verdad y transformacion

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Prólogo 13Prefacio 17Agradecimientos 21

Parte I: ¿Necesitamos transformación?

1. Moralidad 25El secreto perdido del éxito occidental

2. Racionalidad 39La fuerza motriz olvidada de la tecnología occidental

3. Familia 47La escuela decadente del carácter occidental

4. Humanidad 55El alma abandonada de la civilización occidental

Parte II: ¿Pueden las naciones ser sanadas?

5. Sus llagas 67Para sanidad de las naciones

6. Su compasión 75Jesús, el agitador

7. Su reino 93Lo natural y lo sobrenatural

Índice

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8. Su verdad 115La clave de la transformación

9. Su ley 131El pecado y sus consecuencias

Parte III: ¿Cómo transforma el evangelio?

10. Evangelización 155Portavoz de la verdad

11. El Espíritu Santo 171Espíritu de verdad y de poder

12. La Iglesia 193Pilar de la verdad

13. Esperanza 211Él renueva todas las cosas

Parte IV: ¿Cómo puedo participar?

Apéndice 1: La corrupción y la cultura de la Cruz 229Apéndice 2: De los programas de cosmovisión al 263 movimiento del Reino ― T.M. MooreApéndice 3: La transformación de Estados Unidos: 289 Reforma la educación

Guía de estudio 301

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Prólogo

Muchos han escrito y comentado acerca de la crisis de nuestro tiempo: económica, religiosa, moral y política. Algunos dicen que las guerras de cultura son cosa del pasado y que el secula-rismo ha vencido. Otros sostienen que contamos con un intervalo de diez a veinte años en el que aún podemos trabajar por la reno-vación espiritual y la transformación. Si todavía hay oportunidad para el cambio radical (de raíz), y yo creo que la hay, necesitamos un camino a seguir, una agenda que establezca los principios que hemos de observar —un manifiesto para nuestro tiempo.

Contamos con este programa en Verdad y transformación, de Vishal Mangalwadi. Algunos han apodado a Vishal como el Francis Schae-ffer de la India. Estudió con Schaeffer en su juventud y pasó bastante tiempo en la Universidad de Cambridge investigando la temática de este libro. No obstante, Vishal no es un erudito que escribe desde su torre de marfil. Muchos relatos de este libro demuestran su dilatada obra entre los más pobres de los pobres de la India. En realidad, este libro comenzó cuando Vishal fue arrojado a la cárcel (adivinen por qué causa) por socorrer a las víctimas de una tormenta de granizo. Dada su extensa preparación y su labor en la India, puede sernos de gran ayuda en Occidente (y en todo el mundo) a la hora de enfren-tarnos a formidables desafíos culturales.

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¿Cómo puede ser que —se preguntará usted— un filósofo y activista indio nos ayude? Como razonó en cierta ocasión C. S. Lewis, toda cultura tiene sus propios puntos ciegos, su propio punto de vista. Es adecuada «para vislumbrar ciertas verdades y está especial-mente expuesta a cometer ciertos errores.»1 Como corrector, Lewis recomendó que se leyeran libros antiguos. La norma de Lewis era leer un libro antiguo por cada libro nuevo, o, si eso era demasiado, uno antiguo por cada tres nuevos. De este modo, «la pura brisa marina de los siglos» ventilará nuestra mente y obtendremos una perspectiva más clara de nuestro tiempo.

Yo suelo decir que otra manera de obtener una claridad cre-ciente sobre nuestro tiempo es vivir por un periodo prolongado en otra cultura o entre gentes de otras culturas que también conozcan los Estados Unidos (u Occidente). C. S. Lewis concedió gran valor a mirar desde ópticas distintas. Dijo: «Mis propios ojos no me bastan, miraré a través de ojos ajenos.»2 A menos que veamos el mundo a través de ojos ajenos, habitaremos en un universo tan reducido que acabaremos sofocándonos. Vishal nos proporciona tal perspectiva clarificadora de nuestro tiempo; su erudición y su análisis son pro-fundos, su perspectiva india nos permite contemplar a los Estados Unidos y la cultura occidental con una claridad fresca y rigurosa.

En los primeros cuatro capítulos, Vishal expone claramente que los fundamentos que han engrandecido a Occidente se están derrumbando. Se está tirando de la alfombra sobre la que descan-saba la moralidad, la dignidad humana, la racionalidad, la tecnolo-gía y el carácter. Estos pivotes fundacionales que han conformado nuestra cultura tienen su raíz en la Biblia. A medida que estos y otros principios son sustituidos por mentiras, se hace absoluta-mente necesario transformar nuestra cultura y recuperar la verdad.

Como señala Vishal, ésta no será una tarea fácil. Hay podero-sos intereses creados en Occidente (y en todas partes) inclinados

1. C. S. Lewis, «On the Reading of Old Books,» First and Second Things: Essays on Theology and Ethics, ed. Walter Hooper (Glasgow: Collins, 1985), 207-208.

