wilbur smith - en peligro

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Ttulo original: Those in peril 2011 Wilbur Smith por la traduccin, Carme Font, 2011 All rights reserved Primera edicin en esta coleccin: noviembre 2011 Antonio Vallardi Editore, Milano Duomo ediciones es un sello de Antonio Vallardi Editore Calle La Torre, 28 bajos 1 Barcelona 08006 (Espaa) www.duomoediciones.com Gruppo Editoriale Mauri Spagnol S.p.A www.maurispagnol.itdepsito legal: isbn:

B. 29.602-2011 978-84-15355-00-7

Diseo de interiores: Agust Estruga Correccin del texto: Laura Vaqu y Virginia Fernndez Fotocomposicin: Grafime. Mallorca, 1. 08014 Barcelona (Espaa) www.grafime.com Impresin y encuadernacin: Grafica Veneta S.p.A. di Trebaseleghe (PD) Printed in Italy Impreso en ItaliaQueda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin por escrito de los titulares del copyright, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecnico, teleptico o electrnico incluyendo las fotocopias y la difusin a travs de internet y la distribucin de ejemplares de este libro mediante alquiler o prstamos pblicos.

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Este libro es para MOKHINISO, reina de mi corazn, sin cuyo amor y aliento jams se habra escrito.

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Padre Eterno, que tiene la fuerza para salvar, cuyo brazo ha contenido al violento oleaje, quien dirige las profundidades del poderoso ocano y mantiene a raya sus propios lmites, oh, escchanos cuando te invocamos a gritos para que ayudes a quienes corren peligro en el mar.

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Haca cinco das que soplaba el viento khamsin. Las nubes de polvo los envolvan a lo largo de la amenazadora llanura del desierto. Hctor Cross luca una kufiya alrededor del cuello y unas gafas de sol especiales para terrenos ridos. Su incipiente barba morena protega gran parte de su rostro, pero la piel que quedaba expuesta pareca haber sido restregada con unos punzantes granos de arena. Por encima del ulular del viento pudo distinguir el ritmo palpitante del helicptero que se acercaba. Supo, sin mirar, que ninguno de los hombres que avanzaban con l lo haba odo. Se habra sentido fatal de no haber sido el primero en percatarse de ello. Aunque era diez aos mayor que la mayora de esos hombres, tena que ser ms rpido y perspicaz que ellos por el simple hecho de ser su jefe. Uthmann Waddah se inquiet y lo mir. El gesto de asentimiento de Hctor fue prcticamente imperceptible. Uthmann era uno de sus operativos de confianza. Su amistad se remontaba a muchos aos atrs, hasta el da en que Uthmann haba sacado a Hctor de un vehculo en llamas bajo el fuego cruzado de unos francotiradores en una calle de Bagdad. Incluso en esa ocasin Hctor haba recelado del hecho de que fuera un musulmn sunita, pero con el tiempo Uthmann demostr ser una pieza muy valiosa. Ahora ya era indispensable. Entre sus numero7

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sas cualidades se contaba la de haberle enseado a perfeccionar el rabe hablado. Slo un interrogador muy hbil poda apreciar que Hctor no era un rabe nativo. Debido a un efecto de la luz del sol, la monstruosa sombra distorsionada del helicptero se proyectaba sobre los bancos de nubes como si fuera un espectculo de linterna mgica, de modo que cuando irrumpi el enorme mil-26 ruso pintado con los colores carmes y blanco de Bannock Oil en el claro, daba la impresin de ser un detalle insignificante en comparacin. No se hizo visible hasta que se coloc a unos cien metros por encima de la plataforma de aterrizaje. En vista de la importancia del nico pasajero que viajaba en ese helicptero, Hctor haba hablado por radio con el piloto mientras segua en tierra en Sidi el Razig, la sede de la compaa situada en la costa donde terminaba el oleoducto, y le haba dado la orden de que no volara en esas condiciones. La mujer haba contradicho su orden, y Hctor no estaba acostumbrado a que le llevaran la contraria. Aunque an no se haban conocido personalmente, la relacin entre Hctor y la mujer era delicada. En rigor, l no trabajaba para ella. l era el nico propietario de Cross Bow Security, s.a. No obstante, Bannock Oil haba subcontratado a la empresa para proteger las instalaciones y al personal. El viejo Henry Bannock haba elegido a dedo a Hctor de entre las numerosas empresas de seguridad que ansiaban ofrecerle sus servicios. El helicptero aterriz suavemente sobre la pista, y cuando se desliz la puerta del fuselaje, Hctor avanz unos pasos para saludar a la mujer por vez primera. La vio aparecer en la puerta, y l se detuvo para observarla. Hctor se acord de un leopardo balancendose sobre la elevada rama de un rbol marula mientras escudriaba a su presa antes de atacarla. Aunque pensaba que conoca perfectamente su reputacin, su versin de carne y hueso estaba impregnada de un manto de gracia y podero que lo sorprendi. Como parte de su investigacin, haba examinado cientos de fotografas de esa dama, haba ledo montones de8

