viviendo adamari lopez

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Adamari López, la actriz reconocidainternacionalmente, lo tenía todo —una familia querida, un novioperfecto y un papel protagónico enuna telenovela exitosa en México—cuando dos palabras le alteraron lavida para siempre: tienes cáncer.De pronto, en solo unos pocosmeses, el mundo tal qual lo conocíase le derrumbó y toda su vida dioun vuelco súbito.

Adamari López

ViviendoePUB v1.0

Chris07dx 26.01.13

Título original: ViviendoAdamari López, 2012.

ePub base v2.1

A mis padres por su amor, apoyo ydedicación.

Gracias por hacerme la mujer quesoy.

¡Los amo!

N

Introducción

o temo contar mi historia. Muchagente piensa que del cáncer no se

debe hablar, como si fuera un tabú, peroyo no busqué tener cáncer. ¿Por quédebo callar algo que me tocó vivir yque, cada año, más de un millón demujeres en todo el mundo debeenfrentar? No es algo de lo que debasentirme avergonzada, es una realidadque no elegí. Es una enfermedad que medio y que, así mismo, tuve que enfrentar.Algunas mujeres no se animan a decirque tienen o tuvieron esta enfermedad, y

yo quisiera que eso cambie. Cuanto másnos informemos y nos comuniquemos,más nos ayudaremos a combatir elcáncer de seno. Es bueno saber que deesto se puede hablar y que se puede saliradelante. Hay personas que, al serinformadas de que tienen cáncer deseno, toman de inmediato el diagnósticocomo una pena de muerte, una catástrofe.Claro está que muchas mujeres no logranganar esta batalla, desafortunadamente,ya que de verdad es una enfermedadterrible. Pero hay que recordar quemuchas sí logran sobrevivir. Por lotanto, al recibir esta noticia, uno nopuede asumir que es una sentencia de

muerte definitiva. Debemos luchar yenfrentar esta enfermedad con la mejoractitud posible. Así fue como lo hice yo,y aquí estoy, gracias a Dios, cumpliendosueños y disfrutando de la vida. Esperoque mi historia sirva como uno de losmiles de ejemplos de cómo se puedeenfrentar este diagnóstico, superarlo ysalir aun mejor de lo imaginado.

No obstante, quiero que quedeclarísimo que lo que yo diga o expreseen este libro sobre mi experienciadefinitivamente no es la única realidaden cuanto a esta enfermedad. Cada mujerpasa por un proceso emocional diferentey lo vive a su manera, con sus tiempos, y

eso está bien, es normal. Cada quien sepercata de lo que se tiene que percatarcuando le toca, ni antes ni después.Algunas se aferran a Dios, otras locuestionan, y ambas reacciones sonválidas. No hay que sentirse mal por novivir esta enfermedad como todas lasdemás. Cada paciente con cáncer deseno es un caso individual y único, ycada cuerpo lo recibe de maneradiferente a nivel físico y psicológico.

Si algo he aprendido a lo largo deeste viaje es que lo que nos toque vivir,lo viviremos cada una a nuestra manera.Hay quienes no quieren hablar del tema,otras que no pueden parar de hablar,

unas que no les importa mostrar su senooperado, otras que no se atreven. Larealidad es que todas pasamos por laenfermedad que lleva el mismo nombre,cáncer de seno, pero a todas nos afectade una manera diferente. Todas lavivimos desde distintos puntos de vista.Algunas tardan más tiempo encomprender lo que les está pasando y enaceptarlo, otras tardan menos, haypersonas que nunca lo podrán entender yhay otras que lamentablemente no logransobrevivir.

La verdad es que es como unamontaña rusa de emociones donde unosdías estás bien y otros no. Lo esencial es

darse la importancia necesaria a unomismo en ese momento. Si no quiereshablar, no hables. Si quieres gritar,grita. Si no quieres hacer el amor con tupareja, no lo hagas. Si no quierescocinarle a la familia, no cocines. Si noquieres hablar con tu suegra, no hables.Una enfermedad como esta no se trata nide tu marido o esposa, ni de tus hijos nide tu suegra, ni de tu propia madre: setrata solo de ti. No hay nadie másimportante. Este es tu tiempo. Al fin y alcabo, a las mujeres nos encantadedicarnos a todos los demás y a vecesnos olvidamos de nosotras mismas.Momentos como los que conllevan esta

enfermedad sirven como un jamaqueopara abrirnos los ojos y volver a darnosla prioridad que merecemos.

La idea no es dejar todo lo demás aun lado sino más bien reevaluar nuestravida y ponerlo todo en una balanza.Toma los minutitos del día que necesitespara ti misma, es esencial. Después tepuedes dedicar al resto de la familia y alos amigos, pero siempre debes guardarun ratito para estar a solas. Ese balancees necesario ya que el apoyo de losseres queridos es importantísimo perotambién lo es conectarse con uno mismoe intentar escucharse y respetar lo que tumente y cuerpo te piden. En realidad,

este aprendizaje se puede aplicar acualquier persona y a cualquierenfermedad. Seas hombre o mujer,recuerda que si no te cuidas tú, no tecuida nadie.

Antes de recibir mi diagnóstico,andaba por la vida sin propósito, sin unarazón de ser. Lo que me ha tocado vivirme hacía falta, necesitaba vivirlo. Teníaque pasar por esas experienciasdolorosas para poder ser la mujer quesoy hoy día, una versión mejorada de mímisma. Tengo la misma esencia perocomprendo cosas que antes no entendía.Muchos andamos por la vida sinentendernos, sin conocernos, dejándonos

llevar por lo que nos toca vivir en elpresente, sin aprender del pasado ymirar con esperanza hacia el futuro.Debemos crear conciencia para que, envez de victimizarnos, aprendamos de lascosas que nos pasan; así nos llenaremosde la fortaleza necesaria para enfrentarel próximo obstáculo en el camino.

A mí lo que más me ha servido estratar de tomar todo lo que me pasa, seaun tropezón o una caída libre, con unaactitud positiva. Si me tumban, mevuelvo a levantar y sigo caminando. Sila vida me lanza al mar, salgo a flote ysigo nadando. Le busco el propósito, larazón y el aprendizaje a la experiencia.

Lo último que quiero es victimizarme.Lo último que quiero es que me tenganlástima. La vida es demasiado corta.Hay que poner la mejor cara, sonreír yseguir adelante. Quizás me equivoquepero muchas veces algo nos falta y nonos damos cuenta. Entonces nos pasancosas duras: es una manera que tiene lavida de darnos un jamaqueo paraobligarnos a entender lo que quizásantes no podíamos.

Escribir este libro me ha servidopara conocerme mejor y me ha ayudadoa procesar momentos difíciles que quizáenterré durante un tiempo parafortalecerme. Estas son mis vivencias,

mis experiencias, mis logros y misequivocaciones. La intención escompartir mi vida contigo pero si en elproceso te inspiro o te brindo algunaesperanza, mejor aún. Sea que te sientasidentificado o simplemente te resulte unahistoria entretenida, hay un hilo que nosune: todos pasamos por momentosbuenos y momentos malos, la preguntaes cómo hacemos para sobrellevar losmalos y así poder disfrutar a pleno losbuenos. A mí me tocó una seguidilla degolpes para los que no estaba preparadapero, si no los hubiese vivido, no estaríadonde estoy hoy. Aquí te dejo mihistoria. Espero que la disfrutes.

Gracias por leerme.

L

1Un antes y un después

a mañana del 7 de marzo de 2005comenzó como cualquier otra. Me

levanté, desayuné, terminé de hacermaletas y me preparé para ir a unaentrevista y sesión de fotos para larevista Nueva. Mi hermana Adilsa y yoteníamos planeado partir directo de laentrevista al aeropuerto internacional deMiami en donde tomaríamos un aviónpara viajar a Argentina. Me habíaninvitado a participar en un programal lamado Fear Factor VIP, que se

grababa en Argentina y consistía enreunir a un grupo de artistas o personasreconocidas para que enfrentaran unaserie de retos físicos y psicológicos quenormalmente producen mucho miedo;por ejemplo, saltar un aro de fuego ocomer gusanos. Este proyecto me teníamuy ilusionada ya que no solo constituíaun reto personal (por ser un programadiferente al que había hechoanteriormente) sino que tambiénparticiparían en él algunos de misqueridos compañeros de trabajo —comoLudwika Paleta y Johnny Lozada— y mebrindaría la oportunidad de conocerArgentina, lugar al que siempre había

querido ir.La vida me sonreía. Acababa de

terminar de grabar mi última novelaMujer de madera; vivía con mi novio,Luis Fonsi, con quien recientemente mehabía comprometido; y estaba porembarcarme en esta nueva aventura conFear Factor VIP. Pero una sentenciaalojada en mi seno derecho estaba porcambiar mi destino para siempre.

Antes de partir a la entrevista, Fonsiy yo discutimos sobre alguna bobería ynos despedimos un poco enojados. Éliba rumbo al estudio. Era el primer díade grabación de su próximo disco y,para peor de colmos, en el camino se le

pinchó una llanta del carro. Cuando mellamó para contarme, yo le respondí enbroma que eso le pasaba por irse de lacasa enojado. Como yo estaba yendohacia mi entrevista, no había nada quepudiera hacer para ayudarlo. No lequedó más que llamar a una grúa ytomarse un taxi al estudio. Sí, fue unamañana algo agitada, tal vez por elestrés que puede causar el comienzo deproyectos nuevos, pero nada fuera de locomún para nosotros.

Llegué a la oficina de la revistaNueva, lista para trabajar y charlar yposar para las cámaras. Mi hermanaestaba ilusionada con el día ya que le

divertía verme en acción y encima esanoche partíamos a nuestra aventura enArgentina. Fuimos recibidascálidamente, charlamos un poquito conel equipo de la revista y enseguida mesentaron en una silla para comenzar laentrevista. Las preguntas y respuestasfluyeron fácilmente, con risas y buenaenergía mientras iba revelando, hastadonde deseaba, detalles de mi vida.Entretanto me comenzaron a maquillar yla conversación dio un giro inesperado.

—¿Alguna vez te has preguntadocuál es tu misión en la vida? —mepreguntó la periodista.

Ay, era como si hubiesen sabido lo

que estaba viviendo. Me emocioné, seme quebró la voz y al comenzar a hablarno pude contener las lágrimas.

Hacía poco había descubierto unamasita en mi seno que nunca antes habíasentido. Por precaución me mandaron ahacer una biopsia y estaba esperandoque me llegaran los resultados en esosdías. Me abrí y les conté esta intimidadporque la experiencia me había hechover la vida desde otra perspectiva, peroen ningún momento me imaginé que esabiopsia sería positiva. Simplementedieron en la tecla con la pregunta porquelo que yo creía que solo sería un sustome había hecho recapacitar y pensar en

las demás mujeres que pasan por lomismo o más. Fue un momento que mehizo reflexionar y agradecer todo lobueno en mi vida. Mis pensamientosinternos —al igual que los que expreséen esa entrevista— eran altamentepositivos. Me sentía bien y simplementeme tomé todo ese proceso como un gransusto que me abrió los ojos a lafragilidad de la vida, notando que en uninstante todo puede cambiar, pero penséque mi susto ya había terminado.

Concluí la entrevista diciendo quequizá mi misión era ayudar a otraspersonas que tuvieran que pasar por lomismo. Jamás pensé que primero me

tocaría hundirme en la profundidad deesta enfermedad y descubrir la manerade navegar lo que vendría para lograrsobrevivir.

Al finalizar la entrevista me sequélas lágrimas, me reincorporé y, comobien dijeron en ese artículo, me puse mitraje de guerrera para dejar de lado misproblemas personales y darles lo mejorde mí en la sesión de fotos.

Luego nos tomamos un descansopara recargar energía y disfrutar de lasdelicias que nos habían traído paracomer. Adilsa, mi hermana, se sirvió unpanini de salmón y se sentó, lista paraecharle el diente a ese sándwich al que

tantas ganas le tenía, pero la interrumpióel sonido de mi celular. Mientras estoyen una entrevista o una sesión de fotos,suelo darle mi celular a mi mánager paraque atienda mientras yo no estédisponible; me gusta dedicar atenciónexclusiva a mi trabajo en ese momento.En esta ocasión le di mi celular aAdilsa, no solo por ser mi hermana, sinoporque estábamos esperando elresultado de mi biopsia.

Me serví un plato de comida y mesenté justo en frente de ella, dándole laespalda. Al escucharla atender elteléfono le pregunté enseguida quién eray ella muy entusiasmada me contestó:

“¡Ay, es Adaline!”. Adaline es mi otrahermana y Adilsa asumió que estaballamando para pedirnos que letrajéramos algún regalito de Argentina.Estaba distraída y no se le había cruzadopor la mente que la llamada podría serpor otra razón.

Yo seguí comiendo, esperandoescuchar más detalles de laconversación, pero de pronto noté unsilencio sepulcral, nada característicode Adilsa. Cuando me di la vuelta, sobresu silla solo quedaba el panini desalmón intacto. Adilsa habíadesaparecido. Me entraron unos nerviosque me nublaron la mente. No sabía si

debía seguir comiendo o debía pararmey salir a buscarla. Era raro que mihermana se hubiese ido sin avisarme.Algo me decía que la noticia no erabuena pero, en el fondo, me daba aunmás pánico enterarme que lidiar con losnervios de la incertidumbre.

Terminé de comer como pude, mecambié de ropa y me alisté para lasesión de fotos, siempre mirando dereojo a ver si aparecía mi hermana. Dilo mejor de mí, sonriendo ycoqueteándole a la cámara, pero pordentro me carcomía la angustia. Algo noestaba bien, yo lo sabía. ¿Dónde sehabía metido mi hermana? Clic, pose,

clic, mirada seductora, y asísucesivamente… Pero la ausencia de mihermana, a quien seguía buscando con lamirada entre fotos, me tenía loca.

Al tercer cambio de ropa, ya nopodía con los nervios. Necesitabadesahogarme, hablar con alguien, peromi hermana se había llevado mi teléfonoy yo no podía hablar de algo tanpersonal con el equipo de la revista;debía mantener el profesionalismointacto. Finalmente me animé a pedirleprestado el celular a la muchacha quetan gentilmente me estaba ayudando conel vestuario. Buscaba hablar con alguiencercano, que me conociera, y sin

embargo no me animé a llamar a mihermana Adaline, quien probablementeme podría haber esclarecido el misterio.Adaline no solo había hechodesaparecer a Adilsa sino que era ellaquien tenía permiso para recibir elresultado de mi biopsia. Sabía que lanoticia muy posiblemente tenía que vercon ese resultado pero no, no estabapreparada para enfrentar la verdad,fuera cual fuese.

Me hice a un lado —como parahacer la llamada en privado— y marquéel teléfono de mi mejor amiga Elianne.Cuando me atendió le dije al instante:“Elianne, algo pasa y no sé lo que es.

No debe ser bueno porque Adilsa noaparece”. No recuerdo lo que merespondió porque los nervios metrastornaron los oídos. Tampoco sé biencómo terminamos la conversación.

Le devolví el celular a la muchachay me dirigí hacia el baño, en busca de unespacio a solas para reincorporarme yseguir adelante. En el camino vi aAdilsa finalmente, sentada en unescritorio al final del pasillo. Cruzamosmiradas y ella me miró con una gransonrisa, una sonrisa que escondía unanoticia que cambiaría todo.Rápidamente le pregunté algo que paramí era clave:

—¿Y Fonsi no me ha llamado?—Sí, que viene para acá —me

respondió.Ese “sí, que viene para acá” me

confirmó que algo realmente andabamal. Normalmente nosotros hacíamos loposible para no mezclar nuestrostrabajos. Ni él se metía en mis cosaslaborales ni yo en las de él. Ese era elprimer día de grabación de su disconuevo, se le había pinchado una llanta,no tenía carro, todos factores quesumados hacían que una visita de élfuese realmente improbable, a menos deque se tratara de algo serio.

Me di cuenta de todo pero seguí

adelante, quizá sintiendo que, si memantenía activa, la pesadilla que temíasería simplemente eso: una pesadilla yno una realidad. No le contesté nada ami hermana, simplemente me dirigíhacia el baño, mi destino inicial al saliral pasillo. Estaba temblando de losnervios pero respiré profundo, merepuse y salí a terminar la sesión defotos.

Acabábamos de finalizar la últimatoma y yo estaba por acercarme a vercómo había quedado todo cuando llegóFonsi. Tenía una mano en el bolsillo yuna expresión extraña. Algo no andababien. Le dije que se acercara para que

viera cómo habían quedado las fotospero de un tiro me dijo: “Vengo ahora”,y salió disparado de la oficina. Hice loposible para disimular la situación paraque el equipo de la revista no se dieracuenta de la tensión sospechosa quellevábamos todos encima. Por si fuerapoco, en el piso de abajo estaba laoficina de una importante revista dechismes, donde se alojaban los editores,periodistas, fotógrafos, todo. Lo últimoque necesitaba en ese instante era armarun escándalo público para que seenteraran todos de algo que ni yo sabíabien qué era.

Más tarde supe que Adilsa había

llamado a Fonsi para contarle lo queestaba sucediendo y él sintiódesesperación al no saber cómo hacerpara darme la noticia. Ese día cuandollegó al estudio no pudo contener susemociones y tuvo que salir al instantepara no delatarse en frente de todos. Alratito volvió y, con su mejor actitud, violas fotos conmigo y me esperó mientrasme cambiaba. Cuando salí del vestuariole pregunté qué era lo que estabapasando pero no me quiso contestar ahícon tanta gente presente. Simplementeme dijo que era mejor si íbamos al carroy hablábamos más tranquilos ahí.

Me despedí de todos, recogí mis

cosas y nos fuimos.Al bajar al estacionamiento del

estudio nos encontramos con mi sobrinaAdilmarie y su esposo Luis, quienesllegaban recién de su luna de miel.También estaba Adilsa: su caritadescompuesta reflejaba que lo que veníano era bueno. Nos montamos en mi carroy les dije:

—Bueno, díganme cuál es la noticiaporque algo bueno no puede ser.

Hubo una breve pausa y respondióFonsi. Habían llegado los resultados dela biopsia:

—Tienes un tumor cancerígeno.Lo que siguió fue una avalancha de

palabras, todos hablando y alentándomea la vez.

Yo sólo pensaba: “¿Cómo que tengocáncer? ¿Cáncer? ¿En serio?”.

Dentro de mi incredulidad ante lanoticia sentí una punzada de angustia quepor un breve instante paralizó mi vida.Rápidamente enterré ese miedorepentino que de golpe me invadió alver cómo la preocupación se apoderabade mis seres queridos. Comencé abromear. Quizá fue una reaccióndefensiva, no sé, pero fue lo único queme nació. De alguna manera tenía quecortar con la nube gris que nos estabaenvolviendo, buscaba una forma de no

sentir que esta noticia lo cambiaríatodo… No quería sentir.

De pronto me vino a la cabeza miviaje a Argentina. Decidí concentrarmeen eso. Vería a mis compañeros, aquienes quiero tanto; finalmenteconocería el país que tanto queríavisitar; y participaría en un programadiferente y divertido con retos nuevos.Yo no iba con el propósito de ganar; nome importaba perder, lo que meilusionaba era la experiencia. No caíaen cuenta de que estaba por enfrentaruno de los retos más grandes de mi vida,donde ganar era la única opción.

Seguimos hablando —o más bien,

siguieron hablando— y me explicaronque el viaje ya no iba. Mientras yoterminaba la sesión de fotos con Nueva,Adilsa había llamado al programa yhabía cancelado todo. No iríamos aArgentina. Me entró una desesperaciónal ver cómo ese plan se hacía añicos.Sentía que era lo único que me manteníaatada a mi realidad de siempre.

—¿Por qué me lo cancelaron? —lespregunté molesta—. Déjenme ir alprograma, conocer Argentina, pasarmeuna semanita allá y, al regresar, pues,bregamos con lo que haya que bregar.

Está claro que no terminaba deaceptar la gravedad de la noticia. Ni me

lo podía imaginar porque en realidad nosabía demasiado sobre el cáncer deseno, ni me sentía lista para averiguarlo.Pero la vida te obliga a tomar caminosnuevos cuando menos te lo esperas.

Esa misma noche, cuando ya noestaba enfrente de mi hermana ni de misobrina y su esposo, cuando ya no estabaen un lugar público, cuando ya nisiquiera estaba despierta… medesplomé. Me desperté con lágrimas enlos ojos. Estaba llorando. Fonsi seacercó y me abrazó. Las palabrassobraban en ese momento. No habíanada que él me pudiera decir que mecalmara. Él a su vez sabía que ya me

había aguantado lo suficiente ynecesitaba desahogarme. Ese abrazo metranquilizó; sentí todo su apoyo a travésde ese gesto. Supe que estaba conmigo,que de alguna manera comprendía lo queme estaba pasando, y eso era todo lo queme hacía falta en ese instante. Fue unode los pocos momentos a lo largo delsiguiente año en los que me permitiríasentir abiertamente lo que mortificabami corazón y alma.

¿Por qué no me permití llorar ydesahogarme más? Porque veía a todo elmundo sufrir, porque no quería pensarque nada malo me fuera a pasar. Soy unapersona positiva, siempre intento verle

el lado bueno a todo, y este caso no fuediferente. Quizá hoy día me permitollorar mucho más de lo que lloré enaquel momento porque ahora hecomprendido que, cuando ocurrió todo,no me permití reaccionar. Era miherramienta para seguir adelante. Sentíaque si me derrumbaba yo, sederrumbaba todo a mi alrededor; nopodía dejar que eso pasara. No queríapreocupar a mis papás, no queríapreocupar a mis hermanos, no queríadarle importancia a mi enfermedad. Lameta era salir de eso lo más rápidoposible y seguir adelante.

Durante esos primeros días, no

lograba caer en cuenta de que esto eraalgo que me estaba pasando a mí, encarne propia. Acepté los siguientespasos, las citas médicas, lasoperaciones, como si fueran algo detodos los días. Seguramente fue mimanera —la única que encontré— de nohundirme. Dentro de esa montaña rusade emociones tenía una cosa clara: mideber era seguir nadando sin importarcuán agitado estuviera el mar que merodeaba.

Con la palabra “cáncer” sentía quela palabra “control” se tornabainvisible. Ver cómo un solo instante tepuede quitar todo el control de tu vida

se puede volver desesperante. En unmomento tan frágil, lograr mantener algode ese control en mis manos eraesencial. No podía dejar que estaenfermedad me paralizara. Tenía queseguir adelante. Al día siguiente metranquilicé y decidí que lo mejor quepodía hacer era informarme. Lainformación de alguna manera medevolvería algo del control que sentíaestar perdiendo.

Hasta ese momento había oídohablar del cáncer de seno pero larealidad es que no sabía nada sobre estaenfermedad. Hasta ese momento nohabía un historial de ningún tipo de

cáncer en mi familia, había oído depersonas que pasaron por eso, peronunca me tocó de cerca. Ahora meestaba tocando en carne propia. Nosabía por dónde empezar. La falta deconocimiento sobre el tema meabrumaba. ¿Qué significaba tener cáncerde seno? ¿Perdería mi seno? ¿El otrotambién se vería afectado? ¿Tendría quehacerme quimioterapia y radiación?¿Qué era eso? ¿Me iba a quedar calva?¿Cómo hace uno para responder todasestas incógnitas? Lo único que sabía eraque lo que me tocaba enfrentar iba a serdifícil, muy difícil. Nunca había sufridoun golpe tan duro hasta ese momento.

Sin embargo, lo que menos imaginabaera que este solo sería el primero de unaseguidilla de golpes inesperados.

N

2Mi familia es mi todo

ací la mañana del martes 18 demayo de 1971 en un pequeño

pueblo de Puerto Rico llamadoHumacao, donde todo el mundo seconoce. Y te conocen más aún siendohija de Vidalina Torres de López y LuisLópez Rosario. Siete años después deque mis papás tuvieran su último hijo¡aparecí yo de sorpresa! Y llegué conbombos y platillos. Me cuentan que esamañana, durante el parto, mi mamá de unmomento a otro perdió la consciencia.

La partera, al ver lo que estabaocurriendo, se asustó y comenzó a pegargritos, pidiendo ayuda. Muchos médicosluego criticaron su reacción; sinembargo, esos gritos causaron tantaalarma que de inmediato acudieron otrosdoctores a la sala de parto y ayudaron arevivir a mi mamá. Mami dice que, si nofuera por los gritos de esa señora, quizáno hubiera vivido para contar lahistoria. Y así fue como llegué almundo: inesperada y a la vez deseada,en medio de un alboroto y rodeada deamor incondicional.

Soy la menor de cuatro hermanos. Lamayor, Adilsa, me lleva once años;

luego viene Adaline, quien me lleva diezaños, y la sigue Adalberto, con sieteaños más que yo. Desde el primer díamis hermanos me trataron como a sumuñequita consentida. Desde elmomento en que me vio, mi hermanoAdalberto se apoderó de mí como sifuera solo suya. Me protegía a morir, nodejaba que nadie se acercara ni metocara sin su permiso porque creía quesólo le pertenecía a él. Aun hoy tieneese rasgo protector conmigo. Me sigueamando y consintiendo como cuando erachica y, como siempre, me regaña poco.

En verdad, todos estamos muypendientes los unos de los otros. Tengo

la dicha de tener una familia increíble.Nos protegemos, nos adoramos ysiempre buscamos estar unidos y enarmonía. Cuidarnos nos nacenaturalmente, también fue así como noscriaron nuestros padres.

Mis padres, Vidalina y Luis, seconocieron en Humacao, Puerto Rico.Según cuentan ambos, un día mi papáestaba paseando por la plaza deHumacao junto a sus amigos cuando susojos descubrieron a la mujer de sussueños. Los padres de Mami tenían unafinca en Las Piedras y, para llegar aella, debían pasar por al lado de laplaza del pueblo. Así fue que, cada vez

que pasaban en el carro, mi papá y susamigos se aseguraban de saludar a mimamá y a mi tía Iris, quienes lesdevolvían el saludo a escondidas paraque mi abuelo no las viera ni lasregañara. Un buen día Papi averiguódónde quedaba esta finca y se acercópara visitar a Mami; se encontró, sinembargo, con titi Iris. Aprovechó y lepreguntó si Mami tenía novio y, cuandole dijo que no, él quedó de lo máscontento. Cuando titi Iris le dijo a Mamicuál de los muchachos la había ido avisitar, ella contestó: “Ah, es bajito…Pero es lindo”. Después de eso, cadavez que pasaban por la plaza en el carro,

y si Papi saludaba a Mami, ella siemprele devolvía el saludo, pero solo a él.Entonces Papi la comenzó a visitar a lafinca y luego a la universidad, hasta queun buen día fue a lo de mi abuelo y ledeclaró que estaba pretendiendo a mimamá: así fue como formalizaron sunoviazgo. Fue amor a primera vista ycincuenta y seis años más tarde, eseflechazo los sigue manteniendo unidos.

Mamá y papá vienen de dos familiasmuy diferentes y tienen historias casiopuestas pero, como bien dicen, losopuestos, como imanes, se atraen. Asífue para ellos. Mi mamá nació en Ponce,Puerto Rico, pero a los tres meses su

familia se mudó a Humacao; ella sesiente cien por ciento humacaeña. Tieneuna hermana menor, Iris Torres —ocomo bien le digo yo, titi Iris—, conquien es adoración total. Son muydiferentes pero no importa cuántosdesacuerdos pueden llegar a tener: elamor que tiene la una por la otra esincondicional. A diferencia de mi papá,mi mamá es más citadina. Es una mujermuy fina, con una educación sólida, granlectora, y fue maestra por más de treintaaños en Humacao. Ha instruido a variasgeneraciones del pueblo y la gente laadora. Además, ella no solo enseñaba suclase sino que se preocupaba por cada

uno de sus alumnos en un nivel máshumano. Los aconsejaba, les daba datosde salud e higiene, les mostraba interéspor sus vidas. Por eso siempre la tienenen cuenta y la recuerdan con cariño.

Ya de adultas, ambas casadas y conhijos, pero todavía jóvenes, mi mamá ysu hermana sufrieron una de las pérdidasmás grandes de su vida: falleció sumadre, mi abuela materna, de underrame cerebral. En su lecho demuerte, mi abuela le pidió a mi mamáprometer que cuidaría de su hermanita,encargo que aceptó con mucho amor ygusto. Por alguna razón mi abuela sintióque mi mamá era la más fuerte y por eso

pudo hacerle tal encargo antes defallecer. Sin embargo, en términos depersonalidad, mi tía es muchísimo másfuerte que mi mamá. Mi hermana Adilsame recuerda mucho a mi tía en esesentido. Ambas son fuertes de carácter,apasionadas y dicen las cosas como lessalen —sin procesar ni editarse, hechoque puede crear algo de angustia en lapersona que recibe sus palabras perotambién es cierto que uno siempre sabelo que piensan y dónde está parado conellas.

Mi papá es otra historiacompletamente diferente. Nació y secrió en Las Piedras, Puerto Rico. A

diferencia de la crianza de mi madre, mipadre es un hombre de campo. Su padretambién era un hombre de campo. Vienede una familia de gente buena,trabajadora, que sin tantos recursos a sudisposición, logró salir adelante ytriunfar. Mi papá es uno de los mayoresentre sus hermanos. En ese sentido esparecido a mi mamá, solo que mientrasella tiene apenas una hermana, Papitiene trece. De joven él también perdió asu madre; eso lo marcó muchísimo. Aveces siento que esa ausencia de algunamanera le creó un vacío afectivo. Paralos hombres, en general, es difícilexpresar sus sentimientos. La madre,

naturalmente, con sus gestos de cariño yamor, les enseña a sus hijos esa manerade demostrar amor. Como Papi no tuvoeso a lo largo de su vida joven, no lologró desarrollar tan fácilmente. Papidemostraba su preocupación y amor deotra manera: era buen trabajador yproveedor, se aseguraba de que todo enla casa marchara bien, estaba siemprependiente de nuestras necesidades. Elamor infinito que tenía por nosotros sesentía, solo que no lo demostraba através de abrazos, besos y caricias, locual me costaba comprender de niña.

Un tiempito después de que miabuela paterna falleciera dando a luz a

uno de sus hijos, mi abuelo se volvió acasar y con su mujer nueva tuvo treshijos más. Ni me imagino lo que debehaber sido para la señora heredar tantoshijos del matrimonio previo. Sinembargo, todos ellos, como hermanos,siempre se llevaron muy bien, siemprehan procurado mantenerse unidos yevitar problemas entre ellos.

De niño, mi papá era dueño de unsolo par de zapatos —¿será de ahí queviene mi fascinación y amor por loszapatos?— e iba a la escuela caminandotodos los días, pero si había trabajo porhacer en la finca, eso era prioridad.Aprendió de chico que el trabajo duro y

la disciplina rendían sus frutos. Esascualidades lograron solidificarse en élal inscribirse en el servicio militar ypasar dieciocho meses estacionado enAlemania durante la Guerra de Correa.Mi papá de por sí no es un hombre muyexpresivo ni es de contar muchas cosaspersonales, menos aún de hablar deaquella época de su vida. Yo meimagino que deben de haber sidomomentos duros. Hay muchasexpresiones de afecto y cariño que él nosabe manifestar porque no lo aprendióde niño. Claro está también que aquellaseran otras épocas.

Al conocer a mi mamá y volverse

novios, esta jovencita citadina y estejovencito campestre no dejaron que susdiferencias se interpusieran en su amor.A lo mejor a mis abuelos maternos leshubiera gustado que mi mamá seencontrara un hombre con una mejorsituación económica; sin embargo, esono influyó en la manera como trataron ami papá. Fueron muy inteligentes: en vezde rechazarle el novio a su hija, en vezde pelearle ese amor, decidieronayudarlos para que salieran adelante,aceptándolo con los brazos abiertos.

Mi abuelo materno le tomó muchocariño a mi papá y lo invitó a quetrabajara en su mueblería. Y fue mi

abuelo materno quien ayudó a que mipapá empezara su propio negocio, unamueblería en Las Piedras. Se dio cuentade que mi papá era un muchachotrabajador que con un poquito de ayudaiba a poder darle la vida que se merecíaa mi madre. Ellos dos resultaron ser muycompañeros. Mi papá estuvo a su ladosiempre, hasta cuando la diabetes lereclamó la vida a mi abuelo. Gracias asu guía y ayuda, logró tener su primernegocio propio, el cual siguió creciendogracias a su disciplina y honradez. Coneso logró sacar adelante a su familia,brindándonos una vida en la que nuncanos faltó nada.

Al igual que mi papá, mi mamátambién trabajó toda la vida; juntos secomplementaron y nos brindaron unhogar armonioso y repleto de amor. Esofue lo que yo vi y viví y con lo que mecrié, y estaré agradecida eternamenteporque su ejemplo me ha ayudado a serquien soy hoy.

Como en muchas familias, en mifamilia Papi es el hombre de la casa ycree que manda, pero la que realmentemanda es Mami. Con su simpatía eingenuidad logra lo que quiere. Ella diceque Papi tiene la última palabra pero deniños, cuando queríamos salir y Mamiquería decir que no, sin darnos

respuesta, nos mandaba a preguntarle aPapi porque la respuesta de Papisiempre era no. Tenían una especie decódigo armado porque Papi ya sabía quesi llegábamos a preguntarle a él primeroera porque ya Mami quería decir que no.Sin embargo, si Papi era el que decíaque no y luego Mami nos daba el sí,celebrábamos: ¡nos habíamos ganado elsí final!

De mi papá definitivamente aprendílo que es la disciplina, laresponsabilidad y la honradez en eltrabajo y la vida. Mi padre es un hombreejemplar, de palabra, jamás le prometenada a nadie que no pueda llevar a cabo.

Tanto en la mueblería como en lafuneraria, si hacía falta fiar a algúncliente, y como él era de palabra, notenían que firmar ni un papel. Élconfiaba en que la persona regresaría yle pagaría cuando pudiese hacerlo. Demi mamá aprendí lo que es la compasióny comprensión. Al igual que ella, yotambién velo mucho por mis hermanos yellos también por mí. Me gustaasegurarme de que están bien y, si aalguno de nosotros nos hace falta algo,siempre estamos para quien nosnecesite. Ese fue el ejemplo que tuvimosen casa y lo que nos inculcaron, graciasa Dios, a través de los años.

Mis hermanos y yo nos llevamosmuy bien, aun siendo bastante diferentes.Adilsa, la mayor, es fuerte, directa,mandona y tiene un corazón inmenso;además, se cree mi mamá. Adaline esmás dulce, muy risueña, sabe dar elmejor consejo con las palabrasadecuadas y es amorosa y muysentimental; eso sí, cuando tiene que serfirme, no lo piensa dos veces. Todos sonsimpáticos pero Adalberto se lleva elpremio. Él es la alegría de la casa: elsanto hijo, el santo hermano… Es unhermano realmente espectacular. Esbondadoso, cariñoso, dado, se preocupamucho por todos, tiene muchas

atenciones y detalles para con losdemás, es confidente, amigo, todo. Cadauno de mis hermanos tiene su encantoespecial y me siento dichosa de tenerlosen mi vida. Ahora, me imagino que sepreguntarán cómo soy y fui de niña. Puesaquí les comparto algunas anécdotasfamiliares.

Como ya mencioné, cuando yo nacíAdalberto se adueñó de mí como si yofuera su muñequita de juguete. Mevestía, me consentía y me celaba conmis hermanas. Si él estaba presente,ellas no se me podían acercar; entoncesaprovechaban su ausencia paraapachurrarme y darme besos y pasar

ratitos conmigo. Aparte de jugarconmigo, protegerme y hacermemodelar, en una ocasión a Adalberto sele dio por vestirme de la Virgen María.

Yo tenía varios vestiditos largos quemi mamá había mandado a hacer paracuando participaba en los cumpleañosde mis hermanas o algún otro eventofamiliar. Siempre me ponían a desfilar oentregar regalitos, cualquier cosita parahacerme lucir. En esta ocasión,Adalberto eligió uno de estos vestiditoslargos, me puso una corona y me llevó ala esquina de nuestra cuadra para quetodo el mundo me viera. Durante laSemana Santa en Puerto Rico se suele

desfilar por las calles del pueblo conalguna procesión. Pues esa vez, cuandopasó la procesión, se encontraronconmigo paradita en una esquinavestidita de la Virgen María. Yo dejabaque mi hermano hiciera lo que quisiera,así fue que me dio las siguientesindicaciones: “Pon las manitos así, enposición de rezar, quédate aquí paraditacon carita angelical”. Y yo le seguía lasinstrucciones al pie de la letra y eso eratodo un éxito entre la gente.

Una cosa que me encantaba hacerera jugar con mis hermanos. Cuando mishermanas tomaron clases de modelaje,me enseñaron a desfilar; cuando tomaron

clases de baile, me ponían a bailar…Era la alumna perfecta y ellas eranfelices jugando de maestra conmigo. Enuna ocasión yo había quedado a cargode Adaline y ella se quedó dormida. Yoaproveché para irme a la cocina, metrepé a una silla y prendí la hornilladonde estaba apoyado el café. Al ratitoempezó a echar humo y se quemó lacocina. No pasó a mayores pero, por miaventurita, la que recibió el regaño fueAdaline, ya que yo solo tenía unos dosañitos. Muchas veces, cuando mequedaba a cargo de mis hermanas, meescurría entre las rejas de la puertaprincipal de la casa y me escapaba en

busca de dulces. Un día una prima quisoseguirme pero su cabeza quedó encajadaentre las rejas. ¡Madre mía, la pela quele dieron a mi pobre prima! Y yo salíilesa. A mí nunca me daban. Mami nosdisciplinaba —eso seguro— pero nuncarecuerdo que me hayan pegado.

Según mis papás, yo no era muytraviesa sino más bien una niña buena,consentida, muy querida no solo porellos sino por la gente del pueblo. ConPapi había algo especial. Por él se mesalía la baba. Cuando mi papá no estaba,yo tenía que dormir con su almohada porsu olor y, cuando sí estaba, era él quientenía que prepararme la leche, vestirme

y llevarme a la escuela. Nosotrosvivíamos en el piso de arriba de lamueblería y de chiquita yo aprendí abajar las escaleras para ir a pasar ratoscon mi papá en el negocio. Él sostieneque mi simpatía lo ayudaba a hacerventas porque había gente que solopasaba para verme a mí.

Después de un tiempo, mi papá cerróla mueblería y decidió entrar en elnegocio fúnebre. Se había enterado deque en Humacao había un negocio a laventa. Cuando fue a averiguar qué era, ledijeron que era una funeraria. Comobuen comerciante, decidió que primerodebía aprender un poco de qué se

trataba ese negocio. Así fue que pasó untiempito trabajando en una funerarialocal en Las Piedras. Una vez vio queera algo que podía llevar a cabo,compró la funeraria en Humacao y esesigue siendo su negocio hasta elpresente. Hoy día tiene otras locacionesmás y hasta montó una en el viejo localde la mueblería en Las Piedras.

Cuando pasó a tener la funeraria, yolo acompañaba a recoger a los difuntos.Una vez nos tocó buscar a uno que habíamuerto de una puñalada en el corazón.En el camino hacia el médico forenseque lo debía examinar, yo no paraba demirar para atrás con miedo de que el

muerto, que tenía los ojos súperabiertos, en cualquier momento saltara yme atrapara. Después de eso no lo volvía acompañar a recoger a los difuntospero sí lo ayudaba con otras cosas,como a anunciar a los muertos por elaltoparlante del carro. Ya másgrandecita me llevaba a la escuela en elcoche fúnebre y ¡anunciando las notas deduelo de los fallecidos por elaltoparlante! Obviamente a esa edadsentía algo de vergüenza pero tambiénentendía que eso era parte de sunegocio.

Mi padre y mi madre realmente sonun ejemplo de lo que, para mí, son unos

padres excepcionales. Juntos han tenidouna familia maravillosa, criada conmucho amor. Nos enseñaron disciplina,responsabilidad por el trabajo, nosenseñaron a valorar la educación. Y hanhecho muy buen trabajo. Siempre hedicho que si yo volviera a nacer querríavolver a nacer en la misma casa. Todosnos procuramos, incluyendo nuestrostíos y tías. Mami es como una hermanamás para los hermanos de mi papá, asícomo lo son todas las esposas de sushermanos, ya que llevan compartiendojuntos más de cincuenta años. Cabenotar que los hermanos de mi papá separecen mucho; todos tienen la estampa

de mi abuelo paterno.Una de las cosas que hoy día más

disfruto y adoro al llegar de visita a micasa en Puerto Rico son las reunionesfamiliares. Todos los domingos se juntala familia a compartir un rato y cadaquien va aportando algo a la comidamientras va llegando. Cuando yo voy devisita, siempre se hace alguna reuniónfamiliar especial para aprovechar yestar todos juntos. Nos sentamos ahablar de cómo me fue, de cómo estánellos, de cómo les va. Aunque ya lohayamos hablado por teléfono, esemomento en donde podemos ponernos aldía en persona, con un abrazo y un

cariño, es el más especial de todos. Haypocas cosas que me gustan tanto comoestar con mi núcleo familiar: la pasamosbromeando y recordando las mismasboberías de siempre, esas anécdotas quenunca fallan en hacernos carcajear derisa sin importar cuántas veces lashayamos contado. Esos momentos sonuna parte esencial de mi vida.

Mi papá, mamá y hermanos siemprehan sido lo más importante en mi vida.Yo he podido tener novios y relacionespero, al fin y al cabo, si a ellos no lesgusta la persona con la que estoy, enalgún momento termino esa relaciónporque lo que busco es la unidad

familiar y lo que espero es que lapersona a mi lado pueda participar y serparte de esta unidad sin disturbarla nicausar problemas.

Mi familia tiene mucho poder sobrelo que yo pienso, digo, hago, quiero. Dealguna manera, yo siempre busco suaprobación. No sé si esto es bueno o esmalo, pero tengo esa tendencia. Asícomo nos mantenemos todos unidos ybuscamos procurarnos los unos a losotros, esa aprobación para que podamosestar todos juntos y nadie esté molestoes clave para mí. No me gusta ser la querompe esa armonía. Para evitar eso,tiendo a hacer lo que ellos quieren.

A veces cuando mi mamá quiere queconozca a alguna amiga y trae a otraspersonas a nuestras reunionesfamiliares, eso cambia mucho el tono dela fiesta familiar. Cuando yo salgo porla puerta de mi casa, soy enteramente dela gente. Ahora, de la puerta de mi casapara adentro, me pertenezco a mí y a mifamilia. Las reuniones familiares paramí son un momento clave y aprecioenormemente pasar ratos todos juntos ysolos. Tener que compartir ese espaciocon alguien más a veces me choca.Mami y Papi no lo entienden y tampocotienen por qué. Yo sé que se sienten tanorgullosos que quieren que todo el

mundo vea y sepa que la nena está devisita pero, si hay gente que no es partede mi familia, siento que pierdo eltiempo preciado que yo añoro tener conellos, solo con ellos. Son los ratitos demi vida en los que no me tengo quepreocupar por qué hacer o no hacer,donde me puedo reír a carcajada abiertay estornudar a todo volumen y decir loque se me cruce por la cabeza yrecordar viejos tiempos y compartircosas íntimas. Para mí, ese es unespacio atesorado. Sin embargo, comotiendo a evitar la confrontación y optopor complacer, si ella quiere traeramigos ¿cómo le voy a decir que no a mi

mamá?Soy directa, soy fuerte, pero no soy

de confrontaciones. Es mi naturaleza.¿Por qué no me gustan lasconfrontaciones? La verdad es que no lotengo claro. ¿Será que tengo miedo deperder el cariño de alguien? ¿Será queno me valoro tanto como debería o serásimplemente que me acostumbré a que,como todos los de mi familia sonmayores que yo, existe un respeto que nopuedo faltar? Realmente no lo sé.Siempre me he sentido querida,consentida, mimada, apapachada.Siempre he sentido que me han dadohasta más de lo que necesito. Quizá por

eso sienta que confrontar a mi familia,después de todo lo que me han dado,puede leerse como un acto dedesagradecimiento, y por eso también loevito. A su vez, puede ser que actuar deesta manera haga que me separe un pocode la gente que quiero para nomostrarme de alguna manera vulnerable.Quisiera descubrir por qué actúo de esamanera pero me resulta difícil porque aveces incluso no me quiero confrontar amí misma. Sin embargo, muchas vecesme cuestiono cómo puede ser que me démiedo perder el amor o el respeto deuna persona por decir lo que siento o loque quiero.

La naturaleza de nuestra casa es muybuena y noble pero todos tenemosopiniones fuertes, todos somos fuertesde carácter y todos pensamos quetenemos la razón. En parte reacciono deesta manera porque sé que, en momentosde coraje, digo cosas con rabia que noson necesariamente lo que quiero decir.Prefiero tomarme uno o dos días paratranquilizarme y analizar bien lo queocurrió. Al dejar pasar un poquito detiempo, uno puede ver todo con otrosojos y hasta darse cuenta de que nonecesariamente tenía la razón. Prefieroescuchar e irme con mi rabia y mi corajey dejar la charla para otro día, más

tranquilos, para poder ser más justaconmigo y con la otra persona. Siemprefui así, es medio innato.

Los primeros encontronazos en mivida llegaron de más adulta. Porejemplo, tengo una mejor amiga a la queadoro: cuando discutíamos, ella buscabaresolver el problema en el acto y paramí eso es lo peor que me puede pasar.Si a mí me obligan a hablar sobre algoque no estoy lista para discutir, mireacción gutural es decir todo lo que nodebo. A mi amiga —siempre se lo hehecho saber— le pido el favor de que nome haga hablar en el momento en queestoy enojada, pero a veces las acciones

son más efectivas que las palabras.Un día, en nuestra época

universitaria, ella insistió e insistió conalgún tema, que ahora ni me acuerdo quéera. Me llevó al límite. Yo estabafregando los platos y, en un momentodado, recuerdo que ella estaba en unpasillo que llevaba a los cuartos. Yotenía un plato en la mano con ganas detirárselo y decirle: “¡No jorobes másque no quiero hablar!”. Era tal la rabiaque tenía por sentir que me estabapresionando a discutir cuando yo noquería que, en vez de tirarle el plato aella, lo aventé dentro del lavadero y sehizo añicos. Desde ese día ella entendió

—y yo me di cuenta— que en losmomentos en que estoy enojada debohacerme a un lado porque puedo llegar aser hasta agresiva, cosa que no es partede mi naturaleza. Usualmente yo le doyprioridad a todos los demás, así que loúnico que pido es que si me venenojada, que me dejen en paz y me denun tiempito para calmarme. Será lomejor para mí y para la otra personaporque seguramente después hasta leceda la razón.

Con mi hermana Adilsa también hetenido mis encontronazos de grande.Ella es una de las que más caráctertiene. A veces puede no tener la razón

desde mi punto de vista pero yo no lediscuto porque no voy a ganar nada coneso. Si lo hago, lo que vamos a crear esuna fricción que para mí es evitable. Yotengo que comprender que ella es mayorque yo, que tiene su forma de pensar,que puede que no esté en lo cierto, peroque confrontarla no nos va a llevar anada bueno.

Para mí, lo más importante esmantener la armonía con mi familiaporque ellos son mi centro. Y si esecentro se encuentra desequilibrado, lasconsecuencias las sufrimos todos.Cuando tengo que decir algo que no megusta, ahora he aprendido que es bueno

decirlo. No me lo guardo pero sí sigoevitando hacerlo por medio de unapelea. Por ejemplo, al divorciarme hubodesacuerdos así como coraje, momentosde rabia, momentos de angustia y hastamomentos de no hablar, pero no hubogritos ni peleas porque no soy así.

Alguna vez me pasó, alguna vezpelee y, por hacerlo, terminé ofendiendoe hiriendo y diciendo cosas innecesariasy arrepintiéndome. Cuando uno explotadurante ese instante de coraje, salenpalabras dolorosas y es difícil volveratrás. No me gusta esa sensación post-pelea donde quedan ambos ladosheridos. Con el tiempo y la experiencia,

he aprendido a no dejarme provocar poresos momentos de ira o de rabia y a nollegar a ese extremo. Prefiero callarme,enclaustrarme y dejar que pasen.Aprovecho ese momento de silencio yde paz para pensar bien lo sucedido,para calmarme, para analizar lasituación y llegar a una conclusión máscuerda y sana.

Eso mismo fue lo que hice cuandome diagnosticaron con cáncer de seno.Me retiré de la escena laboral, me calléy busqué analizar todas lasposibilidades para ver cómo saliradelante. Y no lo podría haber hecho sinel amor de mis seres queridos. La fuerza

para sobrevivir esta enfermedad, sinduda alguna, me la dieron mi familia,mis amigos cercanos y mis fans, pero elrol de mi papá también fue esencial.

Para cuando me tocó enfrentar mienfermedad, mi papá ya había sufridovarios ataques al corazón ycontratiempos de salud. De hecho, hoydía solo le funciona un porcentajepequeño del corazón, pero eso no lequita la fuerza para seguir viviendo.

Mi papá siempre ha sido mi todo, lomáximo, por eso es que su primer ataqueal corazón fue un momento muyimpactante para mí: ahora solo meacuerdo de ciertas escenas, otras cosas

se me han borrado o las he enterrado enmi subconsciencia.

Yo tenía dieciséis años y cursabadécimo grado. Vivíamos en la segundaplanta de un edificio en Las Piedras,Puerto Rico. En el primer piso quedabala mueblería. En ese momento solovivíamos mi papá, mi mamá y yo en lacasa porque mis hermanos ya se habíanido del hogar.

