stilnox re latos

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    Relatosde una noche de insomnio

    Los relatos que aparecen en este libro han sido seleccionados deentre todos los participantes del 1erConcurso de Relatos Stilnox.

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    ndicePRLOGO

    EL AVIN DE MI PADRE

    HORIZONTALMENTE EN VELA

    ALMACN DE PAPEL

    AMANECE SIN TIEL PERRO DEL PESCADOR

    EL TREN

    EL VIAJE SOADO

    FBRICA DE SUEOS

    FOBIA A LOS SUEOS

    KIKO NO QUIERE DORMIR

    LA PRIMERA NOCHE DEL DOCTOR ARANDA

    LA VOLUNTAD INDESEADA

    LEME

    MIRO EL RELOJ

    NOCHE EN VELA

    PRISIONERO DE SU PROPIO SUEO

    TORMENTA TROPICAL DELTA (2005)

    UN SUEO EN EL OSARIO

    Y NO ES VERDAD NGEL DE AMOR

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    PrlogoNo es raro encontrar entre los profesionales de la salud aficiones vividas conpasin, a veces por encima de su vocacin profesional. Entre ellas, las aficio-nes artsticas y culturales ocupan un lugar destacado en el personal sanitario.Estoy convencido de que la necesidad de la expresin artstica, sea a travsde la literatura, la pintura o la msica, es algo ms que la coincidencia del

    talento innato con la vocacin por cuidar la salud de los dems.Dos elementos hay, a mi entender, que hacen especialmente fecundo el ger-men del arte entre los profesionales sanitarios. El primero sera el contactodiario con el que sufre y con su entorno: cuntos hroes annimos, cuntaslecciones que aprender y cunta humildad nos ensean los pacientes todoslos das! El segundo elemento lo sito en el propio profesional: la sensibilidadde ver y tratar a cada paciente como nico desgasta. Unos das ests msacertado y sabes reconfortar al que sufre, otros sacas la coraza y eres unDr. House ms. Todos tenemos la experiencia de llevarnos los pacientes acasa y no poder dormir pensando qu ms podra hacer.Creo que ambos factores dan lugar a una tensin que necesita expre-sarse de una u otra forma. No en vano los que cuidan a los enfermosmentales son de los ms fecundos escritores. Con su relato, o con su obra,muchas veces no sabemos si ayudan a los dems o si se ayudan a s mis-mos, aunque poco importa si cumple su cometido.

    Pocas cosas tan evocadoras para el ser humano como el sueo. Durantesiglos muchos pensadores no se han atrevido a decir qu lado de la fron-tera entre la vigilia y el sueo era ms real.Hasta principios del siglo XX el sueo ha sido terreno ms frecuentadopor la literatura que por la medicina. El Quijote describe no menos de 6-7trastornos del sueo, centurias antes de reconocerlos, y lo mismo pasa con

    acertadas descripciones de Charles Dickens o Shakespeare en sus obras. Elpropio Bryce Echenique dedica una novela a su insomnio durante su etapacomo profesor en la Universidad de Montpellier.No es sino despus de los aos 50 del siglo XX que el sueo recibe aten-cin por parte de la medicina cientfica, y hoy, la medicina del sueo es una

    disciplina reconocida oficialmente como especialidad o subespecialidad envarios pases desarrollados. Los que nos dedicamos a la medicina del sue-o esperamos que alguna vez los trastornos del sueo, por su frecuenciay consecuencias, sean entendidos como un problema de salud pblica yla educacin sanitaria les dedique el lugar que les corresponde en los pro-gramas de salud.Tiene el lector entre sus manos el resultado de una estupenda iniciativa.Sanofi-Aventis ha recogido y fomentado un concurso de relatos cortoscon el sueo y el insomnio como leitmotiv. Enhorabuena a los dos ga-nadores y a todos los participantes. Pocas cosas dan ms satisfaccin aun escritor que ver impreso su trabajo. Ahora es su turno, lector; algunosrelatos estarn escritos especialmente para Ud, otros sern blsamo paraalgunos y catarsis para otros. se era el objetivo.

    Desde la Sociedad Espaola de Sueo, felicitamos a Sanofi-Aventis por

    esta iniciativa y por descubrir que el sueo tambin est en las inquietudesliterarias de los profesionales de la salud.

    Francisco Javier PuertasPresidente, Sociedad Espaola de Sueo

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    El avin de mi padre

    o s si me ha despertado la luz del sol que pasa por lasrendijas de la persiana o el susurro de las voces de mis padres. Es ve-rano y amanece ms temprano. Durante los meses de verano mi pa-dre viaja porque se lo manda la empresa donde trabaja. En el fondo,saba que un da antes o despus de dejarnos a mam, a mi hermanay a m en la casa de la playa, mi padre se iba a marchar de viaje. Losospechaba porque ya sucedi lo mismo otros veranos y porque creoque un da, al volver de clase, o a mis padres hablar de ese viaje. Noquise espiarles, no s si porque no est bien espiar o porque no querani or hablar de que mi padre se tuviera que separar otro verano denosotros.

    Desde que se march, todas las noches me duermo ms tarde y todas lasmaanas me despierto ms temprano.

    Se fue hace semanas, ms o menos a esta misma hora, que no s cul

    es, pero estoy seguro de que es temprano. Aquel da, mientras dorma,sent que su barba rascaba un poco mi mejilla cuando me dio un beso,aunque estaba recin afeitado. Me gust su olor a jabn y notar el roce

    Felipe Ortuo Snchez-PedreoMdico, PsiquiatraClnica Universitaria de NavarraNavarra

    nde su cara. Hizo que me despertara poco a poco. Luego mir por la ven-tana cuando ya se haba ido. Me pareci que llevaba su gabardina gris yuna maleta grande. Abraz a mam un rato y se mont en un autobs.Pero no va a viajar en l a pases que estn muy lejos. Ese autobs slole puede llevar al aeropuerto, despus se sube a un avin y recorre todosesos lugares. Me gustara acompaarle para ver muchos pases, pero,sobre todo, para estar con l.

    Al da siguiente, le pregunt a mi amigo Miguel cosas del avin de mipadre. Miguel es mi mejor amigo de la playa. Tiene diez aos, dos msque yo. Como es mucho mayor, sabe ms cosas de aviones que yo. Porejemplo, le pregunt si se le poda gastar el combustible cuando estvolando, antes de llegar al aeropuerto de esos pases que estn tan lejos.Miguel me dijo que el avin de mi padre puede aterrizar tantas vecescomo necesite para cargar combustible, si el piloto ve que se le est ter-minando. De paso, tambin se pueden bajar pasajeros que se quieranquedar en ese pas. Me dijo que eso se llama hacer escalas.

    Luego le pregunt si el piloto se poda quedar dormido durante el via-je si se le hace de noche. Cuando leo cuentos por las noches y estoycansado no puedo aguantar el sueo y se me cierran los ojos. Eso meocurra hasta ahora. Desde que se fue mi padre no puedo dormir. Creoque los pilotos resisten despiertos por eso, porque estn muy preocu-

    pados por lo que le podra pasar a la gente que llevan en su avin sise duermen, y tambin a sus hijos y a su mujer, que estarn en su casaesperndoles.

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    Cuando le cont esto a Miguel se ri mucho. Me explic que cuando lospilotos tienen sueo aprietan un botn que pone en marcha un aparatoque se llama piloto automtico, que es como un ordenador que sabepilotar. As los pilotos de verdad pueden dormir, comer o ir al bao.

    Tambin le pregunt a Miguel si era difcil construir un avin como el demi padre, que no se rompiera si hay tormentas con mucho viento. An-tes les tena mucho miedo a las tormentas. El primer da de verano nossorprendi una con mucho viento cuando mi padre y yo estbamos pes-cando. No pude aguantar el susto y llor. Mi padre me abraz y estuvoas un rato mientras me contaba cosas. Poco a poco me fue pareciendoque sus brazos eran ms fuertes que la tormenta. Ahora ya no me dantanto miedo las tormentas, ni el viento. Adems, Miguel me cont quelos aviones vuelan por encima de las nubes y que all no hay tormentas yapenas sopla el viento. Me dijo que estn muy bien construidos porquelos fabrican entre mucha gente: carpinteros, chapistas, mecnicos, inge-nieros y diseadores de interior.

    Esa noche, despus de hablar con Miguel, dorm mejor. Me alegro deque sea mi mejor amigo de la playa.

    A la maana siguiente planeamos construir nuestro propio avin. Tarda-mos tres das. Nos qued un avin superchulo, enorme; para tres perso-nas. Primero juntamos varios bidones de cartn y les hicimos un agujero

    arriba, que es donde colocamos los asientos del piloto y los pasajeros. Alda siguiente construimos las alas con chapas de madera de un armarioque encontramos en el vertedero. Al tercer da colocamos las ruedas, con

    un carrito de la compra viejo, y fabricamos la hlice de madera con dospalos de remo.

    Trabajbamos un rato, luego nos babamos en el mar, despus de re-frescarnos retombamos la tarea otro rato, y as iban transcurriendo lashoras. Cada noche, despus de pasar todo el da construyendo el aviny darme chapuzones en el mar, me acostaba muy cansado. Si empezaba

    a acordarme de mi padre y me pona triste, entonces intentaba concen-trarme en nuestro avin. Por ejemplo, pensaba en cmo arreglar el cascosi se rompa, o las ruedas si se doblaban al tener que aguantar el peso deMiguel y el mo juntos. Tambin repasaba el vocabulario sobre avionesque estaba aprendiendo con Miguel. Por ejemplo, el casco del avin sellama fuselaje; a las ruedas es mejor llamarlas tren de aterrizaje; si ponesdos alas, una arriba y otra abajo, el avin se llama biplano. Nuestro avinera un biplano.

    As me resultaba ms fcil dormirme.

    Cuando terminamos el avin lo colocamos en lo alto de la duna que hayen la playa. Lo poda ver desde mi litera. Y todas las noches hasta hoy mehe quedado mirndolo hasta que se me cierran los ojos. Por las maanasveo el brillo del sol que se refleja sobre su fuselaje blanco.

    A la semana de marcharse de viaje, me lleg la primera postal de mi

    padre. Sabe que me gustan los animales y me ha mandado una de dostigres enormes. Mi padre me cont en la postal que se llaman tigres deBengala y que hay muchos en Bangladesh, que est al lado de la India.

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    Es una suerte que el avin de mi padre tuviera que hacer una escala enese pas, as me pudo enviar la postal de los tigres.

    Ese da jugamos a que volbamos por encima de Bangladesh y de laIndia y que veamos tigres de Bengala, elefantes, monos y osos. Comoen El libro de la selva. Por la noche en la cama segu imaginando quecazaba un tigre desde el avin, justo cuando iba a atacar a mi padre.

    Luego me dorm.El avin de mi padre tuvo que hacer varias escalas ms en otros pasesy desde all me sigui mandando postales. En la que recib de Filipinasaparecen fotos de una playa con palmeras, unas terrazas donde crece elarroz, una ballena y un volcn. La postal que envi desde una ciudad deJapn que se llama Hiroshima tiene dos imgenes: una calle con edificiosmuy nuevos y otra en la que se ve uno destruido, porque all tiraron unabomba atmica. La ltima postal que me ha mandado es de Australia ytiene fotos de una especie de oso pequeo que se llama koala, un can-guro, un avestruz y un cocodrilo.

