sudáfrica: el abismo racial

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País de contrastes 100 101 EL ABISMO RACIAL SUDÁFRICA DESPUÉS DE LA ELIMINACIÓN DEL APARTHEID, DE TENER UN PRESIDENTE NEGRO Y DE HABER VIVIDO UN MUNDIAL DE FÚTBOL, LA REALIDAD NO PARECE HABER CAMBIADO TANTO EN LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS. ESTE ES UN RETRATO EN BLANCO Y NEGRO. 1990 2012 Cuando sale a correr siempre le dice a alguien adónde va y a qué hora espera regresar. No escucha música para poder advertir si un coche o un sospechoso se acercan a ella. Comparte este y otros consejos sobre seguridad con sus allegados para mantenerse a salvo. Forma parte de la Coalición Nacional de Mujeres (WNC, en inglés) para lograr la igualdad y la emancipación de las mujeres africanas. Leyó la obra de Andre Brinks, el primer escritor sudafricano censurado por su gobierno por su novela 'A dry white season', en la que un blanco descubre la verdad sobre un amigo suyo negro muerto a manos de la policía. Le abrió los ojos sobre la realidad de su sociedad. Vive en Kliptown, un suburbio donde se confina a la población de color y separa los barrios residenciales de Johannesburgo. Tiene dos hijos, trabaja como administrativa en una empresa y cuando llega a casa continúa trabajando. Siente que mujeres blancas y negras, en este sentido, no son tan distintas. Su madre le cuenta cómo escribió en un trozo de papel “una educación obligatoria y gratuita, con independencia del color, la raza o la nacionalidad”. Fue su demanda, más tarde incluida junto con otras miles en el 'Freedom Charter' (Estatuto de la libertad). Un saber popular reza: “Ser mujer y negra es como venir sola al mundo, como una oveja negra”. Tiene internet en casa y lo considera una necesidad de primera mano. Tiene 5 hijos y necesita el permiso de su marido para todo, incluso para tomar contraceptivos. Trabajaba en una mansión en la ciudad, propiedad de una familia blanca. Perdió su empleo cuando pidió un aumento de sueldo a cambio de las largas jornadas de trabajo. Ganaba 77 dólares al mes, jamás le pagaron las horas extras que hacía a diario. Pudo abortar cuando, con 18 años, tuvo un embarazo no deseado. Lo hizo sin problemas y gratuito. Hace 15 años que el aborto es legal y desde el 2008 se amplió a ‘todo tipo de mujeres’. Con el traspaso de poderes del gobierno de De Klerk a Mandela ha podido escoger si quedarse o dejar su trabajo como funcionaria pública. Si se va obtendrá una pensión vitalicia. Su abuela, nacida en la provincia de Kwazulu-Natal, en un 'township' (villa miseria) le cuenta que la opresión siempre fue peor para ellas: “El padre, el jefe de la tribu, el del bantustán, el gobierno del apartheid, había tantos niveles...”. Casi todos ellos existen todavía. Descendiente de bóeres creció con el racismo como única creencia. Conoce internet y ha navegado alguna vez pero es un artículo de lujo al que no tiene acceso. Aunque el peligro al que se expone día a día le desagrada, el soleado bienestar del país y una excelente ayuda doméstica, que hace todas las cosas que a ella no le gustan, son demasiado atractivos como para abandonar su tierra. Ella, como su madre (y como todas las que conoce) es la mujer orquesta: administradora, consejera, enfermera, limpiadora, jardinera, pintora, carpintera... pero lo que le da dinero es trabajar de criada para los afrikáners. Está de acuerdo con las reivindicaciones raciales del momento pero, ¿qué ocurre con las demandas en cuestión de género? ¿quién lucha por la segregación sexual? Su prima es lesbiana, y tiene la suerte de que Sudáfrica fuera el quinto país del mundo que en 2006 legalizó el matrimonio homosexual. Sin embargo, sabe que es afortunada, si fuese negra le habrían aplicado las ‘violaciones correctivas’ a ver si le curaban ese mal. En el WNC tiene una amiga que tuvo acceso a la educación y es tratada como una amenaza a las prácticas tribales. Sus hijos van a guarderías donde hay niños negros, de clase acomodada. Ella lo ve con buenos ojos aunque su marido desconfía. Muchos de sus conocidos tienen SIDA. No existe prevención suficiente. Sin front ras 3 Texto: M&M. Ilustración: Alabama.

