victoria holt - la leyenda de la séptima virgen

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AnnotationEl peligroso viaje de una virgen, hasta convertirse en mujer La leyenda deca que seis novicias que vivan en un convento fueron convertidas en piedra cuando faltaron a sus votos. La sptima virgen deba enfrentar un destino diferente Muchos aos ms tarde, cuando el convento haba pasado a ser la mansin de la familia St. Larston, el destino reclam a otra joven virgen. Kerensa Carlee era apenas una muchacha campesina, pero tena ambicin y era hermosa y saba muy bien usar ambas cosas. En esta mansin misteriosa, Kerensa en su calidad de dama de compaa, debi iniciar el peligroso viaje hasta convertirse en mujer. La presencia de Kerensa evoc antiguos recuerdos y extraos acontecimientos del pasado. Ella fue la causa que se despertara ese ancestral espritu de venganza, capaz de llevar hasta la locura, especialmente en noches de luna. CAPTULO 01 CAPTULO 02 CAPTULO 03 CAPTULO 04 CAPTULO 05 CAPTULO 06 CAPTULO 07 CAPTULO 08 CAPTULO 09

CAPTULO 01Dos das despus de que se encontrasen los huesos de la monja emparedada en el Abbas de Saint Larston, estbamos juntos los cinco. Estaban Justin y Johnny Saint Larston, Mellyora Martin, Dick Kimer y yo, Kerensa Caries con un apellido tan ilustre como cualquiera de ellos, pese a que yo viva en una cabaa con paredes de arcilla y paja y ellos eran de la clase acomodada. El Abbas haba pertenecido a los Saint Larston durante siglos; y antes de ser propiedad de ellos, haba sido un convento. Imponente, naturalmente construido con piedra de Cornualles, sus torres almenadas eran normando puro; haba sido restaurada en algunas partes, y una de sus alas era evidentemente Tudor. En esa poca yo nunca haba estado dentro de la casa, pero conoca muy bien el distrito circundante. Y no era la casa lo excepcional, ya que, pese a ser interesante, haba muchas ms en Inglaterra y hasta en Cornualles, tan interesantes y tan antiguas como ella. Lo que diferenciaba al Abbas de Saint Larston de todas las dems, eran las Seis Vrgenes. Las Seis Vrgenes se denominaba a las piedras. Si se daba crdito a la leyenda, el nombre estaba mal puesto, porque segn ella, eran seis mujeres que precisamente por haber dejado de ser vrgenes, haban sido convertidas en piedra; El padre de Mellyora, el reverendo Charles Martin, cuyo pasatiempo era sondear en el pasado, los llamaba los Menhires: en dialecto de Cornualles, "men" quera decir "piedra", y "hir", "larga". Tambin de Sir Charles provena la leyenda segn la cual haba siete vrgenes. Su bisabuelo haba tenido el mismo pasatiempo, y un da el reverendo Charles encontr unos apuntes que haban quedado metidos en un viejo bal, entre los cuales se hallaba la historia de la Sptima Virgen. El reverendo la haba hecho imprimir en el peridico local. Caus cierto alboroto en Saint Larston; personas que nunca se haban molestado en mirar las piedras fueron entonces a verlas. Segn esa versin, seis novicias y una monja haban dejado de ser vrgenes y las novicias fueron echadas del convento. Al partir bailaron en el prado cercano para mostrar su obstinada oposicin, y a causa de esto fueron convertidas en piedras. En aquella poca se crea que traa buena suerte a un lugar si a una persona viva se la "emparedaba", como se deca, lo cual significaba poner a esa persona en un hueco de la pared y luego construir a su alrededor, dejndola que muriera. Por haber pecado ms profundamente que las dems, la monja fue condenada a que la emparedasen. El reverendo Charles deca que esta versin era un disparate; las piedras deban de haber estado en ese prado aos antes de construirse el convento ya que, segn l, eran ms antiguas que el cristianismo. Hizo notar que haba otras similares por todo Cornualles y en Stonehenge; pero a la gente de Saint Larston le gustaba ms la historia de las Vrgenes, as que decidi creer en ella. Haca un tiempo que la crean cuando se derrumb una de las paredes ms viejas del Abbas, y Sir Justin Saint Larston orden que fuera reparada de inmediato. Reuben Pengaster, que estaba trabajando all mismo en el momento en que se descubri la pared hueca, jur haber visto una mujer all de pie. Un segundo estaba all insista. Como una pesadilla, as era. Luego ya no estaba y no qued ms que polvo y huesos viejos. Algunos decan que as empez Reuben a estar lo que en Cornualles se llama "enredado por los duendes". No estaba loco, pero tampoco era del todo igual a otras personas. Era ligeramente distinto de nosotros, los dems, y habindose vuelto "enredado por los duendes", se haba quedado as. Vio algo que no estaba destinado a ojos humanos decan. Eso lo volvi enredado por los duendes. Pero en esa pared s haba huesos, que segn dijeron los expertos, haban pertenecido a una mujer joven. Hubo renovado inters por el Abbas, tal como lo haba habido cuando el reverendo Charles hizo publicar en el peridico su artculo sobre sus menhires. La gente quiso ver el sitio donde se haban hallado los huesos. Yo fui una de las que quiso verlo.

***Haca calor y sal de la cabaa poco despus del medioda. Habamos comido un tazn de quillet cada uno (Joe, la abuela Be y yo) y para quien no sea de Cornualles y no sepa qu es quillet, son arvejas preparadas como una especie de potaje. Se lo usaba mucho en Cornualles durante los perodos de hambruna porque era barato y nutritivo. Por supuesto que en el Abbas no comeran quillet, iba pensando yo en el camino. Estaran comiendo faisn asado en platos de oro; estaran bebiendo vino en copas de plata. Aunque saba muy poco de cmo coma la gente de categora, mi imaginacin era vivida y me permita ver con claridad el cuadro de los Saint Larston sentados a su mesa. En esos das yo estaba continuamente comparando mi vida con la de ellos, y la comparacin me encolerizaba. Tena yo doce aos, cabello negro y ojos negros; y aunque era muy flaca, algo haba en m que haca ya que los hombres me miraran dos veces. No saba mucho acerca de m, pues en esa poca no era dada al autoanlisis; pero ya entonces era consciente de una caracterstica ma: la de ser orgullosa con esa especie de orgullo que es uno de los siete pecados mortales. Caminaba yo de manera audaz y altanera, como si no fuese de la gente de las cabaas, sino que perteneciese a una familiar similar a los Saint Larston. Nuestra cabaa estaba situada aparte de las otras, en un pequeo matorral, y yo senta que eso nos situaba aparte a nosotros, aunque la nuestra era exactamente igual a las dems; era simplemente un rectngulo con paredes de arcilla y barro blanqueadas lo ms primitiva que poda ser una vivienda. Sin embargo, me repeta yo constantemente, la nuestra era diferente, tal como nosotros ramos diferentes. Todos admitiran que la abuela Be era diferente; y lo mismo yo con mi orgullo; en cuanto a Joe, le gustase o no, tambin l iba a ser diferente, de eso estaba yo decidida a ocuparme. Corriendo sal de nuestra cabaa, pas frente a la iglesia y la casa del mdico, cruc el "portillo del beso" y atraves el campo que constitua un atajo hasta la calzada del Abbas. Esta calzada tena un kilmetro de largo, y en la punta tena puertas de albergue; pero yendo por all y trepando a travs de un seto vivo llegaba a la calzada, cerca de donde sta desembocaba en el prado situado frente la casa. Me detuve mirando a mi alrededor, escuchando el susurrar de insectos en la larga hierba del prado. A cierta distancia poda ver el tejado de la Casa Dower, donde viva Dick Kimber, y brevemente lo envidi por vivir en una casa tan bella. Sent que los latidos de mi corazn se aceleraban porque pronto estara en terreno prohibido, como una intrusa, y Sir Justin era muy severo con los intrusos, especialmente en su propio bosque. "Tengo slo doce aos", me dije." No podran hacerle gran cosa a una nia!" Que no podran? Jack Toms haba sido atrapado con un faisn en el bolsillo y le haba costado la deportacin. Siete largos aos en la baha de Botany y todava los estaba cumpliendo. Cuando lo sorprendieron tena doce aos. Pero a m no me interesaban los faisanes. No estaba haciendo dao alguno; y segn decan, Sir Justin era ms indulgente con las nias que con los muchachos. Ahora poda ver la casa entre los rboles y me detuve, turbada por mi inexplicable emocin. Era una visin majestuosa, con sus torres normandas y sus ventanas con montantes; las tallas en piedra eran ms imponentes, me pareca, porque al cabo de cientos de aos los hocicos de grifos y dragones se haban despuntado. En suave pendiente, el prado bajaba hasta el sendero de pedregullo que circundaba la casa. Este era el panorama emocionante, porque de un lado estaba el jardn, dividido tan slo por un seto de boj del prado en que estaban las Seis Vrgenes. Vistas desde cierta distancia s parecan mujeres jvenes. Me poda imaginar qu aspecto tendran de noche a la luz de las estrellas, digamos, o a la luz de un cuarto de luna. Decid ir a verlas alguna noche. Junto a las Vrgenes, de modo incongruente, se hallaba la antigua mina de estao. Tal vez fuese la mina la que haca tan asombroso este paisaje, ya que an estaban all la vieja caja de la balanza y el motor que haca girar la viga, y se poda ir hasta el tnel vertical y contemplar la oscuridad de abajo. Algunos haban preguntado: por qu los Saint Larston no retiraban todos los indicios de que antes haba habido all una mina? A qu finalidad