    Todos esos das Miguel y yo hemos jugado a viajar por esos pases queestn tan lejos. Unas veces aterrizbamos en una playa de Filipinas y noshacamos una cabaa y comamos cocos de las palmeras, otras bamos aAustralia y nos traamos un koala y un canguro.

    Por las noches, cuando estaba solo, me imaginaba que iba volando ennuestro biplano, hasta el pas donde haca escala el avin de mi padre.Siempre le salvaba de algn peligro. Por ejemplo, le lanzaba una cuerda

    y lo sacaba del mar porque le persegua una ballena de Filipinas o uncocodrilo de Australia o le rescataba de un volcn en erupcin. Tambinme imagin que iba a buscarle a Hiroshima, por si tiraban otra bomba ycaa cerca de su hotel.

    Hoy ha vuelto a llover y haca viento. Como nuestro avin es un biplano,el ala de arriba nos protega de casi toda la lluvia. Miguel y yo hemos

    jugado en l ms rato que ningn da, hasta que unos nios que queranmontarse lo han empujado por detrs. Desde lo alto de la duna hemosbajado a toda velocidad. El tren de aterrizaje no se ha doblado, peroel fuselaje se ha roto porque nos hemos dado contra una roca. Miguelasegura que hemos hecho un aterrizaje forzoso pero sin vctimas y queha sido una pasada. Me ha dicho que no me preocupe, que ya construi-remos otro avin, incluso mejor porque ya tenemos experiencia. Yo lehe contestado que s. Lo que pasa es que esta noche todava no me hepodido dormir. No s qu hora es. Creo que es temprano porque estamaneciendo.

    Pensaba que eran imaginaciones mas, pero ahora ya estoy seguro deor la voz de mi padre, que charla con mam. Suena muy suave, comocuando me hablaba el da que fuimos a pescar y me asust la tormenta.Aunque me dan ganas de levantarme e ir a verle, me conformo con saber

    que ya est aqu. Adems, estoy tan feliz que no me importa si no meduermo, pues es como si ya hubiera dormido mucho rato o como estarteniendo el mejor sueo de mi vida.

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    Horizontalmente en vela

    iempre me encontraba derrotado al llegar a la cama, como tan-tas otras noches. Me enfundaba mi pijama ms liviano y sedoso, y medejaba caer en el colchn a plomo. Y aunque por alguna extraa raznme senta especialmente cansado y todo pareca ir bien al principio, a lospocos minutos se atisbaba mi sufrimiento.

    Una maraa de pensamientos negativos me atenazaba en la oscuridady asesinaban cualquier expectativa de dormirme. Pronto comenzaba asentir el ardor de las sbanas en mi piel, que me quemaban como unhierro al rojo.

    Clavado totalmente a la cama, inerme e inmvil, permaneca tumbadocomo una tortuga boca arriba, intentando ingenuamente forzar un sue-ecillo, concentrndome seriamente en la respiracin, obligndome amantener los prpados cerrados. Pero nada funcionaba.

    Ah! Quin podra comprender mi inquietante e inexplicable desaso-siego nocturno? Inexorablemente, siempre reciba este proceso de sufri-miento con desesperacin y desidia. Mi insomnio se repeta constante-

    David MartnezFarmacutico, Farmacia Jorge Llaurad PrezMadrid

    smente, como un galen circunnavegando la isla del tesoro una y otra vezsin llegar nunca a desembarcar.

    Mi turbacin y frenes hacan que me revolviera sobre las sbanas comouna anguila elctrica. Haba encontrado en la cama el instrumento per-fecto para torturarme, para castigarme, para aniquilarme lentamente. Lacama era una especie de trituradora, donde giraba y giraba entre tribu-

    laciones y preocupaciones absurdas hasta terminar en el ms profundohasto y aburrimiento.

    Los noches siempre iban a ser lo mismo y era hora de empezar a asumiresta nueva y dolorosa realidad. Ya haca meses que haba desistido demis intenciones de dormir las dichosas ocho horas diarias. Antes de lasdos, conciliar el sueo era como intentar encender una cerilla debajodel agua. As que me volv un insomne consumado. Vea dos pelculaspor noche. Comenc por ver cine clsico ruso, pero tampoco me dabasueo. Ni siquiera El acorazado Potemkincaus el efecto deseado. Elrugido de Brahms y las historias de Saroyan me motivaron por unatemporada. Hasta que tambin me cans y volvi la impotencia y elabatimiento.

    Mucho tuve que aguantar esta triste situacin, pero al final con pacien-cia, tranquilidad y tratamiento, las cosas mejoraron visiblemente y pudedescansar algn que otro da. Al final la cama siempre te ofrece un trato

    para que te fundas con ella en paz terrenal.

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    Almacn de papel

    I. Obertura: Cantabile

    ntent llegar hasta el sof, utilizando los brazos como aparato lo-comotor, apoyndome en la cmoda y en la mesa del saln e impul-sando el tronco hacia delante, como un hemipljico con muletas.

    -Spider-cerdo, spider-cerdo -tarareaba Homer Simpson ante la es-tupefacta mirada de Marge, mientras el grueso personaje amarillo soste-na al suido patas arriba haciendo que dejara sus huellas en el techo delsaln.

    Para entonces la mandbula ya se me haba descolgado lo suficientecomo para saber que a duras penas llegara a tomar una posicin c-moda en el sof. Con un poco de suerte caera sobre l como un sacode arena. Como uno de esos peleles de miembros flcidos que arro-jaban, edificio abajo, en las pelculas de accin. La imagen de ser unmueco de trapo cayendo desde un rascacielos me hizo an ms graciay se me debilitaron los brazos todava ms.

    Spider-cerdo, spider-cerdo

    El brazo derecho cedi en la articulacin y perd la bamboleante verti-calidad. Me llev la mano izquierda al pecho intentando que mi brazoy antebrazo formaran un ngulo de noventa grados, y forc el cuellocuanto pude para llevar la cabeza lo ms lejos posible del impactopara protegerla como me haban enseado. Era probable -ya me ha-ba pasado antes- que despus de caer al sof, la inercia me arrastrarahasta el suelo. Me dej arrastrar por la gravedad lo ms cerca quepude del sof. Los ojos estaban semicerrados ya, y me imagin a mmismo con la cara de gilipollas que le haba visto a otros cuando su-fran un ataque de catapleja. Slo esperaba no haberme dejado nadaal fuego de la cocina, como mal mayor la casa olera a chamusquinaal despertar. Haba instalado un temporizador en la vitrocermica queimpeda que el fuego ardiera ininterrumpidamente por ms de cuatrominutos.

    Spider-cerdo, spider-cerdo

    El sof se hundi bajo mi cuerpo inerte mientras me rea con la mand-bula completamente laxa. No haba estado mal. Slo me di un pequeogolpe en la pierna con la mesilla de caf, tirando el mando a distancia.Otro cardenal para la coleccin de aquel mapamundi en que se habaconvertido mi cuerpo.

    Spider-cerdo, spider-cerdo Dulces sueos.

    IMara Concepcin Viuela CornejoFarmacutica, Farmacia Jose AntonioViuela ColladoAsturias

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    Ana me besaba los labios mientras despertaba. El olor a bechamel que-mada inundaba todo el apartamento. Me ayud a incorporarme no sincierto esfuerzo, an permaneca lnguido y los ojos no se me habanabierto del todo.

    -Despierta dormiln! -orden Ana. Comenzaba a distinguir su cara connitidez. Primero el cabello rubio sobre los hombros, despus el valo dela cara comenzaba a dibujarse, luego la nariz y los labios cuyo carmnpoda oler mientras me besaba, al final los ojos intensos, azules como lasprofundidades abisales, desconcertantes.

    Volvi a los besos y yo remolone un poco aunque ya estaba completa-mente despierto.

    -Que has trado? -pregunt buscando en la bolsa que haba dejado enla mesilla.

    -Patatas fritas, berenjenas, pan rallado, cebollas y-hurg en la bolsafrunciendo el ceo- pimientos. Lo que estaba en la lista -afirm ba-tiendo ligeramente el trozo de papel amarillo, escrito con mi letra, enel aire.

    -La bechamel se ha quemado. Lo hueles?

    -Bueno dejaremos las berenjenas para otro da. Preparar unos sndwi-ches y listo-explic resuelta, mientras coga las bolsas y se encaminaba

    hacia la cocina.

    II. Andantino

    Se me diagnostic narcolepsia a los nueve aos. Tras mil y una ida y ve-nida a la unidad de sueo del doctor Valenzuela.

    Antes, mis ataques de sueo ya se haban manifestado.

    Me quedaba frito en el autobs de camino al colegio, y llegaba tardefrecuentemente, lo que unido a mis siestas, durante las clases, propi-

    ciaba un rendimiento escolar francamente por debajo de la media.Tuve que sufrir durante un tiempo la mofa de mis compaeros declase, que me sorprendan de repente con gritos, para asustarme,sabedores de que sera vctima de la catapleja y que caera como unpeso muerto.

    Al menos, siempre haba uno o dos de aquellos chicos que perpetrabanla broma, dispuesto a recogerme antes de que tocara el suelo, para queno me hiciera dao, no s si por piedad o simplemente para no ganarseuna reprimenda de la direccin del centro, que haba sido advertido poralgunos profesores de aquellas chanzas de las que era objeto.

    Otras veces, un grupo de chicos me llamaban y me contaban un chiste,lo suficientemente bueno para que me desplomara por el efecto que larisa produca en mi sistema nervioso central. Resultaba por tanto que yoera la mejor parte del chiste, con mi cara desdibujada por la atona de los

    msculos faciales y los ojos en blanco, a punto del desplome.

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    Con cierta disciplina, a base de anfetaminas y Modiodal, cafs largos,ambientes adecuados -ms bien fros y un tanto ruidosos, la cafetera dedebajo de mi casa era mi sala de estudio- y siestas teraputicas, habalogrado licenciarme en filologa.

    Con mi enfermedad y aquella carrera poco prctica que haba estudiado,mi futuro era algo ms que incierto.

    Tom aquello como una oportunidad; con mucho tiempo por delantegracias a un dinero mensual que me aportaba un piso demasiado grandepara m, que haba heredado de mi abuelo -un indiano que se haba ga-nado bien la vida sangrando el caucho- y que haba alquilado a una fami-lia numerosa, me poda dedicar a lo que me gustaba realmente: escribir.

    Tuve suerte y mi tercera novela, La suerte del Indiano, gan un premiode escasa dotacin econmica pero que me permiti abrirme caminoen el proceloso mundo editorial, justo cuando mis recursos econmicoscomenzaban a flojear.

    Publiqu despus mi primera y segunda novela aprovechando que nohaban visto la luz: Post-meridian, y Postales de Trinidad-Tobago. Conxito desigual, me permitieron ganar tiempo mientras escriba el relatoque me sirvi para darme a conocer al pblico y como trampoln para te-ner una columna diaria en un peridico digital, que me pagaba las factu-ras domsticas con holgura: Almacn de papel, que narraba las vicisitu-des de un enfermo de narcolepsia que durante un ataque de sueo sufreun accidente de automvil que le produce amnesia. As, el personaje se

    ve enfrascado en una infatigable bsqueda de s mismo, de su pasado,hacindose ilusiones, basadas en malos entendidos, de que era un tipode xito. Al final descubre que es un escritor mediocre abandonado porsu mujer.

