virgilio y la poesía Épica la eneida

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VIRGILIO Y LA POESÍA ÉPICA: LA ENEIDA ISBN: 84-96446-75-1 ANTONIO ALVAR EZQUERRA [email protected] THESAURUS: Poesía épica, Virgilio, La Eneida, Eneas, Troya, Augusto, Roma. OTROS ARTíCULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS: La épica latina. Ovidio y la poesía épica: Las Metamorfosis. ESQUEMA DEL ARTÍCULO: 1.- La tradición épica anterior a Virgilio. 1.1.- Para una definición de epopeya: los temas y la forma. 1.2.- La retórica en la epopeya. 1.3.- Tono sublime para temas elevados. 1.4.- La epopeya en Roma. 2.- La concepción y la elaboración de La Eneida. 2.1.-Primeros intentos por escribir una epopeya. 2.2.- El objetivo de La Eneida. 2.3.- ¿Quién ideó La Eneida? 2.4.- Los estudios preparatorios. 2.5.- El método de trabajo: el esquema en prosa. 2.6.- Estructura global de La Eneida. 2.7.- Denotación y connotación de cada episodio.

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Virgilio y La Poesía Épica La Eneida

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Page 1: Virgilio y La Poesía Épica La Eneida

VIRGILIO Y LA POESÍA ÉPICA: LA ENEIDA

ISBN: 84-96446-75-1

ANTONIO ALVAR EZQUERRA

[email protected]

THESAURUS:

Poesía épica, Virgilio, La Eneida, Eneas, Troya, Augusto, Roma. OTROS ARTíCULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS:

La épica latina.

Ovidio y la poesía épica: Las Metamorfosis.

ESQUEMA DEL ARTÍCULO:

1.- La tradición épica anterior a Virgilio. 1.1.- Para una definición de epopeya: los temas y la forma. 1.2.- La retórica en la epopeya. 1.3.- Tono sublime para temas elevados. 1.4.- La epopeya en Roma. 2.- La concepción y la elaboración de La Eneida. 2.1.-Primeros intentos por escribir una epopeya. 2.2.- El objetivo de La Eneida. 2.3.- ¿Quién ideó La Eneida? 2.4.- Los estudios preparatorios. 2.5.- El método de trabajo: el esquema en prosa. 2.6.- Estructura global de La Eneida. 2.7.- Denotación y connotación de cada episodio.

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2.8.- La versificación de cada episodio. 2.9.- Las lecturas públicas. 2.10.- La revisión minuciosa. 3.- La Eneida y los orígenes de Roma: la leyenda y la historia. 3.1.- La victoria de Acio y La Eneida. 3.2.- Tradiciones sobre Eneas. 3.3.- Eneas en la literatura griega posterior a Homero. 3.4.- La leyenda de Eneas en la literatura latina anterior a Virgilio. 3.5.- Las leyendas posthoméricas. 3.6.- El periplo troyano por el Mediterráneo. 3.7.- La pietas de Eneas. 3.8.- El De Troianis familis de Varrón. 3.9.- El linaje de Eneas y la gens Julia. 3.10.- Los dioses en el relato de Virgilio. 3.11.- La construcción del personaje de Eneas. 3.12.- El personaje de Anquises. 3.13.- La leyenda se convierte en historia. 3.14.- La Eneida, síntesis del pasado y del presente. 3.15.- Los relatos legendarios y su simbología histórica: 4.- Conclusión. 5.- Bibliografía.

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1.- La tradición épica anterior a Virgilio. 1.1.- Para una definición de epopeya: los temas y la forma: La noción misma de qué es una epopeya no era demasiado clara en la Antigüedad o, dicho de otro modo, los límites del género épico eran amplísimos; tanto La Ilíada como La Odisea, a pesar de sus enormes diferencias de tono y contenido, son poemas épicos, en la medida en que cuentan hazañas de carácter sobrehumano, llevadas a cabo por uno de los personajes familiares a la "memoria colectiva", en relación con las divinidades de quienes ellos mismos proceden y en quienes se inspiran, y que viven en unos tiempos en que lo divino y lo humano no están todavía claramente diferenciados. Estos mismos personajes son re-tratados por los trágicos, pero de otra manera: mientras que la tragedia es un poema puesto en escena y compuesto por metros variados, la epopeya es un relato continuo, escrito en un metro único desde los tiempos de Homero, el hexámetro dactílico (excepción de Livio Andronico y de Nevio). Pero el hexámetro, cuyos seis tiempos fuertes se marcaban con una nota de la lira, amplió sus dominios y también fue utilizado por Hesíodo en su Teogonía –relato épico anterior a los hombres, sobre el origen de los dioses– y en sus Trabajos y Días –cuadro de vida rústica lleno de consejos morales–. 1.2.- La retórica en la epopeya: El término de epopeya se aplicaba, pues, a un poema narrativo, esencialmente caracterizado por su ritmo continuo, que lo distingue de otras formas poéticas –tragedia y comedia– y de los cantos líricos. La epopeya es recitada, no cantada, y se relaciona con el discurso en prosa: en el s. IV d. C. en las escuelas romanas se cuestionaba seriamente si Virgilio era un poeta o un rétor. A medida que se diversifican los medios de expresión, tanto en prosa como en verso, el ritmo épico se enriquece y se presta a la elocuencia –con las arengas puestas en boca de los héroes–, a la búsqueda de lo pintoresco –no solamente en los cuadros de batallas sino también en las tempestades, en las escenas nocturnas, en la descripción de los paisajes, en la de los banquetes, etc.–. Desde La Odisea poco a poco estos cuadros van cobrando más importancia en el relato. Las Argonáuticas, el poema de Apolonio de Rodas escrito hacia el 280 a.C., se parece ya más a una novela que a un relato épico de tipo homérico: el asunto ya no es fundamentalmente guerrero, ni siquiera se refiere a las hazañas de un héroe concreto; es una historia de amor entre Jasón y Medea en donde las escenas de género cobran un papel primordial. Al mismo tiempo nace el epilio, cuyo modelo lo suministra Calímaco.

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1.3.- Tono sublime para temas elevados: En tiempos de Virgilio, pues, la epopeya era un género de contornos muy amplios pero, aún con todo, conservaba ciertos rasgos constantes, además del metro (Duckworth 1969): el relato se refiere a un momento del mundo con una importante proyección de futuro (algo que nace o sucede para perdurar); por ello su tono es "sublime", en la medida en que afecta a los intereses más elevados (el nacimiento de los dioses, el final de una gran ciudad, etc.); por extensión, las "cosmogonías" filosóficas en verso son también una suerte de epopeya. Calímaco, a pesar de su horror hacia las grandes composiciones, escribe pequeños poemas titulados Aitíai (Orígenes). Incluso, para Aristóteles, que intuía esta naturaleza profunda del género épico, esta poesía era más "filosófica" que la historia, en la medida en que atendía más a las causas y a las razones escondidas de las cosas que al detalle de los acontecimientos (Briggs, Duckett, Mendell). 1.4.- La epopeya en Roma: En Roma, tras la traducción de La Odisea hecha por Livio Andronico, se había desarrollado otro tipo de poesía épica, esta vez de carácter histórico y nacional, con La Guerra Púnica de Nevio. A pesar de todo, en su poema aún se daba cabida a la leyenda: por ejemplo, es bastante probable que el encuentro entre Dido y Eneas ya se leyera en su relato, como justificación de la rivalidad entre romanos y cartagineses (blande et docte percontat Aenea quo pacto / Troiam urbem liquerit...). Lo verdaderamente novedoso en la obra de Nevio había sido prestar atención a acontecimientos relativamente cercanos en un relato épico; además, ya no había tan sólo un héroe protagonista; el protagonista es ahora una colectividad entera: la ciudad de Roma en su conjunto. Y, sin embargo, Nevio, obedeciendo en cierto modo los orígenes y la esencia del género épico, explicaba las causas de la grandeza de su ciudad: a saber, la voluntad de los dioses unida a las virtudes de sus hombres. Enio, por su parte, en su poema épico titulado muy significativamente Anales –al igual que las obras de los historiadores del s. II a.C.– sigue la senda histórica y colectiva de Nevio pero su relato incorpora el hexámetro dactílico y los adornos de las composiciones helenísticas, además de lograr con cierto sostenimiento un estilo y un tono elevados a lo largo de todo el poema. 2.- La concepción y la elaboración de La Eneida. 2.1.-Primeros intentos por escribir una epopeya:

