una reflexion sobre la ingenieria y los ingenieros

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    Majestad:

    Vuestra presencia aqu esta tarde levanta hasta la altura mxima posiblela emocin y la gratitud ya muy grandes con las que haba llegado al so-lemne acto de mi recepcin en la Real Academia de Ingeniera. Agrava-da con este ltimo favor la cuenta de los muchos que os debo quierorepetir pblicamente mis antiguos afecto y admiracin por vuestra Per-sona.

    Y debo tambin dar las gracias pblicamente en este breve prembulode crianzas, como decan hace siglos los oradores sagrados, a mis com-paeros en la Ingeniera que han tenido la generosidad de invitarme aocupar un lugar entre ellos.

    Seor:

    A todo colectivo le conviene preguntarse de vez en cuando por su pro-pia identidad, y el comienzo de un siglo, en que ahora estamos, es unabuena ocasin para que los ingenieros nos hagamos esa pregunta: Qu

    somos, qu debemos ser, qu podemos ser los ingenieros?

    No parecen estar definidas con precisin en este gozne de dos siglos lasrespuestas a esas preguntas. Pero esa indefinicin es relativamentemoderna. Hubo hace ochenta aos en Madrid un segundo Congreso dela Ingeniera que atrajo la atencin de Ortega y Gasset, eminente cola-borador en 1919 del diario El Sol. Es verdad que Ortega era muy sen-sible a su circunstancia, pero pienso que tal vez entonces ramos tam-bin los ingenieros ms capaces que ahora de suscitar la atencin, demover a la opinin publica.Titulaba Ortega su editorial en el peridico

    ms prestigioso de la poca con estas palabras: La fiesta de los ingenie-ros, y alababa la iniciativa de quienes se proponan presentar al ReyDon Alfonso XIII cito literalmente un plan completo de reformas y

    trabajos que, en el orden de su especialidad, viene a ser el magnfico es-quema de una reconstitucin nacional.Y sigue Ortega:Estn cansadoslos ingenieros de que hoy un poltico, maana otro, aparece en la plazapblica pregonando tal o cual especfico reconstructor... Exentos los pre-goneros de toda nocin tcnica sobre el mejunje que a voz en grito

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    encarecen, convierten siempre en huero tpico lo que acaso merecaser una bien nutrida realidad []

    A este fin los ingenieros han elaborado un sistema de transformacintcnica de Espaa, poniendo en l su competencia, sin la cual es en estasmaterias vana palabra el mejor propsito [...] No se trata de que los in-genieros quieran hoy dejar su ingeniera para tornarse una fuerza polti-ca. Es ms bien lo contrario. Acuden a la vida pblica como lo que son,como hombres de ciencia y prctica tcnica; aportan a la gobernacinlo que es su haber, el conocimiento, y piden que, en lugar de orientar las

    leyes de obras pblicas en el viento de los discursos, alimenten los Go-biernos la Gaceta con este acervo de minuciosos y meditados estudios.

    No necesitamos decir que acogemos con toda efusin el propsito delos ingenieros. Es para nosotros un punto trascendental de nueva polti-ca que, dejando de ser exclusiva faena de abogadetes y decidores, inte-gre todas las fuerzas nacionales; una de ellas, y de las ms eficaces, es lacompetencia. Todos los cuerpos tcnicos deben colaborar como talesen la poltica. La iniciativa de los ingenieros puede significar la instaura-cin de este excelente y nuevo uso.

    Hasta aqu la muy larga cita de Ortega. (Permtanme subrayar en ella ladesdeosa alusin a la clase de la que se nutra y an se nutre prefe-rentemente la poltica: abogadetes ydecidores los llama Ortega, en con-

    traste claro con sus preferidos los ingenieros).Tan halagadoras palabrassobre nuestra profesin cabran hoy en la pgina editorial del primerdiario de Espaa? Creo con pesimista seguridad que no.

    Y deduzco de esa creencia que la sociedad espaola nos distingua a losingenieros hace cien aos con una estimacin mayor, nos atribua, colec-

    tivamente, una figura ms precisa, una mayor importancia entre las fuer-

    zas vivas de la sociedad.Y no solo en 1919, cuando escribe Ortega el ar- tculo editorial de El Sol. Mucho antes, medio siglo antes, Galds, tanperspicaz cronista de su tiempo, haba situado a un ingeniero PepeRey en el papel protagonista de Doa Perfecta (1876):uno de esos in-genieros sabios, hijos predilectos del autor, segn la conocida queja deMarcelino Menndez y Pelayo en su Historia de los Heterodoxos Espao-les. En Doa Perfecta, como dos aos ms tarde (1878) en La Familia deLen Roch un ingeniero encarna la modernidad, el progreso, sobre el

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    fondo episcopal y arcaico de una vieja ciudad castellana, y la historia sehace dramtica porque el joven ingeniero agnstico enamora a la mu-chachita provinciana y rezadora. Y en 1882 Pedro Antonio de Alarcnelige a Guillermo, famoso ingeniero de Caminos y, adems, abogado, ar-

    tista, poeta, profesor de matemticas, brillante orador parlamentario, mi-nistrable frustrado, hipocondraco e inconsciente, para protagonizar sultima novela, La Prdiga.

    Algo parecido sucede tambin a lo largo del siglo XIX fuera de Espaa, yantes que en Espaa: Balzac, en El cura de aldea (1841), dedica docenas

    de pginas al ingeniero Grgoire de Grard, tambin de Caminos. Sinduda tom el autor de su cuado Surville, ingeniero de Ponts et Chaus-ss, la detallada y precisa informacin sobre las enseanzas tcnicas en laFrancia de principios del siglo XIX (de la que hace gala) y que incluye cr-

    ticas dursimas y certeras al sistema de ingreso en Politechnique (con-cours), a la esterilizacin de los grandes talentos ingenieriles a su pasopor la administracin pblica una vez terminada la carrera, y al Consejode Obras Pblicas en que van finalmente a parar. Crticas, por cierto, queson directamente aplicables a la Escuela de Caminos en la yo estudiun siglo ms tarde y al Ministerio de Obras Pblicas en el que serv co-mo Ministro, segn puede comprobar el lector curioso en el captulo IV

    de Un cura de aldea. Y ya a principios del XX (1901) Zola hace figuracentral de su novela Trabajo a Jordan, un ingeniero de extrema izquierda,ciertamente ms idelogo que ingeniero.

