valgañón, tres fuentes. anguta. valle del río oja (la rioja)

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Adolfo Soto Sáez Restaurantes y Apartamentos Turísticos Rincones del Vino Ezcaray - Logroño (La Rioja) España 880 Valgañón Valgañón (Altitud: 968 metros. Distancia a Ezcaray, unos 4 km., a Logroño unos 62 km. Otras poblaciones: Anguta) El centro de la vida festera de Valgañón es la iglesia de Nuestra Señora de las Tres Fuentes, situada al Oeste en la carretera que va a Fresneda de la Sierra, Pradoluengo... A esta iglesia por diversos votos acudían, el día de San Antonio, muchas localidades: Ezcaray, Zorraquín, Ojacastro, Santurde, Santurdejo, Corporales, Santo Domingo de la Calzada, Bañares, etc. Cuando funcionaba el ferrocarril Haro-Ezcaray llegaron incluso a poner en servicio más trenes para los romeros que se desplazaban a este Santuario. Los vecinos de Valgañón acuden en romería a la ermita el día quince de mayo. En esta fecha se llevaban las vacas a la dehesa donde pastaban hasta comienzos del invierno. Desde la iglesia se subía al pastizal de Anguta donde se organizaba la “lucha de toros”, que se habían criado para sementales. El más fuerte era elegido “padre de la vacada”. Entre los pastores asistentes solían cruzarse apuestas. La afición al vacuno en esta localidad la refleja estos versos del año 1827: “También hay días feriados/ en que corren sus novillos/ y con juguetes sencillos/ evitan ser aporreados. Ponen hombres figurados/ y el novillo los embiste/ y cuando más fiero insiste/ sacudiéndoles cornadas/ se escuchan las carcajadas/ de la gente que a esto asiste”. 1. Tres Fuentes. 2. Tres Fuentes, Valgañón y al fondo Ezcaray. En la fiesta de San Antonio, trece de junio, se celebra la romería a Tres Fuentes. El domingo anterior al comienzo del novenario se trae al Santo y en su fecha se devuelve a la parroquia. Era tradicional que a esta fiesta acudieran las mozas que deseaban encontrar novio, cosa que conseguían dando siete vueltas alrededor de la ermita (una dio catorce y encontró dos). También era costumbre el juego del “bote”, Inocente fue el mejor (sobre una improvisada mesa con un ángulo con seis cuadros y los números del 1 al 6 se introducía un dado en un bote y tras agitarlo se dejaba sobre la mesa tapado por el bote, cuando la gente había colocado el dinero sobre su número preferido, se levantaba el bote dejando ver el número del dado, ¡el tres!, recogía el dinero de todos los números menos este y pagaba cuatro veces lo apostado, estadísticamente siempre ganaba inocentemente la sexta parte de lo apostado. A la noche un carburo alumbraba la mesa y acudían los jugadores como las luciérnagas a la luz). El penúltimo fin de semana de agosto se honra a Nuestra Señora de Tres Fuentes. El domingo anterior al novenario se lleva la imagen a la iglesia del pueblo, de San Andrés, y el sábado de las Fiestas de Gracias se lleva de nuevo al santuario. El día de San Andrés era fiesta local al ser el patrono de la parroquia ayuda de la de Tres Fuentes. 1084. Se hace mención de Valgañón en la donación del monasterio de San Sebastián de Oja-Castro, que el rey D. Alonso VI hizo el año 1084 al monasterio de San Millán, dice le da: << monastirium S. Sebastiani in valle, que dicitur Ogga Castro inter villa Moneo Zorraquín... en el camino de Valgañón... En la estimación de los préstamos del obispado de Burgos a mediados del siglo XIII, está: << Valgañón 20 mrs. >>

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Valgañón Valgañón (Altitud: 968 metros. Distancia a Ezcaray, unos 4 km., a Logroño unos 62 km. Otras

poblaciones: Anguta) El centro de la vida festera de Valgañón es la iglesia de Nuestra Señora de las Tres Fuentes, situada

al Oeste en la carretera que va a Fresneda de la Sierra, Pradoluengo... A esta iglesia por diversos votos acudían, el día de San Antonio, muchas localidades: Ezcaray, Zorraquín, Ojacastro, Santurde, Santurdejo, Corporales, Santo Domingo de la Calzada, Bañares, etc. Cuando funcionaba el ferrocarril Haro-Ezcaray llegaron incluso a poner en servicio más trenes para los romeros que se desplazaban a este Santuario. Los vecinos de Valgañón acuden en romería a la ermita el día quince de mayo. En esta fecha se llevaban las vacas a la dehesa donde pastaban hasta comienzos del invierno. Desde la iglesia se subía al pastizal de Anguta donde se organizaba la “lucha de toros”, que se habían criado para sementales. El más fuerte era elegido “padre de la vacada”. Entre los pastores asistentes solían cruzarse apuestas. La afición al vacuno en esta localidad la refleja estos versos del año 1827: “También hay días feriados/ en que corren sus novillos/ y con juguetes sencillos/ evitan ser aporreados. Ponen hombres figurados/ y el novillo los embiste/ y cuando más fiero insiste/ sacudiéndoles cornadas/ se escuchan las carcajadas/ de la gente que a esto asiste”.

1. Tres Fuentes. 2. Tres Fuentes, Valgañón y al fondo Ezcaray.

En la fiesta de San Antonio, trece de junio, se celebra la romería a Tres Fuentes. El domingo anterior al comienzo del novenario se trae al Santo y en su fecha se devuelve a la parroquia. Era tradicional que a esta fiesta acudieran las mozas que deseaban encontrar novio, cosa que conseguían dando siete vueltas alrededor de la ermita (una dio catorce y encontró dos). También era costumbre el juego del “bote”, Inocente fue el mejor (sobre una improvisada mesa con un ángulo con seis cuadros y los números del 1 al 6 se introducía un dado en un bote y tras agitarlo se dejaba sobre la mesa tapado por el bote, cuando la gente había colocado el dinero sobre su número preferido, se levantaba el bote dejando ver el número del dado, ¡el tres!, recogía el dinero de todos los números menos este y pagaba cuatro veces lo apostado, estadísticamente siempre ganaba inocentemente la sexta parte de lo apostado. A la noche un carburo alumbraba la mesa y acudían los jugadores como las luciérnagas a la luz).

El penúltimo fin de semana de agosto se honra a Nuestra Señora de Tres Fuentes. El domingo anterior al novenario se lleva la imagen a la iglesia del pueblo, de San Andrés, y el sábado de las Fiestas de Gracias se lleva de nuevo al santuario. El día de San Andrés era fiesta local al ser el patrono de la parroquia ayuda de la de Tres Fuentes. 1084. Se hace mención de Valgañón en la donación del monasterio de San Sebastián de Oja-Castro, que el rey D. Alonso VI hizo el año 1084 al monasterio de San Millán, dice le da: << monastirium S. Sebastiani in valle, que dicitur Ogga Castro inter villa Moneo Zorraquín... en el camino de Valgañón... En la estimación de los préstamos del obispado de Burgos a mediados del siglo XIII, está: << Valgañón 20 mrs. >>

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1312. Valgañón está comprendido en el fuero dado á Oja-Castro, Ezcaray Zorraquín, otorgado por Fernando IV en las cortes de Valladolid del año 1312 (ver Fuero de Ezcaray).

