suplemento #4 revista la mandrÁgora aÑo 5

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Abril, 2005 #4 Pág. 1 I. E. S. León Felipe – Benavente EN TORNO AL CENTENARIO por Salustiano Fernández IV (Lectura-s de hoy) ¿Y hoy, en el cuarto centenario, qué lectura podemos hacer? Hoy ya no estamos en disposición de buscar esencias inmuta- bles, sean nacionales −del terruño−, o sean universales −de la Tierra−. Hoy no caben los grandes relatos. Sólo lecturas fragmentarias que ensayan arrancar una esquirla de sentido al sinsentido general. Ya no somos modernos. Nos autopro- clamamos posmodernos. Y ello conlleva su buena dosis de escepticismo mezclada a partes iguales con otra de cínico distanciamiento. Si algo distingue este centenario del anterior son, desde mi punto de vista, dos cosas: una, precisamente la multiplicidad y variedad de lecturas que se están haciendo; y dos, el carácter festivo y extrovertido -no luctuoso- de esta celebración. Estos dos rasgos tienen también sus riesgos: el primero, que los muchos árboles no nos dejen ver el bosque, haciéndonos perder la perspectiva adecuada por una excesiva acumulación de detalles traídos por los pelos o directamente arrancados a un calvo; y el segundo, que esta celebración sea sólo ‘turística’, para vanagloria, relumbrón y ‘mordida’ de los políticos del momento, es decir, que el texto acabe siendo lo de menos. Porque la actual multiplicidad de lecturas se encuentra ence- rrada en un formato monolítico: celebramos UN gran espec- táculo de circo-culturalidad, aunque, eso sí, con multitud de pistas. Bajo la gran carpa de las distintas administraciones y de las instituciones diversas es posible disfrutar de muchos ‘números’ simultáneamente, a cada cual más dificultoso y abracadabrante, que tienen como leit-motiv a «don Quijote». Hay monolitismo en el formato: se trata de convertir el Cuarto Centenario en una ‘Exposición Universal de lo Español’, unas ‘Olimpiadas del Castellano’, haciendo de ello pretexto, que no texto, bien para el turismo cultural o bien para el ágape polí- tico. Esta ‘olímpica’ voluntad de celebración produce noticias como la siguiente: Los 1.200 policías de la localidad mexicana de Nezahualcoyotl van a tener que leer El Quijote por obliga- ción. Así lo ha ordenado el Ayuntamiento de esta población cercana a la capital, que ha incluido esta medida dentro de un plan integral para aumentar la cultura de los agentes. Real- mente curioso. Todos quieren apropiarse algo del Quijote. Llevarse a casa un trozo de su lanza, una mota de polvo de la pezuña de Rocinan- te, un pedazo de suela del calzado de Sancho para construir con ello un museo o una capilla… cultural. El peligro de este centenario está en que puede convertir a don Quijote en uno de esos santos cuyas reliquias andan repartidas por el mundo y que unidas harían de su dueño un ser de ochenta y cuatro dientes y doscientas costillas, veinte dedos, cinco mandíbulas, y pelo como para hacerse siete bufandas. El problema de este centenario está en que todo el mundo quiere hacer negocio con él: desde las instituciones a la industria cultural, pasando por los medios de comunicación y los escritores con algún nombre. En el maremágnum de escritos, novelas, espacios televisivos, artículos periodísticos, suplementos culturales, debates, conferencias, exposiciones, etc., etc., que se están produciendo es difícil “distinguir las voces de los ecos”. Pero novedades hay realmente pocas. Y, sin embargo, es lo que fue El Quijote en su tiempo: una so- nora novedad. De ello era plenamente consciente Cervantes. Sabía que su ‘invento’ introducía en el mundo una creación realmente original, algo único y nunca visto/imaginado. Son muchas las ocasiones en que así lo manifiesta: ¿Qué podría engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, ave- llanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno? (Prólogo a la Primera Parte) Procurad que, leyendo vuestra historia,… el discreto se admire de la invención… (Prólogo a la 1ª Parte) …autor de esta nueva y jamás vista historia. (último capítulo de la 1ª Parte) …historia de tanta invención y pasatiempo. (último capítulo de la 1ª Parte) Yo sé quién soy –respondió don Quijote-, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías. (1ª Parte, Cap. 5) nunca vistas hazañas (1ª Parte, Cap. 9) ...jamás he leído, ni visto, ni oído que a los caballe- ros encantados los lleven desta manera… (1ª Parte Cap. 47) …el fidedigno autor desta nueva y jamás vista histo- ria. (1ª Parte Cap. 52) ¡Nuevas proezas!, pero inventa el arte un nuevo estilo al nuevo paladino. (1ª Parte Cap. 52) …que es vuestra merced uno de los más famosos caballeros andantes que ha habido, ni aun habrá, en toda la redondez de la tierra… (2ª Parte, Cap. 3) Hallose el escribano presente y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caba- llero andante hubiera muerto en su lecho tan sose- gadamente. (Último capítulo de la 2ª Parte) Muchos (e incluso ilustres cervantistas) han afirmado que el libro le salió a Cervantes mejor de lo que cualquiera podía es- perar de su ingenio lego, pobre y ya viejo (recordemos que la Primera parte se publica cuando Cervantes tiene cerca de 60 años, y la Segunda diez años después, es decir, cerca de 70). Que la obra le salió así de casualidad, no de intento. Que fue

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Revista del IES León Felipe de Benavente (Zamora) Suplemento nº 4 dedicado al Cuarto Centenario del Quijote

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Page 1: Suplemento #4 REVISTA LA MANDRÁGORA AÑO 5

Abril, 2005 #4

Pág. 1 I. E. S. León Felipe – Benavente

EN TORNO AL CENTENARIOpor Salustiano Fernández

IV(Lectura-s de hoy)

¿Y hoy, en el cuarto centenario, qué lectura podemos hacer?

Hoy ya no estamos en disposición de buscar esencias inmuta-bles, sean nacionales −del terruño−, o sean universales −de la Tierra−. Hoy no caben los grandes relatos. Sólo lecturas fragmentarias que ensayan arrancar una esquirla de sentido al sinsentido general. Ya no somos modernos. Nos autopro-clamamos posmodernos. Y ello conlleva su buena dosis de escepticismo mezclada a partes iguales con otra de cínico distanciamiento. Si algo distingue este centenario del anterior son, desde mi punto de vista, dos cosas: una, precisamente la multiplicidad y variedad de lecturas que se están haciendo; y dos, el carácter festivo y extrovertido -no luctuoso- de esta celebración. Estos dos rasgos tienen también sus riesgos: el primero, que los muchos árboles no nos dejen ver el bosque, haciéndonos perder la perspectiva adecuada por una excesiva acumulación de detalles traídos por los pelos o directamente arrancados a un calvo; y el segundo, que esta celebración sea sólo ‘turística’, para vanagloria, relumbrón y ‘mordida’ de los políticos del momento, es decir, que el texto acabe siendo lo de menos.

Porque la actual multiplicidad de lecturas se encuentra ence-rrada en un formato monolítico: celebramos UN gran espec-táculo de circo-culturalidad, aunque, eso sí, con multitud de pistas. Bajo la gran carpa de las distintas administraciones y de las instituciones diversas es posible disfrutar de muchos ‘números’ simultáneamente, a cada cual más dificultoso y abracadabrante, que tienen como leit-motiv a «don Quijote». Hay monolitismo en el formato: se trata de convertir el Cuarto Centenario en una ‘Exposición Universal de lo Español’, unas ‘Olimpiadas del Castellano’, haciendo de ello pretexto, que no texto, bien para el turismo cultural o bien para el ágape polí-tico. Esta ‘olímpica’ voluntad de celebración produce noticias como la siguiente: Los 1.200 policías de la localidad mexicana de Nezahualcoyotl van a tener que leer El Quijote por obliga-ción. Así lo ha ordenado el Ayuntamiento de esta población cercana a la capital, que ha incluido esta medida dentro de un plan integral para aumentar la cultura de los agentes. Real-mente curioso.

Todos quieren apropiarse algo del Quijote. Llevarse a casa un trozo de su lanza, una mota de polvo de la pezuña de Rocinan-te, un pedazo de suela del calzado de Sancho para construir con ello un museo o una capilla… cultural. El peligro de este centenario está en que puede convertir a don Quijote en uno de esos santos cuyas reliquias andan repartidas por el mundo y que unidas harían de su dueño un ser de ochenta y cuatro dientes y doscientas costillas, veinte dedos, cinco mandíbulas, y pelo como para hacerse siete bufandas. El problema de este centenario está en que todo el mundo quiere hacer negocio con él: desde las instituciones a la industria cultural, pasando por los medios de comunicación y los escritores con algún nombre. En el maremágnum de escritos, novelas, espacios

televisivos, artículos periodísticos, suplementos culturales, debates, conferencias, exposiciones, etc., etc., que se están produciendo es difícil “distinguir las voces de los ecos”. Pero novedades hay realmente pocas.