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Éste era el bagaje tradicional al que se enfrentaba Virgilio cuando emprendió la composición de La Eneida (Knecht). De todas maneras, conviene precisar que, de acuerdo con una antigua biografía del poeta –la de Suetonio-Donato (Brummer, Diehl, Norden, Naumann, Paratore, Grisart, Upson, Agnes, Frank, Bill)–, Virgilio abrigaba la esperanza de escribir una epopeya desde joven. Es más, quizás lo intentó hacia el 41 a.C., poco antes o al tiempo de componer Las Bucólicas; si se ha de seguir creyendo ese testimonio de la Antigüedad, el poema habría versado sobre res romanas, en la línea de los compuestos por Nevio o Enio; imposible precisar más pero hay quienes han querido ver en esa expresión –res romanas– algo relativo a las cercanas guerras civiles entre Pompeyo y César; de hecho, Furio Bibáculo y Varrón, ambos encuadrados en el grupo de los poetae novi, exaltaban en sus poemas las hazañas de César. Por su parte, Servio –el más grande comentarista de la obra virgiliana en la Antigüedad, nacido hacia el 370 d. C.– sostiene que desde entonces habría soñado, entre otras posibilidades, con la leyenda de Eneas o con la de los reyes de Alba. Pero Asinio Polión disuadió a Virgilio. No obstante, en la sexta bucólica, Sileno esboza una epopeya cosmológica, cuyo principio recuerda el del De rerum natura de Lucrecio y cuyo final parece el inicio de Las Metamorfosis (Diluvio, historia de Deucalión, raza de Saturno, Prometeo, los Argonautas, Minos y Escila, Tereo, etc.). 2.2.- El objetivo de La Eneida: Sea todo esto cierto o no, para el lector actual el Virgilio épico no es sino el de La Eneida, donde se opera una síntesis de buena parte de la tradición épica anterior algunas de cuyas líneas maestras se han esbozado más arriba: en La Eneida habría una novela de amor como en Las Argonáuticas, la historia de Dido y Eneas; habría navegaciones, como en La Odisea, que pondrían a prueba las cualidades del héroe y sus compañeros; y, naturalmente, también combates y duelos entre caudillos, como en La Ilíada; además, los dioses intervendrían tomando parte en la acción, como en La Ilíada; pero también habría lugar para leyendas que permitieran explicar el origen de ritos y costumbres contemporáneas del poeta, como en Calímaco. Sin embargo, la reciente historia de Roma sólo estaría presente a través de breves alusiones, a pesar de las insistentes demandas de Mecenas para que Virgilio cantase las hazañas de Augusto. Era preciso evitar el poema panegírico, propio de las monarquías helenísticas. El objetivo sería, pues, explicar el origen singular de Roma y justificar su esplendoroso presente remontándose a una etapa anterior, en la que la leyenda y la historia –los dioses y los hombres– se confundían (Michel).

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2.3.- ¿Quién ideó La Eneida?: Virgilio acometió la empresa en Nápoles y sólo en contadas ocasiones visitó Roma. Fue el propio Virgilio el que ideó La Eneida. Mecenas hubiera preferido un poema sobre un asunto más moderno y romano, según invitación formulada a Propercio. En cuanto a Octavio, poco sabía de ella cuando entre el 27 y el 25 a.C. escribe desde Tarragona (Vidal, p. 432) pidiendo al poeta un resumen o alguna parte de la misma; la anécdota está recogida en la biografía de Donato y dice así: "Augusto –que casualmente estaba en la expedición de Cantabria– en sus cartas le suplicaba, e incluso lo amenazaba en broma para que le «enviase de la Eneida» –según sus propias palabras– «o un primer esbozo del poema, o un trozo cualquiera»". La contestación de Virgilio –recogida por Macrobio (I 24, 11)– evidencia el estado todavía embrionario en que se encontraba por esas fechas, a pesar de que, según la tradición antigua, el poema habría sido comenzado hacia el 29-28 a.C.; merece la pena recordar las palabras de Virgilio pues serían el único texto en prosa conservado del poeta: "Recibo asiduamente cartas tuyas...; en verdad que si tuviese ya algo de mi Eneas digno de tus oídos, con gusto te lo enviaría, pero es de tal envergadura la obra, que tengo la sensación de haberme embarcado en ella en un momento casi de delirio, y más que nada porque, como sabes, he de simultanearla con estudios diversos y muy necesarios para la obra misma" (Biografías literarias latinas, p. 91, n. 206). 2.4.- Los estudios preparatorios: Para la elaboración de La Eneida Virgilio emprendió y amplió, como indican sus propias palabras, estudios de muy diverso signo: mitológicos, históricos, geográficos, filosóficos, astronómicos, litúrgicos y religiosos, folklóricos, etc., etc. De hecho, la muerte le sorprendió el 19 a.C. al realizar un viaje a Grecia y Oriente para conocer de primera mano los lugares por donde había pasado el héroe de su poema. De ahí que La Eneida sea una fuente riquísima de variados saberes, a partir de los cuales se ha podido interpretar el poema como la obra no de un simple poeta sino de un profeta que transmite una "revelación" a los hombres –profeta-mago en los siglos medievales, guía de Dante en una parte de la Comedia más Divina–; revelación nacida de su iniciación en los escritos órficos y en las doctrinas escatológicas de su tiempo, interpretables en clave alegórica desde la perspectiva de la espiritualidad cristiana. Mas nunca Virgilio se dejó llevar por una sola concepción filosófica: en su poema funde con naturalidad pasajes inspirados igualmente en el pensamiento platónico, en el neopitagorismo, en los poemas sibilinos, en el mesianismo judío o en creencias típicamente romanas sobre la suerte que espera a las almas tras la muerte. Obviamente, esa imagen profética –

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condensada de modo paradigmático en el canto VI de La Eneida– tenía un precedente igualmente inquietante en la misteriosa égloga IV, sobre la edad de oro que un niño recién nacido estaba a punto de traer a los hombres. 2.5.- El método de trabajo: el esquema en prosa: Estamos relativamente bien informados sobre el método de trabajo seguido en la composición de La Eneida. De acuerdo también con los biógrafos antiguos, en primer lugar Virgilio habría redactado en prosa el contenido del futuro poema, dividiéndolo en doce cantos, frente a los veinticuatro de cada una de las dos grandes epopeyas homéricas; cada canto tendría la misma extensión aproximadamente que los de Homero; por tanto, es presumible que Virgilio tuviese desde muy pronto una idea bastante exacta de cuál habría de ser la dimensión última de su obra; en su estado actual, La Eneida cuenta con 9895 versos, casi el doble que la epopeya de Apolonio de Rodas pero más o menos la mitad que cualquiera de las homéricas. En este sentido, Virgilio se apartaba de un modo consciente de la estética alejandrina, sintetizada en la expresión calimaquea de acuerdo con la cual "un gran libro es un gran mal". 2.6.- Estructura global de La Eneida: El centro del poema –uno de los lugares más destacados del mismo, junto al comienzo y al final– está ocupado por la bajada de Eneas a los Infiernos en el canto VI; ahí concluye la primera parte del poema, equiparada a La Odisea por narrarse en ella los viajes y peripecias del protagonista desde su salida de la Tróade hasta su llegada al Lacio. Los seis cantos siguientes se comparan a La Ilíada por contener el relato de los combates sostenidos por los troyanos contra Turno y los pueblos indígenas agrupados con él (Harrison, Heinze, Knauer, Wickert).

