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Title: El bordo, Tijuana: comunidad e indigencia Author: Saúl Acosta García Source: Journal of Transborder Studies - Research and Practice Summer 2014

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Title: El bordo, Tijuana: comunidad e indigencia

Author: Saúl Acosta García

Source: Journal of Transborder Studies - Research and Practice Summer 2014

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El bordo, Tijuana: comunidad e

indigencia By: Saúl Acosta García

RESUMEN

Existen diferentes causas particulares para que los individuos alcancen la condición de

indigencia. Si bien, podemos entender la indigencia a través de conceptos relacionados

con la pobreza urbana, la exclusión social o la marginalidad, no significa que la

indigencia sea un fenómeno homogéneo. Existen causas específicas o particulares que

pueden devenir prácticas en común que provoquen romper con la idea del indigente como

figura aislada. En este texto se plantea que la indigencia sumada a la adicción como

práctica común genera diferentes formas de relación entre los individuos en situación de

indigencia, lo cual puede llevar a conformar un esbozo o noción de comunidad. El caso

del Bordo en Tijuana constata este planteamiento.

INTRODUCCIÓN

El cinco de agosto de 2013 se hizo pública la implementación de un operativo

cuyo fin consistía en desalojar a las personas que se encontraban viviendo en la

canalización del río Tijuana, específicamente, en el área conocida como el "Bordo", en la

Zona Norte de la ciudad. En este caso, es decir, para los fines de tal operativo, las

personas desalojadas fueron catalogadas como indigentes. Este operativo coincidió a su

vez con un proyecto comercial a través del cual se remodeló la Avenida Internacional, la

cual está directamente conectada al área a desalojada. Dicha remodelación contemplaba

la construcción de una valla divisoria entre ambos carriles de la avenida, lo cual

significaba evitar el cruce de personas a través de la misma (en su mayoría habitantes de

la canalización).

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Sin embargo, pese al desalojo los indigentes regresaron a dicho lugar, pero esta

vez aislados físicamente por la valla ya mencionada previamente. Se sabe que los

indigentes han recurrido a habitar en dicha zona por lo menos desde finales de la década

de 1980, por lo que su retorno tras el desalojo nos remite a preguntarnos si existe algo

más allá que sólo el fenómeno de la indigencia. Específicamente, nos preguntamos

¿puede la indigencia conformar un sentido de comunidad? En este caso, la ciudad de

Tijuana nos servirá como un referente para responder tal cuestión. Entonces, existen aquí

dos términos clave de los cuales se desprenden los demás, lo cuales son indigencia y

comunidad. Esta investigación plantea por objetivo, en un intento de responder a dicha

pregunta, situar el caso del Bordo como un estudio de caso en la búsqueda de elementos

para responder dicha pregunta.

SOBRE LA INDIGENCIA

Entendemos que la indigencia es un fenómeno que actualmente y desde hace

varias décadas afecta a casi todas (si no es que a todas) las grandes urbes del mundo. La

figura del indigente está relacionada en casi todos los contextos, o por lo menos los

urbanos, con tres factores que la propician: la pobreza, la marginalidad y la exclusión

social, (Barreat, 2006:163). Otros factores pueden ser entendidos como particularidades

contextuales. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

(citado en Barreat, 2006) la indigencia es considerada como pobreza absoluta, ya que

quién se encuentra en tal situación está sometido a circunstancias que pone en riesgo su

propia sobrevivencia, donde factores como la exclusión social y la marginalidad hacen

casi imposible salir de esta situación.

La indigencia no puede ser comprendida desde una perspectiva homogénea, si

bien, posee como características indispensables los tres puntos mencionados previamente,

las situaciones contextuales generan diferentes tipos de indigencia. Carolina Rojas (2006)

estudiando las causas que conllevan a la indigencia logra comprender los modos de vida

de estas personas. A partir de ello se puede hacer una clasificación (1) de diferentes tipos

de indigencia entre los cuales destacan tres: el primero, está compuesto por individuos

cuya condición psiquiátrica-psicológica los hace vivir aislados entre sí; en segundo lugar,

están los indigentes en situación de adicción; y en tercer lugar está un grupo de

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indigencia que no cumple con los dos anteriores. Además, la autora señala que en el caso

particular de los indigentes con alguna adicción se genera una condición que los lleva a

buscar lugares seguros para lograr consumir dichas sustancias, lo cual lleva a que estos

individuos frecuenten los mismos lugares y formen lazos con otras personas en la misma

situación. Se genera aquí una doble condición de exclusión, en primer lugar, el hecho de

ser un indigente, lo cual es relacionado por el resto de la población con insalubridad y

nula producción; en segundo lugar la condición de ser adicto (Rojas, 2006).

Por otra parte, la marginalidad es un concepto ligado a grupos específicos y no a

individuos aislados, por ejemplo, se puede hablar de barriadas, de grupos inmigrantes,

entre otros. Este concepto no nos refiere al aislamiento de tales grupos frente a la

sociedad, ni tampoco a una condición de vivir al margen de la misma, sino de una lógica

de interacción truncada (tanto política, económica, cultural, etc.) más no rotundamente

negada (Doré, 2008). Como ya fue señalado, la indigencia y la adicción hacen que los

individuos creen nexos para poder sobrevivir, en el caso de Tijuana esto se puede

manifestar en la población indigente que vive en la canalización del río Tijuana, donde la

amplia mayoría de los individuos padece la adicción a alguna sustancia considerada

ilícita (Medrano, 2010). Por lo que se debe hablar de la indigencia a partir de la

marginalidad cuando se entiende la existencia de nexos entre los indigentes.

En diferentes ciudades a nivel mundial han existido políticas de desalojo y

detención de indigentes bajo la consigna de que su presencia se debe a su propia falta de

productividad. Sin embargo, estos argumentos surgen desde quienes ostentan poder

político y económico, quienes son a su vez las figuras que no dudan acerca de las

consecuencias que pueden llegar a tener esquemas como en neoliberalismo (Sutton,

2006). Entonces, la exclusión y la marginalidad en las ciudades se pretenden eliminar a

través de una “limpieza” cuando se culpa a los individuos de su propia condición.

Alicia Gutiérrez (2002) señala, apelando a Bourdieu, que los individuos siempre

estarán en movimiento entre grandes estructuras, pero, que las condiciones de pobreza

dificultan cualquier interacción con éestas, ya que éstos quedan “aplastados” por las

mismas. La misma autora señala que la población en situación de pobreza sólo sobrevive

gracias a su habitus, y en caso de querer modificarlo repentinamente, habría

consecuencias inesperadas. Ahora bien, podemos preguntarnos qué sucede con los

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indigentes, que además de vivir en pobreza absoluta, viven excluidos y/o marginados, es

decir, a merced de dichas estructuras y discursos, sobreviviendo en gran medida en tanto

dicho habitus no sea trastocado de forma repentina.

LA COMUNIDAD Y LAS PRÁCTICAS COMUNES

Con base en lo anterior podemos ahora acercarnos al término de comunidad para

poder relacionarlo con los planteamientos que se han manejado acerca de la indigencia.

Ander Gurrutxaga (1993) plantea la duda acerca de si el concepto de comunidad nos es

útil en términos de modernidad. Para este autor la comunidad no debe llevarnos a pensar

en las formas tradicionales de organización, sino que en sociedades modernas este

término debe ser reelaborado. Sostiene entonces que la comunidad es un producto social,

no una condición de organización social ya superada (1993:5). La comunidad para los

clásicos de la sociología estaba ligada a formas de sociabilidad, a la cultura y al espacio,

mientras que para este autor la comunidad puede surgir de convertir lo privado en algo

público; es decir, las prácticas pueden generar comunidad en diversos contextos y

situaciones, ésto cuando hacen de algo privado una práctica pública y común. Según el

mismo autor, situaciones desesperadas pueden llevar a los individuos a que compartan

prácticas individuales y a formar lazos que podríamos comprender como las bases de la

comunidad. Si relacionamos lo anterior con los diferentes tipos de indigencia, y la

construcción de la misma, podremos entonces preguntarnos si la indigencia puede o no

ser comprendida bajo la concepción de la comunidad.