Y, sin embargo, es lo que fue El Quijote en su tiempo: una so-nora novedad. De ello era plenamente consciente Cervantes. Sabía que su ‘invento’ introducía en el mundo una creación realmente original, algo único y nunca visto/imaginado. Son muchas las ocasiones en que así lo manifiesta:

¿Qué podría engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, ave-llanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno? (Prólogo a la Primera Parte)

Procurad que, leyendo vuestra historia,… el discreto se admire de la invención… (Prólogo a la 1ª Parte)

…autor de esta nueva y jamás vista historia. (último capítulo de la 1ª Parte)

…historia de tanta invención y pasatiempo. (último capítulo de la 1ª Parte)

Yo sé quién soy –respondió don Quijote-, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías. (1ª Parte, Cap. 5)

nunca vistas hazañas (1ª Parte, Cap. 9)

...jamás he leído, ni visto, ni oído que a los caballe-ros encantados los lleven desta manera… (1ª Parte Cap. 47)

…el fidedigno autor desta nueva y jamás vista histo-ria. (1ª Parte Cap. 52)

¡Nuevas proezas!, pero inventa el arteun nuevo estilo al nuevo paladino. (1ª Parte Cap. 52)

…que es vuestra merced uno de los más famosos caballeros andantes que ha habido, ni aun habrá, en toda la redondez de la tierra… (2ª Parte, Cap. 3)

Hallose el escribano presente y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caba-llero andante hubiera muerto en su lecho tan sose-gadamente. (Último capítulo de la 2ª Parte)

Muchos (e incluso ilustres cervantistas) han afirmado que el libro le salió a Cervantes mejor de lo que cualquiera podía es-perar de su ingenio lego, pobre y ya viejo (recordemos que la Primera parte se publica cuando Cervantes tiene cerca de 60 años, y la Segunda diez años después, es decir, cerca de 70). Que la obra le salió así de casualidad, no de intento. Que fue

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concebida en la cárcel de Sevilla para ser una novela corta (Luis Rosales, prólogo a las Novelas Ejemplares). Que la obra fue “inconscientemente genial” (Menéndez Pelayo) o, como años antes había dicho el alemán Heine en el prólogo a la traducción alemana de 1837, que “la pluma del genio es siempre más grande que el mismo genio”. Ortega, en una notas redactadas entre 1912-14, inéditas hasta que la Revis-ta de Occidente las ha dado hace poco a la luz en mayo de 1994, dejaba escrito que a partir del capítulo XX tuvo «Cer-vantes uno de esos crecimientos súbitos cerebrales: tal vez fue cuando vio el doble-fondo de sus personajes y esto le ató más a sus personajes y le enardeció la cabeza». Concebir el acto creativo del artista como una iluminación repentina (un “enardecimiento de la cabeza”, como dice Ortega), e inexpli-cable con lo parámetros de la razón, era una constante del romanticismo de fondo que teñía la cultura europea en torno a 1900.

A los comentarios sobre el “desaliño” de su obra dio pábulo (me inclino a pensar que intencionadamente) el propio Cer-vantes, cuando en el capítulo 3 de la Segunda parte hace ha-blar a don Quijote con el bachiller Carrasco sobre lo que han dicho las gentes de la Primera parte del libro, y después de oírle decir al bachiller que entre las varias “tachas” (“caloñas” las llama Sancho, queriendo decir “calum-nias”) que se ponen a la historia, una es que «su autor puso en ella una novela intitulada El curioso impertinente, no por mala ni por mal razonada, sino por no ser de aquel lugar, ni tiene que ver con la his-toria de su merced del señor don Quijote», éste responde: «−Ahora digo que no ha sido sabio el autor de mi historia, sino al-gún ignorante hablador, que a tiento y sin algún discurso se puso a escribirla, salga lo que saliere». Continuando el coloquio, don Quijote le dice a Carrasco que, dadas las incoherencias y “tachas” de la Primera parte, el libro «a pocos habrá contenta-do». A lo que responde el bachiller: «-An-tes es al revés, que, como de stultorum infinitus est numerus, infinitos son los que han gustado de la tal historia». En efecto, entre 1605 y 1615 (que sepamos, pues la piratería no es de hoy día ni la inventaron los ingleses, aunque la perfeccionaron en extremo) se hacen nueve ediciones en España de la Primera parte, se traduce al inglés (Shelton, 1612; traducción sobre la que Shakespea-re escribe y llega a representar ‘su’ Cardenio) y también al francés (Oudin, 1614); y por si esto fuera poco, también en este año de 1614 se publica en Tarragona, firmada por Alon-so Fernández de Avellaneda, una continuación apócrifa de la Primera parte.

La obra podía no agradar a algunos (así, por ejemplo, al exigente Baltasar Gracián, quien a propósito de los libros que han de leer los que deseen hacerse personas graves y juiciosas, aconseja en El Criticón –en mi opinión, la 2ª gran obra literaria del siglo XVII español– alejarse de los libros de caballerías, cuyos autores son “locos estampados”; y sigue diciendo: «-Replicaron algunos que, para passar el tiempo, se les diese facultad de leer las obras de algunos otros au-tores que habían escrito contra estos primeros burlándose de su quimérico trabajo, y respondióles la Cordura que de ningún modo, porque era dar del lodo en el cieno, y había sido querer sacar del mundo una necedad con otra mayor». Parte II, Crisi Primera), podía no agradar a algunos, decía, pero era un éxito editorial. Y además tenía gran resonancia popular: según cuenta A. Close en Las interpretaciones del Quijote, las figuras de Sancho y su asno aparecen represen-tadas tempranamente en los carnavales de Utrera y Baeza en 1618. Algo realmente nuevo debía haber en ella, algo que iba ganando voluntades…

Pocos, por el contrario, han visto en Don Quijote un repensa-

do libro. Y en este sentido hay que citar, por reciente y muy trabajada, la exégesis totalizadora realizada por Hermene-gildo Fuentes en Don Quijote de la Mancha, El Libro del Esplendor (2003), en cuyo prólogo podemos leer «la obra –se refiere, por supuesto, al Quijote- es fruto del ‘entendimiento’ y de una serena y profunda meditación sobre la condición hu-mana, que llevó al autor a una prolongada elaboración que le ocupó más de veinticinco años con todo lo que ello supone de dedicación y esfuerzo constante y de total entrega a su labor creativa». Las conclusiones de este reciente libro son novedo-sas y bien trabadas, y representan en el siglo XXI una inter-pretación global del libro. El tiempo lo juzgará. Quien parece haberlo juzgado ya como digno del olvido es el cervantismo oficial (la hipótesis que contiene sobre el origen sanabrés de Cervantes no es ni siquiera tenida en cuenta, la de su linaje de judío converso no se quiere admitir, y los numerosos datos aportados para la comprensión de partes de la obra −así, por ejemplo, la identificación de los duques como los duques de Benavente− y para su comprensión general, no han tenido hasta ahora más que silencio, ¿será por aquello de que quien calla, otorga?). También Américo Castro cuando trató de hallar, frente a la opinión común del ‘genio inconsciente’, un pensamiento ordenado o concepción filosófica de la vida en las obras de Cervantes, tuvo que enfrentarse al peso de la

ortodoxia cervantista.

Cervantes tuvo conciencia clara de la originalidad del Quijote, y la reiteró con insistencia como hemos visto. Tenía “voluntad de estilo”, no había espon-taneidad en la musa que le asistía, sino días y noches de afanoso trabajo, ingenio a raudales y una extraordinaria capacidad inventiva mezclada con una espontánea (esta sí) inclinación poéti-ca. En Viaje del Parnaso, IV, dice de sí mismo:

Yo soy aquel que en la invención excedea muchos…

Sabía de su habilidad para construir historias. Su desbocada inventiva le permite −pero no en momentánea y arrebatada inspiración, sino durante ‘veinticinco años’− escribir el Quijote encadenando acciones, peripecias,

poemas, novelas, misterios, intercalando relatos en medio de la acción al modo de la novela bizantina, y relatos dentro de otros relatos, al modo de Las mil y una noches, crear per-sonajes inolvidables e incluso animales bien conformados con ellos, por lo que es difícil admitir que sea fruto de la incons-ciente naturaleza, y no más bien el resultado de un trabajoso y trabado artificio hecho con inagotable ingenio. ‘Urganda la Desconocida’, el primero de esos raros personajes que se despachan con un poema en los preliminares de la obra, le dice “Al Libro de don Quijote de la Mancha”:

mas tú quémate las ce-sólo en cobrar buena fa-

Bien se las debía haber quemado Cervantes en él. Tanto como para llegar a ser verdaderamente original inventando «un nuevo estilo al nuevo paladino». Harold Bloom, el pres-tigioso crítico norteamericano, ha escrito que en todo poeta vigoroso hay un «horror a descubrir que es solamente una copia o una réplica» (The ansiety of influence, citado por R. Rorty en Contingencia, ironía y solidaridad). Exacto: Cervan-tes luchó toda su vida por encontrar una “obra conveniente” a su genio creador, por no ser copia de nadie, sino único y original, algo que sólo alcanza a conseguir cuando ronda los 60 años. (Muy lejos de la juvenil e inspirada genialidad ro-mántica de Rimbaud en Une saison en enfer o de Claudio Rodríguez en Don de la ebriedad. Por el contrario, cercano al tardío y elaborado sobre maduradas experiencias ‘desper-tar’ kantiano que representa la Crítica de la Razón Pura.)

***** (continuará)

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EL QUIJOTE de NICOLÁS (es continuación del #3)

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(continuará)

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HISTORIA DEL

CURIOSO IMPERTINENTEpor 4ª A-ESO

En Benavente, un pueblo grande situado al Noreste de la provincia de Zamora, vivían dos grandes amigos: David y Daniel. Los padres de ambos se conocieron en la universidad y entre ellos se forjó una grata amistad, que perdura en la actualidad. Cuando sus hijos nacieron, eran constantes las visitas que ambos se hacían. Así, los dos muchachos entablaron una entrañable amistad, que fue cre-ciendo profundamente con el paso de los años. Desde que eran pequeños, David siempre había tenido mucho éxito con las chicas, ya que era guapo y muy simpático; quizá demasiado extrovertido. Por el contrario, Daniel era más reflexivo y reservado. Era tanta su mutua estima que a pesar de la gran diferencia que había entre sus respectivos caracteres nunca discutían y siempre estaban de acuerdo en todo. De manera que se complementaban el uno con el otro, for-mando entre los dos una extraordinaria combinación.