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2.7.- Denotación y connotación de cada episodio: Este esquema, resumen, guión, esbozo más o menos amplio o como queramos imaginárnoslo, servía, además de para situar cada episodio en un lugar preciso del conjunto del poema, para subordinarlo a una idea de mayor trascendencia, de acuerdo con la cual cada episodio cobraría un significado nuevo –dicho en terminología lingüística, a su denotación estricta sumaría una connotación deliberada–: así, el episodio de Eneas y Dido, en el que se narra una historia de amor entre reyes, explica las causas de las terribles guerras posteriores entre romanos y cartagineses (Desiderio, Estefanía 1995, Hernández Vista, Heurgon, Lida, Mellado Rodríguez, Ruiz de Elvira); el desembarco, erróneo por no estar dentro de las previsiones divinas, en diversos lugares de mundo griego (Tracia, Delos, Creta) explica por qué estos lugares no juegan un papel significativo en el destino de Roma; sin embargo, la favorable acogida que los enéadas tuvieron en las ciudades de Sicilia gobernadas por el troyano Acestes anticipan la alianza que siglos después se estableció entre ellas y Roma durante las Guerras Púnicas. De acuerdo, pues, con el relato de estos acontecimientos y su progresión en el tiempo, el poema dibuja en las brumas de un pasado remoto los trazos principales de la historia romana, utilizando un único hilo conductor en el laberinto de los siglos, la leyenda de Eneas, mediante la cual se articula y explica el destino de Roma. 2.8.- La versificación de cada episodio: Sabemos, además, que Virgilio, tras haber escrito en prosa el conjunto de La Eneida, tomaba tal o cual episodio y lo componía en verso, sin respetar el orden en que luego aparecerían en el poema. De esta manera daba libre curso a su imaginación y a su inspiración poética. En realidad, dictaba los versos –a veces dejándolos incompletos o defectuosos para no interrumpir el flujo de la inspiración (Lenz, Sparrow, Walter)– y luego los corregía. Si la laguna alcanzaba una extensión mayor, esbozaba algunos versos malos o insuficientemente llenos de sentido para colmarla provisionalmente. Él les llamaba tibicines, "puntales", como los que se colocan para sostener los muros de una casa que amenaza ruina. La elección de esa palabra, puntales, que es del propio Virgilio, muestra hasta qué punto asimilaba su obra a una arquitectura en la cual los diferentes desarrollos se correspondían y se sostenían unos a otros como las piedras clave de una bóveda. Más tarde, según relata su secretario –un liberto llamado Eros–, a lo largo de las lecturas privadas que realizaba el poeta a grupos de amigos podía sobrevenir la inspiración necesaria para sustituir un puntal por el verso definitivo. Aún con todo, 58 versos permanecen todavía hoy incompletos.

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2.9.- Las lecturas públicas: La lectura de un episodio completo en alta voz permitía alcanzar una mayor musicalidad y una mayor precisión en la elección de las palabras y en la definición del contenido. Eros ofrece un ejemplo significativo: en el canto VI, Virgilio relata cómo, al regresar Eneas con su fiel Acates hacia los suyos tras escuchar las palabras de la Sibila, encuentran el cadáver de Miseno, el troyano que no tenía rival en tocar a combate con la trompeta (VI, 164-165). Aquí, Virgilio había dudado; tras haber llamado a Miseno hijo de Eolo, Misenum Aeoliden, y de haberlo caracterizado con su función principal, la de llamar a los guerreros al combate con la trompeta, aere ciere viros, había sido incapaz de completar ambos principios de verso. Pues bien, en un recital público completó ambos versos con los hemistiquios que faltaban, quo non praestantior alter y Martemque accendere cantu respectivamente. 2.10.- La revisión minuciosa: Este ejemplo nos permite comprender que la poesía de Virgilio reposa no sólo sobre una escritura minuciosa, laboriosa, verso tras verso (en la biografía de Suetonio-Donato, al hablar de Las Geórgicas se dice: "solía dictar diariamente un gran número de versos que meditaba por la mañana, y a lo largo del día, a fuerza de retocarlos, los reducía a muy pocos; no sin razón se decía que él paría los versos y los lamía hasta darles forma, como hace la osa con su cría"; en Aulo Gelio XVII, 10, 2-3, con mayor amplitud aún, se le compara a la cierva que lame a su cría recién nacida hasta darle la forma debida) –tal y como habían exigido los poetae novi–, sino sobre la continuidad de un discurso cuyo impulso está próximo del que anima a un orador (Prescott). Se diría que es una fuerza profunda, interior, cuasi oracular, percibida instintivamente por el poeta, la que le acompaña durante todo el proceso creativo. Y precisamente es ese impulso creador, nacido de una fuerza profunda y misteriosa para comunicar una revelación a los hombres, lo que justifica que Virgilio sea llamado no simplemente poeta sino vates, poeta inspirado, en el más arcano significado del término: mediador entre la divinidad y los mortales. Poesía y filosofía se unen aquí, si es que es verdad que el filósofo descubre la Verdad y que el poeta la comunica, en todo lo que tiene de inexplicable mediante la razón. Virgilio es perfectamente consciente de este carácter cuasi pítico de su poesía. Cuando dudaba acerca de lo que había escrito, lo leía a un grupo selecto de amigos para comprobar sus reacciones ante el contenido de los versos y ante su musicalidad y poder de encantamiento. Virgilio leía sus versos con un indudable poder de seducción. Tanto, que un poeta llamado Julio Montano afirmaba que de

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buena gana le habría robado algo a Virgilio si le hubiera podido robar también la voz, la expresión de su rostro y la manera de "representar" su poema. Esos mismos versos, dichos por alguien distinto a Virgilio, resultaban vacíos y mudos. Pronto se hicieron famosas estas lecturas públicas hechas por Virgilio. Propercio se hace eco de ellas (II 34, 63-66). Dos o tres años más tarde, en el 22, el poeta pudo leer ante Augusto y su hermana Octavia completamente acabados los cantos II, IV y VI; es muy conocida la anécdota de que en el curso de la lectura del pasaje de este último canto donde se evoca la prematura muerte del joven Marcelo en el otoño del 23 a.C., Octavia, su madre, se desmayó. 3.- La Eneida y los orígenes de Roma: la leyenda y la historia. 3.1.- La victoria de Acio y La Eneida: Una epopeya, sin embargo, es esencialmente el relato de una historia; una historia, por lo demás, muy significativa para la comunidad en cuyo seno se crea la epopeya. Tras la victoria de Acio conseguida por las armas de Octavio el 31 a.C. y la paz duradera sobrevenida tras decenios de guerras civiles, Virgilio, como tantos otros romanos, creyó estar viviendo un momento crucial de la historia de Roma gracias al nuevo príncipe. Como si de un reflejo se tratase, buscó en el remoto y legendario pasado la razón del destino presente. 3.2.- Tradiciones sobre Eneas: ¿Por qué la historia de Eneas? (Funaioli, Galinsky, Alvar 2003a) Se trataba de una muy antigua tradición. Se han encontrado en Veyes, una localidad etrusca cercana a Roma, estatuillas de terracota que representan a Eneas llevando a su padre Anquises sobre los hombros; tales figuras remontan al menos al s. VI o principios del s. V a.C. Era, pues, un personaje conocido desde tiempos remotos en la península italiana; sin embargo, eso no quiere decir que el significado atribuido a esas representaciones se corresponda fielmente con el relato virgiliano. Más bien, el personaje de Eneas es de aquellos que tienden a concentrar en sí tradiciones múltiples; en ocasiones se ha llegado a fundir o incluso confundir con el de Ulises. En la ciudad de Lavinio (hoy Prattica di Mare), al sur del Lacio existía una "tumba de Eneas", recientemente descubierta. En tiempos de Virgilio se consideraba auténtica: Eneas, se creía, había desembarcado en las playas cercanas a Lavinio, quizás incluso habría fundado la ciudad y se habría casado con Lavinia, hija del rey indígena; allí habría muerto y habría sido divinizado, y la tumba venerada sería un cenotafio levantado en su memoria. Virgilio, sin duda, pudo ver ese recuerdo. 3.3.- Eneas en la literatura griega posterior a Homero:

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El primer testimonio literario de la llegada de Eneas al Lacio se atribuye a Estesícoro, poeta coral de Himera, en Sicilia, y que vivió durante la primera mitad del s. VI a.C. Hay también un fragmento de Helánico de Lesbos, historiador cuya obra se sitúa a principios del s. V a.C.; para Helánico, Eneas y Ulises se habrían encontrado en Roma. Eneas habría llegado a Italia atravesando el "país de los molosos", es decir, el Epiro, detalle que conservará Virgilio, y se habría detenido a orillas del Tíber porque las troyanas habrían incendiado las naves para obligar a los hombres a fundar un destino estable; éste es otro episodio virgiliano, contenido con ligeras modificaciones en el canto V de La Eneida. Poco a poco se impuso la creencia del origen troyano de Roma. En el s. III a.C., Timeo de Tauromenio, un historiador siciliano, visita Lavinio y narra que allí se conservan los dioses Penates de Troya, si bien no le permiten verlos por estar encerrados en lugar sagrado. Estos Penates desempeñan un papel principal en la Eneida: son los depositarios y el símbolo del pueblo troyano; donde estén ellos, estará Troya. 3.4.- La leyenda de Eneas en la literatura latina anterior a Virgilio: A partir de este momento (principios del s. II a.C.) se pueden dar ya por fijadas las líneas principales de la tradición. Así, por ejemplo, Catón el censor también incluye en sus Origines el relato de las aventuras de Eneas, como sin duda lo habían hecho poco antes Nevio y Enio en sus poemas épicos. Catón hace llegar a Lavinio a Eneas y a su padre Anquises (Virgilio "matará" a éste en Sicilia); ambos fundan una ciudad a la que llaman Troya y el rey del país les concede un pequeño territorio y su hija como esposa de Eneas. Pero los troyanos se vuelven bandidos, provocando una guerra en la que muere Latino, y Turno, rey de los rútulos (pueblo vecino), tiene que huir junto al rey etrusco Mecencio. Estos dos, Turno y Mecencio, reemprenden la guerra; Turno es muerto por Eneas –que poco después se ahoga en las aguas del río Numicio y, como Rómulo, es elevado entre los dioses–. Ascanio, hijo de Eneas, prosigue la guerra contra Mecencio, que resulta finalmente vencido. Treinta años después, Ascanio abandona Lavinio y fundará, más al norte, la ciudad de Alba. 3.5.- Las leyendas posthoméricas: Todos estos nombres y todos estos personajes vuelven a aparecer en La Eneida, como protagonistas y como figurantes. Pero esta parte de la leyenda contada por Catón sólo comprenderá los últimos seis cantos del poema virgiliano. El poeta augústeo desarrolla en lo seis primeros otros aspectos, mucho menos precisos en la medida en que no conciernen propiamente a los orígenes de Roma sino a un conjunto de leyendas, poco fijadas, referidas a la caída de Troya y a los

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momentos siguientes; leyendas "posthoméricas" mal conocidas por lo demás en otros testimonios literarios (Kopff). Estas leyendas posthoméricas dibujaban las aventuras de buena parte de los personajes de los poemas homéricos tras la Guerra de Troya, Eneas entre ellos. La figura de Eneas había sido evocada de diversas maneras, incluso como la de un traidor que, mediante pactos secretos con los aqueos, habría salvado así su vida; sin embargo, la versión más generalizada era que había defendido la ciudad de Troya hasta el último momento y que, luego, habría sido el caudillo que salvó a los supervivientes y los guió hacia un nuevo destino. Ésta es la versión seguida por Virgilio. 3.6.- El periplo troyano por el Mediterráneo: Había en Oriente vestigios relacionados con la emigración de los troyanos conducidos por Eneas: se les atribuía la fundación de ciudades y santuarios en diferentes regiones. Dionisio de Halicarnaso, historiador contemporáneo de Augusto, cita a otro historiador de Licia, Menécrates de Jantos, que hacia el s. IV a.C. adopta la tesis de la traición, lo que justificaría que fuese considerado como un héroe propio de los griegos y que ciudades griegas lo considerasen su fundador. De acuerdo con tales tradiciones, Eneas y sus troyanos habrían huido de Troya a Tracia, donde consagraron un templo a Afrodita y fundaron la ciudad de Aeneia; de allí viajaron a Delos, donde según Dionisio de Halicarnaso perduraban aún numerosos vestigios de la presencia troyana, aunque no ofrece ninguna precisión más al respecto. De Delos pasaron a Citerea, donde levantaron un nuevo templo en honor de Afrodita. De Citerea a Arcadia, donde también se conservan tradiciones sobre su presencia. De Arcadia a la isla de Zante, donde levantaron otro templo a Afrodita e instituyeron unos juegos solemnes en los que había uno llamado "carrera de Eneas y Afrodita". Luego, se les encuentra en Léucade donde también se rinde culto a Afrodita en dos lugares, Ambracia y Acio; en Ambracia había, además, cerca del templo, una pequeña capilla consagrada a Eneas. El viaje de los troyanos, cuyas etapas están marcadas por la fundación de templos en honor de Afrodita, continúa por la Italia meridional y por Sicilia, donde se sitúa el reino del troyano Acestes. Finalmente, las costas italianas meridionales que baña el mar Tirreno también guardan el recuerdo del paso de Eneas por ellas, hasta llegar a Lavinio donde se efectúa el desembarco definitivo. 3.7.- La pietas de Eneas: Eneas era considerado en tiempos de Virgilio y de Dionisio de Halicarnaso un héroe bienhechor en el mundo mediterráneo: diferentes ciudades reclamaban haber sido fundadas por él y se disputaban el honor de su tumba. Además, su