1573. D. Pedro Manrique de Luna, alcalde mayor y vecino de Burgos, y Doña Catalina su mujer,

usando de las facultadas que insertan, hacen mayorazgo de los bienes siguientes: << 17,000 mrs. Que yo el dicho D. Pedro Manrique tenía de juro en las villas de Zorraquín y Valgañón, que son y han de ser del mayorazgo antiguo que hizo é instituyó el maestro D. Álvaro de Luna en Álvaro de Luna su sobrino, y vino a Pero Manrique, Señor de Valdezcaray, bisabuelo de mí el dicho D. Pero por el casamiento que hizo con Doña Contesina de Luna mi bisabuela, hija legítima del dicho Don Álvaro de Luna y de Doña María Enríquez su mujer, en el cual yo el dicho Don Pedro Manrique que le he sucedido y le poseo, &c. >> Que dicho mayorazgo pasó y se otorgó en 2 de agosto de 1434 en la ciudad de Segovia por virtud de facultad que el Rey D. Juan dio y concedió al maestro D. Álvaro de Luna, su Condestable, en la villa de Valladolid, a 25 días del mes de marzo de 1434 años. La escritura de fundación del nuevo mayorazgo fue otorgada en la ciudad de Burgos á 23 de febrero del año 1573.

1846. Valgañón tiene un hospital y dos ermitas-iglesias, la una dedicada a Nuestra Señora de Tres Fuentes, a mil pasos al oeste. Es la parroquia de la población y en su ayuda de parroquia la iglesia dedicada a San Andrés dentro de la villa.

Extensos bosques, pastos y algunos granos, excelentes prados donde se cría toda especie de ganado.

Desde la fuente la ermita románica de San Antonio. J. L. Soto Entrada iglesia, fachada sur (2).

En cuanto a industria; hay unas pequeñas fábricas de paños, un tinte y un batán. Población. En las relaciones dadas á Felipe II por los Reverendos Obispos de la población de sus

diócesis, (publicadas en el año de 1829) en el censo de la población de la corona de Castilla en el siglo XVI, en el arciprestazgo de Belorado, arzobispado de Burgos, está Valgañón, una pila y 100 vecinos, que a 5 personas son 500 almas. En 1830 quedaban 65 vecinos, unas 300 almas.

En 1981, 201 habitantes. 1991, 184. En 2011, tiene 128 habitantes. Mantiene una importante riqueza forestal, no viviendo la ganadera sus momentos de esplendor. No

hay ninguna fábrica y son varias las familias que viven del turismo. Todo ello obliga a las últimas generaciones de jóvenes con más o menos estudios y carreras, a buscar trabajo en otros lugares, como ocurre en miles de pequeños pueblos de España, con ello la población disminuye al tiempo que envejece.

Fuente. Plaza Pedro González del Río. Fuente de piedra con pileta de planta cuadrada, fuste

octogonal y remata piramidal. Constituye el centro de un espacio de gran interés.

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Edificios protegidos por Patrimonio. Casa Palacio. Plaza de González del Río. Edificio de, probablemente fines del XIX, principios del XX. Casa palacio típico de la zona. Posee dos alturas y desván, con cubierta a cuatro aguas. La estructura del edificio se compone de muros perimetrales de carga y estructura y solería interior de madera. La fachada principal está compuesta de piedra de sillería roja con refuerzos en las esquinas y recercado de huecos de planta primera y puerta principal en piedra labrada. El resto de huecos se recerca con jambas y dinteles de piedra. Forja en Balcón, barandilla y rejas. Gran escudo nobiliario

Las restantes fachadas se articulan a partir de la principal y están compuestas por piedra de mampostería con rejuntado en blanco. Los huecos se definen con recercado de piedra, en algunos casos labrada. En amplia parcela jardín.

Casa en la calle Zaldua, 4. Edificio de tres plantas y cubierta a cuatro aguas. Construcción tradicional de mampostería de piedra con esquinazos y recercados de sillería. Ejemplo característico de la arquitectura tradicional.

Puerta Oeste de la ermita de Nuestra Señora de las Tres Fuentes. Descapotable de la familia (1). Armando, Guillermo y Sergio llegán a Tres Fuentes para ver pasar la Vuelta Ciclista a España (2). Casa en Avenida de Navarra, 4 y 6.Edifico de tres plantas y cubierta a cuatro aguas. Construcción

tradicional de mampostería de piedra con esquinazos y recercados de sillería. Plaza del General Mola, 5. Edifico de tres plantas y cubierta a dos aguas. Construcción tradicional de

mampostería de piedra con esquinazos y recercados de sillería. Merendero de Tres Fuentes. Entre sus centenarios castaños he comido muchas veces con mi familia,

amigos y amigas. A mi padre, Lorenzo Soto, con 97 años, le seguía gustando que le llevasen sus hijas en verano a tomar el vermouth a este lugar, al ver las fotos entiendo que guardara fuertes y entrañables recuerdos de su vida.

1. En Tres Fuentes. 2. No habiendo sitio en Tres Fuentes, nos fuimos a comer a la abandonada Anguta. 3. Con Don Ramón Lerchundi y familia, de San Sebastián, mi padre y primos. Ermita de Nuestra Señora de las Tres Fuentes. Edificio de origen románico con ciertos añadidos

posteriores. El ábside se encuentra parcialmente velado por uno de estos añadidos. Es de hacer notar la torre del campanario, la parte del ábside aún apreciable y la entrada posterior hacia el talud del terreno. Forma un conjunto muy bien integrado. Es, además de ermita, parroquia de Valgañón.

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Dicen que entrando a la ermita y pisando la losa 13, ignoro quien estará enterrado en esta sepultura, San Antonio concedía un novio, que era para las mujeres solteras de la época como ‘encontrar empleo’, aunque fuera de ama de casa sin sueldo.

Iglesia de San Andrés. Por los datos de los que se dispone probablemente se trata de un edificio del XIX. La planta está conformada con una nave central y ábside en forma de cruz. Posee un añadido que conforma la sacristía y amplio porche con cubierta a un agua sobre pilares de madera que da frente a la plaza. En la fachada principal, al Sur se ubica el acceso principal. El sistema constructivo se basa en el empleo de la piedra del lugar, tratada en forma más bien tosca, combinándose el aparejo de sillares con la disposición de la mampostería en muro. Los sillares se usan principalmente en los refuerzos, tanto en esquina como en la formación de los escasos huecos de que dispone. Sobresale en el conjunto la espadaña formada con piedra de sillería como continuación de la portada. Recuerdos de felices días pasados en Tres Fuentes con familiares y amigos. Muchos días de San Antonio, desde niño, acudí con mi familia a este lugar en el que los alegres repiques de sus campanas anunciaban misa y procesión, después nos quedábamos a comer junto a la ermita.

