vilanova y piera conferencias

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Conferencias sobre ciencias naturales

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VIAJE CIENTÍFICO

Á DINAMARCA Y SUECIA.

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W O R S A E P R E S I D E N T E D E L C O N G R E S O P R E H I S T Ó R I C O D E i P f i f ) .

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VIAJE CIENTÍFICO Á

DINAMARCA Y SUECIA CON MOTIVO

DEL CONGRESO INTERNACIONAL PREHISTÓRICO

CELEBRADO

EN COPENHAGUE EN 1869

P O R D. J U A N V I L A N O V A Y P I E R A

Y

D. F R A N C I S C O M. T U B I N O .

M A D R I D . IMPRENTA DE A. GÓMEZ F U E N T E N E B R O ,

BORDADORES,10.

1 8 7 1 .

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INTRODUCCIÓN.

^ a n nueva es la Arqueología prehistórica a que ma­yormente se refiere este l ibro, que ni aun ha salido de los límites de la infancia, llenando, sin embargo, el mundo civilizado con sus hechos, mientras encadena la admiración de los doctos con sus maravillosas conquis­tas. Fuera violento desconocer que esta ciencia data de pocos años; derecho hay para decir que asistimos á su génesis, más no por esto habrán de negarse los esfuerzos que se hicieron antes de ofrecerla en el palenque de la discusión, dispuesta á vencer los reparos de la crítica y los ataques de la ignorancia , ni sus grandes creci­mientos.

Si la antropología es la verdadera ciencia del hom­bre , la arqueología prehistórica comprende aquel linaje de labores que se relaciona directa é inmediatamente con los primeros pasos de ese mismo hombre sobre la faz de nuestro globo. En su legítimo conato de penetrar en los dominios de lo pretérito, comenzó el erudito por

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estudiar la historia constituida y hubo de hallar en ella nó los esbozos de la sociedad civil , sino descripciones más ó menos completas y exactas de períodos sociales relativamente perfectos. Los mitos clásicos que solían estimarse cual ligeras nubéculas que flotaban en losalbo-res de la historia, convirtiéronse por virtud de las com­paraciones más juiciosas y del apoyo que la filología mi­nistrara al investigador en admirables síntesis de ideas, propias no de pueblos infantes, sino de sociedades gran­demente adultas. Apreciándose concienzudamente los monumentos artísticos y literarios de la India y del Egip­to, vióse que argüían una antigüedad mayor que la cor­riente; y como por otra parte las controversias referen­tes á las razas hacían sospechar que los seis mil años asignados á nuestra especie no permitían las evoluciones que debió sufrir la primera pare ja , conforme á la doc­trina monogénica, hasta presentarse, ya en los tiempos propiamente históricos con los caracteres diversos que determinan sus variedades, hubo de concluirse, que ni la cronología más admitida era exacta, ni las narracio­nes históricas, más que páginas incompletas de la gran historia humana. A robustecer esta tesis concurrió el hallazgo del hombre fósil y de los restos de su primitiva industria, afirmando su presencia sobre nuestro planeta en períodos anteriores á los últimos cambios experimen­tados por la corteza terrestre, y su contemporaneidad con animales que , ó desaparecieron por completo de la fauna viviente ó emigraron á latitudes donde las condi­ciones climatológicas les permitían la vida.

Quiso el sabio, ante estos hechos , poseer la clave que hubiera de explicárselos. Interrogó á la historia y la encontró muda; pidió auxilio á los monumentos más arcaicos, y no hubieron de responderle satisfactoria­mente; llamó en su auxilio á las tradiciones y tocó su

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impotencia. Entonces, no hallando quien le asistiera, no conociéndose ni códice corroido, ni viejo pergamino, ni inscripción anticuada, ni trasunto legendario que calma­ra sus legítimos deseos, convirtió sus ojos del lado de las ciencias naturales y asociando ramas hasta aquel momento separadas, pensó que la historia del hombre era cosa distinta de lo que hasta entonces fuera, y por tal manera, surgiendo la arqueología prehistórica, hubo medio de encontrar en los vírgenes y ocultos horizontes geológicos, las huellas de la primitiva humanidad defi­nitivamente borradas sobre la superficie del globo. T u v o razón de ser desde aquel instante lo prehistórico, que oponiéndose en parte á las afirmaciones del historiador, recibe sus crónicas a beneficio de inventario y se propo­ne utilizarlas convenientemente cuando llegue el dia de reconstituir la historia del hombre , basándola sobre he­chos positivos é inconcusos, producto de la observación y del filosófico análisis. Mas lo prehistórico ha pasado por los trances más rigorosos antes de estimarse como explendente victoria del moderno saber. Producto de •una larga elaboración, tiene sus raíces en las últimas centurias según demostraremos.

Comprende la Arqueología prehistórica, entre otros estudios no menos ricos en resultados admirables , el de las armas y útiles de piedra de que los hombres primiti­vos se sirvieron, ya en los distintos usos de la vida do­méstica, ora en las funciones y actos de la vida civil ó religiosa. Las hachas de silex, diorita, jade ó cuarzo, que actualmente figuran en nuestros museos como tes­timonios fehacientes de la más rudimentaria industria, tienen una historia, abundante en curiosos é interesan­tes pormenores. Ocupáronse de ellas los eruditos de la antigüedad clásica, con ocasión de describirlas ó de nar­rar las virtudes especiales que les atribuian, señalando

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á la vez su origen, significación y naturaleza. Imbuidos griegos y romanos en los más crasos errores tocante á la meteorología y á los demás fenómenos de la natura­leza , atribuyeron una procedencia absurda á los aereo-litos, creyéndolos merecedores de especial veneración; y confundieron con estos restos de animales reducidos á sustancia mineral por virtud de la fosilización, y las hachas y puntas de lanza que sobre la superficie terres­tre habían dejado, como señales auténticas de su paso, los hombres primitivos.

Varias fueron las piedras que en la antigüedad reci­bieron culto. Habla Sanchoniaton de las llamadas betu­los, representación, según los sacerdotes, de la divini­dad, atribuyéndolas virtudes protectoras que llevaban á las gentes á colocarlas en aquellos lugares venerados que se querían precaver contra todo peligro. E l be tul o, que era simplemente un erizo de mar en estado fósil, se consagraba á Júpiter y á Saturno, diciéndose que un betulo fué el que Rhea ofreció á la voracidad del último, en lugar del padre de los dioses. Ocúpase Sotacus ex­tensamente de los betulos clasificándolos detenidamen­te , barajándolos con otros fósiles y con restos de la in­dustria humana. Como los fenicios, griegos y romanos, los hebreos dieron en la superstición de los betulos, que aún se conserva entre algunos pueblos orientales; si bien se opina que los betulos reverenciados en la K a a b a , en el Nepol y en Cachemira, no son fósiles sino piedras meteóricas.

Eran estas designadas por los griegos con el nombre de brontias, haciéndolas proceder del trueno. Si los betulos tenian el don de la palabra, gozaban de automa­tismo y eran la morada de los genios, la brontia equi­valía á un testimonio directo de la cólera divina, y en este concepto Plinio trata de ellas asimilándolas á los

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betulos, pensando que unas y otros debían incluirse en­tre las piedras de rayo. Betulos, brontias y glosope-tras, tienen puesto privilegiado entre los objetos del cul­to pagano; la liturgia trata frecuentemente de ellos, y tradiciones venerandas decían, que en hombres se trans­formaron las piedras que sobre la tierra arrojó Deucalion después del diluvio, y en mujeres las que Pirra lanzara de su mano.

Poco nos importa conocer las preocupaciones de los antiguos acerca de los fósiles y meteoritos en general, sino sus creencias particulares sóbrelas ceraunias. Con­sideráronse como tales en Grecia y Roma las hachas de piedra, de que se sirvieron auctotones y aborígenes, lla­mándolas piedras de rayo, discurriendo que del rayo provenian y concediéndolas virtudes misteriosas y pro­piedades curativas que obligaban á tenerlas en grandísi­ma reverencia. Cayó el mundo antiguo con sus falsas doctrinas, pasaron siglos y siglos, las luces de la civili­zación inundaron con sus resplandores las más aparta­das comarcas del planeta, y sin embargo, no en las re­giones dilatadas del Oriente, no entre los indígenas de las pampas ó entre los nómades del Sahara , sino en ple­na Europa, en Francia , en Alemania, en España, las gentes sencillas que habitan los campos y las aldeas, siguen abrigando las supersticiones que tanto nos ad­miran cuando las vemos en gran predicamento, bajo los arquitraves del Pórtico ó al amparo de la Basílica romana.

Asimilando los antiguos las ceraunias á las demás piedras sagradas, rendíanles idolátrico culto, colocán­dolas en sitios reservados : tomaba la ceraunia su nom­bre del rayo , y se escribiaque Júpiter la arrojaba desde lo alto, señalándose algunos parajes, como ciertos mon­tes vecinos al mar Caspio , y el de la Quimera en el Epi-

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r o , donde este fenómeno se repetía con frecuencia, mo­tivando el que se les designara, según Ovidio, con el epí­teto de ceraunios. Colocaba Plinio la ceraunia entre las piedras preciosas; y con ella se hacia , al decir de algu­nos, la mutilación á que voluntariamente se condenaban los sacerdotes de Cibeles. Sabido es que Saturno recibió de su madre, la tierra, una guadaña de piedra ó instru­mento cortante, y también un instrumento de piedra se empleó por los israelitas en la circuncisión. Figura la ceraunia en la diadema de los soberanos, lleváronla al cuello como amuleto los servidores de la ya mencionada Cibeles, y con su auxilio se ganaban batallas, se rendían ciudades y se apresaban flotas. Aseveran Sotacus y Pli­nio que tenían la forma de un hacha (símiles securibus) y tan grande debió ser su popularidad, que entre los modismos de la lengua latina , conocióse el siguiente: Jovem lapidem jurare. Jurar por Júpiter con un guijar­ro. Decíase de aquellos que juraban solemnemente por Júpiter teniendo en la mano una piedra mientras pro­nunciaban la siguiente fórmula adoptada por la costum­bre. Si sciens fallo, tum me, Diespiter, salva urbe ar­ce qui boni ejiciat, uti ego hunc lapidem.

A semejanza de los helenos y latinos , los pueblos del Norte reverenciaron las piedras de rayo , llamadas por los alemanes del Renacimiento der glatte Donner stein, frase de significativo sentido que nos llevaría á una muy curiosa digresión de permitirlo la índole de este trabajo.

Cuéntanos Prudencio que los germanos usaban el traerlas engastadas en sus cascos; durante la Edad me­dia lleváronse suspendidas al cuello á guisa de amuletos; y Helwing, ministro de Angerbourg, en Prusia , refiere que fué necesario en el territorio que gobernó , recurrir al brazo secular á fin de poner en algún tanto término á las excesivas supersticiones de sus administrados en

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cuanto se refería á este particular. Aun viva permanece en algunos distritos de Andalucía y Extremadura, según nuestras particulares investigaciones, la idea de que las hachas que usaron nuestros antepasados proceden de la atmósfera, atribuyéndoselas una influencia benéfica en determinadas circunstancias. Aseveró Rumphius que el culto de estas piedras fué conocido desde antiguo en la China, y los primeros historiadores de la América latina nos anunciaron que también en aquellos climas eran re­verenciadas.

No fueron más avisados los físicos y eruditos de la Edad media y aún del Renacimiento en cuanto se refie­re al origen de las pretendidas piedras de rayo. Lo mis­mo Eucelio , San Isidoro, Alberto el Grande y Cardano que Paracelso, Kentmann, Gesner, W o r m s , Lang y Bohn sostuvieron su origen celeste, dejándose influir por los errores de los naturalistas de la antigüedad. Cierto es que hubo quien como Agrícola puso en duda la procedencia atmosférica de las ceraunias , incluyendo la contraria opinión entre las creencias del vulgo. T a m ­bién Boecio de Boot rechazó la doctrina pagánica, no atreviéndose por tanto á aceptar el fallo de los que ya en su siglo sospechaban ser útiles é instrumentos produci­dos por la industria del hombre , eludiendo la dificultad con decir que las ceraunias eran simplemente objetos de hierro trasformados en piedra por la acción del tiempo. Quizá podria pensarse, al notar la persistencia con que los antiguos sostuvieron tan equivocadas doctrinas, y la falta de valor con que los doctos de los siglos medios y del Renacimiento , se condujeron en lo que á este parti­cular respecta , que ni unos ni otros tuvieron la más leve noticia de períodos anteriores al conocimiento y uso de los metales. Posible es que haya quien calcule que has­ta los tiempos presentes no se ha hablado de épocas

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agenas.á toda civilización, en las cuales el estado de los hombres era idéntico en un todo á aquel que hoy alcan­zan los salvajes del África, de la América meridional ó de la Oceanía. Preciso y conveniente es demostrar lo contrario. La realidad de una época prehistórica , si­quiera no se la diera este nombre , fué no sospechada, sino rotunda y claramente afirmada por reputados es­critores de la antigüedad; y por lo que respecta a la Edad media, el poema Francique , citado por la Acade­mia de Inscripciones y Bellas Letras de París , escrito al parecer durante el siglo VIII de nuestra Era , describe el combate de dos guerreros francos Hildebrando y Ha-libran, que se atacan con un arma primitiva , denomi­nándola staimbort, vocablo compuesto de otros dos, piedra , stein y bart ó bard hacha.

Llegamos á lo moderno, y el error no desaparece totalmente de entre los sabios; las muchedumbres no se han librado de él ni aún en nuestros dias. Miguel Mer­can , erudito del siglo X V I , escribió una obra descripti­va de los objetos curiosos de naturaleza metálica, que se conservaban en el Museo Vaticano. Impreso este li­bro en 1 7 1 7 , gracias á la munificencia de Clemente X I , y con notas de Juan María Lancisio , podemos gozarlo. Hallamos en él que Mercad describe en el capítulo X V las ceraunias _ cuneiformes , mostrando la lámina que acompaña al texto que se trataba de varias hachas de la segunda edad,.guardados en las ricas colecciones del Va­ticano : divídelas Mercati en tres clases que se distin­guen entre sí por su figura y color, diciendo que comun­mente se cree que los rayos las arrojan del cielo, y que el tercer género solo se halla en los parajes heridos por el rayo.

No participando de estas doctrinas el anotador del libro, asevera que no conocia argumento que confirma-

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ra el pretendido origen de las ceraunias, negando fue­ran productos del rayo; y calificando de fabulosas las cosas que tocante á ellas se escribían, aduce con tal mo­tivo varias razones y explica las supersticiones de que fueron ocasión entre los antiguos , sin señalar su verda­dera procedencia. En el capítulo X V fíjase Mercati en las ceraunias comunes, que el vulgo denomina saetas, hallándolas labradas con los tres filos de las lanzas, siendo su materia el pedernal. Enséñanos la lámina ilustrativa que las que se llamaban ceraunias comunes, eran puntas de flecha semejantes á las que se descubren actualmente en la Liguria y la Toscana. Reconocía Mercati que la opinión estaba dividida respecto á estas piedras , que para la mayor parte de los hombres pro­cedían del rayo, si bien los que conocían á fondo la his­toria , según é l , creían que fueron cortadas de durísimos pedernales para servirse de ellas en la guerra antes de que se comenzara á usar el hierro. Mercati no se decide entre ambos pareceres, aún conociendo hechos muy elocuentes que le ponían ante los ojos la flaqueza del primer juicio. Dice la Biblia que Sefora , mujer de Moi­sés , introdujo entre los israelitas la costumbre de poner una piedra muy aguda en la punta de la lanza. Al entrar Josué en Palestina, mandóle Dios preparase dos cuchi­llos de piedra para el mismo uso , de donde provino la costumbre hebraica de circuncidar con pedernales.

Más adelante establece la buena doctrina, explican­do cómo pasó el hombre del uso de sus manos , dientes y uñas , al de los palos y piedras, y no obstante su visi­ble timidez, es indudable que fué el primer autor mo­derno que proclamó la doctrina prehistórica, sin con­cederla por supuesto su verdadero nombre. Las meras sospechas de los escritores antiguos conviértense para él en realidades positivas, y cita una época en donde los

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hombres no vivieron ágenos al conocimiento de los me­tales , empleando en los usos de la vida las armas y úti­les de piedra y hueso que se fabricaban con sus propias manos. No podia Mercad resolver la cuestión cronoló­gica, ni decir nada relativamente á la edad atribuida al género humano.

Contemplaría la próxima centuria la aparición de la hipótesi preadamítica sostenida por La Peyrere y com­batida por Pythius , Hulvius y Revius , entre otros: sus-citaríanse luego las controversias cronológicas, terciando en ellas los primeros talentos de la Europa , y llegaría un dia en que formulado el tema del hombre fósil, traería laboriosas pesquisas y sorprendentes descubrimientos.

Desde mediados de la décimasexta centuria, por lo menos, las hachas de piedra, puntas de flecha y lajas de pedernal, comenzaron á figurar en Museos públicos y privados. Conrado Gesnerio, naturalista que en 1565 publicó un tratado de las cosas fósiles , siendo condena­do por la Inquisición de Alcalá que en 20 de Enero de 1 6 1 4 , tachó de la portada de su obra estas palabras : li­bro 110 solo útil y agradable para los médicos, sino pa­ra todos los aficionados á las cosas de la naturaleza y de la filología , habla de la frecuencia con que en Espa­ña y Alemania se hallan, c i tándolas que dibuja Reut-man , las que vio Eucelio y las que él mismo poseia ó contempló en casa de un su amigo, reproduciendo las fi­guras de varias recogidas en Torga en 156 1 , á doce co­dos de profundidad y en Culemberg y Siplitz : Boet de Boot , Aldrobando , Montfaucon, Everard , Vallisnero, recuerdan otros ejemplares, y Beuter , historiador de Valencia, dice textualmente lo siguiente: «Agora, en el año del Señor de 1 5 3 4 , cerca de Fuentes , á media legua de Cariñena de Aragón, donde está un monasterio de Cartujos, se ha hallado en un campo lleno de montes de

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tierra , cavando por otra ocasión, que estaba poco de­bajo de t ierra, gran multitud de huesos grandes y de armas hechas de pedernal, a manera de hierros de sae­tas y de lanzas, y como cuchillos á manera de medias espadas y muchas calaveras atravesadas de aquellas piedras como de hierro de lanzas y saetas.» E n 1686 M. Cocheret, se persona ante la Academia de Inscrip­ciones y Bellas letras de Par í s , y la ofrece huesos y piedras que ha encontrado en una tierra suya cerca de Passy (Normandía): las piedras, según la nota académica, estaban talladas en forma de hachas y con mangos de cuernos de ciervos, habiendo la apariencia de que cor­respondían a una época en que no se conoció el uso del hierro.

E l espectáculo que ofrecían los salvajes de la Améri­ca no usando otros instrumentos y armas que los de pie­dra ó hueso, debió iluminar á los eruditos, facilitándo­les la explicación categórica y concluyente de un hecho en torno del cual giraban sin acabar de comprenderlo. Ulloa habia descrito las armas de piedra encerradas en las tumbas de los antiguos peruanos; Torquemada ex­plicó cómo los mejicanos labraban las suyas con núcleos de obsidiana : otros historiadores hablaban de las ha­chas extraídas de las sepulturas francas ó germánicas, y como fruto de los esfuerzos de viajeros inteligentes, se gozaban ya en Europa multitud de objetos exóti­cos que servirían de base á los fundadores de la et­nografía.

Jussieu antes que nadie utiliza en su «Disertación acerca del origen y usos de las piedras de r a y o , » impresa en 1723 en las Memorias de la Academia de Ciencias de P a r í s , estos antecedentes y elementos; fundando la arqueología comparada , y combatiendo de frente toda explicación sobre las hachas que no señale

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su procedencia humana. Una poca de atención hacia las piedras semejantes procedentes de América y del Cana­d á , bastóle para descubrir la verdad. Iluminado por la etnografía equipara las primitivas naciones de Eu­ropa á las tribus salvajes de América , proponiendo que la docta Asamblea , al acoger sus opiniones, de­clare que las piedras de rayo no tienen nada de ani­mal , que su origen es evidente y seguro, desde que se ven muchas idénticas que han sido talladas por los americanos con el fin de hendir sus maderas y armar las flechas. Asiente la Academia á la idea de que los aborígenes europeos, experimentando un dia la falta de metales , ejecutaron lo propio que ahora practican los del Nuevo Mundo , y termina afirmando que si los fósiles son monumentos de grandes revolucio­nes físicas, las piedras labradas lo son de otra gran re­volución que podría llamarse moral y cuyo conocimien­to facilitaría por extremo el estudio comparativo del nuevo y del viejo mundo.

Presentó Mahudel en 1 7 3 4 a la Academia de Inscrip­ciones y Bellas letras su Memoria sobre las pretendi­das piedras de rayo. Refiere la historia de la supersti­ción que las acompaña y sostiene que son pruebas de la industria de los primeros hombres , fundando la teoría de una época anterior á los metales, con varios razona­mientos; mas ni adelanta en el camino abierto por Jus-sieu, ni saca el debido fruto de sus sabias observaciones contentándose con encajar el período que llamaremos prehistórico, en el lapso que media entre Adán y Tubal-cain, pretendiendo que los instrumentos con que se construyó la ciudad de Enoch fueron de piedra. Agradez­cámosle, sin embargo, el estudio comparativo que hace de los ejemplares conocidos, las figuras que reproduce, y la exactitud con que explica el mecanismo usado por los

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antiguos para labrarse sus armas. Fué Mahudel un vul-garizador cuyos servicios sería injusto menospreciar. A la altura á que la investigación habia llegado, reclamaba su mejor éxito, un ensayo de clasificación sintética que permitiera colocar los hechos en sus series respectivas, Eccard y Goguet, en el comedio del siglo X V I I I , aquel inquiriendo el origen de los germanos, éste historiando los progresos sociales, echaron los cimientos de las tres edades antehistóricas, separando distintamente las de la piedra, de las del bronce y el hierro.

Triste es recordar que nuestro Padre Torrubia , per­sona de ilustración reconocida, continuó apegado en parte al error ya descubierto, defendiendo que las cerau-nias «eran piedras figuradas por la naturaleza.» En cam­bio Marin y Mendoza en su Historia de la Milicia Es­pañola desde las primeras noticias que se tienen por ciertas, hasta los tiempos presentes, sacada á luz por Sancha en iy55 , es el primero que en idioma español escribe frases acertadas en orden al tema que mueve nuestra pluma, aceptando la existencia de las edades antehistóricas, cuyos caracteres distintivos fija con acierto.

Registran los anales del Instituto Real de Francia, otra Memoria acerca de esta materia escrita por Mon-gez en 1804; presenta este mismo un segundo trabajo en 1 8 1 5 , donde estudia una preciosa hacha extraida del Sena en un paraje próximo á Abbeville; generalízanse en 1821 las observaciones, hablase ya de la repetición con que se recogen las hachas en la antigua Escandina-via , en Alemania , Gran Bretaña y Norte y Mediodía de Francia , y Mongez atribuyelas en mucho á los norman­dos y á los primeros trancos que atravesaron el Rhin. Falta quien se decida á salvar los límites de la historia conocida; la cronología dominante aún goza de grandí-

h

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simo prestigio, adivínase un ciclo anterior al uso de los metales, pero incluido en la serie histórica, dentro de cuyo estrecho círculo se agitan filósofos, eruditos y ar­queólogos. Necesítase un genio que busque en otra parte la clave de los descubrimientos que empiezan á preocu­par los ánimos, una voluntad bastante enérgica que prescinda de toda cronología histórica, y que llevando la investigación del lado de las ciencias naturales, pida su consorcio á la geología y á la paleontología, ramas del humano saber confinadas hasta entonces en el estu­dio del naturalista. Nadie habia sospechado que el his­toriador pudiera preocuparse de lo que guardaran los estratos geológicos en sus vírgenes y no removidas en­trañas, nadie que sin el anatómico y el paleontólogo fuera imposible adelantar positivamente en el conoci­miento de las fases por que en su desarrollo habia pasa­do la humanidad; nadie, en fin, la conveniencia de bus­car en el fondo de las turberas, bajo la dura capa esta-lagmítica que cubre el piso de las cavernas, los docu­mentos del hombre primitivo y de su naciente industria.

Ni la Edad media ni el Renacimiento consiguieron, como anteriormente indicamos, rasgar el tupido velo que cubría los fenómenos de la naturaleza. Sostenían los tísicos las ideas más erróneas sobre ellos, y por lo que particularmente afecta al estudio de los restos fósiles, sus doctrinas pueden darnos la medida de lo que sabían y alcanzaban respecto á química, física y meteorología. Habia quien los hacia descender del cielo, y lo corriente era atribuirlos á caprichos de la naturaleza. Para apoyar una y otra opinión, inventábanse las teorías más desca­belladas, hasta que habiéndose despertado en Italia, en los comienzos del siglo X V I , cierta afición á las pesquisas geológicas, suscitóse consiguientemente una viva discu­sión acerca de la naturaleza real de los fósiles, tomando

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en ella parte no pocos naturalistas. Continuaba creyén­dose en la existencia del jugo lapídeo, en la eficacia del influjo de los cuerpos celestes, en cierto movimiento ro­tatorio de los terrenos; empero el célebre Leonardo de Vinci , Fracastor, Mattioli, Bernardo de Palissy, el da­nés Stenon, el pintor Scilla, con otros sabios que no po­demos nombrar, acumulan el número de hechos sufi­ciente para que un dia se pueda constituir la ciencia de los Owens , Werners , Spallanzanis y Saportas. Leibnitz había sido de los primeros en negar que los fósiles fueran caprichos de la naturaleza, segundóle en 1706 la Acade­mia de Ciencias de París , y sucesivamente buscáronse explicaciones más racionales al fenómeno, hasta que or­ganizada la geología facilitó campo para que el gran Cu-vier creara al impulso de su talento la ciencia paleonto­lógica.

Intimamente ligado el problema del origen del hom­bre con el de los fósiles, claro es que no podía progresar sin que este adelantara. Poruña parte creíase en los gi­gantes, tomando por tales los restos de animales de grandes dimensiones, puestos al descubierto por acci­dentes fortuitos. Desde San Agustín y Luis Vives hasta Kircher y Torrubia, admitióse la gigantología como cosa indiscutible. Por otro lado se negó la posibilidad de des­cubrir el esqueleto del hombre antidiluviano, hasta el punto de declarar Cuvier sin valor alguno el magnífico fósil desenterrado en 1823 por Amí Boué , evidente tes­timonio del funesto error en que estaba imbuido el hábil naturalista.

Mientras que esto ocurría, el estudio del horizonte geológico, llamado terreno cuaternario, adelantaba con­siderablemente. En él habían de encontrarse los testi­monios del hombre y de su primitiva industria, remon­tando su aparición sobre la tierra á edades de que ni

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aún presentimiento tuvo la antigüedad. No se contenta­ban los arqueólogos con explorar dólmenes, túmulos y cromlechs, sino que también removían los aluviones fluviátiles y los terraplenes de las cavernas. En 1 7 1 5 , Conyers descubrió cerca de Londres un fragmento de silex asociado á un hueso de elefante; en 1797, Frere extrajo de una formación de agua dulce del condado de Suffolk, varias hachas acompañadas también de huesos de un pro'ooscidiano, y tuvo el arrojo de afirmar que el conjunto correspondía á un mundo anterior al presente. Abriéndose un canal en Holanda por los años de 1 8 1 5 á 1 8 2 3 , hállase una mandíbula inferior humana con res­tos de animales gigantescos , todo en estado fósil. Mr . Crahay sostiene que en 1823 habia sido extraído de un depósito cuaternario situado en Hocht el cráneo de un hombre. Recogen Tournal y Christol de 1828 á 1829, en una caverna del Sucl de Francia , huesos y dientes humanos y cerámica grosera, revueltos en una brecha estalagmítica que contenia restos animales ; y defienden la contemporaneidad del hombre y de los mamíferos extinguidos , combatiendo su doctrina el competente geólogo Desnoyers, que un dia confeso y convencido, declararíase ardiente mantenedor de lo prehistórico. Promueven estos hechos una violenta reacción: si los incrédulos con Voltaire negaron la posibilidad de encon­trar restos animales anteriores al diluvio, posterior­mente se combatiría por los protestantes á Boucher de Perthes , asegurándose que con sus descubrimientos servia los intereses del catolicismo, y el dia llegaría en que , escritores llevados de un laudable pero excesivo celo, fulminaran los rayos de sus anatemas , contra los hombres de buena fe que sin otro móvil que el honrado deseo de poseer la verdad, se dedicaban á este linaje de investigaciones.

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BoucherdePerthesen Francia , desde 1826, Schmer-ling en Bélgica, desde I 8 3 I , entréganse con ardor inusi­tado á remover aluviones y cavernas, pretendiendo sa­car de ellos los comprobantes de la existencia antidilu­viana de nuestros antepasados. Recoge abundantes tes­timonios el segundo de la contemporaneidad del hombre y de los mamíferos extinguidos, probando por tal ma­nera la aparición de aquellos sobre la tierra antes de las últimas alteraciones geológicas, pero muere sin que el mundo científico haga justicia á sus conatos. Más afor­tunado el primero, sostiene titánica lucha con sus con­temporáneos. Persigúele unas veces la maldad, otras el fanatismo, siempre la indiferencia; aguijado por el noble deseo de ser útil á la humanidad, no descansa ni un momento, no desmaya nunca, no ceja de la línea que se ha trazado, y como el timonero avezado á luchar con las tempestades, fija su rumbo y á él se encamina, de­safiando y venciendo toda clase de escollos y peligros. Ponían los geólogos en duda los hallazgos de Schmerling; decían que los huesos confundidos en las cavernas ha­bían podido ser acarreados por corrientes de agua, que los tomaron en puntos apartados: menester era encon­trar al hombre asociado al mamífero extinguido, en una estación abierta, al aire libre, en un terreno no removi­do por ningún agente extraño.

Repítense desde esta fecha los hallazgos é investiga­ciones en varios puntos de Francia. Sin ponerse de acuerdo, diversos naturalistas secundan cada uno á su modo , los esfuerzos del ilustre Boucher de Perthes. Los ingleses Lyell , Falconer y Prestwich , lumbreras de la geología y la paleontología no permanecen ociosos; en el Norte escandinavo señálase un florecimiento arqueoló­gico que á la manera de las auroras boreales, en aque­llos climas tan frecuentes , esparcirá sobre la Europa

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entera las verdaderas luces de lo prehistórico. Nilsson en Suecia , Momsem, Forchhammer, Worsaey Steens-trup en Dinamarca, investigan turberas , túmulos dól­menes y quioquenmodingos, y la clasificación exacta de las edades desconocidas , brota de aquella extremidad, donde se agiganta una" viril civilización que sorprenderá un dia al resto de los europeos. Boucher de Perthes pu­blica de 1847 á 1857 el segundo tomo de sus Antigüe­dades celtas ó antidiluviales; la contienda se hace por momentos más ruda, los contradictores son numerosos, y los documentos que se exhiben no satisfacen. Primero se declararon absurdas las pretensiones de tan distingui­do anticuario, ahora se dice que carecen de comproba­ción ; mas esta no se hará desear largo tiempo : conviér­tese en 1829 Lye l l , y en la reunión que celebra la «So­ciedad británica para el desarrollo del saber» proclama como legítimos los descubrimientos hechos hasta enton­ces en Abbeville.

Acuden tras estos sabios otros no menos decididos, y en tal situación llega i863 , en cuyo mes de Marzo des­cubre Boucher de Perthes la célebre mandíbula humana de Moulin Quignon , que motivando un debate memora­ble en los fastos científicos , justifica y sanciona las pre­tensiones de la arqueología prehistórica que desde aquel dia es considerada como una de las más grandes del siglo X I X .

Corre la fausta nueva por el mundo y promueve ge­nerosos entusiasmos en todas partes. Abrense las puer­tas de las Academias á los nuevos estudios, los museos buscan con afán los testimonios genuinos de la industria primitiva, explóranse con ahinco turberas, dólmenes, aluviones y cavernas, y la Suiza ofrece sus palafitos co­mo inesperada comprobación de las edades antehistóri­cas. No nos es posible citar nombres, pero fuera en nos-

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otros taita imperdonable callar los de Troyon y Morlot, que hacen por la triunfante doctrina lo que las genera­ciones futuras no les agradecerán nunca bastante. Popu-larízanse los trabajos de los anticuarios del Norte y lo prehistórico se organiza en cuerpo de verdades y hechos científicos que resiste las mayores pruebas. Hé aquí como bajo la relación cronológica se subdivide la época prehistórica :

Edad de la piedra tallada ó paleolítica. E s la más an­tigua.

Edad de la piedra pulimentada ó neolítica. Edad del bronce. Edad del hierro. Encajan las cuatro hasta ahora , en el terreno cuater­

nario, en cuyos límites se ha reconocido como indubita­ble la existencia del hombre, aunque nuevos hechos in­clinan á sabios tan eminentes como Quatrefages, á admi­tir la aparición' de nuestros mayores en los horizontes pliocenos, como sostenían hace tiempo el abate Bour-gois, Desnoyers, Vogt , Mortillet, con otros geólogos no menos discretos.

A la clasificación puramente arqueológica correspon­de la zoológica. Estudiando el insigne Lartet las evolu­ciones de la fauna cuaternaria, establece las siguientes coincidencias :

Edad paleolítica. Época del Ursas speleus. (Oso de las cavernas.)

Edad neolítica. Época del Elephas primigenius (Elefante primitivo), y del Rinoceras thicorhinas. (Ri­noceronte de narices tabicadas.)

Edad del bronce. Época del Cerpus tarandus. (Reno.)

Edad de hierro. Época del Aurochs. (Bisonte eu­ropeo.)

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Defiende el mismo Lartet la contemporaneidad del hombre con animales que desaparecieron por completo ó que emigraron de las regiones que antes frecuentaran ;

no pudiendo sobrellevar las modificaciones climatológi. c a s ; formula Pictet la tesis filosófica del hombre fósil, preguntando en qué momento habia aparecido, cuál era el estado geológico de la superficie del globo en ese ins­tante y qué animales vivían entonces. Por su parte Co-llomb, con Desor , Martins, Le Hon, Keyserling y otros varios, estudian las épocas glaciales en cuanto puede convenir á la ciencia consabida; Lucae , Retzius , Baer, Morton, Vogt , Busk , Schaffahausen, Broca , Huxley, Owen, dedícanse á la craneoscopia; Enrique Martin, Bosteten, Bertrand, Fergusson, á los monumentos mega-líticos; Keller y Rut imeyer , á los palafitos helvéticos; Heer aprecia su flora; Fallemberg analiza los bronces quede ellos se extraen; Capellini, Cocchi, Ponzi, Anca, Pigorini exploran las terramares, necrópolis y cavernas de la Italia; Rossiy Ponzi levantan la bandera prehistóri­ca en Roma, y con ella en la mano recorren las catacum­bas ; Dupont admira en Bélgica con su constancia, reanu­dando con éxito las labores de Schmerling; Spring adivina las costumbres de los aborígenes; Lubbock traza los ca­racteres de la civilización más rudimentaria, utilizando la etnografía como testimonio de la rectitud de sus aser­tos; Steenstrup explora los quioquenmondingos de las costas dinamarquesas, y halla en ellos los restos del hom­bre , de su industria y de la fauna que le acompaña; Noggerath escribe á propósito de las enfermedades en los huesos de los mamíferos que han vivido antes que el hombre; Ruprecht calcula el tiempo que ha sido nece­sario para la formación de las turberas; W i l d e , Shirley y Robertson investigan los crannoges de la Irlanda; Shaw y Madden los del África septentrional; Irby y

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Mangless los dólmenes de Palestina; Engelhart los di­namarqueses; en Suiza, Franc ia , Suecia , Inglaterra, Dinamarca y Alemania se erigen museos consagrados a recoger fósiles, hachas, puntas de flechas, restos cerá­micos y percutores; y las sesiones del Congreso inter­nacional de Arqueología y Antropología prehistóricas, celebradas sucesivamente en Neufchatel, P a r í s , Nor­wich y en Copenhague según nos proponemos reseñar en este libro, dándose la mano con las Sociedades antropo­lógicas establecidas en París , Londres, Munich y! F lo­rencia, contribuyen á que en reducido número de años lo prehistórico adquiera una robustez, una autoridad, un brillo, que ninguna otra ciencia consiguió alcanzar en idéntico período.

Siguen hoy estos estudios los primeros naturalistas y arqueólogos de ambos mundos, pues al movimiento propicio á ellos que en el antiguo se nota, corresponde otro no menos consolador y halagüeño en aquellas re­giones trasatlánticas donde la cultura ha crecido. Figu­ran sus representantes en las Academias, Universidades é Institutos más notables; enriquécese su literatura de dia en dia con estimables producciones; votan los go­biernos subsidios para auxiliar las pesquisas individua­les; y publícanse Revistas científicas donde se registran con escrupulosa exactitud todos los hechos que pueden interesarles.

No fué extraña totalmente á estos progresos la Pe­nínsula Ibérica, aun dadas las especialísimas circunstan­cias en que he vivido, no muy favorables para la dilata­ción del saber. No mencionaremos, al narrar los prime­ros pasos de la arqueología prehistórica en España y Portugal, los trabajos hechos por eruditos de otros tiem­pos , ganosos de inquirir lá filiación de los aborígenes de nuestra Península. Víctimas de prejuicios aceptados co-

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mo verdades inconcusas, no les fué dado ni siquiera plantear el problema en sus términos verdaderos. Redu-jéronse sus esfuerzos, por regla general , á interpretar con mayor ó menor acierto las fábulas mitológicas, atri­buyéndoseles por acaso, el valor histórico que más cua­draba á los sistemas particulares que defendían. Ni se comprendió la importancia de la arqueología en cuanto hacia relación á los monumentos de cierto carácter : pa­saron desapercibidos durante largos años los célticos, hasta que propagados estos estudios allende el Pirineo, hubo también quien entre nosotros deseara estudiarlos.

Y a citamos lo dicho por Beuter en i53-}., sóbre las armas y útiles verdaderamente prehistóricos descubier­tos en Aragón: también reprodujimos las palabras de Marín y Mendoza que tuvo la gloria en iy55 de sostener en España la existencia de un período social anterior al conocimiento de los metales. Torrubia , aunque conoció las ceraunias, víctima de errores deplorables , creyólas juego de la naturaleza; y si se descubrían antigüedades que no revelaban un origen claramente romano; nues­tros eruditos contentábanse con referirlas á fenicios ó cartagineses;, sin acordarse ni aun de los celtas, cuyas huellas tan profundamente grabadas habían quedado en algunas de nuestras regiones. Mencionó Fária Severim las construcciones célticas de las Beiras; Mendoza de Pi­na ilustró en el siglo pasado las antas de Pomares, Mon-tenor y Arrayólas, y en el presente Mitjana publicó una interesante Memoria acerca de la llamada Cueva de Menga, en Andalucía, y Sanahuja más de un papel re­lativamente á las ruinas ciclópeas de la región tarraco­nense. Otros escritores han discurrido antes y después sobre los primitivos terrícolas ibéricos, dentro siempre de los límites de la cronología histórica, no con el senti­do y la tendencia científica de los prehistóricos. Assas,

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Fernandez-Guerra, Rada y Delgado y Fulgosio aparecen entre los primeros; Murguia con mayores pretensiones ha escrito páginas importantes sobre los celtas de Gali­cia; mas justo es repetir que el hombre fósil no tuvo en España un paladín détidido hasta que alzó su enseña el laborioso y entendido ingeniero de minas D. Casiano de Prado.

Grande aficionado á la contemplación de la bella na­turaleza, geólogo distinguido, varón de nobles y eleva­dos sentimientos, cúpole la buena suerte de comunicar con sabios extranjeros que le iniciaron en las primeras verdades de la paleontología. Nombrado, después de prestar señalados servicios á la patria, vocal de la comi­sión encargada de levantar el mapa geológico de Espa­ña , y posteriormente individuo de la Junta general de Estadística, escribió con tal carácter y como resultado parcial de sus tareas, la Descripción física geológica de la provincia de Madrid (1864; que aquella corporación incluyó en el número de sus publicaciones. En los Ana­les de la bibliografía hispano-lusitana, este es , que sepa­mos, el primer libro donde clara y explícitamente se trata de la ciencia del hombre, en la dirección superior que le habian dado los anticuarios.

Recorriendo las páginas de la «Descripción,!) nótase que ya desde i85o Prado habia visto en el diluvium de San Isidro, sobre el Manzanares, objetos de silex, si bien confiesa con la ingenuidad del hombre honrado, que ni la menor idea tenia de su significación por aquel enton­ces. Excitaron, no obstante, su curiosidad; recogió al­gunos y repitió sus excursiones á San Isidro durante los años 18 51 á 1 8 6 2 , si bien sus miras se encaminaban á corroborar y ampliar observaciones geológico-paleonto-lógicas de suma importancia. Vino á Madrid afortuna­damente , en la última de las fechas citadas, el eminente

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naturalista M . de Verneuil, acompasándole M. Luis Lartet , hijo del célebre paleontólogo del mismo apelli­do , y uniendo al primero con Prado la más fraternal amistad, dirigiéronse todos á San Is idro, deseosos de confirmar juicios anteriores, acerca de la formación di­luvial que allí se señala.

No bien hubieron llegado al término de su excursión, cuando el anciano Verneuil acercóse al capataz director de las escavaciones que con fines muy ágenos á toda es­peculación científica se hacían en aquel punto, pregun­tándole si habían recogido alguna piedra particular, y como la respuesta fuese afirmativa, encamináronse los geólogos al tugurio del obrero, donde éste les mostró una no escasa cantidad de verdaderas hachas paleolíti­cas que conservaba separadas. No ocultaron su júbilo los franceses ante aquel que calificaban preciosísimo ha­llazgo; y explicando á Prado su valor, eligieron un ejem­plar que presentaron á la Sociedad geológica de París , ocupándose de él su Boletín. Desvanecidas las dudas de Prado, confesóse desde aquel momento sostenedor de la doctrina antehistórica, y en lo sucesivo no sólo procuró seguir de cerca el curso de los debates que allende el Pirineo sostenían amigos y adversarios de la antigüedad del hombre, sino que también dióse á reco­ger en las localidades de la Península que visitaba, cuan­tas noticias y materiales podían contribuir al esclareci­miento de los temas controvertidos.

En su citada Memoria recomendó Prado la conve­niencia de reconocer las cavernas hispánicas, redactan­do para facilitar la empresa, una nota de las principales; ocupóse en estudiar extensamente el terreno cuaternario de la provincia de Madrid y de la acción glaciaria de la sierra de Guadarrama; habló del famoso cráneo de Gi-braltar que conocía gracias á la liberalidad de M. Falco-

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ner su amigo, y mostróse al corriente de lo escrito por Lyell en su Antigüedad del hombre y por Boucher de Perthes en sus Antigüedades célticas y antidiluviales, acogiendo sin reserva las opiniones defendidas por el último. Al tratar del terreno moderno, vuelve Prado á ocuparse del hombre primitivo, y aceptando el método de los anticuarios del Norte , recuerda las señales que de la existencia de nuestros semejantes durante aquel, le han suministrado sus correrías por la provincia de Ma­drid. Por tal camino, elevándose nuestro autor á la es­fera de la filosofía positiva, tomaba partido como pen­sador, en las filas de los cultivadores de la arqueología prehistórica, cuando en España era poco menos que desconocida.

Informes verídicos recogidos de labios autorizados, nos dan derecho á afirmar que desde que Prado se inició en la nueva ciencia, ella fué su preocupación cons­tante. Entre sus publicaciones hemos tenido la suerte de ver una circular dirigida á los ingenieros jefes de las pro­vincias como vicepresidente de la comisión permanente de Geología; en ella, al señalarles los fines que debian proponerse para servir á la patria, escribe los párrafos siguientes que no deben olvidarse: «La Geología que bien considerada no se puede mirar sino como la histo­ria de la tierra, se enlaza en sus últimos períodos con la de los pueblos que habitan ó la habitaron. Preciso es, por tanto, buscar todos los indicios que manifiesten la presencia y la acción del hombre en los tiempos de que no hay memoria , y aunque no sean tan antiguos.» Nó­tese cómo Prado sobre abrir amplios horizontes al celo de sus delegados , afirma sin rebozo la teoría prehistóri • ca , pensando que para llegar á conocer , en lo posible, los orígenes del hombre, forzoso era interrogar á la geo­logía y buscar los documentos en sus estratos y forma-

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ciones. « Deben buscarse, sobre todo , son sus palabras, las piedras que sirvieron de armas y de utensilios, cono­cidos con los nombres de piedras de rayos , centellas y otras , correspondientes a la segunda edad de piedra, y de la que le precede y no tuvieron nombre hasta ahora, aunque su origen no se puede ya poner en duda. Gene­ralmente son de sílex y según su forma, se llaman hachas, cuchillos, cabezas de lanza, puntas de flecha , e t c . ; unas y otras son pequeñas y como chinas y chinarros , otras hay mayores y aún de enorme tamaño, que pudieran confundirse con ciertos cantos erráticos si por su posi­ción no indicasen que son verdaderos monumentos del hombre en los tiempos antehistóricos. A los mismos per­tenecen también los llamados tamul i por los arqueólogos, á que en España se da vulgarmente el nombre de mam­blas , mamoas , modorras, y acaso otros, y debían tam­bién reconocerse.»

Honra tanto la memoria de Prado el hecho que his­toriamos, que no será mal visto que terminemos esta reseña reproduciendo otro párrafo de la circular citada, no menos estimable que los anteriores. « En los aluvio­nes antiguos de los r ios , en los lagos ó en sus orillas, cuando son de alguna extensión, en los turbales y sobre todo en las cavernas, e s en donde principalmente se ha­llan muchos objetos de interés, correspondientes á la infancia déla humanidad, interés que crece sobremane­ra , hallándose con frecuencia confundidos con restos de otros animales , algunos de los cuales ó desaparecieron ya de la creación, ó solo existen en otras apartadas re­giones. Respecto de las cavernas, hay que averiguar su número , si son de grande ó de poca capacidad, su alti­tud y si se hallan en la proximidad de algún rio ó arroyo y su altura sobre el camino. En su exploración hay que proceder con el debido orden, porque las materias y

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restos que contienen , pertenecen ó pueden pertenecer a diferentes edades , según los niveles a que se hallen, se­parados aveces por mantos diferentes de estalagmita.» De este modo iniciaba Prado en las verdades prehistóri­cas al inteligente personal de ingenieros colocado bajó su ilustrada dirección.

No porque sobre la cúspide del enhiesto monte Cal-p e , flote victorioso el estandarte de la Gran Bretaña, de­jaremos de considerar aquel recinto como un pedazo del suelo español, que caprichos de la contraria fortuna re­tienen en manos extranjeras : no porque la hora de la revindicacion de nuestro derecho esté aún por sonar en el reló de los tiempos, podremos, cuando de Gibraltar se t ra ía , permanecer indiferentes a lo que allí acontezca. Abrigará la colonia inglesa una civilización híbrida y exótica, regiránla leyes que no serán las nuestras, sufri­rá el yugo de una autoridad no española , empero siem­pre aquel sol y aquel aire serán el aire y el sol de España, y aquel peñón la tierra castellana.

Ha suministrado Gibraltar interesantes páginas á la Arqueología prehistórica de la Península: teníase noticia de que en algún paraje del codiciado recinto existían huesos al parecer humanos, que fuertemente adheridos á la roca , suponian una gran antigüedad. López de Aya-la , en su Historia de Gibraltar, habló de los restos fósiles del hombre, desenterrados de la cueva de San Mi­guel. En 1797 el Mayor Laurie , en su Breve descrip­ción)) publicada en las Transacciones filosóficas de Edimburgo; luego los hermanos Hunter en Memo­rias que se hallan en las Transacciones de la Socie­dad Real de Londres, y más tarde Cuvier en sus Osa­mentas fóliles, fijáronse en las brechas huesosas del Monte Calpe, considerando oportuno su reconocimien­to. Años adelante , en 1S44, Mr. Smith en su Geología

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de Gibraltar insistió en el t e m a , y D. Francisco M . Montero, nuestro querido amigo, en la Historia que escribió de la misma ciudad, hizo breves indicaciones no impertinentes á la materia. Mr . Federico Brome, ca­pitán del ejército inglés y gobernador de las prisiones militares de la colonia, e s , sin embargo, el verdadero iniciador de los descubrimientos paleontológicos que ha­brían de dar justo renombre ai territorio caloeaíe.

Hállase situado el establecimiento de corrección en la extremidad inferior Sur del monte, en una llanura que se levanta sobre el nivel del mar cuatrocientos pies, De­nomínase el paraje , de antiguo, Los Molinos de Vien­to (Wind mili Hi l l ) , y geográficamente considerado es la parte del continente europeo más cercana al africano-circunstancia que ha hecho designarla con el nombre de Punta Europa. Ocupan las prisiones una de las me­setas entre las varias que á manera de bancales ó terra­plenes van elevándose desde la misma orilla del agua hasta el flanco abrupto del Peñón. Inclínanse los estra­tos calizos que forman el terreno en dirección oriental, mientras en el extremo Norte del monte , que es ei más elevado, buzan del lado del Oeste. Colocada la meseta en una especie de eje anticlinal, podía esperarse , dice M r . Busk, que la exploración descubriese en su períme­tro grandes grietas verticales. Con efecto, practicábase una escavacion con el fin de construir un algibe para el uso del establecimiento , cuando los operarios , á una profundidad de tres ó cuatro p ies , dieron el 23 de Abril de 1862, con una superficie irregular de caliza compac­ta , en la que se descubría una abertura vertical de unos seis pies ingleses de latitud. Requería la obra en cons­trucción , que el terreno se profundizara hasta catorce pies , y prosiguiéndose la escavacion, á los nueve hallá­ronse en el fondo de una pequeña concavidad algunos

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huesos enmohecidos. Reconociólos un médico.miiitar, y como expresara que pertenecían á un individuo de la ra­za bovina, fueron arrojados al estercolero, casi en su to­talidad. Retuvo algunos el capitán B r o m e , pensando que el hallazgo merecía mayor atención, y sometiéndolo al examen del cirujano Mr . Lodge , escuchó de su boca que aquellos restos pertenecían al hombre. Excitóse con esto la curiosidad del malogrado militar, y sospechando que la hendidura primitiva comunicaba con otra supe­rior de mayores dimensiones, vigiló cuidadosamente los trabajos, consiguiendo al fin descubrir un gran hueco cubierto en parte de estalagtitas , de donde se extrajeron un colmillo de jabal í , varios fragmentos de cerámica, juntamente con conchas marítimas y terrestres. Estimu­lado el celo del capitán Brome, recorrió cuidadoso la caverna buscando modo de proseguir adelante : levantó­se parte de la estalagmita , y apareció una abertura ver­tical que descendía doscientos pies, atravesando dos grandes concavidades. Registrado el terreno, vióse que las capas estalagmíticas se sobreponían unas á otras, me­diando entre ellas horizontes de tierra rojiza, y consti­tuían una brecha huesosa acompañada de huesos incrus­tados en formaciones estalagmíticas. Pertenecían los res­tos humanos á treinta individuos por lo menos, de todas edades y de ambos sexos. Recogió Mr . Brome cuantos objetos halló á mano , y sin dejar abandonada la explo­ración , ocupóse de levantar el plano de las cavernas, redactando en 1863 un luminoso informe que llamó la atención de los doctos en Inglaterra y Francia .

A estos primeros descubrimientos respondieron en 1864, 65 , 66 , 67 y 68, otros no menos valiosos, siendo Gibraltar actualmente una de las estaciones prehistóri­cas más notables. En los Congresos de naturalistas y ar­queólogos , se han examinado con ahinco los objetos ex-

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traídos de los antroscalpenses, y el que esto escribe ha dado cuenta de tales hallazgos en la Ilustración Hispa-no-Americana, gracias a las comunicaciones del mismo Brome, muerto prematuramente, y á la gallarda coope­ración del entendido vicario apostólico Sr . Scandella, en quien el saber no es menor que la modestia.

Nuestros hermanos y convecinos los portugueses, no anduvieron remisos en asociarse al movimiento cien­tífico que reseñamos. Han empezado los estudios y ex­ploraciones en la tierra lusitana desde 1 8 6 0 , distin­guiéndose en unos y otras los Sres. R ibe i ro , Pereira de Costa , Delgado y Vasconcellos. Verificó Ribeiro en 1863 pesquisas afortunadas en el Cabezo de A m i d a , repitió sus exploraciones, asociado á Delgado, en 1864 , encontrando esqueletos humanos, que dieron motivo á una luminosa memoria escrita por el conocido geólogo S r . Pereira de Costa. E l S r . Delgado, que nos honra con su amistad, exploró las grutas de Cesareda con bastante éxito , dando á luz otro bien escrito opúsculo bajo el epígrafe de La existencia del hombre en nuestro suelo en tiempos muy remotos,probada por el estudio en las cavernas. Carecemos de espacio para entrar en detalles, más séanos tolerado el que consignemos como un testimonio de justicia, que los prehistóricos portu­gueses han aceptado la nueva ciencia con toda seriedad y que sus labores se distinguen por la mesura , discre­ción y acierto con que se llevan á cabo. E n 1868 ha pu­blicado el Sr . Pereira de Costa un excelente ensayo sobre los dólmenes ó antas de su país y un folleto sobre los martillos de piedra hallados en el Alemtejo ; sirvién­dose citar con aplauso nuestras observaciones sobre esta clase de instrumentos. E l S r . Vasconcellos ha prestado otros servicios y en la Escuela de minas de L isboa , se ha reunido una selecta colección de cráneos,

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hachas, puntas de flecha, barros labrados, percutores, punzones y cuchillos , que hábilmente reproducidos en yeso, posee uno de nosotros en su modesto gabinete mediante la liberalidad de aquellos amigos.

Volviendo á España, corresponde un puesto honroso en esta reseña al Dr. Machado , decano de la facultad de Ciencias de la Universidad de Sevil la, el que inicia­do en los nuevos estudios por Falconer, comenzó á propagarlos entre sus compañeros de la Academia Se­villana de Buenas Letras desde 1862. Dio á la estampa en 1864 un papel sobre ciertos fósiles extraídos del ter­reno cuaternario del valle del Guadalquivir; en 1866 describió algunas cavernas de la Península, precisando la conveniencia de continuar su examen. Creada la Revista universitaria de Sevilla , ha insertado en sus páginas otros escritos referentes á posteriores descubri­mientos , y cúmplenos decir que Machado es uno de los españoles que con mayor franqueza , decisión y energía, han acogido las verdades prehistóricas con todas sus lógicas consecuencias.

M. L u i s L a r t e t , hijo , anteriormente citado, volvió á España en el verano de 1866 con el propósito de visi­tar las cavernas de Castilla la Vieja. Auxiliado por el Dr. Zubia, catedrático del Instituto de Logroño, pene­tró en varias de las inmediaciones de Torrecilla de Ca­meros, obteniendo preciosos fósiles , algunos objetos de piedra, y gran copia de fragmentos de cerámica primi­tiva. E l Sr . Villaamil y Castro, entendido arqueólogo, dióse entre 1868 y 1869 á desmontar túmulos de Gali­cia, consiguiendo asimismo ver recompensados sus es-esfuerzos , que han pasado á noticia del público en ar­tículos impresos en el Arte en España y en la Revista de bellas artes; D. Luis Maraver obtuvo no escasos resultados en sus excursiones por la provincia de Cor-

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doba: D . Ricardo Frasinelli ha llevado la novísima idea á la sagrada tierrra asturiana; Sanahuja, conservador del Museo de Tarragona, ha entrado con entusiasmo en la dirección arqueológica que enaltecemos; Murguia amplía sus estudios sobre Galicia en el curso de su no­table Historia; Rúa Figueroa, entendido ingeniero de minas, también auxilia nuestros esfuerzos; Góngora recoge buen número de hachas en el antiguo reino de Granada é imprime con inusitado lujo una Memoria que el Gobierno protege liberalmente ; Garay , otro in­geniero , personase en Madrid con martillos y hachas recogidos en minas abandonadas de la región de Rio T i n t o ; Rada y Delgado en unión de Malibran explora el célebre montículo de Cangas de Onis, y obtienen fósi­les de grandes mamíferos en una cueva próxima á Colun-ga; y en la Academia de la Historia leen eruditas diserta­ciones ó informes los Sres. Benavides, Amador de los R Í O S , Saavedra y Fernandez Guerra, mientras Fabiése ocupa de estas cosas en la Revista de España, Canale­jas censura algunas de nuestras pretensiones en el Bo­letín de la Universidad, y Macpherson, Rodríguez, Ferrer y Velasco publican curiosas notas sobre lo pre­histórico en Andalucía, Cuba y Vitoria.

Asociado á la paleontología y á la geología , de las que no puede prescindir, ocúpase de los aluviones cua­ternarios y de los horizontes del terreno terciario, bus­cando en los unos y en los otros los testimonios de la industria humana, la coexistencia del hombre y de los mamíferos que se extinguieron ó emigraron de las lati­tudes que antes habitaban, y los restos del mismo hom­bre en estado fósil.

Con igual propósito explora las cavernas osuarias, pretendiendo hallar debajo de la capa estalagmítica que cubre sus superficies los hogares primitivos.

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Registra el fondo de las turberas, las ciudades la­custres, los crannoges, los túmulos, dólmenes, galerías cubiertas, y en general todos los monumentos pertene­cientes á civilizaciones desconocidas , que se distinguen con el epíteto de megalíticos.

Los quioquenmodingos ó depósitos de restos culina­rios establecidos a lo largo de las orillas del mar ó de los rios caudalosos y en las islas, ofrécenle ancho campo á sus investigaciones.

Inspíranle grandísimo interés las tumbas de las épo­cas de transición, porque en ellas suele recoger testi­monios del paso de unas edades a otras , hallando los propios del período puramente de la piedra y caracte­rísticos de las épocas del bronce y del hierro ó de una intermedia.

No menosprecia el prehistórico las fuentes meteo­rológicas y lingüísticas, no los monumentos literarios de los pueblos históricos más antiguos, que suele en estos materiales encontrar inapreciables comprobacio­nes de sus asertos.

Las armas y útiles que actualmente usan los salva­jes del África , de la América y de la Oceanía , promue­ven oportunas comparaciones, y sus usos y costumbres son clave segura para adivinar los grados por que pa­sara la secular civilización , en sus más arcaicas evo­luciones.

Divídense los objetos de las edades paleolítica y neolítica en h a c h a s , puntas de lanza y de flecha, dardos, punzones, cinceles, escoplos, gubias, piedras de honda , sierras, cuchillos, raedores , martillos, percutores, piedras de afilar, pulimentadores y mor­teros. Generalmente son de diorita, dioritina, ser­pentina, jade, jadeita, obsidiana, petrosilex, pedernal, cuarzo ó asperón , y según la época á que pertenecen

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y su aspecto, denomínanse tallados ó pulimentados. Corresponden á las mismas edades los útiles en hue­

so , como punzones, agujas, arpones , cuchillos, amu­letos , bastones laborados y la cerámica á mano, deno­tando la carencia del torno de alfarero.

A las épocas del bronce y del hierro pertenecen las armas é instrumentos de uno y otro metal, y de cobre y oro y además las fíbulas, anillos, moldes, diademas, tejidos metálicos,'brazaletes, pectorales, cascos, escu­dos , y productos cerámicos, que por sus caracteres ó su origen conocido, hay motivo para considerarlos como prehistóricos. No quiere decir esto que en los ya­cimientos de estas dos edades, no se descubran objetos de la poleolítica y neolítica : sabido es que las armas y útiles de piedra fueron usados en determinados casos, aun por los pueblos históricos.

Representan los fósiles de animales contemporáneos del hombre primitivo, un valor considerable con este linaje de pesquisas. Por eso se buscan, clasifican y con­servan en Museos y colecciones.

No fueron las tribus más antiguas* agenas por com­pleto al arte. Si labrando groseros vasos ó pulimentan­do la piedra demostraron su genio industrial; la silueta del gamo trazada con la punta de silex sobre la pizar­ra , ó el busto del mamut reproducido en el man­go de un cuchillo, atestiguan su aptitud para las artes del dibujo y la plástica. Búscanse con afán estas que se estiman como verdaderas preciosidades, y se guardan cuidadosamente los granos, semillas y frutos que los caprichos del tiempo conservaron en las turbe­ras de Robenhausen ó en los palafitos de Meilen y Gor-gier-Saint-Aubin.

Podríamos ahora extendernos narrando nuestros propios trabajos y pesquisas en orden á ciencia tan im-

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portante, pero optamos por el silencio, limitándonos á reproducir los siguientes documentos que con referen­cia al presente libro han aparecido en el núm. 70 de la Gaceta de Madrid, correspondiente al 19 de Junio an-tererior.

Sea permitida esta satisfacción á los que empren­dieron un viaje sobre molesto y largo, dispendioso , sin subvención alguna del Estado, ni otro móvil ni objeto que no fuera el amor de la ciencia y el patriotismo.

