taller de creación literaria. poesía colombiana
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Taller de escritura creativa a partir de poetas colombianosTRANSCRIPT
Taller de Creación Literaria Poetas colombianos
José Asunción Silva El hilo de una bala directo al corazón, deshizo la vida del que
muchos consideran el poeta más importante en la literatura
Colombiana. Cómo otros grandes poetas, se adelantó a su
tiempo para imprimir una huella indeleble al movimiento
modernista. Sus obsesiones fueron la muerte, la noche, lo
fantasmagórico y la melancolía; en contraste, encontramos un
acervo de la llamada “anti-poesía”, mucho antes de que se
acuñara este término, en los poemas reunidos bajo el título de
Gotas amargas. El naufragio y la pérdida de su obra en el
Ameriqué, la muerte de su hermana Elvira y su feroz bancarrota,
lo sumieron en un estado trágico del cual no logró recuperarse
nunca.
EL MAL DEL SIGLO
El Paciente:
Doctor, un desaliento de la vida
Que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
El mal del siglo... el mismo mal de Werther,
De Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
Desprecio por lo humano... un incesante
Renegar de lo vil de la existencia,
Digno de mi maestro Schopenhauer;
Un malestar profundo que se aumenta
Con todas las torturas del análisis...
El Médico:
Eso es cuestión de régimen: camine
De mañanita; duerma largo; báñese;
Beba bien; coma bien; cuídese mucho:
¡Lo que usted tiene es hambre!...
Porfirio Barba Jacob Miguel Ángel Osorio era el verdadero nombre de este polémico
errabundo. Nació en Santa Rosa de Osos, Antioquia, el 29 de
julio de 1883. Fue dejando briznas de soledad y angustia por
todo Latinoamérica a través de sus poemas y su desgarrado
peregrinaje. Sus canciones nos muestran la musicalidad como
pretexto para poetizar y alucinar la vida. Erradicado
definitivamente en Ciudad de México, murió de tuberculosis el
14 de enero de 1942.
UN HOMBRE
Los que no habéis llevado en el corazón el túmulo de un dios
ni en las manos la sangre de un homicidio;
los que no comprendéis el horror de la conciencia ante el
Universo;
los que no sentís el gusano de una cobardía
que os roe sin cesar las raíces del ser,
los que no merecéis ni un honor supremo ni una suprema
ignominia:
Los que gozáis las cosas sin ímpetus ni vuelcos,
sin radiaciones íntimas, igual y cotidianamente fáciles;
los que no devanáis la ilusión del Espacio y el Tiempo,
y pensáis que la vida es esto que miramos,
y una ley, un amor, un ósculo y un niño;
los que tomáis el trigo del surco rencoroso,
y lo coméis con manos limpias y modos apacibles;
los que decís: "Está amaneciendo"
y no lloráis el milagro del lirio del alba:
Los que no habéis logrado siquiera ser mendigos,
hacer el pan y el lecho con vuestras propias manos
en los tugurios del abandono y la miseria,
y en la mendicidad mirar los días con una tortura sin
pensamiento:
Los que no habéis gemido de horror y de pavor,
como entre duras barras, en los abrazos férreos
de una pasión inicua,
mientras se quema el alma en fulgor iracundo,
muda, lúgubre,
vaso de oprobio y lámpara de sacrificio universal,
¡Vosotros no podéis comprender el sentido doloroso de esta
palabra:
¡UN HOMBRE!
Luis Vidales Este poeta, nacido en Calarcá en el año 1900, se sumió en una
interesante aventura intelectual a través del grupo Los Nuevos,
junto con sus amigos Ricardo Rendón, León de Greiff, Rafael
Maya, Germán Arciniegas, Luis Tejada, y otros, reuniéndose en
el proverbial café bogotano El Automático. Vidales es de los
pocos poetas colombianos que estuvieron a la par con las
vanguardias latinoamericanas, recibiendo el reconocimiento de
figuras como Jorge Luis Borges o Vicente Huidobro. Su libro
Suenan timbres (1926) es una pieza vital para la literatura
colombiana; se dice que a la publicación de este libro, Vidales
fue constantemente agredido por personajes que aún defendían
la rima y el soneto, sumidos en una tradicionalismo algo
decadente.
LA MÚSICA
En el rincón
oscuro del café
la orquesta
es un extraño surtidor.