    El ttulo haca referencia a su cabeza, un almacn vaco por la amnesia,que rellenaba de notas manuscritas tratando de recomponer lo que l

    pensaba que era su pasado.A partir de entonces escriba con profusin, en una rutina de maana ytarde, y hasta me permita el lujo de no hacer nada los fines de semana.

    El alquiler del piso del abuelo supona un mullido colchn para alguiencomo yo; un tanto taciturno y sin mas vicios que un paquete de cigarri-llos diario y un par de cafs diarios fuera de casa.

    En la presentacin, en la feria del libro, de Almacn de papel, conoc a Ana.

    Estuvo en primera fila todo el tiempo. Lo s porque no pude dejar demirarla, durante toda la charla. Saba que hablaba para ella. Calcul mismovimientos, trat de usar las palabras adecuadas tratando de no serpetulante, busqu los dobles sentidos. S que me entenda, era comoun lenguaje que fraguaba slaba tras slaba para ella y para m, que slonosotros podamos entender. Una lengua verncula slo apta para losiniciados.

    En mi caso fue un coup de foudre en toda regla, y sin nimo de serpresuntuoso creo que para ella tambin. S el momento exacto en que

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    me enamor de ella. Si hubiera mirado el reloj en aquel instante, podracertificar la hora, el minuto, el segundo.

    La noche comenzaba a caer sobre la plaza donde se ubicaba la carpa encuyo interior se presentaba el libro. Esa hora en que las motas de polvo,invisibles en otros momentos, se transforman en perseidas diminutas altropezar con los rayos de un sol decadente, sus ojos refulgieron ms cla-ros un segundo cuando un destello de luz los alcanz. Un gesto infantiltratando de apartar la luz que la cegaba, el cabello rubio como la cebadaacariciando su pecho, los brazos delicados, descansando en su regazo depiernas cruzadas, For heavens shakesonando en mi cabeza.

    Termin la charla y comenc a firmar unos pocos ejemplares, no sin antescerciorarme de que ella aguardaba su turno en la esculida cola que sehaba formado.

    Comprob que me miraba de hito en hito, y entre firma y firma, entrecon cario para y paracon cario, fijaba mi vista con descaro.Quera que quedara claro en todo momento que ella era el objetivo demi mirada, que estaba concentrada en ella como un rayo lser, que sloquera que llegara su turno; que llegara mi turno.

    III. Allegro maestoso

    Las tres de la madrugada nos sorprendieron tomando el ltimo trago enun bar del centro. Yo me haba soplado dosJohnny Walkery ella al me-

    nos seis margaritas. La Lupe, la Yiyiyi, rasgaba el ambiente cargado porel humo de mil cigarrillos, con su potente caudal de voz.

    Apostados en un rincn de la barra, de pie, not sus piernas rozando suave-mente las mas. La rode con el brazo y la mir fijamente buscando su anuen-cia para besarla, igual que en un escenario, se sonri antes de acercarselo suficiente..., estudiado simulacro aquello era realmente puro teatro.

    Nos besamos con obscenidad apretndonos el uno contra el otro comosi de ello dependieran nuestras vidas, hasta que nuestro sentido del pu-dor fue ms fuerte que el deseo.

    Not que se me aflojaban las piernas y que los msculos de la cara norespondan.

    Sal del bar a empellones, tratando de que no me viera de aquella guisa:flcido como las velas de un barco con calma chicha, como un ser des-huesado, como un globo deshinchado.

    Me senta como el fantasma de la pera huyendo entre los bastidoresde la pera Garnier, desenmascarado, huyendo de mi Christine Daahacia mi catacumba, donde no pudiera ver mi verdadera cara. Un rostromutilado habra sido ms digno que aquel otro sin rasgos de vida, sinpersonalidad, la cara del que acaba de ser burlado.

    Alcanc la puerta del antro y como pude acert a desplomarme sin ha-cerme demasiado dao, sobre el escaln de un portal cercano. Ana seacercaba, desconcertada, hasta m y tras llamarme insistentemente pormi nombre sin resultados, sac su telfono mvil y marc el 112. A pesar

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    de mis explicaciones acerca de la narcolepsia y la catapleja, insisti enque esperramos la ambulancia para que me viera un mdico.

    Acept a regaadientes.

    Estaba bastante cansado a pesar de lo cual, cuando los paramdicosse hubieron largado, decidimos dar un paseo. No me pareca bien em-barcarla en un taxi que la llevara a su casa y por otro lado sera poco

    caballeroso no acompaarla hasta su apartamento, as que trac un planalternativo: conoca aquellas calles del centro como la palma de mi manoy di un rodeo hasta que estuvimos cerca de mi pequeo piso.

    En ningn momento durante la noche hablamos ms de mi enfermedad,lo que me sorprendi un poco.

    Generalmente me preguntaban acerca de los sntomas, de la medicacin,etc. Sin embargo, cuando la ambulancia desapareci, no hablamos deltema. No saba cmo interpretarlo. Podra ser que no quisiera incomodar-me con sus preguntas o en el peor de los casos, significaba aquello queno tena pensado volver a verme una segunda vez? Todo era posible.

    Decid disfrutar de su compaa hasta donde me dejara. Estaba dispuestoa asumir el fracaso. Pero de momento todo pareca ir bien.

    -Vivo all -indiqu con la mano la tercera planta de un edificio de seisalturas.

    -Me invitas a un caf? -inquiri tomndome de la mano. Sonre y cami-namos hasta mi apartamento.

    IV. Presto

    Ahora estaba completamente descansado. Haba hecho una de mis sies-tas teraputicas, despus de mi ataque de risa por el episodio de spider-cerdo de la pelcula de los Simpson.

    Era la quinta vez que intentaba ver la pelcula. Pero las cataplejas, pro-ducidas por los golpes de humor de la familia amarilla, me haban impe-

    dido verla en su totalidad, y a pesar de que la iba viendo por trozos, meempezaba a aburrir.

    Ya haba desistido de ir al cine. Era pagar 6,50 por echar una siesta; laoscuridad de la sala, las cmodas butacas, la calefaccin en invierno, elaire acondicionado en verano Era un caldo de cultivo propicio paraque me quedara grogui a las primeras de cambio.

    -No hagas los sndwiches -grit desde el sof, justo cuando Ana sacabael pan de molde de la bolsa-. Vamos a dar un paseo.

    Su ligero taconeo sobre el piso de linleo de la cocina sugera la pisada de ungato que se acercaba, prcticamente imperceptible. Se me acerc por de-trs, me rode el cuello con sus brazos y apoy su cabeza en mi hombro.

    Restregu mi cara contra la manga de su jersey de lana amarillo.

    Put your head on my shoulderle habra venido al pelo a aquel momento;Paul Anka insultantemente joven en elShow de Ed Sullivaninterpretan-do la cancin, elegantemente vestido en la primigenia aunque ya conso-lidada televisin norteamericana.

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    -Adnde vamos? -me bes entre ambas palabras, que haba susurradocomo un gato ronroneante.

    -No lo s -dije besndole el cuello-. A cualquier sitio- cualquier sitio eraun buen sitio.

    V. Adagio

    Haba abandonado el Modiodal de una forma casi inconsciente. Desde

    que estaba con Ana los ataques se haban reducido notablemente. Suvitalidad era francamente contagiosa. Aunque saba perfectamente queaquello no era ms que casualidad, quise atribuirle cierta influencia sobrela mejora de mi enfermedad. De todas formas, segua mis pautas religio-samente, respecto a mi rgimen de siestas.

    Salimos al fin del apartamento. Subimos por la avenida VerhoevenhastaLarra, una vez all decidimos girar en Asunciny tomar el metro deSofapara llegar a una representacin deMacbethen el parque, la primera deuna serie de obras de Shakespeare que iban a ser interpretadas al airelibre durante los primeros das de aquel marzo que mayeaba con tem-peraturas nocturnas cercanas a los veinte grados.

    Bajamos hasta el andn apretndonos con los escandalosos hinchasdelMotown que jugaban aquella noche en el derby de la ciudad con-tra el Comodores.

    Ana me apret la mano buscando cierta proteccin. No le gustaban losruidos, y aquella algaraba la pona nerviosa.

    -Mo-To-wn, Mo-to-wn!-gritaban a un lado del andn los hinchas delequipo blanco.

    -Comodoooooores, Comodoooooores!-entonaban febriles los azulesque queran venganza despus del uno a cinco recibido en casa en elpartido de ida.

    Ana dio un paso atrs cuando acert a ver a los hinchas de uno y otro

    equipo que se acercaban gritando los nombres de sus respectivos equi-pos intercalando insultos. El exiguo cordn policial dispuesto por las au-toridades para evitar incidentes haba sido insuficiente.

    El grupo de los Comodores, comenzaba a moverse como una unidad,como un organismo pluricelular, zarandeando a los policas que co-menzaban a sacar sus porras. Un agente peda refuerzos a los antidis-turbios que habamos visto en la boca del metro. De pronto todo sedesat como un huracn. Los policas rodaban por el suelo. Intentamossubir para alcanzar la calle junto a un grupo de personas ajenas a losdos bandos, cuando, escaleras abajo, corra hacia nosotros un grupode hasta diez hombres fornidos, blandiendo sus porras y escopetas conpelotas de goma, que nos arrastr de nuevo hasta el andn, dondetodo era caos.

    Me agarr fuerte a la mano de Ana que se me escurra entre la marabun-ta, recib una fuerte patada en la espinilla y mi mano cedi por el dolor.Ana se protega la cabeza y ya se encontraba a dos metros de m. La po-lica trataba de sacar a los hinchas a la superficie subindolos a palos

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    por las escaleras de dos bocanas diferentes. La voz metlica anunciabapor megafona la inminente llegada de un tren.

    Ana se acercaba a m nadando en aquel ocano de brazos y cuerposque se interpona entre nosotros. Estir mis brazos tanto como pude,hice acopio de todas mis fuerzas y arremet contra la turba que me dis-tanciaba de ella.

    La polica carg una vez hubo recompuesto la formacin. Unos pocoshinchas cayeron a la va y trataban de llegar hasta el borde del andn,como nufragos intentando alcanzar la orilla. El tnel se iluminaba te-nuemente y un chirrido metlico emergi entre los gritos.

    Ana se haba hecho sitio y estir los brazos en toda su longitud para al-canzar mis manos dispuestas de igual forma, pero otro arren de la po-lica la llev hasta la lnea amarilla del andn. Un hincha que trataba desalir de las vas, mientras el tren silbaba y se oan las ruedas rechinando,patinando sobre los rales, la agarr intentado salvarse de la embestidade la locomotora, y de repente desapareci, tragada por aquel mar conresaca. Mis piernas se aflojaban, comenzaba a tener la cara lacia, em-puj lo que pude pero un golpe certero me alcanz el cuello, continuempujando pese a todo pero el tren ya haba pasado.

    Todo era confusin y aullidos. Rept entre las piernas de aquellosfanticos hasta que alcanc el borde del andn. Mis manos estabanimpregnadas de un lquido viscoso, que result ser sangre. Trat deponerme en pie pero la catapleja era ms fuerte que yo. Para enton-

    ces el tren ya haba frenado. Algunas personas trataban de socorrera los que haban cado a la va. Yo slo pude ver un pedazo de jerseyamarillo de lana enganchado en una de las traviesas de la va. Enton-ces lo comprend todo. Put your head on my shoulder sonaba enmi cabeza desvanecindose en fade out, la Yiyiyiinterrumpa a PaulAnka, con su teatro. Spider-cerdo, sp ider Fue lo ltimo que re-tumb en mi cabeza.