Una preciosa foto con mis padres, hermanos, tías y primos en Tres Fuentes (1). *** En el campo todo sabe mejor. Con unos franceses (los Laffort) amigos de mis padres (2).

Tres Fuentes. “Tienen fama sus saludables aguas”... le decía yo a un amigo de Argentina que había venido a conocer el valle recientemente, mientras bebía, cuando desde el lugar en que se encontraba al incorporarse pudo leer un letrero medio oculto que dice, “Aguas no Potables” (o no cloradas, o no tratadas, o lo que sea...), la verdad que toda una vida bebiendo de estas aguas y ahora va a resultar que no son potables, cosas de este país, y que encima, quien colocó el letrero, me ha hecho quedar tan mal con mi amigo, que naturalmente ya había bebido, como su señora, un buen trago.

Con los Laffort, mi tío Emilio y mi primo del mismo nombre, ambos médicos, Meli, mi madre, Fernando y la pequeña Eva, hoy ‘comediante’ y ‘cantante’ de la ‘Asociación Cultural y Artística de Ezcaray. Mi padre, Lorenzo, fondo con camisa a rayas y Gisela a su lado, una francesa señora de su buen amigo Pedro Laffort (1). Mis hermanos mayores Ana y Fernando con sus primos José Luís y Celia, los padres de estos últimos, Ceferino y Vitoriana ‘Carlina’, y la tía Polonia. Yo pienso estaba a punto de nacer (2).

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Mi abuelo Ceferino Soto y mi tía Sofía con Lerchundi uno de sus hijos en Tres Fuentes (1).

La familia Alesanco al completo en Tres Fuentes. Don Arcadio era el dueño de una famosa fábrica de boinas y Alcalde de Ezcaray cuando en 1916 se inaugura el Ferrocarril de Haro a Ezcaray. Tras ellos en un plano discreto a la izquierda, el hermano de don Arcadio y su señora (2). Con unos amigos y amigas en Tres Fuentes. Ana, Marisa, José Antonio Riaño y de espaldas Inés, su madre (3).

Mi abuelo con los Alesanco, mis padres y tíos. Queda claro que mi familia tenía un gran cariño a Valgañón y a estos idílicos lugares y cualquier disculpa era buena para venir todos de comida (1).

Llegó el otoño, paleta de colores en las praderas, helechos, árboles y arbustos (2). Alojamientos. Valgañón es un pequeño pueblo ganadero en medio de montes y pastos de una singular

y sencilla belleza. La ‘Casona del Pastor’, algo más que una casa rural, es un lugar único para hospedarse algunos días en este lugar. Jonatan o su madre les contarán muchas cosas y tratarán como a reyes.

Los alrededores y valles de Valgañón son como una postal. Su natural belleza solo se ve

alterada por los alegres sonidos de cencerros de vacas u ovejas. No deben perderse la visita el acebal de la Dehesa, un lugar único; al hayedo de la fuente de las Señoritas o adentrarse en los bosques de hayas de los barrancos de Iguáreña e Ibaya.

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Acróstico de la soltera a San Antonio, “BÚSCAME UN NOVIO”. De los cuadernos de Txelis. Buenos días San Antonio Un año tras otro va... Un poco de compasión... No llega nunca el momento Si tú me buscas un novio... Ni a este paso llegará. Con que sea del montón... Once tuve de más joven A mi me pones contenta, y Ver solo quiero uno más Me haces un gran favor. I ya no me importa un bizco Es que se me pasa el tiempo O burro o feo, da igual.

Anguta. Casa a casa, todas se fueron cerrando hasta desaparecer del lugar sus habitantes, al igual que los de los cercanos pueblos de Avellanosa, Eterna y Pradilla. Integrada en una apacible dehesa pertenece a Valgañón. En 1850 tenía 85 moradores con 16 casas, cárcel, parroquia y cura. Con mi familia nos encantaba el abandonado y bucólico lugar para pasar un agradable día de campo, por única compañía las vacas que se habían adueñado del lugar.

Anguta. Comiendo junto a la iglesia de San Martín (1). En la fuente-abrevadero de Anguta (2). Anguta, sepulcro (3).

Por la mañana a buscar unas setas, las primeras en primavera “finas”, después “senderuelas”, mucho más abundantes o “champiñones”. En otoño en los pinares “níscalos”, “seta de los Caballeros”, “Negrillas” “Portentosus”, en las praderas “Pie azul”, “Seta del cardo”, etc. Uno de los días encontramos junto a la puerta de la iglesia unos sepulcros hechos en piedra, vaciando con figura de cuerpo humano el centro de ella, como verán en la fotografía, los saqueadores habían llegado al lugar y como ocurrió en la iglesia de Turza, sin el mínimo respeto por los muertos. Nada de extrañar, conocidos los saqueos internacionales acaecidos en las tumbas de Egipto durante siglos y la profanación y venta de sus (momias).

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Zorraquín.

En Pradilla con Lorenzo, mi padre, derecha, mi primo José Luís, centro, y unos amigos de Valgañón, agachados.

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En este último trabajo puse fotos repetidas en espera consiga las adecuadas para ilustrar esta bonita ruta del acebal de Valgañón así como otras muchas para las páginas siguientes.

La asistencia sanitaria durante el siglo XVII. Valgañón y comarca. Por Jose Luís Agustín Tello. Me permito tomar unas notas del trabajo de este buen amigo y mejor persona, aunque su profesión

sea la de ingeniero agrónomo, es capaz de escribir y terminar un libro mientras yo no he logrado pasar de la primera página. La moneda usada en la época del XVII y XVIII era el maravedí, 34 equivalían a 1 real de vellón (de plata), y un ducado (ducado de plata, moneda imaginaria equivalente a 11 reales). Otra antigua moneda, en uso hasta finales del XVI, era el Florín (moneda de oro mandada acuñar por los reyes de Aragón copiando los florines o ducados de Florencia: su valor sufrió grandes alteraciones por efecto del abuso de liga en el metal). Lo que venían a ganar por término medio o valer algunas cosas cotidianas era:

- Un kilo de trigo, 16 maravedíes. Un kilo de pan de trigo, algo más. Si el pan, lo normal, era “negro”,

mezcla de harina de trigo y centeno, entre los 14 a 16 maravedíes. - Un kilo de habas, 1 real - Un litro de aceite de oliva, casi 2 reales - Una sardina, de 2 a 3 maravedíes - Un kilo de carne de ballena, 54 maravedíes - Un kilo de carne de oveja, 60 maravedíes. Más cara que la carne de ballena, al parecer abundante - Un vaso de vino en la taberna, 1 maravedí - Una jarra de vino de O,20 litros, 2 maravedíes

Un kilo de lana, 2 reales (68 maravedíes), aunque según épocas llegó a valer hasta 4 reales Kg. - Arrendar una casa, entre 18 y 30 reales por año - Unos calzoncillos, 8 reales - Una sábana normal de cama, 12 reales - Una capa de paño bueno, ¡100! reales - Un cuartago (caballo o jaca de mediano cuerpo, cuya alzada no llega a metro y medio), 200 reales - Sueldo de un peón, 1 real y medio al día - Sueldo de un oficial, 2 reales al día, dándole de comer - Sueldo de un maestro de escuela, entre los 600 a 800 reales por año - Honorario de un escribano (notario) por redactar la escritura de compra venta de una casa, 2

a 3 reales - Encargar una misa al cura, entre 1,5 a 2 reales Médico de pueblo. Modesto trabajador, dedicado a esta noble, sacrificada, digna y fundamental

profesión al servicio de los ciudadanos. Así describe Agustín a su padre, que fue médico en tiempos revueltos.