Estando un día aburridos, David y Daniel decidieron ir al ‘Dakota’, un conocido centro recreativo de Benavente. Después de jugar varias partidas al billar, se fueron a los ordenadores para chatear. Al principio estaban aburridos porque no aparecía nadie interesante, pero al cabo de un rato se conectó un nuevo usuario, bueno, usuaria; con el alias de “Diablesa”. Cuando llevaban un buen rato conversando, decidie-ron darse sus respectivos messengers. Tras varios días de conversaciones sobre nada en particular, los mensajes comenzaron a ser más profundos, hasta que David y María, (que así es como se llamaba “Diablesa”) se enamoraron y decidieron convertirse en cibernovios. Pero todavía no habían llegado a conocer-se en persona, solo por fotos y por la webcam. Una noche se encontraron casualmente en una discoteca. David re-conoció a María. Se presentaron y estuvieron toda la noche juntos. A partir de entonces, se gustaron todavía más y decidieron verse más a menudo. Pero David se sentía un poco culpable porque ya no pasaba tanto tiempo con su gran amigo Daniel, con el que siempre había estado y con el que había compartido tantos momentos de su vida. Así que, un día, David decidió llevarse con él a Daniel y a su vez María se llevó a su amiga Laura, para que se hicieran mutua compañía. Pero la jugada les salió mal a los cuatro, porque todo acabó siendo una gran encrucijada amorosa. Ya que tras muchos días saliendo juntos, Lau-ra, que debía enamorarse de Daniel, comenzó a sentirse atraída por el novio de su mejor amiga, que a su vez comenzaba a enamorarse de Daniel, al que le empezaba a gustar María. David notaba que su novia estaba un poco distinta a como era normalmente y, temiendo que estuviera enamorada de otro, decidió pedirle ayuda a Daniel para averiguar los secretos de María e inten-tar conquistarla de nuevo. Después de mucho pensar acordaron no hacer nada, porque David temía perderla; así que decidió marcharse a Londres a estudiar.

María se sentía muy sola y deprimida por la marcha de su novio, pero encontró apoyo moral en un joven encantador al que sólo cono-cía por el messenger. Al fin, quedaron en el ‘Desmarque’ para tomar unas copas. Cuando se encontraron, se llevaron una sorpresa, ya que ese joven no era otro que Daniel. Los dos reconocieron que se sentían atraídos el uno por el otro y se empezaron a olvidar, en el caso de María, de su novio, y en el caso de Daniel, de su mejor amigo. Pero al cabo de unos años David le hizo una visita a María y... se dio cuenta de que no tendría que haberla puesto a prueba pidiéndole a su mejor amigo que comprobase si el amor de su novia era verda-dero. ¿Por qué? Porque Daniel estaba allí con ella y les había pillado juntos. Al final David regresó a Londres; Daniel y María establecieron una relación seria, se casaron y actualmente tienen muchos hijos.

FIN(Recreación de los capítulos 33, 34 y 35 de la Primera parte del Quijote)

REFLEXIÓN MORAL SOBRE ELCAPÍTULO 22 DE LA PRIMERA PARTE

DEL QUIJOTEpor Elena Pérez Sánchez (4ºD-ESO)

En este capítulo titulado: “De la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que, mal de su agrado, les llevaban donde no quisieran ir” (llamado simplificadamente ‘capitulo de los galeotes’) se tratan una serie de valores morales como:

LA LIBERTAD: es el tema más importantes del capítulo, pues toda la trama se centra en torno a ella. Ya en el título se expresa la poca libertad que tenían pues deja bien claro que no querían ir. La libertad es el mayor valor moral en la vida de cualquier ser y estos individuos no podían ser libres si iban obligados a servir al rey. Como estos no gozaban de libertad y para ser feliz es necesario ser libre para elegir, los hombres que eran llevados a servir al rey tampoco eran felices, ni lo podrían ser hasta que no llegara Don Quijote a liberarlos, aunque al haber escapado tendrían que vivir escondidos de la justicia. ESCLAVITUD: todos los hombres eran esclavos ya que debido a los errores que habían cometido eran obligados a servir al rey y les llevaban a un lugar con unas condiciones infrahumanas, pues pocos hombres lograban soportar la condena que se les imponía.

En aquella época esas condenas en las que no importaban las condiciones en las que vivieran los esclavos eran normales y todo el mundo estaba de acuerdo con ellas, aunque para algunos hombres del relato esa condena era una verdadera injusticia. TORTURA: Aparte de obligar a la gente a ir a las galeras, los doce hombres iban “ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro, por los cuellos, además vigilándolos iban dos hombres de a caballo con escopetas de rueda y dos de a pie con dardos y espadas” Antes a todos les habían dado una serie de latigazos en la espalda según el daño de sus delitos. La tortura en aquella época era aceptada por todo el mundo, hasta por la Iglesia y no se consideraba inmoral. Hoy es uno de los valores éticos más inmorales que puede existir, y si este libro se hubiera escrito en nuestro siglo hubiera tenido mucha polémica. JUSTICIA: era completamente distinta a la establecida en nuestra época. Si todos estos delitos se hubieran cometido en estos años, los hombres no hubieran tenido unas condenas tan severas como las que tuvieron. Algunos delitos de los que habla no son más que pequeños robos que en nuestra época se hubieran saldado con una pequeña multa pero no con las injusticias de las que se hablan en el capítulo. ACTITUD: otro aspecto a destacar es la actitud de los personajes ante las acciones que se van relatando a lo largo del capítulo.

*Don Quijote: la actitud que tiene el hidalgo ante los hombres, que debido a su locura, libera. Es uno de los temas inmorales que aparecen, ya que don Quijote los libera sin pensar en las consecuencias que tendría volver a ponerlos en libertad, pues podrían volver a cometer los delitos por los que se les acusaba o en algún caso hasta peores, por eso a nadie en su sano juicio se le ocurriría liberarlos excepto a Don Quijote, ya que tantos libros de caballerías se le subieron a la cabeza. *También hay que hablar de los doce hombres que se dirigen a las galeras pues después de que Don Quijote les devuelva la libertad le apedrean y se ríen de él por la locura que acababa de cometer. IGUALDAD: se resalta mucho a lo largo del relato, pues todos los personajes de la novela tienen un trato muy distinto, empezando por el propio Don Quijote y terminando hasta por Rocinante. La igualdad es un valor muy importante, ya que en todos los ámbitos de nuestra vida diaria se resalta la igualdad que deberíamos tener con las personas con las que convivimos. SOLIDARIDAD: se refleja cuando Don Quijote libera a los presos y estos se ayudan unos a otros para poder librarse del pobre hidalgo. La solidaridad es un asunto muy tratado en el libro, pues Don Quijote debido a su locura intenta ayudar a toda la pobre gente que se encuentra en apuros. Este es un valor moral pues para ser feliz es necesario hacer feliz a los demás siendo solidario con la gente.

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LA RELIGIOSIDADEN

EL QUIJOTEpor Melquisedec Coca

Cervantes sabía mucho, el nivel de conocimientos universales que tiene se ve cuando uno empieza a leer El Quijote ya desde las primeras páginas.

Pero en el aspecto religioso las opiniones se han di-vidido, quizá tal vez, por la incapacidad de los seres humanos para ver la realidad que palpita tras las aparentes formas del mundo físico. Grandes cervantistas como Tamayo de Vargas le llamó “ingenio lego” y José María Sarbilo le calificó de “teólogo”.

Cuando Cervantes trata el tema religioso ¿es sin-cero? Ha habido infinidad de criterios: Ortega y Gasset y luego Américo Castro, fueron los primeros que hablaron de la hipocresía de Cervantes, sobre todo Américo Castro. Dijeron: Cuando Cervantes trata en el Quijote el tema religioso, Cer-vantes es un hipócrita, y esta opinión de estos dos grandes hispanistas, se divulgó por el extranjero. Paul Hazard en su Estudio y análisis de Don Quijote de Cervantes, sigue la línea de que Cervantes era un hipócrita. Américo Castro, llegó a escribir estas palabras: “Cervantes es un hábil hipócrita y ha de ser leído e interpretado con suma reserva en asuntos que afecten a la religión y a la moral oficiales”. Astrana Marín, desmiente el tema y lo cierra con es-tas palabras: “Ni en su vida ni en su obra se descubre la menor hipocresía de Cervantes”. Últimamente ha sido acusado de homosexual en un libro de Arrabar (meridense residente en París). También se habla mucho del judaísmo de Cervantes. Leandro Rodríguez publicó en Santander en 1978 un libro con un extraño título: Don Miguel, judío de Cervantes. La tesis del señor Rodríguez es que Cervantes era judío y conocía muy bien las Escrituras judías del Antiguo Testamento y dice en este libro: “En su manera de hablar y actuar, Don Quijote es la encarnación del pensa-miento bíblico”.

¿Por qué tantos pareceres? Mejor sería prestar atención al pro-pósito que Cervantes tenía al escribir el libro:

“Deshacer la autoridad y cabida, que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballería”.