2. C. S. Lewis, La experiencia de leer un ejercicio de critica experimental (Edi-torial Alba, 2000)

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a perpetuar la falsedad. También es necesario vestirse con toda la armadura de Dios, porque no combatimos meramente contra carne y sangre sino contra principados y potestades en los luga-res celestiales (conflicto espiritual). El resistir a la falsedad con la verdad implica conflicto; ese conflicto puede conducir a represa-lias y persecución, como ocurre en algunos países del mundo. Para sustentar nuestra fuerza y no ser abrumados, necesitamos el poder que procede del Espíritu Santo y de la oración. En este contexto necesitamos desesperadamente a la comunidad, la iglesia, para esti-mularnos al amor y a las buenas obras. La iglesia, como dijo Pablo a Timoteo, fue destinada a ser «pilar y fundamento de la verdad» que transforma. Podemos esperar victoria, no apoyados en nuestras propias fuerzas, porque la batalla es del Señor. Podemos confiar en el carácter y el propósito de nuestro Señor. Tenemos que intervenir en el conflicto, pero también conservar la fuerza a través de la inter-cesión. Pues aunque personalmente perdamos, nuestro Dios vence al final. Esa es nuestra esperanza cierta y segura.

El poder de la presentación de Vishal no radica sólo en sus rela-tos e ilustraciones, sino en la exposición de verdades normalmente descuidadas en la iglesia: el pecado, la cruz, la iglesia, el juicio, la justicia social, la ley y el arrepentimiento. La obra de Vishal actúa también por contraste, demuestra la falsedad de la creencia de que todas las religiones son iguales y que las creencias y doctrinas no importan. En realidad, la verdad (o las mentiras) acarrean profun-das consecuencias tanto en la vida personal como en la pública.

Si persistimos en seguir las falsedades de nuestra cultura, perde-remos la verdad, la bondad, y la belleza que hicieron de Occidente un faro que iluminaba a muchos en todo el mundo. Vishal nos invita a izar la verdad como una antorcha, a ponerla en práctica (intervenir) y a perseverar en la acción hasta alcanzar la meta. Muchas de sus obser-vaciones y de sus historias nunca las podrá olvidar.

DR. ART LINDSLEYC. S. Lewis Institute

Marzo 2009

Prólogo 15

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Éstos no son los mejores tiempos. Hasta los estadounidenses secu-lares buscan un mesías. Por eso, el senador Obama, en su cam-paña presidencial, tuvo que recordar a sus partidarios: «Pese a los rumores que corren, yo no nací en un establo.»

La gente está desesperada por oír buenas noticias después que las principales firmas automovilistas —que recibieron 25.000 millones de dólares en un rescate de emergencia— redujeran per-sonal y solicitaran otros 100.000 millones de dólares y/o se decla-raran en bancarrota, lo cual podría desatar un tsunami económico por todo el mundo industrializado.

No hay que extrañarse que poco después que el Presidente Bush aprobara medidas urgentes autorizando un fondo de emergencia de 700.000 millones de dólares para rescatar a las instituciones finan-cieras estadounidenses; también el Presidente Obama tuviera que aprobar un «Nuevo paquete de medidas de estímulo», por valor de 787.000 millones para intentar reanimar la economía; que anunciara un plan de rescate de hipotecas por un monto de 275.000 millo-nes para evitar que las familias perdieran sus casas; y promoviera un esfuerzo que probablemente ascendería a dos billones de dólares para rescatar bancos en dificultades, que actúan como columna vertebral de la superpotencia económica mundial. Y aún así...

El índice industrial del Dow Jones descendió hasta su nivel más bajo en doce años y las acciones del Bank of America y del Citi Bank registraron mínimos históricos.

Prefacio

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¿Por qué la promesa de una inyección masiva de capital en los bancos hace que los inversores se sientan tan inquietos? Porque, en el fondo, el problema no es económico. Al llover las críticas de que el gobierno estaba rescatando a los corruptos, el Secretario del Tesoro estadounidense anunció una «prueba de resistencia» para los bancos que se estaban socorriendo. Manifestó que la Adminis-tración auditará a los bancos. Los entendidos ya no confían en los auditores certificados. Los inversores saben que una investigación genuina revelará al mundo que algunos de los principales bancos estadounidenses son aún más insolventes que los pobres dueños de casas que no pueden hacer frente al pago mensual de sus hipo-tecas. Sin duda la confianza volverá al mercado financiero.

¿Pero sabe usted por qué?Un opulento, muy convencido y bien informado capo de la mafia,

aconsejó a un amigo mío en Arizona: «No se preocupe. Este es un buen momento para comprar acciones en el banco (XYZ). El gobierno no puede en modo alguno permitir que este banco quiebre porque ha participado en la corrupción bancaria por largo tiempo y obligará a los sufridos ciudadanos a acudir en rescate de los bancos corruptos.»

Puede que el capo haya exagerado, pero muchos se preguntan si la cultura de la corrupción no se estará extendiendo a otros sectores de la economía. El FBI está investigando más de tres-cientos cincuenta casos de fraude corporativo en Estados Unidos. El gobierno estadounidense ha presentado una demanda contra el primer banco suizo UBS AG, para intentar forzar que se revelen las identidades de cincuenta y dos mil estadounidenses ricos que supuestamente han evadido al fisco al menos 14.800 millones de dólares en cuentas suizas secretas. John DiCicco, Fiscal General adjunto de la división de impuestos del Departamento de Jus-ticia, declaró: «En un momento en el que millones de estado-unidenses están perdiendo sus empleos, sus casas y su asistencia sanitaria, es aterrador oír que más de 50.000 de los más ricos de los nuestros hayan activamente procurado evadir su obligación cívica y legal de pagar impuestos.» Pocos creen que este caso lle-gará algún lado; sin embargo, cabe esperar de un gobierno que

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recurre a contribuyentes honestos, cuyas declaraciones de renta se tramitan en «Main Street» para salvar a los corruptos de Wall Street, que exija responsabilidades a éstos últimos.