Al margen de traumatismos y roturas, pestes o enfermedades mentales o desconocidas, muchos morían de cólico miserere, cuando no había otra explicación, las enfermedades más comunes en aquella época eran las calenturas tercianas (fiebres que remitían al tercer día) y cuartanas, tabardillos (enfermedad febril aguda y grave acompañada de perturbación del sistema nervioso y alteración de la sangre. El diccionario de la RAE contempla dos acepciones: insolación y tifus), dolores de costado, reuma e hinchazones, opilaciones (obstrucciones de vientre, estómago...) sin olvido de la gota. En Valgañón y otros pueblos del valle, al ser zona de sierra e inviernos largos y duros de ambiente frío, afecciones al pecho, pleura y erisipelas (inflamación de la piel).

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EL MEDICO El medico que ejercía su profesión en Valgañón y Zorraquín, residía en la cercana villa de Ezcaray,

situada a 4 Km. de Valgañón, de donde no se podía ausentar so pena de fuertes sanciones económicas.

Las contrataciones básicas de los médicos en Valgañón, eran muy similares a lo largo del siglo XVII y se pueden condensar en las siguientes cláusulas:

- Se les abonaba en concepto de honorarios profesionales una determinada cantidad de dinero al año, pagada cada cuatro meses (normalmente el sueldo anual oscilaba entre 400 a 600 reales), y corría generalmente a cargo del municipio, quien posteriormente lo repercutía o no a sus vecinos, en función del estado en que se hallase la tesorería de la villa.

- El médico quedaba obligado a visitar y “curar” a los enfermos, siempre que fuese llamado. Sorprende el empleo del verbo “curar”, ya que eso no siempre sería posible.

- Además de ello, aunque no hubiese enfermos que atender, se comprometía a hacer una o dos visitas a la villa cada semana.

- En los supuestos de existir violencia, el afectado debía pagar aparte el acto médico. Estos casos no estaban incluidos en la “iguala”. A lo sumo, en el supuesto de entablarse pleito por dicha razón, el afectado cobraría del agresor a través de la Justicia Ordinaria de forma directa o mediante un procedimiento de embargo de bienes y posterior venta en pública almoneda.

- Se les solía contratar por periodos de 3, 4 ó 5 años. Incluso se subordinaba el contrato con su permanencia en la villa de Ezcaray.

- Al médico que se contrata en 1648 se llama don Antonio Morales, vecino de la ciudad de Valladolid.

Por el primer tercio del año pagan al médico Juan Boil, residente en Ezcaray, 110 reales. En 1606 fue el licenciado Vélez, que cobró del Concejo 390 reales. En 1608, era Olmos el nuevo doctor.

En 1627 el Concejo, ante el estado de miseria en que se encuentra, pide sean los vecinos quienes paguen los 600 reales que cobran el médico y ama de mujeres (comadrona), repartiendo el total entre cada familia y número de personas que cada casa tuviere.

En 1631 el Concejo contrata al doctor Reynaldos por 3 años, por 600 reales al año. A la comadrona por 154 reales, a pagar entre los vecinos, y al cobrador de los recibos para pagar lo sueldos citados 32 reales. Para ello se elaboró un censo llegando a la conclusión que residían en ella 418 personas.

En 1654 no fue posible contratar un médico fijo para todo el valle de Valdezcaray, llegando a un acuerdo de colaboración con el doctor Antonio Gómez, residente en Santo Domingo de la Calzada, sin obligarle por ello a cambiar de residencia. Producen escalofríos el pensar que cuando enfermase o se accidentara una persona en Valgañón tenía que recorrer a caballo una persona 18 kilómetros, encontrar al médico y regresar, que pensar si fuera invierno. El contrato con don Antonio, nada que ver con lo que se hacía hasta entonces, fue el siguiente:

1/ Cada viaje que hiciere a la villa de Valgañón, le pagarían 8 reales y de comer a él y a su criado y cabalgadura. Sin embargo a los pobres de solemnidad, no les cobraría dinero alguno. 2/ Además de ello, se le ha de dar 800 reales de vellón, pagados por tercios del año, de cuatro en cuatro meses. 3/ Los señores de Justicia y Regimiento se obligaban a pagar al dicho doctor, 7 varas de paño seceno (su valor sería aproximadamente de 300 reales de vellón), el que escogiese de los que se fabricaban en esta villa, y cuando que las quisiera. A partir de 1668, las cosas vuelven a la normalidad y el médico de Ezcaray, don Francisco Salgado, les atenderá en las condiciones conocidas por 750 reales de vellón. En 1985 le renuevan el nombramiento por 600 reales de vellón, para continuar en 1695 por 500 reales al año, más una nueva cláusula, por la cual “si dejaba de hacer la visita a un enfermo, se le descontarían 20 reales de su sueldo por cada vez que no cumpliere con su obligación”

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En 1697 se elige al Dr. Ignacio Iñiguez (que residía en Ezcaray) por 601 reales de vellón, al año, pactado “por el mismo tiempo que estuviere de médico conducido y salariado en la villa de Ezcaray”, es decir no se fijaba nada en concreto y todo quedaba supeditado a su continuidad en Ezcaray. Debería atender a todos los vecinos de la villa, sin cobrarles cantidad alguna y acudir cuantas veces fuese llamado, incluso hacer el seguimiento de la enfermedad sin necesidad de ser avisado. En caso de incumplir con este deber, se le amenazaba con imponerle una sanción de 20 reales por cada vez que faltase. El médico tenía obligación de atender “incluso a los Señores sacerdotes, el personal de la Casa de Nuestra Señora de Tres Fuentes y los residentes en la villa”.

CIRUJANO, BARBERO Y SANGRADOR Los médicos solían estar asistidos en aquella época por el denominado cirujano, barbero y sangrador, encargado de aplicar y vigilar los tratamientos dados por el médico, haciendo el seguimiento de la enfermedad día a día. Se unían tres empleos en una misma persona. Su actuación profesional consistía básicamente en curar heridas, aplicar los tratamientos curativos o paliativos que recetase el médico, poner ventosas o sanguijuelas para eliminar la sangre infectada, realizar extracciones dentales, cortar el pelo, arreglar las barbas de los vecinos, etc. El título de cirujano, barbero y sangrador se obtenía tras superar los exámenes correspondientes, después de los preceptivos estudios y prácticas. Por esta razón solían incluir el calificativo de examinado cuando se presentaban a ejercer su oficio. La Ordenanza número 8 de las promulgadas por el rey Felipe II a los examinadores de cirugía, dice: <<Con los cirujanos se guardará el mismo orden en el examen de teoría y práctica, haciendo asimismo los dos examinadores que serán nombrados, que el cirujano ponga las manos, ligue y desligue, y aplique las medicinas en las heridas y todo lo demás que les pareciere>> A diferencia de lo que ocurría en el caso del médico, el cirujano-barbero residía con carácter fijo en la villa de Valgañón, de la que no se podía ausentar.