    Si los grandes novelistas del siglo XIX, observadores atentos de su cir-cunstancia, hablaron frecuentemente de los ingenieros, no fue solo porla presencia invasora de las nuevas obras de ingeniera en la vida social,sino tambin porque los ingenieros, en cuanto tales, daban entonces losuyo que hablar.

    Me he asomado ms de una vez a los ingenieros de Caminos espaoles,especialmente a los que cursaron en los primeros aos del siglo XIX enla Escuela recin fundada que se abre y se cierra al comps de los vaive-nes polticos durante el reinado de Fernando VII.Y luego, mediado el si-glo, cuando se funda la Revista de Obras Pblicas, a unos cuantos inge-nieros de talante poltico que convierten su Redaccin en un escuchadomentidero de la pequea Villa y Corte; y, por fin, hacia el ltimo tercio, alas figuras eminentes de Elduayen, Echegaray y Sagasta.

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    Fernando Saenz Ridruejo ha relatado con rigor y con gracia los avataresde la Escuela recin nacida, en sus sedes antiguas de las calles de la Leay del Turco. Permtaseme sealar aqu un rasgo comn a aquellos pro-

    toingenieros: todos eran gentes de ideas avanzadas, liberales, creyentesen el progreso que su propia tcnica impulsaba, todos sentan en sus ve-las el viento de la historia. La imagen qumica del estado naciente de loselementos, estado que los hace ms activos, ms agresivos, me parece

    tambin aplicable a la ingeniera en estado naciente de aquellos prime-ros alumnos de Caminos, a los que no siempre daba tiempo a terminarsu carrera la reaccin absolutista de turno que clausuraba la Escuela re-

    cin nacida.

    Ciento cincuenta aos ms tarde, al principio de la llamada TransicinPoltica (1975), la madurez de los ingenieros y, por qu no atreverse adecirlo, la percepcin que tenan, que tenamos, de nuestra parsimonio-sa pero imparable decadencia colectiva, nos haca menos avanzados, msconservadores.

    El ltimo Gobierno de Arias Navarro, constituido en diciembre de 1975,contaba con cinco ingenieros, todos, por cierto, de Caminos, y al Cole-gio le pareci necesario celebrar aquel hecho inslito con un almuerzo

    muy numeroso de compaeros; presida el Colegio Jos Antonio Fer-nndez Ordez, que no era precisamente un conservador ; la comidafue gastronmicamente modesta, por el gran nmero de comensales,por el dudoso local y porque los tiempos no daban para ms, pero elPresidente crey oportuno ofrecer a los ms jvenes una entrada me-nos onerosa, con derecho solo a tomar caf y a or los discursos; con-forme iban llegaban los tan torpemente discriminados se iban colocan-do de pie, apoyados en los muros del local. Describo con algn detalleel escenario para que se comprenda bien la batalla campal que desenca-denaron unas palabras enrgicas de Fernndez Ordez criticando el

    Rgimen anterior; la mayora de los comensales sentados, que eran con-servadores, reaccionaron a aquel descolocado mtin con una excesivaviolencia verbal; el proletariado externo que se recostaba en los murosrespondi invadiendo la zona privilegiada, y all fue Troya.Villar Mir,Vice-presidente de aquel Gobierno, puso a duras penas orden con el micr-fono y acabaron ganando los conservadores porque eran ms. Espect-culo poco ejemplar aquel, pero revelador a mi juicio de la situacinconfusa de la ingeniera contempornea.

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    Si he recordado estos hechos muy conocidos es para apoyar en ellos laafirmacin de que los ingenieros dbamos que hablar mucho ms, aun-que no siempre mejor, hace cincuenta, cien, ciento cincuenta aos queahora. De la asuncin de esta realidad y de su anlisis hemos de partirsi queremos responder con rigor a las preguntas con las que inici estaintervencin: qu somos, qu debemos ser los ingenieros al empezar elsiglo XIX?

    No me parece precipitado concluir del breve, ligero y casi periodsticoesbozo histrico anterior que ha habido una larga poca durante la cual

    la tcnica no quiero decir tecnologa como ahora se dice constante-mente, cediendo a un impulso pedante que prefiere la palabra abstractaa la concreta, que encuentra ms culto escribir errneamente intencio-nalidadcuando lo correcto sera escribir llanamente intencin la tcni-ca, deca, ha sido durante un par de siglos protagonista de la historia enOccidente y el ingeniero, dueo, actor y sacerdote de ella, ha ocupadoun lugar eminente en la sociedad. Esa poca ha pasado. Por qu? Voy aintentar una respuesta clara a esa difcil pregunta.