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artculos y visionado horas enteras de filmaciones. Sus primeras imgenes correspondan a la pista central de Wimbledon, donde fue derrotada en un encuentro muy reido de cuartos de final por Navratilova; o las de tres aos despus, cuando aceptaba el trofeo femenino individual del Abierto de Australia en Sdney. Al cabo de un ao se cas con Henry Bannock, el director de Bannock Oil, un extravagante magnate multimillonario que era aos mayor que ella. Despus se sucedan las imgenes de ella y su marido charlando y riendo en compaa de jefes de Estado o de estrellas de cine y otras personalidades del mundo del espectculo, cazando faisanes en Sandringham como invitados de su majestad y el prncipe Felipe de Inglaterra o pasando las vacaciones en el Caribe a bordo de su yate Amorous Dolphin. Luego tambin estaban las fotografas de peridico en las que ella aparece sentada junto a su esposo en el podio de la junta general anual de la compaa; otras fotos desenvolvindose con acierto en una entrevista con Larry King. Al cabo de un tiempo, los recortes de prensa mostraron a una mujer vestida de luto sosteniendo la mano de su encantadora y joven hija mientras contemplaban la instalacin del sarcfago de Henry Bannock en el mausoleo de su rancho de las montaas de Colorado. Despus, su batalla con los accionistas, los bancos y su perverso hijastro empezaron a llenar alegremente los espacios de los medios de comunicacin de todo el mundo dedicados a los negocios. Cuando al final sali vencedora de la pugna por los derechos que haba heredado de Henry despus de recuperarlos de las garras de su hijastro, y ocup el lugar de su marido como presidenta de la junta directiva de Bannock Oil, el precio de las acciones de Bannock se desplomaron. Los inversores desaparecieron y las lneas de crdito se agotaron. Nadie quera apostar por una exjugadora de tenis y chica de la alta sociedad reconvertida a baronesa del petrleo. Pero no haban tenido en cuenta su perspicacia innata con los negocios o los aos de aprendizaje con Henry Bannock, que bien valdran un centenar de ttulos de mba. Al igual que la muchedumbre de un circo romano, sus detractores y crticos es9

