tenis: la perfección de la belleza

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68 | Newsweek DEPORTES 68 | Newsweek sueño hasta los 13 años: vestir la camiseta del FC Basel, el equipo más popular y con los hinchas más efusivos en el fútbol hel- vético. Pero el pequeño Roger cambió la pelota por la raqueta y le estaremos eter- namente agradecidos. Porque trocó un futuro de crack perdido en un deporte co- lectivo de un país sin tradición futbolera, por uno de héroe universal., por uno de h EL MES pasado, una de las empresas que auspicia al actual número 2 del ranking mundial de tenis realizó una campaña pu- blicitaria en la que planteaba “qué pasaría si Roger Federer fuera brasileño”. Jugaba con la posibilidad de que el suizo fuera el mejor futbolista del mundo vistiendo la verdeamarelha. Federer bien pudo haber sido futbolista –y de los buenos. Ese era su LA PERFECCIÓN DE LA BELLEZA 316 FEDERERok.indd 68 07/12/2012 01:28:56 p.m.

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Por qué idolatramos a Roger Federer

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Diciembre, 2012 | 6 96 8 | Newsweek

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sueño hasta los 13 años: vestir la camiseta del FC Basel, el equipo más popular y con los hinchas más efusivos en el fútbol hel-vético. Pero el pequeño Roger cambió la pelota por la raqueta y le estaremos eter-namente agradecidos. Porque trocó un futuro de crack perdido en un deporte co-lectivo de un país sin tradición futbolera, por uno de héroe universal., por uno de h

EL MES pasado, una de las empresas que auspicia al actual número 2 del ranking mundial de tenis realizó una campaña pu-blicitaria en la que planteaba “qué pasaría si Roger Federer fuera brasileño”. Jugaba con la posibilidad de que el suizo fuera el mejor futbolista del mundo vistiendo la verdeamarelha. Federer bien pudo haber sido futbolista –y de los buenos. Ese era su

ROGER FEDERER TRAE SU TALENTO A LA ARGENTINA. OLVÍDESE DE LA DISCUSIÓN POR EL MEJOR DE TODOS LOS TIEMPOS: LO IDOLATRAMOS PORQUE TODO LO HACE CON ESTILO.POR CRISTIAN H. SAVIO

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A LA ARGENTINA. OLVÍDESE DE LA DISCUSIÓN POR EL MEJOR DE TODOS LOS TIEMPOS: LO IDOLATRAMOS PORQUE TODO LO HACE CON ESTILO.

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Federer bien puede salir vencedor en la contienda por el mejor de todos los tiem-pos, que si peca de anacrónica en cualquier deporte mucho más en uno donde la tec-nología de los elementos –principalmente la raqueta; pero también las características de las distintas superfi cies- marca barreras infranqueables. Le alcanza con un dato ob-jetivo: sus inigualables 17 títulos de Grand Slam y sus 302 semanas como número uno del ranking. Para sus contemporáneos, no hay dudas. “Es el más completo de la his-toria. Hay que jugar perfecto todo el partido para poder ganarle”, dice a Newsweek Da-vid Nalbandian. Pero si Federer es un dios en este Olimpo no es tanto por sus logros como por la admiración que nos despierta a los simples mortales, que nos embelesamos con su juego. Es, principalmente, el goce estético. Idolatramos a Federer porque lleva el deporte que practica a la perfección de la belleza –y, de paso, es un gran campeón.

Y esa es su perfección. No la que lo equi-para con una joya de relojería jugando con su nacionalidad. Los movimientos de Fe-derer no tienen la rigidez mecánica de una obra industrial, sino la gracia de la natura-leza llevada a su máxima expresión. No hay en ellos más tensión que la tensión entre lo universal y lo particular propia del arte.