Como ya se mencionó, se ha hablado de que los indigentes en esta situación

forman nexos, que si bien, son necesarios para poder ejercer de una forma “segura” el

consumo de alguna sustancia, podríamos también entenderlos como acciones forzadas

para lograr la supervivencia. Estos nexos nos hacen suponer a manera de hipótesis y

acudiendo a Wacquant (2007), que existe un proceso de comunidad forzada el cual surge

debido al aislamiento propiciado por quienes no se encuentran en tal situación (2) y para

quienes sí se encuentran en dicha situación puede devenir identidad en el caso de existir

dicha comunidad forzada (surgida a partir de la exclusión y la marginación).

Al mismo tiempo, retomando el concepto de comunidad de Gurrutxaga (1993)

como uno dirigido según prácticas y no necesariamente a la cultura, podríamos buscar en

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los nexos que forman los indigentes dicho sentido de comunidad. Suponemos entonces, a

manera de hipótesis, que si estos individuos comparten espacios comunes, prácticas

comunes y formas más o menos establecidas de convivencia y existe además una noción

de identidad, entonces podríamos plantear la existencia de un sentido de comunidad. A

partir del trabajo de campo se debería entonces procurar buscar tal sentido de comunidad.

Buscando entonces los atributos hasta aquí mencionados acerca de la comunidad:

identidad (buscar nociones de un nosotros), prácticas comunes en un mismo espacio, y

formas establecidas de relacionarse entre los indigentes. Por lo que estos conceptos que

conformarían el sentido de identidad deberían ser la base de cualquier instrumento de

investigación.

NOTA METODOLÓGICA PARA EL TRABAJO DE CAMPO

En primera instancia, se había planteado la posibilidad de realizar entrevistas

múltiples. Sin embargo, por las dificultades que representa acceder al espacio debido a la

colocación de la valla así como por la dificultad que representa para los entrevistados

salir fuera del espacio que habitan, se planteó entonces la posibilidad de localizar un

informante clave. Dicho informante participó de una entrevista a profundidad, la cual se

desarrolló en diferentes sesiones de entrevista en un área de confort para él.

Se empleó una guía temática para la entrevista que no contemplaba una estructura

cerrada para elaborar las preguntas, sino que permitía flexibilidad para tales efectos. El

problema que este método representa supondría una gran dificultad al momento de

realizar entrevistas con otros individuos ya que se podría perder el margen de

comparación entre las respuestas, esto al estar siendo guiados todos los casos por una

misma guía más no por la misma exactitud en las preguntas. Sin embargo, aceptar tal

fluidez supone a su vez la posibilidad de dar pie a preguntas que originalmente no se

tenían contempladas y que podrían ser ricas en el contenido de su respuesta.

La guía temática planteada buscó, a manera de categorías, hacer salir a la luz a

través del análisis de la entrevista los indicadores que confirmen o descarten la

posibilidad de que la indigencia pueda generar un sentido de comunidad. En este caso los

indicadores que se buscan son: identidad (buscar nociones de un nosotros) (3), prácticas

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comunes en un mismo espacio, y formas establecidas de relación entre los indigentes. La

guía planteada para poder operacional tales indicadores está incluida en los anexos.

Es necesario señalar que la elaboración de este trabajo ha resultado por demás

complicada debido a diversas limitaciones que se han presentado, por lo que este texto

pudiera ser considerado como un aporte básico para tratar de aborda la temática aquí

tratada. Dichas limitaciones van desde la dificultad para acercarse a los individuos que

viven en el Bordo, así como las dificultades que representa el hecho de realizar una

investigación con poco o nulo apoyo institucional. Sin embargo, el texto aquí presente

está elaborado con las experiencias recogidas desde el 2011 (4) y que solo hasta el 2013

fueron formalizadas.

Criterios de selección del entrevistado

Como ya ha sido señalado, el consumo de drogas puede situar una práctica común

y de intercambio constante para buscar un consumo seguro, que en este caso dicha

práctica común resultaría indispensable para evitar el aislamiento de los indigentes como

lo señala la clasificación previamente mostrada. Por lo que se buscó a un entrevistado

usuario de heroína, hombre (al representar una avasalladora mayoría en el Bordo) que por

lo menos tuviera un año viviendo en el lugar, lo cual significaría que por lo menos ya

conoce las dinámica sociales dentro de la canalización.

Acerca del entrevistado

Empleando un pseudónimo, solo diremos que el entrevistado responde al nombre

de “Chris", tiene 32 años de edad, llegó a Tijuana en el año 2000 deportado de California.

Es originario de Michoacán y actualmente vive en una vecindad contigua a la

canalización, al momento del trabajo de campo tenía casi un mes de haber dejado de vivir

en el Bordo debido a que su condición de salud le impide tolerar el frío. Trabaja como

voluntario de una iglesia de la zona centro y es miembro activo en campañas de las

asociaciones civiles en temáticas referentes a la salud.

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Acerca de la guía temática de entrevista

Las entrevistas que eran de carácter abierto estuvieron dirigidas por una guía

temática. Las preguntas en su formulación fueron previamente establecidas como

preguntas ideales, sin embargo, el contexto permitió su modificación al ser aplicadas. Al

mismo tiempo, se permitió el surgimiento de otras nuevas que en muchos casos

escaparon al fin de la investigación, pero, que podrían servir como fuentes de

información al momento de investigar otras temáticas.

La guía temática se divide en tres secciones, dentro las cuales existen

subdivisiones en las que se busca localizar los puntos necesarios para poder hablar de

comunidad: identidad (buscar nociones de un nosotros), prácticas comunes en un mismo

espacio, y formar establecidas de relación entre los indigentes. Los tres subdivisiones de

la guía temática fueron planteadas para poder dar orden a las entrevista, sabiendo que lo

que buscamos puede estar dentro de las diversas divisiones en la guía.

Sin embargo, queda claro que en cuanto al aparto de Primer día en El Bordo, se

tiene por objetivo generar una situación de introducción o de abordaje con el

entrevistado. Al mismo tiempo, tal apartado sirve para inferir la relación con los otros y

las normas internas, esto cuando llega alguien nuevo a vivir en tal área. En Día cotidiano

el objetivo es, partiendo de la premisa de que el consumo de drogas es la práctica común

y que su consumo genera nexos entre indigentes, buscar conocer qué tipos de relaciones

surgen en torno a tales nexos, lo cual permitiría buscar formas establecidas de relaciones

sociales (normas y roles). Finalmente, en el último apartado de la guía temática lo que se

busca, además de alguna noción de identidad, es localizar las diferencias que los

indigentes del Bordo encuentran de sí mismos en comparación con usuarios de heroína y

otros indigentes que viven fuera de dicho espacio y ajenos a lo que ocurre allí dentro. La

guía temática se encuentra a manera de anexo al final del documento.

RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN

Lo que a continuación se presenta son algunos resultados obtenidos gracias al

instrumento de investigación, que pretenden responder a lo que se ha planteado. Se ha

dividido la presentación de los resultados en categorías que respeten lo que inicialmente

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se buscaba para poder hablar de la comunidad, es decir, lo que se ha planteado como

indicadores (aunque este concepto tiene una connotación más bien cuantitativa).

El consumo de heroína como práctica común

En su mayoría, quienes habitan en el Bordo son migrantes, sin embargo, ello no niega el

hecho de que se encuentren en situación de indigencia. La exclusión a la que se enfrentan

por su condición de indigencia y consumo de drogas genera prácticas que refuerzan

nexos y convivencia entre ellos.