Los ejemplos se pueden multiplicar, pero la cuestión funda-mental es: ¿Se purificará esta cultura de corrupción para volver a ser lo que era la Mayoría moral estadounidense o experimentará Estados Unidos un avivamiento popular que propicie una transformación general? El presidente Obama tiene por delante tres opciones:

Forzar a los contribuyentes honestos a rescatar a los •corruptos.Castigar a los corruptos. Pero ¿cómo puede un presidente •arrojar al 10 por ciento del millón de estadounidenses más poderosos a la cárcel?Guiar al país al arrepentimiento.•

El Presidente Obama tiene razón: los que han visto en él un salvador quedarán profundamente decepcionados. Es hora de que la iglesia recupere y desate el poder de las Buenas nuevas para reconstruir la desolación de nuestro tiempo.

Algunas culturas creen que el mal —ya sea la corrupción cor-porativa o el niño inocente que muere de una malaria evitable, la hambruna, los medicamentos adulterados o el terrorismo— ocu-rre por la voluntad de Dios. Otras piensan que es un karma. Pero la Biblia revela de principio a fin a un Dios que se duele del mal (Gen. 6:6), que lo juzga (Isa. 11:3-4), y que está decidido a hacer todas las cosas nuevas (Apo. 21:5).

Jesús lloró por un mundo lleno de pecado, corrupción, opre-sión, pobreza, enfermedad, demonios y muerte. No dobló su rodi-lla ante el diablo ni buscó escapar del sufrimiento refugiándose en la contemplación, la meditación o el éxtasis. Él introdujo un reino de un Dios que ofrece perdón, sanidad y libertad a un mundo gobernado por el pecado y Satanás.

Satanás engañó a Adán y Eva para corromper la creación. Jesús empezó a transformar a sus hijos para que resplandecieran con la luz del mundo. «Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en Él, y les dijo: Si os mantenéis fieles a mis enseñanzas,

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seréis realmente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la ver-dad os hará libres» (Juan 8:31).

Comencé a escribir Verdad y reforma social en 1980, cuando fui encarcelado por socorrer a las víctimas de una tormenta de granizo. Esto explica por qué el primer capítulo de la versión ori-ginal1 se titulara «Jesús, el agitador». Yo miraba a «la clase diri-gente» desde la perspectiva de los discípulos de Juan el Bautista y el Señor Jesús, que consideraban a sus gobernantes malvados y crueles. Ese capítulo fue presentado en una conferencia en Whea-ton, Illinois, en 1983. El retrato del Mesías como reformador me costó la pérdida de muchos amigos, pero intrigó a la Dra. Miriam Adeney lo suficiente como para leer el manuscrito completo, revi-sarlo (sin habérselo pedido) y animarme a publicar el libro.

El segundo capítulo también retrataba al apóstol Pablo como un agitador que trastornó un mundo corrompido. Tal perspectiva evan-gelizadora de Pablo molestó también a otros amigos. Pero Hodder and Stoughton decidió publicarlo en el Reino Unido —una vez más, sin habérselo solicitado—. Por lo menos, firmó un contrato. Un doctor coreano que vivía en la sombra en China Comunista y Corea del Norte halló una copia del libro en la sede británica de L’Abri y comenzó a traducirlo ¡sin ni siquiera pedir permiso!

Yo quería revisar un libro que había sido escrito en cárceles y selvas, pero como su demanda siguió aumentando y los planes de revisión tuvieron que ser pospuestos, mi hija mayor Nivedit deci-dió publicar la tercera edición sin hacer cambios importantes. La cuarta edición, bastante ampliada, fue inspirada por una petición de varios cientos de copias del Dr. Robert Osburn, de la univer-sidad de Minnesota. El Dr. Luis Bush jugó un papel igualmente importante al fundar un movimiento global que está redefiniendo la misión como transformación. El título del libro fue también «transformado», porque añadí otros siete capítulos a la tercera edición de Truth and Social Reform. En principio, el libro se ocupó de la India; pero los nuevos capítulos han procurado que también sea relevante en Occidente.

1. Truth and Social Reform (Nueva Delhi: Nivedit Good Books, 1985 y 1996; Londres: Hodder & Stoughton, 1989).

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Aunque las ideas centrales de este libro fueron concebidas en la India rural, pudieron ser aplicadas en el mundo exterior porque, entre 1997 y el 2009, al menos treinta familias e instituciones nos han proporcionado alojamiento a mí y a mi esposa Ruth; y muchos otros individuos, familias, iglesias y fundaciones nos han ofrecido ayuda económica y han apoyado nuestros proyectos.

Ruth y yo seguimos siendo humillados por ese «pequeño pue-blo» que nos ama, ora por nosotros y nos envía 20, 50 ó 100 dóla-res al mes. Cada regalo nos llena de gratitud a Dios. No obstante, sería deshonesto no admitir que no podríamos haber conseguido mucho sin los que nos han confiado mayores donaciones. La serie de cintas «¿Mus the Sun Set on the West?» fue la primicia de ese apoyo. Los vídeos —la segunda— están siendo actualmente edi-tados. Verdad y transformación es el tercer producto. Otros muchos productos deben resultar de este estudio continuado, incluido un currículo y una nueva clase de universidad a la que se hace alusión en el Apéndice 3. También me gustaría dar las gracias a:

El Dr. James Hwang por patrocinar el retiro Mundo a •Transformar, de líderes norteamericanos, que me animó a emprender este proyecto.