Una madrugada, a eso de la una de lamañana, mi mamá entró a mi cuarto, medespertó y me dijo que Papi estaba mal.Al instante salté de la cama, me puse unpantalón arriba de la bata y con losrolos puestos salí del cuarto. Andaba

como doña Florinda porque mi mamáme ponía los rolos en el pelo todas lasnoches antes de dormir para que al díasiguiente fuera con el pelo ondulado a laescuela. Cuando entré a la sala vi a mipapá caminando lentamente, con la manoen el pecho, haciendo un esfuerzosobrenatural para llegar a la puerta,rechazando todo tipo de ayuda a pesardel dolor clavado en su corazón. Mamiya estaba vestida y saliendo por lapuerta para adelantarse a sacar el carrodel garaje. Yo no hallaba qué hacer.Papi no quería que nos acercáramos,estaba empecinado en salir de la casa ybajar las escaleras a la calle solo, sin

ayuda. Lo que me nacía era darle unamano pero como no aceptaba ayuda loseguí sigilosamente por las escaleras, encaso de que precisara algo. Veía cómole faltaba el aire, tenía la caradescompuesta y llevaba la camisa mediaabierta. Así y todo, midiendo cada pasocon cuidado, llegó al carro, se montó ysalimos disparados al CDT (Centro deDiagnóstico y Tratamiento).

En Las Piedras no hay un hospitalsino un CDT. Este centro sirve paraestabilizar al enfermo y luego mandarloen ambulancia a otro pueblo donde síhaya un hospital. Llegamos a ese CDTdesesperados. Enseguida montaron a

Papi en una camilla y lo atendieron en elacto. De repente me di cuenta de que, alsaber que habíamos llegado al lugardonde lo podían ayudar, Papi finalmentese relajó, se entregó a esas manosprofesionales y perdió el conocimiento.Ese es un momento y un ejemplo defortaleza que jamás se me borrará. Esuna inspiración. Yo lo veía tanangustiado, tan adolorido, pero a lamisma vez luchando tanto que meimpresionó. Uno copiainconscientemente patrones que ve en lacasa al crecer. En mi caso, ese día queobservé a mi papá más débil y másfuerte que nunca me marcó de tal manera

que me sirvió más adelante en uno delos momentos más duros de mi vida.

Al terminar de revisar yestabilizarlo, lo subieron a unaambulancia con nosotras dos a su lado.Recuerdo estar en la ambulancia y mirarpara atrás, por la ventana, llorando alágrima tendida con Mami sin sabercómo podía llegar a terminar esteepisodio. Llegamos al hospital yenseguida tomaron control los doctoresde turno. A partir de ahí ya no meacuerdo mucho más. El hecho de noacordarme me resulta muy interesanteporque es el mismo comentario que hacemi familia cuando les pregunto cómo

vivieron mi enfermedad. Se ve quetodos tendemos a bloquear muchos deesos momentos de angustia comomecanismo de defensa. Sí sé que en lassiguientes horas y días, le hicieron uncateterismo y luego una operación decorazón abierto, y salió bien.

Desde ese momento hasta ahora, esemiedo de perder a mi papá nunca más seme ha quitado. Cada vez que me dicenque Papi no está bien, mis lágrimas y miangustia instantáneas son inevitables.Me desespero. Es algo que no puedocontrolar. Muchas veces, estando yo enMéxico o en Miami, Papi pide que nome digan nada porque sabe lo que sufro

al enterarme de estos episodios —queocurren a veces hasta más de una vezpor año— porque siempre cree que seva a estabilizar y va a estar bien. Peroyo prefiero que me digan. Prefiero pasarpor mi angustia que no saber nada. Elaño pasado tuvo varias complicacionesde salud, la última siendo justo antes deque se terminara el programa Miraquién baila. Y este año, hace muypoquito, le dio un fallo renal. Salió bienpero eso no quita que todas las semanashaya alguna queja o alguna visita alhospital, algunas por seguimiento y otrasporque no se siente bien. Sin embargo,después de la mayoría de sus

internaciones, siempre demostró unafortaleza y unas ganas de seguirviviendo que creo fueron un ejemploclave para mí y que me sirvieroninconscientemente para salir de mipropia enfermedad.

Con Mami es diferente. Cuando ellase enferma, me angustio pero no meentra esa misma desesperación. Quizásea porque la situación de Mami esparecida a lo que me pasó a mí y le vinoa pasar ahora, en mi adultez, habiendoya pasado por varios de mis propiosgolpes. Sin duda, no es nada fácil lo quetiene pero como yo he vivido una ramade esa enfermedad, lo veo más

manejable. La he visto muy mal ydecaída, sufriendo mucho por suenfermedad, pero siempre tengo lasensación de que ella se va a reponer.Con Papi, mi angustia se debe a no sabersi va a lograr reponerse. Veo su saludcomo algo más frágil. Mi mamá es unroble, la que nos da fuerzas a todos; esvivaracha, positiva. Siempre la vi másfuerte que a todos nosotros juntos. Papi,por el otro lado, me resulta un misterioporque no habla mucho; uno no sabebien lo que piensa, lo que siente.Entonces cuando se queja es porquerealmente ha llegado a su límite y nopuede más. Y esa impresión me causa

más angustia. Hoy día entiendo que lo demi papá me causa más angustia porquelo tuve que vivir de adolescente. Fueuna impresión que me quedó grabada depor vida. Sin embargo, con los años mehe dado cuenta de que, en realidad, Papies el más fuerte y Mami es la más frágila la hora de enfrentar sus propiasenfermedades. Cuando Mami seenfermó, surgió una vulnerabilidad y unafragilidad que yo nunca antes le habíavisto. Me hizo recapacitar y verla desdeotro punto de vista. A medida que unova creciendo, algunos velos quellevabas puestos desde niño se vancayendo y entonces puedes ver la

realidad desde otra perspectiva, conotra luz.

La vitalidad de mi papá es increíble.Por momentos nos da esos sustos y sufremucho pero levanta la cabeza y sigueandando. En los últimos años le ha dadodiabetes, ha tenido un fallo renal,perdido un ojo, capacidad auditiva…pero siempre se incorpora y sigueadelante. Ante todo ha mostrado muchafortaleza aunque ahora, quizá con laedad más avanzada, le ha cambiado unpoco la actitud. Antes le pasaba de todopero seguía diciendo que él estaba bien.Ahora se queja un poco más y, cada vezque le da algún dolor de pecho u otra

enfermedad, dice que ya está listo parairse al otro lado. Ya no tiene las mismasganas y fuerza para seguir viviendo y,considerando su edad y todos losdolores físicos que debe soportardiariamente, es entendible. Papi no leteme a la muerte. Él vive en armonía conDios, es un hombre de bien, muy honesto(a veces demasiado) y siempre ha sidorecto y de palabra. Siente que ha hecholas cosas de la mejor manera posible y,cuando Dios se lo quiera llevar, le darála bienvenida. Además, estáacostumbrado a lidiar con la muerte porla funeraria. Es más, ya tiene su ataúdapartado desde hace más de diez años.

En cambio mi mamá sí le teme a lamuerte y su angustia tiene que ver con laposibilidad de sufrir. No está preparadapara pasar un dolor prolongado.Mentalmente no lo podría digerir bien.Ya le tocó estar muy mal durante un añoseguido y teme que eso se repita.

Cada uno es un mundo único ydiferente. Lo que uno puede tolerarmuerto de la risa, al otro lo hace romperen llanto y viceversa. Y ni hablar de loque es enfrentar esos retos de jovenversus el hecho de enfrentarlos ya en latercera edad. Son etapas demasiadasdiferentes en la vida como paracomparar y comprender el por qué de

cada reacción. Simplemente debemosapoyarnos y aceptar la vivencia de cadauno, y así seguir nadando.

MIRANDO HACIA ATRÁS, ME DOYcuenta de que he sido y soy una personamuy feliz. Tuve una infancia preciosacon mis papás y hermanos. He vivido enun hogar maravilloso, me han querido,he trabajado desde chiquita en lo que megusta. Tuve buenos amigos en la escuelaque siguen en mi vida hoy día. Con mifamilia logramos viajar y disfrutar desalidas todos juntos y siempre tuvimosnuestras necesidades cubiertas. Es más,si mal no recuerdo, lo único que no me

compraron de chiquita —que me quedóresonando y hasta hoy día no he logradoolvidar— fue un par de patines. Todavíase lo saco en cara a mi mamá y ella medice: “¡Es que me jorobaste tanto conesos benditos patines!”. Claro, cuandome dijo que me los iba a comprar enaquel entonces, a cada ratito lepreguntaba: “Mami, ¿ya me vas acomprar los patines? Mami, ¿ahora esque vamos? Mami, Mami, Mami…”.Hasta que se cansó y me dijo que, porpreguntar tanto, ya no me los iba aregalar. Y lloré como una magdalenapero ella siguió firme y no me loscompró. Disciplina. ¡Pero todavía me

acuerdo! Ahora, si eso es lo único queno me dieron de todo lo que quise, nome puedo quejar.

Vivir con padres trabajadores comolos míos, con historias tan opuestas quese complementan tan bien, fue unaverdadera bendición y un gran ejemplo.Hoy día los veo y pienso: “Ojalá yopueda tener eso algún día y pueda criara mis hijos como ellos nos han criado anosotros, llenos de amor y disciplina,protegiéndonos y siempre procurandopor nuestro bienestar”.

Sin el apoyo de mi querida familia,enfrentar las etapas que me cayeronencima como baldes de agua helada

hubiera sido casi imposible. Mi papá,mi mamá y mis tres hermanos son micentro, los que me impulsan a seguiradelante, a crecer, aprender, mantener lafe y ser mejor persona. Daría todo porellos y sé que ese sentimiento es mutuoya que ellos lo dieron todo paraayudarme a salir de algunos de losmomentos más difíciles de mi vida.

E

3Los pasos previos ala trama principal

n diciembre de 2004 sentía queestaba en la cima de la felicidad.

Estaba grabando Mujer de madera,planeaba ir a pasar las fiestas con mifamilia, tenía un noviazgo lindísimo quepronto, para mi gran sorpresa, se estaríaformalizando; mi vida estaba llena deamor y paz. Jamás me hubiera imaginadoque en tan solo un año todo cambiaríatan drásticamente.

Todos los diciembres me reúno conmi familia a celebrar las fiestasnavideñas y de fin de año. Gozoenormemente de ese descanso y depoder compartir un rato con mis seresmás queridos. Nuestra tradición esjuntarnos el 24 de diciembre paracompartir una cena de Nochebuena yluego, al sonar las doce de la noche,celebramos la Navidad con regalitosrepartidos. De esta manera, el 25 dediciembre podemos aprovechar parapasar un rato con otros familiares o lasfamilias de nuestros cónyuges, novios oquien sea que tengamos pendiente. EstaNavidad era igual que las demás.

Yo volé de México —donde seguíagrabando Mujer de madera— rumbo aPuerto Rico para allí encontrarme contoda mi familia, Fonsi, sus papás, sushermanos y el resto de su familia.Habíamos decidido hacer una granreunión familiar entre ambas familias el30 de diciembre. La lógica era parecidaa la del 24: al reunirnos el 30 y celebrarel final del año, cada uno podría hacerlo que deseaba el 31, ya fuera ir a ver asus familiares, pasarla tranquilo en sucasita con su gente más íntima o salir derumba. Además, como a mi papá le gustaacostarse temprano, decidimos reunirnosun poco más temprano de lo habitual; así

él podría gozarse la fiesta entera.Toda la planificación de esta fiesta

se dio mientras yo estaba trabajando enMéxico. Recibía llamadas para terminarde detallar la organización de la fiesta,cosa que en general me encanta hacer,pero como yo estaba en medio de mitrabajo, no pude estar tan pendientecomo solía estarlo, cosa queseguramente les vino a ellos como anilloal dedo. Yo no sospechaba en loabsoluto el verdadero propósito de esafiesta, no tenía idea lo que tenían entremanos mi novio y nuestras familias.

Hacía más o menos dos años (o dosaños y medio) que Fonsi y yo habíamos

comenzado nuestro noviazgo. Nosconocimos en México. Lospuertorriqueños, como me imagino pasacon todas las nacionalidades, nostendemos a apoyar e unirnos cuando nosencontramos en un país extranjero. Hayuna solidaridad que se crea porcompartir la misma cultura ynacionalidad. Además, la nostalgia seapacigua un poco al juntarse uno conotros de tu mismo país estando afuera.Cuando lo conocí, recuerdo que él eraun cantante comenzando su carrera, másjoven que yo, que ya tenía un nombre,pero, como muchos de nosotros, buscabatener una plaza más fuerte en México

como lo hacíamos todos. Un día, Fonsime llamó para saludarme e invitarme aun concierto para que nos conociéramosy yo acepté. Lo que él no se imaginabaes que yo iba a aparecer con mi novio.Y lo que yo no supe hasta años mástarde es que yo le gustaba a él, por loque estaba bien emocionado con mivisita; se había perfumado, se habíapuesto su mejor ropa. Pero, al vermellegar con mi novio se quedó sosísimoporque él se había imaginado que yo iríasola. De todas formas, nos saludamos,platicamos y pasamos un momento muychévere. De ahí surgió un apoyo mutuocomo artistas. Luego, me invitó a otro

concierto, pero a ese no fui. Yo estabasaliendo con alguien y estaba tranquilaen mi relación. No estaba buscando nadamás.

Nuestros caminos se volvieron acruzar más adelante en unos eventoauspiciados por Procter & Gamble. Lacompañía me invitó al concierto deFonsi y esta vez decidí ir. Ya habíapasado un tiempo y ya no tenía novio.Ahí fue que nos volvimos a encontrar.De esos eventos, coincidimos en elvuelo de regreso a Miami y de ahí enadelante hubo un clic especial que llevóa que intercambiáramos números deteléfono y empezáramos a vernos con

más frecuencia. Poco a poco se fuedesarrollando una relación de amistadque luego culminaría en lo que fuenuestra historia de amor.

Fonsi supo muy bien cómoenamorarme, cómo hacerme caerrendida y mantenerme sorprendida.Hasta en algunos momentos másdifíciles al comienzo de nuestrarelación, lograba hacer algo que mederretía y me enamoraba aun más. Mepresentó a sus papás, a sus hermanos,quería darme la seguridad de que larelación iba en serio.

Él es una persona sumamentecreativa y esa creatividad aplicada al

amor, transformaba momentos normalesen sorpresas lindísimas, como laprimera vez que celebramos juntos elDía de los enamorados, a unos meses decomenzar nuestro noviazgo. Estábamosreunidos en Puerto Rico, pocos díasantes del Día de los enamorados, contres de sus primos, la esposa de uno deellos, su coreógrafo y la novia, quienesnos dijeron que íbamos a salir juntos esedía. Nos pidieron que nos vistiéramos yfuéramos a la casa de la esposa delprimo para comenzar la noche. Lo que amí me molestó de todo el plan era queno me viniera a buscar Fonsi. Si unapersona está interesada en mí, y vamos a

salir, eso de encontrarnos en el sitio meparece horroroso. A mí, si me quieren,me tienen que ir a buscar a mi casa. Asíque ahí estaba yo ese día, arreglándome,pero furiosa porque no venía por mí.Llegué, como acordamos, a la casa de laesposa del primo y ahí me encontré conlos demás. De pronto llegó una limosinaa buscarnos y comenzó adesencadenarse la misteriosa sorpresa.Nos subimos y nos dirigimos alapartamento que Fonsi tenía en esemomento. Subimos al elevador y cuandose abrieron las puertas, había un caminocon pétalos de rosas y velitas prendidashasta la puerta de su departamento. Al

entrar, nos recibieron los primos deFonsi, quienes estaban vestidos de chefcon delantales puestos. Ellos habíanhecho la comida y eran los que nos ibana atender esa noche. También me teníaun regalo para el Día de losenamorados, pero tuve que seguir pistasclaramente diseñadas por Fonsi parallegar a encontrarlo. Cuando al fin lohallé, abrí la cajita y descubrí un anilloBulgari lindísimo. Entretanto, él seencargó de poner una canción quehablaba de la diferencia entre querer yamar, y así, por primera vez, me dijo:“Te amo”.

Él fue realmente un gran amor en mi

vida.No sé qué hubiese hecho sin el amor

y apoyo increíble de Fonsi durante todaslas etapas de mi cáncer de seno. No solome brindaba una fuente de fortaleza sinoque también supo cómo ser súperdiscreto y no emitir opinión hasta que yono dijera lo que quería hacer. Me dio elespacio para que yo me conectara conmi corazón y así tomara mis propiasdecisiones. Quizá él hubiese manejadoalgunas cosas de otra manera pero loque quería era que yo estuvieratranquila.

En el momento en que yo más lonecesité, él estuvo ahí completamente

para mí. Hizo todo para que yo estuvierafeliz y distraída, y me sacó adelante.Para sacarme de mi preocupación, éltransformaba cada sesión dequimioterapia, operación o visitamédica en una fiesta. Él hacía hasta loque no estaba en sus manos para que yoestuviera bien. Siempre le estaréagradecida por la manera como secomportó conmigo durante uno de losmomentos más difíciles de mi vida:imagino que para él también fue unaexperiencia fuerte.

Luego, con el tiempo, las cosasfueron cambiando entre nosotros y larelación dejó de ser la misma. Hoy día

me doy cuenta de que me perdí un pocoen esa relación. Yo tiendo a darleprioridad a todos los demás antes que amí misma. Es mi naturaleza. Lo hago conmi familia y, en su momento, también lohice con él. Lo que él quería, cómo élquería, cuándo él quería, yo lo hacía.Aunque yo deseara otra cosa, si yo veíaque él quería lo contrario, no veía razónde negárselo. Ahora he logrado aprenderde esos errores y me doy cuenta de queeso estaba mal. Al negarme mis propiosdeseos y darle más importancia a los deotra persona, me estaba faltando elrespeto a mí misma. Es algo que, con elpaso del tiempo, he podido reconocer y

he tratado de arreglar en mí. Claro, soyhumana y, como todos, a veces vuelvo acaer en ese mismo patrón en unarelación nueva. La diferencia es que hoydía, aunque se me hace difícil nohacerlo, por lo menos logro reconocercuándo me estoy comportando de esamanera, lo cual me da la oportunidad decorregirme. De todas las relaciones unopuede aprender algo nuevo de unomismo para seguir creciendo ymejorando como persona.

Quizá se me hace difícil dejar ir elrecuerdo de mi relación con él porquelos momentos en los que estuvimos bienfueron de los mejores de mi vida. A

veces me cuesta creer que pueda viviralgo así otra vez. Lo más probable esque sí, pero de manera diferente. Sinembargo, sí reconozco que el dolor de lapérdida de esa relación me hizo un pocomás escéptica en cuanto al amor. Vivirciertos golpes me subió las defensas. Elmiedo de volver a sentir esas mismaspenas me creó un caparazón deautoprotección en mis siguientesrelaciones, pero estoy trabajando paradejar entrar al que amo. Siento que quizánunca me logré entregar de la mismamanera porque entonces era más chica ymás ilusa, no había pasado por todo loque ya he vivido. Con el tiempo, sin

embargo, todo cambia.Pero para aquel momento, con dos

años de noviazgo ya vividos, la etapaera de pura alegría. Habíamos compradoentre los dos una casa en Miami, lo cualera una señal clara del camino al queambos apuntábamos. De vez en cuandohablábamos de casarnos y de anillos,pero no terminábamos de formalizarnada. Obviamente cuando se tocan esostemas uno aprovecha para dar algunaspistas. En mi caso, en algún momento lecomenté que yo soñaba con tener unanillo igual al de mi hermana Adilsa.Hasta le llegué a sugerir que se locomprara a ella directamente. Adilsa se

había divorciado y ese anillo me teníaloca. Estaba montado de una maneraespectacular y tenía una piedralindísima. Siempre me había fascinado.Así que, por no dejar, le pasé el dato enalgunas de esas charlas pasajeras.

Ese mismo año, nuestro amigo IvánRodríguez nos invitó a navegar a la islade St. Barths junto a su esposa e hijos ensu bote espectacular. Aceptamos felices.St. Barths es una isla divina perocarísima, carísima, carísima. Al llegar ala isla enseguida se ven tiendas deBulgari, Cartier y todas esas marcasimpresionantes ¡en el mismo puerto!Anclaron el bote y salimos a pasear por

los alrededores. En una de esas, Fonsi yyo entramos en una joyería ycomenzamos a ver anillos. Él luego meconfesó que le vino perfecto esa visitaporque quería ver qué anillos megustaban, qué tamaño me quedaba bien,en fin, todos esos detalles, para queluego él pudiese tomar una decisión másinformada. De pronto vi un anilloespectacular. Cuando lo trajeron y me loprobé fue como si de pronto comenzaraa sonar música y solo se iluminara elanillo. Mis ojos se encandilaron defelicidad con el destello de esa joya tanpreciosa, parecía una de esas películasrománticas. Además, a él le encantaba

darme sorpresas y las planeaba siemprecon mucho cuidado. Para el, ése podíaser el comienzo de una gran sorpresapara mí. Ya estaba convencido de queese era el anillo que me iba a comprar,no le cabía la menor duda. Sin embargo,cuando preguntó el precio quedóboquiabierto. No podía creer lo queacababa de oír. La película románticafrenó en seco: ¡Ciento veinte mildólares! Su cara fue un poema. Suspróximos pasos fueron a lo SpeedyGonzález: me quitó el anillo rapidito, locolocó sobre la bandeja aterciopelada ysalió de ahí disparando. ¡Qué risa!

Yo decidí estirar el sueño un ratito

más, así que me lo volví a probar, loobservé con ganas, les pedí la tarjeta delnegocio y finalmente lo dejé a un lado yme fui. Cuando salí de la tienda meencontré a la esposa de Iván y a sushijos, pero Fonsi no estaba por ningunaparte. Por un momento pensé que, cualdibujito animado, se había zambullido alagua y se había ido nadando de vuelta aMiami del susto que le pegó el precio deaquel anillo. Yo me reía sola de laescena y seguí paseando. En el caminopasamos por una tiendita que parecía unchinchorro. Entré y me probé tresprenditas, me gustaron y decidíllevármelas. Cuando me acerqué a la

caja a pagar, el total fue ¡más de mildólares! ¡Ay, Dios mío! No sabía quéhacer. Inventé una excusa: dije que teníaque pedirle la tarjeta a mi marido y salívolando.

Finalmente, al anochecer, nosencontramos todos de nuevo y les echéel cuento de mi shock en esa tiendita yde cómo salí disparada. Entonces mevolteé hacia Fonsi y le dije: “Pero venacá, tú te me habías perdido”.Refunfuñó, ofendido con que un anillocostara tanto. Le parecía inmoral. ¡Cómonos hemos reído! Claro, después entendíque él pensaba que ya había resuelto eltema del anillo y que ese mismo era el

que me iba a comprar. ¡Hasta que ledijeron el precio y le arruinaron el planpor completo!

Por fin llegó el 30 de diciembre de2004. Cualquier sospecha que pudehaber tenido con respecto a laposibilidad de un compromiso se fuecon la Navidad, momento en el que,según pensaba, podría pedirme la mano.Esa noche nos vestimos y partimos encarro para Humacao con su hermana yhermano y sus respectivos novios, y conlos papás en el otro carro. La gran fiestaen la que yo creía que solocelebraríamos el Año Nuevo se hizo encasa de mi hermana Adaline.

Llegamos y había comida, música,jolgorio; nos tomamos fotos, nosrelajamos, de todo un poco. Cuando seacercó la hora de comer, yo ya estabamuerta del hambre. Y cuando tengohambre lo único que me interesa escomer. No me charles, no me beses,déjame comer y después vuelvo a lanormalidad. Me serví mi plato y mesenté a comer, lista para saciarme conesa comida deliciosa. Entretanto vi queFonsi se sentó al lado mío y se volvió aparar, y al ratito se me acercó y mepreguntó si quería una copa de vino. Yono tomo vino y él lo sabía; yo en generalno tomo alcohol pero me siguió

insistiendo, estaba como nervioso. Atodas estas, yo ni siquiera lo habíamirado durante ese intercambio; estabademasiada concentrada en mi platito decomida. Cuando finalmente me volteé averlo, me lo encontré paradito con unabotella de vino en la mano. Cuando lamiré más detenidamente, vi que en vezde una etiqueta tenía una foto denosotros dos. Y en la otra mano teníauna copa con un anillo adentro.Incrédula yo veía la foto, veía lo copa,lo miraba a él, sin comprender lo queestaba pasando. En eso se arrodilló y mepreguntó si me quería casar con él. Meeché a llorar, prácticamente le grité un sí

emocionadísima y recién ahí me dicuenta de que todo el mundo estabaparado, tomando fotos y filmando.

Ya él había hablado con mi papáanteriormente pero ahí en la fiesta lepidió formalmente mi mano y yo seguíaanonadada con lo que estaba ocurriendoa mi alrededor. Papi le contestó que siel matrimonio no interfería en las cosasde mi carrera, pues que sí, que le dabasu bendición, pero que después no se laviniera a devolver. Siguió hablandohasta que lo interrumpimos y lepregunté: “¡¿Pero entonces sí me puedocasar o no me puedo casar?! Porque noestás diciendo nada”. Obviamente dijo

que sí. Mis papás lo querían mucho.Mis hermanas lloraban, mi mamá y

la mamá de él lloraban, mi cuñadalloraba, yo lloraba. Después, al ver elanillo, no entendía nada porque pensabaque era el anillo de mi hermana, pero derepente vi que mi hermana tenía suanillo puesto. Entonces el que él meestaba dando no era el de mi hermana,¡era mío! No sabía si era una bromapero, a fin de cuentas, comprendí quetodo era verdad. El anillo, al final, melo mandó a hacer, y se parecía al de mihermana, pero no era igual, cosa que lohizo más especial. Claro está que, contodo ese revolú de emociones, ¡ya no

comí más!Terminamos de recibir las

felicitaciones y la fiesta ya se ibaapagando pero yo no sabía que lacelebración continuaría. Nos fuimos aSan Juan, llegamos a un sitio y, al abrirlas puertas, ¡otra sorpresa! Estabanreunidos nuestros primos, tíos, amigos,todos listos para celebrar elcompromiso. Nos divertimos, cantamoskaraoke y gozamos en cantidad. Fue unanoche inolvidable.

Después de esas fiestas y esasorpresa inolvidable, regresé a Méxicopara terminar la novela, feliz eilusionadísima con que me iba a casar.

Un día, en febrero de 2005, ya deregreso en Miami, estábamos acostadosviendo televisión cuando de pronto mepicó el senito derecho. Yo casi nuncame rasco con las uñas porque dicen queda estrías, así que con la intención deverme bien, siempre me rasco con lasyemitas de los dedos. Pero ese día, alrascarme, sentí algo inusual. Era comouna bolita palpable en el seno, como siestuviera tocando un limón. No erachiquito como un granito de arroz, eraalgo que claramente se sentía. Estaba enun mismo lugar, es decir, no se movía altocarlo, y podía darle la vuelta con losdedos, sentirlo completo y hasta

agarrarlo. Me pareció raro así que lepedí a Fonsi que lo tocara. Él tambiénsintió lo mismo.

Al día siguiente yo partía paraPuerto Rico porque tenía que hacerme laprueba de vestido para la boda de misobrina Adilmarie, que se casaba alfinal de esa semana. Sin embargo, al díasiguiente de esa prueba, teníaprogramado viajar a Miami parahacerme otra prueba de vestido. Tendríaallá una actividad con mi pareja: íbamosa asistir a los Premios Lo Nuestro y esasería nuestra primera presentaciónpública como recién comprometidos.Además, luciría mi bello anillo.

Mi agenda de viajes esa semanaestaba que explotaba. De todas formas,como justo iba a Puerto Rico, y como miseguro médico era de allí, Fonsi mesugirió que aprovechara el viaje y mehiciera ver por un doctor para que merevisara, me explicara qué era esa bolitaen el seno y me dijera si estaba todo enorden. La verdad es que no pensamosque fuera algo malo, simplementequeríamos sacarnos la duda.

Esa bolita que sentí en mi seno sí mepareció algo extraña pero no me alarméde más porque tenía el período; sabíaque al menstruar uno puede sentir lossenos más hinchados y sensibles.

Además, en mi casa no había un historialde cáncer: nadie de mi familia cercanani de mis amigos cercanos había sufridoalgo así, por lo tanto no me alarmé nipensé en lo peor. La verdad es que unono sabe lo que es la enfermedad hastaque no la vive de cerca. Teníaconocidos que habían pasado por algoasí pero en realidad yo no sabía de quése trataba.

Al llegar a Puerto Rico fui primero ala prueba de vestido con mi hermanaAdilsa, la mayor de nosotros cuatro y lamamá de Adilmarie, mi sobrina que secasaba. Luego, para complacer a minovio, me acerqué a la oficina de unos

doctores, que gracias a Dios son amigosmíos y pudieron recibirme ese mismodía. Entré por la puerta de atrás paraevitar ser fotografiada y desatar rumoresantes de entender yo misma qué era loque estaba ocurriendo. El socio de miamigo me revisó. Sintió la bolita y medijo que probablemente no era nadapero que, para estar seguros, me hicierauna mamografía si la bolita seguía ahíluego de que se me fuera el periodo. Medio una receta, la metí en mi cartera ysalí de ahí como si nada.

Me subí a otro avión y regresé aMiami. Al día siguiente me desperté conun dolor fuerte en el abdomen. Yo no

soy de quejarme pero ese dolor me teníadoblada en dos. No sabía qué hacer. Nole quería decir a Fonsi porque deinmediato me iba a querer llevar almédico. En esa época no le dabademasiada importancia a las visitasmédicas. Sentía que, al ser joven, nodebía ser nada grave, y que a esa edadlas probabilidades de que me pasaraalgo eran muy bajas. Aparte de eso,había un tema económico: el seguromédico que tenía no me cubría enEstados Unidos, solo en Puerto Rico.Por ende, también tendía a evitar esoschequeos en Miami.

Además, no podía concebir que me

pasara nada grave porque estabapasando por una época súper feliz. Todolo que estaba ocurriendo en mi vida erabueno y positivo. Estaba trabajando enMéxico, me había ido súper bien en lanovela Mujer de madera porque elpersonaje había gustado muchísimo,estaba recién comprometida, mi sobrinase iba a casar y yo estaba por ir a losPremios Lo Nuestro. Qué iba estar yoperdiendo tiempo en una oficina médicaen ese momento. Lo que quería eraseguir disfrutando todos estos eventostan lindos. Así que me callé el dolor yseguí de largo.

Esa tarde mi amiga Cecyl, quien

ahora es mi mánager, fue a visitarme a lacasa para ponernos al día y compartir unrato juntitas. Pero no aguantaba el dolory le tuve que pedir que se fuera porquenecesitaba acostarme un ratito a ver sise me pasaba. No quería que se enteraseFonsi para no tener que cancelar ningunode los planes que me tenían y que mehacían tanta ilusión. Nos despedimos yCecyl se fue, pero al salir de casa quedóun poco preocupada así que decidióllamarlo y avisarle que no me sentíabien. Ella me conoce bien y sabía en eseinstante que debía estar sufriendo muchopara terminar nuestra juntada tanrepentinamente.

Mientras tanto, en vez de irme a lahabitación, me fui al baño y me senté enel piso, dobladita del dolor, deseandocon toda mi alma que se me pasara. Derepente, sin que me diera cuenta,apareció Fonsi en la puerta del baño yme preguntó: “¿Qué es lo que te pasa?”.Le expliqué que me dolía el estómagopero que ya se me pasaría. Pero él no selo creyó y enseguida me dijo quedebería ir al doctor. Le recordé que miseguro médico no me cubría en Miami,solo en Puerto Rico, así que preferíaesperar a ver si se me pasaba antes deincurrir en gastos. Él me insistió en quefuera al día siguiente sí o sí, pero decidí

primero terminar los eventosimportantes que tenía en Miami y luegopartir a Puerto Rico para hacerme ver.El dolor, entretanto seguía presente: aveces más agudo, incomodándomeconstantemente, pero tampoco meimpedía vivir. Así que decidí ignorarloy seguir con mis planes.

Entonces fui a mi prueba de vestidopara los Premios Lo Nuestro, feliz deverme con ese escote maravilloso y sinsaber que en el futuro se me haría másdifícil lucirlo. Luego me subí a un avióncon destino a Puerto Rico porque esemismo fin de semana se casaba misobrina. Estando allá le hice caso a

Fonsi y aproveché nuevamente el viajepara descubrir ahora qué pasaba con miabdomen.

Al llegar a mi cita médica mehicieron varias pruebas y análisis desangre, pero no saltaba nada específicoen el abdomen ni explicación de por quépodría tener ese dolor, que ahí seguía.Quizá yo tolero más de lo que me doycuenta porque de todas formas pasé poralto ese dolor incesable y fui a la bodade mi sobrina. La pasamos divino,gozamos en cantidad, fue realmentemaravilloso ese fin de semana.

Cuando ya estábamos apuntandopara volvernos a Miami, yo con mi

maleta hecha, lista para salir alaeropuerto, mi hermano Adalberto lecomentó a Fonsi que yo todavía no mehabía terminado de hacer todos losexámenes que debía hacerme. Estaba unpoco molesto y me pidió que por favorme quedara. Y que no me subiera a unavión hasta no haberme hecho todos losexámenes necesarios para descubrir quéera lo que me andaba pasando.Recuerdo que, mientras me hablaba, ledaba golpecitos a la pared con su manopara dibujar una orden de prioridades,enfatizando que mi salud venía primero.

Le hice caso y me quedé, peroestaba furiosa con él por insistirme tanto

en que me quedara: yo seguía pensandoque no tenía nada grave, así que noentendía cuál era la necesidad de hacertoda esa escena por algo queseguramente se me iba a pasar. No ledaba importancia a lo que sentía en micuerpo porque tiendo a no darleimportancia a lo que no me gusta.Inconscientemente sí estaba preocupadapero no lo quería reconocer; en realidadle quería huir a esa sensación. Mi vidaestaba pasando por un momento tanlindo que me daba rabia pensar que algoasí llegara justo en ese instante aarruinarlo todo. En ese momento eranmás importantes los vestidos, las fiestas

y los acontecimientos que mi salud. Otralección que aprendí a los golpes.

A regañadientes me fui para la casade mis papás y al día siguiente me fui aver con unos radiólogos amigos de todala vida, personas realmente brillantes:José y Carlos Nassar. Estudié con ellosde niños, crecimos en el mismo pueblo ynos frecuentábamos mucho. Su papá eraradiólogo, ellos estudiaron radiología yahora tienen las oficinas más grandes deradiología de Humacao.

En la recepción del centro, buscandolos papeles para hacerme los exámenesdel abdomen, encontré la orden de lamamografía. Me palpé rápidamente el

seno, noté que la bolita no se me habíaido y pensé que no sería mala ideaaprovechar la visita y hacerme eseexamen también.

Como se dieron las cosas, primerome mandaron a hacer la mamografía yaque, para el examen del abdomen, teníaque pasar las siguientes dos horastomándome un líquido. Esta era miprimera mamografía pero, al hacérmela,noté que tardaron mucho. Me sacaronuna mamografía de un senito, luego delotro, y entraban y salían del cuartito,acomodándome un seno y el otro ynuevamente el derecho, sacándome másplacas. La mujer que me estaba

examinando entraba, salía, entraba,salía, volvía, me pedía que fuera a otramáquina y así pasó un rato, cosa que mehizo sospechar que algo no andaba deltodo bien. Después de finalizar lamamografía me hicieron una sono-mamografía; es decir, un ultrasonido delseno. Salí de ahí un poco preocupada.Me encontré con mi hermano en la salade espera y nos fuimos caminando a laoficina de mi papá, que quedaba a unaspocas cuadras del centro de radiología.En el camino le comenté a Adalbertoque sospechaba que lo que encontraronen el senito no debía ser muy buenoporque me hicieron varios estudios y

tardaron mucho. Él me miró y debe dehaber visto mi cara de preocupaciónporque enseguida me dijo: “Ay, nena, sieso es normal, no te preocupes que nopasa nada”. Yo dudaba pero me agarréde ese “no pasa nada” para no pensarmás en el asunto.

Me terminé de tomar ese líquidohorrible para hacerme el siguienteexamen que me tocaba —el de abdomen— y volví a las dos horas, como mehabían indicado. Al salir de ese últimoexamen me encontré en la sala de esperacon los hermanos Nassar. Ya noquedaba mucha gente en el centro, soloalgunos empleados y doctores. Los

pacientes ya se habían ido y la mayoríadel personal ya había terminado su turnoy se había ido a su casa. Mi hermanoestaba hablando por teléfono así que yome dirigí hacia los hermanos Nassar.Carlos, que estaba a cargo de mi examende abdomen, me dijo que todo estababien, que tenía una piedrita, pero que noera nada, que se expulsaría de mi cuerposola. Probablemente eso era lo que mehabía causado ese dolor insoportable.Sin embargo, José prefirió hablarconmigo en su oficina.

José tiene un año más que yo yestudió con un noviecito mío de lasecundaria. Cuando salía con este

muchacho pasaba mucho tiempo en suclase y ahí fue que conocí bien a José.Mi hermano seguía hablando porteléfono así que José me preguntó siquería esperarlo o si quería ir yendo asu oficina para charlar. Ya me habíadado cuenta de que algo no estaba bienporque me estaban tratando condemasiado cuidado, de lo contrario mehubiesen dicho ahí mismo: “Mira,tranquila, no pasa nada”. Pero no fueasí. Decidí ir a la oficina de José sola—pensando que Adalberto podríaacercarse al terminar su llamada— y asíya saldría de la angustia de saber cuálera el problema.

Llegamos a la oficina, nos sentamos,y José me explicó con mucho cuidadoque no le había gustado el resultado dela mamografía. No me quería asustarpero no me podía dejar ir sin explicarmelo que estaba ocurriendo y sinasegurarse de que me hiciera unabiopsia. Lo que pudo rescatar de lamamografía era que, al parecer, tenía untumor con las características de un tumormaligno. Al escuchar esa palabra se meparalizó el tiempo. Fue tal el shock quese me apagó la mente y ya no pudeprestar atención a todo lo que me siguiódiciendo.

¿Maligno? Me puse nerviosa y me

dieron ganas de llorar pero logrécontrolarme pensando que micompañero de escuela no me podía verllorar desconsoladamente: eso era solopara las novelas. Mi hermano seguía sinllegar a la oficina, cosa que también metenía nerviosa. Cuando al fin llegó,después de lo que a mí me pareció unaeternidad (aunque seguramente solofueron unos minutos), comenzamos ahablar de los posibles doctores que mepodrían hacer la biopsia. José tambiénhizo hincapié y me aclaró que hacermeesa biopsia no era algo que podía tomara la ligera. Que no debía dejar pasardemasiado tiempo. Que era importante

que me la hiciera cuanto antes. Es más,me pidió que hiciera la cita en esemomento antes de irme de su oficina, asíya sabría quién me iba a atender ycuándo.

Le agradezco muchísimo esaspalabras porque si él no me hubieraexpresado esa urgencia, quizá sí lohubiera dejado para más adelante y lasconsecuencias podrían haber sido muchomás graves. Él mismo me recomendóuna persona en San Juan y otra enHumacao. Preferí la segunda opciónporque me sentía más apoyada: tendría ami papá y mi mamá cerca, ellos mepodrían acompañar y de paso estaría

cerca de casa.Resultó ser que la doctora de

Humacao no tenía la aguja necesariapara hacerme la biopsia. Me dijo quepodía esperar a que le llegara o quepodía hacerme una incisión y procederde esa manera. El evento de los PremiosLo Nuestro era el siguiente fin desemana y yo ya tenía un vestidoespectacular, escotado, que no podríalucir en caso de tener una cicatriz reciénhecha en el seno. Opté, entonces, poresperar a que llegara la aguja.Quedamos en que, cuando le llegara, meavisaría y yo volvería a Puerto Ricopara hacerme ese siguiente estudio. En

una de nuestras llamadas aprovechópara tranquilizarme un pocoexplicándome que tal estudio se hace amenudo y que no necesariamentesignifica que el tumor sea maligno.Antes que nada debía calmarme yesperar esos resultados.

Sus palabras fueron como unsalvavidas que me mantuvo a flote unrato más. Dejé los nervios a un lado yme regresé a Miami, lista para disfrutarde los eventos y la fiesta, que en aquelentonces me parecían de sumaimportancia. Es increíble cómo ciertasexperiencias de vida te pueden cambiarla perspectiva tan drásticamente.

Los Premios Lo Nuestro en Miamifueron espectaculares. Se me olvidótodo lo ocurrido en el momento que piséesa alfombra roja de la mano de Fonsi,mostrando abiertamente el anillo decompromiso y celebrando la bodainminente. Todos me preguntaban losdetalles de cómo me pidió la mano,admiraban el anillo, querían saber si yahabíamos fijado una fecha. Elbombardeo de preguntas era inevitablepero lo manejamos como solíamoshacerlo: dando un poquito deinformación aquí y allá, peroguardándonos lo más íntimo. Realmentefue una noche súper especial y la

disfruté muchísimo. La posibilidad dedistraerme de mis problemas de saludera más que bienvenida. Yo soy unapersona muy positiva y siento quecentrarse en las cosas positivas —másaún durante los momentos difíciles— esuna herramienta clave para llenarnos defuerza y enfrentar lo que nos toque vivirde la mejor manera posible.

Unos días más tarde recibí elllamado de la doctora: ya tenía la agujaen su posesión y me podía hacer labiopsia, así que me subí a otro avióncon destino a Puerto Rico. Nunca anteshabía sido hospitalizada, nunca me habíasometido a una operación, nunca había

estado enferma de gravedad como paratener que acudir a esas medidas, así quela experiencia de la biopsia fue algototalmente nuevo para mí. Lo que másme impresionaba de ese procedimientoera pensar en que me meterían una agujaen el seno sin anestesia, sin nada —ymás aún con el miedo que le tengo a lasagujas. Tiemblo al recordarlo. Y pensarque esa solo sería la primera de muchasmás en los años siguientes… En esemomento no tenía idea de lo que meesperaba.

A la cita me acompañaron mi mamáy mi mejor amiga Elianne. Le expliqué ala doctora el miedo que me causaban las

agujas y me dio medio ansiolítico paracalmar mis nervios. Quizá podríahaberme tomado la pastilla entera pero,como no soy de tomar nada, preferítomar menos ya que no sabía cómoreaccionaría. De todas formas, tambiénle pedí que me diera algo para taparmela cara o la vista, así no veía lo que mehacía.

La verdad es que me dolió muchopero como no podía ver nada yseguramente con la ayuda delansiolítico, me quedé quietita y ellapudo trabajar tranquila. Al terminar, ladoctora me enseñó el potecito conlíquido y los pedacitos del tumor que

había extirpado para el análisis. Mecomentó que había visto muchasbiopsias como esta y que a simple vistano parecía ser nada de lo quepreocuparse. Salí de ahí un pocoaliviada por las palabras de la doctorapero también con una nube depreocupación por la incertidumbre de laespera. Me monté en el carro conElianne y, antes de que llegara mi mamá,se me escurrieron unos lagrimones. Miamiga tan querida y dulce como siempreme dijo que me tranquilizara, que todoiba a estar bien. Me sequé rápidamentelas lágrimas e intenté recomponermepara que mami no me viera y se

preocupara. No sé si es que presentíaalgo o si eran simplemente los nerviosde todo el procedimiento, pero en eseinstante me permití sentir y medesahogué, aunque solo por unos brevessegundos.

Conducimos hasta la casa de mihermana Adilsa y ahí seguí lasrecomendaciones que me hicieron parasanar la herida de la biopsia. La agujaque se usa en este tipo deprocedimientos es más gruesa de lo queuno se imagina; es como si fuera unpopote largo y fino, por ende la heridaque queda parece más un huequito queun puntito. Siendo un poquito más

grande de lo normal, esa herida tarda ensanarse y entretanto puede sangrar; hayque limpiarla, entonces, y cambiarle lasvendas para procurar que no se infecte.La herida se veía un poquito morada asíque le puse hielo. Mientras tanto intentépermanecer tranquila y distraerme parano pensar mucho en los resultadosposibles.

Durante nuestras vidas, cada vez queenfrentábamos un momento difícil, mishermanos y yo solíamos buscar unasalida cómica para descargar losnervios. En ese momento mi hermanoestaba buscando casa. Aún sintiéndomemal me fui con mis hermanos, Mami y el

agente inmobiliario a ver las casas que aél le gustaban. Preferí hacer eso ydistraerme un rato que quedarme en lacasa enfocada en la incomodidad de esapequeña herida que pronto me revelaríala verdad. Lo último que se necesitabaera que yo me sintiera una víctima y queactuara de esa manera. Quería seguircon el día como si nada de lo ocurridofuese demasiado importante. Sentí queentre más importancia le otorgara, peornos pondríamos todos.

En Miami tenía pendiente unaentrevista y luego estaba programado miviaje a Argentina para participar en elprograma Fear Factor VIP. En lugar de

quedarme en Puerto Rico, sin hacer nadadurante tres o cuatro días, en la dulceespera de quién sabía qué resultado,decidí regresar a Miami y seguirdistrayéndome con mi día a día regular ymis compromisos ya establecidos. Enaquel momento, la ley HIPAA (HealthInsurance Portability and AccountabilityAct) ya estaba en efecto. Esta ley, entreotras cosas, protege tus datospersonales; por ende, al no estarpresente para recibir los resultados enpersona, tuve que dejar un permisoescrito y firmado para que alguienallegado a mí lo hiciera. Le di el podera mi hermana Adaline, quien es médica

y conocía a la doctora que me habíahecho la biopsia. Así, al recibir elresultado no solo me podría llamar sinoque podría ella misma interpretar lo quedecía y sacarnos de la duda pendiente.Como Adilsa, mi otra hermana, iba aacompañarme a Argentina, volamosjuntas a Miami para prepararnos paraese viaje que nos tenía tan ilusionadas ysin saber que todo se derrumbaría de uninstante a otro.

Aquella tarde terrible —antes dedarme la noticia del diagnóstico ymientras yo terminaba mi sesiónfotográfica—, Fonsi ya había intentadocomunicarse con un productor de música

conocido, Sebastián Krys, amigo de lacantante Soraya, quien había pasado poralgo similar. Pensó que sería la personaideal para orientarnos un poco yrecomendar a qué doctor ir. En Miamino conocíamos a nadie en el mundomédico. Como yo me había hecho losestudios en Puerto Rico, estábamos unpoco perdidos.

La sesión de fotos se hizo cerca deun apartamento que teníamos en la playa;ahí estaba viviendo en ese momento misobrina Adilmarie mientras se pasaba asu apartamento de casada. Estando tancerca y necesitando un lugar tranquilopara sentarnos y respirar, nos fuimos

todos para allá con el fin de seguirdigiriendo la noticia. Yo seguíaincrédula y con algo de rabia porque mehabían cancelado el preciado viaje aArgentina, que tanta ilusión me daba.Sentados en aquel apartamento veíacómo mi sobrina abría algunos regalosde su boda pero evitaba mi mirada. Mihermana, nerviosa, también evitabacruzar una mirada conmigo. Mi novioquería hacer llamadas para solucionarnuestras dudas. ¿Por dónde empezar?

En medio de todo lo que estabasucediendo me acordé de una amiga dePuerto Rico —Vivian—, que se habíavenido a vivir a Miami y a quien le

habían dicho que tenía célulascancerosas. Yo no recordaba conclaridad el diagnóstico pero busqué suteléfono y la llamé. Al finalizar laconversación me contó que su hermana,María Elena, acababa de terminar sussesiones de quimioterapia en esos días yque iba a hablar con ella, que estabamás al día para recomendar doctores ybrindarme más información sobre laenfermedad. Quedamos en encontrarnosal día siguiente.

Al cortar el teléfono Adilsa me miróde repente y dijo angustiada, casigritando: “¡Llora! Llora si tienes quellorar, ¡llora!”. Pero a mí no me salían

las lágrimas. Verlos tan descompuestosy preocupados me dio un golpe defuerza. No me podía quebrar en esemomento. No fue sino hasta esa noche,en mi casa, que me desperté en lamadrugada llorando. Fonsi me abrazó yno me dijo nada, simplemente me tuvoentre sus brazos. Era lo único quenecesitaba en ese momento, ese espaciopara llorar tranquila y no tener quehablar ni contener a nadie. Fueron pocoslos espacios de ese tipo que me permitíen el transcurso de mi enfermedad, quizápor eso los recuerdo tan vívidamenteahora.

La siguiente mañana, mientras me

ponía de acuerdo con Vivian paravernos, nos dimos cuenta de que suhermana y yo éramos vecinas del mismocomplejo cerrado. Ella vivía alprincipio y yo al final. Al rato llegaronlas dos a mi casa. Vivian y María Elenatienen dos personalidades muy distintas.Vivian es más pausada y tranquila, yMaría Elena, aun recién salida de suúltima sesión de quimioterapia, teníauna chispa y una energía impresionante.Esa reunión me abrió los ojos conrespecto a lo que es el cáncer de seno.María Elena llegó con lo que yo creíaera su pelo pero al ratito me explicó queera una peluca y se la quitó para

mostrarme su cabecita calva. Tambiénme enseñó cómo le había quedado elseno. Como las dos hermanas estabanoperadas, ambas me enseñaron lascicatrices de sus operaciones, muydiferentes la una de la otra. Vivian sequitó ambos senos pero su caso fuediferente al de su hermana porque notuvo que pasar por sesiones dequimioterapia: el tumor se lo habíanencontrado a tiempo. Por otro lado,María Elena, que sí tuvo que hacerquimioterapia, se veía muy bien, llenade vida e ilusionada con seguir adelante;eso también me impactó. No esperabaesa fuerza vital. Fue impresionante

porque de pronto me di cuenta de quecada caso, a pesar de sus similitudes,era un mundo aparte. Comencé acomprender que cada cual vive a sumanera la enfermedad. No hay reglas.No hay nada que se considere bueno omalo.

Vivian, la menor de las doshermanas, fue la primera en tener cáncery lo vivió, desde mi punto de vista, deuna manera más catastrófica que suhermana. Para ella fue más difícilmanejar la enfermedad a nivel mental yemocional porque físicamente la habíaagarrado a tiempo y no tuvo que pasarpor una quimioterapia. María Elena se

lo tomó con mucha más calma, por loque recuerdo de nuestrasconversaciones. Su cáncer fue muchomás agresivo que el de Vivian; por ende,su tratamiento también fue mucho másfuerte. Ella, sin embargo, tenía másesperanza y fortaleza que Vivian parasalir adelante.