MINISTERIO DE FOMENTO. — limo. Sr . : E n vista de los informes emitidos por la Academia de la Historia y la de Ciencias exactas, físicas y naturales, así como de lo propuesto por esa Dirección general, S . M. el Rey ha tenido á bien acordar que tan luego como los Sres. Don Juan Vilanova y D. Francisco M. Tubino termínenla publicación de la Memoria de sus viajes científicos á Dinamarca y Suecia, con objeto deformar una colección geológico-arqueológica que se halla depositada en el Museo de Historia Natural , se adquieran por este de­partamento y con destino á los establecimientos de en­señanza 200 ejemplares de la referida Memoria al precio que á cada uno se marque, cuyo importe se librará á favor de dichos señores , y con cargo al capítulo 19 , art. 1 .°del presupuesto vigente, partida destinada á continuar la suscricion de obras interrumpidas y adquisición de las que por su mérito deban figurar en las Bibliotecas pú­blicas de la Nación.

Dios guarde á V. E . muchos años. Madrid 29 de Mayo de 1 8 7 1 . — Sagas ta.—Sr. Director general de Instrucción pública.

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xr.

INFORME EVACUADO POR LA ACADEMIA DE LA HISTORIA.

E x c m o . Sr . : L a Academia de la Historia recibió á su tiempo la Memoria de los viajes científicos á Dina­marca y Suecia, verificados por D. Juan Vilanova y D. Francisco M. T u b i n o , que V. E . remitió en 22 de Junio último; y habiéndola pasado a examen del Exce­lentísimo Sr . D. Antonio Benavides, Director de la Aca­demia, este, en junta celebrada el dia 21 de Octubre úl­t imo, leyó un informe que la Academia aprobó , acor­dando que se elevase al Gobierno en cumplimiento de la orden ele esa Dirección general y para los fines que se expresan. Dice así el informe :

« Los Sres. D. Juan Vilanova y D. Francisco M. Tubino asistieron con el carácter de miembros actores al Con­greso de Arqueología y Antropología prehistóricas que se reunió en Copenhague durante el anterior otoño. Ter­minadas la tareas de la docta Asamblea, Vilanova y Tubino realizaron un viaje científico á distintas comar­cas en el Norte escandinavo; y una vez de regreso con ricas colecciones de objetos prehistóricos y ejemplares geológicos y paleontológicos en aquellas regiones reco­gidos , han escrito una Memoria donde se ocupan del Congreso y de las expediciones que personalmente em­prendieron. Leida la Memoria y visitada la colección, con cabal conocimiento de causa, fácil es evacuar el in­forme que el Gobierno pide á la Academia por orden de 22 de Junio último.

Para que resulte justificado lo que más adelante habré de proponer á la consideración de la Academia, conviene asentar algunos detalles no impertinentes al asunto.

La ciencia prehistórica, abarcada en su magnífico

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conjunto, es hoy la preocupación del mundo científico en ambos hemisferios. En medio de las graves cuestio­nes que suscita la crisis filosófica contemporánea , al la­do mismo de los pavorosos problemas de las ciencias morales y políticas, aparecen los temas prehistóricos llamando la atención de los doctos, interesando á la muchedumbre , siendo objeto de esfuerzos especiales por parte de los Gobiernos , y favorito estudio de Aca­demias, Liceos y Universidades. Cuarenta años luchó en su defensa Boucher de Perthes , ilustre anticuario, cuya pérdida llora la Francia. Vio el no menos eminen­te Schmerling malogrados sus profundos estudios en las cavernas de la Bélgica, y entre nosotros el modesto Pra­do inició tímidamente este linaje de investigaciones, contribuyendo á terminar prematuramente sus dias, el honrado conato de emprenderlas y proseguirlas como su importancia reclamaba.

Pero llegó i 8 6 3 , y el Jurado de hombres distingui­dos que se reunió en el Jardin de Plantas de París para fallar en la polémica suscitada entre ingleses y franceses acerca de la mandíbula humana de Moulin Quignon, de­claró la autenticidad del fósil y de las hachas de piedra á él asociadas. Desde aquel instante el nuevo ramo del humano saber comienza á ser tenido en la debida im­portancia, fijando las miradas cié los hombres compe­tentes. Lo que antes parecia como una paradoja se ofre­ce ya como una verdad averiguada, produciéndose un cabal florecimiento científico, que entre otros resultados produce una abundante y rica literatura.

Aun no habia terminado 1865 . Preocupados los ánimos con las graves cuestiones iniciadas por la Ar­queología prehistórica, sentíase generalmente la nece­sidad de una discusión pública y sistemática, en la que tomaron parte los hombres más competentes. Colum-

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braban algunos los triunfos no lejanos de la nueva doc­trina; y creyendo que servían la causa en progreso científico, aconsejaban la conveniencia de una contro­versia elevada que aproximara las distintas especiali­dades.

Hiciéronse eco de estas aspiraciones los sabios na­turalistas reunidos en Spezzia durante los dias 17 al 20 de Setiembre de i 8 6 5 . Allí se acordó la fundación de un Congreso internacional que estudiara especialmente to­das las cuestiones relacionadas con la primera aparición del hombre sobre la haz de la tierra. Resolvióse que la primera Asamblea se reuniese en Neufchatel año de 1866. Allí se realizó: otra nueva sesión tuvo lugar en 1867 en Par ís , favoreciendo el Congreso con su presencia en 1868 á Norwich y en 1869 á Dinamarca. Sería asaz prolijo el puntualizar los rápidos adelantamientos de la ciencia del hombre y las verdades por ella desenvueltas. Dán­dose la mano los trabajos geológicos y paleontológicos de los franceses é ingleses con los arqueológicos de los escandinavos; asociándose los descubrimientos lacus­tres de los suizos á los realizados por los belgas en sus cavernas y turberas, y los italianos en sus terramares, háse llegado á constituir un cuerpo de doctrina de la mas alta valía. L a nueva ciencia discute hoy apasiona­damente :

i.° Sobre la remota antigüedad del hombre, muy anterior á toda tradición legendaria ó documento his­tórico .

2 . 0 Sobre la contemporaneidad de nuestra especie con los grandes mamíferos de la época cuaternaria'que se han extinguido completamente, ó que emigraron de las regiones que entonces frecuentaron.

3.° La existencia de un,gran lapsus de tiempo ante­rior á toda historia.

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4. 0 La división de este período, cuya cronología no es posible aún fijar, en cuatro grandes épocas que cor­responden á otros tantos grados de cultura y desarrollo social. Primero y más antiguo, período paleolítico: el más vecino al origen humano. E l hombre habita las hendiduras de las rocas y las cavernas. Sus armas prin­cipales son los cascos de piedra que talla de una manera informe é incompleta. Segundo, período neolítico : épo­ca relativamente adelantada, pues el hombre pulimenta la piedra y comienza á extender su dominio sobre la na­turaleza. Tercero , período del bronce : aparición de los metales; es el gran acontecimiento de la vida social. Los metales presuponen, no solo el descubrimiento del fuego, sino la posibilidad de conservarlo. Fuego y hogar doméstico y unión conyugal, y familia, y tribu, y ciu­dad, son términos correlativos, íntima, lógica y fatal­mente ligados ; su importancia , su fuerza, se revela en todas las tradiciones religiosas. E l culto del fuego en la alta Asia , el Pritáneo en Grecia, en Roma las Vestales, en el mundo de la Edad Media las ceremonias litúrgi­cas del sábado Santo en cuanto á la purificación del fue­go se refieren, se representan diciendo que ese elemento es la base de todo progreso social. Cuarto, período del hierro: nos hallamos en pleno progreso. L a civilización histórica está próxima. Dueño el hombre del hierro, es dueño de las fuerzas de la naturaleza. La edad de hierro es el puente entre lo histórico y lo prehistórico; la cien­cia prehistórica constituye una espléndida revelación de nuestro remoto pasado. Antes llegábamos hasta los pri­meros pueblos, cuyo trasunto nos conservaran los esca­sos historiadores griegos y romanos. Mas allá solo exis­tían para nosotros los llamados tiempos heroicos y mito­lógicos. Pensóse que la Mitología era la expresión de un estado social rudimentario. Las profundas investigacio-

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nes hechas por los alemanes en los dominios de la Filo­logía comparada , auxiliadas de los descubrimientos pre­históricos, han demostrado que los mitos indican un gra­do elevado de cultura. En el fondo de muchos de ellos se halla el índice de acontecimientos políticos de grande importancia. Aparte de estas conquistas, la ciencia pre­histórica ha hecho o tros descubrimientos de gran cuan­tía. No es posible enumerarlos todos; pero conviene de­clarar que ella, y solo ella , puede dar fundamento filo­sófico , seguro y positivo á la historia.

Auxiliándose mutuamente arqueólogos y geólogos reconstruyen el pasado del ser humano. Cuando se pier­den en el globo las últimas pisadas del hombre, cuando ya no existen monumentos epigráficos , ni dólmenes , ni hitos, ni monedas, ni tradiciones, entonces el geólogo penetra en las entrañas de la tierra, abre su virgen cor­teza, y allí, en aquellas páginas que ninguna mano pudo alterar, exhíbelos primeros pasos que dieran nuestros padres , y presenta los testimonios de su primitiva in­dustria. Y lleva tan adelante sus pensamientos, que una grave controversia divide el campo antropológico : unos sostienen la monogenia; otros sostienen la poligenia. La ciencia prehistórica no ha osado resolver la tesis ; lo que hace es allegar materiales, clasificarlos en series , y en­tregarlos alanálixis de los hombres competentes. E n es­t o , como en todas las cuestiones sujetas á su amplia y extensa jurisdicción , muestra sus deseos la ciencia pre­histórica de no emplear nunca hipótesis más ó menos brillantes, sino que procede con sujeción á un rigoroso método áposteriori; esto es , experimental, sin afirmar nada si no está probado con hechos justificativos.

Al lado de las cuestiones apuntadas existen otras muchas. L a de los aborigénes, la de las razas y sus va­riaciones , del carácter anatómico del hombre prehistó-

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r i co , la Fauna y Flora contemporáneas;, las costumbres, usos y prácticas entonces conocidas , las creencias reli­giosas y morales, el modo de habitabilidad, la explica­ción de los curiosos monumentos que llevan el epíteto de megalíticos, la aparición de las monedas, las emigra­ciones primitivas, hé aquí los temas elegidos entreoíros muchos que presentan á los cultivadores esta Arqueolo­gía y Antropología prehistóricas. Y así se explica que esta ciencia sea una verdadera preocupación del mundo inteligente. Esto demuestra por qué en Franc ia , Ingla­terra , Austria, Dinamarca , Suecia, Noruega y Hun­gría se levantan museos dedicados á conservar sus co­lecciones.

Las Cámaras belgas votan subsidios que sufragan los gastos que ocasiona la exploración de las cavernas, y otros Gobiernos auxilian de distinto modo estos estu­dios , y es la razón que ha asistido al de Dinamarca para hacer un recibimiento sin ejemplo á los miembros del Congreso que en su capital se dieron cita. ¡ Qué más ! Si la guerra no lo hubiera impedido, derecho habia para esperar que el recibimiento que este otoño debieran ha­cer á la docta Asamblea, pueblo y Gobierno italiano, en nada hubiera desmerecido del que tan alto ha colocado la cultura de la nación dinamarquesa.

Dados estos antecedentes, se comprenderá la impor­tancia y el mérito que el que escribe atribuye á los es­fuerzos y trabajos de los Sres. Vilano va y Tubino. A ellos se deben en primer término los conocimientos que poseemos de los progresos de la nueva ciencia. Ellos, sin auxilio de nadie, realizan todos los años viajes cien­tíficos , viajes al extranjero, excursiones no menos útiles por muchas provincias. Miembros del Congreso inter­nacional , la patria les debe también el hallarse repre­sentados en un certamen de la ciencia donde todos los

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pueblos cultos tenían acreditados emisarios; y si no hu­biera sido por ellos, no se habría hallado con encomio de nosotros en las orillas del Bá l t i co , ni habría habido una voz amiga que delante de la corporación y con enérgico acento se alzara á rechazar injustos agravios, y á justificar que existen entre nosotros patricios que pro­curan tenernos al corriente de las victorias del espíritu investigador allende del Pirineo.

L a Memoria de los Sres . Vilanova y Tubino es digr

na por varios conceptos de la publicidad. Comprende varias partes : en la primera se da razón de los debates del Congreso. Somera como es la crónica de estas dis­cusiones, contiene los detalles necesarios para que se alcance toda la profundidad de los temas ventilados. La oscilación de la corteza terrestre , los elefantes de Dina­marca , los quioquenmodingos, el canibalismo prehistó­r ico, la gravísima cuestión del atavismo suscitada por Vilanova por el caso de microcefalia , la edad de bronce de Rusia y Suecia , Dinamarca y Noruega , la craneolo-gía escandinava, la tesis de los viajes de los fenicios al Norte , hé aquí varios de los extremos controvertidos: basta enumerarlos para que resalte su oportunidad y su importancia. Pero no contentos nuestros compatriotas con asistir al Congreso y tomar parte en las discusiones, se ocuparon después de estudiar los Museos de Dina­marca y Suec ia , á fin de conocer su organización y las mejoras en ellos introducidas. También estudiaron se­paradamente algunos de los temas discutidos, debiendo citar sus excursiones á Roskilda, Istatd, Lund, Stokhol-m o , Uddevala y Upsala, ganosos de adquirir conoci­mientos muy útiles , y de los que ni la menor noticia te­níamos en España.

Hay un punto de vista especial en este asunto que nos interesa particularmente; aludo á la doctrina refe-

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rente á la primera población de Europa. Divididos los sabios acerca de este particular, ha imperado no obs­tante , por lo que á España respecta, la idea de que nuestros primeros pobladores llegaron por el Norte. Pues bien : el S r . Tubino sostuvo en el Congreso una doctrina contraria de la que participaban muchos de sus respetabilísimos miembros. Tubino afirma, fundándose en datos de cierto carácter , que nuestros aborigénes llegaron por las columnas de Hércules.

Cuando todas las naciones cultas, pagando justo tri­buto á la ciencia, tienen una grande afición á los traba­jos prehistóricos; cuando los Gobiernos fomentan ese linaje de estudios, estableciendo Ateneos, ordenando investigaciones, premiando los esfuerzos individuales; cuando es cosa averiguada que las ciencias históricas no pueden prosperar sin auxilio de esta hermana gemela, que viene á llenar el inmenso vacío de su primitivo pa­sado, rasgando el velo que lo cubría; cuando los hom­bres más eminentes por su saber en ambos hemisferios se honran con el título de mantenedores de la nueva ciencia, cuyas elevadas aspiraciones, moderación y ventaja son patentes, grave falta sería el no alentará aquellos que sin otro móvil que su amor al saber, sin más recompensa que el aplauso de los doctos, procuran que su patria no permanezca extraña á este magnífico movimiento de saber contemporáneo.

Los Sres. Tubino y Villanova trabajan hace años con un celo laudable en la difusión de estos conocimien­tos. Conferencias públicas , libros , folletos, artículos en periódicos, viajes, exploraciones, memorias en la Gace­ta de Madrid, donativos al Museo Nacional de Antigüe­dades , cuanto puede sugerir el sentimiento de amor pa­trio más rectamente dirigido, todo lo acometen sin pa­rarse en obstáculos ni en sacrificios.

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La Memoria , escrita sin pretensiones l i terarias, es un arsenal de curiosísimas noticias. Al lado de la Me­moria figuran las colecciones de objetos. Sobra aún la primera impresión para alcanzar su mérito. La parte prehistórica distingüese, no sólo por la rareza de los muchos ejemplares no vistos en España antes, sino por el acierto con que ha sido recogida. Puede decirse que es una colección verdaderamente didáctica , que com­prende desde los primeros estados de la industria y el arte prehistórico, hasta el trabajo humano en piedra, que ya se confunde con las obras de la época de los me­tales. Allí están escritas la transición misteriosa de las formas rudimentarias del útil, del instrumento, del ar­m a , pasando desde el pedazo de silex con su fractura concoidea hasta el hacha pulimentada de diorita, obe­deciendo á las leyes del dibujo geométrico; el núcleo tosco afectando formas caprichosas, y el cuchillo, la sierra, el punzón, el martillo, la gubia, que encierran como en germen todas las maravillas de la industria y el arte moderno. No es posible la duda ante unos docu­mentos cuya autenticidad es palmaria.

No es menos curiosa la parte geológica. Terminado el Congreso arqueológico prehistórico,

celebrado en Copenhague, el primer reconocimiento científico que practicaron los Sres. Vilanova y Tubino, fué el de la costa de Stevensklint y de Faxoe , cuyo obje­to principal era el estudio del terreno cretáceo superior, que tanto ha dado que discurrir á las primeras autori­dades de Europa. La feliz circunstancia de ir acompa­ñados del Profesor Hebert de la Sorbona , uno de los que más parte han tomado en el asunto, contribuyó no poco á facilitar el estudio de tan importantes localida­des, cuya extensa y minuciosa descripción, ilustrada con dos cortes ó vistas del terreno, hacen los autores de

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la Memoria. En confirmación de todo lo cual han traido y hemos tenido ocasión de ver y examinar en el Gabi­nete de Historia Natural, una serie de rocas y fósiles variada, y de tanto mayor mérito, cuanto que dichos objetos son raros y enteramente nuevos y desconocidos, no sólo en nuestros establecimientos científicos , sino también en muchos otros de la culta Europa.

El fenómeno errático, resultado de la acción de las nieves perpetuas tan admirablemente representadas en las islas danesas, y particularmente en las de Seelandia y Laalandia, y en toda Suecia, ha sido también, según se desprende de la Memoria y de los abundantes materia­les traidos y que hemos visto, objeto preferente de la atención de los viajeros, y la razón es natural, sabiendo cuan directamente se relaciona este hecho complejo con la historia prehistórica del hombre. Los movimientos y oscilaciones del suelo escandinavo, estrechamente rela­cionados con la actividad terrestre en todos tiempos, y en especial en la época llamada cuaternaria, han sido igualmente estudiados, según se desprende de la rela­ción que se hace del puerto de Istatd y de Uddevala, junto al fyord del propio nombre. Los dos cortes que figuran en la Memoria y la serie numerosa y esco­gida de objetos que hemos visto, confirman la impor­tancia de estos hechos curiosos, y el interés con que han sido observados en los mencionados puntos.

La interesante descripción que se hace de los fyor-dos, accidente geográfico casi peculiar á los países es­candinavos, aumentan la importancia de estos relatos de viaje.

El examen y descripción que se hace de la estructu­ra geológica de Dinamarca y de algunos puntos de Sue­cia; los detalles que dan estos viajeros de las turberas, así bajo el punto de vista científico, como en el arqueo-

d

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L

lógico y prehistórico; el examen minucioso de los Mu­seos y colecciones geológicas, mineralógicas de Ham-burgo, Copenhague , Istatd, Gotteburgo, Stockholmo y Upsal, completan las investigaciones científicas que se propusieron realizar los Sres. Tubino y Vilano va.

E l interés que inspira la lectura de lo referente al Museo geológico de la Academia de Ciencias de Stockholmo es considerable, en razón á que los hechos que se citan pueden influir poderosamente en dar a las teorías geogénicas un giro enteramente nuevo.

Las cavernas belgas, escrupulosamente estudiadas bajo el doble punto de vista geológico y prehistórico por el Sr . Dupont , joven inteligente, director del Mu­seo de Bruselas, también fueron examinadas , llamando la atención , así la copia de curiosos datos referentes a las dos épocas de piedra y á la del bronce, como los materiales recolectados en las de Goyet, Frontal , Ñau-lette y otras.

Por último, una rápida visita á los alrededores de Bruselas y Montpellier , cuyo terreno terciario y cua­ternario se describe minuciosamente, y de donde se han traído muchos y preciosos objetos, tanto del reino mineral como del orgánico en estado fósil, completan todo lo científico de este escrito.

Explicar ahora el trabajo prestado por estos señores, encomiar su mérito, llamar en este informe la atención de la Academia sobre cosas que no tienen precio , sería inútil. Todos vosotros, Señores , sabéis mejor que yo apreciar trabajos tan importantes.

En pueblos donde se premia la ciencia, donde se aquilata el mérito de los sabios , y los Gobiernos y la sociedad á porfía honran de todas maneras á los hom­bres que se dedican á la ímproba tarea de difundir los conocimientos humanos, los Sres. Vilanova y Tubino

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LI

hubieran tenido el merecido galardón. ¡Ojalá nos fuera dado el proporcionárselo, que la honra sería para la Academia ! Pero ya que somos llamados á dar nuestra opinión, cúmplenos el darla en verdad y en conciencia, diciendo al Gobierno que este debe á sus expensas im­primir la Memoria y adquirir para la enseñanza las pre­ciosísimas colecciones que honrarán nuestros Museos, y darán á los extranjeros , que los visiten, una irrefraga­ble prueba de que no son desconocidos entre nosotros los adelantamientos de la ciencia moderna.))

Lo que trasladamos á V . E . por acuerdo de la Aca­demia , devolviendo al mismo tiempo la Memoria ex­presada y la instancia dirigida por sus autores á ese Ministerio.

Dios guarde á V . E . muchos años. Madrid 3 de No­viembre de 1870. — E l Director, Antonio Benavides. — El Secretario , Pedro Sabau.—Excmo. Sr . Director general de Instrucción pública.

INFORME EVACUADO POR LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS.

l imo. S r . : Esta Academia ha examinado las adjun­tas Memoria é instancia de los Sres. D. Juan Vilano va-y D . Francisco María Tubino.

De las dos partes que abraza la Memoria , la segun­da se contrae principalmente á la descripción de varios Museos y colecciones arqueológico-geológicas , y á in­dicar la conveniencia de que se compren para los cen­tros de enseñanza del Estado las de algunas localidades de Dinamarca y Suecia , que han traído los citados Pro­fesores. Esta segunda parte , á pesar del interés científi­co que puede ofrecer, no es del objeto de la Real orden de 10 de Febrero de 1864 , ni de la incumbencia de esta Academia.

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LII

La primera parte comprende un extracto de las se­siones del Congreso internacional de Arqueología y Antropología prehistóricas, celebrado en Copenhague en Agosto de 1869, y algunas noticias sobre varios ter­renos notables de la Escandinavia, estudiados y dados á conocer por las publicaciones de distinguidos profeso­res de aquel país.

El mérito de ella consiste principalmente en la cla­ridad y precisión con que se exponen las noticias y ob­servaciones de los sabios que á dicho Congreso concur­rieron , acerca de la primera aparición del hombre en las diversas comarcas, su marcha, dirección y desarro­llo en Europa, y los lentos adelantos de su primitiva industria, deslindada y clasificada en las edades de pie­dra , de bronce y de hierro.

Estos trabajos, aun cuando en realidad tampoco pueden considerarse comprendidos en la Real orden de 10 de Febrero de 1864, son interesantes y dignos de que el público los conozca en nuestro idioma, sin tener que recurrir á publicaciones extranjeras; y para conse­guirlo sería conveniente que el Estado facilitara, en cuanto posible sea, la publicación de la primera parte de la Memoria que es objeto de este informe.

Lo que por acuerdo de la Academia tengo el honor deponer en conocimiento de V. I. Dios guarde á V. I. muchos años. Madrid 20 de Diciembre de 1870. — El Vicesecretario, Miguel Colmeiro.—limo. Sr. Director general de Instrucción pública.

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I.

Pre l iminares . — Programa del Congreso internacional prehis tó ­

r i c o . — ¿Nuestra visita á Par í s , L o n d r e s , Bruselas y Hainburgu.

— Llegada á Copenhague. — Inauguración de las s e s i o n e s . —

Discurso del Pres idente A V o r s a e . — Junta d i r e c t i v a . — Sabios

que tercian en los d e b a t e s . — D e t a l l e s estadísticos.

Chineo años cuenta de existencia la Sociedad científica que con el título de Congreso internacional de Arqueo­logía y Antropología prehistóricas, se propone conocer el origen del hombre, ventilando los problemas que han de suministrar elementos para que en su dia se es­criba la historia positiva y filosófica de la humanidad. Consecuente con su carácter y fiel á sus tendencias cos­mopolitas, no se reúne el Congreso constantemente en imanación determinada, sino que cada año elige por mayoría de votos el país en que habrá de celebrar sus sesiones en el inmediato. Fundado en la Spezziaen 1865, convócesele segunda vez en Neufchatel en 1866 : eligió á París para su asiento en 1S67, y en 1868 decidióse por

1

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Norwich, resolviendo que la Asamblea de 1869 se cele­brara en Copenhague, comenzando las sesiones el 27 de Agosto.

Individuos nosotros del Congreso, fuimos oportuna­mente invitados á asistir á los debates que suscitaría forzosamente el programa redactado por la Comisión organizadora, y que comprendía temas a cual más inte­resantes. Figuraba en primer término el que á la edad de la piedra se referia , argumento del mayor interés me­diante los trabajos hechos sobre aquella por los anticua­rios del Norte escandinavo y las riquezas arqueológicas que , con relación á la misma, se atesoraban en los mu­seos de Copenhague y Estokolmo. Ocupaba segundo lu­gar, sin que se consideraran inferiores, los estudios y controversias relativos á los quioquenmodingos , enten­diéndose por tales ciertos depósitos de conchas, huesos y otros objetos, asociados á vestigios de la industria huma­na, descubiertos en condiciones geológicas especiales en varios puntos del litoral dinamarqués. Aparecia luego y con sujeción á un orden rigorosamente cronológico, la fauna de los dólmenes: en seguida las costumbres funerarias de la edad de bronce en los países del Bál­tico; y últimamente, la del hierro en el Norte de Europa.

Ganosos de adquirir conocimientos que quizá pudie­ran favorecer la dilatación de las luces en la madre pa­tria, y sin reparar en las molestias del viaje ni en los sa­crificios pecuniarios que imponía, aceptamos la invita" cion y partimos para Copenhague con la anticipación conveniente. Entraba en nuestros cálculos completar anteriores investigaciones, deteniéndonos en Par ís , Bru­selas, Colonia, Maguncia, Schwer inyHamburgo ; pero accidentes que no son para referidos nos obligaron á mo­dificar en parte nuestro itinerario.

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3 Detuvímonos en Par í s , no solo para estudiar de

nuevo las magníficas colecciones antropoarqueológicas del Jardín de plantas y de los Museos de Cluny, de Ar­tillería y de San Germain-en-Laye , sino también para comunicar con los sabios naturalistas que en aquel em­porio de la moderna civilización residen habitualmente. Trasladámonos después a Londres y recorrimos las sec­ciones del grandioso Museo Británico, tomando nota de las riquezas adicionadas á las existentes cuando hicimos nuestra primera visita: estudiamos asimismo la célebre colección prehistórica que lleva el nombre del Dr. Cristy, sin olvidar el Instituto geológico , tal vez el primero del mundo, gracias á la liberalidad con que gallardamente leprotege el país, por medio de sus representantes. T r a ­tándose de establecer en España jardines de aclimata­ción, calculamos oportuno el examen del de K e w ; hu­bimos, pues, de visitarlo, recogiendo datos preciosos que puede gozar quien en provecho del bien público desee utilizarlos.

Pasamos luego á Bruselas , donde proyectábamos detenernos: ausentes empero de la capital belga nues­tros queridos amigos M. Eduardo Dupont, ilustre natura­lista , jefe del Museo de Historia Natural , y M. Le Hon, autor de un libro muy popular sobre el hombre fósil, de­sistimos del empeño por el momento; dirigiéndonos á Hamburgo para hacer allí alto, atraídos por la celebridad de su Jardín de Aclimatación.

Gozaríamos exponiendo nuestras observaciones acerca de tan notable establecimiento, debido al patrio­tismo de algunos ciudadanos amantes de los progresos de la ciencia; mas faltos de espacio, recordaremos que en él se ha construido un magnífico aquarium, que facilita el conocimiento de la vida íntima de animales q u e hasta ahora se habían sustraído á fructuosas y

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4 detalladas investigaciones en sus modos de ser indivi­duales ó colectivos; y que posee la singular salamandra del Japón fSieboldia máxima), de enorme y aplastada cabeza, color negro bastante subido, con el cuerpo cu­bierto de tubérculos, midiendo más de un metro de longitud.

Y a en las orillas del Elba, teníamos ante nosotros dos distintos caminos al proponernos llegar á Copenhague. E l primero, más directo y frecuentado , era el de Kiel y Korsoer; el más largo cruzaba los ducados de Holstein y Schleswig, la Jutlandia y la Fionía. Atentos á conocer el país en cuanto fuera posible, obteniendo una idea apropiada de su relieve y naturaleza, elegimos esta úl­tima via , recorriendo el trayecto entre Aliona, Flens-burgo y Fredericia : aquí nos embarcamos para atrave­sar el pequeño Belt ; tomamos tierra en Middelfort; to­camos en Odensee; volvimos á embarcarnos enNyborg para cruzar el gran Be l t , y arribando á Korsoer, ya en Zelandia, llegamos á Copenhague después de enrique­cer nuestra cartera con notas que verán la luz oportu­namente.

Recibiónos en la estación del ferro-carril, cual si nos unieran con él antiguos lazos de amistad, el Secretario del Congreso Sr . Valdemar Schmidt , entendido ar­queólogo agregado al Museo de Antigüedades del Nor­te , y autor de una obra que ha contribuido en mucho á vulgarizar en Europa los hechos relativos á la arqueolo­gía escandinava. Al mismo tiempo que nosotros, llegaban á Copenhague hombres eminentes de todos los países civilizados, concurriendo algunos por encargo especial de sus gobiernos.

Verificóse el 27 de Agosto la solemne inauguración de los trabajos, celebrándose el acto con gran pompa en

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5 •el salón privilegiado de la Universidad. Habiasenos di­cho que el pueblo dinamarqués, en sus varias clases, miraba con gran simpatía cuanto se referia al Congreso, y de ello pudimos convencernos cuando notamos que á la sesión de apertura acudia no solo la Corte, representa­da por la familia real y los altos dignatarios de la Coro­na, sino también lo más granado en sabiduría ó posición del reino, juntamente con el Consejo de Ministros y el Cuerpo Diplomático. Verdad es que Cristiano I X , Pre­sidente de la Sociedad Real de Anticuarios del Norte , se •habia declarado protector del Congreso, y que al frente de este , como miembros del Comité de organización, figuraban:

El Sr . J . I. A. Worsae , Consejero de Estado, Direc­tor de los Museos de Antigüedades del Norte y de Etno­grafía , Vicepresidente d é l a Sociedad antes mencio­nada, y aparte de esto una de las ilustraciones más legí­timas y respetadas del Norte escandinavo.

El Sr . A. V. Bech , Montero mayor de la casa del Rey.

El Conde O. S . de Danneskyold Samsoe, Director general de las comunicaciones.

El Sr . Engelhardt, Secretario de la Sociedad Real de Anticuarios del Norte.

E l Dr. Fenger, antiguo Ministro y Consejero íntimo de Estado.

El Sr. Boye , arqueólogo distinguido. El Sr . Herbst, Achivista del Museo de antigüedades

del Norte. El Profesor Müller, Director del Museo de antigüe-

güedades griegas y romanas. El Barón O. D . Rosenorn-Lehn, Chambelán del Rey,

Senador y egregio magnate, cuyos timbres realza con su amor inteligente á la ciencia, al arte y la literatura.

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6

E l Dr. Schmidt , Director del Museo de Antropo­logía.

E l Dr. Steenstrup, Consejero de Es tado , codirector del Museo de Zoología, miembro de la Universidad y uno de los sabios de más nombradla allende el Pirineo.

El Barón Zytphen-Adeler, Chambelán del Rey y Senador.

E l Sr . Wichfeldt, favorecido con los mismos cargos.. Los Sres. Strunk, Steinhaner, conservadores adjun­

tos de los Museos Etnográfico y de Antigüedades. Y el Sr . Bang, Tesorero del Banco privado de Co­

penhague; personas todas de considerable influencia entre sus conciudadanos.

Fué para nosotros sumamente grato notar que por virtud de nuestra asistencia, el estandarte español se ostentaba en la fiesta á que nos referimos junto á las banderas de las primeras naciones europeas, y no ex­perimentamos menor satisfacción cuando, al ser presen­tados á la Corte por nuestro Presidente, oímos frases de los labios del Jefe del estado, grandemente honrosas para nuestra querida patria.

Como describir la ceremonia sería tarea un tanto ajena al plan que nos hemos propuesto, habremos de li­mitarnos á reproducir el discurso leido por W o r s a e , en medio de las mayores muestras de asentimiento. Helo aquí:

«Por primera vez retínese en el Norte escandinavo un Congreso internacional, y por cierto que no es para mirado con indiferencia que sea precisamente de Ar­queología prehistórica de lo que ha de ocuparse. A pe­sar de sus reducidos límites geográficos, la Dinamarca ha representado un papel muy importante en los tiem­pos antiguos. En los últimos siglos de la Edad media. y más todavía en la Edad moderna, la significación de

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Dinamarca en la historia universal aparece disminuida, pero en tiempo del paganismo, los reyes del mar, los Vikingos sin miedo y los Normandos vigorosos, saliendo de los puertos y fyords de Dinamarca, Suecia y Norue­ga, se trasladaron á las costas de Rusia y de Alemania, de allí á Inglaterra, a Holanda, a Francia , hasta á la misma España, pasando luego á Italia y Constantino-pla. Por todas partes hicieron brillantes conquistas, de­jando con frecuencia sobre las costas de la Europa mo­numentos y testimonios de su espíritu de libertad y de su bravura.

»Hé aquí cómo podia explicarse que los arqueólogos extranjeros desearan venir á una región de donde en pa­sadas centurias partieron los Normandos tan famosos y tan temidos. ¿Qué cosa más natural que el deseo de querer comparar sobre los lugares mismos donde se en­cuentran, las antigüedades aquí descubiertas, con las se­ñaladas en la patria de cada uno? De este modo, tratán­dose de antigüedades, podia distinguirse lo que es pecu­liar á cada país. Hechos auténticos, recientes investi­gaciones arqueológicas, probaron que los Normandos, considerados cual verdaderos salvajes, eran quizá re­formadores enérgicos. Esta época más importante para nosotros, será, así lo espero, mejor conocidaé ilustrada con los trabajos históricos y hasta prehistóricos.

»Pero, señores, no es solo ese interés, que podríamos llamar privado, el que debia fijar la atención de los sa­bios extranjeros en las antigüedades del Norte: bajo el punto de vista internacional son aún más dignas de vues­tro estudio, en tanto que facilitan fundamentos para la ciencia, que ocupándose de la primera aparición del hombre y de los primeros vestigios de la civilización, ha encontrado en nuestros dias adeptos tan celosos como distinguidos.

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s »Hace pocos años que casi todo el mundo estaba de

acuerdo en que antes de la civilización griega y romana, ó mejor dicho, antes del período á que se refieren los monumentos escritos y las tradiciones más remotas, nada habia pasado en la tierra. ¡ Qué diferencia entre las creencias de hoy y las de entonces! ¡ Qué cambio tan sú­bito y tan radical! ¡ Qué descubrimientos tan valiosos relativamente á las épocas prehistóricas, cuya existencia no era ni aun columbrada por los talentos más atrevidos !

»Un movimiento espontáneo, no ajeno al sentimiento del patriotismo, hizo nacer en el Norte escandinavo y en el Norte de Alemania aficiones antes desconocidas ha­cia las antigüedades y monumentos nacionales. En otros países, arqueólogos ilustres habían encaminado su actividad en esta misma dirección, mas sus esfuerzos permanecían aislados, sin reflejarse ni en la teoría de las ciencias, ni en la organización de los museos. Debe el saber al Norte de Europa los primeros ensayos en orden a l a clasificación de las antigüedades, según su origen, en edades de piedra, de bronce y hierro, y esta gran mejora empezó á esparcir nueva luz sobre los tiempos prehistóricos en las costas del Báltico.

»Y no debe causar sorpresa que un sistema tan noví­simo , opuesto á cuanto se habia hecho en la literatura y en la arqueología clásicas, apareciera en el extremo Norte de la Europa, donde ni los Griegos ni los Romanos realizaron conquistas , y donde la civilización clásica tan poderosa y absorbente , no pudo destruir por complete) ¡a civilización nacional.

«Durante largo período, los eruditos de la antigua escuela , mofáronse de esta singular arqueología que solo se ocupaba de los tiempos bárbaros. Mas aconteció que los naturalistas acudieron al socorro de los arqueó­logos , y así poco á poco, gracias á las investigaciones

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9 de unos y de otros, nueva luz brilló no solo sobre las antigüedades del Norte, sino también sobre las de aque­llos países quesufrían en mayor escala el yugo de los clási­cos. La nueva escuela, después de extenderse por el mundo y de haber fundado una etnografía comparada antes desconocida, ilustró de un modo inesperado la historia primitiva del hombre.

íDiíícil es señalar una nación europea donde no se encuentren ya las manifestaciones de las tres edades que aparecen en el Norte. Además, en el Oeste y en el Sur nótase una serie de pueblos salvajes que durante la edad de la piedra, y bajo climas distintos de los actuales, vivie­ron á la vez que diferentes animales extinguidos ó que han emigrado, como por ejemplo, los grandes mamíferos, el elefante, el rinoceronte y el reno, viéndoseles al fin procurarse animales domésticos , lo cual prueba cierto grado de cultura. Más adelante surge en Europa, y quizá también en Asia, una civilización que reclama el uso del bronce; y cómo se presenta este, viniendo no se sabe de dónde, á constituir su florecimiento , que á su vez abandonará el campo á otro más perfecto ca­racterizado por el hierro.

»Las importantes cuestiones que se refieren á esas épocas, no pueden resolverse sin el conocimiento pro­fundo de las antigüedades de todos los países, sin el con­curso internacional de los arqueólogos. Pero ya se ha establecido el gran progreso de la humanidad : la Ar­queología nacional ha abierto nuevos horizontes ; solo se necesita tiempo para reunir los materiales, y las pre­ocupaciones que han reinado en la ciencia durante siglos desaparecerán por completo.

»Señores , si se quisiera negar la importancia délos estudios arqueológicos y etnográficos , bastaría con echar una mirada sobre esta asamblea , donde se han

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reunido tantos arqueólogos y naturalistas distinguidos ávidos de hacer estudios comparativos sobre nuestras an­tigüedades, para encontrar fútil el reparo. Mencionaré entre los sabios presentes á los señores Quatrefages, Bertrand, Penguelly de l'Haridon , Desor , V o g t , Vir-chow, Capellini, Fraas , Dupont, Spring, Schaffhausen, y hasta los países más lejanos, como la España y la Ru­mania, nos envían sus representantes, que presentes están los señores Vilanova y Tubino , y el Sr . Odobes-c o , juntamente con otros cuyos nombres brillan en los anales de la nueva ciencia.

»Con profundo placer , y hasta con un sentimiento de orgullo, los arqueólogos dinamarqueses, saludan la re­unión del Congreso internacional en el Norte escandina­vo , donde, por su posición y alejamiento del teatro de las conquistas romanas , han conservado los monumentos un carácter más puro y original que en otras naciones, habiendo tenido nosotros la buena fortuna de encontrar alguno de los fundamentos del nuevo sistema arqueo­lógico.

«Sabéis que por regla general se han acogido con be­nevolencia las observaciones aisladas , protestándose contra las deducciones generales y los resultados gran­diosos : aún tiene nuestro sistema ardientes adversarios; as í , pues , en nombre de la ciencia os invito á ser seve­ros. La visita que vais á hacer á nuestros Museos os facilitará la mejor ocasión de estudiarla base sobre que sólidamente debe de construirse el nuevo edificio. Si nuestros Museos no os ofrecen objetos más antiguos que los de la Europa occidental y meridional, que parecen haber sido pobladas en época más remota que los leja­nos distritos del N. , hallareis en cambio riquezas cuan­tiosas propias del período posterior. Veréis que también aquí la civilización romana hizo sentir su influencia, y

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11 que en general los grandes movimientos de la civiliza­ción europea han venido á romper sus últimas oleadas sobre nuestras costas.

» E n el Museo de Zoología estudiareis los objetos no­tables extraídos de nuestras turberas, ilustrando el esta­do primitivo de la fauna antigua de este país, asunto que con tanta erudición ha tratado nuestro colega Steens-trup : asimismo el Museo de Antigüedades del Norte os enseñará los descubrimientos hechos en los grandes de­pósitos de conchas; las antigüedades de los dólmenes y de la edad de piedra , las que acaban de sacarse de las turberas de la edad de bronce, las armas y trajes de los Vikindos, á quienes se llamó bárbaros; y en el Museo de Etnografía veréis un ensayo de ilustración de la his­toria general humana, por series comparadas. Con reconocimiento aceptaremos vuestras explicaciones y advertencias , y si alguno de nosotros ha ido demasiado adelante, nos consolará la idea de que esos mismos er­rores han de redundar en provecho de la ciencia. Al te­ner el honor de declarar abierta la cuarta sesión del Congreso, no puedo por menos de deplorar que el hom­bre , cuya vida entera se consagró al desarrollo de la ar­queología nacional, Thomsem, no haya tenido la fortu­na de recoger el fruto de sus tareas. Espero que su espí­ritu estará entre nosotros, y en todo caso su recuerdo no podrá faltarnos al recorrer los Museos que fundara. No debe olvidarse que otros han contribuido también al triunfo del sistema adoptado hoy, figurando entre ellos dos grandes amigos y contemporáneos de Thom­sem, los veteranos Nilsson de Lund y Lynch de Schwe-rin , cuyos nombres quedarán eternamente grabados en la lista de los valerosos campeones de la Arqueología prehistórica.

«Queridos colegas, vamos á empezar nuestras tareas

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12 en condiciones más modestas que en otros países. E s ­peramos que os contentareis con lo que os podamos ofrecer. Grande sería nuestra dicha, si os pudierais per­suadir de que estáis en un país donde, á pesar de grandes desdichas, la ciencia ha sido siempre cultivada y honra­da ; donde todos , grandes y pequeños, gobierno y pue­blo, sienten el más vivo interés hacia los estudios que nos han congregado. Hallareis una prueba de ello en el he­cho de que S . M. el Rey, en su cualidad de Presidente de la Sociedad Real de Anticuarios del Norte , se ha dig­nado aceptar el título de Protector del Congreso, hon­rándonos con su presencia. Así S . M. ha manifestado su simpatía por la ciencia, que en su predecesor Federi­co VII halló un colaborador celoso é infatigable, y en el padre de este príncipe Cristiano VIH, un verdadero Mecenas.

« Queda, pues, abierto el Congreso. »

Terminada la lectura de esta arenga, M. de Qua-trefagesusó de la palabra, en nombre de los extranjeros, para responder á las galantes frases de W o r s a e , empe­zando desde aquel instante todos nosotros á recibir pruebas ostensibles de la cultura y de la distinguida cor­tesía de los dinamarqueses.

Habíase señalado la Universidad como asiento del Congreso, y en consecuencia veíanse expuestas en sus anchas galerías selecta copia de objetos prehistóricos, propiedad de particulares que de aquel modo deseaban contribuir á la obra común. Allí examinamos las piezas más notables de las colecciones de los señores Bech, Steenstrup y Barón Zyphen-Adeler; los dibujos de M . Ramsauer , pertenecientes al Gran Duque de Mec-klembourg-Schwerin, representando los objetos extraí­dos del cementerio de Hallstadt, localidad clásica para

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el estudio de la primera edad de hierro; una multitud de láminas, condibujos exactosdelas armasyjoyasdelamis-ma edad, atesoradas en el Museo de Flensburgo; otras referentes á las antigüedades irlandesas de las edades de piedra y bronce, cuyos originales se hallan en el Museo de Dublin : planos y vistas de los dólmenes más singu­lares de Dinamarca, y fotografías de los objetos raros en los Museos deCristianía y Estockholmo. Visitada es­ta exposición, disolvióse la asamblea para reunirse en la noche del mismo dia á fin de nombrar la mesa directiva de las sesiones y los demás oficios. E l escrutinio dio este resultado:

ANTIGUOS r RES ID ENTES Y FUNDADORES , ELEGIDOS AHORA

PRESIDENTE

/. Y. A. Worsae.

VICEPRESIDENTES HONORARIOS.

Capellini. Desor.

VICEPRESIDENTES

Steenstnip Nilsson. Lynch.

De Quatrefages F enger. Carlos Vogt.

VICEPRESIDENTES ADJUNTOS.

Dupont. Comiede Ovaroff.

Bertrand.

CONSEJO.

Hildebrand. Baron Penguelly de l'Hari-Spring. Hébert. Fraas.

don. Vi lau opa. Schaff hausen.

Wi re h Gip.

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TESORERO.

F. S. Bang.

TESOREROS ADJUNTOS.

E. Ersler. C. Bang. T. Hindenburg. Luis Bang.

SECRETARIO GENERAL.

Valdemar Schmidt.

SECRETARIOS.

Engelhardt. Casalis de Fonduce. Dognée. A.Rhóné.

SECRETARIOS ADJUNTOS.

E. Chantre. A. Demarsy.

Comenzaron las discusiones desde el siguiente dia, tomando en ellas parte hombres de reputación científica universal ó europea. Ilustrábanlos bancos del Congreso, además de los arqueólogos ó anticuarios ya nombrados, distinguidos representantes de las primeras potencias europeas, no faltando quien demostrase con su presen­c ia , el interés que el sexo bello tomaba en aquellos certá­menes del saber. Entre los doctos que han encanecido investigándolos orígenes humanos, sentábanse la seño­rita Ida Nilsson, en quien la discreción corre parejas con la gracia y la belleza; la señorita Mestorf, hábil escrito­ra, que ha traducido magistralmente al alemán una obra interesante del profesor Nilsson; la señora Urich , pro­cedente de Alemania; la generala Lefroy, inglesa, y su compatriota la señora Sparks, las señoras Biondelli y

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Olivecrona, de Milán la primera y distinguida literata sueca la segunda.

Como dato curioso hé aquí la proporción en que es­taban representadas en el Congreso las naciones concur­rentes :

Alemania, quince socios. Bélgica, siete. España, dos. Finlandia, uno. Países Bajos, tres. Rumania , dos (entre ellos el Sr . Urechia , nuestro

querido amigo, bien conocido en los círculos científicos de Madrid.)

Sui{a, dos. Francia, veintiséis. Inglaterra, cinco. Hungría, uno. Italia, cinco. Noruega, cinco. Prusia, seis. Suecia, veinticuatro. Por lo que toca a Dinamarca, las listas de la Socie­

dad contenían hasta doscientos veintiséis nombres, figu­rando en ellos todas las clases de la sociedad.

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II.

Sesiones del Congreso durante los dias 2 S , ;K) y 31 de A g o s t o . — Oscilaciones de la corteza terrestre . — Los elefantes de Dinamarca. — Expedición al quioquenmodingo de S o l a g e r . — El canibal ismo en las e d a d e s prehistór icas . — L o s dólmenes de YVestenzotland.•—Los monumentos mciraliticos de Andalu-c 'a y los descubrimientos prehistóricos de la misma r e g i ó n . — Quioquenmodingos en Suabia . — E l hombre primitivo en el W u r t e m b e r g . — G e n e r a l i d a d e s del S r . Schaf fhauscn. — Lo prehistórico en la Valaquia .

o c u p a n d o la presidencia el Sr . de Quatrefages, el sá­bado 28 de Agosto, comenzaron en realidad las tareas del Congreso, leyendo el Dr. Bruzelius de Istad, una eru­dita memoria sobre las oscilaciones que habia experi­mentado la costa Sur de la Escania , fenómeno, en su sentir, demostrado por medio del corte geológico que presentaba del puerto nuevamente construido en la di­cha localidad, y de los objetos, tanto prehistóricos como relativamente modernos, encontrados por el dicho ar­queólogo en el depósito glacial que ocupa la base de la formación que allí se encuentra, en la turbera que la cu­bre y en la zona de arenas litorales que la coronan. Se­gún el Sr . Nilsson, en un manuscrito fechado en 1070,

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*7 se afirmaba la existencia de una turbera submarina en la costa de Escania , calculando el célebre naturalista que la inundación que hubo de cubrirla puede remontarse aproximadamente á dos mil años antes de la era cris­tiana .

Excavándose no ha mucho en las inmediaciones del puerto de Istad, para ampliarlo y darle ventajas de que carecía, hiciéronse descubrimientos que el Sr . Bruzelius ha utilizado en su curioso trabajo. Presentóse en primer término la faja de arenas, antes mencionada, conte­niendo multitud de conchas marinas, cardiiim edil­le, etc., troncos de árboles, restos de embarcaciones, útiles en cobre, latón y estaño, dos arcabuces, dos balas de cañón, remontando todo á una antigüedad de cinco siglos á lo sumo. Seguia inmediatamente la turba, donde se conservaban las raíces .de los árboles cuyos troncos atravesaban la capa superior, extrayéndose de este horizonte conchas lacustres, como Helix, Planor-bis, Lymneas, Bithynias, etc. Descansaba la turba so­bre una capa compuesta, según los sitios, de arena, grava, arcilla gris con chinarros de mayores ó menores dimensiones, anunciando el conjunto la presencia de un canchal ó depósito glacial.

Encontróse en la faja de arena arcillosa un cuchillo, una punta de lanza, una media luna de sílex y una ha­cha de piedra, y además dos láminas de hueso artísti­camente trabajadas, pertenecientes al mango de un cu­chillo.

Piensa Bruzelius que la labor de este mango le autoriza para referirlo á un momento entre los siglos X y X I , época en que comienza en el Norte la era cristia­na, deduciendo de los hechos observados que la base del puerto de Istad lo constituye un antiguo canchal (mo-raine de los Franceses) , en cuyas depresiones se ha.de-

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positado una capa de arcilla: sobre esta ha crecido un bosque, frecuentado por los hombres al terminar la épo­ca pagana, atravesando el sitio un arroyuelo, que una ve/ interceptado en su curso por cualquier accidente, dio lugar á que se formara una turbera que se ha hundido hasta ser cubierta por las aguas del mar entre las dos citadas centurias.

Terminada la lectura del papel, usaron de la pa­labra los Sres. Nilsson, Desor, Vogt , Hébert y Ber-trand , ilustrando cada uno el fenómeno con luminosas observaciones. Explicó Nilsson los movimientos que ha sutrido la costa de Escania; quiso Desor saber si el levantamiento de una parte de la Escandinavia se com­pensaba con la depresión de otra; veia Vogt difícil el l i jar la cronología de la formación, mediante á que los objetos hallados en el canchal habian podido llegar hasta él atravesando la turbera, gracias á su pesantez; para Bernard esos objetos, excepción hecha del mango del cuchillo, representan mayor antigüedad que la supuesta por Bruzelius; mientras Hebert , ateniéndose únicamente á las observaciones geológicas, aseguraba que el corte del puerto de Istad, demuestra el hundimiento de diez pies del suelo de Escania cada mil años. Este es un hecho irrecusable, en su juicio, y que concuerda con los ob­servados en las tierras bajas desde Rusia hasta más allá del Bált ico, tierras cuyo nivel desciende, a l a vez que sus contrafuertes ó cordilleras se levantan.

Concluidas las sesiones, visitamos la localidad á que la Memoria se referia, y en el capítulo correspondiente daremos cuenta del resultado de nuestro viaje.

Presentó en la misma sesión el Secretario Sr . Wal-demar Schmidt , en nombre del Sr . Lotze, una muela de elefante procedente de una cantera de arena y grava

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i9 cuaternaria de Fionía, y habiéndola examinado el señor Capellini, resultó pertenecer al Elephas armeniacus, distinto del E. primigenias, con el que antes se confun-dia por la especie de torsión que ofrecen las láminas del marfil en la parte posterior del diente. Dijo el sabio na­turalista italiano, que á esta especie correspondían los ejemplares encontrados en Sicilia, en Toscana y en Bolonia, añadiendo nosotros que-lo propio sucedía con el hallado por el Sr . Machado en Lora del R io , en el ter­reno cuaternario del Guadalquh'ir.

A propósito del descubrimiento, expuso Desor , que tanto en los Alpes como en el Norte de Alemania, los restos del E. primigenias se señalan siempre en depósi­tos removidos por las aguas después de la consolidación de las formaciones glaciales, en cuyo concepto tiene no poca significación el hecho de que en Fionía acontezca lo propio , siquiera sean los restos del E. armeniacus.

Observó Worsae que los terrenos de Dinamarca que conservan esos fósiles, son de fecha posterior á los de Francia y Suiza; Vogt manifestó que aun cuan­do no se han encontrado hasta ahora en Dinamarca vestigios humanos propios de la época en que vivían tales proboscidios, aunque todos los descubrimientos parecen indicar que el hombre no habitó aquella región en la época á que se hace referencia, no deja de ser in­teresante el que se recojan en capas superficiales restos de los mismos animales, contemporáneos un tiempo de nuestros antepasados en Francia, Inglaterra y en otros países.

Después de este debate, el Secretario general dio lec­tura a una comunicación del Sr . Philibert Lalande, re­mitiendo la Memoria que habia escrito sobre las épocas de piedra en Brives (Departamento de la Correze, Fran-

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20 cía). Nueve son las cavernas exploradas por este ar queólogo, habiendo extraído de ellas gran copia de ob­jetos en silexy algunos en cuarcita. De la carencia de la primera de estas rocas en la comarca referida, y de la semejanza de los objetos con los procedentes de Peri-gord, deduce Lalande que sus primitivos habitantes de­bían recibirla de los que habitaban el último , con quienes debieron sostener relaciones comerciales. No era este el único ni más concluyente testimonio de tan incipiente comercio , que por su fecha podriamos llamar prehistó­rico , sin embargo, siendo el hecho curioso, oyó el Congreso con agrado la nota que lo describia.

Visitó el Congreso el domingo 3o de Agosto las co­lecciones artísticas del castillo de Rosenborg , de que en otro sitio nos ocuparemos, y el lunes siguiente destinóse á recorrer y explorar el quioquenmodingo de Solager.

Reunidos á las siete de la mañana en la estación del ferro-carril casi todos los miembros extranjeros del Con­greso y muchos nacionales , ocupamos un tren especial, que en poco tiempo nos llevó á la antigua capital de Di­namarca, Roskilda, hoy su metrópoli religiosa. Situada en una de las extremidades del fyord de Isef, aparecía engalanada para recibirnos con sus mejores preseas. Vestida la población de fiesta, aguardábanos en las ca­lles del tránsito, y en todos lados numerosas banderas denotaban que Roskilda no era ni con mucho indiferente al científico acontecimiento que presenciaba el vecin­dario de Copenhague.

Encerraba Roskilda, particularmente para nosotros, preciosísimos recuerdos. Dentro de su recinto perma­necieron algunos de los valerosos tercios españoles , que obligados á combatir un dia á las órdenes de los generales de Napoleón, volaron al socorro de la madre patria, luego

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21 que conocieron los tristes sucesos del 2 de Mayo. Viven en los habitantes de Roskilda memorias gratas de nues­tros antepasados , y aún existe en sitio conocido, algún testimonio auténtico de la cólera que entre estos se pro­dujo , y que tomó por blanco á los oficiales franceses, Guando se apercibieron de la artera conducta del afortu­nado Capitán cuya ambición ensangrentaba la Europa con guerras crueles y desastrosas.

Debíamos para trasladarnos áLynres, punto donde se encontraba el quioquenmodingo, surcar las aguas del fyord en toda su extensión hasta llegar á su desembocadu­ra en el Cattegat. Embarcámonos en el vapor de la ma­rina nacional Federico VII, siendo recibidos con galante cortesía por su capitaiTSr. W i l d e , persona ilustrada, que habia visitado algunos de los puertos de Andalucía. Empavesado el buque y adornado con guirnaldas de frescas flores, ofrecía un agradable aspecto: emprendi­mos nuestra navegación, que duraría cuatro horas de ida y cuatro de vuelta, bajo los mejores auspicios, despidiéndonos en la orilla los roskildeses, que nos demostraban sus simpatías con calorosos y triplicados hurras.

Desdoblóse el fyord a nuestros ojos como una in­mensa faja de plata, y en el progreso de nuestro feliz via­je , vimos desfilar quintas y bosques, varias aldeas, cu­yos habitantes con banderas y aclamaciones nos saluda­ban, y no pocos montículos, verdaderos túmulos prehis­tóricos, levantados á lo largo de las costas.

Llegamos al fin a Lynass, pequeña aldea de pescado­res, donde nos esperaba una escena no presentida ni imaginada : el sabio paleontólogo Steenstrup habíase per­sonado la tarde antes en la localidad, tanto para dispor ner el recibimiento cuanto para desmontar el quioquen-modingo, de modo que pudiéramos explorarlo á placer;

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22 y habia bastado una simple indicación hecha al modes­to profesor de instrucción primaria de Lymes , para que éste , usando de su poderosa y reconocida influencia, promoviera el que todos los labradores de la comarca se presentaran á ofrecernos sus carros, coches y servicios.

Confundidos con la población de ambos sexos, que llena de gozo nos acompañaba, cruzamos los campos en dirección á Solager, utilizando los medios de locomoción que con el mejor deseo nos facilitaban los aldeanos. Una vez en Solager ofrecióse el quioquenmodingo á nuestra científica curiosidad. Adosado á un montículo natural, presentaba el aspecto de un altozano de suaves pendien­tes , atravesándolo una gran zanja ó trinchera, mandada abrir por el Sr . Steenstrup. De este modo podíamos go­zarlo cómodamente. Componíase de un número con­siderable de conchas, mezcladas con pedazos de sílex, labrados ó sin labrar, huesos de aves y cuadrúpedos, hachas de piedra, notándose en algunos puntos pie­dras de mayor tamaño que las usuales y con evidentes testimonios de haber estado expuestas á la acción pro­longada del fuego.

Estaba situado el quioquenmodingo en una especie de abrigo formado por la-parte reentrante de la costa, defendiéndolo del viento Norte y de las olas del Catte-gat la colina sobre cuyo flanco meridional descansaba. Atacamos cotilos instrumentos de que^íbamos provistos, las paredes de la trinchera, recogiendo cada cual pre­ciosos testimonios de la actividad é industria humanas.

Como todos los de su clase , el quioquenmodingo de Solager contiene prodigiosa copia de conchas comesti­bles, en su mayor parte marítimas, tales como la Os-trea edulis, el Mytilus edulis, el Cardium edule, algu­nas Nassas reiiculata, la Littorina litorea, mezcladas con Hélices y Ciclostornas entre las terrestres; tam-

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bien comprende no pocos restos de mamíferos pertene­cientes á especies que han vivido en Europa hasta en tiempos históricos, citando algunas Julio César en sus Comentarios. De ellas las más frecuentes son el Bos Unís, Buey salvaje; Bos bisons, el Bisonte, que aún se halla en la Lituania; Castor fiber L., el Castor, que habita las aguas del Danubio actualmente, pero que hace siglos desapareció de Dinamarca; la Phocagrypiis, muy rara hoy en aquellas regiones; Cernís Dama, el Paleto, y otras, como el L o b o , la Zorra, una raza de Perro menor que el de la época de bronce en dichas co­marcas , único animal doméstico del quioquenmodin-go, á cuya voracidad se atribuye la carencia de huesos de aves pequeñas y de las partes blandas de las grandes'.

Falta en estos depósitos, que indican la existencia de una población anterior á toda historia , el Reno por haber emigrado á más altas latitudes, y tampoco se des­cubren vestigios del Buey y del Caballo domésticos, ni del Carnero, circunstancia que aumenta la importan­cia cronológica de los quioquenmodingos, cuyos límites en el tiempo, son la desaparición del Reno y la apropia­ción y conquista por el hombre de las especies domésti­cas ya citadas.

Abundan entre las aves los restos del Alca impennis, el Manco, que emigró de las costas de Europa, y solo existe, siquiera sea en escaso número en las de Groenlan­dia, hallándose justificada su reciente desaparición del archipiélago Islándico. Otra especie bastante común es el Tetrao itrogallus, Gallo de jaral , y el Cygnus ferus, Cisne salvaje, que vive en latitudes más septentrionales, y solo baja á las costas de Dinamarca durante los invier­nos crudos. Esta circunstancia, y el encontrarse los cre­cimientos sucesivos de las astas del Ciervo, parecen acreditar la opinión de que los aborígenes que dejaron

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24 aquellos testimonios moraban tocio el año en el litoral.

Hánse hallado asimismo en los quioquenmodingos restos del Clupea harcngus, L in . , Arenque; del Gadus monta. L i n . , Bacalao, y del Pleuronectos platessa. Lin., la Plati ja, lo que lleva á sospechar con fundamen­to que los dichos aborígenes se dedicaban á la pesca, alejándose más ó menos de la costa, y valiéndose en sus expediciones de canoas formadas de troncos de árboles, iguales á las que suelen extraerse de las turbe­ras y á las que usan hoy dia algunos pueblos ribereños de la América del Sur.

La falta de huesos humanos entre los de animales que servian de alimentación á la raza de los quioquen­modingos, destruye la hipótesis de que esta fuera antro-pófaga, como algunos han pretendido.

Por lo que hace á la llora, encuéntrase en los mon­tículos de que nos ocupamos, la Zostera marítima, y también algún que otro pedazo de carbón vegetal; y en orden á la industria humana, recógense con facilidad hachas de pedernal toscamente labradas, de forma lanceolada, instrumentos de hueso, particularmente punzones y agujas para coser las pieles; fragmentos de cerámica grosera, fabricada á mano, cantos graníticos ó de otras rocas, ennegrecidos y como si hubieran ser­vido para el hogar, y también los hay redondos, utili­zados quizá en la trituración de los granos y semillas.