    El prestigio del ingeniero pasa por un mximo en el primer cuarto delsiglo XX. Entre los testimonios que avalan esta afirmacin, adems del

    que ya he citado de Ortega y Gasset en El Sol, voy a glosar el contem-porneo de Oswald Spengler. S que hace falta algn valor para apoyar-se en Spengler a principios del siglo XXI: los historiadores le regatearonen su da autoridad cientfica y los polticos mancharon su figura atribu-yndole connivencias intelectuales con el nazismo. Pero yo recuerdo laemocin que me produjo la lectura juvenil de su Decadencia de Occiden-te, la emocin de unas ideas hondamente pensadas y briosamente ex-puestas. Hacia el final de la Decadencia..., en el ltimo captulo de la se-gunda parte, Spengler dedica bajo el epgrafe La Mquina un par deprrafos al elogio del ingeniero, encarnacin del hombre fustico que es,

    para el autor, el principal protagonista de la civilizacin occidental. Noquiero resistir a la tentacin de reproducirlos aqu, en la traduccin deGarca Morente, precisa y elegante aunque lejana del lenguaje ingenieril.Dicen as:

    ...El aldeano, el artfice, incluso el comerciante, aparecen de pronto ine-senciales si se comparan con las tres figuras que la mquina ha educadodurante su desarrollo: el empresario, el ingeniero, el obrero de fbrica... La

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    economa elaborativa ha producido en esta cultura, y slo en ella, el rbolpoderoso que cubre con su sombra todos los dems oficios y profesio-nes: el mundo econmico de la industria maquinista.Y de las tres figurasel autor destaca la de el ingeniero [como] sumo sacerdote de la mqui-na [...] figura que suele olvidarse en la controversia poltica [...] El inge-niero es, con toda calma, sigue diciendo Spengler dueo de la tcnicay le marca su sino. El pensamiento del ingeniero es, como posibilidad, loque la mquina como realidad. Se ha temido, con sentido harto materia-lista, el agotamiento de las minas de carbn. Pero mientras existan des-cubridores tcnicos de alto vuelo, no hay que temer peligros de esa cla-

    se. Solo cuando deje de reclutarse ese ejrcito de ingenieros, cuyotrabajo tcnico constituye una ntima unidad con el trabajo de la mqui-na, solo entonces se extinguir la industria, a pesar de los empresarios yde los trabajadores. Fin de la cita.

    Voy a glosar con brevedad un par de pasajes de estos prrafos. En pri-mer lugar el protagonismo que Spengler atribuye sin vacilar al ingenierosobre el empresario y el trabajador en eso que l llama el mundo de lamquina y que hoy preferiramos llamar el mundo de la empresa.Mientras haya ingenieros no se agotar el impulso creador de nuestrapoca, aunque se agoten las minas de carbn. En segundo lugar, el espri-

    tu innovador que distingue al ingeniero: Hoy Spengler hubiera escritoque en el ingeniero residen la investigacin y el desarrollo, el I ms D.Y,en tercer lugar, la identificacin del ingeniero con el hombre fustico.Spengler seala en otro lugar que muchos descubrimientos esencialesdel hombre moderno haban sido encontrados en la Antigedad porotras civilizaciones, por ejemplo China: pero la falta de un espritu fusti-co limit el alcance de esos descubrimientos, que no daran lugar alprogreso, a una civilizacin creadora y nueva como la de Occidente apartir del siglo XVIII. De nuevo aparece aqu la funcin mediadora entrela idea y la cosa, entre el proyecto y la obra, la funcin fustica del inge-

    niero que caracteriza a la modernidad occidental.

    Estas palabras que he glosado pertenecen, como he dicho, a la segundaparte de la Decadencia de Occidente, publicada en 1922. Diez aos ms

    tarde, en 1932, al borde ya del nazismo, escribe Spengler un opsculosobre El hombre y la Tcnica, traducido tambin por Morente. Su ltimocaptulo se titula: El final: ascenso y trmino de la cultura maquinista;en sus treinta y cinco pginas trata el mismo asunto que ya haba apun-

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    tado en las pginas finales de la Decadencia...: pero ya el autor no es op-timista como en 1922 (el optimismo es una cobarda, llega a procla-mar) y solo una vez cita al ingeniero, que ya no aparece aureolado porel protagonismo indiscutible anterior: a lo sumo se le alude potica-mente como wikingo del espritu. Y el argumento se resume en unasentencia triste; sta: el pensamiento fustico comienza a cansarse de la

    tcnica.Y a continuacin se ilustra ese cansancio: es una especie de pa-cifismo en la lucha contra la naturaleza. Ya est ah el germen de laecologa, ya se adivinan los nuevos sacerdotes, los sacerdotes del medioambiente.Y no es fcil reinstalar en esta nueva circunstancia al ingenie-

    ro fustico de 1922. El ingeniero del siglo XXItendr que servir al me-dio ambiente pero sin olvidar que el medio ambiente es un obstculonuevo y formidable a la accin libre y creadora del ingeniero tradicio-nal, de aquel ingeniero que tuvo un gran prestigio en la poca doradade la ingeniera a la que me he venido refiriendo, en la poca fustica,que hubiera dicho el beligerante Spengler.

    Nuestra tcnica ya no es vanguardia, progreso; Galds ya no hara hoyingeniero al protagonista progre de sus novelas. Porque el ingeniero y la

    tcnica estn hoy a la defensiva; entre el proyecto y la obra, en el proce-so creador de la encarnacin, se ha instalado el medio ambiente, el in-

    forme preceptivo del Ministerio del Medio Ambiente. Y, con la mismamarea, nos han llegado las manifestaciones multitudinarias contra lascentrales nucleares, o contra las nuevas fbricas, o contra el nuevo em-balse que inevitablemente inundar tierras de labor, nos ha llegado lacompasin casi humanizada, y sin duda exagerada, hacia un planeta Tie-rra escarnecido desde hace dos siglos por el hombre fustico, por eseingeniero creador que hemos sido los de las ltimas generaciones, inclui-da, naturalmente, la ma.

    Esta es la realidad que responde, parcialmente al menos, a mi pregunta

    primera: Por qu la poca en que el ingeniero y su tcnica ocupaban unlugar eminente en la sociedad parece haber pasado ya? Por qu su solaevocacin nos trae un aroma viejo, anacrnico, finisecular de finales delsiglo XIX?