La música se riega
sobre las cabelleras.
Pasa largamente
por la nuca
de los borrachos dormidos.
Recorre las aristas de los cuadros
ambula por las patas
de los asientos
y de las mesas
y gesticulante
y quebrada
va pasando a rachas
por el aire turbio.
En mi plato
sube por el pastel desamparado
y lo recorre
como lo recorrería
una mosca.
Intonsamente
da vueltas en un botón
de mi dorsey.
Luego desbordada
se expande en el ambiente.
Entonces todo es más amplio
y como sin orillas…
Por fin
desciende la marea
y quedan
cada vez más lejanas
más lejanas
unas islas de temblor
en el aire.
EN EL CAFÉ
El piano
que gruñe metido en un rincón
le muestra la dentadura
a los que le pasan junto.
La bomba eléctrica
evoluciona su luz
en el espejismo de mis uñas
y desde la mesa
donde una copita
vacía
finje
burbuja
de aire
solo -a grandes sorbos-
bebo música.
En neblinas de vapor
van pasando ante mis ojos
los sopores de Asia...
Siento que anda por mi sangre
el espíritu de las uvas
del Mediodía...
y cuando los alambiques de la orquesta
dejan de filtrar
el alma ebria
-que le da por tornasolarse
en el azul de los sueños-
se interna por la callejuela tortuosa
de un cuadrito
colgado a la pared.
Aurelio Arturo Poco a poco se va reconociendo la figura de este poeta nacido
en 1906, en el pequeño pueblo de La Unión, en el departamento
de Nariño. Bastó sólo una mirada al sur, recordando las noches
mestizas de la infancia con sus vientos de hojas suaves y de
sombras, para dejar una voz imborrable en la historia de la
poesía Colombiana. En el año 1963 publicó su único libro de
poemas, Morada al sur, con el cual, inmediatamente, le fue
concedido el Premio Nacional de Poesía Guillermo Valencia.
Desde allí, todos los que se aventuran a leer esta obra entienden
que Colombia es de un “verde de todos los colores”. Murió en
Bogotá en el año 1974.
CLIMA
Este verde poema, hoja por hoja,
lo mece un viento fértil, suroeste;
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes.
Tumbos del agua, piedras, nubes, hojas
y un soplo ágil en todo, son el canto.
Palmas había, palmas y las brisas
y una luz como espadas por el ámbito.
El viento fiel que mece mi poema,
el viento fiel que la canción impele,
hojas meció, nubes meció, contento
de mecer nubes blancas y hojas verdes.
Yo soy la voz que al viento dio canciones
puras en el oeste de mis nubes;
mi corazón en toda palma, roto
dátil, unió los horizontes múltiples.
Y en mi país apacentando nubes,
puse en el sur mi corazón, y al norte,
cual dos aves rapaces, persiguieron
mis ojos, el rebaño de horizontes.
La vida es bella, dura mano, dedos
tímidos al formar el frágil vaso
de tu canción, lo colmes de tu gozo
o de escondidas mieles de tu llanto.
Este verde poema, hoja por hoja
lo mece un viento fértil, un esbelto
viento que amó del sur hierbas y cielos,
este poema es el país del viento.
Bajo un cielo de espadas, tierra oscura,
árboles verdes, verde algarabía
de las hojas menudas y el moroso
viento mueve las hojas y los días.
Dance el viento y las verdes lontananzas
me llamen con recónditos rumores:
dócil mujer, de miel henchido el seno,
amó bajo las palmas mis canciones.
Eduardo Carranza Una hacienda de los llanos orientales, “La Esperanza”, lo vio
nacer un 23 de julio de 1913. Profesor, poeta y periodista,
Eduardo Carranza fue uno de los precursores del grupo Piedra
y Cielo. Patrocinadas por Jorge Rojas, en 1939 nacen las
ediciones Piedra y cielo, siete delgados cuadernos de poesía,
donde publicaron, además de Carranza, los poetas Carlos
Martín, Tomás Vargas Osorio y Arturo Camacho Ramírez.
Eduardo Carranza escribiría un artículo, Un caso de bardolatría,
donde arremetía contra la tradición poética de Guillermo
Valencia y presentaba los poemas de Piedra y Cielo como una
alternativa, emprendiendo una polémica diatriba que marcó un
hito en la literatura colombiana.
ELEGÍA PURA
Aún me dura la melancolía.