    Dulces sueos.

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    Amanece sin ti

    e nuevo apareca su rostro en mi mente, las mismas faccionesse dibujaban una y otra vez en mi retina, sus ojos rasgados, su miradafranca y sensual, aquella mueca en su boca que pareca una sonrisa per-petua y ese aire de quinceaero informal y rebelde, invadan mis pensa-mientos llegando a producirme cierta inquietud. Tan slo cruzarme conl por los pasillos de la oficina y escuchar aquellas mgicas palabrasMara, tenemos que planificar la reunin del martes desencadena-ban la aparicin de miles de hormigas en mi estmago (probablementeestaran corriendo un maratn). Me quedaba absorta ante su imagendelante de la mquina del caf, viendo cmo mova con la cucharillaaquel sucedneo del puro de Colombia. Recordaba sin cesar como tara-reaba continuamente melodas de pocas pasadas y cmo los movimien-tos de sus manos las acompaaban cmo si de un tam tam se tratara. Era

    consciente de lo absurdo que resultaba aquello, aquella situacin , perono poda evitarlo.

    Francis Sells GalianaMdico, Neurofisiologa ClnicaUnidad de Alteraciones del Sueo del HospitalGeneral Universitario de AlicanteAlicante

    dY ah empezaba mi lucha interior.

    Aquella noche (otra de tantas), de nuevo, l, siempre era l, interrumpami sueo. Llegu a casa agotada, haba sido un da duro en el trabajo,demasiadas llamadas telefnicas y conversaciones me haban dejado ex-hausta y con los tmpanos un tanto doloridos. Tena hambre, cocinaraalgo de aquel libro de recetas, mezclar, construir o como ahora se decadeconstruir los alimentos siempre me proporcionaba una sensacin pla-centera. Un poco de sopa de pollo, aquel estupendo pescado al aromade azafrn y una copa de vino mejoraron mi estado de cansancio. Mesent en el sof dispuesta a disfrutar de la lectura del libro que aquel mestena entre manos. El desierto africano, los aborgenes y las aventuras ydesventuras con las que me deleitaba Marlo Morgan enriquecan mi esp-ritu y mi alma. De los altavoces del equipo de msica salan canciones dealeatoria, a las notas del Concierto para dos violines en re menor de Bach,seguan las pegadizas melodas de los Beach Boys. Puro caos musical. Seasemejaba a mi mente. Pese a mi intencin de leer, no pude terminar elcaptulo, las palabras suban y bajaban entre lneas, me estaba cayendode sueo, qu raro, era mucho ms temprano de lo habitual, pero anas decid acostarme. Mala decisin. Empec a angustiarme, pens en l.Era un callejn sin salida. No poda conciliar el sueo ni siquiera pensan-do en multitud de cosas para distraer mi mente. No tena paz ni de dani de noche. Su rostro, su ojos ay, de nuevo, las hormigas surcaban mi

    estmago arriba y abajo. Pensaba en cosas alegres, divertidas y plcidas:aquella pequea cala de Menorca que me fascin, la calidez del sol sobre

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    mi piel, ese mar azul turquesa y cristalino Tambin l apareca en miplaya, en mi arena. Esa rutina siempre me ocupaba minutos y minutos,tantos que a veces poda cambiar de posicin miles de veces, entre pla-yas, soles y ovejas. La almohada se converta en espectador y vctima demis noches. Necesitaba paz, tranquilidad y serenidad.

    Al fin, consegu dormir, un instante quiz, para volver a abrir los ojosante la oscuridad de mi habitacin, que breve haba sido el abrazo de

    Morfeo. Todava era de noche, faltaba mucho para amanecer, deseabaque las horas del reloj avanzaran, que aquella eternidad desapareciera.Se estaba disputando una dura batalla en mi cerebro, mis sentimientos,mis esperanzas y aquella terrible frustracin.Slo quiero dormir tranqui-lamente, susurr desesperada. Las noches se convertan en intervalos yfragmentos de tiempo, de tiempo vaco, carente de significado.

    Escuche aquel sonido tan familiar, aquella sirena que matemticamen-te sonaba todos los das a las 4am. Segua despierta. Poco a poco, suimagen empez a desdibujarse en mi mente Cuando volv a des-pertarme ponan en la radio mi cancin preferida y l ya no estabaall. Entraban tenuemente los rayos del sol por mi ventana. Otra vezamaneca, amaneca sin l.

    El perro del pescador

    or todos es sabido que Galicia es un una tierra difcil y llena de dificul-tades. Tiene un interior fro, escarpado, pobre, y una costa que puedetacharse en la misma proporcin de bella que de peligrosa. Galicia estbordeada por infinidad de aldeas de pescadores donde las historias quedeja el mar y su furia estn en la mente de todas sus gentes, mayores ynios que sufren en sus carnes las desdichas del mar.

    Uno de estos nios me cont una de estas historias, duras pero llenas deun profundo sentimiento.

    Llova, soplaba un fuerte viento que envolva las persianas, faltaba la luzy la humeante vela empezaba a tocar a su fin.

    Era la hora de ir a acostarse, haba un tremendo temporal y cuanto antesme durmiese, antes pasara ese miedo a que el viento que entraba delmar se lo llevase todo cuando chocaba con la casa de mi abuelo.

    Me apresur a ponerme el pijama y acto seguido me tap con una gruesa

    manta hasta las cejas, con la esperanza de sumergirme en un profundoy plcido sueo lo antes posible, pero no hubo suerte, el fuerte temporal

    Francisco Gmez CandaedoFarmacutico, Farmacia Gmez CandaedoA Corua

    p

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    que azotaba la costa gallega se cebaba contra la vieja casa de mi abuelo,contra los indefensos rboles que se rompan a nuestro alrededor y con-tra todo aquello que intentaba impedir su paso.

    Como cada noche mi abuelo se encargaba de cerrar las puertas de lashabitaciones, cuando se percat de que me era imposible conciliar elsueo y acercando el candil que llevaba en la mano a su cara, me pre-gunt si poda dormir. El miedo impeda que el sueo pudiese abrazarme

    para empezar a descansar y olvidarme de los rugidos del viento y lossilbidos de los rboles.

    Se sent a mi lado y con una voz suave y dulce empez a hablarme deun nio de unos trece aos, que evidentemente era l. Este nio vivacon sus padres en una aldea de pescadores de las muchas que hay enGalicia, una aldea donde la mar es una atraccin veraniega para los turis-tas y a veces una desgracia para las familias que lo sufren a diario.

    Toda la familia del nio se reduca a su padre y a un pequeo labradorque haba adoptado.

    Este nio, contaba mi abuelo, admiraba a su padre, que como no podaser de otra forma era pescador, de esos pescadores que se juegan la vidatodos los das y un da salen a la mar y no vuelven; adoraba a su perro,ms bien se adoraban mutuamente desde que se conocieron.

    El padre sabedor de los gustos del nio, no quera su misma vida

    para ste, y por supuesto no le permita salir a pescar en el barcocon l. Pero por mucho que un padre intente luchar contra los de-

    seos de un hijo, alguna vez tiene que terminar cediendo, por muchoque lo haya negado antes.

    El ansiado da para el nio lleg, y su padre despus de negarle una vez yotra el ir a faenar con l, le permiti subirse al viejo cascarn y acompa-arle a echar las redes en busca de capturas que poder llevar al mercado.Por supuesto el nio se llev a su fiel amigo a su soada excursin, invi-tacin que acept gustosa el simptico labrador.

    La tarde en la que se hacan a la mar pareca calmada, nada presagiabaque pudiera estropearse la jornada de pesca. Soplaba una ligera brisillafresca propia del atardecer gallego y la calma predominaba tanto en lamar como en el nimo de los tres.

    Pusieron rumbo norte, y a las dos horas de navegacin el padre, expertopatrn, estim que en el punto donde estaban poda haber capturas.Poco a poco fueron detenindose y comenzaron a lanzar las redes al-rededor del viejo barco, esperando algn fruto a su paciencia. Con eltiempo, fueron llegando otros barcos a la zona atrados por la idea delpadre, all poda haber capturas.

    Cuando llevaban una hora de trabajo al nio le llam la atencin quelos barcos de alrededor haban desaparecido aunque no los haba vistomarchar. Atnito le pregunt a su padre lo que pasaba. Eran olas de diez

    metros, que levantaban a unos barcos y hacan descender a otros, au-tnticas cordilleras de olas se lanzaban encima del pequeo barco, era un

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    autntico temporal, una galerna tpica del Atlntico gallego, fruto deeste mar caprichoso que haca tres horas no presagiaba nada malo.

    Una ola de costado azot fuertemente el barco y todo cuanto haba encubierta desapareci. El nio estaba en ella y tambin se lo llev. El la-brador, que vio lo sucedido, no dud un instante en tirarse al agua a porel nio, al igual que el padre. Lucharon contra la fuerza de las olas queuna y otra vez los golpeaba. Sin proteccin ninguna y con las esperanzas

    perdidas intentaban salvarse, hasta que otro golpe de mar los acerc alcasco del barco lo que les permiti subirse, pero el labrador cada vez sealejaba ms, y no volvieron a verlo.

    Esa imagen del mar llevndose a su valiente amigo, que no dud en darsu vida por el nio, pervivi siempre en la mente de ste. Fue un motivode desvelo a lo largo de muchas noches en la vida del nio. Esta imagenmartirizaba una y otra vez sus sueos, y se despertaba sobresaltado, lla-mando a su labrador mientras ste se alejaba luchando contra la fierezade las olas.

    Una lgrima recorri la mejilla del abuelo, mientras el viento segua azo-tando las ventanas y los arboles silbaban en enconada lucha con el airede esa desapacible noche.

    -Abuelo, sigues despertndote viendo su imagen? -La sigo viendo,sueo con l, y me cost muchos aos entender lo que haba pasado.

    Hoy cuando me duermo viene a mis sueos su imagen, me despierto,pero despus de mucho tiempo sin lograrlo, puedo volver a dormir, pues

    entend que l hubiese hecho siempre lo mismo, sin importarle lo quepudiese pasar. Hubiera ido a socorrerme en cualquier circunstancia, encualquier sitio y a cualquier precio, era feliz hacindolo, como lo soy yoteniendo la oportunidad de contrtelo para que entiendas que en la vidahay cosas muy importantes y que perduran siempre como la amistad,como el valor que mi perro demostr dando su vida por m.

    El abuelo se march a su cuarto y el temporal, el viento y la lluvia siguie-

    ron, pero me di cuenta de que todo esto era pasajero, no tena sentidotenerles miedo, acababa de aprender el valor de la amistad y de la fuer-za del cario. Juntos hacen de un temporal una brisa de verano y de unanoche de insomnio un momento inolvidable.

    El t

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    El tren

    l tren iba avanzando lentamente, dejando a cada paso res-coldos del pasado en el paisaje. Su continuo traqueteo y sus largos ycadenciosos pitidos a la entrada y salida de tneles y apeaderos yaabandonados me impedan llegar a conciliar el sueo. Haba comenza-do mi viaje minutos antes, en mitad del valle -junto al nuevo embalse-,y ahora el tren serpenteaba ms que ascenda, tratando de salvar lascomplicadas cadenas montaosas que nos separaban de la no muydistante costa nortea.