Ambas historias me ayudaroninmensamente a comprender un pocomás lo que estaba por vivir. Pude ver,de primera mano, la misma enfermedaddesde dos perspectivas, con dosresultados diferentes, dos tratamientosdistintos, dos operaciones de seno queno quedaron de la misma manera. Me

abrieron los ojos y fueron una fuente deinformación invaluable.

Definitivamente lo que más mesirvió en ese momento y de lo que másme aferré fue de la ilusión y de la fuerzavital de María Elena. Verla con esaenergía tan positiva —alegre, tan entera— me calmó y me llenó de esperanza.Ella se convirtió en mi guía y siento quePapa Dios no podría haberme puestodos mejores personas en mi camino queesas dos muchachas. Fueron una granbendición y me ayudaron a ver unosrayitos de luz dentro de esa nube deangustia e incertidumbre en la que meestaba sumergiendo.

S

4De niña estrella al

reconocimientointernacional

iempre he visto el trabajo como unadiversión y no como una carga.

Quizá sea porque cuando empecé aactuar profesionalmente tan solo teníasiete años y, para mí, a esa edad, todoera divertido menos ir a la escuela; esasí que era una obligación.

De niña, mi mamá siempre mefomentó las artes. Me inscribió en clases

de baile, actuación y hasta en leccionesde piano. Parecía ser que deseaba queyo desarrollara una sensibilidad por lasartes. Entre ella y mis hermanos, quesiempre me hacían figurar en losdesfiles y las fiestas, de alguna manerasentaron las bases de esta carrera deartista. Es curioso, porque a mis treshermanos mi mamá les inculcó algototalmente diferente: la medicina. Y conellos tres también le funcionó lainfluencia. Adalberto es doctor. Adalinees doctora y está casada con un doctor.Y Adilsa estuvo casada con un doctor.

A mi mamá siempre le gustó lamedicina porque le parecía una

profesión estable y noble. De chica leinculcaron a ella que la estabilidad eraalgo clave en una carrera y/o pareja,entonces lo que más quería era quenosotras tuviéramos nuestra profesión yque hiciéramos nuestro propio dineropero que también tuviéramos a unhombre que pudiera respaldarnoseconómicamente. De esa manera, lo quenosotras ganásemos lo podríamos usarcomo quisiésemos. Claro está que esefue el ejemplo que nos dio porque esofue lo que ella vivió. Sin embargo, paracuando llegué yo, su sueño de que mishermanas se casaran con doctores y quelos tres tuvieran algo que ver con la

medicina se cumplió, así que seconcentró en otra cosa —las artes— yqué suerte tuve porque no podría sermás feliz haciendo lo que hago. Esoigual no quitaba que de vez en cuandome dijera: “Búscate un doctor, cásatecon un doctor”.

Una de las clases que más disfrutabade niña era la de baile que dirigía NydiaRivera. Mi mamá me llevaba a estasclases de baile todos los sábados. Nossubíamos al carro e íbamos a Caguas,Puerto Rico, un pueblo cercano al denuestra casa, para que yo me sumergieraen esos pasos que me brindaban tantafelicidad. Uno de esos sábados, cuando

yo tenía siete años, la señora Riveraanunció que había recibido una llamadaen la que le pedían que llevara niñas desu academia a una audición para unatelenovela. Tenía que elegir ocho niñasde las que estaban presentes porquetambién irían niñas de otras partes alcasting. Yo andaba súper emocionadaya que justamente mi mamá me habíainscrito en unas clases privadas deactuación, de las cuales ya había tomadodos. El anuncio de la señora Rivera nopodría haber sido más oportuno. Laposibilidad de que me tocara de la nada,justo en ese momento, ir a una audiciónpara una novela parecía como caída del

cielo. Y así lo fue, ya que para alegríade mi mamá y mía, quedé entre las ochoniñas que llegarían a ese casting.

El día de la audición, y si mal norecuerdo, nos hicieron leer algunaslíneas para examinar nuestrapronunciación; imagino que nos habránpedido que hagamos alguna otra cosa.La cuestión es que de esa multitud decincuenta y dos niñas que habían llegadode diferentes partes de Puerto Rico, elnombre que anunciaron al final de laprueba fue nada más y nada menos queel mío: ¡Adamari López! Sin saberlo, seme estaban abriendo en ese instante laspuertas a un mundo que se transformaría

en mi profesión.No recuerdo bien esos primeros días

de trabajo en mi primera telenovela,María Eugenia, pero sí me acuerdo dedisfrutar cada día como nadie. Nuncafue un pesar para mí ir al trabajo todoslos días. Es que me vestían tan bonita,jugaba con los grandes y todo el mundome hacía caso. ¿Qué más podía pedir?Obviamente no todo era color de rosa.Había días en los que me cansaba, perocomo mi personaje tenía leucemia, enmuchas escenas me tocaba estaracostadita, lo que aprovechaba paradescansar un poquito y recuperarenergía, cosa que a esa edad no me

faltaba demasiado. Al tener leucemia, ami personaje a cada rato le sangraba lanariz. Mi hermana me cuenta que cuandomi sobrina Adilmarie veía esas escenas—ella era una niña chiquita en esemomento—, se ponía a llorar porque noentendía qué pasaba y pensaba que deverdad estaba sangrando.

Como mis papás trabajaban duranteel día, no podían llevarme y traerme dela grabación; así fue como quedé a cargode la señora Rivera, quien con el tiempotambién se convirtió en mi mánager.También se volvió una segunda mamá enmi vida porque era la que me cuidaba,me llevaba, me traía y hasta me

hospedaba en su casa cuando salíademasiado tarde de grabar. Su apoyo yayuda en esos primeros tiempos fue otrabendición, y el hecho de haber caído enmanos de una buena mujer fue para mispadres un gran alivio porque sabían queestaría bien cuidada.

La disciplina y la responsabilidadsiempre fueron característicasimportantes en mi hogar; nos lasinculcaron mucho, cosa que creo nosayudó a todos a salir adelante. Sinembargo, nada como la vida real paradarte una cachetada y hacerte aprenderuna lección en un abrir y cerrar de losojos.

Recuerdo que en una de misprimeras novelas, el director argentinoGrazio D’Angelo, que fue quien meescogió para hacer el papel en MaríaEugenia y quien por mucho tiempodirigió el canal donde comencé micarrera, me metió un regañazo que nuncaolvidaré. Ese día no me había aprendidola escena completa; me sabía una partepero la siguiente no. Sin embargo, comousábamos apuntadores, no pensé quesería un problema. En esa época losapuntadores eran grandes y, siendo unaniña de ocho o nueve años, no había unohecho a mi medida. De todas formas lousaba pero en esta particular escena me

sucedió algo inesperado. Cuando lamuchacha que hacía de mi hermana en lanovela me acariciaba el pelo, sin quererme quitaba el apuntador de la oreja y,como era la parte que no me sabía, laescena tenía que pararse y debíamosvolver a comenzar. Pasó una vez más yla tercera fue la vencida. Se frenó laescena por el mismo problema y depronto vi cómo el director sematerializó de la nada y me pegó ungrito al frente de todo el mundo; hizoque instantáneamente me saltaran laslágrimas. ¡Qué pena, por Dios! Nuncamás se me olvidó la vergüenza que sentíese día. Fue una lección que permaneció

conmigo el resto de mi carrera: ¡No sedebe ir al trabajo sin saberse lasescenas del día! ¡Nunca más me llegué aequivocar tantas veces seguidas despuésde esa experiencia!

Lo bueno es que momentos comoesos hubo pocos. El resto del tiempo loseguía disfrutando, casi como si fuese unjuego. Hoy día siento que de algunamanera sigo jugando. Disfruto tanto loque hago que siempre lo he visto comoalgo divertido, que me encanta. No meresulta una obligación, me parece unplacer pero eso no quiere decir que nome lo tome muy en serio. Yo siempre hesido disciplinada en todos los proyectos

de trabajo que me he propuesto; esperono haberle fallado a nadie ni habermefallado a mí misma, que es lo másimportante. Entre toda la gente con laque he trabajado, nunca tuve un cruce depalabras con algún compañero; lamayoría de las experiencias que me hantocado han sido muy buenas. Tambiéntiene que ver con la actitud que uno traeal trabajo. Yo siempre procuro sersimpática e intento dejar mis problemaspersonales en casa. No me gusta ventilarmis trapos sucios en el trabajo; meparece poco profesional. Además,espero y aspiro siempre a tratar a todoel mundo por igual, desde el

camarógrafo al protagonista de lafilmación; para mí no es más importanteuna persona que la otra. Nunca les niegoun autógrafo, una foto o una sonrisa a laspersonas que me encuentro en las calles.De la puerta para afuera soy de ellos yagradezco que apoyen mi carrera contanto respeto y cariño. Este respeto porla gente, sin importar de dónde vienen,me fue inculcado desde la niñez.

Al lado de la mueblería de mi padreen Las Piedras había un residencial. EnPuerto Rico un residencial es unavecindad donde vive mucha gente debajos recursos económicos. Eran dosmundos muy diferentes pero yo me crié y

me acostumbré a compartir de la mismaforma en ambos lugares. Siempre nostratamos todos como iguales, no sehacían diferencias. Muchos de losempleados de mi papá vivían en elresidencial, hasta la mano derecha de mipapá vivía ahí. La esposa de este señornos hacía de comer; ellos eran parte denuestra familia. Eso me quedará porsiempre arraigado en el corazón y es poreso mismo que tratar a todos por iguales para mí algo esencial. Al fin y alcabo todos somos parte de la mismaraza: la raza humana.

Pero ya me adelanté demasiado.Volviendo a mis primeros trabajos, tuve

la dicha de no transformarme en unaniña estrella sin infancia. Eso se loagradeceré eternamente a mis padres.Mi papá permitió que me aventurara enel mundo de las novelas con unacondición: que siguiera estudiando. Sino estudiaba, no actuaba. Y si mis notassufrían por la actuación, se acababa esohasta terminar mis estudios.

Desde el momento en que comencé atrabajar en mi primera novela, Mami ylos maestros me ayudaron mucho aponerme al día con lo que me habíaperdido de clase. Me daban las tareaspara que yo pudiese cumplir con elcurriculum escolar mientras grababa. O

sea que, además de aprenderme loslibretos, yo tenía que estudiar y hacermis asignaciones. Tenía que cumplir lasdos cosas a pedido de mi papá.

Además, había una infraestructuraque me brindaba la posibilidad debalancear ambas cosas. Por ejemplo, nonecesariamente tenía escenas diurnastodos los días, solo en días especiales odurante los fines de semana. En generalgrababa por la tarde justamente parapoder asistir a la escuela en la mañana.De esta manera, mis papás lograronpermitirme hacer lo que amaba sin dejarque mis años infantiles pasaran en vanoy asegurándose de que mis estudios

fueran la prioridad.Mi mamá en eso fue mucho más

abierta y menos miedosa que muchospapás de hoy día. Me daba permiso parair a los pijama parties de miscompañeras y me dejaba pasar la nocheen casa de mis amiguitas. Es más, ¡aveces vivía más en casa de mis amigasque en mi propia casa! Esos momentosunificadores también me sirvieron parafomentar la amistad con miscompañeritos de clase, con quieneshasta ahora sigo siendo amiga.

Una de las razones por las que mimamá era más confiada tenía mucho quever con nuestra relación. Yo siempre le

hablaba de todo: teníamos unacomunicación muy buena y abierta, o seaque si algo andaba mal o no estaba deacuerdo con alguna cosa o pasaba algoextraño, sin duda se lo contaba a mimamá. Ella me brindó mucha confianza ysiempre la he sentido como una amiga,sin perderle el respeto que le tengocomo madre. Siempre ha habido unadinámica muy especial entre nosotras,una conexión, un entendimiento muygrande y bonito. Nunca sentí miedo de ira contarle algo a mi mamá. Por más quesea mi mamá y sepa que puede venir unareprimenda por lo que le diga, siemprehe encontrado mi mejor aliado en ella. A

veces me dice cosas que no quieroescuchar, es lógico, pero yo sé que melo dice por mi bien y porque me quiere.

Mi relación con mi papá esdiferente. Hay mucho más respeto; no esque no respete a mi mamá, solo que esdiferente. A mi papá siempre lo vi comouna figura de admiración, a veces hastame parecía inalcanzable, pero siempreestuvo ahí para mí; me preparó la leche,me llevó a la escuela y constantementeprocura por mi bienestar. Ahora, cuandose trata de hablarle de algún novio oalgo íntimo, uno tiene más cuidadoporque él no va a reaccionar igual quemi mamá. A veces es duro en la forma

como dice las cosas pero sé que esa essu forma de ser; no sabe decir las cosasde otra manera y yo tengo claro que todolo que me aconseja viene de un lugar deamor.

• • •

UNA DE MIS PRIMERAS NOVELASfue Yo sé que mentía . Aunque no fue laprimera, fue la que me marcó porque porprimera vez me encontraba con untrabajo constante. Era un papelimportante porque aquí era la hija de laprotagonista. Esto hacía que el papel

fuera fijo y tenía muchos días degrabación seguidos. Pasaba muchísimotiempo rodeada de adultos y todos metrataban tan bien que para mí esos díaseran divertidísimos. Jugaban conmigotodo el día; es más, yo era una niñachiquita que estaba ahí para jugar conlos grandes. Así me tomaba el trabajo.Me encantaba. Me encanta.

Como mi personaje en Yo sé quementía venía de una familia adinerada,me vestían súper linda ¡y tenía unperrito! Yo nunca en la vida habíatenido un perro. Me causa graciaporque, al ver la novela, es fácil darsecuenta de que nunca había tenido un

perro porque ni siquiera sabía cómocargar al bendito animal. Es más, lestenía un poco de miedo a los animales,entonces toda esa experiencia era unanovedad para mí. Hasta el sol de hoy mehe desenvuelto tanto en el trabajo quenunca me ha dado tiempo de tener unamascota.

Luego, a mis once años, me fui atrabajar a Venezuela, un gran salto en mipequeña carrera porque era otro nivelde reconocimiento. Como yo habíahecho varias novelas en Puerto Rico —en Wapa Televisión, un canalpuertorriqueño—, me pidieron queformara parte del elenco cuando

decidieron hacer una coproducción entrePuerto Rico y Venezuela. Cinco o seisactores puertorriqueños fueron llamadosa grabar y a vivir en Venezuela, y yo erauno de ellos. Como solo tenía onceaños, los productores del canal fueron anegociar la propuesta con mis padresporque el contrato estipulaba que tendríaque vivir en Venezuela durante seis osiete meses —luego terminó siendo mástiempo porque me quedé haciendo unasegunda novela.

Mis padres primero querían hablar ycoordinar bien los detalles —no solo lainformación sobre quién meacompañaría sino también lo relativo al

horario laboral— para que yo siguierayendo a la escuela: mi educación era loprimordial. Cuando se pusieron deacuerdo con los horarios de trabajo, mispadres se encargaron de encontrarmeuna escuela cerca del estudio parafacilitar mis idas y venidas. Tambiénconsiguieron un transporte que mellevaba del hotel a la escuela y de laescuela al canal todos los días. Comoambos trabajaban y mis hermanostodavía estaban estudiando, acordaroncon mi tía Iris que me acompañara. Sushijos ya eran grandes y en su momentodisponía del tiempo necesario paracuidarme. Sola no me hubieran dejado ir

ni a la esquina. Así fue que se dierontodos los requisitos para que yo pudieraembarcarme en esta nueva etapa enVenezuela.

Durante mi estadía allá, Mami y mishermanos me visitaron muy seguido.Papi no podía dejar el negocio así queno viajaba tan a menudo como ellos,pero todos los meses yo tenía permisopara ir a Puerto Rico, lo cual mebrindaba la oportunidad de verlo a éltambién. Aunque tenía la oportunidad deverlos bastante seguido, extrañabamucho a mi familia, en especial a mimamá. Mi tía siempre fue muy querida yse encargó muy bien de mí, pero mi

mamá es mi mamá. Yo lo que más queríaera tenerla ahí conmigo; me hacía muchafalta. A la vez, irme a trabajar a otropaís, desenvolverme en otra cultura,extrañar a mi familia, todo eso me ayudóa crecer muchísimo. Gracias a Diostenía los días súper ocupados, eso mepermitió no caer en una “extrañitis”constante.

Por la mañana iba hasta la una de latarde a la escuela. Luego me llevaban alcanal: ahí almorzaba y grababa lanovela hasta las nueve o diez de lanoche. Durante el transcurso de latarde/noche, cuando no estaba grabando,me tocaba estudiar las asignaciones

escolares y el libreto para las escenasdel día siguiente. Me iba a dormir y a lamañana siguiente comenzaba la rutinaotra vez.

Por suerte, nunca tuve problemaspara adaptarme y hacer amigos, seadonde sea que estuviese. Ni tampoco mecostaba mucho acostumbrarme a otropaís. Tanto en Venezuela como enMéxico —ya de más grande— y ahoraen Estados Unidos, siempre hedisfrutado la oportunidad que tengo detrabajar en lo que me apasiona. Dechiquita quizá no lo entendía bien perosiempre me acoplé bien al lugar dondeestuviese. Todos esos cambios, aunque a

veces cansaban, me resultaban muydivertidos. Vivir en otro país, estudiaren otra escuela, tener amigos en otrolugar, trabajar con gente adulta, todo eralindo y bueno.

También tuve la dicha de que yo yahabía trabajado con el grupo depuertorriqueños con el que fui a grabar aVenezuela. Ya conocía a los actores ypasaba mucho rato con ellos. Siempreme trataron como si fuera parte de sufamilia. Me cuidaban, me consentían,jugábamos. Fue una experienciainolvidable.

Las dos novelas que grabé estandoen Venezuela fueron Diana Carolina,

con Guillermo Dávila e IvonneGoderich, y luego El ángel del barrio,con Millie Avilés y Eduardo Serrano.Ambas fueron una experienciainolvidable no solo por el elenco sinopor el salto en mi carrera a tan tempranaedad. Esos fueron mis primeros trabajosinternacionales. Encima de todo, depronto sentí que me encontraba en unmundo de fantasía, rodeada de unmontón de actores que yo admiraba yveía en la televisión como FernandoCarrillo, Catherine Fulop, Alba Roversiy Eduardo Serrano. Sentía que estabaviviendo un sueño pero, a su vez, yo nome veía como uno de ellos o como una

figura tan exitosa. Más bien losobservaba con ojos de admiradora. Nopodía creer la fortuna que tenía de podercompartir con todos ellos; era muyimpresionante para mí.

Aparte del deslumbramiento quesentí con esa experiencia laboral, hayotra razón por la que nunca olvidaré mitiempo en Venezuela: fue la primera yúnica vez que vi al papa Juan Pablo II.Él estaba haciendo su campaña pastoralcon una parada en Venezuela y ¡justo letocaba pasar por la calle frente al hoteldonde nos estábamos hospedando! Merecuerdo frenética con mi tía, fuera delhotel, esperando su llegada, anticipando

su saludo y bendición desde el cochepapal. Todas las calles estaban repletasde personas y, cuando finalmenteapareció, todos compartimos la mismaemoción al ver a esa figura sagrada. Lorecuerdo como si fuera ayer. Otro regaloinmenso que me brindó esa estadía enVenezuela.

Al finalizar la grabación de lasnovelas en Venezuela, regresé a PuertoRico para terminar la secundaria. Huboun tiempito en que no trabajé ysimplemente me dediqué a ir a laescuela, a estudiar y disfrutar de unavida más normal. Esto me vino muy bienporque, al crecer en este medio, tuve una

época en la que me creíainsoportablemente linda y sentía quemerecía que todo el mundo me mirara.Fue más o menos a eso de los dieciséiso diecisiete años cuando, por habertrabajado y recibido tanta atención, mesentía deseada y bella, como si fuera laúltima CocaCola del desierto. Por suertemis papás y hermanos me ayudaron abajarme de esa nube. Ese balancetambién me marcó y fue positivo porqueme sirvió como un cable a tierra pararegresar y seguir desarrollándome en larealidad de todos los días. Tuvenoviecito y viví momentos muy lindos,pero nada como uno de los primeros

besos en escena. En realidad lorecuerdo como el primer beso, quizáspor mi inexperiencia.

Estaba trabajando en una novelallamada Aventurera con Jorge Castro,gran actor y talento puertorriqueño. Yohacía el papel de una nena aventada, delas que casi siempre me toca hacer enlas novelas, y en una escena me tocabadarle un beso al muchachocoprotagonista, siendo éste Jorge. Elproblema era que yo no sabía cómobesar en escena. Lo que yo sabía, a misdiecinueve o veinte añitos, era que unbeso apasionado se daba con la bocaabierta y usando la lengua.

Prepararon el foro y llegó elmomento del beso. Como era yo la quelo tenía que besar a él, puse misconocimientos en acción: me lancé y asímismo lo besé, dándole el paquetecompleto. Al terminar la escena, él, condiez años más que yo, se veía un poconervioso. Se me acercó y me dijo quequería hacerme un comentario pero queno quería que me lo tomara mal. Me dijocuidadosamente que la escena habíaquedado muy bien pero que me queríadar un consejo: los besos de novela noson iguales a los besos de la vida real.Me explicó que el beso de novela es untruco; parece que se da con lengua y

todo pero en realidad es solo unailusión. Los actores en general no se danun beso completo en escena y espreferible no llegar a más porque eso tepuede establecer mala fama dentro delambiente. Además, un beso así, teniendoesa característica más personal, puedeterminar confundiéndolo a uno y/o a sucoprotagonista. Le agradeceré siempreesas palabras, ese consejo, porque nosolo fue un caballero y buen compañerode trabajo sino porque perfectamentepodría no haberme dicho nada.

Lo más gracioso de todo es que teníarazón. Al final, ese beso nos despertó uninterés, nos causó una sensación y

terminamos ennoviados como por dosaños en la vida real. Pero más nuncabesé a nadie de esa manera cuando detrabajo se trataba.

Jorge Castro fue la primera personacon la que me involucré dentro de untrabajo. Después no lo hice más porqueno me gusta mezclar mis relacionespersonales con las laborales. Sinembargo, como bien dicen, nunca digasnunca. Hace poco, después de unosveinte años, un beso lo definió todo enMira quién baila y, de manera similar,partiendo de un beso encontré el amor.

Bueno, pero si una escena de beso aveces es incómoda, ni hablar de las de

sexo. ¡Incomodísimas! Para empezar,uno no está acostumbrado a quitarse laropa o a tener poca ropa en frente degente que uno no conoce o de gente quesí conoces pero que no es tu pareja. Seaque tengas buena química o no, tienesque hacer la escena igual. Encima estásrodeada de los técnicos, del personal devestuario y maquillaje, del equipo deproducción y del director… ¡De íntimono tiene nada! A estas alturas, con miexperiencia y el respeto ganado a travésde los años, esas escenas se tornan enalgo más profesional. No dejan de serincómodas pero es más fácil enfrentarlasal ya haberlas hecho en más de una

ocasión.Otros proyectos que me impactaron

fueron los que hice junto a ÁngelaMeyer. Con ella hice desde telenovelashasta programas de variedad en PuertoRico. Hacíamos imitaciones decantantes y nos vestíamos como sifuéramos parte de la Orquesta de la Luzu otros artistas puertorriqueños. Con elelenco que ella había conformadohicimos muchas producciones, dos delas cuales nunca olvidaré: Misióncumplida, sobre el caso de las matanzasen el Cerro Maravilla de Puerto Rico, yHasta el fondo del dolor, sobre la vidade la cantautora y poeta Silvia Rexach.

En esa producción, la hija de Silvia,Sharon Riley, hacía el papel de sumadre, y yo hacía de Sharon.

Recrear esas dos historias, que sonuna parte importante de la historia dePuerto Rico, fue un orgullo y otromomento impactante para mí. En Misióncumplida tuve que hacer por primeravez un personaje de niña varonil, nadafemenina, lo que significó un reto súperinteresante porque no se parecía en nadaa mí. De ese papel, lo másimpresionante para mí fue una escena enla que me tuve que besar con otra mujer.Era algo que me resultaba medioconfuso porque todavía no entendía bien

la idea de una persona teniendo unarelación con otra del mismo sexo.

En algunas cosas fui muy despiertapero en otras era una niña muyinocentona. Me crié en un pueblo. Quizápara la gente del pueblo yo era muchomás avanzada que las demás niñas dadala vida que llevaba, pero también teníalos valores y la educación pueblerinaarraigada en mi persona, cosa que medaba el toque más ingenuo.

Recuerdo que durante esa escena mepuse muy nerviosa; no me salía, no sabíacómo hacer. Más allá de que miinclinación siempre fuera hacia loshombres, todavía era joven y un tanto

inexperimentada, y el tema me resultabatotalmente ajeno. Era algo nuevo y nosabía cómo manejarlo. En la escena,primero le tenía que agarrar la mano a lamuchacha pero estaba tan nerviosa queno me salía bien. En una de esas me fui allorar al baño. Estaba frustrada porquequería desenvolverme bien en el trabajopero la escena me superaba. El directorhizo lo posible para tranquilizarme yexplicarme que era como cualquier otraescena y que no pasaba nada, perobueno, eran cosas muy nuevas para mí.Todavía estaba explorando ydescubriendo mi propia sexualidad yesto me resultaba confuso. Hoy día

respeto, entiendo y apoyo a las parejasdel mismo sexo y me resultaríamuchísimo más fácil interpretar un papelcomo ese. Pero en ese momento todavíano tenía esa calle, me faltabainformarme.

Fui creciendo y descubriendo cosasde la vida a través de cada trabajo. Enesas producciones de Ángela Meyertambién me tocó otra primera vez: unaescena en donde me disparaban. Sinembargo, ese disparo venía un poquitomás complicado que lo normal. En esaescena me disparaban de espalda perola bala me atravesaba y me salía por elpecho: ahí era que me explotaba la

bolsita de sangre de mentira. El temacon estas bolsitas es que, al explotar,sientes un pequeño impacto; por ende,mi reacción natural era hundir el pecho.Pero como supuestamente estabarecibiendo la bala en la espalda teníaque actuar la reacción contraria,haciendo que sentía el impacto de labala en mi espalda y no en el pecho. Esofue un revolú hasta que logré que micuerpo siguiera las indicaciones de mimente y no la reacción natural. En esamisma serie también me violaban en unacárcel. Fueron una seguidilla de escenasnuevas y fuertes que de alguna manerame sirvieron como aprendizaje de vida.

Sea que estuviera en la escuela, lasecundaria o la universidad, siempreestudié y trabajé a la vez a pedido de mipapá: él consideraba que lo másimportante era tener una buenaeducación bajo la manga. Los añosuniversitarios también los considerocomo una etapa que me marcó en lavida; esos años me brindaronherramientas que seguramente sigousando hasta el día de hoy.

Antes de inscribirme en launiversidad tomé un examen deorientación para ver hacia qué carrerame inclinaba y me salió que lo que yoquería estudiar era comunicaciones.

Claro, yo lo que más quería hacer conmi vida profesional era actuar pero, anivel de estudios universitarios, lacomunicación iba de la mano con mipasión. La única condición para que yopersiguiera mi sueño de actuación eraque estudiase así que había que buscarla manera de poder llevar a cabo ambascosas. Y así fue. Es más, un trabajo queme tocó hacer durante mis añosuniversitarios se filmó en miuniversidad.

Un productor puertorriqueño hizouna película llamada La guagua aéreacon un elenco puertorriqueño, del cualyo formaba parte. Algunas de las

escenas se filmaron en mi universidad y,para no perder tanta clase, ideamos unplan. Yo me llevaba un walkie-talkie aclase —en esa época los celulares noeran tan comunes— y cuando menecesitaban para la filmación, mellamaban para que fuera al foro.Obviamente todo esto ya estabaarreglado con los profesores; entonces,al recibir el llamado, entendían por quéde pronto me levantaba para irme. Fuemuy divertida esa combinación demundos.

Me gradué en la Universidad delSagrado Corazón con un título enComunicaciones con concentración en

Publicidad. Mi interés siempre fuepoder hacer un trabajo creativo y estaren contacto con la gente. Empecé unamaestría en Relaciones Públicas pero nola llegué a terminar porque de pronto seme abrió una puerta en México quecrucé volando. Ahí me quedé por variosaños pero de eso hablaré un poquito másadelante.

Mi carrera me sirvió para midesarrollo personal porque aprendí queera clave trabajar y mantenerme en lamente de la gente. Apliqué ciertasestrategias publicitarias a mi vida quedefinitivamente me dieron lasherramientas para saber cómo venderme

y cómo conseguir los proyectos quedeseaba y así posicionarme bien en micarrera artística. Sin embargo, lo quemás me funcionó a lo largo de micarrera fue y es ser yo mismasimplemente. Eso nunca me falló. Ser talcual soy es una de las cosas que más meune a la gente porque ellos lo sienten yme conocen como soy, y contra eso nohay estrategia publicitaria que valga.

Después de graduarme de launiversidad me llamaron para un papelen una telenovela de Televisa enMéxico, la meca de este génerotelevisivo. Estaba súper emocionada.Conseguir una parte en una novela de

Televisa podría ayudarme aconsagrarme como actriz a nivelinternacional. La ilusión y lasesperanzas estaban por el cielo.

Llegué a la audición y, al terminarla,parecía que todo andaba bien. Anduvotan bien que inicialmente me ofrecieronel papel. ¡Qué emoción! Iba a actuarjunto a Verónica Castro, haciendo deella jovencita en la que sería late l enovela Pueblo chico, infiernogrande. No perdieron el tiempo: apenasme avisaron que sería parte del elencocomenzaron a hacerme diseño deimagen, me cambiaron el color del pelopara el personaje y hasta me anotaron en

clases de dicción para irme preparandopara el papel. Pero surgió un pequeñoproblema: en Puerto Rico yo habíahecho unas novelas que se pasaron porotro canal en México, uno que no eraTelevisa sino la competencia. A lospocos días de haber empezado elcambio de imagen y las clases dedicción, y mientras tramitaban loscontratos, salió a la luz que esastelenovelas de Puerto Rico se estabanpasando por TV Azteca, algoimperdonable para Televisa en aquellaépoca. Al darse cuenta de este conflictode intereses, me pidieron que meretirara de inmediato del canal y le

dieron el papel a Aracely Arámbula.Aparecer en la otra cadena te convertíaautomáticamente en una especie depersona non grata. Ahora, con mis añosde experiencia, comprendo que eso pasaa menudo en este mundo: es la famosacompetencia pero en esa época noentendía cuál era el problema. Lo únicoque quería era trabajar. Además, noentendía el drama porque esastelenovelas que pasaban en el canal dela competencia las había hecho enPuerto Rico y no en México. Esaexperiencia me hizo bajar de las nubescon un solo trueno. Lloré muchísimo y,al regresar a Puerto Rico, comencé mi

maestría en Relaciones Públicas. Penséque ese mundo en México no era paramí, que era demasiado agresivo. Detodos modos sabía que teníaoportunidades para trabajar en mi país yque podía seguir adelante con misestudios. Así que hice lo que siempreintento hacer cuando me tropiezo en lavida: le encontré el lado positivo a laexperiencia y seguí caminando.

A menos de un año de este sucesorecibí una llamada para ir a hacer unaaudición para otra novela de Televisa.La política había cambiado y esasprohibiciones que les tenían a laspersonas que habían hecho trabajos en

otros canales habían sido levantadas.Entonces Joe Bonilla, un amigopuertorriqueño que vivía en México,trabajaba en TV y Novelas y llevaba aartistas, volvió a insistir en que medieran otra oportunidad. Joe no merepresentaba oficialmente pero siempreha sido muy cariñoso y lindo conmigo;cuando sabe de algún proyecto que, ensu opinión, será bueno para mí, siempreme tiene en cuenta. Así fue como volé aMéxico para esa audición y nuevamenteme eligieron para el papel; esta vez nosurgió ningún problema. El trabajo eramío. Ese fue un hito en mi vida porquecon esa novela, llamada Sin ti, mi

carrera llegó a otro nivel y se comenzó adesarrollar de manera diferente.Televisa era nuestro Hollywood. Llegara ese foro a grabar la novela fue unaexperiencia impresionante encomparación con las que había tenidoanteriormente. Las instalaciones deTelevisa son increíbles, lo tienen todo:diferentes estudios donde graban hastadiez novelas a la vez, cafetería,panadería, peluquería, efectosespeciales, escenografía, departamentode vestuario, lavandería, serviciomédico, oficinas de producción y más.Es un sitio enorme, donde además dealojar todos esos servicios y

departamentos, te cruzas con todos losartistas que toda la vida has visto en latelevisión. Es una experiencia increíble.Y aparte de todo eso, era un salto másen mi carrera. Había pasado de PuertoRico a Venezuela y ahora a la meca delas telenovelas en México.

México es una plaza importante paradesarrollarse en el ambiente artístico.Las novelas de Televisa son distribuidasinternacionalmente y las ven millones depersonas. Por eso, conseguir trabajo enuna novela de Televisa te abre laspuertas a una plataforma mucho másamplia para tu carrera. Hasta elmomento no había habido muchos

actores puertorriqueños que hubiesenlogrado entrar en la escena de novelasmexicanas con tanto éxito e impacto.Quizá fueron cinco o seis los quelograron trabajar en México. Por lotanto, estar entre ellos era un pasogigantesco, un gran honor. Hice una másdespués de Sin ti llamada Camila yluego me ofrecieron un contrato deexclusividad, cosa que acepté en el acto.Entrar a esa compañía sin duda cambiómi vida. Pasé de ser la Adamari actrizcon proyectos en Puerto Rico yVenezuela a la Adamari reconocida anivel mundial.

Con este nuevo desarrollo en mi

carrera como actriz dejé la maestría yme mudé a México, donde viví y trabajéen Televisa durante los siguientescatorce años. Entre novelas volvía aPuerto Rico para pasar ratos con mifamilia.

Mientras grababa Sin ti, mi primeranovela en México, mi papá se animó avisitarme al trabajo por primera vez.Siempre me apoyó y se alegró con todosmis logros pero nunca se habíapresentado en uno de mis trabajos. Esdecir, fue a los estrenos de mis películasy veía mis novelas por la tele, peronunca antes había ido al foro de una demis novelas. Lo entiendo. Él respeta

mucho lo que es el trabajo y sabe querequiere de disciplina, por lo que quizáno se quería meter para no sentir queinterrumpía. Obviamente su visita metenía súper emocionada. No solo habíaconseguido una parte en una novela deTelevisa sino que mi papá finalmente mevisitaría en un foro ¡nada más y nadamenos que en México!

Esa visita me encantó. Me sentíorgullosísima de tenerlo ahí conmigo yde verlo disfrutar de todo con tantogusto. De adulta una mira a sus padrescon otros ojos y fue muy bonito observarlo que le causaba a él verme en otropaís, triunfando, llevándome bien con

mis compañeros y feliz.México y Televisa eran y siguen

siendo, a mi parecer, la meca de lastelenovelas. Entrar a trabajar en una deesas producciones es como ir aHollywood en Latinoamérica. Y podercompartir eso con él y observar suorgullo, su felicidad de verme saliradelante trabajando y ganándome midinero, consentida por el equipo deproducción y mis compañeros, me diouna satisfacción tremenda. Además,después de tantos sustos con su salud,tener la satisfacción de compartir esemomento con él me resultó invaluable.

Una de las cosas más difíciles de

triunfar en una carrera artística es tenerque lidiar con los medios. Laprivacidad, los momentos íntimos ypersonales, se vuelven algo que todosquieren descubrir y revelarle al público,y algo que uno debe aprender a guardarcomo oro. Es un balance muy delicado ydifícil de aprender.

Siempre he tratado de ser abierta yhonesta con mi papá; sin embargo, hoydía hay muchas cosas que no le cuento.No es que no quiera compartirlas con ély no es que se las quiera esconder, perouna de las cualidades tan lindas de mipapá, que es su honestidad y su forma deser directa, puede jugar un papel difícil

para mí cuando se trata de los medios.Mi papá es muy abierto: si alguien vienea preguntarle algo, él va a responder sinproblema porque no tiene nada queesconder ni siente la necesidad dehacerlo. Por ejemplo, si hubiese estadoembarazada de mi ex esposo, quizáhubiese sentido la necesidad de darle lanoticia solo cuando estuviese dispuestaa hablarlo con la prensa. Porque si a élle hacen una pregunta por el estilo, él lava a responder sin filtros. Nocomprende que hay ciertas personas alas que no debe hablarle de mi vidaprivada, entonces llega un punto en elque no sabe a quién le puede decir qué.

Y es lógico, no tiene por qué saberlo.Pero desafortunadamente esa es mirealidad y, al ser así, sin querer es algoque nos separa un poco.

La verdad es que esto me dificulta eldía a día y no le echo tanto la culpa a élsino más bien a la prensa. A veces meda pena porque él no tiene la malicia dedarse cuenta de que hay personas quesolo buscan sacarle información.Desearía que la prensa fuese un pocomás discreta con mis padres y dejarande molestarlos tanto. Ellos son grandes ymerecen su espacio. A veces hastasiento que me pierdo oportunidades decontarle cosas, de emocionarme con él y

de ver su reacción por alguna situación.Por ejemplo, ahora estoy saliendo conToni Costa, a quien conocí en elprograma Mira quién baila, y Papipúblicamente ha dicho que a él no legusta. A mí eso me pareció muy fuerte yme resulta aún más difícil tener quelidiar con comentarios íntimos comoesos entre el público en vez de charlarloentre nosotros.

Estas situaciones solo crean másdistanciamiento cuando se trata denoticias muy personales. En este caso enespecial me resultó difícil digerir sucomentario porque Papi, siendo unhombre de campo, no fue juzgado al

juntarse con mi mamá. Yo entiendo quesoy su niña chiquita pero cuando diceesas cosas públicamente me duele unpoco. Preferiría toda la vida tener unacharla con él donde me dijera lo quepiensa y con todo respeto escucharía yvaloraría su opinión, como siempre lohe hecho.

Yo sé que al no contarle mis cosaspersonales estoy fomentando esa barrerainvisible en nuestra relación y que, al nopoder charlar abiertamente ciertos temasantes de que sean noticia pública, nossentimos aislados el uno del otro. Se lohe explicado de mil maneras —hasta sushermanos le han hablado— pero él es

así y a estas alturas no va a cambiar.Mami sí logró aprender a callar

algunas noticias pero al principio lepasaba lo mismo. Comprendo que,además, es un aspecto difícil para ellosporque en el fondo lo que quieren eshablar abiertamente de todos sus hijos yhacer alarde de todos nuestros logros.Sé que su intención es buena pero no haymucho que pueda hacer ya que el temade cuidar mi privacidad viene de lamano de una carrera exitosa. Muchasveces mis padres me cuentan quereciben llamadas de reporteros conpreguntas y que no saben quéresponderles; yo les digo que

simplemente no digan nada. No tienenpor qué contarles a extraños cosas queles cuenta su hija en privado. Peroalgunos medios son bastantecomplicados. Algunos hasta los engañany ni se identifican como prensa.

Hubo un momento en que medistancié, hubo un momento en que meenfogoné, hubo un momento en que dejéde contarles las cosas, pero ahora lo veode otra manera. Ya están grandes, yo nosé cuánto van a durar: ¿de qué me sirvemantener esa barrera constante? Sí, meprotejo, pero a la vez daño un poco larelación que tanto aprecio. Así que hellegado ahora a una especie de balance:

todavía me guardo ciertas cositas perono todas. Y si se les escapa algo de loque sí les cuento, a esta altura ya no meenojo porque comprendo mucho mejorla situación.

Otro tema que surge con una carreracomo esta es el del dinero. Para mí, eldinero nunca ha sido una motivaciónpara hacer un trabajo. Hoy díareconozco que necesito pagar cuentas,que me gustan cosas que no siempre sontan económicas y que para comprarmeesas cosas que me gustan y deseo, asícomo las cosas necesarias, debo ganardinero. Pero nunca me he vistoinvolucrada en un problema económico

con nadie.De chica, el dinero que me entraba

de los trabajos era administrado por mispapás: me parece que eso fue perfectoporque me dieron casa y carro, mepagaron la universidad y nunca me faltónada. La primera vez que tomé máscontrol de mis finanzas fue cuando mecasé. Y desde ese tiempo para acá esque vine a tomar aun más conscienciadel dinero porque ahora lo manejo yocon la ayuda de un asesor financiero. Alser solo mi asesor y yo, he logradoaprender y tener mucho más claro cuántoentra, cuánto sale, cuánto debo ahorrar,cuánto necesito para vivir. Es algo

básico que todos debemos aprender auna temprana edad porque brinda ciertaindependencia y seguridad. Tuve lasuerte de haber aprendido y heredado ladisciplina de mis padres y hasta el solde hoy, con la ayuda de esa disciplinainterna, he logrado evitar endeudarme.Siempre procuro pagar el saldo enterode mis tarjetas de crédito a fin de mespara no entrar en el jueguito de losbalances e intereses.

Después de pagar mis cuentas y detener lo suficiente para sobrevivir, megusta compartir con los demás. Si mifamilia no está bien, yo tampoco loestoy, y qué mejor que compartir mis

frutos con mis seres queridos. Además,mi familia es naturalmente generosa. Nohay nadie que no esté dispuesto a darleal otro con los ojos cerrados, sinpensarlo dos veces. Nos repartimos loque haya. Por ejemplo, Adilsa fue la queme cuidó cuando yo estaba enferma y esla que está a cargo de las refacciones demi casa en Puerto Rico. Ella va a recibira los trabajadores, les paga, estápendiente de cada detalle. Ella no tienepor qué hacer eso pero es un ejemploperfecto de cómo nos ayudamos en mifamilia. Entonces, si yo me entero deque ella necesita algo, yo feliz la ayudoy punto, sin esperar a que me lo pida, y

sea lo que sea. En mi familia somos así.No esperamos nada a cambio y nosdamos todo libremente.

Esa forma de ser también puedeverse reflejada en la relación con misfans. Hasta el sol de hoy disfruto dar unautógrafo o sacarme una foto con un fan.La gente que te admira te deja entrar a sucasa sin saber quién eres. Esto locomprendo ahora, razón por la que losigo disfrutando. Me vieron desdechiquita en las novelas. Me vieroncrecer, me vieron con novios, me vieronsin novios, me vieron enferma, mevieron casarme y, por alguna razón, lescaigo bien. ¿Por qué yo no puedo

pararme y darle un beso, autógrafo o unafoto a alguien que no tiene por quédejarme entrar a su casa y hacerme partede su vida? Lo disfruto porque sé que loque yo hago de alguna manera toca lavida de esa persona.

ALGUNA VEZ ME PREGUNTARONsi me gustaría volver a trabajar conalguien en particular. Me resultóinteresante pensar en esa posibilidad yse me hizo difícil responder porque laverdad es que con todas las personascon quienes he trabajado he tenido muybuena experiencia. Me ha tocadotrabajar con profesionales increíbles —

tanto jóvenes como adultos— con losque he tenido una química buenísima yhe aprendido muchísimo. Además, tenerla oportunidad de trabajar con buenosactores me ayudó a desarrollarme comoactriz porque hace una diferenciaenorme hacer una escena con alguienque sabe lo que hace. Te empuja a sermejor. En mi carrera he podido seguirsobresaliendo porque he tenido buenoscompañero que me han ayudado aalcanzar ese nivel.

Hay mucha gente con la que megustaría volver a trabajar. Pero situviera que repetir una experiencia opudiera volver a elegir trabajar con

algún elenco en particular, sería con lasactrices de Amigas y rivales, entre ellasLudwika Paleta y Angélica Vale.También lo haría con muchas de Locurade amor. Ambas fueron novelas frescasque quedaron grabadas en las mentes delpúblico y que para mí son memorablespor lo mucho que me divertí haciendocada una. Sería un honor y un placerenorme poder trabajar con cualquiera deesas actrices maravillosas. Tambiénseria un agasajo volver a trabajar con elelenco de Alma de hierro: AlejandroCamacho y Blanca Guerra. Todos miscompañeros han sido espléndidosactores.

Junto a esas filmaciones tambiéntuve vivencias importantes, tal como unnoviazgo en México en el año 2001, quecomenzó durante la grabación de Amigasy rivales.

Yo había ido a promocionar Amigasy rivales a un programa de televisióndonde se encontraba un muchacho queme llamó la atención. Él también estabapresente promocionando su trabajo. Alfinalizar el programa, los del canal nosinvitaron a comer y ahí empezamos acharlar; se encendió una chispa deatracción entre nosotros y noscomenzamos a frecuentar. Yo acababade terminar una relación que duró un

tiempito largo con un muchacho muybueno. Aparte de ser guapo, lo que meatrajo de este nuevo hombre en mi vidafue que no era el típico muchacho conquien yo normalmente salía. En general,lo mío era salir con niños más bienbuenazos y tranquilos pero de pronto laidea de salir con alguien rebelde mellamó la atención.

Fue una relación que no debe haberdurado más de dos o tres meses y él alprincipio me pareció súper encantador.Claro, cuando ya se me pasó esedeslumbramiento por lo desconocido medi cuenta de que había una razón por laque me inclinaba hacia los muchachos

más buenazos: los rebeldes sin causa noeran para mí. Este muchacho no es unamala persona para nada, pero su formade llevar la vida me resultaba muy ajenay no necesariamente concordaba con mimanera de pensar ni de ser. En realidad,al final era una cuestión totalmentepersonal. Curiosamente, fue durante estarelación que conocí a Fonsi por primeravez —aquella vez que fui con mi novio asaludarlo, ¡pues fue con este novio!

Al principio yo andaba deslumbradacon este muchacho pero a mi familia nole parecía que esa relación me hacíabien. Y al valorar tanto la opinión de mifamilia, sentía que tenía un diablito que

me decía una cosa y un angelito que medecía otra. Pero, aun queriéndolo,terminamos dando fin a esa relación.Sentía que éramos dos polos opuestos.Sí, eso es atractivo por un rato; a lalarga, sin embargo, no funcionó. Habíamucho drama y yo soy todo lo contrario.Mi privacidad es muy preciada. No megusta exponer mis problemas en públicoy menos delante de gente de trabajo.

Nos costó terminar la relación deuna vez por todas; la atracción era fuertee intensa. Recuerdo que una de las vecesque terminamos para luego volver fuepor una de esas escenas dramáticas quea mí me daban ganas de esconderme de

la vergüenza. Él se acababa de ganar unpremio y había una fiesta en su honorpara celebrar la ocasión. Yo estabagrabando hasta tarde ese día y no sabíasi lograría llegar a tiempo a la fiesta.Como mi trabajo quedaba cerca dellugar donde se hacía la fiesta, me llevéun cambio de ropa y, al terminar degrabar, me arreglé y me acerqué al sitio,donde la fiesta todavía estaba enmarcha.

Tan pronto entré al lugar, meprovocó darme media vuelta y salircorriendo. Me sentí muy incómoda conla forma en que me recibió. Recuerdoque lo único que pensaba era: “¡¿Qué

hago aquí!?”. Me dio tanto coraje que losaludé y al instante le dije: “Me voy”.Eso lo interpretó como una provocacióny comenzamos a discutir. Yo no sabíadónde esconderme de la vergüenza, perodecidí quedarme un ratito para que secalmara un poco y así aprovechar elmomento que se distrajera para irme.Todo el mundo se percató de la escenapero igual logré escapar. En esemomento comencé a darme cuenta deque una relación así no era para mí.

Con todo y eso, terminamos yvolvimos y terminamos y volvimosvarias veces. Era una de esas relacionesque no me convenían pero la atracción

podía más que todo. En uno de esostiempitos en los que habíamosterminado, él dejó embarazada a unamuchacha. Esa fue la señal que yonecesitaba para finalmente acabar conesa relación. Me costó porque realmenteme gustaba mucho, pero sabía que seríalo mejor para los dos.

A los pocos meses de terminar lovolví a ver en una fiesta y recuerdo quetuvo la osadía de insinuar que yo lehabía hecho daño a él. Pero espera unsegundo: fue él quien dejó embarazada auna mujer, no yo. No lo pude creer peroal mismo tiempo su comentario mereafirmó que había hecho lo correcto al

finalizar esa relación. Desde entoncesno lo he vuelto a ver ni se nos hancruzado los caminos. Pero no le guardorencor. A la larga, no le guardo rencor aninguno de mis ex. Cada relación sirvepara aprender algo nuevo de uno mismo.

SIEMPRE APRECIÉ MI TRABAJO Ycuando me tocó ausentarme durante dosaños por mi enfermedad, una de lascosas que me empujaba a salir de esasentencia era la posibilidad de volver atrabajar. El trabajo siempre me haresultado importante y me ha encantado.A pesar de que a veces uno puedesentirse agotado físicamente, la

felicidad de hacer lo que a uno leapasiona vale oro. El primer trabajo quetuve después de mi ausencia de dos añosfue en una novela que se llamó Bajo lasriendas del amor. Pensé mucho en cuálproyecto escoger y en cuál sería elindicado, pero como siempre digo:“Papa Dios siempre me pone dondedebo estar”.

Al estar ausente del medio durantedos años, no sabía qué esperar pero elpúblico me recibió con muchísimocariño. Además, de inmediato me volvía conectar con un lado mío que se habíaapagado durante esos dos años y fue unalivio volver a encontrarme. Luego me

salió la oportunidad de volver a Méxicoa hacer Alma de hierro. Pasé un año ymedio en esa producción con un grupode personas y un público que me recibiócomo si fuera una mexicana, una hija deMéxico. Siempre me he sentidosumamente agradecida con ese públicoque desde el primer momento me recibiócon tanto cariño, que cuando me enferméme apoyó de una manera constante y quelo siguió haciendo cuando al fin regreséa trabajar. Me sentí y me sientoagradecida de ser parte de esa familiamexicana.