    En primer lugar, la explosin tcnica del siglo XIX entra por los ojos delhombre que cree en el progreso y que ve en ella, en la tcnica, la sealexterna de gracia interior, como hubiera dicho un telogo medieval, la

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    prueba de que, por fin, la humanidad ha advenido a la etapa final de lahistoria, la culminante etapa positiva, despus de sus largusimos mean-dros teolgico y filosfico. El ferrocarril es la gran novedad que llega a

    todas partes en el corazn de Europa: sus obras son espectacular-mente visibles, entran por los ojos como antes he dicho; los trenesmueven a los poetas, a los pintores y a los msicos: recordemos Eltren expreso poema de Campoamor, publicado en 1872; La gare de St.Lazare, cuadro impresionista, pintado en 1877 por Monet, Pacific 231,partitura sinfnica, estrenada en 1924 por Honegger. Entre estas tresobras de arte hay medio siglo, el medio siglo de oro de la tcnica; las

    tres se inspiran en el podero de la tcnica, y las tres sitan la quintae-sencia de ese podero en la locomotora de vapor cuyos cilindros ybielas puede ver cualquiera porque exhiben ostentosamente la pleni-

    tud de su esfuerzo ante el asombro y el temor de los espectadores enel andn de la estacin.Y la estacin se convierte en el centro de lasciudades nuevas: siempre me ha emocionado comprobar en las ciuda-des alemanas que la calle principal se sigue llamando Bahnhofstrasseciento cincuenta aos despus de que llegara a ellas el primer tren.

    Y, despus del ferrocarril, las grandes obras de los canales de Suez y dePanam, que cambian radicalmente la geografa y el paisaje, vuelven a si-

    tuar en el primer lugar de la atencin del mundo a los ingenieros que lasproyectan y las dirigen. Aunque ya en Suez y en Panam surge, junto alingeniero, el nuevo promotor de la riqueza: el financiero.

    El ingeniero,mediador entre la idea y la cosa, entre el proyecto y la obra,es el gran protagonista de la modernidad: y eso lo ve claramente Galdsque admira al ingeniero los ingenieros, esos hijos predilectos del autor,segn el reproche de Menndez y Pelayo.Y lo ve Ortega, cuando dedi-ca en El Sol un editorial a los ingenieros, y Spengler en El hombre y la tc-nica y en la Decadencia de occidente cuando subraya el papel central del

    ingeniero en la empresa de su tiempo, entre el obrero y el capital, ocuando reprocha a los filsofos retricos de la poca que se dediquen auna tarea intil:ms les vala a esos tales llega a decir en la traduccinde Morente, hacerse ingenieros.

    Pues bien: ya entrado el siglo XX la tcnica sigue su avance incontenible,pero se hace pdica, menos visible en unos resultados sin embargo pro-digiosos que ocultan tras una aparente sencillez externa la complejidad

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    interna de sus mecanismos. Yo he visto, y conmigo cuantos empezba-mos a conducir hace cincuenta aos, como cada vez el que conduce unautomvil ha ido sabiendo menos de cmo funciona aquello que haydebajo del cap: nosotros, cuando jvenes, entendamos algo de distri-bucin, y de platinos, y de carburadores, y de adelanto del encendido, yde correas de ventilador, y ramos capaces de arreglar las averas meno-res de nuestros vehculos; y al conductor profesional se le llamaba en-

    tonces mecnico porque se le supona experto en mecnica; todo esoha pasado a la historia, la tcnica se oculta en las fbricas y en los talle-res donde habitan los ingenieros que ya no son, para eso que se llama el

    pblico, protagonistas de nada. El prestigio del mediador entre la idea yla cosa se ha ido desvaneciendo al mismo tiempo que se generalizaba lafuncin misma del mediador, porque el lenguaje vivo ha ido llamando in-geniera a un anchsimo campo de actividades muy lejanas de nosotros,los ingenieros tradicionales, desde que Popper acu la expresin inge-niera social, hace cuarenta aos, hasta estos das de guerras y disuasio-nes: un prestigioso comentador de la realidad poltica escriba, hace unosmeses, entre la barahunda informativa de la guerra de Irak, que en lasNaciones Unidas se haba tapado con una sbana el Guernica para evi-

    tar que el relincho del trgico caballo picassiano estorbara en su nobleoficio a los no menos nobles ingenieros de la guerra preventiva que tra-

    bajaban a su vera.

    Lo que ha ganado en extensin el trmino ingeniero lo ha perdido encomprensin por cuanto llevo apuntado.Y tambin porque la tcnica,ostentosa y exhibicionista del siglo XIX se ha ido haciendo pdica a fina-les del siglo XX, se esconde envuelta en diseos atractivos y disimulado-res. La locomotora de vapor exhiba sus msculos y sus jadeos; la loco-motora del AVE los oculta dentro de una carcasa elegante yaerodinmica.Y no digamos ya los ordenadores: la vieja mquina de es-cribir escriba penosamente a la vista del escribidor, con un juego ruido-

    so de palancas y rodillos; hoy no sabemos cmo escriben el IBM o elTOSHIBA, compactos, silenciosos, discretos y eficaces.

    Qu somos, o qu podemos ser, los ingenieros tradicionales? Cmodefinir un colectivo en el que caben el ingeniero ferroviario del AVE, elingeniero social de Popper y el ingeniero de la guerra preventiva dePedro J. Ramrez? Qu hacer cuando nuestra tcnica est a la defensiva,pide perdn por existir, se arrodilla ante el medio ambiente?

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    Vuelvo a las preguntas con la que he iniciado esta disertacin. Y vuelvo ala muy larga cita de Ortega en el diario El Sol de 1919. No conoca yo ese

    texto cuando publiqu en la efmera revistaArco que editbamos, all porlos aos cuarenta, los alumnos de tercero en la Escuela de Caminos, un ar-

    tculo sin firma con este pretencioso ttulo: El poder, para los Ingenieros.Me decido a citar por extenso los tres primeros prrafos de aquel arro-gante, juvenil y lejano artculo, con mnimos retoques para mayor claridad:

    Cualquier pupila abierta a la realidad en torno ha de registrar hoy unhecho significativo: la ausencia de los tcnicos en la vida pblica nacional.