    Haca ya muchos aos que no viajaba en tren -quiero decir en un trenas-. Un viejo tren de los de asientos de madera y cuyas ventanillas anpueden abrirse a voluntad para permitir que penetre el aire fresco. Yabr la ventanilla y todo el embrujo de la oscura madrugada se estrellpara mi mayor agrado contra mi rejuvenecido rostro. El vagn se en-contraba completamente vaco; yo era el nico pasajero y mientras mepreguntaba si llegara a pasar siquiera en algn momento el revisor, me

    sent el rey del mundo, transportado en un medio, este tren, fletadoespecialmente para m, sin otro lujo ni otras aspiraciones que el placer

    Carlos Revuelta MndezMdico, Medicina familiar y comunitariaCentro de Salud de Barco de ValdeorrasOrense

    eque proporciona viajar de nuevo por lugares recnditos..., lugares queel alma reconoce desde su infancia, pero que estn dormidos en nues-tra ms hurfana memoria.

    As que aspir profundo todos los inconfundibles aromas de la nocheveraniega cerrando los ojos para tratar de reconocerlos uno a uno, in-tentando aprehenderlos y guardarlos de nuevo en el familiar bal demis recuerdos. All estaban la salvia y el espliego, la hierbabuena, el

    romero, los sanjuanes, la retama, las ltimas jaras, las encinas, roblesy alcornoques, los castaos y abedules, y en las zonas ms hmedasy sombras, tambin el penetrante laurel. Todos, como querindomeofrecer un testimonio de su tenaz perseverancia y su sencillsima ver-dad existencial.

    El tren entretanto -digo- avanzaba lentamente, como no queriendodespedirse de cada curva, de cada nuevo recoveco... como ofre-cindome la oportunidad de redescubrir en cada sombra el olvida-do contorno de una roca, la silueta perdida de un rbol de mi yalejana infancia.

    Viajar de nuevo, despedirme, igual que cuando march al servicio mili-tar, en este mismo tren nocturno, con el macuto tan lleno de pertrechoscomo vaco de esperanzas; o aos ms tarde, cuando volv a salir delpueblo definitivamente para ocupar mi plaza de mdico adjunto en elhospital universitario, esta vez con otro equipaje tan lleno de ilusiones

    como desprovisto de experiencia. Y as algunas otras docenas de veces,en que sal y entr al valle, en este mismo tren, por estas mismas vas

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    desgastadas, a estas mismas intempestivas horas, en que slo su caden-cioso y gastado soniquete se atreve a romper el profundo silencio de lanoche.

    Por qu he vuelto a venir en tren, en este tren, desde esta aldea y haciaesta aldea en la que ya no queda nadie, en la que ya no queda nada?Por qu no me fui de vacaciones a Nador, con Susana y los chicos?,o por qu al final no asist tampoco al congreso de Boston pero me

    ampar en esa excusa para escaparme hasta aqu, despus de tantosaos, vestido de traje diplomtico azul marengo, con el maletn de lasponencias bajo el brazo y un porta-trajes repleto de camisas impecablesde Rodier con sus corbatas de seda haciendo juego? Qu pensarn Su-sana y los chicos cuando vuelvan de sus vacaciones y sepan que los dejsolos a cambio de un absurdo viaje al pasado en este triste tren, a unaaldea abandonada? Qu dirn en el comit cientfico del hospital, y enla gerencia cuando adviertan que nadie ha volado de Madrid a Chicagoy de Chicago a Boston en Business y que nadie ha defendido nuestranovedosa tesis alternativa de las riboflavonas en el congreso mundial demetabolismo lipdico?

    En el fondo me da igual, o por decirlo de una forma mucho ms grfica,me importa realmente cuatro pimientos. He decidido hacerlo y por pri-mera vez en mi vida, quizs no tenga ningn motivo que justifique misactos, ninguna explicacin lgica para los mismos, ningn argumento

    irrefutable para mi siempre recta conducta. Esta vez he procedido sim-plemente porque s, sin otras y mayores razones. Igual que este tren,

    seguramente deficitario y que, sin embargo e inexplicablemente, sigueviajando cada noche como un fantasma, hacia destinos imposibles, haciaestaciones en las que nadie sube, en las que nadie baja, como si alguiense hubiese olvidado de su existencia y continuase circulando eternamen-te de forma autmata, sin maquinista que lo conduzca, sin pasajeros querecoger, sin paisajes que lo vean pasar, sin que nadie ni nada lo echen demenos..., nadie ni nada excepto yo.

    Tras de los roquedales del frontn, en la parte ms abrupta y sep-tentrional de la montaa, apareci de pronto entre las nubes una lunaenorme, brillante como ya no recordaba que pudiera brillar la luna llena,brillante como slo brillaba la luna en las ms fras noches del invierno,cuando su luz encenda todo el macizo cubierto por un espeso manto deblanqusima nieve.

    Cerr de nuevo los ojos para inmortalizar, en algn lugar de mis he-misferios cerebrales, tanta belleza, tanta satisfaccin, tamaa dosisde ternura. Cuando decid reabrirlos me percat de que el vagniba ahora repleto de gentes variopintas. Es increble cmo se pare-ce un viaje en tren al desarrollo de la trama de una novela cargadade personajes los pasajeros-, que describen cada uno sus propiashistorias vitales. La seora de la cesta cargada de huevos recin re-cogidos, con su paoleta a la cabeza, camino del mercado semanal;el hombre gordo de poblados bigotes que abronca azarosamente a

    su menuda mujer, que parece hundirse cada vez ms ante sus con-tinuos aspavientos; los tres muchachos con sus mochilas, que pla-

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    nean bajarse en la prxima estacin para pasar un fin de s emana deacampada y montaismo; la monjita que estudia con fruicin algnmisal, concentrada en su propia desconexin del resto del mundo;los nios que corretean de un lado para otro del pasillo hasta la pla-taforma del fondo atestada de bultos y equipajes... Un vagn llenode vida, como todos los vagones de antao, cuando la vida se es-parca a sus anchas en la incomodidad cotidiana pero plcidamente

    familiar de estos trenes.Trasladado de pronto a esos otros trenes modernos de cercanasque tantas veces cog para ir, primero a la facultad y ms tarde yaal hospital, abarrotados de gentes mudas, que no parecen tenerotras historias que sus propios silencios, ensimismados en quinsabe qu solitarios pensamientos, absortos en sus inexpugnablespreocupaciones. O esos otros trenes de lujo, en los que apuestosmozalbetes se aprestan sin descanso en agasajarte con la prensadiaria, vasitos de zumo, frutos secos, auriculares, toallitas hme-das, caramelos y todo aquello que uno empieza a aborrecer cuan-do hace siempre los mismos viajes y te ofrecen siempre los mismosobsequios. Sin duda alguna prefiero los trenes de antao, comoste, con su lastimero quejido, su vaivn, su inconfundible olora madera humedecida y sus siempre viejos revisores, a punto dejubil arse. Por c ierto , q ue c omo s ospech aba, todav a no ha pasad o

    el revisor, y ahora que lo pienso, tampoco me explico de dnde hasalido de pronto toda esta gente, cundo se han subido al tren, ni

    en qu inexistente estacin lo han hecho. Me pesan los prpados,tengo la frente sudorosa, la cabeza me estalla de repente comosi no me cupiesen en el interior tantos sentimientos, tantas sen-saciones... Veo a Susana, sentada junto a m al borde de la cama,mirndome con cara de preocupacin mientras me pasa un paohmedo por el rostro para refrescarme; no s lo qu me pasa; noentiendo nada de lo que me est sucediendo...

    -Tranquilo mi amor, todo va bien. Has estado delirando por culpa de lafiebre, pero ya ests mucho mejor.

    -Y el tren? Cundo me he bajado del tren?

    -No s qu tren era se, pero parece que tambin lo has perdido... comoel avin de Chicago..., pero no te preocupes... ya he llamado a la ctedray parece que al final enviarn tu presentacin maana, por videoconfe-rencia.

    -Y vosotros, no tenais que estar en Nador?

    -Ya no te acuerdas que decidimos retrasar las vacaciones hasta tu re-greso? A Nador iremos todos juntos la prxima semana, a menos queprefieras volver a coger ese tren en el que tan a gusto parecas viajar estanoche...

    La pequea sorna de Susana me dej de nuevo confundido por unos

    momentos y dudando de casi todo. Pero la vida siempre contina, y se-guramente ser mejor que as sea.

    El viaje soado

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    Ha pasado el tiempo y ya estoy recuperado. Mi intervencin por vi-deoconferencia cosech un xito rotundo y las vacaciones en Nador re-sultaron extraordinarias. Sin embargo... algunas noches me sigue asal-tando una incmoda duda Hacia dnde me llevaran los caprichososrales del destino si por un extrao azar pudiese coger de nuevo aqueldestartalado tren... mi anhelado tren de juventud?

    El viaje soado

    rrrrr, rrrrrr, el sonido del motor era como una msica de fondo, me ibade viaje. Cunto tiempo haca que el avin haba despegado? Me habadormido pues era un viaje largo, al otro lado del mundo - Por fin ibaa Australia!

    Cunto tiempo soando con ese viaje, soando con los canguros, conlos koalas, con los kiwis (los de plumas), los aborgenes, con esa na-turaleza salvaje tantas veces contemplada en las revistas del NationalGeographic.

    Qu largo se me hizo el tiempo esperando el resultado del concursode fotos al que me present, soando con ganar el premio: UN VIAJEA AUSTRALIA, tres semanas de excursiones visitando toda la isla,en coche todo terreno, en helicptero, un viaje de aventura, el viajesoado.

    La de fotos que hice! Y al final la foto del pingino que hice en el Zoo,result ser la ganadora, la verdad es que el pingino pos, me mir y

    ngeles Enguita MarcoMdico, Medicina del TrabajoServicio de Prevencion y Salud Laboralde RENAULT S.A.Madrid

    r

    Fbrica de sueos

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    pos, yo creo que l saba que era para conseguir mi sueo, nuestrosojos se cruzaron y entre sus plumas vi una chispa de complicidad ypos, ya lo creo que pos, ya querran muchos fotgrafos tener modeloscomo se UN VIAJE A AUSTRALIA!

    Me dej acunar por el ronroneo del motor rrrrrr, rrrrrr, por fin se cumplami sueo, rrrrrr, rrrrrr

    Y entonces me despert, rrrrrr, rrrrrr, mi gato dorma acurrucado encima

    de mi estmago, rrrrrr, rrrrrr

    Fbrica de sueos

    a casi no recuerdo cundo empez mi relacin con el reino onrico.All por finales del siglo pasado, iniciamos el estudio del sueo en un pe-queo laboratorio que consista en un equipo de registro con 16 canalesy un ordenador que, visto desde nuestra actual perspectiva, no parecems sofisticado que un juguete de nio. Con este dispositivo consegua-mos realmente buenos trazados de las variables que suceden durante lanoche: sobre todo de los parmetros cerebrales y respiratorios. Mediantesiete electrodos registrbamos la actividad cerebral, las ondas nos indica-ban la lentificacin del trabajo del cerebro, cmo se iba ralentizando pro-gresivamente y entrando en fases cada vez ms profundas de sueo, conrelajacin muscular y lentificacin de los ritmos cardaco y respiratorio.A m me fascinaba especialmente una fase del sueo: la conocida comoREM, donde los ojos producen rpidas sacudidas (de ah su nombreRapid Eyes Movements) y el ritmo cerebral se intensificaba. Entonces yasabamos que en esta fase el paciente est soando, su cerebro est ela-borando y percibiendo una especie de pelcula cuyo guin est trufado

    de miedos y angustias, recuerdos e ilusiones, de pocas ya olvidadas porel consciente y visitada por fantasmas tan personales que slo deambu-

    Juan Carlos Padilla EstradaMdico, Neumologa(dedicacin preferente a la patologa de sueo)Hospital Internacional MedimarAlicante

    y

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    lan por nuestro cerebro en esos momentos tan escasos de la noche. Noen vano Freud llamaba a los sueos la va regia del subconsciente.