Allá por el sinfín cantaba un gallo
agrandando el silencio perla y malva
en que el lucero azul se disolvía.
Olía a cielo, a ella, a poesía.
Sin volver a mirar me fui a caballo.
Maduraban las frutas y sus frutas.
A ella y a jardín secreto, olía.
Me fui, me fui como por un romance
donde fuera el doncel que nunca vuelve…
la casa se quedó con su ventana,
hundida entre la ausencia, al pie del alba.
Flotó su mano y yo me fui a caballo.
Aún me dura la melancolía.
Héctor Rojas Herazo Una de las voces más sobresalientes en la literatura colombiana,
Rojas Herazo cultivó la poesía, la novela, el ensayo, la pintura y
el periodismo. Nació en Tolú, Sucre, en 1921. Su obra narrativa
comprende la trilogía: Respirando el verano (1962), En noviembre
llega el arzobispo (Premio Esso, 1967), y Celia se pudre (1986 y
1998). En su poética las ideas retozan con las imágenes, los
ritmos con los silencios, dando cuenta de una realidad
americana mítica y crítica al mismo tiempo.
SÚPLICA DE AMOR
Por mi voz endurecida como una vieja herida;
Por la luz que revela y destruye mi rostro;
Por el oleaje de una soledad más antigua que Dios;
Por mí atrás y adelante;
Por un ramo de abuelos que reunidos me pesan;
Por el difunto que duerme en mi costado izquierdo
Y por el perro que le lame los pómulos;
Por el aullido de mi madre
Cuando mojé sus muslos como un vómito oscuro;
Por mis ojos culpables de todo lo que existe;
Por la gozosa tortura de mi saliva
Cuando palpo la tierra digerida en mí sangre;
Por saber que me pudro.
Ámame.
Fernando Charry Lara Los vientos fríos de los cerros orientales bogotanos advirtieron
su presencia hace 90 años, un 14 de septiembre de 1920. Lector
insaciable y ensayista por descubrir, siempre estuvo al tanto de
todas las vanguardias literarias a nivel mundial. En sus poemas
vemos una intensa expresividad, poblada por la noche, los
sueños, y borrosos fantasmas, que nos sumergen en un estado
de penumbra adormecida. Rescatamos: Nocturno y otros sueños
(Bogotá, 1949 - Prólogo de Vicente Aleixandre), Los adioses
(1963), y Pensamientos del amante (Bogotá, 1981).
LLANURA DE TULUÁ
Al borde del camino, los dos cuerpos
uno junto del otro,
desde lejos parecen amarse.
Un hombre y una muchacha, delgadas
formas cálidas
tendidas en la hierba, devorándose.
Estrechamente enlazando sus cinturas
aquellos brazos jóvenes,
se piensa:
soñarán entregadas sus dos bocas,
sus silencios, sus manos, sus miradas.
Mas no hay beso, sino el viento
sino el aire
seco del verano sin movimiento.
Uno junto del otro están caídos,
muertos,
al borde del camino, los dos cuerpos.
Debieron ser esbeltas sus dos sombras
de languidez
adorándose en la tarde.
Y debieron ser terribles sus dos rostros
frente a las amenazas y relámpagos.
Son cuerpos que son piedra, que son nada,
son cuerpos de mentira, mutilados,
de su suerte ignorantes, de su muerte,
y ahora, ya de cerca contemplados,
ocasión de voraces negras aves.
Álvaro Mutis Nació en Bogotá el 25 de agosto de 1923. Se entregó a una
infancia de autodidacta que le permitió descubrir otros
senderos inhóspitos para la existencia. Su largo trasegar en el
lenguaje y su acentuada experiencia con el verso y la prosa le
han permitido definir una imagen nítida de la angustia, la
soledad y la desesperanza; creando un universo particular
regido por leyes multiformes y rostros de otras épocas, en los
que se ha perpetuado su voz.
ORACION DE MAQROLL
(Fragmento)
“Tu as marche par les rues de chair”
Babylone – René Crevel
Decía Maqroll El Gaviero:
¡Señor, persigue a los adoradores de la blanda serpiente!
Haz que todos conciban mi cuerpo como una fuente inagotable
de tu infamia.
Señor, seca los pozos que hay en la mitad del mar donde los
peces copulan sin lograr reproducirse.