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peraban con siniestra ilusin a que acabara siendo devorada por los leones. Luego, para disgusto de todos, adquiri el Zara nmero ocho. La revista Forbes public una vistosa imagen de portada de Hazel vestida con su atuendo blanco de tenis y sosteniendo una raqueta en la mano derecha. El ttulo rezaba: Hazel Bannock se anota un tanto decisivo con el yacimiento de petrleo ms abundante de los ltimos sesenta aos y asume el liderazgo de su marido, Enrique el Grande. El artculo de portada deca as:En las desoladoras regiones del interior de un pequeo emirato empobrecido y dejado de la mano de Dios llamado Abu Zara, se encuentra un terreno petrolfero que en su da perteneci a Shell. El yacimiento ya se haba explotado hasta agotarse, y fue abandonado poco despus de la segunda guerra mundial. Durante casi sesenta aos permaneci olvidado. Pero entonces Hazel Bannock sali a la palestra. Compr los derechos de explotacin del terreno por un puado de millones de dlares y los expertos se intercambiaron codazos y risas de satisfaccin. Tras hacer caso omiso de las quejas de sus asesores, Bannock se gast varios millones en hundir una perforadora rotante hasta alcanzar una pequea anomala subterrnea situada en el extremo norte del yacimiento; una anomala que, debido a las tcnicas de exploracin poco sofisticadas del pasado, se tena por una bolsa subsidiaria de la reserva principal. Los gelogos de esa poca coincidieron en que el petrleo de la zona se haba mezclado con la reserva principal haca mucho tiempo, y que se haba agotado como resultado de las operaciones de extraccin. Sin embargo, cuando la perforadora de la seora Bannock rompi la cpula impermeable de sal del diapiro una enorme cmara subterrnea en la que los depsitos de petrleo haban quedado atrapados, el exceso de presin de los gases ascendi por el agujero de la perforadora con tanta fuerza que arroj casi ocho kilmetros de broca de acero como si fuera el contenido de un tubo de pasta de dientes. El agujero revent y escupi casi cien metros de crudo de alta calidad. Por fin salt a la vista de todos que los siete antiguos yacimientos de Zara abandonados por Shell10

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En peligro constituan slo una parte de toda la reserva. La nueva estaba situada a una profundidad de seis kilmetros y medio y albergaba una cantidad aproximada de cinco mil millones de barriles de crudo dulce y ligero.

Cuando el helicptero toc tierra, el ingeniero de vuelo dej caer la escalerilla de aterrizaje y se ape, luego retrocedi para ir a buscar a su ilustre pasajera. Ella ignor la mano que le tendi y salt la distancia de ms de un metro que la separaba del suelo con la ligereza del leopardo al que tanto se pareca. Luca un impecable traje de safari de color caqui hecho a medida, unas botas de ante y un pauelo Herms de tonos claros que le tapaba el cuello. Su gruesa cabellera dorada, que era su marca personal, estaba suelta y ondeaba por efecto del viento khamsin. Cuntos aos tendra? Se pregunt Hctor. Nadie lo saba con certeza. Pareca tener treinta y pico, pero tenan que ser cuarenta, como poco. Acept brevemente la mano que Hctor le tenda; la asi con una fuerza perfeccionada por los cientos de horas que haba pasado en las pistas de tenis. Bienvenida a su Zara nmero ocho, seora anunci l. Ella le devolvi el gesto con una mirada escueta. Sus ojos eran de un tono azulado que le hizo recordar la luz del sol cuando atravesaba las paredes de una cueva de hielo en una grieta de las altas montaas. Era mucho ms acogedora de lo que sus fotgrafos lo haban inducido a creer. Mayor Cross lo salud framente. Una vez ms, lo sorprendi el hecho de que conociera su nombre. Entonces record que esa mujer tena fama de no dejar nada a su suerte. Debi de haber investigado a todos y a cada uno de los empleados de alto rango que conocera en su primera visita a su nuevo yacimiento petrolfero. Si esto es as, entonces debera haber sabido que ya no utilizo mi rango militar, pens. Se le ocurri que probablemente lo saba, y que lo haba echo a propsito para ponerlo nervioso. Contuvo la sonrisa forzada que brot de sus labios.11