La prostitución y talonear (pedir dinero en la calle) son prácticas comunes para

satisfacer la malilla (síndrome de abstinencia), estas son prácticas que los hace diferentes

de los usuarios de heroína que cuentan con hogar y empleo. Lo cual es señal de que el

consumo de heroína por sí solo no puede ser un factor que genere la creación de lo que

suponemos es un sentido de comunidad. Es decir, si bien el consumo de heroína resulta

una práctica común, lo que realmente puede ser un factor para que estos individuos

convivan en un mismo espacio pueden ser las prácticas ligadas a su consumo y no el

consumo por sí mismo. Siendo este un punto de encuentro con lo mencionado

anteriormente acerca de situaciones o contexto específicos que generan la situación de

indigencia.

Sin embargo, el consumo de heroína sí resulta como la base sobre que la se

estructura la población del Bordo. El Bordo es un espacio diferenciable de otros, existen

alcantarillas y ñongos (pequeñas estructuras para habitar hechas de material de desecho)

y es de fácil delimitación. Este espacio posee normas de convivencia y jerarquías, que sí

están ordenas por el consumo de heroína, debemos recordar que el consumo por sí solo

no genera la condición de indigencia.

Organización: roles, jerarquías y normas

Gran parte de la información obtenida cabe de ser necesaria para este apartado. Si

bien, los puntos referentes a identidad y diferenciación hacia los otros no fueron aspectos

prolíficos entre la información obtenida, sí lo fue lo referente a la organización interna

dentro del Bordo. Aquí se encuentra la heroína como la base a través de las cual se

delimitan roles, normas y jerarquías.

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A su llegada al Bordo, nuestro entrevistado menciona que no tuvo problemas para

poder acceder, y que por lo general la convivencia era "buena". Sin embargo, dar el paso

hacia el consumo de heroína supone estar dentro de dinámicas que quizá antes no se

hubiesen percibido. La heroína (aunque también se consumen otras sustancias, pero, en

menor grado) significa un punto de encuentro pero también de conflicto. Las normas

giran en torno situaciones como la distribución de la heroína. Por ejemplo, el síndrome de

abstinencia es una situación que conlleva a los individuos a situaciones que son

consideradas extremas, por ejemplo, el robo de una dosis, lo que pueden ameritar

sanciones. Dichas sanciones suelen estar ligadas a la violencia física o en su defecto a la

expulsión del Bordo. Otra norma (la cual yo, como autor de este texto, llegué a romper)

deja en claro que está prohibido silbar y gritar dentro del Bordo por situaciones que se

explicarán más adelante.

Respecto a roles, encontramos por lo menos cuatro, aunque podríamos suponer,

recurriendo a la teoría sociológica, que los roles vienen en pares y que quizá estamos

pasando desapercibidos otros tantos. Por lo pronto describiremos los cuatro localizados.

1) El tirador o vendedor, es quién distribuye y vende la heroína. Jerárquicamente, ocupa

el puesto más alto y toda decisión importante debe pasar por su aprobación.

Desconocemos si se trate de un vendedor minorista o por el contrario, esté directamente

involucrado en una organización mayor. 2) El halcón, tirador de punto o simplemente

punto, se encarga de cuidar que la policía no esté cerca para que pueda darse la

distribución de las drogas, su función puede implicar el uso de algún teléfono celular o

radio, así como silbidos o gritos para dar aviso, por lo cual otros tiene prohibido silbar o

gritar. Jerárquicamente está por debajo del vendedor y su pago recae en un consumo

asegurado o gratuito. 3) El doctor es el tercero en la jerarquía, suelen ser personas de

mayor edad y/o experiencia y se encargan de instruir a los nuevos usuarios e inyectarlos,

también inyectan a quienes ya no pueden, ya sea por el síndrome de abstinencia o por

problemas físicos del usuario, su consumo se resuelve gracias a la tarifa cobrada por

inyectar heroína. 4) Finalmente, encontramos al consumidor, que en lo general es

hombre, y representa la población promedio en el Bordo, es decir, es quien no ocupa uno

de los roles anteriores. Por lo regular es este individuo a quién se le puede observar

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realizando actividades diversas por la obtención de dinero fuera de la canalización. Lo

cual a su vez nos habla de que sí existe una relación con la población en general.

Todos los que se encuentran dentro las cuatro categorías anteriores se dan cita en

reuniones donde se plantean cuestiones de índole mayor para los habitantes del Bordo,

como grandes conflictos internos o con la policía, asistencia social por parte de

organizaciones de la sociedad civil, etc. Justamente los éxitos de muchas OSC radicaban

en su inserción en tales formas de organización. Algunos conflictos internos tratados en

estas reuniones destaca la asignación del espacio, ya que en este rubro se encuentran

divididos los espacios de dos formas: los que viven en alcantarillas y los que viven fuera.

Estas dos formas de habitación dependen del tipo específico de droga consumida, esto

último debido a los efectos que genera el consumo de cada sustancia. Cabe resaltar que

las mujeres son minoría y que además, no hay niños.

Los otros (identidad)

Este punto fue quizá el más difícil de constatar o investigar. Lo que se puede inferir es

que existe por parte de los habitantes del Bordo una clara diferenciación entre ellos y

otros indigentes que viven fuera, así como también existe diferenciación frente a otros

usuarios de drogas inyectables que viven en las vecindades de la Zona Norte de la ciudad.

Es decir, existe una diferencia por los espacios en que viven y lo que vivir en ellos

implica, pero ello no significa alguna identificación en particular y menos aún que esta

resulte clara y consiente para los individuos. Ellos se saben diferentes al vivir en

situación de pobreza absoluta, y al mismo tiempo ser consumidores de drogas, es decir,

sus prácticas los obliga a vivir juntos.

En algunas situaciones aparece claramente por lo menos una noción de

diferenciación hacia otros agentes externos al Bordo, por ejemplo, la convivencia con

otros habitantes de la canalización que no están en área del Bordo, ya que El Bordo no

representa toda la canalización. A partir de esta diferenciación y de situaciones tensas que

suelen estar relacionadas por la venta y consumo de heroína, es en que se identifica algún

sentido de pertenencia. De haberlo, tal sentido está directamente ligado con el ser usuario

de drogas y vivir en un grupo/espacio en donde viven personas en la misma situación.

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CONCLUSIONES

Aún si se categoriza a los habitantes del Bordo como migrantes, no se puede negar su

situación de indigencia. Esta situación aunada con la adicción los lleva compartir una

misma práctica pese a la heterogeneidad de quienes allí habitan. Comparten un mismo

espacio en el cual existe organización, es decir, roles, normas, jerarquías, etc. Al mismo

tiempo se confirma la relación entre un otros y un nosotros al saberse diferentes de otros

usuarios de heroína y de otros indigentes.

Sin embargo, no parece existir, pese a la claridad de la diferencia hacia otros

grupos, alguna forma consciente de identidad de sí mismos, esta solo aparece cuando

entra en contacto con los agentes externos. Pese a esto, no se puede negar la existencia de

un sentido de comunidad. Por lo que se podría decir que sólo bajo ciertas condiciones

contextuales la indigencia puede generar algún esbozo de comunidad, recordando que las

prácticas comunes y el espacio son fundamentales para conformar tal sentido. Debido a

las prácticas comunes y la organización existente, una categoría que sería necesario

abordar a fondo sería la del habitus quizá antes que la de identidad y más aún cuando la

identidad es un concepto abordado desde enfoques culturales, los cuales son la base para

hablar de comunidad en muchos casos, aunque en este caso no se ha abordado de tal

modo como ya se mencionó anteriormente.

Finalmente, resalta la importancia de no descontextualizar la situación de

indigencia de la situación migratoria. Ya que en algún momento la mayoría de estas

personas atravesaron la deportación como un proceso previo a llegar a la indigencia y/o el

consumo de drogas.

