teatro · planteamos una filosofía dramática de la vida, dramática en el sentido literal del...

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Por M argo Glantz teatro él, Castillo muestra que es uno de' los directores mexicanos que más idea tiene de lo que es el teatro, idea que se ha visto concretada en varias obras que ha montado y que siguen una evolución clara. Con el Cementerio de automóviles sorprende a los espectadores; en ,Así que pasen cinco años demostró imaginación y recursos muy variados, en Los asesinos ciegos de Mendoza, desplegó toda una serie de gags ya tradicionales tanto en las tiras cómicas, como en las caricatu- ras, o en las obras de teatro de los di- rectores que lo habían precedido. En Los asesinos ciegos recordaba a Héctor Mendoza, a Juan José Gurrola; pero en retrospeciva, esta puesta demuestra una asimilación de valores culturales que aunque ya son clisé de la sociedad con- temporánea, 'son ante todo parte de una visión profunda, personal, que Castillo ha logrado expresar en sus puestas dra- máticas. Pero lo que más importa es que esa visión personal recrea un mundo muy mexicano, anclado en lo popular y que se nos manifiesta, no intelectualizado, sino como saliendo de mismo, en per- fecta espontaneidad. Los ademanes al- bureros de Adrián Ramos se nos dan en el momento justo y sin que se abuse de ellos. La aparición de los amantes en silueta se produce en el momento opor- tuno para excitar a los jóvenes y a los gatos, los valses mórbidos de un salterio cristalino se enmarcan en la escenografía fin de siecle porfiriana, con nostalgia, pero a la vez con alegría y de repente, sin reiteración, suena un bolero o una canción de los Beatles. No quiero insistir en lo obvio, no quiero repetir que la actuación de Gfe- lia Medina, la de Luis Torner, la de Adrián Ramos y la de Sergio Ramos son muy buenas -porque lo son-; quiero insistir en el significado que tie- ne este teatro dentro del marco del tea- tro mexicano actual. Para ello me valgo de una comparación inmediata, y trato de situar al autor de la obra en su con- texto y al autor de la puesta que dis- cuto, en el suyo. Romain Weingarten es un autor que vive la guerra del 39, también la Resis- tencia y la Liberación. Esto lo marca, pero contrastantemente es un autor que vive aún dentro del surrealismo y preten- de sumergirse en el sueño y en la ima- ginación sexual; digo pretende porque no creo que logre comunicarnos una atmósfera surrealista, aunque la puesta Zamora, Historia del Teatro Contempo- ráneo, tomo 1, Barcelona, 1961, p. 324.) El verano es una obra perdida en la inmensa bibliografía de los ya mencio- nados precursores del hoy trasnochado teatro de vanguardia. Los textos en que el lenguaje, el humor negro, las reflexio- ne5 sobre la muerte, sobre la falta de sentido de la vida humana, se unen al lirismo tradicional del periodo que va de los años 20 a los 40, y los recursos típicos que puso en circulación el surrea- lismo: la atmósfera sexual de un incesto, los juegos entre racionales e irracionales de la muerte en vida y la locura, juegos que aparecen de manera semejante, aun- que con otro contexto, en Así que pasen cinco años de García Larca, otro autor que también sedujo a Julio Castillo. Así, Castillo rescata un material que aparentemente es de desecho; apoyado en una espontaneidad y en un conoci- miento muy libre, pero a la vez muy completo, de la tradición cómica mexi- cana, sobre todo la de las carpas, logra darnos una obra que nos llega, no por lo que significa intelectualmente, sino por lo que la teatralidad misma nos co- munica. Hay que confesarse que al principio no se entiende nada; que en el segundo acto se semientiende, y que, sin embargo, cuando la obra termina, hemos entrado en la consumación de un incesto y lo hemos entendido poéti- camente, aunque no hayamos percibido la evolución activa de su consecución. La obra se rompe, en apariencia, en pe- queños sketches en los que Castillo, con sabiduría, mide la comicidad y la tra- dición; la obra se sigue rompiendo en carreras, en strip-teases mentales y con- cretos, en sonidos porfirianos de salterio, en gesticulaciones de los actores, para lograr, en fin de cuentas, una teatrali- dad en la que de repente hemos adver- tido, de modo muy inconsciente, el sen- tido fundamental de la obra. Quizá se trate de un juego, pero con el verano de julio castillo Asistir a la representación de una obra llamada El verano, de un autor casi desconocido en el repertorio internacio- nal, Romain Weingarten, en el teatro El Granero, y bajo la dirección de Julio Castillo se vuelve una aventura, porque Castillo nos permite ver una representa- ción en la que el texto, literariamente hablando, es apenas pretexto para de- mostrar la teatralidad. Y aquí nos ha- cemos eco de Grotowski cuando éste preconiza la necesidad de que el direc- tor utilice sólo aquellos textos que pue- dan plantearle un desafío. La es más válida aún si se advIerte que toda obra es teatral, siempre y cuando el director sepa hacerla teatral; adver- timos también que el texto literario puro apenas si puede servir para un análisis crítico o para insertarlo dentro de los límites banales de una historia del tea- tro contemporáneo, si la obra no se tea- traliza. Afirmaciones ambas que recalcan a su vez otra aseveración d,e Grotowski: el teatro puede existir hasta sin el texto literario. Quizás parezca ir demasiado lejos; pero no es así. Imaginemos a Romain Weingarten representado, allá por los finales de la década del 50, entre li- rismos mistificados a la Cocteau y on- dulaciones metafísicas a la Giraudoux, entre los "dengues" gesticulatorios de un Barrault, o las miradas lánguidas de una María Cazares, y, ¿ qué nos queda? Nos queda el teatro que 'los antecesores del teatro del absurdo construyeron: un teatro que intentaba encontrar un cami- no siguiendo los lineamientos que había trazado Artaud, buscando con desespe- ración los límites de la crueldad y los principios del absurdo para teatrificar- los; un teatro lírico instalado en una palabra poética despojada de su conte- nido teatral, e intentado con la mejor buena fe del mundo. ¿ Qué otra cosa es Romain Weingarten? ¿ Qué otra cosa puede ser un autor teatral que es más bien un crítico que un dramaturgo? Como Vauthier, Schéhadé y Pichette, aunque un poco anterior a ellos, Wein- garten incursiona en la poesía y la pone al servicio del teatro, pretendiendo con ella "la concreción física que Artaud predicara, objetivo que, sin embargo, no logra, quedándose a medio camino, en traslaciones medio simbólicas, medio gra- tuitas, signos oníricos de la libido, obsce- nidad grotesca, autodramatismos verba- les y, con todo ello, una desnortada, delirante arbitrariedad". (Juan 'Guerrero