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Por alguna razn, no le gusto y no hace ningn esfuerzo por ocultarlo, pens. Esta dama est hecha del mismo material que sus brocas petrolferas, todo acero y diamantes. Pero ella ya se haba dado media vuelta para saludar a los tres hombres que salieron del enorme vehculo humvee de color arena que fren en seco junto a la dama y form un solcito comit de bienvenida que sonrea y se mova nerviosamente como un cachorrillo. La mujer estrech la mano con Bert Simpson, su director general. Lamento haber demorado tanto tiempo esta visita, seor Simpson, he estado muy ocupada con asuntos de la oficina. La mujer esboz una sonrisa fugaz y brillante, pero no esper la respuesta del director. Pas a otro asunto y salud rpida y sucesivamente al ingeniero jefe y al gelogo responsable del yacimiento. Gracias, caballeros. Ahora tratemos de resguardarnos de este viento tan desagradable. Despus ya tendremos tiempo de conocernos mejor. Su voz era suave, casi se dira que alegre, pero su inflexin era aguda y con un marcado acento sudafricano. Hctor saba que esa mujer haba nacido en Ciudad del Cabo y que se haba convertido en ciudadana estadounidense tras su matrimonio con Henry Bannock. Bert Simpson abri la puerta del asiento del acompaante del humvee y se acomod en el vehculo. Cuando Bert hubo ocupado su lugar ante el volante, Hctor se situ en posicin de escolta en el segundo humvee que estaba a poca distancia detrs de l. Un tercer humvee diriga la comitiva. Todos los vehculos lucan el logotipo de una ballesta medieval pintado en las puertas. Uthmann iba primero, y diriga el pequeo convoy por un carril de servicio que discurra junto a la enorme pitn plateada del oleoducto que transportaba el valioso elemento cientos de kilmetros hasta los tanques de almacenaje. A medida que avanzaban, las torres de perforacin iban apareciendo por ambos costados entre la neblina amarilla; formaban varias hileras como si fueran los esqueletos de una legin perdida de guerreros. Antes de llegar al cauce seco del ro, Uthmann se desvi del camino y subi por12

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una cresta rocosa y negra de holln que pareca consumida por el fuego. El complejo del edificio principal estaba encaramado en la cima de la colina. Dos guardias de Cross Bow vestidos con monos militares abrieron las puertas de par en par y los tres humvees entraron sin dilacin en el recinto. El vehculo que transportaba a Hazel Bannock se separ inmediatamente de la formacin y cruz el interior del complejo hasta detenerse delante de las pesadas puertas que daban acceso al lujo climatizado de las suites ejecutivas. Hazel cruz rpidamente el umbral acompaada de Bert Simpson y media docena de criados uniformados. Las puertas se cerraron con pesada lentitud. Hctor tuvo la sensacin de que faltaba algo cuando ella desapareci, ni siquiera el khamsin soplaba con la misma violencia. Cuando se detuvo ante la puerta que daba a la sede de Cross Bow y levant la vista hacia el cielo, se dio cuenta de que las nubes de polvo se estaban dispersando y diluyendo. Una vez instalado en su habitacin, se sac las gafas y la ku fiya del cuello. Luego se lav la suciedad del rostro y las manos, se aplic unas gotas de colirio en sus ojos irritados y observ detenidamente su rostro en el espejo de pared. Su incipiente barba negra le daba cierto aire de pirata. La piel del resto de la cara estaba intensamente bronceada por el sol del desierto, salvo por una cicatriz blanquecina que sala de su ojo derecho, causada cuando, aos atrs, una estocada de bayoneta haba dejado al descubierto el hueso de su crneo. Tena una nariz grande e imperial. Sus ojos eran de un verde fro y uniforme. Y el blanco de sus dientes era intenso, como el de un depredador. Es la nica cara que vas a tener, Hctor, cario. Pero eso no significa que te tenga que gustar murmur; y entonces se contest a s mismo: Pero debo dar las gracias al Seor por todas esas damas de gustos poco refinados que rondan por aqu. Se rio con discrecin y se encamin hacia la sala de situacin. El murmullo de los hombres que conversaban en ella se fue apagando cuando l entr. Hctor subi al estrado y los mir. Eran sus diez jefes de13