ANEXOS

Guía temática:

1.-La llegada al Bordo

1.1.-Primer día en el Bordo

1.2.-Afianciamiento con el resto de la población

2.-Día cotidiano

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2.1.-Obtención de alimentos

2.2.-Consumo de drogas

2.2.1.-Prácticas para su consumo (consumo no aislado del resto de la

población)

2.3.-Relación con otros indigentes

2.3.1.-Resolución de conflictos entre los indigentes

2.3.2.-Normas o reglas de convivencia

2.3.3.-Roles en torno a la convivencia

3.-Relación con los otros, quienes no viven en el Bordo

3.1.- Relación con el resto de la población

3.1.2.- Relación con la policía

3.2.- Apropiación del espacio.

3.2.1.-Organización espacial (ñongos)

3.2.2.-Nuevos residentes y su adaptación

3.2.- Delimitación entre ser migrantes o indigentes (adicción como práctica

común)

Notas

(1) Esta clasificación se infiere de las causas que Carolina Rojas logró encontrar en su

trabajo de campo, pero no representa una clasificación hecha directamente por dicha

autora.

(2) Aunque Wacquant antes que situación habla acerca de espacio y el estigma dirigido a

quienes habitan ciertos espacios debido a situaciones forzadas.

(3) Aun cuando ya se mencionó que en este caso no se pretende hablar de comunidad a

través de la conexión de ésta con la cultura, se debe señalar que en este caso el concepto

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de identidad no pretende ser abordado desde dicho enfoque, sino desde la diferenciación

entre los habitantes del Bordo y agentes exteriores.

(4) Un primer intento de realiza un texto que describiera la situación en el Bordo terminó

por convertirse en un ponencia aceptada para su presentación en Ciudad Juárez en el 1er.

Encuentro de Estudiantes de Sociología de la región norte 2011, aunque en aquella

ocasión se careció de un intento formal de investigación.

BIBLIOGRAFÍA Barreat,Montero, Y. (2006). Indigencia: un síndrome biopsicosocial. Med.Fam.

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Medrano, G. (2010). En Comunidades consumidoras de heroína (Tesis) (pág. 20).

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Sutton, S. (2006). La exclusión social y el silencio discursivo. Iberoforum Otoño, núm.

II, año I, 2006, 1-10.

Wacquant, L. (2007). Parias Urbanos. Buenos Aires: Manantial.

un punto de vista histórico, de un servicio ferroviario interurbano entre las áreas de

downtown (zonas céntricas) de San Diego y Tijuana. En la primera parte del ensayo se

examinan las diversas circunstancias que tuvieron un papel en la creación de un conjunto

de sistemas ferroviarios y de tranvías eléctricos que condujeron, con el tiempo, al

establecimiento de un servicio de transporte de pasajeros desde el centro de San Diego y

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Coronado hasta el centro de Tijuana. En la segunda parte, se enfoca sobre los años de

1916 a 1918, el período cuando de hecho existió este tipo de servicio ferroviario entre las

dos ciudades.

Palabras claves: San Diego, Tijuana, ferrocarriles, tranvías, transporte fronterizo.

Abstract

The paper examines the development, from an historical perspective, of an interurban rail

service between downtown San Diego and Tijuana. The first part of the essay deals with

the various circumstances which played a part in the creation of a network of railroad

lines and electric streetcars that led, in time, to the establishment of a passenger service

between the downtown areas of San Diego and Coronado, on the one hand, and the

centro (downtown) of Tijuana. The second part deals specifically with the years from

1916 to 1918, when in fact this type of railroad service existed between the two cities.

Key words: San Diego, Tijuana, railroads, streetcars, border transport.

Introducción

Hoy en día, la gran mayoría de personas que cruzan la frontera rumbo a Tijuana y otros

destinos en Baja California y México viaja por medio de automóviles, mientras que un

número también significativo toma el ferrocarril ligero --el San Diego Trolley-- con

destino a San Ysidro o las rutas de autobuses con paradas cerca de la línea internacional.

Aquellas personas que entran a México como peatones puedan caminar un km de

distancia (aproximadamente) hasta llegar al centro de Tijuana o, alternativamente, tomar

uno de los numerosos taxis o autobuses que proporcionan un servicio de transporte al

centro.

Es de notar que el transporte de pasajeros en ferrocarril se termina abruptamente

al llegar al lado estadounidense de la línea internacional. Una vez que uno llegue al lado

mexicano de la frontera, únicamente existen formas de transporte público motorizados

para continuar su viaje hacia el centro de Tijuana y zonas más aledañas.

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No obstante, hubo un tiempo --entre 1916 y 1918-- cuando existió un sistema de

transporte ferroviario de alguna forma entre las zonas céntricas de las dos ciudades.

Aunque su período de operaciones fue relativamente corta --de hecho, duró menos de un

par de años-- , representó la culminación de un proceso de casi dos décadas de desarrollo

del transporte ferroviario en San Diego.

Si bien se han realizado estudios e investigaciones sobre el desarrollo del

ferrocarril en las regiones de San Diego y de la frontera de las Californias, no se ha

prestado la atención a esta forma de conexión ferroviaria interurbana que existió alguna

vez entre las dos ciudades. Esta conexión, cabe notar, se hizo posible debido a la

construcción de una red compleja de líneas ferroviarias urbanas de diferentes tipos --

trenes de vapor, tranvías eléctricos y vagones de ferrocarril eléctricos con su propias

fuentes de poder—que, con el tiempo, se iba extendiéndose hacia la línea internacional y

más al sur en territorio mexicano así como la provisión, de manera ad-hoc o improvisada,

de una pequeña línea de tranvía motorizada en Tijuana.

El propósito del siguiente ensayo consiste en analizar este proceso en términos de

las circunstancias y condiciones que condujeron a la creación de los servicios ferroviarios

a la frontera y, con el tiempo, hasta Tijuana. También se examinan los factores que

provocaron la interrupción de éste enlace transfronterizo, así como la sustitución

paulatina del servicio ferroviario por el de autobuses y automóviles.

El auge de la década de 1880 en la región de San Diego y el estrechamiento de los

lazos con Tijuana.

La construcción del sistema ferroviario que alguna vez existió entre los centros de

San Diego y Tijuana tuvo sus orígenes durante el gran auge económico que ocurrió en la

región de San Diego, así como en la parte sur de California en general, a partir de

mediados de la década de 1880.

El 9 de noviembre de 1885, se terminó la construcción del tramo del ferrocarril

California Southern que ligaba a San Diego con el ferrocarril transcontinental que pasaba

por San Bernardino y Barstow. La inauguración de la línea a San Diego dió lugar a una

ola de especulación en la compra y venta de terrenos y de construcción de todo tipo

(Smythe, 1908: 391-412; Middlebrook y Dodge, 1956: 1-3; Lowell, 1985: 245-260).

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16

Durante los siguientes tres años, las autoridades municipales trazaron los planos para

colonias adicionales, mientras que también se establecieron unos veinte pueblos nuevos

en las áreas rurales circundantes. La prosperidad también permitió que se llevaran a cabo

varias obras públicas: la pavimentación de las calles principales del centro y la nivelación

de las calles en las colonias, la construcción de vías para ferrocarriles interurbanos y

tranvías, presas, servicios de agua y alcantarillado, escuelas, hospitales, así como una

biblioteca pública y un teatro de la ópera. Aunque para 1889 el auge se había terminado,

el impulso que había impartido a la economía y al crecimiento en general siguió, a pesar

de la recesión subsecuente de 1890-1893 (Smythe, 1908: 413-452; Dumke, 1944: 17-27 y

136-142; Booth, Olmsted & Pourade, 1971: 8)

La mayor zona de expansión que experimentó San Diego durante este período

ocurrió en la parte sur de la región, a lo largo de la costa hacia la frontera internacional.