En los contratos (elevados a escritura pública) que el Concejo de Valgañón suscribía con los cirujanos-barberos, por lo general figuraban las cláusulas siguientes:

- El municipio se comprometía a pagarles por su trabajo una determinada cantidad de dinero al año (entre 1.200 y 1.800 reales).

- El municipio les facilitaba casa sin que tuviesen que pagar renta por ella. - Estaban obligados a realizar sangrías, arreglar barbas, colocar ventosas, curar heridas y todo lo

tocante a la cirugía, incluso sudores, apostemas (absceso supurado), unciones, morbo gálico (Sífilis), y fuentes (exutorios, úlcera abierta y sostenida artificialmente con fines curativos.

- En algunas ocasiones, les proporcionaban con carácter gratuito y sin pagar sisas, cierta cantidad de vino al año. Solían dar, como refleja el contrato a los Apéstegui, padre e hijo, tres cántaras de vino, sin corte ni sisa. Algunos cirujanos libres ejercían la cirugía de acuerdo a una tarifa establecida:

- Sangrías, a medio real - Frenillos o circuncisión para corregir la fimosis (cortando el ligamento que sujeta el prepucio o

cabeza del pene), a medio real - Extracción de muelas, a medio real - Ventosas secas, hasta dos docenas, a cuartillo y de allí en adelante a cuarto - Sajadas, a medio real - No les podían echar gente de guerra (soldados), ni se incluía en sus contratos con el Concejo, para

cortar el cabello y arreglar las barbas de los vecinos por una cantidad fija estipulada por año entre los 570 a 790 reales, ni miembros del Cabildo ni los curas de la Casa de Nuestra Señora de las Tres Fuentes, que deberían pagar aparte los servicios profesionales de barbería.

- Por los servicios de barbería, a los no igualados, cobraban unos 12 reales al año.

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El cirujano era la persona más cercana al paciente al residir en la misma población. A veces podían salvar la vida de enfermo o accidentado en espera llegase el médico, que de residir en Ezcaray estaba a cuatro kilómetros, que había que hacer a caballo. En definitiva, los cirujanos eran personas, en general, muy respetadas y queridas por los ciudadanos, gozando de un nivel de vida bastante superior a la media. Algunos incluso se permitían acudir a las visitas asistidos por criados.

EL OFICIO DE COMADRONA Su cometido era el de auxiliar a las mujeres en sus partos. En los documentos del siglo XVII se la denomina comadre o ama de mujeres, nombres hoy desaparecidos.

Para poder ejercer su oficio era necesario presentar en primer lugar una solicitud al Concejo con las pretensiones económicas y reseña de sus obligaciones; constituía lo que se denominaba postura.

Una vez había sido aprobada su propuesta por el Concejo y vecinos “reunidos a son de campana tañida”, se formalizaba la correspondiente escritura pública ante el escribano.

Las condiciones de contratación, básicamente, eran las siguientes: a) La percepción de una cantidad fija anual, a cargo del municipio b) La percepción de una cantidad fija por parto, que se cobraría a la familia afectada (aunque el

parto lo resolviera otra comadrona) c) La prohibición de ausentarse de la villa d) Los contratos solían tener una duración de cuatro años

Como ejemplo de lo que era un documento de esta naturaleza, transcribo a continuación el que

formalizó en el año 1656 María de Ortega junto a su esposo, para atender los servicios de comadrona de la villa de Valgañón.

“En la Villa de Balgañón, a 21 de enero de 1656, ante mí el escribano y testigos parecieron presentes, de la una parte, La Justicia y Regimiento de esta villa, que son los señores DOMINGO LÓPEZ SALCES, Alcalde; PEDRO LÓPEZ SALCES, Regidor y BARTOLOMÉ de SOTO, Procurador General, en nombre del Concejo y vecinos de la dicha villa; y de la otra, JUAN DE BASTAS y MARIA ORTEGA, su mujer, residentes en esta villa. Y dijeron que se convienen y conciertan de esta manera: Que dicho Juan de Bastas y dicha su mujer, se obligan que la susodicha usará y ejercerá el oficio de comadre en esta villa ayudando en los partos a las mujeres, por cuatro años que corren desde primero de enero de este año, porque se le ha de dar cada año 14 ducados (154 reales) pagados por tercios de año, de cuatro en cuatro meses, que se le han de pagar de la dicha villa, y 2 reales que le ha de dar cada vecino de cualquier parto, ahora sea llamado o no... A su marido, Juan de Bastas, labrador de Valgañón, se le exoneraba de ser nombrado para ejercer los siempre penosos oficios concejiles, y también de los repartimientos, pudiendo gozar de los aprovechamientos como los demás vecinos (pastos, leña, etc.).

En 1662 se contrata como comadrona de Valgañón a María de Matute, vecina de la cercana localidad de Santurdejo. Su sueldo será de 17 ducados (187 reales) por año. Además de ello, 2 reales y medio por cada parto 22 reales al año para contribuir a pagar la renta de la casa que habían alquilado. Se da la circunstancia que el matrimonio trasladaba su residencia a Valgañón, ya que Pedro Díaz, su marido ejercería en las funciones de tamborilero y pastor de cabras.

EL HOSPITAL DE VALGAÑÓN En el siglo XVII la villa de Valgañón disponía de un hospital. Se destinaba a albergar y cuidar

fundamentalmente a peregrinos y personas pobres y menesterosas, bien fueran residentes en la villa o transeúntes, en especial estos últimos. Normalmente en el caso de los transeúntes no enfermos aunque sin recursos, se les permitía como máximo un día de estancia, de manera que al día siguiente debían de abandonar el hospital y buscar otro que estuviera más cercano.

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El hospital no disponía de servicio asistencial propio, es decir, de médicos, enfermeras, auxiliares, etc., tal como entendemos un hospital en la actualidad. Únicamente contaba con la ayuda o concurso de una persona que tenía la concesión del mismo y que se ocupaba de su mantenimiento (lavado de ropa, limpieza en general de sus instalaciones, avisos a médico o cirujano en caso de urgencia, etc.).

Tan solo sabemos que una gran casa en el barrio Mirón, propiedad de la familia Sancho, fue hospital durante los siglos XVIII y XIX, ignorando si en el mismo lugar lo ocupó en el siglo XVII.

En un documento del año 1639 se describe una finca que se vendía: “media cerrada..., a surco la casa hospital y a cerrada del dicho comprador y al río que baja del barrio de La Doctora.