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equipo. Cada uno de ellos diriga a un grupo de diez hombres, y no pudo evitar sentir una pizca de orgullo. Eran autnticos guerreros curtidos de pura cepa que haban aprendido su oficio en el Congo y en Afganistn, en Paquistn y en Irak, y en otras zonas sangrientas del malvado Viejo Mundo. Haba tardado mucho tiempo en reunirlos, eran una panda totalmente censurable de rprobos y asesinos empedernidos, y los quera como si fueran sus hermanos. Dnde estn los araazos y las mordeduras, jefe? No nos diga que ha salido ileso de ella se interes uno de los hombres. Hctor esboz una sonrisa tolerante y les concedi un minuto para que hicieran gala de su extrao sentido del humor y se calmaran. Entonces levant la mano. Caballeros, y empleo este trmino con correccin, caballeros, tenemos a nuestro cuidado a una seora que atraer la ardiente atencin de cualquier matn desde Kinsasa hasta Bagdad, desde Kabul hasta Mogadiscio. Si es objeto de un episodio desagradable me encargar personalmente de arrancar las pelotas del hombre que lo haya permitido. Os doy mi solemne palabra de que lo har. Saban que Hctor no amenazaba en vano. Cesaron las risas y agacharon la mirada mientras l los miraba fija e inexpresivamente durante unos segundos antes de que se cerniera el silencio. Al final cogi el puntero del escritorio situado delante de l, se centr en la fotografa ampliada del yacimiento que estaba colgada a sus espaldas y empez su ltima sesin informativa. Asign una tarea a cada uno de sus hombres e insisti en sus rdenes anteriores. No quera descuidos en su trabajo. Al cabo de media hora se dio media vuelta para hablarles cara a cara. Alguna pregunta? Como no hubo ninguna, levant la sesin con una orden escueta: Cuando tengis dudas, disparad primero, y aseguraos por todos los medios de no fallar. Se dirigi hacia el helicptero y dispuso que Hans Lategan, el piloto, sobrevolara toda la extensin del oleoducto hasta la terminal situada en la costa del Golfo. Volaron muy bajo. Hctor14

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viajaba en el asiento delantero junto a Hans, e iba en busca de cualquier seal de actividad imprevista; huellas humanas desconocidas, o marcas de neumtico de cualquier vehculo que no perteneciera a la patrulla de la directiva o de los equipos de ingenieros que trabajaban en el oleoducto. Todos los empleados de Cross Bow llevaban unas botas con el distintivo de una punta de flecha en la suela, e incluso desde esa altura Hctor poda distinguir las huellas amistosas de las de un posible intruso. Durante el mandato de Hctor como responsable de seguridad, se haban producido tres perversos intentos de sabotaje en las instalaciones de Bannock Oil en Abu Zara. Por ahora ningn grupo terrorista haba reclamado la autora de esos hechos, probablemente porque ninguno de esos ataques haba fructificado. El emir de Abu Zara, el prncipe Farid al Mazra, era un aliado incondicional de Bannock Oil. Los dividendos por el petrleo que ganaba de la compaa ascendan a cientos de millones de dlares al ao. Hctor haba forjado una slida alianza con el responsable de las fuerzas policiales de Abu Zara, el prncipe Mohammed, quien a su vez era cuado del emir. Los servicios de inteligencia del prncipe Mohammed eran efectivos. Tres aos atrs haba alertado a Hctor de un inminente ataque por mar. Hctor y Ronnie Wells, su comandante de rea en la terminal, haban podido interceptar a los intrusos en el mar con el bote patrulla de Bannock, que era una excelente lancha torpedo a motor exisrael, con un buen cambio de marchas y un par de metralletas browning de calibre cincuenta montadas sobre la proa. Haba ocho terroristas a bordo del dhow de ataque, equipados con ms de cien kilos de explosivo de plstico semtex. Ronnie Wells era un exsargento mayor del cuerpo britnico de los marines, un marino con amplia experiencia y especialista en manejar pequeas embarcaciones de ataque. Emergi de la oscuridad por la popa del dhow y lo asalt por sorpresa. Cuando Hctor los conmin por megfono a que se rindieran, ellos respondieron con una descarga de fuego automtico. La primera racha de las brownings hizo estallar el semtex de15