Tendría el depósito de Solager de nueve á diez me­tros de largo sobre cuatro ó cinco de altura , hallándose, como ya dijimos, adosado á un altozano del terreno cuaternario.

Hecha la exploración y examinados los objetos recogidos el dia antes por Steenstrup, y que deposita­dos sobre tablas, podían gozarse en una tienda de campaña levantada no lejos del quioquenmodingo , nos

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25 condujeron los aldeanos en sus vehículos al embarca­dero , acompañándonos la muchedumbre con visibles muestras de simpatía. Llamónos agradablemente la atención el que un simple profesor de instrucción pri­maria tuviera tanta autoridad entre aquellos insulares. Pero esto, que al principio de nuestro viaje al Norte debía causarnos no poca estrañeza , recibió satisfacto­ria explicación cuando nos convencimos de la superior consideración de que la ciencia disfruta en Dinamarca, y del respeto que inspiran sus representantes, sea cual- • quiera el puesto que ocupen en sus diversas escalas.

Obsequiáronnos á bordo del vapor con un esplén­dido banquete; hubo entusiastas discursos, hablóse de la ciencia, de la fraternidad de los pueblos, consagrá­ronse brindis oportunos á los grandes benefactores de la humanidad, y cuando ya el crepúsculo dibujaba fantás­ticas siluetas sobre los cerrados horizontes, cuando las aguas del tranquilo fyord tornábanse oscuras y miste­riosas, enviándonos sus últimos reflejos al ser heridas por la expirante.luz de la tarde, abordamos á Roskilda, cuya catedral, iluminada á giorno, arrojaba encendidos resplandores á través de sus ojivas.

Esperábannos bajo el cancel varias dignidades ecle­siásticas, y á compás con las armonías del órgano, en­tramos en el templo , precioso monumento del si­glo X I I , que contiene numerosos motivos de estudio, tanto para el artista como para el historiador y el anti­cuario. Panteón de los reyes, encierra sus tumbas; guarda también las osamentas de egregios personajes que han figurado en la historia nacional, y testimo­nios artísticos que muestran el carácter típico de la arquitectura y escultura indígenas, y sus modificacio­nes bajo el influjo de los estilos y maneras venidos del extranjero.

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Presidió la sesión del 3i el Sr . Capellini. Insistiendo el anciano Nilsson en el particular refe­

rente á las oscilaciones del suelo escandinavo, comenzó las labores de este dia diciendo cosas de la mayor im­portancia. Afirmó desde luego, que al principio del siglo pasado, ancianos cazadores aseguraban que rocas sobre las cuales cazaran en su juventud focas, se habian levantado tanto , que aquellos animales no podían subir hasta ellas. Pensó Celsius, estudiando el hecho, que algunos miles de años antes, toda la Escandinavia estuvo sumergida, y para poder seguir el curso del le­vantamiento, hubo de grabar señales al nivel del agua sobre rocas situadas en las costas.

Linneo hizo medir, durante un viaje que verificó á la parte Sur de Escama, la distancia que' había entre la playa y una piedra monumental que se erigiera en memoria del desembarco de Carlos X I I . Ordene') la Aca­demia de Stockholmo en 1820, que se reconociesen las señales de Celsius, y hubo de observarse, que caminán­dose hacia el Norte, la altura de aquellas crecía, demos­trándose que no eran las aguas las que se elevaban sino el terreno. En 1887 se ha vuelto á medir la distan­cia que media entre la piedra de Carlos XI I y la lengua de agua, y se la ha visto reducida. E l mismo Nilsson ha hecho observaciones que le permiten aseverar que el movimiento de la costa de Escama de levantamiento y depresiones muy antiguo, continuándose en nuestros mismos días.

Leyó el Sr . Dognee, uno de los Secretarios, una me­moria del Sr . Roujou, sobre la estación de Villeneuve, S . Georges, cerca de París. Dice el autor haber descu­bierto tres horizontes en dicha localidad, que de abajo arriba corresponden, el primero á un período interine-

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dio entre la primera y la segunda edad de piedra, figu­rando entre los instrumentos extraídos rascadores ó ras­padores poco comunes, que el Sr . Waldemar Schmitd refiere razonablemente á la última: el segundo, al perío­do de la piedra pulimentada, á juzgar por las hachas que se han señalado, la cerámica tosca y demás objetos; y el tercero, ó superior, pertenece al período del bronce. Hállase el depósito, según Roujou, cubierto de una capa de tierra amarillenta, parecida al lehmó loess, de donde se han extraído diferentes lechos de ceniza, pie­zas de cerámica más fina y varias antiguallas de épocas visiblemente posteriores al bronce. De manera que l a citada localidad excita grande interés por cuanto faci­lita el estudio de los progresos de la civilización, casi des­de los tiempos primitivos. Fundado Roujou en el conside­rable número de huesos humanos fracturados, que en Villeneuve Saint-George se recogen, inclínase á pensar en la existencia de la antropofagia en tiempos que, aun­que postcuaternarios ó posteriores al diluvium , son no obstante muy antiguos.

Ocasionó esta última afirmación un animado y lumi­noso debate, en el que terciaron los Sres. Springs, Du-pont, Worsae y Quatrefages.

Mantenedor antiguo el primero del canibalismo de nuestros ascendientes, adujo en prueba de su doctrina diferentes noticias y argumentos. Cuando se descubrió en Bélgica la famosa gruta de Chaveau, notó que era de época posterior á la de Engis , pues no había en ella huellas del Mammut , ni del Oso, sino de varios ru­miantes, puercos, pájaros y pescados, dominando en el yacimiento los restos humanos, siquiera no se clasificase entre estos ni un solo hueso de hombre adulto, mientras eran comunes los de mujer y de adolescentes. Aquellos que contuvieron medula ofrecíanse quebrantados en di-

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28 recóion de su longitud y algunos carbonizados. Durante nueve años el Sr. Springs se consagró á estudiar pieza por pieza estos materiales, deduciendo que correspon­dían á un festín de antropófagos.

Tan barbara costumbre parece que no fué peculiar á los salvajes de Chaveau, dando en mucho verosimilitud á la doctrina, el recuerdo de los sacrificios humanos que registra la historia escrita de las naciones occidentales de Europa.

No hallaron eco en el Congreso las opiniones del se­ñor Spring, negándose á admitirlas, entre otros, su conciudadano el entendido Dupont, que también ha ex­plorado cavernas donde se encontraron huesos humanos quebrantados, útiles de piedra y otros vestigios de fru­gales comidas, sin que pudiera deducirse en rigor la verdad de la antropofagia.

Manifestó Worsae que no se atrevia á afirmar que existieran en Dinamarca huellas de semejante salvajismo. Hallóse en un dolmen gra cnantidad de huesos humanos rotos y medio quemados, lo que podría inducir á creer lo contrario, peroxalcula que no pertenecen á un ban­quete de caníbales, sino á un sacrificio litúrgico, y le hace pensar de este modo el hecho de que en el fondo de la sepultura se conservaban, revueltos con carbones, huesos calcinados de animales, que debieron servir para la alimentación de los que figuraron como actores en la ceremonia religiosa.

Quatrefages observó que los huesos de las grutas de Bélgica no podian referirse al tipo que representan los cráneos dinamarqueses de Borreby, por lo que admi­tiéndose la antropofagia, hay que convenir en que dos tribus europeas hubieron de practicarla.

Repetimos que las ideas de Spring tropezaron con la resistencia que el Congreso oponia. á aceptarlas, enten-

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2 g diendo que no habia razones suficientes que las abo­nasen.

Usó muy luego de la palabra el eminente arqueólogo sueco Sr . Hildebrand, para darnos á conocer los dól­menes de Westergothland, región enclavada en su pa­tria. Construidos con enormes piedras ó cantos erráticos, forman á manera de largas galerías, algunas hasta de cin­cuenta pies de longitud,, cubriendo la cavidad anchas losas ó la jas, desgajadas también con frecuencia, de las rocas erráticas. Muchos de estos enterramientos, deque en España tenemos un ejemplo auténtico en la cueva de la Pastora, término de Castilleja de Guzman, están sin cubrir, lo que les diferencia de sus' semejantes en Dinamarca, Francia y otros países, mientras otros cons­tituyen verdaderos montículos ó altozanos.

Tienen situado el ingreso al Este , y el interior repleto de una tierra negra que envuelve los esqueletos.

Grandemente experimentado Hildebrand en este li­naje de exploraciones, ha podido resumir sus estudios en las siguientes cláusulas:

i Q u e el número mayor de los cráneos encontra­dos pertenece al grupo dolicocéfalo ósea cráneos largos: solo dos ó tres son braquicéfalos ó cortos.

2. a Que generalmente presuponen individuos muy avanzados en edad, como lo acredita la carencia de dien­tes , sobre todo en la mandíbula inferior, habiendo ob­servado en un individuo muy viejo, la particularidad de tener un diente reciente ó nuevo.

3.° Que los huesos de animales son propios de ma­míferos domésticos y de salvajes, que aún existen.

4." Que los instrumentos recogidos, tan numerosos como bellos bajo la relación artística, han sido labrados en silex, variando mucho en sus.formasy usos: hállanse,

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3o con efecto, entre ellos, cuchillos, puntas de lanza, pu­ñales, flechas, sierras, martil los, rascadores, varios utensilios en hueso, como estiletes, punzones, agujas, anzuelos para la pesca, diferentes artículos de adorno enconchas, dientes de mamíferos y particularmente en ámbar; demostrándose así que en tan remotos siglos era ya esta resina fósil, conocida y abundante como lo es hoy en las costas del Báltico.

Copiosos son también los instrumentos, útiles y adornos en bronce encontrados en otros dólmenes de Suecia, representando amplia y ricamente la industria indígena. Contienen las colecciones nacionales, desde las toscas hachas, imitación de las últimas de piedra con las matrices que sirvieron para fundirlas, hasta los objetos más delicados de uso público y doméstico, tales como armaduras, escudos, puñales, cascos, brazaletes, fíbu­las, agujas, pendientes, pectorales, amuletos , vasos y toda clase de utensilios.

Rica la Suecia, como pocas regiones, en dólme­nes y túmulos, han sido incluidos en las épocas neolítica y del bronce , constituyendo por la variedad de las anti­guallas que arrojan, uno de los temas de mayor atractivo ante la atención inteligente del anticuario.

Tocó su turno á los españoles, y uno de nosotros, Tubino, subió á la tribuna ádisertar someramente sobre los monumentos megalíticos de Andalucía, sus primeros pobladores y los demás testimonios prehistóricos hasta ahora observados en aquella región privilegiada. Y co­mo advirtiera en el Norte escandinavo gran desconoci­miento del grado de cultura que alcanzaba España; pensó el orador que era conveniente y hasta necesario, decir á este propósito lo que, sin lastimar á nadie,dejara satisfechas las legítimas exigencias clel verdadero y repo-

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3i sado patriotismo.Discurrió, pues, brevemente sóbrelos muchos títulos que España tenia al respeto y á las sim­patías cié la Europa; citó hechos culminantes de su historia , y después hizo alusión á sus progresos ac­tuales , demostrando que la raza española parecía como que se levantaba de su abatimiento para entrar de lleno en el sendero de su regeneración y prepotencia.

Grande hubo de ser nuestro regocijo, cuando el res­petable y numeroso auditorio que ocupaba el Paraninfo de la Universidad , hacia justicia a aquella defensa, aplaudiendo con repetición las palabras de nuestro compañero , aprobación que hubo de secundar la prensa al reproducir esta parte de su discurso.

Dio cuenta después Tubino, de los descubrimientos prehistóricos realizados en Andalucía : habló ligera­mente de la célebre cueva de Menga, y del monumento megalítico, ó cámara sepulcral de Castilleja de Guzman, por él descubierta y estudiada : citó asimismo el nota­ble dolmen de las cercanías de R o n d a , que lleva el nombre de «Piedra de los sacrificios», (Véanse las láminas que acompañan al texto.) así como las hachas recogidas en varias localidades, los magníficos resul­tados que se han obtenido de la exploración de las cavernas de Gibraltar, con otros pormenores pertinen­tes al argumento que se habia propuesto ventilar.

Concretándose en segundo términoal problema etno­gráfico , emitió la opinión, de tiempo atrás sostenida por él, de que la primitiva invasión de la Península hubo de verificarse por el estrecho de Hércules , recordando con tal motivo no solo las tradiciones mitológicas que abo­nan esta doctrina, sino los preciosos descubrimientos arqueológicos y paleontológicos, con otros tomados de la Geología, que visiblemente la apoyan y reco­miendan. •

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32 Abundan los monumentos megalíticos en la zona ma­

rítima que se extiende desde las Alpujarras por Anda­lucía, Extremadura y Portugal hasta Galicia; reíiérense a ella oportunos textos de los escritores griegos más anti­guos, y atendibles razones concurren á robustecer la hipótesi de que los hombres del Oriente remontando las costas africanas del Mediterráneo, no solo se extendieron por el Occidente europeo, sino que quizá pasaron al otro hemisferio, sirviéndoles de puente la sumergida y le­gendaria Atlántida.

Habría querido nuestro compañero enumerar todos los trabajos prehistóricos de españoles y lusitanos , mas contenido por los límites del tema, hubo de ceñirse á una rápida desquisicion sobre las pesquisas hechas en Andalucía, principalmente en cuanto podían contribuir á comprobar sus particulares opiniones sobre los colo­nos que en remotísimos siglos arribaron á las costas más meridionales de la Península.

Terminó la sesión diurna con la lectura que dio el Sr . Osear Fraas, director del Museo de Stuttgard, de una docta Memoria sobre los quioquenmodingos ele la Suavia, donde en vez de conchas se encuentran huesos de mamíferos, tales como el Ccnnis tarandiis, R e n o ; el Mus arcticus, Zorro del polo; el Ursus arctos , Oso ár­tico y el Guio borealis, Guio, revueltos con Hélices, y li­qúenes, también polares, y cuchillos de pedernal. No se hallan en estos depósitos ni el Ciervo, ni el Jaba l í , ni tampoco el Corzo , detalle que no deja de llamar la aten­ción, viéndose los huesos largos hendidos para sacar la médula, y los cuernos del reno, ingeniosamente traba­jados.

La presencia de estas especies árticas, que han emi­grado hace siglos del Wurtemberg para habitar latitu-

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des más altas, autoriza al Sr . Fraas á deducir que el hombre es allí más antiguo que en Dinamarca, donde se le descubre acompañado de animales de faunas más re­cientes que arguyen climas más templados. Si algo significan estas observaciones , en verdad que á la larga corroboran en parte los juicios de nuestro compañero Tubino , que piensa , según hemos visto , que los prime­ros pobladores de la Europa occidental procedieron del Sudoeste, extendiéndose progresivamente hacia el oca­so y el Septentrión.

Como una nueva prueba de la exactitud de sus racio­cinios, adujo el Sr . Fraas el haberse descubierto en el loess ó lehm diluvial de la baja Suavia, fósiles del Ele-phasprimigenias ó Mammat, del Ursas spelanis, Oso de las cavernas, del Rinocerus thicorhinus, Rinoceronte de narices tabicadas ; del Bos priscus. Bisonte primiti­vo ; del Cerras megaceros, Ciervo gigante; y del Eqaas caballas. Caballo primitivo , juntamente con otras espe­cies extinguidas; añadiendo para justificar la contempo­raneidad del hombre y de estos mamíferos, que en el Museo de Stuttgard se conservaba un cráneo humano recogido en 1 700 , con varios huesos de M a m m u t , que á él se hallaban asociados.

Puso fin á su disertación aseverando que las turbe­ras del Wurtemberg guardan la fauna moderna poste­rior al período glacial, en un todo parecida y sincróni­ca con la de Dinamarca, y con pruebas auténticas de la existencia del hombre y esbozos de su rudimentaria in­dustria.

Leyó el Sr . Guerin en la sesión nocturna una Memo­ria acerca de las cavernas y dólmenes del departamento de la Meurthe (Francia) y sobre los túmulos explorados en los Vosgos por Mr. Soulie.

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En la caverna de la Truche , clasiíicada como de la edad de bronce, se han observado, entre los restos hu­manos de unos cien individuos, once húmeros con la cavidad olecraniana perforada, hecho de gran significa­ción, antes citado por otros arqueólogos. Sacáronse de la misma cueva puntas de flecha en silex, conchas per-foradas'que debian servir de adorno, estiletes, agujas y objetos diversos en hueso y no pocos en bronce. En otro punto del mismo departamento, señalóse una sepultura no muy profunda, que contenia hachas, flechas y un brazalete de bronce, que hubo de aplicarse á la pierna, puesto que en el enterramiento estaban la tibia y el pe­roné y no el cubito y el radio. Esta observación parece exacta, pues en otras sepulturas de las cercanías de Nancy el mismo Guérin halló esqueletos con anillos de bronce aplicados á las caderas, á los brazos y á la garganta.

Imaginaba el orador que en la Lorena no se han se­ñalado hasta el presente palafitos ó estaciones lacustres, y solo en un valle afluente del rio Meuse se reconoció un depósito prehistórico palustre con varios martillos en piedra y otros útiles. Describe el Sr . Guérin los túmulos delosVosgos, que Soulieha registrado, recordando entre las curiosidades procedentes de ellos ciertos anillos que debian servir de aderezos: son de una sustancia negruzca parecida al azabache , y figuran estar fabricados con ar­cilla y materias carbonosas.

Schaffhausen, eminente profesor de la universidad de l iona, sometió al juicio del Congreso los más culminan­tes resultados de sus estudios prehistóricos en la cuenca del Rhin, no sin lamentarse antes, amarga y justamente, de la oposición que por algunos de sus compatricios se hace á este ramo del saber, citando en apoyo de su

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35 queja cierto artículo publicado en uno de los periódicos más populares de Alemania, artículo que califica de fal­sos y sin valor los resultados obtenidos por Boucher de Perthe,s en sus exploraciones de Abbeville. Entrando luego de lleno en el examen de los caracteres que ofrecen los huesos encontrados en las cavernas y en el terreno cuaternario, dando la preferencia á este análisis por ser de su especial predilección y competencia, hizo constar Schaffhausen lo siguiente :

i.° Que la presencia de las dendritas no basta para acreditar la antigüedad de los huesos, necesitándose para afirmarla el que dichas arborizaciones penetren en el propio tejido óseo: las superficiales pueden ser modernas;

2.° Que tampoco suponen gran antigüedad en los huesos las rayas ó surcos que ofrezcan á la vista, pues suelen ser efecto de la acción de raíces que sobre ellos se han extendido;

3.° Que el cráneo de Neandertal es más antiguo que el de Engis, habiendo fundamento para considerarle como oriundo del terreno terciario, pues siendo compa­ñero del Oso de las cavernas y del Mammut, debió existir ya en el terreno anterior al cuaternario, pudiéndose por lo tanto señalarle sobre cien mil años de antigüedad. Declaróse después Schaffhausen mantenedor decidido del hombre terciario, y antes de terminar dijo que den­tro de un pedazo de lava que obtuvo cerca de Ander-nach, valle del Rhin, y que conserva, existe un frag­mento de hierro labrado, acontecimiento que probaría, en su concepto, que las erupciones de los volcanes de Siebengebirge, aunque anteriores á toda tradición, de­ben ser bastante modernas.

Concluyó el distinguido profesor sosteniendo que la filología comparada, juntamente con la geología, la

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paleontología y la geografía física , son los ramos encar­gados de esclarecer en un plazo más ó menos corto los más arduos problemas referentes á los orígenes de la humanidad y á sus prístinos pasos sobre la superficie de nuestro planeta.

Expuso el Sr . W o r s a e , que hace diez y siete años vio en Saumur unos huesos con dibujos parecidos á los descubiertos posteriormente por Lartet , en el Perigord; que aquellos fueron encontrados en una caverna por el arquitecto Sr . Joly, quien los regaló al Museo de las Termas de París , donde se conservan.

También Vogt añadió que de una caverna cerca de Ginebra (Mont Saleve) única donde hasta ahora han aparecido restos del Reno , se extrajo un hueso que de­bajo de una capa de estalacmita ofrece un dibujo repre­sentando un helécho, circunstancia que justifica su sorprendente antigüedad.

Pidió el Sr . 'Hebert á Schaffhausen mayores detalles tocante al pedazo de lava de que habia hablado, pues correspondiendo los volcanes del Rhin, como los de Au-vernia, al principio del terreno cuaternario, sería un hecho por extremo singular el uso del hierro en edad tan remota. Quiso Schaffhausen satisfacer á su in­terlocutor, declarando que el objeto no habia sido en­contrado por él , sino por un campesino , que se lo cedió, calculando que debe de ser posterior al terreno cuater­nario, supuesto que las corrientes de lava solo están cubiertas por aluviones modernos. Replicó Heber t , y como faltaran datos , suspendióse todo juicio acerca de este particular.

Ocupóse el Sr . Odobesko, exministro de la Ruma­nia , de los monumentos antiguos más notables de la Valaquia explorados por él , y de los de la Moldavia

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reconocidos por el Sr . Urechia. Presentó el primero á la consideración del Congreso varios útiles de barro co­cido toscamente labrados ; armas en sílex, martillos pa­recidos á los recogidos por nosotros en Cerro Muriano, piedras de honda y discos perforados de gneis y pizarra micácea , que probablemente debieron servir, según el Sr . W o r s a e , para sujetar en el fondo del agua las redes empleadas en la pesca.

En cuanto á objetos en bronce, dijo Odobesko que se descubren en la Valaquia en corto número, abun­dando más los de hierro. Examinadas estas antiguallas procedentes del valle de Androni, resultaron pertenecer á la segunda edad de piedra, ó tal vez al principio de la de bronce, confirmándose en un ligero debate la opi­nión relativa al uso de los discos de pizarra, si bien Vogt dijo que podían haber sido utilizados al perforar los mangos de asta de ciervo, ó en la preparación de las hachas, sirviendo para hacer girar el árbol que abriese el agujero cilindrico que contendría el mango ó astil.

Terminado el incidente,•continuó Odobesko, decla­rando que los monumentos de tierra en Valaquia se di­viden en tres clases : figuran en la primera las líneas de montículos llamados vallum por su forma redonda; en­tran en la segunda los túmulos, que se clasifican en tres grupos, según su tamaño, y en la tercera los campos atrincherados. Todas estas obras son anteriores al siglo segundo de nuestra era, en cuyo concepto debe tomarse la denominación ó adjetivo prehistórico que se las apli­ca. Los instrumentos que arrojan son propios de la se­gunda edad de piedra y de la del hierro, sin vestigio al­guno hasta ahora de la del bronce. Respecto á las ca­vernas, anunció el orador, que si bien son frecuentes en las cordilleras de los Cárpatos, nadie emprendió el explorarlas, conservándose en el pueblo la tradición

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38 de que desde remotos tiempos hasta la Edad media, sir­vieron de guarida á una raza de gigantes que habitaban la comarca. Espera el Sr . Odobesko encontrar en la Rumania ciudades lacustres, ocasionando este anuncio que el Sr . Desor manifestara, que si á primera vista se podia decir que en la Columna Trajana hay indicios de esas estaciones, habida consideración á que los pilotes de las dichas moradas no se veian, hallándose el suelo al nivel de las aguas, las figuras del mencionado monu­mento representan sencillamente puestos de centinelas ó vigías, semejantes á los que actualmente existen sobre las orillas del Danubio.

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III.

Discusión sobre los quioquenmodingos y los d ó l m e n e s . — P r i ­mitiva inmigración en la Europa meridional y o c c i d e n t a l . — Los asiáticos invadieron la Península Ibér ica por el Estrecho de Hércules .—Extendiéronse por las orillas occidentales del conti­nente europeo.—Poblaron la D i n a m a r c a . — Observaciones en las cavernas de B é l g i c a . — L a cronología y los d ó l m e n e s . — Cavernas de la Westfa l ia .—Más sobre antropofagia .—Hogares prehistóricos en Fr is ia .—-Fiesta en el coliseo de la O p e r a .

( © a j o la presidencia de Carlos Vogt, abrióse la sesión el dia i.° de Setiembre. Mostrábase el Congreso deseoso de que personas competentes ventilaran los graves pro­blemas referentes á los quioquenmodingos, y respon­diendo á este pensamiento subió á la tribuna el sabio Steenstrup, con el propósito de satisfacer al auditorio. Era tanto más necesario y apetecido este debate, cuanto que se sabia que no estaban de acuerdo Steenstrup y Worsae en el modo de apreciar ciertos fenómenos propios de los quioquenmodingos, esperándose, por lo tanto, una luminosa controversia que aclarara las dudas en muchos suscitadas por la inspección del depósito de Solager.

Manifestó Steenstrup, que en un principio creyóse

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40 que los quioquenmodingos eran simplemente puntos de la costa que se habían levantado, lo que pensaba ser in­exacto, pues de otro modo deberían contener muchas especies de conchas, siendo así que no ofrecen más de cuatro, representadas únicamente por individuos que han llegado al término de su crecimiento, y que reúnen condiciones de existencia y yacimiento que no permiti­rían el encontrarlos reunidos de este modo. Además,es­tán aquellos situados á pocos pies sobre el nivel del mar, lo que demuestra no han sufrido oscilaciones grandes desde su formación.

A tales consideraciones agregaba Steenstrup la no menos valiosa de haberse encontrado en los quioquen­modingos los objetos de que dimos cuenta al narrar la excursión á Solager. Explicando la disposición de los de­pósitos , ofreció al examen de la docta Asamblea el corte del descubierto en el Molino de Havelse, sitio ya célebre entre los naturalistas por esta circunstancia. Habíase pedido á una comisión, compuesta de los señores W o r -sae, Forchhammer y el orador, que informase acerca de los objetos provenientes de Havelse, y habiendo eva­cuado detenidamente su cometido y explorado hasta otros cincuenta quioquenmodingos, llegóse al término de dar el dictamen sin que hubiera unidad en los pa­receres.

Señaláronse en los depósitos en cuestión, hasta trece especies de conchas, de las cuales cuatro predominan exclusivamente , mientras que las otras escasean por ex­tremo. Son aquellas la Ostra edulis , la Ostra ; el Car-dium edule, el Cardio comestible; el Mytilus cdule, la Almeja, y la Littorina littorea, ó Litorina, debiendo ad­vertirse que la Ostra ha desaparecido del Cattegat y que las demás especies se han achicado, seguramente por ha­ber disminuido el salobre de aquellas aguas. En cuanto á

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4i los pescados, abundan la Chipea harengus, el Arenque; el Gaclus morrhua ó Abadejo; el Pleuronectesplatessa, la Plati ja; y la Murasna anguilla, la Anguila. De aves señálanse el Tetrao urogallus ó Gallo de jara l , que ha abandonado la Dinamarca desde que desapareció el abeto, cuyos retoños constituían su alimento; el Cyg-nus musicus ó Cisne salvaje, que ahora solo frecuenta dicha región durante el invierno; el Alca impennis ó gran Ganso, hoy poco menos que extinguido en la mis­m a , faltando las especies comunes en la actualidad. De los mamíferos, suelen hallarse el Cervus elaphus ó Ciervo común; el C. capreolus ó sea el Corzo, y el Sus scrofa ó Jabalí. Más raros son el Urus, el Perro, el Zor­ro , el Lobo, la Martra, la Nutria, la F o c a , la Marsopla, la Rata de agua, el Castor, el L i n c e , el Gato montes, el Erizo, el Oso polar, y el Ratón.

Vénse en los quioquenmodingos los huesos , hendi­dos longitudinalmente á fin de extraer la médula; tam­bién se encuentran muchos pertenecientes al Reno, con­vertidos en útiles é instrumentos. Presentó el orador ala curiosidad de la Asamblea algunos ejemplares origina­rios del depósito de Meilgaard, y nosotros dibujamos un peine y un mango de hacha , que en lámina aparte podrá gozar el lector.

Añadió Steenstrup nuevos pormenores á los ya refe­ridos , proponiendo diferentes problemas y dificultades. Dijo, por ejemplo, que los quioquenmodingos podian corresponder á la época de los dólmenes , aunque se le antojaban posteriores ; que las tribus que habian produ­cido los primeros llevaron una vida sedentaria, y tal vez habitaron los segundos. Cierto es , decia, que en los quioquenmodingos no se halla más animal domésti­co que el P e r r o , y este de una raza inferior á la del período del bronce, mientras en la fauna de los dolme-

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42 nes parece predominan los animales domésticos; pero no está averiguado que esos restos se introdujeran al mis­mo tiempo que se depositaban los del hombre. Pensaba por el contrario, que los primeros pudieron ser intro­ducidos en las mencionadas cavidades por los zorros y demás roedores que á ellos los llevaran para su alimen­tación, negando por consiguiente que tales especies do­mésticas sean propias de los dólmenes.

De acuerdo Worsae con Steenstrup en atribuir la de­bida importancia á los quioquenmodingos en la primiti­va historia de los aborígenes de Dinamarca, apartábase de su compañero en lo relativo á la cronología. Subió á la tribuna, y en un correcto discurso se propuso refutar la mayor parte de las conclusiones de Steenstrup. Fun­dado en la carencia de animales domésticos, excep­ción hecha como antes apuntamos , del Perro , en la ín­dole y aspecto tosco y grosero de las hachas de silex, evidentemente inferiores en mérito artístico á las que se extraen de los dólmenes y túmulos, asentaba Worsae que concediendo que todos los quioquenmodingos no fueran contemporáneos entre sí, y reconociendo cuan di­fícil es fijar su exacta cronología, parecíale , no obs­tante, que la raza que con los despojos de su alimenta­ción contribuyó á formarlos, no es la misma de los dól­menes y túmulos, sino anterior á esta , habiendo prece­dido también á la que dejó los testimonios de su indus­tria en las turberas.

Combatió Worsae la hipótesis de Steenstrup, refe­rente á que el pueblo de los quioquenmodingos conociera las armas y utensilios de piedra pulimentada, aduciendo el reparo de que para labrar los de hueso y aserrarlos con el fin de extraer la médula, eran más á propósito las piedras triangulares y toscas, en ellos frecuentes, que las pulimentadas.

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4 3 Para W o r s a e , los quioquenmodingos son los mo­

numentos más antiguos de Dinamarca , que determinan la aparición de los primitivos pobladores de aquella co­marca , en el período intermedio entre la primera y la segunda edad de piedra; esto es , entre la emigración ya efectiva del Reno y la aparición de los animales domés­ticos, de los cuales el Perro es el primer representante. Esta circunstancia, combinada con la existencia en Fran­cia , Portugal y otros países del Oeste y Sur de Europa, de instrumentos de piedra análogos á los encontrados en los quioquenmodingos, y su ausencia hasta hoy en Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia , concurre á con­firmar la opinión, apoyada además por el estudio com­parativo de los cráneos encontrados en las distintas re­giones de Europa, de que la invasión de esta zona del continente europeo no se verificó por el Norte c o m o se ha creído comunmente, sino más bien por el Oeste y el Sur, ó sea Italia y especialmente la Península Ibérica, cuya comunicación con el Norte de África debió ser tan frecuente como expedita aun en el caso , no del todo de­mostrado, de que en dicha remotísima fecha hubieran las aguas abierto el Estrecho de Gibraltar.

Oíamos á Worsae con gusto, porque sostenedor en parte nuestro compañero Tubino de las propias ideas, aunque solo en la esfera histórica, desde hace años, acu­día á darlas crédito la autoridad respetable de uno de los hombres más eminentes en este linaje de inves­tigaciones: afirmó Tubino en trabajos arqueológicos, que la Bética habia facilitado la inmigración oriental en la Península , imaginando que el Estrecho de Hércu­les no debió oponer en lo antiguo serios obstáculos al paso de los asiáticos. E l descubrimiento posterior de un istmo entre el África y Sicilia, y de ciertos monumen­tos pelásgicos en AgFigento, han dado mayores probabi-

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44 lidades á su teoría, que pugna contra lo generalmente admitido y sustentado.

Pensaba el diligentísimo W o r s a e , que desde la re­gión mediterránea fueron remontándose á latitudes más orientales y septentrionales las razas invasoras, si eran más de u n a , y como quiera que este progreso debió ser muy lento, de aquí el que al llegar á Dinamarca se en­contrara la industria al final del primer período de pie­dra y casi en el principio del segundo , á cuyo momen­to de transición corresponden los utensilios de los quio-quenmodingos, así como los mamíferos contemporá­neos de aquel pueblo. Permaneció este estacionado du­rante luengos siglos, y solo cuando la población fué exuberante, hubo de extenderse á la Península escan­dinava , cuya historia empieza en la segunda época de piedra, que llegó á alcanzar mayor grado de desarrollo y perfección que en ningún otro país de Europa, conti­nuando por las de bronce y de hierro, que hoy mismo sorprende á cuantos la estudian , con su alto florecimien­to. Confirmando esta doctrina y el progreso de la civili­zación del Sur al Norte y Occidente de Europa, el señor Ovaroff, de San Petersburgo , dijo: que en los dólmenes y túmulos de R u s i a , por regla general , solo se hallan utensilios de hierro.

Resumiendo sus juicios, adelantóse Worsae á sos­tener que los lapones y finlandios no son los aborí­genes de Europa, como se creia, sino mas bien un pueblo ó raza relativamente moderna , última etapa de la inva­sión procedente del Oeste y del Sur , ó de las costas del Mediterráneo, que se verificó durante las épocas de piedra y del bronce , siguiendo los emigrantes el cur­so de los grandes rios; acabando con repetir que la población dinamarquesa ni procedió de Rusia ni del Nor te , sino del Mediodía; y que la circunstancia

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de aparecer en Dinamarca mayores, eñ número y en di­mensión , los quioquenmodingos y los monumentos megalíticos, mal llamados célticos no ha mucho, se explica por haber estado en posesión sus habitantes du­rante largas centurias, de la civilización dé la segunda edad de piedra que recibió de sus antecesores y perfec­ción ó de un modo sorprendente.

Respondiendo á una pregunta del S r . Hebert , que deseaba se le manifestase qué relación existia entre la época de los quioquenmodingos y la del Reno en la E u ­ropa occidental, correlativas según Worsae , contestó el Sr . Dupont , por lo tocante á Bélgica, que en ella ofrece la edad de piedra tres fases.

Primera: período del Mammut con el Rinoceronte, el Oso y la Hiena de las cavernas: caracterízanla siles trian­gulares, notándose al fin de este lapso de tiempo la apa­rición de los bastones de mando, labrados.

Segunda: sobre los dichos depósitos descúbrense otros de arcillas amarillas con fragmentos angulosos de rocas : la fauna vése privada de grandes especies perdidas, abunda la actual y además varias especies que han emigrado , como el R e n o , el Glotón, el Rebezo y la Marmota ; los silex , tallados presentan normal­mente la forma de cuchillos, no se encuentra nada que acuse la escultura, y se usa el enterrar en las cavernas.

Tercera : dominando el horizonte anterior yacen los aluviones y terraplenes, que contienen los silex pulimen­tados. Han desaparecido las especies emigradas, reem­plazándolas1 la launa de las turberas escandinavas, el buey, corzo, jabal í , etc.

De suerte que se nota una diferencia harto sensible entre la época del reno y la de la piedra pulida.

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4 6 Aseveró el Sr . Bertrand por su parte, que el mejor

método para establecer la cronología de tan alta antigüe­dad sin incurrir en errores graves, es el que se funda en el carácter y sucesión de la fauna de las cavernas, de los depósitos cuaternarios y de los demás monumentos anteriores á toda tradición, pues estando relacionados con las condiciones físicas de nuestro continente, no se halla sujeto á error. Que el orden en que se suceden di­chas faunas en.el centro y Oeste de Europa, es el si­guiente : aparece primero la representada por el Ele-phas meridionalis y eXAvmeniacus, el Mammut, el Oso de las cavernas, el León, la Hiena y el Rinoceronte: sigue á esta la de los animales emigrantes á otras latitudes y altitudes, como quiere L a r t e t , y es la del Bos y Equus primigenius, el Ciervo, el R e n o , la Marmota , e tc . , y concluye con la de los animales domésticos, como el Perro, el Cerdo, el Caballo y el Carnero. Siendo evidente que la primera de dichas faunas , por lo menos, no se en­cuentra en el Norte ; de acuerdo Bertrand' con Worsae en lo relativo á la marcha del hombre en Europa, tráza­la de O. y S . al E . y N . , y no en otra dirección, advir­tiendo que, en su sentir, un paso más en la civilización no siempre ó casi nunca exige la invasión de un pueblo ó de una nueva raza, sino que es el resultado del lento y sucesivo desarrollo introducido por los individuos más inteligentes, sirviéndose para realizar el adelanto de las relaciones comerciales, ó de cualquier otro carácter, que sostuvieran con otros centros sociales.

Discurriendo sobre la significación y edad á que de­ban referirse los dólmenes, expuso que en Auvernia casi todos guardan restos de la civilización del bronce, mientras en la Bretaña, región la más clásica de Francia bajo el concepto arqueológico, á pesar de atesorar mu­chos documentos de la segunda edad de piedra, corres-

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47 ponden á un grado superior de cultura, apoyándose en este hecho para sostener que los dólmenes en particular, representan verdaderos monumentos funerarios en uso por siglos y siglos , como lo justifica el que empiezan en Francia en la segunda edad de piedra, y recorren toda la del bronce.

Confirmando este aserto, recordó el Sr . Cazalis de Fondouce, que en el departamento del Ardeche hay dól­menes reconocidos y explorados de la segunda época de piedra; otros que contienen hachas pulimentadas y bronces, y por último, algunos que pertenecen de lleno á esta última etapa, principio de la era de los metales.

Expuso Desor valiosas consideraciones relativamente á la significación que, según lo que acababa de manifes­tarse, tenian los dólmenes, resistiéndose á convenir en que el pueblo de los quioquenmodingos, que solo poseia el Perro como animal doméstico, hubiese podido levan­tar tan sorprendentes obras que se le antojaban de fecha posterior. Hasta negaba que los dólmenes debieran incluirse en la época de la edad de piedra pulimentada, imaginando que las preciosidades de ellos extraídas no podian referirse á civilizaciones incipientes.

Recordando luego cuanto se habia dicho sobre los dólmenes, asentó que le parecía dudoso que pudieran , constituir un buen criterio para determinar la primitiva cronología, é hizo constar con la lealtad que debe dis­tinguir al hombre de ciencia, que ya no participaba de la opinión que sostuviera en el Congreso celebrado en París, donde oponiéndose á Bertrand habia considerado dichas fábricas como propias de la segunda edad de pie­dra , lo que ahora imaginaba muy aventurado según acaba de exponer.

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43 Leyó el BarónDucker, ingeniero de Silesia, una Me­

moria sobre las cavernas de la Westfalia, donde la ca­liza devónica contiene gran número de cavidades natu­rales. Ha recogido dicho señor en la gruta de Hallstein cuchillos en silex, puntas de flecha , y huesos de perdiz. En otras halló los del Oso y del Tigre de las cavernas, pretendiendo ver sobre algunos, señales de trabajo hu­mano, y asociados al conjunto restos quebrantados de cerámica grosera.

Volviendo sobre el tema de la antropofagia. discutido en la sesión anterior, el Sr . Petersen ilustró la materia con oportunas citas de los autores clásicos, que en su modo de ver corroboraban la realidad de tan bárbara costumbre entre ciertas tribus primitivas. Dijimos que la mayoría del Congreso resistíase á admitir como exacta la hipótesis del canibalismo , escuchando, no obstante, al orador con benevolencia. Suetonio, entre otros, ha­bló, según Petersen, de un pueblo bretón que se alimen­taba de carne humana , y con especialidad de la de los niños y mujeres, no siendo por consiguiente inverosímil, sino muy probable, lo que sostuviera el Sr . Spring, en orden á la antropofagia de los hombres de Chaveau.

Cerró la sesión el barón Van Breugel, refiriendo que cultivándose un campo en las inmediaciones de Utrech (Frisia), se han hallado unos veinte hoga­res, formados por otros tantos agujeros semicirculares excavados en el suelo, conteniendo en la parte inferior central una piedra plana de granito, sobre la cual se de­positaban las brasas. Media cada una de estas excava­ciones metro y medio de diámetro por otro tanto de pro­fundidad, facilitándose la bajada por un escalón practi­cado en uno de los costados. De uno de estos hogares se han extraído hachas y flechas de silex, y percutores ó no­dulos de diferentes rocas.

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En la noche de este dia fuimos obsequiados, los indi­viduos del Congreso, con billetes de convite, quedebian abrirnos las puertas del teatro de la Opera, donde se ce­lebraba una grandiosa fiesta. Ocupadas las localidades por escogido auditorio, veíanse además en sitios pre­ferentes á los reyes con sus hijos, altos funcionarios, y repartidos por toda la sala representantes de los varios partidos que en la prensa y en el Parlamento sos­tienen discretamente sus opiniones; literatos, artistas y hermosas mujeres que nos facilitaban ocasión de apreciar las líneas severas y correctas de la belleza escandinava.

Comenzó el acto , no sin extrañeza nuestra, levantán­dose los concurrentes para entonar, con acompaña­miento de orquesta, una especie de himno patriótico. Siguió un baile del que debíamos sacar copiosa enseñan­za , por referirse á los tiempos mitológicos y primitivos de la Escandinavia. Presentáronse ante nosotros suce­sivamente las más poéticas creaciones de la mitología septentrional; vimos desarrollarse en animados cuadros el Wahalla del Norte, con sus elfos y sus valkirias, con sus genios v sus vikingos , con Odin y el espléndido cor­tejo que le seguía á los combates. Rubias y hechiceras ondinas servían el hydromel en.primorosas copas defor­mas artísticas, y el simbólico cuerno, cuyos repetidos ejemplares son como el paladium de todo antiguo hogar en la tierra nebulosa de Thor y Fre ja , recordábanos la filiación aria de aquella costumbre grandemente tras-formada bajo el influjo de climas diferentes y complica­ciones históricas de larga fecha.

Habíase inspirado el autor, al escribir el argumento, en las tradiciones poéticas de losScaldas , dando cuerpo á los fantasmas que flotan en sus consejas, calor á los ti­pos de su fantasía. Y pidiendo luego auxilio al arqueólo­go, ofrecíanos la indumentaria con severa propiedad, y

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5o después de la tienda del guerrero con sus accidentes ca­racterísticos, y del rudo combate, y del festin báquico, y de la apoteosis bélica, la sombría y apretada selva de hayas y abetos, con sus misteriosos y sagrados sacrificios, con sus elegantes dólmenes, recortándose en el oscuro fondo de las aguas. Ei Blot, til Lyst, habia dicho el au­tor, con el refrán dinamarqués, « no solo para el entreteni­miento.» sino también para la instrucción.

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IV.

Débales sobre las turberas de D i n a m a r c a , Suecia y E s c o c i a . — Su clasificación. — Sus productos prehistóricos . — Los q u i o -qucnmodingos de las cercanías de Hyeros. — Las edades de bronce y hierro en Rusia . — Dólmenes de la Crimea. — E s ­culturas en W c s t r o g o t h i a . — Su é p o c a . — Esculturas en Rusia.. — El bronce en Suec ia . •—• Proyecto de clasificación de las cavernas . — La Arqueología en Polonia. — Ciudad l a c u s t r e . — Estudios prehistóricos en España. — Historia de los d e s c u b r i ­mientos verificados desde 1 8 i - i . — Descripción de los túmulos y cavernas osuarias de Valencia .—-Un caso de m i c r o c e f a l i a . — Discusión sobre el atavismo y el origen pitecoideo del h o m b r e . — La anatomía c raneana de los e s c a n d i n a v o s . — Lo prehistó­rico en Noruega.

'©orinóse la dirección de los debates el dia 2 de Se-tiembre al Conde de Ovaroíf.

Ocupó la tribuna el Sr . Steenstrup para disertar am­plia y magistralmente sobre las turberas. Resultado la turba de la trasformacion en materia combustible de varias plantas cié la época histórica, mediante la combi­nación de determinadas condiciones topográficas y cli­matológicas , sin la que no se produce el fenómeno, cons­tituye para el arqueólogo un motivo de profundo y no secundario estudio.

Divide Steenstrup las del Norte en dos grupos , á sa­ber: unas de los bosques, y otras de los lugares pantano-

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52 sos, hallándose estas situadas en depresiones ó valles del terreno diluvial, y tienen por asiento materiales cuaterna­rios. En las regiones alpinas se encuentran también tur­bales que ocupan el límite de las nieves perpetuas. En cuanto á las de Dinamarca , el aproximado espesor que alcanzan varía entre tres y nueve metros, observándose que las de los bosques, aunque menos profundas que las palúdicas, son no obstante más antiguas, según se dedu­ce de los restos animales que de unas y otras se extraen.

Puede dividirse la masa total de la turbera en dos horizontes : el inferior, compuesto principalmente de musgos del género Sphagnum, lo cual justifica su forma­ción pantanosa,alcanza de 6 o á 90 centímetros de espe­sor ; el superior está formado de plantas, no todas acuá­ticas; pero lo notable en la composición de la turba es la presencia en su seno de verdaderos troncos y hasta bos­ques enteros de diversos árboles que se han sucedido y reemplazado á medida que las condiciones físicas y cli­matológicas variaban, sirviendo de índicepara establecer una cronología tan exacta como la fundada en la suce­sión y desarrollo de la fauna de las cavernas. Las osci­laciones que experimenta, como se habia demostrado en otra sesión, aquella parte de Europa, explican plausible­mente el enterramiento en el seno de la turba de los bosques.

Y es por demás notable, que de abajo arriba se en­cuentre ante todo el pino de Escocia (Pinus sylrestrisj, que desde tiempo inmemorial ha desaparecido de esta co­marca , fracasando los ensayos que se han hecho para aclimatarle. Con el pino vivió en el mismo horizontepara desaparecer más tarde, el abedul (Bctula alba), y algún otro árbol. Debe recordarse que á la vez que el hombre primitivo, el pino abundaba en Dinamarca. Dijo Steens-trup que habia encontrado un hacha de la segunda edad

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53 de piedra en el tronco de uno, lo que prueba que el primer horizonte de la turba danesa corresponde á la época de la piedra pulimentada , posterior para unos, ó cuando más, según otros , contemporáneo del hombre de los quioquenmodingos.

Más tarde fué el pino reemplazado por la encina (Queráis robur, L . ) , que con otro abedul (Betula ver­rucosa, L . ; , el aliso, el avellano y otras especies, constituyen el segundo horizonte botánico de las turbe­ras, que corresponde á la época del bronce. Por último, después de desaparecer de la flora dánica estas especies, presentóse el haya (Fagus sylvatica), que vive y crece actualmente lozana, formando el más bello adorno de los bosques escandinavos. Clasifícase este tercer ho­rizonte vegetal como de la edad de hierro, desde su origen hasta los tiempos verdaderamente históricos.

•No son estos los únicos elementos que para recons­truir la historia de aquella region contienen las turberas de Dinamarca; recógense también en sus límites cen­chas lacustres y terrestres de especies , la mayor parte vivientes. Sucede lo propio con los mamíferos, no ha­biéndose señalado el Reno ; los demás son tan recientes, por ejemplo, como el Bos urus, el Bos bison ó Bisonte, el Perro y algunas especies domésticas. Pertenecen los objetos labrados y hasta los restos del hombre á dife­rentes períodos, habiendo razones para asegurar que la formación de las turberas empezó quizá cuando termi­naba la segunda época de piedra, prolongándose duran­te toda la del bronce y la del hierro hasta hoy. Dio fin Steenstrup á su trabajo calculando aproximadamen­te el tiempo que ha necesitado esta formación para cons­tituirse , q u e , según dicho profesor, es de cuatro mil años.

En seguida , el anciano Nilsson ilustró con preciosos

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5-1 detalles la historia de la turba y de las turberas de Esco­c ia , y particularmente de las que ha explorado en Esca­ma. Como hecho importante recordó la presencia del reno en las suecas, y aun hizo extensivo el hallazgo á las danesas, siquiera Steenstrup lo negase de una mane­ra terminante. Agregando á lo dicho por Nilsson la particularidad de no haberse determinado en dichas tur­beras utensilios metálicos, parece prudente deducir que son más antiguas que las de Dinamarca; y en apoyo de este aserto Nilsson citó el esqueleto del Bos urus, que en la actualidad se conserva en el Museo de la Univer­sidad de Lund; ejemplar completo, perfectamente conservado, que tiene en el espinazo la flecha de piedra con que en vida le atacó el hombre, habiendo muerto probablemente de resultas de la herida que le infirió de delante atrás el arma arrojada con tal fuerza, que no solo atravesó la apófisis espinosa de la primera vértebra lumbar, sino que penetró en la segunda, donde persiste.

En el propio Museo que Nilsson formara, recogiéron­se otros esqueletos procedentes de las mismas turberas. Deben mencionarse: los del Bos bison, B. lougifrons, B.frontosus, Cerpus elaphus, C. alces, C. megaceros, y Ballena prisca de Nilsson.

Hubo después de extenderse Nilsson en doctas con­sideraciones respecto de los cambios que han sufrido las condiciones físicas de Escandinavia y de la influencia de estas en la formación déla turba y en el desarrollo de ia población primitiva de aquella región, tema á que ha consagrado un libro digno de sus talentos y nombradla.

E l Sr . Cazalis de Fonduce habló , en segundo lugar, de los quioquenmodingos descubiertos en las cercanías de Hyeres por el Duque de Luynes. Discurrió luego á propósito de los objetos encontrados en las grutas de

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Durfort, departamento del Gard, donde exploró una interesantísima sepultura, fijándose en seguida en otra del Herault, propia de una época de transición.

Expuso pormenores sumamente curiosos sobre lo prehistórico en Rusia el Sr . Lech, concretándolo al pe­ríodo del bronce. Los túmulos de aquellos vastos Esta­dos parecen característicos de una época media entre las del bronce y del hierro. Contienen mezcladas puntas de flecha del primero de estos metales y lanzas del se­gundo , y el color rojo que en las sepulturas suele mar­carse, hace pensar que tal vez los individuos inhuma­dos se teñían el cuerpo. Los dólmenes de la Crimea han producido instrumentos en bronce y hierro.

Suscitó en esta misma sesión el Sr . Hildebrand el problema de las esculturas que se observan en las rocas de Westrogothia. Expuestas en dibujos en los claustros del edificio, habian sido minuciosamente estudiadas. Referíalas el Sr . Brunnius al período de la piedra, otros á la del hierro; Hildebrand , atendiendo á la forma de las armas é instrumentos figurados, al del bronce. Las espadas adornadas con círculos concéntricos y dobles espirales; la forma de las naves; los dibujos que las deco­ran , son particulares á esa civilización. E l simpático jo­ven Lorange ha encontrado buen número de estos di­bujos en las rocas, de la Noruega. Uno de ellos acompa­ña á este extracto en lámina separada. Worsae los hace retroceder á la edad de la piedra, creyendo fueron ejecutados con instrumentos en silex, y asienta que se asemejan mucho á los de los dólmenes. Piensa Desor lo contrario y como advierte entre las caprichosas escul­turas la figura humana, imagina que no pueden remon­tarse más allá del ciclo del bronce, tanto más cuanto para él antes de este período no existe dibujo alguno que reproduzca las líneas del hombre. Bertrand halló dema-

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56 siado absoluta la afirmación de Desor, pues si puede ser verdadera en una comarca , no lo es ciertamente aplicada á la total época del bronce. E l conde Ovaroff mencionó la existencia en Rusia de rocas que también muestran esculturas análogas á las de Escandinavia.

Pronunció después el Sr . Montelius algunas palabras con relación á la época del bronce en Suecia, leyéndose luego por uno de los secretarios, dos notas enviadas por los señores Mortillet y Cartailhac. Tenia por objeto la primera, someterá deliberación un proyecto de clasifica­ción de las cavernas dividiéndolas en cuatro clases; la se­gunda describia los dólmenes del Mediodía de Francia.

Por último, el conde Przezdziecki leyó un papel re­ferente á la arqueología de los países entre el Oder , la War tha , el Vístula y el Donn, y sobre las exploraciones hechas en un islote del lago Ledniza. En las cavernas próximas á Cracovia y Varsovia consérvase el Mammut, y en la parte septentrional y meridional del Vístula copio­sos túmulos. Encierran estos, objetos en bronce pare­cidos á los demás de Europa , y la edad de la piedra esta representada en esos países por martillos y hachas en sienita, diorita y granito. Cantos erráticos procedentes de la Escandinavia han servido á menudo de piedras se­pulcrales , y en el lago Czeszewo, Polonia prusiana, se ha descubierto un palafito semejante en un todo á los hel­véticos.

Abrió la sesión nocturna uno de nosotros, Vilanova, con un discurso dirigido á trazar la historia detallada de los estudios prehistóricos realizados en la Península. Para desempeñar tan patriótica empresa , dividió este profesor su trabajo en dos partes principales. Des­tinó la primera á referir los descubrimientos verificados en España desde 1 8 4 4 , en que D. José P l á , de la Olle-

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5 7 ría, Valencia, aunque con fines muy distintos, recono­cía y exploraba un túmulo' en el término municipal del mencionado pueblo, extrayendo de su seno, entre varios objetos, algunas armas de piedra pulimentada, y otras de bronce toscas y de formas parecidas á las de aque­llas; hasta la publicación de la obra del S r . Góngora, intitulada , Antigüedades prehistóricas de Andalucía, y de la que regaló al Congreso un ejemplar que le per­tenecía, deseoso deque sus miembros pudieran conocer las noticias que comprende.

Haciendo justicia no solo á los españoles, sino tam­bién á los extranjeros, que han allegado materiales para esclarecer la historia primitiva del hombre en nuestro suelo, recordó al malogrado y entusiasta geólogo señor Prado, á los Sres. Verneuil, Lartet y Zubia, digno profesor este último del Instituto de Logroño, que co­municó a Lartet datos importantes sobre las cavernas que en aquella provincia exploró, publicando en la Reinie Arqueologique de París el resultado de dichos estudios; al distinguido catedrático, hoy rector de la universidad de Sevilla, S r . D. Antonio Machado, que ya presentó varios objetos prehistóricos en la exposición celebrada en París en 1867; al Sr . Tubino, diligentey en­tusiasta propagador de estos estudios , y al Sr . Maraver, inspector de antigüedades de la. provincia de Córdoba, sin olvidar ni al Sr . Yagor, historiador prusiano, que reconoció una caverna en Vizcaya; ni al Conde de Va­lencia de D. Juan, que ha explorado algunos dólmenes en Extremadura; haciendo, por último , mención hon­rosa del Sr . Amador de los R i o s , director que fué del Museo Arqueológico Nacional, donde se reúnen docu­mentos propios para ilustrar la historia patria.

Comprendía la segunda parte del discurso la des­cripción particular de algunas localidades importantes

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58 de la Península, fijándose especialmente en aquellas exploradas y estudiadas por él mismo, á cuyo fin tra­zó en el encerado algunos dibujos y cortes geológicos y arqueológicos, si permitido es decirlo así. Ofreció á la vez á la consideración del Congreso varios notables objetos que de intento llevaba, cediendo la mayor parte de ellos al Museo de Antigüedades de Copenhague, cuyo jefe, el Sr . Worsae, los recibió con agradecimiento, por ser los primeros ejemplares prehistóricos españoles que figuraban en aquellas ricas colecciones.

Describió primeramente el túmulo de la Ollería, ex­plorado por el celoso Sr . Pía, según ya dijimos, y á quien debió Vilanova las hachas de piedra y las de bronce en­contradas por el mismo en el Castellet del Porquet, es­tación memorable por pertenecer á un período interme­dio entre la piedra y el bronce. Con este motivo exami­nó el Congreso un frontal humano singularísimo y va­rios huesos de animales domésticos procedentes de dicho túmulo.

Dio luego una ligera idea de la cueva de S . Ni­colás, propia de la primera edad, enclavada en el propio territorio, también descubierta por el Sr . Pía, y explorada por Vilanova en 1867. Ocupóse después del túmulo llamado Montó de les mentires, sito en el término de Ayelo de Malferit, á corta distancia del de la Ollería, y en una situación análoga, esto e s , en la pequeña meseta en que termina una de las últimas estribaciones cretáceas de la llamada Serra-grosa. El plano y la perspectiva de este túmulo trazados por el ingeniero Vilanova (D. José) , sirvieron para ilustrar ante el Congreso su descripción.

Y para terminar con los túmulos de la provincia de Valencia, consagró oportunas palabras al de la Cantera de Onteniente, de donde procede un fragmento de cu-

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5g chillo en silex, que le habia regalado D. José Serrano de Azdaneta, mencionando también el de la Falague-ra, en el término de Alfarp (Valencia).

El dibujo y explicación del famoso corte de S. Isidro del Campo (Madrid;, distinto hasta cierto punto del que otros habian trazado anteriormente , algunas hachas pre­ciosas extraídas de aquella localidad, juntamente con un percutor, y lo que es más notable, un pedazo de húmero humano, contribuyeron á excitar con fundamento la atención del Congreso.

Completó este somero bosquejo con la descripción detallada de las cuevas de Monduber, Tavernes de Valldigna y J á t i v a , pertenecientes las tres á la primera edad de piedra; la de las Maravillas, cerca de Gandía, que corresponde á tiempos posteriores, y la de Mata-mon, en término de Llombay, que representa las dos edades de piedra, exhibiendo al final el corte geológico del terreno entre Córdoba y Cerro Muriano, digno de estudio por varios conceptos.

Para terminar el trabajo que debia al buen nombre de la patria, presentó Vilanova el retrato fotográfico de un caso notable de microcefalia, señalado en el hos­pital de dementes de Valencia en la persona de Vicente Orts, de Castellón del Duque, acompañándolo de los oportunos informes. Examinó el Congreso con gusto y detenimiento el retrato, quizá el primero que se conoce, de uno de los fenómenos que más llaman la atención de los anatómicos y fisiólogos, por haber dado margen á multiplicadas y contradictorias opiniones relativamente al origen del hombre y á su próximo ó remoto parentes­co con los monos antropomorfos.

Y como quiera que los mantenedores de tan encon­trados pareceres, los Sres. Vogty Quatrefages , se halla­ban á la sazón presentes, entablóse entre ellos la discu-

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6o sion, luego que Vilanova concluye') sus explicaciones. Persistiendo el primero en lo que ya expuso en el Congreso de París y en la Memoria que sobre los Micro-céfalos ú hombres monos publicó y presentó al mismo en 1867, dijo que lo que se nota en estos individuos es una suspensión en el desarrollo del cerebro, que trae consigo el consiguiente fenómeno en la cavidad del crá­neo : que el cerebro del hombre en estos casos no va más allá del cerebro perfecto de los monos antropomor­fos : que esto mismo se traduce al exterior por el idiotis­mo ó imbecilidad del hombre, en cuyo físico y parte mímica copia , casi por completo, los rasgos más pro­pios del mono: que los microcéfalos, aunque pertenez­can á la raza blanca, presentan una fisonomía inferior á la del negro y á los individuos de la raza que habita la Nueva Holanda. Por último, que la microceíalia es un verdadero ejemplo de atavismo, ó sea del salto atrás de nuestra especie al tronco de donde procede , es decir, al tipo simio.

No pudiendo ocultarse al talento de este gran anató­mico las dificultades que su doctrina podia ofrecer, re­firiéndose al hombre y á los monos actuales , hubo de declarar que en su sentir el hombre no procede direc­tamente de los antropomorfos actuales, sino que tal vez ambos á dos reconocen por tronco común , en una remo­tísima antigüedad, otro primato que ha desaparecido, pero que la ciencia geológica encontrará algún dia.

Opuso á estos argumentos el Sr . Quatrefages, sabio y discreto profesor del Museo de Historia Natural de París , los reparos siguientes :

Primero. Que la suspensión en el desarrollo del cere­bro , y por consiguiente de la cavidad que lo contiene, no obedece á principios fisiológicos, sino que debe con­siderarse dentro de las leyes teratológicas ó de mons-

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truosidades , como lo acredita el reducido número de casos que, por fortuna , se han observado como el pre­sente :

Segundo. Que en confirmación de esta idea puede asegurarse que el hombre y los monos , siquiera estos pertenezcan á los órdenes superiores, representan tipos muy distintos, siendo aquél un ser esencialmente cuida­dor, y estos , por el contrario, saltadores, resultado de la diferente estructura y disposición de los respectivos sistemas óseo y muscular, que en el hombre obedece á la estación bípeda y vertical, mientras que en los monos es cuadrúpeda ó cuadrumana, nunca vertical, y cuando más oblicua, formando con el suelo un ángulo más ó menos abierto.

Tercero. Que hasta el desarrollo de la masa cere­bral, cuya suspensión en los microcéfalos se ha invoca­do como el gran argumento en pro del origen pitecoideo del hombre, se verifica en estos dos tipos con sujeción á leyes distintas : de delante atrás, ó sea desde los lóbulos frontales á los esferoidales en el hombre, y por el con­trario , de estos á aquellos en el Orangután , en el Chim-panzé y en el Gorila. Sucediéndose de este modo las co­sas, mal puede considerarse el microcéfalo como un caso de atavismo, siendo así que este resultado de la herencia vital se observa entre seres que descienden unos de otros por línea recta casi siempre; es decir, en­tre individuos cuya embriogenia es constantemente la misma.