La belleza no es condición imprescindi-ble para ser el mejor o el más ganador, “pero el tipo, a la máquina de resultados que es, le agregó un modo de jugar al tenis que es inigualable”, señala el periodista Marcelo Gantman, director de deportes de Vorte-rix y comentarista de tenis de TyC Sports. “Todo lo que hace es con elegancia, con es-tilo, con una linda manera de jugar. Ahí es donde se termina de defi nir como persona-je revolucionario del deporte”.

En un brillante ensayo publicado en 2006 en el New York Times –del que se re-produce un extracto en estas páginas- tras la fi nal de Wimbledon ante el español Ra-fael Nadal, el escritor estadounidense David Foster Wallace (quien se suicidó en 2008) aclaraba que esa belleza “no tiene nada que ver con el sexo o normas culturales”, sino “con la reconciliación del ser humano con el hecho de tener un cuerpo”.

Federer puede no tener el mejor saque ni la mejor devolución; puede envidiar la derecha de Juan Martín Del Potro o el re-

vés de Richard Gasquet, o pretender que su volea mejore. Pero es muy bueno en todos los aspectos tenísticos, técnicos, tácticos y mentales, y todos esos golpes los efectúa con una armonía que recuerda a los estu-dios sobre la sección áurea y a la divina pro-porción. Es el Hombre de Vitruvio con una raqueta en la mano.

“Verlo jugar es como ver un cuadro de Picasso o escuchar a Beethoven”, exclama Guillermo Salatino, tal vez el argentino que más veces ha visto en vivo a Federer. “Los tres primeros games que jugó con Novak Djokovic en el Masters de Londres es lo me-jor que vi en mi vida”, añade el ex jugador y periodista. Y aunque cree que el más gran-de es el australiano Rod Laver, que ganó los cuatro torneos del Grand Slam en un mis-mo año dos veces consecutivas en los ‘60, dice que Federer “es el mejor de su tiempo”.

El “tiempo de Federer” es esta última dé-cada, ni más ni menos. Desde que consiguió el primero de sus siete títulos en Wimbledon en 2003, el suizo ha estado entre los do-minadores del circuito. Des-pidió de un sopapo a la ge-neración de campeones que lo precedió, encabezada por los enormes Pete Sampras y Andre Agassi; dominó a los número uno de su generación con los que tuvo que dirimir el cetro, como Lleyton Hewitt y Andy Ro-ddick; protagonizó el último y más espec-tacular de los clásicos del deporte de elite con el impresionante Nadal; y se mantiene discutiéndole mano a mano a los nuevos fenómenos como Djokovic y Andy Murray a los 31 años, una edad en la que la mayoría de los tenistas comienza a decir adiós.

Piense en el Barcelona de Lionel Mes-si como la resolución de ese dilema –falaz dualidad- entre ganar y jugar bien. Tras-lade esa consumación de la estética y la efectividad a un deporte individual, en el que no hay diez compañeros que puedan complementar el trabajo ni un plantel rico que ofrezca alternativas y renovación cada temporada. Aquí usted está solo y debe res-ponder por usted mismo. No hay quien lo remplace si la –cada vez más- exigente tem-porada somete su físico hasta los límites y los –cada vez más- complicados rivales lo ponen contra las cuerdas.

El dato de la vigencia no es para desesti-mar. No solo suele ser corta la carrera de un tenista, sino fugaz la pertenencia a la elite. Si uno repasa el Top 20 fi nal de 2003, en-contrará que hay solo cuatro jugadores que siguen en actividad al término de 2012, tras los retiros de Roddick y Juan Carlos Ferre-ro. Hewitt y David Nalbandian están debajo del puesto 80; Mardy Fish exhibe un des-tacado puesto 27. Pero los tres han experi-mentado una irregularidad producto de su nivel tenístico y su estado físico. Federer, en cambio, no ha bajado del podio del ranking desde entonces, además de tejer el record de permanencia en la cima.

Su estado físico es envidiable, pero tam-bién lo explica su estilo de juego y su ma-nera de moverse en la cancha. Juan Ignacio Chela bromeaba en una ocasión pidiéndole a Federer que terminara un partido de Ro-land Garros “con las medias sucias de pol-vo de ladrillo como todos”. Desde afuera y

por TV, muchos se sorprenden -¡y critican, ignorantes!- de que Roger no transpira. Es otro de los erróneos lugares comunes que disparan sus detractores.