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sentido de la pietas y de la justicia era universalmente reconocido, hasta el punto de que en algunas versiones de la leyenda se atribuye a esa virtud el hecho de que los aqueos le hubieran respetado la vida tras la caída de Troya. Era el héroe pius por excelencia incluso antes de que Virgilio compusiese La Eneida; y gracias a esa pietas los dioses le protegían hasta el punto de que las leyendas han conservado el recuerdo de milagros o hechos prodigiosos atribuidos a Eneas (Fécherolle, Mac Leis, Alvar 2003a). 3.8.- El De Troianis familiis de Varrón: La vinculación entre Troya y Roma se había hecho aún más estrecha cuando en el 37 a.C. Varrón publicó un tratado titulado De Troianis familiis poniendo su inmensa erudición al servicio de la manía corriente entre las grandes familias romanas de elevar su pasado hasta troyanos compañeros de Eneas. El propio Virgilio se hace eco de esta vocación de sus contemporáneos por tener abuelos troyanos, en el libro V de la Eneida, cuando enumera los participantes en las regatas, afirmando que del troyano Sergesto salió la gens Sergia (Aen. V 121; Alvar 2003b), de Mnesteo la gens Memmia (Aen. V 117) y de Cloanto la gens Cluentia (Aen. V 122-123); con el mismo gusto anticuario en otra ocasión, Aen. VII 707-709, remonta al sabino Clauso –partidario de Turno y, por tanto, enfrentado a los troyanos– el origen de la gens Claudia (Perret). 3.9.- El linaje de Eneas y la gens Julia: Naturalmente, de todas las vinculaciones más o menos legendarias entre las gentes romanas y los enéadas, la más importante de todas, por afectar al emperador Augusto al tiempo que daba sentido a la totalidad del poema en cuanto que justificación del destino grandioso de Roma, era la que unía a Eneas con la gens Julia. Ésta era, pues, la genealogía maestra del poema: en tiempos muy remotos, un héroe llamado Dárdano –hijo de Zeus y de Electra, la hija de Atlas– partió de Cortona, en Etruria, para dirigirse a Oriente, donde el rey de Troya, Teucro, lo acogió y le dio la mano de su hija. De Dárdano nació Erictonio y de éste Tros, que, a su vez, engendró a Ilo y a Asáraco. De Ilo nació Laomedonte, rey famoso por sus perjurios y su crueldad, y de éste, Príamo, mientras que de Asáraco nació Capis, padre de Anquises. Por fin, de Anquises y Afrodita, nació Eneas. Naturalmente, los romanos del s. I a.C. preferían no ser descendientes de un rey malvado como Laomedonte, padre del infortunado Príamo, sino de la rama colateral exenta de maldiciones, la de Asáraco y Capis, aún más desde que, según el mito, Anquises se había unido a la diosa Afrodita para engendrar a Eneas. A partir de Eneas, que no hacía sino devolver a sus orígenes itálicos –fundiendo con este

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símbolo Oriente con Occidente, en clara sintonía con la política de Augusto tras la batalla de Acio y de la que se enorgullece en su testamento político conservado en el Monumentum Ancyranum (Pöschl 1981, Alvar)– la estirpe de Dárdano, todo parecía más simple: su hijo Iulo habría fundado la ciudad de Alba; a partir de él, una dinastía de reyes llegaría hasta Rea Silvia, la vestal que, tras su unión con el dios Marte, dio a luz a los gemelos Rómulo y Remo. Y toda esta genealogía era ya bien conocida de Virgilio al menos desde que escribió en el canto III de Las Geórgicas, vv. 35-36:

Assarici proles demissaeque ab Ioue gentis nomina, Trosque parens et Troiae Cynthius auctor. [La estirpe de Asáraco y los nombres del linaje nacido / de Júpiter, y el padre Tros, y el Cintio, que Troya fundó.]

La victoria de Acio, un lugar en donde se decía que los troyanos habían instituido el culto al dios Apolo, daba de repente sentido a las antiquísimas y variadas tradiciones que prometían el gobierno del mundo a lejanos descendientes de Asáraco. Así, por esta intervención palpable de la Providencia divina, se afirmaba la existencia de un orden en el devenir del destino. Este orden quedaba expuesto con toda claridad en la epopeya que Virgilio inició en el año 29 a.C., mostrando de qué manera la raza de Eneas había podido implantarse en el Lacio y de qué modo sus Penates, salidos con Dárdano de esa tierra, habían reencontrado su patria. Virgilio ha sacado de esa masa enorme de leyendas y de tradiciones una obra cuya unidad resulta admirable. Además, el tono épico se mantiene casi sin desmayo y sin resultar, al mismo tiempo estridente para el público romano contemporáneo. 3.10.- Los dioses en el relato de Virgilio: Por poner un ejemplo que ilustre esta afirmación: la intervención directa de los dioses en los asuntos humanos, como si de otros hombres se tratase, tal cual sucede en los poemas homéricos, no hubiera sido bien visto en la paganizada sociedad de Virgilio (Thornton); por ello, las apariciones divinas a los mortales suelen tener lugar, en La Eneida, más como asuntos del espíritu que como asuntos de los sentidos y de la realidad carnal; frecuentemente, pues, se manifiestan los dioses a través de los sueños o de signos interpuestos que han de ser interpretados por el augur, etc. (Tracy).

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3.11.- La construcción del personaje de Eneas: Y esto tiene su importancia en la arquitectura del relato pues Eneas no es, en lo que de él sabemos de La Ilíada, un intérprete de los dioses (Barchiesi, Carlsson, Alvar 2003a); carece, a pesar de ser hijo de diosa, de la capacidad de estar en comunicación con ellos. Por ello, en los primeros momentos cronológicamente hablando del relato virgiliano, a saber, la escena del caballo de Troya y la traición del griego Sinón en el canto II, ignoramos de qué opinión es él, si de la de Laocoonte y aquellos que aconsejan desconfiar de los aqueos o si más bien se cuenta entre los que proponen hacer entrar al caballo en la ciudadela. El héroe no lo es todavía plenamente; su carácter no está fijado –tal y como nosotros lo conocemos ahora no lo estaba en las leyendas previas a La Eneida– y Virgilio lo irá construyendo a lo largo de los primeros libros de su epopeya. El primer signo evidente de su condición de tal le llegará justamente cuando el fantasma de Héctor se le aparezca en sueños, mientras Troya está siendo saqueada por los aqueos, para revelarle el peligro; Héctor es el primero en considerarle el único capaz de salvar lo poco que quede de Troya. Es entonces cuando Eneas toma conciencia de su situación y poco a poco, a partir de este momento, comprende porqué Troya es destruida –como castigo de los dioses al perjurio de Laomedonte, el padre de Príamo– y porqué es él el elegido –por pertenecer a la rama colateral de Asáraco–. Venus se le aparece en medio de la catástrofe y le confirma las palabras de Héctor; pero aún duda el héroe y confía en su padre Anquises. Anquises tampoco está convencido del destino reservado a su hijo y espera, a su vez, varios signos: la señal luminosa en la cabeza de Iulo, el trueno de Júpiter, la estrella fugaz que marque el camino. Sólo entonces, cuando varios signos objetivos y reales se suman a las apariciones de dioses y héroes de ultratumba, Eneas emprende el camino hacia su destino (Duckworth, Ruch) y ello contra su voluntad, asustado por los enormes deberes y responsabilidades que le aguardan. Jefe de un pueblo en busca de una tierra, Eneas es el intermediario escogido por los dioses y por el pueblo para establecer la comunicación necesaria entre lo divino y lo humano. Desempeña el papel de los imperatores de la República: es él, como ellos, el que consulta a los dioses e interpreta los auspicios. 3.12.- El personaje de Anquises: De ahí que Virgilio se vea obligado a "matar" a Anquises mucho antes de que los troyanos lleguen a Italia, frente a otras tradiciones que, sin duda, el poeta conocía bien. En efecto, más que la razón frecuentemente aducida ya desde la Antigüedad para explicar la elección virgiliana, a saber, que hubieran resultado