Replicó Vogt, y volvió á usar de la palabra Quatre-fages, y terminada esta discusión, una de las más in­teresantes en este Congreso, usó de la palabra el distin­guido decano de la Facultad de iMedicinadeEstokolmo, el Sr . Von-Duben para discurrir ampliamente acerca

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de los cráneos antiguos y modernos de Escandinavia, como introducción al estudio de las diferentes razas que desde los aborígenes han poblado aquel país.

Empezó Von-Duben fijando el parecer de Dupont y de Quatrefages , en orden á que los cráneos que se con­servan en el Museo de Antigüedades de Copenhague no se parecen á los de Bélgica, y añadió que el estudio com­parativo de un número considerable de ellos , existentes en varios gabinetes de Suecia, y con especialidad en Estokolmo, le han conducido á sostener que en Escan-dinavia se encuentran cráneos dolicocéfalos, mesocéfa-los y braquicéfalos; que lo que predomina es la dolico-cefalia,y que existe grande semejanza entre los cráneos antiguos extraídos de los dólmenes y los actuales, lo que le inclina á pensar que unos y otros denotan la misma raza.

Preguntó el Sr . Vogt si se habían tomado medidas comparativas de los cráneos antiguos y modernos, para averiguar si resultaba alguna diferencia en pro ó en contra del desarrollo respectivo, como se observa en otros países de Europa, particularmente en Francia, donde el aumento de la cavidad craneana es evidente, aun sin remontarse en la comparación á tiempos muy antiguos. Y decia que era esto tanto más necesario tra­tándose de las regiones del Norte , cuanto que se había creído que sus primitivos habitantes tuvieron el cráneo pequeño y redondo, análogo al de los lapones : explicó luego las condiciones diferentes que hoy ofrece el crá­neo, ya por su sucesivo desarrollo, ya por la invasión de una nueva raza , que hizo desaparecer á la antigua.

Sin contestar categóricamente á la pregunta, cuya tendencia, según el mismo Vogt, era destruir la opinión acreditada respecto á las primeras razas pobladoras de Europa y á su procedencia, el Sr . Von Duben declaró

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63 que en Escandinavia se presentan los tres grupos de cráneos cortos, medios y largos, y al insistir en la ana­logía entre los antiguos, procedentes de los dólmenes, y los actuales, pareció apoyar la doctrina y los deseos de Vogt en lo tocante á la no procedencia lapona de las actua­les razas escandinavas. Añadió Vogt, dando más fuerza á este razonamiento, que en el Museo Antropológico de Copenhague habia visto cuatro ó seis cráneos mesocéfa-los ó mistos, de gran capacidad y con notables promi­nencias temporales, casi idénticos á los de la raza lla­mada helvética ó suiza por Rutimeyer.

No podia menos Quatrefages de terciar en tan grave controversia , dada su competencia en un ramo que con tanto éxito cultiva. Habló , pues, para hacer una decla­ración siempre honrosa , propia del hombre de buena fe que solo rinde culto á la verdad, anteponiéndola á las inspiraciones de su amor propio y que no se cree mortificado cuando le toca confesar el error en que vi-via. Sostuvo el Sr . Quatrefages en el Congreso de Pa­rís la teoría de que el Occidente de Europa habia sido ocupado en los tiempos primitivos por una raza peque­ña, de cabeza chica y redonda; pero verificado el des­cubrimiento de Cromagnon , Francia, el entendido an­tropólogo ha modificado sus ideas, y hoy confiesa que ha variado por completo de parecer. Razón hay efecti­vamente para cambio tan radical, pues el cráneo de los individuos enterrados en Cromagnon, á pesar de perte­necer á la primera edad de piedra , según se desprende de los utensilios y armas de pedernal que le acompaña­ban , no arguye la raza pequeña que Quatrefages creia aborigen verdaderamente, sino una mayor y dolico-céfala ó de cabeza prolongada.

Fúndase en este hecho Quatrefages al decir que fal­tan datos para determinar las leyes que han presi-

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dido á la distribución de las razas en Europa , y que pol­lo tanto se debe proceder con gran circunspección en problema tan oscuro.

Observó el Barón Von-Ducker que de muchos dól­menes en Westfalia se extraen indistintamente cráneos dolicocéfalos y braquicéfalos. Añadió W o r s a e , de acuerdo con Quatrefages, que , con efecto, se carece de los datos necesarios para resolver tan ardua dificultad, y que el mejor método para conseguir resultados satis­factorios es hacer caso omiso, como quiere Vogt, délos artículos de fe, ó creencias preconcebidas , y atenerse solo á la observación y al estudio atento de la realidad.

Cerró la sesión el joven y estimable noruego Sr . Lo-ranje , leyendo una breve comunicación relativa á los tiempos antiguos de la Noruega, demostrando que exis­tió en dicha región la segunda edad de piedra, si bien no tan desarrollada como en Dinamarca y aun en Sue-c ia ; gran florecimiento del período de bronce , y en particular del de hierro, cuya cultura está ricamente re­presentada en el Museo de Cristianía.

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V

Sesión de 3 de Se t i embre . — Representaciones humanas de !a época del bronce sobre las rocas de Kivik. — Los Fenic ios en el Norte. — Consideraciones generales sobre la edad del bron­c e . — La edad del h ierro en Dinamarca .—-Lo prehistórico en el Norte del Delfinado y en las cercanías de León. — Palafitos de Saboya . — Palafitos ele la Alemania del N o r t e . — L a edad del h ierro en Moldavia. — Clausura de las sesiones. — Fiestas

"pres idió esta sesión el Sr . Dupont. Volviendo sobre el tema, ya en parte debatido, de la

edad del bronce, el Sr . Nilsson creyóse obligado á emitir algunas ideas á propósito de las representaciones figuradas sobre el monumento de Kivik, que reprodu­cimos en una de las láminas unidas á esta somera rese­ña. Refiérense las figuras á un combate, al término del cual los vencedores ofrecen sacrificios á Baa l , cuya pi­rámide se destaca acompañada de dos hachas, y como Nilsson piensa que estas deben colocarse necesariamen­te en la época del bronce, deduce que á este mismo pe­ríodo habia de pertenecer el monumento mencionado. Además, confírmale en este juicio el haber recogido en un dolmen vecino, objetos de dicho metal.

Acto seguido el Sr . Hebert , dio lectura á una docta 5

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66 memoria del mismo Nilsson, acerca de un problema que nos afecta grandemente , cual es la presencia de los feni­cios en Escandinavia. Repitiendo las afirmaciones conte­nidas en su libro intitulado Los primitivos habitantes de la Escandinavia, siguió Nilsson a aquellos colonos desde que abandonan su patria hasta su llegada al Norte. Inte­resante por extremo este trabajo, excitó la curiosidad y la atención del Congreso, que en parte opinaba como el distinguido arqueólogo sueco que lo habia producido.

Discurriendo después el S r . Desor sobre la edad del bronce, abarcada en su concepto general, asentó que en la Arqueología prehistórica, como en la Geología, las divisiones de locales que eran al principio se han con­vertido ahora en generales, y a medida que adelanta­mos en estos estudios, se hacen más indeterminadas. Mientras la edad de la piedra se ha dilatado y subdividi-do en dos grandes grupos, y la misma neolítica tien­de á subdividirse, la del bronce parece como que se reduce, disminuyendo su extensión. Frecuente es en­contrar el hierro en todas partes, y se pregunta con fun­damento quién tiene razón , si el que vé la edad de bron­ce donde el bronce domina, ó el que vé la edad de hierro en todas las localidades donde se le halla, siquiera sea en proporción muy reducida. Indudablemente, anadia Desor, la divergencia es más aparente que real, pero se encamina á anular el período del bronce, y si las deno­minaciones que han suministrado los metales son defec­tuosas , aún menos aceptables son las que se basan en el nombre de los pueblos. Así resulta que el cementerio de Hallstadt puede perfectamente pertenecer á la edad gala de los franceses; pero los austríacos , en cuyo territorio se encuentra aquel enclavado, ¿podrán aceptar esta clasificación ?

Encuéntrense en los lagos suizos moldes de hachas,

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67 empero no se descubren los que debieron servir para labrar objetos de adorno, espadas y multitud de pre­ciosidades que se desentierran de las tumbas de Ale-sia , Hallstadt y Liguria, circunstancia que, según el ora­dor, es como prueba evidente de un activo comercio que á la raíz de un movimiento social no conocido aún , se extendió por toda Europa. Mucho importa determinar la época de este suceso, pues divide realmente dos eda­des por extremo distintas. Quizá la completa carencia de la plata y de toda moneda autorice para colocaría en el siglo IV,anteriora J . Cristo, en cuyo momentolosfilipos de Macedonia eran moneda corriente en Europa; ¿ pero cuál era el asiento de la industria que presuponen aque­llos útiles y objetos ? Inclínase Desor á fijarla en el Norte de Italia.

Levantóse muy luego el Sr . Bér,trand para hacer per­tinentes observaciones al tema, concretándose á Fran­cia. Más allá de los dólmenes no existe en esta región un monumento caracterizado hasta la época del hierro. Hanse descubierto en los túmulos de Beaune- (Costa de Oro), con cuchillos en bronce como los suizos, sendas espadas de hierro, semejantes á las de Hallstadt. En Contrexeville un brazalete de hierro y un pequeño cin­cel, al parecer de acero, yacían cerca de varios brazale­tes en bronce. En otros sitios se han señalado espadas de hierro y bronce juntamente, pero no se halla el bron­ce aislado sino en circunstancias muy excepcionales, como por ejemplo, en las sepulturas secundarias de los dólmenes. Dedúcese de esto que el bronce no se ha introducido, tanto en Francia como en Suiza, sino paulatinamente, y cuando se le vé en gran copia, tam­bién aparece el hierro. En resumen, para Bertrand no existe la edad de bronce en ritos y monumentos funera­rios que sean de su exclusiva pertenencia.

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68 Mantuvo luego el Sr . Enrique Martin la idea de que

la primera edad del hierro en Occidente debe conservar el nombre de edad galicana, porque durante ella los galos dominaban toda la Europa occidental, la alta Italia donde coexistían con los ligurios, y en el valle del Danubio. Avanzaba el Sr . Martin hasta afirmar que para él este período no pertenecía en rigor á los tiempos prehistóricos, sino á la historia propiamente dicha.

Terció Worsae en el debate con el fin de reivindicar para la edad del bronce la importancia que en su sentir tiene, especialmente en Dinamarca, Suecia y Noruega. En estos países el bronce constituye ó representa un verdadero período distinto del segundo de piedra y del de hierro que le sirven de límites, con la particularidad de que, á juzgar por los numerosos objetos que á él per­tenecen y por la perfección notable que en ellos se ob­serva , desde los que imitan la piedra pulimentada hasta los más acabados, puede decirse que este ciclo fué de gran duración, sin negar por esto que con él se confun­diera el del hierro, sobre todo en los linderos de uno y otro, esto e s , al terminar aquél y empezar éste, según se nota también entre las dos edades de piedra y entre la piedra pulimentada y el bronce. Concluyó Worsae llamando la atención sobre la estrecha analogía que exis­te entre los bronces de Escandinavia, el Meklemburgo y la Alemania del Norte , y las diferencias que los sepa­ran del bronce de las Islas Británicas. Ganoso de confir­mar estas observaciones el distinguido sueco Sr . Mon-tellius, ocupóse del bronce en Suecia, rebatiendo lo di­cho por los Sres . Desor, Bertrand y Martin.

Leyó el Sr . Engelhardt un curioso papel acerca de la primera época del hierro en Dinamarca, señalando sus

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6g rasgos característicos é historiando los descubrimientos hechos en las turberas y lagunas del Sleswig, que re­montan al siglo 111 de nuestra era. Parece evidente que los objetos del hierro encontrados en esos países son la reproducción de los del bronce, de suerte, que no sería violento referirlos á los últimos días de la época del bron­ce, antes que á la del hierro. Piensa ei Sr . Engelhardt que el uso de este último se introdujo repentinamente en el Norte, y entre los objetos curiosos que presentó, vi­mos un cincel procedente de Vimose , con mango de madera, que hemos creído oportuno reproducir en una de las láminas añadidas al final de esta reseña. También reproducimos un peine erf hueco de la misma proceden­cia , con el fin de que se vea el grado de perfección á que había llegado la industria indígena en el período á que el orador se referia.

El Sr . Ernesto Chantre presentó diez láminas de la obra que próximamente debía publicar sobre las anti­güedades prehistóricas en el Norte del Délfinado y en las cercanías de Lyon. Afírmase que en este territorio los tú­mulos han sido destruidos, y en cuanto á las turberas situadas entre Crémieux, Bourgoin y Menestrel, contie­nen objetos de bronce, cerámica basta, huesos y ma­deras labradas. -Debía ocuparse el Sr . Chantre, en la memoria referida, de los hornos de fundición descubier­tos en el valle del Isere especialmente, y cerca del pue-blecillo de Vienne.

Resumió el mismo Sr . Chantre en someras frases el contenido de otra memoria escrita por el Sr . Perrin, di­rector del museo de Chambery, relativa á los palafitos del lago del Burget, en Saboya.

Presentó Quatrefages un plano del campamento de César, en Cambó, Bajos Pirineos, afirmando que en vez de pertenecer, como se dice , al conquistador de las Ga-

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7 o lias, ese campo atrincherado representa una estación ibérica anterior a la ocupación romana.

Ocupóse en seguida el Barón Von-Ducker de las nu­merosas ciudades lacustres ó palafitos , que se determi­nan en los lagos del Norte de Alemania, donde se ma­nifiestan por medio de montículos y estacadas, visibles en la época en que las aguas disminuyen.

Hablóse incidentalmente de la costumbre de pintarse el cuerpo, al parecer corriente entre los hombres de la época del bronce, y los Sres. Dupont, Lerch y Schaf-ihausen dijer*on haberse hallado diversas materias co­lorantes y objetos con colores varios en los palafitos suizos , en las cavernas de Bélgica de la edad del Reno; y en otros puntos, imaginando estar aquella confir­mada .

Insistió Schaífhausen en sus opiniones sobre la for­ma de los cráneos procedentes de antiguas sepulturas, contrayéndose á lo que ha escrito en su reciente obra Sobre la forma primitiva del cráneo humano.

Urechia leyó una nota sobre la edad de hierro en la Moldavia, completando asi la disertación de Odobcsco.

Faltando el tiempo, no hubo de darse lectura á varios trabajos interesantes escritos por algunos de los miem­bros presentes, ó remitidos por otros que no habían po­dido concurrir, acordándose que se incluyeran en las ac­tas del Congreso.

Hé aquí el título de estas memorias. FINZI .—Sobre tres casos de microcefalia. DuclvER.— Urnas sepulcrales del período del hierro. STEPHENS.—Inscripciones rúnicas. SAVE.—S o b r e lo mismo. WIN.MEP.—Sobre las runas. H . MARTIN.—Comparación del arte galicano con el

arte escandinavo.

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7*

Asistimos aquella misma noche al banquete con que Cristiano IX hubo de obsequiar al Congreso. Hallábase aquel dispuesto en el salón principal del castillo de Cris-tianborg, pieza suntuosa cuyo mérito avalora las bellas

M O R T I L L E T . — N o t i c i a sobre el origen de la lengua. Acordóse en seguida que el Congreso se reuniera en

Bolonia, Italia, el siguiente año, nombrándose presi­dente al Conde de Gozzadini, y para constituir al comité á los Sres. Conestabile y Capellini.

Usó de la palabra para anunciar la clausura del Con­greso el eminente W o r s a e , quien resumió con sobriedad y elocuencia el resultado de nuestras tareas. «A través de las brumas, dijo, que oscurecen las épocas primitivas, empezamos á reconocer el camino que debemos seguir. Quebrántanse los errores inveterados, desaparecen las preocupaciones, la luz brilla por momentos con mayor fuerza ante las pesquisas del arqueólogo. Cada dia que trascurre adquirimos un nuevo testimonio de que Euro­pa estuvo habitada durante la época glacial, y también vemos á nuestros padres extenderse más adelante, del Sud Oeste hacia el Norte, en vez de bajar de la Laponia, como hasta ahora se creyó. Cúmplenos ya b u s c a r ' a s vías que esos pueblos han seguido para trasladarse á la Europa meridional y occidental, tema interesante que debería estudiarse en el Congreso de Bolonia.

Dio Worsae las gracias á los extranjeros por haber favorecido con su presencia á Dinamarca, y enviando á todos la expresión de la simpatía de sus conciudadanos, declaró terminadas las sesiones del Congreso. Respon­diéronle con sentidas frases Bertrand y Vogt , levantán­dose todos y separándose al grito entusiasta de / Viva Dinamarca !

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72 esculturas con que Thorwaldsen, el Fidias escandinavo, la ha enriquecido. Sirvióse la comida mientras una or­questa tocaba los himnos nacionales, propios de los paí­ses representados en el Congreso, y al terminar adelan­tóse el R e y , á quien acompañaba su familia, á brin­dar por los sabios y por el progreso de las luces y de la ciencia, sin las cuales no podia haber dias de gloria, paz y ventura para los pueblos. Contestóle en nombre de to­dos nosotros el anciano Nilsson, y después de un rato de agradable conversación en las salas inmediatas á la regia cámara, despedímonos para asistir á una fiesta verdaderamente oriental con que los habitantes de Co­penhague nos obsequiaron en los magníficos jardines del Tívoli .

Retínense aquí durante la bella estación las clases to­das de la sociedad en busca de ameno pasatiempo, y en dias señalados viene la corte con el Jefe del Estado á alternar, en los regocijos que se organizan, con los más modestos ciudadanos. Responde el Tívoli á un gran pen­samiento de cultura, habiendo influido no poco en las costumbres de la capital dinamarquesa.

Durante los dias 4 y 5 de Setiembre verificaron al­gunos miembros del Congreso diferentes giras á las cer­canías de Copenhague. Visitaron unos los dólmenes de Moskilda, otros la selva de Hertha , los túmulos de Trollesminde y el célebre castillo de Fredericsborg, lla­mado el Versalles de Dinamarca. Pronto se disolvió el Congreso, y sus miembros esparciéronse por las regiones escandinavas: en cuanto á nosotros, emprendimos una serie de estudios y excursiones de que daremos sucinta razón en el curso de este libro.

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VI

i.a Sociedad Ilea! de Anticuarios del N o r t e . — M u s e o s de a n t i ­güedades, Etnográf ico , Zoológico y de Antropología en C o ­p e n h a g u e . — M u s e o de Antigüedades en Estokolnio .—Museos municipales

^ a n eficaz influencia han ejercido en el desarrollo de los estudios arqueológicos y etnográficos los Museos del Norte escandinavo , que lícito será el que digamos algo acerca de ellos, mucho más cuando fueron objeto de singular estudio de parte nuestra, y cuando notamos en su organización detalles importantes, que de aplicarse á nuestros establecimientos de carácter semejante, po­drían acarrear ventajas positivas á la cultura patria.

Cúmplenos ante todo decir que las investigacio­nes á que nos referimos han sido gallardamente promo­vidas en Dinamarca por la « Sociedad Real de Anticua­rios ,» una de las corporaciones más doctas y laboriosas de Europa, y la misma que goza de alto renombre en el Nuevo Mundo , gracias á sus investigaciones sobre los viajes emprendidos por los escandinavos desde el siglo

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74 décimo de nuestra edad á los mares que más tarde sur­cara Colon con sus carabelas.

Fundada en 1 8 2 5 , propúsose la publicación délos documentos producidos por la primitiva literatura islán­dica , acometiendo también el examen de las antigüeda­des esparcidas sobre el territorio dinamarqués. Presidi­da por el Jefe del Estado , cuenta constantemente en su seno hombres distinguidos por su saber y su patriotis­mo : no olvidándose de los deberes que voluntaria­mente se impuso, publica selectos trabajos, fuente co­piosa á donde recurre el erudito que se propone escribir la historia auténtica de aquella nacionalidad.

Este es el centro donde se han robustecido las aficio­nes prehistóricas , donde se establecieron los elementos verdaderamente científicos de esta rama del humano sa­ber. T o m s e n , su vicepresidente, y muerto este sabio, Worsae y Steensírup, asociados á otros anticuarios y naturalistas no menos eminentes, dieron vida á la nueva ciencia, confirmando la ahora popular clasificación de las edades de piedra, de bronce y de hierro. También la Sociedad de Anticuarios ha sido -árbol frondoso, á cuya sombra prósperamente crece el Museo de Antigüedades de que vamos á ocuparnos.

Situado en el palacio del Príncipe , encierra en la ac­tualidad en sus armarios 35 .000 artículos arqueológicos, dispuestos en dos series. Compréndela primera los ob­jetos pertenecientes á los tiempos paganos, divididos en cuatro secciones : edad de la piedra tallada, edad de la piedra pulimentada ,r edad del bronce y edad del hierro. Abarca la segunda los objetos posteriores á la introduc­ción del cristianismo, divididos en Edad media y Rena­cimiento.

Hállanse tantas preciosidades en los diez y seis salo-

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nes que constituyen el establecimiento, figurando en ellos no solo los objetos de que el Estado se incautó por proceder de antiguas iglesias y conventos, sino también los que se han extraido de las excavaciones practicadas en el mayor número de las provincias. Dirigidos los tra­bajos por hombres inteligentes y con verdadero amor á la ciencia, han producido pingües resultados, y hoy el Museo de Antigüedades de Copenhague es uno de los puntos donde con mayor fruto y menos fatiga, puede es­tudiarse el progreso de la industria humana, y los dis­tintos caracteres que determinan la actividad propia de los pueblos del Norte.

Clasificados exactamente vénse en primer lugar los restos recogidos en los quioquenmodingos; siguen los úti­les en piedra, procedentes de los talleres de fabricación de las islas de Anholt y Hesseld, en el Cattegat; encier­ra la tercera estancia varios grupos de objetos en piedra, extraídos del fondo délas lagunas ó de los dólmenes, su­jetándose siempre la exposición á un plan preconcebido conforme en un todo con los preceptos científicos.

Sería , no obstante, incompleto este Museo á no existir cerca de él otro no menos interesante, y que es como la piedra de toque, donde se aquilata la exactitud de los juicios que los objetos atesorados en el primero inspiran á naturalistas y arqueólogos : aludimos al gran Museo etnográfico abierto al público con ocasión de las sesiones del Congreso.

Como el anterior, hállase establecido en el palacio llamado del Príncipe, y comprende dos grandes seccio­nes: en la primera están las antigüedades recogidas en va­rios países, excepción hecha del escandinavo: figuran en la segunda objetos procedentes de pueblos actuales, que se encuentran en un estado social rudimentario , ó que viven bajo la influencia de una civilización estacionaria.

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7 6 Fuera inútil llamar la atención sobre la utilidad

práctica de estas colecciones. No solo puede el estudio­so comparar, valiéndose de esa especie de cuadro sin­óptico , la marcha de la cultura en el Norte , en sus re­laciones con la de otras comarcas, sino que cuando se duda de la autenticidad de un utensilio, nada más fácil que demostrarla aproximándolo á otro semejante , idén­tico ó parecido , que hoy mismo emplean los que aún vegetan en la abyección de la barbarie y de la ignorancia.

Clasificados los artículos, atendida su doble proce­dencia geográfica y cronológica, facilitan por extremo el conocimiento de las grandes afirmaciones de la arqueo­logía prehistórica, y ensanchando el horizonte intelec­tual , levantan el ánimo á consideraciones nobles y gran­diosas. Vése allí escrita con rasgos elocuentes la influen­cia de las doctrinas filosófico-religiosas sobre el trabajo del hombre ; descúbrense las preocupaciones de las ra­zas, y también se rasga , en parte , el velo que oculta los triunfos y las caidas de la humanidad en su progresión constante hacia el posible perfeccionamiento.

Existe además otro Museo , el de Zoología, situado en el edificio de la Universidad, donde el insigne Steens-trup ha reunido numerosas preciosidades paleontológi­cas, íntimamente relacionadas con los primeros pasos del hombre sobre la tierra.

Decir , aunque fuera en pocas palabras, el ingenio de que este sabio ha hecho alarde en sus pesquisas so­bre la fauna de los quioquenmodingos y turberas ; seña­lar los métodos que emplea para descubrir la verdad, y apreciar después los triunfos obtenidos, sería para nos­otros gratísima tarea, si bien la índole de este trabajo la pone por el momento fuera de nuestro empeño. Apun­taremos , no obstante, que el Museo Zoológico e s , en

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77 parte, otro complemento del arqueológico, y que con el de Antropología que hasta ahora no citamos, concurre á facilitar estudios y conocimientos que modificarán gran­demente doctrinas generalmente consideradas como< exactas é incontestables.

Goza Copenhague, como se deduce de estos apuntes, cuatro establecimientos y una Sociedad que , en diverso concepto, se dirigen al propio fin, ó sea á ventilar los problemas que se refieren al pasado humano, arrojando clarísimos destellos sobre cuanto con él se relaciona; y es tan robusto este florecjfiiento, cuanto que irradiando de la capital se comunica á otras localidades del territo­rio , como Flensburgo y Aarhus, donde también ha producido selectas colecciones, quelosmunicipios custo­dian á disposición de los estudiosos , coadyuvando por tal manera á promover las tareas arqueológicas de ver­dadera utilidad.

Por consecuencia de estas mejoras , Dinamarca ofrece una rica literatura, consagrada á los tiempos pre­históricos, figurando entre los autores más diligentes los mencionados Worsae y Steenstrup, Engelhardt, V. Boye , Herbst, Madsen, Schmitd, Stephens; y el Go­bierno ha dictado medidas que protegerían eficazmente los dólmenes y demás monumentos megalíticos, si ya no los amparara la ilustración general y el respeto que todas las clases tienen áestos restos y ruinas.

Pasa el Museo Etnográfico de Copenhague por ser uno de los más notables de Europa, si no el primero, tanto por el número dejos objetos que comprende, cuantopor la inteligencia con que están clasificados; mas tocante á la época prehistórica, con exclusión de toda otra , pre­ciso es otorgar la primacía al de Estokolmo, que visita­mos en nuestro viaje á Suecia.

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7§ Dirígelo el sabio Hildebrand ayudado de su hijo , no

menos docto que el padre : sorprendiónos este estable­cimiento con el número excesivo de sus artículos, y con los caracteres singulares de muchos de ellos. E s el Mu­seo de Estokolmo egregio monumento erigido por la na­ción en gloria de la ciencia , y puede envanecerse el país de las nieblas y de las nieves con la persuasión de que su tesoro prehistórico no tiene rival en Europa. Dividi­dos los objetos en series, de acuerdo siempre con la cla­sificación admitida, ofrecen ancho campo al estudioso. Hállase la época paleolítica abundantemente representa­da , y en la neolítica hay hachas que llaman con justicia la atención por la finura de su pulimento y por sus no sobrepujadas dimensiones.

Todo aparece sabiamente dispuesto en armarios y vitrinas construidas á propósito, y si notables son las secciones de la piedra, la correspondiente al bronce lo es aún más. Ningún otro Museo contiene tan rica varie­dad de artículos de este metal ; ninguna otra colección presenta copia tan considerable de brazaletes, fíbulas, broches, torques, anillos y otras piezas de uso personal, como la que ha reunido la diligencia de los suecos. Sin dificultad determínanse los rasgos fisonómicos de la pri­mitiva civilización escandinava; nótase el influjo que un dia ejerció sobre las artes y las costumbres el cristianis­m o , y hasta se distinguen las señales de la invasión ro­mana, que más ó menos enérgica, llega hasta las orillas del Bál t ico , modificando no poco la condición de los pueblos ribereños.

Ni ha sido desatendida la época del hierro, represen­tada convenientemente, mostrándose la transición de la edad puramente prehistórica, á la que debe incluirse en los dominios de la historia.

Disfruta Estokolmo, como Copenhague, de coleccio-

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79 nes etnográficas, y se vé muy favorecido en lo referen­te á la craneología. L a colección de la Escuela de Me­dicina, enriquecida con las adquisiciones de Retziüs, es notable por muchos conceptos.

Reservándonos algunas indicaciones sobre la Acade :

mia de Ciencias y los Museos zoológico y mineralógico, citaremos aquí los municipales de Uddevalla, Istatd, Malmoe y Gothenburgo, y el universitario de Lund. Vi­mos en este las piezas recogidas ó estudiadas por el in­signe Nilsson, y juntamente con útiles y armas de pie­dra de ambas épocas, una colección preciosa de osa­mentas fósiles de animales de la fauna cuaternaria. Ante­riormente citamos el esqueleto del Bos, que tiene en una de sus vértebras lumbares el arma de silex con que le hirió el cazador.

Resumiendo, hemos de encarecer la visita á los Mu­seos escandinavos. Ricos en preciosidades, tienen al frente verdaderas eminencias científicas, y con re­ducido personal, realizan grandes servicios en pro de las luces y de la patria. Como métodos de clasificación, nada dejan que desear, y hasta en los detalles materia­les y secundarios, acusan un celoy una superioridad que no se halla fácilmente en otros países. Piensan los escan­dinavos que por el camino de la ciencia se alcanza la dicha compatible con nuestra flaqueza, y á este crite­rio parecen atenerse, labrando tan envidiados monu­mentos.

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VIL

Monumentos megal i t i cos .—Túmulos .—Cámara de Oem , s e m e ­jante a la de Castilleja de Guzman.—Dólmenes de Stendysses v Trol lesminde.—Piedras en la costa de E s c a m a . — R u n a s .

meatos megaliticos las fábricas de piedra sin pulimentar, levantadas por los pueblos primitivos con distintos pro­pósitos. Pensaron los eruditos que los dólmenes, crom-lechsy menhires, que con todos estos nombres fueron y aún son conocidos los restos de la mas arcaica arquitec­tura, eran peculiares á la «familia celta, y bajo esta rela­ción hubieron de estudiarlos, procurando explicar el destino que se daba á cada uno y su significación en las costumbres civiles, prácticas religiosas y populares preo­cupaciones.

En el Congreso prehistórico celebrado en París en 1867 púsose por primera vez á discusión tan curioso tema; el Sr . Pruner Bey, docto arqueólogo, propuso que tan varios testimonios del trabajo humano fueran com-

nombre de monu-

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81 prendidos en la denominación citada; y la Asamblea dispuso, que se ventilase si procedían de un pueblo qué habia ocupado sucesivamente diferentes países, y resul­tando así, debería señalarse el camino que habia seguido en sus emigraciones.

Combatieron el epíteto de megalítico Worsae y Al­fredo Maury, entendiendo que era demasiado general, puesto que podia comprender hasta los obeliscos y de­más monumentos erigidos por los egipcios, mucho me­nos que prehistóricos, mientras por otra parte era exce­sivamente estrecho, no pudiendo abarcarlos túmulosen sus multiplicadas formas. Prescindiendo de esta contro­versia, que no trajo ninguna resolución concluyeme, re­cordaremos el hecho de que se pensaba que los dólme­nes y túmulos eran peculiares á la Francia y en parte á la Inglaterra, siendo así que en dicho Congreso s e d e -mostró que el Norte escandinavo los conservaba en nú­mero considerable. Desde aquel instante quedó desauto­rizada la opinión que los referia á los celtas , entrando su examen en vias , que llevan con paso seguro á nota­bles resultados.

Queriamos conocer por nosotros mismos, algunos de estos elocuentes testimonios de la civilización prehistó­rica, y con noticia de que en las cercanías de Roskilda existia más de uno , allá nos trasladamos , recibiendo la hospitalidad del distinguido artista Kornerup, que que­ría satisfacer en nosotros la deuda de gratitud contraída con los españoles al visitar nuestra patria.

Condújonos Kornerup, cuya benevolencia nunca ol­vidaremos, á distintos puntos. Tuvimos ocasión de re­conocer, en una de estas excursiones, el interesante quioquenmodingo de Kattingevaert, pequeña aldea si-tuada á corta distancia de Roskilda, del cual sacamos

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u.i cajón de objetos por demás curiosos, colocados en la misma disposición con que se hallan en el terreno, cuyo corte es el siguiente. Empieza de arriba abajo una lige­ra capa de tierra vegetal cenicienta ó gris, debajo de la que se observa primero un horizonte de cenizas oscuras, que vendrá á tener sobre un metro de espesor, y se halla cubriendo un depósito como de unos tres metros de al­tura , donde se encuentra tierra amarillenta mezclada con silex toscamente labrados, chinas ó guijarros, descansando sobre otro de terreno de acarreo glacial. E n toda la extensión vertical de este corte, se señalan, además de los pedernales tallados, propios de los quio-quenmodingos, un número considerable de la Ostra co­mún ó comestible, del Mitilus edulis, ó Almeja, del Cardium edule, de Littorinas, y á diferencia de lo que vimos en el de Solager, abundantísima copia de Hélices,y Ciclostomas, y á la mezcla con todo esto, algunos huesos de mamíferos pertenecientes á las mismas especies ya indicadas en el que anteriormente habíamos explorado.' (Véase el capítulo II de esta Memoria.)

E l quioquenmodingo de Kattingevaert forma parte de los muchos que se encuentran en la costa de Selandia, en los bordes del fyord de Roskilda, y en los otros bra­zos del Issefyord, entre los cuales debemos citar los de Bregnebierg, Herlevspynt, Bilidt, Gjevuingepynt, Gier-drup, Soelager, Havelse , Bierget, Haraldsborg, Bo-genaes, Askhoved.

Los hay también en los bordes del Limfiord, cerca de la población de Aalborg, algunos de los cuales miden una altura de sesenta metros sobre el nivel del golfo, donde son tan frecuentes y característicos estos monte-cilios, que allí los llaman Oesterbakker, que en idioma del país significa colinas de ostras. Por cierto, y sea esto dicho de paso, el tal fyord de L i m , es uno de los más

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83 notables de Dinamarca, por cuanto de E . á O. atraviesa toda la parte Norte de la Jutlandia, comunicando por allí el mar de Kategat con el del Norte. También se en­cuentran en la costa septentrional del Mariagerfyord, junto á Visborch, á Soubaken, Hadsund, Refsbaek, etc. En la costa meridional de dicho fyord se conservan depó­sitos análogos que se continúan casi sin interrupción en una distancia de más de diez kilómetros. Siguen después los de Meihgaard, Kolisdsund, hoy convertido en lago lo que antes era un brazo de m a r , los de Kaloe y de otros puntos. Mientras la Selandia y la costa oriental de Jutlandia se hallan tan favorecidas por estos restos de los primitivos pobladores del país, pasando quizá de ciento los quioquenmodingos allí existentes, en la costa occi­dental de Jutlandia, lo mismo que en el Slesvig y Hols-tein, desaparecen tales monumentos.

Sin embargo, no significa esto que no los haya habido en su tiempo, siendo muy posible que la acción del mar los haya destruido, pues precisamente en toda aquella zona se ven huellas de la violencia con que ha obrado el Océano, abriéndolos canales ó fyor-dos, y entrecortando de mil maneras las costas, que por efecto de su misma estructura geológica han ofrecido escasa resistencia á los embates de las olas, de las ma­reas y de las corrientes.

Una observación muy curiosa puede hacerse respec­to de la posición de estos montículos de conchas, y res­tos de cocina en Dinamarca, y es que la mayor parte, por no decir todos los quioquenmodingos, están situa­dos no lejos del m a r ; lo cual significa claramente que Di­namarca ofrecía entonces, sobre poco mas ó menos, la misma configuración que h o y ; es decir , que dichos restos datan de una época posterior á la acción de las nieves perpetuas, y á las grande inundaciones queabrie-

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84 ron los fyordos , y los Belts en Dinamarca, y que separa­ron lentamente este país del de Suecia, y tal vez de Inglaterra. También prueba esto, por otra parte, el gran espacio de tiempo que nos separa de la época en que los primitivos daneses habitaban el litoral, por mas que siendo posterior á los grandes acontecimientos que dieron a Dinamarca su forma actual , se acostum­bre llamarla reciente.

También es digno de notarse la ausencia hoy en el Kategat, de la Ostrea edulis, excepto en aquellos puntos donde penetran las aguas del gran Océano.

Ahora bien, esta es una de las especies más comu­nes y que puede decirse forma la base de la alimen­tación del pueblo de los quioquenmodingos ; por consi­guiente su desaparición de aquellos puntos prueba un cambio en la salobrez del agua del m a r , lo que su­pone que el Kategat comunicaba entonces con el del Norte por una corriente más fuerte y directa; circuns­tancia que daría sin duda á las aguas una composición, á la que se adaptaba mejor dicha especie que la que ahora ofrece. Una cosa parecida se observa respecto de los Cardium y Mitilus, especies que aunque existentes en el Bált ico, no llegan á alcanzar las dimensiones que ofrecen en los quioquenmodingos, demostrando que no encuentran allí las condiciones que antes gozaban.

Una vez visitado con detenimiento el quioquenmo-dingo de Kattingevaert, nos trasladamos al sitio donde se conservan los dólmenes de Oem y de Stendysses que son por demás curiosos é importantes.

Divídense los dólmenes en Dinamarca en tres clases: \.' Dolmen-túmulo prolongado (Langdysser). 2. a Dolmen-túmulo circular ÍRund-dysser). 3. a Cámara de gigante (Jossttcs tuer).

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85 A este último grupo corresponde el túmulo de Oem.

Fórmalo un recinto elipsoidal cerrado por quince enor­mes piedras, que cubren otras tres ó cuatro aún de mayores dimensiones. Aparece situado el ingreso hacia la parte oriental, facilitando la entrada una galena de sendos cantos que mide sobre tres metros de lon­gitud, y que se extiende perpendicularmente al eje mayor de la cavidad. Debió el dolmen hallarse cubier­to enteramente de tierra y árboles, constituyendo una pequeña eminencia ó altozano que no mediria menos de diez metros de altura por cincuenta de circunferencia.

Han pensado algunos que estas habitaciones pudie­ron servir de asilo en remotas edades ; calcularon otros que siempre estuvieron destinadas á enterramientos. Cantos erráticos sobre que las nieves trazaron su huella, componen la de Oem, cerrando los intersticios menudas lajas y chinarros cuidadosamente introducidos entre las rocas mayores. Nuestra lámina representa la cámara vis­ta desde el interior, distinguiéndose la puerta y galena que lleva al exterior.

Semejante este monumento al descubierto por uno de nosotros en Castilleja de Guzman confirma las obser­vaciones consignadas en la Memoria publicada con tal motivo en la Gaceta de Madrid. Imaginó Tubino , su autor , que el subterráneo andaluz fué tumba de algún jefe de tribu ó persona calificada, y el dolmen de Oem robustece este juicio, siendo, con efecto, ni más ni me­nos que un lugar destinado á sepultura.

Pertenece el de Stendysses á la segunda clase. En el centro de un montículo descansan varios peñascos or­denadamente dispuestos, y sobre ellos insiste una ma­yor laja informe y tosca; á poca distancia, formando círculo y enclavadas en el derrame de la eminencia, há-llanse otras piedras que determinan ios límites del ve-

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8ó nerado recinto. Es indudable que Stendysses representa un túmulo funerario, y si se practicaran las necesarias excavaciones, no dejarían de encontrarse en su interior restos humanos que confirmaran nuestra opinión.

En la lámina primera damos una vista de este mo­numento ; aunque por un error involuntario se han omi­tido los cantos de la circunferencia , figurando algunos en dirección longitudinal.

Corresponde el dolmen de Trollesminde á la primera clase. Hállase en el término de Hillerod, y consiste en una eminencia artificial cubierta de musgo, midiendo sobre cien pies de largo por treinta de ancho. En otras localidades la forma es circular y el largo alcanza hasta cuatrocientos pies, sin exceder el ancho de cincuenta ó sesenta.

No es , pues , el de Trollesminde de los mayores; de­be notarse que lo que propiamente constituye el dolmen está situado en la extremidad oriental del túmulo , cuyo eje mayor corre de Este á Oeste, y lo limitan en su inter­sección con el plano horizontal, buen número de cantos, lo que autoriza el nombre de Cromlech con que se dis­tingue este género de enterramientos.

Posteriormente visitamos otros monumentos de la Isla de Laalandia , mereciendo mención especialísima cuatro, que se hallan en el bosque de Soesmark, y que por sus grandes dimensiones llaman la atención del an­ticuario que á ellos se acerca con el propósito de explo­rarlos.

Hánse señalado muchos notables en Gundderslev-helm, Lille Roerbask, Soester , Bildsoe, Nyrup, Hals-kov, Bregnerige, Noedager, Topshoei , Uby y UUers-hoei , y en otros puntos de Dinamarca; y respecto de Suecia se han feconocido un considerable número,

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citándose como singulares los de Jonkoping y Udde-valla.

Durante nuestro via je , estudiamos algunos restos de grandes construcciones en las costas de E s c a n i a , inme­diaciones de Istatd : consisten en colosales piedras per-pendicularmente clavadas en el suelo , á cierta distancia unas de otras y no lejos del mar. Pocas quedan en sus sitios, habiendo sido arrancadas y trasportadas las otras á lugares más ó menos distantes; mas hay fundamento para pensar que constituian recintos y espacios privile­giados , atrincheramientos y puntos de reunión de la muchedumbre.

En el distrito del mismo pueblo de Istatd, vimos pintorescamente situadas, en lo más sombrío de espesas arboledas, las celebradas piedras rúnicas, acusando una remotísima civilización cuyos misterios comienzan á desvanecerse. También las reconocimos en los con­tornos de Upsal, donde hay dos túimilosfrecuentemente citados por los mitólogos.

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vnr.

Excursión geológica á F a \ o e . — El Sr . S k r a v e n i u s . — G y o r s l y . — L a creta de S tevcnskl int .—El profesor Heber l .—Horizonte dánico de F a \ o e .

ifEjevados del deseo de estudiar la fauna del terreno cretáceo que allí existe , objeto de importantes discusio­nes ente los geólogos daneses, y particularmente entre el ilustre Forschamer y Hebert , visitamos la comarca de Faxoe ; situada al Sur dé la isla Selandia. Afortunada­mente para nosotros , entre los individuos del Congreso contábase el joven é ilustrado diputado Sr . Skravenius, á cuya amabilidad debimos las mayores facilidades para realizar tan deseada cuanto fructífera expedición. Si­guiendo sus indicaciones dirigímonos por la vía férrea á Taastrup; tomamos allí la diligencia para Kyoge, en donde nos esperaba el carruaje de Skravenius que en bre­ves horas nos condujo al palacio de Gyorsly, habitual residencia de nuestro amigo.

Al dia siguiente, 5 de Setiembre, reconocimos la

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Corte del t e r r e n o c r e t á c e o de s t e v e n ^ k l i u t .

1 . Tierra vegetal con algún canto errante y otros sueltos á la superficie.

2. Caliza pisolítica. 3. Creta blanca con nodulos de silex amarillentos. 4. Capa interpuesta de arcilla.

costa de Stevensklint, localidad clásica del terreno cre­táceo , donde se presenta con la misma estructura y aspecto que en Meudon, junto á París. En la base del corte que forma la costa brava ó acantilada , cuya al­tura llega en determinados puntos á quince ó veinte metros , vése la creta blanca con sus horizontes de no­dulos de pedernal, coronando el depósito la formación de la caliza pisolítica, que tanto ha hecho discurrir á los geólogos franceses en general y al Sr . Hebert en parti­cular. Preséntanse las rocas en la disposición siguiente :

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9 o 5. Creta blanca más compacta que la superior con

pedernal negro. En la superficie y formando parte déla tierra vegetal,

hállanse esparcidos por los campos multitud de cantos erráticos, rayados por la acción de las nieves perpetuas, y cuya procedencia es evidentemente sueca , supuesto que las rocas ígneas á que corresponden , no existen en ningún punto del territorio dánico. Este hecho no debe causar sorpresa, pues ya veremos cómo en la isla Laa-landia, bastante más al Sur que Faxoe , también se ob­servan los cantos errantes en número considerable.

Si fijamos por un momento la atención en el corte que precede, hemos de observar que el primer horizon­te debajo de la tierra vegetal, se compone de una caliza basta de color amarillento , enteramente igual á la que en la cuenca del Sena en París sirve de base á la forma­ción pisolítica , descansando sobre la creta blanca de Meudon, con la particularidad de ofrecer como aquella, no solo todos sus caracteres, sino también ciertas cavi­dades tubulares , tortuosas é irregulares que algunos atribuyen á la acción de -ciertos vermes ó gusanos de aquella época , mientras otros suponen ser resultado de la descomposición causada por los agentes atmosfé­ricos.

Pocos accidentes estratigráficos ofrece este primer depósito en Stevensklint, indicando claramente la dis­posición en bancos horizontales ó muy poco inclinados, que no ha experimentado grandes movimientos después de consolidarse. La identidad de condiciones de yaci­miento que la caliza superior de esta localidad ofrece con la de París , parece autorizar y fortalecer la opinion de que ambas á dos, así como el horizonte análogo de Maestricht, han sido consecuencia de iguales circuns­tancias en los mares en cuyo seno se depositaron sus

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9' materiales. Y si bien es verdad que falta en la isla de Selandia el terreno terciario que en París cubre inme­diatamente a la caliza á que nos referimos, lo cual difi­culta en mucho que el estudio comparativo de am­bas localidades sea completo, esto no obsta para que se aplique á Stevensklind el mismo ó análogo razonamiento que ha servido en la cuenca del Sena para considerar la caliza pisolítica más estrechamente relacionada con el terreno cretáceo superior que con el terciario eoceno ó nunmulítico.

Estas relaciones son después de todo más claras cuando se examina igual formación en F a x o e , no lejos de Giorsly y de Stevensklint, punto que visitamos el 6 de Setiembre en compañía del geólogo que con más fe y perseverancia ha estudiado esta complicada materia , el distinguido profesor de la Sorbona Sr . Hebert.

Bajo la caliza pisolítica, cuyo espesor no es allí nota­ble, hállase la formación de la creta blanca, que dispuesta en bancos horizontales forma el resto de la costa brava, perdiéndose en la base sin saberse la profundidad que alcanza.

A pesar de la uniformidad con que se presenta el ho rizonte cretáceo llamado senónico ó senoniense por D'Orbigny , la roca principal que lo carazteriza, esto es, la creta , más consistente en la base que en la parte su­perior , se explota con destino á piedra de construcción, para lo cual la tallan y cuartean los canteros, reducién­dola á piezas de forma rectangular de diez á quince centímetros de grueso y veinte ó veinticinco de largo, que ajustan perfectamente , facilitando la construcción de edificios, especialmente en la comarca.

La otra utilízase con destino á la fabricación de lo que propiamente se llama creta, y sin saber porqué, allí

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como en Franc ia , blanc dEspagne. Las operaciones á que someten la piedra para triturarla, purificarla del elemento silíceo y reducirla luego á panes y barritas, son las mismas que las que hace ya bastantes años vi­mos en Meudon. Así preparada, consúmese en gran parte en el país , particularmente en Copenhague, ex­portándose también en cantidad para Prusia, el Norte de Alemania y Stokholmo.

Quizá no parezca inoportuno discurrir por breves instantes acerca de la extensión de este horizonte supe­rior de la creta, y de la uniformidad de caracteres que en todas partes ofrece, ora la consideremos en su compo­sición, ora en los restos orgánicos que contiene. Según hace notar con mucha oportunidad el distinguido Lye l l , caminando del N O . al S E . , desde la Irlan­da septentrional hasta la Crimea , puede observarse la creta en la extensión de mil quinientos kilómetros, y en otro sentido, ó sea desde la Suecia meridional hasta más acá de Burdeos, también puede verse en más de mil y cien kilómetros. Si á esta consideración se agrega el es­pesor que en algunos puntos alcanza, que no baja de doscientos metros, podremos formarnos una idea déla importancia que ad.]uiere esta r o c a , y al descender al mecanismo que emplea la naturaleza en su formación, podremos persuadirnos también del espacio inmenso de tiempo que esto ha exigido.

La uniformidad de caracteres no se refiere tan solo á la facies ó aspecto exterior de ser una roca blanca más ó menos pura, deleznable, y que tizna los dedos, sino más particularmente á su íntima composición, en la que á semejanza de lo que se observa en el trípoli, en el mineral de hierro de los pantanos , y en otras rocas aná­logas , aparece constituida , por un número incalculable de seres microscópicos, llamados infusorios ó diatoma-

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<j3 ceos; animales cuya tenuidad es tal , que según Ehre-berg en veinticinco milímetros cúbicos de trípoli, ó sea próximamente i , 5 5 gramos, se cuentan cuarenta y un mil millones de individuos de la Gallonella distans , ó lo que es lo mismo , que en cada siete milésimas de gramo existen ciento diez y siete millones de seres.

Estos restos la mayor parte son silíceos, y de silice pura; pero también los hay de naturaleza caliza. Unas veces se hallan dichos seres microscópicos enteros y bien conservados, lo cual ha permitido distinguirlos y clasificarlos; pero otras solo aparecen sus despojos , ó los dermato.esqueletos, silíceos ó calizos, como si hu­bieran sido pulverizados en el proceso de su misma formación , en la que por lo menos las corrientes oceá­nicas han obrado de un modo muy principal.

Fundándose en todos estos datos, muchos natura­listas creyeron que la creta era resultado de la acumu­lación, durante un inmenso espacio de tiempo, de estos seres tan diminutos , cuya trituración podia hasta cierto punto explicar la carencia de restos orgánicos, que en más de un punto ofrece la creta blanca. Observaciones posteriores, practicadas principalmente en los arreci­fes de coral en el Pacífico y en los mares de la In­dia , oriental y occidental han venido á esclarecer noto­riamente este punto tan curioso. La extensión considera­ble que adquieren algunos archipiélagos, donde abundan los arrecifes de coral, algunos de los cuales alcanzan hasta dos mil kilómetros de largo , sobre seiscientos de ancho, podria hasta cierto punto equipararse á la formación de esa parte superior clel terreno cretáceo.

Ahora bien , otro hecho que prueba más y más los puntos de contacto que existen entre una y otra forma­ción , es que en todos esos arrecifes se forma una espe­cie de cieno ó légamo blanco, resultado de la descorrí-

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94 posición de los zoófitos que los constituyen, sustancia muy análoga á la creta desleida en el agua en cuanto á su aspecto, y más semejante a ú n , si con el auxilio del microscopio descubrimos en ella fragmentos de zoófitos de foraminíferos, de espongiarios , etc.

En otros puntos, por ejemplo, en las islas Bermu-das , y en las de Bahama, existen, según el capitán Nels-son, muchas lagunas rodeadas y casi cerradas por ar­recifes madrepóricos. En el fondo de dichas lagunas se deposita un cieno ó fango de naturaleza caliza, blanco, resultado de la trituración de coralinas, de corales, y de despojos de foraminíferos, de moluscos, de equinodermos y de crustáceos. Y según hace notar el ilustre Darwin, también se encuentra en la mezcla, la materia fecal arro­jada por los equinodermos, por el Estrombo gigantesco y por los peces coralófogos, ó comedores de coral, que esto significa dicha expresión.

Este último hecho por lo singular merece relatarse. Refiere Darwin que unos peces del género Scarus , que él ha descrito , y que ha tenido la fortuna de ver en nú­mero considerable, roen los corales vivos , y demás zoófitos de los arrecifes, de la misma manera que pacen los herbívoros , con la particularidad de encontrarse en el interior de sus intestinos una considerable cantidad de materia caliza , mas ó menos impura, análoga á la creta. De aquí resulta la formación de ciertos cuerpos de forma conoidea singular , que arrojados por los peces , quedan envueltos en la materia cenagosa producto de la tritura­ción de los zoófitos, aumentando esta circunstancia la analogía que entre estos depósitos y el de la creta existe. Con efecto, preocupó en un principio mucho á los geó­logos el hallazgo que solia hacerse en la creta superior, de cuerpos parecidos á los que acabamos de indicar por su forma , á los que llamaron primero conos ó pinas de

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9 5 alerce, y después coprólitos, que quiere decir excre­mento petrificado; cuya verdadera naturaleza y proce­dencia fué Buckland el primero que puso en claro.

Cosa parecida sucede en los mares de la India occi­dental , con el Strombusgigas, el cual suministra al de­pósito de cieno cretoso que allí se forma por el procedi­miento más arriba indicado , no solo gran parte de esta sustancia, sino también un número considerable de bo­las ó pelotas fecales compuestas de granos finos de ma­teria caliza , friable, con una especie de estructura orgá­nica.

E n los Atolones de las Maldivias se observa un cieno parecido al que acabamos de explicar, y de idéntica pro­cedencia, que arrastrado por las corrientes, desde los depósitos ó lagunas interiores de dichos arrecifes, por las estrechas aberturas que estos ofrecen, hacia el Océano, tiñe las aguas del mar en gran extensión.

Recogida esta materia y desecada, ofrece muchos puntos de semejanza con la creta, semejanza que podría llegar casi á la identidad, si se la sometiera á una regular presión.

Observaciones análogas parece haber hecho Dana en la descripción del arrecife madrepórico de Ohau en las islas Sandwich, donde parece que hay ciertas variedades de roca , formada á expensas del mismo arrecife , y que ofrece la estructura homogénea , la fractura terrosa , el color blanco homogéneo, y todas las demás cualidades de la creta.

En otros arrecifes de coral en via de crecimiento, nótase, según este autor, que se deposita una sustancia tan parecida á la creta misma, que fácilmente pudiera confundirse con ella.

Lo anteriormente expuesto, basta á explicar el hasta aquí misterioso origen de la creta blanca , que por lo vis-

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9 6 to es resultado del desgaste y trituración de los arrecites de coral de la época cretácea, determinado por todas las causas físicas y orgánicas que acaban de mencionar­se, y por la acumulación de cantidades inmensas de in­fusorios ó diatomaceas, cuyo número prodigioso, se­gún queda indicado, confirma el célebre dichode Byron, de que el polvo que pisamos fué vivo en otro tiempo. Ahora bien, calcular los miles de años que han trascur­rido para que se verificara este singular proceso, y el desarrollo de los millares de generaciones que se han su­cedido para formar depósitos de ciento y doscientos me­tros de espesor, es cosa que excede los límites de la más ardiente fantasía.

Si las circunstancias anteriormente expuestas, dan razón cumplida de la manera especial y curiosa de for­marse la creta en el tiempo, las condiciones especiales que ofrecen todos los restos que contribuyeron á su forma­ción, explican satisfactoriamente también la superficie inmensa que ocupa dicha roca. Con efecto, la escasa den­sidad de la concha de los moluscos, zoófitos, infusorios, sobre todo si se compara con el mayor peso que alcan­zan las arenas, arcillas y demás elementos de proce­dencia mineral , permite que el detritus de estos seres, y el cieno ó'barro que resulta, sea trasportado á largas distancias por las corrientes oceánicas.

También explica esta circunstancia otro ele los ca­racteres distintivos de la creta superior, que en las cos­tas de Dinamarca, como en las de Francia é Inglaterra, presenta , á saber : la gran pureza de la roca y la elimi­nación de toda sustancia extraña, á no ser el pedernal, acerca de cuyo origen vamos también á discurrir por breves instantes.

Ofrece el pedernal que es negro en lo alto de la for­mación cretácea más ó menos gris, y algo amarillento en

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la base, las mismas idénticas condiciones que enMeudon; es decir, que se presenta en nodulos de formas capricho­sas, simulando a v e c e s las orgánicas hasta el punto de poder engañar al que no esté muy versado en su estudio y conocimiento. En tal disposición, ocupa el pedernal horizontes bien determinados en el seno de la creta , sin interrumpir la continuidad de sus bancos ó estratos, aunque alterando con las líneas oscuras que determina, el aspecto uniforme que de otro modo presentaría la cos­ta. E l que ha hecho la travesía de Boulogne-sur-Mer á Folkstone, ó de Calais á Dover , por poco que haya fija­do la atención en la perspectiva que una y otra costa ofrece, habrá podido formarse cabal idea de la que en Seelandia llaman Stevensklint, pues es enteramente idéntica; ofreciendo de común además, y como conse­cuencia de su propia estructura, el hallarse la playa cu­bierta ó casi exclusivamente formada de cantos de pe­dernal redondeados por el movimiento de las aguas, tanto de las corrientes como durante las mareas.

Tampoco estará fuera de su lugar el que se discurra aquí, siquiera sea brevemente, acerca de la disposición que suelen ofrecer los horizontes de pedernal en la cre­ta blanca, y respecto de su origen.

Los nodulos de forma caprichosa é irregular, que ca­racterizan en Dinamarca, lo mismo que en Holanda, Francia é Inglaterra, el horizonte llamado dánico, solo se observan en la parte superior de la formación, dismi­nuyendo y hasta desapareciendo por completo hacia abajo, y ocupando la parte inferior de cada capa, siquiera la distinción de estas no sea siempre fácil de establecer.

Lo digno de notarse aquí es que aunque en otros terrenos existe el elemento silíceo, como en el tercia­rio, en el jurásico, carbonífero, e t c . , raras veces se pre­senta afectando las formas que en el cretáceo, pues de

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gS preferencia se le ve en todos estos en forma de bancos ó lechos, alternando con otras rocas ó impregnando la masa de muchas de estas, según he tenido ocasión de vel­en las calizas jurásicas de la provincia de Teruel y en el carbonífero de Bélgica.

Otras veces , en lugar de constituir horizontes para­lelos con las capas de creta , se presentan verticales ü oblicuos respecto ele los estratos, y aunque éste no sea el caso de la costa de Dinamarca, tratándose en general de la disposición de este elemento geognóstico del terreno en cuestión, no podíamos ciertamente echarlo en olvido.

Difícil es dar solución completa y satisfactoria al pro­blema del origen de esta roca, por cuanto en los depósi­tos actuales, que según indicamos más arriba, ofrecen mucha semejanza con la creta, falta por completo este elemento mineralógico en la forma que lo hemos indica­do, y por consiguiente en esta parte nos hallamos des­provistos del dato precioso que tanto nos sirvió, para explicar con bastante probabilidad el mecanismo de que se ha valido la naturaleza para formar aquella.

Por otra parte, la regular sucesión de los horizontes silíceos alternando con los bancos decreta , indica de un modo bastante claro una acción periódica de cualquier naturaleza que sea, que actuando en inmensa escala, en el fondo de los océanos determinó no solo el origen, sino la disposición particular que el pedernal ofrece.

Del examen detenido de esta singular formación, po-dria tal vez inferirse que los materiales del sedimento calcáreo silíceo tuvieron tiempo de consolidarse en par­te , y de sufrir una nueva disposición, viniendo los pe­dernales á ocupar la parte más baja de la capa , antes que nuevos sedimentos de idéntica naturaleza fueran á depositarse en capas sucesivas.

Pero ; de dónde procedía el elemento silíceo, que en

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99 cantidad tan considerable constituye los horizontes de nodulos de pedernal, y cuál pudo ser la causa de su dis­posición particular y casi especial, como hemos dicho, á este terreno ? La primera parte de esta pregunta es cier­tamente más fácil de contestar que la segunda; con efec­to, por un lado, según ya hemos visto, muchos infuso­rios, no pocos zoófitos y espongiarios , son de natura­leza silícea; lo cual teniendo en cuenta el número incal­culable de dichos seres, representa ya una cantidad de sílice muy respetable. Si á ella agregamos la no escasa proporción en que este elemento mineralógico se en­cuentra disuelto en las aguas del mar, de donde por cierto la toman todos aquellos seres, ora la reciban de las arterias terrestres que en él abocan, ó bien de los manantiales que en su fondo aparecen, como de las ro­cas feldespáticas que en su seno y en las costas existen, se podrá tener una idea de la procedencia de dicho mi­neral.

A todos estos manantiales ó procedencias de la síli­ce , podemos agregar otro no menos importante, y del que nos puede dar idea, el gueiserismo actual, sobre todo, abrigando la creencia de que este fenómeno ha sido mucho más importante en períodos anteriores.

Resta ahora inquirir el modo como dicha sílice se ha ido acumulando alrededor de determinados centros para llegar á constituir los nodulos que caracterizan la creta superior. Para ello conviene insistir en el hecho, que apuntamos más arriba, de la frecuencia con que á la superficie y en el interior mismo de dichos nodulos, se encuentran enteros ó en fragmentos equinodermos ó eri­zos de mar, y sus púas, zoófitos, conchas y otros res­tos fósiles; siendo indudable que estos objetos ejercieron cierta atracción de la materia silícea, al separarse esta de la masa caliza durante su solidificación.

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100 Según Becquerel, ha contribuido también poderosa­

mente al proceso de los nodulos de pedernal, así como á su disposición en fajas horizontales, las poderosas cor­rientes electro-magnéticas terrestres, que se verificaron en la época cretácea, entre capa y capa; desempeñando estas el oficio de poderosos pares de una pila voltaica.

Esta explicación, como se v e , supone ya la consoli­dación del terreno cretáceo, sin lo cual difícilmente se comprendería la existencia de las indicadas corrientes electro-magnéticas, de las que depende, según el autor citado, el aislamiento de la sílice, y su colocación al re­dedor de determinados centros.

Dicha explicación, que aunque no del todo exenta de dificultades, puede admitirse sin excluir las otras para el caso más frecuente de la colocación horizontal de los nodulos paralelos con las capas en cuyo seno se encuen­tran, es no obstante difícil de aplicar cuando estos, aun­que sueltos también, se hallan formando pilares y co­lumnas perpendiculares ú oblicuas á la dirección de los estratos.