Agradecimientos

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El Dr. David y Amber McDonald, que hicieron posible •que el Dr. Mark Harris, Samraj Gandhi, Laura Dixon, y Emily Lewis ayudaran a preparar esta edición.La Universidad Internacional William Carey, donde •enseñé como profesor adjunto, por proporcionar el con-texto para esta edición.Scott Allen, que envió el manuscrito a los editores y les •animó a publicar el libro. También organizó el equipo de la Alianza para el Discipulado de las Naciones (ADN) que preparó la Guía de estudio en menos de dos semanas.Bobby y Jean Norment, que nos recibieron en las hermo-•sas instalaciones de Bethany Fellowship en Bloomington, Minnesota, durante el mes que pasé preparando el manus-crito para la imprenta. Con su hijo Davis y su esposa Michelle, ellos preconizan el Rivendell Sanctuary, una nueva clase de universidad de educación superior basada en el modelo de aprendizaje de Jesús, aventura en la que participo con el fin de transformar a América.Ryan Davis, que ha sido un editor fantástico y entusiasta.•YWAM Publishing por el esfuerzo que hizo en publicar •este libro en seis semanas, y tenerlo dispuesto para la con-ferencia Mundo a Transformar, en Houston.

Para llevar a cabo este proyecto fueron imprescindibles el estí-mulo, el consejo y las oraciones de Bob Osburn, Art Lindsley, Tom Victor, Luis Bush y Rich y Sue Gregg. Quedo en deuda perenne con Prabhu Guptara por su sabiduría, y con mi familia —Ruth, Nivedit y Edwin, Anandit y Albert— por su apoyo incondicional a toda buena cosa que yo pueda hacer.

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¿Necesitamos Transformación?

PARTE I

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El secreto del éxito occidental

A los seis meses de nuestro casamiento, Ruth y yo abandona-mos la India urbana y nos fuimos a vivir con los campesinos

pobres de uno de los distritos más subdesarrollados del centro de la India. Subsistíamos con menos de diez dólares al mes, tratando de entender lo que significa la pobreza crónica y desarrollábamos proyectos concretos para ayudar a nuestros vecinos a escapar de su parálisis. Cuando corrió la voz de la labor que estábamos rea-lizando, comencé a recibir invitaciones para dar charlas en varios países. En 1980 fui invitado a Inglaterra para dar una conferencia acerca del desarrollo económico y un estilo de vida sencillo.

Mi vuelo despegó de Nueva Delhi a eso de las dos de la madru-gada. Yo tenía sueño, pero cuando el señor Singh, sentado a mi lado, descubrió que yo vivía en una casa de adobe cerca de una aldea oscura, en un distrito desconocido, resolvió que, más que dormir, yo necesitaba consejo. Se propuso persuadirme de que cambiara de vocación, me estableciera en Inglaterra y me hiciera empresario. Siguió erre con erre, describiendo cuán fácil era montar un negocio exitoso en Inglaterra. A eso de las 3:30 de la madrugada, se me hizo

MoralidadEl secreto perdido del éxito occidental

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uno

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casi imposible fingir que aún seguía escuchando, pero justo cuando me disponía a decirle que necesitaba dormir, reparé en algo que me intrigó: aunque mi inglés era deficiente, el suyo era aún peor. Me maravillé que alguien que no hablara bien el idioma inglés pudiera triunfar como empresario en ese país. De modo que le pregunté: —Señor Singh, ¿cómo es que resulta tan fácil montar un negocio en Inglaterra? —Me respondió sin hacer ninguna pausa:

—Porque en ese país todo el mundo confía en ti.Como yo no era empresario, no entendía qué tenía que ver la

confianza con el éxito económico de un individuo o nación.Si el señor Singh hubiera defendido el capitalismo, o el socia-

lismo, o el comunismo, tal vez le habría escuchado; pero su res-puesta no cuadraba con la de ningún erudito —ni tampoco con la de la Izquierda o la Derecha—. De manera que eché mi asiento hacia atrás y me quedé dormido.

Unos pocos meses después, Ruth y yo visitamos Holanda para dar una charla en una conferencia anual organizada por una de las organizaciones benéficas más conocidas del país. Una tarde, nuestro anfitrión, el Dr. Jan van Barneveld, me dijo: «Vamos a traer un poco de leche». Y ambos nos dimos un paseo hasta la granja a través de la hermosa campiña holandesa adornada de árboles cubiertos de musgo. Nunca había visto una vaquería de ese calibre. Tenía cien vacas, no había personal a la vista y parecía sorprendentemente lim-pia y ordenada. En la India teníamos una pequeña vaquería de nues-tra propiedad, con dos empleados, pero estaba sucia y olía mal.

El contraste me llamó la atención porque en la región donde yo prestaba servicio al menos el 75% de las mujeres dedicaban una hora o dos cada día para recoger manualmente estiércol de vaca. Lo echaban en cestos que transportaban sobre la cabeza hasta los patios en donde lo convertían en tortas que usaban como com-bustible para cocinar.1

1. Las familias pobres preparaban sus alimentos en la misma habitación en la que dormían. Los humos contaminantes perjudicaban sus pulmones, con lo cual, cuando las mujeres llegaban a los cincuenta años, parecían mujeres europeas de noventa.