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indignos de un héroe como Eneas sus amores con Dido en presencia de su padre (con todo, no fueron indignos los amores, sino la actitud de Eneas después, con padre o sin padre delante), quizás resulte más adecuada la explicación de que la presencia del padre privaba de protagonismo a Eneas, en la medida en que su sentido de la pietas y su reconocimiento de la sabiduría superior de los mayores –muy caro al romano que ve en el senado, de senex "anciano", el depositario del saber– le obligaban a consultar siempre antes de tomar una decisión. De hecho, es Anquises el que con mayor o menor fortuna interpreta los augurios mientras acompaña a su hijo; por lo que es él, y no Eneas, el intermediario de los dioses. 3.13.- La leyenda se convierte en historia: Pero, al tiempo que Virgilio dibuja el carácter de su héroe en secuencias cronológicas bien definidas, va poniendo orden en la farragosa sucesión de hechos transmitida por las numerosas versiones sobre la leyenda de Eneas. Es decir, construye su epopeya en el cuadro de una historia: lo que hasta ese momento eran leyendas vagas se transforma en el relato de una crónica fundada sobre hechos reales, al modo de las que escribían los historiadores romanos, año por año. En cualquier caso, conviene advertir que el poeta no habla de años sino de veranos ya que el verano, entre el mes de abril y el de octubre, es la estación en que se puede navegar. El invierno, por contra, es el tiempo del descanso y de la inactividad. Así, por ejemplo, siete veranos desde la caída de Troya llevaba el héroe navegando con sus compañeros cuando comienza La Eneida; de lo acaecido en ellos dará cuenta Virgilio en los cantos II y III, cuando cuenta a Dido sus aventuras. 3.14.- La Eneida, síntesis del pasado y del presente: Todas esas leyendas convertidas por obra de Virgilio en la historia de su héroe sirven, además, para explicar la realidad contemporánea del poeta (Rieks 1981). Hay un constante viaje entre el pasado y el presente, a través de la historia de Eneas. Roma y los romanos cobran sentido pleno a través del poema virgiliano. Es cierto que las referencias a Roma y a los romanos no son, aparentemente, demasiado abundantes en La Eneida; pero son muy significativas por ocupar siempre lugares programáticos. Así, por ejemplo, desde los primeros versos del poema, en I 6-7 (genus unde Latinum / Albanique patres atque altae moenia Romae) y 33 (tantae molis erat Romanam condere gentem), se fija de manera explícita el destino final de la aventura de Eneas –la fundación de la ciudad y del linaje de Roma–; y en ese mismo canto, cuando las naves troyanas están a punto de perecer en medio de una tempestad provocada por Juno, Júpiter confirma a Venus el inexorable cumplimiento de dicho destino (Aen. I 234, 277 y 282,

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Romanos), en el que la gens Julia –encarnada en Julio César y Augusto– se reconoce ya como la heredera directa de la misión del héroe troyano (Aen. I 286-288, nascetur pulchra Troianus origine Caesar / (...) / Iulius). Roma vuelve a ser explícitamente mencionada en el canto IV, versos 234 (Romanas...arces) y 275 (Romanaque tellus), al recordar Júpiter y Mercurio a Eneas la suprema razón por la que se le exige la partida de Cartago y el abandono de Dido. En el canto VI –el centro del poema y, por tanto, un lugar lleno de significación– la sombra de Anquises, como es bien sabido, revela a Eneas en los Infiernos cuál será la historia que aguarda a su linaje (VI 781-782, illa incluta Roma / imperium terris, animos aequabit Olympo; 851-853, tu regere imperio populos, Romane, memento / (hae tibi erunt artes), pacique imponere morem, / parcere subiectis et debellare superbos) y aparece mencionado explícitamente, entre otros romanos ilustres, Augusto (VI 792, Augustus Caesar), como culminación de los tiempos y punto final del destino fijado en un pasado remoto, cuando los dioses y los hombres convivían en la tierra (Barbu, Clark, D’Elia). El último lugar de La Eneida en donde la Roma presente cobra carta de naturaleza con cierta intensidad es, naturalmente, en el canto VIII, primero a propósito de la visita que Eneas realiza al rey Evandro, ejemplo de austeridad y justicia, cuyo pueblo se levanta justamente en el solar reservado a la Roma futura (Aen. VIII 313-361); y, luego, en la descripción del escudo de Eneas, encargado por Venus a Vulcano a semejanza del labrado por Hefesto a Aquiles en La Ilíada. Las escenas labradas en el mismo son un pretexto para reiterar en un momento extremadamente delicado de la causa troyana (como el sufrido por causa de la tempestad del canto I) el glorioso destino que le aguarda, tras las batallas inminentes (Aen. VIII 626-628, illic res Italas Romanorumque triumphos / (...) / fecerat ignipotens); por supuesto, se aprovecha la ocasión para volver a colocar en el lugar preferente de la historia de Roma a Octavio Augusto, pues en el centro del escudo se ha representado, justamente, su imagen en la batalla de Acio (Aen. VIII 678) y, en otro lugar, en la carroza triunfal (Aen. VIII 714). Fuera de estos lugares, Roma reaparece como alusión en otros pasajes importantes de la segunda parte de La Eneida, cual el colofón de la historia de Niso y Euríalo (Aen. IX 449), en la asamblea de los dioses del canto X cuando se anticipa la invasión de Italia por las tropas de Aníbal (Aen. X 12), o en el momento de los pactos finales entre Eneas y Latino (Aen. XII 166-168, hinc pater Aeneas, Romanae stirpis origo / (...) / et iuxta Ascanius, magnae spes altera Romae) y entre Juno y Júpiter (Aen XII 827, sit Romana potens Itala virtute propago), poco antes de finalizar la epopeya y, con ella, las graves dificultades de los enéadas para concluir felizmente su misión.

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3.15.- Los relatos legendarios y su simbología histórica: Pero la relación entre la leyenda de Eneas narrada en el poema virgiliano y la historia de Roma alcanza niveles mucho más profundos y constantes a lo largo de todo él (Brisson). El relato legendario, nacido en las brumas del mito, va dejando paso, a medida que avanza el poema, a la historia. Pero hubiera sido una torpeza del poeta haber marcado una rígida frontera entre uno y otra. Por ello, las narraciones de la primera parte pueden recibir frecuentemente apoyatura documental, arqueológica o folklórica, sea cierta o inventada; hay algún ejemplo significativo: a propósito de los juegos instituidos en honor de Anquises en el canto V, Virgilio explica que del torneo troyano practicado en ellos por Iulo Ascanio y otros jóvenes deriva un juego que practica en sus días la juventud romana; dice Virgilio (Aen. V 596-602):

hunc morem cursus atque haec certamina primus Ascanius, Longam muris cum cingeret Albam, rettulit et priscos docuit celebrare Latinos, quo puer ipse modo, secum quo Troia pubes; Albani docuere suos; hinc maxima porro accepit Roma et patrium servavit honorem; Troiaque nunc pueri, Troianum dicitur agmen. [Esta suerte de carrera y estos combates primero / Ascanio, al ceñir Alba Longa de muros, / recreó y enseñó a celebrarlos a los antiguos latinos, / según él de niño y con él los muchachos troyanos; / los albanos los enseñaron a los suyos; de ahí luego la excelsa / Roma los recibió y guardó como honor de sus padres. / Troya ahora se llaman los niños y troyano su ejército.]