    Frente a cuestiones que por su anchura no pueden quedar inscritas enla estrecha jurisdiccin ingenieril nos inhibimos hoy los Ingenieros. Nega-mos nuestra iniciativa y hasta nuestra curiosidad.Tan cmoda postura haalcanzado alarmante generalidad en las ltimas promociones. Convienedecir inmediatamente que la opinin del tcnico sobre aquellos temaspblicos se cotiza muy poco por ah; y as la incapacidad que nuestro si-lencio implica resulta generosa y expresamente confirmada por la indife-rencia de los dems.

    En suma: los Ingenieros, como colectividad, no cuentan hoy ni parecentener inters en contar para las ms altas empresas de la Nacin.Y esto,

    cuando se reclutan las vocaciones tcnicas entre lo mejor de la juventudestudiantil, segn dicen los entendidos, es un hecho muy grave que debesolicitar la meditacin de todas las Escuelas Especiales.

    Porque sospechamos que tienen los Ingenieros, en la presente coyun-tura, cosas importantes que afirmar, actitudes nuevas que imponer.

    Sobre todo, un exacto sentido de la realidad (Fin de la cita).

    El Ingeniero contemporneo de los halagadores comentarios de Ortega

    era primariamente un ingeniero de mquinas, un productor de bienes,un constructor. Creo que el oficio del Ingeniero refiere siempre al con-cepto de lmite, precisamente porque el Ingeniero es mediador entre laidea y la cosa, porque trabaja encarnando una idea en la realidad y per-mitiendo que la realidad limite a la idea.En el papel todo se tiene dec-amos en la Escuela de Caminos hace sesenta aos. Pero en la realidad,no: las obras se caen, en el sentido ms lato del verbo caer, si se rebasanlos lmites. Nuestros lmites eran, hace cien aos, los que impona la es-

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    casez de los recursos disponibles, y no hubiera sido fcil atentar grave-mente con tan pocos recursos contra el medio natural; hoy la holguraeconmica nos obliga a tener presentes otros lmites internos de desa-rrollo, nos obliga a ceirnos al desarrollo sostenible: los ingenieros he-mos de ser, adems de ingenieros constructores, ingenieros al serviciodel desarrollo sostenible. Pero en una u otra funcin debemos tenerpresentes las palabras de Ortega, debemos aportar a la gobernacinnuestro haber, nuestros conocimientos, y esperar con humildad, cons-cientes del papel subordinado en el que hoy nos ha situado la historia,esperar, deca, que quienes escriben en el Boletn Oficial se inspiren en

    nuestros minuciosos y meditados estudios.

    El inters de Spengler por la tcnica y por los ingenieros tiene muchoque ver con la figura del hombre fustico, protagonista para Spengler dela historia de Europa, y tambin con la tesis central de su Decadencia deOccidente, con su conviccin de que los hechos culturales o histricosson criaturas sujetas a ciclos vitales casi biolgicos y, por lo tanto, voca-dos a una inevitable decadencia.

    Ortega aade a esos estmulos para interesarse por la tcnica otro queacta en l con mayor eficacia por estar en el ncleo mismo de su pen-

    samiento: intentar explicarlo con brevedad y claridad. Ortega repiteuna y otra vez que la realidad radical es la vida, y a la vida refiere cons-

    tantemente la construccin de su filosofa, una filosofa que por eso seha llamado filosofa de la razn vital.Y a cada paso insiste tambin en quela vida no se nos da hecha, como se le da hecha la suya a la roca o alanimal, insiste en que el hombre es una extraa criatura cuyo ser consis-

    te en hacerse su propia vida, en inventar su propia vida, en realizar su seren el mundo. La vida del hombre es proyecto.Y llega a precisar as esta si-

    tuacin vital del hombre:

    El hecho absoluto, el puro fenmeno del universo que es la tcnica, solopuede darse en esa extraa, pattica, dramtica combinacin metafsicade que dos entes heterogneos el hombre y el mundo se vean obliga-dos a unificarse, de modo que uno de ellos el hombre logre insertarsu ser extramundano en el otro, que es precisamente, el mundo.

    Y Ortega concluye el desarrollo de su meditacin con una frase asom-brosa; todava recuerdo vivamente la emocin que me produjo cuando

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    la le por primera vez hace ms de medio siglo, siendo yo entonces unestudiante de ingeniera. La frase es sta:

    Nuestro problema, casi de ingeniero, es la existencia humana.

    Todava hay ms.Cuando en 1977 Paulino Garagorri reedita el texto de laConferencia que haba pronunciado Ortega cuarenta y tres aos antes enla Universidad santanderina Menndez y Pelayo le pone como prlogoun texto del filsofo escrito para aquella ocasin y hallado entre sus pape-les inditos.Y all se puede leer esta luminosa y exagerada conclusin:

    ...desde hace mucho tiempo la tcnica se ha insertado entre las condi-ciones ineludibles de la vida humana de suerte tal que el hombre actualno podra, aunque quisiera, vivir sin ella. Es, pues, hoy (la tcnica) una delas mximas dimensiones de nuestra vida, uno de los mayores ingredien-

    tes que integran nuestro destino. Hoy el hombre no vive ya en la natu-raleza sino que est alojado en una sobrenaturaleza que ha creado enun nuevo da del Gnesis: la tcnica.