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La vaquería holandesa me sorprendió porque no había allí nin-gún operario que ordeñara. Yo no tenía idea de que hubiera máquinas para ordeñar vacas y bombear leche a un gran depósito. Entramos en el almacén y no había allí nadie que vendiera la leche. Yo esperaba que Jan tocara un timbre, pero nada, abrió un grifo, puso la jarra debajo y la llenó. Luego extendió la mano hacia una ventanilla, asió un tazón con dinero en efectivo, sacó su billetera, dejó veinte florines, tomó el cambio, se lo guardó en el bolsillo, devolvió el tazón a su sitio, tomó su jarra y reanudó la marcha. Yo me asombré mucho.

—Hombre —le dije—, si fueras indio, te llevarías la leche y el dinero —Jan se echó a reír.

Hace algunos años conté esta anécdota en Indonesia, y un egipcio al escucharme casi se moría de la risa. Todos los presen-tes se volvieron hacia él y no tuvo más remedio que explicarse: «Nosotros somos más listos que los indios. Nos llevaríamos la leche, el dinero y las vacas.»

Volviendo a Holanda, en aquel jocoso instante, comprendí lo que el señor Singh había intentado explicarme en el vuelo a Lon-dres. Si yo me hubiera largado con el dinero y la leche, el dueño de la vaquería habría tenido que contratar a una vendedora. ¿Quién tendría que pagarla? ¡Yo, el consumidor!

Además, si los consumidores son deshonestos, ¿por qué iba a ser honesto el proveedor? Añadiría agua a la leche para aumentar su volumen. Por ser un activista, yo protestaría que la leche era adulterada; el gobierno tendría que nombrar inspectores lácteos. Pero ¿quién pagaría a los inspectores? ¡Yo, el contribuyente!

Si los consumidores y los proveedores son deshonestos, ¿por qué iban a ser honestos los inspectores? Se dejarían sobornar por los proveedores. Y si no lograran obtener cohecho, recurrirían a una u otra ley para cerciorarse que la venta se retrasaba lo sufi-ciente como para que la leche no refrigerada se cortara. ¿Quién pagaría los sobornos? En principio el proveedor, pero en última instancia, el consumidor.

Para cuando yo hubiera pagado la leche, la vendedora, el agua, el inspector y el soborno, no me habría quedado dinero para

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comprar sirope de chocolate para añadir a la leche. A mis hijos no les gusta la leche sin el sirope. En consecuencia, no están tan fuertes como los niños holandeses.

Después de haber pagado todas esas cosas, lo más probable es que no me quedara dinero para invitar a mis hijos a tomar un helado el sábado por la noche. El que fabrica y vende helados añade valor a la leche, mientras que la vendedora, el agua, los inspectores y el soborno no añaden nada. Al pagarlos, sencillamente estoy pade-ciendo por mi pecado, por mi inclinación a la codicia, al hurto de leche y al dinero de mi prójimo. El alto precio a pagar por el pecado me dificulta la compra de helado; es decir, el precio del pecado me impide impulsar una genuina actividad económica. Mi cultura de desconfianza y deshonestidad me priva de un dinero que podría ser usado para proporcionar mejor calidad de vida a mis hijos y empleo productivo a mis vecinos.

Mi visita a la vaquería me ayudó a comprender por qué un pequeño país como Holanda es capaz de donar dinero a un país mucho más grande, como la India. También me ayudó a entender lo que mi compañero de viaje, un empresario semi-analfabeto, trató de explicarme. Él pudo decir lo que algunos expertos en eco-nomía evitan traer a colación: que la integridad moral es un factor de enorme importancia que sustenta el singular éxito socioeconó-mico y sociopolítico de Occidente.

¿De dónde procede esta moralidad? ¿Por qué no es mi socie-dad igualmente digna de confianza?

La educación fue una fuerza clave que transformó Europa Occidental. Reformadores religiosos como Martin Lutero, John Knox y Juan Amós Comenio universalizaron la educación justa-mente para civilizar generaciones que pudieran crear una nueva Europa. Los pioneros de la educación moderna vieron en la forma-ción del carácter una función primordial de la educación porque aceptaron las siguientes ideas judeocristianas:

Dios es santo;•Él nos ha concedido leyes morales, como los Diez •Mandamientos;

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La obediencia a la Palabra de Dios es una condición que •garantiza la paz (shalom) y la fuente de una vida buena; La desobediencia a la ley moral de Dios es pecado que no •queda impune;Los pecadores se pueden arrepentir y recibir perdón y una •nueva vida.

Estas buenas nuevas constituyeron el fundamento intelectual del Occidente moderno, la fuerza que produjo integridad moral, prosperidad económica y libertad política.2

¿Por qué se tambalean los fundamentos morales?

Si la integridad moral es fundamental para la prosperidad, ¿por qué los expertos seculares no hablan de ella? La explicación es que las universidades ya no saben si las leyes morales son verdaderos principios universales o meras convenciones sociales inventadas para restringir nuestras libertades.

¿Y por qué desconocen esto?Los economistas han perdido el secreto del éxito occidental

porque los filósofos han perdido la idea misma de la verdad.¿Por qué?La verdad se perdió por causa de la arrogancia intelectual que

rechazó la revelación divina e intentó descubrir la verdad apoyán-dose exclusivamente en la mente humana. El filósofo escocés David Hume (1711-1776) demostró que la lógica por sí misma, y la experiencia, no podían probar la existencia de Dios, la personalidad humana o algunas de las asunciones básicas de la ciencia, como el que todo efecto debe tener una causa o que las leyes de la física tie-nen que ser homogéneas en todo tiempo y lugar del universo.