serva? Era.feo, y algo as como sacrlego, dejar eso all, junto a las piedras legendarias. Pero haba una razn. Uno de los Saint Larston haba jugado tanto, que haba quedado casi en la bancarrota, y habra tenido que vender el Abbas si no se hubiese descubierto estao en su propiedad. Por eso se explot la mina, aunque los Saint Larston odiaban la circunstancia de que estuviese a la vista de su mansin, y los mineros haban cavado la tierra, trabajando con sus garfios y sus hurgones, extrayendo el estao que iba a salvar el Abbas para la familia. Pero cuando se salv la casa, los Saint Larston, que odiaban la mina, la haban cerrado. La abuela me cont que hubo privaciones en el distrito cuando se cerr la mina; pero a Sir Justin no le importaba eso. No le importaban otras personas; cuidaba solamente de l. Deca la abuelita Be que los Saint Larston haban dejado la mina tal como estaba, para recordar a la familia el rico subsuelo de estao al que podan recurrir en momentos de necesidad. Los de Cornualles son una raza supersticiosa (tanto los ricos como los pobres), y yo creo que los Saint Larston vean a la mina como un smbolo de prosperidad; mientras hubiera estao en sus tierras ellos estaban a salvo del desastre financiero. Corra un rumor de que la mina estaba agotada, y algunos viejos decan recordar que sus padres comentaban que el filn se estaba acabando al cerrarse la mina. Persista el rumor de que los Saint Larston, sabiendo esto, haban cerrado la mina porque sta ya no tena nada que ofrecer; pero les gustaba ser considerados ms ricos de lo que eran, pues en Cornualles el estao significaba dinero. Cualquiera que fuese la razn, Sir Justin no quiso que la mina fuese explotada y as termin todo. Era un hombre tan odiado como temido en el territorio; las veces en que yo lo haba visto montado en su gran caballo blanco, o caminando a grandes pasos con una escopeta al hombro, me haba parecido una especie de ogro. Haba odo relatos sobre l a la abuelita Be, y saba que l consideraba que todo en Saint Larston le perteneca, lo cual quiz tuviese algo de cierto; pero adems crea que la gente de Saint Larston le perteneca tambin y eso era algo diferente; y aunque no se atreva a ejercer los antiguos derechos seoriales, haba seducido a varias muchachas. Abuelita Be siempre me estaba previniendo que no me pusiese en su camino. Penetr en el prado para poder acercarme a las Seis Vrgenes. Me detuve junto a ellas y me apoy en una. Estaban dispuestas en un crculo, exactamente tal como si hubiesen sido sorprendidas ondulando en una danza. Eran de diversas estaturas tal como lo seran seis mujeres; dos eran muy altas, y las otras del tamao de mujeres ya crecidas. All de pie, en la quietud de una tarde calurosa, yo pude creer que era una de esas pobres vrgenes. Bien poda imaginar que habra sido tan pecadora como ellas, y que habiendo pecado y habiendo sido descubierta, haba bailado desafiante en la hierba. Toqu suavemente la fra piedra, y me habra sido muy fcil convencerme de que una de ellas se inclinaba hacia m como si reconociese mi compasin y el vnculo que nos una. Locos pensamientos los mos se deban a que yo era la nieta de abuelita Be. Ahora vena la parte peligrosa. Tena que cruzar corriendo los jardines, donde se me poda ver desde una de las ventanas. Me pareci volar por el aire hasta que llegu cerca de los grises muros de la casa. Saba dnde hallar la pared. Tambin saba que los trabajadores estaran sentados en un campo, a cierta distancia de la casa, comiendo sus trozos de pan muy oscuros y costrosos, cocidos esa maana en el horno abierto; en esas regiones los llambamos manshuns. Tal vez tendran un poco de queso y algunas sardinas; o si eran afortunados, un pastel de carne que habran trado de su casa, envuelto en sus pauelos rojos. Avanzando cautelosamente en torno a la casa llegu a una puertecita que comunicaba con un jardn tapiado; en esas paredes crecan melocotones; tambin haba rosas y el olor era maravilloso. Esto era realmente trasgredir, pero yo estaba decidida a ver el sitio donde haban sido hallados esos huesos. Del otro lado, apoyada contra una pared, haba una carretilla; en el suelo haba ladrillos junto a las herramientas de los trabajadores, por lo cual supe que me encontraba en el lugar correcto. Corr hasta all y espi por el agujero en la pared. Adentro era hueco, tal como una pequea alcoba, de unos dos metros y medio de alto y dos de ancho. Era evidente que la gruesa y vieja pared haba sido dejada deliberadamente hueca, y examinndola, tuve la certeza de que la historia de la sptima virgen era autntica. Ansiaba ponerme en el sitio donde haba estado aquella muchacha, y saber cmo era estar encerrada. Por eso trep el agujero, raspndome la rodilla al hacerlo ya que estaba ms o menos a un metro del suelo. Una vez dentro de la pared, me apart del agujero, dando la espalda a la luz, y procur imaginar lo que ella deba haber sentido cuando la obligaron a quedarse donde yo estaba en ese momento, sabiendo que la iban a emparedar y abandonarla en la total oscuridad durante el corto resto de su vida. Poda entender su horror y su desesperacin. Me rodeaba un olor a podredumbre. Un olor a muerte, me dije yo, y tan fuerte era mi imaginacin que en esos segundos cre realmente ser la sptima virgen, haber desechado extravagantemente mi castidad y estar condenada a una muerte espantosa; me estaba diciendo: "Lo volvera a hacer." Yo habra sido demasiado orgullosa para evidenciar mi horror, y tena la esperanza de que tambin ella lo hubiera sido, pues pese a ser pecado, el orgullo era un consuelo. Impeda que una se humillara. El sonido de voces me retrotrajo a mi propio siglo. S que quiero verlo. Yo conoca esa voz. Perteneca a Mellyora Martin, la hija del prroco. Yo la aborreca, por sus pulcros vestidos de guinga que nunca estaban sucios, sus largas medias blancas y brillantes zapatos negros, con correas y hebillas. Me habra gustado tener zapatos como sos, pero como no poda, me engaaba creyendo que los menospreciaba. Ella tena doce aos, la misma edad que yo. La haba visto en una de las ventanas de la rectora, inclinada sobre un libro, o sentada en el jardn bajo el limero, con su institutriz, leyendo en voz alta o cosiendo. Pobre prisionera!, deca yo entonces, y me encolerizaba porque en esa poca yo deseaba, ms que nada en el mundo, saber leer y escribir; tena el concepto de que, ms que las bellas ropas y los buenos modales, era la capacidad de leer y escribir lo que haca a las personas iguales entre s. Su cabello era lo que algunos llamaran dorado, pero que yo llamaba amarillo; sus ojos eran azules y grandes; su piel, blanca y de tinte delicado. Para mi fuero interno la llamaba Melly, tan slo para quitarle un poco de dignidad. Mellyora! Qu lindo sonaba cuando alguien lo deca. Pero mi nombre era tan interesante como el de ella. Kerensa, que en dialecto de Cornualles quiere decir paz y amor, segn me cont la abuelita Be. Nunca o decir que Mellyora quisiese decir nada. Te vas a ensuciar. Era Johnny Saint Larston quien hablaba. "Ahora ser descubierta", pens, y por un Saint Larston. Pero era solamente Johnny, quien, segn se deca, iba a ser como su padre en un aspecto y en uno solo es decir, en cuanto a las mujeres se refera, Johnny tena catorce aos. Yo lo haba visto a veces con su padre, con una escopeta al hombro, porque todos los Saint Larston eran educados para cazar y disparar. Johnny no era mucho ms alto que yo, pues yo era alta para mi edad; tena tez clara, aunque no tanto como Mellyora, y no pareca un Saint Larston. Me alegr de que fueran solamente Johnny y Mellyora. No me importar. Johnny, crees realmente en esa historia? Por supuesto. Esa pobre mujer! Quedar emparedada viva! Oigan! se oy una voz distinta. Ustedes, nios, aprtense de la pared. Estamos mirando a ver dnde encontraron a la monja replic Johnny. Tonteras. No hay absolutamente ninguna prueba de que fuera una monja. Es tan slo una leyenda. Me agazap lo ms lejos posible del agujero, mientras me preguntaba si deba o no salir corriendo y huir. Record que no sera fcil bajarse del agujero y que ellos me atraparan casi con seguridad especialmente ahora que haban venido los dems. Mellyora estaba mirando por el agujero y sus ojos tardaron uno o dos segundos en adaptarse a la oscuridad; entonces lanz una exclamacin ahogada. Tuve la certeza de que en esos pocos segundos crey que yo era el espectro de la sptima virgen. Vaya empez a decir. Es

Se asom.la cabeza de Johnny. Hubo un breve silencio; despus le o murmurar: No es ms que una de esas nias de las cabaas. Tengan cuidado all. Tal vez haya peligro. Entonces reconoc la voz. Perteneca a Justin Saint Larston, heredero de la propiedad, que ya no era un muchacho, sino un hombre, que estaba de vacaciones de la Universidad. Pero te digo que hay alguien all replic Johnny. No me digan que la dama est todava all! Otra voz ms, a la que reconoc como la de Dick Kimber, que viva en la Casa Dower y estudiaba en Oxford con el joven Justin. Ven a verlo t mismo insisti Johnny. Yo me agazapaba ms junto a la pared. No saba qu odiaba ms el hecho de haber sido sorprendida o el modo en que ellos me consideraban "Una de esas nias de las cabaas"! Cmo se atreva! Otra cara me miraba; era atezada, coronada por desaliado cabello negro; los ojos castaos rean. No es la virgen coment Dick Kimber. Lo parece acaso, Kim? pregunt Johnny. Entonces Justin los apart para mirar l. Era muy alto y delgado; sus ojos eran serenos, calma su voz. Quin es sa? inquiri. No soy "sa" repliqu. Soy la seorita Kerensa Carlee. Eres una nia de las cabaas repuso l. No tienes derecho alguno a estar aqu, pero ahora sal. Vacil, pues no saba qu se propona hacer l. Lo imagin llevndome a la casa y acusndome de intrusa. Adems, no quera estar inmvil frente a ellos en mi vestido corto, que ya me estaba quedando demasiado chico; mis pies, aunque de color oscuro, eran bien formados, pero estaban mugrientos, pues yo no tena zapatos. Los lavaba todas las noches en el arroyo porque estaba muy ansiosa por mantenerme tan limpia como la gente acomodada, pero como no tena zapatos para protegerlos, al final del da estaban siempre sucios. Qu pasa? inquiri Dick Kimber, a quien llamaban Kim. Siempre pensar en l como Kim en el futuro. Por qu no sales?; Vete y saldr repuse. Dick estaba por introducirse en el hueco cuando Justin le advirti: Ten cuidado, Kim. Podras derribar toda la pared. Kim se qued donde estaba. Cmo dijiste que te llamabas? inquiri. Kerensa Carlee. Muy ilustre. Pero mejor ser que salgas. Vete. Suenen campanas, Kerensa est en el pozo enton Johnny. Quin la puso all? Acaso pec? agreg Kim. Se estaban riendo de m, y cuando sal del agujero dispuesta a huir, ellos hicieron una rueda en torno a m. En medio segundo pens en el crculo de piedras y fue una sensacin tan escalofriante como la que haba experimentado en la pared. Ellos deben de haber estado observando la diferencia entre nosotros. Mi cabello era tan negro, que haba en l una ptina azul; mis ojos eran grandes y parecan enormes en mi pequeo rostro; mi piel era suave y olivcea. Todos ellos eran muy pulcros y civilizados; hasta Kim, con su cabello en desorden y sus ojos risueos. Los de Mellyora, azules, mostraban turbacin, y en ese momento supe que la haba subestimado. Era blanda, pero no era tonta; saba cmo me senta, mucho mejor que los dems. No hay nada que temer, Kerensa dijo. Que no? la contradijo Johnny. La seorita Kerensa Carlee es culpable de trasgresin. Ha sido sorprendida en el acto. Debemos pensar un castigo para ella. Por supuesto, l bromeaba. No me hara dao; haba advertido mi largo cabello negro y vi sus ojos fijos en la piel desnuda de mi hombro, que asomaba por el vestido roto. Solamente los gatos mueren de curiosidad dijo Kim. Vamos, ten cuidado orden Justin, y se volvi hacia m. Has sido muy necia. No sabes que trepar a una pared que se acaba de derrumbar podra ser peligroso? Adems, qu haces aqu? No esper respuesta. Ahora vete cuanto ms rpido, mejor. Los odi a todos a Justin por su frialdad, y por hablarme como si yo fuera igual a la gente que viva en cabaas en las propiedades de su padre; a Johnny y a Kim por sus burlas, y a Mellyora porque saba cmo me senta y se compadeca de m. Corr, pero cuando llegu a la puerta del jardn tapiado y estuve segura lejos de ellos, me detuve y me volv a mirarlos. An estaban inmviles en semicrculo, mirndome. Mellyora era la que yo poda ver mejor; se la vea tan preocupada y su preocupacin era por m. Saqu la lengua; o que Johnny y Kim rean. Luego les di la espalda y me alej velozmente.