Sí, esa ausencia no fue fácil ycomenzó con aquel diagnóstico

inesperado, ese momento en que se medio vuelta el mundo entero.

E

5Comienza la montaña

rusa

sas primeras semanas con esediagnóstico aferrado a mi seno

fueron un remolino de médicos,terminología, viajes, una especie decurso intensivo de algo que me eratotalmente ajeno. Salí en busca de todaslas opiniones médicas posibles y detodas las opciones con sus respectivosresultados para ver cuál sería la mejorvía para mí.

Primero me vi con un doctor enMiami, luego viajé a Puerto Rico aconsultar con médicos locales y luegofui al Mayo Clinic en Jacksonville,Florida. En los tres lugares me vi cononcólogos, cirujanos oncólogos,cirujanos plásticos, una variedadinterminable de especialistas, y todostenían opiniones variadas. Mebombardearon con tanta informaciónrepleta de términos médicos totalmentedesconocidos, que por momentos sentíaque me iba a ahogar en ese marcancerígeno. Pero no me quedó más quelevantar la cabeza, respirar profundo yconcentrarme porque debía prestar

atención, aprender y preguntar todo loque se me cruzara por la cabeza. Al fin yal cabo se trataba de mi vida.

Al mirar hacia atrás, me parece queesta etapa fue bastante rápida pero todolo que viví en esos tres meses antes dela operación no tiene nombre. De lanoche a la mañana, mi vida cambiórepentinamente de rumbo. Pasé depensar en el próximo vestido que metenía que mandar a hacer para elsiguiente evento del año o en el próximoprograma en el cual participar, a solopensar en el cáncer de seno, sudefinición, sus síntomas y sustratamientos. Mi vida comenzó a girar en

torno a esta enfermedad que de la nadase prendió de mi seno y me cambió todo.

Ahora, en vez de leer el guión de unaposible película o novela, debía leer losfolletos que me daban los doctoressobre qué era mi enfermedad, cómo sepodía tratar y cuáles serían lasconsecuencias. Luego de absorber la olainformativa seguía un paso máscomplejo: tomar la decisión de cuálcamino elegir. Ese camino que uno debeelegir consiste en encontrar el equipomédico con el que uno se siente máscómodo y la cirugía que más le favorecea uno, además de aprender todos losefectos secundarios del camino que se

termina tomando.Mientras tanto, muchas de las visitas

médicas venían de la mano de un sinfínde exámenes médicos que incluíanbiopsias, resonancias magnéticas,ecografías, sonogramas pélvicos yanálisis de sangre. Todo esto eranecesario para especificar midiagnóstico ya que el cáncer de seno ysu tratamiento varía dependiendo de laetapa en que se encuentre.

Existen cinco etapas en las quepuede encontrarse el cáncer de seno yvan desde la etapa 0, en la que seencuentran células anormales pero no esun cáncer invasor, hasta la etapa IV, en

la que el cáncer ya ha hecho metástasis yse ha diseminado por otras partes delcuerpo. Después de todos los exámenesmédicos se llegó a la conclusión de quemi tumor maligno era positivo enestrógeno y progesterona: se encontrabaen la etapa II y todavía no habíainvadido mis ganglios linfáticos. Dentrode todo, era una noticia positiva porquetodavía estaba en una etapa másmanejable de la enfermedad.

También me hice un examenespecífico para ver si tenía mutacionesen los genes BRCA1 y BRCA2. Si seencuentran mutaciones en estos genes,existe un mayor factor de riesgo de

desarrollar cáncer de seno, así comootros tipos de cáncer. En mi caso, elexamen dio negativo: no tenía esamutación genética. Si hubiera salidopositivo, habría indicado que tenía unaposibilidad más alta de desarrollarciertos cánceres —como el de seno yovarios— y eso quizá hubierainfluenciado algunas de mis decisionesen cuanto a mi tratamiento, pero no losé. Hay mujeres que, al recibir elresultado positivo, deciden quitarse lossenos como medida de prevención.Algunos médicos lo ven como algo muydrástico ya que un examen positivo soloindica el riesgo de desarrollar estos

cánceres, mas no significa un pronósticodefinitivo. Sin embargo, como en todo loque involucra esta enfermedad, cadadecisión es extremadamente personal ycada caso es único.

Durante el shock inicial de estaprimera etapa de citas médicas yexámenes, nunca pensé que me iba amorir, pero lo que sí tuve claro desde elcomienzo es que no me quería quedarcon el seno. Me daba más tranquilidadla idea de quitármelo enterito quedejarlo con la posibilidad de quevolvieran a salir otros tumores malignosy tuviera que pasar por el mismoproceso nuevamente. De todas formas,

busqué varias opiniones al respecto paraestar lo mejor informada posible antesde tomar una decisión final.

El primer médico que vi,recomendado por Vivian y María Elena,fue el doctor Robert Paul Derhagopian,radicado en Miami. Ellas mismas lollamaron y me sacaron turno para verloesa misma semana en la que me enteréde los resultados de mi biopsia. Fue unade las mejores recomendaciones querecibí en toda mi búsqueda, un excelentemédico (Dr. D. es el apodo que le handado con los años). Él me explicó que sisolo tenía un solo tumor, unalumpectomía podía ser el camino

adecuado. Una lumpectomía es unacirugía conservadora que consisteúnicamente en extraer el tumor y susalrededores en vez de quitar el senocompleto. Es una opción que existe solocuando el tumor es contenido. Sinembargo, si hay otras malformaciones enel mismo seno, lo aconsejado es hacerseuna mastectomía; es decir, quitarse todoel seno.

En mi seno se descubrieron otrasmalformaciones; entonces partí a PuertoRico, ya que me salía mejor hacerme lasbiopsias siguientes allá con mi seguromédico. Los resultados de estas nuevasbiopsias dieron que tenía

microcalcificaciones en el seno: no sonmalignas pero sí hay posibilidades deque se vuelvan cancerígenas. Por ende,seguía mi debate interno: si debíahacerme la mastectomía o lalumpectomía. En realidad, era un debateaún más grande en mi familia: algunosconsideraban que debía optar por lalumpectomía, otros me apoyaban sinimportar qué decisión tomaba y yoseguía preguntándome cuál sería lamejor opción para mí. Por otro lado, acada rato yo le preguntaba a Fonsi quépensaba y siempre me respondía: “Loque tú quieras”. Recién al final, cuandoyo ya había tomado mi decisión, me dio

su opinión pero no me presionó. Éltambién pensaba que debía considerar lalumpectomía pero lo que más leimportaba era que yo estuviese bien.

Estando en Puerto Rico también mevi con una excelente radióloga llamadaEva Cruz. La doctora Cruz me aconsejóque tomáramos todo con calma, queviéramos todas las opciones, y meexplicó que hoy día no era necesario sertan radical. Junto con otras opinionesmédicas, mi mamá me insistía en quetratara de preservar el seno y queaveriguara más sobre la posibilidad deuna lumpectomía.

Mientras tanto, mi hermana Adilsa

estaba en negación. Se ponía furiosa contodos los doctores que me decían algoque ella no quería escuchar. Se tomó tana pecho mi diagnóstico que era como sile estuviera pasando a ella. Cuando medecían algo con respecto a laenfermedad, era ella la que reaccionabacomo a lo mejor debía haberlo hecho yo.Sin embargo, al verla tan mal, yocontrolaba mi reacción para calmarla yterminaba teniendo que lidiar con misituación y sus emociones.

Otra opinión de un médico en PuertoRico fue que primero hiciera unassesiones de quimioterapia para bajar eltumor para luego determinar más

claramente si se podía o no salvar elseno. No me convencía mucho estecamino pero sí decidí ponerme algo queél me recomendó: un portal (port eninglés). Un portal facilita las sesiones dequimioterapia. Básicamente es unpequeño disco redondo hecho de metal oplástico que se coloca debajo de la piel.Luego un catéter conecta el portal conuna vena grande del cuerpo,generalmente en el pecho. Esto facilitael tratamiento y minimiza el dolorporque hay acceso directo a una vena,entonces no es necesario pincharte ybuscar una vena cada vez que te van adar el tratamiento. Además, con la

quimioterapia se hace más difícilencontrar venas sanas a lo largo delproceso, así que con más razón, en micaso, colocarme un portal tenía sentido.Sabía que iba a tener que hacer sesionesde quimioterapia eventualmente así queno decidí tomar el camino que mesugería este doctor, pero sí aceptécolocarme el portal.

En general, el portal se coloca entreel hombro y el seno opuesto al que tengael tumor. Yo pedí que, en vez decolocármelo entre hombro y seno, me lopusieran debajo porque, presumida alfin, tenía miedo de que me quedara unamarca o me quedara feo. Quería tener la

posibilidad de ponerme un escote si asílo deseaba. Además, pensé que era unabuena manera de disimular un poco elportal en el día a día.

La colocación del portal requiereuna operación. El tema conmigo era que,hasta ese momento, yo nunca habíaestado en una sala de operaciones, nuncame habían operado ni sabía lo que era laanestesia. La decisión fue fácil perollevarla a cabo fue más desafiante de loque esperaba. Aparte de los nervios detener que pasar por la primera operaciónde mi vida, la recuerdo como la másdolorosa y difícil de todas. Quizá fueuna combinación de mis nervios, la

primera vez y mi elección de ponérmeloen un lugar inusual. No sé. Lo que sí sées que, al despertarme de aquellaoperación, sentí un dolor insufrible.Encima descubrí que el efectosecundario de la anestesia me causabaconstipación. No solo tenía el dolor delos músculos por estar recién operada,no solo no me podía reír sin retorcermedel dolor, sino que encima tenía unosretorcijones terribles por no poder ir albaño. Fue muy traumático para mí. Larecuperación tomó unos cuatro días yluego siguieron más biopsias y másexámenes.

Como dos días después de la

operación seguía sin poder ir al baño;me sentía súper mal y me recetarontodos los laxantes posibles para ver sialguno por fin hacía efecto. Ese díaregresábamos a San Juan desdeHumacao, donde habíamos estadovisitando a mi hermano en su casa.Tenía la panza tan hinchada de laconstipación que, antes de salir de casade mi hermano, me quité el pantalón, lepedí prestado a Adalberto uno de suscalzoncillos boxer y me lo puse encimade mi panty porque sentía que elpantalón me sofocaba. Ya en el carrocamino a San Juan, Mami ibamanejando, mi mejor amiga Elianne iba

con ella adelante y yo iba atrás. Derepente me dio un retorcijón terrible y loreconocí: era una señal clara de queestaba lista para ir al baño. Me entróuna desesperación tremenda porque siMami agarraba un hoyo en el camino, eldolor era insoportable y las ganas de iraumentaban. Estábamos en medio de lacarretera, no había dónde pararnos, noteníamos papel, no quedaba otra queesperar a llegar a la casa.

Logramos llegar al apartamento ysubirnos al ascensor. Yo estallé enlágrimas por la vergüenza de no poder iral baño, porque me estaba haciendoencima, por sentirme mal y ¡porque uno

normalmente no habla de la caca!Elianne fue un ángel conmigo a lo largode toda mi enfermedad, incluyendo loque estaba por suceder. Estábamos en elascensor, en lo que parecía un viajeinterminable, yo doblada de dolorllorando, recién operada, tratando deaguantar, pero con muy poca agilidad ymovimiento. Recuerdo que de prontoElianne me empezó a decir: “Cágateencima, ¡olvídate!”.

Hice todo lo que pude para que nose me saliera antes de llegar alapartamento pero en el ascensor misintestinos no aguantaron más… y mecagué encima. Trataba de agarrar el

calzoncillo para ver si podía contener loque salía pero no podía doblarmeporque recién me habían colocado elportal; las lágrimas no paraban deescurrirse por mi cara. Fue uno de losmomentos más humillantes de mi vida yElianne estuvo ahí firme, sin dejar milado. Me ayudó a salir del ascensor e iral baño para quitarme el calzoncillo ylimpiarme, y lo hizo todo con tantocariño y cuidado que se me llenan losojos de lágrimas de solo recordarlo.Ella siempre ha estado ahí para mí, enlas buenas y en las malas y en todas lasdemás. Es y ha sido siempre una granamiga.

Nuestra amistad comenzó en unaclase en la universidad en Puerto Rico.Ella es mucho más extrovertida yexpresiva que yo. Y bueno, alconocernos nos caímos bien. Después desalir de la universidad, entre eso de lasdos y tres de la tarde, yo siempre medormía una siestita. Lo hacía como pararecargar mi energía antes de sentarme ahacer la tarea o de salir a hacer lo quetuviera que hacer en la tarde. Y ellajusto me llamaba en el momento en queyo me acostaba a dormir. La queríamatar por no calcular mejor el tiempopero siempre la atendía. Así fue comoempezó nuestra amistad. Ya con el

tiempo ella pasaba por mi casa avisitarme o yo iba a la de ella y asífuimos forjando nuestra relación. Hoydía no solo nos queremos mucho sinoque ella se preocupa mucho por mifamilia y yo por la de ella. Elianne haestado en todos los momentos clave eimportantes de mi vida y me conoce conlos ojos cerrados. Sabe qué significanmis muecas, puede ver más allá de misonrisa y detectar si tengo los ojostristes o no, sabe cómo pienso, lo quepuedo llegar a decir, lo que he hecho yno he hecho. Elianne es esa amiga que,sin importar cuanto sonría, sabe sidetrás de eso se esconde dolor y

angustia. Es una persona honrada, buena,desinteresada, leal y muy querida, ysiempre ha estado ahí para mí.

Nadie de mi familia se podría haberimaginado que algo así me tocaría a mí,la mascota, la muñequita, la nenita de lacasa. Dada la diferencia de edad, eraalgo casi impensable, pero así fue. Fuealgo devastador para todos, según mimamá. Ella lo recuerda como algo tandoloroso y profundo que hoy díaprefiere ni hablar del tema. Para mipapá, recibir esa noticia fue como si sele cayera el cielo encima. Le costabacreer que algo así me estuvierasucediendo a mí. Sé que, aunque le

resultaba difícil aceptar eso, le rezaba aPapa Dios todos los días; le pedía pormi salud, rogaba que su chiquita salierabien de esta. Sin embargo, como mipapá no habla mucho de sussentimientos, no teníamos unacomunicación abierta al respecto. Másque hablar, él pregunta y de esa maneraestá pendiente de que uno esté bien. Yosé poco de lo que fue para él perder a sumadre de joven y todo lo que trajo esocomo consecuencia, pero sé que losufrió mucho. De igual manera, meimagino que también debe de habersufrido mi enfermedad pero, en vez deexpresar ese dolor, lo que me brindó fue

fe y fortaleza. Y con la ayuda de esa fe yfortaleza, logré salir adelante.

Al principio, cuando recién mediagnosticaron, y como era realmente unmundo ajeno para mí, no estaba listapara compartir lo que me estabaocurriendo con los medios. Primerosentí la necesidad no solo deinformarme sino de comprender quépasos me tocaba tomar en este caminoinesperado en el que me encontraba. Undía, de compras por Bal Harbour, recibíuna llamada de una revista que queríacorroborar si era verdad que estabaenferma; de alguna manera pudeesquivar la pregunta sin contestarla.

Pero ya los rumores estaban dandovueltas y se acercaba la hora de darlealguna declaración a la prensa. Comorecibí la noticia mientras le daba unaentrevista a la revista Nueva Mujer,cuyas oficinas estaban arriba de TVNotas, y como ese mismo día cancelé miviaje a Buenos Aires, era lógico quesospecharan algo. Todos esos pasoseran como la leña al fuego de losrumores, pero yo permanecí calladahasta sentir que tenía toda lainformación que necesitaba paracomprender lo que me estaba ocurriendoy poder explicarlo luego claramente.

Cuando me enteré de mi diagnóstico

tenía tantas preguntas que me hubierasido imposible responderle a losmedios. Sin embargo, aquella llamadaque recibí en Bal Harbour me abrió losojos y me di cuenta de queeventualmente tendría que enfrentarlopúblicamente. Finalmente, al sentirmemucho más informada y preparada,cuando sentí que ya podía hablar conpropiedad de lo que me estaba porocurrir, decidí hacer una conferencia deprensa en Puerto Rico. Preferí estemétodo para así anunciárselo a todos ala vez en vez de pasar a hablar delasunto programa por programa.

Así fue que invitamos a la prensa a

conversar conmigo sin anunciarlesespecíficamente por qué. Antes de esaconferencia me corté el pelo. Pasé detenerlo largo a tenerlo por los hombros yme vestí con un color vivo, con unablusita amarilla para emitir unasensación de alegría y paz. Recuerdosentirme bastante tranquila y haberrecibido un gran respeto y solidaridadpor parte de los periodistas. Hicieronvarias preguntas pero mayormenteescucharon lo que tenía para contarles.Tuve la fortaleza para hablarles a todosde lo que iba a pasar sin convertirme enun mar de lágrimas. Sí, se me aguaronlos ojos, pero pude controlar mis

emociones, mantener la cordura y hablartranquilamente, cumpliendo la meta deesa charla: que entendieran lo que meestaba pasando pero que no me tuvieranpena. Eso era lo peor que me podíapasar. No buscaba que me tuvieranlástima, simplemente les quería explicarlo que me sucedía para acallar losrumores y que respetaran el tiempo queiba a necesitar para tratarme yrecuperarme.

Entre tantas obligaciones, exámenesy terminología previas a mi operación,por alguna razón lo único que quería erair a ver una pelea de boxeo. Nunca habíaido a una y me llamaba mucho la

atención. Se lo comenté a Fonsi, y dichoy hecho. Conseguimos que Tito Trinidadnos regalara unas entradas para supróxima pelea, que era nada más y nadamenos que contra Floyd Mayweather.Teníamos asientos en la primera fila, allado de la esposa y delante de la mamáde Trinidad. Hacía poco que me habíacolocado el portal e incluso tenía aún elhilito de la costura, así que tenía queestar pendiente de que no se me vieranada. ¡Cómo gocé esa pelea! Fue ladistracción perfecta, lo que másnecesitaba en aquel momento. Me llenóde energía y fuerza. Pero a la vez sufríapor Trinidad porque no le estaba yendo

tan bien. Y como estábamos sentadoscon su familia, era testigo delsufrimiento que tenían al ver que Titoiba perdiendo. Su mamá estabaangustiada porque le estaban dando duropero él no se quedaba atrás y también ledaba a Mayweather. A mí de repente mesuperaron las emociones y me puse agritar como si yo fuera la que estabadirigiendo la pelea. En realidad, yo notenía idea de quién iba ganando operdiendo, pero por mi gritadera piensoque nadie se debe haber percatado. Fuelo que más necesitaba en ese instante demi vida. Por un ratito me pude olvidarde mi enfermedad y ser simplemente yo,

angustiada por el dolor de la madre ydándole aliento a Tito para que ganara.En ese momento era una mujer sana quesimplemente fue a ver una pelea. Pero larealidad es que no solo fue unadistracción sino el lugar perfecto paradesahogarme y pegar todos los gritosque no le estaba pegando a mienfermedad.

Seguía dubitativa con respecto a quéhacer con mi seno. ¿Sería bueno o malointentar conservarlo? ¿Quitarlo no seríamejor? Cuando me vi con la doctoraCruz, ella notó que tenía una inseguridadenorme con respecto a esa decisión y mesugirió que fuera a una especialista en el

Mayo Clinic para ver si podía apaciguarmis dudas.

Esta especialista se encargaba dehacer investigación médica sobre elcáncer. Ella me ayudó y me brindó todala información que me faltaba parapoder tomar la decisión que me dejaríamás tranquila. Al fin y al cabo, merecordó que el cuerpo era mío, que erami vida y que la decisión a tomartambién era mía.

La mayoría de la gente quería queme quedara con el senito pero yo noquería permanecer con nada que pudieseponer en peligro mi salud y mi vida.Realmente es una decisión

extremadamente personal porque, comobien me dijo la especialista del MayoClinic, se trata de tu cuerpo y de tu vida.Si preservar esa salud y vida costaba unseno, no me importaba y nunca meimportó. En ese momento no estabapreocupada por la belleza física. Escomo si algo me hubiese hecho clic pordentro y la Adamari a la que leinteresaba probarse el vestido e irse a lafiesta pasó a segundo plano; ya nada deeso era relevante en ese momento.

Ojo, la decisión no es que haya sidofácil para mí. A mí me gustaban muchomis senos, eran bien bonitos y nuncaantes se me había pasado por la cabeza

operarme estéticamente paraagrandármelos o para ponermeimplantes. Sin embargo, al pensar en laposibilidad de quitármelo, me agarrabade la idea de que unos lindos implantestambién me quedarían bien: las chichissiempre las tendría de lo más paraditasy bonitas, y con ese cambio gozaría demi salud. Para darme valentía y alivio,pensaba: “¿Cuántas mujeres hay que sehacen los senos y se someten a unaoperación y a una cicatriz por gusto?Bueno, pues la mía sería de guerrera”.

Al finalizar mi visita con estaespecialista, y después de escuchar todala información que me brindó sobre mi

caso, yo sentí que lo mejor era quitarmeel seno. Y como ya desde el principiomi intuición me había dirigido hacia esecamino, esa visita simplemente mesirvió para confirmar lo que yo ya veníasintiendo. Mi equipo de doctores estabaformado y mi decisión estaba tomada:me haría una mastectomía del senoderecho en Jacksonville, Florida, el 30de mayo de 2005.

M

6La operación

ientras más avanzado esté elcáncer de seno, más señales da el

seno de que algo anda mal. Yo encontrémi tumor porque me lo palpé pero, comolos senos de las mujeres jóvenesusualmente son densos, pude no haberloreconocido como algo anormal. Alencontrarlo yo lo sentí bastantegrandecito. Resultó ser de cuatrocentímetros.

Se había determinado que, como micáncer de seno estaba en la etapa II y los

ganglios linfáticos no se veíanafectados, solo me tendría que hacerquimioterapia, pero podría evitar laradiación. Si me hubiera tenido quesometer a radiación, no hubieran podidocolocarme el expansor que comenzaría ahacer espacio entre el músculo y la pielpara el futuro implante. Pero este no erami caso. No necesitaba radiación, asíque si todo salía bien al quitarme elseno y no se encontraban con ningunasorpresa al abrirme, la reconstrucciónde mi seno podría comenzar de manerainmediata.

Me sometí a la operación con muchatranquilidad y pensamientos positivos,

enfocándome en que todo saldría bien.Hoy día, si me volviera a tocar otrocáncer de seno, enfrentarlo con esamisma actitud positiva sería mucho másdifícil porque ya sé a lo que voy y esome causaría triple angustia. Sé que es unproceso arduo y que lo que sigue espeor. Aunque todo es soportable, cadatratamiento lo vuelve todo más sombrío.

Pero este no fue el caso de aquel 30de mayo de 2005. Ese día llegué a laoperación animada, contenta, positiva,tranquila y deseosa de salirespectacularmente bien. En realidad, losque más sufrieron ese día fueron losmiembros de mi familia. Recuerdo que

mi hermana Adilsa casi ni hablaba de laangustia. Sin embargo, para mí había unasola misión: quitarme esa enfermedad.

Entré al hospital confiada en quetodo iba a estar bien. En ningúnmomento pensé que iba a estar mal.Realmente no sé de dónde saqué tantafuerza ya que ahora me observo y notoque soy muy llorona, pero en esemomento fui todo lo contrario. Lo quemás me ayudó fueron las ganas de vivir,la fe, el amor y apoyo incondicional demi familia y el estar locamenteenamorada de mi pareja, quien tambiénme brindó una cantidad de amor yapoyo, claves para mi bienestar en ese

momento. Al verlo tan preocupado yangustiado, al observar el dolor de mifamilia, de inmediato sentí que no eramomento para quebrarme. Ellos mebrindaron una fortaleza inexplicable. Yono quería verlos sufrir y lo último quequería era que alguien me agarrara pena.Mi enfoque principal era estar bien ysalir adelante con mi vida.

En el Mayo Clinic en Jacksonville,Florida, el trato fue espectacular. Unaventaja de haberme operado allí,además del profesionalismo del lugar,es que nadie sabía bien quién era yo. Nome conocían como actriz y eseanonimato en ese momento tan íntimo y

difícil fue inestimable. Encima me tocóun equipo de médicos increíbles que mehicieron sentir cómoda, me brindaronseguridad a través de explicacionesclaras para que yo comprendiera todo loque me estaban por hacer y entendieraque el propósito principal de cadaprocedimiento era curarme.

Llegué a la clínica unos días antesde la operación para hacerme todos losanálisis preoperatorios necesarios y asíestar preparada para el gran día. Tuveque entrevistarme con el anestesiólogo,el cirujano oncólogo, el cirujanoplástico, hacerme análisis de sangre yhacer un living will por si me pasaba

algo en el proceso. Este último paso mecostó más de lo que me hubieseimaginado porque yo no iba con la ideade que me podía morir. Mi actitudpositiva ni me permitía pensar en eso.Pensar en un testamento en ese momentoera enfrentarme a la posibilidad demorir. Fue un momento impactante peroes una realidad y le puede pasar acualquier. Mejor estar preparado.

La noche anterior y la mañana de laoperación me tuve que bañar con unjabón especial que me dieron losmédicos que sirve como desinfectantepreoperatorio; por ende, antes de irme alhospital no me podía poner ningún tipo

de crema en el cuerpo ni desodorante.Ese día me acompañaron mi mamá,Adilsa, Adalberto y Fonsi. Partimostempranito hacia el hospital y, al llegar,lo primero que me hicieron fueinyectarme un tinte azul que serviríamientras me estaban operando parahacerme una biopsia del gangliolinfático centinela. El tinte azul ayuda aque el cirujano identifique el gangliolinfático centinela —el primer gangliodonde las células cancerígenas sepodrían alojar, partiendo del tumorprincipal. Una vez identificado, loextirpan y analizan en el acto para ver sida positivo o negativo. Un resultado

negativo sugiere que el cáncer no hadesarrollado la habilidad paradiseminarse por otras partes del cuerpo.Si el resultado da positivo, es probableque el cáncer se haya alojado en otrosganglios linfáticos cercanos y otrosórganos. El tratamiento que sigue a laoperación depende de ese resultado.

Una vez que terminaron deinyectarme ese tinte me llevaron a otrocuarto para que me quitara la ropa y mepusiera la bata de hospital. Cada uno deesos pasos me iban poniendo un poquitomás nerviosa y ansiosa. Ponerme la batatambién me causó ansiedad. Como nuncame había sometido a una operación de

esa magnitud, todo esto era nuevo paramí. Algo tan simple como ponerme unabata se volvió todo un asunto. Nadie meexplicó cómo me la debía poner y yo notenía idea si la parte abierta de la bataiba de frente o de espalda. Me la pusecomo me imaginé debía ser peroentonces vi lo otro: unas medias y botasque parecían de astronautas. Después meexplicaron que ayudaban a mantener lacirculación de las piernas. Me puse todaesa ropita como pude y luego me arreglésegún me dijeron las enfermeras. A esaaltura intentaba disimular los nerviospero era difícil porque iban enincremento.

Un ratito después entró mi equipo dedoctores y cada uno me explicó elprocedimiento que seguiría. Elanestesiólogo me contó que me abriríala vena, me daría un sedante y ya en lasala de operaciones me administraría laanestesia. En ese momento mi mamátomó las manos del anestesiólogo y ledijo que se las bendecía —cosa que hizocon todos los doctores— para que yopudiera salir bien y para queencontraran el rumbo correcto parahacer lo necesario para curarme. Luegovino el cirujano plástico y me marcóalgunas áreas del seno: así estaríapreparado para ponerse manos a la obra

si le daban el sí. Lo que ocurre durantela operación es que primero trabaja elcirujano oncólogo para retirar el tumor.Una vez retirado, le hacen una biopsiapara asegurarse de que quitaron todo loque debían quitar y no quedaronmárgenes con células malignas en elcuerpo. Si los márgenes se encuentranlimpios, sin células malignas, su trabajoestá terminado, pero si encuentrancélulas malignas deben seguir raspandohasta que estos márgenes salgan limpios.Si los márgenes son demasiado ampliosy los ganglios linfáticos se encuentranafectados, quiere decir que el pacientedebe hacer un tratamiento de radiación.

Pero si los márgenes se encuentranlimpios y la biopsia del ganglio linfáticocentinela da negativo, la puerta hacia lareconstrucción permanece abierta.

Lo último que recuerdo antes departir hacia la sala de operaciones esestar rodeada de mi familia, sonriendopara disimular los nervios. El tiempoentre ese momento y la sala derecuperación es una gran laguna. Teníarazón el anestesiólogo cuando meadvirtió que no recordaría nada dentrode ese rango de tiempo. No sé qué dijecuando me sacaron del cuarto en lacamilla, no recuerdo el pasillo ni elquirófano. Mi familia me contó que,

cuando me llevaron en la camilla, se mecayeron las lágrimas, cosa que tambiénme ocurrió en las siguientesoperaciones. No lloraba antes pero enese instante sí. Me imagino que, alrelajar mi cuerpo, no había manera decontener mis sentimientos.

Gracias a Dios, la operación salióbien. Me lograron sacar el tumor con susmárgenes y el seno sin problema. Labiopsia de ganglio linfático centineladio negativa, lo cual indicó que misotros ganglios linfáticos se encontrabanbien; por ende, no necesitaría radiación.Y el cirujano plástico pudo entrar alquirófano a proseguir con el comienzo

de la reconstrucción del seno y acolocarme el expansor.

Al despertarme después de laoperación recuerdo sentir que mi boca ygarganta eran un desierto. Durante laoperación me habían entubado. Porpasar un rato con ese tubo, te queda todala zona súper resentida cuando te losacan. Era una sensación muy incómoday casi no podía hablar. Me sentía comoMarlon Brando en El padrino. Lo buenofue que estaba rodeada de mis seresqueridos, que me hablaban y me tratabande hacer reír, burlándose de mis botasespaciales y aerodinámicas, cosa queagradezco inmensamente. Todavía

estaba bajo los efectos de la anestesia,así que el dolor seguía sin apoderarsede mi cuerpo y todo me parecía un pocodifuminado. Sí tenía claro, sin embargo,lo que me habían hecho y estaba ansiosade ver cómo había quedado mi seno.Intentaba mirarme un poco pero no teníademasiada movilidad y estabacompletamente vendada, así que nohabía mucho para observar.

Ya en la noche mi familia se fue;recuerdo ver a la enfermera entrar ysalir para hacer sus chequeos regulares.También recuerdo despertarme en mediode la noche y no tener a nadie en elcuarto ni encontrar nada para ver en la

televisión. Sentía algo de náusea y laenfermera se acercó y me preguntó quedel 1 al 10 cuán incómoda y mal mesentía: le respondí que 8 o 9. Entoncessalió y regresó con una inyección queme calmaría ese dolor. Yo estaba feliz,pensando que se me quitaría todo conesa inyección mágica. No sabía lo queme esperaba. Cuando me la insertó, puseel grito en el cielo y pensé: “¡Me c@#oen mí misma! ¿Por qué dije que teníanáusea?”. Me dolió más la benditainyección que el malestar que tenía. Lanáusea se pasó pero el dolor en lapierna me duró ¡como cuatro días! Esosí que no se me olvidará más.

Con la llegada del siguiente día,llegó también mi impaciencia. Ya estabaharta de estar en la cama y hasta recibíal doctor parada. Mi familia ya estabaahí en el cuarto conmigo. Aproveché yme levanté y me bañé. Mi ánimopositivo me impulsaba hacia delantepara cumplir mi única meta del día: salirde ahí cuanto antes para comenzar mirecuperación y seguir adelante. Mifamilia intentaba que comiese algo peroyo estaba tan mañosa que lo único quequería era irme de ese lugar. Tuvieronque venir las enfermeras a explicarmeque, para poder darme de alta,necesitaban que comiera algo. No me

podían dejar ir con el estómago vacíoasí que me comí una gelatina conmanzana o algo por el estilo. Al fin nosfuimos.

Como yo no tenía seguro, estabapagando cada cosa de mi bolsillo. Porende, lo que hice fue salirme delhospital cuanto antes para no incurrir enmás gastos de cama y alquilamos un parde habitaciones conectadas en un hotelcercano al hospital para que yo pudierahacerme los seguimientospostoperatorios necesarios y así volvera mi casa en Miami más tranquila.

Sin saber quién era yo, mi doctormaravilloso —esto lo aclaro porque es

algo que él haría como médicopreocupado por cualquiera de suspacientes— me venía a visitar por lasmañanas antes de entrar al hospital paraver cómo seguía mi recuperación ytambién pasaba después de su jornadalaboral antes de partir a su casa. Fue undetalle increíble. Hoy día sigoguardando muy buena relación con eldoctor Sarvam Terkonda. Él fue a miboda y seguimos en contacto. Nosllamamos, nos frecuentamos, vino losotros días a Miami y fuimos a comer,nos mandamos tarjetas de Navidad. Seportó tan increíblemente bien quesiempre le digo que si algún día tengo

una hija, le voy a poner el nombre de suhija en su honor.

Como mencioné, yo no tuve seguromédico que me cubriera tratamientoalguno de mi enfermedad. Cuando quisesacar uno en Miami me aceptaron, perono me cubrirían nada que tuviera que vercon el cáncer de seno por ser unaenfermedad pre-existente al seguro.Tuve que disponer todos mis ahorrospara el tratamiento y, gracias a eso y a laayuda de mi familia, pude salir adelante.Me di cuenta de la importancia de tenerun seguro médico y de lo difícil quedebe ser para personas con menosrecursos verse enfrentando exactamente

lo mismo. A veces piensan que porqueuno es artista tiene más ventajas, másprivilegios y más dinero, pero larealidad es que muchos de nosotrossomos igual de trabajadores que los nofamosos. Como el ambiente artísticoestá rodeado de un cierto glamour, nonecesariamente significa que uno tengalo que tiene el personaje que interpreta osea lo que aparenta ser delante de lagente. Esas apariencias son parte deltrabajo. Y si dejamos de trabajar,dejamos de ganarnos la vida. De prontono solo tuve que disponer todos misahorros para mi enfermedad sino quepasé los siguientes dos años sin trabajar

y sin generar dinero. Si no hubiese sidopor esos ahorros y la ayuda de mifamilia, no sé cómo hubiese hecho.

Estaré también eternamenteagradecida con la empresa Televisa, micasa laboral durante tantos años de mivida. Ellos me brindaron una ayudainmensa al pagarme, casi en su totalidad,la primera operación a la que me tuveque someter sin seguro que me cubriera.Fue un apoyo esencial en un momentocrucial.

Lo que siguió lo tuve que pagar demi bolsillo: la quimioterapia y todas lasoperaciones que siguieron. Por eso sé loclave que puede ser una ayuda en un

momento desahuciado. Antes deasociarme a una campaña que ayuda alas personas que tienen cáncer de seno,me aseguro de averiguar cómo repartenel dinero ganado. Mi meta principal alrepresentar estas campañas —como lad e Save Lids to Save Lives— yayudarles a recaudar fondos es que esedinero le llegue a la gente. Quiero crearconciencia y generar dinero querealmente ayude a la causa.

El amor y apoyo que recibí de lagente fue una gran ayuda para mí. Antesde enfermarme yo sabía que la gente metenía aprecio por las novelas y queseguían mi carrera, pero durante mi

momento más difícil fue cuando mellegó esa lluvia de generosidad, amor yapoyo que me dejó pasmada de alegría.Las muestras de cariño, las cartas, lasoraciones, todo eso fue unademostración de amor de la gente que yono me esperaba. No sabía que contabacon eso. Hoy día todavía me sigosorprendiendo porque la gente es muylinda conmigo. Hasta después de estarausente de los medios durante dos años,su lealtad al volver me dejó loca defelicidad.

Cuando finalmente recibí el alta,bajamos en carro de Jacksonville aMiami. Pensamos que sería más fácil

para mí que viajar en avión, y teníamosrazón. Yo estaba adolorida, no podíamover mucho el brazo derecho y tenía unvendaje fastidiosísimo que me hacíasentir que caminar media encorvada eramenos incómodo. Si me incorporaba,sentía que iba a sufrir más. Pero nadame quitaba la alegría de volver a casa.Lo más lindo de todo fue que, al llegar,había un gran cartel colgado al frenteque decía Welcome Home (Bienvenida acasa). Me pareció un detalle lindísimo yme puso una sonrisa en la cara. Loúltimo que esperaba era la sorpresa querecibiría al entrar.

Abrí la puerta y, entre un mar de

globos, me encontré con amigos yfamilia dándome la bienvenida sorpresa.La casa estaba repleta de flores y todosme transmitieron una alegría y unaenergía tan bonita, que me hicieronsentir como si todo estuviera bien, igualque siempre. Le agradeceré siempre ami ex esos detalles tan amorosos. En unmomento como ese, realmente logranlevantarte el ánimo.

Las próximas semanas fueron depura recuperación. Al quitarme losganglios linfáticos de la axila derecha,necesitaba hacer ejercicios diarios conel brazo y la mano para ir recuperandoel movimiento. Hoy día ya está

recuperado ese brazo; sin embargo, ydado que ya no tengo esos ganglioslinfáticos, nunca deben tomarme lapresión ni sacarme sangre del brazoderecho. Tampoco debo cargar nadademasiado pesado con ese brazo y, cadavez que subo a un avión, debocolocarme una manga especial en esebrazo para evitar que me de linfedema,la acumulación de líquido en el tejidoblando del cuerpo cuando el sistemalinfático se encuentra dañado obloqueado. Es una enfermedad que suelepresentarse en los pacientes de cáncerde seno y que, una vez que la tienes, sevuelve crónica; por eso hay que tomar

las precauciones necesarias paraevitarla.

Después llegó el momento de ver lacicatriz del seno. La primera vez,bueno… No sé ni cómo describirla. Fuecomo recibir una bofetada. Nada tepuede preparar para ese momento. Fueenfrentarme a lo que me estabaocurriendo de verdad. Fue darme cuentade que esto no era una simple pesadilla,que era una realidad. Me paré frente aun espejo de cuerpo entero que tenía enmi cuarto y, con la ayuda de Adilsa,quien me acompañó fielmente durantetoda la enfermedad, me fui quitando lavenda. Cuando finalmente me vi, respiré

profundo. Se notaba que estabacicatrizando bien pero era algo muyajeno a mí. No sentía que el seno queveía reflejado en el espejo era enrealidad el mío. Después de laoperación, el seno con el expansor habíaquedado mucho más alto que mi senosano. Casi me llegaba a la clavícula yeso me causó mucha impresión yangustia.

Mi médico me había mencionadoque, al quitarme la venda, notaría que elseno estaría más alto que el sano; poreso me había pedido que me pusiera unavenda especial. Esta venda lo que hacees apretar y empujar el seno hacia abajo

mientras se va recuperando y el tejido seva expandiendo. Me explicó que cadados semanas tendría que ir adonde eldoctor para que me fuera llenando elexpansor hasta que llegara al tamañodeseado, que en este caso sería el que separeciera a mi seno sano. Despuéspasaría un tiempo con el expansor llenohasta que el tejido se adaptara a estanueva forma. Luego me haría otraoperación en la que me quitarían elexpansor y me colocarían el implante,que para ese entonces ya caería en susitio. Yo ya conocía esta explicaciónpero igual me daba impresión verme así.

Para mantener el ambiente ligero y

positivo, y por más impresión que nosdiera, mi hermana y yo decíamos que seveía bonito, que la cicatriz estaba bien,que no era tan grande como pensábamosque sería, que tenía la suerte de quedentro de esa misma operación mehabían podido colocar el expansor detejido para comenzar el proceso dereconstrucción. Ambas hicimos lo quepudimos para darme ánimo para seguiradelante y sentir que todo lo que vendríatambién saldría bien.

Cada paso dentro de la recuperaciónera como ir escalando cuesta arriba.Cuando por fin sentía que podía llegar auna explanada de normalidad, me tocaba

enfrentar otro hito. Ahora me tocabaquitarme la venda enfrente de mi novio.

Imagino que esto le puede pasar acualquier mujer que haya vivido unproceso similar. Después de vivir tantosaños con su pareja, hay muchas que nose atreven a dejarse ver los senos porvergüenza a la cicatriz y al qué dirán yal yo no sé qué. Encima, y con eltratamiento de la quimioterapia, elcuerpo cambia hormonalmente; ya unono tiene el mismo deseo. Son muchascosas. Sé de mujeres que se dejan verenseguida por sus esposos o parejas, yde otras que con los años siguen sindejarse ver.

Recientemente conocí a una mujer ala que hace poco le diagnosticaroncáncer de seno. Se encontraba enojada:había leído libros que dicen que todo vaa estar bien y la gente le decía lo mismo.Ella encontraba que en teoríacomprendía que podía salir de esto yque iba a estar bien, pero que en esemomento estaba encabronada y ya noquería escuchar a una persona másdiciendo que la entendía y que todo ibaa estar bien. Personas que pasaron poralgo similar le comentaron que al finalse dieron cuenta de que el cáncer lescambió la vida de una manera positiva,pero ella en ese instante no podía ver ni

comprender cómo algo así podía tenerun resultado bueno. Se le fueron losdeseos de estar con su marido. No leveía nada positivo a lo que estabaviviendo en ese instante. Y eso tampocoestá mal. Lo importante es respetar lavivencia de cada una porque no sontodas iguales. El “todo va a estar bien”no le sirve a todas. Algunas mujeressienten rabia al escuchar esa frase yotras la agradecen. Lo importante, segúnmi propia experiencia, es permitirsesentir y expresarse.

En mi caso, encarar el momento dedesnudarme frente a mi novio y mostrarla cicatriz me resultó difícil. Me

causaba mucha inseguridad. Yasabíamos la explicación de todo peroigual sentía que me veía deforme. Esmuy difícil explicar lo que uno sienteviéndose así: es como recibir un golpetras otro y uno no lo termina decomprender. No me sentía bonita niatractiva, me sentía diferente, no mesentía yo misma. Y ni hablar de lo quevendría después. Pero Fonsi fue muycuidadoso y cariñoso conmigo. Le restóimportancia a mi cicatriz y enfatizó lobonita que me veía, brindándome así elapoyo que necesitaba en aquel momento.

Todavía me faltaba pasar por variasetapas más, así que no era el momento

para echarme a llorar y tenerme pena.Tenía que seguir adelante, seguir fuerte,seguir con ánimo, seguir positiva, seguirsonriendo. No me podía rendir a laangustia ahora.

U

7Los embriones de mi

vida

no de los impactos más fuertes detener cáncer de seno fue tener que

enfrentarme de pronto a la posibilidadde quedar infértil. ¿Cómo? ¡¿Encima detodo existía la posibilidad de no podertener hijos?! Mi sueño siempre ha sidotener una familia. Nunca se me habíacruzado por la mente que esto podía sersolo un sueño. Como bien dicen, cuandollueve, truena; pero si uno busca,

encuentra la luz del amanecer.Fue duro comprender que para

curarme quizá tendría que perder laoportunidad de crear una familia.Todavía no estaba casada; es más, nisiquiera teníamos fecha para elmatrimonio pero hablamos del tema conFonsi y decidimos tomar algunasmedidas preventivas. Primero buscamosdiferentes opiniones médicas para vercómo hacíamos para que yo no quedaraestéril con el tratamiento dequimioterapia. Cuando nos dimos cuentade que no había forma de asegurarse deque el tratamiento no tuviera este efectoadverso, optamos por otra solución.

Me recomendaron un sitio que seespecializa en mujeres que tienen cáncerque quieren pasar por un proceso defertilidad: está basado en Nueva York yse llama The Center for ReproductiveMedicine and Infertility. Hicimos citacon el médico y nos informamos sobrela fertilización in vitro y la posibilidadde guardar embriones congelados por siquedaba estéril. También charlamossobre la posibilidad de guardar óvulospero decidimos que no nos queríamosarriesgar. Los óvulos, al descongelarse,tienen más probabilidades de sufrir unaruptura y permanecer inutilizables. Eramucho más seguro congelar embriones

ya que sobreviven mejor a ladescongelación. Así fue que llegamos ala decisión de guardar embrionessolamente.

Las fechas de cada etapa de mitratamiento debían ser calculadascuidadosamente para lograr hacer todolo más efectivamente posible. El temaera que no podía dejar pasar demasiadotiempo entre la operación y laquimioterapia. Pero esos embriones eranuna prioridad así que pusimos en marchaun plan para llevar a cabo supreservación.

Primero ocurrió la operación el 30de mayo y siguió aproximadamente un

mes de recuperación. A comienzos dejulio comencé el proceso defertilización, seguido de laquimioterapia a principios de agosto.Entrando en julio, con el tumor yaoperado y mi etapa de recuperaciónterminada, esperé a que me llegara elperíodo y comencé a inyectarmeestrógeno y progesterona para elproceso de fertilización. Esta decisiónno fue nada fácil y llevaba consigo ungran peso porque mi cáncer sealimentaba de estas hormonas. El cáncerque tuve fue una mutación genética deestrógeno y progesterona positivos. Siquedaba alguna célula maligna en mi

cuerpo después de la operación, esteproceso de fertilización no solo serviríapara crear embriones sino que tambiénpodía alimentar otro cáncer dentro demí. Por eso era vital que todo se hicierade la manera más rápida y eficazposible, así podía comenzar laquimioterapia enseguida y eliminar elriesgo de tener que enfrentar otrocáncer.

A mediados de julio de 2005 viajé aNueva York junto con mi hermano y mimamá, y pasé dos semanas completandoel tratamiento de fertilidad. Durante esasdos semanas tenía que levantarme a lasseis de la mañana para sacarme sangre,

así el doctor podía analizar cuántosóvulos estaban creciendo en misovarios. Las inyecciones que me poníaestimulaban mis ovarios para queprodujeran más óvulos de lo normal, asípodíamos extraer más en un solo ciclo.Una vez extraídos continuaba el procesode fertilización. La razón por la que ibatodos los días a hacerme este análisisera para no perderme la ventana justacuando el óvulo se encontrara listo paraextraer.

Durante esas dos semanas me teníaque seguir inyectando hormonas hasta elmomento de la extracción. Yo soy súpermiedosa para las inyecciones y me dejo

inyectar siempre y cuando no tenga quever. Esa inyección la verdad es que noera dolorosa: tenía una aguja súper finitay se tenía que administrar en miabdomen más o menos a la misma horatodos los días. Hubo un día en queestábamos solas mi mamá y yo en lahabitación del hotel cuando llegó la horade la inyección. Por alguna razón nosentró un pánico contagioso a las dos yninguna se animaba a ponerme lainyección. En realidad era una cosasúper rápida y fácil de hacer, pero esedía ambas actuamos como si fuera unapapa caliente que ninguna de las dos seatrevía a sostener.

Mami me decía: “Ay, no, m’hija, yono me atrevo”.

Entonces intentaba puyarme yo solay de pronto le decía: “No, Mami, es queyo tampoco me atrevo”, y se la volvía apasar.

Así estuvimos más de media horahasta que por fin decidimos llamar algerente del hotel para pedir ayuda. Leexpliqué que me tenía que poner unainyección, que ya estaba media horatarde y que no me atrevía a ponérmela.El señor, un poco alarmado con elpedido, de inmediato me aclaró que, siera en la nalga, no podría participar enel asunto de ninguna manera. Le aclaré

que era en el abdomen y me dijo quesubiría enseguida. Cuando llegó anuestra habitación, el pobre hombretampoco sabía lo que hacía. Le expliquélo que tenía que hacer, miré para unlado, mi mamá para el otro y finalmenteel tipo me puso la inyección y se acabóel cuento. Nunca comprendí por quéjusto en ese momento nos entró eseataque de nervios con una tontería deinyección que ni duele después de haberpasado ya por mi operación; nos sirve,sin embargo, como anécdota divertida.Todavía nos reímos cuando recordamosese momento ridículo que compartimos.

Hacia finales de esas dos semanas

se fue mi hermano y llegó Fonsi parahacer su donación de esperma: asícrearíamos los embriones finalmente, elcomienzo de lo que podrían ser nuestrosfuturos hijos. Llegamos a la clínicatempranito la mañana de la extracciónde óvulos. Yo en general siempre soy laprimera en entrar a cualquier quirófanoporque soy alérgica al látex. Al ser laprimera, el equipo de las salas deoperaciones se encarga de tener todolimpio y libre de látex para mioperación. Esa mañana no difirió de lasdemás. Fui la primera en entrar.

No recuerdo mucho —imagino quepor la anestesia o el calmante que me

dieron— pero sí recuerdo la cantidad desangre que me tuvieron que sacar comoprimer paso. Requerían seis tubos desangre corridos. Al principio mepincharon varias veces porque nolograban sacar los seis tubos de una vez.Llegaba a cuatro y no me salía más,luego con otro pinchazo solo melograban sacar tres. Tenía el brazoizquierdo pinchado por todos lados.Además, como el brazo derecho ya notenía ganglios linfáticos, no podíanusarlo para sacarme sangre. Fue un pocotortuoso ese proceso pero finalmente lolograron. Después me cambié de ropa ycaminé por el pasillo hacia la sala

donde me harían la extracción de losóvulos. Recuerdo acostarme y estirar elbrazo izquierdo para que me pusieran laanestesia. Me dijeron que contara del 10al 1. Llegué, como mucho, al 8 y lopróximo que vi fue mi cuarto derecuperación donde estaban también mimamá y Fonsi.

Pasamos dos días más en NuevaYork esperando los resultados de lacantidad de embriones que se habíanformado. Fonsi se volvió un día antespor cuestiones de trabajo y yo meregresé con mi mamá al recibir lanoticia de que teníamos once embrioneslistos para congelar.

Mirando hacia atrás, pienso que esaépoca fue una de las más difíciles paramí. Aparte de tener un seno más arribaque el otro y una cicatriz que todavía mecostaba comprender, había subido unasveinticinco libras entre la operación y eltratamiento de fertilidad. Esa cantidadde libras sumadas a mi pequeña estaturame hacía parecer una bolita redonda,cachetona e hinchada. No me reconocía.Me sentía tan fea, tan poco atractiva. Nome lograba reconocer.