“Físicamente es un superdotado”, señala Salatino. “Lee el tenis como nadie, se antici-pa a todo, por eso corre menos”. De hecho, el suizo acrecentó su estrategia ofensiva en los últimos tiempos, y lo hará cada vez más, en pos de disputar puntos cortos y contra-rrestar el juego contragolpeador de Nadal, Djokovic o Murray, cuyo poder defensivo puede resultarle frustrante a cualquiera. Y aunque recientemente aseguró que planea seguir jugando un buen rato, su calendario para 2013 incluye apenas 14 torneos –esta temporada, la cifra más baja en el Top 100 fue de 18, y le corresponde a Djokovic y a un Nadal que paró de competir a mitad de año.

Otro aspecto insoslayable de su poderío tiene que ver con su mentalidad. Ostenta tal capacidad de espera y tolerancia a las situaciones de frustración, que le permite afrontar o soportar momentos o situaciones

SUS MOVIMIENTOS TIENEN LA GRACIA DE LA NATURALEZA. ES EL HOMBRE DE VITRUVIO CON

UNA RAQUETA EN LA MANO.

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Este artículo es más sobre la experiencia de un espectador de Federer y su contexto. La tesis específica aquí es la siguiente: si nunca has visto al joven jugar en vivo, y después lo haces, en el sagrado césped de Wimbledon, con un calor marchito y des-pués viento y lluvia, durante una quincena de 2006, entonces tendrías lo que uno de los conductores de los autobuses de prensa del torneo describe como una “experiencia casi religiosa”. (…)

La final masculina del 9 de julio es, sin embargo, un sueño hecho realidad para todos. Nadal vs. Federer es una repetición de la final del abierto francés del mes pasa-do, donde ganó Nadal. Hasta el momento, Federer sólo ha perdido cuatro encuen-tros en el año, y en todos ha caído frente a Nadal. Tendríamos que considerar que la mayoría de estos partidos ha sido sobre arcilla, la especialidad de Nadal. El césped, en cambio, es la superficie de Federer. Por otro lado, el calor de la primera semana ha afectado algunas de las canchas en Wimbledon haciéndolas más lentas. Otro hecho para tomar en cuenta es que Nadal ha ajustado su juego en arcilla al césped, poniendo más cerca de la línea de saque sus golpes de fondo, ampliando sus saques, superando su alergia a la red. (...) La final de Wimbledon adquiere la atmósfera de una revancha, el rey versus la dinámica del regicidio, el contraste de caracteres. Es el apasionado machismo del sur europeo contra el intrincado arte clínico del norte. Apolo y Dionisio. Bisturí y cuchillo de car-nicero. Diestro y zurdo. Número uno y dos del mundo. Nadal, el hombre que ha lleva-do el juego moderno de golpes fuertes desde la línea de base tan lejos como se puede, contra un hombre que ha trasfigurado el juego moderno, cuya precisión y variedad son tan grandes como su ritmo y veloci-dad. Pero quien podría ser particularmente vulnerable o quebrado psicológicamente por este primer hombre. Un columnista deportivo británico, regocijándose con sus compañeros en la sección de deporte, ha

dicho, dos veces: “Habrá guerra”. (…)Hay tres explicaciones validas para ex-

plicar el poder de Federer. Una, sería mis-teriosa y metafísica, y creo que es la que más se acerca a la verdad. Las otras son más técnicas y hacen mejor periodismo.