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la parte delantera de la dhow. Los ocho terroristas que estaban a bordo partieron al mismo tiempo hacia los Jardines del Paraso, dejando atrs un rastro apenas perceptible de su existencia anterior en esta Tierra. El emir y el prncipe Mohammed estuvieron encantados con el desenlace de la operacin. Se aseguraron de que los medios de comunicacin internacionales no husmearan en ese asunto. Abu Zara se enorgulleca de su reputacin como un pas estable y progresista amante de la paz. Hctor aterriz en la terminal de Sidi el Razig y pas unas cuantas horas con Ronnie Wells. Como siempre, Ronnie lo tena todo en orden, y ese detalle sirvi para renovar la confianza de Hctor en l. Despus de la reunin salieron juntos hasta el lugar en el que Hans esperaba con el helicptero. Ronnie lo mir de reojo. Hctor saba exactamente lo que lo preocupaba. Faltaban tres meses para que Ronnie cumpliera sesenta y cinco aos. Haca mucho tiempo que sus hijos haban perdido el inters en l y no tena un hogar fuera de Cross Bow, a excepcin quiz del Hospital Real de Chelsea, si es que lo aceptaban como pensionista. Su contrato con Cross Bow deba renovarse pocas semanas antes de su cumpleaos. Por cierto, Ronnie empez Hctor, tengo tu nuevo contrato en mi escritorio. Deb de haberlo trado para que lo firmaras. Gracias, Hctor sonri Ronnie entre dientes; su cabeza calva estaba reluciente, pero ya sabes que cumplir sesenta y cinco aos en octubre. Sers cabrn! Hctor le devolvi la sonrisa burlona. Llevo diez aos pensando que eras un chaval de veinticinco. Hctor se subi al helicptero y se alzaron por encima de la superficie arenosa del carril que discurra a lo largo del oleoducto. El viento khamsin haba barrido la superficie como una eficiente ama de casa, de modo que incluso podan apreciarse con claridad las huellas de las avutardas y los rix. Aterrizaron un par de veces para que Hctor examinara cualquier rastro menos evidente de visitas no deseadas. Pero resultaron ser huellas sin importancia.16

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Pertenecan a beduinos errantes que seguramente iran en busca de unos camellos perdidos. Se detuvieron una ltima vez en el lugar en el que tres aos atrs seis personas de origen desconocido haban penetrado por la entrada sur para tender una emboscada. Haban recorrido casi noventa kilmetros a pie por el desierto hasta alcanzar el oleoducto. Cuando llegaron a las instalaciones, los intrusos tomaron la errnea decisin de atacar el coche patrulla en cuyo asiento delantero viajaba Hctor. Detect una actividad sospechosa a medio camino de la duna que discurra junto al carril mientras conducan. Detente! grit al conductor mientras suba gateando hasta el techo del vehculo. Se qued mirando fijamente el objeto que haba captado su atencin. Este realiz un sutil movimiento deslizante, como el zigzag de una serpiente roja. Pero no haba culebras rojas en ese desierto. Un extremo de la serpiente sobresala de la arena y la otra punta desapareci por debajo de las esculidas ramas que colgaban de un rbol espino. Lo mir con detenimiento. El arbusto era lo suficientemente denso como para resguardar a un hombre que estuviera al acecho. Por lo que l saba, ese objeto rojo no se corresponda con el paisaje natural. El objeto volvi a moverse y Hctor tom una decisin. Apoy su rifle de asalto sobre su hombro y dispar tres veces hacia el arbusto. El hombre que se haba escondido tras l dio un salto. Llevaba un turbante y una tnica, as como un rifle ak-47 colgado de un hombro. Sostena una pequea caja negra en sus manos, desde la que colgaba el delgado cable rojo de aislamiento. Bomba! grit Hctor. Al suelo! el hombre agazapado en la duna deton la bomba, y la atronadora explosin hizo saltar por los aires ciento cincuenta metros del camino formando una imponente columna de polvo y fuego. El impacto hizo tambalear a Hctor en el techo del vehculo, pero pudo sujetarse a unas abrazaderas y mantuvo el equilibrio. El agresor se haba situado casi en la cima de la duna, y corra como una gacela del desierto. Hctor segua sin poder ver debido17