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Por M argo Glantz

teatroél, Castillo muestra que es uno de' losdirectores mexicanos que más idea tienede lo que es el teatro, idea que se havisto concretada en varias obras que hamontado y que siguen una evoluciónclara. Con el Cementerio de automóvilessorprende a los espectadores; en ,Así quepasen cinco años demostró imaginacióny recursos muy variados, en Los asesinosciegos de Mendoza, desplegó toda unaserie de gags ya tradicionales tanto enlas tiras cómicas, como en las caricatu­ras, o en las obras de teatro de los di­rectores que lo habían precedido. EnLos asesinos ciegos recordaba a HéctorMendoza, a Juan José Gurrola; pero enretrospeciva, esta puesta demuestra unaasimilación de valores culturales queaunque ya son clisé de la sociedad con­temporánea, 'son ante todo parte de unavisión profunda, personal, que Castilloha logrado expresar en sus puestas dra­máticas.

Pero lo que más importa es que esavisión personal recrea un mundo muymexicano, anclado en lo popular y quese nos manifiesta, no intelectualizado,sino como saliendo de sí mismo, en per­fecta espontaneidad. Los ademanes al­bureros de Adrián Ramos se nos dan enel momento justo y sin que se abuse deellos. La aparición de los amantes ensilueta se produce en el momento opor­tuno para excitar a los jóvenes y a losgatos, los valses mórbidos de un salteriocristalino se enmarcan en la escenografíafin de siecle porfiriana, con nostalgia,pero a la vez con alegría y de repente,sin reiteración, suena un bolero o unacanción de los Beatles.

No quiero insistir en lo obvio, noquiero repetir que la actuación de Gfe­lia Medina, la de Luis Torner, la deAdrián Ramos y la de Sergio Ramosson muy buenas -porque lo son-;quiero insistir en el significado que tie­ne este teatro dentro del marco del tea­tro mexicano actual. Para ello me valgode una comparación inmediata, y tratode situar al autor de la obra en su con­texto y al autor de la puesta que dis­cuto, en el suyo.