Abundaban en la época las órdenes de caballería con carácter religioso y militar, entre las que podemos citar: La del Temple, Calatrava, San Juan, Alcántara, Santiago, Monte-sa, Malta, Rodas, Teutónicos, etc. y que eran las portadoras de la sabiduría antigua que a través de los tiempos cabalgaba hacia nuestros días. Era mucha la literatura que corría en aquellos tiempos bajo el nombre genérico de “libros de ca-ballería” relacionada con las órdenes y su conocimiento. Pero el contenido, en su mayoría, por no decir todo, unas veces por errores no intencionados y otras por intereses, no debía ser fiable. Con lo que se ve clara la intención manifestada por Cervantes, revelándose ante tales hechos, “deshacer la auto-ridad y cabida de los libros de caballería”, que cada vez con más relevancia estaban sumiendo a la gente en un mundo de confusión y tinieblas. Así lo expresa en la portada de su primera edición: “Espero luces después de las tinieblas”.

Su obra refleja su afición por la teología, a la que llama “Reina de todas las Ciencias” y sus preocupaciones por los grandes temas relacionados con el más allá y con nues-tra conducta moral y religiosa en esta vida. Por lo que, Don Quijote y Sancho Panza, salen por el mundo, “En busca de aventuras, a enderezar entuertos y deshacer agravios”.

El tema de la religión en el Quijote se ha tratado mucho y por especialistas. El Quijote no es un libro de espi-ritualidad religiosa, como la “Divina Comedia” de Dante o el “Paraíso Perdido” de Milton, pero aún así, la religión tiene un protagonismo muy importante en este libro.

Libros publicados sobre el tema de la religiosidad:

1963: La Biblia en el Quijote, de Juan Antonio Monroy.

Madrid 1905. El clero en el Quijote de Juan Moneva.

Méjico 1972. El Quijote, la Iglesia y la Inquisición de Ludovic Osterc,

Valladolid 1959. Valores religiosos-filosóficos del Quijote, de Pedro Rueda,

Vitoria 1916. El Cura según Cervantes, de Luis Miner,

1915 Madrid. Cervantes y el Evangelio o el simbolismo de El Quijote, De Miguel Cortacero y Velasco.

En este último libro el autor trata de demostrar que El Quijote no existiría si no tuviéramos los cuatro Evangelios que biografían la vida de Jesús. Dice el autor: “El Quijote tiene en sus páginas, o sea en sus dichos y hechos muchísimas semejanzas to-madas del Evangelio, pues ya se sabe que la semejanza es conformidad de cosas parecidas las unas a las otras”. Más adelante insinúa que pudiera haber puntos de semejanza entre Don Quijote y Jesucristo, la Virgen y Dulcinea y San José y Sancho Panza. Aunque agrega: “Nosotros no hacemos ni podemos hacer semejantes comparaciones”.

Aparte de estos libros, hay otros en la Biblioteca Nacional de Madrid, que tra-tan el aspecto religioso en El Quijote.

En El Quijote tenemos prue-bas de que Cervantes no era un gran católico, aunque tampoco adopta una posición hostil hacia la Iglesia católica, pero tampoco podía hacerlo, pues en su tiempo las llamas de la Inquisición ar-dían en España en un esfuerzo supremo por vencer a la reforma protestante. En 1972 Ludovic Ostec, publicó en Méjico El Quijote, la Iglesia y la Inquisición, en el que dice: “Cervantes, alude varias veces

a la inquisición, a lo largo de las páginas de El Quijote, asu-miendo una actitud del todo hostil y burlesca”.

De una manera muy velada y casi imperceptible, Cervantes se vale de un gracioso incidente para ridiculizar al Tribunal de la Inquisición: “Salió en esto de través un minis-tro, y llegándose a Sancho le echó una ropa de bocací negra encima, toda pintada con llamas de fuego, y quitándole la caperuza le puso en la cabeza una corona, a modo de las que sacan los penitenciados por el Santo Oficio, y díjole al oído que no descosiese los labios, por que le echarían una mor-daza o le quitarían la vida. Mirábase Sancho de arriba abajo, veíase ardiendo en llamas; pero como no le quemaban no las estimaba en dos ardites. Quitose la coraza; vióla pintada de diablos; volviósela a poner, diciendo entre sí “Aun bien que ni ellas me abrasan ni ellos me llevan” (Cap. 69. 2ª parte)

Cervantes, de una forma velada pero con profunda ironía, pone en ridículo al Tribunal del Santo Oficio, en las

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Lucas, San Juan y San Pablo acudían a su pluma con relativa facilidad, unas veces de propio intento, otras sin pretenderlo. Los Salmos de David y los Proverbios de Salomón se halla-ban tan impresos en su mente, que a cada paso se encuen-tra uno con huellas y reminiscencias de los mismos, en los escritos cervantinos. Pero no queda ahí su conocimiento de la Biblia. Cervantes no se limitó a curiosear por los jardines de la poesía bíblica ni se contentó con pasear su mirada por los senderos agradables y fácilmente digeribles, en cuanto a literatura, de los dichos del Señor y de las narraciones de sus Apóstoles. Llegó más lejos en su meditación de las Escrituras. Penetró con su escrutadora mirada por los intrincados cami-nos del Antiguo Testamento y se introdujo por los laberintos de las leyes y prohibiciones mosaicas, penetrándolo todo en su avidez de conocimientos bíblicos.

En un libro distinto, “Los trabajos de Persiles y Se-gismunda”, Cervantes alude a uno de los libros menos leído, el Levítico -lo que prueba que le era conocido-: En verdad señora (responde Mauricio a Constanza) que si yo no estu-viera enseñado en la verdad católica, y me acordara de lo que Dios dice en el Levítico, No seáis agoreros ni deis crédito a los sueños, por que no a todos les es dado el entenderlos.

Pero donde Cervantes hace verdadera gala de sus conocimientos bíblicos es en el “Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. En el escrutinio de la biblioteca del caballero manchego, que para la señora condesa de Pardo Bazán es, entre otras cosas, “una clasificación perfecta de la li-teratura de ese periodo, que va de la lírica a la épica desde el Amadís a la Araucana”, no figura la Biblia ni tampoco Don Quijote la cita más de cinco o seis veces en el curso de sus andanzas por las páginas sublimes de la ficción, sin embargo tampoco hace falta, porque Don Quijote piensa con la Biblia, for-ma parte de su propia sustancia, y tanto él como los demás perso-najes de la novela, entremezclan en sus discursos, frases enteras o simples ideas que proceden de las Escrituras. Y esto es lo grande en este autor.

Cervantes cuando escribe su libro inmortal, no tiene delante de él la Biblia abierta y va copiando y citando. La Biblia la tiene en la mente, que tiene más valor. Mon-roy, después de tres lecturas minu-ciosas de El Quijote, ha encontrado 300 referencias a la Biblia. Cree que otras exploraciones revelarán nuevas influencias bíblicas, y tal

vez recurriendo a otros especialistas, se hallarán más refe-rencias.

Alude en el cap. 10 de la 1ª parte a los Caldeos. Le dice Don Quijote a Sancho: “No tenga pena amigo que yo te sacaré de la mano de los caldeos, cuanto más de las de la Santa Hermandad”. En varios pasajes del Viejo Testamento son frecuentes las amenazas de Jehová de entregar al pueblo de Israel en manos de los caldeos. Así, por ejemplo, en el li-bro de Jeremías: Yo te entregaré en manos de los que buscan tu vida, en manos de aquellos a quienes temes, en manos de Nabucodonosor, rey de Babel, en manos de los caldeos”. (Jeremías 22)

También a la Reina de Saba y Salomón (Cap. 21. 1ª parte) Sancho creía que iba a merecer la ínsula, y dice: “¿Y qué será cuando me pongan un ropón ducal a cuestas o me vista de oro o de perlas, a uso de conde extranjero? Para mí tengo, que me han de venir a verme de cien leguas”. (Igual

palabras finales de Sancho, que es como decir: Ni las llamas de la Inquisición me pueden abrasar, ni los componentes del Tribunal me pueden llevar. Ahora se puede escribir sobre la inquisición lo que se quiera, en aquella época no.

También arremete contra los Jesuitas, pero sin nom-brarlos, en otro pasaje: “La duquesa y el duque salieron a la puerta de la sala a recibirle y con ellos un grave eclesiástico, destos que gobiernan las casa de los príncipes, destos que como no nacen príncipes, no aciertan a enseñar como lo han de ser, los que lo son, de estos que quieren que la grandeza de los grandes, se mida con la estrecheza de sus ánimos, destos que queriendo mostrar a los que ellos gobiernan a ser limitados, les hacen ser miserables; destos tales digo, debía de ser el grave religioso, que con los duques, salió a recibir a D. Quijote”. (Cap. 31. 2ª parte)

Hay dos razones para suponer que este eclesiástico era Jesuita: Una, le llama RELIGIOSO y no fraile. Los Jesuitas nunca han querido ser llamados frailes, y sí religiosos, consi-derando el título de “fraile” como algo denigrante. Dos, dice de él, “que gobiernan las casas de los Príncipes”. Los jesuitas siempre han estado en las grandes casas y palacios, ejercien-do lo que ellos llamaban “dirección espiritual”. Y en el día de hoy, puede que también.

En el capítulo 12 de la 2ª parte de El Quijote, hay una alusión leve, a la máxima autoridad de la Iglesia católica. Aquí Cervantes, aprovecha para ridiculizar a las ca-bezas coronadas. Y hay una referen-cia fortuita a los papas, cuando San-cho contesta afirmativamente a la pregunta de Don Quijote acerca de si ha visto alguna pieza teatral, en la que se introducen reyes, empe-radores, pontífices, etc. Don Quijote comenta a Sancho: “Pues lo mismo acontece en la comedia y trato de este mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices y finalmente todas cuantas figuras se puedan introducir en una comedia”.