    Ya por aquella poca me preguntaba, al pasar las pginas en el orde-nador llenas de trazados de electroencefalograma, qu misterio ence-rraban aquellas ondas, esas misteriosas oscilaciones que ramos capa-ces de captar en la piel del paciente y que expresaban la actividad delcerebro en su fase ms desconocida: la ensoacin. Poco a poco fue

    tomando cuerpo una idea descabellada: seramos capaces de trans-formar esas ondas cerebrales en imgenes, de desentraar su signifi-cado y obtener en una pantalla la pelcula del sueo?

    A finales del siglo XX aquello pareca tan lejano como la colonizacinde los planetas exteriores del sistema solar. Pero la velocidad de de-sarrollo de los sistemas informticos era entonces -como lo es aho-ra- exponencial. A los sencillos procesadores Pentium de antao si-guieron generaciones posteriores que se sucedan a ritmo frentico.En pocos aos disponamos de unidades capaces de procesar billonesde bits por segundo y desarrollar complejsimas funciones de anlisisy toma de decisiones instantneas. Fue entonces (primera dcada delsiglo XXI) cuando aparecieron los traductores universales en tiemporeal, que permitieron derribar definitivamente las fronteras lingsticas:mediante un aparato algo menor que un paquete de cigarrillos (para

    entonces un objeto casi extinguido) y aplicado al odo, podamos con-versar directamente con un interlocutor que hablara cualquier idioma.

    Pues con estas maravillas cibernticas lleg el procesador de vdeo di-gital: uno de los ingenios derivados de l, el trasductor REM-VSDI,permita transformar seales elctricas en complejas estructuras multi-media; eso s necesitbamos una especie de traductor que nos per-mitiera conocer la clave de transformacin de seales cerebrales enimgenes.

    Y como casi siempre en la historia de la ciencia, este traductor lleg de

    forma azarosa. Una noche un paciente se qued durmiendo contem-plando en televisin una pelcula de una gran carga sentimental paral: Casablanca. Al da siguiente nos coment que haba soado exac-tamente con una escena concreta: el reencuentro de Ingrid Bergman yHumprey Bogart donde recuerdan su hermoso idilio parisino. El restono fue difcil: confrontamos su registro de fase REM -amplificandolas ondas cerebrales con un sofisticadsimo sistema de tratamiento deseales electromagnticas- con la escena en cuestin y el resultadofue un cdigo que nosotros llamamos Roseta: al igual que aquellapiedra permiti descifrar los antiguos jeroglficos egipcios, nuestro ha-llazgo permita traducir las ondas cerebrales a imgenes.

    Ya ramos capaces de contemplar a un individuo soando; podamossentarnos ante un monitor y visualizar sus hasta ahora- ms recndi-tos secretos, tanto que hasta lo eran para l mismo. De ah surgi unanueva forma de enfocar y tratar los problemas psicolgicos: los psi-

    quiatras comprobaron el acierto proftico de Freud y cmo a travs delos sueos eran capaces de desentraar los orgenes de muchos tras-

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    tornos mentales. La psicosomnoterapia encontr las claves de multitudde comportamientos antisociales, el origen de trastornos que hastaaquel momento se consideraban orgnicos o hereditarios. Explorandoesa expresin del subconsciente se avanz extraordinariamente en elconocimiento de la mente humana.

    Para los durmientes era una experiencia extraordinaria contemplar susensueos, ver materializados en la pantalla sus ms profundos senti-

    mientos, ver actuar a seres queridos antao desaparecidos, observarse auno mismo ora idealizado en pocas de euforia, ora despreciable en eta-pas depresivas. Y cuntas ideas geniales surgieron de los sueos, dondetan ampliamente se expresa la creatividad humana. Recuerdan aquellosartistas que dorman con una libreta bajo la almohada para anotar lasideas sobrevenidas durante la noche, apenas entrevistas en la transicindesde la vigilia al sueo? Ahora la creatividad, el ingenio, la intuicin, elarte aparecan desnudos en un monitor ante nuestros ojos.

    Vivimos una poca de alto inters por los sueos, incluso surgieronaparatos domsticos para visualizarlos. Pero poco a poco la euforia fuemitigndose y las cosas volvieron a su contexto: laboratorios clnicosy de investigacin. Y aqu fue de donde surgi, una docena de aosdespus, un nuevo instrumento que supondra un importante saltocualitativo: el insertor-transformador VSDI. El proceso ahora era el in-verso: podamos traducir imgenes, sonidos, sensaciones a ondas

    complejas parecidas a las que genera el cerebro y, mediante microelec-trodos, insertarlas en los circuitos neuronales de manera que fueran

    para el propio cerebro indistinguibles de las generadas por l mismo.Habamos encontrado la manera de insertar desde fuera informacinsin necesidad de los rganos de los sentidos; podamos proporcionaral individuo sensaciones que dejaban recuerdo en la memoria y quejams podra distinguir de las realmente viv idas.

    Aquello s represent una autntica revolucin: la i nsercin de vivenciasse convirti en una actividad extendidsima y muy lucrativa. Y el por-

    qu es fcil de entender: el hombre es perezoso por naturaleza; tiendeinevitablemente hacia la realizacin del mnimo esfuerzo. Si podemostener una vivencia sin esfuerzo, con idnticos resultados, la eleccines obvia. As las vacaciones y los viajes se transformaron en virtualesy las frustraciones de la vida diaria se mitigaban con extraordinariasaventuras onricas. Pero ya nada era fiable. Las actividades culturalesse empobrecieron enormemente, y lleg un momento en que casi todoel mundo tena similares recuerdos.

    Afortunadamente la teora pendular de la Historia casi siempre acabaimponindose y tras la fiebre inicial (que dur varios lustros) poco apoco fuimos perdiendo inters por estas fbricas de sueos. Nos dimoscuenta de que no eran lo mismo los sueos enlatados que las viven-cias, los recuerdos de una noche de amor que los falsos idilios; el viviren definitiva- preferimos construirlo da a da con esfuerzo, sintiendo

    y sufriendo. Tuvimos que llegar hasta el final para volver al principio ydarnos cuenta de que, al fin y al cabo, los sueos, sueos son.

    Fobia a los sueos

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    espus de treinta aos tras el mostrador de una farmacia unocree que ha visto todas las combinaciones posibles entre medicamentosy pacientes, que ha comprendido la condicin humana cuando su natu-raleza enferma y que ha observado tanto mltiples procesos de curacincomo de frustracin cuando los pacientes se dan cuenta de que los me-dicamentos no son infalibles gomas de borrar. Pero como siempre quese cae en la trampa de la certeza, la vida te rescata ofrecindote nuevasoportunidades para recuperar la lucidez a travs de sorpresas que nuncahubieses podido ni imaginar. -Manda huevos! -renegaba Julin parasus adentros mientas sonrea irnicamente.- Y ahora cmo explico a lacomunidad cientfica que existe un insomnio secundario a la fobia a lossueos. No a las pesadillas, no, eso est ms descrito que los aforismosde Confucio, sino una fobia a todos los sueos, los buenos y los malos.Los malos porque son malos y dan susto, y los buenos porque crean unas

    expectativas transitorias e irreales y encima tienen la desfachatez de des-vanecerse con el leve contacto con el mundo real.

    Laura Tuneu VallsFarmacutica, Farmacia del Hospitalde Sant Pau de BarcelonaBarcelona

    dJulin, que era un curioso insatisfecho, llevaba dos semanas pasandode todo, pedido y mujer incluidos, rebuscando entre todas las fuentesde informacin, las accesibles y las inaccesibles, las cientficas y las nocientficas, por si apareca cualquier dato que confirmara lo que descri-ban al menos tres de los pacientes que le visitaban habitualmente en lafarmacia y que tras varios intentos por vencer el insomnio con sabias yevidentes combinaciones de antidepresivos, ansiolticos e hipnticos se-guan sin pegar ojo mientras que la fobia creca al mismo ritmo que unaplanta tropical.

    Ana, su mujer empezaba a estar harta de esta historia que le haba ro-bado de nuevo al marido y por ello no se le ocurra nada ms saludableque reprocharle en las comidas, concretamente entre el segundo plato yel postre, sus abandonos continuos en detrimento de una ciencia que nomejoraba su estatus, ni profesional, ni econmico, y que lo convertanen un personaje tan obsesivo como los tres pacientes. Pero Julin nuncapicaba el anzuelo, ya que prefera estar ausente a discutir con su dulcee infatigable Ana, que se mostraba dispuesta a todo menos a morder lamanzana de la curiosidad.

    En todos los fregados, ste incluido, Julin no estaba solo, tena la suertede desayunar diariamente con dos contemporneos, amantes de las cien-cias mdicas, el bocadillo de tortilla y la bicicleta. Juan era un mecnicode profesin que con 54 aos segua siendo un apasionado estudioso del

    psicoanlisis, el aprendizaje instrumental y la teora evolutiva de Darwin,mientras que Rita era una neurloga entrada en carnes y aos, que aban-

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    deraba con una vehemente retrica y un impulso desmedido la necesi-dad de prohibir la entrada de cualquier tipo de vacuna dentro del cuerpohumano. Sus discusiones eran tan cotidianas como la sopa en invierno yempezaban de manera brusca despus del ltimo bocado de Rita:

    -Qu Julin, has encontrado algo?

    -Algo he ledo -contest Julin mientras apuraba su ltimo mordis-

    co- aunque no s si me tomaris por loco.-Anda suelta prenda, que eres ms introspectivo que tu subconsciente-le recrimin Juan.

    Sin decir ni media palabra, Julin abri una bolsa que colgaba de la silladel Bar de Pepe y dispuso encima de la mesa un antiguo ejemplar delReaders Digest. En ese preciso instante, Rita solt una carcajada tan es-pectacular que provoc un enmudecimiento general -Joln, Julin! Estono es el New England!

    -Qu aguda eres Rita! Supongo que esta maana te habrs vacunadodel papiloma-contest Julin que siempre se exasperaba cuando Rita lopona en evidencia.

    -Venga Julin prosigue, y t, Rita, escucha y calla-les espet Juan, mo-lesto por el aire que tomaba el desayuno.-Julin, anda, cuntanos cmo

    un to tan legal como t ha llegado a sto -indic Juan mientras sostenael Readers Digesten la mano.

    -Mirad, hasta ayer no haba encontrado nada, y eso que haba rebuscadohasta debajo de las piedras. He estado quince das persiguiendo algo quepareca no existir. As que ayer al final me acost tarde y de mal humor.De hecho me sirvi de poco porque dorm fatal, tan mal que esta maanacuando me he despertado he decidido resucitar al mundo de los vivos eirme a cortar el pelo. Y all, mientras esperaba mi turno, he empezado aleer este Readers Digestque estaba escondido por ah. Juan ya s queme dirs que las casualidades no existen! Pero mira por donde la revistase me ha abierto por este artculo que habla sobre la cultura maya. Espe-rad! os leo el ttulo: Ideas y nociones sobre la naturaleza y cosmovisinde los mayas por Mara Lpez. Este artculo cuenta los principales lega-dos cientficos y astronmicos de los Mayas, concretamente hacen un re-paso del Popoh Vuh, que es un libro de la comunidad y que recoge variasleyendas. Y fijaros que esta leyenda habla del miedo a dormir por fobia alos sueos que ellos atribuyen a la diosa Ix Chel, la diosa de la luna.