Recuerdo que una noche, durante eltratamiento en Nueva York, decidimossalir a comer con los amigos de minovio para distraernos un rato. Cuando

me fui a vestir, me di cuenta de queninguna ropa me servía; nada mequedaba bonito, sentía que iba a salircomo una bolita redonda a la calle. Nosabía cómo lidiar con este otro efectosecundario por todo lo que estabapasando en mi vida y lo único que hicefue ponerme a llorar de vergüenza. Aesa altura, lo único que quería eraquedarme en la habitación. Encima deno tener seno, estaba gordísima y no mehallaba, sentía que todo junto a la vezera demasiado, y eso que todavía no seme había caído el pelo. ¡Diantre!Pensaba en lo que dirían sus amigos alverme así. ¿Se compadecerián de él por

tener que estar conmigo en ese estado?Todas esas sensaciones y preguntas

me mareaban la mente. Los cambioshormonales me tenían pensando encincuenta mil cosas y la posibilidad deno poder ser madre me ahogaba. Meencontraba perdida, jamaqueada y nohallaba cómo sacarme este peso deencima. Fue uno de los momentos demayor depresión que pasé en esos dosaños. Sin embargo, no sé cómo logréllenarme de fuerza para levantarme yseguir adelante. Intentaba recordarmeque estaba haciendo todo eso paracubrir las bases en caso de querealmente me quedara infértil. Que era

por el bien de nuestro futuro y el denuestros hijos. Que era parte de estaenfermedad y que no me quedaba másremedio que soportar esta etapa ynuevamente alzar la cabeza y seguircaminando.

C

8La quimioterapia seapodera de mis días

on el regreso de Nueva York —yahabiendo terminado el tratamiento

de fertilidad— había llegado la horade enfrentarme a la quimioterapia.Había oído hablar del tema pero alvivirlo comprendí que es difícilencontrar palabras para explicar todaslas sensaciones que te causa estetratamiento. Está para curarte pero a lavez te deshace ante tus propios ojos.

El 9 de agosto de 2005 fue miprimera sesión de quimioterapia. Lleguéde lo más positiva al hospital, preparadapara comenzar el tratamiento que meterminaría de curar. Ese día meacompañaron Adilsa y Fonsi. Esamañana no comí nada pensando que, silo hacía, quizás me darían más ganas devomitar. Ya sabía que las náuseas eranuno de los efectos secundarios de estetratamiento tan feroz. Sin embargo,cuando me vi con la doctora previo a lasesión, me explicó que en realidad eramejor que comiese algo antes porque eraprobable que después no me dieranganas de comer nada. De esta manera

evitaría estar con el estómago vacío eldía entero.

Así que fueron a un restaurantecercano de comida rápida y me trajeronalgo ligero para almorzar antes de misesión. No sé si fue el hecho de comerpollo o si simplemente fue una cuestiónpsicológica, pero desde ese día nuncamás pude comer ese plato específico deese restaurante. No lo soporto. Sea enmi cabeza o en mi estomago, la mezclade ese pollo con la quimioterapia que lesiguió me causó un rechazo absoluto.

LA VERDAD ES QUE NOdimensionaba la etapa que estaba

comenzando ese día. Nunca supe bien,hasta ese momento, lo que era unaquimioterapia. No sabía a lo que enrealidad estaba por enfrentarme nicomprendía esa sensación casiindescriptible de todo ese proceso.

Lo primero que me hicieron alsentarme en la silla de la sala dequimioterapia fue desinfectarme la zonadel portal con alcohol. Luego mepusieron un spray que se sentía fríocontra mi piel y después colocaron laaguja en el portal, lugar por dondepasaría la quimioterapia. Antes decomenzar a darme el tratamiento, meenjuagaron el portal con un líquido

salino para limpiarlo, acto que me dejóuna sensación de agua salada en la narizy la boca. No es desagradable, no sabe anada, simplemente es algo extraño. Meacomodé bien en la silla, que enrealidad era casi como un silloncitomullido, cosa que se aprecia porque eltratamiento puede durar unas dos a treshoras, y dejé que la enfermera terminarade preparar todo para comenzar lasesión. Tenía una televisión particularcerca de la silla donde podía verprogramas para distraerme durante eltratamiento. Recuerdo que en esa épocaa la que más me gustaba ver era aCharytín. Su alegría y energía me

levantaban muchísimo el ánimo.Mi quimioterapia consistía en tres

bolsas de medicamentos intravenosos yuna inyección al día siguiente. Metocaban seis sesiones, una cada tressemanas, durante un período dedieciocho semanas. El tratamiento de loslíquidos se llamaba FEC 100 y consistíaen una bolsa de fluorouracilo, otra deepirubicina y la última deciclofosfamida. La inyección del díasiguiente se denominaba Neulasta(pegfilgrastim) y se usa para aminorarlas posibilidades de infecciones quepueden ser causadas por laquimioterapia.

Yo identificaba a las tres bolsitasasí: la medio amarilla, que iba primero;la “colorá”, que iba segunda y es la quemuchas veces causa la caída del pelo; yla última, que era un líquido más bientransparente. A la segunda, la colorada,yo la apodé la sangre de Cristo porquesentía que me curaría todos los males.Era mi manera de ver esos líquidos quecausaban efectos secundarios tandesagradables con una luz favorecedora.

Durante el tratamiento dequimioterapia, y como había que pasarun rato largo sentado en ese silloncito,yo hacía lo posible para sentirme encasa. Llevaba mi manta, mi almohadita,

algunas películas, cualquier cosa que mehiciera sentir más cómoda. En esossitios hace bastante frío con el propósitode evitar la reproducción de bacterias;mi mantita, entonces, era esencial.

Recuerdo que uno de los efectos quesentí al recibir la quimioterapia fuemuchas ganas de ir al baño. Como labolsa de medicamento se encontrabacolgada de una especie de perchero demetal portátil, podía ir y venir del bañolibremente con mi medicamento alarrastre. A medida que iban pasando lashoras, sentía cómo mi fortaleza y buenánimo se aminoraban poco a poco. Noera que las perdiera pero es inevitable

que esos niveles de energía con los queuno llega bajen al comenzar a sentir algode malestar. Lo que no sabía durante esaprimera sesión es que esa sensación demalestar se agudizaría con cada una delas siguientes rondas hasta llegar a unpunto en el que pensar en tener que ir ala siguiente sesión se hacía casiinaguantable.

Otra cosa que recuerdo de esaprimera sesión es que de pronto sentícomo si me estuviera dando un bochornoy un calor sofocante emanara de micuerpo. La cabeza me pesaba, me sentíamareada. Recuerdo sobarme la cabezaporque sentía que algo me molestaba.

Me sentía nublada, agobiada. Al salir deahí el carro me molestaba, la gente memolestaba, me sentía irritable. Hastapeleé con Fonsi porque en el fondo loque más quería era llegar a mi casa yestar un rato sola. Claro, él me estabatratando de distraer con el paseo encarro pero yo no aguantaba mi malestary fui muy grosera con él. En un momentole dije: “Lo que quiero es que te vayas”.Él quedó totalmente sorprendido y a lomejor hasta un poco ofendido porque yonunca le solía hablar de esa manera. Noera mi manera de ser. Y me preguntó:“¿De verdad tú quieres que me vaya?”.En ese instante me di cuenta de que sí,

pero no era algo personal. Lo que másquería era estar sola y tranquila en micasa. Ahora, yo sé que él estabahaciendo lo que podía para hacermesentir bien, pero en ese momento no lopodía ver tan claramente. Lo único queveía era que mi cuerpo estabacambiando y que me resultaba difícilesconder lo que pensaba y sentía; notenía filtros. Sin embargo, después deese momento, intenté controlar esosarranques porque no quería herir a misseres queridos. Por más que sintieraganas de decir cosas como ésa y más,decidí tragármelas.

Al día siguiente Fonsi me acompañó

a la clínica para que me pusieran lainyección Neulasta —sirve paraprevenir infecciones— ya que luegocomenzaba su gira de promoción y noiba a poder estar en persona durante lossiguientes tratamientos. Por más que yahabía pasado por varias agujas, meseguían causando impresión y ahoratendría que enfrentarme a otra alsiguiente día de cada sesión dequimioterapia. El método que apliquédesde el principio fue simplemente darel brazo y taparme la cara para no vercuándo me la ponían. La verdad es queeste pinchazo dolía y me causaba unaespecie de picazón un poco difícil de

explicar. A eso le seguía un dolormuscular que en realidad parecíaprovenir directamente de los huesos.

Una de las pocas cosas que meresultaba reconfortante después de cadasesión de quimioterapia y de inyecciónera llegar a mi casa y acurrucarme en elsofá. Había una esquinita en particular,del lado izquierdo, que para mí lo fuetodo en ese tiempo. No hubo un día enesos meses en que me quedara todo eldía en la cama. Todos los días, por másmal que me sintiera, hacía el esfuerzopor salir de la cama. Quedarse en lacama para mí alimentaba esa sensaciónde pena que tanto quería evitar.

La mayoría de las mañanas medespertaba, me levantaba de la cama, medaba un bañito, me vestía y bajaba a miesquinita del sofá. Comía fuera del sofá,me levantaba para hacer cositasalrededor de la casa, hablaba con Fonsipor teléfono, salía a caminar y a haceralgo de ejercicio durante el atardecer,regresaba a darme otro bañito y mevolvía a echar en el sofá a vertelevisión. Esa esquinita fue un lugarclave y reconfortante para mí durante lossiguientes cuatro meses. Es increíblecómo ciertas cosas en las que nopensarías dos veces durante tu vidanormal se vuelven tan esenciales durante

un momento como ese. Esa esquinita delsofá, mi mantita para las sesiones dequimioterapia, un peluche que me regalóFonsi —y eso que yo no soy de peluches— y varias cositas más formaron unaparte importante de mi recuperación.

Los síntomas que experimenté entresesiones de quimioterapia incluían unaespecie de calor por todo el cuerpo yuna náusea constante. En el transcursode todas las sesiones solo vomité unavez, aunque siempre tuve náuseasdespués de la tercera quimioterapia. Sinembargo, y como prevención, en los díassiguientes a la sesión siempre ponía unbote de basura al lado del sofá o la

cama por las dudas. La vez que vomitéefectivamente estaba en el sofá, pero medio tiempo de llegar al baño.

La náusea nunca se me fue del tododurante esos meses de quimioterapia yera mucha más aguda en los primerosdías que le seguían a cada sesión. Sentíamucho malestar y no me apetecía nada.Pero con los días se me abría el apetito,cosa que fue otra lucha inesperada yconstante entre mi familia y yo. Depronto se me dio por comer todo lo queme daba la gana y en grandescantidades. Mi hermana Adilsa meregañaba al verme servir uno, dos y tresplatos de arroz, pero luego iba y me lo

preparaba porque a la vez le alegrabaverme comer algo. El problema, enrealidad, era la cantidad.

Muchos me decían que no era buenoque comiera esa cantidad de porcionesde lo que se me antojara. Sin embargo,se me hacía imposible tener que fijarmeen lo que comía encima de todo lodemás que estaba viviendo. Me nacióuna rebeldía por el lado de la comida.Me daba rabia que me dijeran lo quepodía o no comer. Ya suficiente teníacon la quimioterapia y sus efectossecundarios. Limitar la comida se mevolvió la gota que rebasó el vaso.

La verdad es que no era solo mi

familia la que me aconsejaba cuidarme,yo también sentía una necesidad demanejar mi peso pero no sabía cómolidiar con todo a la vez. La realidad esque al verme en el espejo sin mi propioseno, gorda y luego sin pelo, me dicuenta de que comer mejor mebeneficiaría. También sabía que la gentea mi alrededor quería lo mejor para mípero yo sentía una tonelada de presiónque simplemente no aguantaba. Poneruna miga más sobre la pila de cosas conlas que estaba lidiando era algo con loque no quería ni podía bregar. Me dabanganas de gritar, llorar y comerme todo.Logré controlar las ganas de gritar y

llorar, sí, eso me lo tragué junto con lacomida, que se convirtió en una manerade calmar mi rabia y angustia.

Hasta ese año, nunca antes habíatenido que lidiar con un problema depeso y nunca había tenido tanta hambre.Mirando hacia atrás, comprendo que miaumento repentino no solo se debió altratamiento de fertilidad y a las ganas decomer cantidades de arroz inimaginablesdurante la quimioterapia sino también ami edad. Fue como una combinaciónfatal para mi cuerpo ya que, entrando ladécada de los treinta años, elmetabolismo naturalmente ya no tiene lamisma velocidad que antes. Yo siempre

fui relativamente delgada y mis rutinasalimenticias y de ejercicios fueron máso menos las mismas a lo largo de losaños, pero después de mi enfermedad,esas rutinas ya no me beneficiabanporque si me descuidaba, engordaba. Séque algunas personas luchan con su pesodesde una edad temprana, pero como amí no me sucedió de esa manera, esteaumento de peso repentino y esta ondade tener gente vigilando mis comidas ydiciéndome qué podía o no comer meresultaba totalmente nuevo, ajeno einsoportable. Decidí, sin embargo,tomar el toro por las astas. Comencé atrabajar con un entrenador personal para

contrarrestar lo que comía con elejercicio. La semana en que recibía laquimioterapia no podía hacer muchoporque tenía el cuerpo debilitado y nome sentía bien, pero las siguientes dossemanas antes de la próxima sesión mesentía mejor y lograba ejercitarme conmás frecuencia.

Hasta el sol de hoy sigo lidiando conel peso porque mi cuerpo nunca volvió aser lo que era. Sin embargo, ahora se mehace más fácil manejarlo desde un puntode vista más saludable y tranquiloporque ya no sufro el peso de mienfermedad y ya no siento que es unapresión agobiante en mi vida. Me cuesta

más trabajo pero lo puedo hacer.No obstante, lidiar con el peso de mi

enfermedad en aquella época se me salíade las manos. Me encontraba gorda, conel seno nuevo más arriba que el otro,con muchos malestares, sintiendo que eltratamiento era algo interminable,intentando enfrentar todo con la mejoractitud posible, queriendo que los queme rodeaban no se sintieran mal ni meagarraran pena y guardándome más de loque debería haberme guardado dadas lascircunstancias. ¡Quizá por eso engordétanto!

Eso es algo que suelo hacer:guardarme las cosas para evitar malos

ratos y confrontaciones. En ese momentome lo tragaba todo, todito, todo. Megusta cuidar a los que me rodean peroesas ganas de no hacer sentir mal anadie hace que me guarde muchas cosas,demasiadas. Además, a la hora de laverdad, todo queda dando vueltasinternamente y de alguna manera debesalir. Ahora he aprendido que no es sanopero cuesta mucho trabajo cambiar unhábito de tantos años.

A pesar de todo lo que me guardabay de todo ese control que intentabaejercer durante una enfermedad querealmente estaba fuera de mis manos yen las manos de Dios, tuve la fortuna de

vivir también momentos muy lindos. Lamayoría de la gente deseaba hacermesentir bien. Recibí muchos regalitos —desde cartas a libros— y todavía lostengo guardados en una caja especial.Para mí, esa caja esta llena de muchoamor, mucha comprensión, muchosmimos. Mis seres queridos intentabandistraerme para que los días en los queme sentía bien malita no fueran tanduros.

La intención era tratar de manteneruna vida lo más normal posible bajo lascircunstancias. Salíamos a pasear, mevisitaban amigas, íbamos al cine,cualquier cosa como para sentir que no

todo se me había ido de las manos.Muchos de esos días los pasé con mihermana Adilsa porque había momentosen los que Fonsi tenía que viajar portrabajo. Adilsa estuvo conmigo durantetoda esa etapa de tratamiento yrecuperación. No tengo manera deexpresarle mi gratitud lo suficiente o conqué pagarle todo el amor que me dio;por eso y muchas cosas más le estaréeternamente agradecida.

Hacíamos cosas de todos los díascomo ir al supermercado; así meanclaba a un presente más normal. Eramuy gracioso y divertido porque a vecesme subía como los niños al carrito del

supermercado y mientras ella mellevaba yo iba agarrando cosas.Bromeábamos y nos divertíamos, cosaque me hacía mucho bien. En esesupermercado no me reconocían así quesentía la libertad de relajarme y pasarlabien con boberías sin tener que estarpendiente de nada. Cuando ya no tuvepelo, en general iba sin peluca, cosa quehacía a menudo porque no me sentíabien usándola. Y nuevamente, el temamás importante para mí era poder llevaruna vida relativamente normal. Esecable a tierra era esencial en esemomento de mi vida.

En ese mismo supermercado,

recuerdo que una vez, ya calva, estabaen el pasillo de las vitaminas y se meacercó una señora para decirme quetenía una cabeza muy bonita. Quizá esaseñora ni se dio cuenta pero esecomentario me dio una seguridadtremenda. Ver cómo alguien me podíaver desde otra perspectiva y que, en vezde tenerme lástima, dijera que me veíabonita era algo muy alentador. Por esosiempre digo que la gente —mi gente,mis fans— no saben, no tienen idea de lafortaleza que me brindaron y que mesiguen brindando a lo largo de mi vida,en las buenas y en las malas.

Al principio del tratamiento yo

intentaba tomarme todo de la maneramás ligera posible. Relajaba mucho conla posibilidad de quedarme sin pelo.Decía en broma: “Wow, qué chévere, novoy a tener pelo, no voy a tener quedepilarme, no voy a tener que gastar eneso, se me va a caer el pelo de aquí, seme va a caer el pelo de ahí,¡buenísimo!”. Pero claro, la realidad esque, además de que se me caería el pelode todas las zonas que uno se depila, seme iba a caer el pelo de la cabeza, delas cejas, de las pestañas… Y aunque yodecía estar contenta con que se mecayeran los pelos indeseables, los que sídeseaba también comenzaron a caerse un

buen día.Nadie está preparado para que se le

caiga el pelo y menos de una manera tanrepentina. El día que me peiné y vi esacantidad de pelo en el cepillo fue muyimpactante. Recuerdo que estaba solaporque Fonsi justo había salido y mihermana Adilsa estaba en la casa de suhija. Al ver esa cantidad de pelo me dicuenta de lo que estaba ocurriendo yrompí en llanto. Dejé que se meescurrieran unos buenos lagrimones, merecompuse y me pregunté: “¿Por quéestás llorando si ya sabías que esto iba aocurrir?”. Sí, ya lo sabía, pero saberlono significa nada hasta que no pasa. La

realidad es que no estaba tan preparadacomo creía.

De pronto me acordé que al díasiguiente Fonsi tenía un viaje de trabajo.Pensé en esperar un poquito para vercómo seguía la caída pero no quería queél se fuera, me viera con mi pelo y luegovolviera para recibir el shock de vermecalva. Quería que pasáramos el procesojuntos para aminorar el impacto. Así queagarré el teléfono, llamé a Adilsa y lepregunté si me podía traer una máquinade afeitar. Cuando mi novio regresó a lacasa, le expliqué lo que me habíapasado y le dije que mi hermana estabaen camino con una máquina de afeitar.

Había llegado el día de cortarme elpelo.

Nos metimos al baño los tres: yo mesenté en la bañadera, Fonsi agarró unatijera para tomar el rol de peluquero yAdilsa tomó una cámara y comenzó afilmar. No sabíamos bien por dóndecomenzar. ¿Sería mejor cortar el pelocon tijera y luego maquinita, odirectamente con maquinita? Mi pelo mellegaba hasta los hombros. Sería laúltima vez en unos años en que me veríacon mi cabello así de largo. Fonsicomenzó con la tijera pero eso me dabauna impresión tremenda. Laquimioterapia me había dejado el cuero

cabelludo muy sensible —en especial lacoronilla de la cabeza—, entonces cadajaladita de pelo me resultaba algodolorosa. Me impresionaba, además, elruido de la tijera cortando el pelo. Concada tijerazo yo me estremecía y cerrabalos ojos para aguantar ese dolorcitoextraño. Llegó un punto en el que le pedíque usara la máquina pero, teniendo elpelo largo, tardaba demasiado, así quevolvimos a la tijera.

Cuando por fin terminó de cortarmeel pelo, agarró la máquina y comenzó aafeitarme hasta que me quedó tan cortitoque me comenzaron a decir G.I. Jane,por la película que protagonizó Demi

Moore.En un momento dado, bromeando, mi

hermana me preguntó: “¿Y cómo es quete llamas tú ahora?”.

Y con sinceridad absoluta lerespondí: “Ay, yo ya no sé cómo mellamo”.

Luego seguimos en chiste con lo deG.I. Jane —¡ya quisiera yo parecerme aDemi Moore!— pero la verdad es queestaba pasando por tantos cambios quepor momentos sentía que vivía en elcuerpo de otra persona.

Con ese primer corte no me quedécompletamente calva sino más bien conuna o dos pulgadas de pelito. Igual era

un cambio drástico pero todavía faltabamás. Esa noche salimos a cenar. Mepuse una falda, unas botitas y una camisaque tenía la espalda abierta pero que alfrente cubría más, como para disimularel seno que todavía se encontraba másarriba que el otro. Me maquillé, mearreglé lo poco que me quedó de pelitocortito y la verdad es que me sentíahasta guapa. Por primera vez en muchotiempo me sentí linda otra vez.

Para adaptarme a este nuevo corte ya la sensibilidad de mi cuero cabelludo,decidí cambiar de shampoo. Me compréun shampoo para bebés, con aroma alavandas, como para crear un estado de

relajación, y me comencé a lavar elpelito con eso. Sin embargo, a medidaque fueron pasando los días, me dicuenta de que el pelo se me seguíacayendo. La única diferencia ahora eraque eran pelitos más cortos pero ahíestaban: en mi almohada, en mi toalla,en mi mano. De pronto caí en cuenta deque me estaba quedando sin pelo deverdad. Esto no era un simple cambio delook drástico sino una colisión deemociones.

Un buen día, secándome con unatoalla después de bañarme, noté aun máspelitos. Me acaricié la cabeza, vi cómolos pelitos se me quedaron pegados a la

mano y decidí tomar acción. Ese díaestaba sola pero no quise esperar a quenadie me ayudara. Busqué la máquina deafeitar, la enchufé ahí mismo en el bañoy me corté el pelo aun más a ras delcuero cabelludo. Ese momento no fue tanimponente como el primer corte porquela diferencia casi ni se notaba. Todavíaquedaba otro cambio de look por vivirque me volvería a impresionar casi tantocomo aquel primer corte.

En medio de mi tratamiento se iba acasar una prima de Fonsi y estábamosinvitados a la boda. Como pensábamosir, me mandé a hacer una peluca deantemano, sabiendo que para cuando

llegara la fecha sería muy probable queya estuviera calva. Dicho y hecho. Elpeluquero que me hizo la peluca fue unoque les ponían las extensiones a muchasmujeres que salían en programas detelevisión. Me dijeron que su trabajocon pelo natural quedaba muy bien.Cuando me llamó para avisarme que lapeluca estaba lista fui a su salónacompañada por Adilsa.

Al llegar, me senté en su silla y meentregué. Primero me afeitó toda lacabeza con una navaja para quitarmecualquier pelusa de pelo que mequedara. Como nunca antes me habíaafeitado con una navaja, me dio un poco

de impresión, más aún teniendo el cuerocabelludo sensible. Era una sensaciónextraña. Luego de afeitarme la cabezaenterita, que es muy parecido a cuandole afeitan la cara a un hombre, meenjuagó la cabeza con agua y volví a lasilla para la segunda parte de la cita: lapeluca.

Como esta peluca me la habíamandado a hacer —hasta me tomaron lasmedidas de la cabeza—, no se parecía alas otras que me había probadoanteriormente (aunque nunca las usé),que simplemente te las pones y listo. No,esta era un poco más permanente.Primero me la colocó y la comenzó a

posicionar para alinearla con la líneadonde naturalmente me nace el pelo. Unavez alineada y aprobada, pasó a¡pegármela a la cabeza! Yo lo mirabacon una sonrisa congelada mientras meiba adhiriendo esa mata de pelo. ¡Nuncahabía visto tanto pelo junto! No lograbareconocer a la que veía reflejada en elespejo. ¿Esa era yo? Sentía que teníacomo tres cabezas más que la mía.Adilsa y yo intercambiamos miradasporque ambas sentimos lo mismo perono dijimos nada. No queríamos ofenderal peluquero porque el trabajo en sí erabueno, simplemente no me reconocía deesa manera. Una vez bien sujetada a mi

cuerito cabelludo sensible, pasó aexplicarme cómo mantener el pelo sanoy brilloso para que no se viera mal. Mecontó, por ejemplo, que me lo podíalavar pero que nunca debía acostarmecon el pelo mojado. Parece que laalmohada es el peor enemigo de unapeluca mojada. Finalmente llegamos alpaso final: el corte de pelo.

Comenzó a rebajarme un poco elpelo y a cortarlo más a mi medida. Lacosa mejoró un poco porque ya esacantidad abismal de pelo se habíareducido. Igual me sentía extrañísimapero trataba de calmarme pensando quequizá era cuestión de acostumbrarme. La

verdad es que no había caso. Cuandoalguien me peina o maquilla de unamanera que no es a mi gusto, usualmentedisimulo porque no me gusta hacer sentirmal a la persona, y aquí hice lo mismo.No era que el trabajo hubiera estadomal, es que yo no me sentía bienviéndome así. Sentía que esa no era yo,que me veía horrible; me la quería quitaren ese instante pero seguí disimulandohasta salir de ahí. Fue raro porque paséde un extremo a otro. Fue un shock tenerque cortarme todo el pelo aquellaprimera vez pero ahora el shock eratener de pronto tanto pelo.

La idea inicial era mantenerme la

peluca puesta hasta el día siguiente quellegaba Fonsi de viaje, para darle unasorpresita. Pero camino a casa meempecé a desesperar. Me sentíaincómoda, me picaba la cabeza, tenía uncalor terrible. De a poquito empecé ameter mi dedito por un costadito de lapeluca y le empecé a dar de a poquito.Me dolía porque tenía la piel sensiblepor la quimioterapia, porque estabarecién afeitada y porque la peluca estabapegada a mi cuero cabelludo, así quedespegármela no fue tarea fácil. Pero yoseguí dándole de un lado y luego meconcentré en el otro lado y para cuandollegamos a casa, la peluca estaba en mis

manos y mi cabecita estaba respirandolibremente.

Al final recibí a Fonsi con micoquito pelado y luego me puse lapeluca para mostrársela. Sentía que si ledaba la bienvenida con esa mata de pelose iba a asustar. Al final la peluca sirviósu propósito principal: la usé solo yexclusivamente para la boda de la primade Fonsi. Nuestro peluquero, JuniorMeléndez, me la peinó y me la dejó listaen la habitación. Me la llevé conmigocon mucho cuidado y, justo antes dellegar a la boda, me la acomodé ahímismo en el carro. Pasé la boda y lafiesta con peluca. Esa fue la primera y

última vez que la usé.Quizá alguien que está acostumbrada

a usar pelucas le ve el lado divertido aesta etapa del cáncer pero yo preferísalir calva que con una pelucasofocante, a menos que fuera el regaloque me hizo Olga Tañón.

Según tengo entendido, Olga siempreha sido de hacerse sus propios gorros yvestuarios y extensiones; le encantaocuparse de esa parte de su carrera. Conesa creatividad, un día me hizo un regaloque realmente me resultó muy útil. Se leocurrió comprar una gorra y coserleextensiones de pelo natural. De esamanera yo podía ponerme la gorra para

salir y, sin sufrir el calor atroz de lapeluca, aparentaba que tenía pelo.Además, me lo podía peinar dediferentes maneras, me lo podía dejarsuelto, me lo podía amarrar, le podíahacer una trenza. Me sentía mucho máscómoda con esta opción y se laagradezco inmensamente.

Otro gesto que me llegó al corazónfue algo que hizo Gabriela, la hija deOlga. Al ver los anuncios del hospitalSaint Jude, y sabiendo que yo padecíade la misma enfermedad, se cortó supelo largo, lo amarró, lo colocó en unatarjeta y me lo regaló. Fue uno de esosmomentos que me fortalecieron y que

por siempre agradeceré y recordaré.Junior, preocupado y lleno de amor,

también me envió unas pelucas —estasde Nueva York, un poco máseconómicas que la que me mandé ahacer. Algunas de esas pelucas se veíanincluso más bonitas que la original. Peroestas también me causaban demasiadocalor y picazón. Quizá la mismaquimioterapia era lo que me causaba esasensación de calor agobiante, lo ciertoes que no soportaba nada de eso.Mientras más “coco pelá”, mejor.Disfrutaba sentarme y pasarme la manopor la cabeza. Era un gesto que merelajaba y me hacía bien.

Bueno, la caída de pelo no soloinvolucra la cabeza. Con el tiempotambién empezaron a hacerse escasasmis pestañas y mis cejas. Y con eso, lafrescura que sentí inicialmente con elcambio de peinado había cruzado ahoraa un lugar desconocido. Ya no me sentíabonita. Verme en el espejo me costabacada vez más porque no reconocía elreflejo. Encima, la falta de pestañas mecausaba una picazón e irritacióninsoportable en los ojos. Antes ni habíapensado en la función de las pestañas.Para mí simplemente estaban ahí y siquería me las podía pintar para realzarmis ojos o me las podía dejar natural y

listo. Cuando me empezaron a faltar yme entró esa picazón de ojos,rápidamente comprendí su rol eimportancia para el cuerpo humano; lasextrañé bastante.

Con cada uno de esos golpecitos derealidad intentaba enfocarme en el hechode que todo era simplemente parte delproceso que debía pasar para llegar aestar nuevamente saludable, pero laverdad es que había momentos en queme inundaban olas de angustiasilenciosa. Es difícil comprender que untratamiento para curarte un mal te puedellevar a tal punto de deterioroirreconocible. Esas olas de angustia yo

me las guardaba para no preocupar a losdemás pero hoy día me doy cuenta deque es válido y necesario dejarse sentiry dejar salir algunas cosas. El procesoentero hubiese sido un poco más fácilpara mí si me hubiese permitidoexpresar todas esas angustias y miedosrepentinos en vez de guardármeloscompletitos.

Tuve momentos a solas en los quepodía relajarme y llorar tranquila, peroa veces tampoco lo hacía en esostiempos porque pensaba que si noreconocía esa angustia, no existía. Sentíaque, al negarla, quizá desaparecería.Supongo que era mi forma de

defenderme de todo lo que me estabaocurriendo. Ahora veo que hubiese sidomás fácil y sano reconocer missentimientos y expresarlos en elmomento, así hubiera evitado que miproceso de recuperación interno fueratanto más largo y difícil.

Físicamente todo se varecomponiendo pero si no exteriorizasla secuela emocional, si no la reconocesy la tratas, puede quedar dando vueltaspor años y hacerte más daño de lo que teimaginas. A mí me costó mucho tiemporecuperarme emocionalmente de mienfermedad y me llevó sufrir otrosgolpes aún más duros para aprender a

dejar salir todo lo que había vividoemocionalmente antes y durante aquelpresente inesperado esto ocurrió cuandopasé el golpe más duro de mi vida, queno fue el cáncer.

Pero en ese momento pensaba quepodía hacerlo todo yo sola, que nonecesitaba ayuda de nadie para lidiarcon esta enfermedad, que lo que estabaviviendo yo lo podía manejar por micuenta. Después de cuatro años, y luegode tocar fondo y llegar a mi punto límite,finalmente me animé a hacer terapia. Nopodía más. Pero esa es una historia en laque entraré un poco más adelante.

Hacia el final de la quimioterapia

salí un día sin peluca y con chanclas acomer con mi familia en un restaurante;queríamos celebrar que por fin seacababa esta etapa de la enfermedad.Seguramente alguien avisó que estabaallí y, al salir del restaurante, meencontré con cámaras de video y defotografía. Mis sobrinas por poco lespegan a los fotógrafos. Yo no sabía bienqué hacer: tenía una sudadera concapucha y me la subí al instante pero,aunque me cubría la cabeza, era obvioque no tenía pelo. Venía del aeropuerto—había ido a recoger a mi familia— yera uno de esos días en los que no mesentía tan bien. Pensar que esa sería la

primera foto que saldría de mí despuésde la quimioterapia me angustióbastante. Yo no quería que me vierandébil. Yo quería que me vieran bien. Sí,lo que me ocurrió fue duro, pero noquería que se viera tan trágico. Siemprehay alguien al lado de uno pasando poralgo un peorcito. Sea una enfermedadmás dura o el sufrimiento de perder aunhijo, todo el mundo pasa por problemasy todos tendemos a creer, en elmomento, que los nuestros son losúnicos. Pero no lo son. Y en mi caso,recibir lástima de los demás era lo quemás quería evitar. Escuchar un: “Ay,pobrecita”, me daba rabia. No quería

que me tirasen para atrás sino que meempujaran hacia delante. Déjenmeaprender de mi circunstancia y de lo queme tocó vivir, pero por favor no metengan pena. ¿Pobrecita por qué? Unacosa es la compasión y afinidad con elsentimiento de dolor que estoyatravesando y otra cosa es que metengan lástima. Lo único que lograba eselamento era quitarme la fuerza que másnecesitaba para salir adelante. Préstametu hombro para seguir caminando, sinpena. La comprensión es bienvenidapero también lo es el empuje paraquitarse el “pobrecita yo” de encima yseguir adelante.

Ya para las últimas sesiones dequimioterapia no podía más. No queríamás. Como bien dije, los efectossecundarios cada vez eran peores ypensar en volver a someterme a otrotratamiento más para vivir secuelas aunmás fuertes me debilitaba el corazón y lafortaleza. Hubo momentos en que ya nosabía si valía la pena seguir luchando ono. Estaba haciendo un esfuerzo tangrande para salir adelante y nodemostrarle a nadie lo mal que me sentíaque ya no veía la hora de que se acabaraesa etapa. Deseaba recuperar mi vidapero la reserva de energía ya la teníamuy bajita.

Terminé la quimioterapia el 22 denoviembre de 2005. Esa última sesiónfue un alivio porque, si me tocabaseguirla más tiempo, no lo hubieralogrado. Ya había llegado a mi límite detolerancia. Lo único que quería erapasar a otra cosa, escuchar que todohabía salido bien, que no necesitaríapasar por otra ronda de quimioterapia yasí, por fin, poder olvidar el sufrimientosilencioso que acababa de vivir.

Al finalizar esa última sesión, losdel hospital me entregaron un certificadocomo si me estuviera graduando y medieron un biscocho para conmemorar laocasión. Yo estaba débil pero feliz de

poder cerrar finalmente esa etapa.Cuando llegamos a casa me habíanpreparado una fiesta sorpresa con migente más querida y hasta llegaronmariachis a cantarme. Fue un momentohermoso y lo disfruté inmensamente. Sinembargo, en el fondo lo que másdeseaba era acurrucarme en esaesquinita del sofá de la cual me habíaapropiado esos meses anteriores.

Tenía una mezcla de emociones:estaba feliz de estar rodeada de la genteque más quiero y de estar recibiendotanto amor y alegría, pero a la vez no mesentía nada bien: había una parte de míque simplemente quería descansar y no

atender a nadie ni tener que poner carade que estaba todo bien cuando lo quesentía era que me había pasado unaaplanadora por encima. A su vez,reconozco que tenerlos ahí fue algo muypositivo; ese constante apoyo que tuvedurante mi enfermedad, ese amor, esaenergía, todo me ayudó a novictimizarme y me regaló fortaleza.Imagino que es algo que todos los queme acompañaron durante ese momentotenían como misión: no dejar que mecayera del todo. Me dieron la fuerzapara seguir caminando hacia adelantesin importar con qué obstáculo meencontrara en el camino. Me empujaron

hacia un lugar mejor y me abrieron losojos para que me diera cuenta de que loque me estaba pasando no era lo másimportante del mundo: era duro pero ibaa pasar.

Al día siguiente de aquella últimaquimioterapia fue el Día de Acción deGracias, una fecha muy oportuna ya quetenía infinitas razones para darle graciasa Dios. Fue una reunión familiar muyespecial pero nuevamente teníaemociones encontradas. Me encantabaestar allí con ellos pero a la vez sentíaque todo el agobio que no habíaexpresado en esos meses anteriores meestaba cayendo encima como ladrillos.

Ese día también nos acercamos a la casade la abuela de Fonsi, quien me habíaregalado una falda y una camisahermosas. Enseguida me puse la ropitanueva para que me la viera y pasamos unlindo rato juntos. Al ratito, sin embargo,busqué una esquinita en el sofá de sucasa para recostarme un rato. No dabamás. Encima, después de unos ciclosirregulares debidos a la quimioterapia,justo me había llegado el período a tododar. Entre ese dolor y el malestar quesentía por la última sesión dequimioterapia, en el fondo lo que másnecesitaba era llegar a mi casa aterminar de pasar ese mal rato tranquila.

Deseaba acurrucarme en mi esquinita demi sofá, cerrar los ojos y dejar quepasara aquel último malestar para yanuevamente reclamar mi vida.

Con el pasar de los días me fuirecuperando. Esa Navidad me sentímucho mejor y, aparte de saber quepodría por fin disfrutar una épocafestiva sin sentirme nauseabunda,también tenía una ilusión enorme: misobrina Adilmarie estaba por dar a luz.Esa nueva vida inminente me llenó defortaleza y alegría. Pasamos ladespedida del año en mi casa con mispadres, mis hermanos, mis cuñados, sushijos. Fue una fiesta familiar inolvidable

en la que no solo celebramos el final deese año repleto de retos sino también elfinal de mi quimioterapia. Al díasiguiente mi sobrina amaneció de parto.¡Año nuevo, vida nueva!

Azul nació el 1 de enero de 2006 ydesde que llegó al mundo yo la sentícomo a una hija propia. Esa niña me diouna razón más para seguir luchando porvivir. Fue una esperanza, una luz, un solque me iluminó la oscuridad de la queacababa de salir. Nos fuimos todos alhospital a esperar a la muñequita queestaba a punto de nacer. Todosdiscutíamos sobre qué nombre ponerle,aunque mi sobrina ya tenía clarísimo que

le iba a poner Azul. Pero nosotros daleque dale con nuestras opiniones ¡comosi nosotros tuviéramos el derecho deponerle el nombre a su hija! Estábamosfelices por ese regalo tan preciado quees una nueva vida. Nos adueñamos de lasala de espera de ese hospital como sifuera nuestra casa, bromeando en vozalta y jugando juegos de mesa para pasarel tiempo.

Cuando finalmente nació Azul,celebré casi como si hubiese sido yo laque había dado a luz en ese instante.Cuando dieron de alta a Adilmarie y a labebita, primero paramos en mi casa yahí fue que me llegó otra sorpresa

divina: ella y su esposo nos preguntaronsi queríamos ser los padrinos de la niña.Aquello me llenó aún más de ilusión yfortaleza porque ahora yo también teníaque velar por esa niña. Me dio unpropósito para seguir peleando yganando.

Las fiestas llegaron a su fin y alpoco tiempo Fonsi y yo partimos aesquiar, cosa que también me teníailusionada. Era una distracción súperbienvenida. Me fui a comprar ropitapara el viaje y luego la modelé toda encasa. Incluso hice una sesión de fotoscon todas las posibles opciones. Estabamuy contenta de haber superado ya lo

que yo pensé sería lo peor. Además,estaba ilusionadísima porque mecomenzaron a crecer tres pelos por aquíy dos por allá; volví a tener algunaspestañas, sentía que estaba volviendo aser yo. Me tocaba la cabeza y mearreglaba como si ya tuviera muchísimopelo. En realidad eran cuatro greñaslocas pero para mí lo eran todo.

Regresar de ese viaje divino, en elque sentí que me volví a reconectarconmigo misma y con mi familia yamigos, fue volver a la realidad. Estabamejor, sí, pero todavía faltaba terminarde reconstruir mi seno y de sufrir otrotumbo junto con una nueva alegría.

Cuando finalmente me comenzó acrecer el pelo, no me lo volví a cortarhasta el día de mi boda: desde la últimasesión de quimioterapia, tardó como unmes en volver a aparecer. Poco a pocoempecé a ver un pelito ralito que seasomaba tímidamente en mi cabeza.Como lo que hace la quimioterapia esdebilitar la raíz del pelo (por eso secae), al salir de nuevo tarda enreestablecer la fuerza de antes. Por esoes que al principio tarda en aparecer.Ese mes parece eterno pero la emociónde ver aunque sea unos pelitos queluchan por quedarse pegados a tu cabezano tiene nombre. A medida que el

cuerpo regresa a la normalidad y vuelvea nutrirse, la raíz se fortalece y el pelocrece con más empuje. Mi entusiasmo deverme con pelito de nuevo era tal poreso que no me lo corté más hasta unasemana antes de mi boda. Hasta esemomento dejé que creciera como se ledaba la gana; si por mí hubiese sido, melo hubiera jalado para que creciera aúnmás rápido. Pero todo lleva su tiempo.Hay una portada de People en españolque capta ese momento de mi pelo, antesde mi boda, cuando estaba reciéncrecidito pero todavía sin cortar.

Ya cuando se acercó la fecha dematrimonio, Junior sugirió que me

dejara cortar un poquito. Claro, alcrecer, algunos pelos eran más largosque otros. La idea, sin embargo, no mehacía nada de gracia y le pregunté porqué me los quería cortar. Con cariño ypaciencia me explicó que se vería mejorporque el pelo así se encontrabademasiado desarreglado. Me aseguróque no me iba a dejar calva, quesimplemente me iba a dar un poquito deforma. Tenía razón.

Mi pelo, al final, volvió más omenos igual a como era antes. Haymujeres que, por ejemplo, tenían el pelolacio y después de la quimioterapia lescrece ondulado. ¡Yo en el fondo deseaba

que esa fuese mi experiencia! Cuando yoera niña, mi mamá siempre me hacía losrulitos a la noche para que me quedaraonduladito y bonito al día siguiente parair a la escuela. Eso me encantaba. Luegovolví a sentir lo que es tener rulitosdurante una visita a Orlando, ya deadulta.

Después de que pasara el huracánWilma por Miami, nos fuimos todos a lacasa de los papás de Fonsi en Orlandoporque en Miami nos habíamos quedadosin luz, sin gasolina, sin nada, y alláhabía agua, luz, teléfono, comida ygasolina. También había una fiesta dedisfraces de Halloween en la casa de un

amigo de mi novio, miembro del grupoN’Sync. Fuimos las tres parejas —Fonsiy yo, y su hermano y hermana con susrespectivos novios— disfrazadas deWilma Survivors (sobrevivientes delhuracán Wilma). Las muchachas nospusimos unas falditas cortas de mahón yunas botas de lluvia negras. Yo me puseuna peluca afro y le metí hojas, como siun árbol se me hubiese quedadoenredado en la peluca. Todos teníamosunas camisas rotas, pintadas para que sevieran sucias y con sangre, que tenían lafr a s e Wilma Survivors. La pasamossúper. Pero, para mí, lo más chulo detodo fue ese bendito afro. Me gustó tanto

cómo se veía que, entre los rulitos queme hacía Mami de niña y esa peluca,deseaba que mi pelo nuevo crecieraondulado.

Pero no fue así. Me creció igualitoque cuando yo era nena. Lacio, castaño ysin un ricito ni una ondita. Recuerdo quedurante ese primer año todo el mundoponderaba cómo me quedaba el pelocorto pero yo sentía que, hasta notenerlo más largo, no me iba a sentir deltodo bien. Nunca lo había tenido así decorto; no sabía bien cómo peinarlo.Estaba acostumbrada a hacerme trenzasy a recogérmelo o a hacerle algún estilo,pero no hay mucha versatilidad cuando

está así de corto. También lo que mepasaba era que yo siempre asocié elpelo con la feminidad de la mujer.Debido a la forma como me criaron y alo que aprendí de niña —que tengo claroes totalmente personal—, el pelo largote brinda una cierta delicadeza yfeminidad, y es parte del juego deseducción de la mujer. Con el pelo cortome sentía menos atractiva.

Cuando me ofrecieron mi primertrabajo después de mi cáncer —en lanovela Bajo las riendas del amor, aprincipios de 2007—, lo que más temíaera que me pidieran que me cortara elpelo para el personaje. En ese momento

ya lo tenía de un largo con el que mesentía bien y cómoda. Recuerdo querepetí casi como un mantra: “Que no mecorten el pelo, que no me corten el pelo,que no me corten el pelo”. En unanovela ya me había pasado que hacía demuchachita rebelde y en una escena,mientras dormía, a la mamá de mipersonaje le daba coraje y me mochabael pelo. Y fue de verdad: me tuve quecortar el pelo cortito para ese personajey me resultó traumático. Pero esta vez,afortunadamente, no fue el caso y pudemantener mi pelo como estaba.

Dentro de los miles de consejos querecibí durante todo este proceso, me

comentaron que una herramienta útilpara lidiar con la etapa de laquimioterapia era volcar mispensamientos en un diario. Y así lo hice.La noche después de mi primera rondade quimioterapia comencé lo que seríaun diario que mantuve durante todo eltratamiento. Me ayudó, fue bueno, perosí tengo claro que no expresé todo loque estaba sintiendo en ese momento.Muchas emociones se encuentranescondidas entre esas líneas, son cosasque no me atrevía a decir para que noquedaran plasmadas en esas hojas peroque de alguna manera se asoman. Teníamiedo de que alguien lo encontrara y lo

leyera, y no quería ofender a nadie. Hoydía lo leo y veo la rabia y dolorescondidos en ciertas entradas opalabras. Pero definitivamente mesirvió. Aquí comparto algunas entradasy pasajes para dar un vistazo de algunosde los momentos clave de estaexperiencia.

9 de agosto 05 (martes)Hoy fue mi primer día de

quimo y ya estaba ansiosa ydeseosa de comenzar pero lobueno de todo es que solo mequedan 5 y eso es maravilloso.Fonsi me acompañó y fue cariñoso

y muy atento… él se ha portadotan bien conmigo. Él me hacesentir bien, saludable y feliz asíque por ese lado me sientoagradecida y tranquila. De miquimo diré que me sentí rara alprincipio, como mareada, perodespués comí pollo y puré depapas, me distraje viendo CSI y seme pasó. Después de llegar a lacasa, me dio dolor de cabeza ymalestar, pero nada muy fuertesino… no sé, nada me hacía feliz,estaba como noña… hasta le dijea Fonsi que ya quería que se fueracuando lo que quiero es tenerlo a

mi lado. Bueno, Adilsa y yo lollevamos al aeropuerto, comprélas medicinas, hicimos compras yme vine a la casa a tirarme en unsofá, que es lo que quiero hacer.

10 de agosto 05 (miércoles)Anoche fue un difícil comienzo

de la quimo porque no me sentínada bien, los síntomas normales.Lo que experimenté no fue grato,pero tampoco insoportables. Meolvidé de contar que cuando mepusieron la quimo, lloré no sé porqué, pero se me salieron laslágrimas y Fonsi me abrazó y me

calmó… es el mejor. Volviendo ahoy, fui a ponerme la inyección deNeulasta y definitivamente no megusta estar en el carro en estosdías porque me mareo y me danausea, pero no me queda otra.[…] Sigo con los calores y losmalestares pero me acostumbraréhasta que se me pasen. […] Adilsaha estado súper pendiente y se hahecho cargo de mí con muchadisposición. Pero no entró a lainyección… creo que es muyfuerte para ella.

17 de agosto 05 (miércoles)

Otra vez me desvelé y otra vezme levanté con náusea. […]Caminé bastante hoy… comohasta la escuela y regresé, hablécon los vecinos, me la pasé bien.Lo mejor del día es que hoyfijamos fecha para casarnosporque nos contestaron deParadisus… NOS CASAMOS EL 3DE JUNIO 06. ESTOY FELIZ.

25 de agosto 05 (jueves)Fonsi llegó y ya ni pude

escribir porque no me daba eltiempo para compartir con él perocómo me lo disfruté. […] El lunes

Fonsi tenía algo de AOL y se fuetemprano. Yo fui al correo, le llevéla ropa al laundry a Fonsi yregresé a la casa para arreglarmeporque íbamos a jugar Bowling enel Dolphin Mall. Para misorpresa, se me empezó a caer elpelo, creía que no me iba achocar, pero me afectó un poco yllore más de lo que pensé…mucho… pero me repuse y la pasémuy bien en el bowling. […] [Elmartes] el pelo se me seguíacayendo y me puse un pañuelo.Cuando me levanté el miércoles yahabía bastante pelo en la

almohada y me dolía mucho elcuero cabelludo en especial elárea de la coronilla. Si me movíael pelo de lado a lado, también medolía pero como iba a cenar conFonsi no me lo quería quitar[pero] no aguantaba más así quele pedí a Adilsa que viniera y metrajera una máquina de afeitar yun tape de mini DV para grabarmi “recorte”. Cuando llegócomimos y nos relajamos un rato.Fonsi no estaba muy preparadopara verme sin pelo, pero yo yahabía tomado la decisión. Nosfuimos al baño, preparamos todo y

mi estilista personal, alias Fonsi,comenzó su “trabajo”. Fue súpergracioso porque él estaba biennervioso y no sabíamos si primerousar la tijera o el equipo deafeitar. En definitiva me cortó elpelo primero y me dolía un poco elcuero cabelludo mientras lo hacíapero lo hizo muy bien. Me afeitóhasta que me dejó como DemiMoore en GI Jane. Me dijo que meveía bien bonita y que si meatrevía a salir sin la peluca acenar. Así que sin miedo alguno,me vestí con una minifalda demahón, una camisa, un abrigo,

botas y cartera y salí con un guilleimpresionante.

31 de agosto 05 (miércoles)[El lunes] Adilsa llegó por la

noche para acompañarme a lasegunda quimo. El martes […]llegamos y como siempre nostrataron muy bien. […] Me quedéallí de las 11:30 a.m. hasta las3:30 p.m. [A la noche] no comímucho porque ya me estabasintiendo mal y lo dejé casi todo.Me acurruqué en el sofá hasta quecomo a las 10:30 p.m. me levantéa vomitar. Subí a mi cuarto y pasé

una noche bien mala porque nopodía dormir. Vomité e hice cacavarias veces pero después de las3:00 a.m. pude dormir mejor.