En otros pasajes de El Quijote pare-ce abundar la idea de que Cervantes cumplía con sus deberes de católico, por ejemplo cuando se quedó solo en los parajes solitarios de Sierra Morena, haciendo el loco volun-tario en penitencia por su señora Dulcinea: “Allí, se quitó una gran tira de las faldas de la camisa, que le andaba colgando, y esto le sirvió de rosario el tiempo que allí estuvo, donde rezó un millón de Avemarías. Y lo que le fatigaba mucho era no hallar por allí otro ermitaño que le confesase”. (Cap. 26. 1ª parte)

Dice Menéndez y Pelayo: Que Cervantes fue hombre de mu-cha lectura no podrá negarlo quien haya tenido trato familiar con sus obras. Entre la lectura de tantos y tantos libros sobre los más variados temas, Cervantes no descuidó la meditación atenta del Libro de los libros: La Biblia.

Los conocimientos bíblicos de Cervantes, se advier-ten en cuanto nos ponemos en contacto con sus escritos. Rodríguez Marín, entre otros destacados cervantistas, ha puesto de resalto el considerable número de citas, alusiones y huellas de la Biblia que figuran en la producción cervantina. Unas veces se trata de citas explícitas, otras de alusiones veladas; en ocasiones cita a este o aquel personaje bíblico o se refiere a él sin nombrarlo. Todo esto demuestra que Cer-vantes era lector asiduo del Viejo y del Nuevo Testamento, y no lector descuidado ni superficial, sino saboreador de las sagradas letras. Los textos de San Mateo, San Marcos, San

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que la Reina de Saba fue de los confines de la tierra a conocer la fama de Salomón) 1 Re. 10, 1-13.

En el episodio de David y Betsabé (Cap. 27. 1ª parte): Quien pudiera imaginar que Don Fernando, caballero ilustre, discreto, obligado de mis servicios, po-deroso para alcanzar lo que el deseo amoroso le pidiese, donde quiera que le ocupase, se había de enconar como suele decirse, en tomarme a mí una sola oveja que aún no poseía. La alu-sión que aquí se hace a la parábola con que el profeta Natán reconvino a David por el agravio hecho a Urías el heteo, vuelve a repetirse en el capítulo 21 de la 2ª parte. Cuando los partida-rios de Camacho y de Basilio desenfundan las espadas para vengarse, los primeros, de la inge-niosa estratagema de Basilio y Quiteria, y para defenderla, los segundos, Don Quijote, como siempre solía hacer, se pone de parte del amor y de lo que él cree legítimo y, en su esfuerzo por pacificar a los bandos contendientes, defiende la actitud de Basilio con el mismo argumento usado por el profeta Natán. Basilio no tiene más desta oveja, y no se la ha de quitar alguno, por poderoso que sea. (2 Sam. 12, 1-4.)

Cap. 13. 1ª parte. Y a buen seguro que no se halle visto historia donde se halle caballero andante sin amores y por el mismo caso que estuviese sin ellos, no sería tenido por legítimo caballero, sino por bastardo y que entró en la fortaleza de la caballería dicha, no por la puerta, sino por las bardas como salteador y ladrón. (De salteadores y ladrones, trata Jesús a los falsos maestros que se introducen secreta-mente en su rebaño. Evangelio de Juan, capítulo 10).

Cervantes, mezcla citas de Job, Salmos, Eclesiastés e Isaías. Dice en el Cap. 22. 2ª parte: “Ahora acabo de cono-cer que todos los contentos desta vida, pasan como sombra y sueño o se marchitan como la flor del campo”. (Eclesiastés)

Nosotros somos de ayer y no sabemos nada, porque son una sombra nuestros días sobre la tierra (Job 8)

Son como sueño mañanero (Salmo 90)

Una voz dice: Grita. Y yo respondo: ¿Qué he de gri-tar? Toda carne es como hierba, marchítase la flor, cuando sobre ellas pasan el soplo de Yehovah (Isaías 40)

Estas son referencias, pero hay citas concretas. Re-ferente al Génesis: Cuando Dios creó a nuestro primer padre en el paraíso terrenal, dice la divina Escritura que infundió sueño en Adán, y estando durmiendo, le sacó una costilla del lado siniestro, de la cual formó a nuestra madre Eva, y así como Adán despertó y la miró, dijo: Esta es carne de mi carne y hueso de mis huesos. Y dijo Dios: Por esta dejará el hombre a su padre y a su madre y serán dos en una carne misma. Y entonces fue instituido el divino sacramento del matrimonio, con tales lazos que solo la muerte puede sepa-rarlo (Cap.37. 2ª parte)

Al Salmo 111. “Ni la has menester Sancho -dice Don Quijote- pero yo no acabo de entender ni alcanzar, como siendo el principio de la sabiduría el temor de Dios, tú que temes más a un lagarto que a Él, sabes tanto”. (Cap. 20. 2ª parte)

Otra cita literal, el saludo de Jesús (Cap.37. 1ª par-te) Y la salutación que el mejor Maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus allegados y favorecidos fue decirle, que cuando entrasen en alguna casa, dijesen: “Paz en esta casa” (Evan-gelio de Lucas 10 y Juan 14 y 20)

En el capítulo 20. 1ª parte dice: Y déjeme vuestra merced despabilar esta espuma, que lo demás todas son palabras ociosas, de que nos han de pedir cuenta en la otra vida. (Mateo 12)

Al gigante Goliat (Prólogo 1ª parte) En lo que toca en poner anotaciones al fin del libro, seguramente lo podéis

hacer desta manera: Si nombráis algún gigante en vuestro li-bro, hacedlo que sea el gigante Goliat, y con solo esto, que os costará casi nada, tenéis una grande anotación, pues podéis poner: El gigante Goliat fue un filisteo a quien el pastor David mató de una gran pedrada en el valle de Terebinto, según se

cuenta en el libro de los Reyes, en el capítulo que vos halláredes que se escribe.

Más de 30 personajes bíblicos apare-cen citados en El Quijote. En el capítulo 58. 2ª parte, hace referencia al Apóstol San Pablo. Y a Jesucristo en el capítulo 27. 2ª parte. Todos ellos son tratados con profundo respeto y ad-miración. Lo mismo ocurre en otras obras de Cervantes, como en “El Rufián Dichoso”, que casi copia uno de los Salmos. Salmos de David benditos, cuyos misterios son tantos, que se sobrexceden a cuantos renglones tenéis escri-tos; vuestros conceptos me animan, que he ad-vertido veces tantas, a que yo ponga mis plan-tas, donde el alma no lastime; no en los montes salteando, con mal cristiano decoro, sino en los claustros y el coro, desnudas y yo rezando.

Cervantes conoce la Biblia, pero, ¿qué opinión le merece la Biblia a Cervantes?, ¿qué piensa Cervantes de la Biblia? La llama tres veces Divina Escritura en el prólogo de la primera parte (para los ateos, la Biblia no es una Escritura Divina):

1ª. - Pues ¿qué, cuando citan la divina Escritura? No dirán sino que son unos santos Tomases y otros doctores de la Iglesia.

2ª. - Si de la amistad y amor que Dios manda que se tenga al enemigo, entramos luego al punto por la Escritura divina, que lo podéis hacer con tantíco de curiosidad.

3ª. - Y pues esta vuestra escritura no mira más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballería no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos.

En el primer cap. de la 2ª parte menciona que no puede faltar a la verdad: En esto de gigantes, respondió Don Quijote, hay diferentes opiniones, si los ha habido o no en el mundo; pero la Santa Escritura, que no puede faltar un áto-mo en la verdad, nos muestra que los hubo, contándonos la historia de aquél filisteazo de Goliat, que tenia siete codos y medio de altura que es una desmesurada grandeza.

Continúa en esta misma consideración en el capítulo 49. 1ª parte: Y si todavía llevado de su natural inclinación quisiere leer libros de hazañas y de caballerías, lea en la Sacra Escritura el de los Jueces: Que allí hallará verdades grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes.

El gran mandamiento de la Biblia, lo cita en el cap. 27 de la 2ª parte. Cuanto más que el tomar venganza injus-ta, (que justa no puede haber ninguna que lo sea) va dere-chamente contra la santa ley que profesamos, en la cual se nos manda que hagamos bien a nuestros enemigos, y que amemos a los que nos aborrecen; mandamiento que, aunque parece algo dificultoso de cumplir, no lo es sino para aquellos que tienen menos de Dios que del mundo, y más de carne que de espíritu. No sólo cita aquí al gran mandamiento, sino que también hace referencia al texto de San Pablo.

Cervantes sabe muy bien el valor que tiene la Biblia. Conoce su origen y percibe claramente su misión. De ahí que la diferencia de cuantos libros existen, evitando cuidadosa-mente mezclar “lo humano con lo divino”. En el texto de las letras dice: Este es el fin y paradero de las letras (y no hablo ahora de las Divinas, que tienen por blanco llevar y enca-minar las almas al cielo, que a un fin tan sin fin como éste, ninguno otro se le puede igualar) (Cap. 37. 1ª parte).

ффф

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Personajes del Quijote, según Orlando

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Aprestad vuestros oídosy dad fe a nuestras palabras:

por Castilla, un caballero de los de antaño cabalga.

Por mor de muchas lecturassin un grano entre las vainas

vino a perder la cabezasoñando grandes hazañas,

sueños de laurel y gloria conquistados por las armas.