2. La Inglaterra del siglo XVIII estaba tan corrompida como mi país; fue transformada por el avivamiento religioso dirigido por John Wesley, fundador de la Iglesia Metodista. Para consultar esa historia, léase el capítulo 7 de mi libro Missionary Conspiracy: Letters to a Postmodern Hindu (Nueva Delhi, India: Nivedit Good Books, 1996).

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El reconocimiento de Hume de los límites de la lógica debe-ría haber humillado la arrogancia de la Ilustración. No obstante, en vez de admitir que la lógica humana tenía sus límites, muchos asumieron que si la lógica no podía demostrar la existencia de Dios, entonces Dios no existía.

Hume procuró construir un marco para una moralidad sin Dios, pero el filósofo alemán Emmanuel Kant (1724-1804) reco-noció que, sin la revelación divina, la mente humana era incapaz de saber si el universo era moral. En esta vida vemos sufrir a los justos, y los malvados prosperan, pero sin revelación no podría-mos saber que hay un juicio final después de la muerte.

Kant intentó salvar la moralidad, pero Friedrich Nietzsche (1844-1900), filósofo alemán del siglo XIX, concluyó que si la lógica no podía conocer la moralidad, ésta tendría que ser mera invención social. Y puesto que la moralidad judeocristiana favo-rece al débil, debió ser inventada por los esclavos para limitar la libertad de los poderosos: los arios.

Los filósofos existencialistas que siguieron a Nietzsche deci-dieron que como el universo no tenía sentido divino ni normas morales, la búsqueda de la libertad exigía crear nuestros propios valores y propósito. Por ejemplo, el existencialista alemán Mar-tin Heidegger (1889-1976) comenzó su carrera intelectual como campeón del pensamiento nazi. El nazismo fue derrotado mili-tarmente, pero la incapacidad de la lógica para conocer a Dios o la moralidad, produjo universidades postmodernas que ya no saben discernir lo bueno de lo malo. Después de rechazar a Dios y su revelación, las instituciones educativas han sido incapaces de enseñar bondad, hermosura y verdad. Me topé con este aspecto de Occidente dos años después de mi viaje a la vaquería holandesa.

Corrupción en Occidente

En 1985 Ruth y yo regresamos a Holanda —en esta ocasión con nuestras dos hijas—. Un día, cuando Ruth estaba enseñando, yo me llevé a las niñas a hacer turismo por Ámsterdam. Intenté

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comprar, en una máquina expendedora, un bono de transporte de un solo día para usarlo en autobuses y tranvías. Como las instruc-ciones estaban en holandés, pregunté a dos señoritas.

—Disculpen, ¿cómo podría sacar pasajes en esta máquina? —Resultaron ser estadounidenses.

—¿Para qué quiere comprar pasajes? —me respondieron—. Nosotras hemos estado viajando toda una semana y nadie se ha acercado a pedírnoslos.

Su desvergüenza me sorprendió más que su inmoralidad. Repre-sentaban la nueva generación, liberada de las ideas «arbitrarias» y «opresivas» del bien y el mal. La educación universitaria las había eximido de cumplir mandamientos como «no hurtarás».

«Es maravilloso —les dije— que haya suficientes viajeros que pagan para que el sistema pueda trasladar a algunos que no lo hacen.» Una vez que sus universidades consigan producir sufi-cientes viajeros avispados, su país se asemejará al mío. Tendrán que poner interventores en todos los autobuses y supervisores para espiar a los interventores. Entonces todos tendrán que pagar más. Pero la corrupción no quedará reducida a los consumidores; es un cáncer que infectará a los políticos, burócratas, directores, opera-dores y personal de mantenimiento. Aceptarán mordidas, comisio-nes, y sobornos que permitan usar piezas y servicios inferiores a las normas. Bien pronto su transporte público se asemejará al nuestro: averías frecuentes que no sólo ralentizan el sistema de transportes, sino también las carreteras, la eficiencia y la economía.

Corrupción y pobreza

Todos los años en el mes de agosto, Transparencia Internacional (TI), agencia no gubernamental alemana, publica lo que denomina Índice de percepción de la corrupción, facilitando una lista de países desde el menos al más corrupto. Ningún país está totalmente libre de la corrupción, pero algunos son tan corruptos que TI no es capaz de supervisarles. Estos países están gobernados por mafias, bandas y señores de la guerra. La pobreza crónica demuestra lo que Adam

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Smith, padre del capitalismo, ya sabía: la economía real del mundo es el resultado de la clase de moralidad que se practica, la cual, a su vez, es fruto de la clase de filosofía que se despliega. Por ejemplo, ¿por qué los costos de los servicios médicos en los Estados Unidos son tan escandolosos que están destruyendo la mismísima cultura de la compasión? A las compañías de seguros y farmacéuticas que sustentan la sanidad sólo se les critica porque la élite intelectual ya no puede calcular el coste económico de la impiedad académica que separa a la economía de la verdad moral.

