los guaraníes miraban a los jesuitas expulsos. En cierto momento, Zavala escribe que "[...] todos los indios muestran estar contentos no obstante que quieren a su cura, pues habiéndolo mudado antes a Yapeyú, lo pidie-r o n " (Zavala [12-7-1768]). En otra carta dice que los indios no se mostra-ban "extraños ni huraños" con los religiosos y que acudían a misa nor-malmente, esperando la llegada del gobernador con los corregidores y ca-ciques del pueblo, pero en general no manifestaban gran preocupación, normalizándose la situación al p o c o tiempo (Zavala [6-6-1768]). L o s fun-cionarios reconocieron que había que dar continuidad a la vida "norma l " de los pueblos, por eso trataron de mantener especialmente las celebra-ciones acostumbradas, aunque introduciendo modificaciones sutiles. El comisionado Zavala decía que cuando se hizo la fiesta de Santo Domin-go en el pueblo de San Miguel mandó que se repartiera sal entre los in-dios, lo que antes se solía hacer en el día de San Ignacio. Después de esto hubo baile en la plaza. Zavala agrega que ya parecía que los indios no se acordaban más de los jesuitas (Zavala [4-8-1768]).

Aparentemente las promesas de Bucareli habían quedado claras pa-ra los indígenas: ellos no tenían nada que temer, mantendrían sus privile-gios y dejarían de ser "esc lavos" de los jesuitas para controlar sus propios

206

Page 26: Wilde La Expulsion

bienes. El gobernador había dicho a los guaraníes de C o r p u s que " s e re-tirasen á cuidar de sus pueblos y familias y a trabajar sus tierras, c u y o fru-to les pertenecía, p o r q u e no eran esclavos de los padres jesuitas" . Entera-do el sacerdote de C o r p u s de la satisfacción que había produc ido las pro-mesas en el corregidor " le maltrató de palabras y amenazó que le quita-ría el empleo de corregidor y pondr ía en un cepo ' ' (Brabo 187¿á: 82). Pe-ro estos s ignos de deterioro en las relaciones entre guaraníes y jesuitas ya se percibían desde m u c h o antes, específicamente desde el confl icto oca-s ionado por el Tratado de Madr id , en el que varios guaraníes pensaron que sus tierras habían s ido vendidas por los jesuitas a los portugueses . Si bien esto no había afectado a todos los pueblos por igual, la sensación de que los jesuitas habían perd ido prestigio estaba más o menos extendida.

Antes nos hemos referido brevemente al encuentro que mantuvie-ron Bucareli y el cacique Neenguirú . Éste se presentó ante el gobernador agradeciéndole haber preguntado por él y continuó relatándole que había caído en desgracia después de desobedecer al cura J o s é Cardiel . El jesuita le había ordenado pasar a cuchillo a un destacamento de milicias de Para-guay y Neengu i rú se negó a cumplir la orden alegando que le. parecía in-justo. Entonces fue despo jado de sus armas y caballos y desterrado en el pueblo de Trinidad. En el interrogatorio efectuado en 1770 Nicolás Ñeen-guirú dio más detalles sobre el episodio que lo enemistó con Cardiel :

"Dice Don Nicolás que del destacamento de Don Antonio Catani, por di-ciembre del año sesenta y cinco, salieron ciento y cincuenta soldados paragua-yos, comandados de su capitán Don Antonio Escobar, y llegaron al río Uru-guay en el pueblo de San Nicolás; que su cura, el padre Joseph Cardiel, le dio orden de retirar las canoas para que no pasasen, como lo hizo, y también pa-ra quitarles los caballos y las armas, y hacer que volviesen a pie al río Pardo, o si pasaban el río, matarlos en el agua. Que estas dos últimas órdenes no qui-so poner en ejecución, porque, habiendo hablado con el capitán y preguntán-dole por qué se retiraban, le dijo que porque los trataban muy mal, que no les daban tabaco, bizcocho ni sal y que los tenían desnudos; y con efecto, habién-dolos visto desnudos, conoció que tenían razón, y entendió queja orden del cura era diabólica, pues, siendo vasallos del rey, no le debía matar de esa suer-te, y así no les hizo hostilidad ninguna; que cuando supo el pad^é Cardiel que no les había hecho nada, agriamente, echándolo fuera de su aposento, por no haber cumplido sus órdenes" (Brabo 1872a: 286).