Como requiere tal génerode novela trasnochada

nombre le dio a su rocín,a sí mismo y a la amada:Rocinante es el jamelgo

y Dulcinea su dama; para sí guarda el ilustre

Don Quijote de la Mancha

Ya camina el caballeroen pos de gloria y de famapor los campos de Montiel.¡No han de faltarle batallas!En una venta manchega una noche vela armaspara titular por siempre:Caballero de la Mancha.

Malnacido sea el hombreque por restarle a su lanza

la gloria que hace inmortales a quienes empeñan su alma en enderezar los entuertos

tales hechos silenciaray olvidase entre legajos

las cuitas de Sancho Panza,cuando abatido su amo

y vencido, cabalgara hacia las últimas horas de su andadura profana

demandando comprensiónpara sus extrañas faltas,

sin un reproche hacia nadiesin una ácida palabra

Después de tratos amargoscon pérfidos mercaderes

del que salió con los huesosmalparados, como siempre,

el vecino Pedro Alonsoa la casa le devuelve

para que aplaque sus bríos con los deudos que aún quieren.

Por curar a don Quijote de locura tan extraña, el párroco y el barbero

ponen orden en la casa;¡ya crepitan las novelas

infames entre las brasas:pocas podían librarse

por su nefasta prosapia!Pero el mal ya estaba hecho

antes de iniciar la catay mal encuentra remedioquien auxilio no demanda

Poco tarda don Quijoteen urdir otras hazañas,

mas le falta un escuderoque engrandeciere su fama.

Hay en la aldea un tal Sanchoque se ajusta por sus trazas

a medrar bajo promesade una ínsula lejana.

Tal idea prende prontoen una cabeza vana

que calcula volver ricoal lado de su camada.

De consuno en sus monturasambos caminan al tiempo

que don Quijote se aprestaa afrontar el primer reto:en lontananza un molinoque semeja a Polifemo

deja que sus astas giren al compás que pone el viento

y aunque Sancho vociferapor evitar el siniestro,

don Quijote toma bríosy arremete a los maderos

sin prever las consecuencias que denuncia el escudero.

En el giro de las astas,don Quijote viene al suelo

mientras Sancho azuza el asno por llevar pronto remedio.

Después de algún desatinodigno de jueces y fueros,

por evitar la justiciase hospedan entre cabreros

con quien comparten los días,las venturas y el almuerzo.

Hay en la olla racionesque a todos deja contentos;

mientras Sancho hila la hebrade la siesta y los bostezos

don Quijote filosofasobre el cariz de los tiempos

en los que el mal fue un espinode raro predicamento.

Y al son de tanta armoníatodos se muestran de acuerdo.

Un pastor templa un laúdy desgrana algún arpegio.

Pero los rosados labiosde la aurora y del contento

cambian por tañidos fúnebrespor un trágico suceso:

por amor de una pastoraun zagalillo se ha muerto,por el amor de Marcela,

mejor dicho, por desprecioDon Quijote y su escudero

acompañan el sepelio,bien sea por gratitud,

bien por dar fe de su credo.

Cuando dan tierra al pastoraparece en el otero

la doncella desdichadaa quien acusan los necioscomo causante del mal.Entre tanto desconcierto

Ella pone por testigoal Dios mismo de los cielos:que la daga en aquel pechofue de amor y no de acero,

pero que tal desventura no se impute a su despreciopues nadie da el sentimiento

a quien no exigen los cielos,que el corazón caprichoso

elige sus aposentos.

Todos quedan espantadosy tristes por el suceso;

nadie culpa ya a la joven: retornan pronto al silencio.queda un rumor en el valle,eco de algún Padrenuestroque masculla algún beato

sin comprender el misterio.¡Que el cielo juzgue el calado

y gravedad de los hechos!

Concluido el funeraly acabados ya los rezosdon Quijote y su vasallobuscan un lugar desierto

donde descansen las almasy se solacen sus cuerpos.

Mientras tanto Rocinanteurgido de ardores tiernosacosó a una yegua joven

ajena a tales deseos;los yangüeses que tal vieron

los modales del jamelgosin ahorrarse garrotazosaplacaron sus empeños;

también entró en el repartoel ilustre caballero

que padeció en sus costillas los devaneos ajenos.

Maltratados y humilladosen tanto lance siniestroabordaron una venta

que blanqueaba de lejos.Buscan una mano amiga

que dispense algún remedio..A los golpes de la aldaba

un hombre se asoma presto;por las trazas del jubón

parece el mismo ventero.Aconseja a las mujeres

que preparen un ungüento,con hierbas, óleos y pócimas

para reparar los huesos.¡Ni un ejército dejara

en el campo tal desecho!

Mas la ventera recela,desconfía que el suceso

pueda estar en las razones que señala el escudero.

Por una simple caíday la aridez de estos suelos

no queda un cuerpo marcadocomo un pobre Nazareno.

Aún la ventera porfíapor arrancar el secreto,

pero Sancho escurre el bultocon el siguiente concierto:

SANCHO: No fueron golpes; sino que la peña tenía muchos picos y tropezones. Y que cada uno había hecho su cardenal. Haga vuestra merced, señora, de manera que queden algunas estopas, que no faltará quien las haya menester; que también me duelen a mí un poco los lomos

No convencen a la damaestos burdos argumentos;la verdad es tan sencillaque se aparta de rodeos;

no hay proporción en el daño

ESCENIFICACIÓN DEL Cap. XVI DE LA PRIMERA PARTE

DEL QUIJOTEpor Isidro G. Porma

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ni explicación a derecho¿Cómo si cayó el señorsalió ileso el escudero?

VENTERA: Desa manera, también debisteis vos de caer.

Avasalla la insistencia,el pobre retuerce el gestoy con agobios mascullalas razones del suceso:

SANCHO: No caí; sino que del sobresalto que tomé de ver caer a mi amo, de tal manera me duele a mí el cuerpo, que me parece que me han dado mil palos.

La doncella que le curay no supera el talento

del labriego, hace dogmadel porqué de tales hechos:

DONCELLA: Bien podrá ser eso; que a mí me ha acontecido muchas veces soñar que caía de una torre abajo, y que nunca acababa de llegar al suelo, y cuando despertaba del sueño, hallarme tan molida y quebrantada como si verdaderamente hubiera caído.

Aprovecha Sancho bienel escaso entendimientode la joven y así explica

cómo acaecen los hechos

SANCHO: Ahí está el toque, señora: que yo, sin soñar nada, sino estando más despierto que ahora estoy, me hallo con pocos menos cardenales que mi señor don Quijote.

Por sacarle del apuroMaritornes toma vuelo:

¿quién se oculta en la celadade semejante esperpento?Desfasada es la armadura

e impropia de nuestros tiempos.

MARITORNES: ¿Cómo se llama este caballero?

Mudo se queda el buen hombrey prendido en el suspenso;

¿cómo se puede ignorarlo que pregonan los cielos?

SANCHO: Don Quijote de la Mancha y es caballe-ro aventurero, y de los mejores y más fuertes que de luengos tiempos acá se han visto en el mundo.

Nada entiende Maritornesni de caballero andante

ni de andante aventureroy por saber de estas cosasasí le inquiere de nuevo.

MARITORNES: ¿Qué es caballero aventurero?

SANCHO: ¿Tan nueva sois en el mundo que no lo sabéis vos? Pues sabed, hermana mía, que caba-llero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve apaleado y emperador. Hoy está las más des-dichada criatura del mundo y la más menesterosa, y mañana tendría dos tres coronas de reinos que dar a su escudero.

Tanta fortuna suponericas tierras y dineros,mas la ventera repara

en los sietes y remiendosdel jubón todo zurcido;

no se aviene tal atuendoni con ínsulas ni ochavosni con hidalgos discretos.

VENTERA Pues ¿cómo vos, siéndolo deste tan buen señor, no tenéis, a lo que parece, siquiera algún condado?

Esperanzas tan fundadasno se derrumban en seco.Soltará la espiga el grano

cuando le llegue momento.

SANCHO: Aún es temprano, porque no ha sino un mes que andamos buscando las aventuras, y hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo sea. Y tal vez hay que se busca una cosa y se halla otra. Verdad es que, si mi señor don Quijote sana desta herida o caída y yo no quedo contrecho della, no trocaría mis esperanzas con el mejor título de España.

De repente don Quijotesalió del grave silenciopara prometer a todostemporales venideros

donde la esquiva fortunamostrará mejor aspecto.

DON QUIJOTE: Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber alojado en este vuestro castillo a mi persona, que es tal, que si yo no la alabo es por lo que suele decirse que la alabanza propia envilece; pero mi escudero os dirá quién soy. Sólo os digo que tendré eternamente escrito en mi memoria el servicio que me habedes fecho, para agradecéroslo mientras la vida me du-rare; y pluguiera a los altos cielos que el amor no me tuviera tan rendido y tan sujeto a sus leyes, y los ojos de aquella hermosa ingrata que digo entre mis dientes; que los desta fermosa doncella fueran señores de mi libertad.

Mientras las damas intentanaderezar los torreznos,

Maritornes pone a puntola cita con el arriero:

acabada la faenasubirá hasta el aposento,

para tal ha preparadoel camastro con esmero.

Tal sabor pone en el panque nadie va descontento.