Pero en realidad se sabe que esto no fue así, ni mucho menos. Fue Sila el que en el s. I a.C. estableció este juego en Roma; Augusto, por su parte, era muy aficionado al mismo y le dio amplio desarrollo: en el año 27, por ejemplo, dio un espectáculo de juego troyano con motivo de la inauguración de un templo dedicado a César. Naturalmente, Virgilio une el relato legendario con la historia fundiéndolos de manera sutil al tiempo que elogia al emperador Augusto. Otro ejemplo muy significativo de la fusión sutil de la historia y la leyenda se produce mediante la introducción de anacronismos simbólicos, como lo es que en

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el canto III, al llegar los troyanos al promontorio de Acio, encuentren allí un templo a Apolo (v. 275), que en realidad levantó Augusto en honor del dios tras su victoria del 31 a.C., celebren juegos troyanos paralelos de los celebrados por el emperador (v. 280) y dejen una inscripción votiva de contenido triunfal (v. 288), nuevamente en claro paralelismo con Octavio Augusto, que, de este modo, es metamorfoseado en Eneas o viceversa, Eneas en Octavio Augusto. Otros pasajes de esa primera parte anticipan hechos históricos o han dejado huella en realidades contemporáneas del poeta; pueden recordarse, entre otros muchos, cómo la maldición profética de Dido contra Eneas fugitivo en el canto IV anticipa las Guerras Púnicas –y ésa es la intención última de la inserción de ese "romance" en la epopeya– o cómo la pira que abrasa a la reina de Cartago evoca la que siglos más tarde acabaría con la vida de la mujer de Asdrúbal y sus hijos, también en Cartago, cuando Escipión Emiliano se apoderó de la ciudad al final de la Tercera Guerra Púnica. Desde el punto de vista de la religiosidad romana, asunto que interesaba muy particularmente a Virgilio (Bayle, Boyancé), hay otros ejemplos dignos de señalar; así, en el canto III 294-305, se nos presenta a Andrómaca, la viuda de Héctor ahora casada con su cuñado Heleno, ofreciendo unas libaciones rituales cerca de la ciudad de Butroto en honor de los manes del gran héroe troyano; tal episodio, de acuerdo con la posible cronología del viaje de los enéadas, debió tener lugar en un mes de mayo. Virgilio ha querido prefigurar aquí una fiesta que se celebraba en Roma en el mes de mayo, los Lemuria, y que comportaba el ofrecimiento de libaciones a los muertos y, en particular, a los antepasados de la familia. Por su parte, los juegos fúnebres ofrecidos en honor de Anquises en el primer aniversario de su muerte y que se contienen en el canto V, anticipan la fiesta de los Feralia febrero, dedicada a los divi parentum, las "almas divinizadas" de los antepasados; la fiesta romana duraba nueve días, los mismos que consagra Eneas en honor de su padre antes de comenzar los juegos. Y, sin embargo, en la segunda parte se hacen más frecuentes los paralelos explícitamente señalados por Virgilio. Tal sucede con la referencia al episodio de la apertura por parte de Juno del templo de Jano, cuando se inicia la guerra entre troyanos y rútulos en el canto VII 601-622; Virgilio no se priva de señalar –por más que debía de ser bien conocido para cualquiera de sus compatriotas– que era costumbre antigua abrir el templo de Jano en los momentos de guerra y que se sigue haciendo en su tiempo; naturalmente, cobra entonces mayor importancia el hecho de que Augusto cerrase por segunda vez en toda la historia de Roma esas puertas, al haber alcanzado el imperio una paz estable. Otro ejemplo característico de la fusión entre el pasado legendario y la historia romana, explícitamente

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señalado por el poeta en esta segunda parte de su epopeya, es el episodio de Evandro, en el canto VIII, en cuya boca se pone un relato sobre el austero y sano modo de vida de los antiguos latinos, cuando reinaba Saturno –en una retractatio de la edad de oro incluida en la égloga IV–; en su curiosa actividad como guía turístico de la ciudad que todavía no era pero que para los romanos contemporáneos de Virgilio era real, Evandro muestra a Eneas la puerta Carmenta, la cueva del Lupercal donde Rómulo y Remo serían amamantados por la loba, la roca Tarpeya –famosa mucho después–, el Capitolio relumbrante de oro, el Foro, etc. En el canto XII 169-174, Eneas y Latino sellan su pacto, cómo no, con una ‘suovetaurilia’, etc. Se diría que la distancia existente entre los seis primeros libros y los seis últimos de La Eneida es la misma que existe entre la leyenda y el hecho comprobado y, sin duda, Virgilio tenía interés en que no pasase inadvertida la relación entre su relato y la historia de Roma. 4.- Conclusión: Componer una epopeya en la que se fundiesen a la vez una narración legendaria, un resumen de historia y el relato de un episodio contemporáneo parece, por sus exigencias mismas, una empresa por la que jamás se sentiría tentado un verdadero artista. Y, sin embargo, el milagro de La Eneida es que aporta una solución a este problema aparentemente insoluble y sin olvidar ninguno de sus presupuestos: exaltación de la obra de Augusto, narración legendaria, evocación de las líneas maestras y de los caracteres y tradiciones principales de la historia romana. Quizás el secreto de todo ello resida, entre otras importantes razones, en el hecho de que Virgilio supo encontrar la fórmula para no tratar cada uno de esos presupuestos como una parte yuxtapuesta a las demás, sino todos simultáneamente. 5.- Argumento de La Eneida: LIBRO I: Enunciado del objeto del poema: las aventuras de Eneas para lograr cumplir el mandato de los dioses (fundar en Italia las bases del pueblo y del imperio romanos). La ira de Juno hacia Eneas. La tempestad y el naufragio. Eneas llega a las costas de África. Venus protege a su hijo. La reina Dido acoge favorablemente en Cartago a los náufragos. Les ofrece un banquete de bienvenida. Venus actúa para que Dido se enamore de Eneas. Éste se prepara para narrar sus aventuras. LIBRO II: El héroe relata la caída de Troya y su huida de la ciudad destruida con los supervivientes.

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LIBRO III: Prosigue el relato a Dido con su viaje de Frigia a Sicilia, el desembarco en Tracia, la huida a Delos, el paso a Creta, la angustia de la tempestad, la llegada a las islas Estrófades (las harpías) y, luego, a Butroto (Andrómaca y Héleno). Desde allí a Italia. El desembarco en la playa de los Cíclopes, la huida precipitada; la llegada al puerto de Drépano, en Sicilia (muerte de Anquises). Fin del relato. LIBRO IV: Los amores de Dido y Eneas. Los dioses intervienen, unos para detener al héroe (Juno y el engaño de la cacería); otros, para obligarle a cumplir su destino (Venus y Júpiter). El héroe abandona a la reina y ella se suicida. LIBRO V: Huye Eneas, que sospecha el fin de Dido. Proa a Italia. Llegada a Drépano (en Sicilia); les acoge el troyano Acestes. Juegos fúnebres en honor de Anquises, muerto un año atrás. LIBRO VI: Llegan los troyanos al puerto de Cumas, al norte de Nápoles. Oráculo de la Sibila. Eneas desciende a los Infiernos, cruza la Estigia y se detiene primero en los campos de las lágrimas donde moran los que han muerto antes de tiempo. En ellos se encuentra con la reina Dido. Después avista el Tártaro, lugar de castigo. Finalmente, llega a los Campos Elisios, donde viven los bienaventurados. Luego, en el valle del Leteo, el río del olvido, se encuentra con su padre Anquises, quien le expone la doctrina de la transmigración de las almas. Anquises profetiza el futuro esplendoroso de la estirpe troyana encarnada en Roma. Eneas y la sibila regresan a la tierra. LIBRO VII: Los troyanos llegan al Lacio y fondean sus naves en el Tíber. Manda Eneas embajadores al rey Latino, quien les acoge favorablemente. Se pacta una alianza entre ambos pueblos y los troyanos comienzan a fundar su ciudad. Interviene Juno para que Amata, esposa de Latino, y Turno, rey de los rútulos y prometido de Lavinia (hija de Latino), rompan la alianza. El Lacio, contra el deseo de su rey, se alza en armas contra los troyanos. LIBRO VIII: Turno revisa sus tropas. El dios del Tíber se aparece en sueños a Eneas para tranquilizarle y ordenarle que navegue río arriba para pedir ayuda al rey de Palanteo, Evandro. El héroe obedece y es acogido favorablemente por Evandro. Éste se encuentra celebrando fiestas en honor de Hércules, cuyos orígenes explica a Eneas, y le muestra los lugares en donde se alzará la futura ciudad de Roma. Venus proporciona a su hijo magníficas armas, en las que se encuentra labrado el