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Después de la eliminación del Apartheid, de tener un presidente negro y de haber vivido un mundial de fútbol, la realidad no parece haber cambiado tanto en los últimos 20 años. Este es un retrato en blanco y negro.

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Page 1: Sudáfrica: El abismo racial

País de contrastes

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EL ABISMO RACIALSUDÁFRICA

DESPUÉS DE LA ELIMINACIÓN DEL APARTHEID, DE TENER UN PRESIDENTE NEGRO Y DE HABER VIVIDO UN MUNDIAL DE FÚTBOL, LA REALIDAD NO PARECE HABER CAMBIADO TANTO EN LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS. ESTE ES UN RETRATO EN BLANCO Y NEGRO.

1990

2012

Cuando sale a correr siempre le dice a alguien

adónde va y a qué hora espera regresar. No

escucha música para poder advertir si un coche o un sospechoso se acercan a

ella. Comparte este y otros consejos sobre seguridad

con sus allegados para mantenerse a salvo.

Forma parte de la Coalición Nacional de Mujeres (WNC, en inglés) para lograr la igualdad y la emancipación de las mujeres africanas.

Leyó la obra de Andre Brinks, el primer escritor

sudafricano censurado por su gobierno por

su novela 'A dry white season', en la que un

blanco descubre la verdad sobre un amigo suyo negro

muerto a manos de la policía. Le abrió

los ojos sobre la realidad de su sociedad.

Vive en Kliptown, un suburbio donde se confina a la población de color y separa los barrios residenciales de Johannesburgo.

Tiene dos hijos, trabaja como administrativa en

una empresa y cuando llega a casa continúa trabajando.

Siente que mujeres blancas y negras, en este sentido, no

son tan distintas.

Su madre le cuenta cómo escribió en un trozo de papel “una educación obligatoria y gratuita, con independencia del color, la raza o la nacionalidad”. Fue su demanda, más tarde incluida junto con otras miles en el 'Freedom Charter' (Estatuto de la libertad).

Un saber popular reza: “Ser mujer y negra es como venir sola al mundo, como una oveja negra”.

Tiene internet en casa y lo considera una necesidad

de primera mano.

Tiene 5 hijos y necesita el permiso de su marido para todo, incluso para tomar contraceptivos.

Trabajaba en una mansión en la ciudad, propiedad de una familia blanca. Perdió su empleo cuando pidió un aumento de sueldo a cambio de las largas jornadas de trabajo. Ganaba 77 dólares al mes, jamás le pagaron las horas extras que hacía a diario.

Pudo abortar cuando, con 18 años, tuvo un embarazo

no deseado. Lo hizo sin problemas y gratuito. Hace

15 años que el aborto es legal y desde el 2008 se amplió a ‘todo tipo de

mujeres’.

Con el traspaso de poderes del gobierno de De Klerk

a Mandela ha podido escoger si quedarse o dejar

su trabajo como funcionaria pública. Si se va obtendrá

una pensión vitalicia.

Su abuela, nacida en la provincia de Kwazulu-Natal, en un 'township' (villa miseria) le cuenta que la opresión siempre fue peor para ellas: “El padre, el jefe de la tribu, el del bantustán, el gobierno del apartheid, había tantos niveles...”. Casi todos ellos existen todavía.

Descendiente de bóeres creció con el racismo

como única creencia.

Conoce internet y ha navegado alguna vez pero es un artículo de lujo al que no tiene acceso.

Aunque el peligro al que se expone día a día le desagrada, el

soleado bienestar del país y una excelente ayuda

doméstica, que hace todas las cosas que a ella no le

gustan, son demasiado atractivos como para abandonar su tierra.

Ella, como su madre (y como todas las que conoce) es la mujer orquesta: administradora, consejera, enfermera, limpiadora, jardinera, pintora, carpintera... pero lo que le da dinero es trabajar de criada para los afrikáners.

Está de acuerdo con las reivindicaciones raciales del momento pero, ¿qué ocurre con las demandas en cuestión de género? ¿quién lucha por la segregación sexual?

Su prima es lesbiana, y tiene la suerte de que Sudáfrica

fuera el quinto país del mundo que en 2006 legalizó

el matrimonio homosexual. Sin embargo, sabe que es afortunada, si fuese negra

le habrían aplicado las ‘violaciones correctivas’ a

ver si le curaban ese mal.

En el WNC tiene una amiga que tuvo acceso a la educación y es tratada como una amenaza a las prácticas tribales.