La explicación metafisica es que Roger Federer es uno de esos raros casos de atle-tas, extraordinarios, que está exento, por lo menos en parte, de ciertas leyes físicas. Una buena analogía aquí sería Michael Jordan, quien no sólo podía saltar inhuma-namente alto sino que se sostenía allí arri-ba un momento más de lo que la gravedad permite, Muhammad Ali, quien de verdad podía flotar a través de la lona y lanzar dos o tres golpes en el tiempo requerido para uno. Probablemente, hay media docena de ejemplos desde los sesentas. Y Federer pertenece a ese grupo, ese tipo de atletas que uno podría llamar genio, o mutante o avatar. Él nunca está apurado o fuera de balance. La llegada de la pelota se detiene, para él, una fracción de segundo más de lo que debería. Sus movimientos son más livianos que atléticos. Tal como Ali, Jordan, Maradona y Gretzky, él se ve menos y más sustancial que el hombre al cual enfrenta. Particularmente, en el blanco de Wimble-don que tanto exige, él parece lo que, tal vez, sea: una criatura cuyo cuerpo es car-ne, y de alguna manera, también luz. (...)

El genérico juego moderno no es abu-rrido, por supuesto, no comparado con los puntos de dos segundos de saque y volea de la vieja escuela o el tedio del juego clásico de desgaste de tiros por ele-vación. Pero es algo estático y limitado. No es, como los expertos asustados han publicitado por años, el punto final de la evolución del tenis. El jugador que ha re-futado esta hipótesis es Roger Federer. Y lo ha demostrado dentro del juego moderno.

Extractos del ensayo publicado en �e

New York Times en 2006. Incluido en

“Both Flesh and Not: Essays”, editado este

mes en EE. UU.

VERLO ES UNA EXPERIENCIA RELIGIOSAP O R D AV I D F O S T E R WA L L A C E

adversas para después poder desplegar su capacidad. “Esta es una condición funda-mental para alguien del primer nivel”, dice el médico psicoanalista Ricardo Rubinstein, coordinador del Capítulo Psicoanálisis y Deporte de la Asociación Psicoanalítica Ar-gentina y autor del libro Deportes al diván. Cuando en las semis de Miami 2010 estaba 3-0 abajo con Djokovic, rompió su raque-ta contra el suelo y provocó la sorpresa del mundo. “No he perdido los nervios. Estaba frustrado. No me sentía bien”, dijo en ese momento. Fue un regreso fugaz al Federer de 20 años y cabello rubio de los primeros tiempos, negativo, cascarrabias y protestón. Actitud que modificó para forjarse como gran campeón. “Otro punto importante es su ambición alta”, apunta Rubinstein. “Conseguir metas y records lo alienta a ir por más. No se sienta en los laureles”.

De hecho, Federer se preocupó por co-rregir aquellos aspectos de su juego que, según había advertido, lo perjudicaban con sus nuevos contrincantes. Cuando sus duelos con Nadal empezaron a inclinarse a favor del español, por ejemplo, advirtió que uno de sus puntos débiles estaba en las pelotas altas al revés. “Cambió su revés des-pués de haber ganado siete Grand Slams. Mejoró cuando era número uno, eso lo hace grande”, recalca Salatino. “Después quiso aprender a jugar en polvo de ladrillo. Siem-pre busca progresar”.

Alguien alguna vez, recordando la haza-ña de Guillermo Tell y el flechazo preciso a la manzana sobre la cabeza de su hijo, dijo que los suizos eran un pueblo tan perfecto que hasta se habían privado de la mereci-da tragedia para su héroe nacional. “Aquí la gente habla muchísimo de él, por su-puesto”, me dice mi amiga y colega Agus-tina Izurieta desde las afueras de Basilea, donde vive hace dos años. “Para los suizos no es simplemente un jugador de tenis, es un héroe absoluto. Así como Maradona es nuestro embajador internacional, Federer es el de ellos. Salvando las distancias, claro”.

Acompañado desde casi el inicio de su carrera profesional por quien hoy es su es-posa, de la mano de sus pequeñas gemelas, sin lesiones, Federer no tiene tragedia. Tuvo sus propios puntos de quiebre, pero ha sabi-do reinventarse desde su insaciable apetito de perfección. Y siempre, con belleza.

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