***Cuando llegu a casa, la abuelita Be estaba sentada fuera de la cabaa; sola sentarse al sol, con su banqueta apoyada en el muro, su pipa en la boca, sus ojos semi-cerrados, sonriendo para s. Me dej caer a su lado y le cont lo que haba pasado. Mientras yo hablaba, ella pos su mano en mi cabeza; le gustaba acariciarme el cabello, que era como el de ella, ya que pese a ser anciana, tena el pelo espeso y negro. Lo cuidaba mucho, usndolo a veces en dos gruesas trenzas, otros apilndolo alto, en espiral. Muchos decan que no era natural en una mujer de su edad tener una cabellera como sa; y a la abuelita Be le agradaba que dijeran eso. Su cabello la enorgulleca, s, pero era ms que eso; era un smbolo. Como el de Sansn, sola decirle yo, y ella entonces, rea. Yo saba que ella elaboraba una preparacin especial, con la que todas las noches se cepillaba, y durante cinco minutos se masajeaba la cabeza. Nadie saba lo que ella haca, salvo Joe y yo, y a Joe no le importaba; siempre estaba demasiado ocupado con algn pjaro o animal; pero yo sola sentarme a mirarla peinarse, y entonces ella me deca: "Te dir cmo cuidar tu cabello, Kerensa; entonces tendrs una cabellera como la ma hasta el da de tu muerte". Pero no me lo haba dicho an. "Todo a su debido tiempo", agregaba. "Y si yo muriese de pronto, encontrars la receta en el aparador del rincn." Abuelita Be nos quera a Joe y a m, y ser querido por ella era algo maravilloso; pero ms maravilloso an era saber que para ella yo era siempre la primera. Joe era como un animalito domstico; lo queramos de manera protectora, pero entre abuelita y yo haba una estrecha unin que ambas conocamos y que nos alegraba. Era una mujer sabia; no me refiero simplemente a que tuviera sentido comn, sino a que era conocida kilmetros a la redonda por sus poderes especiales, y gente de todo tipo iba a verla. Ella los curaba de sus achaques y ellos confiaban en ella ms que en el mdico. La cabaa estaba llena de olores que cambiaban de un da al otro, segn los remedios que se estaban preparando. Yo estaba aprendiendo qu hierbas juntar en los bosques y en los campos, y qu curaran. Se crea tambin que tena poderes especiales, que le permitan ver en el futuro; le ped que me enseara tambin, pero ella deca que era algo que una se enseaba a s misma manteniendo abiertos los ojos y los odos, y aprendiendo sobre la gente porque la naturaleza humana era la misma en el mundo entero; haba tanto malo en lo bueno y tanto bueno en lo malo, que todo era cuestin de pesar cunto bueno o malo

se haba asignado a cada uno. Si se conoca a la gente, era posible conjeturar cmo actuaran, y eso era ver en el futuro. Y cuando una se haca ingeniosa en eso, la gente crea en una, y con frecuencia obraba tal como una le haba dicho, slo para ayudarla a una. Vivamos de la sabidura de abuelita y no nos iba tan mal. Cuando alguien mataba un cerdo sola haber un cuarto para nosotros. A menudo algn cliente agradecido dejaba a nuestra puerta un costal de patatas o de arvejas; con frecuencia haba pan horneado caliente. Adems, yo era buena administradora. Saba cocinar bien. Saba hornear nuestro pan y pasteles de carne, y hacer unas tortas excelentes con poca cosa. Desde que Joe y yo vivamos con la abuelita, yo era ms feliz que antes. Pero lo mejor de todo era ese vnculo entre nosotras, que senta en ese momento, cuando me sent junto a ella a la puerta de la cabaa. Se mofaron de m dije. Los Saint Larston y Kim. Mellyora no, sin embargo. Me compadeci. Si pudieras realizar un deseo ahora, cul sera? me pregunt abuelita. Tir de la hierba sin hablar, pues mis anhelos eran algo que no poda expresar con palabras, ni siquiera a ella. Abuelita contest por m. Seras una dama, Kerensa. Viajaras en tu carruaje. Vestiras de seda y de raso, tendras una tnica de color verde brillante y habra hebillas de plata en tus zapatos. Leera y escribira agregu, volvindome hacia ella ansiosamente. Se har verdad, abuelita? No me contest, y yo me entristec pensando por qu, si ella poda decir el futuro a otros, no poda decrmelo a m. La mir suplicante, pero ella no pareca verme. El sol centelleaba en su suave cabello negro azulado, que estaba trenzado en torno a su cabeza. Ese cabello deba haber pertenecido Lady Saint Larston. Daba a abuelita un aspecto altivo. Sus oscuros ojos estaban alertas, aunque no los haba conservado tan jvenes como su cabello; alrededor de ellos haba arrugas. En qu ests pensando? pregunt. En el da en que llegaron ustedes. Recuerdas? Apoyando mi cabeza en su muslo, record. Joe y yo pasamos nuestros primeros aos junto al mar. Nuestro padre tena una pequea cabaa en el muelle, que se pareca mucho a sta donde vivamos con abuelita, salvo que la nuestra tena abajo un gran stano donde almacenbamos y salbamos las sardinas despus de una pesca abundante. Cuando pienso en esa cabaa, pienso primero en el olor a pescado el buen olor que significaba que el stano estaba bien provisto y podamos tener la certeza de que habra comida suficiente durante algunas semanas. Yo siempre haba cuidado a Joe porque nuestra madre muri cuando l tena cuatro aos y yo seis, y ella me dijo que cuidara siempre a mi hermanito. A veces, cuando nuestro padre haba salido con la barca y soplaba un ventarrn, solamos pensar que nuestra cabaa sera arrastrada al mar; entonces yo acunaba a Joe y le cantaba para impedir que se asustase. Yo sola pretender que no estaba asustada y descubr que ese era un buen modo de no estarlo. Simular continuamente me ayudaba mucho, al punto de que no tema a muchas cosas. Los mejores momentos eran cuando el mar estaba sereno y en pocas de cosecha, cuando los bancos de sardinas llegaban a nuestra costa. Los voceadores, que estaban de guardia a todo lo largo de la costa, divisaban entonces a los peces y daban la alarma. Recuerdo cunto se entusiasmaban todos cuando se elevaba el grito de "hewa", pues en el dialecto de Cornualles hewa significa "un cardumen de peces". Entonces partan las embarcaciones y llegaba la pesca; y nuestros stanos se llenaban. En la iglesia habra sardinas entre las gavillas de trigo, las frutas y vegetales, para mostrar a Dios que los pescadores eran tan agradecidos como los agricultores. Joe y yo solamos trabajar juntos en el stano, poniendo una capa de sal sobre cada capa de pescado hasta que yo crea que mis manos nunca volveran a estar calientes, ni libres del olor a sardina. Pero esos eran los buenos momentos, y lleg ese invierno en que no hubo ms pescado en nuestros stanos y las tempestades fueron peores de lo que haban sido en ochenta aos. Joe y yo bamos con los otros nios a las playas, de noche, para extraer anguilas de la arena con nuestros pequeos garfios de hierro; las llevbamos a casa y las cocinbamos. Llevbamos tambin lapas y atrapbamos caracoles, con los cuales hacamos una especie de guiso. Recogamos ortigas y las hervamos. Recuerdo cmo era el hambre en esos tiempos. Muchas veces sobamos que oamos el tan esperado grito de "hewa, hewa", lo cual era un sueo maravilloso, pero nos desesperaba ms que antes cuando despertbamos. Yo vea la desesperacin en los ojos de mi padre. Lo vi mirndonos a Joe y a m; fue como si hubiese llegado a una decisin. Me dijo: Tu madre sola hablarte mucho de tu abuelita. Yo mov la cabeza afirmativamente. Siempre me haban gustado (y jams haba olvidado) los relatos sobre la abuelita Be, que viva en un paraje llamado Saint Larston. Colijo que a ella le gustara verlos a ti y al pequeo Joe. No comprend el significado de estas palabras hasta que l sac la barca. Habiendo vivido siempre en el mar, l saba bien qu era lo que amenazaba. Recuerdo que vino a la cabaa y me grit: " Han vuelto! Habr sardinas para el desayuno. Cuida a Joe hasta que yo regrese." Lo mir alejarse. Vi a los otros en la, playa; le hablaban y yo saba qu le estaban diciendo, pero l no escuch. Odio al viento del sudoeste. Cada vez que sopla lo oigo tal como soplaba esa noche. Acost a Joe, pero yo no me fui a la cama. Me qued sentada diciendo "sardinas para el desayuno" y escuchando al viento. Mi padre nunca volvi y quedamos solos. Aunque no saba qu hacer, an tuve que seguir fingiendo en bien de Joe. Cada vez que procuraba pensar en lo que poda hacer, escuchaba siempre la voz de mi madre dicindome que cuidase de mi hermano; y luego a mi padre diciendo: "Cuida a Joe hasta que yo regrese." Los vecinos nos ayudaron por un tiempo, pero eran malas pocas y se hablaba de ponernos en el asilo. Entonces record lo que haba dicho mi padre sobre nuestra abuelita y dije a Joe que iramos a buscarla. As Joe y yo partimos rumbo a Saint Larston y, con el tiempo y despus de algunas penurias, llegamos hasta la abuelita Be. Otra cosa que jams olvidar fue la primera noche en la cabaa de abuelita Be. Joe fue envuelto en una manta y se le dio a beber leche caliente; la abuelita Be me hizo acostar mientras ella me lavaba los pies y pona ungento en los lugares magullados. Despus cre que mis heridas estaban milagrosamente curadas por la maana, pero eso no puede haber sido cierto. Ahora me vuelve aquella sensacin de honda satisfaccin y contento. Senta que haba llegado a casa y que abuelita Be me era ms querida que cualquier otra persona que yo hubiese conocido. Quera a Joe, por supuesto, pero jams en mi vida haba conocido yo a nadie tan maravilloso como la abuelita Be. Recuerdo estar acostada en la cama mientras ella se soltaba el magnfico cabello negro, lo peinaba y lo frotaba ya que ni siquiera la llegada imprevista de dos nietos poda interferir en ese ritual. Abuelita Be me cur, me aliment, me visti y me dio mi dignidad y mi orgullo. La nia que yo era cuando me ergu en la pared hueca no era la misma que haba llegado exhausta a su puerta. Ella saba esto, porque lo saba todo. Nos adaptamos a la nueva vida con rapidez, como hacen los nios. Nuestro hogar estaba ahora en una comunidad minera en lugar de una pesquera; pues aunque la mina de Saint Larston estaba cerrada, la mina Fedder proporcionaba trabajo para muchos habitantes de Saint Larston, que todos los das recorran a pie los tres kilmetros, ms o menos, de ida y vuelta a su trabajo. Descubr que los mineros eran tan supersticiosos como lo haban sido los pescadores, ya que para quienes la ejercan, cada ocupacin era lo bastante peligrosa como para que desearan complacer a los dioses de la suerte. Abuelita Be sola pasarse horas sentada, contando historias de las minas. Mi abuelo haba sido minero. Ella me cont que, para aplacar a los espritus malignos, haba que dejar un didjan, lo cual significaba buena parte de la merienda de un hombre hambriento; habl con ira del sistema de pagar tributo en lugar de salarios, lo cual quera decir que si un hombre tena un da malo y su produccin era reducida, su paga lo era de modo correspondiente; le indignaban asimismo esas minas que tenan sus propias tiendas donde un minero deba comprar todas sus mercancas, a veces a precios elevados. Cuando escuchaba a mi abuelita, poda imaginarme bajando al pozo de la mina; me pareca ver a los mineros con sus ropas andrajosas, manchadas de rojo, y sus cascos de latn que llevaban adherida arcilla pegajosa; perciba el descenso a las tinieblas en la jaula; poda