Sus hijos van a guarderías donde hay niños negros,

de clase acomodada. Ella lo ve con buenos ojos aunque

su marido desconfía.

Muchos de sus conocidos tienen SIDA. No existe prevención suficiente.

Sin front ras3

Texto: M&M. Ilustración: Alabama.

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País de contrastes

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19902012

Tiene una copia del 'Freedom Charter' pegada en la parte de atrás de la puerta de su habitación. La nacionalización de las minas, la banca y los monopolios son su mayor reivindicación. Aunque está prohibido no deja de circular de manera clandestina.

Se mueve en el único transporte público que hay: unos ‘taxis’ atestados de gente. Jamás vio a un blanco montado ahí.

Sus músicos afrikaans preferidos son Steve Hofmeyr y Nádine. Le encanta ir a las ferias artísticas donde se ensalza la cultura de los afrikáners.

Es hincha de los Springboks, equipo de 'rugby'. El fútbol es cosa de negros.

No está del todo de acuerdo con eso de que Sudáfrica pertenezca tanto a blancos como a negros. Le va más la frase del líder panafricanista Marcus Garvey: “África para los africanos”.

Él forma parte de ese pequeño porcentaje de negros a los que los blancos consideran menos inferiores por tener educación. No le llamarán 'Kafart', el peor insulto que existe para un negro, penado con cárcel. Pero sí lo hacen con los pobres.

Descendiente de bóeres, (colonos holandeses) habla afrikáans, una de las lenguas oficiales, e inglés perfectamente.

Vive en la zona residencial de las afueras de Pretoria. En las verjas electrificadas que protegen sus casas se lee: “Armed response” (respuesta armada). No entra a las ciudades de noche, ahí solo hay negros y son peligrosos.

Los vecinos de un tío suyo que vive en una granja, fueron atacados por negros y ahora han emigrado. Sabe que vive en uno de los países con mayor criminalidad del mundo. 50.000 homicidios por año, 8 veces más que en EE.UU.

La familia de su madre es de Soweto, el mayor gueto de Sudáfrica. Sus primos jamás saldrán de ahí, y la mayoría vive alcoholizada. Siempre oye: “La vida vale muy poco, para qué esforzarse”.

Es el primero de familia que ha ido a la universidad, es muy afortunado. Sabe que más

es analfabeta y nunca pisará una escuela.

Naas Botha es su jugador preferido de los Springboks pero odia cada vez que los manifestantes en contra de las políticas del apartheid invaden el campo en mitad de un partido. Han perdido ya varias temporadas por culpa de ellos.

Harto de la dominación blanca, sale a la calle con sus amigos a manifestarse y a cantar “Ni las balas ni los gases lacrimógenos nos detendrán”.

Es hincha de los Bafana Bafana, equipo de fútbol, el 'rugby' es cosa de blancos. Desde el Mundial está mejor reconocido.

Ocupa un alto cargo en la empresa minera 'Anglo American'. A pesar de lo que la Comisión de la Verdad y la Reconciliación propone, espera que su empresa no tenga que soportar el ‘impuesto solidario’ del 1% que iría a parar a las víctimas del apartheid. Y tendrá razón.

Estudió ingeniería en Johannesburgo en una Technikon, la única Universidad que ofrecía estudios técnicos. En su

mujeres.

Descendiente de zulús habla fanagalo, uno de los mil dialectos sudafricanos, pero también habla inglés y entiende un poco el afrikáans. Es una 'rara avis' dentro de su grupo. La inmensa mayoría no habla más que dialectos.

Nacido en el apartheid se relaciona con blancos pero siente que el rencor y la desconfianza están latentes. Él, por si acaso, no se monta en coches con blancos, no quiere crear rumores.

Tiró a la basura el libro ‘Reunión Tumultuosa’, de Tom Sharpe. ¿Cómo puede un blanco reírse así del apartheid? ¿Una mujer blanca con un amante negro? Gente como esa es la que provoca la ruina de la especie humana.

Nacido en el apartheid (1948-1992) no se considera racista, aunque, piensa, los negros, evidentemente, no son iguales a ellos.

Desde los muertos por las protestas en las minas de platino, el ambiente está caldeado. Normal, cobran menos de 400! al mes en condiciones esclavistas.

No hay transporte público para blancos, va en coche. En la carretera las señales advierten: “Hi-jack” (Secuestro).

Ahora, con el presidente Jacob Zuma, se queja de la discriminación positiva hacia los negros.

Sin front ras3