    Y puesto que la tcnica ha sido creada por el ingeniero, y est en sus manos,he aqu al ingeniero levantado, bien que vicariamente, hasta la altura del

    Creador, como colaborador suyo y continuador de su obra. Con muchasmenos pretensiones y mucho menor fundamento decamos ya en la Escue-la de Caminos de la posguerra, un tanto irreverentemente, lo que sigue:

    Dios cre el mundo en seis das: el primero hizo la luz; el segundo hizoel firmamento; el tercero los mares y los continentes, las hierbas y los r-boles; el cuarto las luminarias del cielo; el quinto los peces y las aves; elsexto los animales terrestres, y por fin hizo al hombre;y el sptimo des-cans, encomendando a los ingenieros la continuacin de su obra.

    Pero de esta instalacin privilegiada no debe deducir el ingeniero seguri-dad absoluta en su estatuto el que disfrutaba a lo largo del siglo XIX.Porque la tcnica en que ese estatuto se apoyaba est en crisis. El mis-mo Ortega dijo en la Universidad Menndez y Pelayo de Santander, en1933, lo siguiente:

    Mi libro La rebelin de las masas va inspirado, entre otras cosas, por laespantosa sospecha que senta entonces all por 1927 y 1928... de

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    que la magnfica, la fabulosa tcnica actual corra peligro y muy bien po-da ocurrir que se nos escurriese entre los dedos y desapareciese... Hoy,cinco aos despus, mi sospecha no ha hecho sino acrecentarse pavoro-samente. Vean, pues, los ingenieros cmo para ser ingeniero no bastacon ser ingeniero. Mientras se estn ocupando en su faena particular, lahistoria les quita el suelo de debajo de los pies... Es preciso estar alerta ysalir del propio oficio.

    La tcnica, para Ortega como para Spengler, es una criatura viva, ya lohe dicho, cuya parbola vital puede agotarse, est condenada a agotarse.

    Me preguntaba yo al principio de esta intervencin: Qu somos, qupodemos ser, qu debemos ser los ingenieros en este siglo XXI? Ha cre-cido tanto la extensin de los conceptos ingeniera e ingeniero que no esfcil encontrar una definicin comprensiva de todos los significados, queabarque hasta la gentica y la guerra preventiva.

    Curiosamente es la primera definicin, la del Diccionario de la Lengua de1803, la que hoy me parece ms comprensiva. Deca el Diccionario hacedoscientos aos:

    Ingeniero: el que discurre con ingenio las trazas y modos de ejecutar al-guna cosa.

    sa era entonces, y sigue siendo hoy, la esencia de la funcin ingenieril.Mediar entre la idea y la cosa. Engendrar la cosa a partir de la idea. Ahest la razgen, tan antigua que hay que rastrear sus orgenes en el sns-crito, en el tronco comn indoeuropeo, la noble y antigua raz gen quevertebra nuestro nombre de ingenieros, y que ilumina tambin a tantosotros trminos ilustres. Engendrar la cosa a partir de la idea.

    Al salir Heine de una conferencia de Hegel pregunta a su cochero:

    Qu crees t que son las ideas?-Y el cochero le responde lleno de buen sentido clsico:

    Las ideas... pues las ideas son las cosas que se nos meten en la ca-beza.

    Ests muy equivocado sentencia Heine hegelianamente es al re-vs. Las cosas son ideas que nos salen de la cabeza.

    UNA REFLEXIN SOBRE LA INGENIERA Y LOS INGENIEROS AL EMPEZAR EL SIGLO XXI 19

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    Ah est el ingeniero. Cosificando las ideas, convirtiendo los proyectosen obras, encarnando en proyectos y en obras sus ideas o las que otrosle proponen. sa era hace doscientos aos y sa es nuestra funcin alcomenzar el siglo XXI.

    Seor:

    En esta lnea, la Academia, la Real Academia de la Ingeniera que hoy mehace el honor de recibirme entre sus acadmicos, puede colaborar deci-siva y autorizadamente a definir los nuevos contornos de la Ingeniera

    en este siglo XXI que acaba de empezar. Hoy, ms que nunca, necesita-mos los Ingenieros y necesita nuestra Sociedad una prestigiosa y vigoro-sa Real Academia de la Ingeniera. Me honra mucho y me preocupa msincorporarme a ella, gracias a vuestra generosidad, en un momento crti-co como el que nos ha tocado vivir.

    Madrid, noviembre de 2003

    20 LEOPOLDO CALVO SOTELO

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    CONTESTACIN

    EXCMO. SR. D. ANDRS RIPOLL MUNTANER

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    Majestad

    Es siempre un gran honor ser elegido para contestar el discurso de entra-da de un nuevo Acadmico, pues el Acto de Recepcin Pblica es el msnoble posible en una Academia. Pero en este caso el honor y nobleza semagnifican por ser el Acadmico de Honor, Excmo. Sr. D. Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo,quien nos ha deleitado con su brillante discurso de entra-da y porque Vuestra Majestad, Seor, el creador y protector de esta RealAcademia de Ingeniera nos honris con la Presidencia del Acto.

    Yo deseara que todos mis compaeros Acadmicos pudieran hoy identifi-carse con mis palabras, ignorando por un momento el que sea precisa-mente a este humilde servidor a quien han escogido para ser el portavozde la Real Academia de Ingeniera. Slo de esta forma, y a pesar de la pro-bable insensatez de haber aceptado tal responsabilidad, debera ser capazde recitar estas palabras que son verdaderamente sentidas y emocionadas.

    Les aseguro que es difcil sustraerse al atractivo intelectual de Calvo Sotelo.Como la mayora de espaoles, nos acostumbramos a verle casi a diario en

    esta ventana catdica que solemos tener en casa. Por entonces, l decidasobre el destino de todos los espaoles y sus altas responsabilidades no lepermitan licencias. Puedo asegurar, sin embargo, que en el trato ms direc-

    to y coloquial es un excelente conversador, con un sentido del humor muyfino y con un anecdotario, recetas de la vida sacadas de su larga experien-cia y citas de los ms variados autores, con las que es un placer alimentar lamente, el espritu y la amistad.