Ta l vez el gueiserismo en la época cretácea pudiera contribuir á resolver todas estas dificultades, como se ex­plica por su intermedio la formación en la época terciaria del silex molar ó moleña, siquiera no sea frecuente en aquel el hallazgo de las grietas ó cavidades por donde hubieran salido las aguas cargadas de silicato de potasa, para convertirse después en sílice naciente; ni tampoco el terreno en cuestión, ofrécela dislocación y desorden que una causa análoga hubiera producido, como se ob­serva en los alrededores de Par ís , en los depósitos de si­lex molar terciario.

De todo lo cual deducimos, que todavía no ha llega­do la ciencia en este punto á decir su última palabra, y que faltan nuevos datos , deducidos de la observación y

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101 confirmados por la experimentación en el laboratorio, para dar cumplida explicación de este hecho singular.

Son en Stevensklint los fósiles característicos del de­pósito cretáceo idénticos á los de Meudon y Maestricht, ásaber : en la creta blanca, propiamente dicha, el Belem-nites, o l a Belemnitella mucronata, que se encuentra también en el horizonte superior, al menos en Faxoe y Maestricht; el Inoceramus Cuvierii, la Ostrea vessicu-laris, la Terebrátula carnea, el Magas pumilus, la Ananchytes ovata, y la A. striata, el Galerites albo-galerus, el Mycraster Lesquei peculiar ó Stevensklint, y que con la mayor parte de las especies citadas, tuvi­mos el gusto de recoger.

Digna de notarse es la frecuencia con que se hallan los fósiles en el seno del pedernal que acompaña á la creta blanca de Dinamarca. Muchos moluscos, y en particular los equinodermos y los zoófitos mejor conservados, apa­recen á la superficie ó en el interior de los nodulos de silex negro y gris. Este hecho apoya la idea dominante hoy en el terreno de la ciencia, de que la mayor parte de los pedernales de la creta se han formado alrededor de un núcleo orgánico.

En el pequeño banco de arcilla que cubre á la creta se ven muchos restos de peces fósiles, no clasificados todavía.

En la caliza propiamente dicha pisolítica, ó por lo menos bastante análoga á la de París , Laversine, Falaise y otros puntos de sus alrededores, no aparecen, en Stevensklint mismo, muchos restos orgánicos, ni la for­mación misma alcanza gran desarrollo.

Para estudiarla y verla en toda su plenitud hay que trasladarse á la inmediata isla de Moen y en el mismo Faxoe , localidad clásica como antes dijimos , desde que el profesor Forchhammer describió su famosa cali-

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102 za, y más aún desde que Desor en 1S46 la dio á conocer al mundo científico por medio del Boletín de la Socie­dad geológica de Francia, aprovechando la oportuni­dad tan distinguido geólogo para proponer el nombre de Dánico, aplicado á este horizonte superior del terreno cretáceo en Europa.

Con el fin de que pueda apreciarse mejor la analogía de condiciones entre la costa de Stevensklint y Faxoe por una parte, y la próxima isla de Moen, copiamos á continuación la lista de fósiles cretáceos que inserta el distinguido geólogo Puggaard en la descripción que de la estructura gcognóstica de aquella isla publicó en unión del eminente Lange, encargado del estudio de la Flora de la misma.

FÓSILES ENCONTRADOS EN .MOEN, INDICADOS EN LA OBRA

DE PUGGAARD.

Spongia hieroglyphica. Achilleum resonans. A. globosum, Hag. Scyphia retiformis, Roem. S . radiata, Mant. Choanites Koenigii, Mant. Turbinolia excavata, Hag. Pentacrinus Agassizii, Hag. P. Kloedinii, Hag. P. Bronnii, Hag. Apiocrinus ellipticus, Mili. Asterias quinqueloba, Goid. Cidaris vesiculosa, Gold. Cyphosoma granulosum, Gold. Galerites vulgaris, Lam. G. albogalera, Lam.

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Galerites abbreviata, Lam. Ananchites ovata, Lam. A. conoidea, Gold. A. hemisphrcrica, Brongn. Spatangus suborbicularis, Defr. Ostrea semiplana, Sow. 0 . pes hominis, Hag. ( ) . vesicularis, Lam. ( ) . 'Exogyra) Munsteri, J i ^ " . Spondylus striatus, Gold. Lima Hoperi , Maul. L. Goldtusi, -HV/g". L . Forchhameri , Hag. L. semisulcata, Nilsson. L. decussata, Minister. L. granulata, rv7/.y. L. pseudocardium, Renss. Pecten costangularis, Lam. P. trisulcus, xf^,<r. P. nitidus, Mant. P. infiexus, P. kevis, Xilssou. P. membranaceus, Nils. P. Nilssoni, Go/rf. Inoceramus Cuvieri, Sow. 1. Brongniarti, 5 o ; y . I. concentricus, Park. Pinna cretacea, Schlotheim. Terebratula carnea, Sow. T . pulchella, Nils. T . Humboldti, Hag. T . gracilis, Scholth. _ T . plicatilis, Bronn. T . subplicata, Mant.

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104 Terebrátula Mantelliana, Son>. T . Gissi, Hag. T . Faujassii, Roem. T . Striatula, Mant. Thecidea, vermicularis, Schlot. Crania costata, Sow. C. tuberculata, Nils. C. Parisiensis, Defr. Patella constricta, Hag. Rostellaria anserina, Nils. Fasciolaria Roemeri , Renss. Ammonites nutfieldensis, Sow. Scaphites striatus, Mant. Baculites faujasii, Lam. Belemnites mucronatus, Scholt. Serpula canteriata, Hag. S. subtorquata, Munst. S. heptagona, Hag. S. implicata, Hag. S. umbilicata, Hag. S. cónica, Hag. Pollicipes maximus, SOJV.

P. solidulos, Steenstrup.

El mismo dia en que nosotros explorábamos la costa de Stevensklint, llegaba Hebert al palacio de Giorsly, y al siguiente, según antes digimos, visitamos juntos el corte de Faxoe , abierto por los canteros que explotan aquella piedra para la construcción y también para la preparación de la cal, que tanto escasea en Dinamarca por efecto de su propia constitución geológica. Hállanse las canteras al Este del pueblo, á muy poca distancia de las últimas casas. La profundidad de las excavaciones al aire libre excede de catorce á quince metros, y sin em-

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F i g . S . "

Corte g e o l ó g i c o d e F a x o u .

1 . Ligera capa de tierra vegetal. 2. Caliza cavernosa de zoófitos. 3 . Caliza compacta entre gris y amarillenta. 4. Caliza cavernosa de zoófitos. 5. Caliza blanquecina de Briozoos.

A pesar de que muchas especies de las que encierra la formación de Faxoe son peculiares á dicha localidad, y en su mayor parte inéditas por efecto de circunstan­cias que no es del caso enumerar, las que son comunes á otros puntos, indican claramente cuál es la posición geognóstica que á Faxoe corresponde. Con efecto, la presencia del Baculites Faujasii, del Belemnites ó Be-

bargo, no alcanza á la creta blanca á pesar de la corta distancia que separa el territorio de Faxoe de la costa de Stevensklint. Está representado el corte del terreno en el siguiente dibujo.

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IOÓ

lemnitella mucronata, del Naittilus Dánicus, especie que Hebert ha descubierto en la caliza pisolítica de La-versine, del Nautilits Forclihammcri y otra especie no publicada aún, que con las anteriores encontramos y trajimos para los museos de España, la Ostrea vessicu-laris que sube de la creta blanca, la Tercbrátula pul-cliclla de Nilsson, la Plicatilis de Sov. y otras , son to­das propias del horizonte superior cretáceo de Valogne, Laversine, e t c . , en Francia , y de la creta de Maestricht. en Holanda.

Por otra parte, y como hace notar Desor con grande oportunidad y conocimiento de la materia, la presencia en la caliza coralífera de Faxoe de los géneros Ananchy-tes, Hollaster ó Micraster, entre los equinodermos, excluye la posibilidad de asemejarla ó hacerla sincrónica del terreno terciario, por cuanto los mencionados géne­ros nunca se han hallado hasta ahora en horizontes su­periores á la creta. Entre estos seres figuran en Faxoe muchas especies nuevas, tales como el Cidaris For-chammeri de Desor; la Pyrina Freneheni del mismo; un Hollaster muy afine al Hol. ananchytes; el Anan-chytes subglobosus, L a m . ; un Micraster análogo al breviporus de Agas; estos dos, comunes al horizonte de la caliza de Baculites de Picanville, y al cretáceo su­perior del departamento del Oise (Francia).

Aparte de las especies indicadas, que por ser comu­nes á otras localidades del centro de Europa sirven para determinar la edad del horizonte superior cretáceo á que corresponde Faxoe , ofrece este depósito una fauna característica, que se distingue particularmente.

i.° Por el considerable número de moluscos gasteró­podos poco frecuentes en las formaciones superiores cretáceas, si se exceptúa Maestricht, donde el señor Binkhorst descubrió en 1862 más de ciento sesenta es-

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pedes , casi todas nuevas. Por lo común suelen presen­tarse en estado de molde, y corresponden a los géneros Cyprea, Oliva, Cerithium, Mitra, Fusus, Trochus, Pleurotomana, Patella y Emarginida.

2.° Por el desarrollo extraordinario de los zoófitos, que puede decirse forman con sus restos la parte princi­pal de la caliza en los horizontes medio y superior.

Circunstancia es esta que ha robustecido la opinión de los que consideran la formación de la creta blanca su­perior como resultado de la alteración más ó menos pro­funda de los bancos de coral y de otros poliperos, hecho que se observa hoy mismo en los grandes arrecifes de la punta meridional de la Florida, y en los no menos im­portantes del Archipiélago Filipino, según más detalla­damente apuntamos más arriba.

3.° Por la gran importancia que adquieren los Brio-zoos en la caliza que ocupa la base del corte de tan pre­ciada localidad.

4. 0 Por la presencia de las tres especies ele Nautilos más arriba indicados, y de los cuales dos por lo menos son peculiares á Faxoe.

5." y último, también puede indicarse como carác­ter paleontológico de dicha localidad, la abundancia con que se encuentra un pequeño crustáceo, llamado por Schlotheim Brachynrus rugosus, común á otras locali­dades.

T a l , es en breves palabras, la descripción de esta localidad célebre llamada dánica por Desor, fundán­dose en que hay muchas más razones para conside­rarlo cretáceo que terciario. La cuestión suscitada por la Memoria que dicho geólogo leyó en la Sociedad Geo­lógica de Francia y publicó el Boletín de la misma en 1846, puede darse definitivamente por resuelta, merced á los esfuerzos de Hebert , de Forchamer, Nist y otros

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holandeses; y si es cierto que queda aún por resolver alguna dificultad secundaria, según nos manifestó el mis­mo Hebert, de esperar es quedará satisfactoriamente adorada cuando se publiquen los abundantes y preciosos materiales que hemos examinado en el depósito de la universidad de Copenhague.

El interés que Faxoe excitaba en nosotros, hizo que recogiéramos y trajéramos á nuestra patria un espéci­men de sus rocas y fósiles más característicos. En lugar oportuno haremos la enumeración de las unas y de los otros.

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IX.

Excursión ala isla de L a a l a n d i a . — Geología .—Palaf i tos del lago Maribo.-—Monumentos megalít icos de S o e s m a r k . — L a Selva sa­grada . — Exploración de un túmulo. — Progresos a g r í c o l a s . — La instrucción pr imar ia .

g e r m i n a d a la exploración de la comarca de Faxoe , y habiéndonos despedido de nuestro amigo el Sr . Skrave-nius , separámonos de Hebert , emprendiendo en silla de posta el viaje que debia conducirnos en dirección de la Baronía de Gulborg en la isla de Laalandia, que equivale á tanto como á tierra llana. Tuvimos ocasión, con tal motivo , de cruzar por una región de Seelandia que no conocíamos, admirando la fertilidad de los campos , la belleza de los bosques y el estado de excelente conser­vación en que se encuentran los caminos. También toca­mos por nosotros mismos la buena organización del ser­vicio postal, y el respeto que a sus encargados inspiran los viajeros, sin distinción de clases ni condiciones.

Una vez en Vorthinborg, pequeño puerto que se abre entre los canales que separan las islas dinamarque-

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I ¡o sas , recibiónos á bordo un cómodo barco de vapor, que muy luego llevónos á Borholm, en la orilla opuesta. Esperábanos allí un elegante carruaje del barón Rose-norn, y habiéndose unido á nosotros el noruego Loran-ge, emprendimos la marcha hacia la baronía de Gul-borg, cruzando espesos bosques de altas y verdes hayas. Nada tan pintoresco como el aspecto de aquellas masas de verdura, que surgen de en medio de las azules aguas; nada tan agradable como los antiguos castillos, las ele­gantes alquerías, sembradas á lo largo de las costas ó asomando sus torres y chapiteles por entre los penachos de los copudos y apretados árboles.

Caia la tarde cuando llegábamos á nuestro destino, recibiéndonos cordialmente nuestro huésped, el Sr . de Rosenorn.

E s la isla de Laalandia la tercera en extensión entre las que constituyen la monarquía dinamarque­sa , ocupando una superficie de mil ciento veinte kiló­metros cuadrados, mientras la de Seelandia mide seis-mil quinientos y la Fionía tres mil doscientos. En el reducido pero privilegiado territorio de la Laalandia, que ya cruza un ferro-carril, nótase un pequeño man­chón cretáceo , parecido al de Stevensklint y Faxoe, ha­llándose situado cerca de Gulborg, ó sea en la parte más meridional de la isla. Cubre el resto la forma­ción llamada en el país ritllensfenlcr, que equivale á una arcilla arenosa, con cantos rodados y muchas pie­dras erráticas, lo cual nos autoriza para decir que la isla entera pertenece á la formación diluvial y errática del período cuaternario. Sin embargo, el descubrimiento de numerosos fósiles cretáceos en los contornos del lago de Maribo , debido al infatigable celo de nuestro consocio el Sr . Wichtfeld y de sus inteligentes y hermosas hijas, Isabel y Enriqueta, pueden inducirnos á pensar que si

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1 1 1 bien el cretáceo solo existe ostensiblemente en Gulborg, es muy probable que ese mismo terreno sea el asiento de la isla y la base de la formación cuaternaria que á la vista se presenta. Proponíamonos al visitar la isla , aceptando la honrosa invitación de nuestro amigo el Barón de Ro-senorn, estudiar tanto los objetos extraídos de los pala­fitos del lago Maribo, cuanto los monumentos megalíti-cosque se conservan en los bosques de la Barónia.

Dirigímonosal dia siguiente de nuestra llegada, á tra­vés de el bosque, al sitio denominado Soesmark, que en dinamarqués significa selva de los cerdos, donde efectivamente comenzamos á ver abundantes restos de la primitiva civilización indígena. Encontramos en nues­tra excursión dólmenes de dos clases : habíalos de los llamados Rundysser, ó sean túmulos circulares , consis­tentes en un montículo, y sobre él tres ó cuatro enormes piedras sobre los cuales descansa otro aún de mayores dimensiones. Estos túmulos hállanse generalmente á gran distancia unos de otros, perdidos en la soledad de las selvas; también suele descubrírseles pareados.

En una llanura abierta y reducida á cultivo, vimos tres grandes cromlechsó Lang-dysscr. Componíanse de otros tantos recintos sagrados, prolongados, midiendo en su eje mayor sobre veinte ó treinta metros, por cinco ó seis de ancho. Determina la eminencia una faja de cantos fuertemente enclavados, y próximo á una de sus extre­midades, descúbrese el cromlech, el verdadero túmulo, con sendas piedras superpuestas y en el centro la cavi­dad ó enterramiento. Dos de estos recintos hállanse si­tuados en la misma l ínea, extendiéndose de Oriente á Occidente, con la parte privilegiada en aquella direc­ción; otro se encuentra á alguna distancia de los prime­ros , con su eje paralelo á los anteriores. Todos ha-

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1 1 2 bian sido explorados en tiempos antiguos , no que­dando más que la eminencia con algunos arbustos y las piedras. Llamáronnos la atención las dimensiones de algunas de estas, que eran verdaderamente colosales. ¿De dónde procedían? Indudablemente de las apartadas montañas de la Suecia , habiéndolos arrastrado hasta aquellos parajes la fuerza expansiva de las nieves en sus grandes movimientos.

Fuénos de suma utilidad aquella excursión, porque pudimos estudiar á nuestro placer los restos auténticos de una época que aún tiene para el vulgo mucho de mi­tológica. Bajo la sombría frescura de los bosques, sen­tados sobre la granítica roca del dolmen, dejamos vagar la imaginación hasta los tiempos prehistóricos, y hubi­mos de representarnos su propio carácter , establecien­do principios y sacando consecuencias.

Recibiónos otro dia en su magnífica alquería el señor Wichtfeld, haciendo los honores de la casa su señora y las graciosas jóvenes cuyos nombres antes apuntamos. No ha sido causa bastante el sexo , ni las ocupaciones propias de la mujer, para que las hijas de nuestro amigo desdeñen el estudio arqueológico. Muy al contrario; Isa­bel y Enriqueta de Wichtfeld han sabido asociar á una educación esmerada; á gracias ingenuas que realzan la belleza con que pródiga les dotara el cielo, una razona­ble instrucción prehistórica, que las ha llevado á reco­ger antigüedades selectas que enseñan, al que tiene la di­cha de frecuentar su trato, en un reducido pero bien dis­puesto gabinete.

Desembocan los jardines de la quinta de Wichtfeld en el lago de Maribo. Creyó Wichtfeld que en el seno de sus tranquilas aguas se ocultaban construcciones hu­manas , hizo los oportunos sondajes, y el éxito coronó

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sus esfuerzos. Avisado Worsae, acudió sin demora, y ya está averiguado que el microscópico mar encierra pa­lafitos como los de Suiza. Procedentes de ellos hemos traido ejemplares de hachas, cascos y núcleos de perde-nal que figuran en nuestra colección.

Visitado el lago, emprendimos con el Sr . Wichtfeld, sus hijas y los señores Rosenorn y Lorange una excur-

,sion á la Selva Sagrada , donde debíamos reconocer un túmulo. Nada tan imponente y melancólico como aquel bosque de seculares hayas, donde existen treinta y nueve de ellos sin explorar. Son algunos de tan remotísima antigüedad, que sobre ellos ha crecido más de una ge­neración de árboles , renovándose de este modo la selva, sn que aquellos sufran menoscabo.

Encontramos en sus confines el dolmen, que por nos­otros mismos íbamos á explorar : hallábanse allí algu­nos obreros y el Obispo de la isla , Sr . Winter, con su amable esposa. ¡Un obispo casado ! ¡un obispo que pro­pina el alimento espiritual á su grey, tiene una familia querida y ansia tomar parte en todas las discusiones que pueden ilustrarle y aumentar la órbita de sus conoci­mientos!

Poco trabajo nos costó llegar al corazón del montícu­lo : encontramos allí una pequeña aglomeración de pie­dras, y en su centro una vasija de barro que contenia restos humanos en completa descomposición : asociados á ellos, descubrimos algún fragmento de silex y una fíbu­la de bronce. Indudablemente el terreno del túmulo no había sido removido hasta entonces, y la circunstancia de haber hallado el utensilio indicado, nos inclinó á referirlo á una época de tránsito entre las edades de piedra y las de los metales.

Tuvimos ocasión de estudiar en el castillo de la Ba­ronía una selecta colección de cuchillos, sierras, gubias,

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cinceles y hachas de piedra procedentes de los dólmenes que se conservan en sus estados. Favoreciónos el barón con algunos ejemplares que figuran entre los objetos que hemos traido de nuestro viaje. Algunos de estos útiles no tienen precio; son de lo más bello, raro y bien con­cluido que puede pensarse, y pasma la habilidad que hubo de emplearse para labrarlos á golpes y sin auxilio de metal alguno.

Séanos lícito , antes de poner término á la reseña de nuestra expedición á Laalandia , recordar los servicios que á la agricultura prestan , tanto el barón de Rosenorn como el S r . Wichtfeld. Después de haber introducido todos los progresos mecánicos compatibles con la índole de aquellos terrenos y el carácter de sus producciones, procuran extender el bienestar de los colonos otorgán­doles ventajas considerables, y no se han retirado á la metrópoli á gastar sus rentas , sino que por el contrario, viven en medio de la población rural, siendo una verda­dera providencia para los menesterosos. Consiste el cultivo agrario principalmente en el de cereales, au­xiliado por las mejores máquinas y aparatos; el forestal en la explotación de los -bosques de hayas que se extien­den en todas direcciones. Cosechase en abundancia rica miel ; elabóranse quesos y mantecas que el comercio trasporta al centro de Europa, á Inglaterra y á nues­tra Península. Fabrícanse sémolas, harinas y cerámica; mejóranse las razas vacuna, lanar, porcuna y caballar con la estabulación en gran escala; y la aclimatación in­teligente hace que en tan remotos climas se crien y dis­fruten plantas de las regiones más meridionales.

No hablemos de los resortes morales que se emplean para labrarlafelicidad délos pueblos. Como en Seelandia y F ionia , en Laalandia es el maestro persona distinguí-

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i r5 da, que todo el mundo respeta y considera. No da el via­jero un paso por aquella tierra privilegiada sin tropezar, ya con la cómoda escuela, que como un faro luminoso se alza en medio de los campos; ora con los grupos de inocentes niños de ambos sexos, que de las quintas y al­querías acuden á recibir el suculento pan de la inteligen­cia y cuyos buenos modales tuvimos ocasión de admirar.

Grata como nos era la estancia en Gulborg, hubi­mos de abandonarla embarcándonos para Copenhague y Suecia; empero antes nos despidió el barón con un convite, á que asistieron las notabilidades de la Isla. Recordamos entre las personas que con su presencia nos honraron al rico propietario conde de Cnut , al pas­tor Winter , al historiador Müller y al prefecto de la provincia, cuyo nombre se ha borrado de nuestra me­moria. Part imos, no sin llevar grabados en nuestro co­razón , las delicadas atenciones los testimonios de fra­ternal amistad que debimos á nuestro ilustrado conso­cio el barón Rosenorn.

Antes de apartarnos de Dinamarca exploramos algu­na de las turberas de las cercanías de Roskilda. Esta formación del terreno cuaternario y reciente, adquie­re tal desarrollo en la constitución geológica de aquel país, que siendo su total extensión desde la paz de Viena, de treinta y nueve mil kilómetros cuadrados, la turba por sí sola y las marismas ocupan dos mil.

Nótase en su distribución geográfica que en la parte oriental y sur de las islas deSeelandia y Fionia ,yentoda la extensión de las de Laalandia y Falster, no se encuen­tran casi rastros de ellas, hallándose relegadas al Noroes­te y Oeste de Seelandia, al Este y Oeste de la Jutlandia, y en los antiguos ducados daneses del Sleswig y .del Holstein.

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116 Descender nuevamente á pormenores acerca de su

clasificación, estructura y composición orgánica vege­tal , equivaldría á repetir lo que expusimos al recordar los trabajos del profesor Steenstrup. Por lo que toca á las efe Dinamarca, diremos solo que algunos ejemplares, así de turba como de huesos y astas de Cernís megace-ros, que recogimos en nuestra visita á la de Oem, cer­ca de Roskilda, y que mencionamos en el Catálogo puesto al final, acaudalan la colección á que este se re­fiere y da idea de tan singulares depósitos.

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X.

Viaje á Sueeia. — M u s e o de Lund. — Turbera de Isiatd. — Su comarca.

I j i ' ace algunos años un viaje á la península sueca pre­sentaba serias dificultades. Falta de buenos medios de comunicación, con una lengua escabrosa y generalmen­te desconocida del resto de los europeos asiento; de una civilización también poco menos que ignorada, la patria de Carlos X I I tenia algo de mitológico para nosotros los meridionales. Pero muy luego, la Suecia, que goza de un régimen político por extremo liberal, y que camina con pasos de gigante por el sendero de la civilización, ha abierto sus fronteras, ó mejor dicho franqueado sus costas, á los viajeros que de todos los puntos del conti­nente acuden á visitarla. Solo en los distritos de la Neer-landia el viajar es aún incómodo; en el resto de la mo­narquía hay á disposición del viajero cómodas diligen­cias, barcos de vapor que rápidamente cruzan los cana­les abiertos por la industria humana, surcando asimismo las aguas de los lagos que formó la naturaleza, y tam-

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bien se disfrutan líneas férreas que unen los principales centros de población y de movimiento comercial.

Teníamos vehementes deseos de visitar la Suecia^ tanto porque en sus museos esperábamos aprender mu­cho, cuanto porque el país , considerado bajo la relación física, habia asimismo de suministrarnos no provechosa enseñanza. Decididos y prontos a emprender nuestra ex­pedición, embarcámonos en Copenhague el dia 11 de Se­tiembre a bordo del vapor Stokholmo, que en dos horas nos llevó, atravesando el Estrecho del Sund, áMalmoe. Una vez allí, ñoquísimos internarnos en la península sin visitar las colecciones recogidas y depositadas en la Uni­versidad de Lund por el respetable decano de los ar­queólogos y naturalistas suecos, Sr . Nilsson.

Pasamos, pues, á Lund, situado no lejos de Malmoe, y tuvimos la buena fortuna de hallar en el estableci­miento al apreciable catedrático Sr . Lundgreen, quien nos acompañó en nuestro rápido examen.

Comprende el Museo prehistórico de Lund dos par­tes principales. En la primera se conserva multitud de objetos de las edades de piedra y bronce, figurando los que Nilsson ha reproducido en su conocida obra intitu­lada Los primitivos habitantes de la Escandinavia. E n la segunda se ha reunido buena copia de esqueletos de mamíferos de las turberas de Escania •, algunos de ellos perfectamenle conservados.

Reunida asi la arqueología á la paleontología, puede el estudioso formarse una idea apropiada de la fauna es­candinava en un momento dado de su historia, y del gra­do de cultura que alcanzaba aquel pueblo en períodos de la más remota antigüedad.

Satisfechos nuestros deseos, abandonamos á Lund * para dirigirnos á Istatd. Da importancia á esta localidad

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principalmente el corte geológico que las obras del puerto habian puesto a la vista, y los objetos que en sus distintos horizontes encontró el Dr. Bruzelius, según ya dijimos al reseñar las sesiones del Congreso.

Hé aquí ahora el corte ó diagrama trazado por tan apreciable profesor, á cuya amabilidad debimos el estu­diarle cual convenia.

l'ifc'- 3 . a

Corte g e o l ó g i c o de I s t a t d .

i." Canchal glacial formado de cantos angulosos ó redondeados con pulimento y estrías.

2.° Capa delgada de arcilla y arena verdosa imper­meable, como condición precisa para el establecimiento de la turbera ó turbal.

3." Banco de turba de un pie próximamente de espe­sor, conteniendo algunos troncos de árboles, de pie to­davía .

4." Depósito de cantos y arenas de la costa, de diez pies de espesor, con algunas pequeñas vetas de turba de algas, intercaladas.

N. M. Nivel del mar Báltico.

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120 Los objetos encontrados en cada horizonte y que

volvimos á examinar en la colección del Dr. Bruzelius, son los siguientes:

A poca profundidad en el seno del canchal, cinco pe­dernales toscamente labrados, testificando así su remota antigüedad.

Entre la capa impermeable y la turba un puñal de piedra y un hacha pulimentada perteneciente á la se­gunda edad.

En la turba una maza de bronce muy bella, y á tres ó cuatro pulgadas de la superficie de la turbera un mango de cuchillo en hueso, perfecto y elegantemente labrado según el estilo del siglo VII ú VII I .

Por último, en el depósito de cantos y arena que cu­bre esta formación, se encuentran gran número de con­chas que actualmente viven en la costa Sud del Báltico, algunos cráneos de animales domésticos , tales como el caballo, el perro, el cerdo, e t c . , y la turba formada pol­las mencionadas algas marinas.

Siendo la turba inferior, de naturaleza terrestre, á juzgar por los troncos de pino que todavía existen en la base del depósito, y ocupando respecto al nivel del mar una línea diez pies más baja que éste, parécenos fuera de controversia el que la costa de la Escania ha experi­mentado un notable descenso desde la formación de aquel combustible. Y como quiera que el hallazgo de los objetos precisan la época en que la turba se formó en el continente ó tierra firme, lícito es y hasta lógico deducir que desde ese período, ó sea desde el siglo Vi l ú VIII, aquella parte de Suecia se ha ido hundiendo á razón pró­ximamente de un pie por siglo, confirmando este descu­brimiento lo que ya en su tiempo predijo el gran Linneo.

Merced á la bondad del Dr. Bruzelius, visitamos,

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121 terminado el reconocimiento del puerto, los alrededores de la población, que son por extremo pintorescos. For­man la comarca , en cuanto pudimos juzgar, valles de erosión, anchos comunmente y limitados por colinas redondeadas de escasa altura; muchos cabezos y alto­zanos cuya dirección media, como la de aquellos, es próximamente de N E . a S O . , igual á la que marca la de las grandes corrientes diluviales y la que hubieron de llevar las masas de nieves perpetuas del primero y quizá del segundo período glacial.

Adivínase la acción de estas en la orografía del país, contemplando los muchos cantos erráticos, angulosos unos, más ó menos redondeados otros, si bien todos pulimentados y estriados que, en forma de cordones ó de grupos, se descubren ya á la superficie en las lla­nuras, ora con frecuencia en la cima de los cerros y co ­linas, siempre por regla general en la parte N. ó N E . de estas, y raras veces en la falda S. ó S O .

Notable es también el número de grandes cantos er­rantes , que bordan la costa introduciéndose asimismo á gran distancia en el interior del Báltico, lo que comuni­ca alpais un aspecto singular y característico, siendo para el geólogo de elocuente significación.

Muchos han servido, como afirmamos anteriormen­te, para erigir monumentos megalíticos de notables pro­porciones que Bruzelius cree debieron constituir lugares destinados á sacrificios. Y no debe causar extrañeza el que esas masas colosales hayan sido trasportadas hasta puntos tan distantes de su origen; averiguado está que los cantos erráticos de las montañas suecas han llegado ar­rastrados por las nieves perpetuas hasta las regiones de la planicie central de Europa.

Volviendo á la Escania , diremos que en el fondo de los anchos valles se nota la formación de la turba muy

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122 desarrollada, beneficiándose como combustible. Las turberas de esta parte de la Suecia, ofrecen grandísi­mo interés para el arqueólogo, por el número extraordi­nario de objetos de ellas extraídos, entre los cuales enu­meraremos los magníficos esqueletos de bueyes conser­vados en el Museo de Lund y en el Liceo de Istatd, de los cuales debimos algunos restos á la largueza de Bru-zelius.

No es común en estos depósitos el R e n o , si bien se ha encontrado algo de lo que á él corresponde, diferenciándose asi grandemente la turba de la Escania de la de Dinamarca. Hállanse sin esfuerzo en estos memo­rables depósitos objetos pertenecientes á la civilización del bronce y del hierro, circunstancia que contribuye á hacer que sean considerados como campo favorito para este linaje de pesquisas, en cuanto á la Escandinavia se refieren.

Visitamos también al Norte de la población, un caír chai formado por la acción délas nieves perpetuas, don­de se halla un número prodigioso de cantos pulimenta­dos y estriados. Enriquece alguno de ellos , notable por lo marcado de sus caracteres, la colección geológica que hemos traído y ofrecemos á nuestro país. Llámase el si­tio que ocupa el mencionado canchal el Tejar de Nilsson, y en él se explota y beneficia la arcilla y cieno diluvial, empleándolos en la fabricación déla alfarería basta.

En los capítulos anteriores hicimos alguna brevísima indicación respecto á la cultura de los dinamarqueses. Bueno será que encontrándonos ya en Suecia, asentemos que la región que comprende la Escania goza también de los beneficios de las luces. Desamortizados los terre­nos , sostienen hoy una población creciente y laboriosa que mira con el debido respeto á los hombres de ciencia.

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Lund, ciudad de escaso vecindario, tiene una Universi­dad, según queda dicho; Istatd, su Liceo, especie de es­cuela superior, costeada por el procomún,'y no hay po­blación, por reducida que sea, que no disfrute de su es­cuela montada con arreglo á los últimos adelantos.

Reina por todas partes la alegría; no se conoce la miseria ni el pauperismo; disfrútase de tranquilidad, y los atentados contra las personas y las cosas son harto singulares.

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XI.

Desde Istatd á Stokholmo.—Aspecto del país .—Acción de las n i e ­ves .—Stokholmo.—Colecc ión craneológica y etnográfica de la Facultad de Medicina.—Museo de antigüedades, preciosidades que en él se conservan. — Academia de Ciencias. — Su Museo mineralógico y geológico. — Ejemplares n o t a b i l í s i m o s . — T r a ­bajos de Is'ordenschiold

'¿[Desde Istatd nos dirigimos en ferro-carril á la capital de Suecia , observando, durante el via je , el fenómeno errático que ha dejado profundas huellas por todas par­tes , hasta determinar la más extraña orografía repre­sentada , como en los alrededores de aquella ciudad, por numerosos y anchos valles de erosión, muchos de ellos convertidos en magníficos lagos. Tiene el de Jonko-pink, junto al cual pasamos, mas de veinticinco leguas de longitud, y se halla rodeado de colinas más elevadas que las de Escama. Puede decirse que la generalidad de ellas no son más que enormes canchales y oesars, cuya singular estructura se patentiza, gracias á las trincheras abiertas para la explanación de la via férrea.

Hállase el suelo sembrado de grandes cantos erráti­cos , y de tiempo en tiempo descúbrense extensas su-

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perficies de rocas pulimentadas, que se distinguen por la limpieza con que reflejan los rayos del sol.

Una vegetación arbórea, tan vigorosa y lozana como abundante, representada por inmensos pinares y sor­prendentes bosques de hayas , imprime un sello particu­lar al país escandinavo, y hasta tal punto forma contras­te con el paisaje de nuestro suelo meridional, que real­mente sorprende al viajero que procedente del Sur ó del Oeste de Europa, visita por primera vez tan apartadas regiones.

Gozamos no poco durante nuestro viaje , viendo desdoblarse ante nuestra vista pintorescos y un tanto extraños panoramas, y luego que llegamos á Stokholmo fué nuestro primer empeño conocer á las eminencias científicas que habitan aquella culta capital. Fácilmente lo conseguimos, mediante los buenos oficios del eminen­te Dr. Osear Teodoro Sandahl , con quien hubimos de comunicar durante el corto trayecto de Copenhague á Malmóe, y también á las relaciones que entablamos en el Congreso con el reputado jurisconsulto Sr . Olive-krona, individuo de la corte suprema de Justicia, con el distinguido craneólogo y decano de la Facultad de Me dicina, barón Von-Duben, y por últ imo, con el célebre arqueólogo Hildebrand, Director hace treinta años del Museo de Antigüedades de Stokholmo.

Merced á estos amigos y á la galantería de los habi­tantes de la metrópoli sueca, pudimos adquirir en el corto tiempo que en ella residimos, una idea completa del estado próspero que alcanzan todos los ramos de la enseñanza, empezando por la primaria, que no conoce ri­val en Europa, hallándose á la altura de la de Sajonia.

Privado Stokholmo de universidad, pues la délas provincias del Norte se encuentra en Upsal, y la de las

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meridionales en Lund, tiene únicamente la Facultad de Medicina, Academia de Ciencias , Instituto Tecnológico y Museo de Antigüedades.

De la Facultad de Medicina poco debemos decir en este libro; sin embargo, recordaremos que las coleccio­nes craneológica y etnográfica, particularmente en la sección lapona, están consideradas con justa razón como las primeras de Europa.

Si el número de cráneos y su clasificación y origen, hace que la colección entera constituya un estudio pre­ferente para el antropólogo, lasérie de objetos auténticos oriundos de la extremidad Norte europea, obliga al et­nógrafo á estudios y consideraciones de gran oportuni­dad, cuando se desea inquirir los términos por que pasa toda civilización.

Refleja la colección etnográfica la vida total lapona, en sus modos externos y más íntimos, facilitando com­paraciones del mayor interés relativamente á las pesqui­sas que nos habian llevado á Dinamarca.

Tocante al Museo de Antigüedades , aunque ya diji­mos lo necesario para que se comprendiera su impor­tancia, bueno será que añadamos aquí algunos nuevos pormenores. Titúlase el edificio donde se halla estable­cido Museo Nacional, y ocupa varios salones situados en el piso inferior. Construido el Museo Nacional con arreglo á los planos del arquitecto Stüler y bajo la di­rección del general Kleen, mide doscientos sesenta pies de longitud por ciento sesenta de ancho y noventa de alto. Aislado totalmente, levantándose sobre una estre­cha lengua de tierra que por todas partes bañan las aguas del lago Madar, rodeándolo de elegantes jardines y ofrece por la belleza de su estilo compuesto, un magnífico golpe de vista.

Decoran la fachada principal ornamentos en bajo re-

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127 l icve, columnas y varias ornacinas, donde se han coló cado los bustos de Tessin y Sergel: mas arriba se ven las estatuas de Linneo, Tegner , Wallin y Berzelius, y en la parte más alta los de Fogelberg y Ehrenstrahl. E l ingreso es verdaderamente grandioso y monumental: órnanlo diez y seis grandes columnas en mármol y las colosales estatuas de Odin, Thor y Balder, producto del cincel de Fogelberg y sobre el primer piso ábrese una ancha y artística galería, donde se han reproducido los frisos del Partenon.

Penetrando por debajo de esta galería, hállase el Museo de Antigüedades puesto al cuidado de los señores Hildebrand padre é hijo. Constituyen este departamento cuatro espaciosas salas, sabiamente dispuestas para que puedan contener, en elegantes armarios y vitrinas, los numerosos objetos de las colecciones.

Empiezan estas por la edad de piedra, Stensalen: aquí no hay más que cuchillos , hachas, puntas de fle­chas , percutores, martillos, gubias, cinceles, sierras, raspadores, labrados en distintas rocas , predominando el pedernal. Vénse en algunos estantes hachas verda­deramente colosales, pues alguna mide casi nuestra vara. Llaman otras la atención por su pulimento, 3r

entre los cuchillos los hay de tan acabado arte y primor, tan bellos y regulares, que más que objetos propios de una civilización primitiva , parecen producto de la más perfecta manufactura contemporánea. Estudia­mos en esta sala el modo de colocar y presentar los ar­tículos, que no es punto que deba ser mirado con indi­ferencia. También quisimos saber á qué número ascen­dían, y después de decírsenos que pasaban de trein­ta mil los clasificados, enseñáronnos una pieza destinada á almacén, donde habia multitud de cajas que no conté-

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nian mas que útiles y armas de las edades de la piedra. Después de un minucioso examen pasamos á la sala

del bronce, mucho más espaciosa que la anterior. Conti­gua á la del hierro, están ambas comprendidas bajo una sola denominación, Brons-och Jerngaleriet. Si grande habia sido nuestro regocijo contemplando las preciosi­dades del salón de la piedra, debemos confesar que nunca imaginamos descubrir tal cantidad de objetos y estos tan raros y bellos como los que en magníficas vitrinas se ofre­cieron ahora á nuestra vista. Fruto de muchos años de pesquisas, de sabias disposiciones tomadas por el go­bierno , y del patriotismo de los ciudadanos, la colección de bronces del Museo de Stokholmo no tiene rival en el mundo. Constitúyenla armas de todas clases, hachas, lanzas, cuchillos, puñales, espadasy flechas, fíbulas, agu­jas , pectorales, escudos, cascos, anillos, torques, amule­tos , acusando los sucesivos progresos del arte y de la industria; mostrando el ingenio de los artífices que los labraron y los gustos especiales de la sociedad para quien se destinaban. Ingresan en este departamento las anti­güedades procedentes de los dólmenes, lagos y turberas de la tierra firme, y á ellas se han asociado los recogidos en las islas del Báltico. Y es por demás curioso ver tra­zado sobre los objetos el desarrollo social y el influjo ro­mano cristiano, que un dia determina su carácter artísti­c o , en lucha con el sello propio de la cultura indígena.

Aplicable es á la sala del hierro lo que decimos de la del bronce : los objetos no suelen cambiar en lo que á las formas se refiere, sino en su materia componente: co­nócese que la civilización ha progresado , multiplícanse los adornos y también se señalan estilos y maneras antes desconocidos. Como los objetos en bronce, los de hier­ro asocian en determinados casos dos tendencias muy

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distintas, la peculiar á las razas del Norte y la caracte­rística de los pueblos greco-latinos.

Para complemento de esta sección, hállase inmedia­tamente otra consagrada también al hierro, ya incluido en los límites de la historia. La edad antigua escandina­va , relacionándose con la edad media septentrional, despliega entonces sus galas ante los ojos del arqueólogo, y nótase el predominio religioso, representado por mul­titud de preciosos objetos litúrgicos que dicen hasta qué punto de perfección llegaron los orfebres en edades re­lativamente remotas, y en países que se han creído age-nos á los refinamientos de la civilización latina. Lláma­se esta última estancia Pilarsalen, que quiere decir sala de los pilares. Merece recordarse en esta sección un mo­numento funerario con caracteres rúnicos. Estudiadas las runas ampliamente, constituyen una gran ense­ñanza, que en mucho concurre á restaurar los buenos es­tudios históricos en el Norte escandinavo.

Satisfecho nuestro anhelo, y después de fijarnos en los nexos que unen las distintas edades prehistóricas é históricas en la nebulosa tierra de las Valkiryas, visita­mos también los restantes salones del Museo, admiran­do en el gabinete numismático una hermosa colección de siete mil monedas cúficas, encontradas en Suecia, lo que no deja de ser por extremo extraño; cinco mil anglo­sajonas, y no pocas españolas antiguas y modernas, muy bien conservadas. En la sala egipcia vimos el monumen­to sepulcral y la momia de la reina Tahort , trasladándo­nos oportunamente á las galerías artísticas para conocer y quilatar el gran florecimiento jñctórico-escultórico que se verifica en el Norte , donde ya Thorwaldsen habia emulado las glorias de Fidiasy Praxiteles.

Permítasenos recordar antes de que pasemos á otro

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13 o asunto, la bizarría con que el Gobierno favorece los es­fuerzos de arqueólogos y naturalistas, facilitándoles medios para llevar adelante sus empresas. Para los sue­cos el estudio déla más remota antigüedad encierra gran­dísimo interés , y de aquí que gobierno y particulares, en vez de mirarlo con indiferencia, procuren hacerlo posi­ble, cada uno en la esfera de sus medios y recursos. La Academia nacional de Antigüedades trabaja asiduamen­te con el propio fin, y sus publicaciones dan cuenta de los descubrimientos que se hacen continuamente, di­fundiendo por todo el reino los conocimientos necesarios para fortificar el gusto y promover donativos y explora­ciones.

Disfrutan la Academia de Ciencias y el Museo de Instituto tecnológico grandiosos edificios de moderna fabrica. Aquella, que entre otros recursos cuenta con el producto de la venta exclusiva del Almanaque Nacional que redacta, particularmente en lo relativo a las afeccio­nes astronómicas y meteorológicas; posee colecciones mineralógico-geológicas, zoológicas y botánicas de pri­mer orden, agregándose, como complemento, laborato­rios de química que , unidos á la sección inorgánica, sir­ven de segura base á útiles estudios.

Distingüese la sección botánica, á cargo del Dr. An-derson, por el número de plantas que se conservan en los herbarios, muy bien acondicionados y guardados en armarios con sus correspondientes compartimientos. Hállase la flora sueca extensamente representada y dis­puesta en paquetes de más de mil especies cada uno, prontos á cederlos en cambio de otros á los jardines bo­tánicos extranjeros que lo soliciten.

Sienten los amantes de las glorias patrias la pérdida del famoso herbario del inmortal Linneo, vendido por

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sus inmediatos herederos á poco de ocurrir la muerte de aquel y antes de conocerse el valor que representaba.

Inglaterra adquirió tan preciado tesoro, que ho) rfor­ma una de las más estimadas joyas de la Universidad de Oxford. Solo quedaron en Upsal, donde Linneo ense­ñó la botánica, algunos paquetes de plantas, que se guar­dan en lugar reservado de la sección botánica de aquella Academia, donde vimos algunas especies recogidas y rotuladas por mano del gran naturalista.

Son notables las colecciones zoológicas de Stokhol-m o , tanto por la riqueza y variedad de los ejemplares, distinguiéndose entre ellos los equinodermos y conoi­deos , los crustáceos y los mamíferos y aves de los países septentrionales , cuanto por los espaciosos salones y los elegantes y sencillos armarios en que están colocados.

En local aparte del piso segundo, y cerca de los her­barios , hállase la colección de insectos, curiosísima en particular, por una serie, tan variada como rica, de lepi­dópteros ó mariposas.

Observamos en nuestra visita la particularidad, muy favorable á la perfecta conservación de las colec­ciones , y es que no se conocen allí los Antrenos, ni la fa­lange de mortales enemigos de los objetos disecados que en las regiones meridionales lleva el nombre de polilla. Suprimido tan terrible azote, insectos, aves , mamíferos y demás animales, se conservan admirablemente v á poca costa. El Museo del reino inorgánico, esto es , mi­neralógico y geológico, que por la índole especial de nuestro viaje podia y debia interesarnos de un modo más eficaz y directo, está confiado á la inteligente y activa dirección del renombrado naturalista y viajero Nor-denskyold. Infatigable explorador del Spitzberg, en cuyo viaje científico llegó al 8 2 o latitud N . ; abriga la convicción de que puede alcanzarse al polo, si bien niega

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la existencia, sostenida por alguno, del mar líquido más allá del desierto del hielo, si esta expresión del popular Julio Verne es permitida. Enumerar puntualmente todas las riquezas que Nordenskyold ha reunido en aquellas espaciosas y bien dispuestas estancias, requeriría un buen volumen pidiendo mayores conocimientos que los que posee el encargado de redactar esta parte de nuestra Memoria. Hemos forzosamente de limitarnos á indicar tan solo las preciosidades mineralógicas y geológicas que más excitaron nuestra atención.

Figura en primera línea una colección de aereolitos, compuesta desde ejemplares reducidos á polvo, casi im­palpable, hasta [otros que pesan ocho á diez kilogramos; habiendo caido todos el i.° de Enero de 1869 , en la su­perficie congelada de un lago de Uplandia, enclavado en el distrito de Hessle. Hizo tan singular coincidencia, que se recogiera un número considerable de ejem­plares , pues ofreciendo notable espesor y dureza el hie­lo, las piedras atmosféricas, á pesar del tamaño y peso de algunas, no pudieron romperlo conservándose todas en la Universidad de Upsal, y el resto en Stokholmo.

Son los aereolitos de diversos volúmenes y formas, enteros los unos , más ó menos rotos, y hasta pulveriza­dos los otros, pero lo curioso es la pequenez de muchos, que no excede del tamaño de un guisante. Dejando aparte la fragmentación de varios de ellos, se puede ase­gurar que el lago de Hessle presenció una verdadera llu­via de cuerpos siderales completamente independientes los unos de los otros.

Pero si fueron poco comunes las circunstancias de su caida, aún lo es menos la presencia en ellos revelada por el delicado análisis practicado por Nordenskyold tan consumado químico, como profundo mineralogista, del carbono y del hidrógeno, elementos esenciales a la cons-

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i33 titucion mineral del reino orgánico terrestre, en propor­ciones crecidas, llegando en el primero hasta un 40 por ioo, y en el segundo hasta el 25 por 100. No es el hecho completamente nuevo, pues ya en el aereolito de Orgeuil (Francia) , se indicó el carbono, mas la natura­leza de la superficie que recibió á los de Hessle, quitan todo pretexto á la duda, que en el último caso asaltó á algunos, pues en el agua congelada no es fácil adquirie­ran aquellas piedras tales elementos según se supuso habia acontecido con el francés, diciéndose eran pro­ducto del rozamiento con el mantillo de la tierra ó con la vegetación que la cubria. Además la notoria compe­tencia del que practicó el ensayo químico nos pone á cubierto, en nuestro entender, de la responsabilidad en que incurrimos á los ojos de los incrédulos, sobrado nu­merosos en nuestro país, dando asentimiento al hecho que el mismo Nordenskyold describiría muy luego de­seoso de que llegase á conocimiento de todos. Nordens­kyold, que allá por los años i85o y I 8 5 I estudió y fué compañero en París del que traza estos renglones, obse­quiónos con algunos de estos aereolitos, que con otras especies curiosas de que vamos á ocuparnos y un precio­so herbario regalo de Anderson , figuran á esta hora en el gabinete de Historia Natural , á cuya Junta facultativa nos apresuramos á ofrecerlos tan pronto como llegamos á Madrid.

Después de los aereolitos mencionados y de otros es­candinavos que vimos en la misma sección, citaremos por su importancia el plomo nativo cristalizado en her­mosos aunque pequeños prismas, agrupados en forma de arborizacion ó dendrita. E s sabido que la mayoría de los autores están contestes en que la tal sustancia no se encuentra nativa en nuestro planeta, de donde

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13q puede inferirse la importancia del hecho apuntado y la alegría que hubo de causarnos al ver tan precioso y por demás raro ejemplar.

La roca que lo contiene, es de protóxido de manga­neso hidratado, cuya fórmula química es MuO.-f-H. O. y la mineralogía M u 4 0 3 . Por una inadvertencia fácil de explicar, cuando el ánimo se halla preocupado en presen­cia de tantas y tan variadas riquezas científicas, no to­mamos nota de la procedencia de este ejemplar, que solo tiene análogos en los de Cumberland, donde el plomo se encuentra en roca cuarzosa, acompañado de la galena, en uno vagamente indicado en Irlanda, y en el que se asegura existir en una mina plomiza de Cartagena.

Pero si como particularidad mineralógica es á todas luces muy estimable el plomo nativo y cristalizado, no le cede, antes bien le supera en importancia, el granito de Grangesberget, llamado en el país bergbeck, del que posee aquel Museo muchos y hermosos ejemplares, con manchas negras en toda su masa , como de sustancia bi­tuminosa. Examinados estos oportuna y cuidadosamen­te por el mismo Nordenskyold, han dado en proporcio­nes considerables el carbono, el hidrógeno y el oxígeno; elementos inmediatos de toda composición orgánica ve­getal.

Hánse hecho indicaciones por distinguidos geólogos tocante á la presencia de materia orgánica en las rocas llamadas ígneas por la escuela plutónica, poniéndose reparos en muchos casos á la opinión favorable al fenó­meno : la verdad es que en el caso presente no puede caber duda alguna respecto al hecho en sí , pues la existencia de dicha materia en el granito, en buena pro­porción , es evidente; en cuanto á la calidad ó á su na­turaleza orgánica, creemos que la competencia de quien hizo el análisis, nos garantiza contra toda superchería.

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Debemos también a la buena amistad de Nordens-kyold algún ejemplar de este famoso granito, para que pueda servir de provechosa enseñanza á nuestros con­ciudadanos y figura en las colecciones geológicas del gabinete de Historia Natural.

En orden á la explicación del fenómeno, no es tan fácil como pudiera creerse á primera vista, mas sí puede asegurarse que no es el único que en pleno siglo X I X contradice la teoría del origen ígneo del globo. Posee el mismo Museo otros ejemplos de gran valor en este mis­mo concepto.

Uno de los que llamaron más nuestra atención fué una roca de asperón ó arenisca perteneciente al terreno silúrico, con hermosos cristales de granate. Curioso y por demás raro es el encontrar esta piedra fina en ganga arenosa , siendo su más frecuente yacimiento el gneis y las pizarras talcosas, micáceas y otras análogas. Ofrece además este ejemplar una particularidad, que aumenta considerablemente el interés que su estudio inspira, á sa­ber: la interposición de pequeños granos de cuarzo en el seno de la masa del granate, sin haber alterado en lo más mínimo su cristalización, en formas perfectas, de­pendientes del sistema cúbico.

Para quilatar debidamente la significación é impor­tancia de este hecho, debe traerse á la memoria que mientras el granate puede ser soluble y hasta fusible, se­gún su composición, el cuarzo es infusible é insoluble. ¿ Cómo podrá, pues, explicarse la coexistencia dedos sustancias de condiciones tan opuestas en la misma masa mineral y> cristalizada ? Bien puede asegurarse ante este problema, que ni la teoría ígnea ni la ácuea dan razón plausible de un hecho tan extraordinario, que observa­mos en delgadas láminas de granate, con el auxilio de una fuerte lente.

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136 Piensa Nordenskyold que solo la intervención de

fuertes corrientes electro-magnéticas pudieron determi­nar esta mezcla íntima de dos sustancias tan opuestas, verificándose la cristalización del granate, cuando ya la roca estaba formada y en seco. Según el mismo geólo­go, esta arenisca pasa insensiblemente al granito, tran­sito no común y que también merece estudio.

Continuando el nuestro, presentónos Nordenskyold un granate blanco en roca caliza antigua, procedente, como el anterior, de Freegarden, en Finlandia.

Cediónos después algunos ejemplares de la misma sustancia en roca arenisca, que podrán servir para la enseñanza.

No son menos curiosos los fosfatos de cal ó apatitos de Oxosibacker, cerca de Snarum, más que por el gran tamaño de sus cristales, por la roca en que se encuen­tran. E s esta el feldespato llamado albi ta , también cristalizado; y si se atiende á la baja temperatura á que el fosfato se volatiliza, indudable parece que la roca en cuyo seno está incrustado y que hasta ahora se habia creido formada por la via seca ó por la acción del fuego, estuvo expuesta durante su formación á condiciones muy distintas. Experimentos recientemente practicados por Daubrée y otros químicos y geólogos, confirman esta opinión sugerida por el atento análisis de los ejemplares que acabamos de mencionar. Figuran varios de ellos ya en el Museo de Historia Natural de la calle de Alcalá.

Aunque pertenecientes á otro orden de hechos, ofrece el Museo académico de Stokholmo riquezas inagota­bles. Mencionaremos entre ellas la Serpentina cristali­zada de Snarum, pseudo-moríbsis, según Nordenskyold del olivino, hecho poco común, y por consiguiente de la mayor entidad. El tamaño de algunos ejempla-

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res es verdaderamente extraordinario, habiendo visto uno que excede de 0,40 de largo: hay otros de 0,20 y o ,25. También hemos depositado en el Gabinete de la calle de Alcalá un notable ejemplar de esta roca cristali­zada, que contradice la opinión de todos los autores de geología, siendo lícito asegurar que es poco frecuente, ó más bien en extremo raro en los demás Museos de Europa.

Posee entre los feldespatos, el que nos ocupa, grandes y brillantes cristales de Helsingfors, uno enor­me de Humaberg, otro de preciosos colores de Ofamo, en Finlandia, y alguno mayor de Malteshorn.

Encierra asimismo tan inagotable colección bellas Turmalinas en caliza cristalina de Arendal (Noruega), fosfatos de cobre , fósforo calcita de Reinbreitbach y de Tagillk (montes Urales), enormes masas del famoso hier­ro magnético que desde tiempos remotos se explota en Dannemora, al N E . de Upsal , conchas bivalvas fósi­les , convertidas en vivianita, ó sea fosfato azul de hier­ro , sustancia que rarísimas veces se ha observado sir­viera de materia fosilizadora ó fosilizante.

Por último , para terminar este relato, citaremos las variadas colecciones de rocas y fósiles traídos por.Nor-denskyold de su expedición á la región polar, entre cu­yos materiales se señalan los que acreditan la presencia en tan remota zona del terreno carbonífero, descubier­to antes que nadie por tan ilustre viajero.

Puede envanecerse la Academia de Ciencias de Sto-kholmo, que gallardamente protege estas expediciones, de contar entre sus individuos á tan modesto sabio. Los servicios que ha prestado á la geografía le han valido el aprecio de cuantos se preocupan en dilatar sus dominios, y el nombre de Nordenskyold es actualmente una de las más puras glorias de la nación sueca.

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XII.

El Museo del Instituto tecnológico. — Expedición á K a r l b e r g . — A Upsal. — Su U n i v e r s i d a d . — R e c u e r d o s de Linnco. — C e n t r o e s p a ñ o l . — Vuelta á S t o k h o l m o . — Establecimiento neumo-terápicode S a n d h a l . — Escuelas .—Intentamos una expedición á Noruega. — Dificultades.

$|¿ata el edificio que ocupa el Instituto tecnológico de 1863, y consiste en una inmensa fábrica construida bajo la dirección de Scholander. Aparte délas cátedras y de­más oficinas , comprende el Instituto una selecta biblio­teca , y las colecciones de que vamos á hacer somera reseña.

Hallábase la parte geológica al cuidado del conocido Erdmann, que enfermo durante nuestra estancia en Stokholmo, bajó al sepulcro algunos meses después, victima de acerbos padecimientos.

Encargado Erdmann, en unión de otros sabios , de reunir materiales para formar el plano geológico de Sue-cia y Noruega, débese ásu celo la multitud de ejemplares hoy á disposición de los estudiosos. Colocados en bien dispuestos armarios, encuéntranse en el Museo tecnoló-

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13q gico colecciones de rocas procedentes de Suecia , sabia­mente distribuidas por provincias, y en escaparates que ocupan el centro de la galena, se hallan los fósiles cor­respondientes á cada una de las formaciones.

Dicho sea en verdad, no son estos notables ni por su número ni por la belleza de sus tipos , y es que el país escandinavo, rico en minerales y rocas de sedimento y de terrenos cristalinos antiguos , no se distingue cierta­mente por la abundancia y hermosura de los restos or­gánicos.

Solo hubo de fijar nuestra atención bajo este concep­to , algunos fósiles silúricos, y las célebres conchas de Uddevala.

Habíamos adquirido, gracias á estos estudios, una idea bastante razonable de la constitución geológica de Suecia; nos habíamos dado razón de los singulares fenó­menos acaecidos en remotísimas edades en aquella zona, y el viaje desde Istatd mostrónos, como en su sitio expresamos, las huellas que de su paso habian dejado sobre las rocas las grandes masas de nieve que un dia cubrieron tan vasta superficie. Indicáronnos Sandhal y Nordenskyold la conveniencia de visitar un punto in­mediato á Stokholmo, donde podríamos corroborar jui­cios y doctrinas pertenecientes á j la materia que nos ocupaba. Conducidos por guias tan competentes, tras-adámonos, áKar lberg , cerro ó colina cuya estructura ha revelado el ferro-carril, dividiéndola longitudinalmente con un ancho desmonte.

Vése allí una masa de granito llamado de Stokholmo perfectamente ondulado, como si se imitara la estratifi­cación plegada de las rocas de sedimento metamórficas. Crúzanla en distintas direcciones vetas feldespáticas, cuyo color más ó menos claro se destaca sobre el fondo

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La gran masa de granito de Karlberg, con sus dyques y venas de feldespato, ha estado expuesta á la acción de

más oscuro del granito. Esta circunstancia por si sola bastaría á dar importancia á la localidad, empero al ac­cidente puramente geológico hay que añadir otros no menos interesantes.

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las nieves, que sobre ella pasaron, dejando evidentes señales de su tránsito. Finalmente pulimentada, brilla al ser herida por los rayos de luz, notándose sin esfuerzo que la surcan rayos y ranuras más ó menos profundas, siempre en una misma dirección, según se ve en la ante­rior figura.

Casi en la parte superior del corte y en limitado espa­cio , formando como una bolsada, aparece el gneiss aún más ondulado y atormentado que el granito, siguiendo las capas de aquel próximamente la propia línea que las imitativas de éste. Respecto al pulimento y á la estria-cion acontece lo propio que con la colina en general.

No era posible que estando en Stokholmo dejáramos de visitar la antigua y renombrada Universidad de Up-sal. Unida esta ciudad á la metrópoli por medio de un ferro-carril, encierra preciosas memorias artísticas, cien­tíficas é históricas dignas de ser conocidas de los es­tudiosos.

Emprendimos, pues, nuestra expedición, confir­mando durante el tránsito con nuevos hechos las ob­servaciones que tocante á la topografía y al relieve geo­lógico hiciéramos en nuestro primer viaje. Descúbrense por todas partes vestigios de los grandes fenómenos de la época glaciaria; la acumulación de cantos rodados, el pulimento de las rocas , la naturaleza de las ondula­ciones del terreno, demuestran la exactitud de las hipótesis que la ciencia sostiene en orden á lo que en aquella península aconteciera en antiguos períodos geo­lógicos.

Cuenta Upsal 10.247 habitantes, es asiento de un arzobispado y de un gobierno de provincia. Comunícase con Stokholmo por la vía férrea, y además por un canal que frecuentan barcos de vapor. Apesar de su Univer­sidad y de los demás establecimientos que la decoran,

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Upsal es un pueblo muerto , que solo vive de sus re­cuerdos. Envuelta su historia en misteriosas tradiciones, dicen arqueólogos y eruditos, que existió a una media hora del punto que ahora ocupa, siendo corte de los primitivos reyes del país, y centro del culto que á los dio­ses escandinavos se daba por sus subditos. Apoyan esta doctrina las ruinas que con efecto se conservan en el pa­raje indicado, que lleva el nombre de Gamla Upsala, esto e s , Upsal antigua.