    -Y qu dice la leyenda? -pregunt Rita con cierto sarcasmo.

    -Escucha bien Rita porque tu opinin es importante. Uay Pek, que eraun brujo muy conocido, trat a estos pacientes hacindoles inhalar unacoccin a base de lpulo, flor de la pasin y secreciones nasales de per-sonas que aseguraban soar feliz y plcidamente. Bien, como ya sabis,el lpulo tiene propiedades sedantes y la flor de la pasin, ms conocidacomo Pasiflora, tambin. La novedad est en las secreciones nasales.

    Segn la cultura maya, los sueos placenteros se acumulan en la parteinfero-frontal del cerebro, y su esencia penetra dentro de las cavidades

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    huecas por donde pueden fluir al exterior a travs de las secreciones na-sales. De manera que las personas que inhalan esta secrecin consiguenque el sueo placentero penetre tambin dentro de su cerebro coloni-zando la circunvalacin de los sueos con buen rollo.

    -Por favor, Julin! Has bebido? Has fumado? No puedo creer quecreas esto. No es propio de t. Sabes que estamos en el siglo XXI? Ade-ms te recuerdo que tus pacientes tienen fobia a los sueos, a los buenos

    y a los malos...-Ya s que suena raro. Pero yo me pregunto, por qu no? Dime porqu no puede funcionar! Tiene sentido para ti la posible explicacinsobre la salida de las secreciones nasales?

    -Hombre Julin, no seas tramposo! Claro que tiene sentido! Puede re-ferirse perfectamente a los senos esfenoidales. Lo que no tiene sentido esque los sueos se almacenen como si fueran unos bollycaos y menos quepuedan pasarse de una persona a otra. Adems te recuerdo lo que te hedicho antes: que los pacientes tienen fobia a todos los sueos.

    -Ah! Eso no me preocupa! Creo que Juan es un experto en condicio-namiento instrumental. Corrgeme Juan si me equivoco; Crees que lasfobias podran aligerarse hasta desaparecer si fusemos probando condosis infinitesimales y crecientes de secreciones nasales?

    -S, of course, as es como se tratan las fobias! -contest Juan muy serio

    y luego prosigui- si probis yo me ofrezco como conejillo de indias peropor favor seleccionadme un sueo ertico...

    -Creo que estoy desayunando con dos adolescentes despus de una no-che de botelln -sentenci Rita-. Me voy a casa. Ya he odo bastante...Aunque tengo una ltima duda. Julin, cmo evitaras la posible trans-misin de infecciones entre pacientes?

    -Ah, eso ya lo he pensado, lo esterilizara filtrando con un filtro de 0,22micras y luego liofilizando -contest Juan orgulloso de que Rita no lohubiese pillado en falso.

    -Oye Julin, tan mal est el negocio farmacutico que ahora deseasvender sueos liofilizados? Te veo apurado to! -indic Rita.

    -Por favor Rita, los neurlogos no sois ejemplo de navegar en tierra fir-me. La naturaleza del cerebro humano del que os denominis expertossiempre os sorprende, verdad?

    -Pues s, aunque te recuerdo que an somos los que ms sabemos de esegran desconocido -dijo Rita mientras se levantaba de la silla, aadiendo-chicos lo siento. Hoy tengo prisa.

    Julin y Juan tambin se despidieron y volvieron cada uno a su trabajo.Para Julin el resto de la maana fue tan pesada como el desayuno demodo que agradeci el momento de irse a casa. Al salir de la farmaciadecidi que regresara andando al son de sus pensamientos. Cuandolleg a su casa, se sorprendi de encontrar a su mujer dormitando tran-quilamente en el sof. Sin embargo, esta visin fue definitiva para mos-

    trarle con clarividencia cul era el camino a seguir. Sin mediar ningunapalabra ni tan slo consigo mismo, fue a la cocina y prepar una coccin

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    de lpulo y flor de la pasin a la que aadi unas gotitas de secrecinnasal que horas antes Ana haba dejado en el pauelo que esconda enel bolsillo del batn. Seguidamente, decidi beber parte del brebaje e ins-tilarse el resto. Se desabroch el cinturn de cuero, se quit los zapatos ydecidi probar al fin el jarabe de su propia medicina. Antes de dormirseen el otro sof, Julin se sinti tan importante como Jenner, lo que le hizosonrer de nuevo antes de abatirse por el sueo.

    Dos horas ms tarde, Julin se despert confuso. No saba la hora queera, ni dnde estaba, aunque se senta gozosamente sudado. Poco apoco, y mientras retornaba a la vida, cay en la cuenta de que habasoado como nunca. Busc a su mujer con la mirada y la encontr ob-servndolo serenamente sentada en el viejo balancn tomando una tazade t. Ana sonrindole le dijo:

    -Buenas tardes, marmota.

    -Buenas tardes Ana -le contest perezosamente Julin mientras se mo-va con lentitud-. Sabes? Creo que he estado soando tus sueos.

    -No me digas? Anda dime cul crees tu que es mi sueo -preguntAna.

    -Tu sueo soy yo -contest Julin, mientras se desplomaba de nuevosobre el sof.

    -Pues claro tonto, vaya descubrimiento! Para eso slo hace falta fijarseun poquito.

    -Pues no creas que me ha sido fcil. Fjate, he tardado media vida.

    -Tranquilo, tienes suerte, an te queda la otra media.

    Julin sonri de nuevo y por primera vez en su vida decidi seguir arro-pndose dentro del sueo que le haba devuelto la prioridad de su viday bendijo en silencio a los mayas, al lpulo y a las secreciones nasales.Al fin volva a tener una compaera, un camino y un secreto. Nunca unReaders Digesttuvo un ndice de impacto tan claro.

    Kiko no quiere dormirF d M t B i M d

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    anelo, el alegre perro de Kiko quera a toda costa jugar con su

    amo, le persegua, tiraba de sus pantalones, saltaba a su alrededor...Ya haba cenado, y todas las noches, antes de acostarse, Kiko jugaba conCanelo, pero ya estaba empezando a cansarse de aquel perro molestoque le persegua a todas horas y reclamaba su atencin.

    -Djame en paz, Canelo, eres un chucho pegajoso y muy pesado, noquiero jugar contigo y tampoco me ir a dormir.

    Canelo, muy a su pesar, entendi bien lo que su amo le deca, se alej deKiko con cara compungida y tristemente agach su dorada cabeza, dejcaer sus orejas y se acurruc en una esquina de la habitacin.

    Haca ya un rato que Kiko tena que haberse ido a la cama, pero no tenani pizca de sueo, se asom al balcn, estaba anocheciendo y se quedabsorto recostado sobre la verde barandilla mirando el cielo, de prontouna pequea nube blanca se par frente a sus ojos, y sin pensarlo dos

    veces, Kiko se encaram en el balcn y salt cuando la nube pas a laaltura de la barandilla. No se volvi a mirar a su perro, ni siquiera se des-

    Fernando Martn-Barrios MadrazoFarmacutico, Farmacia Fernando Martn-BarriosMadrid

    cpidi de l, inconsciente y entusiasmado, desapareci lentamente en elcielo.

    En aquel original transporte, Kiko sobrevol valles y ros. Los pjaros ro-zaban su carita con las alas al pasar a su altura, una suave brisa acariciabasu pelo y Kiko se senta el ms feliz de los mortales.

    -Adis amigos! -les deca alborozado.

    Pero pronto, l nio dejo de ver parajes maravillosos y pjaros de bello plu-maje, para adentrarse haca una llanura oscura y tenebrosa. Entonces sesinti muy solo, y arrepentido de su hazaa, comenz a tener miedo.

    -Qu ser de m? -pens-, a dnde ir a parar?, quin me mandarasubir a esta nube? Si al menos estuviera Canelo conmigo...

    Kiko se puso a llorar sin consuelo, la nube segua su camino flotandopor la nada. Nunca supo el tiempo que haba pasado, pero a Kiko le pa-reci un siglo. De pronto la nube se par, el balanceo por el cielo ces,se qued quieta. Kiko se incorpor y secndose las lgrimas mir a sualrededor. Estaba cerca del suelo, pero no lo suficiente como para podersaltar a l sin ayuda.

    -De todos modos, mejor as -pens Kiko-, dnde ira si pudiera saltar?Aqu no hay nada ni nadie. Pobre de m!

    Kiko volvi a echarse a llorar. De repente entre lgrimas, le pareci verque alguien llegaba y se colocaba debajo de la nube.

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    Efectivamente eran tres animales, los reconoci enseguida; un buitre debello plumaje negro y blanco, un len con una majestuosa melena ana-ranjada y un perro corriente y vulgar, un chucho de color indefinido, ascomo Canelo; ni claro, ni oscuro, ni bonito, ni feo, ni grande, ni chico.

    -Qu queris de m? -pregunt el asustado Kiko.

    -Queremos que vengas con nosotros -dijo el buitre.

    -Con vosotros? -pregunt Kiko repitiendo como un bobo la pregunta.-S, pero con uno de nosotros -aclar el len.

    -Tienes que elegir a uno de nosotros -dijo el perro.

    -Y si no lo hago, qu pasar?

    -Si no lo haces puede que te pierdas en el cielo -le contest el buitre conuna risita maliciosa.

    -Es tu oportunidad para bajar de esa nube -le dijo el len.

    -Qu me ofrecis? Porque si bajo con vosotros, qu me pasar?, por ahoraestoy a salvo aqu. En cuanto a eso de perderme en el cielo, slo debe impor-tarme a m, y la alternativa tiene que ser buena. Os escucho.

    -Eres astuto chaval, muy astuto -dijo el buitre abriendo mucho su es-plndido plumaje-. Yo te ofrezco la oportunidad de atravesar a mi lado el

    desierto dorado y clido en toda su grandeza, y poder contemplar su fa-bulosa extensin sin lmites bajo un cielo azul turquesa durante el da y

    rojo fuego al anochecer; buscaremos oasis con agua fresca; volars sobrem, agarrado a mi cuello y nada temers, yo te defender siempre.

    A continuacin le toc su turno al rey de la selva, el len.

    -Yo te ofrezco ver la selva salvaje y poderosa, or su clamor, ver a losanimales corriendo en libertad; los frondosos rboles cuyas ramas crecenhacia el cielo poderosas; los ros que cantan dulces canciones cuando vanaguas abajo caudalosos; irs a mi lomo y te sujetars en mi melena, as

    nada habrs de temer, yo te defender siempre.El perro se qued callado.

    -Y t, perro, qu me ofreces tu? -pregunt Kiko.

    El perro se entristeci, agach la cabeza y dijo.

    -Yo no puedo ofrecerte esas cosas maravillosas que te ofrecen mis com-paeros, slo soy un perro y los perros no vuelan sobre los desiertoscomo el buitre, ni viven en la selva en libertad como el len. Yo soy unanimal de compaa. Slo te puedo ofrecer mi amistad y mi cario in-condicional. Hagas lo que hagas nunca te har un reproche, y siemprete ser fiel. Tu puedes corresponderme, pero slo si quieres, porque si noquieres, mi actitud ser la misma, no te pedir nada.