La Peste. Valgañón sufre una terrible epidemia de peste en el año 1599 que dejó muy disminuida su población (en documentos del año 1637 se señala que desapareció más de un tercio de sus habitantes, victimas de esta cruel enfermedad (el resto de los supervivientes murieron no transcurridos 100 años), y soportó otro ramalazo más de tan terrible plaga hacia mediados del siglo XVII, si bien algo menos grave. Posiblemente por este motivo trataron de crear un centro para acogida de enfermos apestados.

Las finanzas del hospital se nutrían fundamentalmente de los fondos municipales, si bien algunas personas notables de Valgañón, a la hora de otorgar testamento, dejaban algunas mandas o legados para dicha institución.

Tal es el caso de María de Oçaldu, quien al ordenar su testamento en el año 1632, dejó un legado de 30 reales para terminar de hacer el nuevo hospital. Anteriormente, en el año 1631, Pedro de Orduña, fundador de una importante Capellanía (Consistía, en muchos casos, en que perpetuamente se dijesen por el difunto y sus familiares una serie de misas cantadas y/o rezadas al año, en fechas determinadas. Para ello, dejaba varias fincas rústicas importantes e incluso casa o dinero y con sus rendimientos se pagaban dichas misas a los capellanes o curas que las dijeran) dotada con 2.000 ducados (22.000 reales de vellón), dejó escrito en su testamento que se dieran al hospital de Valgañón 30 reales “para ayuda de la ropa de las camas de el”. Un rumboso algo egoísta, deja 22.000 reales para que le hagan misas y 30 para el hospital. Por cierto, en Ezcaray el gran escudo de corte militar de la casa que llamamos de los Cuezva, hoy del Mesonero, era de la familia Velasco & Orduña. Los Velasco eran los “señores” de Ojacastro.

En 1640, Magdalena Martínez, viuda de Pedro López Salces, ordena en su testamento lo siguiente: “mando al Hospital de la villa para que se compren de ropa 4 ducados (44 reales) que se den durante el año de mi fallecimiento.

En 1656, otorga testamento Joseph López Martínez, fabricante de paños, y dice así en una de sus cláusulas:

“Ítem. Mando al hospital de la villa por ciertos cargos que tengo del tiempo que anduve en la guerra y fuera de los Reinos de Castilla, 300 reales. Quiero que se paguen en tres años, cada uno ciento, a la fecha de Lázaro de cada año desde mi fallecimiento, y que esta cantidad la gasten o la empleen en ropa de lino y lana, como se fuere cobrando, sin que la puedan distribuir en otra cosa. Y que de lo del primer año se haga un arca en que esté la ropa, y tenga la llave la Justicia, y que si los señores de Justicia no la emplearen, los señores beneficiados lo puedan hacer y emplear. Y les encargo las conciencias”.

En el año 1671, Diego Martínez, importante personaje, deja en su testamento 2 “linzuelos (ropa de cama consistente en una pieza de lienzo fuerte con un cordón en cada extremo) buenos para las camas del hospital de esta villa”. Como la de Orduña, exigua aportación la que hizo este notable hacendado de Valgañón.

En 1683, Casilda Martínez en su testamento “mandaba al hospital de esta villa, para los pobres que se acogen en él, un linzuelo y una croceda andada (croceda: cobertor de ganchillo, andada: usada o de segunda mano)

En cuanto al uso del hospital para albergar a pobres y personas en dificultades, he podido hallar una referencia en el año 1701, cuando es acogido en dicha institución Sebastián Ortega, un transeúnte de escasos recursos, vecino de un pueblo de Burgos cercano a Villadiego, el cual fue asaltado por unos forajidos cuando regresaba a su localidad al pasar la Cuesta de San Quílez (alto de Pradilla) una fría noche del mes de enero. Permaneció en dicho hospital casi 20 días, siendo atendido por el cirujano-barbero que ejercía su oficio en Valgañón.

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En cuanto a Ordenanzas municipales relativas al hospital de Valgañón, no hay datos concretos. Por proximidad geográfica y mismos Fueros, pueden leer las que Ojacastro estableció en el año 1562.

“En la villa de Balgañón, a 21 de enero de 1625, ante mí el escribano y testigos, pareció presente Juan García, mayor en días, vecino de la dicha villa.

Y dijo que él hizo postura en que se obligó de servir el hospital de esta villa y recoger los pobres peregrinos que vinieren a él, por una año, que comenzó a correr desde 1º de enero de este año y se acabará a fin de diciembre, dándole 40 reales y la ropa que dicha villa tiene y es la siguiente:

- Tres mantas de retazos andadas - Dos de Covarrubias andadas - Dos linzuelos andados de a dos piernas - Una sábana andada Esto que lo tenía de los años pasados. Y además de ello, que le entregó Juan López Martínez,

Procurador General de esta Villa, la ropa siguiente: - Un linzuelo nuevo de dos piernas - Una manta de sayal, andada - Una croceda de sayal, andada - Una almohada listada, andada y sin lana - Una manta entrefina de Covarrubias - Una delantera de colores andada - Ítem. un arca nueva con su cerraja y llaves, de haya, de cabida 4 fanegas. Que los dichos bienes se los habían entregado al dicho Juan López Martínez, como Regidor que fue el año pasado de 1623. Que el nuevo Regidor Juan García obligó su persona y bines, muebles y raíces, habido y por haber, que todo el dicho año servirá dicho hospital y recogerá los pobres y peregrinos que a él acudieren. Y tendrá con la dicha ropa, camas limpias con mucho cuidado y limpieza. “HOSPITAL,- Y de allí se fue a casa de Juan García, a do está el hospital y se hallaron dos camas de ropa bien aliñadas y limpias”

En 1627, el alcalde Francisco López Salces, visitó el hospital cuyo encargado seguía siendo el antes citado Juan García. En el acta de visita se reseña lo siguiente:

“...y se visitó la cama de los pobres y pareció estar limpia y bien puesta = Y dicho Juan García declaró que tiene en su poder 14 piezas para aderezo de cama, que son 4 sábanas y linzuelos, 9 mantas, una croceda y un arca con su cerraja y llave”

Se desprende de todo ello que el citado hospital no disponía de muchas camas y era una especie de “casa rural”, en la que vivía la familia que lo atendía, pero sin cobrar nada, lo que siguió ocurriendo en el que se reconstruye.

En el año 1639 se reconstruyó el hospital de Valgañón, pero sin embargo no hubo persona que quisiera hacerse cargo del mismo. El Regidor de la villa en nombre del Concejo, otorgó escritura al matrimonio formado por Diego de Gonzalo e Isabel Martínez, quienes se comprometían a “que porque se les dé el dicho hospital por los días de su vida pudiendo vivir en él, se obligan que asistirán toda su vida en dicho hospital y que recogerán todos los pobres y peregrinos que a él viniere, etc.

En el año 1640, durante una de las denominadas visita de viandantes y cotejo de pesas y medidas, el alcalde, Juan de Soto, visitó el hospital e hizo inventario de las ropas en él existentes, que se resumía en: cuatro mantas, tres delanteras, dos sábanas, tres almohadas y una sobrecama. Al referirse a las camas, decía lo siguiente: “en dicho hospital, en el bajo de el, están dos aposentos y en cada uno de ellos una cama de maderaje clavadas en la casa”.