El ferrocarril National City and Otay, que pertenecía a la San Diego Land and Town

Company (sucursal del ferrocarril Santa Fe), construyó una línea ferroviaria hacia el sur

desde la terminal de National City hasta Otay Mesa. Subsecuentemente, tres ramales

fueron construidos para dar servicio también a Oneonta (Imperial Beach), La Presa, Otay

y Tia Juana, cerca de la línea internacional (Smythe, 1908: 439-440; Phillips, 1962: 31-

43) y se planeó el establecimiento de varias colonias en las áreas servidas por estos

ramales: Tia Juana Heights, Fruitland, Tia Juana Junction, Tia Juana City y Oneonta.

Como consecuencia de esta iniciativa, el valor de los terrenos en estas áreas se

incrementó sustancialmente, debido no sólo a su cercanía a la frontera sino también a las

posibilidades que ofrecían para la expansión de la agricultura y el aumento en la

producción de los alimentos que necesitaba urgentemente la creciente población de San

Diego (CEM, 1887, 3 octubre; SDU, 1887, 22 agosto y 1 octubre; 1888, 1 enero).

Con respecto a la región de Tijuana, el auge de bienes raíces no afectó a esta

región debido en gran parte a una disputa legal en torno a la disposición de los terrenos

del rancho Argüello, que pertenecía antiguamente a su fundador Santiago Argüello

(1791-1862). La disputa surgió entre la viuda de Argüello, Pilar Ortega, y otros miembros

de la familia.1 A pesar del pleito legal, un pequeño poblado había comenzado a formarse

en la región. Además de la aduana, que el gobierno federal había establecido en 1874, así

como el rancho ganadero que pertenecía a la familia Argüello, también existían varias

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17

viviendas de adobe y madera, algunas tiendas (la más grande de las cuales pertenecía a

William Lane), una carnicería cuyo dueño era James Argüello, una escuela y una iglesia.

También había algunas fuentes de aguas termales (Agua Caliente) ubicadas a unos seis

km al sur del pueblo. Algunos años antes, se había construido un hotel y restaurante en el

sitio, donde aquellas personas que padecían de reumatismo y enfermedades de la piel

podrían ser atendidas.2

Tijuana se convirtió en un destino importante para los turistas y visitantes en

general que llegaban a San Diego, sobre todo después de la inauguración del Hotel del

Coronado el 1 de febrero de 1888. Desde allí, podrían abordar carruajes que les llevaban

a "La Mojonera", ubicada en la costa del Pacífico que marcaba el inicio de los límites

territoriales entre los dos países y desde donde podrían mirar hacia México. Otro

recorrido consistía en abordar los trenes de excursión que partían del centro de San Diego

y llegaban a la comunidad de Tía Juana (San Ysidro) en la bahía sur, de donde podrían

abordar carretas que les llevaban al balneario de Agua Caliente (SDU, 1888, 3 agosto; 0P,

1889, 13 junio).

Al llegar a Tijuana, el turista encontraba una variedad de espectáculos y

actividades. Había, por ejemplo, carreras de caballos, que se anunciaban diariamente en

los periódicos de San Diego. Las carreras eran organizadas por un grupo de comerciantes

y rancheros que vivían en las regiones de Tia Juana y Tijuana, como Joseph Messenger,

Alejandro Savín y Felipe Crosthwaite. También había corridas de toros, peleas de gallo y

bailes étnicos. Algunos días festivos mexicanos, como Cinco de Mayo y el 16 de

septiembre, también atraían a muchos visitantes. Todas las atracciones y shows eran

populares entre los sandiegüinos y otros turistas y les ayudaban a sentir que estuvieran en

un país foráneo (SDDB, 1887, 6 y 18 septiembre; SDS, 1889, 3 agosto; SDU, 1888, 6

agosto).

El incremento de este negocio turístico en 1888 y 1889, junto con la llegada de

nuevos pobladores, que se asentaron en los terrenos del rancho de Tijuana, sirvieron para

convencer a los miembros de la familia Argüello que era conveniente llegar a un acuerdo

sobre la disposición legal de la extensa propiedad. Su decisión al respecto también se

basó en el hecho de que varios miembros de la familia, así como algunos de sus parientes

de la familia Olvera, que también eran propietarios de la misma región, vivían en

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California. El acuerdo que puso fin a la disputa sobre los terrenos, que fue aprobado el 12

de julio de 1889, dispuso que cierta porción de los terrenos del rancho serían reservados

para formar el nuevo municipio de Zaragoza de Tijuana.3

Para la primavera tardía de 1888, el auge económico en la región de San Diego y

del sur de California se había terminado. Varios de los inversionistas habían perdido

dinero con el colapso del mercado de bienes raíces y la cesación de la construcción. No

obstante, el auge había resultado en varias mejoras cívicas que facilitarían el crecimiento

y desarrollo de la ciudad en el futuro. Aunque la población de San Diego se disminuyó de

35,000 a 16,000 habitantes entre la primavera y el otoño de 1888, todavía se quedaba tres

veces más grande que en el período antes del auge (Pourade, 1964: 216).

Con la expansión de las áreas urbanas hacia la frontera, San Diego también había

sido vinculado de manera física, económica y social con el nuevo municipio de Tijuana

(Dumke, 1944: 260-271; Gil Durán, 1989: 65-66). Esta expansión tendría importantes

repercusiones para el crecimiento y la extensión de la red de transporte ferroviaria entre las

dos ciudades.

El papel del sistema ferroviario interurbano en el desarrollo de la región de la bahía

sur de San Diego.

La creación del sistema ferroviario interurbano entre el centro de San Diego y las

diversas comunidades ubicadas a lo largo de la región costera entre aquella ciudad y la

frontera, como se indicó en la sección anterior, constituyó el factor clave en el desarrollo

de esta zona.

La construcción de líneas ferroviarias interurbanas con motivo de conectar las

colonias ubicadas en los alrededores de las grandes ciudades con el centro, junto con el

desarrollo de las líneas de tranvías, facilitaban grandemente el transporte urbano. Es

importante hacer hincapié en este último punto --la creciente dependencia de la ciudad

del transporte en tranvías-- dado que, con el tiempo, una porción sustancial del sistema

ferroviario urbano de San Diego fue electrificado.

En particular, fue el desarrollo del tranvía eléctrico por el ingeniero Frank Julian

Sprague durante el invierno de 1887-1888 en Richmond, Virginia, que condujo a la

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adopción de este sistema en varias de las grandes ciudades de Estados Unidos y otros

países.(Sprague, 1934: 320-321; Brittain, 1997: 1183-1184; Robbins, 2000: 92-95). Si

bien en 1890 41 ciudades contaban con sistemas de transporte por medio de tranvías

eléctricos, para 1895 850 líneas estaban en servicio. Para la década de 1910, a raíz del

desarrollo de las líneas de tranvías eléctricos, el tamaño de las áreas metropolitanas se

habían triplicado (Miller, 1960: 101; Jackson, 1985: 105-115).

La introducción del sistema de tranvías eléctricos permitió que los antiguos

ferrocarriles urbanos pudieran ser extendidos a una distancia considerablemente superior

a la que había sido posible con el uso de los tranvías jalados con recuas de caballos o

mulas. Además, se necesitaba una infraestructura mucho más pequeña, dado que no se

requería el mantenimiento de establos para los miles de animales de tiro así como las

grandes cantidades de forraje que consumían. Con la introducción del nuevo sistema de

transporte, también se eliminó la necesidad de limpiar las grandes cantidades de estiércol

que los animales dejaban en las calles. (Miller, 1960: 101-102).4

Por medio de los tranvías eléctricos, se podía viajar a una velocidad de 34 km por

hora e incluso más en las áreas escasamente pobladas. En lugar de una tarifa de cobro

basada en las zonas específicas servidas, como se usaban en el caso de los ferrocarriles de

vapor que daban servicio a las colonias aledañas, las compañías de tranvías eléctricos

cobraban una tarifa igual en todas las rutas independientemente de la distancia que

viajaban los pasajeros, con permisos gratis para el transbordo a otras líneas. Para la

década de 1890, con la creciente incorporación de las compañías más pequeñas en

empresas más grandes, la tarifa normal de diez centavos se bajó a cinco centavos (Miller,

1960: 102-105).