2 sept 05 (viernes)Todo me duele: el cuerpo, los

huesos, todo. Me sentía deprimiday tenía ganas de llorar estamañana. No tenía ninguna razónpara llorar pero no podíacontrolarme o quizá son muchascosas juntas, papá en el hospital,yo sola sin Fonsi con tantosdolores y achaques… En fin, melevanté después de hablar con

Adaline por tel. (también mami yWilmer Luis). Me dieron ánimo yme bañé para sentirme mejor.Adilsa preparó comida […] mecayó bien y nos fuimos a ver trajesde novia.

5 sept 05 (lunes)Papi está muy bien. Hablé un

rato con él y lo encuentro bien,tranquilo. Fue muy lindo porqueyo le preguntaba cómo estaba él yél quería hablar de cómo estabayo y me decía que tenía que seguirpositiva, que la mente era bienimp., que pensara que no me dolía

nada porque todo era mental. Endefinitiva me encantó porque erancomo las 6:00 a.m. y nosdedicamos un tiempo para hablarsin interrupciones.

22 sept 05 (jueves)El que Fonsi esté junto a mí

hace una diferencia enorme en miestado de ánimo, sobre todocuando me dan la quimioterapia.[…] El lunes había aviso detormenta y yo llamé para ver sipodía adelantar un día la quimo.Me dijeron que sí y salimoscorriendo para allá. Me la di y

salí “bien” aunque con muchomalestar. […] El martes lloviómucho por Rita que se volvióhuracán así que disfrutamos en lacasa y planificamos el HoneyMoon. […] El miércoles fui aponerme la inyección de Neulastaque me dejó grave. Tenía muchosgases, náusea y dolor en elcuerpo, parecía viejita. Lloré denerviosismo el lunes porque yopensé que la tercera quimo me ibaa dejar bien jodida, yafortunadamente no estoy tan mal.Anoche (miércoles) también llorépero de dolor porque no me podía

mover sin que me doliera todo.[…] Me sentía muy frágil ydeprimida.

28 sept 05 (miércoles)El viernes fui con Adilsa a le

Chic Parisien a ver vestidos denovia de Monique Lhullier yconseguí mi traje de novia… meencantó y no resistí la tentaciónde comprarlo así que ya lo tengo.Estoy feliz porque ya lo estoyorganizando todo y va bienencarrilado.

14 oct 05 (viernes)El martes fue mi quimo. Me

levanté un poco mal humorada,lloré y todo el día me la pasécomo tristona. Le dije a Fonsi queya no quiero más quimo pero yasolo me quedan dos. […] Me hesentido bien, bastante bien adiferencia de otros quimo. El 12(martes) viajé a España con Fonsiy dentro de las molestias normalesde la quimo, la pasé bien en elvuelo. […] Estoy tan enamoradade mi novio y la he pasado tanbien que no me he sentido mal.Las náuseas y los dolores hanpasado a un segundo plano y suamor y lo bien que me trata y que

lo pasamos me hace superarcualquier molestia que mi cuerposiente. Hoy fuimos de compras, loacompañé al ensayo de la gala deOperación Triunfo, regresamos,nos reímos juntos, cenamos,hablamos… en fin, este será unviaje que jamás olvidaré…Gracias novio, ¡¡¡te amo!!!

5 nov. 05Mañana me dan mi última

quimo y estas pasadas semanas nohan sido las mejores. Me hesentido muy cansada, con muchosueño, MUCHO picor en los ojos.

Tengo pocas pestañas lo que haceque los ojos se me pongan muyrojos. He tratado de usar gotas,pero no me ha funcionado mucho.Los ojos me amanecen con muchalagaña y en ocasiones bienpegados. He tratado de usar gafaspara evitar el picor pero nada meha funcionado. Tengo poca ceja yel pelo se me nota un poquito perose me sigue cayendo. Casi no hehecho ejercicios porque no mesiento con energía para hacernada. […] el martes fui con mamial Mayo Clinic a mi revisión conDr. Terkonda, que como siempre

fue encantador. Me dijo que no mepreocupara que me lo iba a dejarigual que el otro y que meoperaría el 17 de enero 2006 simis lab salían bien.

30 nov. 05Han sido unos días bien

ajetreados. El día 22 nov. 05 fuemi última quimo. Me acompañóAdilsa porque Fonsisupuestamente se iba de viaje. Fuicontenta y nerviosa. […] Al finalme cantaron “Happy Happy end ofquimo” las enfermeras. Adilsa yyo nos abrazamos y lloramos y yo

estaba lista para irme a casa. […]Llegué a casa, me tiré en el sofa.Adilsa me preg. si quería comer yde repente siento que meacarician la cara y era Fonsi. Meengañó, no se fue. Me dijo quefuéramos al cuarto para unasorpresa. Subimos, me lavé laboca, estaba emocionada porquemi novio estaba conmigo pero a lamisma vez estaba atontada… Medijo que bajáramos y allí estabannuestras amistades para celebrarel final de esta etapa… la quimo.[…] De repente me dice Fonsi quebusque en el laundry para otra

sorpresa… Eli estaba ahíescondida, fue increíble misorpresa. Nos abrazamos,lloramos, besé y abracé a mi novioque me regaló una cadenita conunas esmeraldas bien bonitas, nossentamos a disfrutar y de repenteentra un mariachi… otraSORPRESA.

F

9Una nueva esperanza

y otro susto

ijar la fecha de nuestra bodadurante mis sesiones de

quimioterapia fue como respirar airefresco en medio de una ciudadcontaminada. Ver que Fonsi seguía tanemocionado e ilusionado como antescon la idea de casarnos me brindó ungusto, una emoción, una fortalezaenormes. La verdad es que la idea dequizá no casarnos se me había cruzado

por la mente. No había ningunaobligación y, dadas las circunstancias demi enfermedad, muchas cosas podíancambiar. Esos cambios al final síllegaron, pero unos años más tarde. Enese tiempo, sin embargo, éramos dosenamorados listos para dar ese salto dela mano. Él seguía ahí, estable y, a míentender, queriendo estar, cosa que mereafirmaba que aceptar su propuesta dematrimonio aquel 30 de diciembre de2004 fue lo correcto.

Si no lo hubiese visto tan activo ypresente durante ese momento difícil demi vida, a lo mejor yo misma le hubiesesugerido que no nos casáramos, pero en

ese tiempo él fue todo lo contrario.Realmente estaba preocupado, activo entodo lo que tenía que ver con misconsultas médicas y las operaciones, yme apoyó de manera incondicionaldurante todo el proceso. Eso era lo queyo quería sentir del hombre que amaba yno tenía dudas de que me quería casarcon él. Imagino que, en su momento, élhabrá sentido algo similar.

Durante el proceso de fertilidad enNueva York aproveché unos días para ira ver vestidos pero, como todavía nohabía fecha, fue una búsqueda más bieninformal. Una vez que decidimoscasarnos el 3 de junio de 2006 comencé

a planear todo de verdad. Fue un granaliento tener esa nueva ilusión con laque me entretuve durante uno de losperíodos más difíciles de mi vida. Entresesiones de quimioterapia, mi hermaname llevaba a ver vestidos paradistraerme y enfocar mi energía en algoque me llenara de alegría. Después deprobarme y quitarme varios, encontréuno que me favorecía y me hacía lucirbien dentro del peso que tenía y con elseno fuera de lugar. Sin pensarlodemasiado, lo mandé a pedir.

Después me concentré en el pastel.Una amiga de mi hermana, que desdehace mucho es la que se ocupa de hacer

los biscochos para los eventos de mifamilia, era la que nos iba a hacer elnuestro para la boda. Yo quería algorelativamente sencillo, así que lo quehice fue que compré varios adornos depelo —tenían forma de lazos y florecitas— y los coloqué encima de cada uno delos pisos del bizcocho. Buscaba que seviera original; quería algo que nadiehubiera tenido antes.

Así, poco a poco, fui planeando miboda. Durante la quimioterapia no pudehacer demasiado, pero lo másimportante es que me sirvió muchísimopara distraerme del malestar, losdolores, la caída de pelo y el trauma de

pasar por un tratamiento tan duro física yemocionalmente.

Toda la planificación de la boda fuealgo que disfruté inmensamente, no solopor la ilusión de ese gran día, sinoporque durante ese tiempo recibí ayudade mucha gente. Resultó ser unaexperiencia muy armoniosa entrenuestras dos familias. Mi intención eraque ambos lados se sintieran partícipesde ésta unión, y así fue. Había queescoger las invitaciones, los colores dela boda, las flores y la coordinadora delmatrimonio, otra gran ayuda. Yo meencargué y me involucré en muchos delos detalles y la coordinadora me ayudó

a hacer de mi visión una realidad.Otro detalle que me entretuvo mucho

fue escoger qué regalar como recuerdode la boda. Nos imaginábamos algo quefuese parecido a una pintura.Entrevistamos a unos cinco artistas ydimos con uno que nos gustó a los dos.Le explicamos que queríamos crear unaimagen que nos representara a los dos—una guitarra, la letra de una canción yunos pasos que representaran el caminoque estábamos por recorrer comohombre y mujer. Después deenfermarme, Fonsi escribió una canciónllamada “Paso a paso” que paranosotros era muy significativa.

Decidimos usarla en ese regalo. Todocayó en su lugar y al final el artista nosentregó una hermosa serigrafía de unaguitarra con la letra de esa canciónadentro y las máscaras que representanla actuación. No podría haber sidomejor reflejo de nosotros dos.

Durante los días de planificación medi cuenta de que el vestido que habíacomprado al final no era el querealmente deseaba usar en ese día tanespecial. Me interesaba tener algooriginal, diferente. En el ínterin conocí aun diseñador divino llamado GustavoArango, que previamente le había hechoel vestuario a Fonsi para sus shows y

alfombras rojas, y de inmediato hicimosclic. Comprendió mi visión, lo quebuscaba, ¡y me terminó haciendo dosvestidos! Diseñamos uno para la bodaen sí y otro para presentarme ante laprensa. Me tomó las medidas,escogimos juntos la tela y el diseño decada modelo, luego pasaba parahacerme las pruebas de vestido; fueincreíblemente bueno y me dejóparticipar de cada fase con gusto.Realmente fue una experiencia muychévere y los vestidos terminaron siendotodo lo que soñaba. Tanto Gustavo comoJunior, mi maquillista y estilista, mehicieron sentir como una princesita en

ese día tan especial, después de haberpasado por otro susto, que esta vezvenía por parte de mi mamá.

Después de pasar una largatemporada conmigo mientras yo recibíami tratamiento, mi mamá regresó aPuerto Rico. Un día, mientras conducía,alguien le chocó el carro justo cuandoiba llegando a la iglesia. El accidente nopareció para nada serio; sin embargo, alpoquito tiempo se empezó a quejar.Decía que le dolían los huesos, cosa queantes no le ocurría. Pasó unos tres mesesquejándose de ese dolor extraño.Mientras tanto los médicos le hacíanestudios pero no terminaban de

encontrar la razón de ser de sus dolores.Finalmente, después de meses deestudios y de idas y venidas a citasmédicas, descubrieron la causa de suconstante dolor: linfoma no-Hodgkin. Ellinfoma no-Hodgkin es un tipo de cánceren el que se forman células malignas enel sistema linfático —este sistema estácompuesto de tejidos y órganos queproducen, almacenan y transportanglóbulos blancos, que combaten lasinfecciones y otras enfermedades. Comoel tejido linfático se encuentra en todo elcuerpo, el linfoma no-Hodgkin puedecomenzar en cualquier parte. Losmédicos no pudieron descubrir dónde

fue que le comenzó la enfermedad a mimamá pero sí se la lograrondiagnosticar.

Ninguno de nosotros esperaba estanoticia. Otro cáncer en la familia y estavez la afectada era nada más y nadamenos que nuestra propia mamá. Yoacababa de terminar el tratamiento de micáncer y ya estaba en vías derecuperación. Lo único que me faltabaera terminar la reconstrucción de miseno. La vida apuntaba hacia arriba. Nospreparábamos para mi boda, que seacercaba, y todo parecía andarnuevamente bien. Hasta ese marzo de2006. Mami tenía cáncer. ¿Qué? No

puede ser. Fue una noticia realmenteimpactante para mí y para toda mifamilia, más aún porque previo a esediagnóstico, ella nunca había estadointernada ni enferma de gravedad. Lafigura central que siempre nos alentó ynos llenó de amor y fortaleza, la personaque rezó a mi lado para que saliera demi enfermedad, que me brindó toda suenergía y apoyo para que yosobreviviera, ahora tenía que enfrentarsu propia lucha.

Mami siempre ha sido una personaágil, llena de vida y muy fuerte. Su únicomiedo tangible son las enfermedades. Altocarle a ella, esa fortaleza y ese valor

que demostró conmigo, con mi padre,con sus seres queridos en los momentosduros de nuestras vidas, se esfumaron. Yeso me preocupó. Mami le teme un pocoa la muerte y, al recibir este diagnóstico,pensó que su turno para pasar a mejorvida ya se estaba acercando. Esa mujertan llena de chispa y ganas de vivir depronto se veía vencida.

Para mi fue un shock ver el cambiotan radical. Pasé de tener a una mamáque me leía la Biblia y me sentaba juntoa ella para alentarme y decirme que todoiba a estar bien y que yo iba a saliradelante, a tener una mamá derrotada.Toda esa esperanza que me había

inculcado a mí durante mi cáncer laperdió. No sentía que saldría bien de suenfermedad. Es increíble cómo uncáncer puede atacar a dos personas de lamisma familia y causar reacciones tandiferentes.

Cuando a mí me diagnosticaron, ellasufrió como si la enfermedad hubiesesido suya, pero estaba tan fuerte comoyo para sacarme adelante. ¿Dónde quedóla mamá que me apoyó con tanto ímpetuhacía solo unos meses, que me guió y meindicó el camino para seguir adelante?¿Dónde estaba? Quizá como ya habíasufrido tanto por todo lo que me ocurrióa mí, para cuando le tocó enfrentar su

propia enfermedad había agotado ya esafortaleza. Ahora nos tocaba a nosotrossacarla adelante.

Se sentía muy malita y encima, comola enfermedad le había llegado a loshuesos, tuvo que someterse a unaoperación de cadera en la que leinstalaron un tornillo. La recuperaciónfue lenta y ella enflaqueció muchísimodurante todo este proceso. Se la veíamuy ansiosa y nerviosa, y a la vez senegaba a recibir nuestra ayuda. De laúnica que se aferró en ese tiempo fue desu hermana. Mi papá, mis hermanos y yoestábamos desesperados porque nohallábamos qué hacer para brindarle

esperanza y llenarla de fortaleza paraque saliera adelante. La veíamosvencida y eso nos daba terror.

Dada su enfermedad, tuvo que pasarpor sus propias sesiones dequimioterapia, lo que tampoco fue fácilpara ella. Todo parecía molestarla, todole daba coraje. La única que se podíaacercar a ayudarla seguía siendo suhermana. A todos los demás nos dejó unpoquito a un lado, lo que para nosotrosfue frustrante porque veíamos cómodecaía. Sentíamos que teníamos lasmanos atadas. No hallábamos qué hacer.

La fecha de mi boda se acercaba yMami estaba en medio de sus sesiones

de quimioterapia. Estaba muy débil y seencontraba internada en un centro derehabilitación. Pensábamos que no iba apoder estar en la boda. Eso me partía elcorazón e incluso pensé en posponer lafecha hasta su mejoría. Pero ella meinsistió en que siguiéramos adelante conel plan. Me dijo que, aunque ellaestuviese o no, quería que igual sellevara a cabo.

Tardó como un año en recuperarsedel todo. Logró salir del hospital yregresar a su casa, pero seguíadesanimada. Había dado un vuelcofatalista. Seguía acompañada de suhermana pero de alguna manera no

aceptaba ni emitía energía positiva. Ysin esas ganas de vivir es muy difícilsalir adelante. Ella sentía que ese ya erael último trecho de su vida.

Además de sufrir la enfermedadcomo tal, tuvo muchas otras secuelas.Hubo un momento en el que hastaparecía haber perdido la cordura. Quizáera por todos los medicamentos que seestaba tomando o por la falta deesperanza, pero se confundía con eldinero en el mercado. Ahí, por ejemplo,pedía que le cambiaran un billete ycuando lo hacían pensaba que le estabandando el vuelto de lo que había pagado,pero en realidad no había pagado nada.

Estos percances la frustrabaninmensamente. Mami nunca me levantóla mano de niña, no era una personaviolenta, pero de pronto si alguien lellevaba la contraria se ponía muyagresiva y hasta manoteaba a gentedesconocida. Por instantes fue casiirreconocible. No parecía nuestra mamáde toda la vida.

Finalmente se animó a que suhermana se fuese de la casa para asíenfrentar su día a día como lo habíahecho anteriormente, llevando una vidamás normal, donde tenía el apoyo de mipapá y sus hijos. Entonces empezó asalir lentamente de ese pozo ciego al

que se había arrojado. Comenzó amostrar mejorías y, después de variosmeses, nosotros logramos largar unsuspiro de alivio. Reapareció esa mamáfuerte, simpática, cómplice, de antes dela enfermedad. Los días de miedo ydesesperanza en los que se la encontrabacabizbaja eran cada vez menos. Y si lostenía, lograba salir de ellos másrápidamente. Después de un año quepareció interminable, logró recuperarsedel todo.

DESAFORTUNADAMENTE, HACIAFINALES DEL AÑO pasado volvió asentir un malestar fuera de lo común.

Como le tenía tanto miedo a lasenfermedades —y como no solo mehabía visto a mí pasar por mi cáncersino que tuvo ella que pasar por supropia enfermedad—, hizo lo posiblepara evitar algunas visitas médicas.Quizá tenía miedo porque ya a su edades difícil sacar fuerzas e inspiraciónpara seguir adelante.

Finalmente hizo su cita y se vio consu médico, quien le mandó a hacer unosanálisis de sangre. Cuando recibió losresultados —y antes de llevárselos a sumédico—, se los mostró a mi cuñado,que también es médico. Pasó por suoficina como si nada, se los dio y le

pidió que los leyera rapidito porque setenía que ir. No quería enfrentar larespuesta que se hallaba en esedocumento. Sabía que, si era negativa,en un abrir y cerrar de ojos todovolvería a cambiar.

Mi cuñado le hizo caso: leyó losresultados y de inmediato notó que habíairregularidades. Le explicó queseguramente necesitaría hacerse másestudios pero que, como él no era sudoctor, primero debía llevarle losresultados a su oncólogo y de ahí seguirsus recomendaciones. Sin embargo, anosotros sí nos dijo lo que sospechabapodía ser la causa de su malestar:

parecía ser un cuadro de leucemia, uncáncer hematológico (de la sangre) queafecta la médula ósea. Y así lo confirmósu médico de cabecera. Nuevamente nostomó por sorpresa. Cuando al finparecían haberse calmado las aguas deese mar turbulento que fueron nuestrasvidas en los últimos años, nos volvió acaer encima otra tormenta.

A veces ciertas quimioterapias sontan fuertes que te pueden desatar otroscánceres en el cuerpo. Parece ser queese fue el caso de mi mamá. Ahora teníaque volver a someterse a otraquimioterapia pero no podía ser lamisma que la anterior. Aquella la debía

evitar y en su lugar le dijeron quehiciera una intermedia, en la que eltratamiento era un poco más lento, cosaque era recomendable dada su edad. Sucuerpo ya no podría soportar unaquimioterapia demasiado fuerte. Ahora,además, le ha tocado hacersetransfusiones de sangre, lo que tambiénla deprime terriblemente.

Sus emociones son como unamontaña rusa. Hay días en que quieredarse por vencida y hay otros en queestá más luchadora que nadie. Tambiénse encuentra muy susceptible a laenergía que la rodea. Si la visitan y ledicen que se ve mal, ella absorbe y

siente eso, pero si la van a ver y lallenan de mensajes positivos y fortaleza,su humor y actitud se ven afectadospositivamente. A veces ni ella sabe loque le provoca esa sensación de tristezainterna, pero me imagino que es algonormal. No son enfermedades fáciles ylos tratamientos son increíblementeduros de sobrellevar. Habiendo yopasado por un cáncer, la comprendo.Entiendo los cambios de humor,entiendo la nostalgia repentina, entiendolas ganas de vivir y las ganas de darsepor vencida. Estos sentimientos teinundan la cabeza y el alma, y aprendera manejar los efectos emocionales es

uno de los pasos más difíciles de estaenfermedad.

Mami encuentra una aliada en míporque también soy sobreviviente de uncáncer. Por ejemplo, hace poco lerecomendaron que se pusiera un portalya que cada vez se le hacía más difícilal equipo médico encontrarle una venapara administrarle su tratamiento o parahacer los análisis necesarios. Además,con cada pinchazo en busca de una venasana, más nerviosa se ponía ella y másdifícil se hacía el proceso. Así fue queaceptó ponerse el portal.

El día designado para la operacióncomenzó a llorar y le dio un ataque de

nervios. Decía que no, que no se loquería poner, que le daba miedo el dolorque le iba a causar. Mis hermanosenseguida me llamaron y me dijeron queestaba histérica y que se negaba asometerse a esa operación. Mecomentaron que seguramente me iba allamar. Y así fue. Cuando recibí lallamada de Mami intenté calmarle lasangustias explicándole que eso era lomejor que le podían poner para eltratamiento largo que le tocaba hacerse.Claro, ahí fue que me confesó que seacordaba de mi experiencia y de cómolloré y sufrí y de lo mucho que me dolía.¿Cómo no le iba a dar pánico si todavía

tenía esos recuerdos de mi enfermedad?Encima tenía razón. Para mí esa fue

la operación más dolorosa. Pero lerecordé que esa era la primeraoperación de mi vida, que estaba muynerviosa y que, a diferencia de ella, yopedí que me pusieran el portal debajodel pecho, cosa que causó que mirecuperación fuese mucho más dolorosaque la que viviría ella, con el portalencima del pecho. Era lógico que leentrara algo de pánico. Para mí fue unproceso muy traumático y ella estuvo ami lado, me vio doblada de dolor. Pormás fuerte que uno parezca o se haga,uno queda marcado cuando ve el

sufrimiento y el trauma de alguienquerido. Es difícil olvidar ese momento.¿Quién no se angustiaría recordandotodo eso y pensando que ahora le tocaríaa ella?

Seguimos conversando y pasé aexplicarle detalle por detalle cómo seusaba el portal, cosa que también lecausaba miedo. Le dije que eso no dolía,que simplemente te quedaba un gustoextraño en la boca y la garganta cuandote lo lavaban con esa solución salinaantes de administrarte la quimioterapia.Pero le aclaré que no había ningún tipode dolor de por medio.

Poco a poco se fue tranquilizando.

Finalmente accedió a la operación ylograron colocarle el bendito portal. Ycomo lo había imaginado, salió muchomejor de su operación que lo que yo salíde la mía. Eso le permitió tomarse lossiguientes pasos con más calma.Después tuvo varias preguntas mássobre lo que se sentía cuando te colocanla aguja para darte la quimioterapia —también me preguntó si dolía— y poco apoco la fui guiando desde miexperiencia, dándole todos los detallesposibles para tranquilizarla. Fue lindopoder ayudarla con lo que yo ya sabía ypara ella fue un gran alivio tener aalguien que le explicara todo con lujo de

detalle.Ahora, mientras escribo este libro,

mi mamá está en medio de sus sesionesde quimioterapia. Todos los que hemosvivido un cáncer sabemos que esosprimeros días después de cada sesiónson los más duros. Para ella también esasí. Sin embargo, a diferencia de miexperiencia, y dado su tipo de cáncer,además de la quimioterapia le tocahacerse análisis de sangre unos tres díasdespués de cada sesión para ver cómoestá reaccionando al tratamiento. Fácilno es, eso es seguro. Pero la veo bien.Ahora tiene una actitud mucho máspositiva. Se mantiene lo más ágil y

ocupada posible, sale a ver a amigos y acomerse un helado, siempre bien vestiday maquillada, todas cosas que ayudan asubirle el ánimo.

Mi papá también le brinda muchafortaleza y ganas de vivir. Ella no loquiere dejar solo porque él tambiéntiene sus problemas de salud. Los díasque se siente bien lo obliga a salir adonde sea que los hayan invitado en elpueblo como para distraerse y divertirsey sentir el apoyo de la gente querida quelos rodea. Ambos están pendientes eluno del otro, y eso los ayuda mucho asobrevivir.

A

10La reconstrucción

l poquito tiempo de regresar delviaje de esquí, a principios del año

2006, entré nuevamente al hospital,pero en esta ocasión era para terminarla reconstrucción de mi seno.Normalmente uno no desea operarse,pero en este caso no veía la hora dellegar a la cita.

Hasta ese momento yo seguía con unseno más alto que el otro y lo que másdeseaba era volver a tenerlos nivelados,más normales, y no solo por mi

autoestima sino para sacarme de encimaesa deformidad y ese recuerdo constantede lo que acababa de vivir.

Sin embargo, los recuerdos vuelvencuando menos te los esperas. Durante elviaje de esquí, otra pareja, Fonsi y yodecidimos ir al cine. Lo que queríamosver era algo ligero y divertido. La ideaera evitar cualquier tipo de drama yaque habíamos tenido suficiente el añoanterior. Escogimos una película deSarah Jessica Parker, The Family Stone,pensando que sería perfecta para nollorar sino más bien para reír y pasarlabien. Nos sentamos en el cine oscuro,felices con la salida, y comenzó a rodar

la película. Risa por acá, sonrisa porallá y de pronto un freno inesperado. Lamadre de uno de los protagonistas,sobreviviente del cáncer de seno, sufreuna recaída y al final muere. ¡Ay,Diosito mío! Terminé lagrimeando y alsalir ni comentamos lo que acabábamosde ver. No era la película indicada porobvias razones. Después de pasar pormi enfermedad, lo último que buscabaera visualizar la posibilidad de unarecaída. Ni lo podía concebir. En vez dedistraerme, me sacudió, pero así es lavida. Esta no es una enfermedad que unopasa como una gripe y se olvida. Es algoque llevas contigo, no solo en las

cicatrices o en la falta de seno, sino enel día a día. Cuando menos te lo esperaste encuentras con un recordatorio de loque viviste.

Sin embargo, ya de vuelta en Miami,lo que tenía era esperanza: la esperanzade tener el seno reconstruido, más“normal”. A esa operación le perdí elmiedo porque ya había pasado por elcáncer, por la quimioterapia, y esto ni sele medía en comparación.

El cirujano plástico que me operóme dio tanta paz, tanta tranquilidad ytanta confianza que yo sentía que todoiba a salir bien. Me explicó que, alquitar el expansor, haría un corte

(equivalente a una especie de zanja,según lo que comprendí) para que elimplante cayera en su lugar y tomara lamisma forma de mi seno sano. Y así fue.Después de esta cirugía, después de casiun año, volví a ver mi seno como algobonito. Finalmente había vuelto a susitio.

Para mí, el doctor Terkonda es unángel. Con él me someto a la operaciónque sea con los ojos cerrados porque élsabe lo que está haciendo y además tieneuna sensibilidad especial para tratar asus pacientes, sean de cáncer o decirugías plásticas. Esto lo tuve queaprender a los golpes, viviendo

experiencias con otro médico que fue loopuesto a esta primera experiencia tanagradable, pero por suerte pude acudir asu ayuda. De ese desastre hablaré másadelante.

La recuperación de esta operaciónfue rápida aunque la secuela de esaanestesia fue más desagradable queotras pasadas. Antes de darme el alta enel hospital, me pidieron, como decostumbre, que comiera algo. No teníahambre ni ganas, pero me comí unamanzana. Craso error. De la mismamanera que entró esa manzanita, volvióa salir. Digamos que vomitar manzanano es chévere.

Salvando ese rato desagradable, merecuperé súper bien. Finalmente mesentía bien. Después de que mecolocaran el implante, y si cicatrizababien, podría dar el siguiente paso: lareconstrucción del pezón.

El médico me explicó que, en estaetapa, lo que haría en el centro delpecho sería abrir una suerte de orejitasde conejo miniatura que luegoentrelazaría para formar algo parecido ala punta de un lápiz, dándole así formaal pezón. Así que entré al quirófano unavez más y todo salió bien. Durante larecuperación de esta operación, elmédico me dio algo que parecía un

sombrerito miniatura; me lo tenía queponer sobre el pezón reconstruido paraque no rozara la ropa y así se curara ycicatrizara bien.

Varios meses después derecuperarme del pezón reconstruidosiguió el último paso de lareconstrucción del seno: el tatuaje de laareola. A esta cita fui sola, pensandoque sería algo súper sencillo. Nuncaimaginé que dolería tanto.

Para que se pareciera más a mi senosano, el doctor primero me dibujó elcirculito siguiendo la estampa del otro.Después me puso una inyección en cadapuntito que había dibujado para

adormecer el área. Lo que no sabía eralo que dolerían y quemarían esasbenditas inyecciones. Además, no teduermen del todo, en realidad. Cuandocomienzan a tatuar la areola, no duelepero sí sientes que te están trabajando lazona. ¡Ay, ay, ay, qué mal humor, quécoraje, qué rabia, qué dolor! Y cuandoesa anestesia local desaparece, ¡ay mimadre! Qué incomodidad, picazón,dolor y molestia fuerte.

Sin embargo, esa rabia empezó aconvertirse en alegría con los díasporque veía que todo estaba quedandobien. La reconstrucción de aquel seno ypezón estuvo tan bien hecha que el que

no sabía podría pensar que eran míos yque simplemente me lo habían operado,mas no quitado. Fue un trabajoespectacular.

La reconstrucción completa de miseno suena, quizá, más simple de lo quefue. O sea, no se puede comparar almiedo y malestar de la primeraoperación y la quimioterapia que lesiguió, pero desde el momento en queme pusieron el expansor al momento enque me tatuaron el pezón, pasaronprácticamente dos años. ¡Años! Eltiempo que tarda este proceso es muypersonal porque depende de cómo tucuerpo va cicatrizando en cada paso. No

queda más que armarse de paciencia,esperar y disfrutar mientras tanto de lavida, que te sigue dando momentosespectaculares, como lo fue para mí el 3de junio de 2006.

C

11Uno de los días más

felices de mi vida

uando yo decidí aceptarlematrimonio a mi novio fue porque

estaba completamente enamorada deél. Tuve muchas oportunidades paradescubrir qué me gustaba y qué no megustaba en un hombre, y cuando encontréa quien sentí era el hombre de mi vida,no dudé ni un segundo en casarme conél.

Como en cualquier otra boda, en la

nuestra hubo tensión y roces durante losdías previos. Los típicos malentendidosque provienen de los nervios por que eldía que se viene planeando desde haceun año salga a la perfección. Teníamosque estar pendientes del contrato deexclusividad que habíamos hecho conuna revista, a través del cual acordamosque no saldrían fotos en otra publicaciónque no fuera la suya. Esto trajo algunosmalentendidos entre amigos que sacaronalgunas fotos y familiares que tratabande cuidarnos para que no sufriéramoslas consecuencias si esas fotos salían ala luz. Pero no fue nada que nopudiéramos navegar. Además, había

muchos detalles de los cuales ocuparsehasta el último día antes de la boda. Yosentía que estaba haciendo malabarespara que todos estuvieran contentos ypara finalizar toda la planificación.

Lo que nos ayudó a calmar la tensióny los nervios de esos días previos a lafecha oficial fue una visita que hicimoscon Fonsi al obispo de la arquidiócesisde San Juan, Puerto Rico, lugar que noscorrespondía dado el lugar donde nosíbamos a casar. Nos puso todo enperspectiva y nos trajo tanta paz quefinalmente pudimos respirar, relajarnosy darnos cuenta de que lo importante eralo que nosotros sentíamos el uno por el

otro. No había que olvidarse de eso.El día antes de nuestro casamiento

fuimos a buscar a mi mamá al hospitaldonde estaba alojada durante surehabilitación del linfoma no-Hodgkinsreciente. Hasta ese día no sabía si mimadre lograría estar en mi boda perocuando llegó el momento se encontrabalo suficientemente animada como parasacarla de ahí un par de noches. Comoseguía en son de recuperación, ella nopodía caminar, así que la transportamosen una ambulancia hasta el hotel dondese haría la fiesta y llevamos una silla deruedas; así la podíamos movilizartranquila sin causarle mucha molestia.

Fue muy emocionante tenerla allíconmigo. Entrar a esa iglesia y ver a mimadre ahí, vestida elegantemente yemocionada, fue un verdadero regalo deDios. Yo sé que ese debe de haber sidoun gran sacrificio para ella porque laverdad es que no se sentía nada bien.Sin embargo, la ilusión de compartir esemomento como madre de la última desus hijas en casarse parecía haberlequitado todos los males. Luego, en lafiesta, se dio cuenta de que realmente nose sentía bien, así que pasó un ratito allíy se fue a su cuarto a descansar. Al díasiguiente la recogió una ambulancia yregresó al hospital. Pero ese tiempo

compartido fue una verdaderabendición. Nunca jamás lo olvidaré.

Para ese entonces ya tenía mi pelitopero estaba cortito. Al acercarse lafecha, mi estilista, Junior, me lo recortóun poquito para darle forma. Él queríaque me viera bien. Aunque no lo pudetener largo como alguna vez habíasoñado, estaba contenta y me gustabacómo me había quedado.

El queridísimo Santiago Villar,dueño de una joyería Cartier, tambiénme ayudó a vestirme de luces. De unagargantilla me había mandado a haceruna diadema como corona para la boda,y me prestó una pulsera y unos aretes

que eran espectaculares. No sé ni cuántaplata tenía puesta en mi cabecita perome hizo sentir como una verdaderareina. ¡Como la reina de Puerto Rico!

El único contratiempo que me pusolos pelitos de punta la noche de la bodafue que de pronto noté una especie desarpullo rojísimo por todo mi pecho ymis brazos. Me broté y solo faltabanhoras para el día que se venía planeandodesde mi enfermedad. Es posible quehaya sido una reacción nerviosa portodo el estrés acumulado de esosúltimos días, pero en ese momento loque necesitaba era una solución. Porsuerte llegó mi cuñado médico a

salvarme el día y me administró unainyección antialérgica que me quitó elproblema improvisto. Otro gran respirode alivio.

Finalmente llegó el momento decasarnos y puedo decir con gusto quetodo salió a la perfección. Fue realmentemágico y espectacular. Recuerdoclaramente la carita emocionada de Papial verme vestida de novia. Para esemomento, él ya había perdido un ojo porcausa de un accidente y era una de lasprimeras veces que se ponía un ojo devidrio. Se veía tan guapo y tan contentoque me llenó de alegría. Salimos por laparte de atrás del hotel; ahí me había

estado preparando porque la entradaprincipal estaba llena de prensa. Afuerahabía helicópteros en el aire y másprensa: era una euforia general de losmedios y del pueblo puertorriqueño biencontagiosa. Al subirme al carro ycomenzar el camino hacia la iglesia, loque más quería era bajar la ventanilla ysaludar a la gente, pero no podía porquehabíamos firmado un acuerdo deexclusividad con una revista.

Al llegar a la iglesia me sentínerviosa y emocionada al ver a toda lagente de nuestros pueblos llenando lascalles, pendientes de nuestra unión,contentos, llenándonos de aplausos y

buena energía. Tuvimos que esperar unpoquito más de lo esperado en lalimosina porque todavía no se habíansentado la totalidad de los invitados. Depronto oí cuando comenzaron a aplaudirla entrada de mi mamá en su silla deruedas y me emocionó mucho.

Cuando al fin comenzó el desfile,entraron primero las doce niñas yvarones del cortejo y luego, Papi y yo.Al dar esos primeros pasos, me dieronmuchísimas ganas de llorar pero a la vezestaba muy contenta y no quería dañarmeel maquillaje, así que me aguanté yllegué al altar conteniendo esa emocióntan inmensa por el paso que estábamos a

punto de dar. En medio de la ceremonia,cuando el cura preguntó si me queríacasar con Fonsi, mi respuesta inmediatay del alma fue un “¡Claro que quiero!”tan efusivo que hizo reír a los invitados.

Como mi mamá pudo salir delhospital, durante la ceremonia no solocantó el coro de la Universidad dePuerto Rico sino que pudimos hacer laceremonia de las velas con nuestras dosmadres. Había una mezcla de emocionesmuy fuertes. Yo había logrado superar laenfermedad, Mami pasó por su propiamontaña rusa pero logró estar ahí connosotros, Fonsi —totalmente dedicado amí— había demostrado su amor y apoyo

durante esos tiempos, las familiasestaban unidas y toda la gente quequeríamos estaba ahí presente. La fiestafue otro espectáculo inolvidable. En unmomento salieron bandejas con tenisConverse de los colores de la boda paraque todos pudieran bailar cómodos. Depronto estábamos todos quitándonos loszapatos, poniéndonos los tenis ybailando, muy divertido. Al final Fonsitambién cantó. ¡Y hasta yo canté, aunquebien desafinada! ¡La pasamos tanespectacular que hasta se nos olvidótirar la liga y el ramo! ¿Qué máspodíamos pedir?

Yo me casé para toda la vida con el

que yo entendía era el amor de mi vida.Veía, suspiraba, hablaba, comía y hacíapor él. Si yo no hubiera estado así deenamorada, no me habría casado. Si yohubiera pensado que había unaposibilidad de divorcio, no me habríacasado. No había necesidad de casarse:yo no tenía problema con queviviéramos juntos sin promesas de porvida. Todo lo que habíamos vivido hastaese momento había sido maravilloso ycuando nos casamos lo hicimos porquenos amábamos. Eso era lo quequeríamos y deseábamos hacer.

Nunca pensé que todo eso seacabaría tan repentinamente.

L

12Cortando por lo sano

a razón principal por la que guardémi otro seno cuando tuve cáncer

fue la ilusión de poder amamantar a mihijo algún día. Pero esa puerta estabapor cerrarse.

Cuando me descubrieron el cáncer,de inmediato le hicieron pruebas y lededicaron tiempo y atención a mi otroseno, el izquierdo. Al verificar que eseseno no sufría ninguna lesión o tumorirregular, mi equipo médico se volvió aconcentrar en el derecho. De todas

formas, al llegar a mi decisión dehacerme una mastectomía, mepreguntaron si quería hacerme unadoble. Muchas mujeres deciden quitarselos dos senos de una vez, aunque unosiga sano, para prevenir la posibilidadde desarrollar cáncer. Sin embargo, yoles expliqué que soñaba con ser mamáun día y amamantar a mis hijos. Queríadejarme la oportunidad de vivir laexperiencia completa de ser madre. Alrecibir esta respuesta, dejaron de insistiry seguimos adelante con el plan original.

Guardar mi seno sano también teníaotro punto a favor: sería la referenciaperfecta para reconstruir mi seno nuevo.

Aparte de la estética, muchos doctoresintentan preservar lo que pueden de lossenos porque saben que es unaexperiencia muy traumática. Para elpaciente, es importante poder conservaralguna parte de su normalidad, si esposible, porque resulta ser una granayuda emocional durante todo elproceso. Es más, hoy día los médicosintentan primero eliminar el tumormaligno con quimioterapia antes desometer a su paciente a la operaciónpara ver si, en vez de hacer unamastectomía, pueden llegar a hacer unalumpectomía y evitar una cirugía tanagresiva.

En aquel momento, necesitaba anivel psicológico guardarme aunquefuera un seno —siendo que no eranecesario quitarlo— para no sentirmetan desconectada de mí misma. Noestaba preparada para pasar el traumade perder ambos senos en una solaoperación; pensé que sería demasiadotraumático. Hoy día, sin embargo, midecisión habría sido diferente. A vecespienso que si me hubiera quitado ambosde una vez, me hubiera evitado todas lascomplicaciones que viví con el segundo.Pero no fue así.

Después de mi cáncer, y en eltranscurso de los siguientes dos años,

cada tres meses me tocaba ir a una citamédica a la oficina de mi oncólogo paraque me revisaran los marcadores detumores y me hicieran el chequeocompleto. Del segundo al quinto año,esta cita se hace cada seis meses. Enesos primeros dos años de revisionestrimestrales, la doctora me palpaba elseno sano y a veces me mandaba a haceralguna resonancia magnética. Siencontraba alguna irregularidad o masa,me mandaba a hacer una mamografía yluego alguna que otra biopsia. Claro,con un antecedente de cáncer se tienenque fijar en cualquier cosita que parezcaanormal porque las posibilidades de

desarrollar cáncer en el seno sano sonaltas.

El problema era que cada vez queuno de estos chequeos se convertía enmás exámenes o terminaban en unabiopsia, mi familia y yo volvíamos avivir esa angustia paralizante pensandoque el resultado sería otro cáncer. Eseestrés psicológico es algo realmenteagotador y no solo me afectaba a mí sinotambién a mis seres queridos. Lasensación era parecida a un estadopermanente de preocupación. Me sentíauna bomba de tiempo andante.

Poniendo a un lado el estrés de cadarevisión, también había un tema físico:

cada biopsia duele y conlleva una etapade recuperación dependiendo de cuánprofunda haya sido la herida. Encima yoya sabía a lo que me iba a enfrentar, yasabía que no sería algo tan sencillo. Aldolor físico le sigue la angustia deesperar el resultado, sabiendo porexperiencia que no tendría ningún tipode control sobre lo que me podríanllegar a decir. Además, a esas alturascomencé a pedir ayuda. Ya no meanimaba a ir a una biopsia sola porquesabía que era posible recibir malasnoticias, entonces siempre venía alguiende mi familia. Ellos no solo vivieronesas angustias trimestrales sino que

vieron la preocupación que invadía micara con cada irregularidad encontrada.

En medio de todo esto, me habíanelegido ese año como una de loscincuenta más bellos de People enespañol. Ya me habían tomado la fotoindividual, solo faltaba la grupal, la dela portada, que ese año incluiría aestrellas como Alejandro Fernández,Beyonce, Angélica Vale, LudwikaPaleta, Bárbara Bermudo, CandelaFerro y Mario López. Estaba súperemocionada y a la vez tenía la sombrade otra biopsia que me nublaba laexperiencia. Volé a Nueva York, lugardonde se haría la sesión de la portada,

con el pequeño vendaje que protegía laherida de la última biopsia.

Ya en la silla del maquillista, listapara pasar un día súper y dar lo mejorde mí para que la portada salierabrillante, sonó mi teléfono. Contesté yera Fonsi. En eso se acercó mi sobrinaAdilmarie, quien me había acompañado,alentándome para que no llorase enfrente de todos. Me insistió en quetratara de tranquilizarme para evitar quese hiciera público que mi lucha todavíano había acabado. Tenía razón: yo noquería que nadie se enterara de queseguía pasando por biopsias y sustos, yno solo por proteger mi privacidad sino

también por proteger mi vida laboral. Eltrabajo para mí siempre fueimportantísimo y volver a ausentarme noestaba en mis planes.

Al cortar el teléfono, las lágrimasque se asomaron en mis ojos eran, estavez, de felicidad. No tenía célulasmalignas. No tenía cáncer. Me incorporéen mi silla y me siguieron maquillandocomo si nada. Nadie sabía la montañarusa de emociones que me tocaba vivircon cada biopsia. La angustia mecarcomía por dentro con cadadescubrimiento de alguna anormalidad,aunque saliera benigna; luego elcansancio del estrés y la sensación de

alivio me invadían el cuerpo de golpe, yeso me dejaba agotada. Y ni hablar delas preguntas que vuelven a surgir una yotra vez después de cada análisis: ¿Y sime dicen que tengo cáncer? ¿Cómo se lovoy a decir a mi familia? ¿Tendré quepasar por la quimioterapia otra vez?¿Cómo lo voy a anunciar públicamente ycuándo? ¿De dónde sacaré las fuerzaspara enfrentar todo esto otra vez?

Llegué a un punto en el que dije:“¡No más!”. Me lo quito y acabo de unavez por todas con este mini-huracán queme atormenta la vida cada tres meses.Al fin y al cabo, una de las razonesprincipales de haberme guardado el

seno sano hasta ese momento eraamamantar a un hijo pero caí en cuentade que en realidad hay miles de mujeresque tienen ambos senos sanos e igual nole pueden dar pecho. De pronto esefactor ya no era tan decisivo como antes.Ahora pesaba más en la balanza latranquilidad que me podría traer elretiro de ese seno. Quiero aclarar algo:el no tener senos no significa que elcáncer ya no puede volver, pero síreduce las posibilidades. Finalmente mesenté con Fonsi y le dije que sentía quelo mejor sería quitarme el otro seno ycortar por lo sano.

Una vez tomada la decisión tenía que

ver cómo proceder. Pensé en volver aJacksonville, Florida, a operarme enMayo Clinic, pero sentí que no eranecesario porque no tenía nada maligno.Preferí hacerlo cerca de mi casa,pensando que sería más cómodo y fácil.Ese fue otro error del cual tuve queaprender a los golpes.

Comencé a investigar cirujanosplásticos e hice cita con tres o cuatroque me habían recomendado. Conalgunos me sentí bien y los vi como unabuena elección, pero hubo uno enparticular al que apodé Doctor Terror.Por primera vez en todas mis visitasmédicas el doctor me enseñó TODAS

las posibilidades de lo que podíaocurrir si algo salía mal. Fue unapresentación visual, con senos deformesy cicatrices espantosas, que realmenteparecía una película de terror. No podíacreer lo que estaba viendo y viviendo.La angustia me invadió el cuerpo enteroy salí de ahí volando.

Obviamente a él lo taché de la listaal instante. Después de algunas otrascitas, decidí hacer este procedimientocon un doctor con quien me habíasentido bien y cómoda. Nunca imaginéque una operación así de común podríacomplicarse tanto. Tampoco se me habíacruzado por la cabeza una posibilidad

semejante.Yo andaba de lo más tranquila con

los planes de esta operación. No teníacáncer, no iba a tener que pasar por eltratamiento de la quimioterapia.Imaginaba, en fin, que esta operaciónsería mucho más fácil y sencilla. Loúnico que me ponía un poquito nerviosaera la anestesia porque sabía que tendíaa tener secuelas fuertes nada agradables.Fuera de eso, me encontraba contenta ysosegada.

Me operaron el 20 de octubre de2007, un sábado. Elegimos ese díaporque no había tanto personal ni genteen el hospital que me viera entrando y

saliendo. Ingresé al hospital a eso de lascuatro o cinco de la mañana para evitarcualquier foto o rumor de que no andababien. Lo último que quería era quecomenzaran a pensar que estaba mal y seenteraran de esta operación. Yo queríasimplemente quitarme este seno y seguiradelante con mi vida, trabajando yviviendo como si nada. Y así fue,aunque no tan fácil como esperaba. Meoperaron, me pusieron en un cuartoprivado y a los dos o tres días ya estabaen mi casa. Pero recuerdo que aldespertarme de esa operación me quejémucho. No recuerdo haberme quejadotanto en la primera; era algo inusual ya

que yo no suelo quejarme.Cuando me dieron el alta, seguía sin

sentirme demasiado bien. Un día,mientras me bañaba, noté que el lugardonde había tenido el drenaje de lacirugía se me había puesto medioamarillo y que tenía un puntito blanco,como si tuviera pus. No me parecíanormal ni recordaba haber tenido lomismo la primera vez que me operé.Llamé a la oficina de mi doctor, medijeron que pasara a verlo para que merevisara y de paso me llenara elexpansor.

En esa cita médica y en las quesiguieron, en realidad nunca me atendió

mi doctor sino su asistente. Mi familiame insistía en que el doctor me debíarevisar porque no parecía normal lo queme estaba ocurriendo, pero él no merevisó en persona hasta más adelante,cuando ya no había otro remedio. Alsalir de esa cita, me dijeron que nohabía nada de qué alarmarme. Entoncesme llenaron el expansor y regresé acasa. Pero con el pasar de los díasseguía sintiéndome mal y mi seno poco apoco iba cambiando de color. En unmomento dado, el seno entero se mepuso morado. Yo, sin embargo, seguícon mi vida sin saber bien qué hacer.

En esos días se casaba otra prima de

Fonsi. Fuimos al matrimonio, la pasébien, bailé, pero mi energía no era lamisma de siempre. Al día siguientehicimos una reunión en mi casa contodos los de la boda. Usualmente meencanta ser buena anfitriona y estarpendiente de la comida y de la gente,pero ese día sentía que no daba abasto.El tío de Fonsi, padre de la novia, eradoctor, así que en un momento dado lepedí que me revisara. Al verme el senomorado me dijo que no le parecíanormal y me recomendó que llamara a eldoctor para ver qué estaba pasando.Como era fin de semana, y no sentía queera una emergencia, decidí esperar hasta

el lunes para llamar.El día siguiente no fue nada grato.

Vomité, tenía fiebre y era obvio que noestaba bien. Me sentía débil, me dolíamucho el seno y había perdido elapetito. Mi esposo y mis amigoshicieron todo lo posible para que yocomiera, pero no había caso. Encimaseguía vomitando, así que llamamos aldoctor a su oficina y me recetaron unosantibióticos para la infección. Asípasaron otro par de días. FinalmenteFonsi llamó al doctor e insistió enhablar con él directamente. Le explicóque yo en general no me quejo pero quehacía varios días no estaba bien y que

tenía el seno morado. Le insistió en quefuese él quien me revisara y no suasistente. El doctor justo tenía dosoperaciones ese día pero le dijo que, sipodíamos ir antes de la segunda, mepodía recibir ahí mismo en el hospital.