Lava los patios de los cuarteles y vigila los negros pecados del
centinela. Engendra, Señor, en los caballos la ira de tus palabras
y el dolor de viejas mujeres sin piedad.
Desarticula las muñecas.
Ilumina el dormitorio del payaso, ¡Oh Señor!
¿Por qué infundes esa impúdica sonrisa de placer a la esfinge
de trapo que predica en las salas de espera?
¿Por qué quitaste a los ciegos su bastón con el cual rasgaban la
densa felpa de deseo que los acosa y sorprende en las tinieblas?
¿Por qué impides a la selva entrar en los parques y devorar los
caminos de arena transitados por los incestuosos, los rezagados
amantes, en las tardes de fiesta?
Con tu barba de asirio y tus callosas manos, preside ¡Oh
fecundísimo! La bendición de las piscinas públicas y el
subsecuente baño de los adolescentes sin pecado.
¡Oh Señor! Recibe las preces de este avizor suplicante y
concédele la gracia de morir envuelto en el polvo de las
ciudades, recostado en las graderías de una casa infame e
iluminado por todas las estrellas del firmamento.
Recuerda Señor que tu siervo ha observado pacientemente las
leyes de la manada. No olvides su rostro. Amén.
Jorge Gaitán Durán Nació en Pamplona el 12 de febrero de 1924 y murió en Point –
a – pitre, Antillas, el 22 de junio de 1962. Fundó y dirigió las
revistas “Mito” y “Eco”. Su obra poética está marcada por su
trashumancia: múltiples viajes realizados durante toda su vida
se encuentrann como una suerte de apariciones en esta voz que
advierte desde la oscuridad, los avatares de la crisis cultural y
la fragmentación de una generación eclipsada.
SI MAÑANA DESPIERTO
De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera
llega al fondo. Mas sólo ha sido un plazo
que el sufrimiento concede para que digamos la palabra.
He ganado un día, he tenido el tiempo
en mi boca como un vino.
Suelo buscarme
en la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche.
Sólo encuentro un rostro: hombre viejo y sin dientes
a quien la dinastía, el poder, la riqueza, el genio,
todo le han dado al cabo, salvo la muerte.
Es un enemigo más temible que Dios,
el sueño que puedo ser si mañana despierto
y sé que vivo.
Más de súbito el alba
me cae entre las manos como una naranja roja.
Eduardo Cote Lamus Nació en Pamplona, Norte de Santander el 18 de agosto de
1928. Su poesía se caracteriza por la complejidad de su lenguaje
y la elaboración minuciosa de imágenes, exigiendo del lector
premeditación y cálculo. En España estudió las técnicas,
retóricas y preceptivas de la poesía contemporánea lo cual se
resalta en su obra poética. Fue codirector de la revista Mito,
junto a Jorge Gaitán Durán. Murió en un accidente
automovilístico en el de 1964.
EL CORAZÓN DE VIAJE
Es tan grande este amor que casi está de viaje
Y ha dicho tantas voces que no alcanza a vivir en la palabra,
Porque el aire sin comprender su vuelo,
Se ha ido lentamente sin dejar un silbo entre los árboles.
Esto que llevo dentro no puede ser más ángel.
He llegado de un país donde van las aldeas montaña arriba,
Adelgazándose, para mirarse largamente el cuerpo,
Soltar su cabellera de bosques
Y bajar de nuevo por la savia
Para observar sus habitantes;
Donde frecuentes molinos se acercan al océano para
Mover los vientos
Y sembrar espigas con las aspas.
Y allí me hiciste mucha falta.
En Lisboa miraba el mar y era menos el mar sin tu nostalgia.
Entonces
Los delfines emergian asustando a las gaviotas
Y yo decía tu nombre para que ellas se colgaran
Y lo repetía en voz baja
Para que las olas vagaran por tu playa
Buscando ser mi ausencia, mi distancia.
Te vi con las manos llenas de espacio
Como si fueras capaz de construir el universo.
Vi tanto espacio en tus manos que salían de tus dedos
Nuevas criaturas, vírgenes, danzantes en tu cuerpo,
Y tu cuerpo largo y comenzando a nacer sobre la arena
Del crepúsculo.
Estabas libre de la muerte, aparecida en el tacto de la estrella,
Creciendo con mis sueños y todos mis pájaros sembrados.