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a la explosin, y su primer disparo agit la arena que rodeaba los pies del rabe, aunque eso no le impidi seguir corriendo. Hctor contuvo la respiracin y se prepar. Vio cmo su segundo disparo alcanzaba al rabe por la espalda, puesto que las balas levantaron una nube de polvo por la parte trasera de su tnica. El hombre hizo una pirueta como si fuera un bailarn de ballet y descendi por una pendiente. Entonces Hctor se percat de que sus cinco compaeros salan de su escondite entre la maleza. Cruzaron la lnea del horizonte y desaparecieron antes de que l los alcanzara a balazos. Hctor ech un vistazo a la duna. Se extenda unos cinco kilmetros hacia delante en su misma direccin. Pero toda esa distancia era demasiado abrupta y blanda para un todoterreno. Decidi que la mejor opcin era una persecucin a pie. Fase dos! grit Hctor a sus hombres. Persecucin! Salid, salid, salid! Hctor se separ del vehculo y encabez el ascenso de sus cuatro hombres por la cara de la duna corriendo a gran velocidad. Cuando llegaron a la cima, los cinco insurgentes seguan desperdigados y corran por la explanada salina situada aproximadamente a un kilmetro de distancia. Haban establecido ese itinerario mientras Hctor y su grupo se vieron obligados a subir con cierta dificultad por el frontal de la duna. Hctor no dej de sonrer burlonamente durante toda la persecucin. Craso error, queridos! Debisteis tirar la bomba y dispersaros en mltiples direcciones! Ahora os tenemos reunidos en un hermoso grupo. Hctor saba con absoluta certeza que ningn rabe poda escapar de sus hombres en una persecucin en lnea recta. Vamos, chicos. No desfallezcis. Tenemos que atrapar a esos cabrones antes del atardecer. Tardaron cuatro horas en dar con ellos. Esos cabrones fueron un poco ms difciles de atrapar de lo que Hctor haba previsto. Pero cometieron un ltimo error. Opusieron resistencia. Eli18

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gieron un desnivel, un punto fuerte natural con un claro ardiendo en todas direcciones, y luego se escondieron en tierra. Hctor alz la vista al sol. Estaba a veinte grados por encima de la lnea del horizonte. Tenan que acabar pronto con esa operacin. Mientras sus hombres mantenan a raya las cabezas de los terroristas, Hctor avanzaba con dificultad para obtener una mejor vista del campo de juego. Se dio cuenta de inmediato de que no podran tomar la posicin rabe desde el frontal. Acabara perdiendo a la mayora de sus hombres o a todos ellos. Estudi el terreno unos diez minutos ms, y luego, con su ojo de soldado, detect el espacio ms vulnerable. En la retaguardia de la posicin rabe haba un pliegue hueco de tierra; era poco profundo y no mereca el nombre de wadi o donga, pero poda esconder a un hombre que avanzara arrastrndose por el suelo. Entorn los ojos hacia el sol del atardecer y determin que ese pliegue abarcaba unos cuarenta pasos por detrs del reducto del enemigo. Asinti con satisfaccin y volvi sigilosamente para reunirse con sus hombres. Voy a acercarme por la retaguardia y tirar una granada. Lanzad una descarga tan pronto como explote. Hctor tuvo que dar un rodeo para alcanzar al enemigo sin ser visto, y cuando lleg al donga solo le dio tiempo a avanzar muy lentamente para no levantar polvo y delatar su posicin. Sus hombres se aseguraron de que los rabes mantuvieran la cabeza agachada todo el tiempo, y disparaban a cualquier cosa que se moviera por encima del borde de la hondonada. Sin embargo, cuando Hctor alcanz el punto de mayor acercamiento, solo le quedaban diez minutos de luz antes de que el sol se pusiera en el horizonte. Se arrodill y arranc con los dientes la argolla de la granada que sostena en la mano derecha. Luego se levant y midi distancias. Era un alcance muy largo. Cuarenta o quiz cincuenta metros para lanzar la granada de fragmentacin pesada. Hizo acopio de todas sus fuerzas para preparar el tiro y lanz la granada formando una trayectoria curva elevada. Aunque era un buen lanzamiento, de hecho uno de sus mejores, fue a parar al borde del reducto y por19