Las grandes unidades de tranvías eléctricos se movían más rápidamente que los

trenes de vapor en las líneas ferroviarias principales. Además, en algunos casos, los

sistemas ferroviarios de tranvías eléctricos formaban conexiones continuas con ciudades

distantes. Para 1915, por ejemplo, con varios transbordos entre líneas, se podía viajar

entre Nueva York y Boston o, como otro ejemplo, desde Freeport, Illinois, hasta Ithaca,

Nueva York, una distancia de más de 1700 km, por unos cuantos dólares --con tal que

uno llevaba consigo un rollo o dos de monedas de cinco centavos (Stilgoe, 1983: 289-

310).

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El servicio ferroviario entre National City y San Diego se inició el 14 de junio de

1887, compuesto de una locomotora, del tipo "steam dummy", conectado a un vagón de

pasajeros. Se comenzó el servicio normal dos días después (el 16 de junio), cuando se

llevó un total de 550 pasajeros. Durante el período de auge para los trenes de vapor, un

total de 64 trenes operaban diariamente entre National City y San Diego (Sanders &

Dodge, 1957: 1).

Subsecuentemente, se extendió la vía y se inició el servicio hasta Chula Vista (26

de junio de 1887), a Otay (2 de octubre) y Oneonta (4 de diciembre). El 20 de mayo de

1888, se concluyó la construcción de un puente a través del río Tijuana en California.

Desde un empalme ubicado en la orilla sur del Río Sweetwater, se tendieron rieles hasta

Sweetwater Dam (la presa de Sweetwater) y hasta La Presa. Los trenes a estos últimos

dos sitios fueron puestos en operación el 24 de diciembre de 1887 y el 2 de abril de 1888.

(Sanders & Dodge, 1957: 1)

La terminal de este último ramal se ubicaba en Tia Juana (San Ysidro). El

ferrocarril, denominado de tipo "motor road" (con locomotoras de vapor), dejaba que sus

pasajeros desembarcaran cerca de la línea divisoria. De allí, tendrían que cruzar la

frontera y llegar a Tijuana, a un km de distancia aproximadamente, caminando, o por

medio de algunas carretas operadas por mexicanos. Aunque esta ruta era, en realidad,

sólo un ramal de la línea ferroviaria troncal que pasaba a lo largo de la costa sur de San

Diego, llegó a ser, debido a la popularidad de Tijuana como destino turístico, muy

transitado no sólo por los residentes de San Diego sino por los viajeros de otras regiones,

que, en el transcurso de sus visitas a San Diego, quisieran incluir una visita al "Old

Mexico" como parte de su recorrido por la zona. (Hanft, 1984: 13-15)

En 1888 la empresa ferroviaria Coronado Railroad Company terminó de construir

el Coronado Railroad (Ferrocarril Coronado). Con la participación de los inversionistas

sandiegüinoes Elisha S. Babcock, hijo, H.L. Story y sus socios, la línea fue construida

como parte del proyecto para el fraccionamiento de la isla en lotes suburbanos y la

construcción del Hotel Coronado, que se inauguró a finales de enero de 1888.

Originalmente, el Ferrocarril Coronado se desarrolló --en un principio con unos vagones

jalados con mulas y luego con una locomotora "dummy" de vapor-- para proporcionar

transporte a través de la isla de Coronado desde el lugar del embarcadero del

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transbordador a San Diego. Posteriormente, sin embargo, se consideraba que era

importante construir una "belt line" (línea de circunvalación) alrededor de la bahía para

auxiliar en el transporte de pasajeros y materiales. Conocida como la "Coronado Belt

Line", dicha línea se extendía desde la intersección de las calles Quinta y "L" del centro

de San Diego hasta National City y Chula Vista; desde allí, pasaba alrededor de la

extremidad meridional de la bahia de San Diego y luego subía hacia el norte a lo largo de

la llamada "Silver Strand" (península de Coronado), hasta el Hotel Coronado (Coronado

Rails, 1971: 1-2; Dodge, 1960: 18).

Por lo tanto, para finales de la década de los ochenta, había dos compañias

ferroviarias que ofrecían servicio de transporte a lo largo de una porción muy extensa de

la costa del sur, hasta Oneonta (Imperial Beach). Con los dos ferrocarriles en

operaciones, había un total de 126 trenes que hacían recorridos diariamente entre

National City y San Diego. (Dodge, 1960: 18)

En 1906 la compañía de John D. Spreckels acquirió el control del ferrocarril

National City and Otay. La compañía Spreckels ya era dueño del San Diego Electric

Railway (Ferrocarril Eléctrico de San Diego) y del Coronado Railway, con sus secciones

respectivas de “Steam” (vapor) y “Electric” (eléctrico). Entre 1906 y 1907, debido al

incremento sustancial en el desarrollo de National City y Chulavista, una porción del

ferrocarril National City and Otay --la línea entre Chulavista y San Diego-- fue

electrificada. La energía eléctrica para las líneas de trolley fue proporcionada por la San

Diego Electric Railway (Smythe, 1908: 529-534; Adams, 1924: 180-207; Dodge, 1960:

16 y 40-41). El acondicionamiento de los vagones provenientes del Coronado Railway

con motores, frenos de aire y otro equipo para ser utilizados como vagones de trenes

interurbanos fue realizado en los talleres de la National City and Otay ubicados en la

intersección de las calles 24 y la Octava (Cleveland), en National City (Sanders & Dodge,

1957: 1).

El enlace ferroviario con Tijuana

A mediados de diciembre de aquel mismo año (1906), la compañía Spreckels

también anunció que se construiría un ferrocarril --el San Diego and Arizona Railway

(SD&A)-- de San Diego a Yuma. Spreckels estuvo confiado de que su empresa tendría

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más éxito que los intentos anteriores para dar San Diego una conexión ferroviaria más

directa con los mercados del este de Estados Unidos (Railroad, 1906: 1).5

En enero de 1908 Spreckels y otros socios formaron una nueva empresa, llamada

la San Diego Southern Railway Company (SDS). De acuerdo con sus artículos de

incorporación, se estipulaba la construcción de tres líneas: un ferrocarril de San Diego

hasta Ensenada, otra de San Diego a Coronado, y un tercero por medio del valle de

Sweetwater hasta La Presa y el valle de Jamacha, con el destino final en Lakeside (para

competir con el San Diego, Cuyamaca and Eastern Railway). A partir del 1 de julio de

1908, el SDS adquirió el control sobre las steam divisions (divisiones de trenes de vapor)

del Coronado Railway, del National City and Otay, así como de la línea de trenes

interurbanos eléctricos de éste. Al mismo tiempo, el San Diego Electric Railway adquirió

el control sobre la división eléctrica del Coronado Railway. En octubre de 1909, el

servicio de vagones interurbanos eléctricos fue extendido hasta Otay; esto era el punto

más cercano a Ensenada alcanzado por el servicio de los vagones eléctricos. Aquellos

pasajeros que querían visitar a Tijuana (México) tomaban uno de los trenes interurbanos

hasta National City y Otay; al llegar a este último lugar, se transbordaban a los trenes de

vapor con destino a Tia Juana, del lado estadounidense de la frontera. (Dodge, 1960: 41-

42)