Romain Weingarten es un autor quevive la guerra del 39, también la Resis­tencia y la Liberación. Esto lo marca,pero contrastantemente es un autor quevive aún dentro del surrealismo y preten­de sumergirse en el sueño y en la ima­ginación sexual; digo pretende porqueno creo que logre comunicarnos unaatmósfera surrealista, aunque la puesta

Zamora, Historia del Teatro Contempo­ráneo, tomo 1, Barcelona, 1961, p. 324.)

El verano es una obra perdida en lainmensa bibliografía de los ya mencio­nados precursores del hoy trasnochadoteatro de vanguardia. Los textos en queel lenguaje, el humor negro, las reflexio­ne5 sobre la muerte, sobre la falta desentido de la vida humana, se unen allirismo tradicional del periodo que vade los años 20 a los 40, y los recursostípicos que puso en circulación el surrea­lismo: la atmósfera sexual de un incesto,los juegos entre racionales e irracionalesde la muerte en vida y la locura, juegosque aparecen de manera semejante, aun­que con otro contexto, en Así que pasencinco años de García Larca, otro autorque también sedujo a Julio Castillo.

Así, Castillo rescata un material queaparentemente es de desecho; apoyadoen una espontaneidad y en un conoci­miento muy libre, pero a la vez muycompleto, de la tradición cómica mexi­cana, sobre todo la de las carpas, logradarnos una obra que nos llega, no porlo que significa intelectualmente, sinopor lo que la teatralidad misma nos co­munica. Hay que confesarse que alprincipio no se entiende nada; que enel segundo acto se semientiende, y que,sin embargo, cuando la obra termina,hemos entrado en la consumación deun incesto y lo hemos entendido poéti­camente, aunque no hayamos percibidola evolución activa de su consecución.La obra se rompe, en apariencia, en pe­queños sketches en los que Castillo, consabiduría, mide la comicidad y la tra­dición; la obra se sigue rompiendo encarreras, en strip-teases mentales y con­cretos, en sonidos porfirianos de salterio,en gesticulaciones de los actores, paralograr, en fin de cuentas, una teatrali­dad en la que de repente hemos adver­tido, de modo muy inconsciente, el sen­tido fundamental de la obra.

Quizá se trate de un juego, pero con

el verano dejulio castillo

Asistir a la representación de una obrallamada El verano, de un autor casidesconocido en el repertorio internacio­nal, Romain Weingarten, en el teatroEl Granero, y bajo la dirección de JulioCastillo se vuelve una aventura, porqueCastillo nos permite ver una representa­ción en la que el texto, literariamentehablando, es apenas pretexto para de­mostrar la teatralidad. Y aquí nos ha­cemos eco de Grotowski cuando éstepreconiza la necesidad de que el direc­tor utilice sólo aquellos textos que pue­dan plantearle un desafío. La a~irmación

es más válida aún si se advIerte quetoda obra es teatral, siempre y cuandoel director sepa hacerla teatral; adver­timos también que el texto literario puroapenas si puede servir para un análisiscrítico o para insertarlo dentro de loslímites banales de una historia del tea­tro contemporáneo, si la obra no se tea­traliza. Afirmaciones ambas que recalcana su vez otra aseveración d,e Grotowski:el teatro puede existir hasta sin el textoliterario.

Quizás parezca ir demasiado lejos;pero no es así. Imaginemos a RomainWeingarten representado, allá por losfinales de la década del 50, entre li­rismos mistificados a la Cocteau y on­dulaciones metafísicas a la Giraudoux,entre los "dengues" gesticulatorios de unBarrault, o las miradas lánguidas deuna María Cazares, y, ¿qué nos queda?Nos queda el teatro que 'los antecesoresdel teatro del absurdo construyeron: unteatro que intentaba encontrar un cami­no siguiendo los lineamientos que habíatrazado Artaud, buscando con desespe­ración los límites de la crueldad y losprincipios del absurdo para teatrificar­los; un teatro lírico instalado en unapalabra poética despojada de su conte­nido teatral, e intentado con la mejorbuena fe del mundo. ¿Qué otra cosa esRomain Weingarten? ¿Qué otra cosapuede ser un autor teatral que es másbien un crítico que un dramaturgo?Como Vauthier, Schéhadé y Pichette,aunque un poco anterior a ellos, Wein­garten incursiona en la poesía y la poneal servicio del teatro, pretendiendo conella "la concreción física que Artaudpredicara, objetivo que, sin embargo, nologra, quedándose a medio camino, entraslaciones medio simbólicas, medio gra­tuitas, signos oníricos de la libido, obsce­nidad grotesca, autodramatismos verba­les y, con todo ello, una desnortada,delirante arbitrariedad". (Juan 'Guerrero