En el interrogatorio, Ñeenguirú da a entender que el vínculo con al-

gunos jesuitas se había desgastado después-del conflicto de 1750. También

207

Page 27: Wilde La Expulsion

GUILLERMO WILDE

relata otra desavenencia ocurrida en el pueblo de la C r u z , donde en el año 1751, algunos guaraníes no cumplieron la orden de sacar muías para des-pacharlas a Río Grande causando mucho enojo al cura. Sin embargo, de-be tomarse con cautela este documento , claramente produc ido para perju-dicar a los jesuitas al incriminarlos por actos de desobediencia al rey.

C o m o se deduce de otras fuentes , eran comunes en los pueblos las tensiones entre jesuitas y autoridades indígenas. L o s desacatos eran gene-ralmente cast igados por el jesuíta con el a p o y o del cabi ldo indígena, y las sanciones de los rebeldes pod ían ir desde los azotes y la reclusión hasta el destierro en los casos más extremos. Es pos ible pensar que en el contex-to inmediatamente anterior a la expuls ión los jesuitas perdían autoridad ante los líderes indígenas, quienes crecientemente recurrían a las autori-dades seculares . 5 9

En este sentido, el contexto de la expuls ión puede ser cons iderado c o m o un momento de redefinición de las relaciones sociales. Durante el per íodo que se desenvolvieron las operaciones, se instituía un vínculo di-recto entre los guaraníes y el rey, que remitía al pacto originario que ha-bían establecido en la fundac ión de sus pueblos y conso l idado en la his-toria de colaboraciones y servicios br indados durante más de un siglo y medio . De este m o d o se restituía una confianza perdida en el E s t a d o ab-solutista y se aventaba todo riesgo y sospecha del surgimiento de un " i m -p e r i o " contestatario d o m i n a d o p o r los jesuitas.

El proceso de la expuls ión ofrecía a los guaraníes una opor tunidad para reconstituir su vínculo con el m u n d o español, y viceversa. El des-prest igio jesuíta y la necesidad de ascenso de a lgunos líderes coincidían con las pretensiones de los representantes del rey de acercarse más a sus subditos . En su carta al rey, los líderes guaraníes hacen alusión en dos m o m e n t o s a la pos ib i l idad de verlo en persona: "[.. .] a Vuestra Majestad , nuestro buen rey, no te vemos ; pero lo hemos de tener c o m o mirando a Vuestra Majestad , dándole todo g u s t o . " Y cierran la carta así:

"Con la disposición de Vuestra Majestad estamos muy contentos de que nues-tros hijos han de merecer el estado sacerdotal. Todos nosotros hemos de aprender la lengua castellana, y después de haber aprendido bien, con la vo-luntad de Dios hemos de procurar ver a Vuestra Majestad. Dios de su santa gracia a Vuestra Majestad y le guarde por muchos años. Buenos Aires, a 10 de Marzo de 1768 años" (Brabo 1872a: 105, [c.p.]).

208

Page 28: Wilde La Expulsion

L A E X P U L S I Ó N D E L O S JESUITAS

El tono de esta carta respondía a un guiño dest inado a establecer un lazo de reciprocidad con el p r o p i o rey ausente. Su insistencia en ver-lo constituía, p o r su prop ia impos ib i l idad dentro de este circuito, p roba-blemente el derecho más grande y la obl igación mayor .

9. Firmas de los corregidores y caciques guaraníes en carta dirigida al rey Car-los III, el 27 de marzo de 1768. Fuente: Archivo Nacional Histórico de Chi-le, Fondo Jesuítas, volumen 185: 132-137.

209