Transparencia Internacional, una agencia secular, sabe que la corrupción es costosa. Su página Web oficial cuenta casos como éste:

En todo el mundo, la corrupción afecta a la vida de las personas de muchísimas maneras. En los peores casos, la corrupción cuesta vidas. En incontables casos cuesta su libertad, su salud o su dinero. …En mayo del año 2000, 22 personas resultaron muertas y 950 heridas a causa de una explosión y un incendio registrados en una fábrica de fuegos artificiales en Enschede, Países Bajos. La explo-sión alcanzó una proporción catastrófica porque los inspectores del gobierno se hicieron de la vista gorda ante graves infracciones de seguridad en relación con el almacenamiento de explosivos en las instalaciones de la fábrica. Se dice que a cambio de guardar silencio los oficiales recibieron fuegos artificiales gratis durante años. Hasta una ampliación ilegal de la fábrica fue legalizada por las autoridades a posteriori. La autoridad oficial encargada de supervisar las fábricas de fuegos artificiales en la región admitió que no conocía las nor-mas específicas sobre el almacenamiento de explosivos. Aunque era considerado un experto, él no había leído literatura relevante al respecto ni había participado en ningún seminario de formación. Sólo seguía las instrucciones de su superior, que fue arrestado hace dos años acusado de corrupción.3

3. Transparencia Internacional, preguntas más frecuentes acerca de

la corrupción, http://www.transparency.org/news_room/faq/corruption_

faq#faqcorr7 (visitada el 18 de marzo, 2009).

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La fuente de transformación moral

¿Cuál fue el origen de aquella Inglaterra confiada que acertó ver el señor Singh? La transformación moral de la Inglaterra moderna comenzó con John Wesley, el fundador del metodismo. Wesley habría estado de acuerdo con Transparencia Internacional en que el pecado es una cuestión muy seria. Los costos económicos inicia-les del pecado son insignificantes comparados con su costo defini-tivo: la muerte. John Wesley aprendió en la Biblia que el pecado no sólo conduce a la muerte física; sus últimas consecuencias son la muerte espiritual, o separación de Dios. Inicialmente la separa-ción es temporal y reversible. Pero si escogemos no arrepentirnos y no hacer las paces con Dios, corremos el grave peligro de que-dar eternamente separados de Él. Wesley enseñó a multitudes de ingleses que el Dios que nos ama se toma el asunto tan en serio que se encarnó para cargar con el pecado y sus consecuencias —la muerte— sobre sí mismo. Él murió en la cruz del Calvario para que pudiéramos obtener perdón y vida eterna. Esta es la Buena Nueva —el evangelio— según la Biblia y John Wesley. Este evangelio, enraizado en los absolutos morales de la ley de Dios, creó la cultura de la confianza que propició el progreso económico de Europa.

¿Por qué los sencillos campesinos holandeses no roban la leche ni el dinero? ¿Por qué, en vez de ello, son capaces de hacer dona-ciones para contribuir al desarrollo de la India?

Después de la Reforma del siglo XVI, el Catecismo de Hei-delberg jugó un papel muy importante para conformar la cultura religiosa de Holanda. El Catecismo fue redactado en Alemania en 1563 y traducido al holandés en 1566. Fue aprobado por cuatro sínodos entre 1568 y 1586, y finalmente por el sínodo de Dort (1618-1619), que lo adoptó oficialmente como la segunda de las Tres Formas de Unidad e hizo obligatoria su exposición semanal a cargo de los ministros religiosos. Como resultado, las iglesias holandesas empezaron a enseñarlo todos los domingos. El Cate-cismo explica el mandamiento «No hurtarás» en dos preguntas:

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Pregunta 110: ¿Qué prohíbe Dios en el octavo mandamiento? Respuesta: Dios prohíbe no solamente el robo y la rapiña que cas-tiga la autoridad, sino que llama también robo a todos los medios malos y engaños con los cuales tratamos de apoderarnos del bien de nuestro prójimo, ya sea por la fuerza por una apariencia de derecho, como son: el peso falso, la falsa estimación del tiempo dedicado al servicio, la mala mercadería, la moneda falsa, la usura (o interés excesivo), o por cualquier otro medio prohibido por Dios. También prohíbe toda avaricia y todo uso inútil de sus dones.

Pregunta 111: ¿Qué te ordena Dios en este mandamiento? Respuesta: Buscar, en la medida de mis fuerzas, aquello que sea útil a mi prójimo, de hacer con él lo que yo quisiera que él hiciese conmigo, y tra-bajar fielmente a fin de poder asistir a los necesitados en su pobreza.

¿Por qué añadió el Catecismo todas estas cosas adicionales a un simple mandamiento que prohíbe el hurto? El Catecismo no estaba añadiendo a los Diez Mandamientos nada que no estuviera en la Biblia. Fue Dios quien dijo que el pueblo que no diezmaba le robaba a él (Mal. 3:8). El pueblo holandés tenía dinero para dar por-que generación tras generación se le había enseñado a esforzarse y a dar diezmos y ofrendas a Dios. Los holandeses hacían dinero para dar a los pobres de la India porque la Biblia enseña: «El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados» (Ef. 4:28).

En términos del Producto Nacional Bruto (PNB), China es la cuarta economía más grande, India, duodécima, y Arabia Saudí, con una población mucho menor, vigésimo quinta. Pero estas eco-nomías florecientes no son las «primeras donantes.»4

4. Los diez países mas ricos del mundo en términos de su PNB per cápita en dólares: (1) Luxemburgo 80.000; (2) Qatar 75.900; (3) Bermudas 69.900; (4) Noruega 55.600; (5) Kuwait 55.300; (6) Emiratos Árabes Unidos 55.200; (7) Singapur 48.900; (8) EE.UU. 46.000; (9) Irlanda 45.600; (10) Guinea Ecuatorial 44.100.

Los diez países que más ayudan en el exterior en términos de miles de millones de dólares (en 2003-2004): (1) EE.UU. 12,9; (2) Japón 9,2; (3) Ale-mania 5,4; (4) Francia 5,2; (5) Reino Unido 4,8; (6) Países Bajos 3,4; (7) Italia 2,3; (8) Canadá 2,0; (9) Suecia 1,8; (10) Noruega 1,8.