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unos instantes dio la impresin de que se quedara all. Pero sigui rodando hasta detenerse en el lugar donde se agazapaban los rabes. Hctor oy los gritos cuando se dieron cuenta de lo que era. Se levant de un salto y sac su revlver mientras avanzaba hacia delante. La granada explot poco antes de que llegara al escondite. Se detuvo en el borde para observar la carnicera. Cuatro intrusos haban sido reducidos a sangrientos pedazos. El ltimo haba quedado parcialmente protegido por los cuerpos de sus compaeros. De todos modos, la metralla haba alcanzado su pecho hasta introducirse en los pulmones. En ese momento escupa sangre y luchaba por respirar su ltimo aliento, mientras Hctor observaba a su lado. Levant la mirada y se sorprendi al reconocer a Hctor. Apenas poda articular palabra mientras se ahogaba en su propia sangre y su voz era dbil y desencajada, pero Hctor pudo entender lo que deca: Me llamo Anwar. Recurdelo, Cross, hijo de la gran puta. An no se ha cobrado la deuda. La lucha sangrienta contina. Otros tomarn el relevo. Ahora, transcurridos tres aos desde el incidente, Hctor permaneca en el mismo lugar y rememor esas palabras. Segua sin entenderlas. Quin era ese hombre moribundo? Cmo haba conocido a Hctor? Se limit a negar con la cabeza, luego se dio media vuelta y regres hacia donde el helicptero esperaba con los rotores en marcha lenta. Subi a la nave y se alejaron. El da se agotaba rpidamente debido al calor del desierto, y cuando llegaron al complejo nmero ocho solo les quedaba una hora antes del atardecer. Hctor aprovech los ltimos haces de luz de la jornada para salir al campo de tiro y disparar un par de cartuchos de cien de su revlver beretta m9 de nueve milmetros y su rifle automtico de asalto Sc 70/90. Todos sus hombres deban descargar, como mnimo, unos quinientos cartuchos a la semana y enviar los resultados al armero. Hctor los comprobaba con regularidad. Sus hombres eran excelentes tiradores, pero no quera20

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que la complacencia o los descuidos hicieran mella en ellos. Eran buenos, pero tenan que conservar ese nivel. Cuando regres al complejo procedente del campo de tiro, el sol ya se haba puesto y el breve crepsculo del desierto dio paso a la noche. Se dirigi al gimnasio, excelentemente equipado, corri en la cinta durante una hora y puso fin a su entrenamiento con treinta minutos de levantamiento de pesas. Luego se duch con agua muy caliente en su cuarto y se cambi el polvoriento mono de camuflaje por un conjunto de camisa y pantaln limpios y recin planchados. Se dirigi a la zona comunitaria. Bert Simpson y los dems altos ejecutivos tomaban unas copas en su bar privado. Parecan cansados y algo demacrados. Te apuntas a una copa? propuso Bert. Muy amable por tu parte respondi Hctor al tiempo que haca un gesto de asentimiento al camarero para que le sirviera un whisky doble escocs Oban de dieciocho aos. Hctor salud a Bert con el vaso y los dos hombres bebieron. Y bien, cmo est nuestra jefa? pregunt Hctor. Bert respondi con un gesto expresivo de sus ojos. No quieras saberlo. Dmelo. No es humana. A m me pareci que era algo ms que humana replic Hctor. Es una ilusin, to. Se consigue con unos espejos o algo as. No voy a decir ms. Ya lo descubrirs por ti mismo. A qu te refieres? se interes Hctor. Pues que tendrs que acompaarla a correr, colega. Cundo? Pasado maana a primera hora. La cita es a las cinco y media en punto en la puerta principal. Dej dicho que sera una distancia de quince kilmetros. Me atrevo a suponer que camina a paso rpido. No permitas que te deje atrs.

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