Háse edificado allí sobre un templo consagrado á los Asses, genios ó divinidades de la primitiva mitología septentrional, una iglesia que data del siglo X I , conside­rándose por los eruditos como la más remota antigüedad arquitectónica del Norte. Ocúpanse de ellas los sagas, mencionando también tres monumentos sepulcrales si­tuados no lejos del edificio, y que se suponen de los tú­mulos de Odin, Thor y Balder. Miden cada uno de es­tos túmulos sesenta pies de alto por doscientos treinta y dos de diámetro, siendo por consiguiente los mayores que se conocen en la Escandinavia. Explorados conve­nientemente han demostrado ser verdaderas sepulturas que acusan el grado de magnificencia á que debió llegar la ciudad en remotas edades. Afirma la tradición, que la antigua Upsal gozó de toda suerte de ventajas durante el período pagano, habitándola los reyes que desde los túmulos mencionados arengaban al pueblo esparcido en su rededor. Introducido el cristianismo, cambiaron las cosas, echáronse los cimientos de la nue­va ciudad, arruinándose la primitiva.

Alimenta el esplendor de la primera más que otra cosa , su ya mencionada Universidad. Antes de visitarla nos dirigimos á la catedral, monumento muy estimable, cuya construcción comenzó en el siglo X I I por arquitec­tos francos, inaugurándose en 1435. Presa de las llamas

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en cinco ocasiones distintas, no conserva su verdadera fisonomía, pudiendo, no obstante, sobre sus injuria­dos muros señalarse la huella del estilo latino-bizantino que aún se exhibe con algunos de sus rasgos caracte­rísticos.

Encierra en su interior las tumbas de algunas cele­bridades como Gustavo W a s a , que tiene un gran mau­soleo , Oxenstierna, Petr i , el primer arzobispo luterano de Suecia y Linneo. Detuvímonos como era de esperar mayor tiempo ante la modesta sepultura del gran botá­nico , que no tiene más adorno que una simple losa de piedra común con esta inscripción:

OSSA

CAROLI DE LINNE

EQL". AUT

MARITO ÓPTIMO

FILIO ÚNICO

CAROLO A LINNE

PATRIS SUCCESORIS

ET SI 131

SARA ELISAS. MOREA.

Posteriormente, los discípulos del maestro celebér­rimo han labrado á su costa en una de las capillas latera­les, un sencillo mausoleo de pórfido rojo y verde, donde se halla su busto de alto relieve y esta leyenda:

CAROLO A LINNE

BOTANICORUM PRINCEPS

AMICI ET DISCIPULI.

MDCCXCVIII.

Pagado este justo tributo al que no fué solamente

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príncipe de ios Botánicos, sino creador de la nomencla­tura binaria que tantos servicios ha prestado desde en­tonces á todas las ciencias naturales, y el que ideó la primera clasificación metódica y natural del reino zooló­gico , trasladándonos al Jardín botánico donde con tanta aceptación enseñaba la ciencia.

Aún se conserva el famoso Mirto que plantó por sus propias manos, arbusto que contemplamos con respeto y veneración, pasando luego á visitar en el mismo local el elegante, severo y sencillo monumento levantado para perpetuar su memoria, así como la estatua de mármol de Carrara, colocada en el centro de un hemiciclo , que representa á Linneo sentado en un sitial en actitud me­ditativa: obra del escultor Bystrom, denota el desarrollo que han cobrado en el Norte las artes bellas. Figuran á sus lados Odin y Thor, héroes de la mitología escandi­nava, y poco más allá otras estatuas de análoga signifi­cación. Al salir del Jardin botánico para pasar á la Uni­versidad, vimos en el parque de Carolina varias grandes piedras con inscripciones rúnicas que han sido des­cifradas.

Remóntase al siglo X V la fundación de la universi­dad de Upsal , que no ocupa un solo edificio, según es costumbre entre nosotros, sino varios institutos , alber­gado cada uno en distinto establecimiento. El que pro­piamente constituye la Universidad , titúlase Carolina Rediviva, á causa de haber sufrido los efectos de un vo­raz incendio que obligaron á reconstruirlo. En el piso su­perior hay un magnífico salón de grados y varias salas consagradas á conservar la biblioteca de la Academia que consiste en ciento cincuenta mil volúmenes y ocho mil manuscritos, y que se halla al cuidado del señor Schuztzen. Ba jó la relación bibliográfica, la biblotecade Upsal presenta el Codex Argentáis, traducción gótica

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de ios cuatro Evangelios por Ululas , que nació en 3 1 8 y murió en 388 . Este libro no solo es el monumento más antiguo de la lengua en que está escrito, sino que ade­más muestra cómo se imprimía en los albores de la tipo­grafía, esto es , por un procedimiento parecido al que ahora mismo emplean los encuadernadores para rotular los libros. También conserva esta biblioteca un ejemplar del primer libro impreso por el procedimiento común en Suecia, su fecha 1487, y por último, guarda el ejem­plar mas completo que se conoce del Santo libro de los Drusos.

Como un rasgo digno de saberse diremos que según se nos informó , los estudiantes no concurren á la biblio­teca á leer las obras que necesitan, sino que seles permite conservarlas en sus domicilios en la seguridad que han de cuidarlas con el mayor esmero.

No lejos de Carolina Rediviva se encuentra otro edi­ficio consagrado á la enseñanza de la física y de la quí­mica. Aquí están las colecciones geológicas á cargo del profesor W a h n u t e , no conteniendo nada que merezca señalarse. Lo único que notamos fué parte de la colec­ción de aereolitosde Hessle, algunas rocas cristalinas de Suecia y una serie selecta de fósiles silúricos de la isla de Gotland.

Contiguo á la catedral está el Gustaviamnn , ó sea el local donde se alberga un pequeño .Museo de artes , otro zoológico y varias cátedras de estudios universitarios. Aun hay otros edificios donde se enseña el Derecho, la Medicina y la Teología , poseyendo también la Univer­sidad su correspondiente Observatorio Astronómico.

No es para referido el placer que nos causó encon­trar en Upsal un verdadero centro literario español. Dedicado el catedrático Sr . Hagberg al estudio de

[O

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i 4 ' :

nuestros clásicos, como profesor de literatura extran­jera , ha elegido á Calderón para exponer ante la consi­deración de sus discípulos las bellezas de nuestra lengua. Muchos son los que ya leen al inmortal dramaturgo en su idioma nativo, facilitando su conocimiento y posesión un diligente editor que ha impreso en castellano cuatro de sus más escogidas producciones.

Mostrósenos el S r . Hagberg muy aficionado á las co­sas, de España : díjonos que sus escolares simpatizaban grandemente con el tema, pidiéndonos noticias acerca del movimiento crítico que en estos últimos tiempos ha despertado el Quijote-, quejándose á la vez de la falta de relaciones literarias y bibliográficas que se nota entre ambos países. Hubimos nosotros de satisfacer en lo po­sible su curiosidad, departiendo con él de achaques li­terarios hasta tanto que nos vimos obligados á regresar á Stokholmo.

Puesto que nos hemos permitido esta corta digresión literaria, toléresenos que ampliemos las noticias que contiene, añadiendo que el Príncipe Osear cultiva tam­bién y con éxito la literatura española , habiendo hecho una nueva traducción del Poema del Cid. Débese la pri­mera en lengua sueca al Sr . Estlander que la imprimió en Helsingfors y mediante la una y otra , los grandes hechos del conquistador de Valencia son conocidos en Suecia en mayor escala de lo que quizá calcularan nues­tros lectores. También se conoce bastante el Quijote, y nuestras piezas dramáticas más nombradas tuvieron in­térpretes sobre el escenario nacional.

Regresamos el mismo dia á Stokholmo, continuando nuestra visita á los establecimientos científicos y litera­rios. Examinamos entre los primeros el neumo-terápico que ha organizado nuestro amigo el Doctor Sandhal,

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H7 abriéndolo por primera vez en 10 de Octubre de 1860, por indicación del célebre anatómico sueco Retzius.

En un principio solo constaba el aparato neumo-terá-pico de dos campanas para dos personas cada una ; en 1863 se agregó otra para cuatro individuos á la vez; pero afluyendo el número de enfermos, hubo necesidad, no solo de aumentarlas hasta el número de cuatro, sino de trasladar el establecimiento á un edificio más vasto y apropiado. E s t e , que es de propiedad del Dr . Sandahl, forma una casa suntuosa, situada cerca del lago Melar y de la estación central de los ferro-carriles suecos.

La parte destinada al establecimiento es un en­tresuelo, compuesto de una sala grande, donde están las campanas, dos gabinetes para la inhalación de me­dicamentos pulverizados, otras dos piezas ó salas de es­pera y la habitación del maquinista, comunicando todas con el subterráneo ó cueva, donde se halla la máquina de vapor para la compresión del aire. Un conducto de o,3o de diárnetro, hecho de ladrillo barnizado, se abre en el tejado de la casa del lado de la plaza, para llevar el aire atmosférico á la bomba de compresión que da 1.600 metros por hora. Desde allí, por medio de tu­bos de cobre estañado, el aire se comprime en un reci­piente de planchas de hierro, que tiene 3 metros de al­tura y i ,5 de diámetro situado en la pieza más próxi­ma á la bomba de compresión. Una válvula de seguridad y un manómetro van unidos á este recipiente, para me­dir la presión del aire, el cual al salir de allí ya no se halla sujeto á las sacudidas de la bomba. Del recipiente el aire, ya comprimido, va siempre por tubos de cobre estañado, á otros aparatos que tienen por objeto regula­rizar la temperatura del aire que se hallan situados en la pieza próxima á las campanas. Estos aparatos

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148 son cilindros de cobre, en los cuales existe un sistema de tubos de 0,02 de diámetro, por los cuales pasa el aire. L a temperatura se regula por medio de agua que proce­de del acueducto de la ciudad, y que en caso necesario se calienta por el vapor que por los conductos de hierro parte de la máquina subterránea.

Apreciase la temperatura del aire de estos cilindros por termómetros fijos, con sus bolas en el interior de los tubos, que conducen el aire á los aparatos destina­dos á secarle y filtrarle. Los aparatos, situados en la misma sala que las campanas, son de hierro fundido y llevan una tapadera que puede quitarse ó cerrarse her­méticamente por un mecanismo sencillo. Encierran en el interior un aparato para secar, que consiste en varios tamices de alambre de cobre, que contienen algodón para filtrar el aire, y pedazos de pómez empapados en ácido sulfúrico concentrado para secarle. Por medio de este secador se puede mezclar con el aire varias sustancias volátiles de acción conocida en determinadas dolencias.

Al salir de estos cilindros, el aire comprimido entra en las campanas por medio de un tubo circular, con gran número de agujeros pequeños, por los cua­les sale aquel sin establecer corriente en el interior. Este tubo encorvado está metido debajo del piso de la campana, dejando salir insensiblemente el aire al inte­rior de esta por entre los bordes de aquel y las paredes del recipiente. Un agujero practicado en la parte supe­rior también provisto de otras piezas de tela metálica con algodón, le da salida sin producir corriente ni silbido. Desde allí el aire sale por conductos de despren­dimiento que , fijándose en la pared, corren paralelos á los que lo llevan á los secadores; y en el punto en que los tubos de salida encuentran á los de entrada, exis­ten dos llaves para cada campana, destinadas á regula-

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149 rizar la presión, la cual se aprecia por medio de manó­metros de mercurio graduados en milímetros y coloca­dos un poco más altos que las llaves en los tubos que llevan el aire que sale, y cuya presión es la de las cam­panas.

Los tubos de salida se reúnen debajo del punto de las llaves, en un tubo común y más ancho que conduce el aire á una chimenea.

Son cuatro las campanas, formadas de planchas de hierro de o , o í de grueso; tres de ellas de un diámetro de 2 . m y altura 2 . m 5 ; la otra, que fué la primera, solo tiene 1,2 diámetro y 2,1 altura. La puerta se abre de fuera á dentro y se cierra herméticamente por medio de una cinta de goma elástica, que se fija en la puerta, la cual gira sobre goznes que corresponden á ranuras abier­tas en el marco de hierro forjado que la rodea.

Las campanas tienen el piso cubierto por una alfom­bra ; la luz entra por cuatro ventanas de cristal muy re­cio, deo,o6 cuadrados. Cuatro sillas en las grandes y dos en la pequeña, una mesilla con una botella de agua y una c o p a , forman el ajuar destinado á los enfermos. Cuando estos quieren comunicar con el vigilante, se sir­ven de una válvula que comunica con una especie de plancha de órgano, la cual al abrirse da paso al aire y produce un sonido especial para cada una de las campa­nas. Un termómetro suspendido en el interior de los aparatos, frente á uno de los ventanillos, permite ver desde fuera la temperatura, para cuyo aumento ó dis­minución se abre la llave de otro conducto de hierro, que lleva agua caliente ó fría á voluntad, y que pasa so­bre la campana en cuyo techo se vierte para producir el efecto que se desea.

Cada sesión dura una ó dos horas; en el primer caso la presión aumenta 20 centímetros en el manómetro, en

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15o la de dos horas llega á 3o ó 3 8 , lo cual equivale á un aumento en atmósferas de i /4 á 1/2. Se entiende que la duración-de la estancia y la presión del aire, han de es­tar graduadas, ó en relación con el paciente y con la en­fermedad que se trata de combatir.

Hay constantemente un encargado de regularizar el servicio, y hasta una biblioteca para los enfermos que quieran emplear bien el tiempo.

Dedúcese de esta descripción de los aparatos neumo-terápicos fabricados en Stokholmo en el vasto esta­blecimiento de Bolinder por precio de 3o.000 rixdaler, equivalentes próximamente á iSo.ooo rs. v n , ; que en su construcción ni se ha escatimado nada, ni tampoco se ha olvidado el menor detalle, para que alcanzaran la mayor perfección posible y respondieran al objeto que el Doc­tor Sandahl se proponia. Este no se reduce tan solo a dar á los enfermos un aire comprimido ó más denso, sino que por una ingeniosa combinación, el mismo agente sirve al salir por tubos muy finos, para la pulverización del agua y también del aceite de hígado de bacalao, con cuyos medicamentos obtiene excelentes resultados en el tratamiento de determinadas dolencias.

La aplicación del aire comprimido ha adquirido en los últimos años un notable desarrollo; desde que se fundó el establecimiento de Stokholmo se han abierto otros en varios puntos. De manera que empezando por el de Montpellier, que fué el primero, existen hoy en Lion y Niza ; , en Suecia en Stokholmo, Goteburgo y Upsal ; en Finlandia el de Helringfors, en Dinamarca hay uno en Copenhague, en Alemania los encontramos en Berlín, en Dobberan, Dresde, Leipzig, Hanover, Nassau, E m s , Johanisberg, Wisbaden, Francfort so­bre el Mein , Estuttgart, Reichenhall y Viena; en Ingla-

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I J I

térra existe uno en Londres, y dos en San Petersbur-go en el Hospital militar el uno, y en el de Santa María el otro.

En cuanto a las obras publicadas sobre neumoterapia han ido de dia en dia en aumento , desde que Guilio Ya-baric presentó en la sesión de 7 de Diciembre de i832, en el Instituto , su primera Memoria sobre el asunto. Eí número de estas publicaciones es ya muy considerable; figurando entre los autores, nombres tan respetables como el doctor Pamus de Copenhague, Vivenot de Vie-na, Elsaser de Estuttgart, Swinstan de Berlín, Lange del Holstein , Bottini en Italia, Bertin , Pravaz , Junod, Mi-lliet y otros en Francia , y últimamente el eminente San-dahl de Stokholmo.

Son indudables los efectos fisiológicos del aire com­primido, primero sobre la respiración.

Influencia en el mecanismo de esta función. A. La fuerza de los músculos respiratorios aum ju­

ta según resulta de los experimentos practicados por el Dr. J . Lange.

B. La capacidad vital de los pulmones también au-menta según han demostrado G. y .1. Lange y Vivenot, valiéndose de la percusión, y también han apreciado por medio del espirómetro Arnold, la capacidad cúbica del crecimiento obtenido por el pulmón.

Las deducciones de Vivenot son importantes, y sin embargo de aceptarlas en principio, el Dr. Sandahl cree debe presentarse alguna dificultad en admitirlas todas sin restricción, lo cual prueba que no se procede de li­gero en asunto de esta importancia.

C. La respiración se hace más lenta en el aire com­primido que en el natural. Este efecto se nota con bas­tante prontitud en la mayor parte de los casos , y ha sido demostrado por todos los que se han ocupado de esta

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I J2

materia, si bien no todos están acordes en cuanto á la causa de tal fenómeno.

D. Según Vivenot se verifica un cambio en el ritmo del acto respiratorio en el sentido de hacerse más dila­tada la espiración. Parece que mientras respirando aire común ó libre la proporción entre la extensión inspira-toria y espiratoria es de 4 á 5, bajo la influencia del aire comprimido esta proporción llega á ser de 4 á 7, 8 y hasta 1 1 .

Sobre los efectos de el quimismo de la respiración, en medio de la diversidad de pareceres que aun rei­na en este vital asunto , parece poderse deducir la con­secuencia de que la cantidad de ácido carbónico expeli­do, aumenta en la misma proporción que la del oxíge­no inspirado en una respiración tranquila y natural. Pa-mus , sin embargo, dice que estos efectos no son dura­deros , pues según él solo se experimentan mientras dura la acción del baño de aire comprimido; opinión queSan-dahl rechaza fundado en la práctica de muchos casos, en los cuales se observan los bienhechores efectos del aire comprimido después de haberle respirado. Parece con efecto, que si la capacidad pulmonal aumenta, de­ben producirse efectos de mayor oxidación de la sangre por el aumento ó cambio cuantitativo del quimismo de la respiración.

x

Tocante á la acción del aire comprimido en la circula­ción , es constante observación de cuantos se han someti­do ó estudiado este tratamiento, que los latidos del co­razón, y del pulso por consiguiente, disminuyen bajo la influencia del aire comprimido. E l Dr. Sandahl cita va­rios hechos en apoyo de este aserto, añadiendo que la disminución en sesenta y cuatro casos sobre setenta y cinco observados, ha sido de 9,94, siendo la mayor de veintiséis pulsaciones por minuto. La disminución se

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153 observa casi desde que empieza á respirarse el aire com­primido , alcanzando el máximum en los últimos mo­mentos de la mayor presión, después de lo cual vuelve á aumentar el número de pulsaciones, para no volver al estado anterior sino algún tiempo después del baño.

En cuanto á la explicación del hecho , no todos están acordes, pues mientras Vivenot cree que el estrecha­miento de los vasos capilares periféricos son un obstáculo para el curso arterial que determina el fenómeno, Pa-mus lo refiere más bien á la disminución de la presión de la sangre sobre el corazón , atribuyendo la estrechez y algunas veces hasta obliteración de los vasos capilares, que Vivenot, Petrequin y otros ha observado , á la dis­minución de la acción impulsiva del corazón.

Respecto á la acción del aire comprimido sobre la tem­peratura animal, Vivenot ha demostrado de un modo cla­ro y evidente, que el calor aumenta en razón directa del aumento de presión;.coincidiendo con el Dr. Sandahl en referir este fenómeno á la menor evaporación, que por efecto del aumento de presión, se verifica en el cuerpo humano; y notorio es, que la evaporación tiende á regu­larizar el calor; por otra parte, siendo más enérgica y mayor en cantidad la oxidación de la sangre como resul­tado del aumento del oxígeno absorbido ó inspirado, es claro que á mayor oxidación ha de corresponder un au­mento proporcional de calor.

En orden á la acción sobre la fuerza muscular: esta fuerza aumenta lo mismo, según dijimos ya en los músculos de la respiración, que en todos los restan­tes del cuerpo humano, según lo ha demostrado J . Lan­ge. Este aumento , ya observado en los buzos, puede atribuirse según Sandahl á la mayor cantidad de oxíge­no absorbido, no solo por el pulmón, sino que también con bastante probabilidad por la piel , pues sabida es de

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154 todos, ia influencia que este agente ejerce en la fuerza muscular, según los bellos experimentos del barón Liebig y de Stannius.

En lo tocante á la acción sobre el sistema nervioso cen­tral, Junod, uno de los primeros que hicieron experimen­tos sobre el aire comprimido , pretende que bajo la in­fluencia de un aumento gradual de presión del aire, crece el caudal de ideas , y se manifiesta mayor facili­dad de hacer versos; es decir, que las musas son en es­tas circunstancias más galantes y benévolas. Sin embar­go , no pueden sacarse grandes consecuencias de estos experimentos, pues haciendo pasar bruscamente á los individuos á grados muy diferentes de presión, Junod determinó ataques de vértigo, de borrachera y hasta de delirio pasajero, lo cual sirvió para que Magendie pros­cribiera terminantemente este medio terapéutico.

E l Dr. J . Lange asegura que bajo la influencia del aire comprimido , el cerebro desempeña mejor las fun­ciones que se atribuyen á sus hemisferios y que en gene­ral se experimenta un sentimiento de alegría y bienestar. Por el contrario, G. Lange dice haber observado ten­dencia al sueño. Quizás, dice Sandahl, pueda esto atri­buirse á la afluencia y como estancamiento de la- sangre en el cerebro, y á que la presión no puede directamente obrar sobre este órgano, resguardado por el cráneo.

Vivenot ha probado experimentalmente que la pupi­la, lejos de dilatarse, se contrae, lo cual significa que en vez de presión lo que sufre en caso el cerebro es un prin­cipio de irritación. Sandahl , sin embargo , dice que en vez de observar irritación en e lcerebro , ha notado mas bien alivio en los síntomas atribuidos á la irritación de las partes centrales nerviosas.

Está demostrada la acción que ejerce en la trasfor-macion de las sustancias en el organismo.

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155 1. La actividad de los órganos de la digestión au­

menta. Dice Sandahl, que es constante observación en todos

los que toman estos baños, que el apetito se desarrolla. El Dr. G. Lange atribuye en parte estos efectos á la ma­yor facilidad y prontitud con que el conducto torácico vierte la linfa en la vena subclavia, como resultado del aumento de la aspiración y de la mayor actividad en la absorción del quilo. J . Lange no se decide de un modo absoluto por esta explicación , si bien está de acuerdo con Vivenot y Sandahl , en que la actividad aumenta como efecto del enriquecimiento de la sangre que pro­porciona la absorción de mayor cantidad de oxígeno, y como consecuencia también de la mayor actividad ó ra­pidez en la trasformacion de todas las partes del orga­nismo.

El peso suele, por regla general, disminuir lo mismo que la gordura, cuando hay un aumento desproporciona­do. También prueba la mayor actividad en la función nutritiva, el desinfarto que con frecuencia se nota en las glándulas; todo lo cual parece demuestra también :

2. Que el aire comprimido hace más activa la reab­sorción : proposición que G. Lange, Sandahl y Pamus confirman con ejemplos prácticos.

3. La cantidad y hasta la calidad de la orina varían bajo la influencia del aire comprimido : según G. Lan­ge en general aumenta la orina, la cual se presenta tur­bia y con fuerte olor amoniacal : el peso específico varia entre i .025 y i .o3o : la cantidad de úrea aumenta de 3o áqg gramos en los casos observados; advirtiéndose ora un notable desprendimiento de sulfates, ó bien una dis­minución de fosfatos, que á veces llegan hasta desapare­cer; y como quiera'que estos sean indispensables para la formación de los principios plásticos y de las células, lo

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156 más probable es que permanezcan en el cuerpo, en vez de ser expelidos por otra via.

Resulta de las observaciones y experimentos que acabamos de c i tar , que los efectos fisiológicos del aire comprimido, dependen primordialmente de la acción mecánica que determina el aumento de presión, y como resultado inmediato también , de la más activa absor­ción del oxígeno, de la cual á su vez depende la podero­sa influencia que en la nutrición ejerce el aire comprimi­do. Ahora bien, sujeta esta compresión del aire á leyes fijas y conocidas en el mundo inorgánico, es fácil hacer una aplicación al restablecimiento del equilibrio funcio­nal perdido, que es lo que constituye en tesis general, la enfermedad ó la entidad patológica. Y no solo es esto cierto en general , sino que tal recurso constituye uno de los medios terapéuticos más eficaces entre los agentes naturales de que con frecuencia echa mano el médico.

En confirmación de esto último dice el Dr. Sandahl haber demostrado la experiencia, que el aire comprimido cura rápidamente los catarros agudos de la membrana mucosa de la nariz , de la faringe, de la laringe y de los pulmones; obra con eficacia en los desórdenes genera­les de la nutrición, llamados a n e m i a , clorosis y escró­fulas; ejerce una acción saludable, y con frecuencia cura también, los catarros crónicos de los órganos respira­torios ; determina una influencia favorable en diversas afecciones crónicas del tejido pulmonar, como en el eir f isema, en el asma, en la tuberculización, inflamación crónica de los pulmones; es contra la coqueluche quizá el remedio más eficaz de los empleados hasta el dia; pue­de aliviar ciertas afecciones crónicas del corazón; obra de una manera eficaz en las enfermedades del oido, y por últ imo, en determinados casos ejerce una ac-

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- r 57

CUADRO GENERAL de las enfermedades tratadas en el Establecimiento médico neumático de Stokholmo, desde el 10 de Octubre de 1860. hasta el 31 de Diciembre de 1866.

ENFERMEDADES. T O T A L . C u m d o s

a l i v i a d o s . P o r 100 .

S i n r e s u l t a d o f a v o r a b l e .

R e s u l t a d o d e s c o n o c i d o

ó t r a t a m i e n t o i n c o m p l e t o .

1 Catarrhus aurium inter­num 127 G2 4 8 , 8 5 2 1 3

51 4 9 9 0 , 1 0 2 6 8 51 7 5 1 0 7

4 Laryngitis acuta 157 128 9 5 , 4 0 9 o Pharyngo laryngitis chro­

nica 5 4 2 5 7 5 , 5 8 3 G Laryngitis chronica. . . . 157 1 1 4 7 2 . 6 5 4 9

4 5 2 4 2 8 9 4 . G 0 2 4 9 8 5 2 1 9 7 0 , 8 57 2 9

9 — et eniphys. pulm. . . 150 118 7 5 , 0 5 0 8 10 — et asthma 2 8 2 2 1 2 7 5 , 2 5 4 16 11 Emphysema pulmón. . ' . 41 ~ 4 0 9 7 , 5 1 0 12 Atelectasis pulmón. . . . 1 1 1 0 0 0 0

8 G 7 5 9 0 14 Pneumonia chronica. . . 5 5 19 5 7 , 5 10 4 15 Tuberc . pulm. et larin. . 5 0 4 150 4 9 , 5 151 2 3 16 Pertussis 1 0 2 8 8 8 0 , 2 8 6

8 G ; 75 2 0 18 Yitium org. cordis et an- 1

! 5 0 9 ; 5 0 2 0 { 19 Chlorosis, scrophulosis et i

3 4 4 0 8 5 , 1 5 5 5 2 2 8 8 7 , 5 5 1

21 Diabetes mellitus 1 0 1 0

i

1 0

OBSERVACIÓN. LOS 2 .363 enfermos que han sido tra­tados en este Establecimiento, han tomado 6r .774 baños;

cion saludable en los órganos sexuales de la mujer. Tres estados generales acreditan la exactitud y verdad de todo esto.

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i5S 34.207 baños se han dado gratuitamente. Desde 1864 ia Dieta concedió 2.000 rixdalers anuales (19.000 rs.) al Establecimiento, á condición de dar dos baños diarios á los pobres de Stokholmo.

Inquirimos, como en Dinamarca, el estado déla ins­trucción primaria, informándosenos que en la mayor parte de las provincias se encuentra perfectamente or­ganizada. Visitamos en Stokholmo una de las escuelas públicas, advirtiendo que los maestros y maestras pro­curan no solo desarrollar la inteligencia de los jóvenes, sino formar su corazón y robustecer el cuerpo con opor­tunos ejercicios. Enséñanse á los niños conocimientos apropiados sobre la fisiología, las ciencias naturales y la industria; viendo con placer que mientras en una sala una joven profesora explicaba el mecanismo del corazón, valiéndose de un gran modelo.en cera , en otra se impo­nía á los niños en el mecanismo de una locomotora, adiestrándolos también en el conocimiento de las rocas.

Cada escuela forma una compañía , cuyo organis­mo tiene mucho del orden propio de la milicia: en la parte exterior ó sea en el vestíbulo de la escuela consér-vanse armas construidas á propósito, y cuando llega el momento señalado, los alumnos de cierta edad, hacen ejercicios y evoluciones, aprendiendo á manejar las ar­mas. Entonan también cantos místicos y patrióticos, iniciándoles por tal manera en el secreto del bello arte. Procede de aquí que el gusto por la música popular se halle extendido por Suecia, habiendo acudido algunos de sus jóvenes cantores á disputar el premio ofrecido á los orfeones durante el gran certamen celebrado en Pa­rís en 1867.

Imaginábamos disponer del tiempo necesario para

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i5g

realizar una excursión á Cristianía, cuyo Museo se nos recomendó con todo encarecimiento como rico en colec­ciones de la edad de hierro. Adelantada la estación y obligados á regresar á E s p a ñ a , tuvimos que renunciar á nuestro proyecto, abandonando al fin á Stokholmo, no sin llevar con nosotros la más favorable idea acerca de la cultura de aquel país privilegiado bajo el punto de vis­ta de las instituciones. Basadas estas sobre el respeto de la personalidad humana , son robusto árbol , á cuya sombra prospera la nación y los particulares. Garantidos los derechos, inspirándose en sentimientos patrióticos los que mandan, Suecia es un país realmente culto y libre, donde los subditos han desaparecido para trasformarse en ciudadanos. Prósperos muéstranse el comercio , la agricultura y la industria, y la explotación del hierro es venero de riqueza que aumenta de día en dia el bienes­tar público.

No se echan de menos en Suecia formas de gobier­no, en otros países reclamadas fuertemente por no pe­queño número de asociados; porque allí el régimen constitucional es una verdad, y los que mandan piensan no en su propio medro, si no en el porvenir y grandeza de la patria. El escandinavismo ó sea el pensamiento que tiende á unir en uno solo á los tres Estados que for­man la Escandinavia, Dinamarca, Suecia y Noruega, tiene decididos partidarios; pero entre estos se conocen dos tendencias: Quiere una la unión escandinava en lite­ratura, legislación aduanera, instrucción pública, co­mercio, política exterior, sistema monetario, etc . , más conservando cada Estado su autonomía política ; imagi­na la otra fundir los tres pueblos en uno solo, sujeto á las mismas leyes y gobierno.

No es posible decir cuál de estas dos banderas ob­tendrá la victoria en lo futuro; pero sí podemos asentar

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IÓO

que el norte escandinavo progresa en el sendero de las luces y que su civilización está llamada á un grande y sólido ̂ florecimiento.

Abolida se halla la pena de muerte en Suec ia , en Di­namarca ha caido en desuso, y ni aquí ni allí se ve la posibilidad de una revolución violenta, pues las refor­mas más radicales pueden introducirse por la via de la prensa, de la opinion y del parlamento. ¡ Felices los pue­blos que tal espectáculo ofrecen á la consideración im­parcial de los extranjeros!

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XIII.

Expedición á Uddevala y G o t e b u r g o . — Kapellebaque. — Los

obligados á abandonar á Stokholmo, según hemos manifestado en el anterior capítulo, tomamos la via férrea de Falkopin, y aquí un ramal que nos con­dujo á Uddevala. Hállase situada esta población al ex­tremo del fyord del mismo nombre, teniendo su asiento sobre los materiales del terreno cuaternario y moderno, viéndosela rodeada de terrenos graníticos que ofrecen, como demostraremos, circunstancias muy especiales.

Los montes formados por las rocas cristalinas, pre­sentan un aspecto distinto, según su posición. Con efecto, los del E . y S . son enhiestos y de formas capri­chosas; mientras que los del O. y N. se ofrecen redon­deados , y lo que es más curioso, pulimentada y pro­fundamente surcada por las nieves perpetuas la superfi­cie. Pero no es este hecho el que más excita allí la aten­ción, sino el encontrar fuertemente adheridos á la roca misma, Balanus, Sérpulas y otros animales marinos que no fueron llevadospor el hombre, sino que vivieron pren­didos á dicha superficie, cuando las rocas ocupaban el fondo del mar. Aún hay más, y es que cubriendo las

fyordos.

i T

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IÓ2

yas especies viven aún hoy, si bien en latitudes más altas; esto es, en los mares del Norte ó en las costas más sep­tentrionales de Noruega. E l corte de esta curiosa cuanto

mismas rocas, aparece un depósito muy considerable que alcanza en altura de 4 a 5 metros, formado todo de frag­mentos y de individuos enteros de moluscos marinos, cu­

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ió3 singular formación, que está á 72 metros próximamente sobre el nivel del fyord, en el punto llamado Kapelle-baque, es el anterior.

En el mismo fyord, en una localidad llamada Ce-darslund, se encuentran las conchas en idénticas con­diciones, pero á 140 metros sobre el nivel mar.

Como complemento de este corte, trascribimos á continuación una breve lista de las principales especies que allí se han encontrado.

Echinus Drabakensis. Baianus sulcatus. Id. tulipa. Spirorbis communis. Chiton. Cellepora pumicosa. Serpula. Cyprrca turida. Mangelia. Dos especies. Trophon scalariformis. Id. elatratus. Fusus Norwegicus. Id. latericus. Buccinum Groenlandicum. Id. undatum. Velutina haliotoides. Nassa reticulata. Trichotropis borealis. Natica clausa. Id. helicoides. Rissoa labiosa. Id. globulosa. Littorina litoralis. Id. litorea.

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164 Cardium exiguum. Punchurela Noaachina. Acemea Virginia. Dentalium entalis. Pilidium rubellum. Ano mia ephipium. Id. Dos especies mas. Ostrea edule. Pectén Islandicus. Arca glacialis. Yoldia pygmea. Id. glacialis. Leda perula. Id. caudata. Modiola modiolus. Mitylus edulis. Lucina borealis. Cardium edule. Astarte compressa. Id. helliptica. Id. Artica. Cyprina Islándica. Tellina solidula. Id. próxima. Lucinapsis nudata. Corbula nucleus. Tapes pullastra. Psamobia tellinella. Mya truncata. Saxicava Artica. Pholas crispata. Terebrátula Spitzbergensis.

Ahora bien, este es uno de los testimonios más cía-

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ros y evidentes entre los aducidos para demostrar los movimientos á que en tiempos no muy remotos han es­tado sujetas las costas deEscandinavia. Siendo con efecto imposible suponer que las nieves produjeran los efectos que hoy vemos en la superficie de aquellas rocas tan du­ras, encontrándose estas dentro del mar, hay que admitir que el fenómeno del pulimento y .formación de las estrías, se efectuó hallándose aquella parte del territorio de Ud-devala en la misma posición que ocupa actualmente. Partiendo de este hecho, resulta, que después de haber determinado las nieves perpetuas tan sorprendentes señales, la parte del continente escandinavo donde exis­ten se fué hundiendo , probablemente de un modo len­to, hasta un nivel superior al que ocupa ahora el singu­lar depósito de conchas. En este estado, los moluscos tuvieron tiempo suficiente para desarrollarse y vivir por espacio de muchos siglos; después de lo cual, la costa fué de nuevo levantándose hasta llegar á la altura en que descubrimos tan extraña formación. Igual razonamiento puede hacerse respecto de Cedarslund y de otros puntos en la costa de Noruega , con la sola diferencia de la ma­yor escala en que se verificaron estos movimientos. Hay que advertir que el redondeamiento, el pulimento de las rocas y la abertura de las estrías, corresponde á la pri­mera grande invasión de las nieves en el principio del período cuaternario; con lo cual tenemos un buen cri­terio para decir que todos esos fenómenos pertenecen á tiempos recientes, con la circunstancia de vivir aún to­das las especies de moluscos que allí se señalan en es­tado fósil, si bien no disfrutando en el fyord de Udde-vala las condiciones climatológicas que exige su propia naturaleza, han tenido que emigrar á latitudes más sep­tentrionales.

De manera que la presencia en Uddevala de una

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166 fauna de moluscos, habitantes hoy en mares más frios, prueba que en la época en que vivieron allí, la tempe­ratura era también inferior a l a actual ; y si á esta cir­cunstancia se agrega el no haber desaparecido especie alguna desde entonces, nos convenceremos de la lenti­tud suma con que procede ahora como siempre la natu­raleza en sus operaciones.

Varias circunstancias concurren en Uddevala y en to­da aquella comarca, que confirman cuanto acabamos de indicar. E l pulimento y las estrías que ofrecen las rocas, no solo suponen la llegada hasta aquel punto de las nieves perpetuas que arrancaban de la cordillera escandinava, sino la permanencia de dicho agente en la misma locali­dad por muchos siglos, pues no otra cosa suponen las huellas de la acción lenta , siquiera incesante, del agua sólida obrando sobre rocas extremadamente duras, tales como granitos, pórfidos, sienitas , etc. Probable es que á la sazón no comunicara aquel punto con el mar , por medio del fyord, accidente geográfico muy especial de los países escandinavos, á cuya formación hubo tal vez de contribuir la nieve perpetua , según más adelante in­dicaremos.

Para quien ha visto en los Alpes el modo de obrar de la nieve perpetua, resultado del movimiento de avance que la congelación del agua determina en la ma­sa de la nieve , cuando penetra en su interior, y ha teni­do tiempo de meditar detenidamente acerca de este he­cho tan importante de la física terrestre , no le parecerá extraño, antes por el contrario creerá muy natural , la necesidad de mucho tiempo para explicar la forma redondeada, el pulimento y las profundas estrías y surcos, que ofrece la superficie de aquellas ro^as tan du­ras como tenaces.

E l movimiento de descenso de la costa hasta conver-

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íirse en fondo de mar lo que antes era tierra firme y hoy vuelve a serlo a la altura indicada, supone igualmente un gran espacio de tiempo durante el cual debió, quizá por efecto de la oscilación de aquella parte del conti­nente escandinavo, entrecortarse la costa dando acce­so á las aguas , que penetraron en el interior del conti­nente, constituyendo el fyord. Es decir, en otros térmi­nos, que la acción de la nieve perpetua, dejándose sentir á la sazón hasta el mar mismo, como sucede hoy en las costas del Spitzberg y en la Groenlandia, contribuyó de una manera eficaz á dar á la del Categat, y á las de las islas danesas, el singular aspecto que ofrecen, abriendo por una parte, los canales llamados Grande y Pequeño Bel t ; entrecortando los bordes de la tierra firme, sembrándolos de escollos, arrecifes, mogotes, e tc . , en todos los cuales se notan los efectos de los gla­ciares, y dando acceso por canales estrechos y tortuosos al agua del mar, que obrando de consuno con la nieve perpetua que se iba retirando por efecto del hundimiento lento de las tierras, llegó á constituir uno de los rasgos más característicos de tan apartadas regiones , á saber, el fyord, ó sea el mar penetrando por una abertura más órnenos estrecha, entrecortada é irregular, hasta mu­chas leguas adentro en las t ierras, bifurcándose y dando brazos á derecha é izquierda unas veces , ensanchándose ó estrechándose otras , y dejando en sus aguas promon­torios, pequeñas penínsulas, islas deformas caprichosas, y otros accidentes que fuera molesto puntualizar.

Precisamente el de Roskilda en Seelandia, que recor­rimos en vapor al hacer la visita al quioquenmodingo ya citado , el de Uddevala, cuya somera descripción dare­mos después, y otros muchos que vimos, pueden pre­sentarse como modelos de fyordos.

E l término final de este procedimiento fué el encon-

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1 6 8 trarse las rocas de Kapellebaque y Cedarslund, en el fon­do del fyord que es bastante probable no existiera á la sa­zón, llevando las aguas el germen de toda una fauna ma-lacológica, equinodérmica, madrepórica, etc. , que antes apuntamos y que se desarrolló en toda su plenitud. E l tiempo necesario no solo para aparecer con ó sin prece­dentes un número tan considerable de especies; la suce­sión de estas por generaciones y generaciones hasta su cabal desenvolvimiento , y lo que es más notable, para su desaparición de aquel punto y emigración á latitudes más al tas , aunque la ciencia biológico-geológica no es­té aún en disposición de calcularlo, puede asegurarse que debió ser por extremo considerable, sin que contra este juicio de sentido común pueda oponerse en buena lógica la posibilidad de que las cosas se verificaran de distinta manera , es decir, rápidamente ó como por encanto.

También supone la emigración de todas estas espe­cies un cambio más ó menos notable en las condiciones físicas, y en especial climatológicas, determinadas en­tonces sin duda alguna por la proximidad de las nieves perpetuas. Cuando estas desaparecieron, los representan­tes de aquella fauna no se extinguieron; pero fueron pau­latinamente emigrando, en busca de condiciones físicas más adaptables á su naturaleza que las que ofrecía Uddevala.

Sigue, por último, y como para completar la serie de acontecimientos notables que en dicha region se verificaron, un movimiento de elevación también lento y paulatino, siquiera no se tenga completa seguridad de que fuera continuo y sucesivo, siendo probable, que sufriera alguna interrupción , bien porque se detuviera el ascensional, ó por alternar con otro de descenso. Mas aún suponiendo que el levantamiento fuese seguido, tenemos una prueba evidente de la lentitud con que de-

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bió verificarse, en la disposición que ofrece eh depó­sito á que nos hemos referido , y que va dibujado en el corte anterior, donde puede observarse no solo la hori­zontalidad de las capas, sino el paralelismo y demás condiciones que suponen tanto la tranquilidad en las aguas en que se realizó, como también el no haber expe­rimentado después movimientos bruscos ó sacudidas violentas , que como siempre hubieran producido algún desorden en su estructura.

Ta l vez el minucioso examen de la comarca, que nosotros no pudimos hacer por falta de tiempo, au­mentara las probabilidades de este razonamiento, encon­trándose algún vestigio de antiguas playas del fyord, como se observan en Irlanda y en otras comarcas del Norte , aunque los datos y argumentos aducidos son de índole tal, que no es fácil rebatirlos.

Ahora bien, si según sospechaba Linneo, y confirma­ron después las Academias de Upsal y Stokholmo , y en tiempos recientes el mismo Congreso de Copenhague, está demostrado hasta la evidencia , y con datos eviden­tes, que el movimiento de las costas de Escandinavia se verifica á razón de un pié ó dos por siglo, deduciremos en consecuencia , que si como es muy probable, en tan remota época las cosas se verificaban como hoy, solo el depósito de Ucldevala supondría muchos siglos para que allí se realizaran los acontecimientos que somera­mente hemos descrito.

La importancia de todos estos hechos que tuvimos es­pecial cuidado y placer en examinar, consiste en que ya en la época á que se refieren existia el hombre , no solo en dichas regiones, sino con mucha anterioridad , en las comarcas centrales y occidentales de Europa , pues aun sin discutir los fundamentos que pueda tener la exis­tencia del hombre terciario, hay muchas y convincentes

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170 razones para creer en la existencia de nuestra especie en edades tan remotas.

Estudiada con detenimiento la formación de Kape-llebaque, y una vez recogidos abundantes materiales para que pudieran servir entre nosotros de provechosa enseñanza, recorrimos el Museo municipal, donde se conservan colecciones de todos los ramos de Historia Natural, y en particular una serie completa de conchas de aquel curioso depósito.

Al siguiente dia nos embarcamos eñ el vapor Udde-vala, en dirección de Goteburgo, siguiendo todas las sinuosidades y caprichosos accidentes del fyord de dicho nombre. En la longitud de 25 á 3o leguas que este alcanza, ofrece circunstancias muy notables: ora se estrecha hasta el punto de que apenas si el buque pue­de pasar, para lo cual hay que tomar serias precau­ciones á fin de evitar una catástrofe; ora se ensancha, adquiriendo una gran amplitud, no sin dejar en este caso varias islas é islotes , cabos y promontorios entrecorta­dos y caprichosos : en las riberas ó márgenes se obser­van con repetición superficies pulimentadas, redon­deadas y estriadas, y lo que aún es más digno de notar­se , cierta tendencia á la estratificación en los granitos, sienitas y demás rocas cristalinas que allí-adquieren considerable desarrollo. E l paisaje es agreste y pinto­resco, ofreciendo mucha analogía con el que rodea á los lagos helvéticos , particularmente con los de Lucerna y T h u n , aunque los montes no alcanzan la altura que en Suiza.

En Goteburgo visitamos el Museo donde se conser­van colecciones de arte é industria, relativas á útiles de pesca , desde los primitivos tiempos y otras de Historia Natural, recordando por su mérito las geológicas que

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han servido al Sr . Olbers para levantar el mapa geoló­gico de la comarca.

Son los alrededores de esta bonita y elegante pobla­ción por demás pintorescos, formándolos rocas cristali­nas , muchas aníibólicas y el gneis , que también lle­va impresas las huellas de las nieves perpetuas que se traducen por superficies pulimentadas y estriadas: en Orgryte , punto que visitamos, se notan además ciertas cavidades llamadas pots des géants, especies de pozos circulares bastante anchos, que suelen alcanzar más de un metro de diámetro, aunque no de gran profundidad, resultado igualmente del mismo agente, que en la prime­ra invasión llegó hasta aquel punto, uno de los más occidentales de Suecia.

La orografía é hidrografía de la comarca de que Go-teburgo es capital, su estructura geológica y el aspecto de la costa son tan poco conocidos entre nosotros, que creemos se nos agradecerá demos una idea de ellos, si­quiera sea somera.

Constituyen la base de la geología goteburgense los gneis, granitos, pegmatitas y aníibolitas , que en su con­junto representan la constitución petrográfica funda­mental de aquella región; observándose un hecho que no deja de ser notable, y es que entre todas estas rocas el gneis ocupa la parte oriental y del S O . de la comarca, hallándose también muy desarrollado en todas las islas é islotes que representan en su conjunto una especie de in­trincado laberinto ó archipiélago, en el que el fraccio­namiento del continente ha llegado al más alto grado posible.

Este hecho , lejos de ser casual, se enlaza con la dispo­sición de la costa, pues descomponiéndose el gneis fá­cilmente , su desarrollo explica de un modo plausible los accidentes de aquella. Y como si quisiera dar más fun-

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172 damento á la idea emitida anteriormente, de que la for­mación de todos los canales y fyordos es debida en gran parte á la acción de las nieves perpetuas , no hay más que fijarse por un momento en el mapa geológico del Sr . Olbers, que tenemos á la vista. E s en él digno de lla­mar la atención, así el número de flechas, que indican la existencia de estrías y surcos glaciares, como la direc­ción media que llevan, que coincide precisamente con la de los principales accidentes que la costa ofrece. Dicha dirección es del N E . al S O . , la misma que marca los fyordos de Uddevala, Hake, Atkins y otros muchos. Ocu­pan principalmente la parte central Sur y Norte de aquella comarca los granitos, las pegmatitas y rocas de hornblenda ó de anfibol negro, sin que esto sea excluir dichas rocas de la zona en que principalmente se halla desarrollado el gneis, que tampoco deja de presentarse donde las otras predominan.

Después de este terreno cristalino, y tal vez meta-mórfico por lo que respecta al gneis, hay que trasladar­se á los depósitos diluviales y á los aluviones modernos, para tener una idea déla constitución geológica de la co­marca que describimos; es decir, que faltan allí por no haberse depositado ó por haber desaparecido posterior­mente , todos los terrenos de sedimento, desde los pri­marios ó paleozoicos hasta los secundarios y terciarios inclusive; salto ó vacío inmenso en la historia terrestre, del que en la península escandinava se ven frecuentes ejemplos, no muy comunes en verdad en el resto del continente europeo.

Diríase que el territorio en cuestión ha estado sujeto durante espacios de tiempo incalculables, á condicio­nes distintas de lo que estamos acostumbrados á ver en las regiones centrales y occidentales de Europa. Pero como en el orden físico lo mismo que en el moral,

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i ?3 todo tiene su compensación, la falta en el distrito de Go-teburgo de todos los terrenos de sedimento se halla am­pliamente compensada por la importancia de las forma­ciones del período cuaternario y moderno, hasta el pun­to de que los representantes de esta última época geoló­gica , adquieren allí , y casi puede decirse que en toda Escandinavia, un desarrollo tan considerable en super­ficie y altura, que sobre formar el rasgo característico del país , contrasta, por la escala en que se presentan todos los fenómenos, con lo exiguo de los mismos en otras partes: puede asegurarse ser necesaria la inspec­ción de dichas regiones, para llegar á conocer la com­plicada estructura del último período de la historia ter­restre.

Cinco son las formaciones que allí representan el ter­reno cuaternario , á saber :

Primera, l a m a s importante de todas, l aque ellos llaman Krossten, que quiere decir cantos erráticos, los cuales ocupan una extensión inmensa en todo el país, in­clusos los islotes y escollos que representan la costa en­trecortada , y la especie de archipiélago que de ella se separó. Hecho es este digno de estudio, pues demuestra que hasta donde alcanza esta formación llegaron, antes del hundimiento de Uddevala. las nieves perpetuas. Aun­que sin formarparte de estos depósitos, pero derivándose del mismo agente, indican unas flechas en número consi­derable , no solo la existencia, sino la dirección media de las estrías y surcos glaciares; debiendo notar de paso que donde se halla más desarrollado este fenómeno producido por las nieves, es precisamente en el doble ar­chipiélago , que rodea la costa entre el fyord de Klefva y el de Kallo, como confirmación del largo espacio de tiempo que permanecieron allí las nieves, y de los efec­tos de su poderosa acción, que tal vez contribuyera al

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i 7 4 fraccionamiento de la costa y formación de los fyordos como ya indicamos.

Segunda: sigue en importancia en el terreno dilu­vial lo que llaman los suecos Rulls-en, que quiere decir depósitos de cantos rodados, chinas ó guijarros, de na­turaleza generalmente representada por rocas cristalinas y metamórficas , cuyo tamaño, bastante grande por lo común, indica bien á las claras las grandes corrientes que arrancando de la cordillera escandinava, los traspor­tó hasta aquella parte, la más occidental de Suecia. Aunque en manchones sueltos no muy considerables por su extensión , cubriendo siempre los depósitos de Kros-sten ó de cantos erráticos, y ocupando á veces notables alturas, como en los alrededores de Brata y de Danser. rel , esta formación diluvial se halla en los alrededores de la capital, en el territorio de Harryda, en Backen y hasta en la isla de Ockero.

T e r c e r a , la Skallera que significa légamo ó cieno diluvial, equivalente hasta cierto punto á lo que se co­noce con el nombre de Loess ó Lehm en Alemania, muy poco desarrollado-por cierto, pues solo se ve en Almedalsfabrik, no lejos deSkoge , y en algún otro punto muy reducido.

Cuarta , el Akerleror ó tierra arcillosa representante de la vegetal, ó bien de la parte superior del Loess ó Es-kallera. Esta formación comparte con las de cantos er­ráticos y de rocas ígneas, la estructura geológica de Go-teburgo.

Quinta y última , el Sanckbaddar, que significa ban­cos de conchas.

Las formaciones aluviales ofrecen también mucho desarrollo, y están representadas por tres órdenes de materiales ó depósitos, á saber; la Svammlera, ó Svam-msand, que quiere decir arenas arcillosas de acarreo,

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i 7 5 las cuales se hallan en abundancia en el curso de los rios principales, y particularmente en el Gotha, que va á desembocar en el fyord ,a l Norte de Goteburgo; la brauntorf, ó turba, que ocupa una extensión considera­ble, sobre todo en la región ocupada por el gneis, y casi siempre relacionada con los cantos erráticos, encima de los cuales aparece en varias localidades, y particular­mente al N E . de St. Asmundtorp, entre este punto y Orattnet; demostrando que aunque esta formación pue­da considerarse como de la época actual, empezó inme­diatamente después de la dispersión de los cantos erráti­cos escandinavos, hecho que notamos en Istad y en otros puntos.

Termina la formación aluvial por un depósito de cie­no ó légamo , llamado gyttja, que se halla al N E . de la capital junto al rio, en una extensión bastante consi­derable.

Consecuencia natural y como corolario de esta sin­gular estructura geológica, de la parte más occidental de Suecia , es el carácter que ofrece la geografía física, representada por una orografía, en la que el elemento principal se comparte entre las montañas agrestes de los terrenos eruptivos y metamórficos, separadas por valles estrechos y profundos, cuya dirección media está indicada por la que marcan las estrías glaciales; y llanu­ras ó valles un poco más anchos, cuyo fondo lo ocupan las arcillas y arenas arcillosas, con los cantos rodados, cubriendo á los depósitos enormes masas erráticas, que forman el lecho de algunos lagos como el de Groven, ó bien sirven de base á los depósitos de turba.

Otro hecho no menos importante en estos accidentes geográficos, consiste en que así los cantos erráticos como la formación diluvial y de turba posteriores, ocu­pan á veces notables alturas, llegando á cubrir hasta los

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176 montes más elevados, según se observa en el perfil tra­zado de Sudeste á Nordeste desde Almedalsfabric hasta Hufdaby.

Todo esto se nota en la comarca verdaderamente continental del distrito de Goteburgo , y si dirigimos una mirada hacia la costa, se nos mostrará, como tantas veces hemos dicho, caprichosamente entrecortada, for­mando un gran seno en Goteburgo mismo, hacia don­de se dirige el fyord de Hake, otro menos profundo en el de Asckins, prolongándose el litoral más allá de los fyordos átKlefva, Danakallo, etc., donde aparece el sin número de islas, islotes , escollos y arrecifes , cuya na­turaleza geológica demuestra haber formado parte en otro tiempo de la costa misma.

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XIV.

Regreso .—DeGoteburgo á Bruse las .—Vis i ta al Museo de Historia Natural. — T e r r e n o cuaternario y cavernas belgas. — Diluvium del Sena y del S o m a . — M u s e o de Namur.

^ erminados nuestros estudios en Goteburgo, vol­vimos á tomar la línea férrea que conduce a Malmoe, y desde allí pasando el estrecho de lSund, llegamos á Copenhague, y sin descansar más que aquel dia, parti­mos para Korsor la misma tarde, y embarcándonos enun hermoso vapor, llegamos al dia siguiente de madruga­da al puerto d e K i e l , desde cuyo punto atravesando el Hannover y la Westfalia, nos dirigimos á Colonia, y al dia siguiente por la mañana á la capital de Bélgica, don­de convenia á nuestros propósitos científicos hacer un breve alto. Alojados en la misma fonda en que habita el distinguido geólogo Sr . Dupont, á quien vimos en Dina­marca , nuestro primer cuidado fué hacer una visita al Museo de Historia Natural , situado en un suntuoso edi­ficio, en el que admiramos las magníficas y bien orde-

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178 nadas colecciones zoológicas, mineralógicas y geológicas, preciado ornato de aquel gran establecimiento. Llamó, no obstante, de un modo especial nuestra atención el magnífico ejemplar de esqueleto de Elephaspvimigenius ó Mammut, el mejor, sin disputa alguna, que existe hoy en Europa, incluso el famoso de S. Petersburgo, el cual fué hallado en unas excavaciones practicadas junto á Ara-beres por el distinguido profesor y paleontólogo de Lieja Sr . Koening, de cuyos propios labios tuvimos el gusto de oir el relato de tan feliz hallazgo. El esqueleto es colosal, como puede inferirse de las dimensiones que ofrece la cabeza , á la que agregando el desarrollo de las defensas, bien se le pueden calcular sobre cuatro metros cúbicos. Y si notable es este esqueleto en tal concepto consi­derado, y eíi el de la restauración de algunas piezas que existían incompletas ó deterioradas por la naturaleza de su yacimiento , aún lo es más por la habilidad y gusto con que ha sido armado y montado. Se ha dispuesto esta operación con tanto acierto , que sin estropear ni tala­drar hueso alguno, cada pieza ocupa el lugar que le cor­responde, pudiendo á voluntad separar para estudiarla ó con cualquier otro motivo, la que se quiera. Inte-sado uno de nosotros en reformar cual conviene elMe-gaterio existente en el Gabinete de Historia Natural de Madrid, el primero de los tres ejemplares que se con­servan en Europa, fijó toda su atención en esta materia, y hasta pidió detalles al Sr . Dupaux , hábil preparador de aquel M u s e o , acerca del procedimiento para ello empleado , con el fin de aplicarlo un dia, si la ocasión se presenta oportuna, á esta joya de inestimable valor.

Fi jamos además, y de una manera especial, nuestra atención en la inmensidad de materiales recogidos en el terreno cuaternario y en las cavernas belgas, por núes-

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tro distinguido amigo el Sr . Dupont, merced á la libe­ralidad con que aquel ilustrado gobierno, premió tantos esfuerzos nombrándole, siendo aún muy joven, Director de aquel establecimiento, y obteniendo de las Cámaras una respetable suma destinada á las exploraciones cien­tíficas geológico-arqueológicas , con el fin de esclarecer la historia primitiva de aquel afortunado país.

Clasificados convenientemente los numerosísimos objetos allí reunidos, constituyen tan provechosa ense­ñanza , que basta una simple visita á las preciadas colec­ciones, para formarse una idea cumplida de lo prehistó­rico de Bélgica; merced á cuya acertada disposición,y á la facilidad que allí encuentra para el estudio, así el na­cional como el extranjero, cunde y se extiende la ilustra­ción por todas las clases sociales.

Los cráneos del Trou de Frontal , junto con la urna cineraria, y los numerosos restos fósiles y arqueológi­cos allí encontrados, se hallan ordenadamente colocados al lado de los procedentes de la caverna llamada de la Naulctte, entre los que figura en primera línea la man­díbula que tanta fama ha alcanzado por las discusiones anatómicas acerca de ella promovidas.

Un poco más allá se hallan bien dispuestos, los mate­riales de acarreo con los innumerables instrumentos de piedra y hueso, recogidos en las cuevas de Goyet, Cha-leux v otras, con ejemplares de las diferentes capas de es­talagmita , que separan y aislan unos depósitos de otros; y por último , para no hacer molesta la narración , al la­do de todos estos, vimos y examinamos con gusto, los recogidos en las restantes cavernas belgas que en núme­ro de catorce ó diez y seis, ha visitado el Sr . Dupont.

La inspección de tan abundantes colecciones excitó en nosotros el natural deseo de ver con nuestros propios ojos el yacimiento de aquellos objetos, y aunque obli-

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gado uno de nosotros, el Sr . Tubino , por la premura del t iempo, á regresar á la amada patr ia , quedó el otro encargado de realizar este propósito; á cuyo fin, y no pudiendo disfrutar la ventaja de que le acompañara el director de dichas exploraciones , pues coincidiendo es­to con los dias en que la capital celebraba con magnífi­cas fiestas y regocijos el aniversario de su independen­cia , con cuyo motivo tenia que hallarse en el Museo en cumplimiento de su elevado cargo , dispuso el mismo que fuera nuestro guia su ayudante preparador, el joven Sr . Dupaux, cuyo celo y entusiasmo por este género de estudios solo es comparable con el de su maestro y gefe. Con esto y las instrucciones que recibimos am­bos de aquél, en las conferencias que con este motivo celebramos, teníamos lo suficiente para obtener buenos resultados en el corto espacio de tiempo, que á ello po­díamos dedicar.

Tres objetos principales nos llevábamos al realizar este viaje por Bélgica, á saber: primero estudiar el terreno cuaternario belga en los puntos más clásicos; segundo, compararle con las formaciones análogas en las cavernas de los valles Mosa y Lesse, y tercero, establecer el parale­lo con el Diliuñum de las cuencas del Sena y Soma, tan famosas en esta materia.

Llamándonos la atención lo que aquel eminente geó­logo y sus distinguidos maestros, los Sres. Omalius, D' Halloy , Dumont y otros que le precedieron, habían dicho respecto á la estructura y disposición particular de los valles del Lesse y del Mosa , Aja­mónos en tan importante materia, por cuanto ilus­tra ó esclarece poderosamente la cuestión del terreno cuaternario dé las mismas cuencas, y de ello deduji­mos la exactitud de lo que aquellos habían dicho, y que

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el Sr . Dupont resume en los siguientes términos. a La disposición particular de nuestros valles prue­

ba hasta la evidencia la acción que los ha determinado. Con .efecto, del desnivel que se nota entre las capas pri­meras de las dos orillas, puede lógicamente deducirse la existencia y formación en tiempos antiguos , de grandes fallas ó grietas, en la misma dirección que aquellas; así como puede también asegurarse que las aguas han de­terminado en las salbandas de estas fallas, y en los terrenos inmediatos, una acción muy eficaz, á juzgar por la existencia de terrazas formadas en las rocas du­ras á diferentes niveles , y por la circunstancia de que los bordes de dichos valles obedecen á las leyes de hidráu­lica que rigen hoy las corrientes líquidas. Y de que esta acción se ha repetido allí por lo menos durante tres ve­ces, no puede en manera alguna dudarse, al observar la posición respectiva de otros tantos órdenes de depósitos á treinta y á noventa metros sobre el actual nivel de los rios.»

Este dato es de la mayor importancia para el estudio ulterior que nos proponíamos hacer del terreno cuater­nario , al cual en armonía con la estructura de aquel país, hay que examinar en los valles primero, y luego en las terrazas y mesetas, para formarse cabal idea, no so­lo de su estructura y composición, sino también de las causas que lo han formado.

Del estudio comparativo de estos dos grupos de ya­cimiento se deduce, primero, que el terreno cuaternario está mucho más desarrollado en los valles que en las mesetas; y segundo, que entre estas y aquellos se en­cuentran las terrazas en las que si bien dichas formacio­nes no se hallan tan bien representadas como en las partes ba jas , no obstante , los materiales son más co­piosos que en aquellas, en las q u e , y muy particular-

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mente si están apartadas, solo existen los últimos testi­monios de la serie cuaternaria.