    Kiko se qued pensando en las palabras de los tres animales, se sentcmodamente en su nube y mirndolos despacio, se tom su tiempo.

    Los tres animales se sentaron a esperar, hasta que Kiko habl.

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    -Ya he tomado mi decisin -dijo el nio, y los tres animales se pusieronde pie expectantes.-Es difcil en verdad tomar partido por uno de vo-sotros, lo que me ofrecis es muy tentador. Atravesar el desierto tieneque ser muy emocionante y cruzar la selva, una experiencia fantstica,pero... vosotros no olvidis que yo soy un nio y yo casi me olvido dequines sois vosotros.

    -T, buitre, eres un ave carroera, es decir, te alimentas de cadveres.

    Una vez en el desierto esperars a que me muera para comerme.-T, len, eres el ms bello animal de la selva, pero tambin muy fiero yvoraz. T no esperars a que me muera, ni dejars que otro animal melleve; t me comers directamente, sin pensrtelo dos veces.

    -En cuanto a ti fiel perrito, me ofreces lo ms grande y lo ms bonito queun animal puede ofrecer a un nio; pero yo eso ya lo tengo en casa, ypara mi desgracia lo he despreciado subiendo a esta nube sin rumbo.

    Kiko no volvi a decir ni media palabra ms, slo esper. Los tres anima-les agacharon la cabeza y se fueron cada uno por su lado, el nio les viodesaparecer en la lejana.

    La nube comenz a moverse, Kiko lo not, pero estaba tan triste queni siquiera se incorpor por curiosidad. Se acurruc y crey quedarsedormido.

    De pronto abri los ojos. Su casa! Su cama! De un salt dej la nubeque inmediatamente desapareci.

    All estaba Kiko, apoyado en la barandilla verde de su balcn con Canelosentado a sus pies, muy quieto mirando a su amo tristemente, sin atre-verse a nada.

    -Canelo! Mi dulce perrito, mi amigo del alma! Qu alegra tan grandeverte otra vez! Me estabas esperando, verdad? T sabas que yo volve-ra. Claro que s! Estabas seguro, a qu s amigo?

    Kiko lloraba y rea abrazando a su asombrado perro. Canelo no entenda

    nada, pero tampoco le importaba gran cosa. Su amo volva a quererle,volva a querer jugar con l, no saba por qu, pero l y su amo volvana ser felices.

    La primera noche del doctor ArandaJos Manuel Baena Caada

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    no es que no me apeteciera ir. Todo lo contrario. Estaba desendolo,

    aunque no saba exactamente en qu consistira la diversin. La desaznempezaba a embargarme al pensar en todo lo que no podra controlar,sin embargo, a esa edad la proteccin y seguridad de mis acompaantesdilua la sensacin desagradable.

    Era casi de noche cuando entramos en la sala. Estaba a medio llenar, porlo que la situacin de nuestros asientos era bastante segura. Probable-mente hubiera protestado si nos hubiera tocado sentarnos en primerafila. La primera fila es siempre un sitio amenazante y he intentado evi-tarla. Verme sin la proteccin y parapeto de los que se sitan delante,a quienes seguramente les tocara el protagonismo de salir voluntariosal escenario o de ser elegidos por los oficiantes para quin sabe qu osimplemente ser blanco directo de la mirada y atencin de stos, ha sidosiempre una situacin intolerable, generadora de ansiedad en cualquieracto pblico. Nunca he comprendido el deseo de estar en primera fila,

    con lo relajado que se halla uno en el escondite de las ltimas filas, dondese pasa desapercibido y donde el pblico es annimo para quien ejecuta

    Mdico, Oncologa MdicaHospital Universitario Puerta del MarCdiz

    yel acto. La primera fila est reservada a los miopes con gran inters o alos interesados en mostrar su cara ante el probablemente miope oficiante.He preferido quedarme muchas veces de pie en la ltima fila o en luga-res donde no se vea nada, a estar frente al peligro de la primera. Perosiempre no se puede elegir, as que lo he pasado mal cuando la discipliname ha obligado a colocarme el primero y el problema generalmente haresidido o bien en la primera letra de mi primer apellido o bien en mi esta-tura. La aficin a ordenar a la gente por orden alfabtico es muy comn

    y comn ha sido tambin mi ansiedad al pensar que iba a ser el primeroo de los primeros, como de las primeras es la letra A. Qu gentiles laspersonas que ofrecen u obligan a los bajitos a colocarse en primera fila!Yo soy bajito y no quiero estar delante, ya me las apaar detrs si meinteresa. Nunca me atrev a contestarle a nadie en estos trminos aunquesiempre lo he deseado.

    La sala estaba bastante fra y al quitarnos los abrigos comenc a temblar.Fue pasajero pues al poco tiempo casi haba entrado en calor. El espect-culo se iba desarrollando de forma segura para m. Tendra unos cuatroo cinco aos y mis ojos de nio vean a mi madre satisfecha de que nosriramos con los payasos y estuviramos absortos con los equilibristas.Estaba confiado, relajado y me lo pasaba bien con mis hermanos y ami-gos, que estaban sentados a mi lado. Lo tena todo controlado. No habalugar para la desazn. Me encontraba en un lugar protegido, estaba

    bien acompaado, seguro y el espectculo no era amenazante. Cuandole toc el turno al ilusionista la cosa cambi. Pidi colaboracin de los

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    nios del pblico para participar en un truco que consista en sacarles dedistintas partes del cuerpo unas bolas que anteriormente haba hechodesaparecer. La ansiedad me invadi al comprobar que mi posicin en unlateral me haca vulnerable a salir al estrado. Adems, mi madre, al verque algunos nios salan voluntariamente, me animaba a hacerlo. En unmomento se derrumb toda mi defensa; mi posicin no era tan seguracomo pensaba y mi proteccin materna se volva contra m. La ansiedadse multiplic al contemplar aterrorizado como el prestidigitador sacabalas bolas a decenas de la zona de los genitales de los nios voluntarios.Hasta ese momento, durante mis pocos aos de vida, haba pensado,seguramente influido por mi educacin, que todo lo relacionado con losasuntos genitales era un tema tab, y como tal, generador de desaso-siego y ansiedad si se sacaba de contexto. A esa edad no saba si enrealidad poda tratarse el tema en algn contexto. Para un gran tmidocomo yo, comprobar que en un espectculo pblico, un adulto extraabolas perdidas a los nios tocndoles la zona de los genitales era algorealmente inconcebible e insoportable y me alteraba ver cmo todosrean a mandbula batiente con tal proceder. No me caba en la cabezaque yo pudiera ponerme en esa situacin as que mi aspecto tmido,serio, distante y defensivo sali a relucir. Afortunadamente el espec-tculo termin pronto y me sent bastante aliviado al salir fuera delrecinto, a pesar de que estaba nevando y de que haca un fro polar.Todo haba pasado y el juego con los dems nios liber por completomis tensiones, al menos hasta la prxima situacin estresante.

    No s por qu me acuerdo de estas cosas precisamente ahora. En estemomento debera estar concentrado en que mi primer da de trabajo nosea memorable. Estoy contento de que al menos durante el da todos lospacientes que he atendido se han marchado satisfechos, pero no estoyseguro de que durante la noche vaya a ser as. Apenas haba tenido queconsultar al adjunto de guardia y temo tener que despertarlo para queme ayude a solucionar algn caso que, por la inexperiencia de mi primerda de guardia, no pueda resolver.

    La habitacin donde se hallan las camas de descanso de los residentesde primer ao no contiene nada ms que cuatro mesitas de noche, delas que slo una tiene un interfono a travs del que se nos comunica quedebemos presentarnos en la puerta de Urgencias para atender a los pa-cientes que van llegando. Desde Urgencias se llega a ella a travs de unpasillo y unos pocos peldaos de escalera muy tenuemente iluminados,que se recorren en pocos segundos. Esos pocos segundos de trnsito latransforman en la primera fila de mi espectculo infantil y, tumbado enla cama, sin poder dormir por la incertidumbre, experimento la mismasensacin de ansiedad de mis primeros recuerdos. No comprendo cmoel residente de medicina de familia puede dormir con esa profundidad,sin embargo las dos residentes de medicina interna estn despiertas, sinduda a causa de los ruidosos ronquidos de aqul. La habitacin ha que-dado completamente a oscuras, salvo por la dbil luz roja del interfono.Se oye perfectamente el trasiego de los residentes y adjuntos del reaquirrgica entrando y saliendo de sus respectivas habitaciones. Est ter-

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    minando el turno de la doctora Casinello y despus viene el mo. Serndos horas en las que mi ansiedad se acentuar, aunque, nunca se sabe,a lo mejor tengo suerte y no entra nadie.

    -Doctora Casinello a puerta, por favor-. Ha sonado tan contundenteque los tres residentes que estamos despiertos hemos dado un respin-go, quedando sentados en la cama. La nica que termina levantndoserecoge con celeridad el fonendoscopio y el manual de urgencias y des-aparece cerrando con suavidad la puerta. Debera haber ido con ella.Es muy simptica, me cae muy bien y seguro que habra agradecidoel detalle de ir a atender juntos la urgencia. Pero estoy francamentecansado y me cuesta salir al estrado. Adems dentro de unos minutostendr que ir.

    Narcs era amigo mo. Nos sentamos muy cmodos jugando y nosbuscbamos en el recreo y a la salida de clase para jugar y continuarjugando. Era de esas personas que proporcionan confianza desdeel primer momento. Su presencia condicionaba mi conducta, de talmodo que era capaz de realizar actos y acometer empresas que, soloo con otras personas, era incapaz de llevar a cabo. Con l me atrevaa salir de los lmites del pueblo y subir a San Ramn (las ruinas de uncastillo medieval en lo alto de la colina a cuyo alrededor se edificabanlas casas), hecho que para un nio de cinco aos constitua toda unahazaa. Me impresionaba la familia de Narcs, de tal forma que el as-pecto de sus padres y sobre todo orles hablar en cataln, me intimi-daba. Notaba que conforme pasaba el tiempo, este idioma era cada

    vez ms familiar y empezaba a entenderlo de la forma ms natural, apesar de que en mi entorno familiar no se usara.

    Ese da, tras salir de clase, nos quedamos en el recreo jugando. Nos em-pujbamos (no consigo recordar en qu consista el juego) y en uno deesos empujones Narcs cay al suelo, con tan mala suerte que se fractu-r un brazo. Ya a esa temprana edad era capaz de darme cuenta de lagravedad de la lesin. Narcs estaba plido y no se mova. Tena el brazodaado asido por el otro y me miraba enfadado. No s si fue esa miradao el agobio de pensar que era responsable de lo que le haba ocurridoy que sus padres me reprenderan por ello, lo que me hizo escapar. Salcorriendo, sin ayudar a Narcs, pero me desembarazaba de la gran ansie-dad que me embargaba. Impulsivamente haba actuado mal y lo saba,pues ya en casa tena remordimiento de haber actuado as.

    De nuevo fluyen a mi mente escenas procedentes de mis primeros re-cuerdos. Hago otra vez un esfuerzo para concentrarme, porque ya estoyen el horario que corresponde a mi turno. En cualquier momento mellamarn. Espero no reaccionar como en mis recuerdos. Definitivamenteno saldr corriendo, aunque ganas no me falta