sentir el aire caliente y el temblor de la roca al trabajar los mineros; poda sentir el terror de verme de pronto frente a un espritu que no haba tenido didjan, o un perro negro y una liebre blanca, cuya aparicin significaba peligro inminente en la mina. En ese momento le dije:, Estoy recordando. Qu fue lo que te trajo hasta m? pregunt ella. El azar? Ella sacudi negativamente la cabeza. Fue un largo trecho para que lo hicieran dos pequeuelos, pero t rio dudaste de que encontraras a tu abuelita, verdad? Sabas que, si seguan caminando lo bastante lejos, llegaras a ella, no es cierto? Asent con la cabeza. Ella sonrea como si hubiese contestado a mi pregunta. Tengo sed, preciosa dijo luego. Ve a traerme un vasito de mi ginebra de endrina. Entr en la cabaa. En la cabaa de abuelita Be haba una sola pieza, aunque se haba construido tambin un depsito y era all donde ella preparaba sus menjunjes y con frecuencia reciba a sus clientes. La pieza era nuestro dormitorio y nuestro cuarto de estar. Se contaba algo a su respecto; la haba construido Pedro Balencio, el marido de abuelita Be, a quien se llamaba Pedro Be porque la gente de Cornualles no poda pronunciar su nombre ni pensaba intentarlo. Abuelita me cont que se la haba levantado en una sola noche de acuerdo con la costumbre, segn la cual, si alguien poda construir una cabaa en una noche, tambin poda apropiarse del terreno en el que estaba construida. Por eso Pedro Be haba encontrado su terreno un claro en el monte, haba escondido entre los rboles la paja para el techo y los palos, junto con la arcilla que seran las paredes, y una noche de luna, con ayuda de sus amigos, haba erigido la cabaa. Lo nico que tena que hacer esa primera noche era construir las cuatro paredes y el techo; gradualmente colocara la ventana, la puerta y la chimenea, pero Pedro Be haba erigido en una noche algo que poda llamar una cabaa, cumpliendo as la antigua costumbre. Pedro haba llegado de Espaa. Tal vez hubiera odo decir que, de acuerdo con la leyenda, los de Cornualles tenan rasgos espaoles porque muchos marinos espaoles haban invadido la costa y violado a las mujeres, o habiendo naufragado en los peascos, fueron bien acogidos y se establecieron all. Es cierto que, si bien muchos tienen cabello del color del de Mellyora Martin, no menos lo tienen negro como el carbn y relampagueantes ojos oscuros junto con el carcter que corresponde a ellos, que es distinto al natural bonachn que parece cuadrar con nuestro sooliento clima. Pedro amaba a abuelita, que se llamaba Kerensa igual que yo; amaba su negra cabellera y sus negros ojos que le recordaban a Espaa; se casaron y vivieron en la cabaa que l haba construido en una noche y tuvieron una sola hija, que fue mi madre. En esa cabaa entr a buscar la ginebra de endrina. Tena que cruzarla para llegar al depsito, donde se guardaban los brebajes que ella preparaba. Aunque tenamos una sola pieza, tenamos tambin el talfat, que era una ancha repisa puesta ms o menos a la mitad de la altura de la pared, sobresaliendo encima de la habitacin. Se usaba como dormitorio, mo y de Joe, adonde llegbamos por medio de una escalera que se guardaba en un rincn del cuarto. All arriba estaba entonces Joe. Qu ests haciendo? le grit desde abajo. No me contest la primera vez, y cuando repet la pregunta, me mostr un palomo dicindome: Se rompi la pata. Pero se curar en un da o dos. El palomo se quedaba quieto en sus manos, y vi que Joe haba armado una especie de tablilla donde haba atado la pata rota. Lo que me sorprenda tanto en Joe no era que pudiese hacer esas cosas por las aves y los animales, sino que ellos se quedaran tranquilos mientras l las haca. Yo haba visto a un gato monts acercrsele y frotar el cuerpo contra la pierna suya, aun antes de saber que l lo iba a alimentar. Nunca coma todo su alimento, sino que guardaba una parte para llevarla consigo, porque estaba seguro de encontrar algn ser que lo necesitara ms que l. Se pasaba todo el tiempo en el bosque. Yo lo haba encontrado tendido boca abajo, observando insectos en la hierba. Adems de sus dedos largos, finos, que eran asombrosamente hbiles para componer los miembros rotos de pjaros y animales. Sola curar sus enfermedades con las hierbas de abuelita, y si alguno de sus protegidos necesitaba algo, recurra a la provisin de ella, como si las necesidades de los animales fuesen ms importantes que cualquier otra cosa. Su don de curar era parte de mi sueo. Lo vea yo en una hermosa casa, como la del doctor Hilliard, pues en Saint Larston los mdicos eran respetados, y si bien las personas tenan en mayor estima los remedios de abuelita Be, nunca le haran una reverencia ni se quitaran el sombrero ante ella, que pese a su sabidura viva en una cabaa de una sola pieza, mientras que el doctor Hilliard formaba parte de la gente acomodada. Yo estaba decidida a elevar a Joe junto conmigo, y ansiaba para l la categora de mdico casi tan apasionadamente como quera la de dama para m. Y cuando la pata est curada? pregunt. Pues entonces se ir volando y se alimentar solo. Y qu obtendrs t por tus molestias? No me hizo el menor caso. Murmuraba algo a su palomo. De haberme odo habra arrugado el entrecejo, pensando qu deba obtener, fuera de la alegra de haber curado a un ser lisiado. El depsito siempre me haba estimulado, pues nunca antes haba visto algo parecido. A cada lado haba bancos, que estaban repletos de tiestos y botellas; una viga atravesaba el cielo raso, y adheridas a ella haba distintas clases de hierba que se haban colgado all a secar. Permanec uno o dos segundos inmvil, olfateando ese aroma que jams haba olido yo en ninguna otra parte. Haba una chimenea y un enorme caldero ennegrecido; y debajo de los bancos haba frascos que contenan los brebajes de abuelita. Yo conoca el que contena ginebra de endrina; ech un poco en un vaso y, cruzando de vuelta la cabaa, se lo llev a ella. Me sent mientras abuelita beba despacio. Abuelita ped, dime si alguna vez obtendr lo que quiero. Se volvi hacia m sonriendo. Vaya, preciosa dijo, hablas como una de esas muchachas que acuden a m para preguntarme si sus enamorados sern fieles. No espero eso de ti, Kerensa. Es que quiero saber. Escchame entonces. La respuesta es sencilla. Las personas listas no quieren que se les diga el futuro. Lo hacen.

***Pudimos or los disparos durante todo el da. Eso quera decir que haba convite en el Abbas; habamos visto llegar los carruajes y sabamos lo que era porque tena lugar todos los aos en esa misma poca. Cazaban faisanes en el bosque. Joe estaba arriba, en el talfat, con un perro que haba encontrado una semana antes, mundose de hambre. Estaba empezando apenas a estar lo bastante fuerte como para corretear; pero nunca se apartaba del lado de Joe. Este comparta con l su comida y el perro lo haba tenido contento desde que lo hallara. Pero ahora Joe estaba intranquilo. Recordando cmo haba sido el ao anterior, supe que estaba pensando en las pobres aves asustadas, agitando las alas antes de caer muertas al suelo. Al hablar de eso, Joe haba golpeado la mesa con el puo, diciendo: En los faisanes heridos pienso. Si estn muertos nada se puede hacer, pero son los heridos. No siempre los encuentran y

Joe, tienes que ser juicioso le contest yo. De nada sirve preocuparse por aquello que no se puede evitar. Estuvo de acuerdo, pero no sali; simplemente se qued en el talfat con su perro, al que llamaba Pichn porque lo encontr el da en que se vol el palomo cuya pata l haba curado, y reemplaz al ave. Me causaba preocupacin porque pareca muy enojado y yo empezaba a reconocer en Joe algo de m misma. Por consiguiente, nunca saba con certeza qu iba a hacer l. A menudo le haba dicho que tena suerte de poder vagabundear buscando animales enfermos; casi todos los nios de su edad trabajaban en la mina Fedder. La gente no lograba entender por qu no se le enviaba a trabajar all; pero yo saba que abuelita comparta mis ambiciones para l para nosotros dos, y mientras hubiese comida suficiente para nosotros, tenamos libertad. Era el modo que ella tena de indicarnos que haba en nosotros algo especial. Sabiendo que yo estaba preocupada, abuelita dijo que yo deba ir con ella al bosque, a juntar hierbas. Me alegr de alejarme de la cabaa. No debes impacientarte, muchacha. As es l, siempre se apenar cuando los animales sufran. Abuelita, ojal ojal l pudiera ser mdico y cuidar a las personas. Costara mucho hacer de l un doctor? Crees que eso es lo que l querra, querida ma? Quiere curarlo todo. Por qu no a las personas? Con eso ganara dinero y la gente lo respetara. Tal vez a l no le importe lo que piense la gente como a ti, Kerensa. Tiene que importarle! Le importar, si es el destino. T dijiste que nada era el destino. Dijiste que las personas hacen su propio futuro. Cada uno hace el suyo propio, bonita. A l le corresponde hacer lo que quiera, igual que a ti. Se pasa casi todo el da all acostado en el talfat con sus animales. Djalo tranquilo, preciosa replic abuelita. Har l su propia vida tal como la quiera. Pero yo no iba a dejarlo tranquilo! Le hara entender cmo tena que escapar de esta vida en la que l haba nacido. Valamos demasiado para eso todos nosotros, abuelita, Joe y yo. Me pregunt por qu abuelita no haba visto eso, cmo poda conformarse con vivir su vida como lo haba hecho. Juntar hierbas siempre me sosegaba. Abuelita me explicaba entonces "dnde tenamos que ir para encontrar lo que queramos" luego me hablaba de las propiedades curativas de cada una. Pero ese da, mientras recogamos, de vez en cuando yo oa los estampidos lejanos de las escopetas. Cuando estuvimos cansadas, ella dijo que debamos sentarnos bajo los rboles y yo la convenc de que hablara sobre el pasado. Cuando abuelita hablaba, pareca hechizarme, al punto que yo senta que estaba all, donde todo eso estaba ocurriendo; senta inclusive que era la misma abuelita, siendo cortejada por Pedro Be, el joven minero que era distinto de todos los dems. Pedro sola cantarle bellas canciones que ella no entenda porque eran en espaol. Pero no siempre es necesario or palabras para saber me dijo ella. Oh, en estas regiones no se lo apreciaba mucho, entre otras cosas porque era extranjero. No haba trabajo suficiente para los de Cornualles, decan algunos, mucho menos para extranjeros que venan a quitarles la comida de la boca. Pero mi "Pedro se rea de ellos. Dijo, s, que cuando me vio fue suficiente. Se quedara, pues donde yo estaba, all quera estar l. Abuelita, t lo queras, lo queras realmente. Era el hombre para m y no dese a otro ni tampoco despus. Entonces nunca tuviste otro amante? El rostro de abuelita estaba fijo con una expresin que yo nunca haba visto antes all. Haba vuelto levemente la cabeza en la direccin del Abbas y pareca estar escuchando verdaderamente a las escopetas. Tu abuelo no fue un hombre manso dijo. Habra matado al que lo perjudicara sin vacilar. Esa clase de hombre era. Alguna vez mat a alguien, abuelita? No, pero habra podido hacerlo lo habra hecho si hubiese sabido. Sabido qu, abuelita? Ella no contest, pero su cara era como una mscara que se haba puesto para que nadie viese lo que haba debajo. Apoyada en ella, contempl los rboles. Los abetos seguiran verdes todo el invierno, pero las hojas de los otros eran ya de un pardo rojizo. Pronto tendramos tiempo fro. Tras una larga pausa, abuelita dijo: Pero fue hace tanto tiempo. Que tuviste otro amante? No fue ningn amante, te digo. Tal vez debera decrtelo como advertencia. Conviene saber cmo es el mundo para otros, pues quiz sea as para ti. Este otro hombre fue Justin Saint Larston no ste Sir Justin, sino su padre. Me sent de golpe, con los ojos dilatados. T y Sir Justin Saint Larston! El padre de ste. No haba mucha diferencia entre ellos. Era un hombre malvado. Por qu entonces Por el bien de Pedro. Pero Es propio de ti pronunciar un juicio antes de haber odo los hechos, nia. Ahora que empec debo seguir y contrtelo todo. Me vio, se encaprich conmigo; yo era una muchacha de Saint Larston y estaba apalabrada. Sin duda hizo averiguaciones y descubri que iba a casarme con Pedro. Recuerdo cmo me arrincon. Hay un jardincito tapiado junto a la casa Asent con la cabeza. Ella prosigui: Yo era muy tonta. Fui a ver a una de las criadas, que estaba en la cocina. l me sorprendi en ese jardn, y fue entonces que se encaprich conmigo. Prometi para Pedro un puesto que sera ms seguro y mejor pagado que trabajar en la mina si yo era juiciosa. Pedro nunca lo supo. Y yo aguant. Amaba a Pedro; me iba a casar con Pedro, y para m no habra nadie ms que Pedro. Y entonces? Las cosas empezaron a ir mal para Pedro. Entonces se trabajaba en la mina Saint Larston y estbamos en poder de l. Pens que me haba olvidado, pero no. Cuanto ms me resista yo, ms me deseaba l. Pedro nunca lo supo. Ese fue el milagro. As que una noche antes de casarnos, fui en su busca, pues dije que si aquello poda ser en secreto y l iba a dejar tranquilo a Pedro sera mejor que como era. Abuelita! Te escandalizas, preciosa. Me alegro. Pero te har ver que tuve que hacerlo. Ms tarde pens mucho en esto y s que hice bien. Fue como te dije hacer el futuro propio. El mo era con Pedro. Quera que estuvisemos siempre juntos en la cabaa, y nuestros hijos a nuestro alrededor muchachos parecidos a Pedro, muchachas como yo. Y pens, qu importancia tiene una sola vez si eso compra ese futuro para nosotros? Y tuve razn, porque habra sido el final de Pedro. T no sabes cmo era ese Saint Larston de tiempo ha. No tena sentimientos hacia personas como nosotros. ramos como esos faisanes que ellos estn cazando ahora Con el tiempo l habra matado a Pedro; lo habra puesto en las tareas peligrosas. Yo tena que lograr que nos dejara tranquilos, pues comprend que esto era para l como un deporte. Por eso fui antes en su busca. Odio a los Saint Larston dije. Los tiempos cambian, Kerensa, y las personas cambian con ellos. Ahora los tiempos son muy duros, pero no tanto como cuando yo tena tu edad. Y cuando lleguen tus hijos, entonces los tiempos sern un poco ms fciles para ellos. As son las cosas. Qu pas entonces, abuelita? No termin all. Con una vez no bast. Yo le gustaba demasiado. Este negro cabello mo que Pedro tanto amaba a l le gustaba tambin. Hubo una sombra sobre nuestro primer ao de matrimonio, Kerensa. Debi haber sido tan bello y magnfico, pero yo tena que ir a l, entiendes y si Pedro lo hubiese sabido, lo habra matado porque en su querido corazn anidaba la pasin.