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Los economistas saben que la corrupción causa pobreza, pero carecen de armazón intelectual y de recursos espirituales para ayudar a las naciones corruptas a plantearse difíciles cuestiones culturales: ¿Por qué son los holandeses o los ingleses capaces de confiar los unos en los otros en una medida que los indios o los egipcios no pueden? ¿Qué hace que algunas culturas sean más honestas, menos corruptas, más fidedignas y, por lo tanto, más prósperas? ¿Y por qué el Occidente postmoderno está abando-nando el secreto moral de su éxito?

Corrupción y filosofía

Para mí, la ironía radica en que mi cultura enseña que todos y cada uno de nosotros somos Dios, mientras que los Países Bajos e Inglaterra se edificaron basados en la idea bíblica de que los seres humanos son pecadores y responsables ante Dios. La filosofía reli-giosa de la India enseña que el alma humana es divina y que no puede pecar. En realidad, nuestra filosofía religiosa más estricta enseña que todo es Dios.5 Dios es la única realidad que existe, de donde, en última instancia, no hay distinción entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto.

Swami Sivananda de la Sociedad de la Vida divina resumió el hinduismo clásico de la siguiente manera: «El mundo no es bueno ni malo. La mente crea el bien y el mal. El pensamiento lo hace. El mal no está en el mundo, sino en la mente… Si te perfeccionas {Dios} el mundo te parecerá bueno {perfecto}.»6

Acharya, después Bhagwan, después Osho Rajneesh, que difundió ampliamente la idea tántrica de la salvación por el sexo, resumió la cosmovisión india, así como la concepción moderna occidental, en términos similares: «Hemos dividido el mundo en bueno y malo. Pero el mundo no se divide así. El bien y el mal son

5. Esta filosofía se denomina panteísmo (pan = todos; teos = Dios; es decir, todo es Dios) o monismo (todo es uno).

6. Swami Sivananda; Bliss Divine (Sivanandanagar, India: Divine Life Society, 1964), 459.

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evaluaciones nuestras {no mandamientos de Dios}… No existe el bien ni existe el mal. Son dos aspectos de una misma realidad.»7

Los datos recogidos por Transparencia Internacional demues-tran que los países menos corruptos son, en abrumadora mayo-ría, aquellos cuyas almas fueron alimentadas por la Biblia (no la «iglesia»). Sin embargo, muchos intelectuales se han visto forza-dos a concluir que si Dios no ha dado ningún mandamiento moral a la humanidad, y si Él no la va a juzgar, entonces la moralidad es un invento cultural artificial. No hay normas morales vinculantes para nadie; la moralidad es flexible o relativa; diferentes normas son aplicables a distintos individuos o comunidades.

Relativismo moral y pobreza

Estos expertos planifican «desarrollo económico», pero no entien-den la primera lección que Ruth y yo tuvimos que aprender cuando empezamos a vivir entre los pobres. Recuerde que vivíamos en una granja, en las afueras de una aldea. Nadie lo hacía. Era como invitar a unos ladrones llamados dacoits. No nos llevó tiempo descubrir que un factor que contribuía a la pobreza de nuestros vecinos es que no podían hacer uso de la tierra que poseían. Si usted no vive en su tierra, no puede proteger las verduras, la fruta o el ganado. No cultivará fruta ni verduras, ni criará pollos ni conejos porque se los robarán. Un mango de la India cuesta tres dólares en Estados Unidos. La sola producción de mangos o guayabas podría sacar a familias enteras de la pobreza. Pero si los esforzados campesinos cultivaran hermosos mangos y guayabas, las castas más altas ven-drían y se los llevarían. Si los campesinos intentaran proteger sus frutos, serían golpeados, y sus esposas, violadas.

¿Por qué?Porque no hay un Dios que les diga: «No codiciarás los bienes

(los mangos) de tu vecino» o «no hurtarás ni cometerás adulterio»¿Es realmente malo codiciar, robar o violar?

7. Acharya Rajneesh, Beyond and Beyond (Bombay: Jeevan Jagruti Ken-dra, 1979), 12-13.

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El relativismo postmoderno, como mi cultura tradicional, dice: «Sí, está mal que lo hagas tú, pero no que lo hagamos noso-tros, porque nosotros hacemos las leyes y tenemos el poder para hacerlas cumplir. La moralidad no es sino una función del poder cultural. Las normas morales son relativas. Ustedes no tienen poder para imponernos sus leyes; por tanto, no nos conciernen.» Esta «verdad» nietzscheana/nazi/aria está siendo actualmente propagada por muchas universidades.

Nuestras «clases altas» practican el relativismo moral (distin-tas normas morales para distintas castas) no porque sean más per-versos que el resto de los seres humanos. Lo hacen porque nuestro panteísmo desecha la moralidad y nuestro politeísmo adora a dio-ses corruptos. Actualmente la corrupción gobierna la vida pública india porque la élite intelectual y cultural de Occidente también nos enseña relativismo moral. Occidente se está corrompiendo como nosotros porque está desarrollando una «nueva espirituali-dad» sin moralidad. Esta nueva espiritualidad no difiere de nues-tra espiritualidad ancestral.

La vaquería holandesa me permitió vislumbrar el alma moral de Occidente, pero no me explicó por qué sus vaquerías se lim-piaban automáticamente mientras que nuestras mujeres tenían que recoger estiércol de vaca con las manos y acarrearla sobre sus cabezas.

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