Siguiendo, pues , tan importantes esclarecimientos, examinamos varios puntos en los alrededores de Di-nant, en Pont-á-Lese y otros de los valles indicados, re­sultando de esta exploración el convencimiento de que el terreno cuaternario de los valles se compone de arriba abajo de una capa de cieno diluvial ó loess, gris amari­llento, cubierto en muchos puntos por otra de tierra ve­getal, conteniendo á veces fragmentos irregulares de ro­cas , ora calizas del terreno carbonífero, ora pizarras y areniscas arcillosas del mismo. Este primer horizonte suele alcanzar en algunos puntos dos y más metros de espesor.

Sigue, en el orden descendente , un depósito de ar­cillas generalmente amarillentas, con rocas fragmen­tadas también y angulosas, á las que llamaremos risclas, empleando esta palabra de uso muy común en Aragón.

Obsérvase más abajo una serie de horizontes delga­dos y alternantes, en estratificación algo irregular, de arcilla amarillenta, arenas y arcillas silíceas, que suelen alcanzar hasta cerca de dos metros, llevando muchas conchas terrestres, pertenecientes á los géneros Helix, Succinea y Pupa.

Después se nota un banco de más de dos metros y medio de grueso, de arena y grava cuarzosa con mu­chos moluscos, pero no todos terrestres, supuesto que se encuentran algunas Lymneas, Ancillus y Pisidium.

Por último, cierra por abajo el terreno, un depósi­to de 1,90'" de cantos procedentes de la cordillera de los Ardenes.

E n las inmediaciones de la estación de Dinant, en la terraza media del valle, se observa la estructura y composición que sigue: Pr imero, un banco de loess

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gris amarillento, sin estratificación, y con algunas ris-clas de caliza carbonífera. Segundo, arcilla amarillenta con cantos rodados , y risclas de la roca caliza subya­cente. Tercero , capa de cantos rodados de los Ardenes. Y cuarto, arena y grava estratificada con pequeños le­chos de cantos rodados.

Dos hechos importantes se desprenden de la com­paración de estos cortes , a saber : primero, que el úl­timo completa al primero, al cual falta el depósito de arena y grava que el otro contiene en su base; presen­tando entre ambos los seis órdenes de materiales que por lo común representan la constitución del terreno cuaternario de los valles M o s a y Lesse. Y segundo , que en el corte de Dinant se observa una mezcla de cantos rodados procedentes de los Ardenes y de fragmentos angulosos de caliza , en el depósito de arcilla amarillen­ta con risclas. Hecho es este , que según el Sr . Dupont, es general en dichos valles , cuando la capa segunda y quinta se hallan en contacto, por la desaparición de las intermedias.

En Pont-á-Lesse, en la bonita terraza que se halla situada detrás del palacio , el terreno diluvial consta de los elementos siguientes. De arriba á abajo empieza el corte por el loess gris amarillento sin estratificación aparente y con muchas succíneas, hélices y pupas; debajo se ve una arcilla amarillenta, con risclas calizas de las inmediaciones, dispuestas sin orden alguno. Si­gue un depósito arcilloso arenoso, con señales manifies­tas de erosión, y en la parte más inferior, en el ribazo del rio, se observan los cantos rodados de rocas primi­tivas de los Ardenes. Las terrazas superior y media de la orilla izquierda del rio Lesse, sobre Chaleux, apare­cen también cubiertas de cantos rodados, junto con

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I 84 risclas y arcilla amarillenta. Los mismos hechos se re­piten en la falda escarpada de Haute-Raiscene, en la cual se encuentran las cavernas de Furfooz. Un pozo mandado abrir por el Sr . Dupont por encima de -estas cavernas en una pradera allí existente, puso al descu­bierto el terreno en esta disposición: de arriba a abajo, capa de tierrra vegetal de 20 cents, de espesor; segundo, loess, de 0,40 cents. : tercero, arcilla amarillenta con risclas calizas, pequeños cantos rodados, y un frag­mento de hueso largo de la talla del caballo, 3o cents, de espesor: cuarto; banco de arena y grava, de 4 centímetros : quinto; arena amarillenta arcillosa, irregu­larmente estratificada, de 25 cents. Sigue arena gris verdosa, alternando con pequeños horizontes de arcilla con algunas líneas de grava y pequeños cantos rodados,

y pedazos de rizoma, de Betulaalba. La exploración no pudo descender más , por haber llegado al nivel de las aguas de un pequeño arroyo, pero el ribazo del rio Lesse ofrece en aquel lugar cantos rodados de los Ar-denes.

Teniendo ya una idea de la estructura geológica en los valles y en las terrazas, se dirigió nuestra atención hacia el de las mesetas, con el fin de completar el cono­cimiento de las formaciones diluviales en este país clá­s ico, y compararlo después con el que ya habíamos visto en más de una ocasión, y nos proponíamos estu­diar de nuevo, en los vallesdel Sena y del Somma.

Por regla general, y según ya apuntamos más arri­b a , el terreno cuaternario de las mesetas , solo está representado por dos horizontes, á saber : por la arcilla de risclas y el loess. E l primero de estos depósitos es idéntico al de los valles , con el cual se enlaza por conti­nuidad , de donde es fácil deducir que esta formación debe considerarse como un vasto depósito resultado de

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i85 causas iguales actuando en la misma época. La única diferencia que se nota , es que su composición cambia en las mesetas , como vimos también en los valles, cuando las risclas son cuarzoso-pizarrosas, siendo esto debido á la facilidad con que se descomponen estos ele­mentos mineralógicos , cuyos detritus al mezclarse con la arcilla, le comunican el carácter arenoso y el color gris pardusco, razón por la cual, aunque varíen algún tanto estos accidentes en la roca , digámoslo así, matriz de este depósito , puede y debe considerarse pertene­ciente á la misma é p o c a , y resultado de idéntico fe­nómeno.

Con frecuencia este depósito se ve coronado en las mesetas por el loess , ofreciendo caracteres iguales á los de las terrazas y del fondo de los valles , habiendo teni­do e! gusto de ver confirmada esta estructura en Fur-fooz mismo , y entre este punto y Drehance.

De manera, que reuniendo todas las observaciones hechas en distintos puntos de la provincia de Namur, podemos decir que el terreno cuaternario en las cuen­cas del Mosa y del Lesse , es la siguiente, empezando por los horizontes más antiguos. En la base empieza este terreno por un depósito de arenas cuarzosas, de poco espesor, y que pasa por alternancias al horizonte siguiente. Sigue á este un lecho de cantos rodados, los cuales se observan desde la terraza superior hasta el fondo de los valles. Estos cantos proceden en su mayor parte de los terrenos de las cuencas Mosa y L esse, y en general en cada rio ó afluente se observan rocas de los terrenos que las aguas recorren.

E l tamaño de estos cantos es muy variable, aunque el más común es el de huevo de gallina. Este depósito contiene también algunos cantos angulosos que existen, por lo común, en todas las terrazas.

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En este horizonte encontró el Sr . Lambot te , en el punto llamado Jambes , una defensa de Elephas pri-migenius.

Encima del horizonte que acabamos de describir, aparece otro de arena y grava gris ó amarillenta, con conchas fluviátiles, el cual no suele ser constante en los diferentes puntos en que se ha estudiado este terreno.

Estos tres horizontes inferiores forman una primera división, á la que suele aplicarse el nombre dediluvium gris, y que según Dupont, debe mas bien llamarse piso inferior del terreno cuaternario, cuyos caracteres comu­nes son el encontrarse desde el fondo de los valles hasta la terraza superior, sirviendo de base á las otras capas del otro terreno, y el hallarse constituido por un gran depósito de cantos rodados con dos hiladas de arenas accidentalmente subordinadas en sus dos extremos.

Inmediatamente encima del tercer horizonte se en­cuentra un depósito arenoso arcilloso, con estratifica­ción algo irregular, en el cual se observa un predominio de la arena sobre la arcilla en su parte inferior, suce­diendo lo contrario por arriba. A diversos niveles ofrece fajas irregulares de cantos rodados , procedentes del pi­so inferior y de las rocas inmediatas, lo cual es una de­mostración clara del carácter de las corrientes que formaron este depósito. Del propio modo , las bolsas ó cavidades que se formaron á la superficie, rellenas por aquellos materiales, y la existencia de pequeños hori­zontes con elementos erráticos á diferente altura en este depósito, prueban frecuentes alternativas en la acción délas aguas durante este período. Este depósito no exis­te ni en la terraza superior, ni en las mesetas, ocupan­do exclusivamente las pendientes suaves de los montes y el fondo de los valles.

Creyó en un principio el Sr . Dupont que este térmi-

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i 8 7

no de la serie cuaternaria, cuyo aspecto guarda mucha semejanza con los aluviones de los rios cuando se des­bordan , debia formar el segundo piso ó medio del terreno cuaternario, siendo sus principales caracteres una estratificación irregular, con pequeñas fajas de gra­va y cantos rodados: la alternancia de venas arcillosas y arenosas, y una especial distribución geográfica. Pero ulteriores descubrimientos y observaciones le hicieron variar de opinión, agregándolo desde entonces al infe­rior , bajo la denominación de piso del Elephasprimige-nius ó del Mammut. »

Más arriba sigue el horizonte de arcilla con risclas, de color amarillento cuando estas son de naturaleza ca­liza; algo arenosa y gris, parda ó amarillenta, cuando aquellos están formados por pizarras y samitas; y areno­sa también ó rojo oligisto, cuando la procedencia de aquellos pertenece á un horizonte en que predomina el hierro.

Las risclas, que son de todos tamaños conforme á la naturaleza de las rocas, generalmente proceden del ter­reno inmediato inferior ó de puntos no lejanos, lo cual supone un trasporte á corta distancia, ó si se quiere, una formación local. Cuando esta se halla.en contacto con la capa de cantos rodados, se mezclan algunos de estos, entre los cuales muchos aparecen fracturados.

En este depósito no se han encontrado al exterior verdaderos restos orgánicos; pero es precisamente el nivel geológico en que aparecen los huesos humanos, los silex tallados, y la fauna característica del Reno en las cavernas de los bordes del Lesse. Distingüese ade­más por una estratificación confusa, muy análoga á la de los aluviones torrenciales, observándose por regla general el mayor desorden en sus materiales.

Otra circunstancia ofrece este depósito digna de lia-

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i88 mar la atención, á saber : las grandes denudaciones que se notan al contacto con el piso inferior, que se revelan con frecuencia por bolsas profundas y de forma singu­lar, que lo asemejan mucho á lo que en París llaman di­luvio rojo.

Todo lo cual, junto con la presencia de cantos roda­dos, atestigua el gran poder erosivo de las aguas que de­terminaron su formación. Este horizonte siempre con la misma facies, se extiende por las mesetas y los valles, cubriéndolos de una inmensa capa, formando gran con­traste con las capas de los horizontes inferiores.

Discurriendo ahora acerca de la naturaleza de esta formación, vista la gran semejanza que tiene con la ar­cilla amarillenta de los filones, parece deba referirse con bastante probabilidad á los materiales de estos, ar­rancados de su sitio, y trasportados a mayores ó meno­res distancias por las aguas.

Por últ imo, el terreno cuaternario belga termina por arriba por un depósito gris amarillento apenas estratifica­do, y cuyos materiales térreos suelen emplearse enla al­farería : su naturaleza es tan esencialmente silícea, que contiene hasta 90 por 100 de cuarzo, y 3 por 100 de arci­lla. Sin embargo, es tal la finura de su grano, que posee la plasticidad suficiente para servir como arcilla. En este se ven algunas veces concreciones calizas análogas á las ya indicadas, y también á las que en igual horizonte se encuentran en París con gran número de sucineas, hé­lices y otras conchas terrestres. Este depósito ha recibi­do de Dupont el nombre de loess, el cual forma singular contraste con el inmediato inferior, no solo por su colo­ración, sino también por la carencia de risclas que en el otro forman un rasgo característico.

Este loess es peculiar á los valles, ofreciendo una

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i 8 g

distribución muy parecida á la de arcilla risclera, siquie­ra sea menos constante.

A estos dos últimos depósitos, íntimamente enlaza­dos por sus caracteres más importantes, llama Dupont piso superior ó del Reno.

Trasladando ahora el campo de nuestras observa­ciones desde el exterior al interior de las diferentes ca­vernas belgas, que Dupont ha explorado y tuvimos el gusto de visitar, limitando por ahora nuestros estudios

.al examen comparativo del terreno cuaternario, y de­jando para más adelante el examen de los importantísi­mos objetos en ellas encontrados, venimos á parar al resultado, fácil de preveer, de que todas las formacio­nes cuaternarias externas, se encuentran representadas en todas ó en la mayor parte de aquellas cavidades ter­restres, siendo ambos estudios complementarios. Con efecto, si la observación de este terreno al exterior, de­muestra el grado de constancia de cada uno de los dos pisos interior y superior, bajo el triple punto de vista mineralógico, estratigráíico y geográfico, la exploración de las cavernas, al paso que confirma igual sucesión de depósitos en sus materiales, suministra el verdadero complemento de aquellos, con los restos orgánicos y ar­queológicos , confirmando plenamente, merced á estos nuevos rasgos característicos, la división admitida en el terreno cuaternario.

Con efecto, los únicos restos fósiles de que hici­mos mención al tratar del terreno cuaternario externo, fueron del Elephasprimigenius en el horizonte inferior, y si se prescinde de los moluscos lacustres y terrestres que aparecen en algún horizonte superior, no se ven más representantes de la fauna diluvial. Pues bien, la exploración de las cavernas tan hábilmente llevada á cabo por el Sr . Dupont, viene á llenar este vacío sumi-

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i g o rastrando muchos huesos de Ursus spelanis , en el piso equivalente á la arcilla risclera al exterior; y en el piso más alto la fauna del Reno, tan rica como extraña en aquellas comarcas. Precisamente en este dato se funda­ba en un principio tan distinguido geólogo y anticuario, para admitir en la historia de las cavernas belgas tres grandes períodos que de abajo á arriba son, primero el del Elephasprimigenius6 Mammut, equivalente al piso inferior cuaternario; segundo, del Ursus spelcvus, que corresponde al piso medio; y tercero, del Cernís taran-dus ó R e n o , contemporáneo del piso superior.

La historia empero, de la primera aparición , desar­rollo y definitiva extinción del Mammuty del Oso de las cavernas en otras comarcas de Europa no permiten hoy por hoy, admitir esta división tan hábilmente propuesta por el sabio director del Museo de Bruselas, pero que él mismo abandonó, dominando más bien la idea de reunir en uno solo los dos primeros períodos, caracteri­zados por la presencia de los mamíferos indicados.

E l punto donde por primera vez se encontraron res­tos del Oso, fué el llamado Trou de Chaleux, que tuvi­mos también el gusto de visitar, hallazgo de la mayor importancia, por cuanto establece las relaciones entre la fauna de los grandes mamíferos cuaternarios, y la del Reno propiamente dicho.

Por otra parte , la existencia de silcx tallados en esta capa que sin género ninguno de duda está en su posición normal , sin haber sufrido movimientos poste­riores , prueba de un modo evidente la independencia del depósito de cantos rodados, y de las capas arcillo­so arenosas que se hallan sobrepuestas.

Ahora bien, en Furfooz, en Pont-á-lese, Walsin, etc. , la fauna del Reno se encuentra en la arcilla risclera cu­bierta del loes que por excepción lleva allí risclas;

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i g i

mientras que en Chaleux, se encuentra la misma fauna debajo de una masa considerable de piedras, corona­das por la arcilla de risclas, y por el loes común.

De manera que la independencia del depósito are­noso arcilloso estratificado, y de la arcilla de risclas cu­bierta de loes, se ve aquí de un modo evidente, á juz­gar por los caracteres paleontológicos y arqueológicos, supuesto que en todas las cavernas los restos del hom­bre y de su industria con la fauna del Reno , se hallan sepultados en esta arcilla risclera.

De lo anteriormente expuesto , se deduce que la fau­na del Reno , en el valle del Lese , no contiene represen­tantes de los grandes mamíferos cuaternarios, y solo aparece representada por animales actualmente vivos. De estos, unos habitan aún el país, como el jabalí , el ciervo, e t c . ; los otros emigraron , ora á altas latitudes, como el R e n o , Glotón, e t c . , ó bien á las elevadas mon­tañas de la Europa occidental, tales como la Gamuza, la Cabra de los Alpes , el Oso pardo, etc.

También puede deducirse del estudio comparativo de esta fauna y la de hoy, que una verdadera línea bien marcada separa la época del Reno de la actual , en la que figuran principalmente los animales domésticos. Completa todos estos datos el minucioso estudio que Dupont ha hecho del carácter arqueológico de di­chas cavernas ; refiriéndose este con efecto á las obras que caracterizan los diversos períodos de la actividad humana, sirve , digámoslo as í , de cronómetro y de perfecta comprobación de los datos que nos suministra­ba antes la ciencia, referente tan solo a la composición mineral y orgánica, y á los accidentes estratigráficos y geológicos de estas formaciones.

Merced á este nuevo medio de medir el tiempo apli-

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I 9 2

cado á esos períodos de la historia terrestre , en que ya habia aparecido el hombrea su superficie, ha podido de­cir el Sr . Dupont que entre los treinta y dos mil instru­mentos de pedernal hasta el presente recogidos en las cavernas del Lesse , en la arcilla amarillenta de risclas, ninguno se presenta con pulimento, ni aun preparado para ello, trabajo que consiste en trasformar en bisel los bordes' de un silex tallado ; y que por el contrario, así en los depósitos exteriores como en las cavernas , los pe­dernales encontrados sobre esta arcilla risclera, en su mayor parte ó están pulimentados, ó por lo menos corta­dos en bisel.

De manera que mientras el hombre del Reno fijaba en la provincia de Namur su habitación en las caver­nas ; el de la piedra pulimentada vivia al exterior cons­truyendo algunas veces campamentos ó lugares defen­didos por sus condiciones geológicas ó geográficas , á las que ponia en estado de defensa, levantando especies de murallas por medio de grandes acumulaciones de piedra. De todo lo cual deduce el Sr . Dupont , que en aquella parte de Bélgica por lo menos , hay que distin­guir la edad del Reno , de la piedra pulimentada, se­paradas entre sí por una línea de demarcación que de­termina el yacimiento de sus materiales , supuesto que los restos del período del Reno se encuentran siempre debajo de la arcilla risclera, lo cual supone que este de­pósito se formó después; mientras la piedra pulimenta­da siempre aparece encima de la arcilla amarillenta de risclas.

Como resumen de todo, y por via de complemento é ilustración, copiamos íntegro el cuadro en que el se­ñor Dupont sintetiza sus prolijos y minuciosos estudios en el terreno cuaternario, en la importantísima provincia de Namur.

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igS

EN LAS CAVERNAS. AL EXTERIOR. I'ISOÍ.

1.° Loess con ó sin ris-c las .

2.° Arcil la amari l lenta con r isc las .

3.° Depósito arenoso con c a n t o s r o d a d o s , concrec iones c a l i ­zas y conchas t e r ­restres.

4 . ' Arena y grava con conchas fluviátiles.

5,° Cantos rodados con Elephas p r i m i g e ­nias .

G." Arena con grava.

I.° Loess con ó sin r i s ­clas.

2 ° Arcil la amari l lenta r i sc lera , conla fau­na del Reno y si lex tallados.

3.° Depósitos con can­tos rodados , c o n ­crec iones cal izas , restos del Ursus es— I pela:us y s i lex t a ­l lados.

í .° A r e n a , ( restos en el Trou de F r o n t a l ) .

o.° Cantos rodados con un diente canino, que puede re fer i r - V se al Ursus s p e - t hrus . \

G." Arena y grava con ; sustancia turbosa./

Superior ó del Reno.

Inferior ó del E lephas pri-

Trasportándonos ahora por un momento a París, para no interrumpir el estudio del terreno cuaternario, cuya comparación con el belga es de la mayor impor­tancia , y aplazando para después el dar cuenta de los resultados obtenidos en la exploración de las menciona­das cavernas, podemos sentar el principio siguiente: que el terreno cuaternario del Sena y del Somma consta de los elementos siguientes : de abajo á arriba empieza por un depósito de cantos rodados de pedernal y de rocas terciarias, con fragmentos de rocas de todos los terrenos que atraviesan dichos rios. En algunos puntos, como en Grenelle por ejemplo, se observa en la base de este primer horizonte un depósito de arena y grava. 2 . ° Can­tos rodados que se depositan en las laderas y fondo cié

i 3

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194 los valles, cubiertos con frecuencia de arena cuarzosa, con conchas, especialmente fluviátiles. 3.° Una capa de arena algo margosa cubre la arena anterior en los valles, observándose en ella conchas terrestres y geodas con­crecionadas de caliza. 4. 0 Formación de arcilla arenosa roja, con muchos fragmentos de silex y risclas de rocas terciarias. Este depósito rellena las bolsas que se en­cuentran á la superficie del anterior, como testimonio vivo de los grandes fenómenos de erosión á que se halló sujeto, y además cubre las mesetas y los puntos más elevados de la cuenca. 5.° Encima de todo esto se en­cuentra el cieno diluvial equivalente al loess. Vista esta composición y estructura del terreno cuaternario fran­cés , puede asegurarse que solo pequeños accidentes lo separan del belga, como por ejemplo, la procedencia de las risclas ó elementos erráticos que allá proceden de terrenos antiguos, y en París y Picardía de los secunda­rios y terciarios. L a arcilla risclera amarillenta ó gris pardusca, pero sin arena, en Bélgica , es rojiza y silícea en la cuenca del Sena, y de aquí el nombre de Diluvium rojo que se le ha dado. Pero por lo demás, todos los depósitos, tanto por su estructura cuanto por los ac­cidentes que ofrecen, en el orden de sobreposicion, y hasta en su distribución geográfica, vienen á ser iguales.

Una circunstancia hay digna de tenerse en cuenta, y es que en los alrededores de París no se encuentra rastro alguno de cieno superior al diluvium rojo, el cual hay que buscarle en el valle del S o m m a , donde se encuen­tra en las mesetas y en las laderas suaves del rio.

Como consecuencia de este estudio comparativo, el Sr . Dupont traza el corte siguiente :

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ig5

Valles de la llosa y del Lesse,

PISO SUPERIOR Ó

DEL RENO.

PISO INFERIOR Ó

DEL MAMMUT.

/Loess, ó t ierra de alfa­reros, de las mesetas y valles.

Arcilla amari l la con risclas de rocas a n ­tiguas . cubr iendo las mesetas y los valles. Fauna del Reno en las cavernas .

Depósito arenoso , a r ­cilloso estratificado, con conchas sobre todo t e r r e s l r e s y c o n -creciones calizas. En las cavernas restos del Ursus spelíeus.

Arena cuarzosa con conchas , pr incipal ­mente fluviátiles.

Rocas ardennesas , r o ­dadas y grandes can­tos , no rodados, de procedencia le jana.

Elephas primigenius.

Arena cuarzosa accidental .

Rocas primit ivas.

m u y

Valles del Sena Y Somma.

Loess ó tierra de a l f a ­reros .

Arcilla arenosa roja con fragmentos a n g u l o ­sos de silex , c u ­briendo las mesetas y los val les , y denu­dandoc i depósito in­ferior. Diluvium rojo.

Arcilla arenoso m a r g o ­sa, con conchas prin­c ipalmente t e r r e s ­tres y concrec iones calizas

Áfena cuarzosa con c o n c h a s , en especial fluviátiles.

Pedernal y otras rocas rodadas, con grandes cantos angulosos de larga procedencia .

Huesos de e lephas pri­migenius.

Arena c u a r z o s a , m u y accidental .

Terreno secundario ó terciar io

Como resumen final debemos decir, que el terreno cuaternario belga en la provincia de Namur presenta una sucesión de seis depósitos, que pueden agruparse en dos órdenes de pisos, inferior y superior, así llama­dos por su posición respectiva, y tambiendel Cervus.ta-randus ó Reno, y del Ursus spelceus, y del Mammutó

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Elephaspvimigenius; y que estos seis depósitos así dis­tribuidos, se encuentran en igual posición é idénticos caracteres , en el interior de las cavernas, lo mismo que en las cuencas del Sena, del Somma y del Lesse.

Pasando ahora a la somera reseña del resultado que obtuvimos en la exploración de las cavernas belgas, conviene empezar por la más importante de todas; á saber , la llamada el Troa de Frontal, que forma parte del grupo de Furfooz.

Hállase situada dicha caverna en la orilla derecha del rio Lesse á diez y siete metros sobre su nivel, y aunque no era fácil después de haberla completamente agotado el Sr . Dupont , encontrar muchos objetos; sin embargo, tuvimos la satisfacción de ver confirmadas por nosotros mismos, sirviéndonos de provechosa enseñanza, las observaciones por aquél practicadas, y por lo me­nos recogimos materiales procedentes de las diferentes capas que allí se encuentran, que de abajo á arriba son las siguientes. Pr imero , depósito de arcilla amarillenta y ro ja , muy pura, de superficie de brillante, ocupando ciertas grietas, como confirmando la idea de su proce­dencia de los filones. Encima de esta aparece un peque­ño horizonte de arena silícea verdosa, con restos de turba; cubriendo la anterior cantos rodados de proce­dencia ardenesa, los cuales aparecen cubiertos de un depósito arenoso arcilloso estratificado, con algún lecho de grava, arcilla amarillenta rojiza y otra gris. Por últi­m o , corona todo este terreno la arcilla amarillenta y tier­ra gris con risclas calizas. En este punto se observó en la primera exploración de la caverna , que atendida su escasa profundidad casi podría calificarse de resguardo natural, una gran losa, puesta de canto á la entra­da como para cerrarla, lo cual asemeja mucho esta

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i97

estancia á la famosa de Aurignac. Dentro de la cavidad, aparecieron en un punto inmediato á la losa citada, hue­sos humanos correspondientes á trece esqueletos, y en la parte externa restos de comida é industria , y un hogar tosco y primitivo, como era natural. Además de loshue-sos, y siempre en el horizonte que lleva fragmentos an­gulosos de rocas , se encontraron sobre unos veinte cu­chillos de pedernal, varias conchas del terreno eoceno, agujereadas con el fin, sin duda , de servir de objeto de adorno , y una urna de barro muy ordinario , hecha á la mano.

Todo lo cual confirma plenamente la opinión bas­tante fundada del Sr . Dupont, de Van Beneden y otros naturalistas belgas, que presenciaron el descubrimiento, de ser aquel un lugar de sepultura.

La parte de la gruta que comunica directamente con el exterior, ofreció en los mismos depósitos de arcilla amarilla, y de arcilla arenosa gris amarillenta, una gran cantidad de huesos pertenecientes, según Van Beneden, al Reno, al Ciervo común, al Buey, Caballo,' Jabalí , Oso, Castor , Zorro, T o p o , Erizo y otros que constituyen la fauna del Reno en aquella región. Todos los huesos se hallaban rotos, y algunos de ellos también quemados, lo cual parece indicar que sirvieron de alimento á aquel hombre primitivo. En el mismo sitio, junto con dichos restos, tuvo Dupont la fortuna de encontrar sobre mil cascos de pedernal, procedentes del terreno cretáceo, y varias conchas eocenas, pertenecientes á estas especies:

1. Cerithium giganteum L K I . . . . Par is iense A. Courtagnon.

E S P E C I E S . P i so de L o c a l i d a d e s l a s donde proceden , m á s i n m e d i a t a s

2. Turritel la terebel lata L K 1. . . . 3 . — intermedia. Desh. 2 . . .

ídem, ídem.

ídem, ídem.

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i g S

E S P E C I E S . P i s o de L o c a l i d a d e s las donde p r o c e d e n , m á s i n m e d i a t a s .

i . Mclanea láctea. L K 1 Paris iense B . ídem. 0. P leurotoma filosa. L K . . 1 . . . Par is iense A. ídem.

6. Natica Wil lemoti i . Desh. I . . . ídem. ídem.

7. Cerithium echinoides. L K . I. . ídem. ídem.

8 . Pectunculus pulvinatus L K. 2. ídem. ídem.

9. Serpula 2.

También se encontraron algunos pedazos de fluori­na , dé los cuales uno presentaba un agujero y huesos labrados: al rededor del hogar se veían cenizas y carbo­nes mezclados con la tierra por las aguas , y algunas lá­minas de samita. Circunstancias todas que, como ya se dijo más arriba, asemejan notoriamente el Trou de Frontal con la caverna de Aurignac; observándose en ambas restos de festines fúnebres ó funerarios, cos­tumbre todavía en uso entre los salvajes de la época actual.

Otra de las cavernas visitadas fué la llamada Trou de Nutons, perteneciente al mismo grupo de la ante­rior, ó sea á la escarpadura ó pendiente de Furfooz.

E l aspecto de esta caverna es más grandioso que el de la anterior, ofreciendo un atrio bastante parecido al de la cueva de las Maravillas de Gandía. Hállase situada á una altura algo mayor que la de Frontal , en la misma orilla del rio Lesse, y en su interior se encuentran, sobre poco más ó menos, los mismos materiales que en la an­teriormente examinada. Nótase, sin embargo, que en­tre la capa de arcilla amarillenta ó gris con risclas, y la inmediata de arriba abajo, se halla interpuesta una capa de estalacmita de unos o ,3o m de espesor. Encima

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r 9 9

ra siguiente: 1.° De arriba abajo, capas alternadas y finas de

arcilla arenosa gris y de arena amari­llenta 2 m ,qo

2.0 Arcilla amarilla agrisada, con piedras des­prendidas del techo , conos de estalac-mita, y huesos de rumiantes 0,45

3.° Capa de estalacmita o ,3o 4.0 Toba caliza local 0 , 10 5.° Arcilla gris 0 , 15 6.° Banco de estalacmita 0,15 7. 0 Otra arcilla gris 0,20 8.° Otra capa de estalacmita 0 , 10 9. 0 Otra arcilla gris 0,20

de ella, y en el depósito de arcilla con risclas, se encon­traron restos de la industria del hombre, muchos hue­sos de animales que aquél habia comido, y bastantes pi­tones de Reno. La fauna viene á ser la del Cervus taran-dus, como se observó en la de Frontal , pero sin ningún resto humano. Los pedernales labrados en número de 3oo, algunos huesos convertidos en utensilios, y mu­chos cantos y láminas de areniscas, samitas y pizarras, carbones, arcilla cocida y cerámica muy tosca comple­tan la riqueza del Trou de Nutons.

La tercera caverna, que visitamos con gusto atraidos por la fama de los descubrimientos en ella verificados, es el llamado Trou de la Naulette, perteneciente al ter­ritorio de Wals in , situada en la orilla izquierda del rio Lesse, á 25 metros sobre el rio. Su entrada no es muy ancha , y la cavidad que lo representa viene á tener 40 metros de profundidad y unos diez de anchura. Practi­cado un sondaje bajo la dirección del Sr . Dupont, se vio que en el fondo de la caverna, los depósitos cuaternarios alcanzaban 11 metros de espesor, dispuestos de la mane­

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200 10 . Estalacmitas, pequeñas hojas no continuas. 1 1 . Capas alternadas de arcilla y arenas como

el numero i , en la cual se encontraron los huesos de los mamíferos que vamos

1 2 . Capas alternadas de arcilla arenosa y arena. 5,oo 1 3 . Arena fina estratificada con algunas venas

i 5 . Traza de arcilla roja de fractura brillante, (litomarga).

Varios huesos de mamíferos se encontraron en dos niveles distintos, á saber: en la capa número 2 , y en mayor número en la número i r , pertenecientes á Lo­bo, una cabeza—Oso común—Zorro—Murciélago— Marmota—Mammut—Rinoceronte—Caballo—Reno, etc. Pero lo que dio más importancia y celebridad á esta caverna, fué el hallazgo, junto con todos estos restos, de una mandíbula humana y un cubito agujerea­do artificialmente. Entrar en pormenores acerca de estos famosos restos, que tanto han llamado la atención entre los antropologistas, sería casi ocioso, ya que en todos los libros que tratan de lo prehistórico, se hace referen­cia á las particularidades de esta célebre mandíbula.

E n cuanto á la autenticidad de dichos restos, y á la no introducción posterior fraudulenta, son tales las pruebas aducidas, que nadie puede poner en duda el valor de dicho descubrimiento. L a fecha queda demos­trada por el propio yacimiento de dichos restos, que es el de la fauna del Reno, igual en esta y en las demás ca­vernas, ó sea entre el depósito de cantos rodados arde-neses y la arcilla risclera; agregándose á esta circuns­tancia, como para justificar su notoria antigüedad, la presencia en las mismas capas, de especies perdidas de

á indicar o,6o

arcillosas. . . . 14 . Arena más gruesa

2,00 o,5o

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2 0 1

mamíferos, asociadas á las actualmente vivas en el país, y a las más principales de la fauna del R e n o , emigradas álatitudes ó alturas mayores.

Los huesos, tanto del hombre como de los otros ma­míferos encontrados en dicha caverna, no están en ma­nera alguna rodados, lo cual parece indicar que no fue­ron las aguas las encargadas de su trasporte; si á esta circunstancia se agrega que la capa de cieno que los cu­bre, debió ser resultado de una corriente débil, puesto que solo consta de materiales térreos y arenosos finos, sin cantos rodados , y atendiendo por último á la can­tidad considerable de dichos restos que allí existían, se deducirá fácilmente, que solo el hombreó los grandes carniceros pudieron' llevarlos.

Ahora bien: como entre el depósito huesoso inferior que se encuentra en la capa número 6 , se han encontra­do restos de Hiena spelaia , y huellas de dientes carni­ceros en m u c h o s huesos, habremos de convenir, en que á la sazón dicha caverna servia de guarida á las fieras; debiendo atribuir á estas la acumulación de hue­sos que allí existe. Pero en el depósito superior, no en­contrándose sino restos del L o b o , Zorro, Tejón y Oso pardo; y perteneciendo los demás á especies grandes, como el Elefante , Rinoceronte, Caballo, e tc . , s in llevar vestigio de la acción de dientes carniceros , todas estas circunstancias inclinan á considerarlos como restos de comida , para cuyo objeto fueron llevados por el hombre.

Sin embargo, ademas de las circunstancias de situa­ción de la caverna, dimensiones de esta , e t c . , parece inspirar alguna duda acerca de esto , el no haberse en­contrado instrumentos tallados de piedra, ni tampoco restos de hogares.

Inmediatamente después, visitamos el llamado Trou

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de Chaleux, famosa estación por el número extraordi­nario de instrumentos de pedernal que en ella se encon­traron , y por otras particularidades que vamos á re­latar.

Hállase esta caverna situada en la orilla derecha del rio L e s s e , á poca altura, 17 metros sobre el actual ni­vel de las aguas; de fácil acceso, grande, seca y con mucha luz; circunstancias todas que le daban excelen­tes ventajas como habitación para el hombre, á cuyo objeto sin duda alguna la destinó, como se desprende del considerable número de restos humanos y de indus­tria primitiva que en ella aparecieron.

Hé aquí ahora el orden con que en su interior se suceden los materiales de la formación diluvial. De aba­jo á arriba aparece: Pr imero ; la arcilla roja y amari­llenta sucia é irregularmente estratificada; después are­na cuarzosa amarillenta, también con estratificación irregular; encima un lecho de grava con algunos silex tallados; luego un.depósito arcilloso arenoso con restos delUrsus spelceus: después un gran depósito de piedras, resultado de un primer hundimiento de la bóveda de la caverna , presentando en algún punto un banco de es-talacmita. Inmediatamente se observa el suelo no re­movido , habitado por el hombre , con restos de un ho­gar; sigue otro depósito de piedras desprendidas del techo , cubierto de una tierra gris, con cantos angulosos de caliza , cubierta esta capa de otra arcilla amarillenta rojiza, con risclas calizas, cerrando por arriba el de­pósito un horizonte de cieno silíceo homogéneo, que se emplea como tierra de alfareros.

Veamos ahora las particularidades que ofrecen los horizontes en que se han encontrado restos del hombre, de su industria, ó de los animales que lo acompañaban.

El hombre parece haber- vivido en ella en dos épo-

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203 cas diferentes, supuesto que se encuentran vestigios suyos, primero asociados á los del Oso de las cavernas, y más tarde en la época del R e n o ; con la particularidad de que estos últimos se encuentran situados debajo de una capa considerable de cantos desprendidos del techo de la caverna, que haciendo el mismo oficio que las cenizas y lapilli de la famosa erupción del Vesubio el año 79 de nuestra era , han preservado los objetos allí existentes de la acción destructura del tiempo, conser­vándose intactos hasta nuestros dias. Dichos objetos eran, según relación del mismo Sr . Dupont, 3o .ooo sí­lex tallados, mogotes y pitones de Reno labrados tam­bién, conchas fósiles convertidas en objeto de adorno, de los cuales los habia también en marfil y otras sus­tancias; 937 molares, y hasta una carretada de fragmen­tos y huesos de caballo, y de otras especies de mamífe­ros hasta el número de trece. La mayor parte de estos objetos se hallaban al rededor de un gran hogar , que se encuentra hacia el centro de la caverna, observándose que algunos de ellos llevaban señales de haber sufrido la acción del fuego. Todo lo cual autoriza á creer que el Caballo formaba la base de la alimentación de aquella raza; al que hay que añadir el Arvícola amphibius, cu­ya carne suculenta se come todavía en algunos puntos de Italia, y el Reno , la Cabra , el Buey, el Jabalí y la Liebre , encontrándose con estos el Oso pardo, el Te­jón , el Zorro y algún otro mamífero.

E l hallazgo de algunos huesos humanos encontrados en una anfractuosidad situada en el costado derecho de la caverna, junto con los délas especies citadas, podrán hasta cierto punto ser un indicio de la antropofagia en edades tan remotas, confirmando lo indicado por el Sr . Springen la estación de Chavaux perteneciente á la edad de la piedra pulimentada.

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204 A la derecha del hogar, y sobre una baldosa de sa-

mita , en medio de las cenizas, se encontró un antebra­zo de elefante; pero el estado de conservación de estos huesos , muy diferente de los que servian de alimenta­ción, inclina más bien á creer que el hombre del Reno lo halló ya en las capas antiguas del terreno cuaternario en estado fósil, y que lo llevó á la caverna como muchos otros objetos de curiosidad ó veneración: pudiera con­firmar tal vez esta sospecha la presencia de fragmentos de molares de la misma especie, que aquél destinaba á diversos usos y en especial para adorno.

Los huesos humanos allí recogidos, son dien­tes sueltos con la corona gastada hasta el cuello; tres omoplatos, dos radios, una tibia , dos peronés, un axis, vértebras lumbares bastante grandes, fragmentos de costillas, algunas falanges, un fragmento de parietal, y varias otras piezas. Ninguna de ellas aparece cerca del hogar, sino á lo largo de las paredes; casi todas cer­ca de la entrada , excepto dos fragmentos que se encon­traron á la extremidad de la caverna.

En el hogar, que ocupaba una superficie de metro y medio por lo menos , se veian carbones, cenizas y tierra quemada; y á la mezcla muchos huesos, la mayor parte quemados, y otros intactos, guijarros ó chinas , y lajas de arenisca y pizarras. L a presencia de estas últimas, y su notable abundancia, parece ser uno de los rasgos distintivos de las cavernas habitadas por el hombre del R e n o , así en Bélgica, como en el Mediodía de Francia. Otra particularidad digna de no­tarse , fué la presencia en las inmediaciones del hogar de la mayor parte de los instrumentos de piedra. Algu­nos de estos eran de una variedad de jaspe llamada na­nita, que se encuentra en la caliza carbonífera de dicho país ; los restantes son de pedernal, cuya procedencia

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probable es la Champaña; lo cual parecería confirmar la opinión de un comercio incipiente en tan remotas edades. Un dato puede agregarse á lo anteriormen­te expuesto para corroborar lo mismo, y es el haber sido llevadas a la caverna las especies fósiles, que en número de diez y seis se han encontrado en ella pro­cedentes del terreno terciario de Courtagnon, y que destinaban a objetos de adorno; y si á esto se agrega la gran similitud y según Mortillet identidad, del pedernal con que aquellos primitivos habitantes la­braron los útiles de piedra, con los del famoso taller del Gran-Presigny, la duda referente á las relaciones comerciales de aquellos pueblos, se* convierte casi en certidumbre.

Sobre muchas lajas de samita se observan también ciertas rayas trazadas probablemente con puntas de pe­dernal. Los huesos labrados son abundantes, la mayor parte, exceptuando las agujas, hechos con pitones de reno.

Resumiendo, por últ imo, todo lo que acerca de esta interesante caverna se ha dicho, pueden presentarse en el orden siguiente los hechos que á ella se refieren.

i.° Trasporte y depósito de arcilla roja, arena y otros elementos, dispuestos en bancos ó capas.

2 . 0 Primera habitación del hombre. 3.° Horizonte de arenas arcillosas con una cabeza de

Ursus spelams y otros huesos, todo trasportado por las aguas.

4.° Desprendimiento de una parte de la bóveda jun­to a la boca de entrada.

5.° Segunda época , principal de la habitación del hombre, correspondiente y contemporánea de la fauna del Reno.

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206 6.° Segundo hundimiento de la bóveda, en casi toda

la extensión de la caverna. 7. 0 Tercera habitación del hombre, contemporáneo

aún del Reno. Esta tercera invasión de la caverna por el hombre,

se funda en el hallazgo de algunos huesos de caballo y pedernales tallados, encima del segundo depósito de cantos desprendidos, y debajo de la arcilla risclera.

L a circunstancia de no llevar patina los instrumen­tos de silex de este horizonte, contrasta de tal modo con la gruesa capa de la misma que se observa en los ins­trumentos de la época anterior, que junto con el reducido número de huesos de caballo allí encontrados, hacen suponer, según Dupont, con bastante fundamento: i.° que un largo espacio de tiempo media entre las dos ha­bitaciones del h o m b r e , y 2. 0 que la última estancia fué de corta duración.

8 . ° Trasporte y depósito de arcilla amarillenta con cantos angulosos y tierra de alfareros.

También visitamos el llamado Troude Magrite, en cuya cavidad se repiten con algunas variantes los acci­dentes de la anterior, razón por la cual no nos detene­mos á describirlos en detalle. Encontramos aún algunos huesos fósiles y varios instrumentos de pedernal.

Otro tanto puede decirse del Trou de Keiserlig, en donde todavía recogimos alguna cerámica tosca , un diente de j a b a l í , y un silex tallado. E s , sin embargo, aquel punto interesante por el desarrollo que adquiere en el camino mismo, que ofrece un buen corte, la arcilla amarillenta risclera, ó de cantos angulosos, deque tan­tas veces hemos hablado.

Terminado con esto el estudio de las cavernas de los

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207 indicados valles que nos proponíamos visitar, nos tras­ladamos al pequeño pueblo de Goyet , con el objeto de visitar otra de las cavidades que han adquirido más fama entre las belgas.

Conócese con el mismo nombre que lleva la aldea, de la cual dista sobre dos kilómetros, hallándose situada á unos diez y seis ó diez y ocho metros de un pequeño riachuelo que por allí corre. La entrada de la caverna no es muy grande, sigue un largo corredor, el cual co­munica con las galerías, cuya profundidad alcanza cer­ca de 400 metros. Los materiales allí existentes guardan el siguiente orden. De abajo á arriba, enlomas profundo de la caverna, se observa ocupandouna grieta de bastan­te fondo, una arcilla gris amarillenta, en la cual se en­contraron varios restos del Ursus spelceus, entre ellos una cabeza y el esqueleto casi entero. Juntamente con esto, aparecieron huesos de otros animales, comidos por las fieras; lo cual agregado á la circunstancia de no ha­ber encontrado vestigios del hombre ni de su industria, hacen sospechar si aquello sería una guarida de fieras. Sobre este primer depósito se observa otro arcilloso, que corresponde al Mammut y Ursus spelceus, cuyos restos aparecen allí asociados á algunos vestigios de la industria del hombre. Sigue luegouna gruesa capa de es­talagmita, que aisla la formación anterior; sobrepuesta á ella aparece el horizonte del Reno, caracterizado aquí como en las demás grutas belgas, por la arcilla amari­llenta con risclas, que allí son calizas, pertenecientes al terreno carbonífero. Otra nueva y recia capa de esta­lagmita cubre á su vez este depósito, sobre la cual se puede ver una formación arcillosa negruzca, en la que se han hallado restos del hombre asociados á especies domésticas de mamíferos.

E l interés de esta caverna, según se desprende de la

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20S rápida é imperfecta reseña que acabamos de trazar, con­siste principalmente en la intercalación de las capas de estalagmita, que aislan unos depósitos de otros y consti­tuyen una especie de cronómetro, á favor del cual puede aproximadamente medirse el considerable espacio de tiempo transcurrido desde que servia de guarida á ani­males feroces, hasta que dejó de habitarla el hombre. También contribuyen esas especies de losas funerarias á marcar los límites que separan una edad de otra, y á impedir que se mezclen y confundan los documentos de la primitiva historia humana.

La justa celebridad que ha adquirido esta caverna, estriba en el número considerable de restos de animales fósiles de dos edades distintas, á saber: la del Mammut y Oso de las cavernas, que con la Hiena espekua y Rhinoce-r o s , aquí como en otros puntos, aparecen contemporá­neos; y la del Reno con la mayor parte de los mamíferos que caracterizan este período , muchos de cuyos restos servían al hombre de alimentación. Si á esto se agrega el hallazgo de muchos instrumentos de pedernal, en for­ma de cuchillos unos, y del tipo Moustier otros; un co­llar armado de doscientas conchas, y muchos objetos en hueso, particularmente los llamados bastones demando, semejantes á los descritos por el Sr . Lartet, procedentes del Perigord, todos ellos en hueso de Reno, agujereados y con varios dibujos , se verá que no se exagera al cele­brar la importancia de esta caverna.

Tal es la imperfecta y desaliñada reseña, que nos pro-poniamos trazar de nuestra visita al terreno cuaternario belga y francés, y á las principales cavernas del primero de dichos países, motivada por el notorio interés que ofrecen en sus relaciones con la historia primitiva del hombre. Pero antes de despedirnos de Bélgica, quisimos

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209 hacer una visita al Museo arqueológico de Namur, don­de esperábamos encontrar el complemento de las bellas colecciones que ya habíamos examinado en el Gabinete de Bruselas. Y ciertamente no fueron defraudadas nues­tras esperanzas, pues en un magnífico salón y en elegan­tes armarios dispuestos, vimos un número considerable de interesantísimos objetos correspondientes á la prime­ra y segunda edad de piedra, figurando entre los últimos magníficas hachas de diorita verde de Hastedon y Vos-laine, algunas gastadas por el uso y reconstruidas; otras de cuarcita pulimentada, procedente de Marche les Da-mes; notables martillos en diorita, de Havesin ; flechas encontradas no lejos de Namur , y en Ciney. Siguen á estos instrumentos muchos otros pertenecientes á la edad del bronce, como hachas de Wascheme, Eprave y otros puntos; puñales de Ciney y Mohivil la; una maza procedente de S . Gervasio; cinco collares en bronce de Dave-Han-sur-Lesse; un facsímile del Dolmen de la pie-dr a del diablo , y muchas otras piezas notables de dicha edad. Sigue la del hierro, representada por multitud de objetos encontrados en el cementerio galo-romano de Flavion , entre los cuales figura una preciosa colección de cerámica, armas y utensilios. También se observan objetos en ámbar, cristal y oro de tiempos más modernos, procedentes del cementerio de S a m s o n , y muchos re­presentantes de tiempos ya históricos , y de la edad me­dia , que por su índole especial se excluyen de este im­perfecto relato.

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XV.

S. Germán y Montpel ler.

ealizado ya el propósito que nos habia llevado á Bélgica, nos trasladamos á París , donde confirmamos las observaciones que acerca del terreno cuaternario del Sena van más arriba apuntadas, y después de una rápi­da excursión á las magníficas galerías del Museo de San Germán, donde entre otras cosas nuevamente adquiri­das , vimos la colección de instrumentos toscos de pe­dernal, regalada por el abate Bourgeois, y en las que funda la opinión del hombre terciario; el modelo del fa­moso cráneo de Olmo ( T o s c a n a ) , regalado por el profe­sor Cocchi; un martillo de la mina Milagro (Asturias), enteramente igual á los de Cerro Muriano; otro de Kar-nell (Canadá) , de idéntica forma, y muchos otros ob­jetos cuya relación sería sobrado prolija, emprendimos nuestro regreso á la amada patria, no sin detenernos an­tes algo en Montpellier, atraidos por la fama de su Mu­seo y por la amistad de nuestro compañero de Congre-

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so , el simpático joven Cazalis de Fondouce. Consérvan-se en las colecciones de aquel establecimiento muchos objetos procedentes de la caverna de Lunel-viel , des­critos por el Sr . Marcel de Serres. Vimos allí entre otras piezas notables, bastantes restos de Hiena spelcea, de Sus y Bos, roidos los huesos de estos últimos en las ex­tremidades por los animales feroces, como se observa en los de las turberas. Con estos huesos se conservan también gran número de coprolitos de Hiena , ó sean excrementos petrificados, procedentes de la misma loca­lidad.

La caverna de la Mialet ha suministrado dos magní­ficos cráneos de Ursus spelceus, y restos en abundan­cia de otros mamíferos. También tuvimos ocasión de ver la famosa brecha huesosa de Pedemar, cerca de San Hipólito (departamento de Gard; , con huesos de Rinoce­ronte y muchos otros restos de las cavernas de Aldene, cerca de Ceseras, de Mansión, no lejos de Montpeller, y dePontil , en los alrededores de S. Pons, de la que se con­servan muchos huesos roidos en las extremidades como los anteriormente citados.

La exploración de este último antro terrestre dio por resultado el hallazgo de las dos edades de piedra, y la de bronce. Con efecto, en la parte superior apare­cieron restos de grandes mamíferos extinguidos, tales como Elcphas primigenias, Ursus spelwus, Rinoce-ros, Bos primigenius, etc. Encima de este primer ho­rizonte apareció otro con restos humanos, carbón,' ins­trumentos de pedernal, otros en hueso y asta de cier­vo , junto con huesos de caballo , de Bos unís, etc . , y en la parte superior hachas pulimentadas, utensilios en hueso , y otros análogos á los de los palafitos suizos, y hasta algunos de la ed.ad de bronce.

Terminada la visita al Museo, tuvimos el gusto de veri-

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ficar una excursión, con el mismo Sr . Cazalis de Fondou-ce, á los alrededores de la ciudad , con el objeto de estu­diar la disposición de aquellos terrenos terciarios que tan­to nos interesaba conocer por la analogía que tienen con la estructura de varias localidades de la Península.

Dirigímonos primero al punto llamado el Martinet de Foncande , y luego á Canelles.

Obsérvase en el primer punto el terreno terciario in­ferior ó eoceno, representado por pequeñas colinas que terminan en el establecimiento termal y granja de Mon-sieur Rouchet.

E l corte de dicho terreno empieza allí por unas ar­cillas azuladas, en las que se encuentran el Cerithium Serrieri, el C. plicatum, la Ostrea undata y otras es­pecies características de dicho horizonte. Por la parte superior é inmediatamente encima de las arcillas, apa­recen unas rocas calizas sumamente duras y consisten­tes , en las que encontramos varios ejemplares del Pla-norbis rotundatum y otros fósiles que las califican de formación lacustre.

Todos estos materiales aparecen bastante inclinados al Sur , descansando en estratificación discordante sobre el terreno cretáceo superior , el cual á su vez cubre al jurásico que en capas calizas asoma hacia el fondo del valle.

Dirigiéndonos luego desde dicho punto á la ciudad, en el camino mismo que conduce á Canelles, aparece el horizonte de la Anomia sinistrosa, Balanus y otros fósiles, en bancos de roca arenosa que corresponden al terreno mioceno. Por último, cubriendo el horizonte anterior, que según se ve es esencialmente marino, se presenta la caliza blanca, algo margosa, no muy con­sistente, que se emplea en la ciudad para la construc­ción, también marina.

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213 De manera que en esta rápida correría pudimos exa- „

minar sucesivamente todos los horizontes que forman la base de la estructura geológica de los alrededores de aquella ciudad, los que reunidos en un solo corte, dan el resultado siguiente. De abajo á arriba, el jurásico que aparece en el fondo de los barrancos; cubriendo al an­terior en estratificación discordante, se ve el cretáceo del piso llamado garrumiense por el Sr . Leymerie, y en­cima de ambos se presenta el terciario, representado por una formación marina, y por otra lacustre, consti­tuyendo entre las dos el piso eoceno. Inmediatamente después, viene el mioceno, que según los restos orgáni­cos que encierra es marina , coronando por la parte su­perior la caliza de igual naturaleza que eldepósito ante­rior, aunque perteneciente al plioceno.

De todo lo que allí vimos y estudiamos se recogieron abundantes materiales , que figuran en el catálogo adjun­to, y que podrán servir de provechosa enseñanza y de ilustración de una de las localidades más importantes de Francia , por lo menos bajo el punto de vista de la suce­sión en un corto espacio de terreno, de los mencionados horizontes geológicos.

Satisfechos ya nuestros deseos, girada una visita á aquella lamosa Escuela de Medicina, y al Jardín Botánico donde enseñó por primera vez esta ciencia el gran Decan-dolle, y sin olvidar el establecimiento de neumoterapia fundado por el Sr . Tabar ié , el primero que se conoció en Europa , despedímonos Gordialmente de los Sres. Ca-zalis, Fonsagrives, y J . Ollier de Marichard, infatigable explorador de las cavernas de la Ardeche, y dimos "la vuelta á España regresando á Madrid sin ningún con­tratiempo.

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APÉNDICE.

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SANTIAGO BOUCHER DE PERTHES.

_íL?g o será mal visto que en un libro consagrado al es­tudio de las cuestiones que se relacionan con el hombre primitivo, consignemos algunos datos biográficos acer­ca de varios de los sabios que más se han distinguido en este linaje de investigaciones.

Ocupa entre ellos el primer lugar Santiago Boucher de Perthes, que nació en Rethel , ciudad de Francia, del departamento de las Ardenas, el 10 de Setiembre de 1788. Hijo de padres acomodados y de noble linaje, recibió una esmerada educación, distinguiéndose desde joven el futuro arqueólogo, por su afición á los estudios científicos y de bella literatura.

Las aficiones prehistóricas de Boucher de Perthes datan desde su primera juventud. Verdad es que here­daba, hasta cierto punto, de su padre el deseo de son-

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dear los arcanos del remoto pasado, pues ya en 1798 ó 99 vemos que este, en unión con varios hombres de ciencia, se persona en una cantera de su propiedad, que radica en el sitio llamado Manchecour, no lejos de Abbeville, con el propósito de examinar ciertos restos fósiles de animales extinguidos, en ella descubiertos; y que posteriormente, en unión con M. Baillon, señalaba la presencia, en el propio lugar, del esqueleto de un ri­noceronte asociado a huesos de elefantes y de otros ani­males, por aquel entonces desconocidos.

Pero ya fuera por propia inspiración, ya obrase bajo el influjo de las circunstancias en que vivia, lo cierto es que aún no contaba Boucher de Perthes diez y ocho años, cuando ya le hallamos soñando con la existencia del hombre fósil, tan inútilmente buscado por los sa­bios. Residia en Marsella en i 8 o 5 , según cuenta él mismo, en casa de M. Brak, cuñado de Cuvier y amigo de su padre, y como se le proporcionase el visitar una caverna, conocida con el nombre de Rolland, su pri­mera diligencia fué buscar fósiles, de los cuales habia oido hablar mucho al célebre naturalista antes nombra­do. Halló, en efecto, algunos, sin acertar por el mo­mento á darse cuenta de su verdadera importancia, si bien creyó que aquellas antigüedades debian ser de alto valor para el que se propusiera estudiar el progreso de la vida sobre el globo.

Cinco años más tarde, en 1810 , llevado á Italia por las vicisitudes de la vida, descúbresele explorando una caverna situada en las inmediaciones de Palo , pequeña población que el viajero encuentra sobre la derecha del camino en su viaje desde Civita-Vecchia á la Ciudad Eterna.

Pasan algunos años , durante los cuales se arraigan en Boucher de Perthes las aficiones arqueológicas. Tras-

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219 ládase á Abbeville y allí rija su residencia, y por todas partes le persigue como un fantasma, aquel esqueleto humano, reducido á materia inorgánica, que se afana en descubrir. Un acontecimiento inesperado viene á convertir sus sospechas en convicción inquebrantable. Boucher de Perthes es el que habla :

« Sentado, dice, una tarde de estío en la extremidad del barrio de Saint Gilíes, miraba atentamente hacia una cantera de arena, que se extendía sobre la derecha del camino real , cuando me asaltó la idea de que en aquellos bancos, correspondientes al terreno terciario, podían encontrarse silex trabajados por la mano del hombre.»

Esto ocurría en 1826. Desde esta fecha, el inspirado anticuario se dedicó á examinar cuantas piedras silíceas desenterraban las explotaciones de materiales de cons­trucción emprendidas en la circunferencia de Abbeville, ó los desmontes verificados con cualquier motivo, no logrando descubrir ningún silex donde ostensiblemente pudieran hallarse señales del trabajo humano.

Firme en su propósito, continuó explorando, reco­nociendo y examinando cuanto pensaba que podía lle­varle al resultado apetecido, hasta que, en ocasión de hallarse estudiando el banco nombrado del Hospital, situado no lejos de su morada, creyó reconocer en un silex de unos doce centímetros de longitud, los caracte­res que tanto deseaba descubrir. Sometió la antigualla á la inspección de acreditados arqueólogos, pero nin­guno quiso ver en la piedra otra cosa más que un gui­jarro descantillado , que no ofrecía otro accidente que no fuera el golpe de la herramienta del trabajador que lo habia extraído de la cantera. En vano Boucher de Perthes intentó probar que la fractura que el silex pre­sentaba era antigua, y el terreno donde aquel yacía , vír-

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gen; pues aun cuando no se negaba el hecho en s í , ne­gábase que aquello fuera producto de la industria de un semejante nuestro. Lejos estaba Boucher de Perthes de desanimarse por los obstáculos que le salían al encuen­tro. Con la arraigada creencia de que la Geología habia de revelarle la existencia de lo que buscaba , parecíale imposible no encontrar, ya que no el mismo fósil del hombre , por lo menos el resultado de su actividad, en una palabra, sus obras.

No trascurrieron muchos dias sin que recogiese un segundo silex análogo al primero. Grande fué el placer que hubo de experimentar, extrayéndole del banco en que se hallaba incrustado, creyendo confiadamente que aquella nueva prueba haria salir á los críticos de la re­serva y del indiferentismo en que parecían haberse en­cerrado ; mas fué grande su sorpresa, al notar que aquellos persistían en hacer alarde de una incredulidad desesperante , por lo fria y sistemática. Nuevos ejempla­res de silex, trabajados por el hombre , fueron agrega­dos á los ya recogidos; pasáronlos años, y Boucher de Perthes sintió crecer y arraigarse en su inteligencia la teoría que sustentaba , hasta que un dia fueron tan evi­dentes los testimonios que de la exactitud de aquella habia recogido, que ya no se dijo que las piedras no sig­nificaban lo que se pretendía, sino que aquello no podia s e r , ó que era falso. Boucher de Per thes , aleccionado por tan insidiosa conducta, recurrió á proveerse de do­cumentos escritos, que en los casos necesarios justifica­ran la procedencia de las objetos que constituían sus ra­zones ; pero antiguo y hondamente arraigado el error, no era fácil que tan pronto cediera el campo á la verdad.

En 1833 concibió el proyecto de publicar un libro, que llevaría por título La Industria primitiva , consa-

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grándose desde entonces á reunir y organizar los mate­riales que debían servir de base á su redacción. Dueño de una desahogada fortuna, le era fácil hacer los gastos que su empeño reclamaba.

A partir desde 183 5 , no se verificó en el distrito de Abbeville movimiento de tierra, por insignificante que fuese, del que Boucher de Perthes no tuviera noticia, disponiendo, siempre que lo creyó oportuno , los reco­nocimientos necesarios para encontrar los objetos que buscaba ó adquirir la certidumbre de que no existían.

En 1837, condensó sus ideas en un cuerpo de doctri­na , escribiendo su obra de la Creación, ó sea Ensayo sobre el origen y progresión de los seres, donde contra lo dicho por Cuvier y otras eminencias, afirmaba la existencia del hombre antidiluviano, añadiendo que, tar­de ó temprano, sus restos fósiles hablan de aparecer.

Publicó en 1846 otra obra, con el título de La Indus­tria primitiva, que no produjo gran sensación en el pú­blico, y creyendo el autor que en ello debia de influir el título, lo cambió, adoptando definitivamente en 1847, el de Antigüedades celtas y antediluviales : la obra con­tinuó sin circular por efecto de las circunstancias polí­ticas en que la Francia se hallaba colocada, así como por el deseo de rectificar algunos dibujos; de suerte que el libro , tal como se conoce, no se puso en venta hasta principios de 1849.

Comprende este primer tomo los descubrimientos y exploraciones del autor, de i83y á 1846, y abarca 626 paginasen 4.°, con veintidós capítulos, á los que si­gue un apéndice destinado á las notas y á la corres­pondencia. 80 láminas, con 1.600 figuras , ilustran el texto.

De 1847 á 1857 en que apareció el segundo volumen délas Antigüedades, grandes fueron las batallas que

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hubo de dar Boucher de Perthes para sacar á salvo su doctrina.