Estabas asustada, abuelita. Ella arrug la frente como si tratara de recordar. Fue algo as como una jugada desesperada. Y sigui durante casi un ao, cuando descubr que iba a tener un hijo y no saba de quin. Kerensa, yo no quera tener ese hijo, no quera. Lo imaginaba a travs de los aos parecido a l y yo engaando a Pedro. Sera como una mancha que jams se podra lavar. No poda hacerlo. Por eso no tuve ese hijo, Kerensa. Estuve muy enferma, a punto de morir, pero no tuve ese hijo, y ese fue el final en cuanto a l se refera. Entonces me olvid. Trat de compensar a Pedro por esto. Pedro dijo que yo era con l la ms dulce mujer del mundo, aunque con todos los dems poda ser feroz. Eso le agradaba, Kerensa. Lo haca feliz. Y a veces pienso que la razn por la cual fui tan dulce con l e hice cuanto pude por complacerle, fue porque lo haba perjudicado; y eso me pareca extrao. Como el bien surgiendo del mal. Eso me hizo comprender mucho en cuanto a la vida; ese fue el comienzo de mi capacidad de ayudar a otros. Por eso, Kerensa, jams debes lamentar ninguna experiencia, buena o mala; porque hay algo de bueno en lo que es malo, tal como hay malo en lo bueno tan seguro como que estoy aqu en el bosque, sentada junto a ti. Dos aos ms tarde naci tu madre nuestra hija, de Pedro y ma; su nacimiento estuvo a punto de costarme la vida y ya no pude tener ms hijos. Fue a causa de todo lo sucedido antes, creo yo. Ah, pero fue una buena vida. Los aos pasan y se olvida el mal; muchas veces he mirado el pasado y me he dicho: "No habras podido hacer otra cosa. Fue la nica manera." Pero por qu tienen ellos que poder arruinar nuestras vidas! exclam apasionadamente. En el mundo hay fuertes y hay dbiles; y quien ha nacido dbil debe hallar fuerza. Te llegar si buscas. Yo encontrar fuerza, abuelita. S, nia, la encontrars si quieres. A ti te toca decirlo. Oh, abuelita, cmo odio a los Saint Larston! repet. No, l muri hace mucho. No odies a los hijos por los pecados de los padres. Sera igual que odiarte a ti misma por lo que yo hice. Ah, pero fue una vida feliz. Y lleg el da de la congoja. Pedro haba salido para su primer turno del da. Yo saba que iban a hacer volar cargas abajo, en la mina, y l era uno de los carreteros, que deban entrar cuando se haban apagado las mechas para cargar el mineral en vagonetas. No s qu pas all abajo nadie puede saberlo realmente, pero todo ese da aguard a que lo sacaran en lo alto del pozo. Doce largas horas aguard y cuando lo sacaron ya no era mi alegre y carioso Pedro. Sin embargo vivi unos pocos minutos tiempo apenas para decir adis antes de expirar. "Bendita seas", me dijo. "Gracias por mi vida." Y qu cosa mejor que eso habra podido decir? Me repito que, aunque no hubiese existido un Sir Justin, aunque yo le hubiese dado muchos hijos sanos, l no habra podido decirme nada mejor. Bruscamente se incorpor y emprendimos el regreso a la cabaa. Joe haba salido con Pichn, y mi abuela me condujo al depsito. Estaba all un viejo cajn de madera, siempre cerrado; lo abri y me mostr lo que contena. Eran dos peinetas y dos mantillas espaolas. Se puso una peineta en el cabello y se lo tap con la mantilla, diciendo: Mira, as le gustaba verme a Pedro. Deca que, cuando hiciera su fortuna, me llevara a Espaa, y que yo me abanicara sentada en un balcn mientras el mundo pasaba frente a m. Ests hermosa, abuelita. Uno de estos es para ti, cuando seas mayor continu. Y cuando yo muera, sern todos para ti. Despus me puso en la cabeza la otra peineta y la otra mantilla, y estando una junto a la otra fue sorprendente lo mucho que nos parecamos. Me alegr de que me hubiese confiado algo que, yo lo saba, no haba revelado a ninguna otra persona viviente. Jams olvidar ese momento en que nos pusimos una junto a la otra, con nuestras peinetas y mantillas, tan incongruentes entre las cazuelas y las hierbas. Y afuera, el estruendo de las escopetas.

***Despert con la luz de la luna, aunque no era mucho de ella lo que penetraba en nuestra cabaa. Me rodeaba un silencio que era inusitado. Sentada en el talfat, me pregunt qu pasaba. No se oa ruido alguno. Ni la respiracin de Joe, ni la de abuelita. Record que abuelita haba salido para ayudar en un parto. Lo haca con frecuencia y nunca sabamos cundo iba a regresar, de modo que su ausencia no era sorprendente. Pero dnde estaba Joe? Joe! Joe!, dnde ests? exclam. Luego mir su lado del talfat; no estaba all. Pichn! llam; no hubo respuesta. Baj la escalerilla; no tard ms de uno o dos segundos en explorar la cabaa. Cruc hasta el depsito, pero Joe no estaba tampoco all. De pronto pens en la ltima vez que haba estado all, cuando abuelita me haba engalanado el cabello, atavindome con la mantilla y el peine espaoles; record el fragor de las escopetas. Era posible que Joe hubiese sido tan necio de ir al bosque en busca de pjaros heridos? Estaba loco acaso? Si entraba en el bosque, sera un intruso, y si lo atrapaban Esa era la poca del ao en que ser intruso se consideraba doblemente delictivo. Me pregunt cunto tiempo hara que estaba ausente. Abriendo la puerta de la cabaa me asom, intuyendo que era poco ms de la medianoche. Regres a la cabaa y me sent, sin saber qu hacer. Deseaba que entrase abuelita. Tendramos que hablar con Joe, hacerle entender el peligro que corra al hacer algo tan temerario. Era una noche tranquila y bella. Todo pareca levemente misterioso, pero cautivador, tocado por la luz de la luna. Pensando en las Siete Vrgenes, dese estar yendo a ver las piedras, como me lo haba prometido yo misma, en vez de salir en busca de Joe.. El aire estaba fro, pero eso me alegr y corr hasta llegar al bosque. Me detuve al borde de l, pensando qu hacer luego. No me atreva a llamar a Joe, porque si andaban por all algunos guardabosques, eso atraera su atencin. Con todo, si Joe haba entrado en el bosque, no me sera fcil encontrarlo. " Joe, grandsimo tonto!", pens. "Por qu tienes que tener esta obsesin, cuando te lleva a hacer cosas como sta, que podran traer problemas grandes problemas?" Me detuve junto al cartel que, como saba, deca "Privado" e indicaba a las personas que, si eran intrusas, seran enjuiciadas. Haba de estos carteles por todo el bosque, como advertencia. Joe! susurr; despus me pregunt si haba hablado demasiado alto. Me intern un poco en el bosque, pensando lo tonta que era. Ms vala irme a casa. Quiz, Joe ya estuviese all. Horribles cuadros me pasaban por la mente. Y si encontraba un pjaro herido? Si lo atrapaban con el pjaro. Pero si l era un necio, no haca falta que yo lo fuese. Deba regresar a la cabaa, trepar al talfat y dormirme. Nada poda yo hacer. Pero me resultaba difcil salir del bosque, porque Joe estaba a mi cuidado y yo deba ocuparme de l. Yo misma jams me perdonara si le fallaba. Rec, esa noche all en el bosque, porque nada malo le ocurriese a mi hermano. La nica vez que yo pensaba en rezar era cuando quera algo. Entonces rec con todo mi ser, desesperada y seriamente, y aguard a que Dios contestase. No sucedi nada, pero yo permanec inmvil, llena de esperanzas. Demoraba el regreso porque algo me deca que, si yo volva, Joe no estara all en la cabaa, cuando o un ruido. Me puse alerta, escuchando; era el plair de un perro. Pichn! susurr, y al parecer habl ms alto de lo que pensaba, pues mi voz repercuti en el bosque. Un crujir de malezas y luego apareci el perro, abalanzndose sobre m, emitiendo sonidos bajos, lastimeros, mirndome como si quisiese decirme algo. Me arrodill. Pichn, dnde est l, Pichn? Dnde est Joe? Cuando se apart de m, corriendo hasta cierta distancia, se detuvo y me mir, supe que trataba de indicarme que Joe se hallaba en alguna parte del bosque, y que l me llevara a su lado. Segu a Pichn. Cuando vi a Joe, enmudec de horror. No pude hacer otra cosa que permanecer inmvil, mirndolo con fijeza a l y a ese espantoso artefacto en