El 20 de marzo de 1912, el SDS fue incorporado, junto con la San Diego and

Cuyamaca Railway, para formar una nueva compañía, la San Diego and South Eastern

Railway (SD&SE). Las operaciones del SD&SE fueron distribuidas en tres nuevas

divisiones: 1). el servicio a Cuyamaca se convirtió en la Eastern Division, 2). los trenes

de vapor del Coronado Railroad y del National City and Otay formaron la Southern

Division, y 3). la línea interurbana fue llamada la Electric Division. (Dodge, 1960: 42 y

57-58) Aunque tanto el SDS y su compañía sucesora, la SD&SE, anunciaban excursiones

en ferrocarril hasta Tijuana --e incluso publicaban mapas ferroviarios que mostraban la

extensión de la línea hasta aquel pueblo-- , el hecho es que los turistas, al desembarcar en

Tia Juana (San Ysidro), del lado estadounidense de la frontera, todavía tenían que

caminar hasta aquel punto o contratar los servicios de las carretas. (Kirchner, 1988: 301-

303 y 310, n.50)

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Entretanto, el 7 de septiembre de 1907, se había iniciado la construcción del

SD&A. Debido a la crisis económica que había comenzado en aquel año, el trabajo fue

lento. El 3 de abril de 1908, el gobierno mexicano dió su aprobación para los primeros 22

km de la ruta entre San Ysidro y Campo propuesta por los ingenieros de la SD&A (donde

la ruta entraría nuevamente al territorio estadounidense). Para el 12 de febrero de 1910,

los tendedores de los rieles habían pasado por la frontera y llegado a un punto

aproximadamente media milla (.85 km) en la orilla este del río Tijuana.(SDU, 1908, 5

abril, 1909, 20 abril, 2 y 21 mayo, 15 agosto, 8 y 13 septiembre, 1910, 1 enero y 18

febrero; Dodge, 1956: 3-4).6

El SD&A comenzó a operar sus primeros trenes de excursión a los "Tijuana Hot

Springs" (manantiales de Agua Caliente) en el verano de aquel año (julio de agosto de

1910). Para finales de aquel año, se había terminado el puente sobre el río Tijuana

(seguido por la construcción de un segundo, unos km más adelante) y, para el 1 de marzo

del año siguiente (1911), la vía fue declarada abierta oficialmente para el transporte de

pasajeros y carga, aun cuando todavía faltaba construir la mayor parte de la ruta, que se

terminaría en Seeley, condado Imperial.7

Estos trenes de excursión se volvieron particularmente populares para los turistas

de San Diego unos años después, durante el período de la Panama-California Exposition

(1915) --particularmente para ver la Feria Típica o "Tijuana Fair", inaugurada por el

empresario minero mexicano Antonio Elosúa el 15 de julio de 1915, donde los visitantes

podrían ver peleas de gallos y corridas de toros así como participar en juegos con

apuestas. Otra gran atracción fue el Hipódromo de Agua Caliente, que se inauguró el 1 de

enero de 1916 (SDU, 1916, 2 enero, 6 y 27 agosto, y 10 septiembre).

No obstante, las fuertes lluvias que comenzaron en este mismo mes --enero de

1916-- resultaron en inundaciones y deslaves en muchas partes de la costa sur del

condado de San Diego. La situación se empeoró grandemente con la ruptura de las presas

de Lower Otay y Sweetwater. Si bien se logró reparar la vía del SD&SE entre San Diego

y National City, así como aquella porción que atravesaba el valle de Chollas y otros

lugares en que el ferrocarril se encontraba en mal estado, el resto del sistema del National

City and Otay fue abandonado, con la excepción de una porción del ferrocarril eléctrico

en la Third Avenue (Tercera Avenida) de Chula Vista. Se canceló de manera permanente

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el servicio en las vías a la presa Sweetwater, La Presa, Imperial Beach y Tia Juana

(News, 1916: 969; Dodge, 1960: 50 y 64-65).

Aunque el SD&A había experimentado algunos daños a la sección de su vía que

atravesaba la región de Otay, en general experimentó menos destrucción de las lluvias

que en el caso del SD&SE. Por lo tanto, a pesar del período de fuertes lluvias durante los

primeros meses de 1916, los trenes del SD&A continuaron operando hasta Tia Juana y a

través de la frontera. (Hanft, 1984: 66)

En agosto de 1916 se inauguró un servicio de tranvía que llevaba pasajeros entre

la estación Tijuana del SD&A, del lado mexicano de la frontera, hasta el centro de

Tijuana. La unidad consistía en un vagón impulsado por un motor de gasolina, que jalaba

otro vagón detrás del primero. Es muy probable que el equipo para esta línea fue

adquirido de la compañía SD&A o SD&SE, dado que, al juzgar de las fotografías

disponibles, se asemejaba mucho al "Automobile Rail Car" No. 24 utilizado en los

ferrocarriles San Diego & Cuyamaca y su predecesor, el San Diego, Cuyamaca &

Eastern. La vía fue construida con rieles de acero, o posiblemente de madera, según la

evidencia presentada en algunas fotografías de la época. La ruta se extendía por una

distancia de aproximadamente un km: desde la estación Tijuana del lado mexicano de la

frontera, pasando por encima del río Tijuana sobre un puente de madera tipo caballete,

hasta su punto terminal en la intersección de las calles Argüello y Segunda en el centro

del pueblo. El pasaje costaba diez centavos y el viaje duró aproximadamente seis

minutos. Según los anuncios de la SD&A en la prensa, el recorrido desde el centro de San

Diego hasta la frontera duraba aproximadamente 35 minutos, a diferencia de los

recorridos en años anteriores, cuando se tardaban hasta una hora. (Tijuana Tramway,

1916: 5).8

Aunque no se sabe cuanto tiempo duró este servicio de tranvía --ni quién era el

dueño u operario-- , es probable que haya tenido una existencia de aproximadamente un

año y medio, dado que, según una fotografía del período, debido a las fuertes lluvias en la

primavera de 1918, el puente de madera sobre el río Tijuana se derrumbó, junto con la vía

del tranvía que llevaba encima. Es muy probable que el servicio de transporte se terminó

a raíz de esta destrucción provocada por las lluvías en el valle del río Tijuana debido a

que, cuando el capitán Harrington W. Cochran se encontraba recogiendo datos en este

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mismo año (1918) con el propósito de compilar el Terrain Handbook on Lower

California (que se publicó en 1920), ya no se encontraba en servicio (United States,

1920:176-179).

A partir de esta fecha, el servicio ferroviario a Tijuana --incluso hasta Tía Juana

(San Ysidro) en la línea internacional-- gradualmente se disminuyó. La razón principal de

la decadencia del transporte en ferrocarril en la región se debió al creciente uso de los

automóviles particulares y de autobuses, una vez que se había bajado sustancialmente el

costo de los vehículos y de la gasolina y que también había ocurrido una mejoramiento

considerable en los caminos. En agosto de 1916, por ejemplo, William Clayton, el

gerente de la Eastern Division del SD&SE, anunció que, en vista de la competencia de

los automóviles y autobuses respecto a las rutas ferroviarias que daban servicio al este de

la ciudad, su división no sólo reduciría las tarifas de pasaje, sino que también pondría en

servicio algunos vagones y trailers motorizados --semejantes a los que daban servicio en

Tijuana-- para que el servicio ferroviario en este área de la ciudad fuera más competitivo

(Dodge, 1960: 67).9

Una fuente de competencia particularmente fuerte para los trenes interurbanos

durante este período consistía en los llamados jitneys, que empezaban a surgir en grandes

números en Los Angeles, San Diego y otras ciudades de los Estados Unidos. Los jitneys

eran automóviles particulares que ofrecían servicios a la manera de un taxi-pesero a los

clientes que recogían a manera de buitres de las paradas de los tranvías. Aunque

supuestamente seguían rutas fijas, varios de los operadores de los jitneys varían sus rutas

según su propio antojo. Si bien cobraban cinco centavos, que era equivalente a la tarifa

que cobraban las compañías de tranvías, les resultaban no muy económico dar los

transfers o pases de transbordo, que era uno de los aspectos particularmente atractivos de

los tranvías. Por otro lado, sin embargo, los jitneys no estuvieron obligados a pagar los

impuestos y los costos de los permisos de operación que tenían que pagar las compañías

de tranvías y de ferrocarriles (Miller, 1960: 147-153). Los administradores de la

compañía San Diego Electric Railway se quejaban de que habían perdido más de ocho

millones de tarifas de cinco centavos a los "jitney buses" durante los años de 1914-1915

(Dodge, 1960: 63-64). 10

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Cada vez más, los ferrocarriles urbanos perdieron el terreno competitivo frente a

los automóviles y autobuses y fueron gradualmente sustituidos por estas últimas formas

de transporte. En muchos casos, las compañias de tranvías y ferrocarriles urbanos

empezaban a poner en servicio en sus rutas más y más unidades de autobuses, hasta llegar

al punto de eliminar por completo sus propias unidades de tranvías y vagones ferroviarios

(Paxson, 1946: 236-253; Miller, 1960: 116 y 155-164).