Carlos Obregón Nació el 21de febrero de 1929 en Bogotá. Entregado a los ritos
sociales y religiosos se enmascara en una túnica de
conmiseración con el mundo, que dejará al buscarle un espacio
a su universo dentro del espíritu humano que lo agobia. Se dice
que su paso por la tierra es sencillamente un silencio
estrepitoso, una tortura violentando la carne del verbo, un grito
que hiere hasta el lenguaje. Su obra retrata al silencio, la
soledad y la muerte como queriendo salvar la libertad que
nombran. Obregón se suicida el 1 de enero de 1963 dejando
como despedida la luz de su misterio en el umbral.
MIENTRAS SUBE el incienso
los pilares esperan
que Tú les des vida .
Entre densas volutas
he visto manos
de vigorosos ángeles .
Y también he visto
que tu rostro es de fuego.
TE ESCUCHO CUANDO rezo.
En ti crezco y avanzo.
Pero no sé si es el umbral
o el fondo de tu noche.
Estoy en ti
como un río bajo el viento
y mis ojos conocen
el fuego de tu abismo.
LO QUE VEO ES MUY sencillo.
Pero lo que no veo
es aún más sencillo.
Desde tu hondura veo
contra la noche
un ciprés y una rosa.
Y lo que no veo
solamente es tu hondura.
Me hiciste monje
para cerrar los ojos.
Emilia Ayarza de Herrera La poeta bogotana Emilia Ayarza de Herrera (1919 - 1966) es
una de las voces más interesantes y particulares de la poesía
colombiana. Con un tono intimista, sobrepasa el umbral de la
palabra para hablar de sus obsesiones: de lo erótico hasta el
dolor y la violencia que rodea la historia de nuestro país.
En su trabajo encontramos una poética oscura y desgarrada, un
tratamiento del lenguaje que asombra por la agudeza de sus
imágenes y por su naturaleza atemporal y casi de vanguardia,
superando a muchos poetas de su tiempo. La angustia, la
soledad y la premura del sueño son hilados con la diestra mano
del que sabe que en la escritura no se puede ser ingenuo en
ningún momento.
Excluida de las antologías de poesía, el olvido se convierte
literalmente en un crimen para una obra que mantiene siempre
una levedad, una intuición y sutileza con la poesía, dejando
claro a todo aquél que se sumerge en su lectura, que es un canto
firme y sólido; un poema como “A Cali ha llegado la muerte”
debe ser un clásico dentro de la literatura colombiana.
A CALI HA LLEGADO LA MUERTE
No.
Ni la sangre de polvo.
Ni el rumor de las venas sub-terrestres.
Ni los ojos de antiguas polillas vagabundas.
Ni los hombres de párpados doblados.
Ni la casulla del viento.
Ni la tierra pintada de frutos en la tarde.
No.
Nada.
Ni el sexo que comienza en la lengua de los niños.
Ni los pastores de culebras.
Ni las esquinas infieles sobre las ventanas.
Ni la dignidad de los trapiches
sostenida en el breve equilibrio de la caña.
Ni el transparente río que se hunde por los muslos de Cali.
No.
Nada.
Ni las almadías del sueño.
Ni el somnoliento camello de la cordillera.
Ni el monólogo amarillo del sol en el espacio.
Ni la paz de los escarabajos.
Ni la mariposa pintora.
Ni el grillo concertista.
Ni la boñiga de oro.
Ni los geranios, ni las bicicletas
que absorben con sus esponjas de silencio
la tibia pereza de los muros
No.
Nada.
Ni el candor de las escuelas que traza palotes de ausencia en
los tableros.
Ni los borrachos que miran fijamente a la ventera
y le derraman el corazón entre las trenzas.
Ni las polleras de los siete-cueros.
Ni la barba de cristal de los torrentes.
Ni los panales detrás de las ortigas
Ni los bueyes de artificial melancolía.
No.
Nada pudo detener la muerte.
Llegó a Cali navegando
y los corceles del Océano Pacífico
la saludaron volcando sus belfos espumeantes en la playa.
Llegó por el pito de los buques
por las banderas de los guacamayos
por el ojo de las agujas que remienda el pudor de las modistas
por la voz de los muertos en los árboles
por los billetes rubios
por el alma incolora de los camioneros
por los ojos trasnochadores de los naipes
por la felina displicencia de los grandes
por la rosa ignorante
por el paisaje de zapatos sin huella.