que estaba sujeto. No poda pensar en nada, tan grande era mi desesperacin. Joe, atrapado en el bosque vedado atrapado en una trampa para intrusos. Procur tirar del acero cruel, pero no cedi a mis escasas fuerzas. Joe! susurr. Pichn gimoteaba y se frotaba contra m, mirndome, implorndome ayuda, pero Joe no me contestaba. Frenticamente tiraba yo de esos horrendos dientes, pero no lograba apartarlos. Me domin el pnico; tena que liberar a mi hermano antes de que se lo encontrara en esa trampa. Si estaba vivo, lo llevaran ante los jueces. Sir Justin no tendra piedad. Si acaso estaba vivo! Tena que estar vivo Que Joe estuviese muerto era algo que yo no poda soportar. Cualquier cosa menos eso, pues mientras l viviera, yo siempre poda hacer algo por salvarlo. Hara algo. Siempre era posible hacer lo que una quera con tal que se lo intentase lo suficiente, era una de las mximas de abuelita, y yo daba crdito a todo lo que ella me deca. Y ahora, cuando me vea frente a algo difcil la tarea ms importante que haba tenido que efectuar en mi vida no poda hacerlo. . Me sangraban las manos. No saba cmo abrir aquella cosa horrenda. Pona en ello todas mis fuerzas y no lo consegua. Deba de haber algn otro modo. Una sola persona no poda abrir una trampa para hombres; tena que conseguir ayuda. Abuelita deba regresar all conmigo. Pero abuelita, pese a toda su sabidura, era una anciana. Sera capaz de abrir la trampa? Me dije que ella poda hacer cualquier cosa. S; yo no deba perder ms tiempo. Deba volver junto a abuelita. Pichn me miraba con ojos anhelantes. Lo toqu y le dije: Qudate con l. Luego part a la carrera. Corr ms velozmente que nunca en mi vida, y sin embargo, cunto me pareci tardar en llegar al camino! Constantemente escuchaba por si oa voces. Si los guardabosques de Sir Justin descubran a Joe antes de que yo pudiera salvarlo, sera desastroso. Imagin a mi hermano cruelmente tratado, azotado, esclavizado. Mi respiracin sonaba como si sollozara cuando me lanc a travs del camino; tal vez por eso no percib el resonar de pasos hasta que llegaron casi junto a m. Hola, qu ocurre? dijo una voz. Yo conoca esa voz; era la de un enemigo, el que ellos haban llamado Kim. Me dije que l no deba atraparme, no deba saber; pero l haba echado a correr y sus piernas eran ms largas que las mas. Me sujet por el brazo y me oblig a volverme hacia l. Lanzando un silbido exclam: Kerensa, la nia del muro! Sultame. Por qu corres de noche por la campia? Eres una bruja? S, lo eres. Arrojaste lejos tu escoba cuando me oste llegar. Trat de zafar mi brazo, pero l no me soltaba. Acercando su rostro al mo, dijo: Tienes miedo. De m? No tengo miedo de ti repuse, tratando de darle puntapis. Entonces pens en Joe que yaca en esa trampa, y me sent tan desdichada e indefensa que las lgrimas brotaron en mis ojos. Cambiando repentinamente de actitud, dijo: Oye, no te har dao. Y yo sent que algo deba haber de bondad en alguien que poda hablar con una voz como esa. Era joven y fuerte, mucho ms alto que yo y en ese momento se me ocurri algo: tal vez l supiese cmo abrir la trampa. Vacil. Saba que debamos actuar con rapidez. Ms que ninguna otra cosa, quera que Joe viviese; para que viviera deba ser rescatado pronto. Decid correr el riesgo, y tan pronto como lo corr lo lament; pero ya estaba hecho y no era posible echarse atrs. Se trata de mi hermanito dije. Dnde est? En una trampa respond, mirando hacia el bosque. Dios santo! exclam, y luego: Mustrame. Cuando lo gui hasta all, Pichn corri a nuestro encuentro. Ahora Kim estaba muy serio, pero saba cmo hacer para abrir la trampa. Aunque no s si lo conseguiremos me advirti. Debemos hacerlo repliqu con vehemencia, y la boca se le alz levemente en las puntas. Lo haremos me asegur; y entonces yo supe que podramos. Me indic qu hacer y trabajamos juntos, pero el cruel resorte se resista a soltar a su vctima. Me alegr me alegr tanto de haberle pedido ayuda, porque comprend que abuelita y yo jams habramos podido hacerlo. Oprime con todas tus fuerzas me orden. Ech todo mi peso encima del maligno acero mientras Kim, lentamente, soltaba el resorte. Luego lanz un hondo suspiro de triunfo; habamos puesto en libertad a Joe. Joe susurr, tal como sola hacerlo cuando l era un cro. No ests muerto. No debes estarlo. Cuando sacamos a mi hermano de la trampa, un faisn muerto haba cado al suelo. Vi que Kim le lanzaba una rpida mirada, pero sin hacer ningn comentario al respecto. Creo que tiene la pierna rota dijo. Tendremos que tener cuidado. Ser ms fcil si yo lo cargo.. Levant suavemente a Joe en sus brazos. En ese momento am a Kim, porque era tranquilo y dulce, y pareca importarle lo que nos ocurriera. Pichn y yo caminbamos a su lado mientras l llevaba a Joe, y yo me senta triunfante. Pero cuando llegamos al camino record que, adems de pertenecer a la gente acomodada, Kim era tambin un amigo de los Saint Larston. Muy posiblemente hubiera sido miembro de la partida de caza de esa tarde; y para esas personas, la preservacin de las aves era ms importante que la vida de gente como nosotros. Ansiosamente pregunt: Adnde vas? A casa del doctor Hilliard. Tu hermano necesita atencin inmediata. No respond con terror. A qu te refieres? No te das cuenta? Preguntar dnde lo encontramos. Ellos sabrn que hubo alguien en la trampa. Lo sabrn, no te das cuenta? Robando faisanes coment Kim. No no. l jams rob. Quera ayudar a las aves. Se interesa por las aves y los animales. No puedes llevarlo al mdico. Por favor por favor Lo tom de la chaqueta, mirndolo. Adnde, entonces? inquiri l. A nuestra cabaa. Mi abuelita sabe tanto como un mdico. As nadie sabr Se detuvo y pens que no hara caso de mi splica. Luego dijo: Est bien. Pero creo que l necesita un mdico. Necesita estar en casa conmigo y con su abuelita. Ests decidida a salirte con la tuya. Pero te equivocas! Es mi hermano. T sabes lo que ellos le haran. Mustrame el camino dijo l, y yo lo conduje a la cabaa. Abuelita estaba a la puerta, asustada, sin saber qu se haba hecho de nosotros. Mientras yo, en jadeantes sacudidas, le contaba lo que haba

ocurrido, Kim, sin decir nada, llev a Joe dentro de nuestra cabaa y lo tendi en el suelo, donde abuelita haba extendido una manta. Joe pareca muy pequeo. Creo que se rompi una pierna dijo Kim. Abuelita movi la cabeza afirmativamente. Juntos le ataron la pierna a un palo; pareca un sueo ver a Kim all, en nuestra cabaa; recibiendo rdenes de abuelita. Luego l aguard mientras ella lavaba las heridas de Joe y las frotaba con ungento. Cuando abuelita hubo terminado, Kim dijo: Sigo creyendo que debera verlo un mdico. Es mejor de este modo respondi abuelita con firmeza, porque yo le haba dicho dnde lo habamos encontrado. Entonces Kim se encogi de hombros y se march. Abuelita y yo velamos junto a Joe toda esa noche, y por la maana sabamos que iba a vivir.

***Estbamos asustadas. Joe yaca sobre sus mantas, tan enfermo que no le importaba nada; pero a nosotras nos importaba. Cada vez que oamos un paso, nos sobresaltbamos de terror, temerosas de que fuera alguien que vena en busca de Joe. Hablbamos de eso en susurros. Hice mal, abuelita? preguntaba yo, implorante. l estaba all, era grande y fuerte, y pens que sabra cmo abrir la trampa. Tena miedo, abuelita, miedo de que t y yo no logrramos sacar a Joe. Hiciste bien me tranquiliz abuelita Be. Una noche en la trampa habra matado a nuestro Joe. Entonces nos quedamos calladas, observando a Joe, escuchando si se oan pasos. Abuelita, crees que l? pregunt. No s decirte. l pareca bueno, abuelita. Diferente de algunos. S, pareca bueno admiti ella. Pero es un amigo de los Saint Larston, abuelita. Aquel da en que estuve en la pared, l estaba all. Y s burl como los dems. Abuelita asinti con la cabeza. Pasos cerca de la cabaa. Alguien golpe la puerta. Abuelita y yo llegamos a ella simultneamente. All estaba Mellyora Martin, sonrindonos. Se la vea muy bonita con un vestido de guinga, de color malva y blanco, medias blancas y sus zapatos negros con hebilla. Al brazo llevaba una cesta de mimbre, tapada con una tela blanca. Buenas tardes dijo con su voz dulce, aguda. Ni abuelita ni yo contestamos; ambas estbamos demasiado aliviadas para evidenciar otra cosa que nuestro alivio. Mellyora continu: Me enter, por eso traje esto para el invlido y ofreci la cesta de mimbre. Abuelita la recibi preguntando: Para Joe? Mellyora asinti con la cabeza. Esta maana vi al seor Kimber. l me cont que el muchacho haba sufrido un accidente trepando a un rbol. Pens que podran gustarle estos Con una voz tan mansa como jams le haba odo antes, abuelita dijo: Gracias, seorita. Mellyora sonri al responder: Espero que se cure pronto. Buenas tardes. Nos quedamos en la puerta, observndola alejarse; luego, sin hablar, llevamos adentro la cesta. Bajo la tela haba huevos, mantequilla, medio pollo asado y una hogaza de pan casero. Abuelita y yo nos miramos. Kim no dira nada; no tenamos nada que temer de la justicia. Guard silencio pensando en mi oracin en el bosque, y en cmo, providencialmente al parecer, yo haba recibido ayuda. Haba aprovechado enseguida la oportunidad ofrecida; haba corrido un gran riesgo, pero haba ganado. Pocas veces me haba sentido tan feliz como en ese momento; y ms tarde, cuando pens en lo que deba a Kim, me dije que siempre lo recordara.

***Joe tard mucho tiempo en recuperarse. Sola pasarse horas tendido en su manta, con Pichn a su lado, sin hacer nada, sin decir nada. No pudo caminar durante mucho tiempo, y cuando empez a hacerlo, nos dimos cuenta de que haba quedado tullido. No recordaba gran cosa respecto de la trampa; solamente ese momento aterrador en que la haba pisado y la haba odo cerrarse, triturndole los huesos. Afortunadamente, el dolor le haba quitado el sentido con rapidez. De nada vali regaarlo, de nada vali decirle que era culpa suya; lo habra vuelto a hacer, de haber podido. Pero estuvo muchas semanas indiferente, y slo empez a animarse cuando le llev un conejo con una patita lastimada; cuidando al conejo recobr parte de sus bros, y durante ese perodo fue como tener de vuelta al antiguo Joe. Comprend que debera ocuparme de que l siempre tuviera algn ser lisiado al que cuidar. Lleg el invierno, y fue muy duro. Los inviernos eran ms duros tierra adentro que antes en la costa, pero aun as, los inviernos de Cornualles solan ser benignos; ese ao, sin embargo, el viento cambi del suroeste habitual y vino desde el norte y el este, trayendo consigo chubascos de nieve. La mina Fedder, donde trabajaban ahora muchos lugareos, no renda tanto estao como hasta entonces, y corran rumores de que en pocos aos podra quedar agotada. Lleg la Navidad y hubo canastas con comida, enviadas desde el Abbas una costumbre que ellos haban mantenido durante siglos y se nos permiti juntar lea menuda en algunas partes del bosque. No fue como la Navidad anterior, porque Joe no poda correr de un lado a otro y debamos hacer frente al hecho de que su pierna jams iba a estar bien. Con todo, los acontecimientos de aquella noche eran demasiado recientes para que nos quejsemos; todos sabamos que Joe se haba salvado por poco y no ramos propensos a olvidar. Las penas nunca vienen solas. Debe de haber sido en febrero que abuelita tuvo un enfriamiento; como casi nunca enfermaba, apenas si lo advertimos durante los primeros das; despus, una noche, su tos me despert y me precipit desde el talfat para llevarle un poco de su propio jarabe. La alivi temporalmente, pero no la cur; pocas noches ms tarde la o hablar y al acercarme a ella descubr, horrorizada, que no me reconoca. Me llamaba Pedro sin cesar. Qued aterrada de que se fuera a morir, porque estaba muy enferma. Toda esa noche estuve sentada a su lado, y por la maana dej de tener delirios. Cuando pudo indicarme qu hierbas preparar para ella, me sent mejor. La cuid durante tres das, siguiendo sus instrucciones, hasta que gradualmente empez a recobrarse. Poda andar por la cabaa, pero cuando sali, le empez de nuevo la tos, as que la hice quedarse. Junt algunas hierbas para ella y prepar algunos brebajes, pero haba muchos que requeran su habilidad especial. En todo caso, no eran tantas las personas que ahora venan a pedirle consejo. Se estaban empobreciendo, y nosotros igual. Adems, haba odo que algunos ponan en tela de juicio los poderes de abuelita Be. No poda curarse sola, verdad? Ese muchacho suyo estaba lisiado, s seor, y tan slo se haba cado de un rbol! Despus de todo, la