Tenaces como eran sus antagonistas, él no desma­yaba en su empresa. Hay hombres de naturaleza titáni­c a , que parecen hechos de una materia distinta de la que forma los cuerpos de los demás mortales. Esos hombres entablan un duelo á muerte con su siglo, con cuanto les rodea; ciencia , sociedad, preocupaciones, y á pesar de que todo conspira para ahogarlos , nue­vos Prometeos, pelean impávidos , protestando con­tra la fuerza que los encadena á la roca de la injusticia, y creyendo siempre en el triunfo de sus nobles y gene­rosos propósitos.

No estaba satisfecho Boucher de Perthes con las pruebas que de su teoría habia recogido en los campos de la Picardía, y de aquí el proponerse extender el círculo de sus tareas, para lo cual resolvió recorrer dis­tintas comarcas del globo. Procuróse objetos prehistó­ricos procedentes de ambos hemisferios, y además, entre 1834 y 1856 visitó la Dinamarca , la Suecia y la Noruega, la Li tuania , Rusia, Polonia, Italia, Sicilia, Grecia, Turquía , las orillas del Mar Negro , las comar­cas ribereñas del Danubio, hizo una excursión al Asia, otra al Norte de África, completando sus viajes con los de España é Inglaterra.

E l 23 de Mayo de 1863 , el obrero Nicolás Halatre, que trabajaba en la cantera de arena de Moulin Quignon, presentó á Boucher de Perthes una masa que contenia dos hachas en silex , halladas á 5,5o metros de profun­didad. Más abajo decia existir, en el mismo horizonte, un objeto que creia ser una concha, pero habiéndose trasladado al sitio Boucher de Perthes , averiguó era un diente humano. Continuóse la exploración, y el 2 8 , el obrero Vasseur descubrió otro diente, y cerca de él,

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223 casi tocando con un horizonte de creta, halló el mismo Boucher de Perthes, en unión con M. Oswald Dimpré, la célebre mandíbula humana, quehabiade ser ocasión de tan vivas discusiones entre los hombres de ciencia, y la cual se ofreció asociada á varias hachas de silex.

La noticia del descubrimiento atrajo á Abbeville multitud de curiosos de uno y otro lado del Canal de la Mancha. Comenzóse por recibir el hecho con descon­fianza, pero no pudiéndose negar la autenticidad de la mandíbula por los muchos testigos que la certificaban, se dudó de las hachas, diciéndose que los obreros las ha­bían fabricado. Pocos dias después, un sabio inglés es­cribía á Boucher de Perthes : « Creo en vuestro fósil, y os felicito de todo corazón por el descubrimiento; pero no os envanezcáis con que pasará fácilmente á Ingla­terra : la ciencia puede admitir la antigüedad del hom­bre , pero nuestro público no quiere admitirla , y entre nosotros, el público tiene siempre razori, aunque sea contra la ciencia. Preparaos, pues , al combate.»

Con efecto, los periódicos ingleses dieron la señal de a larma, y pronto de todas partes se levantó un clamor general contra la pretendida mandíbula de Mou-lin Quignon.

Habían tomado los debates serias proporciones: ya no se trataba de un punto científico controvertible, sino de una cuestión de decoro nacional , pues la buena fe de los sabios franceses que afirmaron la autenticidad del hueso , se hallaba seriamente comprometida. Vista la gravedad del problema , se acordó sujetarlo al exa­men concienzudo de un jurado internacional, abriéndo­se una especie de información que habia de hacer la luz donde existían tinieblas para muchos.

E l q de Mayo de 1863 se constituyó, en el Museo de Historia Natural de Par ís , una asamblea de hombres

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224 científicos, precediéndose desde luego al examen pro­fundo de los caracteres, en virtud de los cuales los ob­jetos del género de los que promovían las controver­sias, podían ser reconocidos como falsos.

Después de dos largas sesiones en las que se estu­diaron las hachas de Maufort , Manchecourt y Saint Acheul , y de compararlas con las de Moulin Quignon, procedióse al examen de la mandíbula, terminándose la investigación sin que ninguna de las dos partes se proclamaran convencidas.

En este estado, y comprendiendo que era inútil con­tinuar discutiendo sobre la mandíbula, se pensó en es­tudiar el sitio del descubrimiento. Acordóse así , sin que se trasmitiera aviso alguno á Abbeville , conserván­dose secreta la resolución entre las dos fracciones, y el presidente se trasladó á dicho punto, en la madrugada del dia siguiente, á fin de tomar las medidas necesarias para vigilar la cantera de Moulin Quignon , no obstante que ya una persona de toda confianza había ido á si­tuarse en la localidad antes de que pudiese haber llega­do la noticia á parte alguna. M. Milne-Edwards, acom­pañado de los Sres. de Quatrelages y Desnoyers , se personó á hora conveniente en casa de Boucher de Per-thes, con el fin de imponerle de lo que ocurría y de solicitar su concurso. Respondió el anciano al llama­miento, presentándose en la cantera acompañado del Sr . Dimpré, y una vez all í , los trabajos fueron organi­zados inmediatamente, ejerciéndose sobre los operarios una exquisita vigilancia. Comenzóse por levantar los restos que cubrían el frente de la explotación, dejando al descubierto la creta blanca sobre la que reposaba el gran depósito diluvial de Moulin Quignon. Estudióse después la posición de los lugares, á fin de formar juicio en orden á la facilidad con que se hubiera podido prac-

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225 ticar el fraude que se suponía; resultando de todo, que las disposiciones del terreno y el modo de explotación, hacían casi improbable semejante superchería.

Observándose la sección vertical del banco, llamó la atención una particularidad, que era de mucha impor­tancia. Aserrándose la mandíbula, se habia notado en el interior del canal de la arteria dentaria, un poco de arena azulada, que no podia provenir de la capa negra, y este detalle se estimó por algunos como un argumento poderoso contra la autenticidad del hueso, toda vez que en la cantera no existia ningún depósito con aquel carác­ter. Mas en el instante de inaugurarse la exploración, viéronse sobre la capa negra muchos lechos muy del­gados de arena azulada, que á todos pareció idéntica á la que se observó en el interior de la mandíbula. L a capa gris se hallaba á algunos centímetros sobre el nivel en que la mandíbula habia sido recogida, y se concebía fácilmente, que si el hueso, después de haber reposado durante algún tiempo en el agua cargada de esta arena, habia estado expuesto á la acción de algún pequeño re­molino, pudo ser enterrado á mayor profundidad en la arena negruzca subyacente. De este modo, la existencia de la arena azulada se convirtió en un poderoso argu­mento en pro de la autenticidad.

Continuándose la exploración, no tardó mucho en que se descubriese en su yacimiento, á una profundidad de más de cuatro metros , un silex tallado en forma de hacha, y antes de concluir el día descubriéronse varios. Reconocidos como auténticos , y comprobados que va­rios de ellos eran análogos á los presentados con la mandíbula, los que aún dudaban quedaron convenci­dos de su error, alejándose toda idea de fraude , y re­conociendo todos de la manera más franca, que no les parecía que existia razón para poner en duda la autenti-

i5

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226 cidad del descubrimiento hecho por Boucher de Perthes, de una mandíbula humana, en la parte inferior del gran depósito de zahorra, arcilla y guijarros de Mou-lin Quignon.

L a cuestión estaba resuelta; habíase hecho la luz, y la Arqueología prehistórica adquiría desde aquel mo­mento carta de naturaleza en el mundo científico. El héroe de aquella jornada, el que habia promovido aquel nuevo triunfo de la verdad, era el modesto, el diligente y sabio Boucher de Perthes, cuyo nombre pasaría á la posteridad asociado á uno de los descubrimientos que más han de influir en la razón humana.

Cinco años después de este triunfo, bajaba al sepul­cro, satisfecho de haber prestado un inmenso servicio á la humanidad , el anciano Boucher de Perthes , inscri­biéndose su nombre desde aquel momento entre los de aquellas eminencias verdaderamente caras al género humano.

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SIR JUAN LUBBOCK.

j l Nació este distinguido escritor de materias prehistó­ricas en Abril de i83-±, educándose en un colegio de la ciudad de Eíon. A la edad de catorce años comenzó á ayudar á su padre en los negocios de banca, en que se ocupaba , dedicándose también á los estudios científicos, motivando que en i85y se le nombrase miembro de la Sociedad Real de Londres. Fué elegido Presidente de la Sociedad Etnológica en 1863 , y de la Etnomológica en 1866. En Noviembre de 1865 se le designó como miembro del Senado de la Universidad de Londres, v en 1868 Presidente del Congreso prehistórico de Nor-wich.

De opiniones liberales, también ha representado á su país en la Cámara de los Comunes, y los servicios que ha prestado á la ciencia positiva con sus obras, son inmensos.

Afiliado hace tiempo entre los prehistóricos, visitó la Dinamarca con el propósito de adquirir los conoci­mientos que pedían sus aficiones. También estudió los museos de Dublin, Edimburgo, Stockolmo, Lund,

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Flensburgo, Lausana, Basilea, Berna, París y Abbe­ville con el propio fin, emprendiendo la traducción déla obra de Nilson sobre los primeros habitantes de la E s -candinavia.

Tocante á los trabajos emanados de su pluma y de sus talentos, comenzó nuestro autor sus publicaciones con una serie de artículos sueltos, producto de sus via­jes. Discutía en ellos los problemas más graves de la an-tropoarqueología, y viéndolos favorablemente acogidos por la opinion más ilustrada, después de recorrer los museos más célebres de Europa, como hemos di­c h o , y de comunicar con los hombres más profun­dos en la materia, creyó llegada la hora de conden­sar aquellos elementos, escribiendo un libro donde apareciese tratada y expuesta la cuestión prehistórica desde nuevo é interesante punto de vista. Sir Car­los Lyell , fijándose en la Geología , habia probado en este terreno la evidencia del hombre fósil; tiempo era de abordar el problema, no solo con el criterio del anti­cuario, sino con el del etnógrafo. El Hombre prehistórico fué la consecuencia de este deseo. Sir Juan Lubbock, con esta producción, ha despejado muchas dudas, ha fortalecido gérmenes sin energía, ha abierto nuevos ho­rizontes á la ciencia prehistórica, porque no solo reco­gió y estudió los documentos primitivos, que podían sancionar sus cláusulas, sino que hizo más. Dudábase, por ejemplo, de que fuera exacto lo que se decía en or­dena las costumbres, usos y condición de los aborígenes de Europa: pues bien, Sir Juan Lubbock ha probado la realidad de lo antiguo por la evidencia de lo moderno, comparando la manera de ser de los hombres en los hasta hace poco ignorados ciclos de la época cuaterna­ria, con la de los salvajes que actualmente ocupan dis­tintas regiones del globo; y como esta aproximación ha

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22g justificado cuanto se decia, probando que el hotentote ó •el maorí de hoy, es el tipo del autóctono, que en el pe­ríodo diluvial habitaba la caverna ó el bosque, y no co­nocía otros útiles y armas que los de hueso, madera ó piedra; la arqueología prehistórica se ha visto colocada sobre el campo de la demostración más rigurosa, con grande gozo de sus mantenedores.

A su defensa escrita asocia Sir Juan Lubbock la de­fensa oratoria. En los debates que tuvieron lugar en Dundée, en Setiembre de 1868, con motivo de reunirse en su anual asamblea la Asociación Británica para la difusión de los conocimientos, Lubbock usó muchas veces de la palabra hablando del hombre fósil; y en la sesión del dia 11 leyó un notabilísimo discurso hacién­dose cargo de las opiniones del Dr. Whately y de sus secuaces , quienes afirman que el hombre en su primiti­vo estado gozaba de un alto grado de cultura moral, ha­biendo descendido á la degradación del salvaje, á causa de la transgresión de las leyes de su naturaleza. Si es po­sible, añaden los que así discurren, que el hombre fuera más ignorante que actualmente en cuanto á las ciencias y artes, poseía, no obstante, cualidades mentales no in­feriores á las nuestras, estimándose, por consecuencia, á los salvajes, como descendientes degenerados desús mayores. Lubbock, por el contrario, opina que el racio­nal comenzó por ser un verdadero ignorante, y que la historia no ha sido más que un constante progreso hacia la civilización, aunque en determinados períodos las ra­zas han permanecido estacionarias, si no retrocedieron en la via de sus adelantamientos. Mas no basta exponer esta idea, preciso era justificar su exactitud, lo cual hizo Lubbock apoyándose unas veces en la misma historia y en la arqueología, otras recurriendo á las ciencias natu­rales. Afirmaba el Dr. Whately que los hombres desde un

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principio fueron pastores y agricultores; Sir Juan L u b -bock estudia la actual situación de muchas tribus sal­vajes, y no halla rastros de lo uno ni de lo otro; pero fal­taba examinar la misma cuestión durante la época pre­histórica. Concrétase, pues, á la launa y á la flora fósil, y en los parajes especialmente habitados por los salva-ges, no descubre ni huesos de animales domésticos , ni tampoco plantas que denuncien el cultivo artificial de la mano humana. Tampoco se han hallado nunca instru­mentos de metal en el suelo que habitan hoy tribus bár­baras aún extrañas al conocimiento ele la metalurgia; y como si estos argumentos no fueran bastante, recuerda Lubbock que en las sepulturas antiguas de la Australia, Nueva Zelandia y de las Islas de la Polinesia, no han aparecido restos de cerámica, los cuales son frecuentes en los enterramientos explorados en aquellos países don­de la civilización se ha extendido hasta cubrir el suelo-con sus monumentos.

En resumen; la brillante peroración del erudito n a ­turalista ha sido motivo de nuevos triunfos para la an-tropoarqueología, mereciendo el orador que el honora­ble Sir Roderic.k Murchison, uno de los hombres más eminentes y sabios de la Gran Bre taña , al terminar aquél su discurso, lo proclamase, inspirándose en el voto general, como el jefe y el organizador de la escuela prehistórica de Inglaterra.

Los trabajos de Lubbock, apreciados dentro y fuera de su patria, sirven de apoyo á otros escritores no menos acreditados; Sir Carlos Lyel l , en el excelente libro titu­lado La antigüedad del Hombre probada por la Geolo­gía, cita más de una vez los escritos de Lubbock , en la -Natural History Repieip. Corren en el continente sus obras de mano en mano con el crédito merecido, y la que primero hemos analizado, ha sido traducida al fran-

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23 l c é s p o r M . Eduardo Barbier. La traducción de Nilsson acaba de ser vertida ai mismo idioma por encargo del inteligente editor de París Mr . Reinwald. En España son perfectamente desconocidas estas producciones. Por esta razón, creemos un deber de patriotismo darlas á conocer, siquiera sea de un modo incompleto y de­fectuoso, á fin de poner de manifiesto la conveniencia de que sean traducidas á la hermosa lengua de Cervan­tes. Puede que nuestra excitación dé los resultados que apetecemos; pero de todos modos, no se dirá ya que no hubo entre nosotros quien haciendo justicia á los mé­ritos de Sir Juan Lubbock, dejara de reconocer los grandes servicios que viene prestando á la verdadera causa del humano progreso y cié la más trascendental de todas las ciencias.

La última obra, titulada el Origen de la Civilización, justifica cuanto hemos dicho, y es un claro testimonio del ahinco é inteligencia con que nuestro amigo sostiene la doctrina prehistórica.

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CARLOS VOGT.

~^|¿uién, por poco al corriente que se halle de los achaques prehistóricos , no habrá oido hablar de Carlos Vogt, del eminente naturalista cuyos profundos estu­dios anatómicos y cuyas atrevidas doctrinas embrioló­gicas han promovido tantas controversias? ¿ Quién no tendrá noticia del ahinco, entusiasmo y hasta vehe­mencia con que defiende al hombre fósil?

No nos proponemos trazar su biografía, empeño que no cabria en reducidas páginas, sino apuntar algunos hechos que á ella se refieran.

Nació Vogt en Giessen, en 5 de Julio de 18 17 , sien­do hijo de un honrado profesor de medicina y de la se­ñora Tollerins , hermana de los hermanos Tollen, bien conocidos como poetas nacionales.

Comenzó Vogt á estudiar medicina en 1833, entran­do luego en el laboratorio de Liebig , donde trabajó en unión de reputados químicos. E n 1835 vióse obligado á emigrar por sus opiniones políticas , grandemente ra­dicales , trasladándose á R o m a , donde se entregó al es­tudio de la anatomía y de la fisiología.

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Recibióse de doctor en Medicina en 1839 , y marchó áNeufchatel á trabajar con los insignes Desor y Agassiz, explorando con ellos los glaciares alpestres, especial­mente el memorable del Aar.

Escribió por aquel entonces notables trabajos sobre los peces, y en 1844 pasó á Par í s , donde fundó la so­ciedad Médica alemana, estrechando las relaciones con Milne-Edwards, Gaiatrefages, Gervais, Broca y otros sabios.

Recorrió en 1846 la Italia , y en 1847 fué nombrado profesor de Zoología de Giessen.

Elegido en 1848 diputado del Parlamento alemán y Comandante de la Guardia nacional, trasladóse á Stutt-gardt , siendo uno de los miembros de la regencia allí establecida , permaneciendo en su puesto hasta la diso­lución del Parlamento en Junio de 1849.

Fijóse en Suiza, y en i 8 5 2 fué nombrado para la cá­tedra de Geología de la universidad de Ginebra, que continua ocupando. Los suizos le han elegido para dife­rentes puestos políticos, pero Vogt ha renunciado á todos, dedicándose por completo á la ciencia.

Sus labores en este orden de hechos son inmensas. Aparte de los libros que ha publicado, Vogt pronuncia conferencias durante los veranos , en varias ciudades, eligiendo para su propaganda , ya las de Suiza, ya las de Bélgica ó Alemania.

Realizó en 1861 un gran viaje en los mares del Nor­te , recorriendo toda la Noruega y la Islandia; ha sido uno de los mantenedores más decididos de la doctrina prehistórica, y siempre figuró en los congresos consa­grados á dilatarla y purificarla.

No hay cuestión de antropología en que Vogt no haya tomado parte, y las prensas de la Helvecia y de Alemania han lanzado al mundo por millares las copias

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de los folletos que ha escrito para popularizar los prin­cipios de la escuela que sostiene.

También colabora en varios periódicos diarios y re­vistas científicas, proponiéndose constantemente en sus escritos llevar á las inteligencias del lado de las ciencias positivas para apartarlas de la metafísica.

Sus Lecciones sobre el Hombre constituyen una obra clásica en esta clase de estudios, y sus manuales de Geología, Paleontología y Zoología, muestran la profundidad de sus conocimientos.

Campeón de una bandera que rompe abiertamente con todas las tradiciones, Vogt ha sido combatido por extremo, mas nadie le negará un talento de primer orden y una vocación científica puesta á prueba de toda clase de contratiempos.

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WORSAE.

^ j a c i ó Juan Santiago Asmussen Worsae , presidente, como sabe el lector, del Congreso internacional prehis­tórico , cuyas sesiones hemos descrito en los primeros capítulos de este libro , en Veile , pequeña población de Jutlandia, en 14 de Marzo de 1821 .

Dedicáronle sus padres á la carrera eclesiástica , y con tal propósito comenzó sus estudios en el colegio de Hersen, terminándolos con aprovechamiento en la Es­cuela cívica de Copenhague por los años de 1836 á i838 .

No habia cumplido sus once años, cuando resolvió seguir distinta carrera que aquella para que le educa­ban. Disgustábale la Teología y el Derecho, mostrando, por el contrario, gran afición á los estudios históricos, que comenzó á cultivar con ahinco. Pensaba el joven estudiante que por este camino podia ser más útil á su patria, y con un celo que no amenguarían los años, ha­blaba de los antepasados del pueblo danés, recreándose

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236 en ensalzar las hazañas de aquellos fieros normandos, que partiendo de los fyordos de la Fionía y de la Jut-landia, hacian sentir su influencia terrible hasta en las orillas del Betis y el Carona.

Ocupóse Worsae de 1838 á 1842 , en estudiar dete­nidamente las antigüedades del Museo Real, organizado y dirigido por el célebre T h o m s e n , y casi al mismo tiempo emprendió una serie de expediciones científico-arqueológicas en Dinamarca , Suecia y Noruega , re­cogiendo en ellas abundantes materiales, útiles en el estudio de la ciencia. Comprendiendo cuánto se ade­lanta con las comparaciones, visitó la Alemania en 1843 y de regreso á Copenhague en 1846, dio á luz un libro notable sobre las antigüedades de aquella región. Partió el mismo año para E s c o c i a , recor­riendo el Reino Unido, buscando los vestigios que de su dominación ó paso dejaron los hombres del Norte (northmans)

No podian quedar sin recompensa sus servicios: Fué Worsae nombrado inspector y conservador de antigüe­dades , y luego en i85q profesor numerario del Museo arqueológico.

Sentía por este tiempo nuestro anticuario la necesi­dad de conocer los monumentos de la civilización latina. Abandonó con tal propósito su patria, trasladándose á Roma y Ñapóles, donde se detuvo el tiempo necesario para satisfacer sus deseos, permaneciendo también es Francia con la mira de estudiar las antigüedades céltica-y galaicas.

Datan sus más notables escritos de 1843 , publican dose en distintas Revistas científicas. En 1854 dio á luz sus Antigüedades del Norte , ilustrándolas con la des­cripción de los objetos más notables entre los infinitos que guarda el Museo de los Príncipes. Desarrollando la

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teoría de Thomsen sobre los tiempos prehistóricos, di­rigida á clasificarlos en edades de piedra y de los meta­les ; Worsae adujo nuevas y poderosas razones para jus­tificarla , consiguiendo el asentimiento de cuantos en el Norte se dedicaban a estas pesquisas.

Crecía por tal camino la reputación de Worsae; tra­ducíanse sus escritos al alemán y al inglés , y su activi­dad , celo y competencia eran parte para que se le colo­cara al frente de todos los museos y monumentos nacio­nales de Dinamarca. Nombrósele á la vez consejero de la corona, porque entre los daneses los hombres de ciencia ocupan los primeros puestos y el talento es la más alta aristocracia; poniéndose también en sus ma­nos las llaves del castillo de Rosemborg, distinción se­ñaladísima, pues era el primer hombre civil á quien se encomendaba la custodia de aquella artística fortaleza, donde tantos tesoros se guardan para el historiador y el anticuario.

Como definitiva recompensa fué'elegido Worsae pre­sidente de la Sociedad Real de Anticuarios del Norte, corporación que goza de alto renombre en ambos mun­dos por sus singulares trabajos sobre las relaciones que en lo antiguo pudieron unirá ambos continentes y la pri­mitiva literatura escandinava.

El presidir Worsae las sesiones de nuestro Congreso contribuyó grandemente al éxito de las tareas empren­didas por sus miembros. Goza el ilustre prehistórico grandes simpatías entre sus conciudadanos, y el deseo de complacerle y secundarle entró por mucho en la acogida que hubo de dispensarse á cuantos figurábamos en los escaños de aquella Asamblea.

Nutrido con una vasta erudición, Worsae es uno de los adalides más ilustres y decididos de la ciencia pre-

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2 38 histórica , á la que ha prestado y presta señaladísimos servicios.

Simpático, de carácter suave y tolerante, conquís­tase el ajeno afecto; y los que esto escriben no pueden menos de recordar con gusto las deferencias de que le son deudores y el delicado interés con que siempre pro­

curó facilitar la realización de sus propósitos. E l retrato que acompaña á esta biografía se publicó

hace poco en la notable Ilustración Española y Ameri­cana, cuyo propietario, Sr . D . Abelardo de Carlos, nos lo ha cedido con una galantería que le honra, y por lo cual no podemos menos de expresarle nuestra más pro­funda gratitud.

Nuestro gusto hubiera sido ilustrar las restantes biografías con los retratos de tan respetables autorida­des científicas; pero renunciamos á esta idea por razo­nes económicas fáciles de comprender.

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CATÁLOGO

DE LA COLECCIÓN DE EJEMPLARES GEOI.ÓGICO-PALEONTCLÓGICO-

ARQUEOLÓGICOS , PROCEDENTES DE NUESTRO VIAJE QUE EXIS­

TEN DEPOSITADOS EN EL MUSEO DE HISTORIA NATURAL.

Dos partes principales contiene este catálogo. Refiérese la primera á la colección de objetos de

Geología y Paleontología, que recogimos en los distintos distritos del Norte que visitamos. También comprende los que debimos á la liberalidad de nuestros amigos.

Cúmplenos llamar la atención de las personas inte­ligentes y amantes de este linaje de estudios, acerca de la colección de rocas procedentes de Suecia , donde es­tán estas representadas por buen número de hermosos ejemplares, figurando algunos de señalado mérito.

Los materiales procedentes de Faxoe y Stevensklint, recogidos en su totalidad por nosotros, pueden facilitar por extremoel estudio de las cuestiones varias que han suscitado aquellos célebres horizontes.

Merece también mención especial la sección relati­va á objetos paleontológicos. Los fósiles que en ella fi-

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240 guran no se hallan en las colecciones nacionales, repre­sentando por consiguiente especial interés bajo el punto de vista de la enseñanza.

Tocante á la arqueología prehistórica, á que se refie­re la segunda parte del catálogo, poco hemos de decir: basta la inspección de los artículos para que se alcance su importancia. Hemos tenido la fortuna de recoger y organizar una serie sistemática de útiles de piedra, don­de se desarrolla la historia entera de esta industria. Des­de el informe núcleo de silex, acusando las primeras ten­tativas de laboreo ejecutadas por el hombre , hasta el cuchillo de formas geométricas , determinando un grado de perfección que sorprende y recrea el ánimo; desde la punta de flecha hasta la gubia y el cincel, productos de una cultura más perfecta , hállanse en nuestra co­lección, admirablemente adaptada para el estudio y la enseñanza.

Compréndense en ella ejemplares rarísimos, que á ningún precio se hubieran obtenido, siendo donativo gracioso de eminentes protectores de estas pesquisas, que cediéndonoslos, mostraron su deseo de contribuir al lo­gro de nuestros patrióticos fines.

Hemos escrito patrióticos con toda intención. El fin que nos propusimos en este viaje fué adquirir co­nocimientos que pudieran redundar en beneficio de nuestros conciudadanos. Con esta mira emprendimos las excursiones á que el texto se refiere; con este mismo afán formamos nuestras colecciones; y lo mismo reco­giendo fósiles en Uddevala y F a x o e , que explorando el túmulo de Maribo ó removiendo los quioquenmodingos de Solager y Kattingevaert, siempre tuvimos presente á la juventud española, que Sabrá hacer justicia á nuestros conatos, si es que los materiales reunidos á costa de no pocos dispendios y fatigas, y que ahora vamos á deta-

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C O L E C C I Ó N

DE ROCAS Y FÓSILES PROCEDENTES DE LA ES CANDÍN A VI A,

BÉLGICA Y FRANCIA.

Sienita con feldespato rojo y anfibol negro, del canchal glacial cerca de O e m , Seelandia.

Roca de cuarzo de grano fino brillante, teñida por el hierro, cerca de Oem.

Sienita de feldespato rojo y anfibol verde, en principio de descomposición, id. id.

Roca de cuarzo sonrosado con algo de mica verde, dol­men de Oem.

Cuarcita manchada de rojo , id. Roca de cuarzo blanco y mica negra en canto errático del

dolmen de Oem. Petrosílex en canto errático pulimentado y estriado,

procedente del canchal, cerca del dolmen de Oem. Roca de cuarzo rojo, feldespato y mica verde oscura, de

estructura de gneis, de id. Cantitos de cuarcita teñidos de manganeso en la base

del canchal , de id. Roca cuarcítica, especie de arenisca de grano fino en

baldosas, para rellenar huecos en el dolmen de Oem. Roca de cuarzo, feldespato y anfibol, empleado en el pro­

pio dolmen. 16

l lar , entran en su dominio, mediante la resolución más equitativa que respecto de ellos pueda adoptar el Es­tado.

GEOLOGÍA Y PALEONTOLOGÍA.

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242 Tierra negruzca yacente en la cámara funeraria del

dolmen de Oem. Roca diorítica de grano fino, con alguna pirita de hier­

ro, en canto errático en el canchal de Oem. Roca de cuarzo, feldespato y mica verde ó mejor anfibol,

y talco en fajas ó zonas, Goteburgo. Especie de granito anfibólico con el feldespato rojo, y es­

te con mica y anfibol verde en pequeñas porciones, imitando al granito, de ídem.

Roca de feldespato r o j o , con vetas de anfibol verde y talco imitando al gneis, Goteburgo.

Roca de feldespato rojo y anfibol, idem. ídem id. imitando al gneis, idem. ídem id. con anfibol y feldespato blanco, idem. Cuarcita en canto errático, de la Isla de Laalandia. Roca de cuarzo y mica negra en canto errát ico, Soes

Mark, Laalandia. ídem con mica verde, imitando al gneis , id . , id. Roca de cuarzo sonrosado y mica negra en pequeñas

hojuelas, imitando al gneis, Soes Mark, Laalandia. Especie de roca de gneis con el feldespato rojo en canto

errático, del Cromlech de Soes Mark , en la isla de Laalandia.

Gneis con feldespato granoso, blanco y algo sonrosado y mica negra , de id.

Roca de feldespato rojo pálido, cuarzo y algo de anfibol en canto errático, de id.

ídem id. rojo más intenso, cuarzo y anfibol de estruc­tura granítica, de id.

ídem de estructura aporfidada*, de id. Especie de arenisca algo feldespática, sonrosada en can­

to errático, de idem. ídem id. de id. Dos cantos erráticos, feldespático el u n o , anfibólico el

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243 o t r o , pulimentados y profundamente asurcados, pro­cedentes de Soes Mark , Laalandia.

Granito anfibólico sonrosado, selva de Stonkor. Trapp de los alemanes , especie de basalto algo dolerí-

tico en canto errático, Gyorsly, Laalandia. Diorita con feldespato blanco, de id. Roca de cuarzo sonrosado y alguna venilla de anfibol,

imitando la estructura del gneis en canto errático, Gyorsly.

ídem id. en canto rodado, de id. Arenisca triásica con impresiones de Nilsonia, Hoer

(Suec ia ) . Nodulos arcilloso-calizos del terreno cuaternario de la

Escania. Pórfido feldespático rojo en canto errático, pulimentado

y estriado, Istad. Arenisca micácea de grano fino, pulimentada y estriada

por las nieves , Tejar de Nilson , Istad. Roca feldespática anfibólica en canto errático, asurcado

ó estriado y pulimentado, puerto de Istad. Roca feldespática pulida y estriada , puerto de Istad. ídem feldespática anfibólica , de id. Arenisca silícea muy dura, con notables surcos y puli­

mento, de id. Arenisca verde (especie de glauconia) con gran número

de fósiles, al parecer terciarios, en cantos sueltos, en­contrados en el canchal del puerto de Istad.

Arenisca formando lumaquela, de id. Arcilla arenosa, base de la formación de la turba de Istad. Turba de id. Troncos y fragmentos de diferentes árboles, encontrados

en la turba de Istad. Arenas de la costa del Báltico. Arena con turba de algas, del puerto de Istad.

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244 Conchas del Báltico encontradas en las arenas de Istad. Turba de Oem. ídem de Al tona , Hamburgo. Cráneo de buey, astas y huesos de c iervo, cráneo de

perro , idem de cabra , mandíbulas de jabalí y otras piezas esqueléticas, procedentes de las turberas de Escania (Suecia).

Fragmento de fémur de hipopótamo de Aldene, cerca . de Minerva , departamento del Herault.

Roca de feldespato rojo y anfibol verde, de los montes frente á Kapellebaque, Uddevala.

Especie de sienita de grano muy fino y de aspecto agra­dable por el color sonrosado del feldespato; Udde­vala, frente á Kapellebaque.

Id. id. de grano más basto, de id. Hiperita de id. Especie de sienita con feldespato ro jo , anfibol verde os­

curo , mica y cuarzo, de id. Id. id. con una faja de grano más fino y cubos de pirita

de hierro hepática, de id. Especie de gneis con cristales sonrosados de feldespato

y mica verde oscura, al E . de Uddevala. Granito con una faja de grano basto y otra de elementos

casi imperceptibles, Uddevala. Especie de arenisca de grano fino, pulimentada, de id. Roca de feldespato y cuarzo de grano muy fino , dis­

puestos en hojas , teñido en parte de verde por el ñi­que? afectando la forma romboidea; curiosísima roca , de id.

Especie de pizarra micácea verde con una capa ó laja de feldespato verde también, de id.

Especie de gneis con mica verde, feldespato rojo y cuarzo blanco, con pedazos sueltos y en relieve, del feldespato y cuarzo , de id.

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245 Canto pulimentado de feldespato, con la base de dos Ba-

lanus adheridos á la superficie, Kapellebaque. Roca pulimentada y estriada, de id. Granito con feldespato ro jo , cuarzo gris, mica y anfibol

pulimentado, en id. Cuarcita, de id. Roca de feldespato y anfibol verde, de id. Pórfidos diversos de Elfdalen. Hiperita, id. Id. pulimentada , id. Magnetita de Danemora. Rubelita de id. Gneis y otras rocas , id. Diversas rocas de Gotlandia. Granito y gneis de Stockolmo. Grafito en el gneis, Norberg. Granito anfibólico con cuarzo azul, de Upsal. Pizarra arcillosa de Grytthytched. Id. talcosa, Latorp. Eulysita, Tunaberg. Kataspilita de Langbanshyan. Trapp de los suecos , Stockolmo. Id. de Sala . Hierro oligisto de Langbanshyan. Edelforsita, Edelfort. Salita de Sala. Geocronita de id. Variedades de Fahlunita, de Fahlun. Condroditas de Nya Kopparberget. Malocolita de id. Gadolinita de i d . , Itterby. Itriotantalita de id. Itriotantalita amarilla, de Itterby. Ortita de id.

Page 306: Vilanova y Piera conferencias

246 Fergusonita de Itterby. Ortita de Noruega. Glaucodota de Hakansbode. Cobaltina de Tunaberg. Pyrosmalita de Nordmarken. Hedyfana de Langbanshyan. Schefferita de id. Dicroita de Tuedestrand. Granito con materia orgánica, de Grangesberget. Mosandrita de Brevik, Noruega. Radiolita ó Natrolita de id.

M A T E R I A L E S PROCEDENTES DE S T E Y E N S K L I N T Y F A X O E .

Caliza cretácea , algo celular y consistente de Gyorsly. Creta coralífera compacta, de la base de la.formacion de

Stevensklint. Creta de grano fino, parte superior, de id. Arcilla plástica, algo pizarrosa, en un pequeño banco

interpuesto entre la creta blanca superior y la inferior. Pedernal negro de diferentes formas, intercalado en la

creta superior. Caliza cretácea amarillenta, correspondiente al horizon­

te de la pisolltica de Meudon, corona el terreno cretá­ceo de Stevensklint.

Caliza cretácea inferior con el molde interno de un equi-nodermo, muy curioso por presentar cristalizada la cal carbonatada en que se ha convertido el fósil.

Grupo de zoófitos de la creta inferior de Stevensklint. Cinco equinodermos de la creta de Stevensklint. Tres id. en el pedernal de id. Púa de erizo en el pedernal negro. Ostrea vesicularis en la creta superior.

Page 307: Vilanova y Piera conferencias

247 Magas pumilus de la creta blanca de Stevensklint. Otros diversos fósiles en la creta inferior y superior de

la misma localidad, en el pedernal negro. Creta blanca coralífera, entre compacta y celular, de la

base del terreno cretáceo de Faxoe. Caliza amarillenta celular , formada de restos de zoófi­

tos, parte superior del corte, de Faxoe. Caliza entre amarillenta y rojiza, especie de conglome­

rado de zoófitos. Id. algo más compacta, formada también de zoófitos

pero más delicados. Id. entre celular y compacta blanca, algo gris y amari­

llenta, con un fragmento de Nautilus y zoófitos. Nautilus Danicus, en una caliza entre celular y compac­

ta, parte superior del corte. Nautilus Forschameri . Nautilus, sp. nova. Base del molde de una gr. pleurotomaria, no descri­

ta aún. Molde de otra pleurotomaria más chica , también inde­

terminada. Acteonina sp. nova , en la caliza coralífera. Molde de una Voluta en la caliza coralífera muy afine á

la de Maestricht. Molde de Oliva en id. id. Id. de otra id. en la caliza coralífera blanca. Molde de otra. Cyprina, especie inédita. Cyprina en la caliza coralífera de id. Venus , especie inédita. Venus , especie inédita en la coralífera blanca de id. Modiola, especie inédita de id. Ostrea vesicularis. Terebrátula en la caliza coralífera de Faxoe.

Page 308: Vilanova y Piera conferencias

248 Terebra tula carnea, de Faxoe. Terebra tula, dos ó tres especies inéditas. Ffemicidaris en la caliza coralífera. Retepora en la caliza coralífera. Varios zoófitos de la caliza blanca y amarillenta de

Faxoe.

Brachiurus rugosus, Goldf de id.

M A T E R I A L E S PROCEDENTES DE L A S CAVERNAS B E L G A S .

GOYET.

Arcilla gris amarillenta , ocupando la parte más baja de la gruta de Goyet.

Arcilla amarillenta en un horizonte superior. Capa de estalacmita cubriendo el depósito anterior. Arcilla gris amarillenta con risclas. Segunda capa de estalacmita con caliza carbonífera. Dientes y huesos del Ursas spelcvus, del R e n o , Ca­

ballo, etc.

TROU DE FRONTAL.

Conglomerado de cantos angulosos. Arcilla amarillenta sobre la capa de cantos rodados. Tierra amarillenta con chinas. Arcilla amarillenta con cantos angulosos y silex.

TROU DE NUTTONS.

Arcilla ro ja , bo l , de fractura brillante. Id. amarillenta con algo de manganeso. Arenas silíceas amarillentas muy finas, encima del depó­

sito anterior.

Page 309: Vilanova y Piera conferencias

249

NAULETTE.

Arcilla con algún pedazo de caliza, en la base de la ca­verna.

Primera capa de estalacmita, llevando algo de la capa anterior.

Arcilla gris amarillenta. Capa de estalacmita sobre la anterior. Arcilla con cantos angulosos. Restos fósiles y algún pedernal de la capa inferior. Pedazo de pizarra, con una ligerísima capa de estalac­

mita formada en cuatro años.

TROU DE CHALEU.

Caliza carbonífera compacta. Arcilla , bol, amarillenta, en la base de la caverna. Chinas teñidas por el manganeso, intercaladas en la

anterior. Arcilla con cantos angulosos y silex.

MAGRITE.

Conglomerado de cantos angulosos. Diente de caballo.

CAVERNAS DE FRANCIA.

B I Z E , DEPARTAMENTO DEL HERAULT.

Cascos y cuchillos de pedernal. Fragmento de maxilar inferior de Ursits spelcens de la

gruta de S. Lorenzo.

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25o Dos dientes caninos y un molar de Ursus spelcvus, de

la caverna de Dulford; Gard. Fragmento de cerámica y estalacmita del Trou de Kai-

serling.

M A T E R I A L E S DE T E R R E N O S DELGAS Y DE MONTPELLIER.

Caliza sonrosada con vetas de espato calizo, del terreno jurásico; Martinet , Montpellier.

Caliza compacta con planorbis rotundatus y lymneas; Martinet, id.

Conglomerado calizo cubriendo á la anterior; Martinet, Montpellier.

Caliza arenosa con turritelas; Cannelles , Mioceno. Margas amarillentas miocénicas ; Cannelles. Caliza de aspecto oolítico, de la formación miocena;

Montpellier. Id. marina con moldes de Cardium, Venus , e t c . , per­

teneciente al plioceno; id. Id. algo cavernosa con pectén y otros fósiles de la caliza

llamada moellon (morrillo), id. Conglomerado calizo fosilífero del horizonte Bruselien­

s e , campo de Marte al E . de Eterbek ; Bruselas. Fragmento de Nautilus Bourtinien la caliza de Eterbek. Arenisca cavernosa con ostreas y muchos fósiles del

piso Bruseliense; Eterbek. Id. compacto con agugeros de pholadas; id. Id. id. conanomiadel piso Lakeniense; Avenue Louise,

Bruselas. Arenas calizas, de id. Otras ferruginosas con cantos rodados; Avenue Louise. Cerithium; Bruselas. Pterodonta del piso Bruseliense; id.

Page 311: Vilanova y Piera conferencias

2 5 l

Equinodermo del piso Lakeniense; Bruselas. Amonites; cuatro ó cinco especies, del gault de Ingla­

terra. Hamites ; tres especies, de id. Belemnites minimus, de id. Nucula, de id. Inoceramus; dos especies, de id. Planorbis Bisqueti, Noullet; Montpellier. Charcarias, Raya y dientes de peces fósiles; id. Huevos de Tortuga; Mattells. Balanus; Cannelles, id. Anomia sinistrosa; id. Ostrea undata; Montpellier. Id. crassisima; id. P h i s a , Fondouce; id. Paludina; dos especies. Fondouce. Id. horizonte del Lygnus. Valmagne; id. Hel ix ; dos especies; id. Perna maxillata; id. Panopea de la caliza superior, de id. Cardium id. id. Venus de id. Lucina y muchos otros fósiles marinos de la caliza su­

perior, de id. Lymmca longiscata; Montpellier. Planorbis y dos ó tres especies de paludinas, de la caliza

eocena de Póndres , departamento de Gard.

DE VARIOS PUNTOS.

Caliza fosilífera de Hannover , estación del ferro-carril. Arenas verdes del Gault, de Inglaterra.

Page 312: Vilanova y Piera conferencias

252

PALEONTOLOGÍA.

Fósiles de Suecia y Noruega.

FAUNA PRIMORDIAL.

Centropleura Loveni , Angelíii. Agnostus glandiformis, Ang. Solenopleura holometopa, Ang. S . brachymetopa, Ang. Anomocare l imbatum, Ang. A. excavatum, Ang. A. aculeatum, Ang. A. difforme, Ang. Dolichometopus suecicus, Ang. Olenus truncatus, Brunnich. O . gibbosus, Wahlemberg. Peltura scarabocoides, Wahl. Parabolina spinulosa, Wahl. Leptoplastus stenotus, Ang. Eurycare comuricorne, Ang. Sphacrophthalmus alatus, Bocch. Agnostus pisiformis, Linneo. Orthis lenticularis.

SILÚRICO MEDIO.

Asaphus expansus, Dalman. Illaenus crassicauda, Dahn. Orthocerus commune, Hisinger. O. trochleare, His. O. centrale, His.

Page 313: Vilanova y Piera conferencias

253

SILURICO SUPERIOR.

Calymmene tuberculata, Brunnich. Beyrichia tuberculata. Spirifera plicatella, Linneo. S. exporrecta, Wahl. S. elevata, Daini. S. crispa, His. Meristella didyma, Dalm. M. compressa, SOJP.

Merista tumida, Dalm. Spirigerina reticularis, L. S . marginalis , Dalm. S. prunum, His. Pentamerus conchidium, L. Rhynchonella borealis, Schlotheim. R. id., var diodonta, Dalm. R . Wilsoni , Sojperg. R. spherica, SOJP.

R . bidentata, His. R. cuneata, Dalm. R. bicarinata, Aug. Orthis elegantula, Dalm. O. crassa , Lindstroom. O. basalis , Dalm. O. Davidsoni, Venienti. O. biloba, L. Strophomena rhomboidalis, Wahl. Pterinea Danbgi, SOJP.

Lucina prisca, His. Heliolithes interstincta, Milne Edxpardsy Haime. H. Murchisoni, E. H. H. megastoma, E. H.

Page 314: Vilanova y Piera conferencias

234

Propora tubulata, Lonsdale. Favosites gotlandica, L. F . Forbesi , E. H. F . Hesingen, E. H. F . cristata, Blum. Halysites escharoides, Lamarch. Coenites juniperinus, Eiclvvald. Cyatharonia Dalmani, E. H. Campophyllum Loveni, E. H. Omphyma turbinata, L. O. subturbinata, UOrbigny. Ptychophyllum patellatum, Sehlo. Palacocyclus porpita, L. Acervularia luxurians, Eie hip. Cystiphyllum cylindricum, Lonsd. Astylospongia praemorta, Goldfus. Stromatopora striatella, D'Orb.

ZONA DE AVICULA CONTORTA SEGUN HEBERT.

Ostrea Hisingeri, Nilsson. Avicula suecica, Hebert. Cypridina sp.

CRETA DE BELEMNITELLA MUCRONATA.

Policipes validus. Scalpellum maximum. Belemnitella mucronata, Bronquiart. B . subventricosa, Wahl. Dentalium Mosa; , Bronn. Terebratula minor, Nilss. T . s tr iata , Wahl. Magas costatus, Wahl.

Page 315: Vilanova y Piera conferencias

255 Crania Ignabergensis, Rit\his. Ostrea diluviana, L. O. auricularis, Wahl. 0 . haliotoidea, Sotv. O. vesicularis, Lam. O. id. var. minor, Nilss. O. pusilla, Nilss. O. lunata , Nilss. Chama cornu arietis, Nilss. Ch. laciniata, Nilss. Pecten quinquecostatus, SOJV.

P. septemplicatus, Nilss. P. subaratus, Nilss. P. in versus, Nilss. Spondylus truncatus, Lam. (Nilss.J Lima pusilla , Nilss. Cidaris Wrighti , Hebert. Caratomus peltiformis, Wahl. Serpula sp.

CALIZA DE FAXOE Y DE SALTHOLM.

Dromia rugosa, Schol. Emarginula coralliorum, M. U. H. Cyprrea bullaria, Schei. C. spirata, Schei. Cardium crassum, M. U. H. Isocardia faxcensis , M. U. H. Ananchytes (conulum Goldf? ) Dolthea Isis, Steenstrup.

FAUNA GLACIAL.

Patella cocea, O. F. Muller.

Page 316: Vilanova y Piera conferencias

256 Acmaea virginea, Mail. Puncturilla noachina, L. Dentalium abyssorum, Sars. Natica clausa, SOJV.

Scalarla Eschrichti , Midi. Trophon clathratus, L. Anomia ephippium, L. Pecten islandicus, Muli. P . septemradiatus , Muli. Mytilusedulis, L. Arca glacialis, Gray. Leda pernula, Muli. Yoldia antica, Gray. Mya truncata, L. Saxicava rugosa, L. Tellina lata, Gm. Pholas crispata, L. Balanus tintinnabulum, Lamh.

FAUNA POST G L A C i A L .

Aporrhais pes pelecanis, L. Litorina litorea, L. L. rudis , L. L . obtusata , L. Purpura lapillus , L. Nassa reticulata, L. Trochus cinerarius, L. Cerithium reticulatum , Da Costa. Patella vulgata, L. Emarginula reticulata, L. Ostrea edulis, L. Anomia striata, Loven. Pecten islandicus, Midi.

Page 317: Vilanova y Piera conferencias

257

Colección de objetos procedentes de Suecia de las edades de piedra.

NÜMS.

1. Hacha de la segunda edad, sin concluir de puli­mentar.

2. Hacha pulimentada. 3. ídem id. 4. Hacha sin concluir de pulimentar. 5. ídem id. 6 . Hacha pulimentada, de pedernal. 7. ídem id. 8 . ídem id. g . ídem id.

10. Hacha á medio pulimentar, en silex. 1 1 . Hacha pulimentada, id. 12. Hacha a medio pulimentar. 13. Hacha pulimentada. 14. ídem id.

l7

Nucula nucleus. Venus ovata , Pennant. Astarte semisulcata. A. corrugata. A. compressa. Cyprina islándica. Lucina borealis. Saxicava rugata, L. Tellina la ta , Gm. M y a trunca ta , E.

Total : 151 especies.

A R Q U E O L O G Í A P R E H I S T Ó R I C A .

Page 318: Vilanova y Piera conferencias

15 . Hacha pulimentada. 16. ídem id. 17. ídem id. 18. ídem id. ig. ídem id. 20. ídem id. 2 1 . ídem id. 22. ídem id. 23. ídem id. 24. ídem id. 25. ídem id. 26. ídem id. 27. ídem id. 28. ídem id. 2g. ídem id. 30. ídem id. 3 1 . ídem id. 32. ídem id. 33. Cinceles en piedra silex. 34. ídem id. 35. ídem id. 36 . ídem id. 37. Puntas de lanza, de diversos tamaños. 38 . ídem id. 3g. ídem id. 40. ídem id. 41 . ídem id.

* 42. ídem id. 43 . ídem id. 44. ídem id. 45. ídem id. 46. ídem id. 47. ídem id. 48. ídem id.

Page 319: Vilanova y Piera conferencias

25g

78. Hacha en silex, de la isla de Laalandia.

49. Punta de lanza. 50. ídem id. 51 . ídem id. 52. ídem id. 53. ídem id. 54. Cuchillo de piedra. 55. Fragmento de hacha en diorita. 56. ídem id. 57. ídem id. 58. Martillo en piedra (olivino). 59. ídem id. 60. ídem id. 61 . Cuchillo en piedra. 62. ídem id. 63 . ídem id. 64. ídem id. 65. ídem id. 66 . ídem id. 67. ídem id. 68. ídem id. 69. ídem id. 70. ídem id. 71 . Punta de flecha en id. 72. ídem id. 7 3 . ídem id. 74. ídem id. 7 5 . ídem id. 76. Núcleo de pedernal. 77. Fragmento de piedra, en forma de espátula, des­

tinada á raspar pieles.

Objetos procedentes de Dinamarca.

Page 320: Vilanova y Piera conferencias

2ÓO

79. Hacha en silex, de la isla de Laalandia. 80. ídem id. 8 1 . ídem id. 82. ídem deRoeskilda. 83 . Ídem id. 84. ídem id. 85. ídem id. 86. ídem id. 87. ídem id. 88. ídem id. 89. ídem id. 90. ídem id. 9 1 . ídem id. 92. ídem id. g3. ídem id. 94. ídem ici. 95. ídem id. 96. ídem id. 97. Martillo en diorita. 98. Ídem id. 99. Punta de lanza en pedernal.

100. ídem id. 1 0 1 . ídem id. 102 . Ídem id. 103 . Ídem id. 104. ídem id. 105 . Cuchillo en sílice. 106. ídem id. 107. Cincel de pedernal. 108. Martillo de diorita. 109. Cuchillo y puntas de lanza de la isla de Laalandia. 1 1 0 . ídem id. n i . ídem id. 1 1 2 . ídem id.

Page 321: Vilanova y Piera conferencias

26l 1 1 3 . Cuchillo y puntas de lanza de la isla de Laalandia. 1 14. ídem id. 1 1 5 . ídem id. 1 16. ídem id. 1 17 . ídem id. 1 18. ídem id. 1 ig. ídem id. 120. ídem id. 12 1 . ídem id. 122. Núcleos tallados en sílice, isla de Anholt. 123. ídem id. 124. ídem id. 125. Útiles tallados, del mismo punto. 126. ídem id. 127. ídem id. 128. ídem id. i2g. ídem id. 130. ídem id. 13 1 . ídem id. 132. ídem id. 133. ídem id. 134. ídem de Helnass. 135. ídem id. 136. ídem id. 137. ídem id. 138- Serie de pequeños cuchillos de los dólmenes y tur­

beras de Dinamarca , en silex, demostrando los diversos grados del pulimento.

i3g. ídem id. 140. ídem id. 141 . ídem id. 142. ídem id. 143. ídem id. 144. ídem id.

Page 322: Vilanova y Piera conferencias

143.

i 4 6 . 147.

I 4 8 .

[49-:5o.

: 5 i .

:52.

53.

: 5 4 .

[55.

:56. 5 7-

:58. :5g. [60 .

[ 6 1 .

[62 .

[63. [64 .

[65. [66 .

[67.

[68 .

169.

[70.

[ 7 1 .

[72 .

[ 7 3 .

[74.

[ 7 5 .

176.

262

d. d. d. d. d. d. d. d. d. d. d. d. d. d. d. d. d. d. d.

aliados muy curiosos de Anholt. d. d.

Continua la serie de pequeños cuchillos de los dól­menes y turberas de Dinamarca, en silex, de­mostrando los diversos grados del pulimento,

ídem id. ídem id. ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem ídem Silex te ídem ídem

Núcleos en sílice del lago de Maribo. ídem id. Silex : hachas talladas de id. ídem id. ídem id. ídem id. ídem id.

Page 323: Vilanova y Piera conferencias

2бЗ 177. Silex: hachas talladas de Maribo. 178. ídem id. 179. ídem id. 180. ídem id. 181 . ídem id. 182. Núcleos trabajados, de id. 183. ídem id. 184. ídem id. 185. ídem id. 186. ídem id. 187. ídem id. 188. ídem id. 189. ídem id. 190. ídem id. 191 . ídem de Dinamarca. 192. ídem id. 193. ídem id. 194. Cuchillos característicos de las islas del Báltico. 195. ídem id. 196. Silex tallados de Kattinguevaert. 197. ídem id. 198. Silex tallados, calcinados, delquioquenmodingode

Solager. 199. ídem id. 200. ídem id. 201 . ídem id. 202. ídem id. 203. ídem id. 204. ídem id. 205. ídem id. 206. ídem id. 207. ídem id. 208. Silex tallados de los quioquenmodingos. 209. ídem id.

Page 324: Vilanova y Piera conferencias

264 210. Silex tallados de los quioquenmodingos. 2 1 1 . ídem id. 212 . ídem id. 213 . ídem id. 214. ídem id. 215. ídem id. 216. ídem id. 217. ídem id. 218. ídem id. 210. ídem id. 220. ídem id. 221. ídem id. 222. ídem id. 223. Piedra calcinada del quioquenmodingo de Solager. 224. Fragmentos de hachas pulimentadas. 225. ídem id. 226. ídem id. 227. ídem id. 228. ídem id. 229. Puntas de hachas de un dolmen. 230. Cuchillo fracturado, id. 231 . Fragmentos de hachas , id. 232. ídem id. 233. Silex del túmulo de Maribo (isla de Laalandia) . 234. ídem id. 235. ídem id. 236. ídem id. 237. ídem id. 238. ídem id. 23g. Cerámica de los quioquenmodingos. 240. ídem id. 241. Piedra calcinada de id. 242. Huesos de las turberas de Oem. 243. ídem id.

Page 325: Vilanova y Piera conferencias

265

F I N .

244- Fragmentos de espadas (bronce). 245. ídem id.

Q U I O Q U E N M O D I N G O S .

Ejemplares de los quioquenmodingos de Katinge-waert y de Solager consistentes en tierra, muchas pie­dras de silex toscamente labradas, Ostreas comestibles valvas sueltas, id. de Mitilus, de Cardium edule, de Li-torinas, Hélices, Ciclostoma etc. ; huesos rotos de ma­míferos, una piedra de hogar formada de granito altera­do por el fuego etc.

Objetos originarios de Irlanda.

246. Cincel y cuchillos sílice procedentes del Condado de Autrim.

247. ídem id. 248. ídem id. 249. ídem id. 250. ídem id. 251. ídem id. 252. ídem id.

Objetos procedentes de Francia.

Colección de núcleos de pedernal del Gran Pres-signey.

Page 326: Vilanova y Piera conferencias

INDICE. pag.

INTRODUCCIÓN v

I .

P r e l i m i n a r e s . — P r o g r a m a del Congreso internacional p r e ­histórico.—-Nuestra visita á P a r í s , Londres , Bruselas y Hamburgo .—Llegada á Copenhague .—Inaugurac ión de las s e s i o n e s . — D i s c u r s o del Presidente W o r s a c . — J u n t a d i r e c t i v a . — S a b i o s que tercian en los d e b a t e s . — D e ­tal les estadísticos 1

I I .

Ses iones del Congreso durante los dias 2 8 , 3 0 y 31 de Agosto. — Oscilaciones de la corteza terrestre . — Los ele­fantes de Dinamarca . — E x p e d i c i ó n al quioquenmodingo de S o l a g e r . - — E l canibal ismo en las edades p r e h i s t ó r i ­c a s . — L o s dólmenes de Weslergot land. — Los m o n u ­mentos megalíticos de Andalucía y los descubrimientos prehistóricos de la misma región.-—• Quioquenmodingos en Suab ia . — El hombre primitivo en el W u r t e m b e r g . Generalidades del S r . Schaf fhausen. — Lo prehistórico en la Valaquia 16

I I I .

Discusión sobre los quioquenmodingos y los d ó l m e n e s . — Primit iva inmigración en la Europa meridional y o c c i ­d e n t a l . — L o s asiáticos invadieron la Península Ibér ica por el Estrecho de Hércules . — Extendiéronse por las orillas occidentales del continente e u r o p e o . — P o b l a r o n

Page 327: Vilanova y Piera conferencias

267 la Dinamarca . — Observaciones en las cavernas de B é l ­g i c a . — La cronología y los dólmenes . — Cavernas de la W e s t f a l i a . — M á s sobre antropofagia. — Hogares pre­históricos e n F r i s i a . — Fiesta en el coliseo de la Opera . .

IV.

Debates sobre las turberas de Dinamarca , S ue c ia y E s c o ­c i a . . — Su clasificación. — S u s productos p r e h i s t ó r i c o s . — Los quioquenmodingos de las cercanías de H y e r e s . — L a s edades de bronce y hierro en R u s i a . — D ó l m e n e s de la C r i m e a . — Esculturas en Westrogothia . — Su é p o c a . — Escultura en Rus ia .—El bronce en S u e c i a . — P r o y e c t o de clasificación de las cavernas . — L a Arqueología en P o ­l o n i a . — Ciudad lacustre . — Estudios prehistóricos en E s p a ñ a . — H i s t o r i a de los descubrimientos verificados desde 18 i í-. — Descripción de los túmulos y cavernas o s u a r i a s d e Valencia .—-Un caso de m i c r o c e f a l i a . — D i s ­cusión sobre el atavismo y el origen pitecoideo del hom­b r e . — La anatomía craneana de los e s c a n d i n a v o s . — L o prehistórico en Noruega

V.

Sesión de 3 do Se t iembre . — Representaciones h u m a n a s de la época del bronce sobre las rocas de Kivik. — Los Fenicios en el Norte .—Considerac iones generales sobre la edad del bronce . — La edad del hierro en Dinamarca . — L o prehistórico en el Norte del Delfinado y en las cercanías de León. — Palafitos de Saboya . — Palafitos de la Alemania del N o r t e . — L a edad del hierro en Molda­v i a . — Clausura do las s e s i o n e s . — Fiestas y giras . . . .

VI.

La Sociedad Real de Anticuarios del Norte. — Museos de Antigüedades , Etnográf ico , Zoológico y de Antropología

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268

Desde Istatd á S tockolmo.—Aspecto del país. — Acción de las n i e v e s . — S t o c k o l m o . — C o l e c c i ó n craneológica y e t ­nográfica de la F a c u l t a d ' d e M e d i c i n a . — M u s c o de A n ­t igüedades : preciosidades que en él so c o n s e r v a n . - — Academia de Ciencias. — Su Musco mineralógico y g e o ­l ó g i c o . — E j e m p l a r e s notabil ísimos. — Traba jos do X o r -denskyold ,

en Copenhague.—Museo de Antigüedades en Stockolmo. Museos municipales

VI I .

Monumentos m c g a l í l i c o s . - — T ú m u l o s . — C á m a r a de Oem, semejante á la de Castilleja de Guzman. — Dólmenes de Stendysses y Trol lesminde. — Piedras en la costa do Es-cania . — R u n a s

VIII .

Excursión geológica á F a x o e . — E l Sr . S k r a v c n i u s . — G v o r s l y . — L a creta de S t c v c n s k l i n t . — E l profesor I í c -b e r t . — H o r i z o n t e dánico de Faxoe

IX.

Excursión á la isla de L a a l a n d i a . — - G e o l o g í a . — P a l a f i t o s del lago Maribo.—Monumentos megalíticos de S o c s m a r k . — L a Selva s a g r a d a . — E x p l o r a c i ó n de un t ú m u l o . — Progresos agr í co las .—-La instrucción primaria

X .

Via je á S u e c i a . — M u s e o de Lund.—• Turbera de I s t a t d . — Su comarca

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26q

X I I .

El Museo del Instituto tecnológico. — Expedición á K a r l -berg . — A U p s a l . — S u Universidad. — Recuerdos de L i n n e o . — C e n t r o español. — Vuelta á Stockolmo. — E s ­c u e l a s . — I n t e n t a m o s una expedición á Noruega. — Difi­cultades 1 3 8

X I I I .

Expedición á Uddevala y Goteburgo. — K a p e l l e b a q u e . —

Los fyordos 161

X I V .

R e g r e s o . — D e Goteburgo á Bruselas . — Visita al Museo de Historia Natural . — Terreno cuaternario y cavernas b e l ­gas .—Di luv ium del Sena y del Soma.—Museo de Namur. 1 7 7

X V .

S. German y Montpeller 2 1 0

APÉNDICE.

Santiago B o u c h e r de Per thes S i r Juan L u b b o c k Carlos Vogt 2 3 2 W o r s a e 2 3 o Catálogo de la colección de e jemplares geo lóg ico-pa leon-

tológico - arqueológicos , procedentes de nuestro v i a j e , que existen depositados en el Museo de Historia Natural . 2 3 9

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V I Á C E C I E N T Í F I C O L á m f 2 ?

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V I A G E C I E N T Í F I C O

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Di o r i t ti .

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V

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