LA BOTICA La botica de la que se surtían los vecinos de Valgañón y Zorraquín, estaba ubicada en la villa de

Ezcaray. De las noticias que tengo, parece ser que tuvo su sede en un viejo edificio con soportales aún existentes, los de Inesita, frente a la farmacia de Masip.

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Los boticarios preparaban las fórmulas magistrales y ungüentos, normalmente a base de verduras, hierbas, raices, frutos secos, bayas, etc., siguiendo la indicación del médico en cada caso. La botica era en buena parte, lo que hoy conocemos por herbolario, es decir, almacén de plantas medicinales con propiedades curativas.

Para ser boticario, era necesario superar el correspondiente examen. La Ordenanza 5 de las promulgadas por el Rey Felipe II en 1588 indicaba a los examinadores: “que no se admitan a examen a ningún boticario que no sepa latín... que no haya practicado cuatro años cumplidos con boticarios examinados y aprobados, y los que tengan menos de 25 años de edad”

En 1617 a partir de una Pragmática del Rey Felipe III, se aumenta el rigor en las inspecciones a las boticas, debiendo al mismo tiempo controlar a los falsos boticarios.

En cuanto a los avances que durante el siglo XVII experimentó la ciencia farmacéutica, se inventa el termómetro. En cuanto a medicamentos, la quina (febrífugo) con origen en Perú; la ipecuana (contra las diarreas); los bálsamos de Perú y Tolú; la raíz de colombo (no referido a un detective); la jalapa (con la que algunos untaban sus manzanas para vengarse de quienes las robaban, que tras comerlas “se cagaba patas abajo”); la coca (que de un racional uso medicinal se ha pasado al abuso diario con terribles consecuencias).

El ácido fórmico (a partir de las hormigas) y la usnea (obtenida de los cráneos de personas muertas, especialmente de ajusticiados). En cuanto a productos de origen químico, el vino emético (vomitivo), el tartrato sódico potásico (laxante), el sulfato amónico, la sal policresta o de sulfato potásico impuro, el citrato potásico (antiemético), carbonato magnésico, etc. Sin embargo, entre los remedios secretos que más difusión alcanzaron en España durante este siglo, se alude al Agua de vida, introducida por el charlatán Luís Alderete y Soto, cuya composición ha permanecido ignorada (era una especie de aguardiente, un alcohol destilado, como el orujo).

En este siglo se introdujo; el té, café, chocolate, tabaco (otro desastre como la coca si no se controla), etc.

Valgañón no tuvo concierto con el boticario de Ezcaray. Los enfermos o sus familiares tenían que acudir necesariamente a la botica para proveerse de los remedios que el médico les recetase.

En 1644, un boticario de Ezcaray, Juan de Manzanares, no quiere dar medicinas a los enfermos, de que a los pobres se ha seguido y sigue mucho daño. Joseph Martínez de Ortega (Procurador General de Valgañón), fue a ver al boticario llevando carta firmada, “en la que se pide dé a los vecinos de esta villa que le fueren a pedir y “llevasen su dinero”, las medicinas necesarias. Parece que el problema quedó solucionado.

Siglo XVII. Valgañón. Desapariciones, heridos de guerra, asaltos, riñas, peleas, maltrato a mujeres y menores, etc.

Llama la tención que médicos, cirujanos-barberos o boticarios, aun con iguala de un ayuntamiento, en sus acuerdos dejaban claro que no atendían a soldados, heridos de guerra, o heridos por mano airada (peleas), dentro de esta iguala. Lo harían cobrando lo que considerasen justo en cada caso al herido o su familia, y estos si ante la Justicia podía demostrarlo serlo sin culpa, cobrarlo de su agresor. Por el momento tengo estos acontecimientos de Valgañón pero se entienden eran muy parecidos en el resto del valle.

Teniendo en cuenta que pobres lo eran casi todos y hambre pasaban mucha, siempre los nervios andaban a flor de piel, en la taberna el exceso de beber traía malas consecuencias y se maltrataba a mujeres y menores sin mayores consecuencias, incluso había que cuidarse de bandoleros o de venganzas, porque algún vecino desapareció aun acompañado de otros sin dejar rastro.

Sabemos todo esto por dictámenes forenses emitidos por los médicos y cirujanos-barberos, a petición del juez instructor que solía ser el Alcalde Ordinario.

1623. Paliza dada por aldeanos. El doctor Álvarez de Peñaranda y el cirujano-barbero, Roque de Cáceres, ambos de Ezcaray, tienen que trasladarse a Pradilla para atender a Antón Mateo, a quien unos aldeanos habían dado una paliza. Ante la gravedad de su estado realizaron varios viajes a caballo, salvando la distancia de 4 leguas (10 kilómetros) por caminos tortuosos cada día. Ya fuera de peligro pasaron el correspondiente dictamen y factura al Alcalde de Zorraquín (que ostentaba la jurisdicción criminal de Pradilla en aquellos años) para que mande les paguen.

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El alcalde, analfabeto para más señas, les puso toda clase de obstáculos para poder cobrar sus honorarios. El 6 de mayo de 1623, después de todo lo anterior, el Alcalde comunicó al herido las impresiones que le habían transmitido el médico y el cirujano, y lo hacía de esta singular manera:

“... Y las declaraciones por ellos hechas en razón de la cura y salud del dicho Antón de Mateo y que por ella le consta que el dicho Antón Mateo está mejor y sin peligro de la vida, si no hiciere excesos, le mando notificar se abstenga y aparte de todo aquello que le pueda hacer daño a la salud, como es beber o comer demasiado, y tener acceso con mujer; andar de calor o frío demasiado, trabajar con hacha o lo semejante, con apercibimiento que si recayere por hacer algo de lo dicho, será por su culpa y cargo =

Al parecer al alcalde le duele pagar la cura de Antón y se toma venganza con esta notificación de abstenciones. A quienes le atendieron pagó mucho menos que lo solicitado y estos se ven obligados a apelar ante el Alcalde Mayor de la villa de Ezcaray.

Finalmente cobraron algo más pero no lo que consideraron justo por su trabajo. 1928. El joven Juan de Ruana (19 años) sufre un accidente al caer de un haya, del monte de

Zamaquería de Valgañón, a la que había subido para cortar unas ramas para hacer leña. Trasladado el cuerpo a su casa requieren la presencia del cirujano Juan Domínguez, quien emite el

siguiente informe: “En la villa de Valgañón, a 18 de marzo de 1628, ante su merced el señor Alcalde y por testimonio de

mí el escribano, pareció Juan Domínguez, cirujano de esta villa = Y dijo que él ha mirado y revisado a un mozo que se dice Juan, hijo de Juan de la Ruana = y que le ha

mirado todo su cuerpo y miembros = Y le ha dado a su padecer por muerto naturalmente en todas sus señales, porque en el lado izquierdo en la ijada (cavidad que se halla colocada a uno y otro lado, simétricamente, entre las costillas falsas y los huesos de las caderas) entre los entecos le ha hallado muy magullado y las dos costillas falsas hechas pedazos. Y en la parte petosa del lado izquierdo, debajo de la oreja, un cardenal grande de que resultó echar sangre por las narices y boca, que es la mayor señal de estar muerto = Y poniéndole en la boca y narices la candela encendida, no le hace daño alguno ni mostró tener respiración. Y que para más prueba, como tal cirujano ha aplicado e irá aplicando algunos remedios convenientes por si acaso no era muerto. Y esto declaro por ahora, presente su merced del señor Alcalde, y lo firmó junto con su merced”.

