vale por: recordar

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Juego de Abundancia

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LA LAGARTIJA ESMERALDA(Guatemala)

Esta es una historia sobre el buen hermano Pedro San José de Bethancourt, quien vivió hace tres siglos en la ciudad de Santiago de Guatemala. Se dice que este santo varón caminaba un día por las afueras de la ciudad, ensimismado en sus pensamientos. Su persona no le causaba ningún problema. Vestía simples ropas viejas y no precisaba de nada. Todas sus preocupaciones se dirigían a los pobres y enfermos, a quienes atendía en un hospital por él fundado en los alrededores del pueblo. A él llevaban todos los días las monjas canastas de pan para dar de comer a los que allí se alojaban, sin que alcanzara, pues había más pobres que panes y más enfermos que camas. El hermano Pedro se devanaba los sesos para poder ofrecer más ayuda a los que sufrían.

Mientras esto pensaba, vio a un pobre indio que se acercaba por el camino. Apoyándose cansado sobre su bastón, el indio avanzó lentamente hasta donde estaba el hermano Pedro y lo saludó con voz triste y dolorida.

-¿Qué mal te aqueja, hijo mío? - le preguntó el hermano Pedro, viendo que el hombre sufría.

- Oh, padre - dijo el indio -. Estoy en muy mala situación. Me llamo Juan Manuel Jura kan. Mi mujer se está muriendo y yo no tengo un centavo para comprarle remedios. Mis hijitos también se mueren de hambre y no tengo nada para darles de comer. Te juro que lo que te digo es la pura verdad.

El hermano Pedro miró la cara del hombre y supo que era verdad. El pan que las monjas habían llevado ese día ya se había acabado, y en cuanto a dinero, no quedaba nada. El hermano Pedro metió distraídamente una mano en su bolsillo, pensando que quizás podría haber quedado escondida una moneda en los pliegues, pero los halló vacíos, como siempre.

Elevó los ojos al cielo, como buscando una solución a su problema. Pensó que seguramente en un día tan lindo podría encontrarse alguna manera de aliviar la miseria de ese hombre que estaba ante él.

Continua.....

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... Mientras estaban los dos allí a un lado del camino, oyeron un ruido a sus pies y de abajo de unas flores azules salió a la luz una pequeña lagartija verde. Con tierna sonrisa, el hermano Pedro se agachó para recogerla y la puso en las manos de Juan Manuel Jurakan.

El hombre miró extrañado al hermano. Luego miró la lagartija que le había dado y grande fue su asombro al ver que estaba quieta y fría. y de pronto se dio cuenta de que la lagartija se había convertido en una esmeralda y que era el hermano Pedro el que había hecho el milagro.

Juan Manuel Jurakan agradeció con lágrimas en los ojos al hermano y llevó la esmeralda a un comerciante que se la cambió por dinero, alimentos y remedios.

Pasaron los años. Los hijos de Juan Manuel crecieron y se hicieron vendedores de mantas y chales. El mismo Juan Manuel poseía muchas cabezas de granado y mucha tierra, pero seguía viviendo en forma sencilla, ahorrando su dinero centavo a centavo, para volver a comprar la esmeralda que había cambiado su suerte. Llegó un día en que pudo ir a ver al comerciante y rescatar la esmeralda, después de lo cual partió en busca del hermano Pedro.

Por fin lo encontró. Éste era ahora un anciano de cabeza cana., pero sus vestidos eran tan andrajosos y viejos como siempre.

El indio lo saludó diciendo:- Salud, padre. ¿No me recuerdas? Soy Juan Manuel Jurakan. Soy aquel a quien diste la lagartija de esmeralda hace ya muchos años, y ahora vengo a devolvértela.

El hermano Pedro trató de recordar el incidente. - Acéptala, padre - dijo Juan Manuel -. Me dio muy buena suerte. Tómala, y

descansa ahora de tus labores. Vale mucho y te resolverá tus problemas.

Abrió el paño en que envolvía la joya y la tomó para que el hermano la viera.

Sonriente, Pedro recordó y la recibió. La puso en seguida en el suelo y al instante la joya se transformó en una lagartija viva que se escapó y desapareció entre las altas hierbas.

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