Y la mano femeninaque cautiva con su tientoprepara también el lecho

para los huéspedes nuevos.Ya cuando la noche traela oscuridad y el silenciosube con mucha cautela

hasta el nupcial aposento.Pero el diablo tramó

de otro manera los hechos:la mano de don Quijote

porfiaba entre sus pechoscon juveniles alardes

y apasionados requiebros:

DON QUIJOTE: Quisiera hallarme en términos, fermosa y alta señora, de poder pagar tamaña merced como la que con la vista de vuestra gran fermosura me habedes fecho; pero ha querido la fortuna, que no se cansa de perseguir a los buenos, ponerme en este lecho, donde yago tan molido y quebrantado, que, aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra fuera imposible. Y más, que se añade a esta imposibilidad otra mayor, que es la prometida fe que tengo dada a la sin par Dulcinea del Toboso, única señora de mis más escondidos pensamientos; que si esto no hubiera de por medio, no fuera yo tan sandio caballero que dejara pasar en blanco la venturosa ocasión en que vuestra bondad me ha puesto.

De tanto tira y aflojadobló por mitad el lecho.

Era tal el alborotoque por salir del infierno,

Maritornes invadióla cama del escudero.Oliendo a caldo la olla

subió enseguida el venteroy como era de prever

aventó pronto el enredosalpicando por doquierinfernales improperios.

VENTERO: ¿Adónde estás, puta? A buen seguro que son tus cosas éstas.

Y que las cosas se enredanpor sí mismas, es un hecho;

la pasión lleva consigoespinas en sus desvelos:puñetazos lleva Sanchoy éste devuelve al arrierolatigazos que, a su vez,

prodiga audaz el venterosobre el cuerpo de la dama

culpable del desafuero.

Por fortuna para todossiempre habrá algún cuadrillero

que por la Santa Hermandadponga en los lances acuerdo.

Y al sentir el extravíotan cercano a su aposento

acudió con las insigniaspara imponer el derecho:

CUADRILLERO: -¡Téngase a la justicia! ¡Téngase a la Santa Hermandad.

Por afán de poner ordenpuso las manos a tientoy topó con don Quijote

desahuciado por el suelo.

DON QUIJOTE: ¡Favor a la justicia! Favor a la justicia.

El hombre de la justiciacreyó a don Quijote muertoy por prender al culpablepidió con tono muy recio

que se cerraran las puertaspara detener al reo.

Viendo cada cual por dóndequedaba un portillo abierto

a la una se escurrieronen el más grave secreto.

La noche pedía luzy el espíritu sosiego,

a buscarlos fueron todoshasta que amainara el viento.

Esta es parte de la historiadel ilustre caballero

Don Quijote de la Manchay de Sancho, su escudero.

Otras venturas tendránperdidos por los desiertos;un rastro deja Cervantespara espíritus inquietos.

FIN

∆∆∆

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La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #4 Abril ~ 2005

RECORRIDO POR AQUELLOS PASA-JES DEL QUIJOTE QUE, AMÉN DE SER LEÍDOS, COMPRENDIDOS Y

ASIMILADOS, TAMBIÉN PUDIERON SER PALADEADOS

por Fernando Muñiz

Se ha dicho que, el Quijote contiene más de 2000 refe-rencias gastronómicas a lo largo de sus 126 capítulos. Es, sin duda, un viaje a través de las cocinas de las gentes que aparecen a lo largo de la novela.

Desde nuestro Hidalgo-persona perteneciente a cierto estamento social y que, gozaba de determinados privilegios, quizá un Hidalgo Gotera, que son los llamados a disfrutar de su hidalguía en determinado lugar, pero que fuera de él, la perdían; hasta la mesa de un gobernador, de un cura, de unos cabreros y de un rico agricultor a cuyos banquetes de boda se dedica todo un capítulo. Y, cómo no, de lo que se ser-vía en las ventas donde tantas veces recalaba nuestro héroe y tanta necesidad pasaba.

En fin, un viaje en torno a la mesa y mantel de la sociedad del siglo XVII lo que nos permite saber sus costumbres, sus gustos, su cultura, y el poder de sus haciendas.

En resumen un fresco de la sociedad de dicho siglo.En esta época, probablemente, no se hablara de gastro-

nomía sino de las diferentes comidas, cenas y hasta desa-yunos.

Decir que hay más de 2000 referencias gastronómicas sea un poco exagerado, así como llamarlas recetas tal como se entienden hoy en día.

Es verdad que, se describen comidas y los platos que en ellas se sirven, pero no cómo se cocinaban, ni qué tiempos de cocción o de fritura llevaban; así como qué cantidades ni en qué proporción.

A lo largo de toda la obra, he venido ha recoger las comidas y los diferentes platos que de ordinario o de extraor-dinario se servían en bodas, banquetes, ventas o comidas campestres, así como qué se comía a diario en casa de nues-tro señor Don Quijote. No olvidemos la segunda frase de la novela “...una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consu-mían las tres partes de su hacienda…”

Como exposición del presente trabajo –seguro que los alumnos de secundaria me lo agradecerán– me ha parecido más útil, más pedagógico y mas entretenido ir analizando una a una cada comida por orden alfabético y no por orden de aparición en la novela

No obstante todas ellas llevan la referencia de la parte y del capítulo donde se las cita.

He seguido el “Don Quijote de la Mancha”, Edición del Instituto Cervantes. Dirigida por Don Francisco Rico con la colaboración de Don Joaquín Forradellas. Estudio preliminar de Don Fernando Lázaro Carreter.

La edición es la 2ª revisada, del mes de Noviembre del año 1998.

Vio la luz en la ciudad de Barcelona ese mismo año.

CONDUMIO:

Es un bocadillo de pan. Dentro se metía una tajada de carne guisada o relleno.La característica es que tenía que contener carne guisada. Era una comida que se llevaba para ser consumida durante los viajes. (PIIc59)

CONEJO ALBAR:

Quizás sea esta la primera referencia de lo que pueda ser una auténtica receta al estilo de hoyLa materia prima era un conejo gigante, blanco (de ahí el nombre de albar). Había que deshuesarle y dentro, una vez sin los huesos, se le metía tocino en trozos y se le aderezaba con aceite, vinagre y yerbas aromáticas. Se envolvía en una masa hecha con harina de trigo, manteca y huevos. Se metía al horno.Podríamos decir que estamos ante una empanada de conejo o de un hornazo. (PIIc13)

CONSERVA:

Fruta diversa y otros vegetales cocidos y almibarados deján-dolos secar hasta escarcharse.Parecido a nuestras frutas escarchadas. Famosas en Aragón.Es el desayuno de Sancho cuando es gobernador. Él dice pre-ferir un pedazo de pan y un racimo de uvas, recordando su condición social anterior.El desayuno más popular eran unos tragos de aguardiente y una tajada de leutario que, es un pan sin fermentar o sea sin levadura.Esto nos hace recordar que, en Tierra de Campos, comarca castellana, los labradores desayunaban a la madrugada una copa de aguardiente y un pedazo de pan de hogaza del día anterior. Lo llamaban “la parva“. (PIIc51)

CAVIAL (CAVIAR):

Es una comida que toman en el campo nuestros protago-nistas con unos pastores. Se sirve entre otras cosas con “nueces, queso, pan y un manjar negro hecho con huevos de diferentes pescados que, dicen se llama cavial y que da ganas de beber vino”.Lo más curioso, es la sorpresa que nos produce encontrar en el Quijote una comida como esta.Los pastores debían de proceder de Andalucía y el caviar del Guadalquivir. (PIIc54)

DUELOS Y QUEBRANTOS:

Consistía en una fritada de huevos y torreznos. Comida pro-pia de los sábados que la hacía compatible con la abstinencia que se guardaba en Castilla. (PIc1)

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La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #4 Abril ~ 2005

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GAZPACHO:

Sopa caliente que se hacía con un pan sin levadura y presas de carne frita; todo ello elaborado en la sartén, con vino o con caldo de carne y se añade a la cocción un majado de higadillos y especias.Nada que ver con el gazpacho andaluz. Es una receta más parecida a las migas que hacen los pastores en el campo. Estas suelen llevar pan migado humedecido previamente en agua y luego seco, se rehoga en la sartén con el aceite muy caliente, ajo y pimentón.Las migas en sus distintas preparaciones se consumen ac-tualmente en celebraciones festivas y cuando se trabaja en faenas del campo.En determinadas zonas de Aragón se acompañan con uvas. (PIIc40)

GIGOTE:

Carne asada, picada y acompañada de diferentas salsas que, se podían servir tanto frías como calientes. No se describen cómo eran ni sus componentes. Era un plato básico en las comidas del siglo XVII. (PIIc30)

GRACIAS A DIOS:

Es un plato de huevos revueltos con torreznos.También conocido como “La Merced”, aludiendo ambos nom-bres a que no solían faltar en ninguna casa. (PIIc50)

MANJAR BLANCO:

Pasta que se hacia con pechuga de gallina una vez cocida y desmigada en un caldo con leche, azúcar, sal y sémola de trigo o arroz.Era un plato muy querido y reconocido como un manjar en la época.Se solía servir en la calle, bien frito como un buñuelo. Plato parecido a nuestras pechugas hechas con salsa “Bechamel” rebozadas en pan rayado y fritas en aceite. (PIIc42)

OLLA PODRIDA:

Era una olla parecida a la anterior, con más componentes. Cocinada a fuego lento.Este plato, va cambiando de ingredientes, a medida que avanzan los tiempos. En la época de los Borbones y en tiempos de Carlos IV, en su mesa se servía este plato con los siguientes ingredientes: Vaca, ternera, jamón, gallina, garbanzos y verdura.En la mesa de Fernando VII la olla podrida tenía los siguien-tes componentes: 9 libras de vaca, 3 libras de carnero, 1 ga-llina, 1 perdiz, 1 par de pichones, 1 liebre, 4 libras de pernil, 2 chorizos, 2 libras de tocino, 2 pies de cerdo, 3 libras de oreja, verduras, garbanzos y especias finas.Se dice que era un plato que no se solía servir durante los meses de julio y agosto. (PIIc47)

TRUCHUELAS:

Pescado curado a la sal como el bacalao. Don Quijote lo confunde con el abadejo -nombre común de todo pescado-parecido al bacalao.En definitiva pescado seco y curado a la sal.Se podía servir cocinado y acompañado de pan negro. (PIc2)

Ante la ingente cantidad de respuestas recibidas a mi artículo de hace algunos días, sin duda viva muestra de la imparable

ebullición cultural que a nadie deja indiferente en nuestro instituto en cualquier circunstancia y bajo cualquier manípulo, me he visto en la para mí fatal necesidad de volver a escribir siquiera unas líneas como addenda a los argumentos ya tratados que con tamaña tenacidad han intentado ser desplomados por sus contrarios. Argüía yo a fa-vor de la lectura del Quijote en versión original –imaginemos que la tal realmente sea posible– y no de sucedáneos, incluso en etapas tempranas de la educación, por considerar que las copias nunca son preferibles al original y también por su propia utilidad como modelo de creación del lenguaje.