Alguna duda debía existir entre los allí presentes porque el Alcalde mandó que se personaran cuatro vecinos de Valgañón para que dieran también su parecer.

1628. Catalina de Aragón, que apareció muerta al haberse despeñado por un barranco cuando

regresaba a Valgañon, su lugar de residencia, desde Anguta. 1630. Domingo Matheo, un muchacho de 12 años, recibe una brutal paliza que le propina su tío

Pedro ayudado por una coyunda (correa fuerte o soga de cáñamo con la que se uncen los bueyes al yugo), lo que ponen en conocimiento del Alcalde de Zorraquín.

Francisco de Vitoria, cirujano, emite los dos informes siguientes: “... al cual le ha hallado todo lleno de contusiones desde el hueso de la nuca hasta las mismas

nalgas, que casi tiene lo más de la espalda con contusiones, las cuales a su parecer son hechas con instrumento contundente...

Trascurrido el tiempo y consideradas curadas las heridas del chaval, le halla fuera de peligro de las dichas contusiones...

Y si algún daño resultare de aquí adelante, será por cuenta y cargo del paciente, por hacer excesos (como los de recibir los latigazos que su tío le da, esto lo añado yo). Y así lo declaró debajo del juramento y lo firmó.

No hay noticias de haber recriminado al salvaje de su tío su comportamiento.

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1637. Durante una partida de cartas en Valgañón, discuten Martín de Lara y domingo Pérez de Elguea, llegando a las manos y resultando herido éste último (que no fue la última vez, ya que “cobro” en más ocasiones).

1637. El cirujano de Valgañón, Pedro Ortega, jugando una partida de naipes con otros vecinos,

sospecha que Juan de Perella le estaba haciendo trampas, ya que a su entender llevaba una carta de más. Sin pensárselo dos veces le propina una serie de puñetazos y golpes en la cabeza que dejan completamente magullado a su oponente. El Alcalde lo mete en la cárcel y es avisado el cirujano – barbero de Ezcaray, Andrés de Vitoria, para que atienda al agredido y al que su colega de Valgañón odiaba.

En el año 1643, la mujer de Pedro Ortega, Antonia Fernández de Teresa, reclamó ante los Tribunales de Justicia la misteriosa desaparición de su esposo con ocasión de un desplazamiento que éste hizo junto con otros vecinos de Valgañón a la sierra de Santa María del Otero (hoy conocida por La Demanda), límite con Ezcaray, para tratar con los vecinos de Ezcaray sobre unas diferencias que tenían pendiente ambos municipios relativas al aprovechamiento de pastos comunes y sobre lo cual se siguieron numerosos pleitos ante la ‘Real Audiencia y Chancillería de Valladolid’ a lo largo del siglo XVII. Nada más se volvió a saber a cerca del paradero del cuerpo del cirujano: Antonia Fernández de Teresa se casó, a los pocos meses de enviudar con Antonio López Martínez.

Ignoro como pudo casarse de nuevo si su marido estaba desaparecido. Fue todo muy extraño y misterioso.

1639. Juan de Huerta, vecino de Valgañón fue golpeado y herido por otro vecino con un palo, a

cusa de una discusión que tuvieron sobre quién debía pagar media azumbre de vino (1 litro). El agresor lo agredió amparado por la noche, embozado en una capa y cubierta su cabeza con un sombrero y no pudo ser condenado por la justicia.

1645. María Martínez, embarazada, de 40 años, fue golpeada con una piedra por su esposo al

recriminar a este por lo holgazán que era. Enterado el Alcalde de lo ocurrido quiso hacer justicia pero ella no quiso inculpar al marido alegando “que ella tuvo culpa y no es cosa de importancia”. El Alcalde insiste que la vea el médico y ella dice que: “esta buena y no tiene herida ni descalabradura que mostrar, que más merced la harían en dejalla, porque estaba preñada y con la pesadumbre pudiera malparir”.

1654. Un pastor, Alonso Pérez, que cuidaba de sus ovejas en el paraje denominado “La Varga”, en

Valgañón, sufrió la brutal agresión de otro pastor con quien tenía ciertas diferencias, utilizando para ello un palo.

Aunque grave el muchacho curó de sus heridas. En este caso el Alcalde de Valgañón hizo pagar al agresor los honorarios que tuvo que satisfacer el municipio a los profesionales que le atendieron, médico y cirujano, además de los gastos de viajes y comidas del doctor que fueron de est cuantía:

- Honorarios del médico, de tres visitas, 3.400 maravedíes - Honorarios del cirujano – barbero, 2.244 maravedíes - Gastos de dar de comer al doctor y a su cabalgadura, 240 maravedíes 1655. A Juan López Martínez parece ser que lo agrede con un palo un vecino de Valgañón durante un

viaje que hicieron a la feria de Briviesca el día de Santiago. Con ayuda del cirujano, que echó una mano a los procesados, la causa fue sobreseída por el Alcalde, si bien las costas procesales, que ascendieron a 840 maravedíes, las tuvo que pagar el inculpado.

1656. Pedro de Oradea, vecino de Pradilla, agrede en la Cuesta de San Quílez (hoy alto de Pradilla)

con un arcabuz a Lorenzo de San Millán, vecino de Valgañón, por ciertas rencillas que mantenían de tiempos

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de atrás. Atendido por el cirujano Pedro de Liendo, el agredido terminó curando de sus heridas. El proceso judicial tiene 30 folios y no es cosa de cansar tanto.

1660. Catalina de Santa Olalla, que trabajaba como criada de Diego Martínez y que estaba a punto de

casarse, es vapuleada por un vecino de Valgañon en estado ebrio, cuando aquella pretendía defender a su marido en una disputa. De resultas del forcejeo, la tiró de los cabellos y cayó al suelo sufriendo un desmayo.

1682. Francisco de Burgos, pastor al servicio de un importante ganadero de Ezcaray, es agredido en el

alto de Pradilla cuando regresaba con sus ovejas desde Extremadura. Al parecer, las heridas fueron producidas por los golpes dados con un arcabuz por un vecino de la referida aldea. No parece que murió y tampoco sabemos como se castigó al agresor.

1692. Agustín de Castro y Ventura López Salces, dos significativos personajes de la vida de Valgañón,

discuten y retan en duelo, eligiendo la espada como arma, terminando a golpes y cuchilladas, quedando Agustín gravemente herido en un brazo. La minuta que pasó el cirujano – barbero a Juan de Castro, padre del herido, ascendió a 1.100 reales de vellón.