En el caso del cruce fronterizo entre San Diego y Tijuana, con el tiempo se

establecieron servicios de autobuses como el de la compañía Sutherland Stage, fundada

por Frederick A. Sutherland de San Diego, que, a principios de la década de 1930,

proporcionaba transporte público entre San Diego y Ensenada, con una escala en Tijuana

(Fred Sutherland, 1932).

Fue hasta principios de la década de 1980 cuando se inauguró nuevamente un

servicio de transporte ferroviario a la frontera, en la forma del tren ligero o San Diego

Trolley (San Diego Trolley, 1983; Holle, 1990). Aunque han surgido proyectos para la

construcción de un sistema de ferrocarril ligero en Tijuana --incluso un monorriel-- para

dar un servicio de transporte público desde la garita hasta el centro de la ciudad y tal vez

hasta el Hipódromo de Caliente, hasta la fecha ninguna de estas propuestas ha sido

realizada (Grimm, 2002; Bowen, 2014).

Conclusiones

El enlace ferroviario entre San Diego y Tijuana comenzó a formarse en un

principio debido al auge económico a mediados de la década de 1880 con la llegada del

ferrocarril California Southern a aquella ciudad y, poco después, al crecimiento del

tráfico de pasajeros al sur de la frontera.

Desde la fecha de su creación como municipio, Tijuana se convirtió en un destino

turístico de gran popularidad tanto para los residentes de San Diego como para los

visitantes de otras regiones. A pesar de que la creciente red de líneas ferroviarias

construidas a las áreas hacia el sur y sureste del condado de San Diego fue realizada con

la meta fundamental de servir a los habitantes de estas zonas así como también promover

su poblamiento, una proporción significativa de sus usuarios, sobre todo con respecto a

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las líneas que daban servicio a destinos en las áreas cerca de la frontera, eran turistas que

iban rumbo a Tijuana.

No existía una sola línea de transporte ferroviario a la frontera; de hecho, a lo

largo de este período se construyeron varias rutas. La competencia y la euforia comercial

impulsada por el auge de construcción y especulación que surgió de nuevo una vez que se

había terminado la recesión de 1890-1893, condujo incluso a la duplicación de las líneas

de servicio en algunas áreas, como en el caso del Coronado Railway y el National City

and Otay así como del SD&SE y el SD&A, cuyas vías seguían rutas casi paralelas en

muchas áreas. Asimismo, hay que destacar el papel importante de los tranvías eléctricos,

junto con al proceso de la electrificación de una porción de las vías ferroviarias, en

facilitar el transporte a la frontera.

También conviene destacar la vulnerabilidad de las líneas ferroviarias a los

trastornos climáticos, particularmente en el caso de las fuertes lluvias que azotan a la

región durante la temporada de invierno. Los desastres resultantes subrayaron la

necesidad de una planeación más cuidadosa respecto a la ubicación y construcción de las

vías en esta zona. No obstante, aunque el factor de clima fue la causa principal de la

terminación de una porción del servicio de transporte ferroviario en la región (en el caso

del ferrocarril SD&SE), a final de cuentas, fueron los cambios tecnológicos y la creciente

ascendencia de los automóviles y autobuses como medios de transporte, que condujeron

al fin de este tipo de transporte entre San Diego y Tijuana.

Es posible que, en algún período en el futuro, se establecerá otra vez un enlace

ferroviario --sea por medio de sistemas de trenes ligeros interconectados en la frontera, o

incluso formas de transporte público mucho más rápidos y eficaces como los monorrieles

y trenes de alta velocidad-- entre las dos áreas metropolitanas. Sin duda, la realización de

este tipo de conexión proporcionaría un medio de traslado mucho más rápido y eficaz

para mucha gente que viaja entre las dos ciudades.

NOTAS

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1 El rancho Argüello abarcaba una parte sustancial del valle de Tijuana. Durante un tiempo,

se extendía hasta San Clemente, California. Ortiz Figueroa, 1989: 84-85; Padilla Corona,

2004: 30-39.

2 "Tijuana on January 19, 1886", extracto del diario de Lois Carle con respecto a su visita al

hermano Irving Carle, el dueño del hotel Tijuana Hot Springs, SDHS, San Diego,

California, Vertical File No. 4, expediente sobre Agua Caliente; CEM, 1 enero 1887; SDB,

26 octubre 1887.

3 Medición y evaluación del predio de Tijuana, realizada por el ingeniero Ricardo Orozco,

1889, AGN, FDGG, México, D.F., 2.382(30) 24554, tomo II, caja 70, exp. 20/1, en IÏH,

UABC, Tijuana, B.C., caja 27, exp.. 35, pp. 31-33; Arreglo del testamento dejado por la

viuda de Argüello, doña Pilar Ortega, el 12 de julio de 1889, en Ortiz Figueroa, 1989: 86-87;

Padilla Corona, 1998: 107-36.

4 Respecto a los aspectos ambientales de los tranvías jalados por animales de tiro, así como

de carretas y diligencias, véase Tarr, 1971: 65-69 y 106.

5 Sobre los intentos anteriores para construir un ferrocarril sobre esta ruta véase Menzel,

1958: 1-11, y Hanft, 1984: 9-42.

6 La vía en su totalidad no se término de construir --principalmente debido a las dificultades

de la topografía del lado estadounidense de la ruta, sobre todo en la región de la barranca

Carrizo-- hasta mediados de noviembre de 1919. SDU, 11 y 15 noviembre 1919; SFCh, 5

diciembre 1919; Hanft, 1984: 66-78.

7 Alrededor de mil pasajeros hicieron el viaje durante la primera de estas excursiones, la del

29 de julio. Dodge, 1956: 2; Dodge, 1960: 66; Hanft, 1984: 52-55.

8 Según el historiador mexicalense Celso Aguirre Bernal, cuando el gobierno mexicano

otorgó permiso a la compañía Spreckles para la construcción del SD&A entre Tijuana y

Jacumé en 1908, también se concedió un permiso a Harry L. Titus, gerente de la empresa de

Sherer and Sons, encargada de la construcción de la vía, para tender "una vía provisional

que penetre a Tijuana de Norte a Sur por la Avenida Olvera, entre las calles Primera y

Segunda". Aguirre Bernal, 1989: 163. La estación ferroviaria de Tijuana se construyó en

1912. Price, 1988: 48-49).

9 Durante la década de 1920 una serie de vagones ferroviarios (los llamados

“doodlebugs”), equipados con motores de tipo gasolina-eléctrico, daban servicio entre

San Diego, Tijuana y Agua Caliente, pero cesaron operaciones al ser revocada la Ley

Seca y a raiz de la Depresión. Dodge, 1956: 4.

10

Sobre las dificultades entre las compañías de tranvías eléctricas y los jitneys, véase

Competition, 1919: 485-488.

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