abuelita Be no pareca tan maravillosa. No nos llegaban aquellos sabrosos cuartos de cerdo. Ya no haba clientes agradecidos que dejaran a nuestra puerta un costal de arvejas o patatas. Tenamos que comer frugalmente si queramos hacerlo dos veces al da. Como tenamos harina, yo preparaba en el viejo horno una especie de manshun, que tena buen sabor. Conservbamos una cabra que nos daba leche, pero como no podamos alimentarla adecuadamente, obtenamos menos leche. Un da, durante el desayuno, habl a abuelita de una idea que se me haba ocurrido por la noche. Estbamos los tres sentados a la mesa, frente a nuestras escudillas que contenan algo que se coma mucho aquel invierno. Lo compona agua con un chorrito de leche desnatada, que comprbamos barata al hacendado, quien nos venda lo que no necesitaba para sus cerdos; esto lo hervamos y echbamos adentro pedazos de pan. Abuelita dije, colijo que yo debera ganar algo. Ella sacudi la cabeza, pero vi la expresin de su mirada. Yo tena casi trece aos. Quin haba odo hablar jams de una muchacha de mi situacin social, que no fuese la nieta de abuelita Be, viviendo en el ocio como una dama? Abuelita saba que sera necesario hacer algo. Joe no poda ayudar, pero yo era fuerte y sana. Lo pensaremos dijo. Ya pens. Qu cosa? Qu posibilidades hay? Esa era la cuestin. Poda ir a preguntar al hacendado Pengaster si quera alguien que lo ayudara en la vaquera, con los animales o en las cocinas. Muchos ansiaran brindar sus servicios en caso afirmativo! Adnde, si no? En una casa de gente acomodada? Me repugnaba pensarlo. Todo mi orgullo se alzaba en rebelin; pero yo saba que as deba ser. Es posible que slo sea por un tiempo dijo abuelita. En verano me pondr de nuevo en pie. No soportaba mirar a abuelita; si lo haca, le habra dicho que yo prefera morir de hambre antes que trabajar como lo estaba sugiriendo..Pero no era yo la nica persona a tener en cuenta. Estaba Joe, que haba sufrido esa terrible desgracia; y estaba la misma abuelita. Si yo me ausentaba a trabajar, ellos podran consumir mi parte de alimentos. Me ofrecer la semana que viene en la feria de Trelinket anunci con firmeza. La feria de Trelinket tena lugar dos veces por ao en el poblado de Trelinket, situado por lo menos a tres kilmetros de Saint Larston. Antes, siempre bamos all, abuelita, Joe y yo; y sos eran para nosotros das de fiesta. Abuelita Be sola arreglarse el cabello con especial cuidado, y andbamos orgullosamente por entre las multitudes; ella llevaba algunas de sus curas y las venda a un puestero que le compraba todas las que ella poda proporcionarle. Entonces ella nos compraba pan de jengibre o algn obsequio. Pero este ao no tenamos nada para vender; y como Joe no poda caminar esos tres kilmetros, todo era distinto. Part sola, con el corazn pesado como un trozo de plomo, mi orgullo humillado. Cuntas veces, andando por la feria con abuelita y Joe sano, haba mirado a esos hombres y mujeres que estaban de pie en la plataforma de contratacin, sintindome feliz porque yo no era como ellos. Me pareca el colmo de la degradacin el hecho de que hombres y mujeres tuvieran que ofrecerse as para trabajar. Era como estar en un mercado de esclavos. Pero era lo que haba que hacer si se necesitaba trabajar, pues los amos iban a la feria con el objeto de contratar sirvientes de aceptable aspecto. Ahora, hoy, yo iba a ser uno de ellos. Era un luminoso da de primavera, y quin sabe por qu, el brillo del sol lo empeoraba todo; yo envidiaba a los pjaros, que parecan locos de jbilo despus de ese invierno inusitadamente duro; a decir verdad, estaba dispuesta a envidiar a todos esa maana. Antes la feria haba ofrecido un festn de disfrute. Me haba encantado su trajn, sus olores, sus ruidos todo aquello que constitua la feria de Trelinket. En los puestos de refrigerios haba carne caliente y ganso hervido; se los vea cocinndose en fuegos, junto a los puestos. Haba puestos con pasteles, doradas cortezas encerrando los deliciosos rellenos, horneados el da anterior en la cocina de algn cortijo o en el horno de alguna cabaa. Los vendedores voceaban las tentadoras descripciones a la gente que pasaba con despacioso andar. "Pruebe un pedazo de este muggety tradicional, querida ma. Colijo que nunca prob nada semejante." Y abran un pastel para mostrar las entraas de oveja o de ternero que era el muggety, o las de cerdo, que eran nattlins. Un manjar especial eran los pasteles de taddage, hechos de lechn, y tambin estaba all el pastel de pichn de paloma, ms comn. De pie junto a los puestos, las gentes probaban y compraban los pasteles para llevrselos. En otra parte de la feria se expona ganado; estaban los baratillos donde se venda casi todo lo imaginable: ropa y calzados viejos, talabartera, ollas, sartenes y hasta hornos. Haba adivinos y curadores esos que voceaban los mritos de sus medicinas y que haban sido clientes de abuelita Be. Y cerca del sitio donde se asaba un ganso encima de un fuego abierto, estaba la plataforma de contratacin. La contempl avergonzada. Varias personas estaban ya de pie en ella; se los vea acongojados y abatidos, lo cual no era de extraar. A quin poda gustarle ofrecerse as para trabajar! Y pensar que yo, Kerensa Carlee, deba sumarme a ellos. Pens que despus de eso iba a odiar el olor a ganso asado. A mi alrededor, todos parecan rer; el sol se haba puesto caluroso y yo senta ira contra el mundo entero. Pero haba dado a abuelita Be mi palabra de que me ofrecera para trabajar. No poda volver dicindole que me haba desfallecido el corazn en el ltimo instante. No poda regresar y ser una carga para ellos, yo que era sana y fuerte. Resueltamente me acerqu a la plataforma y sub los desvencijados escalones del costado; luego me vi all de pie entre ellos. Los presuntos patrones nos observaban con inters, sopesando nuestras posibilidades. Vi entre ellos al hacendado Pengaster. Si l me tomaba no estara tan mal. Se lo consideraba bondadoso hacia quienes trabajaban para l, y yo podra llevarme algunos bocados a la cabaa. Mi amargura se aliviara sobremanera si poda ir de vez en cuando a casa y hacerme la dadivosa. Entonces vi a dos personas que me causaron un sobresalto de consternacin. Los reconoc como el mayordomo y el ama de llaves del Abbas. Solamente una finalidad habra podido llevarlos a la feria, y se encaminaban en lnea recta a la plataforma. Entonces empec a tener miedo. Un sueo mo haba sido vivir algn da en el Abbas Saint Larston; yo haba vivido con ese sueo, porque abuelita Be me haba dicho que, si una creaba un sueo y haca cuanto poda por volverlo realidad, era casi seguro que con el tiempo lo sera. Ahora vea que ese sueo poda hacerse fcilmente realidad yo podra vivir en el Abbas como criada domstica! Cientos de imgenes pasaron veloces por mi mente. Pens en el joven Justin Saint Larston dndome rdenes con altanera; en Johnny burlndose de m, recordndome que era una criada; en Mellyora yendo a tomar el t con la familia, y en m misma de pie para servirlos, con gorra y delantal. Pens en Kim all presente. Tambin pensaba otra cosa. Desde que abuelita me confiara su secreto aquel da en el bosque, yo haba pensado mucho en Sir Justin, que era el padre del actual. Se parecan mucho y yo era igual que abuelita. Exista una posibilidad de que lo sucedido a abuelita me pudiese suceder a m. Al pensarlo ard de furia y vergenza. Se acercaban conversando con mucha seriedad, escudriando luego a una de las muchachas que se ofrecan para trabajar y que tena ms o menos mi edad. Y si seguan adelante en la fila? Si me elegan, qu? Luchaba conmigo misma. Deba saltar de la plataforma y correr a mi casa? Me imagin explicndole a abuelita. Ella comprendera. Acaso el ir all no haba sido sugerencia ma, no de ella? Entonces vi a Mellyora refinada y lozana, vestida de color malva, con falda guarnecida y un jubn ajustado, que tena bordes de encaje en el cuello y las mangas; medias blancas y zapatos negros con carreas, y su rubio cabello asomando bajo su papalina de paja. En el momento en que la vi, ella me vio, y en ese instante no pude ocultar mi temor. Se me acerc rpidamente, con una expresin de pesar en la mirada, y se detuvo frente mismo a m. Kerensa? Pronunci mi nombre con suavidad.

Yo estaba furiosa porque ella me haba visto humillada; y cmo poda no odiarla, all de pie, pulcra, limpia, lozana, tan refinada y libre. Te ofreces para trabajar? As parece respond con ferocidad. Pero no lo has hecho antes. Son tiempos difciles murmur. Los dos del Abbas se acercaban. El mayordomo ya tena posados en m sus ojos, que brillaban de manera ardiente y pensativa. Una expresin de entusiasmo asom al rostro de Mellyora, que contuvo el aliento y comenz a hablar como si las palabras no le salieran con la rapidez suficiente. Kerensa, nosotros estamos buscando alguien. Querras ir al rectorado? Fue como la suspensin de una sentencia. El sueo no se me estaba estropeando. No entrara en el Abbas Saint Larston por la puerta trasera. Tena la sensacin de que, si haca eso, el sueo jams se hara realidad. Al rectorado! repet tartamudeando. Entonces viniste aqu a emplear una criada? Ella movi la cabeza ansiosamente, asintiendo. S, necesitamos alguien. Cundo estars lista para empezar? Haggety, el mayordomo, que ya estaba cerca nuestro, dijo: Buenos das seorita Martin. Buenos das. Me alegro de verla en la feria, seorita. La seora Rolt y yo vinimos a buscar dos o tres muchachas para la cocina. Me miraba ahora con ojillos brillantes. Esta parece aceptable agreg. Cmo te llamas? Alc la cabeza con altanera. Llega usted demasiado tarde dije. Ya estoy contratada.