Llegó sin pasaporte y cruzó la frontera
caminando sobre el miedo rosado de los niños
por el clavicordio dorado de los campanarios
por el pelo de agua de los cosos
por la sencillez de los pueblos
donde los campesinos y las almojábanas se encaran con el sol
y los mendigos pegan su coto a las ventanillas del tren.
Llegó sin autorización de los muertos
que se salieron de sus tumbas
a protestar en un mitin putrefacto y amarillo.
Llegó por en medio de las garzas
los taladros
por entre el múltiple corazón de pitahayas
por la flor que se colocan las solteronas tras la oreja
por los solares donde hacen venias al viento los interiores
parroquiales
y un tulipán oye misa diariamente.
Por cerca de los gallos
que creen en la blancura de los huevos
por los tejados donde los zuros escriben la epopeya de los celos
y los gatos y la luna
forman siete lechos y un violín.
Invadió los palacios, las haciendas
los ranchos y las niñas de capul.
Invadió el cielo y sus altos corderos extraviados.
Invadió la secreta desnudez de los cadáveres.
(La ciudad era un racimo de plomo derretido
y la muerte le salía a bocanadas).
La historia de Cali dejó de ser un río deliberadamente puro
por cuyas ondas los días eran barcos de vidrio.
El rojo fue una lluvia sostenida en el aire
y entre los montes de cristal la sangre
dibujará para siempre vitrales en la sombra!
¡Hay que llorar desesperadamente!
Jaime Jaramillo Escobar Nació el 25 de mayo de 1932 en Pueblorrico Antioquia.
Conocido con el seudónimo de X-504 ingresa al Nadaismo
liberando al lenguaje de una retórica impostada. Considerado
por muchos como el poeta más destacado de este movimiento
gracias al equilibrio demostrado entre ironía y estética, dando al
lenguaje el lugar esencial en sus creaciones sin otorgarle al
escándalo el fin último y el motivo principal de sus versos. Su
obra poética se encuentra inmersa entre los ruidos de su
realidad pero ausente de distorsiones viscerales. La nitidez de
sus ecos se mantiene como una retórica elaborada que salva el
espíritu evocado por un estruendo.
MAMÁ NEGRA
Cuando mamá negra hablaba del Chocó
le brillaba la cadena de oro en el pescuezo,
su largo pescuezo para beber agua en las totumas,
para husmear el cielo,
para chuparles la leche a los cocos.
Su pescuezo largo para dar gritos de colores con las
guacamayas,
para hablar alto entre las vecinas,
para ahogar la pena,
y para besar a su negro, que era alto hasta el techo.
Su pescuezo flexible para mover la cabeza en los bailes,
para reír en las bodas.
Y para lucir la sombrilla y para lucir el habla.
Mamá negra tenía collares de gargantilla en los baúles,
prendas blancas colgadas detrás del biombo de bambú,
pendientes que se bamboleaban en sus orejas,
y un abanico de plumas de ángel para revolver el aire.
Su negro le traía mucho lujo del puerto cada vez que venían los
barcos,
y la casa estaba llena de tintineantes cortinas de conchas y de
abalorios,
y de caracoles para tener las puertas y para tener las ventanas.
Mamá negra consultaba el curandero a propósito del tabardillo,
les prendía velas a los santos porque le gustaba la candela,
tenía una abuela africana de la que nunca nos hablaba,
y tenía una cosa envuelta en un pañuelo,
un muñequito de madera con el que nunca nos dejaba jugar.
Mamá negra se subía la falda hasta más arriba de la rodilla para
pisar el agua,
tenía una cola de sirena dividida en dos pies,
y tenía también un secreto en el corazón,
porque se ponía a bailar cuando oía el tambor del mapalé.
Mamá negra se movía como el mar entre una botella,
de ella no se puede hablar sin conservar el ritmo,
y el taita le miraba los senos como si se los hubiera encontrado
en la playa.
Senos como dos caracoles que le rompían la blusa,
como si el sol saliera de ellos,
unos senos más hermosos que las olas del mar.
Mamá negra tenía una falda estrecha para cruzar las piernas,
tenía un canto triste, como alarido de la tierra,
no le picaba el aguardiente en el gaznate,
y, si quería, se podía beber el cielo a pico de estrella.
Mamá negra era un trozo de cosa dura, untada de risa por
fuera.