Cuando finalmente nos recibió y mequité la camisa, el doctor, sin siquierapalparme, me hospitalizó. Me hicieronun cultivo y de inmediato me pusieron unsuero porque yo venía vomitando y nocomiendo, por lo que seguramenteestaba algo deshidratada. Al recibir elresultado del cultivo me dijeron quetenía Estafilococo Dorado Resistente ala Medicina o EDRM (MRSA, por sus

siglas en inglés). El EDRM o MRSA esun tipo de bacteria resistente a muchosantibióticos, comúnmente causada porinfecciones hospitalarias. Yo pensé quesería una revisión veloz de mi seno peroterminé en una cama hospitalizada,teniendo que enfrentar una serie nuevade terminología médica que se refería aalgo que yo ni sabía que existía. Este noera un seno enfermo. ¿Cómo se iba acomplicar la operación de algo queestaba bien?

Pasé varios días en el hospital conmedicamento intravenoso; me lo dabancada doce horas, a eso de las once de lamañana y las once de la noche. Seguía

sin sentirme bien. Al cuarto día, a eso delas once de la noche, con la luz apagada,la televisión prendida y mi esposo en lasilla a mi lado, recuerdo repentinamentesentirme muy acalorada, como siestuviera afiebrada y sudada, y se locomenté a Fonsi. Me quería destapar ometer a bañar, algo no estaba bien.Entonces él prendió la luz y me quitó lasábana: lo que había era un mar de pus ysangre que había empapado no solo labata del hospital sino también todas lassabanas. Enseguida llamamos a laenfermera, quien me puso una especie detoalla sanitaria sobre el drenaje pordonde seguía saliendo el líquido, y me

dirigió al baño.Mientras la enfermera cambiaba las

sábanas, yo me metí a la ducha y Fonsiagarró la manguera para echarme aguaen la herida mientras yo me enjuagaba.Lo que salía de ese hueco era un chorrointerminable. Cuanto más me loapretaba, más salía esa mezcla de pus,sangre y coágulos. Era realmenteasqueroso pero, en realidad, lo mejorque podía pasar era que todo eso salierade una vez por todas. Seguramente se mehabía vuelto morado justamente por todoese líquido acumulado ahí adentro.Cuando al fin paró un poco, me regreséa la cama y pasé dos o tres días más en

el hospital.Durante esa hospitalización me

pusieron un catéter central de inserciónperiférica (PICC, por sus siglas eninglés, también conocido como PICCline), que es un tubo largo y delgado quese inserta a través de una vena del brazopara llegar a una vena más grande cercadel corazón; esto era necesario en micaso porque el medicamento paracombatir el MRSA era un líquidointravenoso que me debía colocar dosveces al día durante el siguiente mes. Sí,me dejaron puesto el PICC line duranteese mes también porque debía seguiradministrándome el medicamento desde

la casa. Dos veces por día tocabalimpiarme el área del PICC line, insertaruna solución salina para limpiar eltubito interno y conectar la bolsa con elmedicamento al catéter durante un par dehoras, hasta que me fuera administradotodo el líquido. Eso ocupó un par dehoras en la mañana y otro par de horasen la noche cada día durante ¡un mes!Por suerte, durante el día podíafuncionar normalmente. Lo único quetenía que hacer era doblar el PICC line ypegármelo al brazo. Al cubrírmelo conuna camisita de manga larga o de trescuartos, casi ni se notaba.

Mi familia y mi esposo estaban

furiosos con el doctor porque todossintieron que era algo que se podríahaber evitado, o que por lo menos sepodría haber tratado antes de llegar alpunto de tener que estar hospitalizadanuevamente. Muchos me dijeron quedebía demandarlo pero yo preferí nometerme en eso. ¿Qué iba a resolver coneso? Nada. Yo lo que quería erarecuperarme y seguir de largo. Además,no se sabía públicamente que yo mehabía quitado el seno, así que demandarera crear todo un revuelo y hacerlo todopúblico, cosa que yo quería evitar. Noestaba lista para hablar de esoabiertamente con los medios.

Justo ese mes de tratamiento contrael MRSA coincidió con la fiesta de laestrella del año de People en Español:Angélica Vale, Kate del Castillo y yoéramos las estrellas de honor. Ahora seme abría otro dilema: ¿cómo ir a lafiesta con el PICC line sin que se dierancuenta la prensa y la gente alrededor?Esto era algo que no estaba previsto yaque, cuando fui a verme con la doctora,no pensé que me internaría ese mismodía y que eso llevaría a todo lo demás.Yo seguía con la idea fija de mantenertodo este episodio en privado, así quecompré la tela que me gustaba, fuiadonde una costurera y me mandé a

hacer un vestido que tenía una mangaque justo cubría el brazo con el PICCline.

Dentro de ese mismo mes, mientrasiba y venía para probarme el vestido,justo estaba almorzando con mi hermanacuando se me acercó un paparazzi, quede casualidad estaba comiendo en elmismo lugar, para preguntarme sobre misalud; me dijo que me habían vistoentrar y salir del hospital hacía poco.Logré despejarle las dudas y se fuetranquilo, cuando podría haberdescubierto la verdad con una solamirada. En ese momento yo no podíamover bien el brazo y tenía el PICC line

puesto, pero justo llevaba una camisaque apenas lo cubría y el tipo, porsuerte, ni se dio cuenta. Si se hubierapercatado de que algo andaba mal,fácilmente podría haber agarrado sucámara para tomar una foto, pero mesalvé.

El día de la fiesta adelanté elhorario de mi medicamento y me loadministré mientras me peinaban ymaquillaban en casa. Una vez lista mepuse mi vestido plateado y me fui a lafiesta con el PICC line y todo. No podíamover mucho el brazo pero lo disimulécomo pude; seguí adelante, bailando ysonriente. Nadie se dio cuenta.

Cuando pasó el mes de tratamiento,el medicamento me hizo efecto y al finme quitaron el PICC line. Las heridascomenzaron a sanar y a cicatrizar bien, yparecía estar en vía de una prontarecuperación.

En el ínterin me habían llamado deMéxico para ofrecerme un papel en unanovela, el cual acepté con gusto. Aprincipios de enero de 2008 me subí aun avión y volé a la Ciudad de Méxicopara comenzar a rodar Alma de hierro.En cuanto al seno recientementeoperado, cada vez que me tocaba llenarel expansor viajaba a Estados Unidos yluego volvía a México para seguir

trabajando. A todas estas, nadie sabíaque yo estaba en proceso de reconstruirmi segundo seno. La única de la novelaque sí sabía era una productora porquele tuve que pedir permiso para viajar.Aproveché la Semana Santa y volví aEstados Unidos para hacerme elsiguiente procedimiento, que consistíaen colocarme el implante.

Todo pareció salir bien, así que alterminar la semana regresé a Méxicopara seguir adelante con mi trabajo. Sinembargo, al poquito tiempo noté que, alcambiarme la venda, la cicatriz del senoestaba supurando. Después de cambiarlavarias veces y notar que cada vez que lo

hacía la herida supuraba lo que parecíaser pus, me di cuenta de que nuevamentealgo andaba mal. De inmediato sospechéel retorno del MRSA y decidí actuar enel acto. Consulté en un laboratorio enMéxico si me podían hacer un cultivopara verificar qué era esa sustancia quesalía de mi herida. Cuando me llegaronlos resultados, confirmaron missospechas: el MRSA nuevamente estabaatacando mi seno izquierdo.

Llamé de inmediato a mi doctor y leexpliqué que estaba trabajando enMéxico y que necesitaba que merecetara algo para solucionar este temacuanto antes. Claro, su receta no me

sirvió en México, pero al pasarme losnombres de los medicamentos logréaveriguar cuáles eran los equivalentesallí y comencé a tomarlos.

Igual me sentía inquieta. Queríaasegurarme de que no se volvería unpeor cuadro, o que surgiría la necesidadde hospitalización como la primera vez.Ya para entonces decidí no llamar másal doctor que me operó porque no meinspiraba confianza, así que me volquéhacia la sabiduría de mi oncóloga, quienconocía mi caso de memoria por habersupervisado mi quimioterapia. Es más,hoy día ella es mi médico de cabecera.Al escuchar lo que me estaba pasando,

me recomendó que me quitara elimplante para asegurarme de que labacteria no se encontraba alojada en esacavidad. Si la bacteria se había pegadoal implante, el MRSA me seguiríavolviendo. Esta posibilidad mehorrorizó así que le hice caso. Decidísometerme a una nueva operación parasolucionar este problema de una vez portodas.

Sin embargo, esta vez volví a miqueridísimo doctor Terkonda, quien mehabía hecho la primera operación delseno enfermo, procedimiento que no mecausó ninguna de estas secuelas. Eldoctor Terkonda no solo me hizo un

trabajo excelente en el primer seno sinoque me dejó una cicatriz mucho máslinda en el segundo seno. Ni lo pensédos veces. Prefería viajar a Jacksonvilley estar en sus manos antes que quedar enmanos de alguien totalmente nuevo.

El doctor Terkonda me explicó que,al operarme, me iba a quitar el implante,se iba a asegurar de que no hubiera ni undejo de MRSA en esa zona y que,después de verificar a través de uncultivo que eso era cierto, me colocaríaun implante nuevo.

Alma de hierro todavía tenía untiempito más de rodaje antes de que seacabara, pero mi cuerpo no iba a poder

esperar tanto. Le expliqué lo que estabasucediendo a la productora y decidimosque lo mejor que podía hacer era grabartodas las escenas posibles poradelantado para que mi salida no fuesetan repentina. Y así fue. Grabésuficientes escenas como para cubrirtres meses más de la novela y partí aesta próxima operación.

Al regresar a Miami, comencé laronda de exámenes preoperatoriosmientras terminaba de cumplir misobligaciones con la campaña de Yoplaitcontra el cáncer de seno llamada SaveLids to Save Lives. Una vez que lacampaña terminó, viajé a Jacksonville

para ingresar nuevamente a aquelquirófano que había dejado hacía pocomás de dos años.

El tema más grave de estaintervención surgiría si me encontrabanMRSA en el implante. Si así era, iban atener que darme el medicamento que medieron aquella primera vez durante otromes. Pero ese caso implicaba que no mepodrían poner el implante nuevo.Primero había que asegurarse de que elMRSA ya no estaba en mi sistema. Siese era el resultado tendría que vermecomo nunca antes me había visto: sinNADA. El pánico de pensar que existíala posibilidad de verme el seno plano

me creó muchísima ansiedad previa a laoperación, ansiedad que se agudizó porla angustia que estaba pasando dentro demi matrimonio. Gracias a Dios, cuandome abrieron verificaron que estaba yalibre de MRSA y pudieron seguiradelante con el cambio de implantes sinproblema alguno. La recuperación quesiguió fue rápida y sin acontecimientos.Sin embargo, en ese momento se estabadesatando el golpe más duro de todos.

A

13El golpe más doloroso

mediados de 2009, cuando volví aMiami después de terminar de

filmar Alma de hierro, nunca imaginéque tendría que hacerme un alma dehierro para lograr enfrentar elpróximo cambio drástico de mi vida.Ya estaba lidiando con lo que sería lasegunda operación de mi seno izquierdoy con todos los miedos que surgieronpor el procedimiento. Pero ¿mimatrimonio? ¿Cómo podía ser que esotambién se estuviera derrumbando ante

mis ojos?El regreso de México, después de un

año y medio afuera, no fue nada fácil. Alllegar a casa sentí que mi marido no mehabía recibido como siempre. Algoentre nosotros había cambiado. Enrealidad, ya desde México sentí unacierta frialdad que no lograba reconocerpero lo atribuí a la distancia. Pensé queal volver todo caería en su lugar, peroocurrió todo lo contrario. Sucomportamiento, su forma de tratarme,de hablarme, nada de eso era igual.Desde que pisé nuestra casa me dicuenta de que lo que estaba pasando enrealidad era mucho peor de lo que yo

quería y podía siquiera admitir. Suindiferencia y la falta de intimidad soloempeoraron con el tiempo. Alguna queotra vez intenté sugerir un acercamientopero rápidamente aprendí que esoocurriría cuando él dijera y no cuandoyo quisiera. Llegó un punto en el queincluso dejamos de hacer el amor deltodo. Ya no existía esa conexión. Enalguna parte del camino nuestra relaciónse había quebrado, pero yo seguía sincomprender dónde, cuándo, cómo y porqué.

Inicialmente interpreté todo lo quenos estaba ocurriendo como nuestraprimera crisis matrimonial y estaba

preparada para luchar y salir adelante.Pero este tipo de lucha se debe hacer dea dos. Una sola persona no puede salvaruna relación. Desde ese día que entré ami casa —después de un tiempo detrabajo en México—, supe que lo queme tocaba hacer sería cuesta arriba perojamás pensé que en realidad iría cuestaabajo hasta estallar contra el piso yhacerse añicos.

No estaba preparada para ese golpecomo tampoco estuve preparada para elcáncer. Fue uno de los momentos másdifíciles de mi vida.

En el tiempo en que estuvimosjuntos, hubo una etapa en la que fuimos

muy felices. Sé y me consta que élestuvo muy enamorado de mí. ¿Cuándose perdió el amor? Pues no lo sé. Nopuedo pensar ni sé en qué momentoexacto cambió todo, pero cambió. Derepente se convirtió en otra persona, conotros intereses, otras necesidades, otrosdeseos. Seguía siendo el buen serhumano que es, la buena persona que esy el hombre del cual me enamoré, peroal mismo tiempo era otra persona.

La diferencia entre este golpe y eldel cáncer fue que lo que yo sentía roto,lo que me dolía por dentro, no era físicosino totalmente emocional. Con elcáncer yo me encontraba físicamente

enferma pero tuve una fortalezaemocional que me ayudó a saliradelante. Mi mente le mandaba energíapositiva a mi cuerpo para ayudar asanarse. En este caso, lo que se meestaba desmoronando era lo emocional yeso es mucho más difícil de sanar.Además, durante toda la etapa delcáncer, una de las personas en quien másme apoyé fue en él. Fue una personaclave para recuperarme no solo físicasino espiritualmente. Y ahora ese pilarya no estaba más, ya no me amaba más yera más bien el causante de mi dolor.Me sentía más sola que nunca. ¿Ahoraqué quimioterapia iba a usar para

curarme este mal? Sin importar cuántagente me rodeara con amor y apoyo, nohabía ninguna persona ni acción que meterminase de dar la tranquilidad parapoder salir adelante porque yo no estabalista para recibirla.

NO ERA LA PRIMERA VEZ queteníamos problemas. Al año de haberempezado nuestra relación hubo unainfidelidad. Mi reacción fue romper conél. Pero él hizo villas y castillas paraque regresáramos. Dentro de suenamoramiento, no quiso perder lo queteníamos. Y yo volví a caer redondita.Al enfermarme fue una fuente de amor y

apoyo constante. Estuvo siemprependiente de mí y sentí que nuestro lazo,en vez de quebrarse, se profundizó.Cuando fijamos la fecha de la boda nohabía ningún tipo de obligación,simplemente lo hicimos porquesentíamos que ese era el camino quequeríamos tomar juntos de la mano. Noscasamos amándonos. Me casé pensandoque ese sería el hombre con quienpasaría el resto de mis días. Con quientendría hijos. Yo no esperaba el dolorque vendría después de uno de los díasmás felices de mi vida.

Luego comenzaron a aparecer lasinfidelidades. La primera ocurrió

cuando éramos novios: yo me enteréporque lo averigüé, porque mi instintome decía que algo andaba raro. Vi lascuentas de sus tarjetas de crédito y hastahablé con la muchacha, pero él me lonegó. Y lo hizo hasta que no le quedómás remedio porque era demasiadoevidente. En medio de la desesperaciónde ver lo que estaba ocurriendo, enmedio de la sospecha constante de queestaba con otras, había una prueba haciael final de la relación que no me fallaba.Para cada viaje que le tocaba de trabajoyo le hacía la maleta. Siempre measeguraba de que entre su ropa estuvierasu cepillo de pelo. Como para las

presentaciones él contaba con su propiopeluquero y maquillador, ese cepilloque le empacaba en cada viaje era el deuso personal, el que quedaba en sucuarto. Al regresar de sus viajes,nuevamente era yo la que ledesempacaba la maleta; de inmediatoagarraba el cepillo y lo mirabadetenidamente. Muchas de las veceshabía pelos largos atrapados entre lascerdas. Pelos largos que, con cada viaje,variaban de color. Pelos largos que éldefinitivamente no tenía.

Llegué a un punto tal que la ansiedadme invadía el pecho y, cuando podía, lerevisaba las cosas en busca de pruebas.

Me volví paranoica —y con razón—porque esas pruebas existían y eraninnegables: desde llamadas telefónicascon algunas de las otras hasta una fotoque me rompió el corazón.

Al principio lo confrontaba, lepreguntaba de dónde habían salido esospelos, ese mensaje, esa llamada, pero engeneral me lo negaba todo. En algúnmomento bajé los brazos y dejé deluchar. Dejé de confrontarlo. Era másdoloroso hacerlo porque veía cómo mementía en la cara. Lo único que yodeseaba era que me hablara con laverdad. Sentía que si podíamos hablarde una manera más directa, existía la

posibilidad de salvar la relación y devolver a reestablecer algo de esaconfianza perdida. Pero eso no ocurrió.

Con el paso del tiempo hubo muchasheridas, mucho rechazo, muchoaparentar frente a la gente —inclusofrente a nuestras familias— que estabatodo bien, cuando poco a poco se ibadesmoronando lo que yo pensé sería mirelación de por vida. Cada vez que nosbajábamos del carro yo le decía: “Porfavor, que tu familia no se dé cuenta.Que nadie se dé cuenta”. Me encontrabanadando sola sin saber hacia dóndedirigirme; realmente no sabía qué hacer.Por lo menos con el cáncer tenía una

guía. Aquí estaba a la deriva, sinentender siquiera por qué estabanadando.

Yo estaba aferrada a él y eso no mehacía feliz, no era sano. Mientras sufríalos engaños yo lo que hacía era lucharpara ver si él se fijaba en mí, a ver si lopodía reconquistar. Pero me costabahorrores porque mi autoestima no era lamisma de siempre. Mi cuerpo habíacambiado, tenía un seno nuevo —perocon una cicatriz evidente que nunca seiría—, estaba más grande y me costabaenormemente volver al peso que teníacuando era más joven. Hasta el sol dehoy es una lucha diaria, pero ahora es

una lucha más sana. En ese entoncessentía que me ahogaba porque, paracuidarlo, me tragaba no solo misinseguridades y dolores sino también sussilencios y engaños. No emitía palabraporque no quería que él se vieraperjudicado. Sentía que no me quedabaotra, que me tenía que conformar coneso, que eso era lo que me había tocadoy que no había vuelta atrás.

Es terrible lo que voy a decir ahora,y he aprendido que ese no es el caminocorrecto, pero en ese momento yo no medaba cuenta: aunque yo supiera que élhacía cosas por fuera de nuestrarelación, mientras yo sintiera que me

quería pensaba que podía llegar acomprender esa necesidad de hombre decoquetear o tener otra mujer. Pensabaincluso que lo podía aceptar siempre ycuando él siguiera queriendo estar a milado. Yo sentía que él había sido tanespectacular conmigo, que me habíabrindado tanto amor y apoyo durante micáncer, que, pues, si se deslizaba algúndía, la mejor opción era mirar para otrolado y seguir como si nada.

Hoy día pienso todo lo contrario: noquiero a nadie al lado mío por lástima yno aceptaría una relación bajo esascondiciones porque me doy cuenta deque no lleva a nada, que solo causa

dolor y crea rencor. Te siguesestrellando, te pierdes. Yo vivía para él,yo no me daba la importancia quemerecía. Cuando estaba con mi esposo,él podía decir todo lo que quisiera y,aunque no tuviese la razón, yo no meanimaba a refutarlo. Quizá porque teníamiedo de perder su amor.

Ahora tengo claro que laimportancia y la atención nunca puedenrecaer en una sola persona. En unapareja, ambas personas son importantesy merecen esa importancia. Cuando secentra en un solo lado, esa relación sedesequilibra, lo que no es sano paraninguno de los dos. Yo estaba actuando

como si fuese de una generación a la queen realidad no pertenecía. Apliqué loque aprendí de los grandes que merodearon en mi infancia pero me doycuenta de que, para la pareja de hoy, esoya no va. De chica no solo vi el amorincondicional de mis padres sino quetambién vi cómo otros hombres podíanhacer cosas; mientras regresaran a lacasa, sin embargo, estaba todo “bien”.Al ver la repetición de esecomportamiento en varias parejas, yome casé pensando de esa manera. Yosabía en lo que me estaba metiendo yusaba la justificación que aprendí deniña: mientras él regrese a la casa y me

quiera y me abrace y me bese, lo demásno importa. Además, viniendo de unafamilia religiosa, aprendí también deniña que el matrimonio era algo sagrado,que una vez que entrabas en ese acuerdoante Dios había que cumplirlo “hastaque la muerte nos separe”. Tenía unapresión autoimpuesta porque para mí esaunión debía ser para toda la vida, sinimportar lo que hiciera el otro paradestruirla.

Pero ahora tengo claro que losengaños no se deben ignorar sinoenfrentar y que, si uno está casado, hayque darle la oportunidad a la pareja paratrabajarlo, sea yendo a terapia, a la

iglesia o simplemente hablándolo.Nosotros desafortunadamente nopeleamos por nuestra relación, nologramos comunicarnos para ver por quéhabíamos llegado a ese punto. Quizá poreso me costó tanto comprender por quéde un momento a otro se había terminadotodo. Él tomó la decisión y no hubo otraforma. Recibí el clásico: “Soy yo, noeres tú, dame un tiempo”, y luego seacabó. Ni siquiera hubo momento parahablar de una posible terapia de parejao de una posibilidad para luchar por lonuestro porque, para él, eso ya se habíaterminado. Me hubiese encantadocharlar sobre lo que podíamos hacer

para revivir ese amor perdido pero loque me tocó fue un golpe seco, undesamor repentino, un fin inesperado.

La decisión de separarnos no fuetomada en una conversación cara a caraen la que nos tomamos de la mano yacordamos que era lo mejor para losdos. No. Fue mientras estaba de viajepromocionando la campaña de SaveLids to Save Lives. De pronto uno deesos días recibí una llamada suya; medijo que se quería separar. En realidad,la palabra que usó fue “divorciar”. Eracomo si él ya hubiese tomado ladecisión. Al cortar, con ladesesperación que me invadía el

corazón, me nació llamar a su mamá enbusca de algún consuelo o refugio.Sentía que si alguien podía hacerlorazonar era ella. El dolor y el shock erantan grandes que ni me atreví a llamar ami familia. No sabía ni cómo comenzara explicar lo que nos estaba ocurriendo.Mi suegra se sorprendió con lo que leconté y enseguida lo llamó, pero él ledijo a ella que nunca había mencionadola palabra “divorcio” sino que lo quebuscaba era separarse por un tiempopara ver cómo se sentía.

La realidad es que él ya habíatomado la decisión en su mente pero, envez de confrontar la situación cara a

cara, prefirió jugar el jueguito sabiendoque a la final se saldría con la suya.Comenzó a buscar apartamento paramudarse durante nuestra separación peromientras tanto permaneció en la casa.Irónicamente vivimos juntos el comienzode esa separación. Dormíamos en lamisma cama, en la que me abrazabatodas las noches. Para mí era todo muyconfuso. Yo interpretaba ese abrazocomo una luz de esperanza. Pensaba quetodavía nos quedaba una oportunidadpara salvar el matrimonio.

En medio de todo ese dolor yconfusión, me tocó aquella segundaoperación en Jacksonville para

reemplazar el implante y asegurarme deque estuviera libre de MRSA.Manejando de ida hacia el hospital mellamó para hablar sobre un comunicadode prensa sobre nuestra separación quequería emitir. Su idea era queemitiéramos un comunicado en conjunto,diciendo: “Hemos tomado ladecisión…”. Pero “hemos tomado” mesonaba a coliseo porque fue él quientomó esa decisión. Yo quería que élhablara por sí mismo porque la realidades que a mí no me había dado otraopción. Yo no quería separarme nidivorciarme: esa fue decisión suya Porende, no quería participar de un

comunicado en conjunto porque meparecía que no estábamos enfrentando eltema con la verdad. Mi intención no erahablar mal de él, simplemente queríaque él se hiciera cargo de la decisiónque había tomado. Me parecía lo máscorrecto y honesto. De pronto me dicuenta de que yo no estaba con la cabezacomo para seguir hablando del tema.Estaba rumbo a operarme, estaba en elcarro con toda mi familia escuchandonuestra discusión, estaba preocupadapor cómo saldría de esta cirugía, estabaagobiada. Le pedí que por favor medejara operar tranquila y que alrecuperarme podíamos volver a tocar el

tema.Al final, cuando volvimos a hablar,

recibí tanta presión que una vez máscedí y el comunicado salió en conjunto apesar de lo que yo sentía o quería. Yono deseaba hacerle daño, no quiero niquería que su carrera se viera afectada,así que cedí. En definitiva, aunque dijeque sí a eso, se enojó porque no salí ensu defensa en cuanto a sus infidelidades;se enojó y me lo sacó en cara como si yono hubiera estado ahí para apoyarlo yayudarlo. Lo que no entiendo es cómopretendía que yo saliera diciendo que noera verdad si la que sufría, encima detodo, era yo. Hasta tuve que lidiar con

un mensaje de una de las mujeres conquien lo involucraron: ¡me pedía quepor favor saliera a hablar en defensa deFonsi! ¡¿Que yo saliera a hablar dequé?! Ni salí en su defensa ni le contestéel mensaje a esa mujer que me llamó. Ylo más gracioso es que eso no me loperdonó.

La noche antes de que me dieran elalta en Jacksonville, llegó él y bajamosjuntos a Miami en carro. A los dos o tresdías de regresar llamó a su asistentepara que lo ayudara a buscar las cosasde la casa. Ya le habían entregado elnuevo apartamento y ya se había llevadola mitad de sus pertenencias de la casa.

Ese día, mientras mudaba sus cosas, sefue en un momento y me dijo: “Vengo’horita”. Pero no volvió más. Por lanoche recibí una llamada: me dijo quese daba cuenta de que ya tenía todo loque necesitaba para quedarse en suapartamento y que no era necesariovolver. Eso fue todo. Ni siquiera nosdespedimos como para darle un cierre aesos años juntos de alguna manera. Notuvo la valentía de decirme en la caraque había llegado el final.

En el tiempo que transcurrió entre laseparación oficial y el divorcio,hablábamos por teléfono más que todo.Él me insistía en que lo llamase si así lo

necesitaba, pero esas conversaciones nome hacían bien. Sentía que no habíarazón para llamarlo si al fin y al cabo sudecisión ya estaba tomada y no me iba adecir lo que yo más quería escuchar. Sinembargo, si él me llamaba a mí, yocontestaba. Siempre.

Lo que yo sufrí en ese último tiempono lo compartí con nadie. Me lo traguétodo en silencio. No quería que mifamilia lo supiera, no quería que sufamilia lo supiera, ni quería contárselo amis amigos más íntimos. Lo más íntimo,lo más doloroso, me lo he callado yguardado en una cajita interna. Pero sindarme cuenta entré en un estado

depresivo que me tomó un buen tiemposuperar.

Nuevamente, como con el cáncer, nome permití expresar lo que me carcomíapor dentro ni me permití sufrirloabiertamente. Mi familia me rodeó y meacompaño de una manera constante.Nunca estuve sola. El gesto vino de unlugar de amor y apoyo, lo sé, pero el noestar sola durante casi seis o siete mesesseguidos hizo que no me desahogaracomo necesitaba hacerlo. A solas mehubiera permitido gritar y llorar y sacaralgunas cosas para afuera, aunque seapara que las escucharan las paredes demi casa, pero ya rodeada de gente no

podía hacerlo. Quizá por eso me tomótanto tiempo procesar este evento de mivida.

Sí, con mis amigas más cercanaslogré hablar de algunas cosas, pero solode lo que yo sentía que podía decir, nonecesariamente de lo que realmentepasó. Es probable que por un lado lohiciera para protegerlo a él, por lacostumbre de proteger nuestraprivacidad, por la esperanza de quequizá hubiera vuelta atrás. No queríahablar mal de él en frente de todos porsi todavía existía la posibilidad dereavivar nuestro amor. ¿Y qué pasaba siél terminaba siendo el padre de mis

hijos? No quería hablar mal de él.Pensaba más bien seguir el viejo dicho:“Calladita me veo más bonita”. Almismo tiempo, verbalizar ciertas cosaslas vuelve más reales. Al no hablarlastambién estaba protegiendo de algunamanera mi propio corazón. De todasformas, hasta el sol de hoy siento quenadie tiene por qué saberlo todo.

Durante esos tiempos, una de laspocas personas a quien le confié algunasde mis intimidades fue a mi hermanaAdilsa. De mi familia, ella era lapersona con quien más me desahogaba yquien más sabía lo que estabaocurriendo en mi relación. Pero eso no

me sirvió de mucho, más bien nos llevóa tener varios encontronazos. Quizá poreso también terminé callándome tanto.De pronto, en medio de mi dolor, tuveque lidiar con el enojo de mi hermana ylas consecuencias de que con su rabiapudiese hablar de cosas que se debíanmantener en privado. Encima, la familiade él también se quejaba y la acusaba dedecir cosas que ella, a mi entender, nohabía dicho. Yo lo que más deseaba eramantener la paz.

Por otro lado, en privado sentía quea veces Adilsa lo defendía más a él quea mí. Me recomendaba que hiciera ydijera cosas que no me nacían. Hubo

momentos en los que fue muy hiriente ydura conmigo, cuando lo que másnecesitaba era una aliada. Tengo claroque su intención jamás fue hacermesentir mal, pero eso no quita lo bailado.Llegó un punto en el que me tuve quealejar de ella; decidí no hablarle másdurante un tiempo porque cuando lallamaba terminaba más lastimada queapoyada. Una vez que pasó todo y seapaciguaron las aguas, nuestra relaciónvolvió a la normalidad, pero la verdades que ese fue otro paso duro en mediodel desastre que estaba viviendo.

No solo tuve problemas con Adilsa.Durante el proceso de separación yo

sentía que las dos familias setransformaron en dos bandos opuestas yla que más sufría sus ataques era yo.Estaba atrapada en medio de ese campode batalla sin saber adónde refugiarme.Los míos querían ayudarme pero laforma en que me decían las cosas,sumada a mi vulnerabilidad, hacía queyo interpretara sus consejos y opinionescomo ataques personales. Y el bando deél pues obviamente estaba de su lado.Yo a su mamá le tengo un respeto, unaadmiración y un cariño inmensos —ysiempre se los tendré—, peroclaramente en ese caso, a quien ella ibaa apoyar a muerte era a su hijo.

Ingenuamente intentaba contarle algunascosas a mi suegra pero ella solo creía loque decía su hijo. Y no la culpo: ese essu hijo. Hay muchas cosas que nisiquiera les mencioné. Llegó unmomento en el que no sabía qué máshacer. Además de que me dejaba elmarido, me atacaba mi hermana, meatacaba su familia y la única que seguíasufriendo por mantener una pazimaginaria era yo.

De pronto, encima de todo, hubo unmomento en el que él quiso quedesmintiera cosas. Yo sentía que eso nome correspondía a mí. Y al decirle queno me llegó a sacar en cara todo lo que

estuvo conmigo cuando me enfermé.¡Qué dolor! Ahora ya ni sabía por quéhabía permanecido a mi lado durante esaetapa. ¿Fue por pena o fue por amor?Hoy día, mirando hacia atrás, me gustapensar que fue por amor. Todas esasdudas que surgieron en mi mente duranteel divorcio tenían más que ver con laspalabras cruzadas y los enojos delmomento. Todo lo lindo que hizo por míen un momento lo deshizo por otro lado.Y en aquel instante sentí que la pérdidade su amor fue más dura que el mismocáncer de seno. Me dio rabia con todo elmundo y al final no me podía desahogarcon nadie. Esa soledad acompañada me

estaba ahogando.Lo que siguió a esa separación fue el

proceso de divorcio y mi únicapreocupación en ese punto eran losembriones. ¿Ahora qué pasaría con esoshijos que podríamos llegar a tener?Busqué ayuda para asesorarmelegalmente porque me di cuenta de que,al irse de la casa, él ya no iba a volver.Por lo único que estaba dispuesta aluchar era por esos embriones. No meinteresaba su dinero, no lo necesitaba.Yo trabajaba y podía ganarme la vidasin la ayuda de nadie, pero después demi cáncer no sabía si tendría laposibilidad de tener un hijo que no

viniera de esos embriones.Le mencioné a Fonsi que iba a

asesorarme con respecto a losembriones y elegí un abogado que merecomendaron para que me representara.Dio la casualidad de que el abogado deFonsi y el mío eran enemigos mortales.De pronto el divorcio —nuestradisolución como pareja— parecía másuna pelea personal entre ellos dos.

Desafortunadamente, en esa riña degallos la que terminó perdiendo fui yo.No me interesaba pelear por plata, soloquería luchar por lo que algún díapodían llegar a ser mis hijos. Fue tal lalucha, tal el dolor, que llegó un punto en

el que me di por vencida y le dije a miabogado que ya no podía seguirluchando. Decidí que era hora de firmary de una vez por todas terminar con todoese asunto. Pero él me respondió: “Si túfirmas, yo no te puedo representarlegalmente porque eso no me parecejusto para ti”.

Yo sabía todo esto, comprendía queno salía bien parada si firmaba esedivorcio, pero ya no daba más. Encima,si seguíamos luchando, lo más probableera que termináramos en la corte y loúltimo que yo quería era revelar todasmis intimidades para que quedaranplasmadas en un registro público. Se me

había acabado la energía. La pelea teníaque terminar de una vez por todas. Se loexpliqué al abogado y, tal como me lohabía advertido, renunció a mi caso. Asíque en medio de toda esa angustia nosolo le tuve que pagar por sus serviciossino que tuve que buscarme otroabogado para terminar de llevar a caboel divorcio.

Y con el dolor de mi alma, lo firmé.Un día sonó el teléfono y era Fonsi

diciendo que quería pasar a vermeporque tenía algo que decirme y algopara darme en persona. Colgué y loúnico que me imaginé fue buenasnoticias. De pronto se me llenó el

corazón de una ilusión que pensé habíaperdido. ¿Se acercaba la oportunidad deser madre?

Acordamos un día y una hora, ycuando llegó a mi casa nos fuimos ahablar al balcón; en la casa estaba misobrino y luego llegarían mi maquillistay peluquero porque tenía una grabaciónmás tarde. Quería asegurarme de quepodíamos hablar en privado, pensandoque sería sobre ese tema tan sensible.Sensible sí fue, eso seguro, perototalmente inesperado. Resultó ser quelo que venía a entregarme era su disconuevo. Pero la bomba me explotó con lanoticia que me venía a dar: Fonsi iba a

ser papá. Quiso decírmelo en personaporque estaban por sacar un comunicadode prensa y no quería que me agarraradesprevenida. Aquel golpe, deboconfesar, todavía me duele en el alma.Ver la facilidad con la que él podíaseguir adelante con su vida —mientrasyo esperaba ansiosa para ver si podíarehacer la mía— me dejó boquiabierta.

Cuando se fue de la casa, la noticiaya estaba siendo anunciada portelevisión. Ese fue uno de los pocos díasen los que me permití llorar y gritarabiertamente en frente de personas, sinpensar cómo les afectaría a ellos. Sientoque fue la primera vez que demostré

tanta debilidad y vulnerabilidad enpúblico. ¡Qué dolor, qué rabia, quécoraje, qué todo! Él en el fondo sabíaque no sería una conversación fácil dedigerir, así fue que antes de llegar a miapartamento llamó a una amiga paraasegurarse de que yo tuviera apoyo. Alno encontrarla, llamó a mi otra amiga ymánager, quien ya estaba en camino porel compromiso de trabajo que teníamosese día. Tenía razón: esa charla merevolvió todo por dentro, como sinuevamente estuviéramos pasando por eldivorcio. Lo que sentía era la necesidadde gritar, gritar, gritar y hacer cualquiercosa para sacarme esa sensación tan

desgarradora.Luego de recibir ese baldazo de

agua fría, pegar esos gritos y derramaresas lágrimas, tuve que hacer lo posiblepara recomponerme y seguir adelante yaque tenía un compromiso de trabajo alque no podía fallar. Me maquillaron, mepeinaron y partí con mi mánager a lagrabación de ese día, con la mejorsonrisa que pude asomar en mi rostro ylista para dar lo mejor de mí, sinimportar cuáles fueran miscircunstancias personales.

Curiosamente, lo que estaba yendo agrabar era un segmento para el programaViva la familia de Todobebé, al que me

habían invitado para entregarle unreconocimiento a una señora que habíasobrevivido al cáncer y que luego sehabía dedicado a crear conciencia y aayudar a otros que estaban pasando porla enfermedad.

Gracias a Dios no era un medio dechismes; si ese hubiera sido el caso,habría cancelado porque no estaba nadapreparada para responder ese tipo depreguntas con la noticia tan fresca. Hapasado casi un año desde que recibí esanoticia y dos años desde el divorcio, ytodavía me resulta difícil responderciertas preguntas.

Hace poco, en Puerto Rico, un

periodista que me estaba entrevistandome preguntó: “¿Ya conociste a la bebéde Luis Fonsi?”.

En el microsegundo que transcurrióme pregunté: “¿Qué contestó?”. Loprimero que me nació fue mandarlo aldiablo pero ese es un lujo que, dentro demi carrera, uno no se puede dar tanfácilmente. No sabía qué decir. Noquería responder algo que me hicieraquedar mal a mí, no lo quería dejar mala él y quería que fuese algo digno derespeto.

Lo único que se me ocurrió fuedecir: “Ay, pero qué pregunta másindiscreta”, y me di media vuelta y me

fui.Lógicamente, todos estos

acontecimientos me llevaron a pensar sirealmente valía la pena seguir en esalucha para tener a esos bebés. ¿Para quétener un hijo con alguien que no quieretenerlo conmigo? Yo quiero un hijo paraser feliz y para hacerlo feliz, no paracausar aún más problemas. Y si hacerlode esa manera me va a traer másproblemas que felicidad, pues mejor nohacerlo.

En cuanto a tener hijos por micuenta, pues los doctores no me danmucha esperanza: los exámenesmuestran que no es demasiado probable

que pueda ocurrir. Claro que siemprepuede ocurrir un milagro, de eso no hayduda, pero a nivel científico no parecemuy posible. He pasado hasta ochomeses sin que me llegue lamenstruación. Además, mis niveles deestrógeno y progesterona son bajitosporque la medicina que tomo para evitarrecaer en otro cáncer me baja estashormonas. Si quedo embarazada, mearriesgo a que me vuelva el cáncerporque lo que uno más necesita ysegrega durante un embarazo esestrógeno y progesterona. Lo difíciltambién sería tener que volver a dejarde tomar las pastillas para el tratamiento

del cáncer. Ya hice esto una vez, dosaños después de finalizar mis sesionesde quimioterapia, para ver si lograbaquedar embarazada de manera naturalcon Fonsi. En esa época nosotrostodavía estábamos pasando por un buenmomento. Pero la prueba no funcionó.No tenía períodos normales, ya teníamás de treinta y cinco años, habíapasado por el proceso dequimioterapia… En fin, no era tan fácily no se dio.

Sigo tomando las pastillas para eltratamiento del cáncer llamadasTamoxifen, que normalmente se tomanpor cinco años, pero como yo las

interrumpí por un año para ver siquedaba embarazada, debo ahorarecuperar el tiempo perdido paracumplir los cinco años completos detratamiento y remisión.

Me han preguntado si me arrepientode no haber seguido con el primerabogado. Y sí, me arrepiento de nohaber escuchado al abogado, perotambién sé que me sentía entre la espaday la pared. En fin, Diosito sólo seencarga y Diosito sólo sabe. ¿Fue justala forma como terminó todo eso? Puesno. ¿Me arrepiento? Sí. ¿Lo hubiesehecho de otra manera? No, porque menegaba a ir a la corte.

EL FIN DE MI RELACIÓN con Fonsifue, para mí, un momento tormentoso.Pensar en salir con alguien nuevo entretodas las idas y venidas del divorcio mecreaba un poco de ansiedad. Sinembargo, encontré el remedio perfecto.

A la novia de un gran amigopuertorriqueño a quien conozco hacemuchos años, se le ocurrió que seríabueno que yo conociera a un muchachocon quien ella trabajaba. Según ella,quizá podíamos colaborar en un trabajo.Así fue que un buen día nos invitaron aambos a un juego de los Miami Heat yluego a una cena, junto con un grupo depersonas. Esa noche nos conocimos,

charlamos un rato y ahí quedó la cosa.Al día siguiente mi amigo me llamó

para comentarme que el muchachoestaba interesado en llamarme y queríami número de teléfono. Lo primero quele pregunté fue si su interés era portrabajo porque, de lo contrario, a mí nome interesaba. Mi amigo me confirmóque sí, que era por trabajo, así que ledije que no había problema con que lediera mi número. Me llamó y salimos acomer y, bueno, entre la labia deltrabajo y su excelente sentido del humor,terminamos saliendo varias veces más.

Ese hombre conquista con lapalabra. No te roza la mano ni te toca la

espalda, él simplemente habla. Y suspalabras a mí me resultaron taninteresantes que caí como abeja alpanal. Yo no conocía bien su historia ycomo él la cuenta con ese encanto quetiene, te terminan dando hasta ternuradetalles que, de lo contrario, tecausarían mucha impresión. Y, aunqueyo todavía me encontraba muy afectadapor mi divorcio, me dejé conquistar.

Ahora me doy cuenta de que esemuchacho llegó en el momento másoportuno, cuando la soledad meabrumaba. Fue el salvavidas del que meaferré para salir a flote. No estabaenamorada, me gustaba, me sentía

intensamente atraída hacia él ysimplemente me dejé llevar por el aguade sus palabras y su cariño. Sinembargo, al poco tiempo me di cuentade que era un hombre bastante mujeriegoy de pronto me vi cayendo en el mismopatrón del pasado, algo con lo que yo enrealidad deseaba romper. Comencé asentir ciertas cosas que no deseabavolver a sentir. Me revolvía demasiadodolor. Por eso, al cabo de un tiempito,dejé de salir con él. Esa relaciónterminó en noviembre, o por lo menospensé que había terminado. De pronto,durante las navidades de ese mismo añoen Puerto Rico, apareció él. Se presentó

de sorpresa en casa de mi hermano, aquien había conocido anteriormente.

Para explicar mis acciones, primerodebo aclarar que la atracción que habíaentre nosotros era muy fuerte, y en esemomento me nubló la vista. Ese hombreme había hecho sentir cosas que hacíademasiado tiempo no había sentido.Quizá era justo lo que necesitaba —sí,definitivamente era lo que necesitaba—ya que venía de una relación en la queesa parte se había acabado hace mucho.De pronto, encontrarme con alguien quese preocupaba por cómo me estabasintiendo, fue la luz al final del túneloscuro en el que me encontraba después

de mi divorcio. Me hizo sentir como unareina. Y con todas las inseguridades quetenía, después de Fonsi fue la primerapersona que me vio sin mis propiossenos. No me pudo haber tocado mejorpersona con quien pasar esa barrera. Alprincipio no me animaba a sacarme elsostén al frente de él, no me atrevía aque me viera con mis cicatrices deguerrera. Pero me hizo sentir tandeseada —sensación que casi habíaolvidado—, me brindó tanta confianza yse aseguró de tal manera de que yo mesintiera bien y disfrutara, que finalmenteconquisté mi miedo y pude sentirme bienmostrándole mi cuerpo. Fue todo un

caballero y me ayudó a salir de un lugaren el que me encontraba atascada desdehacía mucho.

Entonces, al verlo parado en laentrada de la casa de mi hermano enaquella Navidad, la razón se fue por laventana y nos volvimos a juntar.Habremos durado unos cinco meses máspero, desde ese momento, yo en realidadya sabía que no era lo que buscaba enuna relación. El día de mi cumpleañosnúmero cuarenta tuvimos un grandesacuerdo que desató el final de larelación. No obstante, siempre le estaréagradecida por hacerme sentir toda unamujer nuevamente.

A LO LARGO DE LOS años, lo quesiempre me ha servido de gran apoyotanto en los momentos malos como enlos buenos son mi fe y mi actitudpositiva ante los altibajos de la vida.Esa fortaleza, esa fe y esas ganas devivir —así como el apoyo incondicionalde mi familia— me han ayudado a saliradelante de los golpes que tuve quevivir. Una buena actitud ante todo, tardeo temprano, siempre rinde buenos frutos.A veces no entiendo por qué me tocaenfrentar ciertas pruebas en la vida,pero me toca, y prefiero darles la caracon una sonrisa y empujar hacia adelanteque rendirme en son de víctima.

Dentro de todo, y por más dolor queme haya causado, Fonsi quizá cumpliósu función en mi vida. Tal vez Dios melo puso en el camino como pilar durantemi camino por el cáncer. Para brindarmeese apoyo y amor esencial que yorequería en ese momento para salir de laenfermedad. Siento que debo intentarolvidar lo demás, lo doloroso, porquedurante esa crisis de salud estuvo ahí, ypor eso le estaré agradecida de porvida.

Ahora que lo pienso, quizá él ya noestaba tan enamorado como antescuando nosotros nos casamos. Quizás sesintió comprometido por haberme hecho

una promesa de matrimonio antes de queme enfermara. No dudo de que me hayaquerido en ese momento, pero ya noestoy tan segura de si estaba realmenteenamorado. Sea lo que sea, igual no mearrepiento de haberme casado porque yosí estaba enamorada y esa decisión enaquel momento me nació del fondo demi corazón. También tengo claro que laenfermedad me afectó y me cambió, queyo también dejé de ser la que era antes.Perdí la seguridad, perdí mi autoestima,me perdí. Siempre mantuve el buenánimo, siempre contenta, siempredemostré deseos de salir adelante, peroalgo de la esencia de lo que era yo

antes, de la que él conoció años atrás,cambió. La fortaleza abismal quedemostré tener durante mi enfermedadpudo haber agotado mis recursosemocionales. Indudablemente amboscambiamos y claramente tomamoscaminos que, en vez de unirnos, nossepararon.

¿Sufrí? Sí. Pero la realidad es que élno es un mal hombre. No creo que todolo que haya podido vivir, todo lo quehaya podido sufrir, me lo haya hecho apropósito. Simplemente no supo cómomanejar lo que sentía y sin querer meterminó hiriendo.

La verdad es que es muy difícil

dejar todo atrás y buscar rehacer mivida sin saber bien por qué sedesmoronó mi relación anterior. Perodebo seguir caminando y buscarme lavuelta, quitarme esa inseguridad deencima y bajar las defensas para volvera sentir lo que me merezco sentir.

Después de haber vivido unarelación tan importante, a veces mepregunto cuándo pasará ese sentimientode amor por la otra persona. Me doycuenta, sin embargo, de que no pasará.El amor es así, se te instala en elcorazón y nunca se va del todo. Lo voy aquerer toda la vida. Él siempre seráimportante para mí. También he visto

cómo ese amor se ha ido transformandoen otro, en uno quizá menos fuerte, perosiempre presente. Eso me ha creado elespacio en mi corazón para abrirme aalgo nuevo.

También estoy tranquila con lasdecisiones que he tomado en mi vida.No me arrepiento de lo vivido perotengo claro que nunca más podría volveratrás. El hombre del cual me enamoréperdidamente ya no existe y el que ahoraestá en su lugar ya es una personadiferente; no es con quien elegiría pasarel resto de mis días ni quien querríacomo padre de mis hijos. Probablementea él le pase lo mismo. Yo tampoco soy

la misma mujer de la que él alguna vezestuvo enamorado. Muchas veces uno seaferra a un recuerdo y no se da cuenta deque es simplemente eso: un recuerdo. Yano existe. Ahora tengo la oportunidad deser feliz de verdad otra vez.

D

14¡Mira quién baila

ahora!

espués de hacer Alma de hierro yBajo las riendas del amor llegó la

novela que menos esperaba: midivorcio en la vida real . Para lidiar conese momento de mi vida sentí lanecesidad de acurrucarme y volverme aguardar en un caparazón. Esto, con el finde darme el espacio que necesitaba paracomprender la nueva etapa que metocaba vivir, de la misma forma como lo

hice cuando me enfermé. En el momentoen que me sentí preparada para salir denuevo a enfrentar la realidad, me cayódel cielo la invitación a participar enMira quién baila. Pero para llegar a esotuve que por fin caer en cuenta de quenecesitaba un apoyo profesional parasobrepasar todos los golpes que mehabían caído encima dentro de unperíodo de tiempo relativamente corto.

Ni cuando me enfermé ni cuando medivorcié busqué la ayuda de unprofesional. Pero como pasó el tiempo yseguía tan deprimida me di cuenta deque ya no podía seguir adelante sola.Así fue que busqué ayuda y comencé

terapia. Como ya se sabe públicamente yhe dicho tantas veces, yo siempre tratode verle el lado positivo a todo. Yopensaba que sola podía con todo, poreso me costó tanto darme cuenta de queen realidad necesitaba ayuda a gritos.Esa ayuda me dio las herramientas paracomprender todo lo que había vividodesde un punto de vista emocional. Aunteniendo esa cantidad de amor y apoyode mis seres queridos, si uno no estálisto para enfrentar lo que siente, lasensación de ahogo nunca desaparecedel todo.

Al reconocer y finalmente aceptardesde un punto de vista emocional lo

que me había pasado, logré salir muchomás fuerte de lo que esperaba. Tuve lasuerte de caer en manos de un señormaravilloso, quien casualmente fue laprimera persona en notar que detrás demi sonrisa se escondía un dolor muyprofundo.