***Ese da flotaba en el aire una sensacin de irrealidad. Yo tena la impresin de que esto no me estaba ocurriendo realmente, de que pronto despertara y me encontrara en el talfat, soando como siempre, o riendo con abuelita Be. Verdaderamente caminaba junto a Mellyora Martin, que me haba comprometido para trabajar en el rectorado ella, una muchacha de mi misma edad. El seor Haggety y la seora Rolt se haban mostrado tan sorprendidos, que callaron, boquiabiertos, cuando Mellyora se despidi con cortesa. Cuando nos alejamos nos miraban fijamente y o a la seora Rolt murmurar: Pues qu me dice usted de eso! Al mirar a Mellyora, sent una vaga alarma; intu que ella empezaba a arrepentirse de una accin apresurada. Estaba segura de que ella no haba ido a la feria a contratar a nadie, que haba obrado siguiendo un impulso para salvarme de ir a trabajar al Abbas, tal como haba procurado salvarme de las burlas de los muchachos cuando me haba encontrado en la pared. Est bien? pregunt. Qu cosa? Que t me contrates? Estar bien. Pero Nos arreglaremos replic; era muy bonita cuando sonrea, y el desafiante centelleo de sus ojos la haca ms bonita todava. Muchos se volvan para mirarnos mientras pasbamos entre las multitudes, frente al del baratillo, que voceaba los mritos de sus mercancas, cmo una botella de esto o de aquello curara todos los males del mundo; frente al ganso que se asaba y al puesto de obsequios. Presentbamos un gran contraste ella tan rubia, yo tan morena; ella tan pulcra, y yo, aunque limpia, pues me haba lavado el cabello y la bata corta el da anterior, tan mal vestida; ella con sus brillantes zapatos negros, yo descalza. Y a nadie se le ocurrira pensar que ella me haba contratado. Me condujo al linde del campo donde se hallaba instalada la feria, y all estaban la jaca y el cochecito que, yo lo saba, pertenecan al rectorado; en el asiento del conductor estaba esa institutriz de edad madura a quien yo haba visto con frecuencia en compaa de Mellyora. Cuando nos acercamos, ella se volvi diciendo: Dios me valga, Mellyora! Qu significa esto? Como presum que el "esto" era yo, alc bruscamente la cabeza y fij en la institutriz mi ms altanera mirada. Oh, seorita Kellow, debo explicar comenz a decir Mellyora con un temblor de turbacin en la voz. En efecto fue la respuesta. Hazlo, por favor. Esta es Kerensa Carlee. Acabo de contratarla. Acabas de qu? Me volv hacia Mellyora con una mirada de reproche. Si ella haba estado hacindome perder el tiempo si haba estado jugando a quin sabe qu simulacin si aquello era acaso algn juego Sacudi de nuevo la cabeza. Otra vez ese inquietante hbito de leer mis pensamientos. Todo est bien, Kerensa dijo. Djalo en mis manos. Me hablaba como si fuese yo una amiga y no una muchacha empleada; habra podido estimar a Mellyora si tan slo hubiera podido librarme de esa amarga envidia. La haba imaginado necia, mansa, bastante obtusa. Sin embargo, no era as. En Mellyora haba muchos bros, como yo iba a comprobarlo. Ahora era su turno de mostrarse altanera, cosa que logr muy bien. Sube, Kerensa. Seorita Kellow, le ruego que nos lleve a casa. Vamos, Mellyora Esta seorita Kellow era un verdadero dragn; conjetur que tendra poco ms de cuarenta aos; sus labios eran apretados, vivaces sus ojos. Senta una extraordinaria simpata hacia ella porque, pese a su actitud de superioridad, slo era, despus de todo, una criada. Esto replic Mellyora, siempre como una joven dama arrogante es una cuestin entre mi padre y yo. As recorrimos el camino hasta Saint Larston. Ninguna de nosotras habl mientras pasbamos frente a las cabaas y la herrera, y llegbamos a la iglesia gris, con su alta torre y el camposanto de lpidas que se caan. Atrs estaba el rectorado. Cuando la seorita Kellow detuvo el coche ante la puerta, Mellyora dijo: Ven conmigo, Kerensa. Baj junto con ella mientras la seorita Kellow conduca el coche a los establos. Yo pregunt: No tenas ningn derecho a emplearme, verdad? Claro que tena derecho replic ella. Si no lo hubiese hecho, t habras ido al Abbas, y eso lo habras odiado. Cmo lo supiste? Lo imagin sonri ella. Cmo sabes que no voy a odiar esto?

Por supuesto que no. Mi padre es el mejor hombre del mundo. Cualquiera sera feliz en esta casa. Aunque tengo que explicrselo. Vacil, indecisa en cuanto a qu hacer conmigo. Luego dijo: Acompame. Abri la puerta y entramos en un gran saln, donde haba un florero con narcisos y anmonas encima de un cofre de roble. En un rincn, un reloj de pared marcaba las horas, y frente a la puerta haba una ancha escalinata. Mellyora me hizo seas de que la siguiera y ambas subimos la escalera. En el rellano, ella abri una puerta de un tirn, diciendo: Espera en mi dormitorio hasta que yo te llame. La puerta se cerr ante m y qued sola. Jams haba estado antes en una habitacin como esa. En la ventana grande haba suaves cortinas azules, y sobre el lecho un cubrecama azul. En el muro haba cuadros, y lazos de amor en el empapelado celeste, Lo que ms me llam la atencin, empero, fue la pequea biblioteca que vi junto a la cama. Los libros que Mellyora lea! Me hacan recordar el abismo que nos separaba, de modo que les di la espalda y mir por la ventana. Debajo de m estaba el jardn del rectorado; ms o menos medio acre, con csped y macizos de flores. Y trabajando en el jardn se encontraba el reverendo Charles Martin, el padre de Mellyora. En ese momento vi aparecer a Mellyora, que corri derecho hacia l y se puso a hablar con seriedad. Yo observaba con atencin, sabiendo que se discuta mi destino. El reverendo Charles se mostraba sorprendido. Mellyora se mostraba enftica. Estaban discutiendo; ella le tom una mano y sigui hablando con vehemencia. Mellyora imploraba por m; me pregunt por qu se interesaba tanto. Pude ver que ella estaba ganando; l no poda negar nada a su encantadora hija. Resignado, asinti con la cabeza y ambos echaron a andar hacia la casa. Pocos minutos despus se abra la puerta y all estaba Mellyora, con esa sonrisa de triunfo. El reverendo Charles se acerc a m y, con esa voz que utilizaba en el pulpito, dijo: As que vienes a trabajar con nosotros, Kerensa. Espero que seas feliz aqu.

CAPTULO 02Pronto empec a comprender qu gran oportunidad me haba brindado Mellyora, y aunque ms tarde me iban a suceder cosas extraas, ese primer ao en el rectorado me pareci, mientras lo viv, el perodo ms excitante de mi vida. Supongo que esto se debi a que fue entonces cuando llegu a comprender que poda empezar a elevarme a otro mundo. Mellyora era mi oportunidad. Entend que yo la atraa tal como ella a m. Haba descubierto en m ese enorme anhelo de escapar de un entorno que odiaba, y eso la fascinaba. Naturalmente, yo tena algunos enemigos en la casa. De ellos, la ms formidable era la seora Kellow. Muy estirada, hija tambin de un prroco, estaba constantemente parapetada en su dignidad, ansiosa por demostrar que solamente la mala suerte la haba obligado a ganarse la vida. Tena afecto por Mellyora, pero era una mujer ambiciosa, y yo, que posea dicha cualidad en exceso, era rpida para observarla en otros. Igual que yo, ella estaba insatisfecha con su suerte y se propona mejorarla. Estaba adems la seora Yeo, cocinera y ama de llaves, que se consideraba la jefa del personal, incluyendo a la seora Kellow. Entre estas dos haba una contienda que me beneficiaba, pues aunque la seora Yeo no lograba entender, segn deca, por qu se me haba llevado a esa casa, no me tena tanta inquina como la seora Kellow, y a veces era propensa a ponerse de mi lado simplemente porque hacerlo era estar contra la seora Kellow. Estaban el palafrenero, Tom Belter, y el caballerizo, Billy Toms; se inclinaban a verme de modo ms favorable, pero yo no quise saber nada de las familiaridades que ellos se tomaban con Kit y Bess, las criadas, cosa que pronto puse en claro; aun as, no me guardaban rencor y se inclinaban a respetarme por ello. Kit y Bess me miraban con respetuoso temor; esto se deba a que yo era la nieta de abuelita Be; a veces me hacan preguntas sobre abuelita; queran su consejo acerca de sus amoros, o alguna hierba que les mejorase el cutis. Yo pude ayudarlas, lo cual hizo ms cmoda la vida para m, porque a cambio ellas solan cumplir alguna de las tareas que se me haban asignado. Durante mis primeros das en el rectorado, vi pocas veces a Mellyora; entonces pens que ella, despus de efectuar su buena accin, haba dejado all la cosa. Fui puesta a disposicin de la seora Yeo, quien, una vez que dej de quejarse por mi innecesaria presencia, me encontr tareas que cumplir. Las llev a cabo sin protestar durante esos primeros das. Aquel primer da, cuando Mellyora condujo al prroco a su dormitorio, yo le haba preguntado si poda ir corriendo a contar a mi abuelita dnde iba a estar, y la autorizacin fue concedida con presteza. Mellyora haba ido conmigo a la cocina, donde ella misma llen una cesta con sabrosa comida, que yo deba llevar a mi pobre hermano, el que se haba cado del rbol. Por eso me hallaba en un estado de cierta exaltacin cuando llegu a la cabaa para contar el resultado de haberme ofrecido en la feria de Trelinket para trabajar. Abuelita me estrech en sus brazos, tan cercana al llanto como nunca la haba visto. El prroco es un buen hombre manifest. No lo hay mejor en todo Saint Larston. Y su hija es buena chica. Te ir bien all, mi amor. Le habl de Haggety y de la seora Rolt, que casi me haban contratado, y ella ri junto conmigo cuando le cont cuan aturullados quedaron al verme partir con Mellyora. Abrimos la cesta, pero yo no quise comer nada. Dije que era para ellos; yo comera muy bien en el rectorado. Esto era, de por s, un sueo hecho realidad, porque acaso no me haba imaginado haciendo la dama dadivosa? El regocijo se esfum durante esos primeros das, cuando no vi a Mellyora y me pusieron a fregar tiestos y cacerolas, a dar vueltas al asador o a preparar verduras y limpiar pisos. Pero estaba la compensacin de comer bien. All no se coma leche aguada con pan. Pero recuerdo haber odo, durante esos primeros das, un comentario que me dej atnita. Estaba limpiando el piso de pizarra de la casa refrigerante, donde se guardaban la mantequilla, los quesos y la leche, cuando entr Belter en la cocina, a hablar con la seora Yeo. Le o dar un sonoro beso a la cocinera, lo cual me puso ms alerta. Sultame, jovencito dijo la seora Yeo, riendo entre dientes. l no la solt y hubo un ruido de forcejeo y de respiracin agitada. Luego ella dijo: Sintate, pues, y termina ya. Las doncellas te vern. No convendra que ellas sepan qu clase de hombre eres, seor Belter. . No, se es nuestro secreto, eh?, seora Yeo. Sultame. Sultame. Y luego: Tenemos aqu a esa muchacha, la nieta de la abuelita Be, lo sabas? S, la he visto. Colijo que es ms lista que una carreta llena de monos. Oh, es bastante lista. Lo que me extraa es por qu la tenemos aqu entonces? Al prroco ya le resulta bastante difcil alimentarnos a todos, Dios lo sabe. Entonces trae a esta otra que come bastante cuando se sienta a la mesa. Es mejor para eso que para trabajar, esto te lo digo yo. Las cosas van mal entonces? Ah, ya sabes, si el prroco tiene medio penique regala uno entero. Pronto ambos hallaron algo que les interesaba ms que los asuntos del prroco o que mi llegada; pero yo segu pensando mientras limpiaba el piso. En el rectorado, todo me haba parecido lujoso; causaba asombro pensar que en esa casa les resultara difcil salir del paso monetariamente. Yo no lo crea, en realidad. No eran ms que habladuras de los sirvientes.

***No haca una semana que estaba yo en el rectorado, cuando hice realidad mi enorme buena suerte. Se me haba enviado a limpiar el cuarto de Mellyora mientras ella estudiaba sus lecciones en la biblioteca con la seorita Kellow. Tan pronto como qued sola en la habitacin, fui a la biblioteca y abr uno de los libros. En l haba lminas con leyendas abajo. Las mir con fijeza, procurando entender qu eran. Me senta colrica y frustrada, como alguien que est encerrado en una prisin mientras las cosas ms interesantes del mundo ocurren afuera noms. Me preguntaba si podra aprender sola a leer sacando uno de aquellos libros y mirndolo, aprendiendo la forma de las letras, copindolas y recordndolas. Olvid totalmente la limpieza del piso. Me sent en el suelo, saqu un libro tras otro, procurando comparar las letras para obtener algn indicio de lo que ellas significaban. Me encontraba all sentada cuando Mellyora entr en la habitacin. Qu ests haciendo? pregunt. Cerrando apresuradamente el libro respond: Estoy limpiando tu habitacin. Qu absurdo ri ella. Estabas sentada en el piso, leyendo. Qu leas, Kerensa? Yo ignoraba que supieras leer. Te ests riendo de m exclam. Basta ya. No pienses que porque me contrataste en la feria, me has comprado! Kerensa! dijo ella con altanera, tal como haba hablado a la seorita Kellow. Entonces sent que me temblaban los labios y su expresin cambi de inmediato. Por qu mirabas los libros? inquiri con dulzura. Dmelo, por favor. Quiero saberlo. Fue ese "po