    Precisamente entre las ancdotas de su vida me interesa destacar una, quepodra parecer insignificante cuando sucedi, pero que nos permite enlazarcon su devenir histrico. Parece ser que a los doce aos, su mxima ilusinera llegar a ser Premio Nobel de Fsica. Conociendo a posteriori la capaci-dad de xito que ha logrado, quin duda que hoy su discurso hubiera podi-do versar, por ejemplo, sobre la deteccin de las tan elusivas ondas gravita-

    torias que se supone deben viajar por doquier en el Universo, segn sededuce de la formulacin de la relatividad de Albert Einstein? Pero unosaos despus, al final de su adolescencia, en el entorno de los diecisiete, afir-maba que su mayor empeo se centraba en que la sucesin del Rgimen de

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    Dictadura que entonces gobernaba Espaa tuviera una transicin incruentaa una Monarqua Parlamentaria.Tengo la impresin de que la mayora de es-paoles agradecemos al destino el cambio de rumbo del adolescente que lepermiti participar de forma directa en el hecho histrico ms trascendentalde Espaa en el siglo XX y, gracias al cual, hoy podemos celebrar esta cere-monia acadmica en este bello marco presididos por Vuestra Majestad.

    Es costumbre que, como prueba de correcta eleccin por parte de sus pa-res, la Contestacin al Discurso de Entrada de un nuevo Acadmico se ini-cie glosando las excelencias de sus innumerables logros profesionales. Aun-

    que conceptualmente,contestacin implica accin y efecto de contestar alo dicho, lo que suele argumentarse en la segunda parte de la respuesta. Esmi intencin ser muy breve en la primera parte curricular y no precisamen-

    te por falta de mritos del Acadmico de Honor, que sera como desmere-cer a los espaoles que le eligieron para el alto destino de su gobierno,msbien porque siento pudor como par de mis compaeros al hablar de las ca-pacidades personales y excelencias de sus elevados logros.

    Entiendo que lo ms significativo de la historia profesional de Calvo Soteloes la clara dualidad en el ejercicio de sus actividades profesionales. Como in-

    geniero y empresario, dos facetas que los Estatutos de la Real Academia deIngeniera exigen en excelencia, fue sobradamente reconocido.Como polti-co, sera la mayor obviedad decir lo que realmente todos los espaoles sa-bemos. Sin profundizar excesivamente en esta aparente incongruencia deuna dualidad que parece cuando menos algo extraa, ingeniero y poltico,cabra preguntarse cmo una mente forjada en la racionalidad de la mate-mtica y en la praxis de la ingeniera puede integrarse al ejercicio de la pol-

    tica que requiere permanente adaptacin a los cambios que la sociedad dia-riamente demanda. Un anlisis algo ms sutil mostrara que la profesin deingeniero y de poltico no estn tan alejadas. En realidad, la Ingeniera aplicalas leyes tericas que la Fsica ha deducido de la observacin del Universoen el que estamos inmersos. Pero la aplicacin de estas leyes no puede ha-cerse sin un conocimiento profundo de los conceptos que permiten acotarel tramo en el que la ley reproduce con cierta fidelidad el comportamientode los materiales y su entorno. Estos conceptos son igualmente aplicables alarte de la Poltica, que intenta sustentar sus proyecciones sobre la leyes de laconvivencia social que la Sociologa ha teorizado.Tanto la Ingeniera como laPoltica son el arte de hacer realidad leyes universales que no distinguen en

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    detalle las diferencias consustanciales de los entes a los que se aplican; la In-geniera a los materiales y la Poltica a los seres humanos.

    No debe extraarnos, por tanto, que se le encomendara la direccin deUnin de Explosivos Rotinto y la presidencia de la Red Nacional de Ferroca-rriles Espaoles, de la misma forma que fue Ministro de Comercio y deObras Pblicas, Vicepresidente del Gobierno para Asuntos Econmicos yPresidente del Gobierno. Incluso con un ligero repaso a la historia reciente deEspaa podremos constatar que el ejercicio de estas altas responsabilidadesfueron ejercidas en momentos muy difciles, despus del golpe de 1981, con

    negociaciones que desembocaron en la integracin de Espaa en la Comuni-dad Econmica Europea y decisiones de gran calado internacional para todoslos espaoles como la entrada de Espaa en la Organizacin del Tratado delAtlntico Norte. El Estado, al que ha servido con tanta dedicacin y acierto, leha concedido innumerables condecoraciones entre las que cabra destacar elCollar de la Orden del Mrito Civil y la Gran Cruz de Carlos III. En 1990 pu-blicMemoria viva de la transicin y est a punto de aparecerPlticas de fami-lia, en donde con humor sutil desgrana retazos de su memoria sin punto final.

    Una mente tan privilegiada como la de Calvo Sotelo, con la enorme expe-

    riencia que le da la historia industrial y poltica que ha vivido y con la calidadhumana que hemos podido constatar los que hemos tenido el privilegio dealgunos momentos de cercana, es sin duda un capital que la Real Academiade Ingeniera recibe y agradece. Su reflexin sobre la Ingeniera y los inge-nieros al empezar este siglo XXI, le ha llevado a concluir que Ha crecido

    tanto la extensin de los conceptos ingeniera e ingeniero que no es fcil en-contrar una definicin comprensiva de todos los significados...Tambin a mme parece, como a l, que la definicin ms comprensiva es la del Dicciona-rio de 1803. Ingeniero: el que discurre con ingenio las trazas y modos deejecutar alguna cosa. Slo una definicin tan amplia es aceptable una vezcruzado el umbral de este siglo. Los privilegios que daba el conocimiento endetalle de materias requeridas en las escuelas de ingeniera de los dos siglospasados no son reconocidos hoy porque la tcnica, la prctica misma de losingenieros, ha hecho que sean accesibles reas extensas de informacin algran pblico. El halo de magia que rodeaba al que posea conocimientosinaccesibles a la mayora de los mortales se ha esfumado al aumentar la en-

    tropa de la informacin, al permitir la difusin inmediata, global y en ciertaforma asimilada, de extensas reas de conocimiento.