la

en

viento tendido al viento

CARLOS ISLA1970

transparencia que busca su alrededor

huelga de pausas nupciales

actos temblones con pies de nostalgia

nudo de fuego yagua voz sm voz

arco de humo humo que es palabra

en ser el mismo perpetuo idéntico

desterrado y ausente

trompo sin jaula

sol que perdió el color

viento quemado

viento despeñado

viento quemado

voz

Tiempo-TíoVivo

de palabras y silencios

y vive nuestra muerte

tiempo muerto de vida Tiempo-TíoVivo Tiempo-TíoMuerto

viento presente

vicnto quemado que te mareas en el TíoVivo del tiempo

tiempo quemado viento vivo en su muerte

muérete en tu vida

viento quemado por las repeticiones del viento

viento quemado en instantes enredados

moja tu agua

casa que gira en la mirada que pisa los talones de la mirada

casa cántaro en que se encandila la voz impronunciada

cinturón de agua sed a zancadas

vien to quemado

tropel de manos que se persiguen de espaldas

distancias separadas que se encuentran sin querer amarradas

fuego abierto en va y ven

donde se inventan codo con codo las caras

sólo la palabra puede sostenerte

cuando pende de su silencio

viento quemado

que apagas tu fuego

en el viento

para Octavio Paz y Ramón Xirau

el tiempo no es carne a mansalvaes carne hecha de palabras

viento quemado

de Castillo sí lo consigue. Este surrealis­IDO, de Weingarten, un poco falso, estáhabitado fundamentalmente por gatos,simbolos característicos de por lo menos2obras de este autor: El verano y Akara.Además de las preocupaciones políticasy de la. intención surrealista, está la ac­titud crítica y la adopción de una moraldramática basada esencialmente en Ar­laudo Con este bagaje, el autor francésconstruye una obra que en sí parece nosignificar gran cosa; sin embargo, en lapuesta de El verano adquiere un relieveIDUY particular. Este brillo, esta realiza­ción de valores surrealistas se deben-<amo ya he dicho reiteradamente­a la sensibilidad y a la imaginación deCastillo. -Estos logros bastarían para queel experimento fuese valioso, pero si aeso se agrega la capacidad que Castillotiene para conseguir un matiz profun­damente mexicano, la obra se realzaaún más. Pero decir esto no es más queañadir un elogio; quiero precisar: Wein­garten se apoya en Artaud y pretendeplanteamos una filosofía dramática dela vida, dramática en el sentido literaldel término; recordem03 que Artaudpreconiza un teatro de la crueldad,y crueldad sugiere de inmediato algotorturado. Sin embargo, la puesta deCastillo dista mucho de ser una puestatorturada; al contrario: su puesta esfundamentalmente vital y este es su ma­yor mérito. Estamos cansados de asistiral juego interminable de malabarismosverbales en los que la incomunicación yla nada son el juego eterno, aunque elhumor negro parezca liberarnos. Aquí,nada de eso: hay humor pero no negro,hay discusiones sobre la vida pero entono ligero y aunque la obra terminaen la glorificación de un incesto, estaglorificación es tan dinámica que el in­cesto carece del sentido moral negativoque suele dársele y se convierte escueta­mente en una manifestación de gran vi­talidad.

Quizás pueda achacarse a Castillo lacarencia de una problemática esencial, lafalta de interés frente a los problemasque aquejan al mundo contemporáneo yla incursión en juegos que son aparente­mente baladíes. Con todo, su imagina­ción teatral, su capacidad para darnosun mundo absolutamente surrealista a lavez que profundamente mexicano sontestimonios de que, en última instancia,Castillo ha empezado a poner en prác­tica varios de los postulados de Artaud:"... Empleo la palabra crueldad en susentido de apetito de vida ... " "Es unmonstruo que se ha desarrollado hasta elabsurdo, esta facultad que tenemos -loscivilizados cuItos- de extraer pensa­mientos de nuestros actos, en lugar deidentificar estos actos a nuestros pensa­mientos. Si nuestra vida carece de azu­fre, es 5!ecir, de una constante magia, esque nos complacemos en mirar nuestrosactos y nos perdemos en consideracionessobre las formas soñadas de nuestros ac­tos, en lugar de dejarnos dirigir porellos."

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