Mi taita dijo que cuando muriera
iba a hacer una canoa con ella.
Mario Rivero Nació en Envigado, Antioquía, en 1935. Empezó como cantor
de tangos en los bares de la ciudad que luego retrató en sus
versos. Fue director y fundador de la revista de poesía “Golpe
de dados” con cerca de 40 años en circulación. Su poesía evoca
los destellos del instante, el paisaje urbano, las ruinas alojadas
por el tiempo en la contemplación, involucrando la narración
como parte de sus imágenes sin abandonar el ritmo vertiginoso
que guaradan sus poemas siempre continuos e hilados al fluir
de los días, con un estilo sencillo y directo. Bogotá le dijo adiós
el 13 de abril de 20.
LA CALLE
Esta calle mi calle
se parece a todas las calles del mundo
uno no se explica por qué
suceden tantas cosas en un minuto
en una hora en doce horas
desde que el sol preña la tierra
Tiene puertas como bocas sin dientes
Las mujeres se asoman a las ventanas
y miran tan lejanamente...
Sobre un alambre en el que los días
hacen equilibrio cuelgan a secar
medias camisas y pantalones rotos
Tres mujeres con cara de pocos amigos
esperan el bus. Son modistillas
que van a los talleres de la ciudad
a coser su miseria con una aguja de oro
La beata de enfrente
acaricia con uvas a un gato lustroso
y le dice "my darling"
mientras un estudiante regresa
a su cuarto de hotel
donde la cama en actitud de mujer pariendo
espera su saco de huesos
y colgado en la pared con una cinta
el retrato de la novia
que se ahorcó en sus trenzas
y ya tiene dos hijos parecidos
a su marido el boticario
Al final de la calle está la casa
del farolito rojo
a donde van prostitutas niñas
con pelo color de miel
y senos como dos monedas de centavo frías
Esta calle mi calle
se parece a todas las calles del mundo
se ven éstas cosas y otras cosas...
Giovanni Quessep Nace en San Onofre en 1939. Desde su primer libro, “Después
del paraíso”, ha demostrado una profunda fluidez en el
lenguaje poético, así como de un manejo sólido de las
expresiones universales de la palabra esencial. Su principal
obra, “Metamorfosis del jardín”, es uno de los mejores
poemarios del Siglo XX en Colombia.
ALGUIEN SE SALVA POR ESCUCHAR AL RUISEÑOR
Digamos que una tarde
el ruiseñor cantó
sobre esta piedra
porque al tocarla
el tiempo no nos hiere
no todo es tuyo olvido
algo nos queda
Entre las ruinas pienso
que nunca será polvo
quien vio su vuelo
o escuchó su canto
PÁJARO
En el aire
hay un pájaro
muerto;
quién sabe
adónde iba
ni de dónde ha venido.
¿Qué bosques traía,
qué músicas deja,
qué dolores
envuelven
su cuerpo?
¿En cuál memoria
quedará
como diamante,
como pequeña hoja
de una selva
desconocida?
Pero en el aire
hay un patio
y una pradera,
hay una torre
y una ventana
que no quieren morir
y están prendidos
de su cola
larga de norte a sur.
En el aire
hay un pájaro muerto
No sabrá de la tierra
ni de esta mancha
que todos llevamos,
de las máscaras
que lapidan,
de los bufones
que hacen del Rey
un arlequín perdido.
¿Quién lo guarda,
quién lo protege
como si fuera
la mariposa angélica?
Pájaro muerto
entre el cielo y la tierra.
José Manuel Arango Nacido en Carmen de Viboral, Antioquia. Arango cultivó la
poesía breve. Su laconismo procede de un reconocimiento de la
naturaleza como fuente elemental en su poética. Las nuevas
generaciones lo consideran uno de los máximos referentes en la
lírica colombiana. Muere en Medellín en 2002.
Poema XXXVI
a veces
veo en mis manos las manos
de mi padre y mi voz
es la suya
un oscuro terror
me toca
quizá en la noche
sueño de sueños
y la fría furia
y el recuerdo de lugares no vistos
son él, repitiéndose
soy él, que vuelve
cara detenida de mi padre
bajo la piel, sobre los huesos de mi cara
ESCRITURA
la noche, como animal
dejó su vaho en mi ventana
por entre las agujas del frío
miro los árboles
y en el empañado cristal
con el índice, escribo
esta efímera palabra