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    Leyendo con detenimiento el Decreto y los Estatutos de creacin de laReal Academia de Ingeniera, se llega a la conclusin de que los legislado-res tenan una visin acertada de lo que es la ingeniera hoy y lo que sepuede esperar en un futuro. El mismo hecho de ser nuestra Academia,de Ingeniera, y no de Ingeniera de Caminos, de Montes, Navales, o Agr-nomos, por citar algunas, es significativo. Entendemos que la sociedad de-manda que todas las reas de conocimiento de las ciencias relacionadascon la ingeniera estn integradas en la misma Academia, para que cuan-do hablemos de conocimiento al ms alto nivel, desaparezcan las posiblesfronteras que la intensa dedicacin a la vida profesional y acadmica en

    el mismo entorno, hayan podido crear. Solo una corporacin de esta na-turaleza ser capaz de promover la calidad y competencia de la Ingenie-ra espaola, constituyendo una entidad activa y cualificada en la prospec-cin y anlisis crtico de la evolucin cientfica y tecnolgica. Prospeccinque significa futuro y este aspecto es uno de los ms significativos denuestros fines.

    La sociedad actual ha desmitificado la mayora de fantasas y fbulas queantao mantenan algunos de los inaccesibles templos del conocimien-

    to. sta ha entendido claramente que, precisamente por sostener con

    sus impuestos la enseanza, tiene derecho a obtener y disfrutar de susresultados. Los que hemos tenido la suerte de acceder a ciertas reasde conocimiento en los ms altos niveles hoy reconocidos, tenemos laobligacin ineludible ante la sociedad de devolverle resultados. De nue-vo el legislador pone como fines de la Real Academia de Ingeniera, elconseguir y mantener la capacidad de aconsejar a cuantas instancias losoliciten o requieran y, en particular a las instituciones dedicadas a laformacin de ingenieros. Nos exige emitir informes y dictmenes sobre

    temas especficos de relevante nivel a organismos del Estado y otras en-tidades tanto nacionales como internacionales. Incluso nos insta a que laAcademia los emita por iniciativa propia, cuando el inters pblico as loaconseje.

    En el discurso que acabamos de escuchar de Calvo Sotelo, y cuandocomenta el opsculo de SpenglerEl hombre y la Tcnica, nos deca queYa est ah el germen de la ecologa, ya se adivinan los nuevos sacerdo-

    tes, los sacerdotes del medio ambiente. Es el cruce del umbral del si-glo, si el ingeniero es el que discurre con ingenio los modos de ejecutar

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    algo, debe de discurrirlo para mejorar, por ejemplo la calidad de vida, ypara corregir cuando sta se degrada. De nuevo, la amplitud de los co-nocimientos que requiere la ingeniera nos aconsejan no poner fronte-ras, no compartimentar excesivamente. Las titulaciones que hoy se co-nocen han quedado obsoletas, se mantienen por tradicin y porque loscentros de enseanza que las imparten y la legislacin actual que lasapoya no han sido capaces de seguir el ritmo trepidante de las nuevasexigencias de la ciencia y de la tcnica. De la misma forma que hay ma-

    terias comunes en muchos centros de enseanza de la ingeniera, es f-cil tambin encontrar otros donde no est regulada la enseanza de

    reas que claramente han entrado en una demanda feroz. Hemos ha-blado de la ingeniera del medio ambiente, podramos hablar de la inge-niera de la salud, de la seguridad personal y global, de la alimentacin, yde otras varias que la Real Academia de Ingeniera no puede en ningncaso ignorar aunque an no se imparta la enseanza en las universida-des espaolas.

    Esta Academia que Vuestra Majestad ha creado es la respuesta ms ade-cuada a las nuevas necesidades de la sociedad del siglo XXI . Desde la pro-yeccin histrica que tan magistralmente nos ha mostrado hoy el Acad-

    mico de Honor, debemos adentrarnos en el futuro incierto con losconocimientos presentes bien cimentados. Seguro que nuestros jvenesencontrarn los mtodos y modos para adaptar sus conocimientos a lasnuevas exigencias de la ingeniera, que probablemente tendrn diferenciassustanciales con respecto a nuestras clasificaciones actuales, porque la his-

    toria ha demostrado claramente que nada es perenne, que todo es efme-ro y precisa evolucin.

    Es costumbre que los Acadmicos citemos a menudo a otros autores ennuestro discurso. Hoy supongo que queda patente la excepcin que po-dra confirmar la regla. Salvo hacer necesaria mencin a ciertas sentenciasdel brillante discurso de Calvo Sotelo, he discurrido sin apoyo de maes-

    tros. Probablemente mis compaeros Acadmicos entendern la dificultadque esto conlleva, pero mi profundo respeto por el orador que me haprecedido y los grandes conocimientos de los autores clsicos que s queposee, me impedan siquiera intentarlo. Deseara sin embargo que CalvoSotelo disculpara la licencia que libremente me he tomado de recitarunos versos del poema de Robert Lowell:

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    Relojero Dios

    Hay un plido idilio amoroso con el Dios relojero

    de Descartes y Paley; l nos dise y nos instal

    en el Aparato: le encantaba manipular;

    Pero habiendo completado lo que tena que hacer,

    se ech a un lado, erguido.Amortajado en su soledad.

    Los ingenieros, Seor, no somos Dios y tenemos la suerte de que nuncacompletamos lo que tenemos que hacer. Estamos seguros de que con la

    incorporacin del Acadmico de Honor Excmo. Sr. D. Leopoldo Calvo So-telo y Bustelo a la Real Academia de Ingeniera tendremos un maestro quenos guiar por el camino de intentar completar lo que debemos realizar.

    Andrs Ripoll Muntaner

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