La primera dama de Quintana Roo,Narcedalia Martín de González, y elhospital Baptist de Miami me habíaninvitado a una charla en México sobre elcáncer en la que también participaríanmédicos y este psicólogo maravillosoque se especializa en las adicciones.Acepté, y en el avión de ida muchoscoincidimos y nos conocimos en el

viaje. Entre charla y charla, el terapeutanos extendió una invitación a pasar porla playa para que hiciéramos chi kungtodos juntos. El chi kung consiste en unavariedad de técnicas relacionadas con lamedicina china tradicional que seconcentra en la mente, la respiración yel ejercicio físico. Me llamó la atencióny decidí ir, pero al llegar noté que fui laúnica que apareció. Eso, sin embargo,no me quitó las ganas de practicar el chikung y probar algo nuevo. Lo que nosabía era que me revolvería tantasemociones escondidas. Cuando llegó elmomento de meditación, no aguanté másy me solté a llorar. En medio del llanto

le confesé por primera vez a un extrañoque estaba separada y al instante me dijoque podía contar con él, que no dudaraen llamarlo.

Tardé dos años en hacer esallamada. En el fondo me daba terrorhacer una cita con él porque sentía quetendría que enfrentarme con mucho de loque quería olvidar. Además,previamente a esa llamada yo pensabaque podía lidiar con todo sola. Que nonecesitaba la ayuda de nadie. Ya habíapasado mi cáncer, el de mi mamá, miseparación, pero la verdad es que habíaalgo dentro de mí que no estaba bien. Noestaba feliz. Y el tener que disimular en

frente de la gente cada vez me costabamás trabajo. Pero mis amigas lograronver a través de mi sonrisa. Hacía tiempose habían dado cuenta de que habíadejado de salir y notaban que mis ojoslucían tristes. En muchos momentos seanimaron a recomendarme que buscaraayuda, me decían que seguro el apoyome haría bien. Sabían que yo no queríahablar de todo lo sucedido peropensaron que quizá en una terapia meanimaba a abrirme y por fin sacar todolo que llevaba acumulado por dentro.Finalmente tomé ese paso, llamé a esepsicólogo y para mí fue pasar de lanoche al amanecer de un nuevo día.

Con él logré comprender muchascosas y descubrí muchos miedos einseguridades que antes, por mi cuenta,no había logrado identificar. Ese miedoa no hablar, a no decir las cosas, ¿es porrespeto a la otra persona o es por miedoa un rechazo? Aprendí que yo buscojustificar a las personas que me hanhecho daño pero ¿por qué? Hacermeesas preguntas en voz alta y enfrentarmea ellas no fue fácil pero sí resultó ser ungran alivio. Ciertos cuestionamientostodavía me cuestan por el miedo a loque pueden ser las respuestas. Todavíame falta explorar más para lograr salirde más dudas, pero por lo menos siento

que di el primer paso.Algunos miedos no te paralizan en el

día a día —por eso son tan difíciles dereconocer— pero al hurgar un pocopuedes descubrir que sí son paralizantesporque trancan tu crecimiento interno. Amí me pasó. Con mi enfermedad no meparalicé porque tenía el amor de muchagente, que necesitaba en ese momento.Sin embargo, cuando me tocó pasar porel divorcio, una de las personas másimportantes de esa gente que estuvoconmigo ya no estaba. Y no solo noestaba sino que era la razón principaldel siguiente golpe. ¿Cómo saliradelante ahora?

Descubrí que la felicidad dependede mí. Esto lo sabía y lo reconocía, peroal estar enamorada puse mi felicidad enlas manos de otra persona. Grave error.Y no es culpa de la otra persona. Heaprendido que eso es simplemente algoque uno no debe hacer con nadie. Enalgún momento de mi relación con Fonsime olvidé de mí. Todo se trataba decomplacerlo a él. Esto no fue su culpa,fue mía, y así fue. Mi felicidad pasó aser la suya. Dejé la mía de lado. Cuandode pronto descubrí que ya no tenía ni mifelicidad ni la suya, se me derrumbó elmundo. De a poco me fui apagando yosolita. En realidad, yo tampoco era feliz

en mi matrimonio y en la vida que teniacon él, pero no quería aceptarlo.

En mi terapia aprendí que es posiblehablar sobre los miedos e inseguridadesde ambas personas sin necesidad depelear. Ahora por fin siento algo de paz.Me encuentro más tranquila. Es como sihubiese vuelto a encontrar una Adamarique se había perdido desde hacía muchotiempo, desde antes de mi enfermedad.Mi felicidad ya no depende de mi novioni de mis padres. Ellos la complementanpero ya no la manejan. Ahora he vuelto asentirme feliz conmigo misma.

CUANDO AL FIN ME SENTÍpreparada para volver al mundo laboral

y enfrentar a los medios, me llegó laoportunidad de participar en elprograma Mira quién baila. Muchagente me aconsejó que no aceptara esaoferta, que mejor buscara participar enuna nueva novela, pero tuve unacorazonada que me impulsó a decir quesí. Además, me gustaba la idea no solode bailar sino de bailar con unpropósito: para ayudar a la organizaciónbenéfica de mi elección —Susan G.Komen for the Cure, una fundación quelucha contra el cáncer de seno.

Bailar siempre me ha gustado,aunque profesionalmente nunca lo habíahecho. De niña fui a clases de baile y las

disfrutaba muchísimo. Luego, de másgrande, me metí en clases de Zumba,probé alguna clase de salsa y siempreme llamó la atención el baile. Me gustacomo ejercicio porque tonifica micuerpo y me entretiene, cosa que haceque el tiempo pase más rápido.

Un día Despierta América me invitóa participar en un nuevo segmento queinauguraban llamado VIP, que consistíaen una hora extra de programa. Al salirde esa grabación me llevaron a laoficina de uno de los ejecutivos deUnivision y me hablaron del programaMira quién baila. Yo había visto latemporada pasada y me gustaba el

programa, así como Dancing with theStars y el programa en México llamadoBailando por un sueño. Además, haceralgo por una causa me interesaba mucho,así que la oferta me llamó la atencióndesde el primer momento. Desde esacharla nos mantuvimos en comunicacióny finalmente terminamos de concretar.

Puedo decir que participar en elprograma ha sido una de las mejoresexperiencias de trabajo que he tenido,aunque debo confesar que los horariosfueron arrasadores porque paralelo alprograma debía cumplir con lapromoción de Save Lids to Save Lives,la campaña de Yoplait contra el cáncer

de seno. Hacía mucho que no estaba tanocupada pero estaba haciendo lo que megustaba, estaba feliz conmigo, con eltrabajo y con lo que me rodeaba.

La campaña de Save Lids to SaveLives es realmente una bendición. Podersalir de gira a conocer a algunas de lasmuchas mujeres que han sido afectadaspor el cáncer de seno, brindarles aunquesea un minuto de fortaleza y apoyo, yayudar a recaudar fondos para que siganinvestigando sobre esta enfermedad, esuna oportunidad increíble. En esoseventos hay mujeres que me cuentan quegracias a mi historia se han ido a revisaro le han dicho a sus madres que se vayan

a revisar. Otras me confiesan que les damiedo ir al médico por si descubrenalgo anormal, algunas me cuentan queacaban de ser diagnosticadas y que sevan a operar la siguiente semana.Algunas mujeres me han dicho que,como sabían que se venía ese evento, sefueron a revisar y así descubrieron laenfermedad a tiempo. Otras, sinembargo, todavía están negadas a quealgo así les pueda pasar y por lo tantono se revisan. En fin, cada cuento decada mujer me demuestra la importanciay el poder de crear conciencia, dehacerles llegar el mensaje a todas de loprimordial que es hacerse los chequeos

médicos regulares y de lo esencial quees hablar abiertamente sobre estaenfermedad. Cuanto más vociferemosnuestros miedos, dudas, hallazgos yexperiencias, más nos podremos ayudar.

Durante la campaña me tocabaviajar todas las semanas a una de nueveciudades diferentes. Por más que no mealcanzaban los días de la semana, poderde pronto estar promocionando estacampaña que también beneficiaba lacausa de Susan G. Komen for the Cureresumía lo que más me importaba:brindarle ayuda a la gente para sanarse yseguir su vida.

Una semana típica para mí se

desenvolvía de la siguiente manera: elshow salía al aire el domingo por lanoche. El lunes en la mañanadescansaba. Al mediodía llegaba Javier“Poty” Castillo, el coreógrafo delprograma, para enseñarles lascoreografías a los bailarines y miensayo comenzaba a las tres de la tarde.Ensayaba una horita para comenzar aaprenderme el baile de la semana, luegopasaba a grabar un video con Poty —lasescenas que se pasan antes de cada baile— y con eso se me acababa el ensayodel día. El martes me dedicaba aensayar y a aprenderme bien los pasosporque no tenía otro compromiso más

que ensayar. Luego el miércolesensayaba dos horas antes de partir alaeropuerto para viajar a la ciudad queme tocara para promocionar el eventode Save Lids to Save Lives en la prensa.Al día siguiente, jueves, me levantabatemprano para ir a la radio y seguirpromocionando el evento e invitar a lagente a que fuera al supermercado a lafirma de autógrafos. También visitabalos periódicos que pudiese visitar y, aldía siguiente, participaba en el evento.El viernes había otra firma de autógrafosy otra visita a los medios, y esa tarde oel sábado tempranito ya estaba montadaen otro avión, de regreso a Miami para

llegar a los ensayos generales que sehacían desde las once de la mañanahasta las ocho de la noche. Finalmente,el domingo había que presentarse en elestudio de grabación a las nueve de lamañana para hacer el show. Y dedomingo a lunes era el tiempito que mequedaba para descansar y hacer lasdiligencias personales antes decomenzar el ciclo de la semana entrante.

Como no tenía tanto tiempo deensayo como me habría gustado, lo quehacía era grabar el baile a comienzos dela semana con mi iPad desde diferentesángulos; así podía revisarlo bienmientras estaba de viaje y aprenderme

cualquier paso o detalle que no habíapodido captar durante el ensayo.También usaba el iPad para practicardurante los viajes en los ratos que teníalibres. Practicaba en el cuarto y hasta aveces hacía que la gente participara enlos eventos, enseñándoles algún pasitodel baile de esa semana. Nos divertimosun montón. Yo sabía que iba a disfrutarel programa pero nunca imaginé quesería así de divertido.

Cuando comencé Mira quién baila,no estaba buscando nada con nadie. Yoestaba disfrutando de mi soledad y mehabía presentado al show simplementepara disfrutar de la experiencia. Jamás

pensé que saldría ganadora delprograma y ganadora en el amor.

La segunda semana me pusieron abailar el tango con Toni Costa. Nosllevamos muy bien de entrada. El día dela grabación nos tocaba presentar elbaile juntos. El grupo había estadobromeando con que en el baile yoterminaba muy cerca de él y nosmolestaban diciendo: “¡No se vayan abesar, eh!”. De pronto fue como si se lehubiese iluminado una lamparita aJavier “Poty” Castillo, el coreógrafo delprograma. Enseguida se llevó a Toni aun lado y le dijo: “Al final, bésala”.Como yo no sabía nada al respecto, Toni

me dijo justo antes de entrar a la pista abailar que no quería faltarme al respeto,por lo que sintió la necesidad decomentarme que Poty le había dicho queme besara al final del baile. Me pareciódulce su cuidado y le dije que si Poty selo había pedido, que así fuese. No teníaningún problema. Cabe destacar que aestas alturas todavía no había pasadonada entre nosotros. Simplementeéramos compañeros de baile que nosllevábamos bien. Eso era todo. Yo enese momento estaba tan ocupada entreese programa y mis otros compromisosque casi ni tenía tiempo de ensayar,menos aún de estar coqueteando.

Después de nuestro breveintercambio de palabras acordamoshacer lo del beso y bajamos al escenarioa bailar. Todo estaba saliendo demaravilla hasta que llegó el final. Elbaile finalizó y mi último paso me dejóen los brazos de Toni; ahí cerraríamoscon broche de oro supuestamente,dándonos un besito. Yo estaba lista peroToni no terminaba de acercarse parabesarme. Lo notaba dudoso. Y yopensaba: “O lo beso yo o me besa él,pero esto lo tenemos que terminar ya”.De repente, en cuestión demicrosegundos, vi cómo su boca intentóacercarse a la mía tímidamente y, al

sentir que sus labios ya estaban casipegados a los míos, me acerqué lo quefaltaba y nos unimos en un beso.

Jamás imaginamos el furor quecausaría esa escena. Y de una manerasimilar a la de aquel beso que me di conmi compañero de trabajo más de veinteaños atrás, ese beso también causó furorentre nosotros. La unión de nuestroslabios despertó una curiosidad y unaatracción de la que antes no noshabíamos percatado.

Lo que siguió fueron inocentesintercambios de correos electrónicos ymensajitos de texto en los que ambosdemostramos interés en conocernos

mejor. Unas semanas más tarde decidífinalmente salir a comer con el grupodespués del programa, cosa que no hacíacasi nunca por el agotamiento que mecaía encima los domingos después de lacorredera de mi semana y la filmacióndel show. Se había vuelto una rutina ir acomer a Ludos después del programaporque, como se filmaba solo unas horasantes de salir al aire, en la pantalla deese restaurante se podía ver cómo habíaquedado. Toni y yo no nos habíamosvuelto a ver desde nuestro famoso tango.Nuestros horarios de ensayo erandiferentes y en la semana yo tenía queirme de viaje por trabajo. Esa noche,

después de comer, algunos de losbailarines se vinieron a mi casa y elúltimo en irse fue Toni. Al finalizar lanoche terminamos despidiéndonos conotro beso, esta vez mucho más íntimo.Nos nació darnos el beso sin que nadienos indicara que sería bueno hacerlo.Ahí comenzó nuestra historia de amor.

Con Toni no solo fui descubriendo auna persona muy buena, cariñosa yatractiva: con él encontré una pareja queme brindaba la tranquilidad, laconfianza y la seguridad que me habíanfaltado en mis dos relaciones anteriores.Hace mucho que no sentía lo que sientocuando estoy con él. Me encanta cómo

se preocupa por mí, me encanta que meda el espacio para ser quien soy, meencanta no sentir obligación pordesvivirme y dejar de lado quien soypor una relación. Antes, mi frase másusada era: “No, lo que tú quieras”, yahora en muchas ocasiones soy yo la quetoma ciertas decisiones, lo que resultasúper refrescante para mí. Aprendí quesi quiero que me lleven al lugar quequiero, lo tengo que decir. Quedarmecallada no sirve. Y ahora me sientocómoda vociferando mis deseos yopiniones sin culpa y de buena forma.

Me siento tranquila, realmente estoymuy contenta y a gusto en esta relación.

Él es muy bueno, sé que me aguantamucho, pero siempre me hace sentirquerida e importante. Él desea que yome sienta satisfecha en todos losaspectos de mi vida. No se trata solo deél, se trata de nosotros. Y ese es uncambio increíblemente bienvenido a mivida.

He tenido la fortuna de contarsiempre con el cariño y apoyo de lafamilia de mis novios, y en este caso esigual. Su familia es cariñosísimaconmigo y yo siento ese mismo cariñopor ellos. La relación entre sus padreses muy saludable, llevan muchos añosjuntos, el señor se ocupa de su esposa

de la misma manera que ella se ocupa deél; es recíproco. Tienen una academiade baile a la cual van juntos y disfrutanhacer vida en familia. Siento que esarelación es un ejemplo muy bonito ysano para Toni, cosa que me da un buenaugurio para nuestra relación. Es lo queyo deseo vivir con una pareja.

A mí no me importa cuánto gana mipareja ni cuál es su profesión con tal deque esté feliz con lo que hace. Toni esbailarín, pues que baile. Nada me hacemás feliz por él. No tiene que sermillonario, lo que me importa es quetenga un interés y se pueda mantener. Yono quiero depender de nadie ni quiero

que nadie dependa de mí hasta tener unhijo. Ahí sí, pero mientras tanto nopuedo ni quiero criar a un adulto niespero que nadie me críe a mí. Lo tengoclarísimo y él también lo comprende yvalora, cosa que nos une aun más.

Con Toni soy feliz, soy yo sinmiedos ni inseguridades. Por primeravez siento que puedo expresarlibremente lo que quiero y lo que no conamor y respeto. Realmente estamosviviendo una relación llena de amor,sonrisas, complicidad y deseo de estarjuntos.

Una de las cosas que heredescubierto a través de mi tiempito

sola y de esta nueva relación es la pazinterna. Esté en pareja o no, yo estoyfeliz. Si estoy con el que amo o con mifamilia, más contenta me pondré, peroahora tengo claro que si estoy solatambién estoy contenta. Quizá me tocópasar por todos esos golpes para volvera encontrarme a mí misma. Me habíaperdido internamente hacía mucho mástiempo de lo que yo creía, sin darmecuenta. Pero me he vuelto a encontrar yhe vuelto a ser feliz.

Estoy segura de lo que siento. Notengo prisa, estoy enamorada y sientoque ahora mismo no me hace falta nadamás. No sé que pasará mañana, ni

pasado mañana, ni al día siguiente, perohoy estoy súper bien. Antes de mi cáncervivía una vida mucho más planificadapero ahora lo que quiero es disfrutar yno angustiarme por nada. A veces mevisualizo y proyecto cosas que deseoque pasen, pero mi vida ya no giraalrededor de eso. Si voy a vivir solopara pensar en el futuro y lamentar elpasado, ¿qué pasa entonces con elpresente? Después de mi cáncer,después de la enfermedad de mi mamá yde los problemas de salud de mi papá—saber que ambos ya están grandes yque entran y salen del hospital con másfrecuencia de lo que uno quisiera— y

después de haberme divorciado, ay no,ya no quiero más problemas. Quierovivir el hoy y disfrutarlo porque si algohe aprendido es que mañana no sé quéva a pasar.

A PESAR DE DISFRUTAR CADAinstante de Mira quién baila y descubrirun nuevo amor, no fue todo color derosa. Con mi carrera he aprendido amanejar las preguntas difíciles duranteuna entrevista pero a veces uno se dejallevar por la espontaneidad y se escapanpalabras de más que luego no sabescómo desdecir. Mientras rodaba Miraquién baila me di cuenta de que hablé

sin pensar y eso causó otro furor en losmedios.

Los productores del programa leasignaron una canción de Luis Miguel aStephanie Salas para su siguientecoreografía, siendo Luis Miguel su ex.Ella ensayó los pasos y se aprendió elbaile, pero al final decidió que no la ibaa bailar en vivo. Estaba dispuesta abailar la coreografía pero con otracanción, no con esa. La siguiente semaname hicieron lo mismo a mí, aunque yo yales había expresado que no bailaría unacanción de Fonsi. Pero esta vez medispararon la pregunta en vivo, justodespués de terminar un baile, con la

adrenalina a todo dar. Me preguntaron sibailaría una canción cantada por Fonsien vivo en el programa. Y mi respuestaespontánea fue: “Claro, ven a cantaraquí y yo bailo para ti”. Tan prontoterminé de decir “para ti” me dije:“¡Acabo de meter la pata!”. Ese “parati” estaba demás. En ese calor, en esemomento, buscar la respuesta justa eradifícil. Los medios hicieron un festíncon mi desliz.

Fonsi no dijo nada hasta laentrevista que dio en Don Francisco,donde no tuvo otra que contestar lapregunta: “Yo no tengo que ir a cantarpara que baile, para demostrar lo mucho

que la quiero y lo mucho que la apoyo.No es saludable seguir promoviendo unmatrimonio y una relación que yaterminó. Sacarle provecho a eso por elsimple hecho de que sea buenatelevisión no es el camino que yo quierorecorrer”. Y luego en El Gordo y laFlaca me mostraron ese clip y mepreguntaron si a mí me habría gustadoque fuera a cantar. Yo dije: “Está en locorrecto. Pero yo estoy allí para bailary, si me tocaba que él cantara, yo porsupuesto bailaría”.

Luego, al final del programa, justoantes de bailar, en vivo, el conductorleyó un mensaje de Fonsi por Twitter:

“Suerte, Adamari López. Esta noche voya ti”. Yo di mi mejor sonrisa e hice todopara controlar mis emociones y seguirenfocada en el baile por delante; dejé mialma en esa pista de baile.

La final me llegó de sorpresa. Enprogramas como ese, el apoyo de lagente es esencial, pero todos deben darel paso de llamar para votar por el queles gusta. El apoyo solo es divino perono te lleva a la siguiente ronda.Entonces, si eres favorito del público, aveces pueden sentir que no necesitanvotar porque ya estás cubierta. Eso es loque crea la incertidumbre de semana ensemana. Aunque seas favorito, no

necesariamente quiere decir que vas aganar.

La lluvia de cariño que recibí de lagente me recordó el apoyo que sentícuando pasé por los golpes de mi vida,pero en esta ocasión era por algopositivo. Sentía que las personasestaban a mí lado alentándome ycelebrando el logro de ir pasando cadaronda de la competencia poco a pocohasta llegar al final. No lo podría haberlogrado sin ellos. Y estaré siempreagradecida, porque con cada paso haciala final, más cerca estaba de ganar elpremio para Susan G. Komen for theCure. Todo en mi vida seguía teniendo

un propósito, una razón.Durante el último programa estuve

bien nerviosa. No sabía cuál sería elresultado. Por poco había quedadonominada hacía poco. A esa altura,cualquiera de los finalistas podíamosllevarnos el premio. Para la grabaciónde ese último programa vinieron aalentarme en persona mis tres hermanosy mi sobrina Adilmarie con su esposo.Fue tan lindo tenerlos ahí, apoyándomedurante un momento tan lindo, despuésde haberlos tenido siempre como pilarde apoyo durante mis golpes más duros.Los únicos que faltaban eran mis papáspero yo no esperaba verlos ahí. Pensé

que la sorpresa que me darían en elprograma sería la presencia de los hijosde Adilmarie, a quienes adoro como sifueran míos. Además, mi papá acababade sufrir otro episodio de salud y, segúnlo que yo tenía entendido, no podíaviajar todavía.

Ya a pocos minutos de la final,empecé a mirar a los otros dosfinalistas. Sentía que Priscila Ángeltenía mucha más técnica bailando que yoy que tenía muy buenas posibilidades deganar, no solo por eso sino por sermexicana: con su dulzura gozaba de esepúblico tan leal y amplio. Erik Estradatambién era otro muy buen contrincante

porque era súper carismático y tenía asu favor que mucha gente mayor votabapor él. Yo deseaba ganar pero sabía quesería difícil. A esas alturas, cualquierapodía salir ganador.

De pronto llegó el final y elconductor anunció que yo era laganadora. El anuncio me tomó tan desorpresa que alcé mis brazos con laemoción ¡y por un segundo pensé que seme había salido un seno! Por eso en lagrabación se ve cómo al instante dealzar los brazos me doy la vuelta paraasegurarme de que no tuve un deslizinesperado. Al verificar que todo estabaen su lugar volví a mirar al público de

frente y seguí festejando. Pero de prontovi que sacan a Papi y a Mami alescenario y comencé a llorar de laemoción. No lo podía creer. Fue unasorpresa divina. Quién hubiera dicho,seis años atrás, que estaría viviendo unmomento tan completo y feliz por unacausa tan allegada a mi corazón. Yencima, no solo había ganado elprograma y ayudado a mi causa sino quetambién había salido ¡ganando en elamor!

AL SOL DE HOY Y ya habiendopasado tanto tiempo, lo que creo y sientoes que cada persona tiene un propósito

en la vida. Y cada cosa que te ocurretiene también su propósito. A Fonsi leagradeceré eternamente su amor, suapoyo y todo lo que hizo para asegurarsede que yo estuviera bien. Hoy día, apesar de que pueden haber heridas ysentimientos de coraje, de dolor o deangustia, reconozco y agradezco que enel momento en que más lo necesitéestuvo ahí. Siempre lo querré y siemprebuscaré tener una relación armoniosacon él.

Todo este proceso de abrirme ycontar mi historia también me ha hechopensar en otras alternativas para formarla familia que tanto anhelo. Fue con

Armando Correa, el director de Peopleen Español, que descubrí la alternativadel vientre sustituto. Me contó cómo fuesu experiencia y me pasó la informacióndel lugar que usó él para tener a susbebés. Y todavía lo tengo guardado. Hoydía también estoy abierta a la adopción.Antes no lo había considerado comoopción, pero ahora sí. No mepreocuparía ser madre soltera. Lo quemás querría es que Dios me hiciera elmilagrito pero mi hijo será bienvenido yquerido sin importar qué camino tuvoque recorrer. Como Dios me quieramandar a ese bebé, aquí estaré con losbrazos abiertos, lista para recibirlo o

recibirla y darle todo mi amor y apoyo.Ahora estoy lista. Es increíble cómo

tantos acontecimientos que tienen quever con la pérdida de algo hacen quepases por etapas similares como lanegación, el enojo, la negociación, ladepresión y la aceptación. Y algunas deestas etapas, como la depresión, puedentraer consigo cambios en tu cuerpo —por comer de más o de menos— oreacciones nerviosas que se manifiestanen la piel. Hay una infinidad desimilitudes, sin importar en realidad quéte toque vivir. Sea la pérdida de unseno, un ser querido o un trabajo, todossufrimos cosas parecidas, por diferentes

que sean las circunstancias. Los quevivimos un momento así de duro a veceslo vemos mucho más grande de lo quees. No es por quitarle importancia, perocuando uno está deprimido y pasandopor una situación difícil, uno tiende avolcarse por el lado catastrófico cuandolo que debe hacer en general es todo locontrario.

Fue así que descubrí que tenía másfuerza interna de lo que yo pensaba.Hice lo posible para concentrarme en lopositivo y encontré a una Adamari queno conocía. Descubrí un deseo de vivirque no sabía que estaba dentro de mí.Ahora, está clarísimo que sin el amor, el

apoyo y la fortaleza de mi familia, deFonsi, de mis amigos, de mi equipomédico y de la gente que oró por mí, miexperiencia con el cáncer hubiese sidootra. Quizá sin ese conjunto increíble depersonas y de energía, salir adelantehubiese sido muchísimo más difícil.Pero tuve la bendición de contar conellos en cada momento y etapaimportante, y estaré por siempreagradecida.

Cuando me enfermé, jamás mepregunté por qué me estaba pasandoeso. Una vez estábamos acostados en elsofá, quizá cinco o seis días después dehaber recibido la noticia, y Fonsi dijo:

“¿Por qué a ti, por qué a nosotros, porqué te está pasando esto?”, y mirespuesta fue: “No te preguntes por qué.Vamos a preguntarnos para qué”.

No me interesaba explorar el porqué de ese momento. Sentía que no meiba a servir de nada ni me iba a llevar aninguna parte porque es una preguntaque no tiene respuesta. Me pasó porquetenía que vivir eso que viví para crecer,para conocerme más, para ser la mujerque soy hoy día. Mi enfermedad no esuna bendición porque no quiero volver asufrirla, pero sí le agradezco a Dios estavivencia porque me hizo dar cuenta detantas cosas que a la final terminó dando

un resultado positivo. Cuando llegan losmomentos difíciles hay que lograrabrirse y ver más allá de uno paraaprender de esa vivencia y seguircreciendo.

Alguien me dijo hace poco que hayque ver los momentos difíciles como unaescalera. Uno va subiendo para superarese momento, y la subida a veces cansa,pero de repente llegas a un plano dondepuedes disfrutar de todo y preparartepara cuando te toque volver a subir lasiguiente escalera. Hay que subir esasescaleras para apreciar y aprovecharrealmente los momentos de plenitud enla vida.

Ahora yo estoy en ese plano, en esemomento de plenitud donde estoydisfrutando de lo que tengo ypreparándome para la siguienteescalera, para cuando me toque volver asubir. ¡Y eso que me han tocado muchasescaleras seguidas! Pero gracias a estashe logrado aprender cosas de las quequizá no me hubiera percatado a solas.

A mí el cáncer de seno no solo mesirvió para descubrir mi fortalezainterna y mis ganas de vivir; también medio un propósito en la vida. Antes,siempre tenía la intención de ayudar alos demás pero no tenía una visión clarade cómo hacerlo ni comprendía del todo

lo que sufrían los demás porque todavíano me había tocado en carne propia.Tuve que darme mis propios golpes ytener mis tropiezos para aprender. Saliren la televisión es muy divertido,vestirse lindo hace que uno se sientabien, pero de repente, después de mioperación, me di cuenta de que podíahacer mucho más con este accesodirecto a las vidas de tantas personas.Espero poder cumplir con este propósitoy seguir caminando y creciendo junto atoda la gente que me acompaña.

En cuanto al amor, hoy día quieroalguien que me quiera y que no meprometa lo que no puede cumplir. Mi

lema ahora es: estamos juntos porque asílo deseamos, sin promesasinalcanzables. No se necesita un papelpara definir nuestro amor. En esta etapade mi vida lo que busco es estartranquila y feliz.

Como bien dicen, nunca digas nunca,pero en este momento no me volvería acasar. No me niego a eso, pero ahoramismo no lo veo como una posibilidad.De todas formas, aunque quisierahacerlo algún día, yo ya me casé anteDios, y eso solo se hace una vez. Ya nome puedo volver a casar por la Iglesia,ya esa promesa la hice ante Dios y Él yano reconocerá ese acto con otra persona.

Yo soy católica, aunque soy muy abiertaen términos de religión porque, para mí,todo lo que te haga bien espiritualmente,sin importar la religión que sea, esbienvenido. Sin embargo, como yo soycatólica, hago siempre lo posible paraestar en comunión con Dios. No mepuedo volver a casar por la Iglesia peropuedo volver a ser feliz, amar y seguirpor el camino del bien.

La idea de estar en pareja ahoraviene con un concepto nuevo para mí,algo que no sé si alguna vez experimentépero que me he dado cuenta es clavepara mi bienestar. Yo quieroconcentrarme en mí misma y quiero

compartir lo que yo soy con quien quieraaceptarme como soy ahora. Por los retosque enfrenté en mi vida, me doy cuentade que ahora la prioridad soy yo. Si nome doy esa importancia, nadie me la vaa dar. Con todo y eso, no dejo decomplacer a los demás, pero al nocasarme siento que mantengo esaprioridad que ahora tanto necesitoestablecer. Los cambios internos ypersonales no son fáciles y cada uno,cuando está listo, hace lo que puede ycomo puede para llevarlos a cabo. Paramí, lo importante ahora no es casarmesino ver adónde se dirige mi relación yluchar cada día para ver si nos

quedamos juntos o no. Nadie me tienesegura, ni yo tengo seguro a nadie. Noquiero volver a caer en el error decuidar tanto al otro que dejo decuidarme a mí misma. Hoy día deseotener voz y voto en mi relación porqueeso me hace sentir mejor, más valorada.

Eso sí, quiero que quede claro quedesear llevar mi nueva relación de unamanera diferente a la anterior nosignifica que estoy cerrada al amor.Simplemente lo quiero vivir de unamanera distinta. El no querer casarme nosignifica que no tenga la ilusión de viviren pareja, de tener una familia ycompartir con una persona el resto de mi

vida. Yo lo único que pido eshonestidad. Si mi pareja no me quiere,no hay por qué estar juntos, y viceversa.Pero lo que no quiero es más engaños.Si uno de los dos desea salir con otrapersona, entonces que deje de salirconmigo y yo también dejaré de salircon esa persona. No es necesariollevarlo al punto del dolor. Es preferiblesufrir el final de la relación de unamanera más sana que lastimarse y pasarpor ese dolor que proviene de seguiradelante sin ser honestos. Esa traiciónno se la deseo a nadie. La honestidad loes todo para mí.

Espero seguir aprendiendo de los

buenos y malos momentos, espero poderreconocer cuándo necesito ayuda ypedirla sin pena, y espero aprender aexpresarme más libremente, evitarguardármelo todo hasta explotar. Aveces no hablo lo suficiente. En muchasocasiones me callo mucho para no herirpero, al guardármelo todo, al final laúnica que termina herida soy yo. Nuncaquiero hacer sentir mal a nadie pero nome doy cuenta de que a veces, por noexpresarme, mucha gente me hace sentirmal a mí.

También he aprendido que abrirsetiene su lado muy positivo. La familia estu centro, sin duda, pero es

increíblemente bueno aprender aconvivir con personas que no conocentus debilidades ni tus fortalezas porqueeso te ayuda a crecer, a reconocerquiénes vienen con buenas intenciones yquiénes no, a ver cosas en ti que quizáantes no habías reconocido. En mi caso,abrirme me ha llevado a elevar micomunicación. A pesar de que todavíame cuesta un poco, me estoy dandocuenta de que al hablar, al no guardarmetodo, quizá encuentro más alivio que elque alguna vez imaginé.

En cuanto a mi cáncer de seno, hoydía me sigo poniendo escotes, pero mecuido de que no se me vean las

cicatrices, que ahora son diferentes.Lamentablemente la segunda operación,aparte de que se complicó más que laprimera, me dejó también otro tipo decicatriz. En vez de seguir la direccióndiagonal que tiene la cicatriz de miprimer seno, la doctora que hizo lasegunda cirugía me la hizo de lado alado. Aparte, no tuvo muy buena mano yme quedó una cicatriz un poco másancha que la otra. Cuando me operénuevamente, el doctor Terkonda intentóarreglarme un poco esa segunda cicatrizy, aunque quedó mejor, todavía requieretrabajo. En una, además, se formó unqueloide, cosa que frenó el proceso de

reconstrucción un poco. Todavía mefalta pasar por un par de cirugías máspara terminar con eso, pero ya no mepreocupo tanto. Lo importante es queestoy sana, viva y feliz.

Con el cáncer de seno, hay unrecordatorio constante en el cuerpo delo que uno vivió y solo queda aprender avivir con esa memoria y no dejar que tedeje anclada en el pasado. Hace pocohice una sesión de fotos que me recordóque ya no tengo ciertas libertades de lasque antes gozaba sin pensar. Como lasdos cicatrices van hacia lados distintos,a veces se me hace difícil encontrar unvestido adecuado que no deje ver

ninguna de las dos cicatrices. Y lassesiones de fotos también se han vueltoun poquito más complejas porque ya nome puedo poner lo que se me antoja o loque me sugiere la estilista de la sesión.Ahora tiene que estar todo muy bienpensado. Además, la sesión en sí hacambiado. Antes me concentrabasolamente en modelar y en representar laactitud que me pedía el fotógrafo o laescena. Ahora debo hacer eso peroteniendo en cuenta que si estirodemasiado un brazo, se me puedeasomar la cicatriz por un lado, y que siestiro el otro, se me puede asomar porabajo. Se me dispersa la concentración y

lo que una vez fue ligero y divertido pormomentos se puede transformar en unatarea en la que hago malabares paraquedar bien y no dejar escapar rastrosde mi enfermedad. Suena como algosencillo, pero para mí es un constanterecordatorio de una enfermedad que,aunque logré sobrevivir, definitivamenteme cambió la vida.

Yo me considero una personamiedosa. Y al sol de hoy, todavía lo soy,pero todo lo que me tocó vivir me ayudóa conocerme mejor, cosa que no habíahecho antes. De joven vivía en unaburbuja y en un mundo de felicidad yausencia de problemas; trabajaba pero,

si necesitaba algo, mis papás siempreestaban ahí para mí. Pagaba todas miscuentas a tiempo, no tenía deudas perotampoco era tan responsable con eldinero porque no lo había manejadonunca. No tenía grandesresponsabilidades más que cumplir conmi trabajo. Vivía en una casa que estabapaga, tenía un carro que pagaban mispadres, el dinero que me ganaba se ibacomo venía porque no tenía esaconciencia del ahorro ni pensaba muchoen eso. No tenía tanta conciencia social.Sí, a veces cooperaba para ayudar a otragente, pero no lo comprendía del todo.Nunca me había faltado nada, nunca me

había pasado nada grave. Entonces, sí:tenía buena voluntad para ayudar alprójimo pero nunca me había sentado apensar cómo sería la vida de esa otrapersona y por qué había que ayudarla.

Por los golpes que sufrí —mienfermedad, la de mis padres, eldivorcio— fue que descubrí realmentecuáles eran mis responsabilidades enesta vida. Tomé conciencia de loimportante que es no solo que yo estébien sino que los demás también loestén. Aprendí a valorarme más. Y medi cuenta de que ser positiva es algo queme resulta esencial en esta vida. Sinimportar lo que uno viva, hay que

recordar que todo lo que uno atrae conla mente consciente e inconscientementese puede materializar. Si intentamostener pensamientos positivos hasta enlos momentos más grises, es mucho másprobable que logremos salir adelante.

Ahora espero que con esta nuevaetapa que estoy por comenzar puedaseguir creciendo como persona y comoartista. Siento que voy a encontrarme enuna posición muy linda, de muchoaprendizaje. En este proyecto nuevo alque me enfrento en Un nuevo día serámuy gratificante poder tener día a día uncontacto más directo con la gente. Esalgo que todavía no he experimentado y

me da muchísima ilusión porque sientoque voy a poder hacer mucho más porellos. Espero no solo divertir a la gentey acompañarla al comenzar su día, sinotambién poder aprovechar un medio tanútil para hacerle llegar informaciónimportante, ayudarla a crear concienciasobre diferentes temas y compartir todolo que pueda para mejorar el autoestimade las personas, su salud, su humor, loque venga. La gente me ayuda a mí másde lo que ellos creen. Quizá esta sea laoportunidad de devolverles esa ayuda yese apoyo.

Al enterarse de este proyecto, muchagente me pregunta cuándo volveré a

estar en una novela. Ahora, con Unnuevo día, estoy entrando en una etapanueva de trabajo que me resulta un retoemocionante. Eso no significa, sinembargo, que le esté cerrando la puertaa las novelas. Seguiré incursionando enmuchas cosas de las que he hecho antes,pero ahora simplemente voy a dedicar eltiempo necesario para dar lo mejor demí en este papel nuevo que me tocavivir. Primero necesito acoplarme alritmo del programa, a mis nuevoscompañeros de trabajo, y debo darme elespacio para desarrollarme bien en estenuevo rol; así podré dar lo mejor de míal público. Si intento hacer todo a la

vez, no podré hacer nada demasiadobien. Quiero estar enfocada, aprender,crecer. Esto es algo totalmente nuevopara mí y requiere conocimiento,vocabulario, la espontaneidad de salir alaire en vivo y descubrir la manera en laque pueda ayudar a toda esa gente quetanto apoyo me ha brindado a lo largo demi carrera y mi vida. A lo mejor, elpropósito de mis vivencias es poderllegar a este programa y comunicarle ala gente que todos podemos pasar poretapas y situaciones difíciles, que todospodemos enfrentarlas, que algunasetapas serán más fáciles que otras, peroque juntos podemos triunfar.

En medio de todas las cosas buenasy malas, he vivido una vida plena ybonita. Hasta la enfermedad no mehabían tocado muchos momentosdifíciles. De ahí para acá se handesatado algunos, claro, pero llegar alos treinta y tres años con una vida asíde balanceada es una bendición queagradeceré eternamente. Hasta esemomento siempre me interesó ayudar alprójimo pero no tenía claro cómohacerlo. Si tenía que elegir entre unafiesta o un evento benéfico, quizá enaquel entonces hubiese elegido la fiesta.Hoy eso ya no es así. Pero en aquelentonces, esa conciencia todavía no

estaba clara en mí. No comprendía laimportancia de brindarle una verdaderaayuda a una persona o a un grupo. No mehabía dado cuenta de que podía usar mifama como actriz a favor de una causa opara crear más conciencia. Salir en latelevisión y entrar en los hogares demillones de personas es una herramientaque, usada con inteligencia, puede crearconciencia y hacerle bien a la gente. Yono logré comprender eso hasta que meenfermé. Ahí me di cuenta de que notenía un compromiso serio y real paracon la gente, y esa experiencia de vida,en ese sentido, me cambió para bien.

No sirve de mucho que yo sola esté

bien si no le extiendo una mano aalguien más para brindarle ayuda.Aprendí que la vida no se trata solo demí. No cuesta nada regalarle una sonrisao una palabra de aliento a alguien queestá pasando por un momento gris.Somos muchos seres humanos viviendoen este planeta; si todos nos ayudamos,los momentos duros se harán másllevaderos.

Meter a Dios en la conversación aveces es difícil porque todo el mundotiene una creencia distinta y respetable,pero en mi caso, Papa Dios sabe lo quehace. A lo mejor, al principio de mivida me brindó una época hermosa con

miles de momentos maravillosos, dentrode una familia espectacular, para queluego tuviera la fuerza para enfrentar laspruebas de la vida. Y así aprendí que lavida está repleta de momentos lindos yduros, y que está en uno escoger cómoseguir adelante. En las buenas y en lasmalas, yo elijo hacerlo sonriéndole a lavida.

A mí todavía me queda mucho porsanar. Comencé este libro con la idea decompartir mi historia, pensando quequizá alguien la leería y se sentiríaidentificada y quizá hasta inspirada,pero en realidad ha sido una herramientaincreíble para terminar de sanar ciertas

heridas que todavía tenía a flor de piel.Ha sido una verdadera catarsis y no seme ocurre mejor idea que compartirlacon la gente que me siguió en las buenasy en las malas. Gracias a todos mis fans,sigo parada aquí, llena de fortaleza ylista para emprender el reto que sea. Sí,soy positiva y tengo buena actitud, y esosin duda me ha ayudado, pero sin elapoyo de la gente no soy nadie. Lasmuestras de cariño, el acercamiento y elapoyo de todos mis fans me han ayudadoa sobrellevar momentos imposibles deimaginar. Me siento dichosa de contarcon eso.

Al sufrir el cáncer de seno, muchas

mujeres tienden a sentir pena por ellasmismas, y sin duda es uno de losmomentos más difíciles que le puedetocar atravesar a una mujer, pero notodos los casos son terminales. Sí hayesperanza para muchas y unaherramienta clave en estos casos es laactitud. Para mí fue esencial novictimizarme porque esa victimizaciónes muy negativa. Y esa negatividad,como energía, no atraerá lo mejor ni teayudará con la recuperación sino quemás bien te mantendrá las manos másatadas. La rabia viene y va y vuelve avenir, eso es cierto. Además, no es unaenfermedad que sufre uno solo sino que

la familia entera se ve afectada. Ellostambién se deprimen, a veces no sabenqué decir y uno de repente se encuentracon que no solo tiene que bregar con lossentimientos internos sino también conlos de la familia. Y ellos, a su vez,también tienen que bregar con uno.

No es un camino fácil, lo sé. Alvivirlo, en realidad, el proceso pareceinterminable. Pero si hay undenominador común entre todas lasmujeres que sobreviven a estaenfermedad es que salen más fuertes,con más propósitos y con más ganas devivir. Yo descubrí, por ejemplo, que eramuchísimo más valiente de lo que

pensaba. Es más, no me consideraba unapersona valiente sino más bien miedosa,y si algo he aprendido es que tengoguardaditas dentro de mí muchas másagallas de las que creía. Llevo ya seisaños como sobreviviente y estoyentrando en una de las etapas más lindasque he vivido en mucho tiempo. Todotiene un proceso, algunas cosas son másfáciles de superar que otras pero, a lalarga, yo tengo fe en que se puede.

Sin importar lo que me toquellorar o lo que me toque vivir,

siempre voy a sonreír.

G

Agradecimientos

racias a Dios por guiarme, pordarme la fortaleza para enfrentar

las dificultades y por los hermososmomentos de mi vida.

A mis padres, Luis y Vidalina, porsu inmenso amor, su disciplina, su apoyoy por inculcarme buenos valores.Ustedes son todo en mi vida. Los amomás allá de lo que las palabras puedendecir.

A Adilsa, por tu entrega, amorinfinito y por tantos momentos de

complicidad.

A Adaline, por regalarme paz yamor. Siempre tienes las palabrascorrectas.

A Adalberto, el hermano que todosquisieran tener. Siempre me he sentidoprotegida y feliz a tu lado.

A Wilmer, gracias por cuidarmecomo si fuera tu hermanita pequeña ypor consentirme cocinándome platillosdeliciosos. :)

A Adil y Bombi, por el apoyo entodo momento, pero sobre todo porque

me han regalado una de las más grandesalegrías al elegirme como la madrina deAzul y Akon, a quienes amoprofundamente.

A Antonella, Wilmer Luis yAlejandro, por sus risas que me llenande vida.

A toda la familia López, por serincondicional conmigo. ¡Los quiero!

A Eli, mi mejor amiga y uno de losmejores seres humanos que conozco.Gracias por tus llamadas tan insistenteshace veinticuatro años, por entender missilencios y ver más allá de mis palabras.

A Dorita, Alejandro y Alexa, porelegir ser mis hermanos, por la dicha deser parte de sus vidas antes y ahora conel nacimiento de mi ahijada Alexa, pordarme fuerza, por las palabras dealiento, por ofrecerme vida, por todo suamor.

A Mara, porque aunque a veces “mepierdo”, siempre me acoges con cariñobrindándome tu amistad, apoyo,consejos y risas. Tú también meofreciste vida y eso jamás lo olvidaré.

A Sandy, Johnny, Natalia, Thalía,Jahn Gabriel, que mucho los quiero. Con

ustedes siempre soy feliz aunque estétriste.

A Alexia, Sonia y María, mis amigasde toda la vida, por nuestras reunionesllenas de recuerdos, alegrías, tristezas,amor y muchas risas. María, tú tambiénme ofreciste vida, jamás lo olvidaré.¡GRACIAS!

A Solimar, Patricia, Maremi,Maggie y Consuelo, gracias por estar enlos momentos felices y en los más duros.

A Cecyl: eres un ser humanomaravilloso. Qué rico contar con tucariño y apoyo. Me cuidas, me

consientes y también me “jalas lasorejas”. Te quiero a lo venezolano y a loboricua.

A Karla y Tommy, por permitirmeentrar en sus vidas y cobijarme en ellas.

A Mama, gracias por tanto amor. Terespeto, te admiro, te quiero y te querrésiempre.

A Carlitos Pérez: siempre me hacesreír y disfruto enormemente tucompañía. Nos entendemos aun sinhablar.

A Neca, Ileana, Dali e Hycha,

gracias por el cariño y la amistadsincera.

A José “Colibrí” López, por tucariño y asesoría.

A Omar Cruz, gracias por tuamistad, confianza, sinceridad, portantas fotos chic que me haces y por nocobrarme los consejos. Te quiero.

A Paula Arcila: tu amistad, tuscomentarios y tu cariño sonimportantísimos para mí. Gracias porsacar de tu tiempo para ayudarme ydarme tu punto de vista.

A Gesi, Vane, Gil, Idalmis, Nany,Tati, Rosy y Glida: qué rico contar conustedes. Gracias por tanto cariño.

A María Elena y Vivian Camejo, porregalarme luz y enseñarme el camino.

A los doctores Derhagopian, ElsaLópez, Echenique, Eva Cruz, Varela,Fulmer, Cabanilla, Darío Pancorvo,María Emilia Vila y Edith Pérez:ustedes han tocado mi vida de unamanera especial. Todos han tenido quever con mi recuperación y todos mehicieron sentir una paciente y unapersona especial aun sin saber quién

era. Gracias por ser excelentesprofesionales y brindarme tanto apoyo.

Al doctor Sarvam Terkonda: admirotu dedicación, tu bondad, tuprofesionalismo y agradezco que hayastraspasado la barrera doctor/paciente.Además de ser mi mejor doctor puedodecir que eres mi amigo. Gracias porcuidarme tanto.

A la doctora Sandra Franco y ladoctora Alejandra Pérez: al llegaradonde ustedes me sentí tranquila. Meorientaron y calmaron mis angustias.Doctora Franco: Colombia tiene enusted a una increíble profesional y a un

maravilloso ser humano. Doctora Pérez:¡No se me regrese a Colombia ustedtambién!

A Carlos y José Nassar: suconocimiento y pronta acción memantienen viva.

A Don José, mi viejito bello, mipapá mexicano: me cuidaste y mequisiste como a una hija. Me acuerdo deti todos los días. Te extraño. Eres miángel y siento que aún me cuidas yvigilas mis pasos desde allá arriba.QEPD.

A Soraya: aunque no compartimos,

gracias a tu guía conseguí fuerza y unosdoctores increíbles. QEPD.

A Tony Mojena y a todo el equipode TME, incluyendo Tita, Bobby,Gretchen, Rodney, Brenda y Zulma:gracias por permitirme compartir conustedes y por apoyar mi carrera.

A Luis Fonsi: gracias por elmaravilloso e inmenso apoyo que mediste durante mi enfermedad y cuandomás te necesité. Siempre desearé lomejor para tu vida.

A Puerto Rico, mi bella isla delencanto, por acunarme, orar por mí,

apoyarme en mis proyectos, pordisfrutar mis alegrías y llorar mis penas.

A Televisa, por quince añosincreíbles. Al aceptarme en su familia,la empresa no solo le dio el empujehacia el reconocimiento internacionalque le faltaba a mi carrera, sino que, alatravesar ese primer golpe en mi vida,no dudó en ayudarme a cubrir algunos delos gastos de mi primera operación.Nunca lo olvidaré.

A México, por abrirme las puertasde su hermoso país y hacerme sentircomo una hija mexicana.

A Yoplait, por darme la oportunidadde orientar a la gente y hablar de loimportante que es la salud de los senos através de la campaña Save Lids to SaveLives.

A Cecilia Molinari: me escuchaste,entendiste cada palabra, cada gesto,cada silencio, cada lágrima, cadasonrisa. ¡Gracias!

A Toni Costa, porque llenas mi vidade amor y paz. Gracias por regalarmetantos momentos felices. ToniPa,Carmen, Lorena, Juanjo, Noa: os quiero.

A Aleyso Bridger y AlexandraOrozco, por ser unos agentes literariosfantásticos que encontraron el hogarperfecto para publicar mis palabras.

A Andrea Montejo, gracias por laedición detallada del manuscrito, laspalabras de aliento y lasrecomendaciones que ayudaron amejorar y aclarar mi historia.

A Raymond García, directoreditorial de Celebra, un sello editorialde Penguin: gracias por creer en mihistoria y brindarme la posibilidad decompartirla con mis lectores.

A las sobrevivientes del cáncer deseno, a las que están luchando y a lasque no lo lograron, gracias por darmefuerza y ayudarme a pelear esta batalla.

A todos los que me enviaron un buenpensamiento, energía positiva, unaoración, una carta, una novena, unpañuelo, un rosario, una medalla, unaceite, un libro… ¡GRACIAS!