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destino de Roma, hasta la batalla de Acio. Eneas regresa con un nutrido grupo de guerreros y cuenta también con la ayuda de los etruscos de Caere. LIBRO IX: Los combates. Turno, en ausencia de Eneas, ha atacado el campamento troyano. Al caer la noche, Niso y Euríalo intentan abrirse paso entre las filas enemigas para avisar a Eneas, pero mueren heroicamente. Al día siguiente, Turno logra entrar en el campamento troyano, causando enorme matanza; finalmente es rechazado. LIBRO X: Los dioses, reunidos en consejo, debaten el destino de Eneas; ante la rivalidad de Juno y de Venus, Júpiter se declara neutral y deja que el Destino prosiga su curso. Continúa la guerra. Regresa Eneas; un coro de ninfas (encarnación de sus naves) le infunde ánimos y facilita su llegada. En los combates frente a los rútulos muere Palante, hijo de Evandro, a manos de Turno. Juno salva a éste de la venganza de Eneas, pero no puede evitar la derrota de los suyos (episodio de Mezencio y de Lauso). LIBRO XI: Los dos bandos entierran y lloran a sus muertos. Eneas envía el cadáver de Palante a su padre, Evandro, cuyo dolor es inmenso. El rey Latino reúne su consejo; intentan pedir ayuda al griego Diomedes, pero éste se niega a luchar contra Eneas. Latino quiere recobrar la paz con Eneas, ante las opiniones opuestas de los héroes latinos y rútulos. Se suspende el consejo ante la inminente llegada de las tropas troyanas. Turno reanuda la lucha. Episodio de la virgen guerrera Camila. A su muerte, los latinos huyen despavoridos. Turno, a la defensiva. LIBRO XII: Turno decide enfrentarse en combate singular con Eneas. Mientras, Latino establece un nuevo tratado de paz con Eneas y lo sellan bajo juramento. Juturna, hermana de Turno, instigada por Juno, provoca la reanudación de los combates. Eneas, desarmado, exige el respeto de los juramentos, pero es herido y retirado del campo de batalla. Turno recupera la iniciativa. Eneas es curado milagrosamente y regresa al combate para acabar con Turno. Venus inspira a Eneas que ataque la ciudad de Latino y Turno acude a defenderla. Júpiter y Juno acuerdan una alianza definitiva entre troyanos y latinos. Eneas y Turno se enfrentan; éste muere y se gana la paz.

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6.- Bibliografía: La Bibliografía sobre Virgilio, en general, y sobre La Eneida, en particular, debe comenzar siempre por la monumental y excelente Enciclopedia Virgiliana, F. DELLA CORTE (dir.), Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana, vol. I: A-DA, 1984; vol. II: DE-IN, 1985; vol. III: IO-PA, 1987; vol. IV: PE-S, 1988; vol. V*: T-Z, 1990; vol. V**: Opere-Fontes-Indici, 1991. Para quien comienza a estudiar la obra de Virgilio, es muy recomendable The Cambridge Companion to Virgil, CH. MARTINDALE (ed.), Cambridge Univ. Press, 1997. Además, son abundantes los repertorios bibliográficos sobre el autor. Éstos son los más recientes: The Classical World Bibliography of Vergil, Nueva York, 1978 [donde se recogen los resúmenes críticos de estudios virgilianos, de G. E. DUCKWORTH (1940-1963) y de A. G. McKAY (1964-1973) aparecidos en la revista Classical World]; SUERBAUM, W., “Hundert Jahre Vergil-Forschung: Eine systematische Arbeitsbibliographie mit besonderer Berücksichtigung der Aeneis”, ANRW, II 31.1., Berlín-Nueva York, Walter de Gruyter, 1980, pp. 3-358 [hasta 1975]; MORANO RANDO, M. T., Bibliografía Virgiliana (1937-1960), Génova, 1987; PÖSCHL, V., “Der Forschungsbericht Vergil”, Anzeiger für die Altertumswissenschaft, 6, 1953- [resúmenes críticos de estudios virgilianos, de periodicidad irregular]; Vergilius, 3, 1962/63- [revista de la Vergilian Society of America, Univ. de Maryland, EEUU, donde A. G. McKAY publica anualmente resúmenes críticos de estudios virgilianos]. En cuanto a las ediciones, las más recientes son P. Vergili Maronis Opera, ed. de R. A. B. MYNORS, Oxford, OCT, 1969; Virgilio: Eneida, ed. de M. DOLÇ, 4 vols., Barcelona, Fundació Bernat Metge, 1972-1978; Virgile: Énéide, texto y trad. francesa de J. PERRET, París, Les Belles Lettres, vol. I (I-IV): 1977 [con reediciones posteriores; 3ª ed.: 1992]; vol. II (V-VIII): 1978 [con reediciones posteriores; 5ª ed.: 1989]; vol. III (IX-XII): 1980 [2ª ed.: 1987]; Virgilio. Eneide, ed. de E. PARATORE, Milán, Fond. Lorenzo Valla, 1978. Algunos comentarios útiles para La Eneida son los siguientes: R. G. AUSTIN, P. V. M. Aeneidos l. II, Oxford, 1964; R. G. AUSTIN, P. V. M. Aeneidos l. IV, Oxford, 1955; PEASE, A. S., P. V. M. Aeneidos l. IV, Harvard, 1935; NORDEN, E., P. Vergilius Maro: Aeneis Buch VI, Leipzig, 3ª ed. 1927; Virgilio, Eneida. Libro VI, introd.. y notas de H. FUENTES, Madrid, CSIC, 1966; Virgil, Aeneid. Book VIII, K. W. GRANSDEN (ed.), Cambridge Univ. Press, 1976; Virgil, Aeneid. Book IX, PH. HARDIE (ed.), Cambridge Univ. Press, 1994; Virgil, Aeneid. Book XI, K. W. GRANSDEN (ed.), Cambridge Univ. Press, 1991.

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En cuanto a las traducciones al español, merecen citarse a pesar de su desigual valor las siguientes: Virgilio: Eneida, introd., trad. y notas de M. D. N. ESTEFANÍA ÁLVAREZ, Barcelona, PPU, 1968 [con reimpr. sucesivas]; Virgilio: Eneida, trad. de B. SEGURA RAMOS, Barcelona, Círculo de Lectores, 1981; Virgilio: Eneida, introd. y trad. de R. FONTÁN BARREIRO, Madrid, Alianza Ed., 1986 [con reimpr. sucesivas]; Virgilio: Eneida, introd. de V. CRISTÓBAL, trad. y notas de J. DE ECHAVE-SUSTAETA, Madrid, Ed. Gredos, 1992; Virgilio: La Eneida, prólogo y presentación de F.-LL. CARDONA, trad. y notas de F. PEYRÓ CARRIO, Barcelona, Edicomunicación, 1992.

A continuación se mencionan algunos estudios de particular interés: AGNES, L., “Sull’autenticità della Vita Vergilii di Probo”, Riv. di Filologia, LXIX,

1941, pp. 169-178. ALVAR, A., 2003a, “El piadoso Eneas”, en Imágenes y ficción. 8 ideaciones clave

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