En realidad voy a referirme a tres razones que hacen no mejor, sino necesario, que la lectura de todo texto clásico sea en la edición refinada mejor adverada a nuestro tiempo:

En primer lugar, los textos verdaderamente importantes, los clá-sicos, los que han movido el mundo siempre, estrictamente no se leen, sino que se releen, sc. uno tiene que leer y leer probablemente de manera interminable una obra para considerarla un representante del clasicismo. Nunca se termina de leer un libro como el Quijote. Es más, se llega a convertir en una lectura social, comunal en cierto sen-tido. La empresa de sacarle el mayor partido semántico y referencial no termina con la generación que creó esa estructura literaria, sino que perdura en el tiempo de manera imparable. Ante el catálogo del clasicismo no hay vuelta atrás.

Todo lo anterior para decir que leer o releer o estar constantemente releyendo es un proceso que, como decimos, empieza y no termina nunca; leer un libro de dicha categoría es un placer extraordinario en cualquier época de la vida. De hecho, para la mayor parte de los que leen pero no releen la primera lectura llega a quedar tan lejana que desaparece por completo reducida a una mera anécdota, si no a una pesadilla. La juventud, como sucede en tantas otras cosas, comunica a la lectura un particularísimo sabor, distinto de aquel más detallado de edades posteriores. Si no conseguimos poner los jóvenes en co-nocimiento quasi bíblico de este fenómeno, corremos el riesgo de perder una generación de personas cultivadas, de relectores, cam-biándola por una generación de adictos a los sucedáneos de diversa clase cuyo único objetivo es el puramente comercial. Y hablamos aquí de cultura, no de libros escritos para corredores de bolsa, divulgativos o algo así, adaptados quizá.

Por otra parte, se llama clásico a aquel libro que, para quien lo ha leído, es rico, y llega a ser rico para casi todo el que lo lee y ama, haciendo que incluso algunos prefieran, eso sí, leerlo y empezar su relectura en las mejores condiciones porque el citado libro ha adquirido reputación suficiente como para ser tomado en serio ab initio. Las experiencias de lectura en juventud suelen dar forma a la futura clasificación y paradigmatización de la belleza, de suerte que hemos de enseñar a los alumnos a leer durante varios años para que después de manera autónoma puedan degustar los manjares cultu-rales que se sirven en forma de obras maestras de la literatura. Ya los antiguos lo hacían, pero contando con textos originales, que no por su complejidad resultaban inasequibles con algo de ayuda a los niños de entonces. Aquellos hombres construyeron mundos impresio-nantes, que duraron milenios en algunos casos. Quizás alguien muy ingenuo pueda pensar que los fundamentos de las calzadas romanas son los adoquines que las constituyen. ¡No señor! ¡Son los libros! Las lecturas que informaron y formaron la concepción de sucesivas gene-raciones de hombres y mujeres fueron moldeando toda una manera de vivir de la que nosotros no nos hemos desvinculado todavía, si es que eso es posible. Hay una simiente en la obra que con su lectura y relectura nunca desaparece.

Por fin, los clásicos ejercen una influencia particular llegando a convertirse en ocasiones en partes del inconsciente colectivo. Por eso en la vida adulta debería haber algún tiempo dedicado a releerse a uno mismo, mejor dicho, a reandar el camino de las lecturas de juventud. Los libros siguen siendo los mismos, no cambian, aunque nosotros sí, en algunos casos.- MANUEL GUILLÉN DE LA NAVA

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DEBATE: ¿Se puede/debe leer el Quijote en edades tempranas?

Con esta tercera aportación continúa el debate sobre si es pertinente que los chicos y chicas de secundaria, y en especial los más pequeños, lean directamente el Quijote de Cervantes o, por el contrario, sólo alguna versión adaptada a

su edad de dicha obra.

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LA FILOSOFÍADE

EL QUIJOTEpor Emperatriz Losada

IV Tras el relato de Ginés de Pasamonte (un ejemplo de ese orgulloso español de la Edad de Oro que se mantiene digno hasta en la más degradante situación; hasta el punto de que, como alguien que no recuerdo dijo, a diferencia de otros mendigos que, para ganarse la limosna, hacen algo: música, baile, malabarismos, etc., el mendigo español no sólo no hace nada, sino que no suplica, exige. Ginés de Pasamonte no hace de la necesidad virtud, se enorgullece de la maldad), sigue un discurso de don Quijote que podríamos resumir con sus palabras: allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo, ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello, con el que pide a los vigilantes que liberen a los galeotes y, ante la irritada negativa de estos, arremete el insultado caballero contra ellos, dando lugar a la batalla que culmina con la liberación de los desagradecidos presos.

Para finalizar este episodio, bastaría incluir un trozo del inicio del capítulo XXX de la primera parte, que no hace falta comentar, pues refleja claramente la grandeza de alma de nuestro caballero y su sano criterio de que los deberes religiosos, que, en este caso, coinciden con los morales, deben estar siempre por encima de cualquier otro deber. Dice así: A los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera o están en aquella angustia, por sus culpas, o por sus desgracias; sólo les toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas, y no en sus bellaquerías. Yo topé un rosario y sarta de gente mohina y desdichada, y hice con ellos lo que mi religión me pide, y lo demás allá se avenga. En el capítulo XXI de la primera parte, hace don Quijote un elogio de los refranes (que abundan en la obra), y lo hace utilizando un refrán, el que afirma que “la experiencia es madre de la ciencia”, cosa que suscribirían los empiristas, pero que el racionalista Platón rechazaría, porque él considera que el conocimiento basado en la experiencia es de inferior calidad si se le compara con el que nos da la auténtica “episteme”, un conocimiento directo, intuitivo, de las ideas. La filosofía del ser, que caracterizó a la Edad Antigua y a la Media, empezó a resquebrajarse ya en

el siglo XI, cuando, tímidamente, algunos pensadores volvieron a interesarse por el conocimiento científico de la naturaleza, aletargado durante siglos, desde que se impusiera el pensamiento cristiano y desapareciera el Museo de Alejandría y, con él, el último reducto de la ciencia antigua. Pero fue en el siglo XIV cuando ya se vio claramente la tendencia al conocimiento de la naturaleza mediante la observación, la experiencia, tan despreciada, generalmente, hasta entonces. Fue Occam el que, sin proponérselo (él sólo quería simplificar una metafísica que se había vuelto demasiado intrincada y que exigía, para su comprensión, de mentes afiladas como cuchillas), inició una filosofía crítica y escéptica que Duhen afirma (exagerando, seguramente) que supuso el comienzo de la ciencia moderna. La influencia de Occam se alarga hasta los empiristas ingleses, desde Hobbes, Locke y Hume hasta nuestros días. Más próximos a él en el tiempo, Nicolás de Autrecourt, Juan de Mirecourt y Pedro de Ailly, entre otros, prolongan una crisis de la filosofía del ser que desemboca en Francis Bacon y, un poco más tarde, en la Revolución científica,

protagonizada, en sus inicios, por Copérnico (que, con su sistema heliocéntrico, busca, como Occam, simplemente un modo más sencillo de comprender los movimientos de los cuerpos celestes, porque el sistema tolemaico, geocéntrico, con los continuos ajustes que requería para predecir las posiciones de los astros, se había vuelto, en su época, extraordinariamente complicado), Kepler y Galileo y concluída por Newton en el siglo XVIII. A partir de entonces, se va imponiendo una manera de pensar que, sin despreciar la razón (sin ella no hay conocimiento científico posible), va dando paulatinamente (las ideas tardan en concretarse) lugar a una dignificación o predominio de la experiencia, es decir, a lo que se ha llamado una filosofía del

“fieri”, del hacerse, que entronca con el pensamiento de Heráclito y que, dejando de lado el concepto de sustancia (que recibió la puntilla definitiva por parte de Hume), de permanencia, propio de la filosofía del ser de la antigüedad y Edad Media, se ocupa de lo mutable, de lo que captan los sentidos, de la experiencia. Así, de las dos facultades cognoscitivas que posee el ser humano: razón y experiencia, que, más que complementarse, se contradicen (por lo menos aparentemente), la razón, que quiere lo permanente, y que tuvo su momento de gloria sobre todo en las edades antigua y media, es sustituida por la experiencia, que sólo percibe lo cambiante. En suma, la filosofía del ser, de lo permanente, es sustituída por la filosofía del “fieri”, del cambio, de la experiencia. Todo esto se aprecia claramente en la obra de Cervantes, y no sólo en El Quijote, estoy pensando, sobre todo, en sus Novelas ejemplares.

◊◊◊ (continuará)